Algunas pistas para construir una ontología neoconceptual

August 27, 2017 | Autor: S. Chávez Fajardo | Categoria: Postcolonial Studies, Teoría Literaria, Filología Hispánica, Hispanic Philology
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NEOCONCEPTUALISMO Ensayos

Felipe Cussen Carlos Almonte Alan Meller Editores

Ediciones Sarak 2014

© Neoconceptualismo. Ensayos © Felipe Cussen, Carlos Almonte, Alan Meller Reg. Prop. Int. Nº 247954 I.S.B.N. 978-956-358-352-6 Diseño de portada: Dos Disparos Diagramación: Alan Meller Traducción contraportada: Edoardo Avio Derechos Reservados Primera Edición Sarak Editions Delhi, 2014

ÍNDICE

Nota de los editores

7

Orígenes Por una estética neoconceptual.

11

MATEO GOYCOLEA

Fue inventado antiguo. Neoconceptualismo y escritura.

15

MARTÍN CINZANO

Nuevos conceptos aproximativos a Secuestro y Origen.

25

RAMÓN OYARZÚN

Algunas pistas para construir una ontología Neoconceptual. 29 SOLEDAD CHÁVEZ

El plagio del plagio.

45

CARLOS SOTO ROMÁN

Neoconceptualismo y el (no) Ser.

55

ALAN MELLER

Límites Reflexiones y balbuceos en torno al Neoconceptualismo.

73

VALENTINA MONTERO

“Robar es natural” [uno].

83

SERGIO CARUMAN

“Robar es natural” [dos].

83b

SERGIO CARUMAN

Sin pies ni cabeza: Anamorfosis Neoconceptual.

89

DAVID WALLACE

Apuntes móviles sobre puntos fijos: entre Neoconceptualismo y escritura conceptual. RICCARDO BOGLIONE

111

Aplicaciones A través del Neoconceptualismo (y lo que Alicia encontró allí).

NOTA DE LOS EDITORES 121

CARLOS ALMONTE

El cielo te adora.

125

LUZ MARÍA ASTUDILLO

Armar textos con frases de otros.

129

NATALIA FIGUEROA

Señas Una los puntos.

En el año 1996, Carlos Almonte y Alan Meller fundan el neoconceptualismo literario. En el año 2001 publican en India el primer compendio de cuentos, poemas y manifiestos creados con dicha técnica, es decir, a partir de textos ajenos: No escribimos con nuestras palabras. Tomamos prestadas otras ya escritas. Recombinamos la escritura del pasado para crear obras nuevas.

133

FELIPE CUSSEN

Iluminaciones II

145

Reseña de Autores

157

Colofón

161

El presente libro recoge las respuestas críticas y creativas de académicos y escritores frente al neoconceptualismo. El último capítulo, Iluminaciones II, es una extensión del capítulo homónimo del libro anterior; una recopilación de citas referidas al robo, el plagio y la intertextualidad.

Ensayos / 7

3

ALGUNAS PISTAS PARA CONSTRUIR UNA ONTOLOGÍA NEOCONCEPTUAL

Literariamente, la pregunta Quién escribe, Qué hace un escritor, Quién es un escritor, Cuál es su oficio, evidentemente es circular al desembocar en el abismo insalvable de la indeterminación del origen de la escritura y más allá (hacia el habla y la semiosis). En otras palabras, la pregunta por el lenguaje y su hacedor, el narrador justo y sabio. Escritor, como palabra de clase, denota a quienes se ocupan de la escritura. Extensivamente escritor es quien escribe, todos los que han escrito o escriben, también los que descifran y confieren sentido a lo escrito. Los escritores en general se clasifican de diversas maneras que no vale la pena nombrar. Intensivamente, escritor es, al menos, quien pueda escribir. Es decir, quien tiene la facultad de producir textos. Pues bien, si cualquiera puede escribir, más evidentemente hoy, cuando escribir es casi accesorio pudiéndose cortar y pegar textos infinitamente para formar narrativas, el sentido de ser escritor se refleja más bien en los fines y principios que persigan aquellas narrativas. La proliferación del ensayo como género es una evidencia de esta dimensión ética de la narración. La ideología que permea cualquier ensayo es la racionalidad crítica y analítica que sostiene la idea de progreso y bienestar humanos como una búsqueda natural e irrenunciable. Podemos distinguir varias clases de ética que estarían abarcadas dentro de la racionalidad pero el tema es más simple y directo: ¿puede la literatura hacerse más allá de los límites de un proyecto humano -por muy molesto que sea el concepto- “antropocéntrico”? ¿Es posible una literatura que pertenezca a los seres vivos, al planeta, al sistema solar, al universo? El neoconceptualismo se ha dado como límites éticos, al menos, los textos de la tradición humana, pero bien podría ser que su proyecto se vea extra-limitado al poco reflexionar sobre su condición.

Neoconceptualismo / 28

SOLEDAD CHÁVEZ FAJARDO

¿Ilocuciones? ¿Perlocuciones? ¿Verdad?

Porque la verdad es en esencia libertad, por eso el hombre histórico, por el dejar ser al ente, puede también no dejar ser al ente lo que es y cómo es. Entonces el ente se encubre y altera. La apariencia cobra poder. Por ella sale a luz la no-esencia de la verdad. Heidegger, Ser, verdad y fundamento

Aquella “declaración de doctrinas, propósitos o programas”, como entiende el diccionario académico lo que es un manifiesto, se concreta en un movimiento escriturario como lo es el neoconceptualismo y su sección destinada, justamente, a este tipo de textos. Se podría afirmar que un movimiento artístico, con un programa adjunto a una praxis clara, o no, requiere de una serie de accionares necesarios para determinarse como tal. En ello, el neoconceptualismo no se ha quedado atrás; si bien su praxis perfomática es nula, la escritural es satisfactoria. Las declaraciones de doctrinas, propósitos y programas se plasman en los siete manifiestos y en cada uno de ellos se puede apreciar las diferentes presentaciones discursivas en la que estos solían aparecer, illo tempore, en plena eclosión vanguardista. De esta forma, el discurso neoconceptualista se resuelve como una continuidad de la literatura moderna; también como un acto de homenaje a esta; igualmente como una burla, un accionar irónico o directamente un sarcasmo hacia esta; así como todas estas intenciones juntas, simultáneamente, en un solo acto de habla. Tanto en una secuencia previamente enumerada como en una narración, los manifiestos neoconceptualistas presentan, también definen y, de esta forma, circunscriben lo que se Ensayos / 29

entiende por este movimiento y lo que debiera hacer un autor si se acoge a estas reglas del juego. Nos interesa sobremanera aquellos manifiestos en donde no se aplica la técnica neoconceptual es decir, cuando “no” se lleva a cabo el canon aleatorio y, por lo tanto, podemos apreciar la voz directa de sus creadores: lo que ellos, como entidad autorial, monológica y reguladora, quieren adoctrinar, proponer y programar. En estos manifiestos, “Las siete reglas coherentes”, “Sobredeter minaciónhiperintertextual”, “La traición traicionada” y “íåïêïíóåðôçáëéóìï”, con sus enumeraciones (hasta “La traición traicionada” podría considerarse una suerte de conteo) son, en rigor, los discursos que nos convocan en el presente ensayo. Es decir, aquellos textos donde vemos aflorar al sujeto de la enunciación, contra todo pronóstico y dogma neoconceptual y donde podemos dar cuenta de sus intenciones comunicativas. Estas intenciones se relacionan directamente con los actos ilocucionarios austinianos. En efecto, al enunciar un manifiesto, al “llevar a cabo un acto al decir algo” (1962: 144) se puede comprobar la presencia, directa o indirecta, de ciertos verbos ilocutivos, tales como prohibir, deber ser o admitir, entre otros, los que tienen “una cierta fuerza convencional” (1962: 153). El desafío en la dinámica de la lectura de un manifiesto es el proceso de resolución de, justamente, este acto ilocutivo, en donde se debe lograr la comprensión del significado, su aprehensión (1962: 161-162) y, en el caso de los manifiestos neoconceptuales, de estos textos doctrinarios y programáticos. El dilema recae en la siguiente reflexión: ¿hay un acto perlocutivo después de la lectura de un manifiesto? Es decir, ¿se producen ciertas consecuencias o efectos sobre los sentimientos, pensamientos o acciones de un lector que acaba de leer un manifiesto, parafraseando a Austin? La intención al redactar un texto de este tipo, fuera de presentar un proyecto estético, un intento de definición o un plan de acción de un movimiento es, justamente, producir ciertos efectos, como convencer, persuadir, “e incluso, digamos, sorprender o confundir”, asevera Austin (1962: 153), en una afirmación acertada para un tipo de recepción de un texto estético. Son los Neoconceptualismo / 30

propósitos, según Van Dijk, es decir, el: “estado o suceso que queremos o deseamos causar con o a través de nuestra acción” (1978: 85). En relación con los lectores neoconceptuales y sus posibles respuestas perlocutivas, fuera de la necesidad imperiosa de dar cuenta de un rastreo cercano al de las teorías de la recepción de antaño y actuales, surgen nuevas preguntas en relación con lo que sucede con la perlocutividad de un texto que busca, justamente, una reacción a su accionar. ¿Qué sucede con la lectura de un manifiesto neoconceptual? ¿Se logra la sorpresa, la confusión o el deseo de aplicar la técnica propuesta? ¿O es que, acaso, hemos sido irremediablemente y contra todo pronóstico “neoconceptuales” a lo largo de nuestros procesos de formación escritural y eso es lo que, justamente, intenta mostrar esta propuesta escritural? Lo más probable es que el movimiento y sus preceptos se acomoden a los axiomas de los tiempos actuales y por ello la lectura de los manifiestos solo nos informe y, en algunos casos, sorprenda. Sin embargo, la lectura nos constata de algo, de una realidad, de una situación. Nosotros, perlocutivamente, afirmamos y nos conformamos, como reacción muy de estos tiempos con esta verificación. Ciertamente, creemos que el interés de esta constatación radica (o nuestro interés, o lo que nos llamó la atención) en la explicitación que se hace de la crisis del concepto de verdad. En donde enunciados como “La enunciación de lo fatal también es fatal, o no es. En este sentido, es un discurso cuya verdad se ha retirado” (79); “El neoconceptualismo deforma la verdad con mayor habilidad que cualquier otra expresión artística porque su única fuente es el artificio” (80) o “VII. Todo texto siempre fue falso” (86), nos muestran que el neoconceptualismo basa sus premisas en que no hay verdad en la escritura. Sin embargo y como suele suceder cuando este concepto se presenta en algún discurso de tipo literario y cuando nos viene el prurito socrático es necesario examinar lo se entiende por verdad en este caso. Según la tradición presocrática, pensamos en Parménides, no es que exista una “verdad”, sino lo permanente, que es lo que se entiende por Ensayos / 31

verdadero frente lo cambiante, que sería lo no verdadero, lo ilusorio, la apariencia. En otras palabras, no propiamente lo falso, sino lo aparentemente verdadero sin serlo en verdad: las vías que solas ver como vías de búsqueda cabe: la una, la de que es y que no puede ser que no sea, es ruta de fe y de fiar (pues la verdad la acompaña); la otra, la de que no es y que ha de ser que no sea, ésa te aviso es senda de toda fe desviada: que lo que no es ni podrás conocerlo (eso nunca se alcanza) ni en ello pensar (Parménides 1981: 190)

Desde la óptica parmenideana, solo se accede a la verdad por medio de la razón. ¿Qué sucede cuando en un discurso la verdad se ha retirado? ¿Acaso hay una crisis epistemológica donde no se puede acceder a ella, a su comprensión, a su aprehensión? O bien estamos ante esa senda no verdadera la de lo ilusorio, la apariencia, a la cual se accede por medio de los sentidos. Aquella donde “Todo se ha escrito, todo se ha dicho, todo se ha hecho”, en palabras de Macedonio Hernández (epígrafe que inaugura, justamente, el libro) y de la cual, aparentemente, no nos percatamos de ella. He aquí donde cabe la pertinencia del concepto de -ëÞèåéá manejada por Heidegger (1927: 239-250, 1968: 70-83), en donde lo verdadero, ese “descubrimiento del ser” y, sobre todo, de la libertad, se halla oculto por la apariencia. Heidegger, toma esta concepción y la sitúa en un estado crítico del ser humano. Es el hombre, en su estado de degradación, quien la encubre, algo que siempre ha sucedido: “El ocultamiento del ente en su totalidad, la auténtica no-verdad, es más antigua que cualquier revelación de este o de aquel ente” (1968: 75), cita que nos vuelve a remitir a Macedonio Fernández y también al fragmento de Parménides (“el Dasein ya está siempre en la verdad y en la no-verdad”, Heidegger 1927: 243). He aquí esta ausencia de verdad en un texto, en todo texto, en toda la tradición textual, producto de esta degradación, algo que el neoconceptualismo, pareciera, se refocilara en mostrar y dar cuenta, de manera ilocutiva y nosotros, lectores de un siglo XXI, acordes, asentimos y nos conformamos, muy perlocutivamente. Neoconceptualismo / 32

De un nuevo concepto Las intuiciones sin conceptos son ciegas y los conceptos sin intuiciones son vacíos. Kant, Crítica a la razón pura

El nombre conceptus latino, esa 'idea que forma el entendimiento' o 'el pensamiento formulado en enunciados', que hallamos en Corominas o en el DRAE entró a mediados del siglo XV en nuestra lengua, a través de crónicas y romances, como un derivado del transitivo concipere, la acción de “contener, imaginar, captar, concebir, comprender” con la mente una idea, una forma. La importancia del concepto se pone de relieve, ya, en Aristóteles (cfr. Cassirer 1953: 3-9), quien lo entiende como un universal que define o determina la naturaleza de una entidad. Según esta lógica, el concepto sería un órgano de conocimiento de la realidad, ya que las formas en que esta se distribuye corresponden a los conceptos que la mente forja. De esta manera, la ambiciosa propuesta de un nuevo tratamiento del concepto (¿De creación? ¿De obra literaria? ¿De entender la obra literaria?) el neoconceptualismo, implicaría una suerte de renovación del entendimiento (una nueva epistemología) en relación con el objeto estético. En esto radica la originalidad neoconceptual: en la instalación de un nuevo paradigma del objeto literario. En su Crítica a la razón pura (cfr. 1978: 92-93), Kant afirma que el conocimiento surge cuando los conceptos pueden aplicarse a un material que está dado en las intuiciones, proceso que se genera gracias al entendimiento. Estas intuiciones, desde la óptica kantiana, se entienden: “en tanto que el objeto nos es dado. Pero éste, por su parte, solo nos puede ser dado si afecta de alguna manera a nuestro siquismo” (1978: 65, A19). De esta forma, sería la intuición kantiana la que juega un rol fundamental dentro de la dinámica neoconceptual, del momento que la afección de la que habla el filósofo, implica la recepción estética, la elección y posterior selección, es decir, la organización del canon Ensayos / 33

neoconceptual o, en otras palabras, el “escoger” los textos literarios (cfr. Las siete reglas coherentes) que formarán parte de este canon. Asimismo, ya lograda la síntesis entre intuición y entendimiento, el concepto se presenta como un marco, donde encaja la experiencia posible. Esta noción kantiana de concepto, exitosa dentro de la epistemología moderna (ha derivado en marco conceptual o paradigma), se fija en la praxis neoconceptual: “Cualquier cosa que está adecuadamente enmarcada se convierte en un objeto artístico. Esto hace del marco una entidad determinable cuyas cualidades pueden aislarse” (80). Habría, por lo tanto, una dinámica absolutamente kantiana dentro del proceso neoconceptual: “El proceso de encuadre es inevitable, y el concepto de un objeto estético, al igual que la constitución de una estética, dependen de él” (80), en donde lo inevitable es, justamente, esa constitución de un nuevo concepto, del cual se insiste en ese encuadre arbitrario e ineludible: “El encuadre puede verse como una maquinación, una imposición interpretativa que restringe un objeto mediante el establecimiento de límites, pero el proceso de encuadre, como ya se dijo, es inevitable” (80). Pfänder, en su distinción de conceptos de objeto, especifica una idea clave dentro del neoconceptualismo si entendemos el texto neoconceptual como un concepto de objeto, el objeto literario: la diferencia entre el objeto, tal como es diseñado por el concepto y el objeto tal como es en sí mismo (cfr. Pfänder 1938: 154), es decir, el objeto literario producto de la praxis neoconceptual y el objeto literario como referente, el canon propiamente tal sin ningún tipo de manipulación neoconceptual. De alguna forma, en el proceso de articular un concepto, el objeto literario, se activa la propuesta neoconceptual, es decir, la presentación (y esperable difusión) de un nuevo concepto de lo que es la obra literaria. De alguna forma, la tesis de Pfänder respecto a la distinción entre concepto y objeto: “lo que forma el contenido del concepto no son los objetos mismos a que se refiere, ni algo inherente a estos objetos” (Pfänder: 157), vendría a ser la que toma el concepto, el neoconcepto en esa praxis que se describe en los manifiestos. Neoconceptualismo / 34

Uso, usos, significados, paratextos

No inquirir por la significación; inquirir por el uso. Wittgenstein, Investigaciones filosóficas

Los paratextos, enunciados que, de alguna forma, aseguran la presencia y recepción de una obra, también aportan una serie de claves para esta suerte de hermenéutica neoconceptual que intentamos llevar a cabo. Podría redactarse un estudio que solo analizara los paratextos como para confirmar la riqueza y originalidad de estos en neoconceptualismo (piénsese, por ejemplo, en la referencia a Lost Highway de David Lynch o la contracubierta en sánscrito, entre tantos otros), sin embargo nos quedaremos con la cita que enmarca la primera parte del libro (El jardín del plagio, texto que entrega las claves de la historia del movimiento), solo para dar cuenta de una de las dinámicas neoconceptuales que vienen, de alguna forma, a graficar el tratamiento del texto. Es el caso del diálogo entre el huevo Humpty Dumpty (popular personaje infantil anglosajón) y Alicia, cuya génesis es explicar el intrincado (y adelantado, las cosas como son) poema “Jabberwocky” que Carroll incluye en Alicia a través del espejo: Cuando yo empleo una palabra insistió HumptyDumpty en tono desdeñoso, significa lo que yo quiero que signifique… ¡ni más ni menos! La cuestión está en saber objetó Alicia si usted “puede” conseguir que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes. La cuestión está en saber declaró Humpty Dumpty quién manda aquí… ¡si ellas o yo! (Alicia a través del espejo, cap. VI)

La significación ha tenido diversos tratamientos y aproximaciones que van de lo filosófico, pasando por lo lógico, lo lingüístico hasta llegar a lo semiótico, por solo mencionar las instancias más habituales y socorridas. Encontramos desde la clásica postura aristotélica, donde la significación se entiende

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como sentido y, en muchos casos, como la base del tratamiento del concepto; pasando por la fregeana, que ve en la significación la connotación de un término o la husserliana, en donde se la entiende como lo que es expresado como núcleo idéntico en multitud de vivencias individuales diferentes; así como el tratamiento lógico, sobre todo el de la Escuela de Oxford, en donde se la trata como la relación con algo significado por una expresión. Como vemos, dentro del lenguaje convencional, la significación suele congregar más que fragmentar, fragmentación que promueve Humpty Dumpty en la cita. Para poder ilustrar lo que enfatiza este huevo parlante (y lo que propone el neoconceptualismo, por extensión) lo podemos vincular, a manera de juego de oposiciones y espejos, con el tratamiento que Husserl le da a la significación claro ejemplo de óptica moderna en donde la significación de algo, llamémoslo X, no es ni el objeto denotado por X ni el acto de pensar X, sino una entidad que se llama, justamente, “la significación de X”. Esta entidad, producto de una “unidad de juicio y, por lo tanto, en su totalidad, tiene un correlato objetivo aparente, una situación objetiva unitaria” (Husserl 1913: 234) enfatizamos las citas para demostrar las divergencias con el Neoconcpetualismo, en este caso se manifiesta en una “regularidad ideal (…) y comprende (…) todos los juicios del mismo contenido y aun todos los juicios de la misma 'forma', como tales” (íbid.). Esta regularidad es la que llega a la conciencia del sujeto y es la que construye la significación en una expresión, una significación que se entiende como una función actual de conocimiento, por lo que “adquiere “claridad y distinción” y se confirma como “exacta”, “realmente” ejecutable” (Husserl 1913: 255). Según Husserl, cuando falta la posibilidad o la verdad en una expresión en donde la significación es entendida como ese “siempre lo mismo” husserliano y no el “significa lo que yo quiero que signifique” que propone Humpty Dumpty no puede realizarse más que simbólicamente, que es lo

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que encontramos en la praxis neoconceptual. Sin embargo, insiste Husserl, sea una expresión verdadera o no verdadera, lo que se da es, justamente, la significación y, además, una expresión con sinsentido si no hay equivalencia con la objetividad de la expresión (¿Acaso no es de esto que habla Humpty Dumpty con Alicia, acerca de la significación de “Jabberwocky”?). Preguntas inevitables, como si se genera la significación y el sinsentido simultáneamente dentro de una obra neoconceptual, al estilo de las vanguardias del siglo pasado; o, mejor, si se da en el neoconceptualismo una significación y una nueva verdad dentro de los niveles estéticos, la cual sería, dentro de la óptica moderna, un sinsentido y un nuevo sentido dentro de las lecturas actuales, son preguntas inevitables al analizar este paratexto. No resulta extraño relacionar las reflexiones de Humpty Dumpty con los planteamientos del último Wittgenstein, para quien la noción de significación, más que aclarar el lenguaje, lo rodea de una suerte de niebla (Wittgenstein 1953: 5). Wittgenstein sugiere que antes de internarse en la naturaleza de los significados, habría que darle una importancia a los usos e indagar cómo estos funcionan, ya que los usos, desde la óptica de las Investigaciones filosóficas, serían fundamentales, justamente, en el funcionamiento del lenguaje. Hay que precisar que en este caso uso lo es el del concepto (una vez más), no del nombre y en donde la significación de 'X' no se halla en parte alguna, porque toda significación de 'X' puede reducirse a un uso del término 'X'. Es decir, hay solo usos de 'X' o, dicho de otro modo, las expresiones son usadas en diferentes contextos y por ello hay una pluralidad de usos. Los usos, por lo tanto, son variados y, por extensión, no habría un lenguaje, sino varios lenguajes o formas de vida, como lo que trata de explicarle Humpty Dumpty a Alicia en relación con el poema “Jabberwocky”. Es la idea wittgensteiniana del juego del lenguaje, en donde solo se puede entender una palabra si se sabe cómo esta funciona y cómo se usa dentro de uno de estos tantos juegos. Por lo tanto, para entender un lenguaje solo habría que

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comprender cómo funciona y, en síntesis, para entender un texto y, posteriormente, neoconceptualizarlo, habría que comprender cómo este funciona. En palabras de Wittgenstein, solo al desprenderse de esa niebla (el velo, lo oculto, una vez más), se podrá comprender el carácter básico del lenguaje, así como su multiplicidad y, más aún, su propuesta va más mucho allá: “Pretendo significar que esta pieza del juego se llama 'rey', no este determinado trozo de madera que señalo” (Wittgenstein 1953: 53). He aquí la multiplicidad de lenguajes y, por extensión, la modalidad que opera, justamente, en la praxis neoconceptual: las mismas expresiones descontextualizadas y vueltas a actualizar para su función estética dentro de un nuevo concepto. Uso, juego de lenguaje y una nueva forma de tratar la significación.

Un nuevo lenguaje

Juguetes de niños las creencias humanas. Heráclito, Razón común

Una de las pretensiones de mayor alcance dentro de la poética neoconceptualista es aquella que busca “la manera de crear un lenguaje” (10), propuesta de la cual solo se especifican más que algunos retazos, por lo que no quedan tan claros ni los planteamientos ni directrices de tan magno proyecto. Tampoco es una novedad este tipo de intenciones dentro de la tradición de ismos; baste recordar las conocidas propuestas dadaístas y surrealistas, para emparentar al neoconceptualismo dentro de esta tradición vanguardista, la cual no hace más que dar cuenta de la crisis del logos dentro de la historia occidental. No pretendemos aquí presentar un intento de hermenéutica de este “nuevo lenguaje” neoconceptualista, a partir de las pistas que se nos entregan en los textos. Más bien pretendemos insistir en la idea de que la crisis en la visión, tratamiento y percepción del lenguaje ha sido un tema recurrente, sobre todo dentro de los Neoconceptualismo / 38

discursos lingüístico-filosóficos. Sin embargo, más que compartir reflexiones centradas en la crisis del lenguaje dentro de los espacios modernos (tema manido del que ya hacía referencia, de manera descarnada, Nietzsche en El origen de la tragedia), lo sensato es trasladarnos hasta las primeras cavilaciones que den cuenta de esta inestabilidad las heracliteanasy las reflexiones, a nuestro juicio, más sensatas, a partir de estas cavilaciones las garcíacalvianasy así establecer un diálogo con las aspiraciones neoconceptuales. Como en muchas de las traducciones de Heráclito, García Calvo (2006) opta por traducir ëüãïò vertido, generalmente, como “palabra”, “expresión”, “pensamiento”, “concepto”, “discurso”, “habla”, “verbo”, “razón” o “inteligencia”, entre tantaspor razón. Sensato proceder, ya que este ëüãïò deriva del verbo ëÝãåéí, el cual, en primera instancia, significa “recoger”, “reunir” y, en sana metáfora, ese “recogerse” o “unirse” las palabras al hablar o leer, es decir, en una actividad razonada. En estos espacios se obtiene, por lo tanto, la significación, el discurso y lo dicho, algo propio del hombre, por lo que la afirmación heracliteana de “Común es a todos el pensar” (García Calvo 2006: 37) viene a perfilar una actividad la lingüísticaque, desde que se empieza a filosofar, está constantemente en crisis. Los fragmentos conservados de Heráclito reflejan que el sabio no se guardaba su vehemencia al momento de dar cuenta del estado de la cuestión, por ello afirma que los hombres no entienden este ëüãïò (“Los hombres, malos litigantes en juicio de verdades, no sabiendo ellos oír ni tampoco hablar”, García Calvo 2006: 67). La preocupación por la inteligibilidad o no del ëüãïò, desde una óptica pragmática, se extiende a la comprensión de los unos con los otros, algo que los sofistas ya tomaban como base y razón de ser del lenguaje. Habermas, por ejemplo, en su tesis de la acción comunicativa, determina que la comunicación es aquel proceso que, fuera de tener por finalidad este entendimiento lingüístico, está, además, motivado por un acuerdo racional entre los miembros de una comunidad (la racionalidad una vez más). De alguna forma, la propuesta de Habermas se basa en las Ensayos / 39

rupturas de estos acuerdos y su tesis de la acción comunicativa, claramente idealista, va, justamente, por esta vía: la de intentar mostrar qué proceso comunicativo sería el idóneo (proceso, claro está, difícil de lograr). Este tipo de problemática la de la incomunicación por una falta de acuerdo racional entre los hablantesfuera de ser uno de los fundamentos en la reflexión crítica del lenguaje, no es más que el reflejo de la contradicción misma que se genera con el ëüãïò, algo que Heráclito ya daba cuenta: “Por lo cual hay que seguir a lo público: pues común es el que es público. Pero, siendo la razón común, viven los más como teniendo un pensamiento privado suyo” (García Calvo 2006: 41). Esta contradicción García Calvo la resuelve con la idea de “estar fuera/estar dentro” de la razón, en donde, al estar dentro, está en todas partes (en todas las razones) y en cada acto de habla; así como está en la gramática (sincrónica y diacrónica) de cada una de todas las lenguas (presentándose como gramática general); o lo está, cómo no, en la relación entre un referente y su proceso lingüístico, algo determinante dentro de la configuración de la realidad. Al mismo tiempo, al estar fuera, ninguna frase, ni frases, ni discursos proferidos en un acto de habla se entenderá como “la” lengua; así como ningún hablante es el “puro” representante de la lengua que habla (“desde el momento en que no soy puramente YO que dice “Yo”, sino uno entre otros” García Calvo 2006: 123) y en ninguna de las razones puede estar “la” razón, ya que se enfrentan y contradicen (“Piénsese en las palabras de uno mismo o en las palabras de cualquier otro ser vivo o muerto. Pronto se percatará uno de que las palabras no pertenecen a nadie. Las palabras tienen una vida propia”, 89). Esta contradicción genera, inevitablemente, que las personas, para comunicarse, se guíen por un principio de no contradicción, exitoso o no, que es el que busca, en su idealidad, Habermas. ¿Cuál es el problema con el lenguaje y los hombres, entonces? ¿Cuál sería la incomodidad de los neoconceptualistas con el lenguaje? Pues que esta contradicción suele no ser superada o detectada, algo que ya señalaba Heráclito, como podemos ver en el fragmento anteriormente citado y, producto de esto, se Neoconceptualismo /40

generan malos entendidos dentro de lo vernacular o insatisfacciones dentro del logos poetikos. En el caso que ahora nos convoca, el resultado crítico de esta contradicción sería la búsqueda incesante de un nuevo lenguaje, como proponen los neoconceptualistas o el reflejo de la crisis a partir de críticas consabidas: “un rasgo constitutivo del neoconceptualismo consiste en el debilitamiento, tanto de nuestras relaciones con la historia oficial, como de las nuevas formas de nuestra temporalidad privada” (78), algo que deriva en las modalidades discursivas ya instaladas dentro de las vanguardias artísticas de la primera mitad del siglo XX: “cuya estructura esquizofrénica determina nuevas modalidades de relaciones sintácticas o sintagmáticas en las artes predominantemente temporales” (78), o bien, en reflexiones las cuales, junto con recordarnos algún cuento borgiano o alguna novela pigliana, nos rememoran, además, la noción de producto lingüístico de Karl Bühler: Describirlo en todo su detalle no ha de ser ciertamente imposible. Pero harían falta tantas palabras, tantos flujos de sílabas, frases y cláusulas subordinadas, que las palabras se arrastrarían siempre a merced de lo que sucede y, mucho después de que todo desplazamiento hubiera cesado y cada uno de los testigos se hubiera dispersado, la voz que describe ese movimiento seguiría hablando, sola, oída por nadie, naufragada en el silencio y la penumbra de cuatro muros. (Neoconceptualismo, 82)

En donde las dinámicas de desvinculación entre productor y producto forman parte de una de sus condiciones necesarias (“El producto como obra del hombre requiere siempre estar separado de su crecimiento e independizado” 1934: 103). Por la misma razón no suena tan descabellada una de las pocas caracterizaciones que los neoconceptualistas proponen para cambiar el lenguaje: La descripción de las acrobacias verbales es tan detallada que en algunos casos llega a ocupar diez páginas enteras, Ensayos / 41

pero tal vez la mejor manera de explicar este proceso sea observando el resultado final de los ejemplos más simples: el descubrimiento de un lenguaje con el que se pueda vivir. (83)

La búsqueda de un lenguaje con el que se pueda vivir nos deja, inevitablemente, insatisfechos, ya que no se nos entregan las diferencias específicas, las caracterizaciones y las minucias de un lenguaje con estas características, tampoco -y poniéndonos quisquillosos- de lo que se entiende por ese poder vivir. Algo de esto podemos discernir, descifrar y determinar en un acto arbitrario, aunque no sea nuestro deseo expreso, del momento que desistimos de la hermenéutica en esta ambiciosa propuesta pero, de la cual, del momento que estamos aquí, escribiendo algunas pistas para una ontología neoconceptual (¿acaso no es eso una hermenéutica, también?), extendemos, arrojamos y demarcamos, en estas páginas.

A modo de colofón Esto -cada una de estas secciones, cada una de las reflexiones y, sobre todo, la reflexión última- no es más que una forma ruin de dar a entender que la problemática (la del lenguaje, la de la verdad, la del texto, la de la falsedad, la de la realidad) se subentiende y que las respuestas están dadas en cada una de las líneas de los nuevos textos neoconceptuales (los cuales no fueron tocados en estas pistas del presente ensayo) y que los malestares e inquietudes están allí, expresados, de una nueva forma, con una nueva metodología pero, al mismo tiempo, el problema ha estado siempre y el desánimo que puede provocar el análisis descarnado de un Heráclito al proferir su: “De cuantos he oído razones, ninguno llega hasta tanto como para reconocer que lo inteligente está separado de las cosas todas” (García Calvo 2006: 122) logra, al mismo tiempo, alegrarnos para evitar, en acto contradictorio, a toda costa, su veredicto duro contra la Humanidad, sobre todo la que intenta, desde siempre, por siempre, doblarle la mano a la insensatez con una que otra producción textual, sea del tipo que sea. Neoconceptualismo / 42

BIBLIOGRAFÍA

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