Arquitectura de Doble Filo

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Universidad Torcuato Di Tella
Escuela de Arquitectura y Estudios Urbanos
Centro de Estudios de Arquitectura Contemporánea
Ciclo Modos de Práctica

Introducción a la conferencia de Ariel Jacubovich: Práctica política
Julián Varas
15/10/2013

Arquitectura de doble filo
Buenas noches. Gracias por su compañía y su interés en el ciclo de conferencias Modos de Práctica, que organiza el CEAC desde comienzos del año pasado.

Me agrada especialmente presentar la charla de hoy, no solamente porque el invitado es un arquitecto porteño que goza de un gran reconocimiento entre los de su generación, sino también porque nos une un vínculo personal desde que hace un par de años atrás tuvimos la oportunidad de compartir algunas aventuras docentes en la Universidad de Buenos Aires.

Ariel Jacubovich se graduó como arquitecto en la Universidad de Buenos Aires, en donde actualmente es Profesor Adjunto en la materia Morfología en la Cátedra de Roberto Lombardi. Ha dictado workshops y conferencias sobre su obra en las Universidades Nacional de Rosario y Córdoba, de la República en Montevideo, Pratt Institute en N.Y., de Talca en Chile, la Javeriana de Bogotá y Bolivariana de Medellín, Internacional de Andalucía y Berlage Institut, entre otras. Fue co-editor de la revista "UR arquitectura" y co-organizador de la muestra "Coctel Editorial: publicaciones independientes de arquitectura en Iberoamérica", Medellín en 2010. Desde el 2004 desarrolla su labor desde Ariel Jacubovich " Oficina de Arquitectura, donde se producen proyectos y obras basadas en la mediación entre prácticas materiales, sistemas de organización y ecologías contextuales. Sus obras y escritos han sido publicados en internacionalmente. Ariel participó en muestras colectivas en Buenos Aires, Medellín, Viena, New York, Lima, Barcelona, Róterdam y Berlín. Desde 2009 la oficina trabaja también junto a colectivos y organizaciones sociales en el desarrollo de proyectos de equipamiento urbano y programas públicos autogestionados. Esa línea de trabajos con su dinámica colectiva ha devenido en la conformación dentro del estudio de la plataforma C.A.P.A. (Colectivo Arquitectura Pública Asamblearia).

Para presentar esta conferencia he escrito un texto titulado Arquitectura de doble filo, que leeré a continuación.

A pesar de la apariencia modesta de su oficina, Ariel Jacubovich es uno de los pocos arquitectos argentinos de su generación que ha sido capaz de ensayar un modo de práctica con ambiciones de discurso público, dentro de un contexto específicamente post-crisis. Aun así, definir su posicionamiento no resulta fácil. Es que, por más que sus proyectos tengan impronta estilística, su autor es multifacético y movedizo, y la amplitud de sus intereses pone en crisis la posibilidad de aplicarles una etiqueta. Este parece ser su aspecto distintivo y seguramente una de las razones por las cuales ha obtenido el reconocimiento de sus pares.

Hoy quisiera aprovechar el perfil que presenta Ariel como punto de partida para una conversación que nos permita entender la especificidad de sus valores, sus éxitos, sus contradicciones, su historicidad, y su posible validez como modelo.

Está claro que en el trabajo de Ariel conviven dos tipos de intereses que suelen ser incompatibles. Uno es el interés por la geometría y la materialidad expresadas enfáticamente en los dibujos y las maquetas. Sobre todo porque estas arman un lenguaje depurado, identificable con un formalismo abierto y fragmentario que seguramente debe haber absorbido durante ciertos capítulos de su formación porteña en la década de 1990, y en su experiencia catalana. Es un formalismo lúdico que rehúye lo genérico o lo reduce a un comentario, que flirtea con la figuración, que construye una rigurosa heterogeneidad en sus perfiles y movimientos, que renuncia a grillas y órdenes repetitivos típicos de la arquitectura clásica y moderna (y que por ello se encuentra más cercano a la tradición pintoresca), evitando al mismo tiempo lo meramente escenográfico. Tal formalismo despliega todos los dispositivos característicos de lo que economistas y politólogos llaman post-fordismo, es decir un modo de producción que rechaza la repetición serial y la monotonía y, finalmente, la idea de que el destinatario de una obra o producción cultural pueda ser encapsulado en un producto "típico". El trabajo establece de esta manera un diálogo con la historia reciente de la disciplina. Confía en la experticia de la organización formal, en la recurrencia de técnicas y motivos, y se afianza en la auto-referencia.

Si estas fueran las características dominantes en el trabajo de Ariel, entonces sería fácil circunscribirlo. El análisis se concentraría en sus instrumentos, su figuración, su materia prima, su habilidad para tomar prestados ciertos motivos, o mejor dicho, para apropiárselos con alegre impunidad.

Pero, por tentador que esto pueda ser, existe una dimensión paralela del trabajo que está motivada por intereses socio-políticos y que es necesario atender si se pretende caracterizarlo cabalmente. Esta dimensión se expresa en los escritos, en la labor editorial y académica, y en los esfuerzos dirigidos a la creación de una serie de condiciones especiales que aportan, aunque esto lo discutiremos luego, volumen, relieve e historicidad. En la búsqueda de interlocutores motivados políticamente, de modos de vida emergentes, de locaciones a trasmano, y de discursos empapados de mística colectivista, se invierte una energía fenomenal. Según dice Ariel, esta búsqueda tiene que ver con abrir la práctica a agencias externas. Con construir redes de sentido que puedan exorcizarla de su tendencia autista. Es en este desdoblamiento de la práctica donde es interesante focalizar el análisis.

Hay dos maneras de ser político en la práctica de Ariel, una se expresa en la forma y la otra en el comportamiento. Un intercambio público producido hace poco entre dos críticos de arquitectura muy influyentes en los Estados Unidos puede servir para graficar esta idea. En un debate enconado, Reinhold Martin y Jeffrey Kipnis pusieron en evidencia sus desacuerdos, trazando, a su vez, las coordenadas de un sistema de posicionamiento. Martin, un renombrado intelectual de la Universidad de Columbia, defendía una tesis ortodoxa del pensamiento de izquierda consistente en que la posibilidad de acción política de la arquitectura depende de un delicado ejercicio de discriminación, que debe atender centralmente a las condiciones materiales y contextuales de la práctica. Es en la resistencia, aceptación o alteración de estas condiciones materiales donde se pone en juego la agencia política del arquitecto. Kipnis -afamado profesor de la Ohio State University con formación en física y en historia del arte- respondió a esta proposición diferenciando dos figuras, la del arquitecto como gritón-de-verdades versus la del arquitecto como ilusionista. Según Kipnis la figura del arquitecto como gritón-de-verdades -representada por el discurso de Martin- está destinada al fracaso pues es incapaz de alterar o escapar a la estructura de una realidad objetiva, que podrá denunciar o combatir pero al alto costo de que sus acciones queden sobredeterminadas por el contexto. El arquitecto como ilusionista, en cambio, tiene un poder limitado pero efectivo, ya que, en base a condiciones indeterminadas estará capacitado para producir ciertos efectos en el plano de la subjetividad del observador. Ilusionista es el arquitecto que le juega trucos a la percepción, multiplicando las narrativas del mundo y abriendo la posibilidad de situaciones alternativas, más que insistiendo sobre la veracidad o validez de una narrativa particular.

Se puede resumir este debate diciendo que Reinhold Martin enarbola el discurso de la modernidad -atravesado de determinismos materialistas e imperativos categóricos- y Kipnis representa a la posmodernidad y su relativismo o indiferencia respecto al mundo de las determinaciones materiales. En este esquema dual ¿qué se puede decir de una práctica que parece confiar esquizofrénicamente en la productividad de ambas posiciones?

Es posible que este colapso de los opuestos pueda representar una salida interesante para una discusión teórica que en los últimos años, especialmente en nuestro medio, no ha avanzado demasiado. Vivimos un retorno de lo que Colin Rowe llamaba la Arquitectura de las Buenas Intenciones, esto es, un conjunto de prácticas que se legitiman en base a su adecuación o relevancia política. Creo que este retorno no será particularmente interesante para la disciplina a menos que entre en resonancia (que se retroalimente) con una teorización de la dimensión material de la política, dimensión sobre la cual los arquitectos tenemos especiales competencias. Mi hipótesis, y con esto cierro, es que para que esto ocurra deberíamos poder trazar relaciones entre los aspectos auto-referenciales del trabajo y sus externalidades. El modo en que dialogan entre sí estas dos realidades del trabajo sería una de las cuestiones a elaborar. Serviría, no solamente para una evaluación de las obras y proyectos que ha realizado Ariel con sus socios, colaboradores y representados, sino también para imaginar nuevas líneas de trabajo que puedan desarrollarlo, transformarlo y, por eso mismo, mantenerlo vivo.



Traducción libre de: truth-yeller vs. trickster.



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