Barcelona en Comú ¿partido político o movimiento social? (Documento de trabajo)

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Barcelona en Comú. ¿Partido político o movimiento social? Barcelona en Comú. Political party or social movement? (Documento de trabajo) Ferran Izquierdo-Brichs Universitat Autònoma de Barcelona. Departament de Dret Públic i CC. Historicojurídiques (Barcelona, España) [email protected] Profesor Agregado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología. Doctorado por la UAB en Relaciones Internacionales, en la actualidad participa en un proyecto de investigación centrado en la Sociología del poder y la movilización social. Recientemente ha dirigido diversos proyectos de investigación centrados principalmente en el análisis de regímenes de poder en el mundo árabe y en el Islam político. ID: orcid.org/0000-0002-0403-3171

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Barcelona en Comú. ¿Partido político o movimiento social? Barcelona en Comú. Political party or social movement? Resumen La creación y participación de Guanyem/Barcelona en Comú en las elecciones municipales se presentó desde un inicio como un nuevo instrumento de lucha de los movimientos sociales y de las diversas voces salidas de los Indignados. La fuerza de BComú está ligada a esta dimensión de movimiento social. Sin embargo, al igual que ocurrió con Podemos, su evolución deja ver una tensión permanente entre su dimensión de movimiento social y la de partido político con vocación electoral. El futuro de BComú y de su capacidad de llevar a cabo sus objetivos dependerá directamente de ser capaz de compaginar las dos dimensiones, algo que ni el PSUC en su momento, ni Podemos en la actualidad parecen haber sido capaces de hacer. El análisis desde la Sociología del poder y desde la teoría de los movimientos sociales nos permite llegar a las siguientes conclusiones: 1. Si BComú deja de comportarse como un movimiento social, y en vez de luchar por sus objetivos con campañas de movilización, se limita a la competición política y electoral, perderá su fuerza ante las élites políticas, económicas y mediáticas y no podrá conseguirlos. 2. Si BComú no mantiene su dimensión de movimiento social, al perder la presión de la movilización popular, sus dirigentes entrarán en la dinámica de élites de un partido clásico socialdemócrata o centrista, para aliarse con otras élites en un juego puramente electoral y ligeramente reformista. En el caso de que no caigan en esta dinámica el resultado será el mismo, pues al debilitarse el partido caerá en la marginación y sus élites dirigentes perderán su lugar en el juego político. Palabras clave Barcelona en Comú / Podemos / Movimientos sociales / Municipalismo Abstract The creation of Guanyem / Barcelona en Comú and the participation at the local elections was presented from the beginning as a new instrument of social movements. The strength of BComú is linked to this dimension of social movement. However, its evolution reveals a constant tension between its dimensions of social movement and political party with electoral vocation. BComú’s future and its ability to carry out its objectives will depend directly on being able to combine the two dimensions, something that neither the PSUC at the time, nor Podemos at the present seem to have been able to do. The analysis from the Sociology of power and from the theory of social movements allows us to reach the following conclusions: 1. If BComú stops behaving as a social movement, and instead of fighting for their goals with mobilization campaigns restricts the activity to political and electoral competition, it will lose its power to political, economical and mass media elites and will loose the capacity to achieve social transformations. 2. If BComú doesn’t keep its dimension of social movement, losing the pressure of popular mobilization, their leaders will come into the elitist dynamics of traditional parties, to ally with other elites in a electoral game slightly reformist. If they do not fall into this dynamic, the result will be the same as the party, weakened, will fall into marginalization.

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Keywords Barcelona en Comú / Podemos / Social movements / Local politics

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1. 2. 3. 4.

Presentación ...................................................................................................... 5 La Sociología del poder ................................................................................... 5 El régimen de poder ......................................................................................... 7 La movilización social ..................................................................................... 9 4.1. Fase A (toma de conciencia y creación de redes): ............................... 10 4.1.1. Frame y Cultura política de resistencia: .......................................... 10 4.1.2. Movimiento social y redes: .............................................................. 13 4.1.3. Identidad colectiva: ........................................................................... 13 4.2. Fase B (movilización) ............................................................................ 14 4.2.1. Aliados............................................................................................... 15 4.2.2. Fortaleza (Resilience) ....................................................................... 17 4.3. Final de la movilización y post-revueltas (Fase C).............................. 17 5. Conclusiones: Barcelona en Comú ¿movimiento social o partido político? 19 6. Bibliografía ..................................................................................................... 23

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1. Presentación La aparición de Guanyem (después Barcelona en Comú) en junio de 2014 fue un revulsivo en la política catalana que se vio confirmado con la victoria electoral en mayo de 2015. Desde el primer momento había dos elementos diferenciales en la nueva plataforma que quería presentarse a las elecciones: 1) A pesar de situarse en el ámbito de la izquierda alternativa parecía tener posibilidades de éxito electoral; y 2) Era muy distinta de cualquier partido político o coalición conocida hasta el momento. Como decía Jordi Mir, uno de los fundadores, “las instituciones no son una finalidad, son un medio para todo lo que querrían hacer. Un medio más, porque en muchos casos estas personas y colectivos ya hace tiempo que trabajan, haciendo política e incluso se han convertido en referentes en el ámbito de la educación, del agua, de la energía, la vivienda, la economía social, la profundización democrática… Desde la movilización han cuestionado, criticado, propuesto y defendido derechos” (Mir, 19-06-2014). Sus protagonistas, sus propuestas y su forma de funcionar tenían mucho más contacto con los movimientos sociales que con los partidos políticos1, lo que por una parte descolocó a los partidos adversarios de la derecha (CiU y PP) y del centro (PSC y ERC) que no supieron como enfrentarse a ella, y por otra parte ayudó a parte de la izquierda más clásica (ICV y EUiA) y más reciente (Podemos, Equo y Procés Constituent) a ver en esta plataforma más a un aliado que a un contrincante. Finalmente, el partido de la izquierda alternativa ya existente (CUP), se encontró en una posición muy difícil al coincidir básicamente en el ideario e incluso en las personas que les daban apoyo activista, pero no en el pragmatismo de Guanyem, que prefería abandonar el discurso del cambio radical del sistema para entrar en el realismo de la conquista de la institución y del cambio en las políticas2. El análisis de BComú 3 plantea pues la dificultad de la diferencia. Si no es un partido o una coalición electoral, ¿qué herramientas debemos usar? Nuestra propuesta es analizar Barcelona en Comú como un movimiento social, y hacerlo desde la perspectiva de la Sociología del poder4. 2. La Sociología del poder La propuesta teórica que se presenta a continuación pretende ser una herramienta útil para sistematizar el análisis de las estructuras de poder que rigen cualquier sociedad jerarquizada. A lo largo de la historia, la mayoría de las sociedades han generado modelos de organización jerarquizados en sus relaciones políticas, sociales y económicas. Una sociedad jerarquizada es un sistema social compuesto por unos actores 1

Desde un inicio Guanyem se presentó como un producto ciudadano ligado a movimientos sociales, y los primeros firmantes del manifiesto procedían principalmente del activismo social (França, Joao (26-junio-2014) “Guanyem Barcelona buscará conquistar el Ayuntamiento desde los movimientos sociales”, El Diario.es; Puente, Arturo (15-junio-2014) “Guanyem Barcelona echa a andar con un llamamiento a la confluencia ciudadana para las municipales”, El Diario.es.). 2 Puente, Arturo (20-junio-2014) “Los partidos comienzan a moverse ante el nacimiento de Guanyem Barcelona”, El Diario.es; Blanchart, Clara (21-enero-2015) “Guanyem, ICV-EUiA y Podemos pactan su alianza en Barcelona”, El País. 3

En catalán se lee como Bien Común.

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Sobre la Sociología del poder, ver http://www.sociologiadelpoder.com/; (Izquierdo Brichs, 2008); (Izquierdo Brichs y Kemou, 2009); (Lampridi-Kemou, 2012); (Farrés Fernández, 2012).

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que establecen relaciones entre sí en base a su capacidad para disponer de determinados recursos. De este modo, para analizar la estructura de poder de una sociedad es necesario identificar la tipología de los actores y su relevancia, las dinámicas que rigen las relaciones entre estos, los recursos de poder de que disponen, así como su respectivo peso en la sociedad. Respecto a los actores, la creación de jerarquías conlleva inevitablemente la división de los miembros de la sociedad entre gobernantes y gobernados o, como se define en nuestro marco teórico, entre élites y población. La segunda se encuentra en la base de la pirámide social y generalmente está sometida a las decisiones de las élites, excepto en momentos puntuales en los que se convierte en actor. La división entre élites y población se fundamenta en los distintos objetivos e intereses que guían a cada uno de los grupos. Por una parte, el interés de las élites debe definirse en términos de poder. Consideramos élites a los individuos que se encuentran en una posición jerárquica superior en las instituciones sociales y cuya supervivencia en esta posición depende de su capacidad para competir por la acumulación de poder. Su objetivo prioritario será siempre mejorar su posición en la jerarquía compitiendo con las demás élites. La relación que se establece entre las élites es de competición “circular”, sin fin, pues sus aspiraciones son siempre relativas, al medirse constantemente con la posición del resto de actores la competición por el poder no se puede detener nunca. El interés de las élites es entonces lo que definimos como “acumulación diferencial de poder”5, es decir acumular más poder que sus competidoras. Esta competición por la acumulación de poder se produce en todos los ámbitos de la sociedad y es sistémica, no depende de las personas en sí mismas, pues si una élite no compite se verá expulsada de la jerarquía. Además, la formación de élites implica inevitablemente competencia por el control de recursos de poder, ya sean estos políticos, económicos, informativos, coactivos, ideológicos, o de cualquier otro tipo. Por otra parte, definimos como “relaciones de poder lineales” las relaciones que establece la población cuando es capaz de identificar de forma consciente sus necesidades y se moviliza para alcanzarlas. En estos casos, los objetivos del actor “población” no son relativos y, por lo tanto, cuando se consiguen la relación de poder se extingue. El carácter lineal de dichas relaciones deriva del hecho que se puede marcar un principio ―el momento en el cual el proceso de toma de conciencia evoluciona en acción colectiva―, y un fin ―cuando la movilización tiene éxito y se consiguen las reivindicaciones o cuando es derrotada y se abandona la acción—. Cuando hablamos de la población como actor, a lo que aludimos es a alianzas de individuos con objetivos comunes que se coordinan en movimientos sociales. Normalmente, la población acostumbra a ser un recurso para las élites. La vida cotidiana de una persona suele estar basada en la cesión —consciente, inconsciente o forzada— de la capacidad de decidir. La democracia representativa, las relaciones de producción en un sistema capitalista, el propio Estado, las ideologías, el control de la información, la coacción, el consumo... son instrumentos en manos de las élites para extraer y acumular el poder de la población. Sin embargo, en toda sociedad, en algunos momentos de su historia, junto a las relaciones circulares, coexisten las relaciones de poder que establece la población cuando se moviliza para mejorar sus condiciones de vida. En las sociedades jerarquizadas no es fácil que los individuos tomen conciencia de sus intereses en términos de mejora de su bienestar. Y cuando lo hacen se encuentran con la dificultad 5

Sobre el concepto de acumulación diferencial de poder, ver (Nitzan y Bichler, 2002); (Kalecki,

1972).

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de movilizarse para luchar por este objetivo, pues en la mayoría de las ocasiones ello implica enfrentarse a las élites que se resisten a la transformación del statu quo. Cuando una mayoría de la población, organizada en un movimiento social, establece relaciones de poder lineales, se convierte en un actor transformador con capacidad para provocar cambios en la sociedad. Los procesos de cambio social solo se producen cuando el pueblo lucha por intereses propios, convirtiéndose en actor político y dejando de ser un recurso en manos de las élites. Sin embargo, esto no significa que no se puedan establecer alianzas entre la población y algunas élites, cuando los intereses de ambas son coincidentes, como veremos más adelante. Por consiguiente, el análisis de los sistemas sociales nos obliga a identificar cuándo una relación de poder es lineal o circular. Dicho de otra forma, es necesario identificar cuándo los actores tienen objetivos e intereses concretos en términos de mejora de su condición de vida, y cuándo los actores tienen como objetivo prioritario la acumulación diferencial. Nuestra definición de condición de vida es amplia y abarca tanto factores materiales, como culturales, identitarios, de género, y derechos y libertades. Por esta razón, como han demostrado muchos de los movimientos sociales de las últimas décadas, el análisis de los conflictos y de las movilizaciones sociales no se puede limitar a las cuestiones materiales y tiene que tener en cuenta todos los ámbitos de la vida de las personas. De este modo descubrimos cómo en el análisis de las sociedades, si bien son las relaciones lineales las que dibujan el progreso y las transformaciones, son las relaciones circulares las que predominan, dirigidas por unas élites que se aferran a su posición de poder, contribuyendo así a largos periodos de continuidad y estancamiento en la historia. Otro elemento fundamental de la Sociología del poder son los recursos de los que disponen los actores y su relevancia en el seno de la sociedad. Los recursos que utilizan las élites para competir por la acumulación diferencial de poder, o la población para luchar por sus objetivos, varían en función del sistema que se analice y de su estructura. Los recursos principales en la mayoría de los sistemas contemporáneos son el Estado, el capital, la gran corporación, la ideología, la información, la coacción y la misma población. Sin embargo, eso no implica que no existan otros recursos como pueden ser los partidos, que en algunos sistemas llegan a tener un papel importante. El peso de cada recurso, relacionado con la coyuntura y los procesos de acumulación de cada momento, determina su posición primaria o secundaria. 3. El régimen de poder La suerte de las movilizaciones sociales, e incluso de las revoluciones, está directamente ligada a la fortaleza de las élites a las que se enfrentan, lo que algunos autores llaman la estructura de oportunidades (ver (Tilly, 2006a) y (Kriesi, 2004)), lo que está directamente ligado al grado de concentración del poder en estas élites. La movilización social es siempre una relación de poder, y como tal está influenciada por todos los actores que participan en ella. Y, como en toda relación social, son los actores con mayor poder los que más influyen en su dinámica. Como explica Buechler (2014: 61), las oportunidades surgen cuando el orden establecido se vuelve vulnerable a las acciones de los contendientes y cuando se reducen los costes de actuar. Los gobiernos, a través de la represión o de la facilitación, aumentan o disminuyen los costes de la acción colectiva (Buechler, 2004: 61). Para analizar la estructura de oportunidades y las amenazas que derivan de cada entorno específico, Tilly (2006: 44) propone algunas variables: (a) la multiplicidad de

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centros de poder independientes dentro del régimen, (b) la apertura del régimen a los nuevos actores, (c) la inestabilidad de los alineamientos políticos actuales, (d) la disponibilidad de aliados influyentes, (e) el grado en que el régimen reprime o facilita las reivindicaciones colectivas, y (f) los cambios decisivos en los puntos anteriores. Siguiendo este análisis, vemos que la respuesta de las élites incidirá en la dinámica de la movilización, y estará ligada a la estructura del régimen de poder. La forma, los actores y los recursos de la movilización dependerán pues de la reacción de las élites. Por esta razón, la cohesión de la élite constituye un factor fundamental en la constitución de espacios de movilización de la oposición (Lawson, 2011: 1079). Para analizar el régimen de poder, debemos tener en cuenta los elementos más básicos de cualquier estudio de un sistema social: Qué actores influyen sobre el sistema, qué recursos les dan más poder, qué relaciones de alianza y de competición establecen entre ellos, y cuál es la estructura del sistema en el que se mueven. Sus objetivos fundamentales los damos por supuestos: la acumulación diferencial de poder en las élites y la mejora de la condición de vida en los movimientos sociales (población). Por ello, debemos identificar las élites (todas, no sólo las políticas) que influyen en el sistema y participan en la competición y los recursos que controlan (Estado, capital, corporaciones, coacción, ideología, información, población...), distinguiendo entre élites primarias (que tienen autonomía para decidir) y élites secundarias (que dependen de élites primarias en sus procesos de acumulación de poder). Debemos también analizar las relaciones de competición y de alianza de las élites entre sí, pues ello nos dará una señal sobre la cohesión y fortaleza del régimen. Y también debemos tener en cuenta sus relaciones con las élites exteriores (dependencia de las élites del Centro del sistema global), ya que en la actualidad es muy difícil si no imposible separar cualquier dinámica social de las dinámicas que se producen en el sistema global. Los objetivos de Barcelona en Comú no amenazan los procesos de acumulación de las élites políticas, más allá de la habitual alternancia electoral. La amenaza se dirige sobre todo a algunos procesos de acumulación de élites capitalistas y corporativas. De hecho sus propuestas respecto al sistema político respetan el régimen actual y tan solo piden un poco más de margen de participación para la población/movimientos sociales. Donde sí presentan alternativas es en algunos de los procesos del capitalismo neoliberal que en los últimos decenios, y sobre todo en los últimos años de crisis, se han acelerado. Esto significa que las élites adversarias de los movimientos sociales y de Barcelona en Comú tienen una mayor necesidad y capacidad de alianza que durante la lucha contra el tardo-franquismo. Las élites de los regímenes de poder financiero, corporativo multinacional e informativo que han impuesto las políticas de oligopolización y privatización, ven a los movimientos/grupo político como Syriza, Podemos, Ahora Madrid, Barcelona en Comú y tantos otros, como una amenaza no solo política. Las instituciones, la política y el gobierno, al menos hasta la llegada al poder, no son para estos movimientos un objetivo en sí mismo sino un recurso para cambiar algunas de estas políticas neoliberales. Por esta razón, las élites económicas e informativas se aliarán a las élites políticas tradicionales que han estado colaborando con ellas hasta la actualidad. No es de extrañar pues que los representantes de las grandes corporaciones financieras y multinacionales, junto con los medios de comunicación de masas oligopólicos hayan atacado de una forma brutalmente agresiva a estos movimientos, tanto en Grecia como en España. Si alguno de estos movimientos accede al poder político, la agresividad contra ellos dependerá de si sus dirigentes se convierten en élites y su objetivo pasa a ser la acumulación diferencial de poder; o de si mantienen el carácter de movimiento social. En el primer caso pasarán a ser tratados como el resto de élites políticas tradicionales, pues dejarán de ser una amenaza real

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(véase Syriza). En el segundo caso, la beligerancia irá en aumento, con lo que la única forma de defensa para el movimiento social será mantener la movilización (a la espera de la evolución de BComú y Ahora Madrid). 4. La movilización social La definición de movimiento social que proponemos tiene en cuenta la distinción entre las relaciones de poder circulares y lineales. Así, seguimos la conceptualización básica de The Blackwell companion to social movements: “Although the various definitions of movements may differ in terms of what is emphasized or accented, most are based on three or more of the following axes: collective or joint action; change-oriented goals or claims; some extra- or non-institutional collective action; some degree of organization; and some degree of temporal continuity” (Snow et al., 2004: 6), aunque en nuestro caso restringiremos esta definición a las relaciones lineales. Esto significa que los movimientos sociales tienen que tener objetivos de mejora de la condición de vida y la población tiene que ser sujeto y no objeto, o sea actor con objetivos propios y autonomía, y no recurso manipulado por las élites. Como en una misma movilización pueden mezclarse objetivos de las élites —acumulación diferencial de poder— y objetivos de la población —mejora de la condición de vida—, el análisis deberá diferenciar unos elementos de otros pues tienen causas distintas, generan dinámicas diferentes, y conducen a transformaciones sociales opuestas. Por tanto, el movimiento social es el actor que impulsa la movilización social en una relación lineal. Y la movilización social es el proceso en el que colectivos de población participan en una acción colectiva en el marco de una relación lineal. Tilly discute que debamos considerar al movimiento social como actor pues esto no tiene en cuenta su continua evolución ni las interacciones entre distintos actores en su seno (Tilly, 2006b: 7). Sin embargo, en nuestro caso creemos que puede ser útil distinguir el movimiento social tanto de la relación lineal como de la movilización social. Así, el movimiento social debería ser considerado como un actor en forma de red, con otros actores de tipo diverso que constituyen esta red e interactúan entre ellos, teniendo en cuenta que el actor nuclear es siempre la persona. La capacidad de las personas de ser sujetos/actores y no objetos/recursos se manifiesta en los procesos de toma de decisiones sobre ámbitos colectivos. En este sentido Inglehart distingue entre la participación dirigida por la élite y la participación que desafía a la élite. En el primer caso se refiere a una amplia masa de ciudadanos, en general poco preparada políticamente y guiada por un pequeño número de líderes normalmente a través de los partidos, sindicatos, iglesias u otras instituciones. En el segundo caso, la acción está más orientada hacia objetivos concretos y tangibles, y se basa más en grupos formados ad hoc que en una organización burocratizada. Este tipo de participación requiere un nivel más alto de experiencia política por parte de la población (Inglehart, 1977: 299-300). La población se mueve normalmente sobre un eje que abarca desde la no conciencia de sus intereses (resultado de las hegemonías ideológicas y de la manipulación ideológica e informativa por parte de algunas élites), a la reivindicación de mejoras en su modo de vida y la movilización para conseguirlas. En función de su posición en dicho eje, las personas serán capaces de pasar de ser un mero recurso en manos de los más poderosos; a ejecutar acciones reactivas en contra de actuaciones de las élites que atenten contra su bienestar; o, incluso, a emprender acciones proactivas para redefinir y lograr sus verdaderos objetivos para conseguir un mayor bienestar y felicidad.

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El principal recurso de la población para alcanzar sus intereses es, por lo tanto, su propia movilización mediante acciones de protesta, oposición, resistencia o revolución. Sin embargo, no es su único recurso ni el más habitual. A veces la población puede usar la competición de las élites como un recurso para lograr sus objetivos, cuando estas necesitan el apoyo de los grupos sociales. En estos casos, la población gana capacidad de negociación y puede exigir mejoras en su bienestar, pero no deja de estar supeditada a las necesidades coyunturales de las élites que la utilizan como recurso en la competición. Como comentábamos al presentar las relaciones lineales, toda movilización social tiene un principio, un desarrollo y una finalización. Por tanto podemos distinguir tres fases en el proceso: A) La toma de conciencia de las problemáticas y la configuración de las redes; B) La movilización propiamente dicha; C) La finalización de la movilización. 4.1. Fase A (toma de conciencia y creación de redes): En un primer momento las teorías sobre los movimientos sociales explicaron el estallido de las movilizaciones y las protestas centrando la atención en las crisis que sufría el sistema y la respuesta a estas crisis6. No obstante, quedaba por explicar porqué en las mismas condiciones de crisis del sistema en unas ocasiones se crean movimientos sociales y estallan movilizaciones y en otras no. Había que estudiar los procesos de toma de conciencia de las problemáticas, de construcción de valores, del marco conceptual en que se mueven y de las identidades que generan7, lo que la literatura anglosajona conceptualiza como frame y en un sentido más amplio podemos considerar una Cultura política de resistencia (Foran, 2003). Y también había que estudiar el papel de las estructuras de los movimientos sociales en términos de organización, redes, etc.8 La toma de conciencia de las propias necesidades en términos de condición de vida es un paso ineludible para la conversión de recurso a actor de cualquier persona o cualquier colectivo de población. Tomar conciencia de las propias necesidades9 implica inevitablemente ser capaz de ver que la posición de las personas ante este problema es de recurso-objeto en una relación al servicio de alguna élite. Por esta razón, la superación de mecanismos de alienación en ámbitos concretos o respecto al sistema social en general es el cimiento de todo movimiento y de toda movilización social. En un movimiento social, este proceso de toma de conciencia individual y colectiva es simultáneo al de creación de redes. Y se puede producir con distintos grados de organización y de participación de la vanguardia del movimiento. Esto es importante porque incidirá en la dinámica de la movilización. 4.1.1. Frame y Cultura política de resistencia: La fuerza de un movimiento social estará ligada a su capacidad de generar una conciencia de la condición de vida de las personas y de sus problemáticas aglutinante y movilizadora. Como señala Whittier: “Activists promote particular ways of understanding the world. When movements are influential within the social movement sector, their frames and discourses affect how other activists frame their issues and the 6 Ver (Buechler, 2004). Sobre la evolución de la teoría sobre los movimientos sociales, ver: (Stone, 1966); (Kraminick, 1972); (Zagorin, March 1973); (Goldstone, 1980); (Goldstone, 2001). 7

Ver (Benford y Snow, 2000); (Williams, 2004)

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Ver (Diani y McAdam, 2003); (Tarrow, 1998); (Clemens y Minkoff, 2004)

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Recordemos que nuestra definición de condición de vida es amplia y abarca tanto factores materiales, como culturales, identitarios, de género, y derechos y libertades.

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discourses they draw on to justify their claims. When movements are influential in the larger world, they reshape discourses and frames in mainstream culture and thus receptiveness to claims by other activists” (Whittier, 2004: 536-537). Es importante distinguir entre frame y causas del malestar. La causa de la contestación puede ser analizada objetivamente, aunque en muchas ocasiones no es fácil de apreciar y puede quedar escondida. El frame, por su parte, entra en el campo subjetivo de la percepción que se tiene de la problemática, y tiene una funcionalidad movilizadora que lo hace mucho más evidente. La capacidad de las personas de tomar conciencia de sus intereses en términos de condición de vida tendrá relación inversa con la alienación, la fuerza de las creencias, y las hegemonías ideológicas. Los momentos de crisis de corrientes ideológicas dominantes, como el nacionalismo o la religión, son propicios para el inicio de las relaciones lineales y el surgimiento de movimientos sociales, de otra forma chocarán con ellas inevitablemente (ver por ejemplo las tensiones entre el nacionalismo independentista catalán y BComú). Esta fase de creación de conciencia será determinante también para definir la amplitud de la relación lineal: como movilización de reforma del sistema o de cambio de sistema. La capacidad que tenga este proceso de concienciación de mostrar las contradicciones del sistema y la posición de cada persona o cada colectivo en su seno, permitirá también que este frame o marco discursivo y conceptual se convierta en una Cultura política de resistencia. Siguiendo a Foran: “Prior to revolutions, different groups in society elaborate multiple political cultures of opposition to the regime, and that these may draw on diffuse folk beliefs and historical memories of struggle, shared ‘structures of feeling’ fashioned out of common experiences, and eventually, perhaps, explicitly revolutionary manifestos and formally articulated ideologies. (…) Social revolutions are made by broad coalitions of aggrieved social forces which may be characterized as multiclass (now also to be conceptualized as cross-racial and gendered) populist alliances. (…) Such alliances use political cultures of opposition to coalesce (or fail to do so). Finally, in thinking about outcomes, we must continue to track the fortunes of the populist alliance, this time through a process of fragmentation into its constituent elements as both internal and external pressures are brought to bear on postrevolutionary societies. My argument shall be that (…) culture is central to making sense of this process, either in holding a coalition together or in the disasters that await revolutionaries once in power.” (Foran, 2003: 202). Para que un movimiento social consiga crear una movilización transformadora, debe conseguir que la mayoría de la población vea al sistema como problema, y tome conciencia de que la mejora de su condición de vida depende de su capacidad de convertirse en actor, y por tanto de tomar decisiones que rompan algunos de los procesos de acumulación de poder de las élites (pudiendo llegar por tanto al concepto de conciencia de clase en un sentido marxista). Finalmente, la capacidad de construir una Cultura política de resistencia potente y con capacidad de unir a colectivos mayoritarios será determinante no solo para la movilización y para su fortaleza (resilience), sino también para poder llevar a cabo los objetivos marcados en el caso de victoria de la revuelta, impidiendo la fragmentación del movimiento y obligando a las élites a respetar los valores y las demandas establecidas como irrenunciables. Evidentemente, esto supone un esfuerzo enorme, pues no debe enfrentarse solamente a las élites del régimen de poder, sino también a los grupos reformistas. Y, más difícil todavía, debe evitar convertirse ella misma en un partido reformista que refuerce el sistema. Aquí podemos encontrar parte de la explicación de porqué tan pocas movilizaciones consiguen transformaciones reales del sistema. Las condiciones que

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permitan a los movimientos sociales crear y extender esta cultura política de resistencia han sido siempre excepcionales. Y lo son todavía más en la actualidad, en que la capacidad de control ideológico e informativo de las élites sobre la población es mucho mayor, y en que los dirigentes de los grupos reformistas se han asentado también como élites del sistema. Las dos ideas centrales de BComú son la urgencia en la defensa de derechos sociales y la renovación democrática: “Vivimos tiempos de cambios profundos. Aprovechando el contexto de crisis, los poderes económicos han emprendido una abierta ofensiva contra los derechos y las conquistas sociales de la mayoría de la población. Sin embargo, el anhelo de una democracia real es cada vez más intenso en las plazas, en la calle, en la red pero también en las urnas.” (Manifiesto fundacional de Guanyem Barcelona). Y estas dos ideas, como en Podemos, se unen en el objetivo de apropiación popular y democrática de las instituciones, frente a la usurpación que de ellas ha hecho una clase política corrupta y oligárquica al servicio del capital oligopólico. Es la respuesta al conocido slogan de los Indignados del 15-M “No nos representan”. Es también un frame muy parecido al de la primera campaña electoral de Obama en Estados Unidos, pero con una gran diferencia: mientras allí eran un partido y un político “del sistema” que ofrecían un mensaje distinto en una campaña electoral tradicional, aquí son activistas de movimientos sociales que se adentran en la campaña electoral como si fuera una movilización social. Se puede apreciar una gran diferencia entre la presentación del frame que hizo Barcelona en Comú y el de otro grupo cercano como la CUP. El primero, cercano a un movimiento social, tiene una clara intención de movilización alrededor de unas pocas ideas básicas muy extendidas: urgencia social y regeneración democrática, para conseguir cambios concretos inmediatos en la ciudad. El segundo sigue un esquema más parecido al de un partido revolucionario de izquierdas clásico, e intenta provocar una reflexión sobre el sistema en sí. Eso se podía apreciar claramente en los programas electorales. El de Barcelona en Comú hace una presentación básica de problemas, sobre todo centrados en la ciudad, y de posibles soluciones, haciendo hincapié en los elementos centrales de la urgencia social, de la corrupción y de la participación democrática de la población en las decisiones10. Sin embargo, el programa electoral de la CUP hace un análisis muy potente de las causas sistémicas de los problemas económicos, sociales y políticos, y propone soluciones revolucionarias anticapitalistas11. Acompañando a esta renovación democrática de forma inevitable, otra idea central era la lucha contra la corrupción. De hecho, incluso antes de producirse la confluencia en la candidatura electoral, el primer objetivo de Guanyem y de los partidos que se querían sumar a la iniciativa fue establecer un Código ético a través de un exitoso proceso participativo 12. La denuncia y querella por corrupción contra Jordi Pujol, ex presidente de la Generalitat de Catalunya, era paso más en la voluntad de dejar claro que se trataba de otra forma de hacer política.13 10

“Bcomú. Programa electoral municipals 2015” y “Barcelona en Comú. Pla de xoc per als primers mesos de mandat”. 11

“Programa electoral de la CUP Capgirem Barcelona per a les eleccions municipals del 24 de maig de 2015”. 12 França, Joao (11-octubre-2014) “Las jornadas sobre código ético impulsadas por Guanyem parten de experiencias aplicadas”, Diario.es; Catalunyaplural.cat (25-11-2014) “Guanyem saca a votación ciudadana el código ético aprobado por ICV-EUiA, Podemos y Procés Constituent”, Diario.es. 13

(2-septiembre-2014) “Guanyem Barcelona cree que el Caso Pujol no habría sido posible sin CiU, PP y PSOE” (nota de prensa de Guanyem Barcelona) https://guanyembarcelona.cat/es/press/el-casopujol-no-habria-sido-posible-sin-ciu-pp-y-psoe/

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4.1.2.

Movimiento social y redes: Desde nuestro punto de vista, en que consideramos a la red/movimiento social como un actor colectivo, no sólo debe tener capacidad de comunicación y debate, sino también capacidad de decisión. Esta capacidad de decisión puede ser institucionalizada, o puede producirse por mecanismos informales y dependientes de la aprobación última de los miembros-organizaciones de la red. La organización de BComú tiene dos fases muy distintas: 1) El proceso de creación de la red y de confluencia con los partidos políticos, junto con la campaña electoral; y 2) La estructuración de la organización tras las elecciones. Hasta las elecciones el funcionamiento y la organización fue básicamente voluntarista, con la participación de muchas personas activistas en una red poco estructurada. Los movimientos sociales se enfrentan a un problema importante en lo que respecta a la forma de organizarse. Pueden adoptar modelos organizativos muy distintos, desde los más clásicos, con una estructura burocratizada y centralizada, hasta los más espontáneos y asamblearios. Gamson propone tres grandes variables para analizar esta cuestión, el grado de burocratización, el grado de centralización de las decisiones, y la tendencia al faccionalismo (Gamson, 1990: 90-103). En el caso de BComú hasta las elecciones, la burocratización era mínima, y una vez los partidos llegaron a un acuerdo y la CUP abandonó el proceso de confluencia, el faccionalismo también fue muy limitado. La toma de decisiones, sin embargo, era muy centralizada en aspectos de gran importancia como la configuración de la lista electoral y el pacto de confluencia. No es casual que la semejanza con un partido clásico se diera principalmente en los ámbitos más cercanos a la lucha electoral. Esta centralización de las decisiones claves fue producto principalmente del proceso de construcción de BComú a partir de un grupo pequeño de personas que continuó teniendo gran influencia. En otros aspectos del funcionamiento diario la dinámica era mucho más flexible. La estructuración definitiva de la organización, ahora ya mucho más burocratizada, se realizó tras la victoria electoral. Teniendo en cuenta que en los partidos las luchas por controlar la forma organizativa son particularmente duras, el proceso de configuración de la nueva organización fue sorprendentemente participativo y abierto a cambios respecto al proyecto inicial. Sin embargo, la elección de los miembros de la Dirección Ejecutiva, que al igual que la lista electoral se hizo en forma cerrada con listas-plancha, sin la posibilidad ni de cambios ni de sorpresas. El resultado final continúa siendo una mezcla de un núcleo cerrado en el que se toman las principales decisiones, pero en combinación con procesos más abiertos que en ocasiones se escapan al control de este centro dirigente. 4.1.3. Identidad colectiva: La capacidad de movilización y el compromiso de las personas están ligados a la identificación con el movimiento social14. Como comenta Goldstone, “[…] for many years, resource mobilization theorists argued that mobilizing people for collective action revolved around building organizations, such as unions, revolutionary parties, and grass-roots movement organizations. Such “social movement organizations” were held to be at the heart of sustained collective actions. However, recent studies of recruitment and of the experience of movement participants has shown that formal organization is neither necessary nor sufficient to create the sense of commitment and energy needed for risky collective action to occur. Instead, the formation of protest identities seems to 14

Ver (Polletta y Jasper, 2001); (Hunt y Benford, 2004)

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be critical. (…) Protest identities—feelings of attachment and affection for a protest group—appear to have three sources. First, the group helps to justify and validate the individual’s grievances and anger against the status quo. Second, the group—if it provides concrete benefits or takes actions that seem effective in defending its members and pursuing change—gives a sense of empowerment, autonomy, and efficacy to its members, earning their affective allegiance. Third, the state itself may create or reinforce a sense of oppositional identity by labelling a group as its enemies or by acting against the group, thus demonstrating that the group is now outside the protection and justice of the state. Members then are forced to look to the group for justice and protection.” (Goldstone, 2001: 153-154) Barcelona en Comú parece haber sabido aprovechar los procesos de identificación de los movimientos sociales que se fueron creando desde el inicio de la crisis y del 15M. Al surgir de los propios movimientos, BComú fue percibida por mucha gente como la voz de estos movimientos, lo que permitió que en muy poco tiempo consiguiera la participación y apoyos de muchos más activistas que los partidos de la izquierda. Las presentaciones asamblearias en los barrios, algunas de ellas multitudinarias, la facilidad con la que consiguió las 30.000 firmas de apoyo, y la participación de más de 500 personas en la jornada de discusión del Código ético mostraban que había un alto grado de identificación popular con su propuesta. 15 También de forma individual, BComú se convirtió para mucha gente en la voz de sus reivindicaciones que no habían sido escuchadas desde el inicio de la crisis siete años antes. El programa de BComú recogía la mayoría de las reivindicaciones, que vieron en el proyecto un nuevo instrumento de lucha, coincidiendo con el objetivo de sus promotores. Por otra parte, siguiendo a Goldstone, BComú ofreció una sensación de fuerza muy potente, no solo porque daba una respuesta organizada al movimiento, sino porque hacía una propuesta que no se veía utópica y la conquista de las instituciones municipales realmente parecía posible. BComú aprovechó la estela que había dejado Podemos con su éxito en las elecciones europeas de mayo 2014 y pronto las encuestas reforzarían esta percepción.. El mensaje de los dirigentes-fundadores de BComú también fue claro desde el inicio en este sentido: se buscaba la victoria y no una presencia testimonial, y el nombre inicial Guanyem Barcelona (Ganemos Barcelona) lo dejaba claro. Y los ataques que sufrió y continúa sufriendo por parte de los partidos tradicionales y por parte de los medios de comunicación de masas como La Vanguardia y sus radio y televisión, El Periódico, y la radio (Catalunya Radio) y televisión pública (TV3) controladas por el gobierno de la derecha nacionalista, han servido para cohesionar la identificación, provocando en parte el efecto contrario al pretendido por estos sectores de las élites. La pregunta es si esta identificación se mantendrá a pesar del desgaste del gobierno. Para mantenerla seguramente será de gran importancia mantener el lazo con los movimientos sociales que impulsaron la ilusión de la candidatura, y que el gobierno y su desgaste se sienta de forma compartida. 4.2. Fase B (movilización)

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El País (20-agosto-2014) “Guanyem supera las 30.000 firmas de apoyo a su proyecto en

Barcelona”.

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La movilización es el momento de enfrentamiento del movimiento social con las élites que definirá su éxito o su fracaso. Puede producirse organizada en estructuras diversas (distintos grados de centralización, homogeneidad, jerarquización, etc.), con expresiones muy diferentes (distintos tipos de resistencia), y con fuerza desigual (más o menos participación popular y con más o menos capacidad de presionar sobre las élites). Además, la respuesta de las élites en el poder incidirá en la dinámica de la movilización, y estará ligada a la configuración del régimen de poder. Para triunfar, una movilización social debe debilitar a las élites, por lo que la suerte de las movilizaciones sociales dependerá de su capacidad de atraer a población, y también de la fortaleza de las élites a las que se enfrentan. Los cambios en la percepción, tanto de la fuerza de la movilización como de la fortaleza del régimen, también ayudan a comprender las dinámicas del estallido. Las formas que puede adoptar la movilización nos lleva desde la acción individual hasta el debate sobre la violencia/no-violencia 16, pasando por todo el repertorio de la acción no violenta presentado por Sharp (Sharp, 2011). Los tipos de movilización responden a factores distintos, algunos inherentes al movimiento social y otros producto de la interacción con las élites (experiencias anteriores, contagio de otras movilizaciones, orientación de la vanguardia, capacidades del movimiento, respuesta de las élites, etc.). También estarán relacionadas con los objetivos de la movilización y las élites a las que se enfrentan (por ejemplo el repertorio de las protestas puede ser muy distinto en el enfrentamiento con élites económicas o con élites políticas). Y también con la forma del régimen de poder, no solo del régimen político (por ejemplo dependiendo del autoritarismo, de la capacidad de negociación y de conducir el conflicto que tengan las élites afectadas). En el caso de BComú, la forma de la movilización es extraordinaria, pues se trata de una campaña electoral. Desde su nacimiento hasta las elecciones del 24 de mayo, la actividad movilizadora de BComú es muy parecida a otras grandes movilizaciones que se habían producido, como por ejemplo del movimiento antiglobalización, contra la guerra de Iraq, o posteriormente las protestas provocadas por la crisis y plasmadas en las “mareas”, o el movimiento de los Indignados del 15M. Sin embargo, esta gran “protesta” organizada por Guanyem/BComú no había de culminar en una manifestación multitudinaria sino en un voto multitudinario el día de las elecciones. Como estamos viendo, la organización de BComú y de la campaña electoral estaba más cerca de la movilización social que de unas elecciones. 4.2.1. Aliados La fuerza de un movimiento social se mide también por su capacidad de generar alianzas: “Seeking allies can become critical for a movement’s survival, particularly when it is in an outsider position. Only by broadening their support can most movements hope to make an impact. Hence challenging an opponent and appealing to potential constituents and allies are both elementary tasks for social movements. As a conceptual and methodological consequence of their need to both fight an opponent and appeal to potential allies, social movements can be understood only in relational terms.” (Rucht, 2004: 197). A pesar de la importancia que también tienen otros factores, no se debe olvidar que el éxito de los movimientos sociales está ligado principalmente a la capacidad de movilización de amplias capas de población. Para explicar cómo estallan las olas de protestas creemos que la variable determinante es la capacidad de sumar a capas 16

Ver (Giugni, 1999: xvi-xviii) para una presentación del debate y de los autores.

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sociales que anteriormente no participaban en el movimiento. La entrada de nuevas capas de población puede ser provocada por cambios que hagan sentir el malestar social a estos grupos sociales (por ejemplo una crisis económica). O en ocasiones porque las protestas están ligadas a preocupaciones de capas sociales que anteriormente no se movilizaban (por ejemplo derechos y libertades liberales). O, lo más frecuente, por una suma de las dos dinámicas. Cuando las clases medias empiezan a participar en la movilización acostumbra a ser un signo de que está empezando una ola de protestas amplia. En primer lugar porque las clases medias son las que con más dificultad tomarán conciencia de sus problemáticas, y aún con más dificultad participarán en acciones colectivas, por lo que normalmente ya hay otras capas sociales movilizándose. En segundo lugar, porque la movilización de las capas medias acostumbra a tener un gran efecto de difusión y legitimación de las protestas, ya que al ser más conservadoras que el resto de capas sociales, la participación de las capas medias da “respetabilidad” a la movilización que es percibida como alejada del radicalismo que se puede asociar a otras protestas. Es por esto que la necesidad de conquistar la sociedad civil no se expresa solo en términos de lucha por la hegemonía. Mucho antes de conseguir construir una contrahegemonía, el movimiento social, para tener éxito, se debe asociar a sectores lo más amplios posible de la sociedad civil, no a capas restringidas de población. Las técnicas de movilización deben tener en cuenta este factor, por ejemplo con métodos no violentos. Es importante tener en cuenta que las relaciones de alianza se establecen con otras capas sociales y organizaciones, pero también con algunas élites que pueden beneficiarse de la actividad del movimiento social porque debilita a élites competidoras. Para que esto ocurra, el movimiento social ya tiene que ser lo suficientemente fuerte como para ser visto como una amenaza por las élites primarias, y como una oportunidad por algunas élites secundarias o por algún sector de élites primarias que no sea el que controla directamente el recurso de poder amenazado por la movilización (por ejemplo algunas élites económicas si lo que se ve amenazado es el poder político, o al contrario). Así que será importante que el movimiento social establezca la división de las élites como uno de los objetivos tácticos. De igual forma, la solidaridad desde el exterior con la movilización social es vista como debilidad del régimen, lo que a su vez alimenta al movimiento. Esta solidaridad puede venir de movimientos sociales de otros países y de la opinión pública, pero también de gobiernos e instituciones internacionales y cuando esto ocurre es reflejo de pérdida de aliados exteriores por parte de las élites dominantes, y por tanto de cambios en la estructura de oportunidades que favorecen a la movilización. Barcelona en Comú ha conseguido establecer alianzas con movimientos sociales y sectores importantes de las capas medias. Sin embargo, no ha podido trabar alianzas con sectores de élites. La beligerancia de las élites políticas, económicas y de los mass media contra BComú fue abierta y total desde el primer momento. La dificultad para establecer alianzas con élites del sistema es un signo de que las élites ven a BComú como una amenaza que va más allá de la dimensión política, y que afecta a muchos más mecanismos de acumulación y recursos de poder del sistema. Esta percepción de las élites primarias puede debilitar la capacidad de acción de BComú, aunque el control de la alcaldía de Barcelona puede facilitar algunos pactos y negociaciones, pues ahora tiene a su disposición recursos de poder político, administrativo y económico que van más allá de un movimiento social.

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4.2.2. Fortaleza (Resilience) La capacidad de resistencia del movimiento es también un signo de su fortaleza. Esta resistencia se refiere a la capacidad del movimiento social para continuar la movilización colectiva a pesar de las acciones contrarias de las élites a las que se enfrenta. Se puede medir teniendo en cuenta si continúan participando en la movilización un número significativo de personas y si continúa reclutando nuevos miembros (Coma i Roura, 2014: 3-4). Hay que tener en cuenta que la fortaleza del movimiento no se enfrenta solo a la represión, sino a todas las tácticas de las élites para debilitarlo, desde la propaganda, desinformación, difamación, compra de voluntades… hasta la represión más dura. Como comentábamos anteriormente, la capacidad de resistir del movimiento y de la movilización sociales estarán relacionados directamente con su capacidad de consolidar una Cultura política de resistencia que se insiera en la cultura popular. En el caso de Barcelona en Comú, la capacidad de resistir todo tipo de presiones fue muy grande, hasta el punto de que su modelo de movilización de activistas en todo el proceso de formación del grupo y durante la campaña electoral se convirtió en ejemplo para otras experiencias como Ahora Madrid, y posteriormente (aunque desde un posicionamiento político y social totalmente distinto) Junts pel Sí17. Sin embargo, es difícil decir que ha conseguido generar una Cultura de resistencia popular. De hecho, si utilizamos la música como termómetro, ni el movimiento de los Indignados, ni Podemos, ni BComú tienen una música propia como tuvieron otras movilizaciones sociales como la lucha contra el franquismo, revueltas latinoamericanas, la lucha republicana española, etc. Esta incapacidad para generar una nueva cultura de resistencia puede ser un signo de debilidad para afrontar el futuro. 4.3. Final de la movilización y post-revueltas (Fase C) La finalización de la movilización popular abre siempre la puerta a la competición de las élites por el poder, ya sea continuando de la misma forma que anteriormente si la movilización ha fracasado, o con nuevas formas y actores si ha conseguido provocar cambios en el sistema. Este es uno de los momentos clave de diferenciación de un movimiento social y un partido político. Mientras que el partido político (o mejor dicho, sus élites dirigentes) continúan o entran en la competición por la acumulación diferencial de poder, un movimiento social al terminar la movilización o se disuelve o establece nuevos objetivos para proseguir con la movilización. Partiendo del mismo concepto y de su definición, el movimiento social sin movilización no puede existir. En el caso de BComú, con las elecciones se consiguió un primer objetivo, lo que podría desmovilizar a sus activistas, pero siguiendo la idea de Mir de que la participación en la institución es solo un instrumento para provocar otros cambios, muchos militantes continúan movilizados por los objetivos reales de transformación de la ciudad. Según Koopmans, “the range of possible endings is principally unlimited and includes regime replacement through revolution, civil war or foreign intervention, repression, elite closure, reform, institutionalization, co-optation, altered conflict and alliance structures, a new balance of electoral power and changes in government incumbency, or any combination of these. Moreover, the endings of waves of 17 Noguer, Miquel (25 agosto 2015) “Junts pel Sí recluta a 100.000 mensajeros del independentismo”, El País. http://ccaa.elpais.com/ccaa/2015/08/24/catalunya/1440443942_989823.html

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contention may be sudden and dramatic, or take the form of an unspectacular ‘‘petering out’’ of protest.” (Koopmans, 2004: 36). Por otra parte, según Gamson, el éxito o el fracaso de un movimiento social se puede ver en dos ámbitos: 1. La aceptación del movimiento o grupo como interlocutores; 2. Los beneficios conseguidos para los colectivos a los que defiende. (Gamson, 1990: 29) Muchos beneficios Ningún beneficio

Plena aceptación Éxito total (Full response) Cooptación

Ninguna aceptación Prevención (Preemption) Colapso

Gamson también propone medir diferentes niveles de aceptación: 1. Consultas; 2. Negociaciones; 3. Reconocimiento formal; 4. Inclusión (Gamson, 1990: 32), que pueden ser útiles para analizar tanto el éxito de un movimiento social, como el papel que tendrán los dirigentes del movimiento que pasen a actuar como élites en el sistema post-revuelta. En el caso de BComú, la movilización en campaña electoral y la victoria en las elecciones marcan la forma de afrontar su finalización. Siguiendo a Koopman, algunos cambios son evidentes: ha habido cambios en las élites políticas y sociales, se han empezado a producir algunas reformas, y evidentemente nos encontramos ante nuevos equilibrios electorales y cambios en el gobierno. Sin embargo, la forma institucional de la movilización abre como mínimo dos grandes interrogantes. El primero se refiere a la capacidad de resistir la cooptación en el sistema, tanto de las dirigentes de BComú como del propio grupo. ¿Se convertirán sus dirigentes en élites18 y pasarán a competir por la acumulación diferencial de poder con otras élites? ¿Se convertirá BComú en un partido político y dejará de actuar como un movimiento social? El segundo, y que probablemente es el principal determinante del futuro de BComú, es si la movilización debe proseguir o se debe limitar a los períodos electorales. Como veremos, esta decisión marcará el futuro del grupo como movimiento social o como partido político tradicional. Dependiendo de que siga uno u otro camino, BComú engrosará las filas de los grupos reformistas que acaban protegiendo el sistema, o mantendrá su voluntad transformadora. Siguiendo a Gamson, la movilización en forma de campaña electoral de BComú fue un éxito, aunque con matices. Por una parte, los beneficios medidos según el éxito electoral son innegables. La mayoría parcial y muy ajustada hará difícil el gobierno de Ada Colau, pero esto no niega su victoria. No obstante, si analizamos BComú como un movimiento social, la participación electoral y la entrada en el ayuntamiento no era el objetivo, sino el instrumento para transformar la realidad social de la Barcelona. En este sentido, el éxito se tendrá que medir según su capacidad de tomar decisiones contra las presiones de las élites, y esto solo será posible en función de su capacidad de mantener la movilización social, que es su principal recurso de poder. Así, BComú se tiene que enfrentar a la disyuntiva de priorizar la actividad institucional en el ayuntamiento y el futuro electoral —decantándose hacia la transformación en partido político—, o priorizar la movilización ciudadana — manteniendo su carácter de movimiento social—. En lo que se refiere a la aceptación, la alcaldía inevitablemente obligó al resto de élites, tanto políticas como económicas y sociales, a aceptar Barcelona en Comú como interlocutora. Durante la campaña se había 18

Recordemos nuestra definición de élites desde la Sociología del poder: Consideramos élites a los individuos que se encuentran en una posición jerárquica superior en las instituciones sociales y cuya supervivencia en esta posición depende de su capacidad para competir por la acumulación de poder.

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producido un rechazo general, aunque con excepciones y que fue reduciéndose a medida que las encuestas apuntaban a la posibilidad de victoria. Pero Ada Colau en la alcaldía convirtió a BComú en interlocutor inevitable en los tres primeros aspectos que señala Gamson: consultas, negociaciones y reconocimiento formal. Sin embargo, en lo que se refiere a la inclusión, todavía no se ha producido por dos razones fundamentales: por una parte los otros partidos y las élites no ven a BComú como a su igual y no saben como tratarla; y por otra parte la misma BComú quiere mantener su diferenciación y rechaza su inclusión en una vida institucional y política tradicional que denuncia como corrupta y antidemocrática. Otra forma de analizar la posición de BComú tras conseguir la alcaldía es recordando la propuesta de Gramsci: “El criterio histórico-político en que debe basarse la investigación es éste: que una clase es dominante de dos maneras, esto es, es ‘dirigente’ y ‘dominante’. Es dirigente de las clases aliadas, es dominante de las clases adversarias. Por ello una clase ya antes de subir al poder puede ser ‘dirigente’ (y debe serlo): cuando está en el poder se vuelve dominante pero sigue siendo también ‘dirigente’.” (Gramsci, 1981: Cuaderno 1 §44). Sin embargo, al participar en el juego institucional, BComú no ha conseguido una posición dominante pues una victoria electoral no supone un cambio real en el sistema en términos de poder. Así, BComú no llega a la alcaldía con recursos de poder ampliados más allá del control de una parte de la institución-ayuntamiento, mientras que el resto de actores adversarios (las élites que controlan partidos, otros niveles de gobierno, grupos de interés, grupos financieros, grandes empresas, medios de comunicación de masas, etc.) mantienen sus recursos intactos. Si BComú desarma su capacidad de movilización se queda sin el principal recurso que le permitiría ser no solo dirigente de sectores aliados, sino también dominante de sectores adversarios. Por tanto, se queda sin capacidad de gobierno y de transformación. Tras una movilización social, si esta ha conseguido provocar cambios, el sistema se tiene que adaptar a ellos y esto se produce en una competición/negociación entre todos los actores interesados. En esta competición/negociación, normalmente el protagonismo se traslada a algunos sectores de élites que controlan recursos de poder como partidos políticos, capital, medios de comunicación de masas, aparato del estado, ideologías... Los movimientos sociales tienen poca capacidad de competir, pues no tienen acceso a estos recursos y su función es la contraria: convertir a la población en sujeto-actor. En esta nueva competición/negociación para configurar el nuevo régimen de poder, los movimientos sociales pierden influencia pues les es muy difícil mantener la movilización de grandes colectivos de personas. Esto significa que para un actor nuevo como BComú será muy difícil resistir la tentación de pasar a comportarse como un partido político, aunque si lo hace inevitablemente perderá su mejor baza y se debilitará enormemente. 5. Conclusiones: Barcelona en Comú ¿movimiento social o partido político? La victoria electoral dejó a BComú ante un escenario para el cual no estaba preparada. Distintos factores influyeron en su deriva en los primeros meses. En primer lugar, la alcaldesa y el grupo de concejales, junto con los asesores que inevitablemente necesitan, descabezaron la dirección de BComú. Los cargos electos y los miembros del movimiento que entraron en el ayuntamiento se vieron inmersos en la vorágine de las problemáticas más urgentes de la ciudad y del día a día de la vida municipal, sin tiempo

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para dedicar a BComú 19. En segundo lugar, se tenía que construir la organización propiamente dicha del movimiento, lo que necesitó un debate participativo y después su estructuración. Finalmente, en tercer lugar y probablemente lo más importante, se tenía que decidir qué función tiene que tener BComú en el futuro. Esta cuestión es la que definirá si Barcelona en Comú se convierte en un partido clásico o continúa siendo un movimiento social. Está claro que la vocación explícita de BComú es de diferenciarse de los partidos políticos. Desde un inicio, el código ético fue una primera declaración de principios en esta dirección. El código ético tiene una clara función de marcar un ideario distinto de los partidos y políticos tradicionales, pero también tiene la función de impedir que el movimiento social/candidatura política caiga en la dinámica generada por el sistema de competición por el poder20. Desde nuestro análisis, aunque el movimiento social haya entrado en la institución, el código ético tiene las siguientes funciones: 1) Que sus dirigentes no se conviertan en élites y que las personas que forman parte del movimiento continúen siendo los actores esenciales; 2) Que las relaciones de poder establecidas se mantengan en el plano lineal de lucha por la mejora de la condición de vida y no caigan en las relaciones circulares por la acumulación diferencial de poder. No obstante, está claro que un código ético no es suficiente, pues otros partidos lo han tenido y no han podido evitar caer en la dinámica circular y elitista generada por el sistema jerárquico. Otros elementos, como la estructura organizativa y mantener el carácter de movimiento social en vez de partido político serán esenciales. En este sentido, como comentábamos anteriormente, la organización se resiente de la dinámica de fundación, basada en un núcleo pequeño de personas con lazos de confianza muy estrechos, casi de amistad. La elección de los cargos con influencia se ha centrado en este núcleo y en la cuota correspondiente a cada partido (también de confianza del núcleo), lo que ha conducido a que un grupo pequeño multiplique sus cargos y tareas, quedando desbordado21. Esto ha conducido a que la dirección de BComú como organización y movimiento social, ha quedado en un segundo plano ante el día a día del gobierno municipal y la configuración de la coalición a las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015. Seis meses después de las elecciones del 24 de mayo, la Dirección Ejecutiva de BComú parece haber abandonado los procesos inevitables en cualquier movimiento social. Como hemos expuesto en este artículo, un movimiento social tiene unas funciones y unos procesos a los que no puede escapar. La fase de construcción de redes ya estaba hecha con la creación de BComú y sus alianzas con otros movimientos sociales y asociaciones. Sin embargo, para no caer en la dinámica paralizadora del partido político clásico, el movimiento social tiene que llevar a cabo también las otras fases: definición de sus objetivos de transformación social, difusión y concienciación sobre las problemáticas, y sobre todo movilización. Tras las elecciones, BComú no está siendo capaz de volver a iniciar el ciclo de actuación del movimiento social. No hay una definición de objetivos más allá del seguimiento de lo que está haciendo el grupo municipal en el ayuntamiento. Esto significa que, a pesar de tener un programa, no está siendo capaz de construir un 19 Además, en la nuevo Dirección Ejecutiva, algunas de las ocho personas que debían ser el motor de la organización, eran cargos municipales ya desbordados o dedicados a las relaciones con el ayuntamiento, con lo que no podían mantener su papel de agitadores e impulsores del movimiento social. 20

“Governar obeint: un nou codi ètic per guanyar https://barcelonaencomu.cat/ca/governar-obeint-un-nou-codi-etic-guanyar-barcelona

Barcelona”

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Para una revisión de la literatura sobre el papel del liderazgo en los movimientos sociales, ver (Morris y Staggenborg, 2004).

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“frame” para concienciar a la ciudadanía sobre transformaciones necesarias. Sin llevar a cabo esta primera fase, es imposible movilizar a la población, con lo que el movimiento social deja de serlo para convertirse en otro tipo de organización: el partido político clásico que sirve de apoyo a los cargos electos y que se moviliza cuando hay elecciones. Por otra parte, tampoco la creación de una red para mantener el movimiento y la movilización social parece estar funcionando. La fundación de BComú y su lema “Gobernar obedeciendo” respondían al objetivo de que los movimientos sociales entraran en las instituciones. Sin embargo, tras las elecciones, las relaciones de BComú y sus representantes electos con los movimientos sociales siguen la estela de los grupos tradicionales. No se está creando una red estable para asegurar la incidencia de los movimientos sociales en el diseño de las políticas públicas y de las prioridades. Por esta razón, las asociaciones vecinales y los movimientos sociales continúan también con sus instrumentos clásicos de presión. La situación es muy parecida a las relaciones que se establecieron anteriormente con los partidos de la izquierda como el PSUC y posteriormente ICV-EUiA. Gemma Ubasart, ex coordinadora de Podemos en Catalunya, habla de la aparición de un nuevo tipo de actor (Ubasart, 2015) que ya empezó a tener presencia con las candidaturas alternativas municipalistas (Ubasart, 2012). Estos nuevos actores, a semejanza de los movimientos sociales, se mantienen en el campo de las relaciones lineales de poder, o sea de la acción colectiva para conseguir objetivos de mejora de la condición de vida, pero con la novedad de actuar también desde las instituciones (Ubasart, 2012: 49). El hecho de que estos actores nuevos sean municipalistas es relevante, pues el tamaño de la organización y el acceso a recursos de poder limitados son importantes para escapar a las relaciones circulares de poder. Y además porque la movilización social es la mejor garantía para evitar la tendencia inevitable de las élites a la competición por la acumulación diferencial, y en una organización pequeña es más fácil que la base se movilice por sus intereses y obligue a los dirigentes a respetar esta prioridad. Sin embargo, antes de acuñar un nuevo concepto para definir estos nuevos actores, debemos ver si serán capaces de mantener su carácter de movimiento social al mismo tiempo que compiten electoralmente por el control de las instituciones. ¿Será capaz la población movilizada de mantener su carácter de actor-sujeto, o caerá nuevamente en el papel de recurso-objeto? La experiencia de Podemos pone en evidencia las dificultades. Ubasart, siguiendo a Ibarra (Ibarra, 2005: 83) sintetiza las diferencias entre partidos y movimientos sociales en que los partidos quieren ejercer el poder político, tienen una forma organizativa jerárquica, un discurso global y priorizan la acción electoral, mientras que los movimientos sociales buscan cambiar el poder político, tienen una forma organizativa horizontal e informal, un discurso transversal y una forma de acción no convencional. Desde nuestra perspectiva, la diferencia esencial entre un partido político y un movimiento social es que el primero se mueve principalmente en el marco de las relaciones circulares de poder (la competición por la acumulación diferencial de poder), mientras que el segundo se mueve en el marco de las relaciones lineales (la movilización de la población para conseguir objetivos de mejora de su condición de vida). En el primer caso, los actores esenciales son las élites que controlan el partido. En el segundo, son las personas que forman parte del movimiento social y la población que se moviliza. Que BComú caiga en una u otra dinámica dependerá de su capacidad de mantener siempre viva su actividad como movimiento social, y esto significa estar en campaña permanente por objetivos concretos de mejora de la vida de los barceloneses.

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Hay dos signos importantes que parecen determinar el camino de BComú hacia su configuración como partido político. 1) En los primeros seis meses desde la conquista de la alcaldía, BComú —nos referimos a la organización, no al grupo municipal— no se ha movilizado en ningún momento para luchar por objetivos marcados por el programa. De hecho, la dirección de BComú solo movilizó a las asambleas para cuestiones internas (elecciones a cargos de la organización) o para difundir un panfleto propagandístico de los primeros 100 días en el ayuntamiento. 2) La decisión de participar en las elecciones generales acerca a BComú a las características de un partido. Por otra parte, como decíamos, el tamaño de la organización y sus capacidades en términos de poder es determinante para desencadenar la competición por la acumulación diferencial de poder entre las élites, por lo que si un grupo municipalista en una ciudad del tamaño de Barcelona ya tenía difícil no caer en la competencia circular, para un grupo de ámbito catalán o estatal será imposible. Más aún si tenemos en cuenta que las garantías del código ético (por ejemplo la limitación a dos mandatos) son muy parecidas a las de otros partidos tradicionales de la izquierda y ni siquiera llegan al rigor de la CUP que tiene el límite de un mandato para sus dirigentes. Viendo estas dos dinámicas, podemos pues decir que se está produciendo un abandono de la movilización social y está siendo substituida por la lucha por el poder político, lo que no es un buen signo en términos de construcción de BComú como un movimiento social. Finalmente, creemos que la futura configuración de BComú como partido o como movimiento social será determinante no solo para el futuro del grupo político, sino también para su fuerza para llevar a cabo sus objetivos. La capacidad de influir y provocar cambios del grupo municipal de BComú es limitada, incluso teniendo la alcaldía. Las élites que controlan los recursos de poder en Barcelona están ligadas al capital, los medios de comunicación, las grandes corporaciones, la ideología (con un peso determinante del nacionalismo catalán), y evidentemente también los partidos y las instituciones políticas europeas, estatales y autonómicas. Como comentábamos anteriormente, el principal recurso de poder y la capacidad de competir de BComú reside en la movilización de colectivos importantes de la ciudadanía. Esto significa comportarse como un movimiento social. El movimiento social no limita su campo de acción a la dimensión política, sino que para cada problemática se enfrenta a todas las élites que la causan o que quieren impedir las transformaciones necesarias. El partido político, consciente o inconscientemente, acostumbra a limitar su acción a las instituciones políticas y se enfrenta principalmente a élites políticas. Esto significa que si BComú continúa actuando como movimiento social tendrá mayor capacidad de llevar a cabo los cambios para los que fue creada, ya que mantendrá la base de su poder que es la ciudadanía movilizada, aumentada por su control de la alcaldía, y podrá actuar contra todos los ámbitos del régimen de poder a los que se enfrente. Sin embargo, si se convierte en un partido político perderá su principal recurso —la gente movilizada— y al mismo tiempo quedará circunscrita a un ámbito muy parcial de la realidad —el político-institucional—, lo que la debilitará todavía más, repitiendo la experiencia del PSUC tras la transición y otros grupos de la izquierda en el pasado. Podemos pues concluir con dos ideas principales: 1. Si BComú deja de comportarse como un movimiento social, y en vez de luchar por sus objetivos con campañas de movilización se limita a la competición política y electoral, perderá su fuerza ante las élites políticas, económicas y mediáticas y no podrá conseguirlos. El resultado será la pérdida de fuerza del partido que quedará en una posición marginal en el

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juego político, como ocurrió con el PSUC-ICV o con el PCE-IU. Esto significa que para conseguir sus objetivos más importantes, además de la actividad política institucional, BComú deberá estar de forma continua en la vanguardia de relaciones lineales de poder: crear redes y difundir un frame para conseguir la toma de conciencia de colectivos de población amplios que se conviertan en actores sociales en una movilización, hasta que la relación muera al conseguir sus objetivos. 2. Si BComú no mantiene su dimensión de movimiento social, al perder la presión de la movilización popular, sus dirigentes se verán empujados a comportarse como élites y a competir por la acumulación diferencial de poder. De esta forma entrarán en la dinámica de élites de un partido clásico socialdemócrata o centrista, y perderán sus esencias de lucha por la transformación social para aliarse con otras élites en un juego puramente electoral y ligeramente reformista. En el caso de que no caigan en esta dinámica el resultado será el mismo, pues el partido caerá en la marginación al debilitarse, como ocurrió en la transición con el PSUC y el PCE, y su lugar lo ocupará alguno de los partidos políticos que sí aprovechen todos los mecanismos tradicionales de acumulación de poder, como hicieron entonces las élites del partido socialista.

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