Cazadores extintos de Aysén Continental

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Cazadores Extintos de Aysén Continental

Kémel Sade Martínez

CAZADORES EXTINTOS DE AYSÉN CONTINENTAL: Propuesta de Poblamiento

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Kémel Sade Martínez

CAZADORES EXTINTOS DE AYSEN CONTINENTAL: Propuesta de poblamiento © Kémel Sade Martínez © Ediciones Ñire Negro Registro de Propiedad Intelectual N° 167.160 I.S.B.N. 978-956-8647-01-8

Primera edición, 2008 Tiraje de 1200 ejemplares Ediciones Ñire Negro Coyhaique, Chile Derechos reservados. Prohibida su reproducción

Impreso en Andros Impresores IMPRESO EN CHILE/PRINTED IN CHILE

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Cazadores Extintos de Aysén Continental

Créditos Texto Edición Impresión Revisión, críticas y comentarios

Kémel Sade Martínez. Mauricio Osorio, Ediciones Ñire Negro. Andros Impresores, Santiago. Felipe Bate, Francisco Mena, Alejandro Terrazas, Guillermo Acosta, Miguel Báez y Mauricio Osorio. Aldo Jofré y María José Sueco.

Portada Gentileza dibujos, fotografías y descripciones de materiales y sitios según investigaciones entre 1966-1973 Felipe Bate Petersen. Dibujos, fotografías y descripciones de materiales y sitios según investigaciones entre 2000-2007 Kémel Sade Martínez. Fotografías en terreno sitios río Ibáñez y Coyhaique Alto Valentina Fritsch Martínez. Fotografías en terreno sitios el Salto Sergio Díaz González. Análisis de materiales Laboratorio de Tecnología de Cazadores Recolectores, ENAH, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México. Movilización, camionetas 4x4 AVR Rent a Car. Movilización internacional Organización Internacional para las Migraciones. Equipos generadores de energía Walter Fritsch Kaufhold. Iluminación Compañía de Teatro Clausurado. Difusión periodística Claudia Molina. Asesorías Ambiental Patricio Saldivia Pérez. Cartográfica Gustavo Saldivia Pérez. Tecnológica Rodrigo Pacheco Ruiz. Biología marina Leonardo Pérez Barría. Bioantropología Alejandro Terrazas Mata. Administración contable Ricardo Orellana.

Apoyo en terreno, préstamo de materiales y ayuda para la localización de sitios: Juliana Campuzano Botero, familia Avilés, sector Mallín Grande, Familia Reipillán, sector laguna Brown, Joaquín Villagrán, sector río Ibáñez, Luis Antrillao, sector río Ibáñez, Ismael Muñoz, sector Salto río Ibáñez, Pablo Barrientos y Marcelo Garay, Puerto Ing. Ibáñez, León Ocqueteaux, Juan Bueno, Hospedaje Brisas del Lago en Chile Chico, Sr. Solís, Lago Verde. Pablo Carrasco, Parque Patagonia, Carabineros Paso Roballos, Carabineros Paso Coyhaique Alto, Sr. Castillo Retén militar Paso Roballos, Francisco Calderón de lago Tamango o Central. Nancho Ríos y Gianella Saini, Paso las Llaves. Pablo Pinuer, Victoria Cruz, Ignacio Carrasco, Rodrigo García Barrientos y Rodrigo García Vera, el Salto. Oscar Zhielmann, Lago Verde, Mario González, Coyhaique. Museo de Cochrane.

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Kémel Sade Martínez

Nanometrajes Producción Dirección. Música. Locución. Diseño gráfico. Arte vestuario Logística en rodaje Difusión periodística Maquillaje Staff

Pieles curtidas, gentileza. Pintura Quillangos Artefactos Lugar para rodaje, Lago Pollux Gestión administrativa

Kémel Sade Martínez. Claudio Vergara Hernández. Entrama. Cyntia Zhielmann. Kémel Sade. Guillermo Vázquez Labbé. Rodrigo García Vera. Claudia Molina, APORTACOM. Silvia Martínez Jara. Alumnos de 2B y 4B liceo Josefina Aguirre Montenegro. Victoria Cruz. Armando Quintoman. José Martínez Vera. Isabel Rojas, feria de artesanos de Coyhaique. Guillermo Vásquez Labbé. Mario González. Oscar Zhielmann. Cristian Lira. Mauricio Osorio, Ricardo Orellana, Patricio Segura, CODESA.

Fondo Nacional del Libro y la Lectura Fondo Nacional para la Cultura y las Artes FONDART 2007 Servicio Nacional de la Mujer SERNAM Corporación Privada para el Desarrollo de Aysén, CODESA Agrupación por el Patrimonio del Aysén Sociedad de Historia y Geografía de Aisén Instituto Nacional de Antropología e Historia- Escuela Nacional de Antropología e Historia INAH-ENAH Centro de Investigaciones de Ecosistemas de la Patagonia CIEP AVR, Casa Naranja Rent a Car Centro Pedagógico Integral Edu-k

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓN ..................................................................................

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GENERALIDADES ................................................................................. 1. Antecedentes arqueológicos e historia de las investigaciones sobre el pasado de Aysén. ................................................................... 2. El Espacio ....................................................................................... 3. Algunas consideraciones ................................................................... 4. Métodos de descripción.................................................................... Lítica .............................................................................................. Pinturas Rupestres ........................................................................... Técnicas de registro de sitios arqueológicos ........................................

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SITIOS Y MATERIALES ARQUEOLÓGICOS DE AYSÉN CONTINENTAL ............ PROVINCIA DE COYHAIQUE .................................................................. Comuna de Lago Verde ....................................................................... Comuna de Coyhaique ........................................................................ PROVINCIA DEL GENERAL CARRERA ...................................................... Comuna de Río Ibáñez ........................................................................ Comuna de Chile Chico ........................................................................ PROVINCIA DEL CAPITÁN PRAT .............................................................

22 22 22 25 38 38 55 68

GRÁFICOS .........................................................................................

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1er PERIODO POBLACIONAL – CAZADORES DE MEGAFAUNA, POBLAMIENTO TEMPRANO O EL ORIGEN DEL HOMBRE AUSTRAL ............... 1. Condiciones organizacionales ............................................................ 2. Sobre la extinción de la fauna ........................................................... 3. Identificación en Patagonia ...............................................................

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2do PERIODO POBLACIONAL - OCUPACIONES EFECTIVAS O LA APROPIACIÓN DE LOS RECURSOS ................................................. 1. Condiciones organizacionales. ........................................................... 2. Identificación en Patagonia ...............................................................

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3er PERIODO POBLACIONAL - SURGIMIENTO DE ESTILOS REGIONALES, LOS ORÍGENES DE LA MULTIETNICIDAD O LA APROPIACIÓN NORMADA DE LOS RECURSOS .................................. 1. Condiciones organizacionales ............................................................ 2. Somera identificación en Patagonia ....................................................

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4to PERIODO POBLACIONAL. LA REVOLUCIÓN TRIBAL O LA TRIBALIZACIÓN TEHUELCHE ......................................................... 1. Condiciones organizacionales. ...........................................................

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IDENTIFICACIÓN DE LOS PERIODOS POBLACIONALES EN AYSÉN CONTINENTAL ...................................................................... 1er Periodo Poblacional (12.600 al 9.000 a.p. aprox.) ............................. 2do Periodo Poblacional (9.000 al 5.000 a.p. aprox.) .............................. 3er Periodo Poblacional (5.000 al 400 a.p. aprox.) .................................. 4to Periodo Poblacional (400 al 100 a.p. aprox.) ....................................

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LÁMINAS ............................................................................................ 127 BIBLIOGRAFÍA .................................................................................... 183 Lista de Gráficos ................................................................................. 197 Lista de Láminas ................................................................................. 199

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Introducción El tema central de esta edición son las sociedades humanas que habitaron la porción continental de la XI Región de Chile, desde mucho antes de la colonización ganadera iniciada a fines del siglo XIX. Aunque no es un libro de difusión, identificaremos los periodos poblacionales del modo de vida de los cazadores terrestres como respuesta a la necesidad de la población actual de conocer su pasado. Esperamos que con el tiempo estos planteamientos no solo guíen investigaciones, sino que también se transformen en lenguajes más asimilables por la población no especializada en estas materias. Las ideas contenidas a lo largo del texto apuntan a un futuro en el cual las investigaciones se encaminen por un cuerpo ordenado de hipótesis que conciban al ser humano del pasado como motor de su propia historia, y no como se ha hecho costumbre: ideándolo como una especie de marioneta del ambiente, un simple producto de los cambios climáticos como lo puede ser una especie salvaje cualquiera. A grandes rasgos, la hipótesis principal que manejamos en este trabajo plantea la existencia de 4 periodos de poblamiento o periodos poblacionales. Cada uno diferenciado por cualidades de organización u organizacionales, e inferidos desde el amplio universo de la cultura. Estos periodos poblacionales hacen alusión a un lapso cronológico en el que existen y/o coexisten sociedades que comparten particularidades esenciales de su organización social. En este sentido un periodo poblacional se distingue de otro porque algunas de esas particularidades cambian, lo cual se vería en principio reflejado en la cultura y otros atributos observables en el registro arqueológico. Es ampliamente conocido que los límites políticos y administrativos de las naciones actuales rara vez coinciden con los de las sociedades antiguas. Este caso no es la excepción y el motivo por el cual adopté, como se verá más adelante, la modalidad de organizar los sitios arqueológicos, en primer lugar, en torno a una unidad regional, luego provincial y por último comunal, es que en gran medida los manejos que se hagan de ellos dependen de esta organización institucional. Sin embargo, esta organización es inútil cuando se trata de explicar a las sociedades humanas del pasado, donde los modos de vida estaban condicionados por sus propias organizaciones sociales. Así, el concepto ‘Aysén’ no refleja la realidad de las sociedades antiguas, lo que sí hace el término de ‘Extremo Austral Americano’ o Patagonia, macroárea cultural del pasado y también del presente. Por eso, lo que sigue puede verse como las manifestaciones más occidentales de las antiguas poblaciones de Patagonia Continental, más que como las de Aysén Oriental, y por lo mismo, gran parte de estas explicaciones pueden ampliarse al resto de esta macroárea. Por otro lado, naturalmente las investigaciones arqueológicas tienen que ver con las organizaciones científicas de cada país, por lo cual los antecedentes arqueológicos y espaciales se expondrán también en ese sentido. Volviendo la mirada al pasado humano más remoto de Patagonia, quienes primero poblaron, hace unos doce-trece mil años, heredaron a las sucesivas generaciones lo esencial de su sistema económico, conocido como de ‘caza y recolección’, panorama que cambió drásticamente con el arribo del mundo europeo y luego criollo. Pasaron cerca de cuatro siglos desde la breve visita de Magallanes hasta la completa extinción de las etnias patagónicas. En ese lapso, fueron muchos los cronistas y viajeros que revelaron diferentes aspectos de su dinámica, permitiendo a los arqueólogos realizar algunas analogías y proyecciones de cómo vivían estas sociedades, sin dejar de tomar en cuenta que esos pueblos diferían bastante de los que vivieron hace doce milenios. Estas primeras sociedades, en el transcurso del tiempo se adosaron a otros pueblos migrantes, transformándose, extinguiéndose, reproduciéndose, derivando en lo que posteriormente conoció el ‘hombre civilizado’: dos modos de vida completamente diferentes, conviviendo a unos pocos kilómetros de distancia y en ambientes radicalmente distintos. Las diferencias entre las sociedades que existieron durante estos miles de años son grandes desde esta perspectiva. Sin embargo, si comparamos las sociedades de Patagonia con las de otros lugares del planeta, veremos que en materia económica, estos cambios fueron mínimos, principalmente porque en el Extremo Austral únicamente existieron las denominadas sociedades cazadoras recolectoras. Mencionaré algunos aspectos que caracterizaron a las sociedades cazadoras recolectoras, y cómo operaron en los ámbitos de la economía y reproducción biológica humana en cada uno de los periodos poblacionales. La organización social cazadora recolectora fue la que rigió desde los primeros momentos a las sociedades australes, desapareciendo con ellas, y pasando por un episodio de revolución tribal (resistencia tehuelche) que a la larga sería insostenible. De esta 7

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manera la distinción entre los cazadores recolectores no tribales y tribales es fundamental para entender el mayor salto cualitativo en la manera de organizarse de estas sociedades a lo largo de su historia, a la vez que para comprender su colapso. En cuanto a los cazadores no tribales, veremos los factores que operaron como condicionantes de los periodos poblacionales, los cuales están elaborados con base en la observación de conjuntos artefactuales, pero fundamentalmente de acuerdo a ciertas particularidades en la configuración de la organización social. En general, no solo realizaremos inferencias a partir de los datos expuestos (inducciones), ni una identificación de ellos en Aysén a partir de algunas hipótesis que nos permitirán agruparlos (deducciones), sino ambos procesos lógicos simultáneamente (transducción). Estamos totalmente conscientes de la escasez de datos arqueológicos que caracterizan a la región de Aysén, pero no por esto dejaremos de hacer algunas inferencias necesarias para descubrir las regularidades manifestadas en la cultura de estas sociedades. El conjunto de supuestos e inferencias los realizaremos sobre todo a partir de la industria lítica y las pinturas rupestres, sobre cuyas limitaciones se ha advertido numerosas veces. De todas formas, es la clase de datos sobre la cual disponemos de más información y la que nos resulta más práctica para situar a Aysén dentro del escenario patagónico. Así, incluiré para Aysén la mayor cantidad de información considerada necesaria para fundamentar las hipótesis vertidas. Hay cientos de sitios arqueológicos que estarán ausentes en este trabajo, que han sido registrados más no estudiados, y que por lo mismo solo se aludirá a ellos cuando las preguntas planteadas lo requieran.

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Generalidades 1. Antecedentes arqueológicos e historia de las investigaciones sobre el pasado de Aysén Hace alrededor de 40 años, Felipe Bate Petersen, mientras era un alumno del Liceo Josefina Aguirre Montenegro, por entonces Liceo de Coyhaique, realizó la primera exposición-conferencia sobre los pueblos antiguos de Aysén, con materiales de colección y basada en exploraciones realizadas por él mismo desde los 12 años en la zona del Río Ibáñez. Esta fue la primera vez que a la gente de Aysén se le expuso públicamente una noción ‘ordenada’ del pasado remoto de su tierra, producto de investigaciones que aunque realizadas por un entonces aficionado, podemos considerar ‘sistemáticas’, pues supuso métodos, técnicas e hipótesis explícitas. Hoy día Bate es autor de diversas teorías socioarqueológicas (1984a, 1984b, 1986, 1988, 1989, 1992b, 1993a, 1993b, 1998a, 1998b, 1999a, 1999b, 1999c, Bate y Nocete, 1993), siendo incluso cofundador de la escuela teórica conocida como Arqueología Social Latinoamericana, que en España llaman Arqueología Social Iberoamericana y que últimamente se ha dado por llamar Arqueología Social Ameroibérica (valga la redundancia en lo de ‘arqueología social’, pues toda arqueología es social). Resulta que Bate ha estado articulando una secuencia explicativa que comprende desde el desarrollo de las sociedades humanas -por factores socialeshasta el desarrollo de las sociedades del extremo sur americano -por factores sociales y biogenéticos-.1 Por otro lado, fue Hans Niemeyer quien realizó la primera publicación científica con respecto a la arqueología de Aysén, de acuerdo a unas prospecciones y excavaciones realizadas entre los años 1961 y 1962. Niemeyer, junto a la antropóloga física Mary Frances Ericksen (1966), publicaron algunos entierros humanos procedentes de la laguna Verde (Chile Chico). Luego (Niemeyer, 1980) localizó y describió el conjunto de pinturas rupestres más espectacular de Aysén: la Cueva del río Pedregoso. Guiándose por las descripciones del geólogo alemán Max Junge (1937), publicó un trabajo con las primeras noticias de las manifestaciones gráficas de los antiguos pueblos de este pedazo de mundo. Paralelamente a eso se desarrollaban los descubrimientos de Felipe Bate en torno a las pinturas rupestres en las actuales comunas de Coyhaique, Cochrane, pero mayormente en la de Río Ibáñez, a lo que se le suma el hallazgo de algunas evidencias de poblaciones iniciales en el río Huemules y la excavación de un sitio asociado a fauna extinta, perfilando así lo que podría llamarse un primer panorama regional para la arqueología de Aysén (Bate, 1970a, 1970b, 1971a, 1978a, 1978b, 1979, 1981, 1982, 1983). El controversial cambio de gobierno en Chile en 1973 repercutió inclusive en la arqueología de Aysén, ya que Bate, militante del PC, paralizó sus prospecciones y partió al exilio, quedando la región estancada casi una década en cuanto a recopilación de datos, aunque no en cuanto a investigación o producción de información (Bate, 1978a, 1978b, 1979, 1982, 1983). Sin embargo y por suerte, Bate alcanzó a ‘meter a la maleta’ algunos manuscritos con descripciones, fotografías y dibujos de materiales de superficie de áreas que hoy en su mayoría están cubiertas de las cenizas de la erupción del volcán Hudson de 1991, algunas de las cuales daremos a conocer en estas páginas. A principios de los ochenta, llegó desde Santiago a la región, Francisco Mena Larraín, por entonces Jefe del Área de Cultura de la Secretaría Regional Ministerial de Educación, quien desde entonces hasta hoy día sigue generando vasta información junto a un amplio equipo de investigadores. En este sentido, nunca hubo una discontinuidad en las investigaciones arqueológicas en la región,

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Aunque resulte más fácil obviar propuestas de tal calibre, las hemos retomado en parte, sin concordar en las características generales (relaciones de propiedad) que para él habrían sido las fundamentales para el desarrollo de las particularidades en la organización de los cazadores recolectores (Bate, 1992a, 2001, 2006, Bate, Téllez y Fujita, 2005, Bate y Terrazas, 2002a, 2002b, 2003, 2004). 9

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como se ha tratado de mostrar numerosas veces, sino simplemente el surgimiento de un nuevo ciclo. Los trabajos de Mena en las comunas de Cochrane y Río Ibáñez (Mena, 1983, 1984, 1986, 1987, 1988) se multiplicaron con los análisis de pinturas rupestres, prospecciones y excavaciones con fechas absolutas que cubren gran parte de la secuencia cronológica de Aysén (Mena, 1990, 1991a, 1991b, 1992, 1993, 1995, 1996, 1997, 1998, 1999a, 1999b, 2000a, 2000b, 2005, Mena y Ocampo, 1991, Mena y Lucero, 1994, 1996, 1998a, 1998b, 2004, Mena y Jackson, 1991, Mena y Buratovic, 1997, Mena, Stafford y Southon, 1998, Mena, Reyes, Stafford y Southon, 2002, Mena, Stern, Aschero y Goñi, 1995, Mena, Lucero, Reyes, Trejo y Velásquez, 2000, Mena, Velásquez, Trejo y Gómez- Moura, 2004, Mena y Quemada, 1999, Mena y Reyes, 1998, 2001, 2003, García, 2004, 2005, Jackson y Trejo, 1998, Lindsey y Stafford, 2005, Lucero, 1997, Méndez, 2001a, 2001b, 2004, Blanco y Méndez, 2001, Blanco, Méndez y Quemada, 2000, 2004, Peralta, 1995, Reyes, 2001, 2002, 2005, Rojas, 1997, 2005, Stafford, 2004, Trejo, 2005, Velásquez, 1998, 2004a, 2004b, 2005, Villegas, 2005). Por otro lado, algunos otros investigadores de forma independiente también han realizado trabajos en la región continental de Aysén (p.ej. Velásquez, 2002) en las comunas de Ibáñez (Berqvist, et al., 1983), Chile Chico (Ocampo, 1998, Seelenfreund, 2004) y Lago Verde (Reyes, 2004, Reyes y Méndez, 2006). 2. El Espacio El área en la cual centramos este trabajo es la región continental de Aysén, aunque nos hemos visto obligados a tomar en cuenta parte de la información arqueológica producida en otros sectores del Extremo Austral debido a que los territorios donde se desenvolvían las sociedades de cazadores recolectores no coinciden con los límites políticos actuales. Cabe mencionar que en el Extremo Austral americano no existe una unidad geográfica, climática o vegetacional. Al contrario, hay grandes contrastes. Un límite septentrional para lo que se conoce como Patagonia aceptado en la mayoría de los trabajos científicos es el río Colorado, y desde ahí al Sur2 se pueden distinguir dos porciones claramente diferenciables: el ‘continente’ y los ‘archipiélagos’3. El primero limita al Occidente con el océano Pacífico y al Este con el océano Atlántico mientras la cordillera de los Andes lo recorre longitudinalmente. Grandes vientos, bajas temperaturas, escasas precipitaciones4 y flora dominada por estepas arbustivas xerófitas caracterizan a la mayor parte de esta extensión denominada ‘pampa’ o ‘coironal’, aunque también hay, pero en menor proporción, bosques de transición que forman verdaderos ecosistemas, selvas, pastizales, pedregales (roqueríos), y enormes extensiones de hielo glaciar, que dan cuenta de la amplia variabilidad ecológica. Más homogéneo o al menos con menor cantidad de formaciones vegetales, es el territorio que se extiende al Oeste del continente: los archipiélagos, entre los cuales también hay bosques y hielos, pero sobre todo frías e impenetrables selvas que crecen sobre las partes emergidas de la Cordillera de la Costa. El Extremo Austral americano es sinónimo de Patagonia, que agrupa políticamente las provincias de Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz por el lado argentino, y las regiones de Aysén y Magallanes por el chileno. Otra distinción más representativa del pasado humano es la que identifica Nordpatagonia o Patagonia Septentrional (Neuquén y Río Negro), Patagonia Central (Aysén, Chubut y Santa Cruz o paralelo 42° hasta el Puerto de San Julián) y Patagonia Austral o Meridional (Puerto San Julián, Magallanes y Tierra del Fuego). También se hace la distinción Patagonia Austral/Tierra del Fuego, pero ésta no es real al extrapolarla a momentos de poblamiento temprano. Se supone que esta isla al ser pisada por primera vez por seres humanos no se encontraba aislada del continente. Si el nacimiento del Estrecho de Magallanes ocurrió entre 10 a 9 milenios a.p. (Clapperton, 1992), tenemos que tanto los habitantes del primer periodo e inicios

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En este trabajo excluiremos la isla de Chiloé y la X Región de Chile, sobre todo porque la incidencia ‘chilota’ en Aysén al parecer tuvo que ver más con el modo de vida marítimo que con el terrestre. 3 Aunque las más de 5 mil islas que constituyen esta macroárea puedan dar la idea de una región insular, se trata en realidad de la Cordillera de la Costa, la cual recorre Chile paralelamente a la de los Andes, solamente que sumergida. 4 La mayoría en estado sólido (aprox. 400 mm. anuales). 10

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del segundo, que describiremos más adelante, fueron los mismos tanto en la Isla Grande como en el continente. Patagonia Centro Occidental es actualmente la región de Aysén del General Carlos Ibáñez del Campo, que representa aproximadamente el 14,2% de la superficie de Chile continental e insular y es a la vez la tercera mayor superficie del país. La geografía regional comienza donde la superficie del territorio nacional abandona la estructura que le es característica, en sentido Oeste-Este, por la Cordillera de la Costa, Depresión Intermedia y Cordillera de los Andes. En esta región, la primera se sumerge casi por completo y los afloramientos conforman los archipiélagos de las Guaitecas y los Chonos, para desaparecer hacia el Sur en la península de Taitao. La Depresión Intermedia, también sumergida, corresponde al canal de Moraleda, principal ruta de navegación regional, mientras las pocas partes emergidas son islas de baja altura como Traiguén y Nalcayec. La Cordillera de los Andes atraviesa longitudinalmente la región, distribuyéndose los poblados en medio de ésta, llegando incluso a ubicarse algunos al Oriente, situación extraña en el escenario demográfico nacional (Saldivia, SERPLAC, 2005), aunque no exclusiva (p. ej. Punta Arenas). Administrativamente, la Región de Aysén de subdivide en cuatro provincias y diez comunas. Seis de ellas forman parte del área continental y cuatro se ubican en la zona de archipiélagos y costa. Como aquí tratamos con cazadores terrestres, obviaremos el área comprendida por la cordillera de la costa sumergida y la Depresión Intermedia que actuarían como ‘barreras geográficas’, suponiendo que estos cazadores no tenían la tecnología de navegación que sí tenían los cazadores canoeros. Por la naturaleza de este trabajo y a menos que alguna pregunta lo requiera, intentaremos omitir al máximo la información ambiental. En todo caso, daremos en este apartado algunos referentes en cuanto al área de datos comprendida para Aysén, más que nada como antecedente y delimitación espacial. Así, nuestro universo de datos se circunscribe en cuanto a: Geografía Por el Norte, aproximadamente a los 44° 14’, a la altura septentrional del cordón Media Luna y lago Verde. Por el Sur, a los 47° 30’, donde se emplaza el hito natural cerro las Chivas, el extremo Sur de la laguna Confluencia, la desembocadura del estero Juárez y el extremo Norte del cordón Ñadis. Por el Este, la estancia Baño Nuevo5. Por el Oeste, a los 72° 28’, la desembocadura hacia el lago General Carrera del río los Maitenes y más hacia el Sur el lago Vargas en el curso medio del río Baker. Política Las provincias de Coyhaique, General Carrera y Capitán Prat, y las comunas de Lago Verde, Coyhaique, Río Ibáñez, Chile Chico y Cochrane. Hidrografía6 Las cuencas del río Palena, río Cisnes, río Aysén y río Baker (Gómez, 2005). Geomorfología Por el Oeste, la Cordillera de los Andes y por el Este los Cordones Subandinos Orientales y los Relieves Planiformes Orientales. Ecorregiones7 (Gajardo, 1994). Aproximadamente de Este a Oeste: las Provincias Estepárica Fría, Dominio Tundra, Boreal Húmeda, ‘Patagonia Occidental’/Templada Húmeda, Templada Húmeda de Verano Fresco y Mésico y Templada Húmeda Intermedia8.

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Aunque es obvio que la dispersión de los cazadores alcanzaba en Aysén por el Este hasta el hito VI 29 (30) a los 44° 14 ’ UTM 334000). 6 Aún no hay evidencias de cazadores terrestres en el Sistema Costero, aunque es de suponer que hubo ‘zonas de contacto’ entre los modos de vida terrestre y canoero como se argumenta más adelante. 7 ‘Una Ecorregión se define como una unidad relativamente grande de tierra o agua con un conglomerado geográficamente distinto de especies, comunidades naturales y condiciones ambientales.’ (SaldiviaSERPLAC, 2005). 8 Durante el 3er y 4to periodo hubo zonas de contacto entre dos modos de vida en la Ecorregión Templada Húmeda Insular. 11

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Geología (datos aproximados) En toda la región bajo estudio acentuándose hacia el Oeste, se encuentra en mayor proporción el Batolito Patagónico. En sentido longitudinal desde el lago Verde hasta Paso Roballos, concentrándose entre las UTM 700000 - 750000 E en la Formación Ibáñez. Desde el curso medio del río Murta hacia el Sur, concentrándose entre las 610000 – 720000 E los Basamentos Metamórficos. Desde el río Cisnes hasta el río Chacabuco, concentrándose en un eje longitudinal entre estos dos la Formación Divisadero. Desde el curso medio del río Aserradero Quemado hasta casi llegar al curso final del río los Maitenes, los alrededores del paso Huemules, laguna Pampa Alta o Coichel y el lago Sarta, la Formación Galera. En pequeños ‘manchones dispersos’, el Grupo Coyhaique, la Formación Guadal y el Plateau Basáltico. Formaciones Vegetacionales (Gajardo, 1994). En la Región del Bosque Andino Patagónico, Subregión de las Cordilleras Patagónicas, el Matorral Caducifolio Altomontano y el Bosque Caducifolio de Aysén y en la Subregión del Bosque Siempreverde Micrófilo, el Bosque Siempre Verde Montano, aunque no sería de extrañar encontrar restos artefactuales en pleno Bosque Mixto del Baker. Por último, hacia el extremo oriental en la Región y Subregión del Matorral y de la Estepa Patagónica, la Formación Vegetacional de la Estepa Patagónica de Aysén. Estas fronteras pueden moverse en cualquier momento porque solo corresponden a la dispersión de los datos que aquí manejamos. Por otra parte, a excepción de la geología y la geomorfología, sobra decir que únicamente corren con certeza para ‘tiempos tardíos’. 3. Algunas consideraciones Efectivamente, la elaboración de un análisis totalmente objetivo es intelectualmente una entelequia; los puntos de vista más parciales y sesgados sobre cualquier tema académico acostumbran provenir de aquellos que abiertamente proclaman que su posición es neutral, distante y desinteresada. Matthew Johnson Teoría arqueológica, Barcelona, 2000 Desde el principio de la historia de la disciplina arqueológica, quienes la ejercen han buscado manejar toda clase de información disponible para explicar cualquier aspecto de la existencia de la gente del pasado. La clase de información más frecuente, cuyo análisis podríamos decir que la distingue de las otras disciplinas ‘científicas’, es lo que permaneció en el tiempo de la cultura de las sociedades desaparecidas. La mayoría de las veces desde la pura observación de estos artefactos no podemos acceder al conocimiento detallado de otras dimensiones de la existencia de los pueblos desaparecidos (prácticas chamánicas, rituales, música, bailes, etcétera), intangibles e inaccesibles desde los sentidos, aunque sí a otras dimensiones de existencia social, como por ejemplo la forma en que se organizaban, ya sea para producir su vida diaria o la continuidad de la especie. Creemos que en primera instancia las clases de datos que maneja la arqueología reflejan cómo las sociedades desaparecidas se organizaban, al igual que en la actualidad cada artefacto u objeto refleja el modo en que nos organizamos como sociedad o población, es decir, que creemos que esta organización es inferible-conocible y, a la vez, determina las clases de datos de los que dispone la arqueología para realizar sus inferencias. Los cambios y/o permanencias de estas clases de datos a través del tiempo (patrones), que en cierta medida corresponderían, en caso de inferirse, a cambios en la organización de cada sociedad o población, es lo que aquí llamaremos periodos poblacionales. Algunas características generales que forman parte de esta periodización, que con el tiempo debemos perfeccionar para evaluar la magnitud de correspondencia con la realidad, son: 1er periodo (ca. 12.500 al 9.000 a.p.): ausencia de propiedad comunal sobre los recursos naturales. La categoría propiedad, cuando se plantea como resultado del trabajo (p. ej. Bate, 1998a), lleva implícita una relación hombre-naturaleza, que no está presente en las otras formas de propiedad, donde se trata de relaciones estrictamente sociales, es decir, entre seres humanos. 2do periodo (ca. 9.000 al 5.000 a.p.): surgió la propiedad comunal como resultado del trabajo, en relación a otras sociedades preexistentes en el Norte y luego a incipientes sociedades canoeras 12

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(ca. 7.000 a.p.), con las cuales suponemos que no establecieron normas para regular la apropiación de los recursos naturales. 3er periodo (ca. 5.000 al 400 a.p.): la copropiedad comunal (entre algunas comunidades y no otras) sobre los recursos naturales, surgió como condición para la producción, es decir, una, dos o más parcialidades étnicas usaban y disponían de ciertos recursos, mientras se excluían a otras parcialidades de estas relaciones de apropiación, surgiendo de esta manera una organización distinta para asegurar la propiedad sobre ellos. 4to periodo (ca. 400 al 100 a.p.): la pérdida de la propiedad comunal sobre los recursos obligó como única alternativa no solo a conservar, sino que también reproducir algunos recursos (caballo), como condición para su apropiación, fenómeno conocido como ‘tribalización’. La nueva organización social no fue suficiente para asegurar esta propiedad y sucumbió rápidamente a otra organización social, que hoy tiene alcance global. En un comienzo, en esta periodización me surgieron algunos problemas, relacionados con el concepto de propiedad para el 3er periodo poblacional, a la luz de ‘evidencias’ como: surgimiento de diseños abstractos no estandarizados, intensidad de ocupaciones, desarrollos tecnológicos regionales disímiles entre Patagonia Central y Meridional. La alternativa era proponer que desde esas fechas los cazadores ya estaban tribalizados. Creo que la alternativa es considerar una especie de propiedad comunal por consenso, que no es lo mismo que formas particulares de posesión consensual (en donde la apropiación de los recursos naturales fuese resultado del trabajo y no una condición necesaria para la producción). Quiero decir que durante este periodo todos los miembros de una sociedad debieron ser propietarios de un elemento del proceso productivo (fuerza de trabajo) y junto a otras sociedades, de los objetos de trabajo/recursos naturales. Lo anterior, como condición para la producción, porque no es lo mismo el que cualquier miembro de cualquier sociedad fuese propietario de tales medios -en donde sería efectivamente resultado del trabajoa que los individuos de dos o más sociedades sean propietarias de ellos, donde se excluyera a los individuos de otras sociedades en la distribución y uso de tales o cuales recursos. De esta manera, no hubo reproducción artificial de los recursos biológicos, aunque las sociedades sí incidieron en su reproducción, al crear mecanismos sociales que regulaban su conservación (como se ha buscado hacer hoy para que Aysén siga siendo reserva de vida, por ejemplo), para lo que debió estar asegurada su propiedad como condición para la apropiación. 4. Métodos de descripción Entonces, la cantidad y clase de datos disponibles para el estudio de cada grupo humano depende en gran medida de la organización social que le es propia, de los procesos que afectaron al registro arqueológico una vez conformado, del modo que fueron tratados los materiales una vez recuperados y de lo que el investigador quiso ver de todo eso9. Se podría decir que mientras retrocedemos en el tiempo las inferencias del pasado se hacen más difíciles, porque a mayor precariedad estructural, menor cantidad de materiales arqueológicos o menos cultura material sobrevive, lo que sucede a la par de la complejización y delicadeza de los procesos de registro que se requieren para conservar los objetos que a la vez han estado sometidos a mayor tiempo de deterioro. Es decir, que menos datos apoyan o corroboran los aspectos de la vida que podemos inferir y explicar. No obstante, la producción de información está en proporción directa a lo que el investigador pretende resolver. Pueden sobrar materiales arqueológicos si son preguntas las que faltan, y por lo tanto careceremos de respuestas y explicaciones. Además de las investigaciones arqueológicas, que trabajan mayormente con objetos desligados del contexto que los generó, hay dos clases de datos derivados de la observación de sociedades vivas, referentes modernos que son utilizados para explicar la existencia y desarrollo

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Hay una clase de juicios previos (prejuicios) con coherencia lógica entre enunciados que posibilitan generar inferencias de mayor poder explicativo (posiciones teóricas) para así evitar lo que dice de manera sencilla Alberto Rex González (2000: 176): ‘Sin duda lo más difícil es cuando el ser humano se estudia e investiga a sí mismo como parte de esa realidad. En ese punto no se puede evitar que sus propios juicios valorativos sobre sí mismo intervengan de alguna manera en su razonamiento.’ 13

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de las sociedades nativas americanas. Las crónicas de los primeros viajeros ‘occidentales’, por un lado, y los estudios de los etnógrafos, que constituye la visión científica, por el otro. Como en Aysén Continental carecemos de estas dos últimas, utilizaremos casi exclusivamente los datos de naturaleza arqueológica. La información entregada será, por una parte, producto de informes y artículos referentes a Aysén y algunos inéditos (hasta ahora) escritos por Felipe Bate hace más de tres décadas en esta área. Por otro lado, algunos resultados de trabajos de campo que realicé en la zona de estudio en intervalos interrumpidos desde el 2000 al 2007, más la descripción de otras piezas de colecciones particulares consideradas relevantes. Los materiales arqueológicos se componen en este caso en mayor proporción de objetos descubiertos en excavaciones y prospecciones, aunque hay hallazgos aislados de suma importancia. En la descripción de cada sitio se hará una muestra representativa de los materiales encontrados, intentando inferir a grandes rasgos los distintos procesos de trabajo (más o menos en el sentido de Acosta, 1999 y/o Castillo, 2002) de los cuales formaron parte, principalmente para inferir la ‘funcionalidad’ de cada sitio. De todas maneras, cada artefacto debe ser antes clasificado por la naturaleza de la materia prima. Así, tenemos en Aysén una industria lítica, industria ósea e industria en concha (y consecuentemente desechos líticos, desechos zooarqueológicos y desechos conquiológicos), por un lado, y petrograbados, pinturas rupestres y algunas estructuras funerarias (con sus correspondientes esqueletos), por el otro. Por ejemplo, si tenemos un presionador en asta, se integra dentro del trabajo de la lítica tallada y de los factores que llevaron a su apropiación, pero antes de integrarse al primer trabajo pudo ser modificado ex profeso, formando parte de la industria ósea. De esta manera, el nivel de los procesos de trabajo determinado no lo abordaremos más que de forma implícita para inferir algunas particularidades dentro de los periodos poblacionales, y para inferir las funcionalidades probables de algunos de los sitios. Emprenderemos la descripción de las pinturas rupestres desde una metodología de clasificación creada, más que nada, por la necesidad de contar con parámetros que sirvan para uniformar y multidimensionar criterios (Sade, 2006c, cf. Nicolau, 2002). En el caso de la lítica utilizaremos la metodología de clasificación creada por Bate (1971b), excepto en lo que se refiere a las categorías de funcionalidad probable (Sade, 2005a, 2006a), que hemos intentado perfeccionar de acuerdo a nuestra experiencia al trabajar con ella al pie de la letra. Tenemos así la ventaja de contar con dos metodologías de clasificación creadas para dos clases de información de naturaleza distinta, desde la observación de los restos del pasado de Patagonia Central, lo cual podría considerarse un plus para la arqueología de esta región. Lítica Decidí en los dibujos de lítica no ilustrar las ondas concéntricas como se acostumbra, sino que indicar mediante una flecha la dirección de los retoques, ya que creo agrega más información sobre la confección de la pieza, método que hemos utilizado anteriormente (Sade, 2005d) y ha comenzado a ser utilizado por otros investigadores del área (p.ej. Reyes y Méndez, 2006). Consideraciones necesarias (Cfr. Bate, 1971b): Las medidas de los núcleos las tomamos de la siguiente manera: Largo (l) Cuando hay plataforma se toma desde ésta, hasta el extremo más lejano, siguiendo la dirección de las astillas. En caso de un núcleo sin plataforma o que no quede nada de ella, se toma la medida mayor. Ancho (a) Cuando hay plataforma se toma su medida máxima, de acuerdo al plano opuesto a las astillas; en caso de ausencia, la segunda medida mayor del núcleo. Alto (h) Cuando hay plataforma es su medida mínima, opuesta al ancho, en caso de ausencia de plataforma es la medida mínima del núcleo. Ejemplo. 10 (l) 5 (a) 2 (h) Los derivados de núcleo y/o nódulo o que fueron producto de la fabricación de instrumentos y que nunca fueron utilizados son lo que conocemos como desechos de talla.Cuando éstos sean pequeños y numerosos, y con el objeto de cuantificar, consideraremos solo la medida máxima. En casos excepcionales se distinguirá: 14

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Largo (l) De acuerdo a una línea imaginaria (eje tecnológico) que recorre paralelamente por el medio de las ondas concéntricas y perpendicularmente al talón. La medida se toma desde el talón o la parte más proximal, hasta lo más distal de la pieza. Ancho (a) Se proyecta una línea imaginaria perpendicular al eje tecnológico que abarque la mayor parte de la pieza. Alto (h) Corresponde al otro plano cartesiano en su longitud máxima. Ejemplo: 10 (l) 5 (a) 2 (h) En cuanto a los instrumentos se seguirá el mismo formato, con el objeto de saber si se trató de una técnica predominantemente de lascas o láminas, aunque la orientación de las fotografías será con el extremo funcional hacia arriba, independientemente de la ubicación del talón. La única excepción serán los instrumentos bifaciales o en los que no se pueda reconocer los talones o la dirección y cara de las ondas radiales. En este caso se medirá según los criterios funcionales de la pieza. Los instrumentos se agruparán de acuerdo a categorías de funcionalidad probable definidas morfológicamente por una serie de prerrequisitos para cumplir ciertas funciones. Así distinguimos puntas, raspadores, raspadores raederas, raederas, cuchillos, perforadores, cepillos, tajadores, gubias, percutores, moliendas, morteros, manos de mortero, sobadores, boleadoras y placas grabadas, además de funciones no identificadas y fragmentos modificados. Lo referente a los percutores y a la lítica pulida fue tomado de Bate (1971b) y los otros se definirán de acuerdo a las siguientes condiciones: Cuchillo: instrumento que corta mediante presión y a la vez por deslizamiento. El filo puede ser natural o elaborado mediante retoques. El ángulo del borde funcional debe ser menor a 45° . Raspador y cepillo: el raspador es un instrumento de base lisa, ya sea plana o cóncava, y un borde funcional recto o convexo de bordes de ángulo menor a 90° . Debe cumplir con la función de raspar, que es deslizar ejerciendo presión sin modificar sustancialmente el objeto con el cual hace contacto. Cuando se desliza friccionando y ejerce presión, realizando incisiones, se denomina cepillado. La diferencia entre el cepillo y el raspador estriba en que en el primero los bordes activos son de retoques abruptos y las bases no son lisas sino irregulares. Raedera: instrumento de base lisa (sin ninguna arista aguda), uso lateral y/o frontal, y con bordes activos amplios en relación a la totalidad del instrumento. Estos bordes son rectos o ligeramente convexos. El raer es como raspar pero quitando superficie, de una manera no tan irregular como lo haría un cepillo. Raspador raedera: instrumento susceptible de ser usado como raspador y como raedera. Puntas: instrumentos de lados de la hoja simétricos que ejecutan una acción punzocortante por presión e impacto. Tajadores: instrumentos con al menos un borde cortante, que ejecutan la acción de corte por percusión. Perforadores: instrumento de al menos un extremo punzante que realiza incisiones por rotación. Gubias: instrumento de al menos un extremo aguzado, que realiza incisiones por deslizamiento y presión. En Patagonia no hay casos de agujas líticas (industria pulida) o instrumentos punzantes de al menos un extremo agudo que penetran totalmente en una materia prima, como tampoco de punzones, instrumentos en donde sólo penetra la punta. Ambos tipos se presentan en instrumentos óseos, aunque lamentablemente no existe una clasificación funcional para esta industria en esta región del mundo que vaya más allá de clasificaciones taxonómicas. Pinturas Rupestres Lo que sigue es una propuesta para la clasificación de las pinturas rupestres (ver cuadro en sección gráficos). Esta manifestación cultural- artefactual (Belardi, 2004) existe desde los primeros tiempos del Homo sapiens sapiens (e inclusive antes, sitio Blombos 75.000 a.p.) practicándose hasta el día de hoy entre algunos relictos nomádicos de África, Asia y Australia. Constituyen así, 15

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junto a la lítica, la clase de material arqueológico con mayor tiempo en la Tierra y, por ende, es frecuente encontrarlas en las investigaciones arqueológicas. Por su naturaleza creativa, a diferencia de la mayoría de los otros materiales arqueológicos, las pinturas rupestres una vez realizadas no se transforman en desechos (Cfr. Shiffer, 1991). Las pinturas rupestres se integran directamente al proceso de trabajo (Acosta, 1999) de la industria de la lítica pulida en forma de manos, morteros, molinos y otros que sirvan para triturar pigmentos (Bate, 1971b). También se integra al de la recolección de agua y materias primas minerales (Terradas, 2001) y vegetales (Pique y Huerta, 2001). A la caza cuando se utiliza grasa y/o sangre en la mezcla, y a todos los procesos de trabajo prerrequeridos para elaborar los artefactos utilizados para aplicar pintura y representar las formas. Uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos al comparar la información generada en distintas tradiciones científicas es que muchas veces las pinturas rupestres son clasificadas a priori por estilos, y otras veces tomando unidades de descripción que sirven exclusivamente para el análisis de las pinturas de una zona geográfica determinada, por lo que a veces no es posible compararlas. Algo similar al ‘problema de la inconmensurabilidad’ de Kuhn, aunque esta vez no interparadigmática sino que intermetodológica (Cfr. Gándara, 1993). Esta es una propuesta para uniformar y multidimensionar criterios, como prerrequisito para la descripción de las pinturas, con la intención de que se pueda comparar la información generada para diversas áreas geográficas. Objetivos de la clasificación Por lo anterior, esta metodología de clasificación fue diseñada para que cumpla con los siguientes requisitos: a- Que las categorías de análisis sean jerárquicas y multidimensionales. b- Que su cuantificación genere datos estadísticamente significativos (variables). Esto es, que las mayores unidades de descripción que la conforman sean mutuamente excluyentes (diseños/improntas/ capas). c- Que su cualificación integre procesos de trabajo determinados (Acosta, 1999), para lo cual es necesario que las categorías que la conforman sean a la vez mutuamente incluyentes en distintas dimensiones (temática/técnica/forma/materias primas) y niveles de resolución-generalidad (conjuntos/figuras/manchas). Desarrollo del método Esta metodología descriptiva asume tres niveles de resolución en los cuales se pueden segmentar los motivos bajo estudio: conjuntos, figuras y manchas. Un conjunto aquí no se entiende como una unidad analítica para segmentar espacios y hacer así más expedito el registro (Cfr. Niemeyer y Mostny, 1983), sino que es una unidad inferida del análisis de las unidades de descripción, ya sea por las figuras (unidades discretas) que lo conforman, las relaciones de éstas con otras pinturas subyacentes (superposiciones), etcétera. Por último, las manchas sólo nos indican actividad humana, que en caso de estar asociadas a figuras o ser parte de un conjunto pueden ser consideradas o ser inferidas bajo otros niveles de análisis. El nivel de distinción/exclusión más general se hará entre los tres grandes formatos en los que estas manifestaciones existen. Una es la representación de la forma (diseños), otra el calco de las formas (improntas) y por último la negación de las formas (capas). En términos cuantitativos la diferencia entre improntas y diseños reside en que los segundos son casi irrepetibles, y para que su cuantificación pueda ser estadísticamente significativa es necesario aplicar rigurosamente las unidades de descripción consideradas. Las improntas, en cambio, al ser un calco de ciertas formas de la realidad, son clasificables por la pura naturaleza de la forma que le dio origen. Por último, las capas de pintura, que no nos remiten a un referente empírico, es decir, que no reproducen formas clasificables, son productos antrópicos y por lo mismo necesariamente reflejan particularidades culturales. De esta manera, ya sea un conjunto, figura o mancha, según corresponda, se verá en primer lugar si se trata de un: diseño, impronta o capa. Diseños Temática: Distinguimos entre los que sean representativos de una forma de la naturaleza y los abstractos, que aunque puedan representar una forma del entorno son incomprensibles para nosotros y por ende no es algo demostrable. I- Representativo. 1- Según el nivel de representación de la realidad. a- Naturalista: composición que busca reproducir fielmente la realidad. 16

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b- Estilizado: busca reproducir la realidad, alterando ciertos rasgos. c- Esquemático: las formas reales se reducen a trazos geométricos. 2- Según la naturaleza de la forma representada. a- Biomorfo: se refiere a cualquier forma viva. Su identificación depende de las clasificaciones taxonómicas adecuadas a las condiciones de cada investigación, pudiendo clasificarse en: -Animalístico o zoomorfo: se refiere a cualquier animal, exceptuando al género humano. -Antropomorfo: forma humana. -Fito y fungimorfo: forma de vegetal y hongo. -Mixto: se refiere a una mezcla de al menos dos de los tres anteriores, denominándose según la predominancia de los rasgos de uno u otro. Por ejemplo, un antropozoomorfo muestra más características humanas que animales, mientras que un zooantropomorfo es a la inversa. b- Artefactual: aquí se pueden distinguir según las condiciones particulares de cada área de estudio: -Flecha, -Canoa, -Arpón, -Ornamento, etcétera. c- Geomorfo: forma inerte de la Tierra o accidente geográfico: -Río, -Cueva, -Cerro, etcétera. d- Astromorfo: cualquier elemento o fenómeno no terrestre: -Sol, -Luna, -Eclipse, Constelación, etcétera. e- Mixto: incluye dos o más de las anteriores que deben ser especificadas. 3- Según el movimiento y la actitud de la forma representada. a- Estáticos: no hay movimiento, clasificándose según la actitud: -Preñada, -Sentado, -Parado, -Echado, -Durmiendo, –Otros. b- Móviles: con movimiento, y según la actitud pueden clasificarse en: -Corriendo, -Cazando, -Saltando, -En procesión, -Jugando, etcétera. Técnica: 1- Según la posición de la pintura en relación a lo representado. a- Marginal: cuando la forma está definida por el contorno. b- Exterior o negativo: cuando la forma está determinada por la pintura que rodea lo representado. c- Interior o positivo: cuando es producto de la aplicación de pintura dentro de la forma. d- Mixto: incluye dos o más de las anteriores que deben ser especificadas. 2- Según la manera de aplicación de la pintura. a- Directa: cuando se produce por contacto entre el soporte rocoso y el artefacto o elemento utilizado para tal fin: –Velloneado (aplicación con lana), -Pintura plana con pincel, –Arrastre de dedos, -Pieles u otro. b- Indirecta: cuando la pintura se aplica sin contacto entre el soporte y el artefacto o elemento utilizado para tal fin: -Aspersión oral, -Estarcido o salpicado con ramas, –Esparcido con la mano, -Otras. c- Mixto: incluye dos o más de las anteriores que deben ser especificadas. Morfología: I- Forma general, geometría reductible. La morfología en los diseños representativos queda implícita muchas veces en la temática. Así por ejemplo, basta con describir que se trata del diseño de un zorro para saber la forma, pero cuando es demasiado esquemático es útil reducirla a una forma geométrica, al igual que en el caso de las figuras abstractas que veremos más adelante. Así se distinguen: 1- Según la figura geométrica a la cual es reductible. p. ej. a- Poligonales. b- Cruces. c- Herraduras. d- Reticulados. e- Líneas. f- Grecas: figuras en la que se repite la misma combinación de elementos lineales, especialmente compuestas por las que forman ángulos rectos. En ellas podemos distinguir (Cfr. Belardi, 2004): -Secuencia lineal principal, conjunto de líneas consecutivas combinadas más características de la figura o conjunto. -Secuencia lineal secundaria, terciaria, etcétera. De acuerdo a la distribución de la o las secuencias lineales la greca puede ser: -Simétrica, -Asimétrica. 17

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También se especificará la forma de la terminación o remate si es que tiene, esto es, una o más líneas que interrumpen alguna de las secuencias lineales que caracterizan a la greca. g– Punteados, otras. 2- Según el trazo que conforma la figura. a- Lineal. Una de las características de una línea es tener un lado o una longitud mayor a otra. La mayor será el largo y la otra el ancho. De esta manera, pueden segmentarse según su relación largo-ancho, distinguiéndose: -Punteadas, en las que el largo es hasta dos veces el ancho. -Cortas, en que el largo es mayor a dos veces el ancho, y menor o igual a cuatro veces el mismo. -Medianas, en que el largo es mayor a cuatro veces el ancho, y menor o igual a seis veces el mismo. -Largas, en que el largo es superior a seis veces el ancho. También pueden clasificarse según la regularidad del ancho de la línea en: -Regular, cuando la línea mantiene a través de su trayectoria un solo ancho. –Gradual, cuando la línea tiene intervalos suaves que van de más a menos ancho o viceversa. –Irregular, cuando tiene varios anchos a través de su trayectoria. Según su inclinación con respecto al plano terrestre, pueden describirse según si está: -Horizontal, -Vertical, -Oblicua, -Horizontal oblicua, -Vertical oblicua. También, según otras características morfológicas que se consideren relevantes: -Arqueada, -Zigzag, -Ondulada, -Recta, -Espiral, -Almena, -Cóncava (se especificará en relación a qué). -Convexa (se especificará en relación a qué), -Angular, etcétera. Según su continuidad: -Continuo, -Discontinuo. b- Punteado: - Lineal10: cuando dos o más puntos se agrupan en torno a un eje imaginario formando una o más series. En este caso se aplican los mismos criterios que para las líneas. -Aglutinado, se refiere a una concentración de puntos. -Dispersos, cuando los puntos están alejados entre sí. -Con orden especial, se especificará la morfología particular. Materias primas: 1- Desde el punto de vista del pigmento. En caso de identificarse y según si se trata de una monocromía, bicromía, etcétera, estos pueden separarse en: a- Orgánicos: vegetales, animales o minerales como: -Musgos: verde. -Grana cochinilla: morado. –Sangre: café, negro. -Azafrán: naranja, etcétera. b- Inorgánicos. -Limonita u óxido ferroso: amarillo. -Hematita u óxido férrico: rojo. -Caolín o carbonato de calcio: blanco. -Pirolusita u óxido de manganeso o humo: negro, etcétera. c- Mixtos: incluye dos o más de las anteriores que deben ser especificadas. 2- De acuerdo a los componentes generales de la solución11: a- Aglutinante: -Grasa derretida, -Aceite vegetal o animal, -Sangre, -Otro, -Mixto. b- Disolvente: -Los anteriores, -Agua, –Orina, -Otro, -Mixto. 3- Conforme a la concentración de la mezcla: hay que tener en cuenta en el momento de registro que muchas veces puede engañar a los sentidos el estado de conservación de las pinturas. Las mezclas pueden ser: a- Diluidas: cuando la solución es muy líquida y se determina porque la pintura escurre verticalmente por gravedad. b- Concentradas: la solución es equilibrada y se adhiere bien al soporte. c- Tipo pasta o betún: la solución es baja en disolventes y tiende a descascararse con el tiempo, sin adherirse bien al soporte. II- Abstractos.

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Que, como vimos, no es lo mismo que una línea punteada. Aquí opera como subcategoría de Punteado. Algunas materias primas como la sangre, por ejemplo, puede aglutinar pigmentos líquidos como los derivados de hervir algunas plantas o raíces, y servir como disolvente cuando se trata de pigmentos minerales. De acuerdo a esto, incluso el mismo pigmento cumple en cierta medida una de las dos funciones. 11

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Temática: no aplica, a menos que sea conocido por referencias documentales. Técnica, Morfología y Materias primas: igual que para los diseños. Improntas Temática: Todas las improntas son un vínculo directo entre la ‘…pintura como artefacto…’ (Belardi, 2004) y otros componentes de la sociedad que le dio origen, ya sean biológicos o artefactuales, que cumplen la función de ‘moldes’. Así las clasificamos según la naturaleza de la forma impresa (molde) en: I- Biológicos: la forma está determinada por los atributos de la taxa. II- Artefactuales: su origen es un elemento socialmente producido (cultural). III- Mixtos. Los tres anteriores a la vez pueden distinguirse: 1- Según el nivel de representación de la realidad. a- Realista: es la más común y la forma impresa es intencionalmente un reflejo de la forma original. b- Imitativo: aunque escaso, intenta a través de una impresión representar otro objeto de la realidad12. c- Compositivo o mixto. Técnica: Se aplicarán los mismos criterios utilizados para los diseños. Morfología: 1- Según la naturaleza de la forma impresa. a- Humano: las medidas se tomarán con base en las articulaciones que limitan las extremidades, o a las que sean posibles de medir, según los contenidos sociales que necesite explicar cada investigador. Así, por ejemplo, si se requiere conocer el número mínimo de individuos que pintaron, para el caso de las improntas de manos o pies se tomará en cuenta: - Manos o pies (Cfr. Gradín, 1983: 260-261). Largo: desde la muñeca hasta el fin del dedo mayor. Esta medida, al igual que la del largo del dedo mayor, solo debe realizarse si el dedo mayor es ligeramente más largo que el resto, caso contrario es posible que quien imprimió haya doblado este dedo para realizar la impronta. Para efectos comparativos, tampoco debe medirse si el dedo mayor no forma un eje con la parte central de la muñeca. Ancho: desde la articulación metacarpo-falange del meñique hasta la del índice. Esta medida varía ligeramente en un mismo individuo dependiendo de si la impronta fue realizada con los dedos juntos o extendidos (en un hombre adulto cerca de 1 cm). Largo del dedo mayor: desde la articulación metacarpo-falange hasta el fin del dedo mayor. -Antebrazo: Largo máximo. Ancho mínimo. Ancho máximo. Otros. Para cualquiera de las extremidades, se distinguirá el criterio de lateralidad (Lucero, 1997): -Izquierda, -Derecha, -No identificada. Luego se describirán las características morfológicas especiales. -Dedos juntos, - Extendida, -Deformada: definir particularidades morfológicas. b- Animal: se intentará identificar el taxón y se tomarán las medidas necesarias según los objetivos de cada investigación. c- Vegetal: se intentará identificar el taxón y se tomarán las medidas necesarias según los objetivos de cada investigación. d- Artefactual: según las características culturales del área de estudio y de la organización social que le dio origen. P. ej., para el caso de las sociedades de cazadores recolectores del continente americano encontramos: -Placa grabada, -Punta de flecha, -Calzado, – Ornamento, –Hacha, etcétera. 12

Por ejemplo en el denominado arte patagónico (Niemeyer, 1982) encontramos que la impresión de los tres dedos del medio de la mano puede imitar huellas de ave (sitio Cueva del Río Pedregoso) y los dedos encogidos las huellas de puma (sitio Lago Verde 2). 19

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Materias primas: igual que diseños e improntas. Capas o extensiones de pintura Temática: I- Base: a manera de estucado, se aplica pintura alisando la superficie rocosa para luego volver a pintar sobre ella. II- Destructivo u obliterante: se aplica pintura para borrar otro fondo u otra figura. III- Decorativo: no tiene otras figuras superpuestas, aunque sí puede incluir figuras en negativo. IV- Mixto: incluye dos o más de las anteriores que deben ser especificadas. Técnica: Aunque la mayoría es por pintura plana (Niemeyer, 1982), pueden darse otros casos como texturizado, estarcido y otras técnicas de aplicación descritas para diseños e improntas. 1- Según el perfil de la capa de pintura, esta puede ser: a- Gruesa: cuando la capa cubre el soporte rocoso, borrándolo de la vista. b- Delgada: cuando la capa de pintura trasluce el soporte rocoso. 2- Relación con el soporte rocoso. a- Aprovecha las aristas naturales del soporte rocoso. b- Aprovecha las curvas del soporte rocoso. c- Se impone a la forma del soporte rocoso. d- Mixto: incluye dos o más de las anteriores que deben ser especificadas. Morfología: Aquí se verán criterios morfométricos estándar como la extensión, alturas y anchos máximos, y otros que se consideren necesarios. 1- Según las partes que componen la capa. a- Unitario: es decir, un solo fondo. b- Segmentado: varios fondos distribuidos a través de un panel. 2- Forma particular: donde se utilizarán atributos morfológicos de diseños e improntas según sea necesario. Materias primas: Se utilizarán los criterios para diseños e improntas. El procedimiento de clasificación recién descrito se materializa en la descripción de los atributos observados (presentes o ausentes), cualitativos o cuantificados, de las pinturas rupestres de uno o más lugares, y de acuerdo a las preguntas planteadas en una investigación determinada. En este caso la aplicaremos para la descripción de los materiales de Aysén y para ver las relaciones de éstos con las otras pinturas de Patagonia. Técnicas de registro de sitios arqueológicos En cuanto a las técnicas utilizadas en terreno y gabinete, fueron adaptaciones para el registro de sitios con pinturas rupestres, materiales líticos aislados, de colección, los inéditos de Felipe Bate y ‘chenques’. En este trabajo no daremos a conocer cada una de las observaciones realizadas porque no viene al caso. Podríamos llenar de datos que resultarían metafóricamente ‘insípidos’, o científicamente ‘sin sentido’ si es que no tenemos preguntas de fondo para resolver. De manera general, las técnicas se resumen a continuación: Materiales líticos: 1- Localización geográfica referenciada en coordenadas UTM. 2- Fotografía digital o captura por escáner, dependiendo de la accesibilidad a las piezas (condiciones de investigación). 3- Análisis tecnológico, morfológico y de funcionalidad probable a nivel macroscópico. 4- Dibujo considerando el contorno, la forma y dirección de los retoques. Chenques: 1- Localización geográfica referenciada en coordenadas UTM. 2- Descripción con grabadora digital de distintas observaciones (tamaños, estado de conservación, sedimentación, emplazamiento, materiales asociados, etcétera). 3- Fotografía digital de cada una de las estructuras funerarias y de ellas como conjunto. 20

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4- Croquis. 5- Dibujo bidimensional georreferenciado del cementerio o chenque según el caso (cartografía). 6- Geoposicionamiento en mapa digital (Sistema de Información Geográfica). Pinturas rupestres: 1- Localización geográfica con GPS. 2- Croquis de cada uno de los motivos y su relación con el soporte rocoso. 3- Registro fotográfico digital de todos los motivos identificados, por separado y/o agrupados en conjuntos. 4- Identificación de distintas cualidades del sitio y registro en grabadora digital (altura de la cueva o alero, estado de conservación, acceso, materiales asociados, etcétera.). 5- Descripción de características medioambientales (flora, temperaturas, sitio en el ambiente, cercanía a materias primas, etcétera). 6- Dibujo digital con la ayuda de un programa. 7- Geoposicionamiento en mapa digital. Manuscritos inéditos de Felipe Bate. 1- Captura por escáner. 2- Trascripción literal. 3- Organización gramatical (sin alterar contenido). 4- Análisis de coherencia lógica. 5- Sustitución de la terminología que no correspondiera con la del mismo Bate (1971b). 6- Comparación de congruencia con fotografías y dibujos del mismo autor. 7- Reclasificación por conjuntos de funcionalidad probable. Como observamos al principio, las descripciones que continúan seguirán más o menos un orden de Norte a Sur, o más bien un orden comunal y por sectores y/o accidentes geográficos. No se hará por el tipo de información disponible (p. ej. a- sitios con pinturas rupestres, b- sitios con lítica, c- materiales aislados, d- restos óseos, e- estratigrafía, f- fechas radiocarbónicas, etc.), ya que, como es normal, tenemos sitios en donde se encuentran indistintamente uno o más tipos de información. En ese sentido, lo que buscamos con este orden de exposición es su relación inter e intrasitio para poder hacer correlaciones entre dos o más clases de materiales y otros tipos de información.

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Sitios y materiales arqueológicos de Aysén Continental En este apartado veremos la descripción de algunos de los sitios que nos servirán más adelante para identificar las ocupaciones humanas en los distintos periodos poblacionales. De esta manera, como mencionamos antes, lo que sigue es la descripción de los artefactos que nos servirán de muestra para realizar inferencias, que esperamos refinar (corroborar y/o refutar) con el tiempo. Para los conjuntos líticos, como se aprecia en el gráfico 1, y como es recurrente en la arqueología de cazadores recolectores, la muestra es abrumadoramente superior en cuanto a desechos de talla. En éstos, salvo contadas excepciones, no hemos podido llegar a niveles de resolución más finos -como criterio que agrupe toda la muestra- que reuniéndolos por tamaño. En el gráfico 2 vemos que los desechos de talla tienden a concentrarse en esquirlas grandes, 11 ã 50 milímetros, lo que nos está mostrando cierto sesgo de selección en la muestra más que una realidad pasada. No deja de llamar la atención que a pesar de la diversidad tecnológica, de ambientes y circunstancias históricas de las cuales procede esta cuantificación, se mantenga este patrón métrico. En el caso que las esquirlas grandes reflejen efectivamente que en los sitios en donde son mayoría se elaboraron piezas correspondientes a la primera serie de reducción de los instrumentos, carecemos de la información sobre las proporciones corticales (salvo también algunas excepciones) que nos podrían hacer cambiar esta noción por la del descortezamiento a partir de nódulos pequeños, como es bastante frecuente en esta región. Sin embargo, podemos al menos apuntar que los tamaños de estos desechos no reflejan la disponibilidad de materias primas a partir de grandes nódulos como creemos sucedía durante el 1er periodo y, exceptuando algunos casos en los alrededores del Lago General Carrera, en la mayor parte del tiempo pasado en Aysén predominó la técnica de extracción de lascas.

PROVINCIA DE COYHAIQUE Comuna de Lago Verde Sector Lago Verde Lago Verde 1 Lago Verde 1 es la única barda en varios metros a la redonda que protege de la lluvia (al menos hasta Lago Verde 2) en apenas dos metros de talud y veinticinco metros de ancho en donde se encuentran algunas pinturas rupestres. Fue descubierto por pobladores y descrito inicialmente por Reyes (2003). Posteriormente realicé un catastro de la zona con sitios (Sade, 2005d), del cual deriva la siguiente descripción (Cfr. Reyes, 2003). Hay un par de ‘positivos de pies’, solo que no son improntas sino diseños representativos biomorfos ubicados sobre los dos metros de altura. También hay improntas de mano en positivo, con muñeca y dedos flexionados, probablemente imitativos de huellas de puma u otro felino. Las figuras que más destacan son sesenta y dos líneas rectas largas regulares, verticales y paralelas, agrupadas en seis conjuntos más otras líneas dispersas. Tres de las agrupaciones se componen de tres líneas, una de cinco y la mayor de treinta y nueve (lám. 1, arr.). Lago Verde 2 Se encuentra a setecientos metros al Oeste de Lago Verde 1 y fue también reportado por Reyes (2003) en la misma campaña. Es una gran barda apenas protegida de la humedad y por lo mismo las pinturas no se conservan muy bien. Hay al menos cuatro conjuntos de pinturas separados por varios metros entre sí, tres de abstractos y una de improntas. Entre los abstractos, un grupo tiene cinco líneas discontinuas regulares horizontales ligeramente oblicuas, dos de ellas largas rectas y paralelas, otras dos medianas angulares y una 22

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mediana recta simple. Además, hay una figura abstracta en positivo de aplicación directa. La figura se compone de un cuerpo ovalado con un espacio circular de pintura más diluida en el centro, en cuyo lado izquierdo tiene tres líneas horizontales rectas, regulares y medianas, las mismas que -suponemos- pudieron estar a la derecha si no fuera porque la pintura está deslavada. En el lado izquierdo, desde la mitad de la línea inferior hacia abajo en dirección oblicua, se une a esta figura una línea en zigzag (lám. 1, ab.). Siguiendo el orden espacial, a la derecha de este conjunto se ubica una de cinco improntas de ave ordenadas secuencialmente, y algunas manchas que siguen el mismo patrón, por lo que es muy probable que también se trate de improntas (lám. 2, arr. izq.). Continúan dos conjuntos de abstractos de líneas continuas predominantemente verticales, regulares y paralelas. En uno hay tres grupos, uno de cuatro líneas, otro de nueve y otro de diez líneas, más dos mucho más pequeñas horizontales (lam. 2. ab.). En el otro hay dos grupos, uno de dos y otro de cinco líneas (lám 2. arr. der.). Riberas del Lago Verde Cuchillo 1) Destaca el hallazgo aislado de una lasca modificada por uso en los márgenes, proveniente del sector La Herradura (lám. 3, arr.). Es de sílex verde y presenta facetados del dorso mayoritariamente oblicuos al eje tecnológico más uno paralelo y opuesto a éste. Tiene tres retoques irregulares discontinuos primarios en el margen izquierdo y una pequeña muesca de uso en el derecho sobre el medial. El extremo distal está en bisagra (charnela) y no puede identificarse algún tipo de preparación del talón, así como tampoco la presencia de corteza. El tipo de modificaciones sugiere que se trató de un cuchillo expeditivo de uso lateral. 60 36.1 17.2 Lito troncocónico inciso 1) Sin duda el objeto móvil más especial encontrado en las cercanías de Lago Verde es un lito troncocónico inciso, hallado hacia los años treinta o cuarenta del siglo pasado por don Tránsito Loncochino y Juan de Dios Vidal mientras araban la tierra y dado a conocer por una descripción detallada de la Srta. Cyntia Zhielmann (2002) para un congreso de astronomía aficionada. Este artefacto está pulido y lleva inciso en el borde de sus extremos planos una serie de ranuras similares a las del lito cilindroide encontrado por Niemeyer en la zona de Laguna Verde-Chile Chico (Ericksen y Niemeyer, 1966). Sector Alto Cisnes- La Tapera Alero Las Quemas Se trata de un sitio con pinturas rupestres descrito por Mena (1996) y solo un material de superficie identificado en esta investigación (Sade, 2006d). A la vez, Reyes y Méndez (2006) analizaron otras piezas líticas recuperadas por Mena en sus investigaciones de 10 años antes, obteniendo una fecha de 2.510 ± 40 a.p. En general, hay diseños abstractos geométricos e improntas realistas de ave. Entre los primeros hay un par de círculos concéntricos de aproximadamente veinte centímetros de diámetro mayor, una composición lineal y un motivo borroso hecho mediante la técnica mixta de pintura y picoteo (Mena, 1996). Aunque no existe una estratigrafía propiamente tal, Reyes y Méndez (2006) identifican la proveniencia de los materiales desde tres capas que también llaman ‘unidades litológicas’. En todas ellas se observaron desechos. De la tercera capa (base) destaca un raspador de uña en sílice. De la segunda, una raedera sobre lámina, extraída desde un núcleo multidireccional, a la vez que un núcleo multidireccional. En la primera, un núcleo bipolar con extracciones laminares y paralelas. Desecho de talla 1) Entre los materiales de la colección de O. Zhielmann (lám. 3, al medio), hay un desecho de talla (Nº id: RAyCoLVLQ-md) de lámina de sílex café que tiene bastantes problemas de clivaje. La extracción de los derivados de núcleos previos se muestra con cierta sistemática, ya que tiene diez cicatrices de lascado en el dorso, dos paralelas al eje tecnológico en el proximal y el resto convergentes a través de todo el borde en el medial y distal sin presentar modificación alguna. No es difícil asociar esta pieza a alguna de las ‘unidades litológicas’ antes mencionadas. Se ajusta tecnológicamente a las unidades superiores. 74.5 32.1 14.9 23

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Cerro Mesa Inmediatamente al sur del Alero Las Quemas se encuentra Cerro Mesa, donde fueron hallados un par de raederas y otro par de sobadores. Raederas 1) Una de las raederas (Nº id: RAyCoLVLQ-01) es de arenisca verde de grano fino y deriva de una lasca (lám. 3, ab.). Tiene retoque monofacial del dorso y del borde opuesto. En el margen izquierdo el astillamiento es secundario y en el derecho primario, en ambos predominantemente concoidal, con ángulo de 45º y únicamente dos retoques laminares en el borde derecho inactivo. La cara ventral tiene dos retoques concoidales invadientes, logrando así una base plana y lisa. 86.1 65.9 25.0 2) La otra raedera es expeditiva y de frente amplio (Nº id: RAyCoLVCM-03). Esta enorme pieza (lám. 4, arr. der.) no deriva de un núcleo sino que es producto del desprendimiento natural de algún soporte rocoso. Tiene dieciocho retoques marginales concoidales primarios toscos en el borde activo hacia la cara que más estuvo expuesta a los agentes erosivos, formando un amplio frente de uso. Sufrió un golpe ‘post deposicional’ hacia la base que permite distinguir nítidamente la pátina desarrollada luego de los astillamientos, lo que aunado al hecho de que la totalidad de los retoques sean hacia una de las caras descartan un probable pisoteo animal reciente. La continuidad de los retoques y el hecho de que provengan de un sitio arqueológico hacen difícil adjudicarlo inclusive a un animal mayor como el guanaco. 281 132 76 Sobador 1) El primer sobador (lám. 4, ab.) (Nº id: RAyCoLVCM-02) es de arenisca color beige y es morfológicamente elipsoide, tiene bordes redondeados y rebajados por piqueteo. Está pulido en ambas caras por la fricción del uso y tiene dos pequeñas escotaduras laterales probablemente realizadas para ser sujetado (izq. 2.0 centímetros y der. 1.5 centímetros). 138 100 40 2) El otro sobador (lám. 4, arr. izq.) (Nº id: RAyCoLVCM-04) es de las mismas características que la pieza anterior (forma, materia prima, tecnología), aunque sin las escotaduras laterales. Llama la atención, porque en sus caras de uso tiene lo que a simple vista identificamos como pintura roja, aunque sería bueno realizarle un análisis más fino de microscopia. Esto nos podría hacer cambiar la noción funcional de este instrumento, pues pudo servir para moler pigmentos de pintura y/o para aplicarle pigmentos colorantes al cuero que a la vez se estaba sobando. 124 97 46 Sector Cisne Medio Alero del Toro El Alero del Toro se encuentra en el curso medio del Río Cisnes, inserto en la formación vegetal siempreverde montana. El interior de la línea de goteo es completamente seco, lo que contrasta con su ambiente inmediato (sobre 3.500 milímetros anuales). Fue excavado por Felipe Bate y Francisco Mena en 1999 y aunque está a solo 30 kilómetros de la costa, presenta instrumental que probablemente sea de cazadores terrestres, aunque no hay ningún instrumento diagnóstico. No deja de llamar la atención la presencia de una cuenta con horadación central de choro Mytilus, ausente entre los atuendos de las poblaciones canoeras históricas y las reconocidas arqueológicamente. Hay fogones, desechos fragmentados pero bien conservados de huemul y pudú (dos individuos por taxón), además de una vértebra de pescado y bivalvos de las costas del Pacífico (Bate, 2001, 2006, Mena, et al., 2004). Estratigrafía: se compone de tres capas o estratos. El primero o inferior es de arenas fluviales y grava fina en el cual se encuentra el piso ocupacional. De una muestra de carbón de fogón de la cuadrícula 9D resultó una fecha de 2560 ± 90 a.p. El segundo es de cenizas volcánicas de la segunda erupción del Melimoyu, posterior al 1380 a.p. que contiene también restos de vegetales en proceso de descomposición, en donde se evidencia una colonización de coigües. El tercero es el actual. Entre los materiales líticos del primer estrato hay pesados tajadores sobre rocas locales (Blanco, et al., 2000) que se asocian a la actividad forestal. Aunque no hay análisis más finos, 24

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esta afirmación es bastante atinada si consideramos que el sitio está rodeado de árboles, distinto a plantearlo en un contexto estepario. También hay microlascas y microláminas de retalla o retoque de instrumentos bifaciales. Sin embargo, no hay instrumentos con estas características. En los materiales óseos destacan un punzón sobre metapodio y restos de cuero con pelos anudados de pudú. Los análisis de primeras falanges de huemul revelaron tamaños superiores a los actuales, producto quizás de ambientes distintos, lo cual se vería respaldado por el hallazgo de restos de vizcacha (Mena, et al. id.), que ocupa preferentemente ambientes secos, aunque no necesariamente; tenemos antecedentes de vizcachas en las zonas altas del río Ibáñez, por ejemplo, aunque no en zonas tan húmedas como la que estamos tratando. Materiales de concha: la cuenta circular con horadación central intencional mencionada. Comuna de Coyhaique Estancia Baño Nuevo Baño Nuevo 1 o Cueva Baño Nuevo El sitio arqueológico Baño Nuevo 1 tiene ocupaciones fechadas y bien investigadas desde ca. 9.000 años, aunque ‘… parece probable que haya habido una efímera presencia humana unos mil o mil quinientos años antes’ (Mena, 2005), es más, ‘…hay ocupaciones previas hasta unos 10.500 años…’13 y que se prolongan hasta 2.500 años a.p. Es el sitio arqueológico donde han trabajado más cerebros y al que se ha sometido a más fechados en Aysén (39 fechas, 27 de ellas procedentes de niveles culturales, Mena y Velásquez, 2006). Por lo mismo, la descripción será más detallada. Baño Nuevo 1 se eleva a 750 msnm en un clima seco y vegetación esteparia arbustiva xerófila que incluye en las zonas más protegidas del viento a algunos reductos boscosos de ñire (Nothofagus antarctica). En verano, las temperaturas fluctúan entre los 4° C y los 12° C, descendiendo en invierno a aprox –0° C con extremas ocasionales de aproximadamente –25° C. Pero esto no siempre fue así. Debido a los hallazgos de restos óseos de huemul en el componente inferior, se infiere que hubo una mayor cobertura vegetacional durante el Holoceno Medio, ya que estos animales no son característicos de la estepa que domina actualmente, aunque de todas maneras podrían haber sido cazados a 5 o 10 kilómetros, donde actualmente hay bosque14. La abundancia de aves acuáticas en estos mismos niveles confirma además la existencia de lagunas relictuales en las inmediaciones de la cueva posteriores al retiro de la laguna glaciar (Mena, 2005). La cueva se extiende 20 metros N-S con una desviación de 16° W desde la zona hipogea hasta el acceso (lám. 5, ab. der.), ensanchándose 4 metros en promedio. El umbral presenta una pendiente de 115° aproximadamente, que en el exterior -desde donde casi todo el valle es dominadocambia a aproximadamente 135° prolongándose hasta el antiguo lecho lacustre. El origen de esta cueva ha dado pie a una serie de hipótesis que no tienen por qué excluirse (Bate, 1978a, Mena, 2005, Villegas, 2005). Retomando la clasificación de Schmidt (1982), se trata de una cueva fósil y exógena, es decir, que ya no recibe flujos de agua y que fue formada de afuera hacia adentro. Las investigaciones apuntan a que su espeleogénesis fue producto de la erosión hídrica de un lago de deshielo glaciar finipleistocénico (Bate, 1978a), o anterior (Mena, 2005), que aprovechó un excepcional componente dacítico inserto en la matriz del cerro que es de basalto (ob. cit.). Este último, por su mayor dureza, resistió mejor el embate del oleaje, impulsado por fuertes vientos en dirección SE (Villegas, 2005) y por las corrientes de los tributarios más cercanos. Huellas de este paleolago son las lisas paredes de los cerros del ‘Valle de la Luna’ (‘cerros-isla’ en su momento) y sucesivas capas de arena lacustre en el nivel inferior de la caverna15. Actualmente la escasa iluminación que entra desde el Sur penetra la mayoría de las horas hasta la zona epigea, restringiéndose por un derrumbe que cubre el acceso. Debido a los trabajos arqueológicos, se ha liberado una gran cantidad de esos bloques meteorizados, permitiendo que la zona mesogea sea también iluminada algunas horas al día.

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Mena, com. pers. 2007 Mena, com. pers. 15 Aunque Núñez, et al., las describen como ‘…arenas volcanoclásticas finas y medias mirolaminadas, depositadas por un lago proglaciar pleistocénico’. 14

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Antecedentes arqueológicos Baño Nuevo 1 fue descubierto y excavado por primera vez por Felipe Bate en 1972, quien lo dio a conocer al medio científico por sus pinturas rupestres antes de realizar las intervenciones (Bate, 1971a). Realizó tres pozos de sondeo de 1 x 1 m, que denominó A, B y C16, distinguiendo 13 pisos ocupacionales, los que describió en un resumen de acuerdo a la estratigrafía de los pozos A y B. Al año siguiente abandonó el país por problemas políticos, estancándose las investigaciones en el sitio por 24 años y extraviándose los materiales en medio del nuevo orden. Afortunadamente se salvaron algunas fotografías, las cuales reproduzco (láms. 6 y 7). Francisco Mena y su equipo lo re-excavaron en 1996, 2004, 2005 y 2006, encontrando materiales que confirman la hipótesis de Bate de que se trataba de un sitio temprano, con fauna extinta asociada al humano (al menos caballo y Dusicyon avus), y descubriendo que además se estaba tratando con uno de los sitios con restos óseos humanos más antiguos y mejor conservados de todo el continente, crucial para comprender algo más de la larga y compleja discusión bioantropológica sobre el poblamiento americano (Bate y Terrazas, 2002, Terrazas, 2002). Hay que destacar que la gran cantidad de fechas absolutas obtenidas por Mena refinan la precisión de la secuencia cronológica de Aysén. Materiales arqueológicos En cuanto a las pinturas rupestres, Bate (1971a) describió a Baño Nuevo 1 como un sitio en donde ‘… hay bastantes pinturas, aunque es casi imposible definir las formas, ya que la roca se presta poco para su conservación. El único motivo distinguible es una guanaca de 15 centímetros de alto, de abultado abdomen, incompleta en color blanco. También se puede apreciar un par de trazos de 30 centímetros de largo, en rojo sobre fondo blanco. Se observan superposiciones de colores rojo y blanco indistintamente y sobre ellos, un color naranja in-’. Y así termina el párrafo por alguna razón de imprenta. Posteriormente (1978a) en el informe de excavación menciona que hay figuras de un ‘…antropomorfo, figuras de guanacos y líneas blancas, rojas, naranjas y negativos de mano.’ Finalmente (1982) publica la figura de un cánido, realizado con ocre amarillo a la que se superponen motivos en blanco, con guanacos del estilo b de Gradín (et al., 1979). Todas las pinturas que describió Bate desaparecieron, solo quedan un par de manchas rojas deslavadas y los remanentes de lo que fue una impronta negativa de mano (Mena, 2005). En una de las fotografías facilitadas por Bate se pueden apreciar al menos los trazos de 30 centímetros en rojo (lám. 7, ab.). Gracias a las excavaciones recientes se pudo confirmar que el hallazgo de ‘… bloques pintados [permite] retrotraer la ejecución de las pinturas a unos 9 mil o más años.’ (Mena, 2005). Los materiales líticos no permiten realizar una secuencia de tecnologías sobre todo por la escasez de instrumentos tipo (id.). La mayoría son desechos de talla aunque también hay puntas triangulares (periodo III de Cueva Fell) y un lito discoidal quebrado (periodo I de Cueva Fell). Entre los restos de fauna, los cánidos son la segunda taxa representada después del guanaco17, constituyéndose como la muestra más numerosa en Patagonia (39 individuos. Trejo, 2005) distribuidas en dos especies: Canis culpaeus y el extinto Dusicyon avus, el cual se prolonga a través de toda la secuencia estratigráfica (id.). Hay paleolama y macrauchenia (Mena y Velásquez, 2006), además de cuentas en concha ovaladas con horadación central intencional asociables a los esqueletos, iguales a las de los niveles inferiores del Pinturas (Gradín, 1977), pero que nada tienen que ver con las del Alero del Toro, mencionadas anteriormente). No hay restos de piche, ni tampoco de ñandú (Mena, 2005), a pesar de que ambas especies se encuentran actualmente en los alrededores. Núñez, et al. (2005) estudiaron 99 fragmentos rostrales de reptiles identificados como del género Liolaemus, provenientes de la capa 4, a la que se le asignó una edad geológica de 11.400 años RC a.p., por correlaciones con fechamientos directos sobre huesecillos dérmicos de milodón. ‘En la actualidad el único reptil del género Liolaemus que existe en el área es Liolaemus lineomaculatus, consecuentemente los restos óseos fósiles que aquí documentamos pertenecerían a esta especie, la cual estaría presente en el área desde fines del Pleistoceno.’ (id.). De los 13 pisos ocupacionales, Bate (1982: 24) encontró huesecillos dérmicos de milodón en el tercero de ellos. Las excavaciones posteriores los han hallado al menos desde el centro de la

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Los pozos que excavó Bate: A, B y C, son los que en las excavaciones de Mena se pasarían a llamar 3B, 4B y 7D. 17 Cuyos análisis no reflejaron ningún tipo de selectividad anatómica (Velásquez, 2005). 26

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capa 3 hacia abajo y en todas las cuadrículas excavadas, concentrándose sobre todo en los niveles medios de la capa 5. Hasta el momento se han encontrado no menos de 600 de estos huesecillos, de los cuales más de la mitad proviene de la capa 5 que es anterior a la primera ocupación humana. Una fecha (AMS) sobre uno de ellos recuperado en la capa 4 de 11.480 ± 50 a.p. resultó más temprana que cualquier otra fecha en la capa misma, por lo que todo parece indicar que los huesecillos han estado migrando constantemente (Mena y Reyes, 2001). Entre otros materiales hay tres cordeles ubicados cronológicamente en los 3.000 a.p., los cuales ‘… fueron confeccionados en tejido intestinal mediante una técnica de torsión en S y posterior unión de 2 cabos mediante torsión en Z.’ (Mena y Quemada, ob. cit.). En cuanto a los restos humanos, se han encontrado esqueletos de tres bebés de 6 meses (indiv. #1, 4 y 5), un hombre de 20 a 25 años y 1.6 metros de altura (indiv. #2) y una mujer de 40 a 45 años y 1.54 metros de altura (indiv. #3) (Mena y Reyes, 2001), otro de sexo indeterminado de 15 años ± 9 meses (indiv. #6), uno masculino de 20-22 años (indiv. #7) y uno de 18 ± 3 meses de sexo indeterminado (indiv. #8) que oscilan por los 9 mil años de antigüedad (Reyes, 2005). Características generales del depósito estratigráfico18 (lám. 8, arr.) Aunque Bate (1978a) había definido una estratigrafía arqueológica o cultural (basada en niveles de ocupación), ésta fue prácticamente desconocida por las investigaciones de Mena y equipo, quienes la sustituyeron por seis capas naturales. La posterior microstratigrafía de Lindsey y Stafford (2005), que corrobora y refina la original de Bate, no hace más que advertir las consecuencias de este tipo de decisiones: si no hay estratigrafía arqueológica no nos queda más que apoyarnos en las asociaciones morfotecnológicas de los elementos culturales y en los fechados para realizar inferencias, perdiéndose un enorme potencial de información, obligando por lo tanto a realizar numerosos fechamientos para que tales inferencias tengan mayor credibilidad. Retomando, estas seis capas, se pueden organizar en tres componentes19: Componente inferior, capa 4 y 5, ca. 11.000-9.000 a.p. Componente medio, capa 3, ca. 8.000-3.000 a.p. Componente superior, capas 1 y 2, ca. 3.000-2.500 a.p. La capa 6 se forma de decenas de finos estratos de arenas del antiguo lago de deshielo glaciar (Bate, 1978a). No tiene inclusiones, se encuentra altamente compactada y presente en una amplia gama de grises opacos a través de aproximadamente 1 m. Capa 5 se prolonga por aproximadamente 5-20 centímetros, dependiendo del lugar de la caverna. Es firme y surge en el momento en que las aguas del lago se retiran dando paso a sedimentos eólicos color naranjo ladrillo oscuro, finos, entre los que se concentra una alta proporción de sales (no carbonatadas). Estas sales se encuentran cerca o dentro del material óseo20, entre las grietas de las rocas y sueltas. También hay inclusiones moderadas de piedrecillas que no superan los 5 centímetros, e inclusiones ocasionales de piedras de aproximadamente 10 a 15 centímetros. La capa 5 y la capa 4 se distinguen fundamentalmente porque en la segunda hay menos humedad, es también de color naranjo ladrillo pero más claro y hay una menor proporción de sales.

18 Realizado en base a observaciones personales en las cuadrículas 1B y 7C. Un sitio sometido a condiciones de descomposición química similar, al menos en los estratos tempranos es el Alero Puesto el Rodeo 1, Meseta Central de Santa Cruz, Argentina (Miotti, et al., 1999). 19 Aunque esta división de componentes nunca ha pretendido ser exacta, ni lo ha sido, se ha planteado que refleja unidades culturales y también distribuciones de componentes óseos (Mena y Velásquez, 2006). No únicamente en número, sino también a unidades anatómicas que a su vez reflejan -o más específicamente- permiten inferir conductas humanas relacionadas con el uso de espacio cavernario y la alimentación. Un ejemplo sencillo lo proporcionan Mena y Velásquez (id.): ‘Otra observación es que los huesos más bultosos se encuentran hacia la pared. Todo lo cual permite inferir que efectivamente existe una intención de mantener un espacio libre de escombros, posiblemente como área de fogones reutilizada continuamente, pero en forma muy esporádica. Dicha intención de mantener espacios limpios tiene relación con liberar áreas de los estorbos o basuras, desplazando sectores de descarte preferentemente hacia espacios no utilizados y dejando este sector como área de mantención de fogones o circulación’. El problema surge cuando consideramos que las capas fueron realizadas por criterios naturales, a manera de estratigrafía geológica, por lo cual el número y con ello las unidades anatómicas están condicionadas por factores de conservación, los cuales hay que considerar al momento de comparar los componentes de las capas. 20 Son las mismas sales que advierten Elgueta et al. y que denominan ‘eflorescencias superficiales’. Cabe mencionar que ellos realizaron el trabajo de conservación de los primeros esqueletos recuperados.

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La variación del tamaño del depósito es similar: en la zona hipogea es menor en la capa 4 y en la zona mesogea es menor en capa 5. El cambio entre estas dos capas no es tan abrupto como entre las capas 6 y 5, dándose más bien de forma gradual, sin una interfaz definible. La capa 3 es muy distinta a las que le subyacen. Su tamaño a veces se equipara a todas las capas anteriores juntas. Sin embargo, el cambio desde capa 4 se presenta de manera a veces gradual, principalmente porque es en esta interfaz donde se concentra el piso ocupacional de los esqueletos. En la capa 3 se concentran entonces al menos 8 de los 9 niveles ocupacionales descritos por Bate (1978a), constatándose bastante material cultural y óseo. El color que predomina en la capa 3 es café, variando en muchos tonos y en matices negros, castaños, rojos y amarillos. Las inclusiones de sales son moderadas, menores a los depósitos más antiguos, desapareciendo casi al tocar el techo de esta capa. Otro tipo de inclusiones la conforman rocas de 1 a 20 centímetros, numerosos restos óseos, excrementos, raíces y gruesas camas de pasto. Cortan el perfil galerías de roedores, varios fogones e intrusiones de cenizas volcánicas, limos y sedimentos eólicos. La compacidad (compactación) varía de friable a suelta, según el tipo de inclusión. Grandes bloques y piedras pequeñas caídas del techo y las paredes de la caverna sellan abruptamente la capa 3. La capa 2 es más suelta, pequeña (aproximadamente 10 centímetros), oscura y opaca que todas las que le subyacen. Más que tener gran proporción de inclusiones de piedra se podría decir que esas piedras son más que la mitad de la matriz misma. Tiene muchas partículas de polvo secas y volátiles. Hay insectos, excrementos y huesos de oveja, además de muchos roedores como en capa 1. Esta última se compone de excrementos y huesos de oveja mayoritariamente. Del 7 al 27 de enero del 2005, como trabajo de campo representando al Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, participé en los trabajos de Mena y su equipo, excavando la cuadrícula 1B hasta topar con la calota del individuo 7 (en donde actuaron encargados en antropología física), además de parte de la cuadrícula 7B (lám. 9) (Sade, 2005b). Se liberaron las 2 cuadrículas de la excavación de F. Bate de 1972 cuyos perfiles se derrumbaron al quedar destapada y que el equipo de F. Mena selló con piedras en 1996. De este material destacan un diente de caballo extinto, un punzón de hueso y fragmentos quemados de un molar humano. Luego se prosiguió con la excavación de las cuadrículas 1B paralelamente a la definición de los perfiles derrumbados, para luego excavar 7B y 7C, finalizando con los pocos centímetros de 1A, 2A y 3A. Descripción de la cuadrícula 1B La importancia de la muestra del fondo de la cueva (1B), es que por su ubicación es probablemente el área menos susceptible a disturbios (Sade, 2005c), aunque la cantidad de sedimentación sea menor que en el resto de las áreas y por lo tanto no sea una buena muestra del depósito natural. Sin embargo, la descripción de esta cuadrícula nos permitirá en un futuro comparar la dinámica sedimentaria desde la excavación de las zonas que hoy están sepultadas por el derrumbe que cubre el acceso, bajo el cual debieran conservarse materiales anteriores al 9.000 a.p. En la cuadrícula 1B se encontraron dos de los tres esqueletos excavados el 2005, además de una punta tipo periodo III de Magallanes y un fragmento de lito discoidal tipo periodo I. A continuación haré la descripción general de la excavación de esta cuadrícula. El relato será a la inversa del proceso de excavación, con el objeto de hacer más comprensible la secuencia estratigráfica. Como en las demás cuadrículas, sobre el estrato lacustre o capa 6 se apoyaba directamente la capa 5, en donde destacó la abundancia de huesecillos dérmicos de milodón. Éstos se dispersaban a través de casi toda la secuencia estratigráfica, al menos hasta los niveles superiores de capa 3. Desde la capa 5 aparecieron también fragmentos de huesos largos de guanaco y probablemente de paleolama. El guanaco estaba presente en toda la secuencia estratigráfica, disminuyendo en capa 1, al igual que los numerosos restos de roedor, los que a diferencia de los camélidos aumentaban en capa 1. Los restos óseos del componente inferior tenían la particularidad de aparecer ennegrecidos, manchados en cualquiera de sus partes. Esto es notable, por cuanto la capa en sí era de color anaranjado, ladrillo. Según Mena (2005) se podría deber a la contaminación por manganeso y hierro provenientes de la roca base. Las sales antes mencionadas también nacían en el componente inferior, concentrándose en ella y presentes al menos hasta por debajo de las grandes piedras del derrumbe de capa 2. El cambio de capa 5 a capa 4 no sucedió como en el resto de la caverna, sino que ambas se confundían ya que capa 4 era más pequeña (aproximadamente 12 centímetros) y difusa, probablemente debido a que los sedimentos eólicos se depositaban con mayor intensidad en las 28

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zonas cercanas al exterior de la cueva, en donde hay mayor incidencia eólica. El cambio entre estas capas se daba de manera gradual y no había una diferencia cualitativa en los materiales óseos. Casi al llegar a la cumbre de capa 4 apareció un pequeño estrato de 3 a 8 centímetros de color guinda o vino tinto, muy húmedo, que sin embargo no estaba en el resto de la cueva. Sobre él se apoyaba un pequeño estrato que puede definirse como cumbre de capa 4, en el cual estaban inmersos los individuos #7 y #8. El individuo #7 estaba recubierto completamente de una gruesa capa de pasto (8 centímetros en las partes más grandes), además de estar flexionado y arrinconado en el fondo de la cueva. El mismo entramado vegetal envolvía al individuo #8. El individuo #7 estaba en un avanzado estado de deterioro, incidiendo en ello las sales que, disueltas, al parecer se recristalizaron aflorando a través de los huesos. El caso del individuo #8 por ser más pequeño y frágil era aún más crítico. A la altura del cráneo del individuo #7 se halló una lasca de calcedonia con golpe de buril extraída de un guijarro. La alteración por presión del material que cubría al individuo #7 se minimizó gracias a que fue tapado por bloques de roca de 20-30 centímetros, que sin embargo no cubrían al individuo #8, más deteriorado. Bajo uno de esos bloques y sobre el sedimento que estaba sobre otro había un fragmento de una piedra pulida de contorno del borde circular y lados de los mismos casi rectos, diagnosticada como ‘lito discoidal’ (lám. 8, ab.). Es imposible que este lito haya migrado de forma natural hasta ahí, ya que estaba aprisionado entre dos grandes rocas. Tomando en cuenta los antecedentes que tenemos para el resto de Patagonia, tampoco nos es posible afirmar si es contemporáneo a los entierros, fue recogido del piso por quienes hicieron la estructura funeraria (que tentaría u obligaría aparentemente a asociarlo al periodo I de Fell) o corresponde a ocupaciones posteriores que abrieron el chenque e introdujeron el lito entre las rocas (lo que suena más a ciencia ficción), o las posibilidades imaginables. Desde este primer nivel ocupacional comenzaron a aparecer numerosas microlascas, las cuales pudieron migrar desde niveles superiores ya que estaban presentes en todo el resto de la secuencia estratigráfica cultural, a menos que todas las ocupaciones humanas hayan producido este tipo de desechos21. Entre los agujeros que se formaron entre las rocas que cubrían al individuo #7, es decir en la matriz sedimentaria de capa 3, había huesos de aves acuáticas (Cloephaga), mandíbulas de cánidos y un poco más arriba de los huesos de ave y asociado probablemente a sedimentos volcánicos, algunos fragmentos de puma (Felis concolor). También en capa 3 había cantos rodados oscuros, opacos y a veces ásperos de 6-12 centímetros aproximadamente, algunos muy ovalados o circulares, pero todos redondeados, y otros más irregulares cuya vinculación antrópica es dudosa porque no tienen huellas de uso. Estos guijarros se encuentran en abundancia al exterior de la cueva, pero aproximadamente a 30 metros más abajo del fondo de la caverna. Es difícil que desde ahí hayan llegado hasta capa 3 por alguna fuerza de la naturaleza, sobre todo si se trata de más de 25 guijarros, por lo cual en los dibujos de las matrices se considerarán como de origen antrópico (Cfr. García, 2005). Lo mismo para el caso de otro tipo de guijarros: unas piedras de río que no superan los 2 centímetros, mucho más redondeadas, lisas y de colores vivos o con pequeñas inclusiones de colores cuya depositación por causas naturales es poco probable. Paralelamente a la aparición de estos guijarros había una punta triangular quebrada de basalto de grano fino con retoque laminar. ‘Se trata de una punta de proyectil tallada bifacialmente, de morfología general lanceolada, fracturada bajo el ápice y confeccionada sobre una lasca de basalto de grano fino, con dimensiones de 39 milímetros de largo, 29 milímetros de ancho y 5 milímetros de espesor. Los bordes laterales de esta punta son ligeramente convexos, en ángulo agudo y con un trabajo de retoque que produjo un ligero aserrado. La base de esta pieza, es suavemente convexa y fue adelgazada para su enmangue mediante un retoque extensivo por una cara, mientras por la otra se realizaron algunos retoques ultramarginales, con algún tipo de

21 Mena (2005) calculó hasta unas 1.000 ocupaciones probables, aunque lamentablemente no contamos con la fórmula o método utilizado.

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retocador blando. El sector medial de esta punta, presenta en una de sus caras cicatrices de lascados subparalelos, que llegan en algunos casos hasta el eje central de la misma, mientras la cara contraria muestra retoques irregulares en sectores adyacentes a los bordes.’ (García, 2005) (lám. 10, arr. izq.). Aún en capa 3, se sucedían varias camas de coirón (Festuca) y limos. Dentro de este sustrato y en el mismo nivel de planta apareció un percutor bipolar del mismo tipo de canto rodado mencionado anteriormente y un núcleo de lascas de calcedonia con triple facetado en la plataforma. Casi al llegar al techo de capa 3, dentro de la matriz limosa se conservaban bien bastantes materiales orgánicos. Es el caso de dos trozos de madera de unos 10 centímetros, de cuerpo redondeado, descortezados y con cortes diagonales y paralelos en cada uno de los extremos. Sobre esta capa aparecieron grandes piedras de derrumbe (aprox. 20 centímetros) y sobre ellas otras piedras de derrumbe pero más pequeñas que juntas conforman la capa 2. Luego apareció el estrato de estiércol ovino o capa 1. Para una descripción más precisa de las relaciones estratigráficas dadas entre los elementos generales de la capa 1B, representé las asociaciones (o ‘decisiones de interpretación’ en términos de Roskams, 2003) de estos elementos en cuatro matrices de Harris (Harris, 1991): una para los elementos estratigráficos (lám. 10, arr.), otra para óseos (lám. 10, al medio) y otra para los materiales de origen o probable origen antrópico (lám. 10, ab.) más una matriz de Harris integrada (lám. 11). En esta interpretación se admitirán solo dos tipos de conexiones horizontales: A opuesto B quiere decir que los dos no están conectados de forma segura, pero las circunstancias sugieren que A es probablemente más contemporáneo de B que de cualquier otra unidad o elemento. A B significa que ambas unidades tienen una interpretación similar y son más o menos contemporáneos o muy probablemente contemporáneos. Creo de vital importancia para describir la dinámica de los procesos sedimentarios y la conservación de los elementos óseos el enorme derrubio del cerro que tapó la entrada y que impidió el paso de luz hacia el interior, disminuyendo a la vez el paso de sedimentos eólicos y creando un sistema microbiológico distinto al del exterior. Para Bate (1982), el derrubio más grande debió ocurrir posteriormente a las primeras ocupaciones y sincrónicamente a un ciclo eruptivo, cuya evidencia estaría en un estrato que cubre el tercer piso ocupacional (algún lugar de la no muy discreta capa 3) donde se encuentran abundantes piedrecillas caídas del techo. Este estrato de 15 centímetros de piedras precipitadas y cenizas volcánicas (en menos proporción) que reporta Bate (1978b: 17, 21) parece ser un evento ligeramente posterior a los primeros 3 pisos ocupacionales del sitio, pero distinto a otro derrumbe anterior cuya única evidencia en las cuadrículas del fondo -de donde Bate hace la observación- es la tendencia del patrón del depósito sedimentario. Que por lo que pude observar en la cuadrícula 1B y en los fechados de Mena a través de todas las capas, disminuyó notablemente en capa 3 en comparación a capa 4 y 5, debido a que las piedras ingresadas desde el exterior taparon parcialmente el ingreso de arrastre eólico. De esa manera las piedras del derrumbe no habrían llegado en primera instancia hasta el fondo de la cueva. Sin embargo, en la interfaz de las capas 3 y 4 de las cuadrículas de la zona mesogea hay piedras altamente meteorizadas que parecen haber ingresado desde la entrada y que sugieren que este evento sea anterior al tercer nivel ocupacional, específicamente posterior al primer nivel ocupacional22 y anterior al segundo. Tenemos entonces que la sedimentación eólica existente en la o las primeras ocupaciones se interrumpió de forma abrupta (cumbre capa 4), debido al estancamiento del flujo de aire que provocó un derrumbe, factor que incidió directamente en un descenso en la humedad y por ende en la disminución de microorganismos (hongos y bacterias) y troglófilos (animales que suelen utilizar cuevas ocasionalmente) que destruyeran el depósito por completo23, estabilizándose así la curva de deterioro y desencadenando un equilibrio termodinámico y metaestable entre los restos orgánicos y los sedimentos, lo cual podría explicar el que se hayan conservado bastantes restos óseos en comparación al resto de capa 4 y subyacentes.

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Me refiero al primer nivel ocupacional ‘seguro’, contemporáneo a los esqueletos. Así y todo la mayor causa de fragmentación ósea es el pisoteo de animales (Velásquez, 2005). 30

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Otro factor que incidió en el descenso de la vida vegetal y microorgánica biodegradante fue el hecho de que el derrumbe restringió la entrada de luz a toda la cueva permitiendo únicamente un paso débil a la zona epigea, ocasionalmente en momentos de gran luminosidad (algunos días de verano)24. En cuanto a los restos óseos humanos de la cuadrícula 1B, una causa importante en su conservación fue que la alteración por presión de los sedimentos que cubrían al individuo #7 se minimizó debido a que el cuerpo fue tapado por bloques de roca de 20-30 centímetros (‘el primer chenque’) que sin embargo no cubrían al individuo #8, cuyo estado de deterioro era bastante mayor25. Estas piedras, aunque no estaban modificadas, eran claramente identificables como antrópicas ya que, mientras se excavaba, entre ellas se producían bolsas de aire en el depósito sedimentario que se proyectaban hasta el esqueleto, lo cual ocurrió a causa de que, cuando se depositaron, en las zonas de contacto entre las piedras disminuyó el paso de sedimentos desde el exterior quedando un vacío entre el núcleo o centro de la estructura funeraria y las caras internas de los bloques líticos26. Al contrario, cuando se trata de derrumbes, como el de la capa 2, sí se producen oquedades en el momento mismo de la depositación, solo que mucho más pequeñas y sin una tendencia a un centro, que se van rellenando completa y lentamente de sedimentos, acomodándose por su propio peso y forma27, sin dejar más rastro en el depósito que rocas de múltiples tamaños, dispersas, y dispuestas con una tendencia a la horizontalidad. Ahora bien, como ya lo mencionamos, no todos los factores se conjugaron en pro de la extraordinaria conservación de los materiales óseos en la Cueva Baño Nuevo. A través de toda la secuencia estratigráfica, excepto capas 1 y 6, las mencionadas sales incidieron en la dinámica del depósito como un poderoso agente de deterioro. Se encontraban cerca o dentro del material óseo, entre las grietas de las rocas y sueltas, dispersándose con una mayor concentración desde capa 5 y disminuyendo gradualmente hasta desaparecer entre las rocas del derrumbe de capa 2. La mayor presencia de ellas en los niveles inferiores quizás se deba a una mayor filtración de agua a través de las paredes, por capilaridad desde la capa paleolacustre y por medio de las rocas derrumbadas. El agua sería el remanente de los momentos en que la cueva era activa (fluía agua mientras existía el antiguo lago), coincidiendo así los niveles de humedad de cada capa con la cantidad de sales (mientras más antigua la capa, mayor filtración de agua). De esta manera, las sales disueltas se habrían recristalizado aflorando a través de los huesos, destruyendo parte o la totalidad de algunos de ellos. Sector Punta del Monte

‘Después de pernoctar en la casa del Coihaique Alto, en la mañana del 8 de junio partimos con Mr. McDonald y Mr. Monroe hacia la estancia de Ñirehuau, el camino asciende progresivamente y se dirige hacia el NE., pasa junto a una casa de piedra (caverna) donde entramos a caballo y llega a menos de 300 m del límite internacional, que va por una cuchilla de cerros escarpados…’ (Pomar, 1923:112) Punta del Monte 1, 2 y 3 El sector de Punta del Monte se emplaza en plena estepa patagónica aysenina y se compone de a lo menos tres sitios muy cercanos entre sí: un par de cuevas, un campamento y un taller lítico (láms. 12 y 13).

24 Según Bate (com. pers.) el tamaño de la entrada anterior a las primeras excavaciones era no más grande de 80-100 centímetros. 25 Sin dejar de tomar en cuenta que un recién nacido se degrada más rápidamente que un adulto. 26 Este dato es importante también por cuanto la combinación ‘esqueleto-espacio de aire-estructura de piedra’ conforma una irregularidad en el terreno, identificable bajo los métodos de prospección geofísica de resistividad de imagen o tomografía eléctrica, que permiten obtener una combinación de calicateo y medir la variación de la resistividad de forma lateral y en profundidad. Si esta práctica funeraria en cuevas existe desde el 9 mil a.p. es posible plantear a futuro una prospección con este método a nivel macrorregional, o al menos en sitios asociables a estas fechas como por ejemplo la cueva del río Pedregoso o quizás la cueva del Carnero. 27 En este proceso influyó en gran medida el pisoteo de los animales que se refugiaban a diario.

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Las cuevas de Punta del Monte son contiguas y tienen algunas pinturas rupestres. Se ubican al noroeste de una gran masa de basalto erosionada fluvialmente por el río/arroyo Casa de Piedra, colindante al sitio. La más grande tiene 50 metros de largo y 9 metros de ancho con una altura máxima de 3.5 metros a 706 msnm. Ambas cuevas son exógenas, pero solo la mayor es activa (lám. 14, arr.). Fue descubierta a la ciencia por Bate (1970), quien describió parte de las pinturas rupestres. Muchas de ellas ya no existen y probablemente en solo unos años no quede ninguna. Bate (1970a) publicó la descripción de materiales líticos de las inmediaciones de la cueva, sitio conocido como Campamento de Punta del Monte, PM 1 o RaiCo 1, en donde menciona la existencia de un taller lítico localizado a 1 km denominado RaiCo 2 o PM 2 y que aquí se tratará como Taller de Punta del Monte. De acuerdo a dos visitas, una en diciembre de 2003 y otra a principios de agosto de 2005, presento algunos otros resultados, correspondientes a las pinturas rupestres (Sade, 2003, Sade, 2006d). Desde el descubrimiento de Bate hasta hoy, las pinturas han desaparecido casi totalmente, a pesar de que el dueño del predio en el que se emplazan las pinturas construyó un cerco de rejas de gallinero para su protección, ya que entre las causas de deterioro se distingue con claridad la intervención antrópica moderna. Las cuevas se muestran como un excelente refugio para cazadores recolectores, sobre todo en invierno, ya que debido a la abrupta pendiente que está encima de la oquedad es de los pocos lugares exentos de nieve, pues como constatamos y en palabras de Pomar (1923) la nieve ‘… cubre los alambrados…’. Las filtraciones de agua a través del techo en verano son de 1,67 mll/ seg. Mientras que en invierno son prácticamente nulas. Actualmente en las paredes predominan las improntas de manos y aves y diseños abstractos, aunque también hay guanacos en rojo bastante deteriorados, de los del tipo de Península Levicán y Alero de la Piedra Enclavada, a bastantes metros desde el piso. Estas últimas las advertimos recientemente, y no diagnosticamos si tenían la misma pátina proglaciar característica de los sitios anteriores. Entre las improntas de manos las hay negativas en blanco, que se superponen a los negativos rojos, que a su vez parecen ser contemporáneos de algunas de las figuras abstractas. En el gráfico #8 podemos ver que las medidas de improntas de manos coinciden bastante. De acuerdo a estos datos y con base en la metodología descrita anteriormente suponemos que al menos hubo seis individuos involucrados, uno de ellos un niño pequeño y otro que pintó en blanco. Las otras improntas son positivos de pisadas de ave (lám. 14, d). En los diseños abstractos encontramos figuras geométricas angulares en rojo (lám. 14 a, c y d), en zigzag (láms. 14 a y 15 izq.), con forma de ‘gancho con cresta’ (láms. 14 b y 15 der.), de puntos y otras realizadas con yemas de dedos (lám. 14 e y f). Los abstractos de puntos que se conservan siguen los bordes de las oquedades y parecen estar en todo el exterior de la cueva, mientras las improntas de yemas de dedos forman secuencias continuas y discretas de no más de 40 centímetros. Por otro lado, el campamento Punta del Monte tenía una extensión de unos 100 x 150 metros, en los cuales Bate (1970a) encontró una gran cantidad de artefactos líticos, con una heterogeneidad morfológica y de materias primas28 que hizo suponer la presencia de una ‘superposición de industrias’, las cuales agrupó en dos conjuntos. El primero y más temprano se caracteriza por ser de tecnología laminar con ligeros retoques dorsales en los bordes. Con artefactos bifaciales gruesos, así como grandes raspadores de retoques profundos y toscos, todos ellos hechos sobre basaltos que desarrollaron una gruesa pátina gris claro (láms. 12 y 13). A este componente corresponderían también los materiales del Taller de Punta del Monte y una punta igual a la encontrada en Baño Nuevo 1 en la segunda temporada de excavación (presentada por Mena y Lucero, 1996). El segundo y más tardío se compone de una gran variedad de sílices con piezas mucho más pequeñas y de retoques suaves y delicados. Materiales aislados asociados Cuchillo 1) Un cuchillo bifacial similar, casi idéntico al reportado por Bate (1970a) para el campamento de Punta del Monte (lám. 12 izq.), se encuentra en una colección particular en Coyhaique (lám. 16,

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Además de sílices y basalto había obsidiana negra. Bate menciona además el conocimiento de la recolección de 7 boleadoras por parte de un puestero, una de las cuales era esférica con surco ecuatorial. 32

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arr.). Está facturado sobre una gruesa lasca de sílex café con inclusiones de sílex negro. El parecido con la anterior reside en que ambas tienen los bordes laterales convexos casi rectos e inclusive la misma muesca en la parte media de uno de sus márgenes. Ambos tienen un borde más recto, el cual a la vez es menos largo que el otro y ninguno presenta la punta muy pronunciada debido a unos cuantos retoques que la truncan. La base en ambas piezas es convexa asimétrica y divergente. Sector Coyhaique Bajo Paradójicamente, es de los lugares menos conocidos de Aysén Continental desde el punto de vista arqueológico. Según Pomar (1923:110), al lado del Monte Coyhaique, de acuerdo a informaciones del poblador J.A. Carrasco, había un cementerio indígena. Fuimos a buscarlo y no tuvimos la suerte de dar con él. La mayor parte de los alrededores está reforestada con pino ponderosa, por lo cual la visibilidad es limitada y las probabilidades de preservación escasas. Mena (2000) mencionó la existencia de ‘…boleadoras halladas en bajada a Piedra del Indio en poder de Mario Miranda, cuchillo hallado en calle Simpson (quinta Nº 49) en poder de F. Pincheira, punta en sector Arenal en poder de M. Barrientos, lascas en sector restaurant Rancho Grande (cruce Ensenada Valle Simpson)…’, y también haber realizado excavaciones cerca de Coyhaique, aunque no hay descripciones, ni de las excavaciones ni de los materiales de colección. Hallamos algunos materiales líticos cerca del río Coyhaique y un sitio con pinturas rupestres en el sector el Salto que describiremos a continuación.

Molienda Nº reg. RayCoCoCB-md Piedra para moler quebrada (lám. 17 ab), que originalmente pudo tener forma elíptica. Fue hallada casualmente por lugareños en la ribera Sur del río Coyhaique, segunda terraza natural, entre la empresa maderera HOL y chacra Carril, espacio que fue arado para la construcción de un cementerio municipal. Fue elaborada sobre una roca sedimentaria gris-anaranjada de mala fractura pero muy apta para el desgaste por fricción. Se puede inferir que mediante el completo descortezamiento de la base mediante percusión indirecta y por el rebaje de sus bordes por percusión directa, lograron una forma elipsoidal. Luego la cara funcional fue pulida por la fricción del uso y quebrada durante o posteriormente a su abandono. La acción de la maquinaria pesada le causó daños severos. La cara funcional presenta dieciséis profundas incisiones mientras que la base otras cuatro.

Piedra con pintura (lám. 16, ab. izq.) Nº reg. RayCoCoCB-02 1- Piedra laja verde, redondeada y cóncava, con pátina. Tiene en la cara convexa una mancha de pintura roja.

Fragmento pulido Nº reg. RayCoCoCB-03 De ambas caras planas, piqueteadas y pulidas, sobre laja verde sin pátina. Tiene un borde trabajado en forma de bisel con las aristas redondeadas.

Raedera Nº reg. Ray CoCoCB-04 1- Lasca concoidal de riolita. El borde izquierdo está retocado continuamente también de forma concoidal y por percusión. El distal (orientado funcionalmente) y el derecho tienen algunos retoques abruptos a los cuales se les eliminó el filo por retoque rasante.

Tajadores (lám. 51) Aunque bajo el estricto criterio macroscópico, estos dos instrumentos pueden también considerarse como núcleos, pues ambos se prestan todavía para la extracción de astillas, en principio, de forma unilateral divergente. La irregularidad morfológica y de la sistemática de las extracciones y los numerosos negativos de lascas secundarias (que no pasan de ser negativos de microlascas), asociado al hecho de presentar un amplio borde de lascado que aquí interpretamos como filo, sumado a la dureza de las materias primas, son los criterios que nos llevan a pensar en que estos instrumentos fueron destinados a la función de corte por percusión más que el de ser matrices de lascado. 33

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1- Chopping tool Nº reg. Ray CoCoCB-05 De basalto negro de grano fino, aparentemente sin problemas de clivaje. ∫ del borde funcional parejo y el resto sinuoso, con aparentes microlascados por uso. El lado izquierdo tiene tres extracciones primarias que nacen desde el principal plano de lascado (filo), una contractiva y dos concoidales, a la que se superpone desde un plano opuesto un retoque secundario, en donde el primero está formado por una amplia extracción concoidal y el segundo por tres concoidales continuas y regulares. En el lado derecho el retoque es secundario: los primeros formados por dos concoidales irregulares discontinuas, y el segundo por una amplia y gruesa concoidal. 2- Chopper Nº reg. Ray CoCoCB-05 De sílex, sin problemas de clivaje. El borde es sinuoso regular, con aparentes microlascados por uso. El lado izquierdo, que es el retocado, tiene cuatro extracciones primarias, sin sistemática especial. El Salto 1 (lám. 50) Se trata de una barda con lo que parece ser un negativo de improntas de manos en color rojo, más algunas manchas deslavadas cubiertas de sales -probablemente no carbonatadas por analogía con las de Cueva Baño Nuevo-, que podrían hacer cambiar la noción de éstas por la de alguna otra figura. Además hay un motivo que aparenta ser un positivo, pero cuyas relaciones métricas son un tanto desproporcionadas con respecto a una mano real, por lo que nos inclinamos a considerarlo como un diseño. Éste guarda similitud con la figura del sitio Lago Verde 2, ya que también desde su extremo inferior se desprende una línea en zigzag. Escasos metros hacia el Este de la barda, y al nivel del piso actual, encontramos evidencia de lo que pudo ser un paleoalero, hoy asolvado (asolvatado) o casi completamente sedimentado con algunas otras manchas de pintura. Lago Cástor Lago Cástor 1 El sitio Lago Cástor 1 se encuentra en el extremo oriental de esta masa de agua. Es uno de los sitios trabajados por Bate que nunca se han publicado del cual adjunto la transcripción reclasificada de la original que hice de uno de sus textos manuscritos29. El conjunto es un tanto extraño. En la hoja de gráficos #3 se puede ver que en este sitio hay únicamente raspadores (14) y cepillos (5), además de un par de puntas que sugieren que aquí se realizaron actividades discretas por parte de los cazadores (preparación de astiles, cueros, etcétera). Los desechos de talla, que alcanzan un centenar, se conforman predominantemente de esquirlas grandes 11 ã 25 milímetros, seguidas por algunas lascas chicas 26 ã 50 milímetros. En menor medida también hay algunas láminas, aunque no extraídas de una técnica de hojas propiamente tal. Las puntas son de factura atípica y no las hemos podido relacionar con absoluta certeza con alguno de los periodos poblaciones reconocidos, aunque lo más probable es que sea del 3ero, una más de las variantes ‘tipo IV de Fell’ (lám. 16, ab. der.). Instrumentos y artefactos Puntas 1) Punta bifacial pedunculada. De limbo en triángulo isósceles, ligeramente redondeado que abarca un poco más de la mitad de la pieza. Sección biconvexa y dos aristas ligeramente cóncavas. El astillamiento parece ser por presión y laminar además de primario y continuo. La inclinación de

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Recientemente relocalizamos el sitio, identificando nuevos y numerosos materiales que pronto saldrán a la luz. Un tanto preocupante es una plantación extensiva de pino ponderosa que amenaza con sepultar las evidencias arqueológicas, tal como sucedió en la cuenca del río Coyhaique. Dentro de las novedades que podemos agregar desde la observación de los nuevos materiales, y que no dejan de enredar un conjunto que ya habíamos catalogado de ‘extraño’, es un predominio de materiales típicos del Casapedrense, presencia de obsidiana, junto a otros materiales como un raspador sobre vidrio de botella verde. Indudablemente estamos ante una mezcla de tecnologías que esperamos definir conforme avancen las investigaciones. 34

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estos astillamientos es oblicua al eje tecnológico y la dirección es hacia el proximal en la hoja y hacia el distal en el pedúnculo. El pedúnculo tiene bordes rectos ligeramente divergentes y es la mitad del largo de la pieza. El pedúnculo es largo ancho y grueso, y se caracteriza por tener en la parte de la base una larga cicatriz laminar que abarca casi todo el largo del pedúnculo y un tercio del ancho del mismo. Tiene una pequeña aleta con ángulo de 67,5° . 47 21 8 Largo pedúnculo 23 Ancho pedúnculo 15 2) Punta con el extremo distal quebrado. Tiene las mismas características que la punta ya descrita. 19 17 7 Raspadores 1) En lasca, borde distal convexo retocado marginalmente, base triangular, conserva talón. 30 19 5 2) En lasca, tiene el extremo distal quebrado y convexo retocado marginalmente. Los laterales también están retocados y son rectos y divergentes. Sección triangular baja. 3) En gruesa lasca alargada cuyo talón ha sido modificado deformando a la vez el borde izquierdo, el cual es convexo y está retocado marginalmente. El margen derecho presenta astillamiento por uso. Sección triangular alta. 4) Lasca ancha, completa, el talón está retocado marginalemnte y el borde distal es recto natural. Los dos bordes laterales son convexos y tienen astillamiento intencional en el margen. 9 15 5 5) Lasca casi cuadrada, con excepción de un borde irregular. Tiene los otros tres bordes rectos retocados marginalmente. 17 15 4 6) Fragmento de lasca alargada, con los extremos quebrados y los bordes retocados en el margen, sección trapecio. 12 10 4 7) En lasca, con un borde convexo retocado en el margen. Cuatro fragmentos. 30 4 5 20 12 4 8) En lasca, con un borde recto astillado marginalmente. Dos fragmentos. 25 23 6 18 17 5 9) En lámina, con un borde ligeramente cóncavo retocado marginalmente. Un fragmento. 21 20 7 10) Lámina con bordes laterales ligeramente convexos con retoques marginales bilaterales alternos. Sección romboidal baja. 51 24 7 Cepillos 1) Sobre lasca alargada, de bordes laterales y basales aproximadamente rectos y astillados. Borde distal natural y sección en forma de medialuna partida hacia abajo. 53 36 18 2) Lasca de astillamiento bifacial, secundario en parte de un borde. Contorno semicircular y con un borde recto que se produjo por quebradura. 3) En lasca alargada, de eje longitudinal oblicuo hacia el lado derecho. Bordes laterales ligeramente convexos convergentes, con astillado especial hacia el extremo distal, conserva el talón, sección triangular baja. Ángulos de los bordes agudos. 57 36 10 4) De lascas, con un borde recto astillado. El ángulo del borde es agudo. Dos fragmentos. 34 20 8 25 23 6 Cuchillo 1- Con microastillamiento por uso. Seis piezas, de las cuales cinco son lascas y una es lámina quebrada. 51 34 9 17 10 4 Desechos de talla 1) Esquirlas â 10 mm: 5 2) Esquirlas 10 ã 25 mm: 67 3) Lascas 26 ã 50 mm: 25 4) Láminas 26 ã 50 mm: 3 35

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Lago Pollux Los únicos rastros de presencia humana antigua en esta zona proceden de un alero con algunos negativos de mano, al menos una de niño y una más grande, en rojo oscuro. Fueron descubiertas a fines del 2005 por Mauricio Osorio y dado lo reciente del hallazgo aún no se llevan trabajos guiados por hipótesis concretas. Lago Elizalde Por el tipo de vegetación, ante la evidencia de un sitio como Alero El Toro, resulta menos sorprendente el hallazgo de dos sitios en el sureste del lago Elizalde, con la excepción de que se trata de sitios con pinturas rupestres. Lago Elizalde 1 y 2 eran conocidos por algunos pobladores y fueron informados por Mauricio Osorio y Ricardo Orellana (2005); en ellos se están llevando algunos trabajos, aún sin intervención. Lago Elizalde 1 es un alero expuesto al viento de unos 10 metros de extensión, que tiene ocho positivos de manos en rojo, de las cuales ninguna se sobrepone a otra. Lago Elizalde 2 es una barda de unos 50 metros de extensión que está protegida del viento y que tiene dos negativos de mano en rojo. Río Huemules Es en el río Huemules donde se han encontrado pistas de poblamiento temprano en Aysén (Sade, 2006b): se trata de dos preformas de punta tipo ‘cola de pescado’ y un lito discoidal de basalto. Éste y una punta fueron publicadas por Bate (1978b, 1982), de la cual aquí presentamos la descripción macroscópica más una fotografía ya que se había publicado el dibujo. La otra punta llegó a manos de un particular de Coyhaique a fines del año pasado desde villa El Blanco, por donde pasa el río Huemules. También hay en esta zona evidencias de poblaciones más tardías, que describimos después de los materiales tempranos. Puntas Preformas 1- Punta tipo cola de pescado (lám. 17, der.), con la hoja de bordes asimétricos convexos y convergentes en un ápice inclinado hacia el lado derecho. Con pedúnculo de bordes laterales recto divergentes y basal convexo. Los laterales del pedúnculo son la prolongación de los bordes laterales de la pieza -cuyos hombros son apenas pronunciados-, por lo cual su descripción se incluirá en la de los márgenes de la hoja. En general, el retoque es invadiente en ambas caras, secundario, en donde los primeros rebajan la sección y los segundos únicamente dan el acabado a los bordes. La inclinación de los retoques con respecto al eje funcional es siempre oblicua en el distal inclinándose hacia el proximal, perpendicular en el medial y oblicua en el proximal con inclinación hacia el distal. Se elaboró sobre basalto negro azabache, de grano fino, con problemas de clivaje laminares y con pequeñas inclusiones de cuarzo que no superan 1,3 milímetros. La cara ventral no tiene un positivo de lascado como ocurre en la mayoría de las piezas no faciales del vientre. En la mitad inferior del medial del margen izquierdo (limitado en la parte superior por una inclusión de cuarzo de 1,3 milímetros) y en todo el pedúnculo tiene un negativo aberrante, probablemente producido al momento de la extracción de la lasca que dio origen a la punta. El pronunciado ángulo de la arista que define este ‘negativo de lascado del vientre’ se prolonga hasta el extremo distal en el margen derecho, definiendo la longitud de los retoques en toda esta cara. Los retoques son secundarios. Los primeros son siete en el margen derecho y cinco en el izquierdo. Los del margen izquierdo son concoidales, profundos y continuos. Algunos del otro margen son concoidales y tres de ellos, los más grandes, son laminares en escama e invaden hacia el otro margen en el medial. Los retoques secundarios corresponden a pequeños microastillamientos para conseguir el contorno convexo, ya que la mayoría se distribuyen alrededor del hombro, tres de ellos están en el margen izquierdo y ocho en el derecho. La cara dorsal tiene tres negativos de lascado, verticales y paralelos al eje funcional, aunque ligeramente oblicuos y convergentes. Uno de ellos se dispersa desde el límite superior de la parte medial hasta la arista derecha del pedúnculo, llegando a tener 5,8 milímetros de ancho en el medial y 1 milímetro de ancho en el proximal. Otro se encuentra en el medial del margen derecho y llega a tener 13 milímetros de ancho. El tercero se encuentra en el proximal, es concoidal y perpendicular al eje tecnológico. El margen derecho tiene microastillamiento secundario. El primero es uno que nace en el ápice de la pieza y abarca todo el distal de este margen. Es profundo, concoidal, ancho, opuesto 36

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y paralelo al eje tecnológico, ligeramente oblicuo, inclinado hacia el proximal. La arista distal de este negativo de lascado es muy pronunciada, casi en charnela. Los segundos son nueve, todos marginales, discontinuos, realizados para darle el acabado a la hoja. En el otro margen el astillamiento es secundario, profundo y concoidal. Los primeros son cortos, muy anchos, profundos y ligeramente charneleados. En total son cuatro, continuos y un poco más largos en el proximal, formando así parte de la convexidad del pedúnculo. Los segundos son siete, de las mismas características de los anteriores, solo que discontinuos ya que son los que terminan de dar forma a los márgenes. El pedúnculo se generó por un profundo retoque concoidal desde la base hacia ambas caras. 51 23 8,5 18 13,5 2- Al igual que en la pieza anterior, no se puede saber si derivó de lasca o lámina, aunque seguramente la que fuera era espesa, a juzgar por el ángulo abrupto de los retoques primarios (lám. 17, arr. izq.). Fue elaborada sobre basalto negro azabache de grano fino con inclusiones de cuarzo que no superan 1 milímetro. El retoque es monofacial y de los márgenes opuestos, con un ligero microastillamiento en los bordes. Tiene con respecto al eje tecnológico la misma inclinación de los retoques que la anterior. En la cara dorsal, el margen derecho tiene cuatro profundos y delicados retoques primarios ligeramente expansivos en el medial, y uno secundario de las mismas características al que se le superponen dos pequeños retoques toscos y concoidales hacia el distal, mientras que el margen izquierdo tiene hacia el ápice un retoque tosco perpendicular al borde y hacia abajo tres retoques primarios expansivos y otros dos sobrepuestos que originan una escotadura y a la vez un pedúnculo. Al igual que en la pieza anterior, tiene un astillamiento concoidal hacia el vientre y otro del mismo tipo hacia el dorso en el pedúnculo. La cara ventral en el margen izquierdo tiene en el proximal dos pequeños astillamientos quizás producidos al momento de la fractura de la aleta. Hacia el medial hay dos retoques concoidales superpuestos que hacen la otra parte de la escotadura, más otros tres retoques expansivos que agudizan el borde en el distal. El margen derecho de esta cara presenta en el distal dos retoques burdos mientras en el medial otro retoque levemente expansivo sobre un ligero abultamiento que define la sección más gruesa de la punta, y en donde hay una burbuja de cuarzo de 1 milímetro que probablemente fue la causa de que se detuviera el proceso de talla. 59 29 8 16 15 Dentro de las evidencias de poblaciones más tardías, encontramos: Puntas 1- Pedúnculo ancho, de hoja de bordes rectos convergentes o rectos ligeramente convexos y simétricos, quebrada en el distal. El pedúnculo tiene bordes rectos y escotadura basal muy pronunciada, producto de un astillamiento contractivo profundo que abarca todo el ancho del pedúnculo. Tiene también un par de pequeñas aletas de ángulo recto (lám. 18, arr. der.). El astillamiento es secundario. Los primeros son invadientes, mixtos, discontinuos, irregulares y delicados, mientras que los segundos son marginales, delicados, mixtos y discontinuos en la hoja pero continuos en el pedúnculo. Punta 1- Una pieza similar a la anterior es un pedúnculo ancho y aleta derecha de punta de obsidiana cuya única referencia es proceder de algún lugar de Aysén (lám. 18, ab.), perteneciente a una colección particular (Sade, 2006d). Tiene quebrada casi toda la hoja y la parte izquierda del pedúnculo. De astillamiento bifacial secundario. Los primeros son invadientes mixtos y los segundos mixtos marginales continuos y delicados. El pedúnculo es de base cóncava producto de un astillamiento concoidal profundo y otro contractivo profundo, que atraviesa todo el largo y ∫ del ancho del pedúnculo en una cara y ∫ del largo y la mitad del ancho en la otra. Los márgenes laterales son rectos ligeramente convexos y simétricos, rematados (según se infiere del lado izquierdo) en una pequeña aleta de ángulo recto. Cuchillo 1- De punta aguzada, margen izquierdo recto ligeramente convexo con retoque secundario en donde el primero es laminar continuo y el segundo marginal discontinuo. El lado derecho es convexo y los retoques, primarios, invaden menos que los anteriores y son predominantemente de lascas. Fue hallada por Juan Moldenhower (¿Moldenauer?) en los alrededores del río Huemules y posteriormente dibujada por Bate (lám. 18, arr. izq.). 37

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PROVINCIA DEL GENERAL CARRERA Comuna de Río Ibáñez Río Ibáñez Placa grabada 1) Se trata de un fragmento de placa grabada encontrada en el valle del río Ibáñez por Bate (1970b: 19), de la cual se había hecho mención pero no se había publicado una fotografía. Fue encontrada ‘… en un paradero frente a la desembocadura del Ibáñez.’ (id.). Según una orientación arbitraria (lám. 19, ab.), se compone de siete niveles, separaciones o franjas horizontales delimitadas por incisiones más profundas que las incisiones realizadas dentro de cada uno de estos niveles. Tiene además una incisión vertical que abarca más de la mitad del largo de la pieza. Por lo general las líneas son rectas, aunque también hay líneas en zigzag, que a la vez son más incisas y no se limitan a un nivel. De abajo hacia arriba, el primer nivel tiene líneas verticales aproximadamente rectas y paralelas. El segundo tiene en la mitad izquierda surcos como los anteriores y en la mitad derecha incisiones oblicuas. El tercero es un reticulado fino oblicuo de líneas paralelas y el cuarto un reticulado grueso de líneas menos paralelas. El quinto es como el tercero, y el sexto y séptimo como el cuarto. Cementerio de Chenques El cementerio de chenques de Puerto Ibáñez posee el mayor número de estructuras funerarias registradas para los cazadores de la Región de Aysén. Hasta el momento Reyes (2001, 2002) ha excavado, descrito y fechado a cuatro individuos procedentes de los chenques 1, 7 y 12. Como característica general, en estos chenques no hay cambios notables en la vegetación, como sucede en otros lugares como por ejemplo Mallín Grande, en donde algunas estructuras funerarias son colonizadas por helechos. Los chenques del cementerio de Puerto Ibáñez presentan la misma vegetación circundante (estepa patagónica aysenina), que crece sobre las cenizas arrojadas por el volcán Hudson en 1991. Se encuentra justo debajo de una gran ladera desde donde se pueden extraer las mismas piedras que conforman las estructuras funerarias. El individuo 1 corresponde a una mujer de 20-30 años fechada directamente AMS en 570 ± 40 a.p. El individuo 2, varón de 25-35 años, fue fechado por carbón en 370 ± 40 a.p. y los otros dos eran infantes de 6 y 4 años fechados en 360 ± 40 y 420 ± 110 a.p. respectivamente (Reyes, ob. cit.). El individuo masculino tenía asociados fragmentos de pequeños pigmentos ocres. Los infantes, en tanto, tenían cerca una lasca con manchas de ocre. Todos los individuos se asociaron a material lítico relacionado con labores de molienda y/o curtiembre (molinos y mano/sobador) (Reyes, 2002: 96). A fines del 2005 realicé una visita al lugar para ver si después de las excavaciones de Reyes el sitio había sido objeto de saqueo, lo cual afortunadamente no sucedió. Solamente había unas piedras removidas del chenque Nº 2 (lám. 26, arr. izq.), el cual fue vuelto a tapar por anastilosis. Lo único que había al descubierto era pintura rosada (lam. 26, arr. al medio) y un pequeño lito que bien podría servir de raedera (lám. 26, arr. der.). Este instrumento, aunque no tiene que ver con la actividad de molienda, es uno de los necesarios en los procesos previos a la curtiembre y se describe a continuación. Raedera 1) Derivado de núcleo. Lasca sobre basalto de grano grueso extraída mediante un fuerte golpe con percutor duro a juzgar por la amplitud del talón y porque se trata de una materia prima de fractura difícil de controlar. Tiene al interior del margen derecho de la cara dorsal un negativo de lascado laminar profundo paralelo al eje tecnológico y en el izquierdo otros cuatro menos profundos, concoidales y perpendiculares. En este mismo margen y solo en él hay varios retoques discontinuos toscos, profundos y concoidales. Es posible que esta pieza haya sido hecha ante una eventual carencia de buenas materias primas o simplemente porque la actividad que necesitaba realizarse implicaba la aplicación de mucha fuerza, por lo cual este basalto sería la mejor de las opciones. Si esto fuese así, los que se describen como retoques serían entonces huellas de uso producto de un fuerte roce entre el instrumento y el objeto de trabajo. Desde este ángulo se trataría de una raedera de uso lateral, en el que el talón es a la vez donde se apoya el dedo índice y el negativo de lascado perpendicular al eje tecnológico, el lugar donde se apoyaba el dedo pulgar. 38

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Alero Morales El alero Morales está al noreste de la desembocadura de laguna Morales. Presenta algunos restos de pinturas sin distinguirse figuras. Para poder llegar a él hay que subir una pendiente más o menos abrupta, por la cual hay constante tráfico vacuno. Gracias a esto quedaron al descubierto dos materiales que delatan la presencia de cazadores en el lugar. Molino o molienda 1) Se trata de una molienda expeditiva, aprovechada del estado natural, monocóncava. Con un lado desgastado por fricción por uso y otro menos pulido que no estaba expuesto a la superficie pero en el que se conserva bastante pintura roja (lám. 26, segunda fila izq.). Núcleo 1) También, a casi un metro de esta molienda, había un núcleo de lascas unidireccional concéntrico, cónico, de plataforma simple, agotado y de facetas sin orden especial, sobre una calcedonia de mala fractura (lám. 26, der.). RI 18 Alero de 17 metros de alto por 8 metros de largo en el que aún se conservan improntas negativas en rojo de tres manos grandes, dos medianas y tres dedos, además de unas de niñ@s, en positivo en blanco y en rojo de 5 centímetros de altura. La pintura se distingue por ser muy espesa del tipo betún, por lo cual están muy ‘descascaradas’. En todo caso se trata de las pinturas rupestres más groseramente alteradas hasta el momento en Aysén (Ríos, 2005). Sobre las pinturas antiguas hay manchas de pintura amarilla de la que se usó en la carretera que pasa a pocos metros hacia el Este, alquitrán y la firma de los ‘artistas’. Este sitio fue excavado por Berqvist et al. (1983) junto a la pared del alero, hasta una profundidad de 120 centímetros. Fueron definidos cinco estratos, de los cuales tres presentaron restos culturales. Se trabajaron cuatro cuadrículas de 1 m˝ cada una. En la #1 se definieron los estratos, mientras que en las otras tres no, ya que éstos estaban revueltos por la presencia de una estructura funeraria tipo chenque. Así: Estrato 3, inferior Lito discoidal con pigmento rojo. Estrato 2, medio La estructura funeraria fue realizada de piedras lajas, similar a la que observamos en Mallín Grande.

‘Dichas piedras habían sido arrancadas de la pared del alero, presentando, la mayoría de ellas, restos de pinturas, en especial las ubicadas sobre la parte ventral del individuo, que presentaba dos manos impresas y una evidente intencionalidad en su colocación. Sobre la parte superior del individuo y bajo las piedras superiores del túmulo, se encontró abundantes cenizas a manera de pira funeraria, pero sin comprometer los restos óseos, los que no presentaban señales de cremación.’ (Berqvist et al., 1983) También había una punta triangular, pero no como las del periodo III de Cueva Fell, Baño Nuevo 1 y Punta del Monte 3, sino como las de Rai Co 10 y Cerro del Indio (Ericksen y Niemeyer, 1966). Según Mena y Ocampo (1991: 41), RI 18 y 36 serían dos sitios distintos, el primero la barda con pinturas rupestres y el segundo un sitio abierto. Probablemente correspondan a los tres chenques registrados por Reyes (2001), al otro lado del camino, en donde además se fechó directamente el entierro trabajado por Berqvist en 410 ± 10 a.p. Estrato 1, superior Un punzón y una punta de flecha (periodo V de Magallanes). Pinturas, materiales líticos y óseos. Paredón de las manos o RI 1 El Paredón de las Manos o RI 1 es el sitio arqueológico más conocido y explotado en Aysén desde el punto de vista turístico. Se trata de un gran paredón rocoso con más de un centenar de improntas de manos, la mayoría negativos izquierdos en rojo. En los últimos años el sitio se ha intentado proteger, equipándolo a la vez con una infraestructura turística mínima que permite al visitante un fácil acceso e información básica tanto del sitio arqueológico como del espacio circundante. Sin embargo, estas pinturas se están deteriorando rápidamente, sobre todo por la acción del flash de las cámaras fotográficas o porque se les ha arrojado agua para que ‘adquieran más 39

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color’. Las filtraciones de agua a través de las paredes son mínimas30 y no constituyen un agente de deterioro. La magnitud del deterioro puede verse en la frecuencia de manos reportada por cada investigador. Bate (1970b: 17) reportó ‘… un número cercano a 250…’, mientras Niemeyer (1980: 18) ‘… 200 o más manos…’. Luego Lucero y Mena (1994) encontraron 125. En 2005 contabilicé solo 107 improntas de manos. En cuanto a los colores, Bate (1970b) y Niemeyer (1980) mencionaron la presencia de manos verdes, amarillas, blancas y rojas, aunque Mena y Lucero mencionaron once positivos derechos en negro y un negativo izquierdo color naranja, los que en nuestra investigación no pudimos identificar como tampoco las improntas amarillas, lo cual puede deberse al acelerado deterioro ya mencionado (Cfr. Mena y Lucero, 1994: 12 y Lucero, 1997: 16). Es posible entonces que RI 1 nos esté mostrando que por su naturaleza mineral la pintura roja es la más resistente al deterioro, pero a la vez que esta destrucción se ha estado agravando en los últimos años. Entre los negativos rojos hay unos opacos y nítidos y otros claros y difusos, los primeros, siempre superponiendo a los segundos. A juzgar por el estado de conservación se podría afirmar que corresponden a distintas ocupaciones. Pero es muy difícil a partir de esta observación hacer una sentencia de este tipo, ya que en todas las zonas en las que no hay sombra que sirva de protección a las pinturas, éstas son claras y difusas, pudiendo corresponder a las mismas consideradas como opacas y nítidas en otros lugares del paredón. En la hoja de gráficos #4 podemos constatar idénticas métricas para estas dos tonalidades, pudiendo resultar entonces simplemente de dos mezclas de pintura en un mismo evento. Hemos distinguido un número mínimo de once individuos, aunque hay muchas otras medidas no coincidentes con otras, que pudieran corresponder a varios individuos más. Algunos positivos y negativos en rojo claro y difuso fueron realizados sobre una previa base del mismo color y otros sin ésta. Algunas veces se trata de pulverizado por la boca y en otros casos lo que parece ser la aplicación de la pintura con algún ramillete, probablemente coirón. Aquí particularmente, las manchas que rodean la silueta de cada mano se forman de líneas verticales de hasta 1 centímetro que forman grupos paralelos unidireccionales dispersos. También hay un tipo de aplicación de la pintura que no parece ninguna forma de salpicado, ni por la boca ni por ramas, sino que algo así como un ‘untado’, ‘velloneado’, o aplicación de pintura con vellones de lana u otro material absorbente y a la vez humectante. La técnica de aplicación de los positivos y negativos rojos opacos y nítidos parece haber sido exclusivamente la de aspersión o pulverizado por la boca. El rojo en cualquiera de sus variantes estaría hecho de minerales ‘… del tipo hematina o maghemita, que es posible obtener localmente de la oxidación de las andesitas y no es necesario traer especialmente al sitio.’ (Mena y Lucero, 1994: 14). Las manos verdes, de métricas distintas entre sí, también coinciden con algunas improntas color rojo oscuro, con las cuales se intercalan. Con el blanco sucede algo similar, por lo cual soy de la idea de que RI 1 se trató de un solo evento y no de una serie diacrónica. La disminución de manos verdes no sorprende si es que fueron elaborados a partir de musgos como plantea Bate (1970b), pues es natural que sean los primeros en deteriorarse, dado que el pigmento estaría hecho a partir de una base orgánica. Hay también algunos otros motivos, todos en rojo, como dos círculos pequeños, tres manchas circulares de un rojo muy fuerte de aproximadamente 8 centímetros de diámetro, un par de grandes puntos o círculos rellenos separados por 8 centímetros31 y un negativo de placa grabada (lám. 19, arr.). Sobresalen grandes bloques de rocas derrumbadas posteriormente a la realización de las pinturas rojas claras y difusas. En la nueva roca que aflora hoy, no hay restos de pintura, ni siquiera en blanco, por lo que probablemente también estén sellando los restos de esa ocupación humana que parece ser la más tardía representada en el paredón.

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En el lugar de mayor filtración registramos 10 cc x min (septiembre de 2005). De esta manera no podemos inferir la estación en la cual se realizaron los motivos como fue el caso del sitio El Claro 1, que veremos más adelante. 31 Del mismo tipo que los de la cueva del Claro. 40

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RI 12 Son dos aleros con pinturas abstractas de grecas separados por 50 metros, cuya primera descripción se encuentra en Bate (1970b). Luego RI 12a fue excavado por Berqvist et al., quienes trazaron una cuadrícula de 1 x 1 metro ‘… adosado (sic) a la pared del fondo y bajo el techo del alero a corta distancia de una excavación anterior efectuada presumiblemente por F. Bate’ (Berqvist, et al, ob. cit.)32. El dueño del predio donde se emplazan las pinturas afirma que donde está RI 12b había dos grupos de piedras con un par de esqueletos adentro, que fueron saqueados por un individuo que también se llevó parte de las pinturas de RI 12a y que abandonó el lugar porque fue denunciado. En efecto, el nivel de un piso anterior se ve claramente en la pared del alero debido a una intervención reciente, y en los alrededores se ven grandes bolones que pudieron servir para sepultar a los cadáveres en la modalidad chenque. Se distinguieron seis estratos, pero arbitrarios. Solo el primero con ocupaciones humanas, donde encontraron un raspador, una lámina y tres desechos de talla. De estas cinco piezas, cuatro eran de sílice y una de basalto. En los conjuntos rupestres predominan grecas, algunas simétricas, formadas por secuencias lineales continuas en zigzag, con terminaciones angulares, además de otras figuras abstractas asimétricas de cuerpo lleno, con un fuerte componente geométrico (láms. 20 y 21). RI 13-14 RI 13-14 (Bate, 1970b), es una larga pared rocosa escalonada con al menos doce negativos de mano y dos positivos, todos en rojo (Lucero, 1997). Realicé un nuevo dibujo (lám. 22, arr.), de un exclusivo motivo de trazos lineales en rojo que también se encuentra en el sitio, con el objeto de ver si las particulares condiciones de luz– estación me permitirían observar algo distinto al dibujo realizado por Bate (id.). Éste difiere apenas, principalmente por la presencia de dos manos de niñ@ en la parte superior del motivo. Cabe mencionar que cercano a él y a escasos metros, hay otros cinco positivos de mano derecha en rojo. Ni Bate (id.) ni Lucero (id.), como tampoco el autor, pudimos realizar alguna asociación morfológica con otra figura de Patagonia. Sin embargo, podemos apuntar algunas similitudes con las improntas de manos pequeñas que se encuentran alrededor, como el color, la composición aparente de la pintura y el grado de conservación. Aunque éstas son escasas como para situarlas cronológicamente o asociarlas estilísticamente. RI 16 La Cueva del Velero, RI 16 o Cueva de las Guanacas, fue reportada como un sitio con pinturas rupestres por Bate (1970b) y posteriormente excavada por Mena (1983, 1984), quien también realizó una nueva y detallada descripción de los diseños (1984). Recientemente he dibujado nuevamente los motivos, con el objeto de definir mejor varios de sus detalles, complementando los trabajos citados. El origen de esta cueva es exógeno, producto del derrumbe de un cerro que dejó descansar un par de grandes masas rocosas que hoy conforman el techo y las paredes, las cuales no se prestan para la conservación de las pinturas. Debido a esto muchos de los motivos que registró Mena ya no existen, a lo cual hay que sumarle los factores de destrucción mencionados para RI 1. En las pinturas rupestres predominan los diseños biomorfos estilizados de guanacos en rojo, estáticos, orientados hacia la misma dirección (lám. 22). Un probable zoomorfo, que parece un ave en vuelo vista desde abajo (lám. 22, al medio izq.), y un probable antropomorfo, que como no estamos seguros clasificaremos como abstracto, similar al de Paso de las Llaves 2 (lám. 23 ab. izq.). Además hay otras figuras abstractas, una de líneas rectas multidireccionales en rojo, y otra de líneas y puntos en color pardo, similar al usado en los abstractos de RI 12, además de un grupo de tres figuras abstractas, realizadas a partir de líneas rectas, verticales y perpendiculares (lám. 23). En cuanto a la excavación, Mena (1983, 1984) distinguió tres niveles culturales. El primero y más antiguo tiene restos óseos de guanaco y huemul, además de una cornamenta con

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Bate afirma no haber intervenido de esta forma (com. pers.) 41

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modificaciones antrópicas. Entre los materiales líticos hay nódulos de basalto y arenisca, percutidos y abradidos (abrasión) de manera tosca. El nivel 2 se caracteriza por la:

‘… abundancia de huesos de guanaco y algunos de huemul, fogones, bolsones de pigmento rojo y tres instrumentos de patrón laminar y retoque marginal unifacial de calcedonia. Se recuperaron además en este contexto dos percutores toscos sobre nódulo, dos punzones de hueso y costillas de guanaco con incisiones paralelas transversas en su cara izquierda. Los pigmentos en color rojo corresponden a un regolito compuesto principalmente por hematita y cuarzo y su correlación con las pinturas es altamente probable. Este contexto cultural ha sido datado en 5.340 ± 180 a.p. […]’ (Mena, id). El nivel 3 tiene al menos tres niveles ocupacionales. Hay lascas y láminas de filo vivo similares pero de menor tamaño que las del nivel anterior y un ‘nucleiforme’ con tosco filo perimetral (¿tajador?). Entre los restos zooarqueológicos hay un fragmento de concha marina (pilquihüe, Adelomelon ancilla), continúan los guanacos, desaparecen los huemules y aumentan los roedores. Esta capa tiene una fecha de 450 ± 70 a.p. (Mena, id.). Alero Fontana RI 22 Alero Fontana o RI 22 fue reportado por Bate (1971a), y se encuentra en la ribera Sur de la laguna Fontana. Las pinturas rupestres destacan por la ‘… variedad técnica y estilística, como por la policromía y superposiciones de los motivos […] Las superposiciones en orden cronológico serían: a) negativos, b) series lineales y de puntos en conjuntos polícromos. Positivos de manos, [y] c) grecas y miniaturas, que no se encuentran superpuestas entre sí.’ (id). En 1988 y 1991 fue excavado por Mena, quien recuperó bastante material óseo. Los análisis de ellos apuntan a que no hay restos de guanaco, pero sí de al menos quince huemules. Algo exclusivo de Patagonia33. La muerte de los animales ocurrió entre los meses de mayo- septiembre y octubre-noviembre (Mena, 1992). Hay ‘estructuras de combustión’ (Mena y Ocampo, 1991), pero para estos autores ‘… La definición de ‘fogones’ centrales que articulen pisos ocupacionales se ve también dificultada por el hecho de que en su mayoría se trata de lentes tenues −al parecer dispersos por el viento− y por la presencia de una serie de estructuras de combustión atípicas (ej: depósitos de cenizas, tizones incluidos en tierra carbonosa oleaginosa) periféricas.’ (id.) También se encontraron ‘…pequeñas puntas de sílex.’ (id.) de las que no hay descripción. La base de la ocupación fue fechada en 4.830 ± 60, para cuando el área podría haber sido dominada por bosque (cuadrícula 5A, nivel 10, capa 4 base, Mena y Ocampo, 1991). Luego se suceden tres fechas más en carbón: 2.110 ± 60 a.p (cuadrícula 5A, nivel 7, capa 3?), 690 ± 100 a.p. (cuadrícula 11C, nivel 3, capa 3) y 340 ± 50 a.p. (cuadrícula 11C, nivel 3, capa 2 base) (id.). Sector Lagunas Mellizas RI 23, RaiCo- 16 En los alrededores de estas lagunas Bate encontró un sitio con pinturas rupestres y otro con material lítico. El primero es un alero con ‘… cerca de 20 negativos de manos en rojo, o blanco sobre fondo rojo, dispersas en tres paneles.’ (Bate, 1971a: 38). En los alrededores hay bastante material superficial (lám. 24), del cual reproduzco uno de los manuscritos inéditos del autor citado, con sus correspondientes dibujos. Los gráficos #6 y #7 advierten que además de los desechos de talla que se acercan a una centena, encontramos una amplia variedad de funcionalidades probables, predominando los cepillos (33) y fragmentos modificados (14), además de puntas (11). Esta diversidad refleja que este sitio

Alero del Toro es otro de los sitios en donde domina el huemul (Mena et al., 2004), aunque no con una muestra tan grande.

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probablemente fue un campamento en donde se llevaron a cabo múltiples actividades. Los desechos de talla corresponden en su mayoría a esquirlas chicas, seguidas por esquirlas grandes, que puede mostrar la reiterada actividad de retoque, ya sea para fabricar o reactivar instrumentos. Puntas 1) Hoja de bordes convexos y el extremo distal recto ligeramente convexo. Aristas en ángulo agudo y pedúnculo corto. 23 17 3 4 7 2) Hoja alargada quebrada de bordes casi rectos y extremo distal quebrado, con retoques en ángulo aproximadamente recto. Dos piezas. 23 14 3 5 7 20 14 3 5 7 3) Punta quebrada, hoja triangular de bordes rectos, convergiendo de forma más pronunciada que en las anteriores. Dos piezas. 17 14 3 7 17 12 3 Fragmentos de punta 4) Arista en ángulo agudo. 5) Dos extremos distales de bordes ligeramente convexos, algo sinuosos. 20 17 5 17 6 4 Preformas de punta 5) Astillada bifacialmente. De bordes laterales ligeramente convexos convergentes. 6) Pieza de extremo distal quebrado. El astillamiento de la hoja es laminar paralelo y la sección es biconvexa baja. Presenta bordes laterales rectos paralelos. Las aristas aún no terminadas son convexas y en ángulo recto, dejando el esbozo del pedúnculo también inconcluso. 7) Lasca con dos muescas. Da la impresión que se intentó hacer una punta de proyectil y que fue abandonada porque la forma de la lasca no era la adecuada. Las muescas presentan astillamiento concoidal, continuo y bilateral. Sección biplana. 23 26 4 Raspadores 1) Raspadores pequeños en lasca, de borde distal convexo, algo oblicuo, de astillamiento dorsal. Las tres piezas conservan talón. En dos piezas hay retoque continuo del borde derecho. Dos tienen sección baja y una alta. 29 20 7 27 23 11 Raspadores- raedera 1) En lasca ancha de bordes divergentes. El borde lateral izquierdo es ligeramente convexocóncavo y tiene astillamiento dorsal. El borde distal es oblicuo hacia el margen derecho y tiene astillamiento dorsal en ángulo oblicuo. Conserva el talón. 30 45 10 Raederas De astillamiento bifacial. 1) Con borde lateral izquierdo ligeramente convexo casi recto. Astillamiento secundario hacia la cara dorsal, paralelo en ángulo oblicuo. El borde derecho es convexo. Sección plano convexa asimétrica. 58 27 6 Perforadores 1) Se conserva solo el extremo terminal o apéndice, el cual está astillado bifacialmente. Sección biconvexa. 20 6 4 Fragmentos modificados 1) Cuatro fragmentos de lasca con astillamiento bifacial, quebrados de formas diversas e irregulares. 31 21 6 25 14 6 2) Lasca alargada de astillamiento monofacial y borde opuesto. 47 25 9 3) Seis lascas de astillamiento unilateral. Los extremos basales quebrados con el borde recto retocado en ángulo oblicuo y de sección triangular. Una pieza tiene corteza. 33 31 11 28 17 7 43

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4) Tres pequeños fragmentos con un borde retocado. 22 23 9 20 10 3 Cuchillos 1) Siete lascas, dos láminas y una lasca de borde de núcleo con borde cortante en ángulo agudo. Tienen bordes rectos o ligeramente convexos. Una de las lascas de borde recto tiene un ligero denticulado. 42 23 8 25 11 2,5 2) Lascas con huellas de uso. 22 piezas. 33 18 7 20 17 3 Cuchillos con muesca retocada 3) Sobre lasca alargada. Presenta en la mitad de un borde lateral, una muesca retocada al interior. 43 22 11 Ancho muesca 7 Profundidad muesca 2 Desechos de talla 1) Esquirlas â 10 mm: 58 2) Esquirlas 11 ã 25 mm: 36 3) Lascas 26 ã 50 mm: 4 El análisis de los materiales revela que no hay técnica de láminas, únicamente una esquirla y una lasca de obsidiana que son formalmente láminas, aunque no tecnológicamente. Sector El Claro El Claro 1, 2 y 3 Los sitios del sector El Claro se emplazan en las inmediaciones de la confluencia entre el río Claro y el río Ibáñez. Hay tres sitios, uno con material lítico y dos con pinturas de improntas positivas y negativas de manos en rojo, uno de los cuales tiene un diseño abstracto de puntos agrupados, descubiertos por Bate pero inéditos hasta el momento. Bate realizó la descripción de los materiales líticos de Río Claro 3 a principios de los setentas -los que presento en este trabajoy yo la de las pinturas pues Río Claro 1 y 2 fueron descubiertos hace cuatro años. Los sitios Río Claro 1 y 2 son un alero basáltico de 20.5 metros de altura y 58 metros de ancho más una pequeña cueva del mismo sustrato rocoso que dista 50 metros y cuyas proporciones son 25.56 metros de ancho, 7.32 metros de alto y 3 metros en su profundidad máxima (Campuzano y Sade, 2006). Se encuentran en medio de un bosque de ñires (Nothofagus antarctica), lengas (Nothofagus pumilio) y otras especies nativas (ecorregión provincia templada húmeda de verano fresco y mésico) cuya descomposición conforma el piso del alero, sin incidir en el de la cueva, que es de cenizas volcánicas del Hudson (erupción de 1991) y enormes rocas caídas del techo. En las paredes de la cueva y el alero hay filtraciones de agua que disminuyen en invierno, ya que las bajas temperaturas producen precipitaciones en forma de nieve y detienen el deshielo de las cumbres que se filtran a través de las napas. En verano la filtración crece hasta tal punto que sería imposible fijar las pinturas a la roca. A través de todo el ancho del alero hay apenas cuatro indicios de pinturas, mientras que en la cueva son catorce, todos de color rojo y en buen estado de conservación. En la cueva no hay indicios de destrucción ni desprendimiento del soporte. Las filtraciones de verano en vez de deteriorar las pinturas lo que hacen es conservarlas, ya que sobre las que hay escurrimiento se formaron concreciones salinas blancas y/o transparentes que aprisionan las figuras sin alterar su forma y color. Estos factores configuran a Río Claro 1 como una pequeña muestra del motivo de manos que a diferencia de los sitios cercanos a caminos modernos no está fragmentada (lám. 26, ab.). Descripción de las pinturas (gráfico #9) De las cuatro pinturas del alero, tres de ellas son improntas de niñ@, dos en positivo-negativo (#15 y #14) y una en positivo (#16), asociadas a una circunferencia de 8 centímetros de diámetro. La mano #16 es una impronta derecha con los dedos ligeramente entreabiertos de 12 centímetros de largo y 6 centímetros de ancho. La mano #15, también derecha pero con los dedos separados al máximo, mide 12 centímetros de largo y su ancho no se puede determinar de manera directa a 44

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causa del relieve de la roca, mientras que la mano #14 tiene las mismas características que la #16. Las tres improntas de mano son derechas y tienen el mismo largo, la #14 y la #16 tienen el mismo ancho y la #15 y la #16 se encuentran a la misma altura desde el piso (1.17 metros), por lo cual asumimos que corresponden a un mismo individuo (ind. #1). De las catorce pinturas de la cueva, doce corresponden a manos negativas, una es positiva y se distingue una figura de tres pares de puntos (lám. 27, arr.). La mano #11 se ubica en el fondo de la cueva en donde apenas cabe un niño a gatas y tiene las mismas características de las manos del alero (ind. #1), razón por la cual es posible asociar ambos sitios. En cuanto a los negativos, las medidas -y la idea de que fue un solo evento- sugieren que las manos derechas #1, #2, #3, #4 y #7 corresponden a un mismo individuo (ind. #2), las manos derechas #5 y #6 a otro (ind. #3), y las manos izquierdas #8, #12 y #13 a otro (ind. #4). La mano #9 no se presta para la aplicación de criterios métricos que la puedan adjudicar a alguno de los individuos anteriores ya que no hay ningún dedo completo. La #10 se trata de una mano izquierda como en el ind. #4 y tiene las mismas medidas del dedo mayor del ind. #3, que varía en 1 milímetro en relación al dedo mayor del ind. #4, lo cual disminuye el grado de confiabilidad al adjudicarlo a alguno de los dos. En todo caso esto no es argumento en contra para pensar que no pertenezca a alguno de los individuos identificados. Descripción del material asociado Mano de mortero 1) Aunque no hay material de superficie en el interior de la cueva, en el barranco por el que se accede había una mano de mortero oval sobre guijarro de basalto, con una de las caras desgastada por fricción y ambos polos fracturados hacia el interior (lám. 25, ab.). Cercano a ambos sitios, solo que al otro lado del río, se encuentra el sitio El Claro 3. De los manuscritos conservados por Bate, solo quedan los dibujos de algunas piezas de este sitio (lám. 25). Entre los materiales de los dibujos se observan: Puntas 1) Dos preformas de puntas pedunculadas con astillamiento laminar secundario delicado. 2) Una punta pentagonal de base escotada con las mismas características de retoque que la anterior. Cuchillos 1) De margen izquierdo convexo con retoques predominantemente primarios e invadientes tanto laminares como concoidales. Margen derecho recto convergente hacia el ápice, con retoques primarios laminares. Raspadores 1) Tres raspadores cortos. Lascas con retoque continuo marginal concoidal del borde funcional (distal). Hay algunos retoques discontinuos en los márgenes laterales. Los tres tienen base rectooblicua en relación al margen de uso, excepto una que tiene la base convexa. 2) Dos raspadores alargados sobre lascas laminares con características similares que las anteriores en el retoque, aunque uno de ellos con retoque continuo en el margen derecho. Una pieza tiene la base recta y otra convexa en relación al borde funcional. Península Levicán Alero Levicán Este sitio arqueológico fue descubierto por Bate hace un par de años, pero no se ha trabajado y por lo mismo ha permanecido inédito. Es un alero rocoso con pinturas rupestres que bien puede reflejar tres momentos ocupacionales a juzgar por los análisis de superposiciones (lám. 27, ab.). El primero y más antiguo está representado al centro del panel por siete guanacos rojos en movimiento. Cinco de ellos se sobreponen mientras uno está saltando. Otro -que probablemente fue el más grande- solo conserva el cuello. Es muy difícil poder identificarlos con claridad a simple vista ya que están muy borrosos y bajo una capa de pintura destructiva u obliterante también roja pero más diluida y menos resistente al intemperismo. Esto da para pensar que estas representaciones de guanacos, en algún momento, intentaron ser borradas por un pueblo posterior o contemporáneo. Bajo ellos, aunque no antepuestos, pero en la misma cáscara rocosa, hay negativos de dos dedos 45

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borrosos de adulto de un rojo similar al de los guanacos. Mientras que hacia el Norte del panel hay otros dos pares de dedos de adulto separados por aproximadamente un metro. En el extremo sur hay una mancha de un rojo como el de los guanacos. El área pintada descrita se encuentra en un pequeño pedazo de la cáscara más antigua del alero, mientras que alrededor solo se conserva la capa rocosa subyacente. En ella, hay tres negativos de manos de niñ@ color rosado, distinto al rojo de los guanacos, que ante el mal estado de conservación solo se pudo aplicar criterios métricos a uno: se trata de una mano izquierda de 9.2 centímetros de alto x 5 de alto del dedo mayor x 7 centímetros de ancho. Sobre una de estas improntas hay restos de estarcido grueso de un rojo mucho más nítido que el de los guanacos, el mismo de unos negativos izquierdos más grandes que se encuentran un par de metros hacia el Norte y en esa misma capa de roca más reciente. Sobrepuestos a los guanacos rojos, hay dos guanacos blancos, mucho más nítidos y menos estilizados que los anteriores, llegando a ser casi esquemáticos. Molienda 1) Al frente del panel, una gran roca de derrumbe aún conserva gruesas manchas de pintura blanca, de la misma que está impregnada un fragmento de molienda de pigmentos pulida hallada en la superficie circundante. No solo fue pulida por uso sino intencionalmente para lograr bordes redondeados y fondo cóncavo, mientras que la base fue piqueteada (lám 28, arr.). En qué grado los tres tipos de negativos de manos -uno rojo nítido, otro rojo difuso y otro rosado- reflejen momentos de ocupación distintos es conjetural, aunque al menos el rojo más reciente se superpone claramente al rosado. Rai Co 10, casa de don Horacio Castillo Béjar Es un sitio con abundantes materiales líticos (lám. 29, arr.) y algunos fragmentos cerámicos. En la superficie hay además ‘…25 fragmentos de materia prima para la pintura, de las cuales he molido 2, obteniendo un excelente pigmento rojo, que se puede mezclar con agua, aceite o grasa derretida. [hematita]’ (Felipe Bate, manuscrito). A partir de los gráficos #10 y #11 podemos inferir actividades reiteradas u ocupaciones intensivas por parte de los cazadores. La gran diversidad de funcionalidades probables, en las que predominan raspadores (48), puntas (41) y cuchillos (30), sumados a un número considerable de desechos de talla (1190), nos sugiere que se trató de un campamento donde se llevaron a cabo varias de las actividades de la vida cotidiana de estos pueblos. Entre los desechos de talla se observan láminas chicas e incluso algunas medianas, que son comunes ya un tanto avanzado el 3er periodo poblacional y ya finalizando el Casapedrense. Por las características de las puntas de proyectil creemos que se trata de al menos dos ocupaciones: una más antigua en donde aún no se adoptaba el arco y la flecha, caracterizada por puntas asimilables al P. IV de Cueva Fell y otras triangulares de base convexa que habrían sobrevivido del periodo anterior aunque más pequeñas y toscas, junto a una escueta técnica de láminas, y otra u otras ocupaciones tardías con las típicas puntas para arco y flecha. De esta manera, asumiendo al menos dos ocupaciones, la agrupación realizada de los conjuntos artefactuales y de los desechos de talla no tiene otra utilidad que la de la cuantificación total. Puntas Casi todas las puntas terminadas se caracterizan por tener astillamiento bifacial. Solo en algunos casos son monofaciales y del borde opuesto. Pedunculadas 1) Hoja de bordes ligeramente convexos con aletas en ángulo agudo y pedúnculo angosto, corto, de bordes rectos y base escotada. Astillamiento paralelo y sección convexa simétrica. Dos piezas. 44 19 45 l sección 6 a sección 8 33 21 45 l sección 5 a sección 85 2) Hoja triangular equilátera de bordes aproximadamente rectos. Aristas agudas y en ángulo agudo. Pedúnculo corto, angosto, de bordes rectos, algo convergentes y base escotada. Astillamiento interno paralelo. Una de las piezas presenta astillamiento monofacial y de borde opuesto. Sección convexa simétrica. Tres piezas. 22 15 3 l sección 7 a sección 7 16 11 2 l sección 7 a sección 6

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3) Hoja triangular de base angosta. Bordes aproximadamente rectos. Pedúnculo angosto, corto, de bordes rectos y base escotada. Aristas romas en ángulo recto. Astillamiento sin orden y sección convexa simétrica. Dos piezas. 27 15 4 l sección 5 a sección 7 25 13 3 l sección 7 a sección 7 4) Hoja triangular equilátera de bordes rectos y arista en ángulo recto. Al igual que en los casos anteriores, el largo del pedúnculo abarca más de ˘ del largo de la pieza. Astillamiento paralelo, sección convexa simétrica. 15 11 2 l sección 6 a sección 6 l sección 6 a sección 7 15 12 3 5) Puntas microlíticas. Hoja en triángulo isósceles de base angosta y aristas en ángulo recto. Pedúnculo de bordes convergentes y base escotada. Sección convexa simétrica. 14 9 2 l sección 3 a sección 5 11 8 2 l sección 3 a sección 4 6) Hoja aproximadamente periforme. De hombros redondeados. El pedúnculo es corto y angosto, de bordes y base recta. Una de las dos piezas tiene el pedúnculo y un lado quebrado. 21 11 45 l sección 4 a sección 6 14 11 4 7) Hoja triangular con el ápice quebrado. De base angosta y bordes rectos. Pedúnculo corto, ancho, de bordes rectos convergentes y base escotada. Aristas en ángulo recto. Astillamiento monofacial y de borde opuesto. Sección convexa simétrica. l sección 11 a sección 13 25 17 5 8) Fragmentos de puntas en las que se conserva una hoja de bordes rectos con parte del pedúnculo. Se infiere que la hoja tuvo forma de triángulo equilátero. De pedúnculo ancho y largo de bordes rectos y base escotada. Aristas en ángulo obtuso. Cuatro piezas. Hoja 30 27 7 a sección 17 Pedúnculo 7 l sección 20 a sección 17 Puntas apedunculadas El astillamiento es más tosco que en las pedunculadas y la morfología es más irregular. También se diferencian en cuanto a la proporción largo-ancho. 9) Los bordes son aproximadamente rectos, sinuosos. El ancho máximo está en el primer cuarto basal. La base es subconvexa, irregular, sin aristas. La sección es convexa asimétrica. Cuatro piezas quebradas. 31 17 5 21 14 5 10) Lascas menores de 20 mm y ancho mayor a ∫ del largo. Forma aproximadamente triangular de base convexa. Los bordes son sinuosos. Sección oval irregular. Tres piezas. 19 17 4 18 14 3 Fragmentos de puntas 11) Puntas con el extremo distal y la base quebrada. De los siete fragmentos, cinco fueron de puntas con base pedunculada, de las que se conservan las aristas y parte del pedúnculo. Los otros dos tienen los bordes parejos. El astillamiento es delicado y la sección convexa simétrica. 24 19 6 15 16 3 12) Extremos distales quebrados. Uno de ellos de sección en forma de triángulo escaleno y el otro en medialuna. 35 21 5 16 17 4 Preformas de punta 13) Hay siete piezas que no se terminaron de trabajar. 24 20 5 14 11 2 Raspadores Con retoque marginal 1) Borde distal transversal, convexo y retocado en ángulo abrupto. Hay dos piezas anchas y dos más angostas, de bordes divergentes y dos de bordes paralelos. Los de bordes paralelos tienen astillamiento en ángulo abrupto, siendo el interior del borde algo sinuoso. Todas conservan talón y tienen sección en trapecio. Cuatro Piezas. 30 28 10 26 18 5 47

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2) Microrraspadores o raspadores de uña. Se caracterizan por un borde convexo de retoque en ángulo oblicuo o abrupto. Siete piezas. 21 23 7 27 20 6 3) Lascas completas, de formas irregulares y diversas con un borde convexo retocado. Seis piezas. 34 27 8 27 20 6 4) Lascas quebradas de formas diversas, con un borde ligeramente convexo retocado. Cuatro piezas. 33 31 8 26 23 4 5) Extremos distales quebrados con el borde terminal convexo retocado hacia el dorso. Una de las piezas es ligeramente oblicua. Sección en trapecio baja. Cuatro piezas. 23 24 5 12 19 3 6) Lascas de bordes aproximadamente rectos con astillamiento alterno con ángulo abrupto. Tres piezas. 27 24 6 23 24 9 Fragmentos de raspadores en lasca. 7) Gruesa lasca quebrada con un extremo distal convexo y bordes laterales aproximadamente rectos, con astillamiento continuo en ángulo abrupto. Sección longitudinal cóncavo convexa. 8) Fragmentos de lasca con un borde convexo retocado en ángulo oblicuo o abrupto. Doce piezas. 24 31 7 18 11 9 9) Fragmentos de lasca con el borde corto, aproximadamente retocado en ángulo abrupto. Siete piezas. 30 27 12 22 17 3 Raederas Son muy escasas en comparación a las puntas y a los raspadores. 1) Lasca de astillamiento marginal bilateral. El borde izquierdo es ligeramente convexo. Tiene astillamiento hacia el dorso en ángulo agudo. El distal es irregular y de astillado bilateral. El borde derecho es recto, retocado en ángulo abrupto con astillamiento por uso. El bulbo desapareció por astillamiento. 38 30 9 2) Lámina quebrada de bordes divergentes, aunque el borde izquierdo es levemente recto y retocado en ángulo oblicuo. Sección en trapecio. 40 22 5 3) Lámina con el borde izquierdo retocado en ángulo agudo y de manera ligeramente continua. El borde opuesto tiene corteza. Sección triangular. 48 19 5 4) Extremo distal de lámina quebrada. Bordes rectoconvergentes con astillamiento continuo en ángulo oblicuo. 30 15 4 Cuchillos 1) Lasca de extremo distal quebrado. Los bordes laterales son ligeramente convexos, con astillamiento laminar, paralelo, continuo y dorsal (marginal unilateral). El ángulo de los bordes es agudo. Sección en trapecio muy baja. 46 36 5 2) Lámina de borde izquierdo recto, con astillamiento marginal dorsal semiparalelo y en ángulo agudo. En el distal la punta es aguda. Parte del borde opuesto ha sido descartado por un ligero astillamiento. El talón está quebrado. 30 15 5 3) Pequeña lasca de borde mayor en ángulo agudo, que termina en punta, astillada del margen bilateralmente. 27 21 5 4) Lámina sin talón. Con un borde con una quebradura en ángulo recto. En uno de ambos extremos tiene una punta aguzada formada con el borde opuesto. Dos restos de dicho borde son rectos con astillamiento marginal unilateral continuo algo sinuoso. 70 23 7 48

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Lascas con astillamiento marginal dorsal 5) Lasca expandida, extremo distal quebrado, el borde izquierdo es recto y el derecho ligeramente convexo con astillamiento marginal unilateral dorsal. Ambos en ángulo de 15° . 6) Dos lascas de bordes paralelos, los cuales tienen astillamiento marginal unilateral tosco y continuo. 39 23 10 31 19 9 7) Seis fragmentos de lasca con bordes sinuosos con astillamiento unilateral dorsal. 21 26 7 16 18 6 8) Una lasca y una lámina de borde de núcleo. Talón ancho y grueso. Borde distal formado por la convergencia de dos bordes laterales. Tiene menos de 90° y presenta astillamiento marginal unilateral dorsal. 26 57 21 26 46 14 9) Una lasca y una lámina con astillamiento sobre una arista ubicada en la cara superior. 60 34 19 43 18 8 Cuchillos con muescas por utilización 10) Dos lascas con un borde de filo vivo con ángulo agudo y muescas de utilización. El borde opuesto tiene abrasión y golpe de buril. 40 22 10 36 22 6 Cuchillos con muescas retocadas 11) Nueve lascas o fragmentos de lascas con muescas intencionales. Las dimensiones de las muesca varían entre 9 y 25 mm, y 5 y 15 mm. 25 18 5 20 14 5 12) Gran artefacto en lasca nucleiforme, con muescas. La cara inferior es plana con algunas cicatrices de lasca. El dorso es alto, astillado, sin orden determinado. Sección trapezoide. Contornos subtrapezoidales. Hacia el extremo distal del borde derecho hay tres pequeñas muescas consecutivas con fino astillamiento secundario. Tienen 8.6 y 6 mm de ancho y 2.5 y 2 de profundidad respectiva. En algunas partes los bordes tienen astillamiento por utilización. 100 60 30 13) Cuchillo raedera de astillamiento bifacial. La sección es triangular asimétrica, con el borde derecho en ángulo agudo y el izquierdo en ángulo oblicuo. El borde izquierdo es ligeramente convexo y el derecho tiene una convexidad más pronunciada, convergiendo hacia el otro borde en una punta aguda. El borde basal es pronunciado y convexo, oblicuo hacia la izquierda y el borde izquierdo tiene astillamiento dorsal continuo. 60 24 7 Cepillos 1) Dos fragmentos de cepillos en lascas gruesas, con astillamiento bifacial. El borde de uso es convexo y sinuoso con retoque en ángulo abrupto. 34 22 19 27 25 14 2) Dos artefactos en núcleo de astillamiento bifacial. De bordes muy sinuosos y de astillamiento tosco. La sección es triangular alta. 59 47 34 3) Dos grandes cepillos en forma aproximadamente discoidal y de dorso alto. La cara ventral tiene algunas cicatrices de lascas de adelgazamiento. La cara superior tiene astillamiento primario producto del desprendimiento de grandes lascas. Solo queda una parte con corteza, que indica que el nódulo matriz fue un canto de río. El borde tiene también un ligero astillamiento secundario y muestra un desgaste por uso. 95 108 41 Fragmentos modificados 1) Lasca discoidal de borde sinuoso. 33 34 11 2) Dos fragmentos con un borde convexo sinuoso. 39 18 9 30 20 8 49

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3) Fragmento con un borde recto y parejo en ángulo agudo. 22 24 9 4) Dos lascas de bordes irregulares, con un borde parejo de astillamiento secundario. 32 22 8 38 36 8 5) Fragmento de forma irregular. 21 14 5 6) Fragmento de lasca con astillamiento monofacial, de bordes convergentes y sección en forma de triángulo escaleno. 27 27 5 7) Cuatro fragmentos de lasca con astillamiento marginal bilateral en un borde ligeramente convexo. 33 26 7 20 19 4 Tajadores (lám. 29, ab.) 1) Chopper inverso de dorso alto. Contorno circular, exceptuando el borde izquierdo que es recto y divergente. Una cara de lascado. La cara superior hacia el talón presenta una cicatriz de gran lasca. La parte media presenta corteza. Fue hecho sobre canto rodado. El borde distal es sinuoso, convexo, groseramente astillado perpendicular al plano de lascado. Cara ventral natural. 90 90 50 2) Tajador de basalto. La cara dorsal está constituida por la corteza del canto astillado que sirvió de matriz. Los bordes laterales son rectos divergentes hacia la mitad de la pieza. 140 115 40 3) Chopper inverso. Artefacto en canto rodado partido. La cara inferior tiene ligero astillamiento por rejuvenecimiento del borde derecho y proximal. Bordes laterales paralelos recto convexos. Sección transversal en trapecio muy alta y longitudinal, plano circular. El extremo distal presenta astillamiento tosco. El resto conserva la corteza. El borde izquierdo y el dorso muestran señales de haber sido usados por percusión. 87 58 41 Núcleos 1) Núcleo en tortuga de astillamiento bidireccional. 45 43 28 2) Cuatro pequeños núcleos de lascas de astillamiento multidireccional con plataforma facetada. 21 32 24 22 15 14 Desechos de talla 1) Esquirlas â 10 mm: 194 2) Esquirlas 11 ã 25 mm: 748 3) Lascas 26 ã 50 mm: 117 4) Lascas ã 51 mm: 7 5) Láminas â 25 mm: 117 6) Láminas 26 ã 50 mm: 7 Percutores 1) Doble. En canto rodado plano de contorno ovalado. En ambos extremos y en los dos casos presentan abundantes marcas que evidencian su función como percutor. 74 59 18 Boleadoras Con surco y quebradas. 1) Tosca boleadora en arenisca compactada. Conserva el hemisferio y el surco ecuatorial ancho (20 mm). El otro hemisferio está quebrado. La sección vista desde el polo es oval. Diam. máx. 70 Diam. min. 63 Long. 54 2) Fragmento de boleadora. Se conserva algo más de la cuarta parte de la pieza, pero es suficiente para darse cuenta de que fue aproximadamente esférica. No presenta pulimento. Ancho del surco 6 Diam. 83 Molinos Bicóncavos. 1) Dos fragmentos que presentan dos bordes de la pieza aproximadamente rectos, que probablemente se juntaban. Una cara presenta una depresión más pronunciada que la otra. El perímetro tiene una curvatura que indica que sobre ella se molió en una sola dirección. Ancho máx. 23 Ancho min. 20 50

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Con pintura roja. 1) En cantos. Hay cuatro piezas con abundante pintura roja. Uno de estos cantos presenta pintura en una superficie lisa algo convexa, por lo que puede haber sido utilizado para moler pigmentos. Los otros tres sin embargo tienen pintura y una superficie irregular, inconclusa, con depresiones, que no es difícil que hubiera sido utilizada para moler pigmentos. Dos de estos cantos presentan rayas en su superficie que parecen ser intencionales. Rai Co 11 En el gráfico #12 vemos que dentro de las funcionalidades probables la mayor frecuencia se concentra en los raspadores (17) y las raederas (11). Esta dupla generalmente indica el trabajo del cuero, aunque la ausencia de sobadores pueda ser argumento en contra. No es mucho menor la presencia de núcleos (6), concordante con un elevado número de desechos de talla (171, gráfico 13). La presencia de una punta y cuatro cepillos puede hacer pensar en el trabajo de rejuvenecimiento de piezas y preparación de astiles, sobre todo porque los desechos de talla son en su mayoría esquirlas grandes 11 ã 25, de las cuales muy pocas tienen corteza, con lo cual se descarta que ahí se hayan preparado los núcleos sino más bien los núcleos se transportaban ya facetados. Puntas 1) Punta bifacial de bordes laterales convergentes. El izquierdo es ligeramente recto y el derecho ligeramente convexo. La base está quebrada, pero conserva una arista en el borde derecho. De astillamiento sin orden, secundario y fino. Sección biconvexa con una cara más plana. 52 39 7 Raspadores 1) Lasca quebrada de astillamiento monofacial dorsal, secundario, en ángulo oblicuo en los bordes laterales. Tiene dos bordes recto-convergentes en ángulo agudo y un tercer borde quebrado. 29 30 8 2) Lasca irregular. El borde izquierdo es convergente, ligeramente cóncavo, retocado en ángulo abrupto. Presenta astillamiento discontinuo en otros bordes. Sección trapezoidal. 42 25 6 3) Lasca de bordes expandidos. El distal es oblicuo hacia el margen derecho. El borde derecho es ligeramente convexo, sinuoso y el distal es recto parejo sinuoso. Sección en forma de triángulo escaleno. 40 26 9 4) Lasca ancha, borde lateral izquierdo convexo retocado en ángulo agudo. Conserva el talón. 55 40 10 5) Lasca de astillamiento marginal bilateral. Conserva el talón, el cual es angosto y de bordes laterales convexos. El extremo distal está quebrado. Sección biconvexa. 22 34 8 6) Raspador de astillamiento ventral, con el borde izquierdo convexo y el distal recto oblicuo hacia la derecha. El primer borde tiene astillamiento continuo y el segundo discontinuo. Estos bordes forman un triángulo isósceles. Talón recto, ancho y con corteza. 43 65 14 7) Dos raspadores con astillamiento marginal bilateral. Borde distal convexo astillado dorsalmente, y bordes laterales divergentes con astillamiento dorsal y ventral en el lado derecho. 39 24 5 23 20 6 8) Raspadores en lasca con el borde distal convexo retocado marginal y unilateralmente. Bordes laterales aproximadamente paralelos, estando los dos retocados o utilizados. El borde distal está opuesto al talón, y tiene ángulo abrupto. La sección es trapezoidal. Cinco piezas. 35 24 6 25 20 6 9) Borde distal ligeramente convexo, y laterales rectos paralelos. Retocados en ángulo oblicuo en el lado derecho. Sección trapezoidal. 30 24 7 10) Borde distal convexo, oblicuo hacia la izquierda, retocado en ángulo abrupto. El borde izquierdo tiene un buril formado por un golpe a partir del talón. Sección pentagonal baja de bordes superiores cóncavos. 28 18 7 11) Borde distal convexo retocado en ángulo abrupto. Los bordes laterales a partir de una talón angosto son rectos y divergentes, estando retocado el izquierdo. 51

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12) Raspador microlítico. Lasca alargada de borde derecho convexo cóncavo retocado en ángulo abrupto. Sección trapecio. 25 27 8 Raederas 1) Lasca con el borde derecho recto convexo, con astillamiento en ángulo oblicuo continuo. Tiene la base quebrada. 48 38 14 2) Fragmentos de lasca con un borde ligeramente cóncavo o convexo retocado. Seis piezas. 34 33 15 13 12 8 3) Raedera sobre lasca alargada. Talón puntiforme. Extremo distal quebrado. Borde derecho convexo recto de astillado dorsal. Borde izquierdo cóncavo recto, astillado por utilización. Sección triangular. 28 20 7 4) Muy Pequeña. Lasca aproximadamente semicircular. Tiene los bordes en ángulo recto producto del astillamiento marginal bilateral. Sección biplana. 19 15 8 5) Lámina con el extremo distal quebrado y talón puntimorfo, totalmente modificado en ángulo agudo. El borde derecho es recto y el izquierdo ligeramente convexo, astillado en ángulo oblicuo. 40 20 5 6) Pequeño fragmento de lámina con el borde lateral retocado y el otro utilizado. Sección en trapecio muy baja. 11 9 25 Cepillos 1) Lasca del borde distal oblicuo hacia la izquierda, con astillamiento marginal unilateral ventral irregular. Sección triangular alta. 47 34 19 2) Tres lascas pequeñas, con astillamiento marginal unilateral ventral en un borde recto ligeramente convexo. 20 23 12 20 17 5 Núcleos Núcleos de lascas. Llama la atención el tamaño reducido. 1) Aquillado, plano de percusión natural y astillado unidireccional. 19 43 20 2) Dos núcleos con plataforma natural, aunque con una o dos cicatrices pequeñas. Multidireccionales, ya que no se ha astillado totalmente desde el plano perpendicular de percusión, aunque también se han aprovechado algunas de estas aristas. 31 47 42 16 24 20 3) Un pequeño canto ha sido usado como núcleo unidireccional al desprendérsele tres lascas de bordes paralelos y rectos en sus dos caras. Forma tabular. 34 29 15 4) Restos de núcleo pequeño aproximadamente cuneiforme, sin plataforma y multidirecccional. 20 17 9 Núcleos de lascas 5) Núcleo quebrado, unidireccional concéntrico, probablemente cónico, de láminas y de astillamiento polar, aunque que conserva solo la parte terminal. Largo máximo inferido de la plataforma: 40 Ápice del cono hasta la plataforma: 43 Desechos de talla 1) Esquirlas â 10 mm: 29 2) Esquirlas 11 ã 25 mm: 93 Con corteza: 3 3) Lascas 26 ã 50 mm: 44 Con corteza: 1 4) Lascas ã 50 mm: 1 5) Láminas 26 ã 50 mm: 4 Mortero 1) Un mortero, no se especifican características. 52

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Rai Co 12 Este sitio destaca por la presencia de una amplia variedad de categorías funcionales (gráfico 14), asociables a muchas de las actividades susceptibles de ser realizadas por una sociedad de cazadores recolectores. En el gráfico #15 vemos que por otro lado esta variedad no se observa en la distribución métrica de los desechos de talla, por lo que es posible que todos estos instrumentos hayan sido elaborados ahí mismo, sobre todo y considerando que casi todos derivan de una técnica de lascas, lo cual se hace más evidente en los núcleos. Puntas 1) Puntas pedunculadas bifaciales: una de ellas está quebrada y la otra no alcanzó a ser terminada. La primera tiene la hoja quebrada, cuyos bordes asimétricos forman hombros convexos con los bordes del pedúnculo, el que a su vez tiene lados divergentes y ligeramente cóncavos. La base del pedúnculo es acotada y la sección es biconvexa. 31 27 7 18 13 La segunda no fue terminada. El pedúnculo es de base acotada y de un borde cóncavo, que forma un hombro con el borde de la hoja, cuyo perfil transversal es semicircular. El pedúnculo y la mitad de la hoja tienen astillamiento bifacial. 26 23 8 13 12 Gubias 1) Instrumento de completo astillamiento bifacial. El borde basal es convexo y los laterales son ligeramente convexos, convergentes, formando una aguda punta en el extremo distal, la cual pudo servir para producir incisiones. Raspadores 1) Dos raspadores terminales en lascas expandidas, con borde distal transversal convexo e izquierdo ligeramente oblicuo y retocado. La sección tiene forma de triángulo escaleno. 26 20 6 23 16 5 2) Raspador oblicuo. Tiene retoque oblicuo de 50° con respecto del eje funcional en el lado izquierdo de la lasca. El borde distal es ligeramente convexo, astillado aproximadamente en ángulo recto. El borde derecho tiene señales de abrasión. Sección trapezoidal baja. 3) Microrraspadores de uña, con parte del borde retocado. Una de las tres piezas tiene además parte del borde retocado dorsalmente y las otras son de filo vivo. 24 27 8 21 18 6 4) Dos raspadores con la base angosta. En los bordes laterales tienen muescas de utilización. Borde distal convexo, logrado por un grueso astillamiento marginal unilateral sinuoso regular. 5) Fragmentos de lasca y lámina con un borde convexo retocado, sección baja. Cinco piezas. 23 17 5 10 21 5 De láminas 8) Raspador terminal de borde distal semicircular con fino astillamiento marginal en ángulo oblicuo. El extremo basal está quebrado. Sección triangular escaleno baja. 35 20 4 9) Raspador de astillamiento marginal bilateral. Los bordes laterales son aproximadamente rectos y paralelos, el borde basal está quebrado y el borde distal es convexo con tosco astillamiento en ángulo abrupto. El borde derecho tiene astillamiento continuo dorsal en ángulo abrupto. Sección trapezoide alta. 48 26 13 10) Raspador de borde distal ligeramente convexo y borde derecho ligeramente convexo con astillamiento marginal continuo en ángulo abrupto. El borde izquierdo tiene una muesca de bordes rectos, astillado por uso, que mide de 10 a 20 mm. Conserva el talón. Sección en trapecio baja. 21 19 6 11) Artefacto en pequeño núcleo agotado de lascas. La forma puede describirse como la mitad de un aquillado. La plataforma del núcleo es no preparada, de cicatrices unidireccionales que no parten del borde de la plataforma. Presenta retoques continuos en ángulo casi recto. 25 35 27 12) De borde basal y derecho parejos, con astillamiento secundario en ángulo oblicuo. Sección plano convexa. 68 29 10 53

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13) Raspador en lasca con astillamiento bilateral del borde. Conserva un amplio talón convexo con corteza, que abarca la mitad basal de la pieza. El borde distal es oblicuo hacia el lado izquierdo, el cual es ligeramente convexo y sinuoso. Tiene una muesca cóncava simétrica retocada intencionalmente en este margen, que mide de 9 a 20 mm. 35 36 9 Raederas 1) En lasca de bordes irregulares, con el borde izquierdo ligeramente convexo, astillado bilateralmente. Los astillamientos ventrales son marginales primarios, laminares y subparalelos. En la parte dorsal tiene retoque secundario concoidal. Sección semicircular baja. 55 37 10 2) Doble, de uso lateral en lasca de base quebrada. Los bordes laterales son rectos ligeramente convergentes con astillamiento continuo aproximadamente en ángulo oblicuo. El borde distal es sinuoso con astillamiento tosco. Sección pentagonal baja. 35 31 9 3) En lasca expandida. La base y el lado izquierdo están quebrados. El borde distal es sinuoso y tiene astillamiento marginal bilateral aproximadamente en ángulo recto. El borde derecho es ligeramente cóncavo y el astillamiento es ventral en ángulo agudo. 33 27 9 Cuchillos. 1) En lámina. Conserva el talón puntiforme y el extremo distal quebrado. El borde derecho tiene astillamiento continuo, aproximadamente en ángulo agudo. El borde opuesto tiene marcas de utilización. Pudo usarse para cortar. Sección en trapecio baja de borde superior cóncavo. 2) Catorce lascas con filos naturales agudos, con señales de uso, doce de ellas en un borde ligeramente convexo. 60 34 10 20 15 6 3) Dos láminas con el extremo terminal quebrado, y con los bordes laterales usados. Conservan talón. 35 15 6 28 12 4 4) Fragmento de lasca con muesca cóncava retocada intencionalmente en la zona adyacente a un borde recto. La muesca mide de 7 a 9 mm. 19 12 6 Perforadores 1) En lámina. La orientación funcional de la pieza con el extremo activo del apéndice hacia arriba es inversa a la orientación según la extracción de la pieza. El apéndice es de bordes paralelos, siendo el extremo distal o funcional convexo. El astillamiento de este apéndice es alterno, siendo dorsal del borde derecho y ventral del lado izquierdo. El mango es algo más ancho y más alto que el apéndice, y está separado de éste por una prominencia en el borde derecho. La sección transversal es triangular baja isósceles en el apéndice y en trapecio en el mango. La longitudinal es cóncava y convexa, siendo biplana en el apéndice. Largo total 58 Ancho máximo 15 Largo apéndice 32 Ancho apéndice 9 Grueso del apéndice 4 Ancho mango 12 Largo mango 10 Cepillos 1) Cepillo en lasca de obsidiana astillada bifacialmente. Tiene forma algo ovalada y el borde sinuoso. 36 27 14 Fragmentos modificados 1) Lasca de astillamiento bifacial secundario. Tiene quebrados ambos extremos. Sección semicircular. 32 22 7 2) Cuatro fragmentos de lasca con un borde astillado dorsalmente. 32 19 8 13 10 7 54

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Desechos 1) Esquirlas â 10 mm: 11 2) Esquirlas 11 ã 25 mm: 102 3) Lascas 26 ã 50 mm: 21 Orientación arbitraria. Presenta una base convexa y en ambos lados un ancho talón de percusión, dando la impresión que se trata de la parte central de un núcleo de plataformas de bordes opuestos. El ‘extremo distal’ está quebrado. Sección biplana. 46 35 12 4) Lascas 51 ã 100 mm: 1 5) Láminas 25 ã 50 mm: 3 6) Láminas 51 ã 100 mm: 1 Núcleos 1) Resto de núcleo de lasca en tortuga, o de plataforma bilateral divergente, astillado desde el borde hacia los dos lados. 28 27 18 2) Pequeño resto de núcleo de lascas con plataforma facetada. 13 22 15 3) Pequeño resto de núcleo mixto sin plataforma y astillamiento multidireccional. 25 17 12 Comuna de Chile Chico Río Jeinimeni Cueva del río Pedregoso La cueva del río Pedregoso es una cueva fósil y exógena ubicada en la ladera norte del cerro Colorado y al Sur del arroyo Pedregoso a aproximadamente 1350 msnm. Después de RI 1, es probablemente el sitio arqueológico más visitado en la XI Región. Esta cueva con pinturas rupestres fue descubierta por el geólogo Max Junge (1937) y descrita para la arqueología por Hans Niemeyer (1980, Niemeyer y Mostny, 1983), junto a un análisis lítico de los alrededores realizado por Felipe Bate (1979). Niemeyer hizo una minuciosa descripción del sitio y el entorno, clasificando y caracterizando los motivos y las superposiciones, junto a una interpretación general y una comparación cultural de las pinturas rupestres del área. El año 2005 volví a registrar los motivos con el objeto de ver si la cantidad de pinturas rupestres que describió Niemeyer había sido objeto de ‘modernas manifestaciones gráfico-rupestres’ y para distinguir las numerosas superposiciones que este investigador había advertido. Un punto en contra al método de registro utilizado fue el que la visión en plano más bien dificultó el análisis. Es esta una mirada poco objetiva al momento de analizar estas manifestaciones, estrechamente relacionadas con los cambios del relieve rocoso. La cueva como unidad o característica topográfica es un soporte distinto que no puede verse en plano como en algunos aleros y paredones. Para lograr una representación total de este sitio se requiere además un análisis en terreno que disponga de distintas iluminaciones, ya que la mayoría de los motivos se encuentran en la oscuridad. Los dibujos que aquí presento deben representar al menos el 60% de las pinturas existentes. Hay muchas otras que podrían cambiar de forma (para uno) o ‘significado’ si se analizaran en conjunto, con buena iluminación y bajo una mirada tridimensional. Las descripciones que siguen están en orden espacial y de acuerdo a los dibujos o imágenes adjuntas: Lámina 31 Sobre la base rocosa, de distingue una figura en forma de , formada por veintiséis puntos rojos pequeños y ordenados. De abajo hacia arriba, luego del octavo punto, hay un motivo en || y otro en forma de L . Continúan otros seis puntos en el mismo color y que pueden o no tener relación con el motivo anterior. 55

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Hay una mancha y una gruesa línea en café anaranjado y unos ‘puntos’ grandes o círculos llenos de este mismo color. Superpuestas a las anteriores, unas finas líneas en rojo, a veces con terminaciones circulares o puntos más grandes que el grueso de las líneas mismas. Superpuestas al café anaranjado hay una gruesa línea vertical en negro rodeada por una fina línea roja y atravesada perpendicularmente por una línea roja también gruesa. Sobre el fondo natural hay: puntos grandes alargados horizontalmente en rojo y negro, manchas de pintura blanca y roja, un guanaco rojo miniaturizado, dos negativos de manos deformadas en rojo: uno con dedos encogidos y otro con técnica de positivo en un dedo invertido y negativo en el resto. Lámina 32 Luego, en una pequeña convexidad rocosa, observamos guanacos y puntos muy pequeños en rojo, y puntos en café anaranjado. Algunas líneas en zigzag, un geométrico de línea gruesa, una flecha y varios otros motivos difíciles de interpretar en rojo y café anaranjado, probablemente zoomorfos. No hay superposiciones. Lámina 33 Después hay puntos dispersos sin orden aparente. Una línea vertical gruesa en rojo. Dos negativos de manos deformados en rojo. Un hombre con boleadora o lazo representado por secuencias espirales de puntos lineales y arriba de él, un guanaco u otro animal esquemático en rojo. También destaca un guanaco estilizado de cuello alargado en rojo que parece estar ‘sentado’ (en sentido figurado), y una flecha en rojo con la punta hacia el piso, con un círculo rojo lleno sobre lo que sería el proximal del astil, y con una línea oblicua y una paralela a éste. Cuerpo y cabeza de guanaco segmentados en rojo. Una gran capa de pintura roja que continúa hacia la ‘lámina 34’, y arriba de ella, lo que podrían ser animales -uno de ellos un ave- de cuerpo lleno en un rojo más claro. Lámina 34 Bajo todo este conjunto de pinturas hay un rojo rosado, al que se le sobrepone una capa de pintura roja que continúa de la figura anterior. En el borde superior de la capa y mezclándose con ésta, hay unas líneas de trazo fino y sobre ellas tres guanacos miniaturizados. También sobre esta base, hay dos guanacos y parte del cuerpo de otro en blanco diluidos, similares a otros dos que están acompañados de una hilera de catorce puntos pequeños y un punto grande del mismo color, que están más arriba y superpuestos a un huemul en rojo. Los probables huemules en rojo (advertidos por Junge, 1937) son cuatro: dos de ellos de cornamenta de varias ramificaciones y otros dos de un par de cornamentas sin ellas. El cuerpo del primero es similar al del segundo y parecido a como se representan algunos guanacos, pero con el hocico alargado y algo saliendo de éste (¿lengua?). Sobre su cabeza se realizó un negativo izquierdo en rojo estarcido, al igual que en el huemul siguiente, que además tiene un negativo izquierdo en blanco estarcido sobrepuesto al cuerpo. Tiene también las patas traseras cruzadas y sobrepuesto otro cuadrúpedo con las patas en la misma posición, al cual no se le distingue cabeza ni cuello. A ambos se le sobrepone un guanaco más pequeño en blanco, de miembros desproporcionados. El huemul de cuernos rectos se superpone a un probable guanaco amarillo. Tiene la particularidad de estar con las piernas abiertas y algo saliendo de entre ellas, muy probablemente el falo. Se realizó al mismo tiempo que un negativo de un tridígito en su cuerpo, del cual la mitad se cubrió por la superposición de otro guanaco. Posteriormente se hizo el guanaco rojo al interior del huemul y por último el guanaco blanco que superpone a todos. Con esa misma pintura blanca se transformó al primer guanaco amarillo abultándole el vientre, superponiendo además a la pintura roja que rodea a los huemules. También hay un guanaco blanco sobre fondo rojo, un negativo izquierdo entre pintura roja y un guanaco al que se le superpone pintura blanca diluida. Motivos abstractos en negro, y un guanaco deformado con el lomo arqueado. Lámina 35 Distinguimos varios zoomorfos en miniatura, además de un guanaco amarillo acompañado de una bola o círculo lleno amarillo contorneado de blanco. Impronta negativa de mano izquierda en amarillo y otras figuras difíciles de interpretar. 56

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Láminas 36 y 39 abajo Dos improntas negativas de mano izquierda pulverizadas en rojo y una en naranja. Dos negativos de mano verdes, una con cuatro pares de dedos. Un negativo negro superpuesto a un guanaco miniaturizado blanco. Figuras abstractas, guanacos miniaturizados en rojo y negro y una posible escena de caza de un hombre con lazo o boleadora, el que está rodeado por varios animales. Un tridígito. Motivo compuesto de varios puntos, líneas negras ordenadas y otros. Fondo negro que se superpone a un rojo claro. Láminas 38 y 39 abajo Destaca un fondo negro, que se superpone a un rojo claro. Negativos de mano blanco y verde superpuesto a guanaco miniaturizado y negativo de guanaco negro. Varios guanacos miniaturizados en movimiento, entre ellos un huemul, casi todos en blanco y algunos en rojo. Un guanaco rojo y una mancha roja sin forma animalística u otra reconocible. Varios tridígitos en blanco y uno en rojo. Lámina 38 Enorme pintura de animal, posiblemente zorro, hecho con pintura muy diluida. Guanacos miniaturizados en negro, blanco y rojo, además de otros zoomorfos. Figuras en negro. Una que interpreto como la representación de un pie humano, no una impronta, hecho sobre los 2 metros de altura tal como sucede en Lago Verde 1, solo que de un trazo y color distintos. También hay lo que parece ser un guanaco acompañado de líneas, una horizontal con remate vertical en los extremos y otra gruesa en zigzag corto horizontal que, junto a la anterior, está en una superficie horadada. Más arriba de ellos hay otra figura y bajo ellos una que asemeja la forma de un corazón real. Lo que más llama la atención a simple vista es un arco de doble fila de puntos con animalísticos (guanacos y aves, Cfr. Niemeyer, 1980) y figuras abstractas en blanco, además de series ordenadas de puntos en rojo y una figura llena en rojo con los bordes blancos y rellena de más series de puntos en blanco. En el extremo derecho del arco, lo que parecen ser uno o dos antropomorfos, todos sobre una base negra difusa distinta a los motivos negros descritos en el párrafo anterior. En cuanto al material lítico, los análisis de Bate (1979) caracterizaron el conjunto como compuesto de núcleos no preparados, con o sin plataforma, de plataforma simple y bilateral divergente, con escasa proporción de láminas y lascas laminares, siendo el tipo de retoque predominante aunque no exclusivo el de astillamiento lateral del borde. Raspadores terminales sobre lascas, lascas de dorso laminado y sobre lascas laminares mas no sobre láminas. Raederas, perforadores, muescas, denticulados, cepillos, microastillados por uso, artefactos en guijarro y desechos de talla. No había puntas, probablemente porque no era un buen lugar para la caza. Cabe mencionar que al igual como sucede en la zona del río Ibáñez, en el Jeinimeni las áreas con materiales superficiales están hoy sepultadas de cenizas volcánicas del Hudson. En el 2005 realicé una pequeña prospección buscando excepciones al caso, encontrando únicamente en el flanco norte del cerro Colorado, a aproximadamente 900 msnm, en una horadación hecha por un arroyo temporal de deshielo, algunos fragmentos de sílex y otras potenciales materias primas líticas sin modificación antrópica (lám. 39, arr.). Paredón de la Piedra Enclavada El Paredón de la Piedra Enclavada tiene un conjunto de pinturas rupestres realizadas exclusivamente en color rojo. La mezcla se destaca por formar una gruesa cáscara tipo ‘betún’. Está bastante deteriorado por los años, ayudando a esto la naturaleza metamórfica y descascarable de la pátina proglaciar del soporte rocoso, como así también por la naturaleza descascarable de la pintura. Se compone de diez negativos de manos impresos unas veces sobre la roca y otras sobre una capa fondo de pintura muy gruesa del mismo color, que se impone a las formas del relieve rocoso, dispersándose a través de todo el panel, al menos en las partes que no están descascaradas. Hay tres figuras pequeñas zoomorfas de difícil identificación -seguramente cuadrúpedos- y cuatro guanacos, uno pequeño de cuello alargado más otros tres más grandes acéfalos, de cuerpo y cuello alargado (lám. 40), de los mismos ya descritos para Alero Levicán y Punta del Monte 3. Por otro lado llama la atención que tanto en Levicán como aquí las pinturas se encuentran sobre una similar cáscara rocosa o pátina proglaciar muy débil, aunque ambos soportes sean de rocas distintas. 57

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Chile Chico - Los Antiguos Asociado al desmonte de una sepultura saqueada en el Cerro del Indio (Chile Chico), Niemeyer extrajo una punta morfológicamente similar a la de los estratos tempranos del río Pinturas, ligeramente más toscas que las de Baño Nuevo 1 y Punta del Monte 3. También cerca de Chile Chico, algunas puntas que él mismo asoció a los periodos IV y V de Cueva Fell (Ericksen y Niemeyer, 1966). Los materiales que describiré a continuación fueron encontrados en el campo del señor Rosario Padilla en el sector de Los Antiguos-Chile Chico (lám. 41). En el gráfico #25 podemos observar al menos tres funcionalidades realizadas sobre una técnica de láminas, lo que no es de extrañar, pues la ventaja de una técnica de láminas es que permite múltiples funcionalidades sin que sea necesario invertir más fuerza de trabajo sobre el derivado de núcleo. Así, estas láminas son desde su extracción un instrumento multifuncional formalizado y/o formatizado. Descripción del material lítico. Cuchillos 1) Parte media de lámina quebrada de basalto de grano fino, con triple facetado laminar del dorso longitudinal paralelo y huellas de uso en el borde izquierdo, las cuales están más acentuadas hacia el medio del margen. 51 27 4 2) Lámina de pedernal amarillo con triple facetado laminar del dorso longitudinal paralelo. Tiene microastillamiento bimarginal por retoque rasante, a manera de un pequeño abradido para matar el filo y/o por uso. 45 14 2 3) Lasca de calcedonia café crema (café con leche) veteada. Tiene cinco facetados longitudinales paralelos en el dorso y microastillamiento por uso a lo largo de todo el margen derecho. En el izquierdo, sin embargo, solo hay microrretoques en la porción distal, probablemente realizados con el fin de conseguir un ápice que por el mismo uso se quebró posteriormente. Huellas de esto podrían ser dos pequeños astillamientos sin bulbo hacia la cara dorsal. 41 24 2 4) Lámina quebrada hacia el distal en basalto de grano fino, con triple facetado del dorso longitudinal paralelo, y microastillamientos concoidales y continuos en el margen izquierdo, sin modificaciones en el derecho. 54 24 6 5) Lámina de pedernal blanco, con triple facetado laminar en el dorso longitudinal paralelo y doble de talones opuestos. Tiene una fractura en charnela en el distal probablemente posterior al momento en que la pieza se desligó del contexto que la produjo. En el margen izquierdo y hacia la cara dorsal tiene a través de todo el borde microastillamientos rasantes. En el margen derecho los microastillamientos son ligeramente más grandes, discontinuos y hacia ambas caras, llegando a formar una muesca con negativos de astilla más irregulares producto del uso. 59 24 6 Raspadores 1) Raspador quebrado Lámina quebrada en el distal, de calcedonia gris traslúcida con doble facetado longitudinal paralelo y otro longitudinal oblicuo en la misma dirección. Tiene retoques terciarios y continuos en el margen derecho, y algunos microastillamientos sin relevancia funcional en el izquierdo hacia la ventral. En el proximal hacia la dorsal tiene un retoque concoidal profundo a manera de rebajar la sección, logrando una base cóncava, como si fueran hechos para enmangar, idea apoyada por el hecho de que además tiene tres pequeños retoques laminares por presión hacia la ventral que rebajan el bulbo justo hasta donde la base funcional del instrumento se hace completamente plana. Si fuese así, se descartaría completamente como raedera, que es lo que sugiere la pura morfología de la pieza. Aproximadamente el 80 % de la cara dorsal tiene corteza. 66.5 36 10 1) Raspador de uso dorsal y frente oblicuo Lámina de calcedonia naranja, con corteza en el distal, de extracción levemente expansiva y un triple facetado laminar en el dorso longitudinal y paralelo. Tiene algunos microastillamientos toscos y discontinuos en el vientre y en el distal del dorso, más algunos otros asistemáticos en el proximal de esta misma cara que podrían ser rebajes para enmangamiento. De esta manera se trataría de un raspador un tanto burdo, usado hacia el frente deslizando la parte de la corteza, ya que de otra manera es difícil que se hayan producido los microastillamientos en el distal hacia la ventral. 64 24 02 58

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Cepillos 1) Tipo raspador Lasca laminar de calcedonia naranja veteada con corteza y tetra facetado laminar en el dorso longitudinal paralelo. Tiene retoques concoidales continuos en ambos márgenes hacia el dorso y tres retoques concoidales toscos y profundos en el borde funcional o distal, que a la vez tiene corteza. El perfil longitudinal es sumamente convexo y el perfil del borde distal o funcional muy irregular, por lo que se descarta como un raspador para pieles u otra materia prima en el cual se requiera de raspadores de base plana. Pudo servir como descortezador de ramas nuevas para astiles, mangos u otros. 54 36 08 Desechos de talla 1) Lámina de basalto de grano fino, de extracción levemente expansiva, con triple facetado laminar en el dorso, longitudinal y paralelo en el proximal, más uno opuesto ligeramente oblicuo desde el distal. 51 14 02 2) Lámina de borde de núcleo de basalto de grano fino, con doble facetado laminar en el dorso, longitudinal paralelo, y nueve negativos distales34 de lascado, perpendiculares al eje tecnológico que parecen haber sido laminares. No tiene microastillamiento alguno. 75 29 15 3) Lasca laminar quebrada de basalto de grano fino con gran porcentaje de inclusiones de cuarzo. Presenta cuatro facetados laminares en el dorso opuestos al talón. Es posible que se trate de una lámina extraída a partir de la bisección longitudinal de un núcleo troncocónico ya desgastado, a juzgar por la curvatura de la secuencia de los negativos de lascado del dorso35. No tiene microastillamientos. 55 32 7 Sector Laguna Verde En esta zona, Niemeyer excavó un entierro colectivo y múltiple de donde extrajo dos fragmentos cilíndricos de hueso con incisiones oblicuas al eje óseo (o cruzadas, Ericksen y Niemeyer, 1966). Cerca de éste, había otro, con 8 esqueletos, asociados a una punta P. IV de Magallanes, dos grandes punzones sobre huesos de ñandú partidos longitudinalmente con incisiones perpendiculares en los bordes y prolijamente pulidos, interpretados como alfileres para prender ropa o cabello, en donde las incisiones servirían para sujetar. Además, entre los esqueletos había dos láminas y tres lascas de obsidiana. En una prospección posterior, Felipe Bate detectó material lítico, que presentamos en esta ocasión. Al parecer en los sitios Laguna Verde 1, 2 y 3 se llevó a cabo el trabajo de la talla, y algunos otros relacionados con el corte y raspado. En los gráficos #16 y #17 vemos que en Laguna Verde 1 la alta frecuencia de desechos de talla (682) es coherente con la presencia de núcleos, fragmentos modificados a la vez que instrumentos de función no identificada, ya que es normal encontrar esta asociación de categorías en sitios donde la talla era intensa. También vemos en los gráficos #18 al #21 que entre los desechos de talla hay una predominancia absoluta de esquirlas grandes 11 ã 25 milímetros, seguida de lascas pequeñas 26 ã 50, que descartaría en parte el fino retoque necesario para elaborar la gran cantidad de puntas encontradas, las que sin embargo, son en su mayoría preformas o están quebradas. En todo caso las esquirlas pequeñas también abundan, apoyando el hecho de que en el sitio también se elaboraron estos instrumentos. En los tres sitios la categoría funcional más abundante son los cuchillos. En su mayoría se trata de derivados de núcleo con huellas de uso, instrumentos de vida corta, y que por lo general no se transportan a menos que la escasez de materias primas sea extrema y como este no es el caso, es posible argumentar que fueron elaborados y utilizados ahí mismo. A esta categoría le siguen los raspadores y algunas raederas, apuntando a que también se realizaron otras actividades.

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Me refiero a que es el distal del negativo, no a que se ubican en el distal de la pieza en cuestión. Se infiere entonces que se extrajo de un núcleo con al menos dos direcciones de lascado. 35 El perfil transversal es pentagonal regular, en donde la cara ventral es el lado más largo. 59

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Laguna Verde 1 (lám. 42) Puntas Pedunculadas 1) De calcedonia color lila claro y con el ápice quebrado. Bordes excurvados. Pedúnculo corto, de bordes rectos, base escotada y aristas agudas. 16 15 5 7 2) Pedúnculo quebrado de iguales características al descrito anteriormente. 6 7 3) Dos piezas quebradas de astillamiento bifacial. Los bordes son convexos formando un triángulo equilátero. Pedúnculo angosto, corto, de bordes rectos y base escotada, con aristas en ángulo agudo. Sección biconvexa simétrica. 16 16 3 5 7 Apedunculadas 4) Pieza quebrada que conserva el extremo distal. Bordes ligeramente excurvados con astillamiento bifacial laminar. Sección biconvexa simétrica. Preformas de punta 5) Con un borde lateral y el extremo distal quebrado. La forma ideal es triangular de base angosta. Con los bordes laterales ligeramente convexos, al igual que la base, astillamiento bifacial, sección biconvexa simétrica. 54 28 7 29 20 7 6) Extremo distal quebrado de hoja de bordes convexo convergentes. Astillamiento monofacial y borde opuesto. Sección biconvexa simétrica. 20 23 4 Puntas quebradas 7) Se conserva el extremo distal cuyos bordes laterales son ligeramente excurvados. Hacia el proximal está quebrado transversalmente. La sección es biconvexa simétrica y el astillamiento es bifacial laminar. La materia prima es color café ambarino con blanco. 50 32 5 8) Extremo distal de punta de bordes excurvados. Sección biconvexa. Una cara tiene astillamiento facial y la otra solo del borde. 20 24 Preformas de punta 9) Lasca bifacial de obsidiana negra. De bordes excurvados y sección aproximadamente en triángulo isósceles. Tiene un desprendimiento laminar desde el distal, ‘…probablemente se trata de una punta apedunculada del mismo tipo a la descrita por Niemeyer de Chile Chico (introducción) [se refiere a Ericksen y Niemeyer, 1966]’ (Bate, manuscrito). 29 18 5 10) Extremo basal de una punta bifacial inconclusa, quebrada. De sección transversal biconvexa simétrica. 30 27 5 Cuchillos 1) Cuarenta derivados de núcleo con huellas de uso. 57 43 16 75 13 5 2) En lasca de astillamiento bifacial. Con retoque más pronunciado en un borde ligeramente convexo en ángulo oblicuo. Sección en trapecio redondeado en el ángulo superior. 38 31 8 3) Lasca con dos muescas cóncavas, de 12 x 3 y 12 x 2 mm retocados internamente. 50 38 12 4) Lasca de obsidiana con un borde convexo en el cual hay dos muescas de 7 y 2 mm. 21 25 5 5) Fragmentos de lascas con el borde recto retocado en ángulo oblicuo. Seis piezas. 37 30 10 12 19 9 6) Láminas pequeñas, con cicatrices del dorso longitudinales, quebradas, casi todas en ambos extremos, con uno o los dos bordes laterales retocados. Nueve piezas. 26 16 3 18 10 3 60

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Raspadores 1) Raspador pequeño en lasca con retoque marginal. Extremo distal convexo retocado. Ninguno, uno o ambos bordes laterales retocados, ligeramente divergentes. Sección triangular a trapecio. Ocho piezas. 38 27 8 25 20 7 2) Con las mismas características de la anterior pero de tamaño mayor. Dos piezas. 43 33 7 42 32 9 3) Cinco raspadores en lasca. Todos los bordes retocados. De extremos laterales convexos y base oblicua. Ángulo funcional oblicuo. 40 29 10 4) Extremos quebrados, probablemente de lámina, con el borde distal transversal convexo y uno de los dos bordes laterales retocados. Sección trapezoidal baja. Siete piezas. 32 31 8 20 19 4 5) De borde distal oblicuo hacia el margen izquierdo. Tiene uno o ambos bordes laterales retocados. Tres piezas. 35 21 7 25 20 6 6) De borde distal recto y convexo. Con la parte convexa hacia la derecha, la cual tiene retoques en ángulo obtuso. Los bordes laterales están retocados en ángulo oblicuo. Dos piezas. 43 28 8 39 29 12 7) Raspadores en lascas de formas diversas, con uno o dos bordes convexos retocados en ángulo oblicuo. Tres piezas. 40 30 11 28 25 11 8) Raspador en lámina con modificación funcional aberrante. Tiene un borde corto, ligeramente convexo, astillado a partir de la faceta derecha de la cara dorsal. Sección triangular alta. 47 20 17 9) Fragmentos de lascas con el borde funcional convexo, con retoque en ángulo oblicuo. Nueve piezas. 36 31 8 15 9 3 Raederas 1) En lascas basálticas gruesas. El borde derecho es ligeramente convexo casi recto, retocado en ángulo oblicuo. Dos piezas. 63 48 20 55 36 10 2) En lámina de borde derecho recto, algo sinuoso y retocado en ángulo oblicuo. Sección triangular. Dos piezas. 53 25 7 48 20 8 3) En lasca triangular. El borde izquierdo es oblicuo casi a 45° , ligeramente convexo, con astillamiento en ángulo también oblicuo. Conserva el talón. 39 47 7 4) Raedera doble sobre lasca. El borde izquierdo es ligeramente convexo y el derecho ligeramente cóncavo, ambos retocados en ángulo oblicuo. Sección en triángulo isósceles. Conserva el talón. 46 30 7 5) Sobre lasca pequeña. Borde derecho recto con retoque en ángulo agudo. Conserva el talón. Sección en trapecio. 35 24 6 6) Raedera en lasca gruesa. De borde derecho oblicuo y ligeramente convexo con astillamiento ventral en escama y ligero retoque dorsal. Borde izquierdo en ángulo oblicuo. 52 38 19 Fragmentos modificados 1) Talones quebrados con uno de los dos bordes adyacentes a la base retocada. Sección triangular o en trapecio. Siete piezas. 35 28 10 21 30 6 61

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Función no identificada 1) Microlito en lámina quebrada, de bordes convergentes y astillamiento bifacial. Sección biconvexa simétrica. 7 8 3 2) Lasca ovalada de astillamiento bifacial. Parte del borde es sinuoso. 45 35 15 3) Microlito de bordes retocados rectos o cóncavos. Probablemente microrraspadores. Tres piezas. 20 18 3 19 18 3 4) Lascas con un borde convexo, sinuoso, astilladas en el dorso. Tres piezas. 41 30 9 40 39 6 5) Lasca de bordes sinuosos aproximadamente rectos astillados bilateralmente. Pudo servir como raspador. 35 33 10 6) Lámina con modificación aberrante. La sección tiene forma de trapecio alta y tiene astillamientos a partir de la arista de la cara superior. 58 15 10 7) Instrumento hecho directamente sobre un nódulo de madera silicificada, conserva corteza en ambas caras y en parte de la base. No se trata de un chopper ni un chopping tool. La forma es aproximadamente cilíndrica, salvo una cresta saliente longitudinal que se prolonga en el ‘borde derecho’ hacia la mitad distal de la pieza. En esta arista hay un astillamiento hacia la cara superior aproximadamente en ángulo abrupto. El extremo distal es un plano normal al eje de la pieza. Tiene una muesca de 8 mm y 15 mm. El extremo proximal presenta un par de cicatrices de lascas. En la cara inferior se ha desprendido una lasca que abarca la mitad de la pieza. 54 35 25 Núcleos De lascas 1) Sin plataforma de astillamiento multidireccional. 47 35 20 2) Con plataforma simple, de astillamiento irregular. 41 31 26 3) Con plataforma divergente, astillamiento unidireccional. 60 29 22 4) Con plataforma divergente, de astillamiento bilateral de talones adyacentes, concéntrico. 40 38 18 5) Con plataforma preparada simple. 76 68 47 6) Con plataforma preparada facetada. 43 42 22 Desechos 1) Esquirlas â 10 mm: 96 2) Esquirlas 11 ã 25 mm: 429 3) Lascas 26 ã 50 mm: 127 4) Lascas 51 ã 100 mm: 12 5) Láminas â 25 mm: 1 6) Láminas 26 ã 50 mm: 16 7) Láminas ã 50 mm: 1 Laguna Verde 2 (lám. 43)

‘El sitio Laguna Verde 2 se encuentra ubicado en un alero rocoso en la ribera occidental de un arroyo que corre al Este del sitio Laguna Verde 1. El sitio Laguna Verde 2 está ubicado a unos 30 metros del primero y a unos 8 metros bajo aquel, ya que el borde superior de la barda está al mismo nivel del mencionado sitio. 62

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El material descrito es casi totalmente de superficie. Solo algunas esquirlas chicas de obsidiana provienen de un pequeño pozo de sondeo que practiqué junto a la pared rocosa del alero. El pozo tenía 30 x 30 centímetros y aparecieron esquirlas hasta los 20 centímetros de profundidad. A los 25 centímetros apareció la roca del piso. La abundancia de esquirlas de obsidiana indica que deben haberse confeccionado en el lugar una mayor cantidad de instrumentos con dicho material. La recolección de este material la realicé en enero de 1968.’ (Bate, manuscrito). Material lítico: Puntas 1) Punta pedunculada. Limbo triangular isósceles que abarca 2/3 de la pieza. Las aristas forman con el pedúnculo un ángulo obtuso casi recto. El pedúnculo tiene bordes convexos y escotadura basal. El astillamiento no presenta ningún orden especial. 33 20 14 Raspadores 1) Dos raspadores de dos bordes opuestos convexos y dos rectos divergentes. La cara ventral corresponde a la fractura y no presenta astillamiento. Una pieza tiene todos los bordes retocados dorsal y marginalmente, y la otra solo el borde convexo mayor. 33 21 27 2) Raspador alargado. Borde izquierdo recto, distal convexo y el derecho presenta hacia la mitad basal una prominencia con muesca al medio. Todos los bordes, excepto el proximal, presentan retoque marginal dorsal. 47 14 30 3) Raspador oblicuo con punta. Fragmento distal, probablemente de lámina, con astillamiento marginal continuo en todos los bordes. El borde distal es ligeramente convexo y oblicuo, y converge en ángulo agudo con el borde derecho. Sección trapezoidal baja. 25 40 25 4) Fragmento de raspador de dorso alto. Presenta un borde convexo con una ligera escotadura, retocada en el margen hacia el dorso. 27 15 20 Cuchillos 1) Lámina de un borde recto y el otro compuesto de dos rectos que se juntan hacia la mitad de la pieza en una pequeña convexión. Ambos extremos quebrados. Sección triangular baja. El borde compuesto (izquierdo) presenta retoque continuo dorsal y el opuesto un astillamiento ocasional. 96 29 2) Lámina de obsidiana negra. Sección trapezoidal casi triangular. Bordes laterales paralelos. Extremo distal tecnológico convexo con una parte quebrada. Bordes laterales y extremo distal profusamente astillados. 42 21 3) Fragmento de lasca de bordes divergentes. El borde distal está astillado dorsalmente. Sección trapezoidal. 28 70 23 4) Lasca de un borde convexo casi semicircular, de cuyos extremos nacen dos bordes rectos que convergen en ángulo obtuso. El borde convexo tiene un bisel de 30° y astillamiento dorsal continuo. 62 17 40 5) Fragmento pequeño de lámina de obsidiana. Borde izquierdo y distal con leve astillamiento dorsal continuo. Sección triangular. 25 11 Desechos de talla 1) Esquirlas â 10 mm: 56 Obsidiana: 22 2) Esquirlas 11 ã 25 mm: 106 Obsidiana: 28 3) Lascas 26 ã 50 mm: 25 Obsidiana: 1 63

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4) Láminas â 25 mm: 4 5) Lascas ã 60 mm: 1 62 59 Núcleos 1) Resto de núcleo de lascas, de astillamiento multidireccional. La plataforma y el extremo distal son rectos. El borde derecho, plano-perpendicular a la cara inferior, es cóncavo. El izquierdo, de bisel inferior a 45° , es ligeramente convexo. La plataforma está lascada y, a partir de ella, la cara superior. El extremo distal tiene astillamiento dorsal. El borde izquierdo está profusamente astillado hacia la cara inferior. El resto de la cara inferior es corteza. 60 22 50 Laguna Verde 3

‘Ubicado en una explanada que hay al Este de la casa del señor Fica, justo al lado del arroyo que la limita por el Oeste y al pie de los montes que la limitan por el Sur.’ (Bate, manuscrito.) Raspadores 1) Raspador en lasca, cuyo borde derecho está quebrado, de modo que los bordes laterales emergen hacia la base. El extremo distal retocado. 32 28 8 Cuchillos 1) Lasca de obsidiana, con corteza en ambas caras, de astillamiento marginal unilateral. Los bordes son irregulares. 29 28 15 2) Lasca grande de forma irregular y bordes cortantes. Tiene microastillamiento por uso. 56 60 15 3) Lámina de bordes rectos astillados por uso. Sección triangular baja. 52 23 7 Desechos 1) Esquirlas â 10 mm: 5 2) Esquirlas 11 ã 20 mm: 17 Estero del Baño 1

‘Este pequeño sitio queda ubicado exactamente en el camino entre Chile Chico y Laguna Verde, al borde de la explanada que hay en la ribera occidental del arroyo denominado Estero del Baño, donde levanté unos pocos litos que había en la superficie.’ (Bate, manuscrito.) Entre los desechos de talla de Estero del Baño 1 (gráficos #22 y 23), se observa un predominio de las esquirlas grandes de 11 ã 25 milímetros, seguidas por lascas chicas de 26 ã 50 milímetros, que probablemente tengan que ver con la confección de cuchillos y raspadores, aunque carecemos de la información sobre las materias primas. Había también una gran lámina de desecho y un raspador sobre lámina, que nos permite relacionar de alguna manera a este sitio con Estero del Baño 2 (gráfico #24), donde la mayoría de los instrumentos y desechos fueron hechos bajo esta técnica. Descripción del material lítico. Raspadores 1) Raspador en lasca de sílice transparente color ocre amarillo, con corteza en la cara superior. Bordes convexos con abundante retoque marginal dorsal. 35 80 26 2) En lámina de calcedonia gris. Sección transversal triangular baja. Borde distal convexo y laterales casi rectos. Estos tres bordes presentan astillamiento dorsal continuo y el otro corresponde al talón de percusión. 53 10 38 Cuchillos 1) Fragmentos con dos bordes opuestos retocados. Una de las piezas presenta un amplio borde convexo retocado. Tres piezas. 64

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2) Cuatro fragmentos con un borde recto o convexo astillado dorsalmente. Desechos de talla 1) Esquirlas 11 â 25 mm: 23 2) Lascas 26 ã 30 mm: 8 3) Lascas 31 ã 50 mm: 5 4) Láminas ã 25: mm: 1 5) Lascas ã 70 mm: 1 6) Láminas: 1 72 22 48 Estero del Baño 2

‘Ubicado en la orilla Norte del camino mencionado en la ribera oriental del mismo arroyo.’ (Bate, manuscrito.) Cuchillos 1) Lámina de cuarcita blanca. Bordes irregulares y extremo distal agudo. Presenta astillamiento posiblemente por uso en el borde izquierdo. Sección triangular baja. 59 26 2) Extremos basales de láminas quebradas. El borde derecho con retoque en el dorso. Sección trapezoidal baja. Dos piezas. Desechos de talla 1) Láminas â 25 mm: 3 2) Láminas 26 ã 50 mm: 2, ambas de cuarcita blanca. Sección triangular baja. Bordes irregulares. Extremo distal agudo, sobre todo hacia la punta. 36 14 3) Lascas 26 ã 50 mm: 1 Arroyo Grande

‘El escaso material de este lugar, fue levantado al pasar de la orilla Norte del camino, justo al Oeste del arroyo que en los mapas aparece como Arroyo Grande.’ (Bate, manuscrito) Poco explicamos a partir de los gráficos #26 y #27, aunque es notable la presencia de la obsidiana entre los desechos de talla.

Cuchillos 1) Dos lascas quebradas que presentan el borde con astillamiento por uso. Desechos 1) Esquirlas â 10 mm: 29 Obsidiana: 12 2) Esquirlas 11 ã 25 mm: 42 Obsidiana: 16 3) Lascas 26 ã 50 mm: 15 Obsidiana: 2 4) Lascas ã 51 mm: 2 Obsidiana: 0 Para el Estudio de Impacto Ambiental del proyecto Fachinal, de la Chilean Mining Corporation, Mena (1994) prospectó las áreas de Laguna Verde y Sector Guanaco. En Laguna Verde, Mena realizó sondeos en tres aleros y tres cuevas sin encontrar evidencias culturales ni hallazgos aislados de superficie. En Sector Guanaco, seis aleros con los mismos resultados y dos hallazgos de superficie: una lasca de basalto y un guijarro pulido con huellas de abrasión. También mencionó una pequeña lasca cortical en chert rojizo procedente de Laguna Escondida o Laguna Salmonosa. En ese mismo informe describió otros sitios pero todos fuera de las propiedades de la compañía minera inglesa: Cueva de la Mano, Laguna Verde 4 y Laguna Verde 636. También describió una colección particular y mencionó la existencia de otros sitios que constató: Taller de Laguna del

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Mena (1994) realizó su propia numeración para el sector de Laguna Verde, de posibles sitios arqueológicos, como hiciera luego Seelenfreund (2004), tal como se describe un poco más adelante. Resulta que de ellos terminaron siendo sitios arqueológicos Laguna Verde 4 y 6, por lo cual, y dado que no se topa con la numeración anterior de Bate, conservamos las numeraciones originales. 65

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Colegio (BJ-1), Cerro Chenque en Bahía Jara (BJ-2), Cementerio (BJ-3) y Alero (BJ-5) en Pampa la Perra, y otros sitios que no alcanzó a constatar, como Enterratorio en Laguna del Colegio y Taller en Laguna Seca al pie del Cerro Bayo. La colección particular de la cual Mena presenta algunas fotografías y menciones de funcionalidad probable pertenece a Jesús Jara. Se compone de un tajador, las típicas puntas de flecha, más una similar a la que presentamos aquí hallada por Bate en Lago Gutiérrez (lám. 44, que allá se asocia a variadas láminas y que consideramos como momentos finales de la moda casapedrense, fin del 2do Periodo Poblacional) y otra, similar a la procedente de Chile Chico y que está en la colección de Juan Bueno, también asociadas a láminas pequeñas extraídas mediante una técnica de láminas. Mena (id.) también añadió dos fotografías de materiales de otras colecciones, una en la que se encuentran variadas láminas, de las mismas anteriores y que ya son características del margen sur del lago General Carrera. Cueva de la Mano Cueva de 8 x 8 metros, ubicada en la ladera suroeste de Cerro Negro, aproximadamente a 800 msnm (Mena, 1994). Se trata de una impronta negativa de mano izquierda en color negro ‘de gran tamaño’, y dos negativos pequeños, también izquierdos, en color rojo. Laguna Verde 4 Cueva de 7 x 9 metros reportada por Mena (1994). Se trata de dos improntas negativas de mano izquierda ‘de gran tamaño’ y manchas. Laguna Verde 6 Cueva de 6 x 12 metros, con una cámara posterior de 1 x 2 metros ubicada en la ladera norte del cerro Alto. ‘Se observan en ella rastros de pinturas negativas rojas’ (Mena, 1994:17). Pampa la Perra Sur 16/17/23 y Pampa la Perra Sur 18 El año 2003, Catherine Westfall efectuó una prospección en el área de expansión de la mina Cerro Bayo, donde registró veintidós posibles sitios arqueológicos que fueron numerados de acuerdo a su área de emplazamiento. En marzo del 2004 y dentro del mismo Estudio de Impacto Ambiental, Andrea Seelenfreund realizó sondeos de pala de 30 x 30 centímetros y por niveles arbitrarios, constatando ocupaciones humanas solo en algunos de los propuestos por Westfall, conservando sin embargo los nombres originales (Seelenfreund, 2004). De esta manera, por ejemplo, el que exista un sitio denominado ‘Pampa la Perra 17’, no significa que en el sector Pampa la Perra haya 17 sitios arqueológicos, sino que Westfall en un comienzo definió X número de sitios y luego Seelenfreund por una cuestión metodológica conservó el nombre original, independientemente del número de sitios con evidencias culturales. Esta aclaración es necesaria para comprender lo que continúa. Las prospecciones las realizaron en tres sectores: Cerro Bayo, Pampa la Perra y Laguna Verde, encontrando evidencias culturales únicamente en el sector Pampa la Perra. De aquí, analizaron materiales provenientes de dos áreas de actividad. La primera, sometida a sondeos, involucró Pampa la Perra Sur 17, Pampa la Perra Sur 16 y Pampa la Perra Sur 23, mientras que la otra corresponde a materiales de superficie de un lugar denominado Pampa la Perra Sur 18. También habría o había un sitio arqueológico, del cual no hay descripción, pero sí una mención, llamado Cerro Bayo 4 y caracterizado como ‘cantera/taller lítico’ en primera instancia (id.: 5), y luego como un lugar sin restos de cultura material (id.: 15). Puede tratarse del lugar mencionado por Mena (1994) como Taller en Laguna Seca al Pie del Cerro Bayo o alguna otra posibilidad. Retomando el área de actividad sondeada, Pampa la Perra Sur 17 es un alero de 30 metros de largo por 5 de alto. Al frente y a unos 15 metros está Pampa la Perra Sur 16: un bloque caído que sirve de refugio. A 300 metros al sureste se encuentra Pampa la Perra Sur 23, un alero de 7 metros de largo por 2 de alto. Entre el bloque de piedra que forma Pampa la Perra Sur 16 y el alero Pampa la Perra Sur 17, se realizaron tres pozos de sondeo, todos con evidencias culturales, mientras bajo la visera del Alero Pampa la Perra Sur, dos de ellos, uno de los cuales era estéril. 66

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La muestra total de materiales líticos constaba de derivados de núcleo (n=36) y desechos (n=184), de los cuales cuarenta y uno son de obsidiana (Méndez, 2004: 23). A pesar de la escasez y naturaleza de la muestra, César Augusto Méndez logra hacer varias inferencias, como por ejemplo que los materiales reflejan etapas finales de manufatura y terminación de bordes de instrumentos, sean bifaciales -como puntas de proyectil dados los antecedentes de las colecciones para el área- o marginales, como la elaboración y manutención de raspadores. Observa además la recolección de materias primas líticas locales como también el caso de la obsidiana traída desde Pampa del Asador, a mayor distancia (Méndez, 2004: 24, 25). El análisis osteológico de la fauna se realizó a partir de 554 fragmentos. De ellos se reconocieron nueve especímenes (24,3% del total de la muestra) y el resto, compuesto de huesos muy pequeños, se asignó al orden Artiodactyla. Las especies identificadas fueron oveja, guanaco, ñandú y los roedores Octodon sp., Ctenomys sp. y Phyllotis sp. (Velásquez, 2004: 27,28). Héctor Velásquez observó escasa participación humana en la conformación de esta clase de depósito, aunque el 22,8 % estaba sujeto a procesos de combustión, lo que ‘…sugiere que fueron parte de actividades de consumo y consecuencias de descarte posterior a su aprovechamiento.’ (Velásquez, 2004:30). Todo indica que al menos no era un área de caza sino de consumo. Sector Paso las Llaves Paso las Llaves 1 y 2 En este sector hay dos sitios con pinturas rupestres. Una pequeña cueva y un alero azolvado o azolvatado (algo así como un ‘paleoalero’), con representaciones de guanacos y otros motivos en rojo. La cueva o Paso las Llaves 1 fue formada por dos bloques caídos de las paredes de un cerro en cuyas faldas se encuentra el sitio, similar a lo ocurrido en RI 16, solo que de menores dimensiones. En una pared exterior de la cueva hay una figura de un guanaco en rojo de cuerpo lleno, estático y la silueta de un guanaco sin terminar (únicamente está el contorno del cuerpo). Probablemente es una muestra del proceso de elaboración de estos motivos, o quizás ese era el motivo real a representar, no se puede saber por ahora ya que es único en su tipo, aunque por lo mismo me inclino por la primera hipótesis. También hay una figura que parece ser el cuerpo y tres patas de guanaco (el resto de la roca está deteriorada, lám. 30, arr. izq.). Al interior se encuentra la representación de una cabeza de guanaco y otro guanaco muy nítido, ambos estáticos (lám. 30, ab.). El alero o Paso las Llaves 2 tiene una visera en donde están las pinturas a no más de 90 centímetros de alto desde el nivel del piso, por lo que puede ser que la sedimentación haya tapado gran parte de sus motivos. Hay una representación de un animal con una doble protuberancia en la espalda, a manera de joroba37. Seguido a éste hay un guanaco saltando y luego un abstracto similar al de RI 16. Si seguimos la tendencia de este estilo podría tratarse de un biomorfo, aunque al igual que el de RI 16 clasificaremos como abstracto (lám. 28). Sector Mallín Grande Registramos cuatro conjuntos de entierros dispersos a través de casi 9 kilómetros lineales, unos saqueados y otros no, cuya información importa sobre todo para ver la distribución de los antiguos cazadores y como punto de referencia para futuras prospecciones. El primer conjunto denominado la Virgen se encuentra a algunos kilómetros de Mallín Grande, sobre una loma (241 msnm) en cuyas faldas hay un altar a una virgen. Se trata de dos entierros ya saqueados, aunque se conservan escasos restos esqueletales dispersos, de los cuales no tomé muestras. Aprox. 1.150 metros al suroeste (272 msnm) se encuentra el conjunto los Helechos, constituido por chenques no excavados. Hay amontonamientos circulares sobre un promontorio

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No se han encontrado animales extintos jorobados como el camelops, menos hacia el 5.000 a.p., fecha a la que corresponde son este estilo de pinturas. 67

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natural que en rededor tiene alineamientos de grandes rocas y en cuyo centro crecen varios helechos que no se ven por lo menos en tres kilómetros a la redonda38. Cabe destacar que estas mismas plantas crecen a los lados del chenque más grande sobre túmulos de piedra más pequeños, por lo cual puede tratarse de varios entierros. A unos cinco kilómetros, 45° suroeste de este último está el conjunto Pobre Diablo (340 msnm). Fue parcialmente saqueado y vuelto a tapar por un poblador39 que buscaba plata hace 45 años y quien fue el que me ayudó a relocalizarlo y a reexcavarlo con el simple objetivo de ver si aún se conservaba ya que se suponía estaría totalmente destruido y descontextualizado. Efectivamente lo estaba, a excepción de un sector sin alteraciones, donde se destaca el que para cubrir al difunto, en primer lugar se hiciera un recubrimiento de piedras lajas y luego uno de enormes cantos rodados. Los huesos de este sector se encontraban en un avanzado grado de deterioro y fueron dejados en el mismo lugar. 2.800 metros hacia el Sur, 3° al Oeste se encuentra el último conjunto los Fósiles: un chenque ya abierto, que tiene bastantes restos esqueletales dispersos y descontextualizados. Aparentemente a unos dos metros de él hay otro, muy sedimentado, que puede servir de material de estudio.

PROVINCIA DEL CAPITÁN PRAT

‘La ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia’ Alejandro Terrazas Río Chacabuco Curso medio del Río Chacabuco Lago Gutiérrez 1

‘RCH-1 (sector Río Chacabuco, afluente del Baker). Margen Sur del Lago Gutiérrez, donde se encuentran varios paraderos con material lítico [lám. 44.], en las bardas de los cerros aparecen algunos negativos en rojo.’ (Bate, manuscrito.) De este sitio observamos una amplia diversidad de categorías (gráficos #28 y #29), que por un lado cubren el proceso de trabajo de la lítica tallada (percutor-núcleo-desechos de tallafragmentos modificados) y por el otro delatan la presencia de procesos de trabajo distintos (cuchillos, raederas, raspadores, puntas). La inferencia del trabajo de la retalla o retoque se apoya en que la mayoría de los desechos de talla son esquirlas grandes 11 ã 25 milímetros, seguidas en frecuencia por las esquirlas pequeñas â 10 milímetros. Puntas Punta bifacial pedunculada de obsidiana. Hojas de bordes convexos, sinuosos en ángulo agudo. Pedúnculo ancho de borde ligeramente convexo, convergente y de base escotada. Raspadores 1) En lasca. Extremo distal convexo de ángulo oblicuo. Lado izquierdo: borde astillado en ángulo abrupto. Lado extremo basal: astillado en ángulo abrupto. Lado borde derecho: ligeramente divergente, de ángulo abrupto con microastillamiento. Sección en trapecio. 2) Raspador lateral sobre lasca. El borde derecho, funcional, es ligeramente convexo recto y de ángulo oblicuo. 3) Sobre lasca. Con un borde ligeramente convexo y el otro cóncavo. De extremo distal recto oblicuo. Lados de los bordes ‘retorcidos’.

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Según prospección realizada en enero de 2004. El nombre se debe a que el mencionado poblador insistía en que no valía la pena ir a ver el entierro ya que el difunto era un ‘pobre diablo’, que había sido enterrado sin plata ni caballo. 39

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4) En extremo distal de lámina. Extremo distal convexo y laterales rectos con astillamiento continuo. Ángulos de los bordes abruptos y oblicuos. Sección en trapecio. Raederas. 1) En lámina de obsidiana. Bordes ligeramente convexos, retocados en ángulo oblicuo. Extremo distal natural y talón facetado. Sección en trapecio, baja. 2) Lámina de borde derecho convexo recto en ángulo oblicuo. La parte distal presenta modificación aberrante, por cuanto se ha astillado desde la arista central hacia el borde. Sección triangular alta. 3) De obsidiana con corteza en el distal. Bordes laterales aproximadamente rectos, sinuosos, ligeramente divergentes. Extremo distal con corteza. Sección triangular baja. Fragmentos modificados 1) Cuatro lascas de diversa morfología con bordes retocados. Cuchillos 1) Tres lascas utilizadas con microastillamiento hacia la cara dorsal. Bordes en ángulo oblicuo. De muescas retocadas sobre raspadores 2) Dos lascas con el margen derecho recto retocado en ángulo abrupto. 3) Dos lascas con muesca producto de astillamiento ventral. Núcleos 1) Resto de núcleo de lascas de obsidiana con cicatrices multidireccionales. Sin plataforma. Desechos de talla 1) Esquirlas â 10 mm: 13 2) Esquirlas 11 ã 25 mm: 61 3) Lascas 26 ã 50 mm: 2 4) Láminas 26 ã 50 mm: 8 5) Láminas 51 ã 100 mm: 2 Percutores 1) Presionador blando, sobre hueso largo animal n/i. Tiene una fractura longitudinal que le da una sección aplanada de bordes ligeramente convergentes. La cara externa presenta profundas incisiones por uso multidireccional. Lago Gutiérrez 2 Con base en el gráfico #30, advertimos la ausencia de desechos de talla, probablemente porque se realizaron otras actividades distintas al proceso de trabajo de la talla, como las efectuadas por los tres ‘instrumentos no identificados’. La presencia de una punta y cuchillos apuntan más bien a un área de caza y/o destazamiento. Puntas 1) Punta patagoniense IV de Fell. Cuchillos 1) Lasca astillada bifacialmente, de un borde convexo con una pequeña pronunciación. El otro borde está quebrado. Presenta gruesas caras de lascado. Sección laureleada. 2) Lámina de obsidiana. Los bordes laterales son ligeramente convexos y están completamente retocados. El extremo distal conserva parte de corteza. Sección transversal trapezoidal baja y longitudinal cóncavo convexa. 3) Tres pequeñas láminas cuyos bordes convergen rectos hacia la punta. Las tres presentan astillamiento irregular y sección triangular alta. 4) Lasca alargada. Borde distal convexo y oblicuo hacia el lado izquierdo. Los bordes laterales son rectos, perpendiculares al plano de fractura en donde presentan astillamiento por uso. El extremo proximal está compuesto por un retoque que modifica los bordes laterales para formar una pequeña aguja. 5) Lasca alargada. Presenta el borde derecho con astillamiento continuo. El izquierdo está quebrado. 6) Lámina de sección trapezoide alta creciente hacia el extremo distal. En la mitad izquierda de la pieza tiene una pronunciación convexa retocada y en la mitad derecha del extremo distal tiene una muesca cuyo frente es oblicuo hacia ese mismo lado. El retoque que forma la muesca está en ángulo obtuso con respecto al plano de fractura. El borde izquierdo de la pieza es ligeramente convexo y está astillado. 7) Lasca irregular con corteza. Mediante astillamiento ventral, perpendicular al eje, tiene un margen constituido por tres depresiones o concavidades, de las cuales la que da hacia la ventral es la verdadera muesca. 69

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Raspadores 1) Dos extremos distales de lámina. Borde distal convexo y laterales rectos, retocados. Sección en trapecio. Función no identificada 1) Pequeña lasca plana quebrada de bordes retocados. El margen izquierdo es recto y tiene una pequeña pronunciación de 1 a 5 mm en la mitad de la pieza. El otro forma un borde convexo. 2) Lámina de obsidiana. Sección triangular baja, con bordes laterales retocados irregulares, aproximadamente rectos y divergentes. El extremo distal conserva corteza y el extremo proximal está quebrado. 3) Lámina de sección triangular alta. El borde derecho es convexo en la parte proximal y recto en el resto, completamente retocado. El borde izquierdo está quebrado en la mitad distal de la pieza de modo que queda perpendicular. Alto Río Chacabuco Los análisis de Blanco et al. (2004) de las distribuciones líticas del curso superior del Valle Chacabuco se caracterizan por constar de cincuenta y cinco materias primas, con una alta heterogeneidad de rocas criptocristalinas como la obsidiana y sílices vetiformes. Las concentraciones son mayoritariamente desechos de talla y en menor cantidad instrumentos, localizados en emplazamientos altos y cercanos a cursos de agua. Hay 350 piezas de obsidiana (27% del total), de las cuales el 23% tiene corteza (Méndez, 2001a). La muestra de estos estudios proviene de sesenta y dos sitios superficiales y setenta y cuatro hallazgos aislados, de los que se analizaron 1.351 artefactos, 1.149 derivados de talla y 202 instrumentos. De estos últimos, 148 eran ‘piezas formalizadas’ (en la distinción de Andrefsky, 1998) de las que 121 eran raspadores y 10 puntas. Éstas son asignables al periodo IV y V de Magallanes, y ‘De igual modo, destaca una pieza bifacial de difícil adscripción funcional, aún en proceso de estudio (microhuellas de uso), la cual, dadas sus características morfológicas propias recuerda instrumental propio de momentos tempranos, y de ahí su relevancia.’ (Blanco y Méndez, 2001). Una pieza de las mismas características tecnomorfológicas que la anterior se encuentra en la colección particular de Mario González y más que recordar momentos tempranos -si por temprano entendemos, extendiéndonos mucho, al menos los primeros 5 mil años de desarrollo humano-, parece una variante más grande de las puntas P IV de Fell, que, como muchas de estas ‘variantes’, no está representada en Magallanes. El pedúnculo de esta pieza abarca aproximadamente 1/3 del largo total. Los bordes de estos pedúnculos son rectos ligeramente divergentes, rematando en aletas de ángulos rectos, de esquinas redondeadas. La base de ambos es ligeramente cóncava, formada por un retoque de lascas contractivo, de los mismos de las piezas del río Huemules y procedencia desconocida, descritas anteriormente. El retoque es secundario, siendo los primeros de lascas e invadientes, discontinuos y sin orden especial, mientras que los segundos son marginales, mixtos y continuos a través de todo el borde lateral. Los bordes de la hoja son convexos. En el estudio de Blanco y Méndez (2001), los análisis tecnológicos de los talones mostraron una baja proporción de talones naturales, que sugiere que los nódulos ya venían facetados, mas no así el que sean núcleos ya que solo 81 de 1147 piezas presentan una o dos extracciones de lascado (extracciones previas), infiriendo que probablemente la forma de éstos dependiera de sus características de transporte. Los puntos de impacto revelaron que se utilizaba mayormente el percutor blando. Alero Entrada Baker Fue excavado por aficionados a la arqueología en 1983 quienes trazaron un cuadriculado y embolsaron los materiales de acuerdo a niveles arbitrarios de 10 centímetros (Mena y Jackson, 1991). A fines de ese mismo año y el siguiente, Mena asumió las excavaciones dejando en claro que ‘... lo relativamente improvisado de los trabajos -desvinculados de un proyecto con mayor coherencia metodológica o financiamiento adecuado- no permitió implementar estrategias que vinculen al sitio con su entorno inmediato (ej. excavaciones más amplias, prospecciones, site catchment.) [...] el estudio se inscribe en la práctica tradicional de analizar colecciones de materiales, sin siquiera una adecuada contextualización en términos de estratigrafía, estructuras de planta, áreas de actividad o procesos de formación del yacimiento.’ (Mena y Jackson, 1991: 170). Entre las pinturas rupestres hay un diseño abstracto compuesto de cinco líneas longitudinales y paralelas, tres negras y dos rojas intercaladas, y otro diseño posiblemente zoomorfo en rojo que parece ser un ave, cuyo vientre está bajo el nivel del piso actual (lám. 45). 70

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Mena y Jackson (ob. cit.) analizaron 2.225 artefactos líticos en los cuales la materia prima más frecuente resultó ser la obsidiana. Los materiales de basalto eran láminas y lascas de filos vivos, muchas de ellas con modificaciones por uso. No encontraron núcleos y muy pocos ‘instrumentos formalizados’. También constataron tratamiento térmico de las materias primas, sobre todo en las silíceas (Mena y Jackson, 1991: 194). En cuanto a las puntas, fueron agrupadas en ‘... 1) puntas pedunculadas de limbo tendiente a triangular, base ligeramente escotada y aletas en ángulo recto, y 2) puntas pedunculadas, más delgadas, retoque más fino y aletas en ángulo oblicuo.’ (id.). En estas excavaciones encontraron una alta frecuencia de extremos proximales de puntas (n=20, 35%) y numerosas lascas con huellas de uso (microastillamiento y desgaste). Raspadores, algunos con muescas laterales en el distal, cuchillos-cepillos y grabadores, un perforador, guijarros ovoidales con aparentes huellas de desgaste, manos y un sobador. Por otro lado, de las investigaciones anteriores de Bate destaca una raedera dibujada por él mismo (lám. 45), aunque no del alero propiamente tal. Se trata de una lasca con astillamiento marginal concoidal tosco continuo y abruto, a través de un amplio frente funcional convexo, redondeado en las esquinas. El lado izquierdo es recto, al igual que la base, con la que forma un ángulo también recto. En cuanto a los conjuntos faunísticos, el análisis de edad de los guanacos (basado en erupción dental y fusión epifiseal) mostró que el sitio era ocupado al menos en primavera y verano (Mena y Jackson, id.). No hay yunques y percutores que puedan relacionarse con la fragmentación y fracturación óseas. Estratigrafía La estratigrafía natural tiene una potencia máxima de 80 centímetros, compuesta por sedimentos eólicos y rocas caídas de las paredes del alero que conforman un sedimento color café oscuro y de grano medio (Mena y Jackson, 1991: 174). Los análisis de bandas de hidratación en lascas de obsidiana mostraron que a pesar de los disturbios anteriores a la acción arqueológica los conjuntos culturales inferiores eran más antiguos que los más cercanos a la superficie. De todas maneras, dos fechas sobre carbón una de 7.750 ± 110 a.p. y otra de 2.580 ± 50 a.p. fueron descartadas como criterio confiable de registro estratigráfico, ya que la tipología de los materiales asociados tendría mayor concordancia con una tercera fecha de 230 ± 70 a.p., lo cual no descartaría una probable ocupación en los sectores no excavados, desde donde habría migrado la espícula de carbón fechada (id.). De esta manera se distinguen dos niveles: acerámico (temprano) y cerámico (tardío)40. El límite de la aparición de la cerámica se define tentativamente por asociación con otros sitios fechados de Patagonia Central en ca. 1.000 a.p. aunque de todas maneras Mena lo extiende desde el siglo I d.C hasta el siglo XVIII d.C por las fechas obtenidas. Componente acerámico Solo el 14,33% de la muestra lítica corresponde a este componente, en donde además de la obsidiana, predomina el basalto. Hay veinte especies animales identificadas, dominando ampliamente el guanaco. Los restos de este animal corresponden en su mayoría a las patas, lo cual no ocurre en el cerámico, infiriéndose de esto cierta selectividad en el transporte de las presas. Componente cerámico Representa el 85,66% de la muestra lítica. Además de basalto, hay predominancia de rocas silíceas. Se identificaron trece especies animales, destacándose animales medianos como el piche, el chingue y el ñandú, que supera en frecuencia al guanaco. El huemul está representado en muy baja proporción. Se destaca el gran número de aves acuáticas (Fulica y Cloephaga), además de restos de zorro y puma con cortes y fracturas (Mena y Jackson, ob. cit.). Abundan cáscaras de huevos de ñandú (Mena, 1983b). Cuenta de collar en piedra blanca (3.5 milímetros) y un pulidor de piedra pequeño, probablemente para la cerámica. Dos recipientes cerámicos. Tomé una muestra de superficie (lám. 46) en una nueva visita al sitio que pueden sumarse a los fragmentos de estos recipientes, según la descripción que sigue:

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Aunque la cerámica también aparece apoyada sobre roca madre (Mena, 1983b). 71

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‘… la pasta es densa, de aspecto general compacto, medianamente resistente a la fractura, con inclusiones que sobrepasan el 30% con respecto a la matriz arcillosa, de tamaño no uniforme, predominando los granos medios (˘ a ˚ mm), y gruesos (< ˚ mm), con algunos granos muy gruesos, de hasta 5 mm. La forma de estos granos es en general angular, presentándose algunos aislados redondeados. El principal componente fue reconocido como cuarzo en tres variedades (vidriado, lechoso y ahumado). También se distinguen algunas inclusiones de color café rojizo y composición desconocida. El color de la pasta y superficie varían del café al negro, no presentándose núcleo. La cocción es irregular con muy escasa oxidación de los materiales. La pasta presenta un alto contenido orgánico, aunque no se observan cavidades pseudomorfas. Los fragmentos están alisados por ambas caras, sin pulido ni decoración alguna. Tres de ellos presentan una capa de tizne en superficie, en uno de los casos sobre la superficie de fractura, indicando que el fragmento estuvo expuesto al fuego luego de quebrado. Aunque no se encontraron bases, asas ni bordes, el tamaño relativamente grande de algunos fragmentos (10 x 8 centímetros) y la convexidad de las paredes, sugiere que se trata de restos de ollas o cuencos de tamaño mediano (30 centímetros de diámetro), sin asas ni base convexa. El aspecto general de los fragmentos es igual al de aquellos recuperados en sitios de la cuenca del río Pinturas, tales como alero Cárdenas y Alero del Búho, asociados a dataciones de entre 1.200 y 900 a.p .’ (Mena y Jackson, ob. cit.) Sector Paso Roballos Cueva del Carnero Esta cueva (lám. 46, ab.) fue sondeada por varios investigadores (me incluyo, aunque como estudiante de liceo), a principios del 2001, donde entre los materiales extraídos destaca un gancho de estólica. Aunque no hay nada publicado, la ausencia de este material en contextos medios y tardíos sugiere por el momento que los niveles inferiores de esta caverna pueden ser de ocupaciones del orden ca. 9.300-5.000 a.p. Es probable que tenga cierta relación con el de Baño Nuevo, aunque el dibujo del de este último sitio no da pie para realizar mayores sugerencias. En una nueva visita a los alrededores, a 2 kilómetros de la Cueva, encontramos materiales dispersos a través de 200 metros, de tipología tardía y también temprana que podrían avalar la sugerencia anterior (lám 47, arr.). De los primeros serían un núcleo y dos puntas de proyectil tipo periodo V de Magallanes, y del segundo solo una punta triangular lanceolada, familiares de las del periodo III o ‘triangular’ de Magallanes, también similar a las de los estratos tempranos de Baño Nuevo, aunque bastante más grande y alargada (¿lanza?). De los desechos de talla, cuantificados en el gráfico #32, vemos que la mayoría son de obsidiana, muchos de ellos con corteza. Si conectamos estos con el núcleo de obsidiana allí encontrado, el extremo proximal de punta de flecha y las puntas de flecha, podríamos decir que en el lugar se llevó a cabo el descortezamiento, la preparación de núcleos, la extracción de lascas y la preparación de puntas de flecha de obsidiana y otras materias primas. Por otro lado, la presencia de una técnica de extracción de lascas a partir de una plataforma bilateral divergente, una preforma de punta más gruesa que las anteriores y algunas lascas grandes morfológicamente distintas a las de obsidiana y elaboradas en tobas locales, nos induce a pensar en una superposición de industrias, idea corroborada por la presencia de una punta de factura probablemente más temprana que las de ‘arco y flecha’. Descripción del material lítico Puntas 1) Puntas pedunculadas y de hoja de bordes ligeramente convexos, casi rectos. Pedúnculo angosto y bordes laterales rectos, de base cóncava producto de un retoque concoidal hacia ambas caras. Las aletas tienen ángulo agudo. El retoque es secundario. El primero es suave, discontinuo, invadiente, delicado y laminar. El segundo es suave, continuo y marginal. La línea general del borde 72

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es pareja y recta, la sección es baja. Una de las puntas es de obsidiana y la otra de una roca de grano fino color fucsia. 38 20 34 20 6 6 6 6 2) Procedente de Paso Roballos. Es bifacial triangular lanceolada sobre sílex rosa. De bordes en general ligeramente convexos y con la línea del borde pareja. De márgenes rectos y divergentes en el proximal, y convexo-convergentes en el medial y distal. El retoque es secundario. Los primeros son a veces concoidales y otras veces laminares, invadientes y paralelos a los del margen opuesto, y perpendiculares al eje tecnológico. Los segundos son marginales y continuos, y solo están presentes en el borde medial y distal. Esto refleja que para conseguir la forma lanceolada, el ápice y el borde distal convexo-convergente, se valían de este tipo de retoques, mientras que la forma general de los márgenes laterales recto-divergentes y el margen de la base se conseguían con retoques más profundos, para lo cual era necesario aplicar la fuerza de manera distinta. La base es cóncava porque está quebrada, acentuándose hacia el lado derecho. Se infiere que la base estuvo retocada por astillamientos oblicuos con respecto al eje funcional y paralelos entre sí. 100 30 3) Preforma de punta en basalto de grano fino con leves problemas de clivaje. Retoque bifacial concoidal y continuo, tosco y profundo. Al parecer se encuentra en su primera fase de astillamiento. El borde izquierdo es recto, ligeramente convergente hacia un ápice que forma con el derecho, el cual es convexo. 64 30 4) Pedúnculo de punta de obsidiana, de bordes rectos y paralelos. Retoque secundario bifacial. Los primeros no pude identificarlos y los segundos son diez retoques concoidales continuos en el borde basal de una cara y ocho de los mismos en la base de la otra, produciendo con esto una escotadura o convexidad. 6 14 Raspadores 1) En lasca mediana, de sección muy baja y con corteza. Con retoques concoidales abruptos hacia la cara dorsal y a través de todos los márgenes, exceptuando el basal. Los bordes laterales tienen forma de S (cóncavo convexo y a la inversa) y el distal es convexo de perfil disparejo. 33 28 2) Raspador de uña sobre calcedonia naranja con vetas blancas y negras. Está quebrado hacia el proximal en el lado izquierdo y hacia el distal en el lado derecho. De todas maneras se infiere que su forma original fue cuadrangular con un borde activo frontal ligeramente convexo. El retoque es concoidal y marginal continuo en todos los bordes, al parecer producto de percusión blanda. 25 19 3) Raspador sobre extremo distal de lasca de obsidiana, con triple facetado del dorso longitudinal paralelo en el medial y proximal, y doble perpendicular oblicuo en el distal (derivado de un núcleo al menos bidireccional). Los bordes laterales son divergentes. El izquierdo es más corto, ligeramente cóncavo y el derecho es recto ligeramente convexo. La base es oblicua y el distal o funcional convexo. Tiene retoques abruptos y concoidales, continuos, por percusión blanda en el distal. 28 28 Raederas 1) Sobre lasca de borde de núcleo partido, en basalto de grano fino con leves problemas de clivaje. Tiene una cicatriz en el dorso que es longitudinal y paralela al eje tecnológico, otra perpendicular y amplia en el lado izquierdo (probablemente una cara ventral de núcleo partido), y cinco distales oblicuas en el lado derecho. Esta pieza es muy similar a la ya mencionada proveniente del sector Chile Chico-Los Antiguos. 45 23 Desechos de talla 1) Esquirlas â 10 mm: 11 De las cuales: Obsidiana: 11 Con corteza: 1 2) Esquirlas 11 ã 25 mm: 14 De las cuales: Obsidiana: 10 73

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Con corteza: 4 3) Lascas 26 ã 50 mm.: 5 De las cuales: Obsidiana: 2 Con corteza: 2 4) Láminas â 25 mm: 2 De las cuales: Obsidiana: 1 Con corteza: 1 Núcleos 1) De lascas con astillamiento unidireccional, sobre guijarro de obsidiana con abundante corteza. Plataforma natural y extracciones de lascas anchas y una transversal laminar de perfil longitudinal muy convexo. Tiene un lascado en una mínima parte de la plataforma, sin relevancia tecnológica. 66 60 2) ´En tortuga’, o de plataforma bilateral divergente. De lascas sobre basalto de grano fino con leves problemas de clivaje, con astillamiento bidireccional tosco y profundo. 20 38 45 Lago Brown-Laguna Confluencia Los materiales descritos hasta el momento, más australes de Aysén, los detectamos entre el lago Brown y la laguna Confluencia. Se trata de varios materiales líticos dispersos y escasas evidencias de pinturas rojas a media ladera del Cerro la Campana (láms. 48 y 49). La roca sobre la cual se realizaron las pinturas cayó desde bastante alto, probablemente desde donde indican las flechas en la lámina mencionada. No puedo afirmar si fueron realizadas antes o después de la caída del soporte, ni tampoco hacer una descripción satisfactoria ya que la pátina proglaciar sobre la que está la pintura está bastante descascarada. En todo caso no parecen ser impresiones sino diseños en positivo de aplicación directa. En cuanto a los materiales líticos, la pieza clasificada como punta, evidentemente reutilizada, pudo tener como última función el de servir como cuchillo hendidor. Esta unidad de descripción la encontré en Outes (1905: 371), quien hace más de un siglo describió tres instrumentos similares: ‘Se trata, pues, de flechas rotas, quizá al trabajarlas y sobre las cuales se ha diseñado el instrumento del que me ocupo.’ Felix Outes restringió los hendidores a las puntas reutilizadas o a preformas de punta reutilizadas, siempre con el borde distal convexo y por ende no punzante, en las cuales el filo no es muy agudo como para haber servido únicamente de cuchillo, necesitándose aplicar más fuerza, actuando así este instrumento por corte-percusión. En este trabajo ampliaremos esta unidad de descripción incluso a otro instrumento, que probablemente también sirvió para usarse por corte percusión, aunque no con el impacto que requiere por ejemplo un tajador, en donde se utiliza la fuerza motriz del brazo. Con la clasificación de funcionalidad probable que manejamos ahora, agruparemos entonces al primero de estos como punta y al segundo como cuchillo, porque a final de cuentas serviría para la función de corte por presión y no ‘corte por percusión no tan suave’ como indicaba. La elevada frecuencia de esquirlas grandes 11 ã 25 y lascas pequeñas 26 ã 50 de obsidiana y de éstas con corteza nos indica que allí se llevó a cabo el descortezamiento de nódulos y/o la preparación de núcleos de esta materia prima (gráfico #33). Descripción del material lítico Puntas Preforma reutilizada 1) Monofacial y de los márgenes opuestos. Conserva el lado izquierdo de la hoja ya que el derecho fue completamente retocado en ángulo recto con alguna finalidad no identificada. El ápice es romo, y el perfil longitudinal es irregular con una protuberancia basal y otra medial, lo que sumado al hecho de que el borde derecho retocado no es cortante, hacen descartar la segunda funcionalidad de la pieza como un cuchillo de puro corte. Todos los astillamientos son concoidales, no muy delicados. El pedúnculo es grueso y de base convexa. La aleta tiene ángulo agudo y se originó por unos profundos retoques por presión hacia la cara ventral. 43 27 6 Raspadores 1) Sobre lasca de obsidiana, borde distal convexo y de márgenes laterales divergentes. El lado izquierdo es recto oblicuo y el derecho tiene una protuberancia que lo hace irregular. 33 20 74

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2) Raspador sobre calcedonia morada con inclusiones rojas y blancas amarillentas, en lasca alargada. De retoques concoidales en ángulo oblicuo en todos los bordes excepto en el proximal. El borde activo es convexo irregular, ligeramente oblicuo hacia la izquierda y los bordes laterales son recto divergentes. Tiene triple facetado del dorso, longitudinal y paralelo, de aristas irregulares. 34 23 Raederas 1) Bifacial de sílex rojo con blanco de grano grueso. El margen izquierdo es recto y forma un ángulo de 90° con el margen basal, también recto. El margen funcional es convexo y tiene retoques secundarios continuos hacia ambas caras. Los primeros de éstos son laminares, invadientes, delicados y profundos. Los segundos son concoidales marginales, menos delicados y profundos, y de ángulo más abrupto que los anteriores. 46 38 Cuchillo hendidor 1) Este instrumento de sílex rosa puede derivar tanto de un pequeño guijarro como de una gruesa lasca primaria. De manera arbitraria, utilizaremos para describirlo los criterios del segundo caso. Tiene el lado izquierdo convexo regular, manufacturado a partir de retoques invadientes secundarios suaves hacia las dos caras. El derecho tiene dos márgenes recto-convergentes, cada uno con un profundo retoque concoidal. Estos márgenes están truncados por un retoque posterior marginal profundo en el medial. 34 24 13 Núcleos 1) De extracción laminar, en sílex de color predominantemente rojo (grano fino) con morado (grueso) y blanco (fino). Plataforma facetada y astillamiento regular unidireccional común de aristas de los negativos irregulares. Se aprovechó la mitad de la materia prima. 100 84 72 2) Núcleo de lascas en sílex de color predominantemente rojo con blanco, de astillamiento multidireccional y forma irregular. 50 50 23 Desechos de talla 1) Esquirlas pequeñas â 10 mm: 3 De las cuales: Obsidiana: 3 Con corteza: 1 2) Esquirlas grandes 11 ã 25 mm: 19 De las cuales: Obsidiana: 18 Con corteza: 9 3) Lascas pequeñas chicas 26 ã 50 mm: 6 De las cuales: Obsidiana: 5 Con corteza: 1 Una de las lascas pequeñas de obsidiana es veteada de color rojo guinda. Tiene doble facetado laminar dorsal longitudinal paralelo. No es de técnica de láminas propiamente tal ya que la pieza es muy pequeña. Estas inclusiones rojas se han detectado también en Pampa del Asador y serían producto de la oxidación de agentes Fe41. Total de desechos de talla: 28 Obsidiana: 26 Obsidiana con corteza: 11 Calcedonia: 2

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1er Periodo poblacional – Cazadores de megafauna, poblamiento temprano o el origen del hombre austral 1. Condiciones organizacionales Hace alrededor de un siglo se pensó que el origen de la humanidad se encontraba en la Patagonia (Ameghino, 1880). Hoy sabemos que el Extremo Austral difícilmente fue poblado hace más de 13 mil años (Dillehay, 2001, Miotti et al., 2004, Paunero, et al. 2004, 2005). Podemos suponer que la organización social que asumió una sociedad cazadora recolectora pedestre en un continente despoblado de otros humanos, es la que se hubiese remontado a los orígenes del sapiens sapiens si es que no hubiese coexistido con otras especies del mismo género (p.ej. sapiens neanderthalensis) y/o de una organización socioeconómica similar, por algunas particularidades que veremos a continuación. En otras palabras, durante este 1er periodo y los dos siguientes las sociedades que habitaron el Extremo Austral hasta antes de la revolución tribal tenían en común el ser no-excedentarias, que en términos económicos se refiere a que los volúmenes productivos no rebasaban la suma de los consumos individuales. Si esto sucedía y se almacenaba, era por periodos tan breves que no vale la pena llamarles ‘almacenamiento’, ya que de todas maneras eran consumidos por la misma comunidad, sin que otra gozara del excedente. Es el ejemplo del secado de la carne de guanaco en Patagonia (Mengoni y De Nigris, 2004). Para efectos del consumo, y en términos de distribución, éste se efectuaba de acuerdo a las necesidades de cada uno de sus individuos, sin que alguno o algunos se apropiaran de una parte de tal producción dejando a otros con hambre u otro tipo de carencias. Por lo mismo, a estas sociedades también se les llama ‘sociedades igualitarias’, ya que uno de los aspectos económicos que regían esa igualdad era la denominada ‘reciprocidad’, que alude a que todos los individuos tenían el deber de dar y a la vez el derecho a recibir asistencia y toda clase de bienes que sirvieran para resolver carencias mientras estuviera al alcance de las posibilidades de su unidad doméstica (Service, 1979, Bate, 1998a). Esto ocurría entre individuos de un mismo grupo social y a veces entre mayores formas de organización social (unidades domésticas, bandas), realizándose como un sistema de cambios inmediatos y diferidos en distintos plazos, reforzándose mediante rituales y en la vida cotidiana. La precariedad económica de los pueblos de cazadores recolectores no tribalizados era a la vez un mecanismo de refuerzo de relaciones sociales, que obedecía a que: se evitaba el almacenaje y la conservación de alimentos por razones de amplia movilidad; las relaciones sociales fundamentales giraban en torno a la apropiación de alimentos, por lo cual el riesgo de carencia ante las inclemencias (de cualquier índole) era mayor a la de los pueblos productores; al ser nómadas su movilidad se efectuaba conforme a la de las especies naturales y la localización de los recursos en general, con lo cual los ciclos de producción-consumo eran breves y no podían aplazarse más allá de las necesidades de nuevo consumo. Estas sociedades funcionaron sin organismos especiales de administración, exceptuando los relativos al género y edad (id.). Por su parte, el chamán no estaba desligado de las actividades de subsistencia (economía y reproducción) y participaba de ellas al igual que cualquier otro mortal. A diferencia de los posteriores sacerdotes, el chamán representaba a la comunidad ante las divinidades, pero no era un representante de los dioses ante la comunidad (id.). En este escrito se plantea que esta organización social tuvo siempre la capacidad de transformación o alteración de los ciclos naturales de reproducción biológica de las especies naturales en una multiplicidad de ambientes, sin necesariamente llegar a reproducirlos de manera artificial como sucedió durante la tribalización. En los momentos de ocupación temprana los cazadores de cierta manera sobreexplotaron los biorrecursos, no en relación a su propio consumo, sino en relación a la disponibilidad de ellos en el ambiente. 98

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De más está decir que la presencia humana no puede excluirse de la historia climática global pues es una precondición, pero los restos arqueológios apuntan a que el poblamiento humano incidió en la disponibilidad de sus recursos, reflejado en el registro arqueológico por la extinción progresiva de algunas especies explotadas y por la disminución de los volúmenes de los recursos no renovables. Se pueden distinguir algunas particularidades en la organización social durante el poblamiento temprano, ausentes entre las poblaciones que les sucederían. Una de ellas es que las comunidades no tenían la capacidad de disponer sobre sus recursos, ya que no existían otras poblaciones humanas sobre las cuales ejercer ese derecho, que luego sería un derecho histórico. Por lo mismo, en las actividades de caza y recolección la comunidad no necesitó respetar los ciclos reproductivos de las especies vivas o móviles. La denotación exploratoria que se le ha adjudicado al poblamiento temprano, manifiesta en amplias distribuciones espaciales de los conjuntos artefactuales, obedece a la condición de un grupo cultural y organizacionalmente homogéneo, cuyas circunstancias eran la de ser los únicos habitantes en un amplio territorio. De esta manera, en América la primera organización social fue contingente y se dio de forma exclusiva en los momentos de poblamiento, dado que el espacio estaba libre o vacío de otros sistemas de organización social y por lo tanto la reproducción natural y la disponibilidad de los recursos naturales eran también libres de control intergrupal. La tecnología de apropiación de los habitantes tempranos no estuvo en función de determinadas especies, no era especializada en ciertas taxas, sino que fue flexible a una amplia variedad de recursos por el hecho de que la exploración de ambientes naturales y la captura de los recursos eran libres y exentas de cualquier consenso intergrupal. Esto permite explicar cómo en América las distribuciones de los conjuntos artefactuales de los primeros cazadores no tribalizados abarcaban extensiones geográficas más amplias que las de los cazadores no tribalizados que les sucedieron. La amplia movilidad durante el poblamiento inicial se pudo efectuar solo mediante una organización social con redes de parentesco relativamente cerradas, es decir, en donde la movilidad fuese realizada, ya sea por una banda que agrupara todas las unidades domésticas (en un principio), o en pocas bandas que agruparan todas las unidades domésticas pero que de todas maneras mantuvieran relaciones reproductivas entre ellas. Cuando digo ‘relativamente cerradas’, me refiero a que ese cierre fue relativo a la ausencia de una diversidad de bandas con las cuales abrirse a relaciones de reproducción y que para mantener un mínimo número reproductivo para sostener una banda mínima fue necesario desarrollar mecanismos sociales de cohesión, evitando el aislamiento. Por otro lado, era a la vez susceptible a la apertura reproductiva, lo que queda de manifiesto al momento de mantener relaciones con otra sociedad (ca. 9.400-9.300 a.p.), donde no tardaron en ‘mestizarse’, al menos culturalmente y quizás genéticamente. Esta organización sobre la reproducción debió tender a aumentar la natalidad, favorecida por la amplia disponibilidad de recursos y mermada únicamente por un desconocimiento de las propiedades ambientales durante los primeros años de poblamiento. Ya que se han identificado pocos o ningún instrumento doméstico, hubo amplia movilidad y la demografía era en extremo baja, el papel de la mujer en estas sociedades no solo fue fundamental para la reproducción, sino también para la producción, asumiendo el papel que comúnmente se le asigna al hombre en la caza, la talla y otras actividades. Aunque para este tema no hemos desarrollado el corpus artefactual que actuaría de indicador. Es necesario reconsiderar el planteamiento de que en todas las sociedades de cazadores recolectores haya existido una relación inequívoca entre baja densidad demográfica como requisito para una alta movilidad (Cfr. Crivelli y Fernández, 2004). En Patagonia solo podemos aplicar esta noción en los cazadores recolectores no tribalizados del periodo de poblamiento, pues la adopción del caballo como medio de transporte en momentos tardíos dotó nuevamente de gran movilidad a estas bandas. 2. Sobre la extinción de la fauna Se ha advertido que cuando se trata de cazadores de fauna pleistocénica no quiere decir que ésta fuera su recurso de supervivencia exclusivo, sino que enfatiza el hecho de que la fauna disponible difería de la moderna, al igual que otros recursos naturales. Cabe mencionar que el concepto de

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fauna pleistocénica no equivale al de megafauna pleistocénica y que mucha de la fauna hoy extinta sobrevivió varios años entrado el Holoceno. La extinción de la megafauna pleistocénica, la fauna pleistocénica y/o la fauna extinta en general, es un problema que ha sido sometido a las más diversas pruebas, exigiendo a los materiales arqueológicos que revelen no solo el aprovechamiento, sino también la captura de las especies extintas. Así, para inductivistas estrechos, encontrar restos quemados de caballo extinto en un fogón solo indica que se quemaron y a lo más que coexistieron, y si tienen huellas de corte a lo más que el animal fue cortado. Para los milodones por ejemplo, se ha sugerido que fueron carroñeados, invocando una conducta no muy común entre los sapiens sapiens, observada en Patagonia únicamente entre poblaciones canoeras y en relación a ballenas, cuya captura presupondría de algún desarrollo tecnológico distinto. Pensar que estos animales no eran cazados, con la cantidad de fechados existentes, tiene pocos argumentos a favor. Hasta hace no muchos años, en África los elefantes eran cazados de a varios por partida únicamente con lanzas, y difícilmente se puede argumentar que algún animal incluso acorazado fuese capaz de resistir el ataque humano colectivo. En un experimento con el arqueólogo Gilberto Pérez del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México construimos un arma tan simple como un lanzapiedras a partir de un par de cáñamos trenzados, de uso frecuente entre los guerreros mexicas (aztecas). En una serie de pruebas realizadas a un costado del Laboratorio de Tecnología Cazadores Recolectores de esta institución, logramos, en un día de práctica, controlar el lanzamiento de rocas de hasta 4 kg. Uno de los compañeros perforó una pared de lata y otro, después de varios intentos, rompió algunos alambres de la malla de acero galvanizado del sector que colinda con la zona arqueológica de Cuicuilco. Esto nos llevó a la pregunta, ¿cuánto podría resistir un animal acorazado como el milodón a un ataque de una banda de cazadores recolectores, con el poder de las armas y del fuego? El milodón era un animal ‘... prácticamente acorazado, con tremendas uñas, y probablemente con hábitos de defensa activa.’ (Borrero, 2001: 84). Los trabajos de Saxon (1976), con base en excavaciones en la Cueva del Milodón, descubrieron que los edentados que dan nombre al sitio sobrevivieron por lo menos hasta el 5.416 ± 55 a.p., con lo cual su vinculación con los cazadores terrestres era evidente. Pero esa evidencia fue cuestionada cuando Borrero (1991) fechó el mismo estrato en c.a.10.000 a.p. y observó que la estratigrafía de Saxon presentaba importantes imprecisiones. En la cueva 1 del Lago Sofía, en el estrato ‘moreno’, Mylodon Darwinii se asoció a un carbón fechado en 11.570 años a.p., y en la cueva 4, un hueso dató en 11.590 ± 110, aunque sin asociación humana (Prieto, 1991). Tres Arroyos mostró huesecillos dérmicos de Mylodon sp. fechados entre 11.880 y 10.280 a.p. (Massone, 1987), y Cueva del Medio entre 12.390 y el 9.595 (Prieto, 1991). En este último sitio los huesos están quemados y trozados. En Pali Aike, un milodón estaba enterrado al fondo de la cueva y cubierto con rocas artefactuales (Bird, 1983, 1993), sin huellas de haber sido destazado. En lo que respecta al caballo extinto, los sitios confirman no tan solo su contemporaneidad con los primeros humanos de Patagonia, sino también su calidad de presa (huellas de corte y huesos quemados). A pesar de los distintos nombres con que se ha identificado, Alberdi y Prieto (2000) indican que debe considerarse como una sola especie (Hippidion saldiasi). Había un maxilar en la cueva de Baño Nuevo42, restos parcialmente quemados en Tres Arroyos, y cortados y calcinados en Cueva del Medio, numerosos restos en Cueva Fell y otros fragmentos en Cueva del Chingue, Alero el Puesto, Pali Aike, Cueva de la Ventana, Cañadón Leona, Cerro Sota y Lago Sofía 1 y 4. La paleolama fue una especie de camélido encontrada en Tres Arroyos y Cueva del Medio, entre otros. Junto a las especies desaparecidas antes mencionadas, está comprobada también la residencia en Patagonia de felinos extintos: Smilodon, Felis onca mesembrina, probablemente incluso representada en una pintura rupestre de Patagonia Central, más un cervidae sp., ninguno con huellas de haber sido aprovechados por el hombre (Massone, 1987, 1996; Prieto, 1991). Los esqueletos de Baño Nuevo 1 estaban cubiertos de piedras y de más de una decena de zorros extintos Dusicyon avus, cuya presencia de mantuvo hasta los niveles medios, conformando la mayor muestra de esta especie (Trejo, 2005).

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En las excavaciones del 2005, en la liberación del derrumbe de los perfiles adyacentes a los excavados por Bate, apareció un diente de Hippidion, quizás del mismo individuo mencionado anteriormente. 100

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En lo que concuerdan algunos investigadores que tratan de explicar la extinción de esta fauna, es que se debió a una causa única privilegiando el papel humano (Borrero, 1977: 82). Otros investigadores (p. ej. Mc Neish, 1976) explicitan que el fenómeno debió ocurrir por diversos factores en los cuales los humanos rara vez son completamente descartados. Martin (1973, 1975), por su parte, propone que hace c.a. 12 mil años los grupos de cazadores que ingresaron al continente americano a través de Alaska llegaron al extremo Sur rápidamente, extinguiendo en ese lapso a toda la megafauna, hipótesis naturalmente criticada, especialmente por Mc Neish (ob. cit.). Sin embargo, algunos no dudan en rescatar las ‘ideas rectoras’ en las que descansa esta hipótesis (p. ej. Borrero, id.). Como se dijo, las diferentes evidencias que asocian a los primeros pobladores del extremo austral de América con fauna extinta no excluyen la presencia de fauna moderna, sino que los recursos apropiados son una mezcla que se define conforme avanza el Holoceno. Borrero (1977: 89) defendía dos causas por las cuales la fauna se habría extinguido, descartando varias otras por carecer ‘... de información que permita la evolución de su impacto.’ (id.). Las hipótesis son: acontecimientos catastróficos, como la masiva depositación de cenizas producto de erupciones volcánicas, evidenciadas por dos niveles faunísticos antes y después de la depositación de la Tephra I de Auer, fechada en 9.430 ± 90 y 8.955 ± 110 a.p., y la competencia interespecífica entre relictos de fauna pleistocénica y la más moderna del Holoceno con relativamente mayor homeostasis. Él mismo, 24 años más tarde, refutó la primera hipótesis fundamentando que no ‘...parece posible pensar que las erupciones volcánicas tuvieran algún papel importante en la extinción de la megafauna, como alguna vez se pretendió.’ (Borrero, 2001: 91). Para ello se basó en ‘... Numerosos estudios históricos, botánicos y experimentales [que] mostraron que las erupciones volcánicas pueden aniquilar completamente un bosque, o la vida vegetal en general, pero que en pocos años se inicia nuevamente el proceso de colonización vegetal’ (id., en observación a lo ocurrido con la erupción del V° Hudson). Pero si las especies vegetales fueron capaces de recuperarse luego de haber sido exterminado por completo su hábitat, fue porque se trataba de una sucesión secundaria, es decir, un disturbio que no fue capaz de arrasar con los bancos de semillas. Esto, por sí solo, no corrobora el planteamiento de que un perezoso gigante, herbívoro, de hábitos gregarios y lento como se supone era el milodón, pudo mantener su reproducción a ritmos normales faltándole el alimento años completos, por lo cual creo que debería mantenerse esta hipótesis. Añadimos una tercera causa que considera que el ciclo reproductivo de la megafauna mayor (milodones, mastodontes) era mucho más largo que el de la megafauna menor (como caballos, guanacos, zorros), por lo cual su predación −por mínima que fuera− implicaba una alteración sustancial de la reproducción, contribuyendo a acelerar su extinción, por razones hasta ahora desconocidas. Una cuarta causa pudo ser el arribo de las poblaciones andinas durante el 2do Periodo Poblacional, que habría acelerado la disminución al menos del caballo y el Dusicyon Avus. Éstos, aunque fuesen explotados en menor proporción que el guanaco, de todas maneras pudieron ser más sensibles a la extinción. Ante las consideraciones anteriores y las evidencias descritas más abajo, todo apunta a que estos cazadores no respetaban los ciclos reproductivos de sus biorrecursos. 3. Identificación en Patagonia La hipótesis de Bate en torno a los primeros cazadores recolectores sostiene que hace unos 12.000 años había en Sudamérica tres poblaciones: los antiguos cazadores recolectores andinos, los cazadores del trópico americano y los cazadores recolectores australes. Los cazadores recolectores australes, que aquí referiremos como 1er periodo poblacional del extremo austral, habitaron la porción continental del Cono Sur y sus vestigios arqueológicos se concentran en Patagonia Central y Meridional, aunque más al Norte también hay algunos rastros de su presencia (¿Cementerio del Río Limay, Quereo I, Tagua Tagua I, Mina Gerais?). En Patagonia Central esta población es identificable, en el nivel inferior de la Cueva 3 de los Toldos (industria del nivel 11), en los estratos inferiores de El Ceibo, en la Cueva Grande del Arroyo Feo, el Alero el Puesto y en Cueva del Minero. En Sur Patagonia en el Periodo I de Cueva Fell, los estratos inferiores de Pali Aike, Cueva de las Buitreras, Tres Arroyos, Cueva del Medio, Lago Sofía 1 y el Abrigo de los Pescadores. Otros lugares en donde la presencia de esta población es un tanto difusa es en algunos materiales de cueva Baño Nuevo (lito discoidal quebrado entre las piedras de 101

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un ‘chenque’ de 9 mil años y algunas esquirlas), dos colas de pescado y un lito discoidal de superficie en el río Huemules (Bate, 1982), una preforma de cola de pescado encontrada en el borde suroccidental de la Laguna Iturbe (Jackson, 2004) y otros. Uno de los principales problemas a los que se enfrentó la arqueología al intentar distinguir a esta primera población fue la gran diferencia estratigráfica entre los Toldos y Cueva Fell, que en su época eran los sitios tempranos mejor excavados. Estas diferencias responden sin embargo a ocupaciones de las mismas poblaciones pero con distintos elementos de su cultura, algo difícil de asimilar en un comienzo. La distinción no se había hecho por encontrarse varios contextos cercanos al 9.000 en donde habría ingresado la población andina. De esta manera: a) Los pisos de ocupación −muy cercanos en el tiempo− no fueron distinguidos en las estratigrafías. b) Ya que una ocupación del 1er periodo poblacional pudo ser apenas anterior, apenas posterior o sincrónica a la de los pueblos andinos que dieron origen al segundo poblamiento, fue imposible distinguirlos estratigráficamente (aunque sí tecnológicamente con una muestra como la que disponemos hoy en día). Una manera recurrente para aludir al complejo artefactual temprano de Patagonia, aunque en sentido estricto no el más temprano, fue el popularizado término de toldense, porque fue en la estancia los Toldos (Santa Cruz) donde el austriaco Osvaldo Menghin halló restos culturales de lo que en la traducción desde la arqueología estadounidense algunos también llaman ‘paleoindios’. Lo más antiguo de los Toldos se conocería ampliamente bajo la denominación de ‘industria del nivel 11’, la cual no está representada como tal en Cueva Fell, aunque sí en la Cueva 12 de El Ceibo (Mansur, 1983) y otros sitios. Las ‘grandes lascas’, características de este conjunto, obedecen en parte a la disponibilidad de materia prima en grandes nódulos, que se habrían ido agotando con el tiempo, lo cual no es lo mismo que únicamente una amplia disponibilidad de materias primas. Es interesante la observación de Lynch (1990) en cuanto a la adscripción del nivel 11 con respecto a los estratos sucesivos: ‘… Estas diferencias bien podrían ser sobreenfatizadas y, de hecho, ser insignificantes, ya que estamos tratando con una industria de solamente 48 artefactos separados de los demás por razones de conveniencia. En realidad las frecuencias de tipos, aún en esta pequeña muestra, son esencialmente las mismas de los niveles 9 a 11. La ausencia de puntas ‘cola de pescado’ pedunculadas en una muestra de 48 artefactos es poco sorprendente. Estas puntas de proyectil ‘toldenses’ son muy raras en las industrias toldenses, en las que predominan usualmente las puntas triangulares, subtriangulares y las pedunculadas con hojas triangulares. Aún esta pequeña industria de 48 artefactos contiene una probable punta subtriangular, delgada y bien retocada unifacialmente.’ Mansur (1983) demostró que el nivel 11 sí muestra claras diferencias con el toldense, aunque aquí mantenemos la idea de que no por eso debió ser algo distinto al Periodo I de Cueva Fell. Por otro lado, la fecha de 12.600 tampoco tiene por qué ser irreal, aunque para ello Lynch podría utilizar para descartar las fechas ‘pre Clovis’ el argumento de que el carbón proviene de incendios forestales, prueba que también podría aplicarse para estudiar las fechas sobre carbón en los sitios ‘Clovis’, cuya confiabilidad en los procesos de registro deja a veces mucho que desear43. La tecnología y los fechamientos apuntan a que la industria del nivel 11 fue producto de la primera población de Patagonia en sus momentos iniciales, bajo condiciones distintas de trabajos determinados a los encontrados en otros sitios de Patagonia, como por ejemplo el periodo I de Cueva Fell con sus colas de pescado y litos discoidales. En este sentido, la consideración de la ‘industria del nivel 11’ como un toldense temprano tampoco es muy exacta, como se ha hecho por ejemplo para el área del Río Pinturas (Arroyo Feo), ya que aunque remite a una continuidad entre lo toldense y lo anterior, no ilustra muy bien la posibilidad que alrededor del 9.400-9.300 a.p. ingresó a Patagonia un pueblo que se abrió a relaciones económicas y reproductivas con los primeros habitantes de Patagonia, reestructurándose profundamente las relaciones sociales.

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Véase Bate y Terrazas, 2002a, 2002b para el obsoleto y ya insostenible estado de la discusión estadounidense Clovis-Preclovis, ante la abrumadora presencia de sitios (años radiocarbónicos a.p. sin calibrar) como ‘… El Abra (12.400), Tibitó (11.700), Taimataima (12.300), la fase Amotape en Talara (11.200), Quirihuac (12.400), Guitarrero (12.500), Huargo (13.000), Pachamachay (11.800), probablemente parte de la fase Ayacucho (14.000), Tagua-Tagua (11.300), Quereo (11.400), Lapa Vermelha P.L. (11.700), Santana do Riacho (11.900), Sitio do Meio (13.900), Caldeirão dos Rodrigues (17.000), Boqueirão da Pedra Furada (17.000-18.000) o Los Toldos (12.600 ± 600)’ (ib: 139), Monte Verde (13.000-12.000) (Dillehay, 2001:302) o Alero el Puesto (12.000) (Miotti, et al., 2004). 102

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Luego del toldense de los Toldos se sucede un periodo conocido ampliamente bajo el nombre de casapedrense, un ‘toldense final’, que tampoco está representado como tal en Cueva Fell, ya que sobre el Periodo I de este sitio se encontraría el supuesto Periodo II, cuya principal característica es una profusa industria de hueso. Este Casapedrense no parece ser más que una moda en el desarrollo de láminas, que nada tiene que ver con el 1er periodo poblacional, sino con el desarrollo del 2do y principios del 3ero. Durante mucho tiempo los materiales tempranos encontrados en el Extremo Austral fueron catalogados como diferentes ‘culturas’ por presentar diferentes clases de materiales en cada uno de los sitios que se excavaban44. Bate (1982, 1983) los reunió en conjuntos culturales bajo el principio de que correspondían a diferentes fases del proceso productivo45 de los mismos materiales que parecían más ‘evolucionados’ para la mayoría de los particularistas históricos. A esta primera población, cuyos distintivos tecnológicos son los que sirvieron para definirla, incluye el desarrollo que va desde los estratos más antiguos de los Toldos y Cueva Fell hasta los de Pali Aike46 −que corresponden a más de 2.500 años de desarrollo humano− la agrupó bajo la denominación de ‘Toldense Clásico’ (denominación que paradójicamente no está libre de un matiz evolucionista), el cual expresaría ‘...la base étnica común del desarrollo de poblaciones que posteriormente generan expresiones culturales propias y diferenciables en las diversas subrregiones del Extremo Austral’ (Bate, 1983: 94), incluyendo también al toldense de los Toldos y al del área del Río Pinturas, que en realidad tiene más parecidos tecnológicos con el P. III de Magallanes. Los nombres de ‘Periodo I de Bird’, ‘Magallanes’ o ‘de Fell’ se deben a que el arqueólogo estadounidense Junius Bird fue quien, basándose en sus excavaciones en Cueva Fell, realizó una periodización cronológico cultural para toda la zona de Magallanes, incluyendo Tierra del Fuego, y cuyo nivel más antiguo es el Periodo I. Al respecto, en un estudio reciente Mauricio Massone y Alfredo Prieto (2004) investigaron los materiales y el rango cronológico que caracteriza a la ‘modalidad cultural Fell I’, exclusivamente para Magallanes, ampliando los atributos de los conjuntos artefactuales de esta primera población que aquí referimos como 1er periodo poblacional y que en Patagonia Meridional ‘…tiende a concentrarse entre 10.100 y 11.000 a.p. (fechas no calibradas), y un rango máximo que varía entre 8.600 y 12.400 a.p. aproximadamente.’47 estos son:

‘1) Asociación de restos culturales con fauna extinta. 2) Fogones en cubeta con restos de fauna extinta y moderna y restos tecnológicos asociados. 3) Desarrollo de una determinada tecnología lítica que se caracteriza por la preparación de puntas ‘cola de pescado’, litos discoidales grandes, raspadores frontales de gran tamaño, sobre lascas gruesas con dorso rebajado en forma laminar, raederas laterales de bordes ligeramente convexo a recto y piezas líticas para desgaste de artefactos. 4) Piezas óseas de ave seccionadas mediante una técnica transversal y adornos en huesos de ave. 5) Retocadores óseos extremo laterales. 6) Pigmentos colorantes. 7) Relación entre fauna extinta y moderna. Destaca la asociación entre caballo nativo americano y guanaco.’ (id.) En cuanto a los litos discoidales, vale hacer algunas reseñas. En Aysén se halló uno de basalto en superficie en los alrededores del río Huemules y otro en los estratos inferiores de Baño Nuevo pero de conglomerado compactado y asociado a las poblaciones posteriores. Hay también otro lito discoidal en un sitio en el río Ibáñez que nada tiene que ver con un contexto del 1er periodo poblacional. Los litos discoidales por sí solos no son un indicador del 1er periodo poblacional como lo puede ser una punta cola de pescado por ejemplo. El tamaño no es un indicador temporal ya que en la misma Cueva Fell hay un lito discoidal de casi el doble de diámetro que otro.

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Habiendo unas más ‘primitivas’ −en el sentido evolucionista− por tener una tecnología aparentemente más tosca y otras más desarrolladas porque la factura de sus instrumentos era más compleja y elaborada. 45 Que luego se pondría de moda bajo el nombre de ‘fases de la cadena operativa’, aunque en un sentido más estrecho ya que generalmente hace referencia únicamente a la industria lítica. 46 Es probable también que los esqueletos de Pali Aike correspondan más bien al P. III de Magallanes como veremos luego. 47 Los autores citados también observan el cuestionamiento que ha hecho cada investigador sobre las fechas extremas, por lo cual sitúan las ocupaciones en el rango mencionado. 103

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Desconozco hasta cuándo habrán perdurado estos artefactos cuya función ha sido objeto de varias especulaciones, pero al menos se encuentra en contextos asociables al desarrollo regional posterior al de la primera población. En el Laboratorio de Tecnología de Cazadores Recolectores de la Escuela Nacional de Antropología e Historia algunos compañeros consiguieron hacer involuntariamente diversos litos discoidales a partir de piedras tabulares e irregulares angulosas. La forma discoide la consiguieron a través del retoque marginal a varias lascas o facetando plataformas desde los ángulos o aristas laterales de los litos, los que se iban desgastando hasta alisarse. Así el tallador giraba el lito con el dedo índice y pulgar en torno a un eje buscando el ángulo disponible hasta alisar completamente las paredes laterales. De hecho, no todos los litos discoidales son perfectos y completos como los de Cueva Fell, también hay quebrados e incluso uno que parece ser una ‘preforma’ encontrado en Alero el Puesto 1 (Cfr. fotografías de Cattáneo, 2004: 79). Nos serviremos del espacio para describir a continuación los sitios del 1er periodo poblacional más representativos del Sur sudamericano, mencionando solo las capas estratigráficas que tienen relación con ellos y distinguiendo en su caso cuando éstas puedan confundirse con la población que les sucederá, para luego identificarlas en Aysén. En Patagonia Central, como mencionamos, la presencia de esta población se identificó en un comienzo en la cueva 2 de Los Toldos, excavada por Osvaldo Menghin entre 1951-52. Luego retoma el área Augusto Cardich en 1971-74. Se encuentra en el Cañadón de las Cuevas, Provincia de Santa Cruz, estancia Los Toldos. De las catorce cuevas que componen al cañadón, la número 3 presenta doce capas naturales, en la cual se distinguen cuatro unidades culturales (Cardich, et al., 1993: 150, 151). El controversial Nivel 11 o industria del nivel 11 (12.600 ± 600 – 10.000 a.p.) tiene grandes instrumentos hechos sobre lascas con facetados del dorso también de lascas, con retoque marginal o ultramarginal, como grandes raspadores retocados en todos los márgenes y raederas con un amplio frente de retoque también marginal o ultra marginal, asociado a caballo extinto y camélido extinto (id., Mansur, 1983). El Toldense (10.600- 8.750 + 480 a.p.) se caracteriza por grandes lascas, raspadores y raederas, piezas bifaciales de variadas formas, puntas y cuchillos triangulares, un lito discoidal, mucho guanaco y persistencia del caballo y de una especie de camélido pequeño. Al parecer se trata de ocupaciones P. III de Cueva Fell ‘revueltas’ con las P. I del mismo sitio, algo similar a lo que sucedió en capa 4 de Baño Nuevo y en la capa 6 del río Pinturas. En uno de los talleres experimentales del Laboratorio de Tecnología de Cazadores Recolectores no fue difícil para los que por primera vez tallaban la obsidiana obtener grandes lascas muy similares a las de la Industria del Nivel 11 y de la capa 12 de El Ceibo (que son mayormente de sílex), e incluso a los del Alero del Búho, Arroyo Feo (7.380 a.p. Gradín et al., 1979) y Alero el Puesto (Miotti, et al., 2004). La única condición fue tener disponibles grandes bloques de materia prima. La tecnología hallada en la capa 12 de El Ceibo es en esencia la misma de la ‘industria del nivel 11’ (Mansur, 1983) donde hay raederas circulares con retoque secundario: los primeros monofaciales mixtos y los segundos ultramarginales en todo el borde. Además de raederas laterales sobre lascas alargadas con retoque en un amplio margen convexo. La Cueva Grande del Arroyo Feo fue excavada por Mario Silveira y Carlos Gradín en 1979 (Aguerre, 1981- 82). Se encuentra en un afluente del Río Pinturas, tributario del Río Deseado, en la Argentina. El Nivel 1 (9.330 ± 30 a.p.) tiene artefactos similares a los del nivel 11 de Los Toldos, una preforma quebrada con astillamiento monofacial y marginal opuestos, además de guanacos y vizcachas. Alero el Puesto 1 (AMS 12.890 ± 90 - 10.400 ± 80 a.p.), excavado por Laura Miotti en 1990, 1992, 1994 y 1995, se localiza en la localidad Piedra Museo, Meseta Central de Santa Cruz, Argentina, a las orillas de un paleolago pleistocénico. Ahí hubo una ocupación relacionada con la industria del nivel 11 de Los Toldos y a la vez con una del P. I de Magallanes, que como vimos son lo mismo. A estos niveles se le asocian ‘… pigmentos y panes con pintura roja y amarilla…’ (Miotti, et al., 1999:116). Hay dos fragmentos de puntas cola de pescado de los cuales uno es un pedúnculo con parte de la hoja acanalada y grande (Miotti, 1996), además de grandes lascas sobre las cuales se realizaron instrumentos expeditivos. Entre los restos de fauna hay cricétidos y Ctenomys, guanaco, Lama gracilis, Hippidion saldiasi, milodón, Rhea sp., ñandú e ‘iguánidos’ (¿matuastos?). En las especies extintas ‘… se comprobó […] la acción de instrumentos cortantes 104

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en zonas de desarticulación de las unidades mayores y de corte de tendones y carne.’ (Miotti, et al., 1999: 124). En Patagonia Meridional, los trabajos en Cueva Fell los inició Junius Bird en 1936 y los continuó Joseph Emperaire en 1953, John Fell en 1958, Emperaire, Laming y Reichlen en 1959 y Bird y Núñez entre 1969-70. Se ubica sobre la ribera Sur del río Chico o Ciaike, Magallanes, en la estancia Brazo Norte. Bird (1946, 1993: 155-225) distinguió cinco periodos culturales. El P. I (11.000 ± 170 a.p., carbón, 10.720 ± 300 a.p. carbón) se caracteriza por numerosas puntas tipo ‘cola de pescado’ que inclusive se reactivaron, una de ellas como raspador. Un par de litos discoidales pulidos, grandes raspadores frontales de dorso alto, raederas, cuchillos y retocadores óseos. Entre la fauna extinta había milodón, caballos extintos quemados y Dusicyon avus48. Entre la moderna, guanaco, ñandú, zorro, y puma. También había fogones en cubeta. Vestigios de esta población fueron encontrados en la cueva Pali Aike, excavada por Junius Bird en 1936. Dista 40 kilómetros al Este de Cueva Fell y en ella distinguió tres periodos ocupacionales (Bird, 1983, 1993: 88-154). En el 1er Periodo (9.000 a.p.) había un pedúnculo de una punta cola de pescado, un lito discoidal quebrado, más caballo extinto y milodón quemados, además de un esqueleto humano. No creo que la fecha por colágeno del Dr. Libby del esqueleto de Pali Aike sea fácilmente descartable (8.639 ± 450), como el mismo Bird planteó al parecer porque no se ajustaba al ‘Periodo I’ y porque era la primera vez que se hacía ese tipo de fechamiento, ya que tiene un margen de casi medio milenio. Es posible que el esqueleto de Pali Aike pertenezca a lo que se estuvo gestando durante el Periodo III de Magallanes, ya que es muy similar al patrón funerario de Baño Nuevo 1, en donde los esqueletos tienen numerosas fechas que rondan los 9.000, asociados a puntas triangulares ‘tipo periodo III’, pero también a un lito discoidal. La comparación del patrón mortuorio Pali Aike vs. Baño Nuevo, la trataremos en lo que refiere al otro gran complejo artefactual. También en Sur Patagonia, la presencia humana inicial es patente en Cueva Las Buitreras. Excavada por Amalia Sanguinetti en 1976, se localiza en los márgenes del río Gallegos, cerca del Abrigo de los Pescadores y casi en la misma latitud de la Cueva del Milodón. En las capas inferiores (9.100 a.p.) se hallaron caballo extinto, milodón, guanacos, zorros, ratones y una vértebra de cetáceo marino. La fauna extinta presenta huellas de corte ‘... y raspadores asociados a artefactos líticos [...] lascas de basalto y sílice modificados con retoque y filos naturales con desgaste; incluye un instrumento de uso múltiple (raedera-raspador), y huesos partidos con huellas de uso.’ (Núñez 1990: 114). Cueva del Medio tiene una ocupación asociada al Periodo I Magallanes (9.595 ± 115 a.p. fogón 3 carbón, 9.770 ± 70 a.p. hueso, 10.310 ± 70 a.p., fogón 2 carbón, 10.350 ± 130 a.p., fogón 1 hueso quemado, 10.430 ± 80 a.p., carbón, 10.550 ± 120 a.p. hueso quemado en fogón 1, 10.430 ± 80 a.p. carbón vegetal, 10.710 ± 100 AMS Hippidion saldiasi, 10.930 ± 230 carbón, 10.860 ± 160 AMS Hippidion saldiasi en fogón 1, 11.040 ± 250 a.p. AMS Lama cf. owenii en fogón 1, 10.430 ± 100 a.p. AMS Lama cf. owenii en fogón 1, 11.120 ± 130 AMS Lama cf. owenii, 10.960 ± 150 a.p. AMS Lama cf. owenii)49. Fue excavada por Hugo Nami y Alfredo Prieto entre 1986 y 1993. Se emplaza en Última Esperanza, Magallanes. En ella hay además de la ocupación asignada al P.I, otra del P.III de Magallanes. En el nivel más temprano se hallaron dos puntas tipo cola de pescado, raederas, raspadores uni y bifaciales, un retocador óseo, un tubo cilíndrico en material óseo, dos fogones en cubeta, caballo extinto, paleolama, milodón, y dos especies asociadas solo estratigráficamente a los restos culturales: Felis onca mesembrina y Cervidae (Massone, 1996). Además hay colorante rojo (Massone y Prieto, 2004: 309). Tres Arroyos (10.280 ± 110 a.p. hueso mamífero terrestre, 10.420 ± 100 a.p. hueso mamífero terrestre, 11.880 ± 250 a.p. fogón 1 hueso mamífero terrestre, 10.600 ± 90 a.p. AMS carbón en fogón 2, 10.580 ± 50 AMS carbón en fogón 3, 10.575 ± 65 a.p. AMS Dusicyon avus, 10.630 ± 70 a.p. AMS Vicugna sp., 10.685 ± 70 AMS Hippidion sp, 11.085 ± 70 a.p. AMS pantera onca, 10.130

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Diagnosticado originalmente como Canis familiaris (Cfr. Bird, 1993 y Massone y Prieto, 2004). ‘La fecha de 12.390 + 180 asociada a uno de los fogones debe ser considerada espúrea (sic). De hecho, de seis fechados radiocarbónicos procedentes del mismo fogón obtenidas sobre carbón y huesos quemados, cinco corresponden al décimo milenio antes del presente’ (Nami y Nakamura, 1995: 130). 49

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± 210 a.p. carbón en fogón 4), excavada por Mauricio Massone en 1981 y 1999, se ubica en Tierra del Fuego y presenta 5 fogones en cubeta, restos parcialmente quemados de caballo extinto, paleolama, Dusicyon avus y milodón, caracoles marinos, más epífisis de aves trabajadas (Massone, 1987), Pantera onca y guanacos. Entre los materiales líticos había ‘... lascas con microhuellas de uso, desechos de talla producto del adelgazamiento bifacial, dos de los cuales podrían corresponder a un pedúnculo y extremo distal, respectivamente de puntas cola de pescado.’ (Massone, 1996), además de una pieza para desgaste en arenisca terciaria con huellas longitudinales (Massone y Prieto, 2004: 309). También, junto a los fogones, había restos de pintura roja a anaranjada (id.). Cueva Lago Sofía 1 (11.570 ± 570 carbón-fogón en cubeta, 10.710 ± 70 AMS guanaco, 10.140 ± 120 a.p. AMS zorro culpeo, 10.310 ± 160 a.p. Onohippidion saldiasi, 10.780 ± 60 a.p. Onohippidion saldiasi) (Massone y Prieto, 2004) fue excavada por Alfredo Prieto entre 1989 y 1993. Se emplaza al pie del cerro Campana, Última Esperanza, Magallanes. En el Estrato Moreno hay instrumentos unifaciales correspondientes al P.I de Magallanes. En este mismo nivel ‘… entre las escasas evidencias líticas, se registró un núcleo tendiente a poliédrico […] desde donde se obtuvieron lascas a partir de utilizar como plataforma de percusión, los planos formados por lascas previamente desprendidas [multilateral]. La presencia de un retoque marginal sobre uno de los bordes o arista del núcleo, sugiere su reutilización como cepillo de carácter expeditivo. También se registró un fragmento de un pequeño guijarro fracturado longitudinalmente como parte de un núcleo.’ (Jackson y Prieto, 2005: 117). Asociados a ellos hay un fogón ‘baciforme’. Entre la fauna hay huesos de Mylodon darwini sin asociación cultural y fechados en 12.990 ± 490 a.p., Hippidion saldiasi (Alberdi y Prieto, 2000), guanaco, Dusicyon avus y Ctenomys magellanicus con golpes de fuego, cortes y fracturas (Prieto, 1991, Jackson y Prieto, 2005). Un sitio que es necesario considerar, es el Abrigo de los Pescadores, que fue trabajado por Manuel Molina en 1965. Se ubica en la estancia Buitreras, a 80 kilómetros al Este del Río Gallegos, Provincia de Santa Cruz. El Nivel II tiene restos óseos diagnosticados como Ctenomys magellanicus, aves y ‘pocos huesos grandes’ (Molina, 1970). Entre los restos óseos encontró cuchillos, una punta plana, una espátula y retocadores. La lítica está representada por cuchillos y puntas pedunculadas tanto grandes como pequeñas con y sin aletas, raederas, raspadores pequeños, una punta cola de pescado en sílex verdeazulado oscuro, un trozo de yunque, un molino de basalto, una punta pequeña y pedunculada de lámina ojival en sílex blanco y rodados. En el Nivel I hay muchos rodados partidos, percutores, ‘artefactos rústicos’ (¿?), cuchillos y raederas. Un yunque, un percutor y un molino. Boleadoras trabajadas al martilleo y de variadas formas. También raspadores chicos y pocos huesos fraccionados (id.). Puede tratarse de una ocupación de la primera población que Molina no distinguió de una ‘toldense’ o Periodo III de Magallanes, por las razones antes mencionadas. Otro sitio ocupado más de una vez por esta primera población es Cueva el Minero, excavada por Rafael Paunero en el 2000 y 2002. Se ubica en la localidad arqueológica La María, Cañadón de la Mina, a 150 km del Puerto San Julián, Santa Cruz. Hay dos ocupaciones de este tipo selladas por un derrumbe (unidad 4 y 3C. Unidad 3C. 10.250 ± 110 a.p., Unidad 4. 10.999 ± 55 a.p., Unidad 4. 10.967 ± 55, todos sobre carbón.). En ellas encontró restos de guanaco y camélidos extintos. Entre los camélidos había Hemiauchenia cf. Paradoxa, que tiene ‘muy claras marcas de lascado en la tibia proximal derecha analizada’ (Paunero et al., 2004) y que fue sometida a algún tratamiento térmico. La otra especie es Lama (vicugna) gracilis. También zorros como Dusicyon griseus y otra especie de zorro cuya morfometría cae entre el rango de Dusicyon Avus y Dusicyon culpaeus, también con tratamiento térmico. Entre la tecnología ósea destacan dos punzones y un punzónretocador sobre diáfisis, probablemente de camélido. Paunero asocia con justa razón estos últimos con los sitios de Taguatagua, Cueva del Medio y Cueva Lago Sofía. En la tecnología lítica, instrumentos en una técnica de lascas (aunque hay una lámina) sobre sílice y en un caso sobre xilópalo. Predominan los desechos de talla y los derivados de núcleo. La cantidad de corteza sobre ellas indica que los nódulos se descortezaron fuera del área excavada. De los siete instrumentos, había un par de raspadores, un raspador-raedera, un cuchillo y lascas retocadas. El retoque de éstos parece ser primario o a lo más secundario. En el componente del 1er periodo poblacional más antiguo se infirió algo de talla bifacial, mientras que en el que está sobre el derrumbe nada. Esta baja ‘facialidad’ fue característica durante el 1er periodo poblacional. En todo caso éste parece ser un elemento representativo de que la diferencia tecnológica entre ‘industria del nivel 11’ y ‘Fell 106

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I’ no existe, diferencia fundamentada en que el primero, que es más antiguo, presenta instrumentos con retoque apenas marginal mientras en Fell I éste es al menos secundario (colas de pescado). Retomando la discusión y acercándonos al final de este periodo, al arribo de las poblaciones andinas (Bate, 1982: 189, Bate y Terrazas 2002b, Cfr. Rodríguez, 2003) portadoras de las puntas triangulares tipo periodo III de Magallanes la reacción más esperable es la del mestizaje biocultural, ya que la población más temprana en Patagonia no tenía la capacidad real de disponer sobre sus recursos. Aunque pudiera haber una incipiente organización para ello, defender este derecho comunal en términos de supervivencia no pudo ser una vía exitosa. La ausencia de esqueletos u otros vestigios que atestigüen violencia, la presencia de dos estilos funerarios similares (probablemente los más antiguos) con características morfocraneales distintas, y la supervivencia de determinados elementos de la cultura, hacen suponer que nunca se llegó a ejercer el derecho de propiedad comunal sobre los recursos.

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2do Periodo poblacional - Ocupaciones efectivas o la apropiación de los recursos 1. Condiciones organizacionales Culturalmente, el 2do poblamiento de los cazadores terrestres se reconoce desde el fin de la mayor parte del conjunto artefactual ‘típico’ desarrollado durante el poblamiento inicial (atendiendo al problema de los litos discoidales), e históricamente implicó el ingreso de antiguas poblaciones surandinas50 ca 9.000 a.p., hasta el ingreso de otras poblaciones que se establecieron en Patagonia meridional ca. 5.000 a.p. Remontándonos a los momentos de ‘contacto’, es de suponer que los habitantes australes del poblamiento temprano ya tenían resuelta en gran parte la supervivencia inmediata, debido al conocimiento del entorno heredado por varias generaciones durante ca. de 3˚ milenios. En el plano de las relaciones sociales generadas entre estos dos pueblos, indudablemente las poblaciones surandinas poseían un repertorio cultural y tecnológico más amplio, al menos en la dimesión de lo material o tangible, que es lo que podemos observar a través del registro arqueológico. Es difícil que las poblaciones surandinas hayan tenido problema alguno para reproducir la tecnología de los del 1er periodo poblacional. La tecnología lítica al menos era práctica y eficiente en la medida en que las materias primas estuvieran disponibles en grandes nódulos, de ahí las grandes lascas. Lo que puede suponerse, sin embargo, es que hubo al menos una fuerte reestructuración en la vida cotidiana resultante en nuevos elementos y conocimientos para ver y apropiarse del mundo, como veremos más adelante. Este nuevo conjunto artefactual circundante al noveno milenio a.p. sería producto de nuevas relaciones sociales entre las primeras y más antiguas poblaciones de Patagonia51 y los antiguos cazadores surandinos, quienes desarrollaron ‘… puntas y cuchillos triangulares [o almendrados e incluso lanceolados], de bordes más afilados y extremo distal más agudo que las ‘colas de pescado’; utilizando lanza dardos e intensificando el uso de boleadoras, de gran eficacia para la cacería en llanuras. Una tecnología que sería más eficiente que la del Toldense Clásico, conformando el Toldense Final de Patagonia Central y los periodos II y III de Patagonia Austral (cueva Fell, Pali Aike y otros) que se extiende en medio milenio por toda la Patagonia’ (Bate, 1983). Esta periodización, que considera migraciones humanas y que concibe a las sociedades de cazadores recolectores como organizaciones distintas de otras sociedades, no asume la noción de ‘competencia por los recursos’ como argumento expiatorio del desarrollo humano. Primero, porque se extrapola una categoría económica de nuestro sistema y segundo, porque se asume implícitamente que las relaciones sociales son como la de las especies animales. No hay cabida para otro tipo de relaciones sociales, de manera pacífica, mediante acuerdos u otras formas, ya que antes que todo ‘compiten’. La escena de nuevas poblaciones ‘invadiendo’ el espacio de los ‘paleoindios’, que comenzarían a ‘competir’ por los recursos, dando así un solo ganador, que dominaría con una nueva tecnología de puntas triangulares, mucho más finas y eficaces que las colas de pescado, sería una escena perfecta para explicar la adaptación del más fuerte de una especie animal cualquiera, pero no es el

50 ¿Tuina, San Lorenzo, Chulqui (ca. 11.800-9.500, Norte Grande, Chile), Inca Cueva, Huachichocana (ca. 10.700-9.600, noroeste argentino), San Pedro Viejo de Pichasca (ca. 9.000, Norte Chico, Chile)? (Bate, 1992). 51 Al menos la tradición representada en Monte Verde no ‘sobrevivió’ en el área y está más relacionada con sitios del norte sudamericano. Esta población de cazadores probablemente esté emparentada históricamente con los cazadores que dieron origen al periodo que estamos tratando (Bate, 1983, Bate y Terrazas, 2002b).

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cuadro que pretendemos presentar aquí, ya que ignora ciertas regularidades que regían la dinámica de las sociedades cazadoras recolectoras. Una postura más coherente consideraría que la ‘competencia por los recursos’ estaba resuelta −es decir, que no sucedía en los momentos iniciales de este periodo− pues se habrían creado alianzas reproductivas, interétnicas en un breve principio, derivando por un tiempo en una única población indiferenciada, con un consecuente aumento demográfico, en donde las relaciones se transformarían en intraétnicas, al menos en Patagonia Continental. Así, tampoco entra en este esquema una relación causal entre el aumento de población y la carencia de recursos con su consecuente lucha por la supervivencia ya que, como vimos, la configuración organizacional entre los cazadores recolectores del 1er periodo poblacional no pudo asumir como competidores a poblaciones nuevas pues no disponían de los recursos poseídos históricamente. Además, desconocemos la demografía cercana al 9.000 a.p., y no hay antecedentes de quien la plantee como saturada, más bien todo lo contrario. 2. Identificación en Patagonia El Periodo III de Magallanes, Fell o de Bird, en donde el conjunto tecnológico de esta población está bien representado por las finamente retocadas puntas apedunculadas y ‘triangulares’, tiene el problema que se puede incluir en el mismo conjunto artefactual del periodo II. En las excavaciones de John Fell, éste anota en su diario que encuentra junto a la profusa industria ósea del Periodo II algunas puntas triangulares tipo periodo III. Bird (1993: 37) describe que en el Periodo II hay ‘puntas de hueso’, que no creo que deban entenderse como ‘puntas de proyectil de hueso’ como indica él mismo, pudiendo describirse mejor como ‘huesos con punta’, o ‘punzones pequeños’, pues había en este mismo estrato punzones del mismo ancho aunque el doble o triple de largo, por lo que estas presuntas ‘puntas de hueso’ no parecen ser más que extremos distales de punzones o punzones muy cortos (punzones de uña). En las ilustraciones de la publicación de Bird (id.), editada post mortem, de manera extraña las ‘puntas de hueso’ están orientadas hacia un lado, al igual que los punzones y no hacia arriba como se acostumbra hacer con las puntas de proyectil. En el remoto caso −que aquí descartamos− de que el periodo II realmente exista como reflejo de una unidad cultural distinta a la del P.I y P. III −aunque desconozco de otro sitio en Patagonia que pueda confirmarlo, independientemente de algunos excavados por el propio Bird− la ausencia de pedúnculo inclina a pensar en una lógica de enmangamiento más cercana a la del P. III que a la del P. I, este último caracterizado, entre otros elementos culturales, por puntas de proyectil pedunculadas (cola de pescado). En Río Pinturas, el primer nivel (Ia y Ib) de Cueva de las Manos, es considerado como ‘… correlacionable con la industria Toldense. El nivel Cueva de las Manos I, en atención a su ubicación cronológica en parte posterior al desarrollo del Toldense en el área del Deseado, puede considerarse una fase tardía de éste.’ (Gradín, Aschero y Aguerre, 1977: 30). Es decir, un Toldense Final ‘… cuyos orígenes étnicos se encuentran en el Toldense Clásico’ (Bate; 1983: 112). Este énfasis en el origen toldense de esta nueva ‘fase’ en el desarrollo social de Patagonia no refleja el hecho de que el conjunto artefactual predominante en el tiempo fue en su mayoría nuevo. El gran problema de dar nombre a un periodo inspirándose en un sitio específico es que nunca en un sitio arqueologico de cazadores recolectores está representada una mayoría considerable del repertorio cultural de la sociedad que le dio origen. Si fuera por eso deberíamos llamarlo ‘Bañonuevense’, ya que es en el sitio Baño Nuevo 1 en donde el inicio de este periodo está mejor representado, hay casi una decena de esqueletos asociados a estas puntas e inclusive a una industria ósea asociable al periodo II de Bird, además de un lito discoidal que podría mostrar la escasa continuidad de la tradición del 1er periodo poblacional (aunque recalcamos que tampoco se descarta/amos la presencia de la población anterior, Cfr. Mena, 2005, García, 2005). Fue durante este periodo cuando se inventó la boleadora, sustituyendo en algún momento el uso de puntas de proyectil ‘triangulares’, las cuales sobrevivieron hasta coexistir con el 3er periodo poblacional en un principio52. La boleadora fue quizás el arma que requirió más inversión de tiempo para su fabricación y mostró ser muy efectiva para la caza hasta la extinción tehuelche, e inclusive fue utilizada entre algunos gauchos.

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Por ejemplo en Aysén, en el sitio Laguna Verde, asociados a unos entierros hay una fina punta ‘triangular’ y una pedunculada típica del 3er Periodo poblacional (Ericksen y Niemeyer, 1966). En los alrededores Bate encontró puntas asociables al P. IV de Magallanes además de varias láminas. 109

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Durante el 2do periodo adquirió gran profusión el uso del propulsor, estólica o atlatl. Hasta el momento no se han encontrado en contextos del 1er periodo poblacional, asociándose exclusivamente al lapso entre éste y el uso de las puntas tipo ona, de flecha, o periodo V de Magallanes o Fell, que fue cuando se introdujo el arco. Quizás, durante el 1er periodo los propulsores se hacían de madera, por lo cual, o no se han conservado o simplemente las puntas de proyectil del 1er periodo poblacional (colas de pescado) eran puntas de lanzas, haciéndose de cualquier tamaño53. Lo menciono porque significaría que la introducción del propulsor durante el 2do periodo implicó un intermediario entre el proyectil y la fuerza del brazo, multiplicando la velocidad y el rango de impacto en espacios abiertos. Lo anterior podría sumarse a la explicación de la repentina desaparición de las puntas ‘cola de pescado’ y su reemplazo por las ‘triangulares’. Es durante este periodo que tuvo lugar la mayor parte del ‘Casapedrense’ −que parece ser una moda en la fabricación de láminas− ocurrido ya avanzado el 2do Periodo Poblacional y que perduró y desapareció durante el 3ero, como herencia de la tecnología anterior. Por una parte las ‘láminas derivadas de técnica de láminas’ u ‘hojas’ requieren mayor inversión de tiempo para su extracción o a lo menos para aprender a conseguirlas54. En Mesoamérica, por ejemplo, donde se conocen con el nombre de ‘navajillas prismáticas’, su extracción era producto de trabajo especializado −aunque inserto en una organización social muy distinta− y altamente valorado por su multifuncionalidad. En Aysén, en los primeros pisos ocupacionales de Baño Nuevo se vislumbra una mayor sistemática en la extracción de algunas lascas alargadas y unas pocas láminas para hacer instrumentos aunque mucho más pequeñas que las del Casapedrense de Los Toldos, reflejo quizás de un antecedente de esta técnica. Por otra parte el Casapedrense en Aysén puede correlacionarse con la industria antigua del Campamento de Punta del Monte (Bate, 1970a), RI 16 (Mena, 1984) y algunas hojas encontradas en el sector Chile Chico-Los Antiguos. En Los Toldos, el Toldense Casapedrense (7.210 ± 350 - 4.850 a.p.) destaca por sus grandes láminas foliáceas, boleadoras, guanacos y cánidos. Cueva Las Buitreras (capa V, 7.670 ± 70 a.p.), Cueva Grande del Arroyo Feo (Nivel 3) y Cueva 6 de El Ceibo, Alero Charcamata (Onetto, 1994), parecen también formar parte de las ocupaciones de los portadores de esta tradición tecnológica. Un caso reciente es el sitio El Trébol, en el área del Lago Nahuel Huapi, Provincia de Río Negro (Hajduk, Lezcano y Albornoz, 2004). Entre los instrumentos líticos había un tercio distal de punta bifacial de retoques extendidos, asociada a dos raspadores sobre láminas retocadas lateralmente y en ambos extremos, además de otros tipos de raspadores. Una gran lámina con negativos longitudinales del dorso y huellas de uso en casi 2/3 del margen izquierdo típica del Casapedrense, una lámina delgada que hace recordar las prismáticas mesoamericanas extraídas de núcleos con forma de ‘barrilito alargado’, además de varios artefactos en hueso como un presionador55 sobre escápula de guanaco. En cuanto a las pinturas, este periodo comienza con escenas de caza en donde se incluyen hombres con boleadoras, como en el río Pinturas y el río Pedregoso. Por otro lado, al parecer el estilo río Chico, que podría considerarse como un estilo ‘esquemático’, también profuso en varios sitios de Magallanes como Cueva Fell, Ush Aike y Cañadón de la Leona (Bate, 1971a, 1983) podría haberse desarrollado en este periodo. Al parecer en Baño Nuevo también había pintura en los estratos inferiores datados en c.a. (AMS) 9.000 a.p. (Mena, 2005). Posteriormente a eso, se volvería al estilo naturalista, primero en movimiento como en Piedra Enclavada, Punta del Monte 3 y Alero Levicán en Aysén, para luego realizar representaciones estilizadas en movimiento como en Paso las Llaves 1 y 2, y estáticas como en Cueva del Pedregoso y RI 16.

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Las inferencias realizadas a partir de la observación del tamaño de las puntas poco pueden decir por ‘sí solas’, si desconocemos el tamaño de los astiles. 54 Por lo mismo, la distinción entre ‘instrumentos formalizados’ y ‘no formalizados’ hecha en la clasificación de Andrefsky (1994), ampliamente difundida, no sirve para identificar tecnologías líticas que, en el caso de las láminas, muchas veces prismáticas, es el mejor ejemplo. ¿Son instrumentos formalizados o no formalizados las grandes raederas de retoque marginal de borde amplio de El Ceibo y el Nivel 11 de Los Toldos, o las grandes láminas con muesca lateral por uso del Casapedrense?, ciertamente no bajo esta mirada, pero constituyen materiales recurrentes dentro del repertorio artefactual de tal o cual población y son imprescindibles a la hora de particularizarlas y distinguirlas. 55 En algunas tipologías utilizadas en el Extremo Austral a los presionadores también se les llama ‘compresores’, aunque en realidad no ‘comprimen’ sino que presionan. 110

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Las evidencias esqueletarias de esta población son escasas. Como mencionamos, el esqueleto de Pali Aike no parece ser del Periodo I de Bird, sino que del Periodo III, aunque eso no excluye que el tipo físico representado muestre algún sesgo del 1er periodo poblacional, que apoyaría la idea del ‘mestizaje’. Los de Pali Aike y Baño Nuevo (ca. 9.000 a.p) están dentro de una cueva. El de Pali Aike está sobre la ceniza volcánica que en Cueva Fell sella el Periodo I y la forma de la Cueva de Pali Aike es relativamente similar a la que debió tener la de Baño Nuevo antes del derrubio del cerro que tapó la entrada a la caverna. Lamentablemente, ni el diagnóstico inicial de ‘Tehuelches Prehispánicos’ de Reyes y Trejo (1996), ni el de ‘Mongoides’ (Reyes, 2005), ni el mismo estado de conservación de los esqueletos de 9 mil años de Baño Nuevo han permitido generar entre los especialistas discusiones con argumentos sólidos con respecto a la asociación morfocraneal (que podría sugerir, en primera instancia y a manera de hipótesis, vinculaciones biogenéticas) del esqueleto de Pali Aike que al parecer muestra una ‘…marcada afinidad con africanos y australianos.’ (Neves, et al., 1999), muy distinto a un mongoloide. Las fechas de perezosos asociados en Pali Aike son muy tempranas para la fecha considerada tan tardía del esqueleto. Como dato anecdótico, en Pali Aike hay un cráneo femenino adulto ‘ennegrecido por el fuego’ (Bird, 1983, Tattersal, en Bird, 1993) sin el resto del esqueleto y en Baño Nuevo había un esqueleto femenino adulto sin cráneo, y en la temporada del 2005 se encontró un diente humano quemado. De manera clara, todos los individuos −excepto los neonatos− de ambos sitios están solo ‘parcialmente carbonizados’. Otra anécdota, en el fondo de ambas cuevas hay un individuo sepultado con grandes bloques de rocas artefactuales, solo que en Baño Nuevo es humano y en Pali Aike es un milodón. Listaremos a continuación algunos de los sitios ocupados durante este periodo: En Patagonia Central, sobre el Río Pinturas, al sureste del Lago General Carrera-Bs. Aires, los primeros momentos de este nuevo Periodo Poblacional de Patagonia están bien representados en la Cueva de las Manos, excavada por Carlos Gradín entre 1976 y 1979, Aguerre en 1977, Mengoni y Silveira en 1976 y Etchichury en 1976. En el Nivel Ia (9.320 ± 90 a.p.) había una base y una punta triangular apedunculada de fino retoque, como las que estamos tratando, un raspador frontal de ángulo abrupto, de retoque monofacial invadiente en un margen lateral convexo y en el otro cóncavo de retoque marginal, y una raedera de amplio frente recto, oblicuo a la base y muy ligeramente cóncavo. También punzones, como los del Periodo II de Bird. En el Nivel Ib (7.280 ± 60 a.p.), los materiales resultaron similares a los del nivel Ia, con puntas triangulares de base asimétrica. En los dos niveles había guanaco, puma, zorro gris, vizcacha, ratón, ñandú, gallareta, caracol de agua dulce y bagre. También, en la Cueva Grande del Arroyo Feo, en el Nivel 2, había puntas bifaciales triangulares de base convexa, completas y fragmentadas. Lascas laminares, láminas y lascas con retoque marginal del dorso. Raederas laterales, raspadores terminales sobre láminas y cuchillos. Guanacos, ratones y ñandú. Como describimos en detalle anteriormente, en las capas inferiores de Baño Nuevo 1 (cumbre capa 4 y base capa 3) además de hallarse los únicos esqueletos −junto a los de Pali Aike− de los inicios de la población que estamos tratando y que están dentro del grupo de los más antiguos del continente (9 mil años a.p., Mena y Reyes, 1998, 2001, Mena, 2005), había además cientos de huesecillos dérmicos de milodón aunque dispersos por toda la secuencia estratigráfica por encima de un antiguo nivel de un lago glaciar (Bate, 1978a), restos de caballo extinto, Dusicyon avus (Trejo, 2005), puntas triangulares tipo P. III de Magallanes y un lito discoidal quebrado (García, 2005). En Patagonia Meridional, en Cueva Fell, durante el P. II (9.100 ± 150, 9.080 ± 230 a.p.), vimos entonces que no había ni puntas de proyectil líticas ni de hueso. Se conservaron raederas, raspadores, cuchillos, cepillos, y otros materiales no muy distintos al P. I, aunque los abundantes instrumentos óseos tengan mayor parecido a los del estrato toldense del Río Pinturas, fechado en 9.320 ± 90 (Gradín, 1977). El guanaco disminuyó a la vez que las especies extintas. Destaca una concha de choro Mytilus. En el P. III (8.480 ± 135, 6.560 ± 110 a 6.485 a.p.), puntas y cuchillos apedunculados de talla bifacial, raspadores más pequeños que los de los periodos I y II (Bate, 1982: 18), boleadoras, reaparece el guanaco y se sigue con la explotación de aves y zorros. En Pali Aike durante el periodo II (de Cueva Fell o de Magallanes) no se encontraron puntas líticas, pero sí las supuestas puntas de proyectil de hueso, varios tipos de raspadores y raederas. Entre el P. I y II, los restos de esqueletos humanos fechados por c14 en 8.639 ± 450 a.p. por el Dr. Libby. En el P III había 319 finas puntas apedunculadas ‘triangulares’. 111

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En Cañadón Leona, excavada por Bird en la década de los treinta, el estadounidense observó ‘... una cultura regularmente uniforme de arriba hacia abajo, con ciertos cambios indicados por la existencia de unos pocos conjuntos.’ (Bird, 1993: 51). En el Refugio 5, Niveles 10-12, se hallaron dos pequeñas puntas triangulares apedunculadas (Bird, id., aunque en la tabla de la pp. 55 anota cuatro), ciento treinta y seis raspadores manuales, cuarenta y dos raspadores pequeños enmangables, un instrumento cortante óseo de guanaco y otro instrumento de hueso pero de uso y animal desconocido, cuatro boleadoras esféricas no terminadas y una pequeña terminada, dos ranuradas de eje largo, una ranurada de eje corto, tres pequeñas no logradas, dos hojuelas para boleadora no ranurada, un martillo de piedra oval picado y dos de piedra toscos. En Cueva del Medio sobresale un conjunto asociado al P. III Magallanes con fechas bastante tempranas y un tanto ‘elevadas’ para este episodio (10.450 ± 100 a.p. AMS guanaco, 10.710 ± 190 a.p. AMS guanaco, 10.850 ± 130 a.p. AMS guanaco.), en donde hay guanaco, Lama sp., Mylodon sp. e Hippidion saldiasi (Nami y Nakamura, 1995). En Alero el Puesto, unidad estratigráfica 2, capa 2 (7.600 a.p.) hallaron mayor variedad de materias primas que en las capas anteriores (Cattáneo, 2004) correspondientes al 1er Periodo Poblacional. En general se utilizaron varias materias primas para distintos instrumentos, siendo excepcional el caso de las puntas de proyectil (‘triangulares’) que fueron en su mayoría de obsidiana (id.).

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3er periodo poblacional - Surgimiento de estilos regionales, los orígenes de la multietnicidad o la apropiación normada de los recursos 1. Condiciones organizacionales Las características organizacionales de estas sociedades son muy similares a las precedentes, ya que también se trataba de cazadores recolectores no tribalizados. Tenían, sin embargo, algunas propias que estuvieron ausentes en los periodos anteriores. El tercer periodo lo distinguimos por el surgimiento de una diversidad étnica reflejada en ‘estilos regionales’ o mejor dicho: particularidades culturales regionales que trascienden las condiciones naturales microrregionales, identificables en el registro arqueológico por una diversidad artefactual metatecnológica o no subsistencial. Las relaciones sociales de apropiación dejaron de girar principalmente en torno a los recursos, pasando a estar condicionadas por comunes acuerdos con otras etnias y parcialidades étnicas, o grupos diferenciados al menos por parentesco clasificatorio y sentido de pertenencia. Ello implicó restricción de la movilidad con respecto a los recursos móviles incluidos en un coto de caza, con extensiones territoriales sólo hacia recursos fijos o para establecer relaciones sociales con otras etnias y parcialidades étnicas. Los cotos de caza y las zonas elegidas para contacto interétnico debieron cambiar generacionalmente y por lo mismo los territorios estar sujetos a constantes y cíclicos periodos de ocupación-abandono. También supuso un aumento demográfico relacionado con una menor movilidad (densidad inferida por reiteración de ocupaciones, Barrientos y Pérez, 2004), que no debe interpretarse como un sedentarismo incipiente, sino como ciclos de ocupación en territorios más acotados, que estaban normados por estas parcialidades. Durante este periodo hubo importantes cambios tecnológicos para la apropiación, independientes de los desarrollos regionales. En un principio se continuó con las puntas triangulares de propulsores, cuchillos y lanzas (¿?), además de los instrumentos multifuncionales sobre hojas o técnica de láminas, para reemplazarlos gradualmente por puntas pedunculadas, que al menos hacen suponer una lógica de enmangamiento distinta, aunque no tenemos claro con qué fin. Luego se adoptó el arco y la flecha, desarrollándose una tecnología de puntas pedunculadas de morfología similar a las anteriores, solo que de factura mucho más fina y simétrica. Estas trascendieron durante la tribalización (periodo siguiente), donde es posible que llegaran a manufacturarse inclusive sobre vidrio. Las pinturas rupestres se transformaron en una gran diversidad de motivos abstractos e improntas, que sustituyeron las antiguas representaciones del entorno natural inmediato (naturalistas). Bajo esta lógica, estos motivos abstractos reflejan (que no es lo mismo que ‘representan’) sellos comunales y/o personales, demarcaciones territoriales comunales, señales de tránsito y/o una noción gráfica más alejada de las prácticas subsistenciales como en el periodo precedente. Las representaciones abstractas −para quienes están inmersos en un mismo sistema de comunicación− permiten transmitir ideas más complejas que los diseños naturalistas (valga la redundancia, ‘ideas abstractas’) y éstas, en particular, quizás reflejaron flujos de comunicación más dinámicos que en los periodos precedentes (Belardi, 2004, Carden, 2004), que suponemos intercomunales. Los diseños representativos que perduraron fueron prácticamente esquemáticos, rayando en la abstracción. Podemos suponer por ahora, aunque no hasta qué punto, que el aumento de las relaciones interétnicas derivó en el aumento de las relaciones reproductivas de los habitantes australes. Ya que es en este periodo donde se gestaron los ‘estilos regionales’, debemos entonces hacer la mirada desde Aysén hacia fuera, rastrear los conjuntos artefactuales que sobrevivieron a 113

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otros cambios que se desarrollaban simultáneamente en el resto de Patagonia. Teniendo en cuenta las características organizacionales mencionadas, puede ser irresponsable realizar extrapolaciones, sobre todo de carácter cronológico. 2. Somera identificación en Patagonia Algunas de las características del equivalente a este periodo ya han sido formuladas por Barrientos y Pérez (2004) para Nordpatagonia (Cfr. id.) y creo que en gran parte pueden extrapolarse hacia el sur. En surpatagonia, hacia el 4.500 a.p. (Cueva Fell) ocurrieron cambios tecnológicos notables, mientras que en Patagonia central, cambios similares no se gestaron sino hasta hace alrededor de 2.000 años (1.610 a.p. en Cueva de las Manos, p. ej., bastante cerca de Aysén). Si el anterior no es un problema del tipo fechamientos/sitios encontrados, podemos pensar que hubo parcialidades culturalmente muy distintas, distribuidas a gran escala en sentido latitudinal. Si esto fue así, entonces desde el 4.500 a.p. tenemos al menos en Magallanes un grupo culturalmente distinto, razón para desencadenar un cambio en la organización social en la sociedad preexistente, culturalmente homogénea, que sin embargo mantuvo nada menos que ca. 2.000 años algunas de sus particularidades culturales en Patagonia Central, modificando irreversiblemente la mayor parte de ellas, siendo prácticamente ‘absorbidos’ u homogeneizándose culturalmente hacia el 2.000 a.p., tras un largo periodo que podríamos denominar de ‘resistencia’ cultural. Un ejemplo representativo de los cambios tecnológicos de este periodo −como el fin del Casapedrense− se encuentra en la secuencia de Campo Moncada (Chubut), que va desde el 5.080 ± 100 al 780 ± 80, en donde se infirió una continuidad en el uso de recursos líticos locales y un cambio desde una tecnología de láminas a una de lascas (Carvallido, 2004). Durante este periodo ocurrió también y posteriormente, la adopción del arco como nueva arma, de caza y defensa, al parecer sincrónicamente al uso de la cerámica. La mejor distinción y la más conocida para las puntas de flecha y las inmediatamente anteriores es la que se hace entre el Periodo IV y V para Magallanes56. Las puntas del periodo IV se encuentran muchas veces indistintamente a las del periodo V, que corresponderían a puntas de flecha (por ejemplo en Aysén, en el lago Cástor, todo el margen del lago General Carrera, río Ibáñez y río Chacabuco), lo cual −asumiendo que una u otras fueron más profusas durante cierto tiempo− refleja que las poblaciones que las portaban ocuparon los mismos espacios, consecuentemente la relación con los ciclos animales fue similar, al igual que la lógica de enmangamiento −para lo cual se mantuvo el pedúnculo−, aunque el refinamiento y el acabado fueran más finos en el periodo V. En Aysén, así como en otras partes de Patagonia, hay varias puntas asociables al periodo IV y V, que no están representadas en Cueva Fell y que podrían clasificarse como cualquiera de ambas, lo cual nos hace ver a veces este cambio simplemente como un cambio morfológico paulatino. Ciertamente es un problema. Por último, es bien sabido que la tradición de las puntas tipo ona, de flecha o Periodo V de Magallanes, perdura hasta los tribalizados ‘tehuelches’, con lo cual constituyen un elemento cultural que trasciende un cambio social sin precedentes en la zona, y que por lo mismo no permite considerar la distinción Periodo IV-V de Magallanes más que como un cambio tecnológico. Con esto enfatizamos que el cambio en los tipos de puntas Periodo IV a V no refleja cambios en la estructura organizacional de las sociedades cazadoras recolectoras que estamos tratando y considerarlas como ‘periodos’ distintos, como en Magallanes, no va con la lógica que aquí desarrollamos, pues representa periodos de armas únicamente. La mayoría de las manifestaciones culturales del fin de este periodo perduran durante la tribalización por lo que los artefactos diagnósticos son muy escasos. En cuanto a las pinturas rupestres, este periodo se caracteriza por un reemplazo de representaciones naturalistas por esquemáticas y abstractas, y una abundancia de improntas de manos.

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Se tiende a asumir que las puntas pedunculadas, tanto las correlacionables al P. IV y V de Magallanes, fueron de arco y flecha. Es una idea bastante difundida de todas maneras, por la similitud morfológica que mantienen: ambas son pedunculadas (las P. IV no siempre) y de hoja triangular (Cfr. p. ej. Crivelli y Fernández 2004). En todo caso, no hallé pruebas de que las puntas P. IV fuesen de arco y flecha, ni que no lo hayan sido. 114

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No hay registros de que las improntas de manos se remonten al 1er periodo poblacional (Cfr. Cardich, 1979, Menghin, 1952 y Bate, 1983). Al parecer tendrían su origen en el 2do pero no es sino hasta el 3er periodo poblacional en que se produce una explosión en esas manifestaciones, llegando al clímax en la zona del Río Ibáñez en la predominante modalidad de negativos en rojo. Las grecas tienen una distribución que llega hasta el Uruguay, cubre aprox. 1.800 kilómetros lineales y ha sido adjudicada por Belardi (2004) a una ‘metapoblación’, que creemos refleja diferencias más que similitudes (‘una población’). En Aysén, por ejemplo, las grecas de Punta del Monte poco tienen que ver con las de río Ibáñez. Se trata de las pinturas rupestres con mayor dispersión y a la vez mayor heterogeneidad, que habrían trascendido a la tribalización y por lo mismo no es de extrañar su amplia distribución, considerando que la adopción del caballo permitió una mayor movilidad. ‘La amplia distribución del estilo de grecas, […] se relaciona directamente con el empleo tanto de soportes fijos como móviles para su manifestación, los que en muchos lugares superponen su presencia. En el caso de los primeros, las grecas se presentan mayoritariamente bajo la forma de pinturas rupestres y, en muy pocos casos, en grabados. Bajo la forma de soportes móviles lo hace sobre cerámica, quillangos, cueros pintados, placas grabadas, hachas en ocho y artefactos de caña de colihue.’ (Belardi, 2004:539, sin las citas ahí mencionadas). Las grecas también pueden asociarse a otros diseños abstractos como geométricos, series de puntos ordenados y motivos compuestos de rayas y puntos. Pero ¿en qué medida estas manifestaciones estuvieron relacionadas con el desarrollo de las poblaciones del Norte, específicamente las de raigambre mapuche?, o ¿qué tan tardías son ellas en Patagonia, anteriores, sincrónicas, posteriores (o todas las anteriores) al desarrollo de la Colonia?, son otros problemas.

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4to periodo poblacional - La revolución tribal o la tribalización tehuelche 1. Condiciones organizacionales A diferencia de los cazadores terrestres fueguinos selknam y haush, los aonikenk o tehuelches meridionales formaron parte de una profunda y rápida transformación en su organización social (revolución), fenómeno denominado tribalización por algunos científicos sociales. La Conquista y la Colonia, como se conoce en la historia de los vencedores, en el mundo nativo fue la historia de los vencidos, y su conocimiento no puede ser explicado sin considerar algunos aspectos de las transformaciones sufridas en el seno de su organización económica y que permitieron su supervivencia temporal. Por ello, aquí no realizaremos una revisión de cada ‘avistamiento’ de tehuelches, ni de quienes convivieron con ellos, para lo cual hay investigaciones acuciosas. Tales observaciones proceden mayoritariamente de la segunda mitad del siglo XIX, que a fin de cuentas corresponden a la decadencia, colapso o fin del sistema de organización social tribal. Reitero que hay elementos de la cultura que pueden trascender de una organización social a otra, o sea que si encontramos aspectos de la cultura tehuelche o tehuelches propiamente tales a principios del siglo XX, inclusive, no significa en modo alguno que estemos observando un sistema socieconómico cazador recolector. Como mencionamos, Bate (1998: 86) distingue dos formas de organización social en los cazadores recolectores, cuya diferencia fundamental -entre los que denomina pretribales y los tribales- radica en el contenido de las relaciones de propiedad. En las sociedades tribalizadas ‘... si bien se mantienen las formas colectivas de propiedad, ésta se constituye también en propiedad efectiva sobre los medios naturales de producción tales como la tierra, el ganado, los cotos de caza o las áreas de pesca o recolección.’ Personalmente considero que de esta manera por primera vez en Patagonia las sociedades intervinieron en la reproducción biológica de las especies naturales aumentando su natalidad, y ya no únicamente controlando su mortandad como en el periodo precedente. Este proceso de producción/reproducción de vidas animales implicó relaciones de intercambio con actores sociales distintos al periodo anterior. Asimismo, Bate (id.) sostiene que la unidad doméstica tribal siguió siendo la unidad básica de producción y consumo. La elevación demográfica sería una condición para la producción al crecer la productividad media del trabajo garantizando la propiedad comunal. En este sentido, disentimos con Bate porque, como vimos para el periodo anterior, la propiedad comunal estaba garantizada, y la organización tribal en realidad surgió para ‘regarantizar’ esta propiedad ante una inminente pérdida. ‘Sin embargo, para que este mayor número de población adquiera cualitativamente la capacidad efectiva de defender la propiedad comunal, se requiere de una nueva forma de organización social que comprometa recíprocamente a los miembros de toda una comunidad, en un sistema de relaciones de mayor escala. Esta es, en sentido estricto, la organización tribal.’ (id.). La carencia o pérdida progresiva de los recursos derivados de la caza y recolección, en las sociedades que participaron del fenómeno de tribalización, se logró supliéndolos parcialmente con la reproducción artificial de algunas especies animales y/o vegetales. En el Viejo Mundo el caso exitoso fue el de los pueblos nómades con el caballo, aumentando la movilidad y reproducción, complementando la caza con el saqueo. En Aridoamérica y Patagonia continental, una organización social similar fue asumida sin tanto éxito, ya que la organización social que amenazaba sus recursos tenía la capacidad de disponer sobre los cotos de caza y con ella de todos los recursos de las sociedades nativas, las cuales además estaban en una desventaja importante: nuevas enfermedades para las cuales no tenían cura. Para las sociedades tribales nómadas americanas, las alianzas intertribales (p. ej. mapuche-tehuelche) y el aumento de la movilidad no fueron suficientes para acrecentar la natalidad ante una superior mortandad derivada de los enfrentamientos contra las armas de fuego, secuestros cristianos y las enfermedades. Es decir, que nunca hubo un 116

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real aumento de población, sino que una concentración de las bandas en tribus. Por otro lado, en el Viejo Mundo las sociedades se tribalizaron suprimiendo parcialmente la movilidad, organizando la producción en torno a la reproducción artificial de algunas especies animales de gran tamaño. No hay en América ejemplos de tribalización ganadera, aunque la domesticación de animales está bastante reconocida para sociedades con una mayor división del trabajo. Existen algunos casos, como en Patagonia y Norteamérica, en que se habla de ‘caciques’ dueños de ganado mayor, aunque creo que más bien aquí se trata de sociedades insertas incipientemente en el capitalismo −más que de episodios tardíos de la tribalización− en donde el intercambio asimétrico de bienes se convirtió en la principal actividad económica. Vemos en estos casos que la movilidad se redujo a las zonas de ganado. Se mantuvieron, sin embargo, muchos elementos de la cultura (lengua, vestimentas, costumbres, etc.), hasta extinguirse en Patagonia, sobreviviendo en Norteamérica. Siguiendo con los orígenes de la tribalización, en el Viejo Mundo y en América la mayoría de las sociedades lograron suplir la carencia de recursos suprimiendo la movilidad con la reproducción artificial de los recursos vegetales, garantizando con ello la capacidad de disponer sobre sus recursos agrícolas. Las sociedades agrícolas y ganaderas fueron las que alcanzaron niveles de organización social mayores, probablemente por el hecho de haber restringido su movilidad y por ende evitar la carencia de recursos de intereses compartidos por dos o más sociedades, en un principio, para luego organizarse en clases sociales, en donde el ser humano mismo pasó a ser un recurso explotable, poniendo fin a la organización tribal, ya para entonces lejanamente cazadora recolectora (Cfr. Sarmiento, 1996a, 1996b, 1992, 1993, Bate, 1984a). Reiterando, en Patagonia las sociedades no tribalizadas del 3er periodo tenían propiedad sobre los recursos, y no necesitaron adoptar una organización tribal sino hasta que los recursos estuviesen en parte perdidos (pérdida de propiedad), lo cual se resolvía mientras éstos fuesen comunales-consensuales, es decir, mientras entre dos o más bandas los compartieran bajo ciertas normas que impidieran su merma demográfica (se regula su sobreexplotación). El holandés Van Deen Noort describió cómo los selknam (que nunca se tribalizaron) le hicieron frente con una lluvia de flechas apenas desembarcaban. Obviamente no cuenta si le dispararon a algún miembro de la comunidad o si se estaba raptando a las mujeres, pero lo cierto es que había cierta organización social que permitía la defensa, sea de sus recursos, en primer lugar, o de su dignidad u otros que consideren de valor para la integridad comunal sin llegar a organizarse tribalmente, reproduciendo artificialmente sus biorrecursos con el fin de aumentar su natalidad. La defensa efectiva de los recursos se logró con base en una división del trabajo apenas jerarquizada especialmente para ello en la forma de hombres que la propia comunidad designaba como líderes (caciques57, jefes de tribu), los cuales a lo más detentaban el poder de redistribuir los bienes sin tener la capacidad de apropiarse de una parte de ellos (Cfr. Bate, 1984a, Sarmiento, 1986a, 1986b, 1992, 1993, Vargas, 1987, 1989). El hombre viejo, asociado a la sabiduría, seguiría teniendo como en la organización social precedente una gran influencia en las decisiones comunales. Consideramos que el salto cualitativo de una sociedad pretribal a una tribal implicó también un cambio en la organización de la unidad doméstica aunque ‘En principio, el ‘parentesco’ clasificatorio sobre el cual se organiza la estructura tribal es, de hecho, la forma particular que, en estas sociedades, adquieren las relaciones fundamentales de producción.’ (Bate, 1984a). En Patagonia para hacer frente a esta súbita reducción demográfica se crearon nuevas relaciones sociales tipo ‘alianzas’ cuyo fin pragmático fue aumentar la natalidad, reestructurándose así la organización de las unidades domésticas. Las alianzas reproductivas con pueblos de organizaciones sociales tribales consolidadas (mapuches sobre todo, aunque no exclusivamente), derivarían en una absorción genética y sociocultural desde las comunidades que no lograron tribalizarse. La enajenación de los cotos y con ellos los recursos fue un proceso que estuvo acompañado de matanzas criminales, diezmando a los adultos en edad reproductiva que eran los que tomaban las armas para la defensa, además de enfermedades que afectaban a todos los grupos etarios, provocando con ello una repentina y total transformación de la unidad doméstica. En este proceso la domesticación del caballo fue una condición necesaria para hacer frente a la reducción de la natalidad humana. Su presencia/ausencia incidió determinantemente en la

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El concepto ‘cacique’ es el más difundido (el que le dieron los españoles) para denominar a estos jefes de tribu, aunque tiene connotaciones teóricas importantes pues el ‘cacicazgo’ es una organización social distinta, si es que existe, a la tribal o ‘tribal jerarquizada’ (Cfr. Sarmiento, ob. cit.). 117

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calidad y magnitud de la movilidad de las ‘unidades domésticas’, si es que cabe llamarles de la misma manera como en la organización precedente. La mujer que antes se veía impedida de tener dos o más hijos menores de 5 años por razones de movilidad y nutrición, desde ese momento lo pudo hacer sin inconvenientes; un solo caballo jineteado por un niño de 5 años pudo soportar a dos niños menores más, como así también a dos adultos, a la vez que alimentarlos en situaciones de carencia. Así, el caballo se consolidó como almacenamiento vivo de comida, resolviendo la apropiación de guanacos como recurso idóneo, un nuevo recurso natural sobre el cual las sociedades podían disponer, aunque ahora con la condición de reproducirlos y mantenerlos. La mayor movilidad de este recurso almacenable en vida facilitó las redes de intercambio con las nuevas sociedades vecinas, reorganizándose la producción de bajas enemigas como mecanismo de defensa y de la caza, fenómeno reflejado arqueológicamente en la sustitución nódulos de piedra/vidrios/armas de fuego, la identidad y la cultura en sus más diversas manifestaciones. Las relaciones de producción en las sociedades con prácticas ecuestres no pudieron estar desligadas de los ciclos reproductivos de estos animales. Al seguir siendo nómades, no podían tener potrillos en todo el camino. Debió existir más bien cierto control sobre la parición, estricto en casos extremos de reducción de movilidad por carencia de disposición sobre los cotos y sus recursos para lograr mantener o aumentar la natalidad de los caballos. Otra vía, cuando había cotos disponibles (en los que la propiedad privada no se establecía de facto, más allá de la apropiación jurídica), pudo ser dejarlos en ciertas zonas aseguradas −con el fin de que se reprodujeran de forma natural− donde de todas maneras debían volver para buscar los potros ya que nunca ha convenido amansarlos a cualquier edad58. Esto es, un almacén viviente pero que no necesitó manutención sino hasta el amanse y el uso ‘efectivo’ del animal. Es difícil la idea del uso de potrillos por parte de niños, pues debió producir deformaciones y a la larga un menor rendimiento en los animales, suponiendo que éstos eran necesarios para una amplia movilidad. Hemos observado que una de las cualidades de los asentamientos tribales es que son más densos que los de las sociedades precedentes (Campuzano et al., 2005), sin que ello implique un aumento poblacional, sino que, al contrario, ocurre una reducción y a la vez una concentración desde el nivel organizacional de las unidades domésticas hasta el de las tribus. Hay que ser cautelosos al hablar de aumento o disminución demográfica entre las sociedades tribales nómades, ya que como este concepto alude a la relación nº habs/área, y lo que tenemos son sociedades menos numerosas pero agrupadas, resulta entonces que tenemos altas densidades demográficas con respecto al periodo precedente en territorios pequeños, pero bajas si ampliamos el espacio. La transformación de una sociedad pretribal a una tribal implicó, al menos en el caso de Patagonia y en todas las sociedades cuya tribalización incluyó la adopción del caballo (como en Norteamérica), una modificación sustantiva en la configuración de la unidad doméstica, pues es de ahí desde donde se gestaron los cambios que llevaron al aumento demográfico que incidió en las alianzas con otros pueblos con la resultante de una diversificación del flujo génico (y cultural), impidiendo la súbita extinción de las etnias que fueron capaces de hacer frente a la nueva organización social invasora. Así, en Patagonia continental, durante el cuarto periodo las alianzas reproductivas y la concentración de la población, organizada en tribus, pusieron fin o atenuaron la multietnicidad característica del periodo precedente.

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Por ejemplo en el rodeo chileno, el caso opuesto y extremo, el amanse sicológico comienza desde potrillo, para montarlo recién a los 2-3 años, comenzando sus primeros entrenamientos a los 5-6 años. A los 7-8 años el caballo ‘se corre’ de 2-3 rodeos por semana en promedio, según las condiciones del tiempo, que en Patagonia están muy normadas por las estaciones. Llegados los 15-16 años, el caballo ya no es apto para este deporte, aunque siempre hay casos exepcionales. En equitación, otro caso extremo, los caballos recién alrededor de los 15 años alcanzan su clímax de competitividad (Felipe Solís, corredor de rodeo, com. pers.). Creo que el amanse para la ‘monta’ o uso efectivo de estos animales debió estar ligada a la amplia movilidad requerida para asegurar la defensa de los recursos y la apropiación por medio del saqueo. 118

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Identificación de los periodos poblacionales en Aysén Continental De lo visto anteriormente, a continuación concretaremos el objetivo de este libro, que es la identificación de los periodos poblacionales en Aysén, para lo cual antes debemos revisar la historia radiocarbónica o cronología: Hay al menos dos conjuntos culturales que no son fáciles de asociar ni disociar: el primero es el que acompaña a los esqueletos de la cueva Baño Nuevo fechados numerosas veces ca 9.00059 a.p. (Mena, 2005) y el otro compuesto de dos preformas de colas de pescado y un lito discoidal hallados en superficie cerca del río Huemules (Bate, 1982), ambos en la comuna de Coyhaique. En el primero había entre otros: gancho y mango de estólica, restos de fauna extinta y puntas triangulares aserradas, asociables al periodo III de Magallanes, aunque también en los mismos estratos un fragmento de lito discoidal, que se supone sincrónico al periodo I de Magallanes. Otro ‘lito discoidal’ apareció en el sitio Juncal Alto (comuna de Río Ibáñez) excavado por Berqvist et al. (1983), con una fecha en carbón de 8.440 ± 60 a.p. (fecha tomada del cuadro cronológico de Mena, 2000a). Como vimos al principio del texto, los litos discoidales no son exclusivos de las estrictamente primeras poblaciones, así que por ahora no los consideraremos como 100% diagnósticos del 1er periodo poblacional, al menos en lo que respecta a Aysén. Los inicios del 2do periodo poblacional están representados en los estratos tempranos de Baño Nuevo, probablemente en el gancho de estólica sin fechamiento encontrado en Cueva del Carnero (Valle de Chacabuco), una punta ‘triangular’ del Campamento de Punta del Monte idéntica a la reportada en el esbozo gráfico de Mena y Lucero (1996) de Baño Nuevo, las pinturas rupestres de la Cueva del Río Pedregoso (Niemeyer, 1980), sitio sin excavar, en donde hay representaciones asignables al Estilo A del Río Pinturas, datado en fechas cercanas al 9.000 a.p. (Gradín, 1977). Las fases finales de este periodo probablemente estén representadas en Cerro del Indio y Laguna Verde (Ericksen y Niemeyer, 1966). El sitio arqueológico Alero Entrada Baker, también en Valle de Chacabuco, con una fecha de 7.750 ± 110 a.p.60 (Mena, 1986, Mena y Jackson, 1991) se convierte en el comienzo de un lapso cronológico sin representación que se prolonga hasta las fechas más tempranas de RI 16 que está en el orden de 5.340 ± 180 a.p. y 4.830 ± 60 a.p. (Mena, 1983, 1984, 1998, 2000), lo mismo para el Alero Fontana con fechas de 4.720 ± 60 a.p. (Mena, 1992). Característico de estas ocupaciones serían una industria lítica predominante laminar conocida como casapedrense (de ascendencia toldense) y pinturas rupestres animalísticas generalmente estáticas como las de RI 4, RI 16 y Paso las llaves 1 y 2. Desde esa última fecha no hay claras ocupaciones sino hasta el 2.830 ± 70 a.p. en cueva Baño Nuevo, 2.580 ± 50 a.p. y 2.120 ± 40 a.p. en Alero Entrada Baker, 2.510 ± 40 en Alero Las Quemas, un lapso que cubre desde el 2.730 al 2.360 a.p. en Alero el Chueco (Reyes y Méndez, 2006), 2.290 ± 90 en RI 50 a y 2.110 ± 60 en Alero Fontana (Mena, 2000), y 2.560 ± 90 en Alero El Toro. ¿Qué pasó en ese lapso?, esperamos que pueda responderse en el futuro. Las ocupaciones cerámicas de Alero Entrada Baker son las únicas evidencias de ocupaciones ‘acercables’ al 1.000 a.p. (Mena y Jackson, 1991), a lo que se pueden agregar otros sitios del río Ibáñez como RaiCo 10. Desde esas fechas hay otro lapso sin asignación cronológica precisa que se extiende hasta el preludio a la tribalización de la etnia aonikenk en el Alero Fontana (690 ± 100 y 500 ± 100 a.p.), mientras que el resto de las fechas corresponden a las ocupaciones más tardías (RI 22, 460 ± 90, RI 16, 450 ± 70, RI 5, 410 ± 50, AEB, 390 ± 50 y RI 22, 340 ± 50 a.p.) (Mena, 2000).

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Fechados directos sobre los restos óseos AMS y espículas de carbón cercanas a los esqueletos. Aunque el fechamiento no tiene referente estratigráfico preciso y confiable (según el mismo Mena), la presencia de las partículas de carbón podría ser el único indicador efectivo de una ocupación humana en algún lugar del alero sin excavar ya que aún no se encuentran las correspondientes asociaciones culturales.

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1er Periodo Poblacional (12.600 al 9.000 a.p. aprox.) El 1er periodo poblacional está escasamente representado en Aysén en dos áreas. En alguna parte cercana al río Huemules, por dos puntas ‘cola de pescado’ y probablemente por un lito discoidal encontrado en el mismo sector; como así también en la misteriosa capa 4 de Baño Nuevo 1 por algunos desechos de talla. Como de esta última no sabemos casi nada, nos remitiremos a los materiales procedentes del Huemules. No sabemos exactamente el lugar de donde se recolectaron, aunque suponemos que pueden ser del sector comprendido entre Balmaceda-El Blanco-Hito VI 4 Cerro de la Galera. Si estas piezas fueron recolectadas en superficie debió ser en alguna zona de erosión como las que caracterizan a la zona fronteriza de Aysén-Argentina, o en alguna ladera erosionada del río Huemules. Esta última alternativa no es insostenible puesto que los informantes de los cuales provienen las muestras únicamente indican que las piezas fueron recolectadas de ‘algún lugar’ cercano a este río. Las preformas de cola de pescado encontradas con 30 años de diferencia en el río Huemules son similares. En primer lugar porque fueron hechas sobre la misma materia prima, un basalto negro azabache de grano fino con pequeñas inclusiones de cuarzo. Tienen lados convexos y no tienen hombros angulares. Ambas son pedunculadas y de base escotada producto de un retoque concoidal hacia ambas caras. En las dos piezas hay una arista del pedúnculo quebrada y el retoque, o es concoidal, o es laminar paralelo. La inclinación de éstos con respecto al eje funcional es la misma: en el distal es oblicua inclinada hacia el proximal, en el medial es perpendicular y en el proximal es oblicua inclinada hacia el distal. Los ápices son oblicuos con respecto a este mismo eje, mientras ambos bordes laterales son ligeramente sinuoso–regulares. De más está decir que una prospección sistemática sobre las orillas y alrededores del cauce del río Huemules podría arrojar interesantes resultados en torno al poblamiento temprano de Patagonia centro occidental. La existencia de dos preformas es un fundamento poderoso para especular sobre la existencia de un taller expuesto en ‘algún lugar’ del valle del río Huemules. Por otro lado, es posible que las ocupaciones más tempranas de Baño Nuevo 1 también pertenezcan a este periodo. No me refiero a la de los esqueletos ni al lito discoidal, sino a algunas microlascas encontradas en el harnero en plena capa 5, bastantes centímetros bajo la capa 4, y en clara asociación estratigráfica con fauna extinta. No hay razones para pensar que el 1er periodo poblacional se haya dado a la par de la fauna hoy extinta en todo el Extremo Austral excepto en Aysén, al contrario, concuerdo con Bate en que durante el retiro glaciar del Pleistoceno Tardío, lo correspondiente a la estepa patagónica aysenina (zonas altas) debió ser un área de condiciones más favorables en materia de biorrecursos que la ‘estepa abierta’. Sin embargo, la carencia de registro arqueológico no hace ver esta hipótesis más que como una especulación sin mucho fundamento empírico. Estas son por ahora las únicas pruebas de la presencia en Aysén de la gente del 1er periodo poblacional de Patagonia, pero seguramente con el tiempo irán apareciendo una tras otra en los sectores superiores de las cuencas regionales. 2do Periodo Poblacional (9.000 al 5.000 a.p. aprox.) En Aysén el 2do periodo poblacional se dispersó a través del valle del río Ñirehuao a la altura de la estancia Baño Nuevo, el cerro Punta del Monte en los márgenes del estero Casa de Piedra en Coyhaique Alto, el valle del río Ibáñez y Península Levicán, y en el margen sur del lago General Carrera sobre el Paso las Llaves y el curso medio del río Jeinimeni, también en el paso Rodolfo Roballos y por último entre el lago Brown y la laguna Confluencia frente al Cordón Esmeralda. Las primeras fases de este periodo las encontramos en la franja fronteriza con Argentina, a orillas de un paleolago en la cueva Baño Nuevo hace unos 9.000 años a.p., cuando algunas bandas racialmente ‘mongoloides’ (Reyes, 2005) de filiación cultural andina (Bate y Terrazas, 2002b) −que ya habían arribado a otras áreas de Patagonia y por tanto tenían algún tipo de ‘mestizaje’ con las más antiguas poblaciones− llegaron hasta ahí para sepultar a sus muertos, muchos de ellos recién nacidos. Algunos de ellos fueron envueltos en entramados vegetales, quemándolos en parte y a veces cubriéndolos con grandes piedras. La herencia de las poblaciones anteriores se reflejó en la adopción de litos discoidales aunque la mayor parte de esa cultura artefactual se perdió rápidamente. 120

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Esta población cazaba guanacos y esporádicamente algunos relictos de fauna que luego se extinguió como zorro Dusicyon avus y caballo Hippidion saldiasi, con boleadoras ovaladas, lanzas y propulsores. Algunas de las ‘escenas’ de caza de hombres y guanacos en miniatura están plasmadas en las paredes de la Cueva del Río Pedregoso, en colores blanco, negro y rojo, a partir de una mezcla de pintura densa y nítida (tipo betún) utilizada además como ‘capa base’. En este sitio las escenas fueron en un principio naturalistas aunque a veces rayaron en lo esquemático. La pintura tipo betún se utilizó como ‘capa base’ para improntas de manos y guanacos acéfalos rojos en el paredón de la Piedra Enclavada, y negativos de manos en RI 18. Los guanacos acéfalos se encontraron también en el Alero Levicán, y al igual que los dos sitios anteriores, sobre una débil pátina proglaciar. Por otro lado también tenemos en la Cueva del Río Pedregoso un guanaco acéfalo no tan pequeño como las escenas de caza ahí representadas, además de diseños de pisadas de aves, aves y un guanaco de cuerpo muy ancho, rodeados de negro de humo y rellenos de blanco. Esta pintura puede corresponder con la descripción de otro guanaco en blanco reportado por Bate en Baño Nuevo 1 (1971a). También, en Punta del Monte 3, identificamos dos guanacos acéfalos bastante deteriorados, rojos y en movimiento. Del par de guanacos pequeños en blanco que se sobreponen a la capa obliterante que cubre a los guanacos acéfalos en rojo en el Alero Levicán, resulta que al menos uno de ellos es morfológicamente muy similar a los del Grupo Estilístico B de Cueva de las Manos (Gradín, 1977), Alero Cárdenas, El Ceibo (Cardich, 1984, Franchomme, 1992), La Evelina, Los Guanaquitos (Gradín y Aguerre, 1984), lago Belgrano y Piedra Bonita (Gradín, 1994a) entre otros sitios. No hay de éstos en el Pedregoso y son las únicas pinturas en blanco de Alero Levicán, en cuya superficie fue hallado un molino monocóncavo finamente trabajado repleto de esta pintura. Las puntas de las armas eran triangulares o almendradas e incluso lanceoladas, pero de fino retoque secundario y hasta terciario. Las puntas de lanza, como una de superficie del Paso Roballos, eran más grandes que las de propulsores como los de Baño Nuevo, pero iguales en forma y técnica de manufactura, aunque para los primeros se necesitó de lascas y/o láminas más grandes. Estas puntas perduraron al menos durante el Casapedrense, aunque más anchas y muchas veces con la base oblicua y/o convexa. Los ganchos de propulsores como los encontrados en Cueva del Carnero y Baño Nuevo fueron en parte reemplazados por el invento de la boleadora, aún sin referencia en Aysén para estas fechas, exceptuando un par de ‘escenas de caza’ de hombres con boleadora en la cueva del río Pedregoso. Sin embargo, estas abundan en Magallanes, lo que probablemente refleje una mayor cobertura vegetacional cerca del 9.000 a.p. en Aysén. Luego se desarrolló una técnica de extracción de láminas, consiguiendo así instrumentos multifuncionales, especie de ‘láminas- preformas’ de gran eficacia que perduraron en el periodo siguiente. Lo mismo ocurrió con las denominadas puntas ‘triangulares’ (que en Patagonia no necesariamente tienen tres ángulos), aunque fue durante este periodo en el cual estas puntas y el desarrollo de láminas alcanzaron un clímax61. La técnica de láminas sin asociación al periodo siguiente se expandió desde el campamento de Punta del Monte −en donde todavía se usaban puntas triangulares como la primera reportada en Baño Nuevo− hasta el Sur del Cordón Esmeralda, en donde encontramos un núcleo de láminas de 10 centímetros de altura. Esta técnica se desarrolló también cerca de la desembocadura del Jeinimeni y el valle del río Ñirehuao, como también en el sitio RI 16. Para entonces la población era especialista en la caza del guanaco, y algunos animales como el caballo Hippidion saldiasi y el zorro Dusicyon avus ya estaban extintos. Hace unos 5 mil años a.p. los cazadores representaron a sus presas ya no en escenas de caza y ‘armónico movimiento’, sino aisladas unas de otras: guanacas con crías, preñadas y pariendo, estáticas, sedentes o sentadas, plácidas o serenas, aunque otras veces guanacas y guanacos con el cogote deformado, las piernas cruzadas o abiertas y en otras posiciones. Quizás sea posible hacer alguna distinción entre estas dos grandes actitudes representadas como reflejo temporal, aunque, ahora sí, la ausencia de fechados no nos permite tal resolución. Algunos de los sitios donde hay estas representaciones son RI 4, RI 16, Paso Las Llaves 1 y 2, ‘Las Chivas de Don Facundo’, Punta del

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Se ha advertido para el pleno desarrollo de este periodo un uso decreciente de puntas triangulares contemporáneas a la profusión de la técnica de láminas. Una analogía interesante es la que podemos realizar con los siux de Norteamérica, quienes utilizaban puntas de madera endurecidas al fuego para cuya fabricación sólo requerían de lascas o láminas con muescas. 121

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Monte 3 (reportada aunque ya no existe, conservándose apenas unas como las de Levicán y Piedra Enclavada) y cueva del río Pedregoso (donde también hay huemules y aves). 3er Periodo Poblacional (5.000 al 400 a.p. aprox.) Durante este periodo hubo ocupaciones reiteradas e intensivas sobre todo entre aproximadamente los 46° 00’ y los 47° 30’ (entre el río Ibáñez y la laguna Confluencia), aunque también las hubo desde lago Verde por el norte. Hacia el este sobre el río Cisnes hasta casi el estero Sandoval, y probablemente hasta caleta Iris y cerca de esa latitud pero más al este en el faldeo sur del cordón Quemas. De ahí hacia el sur (quizás cruzando los lagos Plata y Fontana como lo hacían los ayseninos hasta hace unos veinte años) el valle del río Ñirehuao, Coyhaique Alto y Bajo, las zonas aledañas a los lagos Cástor, Pollux y Frío, lago Elizalde-laguna Azul, el valle del río Huemules (sector Galera y Balmaceda), el valle del río Ibáñez (desde el estero El Centenario hasta el faldeo sur de la cordillera Castillo), y desde el cerro Pico Rojo hasta la península Levicán. En el margen sur del lago General Carrera desde el río Los Maitenes en la ruta por la laguna Verde hasta la frontera con Argentina. De Chile Chico al sur por el margen occidental del río Jeinimeni. Al otro lado del cordón Nevado por el valle del río Chacabuco desde el paso Rodolfo Roballos hasta el lago Gutiérrez, el lago Cochrane, desde las faldas occidentales de la cordillera Árabe hasta la laguna Confluencia y por último en el extremo meridional del lago Vargas. En los primeros momentos de este periodo se mantuvieron algunas prácticas tecnológicas del periodo anterior como la producción de instrumentos sobre láminas −p. ej. raspadores sobre láminas quebradas− y puntas triangulares de base convexa, aunque ambas más pequeñas que en el periodo precedente, e incluso un tanto asimétricas como la del Cerro del Indio (Chile Chico) y Rai Co 10. Estas puntas desaparecieron mientras por otro lado perduraron relictos de la técnica de láminas. Las puntas triangulares coexistieron un tiempo con nuevas puntas de pedúnculo ancho y de hoja triangular de borde a veces recto y otras veces convexo, con aletas en ángulo agudo, recto y obtuso, las que adquirieron muchas formas y tamaños pero por lo general tendieron a ser más gruesas que las precedentes. Esta variación la podemos observar por ejemplo en las encontradas en lago Cástor, río Huemules, RI 23, Río Claro 3, Rai Co 10, Rai Co 11, Laguna Verde y Rai Ch 2, entre otros sitios. La estandarización del 1er y 2do periodo poblacional se perdió, dando más libertad al tallador para definir sus formas, o quizás, y más probablemente, la estandarización continuó, estableciéndose diferencias étnicas en torno a las formas de las armas de caza, desarrollándose incluso diseños tan distintos como las puntas pentagonales de Río Claro 3, pedunculadas de bordes de la hoja sumamente convexos como la Rai Ch 1 y lago Brown, las típicas del PIV de Cueva Fell, etcétera. Posteriormente se introdujo el arco y la flecha, al parecer sincrónicamente con la cerámica. Las puntas de flecha asociadas a cerámica las encontramos en Rai Co 10 y Alero Entrada Baker, entre otros sitios, aunque también junto a las puntas precedentes. Sin embargo no encontramos las puntas precedentes asociadas a cerámica sin la presencia de las de flecha. Las ocupaciones más intensas durante este desarrollo tecnológico se dieron desde el cordón La Campana-cordillera Castillo hasta el cordón Esmeralda-cordillera Árabe, asociados −quizás desde la tecnología de caza anterior− a la frecuente explotación de la obsidiana desde Pampa del Asador. Estas puntas son comunes en todo el valle del río Chacabuco, el margen meridional del lago General Carrera (al menos desde laguna Verde) y el valle del río Ibáñez, sectores en donde también se han encontrado tiestos dispersos. Probablemente por la simetría necesaria para la elaboración de estas puntas se volvió a la estandarización de las formas. La homogeneidad morfológica de las puntas de flecha no tiene comparación con la diversidad de las puntas precedentes. El trabajo en la piedra adquirió connotaciones metatecnológicas como la placa grabada del Ibáñez, el lito troncocónico hallado en lago Verde y el lito cilíndrico de laguna Verde. Los dos últimos presentan algunas similitudes tecnológicas como: incisiones finas paralelas al eje en los extremos, ambos están pulidos, e incluso semejanzas en la forma, ya que el de laguna Verde dividido transversalmente en dos produciría dos litos como el de lago Verde. Las diferencias son mínimas: el número de incisiones en el cuerpo y la materia prima son distintas. El aumento de las relaciones sociales interétnicas o intercomunales (Bate, 2002) se dilucida en el Norte de Aysén para el 2.560 ± 90 a.p. (Mena et al, 2004) en el Alero El Toro, sobre el curso medio del río Cisnes, que al parecer fue una zona de relaciones sociales entre las poblaciones terrestres y el modo de vida canoero (Bate, 2002), apoyado por la idea de tránsito continuo a 122

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través de este río desde la pampa hacia el 2.510 ± 40 a.p. por Alero Las Quemas y Alero El Chueco (Reyes y Méndez, 2006). Los materiales arqueológicos de Alero El Toro −propios de cazadores terrestres pero con claras evidencias de aprovechamiento de recursos marinos− sugieren que dado su emplazamiento geográfico muestren interacciones en la esfera del modo de reproducción con pueblos canoeros ya que al parecer no hay razones ‘economicistas’ para explicar satisfactoriamente los hallazgos (Bate y Terrazas 2003, 2004, Bate, 2002). Estas relaciones entre los dos modos de vida perduraron hasta apenas un poco antes de la tribalización. Paradójicamente, en una de sus primeras investigaciones, Mena (1983) halló la prueba contraria a su anterior hipótesis de que el bosque fue una especie de ‘barrera geográfica’ entre canoeros y terrestres. En RI 16 halló la especie Adelomelon ancilla en un estrato fechado en 450 ± 70. Este molusco es de baja mar, que nos quiere decir que para obtenerlo no bastó con recogerlo de la orilla, sino que fue necesario bucear −actividad que entre canoeros estaba restringida a las mujeres− pues se halla en las profundidades, y como no hay antecedentes de que los cazadores terrestres bucearan (ni en lagos), suponemos que hubo intercambio con pueblos canoeros. Pero ¿intercambio de qué?, ¿intercambio de bienes con fines sociabilizadores como en Tierra del Fuego, intercambio de alimentos o intercambio genético? En Alero El Toro no hay una sola prueba de ninguna de las tres opciones. La prueba de la tercera al menos, cuya hipótesis se debe a Bate, fue encontrada por Niemeyer varios años antes, al hallar diferencias morfocraneales en un mismo entierro en la laguna Verde, en donde la mayoría de los individuos ‘… son dolicocráneos […y…] se ajustan bastante bien al tipo pámpido patagónico…’ (Ericksen y Niemeyer, 1966: 360, 365), mientras otro de ellos ‘…es indudablemente braquicráneo […] sub tipo Plastistegoides.’ (id.). Creo que un par de lugares con pinturas rupestres cuya excavación podría ayudar a aclarar estas interrogantes, son los encontrados por el antropólogo Mauricio Osorio entre la laguna Azul y el lago Elizalde, aún más cercanos al mar. La mezcla de la pintura en este periodo parece haber sido más diluida que en el periodo precedente, lo que permitió la realización de estarcidos, figuras reticuladas, grecas, diseños de líneas y puntos, y otras figuras de trazo más fino que en el periodo anterior. Las representaciones naturalistas desaparecieron para siempre dando paso a improntas y abstractos. Las improntas de manos (Bate, 1970b, 1971a, Lucero, 1997), en negativos, se realizaron con certeza desde el 2do periodo poblacional, aunque en menor cantidad que las representaciones naturalistas que caracterizan este lapso. De hecho, fueron recurrentes en toda América, el Viejo Mundo e incluso Australia, pero es en el periodo que estamos tratando, sobre todo en la zona del río Ibáñez, en donde hubo una explosión de estas manifestaciones, aplicándose con la técnica de aspersión bucal y con alguna especie de ramillete como p. ej. manojos de coirón. En el río Pedregoso, RI 18 y el Alero de la Piedra Enclavada, los negativos de mano, sean en negro o rojo, realizados durante el 2do periodo poblacional (en este sitio) no fueron hechos bajo estas técnicas, sino que simplemente se aplicó pintura directamente alrededor de la mano, como dijimos, con una pintura poco diluida a manera de pasta o betún. Entre Punta del Monte 3, RI 1, RI 51 y la Cueva del río Pedregoso, los negativos los encontramos no solo en rojo sino en verde, blanco, naranjo y amarillo, y en la técnica de estarcido, bajo la cual están hechas la mayoría de las pinturas de gran parte del valle del río Ibáñez. Suponemos que en esta zona se desarrollaron actividades comunitarias en las que todos los miembros de las unidades domésticas tenían el derecho y el deber de participar, pues hay improntas de manos de todos los tamaños, como también solo manos aisladas o varias improntas de un individuo (al menos de la misma medida), pero no he visto de un mismo grupo etario improntas correspondientes a tres o más individuos distintos en un solo sitio, solo en el río Pedregoso y en distintos colores, pero no en el Ibáñez. La cantidad de individuos que plasmaron sus manos refleja unidades de organización social, desde individuos (Tiesler, 1994), unidades domésticas, redes de filiación, hasta bandas (Bate y Terrazas, 2003), aunque esto sería motivo de un estudio aparte. Estas manifestaciones las encontramos en Aysén al menos en zonas como Punta del Monte 3, lago Elizalde 1 y 2, lago Pollux, río Chacabuco y Jeinimeni, pero –como mencionamos- en el valle del río Ibáñez como en ningún otro lugar. En los sitios con improntas de manos las agrupaciones van desde una impronta hasta más de 100, en positivos y mayormente en negativos rojos, con las manos extendidas y flectadas, deformadas, series de dedos, con antebrazo y solo una parte de la mano, pegadas al piso y muy altas en donde quizás se necesitó del apoyo de otro individuo (subiéndose a los hombros, p.ej.), superpuestas, aisladas, de lado, verticales, 123

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oblicuas, en paredes planas, angulares, en techos de aleros y cuevas, en lugares de fácil y difícil acceso, en la pampa y el bosque, en fin, una serie muy amplia de combinaciones. Concordamos con Lucero (1997), quien aplicó varias unidades de descripción para analizar once sitios del valle del río Ibáñez, en que estas manifestaciones responden a ocupaciones intensivas que se realizaron en un periodo limitado, que con base en los fechados para el área (Mena y Ocampo, 1993) sitúa entre el 3.500 y el 300 a.p. Otras improntas en negativo son de placas grabadas, encontradas únicamente en los sitios con mayor número de improntas de manos del río Ibáñez RI 1 y RI 11 (Bate, 1970), objetos que en otras partes de Patagonia se asocian a grecas (Belardi, 2004). De manera extraña las grecas en el río Ibáñez solo se encuentran en RI 12 y RI 22 y no se asocian a ningún otro motivo, más que a otros abstractos. En éstos la pintura es menos nítida y café anaranjado, color que también se encuentra en RI 16 en la forma de figuras abstractas de líneas y puntos, y en el río Pedregoso en grandes puntos y una línea gruesa a la que se le superpone una bicromía en rojo y negro, que puede asociarse a la de alero Entrada Baker. El caso de los abstractos de Punta del Monte 3 es distinto, porque sólo coinciden con RI 12b en las figuras geométricas y líneas en zigzag, presentando sin embargo abstractos en forma de ‘ganchos’ y tridígitos de ave62 (no de ñandú), los cuales también encontramos en Lago Verde 2, asociado a series consecutivas de líneas verticales y paralelas en rojo, como las desaparecidas de Baño Nuevo 1. También hay figuras de líneas bicromas en rojo y negro como en la Cueva del río Pedregoso y Alero Entrada Baker. Figuras reticuladas como las de RI 5 y RI 14, que podemos correlacionar con los diseños incisos de las placas grabadas y diseños de líneas gruesas e irregulares como en RI 13, que no podemos asociar a nada. Puede ser que los motivos abstractos de líneas consecutivas de Baño Nuevo 1 y Lago Verde 1 y 2 sean también una esquematización de los antropomorfos filiformes del Alero Charcamata (Gradín, 1994b), aunque los clasificaremos como abstractos ante la carencia de cualquier otro sustento o indicio ‘antropomórfico’ que nos permita aseverarlo. También es posible asociar los diseños de Alero Las Quemas (Mena, 1996) con los de Morro Chico en Magallanes (Bate, 1970b), en ambos sitios hay trazos radiales y círculos o semicírculos, ‘pisadas’ y motivos de líneas convergentes. Toda esta serie de relaciones y combinaciones de elementos artefactuales no son características de Aysén sino de todo el territorio patagónico continental, y su ordenamiento ha sido objeto de las más diversas investigaciones. Por un lado, creo que este ‘desorden’ responde más bien a las diferencias intergrupales más que a unidades, o si no se reflejarían en estandarizaciones macrorregionales como en los periodos precedentes y siguientes. Por otro lado, el desorden también deriva de la falta de un método de clasificación para estas manifestaciones, que debería no solo agrupar los materiales de una, sino de todas las investigaciones. No es nuestra intención hacer las distinciones cronológicas dentro de estos periodos poblacionales, sino caracterizar de manera general los conjuntos artefactuales que les son propios. Es bien sabido que los inicios y términos de ciertas ocupaciones distinguidas por tecnología u otros artefactos son diacrónicos a lo largo de Patagonia (sobre todo en lo que respecta a este periodo, elemento de apoyo para creer que hubo diferencias intergrupales) y que por eso necesitaremos de un par de años para refinar una periodización más que una secuencia cronológica para Aysén, es decir, establecer bien las fechas y su asociación con los artefactos, a la vez que la correlación de las distintas clases de artefactos bajo ciertas condiciones de la organización social. 4to Periodo Poblacional (400 al 100 a.p. aprox.) Para los inicios de esta época la Patagonia estaba copada de diversos grupos de cazadores, tanto en el mar y Tierra del Fuego, pero sobre todo en el continente. Estos últimos grupos eran de todos

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Los tridígitos de la Cueva del Pedregoso son muy distintos a las de Punta del Monte y Lago Verde 2. En el Pedregoso hay: 1) diseños representativos de huellas de ave en blanco de pintura ‘betún’ asociados a diseños naturalistas (aves, guanaco acéfalo y guanaco de cuerpo ancho), por lo que corresponden a la misma tendencia naturalista que caracteriza el segundo periodo poblacional y 2) un negativo de tres dedos humanos que asemejan pisadas, realizado al mismo tiempo que un gran huemul en rojo y al centro de su cuerpo, por lo cual el adjudicarlo a ‘pisadas’ creo que sería un error de observación. En Lago Verde 2, Alero Las Quemas y Punta del Monte, sin embargo, éstas parecen ser verdaderas improntas en positivo (Cfr. Mena, 1996, Reyes, 2003). 124

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los patagones, los que mantenían relaciones sociales con una mayor diversidad de sociedades, no solo con cazadores no tribales (en la costa), sino con otras ya tribalizadas (mapuches por el norte). Probablemente sean estas condiciones los factores principales que permitieron únicamente a las sociedades de Patagonia continental el organizarse tribalmente. Recalcamos que nos interesan aquí fundamentalmente las condiciones organizacionales, que para este periodo su tratamiento arqueológico debe unirse de la mano a las fuentes documentales. Esto fue tratado en extenso y de forma sintética por Velásquez (2002, 2007). El problema para identificar a las sociedades tribales es que la mayoría de los elementos artefactuales y/o culturales de los pretribales perduró, pudiendo reconocerse únicamente por la existencia de nuevas y generalmente adquiridas manifestaciones culturales, rastreables arqueológicamente, pero que sin embargo no abundan (Sade, 2005a). Estos elementos artefactuales y/o culturales de sociedades pretribales tendieron a perdurar cuando el cambio organizacional hacia una sociedad tribalizada fue rápido y profundo, como planteamos anteriormente para el Norte mexicano y Sur estadounidense (Aridoamérica) donde se dio un caso similiar (Campuzano, et al., 2005). Entre los elementos de los conjuntos culturales en la dimensión tecnológica que perduraron, encontramos a las boleadoras, puntas de flecha, quillangos, pinturas de grecas, improntas de manos y otros. Entre los nuevos, los asociados a la reproducción del caballo como monturas, espuelas y riendas. Los derivados de la alfabetización como algunos grafemas latinos en pinturas rupestres. En general, los derivados del ‘contacto’: armas de fuego, puntas sobre vidrio, joyas con monedas, metalurgia en general, naipes de cuero, nuevas vestimentas, etcétera. El otro problema atañe a los fechados radiocarbónicos (p. ej. RI 22 460 ± 90, 500 ± 100, RI 16 450 ± 70, cementerio de chenques de Puerto Ibáñez 460 ± 90, 500 ± 100, Mena, 2000a), que nos da un margen muy amplio como para adjudicarlos a cazadores tribalizados o pretribalizados. De todas maneras hay algunas fechas que nos indican ‘casi’ claramente la presencia tehuelche tribal en Aysén (RI 22 340 ± 50, RI 5 410 ± 50, Juncal Alto 410 ± 40, cementerio de chenques de Pto. Ibáñez 360 ± 40, 370 ± 40, 420 ± 40, AEB 390 ± 50). Es de suponer que, como estamos tratando con las poblaciones inmediatamente anteriores a la llegada de los colonos agroganaderos, deberíamos tener un conocimiento más acabado de lo ocurrido en Aysén. Sin embargo, hay bastantes referencias etnohistóricas que tratan de l@s tehuelches, solamente que en todo el resto de Patagonia, menos en la región que nos ocupa (Velásquez, 2007). Creo indispensable ponernos a rescatar lo último que nos puedan decir los más viejos al respecto, e inclusive los hij@s de ell@s. Por dar un ejemplo, las hijas de la señora Elcira Vásquez Silva, pionera, relatan cómo su madre siempre contaba que cuando ella llegó a Chile Chico, junto a su padre, dejaban queso en un plato y se lo dejaban a los ‘indios’, quienes iban tras él mientras ‘sonreían con sus grandes dientes’. No se acercaban a los recién llegados, sino que luego de recoger el queso, dejaban algún otro obsequio a cambio. Este tipo de anécdotas no son fáciles de descartar como ‘mitos’ locales, siempre y cuando nos demos el trabajo de pesquisar los escenarios de tales relatos y corroborar su veracidad, antes de despreciar sus argumentos por no provenir de fuentes científicas. ¿Cuántos sitios arqueológicos provienen de informantes locales, es más, de los sitios excavados y fechados, cuántos provienen de informantes locales?... todos. Otro ejemplo, numerosos testimonios de los pobladores más viejos de Aysén dan fe que a su llegada existían tolderías dispersas en los alrededores del lago General Carrera, adentrándose inclusive hasta Mallín Grande. Allí, según cuentan, hubo una gran pelea entre dos grandes grupos dirigidos por ‘caciques de a caballo’, que terminó con la muerte de uno de ellos. Según otro relato, esta batalla culminó tras la muerte de varios indios y por lo mismo fueron sepultados sin ajuares, ofrendas y otros artefactos. También es probable que la mayoría de estos entierros correspondan a tehuelches refugiados de la persecución asesina del general argentino Roca (Bate, 1978b) y, por qué no, todas las alternativas anteriores. Por último, no podemos dejar de mencionar los topónimos no exentos de interpretaciones como: ‘Aysén’, que podría venir del anglo ice end, o del tehuelche (günuna küne) aichirrn= retorcido (Bate, 1978b), o achen significativo de ‘internación’, derivado del veliche, que esperamos tendría que ver con las sociedades canoeras de Aysén (según Moraleda, en Pomar, 1923), que tiene un poco más de lógica que derivar del günuna, ya que si es por eso lo podemos adjudicar a ay= roca, piedra, sen= agua, que correspondería con la realidad geográfica de los cazadores terrestres. Lo mismo para ‘Coyhaique’, que podría ser coy= laguna, lago, yeike= fuego, humo (Sade, 2006d, 125

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debiéndose a los grandes incendios forestales que afectaron el área durante finales del siglo antepasado y principios del pasado). O la famosa interpretación de que este lugar significa ‘entre ríos’, que de ninguna manera puede traducirse como ‘Coyhaique’ o algo parecido. Como advirtiera Galindo (2002:152), coy, coik o coig= laguna, y aike= lugar, paradero, campamento. ‘Por consiguiente, la traducción posible del topónimo Coik Aike, aplicada a los pantanos situados en la divisoria continental de las aguas de los ríos Aayons y Coihaike, correspondería a un lugar apto para morar caracterizado por la presencia de varias lagunas en su entorno. Posteriormente se bautizó como Coihaike al río que nace en esos pantanos y que corre hacia el poniente, pasando a denominarse Coihaike Alto al área adyacente a su nacimiento y Coihaike Bajo a la explanada situada en la margen sur, antes de su confluencia con el Río Simpson’ (id.).

Hasta ahora hemos visto un cuerpo de hipótesis que explica el desarrollo social de Aysén Continental antes de la colonización ganadera. Para ello tuvimos que intentar resolver problemas teóricos, metodológicos y empíricos. Su correspondencia con la realidad será evaluada por las futuras investigaciones, hasta que este trabajo no sea considerado más que como un documento obsoleto, como suele suceder en esto de las ciencias. Es cierto, sabemos poco o casi nada, pero algo es algo. No es un problema de humildad, sino de objetividad ante los estudios que se vienen desarrollando desde hace 40 años. Considero que las tareas más urgentes de la arqueología regional no son las que tienen que ver con la producción de conocimientos, sino con la transmisión de éstos a la población actual por un lado y con el resguardo del patrimonio por otro, cuya destrucción en la porción continental resulta aberrante y no queremos imaginar lo que ocurre en el litoral. A ver si algún día podemos tener bases sobre las cuales reconstruir los periodos poblacionales de Aysén Insular.

Escrito en AMPLIACIÓN TEPEPAN, SANTA CRUZ XOCHITEPEC XOCHIMILCO, MÉXICO DISTRITO FEDERAL Época de lluvias de 2006 Corregido y actualizado en COYHAIQUE BAJO, REGIÓN DE AYSÉN, PATAGONIA CHILENA Invierno y primavera de 2007

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GRÁFICOS 1 Tendencias funcionales de algunos sitios de Aysén. 2 Tendencia métrica de desechos de algunos sitios de Aysén. 3-4 Frecuencias funcionales y de desechos de talla por agrupaciones métricas Lago Cástor 1. 5 Métrica y cromática de improntas de manos RI 1. 6-7 Frecuencias funcionales y de desechos de talla por agrupaciones métricas RI 23. 8-9 Métrica y lateralidad de improntas de mano Punta del Monte 3 y Río Claro 1 y 2. 10-11 Frecuencias funcionales y de desechos de talla por agrupaciones métricas RaiCo 10. 12-13 Frecuencias funcionales y de desechos de talla, y de éstos la frecuencias corticales de obsidiana por agrupaciones métricas RaiCo 11. 14-15 Frecuencias funcionales y de desechos de talla por agrupaciones métricas RaiCo 12. 16-17 Frecuencias funcionales y de desechos de talla por agrupaciones métricas Laguna Verde 1. 18-19 Frecuencias funcionales y de desechos de talla y, de éstos sobre obsidiana, por agrupaciones métricas Laguna Verde 2. 20-21 Frecuencias funcionales y de desechos de talla por agrupaciones métricas Laguna Verde 3. 22-23 Frecuencias funcionales y de desechos de talla por agrupaciones métricas Estero del Baño 1 24-25 Frecuencias funcionales Estero de Baño 2 y Sector Chile Chico-Los Antiguos. 26-27 Frecuencias funcionales y de desechos de talla y de éstos sobre obsidiana, por agrupaciones métricas Arroyo Grande. 28-29 Frecuencias funcionales y de desechos de talla por agrupaciones métricas Rai Ch 1. 30 Frecuencias funcionales Rai Ch 2. 31-32 Frecuencias funcionales y de desechos de talla por agrupaciones métricas. Frecuencias funcionales de desechos de talla sobre obsidiana Paso Roballos. 33-34 Frecuencias funcionales y de desechos de talla por agrupaciones métricas. Frecuencias funcionales de desechos de talla sobre obsidiana Lago Brown-Laguna Confluencia.

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LÁMINAS Cuadro Láminas 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 53

Metodología de clasificación pinturas rupestres. Pinturas Lago Verde 1 y Lago Verde 2. Pinturas Lago Verde 2. Lítica sector La Herradura, Alero Las Quemas y Cerro Mesa. Lítica Cerro Mesa. Planta Baño Nuevo 1. Estratigrafía y lítica Baño Nuevo 1. Planta y perfil estratigráfico Baño Nuevo 1. Varios materiales y estratigrafía particular Baño Nuevo 1. Estratigrafía general Baño Nuevo 1. Materiales y matrices Baño Nuevo 1 Matriz integrada Baño Nuevo 1 Lítica Punta del Monte 1. Lítica Punta del Monte 1. Pinturas Punta del Monte 3. Pinturas Punta del Monte 3. Lítica Coyhaique y río Huemules. Lítica Coyhaique y río Huemules. Lítica Coyhaique y río Huemules. Lítica y Pinturas Río Ibáñez 1. Pinturas Río Ibáñez 12b. Pinturas Río Ibáñez 12a. Pinturas Río Ibáñez 13 y 16. Pinturas Río Ibáñez 16. Lítica Río Ibáñez 23. Lítica Río Claro. Chenques, lítica y pinturas Cementerio de Río Ibáñez, Alero Morales y Río Claro. Pinturas Río Claro y Alero Levicán. Lítica Alero Levicán y pinturas Paso Las Llaves. Lítica RaiCo 10. Pinturas Paso Las Llaves. Pinturas Cueva del Río Pedregoso. Pinturas Cueva del Río Pedregoso. Pinturas Cueva del Río Pedregoso. Pinturas Cueva del Río Pedregoso. Pinturas Cueva del Río Pedregoso. Pinturas Cueva del Río Pedregoso. Pinturas Cueva del Río Pedregoso. Pinturas Cueva del Río Pedregoso. Materias primas líticas y pinturas Río Pedregoso. Pinturas Paredón Piedra Enclavada. Lítica Chile Chico. Lítica Laguna Verde 1. Lítica Laguna Verde 2. Lítica Lago Gutiérrez. Pinturas Alero Entrada Baker y lítica Río Chacabuco. Cerámica Alero Entrada Baker. Lítica Cueva el Carnero. Lítica Sur del Lago Cochrane. Pinturas San Lorenzo. Pinturas El Salto. Lítica Coyhaique. Manuscritos Felipe Bate. Manuscritos Felipe Bate.

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