Cogito ergo Facebook

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¿Cogito ergo Facebook? Notas sobre una epistemofilia y cómo pensar la pantalla de Internet. Infidencias públicas sobre quehaceres privados. Autor: Devanir da Silva Concha (U. de Chile) Antropólogo Social y docente universitario [email protected]

Prologo En la actual sociedad se está viviendo, hace tiempo, un creciente rol de los medios en los procesos sociales y subjetivos, y en este artículo se presenta una reflexión - a partir de la vivencia de lo virtual - en relación la noción de trabajo de campo en la antropología. Es la intención aquí problematizar la situación de producción de conocimiento (y la epistemología en ciencias sociales) y la experiencia en el campo virtual - realizado de modo totalmente no formal o tradicional – en el seno de la llamada revolución comunicacional de la sociedad. Un modo investigativo puesta en cuestión en un contexto donde usualmente las temáticas de internet, cultura y sociabilidad no son consideradas investigables. Se profundizará en el aspecto de si esta labor investigativa implica, por un lado, una vuelta al clásico trabajo de escritorio en la antropología y también si es, o no, una apertura para una diversificación disciplinaria.

Introducción Walter Benjamin aludió, desde su modernidad tecnológica, al término/concepto replicabilidad para referirse a una característica contemporánea. Marc Augé habla en la misma línea sobre de sobre-modernidad, como exceso de imágenes y finalmente, pero no menos importante, Guy Debord habla de la sociedad del espectáculo como producción sujetos alienados. Con estos elementos iniciales, queremos plantear que el contexto impulsa cambios sociales y en este caso nos proponemos y problematizar

el

paradigma

epistemológico

y

el

conservadurismo metodológico. Constituye en una invitación para (re)pensar el modo de mirar los objetos, los sujetos, el entorno, en fin nuestro lugar, y vivir,

disciplinario. Recientemente al libro “Etnografía virtual” Christine Hine plantea justamente estas temáticas, y otras más, para abordar para pensar cómo se investiga. Y más que hacer planteamientos postmodernos tipo pastiche o collage de lo metodológicos lo quiero señalar la necesidad de relacionar el quehacer antropológico con el contexto para ir actualizando los modos de hacer investigación, dentro del marco cultural chileno. El contexto de la posmodernidad es el marco donde el cual se comienza a cuestionar el modo de hacer antropología y desde donde generar conocimiento sobre la sociedad humana. El nudo de producción de conocimiento y el objeto de conocimiento ya no es tal, ya se trasladó al sujeto estudioso y el objeto se volvió sujeto. La investigación implica cada vez más una auto-observación e Internet se tornó en un ejemplo claro de esto y ha afectado elementos centrales dentro de la etnografía como es la experiencia. Siempre ha sido pensado como una experiencia lineal, conducida lógica y teóricamente pero también sabemos que la experiencia es heterogénea, emergente e incierta y existe una necesidad de referirse a esa experiencia (cambiado por transformaciones de contexto) para poder abordar elementos que están incidiendo tanto en el pensar como en el hacer antropológico, y si es que – en última instancia – existe un método antropológico propiamente tal. Hay obras que tensionan esto, sin necesariamente pensar ni situarse desde Internet. Es el caso de la obra “El antropólogo inocente” de Nigel Barley en donde coloca acento sobre lo que quiero señalar dentro de una antropología clásica y la relación con la “alteridad exótica”. El texto “La muerte del autor” de Roland Barthes constituye sino en uno de los hitos centrales desde el cual se puede comprender el postmodernismo en antropología. Como también la obra que coloca la liquidificación como proceso de la contemporaneidad y por tanto también de la posición del antropólogo/a escribe y describe la alteridad en la actualidad. No solamente los sujetos están liquificados, como diría Z. Bauman, sino también la estructura misma – imaginada y puesta en escena por los sujetos culturales que residen en esa estructura – y plantea que la autoría - la autoridad etnográfica como diría James Clifford - (sujeto de enunciación) está en entredicho. Hoy, pensar qué ocurre con el fenómeno del desplazamiento de la autoría – y autoridad - del sujeto singular a la autoría compartida es un nudo necesario poner en escena y debatir sus implicancias. La autoría colectiva, aun cuando ha sido usado en contexto de estudios coloniales, es un concepto que nos podría servir para volver a pensar la producción de insumos producidos en internet, sea teóricos o literarios, pero que es actualizado en el contexto actual de la sociedad

hipermediatizada. Copiar y pegar es un acto que tiene una relevancia importante, la replicabilidad es un gesto de la sociedad actual en más de una manera. La copia y la replicabilidad, siguiendo a Walter Benjamín, son signos de la (hiper)modernidad que no permite distinguir el original, la unicidad. Esta disolución no está solo en términos de la subjetividad en la alteridad sino afecta, en incluso mayor medida, a las disciplinas sociales por cuanto afectan los cimientos epistemológicos del mismo. No me interesa interrogarme sobre el aspecto legal o moral de Internet sino por los soportes disciplinarios que se instala cuando Canclini nos pregunta “¿Podría considerarse los meses, incluso años en Internet, pasados en Internet como trabajo de campo?”…”Podría incrementar la observación participante intensa en una comunidad diferente, y ello sin la exigencia de tener que dejar físicamente el hogar”. (Canclini, Nestor G. Pág. 150-151) Y respondiendo que el mundo es dividido en dos: off-line y on-line1. El autor incluso invierte la pregunta y nos vuelve a preguntar: “¿Es posible hacer investigación sin internet? Claramente con esta última pregunta está apuntando al argumento a la dimensión offline y se responde que no es posible realizar investigación tradicional sin Internet porque se ha vuelto una parte importante, en un segundo plano, de tal labor. Entonces, estamos enfrentados en pensar cómo estos contextos de producción (online y offline) afecta la relación en dos dimensiones: sobre los actores como el lector@, productor y el nativo/a y las condiciones de la transmisión del conocimiento que dejó de ser lineal. Lo paradojal es que la liquificación es una certeza, dado que la tecnología ha modificado la realidad social (percibida y producida) sintetizando la oralidad y la imagen a un formato audiovisual más potente que lo escritural.

Primer paso Una de los paradigmas que se ha usado pensar este objeto de estudio - Internet - es considerarla como un espacio de mentira, ilusión o patologizado. Sin embargo, nos interesa comprender cómo la cultura genera mundos (procesos), dinámicas y sentidos que debiera permitirnos enfocar en cómo se generan los vínculos sociales a través de Internet. Habíamos mencionado que la experiencia, y en este caso de lo virtual, debiera ser tomado como un elemento central de la antropología ya que la llamada labor científica hoy está descentrada y vuelve a poner la mirada desde el quehacer cotidiano, y que está afectando tanto al estudiado como al estudioso. La

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Usado y conceptualizado entre otros por Adriana Goñi.

pregunta que se constituye, tanto disciplinaria y en relación al sujeto estudiado es: ¿Qué y cómo se da la experiencia etnográfica en la virtualidad? La legitimidad tradicional del antropólogo/a estaba o residía en la afirmación “Yo estuve allí”, ese acto sociolingüístico constituyente, fue el locus de legitimidad2. ¿Quién podría o tiene hoy la autoridad de decir algo sobre algo tan masivo como Internet? ¿Se puede problematizar una experiencia masiva como “navegar en Internet”? Creo que sí. Las redes sociales están lentamente siendo pensadas como un espacio que concentra el significado de las relaciones sociales, y que la sociabilidad - en un mundo de “ciudadanos republicanos” – comienza una manifestación distintiva y que, por lo menos en parte, se comienza a vislumbrar la afirmación “todos estamos aquí”. Esto diluye, creo, el locus de la legitimidad disciplinaria tradicional de la antropología. Ahora bien, suponemos la exclusividad es un (pre)requisito para establecer esa voz autorizada respecto a Otro; una alteridad. Cuando hay una aproximación a Internet desde una perspectiva patologizante esa cantidad de material y discurso deja de aludir a la experiencia de navegar y externaliza designando un valor negativo a una forma (medio) de relación social. Hablando desde la experiencia en redes sociales, en chats y foros y también con el uso de los dispositivos que median la relación, es efectivamente una relación con la pantalla, en tanto ojo que permite el acceso al 6to continente (Sánchez, Antulio. 2001) y es una forma de relación social que omite las máscaras sociales tradicionales. En esta línea, Nestor G. Canclini3 se hace la pregunta que considero importantísima cuando dice: “¿Qué significa ir al campo cuando lo tenemos aquí?”. El campo antropológico no está – necesariamente - allá afuera ni en una lejanía geográfica sino está, creo -en este caso - aquí, alrededor de nosotros y específicamente en el mundo virtual. Nos convierte – ya siéndolo antes de siquiera saberlo consencientemente - tod@s, incluyendo los antropolog@s, en nativos. En este sentido, todos los elementos asociados al tradicional trabajo en terreno (viaje, libro de notas, extrañamiento, insight, inventario de cultura material, etc.) ya no es posible pensarlos exclusivamente en ese formato tradicional. Esto no es una novedad de hoy sino que ya ocurrió con la emergencia de la antropología urbana en la década de los 70 y/o 80s. Pero hoy, Internet pone – nuevamente - en tela de juicio el modo de acercamiento de la antropología a “su” objeto de estudio: la/s cultura/s. El objeto está ahí al

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Que lo autoriza, ante otros, para hablar de aspectos que están constreñidos entre el sujeto investigador y el sujeto investigado. 3 En su libro Diferentes, desiguales y desconectados. Mapas de la interculturalidad. Gedisa Editorial 2004

lado de nosotros y es incluso un NosOtros4. Y hoy tenemos un implemento tecnológico que no solo nos ayuda en el trabajo antropológico para sistematizar o recopilar datos sino nos permite acceso y movernos5 en el mundo - no físico - en donde se despliegan mundos simbólicos y comunidades de sentido. Y transitar por estos procesos y flujos (George Marcus, Etnografía multilocal6) no solamente emerge la posibilidad de nuevas reflexiones respecto la labor antropológica sino permite comprender que los procesos ya no lineales (ires y venires del centroperiferiacentro) en donde se produce el extrañamiento y se pone en constante juego el modo de hacerse presente en el intersticio, on-line y off-line, en esos espacios de “conversabilidad”7 en, desde y con la/s cultura/s. El campo donde se sitúa esto, creo, es lo que Carlos Reyoso llama la etnografía experimental. La define como: “una redefinición de las prácticas, o por lo menos de las formas en que la praxis del trabajo de campo queda plasmadas en las monografías etnográficas” (Reynoso, Carlos. 2003:28). La praxis de la antropología claramente está siendo modificada por Internet porque ya no podemos hacer trabajo de campo sin correo electrónico, todo el material recopilado, producido y en proceso se almazena en una nube o en un pendrive, los reportes via SKYPE a la Universidad, etc son pan de cada día. Entonces, de alguna manera Internet ya está modificando el quehacer antropológico. Entonces, ¿cómo no interrogarse por cómo Internet en si es un campo de investigación? Esto permite interrogarse, constructivamente, en torno la práctica del antropólog@ del cómo y cuándo se realiza el trabajo de campo. Y entre las múltiples preguntas que nos podemos hacer está la que me interesa hacer presente en la discusión aquí: ¿Estar detrás del computador, y con una relación intermediada por un computador, impide un real involucramiento con los sujetos y del tema en cuestión? ¿Cuál es el campo por el cual navego?

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Escribo esto de esta manera porque es una noción que contiene la posibilidad de pensar la alteridad y mismidad en un mismo término común y corriente. La importancia de pensar desde conceptos no académicos en cómo estamos pensando la constitución de la cultura es vital para reconfigurar la antropología tradicionalista o que pretende ser científica. 5 Saber, conocimiento, tramites y permisos vía Internet. 6 Etnografía en/del sistema mundo. El surgimiento de la etnografía multilocal* GEORGE E. MARCUS en ALTERIDADES, 2001 11 (22): Págs. 111-127 7 Lo hace citando al antropólogo brasileño Gustavo Lins Riberiro.

La pregunta obvia no tiene necesariamente una respuesta igualmente obvia. Lo poco obvio es que dentro del campo de lo experimental8 en la antropología se hace necesario preguntarse por donde nos desplazamos en el acto, hoy bastante más usual, de navegar en Internet y de dejar rastros en cada movimiento – escribir opiniones, comentar, votar, poner “me gusta” en Facebook, linkear noticias, chatear, etc. Lo complejo de esto que hoy no resulta ser una pregunta válida, para el campo de la antropología, de cómo lo tecnológico afecta nuestro quehacer. La navegación como inmersión en lo emic contemporáneo no parece ser una pregunta validada. En parte, esto tiene que ver con cómo comprendemos la cultura, incluyendo en la producción académica. Una de las formas de afectas la vida cotidiana es el tiempo que absorbe esa navegación (¿tiempo en terreno?), del pensar sentado y de un involucramiento cercano/distante levanta la pregunta: ¿Qué o cómo se manifiesta esta relación con la dimensión (in)material de Internet con el quehacer antropológico? Navegar Internet es un fenómeno que tiene la dimensión online que apunta a inmersión en la dimensión Emic (aprobación social, soledad, intermediado por la pantalla con otro) pero también offline (puntos de acceso, negocios, empresas virtuales, calidad conexión etc). La viralización9 y los “me gusta”, los chats, foros, base de archivos, los comentarios de noticias o “posteos” en redes sociales serían elementos de la primera dimensión. Y en la segunda temáticas como ciudadanía virtual, compras online, desarrollo de velocidad de internet son temáticas de la segunda dimensión. Navego por espacios mediante la pantalla y me siento “protegido” porque es un acto “solitario” – en el sentido tradicional - pero, paradojalmente, se actúa en conjunto con un Otro discreto/desconocido que está, a su vez, conectado con otra red de sujetos discretos, y así sucesivamente se va repitiendo y reproduciendo exponencialmente y generando así una exposición pública antes no vista. En el sentido epistemológico, hablar de Internet en este contexto es un asunto de hablar e involucrarse tanto en la dimensión on-line como en la dimensión off-line. La diferencia es que Internet se constituye como un espacio social no tangible de la misma manera que la relación social, ese medio tradicional de la investigación social. Hoy resulta relevante, por estos y muchos otros motivos, plantear preguntas y generar una

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No lo estamos pensando en términos de ciencia positivista sino experimental en el modo que lo plantea la definición del campo planteado por Carolos Reynoso. 9 Para entender un poco más esto el artículo de Delia Rodriguez http://www.huffingtonpost.es/deliarodriguez/el-secreto-de-la-viralidad_b_3936609.html

problematización entorno el funcionamiento del quehacer antropológico en el ciberespacio porque afecta tanto al estudioso/a como al estudiado/a. En la vivencia cotidiana, por medio de la pantalla, se genera una sensación, falsa o no, de participación ¿Es legitima la pregunta sobre falsedad/veracidad de participación y colectividad en Internet?10 ¿Es un momento de engañar y engatusar sujetos a sentirse parte de una comunidad opinante/actuante? No me refiero a la dimensión de que Internet es un espacio de vacío legal11 sino de Internet como un espacio que provoca sentir(es) – en el eje de distancia /cercanía – y, por tanto, resulta relevante pensar en los vínculos con Otro a través/con de este medio. Una de las posturas en este debate es del conservadurismo tecnológico, estrechamente ligado con paradigma de lo social como relaciones cara a cara como único modo relacionamiento real. Por otro lado, hay un paradigma que apunta pensar los aspectos positivos del relacionamiento social, intermediado por el computador, porque potencia la asociatividad humana para ir resolviendo problemas concretos superando la dimensión del espacio. Estamos hablando de un medio y no del origen de los males y un depositario, por así decirlo, de la lacra humana. Internet es un medio en donde se expresa la plasticidad humana. No solo estamos navegando en la red, Internet, sino inmersos – literalmente - en una modernidad siempre novedosa. Y frente a lo cual también reaccionamos con lo tradicional, con lo (re)conocible, y es por eso que se busca campos para desplegar seguridades mínimas en un contexto que, paradojalmente, es la inseguridad (U. Beck) o licuefacción (Z. Bauman) no solo en términos financieros sino entorno las subjetividades. Ver estas desplegado en una red social no puede sino impulsar a preguntarse sobre la cultura contemporánea, y desde dónde surge la necesidad de colocarlo al debate, y compartir lo propio con Otros ajenos. Preguntarse por cómo los sujetos busca seguridad en un campo que es el epicentro de la inseguridad. Y dentro de esto también podemos levantar una pregunta epistémica sobre cómo (en tanto cientistas sociales) generamos conocimiento de la cultura y en sociedad con otros/as investigadores/as, desde un espacio que no solo debiera ser visto un campo de recopilación de información sino pensado como un campo investigativo propiamente tal.

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Comunidades de fan clubs, etc No porque no sea menos importante sino por el énfasis que quisiera darle aquí porque todos sabemos que el ciber delito es un fenómeno de mucha preocupación y se gasta muchos recursos y hay políticas públicas en esa línea pero aquí me interesa no las condiciones de las interacciones en internet sino la cultura (hacer, pensar y sentir) que se pone en juego en relación a Internet. 11

Tal como los navegantes que surcaban las olas del Pacífico y Atlántico para encontrar nuevos horizontes del comercio e intercambio, hoy nosotros navegamos en aguas virtuales que, paradojalmente, creo, tiene el potencial de permitirnos una comprensión más acabada sobre la dimensión humano en dos planos: la materialidad de la red (computadores, y puntos de acceso12 como cibercafés) y la inmaterialidad simbólica (flujo de símbolos y comunidades de sentido). Ambos aspectos nos permite iniciar una reflexión sobre las implicancias de esto en el campo de las ciencias sociales, específicamente en la antropología. Así, de las redes sociales actúan - antropomorfizando la misma materialidad de la red - generando un llamado casi como el sirena de la Ilíada de Homero - a que el sujeto debe opinar/comentar sobre lo que le sucede en la vida, en el ciberespacio. Esto nos muestra el modo que los sujetos son empujados a desplegar su subjetividad, mediante sus nicks o avatares en la inmaterialidad del ciberespacio. Esto nos abre, o debiera abrirnos, a los antropólog@s, mares culturales donde podemos sumergirnos a comprender los procesos culturales desde un espacio y campo de trabajo alternativo al tradicional. Ciertamente la lectura de este tema, desde una perspectiva más sociopolítica, es que las redes sociales permite también una plataforma unificada de vigilancia no antes vista. Esta dimensión es un nudo investigativo pero también tiene ciertas dificultades a medida que plantea una hipótesis13 que se visualiza rápidamente y eso le quita, creo, riqueza a la reflexión. Internet permite, desde un lugar físico, detectar y seguir discursos y comunidades de sentido que se manifiestan en el ciberespacio en materias que no tienen, necesariamente, mayor implicancia ni consecuencias personales directas (físicas) para el emisor/a como una relació n o interacción física. Por tanto en Internet es donde la dimensión física está puesta en jaque, que no inhibe la relación social y que opera sin elementos discretos14 de una relación social tradicional. Ciertamente, esto permite condiciones distintas que la interacción social cara a cara y que plantea, creo, dos preguntas fundamentales: Primero, sobre el modo de hacer/pensar la/s antropología/s, y segundo sobre cómo se (re)configura la relación social tradicional. ¿Desde dónde navego? 12

http://www.latercera.com/noticia/tendencias/2015/09/659-648122-9-un-57-de-la-poblacion-mundial-notiene-acceso-a-internet.shtml 13 Una teoría de conspiración clásica. 14 Sesgos de exclusión. Color de piel, ropa, proxémica, gestos etc., que usualmente genera actos de exclusión y segregación.

Entonces, encontrándonos frente a la pantalla de una red social como Facebook que nos tienta constamente a escribir y enunciar nuestro lugar social con la pregunta omnipresente: ¿Qué estas pensado? No resulta, creo,

ingenua

esa

pregunta ya que es una enunciación

que

se

refiere a la dimensión consumidora del tiempo, de tu (lector/navegador virtual) tiempo. Enuncias el lugar, tu lugar, a medida que sabes que los demás (comunidad de pertenencia) saben que estás ahí, haciendo lo que dices que estás haciendo, o pensando hacer. Saber lo que estás pensando/haciendo ahí en la pantalla con/para Otr@s discretos. Internet tiene efectos sobre las subjetividades de la misma manera que George Simmel planteaba y definía lo urbano a partir de la vivencia psíquica en la ciudad. La cotidianidad está también cada vez más en juego en línea; en lo virtual, y es ahí donde, en parte, debe estar la atención en la labor reflexiva y en “terreno”. En lo virtual el vínculo puede “romperse” si comienzas a sentir que no perteneces a una comunidad de sentido, puedes eliminar de tus contactos y dejar de verlo. Se puede restar el desagrado de tener que rechazar o negar una relación mediante un clic mientras que la relación social cara a cara implica eso, ver al Otro al rostro y realizar el acto negación. Zigmund Bauman nos comenta que “a diferencia de las verdaderas relaciones, las relaciones virtuales son de fácil acceso y salida” (Bauman, pág 5). Entonces, se podría plantear las implicancias psicológicas entorno a la necesidad de “estar conectado”, y que se asocia, en la dimensión material, con cierto prestigio y ascenso social cada vez menos exclusivo de los estratos sociales altos, y con una tecno-fobia y con efectos incluso fisiológica, y neuronal, del sujeto. La visión tradicionalista se sostiene con el dicho: “el tiempo pasado es mejor”, y que el futuro solo depara peligros e incertidumbres. Esta visión plantea el medio de Internet como algo malo per pero sin plantear o poner en debate el uso de la tecnología porque sería admitir o suponer que Internet pudiera también ser algo positivo. Y además aquí no nos referimos porqué usamos la tecnología sino develar el lugar narrativo/discursivo desde donde nos posicionamos para referirnos a algo, internet u otro tema. Por tanto, la tecnología, paradojalmente, expresa y es síntoma de la cultura contemporánea y por tanto es necesario referirse a ella para entender la cultura contemporánea.

¿Cuáles es el lugar del sujeto en el mundo virtual? Se plantea [citar] internet como un espacio social que en donde se constituye comunidades de gustos, hobbies, intereses, en fin, identidad/es. Se participa en chats, noticias, blogs, etc. que están asociados a gustos y placeres15 como resultado del individualismo característico de la época actual. Todo está disponible para participar, opinar y comentar todo lo que sucede. Se comparte desde un lugar individualizado pero no necesariamente de soledad. A contrario de opiniones negativas sobre Internet el navegar no conlleva a una soledad sino quizás justamente lo contrario. Los discapacitados (con movilidad física limitada) pueden mediante Internet crear vínculos, y finalmente también movimientos sociales e incluso instituciones. La asociatividad se facilita mediante el uso de internet que logra un vínculo social no solo posee una dimensión cultural formal desarrollada en un espacio físico concreto sino también una dimensión subjetiva que operaría como cimiento de tal asociatividad. Este es un no-lugar virtual, a base del encogimiento del espacio físico, en donde están expresándose la noción de alternidad, identidad y sujeto y que cuestionan las definiciones más o menos fijadas. Buscar la diferencia en un espacio de incertidumbre, explosión de voces y polifonía por excelencia, por la validez omnipresente, es lo que motiva a la antropología, sin perderse por el medio en el cual se busca comunicar tal acto de diferenciación. Respecto a la dimensión material, una pregunta que también emerge es: ¿Qué lugar tiene el cuerpo en todo esto? Es el cuerpo detrás de la pantalla, cuerpo inmovilizado pero que está conectado con espacios inalcanzables, si no fuera por Internet. Se puede visitar los museos y tomar un paseo por los pasillos [Museo Louvre Online] se recorrer calles de casi cualquier parte del mundo [Google Earth] e incluso sexo virtual [Lentes Google]. Entonces, al parecer, el cuerpo físico como bisagra para conocer la realidad (cognoscere) ya no es la vía exclusiva en la aprehensión/comprensión del mundo16. Si bien es cierto que esto no es válido para la mayoría de la población del mundo porque el acceso sigue siendo un tema relevante en el debate en torno a Internet, el punto es llamar a la reflexión sobre el impacto de los medios de comunicación, en este caso Internet, en la relación y asociatividad humana, y el efecto seductor que posee sin afrontarlo con moralismo ni conservadurismo tecnológico sino preguntas movilizadoras entorno a subjetividades, cultura y tecnología.

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Y en esto podemos sacar mucho provecho de hacer una relectura del planteamiento de P. Bourdieu sobre el condicionamiento de los gustos sociales. “Criterios y bases sociales del gusto” http://cisolog.com/sociologia/la-distincion-criterio-y-bases-sociales-del-gusto-pierre-bourdieu/ 16 Esta misma hipótesis ha sido retratado en películas como “Los sustitutos” con Bruce Willis (2009).

Ahora bien, ¿cómo comprendemos las subjetividades en el espacio virtual? Primero, deberíamos sumergirnos – como investigadores - en lo virtual y eso requiere un debate en torno a conceptos claves de la antropología para dilucidar como afrontar el trabajo de terreno en lo virtual, cuál sería entonces la experiencia de terreno, cuando se entra y sale, quiénes serán tus informantes, portes etc. Creo que el extrañamiento, un proceso del terreno, es el insumo clave para comprender como nos vinculamos con otro ser humano pero ahora apuntamos a pensar cómo extrañar lo familiar. Mirar debajo de la superficie e imaginarse la ilusión de la realidad social experimentada. ¿Para qué navego? El título es la que pregunta intenta provocar a que cada lector se sitúe en intersticio y las implicancias del mundo offline/online. ¿Por qué me sitúo frente a la pantalla? En esa respuesta puede que la división entre investigador/sujeto se borre. Me sumerjo (nuevamente la metáfora del mar o agua, igual que navegando) en el mundo online porque mis relaciones sociales físicas (cara a cara) no son tan satisfactorias, porque hay exclusión social a base de etnia, género, generacional, por localidad geográfica etc. Es una alternativa de respuesta a la vida social tradicional y espacio donde puedo encontrar complicidad y comunidad porque en el mundo offline no me otorgaba sensación de pertenencia. Por un lado, el tema de la autoestima es bastante recurrente y que plantea mucho sobre el modo que vivimos con la tecnología, especialmente las generaciones jóvenes17. Por otro lado, el internet tiene un impacto dispar en los puntos de acceso. La desigualdad tecnológica (acceso, calidad y educación) sigue los patrones de la desigualdad socio-económica general que condiciona el acceso. Ahora bien, la tecnología ya llegó para quedarse porque mejorar el mundo social no eliminará el mundo online. Entonces, la relación y contraste entre estos dos espacios delatan y nos dice mucho respecto nuestros “porqués” como navegantes cibernéticos, y también nos abre la posibilidad de reflexionar sobre las consecuencias en el trabajo antropológico para conocer esa nueva dimensión de la realidad social. Se plantea, mediante informes, investigaciones y opiniones [Observatorio CiberSociedad] - con cierta postura de realismo - un discurso de idealismo (estamos casi obligados) de ciudadanía. El sujeto políticamente activo en el Internet se ha denominado como el ciberactivista¸ pero también se demuestra que el sujeto, complejo e interconectado, traspasa las 17

Aquí todas las comunidades que se establecen para acoger a sujetos que se sienten excluidos. Tales como http://todomejora.org/ o espacios de acogida para distintos problemas sociales como el maltrato escolar e incluso la terapia online.

fronteras nacionales y modifica el cómo se sitúa (pensar y hacer) en el mundo. Lo que planteo es que Internet más que un medio para ciertas acciones determinadas es que se está convirtiendo en un nuevo campo de estudio propiamente tal. Por tanto, planteo que habrían dos líneas de investigación o dimensiones para aproximarse a este nuevo objeto de estudio: desde la denuncia/activismo (con rasgos de colectivismo individualizado) y desde el ensimismamiento (con rasgos de narcisismo colectivo). Y como tal estas dos aproximaciones son posiciones narrativas que necesariamente son subjetividades móviles, y solamente por ese hecho merece atención investigativa. Las explicaciones para responder la pregunta de este capítulo tienen que ver con cómo nos explicamos el rol de la tecnología en la sociedad hoy. Muchas veces la patologizamos y/o debatimos sobre la naturaleza de los medios (radio, internet, televisión etc.) y esto imposibilita el debate en torno los procesos (dialécticos, individuales y colectivos) por el cual se vive la relación con la tecnología; el uso heterogéneo del mismo. En Internet, y por los procesos por el cual pasamos – por muy paradojal o simple que parezca- es eminentemente social porque hay sujetos involucrados. Uno de los elementos centrales tiene que ver con cómo la velocidad comunicacional inédita18 y poner atención sobre eso, sin mirar desde la moralidad y enjuiciamiento resulta difícil pero necesario. A base de cada juicio hay una moral (lo bueno y lo malo) que sustenta tal juicio y esto resulta siempre en un bipolarismo que simplifica el proceso de comprensión del fenómeno, sin embargo, mirar los fenómenos sin prejuicio no es equivalente a invisibilizar o negarlo sino abordarlo (respecto al objeto o sujeto) de manera diferente a los juicios existentes del momento en que se hace el enunciado, y esto es lo que quisiera denominar como tercerismo epistemológico19. Si bien pudimos esbozar la hipótesis de que navegamos Internet por un escape existencial, ocio o por inseguridad, se plantea aquí re-ensamblaje de lo social en lo virtual, tanto como sujeto y como investigador/a. Una de las opciones de esta via de repensar lo social es lo que Bruno Latour plantea como lo colaborativo, una dimensión que puede permitir pensar la reconfiguración la dimensión social en lo virtual. Suena paradojal pero es posible re-situar al individuo no solo como sujeto activo en Internet sino además como actor-red; como un constructor y/o actualizador 18

Aquí la idea de la modernidad eterna es fundamental pensarla en relación a como pensamos lo contemporáneo. 19 El debate siempre se pone en lugar polarizado sin dejar pie a mirar el problema desde un tercer lugar, fuera de las suposiciones puesta en debate o una que se confirma.

permanente de comunidades de sentido. Ciertamente, esto bota por tierra el binomio de, por un lado, lo virtual como enajenante, como por otro lado, a internet como la nueva maravilla que resolverá nuestros actuales problemas. Lo virtual no es un mundo a aparte de lo social sino una extensión o está vinculado directamente con el mundo off-line. Es producto de nuestro quehacer y, en ese sentido, debiera ser

considerado como un nudo a problematizar el quehacer

antropológico. De manera similar la antropología tuvo que reformularse cuando el fenómeno urbano planteo cómo hacer antropología, y hoy creo existe - con Internet - un argumento para iniciar un debate similar en torno a cómo Internet está aportando, problematizando y reconfigurando el quehacer de la antropología, y las ciencias sociales en general. No es necesario una nueva sub-diciplina sino se plantea repensar lo vincular bajo el supuesto de que cambia la forma y que podría/debería afectar, a mediano plazo, las relaciones sociales pero también como estamos (antropología) pensando las relaciones sociales. La reflexión precedente, sobre las implicancias del campo virtual en la epistemología, tiene que ver con las preguntas sobre la re-configuración del pensar/hacer en relación con el “objeto” de estudio y, por tanto, la identidad diciplinaria. Y quisiera, por tanto, reformular la aproximación que está asociado con la mal llamada crisis identitaria en la antropología. La adquisición de un nuevo modo de vincularse, disciplinario, con el mundo y un nuevo lugar no implica un hito de muerterenacer sino un proceso transformador, tanto para lo académico y lo social propiamente tal. En este contexto, hay una colectividad que se aferra a una forma de conocer - al “objeto de estudio antropológico” – señalando a un modo hegemónico de pensar y, finalmente, materializar el concepto de la cultura. Este hecho podríamos llamarlo una actitud epistemofilica20. Esta noción o concepto plantea un modo fijo de conocer al objeto de estudio, impulsado por la consecuencia de la misma epistemofilia en las estructuras de prestigio y poder. Hay un condicionamiento de quienes se adhieren a un paradigma de conocimiento mientras que las otras formas (no institucionalizadas) que no se ajustan a las “editoriales” en la academia.

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Una fuerza que se resiste al cambio de paradigma dentro de una disciplina.

Por otro lado, y de manera autocrítica, podemos decir que la antropología adolece de ser entendido de una manera21 sin auto-aplicarse los sus propios conceptos, y además pretenderse fuera de los procesos actuales de transformación. No queremos responder un “porque” sino visualizar, relacionar y problematizar – en un contexto dado - la relación entre lo disciplinario y el medio para acceder a la/s cultura/s; lo estudiado y el estudioso; el sujeto y el objeto. Comprender la una vinculación entre el pensar (epistemología), medios (trabajo de terreno) y objeto (cultura) y cómo esto configura un NosOtros, que constituye ese espacio en donde l@s pensantes no están fuera del proceso mismo de transformación. El postfijo de –filia no solo es aplicable como concepto patologizante (afición insana) sino también busca apuntar a que lector/a mire su propia cultura, académica si se quiere, y cómo esta se configura con mecanismos de legitimación y jerarquización social de una cierta forma de conocer, elitista si se quiere o que trae ciertos beneficios y prestigio a quienes enuncian un determinado paradigma epistémico. Este concepto es resultado de proceso de auto-observación del mundo académico, dentro de una época (postmodernismo) en que la autoridad en entredicho es una posibilidad y la vocería heterogénea es un hecho. El concepto de la epistemofilia plantea la permanencia de una hegemonía académica que excluye otros modos de conocimientos (mediante establecer formas legitimas de producir, distribuir y consumir conocimiento validado) o paradigmas que no sean sus modos y los mecanismos de producción y legitimación de conocimiento por medio de instituciones formales (financiamiento Conicyt y revistas científicas SCIELO, etc.) por el cual se difunden y justifica – frente a un tercero - ese saber. Y frente a esto plantear Internet como objeto de estudio y espacio de trabajo de campo, tiene que ver con la posibilidad de situarse, desde lo particular, como un espacio emergente e intersticio para abrir nuevas preguntas en torno a cómo se configura el abordaje de la cultura desde la antropología. Este concepto se refiere, entonces, a un proceso que legitima una adherencia a ciertas formas22 de pensar – pero que también es una actividad - la realidad social e histórica más que algo sobre aquello que está siendo observando, y nos está diciendo – en paralelo – mucho sobre el emisor y su cultura: lo académico o profesional en este caso. La estructura cíclica de las llamadas revoluciones científicas (Kuhn, Thomas, 8va Ed. 2004) también esconde micro-procesos que 2121

Denise Jodelet habla del concepto de anclaje y como la psicología ha sido conceptualizada desde el sentido común; de una conciencia colectiva que sitúa a la diciplina que “tiene que ver con los huesitos”, “que se ocupa de los indígenas” etc. Sin embargo, la disciplina es mucho mas que eso. 22 Estas formas serían: institucionalizada, a base de un teoría y con cierto acervo de personas.

discurren de manera más sutil y es en este contexto a que nos estamos refiriendo. La epistemofilia no es entonces una mera adherencia sino una acción política que busca comunicar algo más allá de las meras palabras, busca marcar un límite que demarca la pertenencia y validación de una cosmovisión y práctica disciplinaria determinada. La doxa, como diría Bourdieu, mantiene una forma y esa forma se expresa, en mi opinión, en una epistemofilia, una adherencia a una forma institucionalizada de producir conocimiento validado. Valida su propia reproducción, aun cuando este contiene un vacío y produce conocimiento sin sustancia epistémica.

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