Colores del Aire | fotosalmos | Yerko Vuscovich & Luis Cruz-Villalobos (2017)

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COLORES DEL AIRE FOTOSALMOS Yerko Vuscovich & Luis Cruz-Villalobos Pórtico de A. P. Alencart

HEBEL

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Yerko Vuscovich & Luis Cruz-Villalobos COLORES DEL AIRE FOTOSALMOS HEBEL

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COLORES DEL AIRE FOTOSALMOS Yerko Vuscovich (fotografías) & Luis Cruz-Villalobos (salmos) Pórtico de A. P. Alencart

HEBEL Ediciones Arte-Sana| Poesía 5

COLORES DEL AIRE | FOTOSALMOS © Yerko Vuscovich (fotografías) © Luis Cruz-Villalobos (salmos) © HEBEL Ediciones Colección Arte-Sana| Poesía Santiago de Chile, 2017. www.issuu.com/hebel.ediciones Los poemas de esta obra son parte del libro “Poemas 1516. Obra Compilatoria”, Registro de Propiedades Intelectual Nº 274.405. www.fotonaturaleza.cl www.benditapoesia.webs.com Qué es HEBEL. Es un sello editorial sin fines de lucro. Término hebreo que denota lo efímero, lo vano, lo pasajero, soplo leve que parte veloz. Así, este sello quiere ser un gesto de frágil permanencia de las palabras, en ediciones siempre preliminares, que se lanzan por el espacio y tiempo para hacer bien o simplemente para inquietar la vida, que siempre está en permanente devenir, en especial la de este "humus que mira el cielo". 6

al trino que es nuestro aire

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Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día y una noche a otra noche declara sabiduría. No hay lenguaje ni palabras ni es oída su voz. Por toda la tierra salió su voz y hasta el extremo del mundo sus palabras. Salmo 19:1-4

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PÓRTICO

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FOTOS Y VERSOS DE LO CREADO

1. Todo el orbe está en peligro y lo local afecta al mundo, y viceversa. La naturaleza necesita cuidados intensivos porque la depredación genera heridas cada vez más rápidas e irreversibles. Es incomprensible: sabemos que dependemos de ella para la pervivencia de nuestras vidas y de quienes llegarán luego, pero insistimos en degradarla, en contaminarla, en volver desiertos tierras que décadas atrás eran fértiles y albergaban variadísima fauna… En esta máxima atención que debemos a la naturaleza no pueden existir fronteras ni pensamientos insolidarios, creyendo que es problema de otros, que nada puede suceder en nuestro ‘paraíso’. Va sucediendo hasta donde menos se esperaba.

2. Surge esta mínima reflexión ahora que veo, impresionado, las hermosísimas imágenes contenidas en ‘Colores del aire’. Las cuarenta fotografías son fruto de la sensibilidad de un magnífico artista que capta lugares que van desde el seco norte de Chile hasta la helada Patagonia, esa zona austral de su larguísimo país. Su nombre es Yerko Vuscovich (Santiago de Chile, 1971), un ingeniero pesquero con maestría en ciencias financieras y que tiene, al

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margen de estos estudios, absoluta pasión por la fotografía de la naturaleza, siendo uno de los fundadores del muy recomendable portal ‘fotonaturaleza.cl’.

3. Luego vuelvo a los aportes de Vuscovich, pero necesito dejar constancia del otro autor de esta comunión entre poesía y fotografía: se trata del poeta Luis Cruz-Villalobos (Santiago de Chile, 1976), sobre quien he pergeñado varios textos para acompañar los versos que generosamente ofrece de tanto en tanto, además de difundir la poesía de muchos otros autores. Luis es paradigma o ejemplo de lo que realmente debe ser un cristiano que se precia de tal: abrirse a los demás, ofrecer los dones recibidos del Poeta mayor y de su hijo Poeta, el galileo, el Verbo hecho carne. Cruz-Villalobos pone sus versos al servicio de Dios y de las imágenes captadas por Vuscovich. La Creación es alabada por uno y otro, pues estos dos autores están hermanados en la fe y en el arte. Como lo estaba (y lo estará) San Juan de la Cruz, aquel patriarca de todos los poetas en lengua castellana que decía, al contemplar la naturaleza creada: “¡Oh bosques y espesuras/ plantadas por la mano del Amado!”. El poeta chileno sigue esa senda y anota, describiendo un prístino arroyo con pequeñas cascadas: “Te disfrazas de agua/ Te vistes de musgo/ Eres tan delicado/ Como la

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sombra de una mariposa/ Y te posas en nuestros cabellos/ Y nos dices tu nombre/ Oh Altísimo/ Oh Innombrable/ Y nosotros seguimos/ Como si ningún gran misterio/ Se nos hubiese desvelado/ Como si ningún infinito/ Se hubiese asomado a nuestra puerta/ Pero hay días/ Lúcidos y atentos/ Donde vemos tu rostro/ Detrás de esas blandas superficies/ Desde donde prefieres mostrarte”. Este libro es, en su conjunto, uno de los más logrados de la ya notoria producción poética de Cruz-Villalobos. Y lo ha conseguido escribiendo sobre lo que más siente: su religación con lo Divino y su anclaje con la naturaleza, pues también suele habitar en Poñén, al sur de su país, donde lo verde prima, aunque ha estado amenazado, recientemente, por tantos incendios provocados.

4. De nuevo con Vuscovich, fotógrafo eximio ante cuya cámara la naturaleza no sólo no se esconde sino que se entrega, agradecida. No es una metáfora: ha participado en numerosos encuentros, conferencias y foros para generar una mayor conciencia ecológica, hablando de ética y de los paisajes en peligro. También va más allá de las palabras: ha liderado, con miembros de su agrupación y con ejecutivos de Canon, por ejemplo, actos de recogida de basura en parajes naturales, como el recientemente hecho en el

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humedal de Mantagua y Playa Ritoque: cerca de una tonelada de basura… Ante otra de las fotografías, esta vez del interior de una modesta tienda de abarrotes, Cruz-Villalobos amplia la alabanza a todas cosas: Eterno/ Las no eternidades/ Nuestros artefactos humildes del día a día/ Las verduras y los frutos/ Te alaban a Ti/ Pleno/ Las diminutas trivialidades del paso/ Los coloridos alimentos/ Las botellas y las puertas/ Los mesones y las sillas/ Te alaban a Ti/ Silencioso cantor/ Nuestras manos en los quehaceres varios/ Que nos permiten sustentar la vida/ Que es tu don”.

5. Vuscovich y Cruz-Villalobos saben mucho de la Biblia, porque la han leído y siguen sus mandatos. Saben que la naturaleza es una de las pruebas de la existencia de Dios, como bien lo aclara Pablo: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa” (Romanos 1:20). Me alegro, y mucho, por este precioso libro, donde sobresale la excelencia de dos autores que militan con Cristo y que no sienten vergüenza al hablar de su Dios: “Oculto y Eterno/ Vamos a cobijarnos juntos/ Al rincón de la espera/ Y como niños pequeños/ Que juegan a las escondidas/

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Pleguémonos/ Sobre nuestros propios cuerpos/ Y en la esquina más sosegada/ Guardemos silencio/ A ver si llega a buscarnos por fin/ La nueva tierra/ Y el nuevo cielo/ Eternamente/ Cuando este sol ya no esté”. Mi enhorabuena por esta comunión tan entrañable. Pasen a ver. Pasen a sentir.

Alfredo Pérez Alencart Universidad de Salamanca

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COLORES DEL AIRE FOTOSALMOS

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Te alaban a Ti Eterno Las no eternidades Nuestros artefactos humildes del día a día Las verduras y los frutos Te alaban a Ti Pleno Las diminutas trivialidades del paso Los coloridos alimentos Las botellas y las puertas Los mesones y las sillas Te alaban a Ti Silencioso cantor Nuestras manos en los quehaceres varios Que nos permiten sustentar la vida Que es tu don.

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Ante la grandeza De los colores puros que pones frente a nuestros ojos Qué podremos decir de Ti Volador amante de la tierra Qué podremos decir Digno de tu homenaje más exacto Nada Sólo balbuceamos algunas palabras Como torpes peñascos Que lanzamos como ofrenda Ante tu despliegue de azulidades y escampes De casi perpetua hermosura Que esculpes con tesón Pero que también dejas revoloteando un segundo.

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Lo diminuto también te alaba Habla bien de tu esencia Anuncia tu imperio −Único justo y bello Santo y dulce Único eterno− Y cuando lo hace Cuando canta tu nombre Desde el fondo del suelo Tenemos que estar atentos Para no perder Tan sutil y hermoso deslumbre Pues nuestros pasos brutales Pueden acallar de una vez El minúsculo coral a tu gloria Que desde las márgenes se enciende.

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Te disfrazas de agua Te vistes de musgo Eres tan delicado Como la sombra de una mariposa Y te posas en nuestros cabellos Y nos dices tu nombre Oh Altísimo Oh Innombrable Y nosotros seguimos Como si ningún gran misterio Se nos hubiese desvelado Como si ningún infinito Se hubiese asomado a nuestra puerta Pero hay días Lúcidos y atentos Donde vemos tu rostro Detrás de esas blandas superficies Desde donde prefieres mostrarte.

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En medio de la punzante realidad doliente En medio de la estepa solitaria De las dunas de nuestras erosiones Al mirarte Frente a frente Y pedir tu beso Oh Cielo del cielo Vida de la vida Tú nos haces florecer Sanos y elocuentes Como brotes de tu colorido amor.

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Llego a Ti Cansado de caminos largos De abrazos no plenos De saltos ineptos De dichas vacías De cantos sin luces Llego a Ti Como pidiendo Más tiempo y espacio Más aire Más vuelo Más agua Y Tú Como cascada de luz Vienes a mi encuentro Como lo has hecho siempre Con quienes claman pidiendo tu son.

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Te he visto atardecer Ocultarte de apoco Callarte ante mí Visitar las tinieblas Velar tu rostro de luz Te he visto vestirte De lejanas estrellas Con grandeza que nubla Y también como luna Mirarme en silencio Te he visto esconderte Detrás de la nada Y luego Lentamente Paso a paso Amanecer sobre mí.

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En días tempestuosos O en días ardientes bajo un sol inmisericorde Nos invitas a tu sitio secreto A ese rincón que has reservado Para nuestro encuentro cercano y de paz Allí nos limpias las heridas Lavas nuestros pies Abrazas nuestra angustia Y nos alegras con su canción Es el lugar del verdor Del húmedo renacer de las esperanzas Allí siempre nos aguardas Callado y paciente Dispuesto a acoger todas nuestras amarguras.

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Cuando habito La tierra de los muertos Y la pena tiene el color del día La vida se hace densa Pesada como un monte Sobre mi cuello y mi corazón En esas grises estepas Que hemos llamado soledades Allí te llamo Padre de vida Madre de amores Tú que no cabes en mis ansias Tú que me besas cada noche Ven nuevamente aquí A esta desolación que me habita A este tiempo muerto De la pena y la zozobra Ven Y quédate a mi lado hasta siempre. 27

Te pusiste un velo Para ocultar tu esplendor Que podía cegarme Un velo de aguas Puras y torrentosas Un velo que mis ojos No pudieran traspasar Y sin embargo Lo que te cubría También lograba revelaba Mostraba atisbos de tu gloria Destellos de tu grandeza Y yo me quedé allí Con los ojos clavados En tu intento de escondite En tu desvelador ocultamiento Y supe cosas nuevas de Ti Que me hicieron volver A tu nombre Como el más claro Misterio. 28

Has puesto la mesa Señor del cielo y de la tierra Has puesto la mesa Y me has convidado A compartir tu pan Los frutos tiernos de tu huerto Me has invitado a sentarme Y escuchar tus historias Tus relatos vivos de vida Tus amables proverbios Que sólo quieren Animar mis tenaces pasos Yo no traía nada Sólo sed y hambre Y Tú me diste de beber Del zumo más fresco Y con tu trigo y tu maíz Saciaste mi apetito de años.

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Vamos Oculto y Eterno Vamos a cobijarnos juntos Al rincón de la espera Y como niños pequeños Que juegan a las escondidas Pleguémonos Sobre nuestros propios cuerpos Y en la esquina más sosegada Guardemos silencio A ver si llega a buscarnos por fin La nueva tierra Y el nuevo cielo Eternamente Cuando el este sol ya no esté.

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Me aguardarás aquel día De mi última noche Me aguardarás con tu manto de luz Dispuesto a cubrirme Me aguardarás con tus ojos Llenos de paz y de dicha Me aguardarás con un anhelo tal Que logre derrumbar mis angustias Me aguardarás lleno de amor Como una madre que recibe a su hijo perdido Me aguardarás con perdón y paciencia Dispuesto a lavar nuevamente mis manos Me aguardarán justo allí En el umbral más profundo y remoto y callado.

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El infierno existe Lo hemos aquí degustado Se nos ha aparecido sin demora En medio de los días Se ha abierto de par en par Ante nuestros lúcidos pasos Nos ha hecho entrar Con sórdida bienvenida A sus salas frías y lúgubres A sus aguas turbias y dolientes Nos ha cubierto hasta las ansias Con sus bloques de hielo infinito Y nos ha descalibrado Las más férreas esperanzas Pero sin embargo Allí también te encontramos Oh Cielo de cielo Encorvado junto a nosotros Sufriendo.

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Un día me dijiste Que vivías en lo pequeño Entonces abrí mis ojos más profundos Y te comencé a descubrir por doquier Te encontré en las gotas de rocío En los caracoles de la noche y sus sendas En los blandos hongos y los sutiles helechos En las verdísimas briznas de los parques También te hallé En las camelias derribadas En las hojas del otoño que se fue En las viejas raíces casi secas Y por último Te pude descubrir En las sutiles huellas Que dejaba el viento nocturno Sobre el vientre silencioso del oscuro lago.

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Tú me abriste la puerta Y me dejaste entrar a tu casa de madera Los pardos colores de tu hogar Me acogieron con aromática bienvenida Me dieron la mano cálida al entrar Y sostuvieron de inmediato mi sombrero Yo me senté en una silla de madera clara Que también me acogió como su amo Allí hablamos de los árboles Y de su amoroso gesto de tornarse acogida Me hablaste de los tiempos y cuidados Que demandaban los bosques Y de no ser tornado que arrasa sin demora Todo a su paso Sino un prudente recolector de restos Ya callados y sin fuerza De los caídos cuerpos que podrían volverse casas O virtuosos instrumentos de los hogares de la tierra.

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Tu hija La sabiduría Un día me visitó Me llamó por mi nombre Llegó volando sobre mi cabeza Y me pidió alojarse En mi duro corazón Yo le dije que no había mucho espacio Pero que igual podía considerarlo su hogar Ella me miró Con sus ojos profundos Como lo hacen las abuelas E hizo su nido En lo oscuro de mi alma Desde donde me reprende Día y noche Con su amor.

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Tenemos frío Señor Sol eterno Tenemos frío En esta estepa En este páramo Desierto solitario De tus lejanías Ven Desciende Como manto de luz Como tibia cobija Y no nos dejes Congelarnos En estas planicies Tan perdidas De tus dones Y tu amor.

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Debo confesarte Creador de los átomos danzarines Que me conmueve tu pulcra labor De mantención de los universos inmensos y diminutos Me sorprende tu precisión Me sobrecoge tu exactitud Y cómo has hecho que esta palpitante creación Se expanda y de ella emerja la vida Y como lumbre más prístina De tu parecer La vida conciente de sí.

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En nuestro replegar final Te miraremos al rostro Y detrás del velo que nos permita No ser aniquilados ante luz tan tremenda Sólo nos quedará Clamar por tu misericordia robusta Que un día mostraste Sobre el duro madero de la infamia Y desde tu florecer sideral Dejando una tumba vacía por siempre.

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Los colores del aire Que traes en las noches Y en los días de nuestro vivir Nos recuerdan tu nombre Oculto Callado Y nos hacen dar un respingo Y un suspiro Ante tanto misterio contenido en tu luz Y también en tus sombras Los colores del aire Que Tú hilvanas como madre Nos remontan a memorias y sueños Que saben a amores y paz.

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Hay días En que atardezco Días cansados Días de monótona espera del deslumbre Hay días En que los arreboles más perfectos Se tornan lenta acuarela de tedio Y Tú Sin embargo Sigues a mi lado Acompañando mis horas de incerteza Mi silencio Donde no cabe más que la pena Aunque también Tu sutil y hondo abrazo De siempre.

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Preparas mi cama Oh Señor Mi descanso Ese tiempo y espacio requerido Urgentemente necesario Preparas mi sueño Mi dormir en tus brazos maternos Mi nado en tu regazo uteral Preparas mi shabbat Esa tierra prometida e íntima Donde Tú has querido ser Nuestra paz.

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El cielo arde a lo lejos Se quema flameante Pero todo sigue su orden Nada se trastorna El cielo arde allá en el horizonte Y sin embargo todo está bien Sólo es un deleite gratuito El que pintas por las tardes Para acariciar levemente Nuestros ojos cansados Sólo es un gesto bondadoso Que nos regalas cada atardecer.

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Apareces Lejos Luminoso Pero no logro alcanzarte Pues si corro hacia Ti Te escapas Avanzas Yo me acerco diez pasos Tú te alejas diez Así es duro seguirte Es arduo buscar tu abrazo Pues sólo siento Tus gestos tibios Sobre mi frente y mis labios Pero te marchas Al atardecer Y te vuelves oscuridad Aunque circundante.

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Un día nos encontraremos Cara a cara Así lo has dicho Pero yo sé que nuestro encuentro Sólo podrá deberse A tus cualidades de eternidad Pues no soy más que una brizna Un simple soplo Y nada quedaría de mí Sino fuese Por tu amable y sostenedora compañía Que acogerá mi nombre.

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Perdido A veces entre las álgidas cumbres De la intrépida necedad Como escapando del amor Como escapando de la calma Perdido Como pluma al viento Atrapada entre las ásperas rocas Secas Muertas Que ya nada esperan Sino caer.

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Tu dulce agua Logra alcanzarme Amado Rostro de cielo Ojos de nubes Manos de viento Y me revives Para seguir andando Con los ojos bien clavados En el corazón de tu paz.

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A dónde iremos Tan repletos de esta nostalgia Que nos palpita dentro Dónde Si la vida es más un entrecruce de caminos Y un laberinto alto y extenso Dónde Si sólo contamos con tus arreboles Como única guía Si sólo tenemos un tenue mapa Dibujado sobre las aguas Si sólo un susurro tuyo En el oído del instante Ha logrado tocarnos día a día Noche a noche Como la respuesta sutil Al enigma más hondo que es esta vida.

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Tu amor Es vegetal Nos cubre como musgo Húmedo Suave Allí Cuando caídos Creemos que ya todo se perdió Sin embargo Tu amor Vegetal Tenaz Blando Nos abraza Y nos resucita Haciéndonos nuevamente Florecer.

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Nadie lo creería fácilmente Pero Tú Eres como la noche La más profunda La más extensa La más sideral Intergaláctica La más eterna e infinita La más singular La noche total Y perfectamente luminosa.

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Llévame a tu lado A mí Que soy este aleteo que parte Y se va Por siempre Llévame junto a Ti A tu regazo eterno Indestructible A mí Que soy pura vanidad Aleteo de vanidades Respingo de lo efímero Paso fugaz de casi nada Que no logra permanecer Si no es por tu beso.

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Dónde vives Hemos vuelto a preguntar Dónde Maestro Padre de misterios Madre de amores Hermano de sangres Hijo de misericordias Dónde vives Dinos Cuéntanos Guíanos a tu choza A tu hogar de adobes Pues allí queremos vivir Ya que un día en tu casa Vale más que millones fuera de ella.

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En las noches Cuando el mar nos trae tu canción Dime quién podría no dejarse seducir Por tus caricias Oh marítimo amante de la tierra.

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En medio del frío austral Te he visto Te vestías de ventolera También de nube borrascosa Bajo tu impetuoso abrazo Casi muero De húmedo frío De hambre De nieve De miedo Y en ocasiones lo hice Morí por siempre Congelado Junto a un amigo Sin saber que pasaba Ni hasta cuándo.

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Aquí te dejo mi corazón Ante tu cotidiano altar de las horas Lo dejo como ofrenda Como mi más sincero don Aunque lo conoces Has visto sus aromas Has olido sus colores Has tocado sus cantos Y has oído sus texturas Ven Eterno Saborea este palpitar Esta sangre mía cotidiana Llena de artefactos y maledicencias Repleta de luces y sombras Abarrotada de penas y de sonrisas Y déjame morir en tus manos Por siempre.

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Me has enseñado a florecer En medio de los pantanos nocturnos Allí donde siempre Continúan reflejándose las estrellas Me has enseñado a florecer En medio de pantanos invernales Allí donde siempre Continúan reflejándose tus nubes blancas.

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Soy un trozo de hielo En las costas de tu amor Me derrito como bien lo sabes Y no he caído en la ilusión De creerme eterno Pues soy agua Endurecida por un tiempo Pero luego parto Me deshago como nada Sin embargo sueño Anhelo en lo más hondo Que Tú me acojas Y me tornes parte de tu glaciar Que no tiene tiempo.

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Tú habitas en luz que no puede penetrarse Y yo Muero al lanzarme a Ti Imprudente Ciego Apasionado Por un amor Que sólo quiere fundirse en tu fuego Aunque sea lo último que haga.

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Me has traído a estas tierras Bordadas por tu luz Me has dado tantas caricias Sobre los ojos Que no puedo más que cantar Aquí Sólo y callado Rebosante de los colores de tu aire Que me besan Y me alzan Como frágil brizna Que un día será recogida Entre tus manos.

FIN

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