Conflictos epistemologicos campo vs ciudad

June 28, 2017 | Autor: Daniela Marcucci | Categoria: Conflictos Sociales
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Estudiante de Ciencia Política, Universidad Nacional de Colombia. Correo electrónico: [email protected]


CONFLICTOS EPISTEMOLÓGICOS SOBRE LA CONTRADICCIÓN LATENTE CAMPO VS. CIUDAD

Daniela Marcucci Guarnizo


El presente documento expone la tesis en torno a las nuevas dinámicas auspiciadas por el capital sobre los territorios, con el motivo de superar la contradicción campo-ciudad, a saber, engranando nuevos espacios que sirvan para el proceso de acumulación de capital y la reproducción del mismo. Dicha "superación" se encuentra estrechamente relacionada con el enfoque territorial oficial para el desarrollo rural, el cual, trae consigo resultados anti rurales. La propuesta de este documento es desarrollar, desde una comparación analítica, cómo los procesos socio-territoriales se han reconfigurado según los ritmos y necesidades del capital, y cómo actividades, que se esperaría fuesen banderas de autonomía y alteridad, quedan supeditadas a una tarea funcional, al referencial hegemónico del capitalismo agrario.

El sistema de dominación y acumulación capitalista recrea, permanentemente, contradicciones que son elementos centrales en su propio desarrollo; la crisis inherente del sistema se vale del mecanismo máxime: la producción de una nueva espacialidad, no solo incorporando nuevos espacios sino trasformando los existentes. Cabe señalar que la acumulación de capital construye una geografía a la medida de sus necesidades y en los momentos de crisis sistémica; el capital desplaza, nunca resuelve, sus contradicciones mediante el proceso de construcción del espacio. La trasformación política que se perfila deja el viejo discurso urbanista de la modernidad, en la que la industrialización estaba pensada para el escenario de las ciudades, y, ahora, se impone un nuevo horizonte: urbanizar el campo, es decir, industrializar el campo mediante inyecciones de capital que permitan una nueva organización del espacio productivo, correspondiente a la nueva división internacional del trabajo, en la que los distintos territorios se especializan en el control de recursos diferenciales y jerarquizados.

Siguiendo el carácter de la organización neoliberal, en donde se reducen los horizontes de sentido y experiencia simbólica, los territorios se despolitizan, se ignoran las disputas territoriales, y se desmontan y destruyen ámbitos de construcción social y colectiva para, con ello, articular las interpretaciones de la realidad en torno a principios de individualidad, competitividad y sostenibilidad. Esto ocurre, como un proceso de desorganización, que sirve como estrategia de dominación y subordinación de sujetos subalternos en los diferentes ámbitos de la vida social. La hegemonía que impera con este modelo (re)crea un sentido común de un mundo plano, entendido solo desde la dinámica de producción, circulación y consumo en el mercado.

En tal sentido, se identifican procesos políticos y económicos que siguen una matriz atomizadora, en la que se sigue una individualización de las relaciones y los hechos sociales, al tiempo que refuerza la implementación de un modelo de desarrollo que promueve una organización territorial bajo una racionalidad instrumental que, como se verá, vincula, a las políticas, el axioma "todo cambia para que todo siga igual". Las brechas espaciales corresponderán a los resultados de las decisiones políticas que juegan en la correlación de fuerzas de competitividad vs. solidaridad.

Las trasformaciones, que asisten al modelo de pensamiento y comprensión sobre la relación campo y ciudad, responden a las estrategias económicas que se superponen a las anteriores, y están en relación con ellas, pero funcionan a partir de la creación de entornos territoriales en los que se realiza el arreglo espacial, impulsando, actualmente, la agricultura industrial sobre el campo de las políticas agrarias. Sin embargo, es perentorio señalar que la dinámica espacial de la industrialización capitalista ha sufrido reconfiguraciones en función de la condición histórica y necesaria para el desarrollo del mundo capitalista; a medida que la sociedad se volvía más compleja, la contradicción histórica campo/ciudad expresaba un tránsito sobre la base de la división social del trabajo y el contraste de intereses, separación del trabajo agrícola, de un lado, y el trabajo industrial y comercial, de otro (Centro de Estudios de Opinión, 2015, p.5). Este tránsito consistía en la superación de la contradicción, mediante el avance del capital sobre el agro, el cual resultaba en la progresiva urbanización integral del territorio, extendiéndose, sometiendo y articulando, al espacio rural.

Entonces, en la historia moderna, la ciudad se erigió como el territorio y soporte, por excelencia, de la producción industrial, en la medida en que creaba las condiciones materiales generales de producción (Centro de Estudios de Opinión, 2015, p. 5) puesto que acercaba factores de producción como la fuerza de trabajo y el capital. Al mismo tiempo, la ciudad creaba las condiciones materiales necesarias para la reproducción de la fuerza de trabajo, a saber, los medios de consumo, de circulación y servicios; y con ello, garantizaba la reproducción social y material del capital. En ese sentido, la ciudad moderna capitalista se constituyó como una forma de tipo histórico, acorde con el desarrollo general del capitalismo, en donde se concentraban los medios de consumo colectivos y el modo de aglomeración específico del conjunto de los medios de reproducción (Centro de Estudios de Opinión, 2015, p. 28).

Ahora bien, las ciudades han sufrido un cambio diametral conforme el devenir de nuevos procesos industriales, comerciales y de servicios; el capital muestra nuevas necesidades y expectativas: un nuevo referente que apuntale a generar réditos que garanticen la (re)producción del sistema social. La industria abandona la ciudad y penetra en el campo, para tratar de evadir las des-economías de escala, generadas por la creciente concentración. En otras palabras, "el espacio regional se convierte en el ámbito espacial de la industria" (Castells, 1974, p. 279 en Centro de Estudios de Opinión, 2015, p.29) Esto provoca, la disolución de los dos polos de la vieja contradicción campo-ciudad y los fusiona en un solo sistema.

Sabiendo esto, puede formularse que la contradicción campo/ciudad refiere a todo un complejo entramado de relaciones sociales, que se construyen en el marco del sistema social capitalista; de allí que solo pueda ser comprendida desde reflexiones históricas concretas que remitan a las necesidades específicas del proceso de acumulación y reproducción del capital. Al tratar la contradicción campo/ciudad, se denotan, como eje trasversal, los acondicionamientos espaciales que requiere el capital, y, el tránsito que aflora en el análisis actual permite, como se indicó, afirmar que el uso del espacio y la localización que en él se hace de las actividades productivas industriales privilegia el escenario regional.

Dichas actividades industriales, relocalizadas en el campo, se implementan con mayor fuerza desde la inserción y la consolidación de una política agraria de carácter mono-agroexportador, basada en las grandes extensiones de monocultivo, y asociada a la inserción de productos transgénicos, afectando gravemente la autonomía de los trabajadores rurales y restringiéndolos a una posición pasiva con respecto a lo que ellos, quienes trabajan la tierra, quieren para sí mismos. Esto, como consecuencia de una crisis global en la tasa de ganancia del capital, que generó la necesidad de buscar nuevos espacios que tuviesen la potencialidad de producir y reproducir el capital. Esta condición es satisfecha por los países de América Latina debido a las especificidades de su población, institucionalidad y de sus recursos naturales.

Ante este nuevo proceso, se da una serie de posiciones divergentes que cabe exponer. En primer lugar, se desarrolla una postura que encuentra, en la agricultura industrial, un camino hacia el crecimiento económico y hacia el desarrollo de los países de América Latina, los cuales deben asumir un papel en la división social del trabajo y aprovechar las ventajas naturales que implican sus recursos naturales, a través de una adaptación de la población y de las instituciones, a las necesidades y dinámicas del capital extranjero en medio de un mercado libre y globalizado que busca invertir sus recursos en la producción intensiva y extensiva de un producto agrícola, con la mayor tasa de ganancia posible y con la menor intervención o distorsión estatal. Dentro de esta corriente, se pueden encontrar exponentes que son identificados con la corriente neoliberal como Hayek (1944), Bustelo (1998), Bustamante (1999), Soros (2003), Naim (2004) y Williamson (1998).

En la postura opuesta, hay un desarrollo crítico que se encuentra en la llegada del modelo mono-agroexportador, en el territorio de América Latina; un factor generador de mayores brechas en la distribución de la riqueza y un momento de desarraigo entre los habitantes y el territorio; ello implica mayores vulnerabilidades, económica, social y políticamente, para la población. Por lo cual, el proyecto de agricultura industrial se encuentra como, claramente, perjudicial porque no conlleva beneficios para la mayoría de la población, sino que implica ganancias monetarias para un grupo reducido de inversores nacionales y extranjeros, mientras se generan consecuencias ambientales, sociales y económicas negativas para un grupo importante de la población. De acuerdo con esta forma de concebir el modelo agroexportador, se encuentran autores como Ceceña (2010), Bartra (2013), Composto (2010), González (2012), Composto y Lorena (2012), Merchan (2013), y Quijano (1995).

En un punto intermedio, se presenta una postura que busca reconciliar el modelo mono-agroexportador con las particularidades de la sociedad de América Latina, es decir, permitir la entrada de los grandes capitales para el desarrollo y crecimiento económico de la región, pero, regulados por el Estado, con el objetivo de no generar impactos tan importantes para la población en materia social, económica y ambiental, lo cual se produce a través del establecimiento de legislaciones claras y de impuestos sobre las actividades agroindustriales, con impactos negativos. En esta línea, se pueden identificar autores como Stiglitz (2002), Ghersi (2003), Atilly y Lora Cam (2010), Villas (1997), y Giddens (1998)

Teniendo en la cuenta lo anterior, las nuevas dinámicas espaciales en las que se expresa el capital tienen diferentes lecturas; las cuales dependen del sentido intrínseco que las subjetividades logran posicionar en las esferas de poder. Los presupuestos epistemológicos que ahondan en la discusión se insertan en una potente correlación de fuerzas entre diferentes actores políticos que tienen propuestas, sin embargo, esas propuestas tienen una serie de argumentos (económicos, políticos, culturales) que pasan por vincular el territorio y su ordenamiento, con una concepción particular de desarrollo.

Sabiendo esto, es necesario contemplar que la hegemonía detentada por los agentes del gran capital (como el poder de las élites dirigentes de convencer a los grupos subalternos de que comparten sus mismos intereses, incluyéndolos mediante el consenso, pero en el papel de subordinados) impulsa un enfoque territorial oficial para el desarrollo rural que crea nuevos espacios de acumulación. La organización de dichos espacios no trae consigo la modificación de la tenencia de la tierra, sino, en específico, el cambio del uso de ella, es decir, las inequidades siguen fluctuando entre los menos favorecidos puesto que el control del uso del territorio permite imponer una lógica socio espacial y productiva en el terreno.

Indicaciones hegemónicas como las del Banco Mundial (2008) proyectan la integración, bajo un que fije prioridades en la agenda de agricultura para el desarrollo, de los campesinos en un mapa rural, con producción de bienes agroalimentarios y de materias primas para la generación de biocombustibles y fuente de servicios ambientales, de la mano del agronegocio, explotación, bajo criterios empresariales y ecológicos (Banco Mundial, 2008). La producción está principalmente en manos de los pequeños agricultores, pues son los productores más eficientes, en especial, cuando cuentan con el apoyo de sus organizaciones. No obstante, cuando estas organizaciones no logran economías de escala en la producción y la comercialización,

[…] la agricultura comercial con mano de obra intensiva se erige como la forma más adecuada de producción. El sector privado impulsa la organización de cadenas de valor que acercan el mercado a los pequeños agricultores y a los establecimientos agrícolas comerciales (Banco Mundial, 2008, p.6)

La organización territorial, que se proyecta siguiendo el modelo, se erige como un proceso de privatización y, consecuentemente, de despolitización del territorio, apalancado en la articulación de las comunidades agrarias a los circuitos internacionales. La meta agenciada desde los inversionistas busca articular al campesino con el gran capital, mediante los procesos que tienen como norte proyectos de productos productivos permanentes. La cortina de humo, tras la que esconden dicha iniciativa, supone que el campesinado podrá superar el atraso y el abandono en el que está inserto; sin embargo, solo es una medida para garantizar y fomentar la producción del monocultivo para exportación (Guerrero, 2011). La incursión de empresarios e inversores con capital desplaza, así, formas de vida de los territorios, ya sea de forma "legítima" o "legal", con el apoyo estatal, o a través de vías violentas, con el auspicio de algunas instituciones públicas, a fin de reemplazar las estructuras productivas tradicionales de los campesinos o habitantes rurales, por formas de producción intensivas.

De ese modo, las comunidades quedan insertadas en la dinámica económica mediante alianzas estratégicas que (Ruiz, 2008), en defensa de los intereses de los mercados y capitales extranjeros (Loingsigh, 2010). La inserción del capital, y su lógica de vaciamiento de la territorialidad abstrae al espacio y sus comunidades de las posibilidades de decidir sobre su territorio "y no hay objeto de gobierno, a más bien de eso se limita a la distribución del presupuesto pero no a la decisión sobre los recursos" (Ruiz, 2008, p. 13).

Cabe precisar que los problemas relatados permiten dilucidar un problema innegable. El modelo vigente, que garantiza el acceso a multinacionales y a inversionistas privados, perpetúa la exclusión de parte de la población e instaura un modelo desigual e inequitativo; además, implica una serie de constricciones para la utilización del territorio, dado que dicho modelo, genera un modelo intensivo de la producción agropecuaria, gracias a la tecnología empleada, estableciendo una productividad mayor y menores costos, en detrimento de la subsistencia de los campesinos y sus modos de vida.

Siguiendo el orden de ideas, la industria que se lleva al campo queda proyectada bajo la dinámica de la agroindustria que cristaliza, en función del capital, al monocultivo como principal mecanismo de (re)producción del sistema; no sin antes procurar des-localizar la gran empresa en una cadena de alianzas estratégicas, en donde se perfila el monocultivo en pequeñas parcelas de campesinos, o en otro termino: mano de obra barata que ahorra costos de producción.

El panorama que se acaba de bosquejar mantiene vigente las advertencias que desarrolla Lenin,
[…] los agentes del capital tratan de inculcar al pequeño campesino la idea de que el capitalismo es compatible con el bienestar del pequeño propietario agrícola. Por eso ocultan el problema general de la economía mercantil, de la opresión del capital, de la decadencia y disminución de la pequeña hacienda campesina. (Lenin, 1973, p.70).

Es por ello que es urgente revelar el aparataje social, ideológico, político y económico que soporta las relaciones campo/ciudad; a su vez, es menester ahondar sobre las disputas territoriales del uso del territorio y los impactos socioterritoriales que afloran de ellos.

La constitución de un modelo de desarrollo hegemónico neoliberal determina los tipos de usos de los territorios, eliminando los sujetos y las relaciones sociales que no logran ser funcionales al capital, a saber, ya no se refieren a los modos precapitalistas pues, como se vio, estos también logran servir de manera subsidiaria a las intencionalidades del capital.

Conclusiones

Se cierran estas reflexiones afirmando que, al comprender el escenario contemporáneo, más allá de la intensificación de flujos de capitales, nos encontramos ante la oportunidad de dotar de sentido a la acción política de los movimientos sociales, en tanto la globalización como posibilidad se apoya en

[…] la enorme mezcla de pueblos, razas, culturas y gustos que se producen hoy, mezcla que se hace posible por el ascenso de otras filosofías que ponen en crisis la hegemonía del racionalismo occidental; una fuerte reconfiguración de la relación entre poblaciones y territorios; nuevas tecnologías que están siendo apropiadas por grupos de los sectores subalternos. (Santos, 2004, p. #).

Estas bases posibilitan el diálogo acerca de un desbordamiento escalar de estos factores y elementos de cambio que conducen a la apertura de posibilidades en territorios diferentes al de origen; en ese sentido, también se asiste a una intensa movilidad de relaciones y de subjetividades que se ubican en el centro de la discusión con reivindicaciones comunes. El neoliberalismo encuentra un límite en los sujetos políticos que se articulan y organizan en las escalas locales puesto que permiten ver el territorio como una unidad de análisis, no solo a partir de prácticas de dominación, sino también de resistencia.


Bibliografía

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Centro de Estudios de Opinión (CEO). (2015). La escuela francesa de la sociología urbana. Universidad de Antioquia, Facultad de Ciencias Sociales y Humanas. Recuperado de: http://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/ceo/article/viewFile/1602/1255.
Composto, C. (2012). Acumulación por despojo y neoextractivismo en América Latina. Una reflexión crítica acerca del Estado y los movimientos socio-ambientales en el nuevo siglo. Buenos Aires, Argentina: Porrua.
Guerrero, L. G. (Coord.) (2011). El Programa de desarrollo y paz en el Magdalena Medio. Colombia. Para el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), el Programa por la Paz y la Comunidad de Aprendizaje Comparte. Recuperado de: https://compartedesarrollo.files.wordpress.com/2012/02/desarrollo-y-ciudadanc3ada-1.pdf
Lenin. (1973). El socialismo y el campesinado. En: Obras, Tomo III (1905-1912). Moscú: Edición progreso. Recuperado de: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas03-12.pdf.
Loingsigh, G. (2010). En medio del engaño: el magdalena medio y el Banco Mundial. A propósito del libro En medio del Magdalena Medio de Alfredo Molano. En: Cepa, II(11), páginas.
Mançano, B. (2008). Sobre la Tipología de los territorios. Recuperado de: http://web.ua.es/es/giecryal/documentos/documentos839/docs/bernardo-tipologia-de-territorios-espanol.pdf
Ruiz, E., y Houghton, J. C. (2008). Conversaciones sobre conflicto y paz. El problema de las tierras en Colombia. Conflictos de tierras en el Magdalena Medio. Ciudad, País: Editorial.
Santos, M. (2004). Por otra globalización. Del pensamiento único a la conciencia universal. Bogotá, Colombia: Convenio Andrés Bello.


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Favor completar la bibliografía con los datos resaltados con azul.

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