El museo que no vemos

Share Embed


Descrição do Produto

Un reportaje de Carlos Chávez FOTOGRAFÍAS DE ANA MARÍA GONZÁLEZ Y CORTESÍA DE LA PARROQUIA DE CALUCO

EL MUSEO QUE NO VEMOS La guitarra de Mangoré. Los jaguares de piedra de Izalco. La colección Soundy y el abecedario de Caluco. Muchísimas cosas están fuera de la vista de quienes visitan el Museo Nacional de Antropología (MUNA). Lo que está en vitrina es una escueta mezcla de todo, a veces sin algo tan básico como una cédula, lo cual provoca pensar si el verdadero museo no estará en la bodega. 6 Séptimo{Sentido} 2 DE FEBRERO DE 2014

2 DE FEBRERO DE 2014

Séptimo{Sentido}

7

SINGULAR. El MUNA resguarda este abecedario colonial encontrado en Caluco, Sonsonate. A la derecha, el hallazgo y traslado de la pila bautismal de las ruinas de Caluco.

EMBODEGADO. El poblado de Caluco vive pendiente de si el MUNA finalmente exhibirá este estilizado jaguar pétreo.

M

agdalena lleva12 años esperandouna carta cuyo remitente diga Museo Nacional de Antropología (MUNA), pero hasta ahora, nada. El año pasado, no pudo más. Viajó hasta elMUNA,recorrió todossuspasillosy jardines.Ynada. No dio con los cinco “jaguares de piedra”. Ahora más que antes, Magdalena cree que el principal museo del país es una especie de pozo arqueológico. Un agujero negro cultural. Desconfía. Doce años atrás, unos albañiles zanjaban los contornos de la escuela donde ahora trabaja como directora. La escuela pública de Tapalshucut, un diminuto cantón en el traspatio de la ciudad de Izalco. El hallazgo: siete cabezas de jaguar (talladas entre el año 300 a. C. y el 250 d. C.), muy parecidas a las encontradas en Ataco ese mismo año. Magdalena Chile podría jurar que, con la ayuda de otras profesoras, resguardó las piezas en una choza que servía de bodega escolar. Pero era tanvulnerable que prontoalguien se robódos piezas. Y no tardó en arribar una delegación del MUNA con la manifiesta intención de llevárselas. —Pero nos opusimos. Hasta vino gente de Izalco y la INTERPOL para apoyarnos, porque ya sabíamos que al museo le cuesta exhibir o devolver las cosas. Pero terminamos aceptando y mírennos ahora.

ALREDEDOR DE 1929, este periódico donó al Museo

8 Séptimo{Sentido} 2 DE FEBRERO DE 2014

Nacional —ahora conocido como MUNA—su primera prensa metálica (de impresión tipográfica). Fue comprada en Nueva York a la compañía Babcock Printing Press y funcionó en la antigua sede del centro de San Salvadorentre 1915 y 1925.Sin embargo, tiempo después, este periódico se lamentaba en su edición del 12 de octubre de 1974: “El donativo, constancia históricadeliniciodel periodismomoderno,fueretirado del museo y abandonado en un recodo lejano, detrás de una supuesta champa que hace de bodega”. En la fotografía, la máquina aparecía herrumbrosa y anclada en la maleza. A 40 años de aquella publicación, se intentó conocer el paradero de la prensa a través del actual director del MUNA, el arquitecto Eduardo Góchez. Sin embargo, Nohemy Navas, la directora de comunicaciones de la Secretaría de Cultura de la Presidencia (SECULTURA) —entidad de la que depende el museo—, aseguró queno era posiblepor “estar enperíodo electoral” y porque había “restricciones en instituciones públicas” como este museo, dueño de un variopinto currículo, forjado en sus más de 130 años de historia. Navas prefirió no responder a una última solicitud: la de conocer, al menos, la bodega del museo. Lo que quedó fue pagar $1. Lo que cobra el MUNA para mostrar lo que quiere que veamos. Pero nada. La voluminosa prensa tampoco está en sus vitrinas y pasillos.Con fotografíaen mano,pregunto porla piezaa una empleada del museo. Sus ojos se ponen tan redondos como el “disco del jaguar” —la pieza arqueo-

¿DÓNDE ESTÁ? Un tinglado de lápidas coloniales, como esta, permaneció muchos años arrumbado en un corredor del Palacio Nacional. Ahora se desconoce si finalmente las recogió el MUNA. Abajo, muchísimas osamentas como esta fueron rescatadas del sitio arqueológico El Trapiche, Chalchuapa. Aseguran que están resguardadas en la bodega del MUNA.

lógica ahuachapaneca que fue logotipo del Banco Cuscatlán—y asegura que jamás la ha visto aquí. —Hace años la vi despedazada. En la bodega tiene que estar—dijo otro empleado. Otraempleada, unaburócrata, prefiriópreguntar: “¿Por qué los periodistas solo cuentan las cosas malas del MUNA? ¿Por qué no cuentan las cosas buenas?” Su petición es complicada. El museo en sí mismo exhibe carencias tan de base como la falta de cédulas, incluso para la estela más monumental del país —una de 2.65 metros que yace parada en el patio del museo—. Entre lo grave: su antiguo Archivo Fotográfico no tiene eso, fotografías, solo negativos. Y de sus cinco salas permanentes, solo funcionan tres, por lo que debe deducirse que el número de piezas en exhibición es menor. Una de las tres salas, la de introducción, un salón de 9 x 7 metros, luce forrada de afiches, como el que describe a un villorrio no identificado (porque se le cayó la cédula) junto a un enjambre de hombrecitos de barro, claro, sin cédula. Cuando se va al MUNA, los salvadoreños podemos soñar. Soñar cronológicamente con lo que hubo, con lo que no hay y con lo que debería haber en exhibición. En el nuevo salón dedicado a Monseñor Romero, además de afiches fotográficos, ¿no deberíamos esperar leer o ver alguna cosa que le haya pertenecido o por lo menos tocado? ¿El museo no debería mostrarnos el acta de los Acuerdos de Paz? Hay muchas cosas que no están. Por ejemplo, la famosa colección de Walter Soundy resulta invisible. Este donativo de 1,514 piezas —autenticadas por el Gobierno en 1975— debe estarse añejando como un vino en la cava del MUNA. Y hay más. En 2001, prometieron exhibir las 42 piezas precolombinas que fueron decomisadas en el aeropuerto de San Francisco, California, y que involucró a Alfonso Centeno, el compadre de María Isaura Arauz, la entonces directora de patrimonio. Pero nada. Por más que uno busca, tampoco aparecen los ocho fusiles centenarios que fueron encontrados en 2003 debajo del piso de la iglesia de Ahuachapán. Ni siquiera está el afrancesado tintero de bronce que solía decirse era de David J. Guzmán, el fundador migueleño de este museo que recién cumplió 130 años. Esta es la institución cultural más antigua del país, de la que se debería esperar más.

WENCESLAO FLORES —un hombre de 86 años de edad—juraría quecasitoda suvidaha transcurridoen el fondo de un cráter volcánico llamado Plan de La Laguna, en Antiguo Cuscatlán. Allí se ubicaba lahacienda-ingenio de Walter Deininger, el filántropo alemán que lo consideró como un “hijo de crianza”. Por eso, Wenceslao confirma lo que muchos arqueólogos han supuesto: que allí existió

“El MUNA es un lujo. Lo que sucede es que se ha entendido por ‘cultura’ cualquier cosa. Nuestra historia es demasiado rica como para decir: ‘Aquí no tenemos nada’.” una laguna, donde los indígenas —quizá ciudadanos de la antigua capital indígena de Cuscatlán— podrían haber echado ofrendas. —Hubo un momento que le metieron tractor para urbanizarla, fue entonces cuando salió el montón de cerámica. ¡Así me hice de una colección bellísima! —describe Wenceslao. Según sus propios números, rescató unas 50 piezas precolombinas “valoradas en aquel tiempo en unos 85,000 colones”. Pero casi todo lo donó al MUNA. Y ya se ha arrepentido de eso, dice. “En el museo nunca exhibieron la cerámica. Y como he tenido el sueño de que aquí exista un museo, regresé a pedírselas, pero no me las quisieron devolver.”

EL MUNA JAMÁS HA EXHIBIDO el entierro más antiguo del país —es decir,el más antiguo encontrado hasta ahora—, uno de casi 3,000 años. El hallazgo ocurrió en 1987, en un céntrico callejón de Antiguo Cuscatlán, el pasaje 4. Allí, unos obreros excavaron una profunda trinchera para reparar tuberías. Y de pronto las piochas reventaron unos tiestos, algo que parecía un horno de adobe, fémures, mandíbulas, cráneos… —Eran siete entierros que datan de entre 900 a 650 años antes de Cristo. La mayoría destruidos por los trabajos de las tuberías. Pero se logró rescatar completa la osamenta de una mujer enterrada boca abajo (…) —explica Paul Amarolli, desde su oficina, ante un antiquísimo jaguar de terracota que empieza a restaurar. Amarolli es un arqueólogo estadounidense que lleva décadas radicadoen este país, perosu acento sigue siendo muy marcado. Actualmente, trabaja en el sitio arqueológico de Cihuatán, 27 años atrás estaba embelezado en rescatar la osamenta de la señora maya —que vivió en el mismo lugar que luego se convertiría en capital pipil y actualmente en el municipio más rico de todo El Salvador—. Según el arqueólogo, la osamenta estuvo en exhibición en la alcaldía local. Ahora laubica en la bodegadel MUNA. “Allítiene que estar”, dice. A Amarolli no le parece del todo mal que el MUNA solo exhiba al público una pequeña cantidad de lo que tiene en bodega. Lo que critica es que su colección na-

cional no estéinventariada, “algo que esuna absoluta necesidad”, dado que su número de piezas “embodegadas” podrían superar las 8,000 y sumando. A propósito, en 1906, según un ejemplar de la revista La Quincena, el total de objetos coleccionados por el museo ascendía a 1,794. Además del inventario, Amarolli lamenta que el MUNA no tenga una sala pipil —el pueblo indígena, proveniente del actual México, que se asentó aquí alrededor del siglo X—. “Allí (en el MUNA) no entras para aprender sobre los pipiles. No hay sala de los mayas, tampoco hay una que describa las influencias olmecas. Esto a pesar de que son episodios importantes e interesantes para la historia de esta parte del mundo y que corre en la sangre de muchos que ignoran esto.” Amarolli cree que en la bodega hay suficientes vestigios arqueológicos, el problema es la museografía, o sea la concepción de qué cosas y cómo se van a exhibir. Para él, la manera en que se aborda y presenta la cultura salvadoreña destila un menosprecio profundo a la riqueza cultural indígena. “Como ejemplo, en una misma sala ponen un códice maya, junto a un quipu inca y algo más de los indios de Norteamérica. Con eso se engaña, porque es como decir: ‘Todos los indios son iguales’.”

HASTA HACE UNOS 18 MESES, el Palacio Nacional exhibía algo que le competía al MUNA mostrar. En uno de sus corredores, permanecía arrumbada una colección arqueológica a merced del sol y la lluvia. Ninguna de esas voluminosas piezas tenía cédula. Solo se podía leer lo que estaba grabado en ellas, tal era el caso de una lápida colonial: “Aquí yace el señor Ximénez Basurto, natural del reino de Córdoba Rex... murió el 29 de nov”. La lápida era compañera de un Cristodepiedra,uncañón, unacampanayunpúlpito barroco. Destacaba un cubo de piedra que mostraba un flor de lis de estilo gótico. En el mismo MUNA, este cubo aparece descrito —en un afiche de la actual exposición—como parte de la fachada de uno de los primeros templos cristianos del actual territorio salvadoreño, el templo de Ciudad Vieja, el antiguo asentamiento de San Salvador. De ser cierto, se podría decir que un trozo del Génesis de la época colonial salvadoreña estuvo muchos años literalmentetiradoenel suelo.Esoresultatandoloroso como la razón que brinda de las piezas un empleado del Palacio Nacional. —Si no ve las piedras allí, es que alguien se las agarró ya. —Se las llevaron, pero no sé si para el MUNA o si para el Museo Militar (en el barrio San Jacinto). —consuela un vigilante. Sin embargo, en el Museo Militar tampoco dan razón, salvo que el MUNA les cedió, entre otras co-

2 DE FEBRERO DE 2014

Séptimo{Sentido}

9

sas, el banquito donde según la tradición oral fusilaron al expresidente Gerardo Barrios en 1865.

ALTERNATIVO. La parroquia de Caluco hace lo que el MUNA no, está creando su propio museo.

A POCAS CUADRAS DEL PALACIO NACIONAL emerge otro museo de antropología. Uno privado que es dirigido por el antropólogo Ramón Rivas, bajo la bandera de la Universidad Tecnológica. Rivas conoce también cómo se gesta la cultura desde lo público. Entre 1999 y 2004, fue director de investigaciones de CONCULTURA.Y reciénen2012renunció aseguirtimoneando la Dirección de Patrimonio Cultural. —Conozco bien el MUNA. Y, claro, tuve la oportunidad de entrar a su bodega. Allí hay de todo: petates, piedras, cerámica de todos los tipos arqueológicos. Incluso allí está la guitarra y otras cosas de Agustín Barrios Mangoré (el guitarrista paraguayo) —dice desde su oficina en el museo. Rivas haceun inventario rápido. Norecuerda haber visto la prensa serigráfica de 1929; lo que sí vio fue la colecciónSoundy,laque asegurajamássehaexhibido; además de unas 15 cabezas de jaguar, muy parecidas a las que salieron de la escuela de Magdalena, la profesoraizalqueña. “Peroloquemásurgeen elMUNAeshacer un ordenamiento. Es necesario que vean desde cuándo datan sus inventarios, cotejarlos y actualizarlos”, reitera lo que anteshabía dicho el arqueólogo Paul Amarolli. De hecho, para saber qué piezas exhibía el MUNA enel pasado, hayque servirse, ensu biblioteca, de extintas revistas deinvestigación como La Cofradía de 1974. Solo así, se sabeque antes se exhibía una espada de acero —con empuñadura de marfil— que perteneció alpresidente Rafael Zaldívar. Tambiénse describe un bastón de caoba que perteneció al italiano Juan Aberle, el autor del himno nacional. Pese a todo lo anterior, Rivas podría jurar que la bodega del MUNA ha sido un lugar bastante seguro. Al menos, en los últimos 15 años. Porque, según él, en el museo aún vaga el fantasmagórico espectro de un antiguo “extravío”: el de los restos resquebrajados de 19 jaguares de barro de Cihuatán, descubiertos en 1929 por Antonio Sol. A esto habría que añadir el triste episodio que Paul Amarolli atestiguó en 1993, cuando se demolieron las antiguas instalaciones del museo. Amarolli: “Obreros y empleados tiraron una gran cantidad de material de excavacio-

nes arqueológicas. Echaron a la basura planos únicos de sitios arqueológicos y botaron sacos con trozos de tiestos a la quebrada de La Lechuza”. Queda claro que la historia del MUNA ha sido entretejida con hilos de surrealismo. Tiene de todo. ¿Nepotismo? La hija de la titular de la Secretaría de Cultura posee una tienda en el MUNA. ¿Ironía? El fundador delmuseo creía apie juntillas enla superioridad de la raza blanca: de los indígenas reiteraba que eran feos, asimétricos y apáticos; de los negros decía queeran desproporcionados,inmoralesy criminales. ¿Ninguneado? Entre 1993 y 2001 —tiempo que tomó la construcción del actual museo—, El Salvador fue uno de los pocos países del mundo que careció de museo nacional. ¿Uniformador? En una misma sala, el MUNA exhibeuna momiaperuana juntoa unaVirgen Dolorosa (sin cédula). ¿Confiable? Al norte de San Salvador, hay un cura que duda si haría bien en donarles un enorme óleo religioso del siglo XVIII. Ramón Rivas añade una gotita más de surrealismo. Dice que si el MUNA no tuviera un custodio tan bueno como el que está ahora “a saber qué hubiera pasado (con los objetos de la bodega)”, porque le consta que el MUNA tuvo un director que pasaba haciendo festejos en el museo. “Hacía sus brindis en la noche y al día siguiente amanecía el montón de vasos. Y nadie sabía qué tipo de gente había llegado. ¡Eso no se hace en un resguardo de esa magnitud!” Rivas estima que los museos son el reflejo de la sociedad.Y lasalvadoreña tienemuchísimo pormejorar. Para empezar, Rivas dice que el MUNA se vende como museo de antropología y lo que menos tiene son antropólogos. Que los arqueólogos, antropólogos e historia-

“En el museo nunca exhibieron la cerámica de Antiguo Cuscatlán. Y como he tenido el sueño de que aquí exista un museo, regresé a pedirlas pero no me las quisieron devolver.”

dores recién graduados deberían tener más espacios de desarrollo en el museo. Que el museo debería tener un fondo propio para aumentar su acervo. Que debería generar confianza para que los coleccionistas puedan prestar o donar sus piezas. Que debería incluir... “El MUNA es un espacio de lujo. Es precioso. Lo que sucede es que esta gestión y las anteriores entienden por ‘cultura’cualquier pendejada. Nuestra historia es demasiado rica como para que alguien, después de visitar el MUNA, diga ‘aquí no tenemos nada’.”

CALUCO ES una suma de tejas y charcos. —Sin embargo, este pueblito le ha dado varias joyas al MUNA— asegura José Luis Mejía, el joven párroco de Caluco. Mejía habla de piezas arqueológicas excepcionales —extraídas de esta tierra—y quepasaronporsusmanos antes de irse al MUNA. Habla de un trozo de hacha de cobre, quedesmitifica que losindígenas mesoamericanos no utilizaran metales. Habla de una piedra de moler conlaformadeunestilizado jaguar.Ydeuntrozodeladrillo —descubierto en una reconstrucción del templo colonial—, del que se puede leer: “A-B-C-D-E-F”. Según la arqueología, se trata del abecedario más antiguo de Centroamérica (del siglo XVI). —Como el MUNA no ha expuesto estas joyas en San Salvador, nos han dicho que nos las van a devolver cuando creemos nuestro propio museo— dice José Luis. El religioso ya está construyendo un minimuseo junto a su iglesia del siglo XVIII —ya tiene una maqueta de la antigua iglesia, trozos de decoración en estucos y unos santos carbonizados por un incendio que arrasó su iglesia—. Mejía espera que el MUNA no demore en devolverles el abecedario y el resto de cosas. Ya tuvo su experiencia. Fue en 1992 que varios arqueólogos de bandera estatal exhumaron la pila bautismal de las ruinas de la primera iglesia del pueblo. Una del siglo XVI que dista a media cuadra del actual templo. “Los arqueólogos se llevaron los pedazos de la pila bautismal al MUNA. Pero fue hasta hace poco que FUNDAR (una ONG arqueológica)nos las entregó íntegra, reparada.” Mejía agradeció la entrega. Pero sintió que faltaba algo. “Sentí que(a la pila bautismal) lefaltaba su base.

Ycomo enel MUNAponen muchotrámites, conunos muchachos (armadoscon piochasy palas)nos fuimos a buscarla a las ruinas, horadamos el mismo lugar, ¡y allí estaba!” El religioso encontró la enorme base que está decorada por, según parece, cuatro sirenas aladas. Y ahora, la pila bautismal del siglo XVI le sirve como mesa ceremonial para sus misas.

EL PASADO MARTES 21 DE ENERO, Magdalena Chile —la joven directora de la escuela del cantón Tapalshucut— se enteró que había un par de periodistas en Izalco. A través de su celular, detalló que hacía una diligencia en la ciudad de Sonsonate, pero que inmediatamente iba a tomar un bus, en dirección a Izalco, con tal demostrar un “comprobante”: unramillete de páginas que le dio el MUNA, hace 12 años, cuando se llevaron los cinco “jaguares de piedra”. Magdalena no insistiría en este tema, asegura, si en el MUNA estuvieran exhibiendo a sus jaguares pétreos con su respectiva cédula. “Pero, siento que ya pasó tiempo. Y aquí podrían servir más, para que nuestros habitantes vean su pasado.” Según ella, en una sociedad tan fragmentada como esta es urgente tener referentes que den sentido de identidad y pertenencia, autoestima. Mientras tanto, el enorme edificio del MUNA sigue desdoblando su exhibición escueta y superficial —con cédulas genéricas o de plano, sin cédulas— que invita a pensar que el verdadero museo está en su bodega. Probablemente allí estén los famosos jaguares, las lápidas coloniales, las guitarras de Mangoré, los tiestos del Plan de La Laguna, el milenario entierro maya de Antiguo Cuscatlán, los fusiles de Ahuachapán, las piezas precolombinas que fueron decomisadas en Estados Unidos, la prensa de hierro de 1915, la colección Soundy, el hacha y el abecedario de Caluco y quizás mucho, mucho más. Mientras tanto, al norte de Izalco, Magdalena arribasudorosahastasuescuela. Lequitallaveasuarchivador para extraer los papeles sellados que le dejó el MUNA. Y con simultaneidad asegura que hace 12 años le prometieron computadoras y llevar a sus alumnos al museo de manera gratuita. Pero nada. —Ya les escribí cuatro cartas. Una en 2008, otra en 2009, otra en 2010 y la última el año pasado, pero no contestan. Ya no sé qué falta hacer. {S}

ANTIGUA. Esta pila bautismal del siglo XVI de Caluco pudo haber sido exhibida en el MUNA.

BUSCADA. En Izalco, hay un hostal que exhibe un jaguar de piedra similar al que fue robado en 2002.

10 Séptimo{Sentido} 2 DE FEBRERO DE 2014

ALIJO. En la bodega deben estar estos tiestos decomisados a saqueadores del sitio San Andrés.

ARMAS. El MUNA almacena estos fusiles de 1909 desenterrados hace 11 años en Ahuachapán.

HALLAZGO. El MUNA debe tener osamentas y un diminuto querubín extraídos, en 2000, de la iglesia de Nahuizalco.

COMPROBANTE. Antes de llevarse los cinco “jaguares de piedra” del cantón Tapalshucut, el MUNA dejó esto.

TESORO. Un coleccionista en EUA posee una escultura olmeca extraída, quizá, de Atiquizaya.

2 DE FEBRERO DE 2014

Séptimo{Sentido} 11

Lihat lebih banyak...

Comentários

Copyright © 2017 DADOSPDF Inc.