EL SISTEMA DE LA MASCULINIDAD COMO NORMA

June 13, 2017 | Autor: M. Expósito García | Categoria: Feminist Theory
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EL SISTEMA DE LA MASCULINIDAD COMO NORMA. Mercedes Expósito García Cuando el feminismo está atravesando en las democracias occidentales un momento histórico caracterizado por el paso de las reclamaciones de igualdad a las reclamaciones de paridad, es cuando menos paradójico que los artículos sobre feminismo estén, a excepción de una mujer, firmados por personas a las que les ha sido asignado el género masculino. Es como si la vieja cuestión que liga a los hombres a la voz de la autoridad y la representación se reprodujese por parte de quienes se autodeclaran defensores de principios igualitarios. Podría pensarse -y yo así lo pienso- que el compromiso y la práctica política de "Politikon" con la cuestión del género es equiparable a la que históricamente mantuvo el socialismo con el feminismo: la cuestión de la mujer se resolverá cuando se resuelva la cuestión de clase, por lo tanto no requiere un análisis separado. Las mujeres han de cederle el lugar de la representación a los hombres y el feminismo como cuestión sexual a una lucha principal, la social. La llamada “violencia de género” no solo no es ajena a la historia cultural sino que hunde sus raíces en un pasado cultural de exclusión, des-autorización de las voces de las mujeres, sometimiento y falta de oportunidades. Si bien en nuestro país entendemos por tal violencia los atentados a la integridad física de las mujeres, existe también una violencia cultural implícita e invisible de la que no solemos hablar, una discriminación simbólica que está en la base de la violencia física. La cultura es el arma sexista más poderosa. Se trata de la situación culturalmente desigualitaria entre mujeres y hombres, situación que las perjudica considerablemente pues cualquier colectivo que tenga un pasado cultural desintegrado o directamente negado, carece de memoria histórica, y a su vez la falta de una memoria histórica sin duda predispone a sufrir formas de violencia que frenan la posibilidad de llevar a cabo nuevas realizaciones culturales. La situación de partida es desigual cuando a las mujeres se las educa en un doble discurso: como si hubiesen logrado la igualdad y al tiempo plagado de voces críticas que les indican lo contrario en frases como “No creas tener derechos”. Las mujeres tienen que elegir entre estos dos discursos: el de la igualdad y el de la desigualdad. El discurso de la igualdad les oculta realmente muchas cosas, les esconde un pasado colectivo de luchas de mujeres por su dignidad, pero sobre todo no les avisa ni les informa del sistema de violencia simbólica que opera en los sistemas educativos y en la cultura. La violencia cultural que se ejerce sobre las mujeres significa que las calles de las ciudades no llevan sus nombres, que las mujeres tienen muy pocas posibilidades para convertirse en personas ilustres, que sus obras no se promocionan, que sus realizaciones plásticas no ocupan un espacio destacado en los museos, que sus composiciones musicales difícilmente llegan al público y que sus producciones cinematográficas, intelectuales o de otro tipo, no encuentran apenas difusión. Las mujeres tienen muchas menos oportunidades en el juego del prestigio social, y por eso son más pobres, y es la pobreza quien a menudo obliga a soportar situaciones que en realidad

no se desean. La escritora inglesa Virginia Woolf resumió esta situación de desposesión cultural del modo siguiente: “En todas las bibliotecas del mundo se oye hablar al hombre consigo mismo, y, sobre todo, acerca de sí mismo". NOTA: No voy a entrar en el contenido del artículo, simplemente decir que como especialista en filosofía feminista con una trayectoria de trabajo de veinticinco años de investigación, la clasificación del feminismo en "feminismo de la igualdad" y "feminismo de la diferencia" ni siquiera fue aceptada unánimemente en el momento en el que aparece, allá por los años noventa del pasado siglo. Por ejemplo, países con una intensa producción teórica feminista como Francia nunca la aceptaron, entre otras razones porque en este país, la noción “diferencia” no aludía de entrada ni en filosofía ni en feminismo a una “diferencia natural” o a una “diferencia esencial” sino a la “diferancia”, a la significación, a algo lingüístico, al poder que tiene el lenguaje para establecer clasificaciones y significados, al diferir de una cosa respecto a otra debido a los nombres diferentes que le damos a cada una de ellas. La dicotomía feminismo de la igualdad/feminismo de la diferencia se sostenía en la premisa de que hay dos sexos; ahora bien, la historiografía feminista muestra que ya desde el feminismo de la primera ola lo que está en cuestión es la idea de que exista una diferencia sexual que permita clasificar a las personas en solo dos sexos. Las feministas del XIX planteaban la idea del “tercer sexo”, el desafío que expresaban las mujeres vestidas de hombres creo que alude a lo mismo. Por otro lado, la filosofía feminista de las últimas décadas ha pasado desde hace mucho tiempo a otra cosa: desde una perspectiva feminista, la distinción igualdad/diferencia ha quedado obsoleta. Igualmente, la noción de igualdad ha mostrado graves insuficiencias; es más, en un sistema de promoción de la masculinidad como norma, la igualdad se muestra inoperante, es una mera formalidad. Si lo que si se busca es la justicia social, ha de ser sustituida por criterios de paridad.

El autor de este artículo sostiene que "el énfasis de las distintas corrientes del feminismo va a situarse alrededor de las relaciones de subordinación que surgen en el ámbito privado, y en particular en el seno de la familia y de la pareja". Para llegar a comprender por qué esto no es del todo así, es necesario, en primer lugar, distinguir lo que en la producción teórica feminista se conoce como "las tres olas del feminismo": 1.El período sufragista y feminista (recordar que el término "feminismo" hace referencia a "femme", que surge en Francia a finales del XIX -lo emplea por primera vez la pionera feminista francesa Hubertine Auclert- y que es adoptado tras algunos debates en el movimiento de mujeres anglonorteamericano) 2.El feminismo de los sesenta/setenta 3. El de los "estudios de las mujeres” (una parte del mismo es feminismo “académico”) en los años ochenta del siglo XX, momento en que surge la noción de "género" como confrontación frente a la noción "diferencia sexual". En segundo lugar, el análisis de las relaciones de subordinación que se desarrollan en el ámbito privado no es algo que enfaticen todas las corrientes del feminismo. Puede considerarse tan solo una pequeña parte de la temática feminista; de hecho, el feminismo de la "primera ola" se

preocupó más por la cuestión política del ámbito público que por la cuestión política del ámbito privado o doméstico. El derecho a desarrollar la personalidad se les niega a las mujeres pero es un derecho político, pensaban las primeras feministas, lo personal viene estructurado desde las instituciones políticas, pensaban las feministas de la segunda ola. Pero esto era solo una de las dimensiones de un gran problema social. En realidad, si queremos caracterizar a las corrientes feministas en conjunto, podríamos decir que su objetivo es pensar la historia de la construcción de dos ámbitos segregados, doméstico y político, así como la asignación del primero a las mujeres -y con ello su subordinación- y del segundo a los hombres -y con ello su dominación política, simbólica y cultural-. Pensar ese orden de los sexos para poder destruirlo: Libertad o Muerte fue, de hecho, una de las consignas del feminismo radical de la primera ola, liderado por Pankhurst; un momento en que las huelgas de hambre en la cárcel eran secundadas por una gran parte de las sufragistas inglesas. La filosofía feminista, así como sus distintas corrientes, tratan hoy más que nunca de reconstruir una historia social de segregación por sexos, una historia de la "sexuación" de los cuerpos humanos que condujo al poder económico, cultural y político, de un sexo sobre el otro.

Finalmente, en tanto que investigadora en filosofía feminista, me siento incapaz de reprimir el comentar la frase siguiente: "los argumentos que hemos repasado son a menudo formulados por académicas provenientes del campo de los estudios literarios o la filosofía y su conexión con los datos es a menudo tenue, sus aspiraciones pueden sonar utópicas, sus conclusiones extravagantes y sus premisas especulativas. Y esta es probablemente una de las causas de la mala prensa de los estudios de género y el feminismo como movimiento". No se entiende por qué lo teórico y desconectado de lo real va a tener mala prensa de modo automático pues, por el contrario, otros ámbitos de la teoría son muy respetados. Creo que las mujeres intelectuales sí han sido –somos- denostadas en la modernidad occidental tanto por parte de filósofos como por la sociedad en general que leía/lee lo intelectual como atributo propiamente masculino, que por lo tanto "masculinizaría" a las mujeres, les restaría lo que les propio: el atractivo sexual, y alteraría así el orden jerárquico de los sexos, masculino superior y femenino inferior. Por otro lado, la "mala prensa" del feminismo existía aún cuando no había "académicas" feministas. Kant ridiculizó a Emilie de Chatelet, una mujer sabia, pero con la aparición misma del movimiento de mujeres que tomará el nombre de "feminista" con el cambio del XIX al XX comienza todo un proceso de demonización del feminismo que probablemente tiene que ver con elementos del imaginario cultural que asocian a las mujeres con la maldad, la brujería y en general los poderes nefastos -especialmente si se trata de mujeres que ponen en cuestión el orden social existente-. Eva es la culpable desde los comienzos mismos del relato religioso cristiano, las sufragistas serán caricaturizadas en la prensa de la época como feas, gritonas (lo propio de las mujeres es permanecer calladas), molestas y sobretodo como las que pretendían "feminizar" a los hombres. Esta visión negativa fue, sin embargo, puesta en cuestión tanto desde un movimiento pacifista pro-feminista así como por una parte del movimiento socialista de comienzos del XX. No obstante, esta época de intensa agitación política que fue mal vista por medios conservadores será reinterpretada posteriormente como "amenaza roja" al orden

social. La industria de los medios de comunicación de masas, impulsores de la cada vez más pujante sociedad de consumo, se encargará de conjurar al feminismo hacia mediados del siglo XX. La época dorada del feminismo (1880-1930) acabará sumida en el olvido, y la figura de la sufragista y la feminista que conquistaba cada vez más derechos sociales acabará siendo olvidada, incomprendida y reprobada desde el interior mismo de esos cada vez más poderosos y formadores de la opinión pública medios de comunicación de masas. Llegado el momento, el hecho mismo de declararse “feminista” significará para una mujer un mayor o menor grado de autocondena al ostracismo social. Por si aporta algo, decir que lejos de aspiraciones “utópicas” o “premisas especulativas”, el feminismo francés se ha caracterizado por integrar la producción teórica en la práctica política –y viceversa-. El propio término “feminismo” indica que los procesos de transformación social se articulan alrededor de una categoría, que parece necesario que la reflexión y las armas teóricas aparezcan como indisociables de las prácticas políticas. Salud!

-Creo que no se trata de que la clasificación del feminismo como “feminismo de la igualdad/feminismo de la diferencia” sea una cuestión estética, de “gustos”. De lo que se trata es de que esta clasificación surge en un momento histórico, allá por los años ochenta, que incluso tiene una aplicación reducida para lo que ocurre en la producción feminista de este período, y que es inoperante fuera de este contexto puesto que tanto antes como después hubo maneras de clasificar a las corrientes feministas (las de la feminista inglesa Alison Jaggar constituyen una referencia ineludible) y que en determinados países de intensa producción teórica en filosofía feminista como Francia ni siquiera en ese período se recurrió a esa clasificación. Fue el "feminismo liberal" quien la produjo y fueron países como España, Inglaterra, Italia y una parte del feminismo que se producía en los Estados Unidos en esa misma época quienes recurrieron frecuentemente a ella. En mi opinión, tuvo efectos muy negativos pues supuso una vulgarización (trivialización) del feminismo que trajo más confusiones que aclaraciones sobre la complejidad de la producción teórica del feminismo. En vez de producir conocimiento y hacer llegar a las personas especialistas lo que estaba en juego en el feminismo como producción teórica, como movimiento social y como historia cultural tuvo varios efectos negativos pues reforzó incluso, en la mente de personas legas en la materia, concepciones de la naturaleza humana que el feminismo trató siempre de destruir, ideas como que había una diferencia entre hombres y mujeres que no podría superarse ni con cambios históricos ni por medio de la formación de las mentalidades y la transformación de los estilos de vida . Otra cosa es que la cuestión de la igualdad y la diferencia sea la cuestión que estructura gran parte del pensamiento feminista, comenzando por el célebre dilema de la igualdad y la diferencia que planteó la filósofa inglesa Marie Wollstonecraft en su obra Vindicación de los derechos de la mujer (1792).

Creo que usted pretende en esta serie de artículos divulgar información sobre algo general, sobre EL FEMINISMO como un todo. Además creo que escribe desde la posición de quien ocupa el lugar de una voz autorizada en la materia (si bien en algún momento declara los límites de su nivel de información). Sus escritos muestran una parcialidad que podría corregir ampliando la información de que dispone; en este artículo en concreto, dedicado al “feminismo de la diferencia” y la “ética del cuidado” parece casi obligado decir que este tipo de feminismo ha recibido muchas críticas en medios tanto intra como extrafeministas, es más, en medios feministas la ética del cuidado a veces ni se considera feminista pues lo que harían las propuestas de Gilligan es reforzar el papel tradicional que asigna de entrada a las mujeres el trabajo reproductivo y no remunerado y por lo tanto reforzaría el ostracismo social de las mismas, apuntalando, por el contrario, un sistema androcéntrico que asigna al hombre el trabajo productivo y relega a las mujeres a la esfera doméstica-reproductiva, a los cuidados de la vida no reconocidos ni valorados socialmente. Finalmente, le agradezco sus respuestas pero lo que me gustaría es recibir una explicación de por qué los redactores del Politikon son, a excepción de una mujer, hombres ¿no hay mujeres con méritos suficientes?. Y por qué si bien el feminismo es un campo de estudios en el que las mujeres son inmensa mayoría produciendo conocimiento, es frecuente que, fuera del campo feminista, haya muchos hombres que firmen, como en su caso, los artículos. Se lo pregunto porque, siendo yo casi una abuela, creía, cuando era joven, que el sistema de promoción de la masculinidad y la invisibilización cultural de las mujeres desaparecería con mi generación. Recuerdo como la izquierda, los socialistas y progresistas de este país denigraban verbalmente a las mujeres que pretendían hacerse oír. Luego estas prácticas se convirtieron en “políticamente incorrectas” por lo que la situación psicológica que afrontaban las mujeres que pretendían erigirse en “voz autorizada” era lo que podría definirse como “el vacío” o “la callada por respuesta”. Hoy me sorprende que el sistema siga reproduciéndose y trato de comprender por qué, es decir, no acabo de entender por qué a las mujeres se les niega el derecho a la palabra, por qué las estructuras simbólicas que en otros tiempos les obligaban a la autocensura y a mantener la boca cerrada se siguen reproduciendo, por qué a las niñas que nacen hoy se les desposee de modelos de mujeres con los que identificarse; para mí no habrá verdadera transformación social si las cosas no pasan por aquí.

-Tal vez usted prefiera los “discursos analíticos”, abstractos, cuantitativos e incluso “sexualmente neutros” de las “ciencias sociales cuantitativas” pero creo que uno de los mensajes más potentes del feminismo a lo largo de la historia ha sido declarar en voz bien alta que “Hombre” no es un término “universal” (la feminista francesa M. Pelletier afirmó, allá por el 1920 que era un término “unisexual”). “Hombre” quiere decir demasiado frecuentemente “hombre” y no “mujer”. Nombrar la diferencia social-sexual, desenmascararla como diferencia que se establece para apuntalar el dominio de un sexo sobre otro, es el único camino posible hacia la igualdad, hacia la justicia social que supone el reconocimiento de las mujeres como seres humanos completos.

Coincido con usted en que el discurso “analítico” y la filosofía “analítica” han tenido su importancia. Pero desde los años sesenta los discursos estructuralistas y posestructuralistas han mostrado su influencia en todos los campos de la cultura, ciencias sociales incluidas. Lejos de la “opacidad” que usted le atribuye a un feminismo no-analítico (supongo que quiere decir “posmoderno”), considero que la gran aportación de este feminismo ha sido poner de manifiesto que la política son “prácticas”, compromisos, acciones, que de lo que se trata es hacer circular nuevos discursos, nombrar la realidad de otra manera, porque sin esto los cambios en los códigos y normas pueden ser difíciles. Por otro lado, la “opacidad” siempre puede superarse con un poco de esfuerzo intelectual -si bien “hablando se entiende la gente”, leyendo textos, los textos supuestamente “oscuros” pueden llegar a entenderse. A veces hay que insistir mucho para que la oscuridad se despeje, la hermenéutica consiste justamente en esto.

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