Entre intereses estatales y estrategias de control. Paisaje como aprox teorico metodologica

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Descrição do Produto

Ei redescubrimiento de Llactapata, .ntiguo observatorio de Machu Picchu £"/ wasichakuy de Marcapata. Las tradiciones orales del manuscrito de Huarochirí. Migraciones en los Andes meridionales (siglo XVIII). Élite y control social en Lima durante los inicios de la República. El paisaje en la investigación arqueológica. El impacto de la colonización inka en el valle de Calchaqui norte (Argentina). Cabildos indígenas, democracia y autonomía (Lima, 1770-1812). El uso paródico del quechua en la obra de Guarnan Poma y Pachacuti Yarnqui Salcamaygua. La construcción del paisaje ritual en el noroeste argentino prehispánico.

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Reseñas Revista de Revistas Cuzco, Perú

Segundo semestre del 2004

Publicación semestral del Centro Bartolomé de Las Casas - Cuzco Número 39

Segundo semestre del 2004

7-i

J. McKim Malville, Hugh Thomson y Gary Ziegler El observatorio de Machu Picchu: Redescubrimiento de Llactapata y su templo solar Comentarios de Jürgen Golte (43), Peter Kaulicke (44), Vincent Lee (45), R. Tom Zuidema (47). Respuesta de J. McKim Malville, Hugh Thomson y Gary Ziegler (48)

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Pablo Federico Sendón El wasichakuy de Marcapata. Ensayo de interpretación de una "costumbre" andina

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Gabriela Sternfeld Asambleas, negociaciones y autoridades locales en las tradiciones orales del Manuscrito de Huarochirí

75

Lqrena B. Rodríguez Migraciones en los Andes Meridionales. El caso de los atácamenos en Santa María durante la segunda mitad del siglo XVIII

103

Pablo Whipple Moran Una relación contradictoria: Élites y control social en Lima durante los inicios de la república

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Silvina A. Vigliani Entre intereses estatales y estrategias de control: el paisaje como aproximación teórico-metodológica

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Aculo, Aranda, Jacob, Luna y Sprovieri El impacto de la colonización inka en la vida social de las comunidades del valle Calchaquí norte

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Claudia Guarisco ¿Reyes o indios? Cabildos, repúblicas y autonomía en el Perú y México coloniales 1770-1812

203

Sabine Dedenbach-Salazar Sáenz El lenguaje como parodia: instancias del uso particular del quechua de Guarnan Poma y de Pachacuti Yamqui Salcamaygua 227 Inés Gordillo La arquitectura ritual durante el período medio del noroeste argentino prehispánico

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VEGA-CENTENO Imelda, Costumbres Indígenas. Administración de bienes y normas eclesiásticas (XVI-XIX): José Romualdo Vega Centeno, Notario y archivista, por Donato Amado Gonzales (283); DEGREGORI Carlos lv^n ( e d-)> Jamás tan cerca arremetió lo lejos. Memoria y violencia política en el Perú, por Jímena Lynch Cisneros (285); ROWE John Howland, Los Incas del Cuzco. Siglos XVI XVII - XVIII, por Imelda Vega-Centeno B. (289)

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F

Diseno de portada: Yadira Hermoza Diagramación: David Quevedo Fotografía de portada: Vista del Cerro Huayna Picchu desde una portada de Llactapata, tomada por Hugh Thomson.

Copyright:

Derechos reservados por el Centro Bartolomé de Las Casas. No está permitida la reproducción total o parcial dei contenido de la revista sin permiso del editor.

ISSN-.PE - 0259 -9600

Entre intereses estatales y estrategias de control: el paisaje como aproximación teórico-metodológica

Silvina A. Vigliani

"La tentativa de descomponer en sus diversos elementos la magia del mundo físico llena está de temeridad, porque el gran carácter de un paisaje y de toda escena imponente de la naturaleza, depende de la simultaneidad de ideas y de sentimientos que agitan al observador" HUMBOLDT1

Paisaje: Antecedentes y Definiciones Dentro de la Literatura Antropológica, la noción de paisaje ha estado presente casi desde los inicios mismos de la disciplina. Sin embargo, la definición y aplicación de esta noción ha sufrido vaivenes a lo largo de la historia de la Arqueología. No fue sino hasta la década del 90, cuando la noción de paisaje empezó a adquirir mayor relevancia, como categoría analítica, al permitir dar cuenta de conflictos y escenarios que superan la mera consideración del paisaje como espacio en donde transcurre la historia. Desde entonces, el concepto de paisaje aparece como un término unificador que describe un campo relacional total (BaDel libro "Kosmos" (1845/55), citado en "El paisaje en el arte y... " (Aliata y Silvestri 1994)

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rros 1997: 76-77), una continuidad de paisajes conceptuales, construidos e ideacionales (Knapp and Ashmore, 1999). Comprender los procesos culturales implica, entonces, comprender el paisaje como parte activa de los mismos. Tilley (1996:161-162) ha explorado la implicancia del paisaje en el proceso de socialización y de formación de la identidad social. Sostiene que "los factores topográficos del paisaje evocan una serie de recursos simbólicos de esencial implicancia en la formación de biografías personales y en la creación y reproducción de las estructuras de poder". Según este autor, los paisajes son lugares de interacción social y por lo tanto implican un juego de convenciones y normas culturales a través de las cuales la gente construye y da sentido a su mundo. A su vez, sostiene que los paisajes se constituyen y experimentan a través del movimiento del cuerpo humano en el tiempo y el espacio, siendo éste el medio primario de socialización y de formación de la identidad social. Así, en la medida que una comunidad se funde con sus hábitos, a través de sus acciones y actividades, el paisaje se convierte en una referencia clave para la expresión de la identidad tanto individual como grupal (Knapp and Ashmore, 1999). Controlar el conocimiento acerca del paisaje (p.e. mito del origen) puede ser vital en la creación y reproducción de las estructuras de poder y de control social (Tilley 1996).

Antecedentes del área de estudio Las investigaciones llevadas a cabo en la localidad de Antofagasta de la Sierra han estado enfocadas, desde siempre, en intentar establecer las estrategias de subsistencia y dinámica regional de los grupos humanos a lo largo del tiempo (Raffino et.al 1973; Olivera 1991a; 1991b; Olivera et.al 1994; Olivera et.al 2002). Dentro de éstas, cabe mencionar el modelo de Sedentarismo Dinámico, el cual propone el manejo de microambientes diferentes para optimizar la estructura de los recursos existente (Olivera 1991a). Para las etapas más tardías del proceso regional, Raffino y Cigliano (1973) plantearon un modelo de control vertical de pisos ecológicos, entre las estepas puneñas y los valles mesotermales, en el cual Antofagasta de la Sierra jugaría un papel relevante. Finalmente, hacia la década del 90 comenzaron las primeras investigaciones sistemáticas para las etapas más tardías, las cuales se han centrado en el estudio del sistema de producción agrícola en el fondo de la cuenca y en la incidencia que todo este sistema tuvo sobre la organización social y política de los grupos humanos (Olivera 1991b; Olivera et.al 1994; Olivera et.al 2002;Vigliani 1999). De este modo, vemos que el principal interés en las investigaciones regionales, de marcado enfoque ecológico-sistémico y procesal, ha sido la relación entre el hombre y el medio a lo largo del tiempo, dentro de la cual las nociones de uso del suelo y de explotación de recursos destinados a la reproducción social y biológica del grupo fueron su principal guía. Con este trabajo planteamos la posibilidad de acceder a una dimensión más amplia en cuanto a nuestra comprensión del comportamiento de los grupos humanos. La aplicación del concepto de paisaje permite integrar las nociones de uso del suelo, del ambiente y de los recursos a la dimensión de los valores rituales, simbólicos y sagrados, asociados a dichas nociones.

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Revista Andina

Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

Paisaje Andino El Altiplano Andino es un gran macizo erosionado, sobreelevado y cubierto por erupciones volcánicas hace millones de años. Con una altitud promedio de 3800 msnm, se presenta geomórficamente como una extensa y árida planicie interrumpida por serranías, nevados, lomas, cuencas sin desagüe, salares y bolsones endorreicos. Algunos bolsones están provistos de recursos hídricos, producto del deshielo, lo que permite el crecimiento y el desarrollo de vegetación, y por tanto, constituyen los ambientes más favorables para el asentamiento humano. Los salares y estepas, en cambio, se extienden masivamente por los áridos parajes, conformando un ambiente de gran insuficiencia hídrica y de mayor agresividad climática para la vida humana. Esta breve descripción de la Puna no es más que la representación de un escenario natural, con determinadas características topográficas y ambientales, las cuales permitan en mayor o menor medida la supervivencia humana. Sin embargo, para el habitante andino la Puna es mucho más que un espacio en donde vive. Existe coincidencia en gran parte de la documentación arqueológica, etnohistórica y etnográfica en que las poblaciones andinas asignaban cualidades especiales a ciertos lugares específicos del paisaje, como las montañas, las fuentes de agua, las pasturas o zonas de recursos específicos, los cruce de caminos, los cambios marcados en la topografía, etc. Mencionaremos solo tres componentes del paisaje, que a lo largo del tiempo fueron dando forma y contenido al entorno: las montañas, los senderos y el arte.

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Montañas, Ancestros y Fertilidad. Tradicionalmente, las comunidades andinas han establecido sus relaciones con el paisaje por medio de rituales y ofrendas a la montaña, a menudo reconocida como elemento central dentro del contexto andino (Schobinger 1986; Conrad y Demarest 1990; Bastien 1978; Reinhard 1983; entre otros). La profundidad temporal del culto a las montañas trasciende los límites de la conquista incaica en el Noroeste Argentino, e incluso, rasgos básicos de su culto se han encontrado a lo largo de todos los Andes, en las fuentes históricas más tempranas y en mitos y leyendas (Vitry 1997). Con relación a ello, se cree que los ritos de la fertilidad, asociados a la montaña, eran una práctica ya instalada entre los pueblos andinos, desde antes de la conquista incaica del Kollasuyu, que luego los incas asimilaron, yuxtaponiendo el culto solar (de Tunupa, de Illapa) a los ritos de la fertilidad (Reinhard 1983; Beorchia 1987; Schobinger 1986: 301). Del mismo modo, diversos tipos de ofrendas y sacrificios incas (Farrington 2002), así como ciertos rasgos naturales que fueran de gran importancia ritual en la organización espacial del Imperio Inca, (van de Guchte 1999) pudieron ser variaciones y/o adopciones tanto de viejas prácticas como de los paisajes involucrados en ellas. Asimismo, diversos autores han señalado la estrecha relación existente entre montañas y ancestros2 (Conrad y Demarest 1990; Bastien 1978; Barros 1997, Dulanto 2002; Salomón 1995; entre otros). Se ha argumentado que la presencia de menhires en varios sitios de la 2

Al respecto, se ha señalado que la tradición panandina del culto a los antepasados -la creencia de que los espíritus de los muertos desempeñan un papel activo y crucial en el mundo de los vivos- no sólo es una tradición profundamente enraizada en el pasado andino sino que también "constituyó el meollo de la religión peruana" (Zuidema 1973: 16)

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Puna estaría asociada a la adoración de los cerros y a la costumbre andina de adoración a las huacas, como representantes de los ancestros, ligados a la fertilidad, a la reproducción del ganado y al derecho territorial (Duviols 1976; Aschero y Korstanje 1995). De este modo, los cerros encerraban en sí mismos la noción de ancestralidad y con ella de identidad y memoria, y su veneración aseguraba también la reproducción social y biológica del grupo. Senderos, Arraigo e Identidad. Otro aspecto inherente al concepto de paisaje es el fuerte sentido de pertenencia y el sentimiento de arraigo, característicos de las sociedades andinas. De acuerdo a Merlino y Sánchez Proaño (1995), el pertenecer a una comarca o "llakta" implica estar ligado a una tierra, a una comunidad, a un linaje y a un conjunto de símbolos sagrados y profanos. En el altiplano, el trasladarse de un lugar a otro significa percibir paisajes que aparecen tras un cerro o una curva, y dejar de percibir otros que quedan atrás. En este sentido, las diferencias topográficas marcadas, como cerros, ríos o cañadas, constituyen hitos de importancia pues dividen el espacio en unidades vivenciales y en ámbitos a los que se puede pertenecer o ser extraño (op.cit 1995), pudiendo ser además las marcas más conspicuas para establecer límites territoriales (Zedeño 1997). De acuerdo a Merlino y Rabey (1981), algunos de los rituales que los pastores realizan, durante sus traslados, tienen la misión de delimitare! territorio y afirmar así el derecho de propiedad sobre el mismo. Según estos autores, la trashumancia es uno de los principios más importantes de las sociedades andinas. En ella, coinciden aspectos relacionados a la supervivencia, a la estructura social, a las relaciones con otras comunidades y al universo simbólico. Su inserción en ese paisaje y en un ámbito de pertenencia se da a través del movimiento del cuerpo en el espacio y es ese "andar" en el paisaje lo que brinda integridad a la identidad social (Merlino y Sánchez Proaño 1995). Arte, Espacio y Comunicación. Hay elementos simbólicos que han sido centrales en la vida de las poblaciones andinas y, como instrumentos de conocimiento y comunicación, compartidos y consensuados por el grupo social, adoptaron la forma de iconos y rituales3. Coincidimos con Aschero cuando define al arte rupestre como la representación visual de un código simbólico y estético, utilizado como vía de expresión y comunicación por un grupo social determinado, el cual ocupa un espacio social y geográfico y cumple un rol dentro de su comunidad (Aschero 2000:17). El arte rupestre puede caracterizarse como un tipo de marcador de ciertos lugares, mediante el uso de signos. El estudio de estos últimos es lo que ha dominado el debate durante mucho tiempo. Sin embargo, si bien son importantes, forman parte de un sistema de comunicación más amplio, sea este sagrado o profano. La escala apropiada para estudiar el arte rupestre es el paisaje como un todo, dado que será la red más extensa de lugares la que finalmente definirá su carácter especial (Bradley 2002:39) La tradición Neokantiana trata a los diferentes universos simbólicos (mito, lengua, arte, religión) "como instrumentos de conocimiento y de construcción del mundo de los objetos". Con Durkheim, las formas de clasificación dejan de ser formas universales para devenir en formas sociales, es decir arbitrarias y socialmente determinadas. De este modo, los símbolos constituyen los instrumentos por excelencia de la "integración social" y como instrumentos de conocimiento y comunicación hacen posible el consenso sobre el sentido del mundo, contribuyendo finalmente a la reproducción del orden social (Bourdieu 1999).

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Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

Para el área circumpuneña, se ha planteado la existencia de una relación entre la localización de sitios y el arte rupestre, así como con al menos tres elementos del paisaje: las sendas o caminos (Olivera y Podestá 1993; Hernández Llosas 1991,Núñezy Dillehay 1995), los mejores espacios de explotación y habitación vinculados con las prácticas pastoriles (Hernández Llosas 1991; Aschero 2000) y los cambios más notorios en la topografía y la vegetación entre una y otra zona ambiental (Aschero 2000). De este modo, el recurso de determinados instrumentos de comunicación -como el ritual o la representación gráfica de códigos compartidos- asociado a la significación especial de determinados lugares -ya sea por su importancia social, económica o simbólica- ha sido una parte importante en la vida de los pueblos andinos, en cuanto a la producción y reproducción de su propia realidad (Barros 1997; Berenguer 1998). El paisaje, entonces, cobra sentido cultural a través del uso de los recursos naturales y materiales que ofrece el mismo habitat, pero también a través de esa carga de significaciones y valores que son dados por los habitantes al mundo que los rodea y del cual forman parte de manera indivisible. Si los grupos humanos conciben su paisaje de acuerdo a sus necesidades, a su experiencia y a su propia producción de la realidad, nos preguntamos en qué medida se puede afectar la propia percepción del mismo cuando su territorio pasa a estar bajo la imposición de un nuevo orden. La transformación del paisaje toma muchas formas y varias son las causas que la pueden instigar. Una de ellas puede ser el cambio del orden social (Knapp and Ashmore 1999). En los últimos años, el creciente interés entre los investigadores por temas relacionados al paisaje incaico ha promovido el desarrollo de importantes aportes en esta materia (Farrington 1998; van de Guchte 1999; Bauer 1992; entre otros). Sin embargo, los principales estudios acerca del paisaje tienden a concentrarse, desde una perspectiva sincrónica, en las áreas nucleares del Imperio. Aquí presentaremos el caso de una de las áreas marginales o periféricas del Imperio, atendiendo al proceso de transformación del paisaje.

Antofagasta de la Sierra: un caso de estudio En ambientes desérticos y semi-desérticos, como la Puna Meridional, los bolsones fértiles o cuencas endorreicas de agua permanente, con tierras aptas para el cultivo y el pastoreo, han sido los ambientes que más posibilitaron el asentamiento humano desde momentos muy tempranos (Podestá y Olivera 1998). La cuenca de Antofagasta de la Sierra constituye una de ellas. Está recorrida por numerosos cordones montañosos y posee una red hidrográfica endorreica que depende, casi fundamentalmente, del régimen de deshielo y de las aguas subterráneas. Las diferencias altitudinales de la región permiten distinguir tres sectores: el fondo de la cuenca (3400 a 3550 msnm), con altas posibilidades agro-pastoriles; las quebradas y sectores intermedios (3550 a 3900 msnm), con buena aptitud para el pastoreo y la agricultura a pequeña escala, y las quebradas altas (3900 a 4900 msnm), con disponibilidad de leña y posibilidades para el pastoreo de invierno. (Podestá y Olivera, 1998). En Antofagasta de la Sierra, el registro arqueológico ha mostrado evidencias de ocupaciones humanas desde principios del Holoceno (Aschero et.al 1991), aunque es alrededor del 3000 AP cuando parece consolidarse la presencia de grupos con mayor grado de sedentarismo. Desde este momento y hasta las relaciones con el Imperio Incaico, los grupos

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humanos utilizaron el ambiente y los recursos de muy diversas formas, entre las cuales el pastoreo, la agricultura, la caza y la recolección tuvieron diferente importancia a lo largo del tiempo. Aquí nos centraremos en las etapas más tardías del proceso regional, incluyendo la presencia incaica. El Cuadro 1 resume las características de los sitios arqueológicos conocidos para la región, adscriptos a los momentos tardíos e incaicos. Las ocupaciones tardías en Antofagasta de la Sierra Hacia los años 1100/1000 AP, las poblaciones locales estaban utilizando todos los sectores de la cuenca, aunque los principales espacios de habitación y producción se centraban en el fondo de ésta. Se trataba de pequeñas aldeas dispersas, ocupadas por unidades sociales o familiares dedicadas al pastoreo y a la agricultura. Los espacios de habitación se situaban en el pie de monte y laderas y estaban asociados, por lo general, a las áreas de cultivo que se extendían hacia la zona baja. Con estas características se destacan los sectores de Bajo del Coypar. Campo Cortaderas y, posiblemente, Punta de la Peña 2 (Vigliani 1999). Es posible que parte de las áreas cultivadas estuvieran destinadas al forraje (Olivera 1992). Se ha propuesto que el desarrollo de las técnicas agrícolas extensivas e intensivas, a partir del 1000 AP, coincidió con una intensificación en las relaciones con los valles mesotermales de Hualfín y Abaucán, las cuales ya existían desde el 2000 AP4 (Olivera y Vigliani 2002). Además, la abundante presencia de cerámica Belén en la región no deja lugar a dudas de las fuertes relaciones que existían con aquella zona. (Fig. 1 y 2) Hacia el 650 AP, se produce un abandono relativo de los espacios de habitación ubicados en los pie de monte y laderas, hecho que coincidiría con el desarrollo del conglomerado urbano de La Alumbrera. Este sitio es el que más se destaca de la región, por su tamaño, ubicación y características constructivas, y es probable que concentrara la mayor parte de la población de la cuenca en el momento del contacto incaico (Olivera y Vigliani 2002). (Fig. 2). La producción de arte rupestre, durante el período tardío, fue importante, considerando la baja productividad de este tipo de manifestaciones en las etapas anteriores (Podestá y Olivera 1998; Aschero 2000) (Fig. 2, 5, 6). Ya sea porque estos sitios están asociados a pequeños asentamientos, fuentes de agua, pasturas o sendas que los conectan, el hecho es que todos se articulan a los mejores espacios de explotación y habitación vinculados con las prácticas pastoriles, especialmente en el fondo de cuenca (op.cit. 2000) y es evidente además, la búsqueda de buena visibilidad para la mayoría de ellos (Podestá y Olivera 1998). La diversidad iconográfica y temática incluye: la asociación de la figura humana con la del camélido a través de la representación de cuerda, alineaciones-agrupaciones de camélidos con y sin representación de carga sobre el lomo, y representaciones de "escudos" y figuras humanas con "uncu", en asociación'con figuras de camélidos (Podestá y Olivera 1998; Aschero 2000). De ellas, la figura del camélido es la que predomina sobre el resto de las Si bien la extensión total de los campos agrícolas que ocupan la terraza media aluvial cubre un área aproximada de 830 Ha., estimamos que hacia comienzos del proceso, cuando se produce el desplazamiento del área de habitación hacia el pie de monte para el mejor aprovechamiento de la terraza media, la superficie utilizada para las prácticas agrícolas sería menor. Posteriormente, y en relación al desarrollo de los procesos socio-políticos y tecnológicos, el área utilizada se iría incrementando.

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Silvina Vigliani: Entre intereses estatales y estrategias de control

Cuadro 1. Sitios arqueológicos asociados al proceso regional tardío e inca (aprox. 900 - 1535 DC). Departamento de Antofagasta de la Sierra, Catamarca. Argentina. SITIO Bajo del Coypar I

SECTOR MUESTREO

TIPO DE SITIO

Fondo de Cuenca

ASIGNACIÓN CRONOLÓGICA Tardío Inca

Bajo del Coypar II

Fondo de Cuenca

La Alumbrera Coyparcito Quebrada de Petra Peña Colorada del R. Punilla Casas Viejas Confluencia Cueva de Laguna Colorada Derrumbes 1 Derrumbes 2 Punta del Pueblo El Morteral La Torre Campo Cortaderas

Fondo de Cuenca Fondo de Cuenca Fondo de Cuenca Fondo de cuenca

Producción Agrícola Sitio Habitacional Procesamiento y Almacenaje de granos Sitio Habitacional Fortaleza Depósitos Arte Rupestre

Fondo de Cuenca Fondo de Cuenca Fondo de Cuenca

Arte Rupestre Arte Rupestre Arte Rupestre,

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Fondo de Cuenca Fondo de Cuenca Fondo de Cuenca Fondo de Cuenca Fondo de Cuenca Sector Intermedio

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Punta de la Peña 2

Sector Intermedio

Cueva Cacao 1

Sector Intermedio

Arte Rupestre Arte Rupestre Arte Rupestre Arte Rupestre Arte Rupestre Sitio Habitacional Producción Agrícola Sitio Habitacional? Puesto Agro-Pastoril? Arte Rupestre Puesto Agro-Pastoril Arte Rupestre Arte Rupestre Arte Rupestre Arte Rupestre Yacimiento minero (ónix) Puesto Caza-Pastoreo de altura Puesto Caza-Pastoreo de altura Yacimiento minero (cobre) Arte Rupestre Yacimiento minero (oro) Yacimiento minero Tambería Sitio de Altura Sitio de Altura Arte Rupestre Sitio de Altura 1 Sitio de Altura Sitio de Altura Tambería

Peña Colorada 1 Peña Colorada 2 Peña Colorada 3 Peña Colorada 4 Cantera Inca Real Grande 1 Real Grande 6 Abra de las Minas Mina Incahuasi El Peinado Volcán Gallan Volcán Antofalla Cerro Tebenquicho Volcán Carachipampa Tambería de Laguna Diamante

Sector Intermedio Sector Intermedio Sector Intermedio Sector Intermedio Sector Intermedio Quebradas Altas Quebradas Altas Puna Sur de Salta (fuera del dpto de ANS) Salar del Hombre Muerto Volcán Peinado Volcán Gallan Salar de Antofalla Salar de Antofalla Volcán Carachipampa Laguna Diamante Volcán Gallan

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representaciones, manifestándose en muchos casos como un claro indicador del manejo intensivo de los rebaños de llamas (Podestá y Olivera 1998). Además del incremento de las prácticas agrícolas, el pastoreo y la caza de camélidos siguieron siendo vitales para los habitantes púnenos, continuando con los circuitos de movilidad estacional que conectaban el fondo de la cuenca con los sectores de agua y pasturas, de los cursos medio y superior, de las quebradas tributarias, como los sitios ReaJ Grande 1 y 6. (Olivera 1991a; Olivera y Vigliani 2002). (Fig. 2). Fuera del ámbito regional, cabe mencionar la existencia de una importante esfera de circulación de la obsidiana, que tenía su fuente en Ona-Las Cuevas (Salar de Antofalla), a casi 100 Km al noroeste de la cuenca de Antofagasta de la Sierra. El material de esta fuente aparece en sitios de la misma Puna Meridional y en gran parte de la región valliserrana, en un rango de circulación de aproximadamente 340 Km (Yacobaccio et. al. 1999).

Paisaje y Proceso Regional Tardío El desarrollo del centro habitacional de la Alumbrera, así como el crecimiento de las áreas agrícolas, permitieron sugerir que hacia las etapas más tardías del proceso regional (1200-1300 dC) se estaba dando un proceso de concentración cada vez más marcado de los espacios de habitación y producción en el fondo de cuenca (Olivera y Vigliani 2002). Este proceso iba acompañado de una mayor concentración del poder p9lítico y económico, en manos de una élite emergente, hecho que se ve reforzado por la representación de figuras humanas con "uncu" y escudos asociados a la llama. Esto último permitió plantear que las élites emergentes estaban teniendo cada vez más injerencia en la actividad pastoril (Aschero 2000; Podestá y Olivera 1998). Sin embargo, la alta presencia de sitios con arte rupestre, asociados a los espacios más productivos para el desarrollo de las prácticas agropastoriles y a las sendas que los conectan, sugiere que la capacidad de realizar este tipo de comunicación gráfica aún estaba en manos de los campesinos y pastores y que éstos lo hacían dentro de su rango de acción (op.cit 2000). Dada la asociación contextual de este tipo de manifestaciones, es posible que la intención haya sido marcar e informar a otros acerca de los mejores espacios de explotación y habitación, así como de líneas de tránsito y de límites territoriales. Es posible que otros puntos del paisaje, como las altas cumbres y las nacientes de los ríos, hayan tenido también una significación especial, como lo sugiere la literatura antropológica mencionada más arriba, lo que hubiera propiciado la realización de rituales y ofrendas. Sin embargo, la ausencia de elementos perdurables con relación a este tipo de prácticas nos lleva, por el momento, a sugerir que la ritualidad del habitante nativo se acercaba más bien a una actitud cotidiana de introversión y privacidad sin buscar la trascendencia de la misma. En este sentido, no hay evidencias de que la religiosidad local haya sido manipulada por las clases políticas emergentes. Las características de este proceso indicarían que el paisaje estaba siendo construido y reconstruido de acuerdo a un proceso de diferenciación social cada vez mayor, a una tendencia al desarrollo de unidades políticas más centralizadas y a una actitud ligada a la producción de excedentes y a la demarcación territorial. Este proceso daría lugar a un paisaje cerrado y dividido (Criado Boado 1993), aunque manteniendo todavía la ritualidad y el simbolismo de los habitantes nativos dentro del ámbito familiar y privado. Sin embargo, la

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presencia incaica en Antofagasta de la Sierra afectaría el proceso regional y, con ello, la construcción, conceptualización e idealización del paisaje local.

Paisaje Incaico: Hipótesis e Implicancias Pensamos que en Antofagasta de la Sierra la imposición de un nuevo orden sociopolítico y económico, a partir de la presencia incaica, estuvo acompañado por la apropiación y reestructuración del paisaje. Este proceso a) habría afectado los espacios de mayor interacción social preexistentes y b) habría provocado modificaciones en el orden de la significación. Si, como se ha propuesto, los principales intereses que los Incas tuvieron en la región fueron la alta potencialidad agrícola-ganadera, la riqueza minera (oro, plata, ónix) y la ubicación estratégica de la cuenca como punto nodal en las redes de circulación intra e interregionales (Olivera 199Ib), asumimos que los Incas habrían aprovechado los espacios de producción, explotación y circulación que ya estaban siendo utilizados por la población local. Planteamos que es especialmente en estos espacios donde los Incas debieron desarrollar estrategias que justificaran tal apropiación, y no en otros sectores que, si bien interesaban al Imperio no eran utilizados por las poblaciones locales. Se ha propuesto a su vez la posibilidad de que se hubieran incorporado grupos de mitimaes alas tareas productivas (Olivera et.at 1994) Por otra parte, asumimos que las modificaciones ocurridas con la presencia incaica en el uso del espacio habitacional, productivo, político o territorial afectaron los sistemas simbólicos (iconos, rituales, etc.) de la comunidad local. Sugerimos entonces que deben de haberse incorporado nuevos referentes que se hicieran cargo de esas modificaciones, proveyendo significados a las nuevas actividades e interacciones y en definitiva, al nuevo orden social. Consideramos que las condiciones de visibilidad de un producto, en su presente social y a futuro, están asociadas a una determinada intencionalidad o voluntad de visibilidad, la cual es compatible con las estrategias sociales de construcción del paisaje. Esta intencionalidad o voluntad de visibilidad define la actitud cultural hacia el espacio a través de la manera en que se ven -o no- los efectos de la acción social sobre él 5 (Criado Boado 1993). Definimos aquí la noción de monumentalidad social como la búsqueda intencional, por parte de una sociedad o un sector de la sociedad, en generar un gran impacto visual en lo que construyen o representan, el cual se logra a través de la ubicación, el tamaño y la magnitud de la realización, independientemente de su forma o función6.

Criado Boado (1993) define cuatro estrategias principales de visibilización: inhibición (actitud inconsciente de visibilización de los restos de la acción humana), ocultación (actitud consciente de invisibilización de los restos de la acción humana), exhibición (actitud consciente de visibilización de los restos de la acción humana dentro del presente social), y monumentalización (actitud consciente de exhibición de los restos de la acción humana dentro del presente social y a futuro). Detrás de esta noción definida aquí, se puede ver ciertas variables o manifestaciones del poder político, definidas por Nelson (1995), que revelan algún aspecto de la escala o de la jerarquía de la sociedad, como por ejemplo la capacidad de organizar y movilizar mano de obra para la construcción de espacios centrales o destacados y de sistema de caminos o sectores productivos, así como el empleo del simbolismo arquitectónico.

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Artículos, notas y documentos

Lo expuesto genera diversas expectativas: En primer lugar se esperaría que en los espacios donde más interactuaba la población local estén representados en su construcción elementos infraestructurales de carácter imperial, asociados a la puesta en práctica de estrategias de monumentalidad social. Por el contrario, se esperaría que éstos no estuvieran representados en aquellos lugares donde menos -o nada- interactuaba la población local, a pesar de que fueran sectores de gran interés para el Incario. Por otra parte, esperaríamos observar cambios en el orden de la significación a través de la incorporación de referentes socialmente más explícitos, formales y de nítido carácter incaico (p.e. iconografía, arquitectura simbólica). Éstos, exhibirían el uso de la monumentalidad social y se ubicarían no sólo en relación a componentes importantes del paisaje local sino también en relación a nuevos componentes del paisaje impuesto por el Incario. Aquí analizaremos los cerros, como lugar de culto panandino, así como el arte rupestre como medio de expresión y comunicación. Finalmente, la red incaica de caminos7 mostraría una articulación entre los principales espacios explotados por el Incario y los espacios de veneración, como también un cambio en la estructura del espacio regional, incluyendo las redes de circulación de bienes y la señalización de puntos significativos a lo largo del camino. En el apartado siguiente, intentaremos contrastar los planteamientos presentados arriba con la evidencia arqueológica correspondiente a la presencia incaica en la Puna Meridional, para luego analizar las posibles modificaciones y consecuente resignificación del paisaje local al servicio del nuevo orden.

Análisis y Discusión De acuerdo a la evidencia arqueológica, en el momento de contacto incaico, el fondo de cuenca concentraba la mayor parte de la población local tanto para la habitación como para la producción de alimentos y forraje. El primero de ellos, el centro habitacionál de La Alumbrera, está ubicado al pie del Volcán Antofagasta y a orillas de la laguna terminal, la cual recibe todo el aporte hídrico del sistema de los ríos que conforman la cuenca. Para su construcción se utilizaron las piedras de las coladas basálticas del volcán, cuyo color negro contrasta con la coloración parda de los cerros circundantes, lo cual hace que se destaquen inmediatamente del entorno (Foto 1 y 2). Por lo tanto, la situación del asentamiento no sólo es claramente central dentro del espacio circundante, sino también altamente visible. El asentamiento se encuentra rodeado por un muro perimetral, a excepción de las orillas de la laguna. La solidez de la construcción, cuya altura llega a 2 metros, y la existencia de troneras -asociadas al Incario según Olivera- lo describen como un muro con fines defensivos (Olivera 1991b). En el sector central, las construcciones tienen un aspecto de mayor aglutinamiento, con vías de circulación internas y una arquitectura más cuidada y 7

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Coincidimos con Foucault (1977) cuando dice que la construcción de sistemas de caminos es una de las actividades que más intervienen los paisajes, ya que impone un tipo de "paisajismo" cargado de consecuencias.

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sólida. Lamentablemente, la falta de excavaciones sistemáticas en el sitio dificulta la identificación de los sectores preexistentes a la presencia incaica, sin embargo es posible que el sector central haya sido uno de ellos. La presencia efectiva del Incario en el asentamiento se hace evidente a partir de la existencia de varios elementos de filiación incaica. Además de las troneras en el muro perimetral, la mayoría de estos elementos se concentran en el sector central. Allí, muchas de las construcciones parecen tender a la imitación de la sillería. Existen evidencias de rampas y escalinatas, así como de vestigios de resolución trapezoidal en algunas aberturas. En este sector se destaca un recinto compuesto, de tipo Rectángulo Perimetral Compuesto (RPC), el cual, según Olivera (1991 b), parece haber cumplido funciones relevantes debido a la construcción más cuidada y a la evidente selección del espacio utilizado a través del planeamiento y del trabajo artificial de la topografía. Este sector genera un impacto visual marcado desde todo el asentamiento, no sólo porque exhibe una concentración importante de estructuras, sino porque además está asentado en una de las partes más altas del terreno, teniendo en cuenta la topografía irregular provocada por las coladas volcánicas. A unos 3 Km al norte de La Alumbrera, y sobre la planicie media aluvial, se encuentra el sistema de producción agrícola de Bajo del Coypar. Durante la ocupación incaica este sistema fue ampliado mediante la construcción de una compleja red de canales y cuadros de cultivos de piedra, sobre la ladera inferior de los cerros del Coypar, lo cual significó un incremento considerable del espacio cultivable (Bajo del Coypar I. sector 2Y (Olivera y Vigliani 2002; Vigliani 1999) (Fig. 4). El canal corre a cota superior, se extiende por un tramo de 3700 metros y mantiene un gradiente medio de 0.37%. Esta ampliación permitía utilizar la terraza superior y los conos aluviales, los cuales presentaban, especialmente la primera, la mejor aptitud para el cultivo bajo riego de todo el sistema (Tchilingirian y Barandica 1994). En una saliente sobre esta misma ladera, e inmediatamente por encima del sector mencionado, está lo que se conoce como Fortaleza de Coyparcito. la cual se encuentra en una posición estratégica de visibilidad, tanto del sistema de producción agrícola de Bajo del Coypar como de todo el fondo de cuenca, incluyendo las entradas naturales al mismo (Foto 2). La ubicación natural del sitio genera una cierta inaccesibilidad, situación que se acentúa por la presencia de murallas que la circundan. En su construcción intervienen elementos de filiación incaica, como torreones y troneras (Raffino et.al. 1973), y una posible estructura en planta de RPC con un caso de vano trapezoidal (Olivera 199 Ib). El arte rupestre no parece haber sido una expresión relevante durante la dominación inca (Podestá y Olivera 1998). Si bien no se conoce con certeza ningún diseño atribuible al Incario, todo parece indicar que durante la dominación incaica la producción de arte rupestre se redujo notablemente. En Antofagasta de la Sierra fueron atribuidos a estos momentos los sitios Peñas Coloradas 3. en el curso medio del río Las Pitas, y Confluencia (inca) ubicado en el fondo de cuenca. En ambos casos los trabajos fueron realizados sobre soportes rocosos utilizados anteriormente. En el primero se trata de figuras de camélidos de diseño linealesquemático, que ocupan sectores periféricos a figuras más tempranas. El segundo en cam-

Parte del mismo proceso de ampliación del espacio de producción agrícola parece haber ocurrido en el sector de Campo Cortaderas (Olivera y Vigliani 2002).

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bio, constituye una representación excepcional para la región. De acuerdo a Podestá y Olivera (1998), se trataría de la representación, a manera de maqueta, de un sistema de andenes de cultivo, reservónos de agua y canales de riego esculpidos sobre una gran roca. Esta representación parece "sintetizar un segmento particular del paisaje del fondo de cuenca en donde se ubica el sistema agrícola de Bajo del Coypar". Se ha sugerido que este tipo de manifestaciones son propias de la expresión incaica en diferentes regiones del imperio (Podestá 1997). En síntesis, en los espacios donde más interactuaba la población local en momentos previos a la presencia incaica, es decir las áreas de habitación y explotación, así como de producción comunal en el fondo de cuenca, la presencia imperial es altamente visible. Esto coincide con el evidente interés que tenía el Incario en la potencialidad agrícola-ganadera de la región y en su ubicación estratégica como punto nodal en las vías de circulación intraregional e Ínter-regional. Otro de los principales intereses que tenía el Incario en la región, sino el más importante, era la explotación minera (Olivera 1991, Raffino 1983). En este sentido, cabe destacar la clara asociación de vestigios incas con yacimientos mineros importantes de la región. Mina Incahuasi (oro) está ubicado a unos 80 Km al norte de la hoyada de Antofagasta de la Sierra, en las cercanías del Salar del Hombre Muerto. Corresponde a una serie de estructuras en planta de RPC que presentan, en algunos casos, resolución trapezoidal en vanos de puertas y nichos. La cercanía de yacimientos de oro y la presencia de socavones, asociados al asentamiento, permitieron relacionar al mismo con la práctica de la minería. (Raffino 1991; Olivera 1991 b). Por otra parte, Cantera Inca (ónix) es un sitio relacionado a una mina de ónix ubicada a unos 10-12 Km al sudeste de la villa actual de Antofagasta de la Sierra. En la misma cantera se halló una pirca de planta rectangular, construida con piedras de diferentes colores. El sitio está a su vez asociado a un tramo de la red vial incaica, del tipo despejado y amojonado, que se dirigiría hacia Valles Calchaquíes (Olivera 1991b). Finalmente, la existencia de socavones mineros asociados a una Tambería al pie del Volcán Peinado han permitido relacionar al sitio con la práctica de la minería (op.cit 199Ib; Olivera com.pers) (Fig. 3). Ya en la Puna Salteña, y a pocos kilómetros al norte de Mina Incahuasi, existe el sitio Abra de las Minas asociado a un socavón conocido con el nombre de "Inkaviejo", en donde también se hallaron evidencias de pinturas rupestres (Raffino 1983:246). Por el momento, la evidencia arqueológica permite suponer que estos sectores no eran utilizados por las poblaciones locales antes de la presencia incaica, al menos de manera sistemática. Otra de las manifestaciones importantes que se dan con la presencia inca es la construcción de los denominados "Complejos Ceremoniales de altura y ofrendatarios en las cumbres". Entre éstos se destacan los del Volcán Antofalla (6100 m) y el Cerro Tebenquicho (5790 m) al noroeste de la localidad de Antofagasta de la Sierra, el Volcán Gallan (5650 m) y el Volcán Peinado (5740 m) al noreste y sudeste respectivamente (cabe mencionar la presencia de Tamberias al pie de ambos, de grabados vinculados al primero -Raffino 1978:99- y de probable explotación minera del segundo) y el Volcán Carachipampa (4500 m) ubicado al sur y cercano a la ruta que se dirige al Valle de Hualfín (C.I.A.D.A.M. 1975; 1978) (Fig. 3). Salvo este último, los primeros cuatro casos presentan la construcción de una plataforma artificial en sus cumbres (Raffino 1983; Vitry 1997; Beorchia 1987). Los vestigios de vialidad incaica en la región, unidos a las evidencias de los sitios mencionados, permitieron estimar las posibles vías de circulación de la red vial inca. Ésta,

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tras alcanzar Antofagasta de la Sierra, procedente del Valle de Hualfin, se divide en dos ramales. Uno parte hacia el este, en dirección a los Valles Calchaquíes, previo paso por Cantera Inca y Tarnbería de Laguna Diamante (Volcán Gallan), y el otro hacia el norte en dirección a Mina Incahuasi, llegando hasta Abra de las Minas, en la Puna Salteña y vinculando los yacimientos mineros de la región. Finalmente, un posible trazado caminero uniría la localidad de Antofagasta de la Sierra con la Tarnbería del Peinado, conectando localizaciones de vegas y ojos de agua (Olivera 1991b) (Fig. 3). Por último, cabe destacar que durante los tiempos incaicos la orientación en el tráfico de la obsidiana parece cambiar. En este momento todas las fuentes principales aparecen conjuntamente representadas en los sitios arqueológicos muestreados, coincidiendo con la consideración general en la existencia de un alto grado de control de los territorios y del tráfico de bienes durante la presencia estatal en el NOA (Yacobaccio et.al 1999).

Paisaje y Transición Con la presencia incaica en la cuenca se hace evidente la construcción de un paisaje social más intervenido física y socialmente. El paisaje dividido se convierte en un paisaje jerarquizado en el que se distinguen claramente quiénes administran y controlan la producción, extracción y circulación de bienes y personas. Los espacios de habitación de la población local (La Alumbrera), así como los sectores principales destinados a la producción de los medios de subsistencia (sistema de producción agrícola de Bajo del Coypar), se ven físicamente intervenidos a través de un proceso de ampliación y reestructuración de los mismos, y socialmente afectados en la medida que este proceso implicara una alteración de las actividades dianas de los pobladores locales y de las relaciones sociales, si consideramos la probable incorporación de mitimaes foráneos a las tareas de producción y/o construcción (Olivera et.al 1994). Con la apropiación y ampliación del espacio productivo, la fortaleza del Coyparcito aparecía en el paisaje como un signo omnipresente del control estatal en la región. Tanto su ubicación, en lo alto de la ladera, como el evidente recurso de la monumentalidad social generan un gran impacto visual desde el fondo del valle y, especialmente, desde donde se distribuyen los campos de cultivo. Así también, y sobre todo en el sector central de La Alumbrera, se hace evidente el uso de elementos de filiación incaica asociados a la monumentalidad social. Es obvio además el mayor despliegue de recursos visuales en este sector, a diferencia de otros, lo que sugiere que el Incario tenía mayor interés en resignificar este tipo de espacios. Por el contrario, en los espacios de explotación minera la escala de construcción es infinitamente menor. Salvo la probable existencia de un RPC en Mina Incahuasi, casi no se recurre a la utilización de elementos infraestructurales de carácter imperial y mucho menos de la monumentalidad social. No se conocen evidencias de explotación de estos yacimientos antes de la llegada de los Incas, de lo cual deducimos que no eran los lugares de interacción social más destacados dentro del paisaje local. Por lo tanto, el Estado no necesitó recurrir al uso de recursos visuales y estéticos para afianzar su posición como sí debió hacerlo en los sectores de mayor concentración poblacional. De este modo, la mayor exposición de monumentalidad social, vinculada a la utilización de elementos infraestructurales de carácter

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imperial, se da en el centro de la actividad productiva y habitacional, es decir en los espacios de mayor interacción social. La utilización de recursos visuales en el proceso de apropiación y reestructuración del paisaje afectó principalmente estos espacios (Hipótesis a), que podían coincidir o no con la localización de los recursos que más interesaban al Imperio. Asimismo, también en los sectores destinados a la actividad agro-pastoril, parece producirse otra modificación de significativa implicancia en el proceso de apropiación del paisaje. La alta densidad de sitios tardíos con arte rupestre en el fondo de cuenca y en sectores intermedios, caracterizados todos ellos por una buena intención de visibilidad, se reduce a partir de la presencia inca. Es evidente que los grupos que empleaban expresiones gráficas compartidas para comunicar ya no lo hacían como antes, o bien lo que comunicaban cambió. Mientras tanto, la posible representación que a manera de maqueta estaría reflejando el sistema de cultivo de Bajo del Coypar (sitio Confluencia), refleja la instalación de nuevos objetivos referenciales, que podrían estar relacionados con la apropiación del espacio productivo y los productos que de allí se obtuvieran, convirtiéndose de este modo en referentes más explícitos y formales, dirigidos al conjunto de la comunidad. La aparente descripción detallada de andenes de cultivo, reservónos de agua y canales de riego no sería otra cosa que la esquematización replicada de la propia infraestructura desplegada por el Imperio en el terreno. Asimismo, la selección de espacios y componentes nuevos para la realización de representaciones gráficas (Volcán Gallan -sitio de altura- y Abra de las Minas - explotación minera) supondría la utilización de objetivos referenciales diferentes que modifican la estructuración del territorio y la objetivación del paisaje. De este modo, no sólo el contexto de producción sería resignificado sino que cambiaría totalmente el contexto de la significación 9 (Hipótesis b). Si antes la producción de arte rupestre se daba en el dominio de agricultores y pastores, con la presencia incaica la situación era diferente. El espacio se convirtió en territorio de otros y por lo tanto los contextos en los cuales ejecutaban las representaciones rupestres cambiaron. En otras palabras, la reducida producción de arte rupestre, la presencia de referentes objetivos nuevos y la selección de espacios diferentes para las representaciones gráficas estarían indicando que el control de las tropas de camélidos y la disponibilidad de agua y pasturas pertenecían a un orden social mayor y a un territorio más amplio y extraño. Por otro lado, la construcción de estructuras ceremoniales en las cumbres de algunos de los cerros de la región implicó por sisólo, si consideramos el pasado sagrado de aquellos, un tipo de simbolismo arquitectónico cargado de poder. En este sentido, los sitios ceremoniales de altura conllevarían importantes cambios en el orden de la significación, dado que se trataba de espacios naturales y sagrados diseminados en el vasto paisaje andino, que fueron modificados mediante la construcción de plataformas artificiales en sus cimas, y en donde se llevaba a cabo el sacrificio y/o la transformación simbólica del objeto (Farrington 1998). Esto El contexto de producción refiere a la representación rupestre como el producto potencial de una práctica socioeconómica dentro de un medio natural y cultural -localización del sitio, momento de la ejecución, grupo humano y actividades asociadas-. El contexto de significación trata acerca de los referentes objetivos o imaginarios que pudieron proveer elementos perceptuales a la creación plástica dada en la representación, y a la articulación y distribución de las representaciones en el espacio del soporte (Aschero 1988: 116-117).

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implicó que a las prácticas de veneración, enraizadas en la tradición y en las relaciones de parentesco, se les impusiera la formalización de ritos de adoración solar, anclados en la religión y en la política estatal. En otras palabras, la naturaleza sagrada y ancestral fue apropiada y rcsignificada, y la construcción de esa escenografía formalizada llevó a la construcción de un paisaje artificial, cargado de poder y definitivo (Hipótesis b). De este modo, el simbolismo y ritualidad que existía en el ámbito familiar y privado de los habitantes púnenos, se vería alterado con la presencia inca y, así, del dominio doméstico y de introversión de la ritualidad se pasaría a un dominio público y ceremonial convirtiendo estos lugares en espacios de interacción social y religiosa. Finalmente, como manifestación infraestructural, la red vial actuó en función de los intereses económicos, políticos, administrativos y religiosos impuestos por el Imperio, convirtiéndose así en el esqueleto axial de un nuevo territorio. A través del camino, se articulaban los sectores cuyos recursos estaban siendo explotados directamente por el Imperio (áreas de producción agro-pastoril, yacimientos mineros), se incorporaban los espacios de veneración oficial (complejos ceremoniales de altura), se absorbían las redes de interacción preexistentes (por ejemplo la circulación de la obsidiana) y se canalizaba el tráfico o circulación de bienes y personas (por ejemplo, hacia Valle Calchaquíes comunicando a la Puna con la denominada Ruta al Perú). Todo este sistema conducía al Cuzco mediante circuitos nuevos que imponían una forma diferente de estructurar el espacio y la circulación. La red vial no solo tuvo un sentido práctico, sino también simbólico al establecer una nueva concepción en la división del espacio y la sociedad. Los espacios articulados por el camino inca se convirtieron en parte de un territorio más extenso, un territorio que se extendía más allá de las fronteras conocidas. De este modo, se alteraban las unidades vivenciales y con ello la concepción del paisaje y el sentido de pertenencia y de arraigo del habitante nativo. A su vez, el sistema de caminos fue una modificación antrópica visible y perdurable, en donde se pusieron en práctica estrategias de monumentalidad social. Esto implicaba la incorporación de un componente nuevo en el paisaje, que modificaba y resignificaba la forma de moverse en el espacio y que actuaba como un símbolo omnipresente del poder y de la autoridad del Estado Inca, a través de los Andes (Hipótesis b).

Conclusiones La incorporación de vastas regiones de los Andes Centro Sur al Imperio Incaico ha debido requerir de la puesta en práctica de diversas estrategias de expansión, conquista y ocupación, llevadas a cabo en el marco de su política expansionista, pero también debieron de desarrollar formas para mantener esa situación de dominio y control sobre los territorios ya conquistados. Vimos que en algunos casos la apropiación del paisaje, el reordenamiento y su consecuente resignificación pudieron facilitar el mantenimiento del control del área conquistada, constituyéndose así en estrategia. La apropiación de un paisaje implica la apropiación de los aspectos materiales y simbólicos que lo conforman, y su consecuente manipulación y resignificación. Los primeros son los espacios físicos de la realidad social, producidos o modificados por la acción humana, a través de una constante interacción; los segundos, en cambio, son los sistemas simbólicos que, como instrumentos de conocimiento y comunicación contribuyen a la inte-

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^ración y a la reproducción del orden social. Tanto los aspectos materiales como los aspectos simbólicos son distintas dimensiones de una misma realidad social y, por ende, no pueden ser tratados unos sin los otros. Pensamos que, como estrategia de control impuesta por un orden externo, la apropiación y reestructuración del paisaje afectaría más aquellos espacios de mayor interacción social local preexistente. Para el caso de Antofagasta de la Sierra, propusimos que éstos serían los sectores de habitación y producción agrícola del fondo de cuenca por ser los más densamente poblados en el momento del contacto imperial. Observamos que, efectivamente, la utilización de rasgos infraestructurales incas, asociados al recurso de lamonumentalidad social, se aplicaron con mayor energía en esos sectores, es decir en el asentamiento de La Alumbrera y en el sistema de producción agrícola de Bajo del Coypar. En cambio, el despliegue de recursos visuales no sería el mismo en aquellos lugares que, a pesar de ser de gran interés para el Imperio, no eran sectores importantes para la población local o al menos no generaban una interacción social marcada, como resultaron ser las áreas de explotación minera. Por otra parte, propusimos que la presencia incaica produciría una modificación en el orden de la significación y que, entre otras formas, ésta se daría a través del uso de referentes socialmente más explícitos y formales. En diversas ocasiones se ha propuesto que, por compartir una herencia cultural común, la expansión incaica no produjo una coalición de creencias divergentes sino más bien unacomplementación de tradiciones igualmente andinas, facilitando así el proceso de integración. De este modo, la ideología imperial se habría nutrido del conjunto de mitos y creencias andinas, logrando una síntesis ordenada y simple de ideas y, por lo tanto, fácilmente reproducible. Este proceso de apropiación de los sistemas simbólicos y su transformación en ideología habría supuesto el traslado de modos de representación socialmente más explícitos, con tendencia a una mayor coherencia y a una mejor organización formal. En Antofagasta de la Sierra pudimos observar que la imposición de un nuevo sistema político e ideológico llevó consigo la apropiación y reelaboración de prácticas que, vinculadas a universos simbólicos socialmente consensuados (por ejemplo la veneración de las altas cumbres), se transformaron en prácticas relacionadas a universos simbólicos políticamente ritualizados (por ejemplo los santuarios de altura). De este modo, los sistemas simbólicos, como productos colectivos y colectivamente apropiados, habrían sido resignificados para servir como instrumentos de dominación o de legitimación de la dominación. Éstos, sirviendo a intereses particulares, tendían a presentarse en favor de intereses universales, comunes al conjunto del grupo. En este sentido, pensamos que el sistema ideológico incaico no significó una trasgresión de los modelos normativos locales, sino más bien una manipulación de los mismos, lo que facilitó que el poder simbólico sea "reconocido" y de este modo ejercido (Bourdieu 1999). Por otra parte, en Antofagasta de la Sierra el arte rupestre no parece haber sido una expresión ideológica relevante para el Incario. Sin embargo, si consideramos a las representaciones gráficas como expresiones especialmente vinculadas a la marcación de determinados espacios y vías de tránsito, podríamos concluir que la menor producción, así como la selección de espacios y componentes nuevos para su realización estarían indicando una modificación en la forma de estructurar el territorio y de concebir el paisaje. Pensamos que, como representación visual de códigos de comunicación compartidos, el arte rupestre cons-

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tituye en sí mismo una línea de investigación muy prometedora, especialmente en lo que respecta a la arqueología del paisaje incaico. Lamentablemente, falta mucho por investigar sobre el arte rupestre inca, por lo que sólo podemos establecer observaciones tentativas. En el proceso de apropiación y resignificación del paisaje, los espacios de la comarca, la "llakta", se modificaban en pro del nuevo status quo. En este proceso, los sistemas de caminos fueron en sí mismos referentes bastante explícitos para toda la comunidad; sirvieron para viajar pero también para pensar una nueva relación espacial entre los grupos y los lugares y, al mismo tiempo, significaron la unión más omnipresente y visible entre los individuos y el Estado. Fueron usados para concebir y expresar una geografía cultural y estuvieron muchas veces envestidos de un significado ritual (Hyslop 1984:341) Finalmente, pensamos que para comprender mejor el paisaje incaico debemos tener en cuenta no sólo los espacios que más interesaban al Imperio, en cuanto a apropiación de bienes y tributo, sino también considerar la relación entre las estrategias visuales empleadas por el Incario, los lugares que, dentro del paisaje preexistente fueran seleccionados para ponerlas en práctica y el pasado nativo de esos lugares. En Antofagasta de la Sierra el proceso de apropiación y reestructuración del paisaje local, mediante estrategias de recursos visuales, se dio en los espacios de mayor interacción social preexistente y en los componentes del paisaje simbólicamente más significativos. Sostenemos que este proceso habría facilitado el afianzamiento de la posición dominante del Estado en la región conquistada. Agradecimientos: A Adriana Callegari y Florencia Kusch por introducirme en el mundo de la Arqueología del Paisaje, y a María Isabel Hernández Llosas por sus incansables lecturas del manuscrito, por sus críticas y comentarios. Todo lo aquí vertido es responsabilidad de la autora. Silvina A. Vigliani Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (INAPL). [email protected]

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Fig. 1: Paisaje Arqueológico durante el Tardío (Departamento de Antofagasta de la Sierra)

f

Fig. 2: Detalle ampliado (Sitios) 1- La Alumbrera, 2- Bajo del Coypar II, 3- Bajo del Coypar I (sector 1), 5Campo Cortaderas, 6- Punta de la Peña 2, 7- Qda. de Petra, 8- Real Grande 1 y 6, 9- Curuto 5, 10- Cacao 1 , 1 1 - Peña Colorada del R. Punilla, 12- Casas Viejas, 13- Punta de la Peña 2 (arte rupestre), 14- Confluencia, 15- C. de Lag. Colorada, 16- Peñas Coloradas 3 y 4, 17- Peñas Coloradas 2, 18- Peñas Coloradas 1, 19- Derrumbes 2, 20- Derrumbes 1, 21- Punta del Pueblo, 22ElMorteral, 23-La Torre.

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Fig. 3: Paisaje Arqueológico durante la presencia incaica

A abra de las Minas

36 «;

_ A Va. Calchaquíes

Referencias •

Sitios arqueológicos



Sitios con arte rupestre



Sitios de altura

/

Camino Incaico

a Va de Hualfin

Fig. 4: Detalle ampliado (Sitios)

'—/

1- La Alumbrera, 2- Bajo del Coypar II, 3- Bajo del Coypar 1 (sector 1), 4- Bajo del Coypar 1 (sector 2), 5- Campo Cortaderas, 7- Qda de Petra, 14- Confluencia (inca), 16- Peñas Coloradas 3, 24- Coyparcito, 25- Cantera Inca, 26Mina Incahuasi, 27- El Peinado (yac. minero), 28- Vn Gallan (s. de altura), 29- Vn Peinado (s. de altura), 30- Vn Antofalla (s. de altura), 31-Co. Tebenquicho (s. de altura), 32- Vn Carachipampa (s. de altura), 33- Tambería Lg. Diamante, 34TamberíaEl Peinado, 35- Vn Gallan (arte rupestre), 36- Abra de las Minas (arte rupestre)

o

/ Q. de Curuto

roc'acS

— Referencias 1 1 Sitios arqueológicos 1 Sitios con arte i rupestre I

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Fig. 5: Camélidos con figura humana portando un hacha. La figura escutiforme está sobre los camélidos y la cruz sobre esta última. Sitio Confluencia (sacado de Aschero 2000).

Fig. 6: Caravanas de llamas. Sitio Derrumbes 1 (sacado de Aschero 2000).

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Foto 1: Vista general del fondo de cuenca. Volcán Antofagasta a cuyo pie está el sitio La Alumbrera.

Foto 2: Vista del fondo de cuenca desde Punta de la Peña. Al fondo se ve: (A) el Ve. Antofagasta, (B) ubicación de Coyparcito. Debajo de éste se distribuyen los campos de cultivo.

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Revista Andina

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