Ética o Progreso, Tú Eliges

September 27, 2017 | Autor: Giorgio Caprile | Categoria: Social Sciences
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Ética o Progreso, Tú Eliges. Por: Giorgio Caprile

Para que una sociedad pueda avanzar en sus grados de libertad debe pagar el precio que se deriva de una caótica confusión de sus valores éticos. Las sociedades que emprenden el tortuoso camino que lleva a la utópica libertad del individuo tropiezan con piedras en forma de paradojas sociales que ya relataba Platón en el siglo cuarto antes de Cristo y que a lo largo de la historia de la humanidad se han venido repitiendo inexorablemente. En estos tiempos de permisividad social se fomenta y se alaba la picaresca y la picardía cuando no el engaño y la mentira. La palabra de honor ya no vale y solo se honra la firma del Notario. Los varemos de medida cambian, han cambiado de tal manera que quien era rico ayer es pobre hoy con los mismos bienes, quien ayer disfrutaba responsablemente de la comida en el campo hoy es un irresponsable pirómano, quien ayer educaba con severidad a sus hijos hoy es un delincuente maltratador. Los maestros han perdido su autoridad frente a los alumnos porque los padres no educan a sus hijos en el respeto, las leyes que los jueces deben aplicar condenan con más severidad al ladrón que al asesino y protegen con más celo al agresor que a la víctima, el puesto de trabajo ha dejado de ser un bien social porque el empresario lo ha convertido en un instrumento para la especulación y en consecuencia los trabajadores priorizan el interés personal frente a la misión social, los sindicatos ya han olvidado su razón de ser y se han convertido en empresas con fines lucrativos y parece que a los partidos políticos se les difumina su compromiso social cuando legislan. Falta sosiego para la reflexión porque el tiempo parece que corre más deprisa. Ayer guardábamos la ropa de verano y ya estamos en Navidad mientras se preparan las colecciones de la moda de la próxima primavera; pero esto ocurre en todos los círculos de la sociedad, los políticos se reúnen hoy en NY y mañana en Berlín teniendo la obligación de levantarse de ambas reuniones con conclusiones validas para las sociedades que gobiernan; los dirigentes exigen a sus subordinados resultados inmediatos a sus propuestas y los mercados ya exigen más funciones y mejores prestaciones a los productos que todavía no han sido lanzados. Creo que la causa de este escenario desazonador es una falta de educación entendida en el más amplio sentido de la palabra; es decir: desde la crianza, enseñanza y doctrina que se da a los niños y a los jóvenes hasta la instrucción por medio de la acción docente pasando por la cortesía y la urbanidad. Es una lástima que, independientemente de la polémica que estos pensamientos puedan provocar, la sociedad que formamos se haya acostumbrado a ver como el adulto enseña al joven que la pillería está bien, la pequeña pillería de quedarse con el cartón de palomitas que ha descuidado quien las ha comprado; que le aplauda y le ría la pillería de pagar una entrada barata para luego ocupar una localidad más cara; que apruebe el afear a quien le hace ver que ha cometido un error y 1

que le invite a ufanarse de la situación creada en lugar de enseñarle a mantener una posición humilde y vergonzosa. Estoy criticando mi propio comportamiento porque no seré yo quien tire la primera piedra, porque si pretendo enseñar valores éticos más altos que los míos propios a los que me siguen es porque yo me siento culpable por acción o por omisión por el mero hecho de ser un miembro de la sociedad que critico y porque creo que está mal quedarse con un bien que pertenece a otro; porque está mal pretender hacer uso de un servicio que no se ha contratado; porque está mal no agradecer a quien te demuestra que has errado y porque creo que la vergonzante humildad enseña más que la prepotencia. Serás tú, mi conciudadano, mi vecino, mi compañero de trabajo, el que lo debas juzgar y el que me juzgues por ello. Las frustraciones y las desilusiones que cada cual hemos vivido en nuestro aprendizaje continuo – como por ejemplo, la de aquel profesor que pretendió vender su libro al estudiante, la de aquel comprador que se embolsó la mordida del vendedor, la de aquel político que valoró más el color que la valía, la de aquel sindicato que no defendió a su afiliado o la de aquel empresario que no admitió la critica constructiva y la censura sincera – no está bien que las reflejemos en nuestro comportamiento social y además es aún más censurable que las traduzcamos en valores que pretendamos enseñar. De lo que se trata es de que todos debemos intentar conseguir que los que nos sigan sean mejores que nosotros y ¿dígame usted, cree que una persona que roba un cartón de palomitas o pretende usar un servicio que no ha contratado o afea el comportamiento de quien le enseña y se ufana de ello, es mejor o peor persona que quien respeta la propiedad ajena, usa y utiliza lo que recibe por el justiprecio que ha pagado y agradece a quien le enseña y reflexiona sobre sus errores? Quien quiera engañarse en la respuesta a la pregunta anterior que lo haga; posiblemente utilice argumentos falaces como, por ejemplo, “qué mal hay en aprovecharse de algo que se va a desperdiciar porque nadie lo va a utilizar”, o la voluta ideológica sobre “el derecho del pobre a llevarse la comida de la puerta de atrás de la tienda de comestible”, este tipo de argumentos no son distintos a los que utilizan los “okupas” para invadir una propiedad ajena o a los que utiliza el ladrón que roba para dar de comer a sus hijos hasta llegar a justificar la violencia por razones culturales o religiosas. Las sociedades de todos los países y culturas, han implementado instrumentos y cauces – siempre imperfectos – para resolver este tipo de situaciones, pero la imperfección de la sociedad y de sus instrumentos no nos da el derecho a transgredirlos y mucho menos a defenderlos como valores sociales. Un claro ejemplo de esta deformación social es la demagógica defensa de la Naturaleza que hacen los grupos (supuestamente) ecologistas utilizando – sin pudor alguno – el natural desconocimiento popular de las variables físicoquímicas que intervienen en la Naturaleza y crear un clima de alarma social en su propio 2

beneficio por el sencillo método de expresar los valores en términos absolutos sin relativizarlos con las dimensiones de nuestro planeta; esto es, simple y llanamente, una estafa cultural. Pero nada de esto es nuevo; leyendo a los grandes pensadores que nos han precedido aprendemos que el comportamiento social de la humanidad ha adolecido de este defecto siempre, más aflorado en algunas épocas de nuestra historia y mejor dominado en otras. El problema es que en nuestro comportamiento hay una tremenda paradoja, una tremenda contradicción social, las épocas más florecientes de nuestra historia coinciden con los períodos en los cuales los valores éticos han sido más despreciados… o quizás sea lo contrario, que es necesario el desprecio de los valores éticos para que florezca el ingenio y la creatividad. No lo se. Vivimos en una época de gran florecimiento, de exuberante creatividad, de crecimiento exponencial del conocimiento colectivo de la vida desde el profundo cosmos hasta la frágil barrera entre la energía y la materia; y por ello debemos pagar el precio de la descomposición social de cuya perdida de los valores emana la necesaria y obscena dosis de libertad – tanto para el cuerpo y sus sentidos como para los sentimientos que emanan de nuestro pensamiento – que permita convertir en realidad todo aquello que alcance nuestra imaginación. Amo el progreso… pero a mí me ofende la falta de educación, la grosería gratuita, la ausencia de pudor y el desprecio al respeto, que se vive, que se comunica y que se transmite en nuestra sociedad. 20 de diciembre de 2014

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