Extraños sujetos políticos

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El correo en las guerras de independencia de Colombia: incertidumbres y estrategias Roger Pita Pico

Is development a form of neo-colonialism? Gabriel Jiménez Peña

Struggles for freedom and power beyond the enemy: Afro-descendant Slaves in the American Revolution and the Bolivarian Wars for Independence

Las amargas reglas del azúcar. Legislación esclavista francesa y española en las América colonial Guiseppe Patisso

Educación de caridad y caridad de educación Jaime Andrés Báez León

Extraños sujetos políticos Daniel García Roldán

Leonardo Enrique Reales Jiménez

Reflexiones en torno a la concepción de la comunidad en el ejercicio profesional del Trabajo Social

Perspectivas de ciudadanía y subjetividad política en jóvenes universitarios argentinos

RESEÑA

María Mercedes Oraisón

2015

DISCUSIONES Y DEBATES

Gustavo Octavio García Rodríguez

7

Una reseña sobre la educación en Finlandia

España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural Francisco Javier González Martín

La crisis del marxismo en el primer H. Marcuse

Otto Medrano Bermúdez

Vigencia de José Carlos Mariátegui Miguel Mazzeo

José Manuel Romero Cuevas

IN MEMORIAM

Partidos de izquierda y regulación estatal sobre la vida partidista. Análisis del impacto de las nuevas normatividades electorales en Argentina

Rafael Uribe Uribe

Narrativas de experiencia en un espacio académico. Reflexiones sobre el rol del docente y el proyecto de vida de los estudiantes

Sobre la disciplina política

Ariadna Gallo

Julio Roberto Galindo Hoyos DOCUMENTOS HISTÓRICOS

Sobre la prensa

Luz Carmen Maffiol Arias

7 ISSN 2011-3501

2015

RE VISTA DEL DEPARTAMENTO DE FORMACIÓN HUMANA Y SOCIAL

7

Dialéctica Libertadora

Bogotá D.C. Colombia

Número 7

pp. 242

Enero - junio

2015

ISSN 2011-3501

7

RE VISTA DEL DEPARTAMENTO DE FORMACIÓN HUMANA Y SOCIAL

Dialéctica Libertadora

Bogotá D.C. Colombia

Número 7

pp. 242

Enero - junio

2015

ISSN 2011-3501

DIALÉCTICA LIBERTADORA No. 7 Revista del Departamento de Formación Humana y Social ISSN 2011 – 3501 2015 Periodicidad anual DIRECTIVOS Juan Manuel Linares Venegas Presidente del Claustro Sonia Arciniegas Betancourt Rectora Álvaro Velásquez Caicedo Vicerrector Académico Renán Camilo Rodríguez Cárdenas Vicerrector Administrativo Jorge Oswaldo González Ortiz Dirección de Investigación Pedro Bellón Amado Director Centro de Producción Editorial

CORRECCIÓN DE ESTILO Claudia Lucía Arcila Osorio TRADUCCIÓN Darío Andrés Leal Cortés- Inglés Alex Sandro Beckhauser- Portugués CONCEPTO DE DISEÑO Centro de Producción Editorial DIAGRAMACIÓN María Fernanda Avella Castillo FOTOGRAFÍA Pedro Bellón Amado

Departamento de Formación Humana Carrera 16 No. 63A - 68 Sede Administrativa. Cuarto Piso Oficina 404 Teléfonos: (57-1) 2544778 y (57-1) 2544750 Ext. 3581/82/83 Correo electrónico: [email protected] El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de los autores y no compromete la opinión de la Institución. Los documentos de esta publicación pueden ser reproducidos total o parcialmente, siempre y cuando sean utilizados con fines académicos y se cite la fuente.

COMITÉ EDITORIAL Alejandro Pachajoa Londoño Dory Luz González Hernández Roberto Herrera Cañón Sandra E. Naranjo Pineda Gustavo Ernesto Altamar Laiseca Manuel Antonio Morales Fontanilla Yamilet Angulo Noguera Gina Marcela Reyes Sánchez Jenny Alexandra Jiménez Medina Pedro Bellón Amado

Director Editora Co-editor Asistente Editorial Academia Colombiana de Historia Universidad de California, San Diego Universidad Distrital Francisco José de Caldas Universidad de la Salle Fundación Universitaria Los Libertadores Centro de Producción Editorial

COMITÉ CIENTÍFICO Dr. Dukeiro de Jesús Amaya Ruíz Dr. Alberto Carvajalino Slaghekke Dra. Carolina Delgado Sahagún Dr. Javier Ocampo López Dr. Edgar Alfonso Ramírez Pinzón Dr. Ishak Farag Fahim Dra. Almudena García Jiménez

Universidad Santo Tomás Institución Universitaria Colegios de Colombia Universidad de Salamanca, España Universidad Pedagógica y Tecnológica de Tunja Universidad Distrital Francisco José de Caldas Universidad de Minia, Egipto Universidad de Salamanca, España

ARTICULISTAS Roger Pita Pico Gabriel Jiménez Peña Leonardo Enrique Reales Jiménez María Mercedes Oraisón Francisco Javier González Martín José Manuel Romero Cuevas Ariadna Gallo Luz Carmen Maffiol Arias Giuseppe Patisso Jaime Andrés Báez León Daniel García Roldán Gustavo Octavio García Rodríguez Otto Medrano Bermúdez Miguel Mazzeo

INVITADOS Academia colombiana de Historia Universidad de los Andes Universidad Jorge Tadeo Lozano Universidad Nacional del Nordeste, Argentina Universidad de Alcalá, España Universidad de Alcalá, España Universidad de Buenos Aires, Argentina Fundación Universitaria Los Libertadores Universidad del Salento, Italia Pontificia Universidad Javeriana Universidad Jorge Tadeo Lozano Fundación Universitaria Los Libertadores Fundación Universitaria Los Libertadores Universidad de Buenos Aires, Argentina

PARES EVALUADORES Arístides Ramos Peñuela Jorge Ángel Villalón William Baca Mejía David N. Gibbs Rafael Antonio Díaz Díaz Manuel Morales Fontanilla Eduardo Andrés Chilito Pamba Carlos Alfonso Gómez García William Alfredo Chapman Quevedo Carmen González Martínez Reinaldo Giraldo Díaz Manuel Chust Calero Fabián Alejandro Acuña Villarraga Luz Sney Cardozo Espitia Sandra Patricia Pinto Espinosa Yamilet Angulo Noguera Guy Pierre Oscar Mauricio Granados Erazo Gabriel Tolosa Chacón Carlos Hernando Rico Sánchez Yuliana Leal Granobles Diego Paredes Goicochea

Pontificia Universidad Javeriana Universidad del Norte Universidad del Norte University of Arizona, Arizona Pontificia Universidad Javeriana University of California, San Diego Universidad del Cauca Universidad de Cundinamarca Universidad del Atlántico Universidad de Murcia, España Universidad Nacional Abierta y a Distancia Universidad Jaume I de Castellón, España Universidad Nacional Fundación Universitaria Monserrate Universidad Libre Universidad Distrital Francisco José de Caldas Universidad Autónoma de México Universidad Jorge Tadeo Lozano Universidad de Buenos Aires, Argentina Secretaria de Educación Universidad ICESI Universidad Nacional

CONTENIDO CONTENT

DISCUSIONES Y DEBATES

19

El correo en las guerras de Independencia de Colombia: incertidumbres y estrategias

20 - 34

Roger Pita Pico

Is development a form of neo-colonialism? Gabriel Jiménez Peña

Struggles for freedom and power beyond the enemy: Afrodescendant slaves in the American Revolution and the Bolivarian wars for independence

36 - 42 44 - 55

Leonardo Enrique Reales Jiménez

Perspectivas de ciudadanía y subjetividad política en jóvenes universitarios argentinos

56 - 75

María Mercedes Oraisón

España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural Francisco Javier González Martín

La crítica del marxismo en el primer H. Marcuse José Manuel Romero Cuevas

Partidos de izquierda y regulación estatal sobre la vida partidista. Análisis del impacto de las nuevas normatividades electorales en Argentina Ariadna Gallo

Narrativas de experiencia en un espacio académico. Reflexiones sobre el rol del docente y el proyecto de vida de los estudiantes Luz Carmen Maffiol Arias

Las amargas reglas del azúcar. Legislación esclavista francesa y española en la América colonial Guiseppe Patisso

76 - 91 92 - 104

106 - 127 128 - 142 144 - 156

158 - 167

Educación de calidad y educación de caridad

168 - 177

Extraños sujetos políticos

178 - 188

Jaime Andrés Báez León

Daniel García Roldán

Reflexiones en torno a la concepción de la comunidad en el ejercicio profesional del Trabajo Social Gustavo Octavio García Rodríguez

DOCUMENTOS HISTÓRICOS

195 - 198

Educación en Finlandia: ¿Un ejemplo a seguir?

201 - 205

Vigencia de José Carlos Mariátegui

211 - 212

Rafael Uribe Uribe

217

Otto Medrano Bermúdez

Miguel Mazzeo

Julio Roberto Galindo Hoyos

193 209

Sobre la disciplina política

219 - 223

Sobre la prensa

225 - 227

RESEÑA

IN MEMORIAM

DISCUSSIONS AND DEBATES

19

The postal system in the Colombian Independence wars: uncertainties and strategies

20 - 34

Roger Pita Pico

Is development a form of neo-colonialism? Gabriel Jiménez Peña

Struggles for freedom and power beyond the enemy: Afrodescendant slaves in the American Revolution and the Bolivarian Wars for independence

36 - 42 44 - 55

Leonardo Enrique Reales Jiménez

Perspectivas de ciudadanía y subjetividad política en jóvenes universitarios argentinos

56 - 75

María Mercedes Oraisón

Spain and the 14: Neutrality, political crisis, and cultural booming Francisco Javier González Martín

The Criticism to Marxism in the first H. Marcuse José Manuel Romero Cuevas

Left parties and state regulation concerning party life. Analysis of the impact of new electoral legislation in Argentina Ariadna Gallo

Narratives of experience in an academic space. Reflections on teachers’ role and students’ life project Luz Carmen Maffiol Arias

The bitter rules of sugar. Pro-slavery french and spanish legislation in colonial America Guiseppe Patisso

76 - 91 92 - 104 106 - 127 128 - 142 144 - 156

158 - 167

Quality education and charity education

168 - 177

Strange political subjects

178 - 188

Jaime Andrés Báez León

Daniel García Roldán

Reflexions over profesional social work around the conception of community Gustavo Octavio García Rodríguez

195 - 198

Education in Finland: an example to be followed? Otto Medrano Bermúdez

HISTORICAL DOCUMENTS

201 - 205

Validity of José Carlos Mariátegui

211 - 212

Rafael Uribe Uribe

217

Miguel Mazzeo

Julio Roberto Galindo Hoyos

193 209

About the political discipline

219 - 223

About the press

225 - 227

REVIEW

IN MEMORIAM

DISCUSSÕES E DEBATES

19

O correio nas guerras de Independência da Colômbia: incertezas e estratégias

20 - 34

Roger Pita Pico

O desenvolvimento é uma forma de Neocolonialismo? Gabriel Jiménez Peña

As lutas pela liberdade e poder para além do inimigo: Os escravos africano-desceu na Revolução Americana e as guerras bolivarianas pela independência.

36 - 42 44 - 55

Leonardo Enrique Reales Jiménez

Perspectiva de cidadania e subjetividade política em jovens universitários argentinos

56 - 75

María Mercedes Oraisón

Espanha e o 14: neutralidade, crise política e auge cultural Francisco Javier González Martín

A crítica do marxismo no primeiro H. Marcuse José Manuel Romero Cuevas

Partidos de esquerda e a regulação estatal sobre a vida partidarista. Análise do impacto das novas normativas eleitorais na Argentina Ariadna Gallo

Narrativas de experiência no espaço acadêmico. Reflexões sobre o papel docente e o projeto de vida dos estudantes Luz Carmen Maffiol Arias

As amargas regras do açúcar: legislação escravista francesa e espanhola na América colonial Guiseppe Patisso

76 - 91 92 - 104

106 - 127 128 - 142 144 - 156

158 - 167

Educação de qualidade e educação de caridade

168 - 177

Estranhos sujeitos politicos

178 - 188

Jaime Andrés Báez León

Daniel García Roldán

Reflexões em torno da concepção da comunidade no exercício profissional do Trabalho Social Gustavo Octavio García Rodríguez

HISTORICAL DOCUMENTS

195 - 198

Educação na Finlândia: um exemplo a seguir?

201 - 205

Vigência de José Carlos Mariátegui

211 - 212

Rafael Uribe Uribe

217

Otto Medrano Bermúdez

Miguel Mazzeo

Julio Roberto Galindo Hoyos

193 209

Sobre a disciplina na política

219 - 223

Sobre a impresa

225 - 227

REVIEW

IN MEMORIAM

PRESENTACIÓN PRESENTATION

La revista Dialéctica Libertadora No. 7 consolida el propósito con que se gestó este proyecto editorial, que no es más que evidenciar los diversos debates, además de las coyunturas que en el campo de las ciencias sociales y humanas se han gestado y que el Departamento de Formación Humana y Social de la Fundación Universitaria Los Libertadores ha venido ofreciendo en los procesos investigativos, así como en los espacios académicos pedagógicos. En esta edición se encuentran varios artículos internacionales que ofrecen una mirada diversa sobre los movimientos sociales, las reflexiones filosóficas, las percepciones políticas y las reconstrucciones de la historia del mundo. Por otro lado, la edición No. 7 continúa con el aporte de invitados nacionales de diversas instituciones de significativo reconocimiento en el país, con artículos que dan cuenta de procesos históricos, políticos y sociales de la nación, que aportan a la coyuntura del país y ofrecen perspectivas teóricas del devenir socio–histórico.

El In memoriam de esta edición se realiza en reconocimiento del aporte político y social del general liberal Rafael Uribe Uribe, en la conmemoración del centenario de su magnicidio, ocurrido en 1914, además, va acompañado de sus discursos, que afianzaron procesos de paz y permitir la consolidación de la nación colombiana. Así pues, esperamos que todos los lectores de Dialéctica Liberadora se beneficien de esta edición, que busca consolidarse en su quehacer científico, así como ofrecer a la comunidad académica debates de alta calidad y significancia epistemológica; igualmente, los invitamos a participar en la edición No. 8 con sus artículos, comentarios, aportes y sugerencias.

Alejandro Pachajoa Londoño Director

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EDITORIAL EDITORIAL

Las nuevas dinámicas de la globalización exigen que el mundo editorial dé cuenta de los procesos de internacionalización del conocimiento, del intercambio de saberes y de la construcción de comunidades epistémicas, por tal motivo, la asociación editorial, bajo la batuta de Publindex, ha iniciado transformaciones que permiten evidenciar tales procesos, y Dialéctica Libertadora no ha sido ajena a ellos, es más, ha procurado reconocer los resultados de investigaciones de otros países, tanto en, como fuera de la región latinoamericana, y en especial se ha planteado repensar Hispanoamérica como un escenario que lidere la exploración y consolidación de nuevas epistemes que la sitúen en la perspectiva de mirarse desde otras ópticas.

como entre instituciones, y en esta realidad es donde los procesos de indexación cumplen un papel central, ya que constituyen una exigencia cada vez mayor para el reconocimiento científico de las publicaciones seriadas que hacen parte del campo editorial.

Así mismo, en el intercambio de saberes surge la denominada gestión del conocimiento como un asunto de primer orden para la academia, ya que posibilita escenarios de competitividad tanto intrainstitucional

Es por esta razón que el proceso editorial debe ser cada vez más exigente, detallado, responsable y transparente en el resultado de las publicaciones, de modo tal que las revistas académicas evidencien las fases científicas

De esta manera, las publicaciones asumen los modelos de medición, deben dar cuenta de sus dinámicas y de su producción bajo los sistemas estadísticos de indicadores, por lo tanto, se vinculan a un sistema nacional e internacional que permite la divulgación de la investigación, los procesos de generación del conocimiento y donde se exige una producción textual del más alto nivel, en especial, del artículo científico.

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de generación del nuevo conocimiento que impacte a la sociedad y produzcan verdaderos cambios tanto en la comunidad académica como en la sociedad en general.

1 Información recuperada de Colciencias. Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación. “Indexación de revistas seriadas de ciencia, tecnología e innovación colombiana”.

Así, en el año 2002 se contaba con un total de 91 revistas en el índice bibliográfico, solo una en categoría A1, nueve en A2, siete en categoría B y 77 en categoría C. Para el 2011 había 466 publicaciones indexadas, 25 en categoría A1, 93 en categoría A2, 98 en categoría B y 250 en categoría C1; estas cifras nos revelan el compromiso de las instituciones de educación superior y de los centros de investigación por fomentar una cultura de la divulgación científica, de los resultados de las investigaciones y de la gestión del conocimiento. Por tal motivo, la edición No. 7 de Dialéctica Libertadora, comprometida con la calidad científica, ofrece no solo un

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recorrido por la trayectoria contemporánea de las ciencias sociales, sino un ejercicio de internacionalización del conocimiento, así como de construcción de verdaderas comunidades epistémicas, al divulgar los hallazgos investigativos logrados en diversos países de América Latina, Norteamérica y Europa, con lo cual afianza su recorrido hacia la consolidación de un proceso de indexación que posibilite el fortalecimiento de los descubrimientos de las ciencias sociales y humanas en la Fundación Universitaria Los Libertadores para el país y para el mundo. Dory Luz González Hernández Editora Roberto Herrera Cañón Co-editor

DISCUSIONES Y DEBATES DISCUSSIONS AND DEBATES

El correo en las guerras de Independencia de Colombia:

incertidumbres y estrategias* Roger Pita Pico**

Fecha de recepción: 16 de agosto de 2014 Fecha de aceptación: 21 de octubre de 2014 Fecha de modificación: 20 de noviembre de 2014

RESUMEN Este trabajo aborda el desarrollo del sistema de correos durante el proceso de Independencia en Colombia, que va desde el año 1810 hasta 1825. A partir de los informes oficiales y el intercambio epistolar de los líderes políticos y militares de entonces, se intentan descifrar las dificultades administrativas y operativas en medio de las cuales circularon las cartas y los mensajes bajo el furor de la guerra y la tensión política. Demoras, pérdidas, interceptaciones y violación de correspondencia fueron algunas de las problemáticas que debieron afrontar realistas y patriotas en su afán por mantener activa la comunicación, concebida como una ayuda valiosa para sus proyectos políticos y sus campañas militares. Numerosas tácticas y estrategias se desarrollaron como fórmulas ingeniosas para mantener a salvo el contacto y la información, un propósito que resultó crucial en esos tiempos de guerra. Palabras clave Correo, comunicaciones, guerra, Independencia, Colombia, siglo XIX.

The Postal System in the Colombian Independence Wars: Uncertainties and Strategies

O correio nas guerras de Independência da Colômbia: incertezas e estratégias

* Este es un artículo de reflexión producto del proyecto investigación titulado: “Las comunicaciones y la vida social durante los tiempos de la Independencia de Colombia, 1810–1825”.

ABSTRACT

RESUMO

This paper analyzes the development of the postal system during the Independence of Colombia from 1810 to 1825. From the official reports and the exchange of letters of political and military leaders, attempts to study the administrative and operational difficulties through which circulated letters and messages under the fury of war and political tension. Delays, losses, interceptions and violation of correspondence, were some of the problems they faced the royalists and patriots in their quest to maintain active communication, conceived this as a valuable aid to their political projects and military campaigns. Numerous tactics and strategies were developed to keep information safe, a purpose that was crucial in these times of war.

Este trabalho aborda o desenvolvimento do sistema de correio durante o processo de independência na Colômbia, que vai desde o ano 1810 até 1825. A partir dos relatórios oficiais e o intercâmbio epistolar dos líderes políticos e militares de então, tentam-se decifrar as dificuldades administrativas e operativas por meio das quais circularam as cartas e as mensagens sob o furor da guerra e a tensão política. Demoras, perdas, intercepções e violação de correspondência foram alguns dos problemas que os realistas e patriotas tiveram que enfrentar na pressa por manter ativa a comunicação, concebida como uma ajuda valiosa para os seus projetos políticos e as suas campanhas militares. Numerosas táticas e estratégias desenvolveram-se como fórmulas engenhosas para manter a salvo o contato e a informação; um propósito que resultou crucial nesses tempos de guerra.

Keywords Mail, communication, war, Independence, Colombia, XIX century.

** Politólogo de la Universidad de Los Andes. Especialista en Política Social, de la Pontificia Universidad Javeriana y magíster en Estudios Políticos, de la Pontificia Universidad Javeriana. Es miembro de número de la Academia Colombiana de Historia y director de la Biblioteca Eduardo Santos, de la misma academia. Correo electrónico: rogpitc@ hotmail.com

Palavras-chave Correio, comunicações, guerra, Independência, Colômbia, século XIX.

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INTRODUCCIÓN

correspondencia en medio de la lucha política y militar entre patriotas y realistas.

La organización del sistema de correos en la Nueva Granada durante el período colonial comenzó en 1717 (Valenzuela, 2009, p. 167); su desarrollo fue muy lento, se dio en medio de escasos recursos y en un territorio que planteaba toda suerte de desafíos para el envío pronto y eficaz de la correspondencia oficial y privada. No pocos lugares remotos quedaban por fuera de los principales circuitos manejados por los asentistas del ramo de correos.

1 Su ubicación espacial se localiza entre los 11° 14’ 50” de latitud norte y los 74° 12’ 06” de longitud oeste. 2 Información institucional de UAESPNN. Recuperado el 14 de agosto de 2010 de http:// www.parquesnacionales. gov.co/PNN/portel/ libreria/php/decide. php?patron=01.020217

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Para empezar, muy pocas descripciones se hallan en los archivos de la época sobre cómo eran los postas de entonces, una de ellas corresponde a las impresiones del viajero irlandés William Duane a finales de abril de 1823, durante su travesía de Bogotá al puerto de Honda: “Esa especie de Mercurios volantes, es decir, los correos que portando una liviana pértiga de unos diez pies de largo, una faja de muselina ceñida a los lomos, un sombrero de cogollo, una correa terciada sobre el hombro derecho y un portapliegos al izquierdo, saltan de peñasco en peñasco con agilidad de canguros (Duane, 1968, t. II, p. 258).

Además, la relativa tranquilidad bajo la cual funcionó el intercambio de correspondencia durante casi tres siglos de dominio hispánico se vio abruptamente interrumpida por el proceso de Independencia, que se inició en 1810 y abarcó poco más de una década con tres etapas específicas: la Primera República Federativa, la Reconquista española (1815–1819), y a partir de la victoria alcanzada el 7 de agosto de 1819 en el Puente de Boyacá, la consolidación definitiva como patria libre e independiente. En la costa Caribe y las provincias de Pasto y Popayán fue mucho más intensa y prolongada la lucha militar por la férrea resistencia que allí interpusieron los españoles. En estas dos décadas de lucha por el poder, los mensajes, las proclamas, las arengas y las órdenes militares se movieron en un ambiente confuso marcado por el fragor de los combates, la zozobra, la tensión, el miedo, las persecuciones, las represiones, las amenazas, las retaliaciones y las labores de espionaje. Las operaciones de guerra irregular le imprimieron un ingrediente más de caos e inestabilidad a la lucha independentista (Pérez, 2005, p. 410).

Ardua era la tarea que cumplían estos mensajeros, pues debían transitar una gran cantidad de millas por día, ya fuera a pie o en cabalgaduras. Asediados por innumerables riesgos, debían desplazarse a través de una compleja geografía de profundos contrastes. Pliegos, informes, cartas y encomiendas eran transportados por tierra y por ríos, por cordilleras y por valles, en ocasiones sometidos a bruscos cambios de temperatura o en medio de torrenciales lluvias. El viajero inglés John Potter Hamilton describe cómo el correo de Cartagena a Honda debía recorrer una distancia de 800 millas en 15 días: “se transporta en una canoa larga con cuatro hombres y se impulsa por medio de pértigas día y noche, un hombre manejando el remo, otro piloteando y así se reemplazan con los demás cada seis horas” (1993, pp. 48-49).

Por lo tanto, este artículo tiene por objeto analizar, con base en fuentes primarias de archivo y recopilaciones epistolares, las vicisitudes y dificultades experimentadas en el flujo de correo durante el marco del proceso de Independencia de Colombia; el trabajo se centra en observar cómo se desarrolló el servicio de

Estas dificultades topográficas y el ambiente de tensión militar eran factores importantes a la hora de redefinir las rutas de correo. El presidente Simón Bolívar ordenó en noviembre de 1822 que la correspondencia por los lados del Sur debía enviarse por mar hasta tanto los republicanos no recobraran el dominio sobre la cordillera de Almaguer,

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azotada por los patianos guerrilleros al servicio de la bandera española (Archivo Santander, 1916, p. 147). Por eso, desde los tiempos del dominio hispánico, el transporte del correo estaba designado a algunos empleados oficiales dedicados en exclusiva a este oficio, denominados postas o chasquis.1 A partir del período de Independencia y de la guerra ligada a este proceso revolucionario, esa función dejó de ser estrictamente de civiles y pasó a ser desempeñada también en buena parte por militares de bajo rango. En ciertas circunstancias, los oficiales asignaban a algunos civiles el cometido de llevar de modo expreso algunos mensajes. A principios de julio de 1819, el coronel español José María Barreiro tenía cortada la comunicación con el gobernador de la provincia del Socorro y para enviarle un oficio de manera urgente debió recurrir a un “paisano de confianza”, a quien prometió una buena gratificación para que condujera el pliego (Lee, 1989, p. 249). Así mismo, cuando se estaba en territorio enemigo o en medio de un ambiente hostil, fue imperioso contratar este tipo de servicios especiales a cambio de una buena paga con el fin de garantizar que la carta llegara segura a su destinatario. Eso fue precisamente lo que hicieron los oficiales del ejército realista en agosto de 1819 cuando escogieron a un granadero del batallón del rey para que llevara un pliego hasta Bogotá antes de 24 horas, a cambio de lo cual recibiría su licencia absoluta y cuatro onzas de oro a modo de gratificación. Esta decisión debió adoptarse en vista de que en la provincia de Tunja se mostraba una adhesión generalizada hacia la causa patriota y era difícil conseguir una persona de confianza para conducir el correo (Lee, 1989, p. 427). Además, por seguridad, en esa época el correo debía ir casi siempre escoltado. Las armas eran indispensables

Roger Pita Pico

para defenderse de cualquier ataque militar. Desde luego, estas medidas implicaban destinar más hombres y recursos para esta tarea, lo cual acrecentaba los gastos. En noviembre de 1819, el vicepresidente Francisco de Paula Santander pidió al teniente coronel José María Córdova, comandante general de la provincia de Antioquia, que ordenara el envío de una escolta para la seguridad del correo que conducía hasta Nare. Sin embargo, Córdova le aclaró que por el momento no se necesitaba esa vigilancia, entre otras razones porque causaría más demora en el servicio al tener que disponer de más hombres para despachar los tres correos programados mensualmente. Una marcha tan continua y desgastadora como esta, provocaría muchas bajas en momentos en que se requerían hombres para incorporarlos afanosamente a las tropas republicanas; también aseguró que los particulares tenían plena confianza en que sus comunicaciones y encomiendas llegarían a salvo (Moreno, 1974, p. 89). Por su parte, el capitán Tomás Cipriano de Mosquera2 informó a comienzos de 1820 la dificultad para hacer llegar desde Popayán unos oficios que había remitido desde Bogotá el vicepresidente Santander con destino al gobernador y comandante general de la provincia del Cauca, don José Concha, quien tenía establecido su cuartel muy cerca de aquella ciudad. El problema se originó por una emboscada que las guerrillas del Patía le propinaron a los postas encargados de la correspondencia, este ataque dejó un herido y un muerto. Por estas obstrucciones en la comunicación en el interior de la provincia, Mosquera debió advertir al vicepresidente Santander que sus oficios sufrirían alguna demora, pero de inmediato dictó órdenes para disponer de una partida más fuerte compuesta esta vez por 30 infantes muy bien armados y pertrechados, quienes para esquivar al enemigo saldrían en su misión a las tres de la madrugada (AGN, Secretaría de Guerra y Marina, t. 4, f. 367r).

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1 Este fue el término con que los incas nombraban a los indios encargados de llevar el correo. 2 Décadas más tarde, este militar ocuparía el cargo de presidente de la República.

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Por mandato del coronel realista Sebastián de la Calzada, en febrero de 1820 se envió una partida de caballería al mando de un oficial con la misión de conducir la correspondencia oficial entre Popayán y Cali, con la instrucción expresa de destruir cualquier reducto que se encontrara en el tránsito (Ortiz, 1964, p. 183). En marzo de 1822, por los lados del Sur, el general patriota Bartolomé Salom impartió instrucciones al teniente coronel Vicente González para que no arriesgara ninguna comunicación de importancia, sin que la escoltara una partida de 40 hombres (Memorias, 1881, p. 208). De igual forma, cuando un cartero caía en manos del enemigo estaba en serios peligros ante las acostumbradas represalias que solían aplicarse en esta época. A mediados de julio de 1820, a los ocho días de haber ocupado las fuerzas republicanas la ciudad de Popayán, el general Manuel Valdés ordenó ejecutar con una lanza a Manuel José Velasco y a un señor de apellido Puente, ambos vecinos de esa ciudad, porque las informaciones recibidas indicaban que este par de hombres tenían un marcado sentimiento en favor de los realistas, ya que constantemente mandaban postas a los enemigos para darles cuenta de la ubicación y de las operaciones del ejército republicano (López, 1955, p. 32). EL TIEMPO Y LA INTENSIDAD DE LAS COMUNICACIONES EN LA GUERRA

El correo en tiempos de guerra tenía unas connotaciones diferentes a las de la correspondencia en tiempos de paz. Las informaciones y mensajes transmitidos durante la guerra tenían un carácter más confidencial y urgente, de tal modo que llegar al destino previsto era clave dentro de las estrategias propuestas por los dos bandos en contienda. El correo circulaba en medio de batallas,

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emboscadas, ofensivas, y de él dependía el buen avance y la supervivencia de las tropas. Pero el desespero afloraba fácilmente al no tener noticias sobre el desarrollo de las operaciones o el movimiento de los contingentes. No recibir una información oportuna podía ser funesto para un batallón o para el desarrollo de una campaña. A principios de julio de 1819 y ante la amenaza que representaba el avance incontenible de la campaña libertadora, el virrey Juan Sámano impartió la siguiente instrucción al teniente coronel Víctor de Sierra, del batallón de Dragones de Granada: “Haga usted que los pliegos que vayan y vengan, sigan con la mayor brevedad a sus destinos, pues los momentos pueden ser preciosos por razón de los movimientos que haya que hacer” (Lee, 1989, p. 254). Por los lados de las toldas republicanas, Santander le comentó a Bolívar el 7 de enero de 1820: “No deje de escribir o mandar se nos escriba frecuentemente” (Cortázar, 1956, p. 13). Por esos días, el mismo Santander le hizo saber al coronel Pedro Briceño Méndez su deseo de recibir al menos una carta larga cada tres días (Cortázar, 1956, p. 42). Así mismo, los súbitos e impredecibles acontecimientos obligaban a enviar una carta sobre la otra aun sin saber si la anterior ya había sido recibida. Se actuaba a veces bajo el supuesto de que el destinatario ya estaba suficientemente enterado. El 30 de enero de 1820, el general Santander hizo llegar a Bolívar el siguiente mensaje: “[Bartolomé] Salom me dice haber escrito a usted y le supongo informado de sus operaciones favorables” (Cortázar, 1956, p. 28). Entre tanto, esto fue lo que el oficial José María Córdova dijo el 26 de mayo de ese mismo año al vicepresidente Santander: “No había escrito a usted desde anoche aguardando el correo que debía llegar aquí hoy” (Moreno, 1974, p. 224).

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No obstante, contrario a lo que pudiera pensarse, en esa época de guerra el cruce de correspondencia se incrementó de manera considerable, principalmente a cargo de las autoridades políticas y militares (López, 2009, p. 198). Era tan agitado el movimiento epistolar que al tener ya lista y firmada una carta, se acostumbraba colocar nuevas adiciones para comentar otras comunicaciones recibidas recientemente. Desde luego, el presidente Simón Bolívar y el vicepresidente Santander, en su calidad de cabezas visibles del gobierno y de las fuerzas militares republicanas en acción, eran quizá los mayores emisarios y receptores de mensajes. A mediados de mayo de 1820, Santander despachaba correspondencia escribiendo él mismo a toda marcha con la ayuda de dos secretarios y seis oficiales, pero aun así jamás podían terminar a la hora de despachar el correo (Cortázar, 1956, p. 210). Este alto dirigente republicano se quejaba continuamente de la excesiva correspondencia que debía evacuar. Desde distintos parajes de la geografía nacional le llegaban quejas, solicitudes, recomendaciones, proclamas, súplicas, reportes militares y toda serie de documentos e informes. Al sentirse agobiado por este intenso intercambio epistolar, a principios de octubre de 1820 le comentó al presidente Simón Bolívar: A veces no se puede duplicar la correspondencia porque con 6 oficiales de pluma, y yo escribo por cuatro, no alcanzamos a despachar el diario. Restrepo con su historia3, Revenga con su estadística, La Gaceta algunas veces, y la memoria de lo que he hecho este año que tengo de presentar a usted, ocupan muchas horas (Cortázar, 1956, p. 334).

Santander estaba convencido de la importancia de mantener bien informado a su superior sobre el más mínimo detalle:

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Dispense tanta multitud de cartas que le he escrito y le escribiré. A veces se habla más y mejor en una carta que en un oficio en que siempre es necesario guardar ritualidades. No es porque usted me las conteste, sino para imponerle de las mejores ocurrencias y abrir mi concepto; sea cual fuere el aprecio con que usted lo mire, es que escribo tanto. Jamás me quedará el remordimiento ni el pesar de haber dejado de manifestar todo lo que debe influir en la seguridad de las operaciones (Cartas Santander–Bolívar, 1988, p. 39).

Esa actividad en el despacho del correo no mermaba ni siquiera durante los días de fiesta, al contrario, las autoridades debían abandonar sus obligaciones de oficina para presidir los actos públicos, tal como lo señalaba la tradición. En enero de 1820, en momentos en que en Bogotá se celebraban las tradicionales fiestas del barrio Egipto, el vicepresidente Santander se hallaba bastante ocupado atendiendo el correo “tan largo”. En medio de las conmemoraciones con ocasión del primer aniversario de Bogotá, esto fue lo que precisó el general de la República: “En tiempo de fiesta no es posible escribir muy largo” (Cortázar, 1956, p. 245).

3 Aquí se hace referencia al secretario del Interior, don José Manuel Restrepo, quien por largos años se dedicó rigurosamente a la loable labor de reconstruir la historia de esta etapa revolucionaria (2009, t. 2).

Igualmente, las diversiones ligadas a estas celebraciones restaban aún más tiempo a las actividades rutinarias de trabajo y al despacho de correspondencia. Sobre este particular, Santander expresó la siguiente frase al coronel Domingo Caicedo, comandante general de Neiva, en 1820: “Estoy bastante apurado con el correo con motivo de haber sido ayer el 20 de julio y haber tenido un baile anoche” (Cortázar, 1956, p. 321). DEMORAS, PÉRDIDAS E INTERCEPTACIONES

En tiempos de guerra, las posibilidades de que un recado llegara sin contratiempos a su destino eran inciertas. Retrasos, interceptaciones, extravíos y viola-

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ciones en la correspondencia fueron situaciones con las que debieron lidiar constantemente los dos bandos en disputa. Por ejemplo, en abril de 1812, el piloto del correo de Cartagena llegó tarde al puerto de Honda por haber tenido que abandonar la ruta a través del río Magdalena desde Barranca hasta Mompox y desde este puerto hasta Morales por el temor de caer preso en las manos de los realistas de Santa Marta, quienes adelantaban constantes hostilidades en esa zona ribereña (Gazeta Ministerial, 1812, pp. 143–144). Debido a los inconvenientes, el 29 de marzo de 1820 se criticó el retardo de la correspondencia de oficio que de diversas provincias se enviaba al Cuartel General de Bogotá a través de oficiales, quienes se demoraban dos o hasta tres meses más de lo necesario. Se decidió entonces que todo el correo debía dirigirse siempre por la posta con un itinerario por escrito en el cual se anotara el recibo y despacho por cada ministro de posta, así como las horas de entrada a cada población (ACH, 1820, p. 11). Por lo general, cuando alguno de los dos bandos se tropezaba con sospechosos, uno de los procedimientos rutinarios era requisarlos para cerciorarse de que no llevaran comunicaciones. En ese entonces podía ser tan valioso decomisar un arma como detectar una carta. En septiembre de 1820, el vicepresidente Santander comentó que a los españoles de Tumaco y Esmeraldas les había sido interceptada la correspondencia y allí se podía notar el terror que sentían ante el ímpetu republicano (Cortázar, 1956, p. 279). De otro lado, el presidente de las Provincias Unidas de la Nueva Granada prohibió, el 31 de julio de 1815, toda forma de comunicación por correo con las provincias ocupadas por los realistas. Aquellos que recibieran impresos o papeles, debían entregarlos in-

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mediatamente al comandante militar más cercano o de lo contrario eran condenados a pena capital. Este mismo castigo se aplicaba a quienes abrieran la correspondencia y develaran su contenido al compartirlo con otra persona. A los conductores de cartas de uno u otro bando que se entregaran voluntariamente, se les perdonaría la vida (Argos, 1815, p. 433; Caballero, 1974, p. 183). Por su parte, a mediados de 1825 el general Santander se quejó de no haber recibido una carta del presidente Simón Bolívar por haber sido interceptada en el camino de Pasto por varias partidas de “bandidos”. Otras dos comunicaciones tampoco llegaron a Bogotá debido a la acción de los facciosos del Guáitara. Por esos días, Bolívar cosechaba valiosos frutos para la causa patriota (Cartas Santander–Bolívar, pp. 390–399). Es más, en una guerra tan intensa, como la que libraron los americanos y los españoles en aras de alcanzar el poder, hubo que diseñar novedosas fórmulas para enviar correos sin que fueran interceptados por el enemigo. Entre tanto, siguiendo las instrucciones del Pacificador Pablo Morillo, a mediados de 1816 el capitán Rafael Sevilla y el teniente coronel Julián Bayer adelantaban una expedición por las montañas del Quindío en busca de una partida de 200 soldados patriotas. En la madrugada del 1º de julio las tropas republicanas de avanzada apresaron a dos indios aliados a la causa realista que resultaron ser portadores de oficios provenientes de las ciudades de Lima, Quito y Pasto con destino al general en jefe, don Pablo Morillo. El par de indígenas difícilmente se hacían entender en castellano. Sumaban ya 35 días de viaje durante los cuales padecieron hambre, cansancio y debieron recurrir a mil peripecias con tal de no caer en manos de las tropas libertadoras; uno de ellos traía cosidos los pliegos a una manta con que envolvía su cabeza. Los

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oficiales les proveyeron galleta y queso para el largo camino que todavía les esperaba hasta llegar a Santa Fe y aprovecharon para enviar con ellos el parte diario de la expedición al comandante Morillo (Sevilla, 1983, pp. 106-107). Desde Popayán, en octubre de 1819 el coronel Sebastián de la Calzada trató inútilmente de enviar una orden a su subalterno, el capitán Miguel Rodríguez, para que se replegara ante la inminencia de tener un revés militar frente al enemigo, primero envió un oficio con un espía, luego mandó el mensaje dentro de un botón y finalmente optó por envolverlo en un cigarro, pero estos correos secretos jamás llegaron a su objetivo ante la férrea línea de defensa y la exitosa seguridad interpuesta por las huestes republicanas (Ortiz, 1964, p. 151). Además, las claves fueron otra de las estrategias desarrolladas por los dos bandos en contienda con el propósito de evitar que, al ser interferida, una carta fuera leída por el adversario. El 29 de enero de 1822, el presidente Simón Bolívar le pidió a Santander que lo informara de todas las noticias en una carta escrita en clave, pues era muy factible que algunos patianos realistas interceptaran las comunicaciones (Cortázar, 1969, pp. 288-289). A continuación veamos la parte introductoria de un oficio que envió Santander al general Bolívar el 22 de febrero de 1822, en el que se ve cómo algunas palabras clave eran encriptadas: El gobierno ha tomado en consideración todo, y solo se puede sentir que no esté en su poder cambiar el ltdotmvd-telpáztá (temperamento de) Popayán háovlgvz (y Patía). Como Murgeon es hombre vbzvlláhátdometeztzpm (audaz y emprendedor) se puede ltdtmánbt (temer que) yéndose usted con lo más fuerte del ejército vásbvhvnbgñ (a Guayaquil), se resuelva él a meterse en tulváyvoglvñ (esta capital) para vopztmvmlltáztádvuámtybmllpux (apoderarse de más recursos) y como no lzespáubygñtll (tengo fusiles) no se puede dudar del tiglp (éxito). Yo tengo pedido con

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mucha instancia a rpelgcváepzplláñpllánbtá (Montilla todos los que) pueda enviar (Cartas Santander–Bolívar, 1988, p. 214).

De hecho, el general Daniel Florencio O’Leary, edecán del Libertador, reveló en sus memorias la forma de descifrar estas claves secretas indicando las equivalencias de algunas de las letras del alfabeto: Letra del Alfabeto

Letra de la Clave

a

……………...

v

c

……………...

y

d

……………...

z

e

……………...

t

g

……………...

s

i

……………...

g

l

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l

u

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b

x

……………...

i

y

……………...

h

z

……………...

ll

La letra á indicaba separación de las palabras (Cortázar, 1956, t. 3, p. 215).

A las dificultades climáticas y a lo agreste de la geografía, se le sumaba ahora el peligro ante inminentes ataques militares por efectos de la guerra. Obviamente, las demoras eran más largas a pesar de los correos expresos

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y de todos los esfuerzos para que las comunicaciones llegaran a feliz destino. También era común la queja de las autoridades ante la pérdida, a veces inexplicable, de la correspondencia; esto representaba un inmenso problema, ya que la información extraviada podía terminar en manos del enemigo. Por ejemplo, el virrey Juan Sámano se quejó en enero de 1819 del continuo atraso y la frecuente pérdida del correo que enviaban desde Santa Marta y Cartagena con destino a la ciudad de Santa Fe en momentos en que se sentía con más fuerza la amenaza de la ofensiva militar desplegada por los patriotas en los Llanos Orientales. Se denunció el extremo abandono en que se hallaba este ramo y para remediar esta situación se solicitó al gobernador de Cartagena tomar las medidas pertinentes con el fin de asegurarse de que el capitán a guerra del puerto de Barranca averiguara si los cajones y valijas llevadas en las barquetas que transitaban por aquel embarcadero iban provistas de cadenas, candados y todos aquellos elementos que garantizaran su seguridad. Debían además adelantarse indagaciones para descubrir las causas por las cuales se extraviaba tanto correo en el sitio de Guaimaro, provincia de Santa Marta. Si se hallaba algún piloto o boga comprometido, de inmediato sería aprisionado (Arrázola, 1965, p. 269). Otro caso fue el del comandante español José María Barreiro, quien luego de haber sido derrotado en la batalla del Pantano de Vargas, mostró su desconcierto por la pérdida de tres oficios dirigidos al virrey Juan Sámano, e inició las averiguaciones pertinentes sin poder esclarecer qué posta había sido el responsable del extravío debido al poco orden y la falta de organización del servicio, pues no se conservaban muchos de los recibos de entrega en cada estación (Lee, 1989, p. 103).

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Otro ejemplo fue el de Santander, quien en enero de 1820 no sabía por qué razón Bolívar no había recibido infinidad de pliegos que le había enviado (Cortázar, 1956, p. 13). A principios de febrero de 1820 Santander le comentó desde Bogotá al ministro del Interior, José Manuel Restrepo, que el plano enviado no había llegado porque el conductor del correo lo había perdido (Cortázar, 1956, p. 45). Por su parte, el oficial José María Córdova, comandante general de la provincia de Antioquia, cuestionó a finales de 1819 el comportamiento del administrador de correos de Honda, sobre quien recaían serias sospechas de ser el culpable de la pérdida de varios correos, según él, por supuestos naufragios en el río (Moreno, 1974, p. 89). De igual forma, el teniente coronel Pedro Murgueitio, al mando de la compañía de vanguardia del ejército republicano del Sur, denunció en 1820 cómo los ciudadanos destinados para postas abandonaban su misión y las cartas que conducían del Quindío a Cartago. Se planteó entonces la necesidad de tratar a estas personas con mayor severidad para contener los inconvenientes (AGN, Historia, t. 7, f. 107v). A mediados de enero de 1819, el general Santander expresó su gran enfado al recibir un pliego abierto mientras se encontraba en los llanos del Casanare en los preparativos de la fase crucial de la Campaña Libertadora; de inmediato ordenó a sus oficiales que averiguaran quién había sido el responsable de esta imprudencia para castigarlo ejemplarmente por considerarla una falta aleve del servicio militar. Como primera medida, al capitán Acero se le culpó de estar infiltrando la noticia que venía en esos documentos que hablaban del inminente ataque de un ejército de 5.500 soldados realistas. Para Santander era grave la difusión de esta noticia sin ser suficientemente confirmada, ya que podía turbar la tranquilidad pública y desmoralizar a las tropas patrio-

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tas que estaban en proceso de organización (Cortázar, 1956, p. 152). En otra situación ocurrida en la población de Quilichao, las autoridades locales denunciaron que el correo llegado a las dos y media del día 15 de febrero de 1821, dirigido al gobernador de la provincia del Cauca, don José Concha, había llegado abierto. El posta explicó que había sido interceptado en el camino por unas fuerzas enemigas que le arrebataron y leyeron estas comunicaciones. De todas formas, se ordenó adelantar unas indagaciones más exhaustivas para esclarecer este caso (AGN, Secretaría de Guerra y Marina, f. 477r). Pero a finales del año anterior, en la ciudad de Cúcuta, ante el Estado Mayor General del Ejército republicano, se denunció la violación de correspondencia dirigida al general Santander al parecer por la tentación de saber el desarrollo de los últimos acontecimientos correspondientes al tratado suscrito entre Bolívar y el comandante español Pablo Morillo: La comunicación de V. S. [Secretario de Guerra] dirigida al excelentísimo señor vicepresidente de Cundinamarca ha llegado en tal estado de estropeo que seguramente se han impuesto de toda ella en el tránsito pues era muy fácil sacarla por una cabeza, y el deseo que todo el mundo tiene de saber las bases del armisticio y las expresiones de volando luego luego volando que traía dicha comunicación, habrán precipitado a algunos a acometer el crimen de romperlo por una cabeza, aparentando demoledora (AGN, Secretaría de Guerra y Marina, t. 324, f. 716r).

Se exigió en lo sucesivo traer los sobres con más seguridad e indagar en la Administración de Correos y en el grupo de postas para castigar a los culpables de esta anomalía. Del mismo modo, en febrero de 1821 el coronel Miguel Antonio Figueredo fue relevado del mando que ejercía sobre las tropas en el departamento de Ocaña

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por el delito de violación en la fe pública en el acto de haber abierto la correspondencia que el teniente coronel Juan de Dios Monzón dirigía al coronel Bartolomé Salom, subjefe del Estado Mayor General del Ejército republicano del Norte. De inmediato, Bolívar designó el reemplazo en el cargo y nombró a un oficial para que efectuara las investigaciones del caso (Memorias, 1881, f. 105). En septiembre de 1824 la Dirección General de Hacienda le solicitó al intendente del Magdalena tomar medidas en relación con la gran cantidad de quejas por la extracción de impresos, rotura y apertura de correspondencia; por lo tanto, lo conminó a extremar los controles con el fin de vigilar la formación de paquetes y la conservación de los papeles allí contenidos, conforme a lo dispuesto en la ley del 5 de septiembre de 1821. Se les encomendó a los administradores de correos estar pendientes de este asunto, siendo ellos directamente responsables de cualquier irregularidad que se presentara, y quienes debían observar con cuidado el correo enviado por sus colegas con el fin de establecer responsabilidades en este proceso (Gaceta de Cartagena, 1824, p. 1).

4 Sobre los estatutos y reglamentos expedidos por el gobierno republicano, se sugiere ampliar información en: López, 1995, pp. 197-214).

MANEJO ADMINISTRATIVO Y FINANCIERO

El arribo de los republicanos al poder implicó el diseño de una nueva estructura administrativa en torno al ramo del correo. Aunque se introdujeron muchos cambios, en la práctica se retomaron algunos aspectos implementados por el gobierno español (López, 2009, p. 238)4. Así pues, el 24 de octubre de 1820 el vicepresidente Santander propuso proveer aparte el cargo de la administración general de correos en Bogotá, que estaba adscrito a la dirección general de postas, esto debido al aumento del territorio de la República a medida que las tropas recuperaban nuevos espacios y al incremento

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del trabajo en esa administración; precisó que el gasto anual de este cargo no sobrepasaría los 400 pesos y postuló como candidato a Manuel Calderón, quien venía desempeñándose interinamente con suficiente mérito después de haber ocupado la contaduría de la renta de dicha capital (Cortázar, 1956, p. 355). De manera que, en tiempos de guerra, por motivos estratégicos fue necesario realizar cambios en las acostumbradas líneas del correo que venían utilizándose desde tiempos coloniales. Los afanes de la lucha militar obligaron a las máximas autoridades a tomar medidas inmediatas con el fin de que el correo se convirtiera en un elemento estratégico de las campañas en marcha. Para agilizar la comunicación con el virrey Juan Sámano, el coronel español José María Barreiro implementó una línea especial entre la ciudad de Tunja y la capital: “He hecho situar en esta ciudad cinco dragones y otros tantos en Ventaquemada, que corran los pliegos hasta Chocontá, desde cuyo punto les dará dirección el teniente coronel Sierra, a quien he previndo establezca otro punto en el campaña. Conforme vaya yo adelantando iré estableciendo iguales puestos; creo que esto proporciona más velocidad y seguridad (Lee, 1989, p. 248).

Además, el ministro de Guerra ordenó en febrero de 1820 establecer una nueva línea de correo de Antioquia a Chocó, aparte de las dos ya existentes (Moreno, 1974, p. 142). En el mes de agosto de ese mismo año, Bolívar planeó viajar hacia Ocaña para organizar desde esa localidad las acciones que se estaban emprendiendo para la conquista de la provincia de Santa Marta, esta era una coyuntura crucial en la cual se requería estar enterado del más mínimo movimiento del enemigo para tomar decisiones acertadas, y para agilizar el transporte del correo. Estas fueron las indicaciones impartidas al subjefe del Estado Mayor General:

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He ordenado al comandante militar y alcalde de esa ciudad, que se duplique el número de postas: que se les pague exactamente; que de aquí se remitan tres postas a San Pedro cada semana, que serán relevados al fin de cada una y que estos últimos serán pagados dobles: que este servicio dure con una actividad extraordinaria, desde hoy hasta fines de octubre próximo: que en este espacio de tiempo, nada se omita, para que toda comunicación dirigida a mí o emanada de mí, vaya a su destino volando, pues en este espacio de tiempo una hora perdida en la marcha de un pliego, orden, etc., puede ser y será sumamente perjudicial. Así pues, US. celará extraordinariamente que se cumpla esta orden tan interesante al servicio. En mi tránsito a Ocaña, iré organizando o más bien aumentando el número de postas; pero nada haremos, y mis disposiciones no tendrán todo el objeto que me propongo, si US. no cela mucho sobre esto (Memorias, 1881, t. 17, p. 372).

Así mismo, en su propósito de reorganizar las comunicaciones entre las ciudades de La Plata y Popayán para afinar detalles sobre la movilización de tropas por este camino en la campaña de liberación del Sur, Bolívar dispuso en diciembre de 1821 algunos cambios urgentes que debía poner en práctica el gobernador de Neiva, coronel Domingo Caicedo. El ramo de postas estaba abandonado y dependía de personas sobre quienes se desconocía su lealtad a la República, de manera que eran frecuentes las demoras y los perjuicios a los planes militares en marcha; entonces, el gobernador debía establecer a distancias proporcionadas casas de posta dotadas de postillones montados o a pie según la naturaleza del terreno que debían recorrer, estas casas debían estar a cargo de personas “celosas del bien de la Patria” y debían ubicarse entre Caloto, El Guamo y El Espinal. Los directores y los postillones debían ser juiciosamente pagados de los fondos públicos y serían castigados de manera severa si llegaban a cometer la menor falta en la segura conducción de la correspondencia. En cada

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casa de postas había que anotar los siguientes datos en el pasaporte con que era conducido el pliego: el nombre del postillón a quien se entregaba, la hora de salida y el tiempo que debía demorarse en arribar hasta la siguiente posta. Fue así como se le enfatizó al gobernador la gran responsabilidad que tenía en mantener funcionando eficientemente este sistema de correo: “Sin esta exactitud, seguridad y prontitud en las conducciones de las correspondencias se expone a contingencias de extraordinaria consecuencia en el resultado de la próxima campaña” (Memorias, 1881, p. 606). Pero a las pocas semanas de la orden, Bolívar debió escribirle nuevamente al gobernador Caicedo al percatarse de que una carta, que este le había enviado, se había demorado 18 días desde Neiva hasta Llanogrande. Bolívar pidió aplicar los castigos fuertes de azotes a los postillones que cometieran faltas o retardos en la conducción de la correspondencia. La situación era tal que el Libertador no tenía conocimiento de lo que estaba sucediendo en Bogotá, ya que desde su tránsito por Tocaima no recibía ninguna misiva procedente de esa capital (Memorias, 1881, t. 18, p. 127). Por otro lado, el tema de la financiación del rubro del correo fue crucial en esos tiempos en que se acusaba una crisis fiscal ante el desmesurado gasto militar por cuenta de la guerra;5 por eso había que recurrir a distintas alternativas. El ministro del Interior y Justicia ordenó en marzo de 1820 al gobernador de Antioquia, coronel José María Córdoba, sacar del caudal dejado por Francisco Ospina para pagar el porte del correo. Ospina había sido expulsado junto con su familia por el gobierno republicano para el Valle del Cauca (Moreno, 1974, p. 166). Sin duda alguna, el uso continuo de papel hacía que este material escaseara en determinados momentos. En mayo

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de 1820 Santander se quejó de la falta de este elemento indispensable para escribir (Cortázar, 1956, p. 13). Al respecto, Bolívar ordenó en diciembre de 1820 enviar a Bogotá desde su base de operaciones en Cúcuta, un total de 51 resmas de papel blanco al vicepresidente Santander, las cuales debían ir acomodadas en 6 bultos “empacados con frazadas y forrados con cueros”. Se pidió al gobernador de Tunja y Pamplona designar sendas personas para que se encargaran especialmente de remitir con urgencia este cargamento (AGN, Secretaría de Guerra y Marina, t. 324, f. 787r). Por lo tanto, si ese era el lamento entre las principales autoridades políticas y militares, más pronunciada aún era la escasez a escala regional. Sobre este punto, bien vale revisar los comentarios hechos por el oficial Pedro A. García desde su cuartel en la población indígena de Lame a su superior, el general Domingo Caicedo, gobernador político y militar de la provincia de Neiva; García le explicó que no le había podido escribir por falta de papel y aunque lo había solicitado a las autoridades de la ciudad de La Plata, no había recibido ni un pliego, ante lo cual mandó pedirlo a la cercana población de Yaguará, sin tener muchas esperanzas por la respuesta que de allí recibió: “El consumo de papel no solo en contestar sino para el batallón no es poco. Yo he sufrido hasta ahora este gasto pero ya llega el día que no tengo cómo suplirlo y sería muy bueno saber si abonan alguna cantidad al efecto” (Archivo Epistolar, 1943, t. I, p. 105).

5 Aunque no existen datos consolidados para la etapa más álgida del conflicto militar, se sabe por lo menos que en el año fiscal de 1825-1826, aproximadamente las tres cuartas partes de los gastos del Estado estaban enfocadas hacia el estamento militar (Bushnell, 1985, p. 123).

En cuanto al tema del servicio postal, no faltaron los episodios de corrupción en el marco de una frágil y fluctuante estructura administrativa. Muestra de ello fue la solicitud que el vicepresidente Santander hizo al gobernador comandante general de Mariquita, coronel Francisco Urdaneta, el 26 de septiembre de 1820, de entrar a la administración de correos, a cargo del señor José González, y hacerle presentar todas las cuentas de su

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gestión, averiguando si existían en la caja los productos de ellos y si había fraude, en especial en relación con una partida de 600 pesos de una encomienda remitida por un tal Caicedo de la ciudad de Ibagué. Se ordenó proceder con celeridad y mantener reportes permanentes sobre el desarrollo de estas investigaciones (Cortázar, 1956, p. 305).

la posibilidad de consolidar nuevamente el servicio de encomiendas (López, 1990, t. I, p. 65). En el balance de la gestión que presentó tres años más tarde su sucesor, José María del Castillo, se reportó un aumento en los correos por efecto del incremento de las relaciones entre los colombianos, la construcción de nuevos caminos y la mejora en las vías de navegación (López, 1990, t. I, p. 175).

A MANERA DE REFLEXIÓN

Sin embargo, otros pensaban que el avance de los correos en los primeros años de independencia definitiva era bastante incipiente. El viajero francés Gaspard– Theodore Mollien señaló cómo en 1823 este servicio seguía prácticamente igual que en tiempos del coloniaje español, es decir, una vez por semana salía el correo para las tres grandes divisiones de la República (Mollien, 1992, p. 231).

En este trabajo han quedado en evidencia los esfuerzos realizados por los dos bandos en contienda para mantener el sistema de correos en medio de las dificultades de la guerra. El camuflaje de las cartas y la implementación de claves son apenas una muestra del afán por guardar la confidencialidad y asegurar que los mensajes llegaran a su destino. A partir de la instauración definitiva de la República, el desarrollo de este ramo fue muy lento. En su informe del 31 de diciembre de 1820, el secretario de Hacienda Alejandro Osorio se declaró convencido de que el fin de la guerra y la expulsión definitiva de los españoles traería prontos progresos al sector de correos con

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Por último, habrían de pasar algunas décadas para que el ramo de correos al fin retomara un empuje real, aunque las frecuentes guerras civiles que asolaron al país en el resto del siglo XIX retrasaron esas metas y de nuevo las cartas y los mensajes debieron circular en medio del caos y la incertidumbre.

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FUENTES DE ARCHIVO

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El correo en las guerras de independencia de Colombia: incertidumbres y estrategias (pp. 20 - 34)

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Is Development a form of Neo-Colonialism?* Gabriel Jiménez Peña** Fecha de recepción: 17 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 3 de octubre de 2014 Fecha de modificación: 26 de octubre de 2014

“History does not repeat itself, but constantly reinvents everything” G. Rist

ABSTRACT In this paper I will defend that development is a form of neocolonialism. In order to do so, I distinguish between a nuanced point of view and a radical one. I will present first (I) the origins and the roots of the development in the colonialism, then (II) the radical position and, finally (III) the nuanced one, in order to show why this is a stronger argument to defend the general thesis of this paper. Keywords development, neo–colonialism.

¿Es el desarrollo una forma de Neocolonialismo

O desenvolvimento é uma Forma de Neocolonialismo?

RESUMEN

RESUMO

En este artículo sostengo que el desarrollo es una forma de neocolonialismo, para demostrarlo, distingo entre un punto de vista matizado sobre el desarrollo y uno radical; para ello, en primer lugar presentaré los orígenes y las raíces del desarrollo en el colonialismo (I). A continuación, el punto de vista radical sobre el desarrollo (II) y finalmente el punto de vista matizado, para mostrar por qué este es más fuerte al defender la tesis general de este artículo.

Neste artigo sustento que o desenvolvimento é uma forma de neocolonialismo. Como respaldo para esta afirmação, distingo entre um ponto de vista matizado sobre o desenvolvimento e um radical. Para isso, em primeiro lugar, apresentarei as origens e as raízes do desenvolvimento no neocolonialismo (I). A continuação, o ponto de vista radical sobre o desenvolvimento (II); e, finalmente, o ponto de vista matizado (III), mostrando por que este argumento é mais idôneo para defender a tese geral deste artigo.

Palabras clave Desarrollo, neo–colonialismo.

Palavras-chave Desenvolvimento. Neocolonialismo.

* Artículo de reflexión adscrito al grupo de investigación de Colciencias: “Conflictos armados, construcción de paz y estudios globales en seguridad”. ** Estudiante de PhD en Ciencia Política, en la Universidad de los Andes (tercer año). Profesional en Filosofía de la Universidad Nacional de Colombia, con estudios de profundización en Ciencias Sociales en la Europa Viadrina Universität. Correo electrónico: g.jimenez28@ uniandes.edu.co

(I) INTRODUCTION: THE ORIGINS AND ROOTS OF DEVELOPMENT PRACTICES IN THE COLONIALISM

1 For a non-orthodox version of the origins of Development, Cf. Kothari (2005). 2 “The merit of a colonizing people is to place the young society it has brought forth in the most suitable conditions for the development of its natural faculties; to smooth its path without hampering its initiative; to give it the means and tools that are necessary or useful for its growth” (LeroyBeaulieu, 1874, cited by Rist, 2002: 54).

According to an orthodox version of the origins of Development1, this practice had their origin in the European colonial project accomplished by France, Britain, Belgium, Portugal, and Germany, particularly in Africa in the period from 1870 to 1960 (Rist, 2002, Cf. also Duignan and Gann, 1975) and it consolidated since 1945 with the Truman Doctrine, the Marshall Plan, and the Rostovian Modernization Theory. It was the French Paul Leroy-Beaulieu the first ‘thinker’ who used the concept ‘Development’ in his book De la colonisation chez les peuples modernes2, although this term had been already employed as well, e. g. by Marx, Lenin, the League of Nations, etc. (Rist, 2002: 73). On the other hand, in 1949, the President of the United States at that time, Truman, did exposed the principal lines upon which the Foreign policy of his Country was sustained after World War II through 4 points: American support for the UN, the Marshall Plan for the reconstruction of Europe, the creation of the NATO, and the fourth point, in which he talked about mobilizing American advanced science and technological resources for ‘Underdevelopment areas’. With this, it starts the new age of ‘Development’. Since the instauration of the Marshall Plan in 1947 (1947, a, b), ‘Development’ becomes a mode of thinking and a source of practices, which convert it into an omnipresent reality (Escobar, 1988, 430). In other words, Development professionalizes and institutionalizes itself through instruments and practices like planning, foreign aid, loans, and investment to fill in the ‘savings gap’, promoted by institutions like World Bank and IMF. This way, for instance, peasants, are managed and controlled, obliged to maneuver within the limits posed by the institutions. In other words, these practices are Western techniques of power and knowled-

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ge, in many ways resisted by indigenous people. Thus, the Third World entered post-World War II Western consciousness as constituting the appropriate social and technical raw material for Development. This status of course depended, and still does, on an extractive neocolonialism (Escobar, 149). In Economics, ‘development’ was conceived as an evolutionary process, which ends in a modernization. American Economist W. Rostow builds this naturalistic view in the celebrated book Stages of Economic Growth (1959, 1-16). There, he considers 5 phases, which countries must accomplish to ‘take off’ in the path of production: 1. Traditional society, whose productivity is very low, 2. Preconditions for takeoff, in which modern science and creation of technology come with the discovery of new lands –thereby, justifying colonialism, 3. The takeoff or achievement of growth: industry, railroads, and net investment 10%, 4. The drive to Maturity, in which the Values of traditional society are overcome, something Russia did not accomplished, and finally, 5. High mass-consumption, which could be characterized as American Fordism. Paradoxically, this ‘anticommunist manifesto’, according to Rist, can be seen as a ‘Marxism without Marx’, insofar as “both authors replace history with a philosophy of history, which prevents today’s ‘underdevelopment’ from being understood as historical in origin” (2002, 101-102). The success of Rostow’s point of view in the history of development consists, then, on assuring a kind of legitimacy of West economic intervention into the ‘Third world’ (Rist, 2002: 103). The terminological innovation ‘development’ and its antonym ‘underdevelopment’, in this context, thus, appears to persuade surreptitiously the ‘Third world’ about the necessity of North-Western intervention, in order to preserve values of free market, democracy, and wellbeing, threatened by communism and the Soviet Union in the Cold war. So, ‘development’ took

Is development a form of neo-colonialism? (pp. 36 - 42)

at this time a transitive meaning: an action performed by one agent upon another, to ‘catch up’ backward areas, supposedly looking for their ‘take off’, according to Rostow’s metaphor, while underdevelopment became a ‘naturally’ occurring, apparently causeless, state of things (Rist, 2002, 73). In this sense, Development discourse is, then, a Western-American invention, a piece of rhetoric power discourse, a performative act, configuring the episteme of an epoch, in order to exert more influence in countries not taken by the increasingly other side of world power, and creating, then, a West/East North/South dichotomist division. Thereby, given that ‘Development’, as showed above, is a form of indirect intervention over the so-called ‘Third World’ or backward countries of the South, and if ‘colonialism’ is understood as the way that one country exercises power over another, whether through settlement, sovereignty, or indirect mechanisms of control (Kohn, 2012); hence, ‘Development’ is a form of neocolonialism. (II) THE RADICAL VIEW OF DEVELOPMENT.

This point of view, that I name the radical one, is represented by Goldsmith (1997) and others, and considers ‘Development’ as a form of neocolonialism in the extent to which its main target is merely to open up markets, to ensure the laissez faire or free global market in order to obtain raw materials. This kind of ‘conspiracy theory’ explains development as being the result of a predetermined plot by the IMF and the World Bank. Thus, in this radical view, modern ‘development’ is a colonialism repacked (Goldsmith, 1997) and there is continuity between both practices and together are doctrines of indirect and direct intervention. The arguments for this view are the following. First, development as neo-colonialism is not a matter of free choice for the ‘Third World’, but a matter of violent

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imposition. This is accomplished through setting up indigenous elites, engineering coups d’état, military intervention, killing the domestic economy, lending money under strong terms, and new corporate colonialism (Goldsmith, 1997). Second, a quick look at the situation in the ‘Third World’ today undoubtedly reveals the disquieting continuity between the colonial era and the era of development (Ibid: 1). There is not particular advance in backward areas or poor countries after development intervention and, on the contrary, there is deepen poverty and misery (Goldsmith, 1993). Third, ‘development’ leads to a retreat of the state and the erosion of the sovereignty (Rush and Szeftel, 1994). The imposition of structural adjustment programs and the political conditionalities designed to effect good governance have eroded state sovereignty for Third World countries in order to receive essential foreign assistance, to cede domestic political arrangements, and policy options to international agencies and governments (Ahluwalia, 2001: 54-55). Fourth, the IMF and the World Bank are institutions created just in order to complete this obscure plan through debt, and the professionals who work in the development industry are, for the most part, ‘economic hit men’ (Zeitgeist addendum, 2008). I now take all this arguments and criticize them from another point of view. (II) The nuanced view. The point of view that I call the ‘sober’ one, the nuanced perspective of development as neocolonialism, is represented by, e. g., Ferguson and Lohmann (1994), Kothari (2005), and others. According to this view, development studies rarely acknowledge the colonial roots of development. This perspective, also called post-developmental (Sylvester, 1990), attempts to reveal how contemporary global inequalities between rich and poor countries have been, and continue to be, shaped by colonial power relations (Kothari, 2005: 47). But despite affirming the colonial continuity, for this point of view, it is a mistake to suggest that development discourse is simply a reworking of

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the colonial one, “since development is not always and inevitably an extension of colonialism” (ibid: 49-50). In the following, I offer some arguments, which will contrast the nuanced approach with the radical one and, if there is no contrast, it is because there is commonality between those views: the affirmation of development as industry and neocolonialism. First of all, there is no need of violent imposition, like engineering coups d’état or military intervention in Development as neocolonialism, because its force depends on a new type of power, which can be analyzed through the Foucaultian concept of ‘governmentality’, which refers to “the ‘the conduct of conduct’, a particular modern form of power that is characterized by an increasing reliance on pastoral care and techniques of normalization and consensus, as opposed to more overtly coercive forms of power” (Abrahamsen, 2004: 1459). This comprises what the Bretton Institutions had built with development discourse: “Indirect mechanisms of rule such as techniques of notation, computation, and calculation; procedures of examination and assessment; the invention of devices such as surveys and presentational forms such as tables; the standardization of systems for training and the inculcation of habits and other ways to act upon individuals and whole populations” (Anders, 2005: 39). Second, according to Leftwich (1995), ‘development’ as colonialism led to a stronger state: the developmental state. In the first place, the internal autonomy of the ‘developmental states’ has increased “by the inflow of substantial amounts of foreign aid, loans and state-directed private investment which reduced government dependence on locally-generated revenue capital” (Leftwich, 1995: 411). In the second place, in the developmental state, bureaucracy has had authoritative and pivotal influence in making development policy (Letfwich, 1995: 406). That produces a relative autonomy of the elites, which constitutes a high technical bureaucracy and abroad-educated population. That leads to

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an increased autonomy of these elites, which have an enormous political power to decide policies and perpetuate themselves in the government. Thus, there is not a retreat of the State, but a metamorphosis of it: “One can also discern state strategies that appear to be in retreat, in decline, even in a state of decay, as part of the process of continual formation of the state, as a new modality to produce the political” (Hibou, 2004: 3). Third, development projects fail and that is just in order to perpetuate the development institutions and the ‘technical’ intervention. Notwithstanding this, as Ferguson explains, it is not part of a capitalist conspiracy, but they bear a deliberated misunderstanding of the ‘Third world’, a fancy construction of the realities of countries (Ferguson, 1994, p. 176-177). In other words, as Naudet (2000) stresses, in particular about Aid operations, but that we can extent to ‘development projects’, these have been mainly ‘one-size-fits-all’ and rarely tailor-made ones (127). Finally, ‘development institutions’ hear what they like to hear —projects fail because absence of compromise and ‘entrepreneurship by people of the ‘third World’—, and the ‘development project’ is a colonial one, but not a global conspiracy, and the way of opposing to it consists in a political engagement, which is looking for truly empowering the poor and unmasking the false assumptions of this whole project. Fourth, it is preposterous to affirm that development professional and brokers are all just hit men (cf. Mosse, 2005), and is not a good idea to homogenize the institutions or individuals which work in the development industry (Kothari, 2005: 57). To conclude, colonialism did not repeat itself, but it has reinvented itself through development: “On the basis of the old conceptual frameworks, together with snatches of ancient mythological discourse, the present was reinterpreted in such a way as to give it unchallengeable legitimacy” (Rist, 2002: 54).

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Struggles for freedom and power beyond the enemy:

Afro-descendant slaves in the American Revolution and the Bolivarian Wars for independence* Leonardo Enrique Reales Jiménez** Fecha de recepción: 27 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 22 de septiembre de 2014 Fecha de modificación: 4 de noviembre de 2014

ABSTRACT Despite the rise of ideas among most elites about the benefits of having more control over economic resources and local political institutions, both the British and Spanish Crowns strongly refused to make changes in their monarchic systems and fiscal policies. Independence from both empires was then declared and the war for liberty in the would-be United States of America and the so-called “Bolivarian nations”, meaning Venezuela, Colombia, Peru, Ecuador and Bolivia, began. Although the independence lexicon in both cases suggested that “all” people living under colonial rules deserved freedom, slavery was maintained and racist ideas, in fact, were enhanced. Both British and Spanish leaders took advantage of this situation and offered slaves freedom, if they joined their military apparatus (army and navy). British slave masters and military officers, however, refused to free their own slaves during the American Revolution (Sylvia Frey 1991). Keywords African-Descendant Soldiers, American Revolution and Wars for Independence.

Las luchas por la libertad y el poder de los esclavos afro-descendientes en la Revolución Americana y las guerras bolivarianas por la independencia.

As lutas pela liberdade e poder para além do inimigo: Os escravos Africano-desceu na Revolução Americana e as guerras bolivarianas pela independência.

RESUMEN

RESUMO

A pesar del surgimiento de ideas entre la mayoría de las élites acerca de los beneficios de tener un mayor control sobre los recursos naturales y las instituciones políticas locales, tanto la Corona Británica como La Española se rehusaron fuertemente a implementar cambios en sus sistemas monárquicos y en sus políticas fiscales. La independencia de ambos imperios fu declarada entonces y la guerra por la libertad en lo que serían los Estados Unidos de América y las llamadas “naciones bolivarianas”, es decir, Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador y Bolivia, empezó. Aunque el vocabulario independentista en ambos casos sugirió que “todas” las personas viviendo bajo reglas coloniales merecían la libertad, se mantuvo la esclavitud y las ideas racistas, de hecho, se fortalecieron. Los líderes británicos y los españoles sacaron provecho de esta situación y ofrecieron a los esclavos la libertad si se unían a su aparato militar (la armada y la marina). Los británicos amos de esclavos y los oficiales militares, sin embargo, se rehusaron a liberar a sus propios esclavos durante la Revolución Americana (Sylvia Frey, 1991).

Apesar do surgimento de ideias entre a maioria das elites acerca dos benefícios de ter um maior controle sobre os recursos naturais e as instituições políticas locais, tanto a Coroa Britânica quanto a Espanhola, recusaram-se fortemente a implementar mudanças em seus sistemas monárquicos e em suas políticas fiscais. A independência de ambos os impérios foi declarada, então, e a guerra pela liberdade, no que seriam os Estados Unidos da América e as chamadas “nações bolivarianas”, ou seja, Venezuela, Colômbia, Peru, Equador e Bolívia, começou. Ainda que o vocabulário independentista em ambos os casos sugerisse que todas as pessoas vivendo sob regras coloniais merecessem a liberdade, manteve-se a escravidão, e as ideias racistas, de fato, se fortaleceram. Os líderes britânicos e os espanhóis tiraram proveito dessa situação e ofereceram a liberdade aos escravos se os mesmos se unissem a seu aparato militar (a armada e a marinha). Os britânicos donos de escravos e os oficiais militares, no entanto, se negaram a libertar seus próprios escravos durante a Revolução Americana (Sylvia Frey, 1991).

Palabras clave Soldados afro-descendientes, revolución Americana y guerras de independencia.

Palavras-chave Soldados afrodescendentes. Revolução Americana. Guerras de independencia.

* Artículo producto de uno de los seminarios de investigación del doctorado ¿QUÉ DOCTORADO?. ** Profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Coordinador BIDSomosAfro.org y Presidente de ASOUSA. Historiador y Politólogo de la Universidad de los Andes, Diplomado Internacional en Derechos Humanos en Columbia University, Magíster en Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia, con estudios de Ph.D. en Louisiana State University y New School University. Correo electrónico: leonardoe. [email protected]

INTRODUCTION

The participation of Afro-descendant slaves in the American Revolution has been extensively studied. The majority of scholars have focused on the contribution of these slaves to the triumph of the patriots. Few authors have explored in depth the various roles that slaves played among British military institutions and units. In any case, there is no doubt that the (African) American body of literature on slave soldiers is far more extensive than the existing studies on the presence of slave soldiers in the Spanish American independence struggles.

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pires are highlighted; and seventh, a conclusion, in which my central argument, which states that the slaves’ struggles for freedom and power went beyond the mere defeat of one of the sides at war, is underscored. In the 1770s, when the anti-monarchic ideas in the would-be United States grew stronger, the socio-economic, cultural and political structures of the colonies were sustained by slavery. Duncan MacLeod (1974) emphasizes that the wealth and social prestige of the (white) leaders, particularly in the South, derived extensively from the control and exploitation of slave labor.

As an Afro-descendant historian and former army soldier, I have always found the direct participation of Afrodescendants in wars interesting. I decided to write this paper as I realized that I could find useful elements and references in the well-documented essays and books on African American military issues. Even though this paper relies on secondary sources, I think it can become a critical reference for social scientists who may be interested in comparing distinct aspects of the American Revolution and the Bolivarian wars for independence.

It should be noted that Afro-descendant slaves also contributed to the strength of British military institutions throughout the British Crown’s North American colonies. Most slaveholders saw, however, the slaves as animals rather than human beings (Bernard Nalty 1986). Attempts to defend (black) slavery were a common occurrence in the Americas before, during and after the independence processes. MacLeod (1974) states that slavery was normally confined to a vague theory of climatic determinism allied to references of biblical precedent.

This paper is divided into seven parts: first, an introduction, in which a general overview of the socio-economic and political situation of the Afro-descendant population in the beginning of both independence processes is outlined; second, previous research on the topic is presented; third, an analytical framework, in which the relevant terms that are utilized in the text are defined; fourth, a comparison of the role that slave soldiers played among both the British and Spanish military apparatus is given; fifth, the slaves’ struggles among the patriot armies in both processes are underlined; sixth, similarities and differences between the situations that slave soldiers faced when independence was recognized by both the British and Spanish em-

This racist environment helps explain why when the battles began Afro-descendant slaves were not enlisted in the Continental army. According to MacLeod (1974), political leaders were concerned with factors such as the apparent ignorance of the so-called ‘Negroes’, their habits, the alleged impossibility of integrating them into (American) society and, above all, the strong dependence of that society upon their labor. Slaveholders also feared that their servants would become powerful enemies. Influenced by racist ideas, the negative attitude toward enlisting the black slave sprang from a reluctance to deprive the slave master of his servant and from the fear of putting guns in the hands of those who had never been free (Benjamin Quarles 1961).

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Struggles for freedom and power beyond the enemy: Afro-descendant Slaves in the American Revolution and the Bolivarian Wars for Independence (pp. 44 - 55)

In the Spanish American world the socio-economic and political situation of most people of African descent was generally similar. Even when some Afrodescendants became important military leaders, they tended to be (racially) discriminated against by their own commanders.1 It should be underlined that in the early 1810s the would-be “Bolivarian” countries were still divided by statute and custom into socio-racial castes, the wellknown ‘sociedad de castas’, which comprised, broadly speaking, Euro-mestizos, free people of African descent, indigenous people, and black slaves (Leonardo Reales 2006). The castes were ruled by white Europeans and Creoles. When the colonial militia was created, some free Afro-descendants were permitted to serve, but only in segregated units (Jay Kinsbruner 1994). In the Americas some owners were relatively “respectful” to their slaves and manumitted them after years of hard work. Most slaves, nevertheless, were treated as “beings without soul” or merchandise (Reales 2001). This explains why running away, or ‘el cimarronaje’,2 became a common strategy of resistance throughout the British and Spanish American (slave) dominance and beyond.3 Despite the rise of revolutionary groups and ideas in the Americas, neither slaves nor free Afro-descendants saw significant changes in the socio-economic structures that characterized the region. In the wouldbe United States these ideas did not include the end of slavery, although a few philanthropists proposed a gradual elimination of it, as well as plans to enlist slaves who wanted to gain freedom in return for their service. The most famous proposal regarding the presence of slaves in the Continental army was made by John Laurens, a wealthy leader from the South, who came to encourage a crusade against slavery that failed (Gregory Massey, 2000).

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In the Bolivarian nations, the socio-racial structure inherited from colonial times was not eliminated either (Reales, 2006). The goal of the leaders of both processes was then made clear to slaves: The independence was essentially to benefit the (white) elites who already had political power. PRIOR RELEVANT RESEARCH ON SLAVE SOLDIERS IN THE AMERICAS

The slave presence in the American Revolutionary War has been explored extensively by sociologists, historians and political scientists. The vast majority of academic works refer to the decisive contribution of Afro-descendant slaves to the cause of American freedom. Authors have focused on different cultural, economic, social, political, legal and military aspects that affected the slaves who fought for the Continental army and state militias. Two texts remain as critical references for the study of slave soldiers who supported the patriot side. The first one is a well-documented book, “The Negro in the American Revolution.” This text, written by Benjamin Quarles (1961), is perhaps the most cited work on slave soldiers to date. The second one is another widely-cited book; “Blacks in the American Revolution,” in which its author, Philip Foner (1975), analyzes key documents that help clarify the meaning of the Revolution in African American history.

1 Due to racism-related issues, (Afro-descendant) General Manuel Piar (in Venezuela) and Admiral José Padilla (in Colombia) were, in fact, executed by their troops. According to Leonardo Reales (2001), both Piar and Padilla were victims of the dominant racism that characterized the Bolivarian nations in the first half of the Nineteenth century. 2 It is important to recall that the Spaniards called ‘cimarrones’ (maroons) the animals (bulls, horses, cows, etc) that escaped from their stables. For information on ‘cimarrones’ in the Spanish American world, see Reales (2001). 3 Reales (2006) states that ‘running away’ was a common occurrence in the Spanish American slave society.

It should be added that Paul Finkelman (1989) compiled several academic works, which have influenced the understanding of slavery and the American Revolution, for example, his text, “Slavery, Revolutionary America, and the New Nation.” As Finkelman himself notes, “this series includes pioneering articles on the history of slavery in America, relevant breakthroughs in research and methodology and articles that offer

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major historiographical interpretations.” (p. 5). Finkelman acknowledges, of course, that this series does not include all the excellent articles that have been written on the topic since the 1960s.

4 The British were well-known for the red coats that characterized their military uniforms.

The main argument of this paper is that the Afro-descendant slaves’ willingness to fight with either side at war went beyond “the flag” that they decided to defend or attack. This is why I also rely on secondary sources that study in detail the participation of Afro-descendant slaves in the British Crown’s military apparatus. I pay special attention to three texts on Afro-descendant slaves who wore ‘red coats’4 in the battlefield. One is “Water from the Rock: Black Resistance in a Revolutionary Age”. This book, written by Sylvia Frey in 1991, underscores the crucial roles that Afro-descendant slaves played among the British Crown’s military. Based on her research in British records, Frey (1991) suggests that slave resistance during the Revolutionary War was far more extensive than what most authors have recognized and that aspects of this resistance have remained unexplored. Another important text on slaves who wore ‘red coats’ in the battlefield is “The Black Loyalist Directory.” This well-documented text, written by Graham Hodges in 1996, shows how the British military attracted tens of thousand of slaves seeking freedom. This study is worthy of careful consideration, as the “Black Loyalists” are of paramount importance to the understanding not only of the slaves’ strategies to seek freedom but also of African American history. The third text that I find useful for the study of the slaves who defended “the British flag” in the Revolutionary War is “The Fate of Some Black Loyalists of the American Revolution.” In this article, Mary Norton (1973) gives detailed descriptions of the fate of some slaves who had escaped from their masters and joined British military units during the war. Descriptions of this kind are outlined in other books that are cited be-

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low. However, when explaining the situation of slaves who wore ‘red coats’, this paper mainly refers to the three sources mentioned above. The contribution of Afro-descendant slaves to the independence of the Spanish colonies remains largely unexplored. According to Reales (2006), only two scholars, whose texts include key primary sources and legal documents, analyze in detail the disadvantageous situation of the slave soldiers, although they do not study the Afro-descendants who served in Spanish military units. One of these scholars is Nuria Sales, who (in 1970) wrote the seminal work on this topic, named “Esclavos y Reclutas en Sudamérica (1816-1826)”. The other scholar is Peter Blanchard, who (in 2002) published an essay named “The Language of Liberation: Slave Voices in the Wars of Independence.” Blanchard notes how the slaves’ struggles provided them an unprecedented opportunity to voice their feelings and thoughts while helping secure both national independence and their personal freedom (Reales 2006). The essay that I wrote in 2006, “The Contribution of the Afro-Descendant Soldiers to the Independence of the Bolivarian Countries (1810-1826)”, also focuses on the importance of slave soldiers for the triumph of the patriot army, particularly in Colombia and Venezuela. Even though the three essays mentioned above acknowledge that slaves joined Spanish military units seeking freedom, they disregard the relevance for the Crown of those slaves, whose struggles went certainly beyond defeating the (patriot) enemy, as will be argued below. My initial objective with this paper was to offer a comparison between the contributions of slave soldiers to the independence processes in discussion, but then I realized that it was far more interesting to explore in depth the goal(s) behind the struggles of slaves, rather than their actual contribution to the success of both independence processes. This is why I also pay special

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attention to the academic works of Indalecio Líévano (1974), “Los Grandes Conflictos Sociales y Económicos de Nuestra Historia; Jorge Domínguez (1980), “Insurrection or Loyalty. The Breakdown of the Spanish American Empire”; John Lynch (1986), “The Spanish American Revolutions 1808-1826”; Jaime Rodríguez (1998), “The Independence of Spanish America”; and Leonardo Reales (2001), “Prensa, Abolición y Racismo hacia los Afrocolombianos, 1810-1851,” which offer useful insights on slaves among the Spanish military. None of these texts, nevertheless, specifically focuses on Afro-descendant soldiers. Based on my research, I suggest there are still no consistent academic works on the slaves who joined the Spanish army during the independence process. FROM “NEGROES” TO AFRO-DESCENDANTS: AN ANALYTICAL FRAMEWORK

In both the United States and the so-called Bolivarian nations, racist ideas came from the colonial époque and have persisted throughout history, in spite of the abolition of slavery and the creation of equity laws. The term “Negroes” and other discriminatory words, which were created by slave society, were frequently used by politicians and ordinary citizens in the United States until the 1960s. The rise of the Civil Rights Movement, and (racial) identity ideas that came from leaders like Malcom X, generated changes in that offensive language. These changes can be seen in the works of those who have written on African American issues. In the early 1960s, when the term “Negroes” was still widely utilized in the United States, Quarles (1961) used it in his book, “The Negro in the American Revolution”. In the 1970s, Foner (1975) used the term “Blacks”, when referring to the same population, in his text “Blacks in the American Revolution.”5 Today (African) American scholars who respect the identity struggles of the

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peoples of African descent use the term African Americans to describe this population. Throughout the would-be Latin America, the Spaniards (and their descendants) called the people of African descent ‘negros’, ‘pardos’, ‘morochos’, ‘mulatos’, ‘zambos’, ‘morenos’, etc.6 These offensive expressions persisted in the Bolivarian world after the war for independence was won, and even after the abolition of slavery in the 1850s (Reales 2006). In fact, a few decades after those events, the elites approved laws that promoted the immigration of white Europeans to help improve what they called ‘raza latina’ (Latino race) and achieve progress (Reales 2005). In this paper I constantly use the term Afro-descendants. This “recent” term has been enhanced by Afro-descendant non-governmental organizations and activists in the Americas and elsewhere.7 The term is widely supported by regional and international human rights instruments. As Juan Mosquera (2000) points out, the concept ‘Afro-descendants’ essentially refers to persons who had/have African background and whose ancestors lived in slavery. It should be noted that concepts like Afro-descendants, people of African descent, African Americans, are political terms created to strengthen the identity of peoples of African ancestry (Reales 2006). Although these terms did not exist in the Eighteenth and Nineteenth centuries in the Americas, they are used in this paper as they reflect the success of Afro-descendant advocates and academics in pushing the recognition of their ancestors’ historical struggles.

5 Italics are mine. 6 Rolando Mellafe (1984) and Leonardo Reales (2001) list other concepts utilized by the Europeans to discriminate against black people and their descendants during slavery. 7 The term was adopted in the World Conference against Racism, Racial Discrimination, Xenophobia and Related Intolerance, held in Durban, South Africa in 2001. For more information on this topic, see Reales (2005).

THE STRUGGLES OF THE SLAVES WHO SERVED IN THE BRITISH AND SPANISH MILITARY

The use of slave labor in a military capacity was a common occurrence among European powers since the Seventeenth century (Frey 1991). This explains why

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many slaves were already serving in the British Crown military when the Revolutionary War began. The starting point of the war has been attributed to the courage of a few people who confronted and challenged a group of British soldiers on Boston on March 5, 1770 (Joseph Wilson 1968). Those soldiers fired upon the crowd, killing the leader, a former slave called Crispus Attucks, first, and then four other (white) men. Attucks became a martyr to both the Boston Massacre, as it was called, and the cause of the Revolution (Nalty 1986). Some historians have underlined how ironic it was that the first hero of the American war for independence was an African American and former slave.8 8 Both Nalty (1986) and Wilson (1968) analyze in detail the Boston Massacre and Attucks’ biography. 9 According to Hodges (1996), estimates of 25,000 to 55,000 fugitives (only in the southern states) represent the largest escape in the history of American slavery. 10 Washington’s decision and the struggles of slaves among the patriot forces are analyzed in more detail below. 11 Both Hodges (1996) and Norton (1973) explain that former slaves who served the British also applied for pensions and property compensations.

The revolutionary movement grew stronger after the Boston Massacre. One of the main responses of the British authorities to this movement was the creation of military units in which Afro-descendant slaves could find a way to freedom. Hodges (1996) underscores that the Black Loyalists’ hegira began on November 7, 1775, when, after months of speculation and threats, Lord Dunmore proclaimed freedom to “all negroes willing to serve His Majesty’s forces.” In a few months, many Afro-descendant fugitives in Virginia, Maryland, and the Carolinas accepted Dunmore’s call to join his Ethiopian Regiment (Hodges 1996). For these soldiers, the Revolutionary War was as much a war for liberation as it was for the American colonists rebelling against the Crown. The British military, nevertheless, was not that magnanimous. The British also used slaves to perform menial labor such as building roads and serving officers (Frey 1991). In any case, throughout the independence process, the British military brought tens of thousands of slaves to their lines.9 They organized Afro-descendant regiments as well as free-lance guerrilla units, known as “followers of the flag.” (Hodges 1996). These regiments and units repre-

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sented a serious threat to the American cause. This was the main reason why George Washington accepted enlisting slaves in the Continental army.10 It is important to emphasize that the Afro-descendant soldiers who served in the British military became the first group of emancipated African Americans. As Hodges (1996) highlights, many slaves sought to move African Americans back to the land of their ancestors. This search for a free land can be seen as one of the Afro-descendants’ calls for reparations to repay for harsh years of servitude.11 Frey (1991) also points out that Afro-descendant slaves perceived that their best chances for freedom and changes in the social order would come with a British victory, even though the British never talked about total emancipation. In any case, the massive participation of slaves in the British army (and the patriot side) as well as their socio-economic demands indicate that their struggles for freedom and power went far beyond the flag they defended. The Spanish military leaders also offered Afro-descendant slaves freedom, if fighting the patriots. Many slaves, particularly in Venezuela and Colombia, rose up against their white lords. Social banditry and defensive collective violence were politically and militarily mobilized by the royalist officer José Tomás Boves (Domínguez, 1980). Boves emerged as the most powerful royalist leader who challenged the patriots. He had lived in many places in the country and had developed the skills of the ‘llaneros’ (cowboys), most of whom were former slaves and free Afro-descendants (Reales, 2001). Boves promised to distribute the land of white aristocrats to his men. But most of all, he gave them an opportunity to vent their anger against their former oppressors (Rodríguez 1998). Boves’ army gave no quarter. Thus the patriots’

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terror met with an equally violent reaction (Reales 2006). Kinsbruner (1994) points out that the ‘llaneros’ were widely known as the “Legion of Hell,” and with justification they carried as their standard a black flag emblazoned with a death’s skull. Boves was the first one to eliminate the castes and promote Afro-descendant soldiers to the highest military ranks (Liévano, 1974). He had as many as twelve thousand troops but no more than a hundred and sixty were Spaniards. Boves is well-known for vanquishing the patriots several times (Reales, 2006). Although he was killed in action in 1814, his army entered Caracas and proclaimed the full restoration12 of the Spanish Empire (Kinsbruner, 1994). Boves’ effective campaigns made Simón Bolívar, the would-be liberator of five nations, understand that the war would be won only if slaves defended the independence cause. This is why Bolívar, as commander in chief of the patriot army, also offered freedom to all slaves who joined his forces. Ironically, one of the first groups that fought for him was the ‘llaneros,’ whom the Crown started to oppress by the end of 1815 (Reales, 2006). As suggested above, the struggles of the Afro-descendant slaves for freedom and power went beyond the flag that they defended. In the Spanish military forces, slaves not only sought to challenge their former masters and obtain properties but also to gain social prestige and power through the access to high military ranks. As occurred with the American case, the participation of slave soldiers in the Crown’s forces as well as in the patriot army indicates that their struggles to gain freedom and power went far beyond the side in conflict they defended. More evidence to support this argument is presented below.

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THE STRUGGLES OF THE SLAVES WHO FOUGHT FOR THE PATRIOTS

It has been estimated that during the (American) Revolutionary War at least 5,000 Afro-descendant slaves served on the patriot side (Sidney Kaplan 1973). As Quarles (1961) and Foner (1975) underscore, Afrodescendant soldiers fought in every major battle of the war, mostly in integrated units. A notable exception was the Americas’ first all-black unit, the 1st Rhode Island Regiment (Wilson 1968). This brave Regiment defeated three assaults by the British during the Battle for Rhode Island in 1778 and later participated in the victory at Yorktown in 178113. As mentioned above, the use of Afro-descendant slaves was avoided by General George Washington early in the war (Quarles 1961). Only when Washington and other leaders realized that slave soldiers were crucial for the success of the independence process, were enlistments of Afro-descendant slaves allowed (Foner, 1975). Thus slaves were used in a variety of ways among the patriot military apparatus. According to Kaplan (1973), the Afro-descendant slave served as infantry and artillery soldier, sailor, scout, guide, spy, guard, courier, cook, waiter and military laborer of all sorts.

12 The elites in both Venezuela and Colombia had declared independence from Spain in 1810. 13 For more information on the successes of this Regiment, see W.B. Hartgrove (1916) and William Nell (1968).

As many authors note, the outstanding military skills of slave soldiers who fought for the patriots had a decisive impact on the final outcome of the war. This conflict, nonetheless, also set the pattern, followed for almost two centuries, by which the American government utilized Afro-descendants in time of crisis and ignored them afterward (Nalty, 1986). In any case, the American Revolution facilitated the rise of anti-slavery movements throughout the country in which former slaves participated (MacLeod 1974). Most importantly,

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Afro-descendants took advantage of this military service in wartime, as it represented a path toward freedom and apparent greater postwar opportunity; no matter what side in conflict they joined (Nalty, 1986). As argued throughout the paper, in the would-be Bolivarian world the struggles of slaves also went beyond the defeat of the enemy. Perhaps the only salient difference between the ways the elites led the independence processes in discussion, is that in the Spanish Crown’s former colonies, Simón Bolívar offered military ranks to free people of African descent who joined the republican cause, just as the Spanish military had done (Reales, 2001). As regards to these slaves, Bolívar also offered them freedom in return for military service. Afro-descendants (both free and slaves) were needed to fill the gaps in the patriot ranks left by (Creole) casualties and desertions, and they themselves were imbued with greater expectations from wartime socioeconomic and political mobility (John Lynch, 2006). As had occurred with the American Revolution, the Creole elites in the Bolivarian world were afraid to release former slaves into society. Bolívar himself believed that ‘la pardocracia’ (Afro-mestizos’ rule) would govern, sooner or later, the liberated countries, if he did not limit the aspirations of Afro-descendants (Reales, 2001). He thought that it would no longer be a question of resisting slave expectations but of controlling and directing them (Lynch, 2006). This attitude, heavily influenced by racist ideas, became the main obstacle for the former slaves’ struggles. In any case, the fact that many slaves, like those who belonged to the “llaneros”, fought for both sides - at different times of the conflict - indicates that Afro-descendants saw the independence process far beyond what it meant to be a patriot or royalist. They wanted freedom and power, but they also wanted respect and social prestige.

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Before comparing the situation of former slaves after the wars for independence, it should be noted that slave women also contributed in different ways to the armies in conflict. Blanchard (2002) underlines that the independence struggles gave both women and men of African descent an unparalleled opportunity to voice their thoughts. In both cases, however, the winners neither allowed their effective inclusion into society nor eliminated slavery at the national level. WHAT HAPPENED TO THE FORMER SLAVES’ STRUGGLES?

As argued above, the triumph of the Revolution did not produce significant changes in the existing society. As a matter of fact, when the war came to an end, some Afro-descendants were re-enslaved by their “former” slave owners (Frey, 1991). Many of those who served in the British military, nevertheless, migrated to Nova Scotia, England and, later, West Africa (Quarles 1961). Although they gained immediate civil freedom, in contrast to the gradual emancipation practiced in the (Northern) United States, the (Black) Loyalists suffered economic and political deprivation for years (Hodges, 1996). James Walker (1989) suggests that these soldiers were not just runaway slaves. Walker argues that they were advocates of Afro-descendant liberation. Whether they remained in Nova Scotia, England, or migrated further to Sierra Leone, those former slaves created their own communities and church, and demonstrated that black republicanism, hardened in the crucible of the American Revolution, could create an independent nation (Hodges, 1996). The case of the Afro-descendant Loyalists also indicates that the struggles of slaves were not only about freedom or power. This case was unique in the Americas. Neither the

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Spanish nor the Bolivarian patriots allowed former slaves to do so. As happened with the former slaves who stayed in the United States, Afro-descendants in the Bolivarian nations continued their struggles for the elimination of slavery for several decades and faced racism-related practices at the end of those abolition processes and beyond.14 CONCLUSION

There is no doubt that the American Revolution and the Bolivarian independence process gave many Afrodescendant slaves an unparalleled opportunity to fight for their freedom, gain power and even overcome exclusionary practices against them. This opportunity was not limited to the patriot side. Both British and Spanish military leaders attracted thousands of slaves

to their lines, offering them freedom in return for their military service. During the Bolivarian wars for independence some Afro-descendants came to hold the highest military ranks. This did not occur in the American Revolution. As a consequence of the outcome of this Revolution, however, many Afro-descendant Loyalists migrated to Sierra Leone, where they demonstrated that Afrodescendant former slaves could create an independent nation. As Hodges (1996) notes, their example eventually inspired the creation of Liberia. In short, the participation of thousands of slave soldiers in both the British and Spanish military apparatus and the patriot armies, as well as the slaves’ demands, clearly indicate that the Afro-descendants’ struggles for freedom and power went far beyond the side in conflict that they defended. 14 For a discussion on racism in the Americas in the Nineteenth century, see Reales (2001) and MacLeod (1974).

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Perspectiva de ciudadanía y subjetividad política en jóvenes universitarios argentinos* María Mercedes Oraisón** Fecha de recepción: 25 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 8 de octubre de 2014 Fecha de modificación: 13 de noviembre de 2014

RESUMEN El objetivo de este artículo es dar cuenta del modo en que un grupo de jóvenes estudiantes universitarios comprende y practica la ciudadanía, además de presentar un conjunto de reflexiones y consideraciones construidas en el marco del proyecto de investigación “Análisis comparativo de las perspectivas ético-morales y políticas del ejercicio ciudadano en jóvenes de Colombia, México y Argentina”***. Este estudio se orientó a indagar respecto de las nociones de ciudadanía de jóvenes provenientes de diferentes contextos. El artículo explora las configuraciones de ciudadanía y la subjetivación política de estudiantes de una universidad pública argentina; también presenta, en un primer momento, diversas conceptualizaciones sobre la ciudadanía provenientes de tradiciones políticas diferentes, estas permitirán significar las nociones proporcionadas por los jóvenes, y en un segundo momento, comprender sus posicionamientos en torno a la política y la participación. Palabras clave Jóvenes, ciudadanía, participación, posicionamiento político.

Citizenship Perspective and Political Subjectivity in Argentinean College Students

Perspectiva de cidadania e subjetividade política em jovens universitários argentinos

ABSTRACT

RESUMO

This article presents some reflections about citizenship perspectives and construction of political subjectivity processes of a group of university student from a public Argentinean university. At the beginning, the definitions of citizenship provided by different political traditions are critically reviewed. Those definitions allow finding out the meanings of notions proposed by young people, and understand their political positioning and participation practices.

O objetivo deste artigo é dar conta do modo como um grupo de jovens estudantes universitários compreende e pratica a cidadania, além de apresentar um conjunto de reflexões e considerações construídas no marco do projeto de pesquisa “Análise comparativa das perspectivas ético-morais e políticas do exercício cidadão em jovens da Colômbia, México e Argentina”. Este estudo foi orientado a indagar a respeito das noções de cidadania de jovens provenientes de diferentes contextos. O artigo explora as configurações de cidadania e a subjetivação política de estudantes de uma universidade pública argentina. Apresenta, também, em um primeiro momento, diversas conceituação sobre cidadania, provenientes de tradições políticas diferentes; estas permitirão significar as noções proporcionadas pelos jovens, e, em um segundo momento, compreender seus posicionamentos em torno à política e à participação.

Keywords Youth, citizenship, participation, political positioning.

Palavras-chave Jovens, cidadania, participação, posicionamento político.

* Artículo de reflexión producto del grupo de investigación: “Subjetivación política y juventud. Estudios de casos múltiples y comparados en Corrientes y Resistencia. Financiados por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad Nacional del Nordeste (PI: 12R001). ** Licenciada en Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Nordeste (Argentina). Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación, de la Universidad de Barcelona. Investigadora del Centro de Estudios Sociales y profesora del Departamento de Filosofía de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste. Correo electrónico: mercedesoraison@ hotmail.com *** Desarrollado por la Universidad de la Salle (Colombia), la Universidad de Antioquia (Colombia), el Convenio CINDE–Universidad de Manizales (Colombia), la Universidad Distrital Francisco José de Caldas (Colombia), la Universidad Nacional del Nordeste (Corrientes, Argentina) y la Universidad de Colima (México), del 2009 al 2012, financiado por Colciencias (código 124345221367).

NOCIONES DE CIUDADANÍA

La ciudadanía es una categoría clave para entender el desarrollo democrático de una nación. Sin embargo, es un término que debido a su complejidad no resulta sencillo definir. Además de estar estrechamente ligada a otras nociones teóricas (como régimen político, democracia, cultura política y espacio público/privado, utilizadas para referirse a una pluralidad compleja de fenómenos y que pueden ser abordadas desde diferentes perspectivas), la ciudadanía es una cuestión que interesa a disciplinas tan diversas como la ciencia política, la sociología, la filosofía, la antropología y la psicología social. Por ello existen diferentes modos de definirla que enfatizan uno u otro aspecto de su construcción. En este artículo se proporciona un conjunto de conceptualizaciones desde el marco de referencia de la filosofía política, que permiten comprender el sentido otorgado a la ciudadanía en función de las tradiciones políticas operantes. Estas conceptualizaciones aportan las categorías para analizar las producciones discursivas de las y los jóvenes estudiantes universitarios, así como para explorar las diferentes configuraciones de subjetividad ciudadana que emergen del material empírico. TEORÍAS CLÁSICAS: LA DISPUTA LIBERAL– REPUBLICANA

Entre las concepciones clásicas de la ciudadanía se encuentran aquellas que alimentan el proyecto político de la modernidad consagrado en la Declaración Universal de los Derecho del Hombre y del Ciudadano: la liberal y la republicana, de ellas se derivan ideas divergentes (en algunos momentos alternativas, en otros integradas) de la ciudadanía y su rol: la liberal y la republicana.

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Dice Jiménez Redondo en su introducción a la reconocida obra de Habermas Facticidad y validez (1998) que la declaración parte de reconocer la existencia de derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre. Ninguna contingencia puede restringirlos, todos los hombres nacen libres e iguales en derecho. Por ello, la declaración empieza siendo una: Expresión pura de la idea liberal de que a la ley antecede una fuente de normatividad natural…que la ley ha de limitarse a encarnar, declarar y sancionar. La ley no tiene derecho a prohibir sino las acciones nocivas a la sociedad (Art. 5), esto es, nocivas a la finalidad de esta, que consiste en la conservación de los ‘derechos naturales e imprescriptibles del hombre’. ... también el artículo tercero... ‘el principio de toda soberanía reside esencialmente en la nación. Ningún individuo ni corporación pueden ejercitar autoridad que no emane expresamente de ella’, pueden aún interpretarse en el sentido liberal de que, para evitar los inconvenientes de los derechos, se instituye por pacto una commonwealth en cuyo government se delega la facultad que en el ‘estado de naturaleza’ cada individuo tiene que hacer valer coercitivamente sus derechos; al government de esa commonwealth compete ahora en exclusiva la función de fijar, interpretar e imponer los derechos (1998, p. 21).

Pero a partir del artículo sexto se introduce otra fuente de normatividad, otro principio de legitimidad completamente distinto: el de la voluntad general, en él se dice: ‘La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos tienen el derecho de concurrir a su formación personalmente o por representantes’. ... En relación con el artículo quinto, este artículo sexto suscita la cuestión de qué pasa con la legitimidad de la ley que pudiendo considerarse expresión de la ‘voluntad general’, vulnere, sin embargo, derechos antecedentes a la constitución de la comunidad política. (1998, p. 21).

Perspectivas de ciudadanía y subjetividad política en jóvenes universitarios argentinos (pp. 56 - 75)

A partir de este principio, afirma Jiménez Redondo, puede darse otra interpretación al principio de soberanía instituido en el artículo tercero, el mismo reside en la Nación y consiste en “el poder absoluto y perpetuo de una república”. “El titular de ese poder es el soberano, todos los que le rodean son los súbditos”. En este estado de derecho la libertad del súbdito empieza allí donde la ley del soberano calla. El Estado soberano moderno y el derecho positivo moderno nacen a la par como un solo artefacto que permite eludir una situación en la que “no puede haber seguridad para nadie... de existir durante todo el tiempo que de ordinario la naturaleza permite vivir a los hombres” (1998, p. 22). Con Rousseau, entre otros defensores de la doctrina de la voluntad general, se introduce otra definición de la libertad que va más allá del principio liberal presente en el artículo cuarto. La libertad que hace a la relación entre soberano y súbdito, pues, debe ser entendida como autonomía política, fundamento del republicanismo. Por su parte, los partidarios del liberalismo sostienen que la política es un medio para realizar en la vida privada los propios ideales de felicidad, por lo que el ciudadano es considerado como un sujeto social autónomo, único intérprete autorizado para decidir sobre los modelos de vida buena. En este sentido, como lo señala Adela Cortina (1993, p. 34), la noción moral de autonomía constituye el fundamento de la libertad jurídica–política, y por ello esta autora reconoce en el Estado liberal, la forma ética del Estado: “Un Estado liberal debe ser neutral a las distintas concepciones de hombre y de vida buena mantenidas por los grupos sociales que en él conviven. Lo cual exige practicar una “política de elusión” de las discrepancias: el Estado no puede pronunciarse sobre lo que los hombres son, especificar las características que distinguen a los seres humanos, y pasar a potenciarlas políticamente” (Cortina, 1998, p. 203).

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La idea de estado neutral comprometido únicamente con la protección de las autonomías individuales, se funda en el supuesto de que “Si lo sujetos han de elegir su identidad y negociarla, el Estado ha de optar por aquella forma que permita la coexistencia del más amplio número de formas de vida” Si tenemos en cuenta que en sus manifestaciones concretas el liberalismo admite una variedad de formas, se hace más compleja la cuestión de cuál es el modelo de ciudadano y de sociedad que se postula desde esta posición. La tradición liberal ha promovido una concepción burguesa–conservadora de la democracia, según la cual esta no es entendida como una forma de vida participativa sino como el resguardo del individualismo moderno, esto es, “como un conjunto de instituciones y mecanismos que garantizarán a cada individuo la posibilidad de realizar sus intereses sin interferencia o con el mínimo de interferencia posible” (Del Águila, 1993, p. 33). Desde esta perspectiva, los partidos y los “expertos políticos” aparecen como un instrumento eficaz para articular y compatibilizar los intereses individuales de sus representados en función de un principio de justificación válido, como podría ser el principio de la mayoría. El modelo de democracia representativo es, pues, el que mejor se adecúa a las demandas del liberalismo, que concibe que las motivaciones de los ciudadanos rara vez van más allá de sus intereses privados y que la actividad política, es pues, destinada a una élite de profesionales cuyo mandato es el de garantizar las condiciones para el ejercicio de las libertades individuales. Dentro del paradigma liberal, la concepción de la ciudadanía es aquella en la que predomina la vertiente romana o latina de sus raíces clásicas, esto es, la ciudadanía como “un estatuto jurídico, más que una exigencia de implicación política, una base para reclamar dere-

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chos, y no un vínculo que pide responsabilidades” (Del Águila, 1993, p. 33). Por lo que el perfil del ciudadano liberal se resume en un conjunto limitado de responsabilidades y deberes, así como en el conocimiento y disposición de las libertades políticas que le corresponden. Básicamente, el ejercicio de la ciudadanía se restringe a la elección de sus representantes (a quienes se encarga la defensa de los derechos particulares), al respeto por las normas mínimas de la convivencia, y al desarrollo de actitudes de tolerancia hacia los otros sujetos poseedores de los mismos derechos y libertades.

He aquí el parto histórico de la ciudadanía, alumbramiento en el hombre de una segunda naturaleza que debe cargar sobre sus hombros el destino común de la sociedad. Ausente esta conversión espiritual – ‘la renuncia de uno mismo... la preferencia continua del interés de cada cual’... la ciudadanía pierde su razón de ser (Botana, 1984, p. 30).

Por el contrario, desde la perspectiva republicana la vida política es el ámbito donde los hombres buscan conjuntamente su bien. Esto implica que la libertad propia debe balancearse con las de los demás mediante decisiones racionales colectivas que garanticen a todos un trato igualitario y justo. El modelo de democracia republicana se funda en la participación, en la intervención sin restricciones de los ciudadanos en los asuntos públicos y en una opinión pública fuerte que ejerza el control y la regulación de los poderes e instituciones políticas.

‘a pesar de que el hombre sea un animal social, no es necesariamente ni por instinto ni por educación “un animal político”, al menos no en el mismo sentido’; ‘el hombre no es por instinto un ser racional, que razone con sentido cívico. Muchos de sus deseos más imperiosos y la fuente de muchos de sus gustos más poderosos pueden atribuirse a viejas persistentes tendencias, necesidades y deseos biológicos y fisiológicos. La vida política organizada llegó tarde en la evolución del hombre’ (Cortina, 1998, pp. 94 y 95).

A su vez, el ideal participativo se sustenta en una concepción del hombre que refuta fuertemente las teorías liberales restrictivas de la participación basada en supuestas comprobaciones empíricas sobre la apatía de los ciudadanos, su egocentrismo natural, su desconocimiento o ignorancia de los mecanismos y problemas políticos. La tradición republicana reclama la participación no solo como estrategia de actuación política o como procedimiento contractual, sino como una forma de vida con valor en sí, postula una concepción del ciudadano competente, activo, cooperativo y preocupado por el bien común. Sin ese sacrificio, que transfigura los apetitos egoístas en una entrega al bien de todos, no podrá realizarse la libertad del sujeto en una comunidad participante...

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La ciudadanía como mero estatus jurídico sostiene y justifica el desinterés por la participación política, entendiendo con Robert Dahl que:

Para Cortina, en esta concepción se encuentra una adecuada definición del fundamento antropológico de la democracia liberal, que postula al ciudadano liberal como un sujeto apolítico que no participa en la vida pública, a no ser que lo haga cuando le resulte beneficioso para sus asuntos privados, y deja en manos de sus representantes la gestión de tal espacio. Este tipo de liberalismo político “radical”, como lo llama Cortina, involucra ciertas contradicciones para la construcción de la ciudadanía, la sociedad civil y la democracia, debido a que parece conducir a fuerte individualismo y fragmentación social en la medida en que el estado liberal no logra promover adecuadamente un sentido de pertenencia, y una vocación de compromiso de los ciudadanos en los asuntos públicos. Además, muchos liberales, fervientes defensores de la autonomía individual, han dudado en que la igualdad

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de juicio político exista en realidad y que, en caso de existir, su uso generalizado sea conveniente, por lo tanto, promueven explícita o solapadamente limitaciones y exclusiones de aquellos sectores sociales a los que se considera políticamente incapacitados o inhabilitados para decidir sobre lo público. La idea de implicación política siempre ha levantado sospechas entre los conservadores, que creían –y creen– que la participación intensiva de la ciudadanía divide profundamente a la sociedad en demandas, ambiciones y necesidades excluyentes. El faccionalismo y el conflicto son sus corolarios. Por lo demás, las masas de ciudadanos serían, en ese supuesto, manipuladas fácilmente por demagogos… los índices de participación señalarían, no la fortaleza, sino, precisamente, a la debilidad del régimen democrático. La alta participación sería, pues, señal de insatisfacción o de deslegitimación del sistema e impactaría negativamente en la gobernabilidad (Del Águila, 1993, p. 33). Por su parte, el republicanismo en su vertiente comunitarista puede caer en un colectivismo asfixiante. La existencia de una comunidad de consenso fuerte que propicia entre sus miembros una identidad fundada en la pertenencia a un pueblo, a una historia, un linaje y una lengua e intereses comunes que “suele acabar llevando al monismo, al conformismo y a consensos obtenidos por coacción; con lo que las personas se diluyen en la colectividad, la autonomía personal se esfuma, la ciudadanía se corrompe y el pluralismo desaparece” (Cortina, 1993, p. 103). De otro lado, los sentimientos de identidad nacional y el espíritu de patriotismo asentados en una adhesión emocional ilimitada, pueden ser utilizados como herramientas para disciplinar y neutralizar políticamente al pueblo, creando sujetos con fuertes lazos afectivos hacia su nación, pero políticamente pasivos y acríticos.

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OTRAS CONCEPCIONES DE CIUDADANÍA

Las concepciones clásicas antes analizadas, pensadas en el contexto de formación de los estados nacionales y las comunidades políticas modernas, se vieron desafiadas con la aparición de otras perspectivas que ponen el acento en la conquista y el efectivo ejercicio de derechos sociales, económicos y culturales como sustento básico de la ciudadanía. En este contexto, una de las nociones más representativas es la de la ciudadanía social, que conforma una noción canónica para la sociología y se funda en una línea de análisis inaugurada por T. H. Marshall sobre la ciudadanía, la clase social y los derechos sociales y económicos. El estudio de Marshall (1998) sobre los orígenes británicos del Estado de Bienestar propone un esquema evolucionista de la ciudadanía que deja al descubierto la insuficiencia de las teorías liberales contractualistas como base para la construcción de la ciudadanía moderna. Desde esta concepción se sostiene que el pacto social que da origen al moderno Estado de Derecho, aporta fundamentos políticos igualitarios y sustenta una estructura de desigualdad social. De ahí que se postulen los derechos sociales como un nuevo sector del ordenamiento jurídico, que regula las relaciones laborales y los derechos y deberes que incumben tanto al trabajador como a los poderes públicos, en razón de la seguridad social, la enfermedad, la vejez y las cuestiones asistenciales, entre otros aspectos. A partir de la consideración de estos derechos se asocia la ciudadanía con la posibilidad de acceder a condiciones de vida digna. Así pues, Marshall define los derechos sociales como el derecho a una cantidad módica de bienestar económico y seguridad, hasta el derecho a compartir la herencia social y a vivir como un ser civilizado de acuerdo

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con los niveles predominantes de la sociedad. Para este autor, la ciudadanía debe promover la atenuación de las clases y la incorporación de los derechos sociales al estatus de ciudadano, lo que contribuye al moderno impulso hacia la igualdad social. Por lo tanto, desde esta noción se invierte el orden de prioridades necesario para la conquista de la ciudadanía. Los derechos políticos no son los esenciales y los únicos que se han de garantizar, sino que son la consecuencia de los derechos sociales fundamentales. Solo quien goza de estos derechos estaría habilitado para la participación política.

1 Estos supuestos, de alguna manera, se acomodan y refuerzan las sospechas en torno a la participación popular fomentadas por el liberalismo.

Esta perspectiva pone en cuestión que los pobres, sujetos de la acción de las instituciones de beneficencia estatal, sean ciudadanos exactamente iguales a todos los demás. Los excluidos sociales, por el contrario, son considerados no-ciudadanos y esta condición parece ser irreversible hasta tanto no se asegure su derecho a ciertos niveles de vida que se consideran básicos para la relación de ciudadanía. Tal como lo explica Habermas (1999, p. 256) para el Estado social, la libertad debe garantizar en primer lugar la justicia social, ya que debe existir una igualdad que permita ejercer esa facultad jurídica. Debido a que la creciente desigualdad social destruye los presupuestos fácticos para un aprovechamiento en igualdad de oportunidades de las competencias jurídicas repartidas de modo igualitario –en los términos en que lo ha planteado el liberalismo–, las normas del derecho privado deben ser materializadas en derechos sociales fundamentales. Pero en esta materialización, el Estado subroga la autonomía política de los presuntos beneficiarios de tales derechos, por considerar que estos se ven limitados en su libertad para configurar autónomamente su vida.1

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Por lo tanto, los efectos no previstos del paternalismo del Estado social conducen, en la equiparación anhelada de las condiciones de vida y de las posiciones de poder, a intervenciones “normalizadoras” que pueden convertir “la pretendida compensación de daño en renovada discriminación, transformando la garantía de libertad en privación de la libertad” (Habermas, 1999, p. 257). En tal contexto, la legitimidad y posibilidad de la participación se percibe fuertemente condicionada por la pertenencia a una clase social, a la posesión o no de un empleo, o a la conquista previa de ciertas garantías sociales. Además, el Estado Benefactor se ha convertido en un obstáculo fundamental de la participación popular, al profundizar las asimetrías por la utilización arbitraria y discrecional de los recursos de la asistencia, lo que diluye la condición de ciudadanía al generar clientes pasivos y funcionales para el orden social injusto. Así pues, la ciudadanía cultural aparece con particular fuerza de la mano del discurso sobre la diversidad que los procesos de globalización han contribuido a instalar dentro de las prioridades de las agendas educativas, en torno al mismo se centran los debates sobre el multiculturalismo, la ampliación de los derechos humanos, en general, y de las minorías étnicas, en particular. Esta perspectiva instala a la cultura como plataforma para la ciudadanía o, en otras palabras, la consideración de las pertenencias y adscripciones de carácter cultural como componentes indisociables en la definición de la ciudadanía (Reguillo, 2003, p. 5); de esta manera, confronta con la concepción nacionalista y su programa de homogeneidad cultural, al resignificar la cuestión de la identidad desde la perspectiva del reconocimiento. Para Cortina (1998, pp. 197-198) la identidad se construye a partir de tres ejes: el primero, de origen pre-

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moderno, está ligado a las comunidades adscriptivas, lo que deviene en los nacionalismos y las nacionalidades; el segundo eje plantea la identidad en el marco de los principios modernos de dignidad, libertad e igualdad, según los cuales cada individuo elige “su propio modo de ser humano y realizarlo en su originalidad y autenticidad. Se trata de la identidad como lo asumido por el propio sujeto como suyo” (1998, pp. 197-198); el tercer eje requiere que los demás reconozcan la propia identidad sobre todos los que se han llamado “los otros significativos”, que son aquellos a quienes a una persona le importan y le ayudan a autodefinirse. En este sentido, dice Adela Cortina que la identidad no nos viene dada sino que la construimos y la negociamos, de ahí la importancia de las luchas sociales emprendidas por los ciudadanos para obtener el reconocimiento de los otros significativos; son estas luchas las que han permitido incorporar otras voces, como la de los inmigrantes, los indígenas, los desplazados, las minorías, etc.

rían permitir que un grupo oprima a sus propios miembros; en otras palabras, los liberales deberían intentar asegurar que exista igualdad entre los grupos, así como libertad e igualdad dentro de los grupos.

Por ello, para Kymlicka (1996), la ciudadanía cultural y de los derechos colectivos es la protección de las minorías mediante la preservación de la identidad étnico–cultural de tales grupos, frente a la supuesta presión homogeneizadora ejercida por las “mayorías” que constituyen su entorno.

Los comunitaristas acusan a los liberales de profesar un individualismo desarraigado, incapaz de ofrecer ideales de vida personal y comunitaria a los individuos, parten de la crítica a una sociedad contemporánea que por medio de la atomización y el individualismo genera disolución de lazos sociales y anomia. Su propuesta es recuperar las ideas de bien y virtud en el contexto de las comunidades, porque en ellas es donde se aprenden tradiciones de sentido y de bien. Solo desde la forma de vida de las comunidades concretas, aducen, puede construirse una concepción de justicia u otra.

En la concepción de la multiculturalidad y las políticas de la diferencia, Kymlicka se acerca al multiculturalismo al refutar la política liberal de tratar a las personas como “individuos”, con independencia de su identidad étnica o nacional, y en centrarse en las cosas que compartimos como seres humanos, en lugar de centrarnos en aquello que nos distingue; concretamente, argumenta que esta es una forma de cubrir las injusticias étnicas y nacionales, y que la ciudadanía cultural parte de considerar que los derechos deben dos restricciones: a) los derechos de las minorías no deberían permitir que un grupo oprima a otros grupos; y b) tampoco debe-

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No obstante, el respeto a las diferencias no siempre consigue traducirse en genuinas políticas de reconocimiento y equidad, por el contrario, ha contribuido muchas veces a cristalizar y naturalizar las desigualdades sociales. Además, la ciudadanía cultural vista desde la perspectiva comunitarista se relaciona con la identidad que, a su vez, está mediatizada por la participación del individuo en esta práctica de vida en común. Para esta posición, el ciudadano se constituye en el reconocimiento recíproco que exige tomar la perspectiva de participante en la comunidad, y en función de un “nosotros”, el individuo se desarrolla en la comunidad.

Asimismo, solo la persona que se siente miembro de una comunidad concreta, que propone una forma de vida determinada, solo quien se sabe reconocido por una comunidad de este tipo como uno de los suyos y cobra su propia identidad como miembro de ella, puede sentirse motivado para integrarse activamente en ella (Cortina, 1998, p. 32).

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Estas ideas del comunitarismo dan cuenta de una noción de ciudadanía que recupera las raíces griegas y la tradición republicana de esta concepción al asumirla como participación en la esfera pública. Quienes adscriben a esta concepción de ciudadanía consideran que generalmente el sistema político no promueve mayores oportunidades para la realización de tales cualidades, por lo que es necesario propiciar otros ámbitos sociales públicos, estos se encuentran en la sociedad civil y en la opinión pública. Y aquí es donde se puede perfilar otra noción de la ciudadanía que se podría denominar deliberativa o discursiva, la misma encuentra sus fundamentos en la propuesta de democracia de Habermas, que moviéndose entre la fundamentación moral y la realización política, pretende introducir un procedimiento para transformar las prácticas y las instituciones democráticas desde las bases mismas de la convivencia social. El principio legitimador de la democracia está en el procedimiento que garantiza, por un lado, la corrección de los procesos de toma de decisiones o la formación de la voluntad, y por el otro, “la participación ilimitada y universal en la generación consensual de los principios que gobiernan la vida pública” (Cortina, 1993, p. 220). El propósito, pues, no es fundar nuevas estructuras político–administrativas, sino promover la apertura de espacios para la participación, institucionalizar y generalizar los ya abiertos, proveer un esquema de intervención ciudadana para el control del sistema, para su mejoramiento y mayor democratización. Esto se refleja en la distinción que realiza Habermas en el concepto de lo político entre la perspectiva normativa y la instrumental, entre el poder creado comunicativamente y el aplicado de forma administrativa, entonces, de lo que sí se trata es de plantear nuevas formas de articulación entre ambos. En el modelo democrático liberal, dice Habermas (1999, p. 244), la formación de la voluntad tiene solo

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la función de legitimar el ejercicio del poder político. Los resultados electorales constituyen una licencia para asumir el poder de gobernar, cuyo uso el parlamento habrá de justificar de manera adecuada ante la opinión pública. En un modelo republicano, la formación democrática de la voluntad tiene una función mucho más fuerte y radical: la de constituir la sociedad como una comunidad política y mantener vivo con cada elección el recuerdo de ese acto fundacional. Pero con la teoría del discurso entra de nuevo en juego una idea distinta: los procedimientos y presupuestos comunicativos de la formación democrática de la opinión y la voluntad, funcionan como importantísima esclusa para la racionalización discursiva de las decisiones de una administración y un gobierno ligados al derecho y a la ley. El poder del que puede disponerse administrativamente cambia su estado de agregación mientras permanece conectado, de forma retroalimentativa, con la formación democrática de la opinión y la voluntad, que no solo controla a posteriori el ejercicio del poder político, sino que también lo programa más o menos. Pero la opinión pública transformada, en este caso, en poder comunicativo, no puede mandar ella misma sino solo orientar el uso del poder administrativo encauzándolo hacia determinados temas (Habermas, 1999, p. 244). Lo que plantea Habermas es, en definitiva, la exigencia ética de que el poder político sea legitimado comunicativamente, a partir de la actuación de una opinión pública lo más inclusiva posible, que permita instalar en el espacio público–político las opiniones y reclamos de los diferentes actores sociales, de manera tal que las decisiones administrativas que se tomen y los programas que se ejecuten, se alimenten de estos mensajes como fuente de racionalización y fundamentación. Para indicar un camino que lleve a tal meta, Habermas cree necesario distinguir dos aspectos de la formación política de la voluntad: (a) la institucionalizada, que lleva a resoluciones, y (b) el entorno de los procesos

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informales de formación de opinión no institucionalizada, que no está bajo la coacción de tener que llegar a resoluciones, y que consiste en discusiones sobre valores, temas y aportaciones diversas que quedan flotando libremente. La esperanza de resultados racionales descansa en el juego entre la formación política de la voluntad institucionalizada y las corrientes de comunicación espontáneas. Ello requiere la potenciación de asociaciones libres que canalicen la discusión sobre temas y valores relevantes para toda la sociedad y que influyan en las decisiones políticas de modo indirecto (Cortina, 1993, p. 117). La ciudadanía deliberativa se desplegaría en la amplificación de los canales de comunicación y participación, en los proceso informales de opinión y en el ejercicio de la autonomía política, entendida como la capacidad y posibilidad de los ciudadanos para intervenir en la formulación de los derechos subjetivos mediante la participación en las discusiones públicas acerca del contenido de estos derechos, y en relación con aquellos asuntos que directa o indirectamente los afectan. Habermas considera “La autonomía privada de los ciudadanos iguales en derecho solo puede ser asegurada activando al mismo compás su autonomía ciudadana” (1999, p. 258). JÓVENES, CIUDADANÍA Y POLÍTICA

Esta indagación acerca de las construcciones de ciudadanía y el posicionamiento político, se contextualiza en un momento histórico en el que la juventud aparece con gran fuerza como problemática y desafío en los discursos académicos y científicos. En los últimos tiempos se registra un auge de los estudios sobre jóvenes y su relación con la política y la ciudadanía, que dan cuenta de su revalorización como actores claves en los procesos sociales de transformación, y en los impulsos democratizadores de las instituciones,

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de los cuales son evidencia los últimos acontecimientos internacionales. Las construcciones sobre la condición de juventud a través del tiempo son diferentes y hasta contradictorias: el “ser joven” se configura en referencia a un contexto histórico, social, cultural y particularmente político. Así, ser joven en los sesenta y setenta significaba ser contestatario, este era concebido como un actor social que decidía intervenir en la sociedad para poder transformarla. Pero las consecuencias de la dictadura en la Argentina, sumadas luego a la aplicación de las políticas neoliberales, invisibilizaron a los jóvenes en el terreno político. Estas políticas produjeron una redefinición en la concepción de los jóvenes: pasaron de ser los protagonistas del cambio social a ser tomados en el discurso público como objeto, o beneficiarios, de políticas sociales. “Los procesos de exclusión social que se habían generado desde la década del 70 profundizaron cada vez más la frontera que separaba a los jóvenes para proteger y controlar, de aquellos que quedaban afuera para siempre” (Saintout, 2009, p. 39). A mediados de los 90, los jóvenes son considerados un problema social, a la vez que el sistema político–económico los toma como clientes, ya sea del mercado como un sector dedicado al consumo, o como votantes capaces de legitimar gobiernos, pero sin el poder ni el espacio como para intervenir en la toma de decisiones o en prácticas políticas de manera colectiva. Después, tras el debilitamiento del neoliberalismo en América Latina y las fuertes críticas a sus políticas regresivas y excluyentes, surgió un nuevo discurso en torno a los jóvenes que da cuenta de una etapa de redefiniciones y de nuevos posicionamientos en relación con lo político y la ciudadanía: los jóvenes participan desde otros espacios, llámense redes sociales o grupos estéticos, su preocupación política surge de lo cotidiano y las causas que los movilizan son concretas: demandas

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de género, grupos étnicos, ecológicos y culturales, etc. (CEPAL, 2004). Sus formas de organización han cambiado aceleradamente, de los cuadros del partido, de las células guerrilleras, de las organizaciones estudiantiles, de los bloques sindicalistas, han ido transitando hacia formas fluidas, itinerantes, intermitentes, que los vuelven más «temibles», pero al mismo tiempo, más vulnerables (Reguillo, 2003, p. 2). En este marco, los diferentes estudios sobre los jóvenes y su vinculación con la política y la construcción de ciudadanía en América Latina revelan que las y los jóvenes no están interesados en la concepción de política tradicional, que están en constante cambio a causa de las diversas dinámicas de interacción y expresión cultural que se dan en el mundo actual, y que luchan por espacios de participación y representación que rompan con la lógica adulto céntrica. Entre las principales conclusiones, se destacan las siguientes: Desde sus organizaciones, los jóvenes plantean la posibilidad de ubicarse como sujetos activos en los procesos locales de desarrollo, y reclaman una participación en la que ellos/as mismos/as sean protagonistas del cambio social. Pero no llegan a advertir que tanto estos procesos como la participación son de carácter político. Para ellos la “política” es lo que hacen los funcionarios públicos y son ellos quienes poseen el poder, de inmediato, conectan esta relación con ideas de corrupción, egoísmo y promesas sin cumplir. Por lo tanto, desvirtúan el sentido de la política y se vuelve no deseable participar de ella (Vega & Escalante, 2007).

Además, los jóvenes creen que las instituciones no les abren espacios significativos para la participación, y que la cultura política no considera sus expresiones estéticas y culturales. Hoyos (2003) sostiene que los jóvenes siguen siendo quienes menores posibilidades tienen de acceso y ejercicio de una ciudadanía plena.

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Igualmente, entre las cuestiones más significativas de la participación, los jóvenes reconocen la posibilidad de debatir sobre cuestiones que son problemáticas en su comunidad, la valoración de la experiencia y el compromiso (Bermúdez, Sabino & Zenklussen, 2004). De otro lado, a pesar de sus valoraciones, algunos autores sostienen que los jóvenes no se alejan de lo político propiamente como tal, sino de la concepción de la política representativa, que a su juicio tiene como características la burocracia, la jerarquía, el centralismo y el autoritarismo, entre otros. Ante el rechazo del sistema de representación política, los jóvenes proponen nuevas prácticas políticas definidas por el asambleísmo, la autogestión, el pluralismo y la culturalización de la política (Valenzuela, 2007). En consonancia con lo dicho hasta aquí, Vommaro y Vázquez (2008) proponen interpretar la juventud no con un enfoque biologicista o etario, sino considerándola como generación, y en este caso, como generación política constituida como tal a partir de la experimentación común del desencanto con la política; lo cual, lejos de conducirlos al alejamiento y repliegue de la acción colectiva, les permite impulsar experiencias de subjetivación alteradoras y disruptivas. No se trata pues de generaciones despolitizadas, sino al contrario, de un alejamiento de los y las jóvenes de las instituciones y prácticas tradicionales que tienen su contracara en la transformación de los espacios en donde ellos y ellas se sienten más interpelados a participar, de otros canales que no se desprenden de las vías institucionales de la política. De esta manera, estos autores concluyen en que una generación se convierte en generación política cuando los sentimientos, percepciones y prácticas comunes no solo suponen una creencia compartida y común como grupo, sino que además estas se fundan en un rechazo hacia el orden existente, en la búsqueda –incipiente, fragmentaria, bajo la forma

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del ensayo– del redireccionamiento del curso de la política como expectativa generacional. Por su parte, para el Grupo de Trabajo CLACSO “Juventud y nuevas prácticas políticas en América Latina”, las culturas juveniles parecieran emerger tensamente y orientarse hacia la resistencia intelectual, política y ética, frente a la situación de exclusión, control e invisibilización que afrontan los y las jóvenes. En este marco, nuestro estudio sobre configuraciones de ciudadanía y subjetivación política se orientó a comprender el modo en que un grupo de jóvenes significa su ejercicio ciudadano y cómo se posiciona políticamente. EL ACERCAMIENTO METODOLÓGICO

Como se dijo, este estudio se enmarca en el proyecto general “Análisis comparativo de las perspectivas ético–morales y políticas del ejercicio ciudadano en jóvenes de Colombia, México y Argentina”; en este último país, la aplicación de este proyecto se realizó con jóvenes estudiantes universitarios. En la primera etapa se administró una encuesta a 100 jóvenes estudiantes de una universidad pública y a 100 más de una universidad privada; 100 que acababan de ingresar, y otros 100 que estaban egresando de sus carreras. Este instrumento, llamado “Nociones de ciudadanía”, incluyó un último ítem de respuesta abierta basado en el análisis de dos casos, que se orientó al tratamiento cualitativo. La parte cuantitativa de la encuesta solicitaba adjudicar un valor que reflejara la opción personal de aceptabilidad de conjunto cerrado de categorías relacionadas con el modo de comprender y juzgar dos casos: uno vinculado el derecho de propiedad (el software pirata), y otro con el de objeción de conciencia (el servicio militar), solo el ítem cualitativo requería la construcción de una argumentación.

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En el caso de Argentina, del análisis estadístico–cuantitativo de la encuesta surgió que la concepción de ciudadanía que sustentan los jóvenes es mayoritariamente liberal y se centra en la doctrina de los derechos subjetivos. Del análisis cualitativo, que se basó en el ya mencionado último ítem de la encuesta, se pudo indagar acerca del modo en que la perspectiva de lo político configura nociones, posicionamientos y prácticas de ciudadanía. Se abordó específicamente el cómo se dirime la concepción de ciudadanía en relación con el espacio público-político, en las interlocuciones que en este ámbito se plantean con otros actores políticos, el Estado y la sociedad civil, y en el tipo de demanda a partir de la cual se articulan las acciones colectivas.2 En un segundo momento, el interés se orientó a profundizar las configuraciones de ciudadanía y a comprender las posiciones de los jóvenes frente a la política y lo político. Se considera que el instrumento de la primera etapa podría haber sesgado las respuestas al forzarlas dentro de una u otra categoría. El conflicto del caso que analizaron los encuestados se planteó en términos de derechos subjetivos frente a supuestos intereses colectivos. La respuesta positiva o negativa podía caer, por tanto, dentro de la posición liberal o dentro de la comunitarista. Además, la encuesta de categorías cerradas parecía tornarse restrictiva para recuperar concepciones emergentes o alternativas.

2 Los resultados de esta primera etapa pueden consultarse en Oraisón, M. (2012). La construcción de lo político y la ciudadanía. En Actualidades pedagógicas, No. 59, (enero– junio).

Por ello, en este segundo momento se buscó generar un espacio de interacción, debate y libre argumentación en donde pudieran aparecer de manera más transparente las voces de los jóvenes. La estrategia empleada fue un grupo de discusión en el que participaron 10 estudiantes, ingresantes y próximos a egresar con edades entre los 19 y 30 años de las carreras de ciencias económicas, derecho, veterinaria y humanidades. Posteriormente, con los mismos estudiantes se realizó una entrevista grupal en la que se profundizaron cuestiones aparecidas en el primero.

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LOS RESULTADOS: CONFIGURACIONES DE CIUDADANÍA Y FORMAS DE SUBJETIVACIÓN POLÍTICA ACERCA DE CIUDADANÍA

Las preguntas que orientaron la discusión fueron: ¿Qué es ser ciudadano? ¿Desde cuándo una persona es ciudadano/a? ¿Se consideran ciudadanos? ¿En qué momentos o situaciones? ¿En cuáles no? ¿En qué ámbitos se ejercita la ciudadanía? En relación con las mismas se destaca el hecho de que los estudiantes consultados se refirieron a la ciudadanía en términos de los aspectos tangibles de las prácticas. Los estudiantes que opinaron en este sentido, coincidieron en definir lo ciudadano desde las diferentes expresiones de la participación; hicieron mención de la “participación comunitaria”, “participar en las decisiones”, “participar con derechos civiles dados por la ley” y “derecho a participar políticamente”. Dado que uno de los interrogantes se centró en solicitar el concepto sobre lo que es ser ciudadano, interesa destacar que, en relación con las características que les plantean a los actores, es decir, a las personas que realizan las prácticas ciudadanas, los estudiantes expresan dos posibilidades: Una, ve al ciudadano como el resultado de una cualidad individual, ya sea por ser un habitante, por reunir algunas calidades, o por tener un documento que les certifique condiciones como la edad y la nacionalidad. Esta noción se entiende como resultado de las relacio-

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nes de los sujetos con el Estado, y se apoya en el criterio de que el Estado legitima el papel de los sujetos en el desarrollo de los asuntos públicos. La ciudadanía provee un estatus, es decir, manifiesta una posición de los sujetos frente al Estado. Se entiende que el ciudadano es el individuo que vive en relación con los demás, pero la cualidad de la ciudadanía se logra en la medida en que es reconocida por el Estado. Por ello, se considera que el ciudadano es un sujeto que posee derechos y deberes políticos que lo sitúan en igualdad de condiciones frente a la ley, para lo cual se requiere de un Estado democrático, garante de dicha igualdad, independientemente de la posición social y de las funciones que pueda cumplir cada uno de los sujetos: es una cuestión de status si se quiere, digamos que para ser ciudadano argentino no se necesita estrictamente haber nacido acá. Para el ejercicio de muchos derechos y obligaciones se requiere una mayoría de edad, inclusive, de una cierta maduración. Esto conduce a ver al ciudadano en relación con la organización política de la sociedad, el Estado, en tanto que este ente es el encargado de oficializar dicho reconocimiento. En esta perspectiva, se percibe que los jóvenes consultados consideran la condición de ciudadano como resultado de las limitaciones, posibilidades y oportunidades que les brinda la sociedad o el Estado. Desde el punto de vista jurídico… donde dice que ciudadano es un vínculo jurídico que va a tener una persona con el Estado en el que vive y que en la Argentina es después de los 18 años (…) Para mí y compartía con él también de que es una relación en la que uno va a tener derechos y obligaciones con ese Estado al que pertenece y que más allá de ser a los 18 años, y para mí no sé qué diferencia hay entre habitantes y ciudadanos, para mí deberíamos ser ciudadanos siempre, porque siempre vamos a tener derechos y obligaciones con el Estado. Me parece que esto de los 18 años justamente es por el hecho de una maduración si se lo quiere decir de alguna manera.

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Esta concepción de la ciudadanía adscriptiva es una clara herencia de la tradición liberal, en la que la ciudadanía es vista como un estatus jurídico, o como una libre afiliación de los individuos a una comunidad política determinada que garantiza la defensa de sus derechos subjetivos. La relación jurídica entre ciudadano y Estado se verifica en derechos y obligaciones recíprocos. Esta relación se concretiza cuando el primero llega a su mayoría de edad y se le habilitan sus derechos políticos, derechos que en el estado de tutelaje o paternalismo son subrogados. Desde la segunda noción, la ciudadanía se percibe como una práctica, la de la participación: esta cuestión de los derechos y obligaciones y también esta cuestión de poder participar, ciudadano no solamente en ir a elegir o aceptar determinada cuestiones de administración. No a lo mejor como representante pero si en el hecho de intervenir como ciudadano como parte de una comunidad consciente de, yo como ciudadano que vivo, qué hago, tengo también ese derecho y esa obligación. Eso me parece es el componente del ciudadano la cuestión de poder participar y que no se reduzca a esta cuestión de elegir y aceptar algo. Aquí se propone claramente una idea de ciudadanía que confronta con la anterior circunscrita al voto, considerando que tal condición está dada por ser parte de una comunidad en la que todos deben son sujetos críticos y activos. En todo momento uno está ejercitando la ciudadanía, por ejemplo en el momento de hacer la cosas bien… por ejemplo tratando de cruzar la calle correctamente es un acto de ser ciudadano, respetando los derechos de los otros. Ejercer los derechos cívicos es donde más se ve el ejercicio cívico. Esta perspectiva puede asociarse al republicanismo o al comunitarismo, que proponen una concepción sustantiva de la ciudadanía. Es decir que la ciudadanía aparece de este modo como un potencial humano que se realiza

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en la práctica, que se verifica, no en su carácter adscriptivo, sino en su carácter activo, es decir, en la participación real y efectiva y, en consecuencia, en la acción política. En este sentido, es un aporte de las corrientes que abonan a esta noción de ciudadanía la recuperación de la idea de la sociabilidad natural del hombre, de la “res pública”, de las virtudes y el impulso cívicos. La vida social, la convivencia política, precisa que sus miembros -miembros activos- presenten una fuerte disposición a poner la propia existencia al servicio de la cosa pública. Disposición que se alcanza o se potencia mediante el propio ejercicio de la ciudadanía, que “permite generar y mantener vínculos capaces de unir a una comunidad política” (Velasco, 2006, p. 195). De la misma forma, los estudiantes consultados se refieren al ejercicio ciudadano considerando el escenario donde aquel se realiza. Las opiniones expresadas aluden al lugar, pensado como sitio donde se desenvuelven las personas: “me siento ciudadano cuando realizo las cosas, cuando formo parte de la ciudad, yendo a la universidad, en el cole, en una casa”, mostrando con ello el territorio que habitan, donde nacieron o el lugar donde se desenvuelven cotidianamente. Por otro lado, el espacio de la ciudadanía se despliega también en la relación con el conjunto social: Si somos ciudadanos y tenemos la posibilidad, ya sea naturalmente o sea desde nuestra posición, decir puedo contribuir con mi acción ya sea desde nuestra perspectiva como militante o ella como participante de una sociedad sin fines de lucro pudiendo hacerse sentir, pudiendo llevar acciones que logren ese equilibrio, bueno eso es sumamente positivo.

Estos puntos de vista parecen remitir, por un lado, a concepciones tradicionales de la ciudadanía, en el primer caso, los jóvenes la asocian a sus prácticas cotidianas dentro de determinados espacio o a las instituciones en las cuales se inscriben y en dónde actúan

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cotidianamente; el segundo criterio plantea un acercamiento a las consecuencias de tales prácticas en términos de bien común. Pero por otro lado, también parece articular el ejercicio ciudadano a la participación en la esfera pública, que se efectiviza en las comunidades de base, en el mundo de la vida, en las estructuras sociales de comunicación donde los actores se constituyen como sujetos políticos. Hablar de ciudadanía te lleva a la cuestión esta de derecho más que nada entonces uno comienza hacer memoria y ver los hechos que por ahí son mínimos en el día a día, pero que te llevan a construir eso que es lo cotidiano, pero uno es ciudadano en todo momento.

Otra de las jóvenes concibe que la ciudadanía se expresa en el respeto por las normas, fundamentalmente aquellas referidas al voto: “La ciudadanía se impone al tener el derecho y la obligación de elegir a sus representantes, ese es el vínculo más fuerte. Es un derecho cívico. Me parece que es ahí donde se ve más la parte de la ciudadanía”. Si bien en este argumento podría verse cierta la idea de adhesión a normas institucionalizadas y a obligaciones colectivas que hacen al bien de la comunidad, la misma se solapa con la noción de deberes y derechos “cívicos”, y con la acotación de estos al sufragio. Nuevamente, aquí se evidencian, más bien, los principios fundacionales de la ciudadanía liberal que se despliega en los derechos civiles –necesarios para la libertad individual– y los derechos políticos de asociación y voto. Finalmente, encontramos otro argumento que al parecer liga la idea de afiliación a un Estado con el de pertenencia a una identidad común. “Sí me considero ciudadana por el sentido de pertenencia, bueno, por ejemplo yo soy de Formosa por las costumbres, que esté acá o en Ushuaia igual voy a seguir perteneciendo a mí país”.

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Aunque no todos los jóvenes conceptúan de esta manera, quienes lo hacen evidencian que la ciudadanía es un elemento fundante en la construcción de los colectivos, a partir de los conceptos de nosotros y de los otros, así como de una doble identidad común: local y nacional. POSICIONAMIENTOS POLÍTICOS

Las perspectivas de los jóvenes sobre la ciudadanía se ponen en tensión o se reafirman cuando se indaga en torno a sus posicionamientos frente a la política y lo político. La pregunta, en este caso, fue: ¿Cuáles son las perspectivas de lo político, la política y de la participación implícitas en el ejercicio ciudadano que plantean los jóvenes universitarios? De las opiniones expresadas por los jóvenes en la entrevista grupal, pueden postularse tres formas de subjetivación o posicionamiento político diferentes: la primera está dada por una fuerte desilusión, desconfianza o descreimiento en la política, producto, en algunos casos, de una concepción idealizada de esta práctica: Para mí la Política… no solo se encarga de buscar o en la lucha del poder, sino más bien buscando ese poder ir a la organización de una sociedad. Y que muchas veces se rigen por principios… porque deberían regirse por principios y que por lo general no se hacen.

Entre aquellos que denuncian la contaminación y la corrupción de la política, encontramos a los que creen que su transformación debe estar dada por quienes la ejercen, esto es, “los políticos” y los funcionarios: “Los argentinos que nos abocamos por la honestidad,… buscamos una sociedad sin corrupción en la cual importen menos los contactos políticos y más los resultados eficientes de las políticas tomadas”...

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Considero que la Nación se encuentra desgastada y es momento de empezar el cambio. … las autoridades deben empezar con el ejemplo, repudiar los actos corruptos y pensar en el país”. Pero también aparece otra posición que reconoce el rol protagónico del ciudadano en esta transformación: Como ciudadana argentina… veo día tras día la injusticia en este país en cada estrato social, y la falta de responsabilidad de todos los habitantes de este país, en particular de los jóvenes quienes tienen una falta de compromiso con su propio país… Desde que tengo conciencia he escuchado hablar de malos políticos, de corrupción, de injusticia, de que la culpa la tuvo Perón, los militares, Alfonsín, Menem, y ahora los K. También escuche hablar de que la plata no alcanza, que gran parte de la sociedad está enferma, que nadie hace nada (nadie hace nada) ¿Y por qué nadie hace nada? ¿Por que nos encargamos de echarle siempre la culpa a el otro? ¿Y nosotros qué hacemos? ¡¿Hacemos nada!? …creo que es hora de que todos tomemos conciencia (que a muchos les falta) y enfrentemos esta situación… si cada uno tomara conciencia de cómo repercute sus conductas en la sociedad esto sería diferente.

En el primero de los casos, al parecer se asume que la política es una incumbencia específica de los políticos, y que por lo tanto su renovación debe producirse en el seno de las organizaciones políticas y las estructuras del Estado. En el segundo, se entiende que el cambio debe originarse y promoverse desde las bases, se considera que son los propios ciudadanos quienes deben encarar la tarea de la moralización de la democracia a partir de una concientización que los saque de su pasividad e inmovilismo. Un segundo posicionamiento está dado por quienes sí creen en la política y se insertan en los espacios polí-

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ticos tradicionales e institucionalizados porque consideran que es un ámbito que les permite contribuir a mejorar sus entornos más próximos. Para algunos, la participación es tales espacios es vista como lugar y posibilidad de expresión, para la formación de opinión y la toma de una posición colectiva frente a determinados problemas y proyectos: “soy–estoy en una agrupación… Franja Morada. Nosotros hacemos diferentes actividades, bajo nuestros principios e ideales. Sería como las llevamos a cabo, por medio de reuniones que hacemos con la agrupación en donde exponemos nuestros pensamientos, actividades…propuestas.” Para otros, es un lugar de militancia y de acción: Es una manera de organizarse, y debería básicamente más allá de la estructura operativa debería estar regida por principios y valores y en función de eso bueno diagramar las actividades, y lograr lo que nosotros planteemos les sirva, en este caso a los estudiantes.

Para otro joven, la lucha tiene un matiz reivindicatorio orientado hacia la justicia: “yo participo para hacer visibles que hay ciertas desigualdades que podemos combatir, lo hago en nombre de los que no tienen la posibilidad como yo de hacerlo y creo desde mi ámbito de actuación política que es correcto hacerlo”. Al parecer, estos jóvenes encuentran en los espacios de las agrupaciones estudiantiles un ámbito de participación, de intervención en cuestiones que van más allá de sus intereses individuales, de construcción y de comunicación de opiniones políticas, y los valoran por las oportunidades que ofrecen en tal sentido. Finalmente, el tercer posicionamiento lo encontramos en una estudiante que reconoce los diferentes espacios de participación existentes para la juventud, y se identifica con el de las asociaciones civiles y el de los movi-

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mientos sociales, que plantean un escenario de participación y una forma de acción política alternativa a las de los partidos: Tiene que ver esta cuestión que dice ella del poder… Es una cuestión de cómo se organizan, o cómo hacer para organizar el parámetro en cuanto a la vida en sociedad, en cuanto a la administración, por ahí también no necesariamente creo que tenga que ver con esta cuestión de alinearse con un partido o no, sino que… uno elige medianamente desde donde se para políticamente, puede ser a través de un partido o en la facultad con algún movimiento, sino participando en una organización política, o también con organizaciones participando en el barrio o en la escuela, en un club.

O sea ver de qué manera uno interviene dentro de una comunidad, para tomar decisiones sobre qué pasa en la misma qué hago yo desde el lugar que ocupo, qué decido ocupar para ver cómo cambio o como decido el destino que va a tomar el lugar del cual yo soy parte, eso tiene que ver con la política. Participación no en cuestiones con respecto a los partidos, pero si participo en una organización, en la cual estoy ahora, una organización civil que trabaja con jóvenes más que nada. Y después sí también con un grupo de jóvenes en talleres viendo esta cuestión de ver cómo uno desde su lugar puede aportar interesarse o intervenir en la sociedad, pero no como una asociación en el sentido de una organización. Este punto de vista enfatiza el rol de la sociedad civil y da cuenta de una concepción de la política como participación en los asuntos que a uno le incumben, como el poder de decidir acerca de su destino y del de quienes nos interesan; concibe que las organizaciones sociales y comunitarias son ámbitos de trabajo colectivo que permiten sacar a los jóvenes del individualismo y la apatía, también amplía la mirada por fuera de los canales

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tradicionales de participación política hacia la acción directa de los ciudadanos organizados y movilizados. En estos posicionamientos es posible reconocer rasgos de algunas de las concepciones de ciudadanía antes analizadas, entre ellos se pueden mencionar: a) la idea de que el contrato social o pacto social que da origen al Estado de Derecho (que se rompe a partir de las desigualdades sociales), por ello cuando la redistribución es injusta los derechos se relativizan (la ciudadanía adscriptiva del liberalismo y la ciudadanía social); b) la evaluación de las acciones propias y ajenas en términos de las consecuencias que estas traen al bienestar general (perspectiva utilitarista presente tanto en el liberalismo como en la ciudadanía social); c) la consideración de que las obligaciones comunes se generan a partir de sentimientos de lealtad hacia el país, el bienestar de un grupo o de la sociedad (del comunitarismo), y d) el ejercicio de la autonomía política que asume que, si bien es el Estado el que debe garantizar espacios y regular los procesos de deliberación y concertación de los marcos normativos sociales, el ciudadano debe concurrir a tales procesos y expresar su opinión acerca de aquello que considera justo para sí mismo y su comunidad autorreferencial. Estos rasgos tampoco aparecen configurando formas puras sino significando componentes de posicionamientos políticos heterogéneos, en los que las diferentes representaciones confluyen de manera particular. PRINCIPALES CONCLUSIONES

Quienes tematizan la cuestión de las ciudadanías juveniles han señalado que las concepciones de ciudadanía más tradicionales que marcan las relaciones de ciudadanos con el Estado, la sociedad, las normas y su participación en la vida pública, no logran dar cuenta de los procesos de subjetivación política y construcción

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de ciudadanía de los jóvenes (Reguillo, 2003).
En consecuencia, proponen pensar en otros aspectos no considerados por aquellas para comprender la relación entre jóvenes y ciudadanía. Se encuadran aquí los paradigmas emergentes o alternativos que miran los significados de las prácticas juveniles, vistas desde los sentidos de sus expresiones culturales. No encontramos en los jóvenes consultados indicios de configuraciones alternativas de ciudadanía, sus argumentaciones y puntos de vista no pueden ser vinculados de manera clara y contundente con los que algunos autores llaman “ciudadanías juveniles” o “ciudadanías culturales”; por el contrario, advertimos que sus nociones remiten a indicadores críticos de las concepciones de ciudadanía trabajadas teóricamente. Si reconocemos que en sus definiciones de ciudadanía, estas conceptualizaciones aparecen mezcladas, combinadas o yuxtapuestas, lo que da a entender que las nociones de los jóvenes son teóricamente híbridas y se alimentan tanto de las representaciones trasmitidas por las instituciones, como de los aprendizajes que derivan de su propia experiencia, es posible conjeturar que sus perspectivas no plantean significativas rupturas a las concepciones más tradicionales de ciudadanía debido a los ámbitos de socialización política en los cuales estos circulan, también tradicionales: la familia, la escuela, la universidad, los partidos políticos.

los aspectos con que los autores los caracterizan y su relación con la política: la apatía, la condena moral y el distanciamiento de las estructuras formalizadas; sin embargo, en otros jóvenes se observa un posicionamiento y un comportamiento político que reproducen los espacios, prácticas y racionalidades del mundo adulto. En la primera inicial del estudio se evidenció una clara ubicación de gran parte de los jóvenes encuestados dentro de la tradición liberal del pensamiento en torno a la ciudadanía y la política; esto se expresaba en consideraciones acerca del antagonismo del individuo con el Estado, al cuestionar su intervención, su fuerza coactiva y la homogeneización, acerca de la autonomía del individuo, único intérprete autorizado para decidir en materia de vida buena y acerca de su felicidad, y sobre el desencanto por “la política”, que se ha instalado a partir de la pérdida de la credibilidad en la democracia representativa y los partidos políticos, desde la cual se comprende su corrimiento y automarginación del espacio público-político. En contraposición en esta segunda fase, en el discurso de los jóvenes aparece con claridad la idea de que tienen un rol importante por cumplir en la sociedad en relación con la lucha contra la desigualdad y el reconocimiento de sus derechos. Y que ellos asumen ese rol sin delegar sus responsabilidades, con protagonismo y con un fuerte compromiso con el futuro de su comunidad.

En relación con la subjetivación política, se puede afirmar que aquí sí se aprecia en algunos de los jóvenes

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España y el 14:

neutralidad, crisis política y auge cultural*

http://www.elespectador.com/opinion/columna-352196-guadalupe-salcedo-unda-general-del-llano

Francisco Javier González Martín** Fecha de recepción: 13 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 1 de septiembre de 2014 Fecha de modificación: 24 de octubre de 2014

RESUMEN En 1914 estalló la Gran Guerra, que arrastró a la mayor parte de los países industrializados de Europa, junto con otros que lo eran menos, a la conflagración. España se declaró neutral por su debilidad militar e industrial, pero no se mantuvo completamente al margen, lo cual facilitó su despegue económico al vender materias primas y productos manufacturados. El desarrollo desigual agudizó las tendencias ideológico–políticas abiertas tras el desastre del 98; el “regeneracionismo”, dirigido hacia la autoridad, y la dictadura o la revolución social y la conquista del Estado, fenómenos que también ocurrían en Europa, generaron la lucha de clases. Paralelamente, se produjo un auge intelectual y cultural con la “Edad de Plata de la cultura española” y una división entre “aliadófilos” y “germanófilos”, todo ello hace suponer que España entraba en las tensiones que originaron una nueva guerra de los 30 años, que culminaría entre 1936 y 1945. Palabras clave Año 1914, guerra, neutralidad, desastre del 98, desarrollo económico, revolución, dictadura, Edad de Plata de la cultura española.

Spain and the 14: Neutrality, Political Espanha e o 14: neutralidade, crise política e auge cultural Crisis, and Cultural Booming ABSTRACT

RESUMO

In 1914 it exploded the Great War and it dragged to the greater part of the industrialized states of Europe and other that were it smaller to the conflagration. Spain declared itself neutral, because it was a country weak militar e industrial, but its economic takeoff did not stay to the margin, facilitating completely selling raw materials and manufactured products. The unequal development worsened the open ideologicalpolitical tendencies after the disaster of the 98; the “regeneracionism” directed towards the authority and the dictatorship or the social revolution and the conquest of the State, phenomena that also happened in Europe, developing the fight of classes. Parallelly one takes place an intellectual and cultural with The Silver Age of the Spanish culture, height and a division between it was a sympathiser for allies and it was sympathiser for germans, all it makes suppose that Spain entered the tensions that originated a new war of the 30 years, that would culminate between 1936 and 1945.

Em 1914 estourou a Grande Guerra que varreu a maior parte dos países industrializados da Europa, juntamente com outros que eram meros à conflagração. A Espanha declarou-se neutra por sua fraqueza militar e industrial, mas não se manteve completamente a margem, o qual facilitou sua decolagem econômica ao vender matérias primas e produtos manufaturados. O desenvolvimento desigual aguçou as tendências ideológico-políticas abertas depois do desastre de 98; o “regeneracionismo”, dirigido à autoridade, e a ditadura ou a revolução social e a conquista do Estado, fenômenos que também ocorriam na Europa, geraram a luta de classes. Paralelamente, produziu-se um auge intelectual e cultural com a “Idade de Prata da cultura espanhola” e uma divisão entre “aliadófilos” e “germanófilos”. Tudo isso faz supor que a Espanha entrava nas tensões que deram origem a uma nova guerra dos 30 anos, que culminaria entre 1936 e 1945.

Keywords 1914, war, neutrality, disaster of 98, economic take off, revolution, dictatorship, the silver age of the Spanish culture.

Palavras-chave 1914, guerra, neutralidade, desastre de 98, desenvolvimento económico, revolução, ditadura, Idade de Prata da cultura española.

* Artículo de reflexión producto del proyecto de investigación “Historia Contemporánea de España”, de la Universidad de Alcalá. ** Doble doctor en Historia Contemporánea y Derecho. Profesor de la Universidad de Alcalá, España. Académico correspondiente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de Madrid. Especialista del período 1870–1914 en España y Europa, en particular en Pío Baroja. Correo electrónico: [email protected]

A MODO DE INTRODUCCIÓN

2 En particular desde el triunfo soviético en 1917, se ve por ejemplo el período libertario del famoso “Trienio bolchevique andaluz” (1918-21), en el ámbito rural español. El suceso tuvo lugar tras la crisis general de la huelga de 1917 y de otras crisis que estallaron a la vez: la Asamblea de diputados catalanes y las Juntas Militares. Los desórdenes en el campo andaluz se tradujeron en revueltas, expropiaciones y ocupaciones violentas a cargo de comités de obreros y campesinos que fueron disueltos “manu militari”; ampliar información en Boy, C. (1990). La política pretoriana en el reinado de Alfonso XIII. Madrid: Ed. Alianza, pp. 341-372.

El año de 1914 que se celebra en la actualidad queda referido, en su mayor parte, a los cien años del estallido de la Primera Guerra Mundial o Gran Guerra Europea. No obstante, el “14” también se puede remitir no al hecho bélico en sí mismo, sino a los numerosos cambios, fenómenos culturales y formas de vida referidos al antes y al después que marcaron el inicio de la guerra, tanto en los países beligerantes como en los neutrales, en particular en la España de aquel momento. Metodológicamente, tras exponer en una breve introducción general el estado del mundo en el 14, en este trabajo se intentan presentar las razones políticas, materiales o socioeconómicas concretas de la neutralidad española en esa dualidad entre lo diverso y lo común con otros países; al mismo tiempo, se busca ofrecer un panorama de las manifestaciones culturales propias, con la idea de mostrar cómo se vivía esa neutralidad al generar dos grupos intelectuales e ideológicos conocidos dentro de aquella Bèlle époque española como: germanófilos y aliadófilos. Al escribir sobre las razones que llevaron al mundo al verano del 14, cabe referir la serie de circunstancias globales de lo que la historiografía más reciente defiende como una nueva “guerra de los treinta años [1914-1945]”; una idea que tiene su antecedente en el diplomático K. M. Panikkar, en 1953 (Panikkar, K. M., 1953, p. 11), quien se convirtió en precedente lejano de lo que Spencer M. Di Scala o Enzo Traverso definieron como “guerra civil europea”1. 1 El concepto de “guerra civil europea” es un término tomado por Spencer, M. Di Scala, de la Universidad de Massachusetts (Boston), que acepta el año 1945 como término del período, pero no 1917 como inicio, según hizo Ernest Nolte en 1987. En todo caso, en cuanto a la perspectiva de la automutilación europea, existe también una tendencia a extender el inicio del período hasta la Guerra Franco-Prusiana del 19 de julio de 1870, haciéndolo terminar en una fecha tan tardía como la reunificación alemana de 1989. El curso de la London School of Economics, denominado European Civil War: 1890 to 1990 (Guerra Civil Europea: 1890 a 1990), de Spencer M. Di Scala, coincide en que 1945 sería el año final de la guerra, pero indica que la segunda mitad del siglo XX sería el resultado de la posguerra de ese conflicto. El Departamento de Historia de la Universidad de Hong Kong divide el contenido en dos secciones, una que cubriría 1914-1945 y la otra desde 1945 hasta nuestros días. En ese sentido, Paul Preston ha hecho derivar este concepto para hablar del enfrentamiento nacionalismo/socialismo; igualmente, este lo han usado el profesor Franco Ferrarotti (profesor emérito de sociología en la Universidad de Roma),

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Así pues, el fin de esta teoría es reducir a causas globales las diversas y complejas circunstancias particulares y nacionales que entran luego en cada circunstancia nacional, y hacerlas desembocar en el conflicto revolución/contrarrevolución. Cabe señalar, por tanto, si el caso español es ajeno a esta tesis o inserta, en todo momento, sus raíces en razones tan semejantes para culminar en el concepto de guerra civil. En ese sentido, el desarrollo histórico español propio tendría connotaciones con otros países, especialmente desde 19172, con el fin de hacer derivar las consecuencias socio–económicas y político–ideológicas de la Gran Guerra. La revolución y la contrarrevolución, el nacionalismo y el socialismo son los elementos de esa violencia que se desató. Pero ¿se pueden encontrar las razones comunes tanto en el caso de los beligerantes como en el de los neutrales, incluso intentando encontrar sus precedentes entre 1890 a 1914, en la última fase del imperialismo, dentro de la última gran distribución colonial? Inicialmente, el enfrentamiento fue entre naciones y entre los distintos nacionalismos, pero fue a partir de 1918 cuando aconteció la división ideológica, derivada sobre todo de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial que camufló la visión sempiterna de “clases opresoras sobre clases oprimidas”. ¿De nuevo vamos a una lucha entre “buenos y malos” con un pretendido fundamento moral–partidista? Quizá sea dudoso determinar que si los hechos, circunstancias y sentido de los

Anthony Adamthwaite (profesor de la UC Berkeley) y el profesor de la Universidad de Duke, J. M. Roberts. Para más información se sugiere consultar a Duke, R. (1996). Una historia de Europa. London. Ed. Pinguin. Roberts sostiene que “la guerra civil europea acabó con la dominación de Europa sobre el mundo”, un argumento habitual entre los proponentes del término: los trabajos de Traverso, E. (2007). A ferro i fouco. La guerra civile europea 1914-1945. Milano: Ed. Il. Moulino. Castell, E. (2000). La guerra civil europea 1914-1945. La contribución de los campos de batalla a la formación de una identidad de la cultura europea. En Didáctica de las Ciencias Sociales, Geografía e Historia (23), pp. 17–24. Sin embargo, el vocablo había sido acuñado por Nolte, E. (1987). La guerra civil europea 1917-1945. México/Madrid: FCE., sus defensores se multiplicaron desde Payne, S. G. (2011). La Europa revolucionaria. Madrid: Ed. Temas de Hoy, hasta Traverso, E. (2011). A sangre y fuego. Madrid: Ed. Prometeo, y dentro de España, a Comellas, J. L. (2012). La guerra civil europea. Madrid: Ed. Rialp; Casanova, J. (2012). Europa contra Europa. Barcelona: Ed. Crítica; Francisco Javier Ramón Solans, Juan Manuel Vera, Jaime Pastor. Ampliar información en Fuentes Codera, M. (2013). La Gran Guerra de los intelectuales de España en Europa. Ayer, (91), pp. 13-146. Cabría incluir el de Chaves Nogales, M. (2011). La guerra civil europea. Madrid: Ed. El Asteoride.

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mismos sean válidos para el final de este período, lo sean igualmente para el principio. Luego, algunos temas como la cuestión social u obrera y la consolidación de una alta burguesía de negocios, se pueden considerar de forma semejante en los distintos países, cuestiones estas que justifican la permanencia de la lucha de clases; una aclaración que es el eje explicativo de toda visión marxista, sin que haya cambiado, en donde la superestructura no es sino reflejo de lo que ocurre en la infraestructura. De tal manera que toda cuestión ajena a esta visión parece que debe desembocar aquí, como si no existiera otra explicación posible. No obstante, hay historiadores no marxistas, desde Stanley G. Payne a José Luis Comellas, que comparten el término, referido al fenómeno común de la violencia políticosocial, más allá de la lucha de clases a nivel mundial. Pero encontrar razones de fondo, similares para España y el resto de Europa, que confluyeran en 1914 de forma hermética, está aún por afirmarse. Sin embargo, este supuesto acuerdo terminológico esconde de nuevo el deseo de someter a reglas o leyes historicistas los comportamientos humanos, pues no solo existen circunstancias generales, también hay, sin duda, otras particulares, que afectan a cada país. A la guerra del 14 fueron las naciones más industrializadas, las que poseían grandes imperios coloniales o podían competir entre sí, desde la configuración de grandes e importantes mercados mundiales en razón de su hegemonía. España no podía competir en igualdad de condiciones, pues era un país aún agrario, con grandes contrastes de riqueza regionales, carente de infraestructuras modernas, que vivía su decadencia político–militar, así como cierto aislamiento tras el desastre de 1898. España no competía por ningún mercado exterior ni por su hegemonía imperial, ya que Francia e Inglaterra la aislaron en esa tierra de nadie que era el Rif marroquí3,tampoco tenía grandes aspiraciones por ganar, como Italia, Serbia, Bulgaria o Rumania. No así Portugal, que se vio impulsado por la Gran Bretaña4.

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La guerra del 14 finalizó con un fenómeno conocido como la Bèlle époque. Se trataba de una forma de vida aristocrática y sibarita que poco después compitió en refinamiento con otras más burguesas, un tema poco o nada estudiado en las últimas décadas; ambas ofrecían ese gusto por lo “decadente”, como se refleja en el arte. Esta manera de entender la vida fue sustituida por otra más consumista, pero también más profana y socializadora o disolvente, que acabó con un cierto vivir señorial. La cultura asociada con lo decadente contradice esta alta concepción del mundo, que tiende a perder su sentido y simbología histórica. En España, el concepto de Bèlle époque continuó junto con la vieja bohemia hasta 1936, pero sin un sentimiento finisecular tan acusado referido al mal de siglo. El espíritu de degeneración tan arraigado en Francia, difirió en el caso español, más vinculado al de decadencia con el “desastre del 98”. Quizás no existió en España un esquema existencialista tan pronunciado, asociado a la idea de degeneración, a pesar de ciertas similitudes, como sostenía la clase intelectual francesa desde Renan a Max Nordau o Erasmo Marie Caro; en ellos existió determinada constatación de un vacío anímico que culminó en tendencias suicidas (Freud, S., 1988; 1968)5, el mismo se extendió desde Francia a Centroeuropa bajo la influencia que ejercieron Kieerkegaard, Schopenhauer y sobre todo Nietzsche. La asociación entre decadencia y degeneración constituiría una visión nihilista de la sociedad, una cosmovisión más allá de la crítica social. En España, lo intelectual no solo fue reflejo de la crítica que tendía a fundirse en un fenómeno tan denso como la “Edad de plata de la cultura española” (Mainer, J. C., 2009; Urrutia Cárdenas, H., 2004, pp. 581-595)6, fuera de las tendencias suicidas, y adquirió muchas vertientes sociales, pictóricas y estético-literarias, una de estas fue un deseo de espiritualidad (Cozar Castañar, J., 2002), otra fue un modelo de intercambios con la América Latina (Abellán, J. L., 1989; Jover Zamora, J. M. & Menéndez Pidal, R., 1994, t.

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3 Se trataba de una estrecha franja montañosa al Norte de Marruecos, entre Gibraltar al N, Cabo Jubi y Fez al SO y desde las islas Chafarinas y Melilla al NE, a pocos kilómetros de Argelia y del protectorado francés al SE, que constituyó el Protectorado español entre 1907–1956. 4 Podía haber sido un caso muy similar a España, pero la alianza con Londres reforzó las relaciones diplomáticas, deterioradas desde los años 90 del siglo XIX tras la crisis del ultimátum, al requerir el sacrificio del “amigo” pobre y obligarlo a requisar los navíos austriacos y germanos en los puertos portugueses (habida cuenta de que existían varios cerca de los puertos españoles); además, Lisboa tuvo que enviar 33.000 efectivos al Frente occidental (Ypres) y proteger sus colonias y las vecinas aliadas frente a las alemanas en África, según todo esto, el 6 de marzo de 1916 Portugal declaró la guerra a Alemania y figuraría en el bando de los ganadores, sin recibir nada a cambio de tan enorme sacrificio. 5 Ampliar información en (1968). Duelo y melancolía. Ed. Gallimard: París; la 3.a parte de este trabajo está dedicada a la tendencia al suicidio. 6 Más información en Arnau, Hilari, Fuentes, J. (1990) ¿Qué es el nihilismo? Barcelona: Ed. PPU.

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7 Perteneciente a la generación literaria o ensayista de 1914, asociada a la guerra según Méndez Alzamora, M. y Pfluger, E. 8 Especialmente referido a las crisis coloniales que descubrieron la conflictividad interior: paro, desequilibrios industriales e inestabilidad política con dimisión de gobiernos. En Italia, las diferencias entre el norte y el sur se radicalizarían tras la derrota de Adúa, en 1896, que provocó la dimisión de Crispi. Portugal vivió la crisis del ultimátum desde 1890 en el momento en que Gran Bretaña negó la aplicación del “mapa Rossa”, que implicaba la intención portuguesa de unir las colonias de Angola y Mozambique en ambas costas africanas, pasando en medio por una “tierra de nadie” que era en realidad zona de paso de los ingleses entre Sudáfrica y Jartum, que a su vez comunicaba con El Cairo para su red telegráfica y ferroviaria. La crisis portuguesa llevaría al asesinato del rey Carlos I (1908) y del príncipe heredero Luis Felipe, así como a la proclamación de la república en 1910, que destronó a Manuel II. Francia viviría la crisis de Fachoda frente a Gran Bretaña. Tras el Affaire Panamá y eñ Dreyfus se mantendría en desequilibrio hasta 1914; ampliar información en De La Torre, Rosario (1986). Los 98. Historia Universal siglo XX. Historia 16 Nº1., p. 53. 9 Y se expandían por el Pacífico tras proyectarse sobre Hawái, las Filipinas y Guam, igualmente estas últimas habían sido posesiones españolas que pasaron a Estados Unidos tras el tratado de paz del 2 de diciembre de 1898, posición que se reforzó al estos conseguir los derechos de construcción sobre el Canal de Panamá.

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XXXIX/2 pp. 701-759), además del modelo generacional desde el realismo de Joaquín Costa, Pérez Galdós o Clarín al noventayochismo modernista de Baroja o Azorín, sin poder dejar de mencionar el puente generacional que desarrollaron Ortega, Valle Inclán o Azaña (Méndez Alzamora, M., 2006; Pfluger, E., 2001, pp. 179-197)7. Cabe diferenciar distintos modelos de cultura: la asociada a la guerra, y otras que coincidiendo con el “14” pero no son “culturas de guerra” por haberse producido antes del hecho bélico, lo que matiza la exposición que realiza al respecto Maximiliano Fuentes Codera (2014, p. 14-15; 2013, marzo, pp. 13-31) en la actualidad, si bien es la relación entre vida social y la crítica intelectual lo que se intenta mostrar como preludio del enfrentamiento entre regeneracionismo y revolución. La revolución industrial había favorecido en buena parte ese vivir aristocrático. De manera que entre las clases pudientes se asociaron ocio, confort y lujo. Pero el mundo y la mentalidad que destruyó la guerra no es solo el de los grandes salones privados o los teatros al estilo la ópera Marnier. Lo que aconteció fue la transformación de una sociedad aún muy provinciana, casi pueblerina, en otra más urbana, de ciudades en constante crecimiento gracias al desarrollo industrial, lo que generó grandes contrastes entre el campo y la ciudad, como señalaron hacía varias décadas Jacques Droz (1980, pp. 257), Joseph Fontana (1994, pp. 122–123) o Eric Hobsbawm (1989), y a la emigración del campo a la ciudad por el mismo fenómeno. En cada localidad o barrio de una ciudad grande se reconocían al boticario, al cura o párroco y al maestro como las figuras más relevantes según algunas zarzuelas y obras literarias españolas, al igual que se identifica al político emergente de un distrito londinense en las primarias. Lo que sucedía en España ocurría en Francia o Italia8.Desde la óptica de la política internacional, derivada de los años 90 del siglo XIX, los jóvenes Estados Unidos extendían su influencia por América Central y del Sur hacia el Caribe y el océano

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Pacífico, del mismo modo que Japón lo hacía sobre Corea y China. La imposición de la hegemonía estadounidense se produjo, sobre todo, tras la derrota española en Cuba, Puerto Rico (De La Torre, R., p. 56)9 y Filipinas. En este sentido, Colombia, que había sido el eje entre el mar Caribe en el Centro y el Sur de la América Latina, también sufrió la intervención estadounidense110, que intentaba frenar la revolución mexicana al ocupar Veracruz y Monterrey en su frontera sur. Además, la Gran Colombia abarcaba amplios territorios tras su Independencia (1819-24) con parte de Ecuador, Venezuela y Panamá entre el mar Caribe y el océano Pacífico. El asunto principal fue la cuestión estratégica del Canal, cerca del istmo que separaba el Pacífico del Caribe. Los Estados Unidos trataron de debilitar este país joven, la Gran Colombia, que quedó reducido a su territorio actual tras un período de guerras civiles. La ocasión vino cuando los antiguos artífices del Canal, Eiffel y Fernando de Lesseps, arruinados tras el Affaire (1893-1900) y la crisis bursátil, no pudieron terminar la construcción. La paralización de las obras, después de superado el argumento de la 10 De hecho, tras la paz de Wisconsin de 1902, sobrevendría el tratado de Herrán–Hay (1903) que supuso el acceso estadounidense a los derechos de explotación de obras y el control sobre el Canal de Panamá. El dominio del istmo, ejercido por el país del norte, fue pleno desde 1914, pero no se le sacaría rentabilidad económica hasta entrados los años 20, dado que el transporte por vía marítima resultaba más caro que el realizado por ferrocarril, aun atravesando todo su territorio. El Canal simbolizaba el dominio de un paso estratégico y militar, un elemento de la política hegemónica, al que luego se sumarían los beneficios económicos. En el resto del mundo, en los otros ángulos del planeta comenzaba el tenue pero firme deseo de independencia y descolonización según acontecía en la India, donde empezaba su andadura un joven abogado hindú, llamado Mohandas Karamachanda Ghandi, mientras en otros territorios asiáticos desde Oriente Próximo a la China acontecía el comienzo de la problemática palestina y la primera guerra bajo el mandato británico. China vivió el final de la monarquía imperial, seguida del nacimiento de una república (1912), que culminaría en una serie de guerras civiles provocadas por el choque entre oriente y occidente o el enfrentamiento entre el deseo de modernización y el de prevalencia de poderes feudales, que conllevó el deseo de soberanía. Asia contemplaba la existencia de un Japón emergente, al igual que los Estados Unidos, con el deseo de crear un cinturón defensivo para poder lanzarse sobre Corea y China. Japón se sumaba al fenómeno expansionista generalizado, imitando a Occidente, que no cejaría hasta 1945. Al poco de estallar la primera conflagración, el Imperio Japonés sería un aliado de la Entente frente a Alemania, cuyas colonias deseaba en 1914. El mundo hacía gala de la violencia y la ética de la fuerza como elementos defensivos conforme a una nueva idea del Derecho y dentro de una filosofía general que se preciaba de lo que Bergson y sobre todo Feuillée mostraron como idées forcé, que formaban sin duda parte de ese orgullo de ser europeo, del predominio del blanco sobre el mundo; ampliar información en Jover Zamora, J. M. (1979). Teoría y práctica de la redistribución colonial. Madrid: Ed. FUE, p. 11.

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fiebre amarilla, supuso la intervención diplomática estadounidense en la guerra civil colombiana y la emancipación un tanto artificial de un nuevo país, Panamá. La debilidad inicial produjo la apropiación de los derechos de finalización de construcción y la apertura del Canal el 15 de agosto de 1914, a cargo de los estadounidenses. La expansión de la influencia de los Estados Unidos fue uno de los motivos por los que se produjo un cierto acercamiento entre la cultura española y la hispanoamericana, que desembocó en el término Hispanidad. Se trató de un fenómeno cultural que propagaron, desde España, Rodríguez Sampedro, Rafael Altamira, García Morente, García y Tuñón de Aza o Ramiro de Maeztu, y desde Latinoamérica el nicaragüense Rubén Darío, el guatemalteco Gómez Carrillo o el colombiano Miguel Antonio Caro. Un asunto que precisa de nuevos estudios al respecto. ESPAÑA NEUTRAL. CAUSAS MATERIALES Y PSICOLÓGICAS

La importancia de la neutralidad española no ha sido una gran preocupación historiográfica, salvo ahora en el centenario de la contienda. Su importancia ha sido eclipsada por el interés suscitado a causa de la otra neutralidad, la de la España de Franco. Sin embargo, el papel de la España de Alfonso XIII es esencial. El estado español no pudo contribuir a la idea histórica de la expansión como exigencia del momento, al menos según marcaba de forma predominante la política europea desde los años 70 del siglo XIX, así como la de los dos nuevos países, Japón y Estados Unidos. Si lo hizo, fue de forma mucho más modesta tras las pérdidas de las últimas colonias para, a continuación, intentar proyectarse sobre África, debiendo supeditarse ante el criterio de los más fuertes.

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LAS RAZONES

a) El 28 de junio de 1914, el heredero a la corona del Imperio Austro-Húngaro, el archiduque de Austria, Francisco Fernando y su esposa Sofía, fueron asesinados en Sarajevo por un fanático y joven patriota bosnio (Gavrilo Princip) al tratar de negociar la autonomía de Serbia y Bosnia-Herzegovina. Tras infructuosas negociaciones e investigaciones requeridas a Belgrano de parte de Viena, el hecho desencadenó una guerra local en el espacio balcánico que pudo haberse quedado allí. Belgrado, al no aceptar el ultimátum [25 de julio], fue bombardeada por los austríacos [27 de julio], lo que motivó la movilización de Rusia [30 de julio]. En consecuencia, Alemania se movilizó a favor de su aliada Austria–Hungría y lo que podía haber sido una guerra balcánica más, se vio trascendida por la red de alianzas existente (Triple Entente frente a la Triple Alianza)11, lo que desencadenó la tragedia a nivel mundial, a la que se sumaron incluso naciones no europeas. Al movilizarse Rusia, el Imperio Alemán declaró el 1o de agosto la guerra al zar, el 3 Alemania declaró la guerra a Francia, y Austria–Hungría a Rusia, el 4 los alemanes invadieron Bélgica, y Gran Bretaña, que ya había movilizado su ejército y la Home Fleet el 31 de julio, declaró la guerra al Imperio Alemán como garante de las fronteras belgas12. Un día después los ejércitos germanos, incontenibles, entraron a Francia, el 28 de agosto se situaron a jornada y media cerca de París. Por su parte, en 1914 España no pertenecía a ninguna gran alianza, solo poseía acuerdos coloniales sobre África como potencia de tercer orden. En general, la diplomacia española se había situado al margen de los compromisos de los sistemas bismarckianos y de la ruptura de estos. Además, la natural simpatía, ya fuera sincera o por “omisión” hacia lo alemán, se vio turbada por el asunto de las Carolinas [1885–1899]13. ¿España

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11 Triple entente (Rusia, Francia, Gran Bretaña) y triple alianza (Alemania, Austria–Hungría e Italia, que traicionaría sus acuerdos para irse con los aliados en 1915). No confundir con la triple alianza entre Uruguay, Brasil y Argentina en la guerra de la triple alianza 1864–1870 frente a Paraguay, que perdió buena parte tanto de su territorio como de su población. 12 Pero también de Austria y Prusia, que firmaron la libertad de Bélgica respecto de la de Holanda en 1830, con lo cual confirieron la independencia del país. Se sugiere consultar Renouvin, Pierre (1983). Historia de las relaciones internacionales. Madrid: Ed. Akal, p. 540. 13 El 12 de agosto de 1885, un cañonero alemán, el Iltis, atracó en Yap y su oficialidad expuso a la española que declaraba todo el archipiélago de las Carolinas bajo protección del káiser, sobre la base de los acuerdos de reparto colonial del Congreso de Berlín (1884–1885) y la imposición de la realpolitk a nivel diplomático, en un momento en que España necesitaba asegurar su presencia en el Pacífico medio. Los españoles apedrearon las embajadas y consulados germanos, la prensa española poco más que incitó a la guerra, al final la intercesión del papa León XIII y el propio Bismarck, que concebía la expansión colonial como tema secundario en su política, llevaron a cabo la ralentización. Pero el desastre del 98 español hizo que Alemania, muerto Bismarck, volviera a interesarse hasta llevar a cabo la compra de las Carolinas y Palaos el 12 de febrero de 1899, a dos meses escasos del Tratado de París (10 de diciembre de 1898), por el que España perdía su imperio frente a los Estados Unidos; esta vez por expreso deseo del nuevo káiser, Guillermo II, y sin Bismarck, que destituido en 1890, había muerto en 1898. Se recomienda consultar también: Salom Costa, J. (1986). España en la Europa de Bismarck. Madrid: Ed. CSIC; Pastory Santos, Emilio (1950). Territorios de soberanía española en Oceanía. Madrid: Ed. CSIC, p. 11. Elizalde Pérez–Crueso, M. D. (2000). España en el Pacífico. La colonia de las islas Carolinas (1885–1899). Madrid: Ed. CSIC, p. 15.

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14 La crisis de Tánger de 1905 (primera crisis marroquí), donde el káiser, viendo la caótica situación del Imperio Marroquí, buscaba mayor protagonismo frente a Francia declarando que Marruecos debía ser independiente de la influencia francesa. Francia era dueña de las ¾ partes del protectorado, mientras que a España se la concedería el Rif en tierra de nadie, así los intereses de Gran Bretaña en el Mediterráneo y los territoriales de Francia no chocarían. El hecho reforzó la Entente y el aislamiento de Alemania, que provocaría una segunda crisis en Agadir (1911), donde obtuvo una ampliación del Camerún. 16 En su momento, Fernando Díaz Plaja recopiló una serie de documentos en Germanófilos y aliadófilos. Barcelona: Ed. Dopesa, o en España en sus documentos. Barcelona: Ed. Plaza y Janés, hoy cabe acudir sobre todo a Navarra Ordoño, A. (2014). Aliadófilos y germanófilos en la cultura española. Madrid: Ed. Cátedra. 17 Pero estaba claro que en términos absolutos no se podía competir en la producción de hierro, acero y carbón, si bien durante la guerra estas industrias aumentaron el triple, un esfuerzo que superaría toda previsión y planificación, al ofrecerse la oportunidad de vender a los beligerantes.

necesitaba nuevos valedores frente al avance germano en África? (Renouvin, P., 1983, p. 785)14. España requería no aislarse, pero tampoco implicarse. Existían ciertos acuerdos concretos desde 1880, pero nada que supusiera obligaciones firmes ni en el Mediterráneo ni fuera de él, al estilo de los tratados de “Reaseguro” bismarckianos. En el caso español se trataba, más bien, de acuerdos de reparto de influencias, como los acordados en Algeciras [1906] tras la primera crisis marroquí en Tánger [1905]. España necesitaba de Francia y Gran Bretaña, lo que la inclinaría hacia la Entente en ese sentido, un poco a su pesar, porque como recordaban las tendencias más tradicionales y conservadoras, Francia y Gran Bretaña al fin y al cabo simbolizaban los grandes enemigos seculares de la nación española. Sin embargo, de entrada, el estado español no era un peligro, se encontraba solo y no podía competir por su economía deficitaria con el resto de los estados. No obstante, la naturaleza geoestratégica de la Península ibérica y de sus posesiones, una auténtica zona de paso entre el océano Atlántico y el Mediterráneo, entre África y Europa, le conferían una gran debilidad, a causa de su capacidad militar suficiente, carente de una industria sólida, con una armada en proceso de recuperación tras la derrota en la guerra hispano–yanqui [1898]15 e insuficiente para proteger su marina mercante o emprender acciones bélicas de relieve. Todo ello convirtió el papel de España en el exterior en un tema delicado. Otra cuestión fue el peso psicológico del desastre del 98, aún muy reciente en aquel entonces, y que sumía al colectivo en una especie de complejo de inferioridad, un término solo admisible en la psicología 15 Con la “crisis de la Restauración”, la flota se reconstruía muy lentamente, sus presupuestos económicos dependían de una política estable y uniforme, del acuerdo de las fuerzas políticas y de una potente industrialización. Los proyectos de reconstrucción de la flota tras el desastre del 98 fueron impulsado por Antonio Maura, a quien se acusó de obtener comisiones ilegales de la casa Vickers, al igual que a Alejandro Lerroux, más proclive a la corrupción política para el inicio del rearme de la flota, lo que no era cierto. Se recomienda ampliar información en Rodríguez González, A. (2010). La reconstrucción de la Escuadra. Planes navales españoles (1898-1920). London/Madrid: Ed. Galland Books y Cervera Pery, J. (1979). Marina y Política en la España del siglo XIX. Madrid: Editorial San Martín.

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y en el análisis sociocultural, asociado al concepto de decadencia y de nostalgia que se vivía. Sin embargo, los españoles no renunciaban a ciertos impulsos neo– románticos como el vano deseo de participar del lado aliado o germano, según se derivaba de las tendencias aliadófilas o germanófilas enfrentadas, una dualidad compleja y algo tópica dado que los primeros defendían la libertad y la tolerancia, mientras los otros protegían la autoridad y el orden conservador. Cuando triunfaran las tesis marxistas, estas sustituirían la libertad burguesa de la democracia liberal, adulterando estos principios hasta caer en los lugares comunes actuales. El escritor Pio Baroja era germanófilo, pero defendía ante todo la ciencia alemana, no el autoritarismo ni el militarismo. Ortega defendía la cultura alemana pero no la dictadura. Maeztu admiraba a los alemanes sobre todo tras la guerra anglo–bóer (Maeztu, R., 1899; 2012), si bien este es un tema ya estudiado16. España era un país agrario, quizá no tan pobre como se ha venido creyendo, en términos relativos17, pero de riqueza muy desigual con evidentes desajustes regionales, sometida a la dialéctica centro–periferia, que originaba el regionalismo catalán y el separatismo vasco frente a una política económica variable entre el librecambismo y el proteccionismo. A la inestabilidad política habría que sumar la crisis del parlamentarismo, la corrupción del bipartidismo y la división de los partidos políticos. En virtud de los derechos de expansión y exploración, tras los acuerdos de Algeciras (1906) –a instancias de la Gran Bretaña y Francia–, España inició su expansión norteafricana, que fue una aventura convertida en una larga e intermitente guerra colonial (1909-1927). Mientras, el país no había acabado de restañar sus heridas de Cuba o Filipinas y se debatía, de un lado, entre el revisionismo y la regeneración; del otro, aumentaba y se organizaba el movimiento obrero que buscaba la revolución. Entonces, la guerra africana originó unos costes materiales y humanos demasiado elevados con graves incompetencias logísticas, de mantenimiento, previsión

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o abastecimiento. Incompetencias no tanto registradas desde el mando sino derivadas de las no siempre buenas relaciones entre el poder civil y el militar. La estructura del ejército español no era ágil ni moderna, adolecía de acefalía y de un sistema de recluta injusto basado en el soldado de cuota o de pago por redención (Payne, S. G., 1986, p. 115). Estas circunstancias no pasaban inadvertidas a los servicios de inteligencia aliados y alemanes. Consciente de la debilidad del Estado español, Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros desde 1913, jefe de los idóneos, decretó (el 30 de julio y con gran antelación) la neutralidad más estricta a todos los españoles. Así es como apareció en la Gaceta de Madrid (1914)18 y en la prensa diaria desde El Imparcial al ABC. La neutralidad fue reivindicada hasta 22 veces por los gobiernos de Alfonso XIII (Fuentes Codera, M., 2014, p. 42), y aunque el embajador germano, Maximilian Karl von Ratibor, quisiera persuadir a Dato con la anexión de Tánger, Gibraltar o la protección de Portugal, la respuesta del presidente del Gobierno seguiría siendo la misma: no a la intervención española en la guerra. La neutralidad fue apoyada en bloque, si bien no de forma absolutamente sincera, sí lo fue por Maura, el líder de la derecha conservadora; por Francesc Cambó, jefe de los catalanistas de la Lliga19 pero colaborador con el gobierno central, y tácitamente por los liberal–demócratas del conde de Romanones. Antonio Maura, en lo referente a la política exterior, relacionaba esa idea de decadencia con la del retraso, retirando con este pensamiento historicista la imposibilidad de ingresar en la guerra, si bien en fecha tan avanzada como la primavera de 1917, a dos meses de la gran crisis del verano de ese año: “la flaqueza no denigra, pero no se puede tomar como base de alianzas e intimidades, sin olvidar que la consideración de España como sustraendo pesa ya trescientos años de decadencia” (ABC, 1917, 30 de abril; González-Martín, F., 2003, p. 14). Además, la presencia de una cuestión social enervante, captada por Cambó o Maura, la crisis de subsistencias

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y la falta de una educación política, como adelantaba la existencia del 59.35% de analfabetismo (una de las tasas más altas de Europa), podrían acelerarse con la hipotética entrada de España en el conflicto. A este respecto se le atribuyó una frase famosa a Cambó: “Hay dos maneras de provocar la anarquía: una, pedir lo imposible, y otra, retrasar lo inevitable” ¿España podía haber ido a la guerra como hizo el zar, para retrasar lo inevitable o tratar de desviar la atención de los asuntos interiores en el exterior? No parecía probable. Si el 98 había descubierto los problemas de la patria “en carne viva”, la entrada de España en el conflicto europeo hubiera sido una auténtica catástrofe. Ortega y Gasset tomaría el pulso de nuevo a su patria y dictó una especie de diagnóstico: “una España oficial que se obstina en prolongar los restos de una edad fenecida” (1914; s.f., p. 35). Una de las figuras más importantes, el líder liberal conde de Romanones, coqueteaba con la intervención española del lado aliado, como lo demostró su famoso artículo “Neutralidades que matan” (1914). Alfonso XIII, casado con Victoria Eugenia de Battemberg (nieta de la reina Victoria de Gran Bretaña e Irlanda y emperatriz de la India), tuvo que buscar una actitud de equilibrio no solo a nivel palaciego sino también nacional; el monarca, y no por pura imagen, llevó a cabo una muy importante labor humanitaria desde la Oficina Pro Cautivos, situada en el Palacio Real de Madrid. De esta forma, se logró salvar por medio del intercambio de prisioneros a personalidades como el historiador belga Henri Pirenne, Igor Stravinsky, Arthur Rubinstein, Maurice Chevalier o Vaslasv Nijinsky, entre decenas de miles de individuos20, en esta tarea se destacó uno de los grandes diplomáticos españoles, el marqués de Villalobar. Otro tema fue cómo España se convirtió en eje del espionaje mundial (González-Calleja, E. & Aubert, P., 2014; García-Sanz, F., 2014, pp. 101–102), en Madrid fue donde la famosa Mata Hari fue víctima de la trampa que la inculpó como doble espía, por tal razón fue fusilada por los franceses en 1917; también destacaron Pilar Millán Astray, hermana del fundador

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18 El 30 de julio de 1914. 19 Lo que no impidió que 4.000 catalanes marcharan voluntarios a Francia. La Lliga Regionalista fue un partido regionalista catalán de tendencia conservadora, no separatista, creado en 1901 por Francesc Cambó y disuelto en la guerra civil de 1936. 20 La acción humanitaria de la Oficina Pro Cautivos proporcionó ayuda a 122.000 prisioneros franceses y belgas, 7.950 ingleses, 6.350 italianos, 400 portugueses, 350 americanos y 250 rusos; logró repatriar a 21.000 prisioneros enfermos y, lo que es más importante, a unos 70.000 civiles que habían quedado en terreno ocupado por el enemigo. Los agregados militares españoles realizaron también 4.000 visitas a campos de concentración para controlar el trato que se daba a los prisioneros de guerra. Además, Alfonso XIII logró un acuerdo entre los beligerantes para que no se torpedearan los buques–hospitales, como se venía haciendo. Se sugiere ampliar información en Pando Despierto, Juan (2010). Un rey para la esperanza. Alfonso XIII y la primera guerra mundial. Madrid: Ed. La Esfera de los libros.

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de la legión, y Marta Richer, amante de von Krohn. Resulta muy significativo que en este círculo destacara un joven teniente, llamado Wihelm Canaris (García Sanz, F., 2014, p. 101)21.

21 Canaris será el líder de la Abewhr durante el III Reich y también un enemigo de Hitler. 22 Para más detalles, se sugiere consultar Roldán, Santiago; García Domingo, Enric (2006). La marina mercante española durante la Primera Guerra Mundial en La formación de la sociedad capitalista en España (19141920). Madrid: Ed. Cajas de Ahorro y Montes de Piedad. Tomo II, pp. 13-91. Velarde Fuertes, Juan (2002). España 1900-2000. Madrid. Ed. Planeta/BSCH. Tomo I, pp. 355-386. 23 Para más detalles, se sugiere consultar Velarde Fuertes, J. (2009). Cien años des economía española. Madrid: Ed. Encuentro; Anes, G. (2000). Historia económica de España siglos XIX y XX. Ed. Galaxia/Gutemberg, p. 211; Sánchez Albornoz, N. (1989). La modernización económica de España 1830-1930. Madrid: Ed. Alianza, p. 267.

b) Desarrollo económico. La economía española estaba regulada por el arancel proteccionista de 1913, por lo que, de entrada, la Gran Guerra supuso un auténtico estímulo. En Europa, el conflicto estimó una reconversión industrial, una transformación empresarial y fabril para dedicar su producción hacia los nuevos objetivos que marcaban la nueva situación. En especial, fueron las industrias pesadas, de complementos y servicios las que llevaron el peso de la producción, lo que perjudicó tanto la diversificación productiva como los abastecimientos oportunos (alimentos, sector primario y medios de locomoción). Todo fue orientado a la producción bélica. Aunque las ciudades o las retaguardias no sufrieron en la misma medida que en la segunda conflagración, los núcleos industriales, carreteras, ferrocarriles y demás infraestructuras próximas a los centros urbanos, estaban amenazados y, por supuesto, las rutas marítimas, estuarios y costas. La ciudad sufrió el aislamiento, cuando no el bloqueo oficial, ya que las rutas tanto terrestres como navales y fluviales eran objetivo de los contendientes, o geográficamente se encontraban en el mismo frente. La falta de abastecimiento o avituallamiento promovió el hambre. Los parques de camiones y servicios de transporte fueron objeto de uso militar en su mayor parte, vale recordar los taxis de El Marne. Así pues, el enfrentamiento debía favorecer a los países neutrales. La tendencia fue que la conflagración alcanzara un carácter no solo global (en el sentido de su extensión territorial) sino “total” porque afectaría a la población civil en la retaguardia. De hecho, la guerra influyó social y psicológicamente tanto de forma negativa (hambre, penurias, incertidumbre ante las familias divididas o en el frente) como

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positiva (la mujer alcanzó protagonismo social y económico, sustituyó al hombre en muchas tareas ordinarias y luego consiguió el derecho al voto). Desde el punto de vista de las exportaciones, España se encontraba en una situación favorable por su condición estratégica entre Francia y África, también por hallarse en medio de las rutas atlánticas y mediterráneas. Lo único que podía desbaratar o impedir el intercambio comercial, por vía marítima, era la situación de bloqueo y guerra naval. De respetar a los mercantes neutrales, en el caso español cabría la oportunidad de vender a unas potencias y a otras. Pero la guerra es algo imprevisible y el hundimiento de barcos propios no iba a ser un mero daño colateral, sobre todo desde 191722. Por su parte, los aliados podían acceder a una mayor variedad de banderas para los distintos fletes, camuflando la auténtica identidad de los buques que llevaban cargas, buques, municiones y abastos militares en navíos civiles a los aliados, incluso de pasajeros, además del uso de los buques–trampa o “Q”. Esas razones impulsaron a Alemania a decretar la guerra total en febrero de 1917 (Mille, M., 2012, p. 140; Lewis, D., 1966, pp. 44-64). El objetivo era no solo lograr una pronta victoria militar sino librar del hambre y el bloqueo económico que Gran Bretaña ejercía sobre la población alemana. España pudo incrementar su balanza comercial desde el inicio del conflicto (4 de agosto de 1914 a 1º de febrero de 1917). Así, el mercado español pudo proceder al traslado de abastos, desde frutas y verduras hasta minerales o uniformes. Reinvertidos los capitales recobrados en Cuba y en las colonias perdidas, las nuevas inversiones sirvieron para consolidar la producción23. Empresarios y obreros creyeron que esta situación se prolongaría sine díe. La euforia momentánea impedía pensar en un futuro inmediato menos prometedor y prevenir, en consecuencia, una inversión de la situación, dado que la conflagración podría acentuar la crisis de subsistencias.

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Además, la producción estaba asegurada mientras durara la guerra. Los beneficios se multiplicaron, también los salarios de los obreros. Se podía vender a los dos bandos sin mayor problema, la competencia extranjera quedó eliminada en el mercado interior y ocupó nuevas actividades comerciales que habían tenido que ser abandonadas por las naciones beligerantes. El país experimentó un primer despegue industrial (RomeoSalvadó, F., 2000, p. 26). Martínez Cuadrado expuso el fenómeno como un modelo de economía de transición de una era preindustrial a otra semi–industrial, un país en vías de industrialización (1990, p. 149). Pero el crecimiento fue una sorpresa, un falso optimismo. Los beneficios extraordinarios vinieron acompañados de asombrosas subidas de precios. Así, la prosperidad se dio a costa de quien podía pagarla, mientras que quienes no podían, acentuaban la miseria global. De igual forma, durante los primeros meses que siguieron a la guerra prevaleció el descontrol y la confusión. Hubo dificultades para obtener materias primas en el extranjero e igualmente fue difícil conseguir crédito internacional24. A pesar de ello, al tiempo que las exportaciones aumentaron y las importaciones se redujeron, la balanza comercial registró una época de beneficios fabulosos. Se crearon cientos de nuevos negocios y sociedades anónimas, además, el Banco de España incrementó sus reservas de oro desde 674 millones de pesetas en 1913 hasta 2.500 millones en 1917. La cantidad de dinero en circulación también aumentó de 1.931 millones en 1913 hasta 3.866.9 millones en 1919. En consecuencia, la peseta perdió la mitad de su poder adquisitivo y los precios se dispararon. En 1920 los precios habían alcanzado una tasa del 223.19 con respecto a la de 1914. La inflación galopante desembocó en una crisis social al aumentar el abismo que separaba a los ricos de los pobres y generó una migración interna que desencajó los débiles cimientos de la economía española (Romeo-Salvadó, E., 2000, p. 27; Carles-Sudria, D., 2002).

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De esta manera, las ganancias fueron monopolizadas principalmente por una burguesía industrial y comercial en ascenso. Una nueva clase de nuevos ricos se aprovecharía de la situación, pero mientras que en unas zonas la producción y la actividad industrial fueron febriles, en otras áreas productivas y geográficas de la península la escasez de la mano de obra y la inflación se agudizaron. La minería se benefició en general, el carbón, la industria química y la hidroeléctrica crecieron, también el sector textil catalán, las navieras y acereras vascas, dada la distribución del tejido industrial español que favorecía al País Vasco, Cataluña, Madrid y escasamente Valencia, pero en el resto estaba ausente, aunque el Banco de España dobló sus fondos. En 1915 empezaron a resultar evidentes los primero signos de descontento popular y de conmoción social derivada de las agitaciones económicas. Dato no pudo frenar la avalancha de críticas e inició la nacionalización de activos de propiedad extranjera existentes en España y de la deuda exterior. Al gobierno se le imposibilitó resolver la crisis de subsistencias. Además, la situación social se agravó con el regreso de 40.000 trabajadores españoles procedentes de otros países europeos y latinoamericanos. Por otra parte, la implantación de cuotas de importación y restricciones a las exportaciones realizada por los estados beligerantes, agravó la situación. Los resultados fueron la escasez, el desempleo y la inflación. En septiembre de 1914 se había fundado una Junta de Iniciativas bajo la dirección del anterior ministro de la Gobernación, conservador de corte autoritario, Juan De la Cierva, su objetivo era canalizar, coordinar y poner en práctica una serie de iniciativas para afrontar la crisis. En febrero, De la Cierva dimitió y se disolvió la Junta. Posteriormente, se crearon en cada capital de provincia las Juntas Provinciales de Subsistencias, formadas por el gobernador civil, el alcalde y un delegado del ministerio de Hacienda, pero los precios siguieron subiendo a lo largo de 1915 y 1916. Ningún gabinete del turno

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24 Esto afectó de manera adversa el mercado de valores, también las instituciones financieras y bancarias. Sin embargo, a principios de 1915 comenzó una fase, hasta entonces nunca conocida, de expansión de la economía. Lo que originó un espejismo, una locura especulativa para quien podía. La drástica caída de las importaciones, junto con el volumen cada vez mayor y los precios en alza en las exportaciones, hizo que una nación pobre viera pasar, casi de la noche a la mañana, un flujo repentino de oro a través de sus fronteras. España acumulaba un capital generado a partir de una balanza comercial altamente favorable. Para ampliar información, se sugiere consultar Romeo Salvadó. España 191-1918, p. 27.

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25 La palabra decadencia supone pensamientos refinados de una civilización extremada, un espíritu capaz de intensas voluptuosidades… está hecha de una mezcla de espíritu carnal y carne triste y de todos los esplendores violentos del Bajo Imperio” (citado en Harvey, P. & J. E. Hesentine, 1930. Companion to French Literature. Ed. Pinguin. London, p. 145). Se sugiere ampliar información en Voz Verlain en (1888). Petit Glossaire pour servir a l’intelligence des auteurs dècadents et symbolistes. París En Balet, Sebastián (1987). Bèlle époque y crisis intelectual. Historia y vida. Especial dedicado a la Bèlle époque. Extra No. 46, p. 40.

dinástico supo demostrar capacidad y energía para asegurar un control justo de los precios. Los acaparadores y especuladores eran grupos impunes. El 18 de junio de 1915, el ministro de Hacienda, Bugallal, intentó obtener un prestamo para cubrir la deuda del Tesoro, pero los capitalistas prefirieron invertir en las acciones de las compañías navieras o en empresas textiles. La iniciativa de Dato y de su gabinete se vio censurada no solo en la calle y en la prensa, sino también en una moción liderada por el conde de Romanones, líder del otro gran partido dinástico en la oposición, esta fue respaldada por las minorías republicanas, liberal y carlista. Era un acto oportunista sin más para alcanzar el poder. La idea que tenía Dato de reformar el ejército quedó paralizada y el jefe de Gobierno se vio obligado a dimitir. El rey otorgó su confianza al conde de Romanones, liberal– demócrata que formó ministerio, pero se encontró con una prensa desafiante, como los ataques desde El Socialista y España. El 20 de enero de 1916, la CNT organizó una movilización general dirigida a la huelga. Romanones hizo dimitir al ministro dinástico Ángel Urzaiz, un hombre honesto que quiso comprometer a los más ricos, pero las maniobras arteras de Romanones hicieron decir a Urzaiz que abandonaba “no por perjudicar a la mayoría sino a los maniobreros y a los especuladores y oportunistas”. La nueva Cámara electa en abril de 1916 no vino sino a intentar reforzar la posición de Romanones. Pero los sindicatos UGT, CNT y el PSOE planearon apoderarse de la calle promocionando alteraciones y huelgas frente a la debilidad institucional. Los beneficios siguieron creciendo incluso en 1917, sin embargo, la guerra submarina a ultranza contra Gran Bretaña y sus aliados fue una catástrofe. Los navíos neutrales, no importaba de qué bandera, eran hundidos con sus mercancías antes de llegar a puerto. El resultado fue que muchos barcos mercantes quedaron bloqueados en los puertos. Cuando la guerra tendía al agotamiento y a su fin, se produjo una lógica reactivación de

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las tensiones sociales. El movimiento obrero y la lucha de clases se vieron estimulados en toda Europa por el triunfo revolucionario en Rusia. En los frentes de batalla, las sangrientas e inútiles ofensivas del “16”, como las batallas de Verdún, Somme o Le Chemin des Dames a comienzos del 17, dieron lugar a motines en el frente occidental que alcanzaron el resto de Europa. El derrocamiento del zar y la dictadura comunista impulsaron la imagen del proletariado en el poder, que extendió su influencia por los países del Este, Centro y Sur de Europa. En España las jornadas de verano de 1917 y el llamado Trienio bolchevique andaluz fueron el resultado de esta influencia. La revolución rusa no solo tuvo eco en los frentes sino en la retaguardia, en el mundo civil, lo que enervó la cuestión social y contribuyó a terminar con un modus vivendi de toda una época, ya amenazado por la guerra, tanto entre los beligerantes como entre los países neutrales. AUGE CULTURAL: EL “MAL DE SIGLO” Y LA “BELLA ÉPOCA”

a) Una cuestión terminológica. No se deben identificar crisis finisecular (Le mal de siècle francés) y Bèlle époque, aunque puedan coincidir de manera cronológica, el primero tiene un sentido psicológico, o filosófico–antropológico si cabe, más allá quizás del “estado de ánimo” que expone Paul Verlain (Harvey, P. & Hesentine, J. E., 1930, p. 145)25, y el segundo es netamente cultural; ambos tienen una influencia notable en el desarrollo de la vida social, bien a través de comportamientos y creencias, bien por la influencia de la revolución industrial o por su reflejo desde y en la literatura, que sirve de denuncia o crítica a sus autores. Pero “fin de siglo” (Fin de siècle) o crisis finisecular y Bèlle époque son dos conceptos distintos, aun hoy no estudiados en toda su dimensión, la historiografía no les ha concedido toda la importancia que tienen, pues su brillo fue enturbiado por el peso historiográfico de la guerra.

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En el caso español, la Bèlle époque tiene una clara dimensión sociocultural por su vinculación con la llamada Edad de Plata de la cultura española, y por extenderse en el tiempo hasta 1936, adquirió su máxima expresión entre salones recargados que combinaban la estética de l’Art déco en sus interiores, estilos historicistas o modernistas en el exterior y cierta voluptuosidad geométrica que daba vida al desarrollo de las distintas culturas de ocio: desde las bebidas exóticas, como el cubalibre, a las competiciones deportivas, si bien rallyes, hípica, golf, tenis y fútbol fueron objeto de consumo por las altas clases. En España la arquitectura modernista dio lugar a los espléndidos palacios de la madrileña Castellana e incluso de la Gran Vía, así como al proyecto Arturo Soria de Ciudad Lineal. A la vez que el modernismo y la Renaixença alcanzaban su máxima expresión desde Gaudí a Domenech i Montaner o Puig i Cadafalch aplicados al ensanche de Barcelona y a las nuevas concepciones urbanísticas. Ya se ha dicho que el Mal de siglo, asociado con la crisis finisecular, y la Bélle époque son conceptos diferentes, que tampoco se produjeron de la misma forma en España que en Europa26 en atención a su diversidad. Mientras, se desarrollaba dentro de una identidad concreta el auge cultural que supone la Edad de Plata de la cultura en España. Los conceptos de decadencia y degeneración proceden de un determinismo filosófico excesivamente teorizante. Con respecto a las tendencias suicidas que explica Erasmo M. Caro en su libro El suicidio y la civilización (2009)27, estas se asocian con el tedio y el hastío del mal de siglo. El propio Durkheim (1987) uso el término (1989), lo que revolucionó la sociología al separarla de la psicología social. El suicidio fue un fenómeno sobresaliente en aquella Europa, cuando las problemáticas personales se unieron a la tendencia general, fue el caso de Maurice Joly [1878], Van Gogh [1890], Tchaikowsky [1893], Toulouse–Lautrec [1901], Zola [1902], Otto Weinninger [1903], Emilio Salgari [1911], el propio

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Durkheim [1917], Proust [1922], entre otras personalidades llevadas del hastío. Bohemios, intelectuales y pensadores incurrieron en esta tendencia, más allá del concepto de degeneración o de la propia figura del mal en la literatura y en el arte, como reminiscencia romántica desde Holderlin a Baudelaire. No podemos olvidar que uno de los filósofos del suicidio más influyentes en la vida intelectual del último tercio del siglo XIX y principios del siglo XX fue Friedrich Nietzsche28, después de su maestro Schopenhauer (2000)29. Resulta significativa la existencia de esta inclinación individual antes del 14, que culminó en la praxis del suicidio colectivo que fue la Primera Guerra Mundial. Cada individualidad quedó inmersa en el sentimiento trágico general propio de una atmósfera de crisis vinculada a un presentimiento: el fin de la civilización. En su ya citada obra, Erasmo M. Caro (1893; 1895)30 explica esta tendencia individual por clases sociales, tras un detallado estudio psicológico y social. En España, las formas de pesimismo no pasaron de una autocrítica, a veces radical, salvo el caso de Ángel Ganivet31, quien en 1898 se arrojó al Dwina, en Riga; pero ni Pío Baroja, Maeztu, los hermanos Machado o el propio Miguel de Unamuno siguieron esta actitud. Quizás Unamuno fue el autor más cercano del Sentimiento trágico de la vida32, pero aun así no llegó al suicidio, a pesar de la gran influencia de Kierkegaard. Sin embargo, la Bèlle époque no es una consideración subjetiva ni una relación sentimental conectada con ciertos hechos materiales, sino un modelo de civilización con formas de sentir, ser y pensar asociadas a este concepto. Se trata de un marco de actividades culturales identificadas con los avances científicos del momento, reflejados en la literatura naturalista y el arte impresionista. Como se ve, las penurias económicas no empañaron una de las épocas más brillantes de la cultura hispánica. Si bien este fenómeno, tildado como una hermosa época, pareció ocultar –como en el resto de Europa– las tensiones exis-

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26 Cabe aclarar que estos fenómenos culturales (Bèlle époque y “Mal de siglo”), divulgados como netamente franceses, fueron referidos a formas de vida europeas incluso fuera del Viejo Continente, un fenómeno extendido en las sociedades coloniales e incluso en el espléndido renacer de las ciudades americanas del último tercio del siglo XIX, desde Montevideo a San Francisco. 27 En este sentido, aparte del suicidio del archiduque Rodolfo de Habsburgo y de su amante María Vetzsera, por ser aceptada en la corte, motivo de un doble y famoso suicidio en el pabellón de caza de Mayerling (30 de enero de 1889). 28 Sobre Nietzsche y el suicidio, se sugiere consultar Bernet, Marie (2002). El suicidio. Barcelona: Ed. Esenciales Paradigma, p. 50. 29 De la edición del 2000 Sobre el dolor del mundo, el suicidio y la voluntad de vivir. Madrid: Ed. Tecnos. Se retoma tras su primera edición en 1851, a lo largo de los últimos años del siglo XIX. 30 Se sugiere ampliar información en www. proyectofilosofiaenespañol.es 31 Diplomático y escritor considerado precedente de la generación española de 1898. 32 Escrito en 1912 bajo la influencia de Soren Kierkegaard y San Ignacio de Loyola, se encuentran próximos a estas tendencias existencialistas en el parecer unamuniano.

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tentes, el ambiente general fue de una gran riqueza intelectual, en ese sentido el auge cultural español fue de una gran contribución desde su idiosincrasia particular. b) La Edad de Plata. Desde 1860 España renacía culturalmente. En 1914 Juan Ramón Jiménez publicó Platero y yo. José Ortega y Gasset, Las meditaciones sobre El Quijote, y pronunciaba su célebre discurso sobre Vieja y nueva política; también analizaba la visión noventayochista de Pío Baroja y Azorín, a quienes admiraba y con quienes compartía sus ideas revisionistas y reformistas. Por su parte, Julián Juderías publicó una importante obra revisionista sobre la historia del Imperio Español, La Leyenda negra. 33 Según los papeles de Pedro de Leguía y Gaztelumendi encontrados en Vera de Bidasoa, sobre Eugenio de Aviraneta, y que ya adelantaba el espíritu de guerra civil al analizar las del siglo XIX. 34 Granados venía de estrenar Goyescas en New York, y tras hacer escala en Londres, el navío Sussex en donde viajaba fue torpedeado por el submarino U–29 el 24 de marzo de 1916, Granados murió al intentar salvar a su mujer.

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Mientras, Miguel de Unamuno trabajaba en su Nivola. Pío Baroja, autor revisionista, publicaba Los caminos del mundo, la tercera novela de la serie Memorias de un hombre de Acción33. Antonio Martínez Ruiz, “Azorín”, acababa de publicar La voluntad (1913) y era contratado por La Vanguardia de Barcelona como crítico literario, donde publicaría unos 200 artículos entre 1914 y 1917. La escritora Concha Espina publicaba la Esfinge Maragata; además, se produjo la feliz circunstancia de que la Generación realista de 1868, los nacidos en torno a 1830, conocieron a los nacidos entre 1860 y 1870, que constituyeron la Generación de 1898, ambos grupos contactaron con la llamada Generación de 1914 e incluso a quienes participarían en la de 1927. El krausismo aportó sus frutos maduros desde la ILE [1872] y la Junta de Ampliación de Estudios [1906], la Escuela de Señoritas y la Residencia de Estudiantes, que tanta relación mantendrían con el mundo cultural, científico y político de toda América. La música española triunfaba desde 1914 con Usandizaga, quien estrenó Las Golondrinas; Enrique Granados, Goyescas (1915)34; Manuel de Falla, Noches en los jardines de España y El amor brujo; Serrano, La canción del olvido (1918), y Jacinto Guerrero, Los Gavilanes (1923), donde aparece la figura del indiano.

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Junto con la música sinfónica y la zarzuela (teatro musical con modos de vida populares y patrióticos), alcanzó gran popularidad el couplé con la Bella Otero, La Goya o Raquel Meller, rival de la bailarina de danza oriental y famosa espía Mata Hari, según expuso el periodista Gómez Carrillo en El misterio de la vida y la muerte de Mata Hari, reeditado ahora por el Desván de Hanta. CONCLUSIONES

El mundo de 1914 constituye un punto de partida esencial para un análisis lleno de contrastes: auge cultural y tensiones armadas, lujo y hambre. Es posible que la llamada Bélle époque no fuera más que un hermoso espejismo. Sin duda, este período fue la etapa de la gran burguesía y de un proletariado que buscaba el asalto al poder. ¿Pero confluyen todas las tendencias y contenidos de todos los países para hablar de forma homogénea de esa noción de guerra civil generalizada? Este estudio puede figurar como una introducción al análisis comparativo de ambas circunstancias: la europea y la española. Desde 1898 a 1914 quedó patente la naturaleza no solo político–estratégica sino de eje cultural de la península ibérica entre Europa y América. Mientras Europa vivía una gran seguridad y un enorme auge, según Stefan Zweig (2010; 2012), España vivía algo más modestamente con sus perspectivas regeneracionistas. La clase intelectual española estuvo abierta, además, a todas las tendencias culturales de su siglo: Ibsen, Kipling, Nietzsche, Salgari, Tolstoi, Freud, Adler; mientras Picasso contribuía a una nueva era pictórica con toda una generación vanguardista, desde Duchamp a Juan Gris o Edward Munch. Por su parte, Erich Hobsbawm (2000) expuso que Europa entraba en la modernidad y en el corto siglo XX a través la Gran Guerra (citado por López Vega, A., 2014, p. 11), mientras que España lo haría por medio de la guerra civil de 1936-1939. Pero la

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Primera Guerra Mundial fue un conflicto incompleto, constituyó una sorpresa y un experimento que terminó por escaparse de las manos de sus artífices. Resulta cierto que en España se abrieron dos rutas desde el autoanálisis, el revisionismo y el regeneracionismo de Joaquín Costa, de un lado, el deseo de ley y orden, de restablecimiento de la autoridad; de otro, la revolución social –no solo desde la reivindicación de la justicia social–. Quizás ambas tendencias culminarían finalizada la dictadura de Primo de Rivera [1923-1930], en la dualidad que destacó Salvador de Madariaga en su obra Anarquía o Jerarquía, de 1935, un libro que leyó e influyó en cierto general español llamado Francisco Franco Bahamonde. Pero lo que aconteciera desde 1936 en el caso español ¿había arraigado antes en Europa? Esta es una pregunta que, entre otras muchas, queda planteada.

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La crítica del marxismo en el primer H. Marcuse* José Manuel Romero Cuevas**

Fecha de recepción: 21 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 3 de octubre de 2014 Fecha de modificación: 5 de noviembre de 2014

RESUMEN El presente artículo se ocupa de la crítica al marxismo realizada por H. Marcuse durante el período previo a su incorporación al Institut für Sozialforschung, en 1933, y se busca demostrar cómo se ubicó este filósofo en el seno de los debates internos al marxismo de su época, en torno al significado y alcance de la dialéctica, y al estatuto político del austromarxismo. La posición de Marcuse va a surgir como si formara parte de la corriente del marxismo occidental, constituida durante los años 20 del siglo pasado a partir de las aportaciones de G. Lukács y K. Korsch. Palabras clave Marxismo, dialéctica, austromarxismo, Marcuse.

The Criticism to Marxism in the first H. Marcuse

A crítica do marxismo no primeiro H. Marcuse

ABSTRACT

RESUMO

This paper is about H. Marcuse’s critique of Marxism, in the period before his incorporation into the Institut für Sozialforschung in 1933. It shows how Marcuse is to be situated within the internal debates of contemporay Marxism about the meaning and range of the dialectic and about the political status of Austromarxism. Marcuse’s position appears as part of a powerful tendency of Western Marxism as formed in the Twenties of the last century by the contributions of G. Lukács and K. Korsch.

O presente artigo se ocupa da crítica ao marxismo realizada por H. Marcuse durante o período prévio a sua incorporação ao Institut für Sozialforschung em 1933. Busca-se demonstrar como se situou este filósofo no seio dos debates internos ao marxismo de sua época, em torno do significado e alcance da dialética, e ao estatuto político do austromarxismo. O posicionamento de Marcuse vai surgir como se formasse parte da corrente do marxismo ocidental, constituída durante os anos 20 do século passado a partir das contribuições de G. Lukács e K. Korsch.

Keywords Marxism, Dialectic, Austromarxism, Marcuse.

Palavras-chave Marxismo, dialética, austromarxismo, Marcuse.

* Artículo producto del proyecto de investigación: “Las bases filosóficonormativas de la crítica en un marco global y plural” (referencia FFI2010-15065/ FISO), financiado por el Ministerio Español de Ciencia E Innovación. ** Profesor de Filosofía en la Universidad de Alcalá, España. Investigador en las áreas de la teoría del conocimiento, la hermenéutica y la teoría crítica. Entre otros, es autor de Hacia una hermenéutica dialéctica. W. Benjamin, Th. W. Adorno y F. Jameson (Madrid, 2005; segunda edición, 2012) y Crítica e historicidad (Barcelona, 2010). Correo electrónico: josemanuel. [email protected]

LA CRÍTICA DEL MARXISMO REALMENTE EXISTENTE

1 Para un análisis más extenso se recomienda S. Benhabib, “Translator’s Introduction” En H. Marcuse (1987). Hegel’s Ontology and the Theory of Historicity, Cambridge/ Londres: The MIT Press, pp. XII–XIII. También se aconseja el estudio clásico de D. Kellner (1984). Herbert Marcuse and the Crisis of Marxism. Berkeley: Universitiy of California Press. 2 Sobre este asunto, se sugiere ampliar información en Kolakowski, L. (1982). Las principales corrientes del marxismo. II. La edad de oro. Madrid: Alianza. 3 Como ejemplifica la figura de N. Bujarin, se recomienda consultar Kolakowski, L. (1983). Las principales corrientes del marxismo. III. La crisis. Madrid: Alianza, pp. 67-73. 4 La paradoja del marxismo ortodoxo, que ya W. Benjamin supo ver en toda su crudeza, es para Kolakowski que “si los hombres se convencen por el conocimiento científico de que el socialismo es una necesidad histórica, entonces deberían preguntarse por qué deben ayudar a su implantación: el simple hecho de que es algo necesario no contesta la pregunta” (Kolakowski. 1983, p. 59).

Como ocurrió con otros intelectuales de izquierda de su época, por ejemplo con G. Lukács, K. Korsch, A. Gramsci y W. Benjamin, la problemática que impulsó el desarrollo de las reflexiones teórico–políticas de Marcuse al final de los años 20 del siglo pasado fue el posicionamiento abiertamente crítico con respecto a las formas de marxismo dominantes en su tiempo1. En el marco de la Segunda Internacional fueron tres las interpretaciones del marxismo que alcanzaron mayor peso e influencia: el denominado marxismo ortodoxo (en el que hay que incluir autores del peso de K. Kautsky y G. V. Plekhanov), el revisionismo (atribuido sobre todo a E. Bernstein) y el austromarxismo (en el que sobresale en un plano teórico la figura de M. Adler)2; el primero de ellos, dominante en la Segunda Internacional, pero también en la tercera3, concibe al marxismo como una ciencia rigurosa y sistemática capaz de acceder a las leyes objetivas, no solo del desarrollo histórico, sino de la realidad en su totalidad. Esta concepción cientificista del marxismo va a interpretar el decurso histórico en términos deterministas, mecanicistas y evolucionistas, también afirmará la inevitabilidad de la realización de la sociedad sin clases como resultado necesario de las leyes objetivas de la historia. Esta versión del marxismo se concibe a sí misma a la vez como ciencia y filosofía, es decir, como ciencia rigurosa de la historia fundada en una filosofía sistemática y científica de la totalidad de la realidad. Los marxistas ortodoxos encontraron la base filosófica para concebir al marxismo en términos de concepción científica sistemática de lo real en la obra de Engels, sobre todo en sus escritos sobre filosofía de la naturaleza y en sus textos de discusión filosófica (sobre L. Feuerbach, E. Dühring, etc.). De esta manera, se aglutinaron en una sola doctrina dos niveles de explicación teórica, por un lado, una concepción de la historia que pretendía ser científica

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y que en realidad implicaba una visión evolucionista y mecanicista de la misma como proceso impulsado por una legalidad que necesariamente la conducía al establecimiento, en un futuro indeterminado y en todo caso lejano de las condiciones que harían posible el socialismo; por otro, una concepción de la totalidad de lo real en términos de una metafísica materialista de la realidad natural que abarcaba, como era de esperar, al ser humano y a la historia. De manera que la concepción científica de la historia tendría como sustento esta metafísica de la naturaleza. Aunque en esto hubo discrepancias entre los diversos marxistas ortodoxos, se podría afirmar en líneas generales que la dialéctica fue entendida en este contexto como el modo adecuado (como la lógica adecuada) para acceder a la esencia de la historia y de lo real en su totalidad, en tanto que tal esencia sería propiamente de carácter dialéctico. Los principios ya enumerados por Engels de la transformación de la cantidad en cualidad, de la negación de la negación y de la unidad de los contrarios (podría añadirse a esta serie de principios el más general encarnado en la tríada hegeliana de tesis–antítesis–síntesis) constituirían, por tanto, los principios ontológicos básicos de lo real y los principios lógico–epistemológicos de su aprehensión adecuada por esa ciencia que es el marxismo. En el plano político, esta conjunción de metafísica especulativa y concepción evolucionista de la historia fue de la mano de una forma de pragmatismo orientado por las necesidades políticas coyunturales. De esta manera, la fundamentación filosófica de la necesidad de la irrupción de la crisis revolucionaria, en compañía de su postergación indefinida en un futuro indeterminado, legitimaba la contemporización con las exigencias inmediatas del momento y la elusión de la decisión acerca de si impulsar o no una acción revolucionaria. Esto ha hecho caracterizar la posición de uno de los marxistas ortodoxos más relevantes, como es el caso de Kautsky, como una “filosofía de la indecisión” (Kolakowski. 1983, pp. 52, 59)4.

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Así, el marxismo se presentaba filosóficamente como una forma de cosmovisión o, peor, de metafísica especulativa de la naturaleza, una especie de burda traducción materialista del sistema filosófico hegeliano, a pesar de que algunos marxistas ortodoxos veían con malos ojos la búsqueda de las raíces filosóficas del marxismo en Hegel. En lo político, aparecía como una doctrina puesta al servicio de la legitimación de la existencia y de la actividad de los partidos socialdemócratas y comunistas (y de sus gobiernos allá donde estaban en el poder) y no, en cambio, del impulso de una transformación revolucionaria de lo existente. Pudo resultar patente así a determinados intelectuales de izquierda de este período, militantes o no en tales partidos, que la posibilidad de devolver al marxismo su fuerza crítica, incitadora de una praxis revolucionaria, exigía su fundamentación sobre unas bases filosóficas diferentes de esa mezcla de materialismo, mecanicismo y especulación metafísica de la naturaleza que había reducido la dialéctica, como veremos luego, a una parodia de su carácter originalmente crítico y a un mero ardid para interpretar la realidad de manera que resulte siempre lo que interesa al intérprete según la situación del momento. Esta constatación se repitió también ante las otras versiones del marxismo institucionalizadas en los partidos socialdemócratas. El revisionismo de un Bernstein, por ejemplo, resultó insatisfactorio a estos intelectuales, en tanto que su renuncia a toda reflexión acerca de las bases filosóficas del marxismo fue de la mano de un cuestionamiento tanto de importantes elementos de la teoría de Marx (como la teoría del valor, la tesis del crecimiento decreciente de la tasa de beneficio del capital, etc.), como de aspectos centrales de la política revolucionaria, incluso de la misma idea de revolución. Aquí se pondría de manifiesto para estos autores cómo la ausencia de unas bases filosóficas consistentes convierte al marxismo en algo inútil a la causa emancipadora.

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Algo análogo ocurrió con respecto al austromarxismo. Esta corriente resulta especialmente importante para nuestro asunto, pues fue la primera forma de marxismo en la que sus teóricos más relevantes buscaron una base filosófica para que el mismo fuera de la obra de Marx y de Engels. Conscientes de la debilidad teórica del empeño de hacer de los escritos especulativos de Engels el único sustento filosófico del marxismo, pretendieron hallar tal sustento en la obra de Kant. Su objetivo fue tanto complementar los déficits éticos del marxismo (cuyos fundadores habían renunciado a una reflexión específica sobre el tema) con la ética kantiana, como afianzar al marxismo en unas bases epistemológicas consistentes a partir de una reflexión transcendental acerca de las condiciones de posibilidad del conocimiento científico de la sociedad y de la historia. Es esta última pretensión la que va a interesar en este escrito. El marxismo neokantiano va a sostener, como el ortodoxo, que el marxismo tiene un estatuto científico, pero va a pretender dar una fundamentación filosófica rigurosa a esta pretensión de cientificidad. Si la base materialista que los marxistas ortodoxos pretendieron encontrar en Engels fue tachada por los austromarxistas como acrítica en sentido kantiano (Kolakowski, 1983, p. 241), la fundamentación de la cientificidad del marxismo solo será posible, piensan ellos, como hizo Kant con respecto a la matemática y a la física, realizando una reflexión transcendental sobre sus condiciones de posibilidad. Esto va a permitir al marxismo tomar el seguro camino de la ciencia. A pesar de la originalidad y valentía de los esfuerzos de los marxistas neokantianos, los intelectuales de izquierda descontentos con las formas de marxismo institucionalizadas por la Segunda (y Tercera) Internacional, van a rechazar en bloque el recurso al kantismo como fundamento filosófico del marxismo. También aquí fue precisamente la base filosófica (en este caso, kantiana) lo que se percibió como el fundamento del carácter no revolucionario de la estrategia política impulsada por esta interpretación del marxismo.

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5 Para un análisis más extenso, consultar Lukács, G. (1970). Historia y conciencia de clase. México: Grijalbo, y Lukács, G. (1974). El joven Hegel. México: Grijalbo. 6 Complementar con Benjamin, W. (2008). Tesis sobre el concepto de historia. En Benjamin, W. (2008). Obras. Libro I, Vol. (2), Madrid: Abada, pp. 305–318. 7 Marcuse, H. (1930). Zum Problem der Dialektik I, En Marcuse, H. (1978). Schriften. Vol. (1). Frankfurt: Suhrkamp, p. 422. Este y los demás artículos de Marcuse, del período 1928 y 1931, han sido traducidos recientemente al castellano; se recomienda consultar J. M. Romero (Ed.) (2010). H. Marcuse y los orígenes de la teoría crítica. Madrid: Plaza y Valdés Editores; también: Marcuse, H. (2011). Entre hermenéutica y teoría crítica. Artículos 1929-1931. Barcelona: Herder.

Por su parte, Lukács y Benjamin compartieron en líneas generales esta percepción, ambos trataron de devolver al marxismo su fuerza crítica efectuando una búsqueda de nuevos fundamentos filosóficos para que el mismo fuera del pensamiento de Marx, del cual, antes de la publicación en 1932 de sus manuscritos económico– filosóficos de París de 1844, resultaban canónicos sus textos maduros, propiamente más económicos, en los que parecía haber superado la filosofía y sobre los cuales los intérpretes aún no llegaban a ver un contenido filosófico que pudiera constituir el fundamento filosófico adecuado del marxismo. En el caso de Lukács, se encuentra un rechazo del modo en que Engels extiende el ámbito de validez de la dialéctica al conjunto de la realidad, incluyendo a la naturaleza, lo que conduciría a una supuesta filosofía dialéctica de la totalidad de lo real y a una consecuente ciencia dialéctica de la naturaleza, claramente insostenibles; en cambio, defiende un retorno al concepto de dialéctica originario de Hegel, en cuyo carácter intrínsecamente crítico quiso refundar un marxismo revolucionario que volviera a colocar en el centro de la reflexión la problemática de la cosificación de la conciencia en la sociedad capitalista y la posibilidad para las clases trabajadoras de conquistar formas de conciencia de clase capaces de impulsar una praxis política radical5. En el caso de Benjamin, la búsqueda lo llevó más lejos, hacia elementos de la teología judía, que posibilitarían salvar al materialismo histórico de su contaminación por la categoría burguesa de progreso y por la concepción evolucionista y mecanicista de la historia y devolver su significado revolucionario a la subjetividad, a una que a través de la rememoración de los sufrimientos de los oprimidos del pasado pueda recibir esa inervación, esa ira, que la radicalice en una dirección política revolucionaria6. Entonces, si las interpretaciones del marxismo, institucionalizadas de manera dominante por la Segunda y Tercera Internacional, devaluaron el papel y el significado político de la subjetividad, de la decisión y el

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acto político subjetivos al privilegiar, por una parte, unos principios y unas leyes de alcance no solo histórico sino incluso metafísico y, por otro, parámetros de tipo formal–transcendental, los teóricos del marxismo occidental se esforzarán por buscar una base filosófica al marxismo que le permita a este hacerse cargo de la relevancia política de la subjetividad y concebirse a sí mismo como instrumento de la constitución de subjetividades politizadas. La dialéctica originaria sobre todo de las primeras obras de Hegel hasta su Fenomenología del espíritu (y no su caricatura en manos de los marxistas hegemónicos) y determinados elementos teológicos judíos, como es el caso del significado moral (y político) de la rememoración de las víctimas y de las derrotas del pasado, están así al servicio en Lukács y Benjamin de la articulación de un posicionamiento teórico que tematice el modo en que es representable una politización de las subjetividades en una dirección revolucionaria y, lo más importante, colabore en tal politización. CONTRA LA “MALA DIALÉCTICA”

En el período en que redactó sus primeros artículos filosóficos, de 1928 a 1931, Marcuse está ubicado de lleno en esta problemática, explícitamente toma partido a favor de Lukács en su polémica con Engels, “cuya falsa concepción de la ciencia natural físico–matemática como «dialéctica» se ha puesto de manifiesto en su carácter inconsistente a través de la publicación parcial de «Dialéctica de la naturaleza»”7. Es significativo aquí que se atribuya a Lukács, en su distanciamiento de Engels, una posición que recuerda más bien la tesis de Dilthey de que lo real se presenta al cognoscente, según su actitud de conocimiento, con formas de objetividad diferenciadas. En efecto, la polémica de Lukács contra Engels muestra que el autor húngaro: Ha visto muy bien la dualidad del ser de la naturaleza que, por un lado, como objeto de la física, es completamente ahistórica, pero

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luego, como espacio vital de la existencia humana, es histórica y no ha concebido en absoluto a la naturaleza «sin resto como producto de la sociedad» (Marcuse, H., 1930, p. 422).

Por lo tanto, el factor que define si un objeto puede ser considerado desde una perspectiva dialéctica es su carácter histórico o ahistórico, de manera que lo primero será lo que delimite lo afrontable con el método dialéctico. La naturaleza no es histórica, deviene histórica, en tanto que entorno vital del ser humano, que es el ente propiamente histórico. Esta distinción es lo que posibilitará a Lukács no concebir la naturaleza como una mera categoría social o un mero producto de la actividad social. La naturaleza es más que lo que constituye nuestro espacio vital y con lo que mantenemos una relación metabólica. De ahí que la dialéctica deba permanecer del lado de acá de nuestra relación con la naturaleza externa, sin que quepa aplicar categorías dialécticas a la naturaleza como tal. Ahondando en este tema, sostiene Marcuse en otro lugar: Hay una ciencia natural dialéctica –pero no la física innovadora, como sostuvo erróneamente Engels, sino como historia de la naturaleza en su remisión a la existencia [Dasein] en cada caso. Pero hay una ciencia que en ningún caso es dialéctica: la física matemática. La cuestión de cuál es la «correcta» es absurda, pues el objeto de ambas es diferente en lo tocante a su ser. La física matemática trata su objeto precisamente abstrayendo de toda historicidad, y puede hacerlo con pleno sentido porque el ser de la naturaleza no es histórico como el ser de la existencia. La naturaleza tiene historia, pero ella no es historia. La existencia es historia (1928; 1978, p. 370).

Esta distinción entre el objeto de las ciencias naturales, constituido abstrayendo de su historicidad, y el ser de la existencia humana, experimentado por nosotros precisamente como siendo historicidad, va a ser central para

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la reflexión de Marcuse acerca del estatuto y alcance de la dialéctica, tal como vamos a ver a continuación. Al rechazo de Marcuse de la concepción engelsiana de una física matemática dialéctica, se une su posicionamiento contra la visión esquemática de la dialéctica, con el argumento de que precisamente tal esquematismo le impide hacerse cargo de lo histórico: Cuando se caracteriza al objeto histórico desde un principio como «unidad de los opuestos» o se le incorpora en el esquema de tesis, antítesis y síntesis, tal proceder viola la plenitud del hecho histórico y, en todo caso, no pertenece al sentido originario de la dialéctica de lo histórico (Marcuse, H., 1930, p. 417).

La tesis de Marcuse, en continuidad con Lukács, es que en determinadas formas institucionalizadas de marxismo se habría producido un olvido del significado originario de la dialéctica, que habría conducido a una concepción de la misma, calificable como mala dialéctica, que no sería más que una argucia para interpretar los acontecimientos en curso según los intereses estratégicos del intérprete en la situación dada y cuyo efecto más relevante es la elusión de toda decisión. En efecto, la concepción mal comprendida de la dialéctica conduciría al “oportunismo total” (1929, p. 363). En tales interpretaciones del marxismo: Lo que era el sentido y esencia del movimiento histórico mismo, se convierte ahora en su traba; mediante una tal mala dialéctica se posibilita justificar cada error, cada retroceso, afirmándolo como necesario eslabón del movimiento dialéctico, de manera que al final resulta lo mismo que en la filosofía burguesa: evitación de la decisión (Marcuse, H., 1930, pp. 409-410).

Ahora bien, en la concepción de la dialéctica, de parte de las formas acríticas de marxismo, se pone de manifiesto un problema real de la dialéctica con el que hay que confrontarse necesariamente. Marcuse plantea

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la posibilidad de hablar incluso de una “falsedad de la dialéctica”, pues: Si todos los hechos son captados en su necesidad histórica, ¿no resultan con ello afirmados todos los hechos? ¿No impide esa equivalencia dialéctica de los hechos la verdad de la decisión? ¿No agota una equivalencia tal el sentido interior del acto en su significado radical?” (1928, p. 371).

Estas son cuestiones importantes con las que Marcuse se va a confrontar, tal como se mostrará en un apartado posterior. Siguiendo la estela de Lukács, Marcuse va a defender la necesidad de poner un límite a la dialéctica, el cual va a venir definido, como se ha apuntado antes, a partir del carácter histórico de la existencia humana. Este marcar un límite a la dialéctica va a conducir no solo a una confrontación con determinada metafísica especulativa marxista, sino con la pretensión básica de la filosofía de Hegel: “la constitución de la totalidad de los entes en el seno del ser histórico de la vida humana, prohíbe precisamente enunciado sobre el «ser absoluto» y toda determinación de lo ente desde el punto de vista del «Logos absoluto» (Marcuse, H., 1978, p. 440). Es el carácter histórico de la existencia humana el que imposibilita adoptar una posición absoluta sobre lo real y hace de la dialéctica la esencia de la totalidad. La concepción especulativa de la dialéctica es desmesurada porque abstrae de tal carácter de la existencia, que impide adoptar la perspectiva de lo absoluto. Pero al mismo tiempo, es el carácter histórico de la existencia humana lo que legitima la pretensión de validez de un enfoque dialéctico. Para Marcuse, existe una “conexión entre dialéctica e historicidad” (1978), de manera que el ámbito en el que podemos hablar de dialéctica queda definido y restringido por la historicidad. De este modo, Marcuse se sirve, como va a ser habitual en sus primeros textos, de un concepto central de la obra de Dilthey y Heidegger para pensar un problema esencial

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del marxismo, como es en este caso el alcance de la validez de la dialéctica. LAS DEFICIENCIAS DEL MARXISMO NEOKANTIANO

A pesar de que el empleo de la categoría de historicidad anticipa ya la especificidad de la dirección en la que se va a mover la producción teórica de Marcuse en estos años, lo característico de su crítica al marxismo, lo original de su polémica con las formas institucionalizadas de marxismo, y donde se pone de manifiesto el juego de antítesis teórico–políticas que definen la singularidad de su posición frente a otros teóricos de izquierda de su generación, fue no haberse quedado en una crítica de la metafísica dialéctica especulativa de la naturaleza que determinadas corrientes del marxismo habían adoptado como base filosófica, sino haber tomado como objeto de su crítica al marxismo neokantiano. La crítica de esta corriente va a ser de tipo epistemológico–político, es decir, va a cuestionar de raíz su pretensión de realizar una fundamentación transcendental del marxismo como ciencia por sus perversos efectos práctico–políticos. Marcuse se refiere a: La desviación del marxismo hacia una sociología científica de «validez universal» (...), en la que estuvieron de acuerdo el revisionismo y el marxismo neokantiano. Esto conduce a considerar al marxismo como teoría científica libremente flotante respecto de las leyes de movimiento de la vida social, fundamentarla epistemológicamente en concordancia con ello y apartar al fondo o simplemente dejar fuera la praxis política concreta (1929, p. 358).

Aquí se pone de manifiesto el contrincante teórico y político fundamental del primer Marcuse: la concepción del marxismo como ciencia que pretende validez universal y que para ello supuestamente se desconecta tanto de los intereses políticos como de la praxis políti-

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ca concreta. Aunque esta polémica con la concepción cientificista del marxismo pudo haber tomado como contrincante a representantes del marxismo ortodoxo como Kautsky y Plekhanov, es significativo que se concentre con el intento de M. Adler de fundamentar filosóficamente el marxismo sobre bases transcendentales. Pues tal intento posee, obvio, el valor de atreverse a realizar algo que Marcuse reivindica en diversos lugares: la puesta en diálogo y la confrontación del marxismo con las corrientes filosóficas hegemónicas en el presente8. Los marxistas neokantianos realizaron esto en relación con el neokantismo, tan importante en las universidades alemanas a final del siglo XIX y principios del XX, a partir de la constatación, compartida por Marcuse, de que la obra especulativa de Engels no constituye ninguna base filosófica válida para el materialismo histórico. Lo que hay en juego en la discusión de Marcuse con esta corriente del marxismo excede los límites de una polémica ideológica, pues la discusión está planteada en un plano epistemológico–político, es decir, está formulada de tal manera que en la discusión epistemológica se ponen en juego cuestiones políticas fundamentales. En tanto que la discusión de Marcuse se dirige contra el método en cuyos términos intenta Adler teorizar la concepción de la experiencia social de Marx, a saber, el método transcendental, los resultados de la misma van a implicar un cuestionamiento de un modo determinado de concebir las ciencias sociales y la teoría social más allá del ámbito del marxismo. La cuestión en juego aquí va a ser el modo de acceso a la realidad sociohistórica de las ciencias sociales y la teoría social, así como sus efectos sobre la praxis política. Por su parte, Marcuse se confronta con los intentos de establecer una conexión interna entre el marxismo y la filosofía kantiana porque piensa que significan una desviación y un debilitamiento del marxismo (1931, pp. 445-446). El intento más importante en esta dirección sería el de Max Adler, el cual, por un lado, piensa que la filosofía kantiana puede constituir el punto de

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partida de las ciencias sociales y, por otro, que se puede poner de relieve la importancia de la aportación teórica de Marx a partir de los parámetros de la teoría del conocimiento de Kant. Según la lectura de Adler, se puede entender la aportación de Marx como una reflexión acerca de las condiciones de posibilidad de una experiencia de lo social en su “legalidad formal” (1931, p. 446). De este modo, Marx habría conseguido realizar lo que en Kant todavía estuvo ligado a una problemática metafísica: una fundamentación transcendental de la teoría social. Así, Adler justifica su convicción de que la filosofía kantiana, reinterpretada por Marx, es el punto de partida de una concepción rigurosa de la conciencia social y puede valer por ello como justificación epistemológica de las ciencias sociales (1931). Este intento de fundamentar la ciencia social crítica en términos transcendentales es atacado por Marcuse en su misma base, es decir, planteando la cuestión de si la filosofía transcendental puede efectivamente aportar “una fundamentación (crítica) de la experiencia social” (1931, p. 447). Además, al poner en juego un modo de aproximación al problema asumido manifiestamente de Heidegger, Marcuse sostiene que el método transcendental, al igual que los demás métodos filosóficos y de conocimiento, remite a una “toma de posición”, la cual es “expresión de una auténtica actitud fundamental humana que, a pesar de estar arraigada en la situación histórica de la existencia humana de entonces, puede seguir teniendo efectos con vitalidad propia a través de la historia” (1931, pp. 447 y 448). Marcuse define así al método transcendental a partir de la toma de posición que lo constituye, enfrentándose de esta forma a interpretaciones del mismo que le atribuyen imparcialidad y neutralidad, tanto en relación a cómo nos confronta con la realidad (el método transcendental se limitaría a formular con rigurosidad la pregunta por las condiciones de posibilidad de nuestro conocimiento del mundo, por ejemplo, más allá de la dimensión en la que se dan

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8 Para más detalles, consultar: Marcuse, H. (1930). Transzendentaler Marxismus? En Marcuse, H. (1978). Schriften. Vol. (1). Frankfurt: Suhrkamp, p. 445, y del mismo autor, Das Problem der geschichtlichen Wirklichkeit (1931), en Schriften. Vol. (1), Frankfurt: Suhrkamp, p. 473.

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las diferencias de perspectiva), como respecto a todo tipo de interés o impulso no cognoscitivo. En todo caso, Marcuse no parece concebir aquí esta toma de posición en términos sociopolíticos, como hace en otros lugares. Sostiene que en tal toma de posición se expresaría una de las diversas actitudes fundamentales humanas, es decir, uno de los modos de confrontarse con el mundo, una de las maneras de dejar aparecer los entes en un determinado modo de ser, que pueden considerarse como posibilidades constitutivas del ser humano. Al ser humano pertenecen, como posibilidades constitutivas suyas, diversas actitudes fundamentales ante sí mismo, los demás sujetos y ante los entes de su mundo circundante. En el método transcendental, como en los demás métodos de conocimiento, se plasman una (o algunas) de tales actitudes fundamentales, que disponen de principio el modo en que lo real aparece y la manera en que el sujeto de conocimiento se confronta con ello. Esto no significa decir nada a favor de tal método. Lo que implica es que un análisis crítico del método transcendental no puede reducirse a un cuestionamiento de la obra de Kant o un desvelamiento de las condiciones sociohistóricas en las que se forjó. Exige un cuestionamiento más esencial, en el plano del modo en que tal método nos posiciona ante lo que toma como objeto, dando cumplimiento así a una actitud fundamental humana pero refuncionalizando tal actitud en términos teóricos. Para Marcuse, la cuestión va a ser “cómo la filosofía transcendental recibe lo social como objeto ante la mirada y cómo define la esencia de este objeto” (1931, pp. 452). Lo que para Marcuse va a caracterizar al método transcendental, va a ser una elusión, una evitación, de la pregunta por la realidad tal como se da en la vida cotidiana de los sujetos y un concentrarse en las condiciones de posibilidad de la experiencia de tal realidad o, lo que es lo mismo, en las condiciones de posibilidad de que esa realidad se dé como objeto de una experiencia

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y un conocimiento posibles: “El método transcendental significa en su enfoque una evitación consciente y sistemática de los objetos tal como nos salen al encuentro como realidad en la experiencia espaciotemporal” (1931, pp. 448). Tal realidad: No es en ningún caso el hilo conductor del método. El interés de la investigación, que aporta la orientación y el objetivo, reside en otro lugar. Lo que debe ser investigado no es el aquí y el ahora de la realidad tal como sale al encuentro en el trato cotidiano o tal como es vista en la «actitud natural», no es la regularidad existente en ella, no es la existencia concreta del hombre y su relación con el mundo sino la posibilidad de ese mundo y de sus regularidades (1931, pp. 448-449).

Así pues, el método transcendental se plantea la cuestión de cuáles son las condiciones de posibilidad universales y necesarias de que la realidad sea objeto de una experiencia y un conocimiento universalmente válidos, y encuentra tales condiciones en el marco de la conciencia transcendental, representadas ante todo por las formas puras de la intuición sensible y por las categorías del entendimiento. Es esto lo que garantiza que la necesidad y la universalidad puedan ser los criterios de la verdad y del conocimiento. Marcuse no rechaza sin más este método, incluso, habla del alcance revolucionario del mismo, pues puede conducir a la disolución de las categorías rigidificadas con las que la tradición metafísica ha pensado la realidad y sacudir el modo en que la interpretación de esta, de parte de la metafísica, ha llegado a ser tomada como realidad subsistente (1931, pp. 449), sin perder de vista que tal método puede ser relevante para reflexionar sobre las bases del conocimiento científico natural (1931, p. 465). Lo que Marcuse cuestiona es que a través de una estrategia transcendental se pueda fundamentar el ser y el acontecer social, tal como pretende Adler (1931). Marcuse afirma que “lo social como ámbito objetual (…) es el ser social del hombre, más exactamente, el

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ser del hombre socializado (…) y su mundo circundante y en común, en tanto sea captado y transformado por él” (1931, pp. 452 y 453). Siendo así una teoría de la experiencia social en términos transcendentales (es decir, como reflexión acerca de las condiciones de posibilidad, universales y necesarias, de la experiencia social, que ubica tales condiciones en una conciencia en general o transcendental) pierde lo histórico–social al afrontar el problema de la experiencia social en términos puramente formales. Con su estrategia transcendental, Kant desembocaría en un “principio formal desconectado de todo lo material de la realidad” (1931, p. 541). Pero si la realidad, en tanto que “correlato de la experiencia cotidiana, «natural»” (1931, p. 449) es “acontecer en el tiempo”, entonces “todo principio formal paga por su verdad el precio de una creciente desrealización” (1931, p. 451). Tal pérdida de la realidad es la “tendencia fundamental del método transcendental” (1931, p. 451). La implicación de esto respecto al intento de realizar una fundamentación transcendental de la experiencia social es en consecuencia que, en tanto tal experiencia se pretende fundamentar “en una regularidad apriorística y formal, (…) lo social es sometido a una depuración transcendental en la que su realidad es desconectada” (1931, p. 453). La realidad social sería “formalizada de tal manera que ya no sería alcanzada en su plenitud concreta” (1931, p. 453). Asumiendo explícitamente argumentos de Heidegger, Marcuse va a sostener que el método transcendental es incapaz de efectuar tal acceso a causa de su concepto de tiempo: Se ha mostrado cuán efectiva es en el tratamiento transcendental del ser social la completa exclusión de la realidad como acontecer en el tiempo. Queremos referir aquí mediante qué principio, presente necesariamente en la ejecución del método transcendental, se ha hecho imposible alcanzar el acontecer social. Se trata del concepto transcendental de tiempo, que tiene que conducir a un completo desconocimiento del ser social. En tanto que el tiempo sea concebido en el campo de investigación

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de la filosofía transcendental solo como forma a priori de la intuición, quede restringido con ello como tiempo empírico solo a los «fenómenos» y sea presentada la existencia de la «cosa en sí misma como intemporal», no puede venir ante la mirada de la filosofía transcendental el acontecer social como realidad. Pues su realidad es precisamente el tiempo, no como forma a priori de la intuición, sino como fundamento y ser del acontecer mismo, como historia (1931, p. 454).

Según Marcuse: El planteamiento de una investigación del ser y el acontecer sociales no puede ser realizado jamás en el marco de la teoría del conocimiento, de la filosofía teorética. Pues si todo método auténtico se deja predefinir su acceso a través del modo de darse de su objeto, el ser social sin embargo no es dado nunca ni en ningún lugar en una experiencia de teoría del conocimiento (1931, p. 465).

Y ello porque el ser social no tiene carácter teórico, o de conocimiento, sino que es esencialmente práctico–histórico. La fundamentación de la teoría social y de las ciencias sociales en términos transcendentales, concibiendo sus bases filosóficas a partir de una reflexión transcendental acerca de las condiciones de posibilidad de la cognoscibilidad de la realidad social que desemboca en un concepto de conciencia social (como forma de conciencia “en general”), como garante de tales condiciones, conduce a perder precisamente lo social en su especificidad e historicidad. Al afrontar la cuestión de la teoría social en términos transcendentales, se desemboca en una concepción de la realidad social como objeto de conocimiento, constituido a partir de las formas y conceptos a priori de la conciencia en general, que es lo que le confiere universalidad y necesidad. La concepción de la realidad social como algo posibilitado por las formas y categorías a priori de la conciencia en general pierde lo social como realidad efectiva. Pues la afronta como objeto de un conocimiento posible, objeto constituido por los principios a

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priori de la conciencia. La realidad social es afrontada y cuestionada en tanto que objeto de un conocimiento y una experiencia posibles, con lo que su modo de ser propio queda incuestionado. Además, tal planteamiento se mantiene en un férreo dualismo entre sujeto–objeto, en el que el segundo es constituido por el primero, entendido como conciencia en general. En tanto que conciencia en general, la subjetividad constituye el objeto de conocimiento, es decir, lo constituye en una relación definida por su carácter contemplativo. Es una constitución teórica, sin praxis. Desemboca además en una concepción de la experiencia social en términos únicamente cognoscitivos, es decir, teóricos. La teoría y la ciencia social fundada en la estrategia transcendental es así formal y abiertamente objetivante. Y ello va a tener consecuencias a la hora de concebir lo social, pues la relevancia que en un planteamiento transcendental se concede a la conciencia en general, se traduce coherentemente en el caso de Adler en la tesis de que la conciencia genérica (trasunto espurio de la conciencia en general) funda la esencia del vínculo social y de la socialización, que sería el hecho fundamental de toda ciencia social. Para Adler la relación social transcendental sería una relación de conocimiento, a través de la cual cada individuo supera su carácter limitado mediante la pretensión de validez universal de su pensamiento y se ve abocado a los demás sujetos en el marco de una experiencia común. Pero con ello Adler sería más transcendental que el propio Kant, pues si este recurrió a una razón práctica para tematizar lo intersubjetivo, lo moral y lo social, en el caso del “marxista Adler, se conecta directamente la relación social con la filosofía teórica, la teoría del conocimiento y el concepto de conciencia en general” (Marcuse, H., 1931, p. 456). Marcuse discrepa de la tesis de Adler de que los seres humanos experimentan su existencia social, en primer lugar, en términos epistemológicos y de que la relación social se daría originariamente entre su-

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jetos de conocimiento que comparten, por la estructura compartida de la conciencia en general, una misma experiencia de lo social. Para Marcuse, por un lado, la generalidad de la realidad objeto de la experiencia social (es decir, el hecho de que en el marco de la experiencia percibamos los mismos objetos socialmente mediados como casas, sillas o mesas y no se produzca un perspectivismo individual) no se funda en el carácter a priori de la conciencia en general, en cuya previa constitución de la objetividad social ya todos estaríamos, se funda en cambio en la historia. El saber que compartimos y que nos permite percibir como evidente lo mediado socialmente (es decir, que este objeto marrón es una mesa, que tal cosa en movimiento es un automóvil) “nos ha sido transmitido en el transcurso de la experiencia a través de una larga tradición” (1931, p. 464). Por otro lado, tal concepción de lo social en términos epistemológicos solo puede surgir “apartándose de la existencia social cotidiana, en la abstracción teorético–científica” (1931, p. 463). Adler concibe el vínculo social en términos teoréticos, y no en términos de la existencia cotidiana, respecto de la cual tiene que efectuar toda una serie de exclusiones y desconexiones para alcanzar la noción de una conciencia en general en el ámbito social (1931, p. 463). Podemos sintetizar lo expuesto en este apartado con la constatación de que para Marcuse, el peligro de buscar las bases filosóficas del marxismo en un planteamiento de tipo transcendental y de teoría del conocimiento, es que acaba concibiendo a aquél en términos formales y teóricos, con lo que se desemboca en una concepción del marxismo como ciencia desligada de los intereses políticos en pugna en el escenario social y de la problemática de la praxis política. Esta desvinculación de la teoría respecto de la praxis implica su degeneración en una forma de cientificismo con nefastas consecuencias prácticas: “¿qué daños puede recibir el marxismo mediante la interpretación transcendental de la filosofía kantiana? Ese peligro

La crítica del marxismo en el primer H. Marcuse (pp. 92 - 104)

reside en la reinterpretación de la teoría de la revolución proletaria como una sociología científica, que aparta al marxismo de los apuros concretos de la situación histórica y devalúa la praxis radical” (1931, p. 467). En efecto, hay que romper con “la irresponsabilidad libremente flotante de la «ciencia pura»” (Marcuse, H., 1929, p. 365). La idea de que la concepción del marxismo como ciencia posee efectos perjudiciales para la práctica política es común a numerosos teóricos del marxismo occidental desde Lukács. Lo significativo del posicionamiento de Marcuse en este momento es que adopte como prototipo problemático de tal concepción del marxismo como ciencia, la corriente que busca sustento filosófico en el transcendentalismo y el formalismo kantianos. En la definición y caracterización del contrincante teórico–político de Marcuse cabe anticipar la dirección en la que se va a efectuar su particular reconstrucción de las bases filosóficas de un materialismo histórico capaz de recobrar su pretensión

José Manuel Romero Cuevas

crítica. Si el problema para Marcuse es que el formalismo de la filosofía teorética es incapaz de acceder a lo histórico–social, y además implica su desconexión de tal plano y de la problemática práctico–política que lo constituye, lo que va a reivindicar es una forma concreta de acceso a tal ámbito de lo histórico. En efecto, la convicción de Marcuse es que “el ser social del hombre exige, puesto que esencialmente solo es posible como «acontecer» en la «historia», un acceso metódico que lo capte como realidad esencialmente histórica” (Marcuse, H., 1930, p. 453). Esta convicción va a empujar a Marcuse a una concepción del marxismo ya no como ciencia, sino como teoría de la acción radical revolucionaria (1978, pp. 347–384), y lo va a llevar, asimismo, a defender un análisis de la situación concreta de la existencia humana concreta que se haga cargo de sus apuros y miserias. El marxismo y la dialéctica tienen que tornarse concretos para dar cuenta de la existencia humana concreta, sometida a una crisis profunda y continua por el desarrollo capitalista en marcha9.

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9 En esta dirección apunta Marcuse en su artículo “Über konkrete Philosophie”, En Schriften, Vol. (1), Frankfurt: Suhrkamp, pp. 385-406. Para obtener una visión de conjunto de la complejidad de la posición de Marcuse en este primer período de su producción teórica, en la que conviven de manera tensa materialismo histórico y ontología existencial heideggeriana, puede consultarse G. Hoyos Vásquez (1980). Fenomenología y marxismo en la obra de Herbert Marcuse, En Ideas y valores, Vol. (29), N.º 57-58, pp. 3-22; M. Hernández, Jorge (2002). Marcuse, Heidegger y Dilthey: a propósito de la historicidad. Revista Laguna, N.º 11, pp. 153-169; y Romero, J. M. (2013). La problemática de la historicidad en el primer H. Marcuse. Pensamiento, Vol. (69), N.° 259, pp. 331-350.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Luz Carmen Maffiol Arias

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Partidos de izquierda y regulación estatal sobre la vida partidista.

Análisis del impacto de las nuevas normativas electorales en Argentina* Ariadna Gallo**

Fecha de recepción: 30 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 21 de septiembre de 2014 Fecha de modificación: 27 de octubre de 2014

RESUMEN En el siguiente trabajo se analizan los efectos de la Ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral (No 26.571), que incluía el sistema de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), el cual apuntaba teóricamente a cumplir dos objetivos: ampliar la potestad estatal y perfeccionar el rol de los partidos como agentes de representación. Aquí también se pretende estudiar el efecto de la nueva legislación electoral sobre las fuerzas políticas de la izquierda revolucionaria en dos procesos electorales (2011 y 2013), para ello se combinará la perspectiva marxista con el análisis electoral al indagar sobre los resultados electorales, sin separar los acontecimientos políticos de sus bases sociales. Palabras clave Ley 26.571, legislación electoral, normas electorales, política en Argentina, partidos en Argentina, marxismo.

Left Parties and State Regulation Concerning Party Life. Analysis of the Impact of New Electoral Legislation in Argentina

Partidos de esquerda e a regulação estatal sobre a vida partidarista. Análise do impacto das novas normativas eleitorais na Argentina

ABSTRACT

RESUMO

In the following work, the effects of the Ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral (No 26.571), or Law of Democratization of Political Representation, Transparency, and Electoral Fairness, are analyzed. It included the system of open, simultaneous, and compulsive primaries (PASO), which theoretically intended to fulfill two objectives: to extend State authority and to improve the role of the parties as agents of representation. In addition, the effect of the new electoral legislation on left–revolutionary political forces in two electoral processes (2011 and 2013) is also assessed. To do so, the Marxist perspective is combined with the electoral analysis when inquiring into electoral results, with no detachment of political events from their social basis.

No seguinte trabalho analisam–se os efeitos da Lei de Democratização da Representação Política, a Transparência e a Equidade Eleitoral (No 26.571), que incluía o sistema de primárias abertas, simultâneas, e obrigatórias (PASO), o qual apontava, teoricamente, a cumprir dois objetivos: ampliar o poder estatal e aperfeiçoar o papel dos partidos como agentes de representação. Pretende-se também estudar o efeito da nova legislação eleitoral sobre as forças políticas da esquerda revolucionária em dois processos eleitorais (2011 e 2013); por isso, será combinada a perspectiva marxista com a análise eleitoral ao indagar sobre os resultados eleitorais, sem separar os acontecimentos políticos de suas bases sociais.

Keywords Law 26.571, electoral legislation, electoral normative, politics in Argentina, Argentinean political parties, Marxism.

Palavras-chave Lei 26.571, legislação eleitoral, normas eleitorais, política na Argentina, partidos na Argentina, Marxismo.

* Artículo adscrito al proyecto de investigación: “Partidos de Gobierno Post-Neoliberales: Análisis de las Tensiones Adaptativas y la Organización Interna Luego del Giro Ideológico Regional. Los Casos de Argentina, Uruguay y Ecuador”. ** Investigadora del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe. Licenciada en Sociología de la Universidad de Buenos Aires. Doctora en Ciencia Política de la Universidad de Belgrano, con certificación académica de las universidades de Columbia y Toronto. Correo electrónico: [email protected]

INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS

En el siguiente trabajo se analizan los efectos de la Ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral (No. 26571), sancionada en 2009 en la Argentina, que incluía como una de sus piezas clave el sistema de primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). Esta modificación de la legislación electoral apuntaba teóricamente a cumplir dos objetivos acordes con esa agenda posneoliberal continental: por un lado, ampliar la potestad estatal, haciéndola extensiva a la vida político–partidaria y, por otro, perfeccionar el rol de los partidos como agentes de representación, estipulando un principio democrático de decisión en su organización interna.

1 Estos partidos prestan particular atención al tema de la organización del partido (dominado por la cuestión de la dirección táctica y estratégica de la lucha revolucionaria) (Marx & Engels, 1848; Engels, 1885; Lenin, 1902).

Los propulsores de la reforma intentaron otorgarle a este cambio de reglas la tónica de instancia bisagra, propia del discurso y de la práctica kirchnerista (Gallo, 2011), dando a entender que esta enmienda electoral formaba parte de un proceso más amplio establecido en esa misma dirección, inaugurado con la llegada de Néstor Kirchner (FPV) al poder en 2003 (Tullio, 2011) y que había coincidido con un cambio de época en Latinoamérica. Este proceso, denominado “giro a la izquierda”, estuvo caracterizado por la emergencia de gobiernos autoconcebidos como progresistas, populares, de izquierda o de centroizquierda (Paramio 2003; Petkoff, 2005; Vilas, 2005; Weyland, 2007; Svampa, 2014, entre otros) al cerrarse la etapa hegemónica neoliberal, los cuales asumieron el doble desafío de, por un lado, revertir el proceso de deterioro de las capacidades del Estado que se generó durante los 90 y, al mismo tiempo, mitigar la crisis integral de las instituciones formales de representación, procurando así democratizar las propias estructuras partidarias (Chávez, et al., 2008, p. 49). En efecto, muchos de quienes estudiaron el fenómeno de esta “nueva izquierda” posneoliberal continen-

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tal, han considerado que la introducción de elementos de democracia interna partidista constituía uno de los avances de las fuerzas políticas pertenecientes a aquella oleada (Harnecker, 2011), con respecto a los partidos de izquierda de antaño, que se caracterizaban por ser internamente poco democráticos y por utilizar mecanismos sesgados que recaían centralmente en manos de las cúpulas partidarias (Chávez, et al, 2008, p. 63). Ahora bien, en este trabajo se procurará estudiar el impacto de la nueva legislación electoral sobre las fuerzas políticas ubicadas en el campo de la izquierda revolucionaria, en los dos procesos electorales en que fue implementada (2011 y 2013). Para ello, se combinará la perspectiva marxista con el análisis electoral, y se indagará sobre los resultados electorales, sin separar los acontecimientos políticos de sus bases sociales. Este se considera un tema de interés en la medida en que, según lo entiende la autora de este artículo, la legislación instaurada por un gobierno autodenominado centroizquierdista, se vertebra sobre dos ejes que entran en contradicción con un ideario genuinamente de izquierda: por un lado, se sostiene que tras la bandera de la recuperación de la centralidad del Estado se produce una injerencia estatal en el funcionamiento interno partidario; y por otro, se cree que con el pretexto de democratizar las estructuras del partido, en realidad, se vulneran las fronteras del mismo, que han de estar determinadas por su programa (este aspecto posee una crucial importancia para las fuerzas políticas de la izquierda revolucionaria, en tanto que la delimitación del programa es aquello que posibilita que la clase obrera se transforme en fuerza social y política dirigente)1. En consonancia con esta idea y a la inversa de los objetivos de sus propulsores, se considera que la efectivización de esta ley de reforma político–electoral implica una intromisión del Estado en la vida interna de los partidos, en la medida en que con las PASO

Partidos de izquierda y regulación estatal sobre la vida partidista. Análisis del impacto de las nuevas normatividades electorales en Argentina (pp. 106 - 127)

se establecía que los órganos estatales fueran los encargados de controlar, regular, supervisar y tutelar el proceso de nominación de candidaturas de todas las fuerzas registradas, en el que debían participar compulsivamente la totalidad los ciudadanos enrolados en el padrón general (Art. 18, cap. I). A su vez, esta ley imponía que cada partido alcanzara en las PASO un piso de 1.5% de los votos válidamente emitidos (Art. 45, Cap. VII), un porcentaje que ninguno de los partidos de la izquierda revolucionaria de nuestro país había logrado en las últimas elecciones en las que habían competido2. Pero las reglas de juego institucionales son producto de una determinada correlación de fuerzas y tienden a ser funcionales a los intereses de la mayoría política que las promueve (Straface & Page, 2010, p. 2). En este caso, la legislación político–electoral constituía otro recurso elaborado por Néstor Kirchner para adecuar el entramado institucional según sus intereses particulares. Los propósitos concretos de la ley eran fortalecer la posición de poder interno del kirchnerismo valiéndose de su rol como oficialismo, que le permitía el control del aparato estatal, y al mismo tiempo, eliminar competidores externos (en particular los partidos situados a la izquierda del gobierno); es decir, se mantenía. En efecto, el kirchnerismo aspiraba, en primer lugar, a reunificar al peronismo encolumnándolo detrás suyo en las primarias abiertas, maximizando así su posición ante las elecciones generales, y en esta instancia procuraba sumar también a los votantes de aquellas fuerzas que hubieran quedado por fuera en las PASO, con lo que lograría monopolizar el área ideológica izquierda/ centroizquierda (Gallo, en prensa). Lo cual era coherente con la tendencia habitual del kirchnerismo, que apuntaba a consolidar el mayor poder posible en el peronismo para, desde ahí, ocupar todo el espacio de la centroizquierda (Castillo, 2011, p. 53).

Ariadna Gallo

Sin embargo, paradójicamente, la instauración de la nueva ley tuvo como subproducto la unificación de ciertas fuerzas de izquierda que conformaron un frente y lograron superar aquel piso proscriptivo; además, obtuvieron registros históricos de apoyo ciudadano, como también cargos en la estructura institucional. Así pues, en este trabajo también se analiza el modo en que los partidos de la izquierda se han adaptado a los sucesivos procesos electorales transcurridos, evaluando el nivel de adhesión despertado en el público tradicionalmente de izquierda (es decir, aquellos que tienen en cuenta el criterio ideológico para determinar su voto, valiéndose del continuum izquierda–derecha), así mismo en sectores de la clase trabajadora y, a su vez, se indaga sobre la inserción de la flamante coalición izquierdista en el movimiento obrero. Cabe mencionar que los partidos procedentes de la izquierda marxista han enfrentado, históricamente, el gran dilema que significaba operar dentro de un régimen de democracia representativa. Las elecciones les ofrecían la oportunidad de reivindicar el ideal socialista, hacer propaganda y cuestionar las contradicciones del capitalismo (Ramos Jiménez, 2001); aunque, al mismo tiempo, estas fuerzas se planteaban hasta dónde era posible crecer electoralmente y hasta dónde podía llegar con exactitud su labor en los órganos del poder formal, en el marco del sistema capitalista (Traversa, 2010, p. 214).

2 Para ampliar estos detalles, se recomienda consultar resultados históricos en Dirección Nacional Electoral del Ministerio del Interior de Argentina.

ESTRUCTURA DEL ARTÍCULO

Como ya se adelantó, el análisis se estructurará desde diferentes planos: por un lado, se evaluarán los aspectos jurídico–normativos de la nueva legislación electoral incorporada en la Argentina en 2009, en relación con los objetivos propuestos mencionados a través de una perspectiva institucional formal; por otro lado, se adop-

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3 El efecto de inversión del Estado burgués consiste en constituir una comunidad ilusoria de ciudadanos formalmente iguales con los hombres reales que están divididos en burgueses y proletarios. 4 En este caso, el proletariado, para actuar como clase, debe constituirse a sí mismo en un partido político distinto y opuesto a todos los otros partidos formados por las clases poseedoras. Esto es indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y la abolición de las clases (Marx, 1872).

tará la perspectiva marxista, entendiendo así el papel clave que el partido debe cumplir en el proceso hacia el socialismo, que requiere de una permanente ampliación y extensión de su fuerza orgánica y apoyo electoral.

que interviene en la vida interna partidaria y aparece como mediador entre los múltiples partidos existentes, procurando así armonizar intereses diversos en el marco de un sistema pluralista.

Esto, a su vez, se combinará con el análisis electoral al contemplar las variables que inciden en la determinación del voto ciudadano, a partir del abordaje sociológico de los clivajes, para ello se utilizarán herramientas estadísticas que permitirán evaluar el comportamiento electoral de los votantes que se inclinaron por la izquierda, desde que el sistema de PASO fue incorporado formalmente, lo cual evalúa su actuación en los procesos electorales de 2011 y 2013, tanto en las primarias abiertas como en las elecciones generales.

Sin embargo, contrario a esta idea de pluralismo, se concibe al sistema partidario como la forma de expresión de la diferenciación clasista de la sociedad civil. Aunque de los partidos existentes solo las fuerzas de la izquierda revolucionaria se presentan como defensoras de los intereses, demandas y expectativas de una determinada clase –la clase obrera–, en procura de dirigir la batalla que esta libra. En este contexto, el Estado burgués constituye la representación enajenada e invertida de los conflictos sociales, y su función específica es asegurar el dominio de una clase sobre la otra3. De este modo, el partido revolucionario asume la defensa de los intereses de las clases excluidas frente al poder centralizado del Estado; por lo tanto, se trata de un partido independiente diferente a todos los partidos burgueses4, cuya aspiración es apoderarse del aparato del Estado burgués y formar la base de un nuevo Estado.

EL ROL DEL ESTADO EN LA VIDA PARTIDARIA

Tanto desde la perspectiva marxista como desde la visión institucionalista se objeta que los órganos estatales y jurisdiccionales poseen una facultad para intervenir sobre el funcionamiento interno de los partidos. Según el punto de vista democrático liberal, se aduce que esto infringe derechos como los de asociación y expresión, lo que atenta contra el carácter esencial de los partidos políticos como asociaciones u organizaciones de la sociedad civil (Cárdenas-Gracia, 1992), y pone en riesgo la autonomía de los mismos para tomar sus propias decisiones (Freidenberg, 2005, p. 96). De acuerdo con el marxismo, existen ciertas coincidencias en tanto se considera que los partidos son el único órgano político que el sistema constitucional reconoce a la sociedad civil (Altamira, 2013), que han de ser concebidos como “asociaciones voluntarias” fundadas en la voluntad y la autonomía personal de los militantes (Marx & Engels, 1998; Balibar, 1978); pero a la vez, se agrega una cuestión que complejiza aún más el debate, en este caso, se trataría del Estado burgués

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LA DEMOCRACIA INTERNA EN LOS PARTIDOS

Esta se desenvuelve a través de tres esferas que comprenden todo el conjunto de disposiciones normativas y medidas políticas tendientes a garantizar que: 1. El proyecto y programa partidario, 2. La selección de los dirigentes internos y 3. La nominación de los candidatos a puestos de representación popular, surjan de la voluntad mayoritaria de los miembros del partido, a quienes deben reconocérseles ciertos derechos y atribuciones que los distingan de quienes no pertenezcan al mismo (Hernández-Valle, 2002, p. 149). Con respecto al primer punto, subrayamos que cada partido presenta una determinada cosmovisión política o proyecto integrativo en consonancia con expec-

Partidos de izquierda y regulación estatal sobre la vida partidista. Análisis del impacto de las nuevas normatividades electorales en Argentina (pp. 106 - 127)

tativas, demandas e intereses surgidos de la sociedad, y quien adhiera a esa causa podrá ver en el partido el vehículo apropiado para su realización. Los miembros partidarios5 deben participar en la elaboración de estrategias y mecanismos para que aquellas máximas puedan traducirse en alternativas políticas globales y sean presentadas ante los centros decisorios del sistema político (Gallo, 2011). El segundo aspecto tiene que ver con el modo en que los partidos se organizan, que a su vez alude a la relación entre el centro neurálgico del partido y los miembros partidarios hacia quienes este dirige su acción (Ramos Jiménez, 2001, p. 118). En un partido democrático, las pautas de acción han de formarse de abajo hacia arriba; por consiguiente, el modo de organización, los procedimientos internos y la elección de los dirigentes debe recaer, ya sea directa o indirectamente, en la voluntad de la mayoría de sus miembros partidarios (OrozcoHenríquez, 2003, p. 8; Freidenberg, 2005, p. 95). El tercer requisito de la democracia interna6 implica que los candidatos a puestos de representación popular deben provenir de la elección de una mayoría, y no de la designación de un sector minoritario dentro del partido (Muñoz, 2003, p. 147). La selección llevada a cabo por la cúpula supone una acción de designación, que es ejercida por órganos colegiados, adquiere rasgos designativos si los delegados son señalados a dedo, o electivos si estos son seleccionados por los miembros partidarios, y las primarias, tanto abiertas como cerradas, constituyen procesos de elección (aunque estas solo tienen sentido cuando existe una disputa real entre líderes partidarios). Aquí es importante recalcar que los partidos que cumplen satisfactoriamente las dos primeras condiciones de democracia interna, suelen utilizar métodos electivos de selección de candidatos por decisión propia. Por esa razón es que en ellos se torna superflua la in-

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corporación de un mecanismo como las primarias, destinado a mejorar el potencial representativo de la organización (Gallo, 2011). Es más, en los partidos que presentan falencias en las dos primeras áreas de la democracia interna, la apertura en los mecanismos de nominación de candidaturas partidarias puede llegar a operar en la dirección opuesta a la prevista. Ahora bien, al haber caracterizado los elementos constitutivos de la democracia interna partidaria, en lo que sigue se expondrán las razones por las cuales consideramos que la nueva legislación argentina entra en contradicción con los preceptos sobre los cuales se asienta conceptualmente. Cabe mencionar también que, como se dijo al inicio, el carácter progresivo que pretendió dársele a la reforma electoral argentina –enmarcándola dentro del contexto de la oleada progresista continental– reposaba en la premisa de que la incorporación de reglas y mecanismos de democracia interna constituía uno de los principales aprendizajes de la izquierda latinoamericana actual, que la diferenciaban de la izquierda marxista–leninista clásica, cuyos partidos presentaban una estructura centralizada, rígida y burocratizada. Esto encontraba respaldo en estudios empíricos que arrojaban que los partidos ubicados en la izquierda del espectro político ideológico eran los que gozaban de niveles más altos de democracia interna (Pérez-Guevara, 2009).

5 Cada fuerza política debe diferenciarse de otras formaciones partidarias y orientarse hacia un determinado conjunto de ciudadanos que compartan sus principios fundamentales (Gallo, 2005, p. 30). 6 Esto, a su vez, alude a que cualquier miembro partidario debe poder acceder a la postulación para cargos públicos, de acuerdo con el criterio que prime en cada partido –militancia, ideología, experiencia, etc.– (Garrido Maldonado, 2002, p. 102).

Sin embargo, hay que decir que los estudios centrados en la dinámica y el comportamiento electoral, en los que se evalúan en abstracto los niveles de democracia interna partidaria, parten de una noción electoralista de la izquierda y de una concepción de democracia interna que se ciñe a su tercer aspecto (invirtiendo la secuencia de los tres elementos que esta debería tener), tomando al partido como una mera maquinaria electoral. Ade-

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7 Estos partidos dedicaron grandes esfuerzos a adecuar su corpus doctrinario a las cambiantes circunstancias vivenciadas, transitando por revisiones, rectificaciones y reimpulsos (Biardeau, 2008). Con el advenimiento de la política de masas, los partidos de izquierda experimentaron una tensión entre la práctica militante del partido dotado de un proyecto específico de sociedad y la vocación movilizadora de las masas oprimidas (Ramos Jiménez, 2001, p. 220), lo cual condujo a que algunos sectores pasaran a orientar su acción preeminentemente al electorado, mientras que a los otros se les atribuyó una rigidez programática, muchas veces inmovilizante. 8 El centralismo democrático surgió históricamente de las necesidades que impone la lucha de clases a un partido revolucionario. Esta metodología presupone la existencia de un programa revolucionario que demarca los límites externos de la organización y otorga a sus miembros el derecho a discutir y cuestionar la orientación de su política a partir de la experiencia en la lucha de clases viva. Esto imprime disciplina a la organización, lo cual permite que las decisiones fluyan de abajo hacia arriba y viceversa, en un ida y vuelta entre el órgano inferior y el superior, con el objeto de lograr la necesaria unidad política para impulsar acciones prácticas y para operar efectivamente en el movimiento de masas. Para más detalles, consultar: “Nuestro programa”, “Proyecto al Programa del Partido”, “Proyecto de estatutos del POSDR”; “Qué Hacer”, “Un paso adelante, dos pasos atrás”, etc. 9 El término “desalineamiento (dealignment) partido–clase” se refiere a tres procesos paralelos: una declinación del voto de clase y del compromiso de clase con los partidos políticos, una declinación de la base de clase de las organizaciones y una declinación en el uso de un imaginario y conciencia de clase en política (Pakulski & Waters, 1996, p. 133).

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más, se postula una concepción empobrecida de lo que es la izquierda (basada tan solo en el posicionamiento en un continuum ideológico espacial), pasando por alto que las organizaciones más democratizantes e ideológicamente más débiles de la izquierda, suelen arrastrar más voluntades que las formaciones consecuentemente revolucionarias7. Estas últimas, a su vez, y a la inversa de aquel planteamiento, por lo general utilizan un modelo de organización y funcionamiento –el centralismo democrático8– que es congruente con las exigencias formales de la democracia interna antes expuestas.

las instituciones de representación formal, que lo llevó a presentarse como una figura situada en un lugar de exterioridad a la disputa política tradicional, pero capaz de recomponer los lazos de representación y de realizar un giro fundacional en la política nacional (Slipak, 2010, pág. 269), acorde y coincidente con el llamado “giro a la izquierda” en el nivel regional (Gallo & Bartoletti, 2013).

En este apartado se busca evaluar cómo se conjugan las metas de los reformadores de la Ley de Democratización de la Representación Política, la Transparencia y la Equidad Electoral (No. 26.571) con los elementos de la democracia interna partidaria recién expuestos, teniendo en cuenta que su sanción tuvo lugar en una instancia en la cual el gobierno kirchnerista, autocatalogado como progresista, comenzaba a entrar en una fase de decadencia.

Con aquella crisis sin precedentes se había producido una erosión general de los lazos entre los partidos y determinados bandos de clivajes, y una merma en la identificación de aquéllos con ciertos valores (como la ideología o cuestiones institucionales), que había roto con la tradicional permanencia en los resultados electorales9. En ese contexto, originariamente Kirchner procuró forjar un tipo de vinculación directa con el conjunto de electores (como nuevo colectivo de identificación), sin mediación partidaria ni institucional y, a la vez, intentó reordenar las opciones políticas a lo largo del eje izquierda–derecha10, rompiendo así con la dicotomía tradicional peronismo–antiperonismo; para lo cual se adoptó la estrategia denominada “transversalidad” –consistente en sumar votos de la centroizquierda no peronista y de organizaciones sociales afines11– (Calvo & Escolar, 2005). El objetivo había sido propiciar el surgimiento de una nueva matriz bipolar a partir de dos grandes coaliciones: una de centroizquierda, comandada por los K12, y otra de centroderecha. Si bien el proyecto transversal fue rápidamente sustituido por el intento de complementar el liderazgo de opinión con el control de las estructuras territoriales del PJ y la relación preferencial con el movimiento sindical tradicional13, se mantuvo el relato oficialista mediante el cual se consideraba al proceso iniciado en 2003 como un punto de inflexión y de refundación histórica.

Como se mencionó, Néstor Kirchner había asumido el gobierno en un momento histórico excepcional, luego del colapso del neoliberalismo y de la crisis integral de

Es decir, mientras mantuvo su popularidad, el kirchnerismo pudo combinar la adhesión de las masas peronistas con la de las clases medias progresistas. Sin em-

En ese sentido, como se verá a lo largo de este trabajo, las fuerzas de izquierda que lograron sobreponerse a las restricciones legales incorporadas, provienen de una tradición de izquierda que no ha resignado los intereses de las bases que le brindan apoyo, en pos de una mecánica electoralista. A su vez, en esas mismas circunstancias, ciertos sectores democratizantes de la izquierda optaron por el oportunismo y el electoralismo, sin obtener efectos positivos, mientras que la presunta rigidez ideológica de la izquierda revolucionaria les permitió crecer electoralmente. LA REFORMA ELECTORAL DEL KIRCHNERISMO

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bargo, las elecciones parlamentarias de junio de 2009 tuvieron lugar en un contexto de debilidad y pérdida de popularidad del oficialismo. En esa ocasión, el FPV resultó derrotado en las urnas, a partir de allí entró en un proceso de desgaste que parecía adelantar su ocaso definitivo14 (Fraga, 2010; Ogando, 2010; Maiello & Romano, 2010). En este contexto, el kirchnerismo decidió “dar pelea” utilizando su propia lógica de resolución de la conflictividad, reflotando el relato refundacional y revitalizando la antinomia “amigo–enemigo”, cifrada nuevamente en términos ideológicos. Sin embargo, esta presunta profundización del “giro a la izquierda” gubernamental constituyó tan solo el modo en que el kirchnerismo retomó la iniciativa política, en un juego que condujo a una lógica de suma cero (Gallo, 2011); en ese sentido fue que desde el oficialismo se resolvió proponer la enmienda de la legislación electoral, que conduciría a la sanción de la Ley No. 26.571, la reforma electoral de mayor plexo de abarcadura desde la recuperación de la democracia hasta la actualidad (Corcuera, 2011). Ahora, se mencionan los propósitos teóricos centrales de ley: con la reforma electoral se buscaba recuperar el rol de los partidos como agentes de representación, procurando hacer frente a la crisis de las estructuras partidarias tradicionales. Se apuntaba a conformar un sistema de partidos más ordenado y representativo mediante la reducción del número de fuerzas políticas que competían15; es decir, según sus propulsores, se pretendía promover la unidad entre partidos similares, a partir de la agregación de demandas e intereses comunes (Abal Medina, 2009; Astarita, 2009). Otro de los objetivos de la reforma era generar estímulos a la politización de los ciudadanos (Straface & Page, 2010), a través de su participación en la selección

Ariadna Gallo

de quienes competirían en las elecciones generales (Escolar, 2011), incorporando así una instancia electoral adicional para ejercer su soberanía política. A la vez, se sostenía que la obtención de resultados tentativos antes del momento definitorio, iba a proporcionar pistas fiables para los electores con respecto a cuáles eran los contendientes y los partidos más competitivos. También se argumentaba que las PASO permitirían combatir el exceso de burocratización partidaria y de sujeción a reglas, poniendo fin a la verticalidad y a la elección a dedo de los candidatos (Saya, 2011), lo cual, teóricamente, proporcionaría transparencia al proceso electoral (Straface & Page, 2010, p. 2) y dejaría al descubierto la disputa por los cargos públicos y en manos de la ciudadanía común la determinación en relación con ellos. A continuación se ven en detalle las contradicciones manifiestas que emergen de esta legislación: se toma como un dato indiscutido que los partidos están en crisis, y al mismo tiempo se incorpora un mecanismo que, por su propia lógica de funcionamiento, presupone la existencia de un determinado alineamiento partidario mediante el cual se efectúa la selección; es decir, se toma como unidad real del juego electoral a cada partido o frente partidario que se registre para competir desde la instancia originaria de las PASO, que pasa a ser la entidad dentro de la cual se produce la selección de candidatos (Gallo, en prensa). Si se da por sentada esta finalidad reformista, en las primarias abiertas se debería seleccionar al candidato más representativo de cada uno de los partidos que compita. Para ello, el eje partidario debería ser, efectivamente, predominante en el voto en las PASO. Dicho de otro modo, con la reforma se pretendía generar un realineamiento partidario y mitigar la fragmen-

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10 La derecha fue identificada con el pasado dictatorial y neoliberal por superar y la izquierda encarnada en un “movimiento nacional y popular”, protagonizado por los sectores medios y trabajadores, las organizaciones piqueteras, el movimiento de derechos humanos, los intelectuales progresistas y el sindicalismo no burocratizado de la CTA (Zelaznik, 2010, p. 97) 11 Combinó una estrategia de cooptación de parte del movimiento piquetero y una política que proponía “ni planes ni represión”, desacreditando así a las organizaciones piqueteras más combativas; contó para esto con una clase media permeable a los reclamos de orden y normalidad, y con una campaña “antipiquetera” desplegada por los grandes medios de comunicación (Svampa, 2008; Castillo, 2011, p. 43). 12 El kirchnerismo adoptó ese perfil ideológico como parte de la estrategia de adaptación a las nuevas circunstancias. Esto facilitó la implementación de un modelo consistente básicamente en la expansión del consumo combinado con medidas asistenciales (Gallo & Bartoletti, 2013). 13 Este proceso de transición culminaría en 2008, con la asunción de Kirchner como presidente del PJ, lo que generó fuertes críticas y distanciamientos dentro del tejido de alianzas progresistas (Boyanovsky Bazán, 2010). 14 A pesar de mantener un importante caudal electoral a nivel nacional, con aproximadamente el 30% de los sufragios, el PJ/ FPV se encontraba disperso internamente (luego del desgranamiento de sectores tras la crisis con el campo) y carecía de un candidato nato indiscutido aceptado por las corrientes intestinas más relevantes (tras la pérdida de poder interno del expresidente Kirchner) (Ferreira Rubio, 2009). 15 Con esa finalidad si incorporaba el piso proscriptivo del 1.5%.

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16 La fragmentación puede deberse a causas institucionales (relacionadas con características electorales) o estructurales (inherentes a la estructura de clivajes y a la cantidad de clivajes existentes). El que haya un alto número de clivajes provoca fragmentación, a menos que se presente una superposición entre ellos, con lo cual operan como si se tratara de uno solo. Si los clivajes se yuxtaponen se produce una gran fragmentación (Anduiza & Bosch, 2004, p. 185). 17 Los datos confirman que un gran número de partidos son creados como meros sellos electorales, sin vida real ni funcionamiento como organizaciones estables y activas, se ha llegado a tener 656 partidos nacionales, provinciales y de distrito. 18 Como había sido en su momento la alianza entre kirchneristas y duhaldistas, posteriormente la transversalidad, después la concertación plural con los radicales K, etc. (Castillo, 2011). 19 La democracia en el partido del proletariado se manifiesta en la elaboración y discusión de la línea política del partido y la elección de los dirigentes. En esta discusión participan todos los militantes del partido, comienza en la base y se transmite a través de representantes que toman las decisiones en un encuentro final (Harnecker & Uribe, 1972).

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tación partidaria existentes16; es decir, se apuntaba a volver a institucionalizar un sistema de partidos que se había atomizado tras la crisis de 2001–2002 y que nunca se había recompuesto plenamente (Abal Medina, 2009; Astarita, 2009)17. En efecto, el kirchnerismo recurría a la misma lógica legitimante sobre la cual había cimentado su poder desde sus inicios, erigiéndose en el artífice de la drástica reversión de aquel momento crítico. Sin embargo, el realineamiento que presuntamente se procuraba promover con esta normativa no implicaba la recomposición de lazos preexistentes quebrantados, sino que se establecía de acuerdo con otro criterio ad hoc. Desde aquel entonces, la crisis del sistema bipartidista no había sido resuelta con el surgimiento de nuevos partidos orgánicos, definidos en función del clivaje de clase ni asociados con alguna tradición partidaria o una posición ideológica discernible, sino que solo había sido mitigada a través de coaliciones inestables18, resintiendo así al comportamiento electoral (Anduiza & Bosch, 2004, pp. 155, 185) y profundizando la crisis de representatividad de los partidos. En nuestro país, el clivaje de clase se había encarnado en la histórica divisoria entre peronismo–antiperonismo, siendo el primero aquel que concentraba el voto de la clase trabajadora sin ser coincidente con los intereses de clase que el partido representaba. También sucede que, con la nueva ley, las fuerzas partidarias, al estar obligadas a someterse a primarias abiertas en las que participan todos los ciudadanos, tienden a desarrollar estrategias que les permitan apelar a la totalidad del electorado y no a colectivos específicos, transformándose así en organizaciones catch all. Además, la necesidad de superar el umbral impuesto incita a la construcción de coaliciones estrictamente pragmáticas y electoralistas. A la vez, en las PASO deben competir fórmulas partidarias completas (Art. 44, cap. VII) y las alianzas deben forjarse con antelación (Art. 6), sin que puedan admitirse realineamientos poste-

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riores; lo cual desincentiva la competencia interna y establece un excluyente esquema de suma cero, con ganadores y perdedores absolutos. De igual forma, dada la situación descrita, también perdería consistencia el argumento de la transparencia en el proceso electoral, es decir, la necesidad de clarificar las disputas internas a través de las PASO surge al presuponer que los partidos existentes carecen de ámbitos de discusión y debate interno para dilucidar las disidencias y para construir compromisos en común (sin realizar una distinción con respecto al tipo de divergencias que se pretende solventar). Como se expuso, las fuerzas partidarias que exhiben un nivel de democracia interna relativamente satisfactorio en los dos primeros ámbitos –al presentar una estructura partidaria aceptablemente sólida y bases con protagonismo y capacidad de decisión–, suelen contar con recursos para que, en caso de surgir disputas de tipo programático, estas se resuelvan en la arena interna (Gallo, 2011). Por lo tanto, los partidos que presentan estas características (entre los cuales se suele incluir aquellos pertenecientes a la izquierda revolucionaria)19, difícilmente llegan a la instancia de las primarias con liderazgos en disputa. Al mismo tiempo, si lo que hay que resolver son disidencias faccionales, la existencia de primarias tampoco permite clarificarlas, básicamente porque el sistema mismo promueve la emergencia de dos situaciones alternativas hipotéticas: por un lado, que no haya competencia por resolución cupular interfaccional, con lo cual no se previene de la utilización de mecanismos segados y minoritarios en la instancia previa; o bien que se celebren primarias efectivamente competidas, con lo cual solo se conseguiría la exposición pública de diferencias faccionales, promoviendo así contiendas reñidas y disputadas, lo que acentúa el faccionalismo. Por otro lado, se pretende combatir la burocratización, sin

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entender que esta se produce cuando el aparato organizado queda situado por encima del proyecto partidario (Weber, 1964, citado por Ramos Jiménez, 2001), siendo este último aquello que imprime una lógica compartida a los sectores que conforman la organización. En la actualidad, la mayor parte de los partidos políticos de la Argentina posee un proyecto que suele ser simplemente la adhesión pasiva a ciertas consignas teóricas generales. Paradójicamente, en este contexto, se pretendía enfrentar al burocratismo endógeno por medio de una ley exógena, en lugar de promover la revitalización del proyecto partidario o incentivar la adhesión de las masas a consignas políticas significativas. A continuación, se analizan los antecedentes de celebración de internas abiertas presidenciales en fuerzas políticas provenientes de la izquierda. LAS PRIMARIAS ABIERTAS Y LA IZQUIERDA

Las primeras internas abiertas presidenciales del país tuvieron lugar mucho antes de que el mecanismo de primarias abiertas apareciera como una pieza clave de las reformas político–institucionales que procuraban democratizar las estructuras partidarias, y fueron celebradas por una coalición de izquierda. En 1988, la Izquierda Unida –coalición fundada un año antes entre el PC (Partido Comunista) y el MAS (Movimiento Al Socialismo)– celebró una interna abierta presidencial que ganó Néstor Vicente (PC), quien se impuso sobre Luis Zamora (MAS) (Freidenberg, 2005, p. 112), lo que dio lugar al binomio presidencial Vicente–Zamora (De Luca, 2011)20. Si bien con la utilización de este método se buscó mostrar una imagen democrática (De Luca, 2011), en realidad las internas abiertas se establecieron para resolver las diferencias dentro de un frente

Ariadna Gallo

de carácter táctico, conformado por sectores de izquierda con divergencias programáticas históricas (una división que data de la separación entre tercera internacional y quienes buscaban refundar la cuarta internacional). El caso del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) es completamente distinto, esta coalición se formó en 2011 –con la unión del Partido Obrero (PO), el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y la Izquierda Socialista (IS)– justamente a partir de su férrea oposición a la instauración del sistema de internas abiertas partidarias. En efecto, la incorporación de la normativa de las PASO tuvo dos corolarios interconectados relacionados con ese punto: por un lado, implicó que se obligara a ciertos partidos de izquierda a someterse a un mecanismo de selección de candidaturas partidarias –las primarias abiertas– que no hubieran utilizado de modo voluntario. Como se expuso antes, los partidos provenientes de la izquierda revolucionaria (entre los cuales se encuentran los que constituyeron el FIT)21, como regla general, nominan a sus candidatos mediante métodos electivos, ya que en el proceso de selección intervienen directa o indirecta las bases militantes22; con lo cual, en ellos carecía de sentido utilizar un mecanismo destinado, en teoría, a democratizar internamente a los partidos. Por otro lado, la nueva ley originó que la izquierda se viera compelida a modificar la unidad de competencia real en el juego político eleccionario; es decir, se obligó a que varios de los partidos pertenecientes al área de atracción de la izquierda, que históricamente habían competido por separado, se unieran para constituir una formación frentista de carácter ideológico. En efecto, si bien el FIT fue un producto del oportunismo electoralista impuesto por la nueva ley, integró a organizaciones que procedían de la misma tradición ideológica (el trotskismo) y que levantaban y reivindicaban un programa común (basado en la independencia política de los trabajadores).

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20 En esa ocasión participaron más de 134.000 personas (Semán, 1999); mientras que en las elecciones generales, IU logró 400.000 votos. De todos modos, este frente se disolvió en 1991, muy poco tiempo después de aquel evento. 21 Aunque con grados diversos, en ellos rige, al menos teóricamente, el mencionado modelo del centralismo democrático. Mientras que otros partidos de izquierda que no formaron parte del FIT se organizan internamente de un modo diferente, adquiriendo así rasgos autonomistas algunos y populistas otros (muchos de los cuales se han alineado con el gobierno). 22 De hecho, la propia estructura de organización requiere de una actividad consciente de sus miembros y una de sus tareas primordiales es el desarrollo de una correcta política de formación y selección de cuadros dirigenciales.

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23 De los sectores de Izquierda Unida, el MST sustituyó al viejo MAS pero no llegó a superar el 1.5% en las PASO, y el PC se anexó al kirchnerismo. 24 Los sectores de izquierda que habían pasado a integrar las filas de Proyecto Sur en 2011 –entre los cuales estaba el MST– sufrieron el impacto de la alianza entre Fernando “Pino” Solanas y Elisa Carrió; frente a las elecciones de 2013, fueron a Unidad Popular y a dirigentes del Partido Socialista Auténtico. 25 Como parte de su programa se estableció que los cargos fueran rotativos entre los partidos integrantes mientras durara el mandato y que ningún legislador ni funcionario ganara más que un docente o un obrero calificado. 26 El FIT obtuvo el cuarto puesto en varios distritos, entre ellos la provincia de Buenos Aires y la ciudad de Buenos Aires; tanto en Formosa como en Mendoza quedó en tercer lugar.

Estos aspectos diferencian al Frente de Izquierda de otras coaliciones de izquierda que habían obtenido buen resultado electoral en otras épocas (como la mencionada Izquierda Unida)23, y de las demás fuerzas izquierdistas que coexisten en la actualidad. Otros sectores de izquierda han oscilado –desde el momento de las modificaciones electorales aquí estudiadas hasta el presente– entre formar parte de alguna suerte de frente popular preexistente, que posteriormente se disolvería en los partidos tradicionales (Proyecto Sur)24, conformar alguna efímera coalición ad hoc (Nueva Izquierda, Camino Popular) o competir aisladamente (Autodeterminación y Libertad); que en ningún caso le fue redituable ni desde el punto de vista del rendimiento estrictamente electoral, ni desde la óptica de la preservación programática de la organización partidaria. Aquellos aspectos fueron los que permitieron que el FIT, más allá de su origen cuasi fortuito y tangencial, fuera muy bien saludado desde varios sectores de la población (incluyendo intelectuales y artistas, que conformaron una asamblea en su apoyo)25 y se constituyera en la formación predominante de la izquierda –pese a ciertas visiones sectarias y estrechas que anidan en su interior– al extender la defensa del programa obrero y socialista y la necesidad de la construcción de una alternativa política de los trabajadores. DESARROLLO ELECTORAL DEL FRENTE DE IZQUIERDA (2011 Y 2013)

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2015

Su buen resultado lo posicionó en un lugar relevante para los comicios legislativos de 2013, instancia en la que volvió a presentarse unificado. En las primarias de agosto de ese año, el FIT tuvo una destacada elección, que duplicó la cantidad de votos obtenida previamente (900.371 sufragios nacionales), pese a que no había sido computado en las encuestas previas y que algunos medios evaluaron como un fenómeno puntual típico de una elección no definitoria. No obstante, en los comicios legislativos generales de octubre, el FIT incrementó su nivel de apoyo (al obtener el tercer o cuarto lugar en varios distritos)26, consiguiendo así cargos de representación popular y logrando formar un bloque propio en el Congreso. Todo esto en un contexto en el cual el oficialismo – pese a mantenerse como la principal fuerza política del país (Malamud, 2013)– perdía una cantidad de adhesiones con respecto a la elección anterior y la oposición quedaba fragmentada en múltiples opciones diferentes (Fara, 2013). Tabla 1. Desempeño electoral del Frente de Izquierda y de los Trabajadores.

La primera actuación del Frente de Izquierda se produjo el 14 de agosto de 2011, con ocasión de las elecciones primarias abiertas simultáneas y obligatorias (PASO), en un contexto político de fortaleza del oficialismo kirchnerista y de atomización de la oposición tradicional (Gallo, en prensa); en ese momento, el FIT participó al presentar una lista unificada y obtuvo un 2.49% de los votos (507.323 sufragios), con lo que superó amplia-

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mente el objetivo propuesto (que era alcanzar el 1.5%), y en las elecciones generales subsiguientes, celebradas en octubre, este frente mantuvo prácticamente la misma adhesión recibida con anterioridad (2.31% a nivel presidencial) (http:// www.elecciones.gov.ar/).

PASO 2011

Generales 2011

PASO 2013

Generales 2013

Frente o partido

Bs. As.

2.61

2.74

3.95

5.04

FIT

Cap

4.08

3.25

4.18

5.65

FIT

Catamarca

1.01

1.52

2.79

2.55

PO

Chaco

0.77

0.78

2.48

4.48

PO

Chubut

1.63

187

-

-

-

Córdoba

3.69

2.85

5.58

7.47

FIT

Partidos de izquierda y regulación estatal sobre la vida partidista. Análisis del impacto de las nuevas normatividades electorales en Argentina (pp. 106 - 127)

aisladamente29 y, a su vez, había conseguido un nivel de desarrollo e implantación nacional que no había logrado ninguna de las otras expresiones de la izquierda en la Argentina contemporánea.

PASO 2011

Generales 2011

PASO 2013

Generales 2013

Frente o partido

Corrientes

0.73

0.85

-

-

-

E. Ríos

1.16

1.04

-

-

-

Formosa

0.82

0.43

5.18

3.24

PO

Jujuy

3.14

1.99

8.97

7.19

FIT

La Pampa

1.46

1.23

1.51

2.5

PTS

Correlación asalariados–voto FIT 2013

0.196

La Rioja

1.59

1.49

3.62

2.2

IS

0.351

Mendoza

2.63

1.52

7.61

14.03

FIT

Correlación asalariados–voto FIT 2013 (sin comercio ni administración)

Misiones

0.81

1.01

-

-

-

0.308

Neuquén

4.82

3.24

6.65

9.91

FIT

Correlación diferencia del voto histórico peronista y el voto al FPV–incremento del apoyo al FIT entre 2011 y 2013

Río Negro

3.52

2.04

6.28

8.58

PO

Salta

4.26

3.63

11.19

19.11

PO

San Juan

1.08

1.07

1.72

1.62

IS

San Luis

0.72

1

-

-

-

Santa Cruz

3.22

1.71

7.86

11.14

PO

Santa Fe

1.34

1.72

2.65

2.56

FIT

Santiago del Estero

0.99

1.07

3.99

2.81

FIT

Tierra del Fuego

1.96

1.93

-

-

-

Tucumán

2

1.92

3.93

3.02

FIT

Fuente: Cálculos propios sobre la base de www.elecciones2013. gov.ar. Nota: es a nivel presidencial.

En negrita figuran los resultados con los cuales se superó en las elecciones generales lo obtenido en las PASO. En la elección de 201327, el Frente de Izquierda fue votado por 1.300.000 electores que, en gran medida, provenían de la clase obrera28 y de la juventud (Graciela Römer, 2013, citada por Altamira, 2011). En efecto, el FIT como tal había logrado interpelar a la clase obrera en su conjunto, captando a sectores donde no habían llegado cada uno de los partidos consocios, tomados

Ariadna Gallo

27 En 2013, en 10 distritos sobre 18, el FIT superó en las elecciones generales el porcentaje obtenido en las PASO, y en todos los distritos en donde compitió, obtuvo mayor porcentaje que en 2011.

Tabla 2. Voto al Frente de Izquierda

Nota: Las provincias se consideran como unidades de análisis.

Aquí se observa que el voto al Frente de Izquierda en 2013 presenta una correlación positiva con la variable de clase (aunque no demasiado significativa en términos absolutos), y esta es más fuerte cuando se excluye de la consideración a los trabajadores de cuello blanco; también es interesante notar que hay una correspondencia positiva entre el caudal de voto que pierde el kirchnerismo, con respecto a su promedio histórico y el porcentaje que gana el FIT de una elección a otra. COMPARACIÓN ENTRE LAS ELECCIONES DE 2011 Y 2013

A continuación se observa qué características adquirieron los procesos electorales posteriores a la reforma, en función de los objetivos propuestos por sus impulsores y cómo repercutió la aplicación del sistema PASO en los partidos de izquierda. Hay que mencionar que desde la sanción de la ley electoral en 2009 hasta su primera implementación efectiva un año y medio más tarde, la situación económica nacional había experimentado un repunte, al tiempo que habían tenido lugar ciertos acontecimientos significativos que conllevaron a que el oficialismo lograra

2015

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28 La votación del FIT se destaca en los distritos predominantemente obreros e históricamente peronistas. Hizo muy buena elección en los distritos del norte del conurbano, de estos, donde más creció fueron Campana (34.2%), Malvinas Argentinas (34%) y Berisso (28,5%), distritos de importante composición obrera. En los circuitos electorales, las votaciones más altas están en barrios obreros (donde además se observa el mayor aumento relativo de la votación al FIT entre agosto y octubre). En Mendoza se destaca en distritos obreros y peronistas del Gran Mendoza, como Las Heras (10.1% y 17.9%), Maipú (16.9%) y Guaymallén (15.7%). En Neuquén el FIT obtuvo su porcentaje de votos más importante en el departamento obrero de Confluencia (11.4%). 29 Cada una de las fuerzas que componen el frente se había concentrado históricamente en un sector social determinado: los obreros, tanto ocupados como desocupados y el movimiento estudiantil (PO), los obreros industriales en activo (PTS) y las capas profesionales lindantes con la pequeña burguesía que se expresaba en las asambleas (IS).

117

recuperar –y hasta superar– su nivel de popularidad previo (Catterberg & Palanza, 2012). Así, en las elecciones de 2011 (tanto en las primarias como en las generales), el FPV obtuvo un acompañamiento electoral mayoritario, particularmente en los sectores populares y en los más jóvenes (López, 2011; Fidanza, 2011; Bacman, 2011; Del Franco, 2011), los cuales habían conformado sus bases de apoyo originarias.

30 Quienes se habían pronunciado por este frente, en su cuasi totalidad, se ubicaban entre la centroizquierda y la izquierda, además, utilizaban el criterio ideológico para determinar su voto (Gallo, en prensa). 31 Hay que subrayar aquí que en Argentina, la izquierda suele no ser una izquierda revolucionaria. Los ciudadanos que se ubican en la izquierda apoyan al gobierno de Kirchner o votan por Binner o por Pino Solanas (Altamira, 2012). 32 Medidas como la Ley antiterrorista (unánimemente denunciada por dar al Estado herramientas que permiten criminalizar y reprimir la protesta social) o el Proyecto X (base de datos sobre militantes y organizaciones sociales desarrollada por el servicio de inteligencia de la Gendarmería Nacional, que resultó en el pase a retiro de gran parte de sus comandantes) (Gallo & Bartoletti, 2013).

De todos modos, a despecho de los objetivos de quienes auspiciaron la reforma kirchnerista, en estudios específicos sobre comportamiento electoral se obtuvo que en aquellos comicios no primaron los factores de largo plazo (criterio partidario e ideológico) en la decisión del voto ciudadano, sino que se habían activado el eje gobierno –oposición y el criterio personalista (López, 2011), a raíz de la inesperada introducción de la variable incumbent, y de la inexistencia de competencia interna en todos los partidos (Gallo, en prensa; Gallo, 2014). Así pues, la ausencia de incidencia del criterio partidario y la no utilización de ese eje en la configuración del voto se pueden caracterizar precisamente como una expresión del declive de las viejas estructuras partidarias tradicionales, asociadas a la crisis del régimen político y social que estas habían defendido. Esto da cuenta de que la ley no operó en la dirección de paliar esa situación crítica, sino que incentivó la tendencia preexistente. Paralelamente, pese a que el kirchnerismo había pretendido impulsar la ideologización de la ciudadanía, a partir de la construcción de un relato progresista o nacional y popular, la influencia del criterio ideológico tampoco había sido determinante en la decisión del voto ciudadano, teniendo en cuenta incluso que casi la mitad de la ciudadanía se autoubicaba ideológicamente entre la centroizquierda y la izquierda (Gallo, en prensa). Al respecto, el voto ideológico fuerte (es decir, aquel determinado por la variable ideológica), que históricamen-

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2015

te se concentra en la izquierda clásica, repartida en sus múltiples expresiones (Fidanza, 2003), en 2011 se habría volcado mayoritariamente al Frente de Izquierda30. De cualquier modo, aquí hay que destacar el significativo incremento electoral que obtuvo el FIT –que pasó del 2.69% a más del 6% en solo dos años–, al superar el promedio histórico del sufragio de tipo ideológico, que suele rondar el 3–4% del total (Fidanza, 2003). Empero, el rebasamiento de los límites del voto ideológico histórico no se debe a que la coalición de izquierda haya apelado a otro eje (además del continuum izquierda–derecha), sino que se vincula con ciertas cuestiones relevantes relativas al rol cumplido por la izquierda en la política nacional y con características peculiares adquiridas por el FIT que le permitieron trazar un contraste con otras fuerzas políticas a las cuales este les habría ganado adhesiones. Por un lado, esta situación se relaciona con la crisis de la oposición de centroizquierda e izquierda democrática, producto de su dificultad para disputar este espacio ideológico con el kirchnerismo (que prácticamente lo había hegemonizado a lo largo de la década) (Svampa, 2014). Ante estas circunstancias, para las primarias de 2011, varios de estos sectores efectuaron un giro de índole pragmática hacia posiciones cercanas a la derecha, buscando así seducir a electores no cautivos del kirchnerismo (Svampa, 2014). No obstante, ese corrimiento ideológico oportunista provocó un efecto liquidacionista en la oposición de centroizquierda/izquierda31 y una desmoralización en sus seguidores (Altamira, 2012, p. 174), muchos de los cuales, aún considerándose no afines al gobierno, terminaron volcándose por el kirchnerismo en las elecciones presidenciales de ese año (Gallo, en prensa). Al respecto, cabe decir que el acompañamiento crítico al oficialismo ejercido por este sector en 2011, constituiría el anticipo de su posterior delimitación política y consecuente vuelco a la izquierda revolucionaria.

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En efecto, en el período subsiguiente empezó a quedar en evidencia el fracaso del kirchnerismo en su propósito de mostrar una agenda progresista y políticas acordes con ella. Así, para 2013 se iba tornando cada vez más inocultable el carácter derechista del gobierno nacional32 y menos creíble el relato progresista legitimador. Esto derivó en que muchos de quienes venían acompañando al oficialismo por razones ideológicas, dejaron de sentirse identificados con él. En este contexto, es factible que en las elecciones de ese año, parte de aquel núcleo de votantes progresistas se haya redefinido hacia el Frente de Izquierda. Estos elementos, sumados al notorio empeoramiento en el nivel de vida que experimentaron los trabajadores en el último período (en términos de poder adquisitivo y de condiciones laborales, educativas, sanitarias, habitacionales y de derechos), iría perfilando el agotamiento del ciclo kirchnerista. Al igual que esta vez, las votaciones más destacadas de la izquierda de los últimos 30 años también se habían producido en contextos de “fin de ciclo” (1989 y 2001) (Varela & Collado, 2013). Sin embargo, en estas dos oportunidades, el peronismo no se encontraba en el poder, sino que constituía la opción opositora automática de recambio33, mientras que en la ocasión estudiada, este era el partido gobernante (y no había una alternativa burguesa de oposición fuerte)34. Esto también iría en la dirección opuesta a dos hipótesis frecuentes, relacionadas entre sí, muchas veces consideradas premisas indiscutibles para analizar la política argentina contemporánea: por un lado, la concepción de que el peronismo era el único actor político capaz de garantizar la gobernabilidad35 y, por otro, el supuesto de la doble conciencia del movimiento obrero, basado en el hecho de que la clase obrera tendía a combinar la combatividad y proximidad a organizaciones de la izquierda para la lucha en el mundo del trabajo, con el apoyo al peronismo en el terreno político (Torre, 1989; James, 2013).

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En efecto, a lo largo de todo el proceso electoral de 2013 comenzó a experimentarse un fenómeno que desde la propia izquierda se denominó “salto de cerco” (Altamira, 2014), a partir del cual votantes históricamente peronistas pasaron a inclinarse política y electoralmente por la izquierda revolucionaria, lo cual implicó una alteración de la relación entre el PJ y las masas trabajadoras y populares, que expresaba la pérdida del automatismo del voto de clase. En esta ocasión, el Frente de Izquierda apuntó a recuperar el clivaje de clase como línea ordenadora cardinal y a expandir la utilización del criterio ideológico en la determinación del voto; pero dotando a este eje de contenido clasista, para que trascendiera la mera asociación de los polos “izquierda” y “derecha” con valores abstractos. En efecto, el FIT, a través de un planteo de lucha de clases, pudo canalizar a los ciudadanos que solían inclinarse por la centroizquierda o la izquierda no revolucionaria (Altamira, 2012, p. 140) y, al mismo tiempo, al centrar su eje de acción en la organización y la concientización de las clases oprimidas, logró aparecer como un frente de los trabajadores en oposición a los otros partidos patronales, entre los cuales se encontraba el PJ en sus múltiples variantes. De este modo, con la visualización de un eje ideológico más sustantivo e inextricablemente ligado a la estructura de clases, comenzó a disiparse la superposición casi automática entre el clivaje de clase y la línea de demarcación partidaria, que había hecho aparecer al peronismo como el representante genuino de los intereses de las masas populares.

33 Y además contaba con una conducción sindical sólida. 34 Massa es por ahora una variante “provincial” y el bloque UCR/FAP es muy débil en la Provincia de Buenos Aires. 35 En virtud de su protagonismo, y habiéndose probado su actuación en situaciones críticas, el imaginario político pareciera atribuirle a este actor la capacidad de garantizar la “gobernabilidad”, en la medida de la eficacia demostrada para operar la “capacidad de gobierno” en “situaciones de excepcionalidad” (Herrera, 2012). 36 Por ejemplo, en 2011 el radicalismo, partido ubicado en la centroizquierda, forjó un pacto con el derechista Francisco de Narváez, que resultó sumamente cuestionado por sus propias bases (Gallo, en prensa).

Por otro lado, observamos que por más que, según los promotores de la ley, esta apuntaba a la revitalización de las divisorias partidarias tradicionales o a la creación de nuevas, con su instauración se incentivó la no utilización del criterio partidario y el fomento de vinculaciones lábiles y volátiles. Paradójicamente, la izquierda

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reunida en el FIT –dada la homogeneidad exhibida y la claridad de su planteo– pudo diferenciarse de los sectores más visibles de la oposición, tanto de las fuerzas patronales como de la izquierda democratizante (las cuales conformaron frentes sustentados en vínculos pragmáticos no ideológicos)36, al ir a contracorriente de las pretensiones normativas, presentándose con una propuesta ideológica coherente y con una perspectiva política delimitada (Gallo, en prensa).

37 En un trabajo de campo se obtuvo que del total de encuestados que conocían las tres funciones básicas de las PASO, el 48.98% votaba por Altamira (Gallo, en prensa). 38 Al respecto, se menciona que frente al crecimiento de la izquierda en la juventud, el kirchnerismo instaló la idea del reverdecer de la militancia estudiantil, en una tentativa de cooptación desde el Estado. En 2011, un considerable sector de jóvenes aún apoyaba al gobierno kirchnerista. De hecho, la muerte de Kirchner había acentuado el componente simbólico de esta adhesión, lo que incrementó el acompañamiento juvenil al oficialismo (Catterberg & Palanza, 2012).

En este sentido, la coalición izquierdista logró que ciertos issues (es decir, temas de debate electoral relevantes) fueran evaluados por la ciudadanía utilizando un criterio ideológico. Por ejemplo, en 2011, su efectiva campaña (que combinaba la crítica por izquierda al gobierno kirchnerista, con cuestiones relativas al cercenamiento de derechos democráticos que la nueva normativa imponía) permitió que el FIT obtuviera un porcentaje de voto suficiente como para forzar al régimen democrático a confrontar políticamente con la izquierda (Altamira, 2012, p. 136). Para los comicios de 2013, previendo que se superaría el piso electoral del 1.5%, el eje de campaña se centró en la necesidad de que la izquierda obtuviera puestos legislativos para impulsar desde allí los cambios requeridos para la transformación social. Por otro lado, en 2011, cuando se estrenaba la utilización de las PASO, la mayoría de los ciudadanos desconocía cuál era la función de la norma y del sentido de su participación en esta instancia (Gallo, en prensa), lo cual ilustra el fracaso de uno de los objetivos declarados de la reforma kirchnerista, que era estimular la politización de la ciudadanía. En este contexto, los electores con mayor conocimiento al respecto eran los votantes del FIT,37 quienes, no obstante, discrepaban teórica y axiológicamente con la existencia de este mecanismo (Gallo, en prensa; Gallo, 2014). En efecto, la coalición de izquierda recibió el voto más politizado. Sin embargo, la politización de los

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individuos que se inclinaron por el FIT no se produjo en el momento cuasi anecdótico de las primarias, sino que se venía gestando en el proceso de luchas sociales de los últimos tiempos en Argentina; en ellas, la izquierda había tenido un lugar destacado que propició la movilización popular y la conciencia política de la clase obrera, ejerciendo así una resistencia a los intentos de disciplinamiento y de cooptación del gobierno kirchnerista. La izquierda logró tanto el desarrollo orgánico y la conquista de posiciones en el movimiento obrero (al obtener cuerpos de delegados y armando agrupaciones clasistas que organizaron el activismo obrero contra la burocracia sindical), como también la construcción de un movimiento estudiantil militante (ganando centros de estudiantes y federaciones universitarias), al concitar la adhesión de un importante sector de jóvenes que habían apoyado originariamente al kirchnerismo, al concebirlo como la cristalización del proceso 2001-2002, en el cual ellos habían crecido, y que luego fueron volcándose por la izquierda al no encontrar en el gobierno la satisfacción de las demandas emergidas38. Pero sucede que la politización de los ciudadanos no se logra a través de su mera participación formal en la tercera instancia de la democracia interna (la de la selección de candidatos), sino que, por el contrario, se produce mediante la adhesión a un programa partidario y del involucramiento de éstos en las decisiones relevantes dentro de los espacios en donde se ponen en juego sus intereses. En el caso de los partidos de izquierda, que defienden las voluntades de la clase obrera, la politización se lograría con la fusión del movimiento obrero con el programa y la experiencia histórica del socialismo (Ramal, 2014). Además, curiosamente, la pretensión de politizar a los ciudadanos a través de su participación esporádica en el acto ritual del comicio electoral se correspondía con una concepción de la política como un aparato sepa-

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rado por completo de la sociedad; es decir, el gobierno nacional –autoproclamado progresista, nacional y popular– postulaba a las PASO como un factor propicio para la politización ciudadana y la democratización partidaria, pero al mismo tiempo, procuraba mantener y reproducir la desvinculación del primer elemento de democracia interna (que es el programa y proyecto partidario) de aquellos a quienes este va dirigido, separando a los sectores oprimidos de cualquier conciencia con respecto a los fines estratégicos de su lucha. Por consiguiente, no fue la ley la que estimuló la politización por medio de la obligatoriedad de la participación ciudadana, sino que la unidad electoral lograda por el FIT para superar el piso, dio mayor notoriedad e impulsó a este frente para interpelar a sectores previamente politizados. Además, el auspicioso debut de la coalición de izquierda en 2011 constituyó un hecho relevante, una pista confiable que fue tenida en cuenta por los ciudadanos a la hora de trazar su mapa cognitivo frente a las elecciones de 2013, en las cuales la vitalidad de izquierda revolucionaria –exhibida en los sindicatos y en las organizaciones juveniles y territoriales– comenzó a traducirse en el plano político. CONCLUSIONES

En este trabajo se procuró analizar la nueva normativa impuesta con la reforma político–electoral establecida en Argentina en 2009, e indagar acerca de cómo los partidos ubicados en la izquierda fueron adaptándose a ella; para lo cual se estudió el rendimiento electoral de este frente a lo largo de los sucesivos procesos eleccionarios, y la composición del voto obtenido por el mismo. Además, se resalta que las reglas aquí analizadas habían sido incorporadas bajo el gobierno kirchnerista –que formaba parte de los denominados posneoliberales– y

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sus metas aparecían teóricamente relacionadas con elementos anclados en una perspectiva de izquierda. Sin embargo, en este trabajo se concluye que, por un lado, la nueva legislación electoral no contribuye a la recuperación del Estado, sino que constituye la expresión de la estatización de la sociedad civil, que ubica al Estado por encima de los partidos políticos (Altamira, 2013, p. 24); tampoco facilita que los partidos restablezcan sus roles constitutivos luego de la crisis de representatividad vivenciada con el colapso del modelo neoliberal, en la medida en que se soslaya la causa histórica de la misma. Tanto desde la perspectiva pluralista como desde el marxismo, se entiende que los partidos políticos son organizaciones nacidas del cuerpo social, que expresan los intereses antagónicos existentes en él; para la primera, los partidos son vehículos para la articulación y agregación de intereses societales; mientras que para la segunda, estos representan los intereses de determinadas clases en conflicto. En cualquier caso, como se expuso, el proyecto del partido es lo que permite integrar los intereses de un grupo social determinado y la organización es lo que posibilita la intervención efectiva del mismo en la vida política. Por consiguiente, la crisis de los partidos políticos había tenido lugar cuando estos dejaron de dar respuestas satisfactorias a las demandas y requerimientos sustanciales de los actores provenientes de la sociedad civil; es decir, cuando se vieron imposibilitados para ejercer un rol mediador entre la sociedad civil y el Estado. Ante la percepción de que los partidos incumplían su proyecto específico, estos quedaron expuestos ante la sociedad únicamente como maquinarias forjadas para la consecución de metas electoralistas y para la obtención de espacios de poder en la estructura del Estado (Franze, 1996, p. 137). En este mismo sentido, al difuminarse la

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mediación entre sociedad civil y Estado, este dejó de aparecer como el representante del bien común, que se erigía por encima de los antagonismos sociales, y aquélla se volvió cada vez más autorreferencial.

39 Con las PASO se agregaba una elección muy similar a cualquier comicio estándar, innecesariamente.

Paradójicamente, para recomponer el rol mediador de los partidos, se optó por una vía legal que consistía, por un lado, en que el Estado los reglamentara (un Estado que, desprovisto de su carácter simbólico esencial, se exhibía como un mero aparato coercitivo), y, por otro lado, en la intensificación del carácter de maquinaria electoral del partido, a través del incremento de las instancias electorales39; lo cual tan solo profundizó la tendencia de los partidos a adaptarse a la lógica de la competencia electoral y la secundarización de las demandas societales. Este énfasis en el electoralismo se conecta con una idea de democracia interna partidaria, restringida solo a una de las tres esferas que la componen, a partir de la cual se concebía que democratizar al partido era equivalente a trazar vasos comunicantes con el electorado en su conjunto. Empero, como se vio, los partidos que ostentan un programa coherente y una organización apropiada, por lo general utilizan mecanismos de funcionamiento interno adecuados. Y en los casos en los que eso no ocurre, la introducción externa de reglas destinadas a democratizar internamente los partidos, quizás ocasione que estos queden reducidos a estructuras vacías de fuerza transformadora y de contenido, encorsetando así el accionar de los nuevos actores participantes. Por todo esto es que aquí interesa concentrarse en la adaptación a estas reglas que realizaron ciertos partidos, que –además de situarse en el área de atracción ideológica que pretendía hegemonizar el kirchnerismo– tenían la particularidad de, por un lado, oponerse teóricamente a la intervención estatal en la vida inter-

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na partidaria, y por otro, cumplir aceptablemente con los requisitos de democracia interna mencionados. De otro lado, el Frente de Izquierda se formó en 2011 con la finalidad de sobreponerse a las restricciones impuestas con la nueva ley electoral, y debutó electoralmente en las primarias abiertas de ese año. La unificación de las fuerzas de izquierda en un frente común había sido bien recibida por ciertos sectores de la población que en algún momento habían adherido al gobierno (tanto la clase trabajadora históricamente peronista como también las clases medias progresistas). Como se vio, la reforma de la legislación electoral se produjo cuando el kirchnerismo perdía su capacidad para aparecer como la fuerza política más representativa de los nichos más salientes en el electorado; es decir, cuando comenzaba a fracasar su tentativa de erguirse en una expresión de izquierda y en un artífice de la puesta en funcionamiento de un proyecto nacional y popular. Pese a que la reforma política de 2009 se postulaba como acorde con el ideario izquierdista y con las premisas de la democratización partidaria, lo cierto es que esta fue producto de una decisión conservadora que tendía a mantener el statu quo. Si bien la primera elección posreforma se produjo en el año 2011, luego de que hubiera habido un repunte en la popularidad y en la credibilidad del kirchnerismo, en los comicios subsiguientes, los del año 2013, volvió a quedar claro lo antedicho. En efecto, ante el declive del gobierno nacional, el FIT pudo captar electoralmente a trabajadores y sectores de la juventud que habían tenido una importante intervención en los movimientos de lucha durante el último período y que –a partir de la visibilidad adquirida– habían logrado concebir a este frente como un instrumento de lucha popular y agente motorizador de la transformación social.

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Narrativas de experiencia en un espacio académico.

Reflexiones sobre el rol docente y el proyecto de vida de los estudiantes* Luz Carmen Maffiol**

Fecha de recepción: 13 de febrero de 2014 Fecha de aceptación: 28 de agosto de 2014 Fecha de modificación: 1 de octubre de 2014

RESUMEN En la educación actual y futura, la interconexión entre contextos con miradas ecológicas que incluyen sistemas cada vez más amplios y complejos, supone un compromiso ético y estético –con y de cada uno– de los actores. El desarrollo de esta experiencia en el aula de clase se enmarca de acuerdo con el pensamiento complejo, que además pretende conectar con los siete saberes descritos por Morin en 1999, y desde la construcción de un contexto metaposicional, es decir, reflexivo e incluyente; también se pretende gestar distinciones inspiradas epistemológicamente con el constructivismo y así repensar acerca de las comprensiones del rol del docente universitario, y su relación con la facilitación del desarrollo de los proyectos de vida de los estudiantes, en este caso del programa de Psicología, en los espacios académicos de Entrevista clínica e Intervención sistémica durante el segundo período académico de 2013, al observar narrativas construidas por ellos después de cada clase. Palabras clave Rol docente, pensamiento complejo, constructivismo, metaposición, narrativas, desarrollo humano, proyecto de vida.

Narratives of Experience in an Academic Space. Reflections on Teachers’ Role and Students’ Life

Narrativas de experiência no espaço acadêmico. Reflexões sobre o papel docente e o projeto de vida dos estudantes

ABSTRACT

RESUMO

In the current and future education, the interconnection between contexts and ecological perspectives including systems increasingly wider and more complex supposes an ethical and aesthetical commitment, with and from each party. The development of this experience in the classroom is rooted in complex thinking, and has the aim of connecting itself with the seven kinds of knowledge described by Morin in 1999, from the construction of a metapositional context, that is, a reflective and inclusive one. It is also intended to find distinctions epistemologically inspired in Constructivism, and thus thinking over the understanding of the University teacher’s role as well as its relation with facilitating the development of students’ life projects, specifically Psychology students registered in the Clinical Interview and Systemic Intervention courses, second semester of 2013, when observing the narratives they construct after each class session.

Na educação atual e futura, a interconexão entre contextos com olhares ecológicos que incluem sistemas cada vez mais amplos e complexos, supõe um compromisso ético e estético – com e de cada um – dos atores. O desenvolvimento dessa experiência na sala de aula se ajusta desde o pensamento complexo, que, além disso, pretende estabelecer relação com os sete saberes descritos por Morin em 1999, e desde a construção de um contexto metaposicional, ou seja, reflexivo e de inclusão; também pretende-se gestar distinções inspiradas epistemologicamente com o construtivismo e assim repensar acerca das compreensões do papel do docente universitário e sua relação com a facilidade do desenvolvimento dos projetos de vida dos estudantes, neste caso dos Programa de Psicologia, nos espaços acadêmicos de Entrevista clínica e Intervenção sistemática, durante o segundo semestre acadêmico de 2013, ao observar narrativas construídas por eles depois da aula.

Keywords Teacher’s role, complex thinking, Constructivism, Metaposition, narratives, human development, life project.

Palavras-chave Papel docente, pensamento complexo, construtivismo, metaposição, narrativas, desenvolvimento humano, projeto de vida.

* Artículo adscrito al Grupo de investigación pensamientocomplejo.org ** Psicóloga. Magíster en Psicología Clínica y de Familia. Docente de la Facultad de Psicología de la Fundación Universitaria Los Libertadores. Correo electrónico: lcmaffiola@ libertadores.edu.co

INTRODUCCIÓN

La experiencia en el aula de clase traspasa los límites físicos y psicológicos del espacio académico, y este, en tanto contexto de desarrollo humano, sugiere un proceso educativo renovado e innovador, orientado a eso que se nombra como condición humana en este retador siglo XXI. Cuando Edgar Morin (1999), a puertas de este siglo, reflexionó sobre la condición humana y su evolución, señaló precisamente que los retos en el nuevo milenio conducen a repensar en la educación como dinámica significativa, posibilitadora e inspiradora en las transformaciones necesarias para el desarrollo humano. Morin propuso una ruta ecológica y compleja caracterizada por saberes, siete a su juicio, necesarios para una educación enfocada hacia esa comunidad humana que se quiere construir y en la que se quiere participar y vivir (figura No.1): “Hay siete saberes ‘fundamentales’ que la educación del futuro debería tratar en cualquier sociedad y en cualquier cultura sin excepción alguna, ni rechazo según los usos y las reglas propias de cada sociedad y de cada cultura” (Morin, 1999, p. 1).

poner que se traza la distinción inicial desde el saber que resalta la ética del género humano, y así continuar tejiendo complejamente la reflexión sobre esta práctica en el aula. Figura No.1. Síntesis de la propuesta de Edgar Morin en la que se mencionan los siete saberes sugeridos por él como necesarios para la educación del futuro.

La propuesta realizada por Morin está conectada ecológicamente con el desarrollo de los proyectos de vida de los actores que comparten un espacio académico, invita a construir contextos de desarrollo humano y, por supuesto, a identificar saberes y aprendizajes mutuamente coherentes, dialógicamente conectados, diversos e incluyentes, de tal forma que permiten reflexiones y comprensiones acerca de los retos que acompañan al rol docente. TRAZANDO DISTINCIONES CON BUCLES TEÓRICOS Y PRÁCTICOS

Se podría pensar, quizá de manera pedagógica, que se estaría iniciando esta experiencia según el saber que invita a enseñar la comprensión, también es posible pro-

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Por su parte, Barale, Chada y Moriñigo (2005), cuando reflexionan sobre las prácticas que se llevan a cabo en un espacio académico, introducen el concepto de educomunicación, que construye un tejido significativo entre lo que implica formar, comunicar y la dinámica de producir conocimiento; a propósito, refieren: Todo acto de formación implica un entramado complejo que une a docente alumno conocimiento, esto implica pensar desde las ciencias sociales sobre los avances que se han producido en este campo, y por otro lado cómo los sujetos que se forman, se autoconstituyen como personas, como seres reflexivos capaces de orientar sus acciones (p. 4).

Las autoras, al continuar con la reflexión ética del rol docente, la experiencia pedagógica y la producción de conocimiento, proponen que: El mundo es un mundo de comunicación y la educación constituye un proceso permanente en el que los sujetos van descubriendo, elaborando, reinventando, apropiándose del conocimiento. Es un proceso de acción–reflexión–acción que se realiza desde la experiencia, desde las prácticas sociales, no en soledad sino junto a otros. Desde esta concepción se produce un desplazamiento del lugar del maestro y deja de ser solo el que dirige y enseña, para constituirse también en el que acompaña y estimula procesos de análisis, reflexión, comprensión. Estamos así frente a un docente que enseña y aprende con sus alumnos, junto a ellos, para lograr construir el conocimiento (p. 2).

En relación con lo expuesto, la cibernética de segundo orden invita a observar al observador que se manifiesta también en lo observado, es decir, promueve como elemento epistemológico fundamental el análisis de la experiencia de lo ontológico, construida por cada estudiante y observada por el docente, de tal forma que este cae en cuenta de que a través de sus ojos, está su propia percepción de las prácticas en los espacios académicos que orienta, por lo tanto, observarse a sí mismo

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se convierte en un principio ético y en una práctica que apunta al conocimiento. Adicionalmente, como lo promulga el constructivismo, se acepta que cada persona tiene una construcción particular de la realidad, mediante el trazo de distinciones y con la asignación de puntuaciones a dichos trazos, entonces cada estudiante y cada docente van conformando su propio mapa de la realidad, que a la luz del pensamiento complejo, no son excluyentes. Por otro lado, Larrosa (citado por Barale, Chada & Moriñigo, 2005) realiza reflexiones importantes que conecta con los procesos autorreferenciales y sostiene que: Las formas de relación de un sujeto consigo mismo pueden expresarse en términos de acción con un verbo reflexivo: conocer–se, estimar–se, tener–se confianza, dar–se normas, regular–se, disciplinar–se, etc. Por otro lado y dejando de lado diferentes tipos de fenómenos que designan, todos estos términos se consideran como antropológicamente relevantes en tanto designan componentes que están más o menos implícitos en lo que para nosotros significa ser humano: ser una “persona” un “sujeto” o un “yo”. Como si la posibilidad de algún tipo de relación reflexiva de uno consigo mismo, el poder tener conciencia de sí, y el poder de hacer ciertas cosas uno mismo, definieran nada menos que el ser mismo de lo humano (p. 5).

Si bien es cierto que esta experiencia no se manifiesta como un proceso investigativo formal, sí se concibe como un ejercicio pedagógico reflexivo que usa una metodología autobservacional y para ello se menciona lo que describe Ferreira (2008): Para llevar esto a cabo, la metodología autobservacional requiere la presencia de un «observador principal», un sujeto partícipe de la práctica colectiva que ulteriormente actualice de manera práctica (por ejemplo, mediante un relato textual) la dimensión observacional que compartió entonces como participante con el

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resto de «observadores». Esto apunta a la pluralidad observacional puesta en juego –multiplicidad derivada de la existencia de interacciones en las que participan sujetos cognoscentes–. Desde un punto de vista cibernético, Von Foerster (1981, pág. 257) ha vinculado esta multiplicidad «existencial» con lo que podemos denominar un «principio de relatividad universal» de toda observación: las observaciones son relativas al punto de vista adoptado por un observador. En esta línea, Flores y Winograd (1989, pág. 81) señalan que toda construcción de conocimiento está sujeta a la premisa de que las distinciones cognitivas son generadas por algún observador y son, en consecuencia, relativas a la naturaleza del mismo (pp. 7–8).

Así que la observación, en este caso la autobservación, resulta ser para esta experiencia un referente significativo con el cual se construyen las comprensiones que son el interés de este documento. Ferreira (2008) continúa señalando algunas características de la autobservación, al mencionar a Maturana: En palabras de Maturana: “Un observador es un ser humano, una persona, un sistema vivo que puede hacer distinciones y especificar que es capaz de distinguirse como una unidad (…) y es capaz de cooperar como si fuera externo a (distinto de) las circunstancias en las cuales el observador se encuentra a sí mismo. Todo lo que se diga se hace desde un observador a otro observador, que puede ser él mismo” (p. 8).

Igualmente, esta metodología autobservacional se conecta con el proceso metaposicional que se promueve en cada estudiante, cuando se le sugiere que se observe a sí mismo como –parte de y observador de– un contexto, en donde se incluyen interacciones cognitivas, emocionales y afectivas. A continuación, se analiza el origen del término metaposición. El prefijo –meta, que participa en la composición de varias voces, entre ellas metaposición, viene del griego metá, que significa “después”, “de otro modo”, y la palabra posición, del latín positĭo, que significa “pos-

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tura”, “acción de poner”; es decir que metaposición hace referencia a una postura de otro modo, después de… de reflexión que hace el entrevistador (para el ejercicio que se plantea, el observador es el estudiante) para analizar sus propias acciones (Maffiol & Mateus, 2011, p. 23). Así pues, el objetivo de esta experiencia es precisamente conocer cómo se traduce en los espacios académicos la conexión entre los principios institucionales que señalan el horizonte de la misión de la universidad y que insisten en facilitar un desarrollo integral a los estudiantes, mediante las prácticas en los espacios académicos y su vinculación con los proyectos de vida que cada estudiante ha diseñado para sí mismo. Es decir, se busca comprender la íntima relación entre los proyectos de vida de los estudiantes y el desarrollo de un proceso pedagógico y de aprendizaje coherente, en el que se pueda apreciar cómo los contextos educativos, en este caso los universitarios, pueden ser soñados y percibidos como contextos de desarrollo humano genuinamente integrales. En este punto, vale la pena mencionar elementos ecológicos que permean la experiencia de los espacios académicos, como por ejemplo, los sistemas organizacionales que tienen que ver con los procesos de prácticas y el contexto laboral, entre otros. Al respecto, Pakman (2004) (citado por Rodríguez, 2008) afirma, cuando reflexiona sobre el rol profesional, en este caso de trabajadores sociales: Por otro lado, los docentes que tenemos oportunidad de estar con alumnos en sus fases iniciales de formación, pero que a su vez llevamos a cabo formación de postgrado, en el campo profesional, hace años que hemos advertido una evidencia desoladora: los jóvenes profesionales, aquellos con los que con entusiasmo intelectual y emocional, se acercaron a la teoría, sienten una creciente insatisfacción, puesto que lo que se les pide en el campo profesional es que «dominen esos

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procedimientos con rapidez» como condición sine qua non para ejercer (p. 124).

De tal manera que, en esta experiencia de aula, se requiere conectar elementos ecológicos que a su vez estén vinculados con los proyectos de vida de los estudiantes y es, por supuesto: Desde el Proyecto Educativo Institucional Libertador (PEIL), es asumida la docencia como la práctica profesional universitaria que comprende una visión humanista, orientada a la consolidación de valores con sentido social, mediada por el uso de nuevas tecnologías, el trabajo cooperativo, autónomo y reflexionado, respaldado por el saber pedagógico y disciplinar (Fundación Universitaria Los Libertadores, 2012, p. 4).

Además, la División de Promoción y Desarrollo (citada por Fundación Universitaria Los Libertadores, 2012) señala que: La actividad docente, dentro de la Fundación Universitaria Los Libertadores, se encuentra enmarcada por los principios y lineamientos que dirigen el desarrollo de la Institución. En lo académico está soportado por su componente pedagógico, el cual se materializa a través del currículo como eje que articula el proceso de aprendizaje de manera organizada, secuencial, coherente, flexible y dinámica. El ejercicio docente debe responder y ser consecuente con ese marco académico institucional, consagrado en su misión, visión y principios, con las problemáticas de la realidad social, cultural, económica, política y tecnológica, y son las necesidades de formación de los estudiantes, que no solo se limitan a la disciplina administrativa sino que trascienden a los aspectos integrales del ser humano (p. 4).

Entonces, mediante las narrativas construidas por cada estudiante como ejercicio reflexivo y autorreferencial, realizadas después de cada sesión, a través de un formulario online se obtuvo la información correspondiente.

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Adicionalmente, guardando las distancias con lo que implica un proceso de investigación, la dinámica del docente en la experiencia propuesta se puede leer, como lo refiere Ferreira (2008): La metodología autobservacional implica, en consecuencia, que el investigador ha de conjugar la dimensión «participacional» y la «observacional» como vertientes de un mismo proceso práctico, sin poder trazar una frontera neta entre ambas: participa de aquello que estudia (es objeto) al tiempo que observa esa participación (es sujeto). Así, «autobservación» expresa el hecho de que ambas dimensiones son indisociables en tanto que vivencialmente son experimentadas de manera simultánea y, por tanto, alude a la dimensión reflexiva de la investigación (…) (p. 7). Tabla No 1. Enlaces de los formatos en línea https://docs.google.com/a/ libertadores.edu.co/forms/ d/1wbkD2hRXoFoSd9JJShi Ml7s6qwMmIunLakvPRHkh 9fM/viewform (Anexo 1)

https://docs.google.com/a/ libertadores.edu.co/forms/ d/1ZIqic6JG1BjYvo_4dyK YhQTa9vMKijzsrdQXnYmj jU4/viewform (Anexo 2)

La información solicitada mediante el formulario está orientada a promover la conexión entre los conceptos o temáticas del contenido programático desarrollados en cada sesión y el proyecto de vida propio. La propuesta que se realiza al estudiante consiste en invitarlo a diligenciar el formulario, desde su correo institucional o aula virtual, teniendo en cuenta tanto la fecha de la sesión de clase como los conceptos analizados ese día. Es importante resaltar que desde el momento en que el estudiante menciona los conceptos vistos en clase, allí mismo realiza una distinción y además la puntúa como significativa, ya que los conceptos señalados y mencionados por los alumnos en las narrativas son libremente elegidos por ellos mismos. Ahora bien, el interés por el uso de las narrativas en contextos más

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allá de los literarios, y aunque no es el propósito encuadrarlo en una experiencia psicoterapéutica, las descripciones realizadas por Díaz (2007) ilustran las bondades de su utilización como elementos significativos de análisis; además, el autor cita las diferencias entre una perspectiva construccionista social y una constructivista para llevar a cabo observaciones con narrativas: Sin desconocer en absoluto el papel que cumplen los procesos interpersonales y sociales en los procesos de conocimiento, el constructivismo enfatiza la manera en que los seres humanos otorgan un significado personal a las experiencias en curso (Mahoney, Miller & Arciero, 1995; Guidano, 1995; Chiari & Nuzzo, 1996; Stevens, 1998; Yáñez & cols., 2001) (p. 5).

Adicionalmente, Guidano (citado por Díaz, 2007) menciona aspectos que señalan características más orientadas al enfoque constructivista de las narrativas, al afirmar: “de acuerdo con esta perspectiva, el nivel en donde el significado es actualizado es individual, respondiendo a patrones relativamente estables y coherentes de referencia de las experiencias cotidianas” (p. 5). Además, Díaz (2007) describe como un evento significativo en la narrativa desde el constructivismo, la inclusión del concepto de self, y menciona los aportes de Vittorio Guidano: Un buen ejemplo son los aportes del fallecido psicoterapeuta italiano Vittorio Guidano, quizá el máximo exponente del constructivismo contemporáneo. Según este autor, el self sería una construcción (no una representación, como en los enfoques racionalistas, ni tampoco el simple reflejo de una red discursiva más general, como en el construccionismo) arraigada en las relaciones interpersonales y que puede entenderse como un doble proceso fenomenológico. Por un lado estarían los procesos de individuación –sentirse y verse separado del mundo, sentirse único y diferente–, y por el otro los de mantención de un sentido

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de continuidad, de sentirse el mismo a través del tiempo y de mantener la constancia del mundo construido (Guidano, 1994, 1995, 1997, 1998). En términos narrativos, la construcción del self conlleva la secuenciación analógica de eventos significativos para el sujeto a través de la conexión de experiencias de similar intensidad y tonalidad afectiva (citado por Díaz, 2007, p. 5).

En consonancia con lo ya señalado, Díaz también describe algunas de las técnicas que utiliza el psicoterapeuta constructivista, en este caso el observador, desde esta perspectiva: Entre las variadas estrategias y técnicas utilizadas con estos propósitos tenemos formas de autoinforme (diarios, tareas estructuradas de autobservación), ejercicios de enfoque y reconocimiento emocional, agendas de sesión, reencuadre y reformulación de resistencias como mantención de la propia coherencia sistémica, historia del proyecto vital, resúmenes y rituales de finalización, etc. (citado por Díaz, 2007, pp. 5-6).

Para finalizar esta aproximación a las narrativas desde el constructivismo, Díaz (2007) recuerda cómo estas ofrecen un tipo de información y de experiencia que está enfocada más hacia lo analógico que hacia lo racional: La distinción entre pensamiento narrativo y pensamiento paradigmático (Bruner, 1988; Guidano, 1998), que se pueden considerar dos maneras irreductibles entre sí de ordenar las experiencias y construir la realidad. El pensamiento narrativo está centrado en las emociones, los relatos, las experiencias cotidianas y en las intenciones. Es un sistema de ordenamiento intuitivo, imaginativo, que brinda descripciones metafóricas e interpretativas. Es de tipo analógico y pertenece al ámbito del sentido común (p. 6).

Por otro lado, teniendo en cuenta también los beneficios que la construcción de narrativas brinda a los narradores, en este caso los estudiantes, Díaz señala, entre algunos, los siguientes:

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Se plantea una relación directa entre articulación y estructuración narrativa y la capacidad de modulación emocional (Guidano, 1995). Por ejemplo, si una persona autorrefiere sus experiencias de una manera amplia, flexible y relativamente abstracta, aumentaría la capacidad para modular sus emociones, para disminuir las fluctuaciones emocionales y para aumentar su sentido de estabilidad y constancia. Por otro lado, las fluctuaciones emocionales intensas requieren, para su integración, una mayor relectura o reordenamiento, esto es, la experiencia es reeditada, se vuelve a comentar, se introducen cambios en sus escenas, se enriquece o se simplifica sensorialmente, etc., hasta que la activación emocional se ha reducido a niveles aceptables en términos de constancia (2007, p. 7).

ellos hayan partido desde diferentes conceptos abordados durante la clase.

De tal manera que la elección de las narrativas como técnica clave para analizar la experiencia en el aula, tiene además el propósito pedagógico (y terapéutico) de facilitar y promover en los estudiantes–narradores, dinámicas autorreferenciales y metaposicionales que les permitan construir integraciones complejas que conectan procesos de aprendizaje con sus propios proyectos de vida.

Por lo tanto, se podrían analizar las narrativas del primer corte e ir construyendo comprensiones.

Al realizar una lectura sistémica, se podría observar cómo el hecho de que los estudiantes de un mismo espacio académico, que están participando en una sesión de clase determinada, tienen igual oportunidad de escuchar, sentir y observar la organización que realiza la/el docente para comunicar conceptos, pero aun así, la experiencia de cada estudiante puede llevar a conexiones finales distintas en las cuales se aprecia una de las características de los sistemas abiertos, la equicausalidad, es decir, con inicios similares podemos llegar a finales diversos.

De forma tal que los principios de equicausalidad y equifinalidad señalan la importancia de una lectura alejada de la linealidad, que permita tejer la interacción docente–estudiante de manera compleja en el contexto del espacio académico. Es más, una de las preguntas orientadoras de este ejercicio en el aula, es: ¿Sería posible encontrar una conexión significativa entre las temáticas del espacio académico y la vida personal?

Tabla No. 2. Narrativas espacio académico: entrevista clínica TEMÁTICA DE LA CLASE

Esta clase como muchas de las otras es importante ya que se expusieron cada una de las hipótesis que planteaba cada uno de los compañeros desde el paradigma escogido. Eso contribuyó a que perdiera más el temor en hablar en público, que nos viéramos a nosotros mismo y que nos paramos desde un paradigma específico; fue muy enriquecedor este ejercicio y ha sido uno de los más relevantes dentro del aula de clase.

exposición paradigma hipótesis

Esta clase fue un ejemplo muy claro de lo difícil que es para muchos el escuchar lo que el otro me dice o me pide, ya que la actividad a realizar en esta clase era el responder a la pregunta de ¿cómo me gustaría que me trate un entrevistador?, muchos no respondieron la pregunta y se enfocaron en sus propios intereses, olvidando la enmienda inicial.

La escucha

Así mismo, de acuerdo con las anteriores ideas se podría señalar el proceso de equifinalidad, en el que se identifican puntos de llegada similares con comienzos distintos, se observa cuando cada estudiante logra realizar conexiones con su proyecto de vida, aunque todos

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NARRATIVA

Esta experiencia es de gran utilidad para mi vida ya que también tiendo a olvidarme del otro, imponiendo mis necesidades, es por ello que ahora trato de escuchar al otro con ayuda de la metaposición que ha sido de vital ayuda.

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TEMÁTICA DE LA CLASE

NARRATIVA

TEMÁTICA DE LA CLASE ecomapa

No verme a través del otro sino percibirme a mí mismo.

El concepto clave al que acabo de hacer referencia lo veo, como un aporte a mi proyecto de mi ya que puedo conocerme más y vivir por mí, no por los demás, también podría resaltar como puedo guiar al otro en ese conocimiento en aprender de sus actos y tomar sus decisiones, es decir que no sea el otro del que dependa mi vida, que sea yo el actor de esta que mi mundo sea la percepción que quiero, con esto puedo aprender a existir el presente y no recordar el pasado.

retroalimentación negativa, positiva y evolutiva familia pareja trabajo

Fuente: algunas narrativas tomadas del formulario online del Primer Corte. Narrativas espacio académico: entrevista clínica, derivadas de un ejercicio reflexivo (agosto 2013).

Aunque en la tabla original se identifican tanto el nombre del estudiante como las fechas de las clases y las fechas en las que diligenció el formulario, para efectos de estas reflexiones se seleccionan al azar las columnas pertinentes: temática de la clase y narrativas. Tabla No 3. Narrativas espacio académico: profundización sistémica TEMÁTICA DE LA CLASE

Fatalidad. Importancia de los recursos propios. Cooperancia.

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universidad futuro pasado presente

NARRATIVA

Durante mi pasado, presente y futuro me he detenido por un momento a cuestionarme si en verdad mi vida ha sido casi perfecta a nivel familiar, de pareja, laboral y personal, yo creo más bien que no he querido enfrentarme a los errores que me han dejado en ocasiones solo, pero adicionar de estar solo me han dejado grandes enseñanzas a nivel personal como académico. Se que debo mejorar en muchos aspectos, para lograr que mi vida sea la ideal, soy consciente de los cambios que desde ya estoy haciendo y que muy pronto recogeré los frutos de aquel cambio tan anhelado.

observar intervención

Fuente: algunas narrativas tomadas del Primer Corte. Espacio académico: profundización sistémica, derivadas de un ejercicio reflexivo (agosto 2013).

NARRATIVA Empezamos el abordaje en clase con grandes conceptos que nos vienen permitiendo acercarnos mas y mas al objetivo terapéutico que tenemos, revisamos la equifinalidad al igual que equicausalidad, y nos danos cuenta de nuevo que el constructivismo debe ser completamente nuestra base epistemológica pues al cada individuo construir su propia realidad aunque las causas, las finalidades, los modos etc. sean iguales o parecidos los desenlaces posiblemente sean diferentes e incluso inesperados, en último y como reflexión a la clase, al tener nuestra propia visión de la realidad solo tenemos una versión supuesta de los hechos no significa que sea verdad absoluta y mucho menos sabiendo que tenemos puntos ciegos.

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Cada estudiante, con una información similar a la de sus compañeros, elige aquel o aquellos conceptos que puntúa como significativos y que además relaciona con lo que hasta el momento ha definido como su proyecto de vida. En las narrativas de las tablas No. 2 y No. 3, en las que se expresan las experiencias de las primeras clases, se aprecia cómo los conceptos vinculados con las formas de conocer y abordar tanto la realidad como el conocimiento (epistemológicos) impactan la experiencia de los estudiantes en el espacio académico, igualmente, les permiten hacer conexiones entre su situación emocional, familiar y los retos que implica asumir el rol de psicólogo(a).

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Además, el concepto de constructivismo, con su propuesta sobre la forma de conocer única y particular de cada ser humano, y por lo tanto de construir la realidad de acuerdo con las distinciones trazadas y las puntuaciones asignadas, provoca en el estudiante profundas disertaciones sobre el respeto y los valores éticos de apreciar la diversidad de la condición humana. De igual forma, nociones como la de metaposición inspiran en el alumnado la necesidad de autobservarse no solo para desarrollar una carrera profesional exitosa, sino, y además, para prepararse como persona que está en continua evolución. También, y unido al proceso de metaposición, los estudiantes reflexionan sobre la necesidad y así mismo la dificultad de situarse en el presente, en el aquí y el ahora, al manifestar que la experiencia de mantener una variedad de temáticas que se mueven en sus mentes mientras, por ejemplo, están en clase, podría repetirse en un futuro, tal vez en tanto realizan algún proceso de psicoterapia o entrevista clínica, de tal manera que consideran importante para su proyecto de vida aprender a manejar aquellas situaciones conflictivas que podrían interferir en su desempeño e impactar en sus objetivos profesionales. De la misma forma, reflexionan sobre las experiencias de estrés, como distrés y euestrés, construyen conexiones con su propia vida y enfatizan en las situaciones de toma de decisiones, al concluir que por el momento necesitan analizar su propio método en las elecciones que realizan sobre diversos aspectos de su vida personal. Algunos identifican el distrés como una experiencia frecuente en su vida cotidiana e incluso alcanzan a definir como propósito transformar el distrés en euestrés, al comprender precisamente la incidencia de este en

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sus procesos de toma de decisiones. Otros conceptos referenciados en las narrativas de los estudiantes, tales como empatía y rapport, fueron vinculados por ellos como procesos interesantes e importantes no solo para la entrevista clínica y la intervención, sino también, por ejemplo, al observar la ventaja de la empatía en sus relaciones interpersonales, ya sean con familiares, amigos o desconocidos, lo cual fortalece el desarrollo de sus competencias ciudadanas. En general, se puede apreciar cómo el proceso de metaposición llevado a cabo por los estudiantes parte de una reflexión acerca de su propio comportamiento, en esta fase identifican sus debilidades e igualmente se permiten la opción –además la perciben como viable– de transformarlas y superarlas, lo cual los proyecta con las fortalezas que dicho cambio potencializará. Aquí es preciso insistir en la importancia de ir más allá de la identificación de la falla o la debilidad, lo importante es usar la información que arroja el proceso autorreferencial y transformarla en posibilidad cierta con el cambio necesario llevado a la acción mediante el proceso de toma de decisiones. Teniendo en cuenta la segunda pregunta orientadora de este ejercicio reflexivo: ¿Cómo podría facilitar la pedagogía planteada en los espacios académicos el fortalecimiento de estos procesos autorreferenciales? En la dinámica que se experimenta en el espacio académico se comprende que es posible desarrollar una metodología que impacte a los dos actores, tanto docentes como estudiantes, quienes realizan conexiones entre conceptos y realidad, es decir, entre la teoría y los significados de realidad que se comparten allí. Es importante resaltar que, desde el rol de docente, se requeriría un propósito pedagógico claro que incluya no solo como

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estrategia, sino además como objetivo ético, buscar y crear todas las oportunidades posibles para construir junto con los estudiantes espacios académicos–pretextos de desarrollo humano. El reto de proponer actividades que estén orientadas hacia prácticas pedagógicas, estimulantes e innovadoras, en las cuales la creatividad de los estudiantes también tenga oportunidad de participar como elemento protagonista, fue un elemento que los impactó y se refieren a ello con la actividad en la que, por medio de una pintura realizada con acuarela, respondieran a una pregunta reflexiva: si fueran pacientes ¿cómo les gustaría que los tratara el psicólogo(a)? La oportunidad de conectar y analizar conceptos como empatía y rapport (hemisferio izquierdo) mediante imágenes y sensaciones (hemisferio derecho) para construir una experiencia de lo que implica asumir el rol de entrevistador o terapeuta, y así mismo el posible rol de entrevistado o cliente, va más allá del significado racional; por ejemplo, conlleva las puntuaciones personales vinculadas con el ejercicio mismo de ponerse en los zapatos del otro. Además, se observa el gran impacto que han causado precisamente aquellos conceptos relacionados con la reflexión y la autobservación, es decir, se rescata el interés del estudiante por lograr una conexión entre el proceso de aprendizaje y el desarrollo cotidiano de su proyecto de vida, y es allí donde se gesta la experiencia de construir un espacio académico–pretexto para construir reflexiones sobre la ética, la vida, la estética, lo ontológico, lo epistemológico y la ciencia. Se continúa avanzando en el cronograma académico, se integran nuevos conceptos a los espacios académicos, y los estudiantes dan cuenta de su proceso metaposicional en sus narrativas.

Tabla No. 4. Narrativas espacio académico: entrevista clínica

No.

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TEMÁTICA DE LA CLASE

NARRATIVA

Enfoque, tranquilidad y dirección

Es una experiencia bastante compleja querer estar en la mente del otro, exponer las ideas de una forma de expresión de otro individuo es muy subjetivo en ocasiones. Fue muy importante hacer la lectura del dibujo de una compañeras desde un enfoque determinado, pero definitivamente lo más complejo es hacerlo saber en medio de la incertidumbre, eso sentí al leerlo y solo ver mi reflejo en expectativas si realmente me escuchaban o no. Más allá de un ejercicio o de simplemente expresar una postura también es exponerse a la tranquilidad que se debe tener y que definitivamente en una situación incómoda se pierde, por esta razón se debe tener dirección en la entrevista y este ejercicio ayudo a ponernos en varios aspectos al mismo tiempo para comenzar a enfrentarme con la realidad.

Interpretación 182

Paradigmas Epistemología

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Calificación 1 Corte

En ocasiones creemos que las cosas son tal cual como las interpretamos y nos resistimos a pensar que sean otra cosa aun desconociendo y rechazando una objetiva verdad. Lo cierto es que cada ser humano tiene un análisis subjetivo de la realidad y en este proceso de interpretación, hace un ajuste según sus creencias, paradigmas y experiencias. Lo importante siempre será la reciprocidad para no caer en adivinaciones e indagar desde lo episcopologio las innumerables interpretaciones que tiene una respuesta desde cualquiera de los paradigmas. Creo que más que la calificación es el aprendizaje que he tenido en esta materia... Es en la materia en la que más se aprende de las otras 6 que tengo, ya que se combina lo teórico con la practica... Así es que deben ser todas las materias y formarían los mejores profesionales. Más que la nota a mí lo que me interesa es aprender de verdad y en serio. Muchas gracias.

Fuente: algunas narrativas tomadas del Segundo Corte espacio académico: entrevista clínica derivadas de un ejercicio reflexivo (septiembre 2013).

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En este segundo corte, los estudiantes refieren en sus narrativas el impacto de algunos ejercicios prácticos y de la primera sesión de evaluación, que se construyeron siguiendo la apuesta pedagógica de propiciar que ellos se mantengan conectados con su proyecto de vida y el docente promueva espacios para la reflexión tanto ética como académica. Tabla No. 5. Narrativas espacio académico: profundización sistémica. No.

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TEMÁTICA DE LA CLASE

Relación conceptos sistémicos

Los conceptos vistos en clase son: microsistema, cronosistema, mesosistema, terapia sistémica breve, soluciones intentadas, exosistema, crisis, síntoma, morfogénesis. Se realizó la actividad: Rueda proyecto de vida Autores: Linderman – U. Bronfenbrenner.

Luz Carmen Maffiol Arias

NARRATIVA Siento que he mejorado la forma de pensar y la forma de relacionar conceptos, estoy equilibrando mi vida, me encuentro en un cambio muy importante de mi vida y cada clase siento que aprendo mil cosas que aunque en momentos me aterra, me introduzco más. Estoy en el proceso de aprendizaje y algo muy significativo es que cada vez que voy a redactar una pregunta o analizar un caso realizo un proceso de autorreflexión y trato de entrar en el problema del cliente, me ha ayudado a entender la intervención sistémica. La sesión inicia realizando una revisión conceptual de los conceptos anteriormente mencionados, posteriormente realizamos una actividad de trabajo personal llamada Rueda del proyecto de vida. En relación a los conceptos realizamos un análisis en relación a como muchas veces, son los Terapeutas los que no creen en que el consultante puede generar cambios en su estructura, algo que resulta vital en un proceso terapéutico. De igual, forma el realizar la rueda del proyecto de vida, me permitió hacer un trabajo personal que contribuyó a tomar decisiones que he postergado, lo cual es un principio, en mi recuperación a nivel emocional. Así mismo, me pareció interesante porque permite ponerse en la posición del consultante en relación a lo que siente durante la intervención, lo cual contribuye a generar mayor empatía y respeto hacia la otra persona.

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TEMÁTICA DE LA CLASE

NARRATIVA

Juego de roles

Después de cada sesión es evidente mi evolución y la de mis compañeros, siento que estoy apasionado con las clases y tengo siempre la mejor actitud de hacer las cosas, esta semana realice lecturas que me permitieron fluir mejor en el rol de psicólogo, me siento feliz.

Fuente: algunas narrativas tomadas del Segundo Corte espacio académico: profundización sistémica, derivadas de un ejercicio reflexivo (septiembre 2013).

En las anteriores narraciones se observa mayor facilidad para enriquecer las autorreflexiones, se ha comprendido la importancia del compromiso que implica la construcción del espacio académico, y cómo los momentos de evaluación funcionan como hitos significativos para calibrar qué tanto y cómo va el proceso de conseguir los objetivos propuestos. El avance en conceptos e integración de los mismos es una experiencia apreciada por los estudiantes, también lo es la percepción de lo que implica estar abiertos al aprendizaje permanente; incluso, algunos estudiantes han descrito en sus narrativas expresiones relacionadas con su estado de ánimo, que se conecta de manera significativa con su proceso de aprendizaje. De igual forma, en este momento del proceso se han incluido prácticas pedagógicas que describen ejercicios durante el encuentro en clase, estas facilitan la aplicación de conceptos integrados a técnicas y estrategias, en un contexto construido tanto por los estudiantes como por la/el docente. Por ello, temáticas tales como: hipótesis ecosistémica, sistemas representacionales; las técnicas juego de roles, metáfora, silla vacía, preguntas circulares, preguntas reflexivas, emergen como dimensiones significativas en los diversos grupos y la experiencia de la aplicación es tomada por los estudiantes como otra oportunidad para revisar y enriquecer las reflexiones sobre su propio proyecto de vida.

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En cada sesión se aprecia que los procesos autorreferenciales son llevados a cabo por los estudiantes como fase fundamental en su proceso de aprendizaje, incluso cuando se presenta una posible dificultad para realizar una actividad o técnica de forma acertada, el estudiante percibe y manifiesta en su narrativa que esto también pertenece a su valioso proceso de aprendizaje como psicólogo(a) en formación y como persona. Igualmente, algo interesante es leer en las narrativas los avances que los estudiantes identifican en sus propios procesos, así mismo, las distancias que perciben entre lo que quisieran saber y la forma como les gustaría realizarlo. CONSTRUYENDO BUCLES DE COMPRENSIONES

Al conectar de manera compleja las observaciones de las narrativas con las preguntas orientadoras de esta experiencia en el aula, y las reflexiones que brinda Morin (1999), se comprende cómo cuando se promueven espacios académicos –pretextos de un desarrollo humano genuinamente integral– es muy probable que se construyan contextos que confluyen con los procesos señalados en los siete saberes propuestos por el filósofo francés, de tal forma que al intentar responder: ¿Sería posible encontrar una conexión significativa entre las temáticas del espacio académico y la vida personal? y ¿Cómo podría facilitar la pedagogía planteada en los espacios académicos, el fortalecimiento de estos procesos autorreferenciales? Se podría iniciar con una afirmación conectada a una invitación que involucre a estudiantes, docentes, institución educativa, ciudad, país y planeta, a expresar y soñar de forma compleja la vida y el mundo que se quiere, con un compromiso ético y estético que coincida. Por lo tanto, y de acuerdo con lo analizado en las narrativas hechas por los estudiantes, en un espacio académico de una facultad de psicología de una institución universitaria ubicada en la ciudad de Bogotá, en Colombia, se sueña (Figura No. 2) con aprender

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a identificar las ideas que el conocimiento promueve para construir una convivencia amable, respetuosa y coherente con el desarrollo humano propio y social; también se sueña con aprender a identificar y conectar los significados de los eventos para aprender a tomar decisiones sabias; se sueña con aprender a desarrollar perseverancia para buscar las características esenciales y contextualizadas de lo que significa ser humano entre humanos; además, se sueña con fortalecer la solidaridad y la tolerancia inspiradas en la aceptación de ser habitantes–cuidadores de un mismo planeta; se sueña con aprender la dinámica de la ecología de la acción que invita a incluir y aceptar que la incertidumbre es inherente a la vida; se sueña con aprender a desarrollar procesos metaposicionales para comprender–nos desde todos los niveles posibles: intrapersonal, interpersonal, globalmente, y promover dinámicas enriquecidas con empatía y aspectos resilientes; se sueña con aprender a identificar niveles distintos de significado en los eventos conflictivos, para desarrollar contextos solucionables y expresar cotidianamente una ética humana que se construya desde la comprensión de lo que significa el ser humano, como manifestación y apuesta existencial hologramática de la vida planetaria, de tal manera que se aprenda a aceptar la necesaria y continua disposición de aprender a aprender, independiente del rol que se realice en un momento dado, e incluir como elementos significativos las características de ese nuevo contexto de aprendizaje recién construido. Y como lo recuerda a través de su narrativa uno de los estudiantes (Tabla No. 5), se sueña con aprender a vivir en el presente y allí construir todos los sueños posibles: Después de cada sesión es evidente mi evolución y la de mis compañeros, siento que estoy apasionado con las clases y tengo siempre la mejor actitud de hacer las cosas. Esta semana realicé lecturas que me permitieron fluir mejor en el rol de psicólogo, me siento feliz.

Narrativas de experiencia en un espacio académico. Reflexiones sobre el rol del docente y el proyecto de vida de los estudiantes (pp. 128 - 142)

Figura No. 2. Síntesis de las comprensiones construidas acerca de las conexiones entre el rol docente y el desarrollo humano de los estudiantes, en términos de los aprendizajes que se sueña alcanzar en un proceso continuo de aprender a aprender.

Luz Carmen Maffiol Arias

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Narrativas de experiencia en un espacio académico. Reflexiones sobre el rol del docente y el proyecto de vida de los estudiantes (pp. 128 - 142)

Las amargas reglas del azúcar.

Legislación esclavista francesa y española en la América Colonial* Giuseppe Patisso**

Fecha de recepción: 9 de agosto de 2014 Fecha de aceptación: 11 de octubre de 2011 Fecha de revisión: 16 de noviembre de 2014

RESUMEN Entre las principales plantaciones en el Nuevo Mundo: maíz, algodón y tabaco, las de azúcar fueron consideradas las más difundidas y rentables. En este artículo se analiza brevemente la relación entre el comercio de esclavos africanos y la producción de azúcar en la América colonial, con lo cual se evidencia cómo la necesidad de mano de obra dio lugar a tal afluencia de africanos esclavizados hasta el punto de transformar la sociedad americana. En lugar de los indios, llegaron los europeos y al poco tiempo los cautivos de África, el verdadero motor de la economía de las colonias; la necesidad de gobernar el flujo de su entrada y su vida en el nuevo contzinente vio el surgimiento de los códigos negros y de otros reglamentos legislativos sobre el sometimiento de los africanos en territorios de los franceses y de los españoles. Los códigos negros franceses (Codes noirs), los códigos negros españoles y los blacks codes estadounidenses nacieron con la intención de proteger a los esclavos de los abusos de sus amos, pero no sucedió así porque el poder de los dueños fue más fuerte que las disposiciones procedentes de las capitales europeas. Palabras clave Code noir, América colonial, economía esclavista, Código carolino, Nueva Francia, caña de azúcar.

The Bitter Rules of Sugar. ProSlavery French and Spanish Legislation in Colonial America

As amargas regras do açúcar: legislação escravista francesa e espanhola na América Colonial

ABSTRACT

RESUMO

Among the main plantations planted in the New World, as well as maize, cotton and tobacco there are those of sugar, considered among the most popular and profitable. In this article it will be analyzed the relationship between African slave trade and sugar’s production in colonial America, highlighting that the need for labor will lead to such an influx of enslaved blacks to change American society. Europeans have replaced the Indians and then the enslaved blacks have joined, the real force in the economy of the colonies. The need to rule the inflow and the life of the slaves led to the birth of the blacks codes and laws to regulate the slavery in the territories of French and Spanish America. The French blacks codes, the Spanish codigos and the blacks codes of North American states were created with the aim to protect slaves from abuse by their masters. However, this legislation failed because the power that came from European capitals.

Entre as principais plantações no Novo Mundo: milho, algodão e tabaco, as de açúcar foram consideradas as mais difundidas e rentáveis. Neste artigo será analisada brevemente a relação entre o comércio de escravos africanos e a produção de açúcar na América Colonial, com o qual se evidencia como a necessidade de mão de obra deu lugar a tal influência de africanos escravizados até transformar a sociedade americana. No lugar dos índios chegaram os europeus e pouco tempo depois os cativos da África, o verdadeiro motor da economia das colônias; a necessidade de governar o fluxo de entrada destes e a sua vida no novo continente viu o surgimento dos códigos negros e de outros regulamentos legislativos sobre a submissão dos negros nos territórios dos franceses e dos espanhóis. Os códigos negros franceses (Codes noirs), os códigos negros espanhóis e os blacks codes norte-americanos nasceram com a intenção de proteger os escravos dos abusos de seus amos, mas não aconteceu assim porque o poder dos donos foi mais forte que as disposições procedentes das capitais europeias.

Keywords Code noir, Colonial America, Pro–Slave Economy, Carolinian code. New France, sugar cane.

Palavras-chave Code noir, América colonial, economia escravista, Código carolino, Nova França, Cana–de–açúcar.

* Artículo adscrito al grupo de investigación: “Diritti Umani in eta’ moderna”, de la Universidad de Salento. ** Magíster en Ciencias Políticas. Vicerrector del Área de Estudiantes, el Derecho a la Educación y al Empleo. Docente adjunto e investigador de Historia Moderna e Historia del Colonialismo en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Salento (Lecce, Italia). Correo electrónico: giuseppe. [email protected]

Inmediatamente después de la conquista del suelo americano y de divisar sus vastos territorios, los europeos aprovecharon los espacios infinitos para introducir, a lo largo de las décadas, el sistema de las grandes plantaciones: maíz, tabaco, yuca, algodón, pero sobre todo azúcar, y con el desarrollo del cultivo y el comercio de esta sustancia fue que se intensificó el intercambio de productos, entre ellos, el de los esclavos africanos. La producción del azúcar generó una complicada trama de flujos comerciales. El ron elaborado en las costas norteamericanas era enviado al continente africano para ser cambiado por esclavos. Desde las costas africanas, los barcos ponían proa a las plantaciones azucareras antillanas, donde vendían los esclavos y cargaban azúcar y melaza con dirección a las refinerías americanas y europeas (Pérez Herrero, 2000, p. 212). También es importante recordar las palabras de Bernardin de Saint-Pierre: Je ne sais pas si le café et le sucre sont nécessaires au bonheur de l’Europe, mais je sais bien que ces deux végétaux ont fait le malheur de l’Amérique afin d’avoir une terre pour les planter: on dépeuple l’Afrique afin d’avoir une nation pour les cultiver (Saint-Pierre, 1983, cartas VII).

El comercio de esclavos no solo causó una mutilación de las sociedades africanas, sino también una pérdida financiera importante para el continente negro. La expansión de las tierras de cultivo y el aumento en la demanda de trabajo que hacían los terratenientes, estuvo acompañada de la llegada masiva de esclavos procedentes de las fortalezas portuguesas situadas a lo largo de la costa noroeste de África y del Golfo de Guinea, también conocida como Golfo de Esclavos. La trata fue practicada durante varios siglos por egipcios, romanos, árabes y bereberes. A partir del VII al VIII siglo, este comercio adquirió un movimiento más amplio y articulado desde África hacia Asia, Europa, el mar Rojo y el océano Índico (Thomas, 2013).

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De igual forma, el comercio de los esclavos africanos en el Atlántico fue practicado por los italianos ya en el siglo XV, antes de que lo hicieran portugueses, españoles, británicos, franceses y holandeses entre los siglos XVI y XVIII. Personajes como Antonio di Noli, un capitán genovés, obtuvo en 1460 autorización del rey de Portugal para importar esclavos africanos debido al cultivo de la caña de azúcar en las islas de Cabo Verde; también, entre 1489 y 1497, el florentino Cesare de’ Barchi vendió en la plaza de Sevilla a dos mil esclavos provenientes de Guinea (Thomas, 2013; Marrone, 1972, p. 44). De otro lado, la historiografía internacional debería dedicar un espacio, ya que se ha prestado poca atención, a investigar el papel que desempeñaron navegantes y exploradores italianos como Cristóbal Colón, Alvise Cadamosto, Américo Vespucio y Antoniotto Usodimare, así como al rol que tuvieron comerciantes y banqueros italianos además de la ayuda que ofrecieron en tecnología y en capital a Portugal, para establecer un imperio comercial desde el Pacífico hasta las costas de Brasil y África, con el fin de desarrollar el comercio de esclavos. Además de los lusitanos y de los españoles, desde mediados del siglo XVII empezaron a practicar este tipo de comercio británicos y franceses, cuando Luis XIII autorizó oficialmente la práctica en 1642 (Regent, 2007). Desde aquel entonces, la ruta de los esclavos empezó a crecer rápidamente y alcanzó su apogeo en el siglo XVIII: “desde los puertos de Nantes, Le Havre, La Rochelle y Bordeaux partieron los barcos que formaban el comercio triangular” (Chambon, 1783, p. 334). En particular en el Nuevo Mundo, la principal razón de la afluencia de esclavos fue el cultivo de la caña de azúcar, su producción y la comercialización de sus derivados; esta planta fue traída al Nuevo Mundo por Cristóbal Colón en el viaje de 1493 desde las Islas

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Canarias, se sembró por primera vez en Santo Domingo y desde 1516 la producción americana superó a la Europa. Ya a principios del siglo XVI trabajaban esclavos africanos que, aunque pocos en número en comparación con años posteriores, ayudaron a incrementar este cultivo: En la historia de la producción caribeña de azúcar, Haití presenta dos características particulares. A principios del siglo XVI, en el período de la civilización española, Haití es el primer territorio del continente americano donde se estableció la producción azucarera esclavista. Además, constituye con la colonización francesa en el siglo XVIII, el mayor productor mundial de azúcar blanco y pardo. Esta segunda especificidad implicó en el país la mayor concentración de esclavos y de instalaciones agromanufactureras (Alfols, 2007, p. 1).

Si los resultados logrados por la azucarera española eran inferiores a los obtenidos más tarde por los portugueses, hay que destacar el carácter pionero de esta iniciativa que vio la creciente ocupación de los africanos esclavizados en el momento en que la población indígena comenzó a declinar dramáticamente (Engerman-Higman, 1997). Mientras ocurría la colonización de las Américas, los españoles, y en parte los portugueses, buscaban casi exclusivamente metales preciosos, pero sus competidores de Europa del Norte enfocaron sus actividades en el comercio y la producción de bienes de consumo, así como en productos de plantaciones, tales como el azúcar, el algodón, el añil y más tarde el café (Mintz, 1990). A partir de mediados del siglo XVII, franceses e ingleses (estos últimos con la ayuda de los holandeses) se convirtieron en los mayores productores y exportadores de azúcar en el mundo occidental: “Estos negocios prósperos atraen en las colonias francesas en ultramar a comerciantes e intermediarios que han elegido las plantaciones como su actividad económica principal” (Carmagnani, 2012, p. 162).

Guiseppe Patisso

Además, la afluencia de mano de obra africana jugó un papel decisivo en el esfuerzo de Colbert por construir la Nouvelle France. Siguiendo el modelo británico en Barbados, los franceses habían establecido en Martinica, Santo Domingo y Guadalupe (islas que fueron arrebatadas de manera definitiva a los españoles en 1697) una serie de colonias florecientes que basaban su economía en la producción y el comercio del azúcar (Pritchard, 2004, p. 164). Para comenzar, entre los siglos XVII y XVIII, las plantaciones estaban ubicadas más al sur de ese inmenso imperio llamado Nueva Francia: se extendía desde el Golfo de San Lorenzo hasta la desembocadura del Mississippi, incluyendo la región de los Grandes Lagos. Era escasamente poblada y sus pocos habitantes eran tribus indígenas (hurones, ottawas, etc.). La presencia francesa se extendió principalmente en tres macrorregiones: la de l’Acadia, un área en la costa Atlántica de América del Norte que incluye las provincias marítimas de Canadá (Nueva Escocia, Nuevo Brunswick, Prince Edward Island) y parte de Québec. Por su parte, la región de Louisiana era enorme, incluía más de 20 estados de los actuales Estados Unidos. Fue Luis XIV quien quiso colonizar este territorio para contrastar a los británicos. Los informes de los jesuitas en 1600 describen algunas de estas regiones como lugares fértiles y una especie de paraíso en tierra (Havard &Vidal, 2003, pp. 122-128). Ya en el siglo XVIII, el deber de evangelizar los nuevos territorios acompañó todas las formas de asentamiento colonial y tanto Luis XIV como Luis XV tuvieron el propósito de asignarle a la iglesia católica la tarea de propagar la fe mediante la exclusión de los protestantes y los judíos. Sin embargo, Louisiana no se convirtió en una gran región católica, como fue la intención de la corona francesa: la rivalidad de los jesuitas con las misiones capuchinas fue una de las causas fundamentales del fracaso de la evangelización total de los indígenas; además, la esclavitud masiva y brutal no favoreció el

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triunfo de la religión católica (Huetz De Lemps, 2005, pp. 1528-1529).

1 Las plantaciones de azúcar en Cuba se diferenciaban con respecto a otras áreas de cultivo porque la población blanca era mayoritaria en relación con la esclava.

En comparación con lo que ocurrió en los territorios españoles en el Caribe, donde solo alguna vez la cantidad de esclavos negros superó a la población blanca (Mallo, 2001)1, en las colonias británicas y francesas de América el número de esclavos procedentes de África aumentó significativamente en relación con los colonos europeos, sobre todo entre la primera y la segunda mitad de 1700. La enorme afluencia de prisioneros traídos de África al Nuevo Mundo había creado una sociedad feudal y esclavista compuesta por un gran número de esclavos cuya vida estaba regulada, no por las leyes ordinarias de la madre patria, que se aplicaban a los colonos, sino por una legislación especial que sirvió para establecer las normas que debían obedecer todos los esclavos de las colonias de ultramar: el Código Negro pertenece a ese fuero. Sin embargo, este no constituyó la primera forma de “norma reguladora” en el sistema esclavista, ya al comienzo del siglo XVI apareció el Asiento de negro, una especie de acuerdo entre la Corona española y una empresa privada para el transporte de esclavos en América. El contratista, denominado asentista, accedía a pagar a la Corona una suma determinada de dinero y, a cambio, podía vender en sistema de monopolio un número de esclavos (mujeres y hombres) en los mercados de América. Ya en 1501 se emitió la primera forma de legislación en la isla de Española, donde el gobernador Ovando quiso establecer un sistema policial contra el fenómeno de los esclavos fugitivos (Fernández-Durán, 2011, pp. 2320). Es importante recordar que las primeras formas de la legislación en el Nuevo Mundo no estaban dirigidas solo a los esclavos africanos, sino también a moros, judíos y herejes, que oficialmente no podían poner un pie en las colonias españolas en América. Para ilustrar, la introducción de esclavos negros en la América española se realizó a través de tres medi-

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das legislativas distintas: la Licencia, la Capitulación y l’Asiento (Cortés López, 2000). Según Marcos Andrade Jaramillo (1997), las primeras Ordenanzas Antiguas son de octubre de 1528 y su promulgación, hecha en la ciudad de Santo Domingo, está orientada al: Sosiego y seguridad de los esclavos negros. Este instrumento, deviene en el primer código negrero especializado de América. Su composición se estructura en 30 artículos cuyos tópicos se circunscriben a los siguientes aspectos: a) Represión del delito; b) Restricciones de tránsito; y c) Control y tratamiento de esclavos (p. 2).

El cuerpo de ordenanzas también dedica más de la mitad de su articulado a regular las penas, especialmente en los casos de fugas; por ejemplo, la ordenanza primera afirma: Que a todos los negros y blancos que se ausentasen al monte huidos del servicio de sus amos o señores, se les obligue vuelvan al dicho servicio dentro de quince días y si pasado este término fuesen traídos contra su voluntad, les sean dados cien azotes, y les echen una argolla de fierro que pese veinte libras y la lleven por tiempo de un año;... En aquellos casos de reincidencia, el esclavo fugado perdería un pie y, por la tercera vez, la vida. Las ordenanzas garantizan el perdón para aquellos que regresan voluntariamente. En general, mantenerse en fuga encuentra muchos obstáculos dado que toda persona de condición libre debía colaborar con las autoridades constituyéndose en pesquisa de oficio (Andrade-Jaramillo, 1997, p. 2).

Además, fue restringido severamente el libre tránsito de esclavos. El traslado entre haciendas se reducía a los casos en los cuales existía una licencia expedida por el respectivo propietario, solo en cuya compañía se exceptuaba el uso de las mismas: Que ningún esclavo sea osado de ir a las fiestas de unas haciendas a otras, o días de hacer algo (...) so pena de cien azotes por la primera vez, y por la segunda doble, que podrá ejecutarla el

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mayordomo de la hacienda donde se halle el esclavo (AndradeJaramillo, 1997, p. 2).

Estas restricciones también se aplicaban en las zonas urbanas donde se prohibía la posesión de armas, el consumo y la venta de bebidas alcohólicas: Que ninguno de los dichos negros traigan armas ofensivas de hierro, palo ni de otra clase, en poblado ni yendo de camino con su señor o sin él: salvo si es oficial, como carnicero, o degollador de ganado, o arriero... [además, queda prohibido] Que ninguna persona venda vino a negro sin que lleve licencia por escrito de su señor la que guarde el tabernero, al que no se le admita otro descargo salvo la dicha cédula (Andrade-Jaramillo, 1997, p. 3).

Los dueños de esclavos también tenían la obligación de proveerles ropa, alimentación y respetar los días de descanso establecidos: Que los señores de los ingenios les den a los esclavos de vestir, por lo menos calzones, camisotas de angeo, y mantas, y mantenimiento de casabe, maíz o ageo, y carne abundante y no los trabajen los domingos y fiestas (Andrade-Jaramillo, 1997, p. 3).

No obstante, si las ordenanzas les imponían a los responsables de los esclavos el alimentarlos y vestirlos con dignidad, es evidente que los abusos estaban a la orden del día. Pero estas reglas, que se podrían definir como humanitarias, no se conciliaban con lo dispuesto en los lugares de trabajo, en donde ante la presencia de al menos cuatro esclavos negros, era obligación tener cadenas. Las ordenanzas en la América española durante las siguientes décadas representaron una realización de las anteriores normas, por ejemplo, las reglas del siglo XVII fueron reflejo de las del siglo XVI y constituyeron un modelo para las nuevas construcciones legislativas, como ocurrió con los codes noirs franceses de 1685 y 1724. Por ejemplo, el Code noirs de 1685 se componía de sesenta artículos que manejaban la vida, la muerte, la

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compra, la venta, el rescate y la religión de los esclavos. Desde un estricto punto de vista religioso, los negros eran considerados almas para convertir al cristianismo (y este es el espíritu de los primeros artículos de dicho código), pero a medida que se avanza en el articulado, se evidencia que los negros son descritos como bienes muebles transferibles y negociables; en ese documento se produjeron, por tanto, verdaderos “marcos conceptuales” en forma de artículos, que prohibían expresamente a sus súbditos considerar a los negros fuera de la idea de la mercancía (Patisso, 2007). La redacción del Code noir empezó en 1681, cuando Jean Baptiste Colbert, secretario de Estado y de la Marina francesa, ordenó escribirlo luego de la aprobación del soberano. Al morir Colbert, fue su hijo, Jean-Baptiste Colbert, marqués de Seignelay, quien concluyó después de dos años el trabajo de codificación adelantado por su padre, gracias a la colaboración de Charles de Courbon, conde de Blenac, y de dos gobernadores generales de las islas americanas para el rey de Francia entre junio 1684 y febrero de 1691: Jean-Baptiste Patoulet y Jean-Talon, este último había aprendido reglamentación y métodos del comercio triangular en las nuevas colonias durante sus experiencias políticas. En el Code noir está explícita la misión civilizadora de la colonización y la expansión del catolicismo apostólico romano; en el preámbulo de este código, de 1685, Luis XIV de Francia recuerda su misión y sus responsabilidades para con todos los pueblos que “la Divina Providencia ha puesto bajo nuestra obediencia”, al afirmar que las personas que viven en las islas francesas de América tienen urgente necesidad de justicia y de autoridad del soberano (Acte royal, 1664-1744). En el mismo código hay un compromiso con una misión civilizadora y cristiana, en el primer artículo se impone formalmente a los judíos abandonar, en el plazo de tres meses, los territorios franceses, “à peine de

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cuerpo y la confiscación de biens” (Acte royal, 16641744), también se declara que todos los esclavos en las islas tenían que ser bautizados y educados en la religión católica, apostólica y romana. De otro lado, la influencia del Edicto de Fontainebleau, del mismo año, es clara, aunque en realidad Colbert sabía que los judíos y los hugonotes eran los grupos sociales económicamente más activos. El tercer artículo del Code, que prohíbe todas las práctica religiosas públicas diferentes a la religión católica, parece seguir la disposición segunda del decreto de Fontainebleau, que prohibía a los súbditos protestantes reunirse para practicar su religión (Olivet, 2011, p. 91). Los esclavos estaban obligados a seguir las prácticas religiosas, de hecho, los principales momentos de su vida fueron los bautizos de los niños, los funerales o las primeras comuniones; los hombres esclavizados sin bautizar no seguían la misa el domingo, sus dueños tampoco, preferían dedicar ese día a trabajar y ganar. En muchos casos el esclavo, aunque bautizado, necesitaba del permiso de su amo para asistir a misa, pero no siempre lo obtenía. En contraste, estaba una Iglesia que no siempre se alineaba en contra la esclavitud, sino que en muchos casos se convirtió en la esclavitud misma al mostrar contradicciones y ambigüedades. Había muchos clérigos que adquirían plantaciones de caña de azúcar y negros que se convertían en dueños de esclavos, así que compraban y vendían hombres de color de la misma manera en que comercializaban cualquier otra mercancía (Sala-Molins, 1987, pp. 100-103); también había no pocos sacerdotes, absortos en sus especulaciones y en el comercio de productos agrícolas, que consideraban la esclavitud como un sistema que se debía preservar para evitar que los disturbios y el malestar social pudieran socavar la paz. En este contexto, la aplicación del Code noir encontraba tierra fértil.

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Por otro lado, para analizar sus principales características, el Code noir se puede dividir en seis partes diferentes: Los primeros artículos, que abarcan del I a XIV, ordenan a las autoridades francesas de ultramar expulsar a los judíos de esos territorios, de conformidad con la Carta Patente de Luis XIII, fechada el 23 de abril de 1615, que prohíbe cualquier otra fe que no sea la católica romana, a la cual fueron convertidos y bautizados los esclavos. El bautismo pareció ser más sistemático en la región de Illinois, especialmente por la presencia activa de los jesuitas, quienes impusieron el respeto de los domingos y otras fiestas religiosas católicas a través de la abstinencia total de trabajo (Beaulieu, 1990); también se ocuparon de las leyes sobre los matrimonios entre esclavos que pertenecían a la misma plantación individual, a dos esclavos de plantaciones diferentes, o entre esclavos y amos. En la segunda parte, de los artículos XV al XXI, que rigen la vida de los esclavos, se reitera que ellos no son, de ninguna manera, los dueños de su propio cuerpo y les está prohibido portar armas ofensivas o palos grandes, se les impide pertenecer a diferentes propietarios y mantener o vender cualquier producto sin el consentimiento expreso de sus amos. La tercera parte, que va del artículo XXII al XXIX, se refiere a la manutención de los esclavos por el dueño, quien le remitirá a cada uno dos mudas de ropa al año, harina de yuca, y les garantizará sus necesidades, por eso ellos pueden trabajar unos pocos días de la semana por cuenta propia. En el artículo XXVI, los esclavos desnutridos y maltratados injustamente por el dueño pueden reclamar al procurador colonial para hacer valer su “derecho”; este artículo es muy importante porque por primera vez aparece en este Code un instrumento jurídico de defensa de la esclavitud. Sin embargo, la realidad era muy diferente: no se cumplen las condiciones mínimas

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para garantizar que se haga justicia, porque no todo lo que hoy se puede definir como tortura, era considerado crimen (Patisso, 2007). Una cuarta parte se compone de los artículos que van desde el XXX al XXXVII, estos se oponen a cualquier forma de rebelión de los esclavos o al marronnage (Del Piano, 2009, p. 47), quienes no podían actuar legalmente ni quejarse; en particular, los artículos que van desde el XXXIII a XXXV prevén el uso de la pena de muerte para los culpables de haber golpeado a sus amos o a los miembros de su familia, o a otras personas libres; además, el uso de la pena de muerte se aplicaba por robo de caballos, mulas, bueyes, vacas; el robo de ovejas, aves de corral, cabras, azúcar, yuca, guisantes y otras legumbres se consideraba menos grave, en estos casos, a los cautivos se les cortaba el corvejón y recibían en el hombro una marca con el símbolo de la flor de lis. Los artículos que van del XXXVIII al XLIII indican las penas para los privados de la libertad. Las autoridades intervenían en casos de mutilación, amputación o por matar y perdonar. La fuga de un esclavo era castigada y la pena era proporcional al tiempo transcurrido desde el momento en que había huido. Si el “escondite” había tardado más de dos meses, podían cortarle el corvejón y el siguiente castigo consistía en la pena de muerte. Las sanciones previstas en especie a los sometidos que habían dado refugio a un fugitivo, consistían en pagar a su respectivo dueño 300 libras de azúcar por día, según el tiempo que había estado oculto; además, se estableció una compensación financiera para el propietario que denunciara a su esclavo cuando este hubiera sido condenado a muerte (Patisso, 2008). Los artículos de la última parte del Code noir delinean al esclavo como si se tratara de un objeto transferible al cual se le debe establecer un precio, no es ni un animal ni una persona, sino una mercancía; fijar los parámetros precisos en la compra y venta de estos “productos”

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evitaba todo tipo de controversia durante las transacciones financieras. A continuación, y hasta el artículo XLVII, impone a todos los dueños de esclavos en custodia, tratarlos como lo haría un buen padre. Una advertencia particular estaba reservada para los liberados, quienes debían continuar teniendo una “relación especial” y de respeto para con sus antiguos amos, sus viudas e hijos. La falta de respeto o, peor, cualquier lesión de los antiguos esclavos contra su amos o sus familiares, era considerada muy grave y la pena llegaba incluso a considerar la muerte. Pero el siglo XVIII fue el período de máximo esplendor de la trata negrera, además fue el tiempo histórico durante el cual las colonias de ultramar hicieron mayores demandas de mano de obra esclava, en correspondencia con el crecimiento de los enclaves coloniales y el desarrollo de las economías metropolitanas (Grenouilleau, 2004, pp. 168-177). En 1724, apareció una segunda versión del Code noir con normas más estrictas que incluían la economía y las políticas matrimoniales de los esclavos, esto se hizo para reforzar el control real de los amos. Si dos esclavos querían casarse, era necesario el consentimiento de sus amos, y los hijos de este matrimonio serían del propietario de la madre. En materia civil, el esclavo no tenía el derecho a la propiedad y tampoco podía transmitir herencia a sus descendientes. Esta segunda versión fue actualizada por Jean-Frederic de Maurepas Phelypeaux y modificó el mismo punto de vista desde donde se veía la esclavitud, aquélla se aplicó durante los siguientes años en todos los territorios franceses, difería del Code colbertino de 1685 por algunas, pero significativas, palabras, como el uso del término “esclavo negro”, que de hecho aparece en el preámbulo, y el término “blanco”, que sería utilizado en varias ocasiones. El objetivo de este Code de 1724

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no era mejorar la vida de los esclavos, sino formalizar las reglas que debían aplicarse junto con los deberes de los maestros; de hecho, se respetarían estas normas, mientras que las obligaciones de los amos contra los esclavos permanecieron, simplemente, algo inalcanzables. El propietario tenía la obligación de mostrarse moderado en los castigos, como también de alimentar y vestir a sus esclavos correctamente, pero en la práctica la única ley que imperaba en las plantaciones era la de la arbitrariedad y el abuso (Santoro, 1998, p. 86). Al comparar las dos ediciones diferentes del Code noir, en la quinta parte (que va desde el artículo XXXVIII hasta el XLIII) está la mayor diferencia, el de 1724 trata de golpear más duro tanto a los esclavos como a los negros libertos; de hecho, en el artículo XXXVIII se afirma que el esclavo fugitivo, que hubiera estado prófugo durante un mes, desde el día en que su Maestro se ha quejado a la Justicia, se le cortarán las orejas y se marcará con una flor de lirio en un hombro, y si reincide por otro mes, siempre a partir del día de la denuncia, se le cortará el corvejón y se marcará en el otro hombro, la tercera vez será castigado con la muerte. Solo en este Code de 1724 aparece el artículo XXXIII, que tiene el siguiente tenor: Voulons que les esclaves qui auront encouru les peines du fouet, de la fleur de lis et des oreilles coupées soient jugés en dernier ressort par les juges ordinaires et exécutés sans qu’il soit nécessaire que tels jugements soient confirmés par le Conseil supérieur, nonobstant le contenu en l’article 26 des présentes, qui n’aura lieu que pour les jugements portant condamnation de mort ou de jarret coupé (Fortuné, 2014, p. 462).

En la misma edición también aparece el artículo XXXV, que no estaba en el Code noir de 1685: Permettons à nos sujets dudit pays, qui auront des esclaves fugitifs en quelque lieu que ce soit, d’en faire faire la recherche par telles personnes et à telles conditions qu’ils jugeront à propos, ou de la faire eux-mêmes, ainsi que bon leur semblera (Peuchet, 1818, p. 235).

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El análisis comparativo entre los dos codes noirs, el colbertino de 1685 y el de 1724, muestra que en el último se suprimieron los artículos V, VII, VIII, XVIII y XXV, las razones de ello se explican claramente, por una parte, con la superación de una política religiosa (Lafleur, 1988, p. 107) que tendía a preservar la singularidad de la religión católica en Francia, donde la sociedad comenzó a cambiar a partir de la muerte de Luis XIV; por otra parte, con las necesidades contingentes de la región, por ejemplo, en Louisiana se aplicaba el Code noir de 1724. De otro lado, según Manuel Lucena Salmoral (1996), las compilaciones legislativas en la América española del siglo XVIII se componen esencialmente de las siguientes reglamentaciones: xx El Código de Santo Domingo, de 1768. xx El Código de Louisiana, de 1769. xx El Código llamado Carolino, de 1784. xx La Instrución sobre educación, trato y ocupaciones de los esclavos, de Aranjuez 1789. De los anteriores, el código de 1768 fue elaborado por el Cabildo de Santo Domingo para sujetar a los esclavos y reprimir el cimarronaje; el segundo, de 1769, fue el de Louisiana de 1724 que había estado vigente en dicha colonia francesa desde ese año y fue legalizado por las autoridades españolas en 1769 (Salmoral, 1996). Con el tratado de Fontainebleau de 1762, el rey de Francia, Luis XV, cedió a Carlos III la Louisiana como compensación por las destrucciones causada en la guerra contra los británicos, con lo que este obtuvo un dominio indiano de lengua francesa y la frontera con las colonias inglesas de América del Norte. El Codigo de Louisiana fue el único que tuvo vigencia en las Indias españolas, pero se

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enfrentó a la enorme cantidad de problemas vigentes, más que todo por las contradicciones con el ordenamiento jurídico español. Por su parte, el Código llamado Carolino, de 1784, es hijo del nuevo clima político ilustrado que se extendió por España en la segunda mitad del siglo XVIII. Carlos III estaba profundamente convencido de la necesidad de practicar su oficio de rey absoluto según el modo y la manera que reclamaban los tiempos; fue un rey muy devoto, con un sentido providencialista de la vida y sus actos estuvieron siempre impregnados por la religión católica (Fernández-Díaz, s.f.). Esto es evidente, también, en la primera parte (capítulo primero) del Código que tomó su nombre: Siendo, pues, la Religión el objeto primario y ornamento de todo buen Gobierno lo debe ser, con mayor razón, en el de los esclavos y negros libres, cuya miserable suerte y condición sólo puede recompensar el incomparable beneficio del conocimiento de su verdadera luz, que adquieren por su traslación a los Dominios de S. M., cuyo rústico y sincero carácter recibe benignamente sus benéficas impresiones; siendo de la mayor importancia a la seguridad interior y exterior de la Isla, su amor y adhesión a ella, pues su poderosa influencia ha preservado en muchas ocasiones importantes Provincias a la Corona Española (Malagón-Barceló, 1974, pp. 163-164).

Este Código Carolino es una recopilación de las antiguas ordenanzas que sobre negros, mulatos y libertos se dictaron para la isla Española, estas se consideraron muy particulares para extenderlas a toda América como un texto general (Moreta-Castillo, 2008, p. 47). La disposición del mismo, que consta de catorce capítulos, constituye el último y más elaborado compendio legislativo sobre la materia. Las Leyes de Partidas, La Recopilación, los Códigos y Ordenanzas, más las cédulas generales y particulares dictadas desde los primeros momentos de la Conquista, son las fuentes del legislador para regular la vida de los esclavos negros en América. Pero

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fue motivo de preocupación fundamental la ocupación de los esclavos, el capítulo tres del Código Carolino hace hincapié en que deben centrarse exclusivamente en la agricultura, así como en las labores del campo, y desechar los oficios de vida sedentaria en proporción a sus edades y sexos con arreglo a la moral y las buenas costumbres (Andrade-Jaramillo, 1997). Este código pone de relieve algunos derechos para los esclavos, entre los cuales está la educación, pero entendida como instrucción religiosa obligatoria. Las diversiones debían ser simples y sencillas, además de garantizar el uso de habitaciones higiénicas y la asistencia de enfermería; también se consagra el respeto al matrimonio sin que se les impida casarse con esclavos de otros amos, y a ser castigados con moderación por los dueños y mayordomos (Andrade-Jaramillo, 1997). El Carolino es un código de nueva concepción que, si bien recoge las leyes anteriores sobre los esclavos, trató de defenderlos de los abusos a que fueron sometidos. Javier Malagón (1974), Manuel Lucena Salmoral (1996) y Américo Moreta Castillo (2008) trazan en sus respectivos trabajos un análisis amplio y completo al respecto. El Código Carolino también marcó la impotencia de España en las sociedades coloniales, que se sentían cada vez más autónomas e independientes de Madrid. Por último, en relación con La Instrucción sobre educación, trato y ocupaciones de los esclavos, de 1789, hay que decir lo que fue evidente cuando en 1789 Don Antonio Romero la había completada: “la Instrucción para la educación, trato y ocupaciones de los esclavos constituye una prueba evidente del poder de los amos de esclavos en Hispanoamérica a fines de régimen colonial” (Salmoral, 1996, p. 95). Igual que sucedió con el Código Carolino, la intención de la Corona era reconocer un mínimo de derechos a los esclavos porque la inhumanidad de algunos propietarios ponía en peligro la seguridad del Estado mismo, ya que se podrían gene-

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rar revueltas y mucha agitación. Pero los amos eran tan fuertes e influyentes que la Instrucción no llegó a tener vigencia ni un solo día y fue suspendida antes de que se conociera su contenido (Salmoral, 1996).

a limitar el sufrimiento de los esclavos (Abbattista & Francesconi, 2008, pp. 206-230), mientras Burke esperaba que el imperio británico eliminara esa institución (la esclavitud), ciertamente perversa e infame.

Por último, el estudio y la investigación sobre la esclavitud y la ley colonial entre los siglos XV y XX permanecerá abierta, no solo con respecto al análisis de los codes noirs franceses y de los códigos negros españoles, sino también con el intento de pensar en un código verdaderamente humano y universalmente respetado; este intento fue perseguido por el escritor inglés y líder político del partido Whig, Edmund Burke, quien asumió de manera realista una actitud favorable a las pretensiones de las colonias americanas, sin conceder nada en el terreno de los principios. Aquí queremos recordar el nombre del borrador de su código negro, de 1780 (denominado Sketch of a Negro Code y dado a conocer solo en 1792), el mismo fue una elaboración legislativa que incluía varias disposiciones destinadas

Pero los códigos negros, así como diversas leyes y codificaciones sobre la esclavitud, no terminaron al finalizar el siglo XVIII e iniciar el XIX. Los blacks codes estadounidenses, y en especial el Code de indigénat, representaron hasta el siglo XX diferentes formas de entender los derechos humanos; ambos distinguían dos categorías de ciudadanos: los ciudadanos franceses y los sujetos franceses (negros, africanos, argelinos y melanesios); el segundo Code estuvo en vigor a partir desde 1881 y hasta 1945 en las colonias francesas, sobre todo en Argelia, fue abolido oficialmente el 22 de diciembre 1945, pero en realidad se continuó aplicando en Nueva Caledonia y Madagascar hasta 1946 (7 de abril), mientras que en Argelia sobrevivió casi hasta la independencia de ese país, ocurrida en 1962.

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Educación de calidad y educación de caridad* Jaime Andrés Báez León** Fecha de recepción: 21 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 4 de septiembre de 2014 Fecha de modificación: 26 de octubre de 2014

RESUMEN El objetivo de este artículo es demostrar que aunque alcanzar una educación de calidad en Colombia es un desafío para todo el país, este lo han asumido de mejor manera los colegios donde se forman quienes cuentan con más recursos económicos, lo cual ha generado una especie de apartheid educativo que le otorga preferencias a quienes tienen más poder adquisitivo. Báez León también expone que desde los años 60, la discusión sobre la calidad de la enseñanza en el país se concentró en luchar por ofrecer educación gratuita. Palabras clave Educación en Bogotá, apartheid educativo, calidad educativa, colegios públicos, colegios privados.

* Artículo de investigación producto de un proyecto de investigación personal que a la fecha no tiene financiación institucional.

Quality Education and Charity Education

Educação de qualidade e educação de caridade

ABSTRACT

RESUMO

The purpose of this text is to propose that, although the achievement of quality education in Colombia is a challenge for the whole country, this challenge has been better handled by schools where students from families with higher income are educated; this situation has generated a sort of Educative Apartheid which privileges the population with higher purchasing power. Báez León also asserts that since the 1960´s the discussion concerning the quality of education in the country has been centered on the struggle for offering free education.

O propósito do seguinte texto consiste em apresentar que, ainda que alcançar uma educação de qualidade na Colômbia seja um desafio para todo o país, este tem sido afrontado da melhor maneira pelas escolas onde se formam aqueles que contam com mais recursos econômicos, o qual forjou uma espécie de Apartheid Educativo que privilegia a população que tem maior poder aquisitivo. Báez León esclarece, também, que desde os anos 60, a discussão sobre a qualidade do ensino no país preocupouse em lutar por oferecer educação gratuita.

Keywords Education in Bogotá, educative apartheid, educative quality, public schools, private schools.

Palavras-chave Educação em Bogotá. Apartheid educativo. Qualidade educativa. Escolas públicas. Escolas privadas.

** Profesional en Estudios Literarios, de la Universidad Nacional de Colombia. Magíster en Literatura, de la Pontificia Universidad Javeriana. Doctorando en Historia y Literatura Latinoamericana, de la Universidad de Berlín (en curso). Correo electrónico: [email protected]

1 “Yo creo que no hay ninguna crisis. Una crisis ocurre cuando algo malo pasa. Pero cuando es crónico, ya no es crisis. Es simplemente el estado triste de Colombia. Cuando hicimos la reunión de los sabios yo dije: ‘Colombia es una Cenicienta que quisiera ir al baile de los países desarrollados’”. (Revista Semana, 3 de mayo de 2014). 2 El Apartheid se utiliza como metáfora. Muchos saben que se trataba de un sistema de exclusión cuyo objetivo era mantener a la minoría blanca sudafricana en el poder. Aquí, en vez de una minoría blanca, se refiere a las clases con altos recursos económicos en cuyas universidades está de moda, paradójicamente, el rescate de las negritudes. Es claro que existen importantes diferencias entre el Apartheid y la situación colombiana, pero más adelante los lectores comprenderán por qué se hace semejante comparación. 3 Aunque en el artículo original de García Villegas & Quiroz se enuncian como dos colegios, el INEM de Kennedy se llamaba (en los años 80), precisamente: INEM Francisco de Paula Santander; hoy en día tiene el nombre de: IED INEM Francisco de Paula Santander.

Hoy en día, aunque se discute sobre la cobertura de la educación pública en Colombia, debería hacerse un mayor énfasis en un tema que parece ser mucho más preocupante: su calidad. No hay duda de que los pésimos resultados en unas pruebas a las cuales se supone que ni siquiera debió presentarse Colombia, y los rediseños a las pruebas de Estado, son solo la parte más visible del problema. De hecho, hablar de una crisis de la educación colombiana es difícil porque la situación se ha prolongado tanto que esa palabra ya no describe con propiedad lo que viene sucediendo en los últimos años, tal y como el científico Rodolfo Llinás lo expresó en una entrevista1. Si bien, para personajes como Llinás el problema es la educación sin contexto, la utilización de los nuevos recursos o los problemas de lo inter/transdisciplinario, la cuestión es mucho más grave cuando se piensa que más allá de estos interesantes y fructíferos temas, en Colombia la cuestión aún implica una diferencia enorme entre la educación que reciben los ricos y la que reciben los pobres. Por lo tanto, el propósito del siguiente texto es exponer esa situación comprendiendo que si bien lograr una educación de calidad en Colombia es un reto para todo el país, este reto lo han afrontado de manera mucho mejor los colegios de los ricos, esto ha ido forjando lo que se podría llamar un apartheid educativo2 con privilegios para la población que tiene más recursos. RICOS Y POBRES

En el año 2011 se publicó un interesante artículo en la Revista de Economía Institucional (Vol. 13) titulado, de manera muy clara: “Apartheid educativo: educación, desigualdad e inmovilidad social en Bogotá”; en este valioso trabajo, escrito por un doctor en sociología y una politóloga asistente de investigación de la Universidad Nacional de Colombia, a partir de un estudio concienzudo hecho con los estándares de calidad

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y medición más actualizados, se llega tristemente a la siguiente conclusión (se cita en extenso para que el lector visualice los matices del argumento central de este artículo, que también es mi argumento central): Si se mira por el lado de la cobertura, o más bien del acceso, la historia de la educación en Colombia es una historia de progreso ininterrumpido al menos desde 1957 (entre el 2002 y el 2009 la educación básica y media creció un 14%). Pero es menos alentadora de lo que parece: la puerta por la que entran los pobres es más estrecha. La educación básica no solo está dividida por clases sociales, es decir, los ricos y los pobres envían a sus hijos a colegios diferentes, sino que los ricos reciben una educación de mejor calidad que la de los pobres (cuya puerta de salida es más grande). Si el propósito es crear una sociedad más democrática, incluyente e igualitaria, estos dos hechos son muy graves y nos encaminan por una vía opuesta a dicho propósito. (...) la cobertura es necesaria pero insuficiente para proteger el derecho a la educación. No solo estamos lejos de conseguir esto último, sino que en algunos aspectos hemos ido hacía atrás. Hace unos treinta o cuarenta años, sobre todo en los pueblos y ciudades intermedias, las escuelas y colegios recibían estudiantes de todas las clases sociales. Los hijos de los ricos estudiaban con los hijos de los pobres. En los colegios (y en las universidades) se vivía un ambiente relativamente pluriclasista. Incluso en Bogotá, hasta mediados de los años ochenta, había unos 20 colegios de muy buena calidad, entre ellos el INEM de Kennedy y el Francisco de Paula Santander3, donde asistían alumnos de un amplio espectro de clases sociales. En 1996 el Estado entregó al Distrito esos colegios y la política de ampliación de cobertura a los más pobres (focalización) llevó a que recibieran menos atención y menos recursos; su calidad bajó sustancialmente y los padres de clase media y media alta dejaron de enviar allí a sus hijos (García Villegas & Quiroz, 2011, p. 138).

Educación de calidad y educación de caridad (pp. 158 - 167)

En estos pasajes, nutridos de abundantes notas al pie de página con matices y estadísticas que comprueban que no se trata de una especulación al garete, sino al contrario, se ve con claridad que las reformas a la educación, los planes de estímulos y la situación general del problema, en vez de encontrar solución, se ha ido agravando. Dicho artículo avanza mostrando que los resultados en las pruebas Saber son evidentemente mucho más bajos en los pobres que en los ricos; los autores comprenden que aunque las pruebas han sido rediseñadas varias veces, lo curioso es que ese rediseño nunca favorece los resultados de los alumnos que estudian en ambientes de bajos recursos. Para resumirlo de nuevo: sin importar los muchos rediseños a las pruebas Saber, los estudiantes de los colegios de los ricos siguen siendo más favorecidos que los de los colegios de los pobres, y la cuestión se hace aún más compleja si entendemos que los colegios de los pobres no son solamente los distritales. Además, para nadie es un secreto que en Bogotá, igual que en otras ciudades intermedias o en capitales departamentales, existe un mercado de colegios y universidades dentro del cual los colegios y las universidades que ofrecen una educación de calidad aceptable, no están al alcance de la mayoría de la población, por esta razón muchos de los padres prefieren enviar a sus hijos a colegios que no son tan “malos” como los distritales, pero tampoco tan “buenos” como los colegios de las élites4. Esto se hace aún más evidente en la educación superior: aprobar el examen para ingresar a la Universidad Nacional es una tarea titánica para muchos de los estudiantes que han sido formados en colegio distritales, y también es de conocimiento público que muchos de quienes superan ese examen no pertenecen propiamente a los estratos bajos. Por otro lado, las universidades privadas de mucho prestigio y alta calidad están, al igual que los colegios, cada vez más lejos del presupuesto de la gente; por esta razón, quienes estudian en ellas deben acudir a créditos y a otras ayudas para poder ingresar y costear su educación.

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Podría decirse que las personas han naturalizado esta situación, al punto que alguna vez escuché la inquietante afirmación de que existían universidades de “gama alta” y otras de “gama baja”. Es triste que las personas piensen que las universidades son como los celulares, quizá desde el punto de vista comercial tengan cosas en común, pero es imposible que pensemos nuestros derechos en términos tan estrechamente comerciales. Aun así, es cierto que existe una diferencia entre una universidad cuya planta cuenta con docentes más calificados, mejor pagados y con estudiantes que pueden dedicarse tiempo completo a sus estudios, y otras en las cuales, pese a los esfuerzos, los docentes mal remunerados5 y los estudiantes con poco tiempo no pueden alcanzar los estándares deseados6. Pero inclusive estas universidades representan un esfuerzo y un gasto fuerte para los estudiantes y sus familias de medianos o bajos recursos. Para ponerlo en pocas palabras: en Colombia la educación no es pluriclasista, pero si nos ponemos pesimistas, es mucho menos pluriclasista que en otros países donde tampoco lo es. Pero antes de continuar con un argumento subjetivista (del tipo “Yo estuve en tal país y también hay colegios privados y públicos y los pobres también reciben mala educación”), u otro acerca de que “todo tiene un precio”, valdría la pena revisar las interesantes estadísticas que los autores del artículo ya citado usan y discuten con total claridad. El punto no es, ni siquiera, si se va a lograr una educación completamente pluriclasista, la cuestión es solamente que debería ser más pluriclasista de lo que es en Colombia, porque en la situación actual, la desigualdad y la ignorancia es tal, que la reproducción de las estructuras del poder es inevitable. Muchas de las contradicciones que aparecen en época de elecciones pueden entenderse con claridad si se hace esa reflexión de las relaciones entre política, educación y sociedad.

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4 Carlos Alberto Herrera, profesor de la Universidad de los Andes y quien forma parte de la élite a la que me refiero, publicó no hace mucho un artículo en el cual demuestra cifras y testimonios que refuerzan las hipótesis aquí expuestas. Irónicamente, dice Herrera: “De una parte, la educación privada de élite es muy costosa (ni hablar de los bonos ilegales y demás sobrecostos) y tales costos no son proporcionales a los salarios que reciben los maestros de dichos colegios, ni con los resultados alcanzados por los estudiantes, que por más élite que sean, no siempre son de alta calidad” (Revista Semana, 13 de julio de 2014). 5 Por docentes mal remunerados se entiende no solo el problema del rubro, sino también la carga académica, las oportunidades de investigar, etc. 6 Máxime si los mismos estudiantes, conscientes de estas diferencias, también las utilizan como excusas para no rendir en sus clases.

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VENTAJAS DE LA EDUCACIÓN PLURICLASISTA

Hay muchas ventajas que ofrece una educación pluriclasista para la constitución de una verdadera democracia. En el artículo de García Villegas y Quiroz (2011) se alcanzan apenas a enunciar algunas, aunque no debería ser necesario volver a un artículo académico o a un libro para comprender la relación entre política y educación. De todas maneras, se cita nuevamente la afirmación de los autores para poder poner sobre la mesa, de manera mucho más clara, estas relaciones entre democracia y educación igualitaria, así como entre sistema político y sistema educativo:

7 Pero no solo ha sido eso, por ejemplo, las últimas “luchas populares” han mostrado que a la gente le duele el tema de la educación. Las movilizaciones que se dieron en el contexto de la reforma educativa del primer gobierno Santos mostraron que los colombianos estamos cansados de esta situación.

El sistema educativo evalúa el desempeño escolar con base en parámetros para los cuales los estudiantes de clase alta están mejor preparados. El sistema está diseñado de tal manera que los estudiantes con mayor capital social (posición social, conexiones sociales, presencia personal, habilidades del lenguaje, etc.) tienen éxito más fácilmente que los de las clases menos favorecidas. La herencia familiar predispone al éxito. Los hijos de los profesionales reciben de sus padres un capital cultural (lenguaje, actitud, capital cultural, visión de mundo) que los predispone al éxito en la escuela (...). El sistema escolar legitima los privilegios culturales de las clases altas. (...) Así, para unos el aprendizaje es una conquista y para otros es una herencia. (...) Todo esto significa que la democracia educativa supone la democracia social. Por ello las sociedades relativamente igualitarias disponen, por lo general, de sistemas educativos que impulsan la movilidad social, mientras que en las sociedades muy desiguales el sistema educativo promueve la reproducción de las clases sociales (2011, p. 141).

Con lo anterior está claro que Colombia es una de esas sociedades “muy desiguales”. Esto se hace evidente en la concentración de la riqueza, en nuestro prolongado conflicto, en nuestras mismas calles y en nuestro sistema de salud. Muchas de estas quejas se han asociado, tradicionalmente, a la izquierda; de hecho, la idea de que existe un Apartheid, o de que pese a los problemas generales de la pedagogía en Colombia los ricos reci-

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ben una educación mucho mejor que los pobres, no es nueva. Lo que es interesante es que la situación se ha prolongado tanto que los políticos, ya no de izquierda, sino de otras orientaciones, se han aprovechado de la confusión y la polarización del país. CUANDO EL GATO LE ROBA LOS ARGUMENTOS AL RATÓN

En las pasadas campañas electorales los dos candidatos a la presidencia de la República que disputaron la segunda vuelta hablaron de la educación. Si pensamos que se trataba de una competencia entre la derecha y la ultraderecha —las otras orientaciones políticas terminaron alineándose alrededor de la continuidad o no del proceso de paz—, lo que sorprende es que la idea de que la educación en el país es mala, parece ser una idea que utilizó mucho más el candidato de la ultraderecha para sus campañas electorales. Esto se debió no solo a una estrategia política–publicitaria muy bien llevada, pues el equipo de ese candidato sabía que uno de los grandes fracasos del gobierno anterior había sido la reforma a la educación, sino quizá también a las alianzas estratégicas que marcaron la recta final de las elecciones en el país7. Como Juan Manuel Santos se había aliado con Gustavo Petro, era importante para la ultraderecha desvirtuar los logros en educación de las alcaldías de “izquierda” en Bogotá, y para lograrlo, la campaña del ultraderechista Iván Zuluaga se apoderó del discurso, ya común en la izquierda, que peleaba por una educación de calidad, de hecho, lo opuso al discurso de paz que manejaba el candidato de la derecha tradicional. Cualquiera que observara los comerciales de los candidatos y la manera en que las “personas humildes” (en algunos casos actores bien pagados) hablaban de sus hijos, entenderá perfectamente lo que estoy afirmando. Lo más curioso es que, incluso en los debates, el candidato de la ultraderecha se apropió de ese discurso críti-

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co de la educación con el fin de justificar implícitamente sus dudas con respecto al proceso de paz. Es como si dijera: “Vamos a seguir matando a los bandoleros, pero eso no quiere decir que no nos interesemos en la educación del pueblo”. Aquí se ve un ejemplo de cómo la educación se convierte en una excusa o en una cortina de humo. Cualquiera que conozca las políticas de la derecha o de la ultraderecha, incluso las de la tímida izquierda, estará de acuerdo en que su actitud con respecto a la educación, desde hace más de 15 años, no ha sido muy diferente. Al menos, quizás la izquierda se ha concentrado en la gratuidad del servicio, aunque haya descuidado su calidad, como bien se puede deducir del artículo de García Villegas y Quiroz (2011). Lo cierto es que los ultraderechistas nunca hablaron de una solución real al problema, se habló de hacer de las personas mano de obra barata y poco calificada, pero nunca se tocó el asunto de frente ni se señaló con el dedo la existencia del apartheid8. La campaña de Zuluaga jugó a la retórica. Entendiendo que todos los analistas concuerdan en que el problema de la paz atraviesa justamente el problema de la educación, el candidato solo utilizó la crisis de esta para obliterar los diálogos de paz. PARADOJAS DE LA CARIDAD

De todo lo dicho se puede deducir que, tal como están las cosas, la educación que se brinda gratuitamente9 es una educación de caridad, y la crítica a esta podría equipararse a la crítica de otras formas de caridad propias de la época que vivimos. Pero ¿por qué es tan problemática la caridad? ¿por qué es contradictorio el hecho de dar la limosna, regalar mercados o incluso en ir los fines de semana a ayudar a los niños pobres de los suburbios de la ciudad? Muchos saben la respuesta, pero aquí se ofrece una vez más: la caridad solo prolonga el problema, la caridad es una forma de autoaliviar la

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consciencia de los problemas. La caridad es mejor que nada, pero no es la solución. Además, con anterioridad en este artículo se han criticado las afirmaciones subjetivistas, pero no porque no se valore la subjetividad sino porque sin una mediación esta sería un mero capricho. Cualquier profesor con experiencia en distintas universidades y colegios en Bogotá, podrá recordar las veces que se ha encontrado con las contradicciones de la caridad. Recuerdo que en la institución en donde terminé mis estudios de bachillerato, un colegio privado católico costoso, reinaba un ambiente de clasismo que contrastaba fuertemente con las campañas de alfabetización de los campesinos que los estudiantes debíamos (teníamos que) realizar los sábados. Aunque fue una experiencia valiosa, como sustituto de lo que significa una verdadera educación pluriclasista no es suficiente. Nunca se nos enseñó a reflexionar sobre el problema, en cambio, se nos enseñaba la caridad a rajatabla. Luego, encontré una situación similar en algunas universidades costosas de Bogotá: el ambiente fuertemente clasista —algunos de mis estudiantes criticaban a tal persona por ser “guisa”, palabra que en las clases medias altas es una conjugación de cómo se viste una persona (ese tiene “gorra de pobre”) y cómo habla10, las marcas típicas que el clasismo bogotano siempre identifica— era reproducido por los estudiantes que al mismo tiempo luchaban de manera académica por la protección de los derechos de las minorías, abrigaban tesis del marxismo mediante los estudios culturales y, los fines de semana, iban a los barrios populares con el fin de ayudar a los menos favorecidos11. Tal vez algunos de estos estudiantes conseguirán reclamar su lugar en la sociedad, y la mayoría continuará reproduciendo la estructura que los ha favorecido. De hecho, he comprobado que muchos de ellos ingresan como profesores a colegios exclusivos —con excelentes sueldos, aunque no les pagan

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8 La campaña del gobierno Santos en favor del bilingüismo y el aprendizaje del inglés en Colombia es, de nuevo, un paño de agua tibia. ¿Han notado que el nivel educativo público es tan bajo que la mayoría de problemas con la lengua materna los tienen estudiantes que fueron formados en estos ambientes poco igualitarios? 9 Y mucha de la educación privada que las personas de medianos y bajos ingresos puede pagar, salvo contadas excepciones, es casi de caridad. 10 Con la palabra “guisa” también se nombra a la empleada del servicio doméstico, aunque en la actualidad se usa más en el sentido que aquí se señala. 11 Por supuesto que el clasismo también aparece en las clases bajas, por ejemplo, al usar palabras como “gomelo”, etc. Sin embargo, en este texto el interés no es reflexionar sobre este clasismo sino señalar que este evidencia las contradicciones propias de toda sociedad desigual y, en este caso, está unido a las paradojas que aparecen en la educación de caridad.

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12 En internet se encuentra una versión traducida en el siguiente vínculo: http://www. ciudadseva.com/textos/otros/ una_modesta_proposicion. htm Hay una traducción mejor en la colección de textos Señal que cabalgamos, de la Universidad Nacional de Colombia. 13 Para quien quiera introducirse en el problema, hay una visión general en el capítulo que Arnold Hauser dedica al siglo XVIII inglés, titulado “Un nuevo público lector”, en su ya clásica Historia social de la literatura y el arte.

14 “I desire those politicians who dislike my overture, and may perhaps be so bold as to attempt an answer, that they will first ask the parents of these mortals, whether they would not at this day think it a great happiness to have been sold for food, at a year old in the manner I prescribe, and thereby have avoided such a perpetual scene of misfortunes as they have since gone through by the oppression of landlords, the impossibility of paying rent without money or trade, the want of common sustenance, with neither house nor clothes to cover them from the inclemencies of the weather, and the most inevitable prospect of entailing the like or greater miseries upon their breed forever” (Swift, J.) 15 Freud, en su conocido texto sobre el chiste y el inconsciente; Greimas en su Semántica estructural, y casi toda la obra de Žižek, aunque se vea particularmente en el libro que recopila sus chistes (Žižek’s Jokes. Mit Press, 2013). 16 Por supuesto, dentro del grupo de humoristas está claro que hay un principio de originalidad, pero de ninguna manera esto significa que el chiste debería tener un autor.

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lo que deberían, como dice Carlos Alberto Casas en el artículo de opinión ya citado— que, a su vez, “aportan” estudiantes para las universidades de prestigio. Y con seguridad, enseñarán la caridad a sus hijos. UNA MODESTA PROPUESTA

Hay un texto clásico del maestro Jonathan Swift titulado A modest proposal: for preventing the children of poor people in Ireland from being aburden to their parents or country, and for making them beneficial to the public y traducido como Una modesta proposición para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público12. En esta obra maestra de la escritura satírica, aparece una interesante refutación al asistencialismo y a la caridad. Más allá del problema histórico que da vida al texto, la discusión entre los Tory y los Whig en la Inglaterra del siglo XVIII y su relación con los problemas irlandeses13, algo que le da todavía mucha vida a este trabajo del autor de Los viajes de Gulliver, es la manera en la cual se ponen sin ambages los problemas de la caridad. El personaje que Swift ha construido en este texto, un hombre religioso y por lo demás muy patriótico, sugiere que la mejor solución con los pobres es comérselos cuando son niños y su carne todavía es tierna. La argumentación de Swift es fascinante y, evidentemente, señala los problemas políticos y administrativos que, para el escritor irlandés, eran la causa de la pobreza misma. Cuando está cerrando el texto, dice este patriota: Yo deseo que esos políticos que no gusten de mi propuesta y sean tan atrevidos como para intentar una contestación, pregunten primero a los padres de esos mortales si hoy no creen que habría sido una gran felicidad para ellos haber sido vendidos como alimento al año de edad de la manera que yo recomiendo, y de ese modo haberse evitado un escenario perpetuo de infortunios como el que han atravesado desde entonces por la opresión de los terratenientes, la imposibilidad de pagar la renta sin dinero,

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la falta de sustento y de casa y vestido para protegerse de las inclemencias del tiempo, y la más inevitable expectativa de legar parecidas o mayores miserias a sus descendientes para siempre (Swift, s. f.)14.

La estrategia retórica con la que Swift ha construido el texto muestra que la caridad sirve apenas para prolongar la problemática situación que están viviendo, y que, de todas formas, hay maneras de crueldad que son mucho más aceptables cuando se disfrazan de caridad. Nadie estaría dispuesto a comerse a los hijos de los irlandeses pobres, como tampoco estaría dispuesto a sacarlos de su miseria. La distancia de la solución, la disyuntiva que se genera entre la propuesta y la realidad, muestra de manera mucho más clara la situación que vivía el Reino Unido en aquella época. Por supuesto, cualquier analista avisado señalaría de inmediato las diferencias entre la indigencia en la Irlanda del siglo XVIII y la educación de las clases media–baja y baja en Colombia; pero, aunque estoy de acuerdo con esas diferencias, me gustaría mantener la estrategia retórica y hacer mi propuesta de manera que la disyuntiva nos muestre la realidad. Sin embargo, como sé que la solución que propondré será inevitablemente tomada como una broma, primero quisiera agregar algo sobre los chistes. Sé que parecerá un poco gratuito al comienzo, pero prometo que todo se unirá al final en la explicación que me interesa ofrecer. El chiste ha sido visto por distintos analistas (entre ellos Freud, Greimas, Žižek)15 como una interesante fuente de sentido de ideología popular. Nadie puede afirmar con seguridad quién es el autor del chiste16, y ese anonimato parcial es lo que lo hace aún más valioso, sobre todo porque el asunto de lo políticamente correcto va más allá de si el autor es o no machista, homofóbico, etc. Los chistes, por su propia naturaleza, tienden a negar la otredad y a ser políticamente incorrectos.

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Hay un chiste colombiano que quiero poner como ejemplo, en la página donde lo consulté se titula mal gusto, y eso también es valioso de los chistes, que la idea del título desaparece: Dos costeños se encuentran y uno le dice al otro: — Oiga hermano, ¿a usted le gustan las mujeres gordas, con las piernas llenas de varices, despeinadas y desaseadas? — No hermano, que me va a gustar una cosa de esas. — Entonces, ¿por qué será que se la pasa gallinaceando a mi mujer? Lo que aquí produce risa es precisamente que el deseo es puesto de la manera más crasa, se desnuda al punto de decir: quizás no nos gusten las mujeres feas, pero puede que nos gusten si son esposas de nuestros amigos o conocidos. Para volver al tema de este escrito, y espero que el lector sepa disculpar este aparente ilógico paréntesis, podríamos preguntarle a las personas: “¿Usted quiere que su hijo se gaste su dinero en una educación que lo hará menos competitivo, lo dejará con una deuda con un banco o grupo de bancos por un buen tiempo y que, al final, no le permitirá ser más que el empleado barato de alguien que tuvo una mejor educación?” Yo creo que la respuesta será, seguramente: “No”. Pero cuando vemos lo que todavía mucha gente piensa durante las manifestaciones populares que se dan en ese sentido, o los debates sobre el futuro del sistema educativo del país, la dura realidad es que sí: nos gustan las mujeres llenas de varices, despeinadas y desaseadas17. Algo similar ocurre con el texto de Swift. Si mañana se decretara que todos los políticos y profesores del Distrito y el Estado deberían enviar a sus hijos a las escuelas públicas, quizá mucha gente se reiría de tal propuesta.

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Pero aquí el chiste, lamentablemente, no dejaría de ser cruel, porque sabemos que eso es imposible, pues todo el mundo entiende que nuestra educación pública no es competitiva y todos nosotros entendemos de manera parcial nuestra culpabilidad, pero ¿no queremos solucionarlo? Lo peor es que tal vez, pese a todo, si se cumpliera esta propuesta, debido a la herencia, los hijos de estos políticos y profesores seguirían siendo más competitivos. Con curiosidad, preferimos pensar que cuando trabajemos deberíamos tener mucho dinero para enviar a nuestros hijos a los colegios privados, o incluso educarlos con métodos alternativos que, en todo caso, no están al alcance de la mayoría de la población, en vez de pensar en un cambio estructural, que sería la mejor solución al problema de la educación en el país. CONCLUSIÓN

Es común que un texto que se refiere a estos problemas cierre con una propuesta clara, hoy en día la crítica sin propuestas de solución suele ser muy descalificada. El lector se preguntará: ¿Qué podemos hacer entonces los profesores que, como yo, vivimos de ese mercado de la educación en Colombia? ¿qué hacer si no puedo pagar una universidad de “gama alta”? ¿qué hacer como pedagogo si no tengo injerencia en las políticas estatales? Quizá mi única propuesta es que quienes nos encontramos en el medio, tanto estudiantes como profesores, deberíamos dejar de negar el problema, de buscar matices o teorías que nos permitan disfrazar la cuestión de manera que la desarticulamos argumentativamente pero no en la realidad. Si nosotros mismos le enseñáramos a la gente esta realidad, si exigiéramos al gobierno cambiarla sin que se nos trate de apoyar a dictadores de uno u otro bando, quizás entonces podríamos aspirar a una trasformación que acercara más la educación a un esquema pluriclasista. Y luego podríamos avanzar hacia nuevos paradigmas educativos. Como se evidencia en el artículo de García Villegas y Quiroz (2011), es

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17 Las personas interesadas en el análisis del componente machista y regionalista del chiste, que daría para otro interesante ensayo, pueden consultarlo en el apartado “Chistes colombianos”, recuperado de http://chistes. yavendras.com/colombianos. php?pagina_actual=2

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importante superar las respuestas tradicionales a la pregunta varias veces enunciada: Hay dos visiones sobre el papel social de la educación. La primera, de corte liberal, sostiene que la escuela favorece la igualdad de oportunidades y la movilidad social. Todos conocemos algún caso que encaja bien en esta teoría: el hijo de una empleada del servicio doméstico que entra a la universidad y monta un negocio próspero o el hijo del campesino que cursa bachillerato en un buen colegio, entra al SENA y luego abre un taller de mecánica exitoso. La segunda considera, sin embargo, que estos casos son excepcionales y que la escuela favorece ante todo el desempeño de los ricos y castiga el trabajo de los hijos de las clases menos favorecidas, lo cual refuerza y reproduce, con la fuerza simbólica de los diplomas, las jerarquías sociales (pp. 139–140). [La negrita es mía].

Evidentemente aunque las políticas colombianas parecen responder a la primera visión, la realidad no deja de estar más cerca de la segunda. Para concretar mi propuesta, pienso que los profesores colombianos deberíamos, al menos, dejar de sostener y defender la tesis liberal con cualquier teoría que nos caiga en mano. Esto no quiere decir que sea imposible

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salir adelante después de venir de abajo, no significa que quien estudie en un colegio o en una universidad costosa automáticamente será un ganador, tampoco que no hay universidades o colegios económicos de calidad, yo he conocido de todo esto en mi vida como estudiante y docente. La idea, sin embargo, es que esos casos dejen de ser excepcionales y que se entienda que la educación pluriclasista ayudará a la construcción de un país en paz. Es sorprendente la indiferencia de los propios académicos frente a artículos como el del Apartheid educativo en Bogotá, yo mismo lo compartí con varias personas del medio y, salvo contadas excepciones, la respuesta tendía siempre ha convertir el problema real en una discusión sobre la validez del marxismo, la posmodernidad, el feminismo o cualquier otro concepto teórico. Quizás esa sea la contradicción más fuerte de los académicos, esa que nos lleva a considerar solo como problemas teóricos estos problemas tan reales. La lectura de los estudios que analizan estos asuntos es desoladora, no parece que las soluciones de los políticos de turno sea suficientes, pero si nos agradan aceptemos que sí, que nos gustan más las mujeres gordas, con piernas llenas de varices, despeinadas y desaseadas.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Casas, Carlos Alberto (2014). Cifras educativas: reflejo de la realidad social. Semana. Recuperado de http:// www.semana.com/educacion/articulo/cifras-educativas-reflejo-de-la-realidad-social/395208-3 García-Villegas, M. & Quiroz-López, L. (2011). Apartheid educativo: educación, desigualdad e inmovilidad social en Bogotá. Revista de Economía Institucional, Vol. 13(25), 137–162. Recuperado de: http://www.economiainstitucional.com/pdf/ No25/mgarcia25.pdf

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Llinás, Rodolfo (2014). Colombia es una cenicienta que quiere ir al baile de los países desarrollados. Semana. Recuperado de http://www.semana.com/educacion/articulo/rodolfo-llinas-colombia-es-una-cenicienta-quequiere-ir-al-baile-de-los-paises-desarrollados/385963-3 Swift, Jonathan (s. f.). Una modesta proposición para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles al público. Recuperado de: http://www.ciudadseva. com/textos/otros/una_modesta_proposicion.htm Žižek, Slavoj (2013). Žižek’s Jokes (Did you hear the one about Hegel and negation?). Cambridge: MIT Press.

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Extraños sujetos políticos* Daniel García Roldán** Fecha de recepción: 5 de agosto de 2014 Fecha de aceptación: 10 de octubre de 2014 Fecha de modificación: 13 de noviembre de 2014

RESUMEN El siguiente artículo se sirve del concepto de subjetivación política que propone Jacques Rancière en su obra, para llevar a cabo la interpretación de una figura emblemática de la literatura moderna: el extranjero. Tal como lo propone el filósofo francés, un sujeto político es aquel que se manifiesta a partir de una des–identificación y una distorsión que le permiten deshacer y recomponer los modos de hacer, ser y decir que definen la organización sensible de una comunidad. Esta experiencia tiene una fuerte cercanía con el extrañamiento que encarnan la narrativa y la lírica modernas a través de esta enigmática figura. A partir del razonamiento sobre un relato de Edgar Allan Poe, titulado El hombre de la multitud, el ensayo El pintor de la vida moderna, y un poema en prosa de Charles Baudelaire titulado El extranjero, este texto se pregunta por la dimensión política de la literatura, la filosofía y la poesía. ¿Cómo fue posible para estos escritores problematizar y hacer una reflexión crítica sobre la experiencia del conocimiento y la práctica estética a través de la metáfora del extranjero? Palabras clave Subjetivación política, extrañamiento, literatura moderna, experiencia de conocimiento, experiencia estética.

Strange Political Subjects

Estranhos sujeitos políticos

ABSTRACT

RESUMO

The following article conceptualizes Jacques Rancière’s notion of Political Subjectivization, in order to interpret an emblematic character of modern literature, that of “the stranger”. As is implied by this French philosopher, a politically-charged subject becomes unveiled after its des-identification and distortion; that allows him or her to untangle and recompose the ways of doing, saying and being that defines the configuration of the sensible in a society. The reflections of this experience are closely related to the estrangement that epitomizes modern narrative and lyricism, which is portrayed through the enigmatic character of the stranger. The analysis and reflection has been extrapolated from Edgar Allan Poe’s The Man of the Crowd and Charles Baudelaire’s The Painter of Modern Life and his prosaic poem The Foreigner. The latter questions and examines the political dimension of literature and poetry with the point at issue being “how did these authors problematize and critically reflect on the experience and discovery of knowledge and aesthetics while using ‘the stranger’ as the metaphor?”

O seguinte artigo faz uso do conceito de subjetivação política que propõe Jacques Rancière em sua obra para levar a cabo a interpretação de uma figura emblemática da literatura moderna: o estrangeiro. Tal como propõe o filósofo francês, um sujeito político é aquele que se manifesta a partir de uma des-identificação e uma distorção que lhe permite desfazer e recompor os modos de fazer, ser e dizer que definem a organização sensível de uma comunidade. Esta experiência tem uma forte aproximação com o estranhamento que encarnam a narrativa e a lírica modernas através desta enigmática figura. A partir de uma reflexão sobre um conto de Edgar Allan Poe, intitulado O homem da multidão, o ensaio O pintor da vida moderna, e um poema em prosa de Charles Baudelaire intitulado O estrangeiro, este texto se pergunta pela dimensão política da literatura, da filosofia e da poesia. Como foi possível para estes escritores problematizar e fazer uma reflexão crítica sobre a experiência do conhecimento e a experiência estética através da metáfora de O Estrangeiro?

Keywords Political Subjectivization, estrangement, alienation, modern literature, knowledge as experience, aesthetic experience.

Palavras-chave: subjetivação política, estranhamento, literatura moderna, experiência de conhecimento, experiência estética.

* Artículo adscrito al grupo de investigación “Arte y política”, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano. ** Magíster en Historia y Teoría del Arte, la Arquitectura y la Ciudad, de la Universidad Nacional de Colombia. Profesional en Estudios Literarios, de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesor asociado de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en Bogotá. Coordinador del área de Historia del Arte en la Edad Media y el Renacimiento. Correo electrónico: daniel. [email protected]

EXTRAÑOS SUJETOS POLÍTICOS

I. Dos anécdotas ocurridas durante la primera mitad del siglo XIX en Francia le sirvieron a Jaques Rancière para arraigar en la historia el concepto de subjetivación política que propone en su libro El desacuerdo; la primera de ellas tuvo lugar en 1832, y se refiere a un diálogo que hace parte de un proceso abierto en contra de Auguste Blanqui. Ante la pregunta protocolaria del presidente del tribunal sobre la profesión del enjuiciado, Blanqui respondió: “proletario”. Tal afirmación obligó a que el juez replicara: “Esa no es una profesión”, frente a lo cual el revolucionario dijo: “Es la profesión de treinta millones de franceses que viven de su trabajo y que están privados de derechos políticos” (Rancière, 1996, p. 54). Con esta respuesta se puso sobre la mesa el problema del reconocimiento de una colectividad que permanecía invisible para un Estado, cuya lógica organizativa se limitaba a la clasificación de los hombres según un oficio o una profesión definida. La segunda anécdota es un poco más tardía, tuvo lugar en el año 1849 y se refiere al momento en que Jeanne Deroin se presentó a una elección legislativa en la cual no podía participar; en esa oportunidad, el gesto de Deroin develó la contradicción existente entre la teoría republicana del sufragio universal y la exclusión de las mujeres en la jornada electoral. Estos episodios le sirvieron a Rancière para explicar cómo una subjetivación política no consiste en la identificación de un individuo con un grupo concreto para tener una voz y darse un reconocimiento social; por el contrario, la “subjetivación política es una capacidad de producir (…) escenarios polémicos y (…) paradójicos que hacen ver la contradicción de dos lógicas, al postular existencias que son al mismo tiempo inexistencias o inexistencias que son a la vez existencias” (Rancière, 1996, p. 59). Parafraseando al autor de El desacuerdo,

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un sujeto político es aquel que se manifiesta a partir de una des–identificación y una distorsión que le permiten deshacer y recomponer los modos de hacer, ser y decir que definen la organización sensible de una comunidad. A partir de este concepto, el propósito de la siguiente reflexión es rastrear dos formas de subjetivación política ya no en hechos históricos protagonizados por actores concretos, sino en textos literarios, filosóficos y poéticos. Aquí no se trata entonces de hombres y mujeres que existieron en la historia, sino de figuras y metáforas que viajan en el lenguaje y que cobran vida en las experiencias de los escritores que las fabrican, así como en las de los lectores que se reencuentran con ellas. ¿Cuál es esa representación poética que puede, al mismo tiempo, comprenderse como una subjetivación política? En las obras de Edgar Allan Poe y Charles Baudelaire se dio la apropiación y la reinterpretación paradójica de un personaje simbólico en la literatura occidental. Por medio de la reinvención y la des–identificación del extranjero, estos autores lograron transformar su relación con la tradición literaria que los precedía, y convertir a esta figura en un espacio de discusión en torno a experiencias fundamentales del sujeto moderno. II. Lo primero consistió en alejarse de la versión del extranjero heredada de la tradición clásica y del Romanticismo. En el cuento de Poe, El hombre de la multitud, publicado en 1840, este personaje pasó de ser el héroe mítico en tierras inhóspitas, el viajero romántico exiliado de la naturaleza y la sociedad, a convertirse en un inmigrante cuya secreta pasión es observar y en un perseguidor insidioso que se siente como un extraño en su propia ciudad. Esta fue quizás la razón para que Baudelaire tomara a tales figuras como modelos del artista moderno y del narrador urbano; el autor de Las Flores del mal, quien también fue traductor, comentarista y divulgador de la obra de Poe, recreó al misterioso hombre de la multitud en las figuras de El extranjero (L’etranger)

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–que abre la colección de Los pequeños poemas en prosa publicados por entregas desde 1862–, y en el hombre de mundo (homme du monde) que hace parte del ensayo El pintor de la vida moderna, de 1863. Poco menos de un siglo después, Walter Benjamin se apropió de estos sujetos literarios, en uno de sus ensayos sobre Baudelaire, escrito en 1936, el extranjero se encarnó en la imagen del flâneur, un tipo urbano de peatón marginado que el pensador alemán reconstruyó a partir de un denso montaje de referencias que van desde la poesía baudelarieana y la narrativa de Poe, Víctor Hugo y Hoffmann, hasta la filosofía, la sociología y la criminología, con textos de Marx, Engels y Simmel, entre otros. La construcción de este sujeto histórico le permitió a Benjamin aproximarse ingeniosamente a la dialéctica entre lo público y lo privado (con sus juegos de representación y apropiación) en la vida urbana del siglo XIX. La figura del flâneur, sugestiva hasta el punto de convertirse para las siguientes generaciones de teóricos en un lugar común y en una referencia obligada, ha terminado por ensombrecer la tradición del extranjero como extraño. III. ¿Por qué interpretar a esta figura en los textos de Poe y Baudelaire como la manifestación de una subjetivación política, tal como la entendió J. Rancière? En ambos casos, la alusión y reinvención del extranjero les sirvió como medio para reflexionar sobre la experiencia del extrañamiento, cuya cercanía a las prácticas de des– identificación y distorsión (propias de toda subjetivación política) es innegable. Las variadas imágenes del extrañamiento en Occidente son tan opuestas como distantes. Un ejemplo de ello lo da Peter Sloterdijk al rastrearlo en experiencias tan contradictorias como la revolución anacoreta del siglo IV o la insurrección taciturna de los drogadictos en el ocaso del XX. Justo en el umbral de la historia que unía la Antigüedad con la Edad Media, hordas de monjes poblaron los desier-

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tos de Egipto, Siria, Sinaí y Palestina como artistas del hambre, encumbrados en columnas durante semanas con sus cilicios podridos entre la carne. Este fenómeno era el síntoma de la apertura a una nueva experiencia del mundo. En el otro filo de la historia que es nuestro presente, Sloterdijk reflexiona sobre los consumidores de drogas duras que habitan las grandes extensiones de territorio urbanizado. En este caso, más que una apertura, lo que se percibe es un cierre: el límite o el fin de un mundo (Sloterdijk, 2008). Además, el extrañamiento que “despliega, por decirlo así, un gran teatro del mundo bajo el aspecto del estar distante del escenario” (Sloterdijk, 2008, p. 25), está presente en los polos de la cultura occidental y de su historia. Para definirlo de manera básica, se entiende aquí como una experiencia tanto iniciática como límite; en ella descansan tantas posibilidades de emancipación como poderes de aniquilamiento. Esta bipolaridad es uno de los rasgos fundamentales que se rastrea en las versiones del extranjero antes citadas y es esa la razón para definirlos como sujetos políticos. Mediante ellos, ambos autores convirtieron en problemas algunos de los rasgos básicos del sujeto moderno. En el cuento de Poe, el extranjero se cuestiona como sujeto de conocimiento; en el poema y el ensayo de Baudelaire, se problematiza como sujeto de la experiencia estética. IV. El hombre de la multitud se puede interpretar como la síntesis de uno de los problemas fundamentales a los que se han visto enfrentadas las ciencias sociales: el conocimiento del otro; este cuento relata la historia de un misterioso inmigrante que, como si fuera un etnógrafo, decide observar, describir y clasificar rigurosamente la multitud que pasa por una calle principal de Londres. Desde la ventana de un café, este personaje cree poder “leer la historia de muchos años en el intervalo de una mirada”: comerciantes, abogados, traficantes, agiotistas, buhoneros, prostitutas (Poe,

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1999, p. 256). Sin embargo, de un momento a otro la figura de un extraño (stranger) inclasificable aparece ante sus ojos y, lleno de ansiedad por conocer de quién se trata, sale a buscarlo, atraviesa la ciudad en la noche desde sus calles centrales hasta sus zonas marginadas, con tan mala suerte que el extraño solo quiere movilizarse en busca de la multitud y por lo tanto no se detiene en ningún lugar. El día comienza de nuevo, las fuerzas del observador se agotan ante el movimiento incansable del perseguido y el enigma, que desde el principio se había planteado en el relato, queda intacto: “Bien se ha dicho de cierto libro alemán que er läst sich nicht lessen –no se deja leer–. Hay secretos que no se dejan expresar”; “… y quizá sea una de las grandes mercedes de Dios el que er lässt sich nicth lessen” (1999, pp. 251 y 261). Así pues, la representación y lo irrepresentable de la alteridad son los polos opuestos en los que se desenvuelve este cuento, con lo que deja ver cómo funciona la experiencia del conocimiento del otro para el sujeto moderno. Desde el comienzo de la narración y a partir de algunos indicios, este funcionamiento comienza a revelarse paradójico: la disposición de ánimo del observador, un convaleciente que “ha desvanecido los vapores de la visión interior” y ha electrificado su intelecto, lo convierte en un narrador sin historia (1999, p. 251); esto, sumado a la distancia que lo separa de la multitud a la que clasifica tras el vidrio y a la identificación del acto de mirar con el acto de leer, son medios para producir el efecto de un conocimiento infalible. Sin embargo, estos indicios sirven para reinterpretar lo que parece una observación imparcial como una estrategia retórica que construye al narrador como un sujeto universal y anónimo. En su libro La invención de lo cotidiano, Michel De Certeau, critica la construcción de este tipo de mirada y de discurso, pues solo pueden producir una ficción de conocimiento que omite lo que no se puede leer (2000, p. 106).

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Este es el motivo para que la aparición del cuerpo en el relato, índice innegable de lo particular y lo irrepetible, se convierta en un asunto que es necesario desplazar. Cuando surgen en la descripción del observador rasgos y gestos corporales, se presentan como datos para la identificación social: las pieles terrosas y los “labios pálidos y apretados” son los signos para reconocer a los tahúres; las orejas derechas “extrañamente separadas” identifican a los empleados por su hábito de cargar en ellas el lapicero. La codificación del cuerpo y su transformación en signo de identidad tiene en el cuento de Poe una última manifestación cuando el narrador observa a las prostitutas que llenan la calle desde el comienzo de la noche. En este punto donde la referencia al cuerpo no puede ser ignorada, surge una metáfora que lo omite ingeniosamente: las “rameras de toda clase y edad” lo hacen “pensar en la estatua de Luciano, por fuera de mármol de Paros y por dentro llena de basura” (Poe, 1999, p. 255). Esta imagen que impone una distancia insalvable ante la presencia del cuerpo, sintetiza cómo el conocimiento del otro exige un extrañamiento que lo transforma en texto. Aquí es donde Poe le da la vuelta a la paradoja que ha venido esbozando mediante la entrada en escena del extraño inclasificable. El hombre al que el narrador decide perseguir entre la multitud es tan ilegible como legible había sido la masa antes descrita. Este sujeto indescifrable derrumba las clasificaciones previamente establecidas; se trata de un anciano que anda con el ímpetu y la fuerza incansable de un joven, su ropa está sucia y andrajosa, pero debajo de las farolas de gas se puede notar el fino material de su camisa. Bajo su abrigo sorprenden dos fulgores opuestos, el de una joya y el de un puñal. Como jugando con los extremos que le habían permitido leer y clasificar a los demás transeúntes, el narrador hace de este personaje un híbrido entre la elegancia y la decadencia, entre la debilidad y la fuerza.

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Además, el carácter inefable que adquiere este personaje en la segunda parte del cuento nos recuerda los efectos antagónicos que se producen a partir de la imposibilidad de conocer o reconocer al otro. La primera analogía que ensaya el narrador para nombrar al extraño es la del demonio: “Jamás había visto nada que se pareciese remotamente a esa expresión. Me acuerdo de que, al contemplarla, mi primer pensamiento fue que, si Retzch la hubiera visto, la hubiera preferido a sus propias encarnaciones pictóricas del demonio” (Poe, 1999, p. 256) ¿Qué implica ese otro que por indescifrable se sataniza? La historia ha demostrado algo no muy distinto a lo que relata Poe. El irreconocible se demoniza de la misma forma en que el primer paso para bloquear cualquier experiencia de reconocimiento del otro exige su satanización. De manera casi simultánea a esta operación, en el cuento de Poe el carácter indefinible del extraño tiene un segundo efecto al verse transformado en un ser exótico y por lo tanto profundamente llamativo: “¡Que extraordinaria historia está escrita en este pecho!, me dije. Nacía en mí un ardiente deseo de no perder de vista a aquel hombre, de saber más sobre él” (Poe, 1999, p. 256). De esta forma el observador comienza a eliminar la distancia con el desconocido al que persigue. Aquí resulta insólito que las descripciones de este hombre anónimo no coincidan con el punto de observación del narrador; se habla de su ceño fruncido y de su mirada, como si quien narra el relato hubiera encarnado al extraño que espía ¿A qué se debe esta cercanía que casi se convierte en identificación? Demonizar al otro o hacer de él un objeto de deseo son las dos caras de la misma moneda. De otro lado, la genialidad del cuento de Poe consiste en hacer casi imperceptible el proceso que sutilmente desplaza un ejercicio de conocimiento para sustituirlo con una estrategia de ocultamiento. Tal como lo menciona Hartog en su ensayo sobre Heródoto, el extrañamiento frente al otro y su reconocimiento como un

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ser exótico o un bárbaro, tienen siempre la función de crear la identidad del que observa (Hartog, 2005). De manera paradójica, al negarle al extraño caminante un lugar en la sociedad representada –ningún gesto, mercancía o itinerario revelan una identidad que se pueda clasificar–, su imagen surge como la única prueba de individualidad de toda la narración. Tal es la razón que permite afirmar aquí que existe una identificación entre el narrador “sin historia” y el extraño al que persigue. Sin embargo, esta prueba es un engaño y lo que hace una vez más es exhibir un ocultamiento. Como se observa, en todo ejercicio de conocimiento y lectura del otro siempre se busca recuperar un núcleo de ilegibilidad para sí mismo. Esta es la paradoja que convierte al observador y al perseguidor del cuento de Poe en sujetos políticos, ya que en ambos casos se postulan existencias inexistentes (el otro como texto), así como inexistencias existentes (la experiencia de sí como núcleo de ilegibilidad). Al individuo moderno como ficción de lo singular no le queda otra salida que oscilar entre esas experiencias de extrañamiento. Por un lado, la mirada vigilante y lejana que juzga y clasifica al otro para convertirlo en simulacro teórico, vela el lugar de observación; y por otro lado, la visión enajenada y presa por el deseo o el miedo que convierten al sujeto que observa y al que es observado en objetos de algo más, para identificarlos con fetiches. Ante este límite, ¿cómo reaccionó Poe? En el último párrafo del cuento, el narrador anuncia: “Este viejo, dije por fin, representa el arquetipo y el genio del profundo crimen. Se niega a estar solo. Es el hombre de la multitud” (Poe, 1999, p. 261). V. Tal como se afirmó al comienzo del texto, Charles Baudelaire se apropió de los extraños de este relato y los convirtió en sus modelos del artista moderno y del narrador urbano; sin embargo, las reflexiones que surgen de esa apropiación giran en torno a otros problemas. De la consideración de la experiencia del extrañamien-

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to a partir de una dialéctica entre el conocimiento y el ocultamiento, Baudelaire se abrió paso para indagar en el problema que implicaba asumirla como una experiencia estética. Por ejemplo, una referencia inicial, aunque no explícita, a El hombre de la multitud aparece en El extranjero, el primero de la serie de los Pequeños poemas en prosa publicados por entregas en La Presse, desde agosto de 1862; estos textos, que son como instantáneas de la vida parisina, conforman una obra experimental en la que Baudelaire pretendía captar “una vida moderna y más abstracta”, que surgía del hábito de “frecuentar ciudades enormes y del cruce de sus innumerables relaciones” (Baudelaire, 1994, p. 16). Tal como el autor lo afirma en su dedicatoria a Arsene Houssaye, esta obra fragmentaria y experimental intentaba romper con la linealidad y el “hilo interminable de una intriga superflua” (1994, p. 16). El narrador de los poemas no es exactamente un personaje, sino más bien un observador “que disfruta por doquier de su incógnito” (1995, p. 36). Las correspondencias entre esta obra y El hombre de la multitud son evidentes. Sin embargo, el poema abre el camino para una nueva interpretación de esta figura: EL EXTRANJERO –Dime, hombre, enigmático, ¿a quién amas tú más? ¿a tu padre, a tu madre, a tu hermana, a tu hermano? –Yo no tengo ni padre, ni madre, ni hermana, ni hermano. –¿A tus amigos? –Empleas una palabra cuyo sentido desconozco hasta hoy. –¿A tu patria? –Ignoro bajo en qué latitud se encuentra. –¿La belleza? –La amaría con gusto, diosa inmortal. –¿El oro? –Lo odio, como vosotros aborrecéis a Dios. ¿Pues qué es lo que amas, extraordinario extranjero?

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–¡Amo las nubes. . ., las nubes que pasan... allá lejos... las maravillosas nubes! (Baudelaire, 1994, p. 17).

Un segundo ejemplo más explícito de esta apropiación se encuentra en El Pintor de la vida moderna, publicado entre noviembre y diciembre de 1863 en Le Figaro. En este ensayo lleno de referencias a la moda, los espectáculos públicos y los tipos sociales de la época, Baudelaire propone una poética del arte moderno mientras reconstruye los rasgos principales de la obra y el carácter de Constantin Guys. Este ilustrador de la prensa británica y francesa al que se refiere durante casi todo su ensayo con las iniciales M.G., con el propósito de cuidar su anonimato, ocupa el centro de la constelación de lo que Baudelaire entiende como un artista moderno. Justo en el capítulo en donde se decide a retratarlo, aparece una descripción de El hombre de la multitud, como si se tratara de una pintura: ¿Recordáis un cuadro (¡ciertamente es un cuadro!) escrito por la pluma más poderosa de esta época y que se titula El hombre de la multitud? Tras los cristales de un café, un convaleciente contempla regocijado a la multitud y se confunde en el pensamiento, con todos los pensamientos que se agitan a su alrededor. Recién salido de las sombras de la muerte, aspira con deleite todos los gérmenes y todos los efluvios de la vida; como ha estado a punto de olvidarlo todo, recuerda y quiere ardientemente recordarlo todo. Al cabo se precipita a través de esa muchedumbre en busca de un desconocido cuya fisionomía entrevista lo ha fascinado en un abrir y cerrar de ojos. ¡La curiosidad se ha metamorfoseado en una pasión fatal, irresistible! (Baudelaire, 1995, p. 31).

Esta forma de la experiencia estética como una disolución del sujeto en el mundo, “un yo insaciable de no–yo”, ha hecho escuela en la teoría estética moderna y contemporánea (1995, p. 38). El Pintor de la vida moderna es aún el modelo fundacional de varias de las poéticas del arte en las que el pintor o el escultor de oficio no son más que cerebros de aldea o brutos diestros de taller, mientras que el artista de la vida moderna

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es un sujeto que “comprende el mundo y las razones misteriosas y legítimas de todos sus hábitos” (1995, p. 30); este hombre de mundo que inventa Baudelaire a partir del cuento de Poe, tiene como pasión y profesión desposar a la multitud y solo encuentra su “domicilio en el número, en lo ondulante, en el movimiento, en lo fugaz y en lo infinito”(1995, p. 36); así mismo, está emparentado con el niño para quien todo es novedad, y con el convaleciente, que experimenta la inspiración como una congestión o una sacudida nerviosa. Desde las versiones contestatarias del artista de vanguardia hasta las del artista etnógrafo, todas las prácticas del arte que se distancian de las reglas de un oficio tienen su origen en El pintor de la vida moderna. Por ello, desapegada del hilo de las tradiciones artísticas precedentes, cuyas poéticas eran normativas, esta forma de concebir la producción y la recepción del arte y la literatura ha sido definida en varias ocasiones como la única vía posible del arte moderno; esto se debe a su ausencia de compromiso con preceptos o doctrinas que determinen las formas o los contenidos de las creaciones artísticas y a su defensa a ultranza de una expresión que solo aboga por la libertad individual. Tal es la sensación que se tiene al leer El extranjero; en este poema, el sujeto del interrogatorio ha roto todos sus vínculos sociales, aborrece los compromisos económicos e incluso duda de la existencia objetiva de la belleza. Sin embargo, este deseo de libertad que se cristaliza en el amor a las nubes lejanas, está atravesado por la ironía del resto de los poemas en prosa y especialmente por el epílogo, en donde se ven con claridad las cadenas que carga este extranjero condenado “día tras día a la existencia en la capital”: A la montaña he subido, satisfecho el corazón. En su amplitud desde allí, puede verse la ciudad: Hospital, lupanar, purgatorio, infierno, prisión, donde toda enormidad florece como una flor. Tu sabes bien, Oh Satán, patrón de mi angustia, que no subí allá para derramar un llanto vano, más como un viejo obsceno con su

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vieja amante, quería embriagarme de la enorme puta, cuyo encanto infernal me rejuvenece sin cesar (Baudelaire, 1994, p. 147).

Además, en la era del capital, tal como Eric Hobsbawm bautizó al período de 1848 a 1870, la experiencia estética como extrañamiento y fuga de sí está demasiado cerca de la enajenación como para que Baudelaire no lo hubiera advertido. Así mismo, no es casualidad que Benjamin entrelazara la obra del poeta maldito con la de Karl Marx para reconstruir la imagen del flâneur. En esa medida, el extranjero y el artista moderno son tanto los sujetos de la experiencia estética como los sujetos de experiencia de la enajenación. Esto lo anota Baudelaire a propósito de la fascinación del ilustrador Guys con los regimientos militares y las multitudes urbanas: “Y he aquí que su alma vive con la de ese regimiento que marcha como un solo animal, ¡orgullosa imagen del gozo en la obediencia!” (Baudelaire, 1995, p. 40). Igualmente, la subjetivación política que se puede rastrear en estas versiones del extranjero creadas por Baudelaire, problematiza la consideración de la experiencia estética moderna como garantía de libertad individual. Casi podría decirse que la fuga poética que prometen estos textos está demasiado cerca de la enajenación que sufrieron sujetos y objetos con el auge del capitalismo luego de la era de las revoluciones, para citar de nuevo a Hobsbawm. De hecho, Benjamin afirma que en el poema en prosa Las multitudes, quien habla no es realmente el poeta, sino la mercancía misma: en “… este capítulo importante del Spleen de París, habla el mismo fetiche con el cual la disposición sensitiva de Baudelaire vibra al unísono tan poderosamente que la sensibilidad para lo anorgánico constituye una de las fuentes de su inspiración” (Benjamin, 1999, p. 72). Algo similar ocurre en El pintor de la vida moderna, donde la fuerza liberadora de la extrañeza que viaja en la poesía y el arte se confunde con la intensidad del poder enajenante del capital que circula en las grandes ciudades. Por ello, no

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sería extraño considerar que el correlato irónico de El extranjero de Baudelaire es el proletario del Manifiesto comunista, cuyo destino es no tener patria. VI. El extranjero, como sujeto político y encarnación del extrañamiento, continuó reinventándose en la literatura del siglo XX, confirmando con ello su potencia crítica. Para mencionar un ejemplo emblemático, basta recordar a Kafka, quien lo eligió como figura central en varios de sus relatos y en sus novelas El desaparecido y El Castillo. Así mismo es posible trazar un puente desde Poe y Baudelaire hasta el existencialismo francés. No es casual que una de las novelas emblemáticas de esta corriente de pensamiento sea El extranjero de Albert Camus. La fría distancia de Meursault ante la noticia de la muerte de su madre, frente al crimen que comete y finalmente ante su propia condena, son indicios claros de que su linaje proviene de los extraños de la literatura del siglo XIX. No obstante, esta novela es impensable sin considerar que el extrañamiento causado por las guerras mundiales y las crisis sociales que tuvieron lugar durante la primera mitad del siglo XX, fueron también las fuentes de esa nueva imagen del extranjero.

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En suma, sin duda la capacidad de manifestar una subjetivación política mediante la literatura se aleja de lo que históricamente representan los casos de Blanqui y Deroin. No es posible fechar ni localizar la distorsión que han introducido los extranjeros de Poe y Baudelaire, mucho menos definir el tipo de comunidad en donde su aparición reconfigura el orden de lo sensible. No obstante, es innegable que su existencia trabaja en un espacio y en un tiempo simbólico que inundan y desbordan las fronteras del tiempo histórico y del tiempo actual. El lugar y el momento de la ficción y la poesía, siempre indirectos, hacen posible la manifestación de sujetos políticos sin que todo se resuelva en un nuevo orden policial. Tal como lo afirma Bataille, la literatura y el arte se hallan sin derechos contra la acción, y esta imposibilidad de un litigio es lo que paradójicamente nos permite comprender que “la política no está hecha de relaciones de poder, sino de relaciones de mundos” (Rancière, 1996, p. 60).

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Baudelaire, C. (1994). Poemas en prosa. Bogotá: El Áncora Editores. Baudelaire, C. (1995). El pintor de la vida moderna. Bogotá: El Áncora Editores. Benjamin, W. (1999). Poesía y capitalismo. Iluminaciones II. Madrid: Taurus, Alfaguara. De Certeau, M. (2000). La invención de lo cotidiano. I. Artes de hacer. México D. F.: Universidad Iberoamericana.

Hartog, F. (2005). El espejo de Heródoto. Un ensayo sobre la representación del otro. Madrid: Fondo de Cultura Económica. Poe, E. A. (1999). Cuentos, 1. Madrid: Alianza Editorial S. A. Rancière, J. (1996). El desacuerdo. Política y filosofía. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión. Sloterdijk, P. (2008). Extrañamiento del mundo. Valencia: Pre–textos.

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Reflexiones en torno a la concepción de la comunidad

en el ejercicio profesional del Trabajo Social* Gustavo Octavio García Rodríguez**

Fecha de recepción: 5 de agosto de 2014 Fecha de aceptación: 9 de octubre de 2014 Fecha de modificación: 14 de noviembre de 2014

RESUMEN Este documento pretende generar una reflexión y posterior discusión acerca de la forma en que algunos referentes del trabajo social, en tanto profesión, comprenden el término de comunidad, que no solo es de central importancia para esta carrera, sino que también funge como referencia primera en materia de intervención y gestión social, así como en las discusiones sobre el desarrollo mismo. De esta forma, este texto consta de tres partes, en la primera se revisa la concepción de comunidad en el trabajo social a través de autores que representan cierto nivel de reconocimiento en el tema; en la segunda se exponen una serie de reflexiones, críticas y comentarios a dicha concepción, así como algunas propuestas orientadas a fortalecer la comprensión de la comunidad en el trabajo social, y en la tercera se ofrecen algunas consideraciones finales, como también comentarios derivados de esta iniciativa. Palabras clave Comunidad, trabajo social, teoría social, ciencias sociales, intervención social.

Reflexions over profesional social work around the conception of community

Reflexões em torno da concepção da comunidade no exercício profissional do Trabalho Social

ABSTRACT

RESUMO

On academic world, persists a conflictive comprehension of concept community. This concept has a nuclear importance among the theoretical discussions about Development, to set the outlines of Social Intervention and Management and through the professional performance of Community Service. Following three progressive steps, the present document has a clear pretension, which is to provoke an immediate reflection and a further discussion: at first, by making a brief review of some approaches to concept community made by representative authors of Community Service field; at second, by criticizing the ambiguous interpretations of concept community made by Community Service professionals; at third, several conclusions on which is possible to build an attempt of dialogue.

Este artigo tem por objetivo produzir uma reflexão e posterior discussão sobre a maneira em que alguns referentes do Trabalho Social, em tanto profissão, compreendem a palavra comunidade, que não somente é importante para essa profissão, sino que também exerce como referência primeira em assunto da intervenção e gestão social, e as discussões sobre o desenvolvimento mesmo. Desta forma o artigo tem três partes, na primeira se revisa a concepção da comunidade no trabalho social por meio de autores que representam um nível de reconhecimento no tema; na segunda parte, se explicam uma serie de reflexões, críticas e comentários ao conceito, como unas propostas orientadas a fortalecer a compreensão da comunidade no trabalho social, e na terceira tem alguns considerações finais, como também anotações produto desta iniciativa.

Keywords Community, community service, social theory, social sciences, social intervention.

Palavras-chave Comunidade, trabalho social, teoria social, ciências sociais, intervenção social.

* Este documento es resultado del proyecto de investigación: “Ciudad contemporánea: topografías del delirio y la incertidumbre”, financiado por la Facultad de Trabajo Social de la Corporación Universitaria Republicana (marzo de 2014– marzo de 2015). ** Sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia. Candidato a Magíster en Estudios Sociales, de la Universidad Pedagógica Nacional. Docente–investigador del Departamento de Formación Humana y Social de la Fundación Universitaria Los Libertadores. Correo electrónico: gogarciar@ gmail.com, gogarciar@ libertadores.edu.co

A MANERA DE INTRODUCCIÓN

En definitiva, para el trabajo social la comunidad figura como un componente fundamental de su identidad, tanto en el momento de la formación de las/los futuras/ os profesionales, como en el ejercicio mismo de la profesión, este se lleva a cabo mediante lo que se conoce como método de intervención, que además de las categorías de individuo y grupo, cuenta con la denominada intervención con/en la comunidad o, sencillamente, comunitaria.

1 De hecho, en la ciudad de Bogotá, varias unidades académicas que forman trabajadoras y trabajadores sociales han constituido hacia el año 2011 un nodo de comunidad, el cual pretende, entre otros, fomentar la cultura investigativa y la reflexión permanente sobre el ámbito comunitario (Acuña et al., 2011). 2 Dicha confusión obedece, según este autor (1965, p. 17) a “la infancia de las disciplinas sociales… [y] en particular porque los conceptos básicos utilizados por estas son tomados del uso común que ya les ha asignado una significación”.

Es así como varios cursos, asignaturas o seminarios de la profesión tienen como epicentro a la comunidad1, en particular al desarrollar el método para intervenir en ella, si bien en esos contenidos la definición de comunidad se somete a cierta discusión y profundización, no es esa la prioridad para la formación de las/los trabajadores sociales ya que, como se señaló, el énfasis de la misma se pone en la práctica y en la intervención propiamente dicha con comunidades concretas. Lo anterior genera cierta preocupación, pues en la labor científica del trabajo social parece instrumentalizarse, si es que no ponerse en un lugar común, y el sentido del término comunidad se pierde en su traducción operativa, a tal punto que su uso puede considerarse arbitrario e incluir grupos y poblaciones de todo tipo bajo esa denominación. La cuestión va más allá, pues la comunidad –como una suerte de llave maestra–, para referirse a poblaciones y grupos que requieren cierto nivel de intervención, es de uso común no solo en el trabajo social sino también en otros ámbitos de clara influencia, tales como la política pública–social, así como en diferentes actores relacionados con la misma, entre ellos la empresa privada. En ese orden de ideas, se ha considerado pertinente generar aquí un espacio que permita poner sobre la mesa las concepciones de la comunidad que tiene la

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profesión, en pro de llevar a cabo una análisis crítico y propositivo que pueda ser de utilidad no solo para el entramado académico propiamente dicho, sino también para fortalecer los procesos e iniciativas que en últimas habrán de afectar a personas concretas. APROXIMACIÓN AL CONCEPTO DE COMUNIDAD EN EL TRABAJO SOCIAL

La comunidad, para el trabajo social, figura como un término clave que, como se ha señalado, no es de uso exclusivo de esta profesión, sino también de las ciencias sociales en general; no obstante su centralidad, se encuentra cargado de lo que Ander–Egg (1965) señala como confusión terminológica2, de allí que sea recurrente en la literatura relacionada. Por su parte, Lillo y Roselló (2001) parten de reconocer que la confusión terminológica señalada por Ander–Egg se aborda desde el reconocimiento de, al menos, tres enfoques: el sociológico, el psicosocial y uno propio del trabajo social. En relación con el enfoque sociológico, se tienen en cuenta las propuestas de F. Tönnies, máximo exponente gracias a la distinción que propuso entre las definiciones de sociedad y comunidad; las de M. Weber (relación comunal y relación asociativa); la de G. Simmel, así como las ideas expuestas por la Escuela de Chicago, A. Comte y E. Durkheim. Para Lillo y Roselló el enfoque sociológico produce aportes desde perspectivas clásicas y modernas, tendencialmente globales y generalistas, sobre un “concepto micro que está influido por su consideración macro de los aspectos sociales, culturales, educativos y económicos en donde se sitúa la vida de los ciudadanos” (2001, p. 71). Con respecto al enfoque psicosocial, se tienen en cuenta las elaboraciones teóricas y conceptuales de lo que

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se conoce como psicología comunitaria a través de las ideas de J. M. Rueda, Robert M. MacIver y K. Lewin. Acerca de esta perspectiva, Lillo y Roselló afirman: en ella la “comunidad y sociedad son concebidas como un tejido de relaciones sociales, poniendo el énfasis en los aspectos psíquicos de las mismas, las cuales componen la trama de toda colectividad” (2001, p. 72).

1. Unidad social referida tanto a pequeñas unidades como a conglomerados nacionales.

En el enfoque del trabajo social, “tradicionalmente la comunidad es el elemento esencial y básico en y con el cual se desarrolla y operativiza el trabajo social comunitario” (Lillo & Roselló, 2001, p. 73); de igual forma, en el marco del trabajo social comunitario, la comunidad es la primera de sus dimensiones en tanto tiene por objetivo “el análisis de la interacción social comunitaria” (Fernández & López, 2008, p. 56).

4. Situados en una determinada área geográfica.

En suma, la cuestión respecto del término comunidad en el campo del trabajo social, parte de lo siguiente: La comunidad como un concepto vivo, compuesto por personas que se convierten en los sujetos del Trabajo Social Comunitario, en donde el trabajador social es tan solo un profesional mediador de apoyo que, a través de unos métodos de intervención comunitaria integral, provoca la participación y la promoción social de dicha comunidad (Lillo & Roselló, 2001, p. 74).

Es clara entonces la centralidad del término para ese nivel de la intervención que se ha establecido como trabajo social comunitario, no obstante, se encuentra incrustada una dificultad en la situación expuesta: “la definición del concepto no puede ser fácil debido a su carácter plurisémico” (Lillo & Roselló, 2001, p. 74). Teniendo en cuenta este precedente, el trabajo social da soporte al momento de la conceptualización y resalta los principales elementos que conforman una comunidad. Según Ander–Egg (1965, p. 18), al hablar de comunidad se hace referencia a una:

Gustavo Octavio García Rodríguez

2. Cuyos miembros participan de algún rasgo, interés, elemento o función común. 3. Con conciencia de pertenencia.

5. En la cual la pluralidad de personas interacciona más intensamente entre sí que en otro contexto. Así mismo, Hillery (1959, citado por Lillo & Roselló, 2001) encuentra que al hablar de comunidad hay tres puntos de coincidencia que hacen parte de lo expuesto por Ander–Egg: una localidad compartida, relaciones y lazos comunes e interacción social. Desde una perspectiva un poco más amplia, Lillo & Roselló (2001) establecen las siguientes como características tipificantes del término: Ocupación de un área geográfica específica (…). Relaciones sociales habituales, frecuentes, muchas veces cara a cara. Compartir tanto ventajas y beneficios, como intereses, objetivos, necesidades y problemas (…). Presencia de alguna forma de organización (…) que conduce a modos de acción colectiva para alcanzar algunos fines. Identidad y sentimiento de pertenencia (…). Carácter histórico y dinámico. Construir un nivel de integración mucho más concreto que el de otras formas colectivas (…). Existencia de una cultura compartida, así como de habilidades y recursos, derivados a la vez que generadores, de esa cultura (pp. 74-75).

Antes de continuar y al tener presente que las posibles características de la definición de comunidad varían según el caso, aumentando o disminuyendo, vale la pena referir una definición de amplia aceptación en el trabajo social, que puede pensarse como de uso recurrente, se trata de la elaborada por Ander–Egg, quien destaca previamente

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el hecho según el cual el término de comunidad se usa para señalar realidades sumamente diversas y diferentes de acuerdo con las circunstancias, y propone lo siguiente: La expresión sirve para designar a una unidad social cuyos miembros participan de algún rasgo, interés, elemento o función común, con conciencia de pertenencia y sentido de solidaridad y significación, situados en una determinada área geográfica en la cual la pluralidad de personas interacciona más intensamente entre sí que con otro contexto (1974, p. 60).

Ahora bien, la definición –si se quiere clásica– esbozada por Ander–Egg se suele discutir o asumir irrestrictamente.

3 “Para M. Marchioni, la comunidad se compone de cuatro elementos fundamentales de tipo estructural que son, al mismo tiempo, elementos de conocimiento de la comunidad y elementos que van a participar directamente en la acción comunitaria. Estos cuatro elementos son: territorio, población, demanda y recursos” (Lillo & Roselló, 2001, p. 82).

Según lo anterior, en el trabajo social se han tomado en cuenta dos dimensiones complementarias del término comunidad que pretenden cumplir con los requerimientos de rigor teórico–conceptual, pero, antes que todo, responder a las metas y objetivos propios de la profesión: una teórica, la otra operativa (Lillo & Roselló, 2001); la primera, “elaborada desde un análisis reflexivo, con las visiones multidisciplinares de otras disciplinas (la sociología, la psicología social y la antropología)”; la segunda, “centrada en una concepción de la comunidad basada en aquellos elementos esenciales para la intervención en y con la colaboración y participación de la comunidad” (p. 75). Contando con esta importante aclaración, es posible presentar este tipo de definiciones que podrían denominarse intermedias o vinculantes: Una comunidad es un conjunto de individuos que tienen como mínimo un rasgo común, puede ser el territorio donde viven (…) puede ser un rasgo cultural (…) puede ser un comportamiento (…). Por otro lado, la comunidad es definida como un campo donde se producen los principales procesos sociales necesarios para la supervivencia, la reproducción, el progreso, etc. (Lillo & Roselló, 2001, p. 75).

De esta forma, las conceptualizaciones pueden situarse más cerca o más lejos de las dimensiones teórica y

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operativa o sencillamente buscar un punto intermedio. Lillo y Roselló (2001, pp. 78–79, citados a Marchioni, 1978) encuentran que, más allá de enumerar una serie de definiciones que se aproximen a una u otra dimensión, vale la pena señalar una serie de elementos comunes: a) Localización de la comunidad dentro de un área delimitada geográficamente, b) Interés común, c) Costumbres comunes, tradiciones y modos de hablar. Para concluir y en consonancia con la propuesta de Escartín (1998, citado por Lillo & Roselló, 2001, p. 79), por una vía claramente operativa3, resaltemos lo siguiente respecto de la precisión de comunidad, un colectivo: Con una base territorial más o menos delimitada, con más o menos diferenciación del entorno de otras comunidades. Que atraviesa por todos los procesos demográficos naturales con más o menos estabilidad. Que posee un sistema más o menos común de participación en ideales, valores, costumbres, tradiciones. Que posee un sistema de organización y estratificación social que la diferencia de otras comunidades. Que convive al mismo tiempo con la existencia de subgrupos y subculturas en mayor o menor coincidencia/disidencia con los valores del conjunto social. Que posee un sistema de relaciones interno y otro externo de cara a otras comunidades.

Ahora bien, resulta que a pesar de este esfuerzo de hacerse a la comunidad sin descuidar los planos teórico y operativo, es posible percibir cierta desconfianza con respecto al término en tanto su capacidad de ser operacionalizado, situación que se ha complejizado paulatinamente en la actualidad. Se afirma que la comunidad es un “valor en crisis” (Lillo & Roselló, 2001); no obstante, en el panorama existen inclinaciones al reavivamiento comunitario, es más, se vuelve a relevar la tendencia a usar de manera inadecuada el término comunidad, así como del adjetivo comunitario, esto en pro de simplificar realidades complejas (sociedades). Como primer signo de escepticismo se hace referencia al vínculo territorial que se asocia con el término:

Reflexiones en torno a la concepción de la comunidad en el ejercicio profesional del Trabajo Social (pp. 178 - 188)

El sentido territorial de la palabra comunitario, en la sociedad actual, es un valor en crisis, ya que las corporaciones han superado a las comunidades por su eficacia en la solución de los problemas. Avanzamos hacia el mayor predominio de las relaciones societarias, que son la base de la modernización y del progreso, en detrimento de las relaciones comunitarias que son la base de la moralidad (Lillo & Roselló, 2001, p. 80).

Sumado a lo anterior, desde el trabajo social se critica que en su ejercicio se demuestra la tendencia de sostener una suerte de “idealismo comunitario” (Lillo & Roselló, 2001), el cual se: Manifiesta en la implantación tecnocrática y racionalista de forma estandarizada de programas de bienestar social y ello debido a la falta de verificación científica de la acción social y la ausencia de una evaluación rigurosa de los resultados de dichos programas (p. 86).

Cuestión algo ambigua si se tiene en cuenta que paralelamente, pero con menor énfasis, se señala la necesidad de retomar los valores comunitarios; según se muestra, la sociedad actual está vinculada de manera fuerte a valores modernos y racionales que son los que el sujeto cultiva y pretende alcanzar, lo cual le da a la comunidad un halo abstracto y difuso, limitado e incluso artificial que en última instancia termina por simplificar e incluso homogeneizar las relaciones sociales bajo la égida de una falsa armonía. De tal forma que, en el discurso y en la práctica del trabajo social, se han buscado otros conceptos de carácter alternativo que permitan acercarse a ese contexto, algunos de ellos serían: la red social, el grupo, el colectivo o el barrio. De acuerdo con tales planteamientos, profundiza en varios puntos por considerar, que exponen un grupo de falencias complementarias en la comprensión de la comunidad:

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El concepto de “comunidad” genera imágenes que tienden a ocultar la complejidad de la realidad social actual (…). El carácter mítico de la realidad social que evoca el concepto de “comunidad” contribuye a velar la realidad y por ello, a menudo, es utilizado como concepto que permite la ocultación (…) jugaría como imaginario favorable a las ilusiones a intereses mejor definidos y a los más difundidos en la sociedad (…). Los conceptos de “comunidad” y de “Trabajo Comunitario” usados de manera inconsciente tienden a crear la conciencia de que las estrategias organizativas deben ser de tipo unitarista o consensualista (Barbero, 2005, pp. 40-42) .

Aunque suene demasiado fuerte con el término de comunidad, invita a no dejarlo en el completo abandono, más bien, sugiere una serie de puntos que se deben tener en cuenta cuando se apele a él: 1. La identidad del concepto de comunidad con geografía se encuentra bastante debilitada. Lo imprescindible es compartir ciertas problemáticas, sensibilidades, intereses, etc., y no tanto el territorio. 2. Siempre que se pueda, se debe sustituir la definición de comunidad por alternativas más precisas4. 3. El uso del término se debe reservar para la expresión de un deseo respecto de la sociedad y sus relaciones sociales. 4. Tener conciencia de que las estrategias organizativas no siempre tendrán un flujo unitarista. 5. Considerar la multiplicidad de puntos de vista de actores que coexisten en los espacios sociales. 6. Reconocer la existencia de la diversidad y pluralidad en el seno del trabajo social mismo. 7. Sustituir la noción de desarrollo comunitario por el de desarrollo social, de acuerdo con la tendencia actual (Barbero, 2005, pp. 43-48).

4 Tales como: espacio social, territorio, población, colectivo, grupo, barrio, habitantes, entre otros (Barbero, 2005).

Esta postura, que parece más un ataque que un intento de comprensión del término comunidad, podría encontrar en un primer momento correspondencia con el afán manifiesto del trabajo social por lograr transformaciones en las poblaciones que interviene, que sin lugar a dudas han variado de acuerdo con las dinámicas globales contemporáneas. Como colofón, se señalan los objetivos de eso que hace algunas glosas señalamos

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como trabajo social comunitario: el desarrollo/organización comunitario5, la acción/movilización comunitaria, la educación comunitaria, el bienestar comunitario, integrar (inclusión) a las personas, hacerlas partícipes (interacción) de sus comunidades y potenciarlas, entre otros.

hegemónica; lejos de concebir un fin de las comunidades como forma de organización e interacción social en pro de la primacía del modelo societal, es necesario articular nuevas lecturas cada vez más complejas y plurales que permitan escudriñar esas facetas de la vida que pueden parecer fuera de contexto o disconformes al actuar moderno–racionalista.

En palabras de Fernández y López (2008): El Trabajo Social Comunitario, a partir del análisis de las características y dinámica de la acción comunitaria, busca potenciar a las personas mediante la participación comunitaria y abordar objetivos que solo mediante la acción de la comunidad organizada pueden alcanzarse (p. 57).

5 Siguiendo a Jaime Martínez Luna (intelectual zapoteco), la tendencia del desarrollo comunitario, tal y como lo conciben el Estado y las instituciones, posee una visión que denomina “homolatría”: el desarrollo “centrado en lo individual, que rige el pensamiento occidentalizado y que fundamenta el modelo económico neoliberal” (Torres, 2013, p. 194).

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Entonces, se podría partir de una respuesta positiva a la pregunta que Torres se plantea (2013, p. 5): “¿Tiene algún sentido la comunidad en la época actual, cuando la mundialización del capitalismo y sus secuelas desarticuladoras de los vínculos sociales han invadido todas las dimensiones de la vida social?”

PROPICIANDO UNA DISCUSIÓN

A este respecto es claro que el trabajo social tiene mucho qué decir por su experiencia y tradición sobre terreno, en pocas palabras, se considera que está en deuda con ese término que figura tan importante en su universo y que tanto influye en su ejercicio profesional, tiene los elementos y las herramientas pero las elaboraciones propias, y si se quiere autónomas, son muy escasas.

En efecto, la síntesis que se ha expuesto (insuficiente, como todo esfuerzo de síntesis) converge en un primer momento con la dificultad que en últimas puede generar estimulantes y novedosas posibilidades de comprensión de las complejas realidades que se experimentan en la realidad, la relacionada con lo problemático que resulta hablar de la comunidad y su conceptualización, complejidad en tanto los usos que se asumen para el término son vastos (Torres, 2013) y sin posibilidad de un consenso.

Se considera que buena parte de los elementos que se han retomado del trabajo social en relación con la comunidad se enmarcan en lo que Torres (2013, p. 11) denomina como segundo caso del uso de término: “como adjetivo para calificar diferentes retóricas, políticas y acciones” que se destinan a grupos concretos de personas que se asumen casi per se como comunidades objeto de intervención, que en la lógica del trabajo social corresponde a la dimensión operativa del término.

Se asume que esta situación está lejos de figurar como inminentemente problemática, la dificultad misma de las certezas y la univocidad conceptual consiste en que agota la creatividad y cierra procesos de pensamiento que pueden potencializarse si se desvía un poco la perspectiva regular o, si se quiere, la que figura como

También es necesario señalar que para el trabajo social los referentes sociológicos son fundamentales y hacen las veces de pilares en la comprensión de la comunidad, lugar que figuras como Tönnies o Weber poseen, independiente del horizonte desde donde se postule el tema de la comunidad.

O como proponen Lillo y Roselló (2001, p. 81): “movilizar las energías de la comunidad y de sus diferentes sistemas (…) hacia la ‘autoconcientización’, la ‘autodeterminación’, la ‘autoorganización’ y la ‘autoayuda’”.

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Así mismo, haciendo referencia a las ideas de Ander– Egg en materia de comunidad, se hace frente a una situación que sí podría concebirse propiamente como problemática; el contenido que este autor expone sobre la comunidad recae en el sentido más irreflexivo con el cual se puede asumir. No obstante, es claro que sus ideas se han sometido a la crítica interna de la profesión, además se consideran pilares del tema comunitario; al respecto dice Torres (2013, p. 12): “Dicha imagen unitaria y esencialista de la comunidad, invisibiliza las diferencias, tensiones y conflictos propios de todo colectivo o entidad social”. Ahora bien, este esencialismo de cuyo seno mana, entre otras, la reiterada relación entre comunidad y territorio6, también lo percibe y cuestiona la misma profesión cuando profundiza en la desconfianza del uso desmedido de ese tipo de concepciones; esto es particularmente importante para un término como el trabajo social, pues los excesos y omisiones que instituciones político–gubernamentales, filantrópicas, de cooperación, entre otras, se disimulan fácilmente si prevalece una comprensión y subsecuente intervención irreflexiva de y sobre la comunidad; pensadores como Alain Touraine y Zigmunt Bauman comparten y dan fundamento a esta situación. Para Touraine, la comunidad, en manos del comunitarismo, es una fuerza homogeneizadora que destaca por la ilusión de pureza y unidad (Torres, 2013); Bauman, por su parte, se hace crítico de lo que denomina como “dogma comunitarista/comunitario”, que también hace referencia a la idealización de la comunidad en tanto forma de respuesta a la liquidez del mundo contemporáneo. Empero, y tal como lo señala Torres, es necesario preguntarse si esas miradas escépticas logran, en efecto, ir más allá de la postura simplificadora.

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Al parecer, la respuesta es negativa, aunque no se habla en ningún momento de grupos tradicionales. De acuerdo con el trabajo social, el acento se pone en la intensidad de la interacción así como en el compromiso afectivo, si es que no se opta abiertamente por descuidar la dimensión teórica para sobre–enfatizar la dimensión operativa que, como se ha señalado, prioriza más los elementos que conforman una comunidad al desagregarla, que en hacer una apuesta por comprender su contenido en términos holísticos. Por su parte, en el material revisado no se encuentra presente si el grupo poblacional se denomina así mismo como una comunidad, más bien, sobresalen los componentes de una comunidad pero no hay pistas de algo así como una dimensión subjetiva o autoconcebida. Esto es muy interesante ya que la comunidad, como la ha interpretado el trabajo social, requiere de un conjunto de acciones para reconstruir su tejido, fortalecerla, potenciarla o, al menos, vincular a los sujetos a su seno; lo que quiere decir que estas comunidades se encuentran en un momento de inestabilidad o que, siendo relativamente estables, podrían ser de gran ayuda para personas en singular situación juzgada como negativa.

6 Por ejemplo, para Floriberto Díaz Gómez (pensador mixe): “la singularidad de la comunidad indígena no radica en su espacio, sino en su espíritu comunitario, lo que estos pensadores indígenas de Oaxaca nombran como comunalidad” (Torres, 2013, p. 181).

Valdría la pena que la profesión explorara las posibilidades de pensar procesos de intervención con comunidades que se han asumido como tales más de las veces debido a que se ha puesto en peligro la convivencia, o porque se han organizado en pro de su defensa frente a algún peligro proveniente de entornos diversos (Estado, multinacionales, otras comunidades, etc.). Es muy probable que este tipo de comunidades en resistencia o lucha no estén identificadas como tales según los diagnósticos sociales o tal o cual proyecto o programa de política social. Aquí sería necesario pasar de lo conceptual a la revisión de casos concretos para contar con mayores elementos de juicio.

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Del comentario anterior surge un punto que es importante subrayar y que no solo le compete al trabajo social: es fundamental llevar a cabo, mediante una mirada amplia y alejada de las prenociones, un reconocimiento de las formas comunitarias propias de nuestro contexto, así como de los sentidos y significados que se le atribuyen. El trabajo social ha hecho grandes avances en este campo debido a su amplia experticia sobre terreno; sin embargo, y este es un tema recurrente en las discusiones internas de la profesión, se adolece de rigor y continuidad en el análisis de las intervenciones y en su sistematización. Se resalta: la profesión tiene una deuda con el conocimiento en este aspecto.

7 Aquí no puede perderse de vista que, dentro del trabajo social, es posible circunscribirse profesionalmente a ejercicios institucionales–formales (sistémicos), si es que no críticos.

Como señala Torres (2013, p. 21), es necesario visibilizar “la presencia y la emergencia de otras racionalidades, vínculos, modos de vida, sentidos de pertenencia, luchas y proyectos futuros de carácter comunitario” que entren en diálogo con los rígidos modelos de intervención comunitaria predominantes, ya que, a diferencia de muchos teóricos del tema, el trabajo social encuentra posibilidades cuasi–emancipadoras en lo comunitario7. El problema es que enfoques como el crítico o perspectivas como la animación socio–cultural, la pedagogía social, la IAP (investigación–acción– participante), entre otras, no fluyen con facilidad en el entramado político–institucional (principal campo de acción del trabajo social), o si lo hacen, es en el plano del discurso. Podría entonces ponerse en diálogo ese objetivo del trabajo social comunitario relacionado con concientizar, determinar, organizar y ayudar a implementar una perspectiva comunitaria que: Promueva vínculos, subjetividades y valores comunitarios [un] proceso de creación y fortalecimiento permanente del tejido social y de potenciación de la capacidad de agencia de sujetos personales y colectivos sociales unidos entre sí en torno a diferentes factores y circunstancias” (Torres, 2013, p. 220).

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Por otro lado, vale la pena fortalecer y potenciar esa tenue invitación de la profesión a no dejar de plano o en el ostracismo el término de comunidad; su sutil llamada a contemplar la potencialidad de la comunidad o a revisar formas comunitarias en las dinámicas contemporáneas se podría solidificar si se ve en ella más que un método de intervención. En palabras de Torres (2013, p. 195), se le extendería la invitación a repensar su concepción de la comunidad en los siguientes términos: La comunidad es, a la vez, entorno de acción (comparte “necesidades”, “intereses” “saberes”) y el sujeto colectivo de dicha acción (“se organiza”, “se moviliza”, “lucha”), pero principalmente es un valor, un horizonte compartido distintivo de compromiso, generalmente en oposición a políticas, programas e instituciones (gubernamentales y no gubernamentales) que “desconocen”, “atropellan”, “excluyen” o “van contra” la comunidad” (Torres, 2013, p. 166).

Se considera que esta aproximación a una concepción alternativa de la comunidad puede serle de gran utilidad al trabajo social para oxigenar la forma en que ha venido concibiendo el término, aproximación que no desarmoniza tan fuertemente con el énfasis operativo que ha establecido en su entorno como principal; así mismo, que atribuye a la comunidad un sentido fundado en un lazo vincular (instituyente) que responde a valores y criterios igualmente comunitarios y se ejerce mediante la acción colectiva alternativa. Esta propuesta se sintetiza de acuerdo con la comprensión de la comunidad que hace Torres: Cualquier población asentada en un territorio o poseedora de rasgos comunes, no constituye per se una comunidad. La emergencia y pervivencia de comunidades humanas y de vínculos comunitarios, no está asociada ni puede entenderse como la sumatoria o la confluencia de individuos, ni como la existencia de propiedades, atributos o intereses comunes.

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Tampoco podemos entender o conceptualizar lo comunitario desde lo individual (…). La comunidad no es ni la suma de individuos, ni de sus intereses, ni de fines compartidos; tampoco puede pensarse como entidad unitaria y homogénea que actúa como un sujeto colectivo.

Lo que hace que podamos llamar a un colectivo humano comunidad es la presencia de un sentido inmanente, de un vínculo “espiritual”, de una “atmósfera psicológica” que lleva a que el sentimiento compartido de un nosotros que preexiste, subsiste y predomina sobre sus integrantes” (Torres, 2013, pp. 204–205). CONSIDERACIONES FINALES

Tal y como se señaló, la principal consideración que vale la pena retomar en este punto es la invitación hecha al trabajo social a que se haga más partícipe y asuma un rol más comprometido en la discusión del término que nos convoca, que permita profundizar y complejizar el debate sobre este y su comprensión, lo anterior debido a que es claro el enorme insumo que su quehacer profesional le provee y que a juicio de este

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documento está en mora de proponer. Se considera pertinente equilibrar la relación que ha establecido entre las dimensiones teóricas y operativas del término, para no finiquitar la cuestión en la sobreexposición de la segunda, que es la tendencia que se ha considerado predominante, tampoco en una concepción esencialista dominante en la primera. Esta iniciativa puede llegar a ser de interés a la hora de reflexionar sobre la puesta en marcha de muchos programas y políticas sociales denominadas comunitarias, así como sobre la intervención como método enmarcado en el trabajo social comunitario; si bien la tendencia a ver una crisis de la formas comunitarias es fuerte, es claro que paralelamente hay otras formas emergentes y algunas más con tremenda historia y tradición en nuestro contexto (pueblos indígenas) que no pueden pasarse de vista ni asumir por la lógica societaria. Aquí se ha propuesto la posibilidad de generar diálogos entre saberes, por ello, convergencias y divergencias y, en esa media, quedan abiertas las posibilidades de edificar una perspectiva compleja y pluriperspectiva.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Acuña, M. et al. Nodo de comunidad: una experiencia significativa para compartir. En Peña, E. (Comp.) (2011). Memorias del III Seminario Internacional de Trabajo Social Comunitario. Gestión Asociada y Trabajo Social Comunitario. Corporación Universitaria Minuto de Dios. Bogotá D. C.: Uniminuto. Ander–Egg, E. (1965). Metodología y práctica del desarrollo de la comunidad. Tomo 1. Buenos Aires: Editorial HUMANITAS.

Fernández, T. & López, A. (2008). Trabajo social comunitario: afrontando juntos los desafíos del siglo XXI. Buenos Aires: Alianza Editorial. Lillo, N. & Roselló, E. (2001). Manual para el Trabajo Social Comunitario. Madrid: Narcea S. A. Ediciones. Torres, A. (2013). El retorno a la comunidad. Problemas, debates y desafíos de vivir juntos. Fundación Centro Internacional de Educación y Desarrollo Humano CINDE. Bogotá D. C.: Editorial El Búho Ltda.

Barbero, J. (2005). Trabajo comunitario, organización y desarrollo social. Buenos Aires: Alianza Editorial.

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RESEÑA

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Otto Medrano Bermúdez* Fecha de recepción: 18 de abril de 2014 Fecha de aceptación: 16 de septiembre de 2014 Fecha de modificación: 14 de octubre de 2014

La siguiente reseña hace un breve análisis de la educación en Finlandia, país que se ha destacado por tener excelentes resultados en las pruebas internacionales, tan de moda en estos días en todas las naciones que se insertan en el modelo neoliberal. La información base se obtuvo de la Dirección Nacional Finlandesa de Educación, entidad encargada de desarrollar los objetivos, el contenido y los métodos de enseñanza de la educación en ese país. Para empezar, en su libro ¡Basta de historias!, Andrés Oppenheimer dedica un capítulo al análisis del sistema educativo de Finlandia y desglosa las características más sobresalientes de la historia reciente de este país, que antes de la década de los años ochenta se destacaba por su bajo nivel de desarrollo frente a sus vecinos y, en general, en el contexto europeo. En la actualidad, Finlandia figura en los primeros lugares del mundo en competitividad, educación, eficiencia y transparencia, entre otros aspectos: “Si hubiera una

copa mundial de progreso económico y social, los finlandeses la ganarían” (Oppenheimer, 2012, p. 63). Ese nivel de desarrollo y progreso tiene una causa, los finlandeses le apostaron a la educación como factor de desarrollo, sumado a una tradición de trabajo y a una idiosincrasia religiosa luterana, este país está a la vanguardia de las mediciones internacionales derivadas del modelo neoliberal que determina el progreso de las naciones. Los finlandeses han decidido mantener el modelo del Estado de Bienestar que se desarrolló en el mundo capitalista durante las décadas de los años cincuenta y sesenta. Por otro lado, este ensayo pretende hacer un análisis sobre la validez de los aspectos exitosos del Estado de Bienestar que prevalece en algunos países europeos, en concreto en Finlandia, los cuales se han alejado de los postulados neoliberales adoptados por la mayoría de los países capitalistas desde finales del período de los años setenta.

* Magíster en Educación, especialista en Evaluación Educativa. Docente de la Fundación Universitaria Los Libertadores y de la Secretaría de Educación del Distrito.

El objetivo fundamental de la educación en Finlandia es alcanzar la igualdad social, y la única manera de lograrlo es brindándole al individuo los elementos necesarios a través de su formación en el sistema educativo. En ese país europeo, la educación es entendida como una práctica social que le garantiza al individuo el desarrollo de su proyecto de vida en igualdad de condiciones con las demás personas; por eso, las políticas públicas están encaminadas a garantizar las condiciones necesarias que les permitan a todos los ciudadanos tener acceso al sistema formativo. El Estado es el responsable de los costos educativos de todos los finlandeses, desde el preescolar hasta la formación superior. De otro lado, la estructura del sistema educativo finlandés se divide en educación básica y educación secundaria superior, esta también se divide en estudios generales y en estudios de formación profesional; el proceso culmina con la formación superior profesional en un centro especializado o en una universidad.

También sobresale el nivel de autonomía de los centros de servicios educativos, cada uno de ellos se administra de acuerdo con sus propias condiciones y necesidades, lo que apunta al cumplimiento de los objetivos nacionales en materia educativa; todas las universidades son financiadas por el Estado y gozan de altos niveles de autonomía.

Además, las políticas públicas en materia educativa son iniciativa y desarrollo del ministerio de Educación, que se apoya en la Dirección Nacional Finlandesa de Educación y en los Departamentos de Educación y Cultura de cada provincia, los cuales se encargan de proveer los servicios educativos.

Así mismo, existe un aspecto bastante interesante y es el de evaluar, en vez de inspeccionar, este sistema se basa fundamentalmente en la autoevaluación, la evaluación interna y externa del ejercicio docente, esta última tiene especial trascendencia en la educación superior. Las condiciones de los profesores son óptimas para un buen desempeño y compromiso con la labor que desarrollan, en promedio laboran cinco horas diarias, con salarios que no son inferiores a $3.300.oo dólares mensuales (el promedio salarial de un docente universitario es de $5.700 dólares al mes), y cuentan con dos meses y medio de vacaciones al año; la profesión goza de gran prestigio y respeto, la capacitación permanente permite una cualificación constante; además, atienden entre 20 y 22 alumnos por grupo, en cada aula se encuentra una maestra o maestro titular que ostenta un título de maestría, quien recibe apoyo de un maestro auxiliar, y los estudiantes que presentan dificultades de aprendizaje son acompañados en su proceso por una maestra en un aula adyacente.

Al igual que la mayoría de los países, la educación privada se rige por las políticas públicas que emanan del ministerio y se guían por el sistema de evaluación que

En general, los docentes que atienden el preescolar deben contar, como mínimo, con un título profesional; en secundaria, un nivel de maestría, y en el nivel supe-

La orientación educativa es fundamental para alcanzar la igualdad en la educación y tiene un propósito claro: apoyar y guiar a los estudiantes para que consigan el mejor resultado posible en sus estudios, igualmente, para que tomen las decisiones más acertadas relacionadas con las opciones alternativas de su educación y carrera futura (DNFE, 2007).

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se aplica en las entidades oficiales. Los entes encargados del cumplimiento de este propósito son el Estado y las autoridades locales. Es importante destacar que el sector privado en educación solo representa el 1% del total de instituciones, el restante se financia con fondos públicos.

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rior, doctorado o posdoctorado. De esa forma, el Estado benefactor da prioridad al servicio educativo en aras de la igualdad y el desarrollo. Por su parte, los alumnos son evaluados en forma autónoma por sus docentes, quienes se basan en el alcance de los objetivos propuestos en el currículo, se entrega un informe por lo menos una vez al año a los padres de familia; el seguimiento a los educandos se hace a través de un software llamado Wilma, al que también acceden los padres, este facilita que interactúen en cualquier momento con los maestros para establecer el desempeño de sus hijos. Los estudiantes inician su proceso formativo a los siete años y continúan sus estudios obligatorios en las escuelas secundarias superiores, a las cuales acceden de acuerdo con sus calificaciones; en promedio, terminan su proceso a los 28 años. En esta etapa de sus estudios, el Estado ya no financia materiales ni útiles, pero aun así, el 95% de los alumnos continúan sus estudios (DNFE, 2007). Por su parte, el programa de estudios de la educación secundaria superior se desarrolla por medio del sistema de créditos, para cursarlo en un promedio de tres años, cada curso (crédito) se evalúa y al final del mismo el estudiante recibe un certificado de fin de estudios (DNFE, 2007). La educación superior se imparte en las universidades, que hacen énfasis en la investigación y el conocimiento científico; por su parte, las escuelas superiores profesionales tienen un carácter más práctico. Los criterios de selección son impuestos por la universidad, en ellos se destaca el examen final de bachillerato, así como las personas que han cursado o tienen título profesional de educación secundaria profesional; los requisitos para acceder a ella son: haber terminado la educación secundaria superior general o profesional o

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una calificación internacional equivalente. La obtención de un título universitario requiere de tres a seis años de estudio, si es uno inferior o una diplomatura, seis semestres, el superior puede requerir el doble de tiempo (DNFE, 2007). Las universidades también desarrollan programas de posgrado y doctorado. Otro de los aspectos que se destacan es la forma como la Asociación de Estudiantes de la Universidad de Helsinki, según Oppenheimer, se ha convertido en el músculo de soporte de la Universidad, con un presupuesto de 4 millones de euros al año asignados por el gobierno y la administración de múltiples negocios relacionados con el campus universitario, logran administrar más de 200 millones de euros al año, con esta suma subsidian alimentación, becas y manutención de gran cantidad de estudiantes (Oppenheimer, 2012, p. 75). En general, el sistema educativo de Finlandia se desarrolla a partir de una voluntad política en un intento por reinventar al país. En la década de los años ochenta, cuando el sistema socialista se transformó, el único bien del cual este país dependía y exportaba a la ex Unión Soviética, la madera, dejó de ser vendido, la nación entró en crisis y necesariamente tuvo que enfocarse en otros sectores de la economía para sobrevivir. Hoy en día, en ese país que le apostó a un modelo educativo heredado del Estado de Bienestar, con una economía intervencionista que demuestra al mundo su eficiencia a pesar del entorno neoliberal global, la formación no es perfecta, simplemente eficiente, carece del componente humanista, pero ha ido aprendiendo y lo está perfeccionando. Las transformaciones en Finlandia continúan adaptándose a las exigencias del momento. Existe conciencia sobre la importancia de generar tecnología, pero al mismo tiempo, la formación humana, que es la que construye la ciudadanía y la democracia, es igual de importante.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Dirección Nacional Finlandesa de Educación DNFE (2007). Sistema Educativo en Finlandia. Finlandia. Oppenheimer, A. (2010). ¡Basta de Historias! Bogotá: Editorial Debate.

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Vigencia de José Carlos Mariátegui Miguel Mazzeo * Fecha de recepción: 28 de julio de 2014 Fecha de aceptación: 10 de septiembre de 2014

“El verdadero pecado, acaso el pecado contra el Espíritu Santo, que no tiene remisión, es el pecado de herejía, el de pensar por cuenta propia”. Miguel de Unamuno José Carlos Mariátegui, el “Amauta”, suele ser considerado como el fundador del socialismo no gregario, no imitativo y más legítimo de Nuestra América. En efecto, el socialismo de Mariátegui se caracterizó por una inusual capacidad para contener, articular y superar positivamente otras tradiciones emancipatorias de Nuestra América, como el nacionalismo revolucionario, el antiimperialismo, el agrarismo y el indigenismo radical, así como para prefigurar otras, como el guevarismo, la Teología de la Liberación y la Teoría de la dependencia. Para empezar, lo que se busca con esta reseña es demostrar, más que constatar “puntos flacos”, que el socialismo de Mariátegui, en algunos aspectos más allá de él mismo,

se fue constituyendo en un extenso campo, una especie de encrucijada teórica que hizo y hace posible un diálogo fructífero entre diversas tradiciones emancipatorias. El socialismo de Mariátegui tuvo la rara virtud de identificar los componentes étnicos, identitarios, pero sobre todo “societarios”, y el potencial emancipatorio de un conjunto de prácticas y tradiciones populares; es decir, reconoció en estos componentes un capital político y le ofreció hechos concretos a la dialéctica, lo que le provocó náuseas a las “ideas generales”. Además, señaló que dichos componentes, según las circunstancias, podían combinarse con factores sindicales, políticos y hasta militares, sin jerarquías pre-

* Docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y en la Universidad de Lanús (UNLa). Participa en espacios de formación de distintas organizaciones populares y en diversas cátedras libres en Buenos Aires y en el interior del país. Correo electrónico: [email protected].

establecidas. De algún modo, Mariátegui “anticipó” el tema de la dominación étnica (más allá de los usos ambiguos de los términos de etnia y raza) y la noción de un sujeto revolucionario plural, entre otras.

1 Löwy, Michael (2008, marzo). Ni calco, ni copia: El marxismo romántico de José Carlos Mariátegui. En: Siete ensayos, 80 años. Simposio Internacional Conmemorativo de la aparición de la obra clásica de José Carlos Mariátegui, Año 1, No. 2, Lima, p. 1. 2 Flores Galindo, Alberto (1982). La agonía de Mariátegui. La polémica con la Komintern. Lima, DESCO–Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, p. 53 y En Obras completas (1994), Tomo II. Lima, Fundación Andina– SUR Casa de Estudios del Socialismo, p. 437.

Por consiguiente, Mariátegui, al “peruanizar” y “latinoamericanizar” las ideas de Marx, al interpretarlas de una manera “auténtica” (más que otros intelectuales “importadores”), al integrarlas en el marco de tradiciones y cosmovisiones previas, y al criticar la primacía eurocéntrica y bolchevique en el marxismo, también puede ser considerado el principal precursor de la que, inspirados en Ernst Bloch, se denomina corriente cálida del marxismo en Nuestra América. Una corriente que refuta el racionalismo eurocéntrico y la perspectiva objetivadora del marxismo unidimensional, características de lo que podría denominarse –en contraposición a la corriente cálida– la “corriente gélida” del marxismo. Mariátegui, de alguna manera, es uno de los descubridores del ser de Nuestra América; su interpretación, como toda interpretación creadora, derivó en la invención de una nueva realidad. Con Michael Löwy, se considera que Mariátegui: No es solamente el marxista latinoamericano más importante y el más creativo, sino también un pensador cuya obra, por su fuerza y originalidad, tiene un significado universal. Su marxismo herético guarda profundas afinidades con algunos de los grandes pensadores del marxismo occidental1 (Löwy, M. 2008, p. 1).

Por su parte, Alberto Flores Galindo propuso una distinción entre el marxismo de Lukács y el de Mariátegui. Lejos de la coincidencia de sus respectivos marxismos en aspectos nodales, más allá de las inquietudes y el clima político–cultural compartido, Flores Galindo identificó una diferencia no aleatoria y que de algún modo sirve para avanzar en la caracterización del marxismo del “Amauta”, decía:

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A diferencia de Lukács […] el marxismo de Mariátegui no fue una reflexión sobre textos, nunca aspiró a constituirse en una “marxología”, no le interesó la fidelidad a la cita o la rigurosidad en la interpretación. Utilizó a Marx en el sentido más egoísta de la palabra, lo empleó como instrumento, sin temer nunca derivar en la herejía o infringir alguna regla2. (Itálicas en el original) (Flores Galindo, A., 1982, p. 53; 1994, p. 437).

El marxismo de Mariátegui es principalmente reflexión sobre la práctica. Y lejos de mostrarse partidario del apotegma leninista que establecía que “sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”, en los hechos se comportó como un cabal partidario de un punto de vista diferente, en el cual la primacía la tenía la práctica y la teoría se nutría de la práctica para luego incidir en ella. De este modo, Mariátegui estuvo muy lejos de querer llenar los baches entre las clases subalternas–oprimidas y la política con intervenciones exclusivamente intelectuales. De ningún modo pretendió encontrar un reemplazo para la lucha de clases. Esta actitud marcó una diferencia con lo que años después de su muerte se delinearía como “marxismo occidental” (europeo). Además, una pléyade de autores ha planteado la vigencia de Mariátegui, algunos han sugerido la idea de “contribución”, e incluso están aquellos que, como Édgar Montiel (2009, pág. 87)3, la contraponen a la idea de vigencia. Aquí optamos por el concepto de vigencia, no porque nos seduzcan las construcciones teóricas perennes, sino porque, en el caso de Mariátegui, identificamos gestos, actitudes y perspectivas –podríamos denominarlos cognoscitivo/políticos– que hoy son imprescindibles para pensar un proyecto emancipatorio en Nuestra América. Su obra atrae aquí por las polémicas que generó y genera, por los apasionantes desafíos teóricos y políticos que propuso y propone, porque que-

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dó inconclusa. También porque se comparte la opinión de Julio Ortega, quien sostenía: “Todo en Mariátegui actúa por una recuperación permanente del sentido: no hay errancia en su obra, porque encarna un sistema complejo de convergencia, vertebrando un entendimiento unitario de una realidad que, sin embargo, no está sino haciéndose” (1978, p. 48)4.

La obra de Mariátegui rechaza toda fijación de fronteras de “normalidad semántica”, posee un mensaje que se renueva a través del tiempo y que hace factible una relectura bajo nuevas condiciones históricas. Este escritor, periodista y pensador político ha permanecido incontrolable y sistemáticamente creativo. Por todo esto es, con todo derecho, un “clásico”. Justamente por esta condición su obra constituye un campo de batalla teórico–político. Es insoslayable si se aborda la pregunta por el socialismo en Nuestra América. Asimismo, es inagotable. En general, esta situación puede explicarse, en primera instancia, con la simple referencia a un contexto político y teórico que, durante los últimos años, viene favoreciendo la reinserción –claro que con los ropajes característicos de la denominada era de la “transmodernidad”– de un conjunto de temas y problemas (de larga data e irresueltos) en la agenda política e intelectual de Nuestra América: la dependencia, la colonialidad del poder, la cuestión indígena en marcos anticapitalistas, los formatos no liberales y no burgueses de la nación, la interculturalidad, la defensa de la biodiversidad, la soberanía alimentaria, etc. Un color de fondo, entonces, que otorga, nuevamente, centralidad política y teórica a cuestiones como el antiimperialismo, la lucha de clases y los debates respecto de las perspectivas del socialismo en Nuestra América. Desde el punto de vista del pensamiento se puede afirmar que dicho contexto exige una tarea de reflexión– acción sobre las posibilidades de generar conocimiento

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radicalmente crítico de la matriz eurocéntrica y que esté al servicio de una política emancipatoria, es decir, una teoría convertida en fuerza productiva transformadora. Queda claro que el inicio del siglo XXI ha suscitado la necesidad de reinterpretar el continente. Pero la “presencia” (y la vigencia) de Mariátegui también se puede explicar por el hecho de que se trata de una obra y un pensamiento que han sobrevivido a la crisis de los socialismos reales, y al agotamiento de las matrices más clásicas de la izquierda (del denominado “marxismo–leninismo” en general) que buscaron reducir toda la vida a un ordenamiento sistemático. Una decadencia tal, más allá de que muchos la consideraron arrasadora de toda idea de cambio radical, no podía afectar sustancialmente –esto es, en sus aspectos medulares– una obra y un pensamiento como los de Mariátegui. Lo anterior fue percibido por sectores de la izquierda europea (los que aún conservan alguna predisposición anticapitalista, algún vestigio del sueño emancipador) que vieron en Mariátegui las posibilidades de un marxismo operativo y con arraigo, de un socialismo sin fórmulas envenenadas, un pensamiento genuino que suministraba claves para la vida práctica y una esperanza. Esto significa que, de un tiempo a esta parte, comenzó a ser reconocida la dimensión universal del pensamiento de Mariátegui.

3 Montiel, Édgard (2009). “‘Los intérpretes de la realidad’. Saludo a José Carlos Mariátegui”. En: Mariátegui Chiape, S. Ponencias del Simposio Internacional 7 Ensayos: 80 años. Lima, Minerva, p. 87. 4 Ortega, Julio (1978). La cultura peruana. Experiencia y conciencia. México: Fondo de Cultura Económica, p. 48.

El espejo europeo nos puede servir para identificar en Mariátegui un aporte, tal vez el más importante, del marxismo de Nuestra América, a lo que en otros tiempos se denominó “revolución mundial” y que ahora podríamos designar como “internacionalización” (o incluso “globalización”) de las luchas y los proyectos emancipatorios; un aporte, también, al pensamiento crítico–revolucionario. Por lo tanto, se sostiene en este escrito que la contribución de Mariátegui se relaciona con un modo original de asumir las mejores promesas de la Ilustración. En

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primer lugar, porque Mariátegui metabolizó esas promesas sin producir formulaciones saturadas de a–localismo y universalidad abstracta; en segundo lugar, porque las puso en tensión constante, conmoviendo así sus bases epistemológicas pero conservando sus horizontes emancipatorios. Se trata de una contribución que también puede vincularse a la posibilidad de imaginar una razón que sea algo diferente a los artefactos despóticos y que no se limite a la paranoica persecución de objetivos, una razón modesta y no autosuficiente. Muchos autores han destacado el cuestionamiento de Mariátegui a la razón occidental (una razón instrumental, cosificadora, objetivadora, etc.) y su ruptura con la idea eurocéntrica, evolucionista y totalitaria de la totalidad que lo llevó a proponer una idea de totalidad como campo de tensiones y discontinuidades.

5 Para ampliar detalles, se sugiere consultar Bloch, Ernst (2004). El principio esperanza. Tomos I y II. Madrid: Trotta.

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Además, podrá discutirse –y es, sin dudas, un ejercicio lícito y necesario– la potencia autosuficiente que Mariátegui, como contrapartida, le otorga a la voluntad, a la que, influido por Georges Sorel, entre otros, considera ilimitada y prácticamente incondicionada. Pero tal “exageración” debería analizarse en el marco más amplio de una batalla permanente contra el economicismo, contra los modos de producción de sujetos desanimados y otras formas del fatalismo de izquierda. Mariátegui asume la indispensable tarea de restituir la voluntad, la subjetividad y la pasión al sitial del que habían sido arrancadas por el socialismo reformista e integrado o el socialismo dogmático y unidimensional. El realce de la voluntad propuesto por Mariátegui es básicamente expresión de lo que Bloch, en su obra El principio esperanza, llamaba optimismo militante: la actitud ante algo no decidido, pero que puede decidirse por la vía del trabajo y la acción (Bloch, E., 2004)5. Existen muchas afinidades entre Mariátegui y Bloch, aunque este tema no puede desarrollarse aquí, vale decir que ambos son exponentes de un pensamiento “matinal”, “auroral” y de carácter crítico–utópico.

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En esta reseña también se considera que para delinear un pensamiento y una política radical, con capacidad de intervención en la realidad, hoy resulta fundamental repensar todos los ejes del pensamiento emancipador, desde la noción de sujeto y de vanguardia hasta la de transición. Para relanzar un proyecto socialista se impone asimismo el reconocimiento de sus elementos relacionales y civilizatorios, la valorización de experiencias populares prefigurativas, el peso de las subjetividades colectivas y el poder creador de la fantasía. Se torna necesario radicalizar la heterodoxia. No se puede aplazar la búsqueda de preguntas y respuestas originales. Por otro lado, aquí también se cree que, sin renegar de la centralidad asignada a la opresión clasista, Mariátegui fue uno de los primeros socialistas revolucionarios de Nuestra América en poner el ojo en las diferencias. Si en los últimos años, desde algunas corrientes del marxismo de Nuestra América surgieron expresiones teóricas que comenzaron a pensar “la comunidad”, como clase social, una clase “no moderna” pero no por eso menos real; si la comunidad comenzó a ser considerada como el fundamento de un cambio social en sentido anticapitalista; si se viene reivindicado la idea de universalización de una racionalidad social comunal, es casi imposible no tener presente los gestos inaugurales de Mariátegui. En el marco de estas tareas y desafíos, Mariátegui vuelve a tener mucho que decir. La productividad política de su obra y su pensamiento vuelven a ser justipreciadas como parte del bagaje teórico de las fuerzas sociales constituyentes de órdenes no capitalistas y antisistémicos, como insumo imprescindible de un neohumanismo transformador. Más que algún capricho teórico, aquí se cree que prima la fuerza de los hechos.

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Evidentemente, no tendría ningún sentido detenerse en las figuras inactuales de la radiografía, en aquellos tópicos de su obra y de su pensamiento que han sido superados. A más de ochenta años de su muerte sería un dato desalentador que estas extenuaciones no sucedan. Parece mucho más provechoso hacer un alto en lo que se cree que aún late con vigor y conserva inalterada su productividad teórico–política que, por cierto, no es poca. ¿En qué aspectos se debe reparar para plantear una renovada vitalidad de Mariátegui? ¿Qué elementos fundan las posibilidades de un diálogo contemporáneo con su obra y su pensamiento?

En fin, los argumentos que pueden servir para fundamentar la vigencia de la obra y el pensamiento del “Amauta” resultan inagotables y variopintos. Oscar Terán, parafraseando la definición del peronismo que supo acuñar John William Cooke, decía en los años ochenta que Mariátegui constituía “el hecho maldito del marxismo latinoamericano” (Terán, O., 1985, p. 115)6. Quizá esa definición sigue siendo válida. Una década más tarde, Roberto Fernández Retamar sostuvo que Mariátegui, como José Martí y como Ernesto Che Guevara, era “un heraldo de lo que está por realizarse” (1996, p. 10)7.

6 Terán, O. (1985). Discutir Mariátegui. México: Universidad Autónoma de Puebla, p. 115. 7 Fernández Retamar, R. Palabras inaugurales: un siglo para el Amauta. En Mariátegui en el pensamiento actual de nuestra América (1996). La Habana: Empresa Editora Amauta/Casa de las Américas, p. 10.

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Rafael Uribe Uribe 1859 - 1914

Julio Roberto Galindo Hoyos *

El general Uribe Uribe nació el 12 de abril de 1859 en la hacienda El Palmar, ubicada en la población antioqueña de Valparaíso, fundada por su padre (don Tomás Uribe Toro); Rafael fue agricultor por tradición y por temperamento, se hizo abogado en el Colegio del Rosario e ingresó a la masonería un día después de su grado. Luego, impulsado por la intolerancia y el sectarismo político de la mal llamada “Regeneración”, que desconocía los más elementales principios de gentes, llegó a los campos de guerra. Admiramos al Uribe Uribe guerrero, al hombre de partido, al intrépido revolucionario que sorpresiva y temerariamente cruzó el puente de La Laja sobre el río Peralonso, por entre el fuego enemigo, y tomó las trincheras contrarias con solo catorce soldados tan resueltos como él, allí se cubrió de gloria y sus audacias heroicas se convirtieron en mitos, de ellos vivió el liberalismo medio siglo. Después de tres años de combates, rodeado por tropas diez veces mayores a las suyas, firmó el Tratado de Neerlandia y dijo, inspirado y arrogante: “La guerra está perdida. Yo asumo la dirección del partido liberal en la paz”. El guerrero se tornó entonces en sereno pensador y estadista. “En el yelmo de otros días vinieron a enjambrar las abejas de la paz”.

Aparte de guerrero, Uribe Uribe fue una de las figuras más brillantes del parlamento colombiano: como tribuno, hombre hábil en el manejo de la palabra y de la idea, nos dejó piezas admirables como la oración por la paz, la oración por la igualdad, la oración por la tolerancia y la oración por la piedad. Como periodista, fue combativo con su pluma y con su tenacidad, escribió en periódicos llamados a tener gran repercusión en la vida del país, entre ellos El Trabajo, El Autonomista y El Liberal. Como internacionalista realizó estudios profundos y documentados, como los relativos a los límites con Perú, Venezuela, Brasil y Ecuador, y otros relacionados con los antecedentes de la separación de Panamá; también sobresalen sus brillantes intervenciones en la III Conferencia Panamericana reunida en Río de Janeiro. Los países que visitó le dieron tema para escribir sus impresiones sobre las fábricas, los cultivos, las universidades, las granjas experimentales, los sistemas financieros, los laboratorios, los sistemas de transportes, y muchos otros. Como escritor, nos dejó su producción bibliográfica, en especial su libro Por la América del Sur, sus discursos parlamentarios, su Diccionario abreviado de regiona-

* Abogado de la Universidad Libre. Profesor de la misma universidad. Miembro de la Academia Colombiana de Historia, de la Sociedad Académica Santanderista. Cofundador y director de la Casa Museo Rafael Uribe Uribe.

lismos, provincialismos y correcciones del lenguaje, entre otras conferencias, editoriales y mensajes políticos.

del martirio y hacerlo vivir por siempre en el firmamento de los inmortales y en la conciencia de los pueblos libres.

Su voz fue escuchada en la Academia de la Lengua y en La Academia de Historia, en la extraordinaria conferencia que pronunció en el Teatro Municipal de Bogotá, en 1910, hizo una dramática radiografía del país de aquel entonces.

Es oportuno en estos tiempos recordar algunas de sus frases memorables:

Durante 1911, en una publicación suya sobre el tema por la paz, difundida en El liberal, dijo:

“Sabemos que no hay dogmas en política; solo hay verdades experimentales que acostumbramos decorar con el nombre de principios”.

Es menester observar que en Colombia se entiende de ordinario por paz la simple falta de choques armados. En realidad ya es mucho esta tregua de varios años en una nación tan desangrada y empobrecida por la frecuencia de las revueltas intestinas. Pero eso solo es gozar a medias de los beneficios de la paz. Esta debe ser algo más que la ausencia material de combates: debe consistir en la calma de los espíritus; debe reposar en una especial disposición de las conciencias; debe traer la inteligencia entre los adversarios políticos, por el sacrificio de los rencores recíprocos; debe producir la aproximación de los que piensan y sienten como patriotas, sea cual fuere su afiliación partidaria, para ejercer alguna acción conjunta en favor del procomún; y debe implicar el mantenimiento del orden establecido por las leyes a fin de aumentar gradualmente, por los medios que ellas mismas ofrecen, la seguridad y la libertad de los ciudadanos.

Por otra parte, la limpidez de su vida fue motivo de admiración para los hombres de su época, así como ejemplo para las actuales y futuras generaciones. Sin embargo, el 15 de octubre de 1914, cuando el general Uribe Uribe caminaba por la acera oriental del Capitolio Nacional y se aprestaba a llevar al Senado de la República su poderoso contingente intelectual, las hachas asesinas de los obreros Leovigildo Galarza y Jesús Carvajal lo hirieron de muerte. Quienes creyeron que con su extinción física podían borrar aquel nombre de nuestra historia, lo que hicieron fue ungirlo con el óleo consagratorio

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“Despidámonos como soldados y saludémonos como ciudadanos”.

“Lo que se dijo en la casa de los locos, es aún aplicable a las prisiones: ni están todos los que son, ni son todos los que están”. “Lucho por ser verdaderamente hombre, no ciervo, no animal de carga que arreen o cabalguen los tiranos”. “El liberalismo tiene que abrevar en las canteras del socialismo”. De otro lado, plumas expertas han estudiado tanto la vida como obra de Rafael Uribe Uribe, todas destacan su importancia excepcional en la vida colombiana, entre ellas, algunos libros, biografías, reseñas, escritos y artículos hacen que el lector sienta el ardor de los grandes acontecimientos del espíritu, por la reciedumbre del personaje. Por último, en memoria de Uribe Uribe se han erigido diferentes obras y monumentos, por ejemplo, en Bogotá el cenotafio del Parque Nacional, el mausoleo en la parte histórica del Cementerio Central, la Casa–Museo Rafael Uribe en la Universidad Libre, el busto en la plazoleta del barrio La Merced (carrera 29 calle 71), el busto en la Gran Logia de Colombia, estampillas conmemorativas de los cincuenta años de su natalicio, entre diversos lugares e instituciones con su nombre; y en Medellín se encuentra la Casa de la Cultura Rafael Uribe.

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DOCUMENTOS HISTÓRICOS HISTORICAL DOCUMENTS

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Sobre la disciplina en política* Discurso (1896)**

El Correo Nacional, redactado por un miembro de esta corporación, pone en boca mía en su número del miércoles, declaraciones que yo no he hecho; me atribuye, acerca de prensa y centralismo, frases que no he pronunciado y que luego rectificaré; y expresa el deseo de saber, en definitiva, con qué carácter hablo aquí, si como vocero genuino y autorizado del partido liberal, o solo como individualidad aislada. Comprometido desde que ingresé al seno de esta Cámara a exponer los motivos de mi venida; excitado recientemente por varios de mis amigos a no retardar más esa exposición; y deseoso de evitar falsas interpretaciones, como las de El Correo, sobre mi actitud y mi conducta, permítaseme aprovechar esta oportunidad para cumplir mi compromiso y para satisfacer una necesidad, equivalente a un deber de lealtad hacia propios y hacia extraños. No había dado hasta ahora esta explicación esperando a que el transcurso del tiempo hiciera cambiar la opinión de mis copartidarios, y esperando también a saber si mi conducta en esta Cámara era o no de la aprobación de la comunidad política a que pertenezco, pues de no ser así, me habría retirado inmediatamente del seno de la corporación.

Aunque se me tacha de fogoso, véase que soy hombre capaz de aguardar flemáticamente; y en el presente caso no puedo ocultar la complacencia que me produce reconocer que la espera me ha sido eminentemente provechosa, hasta el punto de hacer casi innecesaria esta explicación. Mis copartidarios de la capital y de los departamentos, desde las más apartadas regiones del país, me han manifestado de diversos y muy lisonjeros modos el cambio de su parecer, desfavorable al principio a mi concurrencia a esta Cámara, unánimemente favorable luego. No es la primera vez que, como resultado del pensamiento libre y de la iniciativa individual, tan propios del liberalismo, uno de sus miembros resulte teniendo razón contra toda la comunidad, y esta se la reconozca imparcialmente. Mi gratitud por ello hacia mis jefes y amigos no reconoce límites en esta ocasión. Es de ese modo como los partidos y las sociedades estimulan la formación y el ejercicio de facultades útiles que luego les son directamente provechosas. Para atenuar en esta explicación el carácter personal y egoísta, siempre desagradable, y para darle alguna utilidad genérica, me parece lo más conveniente mirar las

* Tomado de Galindo, Julio Roberto (compilador). Uribe Uribe (1859-1914). Apartes selectos de su obra. Analectas de críticos y biógrafos. Bogotá: Universidad Libre. 2011. Pp. 79-84. ** Discurso pronunciado en 1896 poco tiempo después de haber entrado a la Cámara de Representantes como vocero liberal.

cosas desde un punto de vista algo más elevado. Para ello me propongo tratar, aunque no con la extensión que quisiera, el tema De la disciplina en política, a fin de esforzarme por fijar hasta dónde obliga ella a los partidarios para con los jefes y a éstos para con sus secuaces, y cuáles son los extremos viciosos a que conduce la exageración de ese principio. Desde luego es una idea absolutamente falsa y primitiva la de que la política sea campaña, el símbolo bandera, los partidos batallones, los jefes generales y los partidarios soldados obligados a la obediencia pasiva. Si los partidos fuesen verdaderamente ejércitos, deberían poseer la rígida unidad y recia contextura de éstos, necesaria para el logro de su objetivo, que es el de combatir. Pero como la mira de los partidos políticos no es, de ordinario, la guerra, sino la defensa del derecho en medio de la paz civil, esto es, de la justicia dentro del orden, bien se ve que los partidos no son cuerpos militares y que por ningún aspecto les es aplicable la disciplina cuartelaría o la de los campamentos.

Por otra parte, lo que forma la fuerza de un ejército es la disciplina llevada a su último grado, con nombre de obediencia pasiva, y ninguno dirá que esta sea indispensable en la conducción de los partidos, mucho menos si son republicanos, en los que la ley interna debe ser la libertad de iniciativa. Nadie niega la necesidad de una inteligencia común y de una dirección en conjunto, que basta a dar la unidad de propósito. Evidentemente hay que guardarse de la anarquía, pero hay que evitar aún más el servilismo, y cuando el temor de este sea quimérico, hay que cuidarse por lo menos de la pereza. ¡Es tan cómodo no reflexionar, en la confianza de que hay quienes piensas por nosotros! ¡Es tan descansado no tener que contar consigo mismo y con la propia obra, sino decir: en buenas manos está el pandero que lo sabrán tañer! Esa esa abdicación cuotidiana la que conduce a la anulación personal primero y a la servidumbre colectiva

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después, únicamente por miedo al enemigo o por respecto a la disciplina, a tal punto, que bien puede decirse de ella lo que Madame Roland de la libertad: ¡Oh disciplina! ¡Cuántas necedades se cometen en tu nombre y cuántos crímenes se encubren con tu pretexto! Por ti se empieza disimulando las faltas de los jefes; por ti se consiente luego en entrar por falsas vías hasta perder el apoyo de la opinión pública; por ti se concluye tolerando que una minoría audaz, convertida en cuadrilla, oprima y explote el país, y so pretexto del indecente aforismo de que la ropa sucia debe lavarse en casa, por ti se va al silencio, al encubrimiento y a la complicidad. De concesión en concesión, de compromiso en compromiso, de abdicación en abdicación, se llega a esos períodos oscuros de la conciencia en que el buen sentido sucumbe y la probidad naufraga, en que ya nadie resiste ni reacciona, en que todos ignoran el puesto que ocupan, en que el bien se convierte en mal u el mal en bien, la lógica perece y el vocabulario mismo de los partidos se deforma y corrompe. Bórranse entonces las categorías, los pillos se confunden con los hombres honrados, se aplauden o se toleran las violaciones del derecho, si son contra los enemigos, y todo se acaba por ser indiferente, salvo la consigna. Finalmente, las nociones más sencillas se confunden, distiéndense los resortes de la dignidad, y la iniciativa útil del trabajo individual desaparece en la universal renunciación exigida o cuando menos consentida por los jefes. Bien es que hay que reconocer que el legionario romano que combatía a pie firme en la fila, sometido a las leyes de la disciplina, armado con la espada corta y cubierto con su escudo, marchó a la conquista del mundo con paso más seguro que el escita con su impetuosidad en el ataque; y bien es que en la especialísima situación actual del liberalismo colombiano, es, sin duda, indispensable para luchar con los adversarios oponer a la rigidez de su anómala disciplina nuestra disciplina voluntaria; pero considero peligrosa cualquier tendencia a la fundación del incondicionalismo liberal, tan pernicioso e injustificable como el regenerador. El desastre moral a que la complicidad y el servilismo con nombre de adhesión incondicional han conducido a nuestros enemigos, es escarmiento suficientemente ejemplar

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para que podamos reincidir a sabiendas en semejante exceso. Conviene, eso sí, advertir que si alguna sombra de tendencia incondicionalista existe y obra en el partido liberal, provendría de un impulso irreflexivo de la comunidad, y no en modo alguno de carácter especial en las formas de mando de nuestros grandes jefes civiles: acostumbran ellos inducir a la obediencia demostrando con razonamientos la conveniencia y justicia de las ordenes que dan, nunca exigiendo para su cumplimiento el sacrificio del juicio privado, como algún jefe nacionalista se ha atrevido a hacerlo. Saben también nuestros jefes que la disciplina no obliga solo a la muchedumbre para con sus conductores, sino que es recíproca de éstos para con la multitud; y que así como es hábil en un general ponerse a la cabeza de una derrota para que no se trueque en dispersión, así conviene sacrificar a la solidaridad de la acción política las ideas personales cuando sean contrarias a las de la comunidad, y dejarse influir por estas cuando buenamente no puedan prevalecer las propias. Políticos que carezcan de esa flexibilidad jamás merecieron nombre ni cargo de caudillos.

De esta diferencia de índole y tendencias procede la extrañeza que mi conducta despierta entre los conservadores y que ha inducido a muchos Representantes a esforzarse por arrebatar a mi palabra la corta autoridad que pueda tener, manifestando que yo vine aquí por un acto de indisciplina y sin permiso de mis jefes o contra su expresa prohibición. Aun llegó a hablarse de la división a mi causa no estuviese suficientemente probada, para poder atribuirme, sin flagrante injusticia, ese incalificable propósito.

Bien está entre los conservadores el respeto idolátrico por el principio de autoridad; bien está entre los nacionalistas el fetichismo humillante, que reivindican, sin embargo, ¡quién lo creyera! Como título de orgullo; pero implantar entre nosotros aquel principio con imperio absoluto sería conducta inconciliable con la índole eminentemente individualista del partido liberal, que no podría, sin desdecir de su nombre y de su historia, prohibir en ninguno de sus miembros el uso de la libertad. Dense los incondicionales, si a bien lo tienen, organización militar; establezcan en su comunidad la estructura de un ejército en que las unidades se pierdan en el conjunto, por la sumisión absoluta y la cooperación obligatoria; anonaden la voluntad de sus secuaces, exigiendo una obediencia que convierta al individuo en máquina, conforme a la máxima jesuítica Perinde ac cadaver; pero resérvese el partido liberal el carácter correspondiente a una organización que reconoce por base la cooperación voluntaria y condicional, el libre examen y aun el derecho a la resistencia contra toda forma de coacción e imposición.

Ahora bien: disuelto el comité electoral que funcionó durante la última lucha del sufragio, sus miembros no se creyeron facultados para decidir si los candidatos liberales que habían sido electos debían o no concurrir al Congreso, y declararon que la solución del punto correspondía exclusivamente al elegido y a sus electores. Yo consulté en tiempo oportuno a los míos y ellos me autorizaron ampliamente para resolver conforme a las circunstancias y a mi propio juicio.

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Todo eso es ignorar de llano en plano el modo de ser propio del liberalismo. Nosotros no acostumbramos delegar a nadie la facultad de pensar por nosotros mismos; nuestros jefes saben, como ya dije, que la verdadera disciplina es mutua del partido para con ellos y de ellos para con el querer del partido, que nunca se permiten contrariar, sino apenas dirigir y encauzar: conocen bien los límites de su autoridad y saben perfectamente cuándo deben dictar órdenes, cuándo hacer indicaciones y cuándo dar meros consejos.

De suerte que, así los jefes como los sufragantes, creyeron que eso era materia opinable, susceptible de más o de menos, y en que había razones en pro y en contra. Pensándolas yo fríamente creí que las primeras superaban a las segundas, que convenía al partido liberal mi concurrencia a la Cámara, y que era de mi deber usar de mi mandato, aunque eso me ocasionase sinsabores infinitos, menoscabo de salud y pérdidas pecuniarias, fuera de futuras consecuencias desagradables, cuya gravedad nadie alcanza todavía a medir.

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Por manera que es en absoluto inexacto que mis jefes me prohibiesen expresamente venir al Congreso; lo único a que se limitaron fue a advertirme el peligro que personalmente corría presentándome en rebelión contra la opinión unánime de mis copartidarios acerca de la no concurrencia, pues, poniéndome en contradicción abierta con ese modo de pensar, “arriesgaba a perder todo crédito”, con manifiesto perjuicio mío y probablemente del mismo partido liberal, según juzgaban con previsión benévola. Un consejo o advertencia amigable, dado en consideración a mi propio provecho, fue, pues, cuanto me hicieron; y yo fui dueño de tentar la aventura exponiéndome a la pérdida de mi reputación, pero deseoso de dar una muestrea del modo de ser propio del liberalismo, de cómo entiende él la disciplina política, y de cómo, en frente del incondicionalismo nacionalista, deben presentarse siempre en abierto contraste el libro criterio y la libre acción de los republicanos. En resumen, mi venida aquí ha obedecido al desprecio que me inspiran todas las formas de abstención y al horror que siento por toda sugestión de la pereza, a cuyas múltiples manifestaciones atribuyo la ruina de la libertad en Colombia. Dejando en pie los antiguos aforismos de que este país se perdió alguna vez por falta de lógica y de que hace tres lustros ha venido perdiéndose por falta de vergüenza, creo poder agregar que ahora no se salva por sobra de pereza. Por pereza y egoísmo no se reclama contras las violaciones del derecho; por pereza y miedo no siempre se va a las elecciones; por pereza y avaricia los ricos de los partidos de oposición no desembolsan lo necesario para las luchas por la libertad; por pereza no se escribe ni se habla; por pereza no se lee ni se escucha; por pereza no se ponen en acción todos los medios para defender la dignidad; y es, en fin, por pereza por lo que los mismos valientes rehusaron ir a la guerra del año pasado, prefiriendo muchos de ellos las comodidades de su casa o su escondite a las penalidades de la campaña por la restauración de la república. Por mi parte, reclamo la libertad de pensar y obrar en política, y el ejercicio amplio de mi propia actividad; y entiendo reclamarla, no tanto de mis adversarios como de mis amigos políticos, si alguna vez caen en la tentación de desconocer el

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espíritu esencialmente individualista de nuestra comunidad. No soy, ni seré nunca, un insurgente digno de ser fusilado sobre un tambor; pero sí me atengo a mis personales ideas sobre la enorme diferencia que hay entre la conducción de los partidos en la paz y la de los batallones en la guerra: en esta acepto, y he aceptado siempre, de mis superiores, e impuesto rigurosamente a mis subalternos, la más estricta disciplina; en las luchas pacíficas de los partidos entiendo que debe conservarse la libertad de iniciativa en pensamiento y en acción, sin dejar de sujetarse, en cuanto sea necesario y útil, a la regla y autoridad común que rige los movimientos de las comunidades políticas. Ahora, puesto que vine aquí por mera inspiración personal, la responsabilidad de mis actos, opiniones y palabras a mí solo corresponde y compromete. El provecho de las victorias que yo haya ganado o gane en las luchas parlamentarias es para mi partido, a cuyos pies las depongo humildemente, como el último de sus defensores; las derrotas que haya sufrido o sufra, a mí solo perjudican, puesto que estoy aquí sin autorización de nadie y sin carácter de vocero oficial de mis jefes y demás copartidarios. El alcance y autoridad de mis palabras no dependerán, por tanto, de otra cosa que de la verdad que en ellas haya puesto o acierte a poner y de la aprobación que hayan merecido o merezcan por parte de mis amigos políticos. Queda así definida mi posición en esta Cámara y puestos en claro los móviles de mi conducta, en cuanto miran a la causa política a que estoy afiliado. Ahora, en cuanto se refiere a mis adversarios, puedo decir que, entre otras cosas, me propuse disipar las preocupaciones que caso todos ellos abrigan con respecto a la nueva generación liberal, a quien ni siquiera conocen. Piensan nuestros enemigos que los hombres nuevos del liberalismo, envenenados por la amargura de la proscripción política en que han crecido, viven en la sombra, alimentando propósitos de rencor y de venganza, a cuya única satisfacción dedicarían la posesión del poder si llegase a caer en sus manos. Piensan que entonces barreríamos esta laboriosa e informe fábrica de la Regeneración, sin dejar piedra sobre piedra, para reedificar pura y simplemente la casa constitucional y legal del 63; piensan que nada hemos estudiado, que nada hemos aprendido, que nada nos han enseñado las duras lecciones de la experiencia; piensan que

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somos incapaces, ignorantes y mal inclinados; y acaso piensan de buena fe que merecemos los epítetos de temibles demagogos y anarquistas feroces.

yo he protestado contra la federación y aceptado el centralismo. En cuanto a lo segundo, la frase de que usé no fue afirmativa, sino de negación:

Ahora bien: yo he venido a decir y a demostrar prácticamente aquí que todas esa nociones son falsas; que el país en general y nuestros adversarios en especial, pueden tranquilizarse, pues nada tienen que temer de nosotros; que, no obstante lo inicuo de la persecución y de la opresión ejercida sobre nosotros, nuestro ánimo permanece sereno, y son aspiraciones de patria y no de represalia las que nos impulsan y guían; que durante nuestra proscripción nos hemos formado en el trabajo y en el estudio y, sobre todo, en la dura escuela de la desgracia; y que entre nosotros son legión los que, como yo, e infinitamente superiores a mí, pueden llegar a merecer, o merecen ya, el título de hombres serios de gobierno.

“No soy partidario de la absoluta irresponsabilidad de la prensa”, y para nada usé del nombre del liberalismo al proferir esa opinión.

Para concluir debo rectificar dos conceptos que corren en un artículo editorial de El Correo Nacional. No es exacto que yo haya dicho que el sistema federal organizado por la Constitución de Rionegro me parezca “antipatriótico y perjudicial, y que, a mi juicio, deban borrarse en absoluto las fronteras regionales y de los antiguos Estados”. No es precisamente exacto, tampoco, que yo haya declarado, en mi nombre y en el del partido liberal “aceptar la responsabilidad legal en asuntos de prensa”. Mi concepto acerca de lo primero corre publicado en el discurso sobre erección de una estatua a Caldas en la ciudad de Cali, y el escritor de El Correo ha debido consultarlo antes de decir que

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Entre la proposición negativa y la afirmativa hay gran diferencia: no ser partidario de la irresponsabilidad de la prensa implica la creencia de que esta es un instrumento de que se puede abusar, y la opinión de que pueden aplicarse provechosamente correctivos legales para impedir o refrenar el abuso; ser partidario de la responsabilidad de la prensa es proposición que no lleva en sí misma limitación alguna y que puede conducir a la anulación de esa preciosa libertad, como se observa en el proyecto que se discute. En comprobación de que esta no es una vana sutileza, apelo al fallo de su excelencia y el Presidente de la Cámara (don Marco Fidel Suárez), que es hombre versado en distingos y en filologías. El doctor Suárez desde el solio: -La distinción de su señoría es un caso grave de casuismo. El orador: -Si así fuere, yo no habré hecho más que mostrarme alumno aprovechado de su excelencia.

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Sobre la prensa* Discurso (1896)** Mientras un contratiempo de salud me tuvo ausente de la Cámara, acaso no hubo día en que la discusión de la ley de prensa no mereciese atención preferente. Hace dos semanas regresé al seno de la corporación y, durante este período, la Cámara parece no haber hallado coyuntura favorable para volver a tratar tan importante asunto, excepto el sábado, en momentos en que no estaba yo presente; pero habiendo venido a la sesión, por oportuno aviso, pedí la palabra y me fue negada, so pretexto de que era llegada la hora, aunque ciertamente era todavía temprano.

actos y en mis palabras he puesto o no sinceridad y buena fe, si alguna vez le he tenido a la Cámara alguna red, y si ha sido por mi culpa por lo que ella no ha hecho ni probablemente hará nada interesante en bien del país.

No pretendo ver en todo esto un propósito deliberado, sino cuando más coincidencias muy singulares, sobre todo si se recuerdan aquella insistencia del honorable señor Márquez a sus colegas para que se apresurase la discusión del proyecto, antes de que volviese el elemento perturbador.

Si la obra de la Cámara resulta estéril, y si, en concepto de políticos maquiavélicos, ello redunda en descrédito del sistema parlamentario, el observador sesudo y justiciero no me atribuirá en ello ni sombra de responsabilidad, y absolverá también al parlamentarismo, declarando que si la Cámara fue inepta para el bien, eso provino de su viciado origen, precisamente violatorio de los principios del legítimo régimen parlamentario, que no se aporta sino en la libertad electoral. Si esta hubiera existido, la oposición habría estado aquí mejor representada, la composición de la Cámara habría sido muy otra de la que resultó, y sus labores habrían sido, sin duda, fructuosas.

Solicito del señor Márquez y de los demás miembros de la Cámara, que honradamente declaren si yo he sido aquí obstáculo para que se legisle sobre los asuntos de interés general; si, a imitación de Parnell y los diputados irlandeses, he venido desarrollando un plan de obstruccionismo, entrando las deliberaciones, suscitando incidentes, distrayendo maliciosamente la atención, usando de recursos reglamentarios, y haciendo perder el tiempo; si, antes bien, repetidas veces he hecho notar la falta que hacía una oposición más numerosa, para moralizar la deliberación y evitarnos escenas desagradables y extravíos de la discusión; en suma, si en mis

Prueba de que esto último no puede imputárseme es que durante un mes de ausencia de las sesiones, la Cámara no se ocupó sino en el ejercicio del socialismo de estado, consistente en la repartición a manos llenas del Tesoro público, en pensiones, recompensas, donaciones, sobresueldos, etc.

La Cámara recordará que yo no he propuesto una sola ley, salvo la de indulto político y la de abolición de la pena de muerte, que el señor Presidente no me ha hecho ni me hará, según sospecho, el honor de poner siquiera en el orden del día. Por una parte, el solo hecho

* Tomado de Galindo, Julio Roberto (compilador). Uribe Uribe (1859-1914). Apartes selectos de su obra. Analectas de críticos y biógrafos. Bogotá: Universidad Libre. 2011. Pp. 85-88. ** Discurso pronunciado en 1896 poco tiempo después de haber entrado a la Cámara de Representantes como vocero liberal.

de ser presentado por mí cualquier proyecto era dato seguro para su rechazo, si era de conveniencia pública o si se refería a la defensa de los derechos de la oposición republicana; y proyectos de interés particular, aunque mechos me han sido recomendados, por propia decencia no he querido insinuarlos ni defenderlos, en contraste de conducta con la que vosotros habéis observado a ese respecto; por otra parte, he querido dejar hacer legislativamente a la Regeneración, para que ningún mal causado por ella pudiera ni remotamente serme atribuido, y para que en lo bueno de su obra nadie, sino ella, tuviese participación. Por eso no he presentado ni presentaré, por mi cuenta, proyecto especial de prensa, ni mucho menos pondré a modificar disposiciones aisladas del que se discute, lo cual implicaría la aceptación de todas las demás disposiciones a que expresamente no me opusiese. Según mi criterio de republicano, el proyecto actual es en absoluto detestable, así en su plan como en sus pormenores, y, por consiguiente, yo nada tengo que hacer con él. No tema, pues, el señor Márquez ni tema la Cámara que yo venga a perturbar el debate. Es preciso que todo mundo sepa qué es aquello que la Regeneración es capaz de dar de sí, por su propia inspiración, en materia de prensa. Por eso, no me propongo pronunciar sobre ese tema sino dos discursos: uno en que consten los principios que actualmente profesan los republicanos de Colombia, acerca de ese tópico; y otro de crítica general de las disposiciones del actual proyecto, cuando ya esté suficientemente avanzado, junto con la protesta del partido liberal contra ellas. Después no seré yo quien impida que pase y llegue a ser ley. De seguro no lo será: para la Regeneración es mucho más cómodo el artículo K, y eso que el proyecto, como aquí lo observaba el sábado el honorable señor rodríguez, sanciona contra la prensa medidas más rigurosas que las de los decretos ejecutivos en desarrollo de aquel fatídico artículo. De suerte que, en definitiva, lo que el país va a te-

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ner es la reglamentación de esa disposición transitoria, con el sello del poder legislativo; o sea el reemplazo de la arbitrariedad abierta, odiosa en sí misma y acaso no durable, en su misma condición violenta, por la regularización del régimen opresivo; es decir, el abuso convertido en sistema. Será la ley Calomarde, como desde el principio me permití bautizarla. Los legisladores nacionalistas van a resultar, con respecto a los ejecutadores, mucho más realistas que el rey, y no podrán, en justicia, quejarse de que les asimile a aquel cortesano inglés que se atrevió a escribir un folleto para disuadir a la reina Isabel de su proyecto de matrimonio con el Duque de Anjou, y que, castigado con la mutilación de la mano derecha, se valió de la izquierda para arrojar su sombrero al aire gritando ¡viva la reina! Pero veo que la anécdota está mal traída, pues los legisladores de la Regeneración no son en este caso los mutilados, sino los mutiladores del pensamiento nacional. Si no es más que este proyecto lo que al cabo de diez años va a darle al país la Regeneración en materia de ley de prensa; si al fin de esta larga peregrinación del espíritu nacional, en que, como esqueletos de camellos a lo largo de los caminos recorren las caravanas en el desierto, el martirologio de la prensa ha venido quedando señalado con multas, suspensiones y supresiones de periódicos, colaboración oficial obligatoria, clausura de imprentas, prisión, reclutamiento y destierro de escritores; si después de todo esto lo más a que alcanza la Regeneración en punto de libertad de la prensa es a este incompleto, absurdo y tiránico proyecto de ley, entonces queda, por el voto del congreso, confirmando una vez más que este es un régimen incompatible con el libre juego de la opinión pública y que se asfixia en toda atmósfera que no sea de represión. Porque la verdad franca y ruda es que esta es una ley de proscripción y guerra contra las oposiciones republicanas, como lo son la ley de pie de fuerza, la de facultades omnímodas, la de adquisición de buques y armamentos

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y potras semejantes. Para dictar esta ley no se habrá tenido para nada en cuenta conveniencia general de abrir campo al libre desarrollo del pensamiento colombiano; para nada se habrá tenido en cuenta la necesidad de que los intereses públicos sean libremente discutidos y para nada se habrá tenido en cuenta sacar, para bien del país, el mejor provecho posible de este poderoso instrumento de la prensa, a fin de moralizar la administración, enseñar al pueblo y propender por el progreso. No; el espíritu que habrá dictado esa ley no habrá sido otro que el de los empresarios de una pingue explota-

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ción, bien hallados con los dividendos de ella, y que no quieren correr el peligro de rendir cuentas, ni mucho menos de admitir nuevos copartícipes; y es el de los mantenedores de un régimen anormal y violento que saben bien que se ahogarían si se soltaran las compuertas a las libres corrientes de la opinión nacional. Después de esto, ya pueden sus señorías continuar libremente la discusión del proyecto, bien seguros de que no tomaré en él otra parte que la de mi sistemático voto negativo y de protesta, opuesto sin distinción e inexorablemente a todas sus disposiciones.

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NATURALEZA DE LA REVISTA

El Departamento de Formación Humana y Social de la Fundación Universitaria Los Libertadores ha considerado pertinente crear un escenario académico de divulgación de temas relacionados con el campo epistemológico de las humanidades, donde se evidencie la universalidad del conocimiento, los debates contemporáneos que se dan al interior de la ciencias sociales, los análisis de coyuntura política, económica y social y las producciones de los académicos de la comunidad libertadora y de otras instituciones (públicas, privadas, gremios, asociaciones nacionales e internacionales). En este orden de ideas se da inicio a la revista Dialéctica Libertadora, cuyo objetivo es constituirse progresivamente en un escenario para plantear perspectivas acerca del mundo social en donde los referentes teóricos y metodológicos sean rigurosos y atiendan a la necesidad de cualificar, desde la propia Universidad, el debate, la opinión y el análisis del mundo contemporáneo visto desde enfoques epistemológicos críticos, reflexivos y propositivos. La publicación de la revista Dialéctica Libertadora tendrá, a partir de este número, una periodicidad semestral con dos publicaciones al año. La convocatoria para la recepción de artículos será permanente y se divulgará a través de los medios que la Fundación Universitaria Los Libertadores considere pertinentes. ESTRUCTURA DE LA REVISTA

En su organización, la revista Dialéctica Libertadora posee varias secciones: Discusiones y debates: plantea problemáticas entorno a educación y pedagogía, historia y memoria, perspectiva antropológica y coyuntura.

Documentos históricos: pretende dar a conocer aquellos escritos que han trascendido la historia y se convierten en documentos clásicos dignos de ser tenidos en cuenta por las diferentes ciencias y disciplinas. In memoriam: homenaje a los intelectuales del país que han dejado su huella en el campo de las humanidades. Reseña: estudio y análisis de publicaciones recientes e innovadoras que planteen nuevos horizontes a los estatutos epistemológicos de las humanidades. Documentos institucionales: trata de reconstruir la memoria y la historia del Departamento de Formación Humana y Social de la Fundación Universitaria los Libertadores. Diálogos: conversaciones con protagonistas de la vida académica, cultural y en general del campo de las ciencias humanas y sociales. Estas conversaciones pretenden ser un punto de reflexión alrededor de las últimas interpretaciones de la sociedad, los sujetos y del devenir histórico. Cultura, ciencia y tecnología: pretende reflexionar sobre los fenómenos sociales alrededor de la influencia de la ciencia y la tecnología en el campo cultural, contemplando la vertiginosa transformación que estas han generado en el desarrollo de la sociedad y los sujetos contemporáneos. CLASIFICACIÓN DE LOS ARTÍCULOS

Los artículos resultados de procesos de investigación se clasifican en los siguientes tipos: 1. Artículo científico original: documento completo que presenta de manera detallada los resultados ori-

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ginales derivados de proyectos de investigación y/o desarrollo tecnológico finalizados. Este debe presentar una estructura que contenga las siguientes partes: título, resumen, palabras clave (traducidos los tres al inglés), introducción, metodología, resultados, conclusiones y discusión (reconocimientos si aplica) y referencias bibliográficas.

ASPECTOS FORMALES

2. Artículo de reflexión: documento original que presenta resultados de investigación desde una perspectiva analítica, interpretativa y crítica del autor, sobre un tema específico, recurriendo a fuentes originales. En la presentación debe incluir título, resumen, palabras clave (con su respectiva traducción al inglés), introducción, división de los principales temas, conclusiones y referencias textuales. Se recomienda hacer una breve presentación de la investigación de la que se deriva el artículo, teniendo en cuenta la mención a la metodología aplicada y la inscripción de esta en una convocatoria de investigación institucional o en un proceso formativo.

Cada uno de los artículos deberá presentar el nombre completo del o de los articulistas, con una nota a pie de página en la que se indique la dirección del correo electrónico, los títulos obtenidos del más antiguo al más reciente con la correspondiente institución que lo otorga, vinculación laboral docente e investigativa, u otra si diera lugar.

3. Artículo de revisión: documento resultado de investigación en el que se organiza, analiza y se integran los resultados de investigaciones publicadas o no publicadas sobre un campo en ciencia o tecnología, con el fin de dar cuenta de los avances y las tendencias en desarrollo. Estos artículos exigen título, resumen, palabras clave (traducidos al inglés), división por temas; no requieren conclusiones, pero pueden presentarlas, y referencias bibliográficas. 4. Reporte de caso: documento que presenta resultados de un estudio sobre una situación particular con el fin de dar a conocer las experiencias técnicas y metodológicas en un caso específico. En este, se recomienda seguir la estructura del artículo científico original.

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Los autores deben enviar sus artículos siguiendo los aspectos formales que se describen a continuación: INFORMACIÓN SOBRE EL(LOS) AUTOR(ES) Y EL ORIGEN DE LOS ARTÍCULOS

Los artículos se deben presentar en una comunicación remitida al editor en la que se afirme su carácter inédito y no encontrarse en proceso de selección en otra revista y/o publicación. Se aclarará en esta comunicación el tipo de proceso de investigación de la que es resultado: trabajo de grado, tesis de maestría o de doctorado o proyecto de investigación inscrito en una convocatoria institucional; en este último caso, se debe informar sobre la nomenclatura que identifica el proyecto, la fecha de realización y sobre si existe financiación externa o por convenio. Asimismo, el articulista enviará una hoja de vida junto con el artículo (formato institucional), que contendrá por lo menos tres posibles pares evaluadores correspondientes al tema tratado en el artículo, estos pueden ser nacionales o internacionales. Extensión: los artículos deben tener una extensión mínima de 15 páginas y máxima de 25 páginas

Presentación general: los artículos deben ser presentados en fuente Times New Roman, tamaño de la fuente 12 puntos y con interlineado de 1,5. Se recomienda usar títulos en los apartados correspondientes hasta el nivel 3 (1., 1.1, 1.1.1); estos deben ser puestos en negrillas. Resumen y palabras clave: el artículo debe presentarse con un resumen de máximo 200 palabras y mínimo 150, en el que el autor presente de forma sumaria el contenido de este. Se deben presentar las razones y propósitos del artículo, los métodos y procedimientos aplicados, las tesis principales, las conclusiones más importantes y la relevancia de los resultados. Se debe también incluir un mínimo de 5 palabras clave y máximo 8, de la más general a la más específica, que den cuenta de las temáticas centrales del artículo. Tanto el resumen como las palabras clave deben ser presentados en español e inglés. Pie de página: los pies de página se usan exclusivamente para notas aclaratorias y/o ampliaciones que el autor considere que debe ir por fuera del texto. La fuente es Times New Roman 10. Los pies de página de símbolo (*) se utilizan para los datos del autor y el tipo de artículo según catalogación señalada. La serie de estas notas a pie de página se aumenta con un nuevo símbolo (*, **, ***…). Las notas a pie de página del texto del artículo se inician en 1 y se continúa la serie. Citación bibliográfica: las citas textuales directas cortas (que no superan las 40 palabras, aproximadamente) se presentan dentro de los párrafos correspondientes, entre comillas y en cursivas o itálicas. Las citas textuales extensas (que superan las 40 palabras, aproximadamente) se presentan en párrafo aparte, dejando una sangría de 1 cm (o cuatro espacio) en el margen izquierdo. Referencias textuales: los autores deben usar el sistema de citación (presentación de las citas en el texto) y de pre-

sentación de la lista de las fuentes textuales de la norma APA. Esta última, solo puede contener los textos que han sido efectivamente citados en el contenido del texto, organizados alfabéticamente por el apellido del autor y debe presentarse con sangría francesa de 1 cm (o cuatro espacios), sin dejar doble espacio entre estas. EJEMPLOS DE REFERENCIAS TEXTUALES1

Libro completo impreso

Apellido del autor, inicial o iniciales del nombre. (Año). Título del libro (solo la primera letra a excepción de la primera letra después de dos puntos de un título en inglés). Edición en paréntesis (solo si es diferente de la primera; número y edición se abrevian).Lugar: ciudad y país (en caso de USA: ciudad, estado abreviado; ejemplo: Boston, MA): Editorial. Crouse, W. (1996). Equipo eléctrico y electrónico del automóvil (2a ed.). México: Alfaomega. - En caso de dos autores se separan por &. En caso de más de dos autores, se separan los nombres con coma y entre el penúltimo y último se pone &. Mastrini, G & Becerra, M. (2006). Periodistas y magnates: estructura y concentración de las industrias culturales en América latina. Buenos Aires: Prometeo. -Si la obra no tiene autor, se desplaza el título a su lugar. Solo se pone anónimo si es reconocido y clasificado como tal. 1 La guía de referencias textuales, así como las indicaciones formales para la presentación de artículos científicos, están basadas en la investigación “Producción textual para para la gestión y divulgación del conocimiento”, desarrollado en el Departamento de Formación Humana y Social de la Fundación Universitaria de los Libertadores (registrado en la convocatoria de investigación 2014 I+D+I).

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Poema de Gilgamesh. (1986). Barcelona: Hyspamérica. Tesis de posgrado en hemerotecas

Autor. (Año). Título y subtítulo en cursivas. Entre paréntesis debe señalarse el nivel si es magíster o disertaciones doctorales no publicadas (Tesis doctoral o tesis de maestría inédita). Universidad, ciudad, país. Beltrán Luque, D. M. (2011). Proyecto geofull, sistema geo-referencial para la Fundación Universitaria Los Libertadores. (Tesis de maestría inédita). Fundación Universitaria Los Libertadores. Bogotá. -Si hay más de una entrada del mismo autor, se alfabetizan a partir del año, desde el más antiguo. Los autores únicos preceden a los múltiples y se alfabetizan con el apellido del segundo, tercero… Vázquez, C. (2004). Entrevista diagnóstica en salud mental adultos. Madrid: Editorial síntesis. Vázquez, C. (2008). Técnicas de intervención clínica. Madrid: Editorial síntesis. Libro o informes técnicos o de investigación de alguna institución

Se escriben completos los nombres de corporaciones, asociaciones, instituciones del gobierno y grupos de estudio, se pone el nombre del país antes, porque suele haber nominaciones similares. (Año). Título del informe en cursivas seguido del número de informe, contrato, monografía si lo tiene, entre paréntesis. Lugar y editorial. Cuando el autor y el editor son idénticos, se utiliza la palabra autor como nombre del editor. Colombia, Ministerio de Educación Nacional. (1987). Estadísticas de educación especial 19831985. Bogotá: Autor.

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Colombia, Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural. (1999). Memorias 1998-1999 “El campo, un buen negocio para todos”. Bogotá: Autor. Libro de Entidad Autónoma

Se escriben completos los nombres de corporaciones, asociaciones e instituciones autónomas (Año). Título. Lugar y editorial. Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. (2011). Derecho de la integración. Bogotá: Fundación Universitaria Los Libertadores y Grupo Ibáñez. Capítulo de libro

Autor. (Año). El título del capítulo se anota en letra normal. ‘En’, inicial del nombre de los autores, editores, compiladores, (se abrevia Ed. si es un editor, Eds. si es más de uno, Comp. si es o son compiladores, Trad. si son traductores). Se escribe el título del libro en letra cursiva y las páginas del libro en las que aparece el capítulo entre paréntesis (se abrevia pp. para páginas y p. para una página, separadas por guión cuando es más de una página). Mannetti, G. (1995). Los modelos comunicativos y la relación texto-lector en la semiótica interpretativa. En, R. Grandi (Comp.). Texto y Contexto en los medios de comunicación (pp. 63-91).Barcelona: Bosch, 1995. -Cuando el autor del capítulo es el mismo que el editor, se utiliza la palabra Autor como nombre del editor. Grandi, R. (1995). El contenido y la gratificación o bien el mensaje o el receptor. En Autor. Texto y contexto en los medios de comunicación (pp. 28-61). Barcelona: Bosch.

Documento de legislación

País, Departamento o Municipio. Entidad. (Año). Título o número: texto descriptivo en cursivas. Ciudad; editor. Colombia, Congreso de la República. (2005). Régimen de procedimiento tributario. Bogotá: Legis Editores. Colombia. Ministerio de Hacienda y Crédito público. Decreto No. 4836 de 2010, Diciembre 30, por el cual se fijan los lugares y plazos para el pago de los impuestos, anticipos y retenciones en la fuente y se dictan otras disposiciones. Bogotá: Autor. Ponencias o conferencias en simposio, congreso, reuniones, etc.

Si la contribución está publicada en un libro con editor se debe señalar la publicación tal como se hace como con un libro o capítulo de libro impreso. Díaz, A. (2006). Kant y la pena de muerte. En N. Gil (compilador), Memorias del III Congreso de Filosofía del Derecho y Filosofía Social. (pp. 45- 52). Bogotá: Grupo Editorial Ibañez. -Si la contribución no está publicada, se escriben los nombres del colaborador, ponente o colaboradores seguidos del mes (abreviado) y el año en el que tuvo lugar el evento entre paréntesis. Después se anota título de la ponencia o conferencia en cursivas y se agrega Ponencia o Simposio presentado en, el nombre completo del congreso o conferencia. Lugar. Monedero, J.-C. (feb., 2014). La oportunidad republicana: el miedo tiene que cambiar de bando. Ponencia presentada en el Seminario Miradas al mundo. Granada, España.

-En las contribuciones en simposios o mesas de trabajo, se debe mencionar el título de esta y el coordinador o coordinadores. Melamed, I. (nov., 2007). Trayectorias hacia la adolescencia: de la lactancia al chat. En Tumas, P. (Coord.). Ser adolescente: entre la sonrisa y el llanto. Mesa redonda realizada en el IV Congreso Argentino de Pediatría General Ambulatoria. Buenos Aires: Argentina. Artículo en revista, periódico o publicación periódica

Como forma general, se escribe el Autor. (Año). Le sigue el título del artículo en letra normal y luego se escribe el nombre y número de la revista en cursiva y números arábigos. Se anotan las páginas consultadas separadas por un guion. Las letras iniciales de las palabras principales del título de la publicación periódica (excepto artículos, preposiciones, conjunciones) se escriben con mayúscula. Si la publicación contiene un número de clasificación DOI, este debe incluirse. García, F., Bernal, D.R & Moreno, A. (2010). Representaciones sociales de los Derechos Humanos protegidos por el Derecho Internacional Humanitario en estudiantes de la Fundación Universitaria Los Libertadores. Revista de Derecho de la Universidad del Norte, 34, 207-212. Documentos electrónicos en Internet

-Si se trata de una versión electrónica réplica de una publicación impresa, se utiliza el mismo formato para artículo de revista, poniendo entre paréntesis cuadrados [versión electrónica] y se anota la URL de la que fue recuperado. García-Manrique, R. (2000). En torno a la libertad, la igualdad y la seguridad como derechos bá-

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sicos (Acotaciones a Liborio Hierro) [versión electrónica]. Doxa- Cuadernos de Filosofía del Derecho, 23, 377-392. Recuperado de: http:// www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12383873132368273109213/Doxa23_15.pdf. -Si el artículo aparece solamente en una revista de Internet, en formato único electrónico, se ponen todos los datos y la URL de la que fue recuperado. García, F., Bernal, D. & Moreno, A. (2010). Representaciones sociales de los Derechos Humanos protegidos por el derecho internacional humanitario en estudiantes de la Fundación Universitaria Los Libertadores. Revista de Derecho Fundación Universidad del Norte, 34, 207-238. Recuperado de http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_ arttext&pid=S0121-86972010000200009&lng= en&tlng=es.

los resultados de la misma (arbitraje) y su selección, en un plazo de más de dos meses. En caso de ser aceptado el texto para su publicación, se le solicitará al autor el diligenciamiento de los documentos legales, esto es, autorización de uso y sesión de derechos patrimoniales –mas no morales– a la revista Dialéctica Libertadora, como también el certificado de originalidad del mismo, con la finalidad de evitar plagios y autoplagios. El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de los autores y no compromete el criterio del editor o del Departamento de Formación Humana y Social de la Fundación Universitaria los Libertadores. Se respeta el derecho de los autores a la confidencialidad. La revista Dialéctica Libertadora es un espacio de divulgación. Las opiniones expresadas en esta pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan la opinión o posición de la Fundación Universitaria Los Libertadores.

- Si la fuente textual cuenta con DOI Mas-Alique, P., Herráez- Garrido, F. & Muñoz -Jiménez D. (2014). La huella del carbono como ventaja competitiva. Dyna Energía y Sostenibilidad, 3(1). Doi: 10.6036/es7289. Dialéctica Libertadora hará selección permanente de los artículos que serán sometidos a evaluación por pares, bajo el sistema doble ciego. Se tendrá en cuenta la sugerencia de pares evaluadores de los autores, pero se contrastará con bases de datos y se decidirán con base en criterios de pertinencia en los campos de conocimiento relacionados con los temas del artículo. ACLARACIONES Y CORRECCIONES

Una vez realizada la evaluación de pares bajo el sistema de doble ciego, se comunicará por escrito a los autores

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CESIÓN DE DERECHOS Y CERTIFICACIÓN DE ORIGINALIDAD

Una vez realizada la evaluación de pares bajo el sistema de doble ciego, se comunicará por escrito a los autores los resultados de la misma (arbitraje) y su selección, en un plazo de más de dos meses. En caso de ser aceptado el texto para su publicación, se le solicitará al autor el diligenciamiento de los documentos legales, esto es, autorización de uso y cesión de derechos patrimoniales –más no morales– a la revista Dialéctica Libertadora. Igualmente el certificado de originalidad del mismo, en la perspectiva de evitar plagios y autoplagios. El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de los autores y no compromete el criterio del editor o del Departamento de Formación Humana y Social de

la Fundación Universitaria Los Libertadores. Se respeta el derecho de los autores a la confidencialidad. La convocatoria de los artículos se realizará previa decisión del Comité Editorial, frente a las necesidades del contexto de la revista. La revista Dialéctica Libertadora es un espacio de divulgación. Las opiniones allí expresadas pertenecen exclusivamente a los autores y no reflejan la opinión o posición de la Fundación Universitaria Los Libertadores.

COMUNICACIÓN

La recepción de artículos y otros requerimientos se hace a través de: Revista Dialéctica Libertadora. Departamento de Formación Humana y Social. Fundación Universitaria Los Libertadores. Dirección electrónica: [email protected]. Carrera 16 No. 63 A - 68. Sede Administrativa. Cuarto Piso. Oficina 403. PBX: 254 47 50. Exts.: 3581, 3582, 3583. Teléfonos: 254 47 78. Bogotá, D.C., Colombia.

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C O N V O C AT O R I A

EL DEPARTAMENTO DE FORMACIÓN HUMANA Y SOCIAL

Invita a investigadores y comunidades del conocimiento a postular artículos en la revista Dialéctica Libertadora, la cual sigue el propósito de constituirse progresivamente en un espacio académico que dé cuenta de diversas perspectivas acerca del mundo social, en el que los referentes teóricos y metodológicos se caracterizan por su rigurosidad y atienden a la necesidad de cualificar, desde la propia universidad, el debate, la opinión y el análisis del mundo contemporáneo, visto desde enfoques epistemológicos críticos, reflexivos y propositivos. La recepción de artículos es permanente y, a partir de la próxima edición: número 8, la revista tendrá una periodicidad semestral con dos publicaciones al año.

Para mayor información y recepción de los documentos comunicarse a: Revista Dialéctica Libertadora. Departamento de Formación Humana y Social. Fundación Universitaria Los Libertadores. Dirección electrónica: [email protected]. Link: http://publicaciones.libertadores.edu.co/index.php/DialecticaLibertadora/information/authors. Carrera 16 Nº 63 A-68. Sede Administrativa. Cuarto Piso. Oficina 403. PBX: 2 544750. Exts. 3581, 3582, 3583. Teléfono: 2 544778. Bogotá, D.C., Colombia.

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DIALÉCTICA LIBERTADORA Revista del Departamento de Formación Humana y Social Número 7 Bogotá, 2015

El correo en las guerras de independencia de Colombia: incertidumbres y estrategias Roger Pita Pico

Is development a form of neo-colonialism? Gabriel Jiménez Peña

Struggles for freedom and power beyond the enemy: Afro-descendant Slaves in the American Revolution and the Bolivarian Wars for Independence

Las amargas reglas del azúcar. Legislación esclavista francesa y española en las América colonial Guiseppe Patisso

Educación de caridad y caridad de educación Jaime Andrés Báez León

Extraños sujetos políticos Daniel García Roldán

Leonardo Enrique Reales Jiménez

Reflexiones en torno a la concepción de la comunidad en el ejercicio profesional del Trabajo Social

Perspectivas de ciudadanía y subjetividad política en jóvenes universitarios argentinos

RESEÑA

María Mercedes Oraisón

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DISCUSIONES Y DEBATES

Gustavo Octavio García Rodríguez

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Una reseña sobre la educación en Finlandia

España y el 14 neutralidad, crisis política y auge cultural Francisco Javier González Martín

La crisis del marxismo en el primer H. Marcuse

Otto Medrano Bermúdez

Vigencia de José Carlos Mariátegui Miguel Mazzeo

José Manuel Romero Cuevas

IN MEMORIAM

Partidos de izquierda y regulación estatal sobre la vida partidista. Análisis del impacto de las nuevas normatividades electorales en Argentina

Rafael Uribe Uribe

Narrativas de experiencia en un espacio académico. Reflexiones sobre el rol del docente y el proyecto de vida de los estudiantes

Sobre la disciplina política

Ariadna Gallo

Julio Roberto Galindo Hoyos DOCUMENTOS HISTÓRICOS

Sobre la prensa

Luz Carmen Maffiol Arias

7 ISSN 2011-3501

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RE VISTA DEL DEPARTAMENTO DE FORMACIÓN HUMANA Y SOCIAL

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Dialéctica Libertadora

Bogotá D.C. Colombia

Número 7

pp. 242

Enero - junio

2015

ISSN 2011-3501

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