Grupos radicalizados islámicos: Efectos no deseados de otros tiempos

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Grupos radicalizados islámicos: Efectos no deseados de otros tiempos
Mag. Guillermo Lafferriere

Invito al lector a trasladarse en el tiempo a la frontera entre Afganistán y Pakistán en 1980. Desde hace meses, un flujo constante de refugiados arriba al territorio pakistaní. Vienen escapando de los soviéticos, que hace un año han ingresado al país para sostener al gobierno pro Moscú. Ese régimen ha comenzado un proceso de reformas que pretende modernizar a un país atado a una ancestral tradición tribal, que mira con recelo a quien ocupe el poder en Kabul, sea comunista, creyente en el Profeta o quien fuere. Las tropas soviéticas se pensaba que podían permanecer unos pocos meses en el país, tan solamente el tiempo necesario para consolidar las cosas y luego volver a casa. Sin embargo en el complicado terreno afgano, especialmente en todo su sector oriental, las montañas ofrecen miles de escondrijos y senderos, que emplean muchos integrantes de las tribus que pretenden combatir a los soviéticos como antes hicieron lo propio sus ancestros con los Británicos en distintas ocasiones en el Siglo XIX, y mucho más atrás en el tiempo con Alejandro Magno. Las tropas soviéticas no tienen malos conductores, ni están mal equipadas. Solamente han elegido muy mal el modo de combatir en Afganistán. El Ejército Rojo es una máquina de guerra, de eso no cabe dudas. Se ha enfrentado con valentía y denodado sacrificio a los nazis y a pesar de pérdidas que a cualquier otra nación la hubieran hecho rendirse, se mantuvieron firmes y doblegaron al invasor. Desde hace décadas se preparan para llegado el caso, cruzar el Fulda y hacerse de una parte o de toda Europa Occidental. Sea esto con o sin el empleo de armas nucleares. Disponen de la tecnología más adecuada de la época. Dominan el cielo y la tierra. Tienen blindados, tropas comandos, artillería de todos los calibres, lanzadores de cohetes que pueden pulverizar en segundos una porción importante del terreno. Sus soldados son conscriptos, y entre ellos hay representantes de la sociedad soviética de su tiempo. Son muy pocos los que no saben leer y escribir. Sus oficiales han sido formados en academias militares, y algunos de sus generales son hombre de probada experiencia. Frente a ellos hay hombres que en su mayor parte jamás han sabido lo que es una página escrita. Sus vidas transcurren entre criar cabras, cuidar los asuntos de su clan, y mirar con recelo a los extranjeros. Creen que Alá está en todos lados y todo lo ve. Están armados con viejos fusiles, pero conocen al detalle cada rincón del terreno donde por generaciones sus familias han vivido.
En Pakistán reciben a los afganos en enormes campos donde ellos se alojan. Lo hacen en condiciones precarias, Islamabad no es precisamente un actor capaz de absorber por si solo una masa de refugiados sin que su siempre vacilante economía no colapse. La ayuda comienza a llegar. En primer lugar de Arabia Saudita, son muchos los favores que el Rey de ese país debe a Pakistán, así como de otros estados del Golfo Pérsico. Pero mucho más lejos de allí en otro lugar, hay quienes pueden ver en esta tragedia una ocasión para pegarle un duro golpe a la Unión Soviética. Uno que en cierta manera actúe como una revancha del apoyo soviético a Viet Nam del Norte pocos años atrás. ¿Por qué no hacerlo? El terreno de Afganistán es especialmente apto para esconder a fuerzas irregulares que golpeen a los soviéticos y luego puedan refugiarse en el mismo o bien emplear los casi imperceptibles senderos para refugiarse en Pakistán. ¿La pregunta es qué necesitan? Y la respuesta es relativamente simple: Una causa superior que los lleve a pelear, algo de inteligencia de combate, un poco de adiestramiento básico y un arma que derribe los omnipresentes helicópteros soviéticos.
Afganistán como patria es un concepto algo sofisticado para los hombres de las tribus. Como dijimos, siempre miraron con recelo a esos personajes de Kabul y su obsesión por leyes y disposiciones que ni les interesa entender y sospechan que les perjudicarán de algún modo. Alá en cambio está siempre presente en su cultura. A través de Él tienen la sharia con la cual resolver los asuntos cotidianos y los más complejos. Y además quienes han pisoteado su tierra ancestral dicen no creer en ningún Dios, tampoco en Alá. Si la religión es el factor que puede incentivar más a los hombres que mejor que crear muchas madrasas, donde además de la educación necesaria para ser hombres del Islam, recibir también el terrenal conocimiento necesario para pelear contra los soviéticos.
Mucho más rápido de lo previsto, los hombres de las tribus se organizaron en múltiples fracciones, respondiendo a líderes que naturalmente sobresalían por su coraje en el combate o bien por su habilidad para mantener unido al grupo. Junto a ellos, comenzaron a llegar para combatir a los soviéticos otros hombres del Islam. Venían de lugares tan distantes como el Golfo Pérsico, Asia Central es incluso el Asia Oriental y de Europa. Entre ellos hay hombres de todas las condiciones sociales, y no faltan quienes poseen títulos universitarios. En la madrasa el término cruzada está detrás de casi todo. Se trata de derrotar al infiel que con sus ideas pretende borrar la vida que conocen y hacer de ellos otras personas. No lo permitirán. Matarán y morirán por ello. Se convertirán en mujahidins, en hombres "haciendo la yihad".
La inteligencia sobre los soviéticos viene de muchos lugares, el aporte de la Central de Inteligencia Americana, de los Británicos y otras naciones de Occidente es muy importante. Pero el servicio de inteligencia de Pakistán (ISI) es el que lleva adelante el esfuerzo mayor. Ellos conocen Afganistán casi tanto como los hombres de las tribus. Ellos también quieren que en Kabul, cuando se vayan los soviéticos, haya alguien amigo con el cual negociar, alguien que evite que Afganistán caiga bajo la influencia de la India. El ISI irá en las patrullas, establecerá centros de comunicaciones, redes de informantes, lugares de asistencia para los heridos, y sobre todo, tratará que las acciones sean dirigidas a blancos que tengan real valor.
Finalmente, los helicópteros soviéticos tendrían su Némesis. Vendrá de la mano de la CIA: El misil antiaéreo Stinger, el que virtualmente haría imposible a los soviéticos apoyar con fuego cercano a sus tropas. Era fácil de lanzar, no requería los años de duro aprendizaje que el más novato de los pilotos soviéticos requería para desempeñarse como segundo en un helicóptero de combate. David había encontrado un guijarro duro para pegarle a Goliat.
Los soviéticos chocan, se dan de bruces con una guerra que no están preparados para librar. El enemigo los elude y solamente los ataca cuando están desprevenidos. No hay lugar seguro. No hay retaguardia y cualquier civil puede portar entre sus tradicionales ropajes un fusil de asalto, una carga explosiva o un cuchillo con el cual degollar a un agotado centinela. Comienzan a proceder como lo hicieron los Nazis en la propia Unión Soviética o en Yugoslavia: Quemar aldeas, matar indiscriminadamente mujeres y niños, practicar una política de tierra arrasada, envenenar pozos con agua. Nada de eso sirvió para mucho. Por el contrario alienaba aún más a la población y más hombres pasaban a las filas de quienes luchaban contra los soviéticos. Además entre las fracciones de mujahidins hay corresponsales de guerra occidentales y del mundo árabe. Las imágenes de las atrocidades comienzan a circular por el mundo. Pegan tan duro como los ataques mujahidins.
Cuando los soviéticos, hartos de diez años de fracasos en el intento de controlar Afganistán se retiran del país, una nueva guerra se desata. Será una entre los diferentes grupos que combatieron al Ejército Rojo y que ahora buscan dirimir quién se hará del poder en Kabul. El resto de la historia, seguramente el lector la conoce bien. Llega hasta los prolegómenos de los ataques a los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
Todo lo que sucintamente hemos descripto, se ha visto como la causa original de la creación de grupos como Al Qaeda, el Talibán Afgano, la red Haqqani, Thereek-e-Taliban, Lashkar-e-Taiba, Al-Nusra y más recientemente el Estado Islámico; por solamente nombrar aquellos grupos que resultan más conocidos. Es decir Occidente, y básicamente los Estados Unidos, serían los responsables directos del germen que potenció a estos grupos terroristas que tienen en sus agendas la idea de convertir al mundo entero a la Fe del Profeta. Trataremos de dar nuestra visión sobre este tema.
Es innegable que en los años ochenta, Estados Unidos aprovechó la situación de la campaña soviética en Afganistán para que Moscú pagara un alto costo político por su decisión de empeñarse militarmente en ese país. Para ello, y junto a otros países islámicos y occidentales, se fortaleció a los grupos irregulares que combatían contra el Ejército Rojo y las tropas afganas que les respondían, al tiempo que se fomentó como mencionáramos con anterioridad, el proselitismo inflamado de islamismo radicalizado entre estos combatientes, en la idea que ese fervor religioso los impulsaría a combatir hasta que la Unión Soviética se retirara del país.
También es un hecho que luego de la retirada soviética, poco y nada se hizo de parte de quienes apoyaron a la resistencia afgana para ayudar a encaminar el ordenamiento político del país. En realidad Afganistán quedo librado a su suerte y a padecer una cruenta guerra civil que colocaría en el poder al grupo Talibán. El único que logró hacerse del control de la casi totalidad del país, con excepción del norte, que quedara bajo el liderazgo del legendario líder Ahmad Shah Massoud, comandando la Liga del Norte. Sin dudas fue un error que se pagaría caro.
Posteriormente, varios años más tarde, cuando luego de los ataques del 11 de septiembre de 2001, en una fulminante campaña Washington logra eliminar al Talibán del poder en Afganistán; y mientras no se había consolidado firmemente sobre el terreno lo que las fuerzas especiales, los rangers y la Fuerza Aérea habían logrado con la ayuda de irregulares afganos de la Liga del Norte; se decide emprender una nueva campaña esta vez en Irak. Campaña que es resuelta favorablemente en semanas desde el punto de vista operativo, pues se destruye a las Fuerzas Armadas de Irak. Sin embargo la guerra se prolonga por años, cuando una nueva y equivocada decisión, elimina a las fuerzas de seguridad del país y se remueve a todos los líderes políticos de las distintas localidades del país; comenzando luego un proceso de fomento de la minoría chiita por sobre los suníes que habían detentado el poder en Irak bajo el régimen de Saddam Hussein. Esto hizo que el país ingresara en una guerra civil y atroz entre los grupos religiosos antagónicos mientras los líderes militares y políticos de Estados Unidos no atinaban a establecer parámetros claros para solucionar la situación que habían creado luego de hacerse del control del país. Pasarían años hasta que se renovara el pensamiento militar y otros líderes asumieran el comando de las tropas y se lograra estabilizar de una manera mínima al país como para proceder luego a una rápida retirada del mismo. Una que dejara al menos la imagen de haber logrado un país que estuviera en condiciones de auto conducirse y poder volcar el esfuerzo, casi una década más tarde, a Afganistán, país que reclamaba la atención urgente, pues el Talibán no había sido derrotado sino que se mostraba capaz de seguir operando prácticamente en todo el país, especialmente en el este del mismo.
De las acciones realizadas en apoyo a los irregulares afganos en Pakistán se dieron las bases para el surgimiento posterior de grupos como los Talibán y Al Qaeda. De los errores estratégicos en Irak se sentaron las bases para que el Estado Islámico se organizara como una temible fuerza capaz de amenazar con hacerse del control de Irak y buena parte de Siria. ¿Cuál es la explicación a todo esto? La misma es posiblemente más sencilla de lo que a priori pueda pensarse. Muchas veces los apremios de las situaciones coyunturales, y las posibilidades de obtener rápidas ventajas hacen que los líderes tomen medidas sin valorar en profundidad las implicancias que a futuro ellas puedan tener. Recordemos que el Rey de Francia salió en apoyo a la Revolución de las Colonias Británicas en el norte de América, enviando la Armada francesa a combatir contra la Royal Navy en costas americanas, logrando con la derrota de esta última la concreción de la independencia de Estados Unidos. Muchas de las ideas que se generaron en el naciente Estados Unidos son tomadas por los franceses que unos años después destronarían a su monarca a través de un proceso revolucionario. En la 2da Guerra Mundial, Francia apoyó a los irregulares en Indochina para combatir a las tropas del Japón que ocupaban la colonia francesa. Esos mismos irregulares, serían los que pocos años después expulsarían a los franceses y luego de ellos derrotarían a los Estados Unidos en la guerra de Vietnam.
En la guerra la chance de cometer errores es alta y la demanda de obtener éxitos no le va en saga. Esas premuras pueden inducir a tomas de decisiones que tiene resultados prácticos positivos en términos relativamente breves; y resulta comprensible que en esos momentos pueda no pensarse demasiado más allá de las exigencias perentorias de la guerra. Sin embargo, en el caso de la campaña iniciada en Irak, sin que se haya cerrado completamente la iniciada en Afganistán, cuando además luego de la conquista del país, se olvidan las lecciones de la ocupación de Alemania y Japón, y se sumerge al país en una profunda anarquía que deriva en una guerra civil religiosa; ya no estamos, a nuestro juicio en presencia de los errores esperables de quienes deben resolver en circunstancias de altísima complejidad. En el caso que planteamos la explicación no pasa por la racionalidad de los actores, sino por el hecho que a veces los líderes juegan a ser dioses. Olvidando que a pesar del poder que ostentan, continúan siendo hombres. Solamente hombres.



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