La jornada dálmata de Carl Schmitt: Terra manet

August 25, 2017 | Autor: Jerónimo Molina Cano | Categoria: Geopolitics, Carl Schmitt, Political Realism
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La jornada dálmata de Carl Schmitt: Terra manet Jerónimo Molina Cano

Die Erde, nicht das Blut, gibt dem Menschen, dem Sohn der Erde, seine Gestalt und Antlitz Carl Schmitt, Illyrien. Notizen von einer dalmatinischen Reisen (1925)

I Estrechamente vinculada a la concepción schmittiana de la política y el derecho internacionales está la visión del espacio del jurista alemán, su mentalidad geográfica, su sensibilidad telúrica y la sugestión de los océanos. Del mismo modo que hay una antropología (peligrosidad del hombre) que constituye, al menos en parte, el prius de la noción schmittiana de lo político (distinción entre amigo y enemigo), el elemento tierra (así como su trascendental relación con “la parte acuátil del mundo”1, con el aire, incluso con el fuego) es el presupuesto condicionante de sus meditaciones sobre la política como actividad secular y sobre el orden jurídico, particularmente de su idea del derecho público y la estructura política jurídica planetaria. Aquí y allá se menciona la dependencia telúrica de algunas de las concepciones jurídicas (konkretes Ordnungsdenken o pensamiento en órdenes concretos) y políticas (tellurisches Charakter des Partisanen o carácter telúrico del partisano) schmittianas, incluso las afinidades particulares de una parte de su doctrina internacionalista (Großraum o Gran espacio) con la

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Con esta fantástica mención de los océanos arranca la épica novela de Hermann Melville sobre la caza de la

ballena blanca, cuyo impacto sobre el pensamiento y sensibilidad de Schmitt fue inmenso: Ismael, protagonista del relato, decide embarcarse por una temporada, deseoso de contemplar “the waterly part of the world”: H. Melville, Moby Dick or the Whale. Penguin Books, Londres 1992, p. 3. El repertorio de las iconografías de Schmitt, literarias, pictóricas, incluso cinematográficas, no carece de interés para quien se aproxima a su obra: a Moby Dick, novela que estimaba como una nueva Odisea de los tiempos atlánticos, hay que añadir el también melvilleano capitán Benito Cereno; el cuadro de Las Lanzas de Velázquez; el pícaro de la literatura española del siglo de oro; La pasión de Juana de Arco (1928), filme de Carl T. Dreyer; etc. Mención aparte, sin duda, merecen sus inclinaciones poéticas y su gusto por la fonética y las etimologías. Cfr. Stefan Nienhaus, “Carl Schmitt fra poeti e letterati”, en C. Schmitt, Aurora boreale. Tre studi sugli elementi, lo spirito e l’attualità dell’opera di Theodor Däubler. Edizioni Scientifiche Italiane, Nápoles 1995. G. Giesler, E. Hüsmert y W. H. Spindler, Gedichte für und von Carl Schmitt (Carl Schmitt Opuscula. Plettenberg Miniaturen 4). Carl-SchmittGesellschaft, Plettenberg 2011.

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gran tradición geográfica alemana2. Pero importa también poner en relación lo telúrico en Carl Schmitt con una idea de la libertad política que consiste en el derecho de cada pueblo a vivir según su propio ethos y convicciones. Algo que se ha hecho extremadamente difícil después de la II Guerra mundial. Hoy se declaran guerras en nombre de la Humanidad y también por “humanitarismo” se puede matar de hambre a un pueblo para transformar su sistema político en un régimen aceptable u “homologable” en la perspectiva universalista del One world. II Ciertamente, la componente geográfica, particularmente la telúrica, ligada a la inmemorial cosmogonía de los cuatro elementos3, enfrenta a Schmitt con el positivismo de normas abstractas y carentes de arraigo. El espacio en el que la política puede desplegarse históricamente (Landnahme o toma de la tierra) y en el que se origina toda ordenación jurídica (das Recht als Einheit von Ordnung und Ortung, es decir, el derecho como unidad de ordenación y asentamiento o radicación)4 resulta ser uno de los presupuestos últimos de su pensamiento político jurídico. La telurización del derecho, la repristinación del nomos en su verdadera fuente (la tierra) y las consecuencias que ello tiene para el Derecho político, nos trasladan a las lecturas y afanes literarios del Schmitt joven. Así, no parece casual que Schmitt detectara en la Aurora boreal de Däubler una “inesperada intuición filosófica e histórica”. Así lo hace constar en su Theodor Däublers “Nordlicht” (1916): “el más hondo problema de filosofía del derecho y del Estado es formulado claramente [en Aurora boreal]: Ein Element, nicht ein Befehl schaff Rechtsmomente (II, 558) / Un elemento, no una orden, engendra el derecho”5. III

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Para una visión de conjunto del pensamiento geográfico alemán: M. Korinman, Quand l’Allemagne pensait le

monde. Grandeur et décadence d’une géographie. Fayard, París 1990. 3

Fantastica también Schmitt sobre el quinto elemento en su diálogo con Joachim Schickel sobre el partisano:

“vielleicht ist dasTao di Quintessenz”. CS y J. Schickel, “Gespräch über den Partisanen”, en CS, Staat, Groβraum, Nomos. Arbeiten aus den Jahren 1916-1969. Duncker u. Humblot, Berlín 1995, p. 634. 4

Así reza en el primero de los cinco corolarios de CS, El nomos de la tierra. Madrid, Centro de Estudios

Constitucionales, 1979, pp. 15-25. 5

CS, Aurora boreale. Tre studi sugli elemento, lo spirito e l’attualità dell’opera di Theodor Däubler. Nápoles, Edizioni

Scientifiche Italiane, 1995, p. 65.

Las notas que siguen constituyen el resultado de una exploración preliminar iniciada hace unos años sobre el peso de los elementos6, particularmente de la tierra, en la obra y el pensamiento de Carl Schmitt, de los que son, sin duda, un factor más de continuidad. Más allá de las “etapas” sucesivas del pensamiento schmittiano y por encima de ellas, existe un problematización constante del suelo que pisa el hombre, que siempre será “hijo de la tierra”. Desde sus lecturas e interpretaciones del poema épico de Theodor Däubler, Das Nordlicht, a partir de 1912, hasta su diálogo sobre el partisano con Joachim Schickel de 1969, la tierra, desde distintos puntos de vista, está siempre presente en sus páginas. En Romanticismo político (1917 y 1924) y Catolicismo y forma política (1923) medita sobre la relación del mundo católico con el suelo. En Iliria. Notas de un viaje dálmata (1925) apunta que es la tierra la que le da al hombre su figura. Espacio y Gran espacio en el Derecho internacional (1939), La prohibición de la injerencia de potencias alógenas como elemento ordenador del Gran espacio en el Derecho internacional (1940), Tierra y mar (1942), El nomos de la tierra (1950) y Diálogo sobre los nuevos espacios (1958) son sin duda referencias fundamentales, pero no deben olvidarse otras, breves acotaciones por lo general que, sin embargo, no son bajo ningún concepto menores: numerosas glosas del Glossarium (1947-1951), Espacio y Roma (1951), Apropiación, partición, apacentamiento (1953), El nuevo nomos de la tierra (1955), etc. Entre todos ellos destacan a mi juicio las breves notas sobre el Sauerland publicadas por Schmitt en 1954 y sobre las que ha llamado la atención Günter Maschke en su edición de Staat, Groβraum, Nomos: Un mundo en grandiosa tensión. Cuenta Schmitt que “un día del verano de 1940 que la lluvia echó a perder” su hija Ánima le pidió una historia. Él le habló de piratas y ballenas. Mientras fraguaba en su magín Tierra y mar, confiesa que “de improviso, me di cuenta del mar, al que había sido ajeno”7. V No ignoró Carl Schmitt a las tendencias geográficas que se desenvuelven en su patria: desde Gerhard Mercator a Karl Haushofer, pasando por Alexander von Humboldt, Carl Ritter, Friedrich Ratzel y el discípulo de este, Ernst Kapp, autor de la Philosophische oder Vergleichende allgemeine Erdkunde (1845), obra que a juicio de Schmitt “esboza una imponente diferenciación y gradación de los mundos potámico-oriental, talásico-clásico y oceánico-

6

Cfr. J. Molina, “Carl Schmitt e la componente tellurica”, en Behemoth, nº 37, 2005.

7

CS, “Welt groβartigster Spannung”, en CS, Staat, Groβraum, Nomos, p. 513.

germánico” y que le sirvió de inspiración a su Tierra y mar8. Schmitt alude permanentemente a la poderosa persistencia de la tierra: como elemento que condiciona existencialmente la vida del hombre y las agrupaciones humanas, constituido en plano de radicación (Verörtung); como sustrato en el que queda plasmada la productividad estética de un pueblo, irradiando así sobre sus formas religiosas, políticas o económicas (terrisme); como atributo espacial de la forma política estatal (Geopolitik) o teatro del conflicto entre las potencias; como mero medio físico del hombre, en el sentido que la superficie terrestre tiene para la Geografía humana convencional (Erdkunde). Sin embargo, hay un oscurecimiento del espacio en el pensamiento contemporáneo. Oscurecimiento que arranca el derecho de la tierra y lo convierte en una ideología normativista, incluso en mera palabrería incorporada a unos textos constitucionales que se ven así “desconstitucionalizados” desde un punto de vista material. VI Acontecimiento determinante del oscurecimiento del sentimiento geográfico ha sido, así al menos lo percibió Schmitt, la victoria mundial de una potencia oceánica como Inglaterra. El triunfo de las quillas británicas supuso, en el plano del Derecho internacional, la liquidación del equilibrio entre la tierra y el mar, característico del moderno jus publicum europaeum9, es decir, el desquiciamiento de la ordenación mundial moderna. La derrota de la tierra en altas ocasiones históricas como Trafalgar (21 de octubre de 1805), en donde fueron batidas las dos flotas europeas rivales de Inglaterra, y el enclaustramiento de la Hochseeflotte alemana en el Báltico impidieron a las potencias continentales “arrebatarle el Tridente a Neptuno”10. No supo aprovechar Alemania las ventajas de la batalla de Jutlandia (31 de mayo de 1916), un éxito táctico que no alteró la situación general de la contienda. En ello se acusa la falta de visión naval del Alto mando alemán en la conducción de la guerra. Pero también la buena fortuna de los “traveseros oceánidas” y espumadores del mar, pues

CS, “Das Allgemeinen Deutsche Staatsrecht als Beispiel rechtswissenschaftlicher Systembildung”, en Staat,

8

Groraum, Nomos, p. 168, nota 9. También CS, Tierra y mar. Consideraciones sobre la Historia universal. I. E. P., Madrid 1952 p. 30. 9

Schmitt afirma que en el Derecho de gentes preglobal no existe la contraposición tierra y mar, que considera

un fenómeno moderno. CS, El nomos de la tierra, p. 30. 10

Frase atribuida al Káiser Guillermo y que resume las aspiraciones de la política naval del almirante von

Tirpitz. El artículo 23 del Armisticio imponía el desarme y el atraque en puerto neutral de la que se llamó “Escuadra de crucero” alemana (6 cruceros de batalla, 10 acorazados, 8 cruceros rápidos y 50 destructores). Para evitar que se convirtiera en botín de guerra la mayor parte de sus unidades fueron hundidas por las respectivas dotaciones en Scapa Flow, en las Islas Orkney, al norte de Escocia.

los océanos, como reza en el arranque de A Song in Storm, de Ruyard Kipling, escritor epónimo de la talasocracia inglesa, están de parte de Inglaterra: Be well assured that on our side / the abiding oceans fights11 (Tened la certeza de que a nuestro lado / luchan los océanos eternos). La consecuencia del predominio internacional del Sea Power fue la desterritorialización de la política y el derecho, acelerándose así las tendencias abstractas que se acusan en el positivismo y el normativismo jurídico. El Raumordnungsbegriff del que se hizo portadora Inglaterra imponía una política alternativa a la estatal-soberana, acusadamente social, antidecisionista y adicta a los métodos indirectos, así como una mutación radical de la legalidad y los usos de la guerra y la explotación de un concepto totalitario de enemigo. La impregnación de las categorías políticas y jurídicas fundamentales en las concepciones anglosajonas era inevitable. La desproporción existente entre los estatutos de la tierra y el mar a favor de Inglaterra, factum brutum que caracteriza toda la política planetaria entre la derrota de Napoléon y la Guerra mundial II, acicateó el pensamiento de Schmitt. Schmitt proyectó un nuevo Raumordnungsbegriff basado en el Gran espacio, así como la doctrina in statu nascendi de la territorialización de la política y el derecho. Queda acreditado en Schmitt, también del lado de la tierra, que toda visión del espacio y todo sentimiento geográfico se corresponden con una Forma política y un modo de pensar político y jurídico singulares: “al menos desde la perspectiva del Derecho internacional, escribe Schmitt en 1939, espacio e ideas políticas no pueden ser separadas”12. VII Franco Volpi ha señalado que en las páginas de Heidegger, Jünger y Schmitt la tierra viene a ser rescatada de su olvido13. Tiene razón el filósofo italiano, pero hay algo más que conviene recordar. Schmitt, cuyo nombre no puede soslayarse en la divisoria filosófica política que Javier Conde denominó “ofensiva decisionista” contra el normativismo de la teoría del Estado de derecho, ocupa también la posición del Adelantado en otro sector de la filosofía jurídica política, aquel en el que la norma jurídica manifiesta su vinculación con el espacio. Convendría dejar sentado que no se trata, pues estos son ahora secundarios, de los problemas típicamente jurisdiccionales de la vigencia del derecho y su ámbito territorial de aplicación, sino de la fuente y origen del derecho, que Schmitt sitúa en una toma originaria de 11

R. Kipling, Poemas. Renacimiento, Sevilla 2002, p. 134.

12

CS, Völkerrechtliche Groraum mit Interventionsverbot für raumfremde Mächte, en Staat, Groβraum, Nomos, p. 282.

13

Franco Volpi, “El poder de los elementos”, en CS, Tierra y mar. Una reflexión sobre la Historia universal. Trotta,

Madrid 2007, pp. 83-84. El ejemplo se puede ampliar, para seguir en la cultura alemana, con la mención de la Escuela (geopolítica) de Múnich, en la que hacía cabeza el oficial y geógrafo Karl Haushofer.

la tierra, decisión que a su vez constituye el nomos. En el acto de tomar la tierra, apacentarla y dividirla queda al descubierto, según Schmitt, la raíz telúrica de todas las ordenaciones jurídicas, por precarias que estas sean. La tierra, iustissima tellus, es la madre del derecho: en ella están contenidos no sólo el premio al trabajo, sino también el derecho como límite y como signo público de orden14. Si se leen con atención ciertos pasajes de Romanticismo político puede descubrirse en ellos una caracterización polarmente contraria del sentido que el derecho tiene para los pensadores románticos. En el romanticismo del Ochocientos es el tiempo como historia la máxima fuente creadora del derecho. “La invocación a la duración es el argumento típico de conservadores y tradicionalistas”. Así pues, “sólo la permanencia duradera justifica cada situación, el longus tempus es, como tal, el fundamento jurídico último”15. El ocasionalismo romántico no afronta la realidad de lo político, huye más bien de la realidad, transforma esta en un repertorio aleatorio de puntos, cada uno de los cuales puede ser “arranque de una novela”16, una novela infinita (Novalis). Todo, según Schmitt, el mundo, el espacio, incluso “el instante, el temido segundo, se transforma también en un punto”17. De algún modo, también la crítica al espíritu romántico confluye aquí con el intento de rectificar lo que más tarde Schmitt llamará “planificación sin espacio” (raumlose Planung). Parece también adecuado referirse en este contexto a una “ofensiva telúrica”. En ella, desde luego, ha desempeñado el escritor alemán un papel muy principal18. En la primera parte de su famosa conferencia de Kiel sobre el Gran espacio recalcó Schmitt que la razón última del desinterés por los principios de ordenación espacial (Raumordnungsprinzipien) se encontraba en el predominio del positivismo contractual y 14

CS, El nomos de la tierra en el Derecho de gentes del Jus Publicum Europaeum. C. E. C., Madrid 1979, p. 15.

15

CS, Romanticismo político. Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires 2001, p. 122.

16

CS, Romanticismo político, p. 137.

17

CS, Romanticismo político, p. 138.

18

No puede hablarse de la telurización del derecho sin mencionar la “teoría de las tres determinaciones de la

realidad política” (Schmitt dixit) del escritor político Javier Conde, discípulo de Schmitt en el Berlín de 1933. Conde, muy crítico con el formalismo jurídico positivista kelseniano, se proponía superar la Teoría General del Estado, sustituyéndola por una doctrina fundada sobre el concepto de “organización política”, inspirado por lo demás en H. Heller. En su libro Teoría y sistema de las formas políticas afirmaba, como de pasada, que los tres elementos de toda organización o forma política son plan, derecho y espacio. “Cuando falta un espacio concreto, el plan o proyecto de organización no es político, sino utópico”. En la doctrina de Conde, apenas incoada, está inspirado el concepto schmittiano raum- und rechtlose Planung (forma de planificación política sin acotaciones espaciales ni jurídicas). Cfr. CS, “Die Lage der europäischen Rechtwissenschaft”, en CS, Verfassungsrechtliche Aufsätze. Duncker u. Humblot, Berlín 1985, p. 412, nota 30, y F. J. Conde, Teoría y sistema de las formas políticas. Granada, Comares, 2006, pp. 30 y 33.

legal19. Por las mismas o muy parecidas razones, 15 años antes, había escrito Schmitt que Der Staat als Lebensform, del sueco Rudolf Kjellén, “pertenece a la serie de teorías enderezadas contra las limitaciones y el reduccionismo que atenazan al Estado liberal”20. No parece aventurado afirmar, después de todo, que también la famosa conferencia de Schmitt, origen del libro homónimo, constituye “un interesante y característico ejemplo de libro antiliberal”21. El modo de pensar el derecho en “órdenes concretos”, que para rectificar el normativismo expuso Schmitt en Las tres especies del pensamiento jurídico-político (1934), tiene singularmente como presupuesto la telurización del derecho. En este sentido dirá el jurista que todo orden es siempre «ordenación espacial concreta», la cual no sólo afecta a las personas sino también al suelo que estas habitan (territorial konkrete Raumordnung)22. VIII Lo telúrico, presente en toda la obra de Schmitt, no se agota como representación jurídica, pues tiene también otras dimensiones. Una de ellas es la antropológica, otra la polemológica. Por un lado, la caracterización del hombre como un ser de naturaleza terrestre acota el ámbito del señorío político, que no es el control de los individuos sino el domino del suelo. Por el otro, lo telúrico limita también las manifestaciones del fenómeno bélico, sometiéndolo a ciertas formas. No es pues extraño que las mutaciones de los conceptos espaciales alteren la figura del hombre como animal político y la de la guerra como fenómeno singular de las civilizaciones o culturas. Raum, palabra que Schmitt consideraba intraducible a las lenguas románicas, pues en estas, vertida como espacio, spazio, espace o spaço queda supuestamente despojada de su sentido concreto23, es una palabra originaria en la que puede reconocerse un idioma primordial 24.

19 20

CS, Völkerrechtliche Groraumordnung, loc. cit., p. 273. CS, “Rudolf Kjellén, Der Staat als Lebensform (1924)”, recogido en «Carl Schmitt: tres contribuciones

españolas y una reseña alemana», en Empresas políticas, nº 4, 2004, p. 184. 21

Así juzga Schmitt, en la misma reseña, el libro de Kjellén: CS, íd., ibíd. El geógrafo sueco Rudolf Kjellén

acuñó el neologismo Geopolítica en una conferencia del 1910 en la Universidad de Gótebor. El momento geográfico de la crítica del liberalismo y del Estado de derecho es palmario en los escritos internacionalistas de Schmitt. En la teoría predominante “el Estado no es otra cosa que un pueblo organizado por el derecho sobre una superficie determinada”, lo que para Schmitt constituye el punto de arribada del movimiento constitucionalista. CS, Völkerrechtliche Groraumordung, loc. cit., pp. 316-317. 22

CS, Völkerrechtliche Groraumordnung, en CS, loc. cit., p. 270.

23

Aduce como prueba, además de su etimología latina, que términos como Groraum, que en alemán no

necesitan de explicación, en italiano, por ejemplo –pero también en español, francés o portugués–, deben

En su artículo de 1951 sobre la fonética de Raum recordaba el abuso al cual, en ese momento, estaba sometida la palabra. Una popularidad y una utilidad que a algunos críticos les inducía, no sin razón, a ponerla en cuarentena. La situación contrastaba vivamente con la de principios del siglo XX, dominada por la filosofía del élan vital de Bergson y la preponderancia del tiempo y la durée. La voz Raum, entonces, medio siglo atrás, dice que apenas si “sonaba como algo metafísico y metafórico en los hermosos versos de Rilke”25. En realidad, él mismo había contribuido a su lanzamiento en Alemania, poniéndola en la pluma de muchos escritores, con el prolijo y llamativo empleo que de ella hizo en sus investigaciones sobre el Derecho internacional desde finales de los años 1930. La alusiones al espacio o a la morada espacial del hombre, siempre en su dimensión trascendental, concreta, ajena a la objetividad físico-matemática, generalmente referida a un espacio vacío, están ya presentes sin embargo en su ensayo sobre Däubler de 1916. También en el artículo sobre Catolicismo y forma política de 1923 y en sus notas de 1925 evocadoras un viaje familiar a Dalmacia. IX Espacio y elementos son una constante de la obra schmittiana, presentes, hasta el final, en el repertorio de sus preocupaciones. Dos de sus lecturas postreras, que G. Maschke ha fechado hacia finales de 1980, son Die Raum-Zeit Philosophie der 19. Jahrhundets (1930), de Werner Gents, y Das Problem des Arrumes. Die Entwicklung der Raumtheorie (1960, 19541ª), de Max Jammer26. Otro detalle representativo se puede encontrar en su correspondencia con el pintor expresionista Ernst Wilhelm Nay, de quien poseía algunos cuadros (entre otros, uno llamado Leviatán). En ese carteo se interpelan Schmitt y Nay sobre el concepto de espacio en la pintura y en la política27. En “el arte [se] acusa en cada momento la conciencia espacial de la época, y el verdadero pintor es un hombre que ve las cosas y las personas mejor y con más exactitud que los demás hombres, con mayor exactitud sobre todo en el sentido de la realidad histórica de su tiempo”. Pertenece este párrafo a la parte final de capítulo 12 de Tierra y mar, en el que Schmitt se refiere al nuevo sentido espacial que trasciende de la pintura, la escultura y la arquitectura Renacentistas. En la pintura vertirse perífrásticamente. CS, “Raum und Rom. Zur Phonetik des Wortes Raum”, en CS, Staat, Groraum, Nomos, p. 493. 24

CS, “Raum und Rom. Zur Phonetik des Wortes Raum”, en CS, op. cit., p. 491.

25

CS, “Raum und Rom. Zur Phonetik des Wortes Raum”, en CS, op. cit., p. 494.

26

G. Maschke, notas a Á. d’Ors, “Das Glossarium von Carl Schmitt”, en Schmittiana VII, 2001, p. 231, nota 30.

27

Cfr. CS, Glossario. Giuffrè, Milán 2001, p. 100, nota 123.

renacentista, frente al goticismo medieval, “hombres y cosas están ahora y se mueven en un espacio”28. En Däubler encontró Schmitt un venero de experiencias cósmicas29. Pero además, como reconocía en su segunda lectura del poeta, recién terminada la Guerra mundial II30, en Däubler halló también un uso nuevo de la palabra Raum, anticipador del gusto por la misma de Rilke y los expresionistas31. La aurora boreal, escribe retrospectivamente Schmitt en Ex captivitate salus, es “el testigo telúrico y garante de la salvación de la humanidad por el espíritu y para el espíritu”32. El autor, que siempre tomó el partido de la tierra deduce en su ensayo däubleriano las consecuencias que sobre esta última tiene la secularización del mundo por la técnica. La técnica desencadenada ha hecho de la tierra “una máquina estridente”33, cuya imagen es el Anticristo, “el misterioso mago [que] transforma el mundo, cambia la faz de la tierra y enseñorea la naturaleza”34. En el épico poema de Däubler, la aurora boreal es metáfora de la repristinación por el espíritu de un orden inmemorial, que la tierra guarda celosamente en sus entrañas. Se opone a ese arcano “el cielo en la tierra, pero un cielo de automóviles, dobles servicios y butacas de piel cuya Biblia será el cuadro horario de los ferrocarriles”35. El materialismo y su trabajo profanador de la naturaleza, acontecen en la distensión temporal. Schmitt halló en Däubler la poderosa y confortadora intuición de que “después del salto metafísico el tiempo y la historia cesan, las cosas

28

CS, Tierra y mar, p. 56.

29

Volpi se ha referido genéricamente al influjo däubleriano (tensión cósmica de los elementos) sobre la

mentalidad espacial de Schmitt. F. Volpi, “El poder de los elementos”, CS, Tierra y mar, pp. 85-86. Stefan Nienhaus, comentador de la edición italiana del ensayo sobre Däubler, se detiene por su parte en la presencia del triestino en Valor del Estado y significación del individuo (1914) y las conexiones del poeta gnóstico con la formulación del criterio de lo político; “no se puede descartar, escribe, que los versos de Däubler, visionarios pero intelectualmente profundos, se le presentaran a Schmitt como expresión pregnante de su propio pensamiento y que eventualmente hayan podido tener la función de estimular decisivamente su pensamiento”. S. Nienhaus, “Carl Schmitt fra poeti e letterati”, en CS, loc. cit., p. 23. 30

En la glosa del 26 de junio de 1948 se dice: “Sólo ahora el diálogo de 1912 despliega toda su potencia”. CS,

Glossario, p. 239. 31

Glosa del 28 de junio de 1948. CS, Glossario, p. 240.

32

CS, Ex captivitate salus. Experiencias de los años 1945/1946. Struhart y cía, Buenos Aires 1994, p. 48.

33

CS, Aurora boreale, p. 88.

34

CS, Aurora boreale, p. 88.

35

CS, Aurora boreale, p. 87.

terrenales se abisman”. También el mundo artificial y secularizado de la técnica. Entonces “sólo la tierra permanece”36. A idéntica conclusión llegará más tarde al experimentar, en un viaje a Dalmacia, acompañado de su mujer37, la radiación de la región ilírica. Iliria, reino fundado por Napoleón en 1801 y que apenas subsistió 5 años, es desde hace 1500 años “objeto de la política”38. La han señoreado romanos y bizantinos, godos y normandos, venecianos, turcos y húngaros, franceses y austriacos. Sin embargo, a pesar de esa extraordinaria mezcla de lenguas, razas y culturas, la tierra nunca ha cedido allí sus derechos. Ha sido no más que el «teatro de esa fantasmagoría histórica». “El país, las montañas, el mar y el sol parecen ignorar todos esos acontecimientos”. “La tierra, no la sangre, le da al hombre, al hijo de la tierra, su figura y su rostro239; es ella la que transforma a quienes la toman, la apaciguan y distribuyen, convirtiéndoles en portadores del espíritu telúrico ilirio. Muy relacionado con ese asunto está el proverbial don de lenguas (Vielesprachigkeit) de las gentes ilíricas. “Debe tener algún significado providencial, escribe Schmitt, que San Jerónimo [traductor de las Sagradas Escrituras] fuese un ilírico”40. El sentimiento del espacio trasciende también de las páginas de Catolicismo y forma política, en donde la Iglesia es definida in primis por su vocación para la representación política41. Pero la Iglesia no es sólo portadora de una idea política (la representación), sino también de una

36

CS, Aurora boreal, p. 84. La tierra permanecerá “siquiera transfigurada, pero las acciones rectoras quedarán

canceladas en su insignificancia”. 37

En el verano de 1925 Schmitt y su esposa Duška visitaron al padre de esta en la ciudad serbia de

Podrawska. Las notas, publicadas en diciembre del mismo año, terminan con la traducción de un poema del serbio Milutin Bojić, “Sin admiración” (o “Sin palabras”): Todos los países nos resultan cercanos y familiares / [...] Ni el océano nos es hostil / ni las sepulturas de los siglos muertos. En él comparecen como en cifra algunas de las profundas impresiones que Schmitt recibió del país. Algún detalle adicional en el apéndice que Günter Maschke añade a CS, “Illyrien. Notizen von einer dalmatinischen Reise”, en CS, Staat, Groraum, Nomos, p. 489. 38

La expresión “Objekt der Politik” la acababa de utilizar Schmitt en Colonia (14 de abril de 1925) en un

discurso conmemorativo del milenario de Renania. Así comienza: “Resulta doloroso hablar de Renania como objeto de la política internacional”. CS, “Die Rheinlande als Objekt internationaler Politik”, en CS, Positionen und Begriffe. Duncker u. Humblot, Berlín 1988, p. 26-33. 39

CS, “Illyrien. Notizen von einer dalmatinischen Reise”, CS, op. cit., p. 484.

40

CS, “Illyrien. Notizen von einer dalmatinischen Reise”, CS, op. cit., p. 48

41

La Iglesia, como forma política, es un complexio oppositorum, como lo fueron también, en razón de su

universalismo, los Imperios romano y británico. También la monarquías hispanoindiana y portuguesa. Pero lo que verdaderamente caracteriza a la Iglesia católica es la idea política que la articula, reduciendo a la unidad los contrarios: la representación. CS, Catolicismo y forma política. Tecnos, Madrid 2000, pp. 6-7, 23 y 26.

idea del derecho y el arte42. Hay además un sentimiento católico del espacio. Tienen los pueblos católicos su terrisme, una relación particular con el suelo que laboran y sobre el cual arraigan orgánicamente sus creaciones. Símbolo de ese terrisme es la viticultura. El cabotaje y el comercio por las rutas del mar, dependientes en cualquier caso del espíritu técnico, no tienen, para el oceánida, la fuerza simbólica que el cultivo de la vid tiene para el hombre de tierra adentro. El símbolo de la vida marinera es para Schmitt la caza de la ballena, pues “no es posible hablar de la grandiosa historia del mar y de la opción del hombre por el elemento oceánico sin hacer mención del fabuloso Leviatán y de su no menos fabuloso cazador”43. Dado que los balleneros, en realidad, son cazadores, es forzoso reconocer una trascendencia si no superior equivalente a la captura del cetáceo en la pesca del bacalao44. Desde luego, ningún ser acuático ha tenido la trascendencia del bacalao común, “o fiel amigo” de un pueblo marinero como el portugués, en el desarrollo del Derecho internacional. Del Entankerung portugués y la vocación marinera de esa nación sobran seguramente las pruebas: la iconografía marinera del gótico manuelino (característico del reinado de Manuel I, “Señor de la Navegación y del Comercio”); el desatraque de gran estilo impulsado por Enrique el Navegante; el legendario de Don Sebastián, desaparecido en Alcazarquivir, que algún día regresaría para restaurar la independencia de Portugal, liberándolo del abrazo de la tierra; el urbanismo de la Praça do Comércio, abierta al estuario; la emigración transatlántica de la familia real portuguesa, exiliada en el Brasil a causa de la invasión napoleónica; su africanismo, tan distinto al español, sepultado este en Marruecos y divertido por tanto del Hemisferio sur. Imposible prescindir aquí del elevado simbolismo histórico de la obra inmortal de Luis de Camoens, Os Luisiadas, no obstante el desinterés manifestado por Schmitt45.

42

CS, Catolicismo y forma política, p. 23.

43

C. Schmitt, Tierra y mar, p. 33.

44

Muy interesante para este asunto C. Barcia Trelles, “El bacalao y la política internacional”, en C. Barcia

Trelles, Estudios de política internacional y Derecho de gentes. Instituto Francisco de Vitoria, Madrid 1948. Mark Kurlansky, El bacalao. Biografía del pez que cambió el mundo. Península, Barcelona 1999. Charles de La Morandière, Histoire de la pêche française de la morue dans l’Amérique Septentrionale. Maisonneuve & Larose, París 1962-1966, II vol. Mário Moutinho, História da pesca do bacalhau: por uma antropología do “Fiel amigo”. Estampa, Lisboa 1985. 45

Sobre Schmitt y Portugal véanse los comentarios de C. Grottanelli, « Mircea Eliade, Carl Schmitt, René

Guénon, 1942 », en Revue de l’histoire des religions, vol. 219, fasc. 3, 2002, pp. 325-356, y Francisco García Bazá, “La presencia de René Guénon en Mircea Eliade y Carl Schmitt2, conferencia dictada en las Jornadas

X Las representaciones católicas del afecto telúrico, en la argumentación schmittiana, son muy diferentes de las capitalistas y proletarias, singularmente cercanas a la mentalidad protestante. El sentimiento católico aparece entonces contrapuesto al “horrible cubismo de las ciudades”46, a la tecnificación de la vida y a la industrialización del globo. El hombre católico echa raíces en su suelo y si la estrechez de la vida le obliga a abandonarlo siempre lo añora. El sentimiento de la tierra natal, para el protestante, resulta muy diferente, pues “podría vivir en cualquier país”. Aunque pueda parecer inhumano, así es la cosa: “hacer de cada suelo el campo de su actividad”47. Lo que Schmitt llamó en 1941 “el giro elemental hacia el mar” de los calvinistas, los hugonotes franceses, los holandeses y los puritanos ingleses48 no se explica sin el favor de la técnica. La mentalidad de los pueblos cristianos se distingue de las actitudes oriental y judía. “El oriente, escribe Schmitt en 1916, en su lógica abstracta, ha imprecado a la tierra, reconociendo en ella la maldad; no es capaz de amarla, la teme o la desprecia y quisiera someterla si no puede escapar de ella. Pero los grandes europeos la aman y la encuentran buena a pesar de todos los horrores”49. El espíritu judío, por su parte, recuerda Schmitt a propósito de la Raumtheorie del positivismo jurídico, es ajeno a las relaciones entre el suelo y las formas culturales y de poder50. XI La permanencia de la tierra y, sobre ella, de su hijo, el hombre, no es materia erudita, sino primariamente política. Frente al prejuicio talasocrático de que la “la civilización y la libertad se encuentran de parte del mar y de las costas”51, Schmitt descubrió en su “solemne y ensimismada tierra natal un mundo de grandiosas tensiones entre la tierra y el mar”. El

Guénonianas,

Centro

de

Estudios

Evolianos

de

Buenos

Aires,

29

de

agosto

de

2007

(http://www.saturniatellus.com/portale/viewtopic.php?p=14257) 46

CS, Catolicismo y forma política, p. 12.

47

CS, Catolicismo y forma política, p. 13. El trabajador de Jünger ha prestado también su figura al desbordamiento

de la técnica. A fin de cuentas, la fuerza totalitaria del trabajador viene dada por la posibilidad de que el trabajo pueda ser aplicado en cualquier lugar del mundo. El trabajador es el heraldo de “un nuevo modo de vivir que tiene como objeto la superficie entera de la tierra”. Véase E. Jünger, El trabajador. Barcelona, Tusquets, 1990, p. 89. 48

CS, Catolicismo y forma política, p. 65.

49

CS, Aurora boreale, p. 85.

50

CS, Völkerrechtliche Groraum mit Interventionsverbot für raumfremde Gromächte, en CS, op. cit., pp. 317-318.

51

CS, “Gespräch über den Neuen Raum”, en CS, Staat, Groβraum, Nomos, p. 557.

Sauerland, la tierra de las mil montañas, es también la tierra de las mil fuentes, atravesada por radiaciones cósmicas y telúricas. Si el océano es libre, más libres aún son las fuentes, según el verso de Däubler: Der Ozean is frei und freier noch sind di Quellen. De la tierra mana siempre la libertad que queremos seguir disfrutando52.

52

CS, “Welt groβartigster Spannung”, en CS, Staat, Groβraum, Nomos, pp. 5515-516.

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