La masculinidad como práctica discursiva

June 15, 2017 | Autor: Nasnia Oceransky | Categoria: Identidades, Masculinidades, Psicología discursiva
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Básicamente aquellas de corte psicodinámico
Entre ellos el Interaccionismo Simbólico y la psicología social sociológica.
Aquí no pretendemos mostrar todo el debate y la complejidad de la historia del concepto de subjetividad, sino sólo apuntar el camino breve que nos lleva a utilizar este constructo teórico en contraste y relación con el de identidad.
Definiremos agencia como la posibilidad de cada individuo o sujeto de modificarse a sí mismo y a su entorno, considerando las limitaciones físicas y sociales (ambas, tanto personales como comunitarias).
La masculinidad como práctica discursiva

Nasnia Oceransky Woolrich
Universidad de las Américas, Ciudad de México.

¿Qué es ser hombre? o en su caso, ¿qué es ser mujer? Estas preguntas parecieran baladíes pero no lo son. Implican una serie de dilemas filosóficos, psicológicos, biológicos y sociales. Un elemento básico de la identidad, es el género y, por lo tanto, es imprescindible conocer cómo es que éste se establece como tal y qué implicaciones tiene. En esta comunicación y por sus características de espacio, sólo abordaremos brevemente las nociones de identidad, subjetividad y prácticas discursivas, en tanto que explican de diferentes formas cómo es que el género, en este caso específico: la masculinidad, se construye.
La identidad, lo que se dice que alguien es, tiene muchas dimensiones y definiciones, cada una de las cuales, ha sido abordada por distintas disciplinas desde su marco paradigmático (Íñiguez, 2001) y aportando diversos fragmentos de conocimiento al respecto, pero nunca completando el cuadro ni agotando el fenómeno. Por lo tanto, estamos lejos de un consenso absoluto sobre qué es la identidad y, más bien, muy cerca de comprender que además de la complejidad de definir el concepto, se requiere incluir una visión multidisciplinaria que considere diversos factores de cada ámbito.
Cuando hablamos de identidad, inmediatamente surge el concepto de subjetividad como referente obligado para la psicología. Y es que la discusión entre identidad y subjetividad implica recoger la antigua tensión paradigmática entre lo psicológico, individual, y lo social (Íñiguez, 2001), ya que las dicotomías conceptuales son difíciles de obviar, por mucho que nos empeñemos, sobretodo en una disciplina como la psicología social, que justamente surge con el interés de resolver esa tensión heredada por el encuentro entre la psicología y la sociología (Ibáñez, 2004).
Por un lado, algunas corrientes en psicología asocian la idea de identidad con el "self", que es un constructo de corte individualista e interior, que indica ciertas estructuras psíquicas determinadas y autorreflexivas; sin embargo, esa noción ha mutado con el paso de los años y de la influencia de diversos paradigmas, en un constructo que más bien alude (en términos muy generales) a las disposiciones sociales, a los discursos que se ofrecen a los individuos como posibilidad de existencia (Tajfel,1979; Íñiguez, 2001; Mansfield, 2000), y que enmarcan la experiencia que cada persona puede tener de sí misma. Así, por ejemplo, la masculinidad sería una identidad social disponible para los individuos que cumplan con los criterios de la categoría establecida y que gozarían de una reputación asociada a dicha categoría. Un self masculino, entonces, implicaría todas aquellas características que se creen importantes para que un hombre pueda considerarse masculino; a esta noción de masculinidad ideal, se le conoce como masculinidad hegemónica y se le adjudican ciertos mandatos sociales que los hombres tendrían que seguir para poder pertenecer.
Por el otro, el concepto de subjetividad tiene un largo recorrido que parte de su oposición con el concepto de objetividad y todas las implicaciones que ello tiene, y que se asocia con una percepción particular, específica de los individuos, autorreflexiva y que le hace diferente al resto de personas de su comunidad. El concepto de subjetividad (aplicado a los individuos) se modifica en el curso de las décadas y por la influencia de diversos paradigmas hacia una noción que incluye relaciones de poder y la formación de sujetos (Mansfield, 2000); así, subjetividad apunta, a partir del post estructuralismo y las nociones de Althusser (1969) y de Foucault (1994) sobre los procesos de sujeción, a la experiencia de un individuo, que se constituye como sujeto a través de la interpelación discursiva del poder, en un juego de verdad; es decir, al ser sujeto (estar sujetado) de los discursos actuantes en el entorno. Por lo tanto, la masculinidad sería considerada un discurso que interpela a los individuos, en un juego de verdad y relaciones de poder, de tal forma que se inicia un proceso de subjetivación en donde los individuos se sujetan en distintas formas y grados, construyendo subjetividades diversas, masculinidades diversas.
Así, lo más común, es encontrar la idea de identidad, como una noción establecida en lo social, como una construcción externa a los individuos, normativa, "sencilla", que se corresponde con las estructuras sociales establecidas y que ofrecen posibilidades de formas de ser a sus miembros, mientras que la subjetividad se ha correspondido a la vivencia interna, individual y autorreflexiva de esas categorías sociales previamente establecidas y disponibles (Wetherell, 2008). Consecuentemente, la noción de masculinidad integraría, por un lado, las categorías identitarias disponibles y las posiciones subjetivas de los individuos que buscan (y pueden) pertenecer (o no) a dicha categoría, por lo que resulta más pertinente hablar de masculinidades, que de una sola masculinidad (Ramírez, 2006).
Sin embargo, nos interesa perseguir la noción no dicotómica en la comprensión de la identidad/subjetividad que propone Margaret Wetherell en su artículo "Subjectivity or psycho discursive practices? Investigating complex intersectional identities" (2008), en donde propone dejar, finalmente, la separación artificial entre identidades sociales/individuales y subjetividad, puesto que no responden a las observaciones empíricas sobre estos temas identitarios ni abonan a una comprensión compleja de la realidad.
En ese sentido, ella propone que lo que comúnmente se trabaja como identidad social (o categorías sociales disponibles), no es más que el resultado de la interacción que ésta ha tenido con experiencias subjetivas, puesto que ambas (identidad y subjetividad) están atravesadas por diversos elementos, diferentes a la "identidad" específica que está en juego (Wetherell, 2008). Junto con la masculinidad, por ejemplo, se perfilan nociones como etnia, edad, estatus socioeconómico, orientación sexual, entre otras. Por lo tanto, el cómo se interpreta socialmente la categoría de masculinidad, dependerá también de cómo los miembros de una comunidad han construido a partir de sus posturas intersubjetivas dicha categoría identitaria (Ramírez, 2006).
En consecuencia, utilizaremos la idea de las prácticas psicodiscursivas de Wetherell (2008) para hablar de ese proceso que, a través de las narrativas cotidianas, asumen, modifican, experimentan, refuerzan, desmantelan, analizan, desplazan y establecen, las propias experiencias identitarias en un continuo que es dinámico, contingente e histórico, puesto que las prácticas comunicativas de quiénes somos, tanto social como individualmente reguladas, impactan en la constitución del sí mismo/a.
Retomando, podemos ubicar aquellas categorías sociales que se han construido y establecido a partir de las propias prácticas discursivas, sobre la masculinidad y que se sostienen y encuentran su fuerza en las prácticas cotidianas de las personas es decir, en la iteración (Butler, 1997). En otras palabras, el género se performa, se actúa en el día a día. Por ejemplo, cuando una persona entra a un baño público, debe elegir entre dos opciones (sólo dos), en donde se establece claramente el sexo y género de quien puede ocuparlo y que, en caso de no seguir la reglamentación, habrá castigos sociales que pueden ir desde la desaprobación hasta alguna sanción legal. De esa manera, se asegura socialmente que las categorías se mantengan, se actúen y posibiliten día a día. En consecuencia, al repetirse de manera automática, surge la sensación de que esas categorías son inherentes o naturales al ser humano, invisibilizando su génesis social y, por lo tanto, dificultando que puedan ser modificadas.
Para Butler (1997a) la posibilidad de cambio está, particularmente, en el desplazamiento sutil de los discursos, que se logran gracias a la agencia de cada sujeto, lo que quiere decir que cada vez que se lleva a cabo una acción que refiere al género (o cualquier otra práctica identitaria) de una persona, no se repite de manera exacta como copia calca una de otra, sino que se introducen diferencias aunque sean mínimas que interpretan o reinterpretan el discurso "original" (hegemónico).
Para Ramírez (2006), por lo tanto, la pertinencia de referirse a las masculinidades más que a la masculinidad, reside justamente en este espacio en donde las prácticas cotidianas, discursivas, sobre la masculinidad, se mueven en un ámbito que toca las categorías sociales establecidas de una manera más amplia, pero que se transforman en ese intersticio de lo social. Es decir, mientras que hay un discurso que es aparentemente homogéneo, monolítico, respecto a lo que es masculino o femenino, en las prácticas, encontramos una diversidad enorme de posibilidades que hablan de la acción, de la práctica discursiva de cómo se vive, más allá de la teoría, eso que es ser masculino o femenino, atravesado por las particularidades culturales e individuales.
Sin embargo, resulta adecuado conocer cuáles son los discursos que se han institucionalizado en nuestra sociedad al respecto de La Masculinidad (en mayúsculas) y que pretenden homogeneizar una experiencia que no deja de ser psicosocial, puesto que es la manera en que las relaciones de poder se establecen en busca de mantener el status quo, al tiempo que exploraremos las prácticas psicodiscursivas que se relacionan con esos discursos, específicamente con respecto a la violencia que ejercen los varones contra las mujeres, en el contexto del piropo callejero. Tal es el objeto de estudio de la presente investigación.
Consecuentemente, tendríamos que nombrar aquellos elementos que estarán en relación con esas prácticas psico-discursivas. Ramírez (2006), considera que las masculinidades se juegan en relación a la categoría de masculinidad hegemónica (es decir dominante), y subraya que más que una Masculinidad Hegemónica, existen diversas hegemonías, dependiendo, al igual que la masculinidad, de su contexto particular. Por tanto, se reafirma la idea de la diversidad, incluso cuando las normativas e instituciones promueven una idea que se consolida como "mayoría", es decir, como categoría aspiracional a la que pocos realmente pertenecen.
En todo caso, lo que se ha nombrado como Masculinidad Hegemónica (MH), involucra necesariamente conceptos normativos sobre cómo, quién, cuándo y dónde se puede ser miembro o no de esa categoría, además de instancias oficiales, institucionalizadas que se encargan de establecer, observar, ordenar, promover y gestionar dichas normas (Foucault, 1976). De esta manera, se establecen relaciones de poder con los individuos que requieren sujetarse de una u otra manera a los discursos dominantes sobre la masculinidad, para poder pertenecer y obtener beneficios tanto materiales como psicoafectivos.
Para Judith Butler (1997b), este proceso es la manera en que se producen los sujetos, diferenciando aquellos que se consideran válidos y reconocidos y los abyectos o indeseables. La masculinidad hegemónica es la deseable, mientras que el resto se considerará abyecto; en ese sentido y pensando en los discursos que reinan en nuestra cultura, sabemos que un hombre no heterosexual es considerado indeseable y más cercano a la categoría de mujer/femenina, que de hombre/masculino. Por lo tanto, hablamos de un proceso de devenir hombre, en donde cada día se practican las condiciones de la masculinidad exigida, pero es justamente ahí donde Butler ve la posibilidad de resistencia y desplazamiento de los discursos.
Así, es importante reconocer "la masculinidad como proceso" (Ramírez, 2006) y no como una categoría rígida y homogénea. Los discursos que se van conformando como hegemónicos, son porosos y se desplazan. Las prácticas discursivas que los individuos repiten en su hacer cotidiano, ayudan a reforzar dichos discursos, pero siempre en un constante desplazamiento, puesto que toda práctica discursiva es una copia, una representación -un performance- de los discursos hegemónicos vigentes, de tal manera, que irán cambiando la manera en que nos narramos y nos experimentamos a nosotros/as mismos/as (Butler, 1997a; Preciado, 2010).


Referencias
Althusser, L. (1969). Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Freud y Lacan. Extraído el 20 de enero de 2006 de: http://www.philosophia.cl/biblioteca/Althuser/ideologicosalth.pdf
Butler, J. (1997a). Lenguaje, poder e identidad. Madrid: Ed. Síntesis
----------. (1997b). Mecanismos psíquicos del poder. España: Cátedra (2001)
Foucault, M. (1994). Dits et Écrits T IV, pp. 631-636 París: Gallimard (Ewald, F.; Defert, D. (Eds.)
---------------- (1976). Vigilar y Castigar. México: Siglo XXI
Ibáñez, T. (2004). El cómo y el por qué de la psicología social. En Ibáñez, T. (2004). Introducción a la psicología social. Barcelona: UOC.
Íñiguez, L. (2001). Identidad: de lo personal a lo social. Un recorrido Conceptual. En: Crespo, E. (Ed.) (2001) La constitución social de la subjetividad. Madrid: Catarata. pp.: 209-225
Mansfield, N. (2000). Subjectivity. Theories of the self from Freud to Haraway. New York: University Press
Preciado, B. (2010). "La sexualidad es como las lenguas. Todos podemos aprender varias" Entrevista enEL País. 13 junio de 2010. Recuperado de: http://elpais.com/diario/2010/06/13/eps/1276410414_850215.html
Ramírez, C. (2006). ¿Y eso de la masculinidad?: Apuntes para una discusión. En Careaga, G. Careaga, G. Y Cruz Sierra, S. (2006). Debates sobre masculinidades. México: PUEG-UNAM
Tajfel, H., & Turner, J. C. (1979). An integrative theory of intergroup conflict. The social psychology of intergroup relations?, 33, 47
Wetherell, M. (2008). "Subjectivity or psycho discursive practices? Investigating complex intersectional identities". Subjectivity. 22,(73-81) Palgrave MacMillan.



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