Leemos exuvias

September 19, 2017 | Autor: Cristino Bogado | Categoria: Literatura, Poesía, Litaeratura
Share Embed


Descrição do Produto

LEEMOS EXUVIAS PALABRAS CLAVE: Panero, Homero, Exuvia, leer Abstrac: A partir del libro de narrativa breve Exuvia se ha elaborado una seudo clasificación de tres tipos de lecturas o maneras de abordar un texto literario. Este texto fue leído durante la presentación de Exuvia de Sabina Candia Cristino Bogado [email protected]

«No siempre es práctico estudiar insectos, crustáceos o arácnidos directamente; en ocasiones es más fácil recoger y estudiar sus exuvias, con las que se pueden determinar algunos aspectos generales de su ciclo biológico, su distribución, número de individuos por sexo, poblaciones presentes en un ecosistema, etc.» Wikipedia LEER: PROFANAR Abrir un libro, hojearlo, en principio, sería una profanación, si seguimos a Panero (Leopoldo María), para quien un libro es una tumba. Suponemos que piensa eso porque en general lo más probable, en la mayoría de los libros que solemos leer, es que su autor ya esté bien muerto: por prudencia, tendemos a leer a las autoridades, a las celebridades, a los llamados clásicos. Pero podemos aligerar esta teoría tremendista (y gore, de serie z, berreta, hollywoodiana, kitsch) y platónica: todo libro que abrimos, desempolvamos, hojeamos no es necesariamente una tumba, sino apenas un avispero de fantasmas. Pues si el autor cuyo libro estamos leyendo aún vive, en ese instante es norma que esté lejos de mí, separado por el espacio y las clases sociales, etc., y que yo esté hurgando, metiendo mis narices, y aun el dedo, en su huella ectoplasmática, invadiendo su casa de póras (Danielewski), etc… (Digresión: Esto nos lleva a decir que el libro, como, por definición, la razón griega, mata a distancia, produce efecto a distancia. Apolo es el dios del arco ‒que también es el arma del chamán siberiano‒. Es el dios que lanza enigmas. Giorgio Colli cita un ejemplo famoso de enigma mortal, el de los pescadores, que Homero no puede resolver, por lo cual muere: «Lo

que agarramos lo hemos dejado, y lo que no hemos atrapado lo traemos». Lo apolíneo, la razón griega, nos heriría mortalmente con su flecha llena de veneno, nos atosigaría ‒tósigo de la razón que interpela con enigmas y problemas a la vida‒. La razón: Muerte Sagital, a distancia. Un mito paralelo y opuesto, procedente del Amazonas, es el del Kurupi, el que copula a distancia gracias a un implemento fálico de longitud prodigiosa. Sin embargo, los dos mitos, matar a distancia y copular a distancia, desaguan hoy en la conectividad ‒estar juntos a distancia‒ a full time de las redes sociales, Facebook y Twitter (todas bajo el resguardo de Miss Google, espía del departamento de estado yanqui). Hablar, pensar, coquetear a distancia, comunicarse las 24 horas, navegar en la sincronicidad total de la comunicación global.)

ESCRIBIR: PESCAR EN EL ERROR Entonces, abrir un libro, es agitar –de alguna manera‒ los pliegues fantasmales de una sábana. Abrir Exuvia será doblemente fantasmal pues la firma del libro ni siquiera coincide con el nombre real y civil del autor. Cuando abrimos un libro, hojeamos sus páginas (o hacemos correr sus páginas numeradas en el rodillo de la notebook) estamos desplazándonos dentro de la exuvia de una criatura entonces ya desvanecida, acaso hecha polvo. Muchos de los textos de Exuvia fueron rescatados por la autora de pc’s rotas, de archivos abandonados, insuflados nuevamente de vida con rescrituras puntuales, etc. Como colaborador cercano de ese proceso antes de meter mano tratando de corregir o de aceptar una corrección infinitesimal o un gazapo considerable, siempre tuve vagamente en mente las precauciones señaladas por la deconstrucción, que declara que el lenguaje se vuelve constantemente contra sí mismo, de modo tal que, analizado de cerca, nunca decimos lo que queremos decir, o nunca queremos decir lo que decimos. Sobre todo, andaba precavido últimamente con estas cuestiones vidriosas de la legibilidad, la comprensibilidad u oscuridad de los textos, estigma que no desea soportar ningún escritor. Menos uno primerizo, acosado de dudas por su entorno paranoico. Corregir, en el fondo, según Derrida, no sería más que reiterar lo ya dicho y sabido, mientras que el buen lector-escritor es aquel que va a la pesca de los «errores» de la escritura para alcanzar, si no lo nuevo, al menos horizontes más frescos y amplios. Corregir es mutilar las raíces de la liberación del sentido común. Dentro de esa estrategia de normalización, la oscuridad o ilegibilidad de un texto es –para el sentido común o la hermenéutica simplista y hegemónica‒ una variante que debe ser erradicada y purgada como una plaga de un campo de maíz. Pescar en el error (sintáctico, gramatical), en suma, es escribir. Lo otro es decir lo mismo. Repetir. Ah, aun me falta otra definición tentativa (aprendida durante la edición de este libro que en un rato abrirán ustedes mismos para desbaratar todas estas teorías divagatorias y difusas): escribir es dudar de todas las palabras, ¡sobre todo de las que usamos todos los días! Exuvia también es un libro primerizo. Lanzado al mundo de los póras y dudas de ese fantasma llamado palabra. Un objeto más lanzado al mundo. Frágil, cobrizo y leve objeto lleno de palabras fantasmales. «Redundancia», dirá alguien; las palabras se las lleva el

viento, y a los póras –que no se van nunca de nuestras mentes‒ se les atribuyen movimientos ondulados de vientos y corrientes de aire.

LEER EXUVIAS Una tercera visión, más allá de la fúnebre, y aun platónica, de la primera teoría de Panero, y de la visión fantasmal (también platónica, pues es el reino de los fantasmas, espíritus), sería la del libro como exuvia, cáscara que deja el insecto-poema en su mutación o giro entrópico irreversible, teoría más positiva y, por fin, ya no platónica, pues lo que queda del insecto, su exuvia, tiene casi tanto o más que decir que su organismo o criatura primigenia. Aquí ya no se trata del doble degradado e inferior de un ser ido, perdido y superior. Aquí resto, sobras, es, equivale a ¡ser! Leer literalmente exuvias, cáscara material del insecto ya desaparecido, es leer en un pen drive el registro minucioso de una existencia como el biólogo lee en el ADN. Para terminar, dejo constancia de mis lecturas, sin espoilear, de tres textos que conforman el conjunto de Exuvia: Tahýi Es un recuerdo infantil que enlaza hormigas a olores. Los tahýis, al picar, hacen otra cosa: trazan diagramas olfativos. Demarcan el mundo desde entonces en espacios de olores específicos: campo=vacas, ciudad=desagües… Alacrán Aquí se nos permite vislumbrar un extracto de la intimidad de alguien con un alacrán. Y la biblioteca del mundo que hemos hojeado o leído o soñado nos susurra con impertinencia: « ¡Me recuerda a Monterroso o a Arreola o al mismísimo Kafka!» Exuvia Recogerán las exuvias de las cigarras para hacerle una mortaja de miles de pequeñas patas, que luego endurecerán con la resina. (…) que tampoco queden rastros de mí. Este último es el texto epónimo, el centro descentrado del libro. Va dejando rastros, despojándose de su cáscara, como un insecto en un desnudamiento o en una metamorfosis entrópica irreversible, de modo que, cuando lleguemos al punto final –a ese algo luminoso e intangible‒ ya solo tendremos el sol en nuestras manos

Cristino Bogado Asunción, 15 de diciembre del 2014

NB. Llamada 1: El nuevo sello editorial La calle del viento norte utiliza de preferencia materiales reciclados (más baratos y bonitos) para la confección de todos los ejemplares de cada título, tanto en las cubiertas como en las hojas de sus libros, de una belleza austera Llamada 2: Sabina Candia. Exuvia Asunción, Editorial La calle del viento norte, 2014 Primera edición

Lihat lebih banyak...

Comentários

Copyright © 2017 DADOSPDF Inc.