Masculinidades en Foco

July 23, 2017 | Autor: Maura Rivero | Categoria: Gender Studies, Masculinity Studies, Masculinities, Hegemonic Masculinity
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Masculinidades en foco1

“Toda posición de deseo contra la opresión por muy local y minúscula que sea termina por cuestionar el conjunto del sistema capitalista y contribuye a abrir una fuga” Félix Guattari

“Extrañamente, las palabras habladas son ofrendas corporales: pueden ser indecisas o convincentes, seductoras o retraídas o ambas cosas a la vez.” Judith Butler

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Maura Rivero | Septiembre 2014

Masculinidades en foco Hemos visto florecer en este último tiempo varios grupos de varones que dicen empoderarse y entender ‘la otra cara de la moneda’: la opresión femenina, la distribución desigual de las tareas, la imposición de la esfera privada, la cosificación, entre otras reivindicaciones que han descubierto ahora. ¡Eureka! Nos da ganas de gritar, pero no lo hacemos y escuchamos lo que tienen para decir, después de todo, es parte de lo que queríamos: varones que den cuenta de la opresión de la mujer y reflexionen solidariamente en pos de la emancipación y superación del patriarcado. Entre estos grupos encontramos a “Colectivo de Varones Antipatriarcales 2”, “Colectivo de Varones Floreciendo3”, “Varones por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito4”, entre varios otros, en distintas ciudades, bajo premisas similares pero con una base en común: se describen como varones empoderados cuestionando el patriarcado que también los oprime.

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Colectivo de Varones Antipatriarcales: “Somos un Colectivo de varones organizados contra el heteropatriarcado y la heteronormatividad, deconstruyendo nuestras masculinidades para el cambio social.” http://colectivovaronesantipatriarcales.blogspot.com.ar/ 3 https://www.facebook.com/meando.afueradeltarro 4 https://www.facebook.com/groups/170054326359949/?fref=ts

Concebir la ‘otra cara de la moneda’ se considera, aquí, de suma importancia en tanto que si queremos emprender un camino de emancipación, tenemos que sumar aliados, no enemigos. La experiencia como tallerista de géneros y sexualidades me ha brindado muchas reflexiones, me ha corrido del límite y me ha hecho cruzar fronteras; cada vez que comparto espacios con grupos de varones, encuentro una potencia que se torna necesaria y deseable para nuestra propia lucha como mujeres. Porque, en la medida que se cuestionen las prácticas de las masculinidades respecto de lo que Robert Connel llama “masculinidad hegemónica” (Connel, 1995: 12), podremos vislumbrar de qué otra manera podemos generar vínculos solidarios y fraternales, siempre en un intento por corrernos del lugar común femenino versus masculino y, así, hacer dialogar masculino versus masculino. Es necesario reflexionar, entonces, sobre la noción hegemónica de masculinidad y así abrir espacios de emergencia para las configuraciones de masculinidades específicas, subalternas, propias.

Estado de la cuestión: La subjetividad masculina En cuanto a teorías con perspectiva de género, las “masculinidades” han sido ‘poco’ exploradas, en tanto que, muchas veces, se entiende que género es igual al concepto ‘mujer’. Linda Alcoff en “Feminismo cultural versus posestructuralismo. La crisis de la identidad en la teoría feminista” expone el recorrido de las teorías con perspectiva de género: parte del feminismo cultural para criticarlo por esencialista y por levantar una bandera contra las masculinidades; luego, describe los aportes del pos-estructuralismo -que han sido muchos- para comprender el funcionamiento del sexismo y la misoginia, pero le critica el sesgo nominalista que acarrea esta teoría. Finalmente, salda su ensayo proponiendo un nuevo concepto de posiciones para el cual se apoya en Teresa de Lauretis y nos ayuda a pensar a los varones que están en el margen, en el límite de una teoría que sólo se pregunta por la definición de ‘la mujer’, como si el concepto de ‘varón’ no necesitara acarrear los mismos debates. Alcoff explica que el concepto de posiciones “permite establecer una identidad de la mujer determinada y mudable a

la vez, que elude caer en el esencialismo: la mujer es una posición desde la que puede surgir una política feminista, y no una serie de atributos que ‘pueden identificarse objetivamente’.” (Alcoff, 1990: 20) La misma cita nos sirve para pensar en esas ‘masculinidades’ que son condicionadas y dinámicas a la vez, ser ‘varón’, podríamos decir -aplicando sus dichos sobre la femineidad-, significa “adoptar una posición en un contexto histórico cambiante y ser capaz de decidir en qué convertimos dicha posición y de qué manera alteramos ese contexto” (Alcoff, 1990: 20). Esta definición de varón nos sirve para pensar en estos sujetos que forman estos grupos emergentes con los mismos cuestionamientos que las mujeres, pero desde otra experiencia, subjetivada por otros condicionamientos y por otrxs sujetxs. Según de Lauretis, la subjetividad se construye con un proceso que no acaba, sino que se renueva constantemente en la misma interacción con el mundo y esto forma la ‘experiencia’, es decir el compromiso personal en las actividades, discursos e instituciones que le asignan determinada importancia o desinterés a los acontecimientos del mundo (Alcoff, 1990). Si la ‘masculinidad hegemónica’ la podemos describir como externa, omnipresente, consensuada, que empuja desde y hacia el otro lado de la frontera todo aquello que no cumple con los cánones (ser macho, proveedor, el que seduce, el que golpea, el que traiciona, etc.), podremos afirmar que hay varones que son afectados por esta “masculinidad hegemónica” que les impone una representación arbitraria y dominante, que les llega desde afuera y se hace sentir como imperiosa e imprescindible: en la relación con el otro, ellos también recibieron un sitio, un deber-ser, una concepción del mundo que, por acarrear con un sexo y no el otro, les asignó un rol social, una misión, un objetivo para nada natural. La propia socialización que los hombres atraviesan -y muchas veces sufren- conduce a masculinidades propias y siempre particulares, a una concepción del mundo que es producto, a su vez, de una estructura siempre cambiante de relaciones. Teresa de Lauretis explica que la subjetividad debe ser entendida, entonces, como la sujeción a determinadas construcciones sociales, económicas, políticas, entre otras y, además, como la capacidad de ‘autodeterminación’, es

decir, la resistencia que opera el sujeto en esa urdimbre de significaciones en la que está inserto (de Lauretis, 2000).

Aporte personal al tratamiento del tema: Masculinidades en lucha Si estamos continuamente involucradxs en una dinámica dialógica, tenemos que empezar a pensar en una reconciliación con las masculinidades que, históricamente, han sido descriptas como el enemigo principal de los movimientos feministas. Tal como dice Lohana Berkins respecto de las travestis y su lucha, “emerge la condición de persona como independiente, distinta, de esos condicionamientos” (Berkins, 2003: 135), es decir, más allá de las preferencias sexuales y el género autopercibido, hay una persona que siente, que experimenta, que sufre, que resiste a los envistes del sistema. En ese mismo orden, Berkins aclara que ellas no se encontraron a gusto como personas condicionadas masculinamente y, me pregunto, ¿hace falta ser travesti para no sentirse interpelado con esos cánones que la masculinidad hegemónica impone? ¿U homosexual? ¿O bisexual? La masculinidad hegemónica es siempre disputable, siempre está en puja con otras masculinidades que, en términos de Connel, pueden ser subordinadas, cómplices o marginales; pero, aquí y ahora, si tenemos en cuenta las experiencias de estos varones en lucha, encontramos que no hay categoría que los defina y, tal vez, el error esté en pretender definirlos. Estos varones son subordinados en tanto que están excluidos políticamente, en principio, de los Encuentros Nacionales de Mujeres, entonces, crearon su propio espacio: Encuentros Nacionales de Varones5; son cómplices mientras no se demuestre lo contrario, en la medida que no se teorice su situación específica en la red de relaciones; finalmente, son marginales en tanto que no están legitimados por la masculinidad hegemónica, no representan a una masa de varones empoderados, sino a movimientos 5

http://colectivovaronesantipatriarcales.blogspot.com.ar/2012/11/declaracion-1er-encuentronacional-de.html

restringidos tanto en su llegada como su representatividad. De aquí que sea tan necesario evaluar estas masculinidades específicas que encarnan prácticas particulares, en una estructura cambiante de relaciones. Las relaciones de géneros se forman y transforman con el paso del tiempo, van pegadas a los cambios en la sociedad, de las producciones académicas, de las representaciones mediáticas y el deseo. Analizando estos grupos y sus discursos, se nota cierta potencia de “proyectualidad política, la necesidad de identidad y reconocimiento, de individualidad y colectividad, de singularidad y pertenencia.” (de Lauretis, 2000: 164). Estas nuevas agrupaciones de varones empoderados nos pone otra vez en este terreno de discusión: ni víctimas, ni victimarios, todos y todas somos parte de una opresión patriarcal contra la cual luchamos -desde lugares distintos, pero luchamos-. El deseo de varones y mujeres debe ser, así, refundado teniendo en cuenta que la sexualidad es una suerte de energía que nos acompaña desde que nacemos hasta que morimos y, como otras instituciones, es también construida; dice Teresa de Lauretis: “Ia sexualidad es el Iugar desde donde el sujeto (re)elabora Ia imagen de sí y del cuerpo erótico en el encuentro con el otro o con Ia otra, (re)elabora su propio saber corpóreo y su propio conocimiento, los modos de relacionarse y de obrar en el mundo.” Desconfiemos de nuestros deseos pues en ellos están insertos otros tantos condicionamientos y premisas que nos inocularon nuestras familias -la primera institución-, más luego la escuela, el club, el salón de ballet, los medios masivos de comunicación, entre otras entidades con las que el sujeto se relaciona a lo largo y a lo ancho de su vida, y con las que crea su propia concepción del mundo. No existe una verdad sexual escondida debajo de las represiones sociales, el deseo también está mediado por el conjunto de normas o acuerdos sociales, por eso hay que mirarlo con recelo, agazapadxs, para aprender a desear por lo que luchar e ir a por ello. Después de todo, tal como dice Berkins, “más que un ser somos un proceso” y, en este proceso, de la mano de estos nuevos movimientos sociales de varones, no podemos hablar de una crisis de la masculinidad porque supondría un

sistema coherente y cerrado que un día, sin más, se rompe y fractura, más bien nos conviene hablar de transformación del sistema de géneros donde las masculinidades tienen un lugar tan importante como las femineidades o, incluso, sería deseable empezar a romper con esos dualismos donde nadie es un espectador inocente, sino donde todxs estamos comprometidos en construir un mundo diferente de relaciones de géneros y sexualidades.

Reflexiones finales: Ni machos, ni fachos, ni hembras, ni extremistas Nos paramos con los pies bien firmes en este aquí y ahora que nos toca vivir, con el paso de los años se han ‘saldado’ muchas preguntas que la filosofía, la sociología, entre otras disciplinas, se han hecho sobre la sexualidad y los géneros. Podemos seguir discutiéndolas, claro, pero nos vemos obligadxs a ver el cuadro completo, a pensar en aquello que omitimos todos estos años: las masculinidades contra las cuales luchábamos están cambiando, ¿podemos seguir ignorándolas? Aquí queda pendiente, entonces, pensar e investigar acerca de las concepciones que comparten esos varones: ¿Qué cuerpo habitan? ¿Qué deseos encarnan? ¿Qué identidades sexuales elaboran? ¿Cómo entienden a la mujer? ¿Cómo describen a los varones con los que se identifican? ¿Y cómo describen a aquellos contra los que luchan? Porque, al fin y al cabo, lo que nos interesa es la reproducción de estas experiencias, ¿cuál fue el punto de inflexión en la vida de estos varones que los llevó a reflexionar sobre su lugar en el patriarcado? ¿Qué es lo que les duele o molesta acerca del sistema imperante que, incluso, es “benevolente” con el género que ellos acarrean? Ninguna de estas preguntas puede tener como fin último definir la masculinidad o ese ‘ser varón’ en el estricto sentido del diccionario, no pretendemos llegar a un “dícese de...”, sino, por el contrario, de abrir vínculos y cuestionamientos que se cruzan con la propia teoría de géneros y sexualidades y mirar más allá: hacia un mundo donde ya no existan oprimidos y opresores, sino relaciones fraternales e igualitarias.

Bibliografía Alcoff, Linda (1990). “Feminismo cultural versus pos-estructuralismo. La crisis de la identidad en la teoría feminista”. En Feminaria N°4, Buenos Aires, pp. 1-17 Berkins, Lohana (2003) “Un itinerario político del travestismo” en Maffia, Diana (comp.), Sexualidades migrantes. Género y transgénero. Buenos Aires: Feminaria. Connel, Robert (1997): “La organización social de la masculinidad” en Valdés, Teresa y Olavaria, José (edc.) Masculinidades: poder y crisis. FLACSO: Ediciones de las mujeres n°24 De Lauretis (2000). Diferencias. Etapa de un camino a través del feminismo. Madrid, Horas y Horas, Cuadernos Inacabados.

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