Nuevos medidores de vida

June 24, 2017 | Autor: Manuel Galaviz | Categoria: Economics, Development Studies, Quality of life, Desarrollo Humano, Calidad de vida
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TRABAJO FIN DE MASTER EN PROBLEMAS SOCIALES Facultad de Sociología de la UNED

TITULO: Tesis propuesta: Es posible mejorar la calidad de vida en España de manera generalizada, sin aumentos en la renta y sin cambios estructurales. Autor: D. J. Manuel Galaviz Calle

Tutor: Profesor D. José Félix Tezanos Tortajada.

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN. FUNDAMENTACIÓN……………………

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OBJETIVO FUNDAMENTAL DE ESTE TRABAJO………..

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METODOLOGÍA………………………………………………..

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CONTENIDO Hipótesis 1: La renta no sirve como variable proxi del bienestar…………………………………………………………...

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Hipótesis 2: Si somos capaces de medir los avances y retrocesos en la calidad de vida, conseguiremos mejoras sustanciales sin que sean necesarios profundos cambios estructurales................

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CONCLUSIONES: Una primera propuesta de acercamiento a los nuevos medidores de la calidad de vida…………...............

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A MODO DE EPILOGO………………………………………...

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BIBLIOGRAFÍA………………………………………………….

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INTRODUCCIÓN. FUNDAMENTACIÓN

Este trabajo de investigación se enmarca en una línea compartida por economistas y sociólogos que buscan desarrollar nuevas formas de medir la satisfacción, el bienestar e incluso el grado de felicidad de las familias integrantes de una sociedad. En los últimos años, se ha ido desarrollando una mayor conciencia sobre las limitaciones que indicadores como la renta per cápita poseen a la hora tanto de evaluar situaciones, como de tomar decisiones para la intervención tanto en el conjunto de una sociedad, como en casos de entornos reducidos. Mi análisis intenta aunar las conclusiones de economistas y sociólogos que abordan desde distintas perspectivas este problema, e ir un poco más allá aportando lo que considero siguen siendo importantes lagunas en el análisis. Por un lado, desde la economía he de mencionar los trabajos realizados por J. Stiglitz, A. Sen y J.P. Fitoussi Medir nuestras vidas. Las limitaciones del PIB como indicador de progreso1 y varias iniciativas que podríamos encuadrar bajo el leitmotiv compartido “Más allá del PIB”, bajo este lema la Comisión, el Parlamento europeo y la OCDE, entre otros organismos internacionales, han auspiciado investigaciones que alumbren la verdad sobre las limitaciones del PIB y la métrica del desarrollo del bienestar.

Por parte de la sociología, las referencias analíticas las he encontrado en sociólogos como Richard Wilkinson y Kate Pickett “the spirit level”.how economic inequality harms societies2 que plantean, a partir de la clasificación de los países desarrollados en función de

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la desigual distribución de la renta, cómo dicha desigualdad sirve de variable explicativa de la incidencia de conductas sociales disfuncionales. Otro de los estudios que profundizan en el análisis del bienestar es el trabajo realizado por Ferrán Casas, Armando Bello, Mónica González y Mireia Aligué Personal Well-Being among Spanish Adolescents3 en el que siguiendo los trabajos de Huebner (1991) y Cummins (2003), entre otros, han intentado acercarse a la percepción subjetiva del bienestar que poseen los adolescentes españoles, basándose en un estudio sobre alumnos de 1º ESO. Un estudio similar pero sobre los niños en Inglaterra ha sido llevado a cabo por los profesores Rees G., Goswami H. y Bradshaw J 4. Y por último como referencia en cuanto a datos he utilizado los siguientes informes de UNICEF: Bienestar infantil en los países ricos. Un panorama comparativo. Abril 2013 La infancia en España 2012-2013. Mayo 2012 Calidad de vida y bienestar subjetivo infantil en España. Febrero 2012

Y también he de mencionar que como fuente secundaria de datos he recurrido a los Informes de Desarrollo Humano (Human Development Reports) elaborados por el United Nations Development Programme, entre los que cabe mencionar: HDR 2014. Sostener el progreso humano: reducir vulnerabilidades y construir resiliencia.

REFERENCIAS 1.

STIGLITZ, JOSEPH, SEN, AMARTYA Y FITOUSSI, JEAN-PAUL: Medir nuestras vidas. Las limitaciones del PIB como indicador de progreso. RBA Actualidad. Barcelona, 2013, 202 páginas.

2.

WILKINSON, RICHARD G. Y PICKETT, KATE. The Spirit Level: Why More Equal Societies Almost Always Do Better. London, Allen Lane, 5 March 2009.

3.

CASAS, F., BELLO, A., GONZÁLEZ, M. Y ALIGUÉ, M. Personal Well-Being among Spanish Adolescents. Journal of Social Research & Policy, Vol.3, Issue 2, December 2012

4.

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REES G., GOSWAMI H. y BRADSHAW J. Developing an index of children´s subjective well-being in England.K.K. The Children´s Society. Londres. 2010

 HDR 2011. Sostenibilidad y Equidad: Un mejor futuro para todos.  HDR 2010. La verdadera riqueza de las naciones: Caminos al desarrollo humano

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OBJETIVO FUNDAMENTAL DE ESTE TRABAJO Mi intención es intentar demostrar que hay un error de cálculo enorme en la mayoría de las valoraciones económicas de la situación actual y analizar, desde el punto de vista sociológico, cuáles son las consecuencias. El error de cálculo es tan grave que no solo genera valoraciones equivocadas sobre la situación actual, sino que pervierte toda la toma de decisiones para afrontar el futuro.

Intentaré en mis conclusiones demostrar que desde una nueva perspectiva, más real, la situación actual (económica y sociológica) es las más favorable de lo que muestran los indicadores actuales y que una nueva perspectiva permitiría una nueva forma de actuar que desarrollaría mucho mejor las potencialidades de nuestra sociedad a la hora de cubrir plenamente las necesidades de sus integrantes. Y todo esto sin que sea necesario incrementar la producción, o hacer transformaciones estructurarles ni del sistema económico, ni de los condicionantes culturales de nuestra convivencia.

Aristóteles en su visión eudemonista consideraba que el fin último que persigue cada hombre es la felicidad (eudemonia) pero que la mayoría no lo alcanza porque confunde sus metas y por tanto su camino. Así entiendo que hoy en día nuestra sociedad, en la búsqueda de la felicidad de sus integrantes, confunde sus metas y su camino. Y finalmente sociedad y hombres nos encontramos en un lugar al que no queríamos llegar. “Ahora sé que el cielo no está lejos, nosotros sí” (Cabrales “Fito” ,2014)

En mi opinión, la percepción de los condicionantes de nuestra sociedad surge habitualmente del análisis de partes del sistema. Creo necesario un análisis desde un punto de vista apriorístico que nos permita ver los condicionantes de nuestra existencia previo al funcionamiento del sistema. No para criticar la existencia del sistema o justificar la necesidad de cambiarlo, sino con la sana intención de conocer sus potencialidades. “Existen medios para que la democracia y el interés general logren retomar el control del capitalismo y de los intereses privados, al tiempo que rechazan los repliegues proteccionistas y nacionalistas” (Piketty, 2013).

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METODOLOGÍA Este trabajo se divide en dos partes bien diferenciadas:

En un primer momento a través de una metodología cuantitativa, en la búsqueda de fuentes de información secundaria fiables, para detectar datos paradójicos que alumbren incoherencias.

La mayor parte de estos datos se refieren a meras cuantificaciones. Así los del Instituto Nacional de Estadística, del Programa de las Naciones Unidas Para el Desarrollo o de Eurostat, sobre variables como la renta, la esperanza de vida al nacer, las tasas de escolarización, etc. son estrictamente obtenidas por métodos cuantitativos.

Si bien algunas de las fuentes consultadas se fundamentan en análisis que implican técnicas cualitativas, como la entrevista personal o las discusiones guiadas, etc. En este grupo se encuadran los trabajos auspiciados por Unicef. Ejem:

CUADRO 1.- Escala utilizada en el estudio desarrollado por el profesor Ferrán Casas entre otros: Personal Well-Being among Spanish Adolescents.2012

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En una segunda parte de esta investigación, mi labor es más cualitativa, heurística para ser más exactos.

Creo que es necesario interpretar, desde el rigor, el significado de algunas de las incoherencias encontradas.

Además, en la parte cualitativa, hago referencia a pequeñas experiencias con grupos de encuestados, con los que he trabajado sobre el concepto de “bienestar”, “felicidad”, “vivir bien”. No buscando una definición comprensiva, sino más bien para confirmar la percepción de la dificultad que entraña la búsqueda de una definición positiva de dichos términos.

Quiero por último hacer hincapié en el rigor. Las conclusiones que pretendo extraer, más que servir de una nueva certeza, pretendo que tengan una misión de refutación de muchos de los argumentos que, sobre la situación y evolución del bienestar de los individuos de nuestra sociedad, emanan de algunos sociólogos, muchos economistas e incontables políticos.

Pretendo refutar ciertas certezas y alumbrar ciertas debilidades en la percepción de la realidad de dichos científicos y analistas.

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CONTENIDO

I.- Hipótesis 1:

La renta no sirve como variable proxi del bienestar.

En este punto seguiré dos pasos. En un primer momento señalar las razones que sostienen esta hipótesis, para posteriormente señalar las consecuencias generadas por el uso del PIB como medidor de calidad de vida. Para desarrollar las razones me ciño al Producto Interior Bruto como el medidor de renta más comúnmente empleado. El PIB, como es de sobra conocido, recoge la valoración a precios de mercado de todos los bienes y servicios producidos en un país en un periodo determinado de tiempo Dicha valoración recoge por tanto el dinero que reciben las empresas por la venta de esos bienes y servicios, y que han de poner posteriormente en manos de las familias, bien de sus trabajadores en forma de rentas del trabajo, bien de sus dueños en forma de rentas del capital. Es por esto que se utiliza, bien directamente o bien refinado en forma de la Renta Personal Disponible, como medidor de la renta que perciben las familias Españolas.

Esta alusión al PIB también la extenderé al resto de las variables cuantitativas que hoy en día conforman el cuadro de controles empleados por los políticos y gestores de la actividad económica. A saber, tasa de desempleo, prima de riesgo, déficit público, deuda pública,….

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Razones que explican la escasa relación que existe entre el PIB y una medida de calidad de vida:

1.- Primer problema: EL PIB CONTIENE ENORMES ERRORES DE MEDIDA.

Este punto es de sobra conocido y por tanto no profundizaré en él. Baste decir que según las últimas estimaciones de trabajos como el dirigido por el profesor Sardá de la universidad Rovira y Virgili, la economía sumergida en nuestro país habría alcanzado en 2012 un 24,6% del PIB.

Considerando que la variación anual del PIB no suele superar el 3%, el tamaño relativo de error del 24,6% parece aun más impresionante, si cabe.

En este mismo apartado mencionaré sucintamente la enorme cantidad de producción de bienes y servicios no recogida ni en el PIB, ni en las valoraciones de economía sumergida.

Por ejemplo la producción de bienes y sobretodo servicios de las familias, no solo la labor de las amas de casa, sino servicios de auxiliar de enfermería, de cuidados y atención paliativa, seguimiento y refuerzo escolar, guardería y atención a la infancia (el papel de los nuevos abuelos), operaciones de trueque intrafamiliar,…

Sumemos a esto la labor de las organizaciones del tercer sector, que por producir en su mayoría servicios no remunerados, tampoco dejan su rastro en el PIB.

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Tradicionalmente se han infravalorado este tipo de producciones a favor de las producciones con contraprestación pecuniaria. Si bien algunos autores, aun de modo condescendiente, afirman que la producción de las familias afecta a bienes intangibles en muchos casos, pero bienes al fin y al cabo.

Pero me gustaría poner un ejemplo que ilustra el efecto de la infravaloración.

Si hoy en día se estableciera una reforma laboral que precarizara las condiciones de los trabajadores en cuanto a duración de la jornada laboral, horarios, traslados de domicilio, días libres, horas extraordinarias, considerara los domingos como días no extraordinarios, las jornadas nocturnas como ordinarias, etc. Si dicha reforma consiguiera efectivamente que muchas de las personas que están en paro se incorporaran a la actividad productiva a costa de empeorar las condiciones de todos. ¿Cómo quedaría todo esto reflejado en el PIB?

Su efecto sería únicamente en positivo, pues aumentaría la producción de bienes y servicios remunerados. Sin embargo no quedaría constancia de la reducción de la producción de bienes y servicios en las familias de todas aquellas personas que ven deteriorarse su vida familiar. Y también la disminución de la aportación que estas personas hacen, a través del voluntariado, a la producción de bienes y servicios en el tercer sector. Está claro que la valoración que a través del PIB y de los datos de EPA que pudiéramos hacer de la citada reforma laboral quedaría claramente sesgados en positivo. Sería fácilmente aplicable, senso contrario, a las reformas que buscaran la mejora de la vida familiar, cuya valoración quedaría enormemente sesgada en negativo.

Ni siquiera he encontrado estudios fiables que hayan intentado abordar una cuantificación de estos bienes y servicios que no pasan por el mercado y por tanto no forman

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parte del PIB. Por ello no quiero cifrarlo, sin embargo fuera cual fuese la cifra habría que sumarlo al error ya citado del 24,6%.

Para concluir este argumento expongo aquí una paradoja que he encontrado, utilizando los datos del INE y una de las últimas y más fiables cuantificaciones de la economía sumergida, y que ilustra muy bien el error del que hablo.

CUADRO 2: Paradoja de la variación del PIB con respecto a la actividad económica sumergida en los primeros cinco años de la actual crisis económica (comparativa 2007-2012)

Fuente:

Elaboración

propia a partir de datos del INE

Fuente: Publicación del diario Expansión sobre investigación del profesor Sardá J. 2013

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Como muestra el CUADRO 2, mientras que, según datos del INE la renta desde 2007 a 2012 habría disminuido en España en un 3,15%, según la cuantificación establecida por el profesor Sardá, J. de la Universidad Rovira y Virgili la actividad económica no registrada por el INE habría crecido entre 2007 y 2012 6,8 puntos porcentuales sobre el PIB.

Estas cifras arrojan una asombrosa paradoja, durante los primeros años de la “crisis”, la actividad económica en España habría crecido más de un 3,5%.

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2.- Segundo problema: LA DESIGUAL DISTRIBUCIÓN DE LA RENTA.

Dejando de momento aparte el sufrimiento que genera este problema, aquí quiero hacer referencia al efecto evidente que tiene sobre las conclusiones que pudieran extraerse del uso de la renta per cápita como instrumento evaluador de las condiciones de vida.

La desigual distribución de la renta invalida la gran mayoría de los análisis basados en los valores medios de renta, y tanto más en las sociedades con mayores desigualdades. De hecho en la mayoría de la literatura económica, ni siquiera se completa el análisis con referencias a la desviación típica o a la mediana de la distribución de renta. No digamos ya al índice de GINI o al 20%20%.

Desde un punto de vista científico, no podemos emplear el valor medio de una variable como referencia para la elaboración de conclusiones, sin tener en cuenta ni su error ni su variabilidad.

Se ha demostrado que la desigualdad en la distribución de renta en nuestro país ha ido creciendo a lo largo de los últimos 30 años, y de modo inversamente proporcional ha ido disminuyendo la significatividad de los valores medios de renta.

No insisto en desarrollar este argumento, pues es fácil de entender y profusamente desarrollado por numerosos autores anteriormente.

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3.- Tercer problema: LA UTILIDAD MARGINAL DECRECIENTE DE LA RENTA.

Una vez obviamos que el PIB está mal calculado y mal distribuido, vamos a ver qué supone el usar la renta como indicador de bienestar.

La renta tiene lo que en economía se denomina una utilidad marginal decreciente, es decir, que nuevas incorporaciones de renta, generan cada vez menos aumentos en el bienestar. Traducción de este principio. Si una familia cuyos ingresos son de 800€ mensuales, ve aumentada su renta en 500€ al mes, su mejora en su capacidad para obtener los bienes necesarios para cubrir sus necesidades y por tanto para obtener calidad de vida será muy considerable. Si dicho aumento de 500€ lo recibe una familia con 3000€ mensuales de renta, su mejora en calidad de vida será mucho menos importante. Pero si el incremento de 500€/mes lo recibe una familia con unos ingresos mensuales de 8000€, la mejora que dicha familia tendrá en su capacidad para acceder a los bienes que generen satisfacción de sus necesidades será prácticamente imperceptible. No creo necesario continuar esta comparación con familias de mayores ingresos.

Esto hace que el PIB haya ido perdiendo representatividad como medidor de calidad de vida a lo largo del siglo XX en los países desarrollados.

En los primeros 75 años del siglo XX, los aumentos de renta en las familias españolas se concretaron progresivamente en el acceso a bienes como, agua corriente, luz para alumbrar la casa, acceso a lavadora, acceso a agua caliente, acceso a medio de transporte

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familiar, moto o coche, acceso a ocio vacacional, acceso a las nuevas tecnologías…pero, a partir de ahí y hasta nuestros días, los siguientes incrementos de renta han ido perdiendo impacto en la calidad de vida.

Por supuesto si hoy día comparamos el acceso a bienes que generen calidad de vida de la familia de 800€/mes y una que gane 3800€/mes, las diferencias son muy significativas. Pero comparemos ahora el acceso a bienes y servicios de la familia de 3800€/mes con una que gane 6800€/mes. ¿Podríamos advertir diferencias tan significativas? Sin duda habría diferencias en el precio de sus coches, en la frecuencia y duración de sus viajes de ocio, en la frecuencia con que renuevan su electrónica de consumo, pero no encontraríamos diferencias en cuando a lo que podríamos denominar disfrute pleno del nivel de bienestar básico ofrecido por nuestra sociedad.

Nuevamente este razonamiento se haría más evidente a niveles de mayor renta, comparemos una familia de 9800€/mes con una de 12800€/mes, la diferencia en disfrute de bienes y servicios no es ni siquiera fácilmente distinguible a simple vista.

Por todo esto, la traducción que existió en su día de aumentos de la renta en mejoras en la cobertura de necesidades, se ha ido diluyendo muy significativamente.

Por todo esto, en la tercera parte de mi trabajo propongo que el PIB incluya unos coeficientes correctores, de modo que en vez de ser un medidor de renta se convierta en un medidor de Satisfacción-Renta. De este modo los incrementos de renta de las familias con menores rentas se contabilizarían completos, mientras que a los incrementos de renta en familias de renta superior se les aplicaría un coeficiente corrector, decreciente a medida que aumenta la renta de las familias, para reflejar la pérdida de significatividad de dichos aumentos en la mejora de calidad de vida. El ISR (Índice de Satisfacción Renta) reflejaría

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por tanto mucho mejor el aumento o pérdida real de calidad de vida procedente de los incrementos o disminuciones de renta.

Incluso, este indicador recogería las mejoras en la distribución de la renta, pues los trasvases de renta de familias “ricas” a familias “pobres”, aunque no aumentaría el PIB, sí mejoraría el ISR pues la renta tendría una mayor ponderación.

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4.- Cuarto problema: AUSENCIA DE PERCEPCIÓN SUBJETIVA O ASPECTOS CUALITATIVOS.

Por último haré referencia a algo que también es obvio, pero que considero fundamental.

En los indicadores generalmente utilizados por políticos y economistas para valorar el curso de la actividad económica y, por ende, el devenir de toda nuestra sociedad, no aparece ningún aspecto de percepción subjetiva de bienestar, y dentro de los valores objetivos, no cabe recoger ningún aspecto cualitativo. Y aún más centrándose únicamente en aspectos cuantitativos, deja fuera todo lo que no sean incrementos de producción o renta.

Por todo ello, la percepción se hace tan limitada que sufre un enorme pérdida de representatividad. Variables como el PIB o los datos de empleo/desempleo, carecen de toda capacidad para detectar la calidad de los bienes o los puestos de trabajo, la bondad o preferencia social por unas producciones o por otras (suman igual la munición que los servicios médicos) o un tipo de empleo u otro. Y todos los aspectos humanos ligados firmemente a la producción y el empleo que no tienen que ver con los outputs sino con los inputs: valor del tiempo libre, calidad de la vida familiar, capacidad para desarrollar una vida autónoma plena, … aspectos por otro lado determinantes en las condiciones de vida de las familias, son absolutamente silenciados en las valoraciones tanto sobre el status quo como sobre las medidas de intervención.

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Pues bien. Si en estos cuatro puntos podemos resumir los factores que considero más relevantes para la perdida de significatividad de la renta y sus derivados en la detección del bienestar de los integrantes de una sociedad y de su evolución. Es el momento ahora de mostrar hasta qué punto ésta desafección es o no cierta.

Ahora expongo aquí algunos ejemplos que he ido recopilando y que creo ilustran claramente lo que digo.

Estas son algunas de las incoherencias encontradas que me parecen más significativas a la hora de fundamentar mis conclusiones.

En primer lugar he apreciado profundas incongruencias incluso usando la renta en comparación con el uso de otras variables también cuantitativas objetivas. Ilustraré estas incoherencias con datos obtenidos de los Informes de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo.

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Recojo aquí una relación de países que (Según las Naciones Unidas) obtienen para sus ciudadanos igual nivel de Desarrollo Humano con muy diferentes niveles de renta.

TABLA 1: Comparación de los niveles de renta per capita, de países que consiguen un nivel de desarrollo humano muy similar.

País

Clasificación Ingreso

nacional Índice

según el IDH bruto per cápita Desarrollo

de IDH referido

(PPA en US$ 2005) Humano 2013

ingresos

58

22.616 $

0,782

0,774

Cuba

59

5.539 $

0.780

0,894

País

Clasificación Ingreso

Arabia

no a

Saudita

nacional Índice

según el IDH bruto per cápita Desarrollo

de IDH referido

(PPA en US$ 2005) Humano 2013

ingresos

Uruguay

51

13.333 $

0,792

0,829

Kuwait

54

52.793 $

0,790

0,730

Ecuador

89

7.471 $

0,724

0,772

Turquía

90

13.710 $

0,722

0,720

España

23

25.947 $

0,885

0,919

Reino Unido

27

32.538 $

0,875

0,886

no a

Fuente: elaboración propia a partir de datos del PNUD 2013

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En la TABLA 1 apreciamos tan solo algunos de los ejemplos más llamativos que he encontrado dentro de un total de 187 países, las incoherencias se repiten a menor nivel a lo largo de toda la lista.

Considero que la desviación que se aprecia aquí entre la medida de calidad de vida calculada con variables objetivas como la tasa de escolarización y la esperanza de vida media, con respecto a la renta per cápita, hace que estadísticamente podamos rechazar el uso de esta misma.

Observemos por ejemplo como en el Reino Unido con un 25,4% más de renta consiguen un nivel de desarrollo humano incluso un poco por debajo de España. Ocurre de manera aún más pronunciada en el caso de Turquía con un 83,5% más de renta que Ecuador. Y mucho más en el caso de Kuwait que casi llega a cuadruplicar la renta de Uruguay y el caso de Arabia Saudita que supera en más de cuatro veces la renta per cápita de Cuba.

Esta muestra no es una rareza estadística pues los datos del IDH muestran esta misma discrepancia entre renta y desarrollo a lo largo de los últimos 10 años.

¿No es esta suficiente razón como para dejar de manejar el PIB como dato general de evolución de una sociedad?

Por si esto fuera poco, Richard Wilkinson y Kate Pickett concluyen que dicha desafección entre pib y calidad de vida es aún más visible si analizamos países con niveles de renta similares, y así utilizan los datos de los países de la OCDE para presentar la siguiente gráfica en sí misma concluyente:

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CUADRO 3: Relación entre el índice de salud y problemas sociales y la renta per cápita de los países.

Fuente: Pickett y Wilkinson 2010

No se aprecia relación estadística alguna entre la salud y los problemas sociales y la renta per cápita de los habitantes de un país.

Por ende apuntar que si a nivel agregado ya queda del todo demostrado que cualquier uso de la Renta (llámese PIB) como variable proxy del bienestar es un disparate desde el punto de vista científico. Qué decir del uso de las medias.

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Por motivos de espacio, sólo expondré aquí las desviaciones que se encuentran dentro de España en cuanto a la renta per cápita. Según los últimos datos de EUROSTAT, la renta per cápita de España es 22.700 €. Pues bien, ¿cómo podemos utilizar este indicador, cuando en Extremadura la renta per cápita es de 16.700 € y en el País Vasco de 33.500 €, más del doble? Las diferencias serían, por supuesto, mucho más notables si dividimos la población por renta y no por zonas geográficas.

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En segundo lugar se aprecian incoherencias también cuando hablamos de bienestar subjetivo, percibido. Para ilustrar estos casos pongo ejemplos extraídos de las diferentes investigaciones auspiciadas por UNICEF.

CUADRO 4: Comparación del grado de bienestar subjetivos de los niños catalanes y extremeños de 1º ESO. Abajo comparación de los niveles de renta per cápita en las dos comunidades.

Fuente: elaboración propia a partir de datos de UNICEF y EUROSTAT.2013

En este primer ejemplo, CUADRO 4, apreciamos cómo en los 4 indicadores de calidad de vida o bienestar percibido utilizados por el profesor Casas, F. los alumnos de 1º ESO extremeños expresan vivir sensiblemente mejor que sus coetáneos catalanes. Sin embargo, el indicador de renta nos describe que en Cataluña se percibe un 70% más de renta

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que en Extremadura, lo que haría esperar que en Cataluña se viviera mucho mejor que en Extremadura.

Para terminar recojo aquí un cuadro extraído directamente del informe de UNICEF sobre el bienestar infantil en los países de la OCDE: Bienestar infantil en los países ricos. Un panorama comparativo.

CUADRO 5: Comparación entre el bienestar infantil de los países de la OCDE medido en variables cuantitativas y la satisfacción vital subjetiva de los niños

Fuente: UNICEF, 2013

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En el CUADRO 5 apreciamos claramente sensibles diferencias entre el bienestar objetivo establecido a través de métodos cuantitativos y el bienestar percibido por los niños, obtenido a través de métodos cualitativos.

Estos datos resultan más significativos si cabe que los elaborados con población adulta, pues los adolescentes del caso anterior y los niños de éste, no tienen percepciones tan mediatizadas por los medios de comunicación.

Conclusión: Existen tantas incoherencias al utilizar los indicadores tradicionales de calidad de vida que, a mi juicio son determinantes para establecer que su uso es engañoso y cualquier análisis basado en ellos es errático y carece de una mínima rigurosidad científica.

No significa esto que la medida de PIB no sirva para nada. Lo que no sirve, seguro, es para lo que se está utilizando.

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PROBLEMAS QUE GENERA EL USO IMPROPIO DEL PIB (LA RENTA) COMO MEDIDA DE LA CALIDAD DE VIDA.

Una vez creo demostrado que el uso del PIB no es científicamente aceptable (no quiero siquiera plantear si lo es moralmente). Quiero apuntar brevemente la trascendencia que esto tiene para la vida de una sociedad, pues creo que se nos escapan grandes problemas generados.

Me gustaría aplicar la perspectiva sociológica al empleo general que la argumentación económica hace de las variables de renta y similares.

Problema 1: La utilización de la Renta como medidor de bienestar plantea una negociación social de suma 0. Todos los planteamientos políticos basados en estos medidores son por necesidad, planteamientos de conflicto. La política de izquierda, si hace honor a su nombre, será siempre vista por los ricos como una agresión a su bienestar. He aquí la historia repetida “la lucha de clases”, la dualización de la sociedad que apunta el profesor J.F. Tezanos en su libro La sociedad dividida. Antes de hoy, cuando no había para todos, era entendible el conflicto. Ahora que hay de todo para todos, lo que persiste es un problema de enfoque.

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Si entendemos que las fuentes del “VIVIR BIEN” son variadas y no provienen de los incrementos de renta (no olvidemos la sabida utilidad marginal decreciente de la renta), el planteamiento político a la sociedad cambia: Antes era imposible querer mejorar a todo el mundo al mismo tiempo, ahora sí se puede. Si mejoramos la renta de los pobres para mejorar su acceso a la parte del producto social que les corresponde. Podremos, simultáneamente mejorar la calidad de vida de los ricos, haciendo sociedades más seguras, más integradas, más participativas, más creativas, mas relacionales, más optimistas,…

Si en un país como España consideramos que la fuente principal de bienestar proviene de la renta, esto nos lleva indefectiblemente a un planteamiento básico de lucha social o de conflicto. Considerando un nivel de renta dado, sólo podremos incrementar la renta a unos disminuyendo la de otros. Y por ello, según el argumentario económico solo mejoraremos el bienestar de unos a costa del de otros (negociación suma 0).

Esto es totalmente falso. Sabiendo que la renta tiene una utilidad marginal decreciente, y que hay fuentes de bienestar distintos a la renta (simplemente pensemos en el ocio que proviene de la reducción de las horas trabajadas). Es muy fácil plantear modelos sociales en los que todos mejoren a la vez: Trasvases de renta de familias “ricas” a familias “pobres” incrementarían mucho el bienestar de estos últimos disminuyendo poco el de aquellas. Al tiempo que reducciones del peso productivo y por tanto aumento en el tiempo libre o mejoras en la cohesión social y por tanto en la seguridad ciudadana, el respeto a la propiedad privada, la salud de la convivencia,...compensarían notablemente a las familias que perdieran renta.

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No quiero alargarme más. Pero sobre este argumento hay mucho que decir. Hoy en día se ha producido un hecho histórico que hace posible este planteamiento y que hasta finales del siglo XX no ha sido alcanzado por nuestra sociedad:

Hoy en día en España nuestro nivel productivo hace posible que haya de todo para todos. Por tanto, se ha perdido el motor primero que guía a la humanidad desde el origen de los tiempos, la lucha por la subsistencia.

Ahora subsistir es una condición dada, ahora el reto es aprender a vivir.

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Problema 2: La renta genera miopía y cortoplacismo en los responsables de la toma de decisiones y por ende en el conjunto de la sociedad. Ya que, por supuesto, todos los científicos que utilizan estas variables imprecisas saben de antemano de su muy escasa fiabilidad, cabe preguntarnos cuáles son las razones de su uso tan extendido por los políticos y los economistas.

Una de estas razones, y no la menor, es que el PIB es capaz de percibir modificaciones a corto plazo, y por tanto reflejar mejoras o empeoramiento que pudieran derivarse de una u otra toma de decisiones. Del mismo modo podemos citar variables como el número de empleados y desempleados, el déficit público, la deuda pública, la prima de riesgo. Todas ellas comparten dos virtudes en una, son medibles y a corto plazo.

En mi opinión es esta y no su idoneidad, la razón de que sean precisamente las mencionadas, las variables empleadas por políticos y gestores públicos para la toma de decisiones.

Si entendemos que un político, como nosotros mismos, pretende ser valorado en su trabajo, ¿qué habrá de buscar?: un buen resultado en las urnas que refrende su actuación. Para ello, tiene que convencer a la mayoría de los logros alcanzados durante su gestión. Únicamente, por tanto, podrá argumentar las mejoras que sean tangibles y queden recogidas en los medidores con que contamos. No es por tanto aventurado esperar que un gobierno, sea cual fuere, centre sus esfuerzos en mejorar los indicadores, más que en mejorar aquello que se pretende medir.

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Y ¿cuál es la dimensión del problema entonces?. Que todo lo que se aleja del ámbito de los medidores que usamos queda borroso, su importancia queda difuminada y dedicar tiempo a tales asuntos será una cuestión de voluntarismo o ideología.

Pondré un ejemplo: La educación. Quizá podamos convenir en que no es un asunto menor. ¿Por qué los gobiernos no se toman en serio este asunto?. Por dos razones muy claras. Cualquier modificación introducida no podrá ser valorada en toda su profundidad dentro de un periodo electoral de 4 años y además en caso de poder medirse, lo haríamos a través de medidores cuantitativos muy limitados como el informe PISA. Conclusión: Un gobierno no dedicará grandes esfuerzos a este tema, y, si lo hace, estos esfuerzos estarán estrictamente dirigidos a mejorar los indicadores y no la calidad de la enseñanza en sí misma.

Si los esfuerzos del gobierno sólo podrán ser recogidos en medidores del tipo PISA, se nos escapan, por tanto un sinfín de aspectos no recogidos en él. Por ejemplo, ya he recogido anteriormente estudios que acreditan que nuestros menores se reconocen los terceros más felices de la OCDE. Además los informes de Tasas de criminalidad comparada reflejan que España tiene un 27% menos de delitos por cada 1000 habitantes que la media de la unión europea. Siendo el cuarto país con menos delitos.

Está claro que en este tipo de cifras también se ve reflejado la capacidad de nuestro sistema educativo de coadyuvar en el desarrollo de una sociedad cohesionada y feliz.

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CUADRO 6: Comparativa de las tasas de criminalidad en la Unión Europea (2013)

El problema por tanto, no será sólo que se estén olvidando aspectos importantes, sino que la valoración de las medidas tomadas estará sesgada en favor de los aspectos cuantitativos medibles. Por lo que no es sólo el hecho de tomar malas decisiones, sino que además estarán mal valoradas. Por tanto corremos

el

riesgo

de

empeorar

seriamente aspectos que no son tenidos en cuenta sin que ni siquiera sepamos que lo estamos haciendo. Es por esto que es tan grave la miopía: No sólo podemos

tomar

las

medidas

erróneas, sino que podemos no ver tampoco sus efectos perversos.

Fuente: Balance de la Criminalidad 2013 Ministerio del Interior. Utilizando como fuente Eurostat

A esta miopía evidente se une el cortoplacismo que impone el ritmo electoral. Incluso los aspectos, como la delincuencia, medibles pero de evolución lenta, son ignorados en pro de todo aquellas variables con variaciones registrables a corto plazo.

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Problema 3: El análisis económico, en sonadas ocasiones, confunde la parte con el todo. Los análisis que se centran en variables cuantitativas carecen de capacidad prospectiva de la acumulación. Es decir, a las variables cuantitativas se les presupone un comportamiento lineal, y se predice su comportamiento a diferente escala por un método sencillo de extrapolación. Esto es un método fácil para sacar conclusiones, pero no preciso.

Ilustraré mi exposición partiendo de un ejemplo no económico para concluir con otro que sí lo es.

Si queremos abordar la decisión de permitir el uso de las armas para la defensa de la integridad de las personas y los bienes. El argumento individual sería: “En caso de que alguien venga a mi casa con la intención de agredir a mi familia, ¿es lícito que yo utilice un arma para defenderlos?” Visto de un modo individual es difícilmente refutable. Es más, “si en mi pueblo, un puñado de criminales organizados amenazara el bienestar de la comunidad. ¿Sería lícito defendernos?” Si extrapoláramos estos argumentos al global de una nación la conclusión se haría evidente: legalicemos el uso de las armas.

Sin embargo nos damos cuenta de que, al generalizar el uso, estamos obteniendo un efecto resonancia. Las pequeñas irregularidades que podrían surgir en un uso a pequeña escala, no sólo se multiplican, sino que tienen efecto resonante, aumentando más que proporcionalmente y por tanto haciendo inviable algo que a pequeña escala parece funcional.

Paralelamente podemos poner un ejemplo en el ámbito del análisis económico: Los planes de pensiones privados.

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Si analizamos a pequeña escala este asunto. ¿Qué parece más coherente y lógico?, que el dinero que pago para mi pensión se vaya acumulando y generando intereses para, en un futuro, poder recuperarlo. O que sea utilizado para pagar a los pensionistas de hoy con la esperanza de que cuando yo llegue a la edad convenida haya alguien pagando de donde sacar mi pensión. El planteamiento ofrece pocas dudas.

Ahora bien, ¿qué pasaría si todos los ciudadanos del mundo se hicieran un plan de pensiones privado? Según las proyecciones lineales, podríamos resumir: lo mismo pero a mayor escala. Pero esto no es cierto, las disfunciones que surgirían no se deducen en este tipo de proyecciones. ¿Qué pasaría cuando el poder de consumo acumulado en el ahorro de tantas personas superara en muchas veces los niveles de producción?. Que entrarían en conflicto la capacidad de compra del ahorro con la de las rentas corrientes, pues habría mucha más capacidad teórica de consumo que producción asequible. Este tipo de problemas ya se han vislumbrado en forma de graves alteraciones de los sistemas financieros y monetarios.

Si pensamos en global el razonamiento sería otro muy diferente al propuesto por la simple proyección a futuro de los indicadores. A saber: “Cuando llegue el futuro y su capacidad de producir se resienta o desaparezca ¿en qué prefiere confiar?:

- En su ahorro acumulado comprometido a la integridad de un sistema financiero proyectado a 50 años, que acumula derechos de compra muy superiores a los activos asequibles y con ahorros sometidos a amenazas inflacionistas.

- O en una sociedad formada en la solidaridad y la responsabilidad en la que mis hijos tienen la convicción, aprendida con mi ejemplo, de que todos tienen derecho a participar en un reparto justo de los bienes producidos.”

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De este mismo modo debemos darnos cuenta de cómo la percepción global no puede ser un mero agregado de las partes. En muchas ocasiones es necesario un acercamiento multidisciplinar a los problemas para ahondar en las resonancias que se crean en la visión global de hechos aislados.

Cada modificación en una sociedad, actúa como una piedra en un estanque, alterando todo el sistema. Será necesario una visión más sensible, para ser capaz de mirar donde siempre hemos mirado y percibir lo que no hemos sido capaces de ver.

Es necesario volver a revisar nuestras cadenas de causalidades y completarlas una y otra vez con las múltiples repercusiones que en una sociedad alcanzan los distintos fenómenos.

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II.- Hipótesis 2:

Si somos capaces de medir los avances y retrocesos en la calidad de vida, conseguiremos mejoras sustanciales sin que sean necesarios profundos cambios estructurales.

Mi segunda hipótesis a su vez se divide en dos:

Por una parte considero que es posible medir mejor el bienestar de las gentes que integran una sociedad.

Y, además, considero que el uso de mejores indicadores para la toma de decisiones y sobre todo para medir los efectos de esas decisiones, puede cambiar por sí solo el rumbo de la acción política y económica en países como el nuestro, y conseguir avances definitivos en la mejora sustancial de las condiciones de vida de las personas, sin que para ello sean necesario grandes reformas estructurales en el sistema, ni profundas transformaciones en nuestro sistema de creencias.

La argumentación es exactamente la misma a sensu contrario que la utilizada para valorar lo profundas que eran las consecuencias de la mala elección de indicadores.

Si fuéramos capaces de detectar las mejoras de bienestar y cuantificarlas a corto plazo, estas serían objeto de atención y cuidado por parte de los encargados de la gestión pública.

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Utilizando la metáfora más empleada en la literatura económica: Si utilizamos la zanahoria del PIB (y variables complementarias antes mencionadas), el sistema seguirá el camino que nos lleva al modelo de sociedad actual, si cambiamos de estímulo (nuevos indicadores sociales de bienestar) y encontramos uno capaz de atraer al sistema en otra dirección, no será necesario cambiar de burro para llegar a un lugar distinto.

Es decir, si consideramos que una sociedad avanza, en un sentido socio-económico, sobre la infraestructura de su sistema económico. Si la economía es el autobús que nos lleva, el problema no es principalmente mecánico, es de conducción.

Como punto de partida, asumo, siguiendo a Inglehart, que la economía configura la cultura y la política y viceversa. Según Inglehart la relación es reciproca en continuo feed back:

Sin embargo creo que nos hemos olvidado de algo. En este esquema básico hay un factor muy determinante que no aparece, que es la influencia del modo en que percibimos nuestras condiciones socioeconómicas. Esto que parece algo tangencial, se transforma hoy en día en definitivo. Si Inglehart establecía que para un cambio cultural profundo era necesario uno o varios reemplazos generacionales. En realidad en mi opinión no hace falta cambiar nuestro sistema de creencias, sino únicamente las gafas con las que miramos nuestros logros y nuestras condiciones.

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Si Inglehart apreciaba en la postmodernización “un cambio en lo que la gente quiere de la vida”, yo creo que en realidad lo que acontece es un cambio en la manera de obtenerlo. No cambian las necesidades ESENCIALES del ser humano, lo que cambia es la manera en que creemos que podemos cubrirlas. Recordemos la visión de Aristóteles.

Considero que nos encontramos en un momento histórico singular. Si algunos plantean que la historia de la humanidad se repite, esto pudo ser cierto justo hasta hoy. Hoy se ha producido una ruptura radical en los condicionantes de las sociedades humanas: Si hace 200 años, con la revolución industrial algunos vislumbraron un mundo futuro ideal, una quimera hasta entonces ni siquiera imaginable. Hace 80 años ya Keynes la anunciaba. Hemos llegado: Nuestra sociedad (España) es capaz de producir lo suficiente para que todos cubramos nuestras necesidades. Y de garantizar sobradamente todo esto en un futuro. Nuestra sociedad, por tanto, tiene ahora un problema enorme de miopía.

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Los condicionamientos materiales primigenios, que han sido los mismos a lo largo de la historia de la humanidad, la búsqueda de la supervivencia y la satisfacción de las necesidades materiales, han desaparecido por primera vez.

Para ilustrar sucintamente lo que quiero decir basten estos ejemplos de clara miopía: 1.

“Las máquinas están quitando el trabajo a las personas”.

2. “A los 70 años todavía trabajaremos” 3. “Cada vez vivimos más, y por tanto cada vez habrá más personas mayores”

En un reducido ejercicio sociológico, plantee estas premisas en varios grupos de diversas edades. Adolescentes de entre 15 y 18 años, jóvenes universitarios, y por último grupos de adultos. Es sorprendente lo similares que fueron las respuestas girando en torno a tres conclusiones resumen: 1. “Cada vez habrá más paro, peores sueldos, más abusos empresariales,….” 2. “Tendremos que trabajar hasta que nos muramos y seguir sufriendo cada vez más cuando seamos mayores.” 3. “Al final no podremos mantener a los mayores y no habrá para pagar pensiones” “El aumento continuado de la esperanza de vida es un riesgo financiero” Ministro de finanzas japonés.

En realidad, las condiciones antes expuestas representan sin duda el gran sueño de la humanidad, y no nos damos cuenta:

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1. Cada vez es menos necesaria la aportación humana en los procesos productivos transformadores, para cubrir las necesidades materiales de toda la sociedad. Por lo que tendremos mucho más tiempo para dedicar a procesos creativos, imaginativos, innovadores, sociales, emotivos,… La creación en las grandes civilizaciones (Egipto, Grecia, Roma,…) no es fruto de la producción de excedentes, es fruto del tiempo útil que éstos generaban. 2. Es necesario replantearnos el concepto de “aportar a la sociedad” redefinir el “Canon de funcionalidad”, si es que algo así existe. Definimos como acciones que suman a nuestra sociedad todo aquello que se hace a cambio de dinero. Ergo todas las demás acciones humana, sin contraprestación pecuniaria, no suman. Creo que la sociedad debe seguir valorando las aportaciones de las personas mientras vivan, si bien sus acciones irán cambiando, como no puede ser de otra manera, a lo largo del ciclo vital. 3. ¿Se puede ser más triste que el ministro japonés? Nos dicen que muy muy probablemente, nuestros hijos puedan vivir 120 años, sino más, y vemos en ello algo malo. Ya Keynes en su conferencia de 1930 “Las posibilidades económicas de nuestros nietos” anunciaba que hoy habría suficiente para todos, y acertó. De aquí en adelante, sin ni siquiera suponer nuevos avances tecnológicos, ya sabemos que podremos producir de sobra para todas nuestras necesidades materiales. Teniendo en cuenta los incrementos de población, sin necesidad de plantearnos la edad. El aumento enorme de la esperanza de vida será una nueva fuente de tiempo para imaginar, inventar y crear nuevos mundos.

He de añadir aquí, como economista, que el debate sobre la financiación de las pensiones es un debate artificial basado en el concepto de caja única (pagar las pensiones

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con lo recaudado para pensiones). El debate primario es ¿Con qué tamaño de pastel contamos? ¿Cuántos comensales? Independientemente de cómo se produzca el pastel y de qué edad tengan los comensales. Quiero decir, el que el sistema sea inviable o no, depende de que seamos capaces de producir los bienes, no de la edad de nuestra población. Ejemplo: Hoy en día con una renta personal disponible per cápita de 1545€/mes. INE 2014 nuestro sistema sólo precisa la aportación de 3 de cada 4 trabajadores disponibles.

Y el nexo de unión entre este cuento de hadas y nuestra realidad del 2013 no es sino una mala percepción de nuestros logros y por tanto de nuestros objetivos. No estamos enfermos, estamos miopes.

El sesgo que poseen los medidores actuales, no solo establecen prioridades que no lo son tanto, sino que desatienden y minusvaloran las medidas de transformación cuyos logros no son cuantificables por los indicadores clásicos. Medidas como:

+ Nuevo concepto de empresa. La responsabilidad social como ítem prioritario de calidad. En línea con la aparición de la ISO 26000, que pretende concienciar a las empresas sobre un cambio en la forma de relacionarse con su entorno.

+ Imposición positiva. Buscar un modelo fiscal en el que se recompense a los ciudadanos y fundamentalmente a las empresas con mayor compromiso fiscal.

+ Distribución más equitativa del esfuerzo productivo entre la población activa (jornadas laborales menores y más flexibles)

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+ Reenfoque cultural sobre la pertenencia a la sociedad y la responsabilidad para con ella. ¿Es posible un cambio rápido de valoración social del delito fiscal, al modo en que cambió la percepción, por ejemplo, del machismo?

+ Cambios en el sistema educativo que fomenten la creatividad, el compromiso, la asertividad,…

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La parte difícil de todo este planteamiento de transformación es cómo llevarlo a cabo. ¿Es posible encontrar indicadores que sustituyan a los actuales en el cuadro de mandos que sirve de base para la toma de decisiones, tanto públicas como privadas? Intentaré en este trabajo plantear posibles vías abiertas al futuro. Es en esta parte en la que aparece la parte heurística del mismo.

En este apartado comenzaré definiendo cual ha de ser la visión con la que abordar la búsqueda de éstos nuevos indicadores, para luego, en mis conclusiones, aportar una primera aproximación a una propuesta de indicadores.

Obviando a priori cualquier discusión ontológica y epistemológica, daré, en un principio, por supuesto que existe una realidad más allá de nuestro propio entendimiento y también que dicha realidad es, al menos en parte, cognoscible. Nos queda, por tanto, la cuestión metodológica, cómo llegar a ese conocimiento.

La visión, por tanto, con la que debemos abordar el problema deberá contener una serie de elecciones, tomando por válidas unas características frente a otras.

A continuación enumero cuáles deberán ser nuestras elecciones a la hora de abordar la búsqueda de nuevos indicadores.

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Una visión holística vs una visión reduccionista o parcial.

Es necesario ampliar nuestro espectro a la hora de buscar fuentes de calidad de vida. Los planteamientos tradicionales pecan de reduccionistas y simplistas, pues no sólo determinan que los generadores de utilidad o bienestar son siempre los mismos, sino que además consideran que afectan a todo el mundo por igual.

Es necesario antes de abordar la definición de cualquier indicador poder encontrar la definición de bienestar.

Para demostrar lo que digo, he llevado a cabo un experimento muy sencillo, con varias experiencias prácticas en poblaciones muy distintas: Adolescentes, Jóvenes y Adultos.

Trabajando en grupos numerosos de en torno a 20 personas de edades homogéneas, la pregunta era muy simple y apriorística: “¿Cómo definirías el “vivir bien”?”. La dinámica duraba unos 45 minutos. No elegí preguntar por la felicidad por ser un concepto mucho más inasequible y en el que no es fácil que se recurra a fuentes de satisfacción tangibles.

La experiencia la he llevado a cabo con 10 grupos de 20 adolescentes, 3 grupos de 15 jóvenes y con 4 grupos de 20 adultos.

La intención en un principio era obtener pistas sobre dónde buscar las fuentes de satisfacción, sin embargo, las conclusiones se desviaron mucho de mi objetivo inicial.

La exposición completa del proceso y las conclusiones del mencionado estudio no son el objeto de este trabajo fin de master, pero simplemente quería traer aquí la más pertinente al asunto que nos ocupa.

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Los tres grupos de edad denotaron una dificultad enorme, cuando no incapacidad, para definir el concepto “vivir bien” en positivo. La aplastante mayoría de las respuestas hacían referencia a cómo no vivir mal, en respuestas del tipo: “Ganar mucho dinero” (es decir, no tener problemas de dinero para cubrir mis necesidades) “Trabajar poco” (es decir, no sufrir por exceso de trabajo) “Estar sanos” (es decir, no tener problemas de salud).

Factores, todos ellos, de higiene, según la clasificación dual de Herzberg, y no intrínsecamente motivantes. Es decir, factores cuya ausencia provoca insatisfacción, pero cuya presencia no es, en si, motivante.

Muy pocas respuestas hacían referencia a qué hacer para vivir bien, suponiendo que no sufro por alguno de los motivos anteriores. Y las pocas que salían de lo anteriormente expuesto hacían referencia a aspectos emocionales de tipo afectivo.

Qué conclusión extraigo de este experimento para el asunto que nos ocupa: “No es fácil encontrar generadores de bienestar, cuando es difícil siquiera definir el concepto bienestar”

Por todo esto, considero que la visión ha de ser holística, abarcar otros aspectos de la existencia humana, más allá que el consumo de bienes y servicios y la satisfacción de necesidades materiales. Más adelante en las conclusiones de este trabajo propongo alguna de las fuentes de bienestar a las que, en mi opinión, se debería recurrir.

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Una visión empírica vs una aproximación teórica.

De nada sirve seguir teorizando. Si de algo pecan los trabajos consultados para la elaboración de este trabajo fin de master es de no buscar una aplicabilidad empírica de las conclusiones.

No podemos perder el tiempo en buscar el indicador perfecto de bienestar, si no se puede medir a corto plazo.

Habremos de asumir desde un principio que la variable que intentamos medir, no es medible en toda su complejidad, y por tanto saber a priori, que habremos de conformarnos con medir variables proxy que nos acerquen a la intuición del concepto felicidad-bienestarsociedad sana.

Por lo tanto disquisiciones infructuosas en la búsqueda de los indicadores perfectos nos alejan del objetivo simple y muy asequible de obtener indicadores mejores que los que tenemos.

Además, no podemos olvidar que estamos buscando instrumentos para una misión concreta. Los indicadores que desarrollemos tienen como fin último servir de guía para la toma de decisiones en la intervención económica y social. Por lo que han de servir para este propósito. De nada sirven indicadores que nos permitan abordar perspectivas históricas a 10 años vista, o comparar sistemas económicos distintos cuyos funcionamientos no son nunca extrapolables. La definición de los indicadores ha de ser por tanto ad hoc para el fin para el que son concebidos.

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No podemos dilatar más la cuestión, por ello, en las conclusiones de este trabajo aporto mis primeras intuiciones sobre alguno de los posibles indicadores. Espero poder en el futuro desarrollar más este trabajo para poder aportar mayor concreción.

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Una visión cuantitativa o al menos cuantificable vs una visión estrictamente cualitativa.

Está claro que considero que el uso únicamente de variables cuantitativas deja serias lagunas en el análisis, pero la inclusión de aspectos cualitativos ha de ser muy cautelosa para mantener lo que considero fundamental y expongo en el siguiente punto: Las conclusiones han de poder ser unívocas.

Los aspectos subjetivos han de ser agregables y mesurables, para poder formar parte del análisis. Creo que no es tan difícil hacerlo, de hecho propondré que se incluyan valoraciones subjetivas en el análisis. Ahora bien, ¡cuidado! pues es muy fácil, cuando incorporamos juicios de valor, que nuestro análisis pierda objetividad y credibilidad.

Por ello las incorporaciones que propongo hacer, de valoraciones subjetivas, al análisis del nivel de bienestar, son extremadamente simples y fáciles de cuantificar y manejar estadísticamente, para minimizar su impacto distorsionante.

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Una visión unívoca vs una visión heurística.

Por último, si seguimos el fin último para el que pretendemos generar nuevos indicadores de bienestar, es decir para guiar la acción política. No debemos perder de vista el hecho de que estos indicadores han de servir para ser explicados al conjunto de la sociedad. Los políticos han de poder utilizarlos para justificar su gestión y su toma de decisiones y por tanto han de poder ser inteligibles por la generalidad de la población.

Por ello, una característica irrenunciable de todos los indicadores que elaboremos ha de ser LA SENCILLEZ.

Para conseguir esta sencillez hemos de centrarnos en utilizar variables planas, que no alberguen en su interior una intraelaboración, un gran cocinado previo.

Y todo esto para coadyuvar en un último objetivo. Que las conclusiones que ofrezcan los resultados del análisis de los nuevos indicadores de bienestar sean unívocas. Es decir, si precisan de una heurística, de posteriores exégesis llevadas a cabo por políticos, economistas, sociólogos,…su valor significativo se habrá perdido y por tanto su funcionalidad operativa en el guiado de la acción político-económico-social. Las variables a utilizar han de ser difíciles de manipular y malinterpretar. El paradigma de lo que digo es el PIB. Una de sus principales virtudes es que no es “poliédrico”, su sencillez extrema es una de las claves de su popularidad.

Si bien reconozco la imposibilidad de que las conclusiones sean absolutamente incontrovertibles y absolutamente objetivas, si considero que el grado de unicidad de las

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mismas debe ser muy muy alto, para que sean útiles en la defensa o crítica de las actuaciones llevadas a cabo.

Sólo si las conclusiones que arrojan los nuevos indicadores son generalmente aceptadas e incontrovertibles, serán utilizados éstos en sustitución a los antiguos.

Si diseñamos muy buenos indicadores que no sean útiles a los políticos o encargados de las decisiones públicas, estaremos pintando obras de arte en la arena de la playa.

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Una última y sencilla valoración.

Hay algo muy sencillo que no debe escapársenos. Un pequeño error en el que creo que incurren más comúnmente los sociólogos que los economistas.

La búsqueda de la exhaustividad frecuentemente está reñida con la sencillez y, muy importante, con la utilidad de las conclusiones.

Me explico. Una vez abordemos la búsqueda de indicadores válidos para sustituir a los actuales y que expliquen mejor nuestra situación y nuestros logros, tendremos un problema. Si conseguimos que sean muy buenos y somos capaces de medir los múltiples aspectos de la vida humana que son fuente de satisfacción, utilidad (en terminología económica). En ese preciso instante habrá que hacer un acto de renuncia. El conjunto de indicadores que busco, no puede ser mucho mayor a cinco.

No habrá posibilidad de trasladar a la generalidad de la población la percepción obtenida, si la maraña de datos nubla los perfiles de nuestra visión. La conclusión que ofrezcan nuestros datos ha de ser suficientemente nítida para que sea pertinente para la toma de decisiones y reveladora para la valoración de los resultados.

La reflexión no por sencilla es menos cierta. En éste, más que en ningún otro caso: Los arboles no dejarían ver el bosque.

Si el conjunto de indicadores fuera de 10, 12 o 15 de nada serviría el esfuerzo.

No estamos intentando sólo obtener una visión clara de lo que ocurre, ha de ser una visión compartida.

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Si la conclusión obtenida sólo está al alcance de unos pocos, no será en absoluto útil para su uso por parte de los políticos, no ya en su acción de gobierno, sino en su comunicación y justificación ante su electorado. Por tanto, estaríamos en las mismas. Se volvería a caer en el mismo error, gobernar para los datos.

Pensemos que cuantos más perfiles tenga la visión que ofrecen nuestros indicadores, más fácil será que sean interpretados desde múltiples puntos de vista, con lo que perderíamos la unicidad de que hablaba anteriormente.

Además el uso de 10 indicadores, no sólo ofrece 10 datos, sino diez explicaciones sobre el cálculo de 10 indicadores, 10 listas de pequeñas salvedades, 10 argumentaciones de su efectiva representatividad,… Y así sucesivamente. Esto provocaría, una vez más, que las conclusiones sean pasto de las élites. Y de ahí hacia abajo una carnicería de interpretaciones.

Esta última parece una aportación sencilla, pero muchas veces no se tiene en cuenta. Los datos que buscamos no pueden ser más de 5.

Esto no es un cumpleaños en el que estamos buscando un grupo de amigos en el que tiene cabida todo aquel que tenga algo que aportar. Esto es un concurso de belleza, sólo podemos quedarnos con el mejor.

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CONCLUSIONES:

Una primera propuesta de acercamiento a los nuevos medidores de la calidad de vida.

En este trabajo fin de master he centrado mis esfuerzos en refutar la utilidad del sistema actual de medidores de bienestar, así como deducir la influencia perniciosa que su empleo tiene en ámbitos muy variados de nuestra sociedad. Ahondando en las consecuencias, completando el análisis de Stiglitz, Sen y Fitoussi con una visión sociológica de la cadena de causalidades.

La influencia perniciosa de la mala cuantificación de los logros y valoración de las situaciones es relativamente fácil de advertir en el mundo de lo tangible, pero no es fácil de percibir y medir en el mundo de lo cualitativo, de lo sensible, de lo profundo.

En mis conclusiones, no quiero repetir, ni siquiera resumidos los argumentos que he empleado para dar dimensión del problema que nos ocupa. Quiero aprovechar para, basándome en el trabajo realizado, apuntar aquí algunas de las vías, de los caminos por lo que podría transitar la solución a este grave malentendido.

Por todo esto, presento en este apartado lo que deberá ser el inicio de un trabajo posterior para la búsqueda de indicadores que puedan sustituir a los actuales con garantía de éxito. Es muy aventurado y puede parecer ingenuidad o simple ignorancia, arrogarme la capacidad de sugerir indicadores. He descartado buena parte de los ya usados por otros investigadores, gobiernos u organismos internacionales, por varias razones. En este texto aporto algunos de mis argumentos para descartar los empleados por la ONU en su Índice de Desarrollo Humano, pero no he creído oportuno ir descartando todos y cada uno de los que he analizado, explicando en cada caso concreto por qué lo hago. Sirvan las condiciones que anteriormente he fijado para lo que considero un indicador pertinente para el uso que quiero que tenga, como guía para descontar los indicadores que no utilizo.

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Por ejemplo, no quiero utilizar valores multicriterio como el Índice de Prosperidad que propone el Instituto Legatum de Londres por no ser fácilmente entendibles por el conjunto de la sociedad, y por la importancia de la subjetividad que introducen las ponderaciones. De modo análogo he descartado el indicador de Felicidad Nacional Bruta (Gross Nacional Happiness) que emplea el gobierno de BUTÁN, etc, etc. Ni mucho menos, he analizado todos y cada uno de los indicadores existentes. Sirva por tanto mi propuesta como punto de partida para debatir sobre cómo sí o al menos cómo no debe hacerse el trabajo. Me arriesgo por tanto en este sentido, siguiendo la idea de Sir Ken Robinson: que nuestra creatividad no se vea condicionada por nuestro temor a equivocarnos.

El conjunto de indicadores que propongo debería dividirse en dos grandes grupos, como ya recogen en su trabajo Stiglitz, Sen, y Fitoussi, Índices de medida de la actualidad e Índices de proyección de futuro.

Los primeros serían capaces de detectar variaciones a corto y muy corto plazo en la calidad de vida, y se referirían a aspectos de satisfacción actual de necesidades, mientras que los segundos buscarían percibir cambios en variables de evolución lenta, a largo plazo, y también todo aquello que tiene que ver con la medida en que la búsqueda de la satisfacción de las necesidades de hoy, entra en conflicto con la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las suyas. Lo que podíamos denominar sostenibilidad de la capacidad.

Antes de comenzar me gustaría repetir que esta primera aproximación no tiene ánimo de exhaustividad, el trabajo profundo de reflexión queda pendiente de hacer.

Es necesario buscar con un trabajo previo cuales consideramos, los distintos integrantes de nuestra sociedad, que son nuestras fuentes de bienestar. Algo que ya dije anteriormente que no es un trabajo fácil. Esto exige una reflexión profunda, que consiga ponernos en un mundo distinto al que estamos. Ya no nos mueve la orden primigenia, “busca tu sustento y el de tu familia”, esto está dado, ahora debemos pensar qué hacer con el resto de nuestra vida.

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No se plantea un reto fácil, seguramente requiere que aprendamos a desarrollar aspectos en los que nuestra sociedad no está tan avanzada como otras. A saber, la interioridad, la relación con el entorno, el desarrollo de los vínculos familiares y sociales, la búsqueda de un sentido para la existencia. Como apuntara Maslow en su ya famosa pirámide, hemos superado plenamente los condicionantes del primer escalón, lo que nos deja más tiempo y capacidad para profundizar en los demás, incluso nos permite vislumbrar la cumbre, que él situaba en la autorrealización.

Por todo esto, lo que presento aquí es un boceto esquemático que debe servir como detonante de la reflexión, ni siquiera como referencia.

PANEL DE INDICADORES

Un último apunte antes de empezar, creo que el planteamiento más útil es el evolutivo, más que el revolucionario. Mi intención es que las modificaciones en los indicadores que guían la acción política y económica sean asumibles y aceptados por los gestores públicos y privados, por tanto debe existir una conexión ineludible con lo anterior. Para ello algunos de los indicadores propuestos son modificaciones de los anteriores.

Ahora bien, creo llegado el momento de advertir que hace falta una actualización de los sistemas de recogida de información, que permitan un verdadero control sobre la acción política. Y cuando digo CONTROL, estoy refiriéndome al término anglosajón, a la acepción que utiliza el management en el sentido de CONDUCCIÓN, de GUIADO de la acción.

La acción política, al igual que cualquier otra toma de decisiones ha de tener información que le permita guiar el desarrollo de sus políticas, y dado que el objeto último de éstas es el bienestar de los ciudadanos, debemos utilizar las mejoras que los nuevos medios de comunicación nos permiten para la recogida de información personal. Es necesario que los institutos estadísticos aprendan de las redes sociales los métodos de recogida de información sencilla, personal y fiable.

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La red permite ya una identificación fiable del usuario, y suficientes métodos de control de los ataques a la integridad del sistema, por lo que daré por supuesto que es posible identificar el origen de la información y garantizar su fiabilidad.

Simplemente pondré un ejemplo entre un millón. EBAY. Cada vez que se realiza una transacción entre dos usuarios, se recaba información sobre la satisfacción que ambos han obtenido. Cada usuario valora su opuesto en 4 o 5 items muy concretos a través de una valoración que va de una a cinco estrellas. Esto permite conocer, de un solo vistazo, la fiabilidad de un usuario totalmente desconocido, con una valoración subjetiva pero fiable, pues las distorsiones puntuales de opinión se diluyen en un número grande de datos y la gente confía en la dificultad de manipulación, al tiempo que entiende fácilmente el significado del valor del índice obtenido.

De este modo considero, que no tiene sentido que las encuestas de opinión se lleven a cabo con un número enorme de preguntas sobre un número muestral muy reducido. Para la toma de decisiones creo que se hacen necesarias encuestas muy muy muy simples sobre muestras de población inmensas. ¿Cómo de fiable sería una encuesta de satisfacción sobre la sanidad pública, que respondan 25 millones de usuarios? ¿Y si además la responden cada vez que hacen uso de la sanidad?. Tendríamos conclusiones de encuestas cuya fiabilidad estaría a años luz de las actuales y que detectarían cambios a muy corto plazo. Esto que parece ficción está ocurriendo ya en la red con medios mucho menores de los que cuentan nuestros institutos estadísticos.

Con un sistema estadístico así, la opinión de los ciudadanos sobre la repercusión de las medidas adoptadas por los encargados de la gestión pública sería percibida en tiempo real, lo que permitiría un control de las decisiones públicas y por ende una democracia mucho más real.

Paso por tanto a definir los indicadores a corto plazo, y posteriormente los indicadores de proyección a futuro o sostenibilidad.

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A) INDICADORES DE BIENESTAR ACTUAL. En mi planteamiento voy a quedarme con cinco fuentes de utilidad / satisfacción, más un indicador básico de mínimos que sería el índice de exclusión/inclusión, que podría, en principio ser un valor multicriterio.

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ÍNDICE DE SATISFACCIÓN – RENTA (ISR)

Este primer indicador surgiría de una simple evolución del PIB per cápita o PNB. Esta modificación sería aplicable a cualquiera de sus derivados, como el uso de la Renta Nacional y de la Renta Personal Disponible. Surgiría al cruzar dichos indicadores con algo parecido al indicador 20%-20% de distribución de renta.

La idea es bien sencilla, dividiremos a la población en 5 tramos, en función de la renta que perciben. En el caso español, dividiríamos a la población en tramos de 9,2 millones, desde los 9,2 millones de habitantes que menos renta perciben a los 9,2 millones que más renta perciben. Asignamos la parte de renta que les corresponde y le aplicamos un índice corrector que introduzca el factor de utilidad marginal de la renta, a través de una ponderación decreciente en función de la renta. Finalmente hacemos la suma de las rentas percibidas por la ponderación correspondiente para obtener el indicador satisfacción renta o ISR medido también en Euros, al igual que el PIB.

TABLA 2: Ponderaciones aplicadas a los distintos quintiles de población ordenados según su renta.

Con las ponderaciones que aplico en esta TABLA 2, que van desde 1,4 para la renta de las familias más pobres, hasta una ponderación de 0,6 para la renta de las familias más ricas, tendríamos un dato de referencia. En caso de que el PIB estuviera uniformemente repartido entre la población, el valor del Índice de satisfacción renta sería igual al PIB. En la medida en que el ISR esté por debajo del valor del PIB, así será la desigualdad y en consecuencia menor utilidad posee la renta para los ciudadanos de nuestro país.

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Ventajas de este indicador.

Al igual que el PIB, recoge los incrementos de renta como mejoras en la satisfacción o bienestar de la población, pero a diferencia de este, recoge también las mejoras de distribución de la renta. Los trasvases de renta desde familias más ricas a familias más pobres, mejorarían su ponderación en el índice y por tanto el valor global de la satisfacción renta. Por supuesto que podrían elegirse otras ponderaciones, y también mayores divisiones o tramos en la población. Pero en este caso sigo manteniendo la magia del número cinco como un término medio entre la sencillez inexpresiva y la precisión ininteligible.

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ÍNDICE DE SATISFACCIÓN – SALUD (ISS)

En mis planteamientos de partida considero imprescindible la introducción de valoraciones subjetivas, pero siempre que estas puedan ser fácilmente cuantificables y difícilmente manipulables. La mayoría de los estudios cualitativos son exhaustivos y con ello complejos, lo que dificulta que ofrezcan una rápida y concisa visión de conjunto.

Organismos como la UNDP (United Nations Development Programme) en la elaboración del Índice de Desarrollo Humano (HDR) optan por elegir como indicador de salud la Esperanza de Vida Media. Este indicador, a mi juicio, tiene una valor muy importante, y es su fiabilidad y facilidad de cálculo, pero tiene una característica que lo hace inútil para la gestión a corto y medio plazo. Es un indicador de evolución muy lenta, no puede detectar la influencia de medidas políticas o económicas en el bienestar de una sociedad.

En mi propuesta inicial propongo utilizar una medida de la calidad del sistema de salud, antes que un medidor de la salud en sí misma o la salud percibida de las personas. En primer lugar porque considero que la satisfacción en torno a la salud emana más de la confianza en recibir el apoyo necesario cuando uno lo precisa, que en la salud en sí misma. Además, las medidas adoptadas irán siempre dirigidas a la calidad del sistema y es precisamente su impacto en el sistema nacional de salud lo que pretendemos medir.

Por lo tanto propongo un sistema de recogida de información constante y sin muestras, sino de la población total o de la práctica totalidad de los usuarios. A través de las microencuestas que antes he mencionado citando el ejemplo de Ebay.

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CUADRO 7: Ejemplo de microencuesta de valoración realizada a cada usuario de Ebay en cada transacción.

Fuente: imagen de una encuesta de satisfacción de ebay.es

El sistema de recogida de información tendría un sistema sencillo de identificación telemática de cada usuario (tipo usuario / contraseña o cualquier otro, pronto será posible la identificación sin error a través de la biometría). Y después de la prestación de cada servicio, el usuario rellenaría una encuesta muy sencilla de valoración de no más de 5 aspectos del servicio por un sistema de 5 estrellas o similar al citado.

Con 5 clicks quedaría fijada la información, más por supuesto lo que aporta que las encuestas son personalizadas, es decir, tendríamos datos por distribución geográfica, edad, tipo de prestaciones,…. Datos muy sencillos de tratar y muy fáciles de resumir. Con el inconmensurable avance que supone tener un muestra del tamaño de la población. Más fiable y más difícilmente sesgada.

Un indicador de este tipo sería muy sensible a modificaciones a corto plazo y por tanto muy útil para la toma de decisiones y su posterior seguimiento.

Además, es una manera de recogida de información para la que la mayoría de los ciudadanos ya han sido instruidos, y que no se está aprovechando actualmente por los institutos estadísticos.

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Por último advertir que posee una de las características que aportaba antes como deseable: Su interpretación es prácticamente unívoca, y las conclusiones que ofrece son muy fácilmente entendidas por la generalidad de la población.

No creo necesario concretar aquí cuales serían los ítems de calidad de la asistencia sanitaria que deberían figurar. Pero es muy sencillo imaginar cuáles.

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ÍNDICE DE SATISFACCIÓN – EDUCACIÓN (ISE)

Para el tercero de los generadores de satisfacción propongo también el uso de algunos indicadores ya utilizados por los servicios estadísticos de los distintos países.

De nuevo si nos fijamos en el Human Development Report (Informe de Desarrollo Humano) citado anteriormente y elaborado por las Naciones Unidas. Para este área suelen utiliza un indicador sencillo que es la tasa de alfabetización y un segundo más complejo que es las tasas de escolarización por niveles.

La tasa de alfabetización la descarto por dos razones. No es demasiado fácil de calcular, siempre incluye errores. Y en segundo lugar, en nuestro país no tiene tanta significatividad como posee para países en vías de desarrollo.

En este caso propongo que se calculen las tasas de escolarización por niveles y se introduzcan ponderaciones en función del nivel de abandono (comparando datos de matriculados con titulados) de dichos niveles educativos o formativos.

De este modo podríamos obtener en un mismo dato un indicador sensible a la mayor incorporación de población a los distintos niveles de formación, pero a un tiempo capaz de valorar a grosso modo la satisfacción con dicha formación.

Por supuesto no pretendo que esta medida sea, ni mucho menos la manera de medir la calidad del sistema educativo. Eso me llevaría un trabajo aún más extenso que éste.

Simplemente ofrece una muy rápida, somera, pero sencilla intuición de la evolución.

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ÍNDICE DE SATISFACCIÓN – TRABAJO (IST)

Este aspecto laboral creo que es el gran olvidado, por ejemplo en el índice de desarrollo humano, pero también en las percepciones globales sobre el bienestar. Y, por supuesto, no digo olvidado por no atendido, pues no hace falta más que mirar los indicadores del CIS: TABLA 3: Encuesta del CIS sobre los principales problemas de España (2015)

Fuente: Barómetro del CIS (2015)

Resultados como éstos, TABLA 3, en los que el paro es la principal fuente de preocupación de los españoles se repiten desde siempre en nuestro país.

Cuando digo olvidado, es porque a pesar de la importancia fundamental que para la ciudadanía, pero también para los políticos, sociólogos, economistas goza este problema. A pesar de toda esa importancia, muy pocos datos hay que lleguen a la opinión pública más allá del dato cuantitativo de tasa de desempleo y si acaso el de salario medio. Este último tan

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poco fiable como variable según las fuentes, las referencias,…en definitiva según quién lo calcule. Para esta variable planteo otro indicador que agregara en uno tanto el dato cuantitativo como la valoración subjetiva. Y además, si el trabajo es fuente de satisfacción, al mismo tiempo lo es de insatisfacción, por tanto la variable subjetiva podría utilizar el siguiente rango:

-2

-1

0

1

2

En función que el trabajo sea una fuente de satisfacción o genere disminuciones de utilidad. En este caso utilizo la teoría de la Motivación-Higiene o de factor dual propuesta por Frederick Herzberg., 1954. Según la cual hay factores cuya simple presencia no es motivante, y que, por el contrario, si faltan son desmotivantes. A estos los llamó factores de higiene. En esta línea considero que el trabajo, no es en sí, una fuente de satisfacción, más allá de que su ausencia produzca incapacidad para cubrir necesidades o incertidumbre de cara al futuro. Hay innumerables casos en que el trabajo es una fuente de sufrimiento o insatisfacción. Por ello, un indicador de satisfacción-trabajo (IST) debe recoger de manera comprensiva cómo se ven afectadas las funciones de utilidad de las personas en torno a este ítem. Un indicador de este tipo, que mejora con el aumento de número de trabajadores, pero también recoge las mejoras o empeoramiento de las condiciones de trabajo, sería muy útil para valorar, grosso modo, las reformas introducidas en la legislación laboral y su verdadera repercusión sobre el conjunto de la sociedad.

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Faltaría, como complemento indispensable, que en el análisis apareciera también las funciones de utilidad de los desempleados.

Siendo el desempleo fuente de insatisfacción, también las condiciones del mismo pueden influir en la gravedad de dicha insatisfacción. Sería muy importante poder detectar cómo varía la percepción que el conjunto de los desempleado tiene sobre los cambios aplicados. Es bueno saber, que existen también mecanismos que alivien o mitiguen el sufrimiento, multicausal, de los desempleados.

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ÍNDICE DE SATISFACCIÓN – TIEMPO (ISTI)

Es indudable que hoy, y cada vez más en el futuro, la manera en que aprovechamos nuestro tiempo libre va a ser un determinante en nuestra capacidad de ser feliz. Por tanto este último indicador, que completaría el quinteto básico, debe ser capaz de reflejar, de recoger, las variaciones en algo tan complejo y polifacético como es el uso del tiempo libre.

A priori debemos considerar que no sólo la cantidad, sino también la calidad o utilidad o rendimiento del tiempo libre habrán de ser consideradas.

Ejem: Si los trabajadores de un centro comercial en Madrid sufren una reclasificación del Sábado y Domingos como días laboral normal. Aun no disminuyendo sus horas de descanso, el tener esas horas de lunes a viernes, evidentemente dificultará su disfrute y por tanto empeoraría su satisfacción-tiempo.

Es este un reto que tiene mucho que ver con conseguir la pretendida definición de bienestar. Pues creo que muchos de los que consideraremos nuevos orígenes de satisfacción tienen que ver con tiempo no pecuniario. Es decir con aquellas cosas que somos capaces de aportar a la sociedad, sin que por ello tenga que existir una contraprestación pecuniaria alguna. Creo que este es el más innovador de los indicadores que propongo y no sé si decantarme por una medida cuantitativa de “horas libres” o por una de la percepción subjetiva sobre el aprovechamiento del tiempo.

Prefiero esperar para hacer mi propuesta para la medida de este indicador a profundizar en mi trabajo.

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ÍNDICE DE EXCLUSIÓN INCLUSIÓN (IEI)

A modo de glosario y criterio de mínimos podría fijarse un valor multicriterio que agrupara y aunara conclusiones. Calculado como media ponderada de los cinco indicadores anteriores, permitiría establecer unos niveles mínimos de bienestar obtenido de la sociedad y por tanto nos podría dar una aproximación al sentimiento de exclusión/inclusión que las personas poseen.

Si bien ya he dicho anteriormente que no confío en los valores multicriterio como útiles para ser entendidos por la generalidad de la sociedad. Sí podría ser significativo utilizar este indicador para establecer el número de personas que se consideran excluidas del bienestar que ofrece nuestra sociedad.

Habría por tanto muchas vías por las que favorecer la inclusión. Entendida esta como la condición de ciudadanía que permite disfrutar de manera suficiente del bienestar que nuestra sociedad provee a sus miembros.

No sólo favoreceríamos la inclusión dando trabajo, sino mejorando el trato a los desempleados, o mejorando las condiciones de trabajo. También mejoraríamos favoreciendo la sanidad y la educación y la seguridad,…

No estoy seguro que agregar tantos datos tan dispares pudiera ser funcional. Es por esto que no me atrevo a proponer formulación alguna para el desarrollo de este indicador.

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B) INDICADORES DE PROYECCIÓN. El conjunto de indicadores de proyección habrían de servir para completar la visión del desarrollo de la actividad económica y social en la actualidad, midiendo su influencia en la capacidad futura para seguir cubriendo las necesidades de todos los integrantes de una sociedad y por ende de todo el planeta.

Stiglitz, Sen y Fitoussi en el informe que dirigen ya apuntan cuáles podrían ser estos indicadores y me remito a los estudios que ellos proponen para abordar el problema que plantea que un modo de producción y de vida sea prolongable en el tiempo.

Éste es, sin asomo de duda, otro gran dilema de la sociedad actual, pero no considero que sea objeto de este trabajo que ahora me ocupa. Es un campo más técnico, con indicadores más complejos y no fácilmente trasladables a la opinión pública. Si bien un indicador de sostenibilidad estaría seguro en una ampliación de mi trabajo, que completara el panel de 5 indicadores básicos con otros 5 indicadores de seguimiento.

Quizá en el futuro mi trabajo pueda verse completado en este aspecto. Sin embargo, considero que la prioridad absoluta es modificar los indicadores de satisfacción / utilidad actual, para hacerlos sencillos para ser comprensibles, sensibles para que detecten modificaciones a corto plazo y fiables para que no puedan ser objeto de manipulación ni malinterpretación.

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A MODO DE EPILOGO El cuadro de mandos que guía la acción política, económica y social es altamente defectuoso. Las variables utilizadas para valorar los avances y las transformaciones no son fiables, y lo que es más pernicioso, están sesgadas.

Numerosos estudios, como los citados en este trabajo, reflejan la debilidad de indicadores como la producción, el número de empleados/desempleados o la renta per cápita a la hora de medir el grado de satisfacción que reciben los integrantes de una sociedad.

Sin embargo, debemos profundizar en las consecuencias que se derivan de dichos indicadores. He intentado desarrollar aquí la profundidad y complejidad del error cometido, pero sobretodo las consecuencias del mismo. Si buscamos analizar desde un punto de vista sociológico las cadenas de causalidades que surgen a partir del desenfoque producido por los malos instrumentos de medida, podemos al menos vislumbrar la magnitud del problema. 

Si la renta, así medida, es la principal fuente de bienestar / satisfacción

siempre nos encontraremos con un planteamiento social de conflicto. Una negociación de suma 0 en la que sólo podremos mejorar a costa de los demás. Esto determina que no es posible presentar un pacto social que favorezca a todos y por tanto haga que todos los integrantes de una sociedad coadyuven en la consecución de objetivos comunes. Con los indicadores actuales siempre tendremos favorecidos y perjudicados y por tanto gente tirando del carro en sentidos opuestos. 

Si los medidores no solo son erróneos, sino son sesgados, su uso es aún más

peligroso. Pues un error de medida aleatorio afectaría por igual a políticas de intervención de cualquier signo. Sin embargo el sesgo que poseen los indicadores es en favor de los productos y servicios con contraprestación pecuniaria intercambiados en el mercado, y en contra de cualquier otra producción de bienes y sobretodo servicios no remunerados, que permanecen ocultos, ignorados y por tanto infravalorados. Esto influye permanentemente en sobreestimar cierto tipo de medidas de intervención y despreciar otras políticas de efectos no mesurables.

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El cortoplacismo que instalan las necesidades de los procesos políticos

difumina y desvirtúa el análisis a largo plazo y los efectos más allá del horizonte temporal de los periodos electorales. Confundiendo al fin, el objeto último de las intervenciones con el indicador en sí mismo. Acabando por querer mejorar el valor del indicador y dejando en el olvido el objetivo final. 

El concepto clásico de agregados económicos se instala también en los

análisis sociológicos derivados. Es decir, se producen extrapolaciones matemáticas simplistas de los procesos económicos, y paralelamente, del mismo modo se extrapolan las consecuencias sociales que éstos tienen. Olvidando el efecto resonante de las distorsiones perniciosas locales, trasladadas al conjunto de una sociedad. 

Y a partir de éstos mencionados, los efectos se extienden en una cadena de

distorsiones consecuentes, como una piedra en un estanque.

Es el momento de diseñar nuevos indicadores que puedan servir de ayuda a la toma de decisiones públicas, y al seguimiento de la repercusión de las mismas.

Para ello, será necesario redefinir el concepto de bienestar o buen vivir y sobretodo identificar las diferentes fuentes de satisfacción.

Pero, aunque parezca un trabajo ingente, no podemos esperar a encontrar el santo grial del indicador perfecto. Tan solo debemos encontrar indicadores mejores de los que tenemos. El trabajo pendiente por hacer no es únicamente teórico, debemos alcanzar una aplicabilidad empírica de nuestros nuevos indicadores. Es por ello que me he atrevido en las conclusiones de este trabajo apuntar algunos de los condicionantes a tener en cuenta en la búsqueda de dichos indicadores: comprensividad, sencillez, cuantificabilidad o unicidad, son solo algunos de ellos.

Por último he presentado propuestas de partida para abordar el diseño efectivo de indicadores que reemplacen a los actuales. Debemos empezar el cambio ya, para posteriormente seguir diseñando instrumentos de medida cada vez más fiables y más sensibles a las nuevas fuentes de satisfacción, que no provienen sólo de intercambios en el mercado.

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Todo un reto que comienza aquí pero que se extiende también en el tiempo a muchos ámbitos. No sólo será necesaria la reinvención de los métodos de recogida de información y la introducción de la creatividad a la hora de revolucionar nuestros institutos estadísticos.

Creo necesaria, la aparición de un nuevo área del conocimiento, algo así como una nueva ciencia que nos ayude a gestionar un mundo muy diferente a todo lo pretérito.

Una EUDEMONOLOGÍA, ciencia de la felicidad. Entendida no en el sentido Schopenhaueriano del término, como la búsqueda de un vivir tolerablemente (erträglich leben) Schopenhauer, 1862. Sino, como un área del conocimiento sistemático y científico cuyo objeto sería encontrar las claves de un bienestar no ceñido a la no existencias de constricciones externas, sino que parte de un entendimiento de que los nuevos condicionantes no son materiales. Un análisis así precisaría de la Psicología, la Antropología, la Historia, la Filosofía… para buscar y entender los nuevos paradigmas de la existencia, y de la sociología, la economía, la política,… para entender nuevos procesos y diseñar los mecanismos para valorar, y gestionar este nuevo mundo.

Buena parte de los retos futuros que se nos habrán de plantear, como individuos y como sociedad provienen de fuentes muy distintas. Nuestra sociedad entra hoy en una era en la que cómo cubrir nuestras necesidades ya no es un reto. El origen de nuestros retos estará más dentro de nosotros mismos que en los condicionantes externos.

Las nuevas enfermedades tendrán más que ver con estos retos que con las carencias materiales. En nuestra sociedad, probablemente ya, genera más dolor la depresión que el hambre o la falta de atención médica.

Y en toda esta apasionante reinvención de la manera de mirar, los científicos sociales tenemos un papel importante que jugar, pero antes tendremos que ser capaces de mirarnos y reinventarnos también a nosotros mismos y nuestras ciencias.

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