Ortega - Chaparro, Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX

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Descrição do Produto

Trauma, cultura e historia: reflexiones interdisciplinarias para el nuevo milenio Lecturas CES Francisco Ortega, Ed. Acciones afirmativas y ciudadanía diferenciada étnico-racial negra, afrocolombiana, palenquera y raizal. Entre Bicentenarios de las Independencias y Constitución de 1991. Investigaciones CES Claudia Mosquera Rosero-Labbé & Ruby Esther León Díaz, Eds. Cambio empresarial y tecnologías de información en Colombia. Nuevas formas de organización y trabajo. Investigaciones CES Anita Weiss, Enrique Seco & Julia Ríos, Eds.

Así, este libro constituye un primer acercamiento a la historia de la publicidad y de la opinión pública en Colombia y más que agotar el tema pretende poner en evidencia múltiples posibilidades de comprensión de la cultura política del periodo. Se trata de una publicación pensada de manera simultánea como un aporte concreto a la historia de la prensa y de la opinión pública en la antigua región grancolombiana y como un análisis crítico del papel desempeñado por las publicaciones periódicas en tanto herramientas privilegiadas de grupos socialmente constituidos y factores de constitución de nuevas identidades sociales —además de su incidencia decisiva sobre nociones como ciudadanía, pueblo, soberanía, censura, libertad, revolución, etcétera—. No debe sorprender, entonces, que la mayor parte de los estudios aquí recogidos se centren en la primera mitad del siglo XIX. Esto se justifica porque es el periodo menos conocido y porque es el momento en que se sientan las bases de la publicidad moderna en Colombia, la especificidad y los legados de la irrupción de la esfera pública en nuestro país.

Disfraz y pluma de todos

Opinión pública y cultura política, siglos xviii y xix Francisco A. Ortega Martínez Alexander Chaparro Silva

editores

Opinión pública y cultura política, siglos xviii y xix

Pedagogía, saber y ciencias Colección CES Javier Sáenz Obregón, Ed.

Francisco A. Ortega Martínez Alexander Chaparro Silva editores

La escultura sagrada chocó en el contexto de la memoria de la estética de África y su diáspora: ritual y arte. Colección ces (Premio Fundación Alejandro Ángel Escobar 2011, categoría Ciencias Sociales) Martha Luz Machado Caicedo

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ste libro nace al constatar una doble ausencia. En primer lugar, la ausencia de cierta conciencia en la comunidad académica de investigadores sobre las inmensas posibilidades que ofrece la prensa periódica del siglo XIX, más allá del uso selectivo y referencial con que generalmente se ha abordado. En segundo lugar, y más alarmante aun, la ausencia de estudios recientes sobre la prensa periódica de la primera mitad siglo XIX. En términos generales, tanto como país como comunidad académica, desconocemos la riqueza acumulada en este corpus de impresos.

Disfraz y pluma de todos

Vínculos virtuales Colección ces Fabián Sanabria, Ed.

CES

Grupo de Investigación Prácticas

Culturales, Imaginarios y Representaciones Se conforma en 2003, ante la necesidad de crear y fortalecer comunidades académicas en la universidad y el país que aborden la problemática histórica desde la perspectiva y los métodos de la historiografía cultural. En primer lugar, la que examina los procesos de subordinación y resistencia a la luz de micro-agencias que se apropian y transforman el entorno social. En segundo lugar, la que examina las prácticas, creencias y conductas a la luz de las representaciones, imaginarios y códigos que las sustentan. En tercer lugar, la que examina la producción, circulación y consumo de bienes simbólicos a la luz de las mediaciones culturales que producen en cada una de sus instancias. Igualmente, el grupo comparte una preocupación fundamental por el papel de la historia en la administración y configuración de la memoria social –tanto en su quehacer disciplinario como en sus manifestaciones institucionales– y de sus potencialidades para proyectarse creativa y críticamente en el presente nacional.

Centro de Estudios Sociales (CES)

S E D E B O G O TÁ

Lecturas

Francisco A. Ortega Martínez Universidad Nacional de Colombia Alexander Chaparro Silva Universidad Nacional de Colombia

University of Helsinki The Research Project Europe 1815-1914

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES - CES Grupo de Investigación Prácticas Culturales, Imaginarios y Representaciones

Lecturas CES

Desde 1985 el Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad Nacional de Colombia se dedica a impulsar el desarrollo de perspectivas inter y transdisciplinarias de reflexión e investigación en ciencias sociales. Las actividades de docencia, extensión e investigación que se desarrollan en el CES responden al reto de enfrentar la diversidad social de la nación desde diferentes ópticas que permitan afianzar el vínculo entre la academia y las entidades tomadoras de decisiones. Como resultado del trabajo de sus integrantes, el CES cuenta con una extensa producción bibliográfica reconocida nacional e internacionalmente. Dos de sus publicaciones han sido reconocidas con el premio Fundación Alejandro Ángel Escobar.

Disfraz y pluma de todos

Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX

Colección Lecturas CES

Disfraz y pluma de todos Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX

Francisco A. Ortega Martínez Alexander Chaparro Silva editores

University of Helsinki The Research Project Europe 1815-1914

Catalogación en la publicación Universidad Nacional de Colombia Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX / Francisco A. Ortega Martínez, Alexander Chaparro Silva, editores. – Bogotá : Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas. Centro de Estudios Sociales (CES) ; University of Helsinki. The Research Project Europe 1815-1914, 2012 564 p. – (Lecturas CES) Incluye referencias bibliográficas ISBN : 978-958-761-195-3 1. Cultura política – Colombia - Siglos XVIII-XIX 2. Periodismo - Siglos XVIIIXIX 3. Opinión pública 4. Colombia – Historia - Guerra de independencia, 1810-1819 I. Ortega Martínez, Francisco Alberto, 1967- II. Chaparro Silva, Alexander, 1987III. Serie CDD-21 306.2 / 2012

Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX © Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Centro de Estudios Sociales (CES). © University of Helsinki © Francisco A. Ortega Martínez, Alexander Chaparro Silva © Varios autores ISBN: 978-958-761-195-3 Primera edición: Bogotá, Colombia. Abril de 2012

Universidad Nacional de Colombia Moisés Wassermann Lerner Rector Alfonso Correa Vicerrector académico Julio Esteban Colmenares Montañez Vicerrector Sede Bogotá

Sergio Bolaños Cuellar Facultad de Ciencias Humanas Sede Bogotá Decano Jorge Rojas Otálora Vicedecano académico Aura Nidia Herrera Vicedecana de Investigación

University of Helsinki The Research Project Europe 1815-1914 Bo Stråth y Martti Koskenniemi Directores Centro de Estudios Sociales (CES) Yuri Jack Gómez Director Juliana González Villamizar Coordinadora editorial

Ilustración de cubierta Emblema del periódico El Redactor Americano, Manuel del Socorro Rodríguez, 1806. Recuperada de los respositorios de la Biblioteca Nacional de Colombia. Imágenes interiores De la Rochette, L. & Faden, W. (1811). Composite of Colombia Prima or South America.

Adriana Paola Forero Ospina Corrección de estilo e índice analítico

Restrepo, J. M. (1827). Historia de la revolución de la República de Colombia, Altas. París: Librería Americana.

Julián Hernández Taller de Diseño Realización gráfica

Cruz Cano y Olmedilla, J. de la. (1799). Mapa geográfico de América Meridional

Xpress Estudio Gráfico y Digital Impresión

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra en cualquier forma y por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

Contenido

Introducción 11 Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX Francisco A. Ortega Martínez, Alexander Chaparro Silva

I. El nacimiento de la opinión pública 35 El nacimiento de la opinión pública en la Nueva Granada, 1785-1830 37 Francisco A. Ortega Martínez, Alexander Chaparro Silva

II. Opinión pública, Monarquía y República

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La opinión del Rey. Opinión pública y redes de comunicación impresa en Santafé de Bogotá durante la Reconquista española, 1816-1819 129 Alexander Chaparro Silva El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz. Venezuela, 1808-1822 Tomás Straka

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Libertad, prensa y opinión pública en la Gran Colombia, 1818-1830 Leidy Jazmín Torres Cendales

197

Nación, Constitución y familia en La Bandera Tricolor, 18261827 231 Nicolás Alejandro González Quintero Opinión pública y cultura de la imprenta en Cartagena de Colombia,1821-1831 Mayxué Ospina Posse

263

Ministeriales y oposicionistas. La opinión pública entre la unanimidad y el “espíritu de partido”. Nueva Granada, 1837-1839 293 Zulma Rocío Romero Leal

III. Publicidad, sociabilidad e institucionalidad

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La mujer y la prensa ilustrada en los periódicos suramericanos, 1790-1812 329 Mariselle Meléndez “No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará”: Primicias, lecturas y causa pública en Quito, 1790-1792 353 María Elena Bedoya Hidalgo La cartografía impresa en la creación de la opinión pública en la época de Independencia 377 Lina del Castillo Lenguajes económicos y política económica en la prensa neogranadina, 1820-1850 421 John Jairo Cárdenas Herrera

El Neogranadino, 1848-1857: un periódico situado en el umbral Gilberto Loaiza Cano

447

El artesano-publicista y la consolidación de la opinión pública artesana en Bogotá, 1854-1870 473 Camilo Andrés Páez Jaramillo Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX. Espacios de sociabilidad y de opinión de las élites letradas 499 Juan Camilo Escobar Villegas

Epílogo

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Las varias caras de la opinión pública Víctor Manuel Uribe-Urán

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Autores 549 Índice 557

Disfraz y pluma de todos. Opinión pública y cultura política, siglos XVIII y XIX

Francisco A. Ortega Martínez Universidad Nacional de Colombia Alexander Chaparro Silva Universidad Nacional de Colombia Presentación Este libro nace al constatar una doble ausencia. En primer lugar, la ausencia de cierta conciencia en la comunidad académica de investigadores sobre las inmensas posibilidades que ofrece la prensa del siglo XIX, más allá del uso selectivo y referencial con que generalmente se ha abordado. En segundo lugar, y más alarmante aun, la ausencia de estudios recientes sobre la prensa de la primera mitad siglo XIX.1 En términos generales, tanto como país como comunidad académica, desconocemos la riqueza acumulada en este corpus de impresos.

  Esta afirmación debe ser matizada por el ya clásico libro Prensa y revolución al final del siglo XVIII. Contribución a un análisis de la formación de la ideología de independencia nacional de Silva, (1988) y por el trabajo del mismo autor, (Silva, 1993). El Correo Curioso de Santafé de Bogotá: formas de sociabilidad y producción de nuevos ideales para la vida social. Igualmente importantes son los trabajos de Peralta Agudelo, (2005); Nieto Olarte, (2007); Rodríguez Arenas, (2007). También vale la pena mencionar los apartes correspondientes a El Neogranadino en el estudio de Gilberto Loaiza Cano, (2004) y en la reciente obra del mismo autor, Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación: Colombia, 1820-1886 (Loaiza Cano, 2011). Finalmente, para un recuento útil véase Arango de Tobón, (2006).

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La historia de los orígenes de la prensa en Colombia se conoce relativamente bien.2 Así y todo no sobra recordar que será en 1785 —cuando aparece la primera publicación periódica en Colombia, el breve Aviso del Terremoto y su continuadora, la Gaceta de Santafé— que se hace sentir la necesidad de una gaceta que comunique la noticia local a un circuito de lectores dispersos sobre una vasta geografía y que sirva de instrumento para “promover el bien público” y permitir “mantener con decoro una conversación entre gente culta”.3 El esfuerzo decisivo será, sin duda, la aparición de El Papel Periódico de Santafé de Bogotá (1791-1797), editado por Manuel del Socorro Rodríguez. A principios del siglo XIX varias publicaciones circulan en Santafé, por ejemplo, Correo curioso (1801), El Redactor americano (1806-1809), Semanario de la Nueva Granada (1808-1810), todos ellos vinculados con los ideales de procurar el bien público y promover la ilustración. Estas publicaciones cultivan el amor a la patria —entendida ésta de manera difusa como el espacio local, provincial o neogranadino, y simultáneamente la Monarquía hispánica— y se dirigen con frecuencia “á un Publico ilustrado, católico, y de buena educación”.4 Sin embargo, será a partir de la invasión napoleónica y la abdicación de Fernando VII que los periódicos van a proliferar en las provincias del otrora Nuevo Reino de Granada. La opinión pública pronto se convertirá en el termómetro de la situación política así como en el mecanismo fundamental por medio del cual se construye la legitimidad del poder.   No obsta, sin embargo, señalar que vale la pena volver sobre el tema con una mirada novedosa y desapasionada. El reciente trabajo de Álvaro Garzón Marthá ha contribuido en gran medida a clarificar muchas dudas sobre la llegada de la imprenta y diversos impresos previos a 1810. Sin embargo, esta magnífica contribución sólo ha hecho más evidente la urgente necesidad de llevar a cabo estudios de profundización sobre ese periodo a la vez que un trabajo riguroso de identificación similar para el periodo posterior a 1810. Cfr. Garzón Marthá, (2008). 3   Gazeta de Santafé de Bogotá, Capital del Nuevo Reyno de Granada, núm. 1, 31 de agosto, 1785, pp. 1. 4   El Redactor Americano, Prospecto, 6 de diciembre, 1806, pp. 3. 2

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Esto se hará patente durante las primeras repúblicas y las guerras de Independencia, es decir en el periodo entre 1810 y 1821. Incluso para muchos conocedores del periodo el dato sorprende: entre 1791 y 1816 se editaron poco más de cuarenta publicaciones periódicas, entre prensa, volantes e informes seriados, algunos de ellos —como la Gaceta Ministerial de Cundinamarca o el Correo del Orinoco— de gran volumen e incalculable valor en tanto fuente de información histórica de primer orden. Es decir, la inmensa mayoría de esas publicaciones surgen en el momento de la ruptura política con la Monarquía hispánica y constituyen simultáneamente un arma de agitación y un nuevo factor en la construcción de la vida política local. Es asombroso, por lo tanto, que de esas más de cuarenta publicaciones apenas tengamos disponibles en reimpresiones —difíciles de conseguir, por lo demás— una ínfima minoría: El Papel Periódico (1791-1797), El Correo Curioso (1801), El Semanario de la Nueva Granada (1808-1810), La Constitución feliz (1810), Aviso al Público (1810), Diario político de Santafé (1810), La Bagatela (1811-1812) y El Correo del Orinoco (18181822).5 El resto de los periódicos (incluyendo periódicos tan importantes   Ver, Papel Periódico de la Ciudad de Santafé de Bogotá: 1791-1797. (1978). Bogotá: Banco de la República; Carlos José Reyes, (Ed.). (1993). Correo curioso, erudito, económico y mercantil de la ciudad de Santafé de Bogotá, (Edición facsimilar). Bogotá: Biblioteca Nacional de Colombia, Colcultura. Del Semanario existe una compilación del siglo XIX, Francisco José de Caldas, (1849). Semanario de la Nueva Granada: miscelánea de ciencias, literatura, artes e industria, (Nueva edición, corregida y aumentada con varios opúsculos inéditos). París: Librería Castellana, y otra del siglo XX, Francisco José de Caldas, (1942). Semanario del Nuevo Reino de Granada, (3 vols.). Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. Bogotá: Editorial Minerva. Los tres periódicos de 1810 fueron recogidos por Luis Martínez Delgado y Sergio Elías Ortiz, (Eds.), (1960). El periodismo en la Nueva Granada, 1810-1811. Bogotá: (s. d.). La Bagatela de Nariño es sin duda la que cuenta con mayor número de ediciones, comenzando por la edición preparada por Jorge Roa, (1897). Antonio Nariño, Escritos varios del General Antonio Nariño, (Jorge Roa ed., Biblioteca Popular). Bogotá: Librería Nueva, y siguiendo con Antonio Nariño, (1947). La Bagatela, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana. Bogotá: Cahur; Antonio Nariño, (1966). La Bagatela: 1811-1812, (Edición facsimilar, Guillermo Hernández de Alba, Ed.). Bogotá: Litografía Vanegas; y Antonio Nariño, (1982). La

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como el Argos Americano de Cartagena, El Argos de la Nueva Granada y el Boletín, ambos de Tunja, la Gaceta Ministerial de Antioquia y la ContraBagatela no han sido reeditados y con frecuencia son difíciles de ubicar o consultar en la misma biblioteca que los alberga.6 Afortunadamente, tanto la Biblioteca Nacional de Colombia como la Luis Ángel Arango han emprendido recientemente un decidido esfuerzo por digitalizar este material y ponerlo a disposición del público general y de los investigadores académicos.7 Consecuencia natural de lo anterior es que nuestra comprensión de cada una de estas publicaciones —así como de la prensa colombiana y de la dinámica conceptual y práctica de la opinión pública del siglo XIX—, es mínima. La prensa periódica ha sido desestimada en tanto Bagatela. Bogotá: Ediciones Incunables. Del Correo del Orinoco existen dos ediciones completas, la primera al cuidado de la Academia Nacional de Historia de Venezuela, que fue publicada en París, Correo del Orinoco: 1818-1821 Angostura, (1939). París: Desclée de Brouwer; la segunda, de edición más reciente en Bogotá: Correo del Orinoco: Angostura (Venezuela) 1818-1821, (1998). (Edición facsimilar). Bogotá: Gerardo Rivas Moreno Editor. A estas ediciones habría que sumarles las ediciones de: Gaceta de Colombia, (1975). (Edición facsimilar, 5 vols.). Bogotá: Banco de la República; de Lorenzo María Lleras, (1991). La Bandera Nacional Granadina: 1837-1839. (Edición facsimilar, Biblioteca de la Presidencia de la República. Colección Documentos). Santafé de Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la República, y el Índice temático del periódico El Neogranadino: Bogotá 1848-1854, (1980). Medellín: Universidad de Antioquia. 6   Si extendemos la mirada al resto del siglo XIX el panorama es aún más desolador. Con excepción de algunas investigaciones sobre la Comisión Corográfica y Manuel Ancízar y uno que otro artículo significativo sobre la prensa finisecular, —incluido el Papel Ilustrado—, ésta ha permanecido virtualmente inexplorada. 7   Como parte de ese proceso, la línea de investigación “Opinión pública e independencia” del Programa nacional de investigación “Las culturas políticas de la independencia, sus memorias y sus legados: 200 años de ciudadanías” (Vicerrectoría de Investigación de la Universidad Nacional de Colombia, código 9714, con vigencia 2009-2011), adelanta la elaboración de un número limitado de fichas técnicas de algunos periódicos fundamentales del siglo XIX. Las fichas técnicas, acompañadas de una narrativa interpretativa, acompañan el periódico correspondiente digitalizado en el portal de la Biblioteca pública Luis Ángel Arango. Para más información ver: http://banrepcultural. org/blaavirtual/historia/prensa-colombiana-del-siglo-XIX

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fuente importante de información histórica y factor de transformación social. Así, este libro constituye un primer acercamiento a la historia de la publicidad y de la opinión pública en Colombia y más que agotar el tema pretende poner en evidencia múltiples posibilidades de comprensión de la cultura política del periodo. Se trata de una publicación pensada de manera simultánea como un aporte concreto a la historia de la prensa y de la opinión pública en la antigua región grancolombiana y como un análisis crítico del papel desempeñado por las publicaciones periódicas en tanto herramientas privilegiadas de grupos socialmente conformados y factores de constitución de nuevas identidades sociales —además de su incidencia decisiva sobre nociones como ciudadanía, pueblo, soberanía, censura, libertad, revolución, etcétera—. No debe sorprender, entonces, que la mayor parte de los estudios aquí recogidos se centren en la primera mitad del siglo XIX. Esto se justifica porque es el periodo menos conocido y porque es el momento en que se sientan las bases de la publicidad moderna en Colombia, la especificidad y los legados de la irrupción de la esfera pública en nuestro país. De la publicidad y la opinión pública La historia de la opinión pública va de la mano de la llegada de la imprenta y la prensa. Aunque existen varias y muy buenas historias que nos han aportado luces sobre los orígenes de la imprenta y la aparición de los primeros periódicos en la Nueva Granada, los letrados que los promocionaron, los circuitos de operación y circulación y la relación que mantuvieron con los centros de poder de la época8, es importante   Para la historia de la imprenta en América, ver los estudios clásicos de Torre Revello, (1940) y el monumental Toribio Medina, (1958), los cuales tratan el caso colombiano con algún detenimiento. Para un tratamiento más extenso de la imprenta en Colombia, ver el trabajo pionero de Posada, (1917), excelentemente complementado con el reciente trabajo de Garzón Marthá, (2008). Para la prensa en el ámbito iberoamericano el libro de Antonio Checa Godoy, (1993). Historia de la prensa en Iberoamérica sigue siendo una referencia ineludible. En el contexto colombiano, se destaca el trabajo temprano de Otero Muñoz, (1925) y el erudito estudio Historia del periodismo colombiano de

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advertir que hacer la historia de la opinión pública no es lo mismo que escribir la historia de la imprenta o del periodismo, aunque al ser estos últimos los instrumentos fundamentales de la esfera pública existe una relación íntima entre éstos y aquélla. La imprenta y la prensa existen como artefactos dotados de una evidente materialidad y conllevan funciones comunicativas muy concretas, la opinión pública, en cambio, resulta algo mucho más abarcador y simultáneamente menos evidente, una abstracción cuya definición y sentido han sido desde siempre polémicos y objeto de innumerables luchas políticas. En este sentido, no es exagerado señalar que con la publicación y recepción del estudio de Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública: la transformación estructural de la vida pública (1962; traducido al francés 1978, español 1981; inglés 1989), comenzó una reflexión sostenida y sistemática centrada en la categoría de opinión pública.9 Habermas, en un ejercicio revisionista de la tradición marxista, examina la esfera pública como el espacio de producción y circulación de discursos que sirve inicialmente para expresar los intereses de la emergente clase burguesa. En la opinión pública burguesa se asocian personas, en su carácter privado, para formar un público en torno a sus intereses particulares, originalmente de carácter comercial (Habermas, 1986, p. 65). Esta opinión pública media sin embargo la relación entre la esfera privada y el Estado. Para finales del siglo XVIII esos intereses se han diversificado a través de la circulación de libros, periódicos, folletos, cartas, y de la proliferación de nuevos espacios de sociabilidad en tertulias, clubes, cafés y academias. Una nueva racionalidad caracteriza los intercambios entre las partes y se va imponiendo una cierta manera de ser o entender lo Antonio Cacua Prada, (1968). Algo desiguales, pero útiles, resultan las ponencias recogidas por el Museo Nacional de Colombia en la VII Cátedra de Historia Ernesto Restrepo Tirado en la edición de Aguilar de 2003, Medios y nación: historia de los medios de comunicación en Colombia. 9   Existen, sin duda, estudios anteriores, como el de Lippmann, (1922); Dewey, (1927) o el de Tönnies, (1923), pero en ningún caso lograron consolidar un campo de estudio. Como sí ocurrió a partir de la recepción de la obra de Jürgen Habermas.

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público y, por lo tanto, lo privado, de enunciar, de discutir, de consagrar verdades, de relacionarse con la autoridad, de proceder, de constituir la familia y los sentimientos, en suma, una verdadera gestión colectiva de la interioridad emocional. Para los comienzos de la Revolución francesa la esfera pública ya se ha convertido en un fenómeno característico de buena parte de las monarquías europeas, esto es, en el escenario en el que se discuten problemas generales y que, a través de la reconocida figura del tribunal de opinión, le hace veeduría a las acciones del Estado e influye en las decisiones políticas. Si bien Habermas define la opinión pública como aquello que cristaliza la auto-comprensión burguesa, insiste a su vez en el hecho de que esa opinión pública habría posibilitado el surgimiento de una razón deliberativa, esencial para cualquier proyecto crítico, burgués o no, que no es reducible a los intereses burgueses ni es definible por ellos. Es por eso que en la publicidad burguesa aparecen elementos universales que hacen posible un proyecto emancipador (Habermas, 1986, p.124). Tampoco resulta una exageración advertir que los estudios posteriores son deudores del camino abierto por Habermas, incluso aquellos que se muestran en franco desacuerdo con sus tesis. Buena parte de las críticas van a cuestionar la fe habermasiana en la razón y el andamiaje marxista que subsume la esfera pública a las estructuras sociales. Roger Chartier y Arlette Farge, profundos conocedores de la cultura plebeya francesa de antiguo régimen, van a insistir, por ejemplo, en que el quiebre del régimen absolutista no se debió al efecto luminoso de las tertulias ilustradas, sino a la progresiva desacralización producida por la burla ácida y la transgresión grosera de la cultura plebeya.10 Benedict Anderson, por su parte, prefiere identificar el surgimiento del nacionalismo con el ascenso de la esfera pública típica del capitalismo de la imprenta. La proliferación de periódicos y lectores hace posible un tipo de imaginación colectiva con el que se construye la nación (Anderson, 1993). Por último, para Keith Baker más que una realidad social preexistente, la opinión pública es   Ver, respectivamente: Chartier, (1995); Farge, (1995).

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una invención simbólica elaborada por diversos agentes políticos en el siglo XVIII inglés y francés para asegurarse, inicialmente, un grado de autoridad que permitiera reformular los principios políticos fundantes del orden antiguo y cuestionar así el Estado absolutista. Es precisamente en el momento que los mismos ministros del rey deciden participar en los debates para contravenir a los críticos que se afirma la opinión pública como espacio independiente de la Corona (Baker, 1990, pp.167-199). Una segunda tradición que nos interesa reseñar aquí destaca la dimensión conceptual de la opinión pública. Por la misma época en que Habermas publicaba su libro, un coetáneo suyo, Reinhart Koselleck, daba a luz Crítica y crisis (1959). En este libro, de recepción tardía, el autor le sigue los pasos a la emergencia de la esfera pública a través de los procesos socio-conceptuales que llevaron a la consolidación del estado absolutista y a un nuevo tipo de soberanía. El proceso implicó, entre otras cosas, la escisión entre vasallo o sujeto del soberano e individuo o sujeto de la consciencia, es decir, entre lo público y lo privado. Paradójicamente, es desde este dominio privado, fundamentalmente a través de los Illuminaten o sociedades secretas, que emanará una nueva publicidad y con ella la crítica de la Ilustración que minará la legitimidad del Estado absolutista y gestará una modernidad signada ella misma por la crisis (Koselleck, 2007). En trabajos posteriores, Koselleck insistirá y desarrollará lo que hasta aquí permanece en forma de intuición, que los conceptos políticos son espacios de lucha y no reflejos de estructuras sociales (Koselleck, 1993). En ese sentido, los conceptos son los repositorios de las claves para comprender los fenómenos históricos desde su propia historicidad. Esos estudios estimularon, a partir de la década de los años noventa, una extraordinaria renovación de las investigaciones sobre las independencias iberoamericanas. Autores como François-Xavier Guerra y Annick Lempérière replantearon el problema de la opinión pública en el marco de su cuestionamiento de la historiografía nacionalista y el rescate de la dimensión política de la Independencia. Sin embargo, ellos también han cuestionado el modelo habermasiano para dar cuenta de la transición revolucionaria a los nuevos estados republicanos que surgían en América. 18

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Para ellos, todo acercamiento al periodo debía partir de tres supuestos. En primer lugar, que el detonante de la Independencia es el resultado de la crisis monárquica de 1808 y, por lo tanto, su punto de irradiación inicial es la Península. La Independencia no es consecuencia de luchas nacionales y anti-coloniales locales; según ese argumento, la publicidad que acompañó a los movimientos juntistas que surgieron a lo largo del continente en 1809 y 1810 promovía los derechos del rey y no la ruptura de los lazos con la Monarquía.11 En segundo lugar, la aparición de una esfera pública —así como de otros rasgos de la Modernidad— no es el resultado de una tradición local anterior a la crisis política sino el resultado de mutaciones culturales efectuadas por la recepción de los lenguajes políticos modernos. Esas mutaciones fueron posibles debido a la aparición en las últimas décadas del siglo XVIII de nuevas formas de sociabilidad —el café, la tertulia, las sociedades patrióticas, etcétera— pero sólo provocaron un profundo reordenamiento político en las sociedades americanas a partir del desmoronamiento institucional de la Monarquía. En tercer y último lugar, que la opinión pública —y otras manifestaciones de la modernidad europea— tuvieron menos vigencia en el siglo XIX de lo que la historiografía liberal latinoamericana supuso. No sólo su aparición es tardía sino que su realización conceptual y funcionamiento social presentan formas híbridas entre los modelos europeos y las formas corporativas y organicistas que se dieron en el continente americano. Debido a eso, la historia iberoamericana se caracteriza por una precaria modernidad y una incipiente separación de lo público y lo privado, lo que ha impedido la construcción de una verdadera ciudadanía democrática. Sin olvidar los múltiples y fértiles caminos que estas lecturas han abierto, es necesario señalar algunos límites sobre los cuales merece la pena volver con una mirada crítica. En primer lugar existe una gran pobreza en el uso de la categoría de “modernidad” en la medida en que las posibilidades descriptivas se limitan a dos términos mutuamente excluyentes. Sólo por medio de la caracterización como “moderna” del conjunto de procesos   Ver Guerra, (1993, capítulos 7-8). También, Guerra, (2002a) y Guerra, (2002b).

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históricos que transformaron las sociedades europeas del norte a finales del siglo XVIII y principios del XIX, puede entonces identificarse el conjunto de fenómenos que, como escribía Tocqueville, esas sociedades creían haber aniquilado como antiguo o tradicional.12 En esa medida es apenas una tautología señalar que lo que no es moderno resulta tradicional. Por otra parte, y quizá más insidiosamente, llama la atención el peso normativo de la categoría “modernidad”, es decir su capacidad para proyectarse más allá de toda función descriptiva hacia una operación evaluativa. En esa operación, la categoría de modernidad encarna valores idealizados que representan la posibilidad de la realización democrática y progreso o bienestar material. Precisamente, por ese funcionamiento normativo, la ausencia de algunos de los elementos asociados a la modernidad, o su presencia parcial en formaciones sociales, dicta de antemano la imposibilidad o dificultad de tal proyecto democrático y bienestar. Ahí es donde la atención a las formas híbridas —intuición en principio lúcida para atender a la especificidad de las formaciones históricas iberoamericanas— se torna una sin salida. En efecto, la hibridación entendida como desviación o imperfección, sólo se hace pensable si se supone que el modelo o ideal existe incorrupto en otro lugar, la Francia moderna en este caso. Por último, la idea de hibridación como desvío de una supuesta modernidad modélica supone que los conceptos y las ideas pueden viajar de un contexto a otro y su funcionamiento depende de la perfecta adecuación a esos signos de la modernidad al nuevo entorno social. Annick Lémpèriere escribe que “el concepto [de opinión pública] fue importado, y lo fue en el momento mismo en que, por primera vez, se daban las condiciones de la existencia de la opinión como parte integrante de una constitución política liberal” (Lempérière, 2003, p. 566).13 El problema con esta   Nos referimos por supuesto a su influyente L’Ancien Régime et la Révolution, (1856). 2 vols. París. 13   Buena parte de los estudios sobre la opinión pública en el siglo XIX demuestran cómo sobreviven elementos “tradicionales” y cómo estos comprometen la viabilidad del nuevo concepto de opinión pública. 12

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afirmación es que parte de tres supuestos, todos tres muy debatibles, por lo menos si hablamos desde el punto de vista conceptual. Supone, en primera instancia, que existe una definición verdadera del concepto; supone, en segundo lugar, que este corresponde a un fenómeno existente previamente y que entonces viene a nombrar. Y finalmente, supone que estos fenómenos se manifiestan en contextos culturales y lingüísticos diversos, motivados por procesos sociales completamente autónomos del lenguaje y de las comunidades lingüísticas. Identificar estos límites nos obliga entonces a suspender y cuestionar el lastre normativo y teleológico de las categorías de la Modernidad, ubicando el horizonte de análisis fuera de las dicotomías modernidadtradición. Sin duda, es importante, como nos lo recuerda Lempérière, restituir América a un espacio de análisis euro-americano, pero sin que eso signifique dejar de lado los modos en que los lenguajes políticos existen localizados en contextos donde es fácil encontrar elementos que no hacen parte de ese circuito euro-americano y, por lo tanto, se hallan tensiones locales que no son reducibles o incluso comprensibles desde la unidad euro-americana (Lempérière, 2004).14 Así pues, menos que controvertir la tesis de la importación de ideas, interesa enriquecer la narrativa de las transformaciones conceptuales a través de sus modulaciones, reacomodos y resignificaciones, construcciones que son híbridas no por contraste con algún ideal puro, sino porque todas las construcciones conceptuales son, de necesidad, híbridas. Los lenguajes, como las culturas, no son sistemas cerrados, pero tampoco son simples vehículos de las unidades de significado. De ese modo, el fenómeno y concepto de “opinión pública” no se corresponden con la simple difusión o adopción de conceptos europeos en América, sino, como indica Noemí Goldman, “de una elaboración colectiva con múltiples

  La crítica que aquí enunciamos tiene varios puntos en común con la que adelantó Elías Palti en “Guerra y Habermas: Ilusiones y realidad de la esfera pública latinoamericana”. Ver, también, Palti, (2007). 14

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apropiaciones, usos y reflexiones realizadas por variados actores a ambos lados del Atlántico” (Goldman, 2008, p. 222). Es por eso que en aras de encontrar criterios descriptivos más versátiles para el análisis de estos fenómenos históricos —que reconozcan su complejidad intrínseca al tiempo que su plasticidad manifiesta— proponemos aquí el término “opinión pública” para designar un tipo de publicidad específica ligada a lo que se ha dado en llamar esfera pública moderna y no sólo a los intereses de la burguesía, como lo pretendía Habermas. De este modo, la opinión pública —y sus particulares dinámicas conceptuales y prácticas— debe ser entendida como una configuración históricamente determinada de los modos de publicidad existentes en una sociedad. Por su parte, reservamos publicidad para designar de manera más amplia “el estado o calidad de las cosas públicas”, definición del Diccionario de Autoridades (1737) que resulta analíticamente válida e históricamente apropiada. En este sentido, las otras acepciones que acompañan esta definición hacen evidente que esa calidad pública no es estática ni se da de antemano sino que es una actividad que requiere de unas condiciones, unos medios, un espacio y constituye un proceso, es decir que la publicidad es un tipo de trabajo basado en actos concretos.15 Dado lo anterior, por regla general los autores escogidos en este libro no definiremos qué significa la “opinión pública”, mucho menos si sus diferentes manifestaciones en contextos específicos constituyen o no una desviación respecto a supuestos modelos europeos, sino más bien buscaremos entender cómo se recorta el campo de la publicidad a finales del siglo XVIII y durante el XIX, cuándo, quiénes y qué fuerzas participaron en ese recorte, qué dejó de lado, cómo lo comprendieron sus actores, y cómo   Según la definición del Diccionario de Autoridades, el sustantivo “publicidad” se refiere a 1. “El estado o calidad de las cosas públicas”; 2. “La forma ó modo de executar alguna acción sin reserva, ni temor de que la sepan todos”; 3. “El sitio, o parage donde concurre mucha gente, de suerte que lo que allí se hace es preciso que sea público”. De esta manera, la publicidad designa el conjunto de medios para divulgar, el acto de divulgación o el lugar en que las cosas adquieren la calidad de público, por ejemplo, la plaza, las calles, el mercado, entre otros. 15

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usaron e invocaron el concepto de “opinión pública” para sus diferentes fines políticos en el marco de la renovada constelación conceptual que abriría la crisis de la Monarquía en todo el mundo hispánico. El libro entre manos Este libro es uno de los principales resultados de varios años de investigación, de descubrimientos personales y de coincidencias estimulantes. Si tenemos en cuenta que toda historia es una especie de recuerdo (y que los recuerdos son siempre fragmentarios), debemos situar los comienzos de este libro, más allá de inquietudes personales más tempranas, en 2006. En ese momento, Francisco A. Ortega Martínez ofreció un seminario de posgrado sobre prensa y opinión pública en la Universidad Nacional de Colombia. El seminario contó con el apoyo de la Biblioteca Nacional de Colombia y en su sala de lectura se reunió un grupo de investigadores en torno a los impresos originales y algunas joyas desconocidas que hacían evidente la necesidad de iniciar una investigación más sistemática sobre el nacimiento de la prensa ilustrada y, sobre todo, la explosión que registra la prensa política a partir de los procesos juntistas neogranadinos. El seminario se repitió durante los siguientes semestres y finalmente logró articular de manera formal las inquietudes y esfuerzos de un grupo inicial de jóvenes investigadores en la línea de investigación “Opinión Pública e Independencia”, adscrita al Programa Nacional de Investigación “Las culturas políticas de la Independencia, sus memorias y sus legados: 200 años de ciudadanía” dirigido por el profesor Óscar Almario García (Vicerrectoría Nacional de Investigación de la Universidad Nacional de Colombia, Código Hermes 9714, con vigencia 2009-2011). De esta manera, entre el calor de los seminarios e interminables búsquedas en los archivos y las bibliotecas de Colombia, Sandra Milena Ramírez, Nicolás Alejandro González, Juan Gabriel Ramírez, Leidy Jazmín Torres, Zulma Rocío Romero, Alexander Chaparro Silva y Francisco A. Ortega Martínez comenzaron un fructífero y amistoso diálogo alrededor de la prensa neogranadina. Un núcleo importante de los textos aquí recogidos Introducción

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fue elaborado en el marco de este proceso por algunos de estos investigadores que han trabajado conjuntamente durante cerca de cuatro años (2008-2011).16 Esta reflexión sostenida sobre la prensa, la opinión pública y la cultura política neogranadina de finales de los siglos XVIII y XIX, tomaría una forma aún más definida gracias a nuevos descubrimientos y nuevos derroteros de trabajo. Así, en compañía de la Biblioteca Luis Ángel Arango, nos concentramos en la elaboración de fichas técnicas descriptivas y analíticas de algunos periódicos fundamentales del siglo XIX colombiano17, mientras que, de manera simultánea, adelantamos con la Biblioteca Nacional de Colombia una visita guiada sobre la prensa y el nacimiento de la opinión pública en la Nueva Granada, que incluye la digitalización de algunas piezas impresas que resultan clave para comprender la cultura política del periodo.18 Por suerte, los investigadores formalmente vinculados al proyecto hemos encontrado apoyo y una voz cómplice —aunque no por ello menos crítica y capaz de señalarnos nuevos rumbos de trabajo y también ciertos límites— en un grupo importante de académicos comprometidos con el tema y con formas similares de trabajo. En este sentido, los aportes de Mariselle Meléndez, María Elena Bedoya Hidalgo, Tomás Straka, Mayxué Ospina Posse, Lina del Castillo, John Jairo Cárdenas, Camilo Andrés Páez Jaramillo, Gilberto Loaiza Cano, Juan Camilo   Desde septiembre del 2009 Francisco A. Ortega Martínez ha participado como investigador en el programa The Research Project Europe 1815-1914. Between Restoration and Revolution, National Constitutions and Global Law: an Alternative View on the European Century 1815-1914 (EReRe), apoyado por el Consejo de Investigación Europeo (o European Research Council) con sede en la Universidad de Helsinki, Finlandia, y coordinado por los profesores Bo Stråth y Martti Koskenniemi. Aprovechamos para reconocer el interés y el apoyo prestado por el programa de investigación a esta publicación. 17   Para más, ver http://banrepcultural.org/blaavirtual/historia/prensa-colombianadel-siglo-XIX 18   Ver, http://www.bibliotecanacional.gov.co/index.php?idcategoria=38277 16

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Escobar Villegas, Víctor Manuel Uribe-Urán, Óscar Almario García y Óscar Guarín Martínez han contribuido a modelar, desde diferentes perspectivas, este esfuerzo por ofrecer una nueva mirada de la prensa y la cultura política de la antigua región grancolombiana. El libro está compuesto de tres partes, además de esta breve introducción y el epílogo. La primera parte del libro lo comprende un capítulo panorámico titulado “El nacimiento de la opinión pública en la Nueva Granada, 1785-1830”, donde Francisco A. Ortega Martínez y Alexander Chaparro Silva dan cuenta de la aparición del concepto socio-político de opinión pública en el escenario marginal de la Nueva Granada, trazando las transformaciones semánticas y sociales ocurridas en el seno de la publicidad de Antiguo Régimen para identificar cómo de ella, aunque no sólo de ella, emerge el concepto de opinión pública que caracterizará los primeros decenios de la vida política republicana. De esta manera, los autores hacen un recorrido histórico centrado en cuatro momentos fundamentales. Primero examinan la publicidad americana a partir de las gacetas e impresos de los siglos XVII y XVIII. En un segundo momento privilegian el análisis de la prensa ilustrada neogranadina. Posteriormente revisan el convulso panorama de las primeras repúblicas (1810-1815) y la Reconquista española (1816-1819). Finalmente, trazan de manera general las líneas principales que contribuyeron a la consolidación de la opinión pública como concepto socio-político fundamental en la región desde el Congreso de Angostura hasta el colapso de la Gran Colombia (1819-1830). La segunda parte del libro, titulada Opinión pública, Monarquía y República, explora las diferentes luchas de sentido alrededor del concepto de opinión pública en los escritos republicanos y monárquicos durante las guerras de Independencia y el periodo grancolombiano. Por un lado, Alexander Chaparro Silva en “La opinión del Rey. Opinión pública y redes de comunicación impresa en Santafé de Bogotá durante la Reconquista española, 1816-1819”, analiza los usos políticos efectivos del sintagma “opinión pública” en los impresos monárquicos durante la Reconquista española en Santafé, al tiempo que revisa los modos de circulación y control de la publicidad impresa en la ciudad. De esta manera, el capítulo Introducción

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se propone dar cuenta del profundo pacto de sentido entre los discursos fidelistas, la reconstrucción de la conformidad monárquica y los usos de la imprenta avalados por el régimen. Por otro lado, en “El nombre de las cosas. Prensa e ideas en tiempos de José Domingo Díaz. Venezuela, 1808-1822”, Tomás Straka explora el papel desempeñado por la prensa y la opinión pública en la disputa emancipadora en Venezuela, prestando particular atención a las publicaciones realistas y el pensamiento fidelista encarnado por el venezolano José Domingo Díaz. El autor intenta ofrecer una visión de conjunto de lo que la prensa representó en este momento clave y evalúa de qué manera ésta fue portavoz de un nuevo pensamiento, hasta qué punto constituyó, por sí misma, un cambio cualitativo en las sociabilidades e imaginarios políticos, en la construcción de lo público y en los nuevos valores que en efecto revolucionaron la sociedad venezolana. En el siguiente capítulo, titulado “Libertad, prensa y opinión pública en la Gran Colombia, 1818-1830”, Leidy Jazmín Torres Cendales analiza algunos de los usos semánticos registrados del concepto de libertad en la prensa grancolombiana y muestra la forma específica en que la libertad de imprenta se instituyó como garantía de la interlocución entre el gobierno y la sociedad durante el periodo examinado. El capítulo cierra con el examen de la libertad como articuladora del nuevo orden republicano a partir de su encarnación en la figura bolivariana y sus múltiples invocaciones en la crisis abierta en 1826 que conduciría al colapso de la unión grancolombiana. Por su parte, Nicolás Alejandro González Quintero, en “Nación, Constitución y familia en La Bandera Tricolor, 1826-1827”, examina la esfera pública como catalizadora de una idea de nación basada en la Constitución, el gobierno popular representativo y la metáfora de la familia, privilegiando la lectura del periódico bogotano La Bandera Tricolor. El autor centra su análisis en el marco de la crisis abierta por las revueltas de Valencia y Caracas en 1826 y la creciente disputa de legitimidad entre las diferentes facciones por consolidarse como la vocera auténtica de la voluntad general en el país. 26

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Más adelante, Mayxué Ospina Posse, en “Opinión pública y cultura de la imprenta en Cartagena de Colombia, 1821-1831”, da cuenta del tipo de estrategias que se tejieron para construir la legitimidad de esa nueva voz de autoridad que fue entonces conocida como la opinión pública en la Cartagena grancolombiana. La autora centra su mirada en las constelaciones conceptuales que permitieron la emergencia de la opinión como un sistema de enunciación verdadero, dotado de un valor incuestionable, al tiempo que examina el reto que afrontaría entonces la República en la pretensión de fomentar el desarrollo de una cultura del periódico, entendiendo que es en la superficie material de la prensa donde el formato republicano de la opinión encuentra su legítimo lugar. Cierra esta segunda sección el capítulo de Zulma Rocío Romero Leal titulado “Ministeriales y oposicionistas. La opinión pública entre la unanimidad y el ‘espíritu de partido’. Nueva Granada, 1837-1839”. La autora analiza la conformación de la oposición política al gobierno de José Ignacio de Márquez privilegiando el examen de la polémica sostenida entre La Bandera Nacional, como periódico opositor más representativo, y El Argos, el periódico ministerial más importante del momento. El capítulo examina la centralidad del ideal de unanimidad y las diferentes acepciones de la noción de partido manifiestas en estas publicaciones y sugiere comprender la opinión pública, delimitada por la libertad de imprenta, como constitutiva de las formas de oposición política. Para la autora, a partir del común reconocimiento de la libertad de imprenta y del derecho de asociación, El Argos y La Bandera Nacional junto con otros periódicos neogranadinos, construyeron la legalidad de la oposición. La tercera sección del libro, Publicidad, sociabilidad e institucionalidad, explora el papel de la publicidad en el proceso de construcción del poder político, en la proyección de sus diversas instituciones y en la elaboración de las actitudes y valores que las acompañan. La sección abre con el capítulo de Mariselle Meléndez, “La mujer y la prensa ilustrada en los periódicos suramericanos, 1790-1812”. La autora examina las diferentes maneras en que la imagen de la mujer o la voz de la mujer aparece en los periódicos suramericanos ilustrados del siglo XVIII para entender en qué Introducción

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medida su presencia o participación en estos medios de conocimiento e información se conectaban con uno de los propósitos principales de los semanarios: el de promover el bien público. Por su parte, la contribución de María Elena Bedoya titulada “‘No dudo que este breve plan de literatura ilustrada os electrizará’: Primicias, lecturas y causa pública en Quito, 1790-1792” analiza cómo se puso en marcha, en el ocaso del periodo colonial, una empresa de carácter intelectual anclada en la reflexión sostenida sobre la “causa pública” en el territorio de la Audiencia quiteña. Con esta finalidad enfatiza la importancia de la labor ilustrada del obispo Joseph Pérez Calama y de Eugenio Espejo como principales artífices de la Sociedad Económica Amigos del País y de la publicación del periódico Primicias de la Cultura de Quito, espacios fundamentales para la elaboración conceptual de la causa pública aunada a la razón, la felicidad de los pueblos y la utilidad pública. El aporte de Lina del Castillo, titulado “La cartografía impresa en la creación de la opinión pública en la época de la independencia”, evidencia cómo la producción cartográfica fue crucial para la construcción del Estado-nación colombiano en el contexto de las revoluciones transatlánticas a partir del análisis de los mapas Composite of Colombia Prima or South America (1807) y República de Colombia (1827). El capítulo propone un análisis sostenido sobre la cartografía, el tipo de historia plasmada y defendida en estos mapas y formación de la opinión pública tanto nacional como internacional en aras de dirimir múltiples disputas por la legitimidad en el nuevo orden republicano. En “Lenguajes económicos y política económica en la prensa neogranadina. 1820-1850”, John Jairo Cárdenas da cuenta de la producción intelectual de los pensadores económicos neogranadinos publicada en la prensa en tanto escenario fundamental para la formación de la opinión pública. El capítulo presta particular atención a los lenguajes económicos puestos en circulación en la prensa y sus intricadas relaciones con la noción de patriotismo como concepto central y piedra de toque recurrente para defender políticas económicas de diversa índole en el marco de la construcción estatal republicana. 28

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A continuación, Gilberto Loaiza en “El Neogranadino, 1848-1857: un periódico situado en el umbral”, enfatiza la importancia de esta publicación promovida por Manuel Ancízar en el marco de una coyuntura política de ampliación de libertades, principalmente las de opinión y de asociación, gracias al liderazgo de una nueva generación de dirigentes liberales. El Neogranadino, entre 1848 y 1857, fue el órgano de difusión de un proyecto de modernidad liberal y el anunciador de una nueva etapa en el universo de producción y circulación de impresos. Un periódico fundamental en el siglo XIX colombiano, situado en el umbral, según Loaiza, porque anuncia un momento de agudización del conflicto entre el ideal de una república de ciudadanos modernos, según el ideal de modernidad de algunos dirigentes del liberalismo colombiano, y el de una república católica que finalmente se impuso con la Constitución Política de 1886. El nacimiento del periódico informa de la iniciativa innovadora del liberalismo, pero su desaparición, en 1857, anuncia el inicio de un compacto y persistente proyecto cultural y político conservador en Colombia. Por otro lado, Camilo Andrés Páez Jaramillo en “El artesano-publicista y la consolidación de la opinión pública artesana en Bogotá, 1854-1870” se ocupa de la prensa artesanal bogotana de la segunda mitad del siglo XIX. El autor examina las características de algunas publicaciones impresas por el artesanado capitalino y precisa sus mecanismos de difusión y recepción por medio del examen de sus propios elementos discursivos. El capítulo enfatiza la centralidad de la alianza entre sectores de la élite y los artesanos en la configuración de esta prensa y destaca el accionar de tres “artesanospublicistas” fundamentales en el escenario asociativo bogotano: Manuel María Madiedo, Manuel de Jesús Barrera y Nicolás Pontón. Esta tercera sección cierra con el capítulo de Juan Camilo Escobar Villegas titulado “Impresos periódicos en Antioquia durante la primera mitad del siglo XIX. Espacios de sociabilidad y de opinión de las élites letradas”. En él se ofrece una lectura panorámica de la prensa antioqueña publicada durante la primera mitad del siglo XIX anclada en el análisis de los imaginarios de identidad modelados y vehiculados por estas publicaciones. El autor analiza cómo las élites regionales antioqueñas escribieron, Introducción

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se organizaron y publicaron textos para defender concepciones sobre sí mismas que les permitieran obtener reconocimiento e impulsar y apoyar sus acciones en diferentes campos de la vida política nacional, entre las cuales se destacan la colonización de tierras, las instituciones sociales cristianizadas, las autonomías políticas y las reformas educativas para las artes y las letras. Finalmente, el libro lo cierra Víctor Uribe con una reflexión general que evalúa los diversos aportes recogidos en el libro y los sitúa en el conjunto de debates y preocupaciones que han signado el bicentenario. Más que una mirada de clausura es una apertura a los múltiples rumbos por recorrer, los enigmas por descifrar y las esperanzas por labrar. Como puede verse, se trata de una obra que en su conjunto se propone contribuir a una mirada renovada de la cultura política del periodo, que analiza un determinado conjunto de problemáticas históricas a partir del examen de nociones fundamentales como publicidad y opinión pública y presta particular atención a las inquietudes, respuestas y desafíos expresados por actores concretos en diferentes escenarios localizados, de allí que entendamos la prensa decimonónica como un factor fundamental en la construcción de la política —más que como un mero vehículo de ideas y reflejo de estructuras determinantes—. Aunque somos conscientes de las ausencias notables de este libro, tales como la exploración más amplia y sostenida de la prensa regional neogranadina, de los periódicos literarios de mitad de siglo o de la vigorosa prensa católica, nos gustaría subrayar el esfuerzo hecho por los autores aquí reunidos por salir del marco del profundo sentido teleológico que impregna todavía la historia de la transición republicana y por el énfasis puesto en el rescate del carácter problemático y azaroso de las formaciones políticas analizadas. Un carácter indeterminado, y más bien iridiscente, que coincide bien con las características de los objetos de estudio que nos convocan, y que Manuel del Socorro Rodríguez intentaba entonces capturar, a través del prisma del patriotismo, en la inquietante y sugerente fórmula que encabezaba sin falta alguna su publicación semanal, El Redactor Americano (1806-1809): disfraz y pluma de todos. 30

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