ÓSCAR NIEMAYER, ARQUITECTO LÍRICO

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ÓSCAR NIEMAYER, ARQUITECTO LÍRICO


A mi querida amiga Mercedes Lucía Vélez,
arquitecta, historiadora y maestra.


Vigo, 24 de enero del 2009 (sábado; 8:20 a.m.)

Mi querida arquitecta:

Aunque estés muy silenciosa, no dejó de recordarte con el mismo cariño de
siempre; pero hay días en que la presencia está más cercana como cuando leí
en un libro, que regalé en Navidad a mi esposa, un capítulo sobre Óscar
Niemayer, en el que le hacen una entrevista muy amplia, junto a otros
entrevistados, que han hecho la historia del siglo XX, ya que lo leí con
una particular curiosidad, en tanto y en cuanto, sabía que estás planeando
tu viaje a Brasilia y tomé las siguientes notas:

El hombre nace en Río de Janeiro en 1907 y se lo considera el padre de la
arquitectura lírica que da palabra a los edificios.

Su formación la tendría en L'Ecole Nationale de Beaux Arts en París; pero
también estudiaría con Lucio Costa, con quien luego haría el edificio del
Ministerio de Educación y Sanidad, en Río de Janeiro, en colaboración con
Le Corbusier.




El cual, si te lo digo con honestidad, no me parece ningún descreste, al
menos en este patio para ser hecho por tanto genio junto.

Le Corbusier fue su gran maestro.

Entonces, Niemayer se dedica a hacer pabellones para distintas exposiciones
hasta que Joselino Kubitschek, lo llama para construir a Brasilia, en
1956, proyecto, que lo consagraría definitivamente en el mundo, ya que
sería una obra amplia y monumental, del orden de lo excepcional, que hacía
entrar a Brasil, en el mundo de la modernidad, un concepto que el padre
Panniker ha criticado mucho, ya que es un término, que sólo se ha usado en
Occidente.

Pero Niemayer, volvería al exilio en Francia, para huir de una de esas
duras dictaduras latinoamericanas y, allí, en el país de acogida, el
brasileño haría la sede del Partido Comunista Francés y la edificio para
L'Humanite.











Y el Centro de la Cultura de Le Havre











Y el Palazzo de Mondadori en Milán, que parece un escenario para de
Chirico:




En la entrevista que te digo, el arquitecto pensaba que la arquitectura
refleja el desarrollo tecnológico de su tiempo, del que, sin duda, el
arquitecto debe aprovecharse, como lo hiciera él con el hormigón armado,
con el que llegó a soluciones arquitectónicas muy sutiles.


Para él, la arquitectura es una invención.

Él creía que Brasilia podrá agradar o desagradar a la gente pero no le cabe
la menor duda de que es una ciudad totalmente innovadora, en relación con
lo que él había visto hasta entonces y declara, sin ambages, que él dibuja
lo que le gusta, ya que su deseo es crear con libertad, sin
condicionamientos y seguir sus propios impulsos con sencillez. Eso lo que
lo tranquiliza y le impide ser un crítico acervo de los otros colegas, ya
que se ciñe a la enseñanza de su maestro Le Corbusier:

La arquitectura es invención

Ese concepto lo discutieron mucho juntos y el discípulo se dispuso a hacer
una más ingrávida que la de su diestro profesor, lo que no implica un
desacuerdo con su docente; puesto que ambos siempre pensaron que

La arquitectura necesita de la idea creadora.

Y Niemayer se lanzaría a buscar la armonía con el hormigón armado porque la
invención requiere intuición propia y el trabajo arquitectónico debe ser
creado como los sueños.

Lo cual creo que va en la línea de tu traducción y que él explica con un
comentario sobre el museo de Niterói




Ubicado en una especie de acantilado junto al mar, con un gran ventanal
donde los visitantes pueden mirar el paisaje exterior, en un espacio donde
naturaleza y arquitectura interactúan.

Así fue que la mezquita de Argel:














Surgió en un estado de duermevela, en uno de esos momentos hipnagógicos,
que se dan en el pasaje de tránsito de la vigilia al sueño profundo y es,
por eso, que en su obra a veces predomina lo intuitivo y otras veces lo
funcional, de acuerdo con el plano de la conciencia en el que el sujeto se
mueva, sea ésta plena o como la de Lewis Carroll cuando como el conejo se
deslizaba al País de las Maravillas o esté dispuesto a cruzar el espejo,
para irse a acompañar a Alicia al Reino del Ajedrez.


Uno de los primeros encargos que le hicieran, por allá en la década de
1940, fueron unos edificio en Pampulha, cuando era gobernador de Belo
Horizonte, Juscelino Kubintschek, quien invitara a Niemayar a construir un
complejo arquitectónicos en los bancos del lago homónimo, donde el artista
de la arquitectura hiciera la Iglesia de San Francisco de Asís, con murales
de Cándido Portinari, el Museo de arte y el club de tenis , los cuales
serían los primeros hitos de la arquitectura moderna del Brasil.

















Allí, en Pampulha, Niemayer acudiría a la estética baudeleriana de lo
inesperado, lo sorprendente y lo extraño, algo totalmente novedoso, que
irrumpía en el conjunto discursivo del mensaje arquitectónico tanto en lo
diacrónico, como en lo sincrónico, ya que el arquitecto debe saber de
lingüística y debe leer mucho, pues una buena novela puede ser más
importante para la creación arquitectónica que todo un tratado profesional,
nos decía el maestro Niemayer, quien siempre estuvo dispuesto a hablar
consigo mismo, a mantener un monólogo interior, mientras dibujaba los
croquis.


Él estaba convencido de que hay libros, que nada tienen que ver con la
arquitectura, que aportan elementos valiosísimos a sus creadores pues

La arquitectura da expresión a toda una visión estética del mundo, sin
detenerse en los cánones dominantes ni en dogma alguno, al ir siempre en
busca de la invención.

Idea que hacen impráctica muchos profesores de la materia, que bien sé que
no eres de ellos.

Le Corbusier había enseñado a Niemayer a apartarse de la Academia; ellos
salieron al mundo a diseñar e inventaron su arquitectura y así fue que el
segundo se acercó a Auguste Perret, el padre del hormigón armado, como
elemento estructural y constructivo válido.

Niemayer estaba convencido de que aprender tiene sentido si la enseñanza es
buena.

Estaba convencido de que hay una arquitectura sobria, útil, pragmática,
cotidiana y otra refinada, imaginativa y monumental; la primera, sobre todo
si busca la rentabilidad es más fácil de realizar; pero, la otra requiere
apoyarse en toda la evolución técnica, implica todo un acercamiento a la
ingeniería de vanguardia y eso, Niemayer fue a buscarlo fuera de su país,
donde había un saber técnico mucho más audaz.

El hormigón armado le daba nuevas posibilidades a su creatividad, al
funcionar como una piedra artificial, que le permitía soluciones naturales
a las líneas curvas, que daba fuerza para construir nuevos espacios, con lo
cual podía liberarse de una arquitectura rectilínea, que podía llevarse a
cabo con el metal.

Entonces poesía y hormigón no le resultaron irreconciliables; todo lo
contrario le resultaba un material escultórico, que le permitía la
expresión de profundas emociones, era un material plegable a sus deseos,
que daba posibilidades originales y multiformes, que producía curvas libres
e ingrávidas, que le permitían hacer una mimesis de la naturaleza, copiar
la montaña y el río, las olas del mar o la belleza erótica de un cuerpo
femenino, todo ello le implicaba al artista una inmensa apertura y cada
diseño podía ser entonces expresión de lo vivido, apreciado y comprendido;
todo ello, le permitía una mirada amplia, con la que, además, podía ganarse
la vida y que lo llevaría a pasar más de sesenta años inclinado sobre la
mesa de dibujo, cosa que el arquitecto no hubiera deseado que fuera tanto,
para poder relacionarse más con los otros y luchar más por la construcción
de un mundo mejor. Ya que una pregunta que Niemayer se hacía con frecuencia
era acerca del sentido de la vida y del para qué estamos aquí en esta
tierra, cuando la vida es injusta y hace tanta falta la solidaridad humana,
tanto compromiso social y político, más allá del oficio y de la fama, una
suerte de obligación moral, que debe reparar el daño que, cotidianamente,
hace el egoísmo humano. El maestro pensaba:

Hay que ser útil con alegría, dar placer, comprender y apoyar a los otros.

Ello lo llevaría a construir villas, que no fueran simples edificaciones de
vivienda social ni barrios para pobres.

Niemayer pensaba que la gente se siente mejor en slums, en cualquiera de
los barrios marginales de las grandes urbes, que en barrios planificados,
incómodos y siniestros.

Ese genial arquitecto podía descubrir la poesía de las zonas marginales,
donde la gente podía vivir en un entorno familiar, visible a sus ojos. Por
ello, el hombre pensaba que

La arquitectura puede hacer algo por la pobreza, pese a que él hacía
edificios audaces, con una gran libertad plástica; pero que se convirtieran
en puros bienes de la sociedad de consumo, le resultaba deprimente y no le
gustaba nada, que la arquitectura brasileña hubiera estado más del lado de
las clases dominantes y, por ahí que es más derecho te comento que me
pareció, en ese sentido, magnífica la obra que realizó Sergio Fajardo en su
alcaldía en nuestra Bella Villa, con la introducción de las bibliotecas
públicas, de gran diseño arquitectónico en nuestros barrios pobres;
definitivamente prefiero esa clas de gente, a los Avarito Corleone, de
nuestra casa de Nariño, con su mano dura y su ilusoria cardiomegalia, ya
que sin cordialidad y solidaridad, no puede haber corazones grandes, por
más que lo premie como adalid de la justicia, un loco de la talla de Bush,
con su justicia infinita, que vino a ser otra forma de terrorismo en el
mundo, ya ves, Obama lo primero que hizo fue ordenar el cierre de la cárcel
de Guantánamo, como un sitio siniestro de crímenes de lesa humanidad, así a
la hora del té, haya hecho relativamente poco por ello.

Para Niemayer, el ser humano aislado, individualista, no tiene porvenir y
considera que es preciso reaccionar frentes a las situaciones que atacan la
dignidad y minan la esperanza.

Al final de su vida, Niemayer pensaba que el capitalismo estaba en crisis;
pero que era cada vez más violento; se lamentaba de que la Amazonía
estuviera corriendo tanto peligro, en un mundo en el que la presión
imperialista sigue estando vigente, donde la tenencia de la tierra y su
productividad artificial continua siendo la mentalidad de estos tiempos y
pensaba que la lucha por un planeta mejor seguía siendo más importante que
cualquier problema arquitectónico.

El era comunista, pero humanista, por eso hizo la sede para el Partido en
Francia, por ello era un simpatizante a ultranza de Fidel Castro y decía
que allí, en el Partido había conocido a muy buenas personas, muy generosas
y comprometidas en su lucha por la justicia, en un mundo en el que la
miseria es tan grande y que a pesar de la caída de la Unión Soviética no
debíamos apartarnos de los ideales de la solidaridad, de los valores
humanos, como lo señalara Obama, en su discurso de posesión.

Me alegró cantidades de que la siniestra era de Bush, sea reemplazada al
menos por lo menos más humanista, ya que para nada tengo el ideal de que
volvamos a los viejos esquemas soviéticos, bien sabemos la cantidad de mala
gente, que hay en la izquierda colombiana, no seamos pendejos, puesto que
en las colectividades humanas hay de todo, como en botica, ya que nunca
podemos escapar al malestar en la cultura y a la lucha de los narcisismos
de las pequeñas diferencias.

Yo voto con Niemayer para que los ideales sociales sean los que terminen
triunfando y denuesto de la globalización neoliberal, un modelo que yo creo
que ya empieza a mostrar su fracaso, como lo consideraba el arquitecto del
Brasil.

Tanto a él como a mí nos duelen los niños que mueren de hambre.
Con lo que no estoy de acuerdo con Niemayer es que Cuba sea un paradigma
para América Latina; yo apuesto mejor por la búsqueda de terceras
alternativas; pero si me gustaría mucho que en la era Obama, cese el
bloqueo contra la isla caribeña.

Ese Niemayer, a quien le dolía la realidad social de su país y de su
continente, le parecía que Brasilia no podía ser La Ciudad del Futuro, por
haber sido construida en una sociedad, que todavía estaba tan aferrada al
pasado, la consideraba más bien, producto de su idealismo, que chocaba con
una nación desgarrada en tan grandes conflictos sociales, de una injusticia
abisal, donde seguía habiendo gobiernos corruptos, que estaban lejos de
interesarse por una transformación más justa de su país, que, en realidad,
de verdad, requería de políticos íntegros.

Si, el se había animado a crear a Brasilia, era para darle a su país una
identidad visible en el contexto mundial, aunque yo creo que fue un ideal
no logrado pues considero que uno, ciudadano del común, identifica más al
Brasil, con Río de Janeiro o Bahía, aún más que con São Paulo, pues aún me
parece que a Brasilia le falta la vida de esas otras ciudades brasileñas,
pero, Niemayer seguía trabajándole a ese proyecto, como eje monumental,
seguía pensando en el diseño de su museo y de su biblioteca, mientras tenía
la satisfacción de que Brasilia había surgido de la nada, en un lapso de
cuatro años, y que no se terminaría en cuarenta, pero su creador sentía un
gran amor por ella, como símbolo de la potencialidad, del entusiasmo, de la
voluntad, de la capacidad de decisión y el optimismo del pueblo brasileño.

Niemayer había conocido a André Malraux en París, quien fuera su gran
colaborador, y a quien el arquitecto reconocía su gran inteligencia, su
apertura, su actitud progresista, su compromiso, su carisma, que
contrastaba con el pesimismo de Sartre, por constructivo que el autor de La
náusea lo fuera, por alegre que fuera el mismo Sartre, quien aprovechaba la
vida y se divertía, aún en tiempos de guerra, y que ayudaba a tanta gente,
como representante de un desengaño apasionado.

También allí en París, Niemayer conoció a Raymond Aaron, quien quiso llevar
al arquitecto al Collège de France y a Pompidou, con quien tuvo alguna
amistad, a pesar de que el político fuera gaullista pues Niemayer pensaba
que había que respetar a la gente como es, lo cual nos permite vivir mejor
a unos y otros.

Nuestro arquitecto era escéptico y ateo, aunque hubiera querido ser un
católico para poder creer en el más allá; pero no podía hacerlo, por ser
esquivo, a la fantasmática religiosa, lo cual no le impedía empatizar con
los buenos católicos, de tal modo que, al construir una iglesia, la hizo
con un techo translúcido, para que los fieles pudieran ver el cielo, cosa
que fue de todo el agrado del nuncio papal en Brasil, ya que ese elemento
estético, tenía el efecto de hacer sentir al público en contacto con un
espacio infinito, donde supuestamente Dios los aguardaba; si bien, Niemayer
rechaza la religión, le resulta familiar la sensibilidad religiosa y
comprende que el ser humano tiene derecho a creer que todo es posible, que
no hay límites para su inteligencia; aunque tiene la obligación de poder
pensar en la complejidad de las cosas, más allá de la fe del carbonero.

El ser humano debe pensar en la complejidad de las relaciones entre la vida
y la muerte, una contradicción que nunca se resolverá, tiene la obligación
de entender el cosmos en expansión, las estrellas novas y los huecos
negros, de aspirar a la comprensión del universo para crecer en humildad,
al comprender nuestra condición mínima e insignificante y la incertidumbre
frente a un mundo en el que no sabemos qué vendrá después.

Bueno, mi querida amiga, debo salir a la carrera pues debo irme a ver en un
bar con una psicóloga o psiquiatra, que trabaja el asunto de las adopciones
en Galicia, para ver cómo nos podemos colaborar mutuamente en ese campo
profesional.

Un abrazote,
Jesús
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