Reseña de: \"Gaspar de Jovellanos. Crítico, reformador y humanista ilustrado\" de Ángela Gracia Méndez

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Escandell Montiel, D. (2015). “Reseña de: ‘Gaspar de Jovellanos. Crítico, reformador y humanista ilustrado’ de Ángela Gracia Méndez. Gaceta de Estudios del Siglo XVIII, vol. 3, pp. 96-99.

Gaceta de Estudios del Siglo XVIII. Volumen 3. 2015.

Reseña de: Gaspar de Jovellanos. Crítico, reformador y humanista ilustrado de Ángela Gracia Méndez Berna: Peter Lang. 2015.186 pp. ISBN: 978-3-0343-1849-5. 37,50€.

Por Daniel Escandell Montiel (Universidad de Salamanca)*

La figura de Jovellanos es esencial para comprender un periodo histórico complejo y cómo se formó la España de esa época en relación al resto de los países del entorno europeo, razón por la que es un personaje más que popular y que ha sido abordado por los estudiosos en múltiples ocasiones a lo largo de los años. Como pieza clave de la Ilustración española, resulta lógico que haya habido una profusión de textos, tanto de investigación como de divulgación, que hayan orbitado en torno a Gaspar de Jovellanos por lo que entendemos que haya quien se plantee si sigue siendo necesario abordar su figura o, más bien, hasta qué punto pueden darse nuevas claves que nos ayuden a comprender mejor su papel en la historia sociocultural española. En ese sentido, hay que agradecer a la autora de Gaspar de Jovellanos. Crítico, reformador y humanista ilustrado que se haya huido de la —en estos momentos, y para este personaje— improductiva estructura biográfica para abordar a este ilustrado (del que desde bien pronto se identifica en el libro como el “más emblemático” de esta tradición) poniendo el foco en lo que ha representado para la Ilustración y no en el día a día, pues conocemos ya bien quién fue Gaspar Melchor de Jovellanos y los estudios estrictamente biográficos cuentan ya con relevantes aportaciones como la todavía reciente de José Caso, Vida y obra de Jovellanos. Esto no significa que el texto que ahora publica Peter Lang huya sistemáticamente de ese aspecto, pues se aborda la necesaria ordenación cronológica de la extensa producción textual de Jovellanos. El equilibrio es, en cualquier caso, acertado y la perspectiva se centra mayoritariamente en trazar la importancia de la figura de Jovellanos y no tanto en desentrañar el marco más interior y personal del mismo. El foco es el de la crítica jovellanista como hilo conductor que recorre su pensamiento.

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La editorial Peter Lang remitió a la Gaceta de Estudios del Siglo XVIII una copia del libro para poder realizar la reseña.

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Por otro lado, precisamente por el carácter ilustrado de Jovellanos, su figura ha sido despiezada y segmentada, conduciéndonos quizá a perder una cierta perspectiva sobre sus campos de influencia totales; y es que vale la pena recordar que la política y las letras fueron tan solo unos más; relevantes, sí, pero retrato parcial al fin y al cabo del asturiano. El alcance de este texto nos lleva a comprender mejor esos terrenos en los que se movió y cómo pudo ejercer su auctoritas en ellos. Esto implica abordar también la necesaria cuestión del impacto internacional, especialmente en Reino Unido y Alemania. De hecho, la influencia filológica y en el campo de la jurisprudencia representan los focos recurrentes a los que vuelve Gracia Méndez a lo largo de las páginas de su libro, pero sin omitir sus aportaciones a otras disciplinas. Todo ello en un texto que culmina con muy relevante capítulo final en el que se da paso a la visión crítica de la sociedad de su época que el propio Jovellanos ejercía empleando una perspectiva que es fruto del conocimiento interdisciplinar de su producción textual. Se cierra, de ese modo, un ciclo que se abría en el capítulo primero, centrado en la razón y en la crítica que se aborda desde un estudio histórico-filosófico que no teme abordar la figura de los demás pensadores de la época para llegar, a través de los mismos y de los textos de Jovellanos, a la exégesis de su pensamiento. Ese conocimiento amplio, histórico y coetáneo, es el mismo que impulsaba a Jovellanos. Como señala Gracia Méndez: El conocimiento de esa cultura le permitiría hacer recomendaciones puntuales en un plano político, es decir, siempre basándose en hechos fácticos de las leyes históricas españolas y de su civilización pero ahora con el fin de implementar reformas que fomentaran la prosperidad económica para todo el país. (2015: 14)

En el libro no se teme tampoco abordar la influencia de Jovellanos en la crítica textual dentro del contexto europeo, pues como se señala en el libro el progreso que se había dado en la labor filológica distaba mucho de haber entrado en la tradición nacional. Asimismo, el recorrido por las aportaciones de Jovellanos nos recuerdan también la importancia de su figura en los estudios históricos que, como en el caso filológico, provenían de una fuerte influencia germana (y, en menor medida, anglosajona). En ambos casos, la reflexión crítica de Jovellanos fue capital y se insiste en ello en el libro: También Jovellanos participa en la reflexión sobre lo que debería ser el objeto de la historia como disciplina científica lo cual plasma en su dis- curso ante la Academia de la Historia en 1780. Es recurrente en él su pre- ocupación por remontarse hacia los orígenes para, a partir de ahí, tener

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un sentido de la evolución. Jovellanos defiende una vertiente histórica en varios trabajos desde 1780, fecha que coincide con su traslado a Madrid y su nombramiento como miembro de la Academia de la Historia un año antes. (2015: 30)

Cuando la crítica de Jovellanos se lleva a la política, Gracia Méndez destaca especialmente que el asturiano supo ver que “la grandeza de un país se mide por la productividad de su industria y comercio” (2015: 40), lo que estructura en buena medida las observaciones sobre la poítica y lo legal en el contexto español. Ante la realidad del país en su propia época, Jovellanos: Es consciente de que una legislación bien fundada tendrá repercusiones positivas en el cultivo y precisa que “el único fin de las leyes respecto de la agricultura debe ser proteger el interés de sus agentes, separando todos los obstáculos que pueden obstruir o entorpecer su acción y movimient”», lo que viene a ser precisamente la justificación de su”«Informe de ley agraria”. (41)

Esto se vincula, como es propio y previsible en una figura ilustrada plena, con sus otros espacios de conocimiento y muy particularmente con la Historia, pues la crítica política y jurídica, como bien se señala en el libro, parte en buena medida de un profundo conocimiento del pasado. Como indicábamos anteriormente, un aspecto relevante del libro es el capítulo final, el octavo, en el que se aborda la crítica a la sociedad y a las costumbres de Jovellanos por él mismo pero que, al mismo tiempo, se interrelacionan profundamente con las críticas a la enseñanza que se han abordado en el séptimo capítulo de este texto y nos acerca a cuestiones fundamentales para entender también algunos de los motivos e impulsos creativos del asturiano, como su progresiva convicción de entender el teatro como un medio efectivo para influir en el pueblo y, a través del mismo, moldear las costumbres: un ideal ilustrado que otros ilustrados pusieron en práctica y que condicionó buena parte de la producción literaria de la época, pero que en el caso de Jovellanos destila una intención programática que es analizada por Gracia Méndez a partir de textos como El delincuente honrado (1773). En ese sentido, se nos recuerda que: El grupo ilustrado quería imponer un teatro que edu- cara al pueblo. También Jovellanos objeta contra algunas obras y, como buen juez, ve como solución recurrir a la legislación con el fin de regular incluso el teatro. Jamás pierde de vista su función más abstracta de instruir y perfeccionar por encima de un mero plano de divertir al pueblo. (2015: 151)

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Jovellanos afronta esa filosofía pese a sus ideales libertarios, una paradoja en su personalidad que es igualmente señalada por la autora, algo que relaciona a su vez con la defensa de los ideales de una educación pública, gratuita, universal y uniforme. Gracia Méndez apunta oportunamente que esta distinción ideológica puede nacer de la concepción principal del teatro como un espacio de ocio, lo que justificaría una división de clase en su uso instrumental. Esta visión contrastiva de la producción textual y razonamiento de Jovellanos se aprecia en múltiples ocasiones a lo largo del libro y nos muestra la voluntad integradora de los conocimientos que confluían en el célebre ilustrado que, como se señala en el libro, tenía como objetivo último en todos esos frentes avanzar una modernización de España para conseguir una nación más justa. Gaspar de Jovellanos. Crítico, reformador y humanista ilustrado es, en defintiva, un complejo y extenso retrato de un personaje clave para el país, un ilustrado que todavía hoy — como tantos ilustrados— tendría mucho camino por delante si se enfrentara ante la realidad contemporánea. La confluencia de perspectivas que ofrece el texto se deriva de abordar a lo largo de sus páginas las diferentes preocupaciones, espacios de interés y campos de conocimiento que ayudan a definir la figura intelectual de Jovellanos y que consigue mostrarlo como un personaje para el que sobran razones para mantener su vigencia, no solo como parte de unos estudios enmarcados por una restricción historicista, sino más allá del sesgo temporal que esto impone.

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