SAFFORD, Frank, PALACIOS, Marco. Colombia País fragmentado sociedad dividida

September 11, 2017 | Autor: Dayana Cardona | Categoria: History, Historia Política siglos XIX y XX. Historia de la Violencia en Colombia
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Marco Palacios Prafísof-ínvestigador de E) Colegio de México. Entre sus principales publicaciones se cuentan; El cafí en Colombia, 18S0- 197O, Una historia económico, social ypotitko (en espeñol-, Bogotá, 1979. '983 y 2002; ín inglés, Cambridge, inglaterfa, !980 y 2002); Lo clase más ruiOosa y otros ensayos sobre político e historia (Bogotá, 2002); De populistas, mondocines y violencias. Luchos porelpoderíQogoXá. 20011; Parátiolotiel /jíírotemo(Bogotá, 1999) y Entrela legitimidady lo v/o/encró. Cohrvbia. 7875' Í994 (Bogotá. 1995).

Frank Safford Profesor de historia de Nonhwestern Unwífsity, se ha dedicado por una parte a te htstorta colombiana, y por otra a obras comparativas y de síntesis de la historia de América espaftola en e! siglo XK. De éstas acaso las más importantes han sido varios ensayos sobre las pautas politicas en América Espaflola en el siglo xix, que han aparecido entre otros lugares en ta Cambridge History o f Latin America {tamo 111) y el Journal of Latin American Studies (Londres). Sobre iâs relaciones entre las estructuras socio­ económicas Y tas formas políticas en América Latina, publicó, con Evelyne Huber, Agrarian Structure and Political Power: Landlordand Peosont in the Making of Larin Amen'eo (Pittsburgh, 1995). Para la HIstoriadela Amirica Andina extiM , con Nils Jacobsen, un ensayo largo sobre las economias andinas en el siglo XIX. Sobre Colombia sus obras más notables han sido The Ideal of the Practical: Colomt)/a's Struggle to Forma Technical Elite (Austin. 1976), editado en español por El Áncora Editores (1989) y Aspectos rfe/síg/o XIXen Co/om6/o (Medellin, 1977). Ahora, con un retardo de más que tres décadas, proyecta publicar una versión revisada de su «sis doctoral sobre la economía de la faja oriental en el siglo XIX.

C o I. o M B I A

PAIS F R A G M E N T A D O , SO C IED A D D IV ID ID A . SU H ISTORIA

Marco Palacios Frank Safford

COLOMBIA Pais fragmentado, sociedad dividida. S u historia

Safford. Frank Rohinson, 1935Colomhia : pais frapncnuilo. sociedad dividida, su historia / Frank Safford, Marco Palacios ; traducción Angela García. — Ik^otá : Edilorial Norma, 20oa. 745 p. : il., mapas ; 23 cm. — (Oilccción vitral) Titulo original : Krsgmcnccd land divided societv, ISBN 9;8-04-6;;o9-6 1. Colombia - Historia 2. \'iolcncia politica - Hi.storia - Colombia • Sigio X.X f. Palacios, NUrco, 19+4- U. Ciarcia, Angela, tr. III. Til. IV, Serie Q86.1 cd2i ed. .AIIII2512 CF.P-Banc.>de la República-iüblioicca I.uis-Anyel Arango

Copvrighr © 2002 por NUrco PalacÍHsy ¡Tank Safibrd Copyright © 2002 para Atnérica l.aiitia por lúliloriai Norma, s.A. Apartad(j Aéreo 53550, Bogotá, Colombia, Impreso por Cjrpraphics S.A. - Impresión Uigiral Impreso en Colombia - Printed in Colombia Diseño: Camilo Umaña Uiagramación y armada: Luz Jazmine üüechá Sabogal Elaboración dc índices: Gustavo Palifío Ilustración de cubierta: “Cuidando una trinchera” . Dibujo de Peregrino Rivera, 1900. Museo Nacional, Bogotá. CC22178 ISBNq58-04-6so-6 Este libro se compuso en caracteres F.brhardt Reservados rodos los derechos. Prohibida la reproducción total o parcial de este libro, por cuallomhia

Kl trasfondo indígena

Conquista (upi i L i.n n I-os primeios asentamientos españoles

Kconomía y sociedad, 1590-1780 i:apí i L'i.o \ I I.3S crisis de autoridad, 1700-180H l.M 'llL'l.dM I La Independencia, 1808-1R25

I,a Oilombia de Boliv-ar. 1819-1831

La Nueva Granada, i83i-i«45

l,a era liberal. 1845-187Í)

S E G U N D A PAR TE Desde c. iSjs hasi»«I presente Marra Palacios C.^Pirui.O \1 Ni libertad ni oriJtn

La Colombia rafctcra, 1903-1946

Dcl orden neociinsenador al interregno

Ij violencia puliti« la segunda mitad dcl siglo xx

Guia bihiiugráfica selectiva ímliees

N O T A A I.A E D I C I Ó N EN E S P A Ñ 0 1 .

ESTE LIURQ OKRKCE UNA HISTORIA I>F. COLOMBIA itcsdc f los tiempos dc antes dcl descubrimiento y conquista al presente. Fl hilo conductor dc la narrativa es, de un lado, la fragmenta­ ción espacial del pais y, del otro, las divisiones profundas dc la sociedad colombiana, >a sean culturales, étnicas, de clase o de lo­ calidad, repión, políticas c idc-olópicas. Vista cn una perspectiva dc muchos siglos, la historia culombiana resulta un tejido abigarrado cn cl que se entrecruzan la geografia y la acción social que trata de domi fiarla a lü larpndel tiempo y da un sentido peculiar a las divi­ siones dc la socicdad. Un tejido que, a su vez, hacc paite integral de la historia mundial ) del hemisferio occidental, aunque el texto acentúa las dificultades de integrar cl pais por dentro asi como de incorporarlo al mundo. Kl libro es cl resultado de un esfuerzo conjunto dc Fi-ank -Safford y Marco Palacios. I.a primera parte, a cargo dcl profc.sor Safford, cubre im periodo multisecular, desde las sociedades precolombi­ nas a la década de 1870. Marco Palacios toma el relevo en esa dé­ cada y avanza el último cambio de siglo. Escrito inicialmente para la serie de historia latinoamericana de Osford University Press, apareció cn inglés en junio del 2001. tsta versión en español, aunque sigue muy de cerca la original, expan­ de algunos temas, incluye más mapas e intercala una serie de tex­ tos ilustrativos con la intención de ofrecer al lector un sentido más vivido dc los acontecimientos.

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PRIMERA

PARTE

Desde la época prehispánica hasta 18 75

F R A N K S A FF O R D ■RADUCCIÓN OE ÁNGELA GARCÍA

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MAPA OFICIAL DE

REPÚBLICA DE COLOMBIA C. 2000

Fueme: instituto Agustín Codazzi

C A P ÍT U L O 1

País fragmentado: continuidad y cambio en la geografía económica de Colombia

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FN SU RETRATO DF.l. AISI.AMIENTO dcl pUeWo dc Macondo en Cien años /ie soledad, Gabriel García Márquez señala un aspec­ to fundamental dc la geografía histórica de Colombia. Durante la mayor parte dc su historia después de la Conquista, la población ha sido escasa y ha vivido esparcida en comunidades pequeñas y desligadas. Los pocos relatos de viajen)S del siglo xviii y los mucKos del siglo XIX describen grandes extensiones del territorio casi sin habitantes, l'lsta escasez y dispersión de la población han difi­ cultado cl desarrollo de las vías de comunicación y la integración económica dc Coíombia. Otra.s dos características dc la geografia son fundamentales; sus regiones más pobladas son ala vez tropicales y montañosas, la línea ecuatorial atraviesa el pais, de cuyo territorio dos terceras partes quedan en el hemisferio norte y el tercio restante en el sur. Aunque algunos territorios llegan hasta los cuatro grados de latitud sur, la mayoría dc la población vive entre los tres y once grados de latitud norte. Debido a la ubicación tropical, las temperaturas de cualquier localidad permanecen niás o menos constantes a lo largo del año. Las variaciones dependen principalmente de la altitud. Bogotá', situada a 2.600 metros sobre el nivel del mar, goza de una prima­ vera fría con una temperatura promedio anual de i3grados centí­ grados, mientras que Cali, a un jkico más de i .000 metros, disfruta dc im verano permanente. La población que habita en el nivel del mar, como en la costa atlántica o en altitudes muy bajas, en los valles del río Magdalenaocn los Manos Orientales, debe soportar tempe­ raturas aún mayores, de 27 a 30 grados centígrados cn promedio. Kl clima colombiano es tropical no sólo por la constancia de las temperaturas locales sino por la abundancia de lluvias cn casi todo el territorio. 'Icmperatura constante y lluvia abundante producen una vigorosa vegetación. F.sto es cierto en las tierras bajas y en las montanasquc, por lo general, ofrecen im tono verde esmeralda que contrasta con la desolada aridez de la vertiente occidental de los Andes peruanos. I . Desde la conquista española la capital de Cj>lombia, al igual que el psís, ha recibido distintos nombres. Kn )a Colonia « la conoció como .Sania I'e o Santafé, seguida de Bogotá F.n cl perioiio republicano se la llamó simplemente Boícotá. Sin consultara nadie, iosconsiiiuyentesdc lycn resobieron volver al nombre colonial, tn este texto la llamaremos Santa Fe durante la Colonia y líogotá después dee. i8ig.

Colombia: pah fragmenlailo, surii’dad dividida Históricamente Ins cordilleras de los Andes han dominado la topografía colombiana y, cn muchos aspectos fundamencaks, han establecido lascondicionesde vida. AI menos desde la época dc la conquista española y, por lo que se sabe, también en la era preco­ lombina, las mayores densidades humanas sc encontraban en las altipianicies que permitían escapar del calor y de las enfermeda­ des tropicales y ofrecían condiciones favorables a la agricultura. Un nueve por ciento del territorio colombiano se localiza entre los i.ooo y 2.000 metros, en vertientes o valles interandinos de clima templado y confortable, y un sei.s por ciento por encima dc los i.ooo metros, donde las temperaturas son frías, similare.s a la primavera o cl otoño de la zona templada dcl planeta. F.n este 15 por ciento dcl territorio vive la mayoría de la población; casi dos tercios en cl siglo XIX, en 1964 un poco tnás dcl 60 por ciento. Kn contraste, la población es escasa en las tierras cálidas, por debajo de los i .ooo metros. En el último siglo y medio han albcrícado un poco menos dc un tercio de la población totaP. Los Llanos Orientales y la re­ gión amazónica, cn cl sur, que ctmforman más de la mitad dcl te­ rritorio (56 por ciento), all)cr(pin un poco más del uno por ciento de la población nacional. Las selvas tropicales dcl Chocó, en cl noroccidente, y la semidcsertica península dc la Guajira, cn ci nororiente, tambicn están muy poco pobladas. Sin embargo, con cl tiempo se fueron sucediendo migraciones importantes hacia las tierras bajas, proceso que se aceleró en el siglo xx. A lo largo de la historia culombiana, ia zona baja dc mayor poblamiento ha sido la costa atlántica. .Antes de la conquista española, la costa caribe parece haber albergado importantes concentraciones de población. IDcspués de la conquista, estas poblaciones indígenas fueron diezmadas. No obstante, bajo ia dominación española la región caribe adquirió una nueva función como intermediaria en­ tre las zonas más pobladas del interior y cl mundo exterior. Las ciu­ dades co.steras -Cartagena, Santa Marta y Riohacha cn cl periodo colonial, y liarranquiiia a partir dc la segunda mitad dcl siglo xixfueron lugares de tránsito de los bienes que se importaban y ex­ portaban. Sobre todo para Cartagena, Santa Marta y Barranqui­ lla, su conexión con el rio Magdalena, que vinculaba la costa con ' human,! de Colomhia, Bogo-

Vais fragmentado el interior dcl país, fuc de suma importancia. Otra zona destacada sobre el Caribe, el istmo i3c 1‘anamá, tambicn fuc un importante centro de tránsito, cn este taso entre los cecanos Atlántico y Pací­ fico y sus costas en América. Kn gran parte por su cstrccho vincu­ lo con el comercio exterior, y con cl mundo cn general, la zona caribe se desarrolló con características m»i> propias, que la dife­ rencian dc las apartadas regiones del interior del país. Su pobla­ ción se identifica con la vida y la cultura del Caribe, en contraste con la maytir parte de la población dc ias zonas más aisladas de los Andes. Si los altiplanos brindaron a la población un ambiente propi­ cio, también dividieron el pais económica, cultural y politicamen­ te. I.OS Andes colombianos no forman una sola cadena montañosa sino tres imponentes cordilleras que nacen justo al norte de la fron­ tera con el Ecuador y corren más o menos paralelas cn dirección norte-noreste. No alcanzan éstas las impresionantes alturas de los Andes peruanos y bolivianos. Algunas picos de las cordillcra-s Cen­ tral y Oriental están por encima de los 5.500 metros, pero la alti­ tud promedio en las dos es de unos 3.000 metros. cordillera Occidental, que establece el limite con la región de la costa del Pacifico, tiene una altitud promedio de 2.000 metros. Aun así, ias tres cadenas han sido formidables barreras para la comunicación de las regiones colombianas y del interior del país con el mundo exterior. Kstas dificultades pueden ilustrarse ctm ei caso dc ia apertura del llamado paso dei Qiiindío que, siendo una de las principales ruta.s de la cordillera Central a fme.s dcl período colonial, dificil­ mente podía atravesarse en muía, i-iasta bien entrado el siglo xix muchos viajeros debian ser cargados en sillas, atadas a las espaldas dc otros hombres considerados más seguros que las bestia-s. Mu­ chas rutas dc las tres cordilleras presentaban dificultades similai-es y hasta terminar el siglo se cruzaban a lomo de muía o a caballo, si las condiciones eran favorables. I.os viajeros de la Colonia y del siglo XIX dejaron vividos rela­ tos dc los horrores de ascender o descender cl camino de herra­ dura que unia a la Sabana de líogotácon Honda, cl principal puerto del río Magdalena en el interior. Fste camino fue !a ruta obligada de ios viajeros y del comercio con la costa atlántica y de gran parte del tráfico entre el oriente y el occidente dcl país; aun así, durante

Colombia: púisfragmenlado, sociedad dividida más dc trescientos años fue una aventura recorrerlo. Desde cl río hasta ta Sabana de Hogotá cl camino nsccndia y descendía por re­ pliegues sucesivos, antes dc remontar el tronco principal de la cor­ dillera. En el corto trayecto de 77 kilómetros ^naba los 2.600 metros. A los inconvenientes dcl relieve se añadía el clima de la región que atravesaba. Furiosas y frecuentes tormentas tropicales arrasaban tramos de la via y dejaban impasables otros. Un viajero británico recordó asi su descenso por cl camino de Hunda a prin­ cipios de la dccada dc 1820: ... espantoso, subiendo y bajando siempre por un empedrado áspero, roto por los torrentes violentos de la montaña... Las muías se mantienen de pie con la mayor dificultad saltando de un promontorio a otro y poniendo al jinete cn peligro inmi­ nente dc desnucarse. Donde el camino no está empedrado, cl tráfico constante y la humedad del ambiente forman charcos profundos en los que las bestiiis se hunden a cada paso hasta la cinchaJ. Según la opinión establecida, esta parte alta de la ruta no era la peor. Los tramos bajos eran pavorosos. Así lo hizo constar un via­ jero norteamericano por los mismos años: En Villeta llegamos a la a>nclusión dc que nada podia ser peor al camino que hasta allí descendía. El tramo a Guaduas demos­ tró nuestro error. Era horrible: ¡bajar, bajar, bajar! rocas, barran­ cos, precipicios, acantilados, pantanos, asi una y otra vez. Los desfiladeros ascendían pareciendo absorber la humedad de «na atmósfera calurosa y desmoronarse al contacto; colinas que ha­ bían cedido en la base, inclinando los barrancos y hondonadas empinandas, lavadas por la inundación de la montaña que de­ jaba sueltas y desnudas k s grandes rocas sobre las cuales, y sólo sobre las cuales, vacia el camino para el hombre y la bestia.. .^. Los peligros de este camino eran tales que los propietarios de recuas no aceptaban carga en las ¿pocas de crudo invierno debido

Pais fragmentado al pran riesgo para los animales. Aun durante el verano, los fletes de muía fueron relativamente altos: de 22 a 34 centavos por tone­ lada-kilómetro a mediados del siglo xix. Kn estaciones dc lluvia o cuando ln guerra civil hacía escasear las muías, los fletes se dupli­ caban (40 a f)Ocenta\ s por tonelada-kilómetro). Por ia misma épo­ ca la construcción de canales y ferrocarriles en los Kstados Unidos había logrado abatir los costos dc transporte terrestre a ccrca de 1,25 centavos por tonelada-kilómetro. Puesto que el camino dc Honda a Bogotá fue muy utilizado por la ciase alta y ios viajeros extranjeros, fuc objeto de muchas maldi­ ciones y lamentos. Pero no fue excepcional. Casi todos ios pasos montañosos, como los que comunicaban las poblaciones de Boyacá y Santander en el oriente y Antioquia y el valle geográfico del Cauca en ei occidentc con el rio Magdalena, ofrecían condiciones seme­ jantes aimque fueron descritos con menor frecuencia. 1 j dificidtad del transporte mantuvo separados a los habitan­ tes dc las alti|>lanicics en dos zonas claramente demarcadas. I.a de la cordillera Oriental, el oriente, formada por sus numerosos flan­ cos, repliegues y \alles interiores, incluido cl piedemonte que da a los I-lanos,y la región occidental, formada )K>r las cordilleras Cen­ tral y Occidental, eon el valle dcl río Cauca flanqueado por am­ bas, Si las comunicaciones entre las grandes zonas fueron dificilcs hasta bien avanzado cl siglo xx, ci tran.sportc dentro de cada una de ellas lo fue ligeramente menos. Kn las estribaciones altas de la cordillera Oriental aparece un conjunto de mesetas comunicadas entre si que permite viajar con facilidad desde Bogotá, en el sur, hasta Sogamoso o Moniquirá cn el norte, l-^sta región, conformada por los actuales departamentos de ('undinamarca y Boyacá, ha estado integrada, cultural y politi­ camente, desde los tiempos precolombinos hasta el presente. Al norte de las altiplanos cundiboj acenses aparece la región de Quane, el actual departamento de Santander, montañosa y cortada por ca­ ñones profundos; topografía accidentada que le ayuda a conservar una identidad propia. Si las altiplanicies de ia cordillera Oriental permitieron una in­ tegración parcial, el valle dcl río Clauca desempeñó un papel simi­ lar cn cl occidentc dcl país ai facilitar la comunicación y por lo tanto cierta unificación politic-a y cultural. Permitió el transporte desde Popayán, en el sur, hasta í'artago en el norte. Al sur dc Popayán.

Colombia: país fragmentado, soriedad dividida hacia la frontera con Ecuador, queda la región dc Pisto, de intrin­ cados y ma-sivos nudos montañosos que hacen el acceso dificil; quedó, sin embargo, ligada a Popayán, comercial, administrativa y politicamente. De modo similar, al norte del Valle aparece otro complejo montañoso que cl río Cauca, cn su camino hacia el Mag­ dalena y el Caribe, corta profundamente: la región antioqueña, que hoy ocupan los departamentos de Antioquia, Caldas, Risaralda y Quindio. Sus habitantes han vivido una relación ambigua con cl resto del occidente. En los tiempos precolomhinor víis indirectas como Cartagena o Santa Marta. \!uchos pasos estaban obstruidos por bancos dc arena, cn tanto que en el curso medio del río, sobre todo cn las cercanias de Nare, las embarca­ ciones afrontaban peligrosos rápidos y corrientes. Otros rápidos ubicados más adebnte hacían que Honda fuera el final de la nave­ gación rio arriba desde la costa.

I’ais fragmentad« Hasta la mitad del siglo xix, viajar rio arriba fue iin purgatorio para quienes tuvieron que vivir la experiencia. líesde la costa atlán­ tica hasta Honda, las embarcaciones recorrian 950 kilómetros, mo­ vidas por la fuerza muscular de bogas, diestros cn cl manejo dc largas varas de madera con las cuales presionaban contra cl lecho del río. T.a duración del viaje dependía cn parte dc las condicioncs dcl río. Un oficial espafiol del siglo xvm informó que cn las mejo­ res condici-án y Pasto en la Occidental, y Cjirtagena en la costa atlántica. Tam­ bién pululaban las comunidades pequeñas e inestables, fundadas por españoles aventureros que buscaban fortuna en áreas remotas. Muchas comunidades españolas desaparecieron, particularmente

Colombia: paisfmgmenlado, sociedad dividida cn cl occidcntc y cn el valle dcl Alto Magdalena, bien fuera por la resistencia o la mortandad dc la población indígena, o por el ago­ tamiento de los depósitos auríferos. Desde el siglo xvii hasta el xix las comunidades asentadas so­ bre todo en las regiones santandereana y antioquefla dieron origen a movimientos colonizadores que establecieron una cadena de po­ blados en los nichos cultivables de las vertientes. l%n las laderas santandereanas se fundaron más de 70 poblaeiones. De la zona de Santa l'c de Antioquia salieron colonos hacia todas las direcciones, aunque el empuje más vigoroso se dio hacia el sur, siguiendo la cor­ dillera Central. Estas dos regiones llegarían a contarse entre las de mayor densidad humana del pais, pero su topografía contribuyó a una mayor atomización aldeana. Sin embargo, la artesanía santan­ dereana de textiles dio pie al desarrollo de centros urbanos más sustanciales. Por su parte, en las tierras bajas del valle dcl Magdalena, la costa atlàntica y los Llanos Orientales la población tendió a dispersarse en comunidades aún más pequeñas, pero pur razones distintas. Gran parte de la tierra en estas regiones se utilizaba para cl levan­ te de ganado, que requería poc& fuerza dc trabajo. Durante la Co­ lonia las llanuras dcl valle del Rajo Magdalena abastecieron de ganado vacuno, porcino y de cereales a las ciudades de la costa, a la flota española y en cierta medida a las islas del C^aríbe. Sin em­ bargo, las inundaciones invernales durante gran parte del año obli­ gaban cl traslado dcl ganado a tierras más altas y muchas veces dificultaban el abastecimiento de carne y alimentos a los consumi­ dores de la costa. Las inundaciones también afectaban abuena parte de los Llanos Orientales. Comunidades pequeñas y dispersas también caracterizaron zo­ nas de ecología muy diferente, como las selvas choeoanas y ama­ zónicas. F.stas últimas permanecieron prácticamente ignoradas por los colombianos hispanopariantes hasta el siglo XX e inclusive hoy en día tales regiones están apenas parcialmente integradas a la po­ lítica y la economia nacionales. A largo plazo, la colonización centrífuga reforzó la dispersión de la población. A mediados del siglo xix Colombia era un país sin ciudades grandes pero con un gran número de pueblos medianos y pequeños. En 1851 una sola ciudad, líogotá, tenía más de 30.000 habitantes. Había 30 municipios que tenían entre 8.000 y 15.000

habitantes, casi 150 que tenian entre 4.000 y 8.000, otros 230 que estaba:i entre los 2.000 a 4-000 y más de 300 con menos dc 2.000 habitantes. La rivalidad entre estas poblaciones ha sido una característica continua de la politica ailombiana desde la C-olonia hasta hoy. Car­ tagena y Popayán rivalizaban c«n Santa I'e de Bogotá en la era culoniai. Medellin, como centro financiero enei siglo XIXc industrial cn cl siglo XX compitió con la capital nacional, Bogotá. Ll cambio económico hacia que ciudades y pueblos que alguna vez fueron dominantes tuvieran que ceder el paso a sus rivales. Enclnorocddentc, Santa I'e de Antioquia perdió su ascendencia.sobre Mcdcllin a fines del siglo xvm y por esa misma época Mcdcllin consiguió afirmarse sobre Rionegro. Mientra,? tanto Rionegro ena>ntró un ri\-al en la emergente Marinilla y asi sucesivamente. Popayán, la ciudad dominante de la región caucana cn la Colonia, tuvo en Cali un adversario permanente, pero Cali debia cuidarse de Buga. Kn cl siglo XIX Popayán y Huga se rezagaron y Cali surgió como el cen­ tro regional más importante. Kn el siglo xvni, Cartagena, que con­ trolaba la mayor parte del comercio exterior legal, taicontró tm rival en Mompox, un emporio para bienes de contrabando traídos des­ de Santa Marta, Riohacha y otros lugares costeros. Kn la era re­ publicana, cuando se instauró un sistema comercial más abierto, Cartagena perdió el liderazgo como puerto caribeño primero frente a Santa Marta y más tarde frente a Barranquilla. El comercio entre las tres regiones ha sido relativamente esca­ so. Ksto puede atribuirse cn parte a los altos fletes del transporte terrestre, debidos cn gran medida al clima y a la topografía. La construcción y cl mantenimiento de caminos o vías férreas eran muy costosos, especialmente en los terrenos de pendiente barri­ dos por las tormentas. Kn la década de 1870 se calculó que el costo de construcción dc Éerrocarnlcs cn los .Andes más o menos dupli­ caba el de los Kstados Unidos y Canadá. I^ dispersión demográfica tambicn entorpecía el comercio de larga distancia, Kn casi todos los núcleos habitados la mayor parte dc la alimentación y del vestuario se producían localmente y habia solo un comercio limitado fuera de la comarca inmediata. Segura­ mente bastante tuvieron que ver los costos de transporte cn esta tendencia a la autarquia local. Pero también es cierto que las condi­ ciones de la ecología andina permiten producir una variedad con­

Colombia: país franmenlaHn, sociedad dividida siderable dc alimentos dentro de un área geográfica muy limitada. Como la temperatura depende de la altitud, las vertientes andinas son propicias para cultivar una amplia gama de productos en áreas contiguas. Kn las altiplanicies dc la cordillera Oriental los cultiva­ dores sembraban distintas variedades dc papa y de cereales (quiniia antes de la Conquista, trigo y cebada después dc la llegada de los europeos). Kn los flancos de más abajo el clima era ideal para pdk Iucir maíz y arracacha; todavía más abajo germinaban plantas tropi­ cales como la yuca, el aguacate o la guayaba, antes de la Conquista, y la caña de azúcar y los bananos después. La integración vertical permitió diversificar la dicta sin recu­ rrir al comercio dc larga distancia. Hurtante, si el clima y la topogra­ fia obstaculizaban ci comercio interregional, también lo hacian supérfluo. Este factor pudo retardar la mejoría del transporte. Po­ cos bienes tenían que mover.se entre las grandes regiones. En con­ secuencia, mientras que a lo largo dcl siglo xix las elites escribieran sobre la necesidad de mejorar los transportes, las realidades de una cómoda complcmcntariedad local debilitaron quizás este sentido dc urgencia. Hasta cl comercio local fue bastante restringido, un hecho re­ flejado en las condiciones primitivas de las vías de comunicación. En la provincia del Socorro, donde los ríos pasaban por hondas ba­ rrancas, los viajeros tenían que cruzar jalados por sogas dc cuero, de las cuales pendían plataformas precarias en las que iban los pa­ sajeros y sus cargas, mientras sus bestias pasaban a nado. Este sis­ tema se llamaba “ cabuya” cn cl Socorro y “ tarabita” en el sur dc la cordillera Central La dispersión dc la población ofrecía pocos mercados suficien­ temente amplios como para estimular la inversión en caminos, puentes y ferrocarriles, o para convencer a los políticos de definir un interés nacional. Dadas la topografía y la distribución dc los habitantes, sólo un proyecto, la mejoría dc la navegación en cl rio Magdalena, fue considerado en el interés inmediato dc ia mayoria dc las regiones. La construcción de caminos, y más tarde de ferro­ carriles, desde los altiplanos hasta el Magdalena, dio pie, sin em­ bargo, a un sinnúmero de conflictos entre regiones y localidades porque cualquiera que estableciera comunicaciones más eficientes podria dominar comerciaimente a las demás. Estas rivalidades se replicaban hasta cl más ínfimo nivel l«M:al.

País fragmentado r.ntrc 1833 y 1844, la irrisoria suma de dinero disponible para realizar obras públicas se distribuía entre las provincias sobre una estricta base per cápita, con el resultado obvio dc que ninguna ruta progresó demasiado. F.n los años cuarenta hubo intentos de con­ centrar los fondos del presupuesto en algunos proyectos naciona­ les, abortados por la reacción federalista de la década siguiente. Durante los siguientes 30 años, no hubo demasiado empeño cn traur un cuadro de prioridades nacionales y ci desarrollo dc los transpi)ftcs quedó en gran parte a cargo de las regiones. I'^n la dé­ cada de 1870, un intento de utilizar fondos nacionales para cons­ truir un ferrocarril que beneficiaria cl oriente desató un intenso n el occidente y ia costa y terminó desempeñando 1 importante papci cn la rcoricntación de la politica Durante casi todo cl siglo xix los políticos colombianos enfronta­ ron cl problema dc las prioridades haciendo caso omiso de el. Como resultado, proliferaron ios proyectos pequeños mal financiados y muchas vcccs fallidos y no hubo mayor avance en el transporte te­ rrestre hasta cl siglo xx. Fcsc a estas limitaciones, hubo algún comercio entre las regio­ nes, tanto en in era precolombinn como en tiempos más recientes. F.l intercambio se limitó a unos pocos bienes que eran escasos cn ciertas regiones y con un valor suficientemente alto para justificar los costos dcl transporte. I.os muiscas, por eiemplo, intercambia­ ban textiles de algodón y sal (escasa en casi todas las demás regio­ nes) por oro y conchas de mar, eon las comunidades de la hoya del iMagdalena. Del mismo modo, los indígenas que poblaban los ac­ tuales territorios de Antioquia intercambiaban con los pueblos de la costa su oro por csciavos, textiles y pecarics. En el período colonial y hasta unas décadas después, la cordi­ llera Oriental abasteció a .Antioquia con tejidos dc lana y algodón. Fntre los bienes del comercio de larga distancia, dos fueron alta­ mente valorados y su venta fuc monopolio estntnl; el inbaco y la sal, extraída de las minas dc Zipaquirá y de otras más pequeñas en la cordillera Oriental. Pocos alimentos ingresaban al comercio interregional de larga distancia. El más importante fuc quizás el gana­ do, que tenía la gi an ventaja de transportarse por sí mismo. En la Cltilonia, el ganado que se criaba cn ios valles del Alto Magdalena abastecía mercados tanto de la cordillera Oriental como de la re­ gión caucana. Además del ganado, el cacao, cultivado con éxito en

Colombia: pais fragmenlado, sociedad dividida unas pocas regiones, tenia un prccio suficientemente alto como para pagar los fletes dc mula. C^mo resultado dc la fragmentación histórica -a servido d t etapa intennetlia en la migración secular de los pueblos y culturas de Centro y Suramérica. El valle del rio Magdalena debió proveer otro ámbito para la conexión de las culturas del Caribe con las dc la gran cuenca amazónica. Artefactos arqueológicos hallados en tierras colombiánas ofrecen mudo testimonio de un tejido dc influencias amazónicas, caribeñas, centroamericanas y centroandinas. La cultura de San Agustín, el sitio arqueológico más famo­ so del país, ubicado cn tierras montañosas próximas al nacimiento del río Magdalena, se desarrolló tempranamente, unos 300 años a.C. Una garganta abierta cn la cordillera cercana lo convirtió en paso natural entre las cuencas del Amazonas y del Magdalena. Los centenares de esculturas dc piedra que pueblan las lomas que ro­ dean a San Agustín ofrecen rasgos similares, aunque no en estilo, al arte litico de la cultura Chavin de los altiplanos del Perú, c. qoo a.C, Muchos temas dcl arte de estas dos culturas parecen compartir un mismo origen amazónico, t)tro canal de comunicaciones fue la hoya dei río Cauca, exten­ dido en el eje norte-sur, que facilitó el contacto de las culturas de Nicaragua y las dcl sur colombiano. Grupas tribales, aunque mos­ traron particularidades locales, compartieron modos similares de organización politica y económica, costumbres, creencias religio-

Cohmbia: puís fragmentado, sociedad dividida sas y culturas materiaics. Ksto último puede observarse fácilmen­ te en los rasgos comunes de la extraordinaria orfebrería que se desarrolló en toda csu área desde el año cien de nuestra era hasta la época de la conquista. El ílujo humano continuo, combinado con la diversidad dc ni­ chos ecológicos, hizo que fueran vecinos pueblos dc lenguas y atri­ butos culturales muy diferentes. Entre los muchos dialectos que hablaban las poblaciones aborígenes a la llegada de los conquista­ dores predominaban tres familias lingüísticas; el chibcha, cl cari­ be y cl arahuaco. Puesto que las migraciones y el poblamiento fueron moldeados por las condiciones geográficas aludidas, estos tres grupos lingüisticos no constituyeron bloques territoriales co­ hesionados y más bien estuvieron entremezclados y dispersos. A la llegada de los españoles, los chibchas, ligados cultural y lingüís­ ticamente a Centroamérica, ocupaban varias zonas de ias altipla­ nicies: en ia Sierra Nevada de Santa Marta, en la cordillera Oriental y al sur dc la cordillera Central. Algunos grupos de la familia chib­ cha, como los cuna y los cueva, vivían en las zonas bajas que bor­ dean el istmo de Panamá. Por la misma época, los caribes y los arahuacos predominaban en las tierras bajas: los primeros en la costa del Caribe, en los valles dcl iVlagdalcna y del Uajo Cauca, y los segundos en los Llanos Orientales, la Amazonia y la península de la Guajira. Se supone que los caribes, temidos por los españo­ les por la destreza cn el uso de arcos y íleehas envenenadas, des­ plazaron a los chibchas y arahuacos, pobladores originarios de las zonas bajas, cn una invasión que debió ocurrir uno.’i dos siglos an­ tes de la C^onquista. Simplificando, los pueblos precolombinos de la actual Colombia pueden clasificarse cn tres grupos que corresponden más o menos a las tres regiones topográficas. F.n la región del Caribe ocurrieron más tempranamente importantes desarrollos culturales, cn |wrticular el establecimiento dc las primeras aldeas sedcntaria.s. Pueblos costeros que hacia J.OOOa.C. dependían dc la recolección de mo­ luscos, habian desarrollado hacia 2.000 a.C. una economía mixta que explotaba abundantes recursos marinos y fluviales, pero tam­ bién cultivaba yuca bra\a y otros tubérculos. Hacia la época dc Cristo, el maíz, traído dc Centroamérica, irrumpió cn los paisajes aldeanos del Caribe y cl Uajo Magdalena. Más produaivo y nutri­ tivo que la yuca, el maíz dio ba.sc al crecimicnto demográfico. Im-

PRINCIPALES PUEBLOS INDÍGENAS A LA LLEGADA OE LOS ESPAÑOLES f^mrifaCarifie

f T : Familia Chibcha : : l Familia Chibcha con influencia Caribe |~1 Los Tumaco

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Fuente: Atlas de Colombia, (nstitutcp Agustín Codaízi

Colombia: paisfragmtnlndn, sociedad dividida puso además un nuevo desafio técnico cu\-a rcsiilución implicaba conocer los ciclos decrecimiento botánico y los de lluviosidail. liste último saber pudo haber orijcinado una clase sacerdotal de exper­ tos meteorólogos. K! maíz puede almacenarse cn un grado mayor que la yuca. I.a posibilidad dc acumular excedentes para cl inter­ cambio comercial dio lugar a la aparición de grupos dc jefes que los controlaban. El maíz debió trasformar estas aldeas igualitarias cn sociedades ordenadas jerárquicamente. Por la ¿poca dc la conquista española ya existían unidades po­ litica.? significativas en las cuencas inundables de los ríos que afluían al Caribe. Asi, en los valles del Sinú, ei Cauca y el Magdalena al­ gunas culturas habian creado sistemas a gran escala de camellones paralelos que pei mitían mantener la agricultura en condicioncs de inundación periódica. 1.a construcción de estas obras hidráulicas exigia jerarquías complejas, ünade las culturas más impresionantes fue la sinú, cuyas jefaturas federadas dominaban estas zonas. El te­ rritorio estaba gobernado por tres jefes emparc-ntados entre sí, más o menos deificados y cuya autoridad reconocían mutuamente. Cada uno regia una comunidad bastante urbanizada. Al menos una de ellas, el centro religioso dc l'inzenú, tenía calles y plazas y conte­ nía unas veinte casas multi&miliares, cada una con tres o cuatro cdificacioncs anexas, destinadas a los sinientes y al bodegaje. Sc dice que cn su templo cabían unas mil personas. Las élites dc es­ tas poblaciones eran enterradas cn grandes promontorios que, por la época dc la conquista, podian divisarse a kilómetros. Otro pueblo caribeño, el pacabuej-, ubicado en los alrededores de Tamalameque, cn cl Bajo Magdalena, también desarrolló una jefatura importante. Según los cspai^oics que lo encontraron pri­ mero, los pacabuey cultivaban una tierra fértil, tenían caza y pesca abundantes y habitaban en pueblos de más de mil chozas. Quizás la cultura caribeña que más impresionó a los conquis­ tadores fue la tairona. De lengua chibcha, los tairona vivian en los flancos norte y occidental dc la Sierra Nevada dc Santa Marta y cn su piedemonte. Aprovechaban la diversidad de pisos térmicos para desarrollar una agricultura complementaria. Sc han descu­ bierto más de cuarenta sirios dc comunidades tairona, algunos for­ mados por docenas de casas dc madera construidas sobre tinglados de piedra. Los tairona se organizaron en dos grandes fcderacio-

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ncs antagónicas, cada una con un centro urbano principal, l'ueron el único pueblo precolombino dc! territorio dc la actual Colombia que realizó trabajo.s dc ingeniería cn piedra: caminos, escaleras, jiuentes, obras de irrigación y drenaje, templos. Resistieron la con­ quista mejor que la mayoría dc caribes en parte porque se reple­ garon a la Sierra, pero también porque algunos grupos habitaban alturas mcnus expuestas a la.s enfermedades que trajeron losespañoles, como ta malaria y la fiebre amarilla. Éstas causaron la catás­ trofe demográfica de tos pueblos caribes dc las zonas bajas. I.os sinúes y taironas no eran representativos dc todas las culturas pre­ colombinas dc la región caribe. Kstos vastos territorios también fueron habitados por pueblos con una organización más rudimen­ taria. Por ejemplo, los chocoes, tribu selvática primitiva, vivieron en vecindad con los sinúes. F.l oro, que tanto interés despertó en los españoles que hicicron cl primer contacto con los habitantes del Caribe, no se extraia de la región. Se obtenia cn trueque con los habitantes de la cordillera Occidenwl, en la región que los españoles bautizaron Antioquia. I.o sacaban de los rías, especialmente del Clauca, aunque también explotaban minas de veta. I.a más rica era Ruriticá, ubicada a unos treinta kilómetros al norte de la actual ciudad dc Santa I'e de An­ tioquia. F.l oro se enviaba al norte por cl golfo de Urabá y de allí por una ruta comercial a Centroamérica y por otra al noroeste, a los sinúes y taironas y a la actual Venezuela. A cambio dcl oro reci­ bían sal marina, ]>escado, textiles de algodón, pecaríes y esclavos. F.l oro de Buriticá también salia por la hoya dc! río Cauca hacia cí sur y hacia el suroeste por el Valle de Aburrá, y de allí a los valles dcl .Magdalena. I^s sociedades precolombina.« de Antioquia formaban parte de una cultura que se extendía al sur hasta el actual Popayán. Su po­ blación, incluida la que habitaba las cordilleras Central y Occidental y el valle geográfico del Cauca, debió ser apreciable antes dc la Con­ quista. Los estimativos varían entre .seiscientos mil y un millón de habitantes. Lstaba dividida en muchos grupos tribales y lingüísticos dc tamaño variable, llegando algunos quizás a cuarenta mil. A su vez, cada tribu estaba subdividida en mucha.s jefaturas locales que podían tomar decisiones colectivas sobre la guerra, pero no inte­ graban un sistema centralizado. Ivn casos excepcionales como cl del

Colombia: país fragmentado, sociedad dividida gran Nutibara, quien dominó en la vertiente noroccidentai de la cordillera Central, un solo jefe mantuvo autoridad clara sobre un territorio considerable. Estos gruiKis tribales vivian en guerra permanente. Algunos es­ tudiosos de estas culturas suponen que la.s guerras se libraban por el control de la tierra, dada la fuerte presión demográfica. Otros, comn Hcrmann 'Irimborn, las analizan a la luz de motivaciones simbólicas y políticas. Según el, no eran guerras totales en el sen­ tido dc que un grupo buscara aniquilar ai adversario. Más bien ia guerra servía a tos jefes para confirmar y fortalecer su autoridad. Dice Irim born que cl canibalismo, asociado con fa guerra, tenia un carácter màgico pues los vencedores creían que al consumir al vencido de esa forma adquirirían su forialcza y arrojo. Se pensaba que la energía así adquirida se concentraba en los jefes, concepto simbolizado por las numerosas cabezas, manos y pies de víctimas sacrificadas que decoraban las paredes exteriores dc las casas dc aquéllos. Sin embargo, este canibalismo, posible­ mente mágico cn sus orígenes, en muchos casos pareció rebasar tal condición, til conquistador y cronista Pedro (;ie7a de León narra que algunos grupos como los páncara y los quimbaya también co­ mían njujeres y niños, de los cuales, presumiblemente, no podía obtenerse mucho poder. Y en otras partes del occidente fue testi­ go de matanzas y canibalismo dc una forma tan poco ceremoniosa como para sugerir motivos distintos a los rituales simbólicosMientras que la fragmentación politica, la guerra crónica y el canibalismo fueron la regla en los alrededores de lo que ho} es Cali y de ahí hacia el norte, los grupos asentados en las altiplanicies al sur dc Popayán vivian de otro modo. I.os coconucos, pastos y quillacingas hablaban chibcha y eran agricultores [lacífícos que no consumían carne humana. Q>mparados con el imperio incaico, eran incivilizados y reacios. Como se sabe, al momenio de la Con­ quista la zona más norteña dcl Imperio Inca llegaba hasta ios pue­ blos delulcán, en la actual frontera colombo-ecuatoriana, pero los incas no lograron incorporar a los quillacingas. Al no dejarse ab­ sorber por el imperio incaico, pueden considerarse como los pre­ cursores de la posterior demarcación de! territorio política Si bien los incas y después los conquistadores consideraron a los quillacingas y a los pastos sucios c incivilizados cn compara­ ción con los habitantes de ios Andes centrales, estos pueblos esta­

El trasfondo indigena ban más asentados que los del valle dcl rio Cauca. Por tanto se aco­ modaron al régimen español y sobrevivieron en magnitudes tales que, al fin dc la era colonial, el área dc Pasto permanecía sustanclalmentc indígena cn su cultura. En contraste, sus rebeldes veci­ nos del norte declinaron dramáticamente durante la Conquista. Algunos pueblos de las planicies del valle del Cauca se negaron a cultivar con la esperan/a de que sin alimentos los españoles aban­ donarían la zona. Ll resultado fue que muchos indígenas murie­ ron de hambrcI.os pijaos y paeces de la cordillera Central se sirvieron de la abrupta topografìa de su medio para substraerse del domino es­ pañol hasta cl siglo xvii, cuando los primeros serian casi comple­ tamente exterminados. Pero los segundos sobreviven hasta hoy día, y llevan una existencia dura y precaria en pequeños nichos dc las estribaciones de sus montañas ancestrales. Ei pueblo más renombrado en la época de la Conquista fue cl mui.sca o chibcha, como se le conocc comúnmente. Ilominaba en las altiplanicies orientales, en los actuales departamentos de Boyacá y Cundinamarca. Ocupaba un territorio de unos 25.000 km2, en los valles y laderas de clima frío. I>os e.stimativos dc su población varían de 300.000 a dos millones, aunque la mayoría la calcula en­ tre 800.000 y 1,2 millones. I x>s conquistadores quedaron vivamente impresionados por sus magnitude.ç, 5' los cronistas apuntaron que vivían en grandes comunidades. No obstante, la investigación ar­ queológica no ha encontrado ningún indicio de que los muiscas tu\ ieran centros urbanos de importancia. Los jefes habitaban com­ plejos habitacionales rodeados de empalizadas, pero los campesi­ nos vivían dispersos en sus estancias. Junto a los taíronas, con quienes estaban emparentados cultu­ ral V lingüísticamente, los muiscas desarrollaron los sistemas so­ ciales jerárquicos más complejos y territorialmente más extensos hallados por los españoles a su llegada. El nivel más hajo de la je­ rarquía era la u/a, organÍ7.acióii territorial y familiar compuesta por unos ocho a veinte hogares. Varias ufas se agrupaban bajo el man­ do dc jefes intermedios. Los españoles llamaron “ capitanes” y “ caciques” a sus superiores, jefes que dominaban am unidades de unas diez mil personas, o quizás más. Antes de la Conquista va­ rios caciques se impusieron a otros y los dominaron. Entre los más poderosos estaban el Zipa dc Bacatá, cuyo territorio era la meseta

Colombia: país fragmenlado, sociedad dividida conocida como la Sabana de Bogotá. Dvsile muchas generaciones anteriores a la llegada de los españoles, los zipas habían extendido su área dc dotniniu, primero a la región de Fusagasiigá cn las estri­ baciones surotcidentalcs dc la Sabana y luego mediante el sojuzgamiento dc varios cacicazgos al norte y nororiente, en Guatavita y Ubaté. Al momento de la conquista española cl Zipa dominaba un área de unos cicnto ochenca kilómetros del extremo suroccidental al nororientai y dc unos cien kilómetros de ancho en su punto más amplio. L^s dominios del Zipa se ubicaban en las hojas del rio Dogotá y sus afluentes, pero al nororiente, cn las cuencas dcl río Chicamocha y sus tributarios, se desarrolló la otra jurisdicción muisca. Dominada por el Zaque de Hunza, cu\t) centro estaba en la futura ciudad de'lunia, se extendía unos cien kilómetros en el eje nortesur y unos cincuenta en cl eje oriente-occidcnte. Al nororiente de Hunza, hacia la amplia hoya del Chicamocha. gobernaban dos je­ fes importantes, uno a cargo del Templo dcl Sol (Sua) en Sugamuxi (después Sogamoso) y otro al noroccidente, cn Duitama. A juzgar por los testimonios dc lus jefes indígenas cn el siglo w i, la autoridad de Sugamuxi y I )uitama era reconocida en dos zonas paralelas que corrían en dirección nororientai por unos ochenta kilómetros, se­ paradas por cl río Chicamocha. Aunque las comunidades indíge­ nas de estas zonas pagaban tributo a los señores de Sugamuxi y Duitama, algunos especialistas han sugerido recientemente que uno de ellos, o ambos, aceptaban cl dominio del Zaque de Hun?:a. De cualquier modo, las fronteras dc autoridad no eran estátic-as y cada señor trataba de expandir su territorio a co.'ita de otro y dc in­ corporar a su señorío comunidades previamente independientes. A pesar de los esfuerzos emprendidos por los señtires principa­ les para extender su hegemonía, a la llegada dc los españoles subsis­ tían muchas jefaturas menores e independientes, particularmente en las comarcas montañosas del noroccidente de Tunja, en las ho­ yas hidrográñcas del Suárez y el Moniqnírá. Otras quedaban en las zonas limítrofes de los grandes señores muisca-s o con pueblos vecinos dc otras culturas. Según el testimonio indígena posterior a la Conquista, los se­ ñores muiscas eran “ jcíes ab.solutos que hacían lo que querian". costumbre, con todo, imponía claras restricciones a sus poderes. El tributo debido a los grandes señores no era oneroso. Parece que

El trasfondo indígena no tuvo siquiera un carácter fijo. Se esperaba que Ins “capitanes” pasaran más cn espccic -generalmente mantas üc algodótl y c)r(}n en forma fragmentaria, sutil, subteri ánca. Por ejemplo, en cl siglo xix la lí­ nea materna seguía siendo ta base de la herencia dc los derechos de propiedad en las comunidades indígenas de la cordillera Orien­

F.l trasfondo indígena taL Ttxlavia a mcdindos del siglo los indígenas .se distinguían cla­ ramente de los demás habitantes de la región y esto sc expresaba lanto en la mentaiidad colectiva como en los archivas parroquiaks. Sin embargo, la penetración mestiza a lo largo dc los siglos xvm y XIX les dejó una impronta cultural y racial indelebles. presencia indígena es claramente visible hoy cn dia en los rostros campesi­ nos dc Cundinamarca y Boyacá. Muchos campesinos retienen al menos frajrmentos de antistuas creencias folclóricas y ciertos ras­ gos característicos de los patrones económicos precolombinos han permanecido mucho después de la desaparición dc la cultura in­ dígena como sistema de significados sociales. En el siglo XIX, los campesinos del área de Guanc cn Santander, quienes ya no eran identificables como “indios” , continuaban sembrando y tejiendo algodón para la venta en otras regiones, como lo habían hecho en tiempos precolombinos. I'.l tejido, aunque dc lana, continúa sien­ do una importante actividad campesina en Cundinamarca y Bo­ yacá. .Al terminar el siglo XX, Ráquira, un importante centro de manufactura de cerámic-a, preserva su especialidad y renombre. Y la dicta de casi todos los colombianos, campesinos o citadinos, tie­ ne una base precolombina de papa, yuca y maiz.

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LOS CAPÍTULOS ANTERiORF.s nos mostraron cótno los TÍOS y montañas fraccionaron las culturas precolombinas en tres zonas principales: la costa del Caribe y el valle del Bajo Magdalena; las altiplanicies orientales y, finalmente, cl occidente, con variaciones sifmificativas entre los diversos ftrupos que habitaron cada una de estas zonas. I.a conquista y colonización españolas perpetuaron y alentaron tales divisiones, entre otras razones porque ios conquis­ tadores penetraron el país por diferentes rutas. Sus aspiraciones de dominar las regiones que iban ocupando ratificaron la fragmen­ tación ya sugerida )K)r ia tupografia. I.OS primeros encuentros ocurrieron a lo largo dc la costa del mar Caribe. .Al primer viaje de exploración y comercio dc -Alonso dcüjeda a la Guajira (1499) le siguió el dejuan déla Cosa (1501), quien identificó las características geográficas más sobresalientes, en cspcciai ias bahías de Cartagena y Santa Marta y la desembo­ cadura del rio Magdaiena. D e este par dc exploraciones, cn las que sc efectuaron breves contactos en la Guajira, la comarca de Carta­ gena y cl golfo de Urabá, nacieron en 1508 dos proyectos de esta­ blecimiento permanente. La Corona asignó a Diego dc Nicuesa un territorio al occidente dcl golfo dc Urabá, ia provincia dc Veraguas, y a Ojeda y sus asociados una franja que partía del mismo golfo hasta el Clabo dc la Vela en la península de ia Guajira, la llamada provincia de la Nueva Andalucía. Ojeda y sus hombres domina­ ron y esclavizaron a ias poblaciones del área de la actual Cartage­ na, y siguiendo pur la costa hacia el occidente llegaron al g: ahi nació cl asentamiento dc Santa María la -Antigua dcl Darién, base de la colonización española de (Astilla dei Oro cn el istmo de Panamá, F.n las décadas dc 1520 y 1530 Panamá brindó una buena base para controlar el golfo de Urahá y explorar la región del Chocó cn ia esquina noroccidcntai de la actual Colombia. Por la misma épo­ ca Panamá fue la base dc la expedición de Francisco Pizarro quien, después de subyugar la ma>-or parte del Perú, despachó hacia el norte una expedición bajo el mando de Sebastián de Belalcázar.

Cohmbia: país fragmentado, soriedad dividida Ésta entró al territorio colombiano por la actual frontera con Ecua­ dor y entre 1536 y 1538 conquistó el suroccidente; las regiones de Pasto, la costa pacífica y cl valle del Cauca. Los hombres de Bclalcázar también pasaron por el valle del Alto Magdalena y después empezaron a echar las buses para el control de Antioquia. Mientras estas expediciones llevaban a los españoles circularmente dc Panamá al Perú y dcl Perú al occidente colombiano, el territorio caribeño era explorado j>artiendo de tres cabezas dc playa. La primera se emplazó en la provincia de Santa Marta, a media­ dos de ia década dc 1520. Sus límites llegaron a ser el Cabo de la Vela en el oriente y el río Magdalena en el occidcnle. Poco después se instaló más al oriente una base competidora en Coro, en la cos­ ta dc la actual Venezuela. El establecimiento venezolano, al mando dc alemanes, fue autorizado expresamente por Carlos V como una forma dc pago a los banqueros Wei.ser. En 1533 se estableció cn {'artagena un tercer contendiente, Pedro de Hercdia, cuya juris­ dicción iba desde la margen occidental del río Magdalena hasta cl golfo de Urabá. Cualquiera que fuese la zona de conquista, la operación inicial no pasó del saqueo. lx)s conquistadores esperaban que las indios los alimentaran y los atiborraran dc oro. Cuando se cumplían es­ tas dos condiciones, las relaciones entre europeos y amerindios fueron tranquilas, al menos por un tiempo. Pero alimentar euro­ peos, con maíz o con oro, sólo hizo acrecentar su apetito y sus exacciones. En consecuencia, independientemente de cuan pací­ ficos o belicosos fueran en principio los indios, la mayoría termi­ nó rebelándose o escapándose. La rapacidad de los conquistadores no .s('>lo reflejaba la codicia europea en general. También debe entenderse en función de la es­ tructura económica de la empresa conquistadora. Ciada una de las cabezas de playa dependía de los centros de abastecimiento insti­ tuidos: Santo I>»mingo, Cuba y Jamaica para la costa del Caribe, Panamá para el Perú. listos centros aprovisionaban a los conquis­ tadores de caballos, municiones, vestuario y alimentos europeos. En las zonas de conquista la escasez de estos bienes y la inflación causada por las bonanzas locales ponían los precios cn un nivel dc ocho a diez veces más alto que el de las islas del Caribe. Así, las importaciones resultaban muy costosas y debían pagarse con un

sustancial cxccdcnte exportable dc oro, perlas, esclavos... lo que hubiera a mano. I.as mismas condicioncs empresariales de la conquista estimu­ laban la rapacidad- .Mientras que muchos conquistadores de base debieron endeudarse para adquirir los suministros esetíciales, ios organizadores incurrían en enormes deudas para conseguir embar­ caciones y el equipo de ln expedición. La car^'a dc estas deudas, contraídas en los centros de abastecimiento, combinada con una ola de posesividad generalizada, (orzaba a los jefes expedicionarios a saquear cuaiquicr tesoro o bien hallado y a imponer a sus solda­ dos precios dc monopolio. Fstor más de un millón de indigenas. Con todo, la conquista de los muiscas tomó diez meses porque los esfuerzos iniciales se concentraron en descubrir tesoros más que cn dominar poblaciones. Una vez entraron a los altiplanos por la región deVéiez, se dirigieron hacia el sur hasta encontrar el centro político del Zipa. Derrotaron sus fuerzas y Jiménez de Quesada despachó comisiones exploratorias iiacia ias vertientes occidenta­ les de la Sabana, una zona de frontera entre los muiscas y los panches, como tos españoles solian liamar a todo pueblo que usara flechas envenenadas. El cuerpo expedicionario principal se dirigió al norte y se topó con la.s minas de esmeralda de Somondoco, ma­ ravillándose por la forma sistemática como las explotaban los in­ dios. Cuando este grupo divist) los Llanos Orientales a través de un lioquerón cordillerano, Jiménez de (Quesada ordenó una explo­ ración inmediata de la zona. Después de muchos meses de reco­ nocimiento del territorio llanero, los españoles se enteraron de la existencia dcl Zaque de Hunza, y se apoderaron de su persona y tesoro. Kn Hunza supieron del templo de Sogamoso, y su intento de saquearlo terminó en el incendio de la cditicación. Entonces, con muchos aliados indígenas, .sometieron al señor dc Duitama o l'undama, quien mantenía ei último bastión muisca. A su regreso a la Sabana de Bogotá, los conquistadores supie­ ron que parte del oro atesorado por los muiscas provenía dc su co­ mercio con pueblos del Alto Magdalena. El mismo Jiménez de Quesada tomó el mando de una nueva expedición a la región de Neiva, sufriendo los rigores dcl clima y encontrando tan poco oro que llamó a la región "cl Valle de las Tristezas” . Pero habría más expediciones, como la que puso al mando de su hermano Hernán Pérez de Quesada, dispuestas a descubrir ias apctccidas tierras del Amazonas, a las que se atribuían inmensas riquezas tanto en oro como en misterio. Después de varios meses de abrirse camino por entre montañas sch áticas, Hernán Pérez dc Quesada regresó ase-

pirando haber licitado a unos tres o cuatro (lias de marcha del mítico reino. A principios de 1539, at ano dc c.stabiccer su dominio sobre los muiscas, ocurrió algo insólito. Jiménez dc Quesada se enteró casi simultáneamente de que tíos fuerzas expedicionarias europeas se aproximaban al Nuevo Reino dc üranada. Una, comandada por Sebastián dc Uclulcázar, habia fundad» Quito cn 1534 y siguiendo al norte fundó Cali primero y después Popayán cn 1536. F.stas empre.sa.s a) norte dc Quito pusieron a lk;lalcázar cn dificultades con Pizarro, quien sospechó que su lugarteniente intentaba esta­ blecer un reino independiente. F.n enero dc 1538 Pizarro ordenó el arresto dc Belalcázar. I'^ste huyó en marzo con 200 españoles y un grupo mayor ele cargueros indigenas. En busca de “ F.l Dora­ do". la expedición llegó a Popayán y cruzó la cordillera Central rumbo al oriente. Después dc cuatro meses de soportar las condi­ ciones dc las montañas altas, negadas c inhóspitas, incapaz dc ob­ tener alimentación de indigenas tan hostiles como los elementos y de perder muchos caballos y carguen>s, cl grupo entró, finalmen­ te, al valle del.Alto Magdalena. Los expedicionarios dominaron con facilidad a los nativos, encontraron alimento y algún oro. Siguien­ do al norte, la fuerza dc Belalcázar .se encontn» con una patrulla de Jiménez de (^lesada que habia partido en su búsqueda. Poco después de que Jiménez de (¿uesada hubiera despachado esta última, se enteró de que otra expedición europea merodeaba por las mcjntañas al sur de Bogotá. Resultó ser la dcl alemán Nico­ lás dc I'cderman. Habia salido dc Coro en diciembre de 1536, con 300 hombres y 130 caballos. Después de más de dos años de tra­ vesía hacia cl sur, atravesó los Llanos Orientales y, finalmente, re­ montó la cordillera para llegar al territorio de Jiménez dc Quesada. Féderman perdió 70 europeos, 40 caballos e innumerables cargue­ ros indigenas. Ei arribo casi simidtáneo de Iklalcázar y l'éderman fue extraor­ dinario si se consideran sus momentos y puntos de partida. F.l en­ cuentro de las tres huestes debió ser bastante pintoresco. 1.a fuerza de Belalcázar correspondia más a la imagen convencional de los conquistadores; no obstante lo.s ocho meses de duro viaje, aún ve­ nia equipada con cl vestuario y las armas europeas, acompañada de sirvientes indios (yanaconas) dc Quito y una buena piara de cerdos. Los otros grupo.s se veían menos imponentes. Los casi tres

Colombia: pais fmgmenlado, sociedad dividida años que llevaban las fuerzas de Jiménez dc Quesada desde que salieron cíe Santa iMarta habían dado buena cuenta del vestuario, y ahora estos conquistadores andaban ataviados con mantas y san­ dalias muiscas. l.os alemanes también habían perdido sus ropajes y llegaban cubiertos con pieles de anímales. Dejando de lado esta esccnogratia, la trama no podía ser más propicia para un conflicto violento. Jiménez de Q.uesada lo evitó hábilmente al pactar primero con i'ederman, cuyos hombres de­ bían estar cn una condición desesperada, antes del arribo de las huestes dc Belalcázar, Así, los tres llegaron a un acuerdo mediante el cual 30 hombres de Bclalcá/ar y todos los de Féílerman perma­ necerían en cl Nuevo Reino como beneficiarios de la conquista hasta que ia cuestión del título fuera resuelta por Lis autoridades en I'^paña. Cuando los tres conquistadores /arparon juntos para España a plantear sus respectivos casos, se desato una fuerte competencia entre todos los nodos de autoridad de esta porción de la Suramérica española. Ix)s gobernadores deVenezuela, Santa Marta, Cartage­ na y Panamá reclamaron derecho de posesión sobre el reino de los muiscas. La vaguedad de las nociones de la geografía americana y dc las concesiones reales daba algún viso de validez a las distintas peticiones. Desde Venezuela sc decía que Bogotá estaba situada directamente al sur del lago de Maracaibo y por tanto en territo­ rio venezolano. I^as autoridades de Cartagena se valieron del opti­ mismo para sugerir que el río Magdalena serpenteaba de forma tal que el Nue>'o Reino, aunque en la ribera oriental del rio, quedaría en la línea longitudinal de (^rtagena y no en la dc Santa Marta. Belalcázar, las autoridades de Panamá y todos los abogados de los intereses occidentales argumentaban que el acceso a los altiplanos orientales seria más fácil por el Pacífico que por la prolongada ruta a contracorriente dcl Magdalena. La Corona confirmó la petición de Santa Marta no tanto quizis por consideraciones geográficas sino porla prioridad délos derechos de conquista de Jiménez de Quesada. El accidente histórico de que una expedición samaría alcanza­ ra los altiplanos muiscas antes que la de la costa pacífica o la deVe­ nezuela confirmó políticamente las tendencias establecidas por ln topografia. Colombia estaba dividida entre oriente y occidente a lo largo de dos ejes norte-sur. La altura de la cordillera Central ya

habia determinado en ia era prccolomhina que el territorio estu­ viera dividido en dos zonas distintas. R1 reconocimiento dc los derechos dc Jiménez dc (pesada tradujo al mapa politico la reali­ dad i!co§rrálica. F.l hecho dc que el occidente colombiano fuera descubierto y sometido por conquistadores que venían del Perú, y secundariamente de Clartajjcna \ Panamá, tuvo un efecto similar alcontirmar politicamente la misma división entre oriente y occi­ dente. Las conquistadores del Perú aseguraron el predominio en el oc­ cidente, aunque enfrentaron hasta fines de la década de 1540 una seria oposición de grupos rivales dc Panamá y Ciarta§tena. A fines de 1538 Pascual de Andagoya recibió cn Panamá la autorización para conquistar y )>oblar desde allí, y hasta el dominio de Pizarro en el Perú, ima jurisdicción conocida como la provincia del Rio San Juan. Pero cuando se hizo esta dispensa real los hombres del Perú ya se habían establecido en Canago, extendiendo implícitamente su dominio hasta allí. A principios de 1540, cuando Iklalcázar liegi) a Buenaventura procedente dc Cali, el grupo peruano ya esta­ ba explorando y subyu|»ndo a los indígenas en una región ubicada más al norte del actual departamento dc Caldas. De este modo cl territorio entre l’anamá y los dominios bajo control peruano se habia reducido sustancialmente cn relación ton los límites traza­ dos a la provincia del Río San Juan. Pero cuando Andagoj-a llegó a Cali cn mayo dc 1540 y reclamó iurisdicción .sobre un territorio que comprendía desde Popa\án hacia cl norte, los vecinos, en ausencia dc Belalcázar, aceptartm su autoridad. Kmpcro, en febrero dcl año siguiente éste regresó de Es­ paña con el titulo de gobernador de la provincia de Popayán, con ln que pudo mantenerse a salvo de Pizarro y expulsar a Andagoya. Aimquc .Andagoya no volvió a amenazar la integridad ile la nueva provincia, a partir de entonces Popayán y Panamá se disputarían el control de la región vecina del Chocó. El desafio de los cartageneros al grupo peruano se circunscribió a los actuales departamentos dc .•\ntioquia y Caldas. A comienzos de 1538, cuando Belalcázar estaba en Quito y preparaba su fuga expedicionaria, \arios grupos de Cartagena exploraban al sur del golfo de Urabá. Juan Vadülo, cn busca de las minas que producían el oro encontrado cn los entierros del Sinú, atravesó la Sierra de Abibe y llegó a Riosucio; remontó la cordillera Central y deseen-

Colombia: pais fragmentado, sociedad ilividida dio al Bajo Cauca, cerca de las minas de Huritici. De alli siguió el curso del río hacia cl sur hasta ul actual territorio caidcnse. A la sazón, Lorenzo de Aldana gobernaba cn Cali, en reempla­ zo de Belalcázar y en nombre de Pizarro. A! tanto de los movimien­ tos deVadillo, envió a Jorge RoMcdo al mando de una expedición que reclamaria los actuales territorios dc Antioquia y Caldas. En esta misión Robledo fundó en agosto de 1539 un pueblo efímero, Santa Ana dc los Caballeros, cn la región que hoy es Anserma. Usándolo como base, exploró con sus capitanes gran parte de la zonacaldense mucho más minuciosamentequeVadillo y llegó hasta Buriticá, en cuyas proximidades fundó la ciudad dc Antioquia en 1541, lo que le daría pie para reclamar derechos sobre toda la re­ gión. G in intenciones de independizarse de C^ali y formar su pro­ pio dominio, Robledo prosiguió hacia cl norte para caer cn manos de his fuerzas de Hercdia, que lo arrestaron y luego pusieron la nueva fundación bajo el mando dc Cartagena. I)e este modo empezó la querella entre Popayán y Cartagena por el concroi de la ciudad dc Antioquia y su región. Esta lucha, intrincada por la aparición dc caudillos menores que se aliaban con uno u otro de los bandos principales, llegó a su fin cuando Roble­ do regresó dc España en octubre do 1546. l'raía el titulo de maris­ cal y la representación del visitador dc Cartagena para servirle de emisario en un área que iba dc .\ntioquia a Cartago. Robledo fundó otra ciudad al sur de las minas de Buriticá, Santa Fe dc Antioquia. En lo que siguió dcl siglo xvi y hasta bien entrado cl siglo xvn, esta ciudad se convirtió en el asentamiento español más importante y estable en la altamente móvil provincia minera de Antioquia. La suerte dc su fundador serla distinta. En octubre de 1546 fue apre­ hendido pur Belalcázar y ajusticiado, acto i>or el cual éste fue acu­ sado de asesinato y arrestado cuatro artos después. A mediados del siglo xvi los tres caudillos que lucharon por cl control de Antioquia ya habían salido de la escena y fueron reem­ plazados por administradores de la Corona- Sin embargo, duran­ te la mayor parte del período colonial Antioquia seguiría ligada a ambos polos. El valle dcl rio Clauca la abastecía de ganado, mien­ tras que Cartagena era su fuente de esclavos y mercancías dc ul­ tramar. Otra área dispuuda por Popayán, esta vez con Santa Fe de Bo­ gotá, fue la de Neiva. Si bien las huestes de Quesada llegaron a la

I.a C!í)nqiiista zona un año antes que las de Belalcázar, c.stas últimas se preocu­ paron por fundar poblaciones con el fin de .su.stentar sus reclamos territoriales. Kn diciembre de 1538 fundaron Caíame, que luego sería 'rimaná, cerca dcl nacimiento del rio Magdalena. Al año si­ guiente establecieron Uuacacallo, la futura Nei\a, con cl ánimo expreso de neutralizar cualquier posible reclamo dc Jiménez de Quesada. Debido a la fundación de estos pueblos, su proximidad relativa a Popayán y al carácter intermitente de Neiva en el siglo XM, la región quedó bajo ln jurisdicción de Popayán. Sin embargo, a comienzos dcl siglo xvn el territorio que hoy forma el departa­ mento del iluila pasó al control de Santa Fe dc Bogotá, sede dc una Audiencia cada vez más poderosa. Aun así, la región de Neiva continuó siendo disputada por Santa I’e y el occidente. A lo largo del siglo XVII ambos trataron de asegurar la carne del ganado que pastaba cn sus pmderas naturales.

C A P Í T U L O IV

Los primeros asentamientos españoles

ES DiFÍciT. TRAZAR Una línea divisoria entre li)s pcHodos (Ic la ciinquisfa y la colcmización. I,a fundación de Santa Marta y Car­ tagena demuesti a que desde su llegada los españoles erigieron asen­ tamientos permanentes. 1.a 0>nquista se dio coino un proceso dc etapas sucesivas; no bien se consolidaba un asentamiento, se abrían nuevas fronteras, l'or otra parte, hasta fines del siglo xvi persistie­ ron, aun cn las áreas más consolidadas, elementos de inestabilidad > valores y conductas característicos dc las primeras époc-as de la Conquista. P undadoncs IA encomienda fue la institución básica cn la orpanización ini­ cial del asentamiento espafiol. F.nraizadrt en la última etapa dc la reconquista cristiana dc la península ibérica, alcanzó nuevas formas durante laocupación del Caribe y México. Mediante la encomienda americana la Corona española cedió a los líderes dc la conquista ei derecho de asignar indios a sus seguidores en recompensa por ser­ vicios. Según el concepto legal, el encomendero era titular del de­ recho a percibir cl tributo que la.s comunidades indigenas debían al rey A cambio tie e.sta concesión el encomendero quedaba obli­ gado a proveer la defensa del reino y a evangelizar a tos indios que le fueran encomendados. Ésta era la encomienda legal, t n la práctica, sin embargo, y du­ rante la mayor parte dcl siglo XVI, guardó poca semejanza con la institución tal y como fue concebida cn Castilla. Durante las pri­ meras décadas de la Conquista la encomienda sirvió para encubrir la arbitrariedad continuada y la desaforada apropiación dcl produc­ to y cl trabajo indígenas. Las encomiendas asignadas por Gonzalo Jiménez de Qiiesada a los conquistadores de los muiscas no esti­ pulaban ce hccho, además de comida los encomenderos exigieron a los indios a su cargo el suministro de vestuario, agua, leña, forraje para los caballos y madera y trabajo para la construcción de sus residencias. Tales exacciones eran mu­ cho más gravosas que las acostumbradas en tiempos precolombi­ nos, y a comienzos de la década de 1540 provocaron rebeliones indígenas que srestaban a sus señores algún trabajo estacional y éstos les retribuían con fiestas y regalos. \ cuan­ do los indios entregaban algún tributo, éste era indeterminado y según lo que a cada cual le permitieran las circunstancias. Tales relaciones rituales eran completamente distintas en forma y sig­ nificado de las nociones europeas de tríbutación o aun dc obliga­ ciones feudales, y en ningún ca.so hubieran colmado la codicia de los conquistadores. En consecuencia, ios procesos judiciales em­ prendidos por los funcionarios de la Corima se quedaron en el papel. l.as exigencias estaban determinadas mucho más por las as­ piraciones de los nuevos señores españoles que por las costumbres indigenas. Para satisfacer las demandas de los encomenderos, los indios tu­ vieron que ampliar su repertorio productivo. Con frecuencia una parte del tributo debía pagarse en oro; en las regiones que care­ cían de minas, los indios debían vender sus productos para adqui­ rir el oro necesario. A.sí quedaron sujetos a los vaivenes dcl mercado. También debieron aprender a producir alimentos europeos, como el trigo y la cebada cn las altiplanicies y la cria de cerdos y gallinas en la costa atlántica. Algunas dc estas innovaciones, cn particular los cerdos y gallinas, debieron beneficiar de alguna manera a los indígenas. Sin embargo, las desmesuradas demandas de los enco­ menderos pusieron en peligro la existencia misma de sus tributa­ rios. Ln algunos casos tales requerimientos llevaban a la muerte prematura, como los indios destinados al transporte en ias embar­ caciones del río Magdalena, a cargar mercancías por los caminos a los altiplanos o aquellos que fueron a las minas. Estas tres formas mortíferas de trabajo intranquilizaron a los funcionarios a lo largo del siglo XVI.

CÓMO se FUNDÓ SANTA FE DE BOGOTÁ, SE6ÜN LA HISTORIA DE FRAY PEDRO SIMÓN (CA. 1623)_______________________________ 1) ¿ia región de Tunja o le Sabana de Bogotá? ■. .por la experiencia que tenían de ias tierras que pisaban, ya toman ei general y sus capitanes y soldados ei tratar de propósito, si seria bien poblarse en ellas, porque de las más que medianas muestras que ha­ bían hallado de esmeraldas y sus minas y ias muy buenas que Iiabían hallado de oro, cuyas minas también se persuadían estar en ia tierra fria, aunque no to sabían aún de cierto, y ia muchedumbre de los na­ turales que había, que no les parecía.., cosa de menospreciar, y tener en poco io que habian descubierto, sino procurando conservarlo, per­ manecer en ia tierra, sin aventurarse a io que no sabían a otras partes |,..)y asi determinaron hacer asiento en ia tierra e ir desde luego po­ blándola, De donde salió luego apeada esa otra dificultad sobre dón­ de poblarían, si en Tunja, donde de presente se hallaban aficionados a ia tierra, por haber sido ei principio de la paga de sus trabajos, con oro y esmeraldas, o si comenzarían a poblar en Bogotá, tierra más lia­ na, apacible y más bien dispuesta. Y supuesto que no podían poblar en dos partes por entonces, por ser pocos para dividirse, deseaba ei acierto en el primer sitio que se tomara. Ai fin. ei que siguieron des­ pués de vartos pareceres, fue poblar en ei valle de Bogotá, por ias ra­ zones dichas y que, estando cerca dei Bogotá [es decir, del Zipa] y de asiento en su tierra, por las continuas persuasiones que se le podían hacer se podrían tener esperanzas de su reducción o amistad un día queotro.y tras él los caciques que por su respecto estuviesen rebeldes". 2) La selección del sitio en el valle de Bogotá "Dio cada cual su razón de ia tierra que había pisado, y conferidas entre todos las de todos, guiados todas al mejor acierto, les pareció serlo hacer los bohíos a ia parte dei oriente respecto de donde estaban, a las faldas de la sierra por ia parte que mira al occidente y norte, don­ de estaba poblada una aldea llamada Teusaquillo [.,,] que estaba a cargo de un principalejo llamado de ese nombre, vasallo del cacique de ia ciudad de Funza |., .|Lo que hizo determinar )a fundación en aquel sitio, fueron las comodidades que en él hallaron, que son las que debe tener una ciudad cuerdarnente poblada, porque el suelo tiene la altu­ ra de que ha menester para que corran ias aguas sin empantanar las calles y plazas y le falta la que no ha menester que hiciera las calles dificultosas de andar, dos quebradas de dulcísima y saludable agua que se descuelgan de io alto de ia sierra, ia una tan abundante que aún en años que no lo son de aguas, sustenta las moliendas de la ciudad.

mucha piedra para los edificios, ia leña que ha menester, buenos aires es el cielo claro de ordinario, las vistas de la ciudad a la parte del poniente y norte largas y extendidas, an estorbo de nada, Pero lo que no poco se advirtió para escoger este sitio, fue el amparo que tenia del cerro y serranía por la parte del oriente, por donde no podía ser molestada la población de los enemigos, si acaso sucediese alguna rebelión o alzamiento de los naturales". 3) Las primeras construcciones "Los indios pusieron luego manos a la obra en que dieron presto fin. por ser muchos los materiales y oficiales que se juntaron, dejando los doce bohíos muy capaces/bien acabados a su modo, que,., son de palo que a trechos se van tiincando en la tierra, llenando los vacíos de entre uno y otro de cañas y barro, y las cubiertas de paja sobre fuertes y bien dispersas varas. Y he oído decir después que pisé esta tierra que la intención con que no fundaron más que estas doce casas fue por corresponder al número de los doce Apóstoles.,," Fray Pedro Simón, Noticias historiales de las conquistas de Tierra Fir­ me en las Indias Occidentaies, Bogotá, Biblioteca Banco Popular, 1981, tomo III, pp,268-69.

Además dc delimitar los tributos exigidos por los encomende­ ros, la Corona también buscó poner fin al llamado “ servicio per­ sonal” , Era éste un trabajo sin pago ni registro que variaba e incluía desde servicio doméstico y las faenas dc construcción de casas, bastad transporte de madera o fórrate en largas distancias, 1.a eli­ minación del “servicio personal” quedó consagrada en las Nuevas I xyes de 1542, mediante las cuales la monarquía intentó reducir las demandas dc los encomenderos y, cn últimas, abolir la institu­ ción de una vez por todas. 'lales tentativas resultaron infructuosas. En la década que siguió a la Conquista los encomenderos disfrutaron en sus regiones de un poder prácticamente ilimitada I>os jueces de la Audiencia, los primeros funcionarios de alguna entidad enviados por la Coroiia, llegaron en 1550 con el objeto dc aplicar las disposiciones reales. Pero no disponían de administradores que les sirvieran dc apoyo ni de una fuerza armada, mientras que los encomenderos, a más de numerosos, estaban armados. Asi no había cómo aplicar leyes que éstos rechazaban con tenacidad. La fragilidad de la autoridad

Los primeros asenramienros españoles real en esta época temprana se manifestó dramáticamente cn la rebelión de los conquistadores dcl Pcrú(i544-i54S), enlacuaifue depuesto y asesinado cl funcionario real enviado a aplicar las Nue\-as I.CWS. La experiencia dc su colega cn cl I’erii puso de presen­ te a ios jueces del Nuevo Reino de üranada que debían andarse con cuidado. Alonso de Zurita, uno de los funcionarios más celo­ sos en la protección de los indígenas, fue literalmente echado en 1550-1551. Y aquellos funcionarios que un poco más tarde quisie­ ron avanzar en la reforma tuvieron que abandonar varias veces su empeño al ver la inminencia de una rebelión encomendera. En una fecha tan tardía como 1580, un juez que se mostraba enérgico pro­ tector dc I0.S indios .sc enfrentó a una combinación de intereses locales dispuestos a meterlo cn un lio bien serio. De este modo, fun­ cionarios más prudentes o menos concienzudos fueron cediendo a las pretensiones de los encomenderos. Aun cuando éstos no se rebelaron ni conspiraron contra los fimcionarios reales, siguieron explotando a los indigenas sin frenos legales. Con una administra­ ción raquítica y un vasto territorio. Imponían su propia ley en las localidades donde tenían sus encomiendas. El tamaño dc las encomiendas varió mucho. Alli donde la den­ sidad dc la población indígena fue alta, como cn las regiones de ■funja \ Santa l'c, o Pasto y Popayán, las encomiendas tendieron a ser más grandes." Hacia 1560,11 dc los lóencomenderosde Pasto tenian, cada uno, más de 800 indios varones tributarios y tres te­ nían más dc 1.500. Un solo encomcndtTO recibía tributo dc 3.900 indígenas. Del mismo modo, dc los 82 encomenderos dc Tunja por la misma época, los 20 principales tenían en promedio goo tribu­ tarios cada uno. I\>r el contrario, cn las tierras bajas de las hoyas tórridas dcl Cauca o del Magdalena, o en la costa atlántica, donde la población indígena era más escasa y estaba dispersa, la mayoría de las encomiendas oscilaba en promedio entre 100 y 200 tributa­ rios. Había, además, fuertes \-ariaciones dentro de una misma lo­ calidad. En Tunja, Pasto o Cartagena, las encomiendas más grandes pudieron decuplicar en tamaño a las más chicas. 1 j s exacciones dc los encomenderos sumadas al impacto de en­ fermedades europeas como ia viruela y et sarampión, contra las cuales tampoco tenían defensas naturales los indios, precipitaron un desastroso descenso de la población aborigen. Los españoles contemporáneos notaron que cl derrumbe demográfico fue más

Colomhia: paisfragmenlada, sociedad dividida rápido en las tierras bajas donde la combinación de clima, en­ fermedades y cargas laburaies onerosas die>:niaba tanto como la peste. Las poblaciones indígenas dedicadas a] trabajo cn las mina.s de oro de las zonas tórridas de la región occidental fueron diezmadas rápidamente. Fn 15H2 un fraile agustino concluyó que en las dos décadas anteriores las poblaciones indigenas dc Almaguer y Popa)án habían declinado cn un ochenta y cinco por ciento, mientras que más al norte las poblaciones de Anserma, .\rma y Santa l'c de Antioquia habían sido prácticamente borradas dc! mapa. Parecida suerte corrieron los indios riberefios dcl rio Magda­ lena, obligados por sus encomenderos a remar e impulsar canoas por cientos de kilómetros transportando los bienes que abastecían cl consumo español en el interior. Ixw bogas indígenas sufrieron un fuerte impacto. Hacia 1560 su mortandad llegó a preocupar a los funcionarios españoles, algunos dc los cuales crev'ernn que en­ tre 1578 y 1596 murieron más dcl 95 por ciento dc los bogas. Du­ rante la década dc 1590 las reglamentaciones gubernamentales, por lo general ignoradas, buscaron fomentar la sustitución dc los in­ digenas por esclavos africanos en la boga de los rios. Poco a poco, los esclavos africanos a sus descendientes fueron reemplazando a los indios en estas faena.s. Mortalidad semejante .se presentó en aquellas regiones donde los indios fueron requeridos para llevar carga, cn general desde los puertos dei Magdalena hasta los mercados del altiplano. Esto su­ cedió también con los cargueros de Cali, que ti abajaban en la ruta dcl puerto de Buenaventura en cl Pacífico a los centros del occi­ dente, oíos de la comarca oriental de Veloz, que se movían por las rutas dcl Magdalena, l-os cargueros debían pasar cn |>ocos días por climas diferentes, de las tierras altas y frías a las bajas y cálidas, y viceversa. En contraste, los indígenas de los altiplanos dedicados a las fae­ nas agrícolas sobrevivieron mejor. Los contemporáneos fueron conscientes dc esta.s diferencias. En 1563 un funcionario español informó al rey que cn las regiones de Santa Te y 'lunja los indios estaban “ multiplicándosey sobreviviendo bien” , mientras que aqué­ llos dc las tierras bajas “ tenían menos vida” . Tal “ multiplicación” dc los indios de los altiplanos era un pintura rosa. Las cifras seña­ lan lo contrario. Lntrc 1562 y 1596 la población indígena d c'l unja

lic'clinó en un 70 por cicnto, según cálculos recientes. Pero tal dis­ minución fue lenta comparada con el derrumbe demográfico del occidente; por eso funcionarios parecieron entenderla como algo positivo. Si la encomienda fue la institución que permitió Granizar una base económica indígena, las ciudades fueron ei foco de la vida es­ pañola. Durante el siglo xvi la gran mayoria dc ios españoles vivía en centros urbanos. Por lo general ima de ias primeras cosas que hacían los conquistadores para controlar un territorio era fundar una ciudad. D c esta forma reforzaban el derecho dc poseer y go­ bernar el territorio, instas fundaciones también servían para la de­ fensa militar en caso de ataques dc los indigenas vecinos. Por ello la cscogencia de los sitios de fundación dc las dos ciudades más importantes del oriente siguió criterios defensivos. Santa Fe ([538), establecida al pie dc una montaña, dominaba las posicionc-s de los numerosos grupos indígenas dc la Sabana, y'l'unja (1539) corona­ ba un cerro. I^s ciudades brindaron a los españoles otro tipo de defensa; la de su identidad cultural. Rodeados de un campo indio, los españoles del siglo XVI encontraron en sus ciudades un refugio en el cual fortalecer un sentido de pertenencia europea. En aquella época los centros urbanos estaban muy ligados a las encomiendas. Muchos podian llamarse cn realidad pueblos de encomendcTOS- lUto es, se funtencial económico, tipo dc producción agrícola y presencia o au­ sencia dc minas de oru. Luego vienen los comentarios sobre la índole de los indios que habitan cl área. Si numerosos y útiles o, por el contrario, si belicosos, rebeldes e insubordinados (behetrías) y por tanto inútiles. Allí donde los indios eran sedentarios y sumi­ sos, la guia señala específicamenie el número de encomenderos dc la ciudad y la cantidad de indios tributan««. El criterio cardinal en la escogencia dc un sitio era la disponibilidad, docilidad y abun­ dancia dc mano de obra indígena. Si a esto sc añadían et clima .sa­ ludable y la fertilidad de la tierra, entonces las condicioncs eran ideales. Asi lo demuestran elocuentemente los ejemplos de Santa l'e, Tunia o Pasto. En otros casos, sin embargo, el descubrimiento de depósitos dc oro también llevó a la fundación dc ciudades. El establecimiento español en les valles del Magdalena, como Tocaima (1545)1 Mariquita e Ibagué (1551)0 la Palma (1564) y La Victoria (i 565), obedeció a la necesidad de controlar poblaciones por parte de españoles que carecían de encomiendas cn los altiplanos. Pero cn cada uno dc estos lugares también sc encontraron algunos de­ pósitos de ero. Pamplona, en la cordillera Oriental, emergió en la década de 1550 como centro de las minas dc oro más importantes descubiertas en toda la región. En ct occidente, Popayán se estable­ ció cerca del nacimiento del río Cauca, en parajes de buen clima, tierras fértiles y una población india bastante numcrasa y iitilizablc. \-a existencia de oro en el área también desempeñó algún papel, más evidente aún en la fundación de ciudades como Almagucr (1552), al sur dc Popayán; Cartago (1540), al norte de la planicie inundable dcl valle del río Cauca, y todavía más al norte en la cuenca del mismo Cauca, .Anserma (1537), Arma (t 542), Caramanta( 1548), .Antioquia {1541) y Santa Fe de Antioquia (1546). iMuchas poblaciones dedicadas a la explotación dcl oro tuvie­ ron una existencia más bien fugaz. El colapso sc |)n)ducía cun fre­ cuencia por la faita de mano de obra. En muchos casos la tentativa de los españoles de forzar a la población local al trabajo cn las mi­ nas provocaba rebeliones y la destrucción de los asentamientos. Este fue un suceso frecuente en cl valle dcl Alto Magdalena en cl

I j¡s primeros asentamientos españoles siglo XVI yen el Chocó, cn los siglos xvi y xvii, F.n Buriticá, explo­ tada desde ames de la Cüonquista, los indígenas locales, acostum­ brados a la minería, opusieron menos resistencia, El derrumbe demográfico fue quizás la causa más importante dcl colap.so inicial de muchos centros mineros en las regiones de Cartago, Anserma y Arma, Una altcmati\-a serían los esclavos africanos, excepto en las zonas de mincria marginal, donde cl precio de los esclavos du­ plicaba ei prevaleciente cn la costa atlántica. Por lo general los españoles recurrieron ai empleo de esclavos en escala apreciable lan sólo cuando la mano de obra nativa no podia utilizarse o había dis­ minuido demasiado. En unos cuantos lugares, donde los indios hicieron grandes huelgas, como en Zaragoza y Remedios en las dé­ cadas dc 1580 y 1590, se trajeron africanos cn cantidades sustan­ ciales, I.a inestabilidad de los pueblos minen« también se origino por el agotamiento dc los depósitos auríferos. F.n la majoría de los ca­ sos los placeres se hallaban cn los rios y corrientes de agua y el oro sc extraía por el proceso de lavado cn batea, F.ste tipo de minería tendía a ser de pequeña escala y cn campos improvisados- Por su naturaleza el placer se agotaba pronto. Pero en la mineria dc veta tendía a ocurrir lo mismo; en diez o veinte años se extinguía un fdón. El agotamiento de los hombres y el metal precioso llevó a fines dcl siglo XVI af encogimiento de pueblos pioneros como Arma y Caramanta, Otros recogían sus estacas y seguían moviéndose- En la región antioqueña fue característico el pueblo minero peripaté­ tico. ICn el siglo XVI por lo menos cuatro |)ueblos mineros se mo­ vieron a distancias considerables, entre ellos Antioquia la Vieja y Zaragoza- Remedios, por su parte, se movió cuatro veces entre 1561 y 1594, cubriendo unos ciento cincuenta kilómetros en saltos de hasta cuarenta kilómetros. I^s fundaciones más estables fueron aquellas que se convir­ tieron en centros administrativos y de aprovisionamiento de toda una zona minera. Una dc las más importantes en la segunda mitad del siglo XVI fue la de la región de Bucaramanga, que estimuló el crecimiento de Pamplona y 1 unja, centros que a su vez le dieron alimentos, provisiones y mano dc obra. Papeles similares de admi­ nistración y avituallamiento cumplieron l’opayán, Cartago y San­ ta Pe de Antioquia. En el siglo siguiente, Medellín y Rionegro cumplirían la n>isma función en las zonas aledaña.^

Colombia: país fragmenladty, sodedad dividida Al lado dc Jos centros administrativos estabilizados por una base agropecuaria bien consolidada y dc los pueblos mineros más ines­ tables, aparecieron otros )K>blado.sespai^ntcrizas cercanas que controlaban parcial­ mente, Fn el oriente, como vimos, los espaiíolcs tomaron posesión de las regiones muiscas, aunque también ocuparon comarcas de frontera cn cl Alto Magdalena, Pero el dominio sobre otros territo­ rios próximos fue más marginal y en zonas de la cercana cordille­ ra Central estuvieron expuestos a los ataques de los indios. También se establecieron en los bordes de los Llanos Orientales, pero allí su presencia fue muy diluida hasta fines del período colonial. En el occidente, establecieron un dominio inequivoco cn las comar­ cas dc Pasto y cn los alrededores dc Popayán, Cali y Buga. Más al norte controlaron algunos puntos mineros cn los ¡ictuales Antioquia y Caldas, pero muy poco en sus alrededores. Kn el siglo xvi las dos regiones de evidente control espafiol cn el oriente y i>txidente estuvieron bastante aisladas una de otra y así permanecieron durante mucho tiempo. La barrera estaba en la extensa y virtualmente impenetrable cadena dc montañas de la cor­ dillera Central, intransitable en mula y en cuyos parajes los indios insumisos amenazaban periódicamente a los pocos viajeros. Esta desconexión reforzó el separatismo administrativo y acentuó la iu­ risdicción independiente dc Popayán sobre casi todo el occidente. Antes de 1549 el occidcntc en su conjunto dependia de Lima y Quito. Al constituirse en aquel año ta Audiencia de Santa Fe, Po­ payán y todo el occidente quedaron bajo su jurisdicción, pero el establecimiento de una audiencia cn Qiiito devolvió a aquélla la autoridad sobre toda im área que comprendía desde Buga hasta Pasto, Oriente y occidente desarrollaron economías autónomas, simi­ lares y desconexas durante todo el siglo xvi. En ambas regiones, los campamentos mineros trataron de producir sus alimentos, prin­ cipalmente yuca y maíz. Cuando necesitaban provisiones adicio­

Colombia: paísfragmentado, soeiedad dividida nales tendian a buscarlas dentro dc su misma región. Las minas de oro dc Pamplona y de los valles dcl Alto Maj?dalcna rccibían trigo, ganado, textiles y mano de obra de Santa Fe y Tunja. Kn el occidente, Pasto y Popayán abastecían las zonas mineras det occi­ dente dc trigo ) Buga les enviaba ganado. A fines dcl siglo xv¡ el oriente y el occidente empezaron a dii'erenciarse económicamente. F.n la primera región cl oro fuc ttiuy importante cn los comienzos ventre ijf io y 1580 fue la principal fuente del metal precioso. Pero esta mineria empezó a declinar hacia fines del siglo y la agricultura de cereales, papa y la cría de ovejas sc convirtieron en su actividad predominante. Al mismo tiempo la minería det oro empezó a predominar en el occidentc, pero et derrumbe poblacional le impidió abastecer los campamen­ tos de alimentos y textiles. I'.sta diferenciación fuc llevando a una complementariedad rudimentaria entre las dos regiones. Yacn 1580 había algún intercambio dc oro cn polvo producido en el occiden­ te y de mantas tejidas por h« indígenas del oriente. F.ste patrón dc diferenciación y complementariedad se hizo más pronunciado en los siglos xvn y XVlll. Et oriente y el occidente también empezaron a distinguirse raciaimente desde fines dcl siglo xvi. sustitución de mano dc obra indígena por esclavos africanos fuc la nota predominante en los campos mincWw. Kste proceso empezó a notarse en las décadas dc ■580 y 1590 y fue más acentuado en las zonas antioqueflas, donde los indígena-s perecienm rápidamente y pareció un poco más fácil ei abastecimiento dc csciavos cn Cartagena. Pero aun en Antioquia, indios tributarios y esclavos africanos trabajaron juntos en las re­ giones mineras durante mucho tiempo. I^s empresarios utilizaron los csciavos cn las minas, mientras que cn los campos los indíge­ nas producían alimentos. Esta transición puede verse cn Buriticá. donde los españoles empezaron la explotación con mineros indí­ genas cn la década de 1540. l^n 1583 había tre.scientos e.sclavos negros y mil quinientos indios. Cinco años después cl balance es­ taba cambiando y Buriticá ya tenía ochocientos esclavos africanos. En regiones mineras más recientes, los esclavos adquirieron im­ portancia desde bien temprano, l^n Remedios (en su cuarta locali­ zación) lus mineros indios hicieron una gran huelga cn 1594 y dos años más tarde ya había dos mil csciavos cn sus minas. Zaragoza empezó a prcnlucir oro en 1580; quince años después, cuando es­

taba Icjüs de ser el centro principtil de producción aurífera, tenia tres mil esclavos africanos y cuatro mil en 1617. En los siglos XVH y XVIII, con la disminución dc la población indígena y la creciente importación de esclavos, se acentuó e! contraste entre un occidente minero y africano y unas altiplanicies orientales indígenas. F.l tercer eje dc asentamiento español fue la costa atlántica o caribe. Santa \íaria y Cartagena, las dos ciudades costeras más im­ portantes, comenzaron más o menos a la par y en el siglo XVI am­ bas retuvieron cl estatus admini.strativo de sedes de gobematuras provinciales. Santa Marta, asaltada con frecuencia por tribus dc los alrededores e incendiada por bucaneros franceses, perdió ia mayoría de la población espaílola en el curso del siglo y quedó convertida en mero cascaron. En contraste, Cartagena giinó importancia con el tiem)M). C;omo Santa Marta, fue presa de la piratería de france­ ses e ingleses. Fn 1544 y 155Q cayó cn manos de corsarios france­ ses que exigieron rescate- John Hawkins la bombardeó en 1568 y en 1586 Francis Drake la ocupó, incendió en parte y axtrajo un hucn rescate. Pero a pesar de éstas y otras perturbaciones onero­ sas, Cartagena salió avante. Tuvo una población de mil españí>lcs en 1565, y hasta de seis mil en 1620. ’Icnia varias ventajas sobre Santa Marta. Su bahía estaba mucho más protegida y próxima a Panamá, cl centro dc comercio con el Pen'i, rico cn plata, y ade­ más la circundában tierras aptas para la producción de alimentos. fJesdc muy temprano pudo enviar maíz y cerdos, cuj'a producción estaba a cargo de indios de encomienda, a diversos puntos dc la costa caribeña, desde Venezuela hasta Panamá, Su papel de puer­ to de aprovisionamiento de las flotas mcrcantcs que venían de Es­ paña rumbo a la feria comercial del istmo de Panamá le aseguró la delantera. La tripulación dc tas flotas se abastecía en Cartagena de pan dc yuca y carne salada de cerdo. Además el comcrcio exterior de las regiones colombianas, exportaciones de oro c imimrtacíones, pasaba principalmente por su puerto, Kn un principio las impor­ taciones consistían cn bienes de consumo europeo (vino, aceitu­ nas, aceite de oliva y reducidas cantidades dc textiles y vestuario) destinados principalmente a las ciudades de la región oriental. En la segunda mitad del siglo xvi también se convirtió en el centro de importación dc esclavos africanos que trabajaban cn k s minas del occidente, papel más prominente en los siglos xvn y xviii.

Colombia: paísfniimfnlado, soñedad dividida Continuidades y cambios El medio siglo transcurrido entre 1540 y 1590 fue de transición entre la rapiña y las jfuerras faccionales de la Conquista y la institucionalización más reposada del resto del periodo colonial, f^n cl orden político, en ios sistemas dc producción y en el traiu a las po­ blaciones indígenas sometida.s, los españoles mantuvieron algunos comportamientos característicos del periodo dc la Gtnquista, pero al mismo tiempo empezaron a guiarse por patrones económicos e institucionales que prefiguraban los dos siglos por vcnir. Poco después üc la Conquista, la Corona pretendió poner hajo su control a los conquistadores. Durante décadas, sin embargo, la acción de sus emisarios pareció ser tan importante en esparcir el desorden como en establecer la autoridad real. Cada uno de los funcionarios reales llegaba con un séquito dc familiares y depen­ dientes, a quienes favorecía con encomiendas. Con frecuencia, los funcionarios, empujados por sus clientelas, entraban en conflicto. La administración ha debido rcgularÍTarse en 1550 con destablecimiento en Santa Fe de la primera Audiencia, un tribunal de ape­ laciones con poderes ejecutivos. D e hecho, los primeros oidores tic la Audiencia, como casi todos sus sucesores, llegaron con sus pro­ tegidos, a quienes concedían favores especiales. lx)s feroces con­ flictos desatados por este comportamiento clientelista retrasaron la institucionalización dc la autoridad política. A! debilitare! jxider oficial, estos conflictos ayudaron a perpetuar la autoridad carismática de lus conquistadores. Muchos funcio­ narios españoles que intentaron proteger a las poblaciones indíge­ nas aplicando la legislación sc comirtieron con frecuenciacn blanco de los ataques de otros funcionarios aliados con Ins encomenderos. Las disputas entre funcionarios, inducidas por un sistema en­ gorroso y conflictual, tambicn debilitaban la autoridad política. Por lo común los oidores dc la Audiencia anduvieron en guerra con el arzobispo, quien dc vez en cuando excomulgaba a alguno de ellos. Al mismo tiempo, el arzobispo y los oidores hacían causa común en sus criticas a las órdenes religiosas. A más de todo esto, frecuen­ temente un visitador -u n funcionario enviado dc lisi>aña e inves­ tido de poderes extraordinarios-separaría de sus cargos y castigaría a los funcionarios más encopetados y anularla sus decisiones, ha­ ciendo todavía más vulnerable la autoridad. Más aún, la práctica

cstahlccitla sometía a linios los funcionarios de alta categoria a un proceso de revisión de todas sus actuaciones, justo antes de dejar el cargo. Habitualmente muchos funciorsarios honestos, objeto de serias acusaciones, salieron en la ignominia y a la espera de un jui­ cio cn España. Este sistema reforzaba a la Corona, la máxima au­ toridad, pero lesionaba la dc sus funcionarios en América. En sus comienzos, los españoles asentados en América no pare­ cieron anticipar un proceso de inmigración continuada desde F.spa­ ña. I'.n im lapso considerable supusieron que la población española consistia o debería consistir perennemente de un reducido núcleo de encomenderos armados, asociados a un grupo aún más pequeño de administradores y clérigos, tudos viviendo del tributo generado por una gran población dc trabajadores indígenas. A mediados del siglo Va causa de la guerra civil librada entre las huestes españolas en el Perú y del posterior derrumbe dc la autoridad real, la Corona prohibió la inmigración a ese reinix I.os exilados de la guerra perua­ na aparecían cn el valle del Cauca, mientras que otros conquista­ dores, que cn un principio se habían embarcado hacia el Perú, se desviaban a la Nueva Granada. De fines dc la década de 1550 a principios de la siguiente, las autoridade.s españolas se quejaron del número excesivo de inmigrantes. Privadas de encomiendas y por ende de medios dc vida, se transformaron en \-agos, ladrones y asesinos. Asaltában en las áreas rurales y muchos de los exiladi« del Perú estuvieron implicados en rebeliones contra las autoridades reales. Alvaro de Oyón. uno dc estos peruleros levantiscos, saqueó una serie de puebk« del Alto Magdalena en la década de 1550 y atravesó la cordillera Centi al, amena/ó el valle dcl río Cauca y cayó sobre Popayán, donde fue ejecutado. Otro perulero rebelde, Lope de.^guirre, se tomó y saqueó varías poblaciones de la costa de Vene­ zuela y amenaz«) hacer lo mismo con Cartagena en 1561. Para con­ tener a estos hombres insaciables y sanguinarios, las autoridades locales empezaron a palira la CÁirona limitarei flujo dc inmigrantes. Ivn el ínterin, los administradores liKales decidieron emplear cl remedio tradicional para los descontentos: las expediciones dc conquista. En parte para tener ocupados y apaciguados a los re­ cién llegados, patrocinaron la ocupación militar de regitmts que no habían estado previamente bajo control español hasta media­ dos del sigio, en particular áreas del Alto Magdalena. En estas

Colombia: pais fmgmenUido, sociedad dividida décadas, las expediciones ai mítico Dorado, verilicadas por lo gencral cn las tierras bajas al oriente dc los Andes, brindaron ocupa­ ción a los españoles inquietos y ambiciosos, aunque tuvieron un alto costo en vidas dc ios miles de cargueros Indios que llevaban consigo. La caida de la población indígena signífícó que muchas comu­ nidades quedan>n reducidas, al punto que los encomenderos no po­ dian sostenerse con su tributo regulan Esto fue particularmente cierto en ei occidente y en el Alto Magdalena, donde las densidades indigenas fueron bajas desde cl principio. Aun en las altiplanicies orientales, donde permanecían las comunidades indigenas más numerosas, éstas eran cada día más incapaces de sostener el tributo legal. I.os encomenderos respondieron a esta situación de diversas maneras. Algunos mantuvieron el tributo cn los niveles anteriores, engañando a las autoridades y asegurándolos que cl número de sus indios no había disminuido. Por lo general los encomenderos de­ cidieron complementar sus ingresos participando cn empresas agrícolas en sus tierras. Éstos recibían tierras llamadas aposentos, ubicadas en la vecindad dc las comunidades que tenían en enco­ mienda. Estos aposentos sc convirtieron con frecuencia en la base de grandes haciendas. Pero además de los aposentos, ios enco­ menderos obtenían tierra mediante concesiones dc los cabildos o simplemente usurpándola de las comunidades indigenas. I..0S es­ pañoles que no conseguían encomiendas tambicn empezaron a oi>tener tierra y a establecer fincas, aunque estaban en desventaja frente a los encomenderos en la competencia por obtener mano de obra. El crecimiento de estas propiedades y de la agricultura en ma­ nos de españoles sc refleja bien en ios tipos de quejas contra los encomenderos a partir de la década de 1560. Se los acusaba, cada vez más, de obtener las mejores tierras dc las comunidades y dc imponerles tai cantidad dc trabajo en las haciendas que les quitá­ i s el tiempo necesario para las labores en sus propios lotes. Otro signo del desarrollo de la agricultura española puede seguirse en la-s quejas contra la destrucción dc sementeras indígenas por cl ganado de los europeos. Hacia 1560 se cultivaba maiz y cebada en las fincas españolas de Santa Fe, Tunja y Pamplona. En la década siguiente la Sabana de 13ogotá y la región dc Tunja suministraban harinas, jamones y quesos a las zonas mineras y a los puertos dc la

l«s primeros asentamientos españoles cuenca dei Magdaicna y a Cartagena, 'l'unja también se había con­ vertido cn un importante centro de pastoreo dc ovejas y dc tejidos de lana y algodón, que tenían mercado desde la región minera de Pampiona en ei norte hasta Almaguer en el sur. En regiones dcl occidente, donde la fuerza laboral era amplia, como Pasto y en menor grado Popayán. también se estaba desa­ rrollando unaagriculturadctipoeuropea Desde la década dc 1540 se cultivaba en Pasto cl trigo, traído en sus comienzos dc la región de Quito, y en ios años siguientes siguientes el cultivo se extendió hasta Popayán. Muchas regiones del occidente se abastecieron de cereales producidos en estos dos centros. Durante el úkimo tercio dei siglo se establecieron en Cali y Buga cultivos de caña de azú­ car y alrededor dc 1580 incluso se llegó a exportar a Panamá. El desarrollo apricoia fue más limitado en el occidente. Las cuencas dcl río Cauca fueron dominadas por españoles que recihieron grandes extensiones de tierra en recompensa por su lucha con­ tra indios rebeldes. Ei problema de la escasez de mano de obra, dadoe) rápido desc-enso de la población nativa, fue crónico y todavía a ñnes del siglo xvii no se habían desarrollado alli mercados rcgionaies signiiicati\'os. Durante mucho tiempo la tierra permaneció sin vaior y grandes extensiones quedaron inexplotadas pues sus dueños ni las \ isitaban, de suerte que en muchos casos fueron ocu­ padas ilegalmente porciones sustanciales y así permanecieron por décadas, sin ser descubiertas. Kn estas condiciones sus propietarios fueron pobres, especialmente si se ios compara con los grandes terratenientes que ocupaban tierras ubicadas cerca de los grandes mercados y con una amplia mano dc obra, como los dcl México central. Si bien en estas regiones se desarrolló una economía de carac­ terísticas a todas luces españolas, hubo también un aspecto indí­ gena. i )e diversos modos los indígenas fueron forzados a participar en el desenvolvimiento de esta economía española. Para pagar sus tributos, los indios tuv ieron que aprender a cultivar productos europeos, a cosechar trigo y cebada o a criar ovejas. En muchos lugares incorporaron a su cconomia doméstica cerdos, gallinas, cabras y ovejas. I .as economías española e indigena se fueron en­ trelazando e integranda En los mcrcados de las altiplanicies orien­ tales los indigenas vendían alimentos para comprar oro y algodón, que no eran producidos localmente, y sí exigidos como tributo. En

Colombia: pais,fragtnentadn, sociedad dividida la década de 1580 más dc tres mil indígenas acudían al mercado de Santa Fe con cargas de coca, algodón y textiles que intercam­ biaban por tejuelos de oro, una burda moneda local manufactura­ da por otros indigenas. Los españoles tambicn empleaban estos tejuelos como medio de intercambio. Por su parte, los estancieros españoles cultivaban productos nativos como maíz y papa Usaban arado dc madera tirado por bueyes, pero también las barras de madera de los indígenas. 1 .os indios empezaron a manejar las re­ cuas de muías de los españoles y algunos se volvieron empresarios arrendando caballos a los viajeros y mercaderes españoles. Un proceso similar de integración de culturas materiales indí­ genas y españolas tuvo lugar en la costa atlántica. Rn la agricultu­ ra indígena se unieron deule un principio gallinas y cerdos a la yuca, mientras que los españoles de las ciudades costeras se acos­ tumbraron al pan hecho dc maiz y yuca. A la par con este procaso de integración económica en ia agri­ cultura, las manufacturas y el comercio, la economía española continuó cobrando un alto número dc víctimas entre los indios, particularmente en aquéllos empleados como mano de obra cn la mineria de oro, en las embarcaciones dcl río Magdalena y en el transporte terrestre de carga. En 1550 la Oirona habia prohibido el empleo dc indígenas en todas estas faenas, precisamente por su notorio efcCTo devastador en la población. En ese entonces la Coro­ na española parecía scríaitKnte empeñada cn aplicar esta legislación, pero sus administradores locales no hacían más que proclamarla de dientes para afuera. En la década siguiente la situación cambió un poco. 1‘elipe n, el nuevo rey de F.spaña, que estaba enfrentando el financiamiento dc sus guerras europeas, dio prioridad a la ex­ tracción de fondos de las colonias antes que a la protección de los indígenas. Ix>s administradores coloniales empe7.iiron a argumentar que no había más remedio que emplear indios cn la faenas arriba anotadas. La minería dcl oro, subrayaron, era cl pilar económico, es deeir, cl único medio para pagar los bienes importados. Además, los mineros locales no estaban cn condiciones de adquirir la fuer­ za laboral alternativa, los esclavos africanos. I -os embarques de oro hacia España y sus propios salarias, añadían, dependían dc la mano de obra indígena. I m mismo se aplicaba al transporte. El abastecimiento de productos importados era dc gran im­ portancia para los españoles del interior. El costo dcl transpone

cn términos de vidas indias no era sii mayor preocupación. El rio Magdalena era la única ruta razonable hacia el interior, pero plan­ teaba varios problemas. Bancos dc arena y vcfcctación ribereña obstruian tramos del río y los rápidos y corrientes presentaban un obstáculo azaroso. Durante las dos largas temporadas anuales de lluvia la corriente era tan fuerte que sc tornaba demasiado riesposí) forzar el paso de las embarcaciones rio arriba- Y hasta fines del si­ glo XVI los indios salvajes atacaban las embarcaciones. Las frecuen­ tes perdidas de mercancía, bien cn el rio o por los caminos hacia los altiplanos, subían los yz de por si elevados costos de transpor­ te. Hasta fines dc la década de 1560 fueron tan malos los caminos que era demasiado arriesgado usar bestias de carga y por tanto los indios cargueros fueron el único medio disponible. Sc argumentaba que el alto costo dcl transporte de los bienes impí)rtados empobrecía a los españoles. Empezó entonces la bús­ queda, que llegaría hasta cl siglo xx, de rutas menos costosas. Se ensa.varon varias atajos, algunos antiguos como el del río Opón hacia Vélez, o el de 'Ibcaima hacia Santa Ix. Pero tales alternativas im­ ponían una carpa mayor a los cada vez más escasos cargueros. Una que pareció economizar vidas, la de subir bienes por el río hasta las cercanias de (kaña, aumentaba más el costo dc transporte has­ ta Santa Fe. Pocos españoles podian imaginar la vida sin consumir bienes europeos, l.a excepción radical a esta regla fue la propuesta por los frailes dominicos de Santa Fe. Movidos por su deseo de proteger a los indígenas, argumentaron en 1566 que la superv ivencia dcl reino no de]->cndía ni dc la minería Jel oru ni dc la importación dc bienes de lujo. Como otro indicio del grado hasta el cual se había desarrollado la agricultura, los dominicos sostenían que la produc­ ción de trigo y maiz, las manadas de ganado y los rebaños de ovejas eran tan considerables que la colonia podía sostenerse fácilmente sin exportar oro o importar de l'.spaña bienes de lujo. Surgen cla­ ramente dos visiones de lo que debería ser la economia colonial. Una la concebía como un sistema para acumular riqueza moneta­ ria e importar bienes de lujo y la otra, como una mera economía de subsistencia. Ut>a dc las características sociales más destacadas del siglo xvi fuc la relación de los españoles con las mujeres indias, que dio como resultado la aparición dc una variedad de mezclas raciales. Desde

Colombia: paísfragmenlado, sociedad dividida los primeros años du la C^nnquista los españoles dieron en tomar a las mujeres indígenas como compañeras. Sobre todo en esa época muchas de estas uniones debieron ser en alguna medida forzadas, aunque algunas fuentes españolas aseguraban que bs indigenas se entregaban libremente. F.n ciertos casos bien pudo haber un ele­ mento de consentimiento, pues algunos jefes indios pcrcibian ven­ tajas en su alianza con ios poderosos invasores. I.os religiosos españoles se oponían a que los blancos vivieran en franca poligamia con las indígenas. Bn una fecha tan tardía como 1560 un fraile dominico denuncióque habia “encomenderos y otras personas... que tienen muchas indias para sus suciedades; y hay hombres tan desvergonzados que tienen diez y doce, y yo señalaré a un funcionario de Vuestra Alteza que es público que tiene quin­ ce y veinte indias para lo que tengo dicho; y después que están hartos de ellas las dan a otro paraci mismo efecto, y ellos sacan otras de nuevo". I..OS religiosos censuraban a los conquistadores por tener rela­ ciones con indias que no habían sido bautizadas cn la fe cristiana, pero también se quejaban cuando los peninsulares hacian bauti­ zar a las mujeres sin educarlas en la fe, tan sólo para legitimar su­ perficialmente sus actividades sexuales. Pero los españoles no fueron los únicos cn inmiscuirse sexual­ mente con las indígenas. Algunos esclavos africanos traídos por los españoles a la provincia de C^artagena hacia fines de la dccada de 1530 hujeron a los bosques y fueron tomando mujeres indias como compañeras, tendencia que persistió hasta fínes dc la Colonia. Otra modalidad denunciada por un fraile español cn 1560 consistía en que los negros empleados por los españoles para su|>crvisar sus en­ comiendas violaban a las esposas e hijas de los indios, incluso dc los jefes, a veces en su presencia. Sin embargo, las relaciones con las indias no siempre fueron for­ zadas, violentas o fugaces. La existencia de relaciones estables y afectuosas -aunque informales— entre algunos españoles y muje­ res nativas se evidencia cnci caso dcun conquistador que cn 1531 dispuso en su testamento que se oficiaran misas por las almas de una indígena, su padre y su hija Las relaciones informales entre españoles e india.s fueron la regla durante la mayor parte del siglo xvi y, excluyendo a la elite colonial, probablemente también después. Juan dcl Valle, obispo

de Popayán entre 1548 y 1558, afirmaba que casi toJas los espa­ ñoles de su difkests vivían cn uniones informales; según crcía, menos de diez estaban casados. Ks rclattvamenfc poco 1« que se conoce acerca de los hijos naci­ dos de tales relaciones informales entre españoles y africanos con mu)crcs indígenas durante el siglo x\'l. l’cir lo general, los vástagos dc africanos con indias, los llamados “ zambos” , eran asimilados a los negros, l'^s probable que muchos de los niños nacidosde españo­ les e indias fueran criados por la madre en las comunidades indi­ genas. Sin embargo, no era raro que los peninsulares reconocieran a sus hijos mestizos y trataran de ubicarlos de modo respetable en la sociedad española. Algunos de los primeros hijos mestizos de prominentes españoles, como capitanes dc la conquista, parecen haber sido aceptados como miembros de lacLte dominante españo­ la. No obstante, con el paso del tiempo fucn)n objeto de discrimi­ naciones cada vez mayores, en parte por su presunto nacimiento ilegitimo y en parte por descender dc los despreciados indios. En la década de 1570, cuando cl arzobispo dc Santa Fe ordenó como sacerdotes a media docena de mestizos, hubo protestas de la .Audiencia, los canónigos de la catedral y las órdenes religiosas, por considerar que el sacerdocio había sido profanado al admitir hom­ bres cuyo nacimiento era presumiblemente ilegitimo. La cuestión de si los mestizos podían ser ordenados como sacerdotes siguió siendo un rema polémico en las últimas tres décadas del siglo xvi, cuando la Oirona española primero prohibió y luego permitió su admisión al sacerdocio. Un mestizo “ bien nacido", hijo natural de un capitán que luchó jimto a Jiménez dc Quesada, fuc ordenado cn tj74, diez anos después de que su padre obtuviera una dispen­ sa cspccial. Cuando sc nominó al mismo sacerdote mestizo para ocupar el prestigioso cargo de canónigo de la catedral de Sanca ix en 1578. fue rechazado por sus colegas españoles dcl capitulo de la catedral. Sólo después de más dc veinte años de discusiones fue confirmado como canónigo en 1599. Una de la razones para ordenar sacerdotes mestizos fue la es­ casez relativa de curas españoles y su insuficiencia para convertir a la población aborigen. conversión dc indígenas al cristianis­ mo fue im tema central de la política española, en especial porque la autoridad sobre las Indias, avalada por elVaticano, se justificaba

Colombia: pals^fragmentado, sodedad dividida por los esfuerzos encaminados a convertir a sus pueblos al cristia­ nismo. I’^n términos dc la política española y en el pensamiento mismo de los españoles, la cristianización no consistia solamente en la adopción de las doctrinas cristianas sino también en asumir la forma dc vida y las costumbres europeas, lo que incluía vivir “ politicamente” , es decir, en comunidades de estilo europeo. Al parecer, e! proceso de cristianización indígena durante el siglo XVI fue mucho más lento en la esquina noroccidental dc Sura­ mérica que en México. Kn general, los esfuerzos evangelizadores emprendidos en el siglo xvi fueron débiles y demorados cn la cos­ ta atlántica y en el distrito de Popayán en el occidente, así como en rcftioncs inestables como los valles dcl Alto Magdalena y las zonas mineras del Cauca. Los clérigos que llegaban a la costa atlántica por lo general no permaneciar allí mucho tiempo pues las comu­ nidades indígenas eran demasiado pobres como para permitir una buena vida, y los religiosos se marchaban al Perú o hacia las zonas montañosas, donde las poblaciones indias eran más numerosas y estables. Por consiguiente, durante el siglo xvi cl empeño evange­ lizador se concentró en las altiplanicies orientales, aunque incluso alli el proceso fue lento. Apenas en la década de 1550 un puñado de franciscanos y dominicos comenzó a enseñar la doctrina cristiana en los distritos de Santa Fe yTunja. En 1561 sólo había veinte do­ minicos.y poco más de diez franciscanos cn la cordillera Oriental para ocuparse de los indios dc más de quinientas encomiendas. I ^s comunidades indigenas dc las vertientes orientales sólo recibían vi­ sitas esporádicas dc religiosos españoles y algunas ni siquiera eso. Durante la década de 1570 el número dc doctrineros aumentó, en parte por la llegada de clérigos españoles y en parte por cl or­ denamiento de algunos nativos americanos. Sin embargo, hubo quejas dc que los encomenderos seguían escogiendo a lus religiosos que debían ocuparse de sus indios, y por lo general preferían a los menos acuciosos. Por esta época se decía que muchos doctrineros iban a las comunidades indígenas con el mismo espíritu de los con­ quistadores, es decir, buscando enriquecerse y viviendo con fre­ cuencia en concubinato con las indias. En bastantes instancias, los doctrineros parecían colaborar con los encomenderos cn la explo­ tación de los indios. En las décadas dc 1570 y 1580, cuando el proceso evangeliza­ dor no parecía avanzar demasiado, la Corona española y sus rcpre-

I.os primeros asentamicnlos españoles sentantes en cl Nuc\o Reino de üranada empezaron a adoptar dos medidas más o menos reiacionadas. Una consistió cn reemplazar en ias comunidacies indígenas a los frailes de las órdenes religiosas por curas diocesanos. F.sta habia sido una recomendación del Con­ cilio de Trento. Sin embargo, la mavor confianza cn los clérigos diocesanos y no cn los frailes también se avenía con otra medida de la Corona, que recomendaba emprender la adoctrinación reli­ giosa de los indios cn sus propias lenguas, cn vez dc cn español, que desde luego muy pocos entendían. Así, en 1574, cuando fue claro que el proceso de conversión no estaba progresando, la C o­ rona española ordenó que en la selección de ios sacerdotes doctri­ neros se prefiriera a quienes conocieran las lenguas indígenas. F.n 1580 lil Ciorona fue n»ás lejos aún, al e.scipular que en adelante na­ die podía ser ordenado si no conocía una lengua indígena. F.stas medidas llegarían a ser motivo de grandes conflictos dentro de la Iglesia durante estas décadas. Los frailes españoles, empecinados cn mantener cl control sobre las doctrinas indígenas, percibieron im obstáculo adicional en la exigencia dc la Corona dc aprender las lenguas nativas, pues muchos de ellos no las conocían mientras que los nuevos sacerdotes mestizos sabían desde pequeños al me­ nos el dialecto indígena de su pueblo materno. Durante las últimas cuatro décadas del siglo xvi, ias autoridades españolas presenciaron alarmadas la evidente persistencia entre los indígenas dc prácticas que los cum|>c(>s consideraban idólatra.s. Los chamanes mantenían su preeminencia entre ios indios en todas las áreas dominadas por los españoles. Así mismo, cn muchas regio­ nes los indigenas participaban cn “ borracheras” (sesiones de can­ to, danza, embriaguez y promiscuidad se.xual) que los españoles veían como practicas remanentes de tiempos precolombinos. Ln la cordillera Oriental las autoridades españolas tambicn objetaron la persistencia de la costumhre conocida como “el correr de la tie­ rra” , un rito en el cual una gran cantidad de indios emprendían una peregrinación a varias lagunas sagradas. Igualmente, ios espa­ ñoles miraban con desconfianza la costumbre aborigen de pintar­ se cl cuerpo, dc llevar los varones cl cabello muy largo, dc usar plumajes y dc quemar toda suerte de inciensos y sahumerios. I ,as autoridades españolas reaccionaron a estas supervivencias de las religiones precolombinas y a otras patrones culturales indi­ genas de dos maneras, una de las cuales reflejaba el comportamícn-

Colombia; país/ragmenladn, suciedad dividida to español en la fase de la Conquista y la otra cstabiecia ias ba-scs de modos coloniales más asentados. Una dc las respuestas fue de­ sarrollar campañas para extirpar los residuos de la religión nativa. En cl Caribe los chamanes fueron removidos dc las comunidades y en muchos casos forzados a servir de sirvientes de los españoles en Cartagena. En los altiplanos orientales las campanas de extermi­ nio religioso fueron reminiscentcs de la Conquista- Las autorida­ des reales y los sacerdotes incautaban santuarios e Ídolos indigenas escondidos. Puesto que muchos de los ídolos eran de oro, la confis­ cación tenia además un interés pecuniario. A fines dc ia década de 1570 se desataron campaña,? para descu­ brir santuarios indios, Cximo cuarenta años atrás, muchos indijccnas fueron torturados y asesinados con el propósito de extraerles in­ formación, Estas campañas parecen haber tenido como resultado la práctica clandestina de los ritos indigenas, Al cabo de una campa­ ña de dos décadas de duración, en 1594 las autoridades descubrie­ ron cerca de 135 jeques, o chamanes, en la región india de Fontibón, ubicada a pocos kilómetros dc Santa Fe. En dicha localidad se ve­ neraban cerca de 3,000 Ídolos en secreto, mientras que en Bosa, otra comunidad indígena cercana, se adoraban unos 10,000, Afines del siglo, cl arzobispo de Santa Fe ordenó la quema de los plumajes rituales y prohibió la costumbre de pintarse el cuerpo, asi como la venta de inciensos utilizados en las ceremonias indias. Por esta épo­ ca, un sínodo de la Iglesia propugnó ci encarcelamiento perpetuo de los chamanes. Ante semejante presión, tas expresiones religio­ sas indígenas durante cl siglo xvn buscaron defenderse mediante la fusión con prácticas cristianas. Otra respuesta para combatir b persistencia de la religión in­ dígena y otros patrones culturales consistió en congregar a los in­ dios en comunidades más grandes, al estilo español- Antes dc la Conquista y durante casi todo el siglo xvi la mayoria dc los indíge­ nas vivían un tanto dispersos cerca de ios lotes dc cultivo. En mu­ chos lugares tai dispersión dificultó al pequeño número de curas el contacto con ellos. l,a concentración indígena cn unas cuantas comunidades más grandes facilitaría su adoctrinamiento y su mo­ vilización como fuerza laboral. Más aún, las pautas culturales es­ pañolas cliocaban con cl poblamiento difuso de los indígenas. En España los campesinos vivían en aldeas rurales y los funcionarios de la Corona pensaron que los indigenas debían hacer lo mismo.

I^os primeros asenramientos españoles En pos dc estos principios, en lus décadas ile 1560 y 1570 las auto­ ridades españolas sc propusieron congregar a los indios en gran­ des comunidades, politica ijue sc habia realizado en la última década dcl siglo XVI. A scmcjan7íi dc la incautación de santuarios, la congregación dc indios tuvo una faceta religiosa y otra pecuniaria, l.a concen­ tración indígena fadlitaria la instrucción religiosa. Además, al re­ mover a los indios de sus lotes de cultivo, quedaría tierra libre para los españoles. De este modo, el objetivo dc conversión religiosa sirvió a la expansión tic las empresas agrícolas españolas. Hacia 1590 la integración de los indígenas a la cultura domi­ nante, aun de los más .lieLienCarins que vivían directamente bajo el control español, era apenas parcial, f^n muchos aspectos los indí­ genas habian sido incorporados a la economía española y los espa­ ñoles habían adoptado elementos de la cultura material indigena.'^ .Sin embargo, como indica la preocupación dc ios funcionarios rea- S les sobre la idolatría, los indígenas conservaban muchas caracte- ¿ rísticas de la cultura y del orden .social ilc la época precolombina. ^ I .as comunidades seguían bajo el golnemo de sus jefes tradiciona- d les, llainado.s caciques por los españoles. En los altiplanos, ios ca- ¿ ciques continuaban habitando cl mismo tipo de chozas rodeadas O de empalizadas que Jiménez dc (¿iiesada halló en la década de 1530. ' .A pesar dc la oposición es])añola, los .señores indios continuaban ^ practicando la poligamia. I-a sucesión ai puesto de gran señor sc * verificaba por línea materna y, como antes de la Conquista, estaba precedida de cinco años de reclusión y abstinencia sexual. Más aún, muchos indígenas, fueran jefes o gentes comunes, no hablaban español. Sin embargo, en los siglos xvn y xvm este cisma cultural entre indios y españoles se redujo sustancialmentc y surgió una nueva sociedad dc mestizos hispanizados.

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CAPÍTULO V

Economia y sociedad, /59o - i j S o

LOS a S o s d e 1590 A 1 620 formaron el parteagiias entre los tiempos inestables de la posconquista y la cristalización dc aque­ llos patrones económi(;legio dc San Bartolomé, fundado por los jesuitas hacia 1604-1608, y en el Co­ legio dcl Rosario, fundado en 1653. Además, por ser cl centro ad­ ministrativo, Santa Fe también se convirtió en el principal centro de acuñación dc moneda. Ll oro que llegaba a Santa Fe para ser acuñado y amonedado fue uno de los factores que contribuyó a que la ciudad se convirtiera cn uno de los principales centros dc aco­ pio y distribución dc mercancías importadas hacia el interior dcl país. Asi mismo, ci camino dc herradura que comunicaba a Santa Fe con Honda, considerado abominable, parece haber sido, sin em­ bargo, mejor que las demás rutas que conectaban otras regiones de los altiplanos orientales con cl río Magdalena, como por ejemplo el camino que partía dc Vélez y por la vía del rio O ra re llegaba al Magdalena. Kn parte por esta razón, ios bienes importados con des­ tino al interior ylo s productos manufactureros y agricoia.s de los altiplanos con destino al occidente y las sabanas del Caribe tendian a ser canalizados a través de Santa Fe de Bogotá. Al terminar cl siglo xvill más de la mirad dc la población de la cordillera Oriental vivía en las altiplanicies que dominaban demo­ gráfica y económicamente la región. Pero desde el siglo XVll y a lo largo del siguiente surgieron importantes zonas satélites en las tie­ rras templadas que rodeaban los altiplanos. Una dc éstas fue la lo­ calizada al occidente de Santa Fe. Alli, como en regiones similares de todo el pais, pequeños propietarios rurales cultivaban plátano, yuca y maíz, principalmente para el consumo local. Pero durante casi todo el siglo xvui la caña de azúcar fuc la co.sccha principal, materia prima de aguardientes y panela, de gran demanda en los altiplanos y para los cuales Santa i'e fue el centro de distribución. jesuítas y otras aingregaciones religiosas, lo mismo que em­ presarios criollos, establecieron haciendas cañeras en Tocaima, I .a

Economía y sociedad, 1590-1780 Mesa y Tena, lus cuales empleaban esclavos africanos. Sin embar­ go, aun los más grandes prínluctores eran relativamente pequeños al compararlos ton sus contemporáneos de México, porque los altos costos de transporte limitaban la gama y escala dc sus mcrcados. A partir de 1780 la importación ele licores de Cuba y España pro­ pinó un severo golpe a los productores de caña de estas zonas. .Al­ gunos hacendados se dedicaron a la cría y engorde de ganado, otros parcelaron sus tierra.s y los arrendatarios continuaron cultivando la caña. Más hacia ei norte del flanco occidental de la cordillera se em­ pleaba la caña de azúcar en la manufactura dc conservas de guaya­ ba y otras frutas, aunque también se cultivaba y tejía el algodón. Ksta región, que comprendía los distritos de La Palma y Muzo, tenía su centro en Vélez. En Vélez se transformaba la caña de azú­ car en melaz.a para elaborar el aguardiente que consumían las co­ munidades indígenas de los altiplanos- Pero su especialidad fue la producción de conservas y dulces dc guav aba, los cuales tenían un valor l elativamentc alto en rclación con su peso y volumen y po­ dian transportarse rentablemente hasta los mcrcados distantes de la costa atlántica. Hoy en día los bocadillos veleños siguen siendo im producto muy apetecido a lo largo y ancho de Colombia. I )urante el siglo xvm la cuenca del üuanentá, al norte de Vélez. se convirtió en Tizona más importante de producción subtropical de la vertiente occidental de la cordillera Oi iental. Desde la segun­ da mitad del siglo xvi partieron deVélez hacia esa región unos cuan­ tos colonos; pcn> la población continuó siendo mayoritariamente indígena. En el siglo xvii debió aumentar la inmigración hispana, al punto de que muchos pueblos dc indios se transformaron en pa­ rroquias y villas híspanas. En 1778 la población de la ciudad más grande, el Socorro, fue clasificada como 40 por ciento blanca y 46 por ciento mestiza. Ixis mulatos, pardos y negros representaban un 13 por ciento, mientras que sólo había un uno por ciento de indios. Los numerosos repliegues de la cordillera dividían los espacios dc la región dcl Guanentá en nichos diminutos. CLuando la presión demográfica desbordaba los recursos del nicho montañoso de uno de estos pueblos, algunos habitantes se desplazalian y formaban una nueva comunidad en otro nicho cercano. A lo largo de los siglos xvii

Colombia: país fragmenUtilo, sociedad dividida y XVIII la región del Guanentá se desarrolló comu una región di; mu­ chas poblaciones, aunque dos tendieron a dominar económica y po­ líticamente: ci Socorro y su rival, San Gil. Los pueblos de ]a región del Guanentá, a diferencia de los dc ía provincia de Tunja, crecieron con dinamismo a lo largo dcl siglo xvm, excepto en un momento catastrófico, c.1776, cuando la re­ gión fuc azotada por una epidemia dc viruela y una aguda escasez de alimentos. A mediados dcl siglo el Socorro ya tenia una pobla­ ción mayor que la de Tunja, unos ocho mil habitantes cn 1753 y más dc nueve mil en 1778; hacia 1780, siete pueblos vecinos bajo la jurisdicción del Socorro, incluidas la relativamente grande Charaiá y la pujante Simacota, tenían un total dc unos treinta mil ha­ bitantes. San Gil y unos siete pueblos bajo su jurisdicción contaban con unos dicciscis mil habitantes. I'.n razón de la creciente impor­ tancia económica de ia región del Guanentá, los funcionarios de S anu Fe contemplaron en 1779 la posibilidad dc convertir al So­ corro en ci centro administrativo dc las provincias dcl norte, des­ pojando a Tunja de tal distinción. r.n la región dcl Guanentá, a mediados del siglo xvi y principios dcl XVll, tanto ei cultivo de la caña de azúcar como las laborc.s dc tejido de algodón fueron desempeñados por indígenas. Más tar­ de, sin abandonar la caña, la región sc convirtió cn un importante centro productor dc algodón y textiles. Tanto las comarcas del Socorro y San Gil como la de Girón, más al norte, eran conocidas por estas producciones. Santa Fe servía de centro dc distribución de estas manufacturas que llegaban a lugares tan distantes como Popayán y los núcleos mineros del occidente. A mediados dcl si­ glo xvill, muchos campesinos del Guanentá emprendieron cl cul­ tivo del tabaco. Por esta época la región era una de ias más densamente pobla­ das del oriente. F.n sus pequeños nichos montañosos se concen­ traban miles de personas. Guanentá era además una región más productiva que los altiplanos orientales, tanto cn población como cn área cultivada. Hacia fines dcl siglo xvm Pedro Fermín de Vargas, un escritor criollo, atribuyó la productividad y la prosperidad dc Guanentá a la parcelación desús tierras en unidades relativamen­ te pequeñas, algo que estaba dictado principalmente por la topo­ grafía. Vargas anotó que en esas c-omarcas la max oría dc la población poseía pequeñas parcelas y. según la teoría liberal, aquellos produc­

tconomia y sociedad, 1590-1780 tores tenían mayor interés en cultivar mejor su tierra. Más aún, como las mujeres y los niños colaboraban cn el hilado y tejido dcl algodón, toda la población en edad productiva estaba empleada. A diferencia dc estas comarcas densamente pobladas, las exten­ sas praderas naturales del Alto Magdalena y dc los Llaneligrosas estas rutas. El territorio de los pijaos se extendía por cl norte hasta Carfa|cu y por el sur hasta Timaná y la ruta de Guanaca.s. Aunque desde la década dc 1530 lo.s españoles combatieron a estos indígenas, no lograron subyugarlos. Más aún, estos indios destruyeron un buen número de asentamientos españoles y forza­ ron a sus habitantes a emprender ia huida. En 1550 los funcionarios de Santa Fe decidieron establecer en Ibagué la base de maniobras , militares contra los pijaos. Medio siglo después las expediciones militares emprendidas contra éstos por las autoridades santafereñas llegaban a once y las autorizadas por los gobernadores dc Popayán a treinta y siete. Tales operaciones piKo impresionaron a los pijaos, quienes dcstruyenm Nciva cn 1550 y de nuevo en 1569; San Vi­ cente de Pácz en i5 7 2 v l.a Plata en 1577 y amenazaron continua­ mente a Timaná e Ibagué. A fines del siglo los pijaos ampliaron cl radio de sus operaciones hasta incluir Caloto, Buga y Cartago. I'.n 1605 la Corona ordenó un ataque masivo contra los pijaos y también contra los carare y jareguies, quienes atacaban ocasional­ mente la navegación española en cl Magdalena y la ruta entre el

Colombia: paísfragmentado, sociedad dividida rio y Vélez. La organización de ia campaña contra los pijaos plan­ teó enormes dificultades. Ivl presidente de la Audiciencia dc Santa l‘c concibió un ataque simultáneo sobre ta cordillera Central des­ de sus dos flancos, oriental y occidental. Pero como cl gobernador de Popayán dependía de Quito y no de Santa Fe y la-s dos jurisdic­ ciones andaban trenzadas en sus rivalidades habituales, fue difícil la coordinación. Del lado oriental la cosa se complicó porque tos encomenderos no se mostraron dispue.stos a suministrar hombres y armas. Ln últimas, la guerra contra los pijaos fue librada por un ejército mercenario de mestizos y mulatos, apoyados por aliados indigenasEsta guerra, emprendida entre 1606 y 1615, se diferenció délas anteriores en que fue mucho más sistemática. Hasta entonces las campañas habían intentado erigir fortalezas como puntos de apo­ yo dentro del mismo territorio pijao, con resultados apenas tem­ porales. Pero la de principios del siglo xvn se transformó en una despiadada campaña de exterminio. Los soldados buscaban las comunidades para destruir sus cosechas y muchos pijaos murie­ ron de hambre. Unos dos mil indígenas murieron o fueron hechos cautivos y casi todos los guerreros capturados fueron ejecutados. Hacia 1613 los pijaos habían sido prácticamente aniquilados. Con la destrucción de los pijaos se reanudó el comercio por las dos rutas anotadas. Además, fue posible, por primera vez, la ex­ plotación económica española dc los valles del Alto MagdalenaColonos hispanos volvieron a ocupar áreas que iban desde'l'imaná y Neiva, en el sur. hasta Ibagué cn cl norte, y asi surgiría la región con su perfil ganadero. Durante el siglo XVI! los hatos de los jesuitas y de otros terratenientes suministraban panados flacos a la Saba­ na de lk)gotá, donde se engordaban para su consumo en la capital. En et siglo siguiente, cuando la expansión minera en las vertientes de] Pacifico aumentó la demanda de carne en e) C.auca, las autori­ dades de la capital tratarían, con poco éxito, de impedir que aque­ llos hatos enviaran carne a esa región. Durante el siglo xvm tanto Santa Fe como otras ciudades de la cordillera enuintrarían en los I.lanos Orientales una segunda fuen­ te de ganado para engorde. Kn el siglo xvi los conquistadores bus­ caron en los Llanos el mítico reino de Kl Dorado, pero antes de que terminara el siglo los españoles ya habian perdido interés cn la región. Distintas congregaciones dc misioneros, después de in-

Etonomí» y socicdad, 1590-1780 lentos fallidos en ladccada de 1620, i>»isicri)n, unos cuarenta años más tarde, los Llanus hajo control español. lx>s llanos dc San Juan y San Martín, ai sur del rio Meta, fueron encomendados a los fran­ ciscanos, quienes poco provecho económico pudieron sacar debi­ do, en parte, a los obstáculos cn la comunicación con ios altiplanos. Más hacia el norte, los llanos de Casanare se dividieron entre agus­ tinos y jesuítas. Jj)s primeros se hicieron ca t^ de los relativamente sedentarios y productivos indios achaguas, cuya principal activi­ dad económica consistía en producir aljcodón y hacer tejidos que se vendían en los mercados de la cordillera Oriental. A mediados dei siglo XVll sc habían integrado a la economía del altiplano y enviaban a los mercados de 'íunja telas, ganado y productos de la pesca. Un poco más afuera en los llanos, cn ks cuencas dcl Ca-sanare y el Meta, los jesuitas y alguno.s empresarios privados se dedica­ ron a la ganadería, Gracias a la presión que los distritos del occi­ dente hicieron sobre el ganado dc lo.s hatos del Alto Magdalena, éstos encontraron mercados en las altiplanicies orientales. Con cl firme establecimiento de ciudades españolas y hatos ga­ naderos en el Alto Magdalena de.sde ias primeras décadas dcl si­ glo xvn y la más limitada penetración en los Llanos Orientales después dc 1660, se extendió bastante el área bajo control español. Rl occidcntfc' Ln ei lapso transcurrido entre fines del siglo xvi y finales dcl XVll, cl antioqueño alcanzaron niveles más de diez veces superiore.s a los alcanzados antes de 1750. Fn un comienzo, casi todos los mineros de los altiplanos antio­ queños parecen haber sido mazamorreros en pequeña escala. Sin embargo, durante las décadas de 1760 y 1770 tambicn hubo mine­ ros en gran escala que utilizaban cuadríllas de csciavos. Sin duda,

l'>;onomía y sotiedad, 1590-1780 estos operadores más grandes contribuyeron a la expansión de la proílucción antioqueña a partir de los años setenta. Juan Antonio .\lon y Veiarde, un funcionario español que como visitador en An­ tioquia durante la dccada dc 17H0 quiso incrementar la producti­ vidad minera, calculó que los mazamorreros i>roducian dos tercios del oro cn la región. En 1808, José .Manuel Restrepo estimó que los mazamorreros eran los productores de más del ochenta por ciento del oro antioqueño. I -a oportunidad que el laboreo del oro dio cn Antioquia a cualquier hombre libre a fines del siglo xvm quizás (uvo algo que ver con el desarrollo de un ethns de empresa individual en aquella región. Pero quienes más se beneficiaron dc la minería antioqueña fue­ ron los comerciantes instalados cn Medellin y Rionegro. I J bonan­ za minera delVallc de los Osos abrió nuevos y dinámicos mercados para el ganado y el maíz, el plátano, la yuca y la caña de azúcar del \alle dc Aburra y de sus tierras calientes al occidente, y para la ganadería de las altiplanicies dc Rionegro. Comerciantes de estas dos ciudades se dedicaron a abastecer las minas con comestibles locales, tela.s de algodón de la cordillera Oriental y bienes impor­ tados que traían de Cartagena. cambio recibían uro en polvo. Haya sido por este comcrcio o porque invirtieron direciamence en las minas, la mayoría dcl oro producido en Antioquia pasaba por las manos dé los comerciantes de Medellín y Rionegro. Interme­ diarios en el abastecimiento de los campamentos, pudieron extraer los mayores beneficios dc la operación. Algunos de ellos ingresan>n al negocio con cuadrillas de esclavos. Con el capital así acumu­ lado. algunos comerciantes amasaron fortunas que les permitieron dominar el comercio cn el occidcntc hacia fines del siglo xvm, asi como otros sectores de )a economía colombiana durante gran par­ te del XIX. La costa atlántica Mientras el interior dcl país, lo mismo cl oriente que cl occiden­ te, estaba prácticamente aislado dcl exterior, las ciudades costera,? dcl norte se encontraban volcadas sobre cl mar Caribe, El comer­ cio marítimo -legal o ilegal- marcaba cl ritmo de la vida costeña. >sdel siglo XVI hasta finales del periinlo colonial, Cartagena fue la ciudad mis importante de la región. Cotr cionó, la entrada protegida de tiartagena y su vecindad con el istmo

Colombia: paisfragmentado, sociedad dividida de Panamá consolidaron la ciudad como un punto importante para cl abastecimiento dc las Ilutas españolas, y como el principal puerto para cl despacho del oro y la importación dc csciavos y otras mer­ cancías. Sin embargo, la importancia misma dcl puerto de Carta­ gena lo hizo objeto dc ataques de corsarios y fuerzas navales entre tas décadas de 1540 y 1740. Kstos asaltos instaron a la Corona es­ pañola a invertir grande.s sumas en la fortificación dc la ciudad. En la década dc 15QO, después dc un ataque de i'rancis Drakc, se ini­ ció un programa de fortificación dcl puerto, y entre los años vein­ te y cincuenta del siglo xvii se a>nstru\eron los primeros baluartes y fuertes, complementados con construcciones adicionales durante la mayor parte dcl siglo xviii. Dada la importancia que revestia la defensa de C^artagcna, el principal contingente del ejército ncogranadino estaba acantonado en cl puerto. !>a tal su magnitud que en la década de 1770 por lo menos una quinta pane de la población urbana cartagenera estaba compuesta por personal militar, Además, la ciudad era un impor­ tante centro eclesiástico. Fue sede episcopal y, a partir de 1610, asiento deriribunal de la Inquisición; también tenia cuatro monas­ terios y dos conventos, al punto de que cerca del diez por ciento de su población masculina estaba representada por religiosos. Debido a sus funciones comerciales, militares y ccicsiáticas, du­ rante los siglos XVll y XVIII Cartagena llegó a ser, dc lejos, la ciudad más importante de la costa caribe neogranadina. Sin embargo, la población de la ciudad parece haber fluctuado bastante, bajando drásticamente durante los periodos de asedio extranjero. Así, en la década de 1690 Cartagena contaba con unos 10.000 habitantes; pero después del asalto francés de 1697 y de la Guerra dc Suce­ sión española (1701-1713) la población sc redujo a cerca de 3.ocx>. Rjr el contrario, cuando atracaban en su puerto las flotas españo­ las, su población se incrementaba en cerca de un tercio con las gentes de la región que concurrían a ofrecer alimentos y otros ser­ vicios a la tripulación. Durante la década de 1770 la población cartagenera osciló alrededor de los 12.000 habitantes. Aunque la bien protegida bahía de Cartagena le brindaba gran­ des ventajas como puerto, cl desarrollo de un centro dc acopio de mercancías importadas sc vio obstaculÍ7.ado por ia carencia de bue­ nas conexiones con el rio Magdalena, que era la vía natui al del

Kconomía y sociedad, 1590-1780 comcrcio con cl interior roducción de alimentos básicos como el frijol, el plátano y la yuca en terrenos cercanos a Cartagena, en tanto que pequeños granjeros de la región dcl Sinil, al sudoeste, le proveyeron maíz. Las grandes haciendas de las sabanas deTolú y de los alrededores dc Mompox y Valiedupar suministraban a Cartagena y sus guarnitiimcs ganado vacuno, y abastecían a los barcos con carne salada dc res y de cerdo. Mstas grandes haciendas, productoras de carne

Colombia: paisfingmenlado, snciedad dividida y caña dc azúcar, solían fundarse en concesiones dc tierra, o mer­ cedes, cn muchos casos territorios dc frontera ocupados que tcrmiitaban siendo cedidos por la Corona con sus respectivos títulos de propiedad legal, Cj)mo estas grandes haciendas estaban dedicadas cn gran par­ te a la cria dc ganado, tenían pocas necesidades de fuerza de traba­ jo. Ix)s csciavos africanos y sus descendientes (muchos de ellos libres) proveyeron el grueso de la fuerza laboral durante cl siglo XVll y buena parte del xvm, F.n 1586 había unos 5.700 esclavos negros cn la provincia de Cartagena, cifra similar, si no superior, al número de indios sobrevivientes de las comunidades indígenas controladas por los españoles. Durante el siglo XVlll cl trabajo es­ clavo en las haciendas costeñas fue complementado gradualmenie por diversas clases dc trabajo agrícola nu esclavo, por lo general asu­ mido por mulatos y negros libres- Algunos dc estos negros libres tomaban en arriendo tierras dc las haciendas, otros eran peones residentes, y otros más trabajaban ocasionalmente como jornaleros. Pero la mayoría de la creciente población de negros libres y mulatos no tenía relaciones cercanas con las haciendas. Muchos de ellos vivían dispersos en pequeños grupos cn las selvas, donde no estaban sujetos al control del F.stado ni de la elite española. Si bien la costa dcl C.aribc consumia sobre todo bienes alimen­ ticios dc producción local, el trigo sólo se podía cultivar en las es­ casas altiplanicies de la región, en particular en Ocaña, Como la costa no producía todo el trigo que necesitaba, a fines del siglo xvi y durante cl xvii los altiplanos orientales le suministraron alguna harina dc trigo, casi siempre cara y a veces dañada, por la via dcl río Magdalena hacia Cartagena, No obstante, a partir de ifxjo la harina del interior fue paulatinamente desplazada por harinas ex­ tranjeras. El predominio dc la harina foránea en la costa se conso­ lidó como resultado del Tratado de Utrccht (1713), que le otorgó a Gran Bretaña el derecho dc importar csciavos, y con ellos, dos barriles dc harina por cada uno. Desde entonces la harina angloa­ mericana, más barata y dc mejor calidad que la producida en el interior ncogranadino, tendió a abastecer los mercados costeños. I .as importaciones inglesas dc harina angloamericana sirvieron para disimular el ingreso ilegal de textiles extranjeros y otros pro­ ductos a Cartagena. Pero éste era apenas un aspecto menor del variado contrabando que se venia efectuando desde por lo menos

ICconomía y sociedad, 1590-1780 finales del si^lo xvii en diferentes lugares du la costa caribeña, desde la península de la Guajira hasta el rio Atrato. F.l sistema de comer­ cio legal español no alcanyaba a abastecer adecuadamente las ne­ cesidades dc bienes importados ni competía con los precios de sus rivales europeus, que habían establecido sus bases en el Caribe entre f 04oy 1660. Por consiguiente, cl contrabando fue desplazando cada vez más el comercio legitimo, hecho que se reflejó cn la disminu­ ción de las flotas españolas hacia América a fines del siglo xvn y comienzos del xvm, F.l comercio dc contrabando en Riohacha, otros puntos de la península dc la Guajira y Santa Marta parece haber sido mucho menos voluminoso que ci realizado en la provincia de Cartagena, 'laneo cn Riuhacha comu cn Santa Mana, el comercio ile ^ l sc impuso porque las naves españolas casi nunca atracaban en sus puertos. Ademis, los comerciantes cartageneros sc mostraban rea­ cios a transportar bienes legales a Riohacha y Santa Marta, debi­ do ai exiguo tamaño dc sus mercados y al problema de los vientos contrarios. I)c tn los indios guajiros, que nunca fueron sometidos por los españoles, Al comienzo cl contrabando por la Guajira era do­ minado por los holandeses dc Curazao, pero los Ingleses enclava­ dos cn Jamaica pronto fueron serios competidores, Fn la provincia de ( jirtagcna cxistian dos epicentros importan­ tes dc contrabando: Tolú, al sudoeste de Cartagena, y Sabanilla y Darranquilla, en la desembocadura dcl río Magdalena. Noobstante, gran parte dcl comercio ilegal se realizaba cn el mismo puerto dc Cartagena, con la complicidad dc gobernadores y agentes de adua­ na corruptos. (Usto también ocurría en oirás ciudades portuarias.) Pero aunque un volumen considerable de las importaciones ilega­ les pasaba por el puerto de Cartagena, así como por otros puntos costeros dc la provincia, la capital dcl contrabando colonial en la Nueva üranada fuc probablemente Mompox, cl principal puerto

Colombia: paísfragmenlado, sociedad dividida fluvial en el Bajo Magdalena. Una proporción muy elevada del mercado dc conCrahando que ingresaba pantado entre 1776 y 1778. indica que las mujeres formaban entre cl 45 y cl 53 por ctcnto de la población esclava en todas las áreas esclavistas importantes, l^n estas condiciones, los niños esclavos ya llegaban a un tercio dc la población csclava y los csciavos criollos empezaron a rcemplaair a los importados en la segunda mitad dcl siglo xvm. Al mismo tiempo, disminuía la pri>porcíón dc esclavos en la po­ blación total y los negros y mulatos libres tomaban su lugar. Se­ gún cl censo citado, los negros libres, mulatos y otros mestizos conformaban ya cerca dc tres quintas partes de la población cn •Antioquia y el Chocó, mientras que los esclavos constituían una quinta parte. F,n Cartagena, b s negros libres y gentes de raza mez­ clada representaban tres quintas partes de la población, y los c-sclavos, menos de un décimo dc la misma. Ixis afrocoiombianos pasaban de la esclavitud a la libertad por rutas diferentes. Durante el período colonial los csciavos se resis­ tían a su cautiverio directamente por medio de la rebelión. Va cn

Colomhia: país franmentiido, sociedad dividida la dccada de 1570 saqucanin e incendiaron Remedios, y en 15^8 se presentó orra rebelión dc esclavos en Zaragoza. Kn la dccada de 1570 y de nuevo entre 1590 y 1610 los esclavos protagonizaron prolongadas rebeliones en Riohacha y todavía cn 1706 se prcsentsron levantamientos en iMariniila y Rioncpro, en Antioquia. El ataque directo a pueblos españoles no fue, sin embargo, la forma más frecuente de resistencia esclava. Por lo común, los es­ clavos rebeldes se escapaban y asentaban en la selva. Estos esclavos, conocidos como cimarrones, frecuentemente formaban palenques, asi llamado.? por las empalizadas defensivas que lus rodeaban. Aun­ que los cimarrones a veces se atrevían a atacar los pueblos españo­ les o lus campamentos mineros, lo más común era que entraran a las haciendas para reclutar adeptos. A fines dcl siglo xvi y princi­ pios del XVII asaltaban cl comercio español a lo largo det río Mag­ dalena y en los caminos de los distritos mineros. I jw cimarrones también atacaban a los indios. Puesto que la ma­ yoría de los fugitivos estaba compuesta por varones, éstos incursiunaban en las comunidades indígenas para obtener pareja. Por esta razón, ios indios temían a los cimarrones y colalwraban con las autoridades españolas para someterlos y capturarlos. Aunque el cimarronaje y los palenques exisiicron cn todos los lugares de alta densidad esclava, fueron más comunes en las provin­ cias de Cartagena Santa Marta. Allí, algunos esclavos trabajaban en hatos ganaderos, pero la mayoria estaban destinados a ia pro­ ducción de caña y sus derivados. El trabajo cn las plantaciones de caña era demasiado oneroso y habia (>ocas oportunidades dc acu­ mular fondos para comprar la libertad, en contraste con los escla­ vos dc las minas, que podian obtener algún oro cn su tiempo libre. A fines dcl siglo xvi y comienzos del siguiente, las autoridades es­ pañolas de la costa d d Caribe buscaron exterminar los palenques. Éstos implicaban un claro desafío a la institución de la esclavitud, en particular por el ejemplo que daban. Además, representaban un peligro para el comercio español. Por tanto, se formaban periiidícas expediciones militares que salían en busca de palenques, a eje­ cutar a sus líderes y volver a esclavizar al resto. Sin embargo, la política frente a los palenques fue inconsistente y alternaba entre la tolerancia y la represión. Se ha dicho que a fines dcl siglo xviM aumentaron las fugas y rebeliones de esclavos, prueba adicional de que el sistema esclavista

Economía y sociedad, r5yo-i78o habia entrado en crisis. Aunque d incremento dc las fugas no se ha demostrado cuantitativamente, parece claro que cl sistema es­ ta declin.mdo. Algunos esclavistas se quejaban dc que otros ha­ cendados alentaban a los csciavos a huir para luego emplearlos 10 mano dc obra libre. En cualquier caso, lo cierto es que un mayor mímero dc pequeños propietarios competía con las hacienis por la mano dc obra esclava. Numerosos dueños de esclavos pudieron haber cuestionado la rentabilidad de los esclavos. Muchos esclavo« pudieron comprar su propia libertad, hito fue particularmente cierto en cl caso dc los esclavos urbano-s quienes, pudicndo alquilar sus servicios, lograban ahorrar el dinero suficien­ te para ello. Algunos esclavos de la.s zonas minera.s tambicn consi­ guieron reunir el dinero necesario para comprar su libertad. En los !ves mineros del Cihocó, la población csclava disminuyó liperamcnie(de 5.756 a 4.968) entre 1778 y 1808, mientras que el número ác negros libres aumentó dc menos dc 9.000 a más de 20.000. La depreciación comercial de los esclavos acaso alentó cl pro­ ceso dc emancipaciortes legales de fines del siglo xvii!. Por la caída W precio de los esclavo.?, éstos posiblemente pudieron comprar u propia libertad a menor precio. Al parecer la mayoria de las manumisiones ocurrieron por esa vía (a los precios corrientes dcl ■creado). Es de suponer que la caída del precio también indujo a Buchus amos a liberar'¡ralgunos de sus esclavos, sobre todo a quieics se habian vuelto improductivos. Sin embargo, cl cfccto princi­ pa] de la depreciación comercial de los esclavos fue la posibilidad 4c aunKompra, pues la manumi.sión por los amos fue menos fre«lente que ésta. .Además, muchos dc los esclavos liberados por sus nos lo fueron por razones personales, que poco tenían que ver m el precio o el valor económico. Muchos de los liberados eran eclavas, frecuentemente concubinas de los amos, y sus hijos. Sig■ificati\amcnte, muchos de los niños manumitidos eran mulatos. Ix>s negros considerados “libres" no fueron aceptados completunente como ciudadanos. Muchos vivieron en un área gris, en­ c e la esclavitud y la libertad. Frccucnlemcnte la emancipación se a con la condición de que el e.\ esclavo continuara al servicio lis antiguos amos. .Además de esto, la población hispana domi■ante consideraba a los negros como una fuente dcl desorden soóal. Después de una fallida fuga masiva de esclavos cn Cali, cn 1771, se impuso un amplio repertorio de controles sobre ios ne-



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Colombia: pais fragmentado, sociedad dividida gros libres, que incluía restricciones a su libertad Ue locomoción, a la posesión dc armas y prohibición de contraer matrimonio por fuera de su grupo racial. 'lal vez para escapar dc estas restriccio­ nes, algunos ex esclavos salieron de las áreas dc a>ntrol hispano. Así, por ejemplo, antiguos csciavos de las minas dcl Chocó migra­ ron a la costa pacífica, fuera dcl alcance de las autoridades espartó­ las y donde podian vivir de la pesca, la caza y la agricultura de subsistencia. El caso de Antioquia fue distinto. Alli muchos mula­ tos y muchos negros libres continuaron cultivando cn áreas domi­ nadas por los blancos y desempeñaron un papel importante en la pequeña minería del mazamorreo independiente. A fines del siglo xvm, poblaciones mestizas completamente his­ panizadas en su cultura conformaban el grupo social más nume­ roso en todas las regiones. En cl censo de 1776-1778, el 46 por ciento de la población dc la Nueva Granada se clasificó como “ li­ bre” (que en términos generales significaba negros libres, mula­ tos y mestizos), cl if> por ciento sc anotó como “ blanca", el 20 por ciento como india y el ocho por ciento como csclava. Desde luego, dentro dc este patnm general había variaciones regionales. Los es­ clavos y ios indios siguieron siendo las categorías más numerosas cn cl Chocó, mientras que en Antioquia y Popayán todavía había un porcentaje relativamente alto de población csclava (cerca de una quinta parte de! twal en ambos casos). En la región dc Pasto, la mayoría estaba constituida por población india (58 por ciento) y sólo habia un tres por ciento dc “ libres” . En los Llanos, los indí­ genas representaban ei 73 por ciento de la población, cifra que re­ flejaba ia esca.sa penetración hispana en la zuna. En la.s regiones donde los indios solían vivir en áreas remotas, es probable que su monto se haya subestimado. En Riohacha, por ejemplo, donde habitaban los indios guajiros, el censo registró linicamente 633 indígenas. Otra categoría subestimada fue la de los muchos “libres” (negros, mulatos y mestizos) que vivían dispersos en las vertien­ tes del Bajo Magdalc-na. Parece que hubo mucha variación cn la manera en que los fun­ cionarios aplicaban las categorías sociorraciales. Un mismo indi­ viduo podía ser clasificado como blanco por un funcionario, y como mestizo o mulato por otro. Los tipos má.s comunes eran los mesti­ zos propiamente dichos (blanco/indio), los mulatos (blanco/ne­

Economia y sociedad, 1590-1780 gro) y los zambos (negro/indio). Pero también habfa otras muchas combinaciones que no cabían claramente en ninguna de las gran­ des categorías más usuales. En algunos tugares, sin embargo, se trató dc mantener una clara y bien elaborada base dc identidad sociorracia!. Por ejemplo, et censo de 1777 distinguió cn Cali en­ tre negros (esclavos y hbres), pardos (esclavos y libres), mulatos (esclavos y libres), indios, mestizos, castas, blancos y nobles. En los siglos xvn y xvili Cali tuvo además una categoría de montañeses, probablemente blancos pobres y mestizos. Pero las categorías no eran iguales en todas las regiones y algu­ nas de uso frecuente variaban de significado según el lugar. Es po­ sible que a cau.sa de estas variaciones el censo general de 1778 juntara a los negros libres con todos los mestizos en una sola cate­ goria, “ libres” . I'.l carácter racial específico dc los libres variaba rcgionalincnte. En los altiplanos orientales la gran mayoría de li­ bres eran mcsti¿os, dalas como la opi­ nión pública consideraban a los mestizos de mejor estatus que los mulatos. Al aplicar ia Pragmática Real dc 1778, los funcionarios eran más propensos a considerar un matrimonio como desigual si la persona cuestionada era negra o mulata que si él o ella eran indios o mestizos. Además, ser llamado mulato, en una disputa legal era peor que el mote de mestizo. Por otra parte, a los mcst¡z.os les era más factible asumir la identidad de “ blancos” que a las mulatos. Aunque los itttcntos de los mulatos y mestizos por ocupar cargos dc honor encontraban alguna resistencia, muchos miembros dc la élite tomaban con ecuanimidad su crecimiento como categoría social, tal vez mientras siguieran ocupando su lugar eti la socicdad como campesinos y artesanos. Algunos opinaban que los mestizos significaban un avance en la europeización de la población indíge­ na, no sólo en términos raciales sino de comportamiento económi­ c a F.ste punto de vista fue formulado por Pedro Fermín de Vargas en im ensayo (ca. 1790) que versaba sobre los problemas econt')micos y las posibilida, sc fortalecieron U administración y el recau­ do dc impuestos, las exportaciones se diversificaron un poco y cre­ cieron, se introdujeron cambios institucionales y el país sc abrió a las nuevas ideas científicas. Irónicamente, estas innovaciones borbónicas contribuyeron a difundir la simiente de la rebelión anticolonial. I,a iniciativa de ele­ var ios ingresos fi.scaies provocó insurrecciones populares y me­ noscabó la autoridad de los funcionarios españoles, percibidos cada vez más como arrogantes y arbitrarios por los hispanoamcricant« de tiHlas las clases. Muchos funcionarios españoles adoptaron la reforma administrativa como un medio expedito para apartar a los criollos de los altos cargos del Kstado, política que intensificó aún más la impaciencia ele los americanos contra el sistema colonial. La apertura dc Kspaña a las nuc\as corrientes del pensamiento

Colombia: paísfnignirntaiio, sorieiíad diviUiilti científico indujo criticas radicales dc la Ilustración contra la auto­ ridad politica dc la monarquía. Si las reformas Iwrbónicas estimularon el cambio y dc paso abrieron cl apetito de los hispanoamericanos por transformaciones aún mayores, la guerra internacional, que desempeñó un papel central cn promover dichas reformas, en últimas también desba­ rató el régimen. I.as exigencias tributarías para sostener la guerra pnimp^ieron motines antifiscalistas en la Nueva üranada cn la década de 1760 y una sublevación de gran escala en 1781. I.a inca­ pacidad de Kspaña para proteger la navegación marítima en tiem­ pos de guerra, entre 1790 y 1810, despertó cn algunos americanos la conciencia de los inconvenientes de su conexión politica con la península ibérica. Finalmente, en 1808-1810 las fuerzas francesas invadieron España y depusieron la Corona, dando así un golpe de gracia a la máxima autoridad. Pero el colapso de la autoridad real no significó que las élites criollas encontraran fácilmente el cami­ no dc la reconstrucción efectiva dcl Kstado. Kl Virreinato dcl Nuevo Reino de Granada Kn los siglos .XVI y xvn la presencia del Estado español cn la Nueva Granada fue débil. 1.3 autoridad estaba fragmentada. LaAu­ diencia y el arzobispo de Santa Fe, cada uno cn sus respectivas es­ feras de autoridad,tcnian jurisdicción efectiva sobre los altiplanos orientales, gran parte dc los valles dcl .Magdalena, la costa atlánti­ ca y, desde 1576, sobre Antioquia. Sin embargo lasdiñcultades para transitar por estos territorios impedían el control cfectivo. Además, Santa I'e carecía de autoridad formal sobre gran parte del occidente colombiano. Durante aquellos siglos la región caucana y una zona dcl valle dcl .Alto Magdalena estuvieron bajo la autoridad del go­ bernador de Popayán, quien a su turno estuvo subordinado a la Audiencia de Quito, después de su creación cn 1563. Para enredar las cosas todavía más, el arzobispo de Popa) án era sufragáneo dcl de Santa Fe. Pero en asuntos dc herejía, cl 'l'rihunal de la Inquisi­ ción de Cartagena tenía iurisdicción sobre todo el país. Además dc estos problemas de fragmentación espacial y divi­ sión dc la autoridad, cada uno de los cuerpos dc gobiemo enfren­ taba, dc una u otra manera, conflictos intestinos. Kn el ámbito eclcsiástíco, los arzobispos y obispos chocaban frecuentemente con las órdenes religiosas. Del lado civil, la Audiencia se desgarraba por

La crisis dc autoridad, 1700-I808 la tliscnsión interna; cada oidor veía a sus colegas como rivales, y cada uno sc apoyaba en su propia facción clientelar. I Borbones quisieron fortalecer el listado y ampliar cl ámbito dc sus funciones tanto en 1‘spaña como cn sus dominios de ultra­ mar. guerra y cl temor a la guerra amtra Inglaterra fortalecieron esta resolución. La crtoción delVirreinato del Nuevo Reino de Gra­ nada en 1717 fue la primera dc las nianitcstacioncs borbónicas en procura de! fortalecimiento de la administración colonial. nue\-a entidad tuvo a Santa Fe de Bogotá como capital y colocó bajo su jurisdicción el occidente colombiano y gran parte dc los actuales territorios dc F.cuador y Venezuela. La pragmática por la cual se instituia el Virreinato aducía dos motivaciones específicas para su creación- 1.a primera era militar. Habiendo librado hacia poco la prolongada Guerra de Sucesión, la Corona española buscaba re­ construir y forraleccr sus defensas contra eventuales ataques del exterior. Lsto incluía garantizar un respaldo financiero y logístico efectivo a los puertos dc la costa dei Caribe, los “antemurales dc .América” , sobre todo el puerto fortificado dc Cartagena- Debido a la importancia estratégica de íiartagena, los funcionarios cn Kspaiía contemplaron durante algún tiempo la idea de trasladar la capital dcl nuevo Virreinato dc Santa Fe a la ciudad caribtfta. Dc hecho, puede decirseque cl Virreinato tuvo dos capitales. T.as prin­ cipales insfítuciones administrativas, judiciales y educativas tuvie­ ron asiento en Santa Fe, mientras que Cartagena, que era cl puerto y la aduana más importantes, tenia el Tribunal de la Inquisición y además allí se concentró gran parte dei ejército. I .a segunda razón que sc aducía para la creación delVirreinato era la restauración dcl orden en la administración pública. En 1711 un funcionario de la 'lesoreria de Cartagena envió a las autorida­ des en F..spaña un informe en el que detallaba un fraude a gran escala cn el recaudo de los impuestos de aduana cn Cartagena, asunto que don .Amonio de la Pedro.sa, quien había sido enviado a establecer el Virreinato, tenía instrucciones precisas dc remediarPor lo menos igual dc alarmante fue el escandaloso levantamiento ocurrido en la Audiencia de Santa Fe cn 1715-1716: oidores co­ rruptos de la Audiencia arrestaron a su presidente y lo enviaron preso a Cartagena, actuaciones que la Corona española no encon­ tró justificadas. Se esperaba que la presencia de un virrey en San­ ta Fe impondría respeto y ejercería mayor autoridad.

Colombia: paisfragmentado, sociedad divididi: No obstante, el nuevo Virreinato fuc efímero. El primer virrey llegómuy prontoa la conclusión deque la Nueva Granada estaba demasiado despoblada, era demasiado pobre y sus infcresos no al­ canzaban para süstenerkuna administración virreinal. En 1723 fue suprimido el Virreinato y de nuevo la autoridad administrativa quedo cn cabeza dcl presidente dc la Audiencia. La constante ame­ naza inglesa llevó, sin eml-tar^, a la restauración delVirreinato cn 1738.1)e hecho, la fsucrra de la oreja dc Jenkins cstalió cn 1739, seis meses antes dc que cl nuevo virrey, Sebastián de Eslava, llega­ ra a Cartagena, en donde debió permanecer diri^ficndo la defensa dcl puerto. Eslava estaba allí en 1741 cuando una flora británica dc 180 barcos y 23.600 hombres, bajo cl comando dcl almirante Edward Vcmon, atacó Cartagena pero no logró tomársela. Como la guerra cem Gran Bretaña continuaba cn 1748, Eslava consideró necesario residir cn Cartagena los casi nueve años que sirvió como virrey ElVirreinato reformado cubrió un extenso territorio que incluia lo que hoy son Colombia, Ecuador, Panamá, gran parte de Vene­ zuela y Us islas dc Trinidad y Margarita, Pero en la realidad ci vi­ rrey no podía gobernar todo este territorio desde Santa Fe, El contacto con Ecuador era mínimo y no habia idea de lo que suce­ día cn Venezuela. Debido a esto, en 1777, después de casi cuatro décadas de gobierno nominal de Santa l’e, las zonas cosiera.s deVe­ nezuela fueron scparadasdclVirreinato y puestas bajo la jurisdic­ ción dc la Capitanía General dc Caracas, aunque la cuenca del río Orinoco, en cl interior, permaneció en cl Virreinato. Las elites criollas ' Durante el periodo virreinal los más altos cargos dcl Estado quedaron en manos dc españoles nacidos en Europa, Los españo­ les nacidos en América {los criollos) desempeñaban algún papel en la administración, pero generalmente en niveles inferiores, Usta subordinación de los criollos obedecía a varias razones. Primero, uno dc ios principios dc la administración española establecía que los funcionarios dc la Corona no debían gobernar cn su lugar de nacimiento. (I^s funcionarios municipales eran categoría aparte). Sc suponía que de este modo los goiwrnantcs serian más leales a ia Corona y más independientes dc los intereses locales. Segundo, tanto en España como en América las autoridades tenian más con­

fianza en los nacidos cti la península, 'lercero, los nacidos en Es­ paña tcnian mejores conexiones cn Madrid que sus eventuales competidores americanos. Como consccucncia, los hjás altos cargos dc la administración pública quedaron acaparados p«r peninsulares, iodos los virreyes de la Nueva Granada nacieron cn España, asi como la mayor parte de los oidores de la Real Audiencia. Entre 1654 y 1810, el 80 por cicnto dc éstos fueron españoles europeos. Si bien algunos crio­ llos desempeñaron cargiwi un poco más imiwrtantcs cn la Audien­ cia durante la primera mitad del siglo xviii, enere i75a obediencia de Uk habitadores no tiene otro apoyo en este Reino, a excepción de las plaza-s de armas, que la libre volun­ tad... con que ejecutan loque se les ordena, pues siempre que fiilte su beneplácito no hay fuerza, armas ni facultades para que los superiores se hagan respetar y obedecer por cuya causa es muy arriesgado el mando y sobremanera contingente el buen éxito de las providencias, obligando esta precisa de»contiani^a a caminar con temor y a veces sin entera libertad, acomodán­ dose por necesidad a las circunstancias. En 1776-1781 se repitió cl patrón de exigencias fiscales a causa de la guerra seguidas por disturbios populares, scilo que cn escala mayor. I'.n 17791a guerra de España con Inglaterra obligó a incre­ mentar la carga iiscal. Pero ahora la situación era más dramática debido a la centralización de la administración colonial en Espa­ ña, llevada a cabo dc un modo agresivo por José de üálvez, con­ vertido en ministro de la .Marina y las Indias desde 1776. Gálvcz, quien fue enviado especial del centralismo borbónico en México (1765-71), creía firmemente en la necesidad dc apretar las clavijas del sistema administrativo colonial, lo que para él significaba asig­ nar los cargos más elevados sólo a los españoles y en particular a aquéllos tan dedicados e intransigentes como él mismo. Para lo­ grar su objetivo reformista y centralizador, Gálvez creó el nueto cargo de regente, funcionario que, se suponía, debía servir de jefe administrativo del virrey He hccho, como ios regentes de Gálvez fueron creaciones suyas, gozaron de su confianza absoluta y, dc este modo, tuvieron más poder que los mismos virreyes. Para regente de la Nueva Granada Gálvez escogió a Juan Francisco Gutiérrez dePiñercs, un burócrata sin experiencia enei Nuevo Mundo pero dotado, como su jefe, de una amplia reserva dc arrogancia. 1 j firme

La cfisis de autoridad, 1700-1S08 y resuelta búsqueda dc ingresos fiscales cmprcnilida por Gutiérrez dcPiñercs provocó en 1781 la rebelión de los (^muncros, que dejó a ia autoridad española al borde dcl colapso total. Aunque la actitud y la conducta de Gutiérrez dc Piñeres em­ peoraron la crisis, ésta tuvo sus orígenes antes de su iletrada a .Santa [■e, cn 1778, con las protestas contra el monopolio dcl tabaco. Kl tabaco era ideal para cl pc-qucfto propietario porque podía culti­ varse en un lote reducido y aún asi iteneraba un producto dc valor relativamente alto. En los arlos de 1770 los campesinos pobres de la región del Guanentá se dedicaron a su cultivo. Desde 1776 el estanco de! tabaco fue reduciendo progresivamente las áreas dondesc podía cultivar la hoja lepalmente. Hacia 1778 c! cultivo )-a es­ taba circunscrito a una sola parroquia dcl Guanentá. Más aún, los guardias dcl monopolio aplicaban escrupulosamente las restriccio­ nes, destruían todas las planta.*! de tabaco sembradas fuera de las área.s permitidas y arrestaban y encarcelaban a los violadores. Todo ello ocurría cn una época dc escasez dc alimentos y epidemia de viruela en la región de Guanentá, cuando, según sc dice, murie­ ron alli unas seis mil personas, Kn 1778 los habitantes de la región comenzaron a reaccionar contra las restricciones al cultivo del ta­ baco. En febrero dc aquel año, las gentes de Mogotes expulsaron a los guardias del monopolio; en octubre dc 1780 se presentaron disturbios én Mogotes y Simacota y, en diciembre, en Charalá. Kntre tanto, Gutiérrez de Piñeres, el regente recién llegado, concebía nuevas formas de aumentar los ingresos fiscales. F.n mayo de 1780 duplicó el precio al detai de los tabacos y aguardientes. F.n agosto siguiente reforzó un sistema dc contniles sobre cl comercio, conocido como las guías y lomaguías, con el objetivo de disminuir la importación de contrabando. T.uego procedió a incrementar la alcabala y a apretar su recaudo. C>>n este fin resucitó la Armada dc Uarlüvento, un impuesto a las ventas establecido en el siglo XVll y destinado a apoyar ta flota dcl Ciaribe, pero que hada mucho tiempo se habia fundido ccm la alcabala. I'.sta medida duplicó de hccho la alcabala. IJ Armada de barlovento fuc esijecialmente dañina para las gentes de la región del Guanentá porque el algodón crudo y los hilados de algodón figuraban entre los productos afectados y la región fabricaba textiles dc algodón. Para los pobres del Guanentá las nuevas medidas eliminaron primero uno de sus medios de vida, el tabaco, y después pesaron sobre cl otro, los hilados de algodón.

Colombia: paisfragmentado, svrífdad dividida lista doble exigencia provocó disturbios que estallaban casi siem­ pre los dias lie mercado. A sí,cl i 6 de marzo de 1781 las gentes del Socorro protestaron contra la Armada de Barlovento; cn las ma­ nifestaciones que sí§;uieron en los pueblos vecinos, la protesta in­ cluyó los monopolios de tabaco y aguardientes, l '.n sus comienzos las protagonistas más visibles eran multitudes de pobres, tanto hombres como mujeres, a veces hasta dos mil, que destruían las existencias dc tabaco y aguardiente, liberaban los presos por el cultivo ilegal dcl tabaco, e inclusive, cn ocasiones, apedreaban sím­ bolos dc ta autoridad real. Si los pobres tiraban piedra, hombres un tanto mejor ubicados -^-arniceros, comerciantes de ganado y pequeños agricultores-orientaron y organizaron la rebelión, ü u rancecste mes de acometidas contra las oficinas de recaudación de impuestos, los notables locales procuraron mantenerse alejados dc los tumultos. Sin embargo, fuc tal la presión de quienes dirigian el movimiento que algunos de estos hombres de prestigio debieron comprometerse en posiciones dc liderazgo. Gutiérrez de Piñeres reaccionó ante los sucesos de dos maneras. Primero ordenó suspender la recaudación dclim|5uesto déla Arma­ da de liarlovcnto sobre el algodón y los hilados dc algodón. Cx>n ello buscaba restarle ímpetu al movimiento. Inmediatamente des­ pués quiso reprimir la insurrección, aunque cl gobierno virreinal tenia muy poca fuerza para repeler a los rebeldes. I .a guarnición de Santa Fe, tenía en este momento sólo 75 alabarderos. Cincuen­ ta dc éstos, junto con unos 20 guardias del monopolio, fueron en­ viados a reprimir los motines, ima fuerza ridiculamente inadecuada para cumplir la misión. Ixw comuneros organizaron milicias dcl pueblo, las cuales, al tener noticia de la expedición militar despa­ chada desde la capital virreinal, marcharon a su encuentro cn mayo de 1781 y sin ninguna dificultad la sometieron. Mientras tanto, el alzamiento se había propagado más allá del Guanentá. En el mes de mayo, al menos cn una veintena de pobla­ ciones dc las altiplanicies orientales sc presentaron ataques contra los funcionarios de rentas u otro tipo de disturbios. Movimientos similares aparecieron cn los Llanos Orientales. La rebelión sc pro­ pagó por el Alto Magdalena y encontró uno que otro eco cn las dis­ tantes comarcas mineras de .Antioquia. Más de 60 |K)blaciones y aldeas tomaron parte en cl levantamiento.

crisis de autoridad, t7oo-i8o8 Al finalizar el mes, cerca de 20.000 rebeldes acampaban en Zi­ paquirá, a pocos kilómetros al norte Uc Santa l'c, capital indefensa ante esta masa de insurgentes resueltos. LI regente huyó; primero buscó refugio cn Honda \ luego se dirigió a Cartagena. Las auto­ ridades reales que permanecieron en la capital, con el arzobispo Caballero y üóngora a la cabeza, evitaron la toma dc la ciudad por los insurrecttw, s(')lo después de acceder a una lista de 35 deman­ das comuneras. Aunque la lista fue confeccionada por los lideres, pertenecientes a los estratos sociales superiores, muchas de las re­ clamaciones surgían, claramente, dc la cnlurcctda masa comune­ ra. l'^xigían la reducción o abolición de un conjunto de tributos. I a Armada dc Barlovento dehii cesar ¡lara siempre y el impuesto a k s venta.s disminuirse. 'Iambién quedarían abolidos los monopo­ lios fiscales dc los naipes y cl tabaco y el prccio del aguardiente de caña de.scendería a su nivel anterior. Además se suprimiría un im­ puesto de guerra exigido a todos ios súbditos. F.l acatamiento de este convenio habria significado cl abandono casi total dc las me­ didas fiscales de las dos líltimas décadas. Los comuneros también exigieron la devolución de las tierras de resguardo tomadas de las comunidades indígenas de los altipla­ nos orientales entre 1776 y i7 78 y la concesión a los indios de ple­ nos derechos de propiedad sobre SUS tierras. l'Lsta petición daba cuenta dc la'participacióii indígena en el movimiento comunero, bajo el liderazgo de Ambrosio Pisco, un cacique rico. Otros artículos reflejaban una sentida hostilidad hacía los fun­ cionarios peninsubres. Además dc insistir en la expulsión dc Gutié­ rrez de Hiñeres, los comuneros exigieron que, en adelante, los altos funcionarios fuesen criollos cn lugar dc españoles. Las palabras cn que se formuló la reclamación evidencian la furia contra los opre­ sores españoles y por lo menos una incipiente identidad nacional: Que cn los tmpleos de primera, segunda y tercera plana ha­ yan dc ser antepuestos y privilegiados los nacionales de esta América a los europeos, por cuanto diariamente manifiestan la antipatía que contra la gente de acá conservan... pues están cre­ yendo ignorantemente que ellos son los amos y los America­ nos todos, sin distinción, sus inferiores criados; y para que no se perpetúe este ciego discurso, .sólo en caso de necesidad, se-

Colombia: paísfragmenUidn, sociedad dividida giin üu habilidad, buena inclinación y adherencia a Ins Ameri­ canos, puedan ser igualmente («upados, como todos los que estamos sujetos a un mismo Rey y Señor y debemos vi\ ir herinanablemente; y al que intentare señorearse y adclatitarse a más de lo que le corresponde a la igualdad, por el mismo caso sea separado dc nuestra sociabilidad. La insistencia en el nombramiento de criollos en los altos car­ gos signiñcaba de alguna manera la rcacción de estos ante la prác­ tica española de excluidos de dichos puestos. Pero esta reacción antiespañola iba más allá dc la mera defensa dc los intereses ele los criollos de clase alta. En los distritos comuneros, inclusive mula­ tos pobres que no eran candidatos potenciales para la burocracia colonial expresaron su resentimiento contra los funcionarios es­ pañoles, a quienes tildaban de arrogantes e insensibles. Los pobres eran, a fin de cuentas, quienes estaban más expuestos al hostiga­ miento, y aun al encarcelamiento, a manos de recolectores dc im­ puestos y guardias dc rentas. Para evitar la toma de Santa l'e, el arzobispo accedió a las de­ mandas y persuadió a los rebeldes de retornar a sus hogares. Así cedió cl fervor de la rebelión en cl üuanentá. Luego llegaron de Cartagena refuerzos de tropa y el arzobispo consiguió restablecer cl orden. l>csmovilizados los rebeldes, el gobierno se dedicó a im­ poner castigos ejemplares. Fn enero de 1782. José Antonio Galán, que había persistido en la rebelión después de la capitulación de junio de 1781, fue ahorcado junto con otros tres comuneros, y sus cabezas, manos y pies fueron expuestas en estacas en las plazas públicas dc la capital virreinal y los pueblos más activos en la re­ belión. Sus descendientes fueron declarados infames, todos su.s bienes confiscados y sus hogares destruidos y regados con sal. El cacique Ambrosio Pisco fue encarcela en Cartagena; a pesar de un indulto posterior por la Audiencia, Caballero y Góngora, ahora como virrey, dio órdenes reservadas para que no le permitieran regresara! interior. Algunos otros dirigentes fuenm sentenciados a sufrir 200 latigazos, vergüenza pública y prisión en Africa. Mu­ chos campesinos sin tierra fueron enviados como colonos al istmo de Panamá, donde muchos debieron morir a causa dcl malsano ambiente tropical. l.as pocas penas impue.stas a los participantes más ricos fueron mucho menos horrendas; algunos simplemente

La crisLs d? autoridad, 1700-1808 fueron encarcelados cn Cartagtna, y después fueron indultados. Años más tarde, se decía que mucha g*nte que participó en el mo­ vimiento vivía dispersa en las zonas periféricas por temor a posi­ bles represalias. Administrados los castigos más severos, los funcionarios reale.s se tranquilizaron a tal punto que en marzo siguiente descono­ cieron el pacto sellado con ios comuneros, basándose en que había sido obtenido bajo amenaza. Kn agosto, cl arzobispo-virrey Caba­ llero y üóngora concedió una amnistía a los comuneros. Sin em­ bargo, en la provincia dcl Socorro no habian concluido dcl todo los problemas. Ln octubre de 1783 cl ar7,obisp-virrcy reportó ¡ü mini.s(ro dc las Indias que en la noche dcl 29 dc septiembre unos 40 hombrc-s de estrato bajo habian entrado al pueblo dc Charalá, supuestamente con el ánimo de asesinar a los funcionarios locales, robar a los más ricos y comenzar un nuevo levantamiento. ,\unquc este incidente fue fácilmente reprimido, cundió el nerviosismo entre las autoridades dcl Virreinato y éste no debió disminuir con cl informe de que un hombre de un pueblo cercano había leído cn un libro de profecías que “ los tumultos” volverían por esa época. (Ll arzobispo-virrey ordenó confiscar todos los libros dc profecías en la prov incia del Socorro. )'rambicn oyó Caballero y Góngora que cl respeto que sc le tenia en dicha provincia se estaba conviniendo en odio. Ya est&ba convencido de que tanto la rebelión comunera dc 1781 como la intranquilidad rural eran obra de algunos crio­ llos notables de la capital, quienes, descontentos, habían envene­ nado las mentes dc las gentes sencillas del campo, (üoncluyó que los net)granadinos debían ser tratados con mano dura. No todos los españoles estaban de acuerdo con tal conclusión. I'rancísco Silvestre, a ia sazón gobernador de Antioquia, conside­ raba que ias autoridades debían proseguir con una (mlítica dc con­ ciliación, con miras a reducir la desconfianza entre españoles y criollos. 1Jamó a |)oner tin a la “ enemistad entre Kspañoles Euro­ peos y Españoles Americanos” , a>locándolos “ recíprocamente” cn cargos políticos, militares y eclesiásticos. Sin una política tal, pre­ dijo Silvestre, habría “ envidia, desunión y rivalidad” constantes, que alglin dia causarían a España U pérdida de la Nueva Granada. 1 -os historiadores de los Comuneros han variado en sus conclu­ siones sobre el significado de la rebelión. Algunos historíadoresco­ lombianos la han considerado como un movimiento precursor de

Colombia: paíí Jmgmentado, suciedad dividida la independencia de España. Otros la han visto simplemente como una protesta contra los nuevos impuestos, sin conexión con la lu­ cha por la independencia, que vendría casi treinta años más tarde. Varias consideraciones apoyan cl segundo punto de vista, F.l carác­ ter social del movimiento comunero difirió bastante del de la in­ dependencia. 1-a rebelión comunera parece haber sido una protesta surgida de las masas, en cuyos inicios los notables locales tuvieron puco o ninjfún control. (Algunas interpretaciones posteriores se­ ñalan, como lo creyó el arzobispo Caballero y Góngora, que la re­ belión fue fomentada por elites criollas de Santa Fe. Pero parece que los criollos capitalinos simpatizantes dc la rebelión apoyaron cl movimiento después de que éste habia sido iniciado por el pue­ blo en el Guanentá. Además, muchos criollos notables, asustados por los disturbios comuneros, o bien ayudaron a contenerlo.?, o fueron pa.sivos o colaboradores durante su represión). En contraste, los notables locales mantuvieron desde sus comienzos el liderazgo del movimiento de independencia, que ocurrió como una conse­ cuencia de Ja crisis imperial que empezó en iSo8. Más aún. los comunenw no pidieron la independencia de España. Con excepción de algunos ataques esporádicos de las muchedumbres a los escu­ dos de armas reales, los rebeldes juraron, invariablemente, lealtad al rey y culparon a las autoridades coloniales españolas por los odiados impuestos. El tnovimiento comunero adoptó la fórmula tradicional de rebelión en el mundo hispano: “ ¡Viva el rey y mue­ ra el mal gobierno!” Por otra parte, el movimiento comunero puede verse como un anticipo de la independencia en dos aspectos; como expresión de la furia popular contra los ftincionarios españoles y como una as­ piración correlativa dc tener gobiernos con participación criolla. 1^ hostilidad hacia los españoles tuvo varias expresiones a lo largo del siglo xviii. Ahora, al menos momentáneamente, apareció la petición explícita deque cl gobierno real tuviera una cara más crio­ lla. Esto distaba mucho dcl grito de independencia, pero repre­ sentaba un paso hacia un sentimiento nacionalista. F.n lus años siguientes ni el pueblo ncogranadino ni sus gobernantes españo­ les olvidaron la rebelión dc los Comuneros. I xkí sucesos dc 1781 resonarían con fuerza en 1794-1797, cuando, de nuc\o en tiempos de guerra, el gobierno virreinal enfrentó otro amago de crisis, y

también en la crisis imperiai de 180H-1810, que precipitó cl movi­ miento de independencia. L a crisis dc la década de 1790 La crisis que sucedió en la década de 171)0 en la Nueva Grana­ da ()currló cn cl contexto dcl establecimiento cxitosi> dc un gobierno republicano en Estados Unidpular encabezado por nd)les en Aranjuez produjo el arresto de Godoy, la renuncia de Car­ los IV al trono y el ascenso al poder de su hijo Fernando. Pronto Napwleón sometió tanto a Carlos iv como a Femando vii, y cn mayo de 1808 les exigió a ambos que le cedieran el trono de España. El intento de Napoleón de apoderarse de la península desató una re­ sistencia gcncralÍTada en España, capitaneada por juntas locales. Según fuentes dc la época, algunos criollos bien informados por la lectura de periódicos europeos y cl intercambio de ideas en las tertulias sabían de los problemas que afrontaba la monarquía es­ pañola incluso antes de que Napoleón diera el zarpazo. Con todo, tanto los criollos notables como cl resto de la población se escan­ dalizaron al enterarse dc la detención de los monarcas españoles, noticia que llegó a Santa l'c en agosto dc 1808. A comienzos de septiembre, el virrey Antonio Amar y líorbón convocó una reunión de notables españoles ) criollos para reconocer fa autoridad de la Junta de Sevilla, en ausencia del cautivo l''emando Vil. La elite crio­ lla, tan atónita por estos sucesos como sus gobernantes españoles, también reconoció a la Junta dc Sevilla y aportó n)edio millón de pesos para sostener la guerra contra los franceses. III cabildo de Santa l'C, presidido por el alcalde José Acevedo > Gómez, incor­ poró al emisario de Sevilla como regidor. Además, todos los nota­ bles tanto criollos como españoles, portaban medallas dc plata para manifestar su lealtad a Femando vil. Sin embargo, ya existían algimos indicios de tensión entre los funcionarios españoles y las elites criollas. A algunos de los crio­ llos que asistieron a la reunión de septiembre les molestó la afir­ mación de autoridad dc la Junta de Se\ illa sobre I lispanoamcrica, la arrogancia del representante sevillano y la convocatoria del vi­ rrey a una reunión cn la que no se les permitió hablar. (Más tarde, uno de ellos dijo que en ese momento había querido convocar una junta en Santa Fe.) El cabildo, dominado por criollos, también

Indcpcndenciii, 1808-1825 propuso que cl juranicnH) de lealtad a Femando vir fuera expresa­ do por un notable hispanoamericano, pero la Audiencia le cunfírió este honor a un español. Cuando los líderes criollos propusieron la formación de nuevas milicias locales para defender ei reino, cl virrey se negó, pues temía que se volviesen en su contra. No obs­ tante, a partir dc septiembre de 1S08 los criollos neogranadinos parecen haber querido apoyar a España y a su familia real contra el enemigo francés. Pero las diversas juntas en España no pudieron conservar la leal­ tad criolla durante mucho tiempo. Si la desaparición del rey justi­ ficaba la creación de juntas en I'.spat^a, ¿por qué no habrían de crearse juntas autónomas también cn Hispanoamérica.^ Además, la autoridad de los gobiernos mi hoc en la península se veía minada por su misma precariedad. Pese a algunas victorias significativas contra los franceses a mediados de 1808, hacia fines de esc año el ejército francés, por entonces con 300.000 efectivos, dominaba gran parte de la península. En diciembre de 1808 los franceses se to­ maron Madrid y obligaron a la Junta C.entral de Aranjuez a escal>ar a Sevilla; más tarde la Junta Central tuvo que huir aún más al sur, a Cádiz, y todo pareció indicar que muy pronto sc vería ex­ pulsada dcl todo dc España. I ,a credibilidad de la Junta Central sufrió aún más por su em­ peño en impCilir que las noticias sobre las derrotas españolas lle­ garan a Hispanoamérica, y en hacer aparecer los descalabros como si fueran victorias. En 1809, ya los hispanoamericanos comenza­ ron a percibir la Junta Central como débil y evasiva. I.os notables criollos, que no confiaban en las noticias que recibían de España, creían lo peor: que los franceses estaban por eliminar los últimas vestigios de autoridad española cn la península. Y si los franceses conseguían abolir la última junta española, sc preguntaban los notables, ¿acaso sus gobemadores coloniales reconocerían ci régi­ men francés, asi como iiabían reconocido a las juntas esp¡iñolas, con tal dc conservar sus cargos? Irónicamente, los esfuerzos desplegados por las sucesivas jun­ tas en España para fortalecer su propia autoridad minaron la de los funcionarios coloniales. En la propaganda autojustificatoria que enviaban a las colonias, ias juntas hacían hincapié en la corrupción dc Manuel Godoy y en la connivencia con Napoleón en los años anteriores a la crisis imperial. Esta propaganda, originada en la

Colomliia: paísfragmentado, sociedad dividida península misma, allanó el camino para que los criollos cuestiona­ ran hauiorídad de los funcionarios coloniales, muchos de los cuales habian sido nombrados por Godoy o durante la época cn que éste ejerció el puder detrás del trono. lx)S criollos ncugranadinos co­ menzaron a criticar al virrey cn Santa Pe y a muchos gobernado­ res provinciales españoles, tildándolos de “criaturas del vil Godoy’’. Al esfumarse el control español de la península, creció enor­ memente la inipoi taneia de Hispanoamérica cn el imperio. Una inmensa cola colonial aparecía pegada débilmente a un perro me­ tropolitano casi imperceptible. Para ganarse la biiena voluntad dc los pueblos que habitaban el gigantesco apéndice colonial, cl in­ significante gobierno ad hoc dc la península adoptó un tono conci­ liador. En enero dc 1809 proclamó que los dominios españoles cn América no debían considerarse colonias sino partes integrantes del reino. Simultáneamente la Junta Central invitó a las colonias a elegir representantes a la Junta que legislaría para España e His­ panoamérica. A la postre, tas tácticas de adulación les salieron como un tiro por la culata. A pesar de ta retórica, era evidente que la Junta es­ pañola no consideraba iguales a hispanoamericanos y españoles. Según el plan propuesto por la Junta, Hispanoamérica estaba suhreprescntada. í^>n una población semejante a la peninsular, ten­ dría apenas un tcTfio de los representantes con que contaba España. Los criollos neogranadinos participaban en la elección dc su úni­ co delegado. Sin embargo, la subrepresentación dc Hispanoamé­ rica significaba una desigualdad de tratamiento que Ies molestaba tanto como su exclusión dc los altos cargos en el gobierno. Este conjunto de circunstancias no hizo más que atizar la vieja rivalidad y el mutuo recelo entre criollos y españoles. Los criollos, quizis un tanto paranoicos, sospechaban oscuras conspiraciones fraguadas por los españoles cn su contra. Las autoridades españo­ las, más nerviosas aún, actuaban arbitrariamenie en contra de los criollos, aumentando el antagonismo local. En enero de 1809, 1(k criollos que dominaban el cabildo de Quito rompieron con lii tra­ dición y eligieron hispanoamericanos para los dos puestos dc al­ calde, en lugar de elegir un español para uno de éstos. 1j s di.sputas aumentaron cuando los españoles de Quito insistieron ante los funcionarios locales cn la necesidad de arrestar a los criollos más prominentes, a quienes acusaban de conspirar conti a el régimen

Independencia, 1808-1825 para formar una junta y poner fin al sistema cnionial- Por su parte, loK criollos quiteños aseguraban que los españoles planeaban asesia la nobiexa criolla. Sea que haya existido el plan cn realidad, o fuera pura invención, los notables criollos de Qiiito se valieron dc ta amenaza para actuar y en ajcosto de 1809 apoyados por cl po­ pulacho, destituyeron a los funcionarios españoles y cstabiccieron n [cobicrno provisional. I.os notables quiteños justificaron .su actuación diciendo que temian que las autoridades coloniales adhi­ rieran al réirimen francés en Ispaña. Si la desaparición de la monar­ quía implicaba el gobierno por juntas !ale$ voceros y activistas ciiollos de la cordillera oriental en 18D9 (continuación) Nombre ‘•«rcGi.xilyAlea.ncn Sama fe, 1755.

Sinfoioso Mutis Consuesfa, fi. en Bucaíamarga, 1773

Antonio NariiV) y Aluarez, n. en Santa Fe, 1760’ 176S?

íducacWn San Bartolumé, deiecfio.

Ocupaciones hasta 1809 Ailerer ledi. nnUico. analde. Santa Fe. ca 1732. Fieieiecutor enprppiedad. 1784. Tesoiefooficial, Contador, popayan, 1788. Tesoreroreal, Santa

Paa>en. en España, cometciante Mompox; sobnrwdeJosé Celestino Mutis, direaoi de la Exped>ciún Botárica.

II Rosario.

Expedición BotánKa. Sospechoso en aisis de 1794, encarcelado, tonurado y

Fad'e español, llegdcomocontador ofidal, tesofero pnnopal del Virreinato; mas tardecontador mayoi, Audiencia de Cuentas.

San Bartdome.

Padre n en Sev.lla, cometc;.inte, »D'tén. miliciade uballerla en Santa Fe. alcaldey teñidoreji Santa Fe, r759-51. tiel ejecutor en propiedad

Regresa en 1S02. Encargado de sección botMica. Expedición Botánica, 1809 Cortiefcante dedicadoa exponaoones e importaciones. Alcalde, tesorerode dieimos, 1789. Protagonista principal de lacnsis de 1794-95.

InJcpendcncia, 1808-1825 Las reuniones de septiembre de 1809 acentuari)n el recelo en­ tre los gobernadores españoles y los notables criollos dc Santa Fe. Los criollos que urgieron cl establecimiento dc una junta en San­ ca I'C ahora eran considerados sospechosos. Kl virrey expidió un edicto que anunciaba castigos contra quienquiera que colocase carteles subversivos o divulgase noticias sobre victorias francesas en l'.spaña. Además, envió una expedición militar para someter a los quitcñ*)S. Kntre tantu. algunos notables criollos supuestamen­ te conspiraron para subvertir o detener la fuerza militar que se dirigía a (^ito, arrestar al virrey y establecer una ¡unta indepen­ diente en Santa l'e. l^ntrc las cabccillas dcl complot figuraban cl canónigo Andrés Rosillo, oriundo del Socorro; Luis Caíccdo y Flórez, un rico terrateniente y alcalde del cabildo dc Santa Fe; Pedro üroot, quien como tesorero real desempeñaba uno dc los más altos cargos gubernamentales accesibles a los criollos; los abo­ gados Ignacio Herrera yjnaquín {Amacho (éste el ex corregidor dc Pamplona y cn esc momento corregidor interino dcl Socorro), >Antonio Nariño. Según testimonios de la época, Nariño debía s9, corrió el rumor dc que el corregidor y las tropas bajo su comando planeaban arrestar y qui/ás asesinar a los criollos locales, en particular a Miguel 'ladeo Gómez. I.as manifestacio­ nes dc los socorranos provocaron a ia guarnición local a abrir fue­ go, lo que fue seguido de un levantamiento de las masas populares y la rendición del corregidor y todas sus fuerzas. I.as elites dcl Socorro formaron una junta que juró lealtad al ausente l'emando Víí Y resistencia a los “ favoritos de Godo) " (es decir, a los actuales

Indcpcndcncia, 1808-1825 funcionarios españoles) así como a cualquier “ emisario de !3onaparte” . También se dirigió 3 Sama Fe anunciando que enviaria una fuerza de dos mil hombres para presionar el establecimiento de una junta en la capital. l.os dirigentes criollos dc Santa Fe habían sido cautelosos por­ que tenían enfrente k s fuerzas militares del virrey. Pero el estable­ cimiento de las juntas de C^rta¡[ena, Pamplona y el Socorro les permitió obrar, lü patrón de manipulación del pueblo por la elite, ya visto en Cartagena y el Socorro, se repitió en la capital. Primero se regó cl rumor dc que tos españoles tcnian un plan para asesinar a diecinueve notables criollos, con (iamilo Ibrres y José Acevedo Gómez encabezando la lista. Después de movilizar al populacho para defender lo.s hogares de los notables supuestamente amena­ zados, se provocó deliberadamente una riña con un comerciante español el 20 dc julio, que fue la chispa de una explosión general contra el gobierno español. (^omoen todos lados, la revolución evolucionó de un movimien­ to cn busca de autonomía limitada, a la ruptura total con la autori­ dad española. FI 20 de jubo ios dirigentes alegaron que sóln estaban creando un gobierno de emergencia porque, ausente cl rey, los fun­ cionarios españoles no tenían autoridad. Reiteraron su lealtad no sólo a Fernando vii sino al Consejo de Regencia en C^diz. Kn un principia ie solicitaron al \irrey presidir su junta. Fstas fórmulas duraron poco. Agitadores criollos movilizaron a las ma.sas populares de Santa Fe, insistiendo en un rompimiento más claro con el pasado. FI más \ isible de estos agitadores fue José María Carboncll, de 35 años, hijo dc un comcrciantc español. Ins­ tados por la presión popular, los notables criollos de la junta arres­ taron primero a los oidores más detestados, y luego, el 25 de julio, encarcelaron a otros funcionarios españoles, incluido cl virrey. Al día siguiente la Junta de Santa Fe, aunque aún profesaba lealtad a l''crnando vil, desconoció la autoridad del C>>nsejo de Regencia español, con lo cual rompió con todo el aparato existente del go­ bierno colonial. Aunque los notables criollos de Santa Fe movilizaron inicial­ mente al pueblo para que les sirviera de apoyo, la junta pronto te­ mió que las masa.s se salieran de control. Al menos durante eJ mes que siguió al desplazamiento del virrey y laAudiencia, el popula­ cho capitalino presionó periódicamente a la junta para que adop­

Cointithin: paísfragmenlado, sociedad dividida tara medidas más severas. Mientras que la junta quiso tratar a los destituidos funcionarios de la C^irona con algún decoro, mucha gente dcl común, azuzada por los agitadores, insistía en poner grilletes a los antiguos oidores y atacaron en la.s calles a muchos ciudadanos españoles. Después exigieron que el virrey y su espo­ sa fueran encerrados en una prisión común. Kn la muchedumbre santafcrcña, al igual que en los disturbios comuneros dcl Socorro y como también ocurriría en las siguientes etapas dcl proceso de independencia, la.s mujeres desempeñaron un papel prominente. El 13 de agosto, el sastre José María Caballero anotó con horror en su diario que “ la infame plebe de mujeres” demando que la virreina fuera llevada a la cáa-cl dt mujeres. Cuan­ do era conducida hacia allí, cientos dc mujeres se alinearon a lo largo de la ruta y al fmal rompieron cl cordón de protección de la elite, rasgaron su vestimenta y la maldijeron. “ Las insolencias que le decían” , añadió piadosamente Caballero, “eran para tapar oídos” . Después, las mujeres del notablato escoltarían a la dama a la resi­ dencia virreinal. ].,a juntase esforzó por controlar al populacha Buscó acallarlos rumores que circulaban sobre una contrarrevolución de la guarni­ ción española y otras fuerzas realistas y predicó la conducta amis­ tosa hacia los “ españoles buenos” . En cuanto creció la agitación popular contra el virrey encarcelado y su esposa, la junta decidió sacarlos rápidamente de la ciudad y encarceló a José \iaría Carbonell y a otros agitadores criollos. Inmediatamente después, la junta decidió que cualquiera que promoviera reuniones cn la pla­ za incurriría cn cl delito de lesa majestad. La Patria Boba, i8ián, por ejem­ plo, disputaron la preminencia en el valle geográfico del Cauca desde la temprana colonización de la región. Igualmente, San Gil

Independencia, 1X08-1825 y Socorro habían rivalizado desde sus años iniciales- Rn rodos es­ tos intentos separatistas contaba la arraigada ambición localista dc prodigar a sus pueblos poder y prestigio, en competencia con sus vecinos. Pero en esta fragmentación intraprovincial también jugó el interés de Santa R- por mantener su autoridad central. Cuando las capitales provinciales se negaban a colaborar con Santa Fe, la junta de Lt capital alentaba a los secesionistas y en algunos casos enviaba tropas para apoyar su independencia. En abril de 1811 Santa Fe formó el nuevo estado de Cundina­ marca. Jorge TadeoT-ozano, su primer presidente, sostenía que una federación de muchas provincias pequeñas no sobreviviría. Propu­ so una federación integrada por cuatro departamentos: el de (^uito, que comprendería la actual república del Ecuador; el de Popayán, que incluiría, ademis de la provincia de Popayán, el Chocó, región que habia dominado por mucho tiempo; un departamento de Cala­ mari, con capital cn Cartagena, que además incorporaría a Pana­ má y Antioquia. El más grande y populoso de los departamentos propuestos por Lozano seria Cundinamarca, que comprendería toda la Colombia de hoy al oriente del río Magdalena, incluyendo Santa Marta y Riohacha en la costa atlántica y toda la región de los Llanos Orientales. Esta propuesta sfilo sirvió para alarmara las élites de fuera de Santa Fe. El intento santafereño de reconstruir la autoridad centralizada sobre una gran parte de lo que había sido cl Virreinato halló una expresión todavía más vigorosa en iS i i bajo el liderazgo de Anto­ nio Nariño. Puesto en libertad en Cartagena en 1810, después de su I-egreso a Santa Fe Nariño erftpezó a publicar sus comentarios en forma de periódico, I.a Bagatela, donde argumentaba contra la idea dc un gobierno federal. Sostenía que los inevitables intentos españoles de recuperar el país hacían indispensable instaurar una fuerte autoridad central- Kn septiembre de 1811 apmvechó rumo­ res catastrofistas sobre tales intentos peninsulares y provocó un movimiento popular que depondría a Ix>zano y lo dejaría en el mando. Mientras Nariño c-onsolidaba su autoridad en Santa Fe, en no­ viembre de 1811 los representantes de varias provincias (Cartage­ na, Antioquia,'I'imja, Pamplona y Neiva) intentaron sentar las bases dc un gobierno federal. Cundinamarca, dominada por Nariño, no quiso cooperar. Nariño crcía, probablemente con acierto, que un

Colombia: país fragmentado, sociedad dividida sistema federal seria demasiado débil. Sitt embarco, él y sus panidanos santafereños también se oponían al plan federalista porque no querían debilitar ios poderes y las prerrogativas coloniales de la ciudad. Por consiguiente, a fines de i8 i i estalló un conflicto entre la Santa i'e de Nariño y una coalición federalista, pugna que se prolong:ó hasta fines dc 1814, cuando Santa Fe fue finalmente derrotada por los federalistas, Nariño aspiraba a poner bajo el control directo de Santa l ’c todo el Alto Magdalena y la región dcla cordillera Oriental. Hacia mayo de 1812 había conseguido incorporar, a veces a la fuerza, las pro­ vincias de Neiva, Mariquita y cl Socorro, y grandes porciones de ia provincia de ’lunja. Sin embargo, los dirigentes dc las expedi­ ciones militares que Nariño organizó contra ci Socorro y Tunja cambiaron de bando y se alistaron cn el movimiento de resistencia federalista contra el empuje centralizador del dirigente santafercño. Fortalecido y envalentonado por la defección de gran parte de la fuerza militar de Nariño, el Congreso fcderahsta de Tunja decidió emprender la toma dc Santa I'e, Para su sorpresa, las fuerzas fe­ deralistas sufrieron una apabullante derrota en enero dc 1813. Si bien continuó la enemistad entre el Congreso federal y Santa I'e, la capital pareció ganar una posición dominante. En esta lucha entre Cundinamarca y el Congreso, irónicamente Nariño tuve que depender de españoles y criollos realistas, muchos de los cuales habían escapado dc las provincias y hallado refugio en Santa i'e. Para defender la antigua capital virreinal de ias fuer­ zas federalistas, exhortaron*los sacerdotes realistas a la población a luchar contra los federalistas ateos, i^n consecuencia, entre 1810 y 1815 Santa Fe fue simultáneamente un centro del republicanismo retórico y del realismo encubierto. Durante estas luchas fratricidas, muchos criollos se comporta­ ron como si en efecto la autoridad real nunca fuera a ser restaura­ da en I'^spaña y, por tanto, no parecía necesario organizarse para la defensa contra las fuerzas realistas. De hecho, aun cuando la mis­ ma península estaba bajo el control napoleónico, fuerzas realistas locales controlaban partes sustanciales dei país y planteaban ame­ nazas significativas. Caí tagena, desgarrada por facciones internas, combatió a las fuerzas realistas que controlaban Riohacha, Santa Marta y el istmo dc Panamá. Durante 1812 los realistas samarios consiguieron ocupar una buena parte de la provincia de Cartage­

Independencia, 1808-1825 na y pudieron bloquear la comunicación dei río Magdaiena entre cl interior y ci mar Caribe. Al finalizar aquel añi>, Cartajtena con­ siguió ocupar Santa Marta y a principios dc 1813 forzó a las hues­ tes realistas a emprender la huida hacia Panamá. Sin embargo, en marzo siguiente los samarios sc rcheiaron contra sus conquistado­ res cartageneros y los echaron. Hasta 1815 Cartagena y la Santa Marta realista permanecieron enemistas y sc disputaron cl rio Mag­ dalena, su frontera natural. Una de bus consecuencias de la pugna entre estas dos ciudades fue la interrupción sustancial del comer­ cio fluvial hacia el interior. F.ntrc tanto, la derrota total de las fuerzas patriotas deVenezuela en julio de 1812, anunció una nueva amenaza desde el norte. El ve­ nezolano Simón Bolívar, vencido en su patria, llegó a Cartagena en noviembre dc 1812. Pronto se consagró com ocl jefe victorioso dc las fuerzas cartageneras cn el Bajo Magdalena. En mar¿o del año siguiente ya había conseguido derrotar a las fuerzas españolas en la provincia de Pamplona y, con la ayuda dc Nariño y del Congre­ so de las Provincias Unidas, ínvadíóVcnczuela en mayo. Pero una vez que Bolívar se desplazó al centro venezolano, reaparecieron fuerzas realistas en la frontera y volvió el peligra A l sur, en la región dc! Cauca, también era evidente la amena­ za realista. Desde la segunda mitad de 1810, Cali y los pueblos al norte del valle dcl río Cauca estaban enfrentados a Popayán y las p w in cias hacia el sur, donde el Cj^ntrol realista era mantenido en parte por soldados dei Perú, pero mucho más sustancialmente por ios indios de la región de Pasto y afrocoiombianos dc los valles deí Patía, unos y otros guerrilleros extremadamente efectivos. Los in­ dígenas dc la provincia de Pasto fueron movilÍ7.ados a favor de la causa del rey por las filípicas de algunos curas que describían a los patriotas criollos como ateos, l^is negros del Patía fueron induci­ dos a luchar por la C,orona con la promesa del gobernador español de liberar a los esclavos que se alistaran en sus tropas. Pero la leal­ tad de los patianos también provenía de su antagonismo con las elites criollas. Cuando algunos patianos se tomaron una recua de muías y mataron a los comerciantes que viajaban con ella, los ]»triotas respondieron quemando ia población de Patia. En ose mo­ mento quedó sellado cl compromiso realista dc los patianos. Ll poder realista de la región dc Popaván se vio fortalecido cn noviem­ bre de 1812 por el aniquilamiento del gobierno republicano de steriores. Comerciantes ingleses también contribureron a ta independencia dc Colombia de 1817 en adelante, median­ te el financiamiento, aprovisionamiento y transporte de aquellos soldados y también mediante el suministro a crédito de importan­ tes cantidades dc equipo militar. acontecimientos españoles también fortalccieri>n la inde­ pendencia. Kn enero de 1820 se sublevaron los contingentes mili­ tares que estaban a punto dc ser enviados a 1 lispanoamérica para aplastar el movimiento indcpcndentista y obligaron a Femando vn a re.staurar el gobierno constituci(mal. La revuelta impidió que los refuerzos españoles llegaran a Hispanoamérica c indujo una polí­ tica menos intran.sigente hacia los revolucionarios americanos. I^n 18201'emando vil ordenó a las autoridades coloniales negociar con los insurgentes. F.n el norte dc Suramérica se negoció un armisticio temporal, l í l mismo acto de negociar implicó un reconocimiento a los sublevados y fortaleció su legitimidad. Durante la negocia­ ción y el armisticio cn sí (agosto de 1820 a abril de 1821) hubo muchas deserciones realistas y el entusiasmo patriota se generalizó. Sinniltáneamcnte otros gobiernos se orientaban hacia el reco­ nocimiento de la independencia hispanoamericana. En esto los norteamericanos tomaron la iniciativa. En 1820 la Cámara dc Re­ presentantes de los Estados Unidos aprobó una proposición que favorecía dicho reconocimiento y el presidente nortcamei icano re­ cibió al primer agente diplomático dc Colombia. En 1822, los Es­ tados Unidos reconocieron formalmente a Colombia, así como a otros estados hispanoamericanos. El gobierno británico demoró el reconocimiento hasta enero de 1825, pero entre tanto desempeñó un papel importante al impedir que la monarquía francesa inter\ iniera directamente en la América española. Kti Cj)lombia los patriotas se consagraron a consolidar la inde­ pendencia mediante cl establecimiento dc un gobierno constitucio­

Cohmhia: paisfragmenltidii, soriedad dividida nal. En mayo de 1821 sc reunieron en Cúcuta delegados de la Nue­ va Granada y Vunczucla, con el objetivo de expedir una Constitu­ ción p-.ira la nueva República dc Colombia yen septiembre eligieron a Simón Holívar como su primer presidente. A pesar de esta marcha positiva, la g;uerra aún no habia termi­ nado en CLolombia. A principios de 1820 los realistas todavía domi­ naban toda la costa atlántica, el Hajo Magdalena y la región caucana. I'^a imperativo expulsarlos dcl norte. Mientras controlaran las ciu­ dades portuarias de Cartagena y Santa Marta, y sectores dcl río Magdalena, podían bloquear el suministro dc armas y otros bienes extranjeros requeridos por las regiones patriotas. Sin comercio exterior, los patriotas no podian recaudar los impuestos aduaneros. A mediados de 1820 ios patriotas habían tomado cl dominio del Bajo Magdalena y >a tenían sitiada por tierra a Cartagena. Pero al no poder controlar el mar, fue posible, al menos por un tiempo, que los realistas aba.stecieran la ciudad. Además muchas de las pobla­ ciones circundantes simpatizaban con los realistas y colaboraron en d aprovisionamiento. En consecuencia, los realísta.s pudieron aguanwrel sitio durante quince meses, hasta octubre de 1821. En otras comarcas dcl Bajo Magdalena y dc la costa, asi como cn Ocaña, Valledupar y Santa Marca, las guerrillas realistas lucharon hasta Iines de 1821. Todavía en 1823 estalló una rebelión realista cn la región dc Santa"Marta, cuyo foco fue la población indígena dc Ciénaga, La guerra contra los realistas en la costa atlántica y cn el üajo Magdalena fue costosa cn vidas humanas. I'^n su mayoría los reclu­ tas patriotas provenían dcl interior y estaban desacostumbrados al ambiente cálido y húmedo de las tierras costeras. Muchos cayeron a causa dc la disentería y el “ vómito negro” , otros fueron muertos en combate y muchos desertaron. J:)n un solo año un batallón perdió el 90 i>or ciento de .sus hombres. Además de la costa, la resistencia en cl Cauca también fue una fuente dc inquietud patriota. En enero de 1820 tropas españolas se tomaron Popayán y luego ocuparon el norte dc la provincia. 1^ patriotas tuvieron que huir del valle por el paso del (Quindío. Pero cn cl largo plazo las fuerzas patriotas omsiguieron dominar la re­ gión. Con codo, la principal preocupación de los patriotas era la región dc Pasto. Hasta julio de 1822 fue una plaza realista y perióilicamente, hasta 1825, las guerrillas realistas se movilizaron) domi-

"Los pastusos deben ser aniquilados, y sus mujeres e hijos transporta­ dos a otra parte, dando aquel país a una colonia militar. De otro modo, Colombia se acordará de los pastusos cuando haya el menor alboroto o embarazo, aun cuando sea de aquí a cien artos, porque jamás se olvidarán de nuestros estragos, aunque demasiado merecidos". Fuente. Carta de Simón Bolíi/ar a Francisco de Paula Santander, Poto­ sí, 21 de octubre de 1825, en: Vicente Lecuna, Canas del Libertador, Caracas, 1929, tomo «. p,U2.

tiaron la provincia. Instas fiicrza.s preociipal>an por varias razorics. Primero, amenazaban la integridad de la nueva nación delineada por Dolívar, Kn 1819 en .Angostura, y de.spucs en 1821 cn (dùcuta, los constituyentes proyectaron una República de Colombia que incluirla a Venezuela, la Nueva Granada > Kcuador. l’ero el domi­ nio realista dc Pasto se interponía cn esta visión. Pasto bloqueaba la ruta de ¡os ejércitos que acudirían a la liberación dc Quito. A causa de este bloqueo dc las comunicaciones patriotas, l'.cuador estuvo virtuáthicnte sin representación en ios primeros congresos colombianos. l‘'inalmcnte, además de estos obstáculo.^, el Pasto realista impedía la realÍ7.ación del plan de Bolívar de expulsar a los españoles dei Perú. Asi, el monarquismo dc Pasto representaba para Bolívar una dobie amena;;a continua en su retaguardia: a los fun­ damentos mismos de la joven república y a la movilización y el abastecimiento de las tropas culombianas que buscaban la libera­ ción del Perú. Un coniunto de causas confluían a dificultar el sometimiento de la región de Pasto. El obispo dc Popayán y la mayoría de curas párrmo aprendié­ ronlos cjcrcitos patriotas, primero cn i8 i2 y luegocn 1814, si és­ tos estaban defendidos, los intentos dc pasarlos podian ser muy costosos, si no imposibles. Los esfuerzos de los patriotas por reducir la región fracasaron uno tras otro. F.n enero de 1821 una fuerza patriota que salió del sur dc Popayán fuc atacada primero por las guerrillas patianas y luego arrasada cuando intentaba atravesar uno dc los cañones cn cercanías dc Pasto. Otro intento de invadir a Pasto cn agosto dc esc año terminó cuando los patriotas fueron derrotados en la hoya dcl Patia, y luego abandonaron Popayán a las guerrillas y huyeron hasta cl valle dcl río Cauca. Así, los ¡efes republicanos decidieron atacar Quito por Guayaquil, antes que abrirse paso por Pasto. Ksta era ia intención de Bolívar cuando llegó al valle del Cauca en enero dc 1822. Pero sus planes se vieron frustrados en cuanto aparecieron navios dc guerra españoles cn ct Pacífico, lo cual hacía demasiado arriesgado embarcar más tropas hacia la costa ecuatoriana. Por lo

Independencia, 1808-1825 tanto, líolivar no tuvo otro camino que el de Pasto. Cuando trató de pasar hacia el otro lado del Juanambú, sufrió, como sus prede­ cesores, grandes pérdidas y debió retirarse. Fn menos dc un año Holi\-ar y sus generales perdieron 3.500 de los 7.500 hombres que formaban sus ejércitos movilizados contri Pasto. A fin de cuentas, resultó más fácil tomarse Quito desde Guayaquil que forzando el camino por Pasto. Una vez tomada Quito por el general .Antonio José de Sucre, Pasto quedó cercada por las fuerzas patriotas del sur, en Quito, y por las del Cauca, al norte. Kn este momento las elites pastusas de­ cidieron que era más prudente rcndir.se a los patriotas. Sin embar­ go, gran parte dcl pueblo quiso continuar ia lucha sin importar las posibilidades de vencer. Sólo los ruegos del venerado obispo es­ pañol de Popayán los i>ersuadieron de capitular. Pen> la guerra de Pasto estaba lejos de llegar a su fin. Kn octubre de 1822 las guerri­ llas realistas se tomaron la ciudad y aunque fueron expelidas en diciembre, continuaron actuando libremente en las montanas y re­ presentando un serio peligro hasta mediados de 1H24, cuando va­ rios de los dirigentes guerrilleros fueron capturados y ejecutados. Hacia comienzos de 1823, Bolívar y otros lideres republicanos crinchiyeron que la única manera de acabar con la resistencia pas­ tusa sería ca.si exterminar la población. Kntre las medidas represivas sc cuentan el reclutamiento forzoso de mil pa.stusos en cl ejército para servir en el Perú, el exilio de trc.scicntos a Quito y la confis­ cación de bienes, así como el ajusticiamento dc los capturados cn combate, la ejecución dc dirigentes y otros castigos atroces. I^n marzo de 1823, Jasé Manuel Restrepo anotó en su diario que cn la ciudad dc Pasto sólo quedaban mujeres y observó que seria nece­ sario “ variar” la población pastusa debido a la guerra “ tenaz y destructiva” que había librado contra la república. Cuatro meses después, Restrepo añadió: “Es necesario destruir a los pastusos, y esto es muy difícil en un terreno tan fuerte y escarpado” . No obstante, las medidas represivas no destruyeron la resisten­ cia pastusa sino que más bien la endurecieron. Kn septiembre de 1823 el general Bartolomé Salom. encargado por Bolívar de aplastar la rebelión de Pasto, reportó al I.ibertador que era imposible des­ cribir la obstinada tenacidad y furia con que operaban los pastusos, y que si antes la mayor parte de la población se habia declarado enemiga de los patriotas, ahora todos estaban empeñados cn hacer

Colombia: país fragmentndo, sociedad dividida la guerra, con un fervor inimaginable. Salom anotó qut entre los prisioneros tomados ]>or sus tropas había niños dc nueve y diez años. Los pastusos, dijo el general, estaban persuadidos d t que estaban librando una guerra a muerte y no creían para nada en los libertadores. Aunque la endémica rebelión pastusa fue aquietada por un tiempo luego de la ejecución de algunos cabecillas principales en junio dc 1824, reaparecería dc tiempo en riempa Aún después de la batalla dcAyacucho (diciembre de 1824), que puso término de­ finitivo a la resistencia realista en su centro más importante dc Suramérica, con la derrota decisiva del ejército español cn cl Perú, seguía brotando la insurgencia realista en Pasto. En abril de 1825, cuando un sacerdote realista anunció que Bolívar había sidu asesi­ nado, estalló una rebelión espontánea que floreció a todo lo largo y ancho de la región. Por aquella época su economia había sido destruida: arrasadas sus cosechas, ganado y ovejas y la industria textil lanera. La lucha por subyugar y controlar a Pasto > el Patia entre i8 io y 1825 hizo que las elites del resto de la república mi­ raran a estas regiones como fuente de problemas, con poblaciones irracionales cuya resistencia contra el control externo tenía que reprimir.se duramente. En las demás regiones dc la Nueva Granada las guerras dc in­ dependencia fueron menos destructivas que en Pasto. No obstan­ te, la prolongada lucha tuvo su costo. Por dondequiera que pasaran los ejércitos, tanto durante las campañas de independencia como durante las subsiguientes guerras civiles, se producían fuertes pér­ didas de ganado. La región de la cordillera Oriental, donde vivía el 60 por cicnto de la población, había disfrutado de un notable crecimiento económico al menos durante las tres últimas décadas del periodo colonial. Durante los años de ia Patria Boba pareció declinar la producción agraria cn la mayoría de localidades de esta región. ICn algunos lugares pareció aumentar la producción en los tres años de la reconquista española, pero luego, cuando los patrio­ tas volvieron a tomar el gobierno, se estancó a comienzos de la década 1820. Aunque las populosas comarcas del oriente, al igual que Antioquia en el occidente, no sufrieron guerras importantes después de 1819, ambas fueron desangradas dc hombres y recursos financieros para sostener la lucha en otros lugares. En 1820-1821 Cundinamarca envió unos 35.000 hombres a luchar cn Venezuela,

IndepcnUcnda, 1808-1825 la costa atlántica y Pasto. En use mismo lapso, la sola provincia dcl Socorro envió 8.000 reclutas, aproximadamente un cinco por ciento dc su población total, más de mil caballos y muías, considerable cantidad de vestuario y S200.000. Antioquia, con mayores recur­ sos que ei Socorro debido a su minería de oro, aportó cl doble dcl dinero que la provincia santandcrcana, pero sólo envió 2.000 re­ clutas. la mitad esclavos. La perdida de esclavos, va sea por fuga o por su reclutamiento en el ejército, afectó la minería del oro, aun­ que menos cn Antioquia que cn cl Cauca, donde la mano de obra esclavista cn las minas era mucho más generalizada. El alto costo de sostener los ejércitos en la costa atlántica y Pasto, y también en Ixuador y Perú, combinado con un sistema dc impuestos en co­ lapso, produjo un agudo déficit fiscal, l.a deuda pública externa, que venia acumulándose desde 1817 por los gastos de guerra y las débiles posiciones negociadoras frente a los prestamistas británi­ cos, ascendía cn 1824 a 6'750.000 libras una carga in.sostenible para la emergente república. I .as guerras de independencia trajeron algunos cambios socia­ les significativos en la Nueva Granada, aunque la aristocracia criolla logró conservar el monopolio dcl poder. En la base de la sociedad, el cambio más notable fue el paso dc la esclavitud a la libertad dc un número incalculable de afrocoiombianos. I.as necesidades béli­ cas impulsaron a patriotas y realistas a reclutar esclavos, promctiéndole.s la liberación a muchos de ellos. I .os realistas parecieron tomar la iniciativa en esto, al identifícar en ocasiones la lucha realista como ima lucha contra los esclavistas criollos. Pero cl reclutamiento de esclavos también fue una pieza importante cn el diseño dc Bolivar, quien en 1820 ordenó alistar 5.000 esclavos (cifra después reduci­ da a 3.000) en las minas dc oro y las haciendas dc .Antioquia, el Chocó y Cauca. Esta medida provocó controversia entre la elite patriota. Los criollos dueflos de esclavos se quejaron dc que ellos y sus empresas mineras y agrícolas terminarían arruinados. .Sin embargo, Bolívar insistió en que los esclavos serían soldados fuertes y comprometi­ dos. .Además, señaló que la incorporación de los esclavos al ejérci­ to republicano y su subsiguiente libertad eran necesarios para el orden político. Catando a .Montesquieu, Dolivar comentó que la esclavitud podría perdurar cn un régimen despótico, pero no cn ima scríodos de gobierno de cua­ tro año.s; una legislatura bicameral con períodos de cuatro años para los miembros de la Cámara de Representantes y de ocho años para cl Senado, y un poder judicial cuyxw miembros debían ser nom­ brados coniuntamentc por el ejecutivo y el legislativo. El patrón centralista establecido por la Constitución de Cúcuta sirvió dc modelo para las constituciones subsiguientes, hasta la década dc 1850, cuando la Nueva Granada entró de lleno en un periodo fe­ deralista que duro hasta la Con.stitución de r886. En la Constitución dc 1821 el control del gobierno por la elite instruida se garantizaba por un sistema electoral que no sólo res­ tringía el sufragio sino que además lo atemperaba mediante elec­ ciones indirectas. í :;1 voto local estaba limitado a los varones mayores de 21 años, o que fueran casados y tuvieran una propiedad avaluada cn cien pesos, o ejercieran de modo independiente im oficio o pro­ fesión. La Constitución también exigía que ios votantes fueran alfabetas, aunque dicha disposición se suspendió hasta 1840, cuan­ do se esperaba que más ciudadanos sabrían leer y escribir. Los votantes a nivel municipal escogerían a los electores cantonales, quienes a su vez elegirían al presidente, el vicepresidente y los le­ gisladores. El Congreso de Chucuta decidió establecer la capital dc la repú­ blica en Bogotá, probablemente debido en parte a su antiguo pa­ pel decapitai delVirreinata J3ogotá también seria un lugar céntrico sí ia Audiencia de Quito entraba a formar parte de la república, como se esperaba, aunque, de hecho, era más difícil llegar a Bogo­ tá desde Venezuela o Quito que a un sitio cn el istmo dc Panamá. Algunos venezolanos so mostranin ínainformcs con la elección de Dogotá; preferían una capital cercana a la frontera entre la Nueva Granada y Venezuela. Así, desde el momento misrrHi del nacimiento de la república, fue visible una tensión regionalista que conduci­ ría al final al colapso de ia Colombia de ii(jlívar.

La C*)loitibia de Ifolivar, 1819-1831 Además de la Constitución, el (Congreso de Cúcuta de i8 ìi aprobó varias leyes cuyo fin era llevar a Colombia por un camino genuinamente republicano. C^onvencidos de que el sistema repu­ blicano dependía de la libertad de expresión, los delegados abolie­ ron la Inquisición y proclamaron la libertad de prensa, aunque hulx> un debate prolongado y vehemente acerca de si esta libertad debía aplicarse a los temas religiosos. También deseaban empezar b marcha hacia ta formación de una nación que incluía, al menos de una manera formal, a todos los ele­ mentos de la sociedad. F,stablecicrc>n bases para iniciar la manu­ misión de los esclavos negros y para incorporar a los indios como ciudadanos. Siguiendo cl precedente de una ley decretada cn 1814 en el Kstado de Anlioquia, el Congreso promulgii una “ ley de liber­ tad de partos” , que estipulaba que, en adelante, los hijos nacidos de madres esclavas serían libres, aunque en la práctica permane­ cerían bajo cl control del amo de la madre hasta cumplir 18 años. La ley de libertad de partos fue propuesta y defendida por José Félix Restrepo, quien también había sido el inspirador de la ley anterior cn Antioquia. I'^n ese momento el número de los esclavos en ta Nueva Granada era cn realidalombia o porque tendrían un pajK-l fundamental en la politica nacional a largo plazo. Entre estos últimas se cuenta el conflicto que comen­ zó a gestarse en tomo al poder y los privilegios de la Iglesia. El problema sc generó cn parte por cl deseo dc la pequeña elite letra-

I.a Colombia dc Bolívar, 1819-1831 (la (cn cspccial los ahogados) dc introducir las ideas e institucio­ nes liberales en ( j)lombía. Este esfuerzo fue percibido como una amenaza por muchos miembros del clero, quienes ccmsideraban que la introducciót» dc tales ideas minaría las creencias religiosas y la autoridad tradicional de la Iglesia. Ks pn>bablc que la oposición del clero a las innovaciones libe­ rales del siglo XIX se exacerbara en parte debido al debilitamiento relati\'o de la Iglesia en la ¿poca. Kl crecimiento del número de los estudiantes de derecho durante las últimas décadas del siglo xvm ya implicaba una rcoricntación profesional de los hijos de las fa­ milias prestigiosas. A partir de 1810 cl interés en la carrera ecle­ siástica se redujo aún más, porque la politica republicana les abrió nuevas posibilidades. Además, durante la guerra de independen­ cia el apoyo papal a la C^oruna española y cl desacuerdo entre la Santa Sede y el gobierno republicano en torno a la autoridad dc nombrar los obispos habían frenado la consagración de nuevos sacerdotes, lin 1825, cl número de religiosos seglares en la Nueva üranada había disminuido cn un tercio cn comparación con losque existían en 1776, y había una sexta parte menos de frailes. Ks pro­ bable que esta reducción numérica y el sentido dc perdida relativa de autoridad intensificaran las críticas de muchos eclesiásticos con­ tra la íntniducción de ideas inspiradas por la Ilustración y contra cualquier medidítendiente a debilitir a la Iglesia como institución. No todo cl clero se fue lanza cn ristre contra las tendencias secularizantes, incluso hubo sacerdotes que defendieron ideas y po­ líticas liberales. Sin embargo, varios aspectos dcl proyecto liberal desataron una oposición estridente por parte de algunos eclesiás­ ticos. quienes lograron provocar una histeria antitibcral entre la masa dc los ciudadanos menos educados. La discrepancia cultural entre las metas laicas de los liberales y la piedad tradicional dcl pue­ blo obstruyó bastante la capacidad del liberalismo dc atraer ei apoyo pueblerino durante cl siglo XIX, y aun después. Debido, en parte, a una actitud moderada tanto de los liberales laicos como dcl clcro, cl Congreso de Cúcuta procuró no entrar cn grandes controversias en tomo a asuntos eclesiásticos. Sin embar­ go, aun así hubo indicios dc problemas futuros. I-a decisión de cerrar los monasterios y conventos habitados por menos de ocho religiosos provocó una larga discusión. Esta medida, así como aqué­ lla que pretendía elevar a 25 años la edad cn que se podian tomar

Colombia: paísfragmentado, soriedad dividida votos, reflejaba ia creencia de que las órdenes religiosas eran im­ productivas; como representaban una carga para la ecimoinía, de­ bia reducirse su número. Ix)s legisladores colombianos querían destinar los recursos de ios conventos a projtctos más productivos, como cl fortalecimiento dc la educación secundaria, (kimo es com­ prensible, el clero se sintió amenazado, más aún cuando aigunos laicos propusieron suprimir del iodo a las comunidades reli¡íiosas, IX'spuiís del Congreso de Cúcuta, hubo que considerar otros asuntos relacionados con la Iglesia. Ei gobierno tenía que concillar sus relaciones con el Vaticano, con miras a obtener ei reconocimien­ to papal dc la República dc Coiombia y definir si el gobierno iba a ejercer el patronato reai, es decir, si iba a desempeñar cl mismo papel que habia tenido la monarquía española en la selección de obispos y párrocos. El vicepresidente Santander y sus amigos libe­ rales sostenían que la sciección del clero era un derecho inherente a la soberanía, mientras que la Santa Sede insistía cn que sc trataba de un privilegio concedido por cl Papa específicamente a la C>orona española, por lo cual no sc aplicaba automáticamente ai listado republicano. Este conflicto se zanjó mediante un acuerdo implíci­ to, en 1827 cuando el Vaticano comenzó a confirmar a los obispos y sacerdotes propuestos por el gobierno colombiano. Había otros asuntos cn discusión relacionados con los derechos de propiedad de la Iglesia, sobre todo'la cuestión sobre si los censos eclesiáticos podían alterarse dc alguna manera. Pero estos asuntos, aunque revestían gran interés para el clero y la clase dominante, no gene­ raron inquietud en el grueso de ia población. 1.a cuestión del pa­ tronato era más una cuestión de negociación diplomática con el Vaticano que un asunto de poiitica interna. Los derechos dc pro­ piedad de la Iglesia tocaban directamente los intereses económi­ cos de muchas personas, pero por lo menos cn la década de 1820 no suscitaron reacciones apasionadas. Kn cambio, varias innovaciones de la época afectaban arraiga­ das creencias tradicionales, yel clero resistente se vaiió de esto para promov er la hostilidad dcl pueblo. I .os temas que desataron las dis­ cusiones más acaloradas en la década de 1820 fueron sobre todo los referentes a la intn>ducción de ideas nuevas o extranjeras, que parecían estar en conflicto con las doctrinas dc la Iglesia. I'.n par­ te, los problemas planteados por creencias recién importadas pro­ venían del deseo dc la dase política de fomentar la inmigración

í.ü Colombia de IWivar, 1819-18.11 europea. K! principal motivo para atraer inmigrantes curcipcos era hacer venir a Colombia gente con capitai, eilucación y habilidades técnicas que pudiera contribuir al desarrollo económico del país. Pero cl fomento de la inmigración europea exigía una atmósfera de mayor tolerancia religiosa, dc apertura a nuevas ideas y de prác­ ticas laicas ya habituales en lúiropa. .Algunos eclesiásticos se opu­ sieron a la inmigración delosextranferos ya los gestos de tolerancia religiosa tendientes a alentar la inmigración. F^n octubre de 1823 el secretario dcl Interior, José Manuel Restrepo, un hombre ilus­ trado pero dc inclinación conservadora, anotó en su diario el sur­ gimiento de “ una multitud de escritores... que, aparentando celo por la religión católica, predican la intolerancia absoluta, que no admitam)lombia .A medida que los conflictos simultáneos entre venezolanos y neogranadincKS, militares y civiles, bolivarianos y santandcrístas se agudizaban durante 1825-1827, los notables colombianos afron­ taban cl reto de diseñar un futuro político para la nación. lU debate cn torno a la mejor manera de reconstruir el Estado se vio esti­ mulado por el proyecto de Dolivar dc convocar una convención constitucional temprana, |>ero también por la posibilidad, si no la probabilidad, de que Venezuela, la Nueva Granada y Ecuador si­ guieran caminos separados, lin 1827 ya cada uno estaba operando con autonomia de Tacto en muchos aspectos. l,os ministros dcl gabinete aiíombiano temían que la disolu­ ción de la república tendría como resultado unos estados demasiado pequeños y débiles para ser viables, y sobre todo para resistir las

Colombia: pnísfragmentado, sociedad divididn agresiones de cualquier poder del mutído atlántico. Además se pre­ ocupaban por la sucrteque pudiera correr el reembolso de la cuan­ tiosa deuda externa en el caso dc dividirse Colombia en estados menores. Creian que cl problema de la responsabilidad de la deu­ da podría traer conflictos con Gran Bretaña y entre los tres esta­ dos. En uno de los varios intentos de mantener unida a la Gran Coiombia, cn enero dc 1827 el gabinete propuso dividir la repú­ blica en seis estados (dos en Venezuela, tres en la Nueva Granada y cl sexto sería Kcuador), que conformarían una fcdcraclón basa­ da en el modelo de los Estados Unidos. I'^sta solución, aunque pa­ recía responder a anhelos regionales dc autonomía federal, habría creado unidades más pequeñas que cl ¡i;t)bierno nacional posible­ mente hubiera podido controlar mejor que los tres estados más grandes. En todo caso, ia propuesta de una unión federal de seis estados nunca despegó. El Libertador abrigaba la esperanza dc que una convención constitucional, al adoptar la Constitución bolivariana oalgún otro instrumento estabilizante, sentara ks bases dc la unión colombiana. En julio de 1827, el Congreso colombiano acordó amvocar la con­ vención constitucional temprana que quería Bolívar. Pero la con­ vención, que sc llevó a cabo cn la ciudad de ücaña entre marzo y junio dc i8a8, decepcionó a los bolivarianos porque Uws.santanderistas consiguieron elegir un maj-cir número de delegados dc los que preveían los partidarios del Libertador. I.os bolivarianos atribuye­ ron el éxito de los santandcrístas a sus maquinaciones políticas. Sin embargo, también los bolivarianos procuraron manipular ta elec­ ción de delegados cn las regiones en donde teniati influencia. 1.a causa bolivariana rccibió el apoyo de delegados de Cartagena, Ixuador y algunas regiones de Venezuela. Pero los santanderistas se quedaron con ia mayor parte de los delegados del interior neogranadino. F.l resultado fue un virtual em)>ate entre dos grupos intran­ sigentes, con algunos moderados como Joaquín y Rafael Mosquera, de Popayán, y José Ignacio de Márquez, dc Boyacá, colocados en­ tre ias dos facciones antagónicas. Los bolivarianos querian implantar alguna variante de la Cons­ titución boliviana, o por lo menos un sistema centralizado con un ejecutivo fuerte dotado dc amplios poderes de acción. Por su par­ te, Santander, Vicente Azuero y otros dirigentes liberales, que fue­ ron centralistas durante la convención constitucional dc Cúcuta cn

La Colombia de Boliv’ar, 1819-1831 1821, husciiban ahora una estructura más federal que actuara o freno contra una dictadura bolivariana. Aunque ambas partes taban muy polarizadas, cada facción modificó sus propuestas con la esperanza de obtener el apem) de los moderados. El proyecto bolivariano proponía un periodo de ocho años de gobierno para el presidente, sin restricciones de reelección, lo que constituía un in­ tento [Wr reducir la frecuencia de comicios desestabilizantes, pero sin insistir en la presidencia vitalicia du Bolívar. Por el contrario, la facción dc Santander proponía un período presidencial de cua­ tro años y prohibía la rcckcción. Con cl ánimo de interponer una barrera de papel contia la dictadura holivariana, los liberales pro­ pusieron reducir los poderes extraordinarios de emergencia otor­ gados al ejecutivo en la Constitución de 1821. Iambién querían crear asambleas departamentales que permitieran el desarrollo de una mayor autonomía provincial. Aunque los bolivarianos modificaron su propuesta constitucio­ nal para obtener los votos de los moderados, no lo hicieron de buena gana ya que muchos de ellos pensaban que estaban imponiendo de­ masiados limites a los poderes ejecutivos que deseaban otorgarle al I.ibertador. De antemano, los bolivarianos habían decidido que si no podian salirse con la suya, abandonarían la convención y estableccrian un régimen de fuerza. El mismo Libertador le escri­ bió en esie sentido al delegado bolivariano general Pedro üriceño Méndez, en marzo de 1828, antes dc que comenzara a sesionar la ■ nde Ocaña: üigale Ud. a los federales que no cuenten con patria si triun­ fan, pues ei ejército y cl pueblo están resueltos a oponerse abier­ tamente. I.a sanción nacional está en reserva para impedir lo que no gusta al pueblo. Bolívar agregó que sus partidarios “ deben retirarse antes que firmar... Io que no esté de acuerdo con su conciencia” . El 6 de mayo, José María Castillo y Rada, el líder de la delegación holivaria­ na en Ocaña, hizo eco a estas opiniones: si los liberales obtienen cualquier parte de su programa, escribió a Bolívar, “estamos resuel­ tos un número considerable sin cl eual no puede continuar sus tra­ bajos la Convención... a marcharnos, y denunciar su crimen a la Nación, y perseguirlos de muerte” . Dos días después, Castillo y

Colombia: país fragmentado, sociedad dividida Rada reiteró que si prevalecía la Constitución liberal, los boliva­ rianos disolverían la convención y los santanderistas “ no gozarían su triuníb, porque se les haría una guerra de exterminio hasta ani­ quilar su raza” . Así, cl 10 dc junio dc i8í8 los bolivarianos abando­ naron la convención y la dejaron sin quorum; a su juicio, con esto allanaban el camino para un gobierno irrestricto dei I .ibertador. Mientras la Convención de Ocaña trastabillaba hacia el colap­ so, los bolivarianos decidieron proclamar dictador a] Libcrtador. E 17 de junio, antes dc que la convención finalmente se disolviera, el secretario de Guerra, general Rafael Urdancta, con la aproba­ ción del resto del gabinete, estaba organizando una reunión dc padres de familia en ta capital para rechazar las decisiones dc la convención (sean cuales fueren) y conferirá Bolivar una dictadu­ ra absoluta. Urdaneta se sintió especialmente complacido de que Bogotá fuera la sede de este acto, porque consideraba que la capi­ tal era cl centro del constitucionalismo santanderista: “ Esta ciu­ dad ha sido ia más constitucional, el asiento de Santander y su facción, y donde más se ha influido contra el I .ibertador” . El 13 de junio, el coronel Pedro Alcántara Herrán, intendente de Cundinamarca, cumplió a la letra cl plan de Urdaneta. En la junta de Bogotá, los pocos que se atrevieron a disentir fueron inti­ midados y silenciados. El siguiente paso de Urdancta fuc haccr que la guarnición local respaldara a la junta dc Bogotá; Las tropas pre.starán juramento mañana de reconocer la volun­ tad pronunciada del pueblo y sostener la voluntad dcl Liber­ tador. Después de este acto toda oposición se vencerá a viva fuerza. La iniciativa de Bogotá pronto fue secundada por manifestacio­ nes .similares en otros lugares. Tomando estos eventos y el fracaso de la Convención de Ocafta como justificación suficiente, el Liber­ tador procedió a gobernar por decreto. Pese a este triunfo aparen­ te, algunos bolivarianos se sentían inquietos por la presencia de Santander y sus partidarios en el país, Cuando Santander recibió manifestaciones de aporo cn Pamplona y Cúcuta, su tierra natal, Urdaneta concluyó que esa región “ nunca será nuestra, sí no se limpia de estos señores” .

I.a >l(>inbia cleBolirar, i8ig-i8;i Para apuntalar el nuevo régimen, cl I .ibertador solicitó el apode la Iglesia. Bo]i\-ar había sido educado en el secidarismo dc la Ilustración, yen su introducción al proyecto de !aO)nstitución bo­ liviana dc 1826 había ofendido a los piadosos al no reconocer una Iglesia establecida. Sin embargo, entre julio y agosto de 1828 hizo todo lo posible para congraciarse con el clero. .'\brogó una parte de la legislación dc comienzos de la década dc 1820 que habia mo­ lestado a algunos eclesiásticos, por ejemplo la ley que suprimió los monasterios y conventos con menos de ocho miembros y aquélla que prohibió la toma de votos religiosos antes dc los 25 años. .Ade­ más, cl Libertador invitó al arzobispo de Bogotá a proponerle cual­ quiera cambio futuro que juzgara deseable. Y cuando expidió el decreto del 27 dc agosto de 1828 en el que esbozaba la organiza­ ción de su dictadura, incluyó la promesa de sostener y proteger a la Iglesia católica romana. IJolivar ya contaba con un apoyo abrumador por parte de los militares. Sin embargo, también expidió varios decretos que hala­ garon a los oficiales dcl ejércita F.n especial, restauró el fuero mi­ litar pleno que existia bajo el régimen español, y que habia sido reducido hacia algunos años. F.n agosto de 1828, Dolívar y sus asesores contemplaron la posi­ bilidad dc decretar el establecimiento de un régimen que combina­ ria cariLleristicas de las Constituciones de Cúcuta y la holivariana. incluyendo, como señaló el general Rafael Urdaneta, “ un Cuerpo 1-egislativ de los conspiradores. Santander fue uno de los condonados , a muerte por la corte marcial. Sin embargo, para disgusto dc Urda­ neta, cl Consejo dc K.stado ie solicitó al Libertador que conmuta­ ra la sentencia de muerte de Santander, aduciendo que la evidencia contra él era insuficiente, aunque era obvio que, además, no que­ rian ejecutar al ex vicepresidente, para quien casi todos habían servido como ministros. Santander fue llevado prisionero a Car­ tagena, y luego enviado al exilio. T.iberaics notables que no tuvie­ ron nada que ver con la conspiración también fueron exiliados o encarcelados, lontre los exiliados figuraban Vicente Azuero, que habia sido miembro de la Corte Suprema por varios anos, y Fran­ cisco Soto, un senador perenne. I£n cl momento de! atentado ambos vivían lejos de la capital, Azuero en el Socorro y Soto en Pamplona,^ y sólo se enteraron del complot contra Holívar cuando llegaron lo s § soldados a arrestarlos. 2 ^ Losholivarianosquisieroneliminarnosóloaloslidereslibera-8 les, sino también cl germen dc los principios subversivos, (orno ^ muchos dc tos cons)>iradores eran abogados jóvenes y estudiantes _| universitarios, los bolivarianos concluycron que el curriculo uni- g versitario estaba pervirtiendo a la juventud colombiana. Bolivar ya D híBíaprohibidoel estudiodclkntham en marzode 1828; después s dc la conspiración septembrina, suspendió del currículo los prin- ^ cipios de legislación, ct derecho público, el derecho constitucio- ^ nal y las ciencias administrativas, y agregó cursos obligatorios sobre ^ ios fimdamcntoN de la religión católica romana. S Fl atentado contra el Libertador coincidió con un conato dc guerra con el Perú y con una rebelión alentada por los peruanos contra el régimen bolivariano cn ia región del Cauca, dirigida por los caudillos santanderistas José Maria Obando y José Hilario l.t')pez. I'.sta insurrección, que comenzó cn octubre de [828, tuvo como epicentro el valle del Patía, cn donde Obando contaba con apoyo. Obando y ló p e z lograron extender su control desde Popa­ yán hasta Pasto en el sur, pero fueron rechazados por las principa­ les poblaciones del valle dcl Cauca. Holívar, que había marchado hasta el Cauta para ocuparse de la guerra con el Perú y además suprimir ta rebelión, concedió una amnistía a Obando y a I.ópez. F.l Litwrtador aceptó tácitamente cl control dc Pasto y Popayán por

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Colombia: país/mpnentatio, soriedad dividida los rebeldes, no queriemlo combatir confra jcuerrillas locales cn el dilicil terreno dcl Patia y de Pasto, cn donde tanta sángrese habia vertido durante la pjcrra de independencia. Rntre tanto, U rebe­ lión cn cl Alto Cauca y la guerra con el Perú revivieron temporal­ mente la agitación separatista en Venezuela. En esta coyuntura, mientras Bolívar estaba en cl sur, tanto él como su consejo de ministros en Bogotá se sentían cada vez más preocupados por cl futuro de Colombia. Desde abril dc 1829 Co­ lombia disfrutó de paz interna. Sin embargo, para entonces liuenos Aires, Cibile, Guatemala y México, así como Peni y Bolivia, habían sufrido muchas perturbaciones, lo cual reforzaba cl pesimis­ mo de los bolivarianos con respecto al orden político en Hispano­ américa. lü consejo de ministros temía que la unión deVenezuela, la Nueva Granada y Ecuador no sobreviviera la muerte de Bolí­ var, y ya en 1829 era evidente el deterioro de su salud. Por consi­ guiente, los ministros de Kstado comenzaron a pensar en cómo mantener unida a Colombia y preser\ar el orden cuando falleciera el I.ibertador. En abril dc 1829, Bolívar propuso a sus ministros que explora­ ran con Gran Bretaña la posibilidad de establecer un protectorado británico en Colombia. Ix>s ministros dudaron que los británicos estuvieron dispuestos a asumir esa responsabilidad si Colombia pa­ recía a punto de disolverse, por lo cual trataron de encontrar otros medios de consolidare! orden interno. Propusieron una presidencia vitalicia del I.ibertador; a su muerte debía ser reemplazado por un monarca de alguna dinastía europea. Sin embargo, sabían que la propuesta abierta de una monarquía generaría problemas políticos. Durante casi dos decenios, los dirigentes colombianos habían pro­ clamado las virtudes del gobierno republicano y condenado la mo­ narquia. La sola mención dc un plan para establecer una monarquía los expondría a un ataque por parte de los letrados republicanos. Sin embargo, de ser viable cl proyecto, los ministros consideraban que una monarquía constitucional dirigida por un principe euro­ peo tendría varías ventajas. Por una parte, haría de tx)lombia un pais más respetable a los ojos de las monarquías europeas, lo cual contribuiría a garantizar su seguridad externa. Así mismo, se evi­ tarían las elecciones presidenciales nacionales, que muy probable­ mente incitarían a hombres “ambiciosos” a sumir a la nación en la guerra civil. Esperaban que una monarquía constitucional frena­

I.a Cijlombia de Bolívar, iSrg-iSji ra tanto las acciones arbitrarias de los militares como la demago­ gia dclos letrados. De esta forma, imajrinaban que su propuesta le traería orden y estabilidad al país de diversas maneras. Los ministros y demá.s participantes en el plan se dieron a la tarea de conseguir cl apoyo dc notables colombianos, diplomáti­ cos europeos y, más importante aún, del propio Bolivar. Suponían que podrían obtener cl respaldo dc los generales colombianos y de la jerarquía eclesiástica porque tanto el clero como los oficiales miiitares ya tenian caraos vitalicios, lo cual hacía prever que pro­ fesaran simpatías aristocráticas, 'lambién contaban con la aproba­ ción dc varios notables de Bogotá y de alguna parte de la aristocracia de l*opayán. Sin embargo, por fuera de la capital el apoyo de los militares a una monarquía constitucional resultó no ser tan uná­ nime. En\'enezuela, el general Páez no se mostró muy entusias­ mado tx>n el proyecto; queria saber primero qué pensaba Bolivar al respecto. Por su parte, el general Mariano Montilla, que tenía el mando dc Cartagena, lo consideró deseable pero impracticable. Ll emisario francés cn Bogotá l espaidó cl plan, en el supuesto dc qucsc escogería una dinastía francesa. El joven duque de Montebello, por ese entonces en Bogotá, fue autorizado para exponer la idea ante el gobierno real dc Francia. El Libertador, después de varios meses dc responder dc una ma­ nera ambigira a las explicaciones dcl pLin por parte dc sus minis­ tros, sc pronunció en su contra desde Guayaquil, en julio de i82ngreso. F.sta votación buscaba expresar una oposición general contra cl gobierno, además depronimciarse sobre el contenido dcl acuerdo. P^l presidente Santan­ der se enfureció aún más al saber que cl general Tomás Cipriano de Mosquera, antiguo bolivariano, había liderado la oposición dc la Cámara, compuesta cn su mayor parte por moderados- Para San­ tander la votación contra el tratado era un indicio alarmante de una alianza entre bolivarianos y moderados. La.s elecciones presidenciales dc 1H36 Las elecciones presidenciales de junio dc 1836 marcaron un paso importante hacia cl alineamiento partidista cn la Nue\~a Gra­ nada. F.n los comicios anteriores de 1832, las posibles diferencias partidistas sc habían diluido con el apoyo casi consensual a Santan­ der. I']n 1836, empero, fue evidente la rivalidad entre dos conste­ laciones política.s todavía incipientes pero en proceso de definición. Santander eligió como su candidato al general José María Oban­ do, que compartía sus ideas antibolivarianas pero no provocaría la hostilidad de los fanáticos religiosos. El deseo de no enardecer a la gente pía debió de influir cn la decisión de Santander de no apo­ yar a Vicente Azucro, quien enfurecería al clero. Santander tam­ bién pensaba que todavía se necesitaba en la presidencia un jefe militar fuerte como Obando para mantener el control sobre el ejér­ cito, sobre todo a la luz del peligro dc nuevas conspiraciones mili­

Colombia: paisfragmenlado, sociedad dividida tares como las que se habían fraguado en 1830 y cn 1833-1834, Además, el presidente temía posibles disidencias y rebeliones re­ gionales, sobre todo en la costa atiántica y en la región occidental. .Muchos hombres de principios republicanos que habian apo­ yado 3 Santander a fines de los anos veinte y en las elecciones de 1832 sc alejaron de el en los comicios de 1836- Algunos probable­ mente se distanciaron de Santander debido a su defensa de I3entham, o a su propensión a generar agrias polémicas en la prensa, Pero muchos rechazaban a su candidato, ci general Obando, por­ que querían reducir el papel de los militares cn ia politica y desea­ ban a un civil como presidente. Por otra parte Obando tenia fama dc ambicioso, detecto que confirmó cuando publicó una declara­ ción de sus príncipios antes de las elecciones, en contravcncinn de la regla de no manifestar deseo abierto de conseguir puestos pú­ blicos. En agosto de 1835 el goi>ernador de Antioquia, Juan de Dios Aranzazu, le planteó algunas dc estas dudas a su amigo, cl presiden­ te Santander. Aranjazu admitía que Obando había prestado impor­ tantes servicios a la causa de la libertad, que era valiente y enérgico, que se haría obedecer por el ejército y que sería respetado por los países vecinos. Sin embargo, a su juicio, también era “ ambicioso, y como no ha tenido principios fijos, no me inspira mucha confian­ za” . A Aranzazu tambicn le inquietaban tas “ estrechas relaciones [de Obando] con varios oficiales militares dc principios inciertos 5’ abultadas pretensiones” . ¿Quedarían satisfechas las ambiciones de Obando con su elección a la presidencia? Incluso si sc contentaba con ser presidente, existía ei “ riesgo dc q uc.,. nos eche encima.., criaturas suyas... con su espíritu militar... y sus a.spiraciones” . Temeroso de las ambiciones de Obando, Aranzazu lo describió como “ el hombre más peligroso que,., tiene la república” . Más tarde, después dcl enfrentamiento de Santander con la Cámara de Representantes en tomo a la división de la deuda colombiana en marzo de 1836, Aranzazu se preguntó cómo habria manejado Oban­ do una situación como ésa. {.Acaso Obando, al afrontar un desafío tal, haría un mal uso de su contundencia y energía reprimiendo “ un partido patriótico de la oposición” ? ¿Hasta qué punto la.s críticas que contra Obando lanzaba .Aran­ zazu reflejaban una perspectiva de clase? Aunque cl nacimiento ilegítimo de Obando no se discutía públicamente, es probable que

\j¡ Nuc« Ciranada, i 8,?t-i845 hav-a influido cn algunos notables que le censuraban su supuesta ■•ambición” . Existen razones para ci eer que Otwndo, en realidad, era mucho menos ambicioso de lo que sospechaban muchos con­ temporáneos. Aunque era. dc lejos, la persona que más votos atrae­ ría entre los candidatos exaltados en las elecciones de 1836, Obando parece haber preferido sinceramente que uno dc los hberales civi­ les notables, l'Vancisco Soto o Vicente Azuero, fuera presidente. Obando le confesó a Santander que nn se sentía cómodo entre los hombres letrados del Congreso en Uogotá y que creia no poseer tas cualidades necesarias para ejercer la presidencia. En su opinión, su papel debia consistir en prestar apojo militar a im presidente civil, firmemente liberal y bien instruido. Además dc las dudas que abrijtaban a>ntra él republicanos li­ berales como Aranzazu. Obando era objeto de una fuerte oposi­ ción por parte dc los antiguos bolivarianos. Obando habia liderado la resistencia militar contra la dictadura de Rolívar cn 1828 y con­ tra «1 régimen de Urdaneta en 1830, y había sido el principal res­ ponsable de la expulsión de tos urdaneiistas det ejércita Muchos bolivarianos, que veian a Obando como un archienemigo, también lo consideraban responsable del asesinato del general Antonio José de Sucre en 1830. En ias elecciones dc 1836 hubo una unificación extraordinaria de los votos de lo5"moderados cn torno a Márquez, y de los exalta­ dos en apoyo dc Obando. De los 837 electores que votaron pi»r candidatos conocidos como moderados, 616 (73,6 por ciento) lo hicieron por Márquez. El general Caicedo, cl segundo de los mo­ derados, sólo obtuvo 154 votos electorales (18,4 por ciento det voto moderado); y casi la mitad de los votos por C-aicedo provino de Mariquita y Nciva, las dos provincias en donde poseía grandes extensiones de tierra. Márquez tenía algunos partidarios en casi todas las provincias, pero sus áreas de mayor fuerza, además de su provincia natal de Tunja ( 159 votos electorales), fueron Antioquia {109), cl valle del Cauca y la costa atlántica. Además, aunque Oban­ do ganó en la provincia de Bogotá, Márquez tuvo una votación fuerte alli también. 1)el lado liberal, Obando, con el claro apoyo det presidente San­ tander, obtuvo 536 votos electorales, cl 71 por ciento del total san­ tanderista. Azucro contó con 164 votos electorales (21,7 por ciento de los votos santanderistas); más dc ia mitad de los votos de Azuero

Colombia: pargo, la ayu­ da militar ecuatoriana tuvo un costo moral. Tanto los opositores como algunos amigos del gobierno de Márquez estaban conscien­ tes de la persecución judicial a Obando y, aunque no sabían con exactitud qué era lo que Mosquera te había prometido a Flores, no estaban dc acuerdo en permitir que tkuador inierx iniera en ta Nueva Granada. Estos actos de integridad dudosa fueron excusas adicionales para cl estallido de rebeliones liberales en varia-s regio­ nes del país, aunque lo más probable es que de todas maneras se hubieran presentadoKn su segunda rebelión Obando se pronunció a favor dc diver­ sas causas, entre ellas la libertad y la integridad tanto de la Nueva Granada como del Ecuador, la protección de la religión y la “ fe­ deración". I.a adopción dcun si.stcma federal había sido defendi­ da iK>r algunos representantes progresistas en los congresos de 1838 y 183t*. Desde mayo de 1839 Obando había discrepado de este proyecto. Creía que la oposición liberal, por puro resentimiento, estaba presionando por un cambio que debilitaría a la nación. Sin embargo, cuando se rcbctó én julio de 1840, Obando, desespera­ do, incluyó la “ federación” dentro de su abigarrada colección de justificaciones. I.a rebelión de (Jbando fue apoyada por insurrecciones en casi todas las zonas pobladas dcl país. En la provincia de Vélez, dos in­ tentos de rebelión habían precedido cl pronunciamiento de Obando en julio dc 1840, al igual que un movimiento fallido en Casanare. Las rebeliones subsiguientes en las provincias de Tunja, el Soco­ rro, Antioquia, Santa A4arta, Cartagena, Mompox y Panamá pro­ clamaron en su mayor parte la “federación” como tema, ('.’éase el cuadro y.2). I'.ste conflicto ha pasado a la historia colombiana con el nom­ bre de la Guerra de los Supremos, porque los tideres visibles dc estas rebeliones por ío general fueron caudillos militares que se apoyaron cn fuerzas regionales. Aunque las 1ebelíones de los Su­ premos tuvieron en general oi igen local, parece que algunas de las

Colomilia: país fnigmentado, soriedad dividida sublevaciones fueron alentadas por Vicente Azucro y otros civilcs progresistas cn la capital. Según algunas fuentes, la muerte de l'Vancisco de Paula Santander en mayo de 1840 liberó a estos pro­ gresistas para concertar un ataque más agresivo contra el gobier­ no de Márquez. Los defensores del gobierno nacional sostenían que las rebelio­ nes carecían de apoyo popular, que representaban sólo las acciones dc militares ambiciosos y gamonales locales a quienes la población civil temía confrontar. Sin embargo, algunos caudillos regionales, cn su esfuerzo por mantener sus bases dc poder local en contra de las fuerzas gubernamentales, sí trataron de movilizar a las masas. El general Obando inició su rebelión en 1840 con cl apoyo de los negros dcl valle del Patía. Luego dc sufrir algunas derrotas decisi­ vas por las fuerza.? dcl gobierno, a comienzos de 1841, intentó re­ cuperarse ofreciendo la libertad a los esclavos que se unieran a sus tropas- El llamamientp dc Obando a ios afrocoiombianos en la re­ gión del gran Cauca lo iiizo particularmene amenazante para la aristocracia regional, temerosa de una guerra racial/c!a.sista. rebelión de ia costa atlántica fuc bastante \-ariopinta, tanto desde el punto dc vista social como dei regional. El general Fran­ cisco (iiarmona y otros de los impulsores de la sublevación casceña comenzarcm por movilizar al pueblo dc Ciénaga. Después se unie­ ron a la rebelión algunos políticos un poco marginales dc la aris­ tocracia tradicional deC^artagena. El ejemplo notable fue Juan José Nieto, un mestizo dc origen humilde cuyos matrimonios afortu­ nados le permitieron ascender en la escala social, pero que se sen­ tía frustrado porque, según él creia, le había sido negada la elección al Congreso debido a manipulaciones fraudulentas por parte de políticos más establecidos. Estas élites emergentes a su vez movi­ lizaron apoyo entre ios pobres, que cn ci caso dc Cartagéna eran los artesanos y la población del barrio üctsemaní. Asi, al igual que en el Cauca, cl movimiento rebelde dc C-artagena reflejó elemen­ tos de división dc clase. En otras rcgiones,cx)moAntioquia y San­ tander, la» dimensiones clasistas de la revolución fueron menos aparentes. En la costa atlántica tambicn eran visibles algunas trtisioni-s re­ gionales. Para Sabanilla, Sabanaiarga y otras poblaciones secunda­ rias, tradicionalmente dominadas por Cartagena, la rebelión parecía prometer alguna independencia dc la capital provinciai. Una dc las

La Nucvj Granada, i8,?r-i845 demandas dc la revolución t'uc la apertura de Sabanilla-Barranqui11a al comercio externo, una aspiración qtic claramente entraba en conflicto con los intereses del ]>uerto tradicional de Cartagena- Sin embargo, el general Carmona y otros líderes rebeldes de la cosa atlántica también querían unir a la región en contra del gobierno de Bogotá. Carmona sc proclamó lider del F.stado Unido dc los Es­ tados l'cderales dc la Costa.

T.a üiierra de los Supremos fue larga y devastadora- I-a fase “ fe­ deralista” del conflicto, apartando la fase “ fanática” inicial, duró unos 29 meses en sus diversas manifestaciones regionales, desde enero dc 1840 hasta su derrota final cn mayo dc 1842. 1.a guerra afectó directamente a casi todas las zonas más pobladas del país. I .a rebelión perjudicó sobre todo a los pobres, a quienes se presion i para ingresa]- al ejército nacional- Como las rebeliones estaban muy dispersas y la fuerza militar del gobierno era limitada, sus pocos batallones confiables tenían que recorrer grandes distancias, de sur a norte y de nuevo al sur, pasando por climas que iban de caliente y húmedo a frío. I a s tasas de mortalidad de los ejércitos giil>eman)entaleH fueron bastante altas. Segiin el general Mosquera, en las marchas largas se podia perder a casi la mitad de la tropa por deserción y'enfermedad. Ln Popaván y Pasto las filas dcl ejército fueron diezmadas por una epidemia dc viruela cn la primera mi­ tad de 1840. Cuando gran parte del ejército marchó a las provin­ cias del norte más tarde en ese mismo año, los .soldados debieron portar consigo la viruela, pues ésta todavía hi/o e.iítragos en los fi­ las en el Socorro y Pamplona cn 1841- Bogotá lambién perdió muchas vidas en esta epidemia. Parece probable que el desplaza­ miento de los ejércitos haya contribuido a difundir la viruela en­ tre la población civil- Fn lo que respecta a los efectos dc los cambios de clima, en 1841-18420! general Herrán reportó una tasa de mor­ talidad muy elevadla entre los reclutas de tierras frías que llevó consigo a pacificar el valle del Magdalena, 1j guerra también devastó la economía- Lntre 1835 y 1837 hubo un optimismo relativo acerca dc las perspectivas económicas dcl país; sc estaban realizando esfuerzos para desarrollar la exporta­ ción de productos tropicales, asi como para fabricar localmente hierro, papel y vidrio; a.sí mismo, había planes para poner a nave-

Colombia: paUfra%mtntadu, sociedad dividida gar barcos de vapor por el río Niagdalena. l a guerra arruinó todo eso. Los más directamente afectados fueron los terratenientes, que corrían el riesgo de perder casi todo su ganado, sus caballos y sus muias, confiscados por los ejércitos que pasaban por sus tierras. Desde luego, la guerra también agotó un tesoro nacional de suyo débil. En 1841 las exportaciones c importaciones se redujeron a menos de la mitad de sus niveles anteriores, y en los combates en eLMagdalenael único barco de vapor que navegaba por ese rio ter­ minó destruido. Hacia el final de la guerra, una orgia de especula­ ciones en finca raíz y bonos del gobierno cn Bogotá culminó en un desplome cn enero de 1842, ocasionando la ruina de muchas fa­ milias prestigiosas dc la capitak P J t a guerra resultó ser un momento decisivo para la consolidai^ ón de lealtades políticas. En el Cauca, los dueños dc esclavos no podían perdonar la amenaza contra cl urden social que había ori­ ginado cl reclutamiento de esclavos por parte de Obando, ni olvi­ daban los ataques contra sus haciendas. F.n Antioquia, Bogotá y otras partes, los “ hombres del orden” se indignaron por una rebe­ lión tan destructiva)', cn su opinión, tan injustificada. En la guerra misma hubo muchas muertes de lado y lado, incluidas las ejecu­ ciones de prisioneros, por lo general por fusilamiento pero a veces con lanzas. Estas pérdidas acentuanm la división política entre li­ berales, por una pärre, y la coalición dc moderados y bolivarianos, por otra. I-as lealtades y animadversiones políticas que se confir­ maron y cimentaron en esta guerra civil encontraron una expre­ sión perdurable en el conflicto entre los dos partidos (llamados desde 1848 Liberal y Coirservador) que dominaron la politica del pais durante el resto del siglo XIX y todo cl siglo XX. El proceso de formación de tos partidos entre 1835 y 1842 en­ cierra varías ironías. La estridente oposición santanderista al go­ bierno de Márquez y la subsiguiente guerra civil empujaron a los moderados a forjar con los bolivarianos y el clcro las atian/as que tanto habían temido los santandcrístas. En 1837-1838, las quejas de los exaltados contra el gobierno de Márqiiex molestaron a algu­ nos liberales notables que habían servido Icalmente a Santander -com o I .ino de Pombo, Joaquín Aeosta y Rufino Cluervo-, impe­ liéndolos a forjar una coalición de moderados y bolivarianos. Mu­ chos de estos liberales moderados conformaron la es]>ina dorsal de lo que después vino a llamarse el partido conservador. Además,

I.a Nueia Granada, 1831-1845 atacado por los samanderisias, Márquez buscó y rccibió cl apoyo dc antijtuos bolivarianos como los generales Herrán y Mosquera. Los liberales moderados y In precisamente el efecto de llevar a algunos dc los bolivarianos sobrevivientes al poder. Ll vaticinio santanderista de que Mái-quez intentaba utilizar la religión como arma política tambicn sc cumplió, otra vez por las acciones de los mismos progresistas y contra las intenciones origi­ nales dc Márquez y ícracia de fines dei período colonial comii epicentro de la tradición politica consenadora en proceso dc desarrollo, en tanto que los liberales de la década de 1830 no tenían tantos nexos con ia maquinaria colonial. Ninguna de estas interpre­ taciones explica la orientación cada vez más pronunciada de Antioi|uia hacia ia política conser\adora de 1836 en adelante. Isn todo ca.so, las diversas interpretaciones de la época parecen sugerir que existió un sentimiento de diferenciación entre un es­ tablecimiento reconocido e individuos S(x;ialmente emergentes. F.n 1839-1840, e incluso más tarde, en los anos cincuenta, iiombres de orientación conservadora muchas veces pensaron que quienes abo­ gaban por un sistema federalista eran personas de posición .sítcial inferior, que al no poder acceder a cargos nacionales, buscaban magnificar su poder a menor escala, en el nivel local, i*or ejemplo, cn 1839 Tomás Cipriano de Mosquera escribió que cl federalismo era apoyado por quienes habiendo descubierto “ que los primeros puestos sc ocupan con dificultad sin mérito, y sin precedentes de honor y virtud, quieren serlos primeros cn secciones miserables” . José Manuel Restrepo también descartó ocasionalmente a los re­ beldes como hombres que intentaban trascender su origen social. Cuando los hermanos Gaitán se rebelaron contra cl gobierno cn febrero de 1840, la explicación dc Restrepo fue que “ quieren eleva'rise más de lo que permiten sus cualidades personales y la humiWe^fera de donde ios levantó la república” . En estas citas, sin embargo, debe observarse que “ mérito” y “ cualidades personales” se mencionan junto con ei origen social. Y, de hecho, individuos de origen provincial y no aristocrático, que eran inteligentes y bien instruidos, ascendieron al liderazgo no sólo entre los liberales sino también entre los iwlivarianos y los moderados, y más tarde, los ministeríale.s o conservadores. Si algunos obsen-adores de la época explicaron la división po­ litice en parte como una cuestión dc estatus social, otros, que veían a sus opositores como “ aristócratas” , identificaron la “ aristocra­ cia” con ciertis localidades, en especial los centros coloniales es­ tablecidos. Franci.sco .Soto, de Pamplona, era un provinciano que surgió por méritos propios. Oriundo dc San José de Cúcuta, estu­ dió derecho en Santa l e de Bogotá en Icxs últimos anos dc la Colonia con las lumbreras de la época {C.imilo Torres y Frutos Joaquín Gutiérrez). Aunque se destacó como ministro, legislador y jurista.

Colombia: país_fmgmentiido, seriedad dividida le disgustaba la altivez de la gente nacida en los centros coloniales tradicionales. F.n julio tic 1831, Soto atribuyo la reacción política que desató Urdaneta cn parte a “ la aristocracia enaltecida de algu­ nos hijos de Rogotá, Pamplona, Tunja y otros pueblos que soldaban con marquesados y condados” . Algunos meses después, se quejó de la tendencia de los bogotanos “ a suponerse infalibles, y por lo mismo desechan el concepto de los que residimos en las provinLa división entre provincianos y notables de ios ceñiros colo­ niales se aprecia en el desarrollo del candente a>nflícto político en torno a la educación superior que caracterizó las décadas de 1830 y 1840- Durante el período colonial tardío, ci camino criollo hacia los cargos gubernamentales por lo general pasaba por el estudio dc derecho en los dos colegios de Bogotá; San Bartolomé y Nuestra Señora del Rosario. A partir dc 1821, el nuevo gobierno neograna­ dino quiso ampliar el acceso a la educación secundaria con ia funda­ ción de colegios en las provincias. Durante la década de 1820 el gobierno permitió el estudio del dcrcciio en planteles provincia­ les, lo que facilitaba el ingreso de jóvenes provincianos a carreras polilicas y a cargos en ei gobierno. Sin embargo, cn 1826 se produjo una contrarreacción y, aduciendo la necesidad de mantener cienos estándares, las autoridades de Bogotá buscaron restringir la instruc­ ción legal y otra.s enseñanzas profesionales a la-s tre.s universidades que funcionaban en los principales centros coloniales (Bogotá, Car­ tagena y i’opayán), üsta política alcanzó su climax durante los go­ biernos ministeriales de 1837-1845. Después dc la guerra civil dc 1839-1842, los ministeriales atribuyeron el desorden político al presunto exceso de abogados con instrucción universitaria. A co­ mienzos de la década de 1840, los ministeriales sostuvieron que los abogados jóvenes, viéndose dcsempleados, buscaban hacer carrera política y sus ambiciones fomentaban los conflictos. Mientras los ministeriales consideraban la restricción dc la edu­ cación superior como una política necesaria para preservar cl orden público, las elitcR de las ciudades provinciales la percibieron como un intento de frustrar las carreras de sus hijos, i'ue tanta la resis­ tencia que provocó esta política que el gobierno de lom as Cipriano dc Mosquera (7845-1849) moderó las restricciones a la educación profesional en las provincias. Después de la elección dcl general liberal José Hilario López cn 1849, los liberales, muchos de ellos

la Nueva Granada, 1831-1845 de cuna provinciana, buscaron, cn 1850, acabar dcl todo con el sistema de control centralizado de la educación superior. lx)s conflictos que rodearon las políticas de educación superior entre 1S21 y 1S50 ilustran la rivalidad de poder entre los descen­ dientes de la aristocracia colonial de Uogotá, Cartagena y Popayán, por una parte, y hombres de origen provinciai más modesto, por la otra. Sin embargo, el tema también apunta a la necesidad de rcvaluar esta interpretación de la politica colombiana en el período en que comienüan a formarse kis dos partidos tradicionales (18271842), Kn primer lugar, no todos los partidarios de un gobierno central fuerte (incluido el control centralizado de la educación) descendían de la aristocracia colonial de Bogotá, Cartagena y Po­ payán. José Manuel Restrepo, oriundo de Knvigado, Antioquia, pero enviado a Santa I'c dc Bogotá a estudiar cn el (Lolegio de San Bartolomé (1799-1806), no era hijo de !a burocracia colonial. Sin embargo, como secretario dcl Intci ior (1821-1830) apoyó, junto con otros miembros del gabinete de cuna más aristócrata, la dictadura dc Bolívar tn 1828, y fuc uno de ios principales proiK)nentes dcl pro>-ecto monárquico de 1829. Restrepo también concibió una ¡lolitica dc educación superior más centralizada y restrictiva en 1826, y fue uno dc sus principales defensores en las décadas de 1830 y 1840. A sí como Restrepo fue un hombre de origen provincial no re­ lacionado con la aristocracia colonial, también Mariano Ospina Rodríguez, fuerza dominante de la reacción ccntralizadora que se diodcspuésdc la guerra civil dc 1839-1842, fue ajeno a la burocra­ cia tradicional. Nacido cn Guasca, un pequeiío pueblo agricidtor al norte de Bogotá, en una familia con tierras modestas, Ospina viajo a la capital para estudiar en cl Colegio de San Bartolomé. Co­ mo estudiante universiiario fue liberal santanderista y participó cn la conspiración contra Bolívar, cn septiembre de 1828- Cuando fracasó el complot Ospina huvó a .Antioquia, en donde, gracias a su evidente capacidad intelectual, pronto surgió como líder polí­ tico en la provincia, proceso en el cual parece haber asimilado sus valores predominantemente consenadores. Después dc la guerra civil dc 1839-1842, Ospina, entonces secretario dclIntcrior(i84i1845), propugnó el regreso dc los jesuitas al país y su participa­ ción cn la educación secundaria. También se empeñó en restringir la educación profesional a las tres imiversidadcs dc Bogotá, Carta-

Colombia: paísfragmenlado, sociedad dividido gena y Popayán, e impulsó una reforma torstitucional tenditnte a tbrtalccercl poder dcl gobierna l a Constitución resultante de 1843 fuc mucho más centralista porque confería mayor poder al ejecu­ tivo y reducía el dcl Congreso ye! de las cámaras de provincia. Más tarde, Ospina se dcstacó como el fundador y líder dominante del panído conservador. Los casos dc José Manuel Restrepo y Mariano Ospina Rodrí­ guez ilustran ia tesis de que algunos de los fundadores del grupo político que a partir de 1848 llegaría a conocerse como partido conservador tenían orígenes provincianos sociológicamente simi­ lares a los dc los fundadores del partido liberal. Como ni Restrepo ni Ospina ni otros moderados y ministeriales provenían dc fami­ lias con tradiciones coloniales burocráticas, ditkilmcnte se les po­ dría percibir como defensores de privilegios políticos preexistentes. Su interés predominante era preservar el orden politico y social. El deseo de orden fue, sin duda, el factor que más identificó a las elites de Antioquia conci conservatismo político. Como región, Antioquia no tuvo centros administrativos importantes durante la Colonia y, por consiguiente, cn muchos sentidos correspondía a la composición sociológica dc la pm\ incia cn gran parte liberal dcl Socorro. En unos momentos de la primera mitad dcl siglo xix, al­ gunas ciudades antioqueñas, entre ellas Rionegro y Santa Fe de.Antio(|uia, se identiticaron con el^iberalismo. Pero a partir dc los años treinta la provincia de Antioquia sc fuc convirtiendo cn un bastión conservador. Presumiblemente la acumulación dc capital generada por la minería aurífera y el comercio sostenido por la exportación de oro impulsaron el desai rollo de una clase dominante regional que concedía mayor prioridad al orden social y a la seguridad de la propiedad que a la satisfacción de ambiciones políticas, las cua­ les tendían a encontrar expresión en la guerra civil, l’or otra parte, la devoción religiosa que dominaba cn la provincia suministró una base social adicional para cl conservatismo cn la región. Desde luego, la proximidad a cargos coloniales de prestigio no fue la única variable que influyo en las identificaciones partidistas que ya se perfilaban. T.os conílictos intrarregionalcs también revis­ tieron importancia. La región del üuanentá fue fuente abundante de políticos liberales comoVicente Azucro, Diego Fernando üómez y Florentino González. Sin embargo, no todas las poblaciones del üuanentá estaban dominadas por liberales. San Gil llegó a ser un

La Nueva Granada, 1831-1845 punto dc influjo conservador, en parte pnr la rivalidad con su vccina liberal, el Socorro. D e modo similar, en Antioquia cl dominio creciwite de los pnlitícos conservadores en Mcdellin puede haber akntadoa parte dc la elite de su rival comercial, Rionegro, a adoptar una identidad partidista liberal. I a vecina Marinilla, rival más l>equefta dc la liberal Rionegro, se volvió a su vez conservadora. Ln la costa atlántica, durante los primeros aflús de la república, los puertos de Santa Marta y Sabanilla-Barranquilla sur^eron como rivales liberales del puerto establecido pero declinante de Cartagena. Dcsde el punto dc v ista ideológico, los dos partidos que sur§ticron cn las décadas de iS,ioy 1840 no se dividieron claramente cn turno a la politica económica. Si bien tas ideas y polilicas econó­ micas de Ja elite variaron con el tiempo, desde comienzos de los años treinta hasta 1880 tendieron a moverse dentro de un consen­ so bipartidista global, inclinándose hacia cl proteccionismo a co­ mienzos de los treinta pero evolucionando hacia el libre comcrcio desde fines de los cuarenta hasta 1880. En cuanto a la organización política, a partir dc 1837 los liberales tendieron a promover una mayor autonomía regional, mientras que sus rivales conservado­ res preferían una estructura más centralista- Sin embargo, en el tema de federalismo versus centralismo am kis partidos cambia­ ban de opinión de acucrilo con las oportunidades politicas. En este caso también hubo muchas veces consenso de la elite, aunque va­ riaba según el momento. Los dos partidos se diferenciaron mucho más en sus actitudes frente al poder y la influencia dc la Iglesia, sobre todo después de la guerra civil de 1839-1842. l^ s liberal^, si bien en su mayor parte católicos, pensaban que la Iglesia como institución era demasiado poderosa y que tendía a constreñir la productividad económica y ia ilustrac-ión pública. Al contrario, casi todos los políticos conser­ vadores creían que la Iglesia debía desempeñar un papel preponde­ rante cn la preservación del orden social y moral, y por amsiguiente estaban dispuestos a asigtjar al clero una función tutorial en la edu­ cación de la juventud y la orientación dc la sociedad en general. Para los políticos conservadores, la Iglesia fue no sólo una fuente de orden social, sino también una aliada y un instrumento para mo­ vilizar apoyo político. l a influencia del clero sobre el pueblo en general tendía a conferir a los conservadores una ventaja ímpor-

Colombia: paísfragmenlado, sociedad dividida

Población de la Nueva Granada por reglones, 1810-1870, en miles (cifras 1110

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Fuentes: Cúmez. 'Los censos eri Colomtlia", en Ufrutia y Arrubla, eds., Compendiode esBcterfcaj históricasdeCotombia, po. 9-30. y íoige Orlando Melo, "La evolución eco­ nómica de Colombia, 1830-1900-, Cuadro No. 1, en Mani.31deh,stara de Colomba, t.H, p. t38. tante en su competencia con los liberales, cuyas ideas, muchas ve­ ces importadas dcl exterior, solían ser incomprensibles para sus compatriotas menos instruidos, quienes las percibían como algo amenazante. Las diferencias politicas e ideológicas en (orno a la Iglesia, ya evidentes de manera soterrada a fines dc [os años trein­ ta, se agudizaron en las décadas de 1850 y 1860Demografín. Tra s. Com ercio Después de 1831 la Nueva Granada conservó much«« de los pa­ trones econótnicos del período colonial tardío, pero en algunos as­ pectos en aindicioncs peores. I a s constantes guerras libradas entre i8 io y 1825 habian producido una baja demográfica. Una compa­ ración entre las estimaciones de José Manuel Restrepo para i8 io y el censo de 1825 indica una reducción de la población durante esos 15 años de guerra intermitente (véase el Cuadro 9.3). I-os cálculos de c8roy cl censo de 1825 se consideran muy poco con­ fiables, en este último caso porque implican una tasa de credmicnto demográfico de 1825 a 1835 mucho mayor que la dc cualquier otro momenio en el siglo. Sin embargo, es muy posible que durante la

U Nucv-a Oranaita. 1831-1845 lucha por la independencia la N iicw Granada hubiera experimen­ tado el cipo de pérdida de población que sugieren estas cifras. 1-os censos efectuados en Cali, para citar un ejemplo, indican que el número de habitantes de dicha ciudad se redujo cn casi un 19 por ciento entre 1809 j 1830. Así mismo, los registros dc la década dc 1820 hablan de perdidas sustanciales de población cn muchos otros lujcares. Según censos quizá más confiables, la población de la Nueva Granada creció cn cerca dc 74 por cicnto entre 1835 y 1870. Q)mo indica el Cuadro 9.3, este crecimiento fue mucho mayor que el pro­ medio cn Antioquia, Cáuca y Panamá; más bajo que cl promedio en la cordillera Oriental,y el más bajo fue el del valle del Magdale­ na y la costa atlántica. Globalmcntc, cn este periodo la población dc Antioquia creció a un ritmo casi el doble que cl dc la cordillera Oricntaly más dc tres veces que el de la costa atlántica (sin incluir Pimamá). La cordillera Oriental siguió siendo la región más pobla­ da, con un 48 por ciento dc la población nacional en 1835 y un 46 por ciento en 1870, mientras que, en el occidente, Antioquia y Clauca juntos componían el 22 por ciento de la población en 1835, cifra quesc elevó a más dcl 27 por ciento en 1870. Durante estos años cl porcentaje de población en la costa altántica (sin incluir Panamá) se redujo dcl 14 al 11 por ciento. r.a mayor parte de la poblacin vivía cn pequeños reductos ru­ rales. I labia muchas comunidades agricola-s dis]>er.sas por el terreno quebrado de la Nueva Granada; por lo general kw pueblos eran poco más que lugares en donde se celebraba scmanalmente el mer­ cado, y la max’or parte de las ciudades seguían siendo cn realidad poblaciones pequeñas. Hogotá, capital política y educativa y cen­ tro de distribución de productos nacionales e importad(Ki,.tsmia una población urbana que en 1835 y 1843 secalculalw en 40.000 habi­ tantes, aunque ci censo de 1851 encontn’i menos de 30.000 habitant«s, Kn 1851 ninguna otra ciudad del pais superaba los 20.000 habitantes, A mediados dcl siglo el Socorro era el segundo distrito municipal más populoso, pero muchos dc sus habitantes debían vivir en las afueras de la ciudad. Medellín se estaba desarrollando con relativa rapidez como epicentro comercial dominante cn An­ tioquia; Cali crecía a un ritmo mucho más lento. Varias ciudades que tuvieron una importancia significativa du­ rante el pcriopotá, las tres universida­ des nacionales que existieron en tos años treinta y cuarenta, y Tunja ostentaba uno dc los colegios dc secundaria mejor dotados. Asi pues, estas ciudades coloniales tradicionales que ahora eran retativamence estáticas siguieron teniendo un peso político muy superior a lo que sugerirían el tamaño de sus poblaciones o su importancia económica. Como capital de la república, Bogotá era ia ciudad ncograna­ dina mis descrita por los visitantes. A los viajeros les parecía una ciudad bastante retrasada, i a Sabana de Bogotá que rodeaba la ciu­ dad parecía tener tierras ricas, pero como buena parte dc sus ár­

I.a Nueva Granada, i83i-[845 boles habian sido takulos, lucía, según algunos, un tanto monótona. I.as técnicas agrícolas seguían sumidas en el atraso; los labriegos todavía cultivaban sus partclas am arados de madera. No obstante ser la ciudad más grande dcl país. Oogotá todavía era reiatívamente pequeña. T,a ciudad en si ocupaba 195 manzanas. Sus calles estre­ chas y adoquinadas no tenían que acomodar mucho tráñco .sobre ruedas, salvo pnr una que otra carreta, pues en la década de 1830 la capital tan sólo ostentaba tres coches y unas pocas calesas. I.a Calle Real o Calle dc Comcicio (hoy en día la carrera séptima) era la única callc con lámparas y aceras, estas últimas de apenas sesenta centímetros de ancho. Con la ayuda de la lluvia o dcl agua que bajaba de los arroyos, se suponía que los canales cn cl centro de las calles se llevaban las aguas residuales, especialmente en las calles descendentes, que iban de oriente a cas excepciones, en las décadas de 1H20 y 1830 las casas estaban pobremente amobladas cn comparación con los estándares europeos. A comienzos de los años veinte, pocos tenían ventanas de vidrio; hacia mediados de los treinta las ventanas de vidrio ya se habian popularizado un poco, pero todavía más dc la mirad dc las casas carecían de ellas. Las esteras de paja, que du­ rante la Q>lonia cubrían los pisos incluso de las viviendas de la clase alta, seguían usándose bastante, en vez de alfombras. En el primer piso de muchas ca.sas e incluso de algunos con­ ventos, los fi entes que daban a la calle albergaban pequeñas tien­ das, por lo general sin ventanas, cn donde sólo entraban la luz y el aire por una sola puerta. Muchas de estas tiendas estaban iKupadas por artesanos. Se decía que en los años treinta habia por lo menos sesenta sastrerías en Bogotá, mientras que los zapateros ocupaban un número dc establecimientos ligeramente menor. Otras tiendas

Colombia: país fragmentado, sociedad dividida se dedicaban al comercio minorista, con un ritmo muy lento, en­ riquecido por un intercambio mucho más activo dc habladurías y discusiones políticas. M uy pocas de estas tiendas pudieron haber sido rentables, puesto que había un número considerable que com­ petía por una cantidad modesta de clientes. Muchas tiendas ser­ vían como hogares dc los pobres. Aunque Bogotá era atrasada en comparación con las ciudades europeas, ofrecía bastantes atractivos para las elites educadas. l>a ei centro de la controversia política y el escenario principal de las carreras política.s. Además, era la única ciudad del pais con alguna pretensión decultura urbana. Bogotá tenía un teatro, una hibiiotcca pública, un musco de historia natural y por lo menos los vestigios de un observatorio astronómico. No potos de los provincianos que viajaban a Rogotá para estudiar en la universidad y a veces para incursionar en la política, añoraban ia vida política y el relativo movi­ miento cultural de Bogotá, si regresaban a su provincia dc origen. A los visitantes extranjeros les impresionaba la presencia domi­ nante de las estructuras eclesiásticas cn la capital. I .a imponente catedral, que se elevaba cn el costado oriental de la plaza principal, repre.sentaba claramente el poder y la influencia dc la Iglesia, aun­ que para muchos hombres de la ciase política su elemento más im­ portante era el altozano, ia terraza ai frente de la edificación en donde se reunían para comentar los acontecimientos del día. Aun­ que ios visiianles ingleses y angloamericanos tendían a admirar la catedral, solían tener una opinión más negativa de los estableci­ mientos monásticos de la ciudad que, a sus ojos y también a los dc algunos de los miembros de la elite ncogranadina, significaban un peso muertoen la productividad dc la sociedad. En 1810 ocho gran­ des edificaciones estaban ocupadas por órdenes religiosas mascu­ linas, y cinco, por conventos de monjas. Kn 1835 había menos frailes pero más monjas que en 1825. Sin embargo, los 215 religiosos que vivían cn la provincia de Bogotá en 1835 representaban casi la mitad d d total en la nación, y ias 161 monjas de ta provincia conforma­ ban casi un tercio dcl total nacional (véase cl cuadro 9.5). I-a representación física de Bogotá como centro político era mu­ cho menos imponente que las construcciones de la Iglesia. El “ pa­ lacio" presidencial fue descrito por J, Steuart (1836-37) como “ de aspecto lastimoso", sin nada cn particular que lo distinguiera dc

1.3 Nueva Cranada, i83i>i845

PrIiKipales concentracionei de clérigos y religiosos por provincias, 1835 Clero FrailesMonjas Población de la diocesiHio ftovincia 161---------- W.---I C l ---------- IÍT559---

P«3y4n Cauca Psmplot» Hacián

las casas que lo rodeaban, aunque el presidente Santander intentó enaltecer su dignidad recibiendo a los visitantes oficiales en un tro­ no situado debajo de un dusci dc color carmin. I.as cámaras del Congrcsí), dijo Steuart, eran “ simplemente dos habitaciones co­ rrientes... sobre unas tiendas de ‘aguardiente’ dc baja categoria” . Si la función política de Bogntá no proyectaba una imagen glol iosa, tampoco se percibía con grandeza su función comcrcial. Sin embargo, por modestos que fueran los almacenes de sus comercian­ tes, Bogotá era un centro dc distribución de artículos manufactura­ dos en las provincias interiores más pobladas de la Nueva Granada. Las telas tejidas a mano en muchas regiones dc la cordillera Orien­ tal pasaban por Bogotá para ser vendidas cn cl valle dcl Magdale­ na y sobre todo en Antioquia. l.os textiles importados y otros bienes de consumo también subían por cl río Magdalena hasta Bogotá, y desde allí se distribuían por la cordillera Oriental hacia cl norte, hasta Pamplona; sin embargo, por lo menos en la década de 1850 las regiones entre Pamplona y Tunja también recibían productos extranjeros desde el río Magdalena por la vía dc Ocaña, o desde Maracaiboporla vía dc Cúcuta. F.n esa época Bogotá también dis­ tribuía mercancía extranjera al valle del Alto Magdalena y un poco al valle del Cauca. Fuera de los textiles y de algtmos productos especializados, cl comercio entre las diversas regiones dcl pais era relativamente li­ mitado. En especial, los alimentos casi no se enviaban a mercados muy distantes porque la mayor parte de las provincias, por lo me­

Colombia: palsfra^menlado, suciedad dividida nos en cl interior, producían casi codos los bienes de consumo bá­ sicos que necesitaban. Los estudios geográficos efectuados por la Comisión Cx>rográflca en los años cincuenta indican que toda.s las provincias más pobladas del interior montañoso cultivaban por lo menos dos alimentos básicos (papa, maíz, plátano, arroz y yuca) y la gran mayoría cultivaba todos o casi todos estos productos. Tambicn habia bastantes cultivos de fríjoles, alverjas, arracacha, diver­ sas frutas y caña de azúcar. De modo similar, muchos de los productos manufacturados dc uso común se fabricaban en numerosas regiones, aunque la manu­ factura artesanal estaba mucho más generali?:ada cn la cordillera Oriental y en Pasto que en el área entre Popayán y Antioquia. Los productos de fique, como cabuyas, costales o alpargatas (el calza­ do más utilizado por quienes no andaban descalzos), sc fabricaban cn toda la cordillera Oriental y un poco menos en gran parte dcl occidente. ’lambién se producía una amplia variedad de textiles de algodón o lana en la mayor parte de las pro\ incias de la cordillera Oriental, asi como en la región de Pasto, lin las provincias entre Popayán y Antioquia sólo sc fabricaba una cantidad limitada de textiles especializados. Los artículos de cuero, como arreos y apa­ rejos, zapatos y suelas, se producían abundantemente en la cordi­ llera Oriental; tambicn en este caso, en cl occidente la variedad de artículos de cuero'de producción local era más limitada. El comercio interregional estaba, entonces, limitado por el he­ cho de que muchas regiones producían bastantes productos simi­ lares, en especial alimentos primarios, aunque también algunos bienes de consumo manufacturados. El alto costo dcl transporte terrestre restringía aún más cl comercio interrégional. F,n el siglo XIX, al igual que durante la Colonia, las muías transportaban la mayor parte de la carga terrestre, incluso por las principales rutas comerciales. En la cordillera Oriental, a mediados del siglo el trans­ porte en muía por terreno plano costaba entre iq y 22 centavos por tonelada/kilómetro (diez veces loque costaba transportar carga por ferrocarril cn Estados Unidos por la misma época). En los cami­ nos dc montaña, como los que conectaban cl altiplano con el río Magdalena, el transporte de carga costaba mucho más. En una de las rutas más transitadas, la que comunicaba el puerto fluvial de Honda con IJogotá, la carga costaba entre 24 y 37 centavos por

La Nuev’a Granada, 1S31-1845 tonclada/kiiómetrü entre 1820 y 1860. En tiempos tic guerra, cuan­ do escaseaban las muías, o en cpuca.s de lluvia, cuando las trochas resbalosas y enlodadas signiKcaban un peligro para las bestias, las tarifas en los caminos de montaña subían incluso un 75 por ciento. Algunos caminos de montaña eran demasiado tortuosos para las midas, y cargueros humanos transportaban tanto bienes como pasajeros, a un costo entre un 70 y un roo por ciento superior al del acarreo a lomo de muía. F.n la década de 1820 y probablemen­ te durante algún tiempo después, tanto la mercancía como los via­ jeros acomodados eran cargados por peones desde la cabeza de navegación cn cl rio Nare, cn la cuenca del Magdalena, hasta las zonas altas más pobladas dc Antioquia. Por lo menos hasta la dé­ cada de 1840 los cargueros humanos también transportaron carga y pasajeros a través del pa'w dcl (^uindia Pese a los altos fletes que implicaba el transporte de carga des­ de la cordillera Oriental hasta el Magdalena y desde el Magdalena hasta la cordillera Central, algimos productos de alto valor por peso o artículos es)>ecialízados viajaban desde el oriente hasu el occi­ dente. Había algún comercio a distancia, no sólo dc textiles sino también dc sal, cacao y ganado en pie (reses, cabalk« y muías). En la década de 1850 Hogotá enviaba muías, hierro y aparejos de mon­ tar, junto con textiles nacionales, a Antioquia; y Ocaña proveía a lveían mano de obra obligatoria y los más ricos contribuían‘ton dinero para comprar el trabajo de otros. Es­ tos proyectos, dirigidos por autoridades locales sin preparación técnica y empleando una fuerza laboral renuente, apenas repara­ ron algunos de los daños sufridos por los caminos de herradura debido al tráfico y la lluvia. Los nuevos caminos de herradura so­ lían ser construidos por empresarios pai ticulares a cambio dcl de­ recho de cobrar peaje. Estos empresarios facilitaron la coloniz.acíón dc ticrra-s antes inexplotadas, sobre todo en Antioquia, y el desa­ rrollo de nuevas vías para conectar cl interior con cl mundo exte­ rior. Sin embargo, antes de mediados del siglo hubo pocas mejoras cualitativas, como la construcción de caminos aptos para carretas o, mejor dicho, caminos carretcra.s. Para lograr avances importan­ tes en el transporte interno, la Nue\-a Granada necesitaba el estí­ mulo dc un comercio exterior \igoroso que suministrara un mayor volumen de tráfico, para fomentar así la inversión en el mejora­ miento de las rutas terrestres.

U Nucv-a Granada, 1831-1845 Durante la primera época republicana, las élites neogranadinas quisieron expandir cl comcrci« exterior del país. Desde por lo menos la década de 1790 la apertura al comcrcio exterior había sido la meta de algunas elites neogranadinas, y esta apertura habia sido uno dc los objciivifii y uno dc los loaros de la independencia. Infor­ tunadamente, en el período republicano, al igual que en la Colonia, los neogranadinos resultaron ser más efectivos para expandir su consumo de bienes importados que para desarrollar exitosamente productos de exportación aparte d d oro. Habia una creciente demanda de bienes importados. .Algunos colombianos se refugiaron en Kuropa o en Estados Unidos durante la reconquista españob de i8 i6 -t8 i9 ,y allí se volvieron misa>nscientcs de los nuevas normas de consumo. F.stas nociones fueron reforzadas por lus numerosos soldados y comerciantes británicos y de otras nacionalidades que buscaron fortuna cn la Nueva Gra­ nada después de 1815. Además, la independencia habia facilitado el acceso a bienes extranjeros. El contrabando con Jamaica duran­ te la época colonial se legalizó y liberalizó con la emancipación. En las décadas de 1820 y 1830 la mayor parte dclos productos extran­ jeros llegaban a la Nueva Granada por la vía de Jamaica, y a fines de los años irdnta cerca de la mitad dc las importaciones d d país seguían llegando a través de intermediarios jamaiquinos. Sin em­ bargo, a mediados del siglo lo más corriente fue cl comercio direc­ to con Inglaterra y Francia.La ilcmanda de bienes importados se hizo evidente a fines dc 1821, tan pronto como fue posible un comercio exterior líbre y se­ guro. Entre 1822 y 1823 el valor de 1ortadncs. A partir de ese año, Colombia tuvo que depender exclusivamente de sus propias cxporcaciones para generar divisas extranjeras. Por desgracia, durante el período de independencia la capacidad dc ex­ portación dcl país sc había reducido. La producción de oro se vio perturbada por ta guerra dc emancipación, en cspccial por la huida de los esclavos o su alistamiento en cl servicio militar. La pérdida de la mano de obra esclava obstruyó sobre todo la recuperación de la minería aurífera en el Cauca y en la costa pacífica. Por cl contra­ rio, Antioquia, que dependía más dc la mano de obra libre, restauró su producción de oro durante las décadas dc rfizoy 1H30. Noobstante, según cálculos de Vicente Restrepo, la producción anual de oro en Colombia no recobró sus niveles dc fines de ta Colonia sino en la década dc 1880 (véase el cuadro 9,6). Pese al deterioro relativo experimentado por la proiluccíón aurí­ fera, el oro siguió siendo, de lejos, cl principal producto de expor­ tación dei país. Durante el periodo de independencia la Nueva Granada había perdido terreno cn la exportación dc productos tro­ picales. Después de la independencia el mercado para su quina sc acabó, y según parece sus exportaciones dc cacao fueron insignifi­ cantes, A fines dc la década de 1830 ei algodón seguía represen­ tando casi un cinco por ciento de las exportaciones dc la Nueva Granada, pero su volumen era minúsculo en comparación con el de otros países atlánticos, pues equivalía a menos dcl 0,3 por cien­ to del valor de los embarques dc algodón desde el sur dc tlstados Unidos por esa época. En la década de 1840 la competencia estadoimidense prácticamente eliminó al algodón ncogranadino de ios mercados mundiales. D c los productos de exportación cn el últi­ mo pcrít)do de ia Colonia, los cueros y ios palos de tinte si^ieron siendo los productos más viables, aunque no muy importantes, a comienzos dc la década de 1840. En los años treinta se experimentó

La Nueva üranada, 1851-1845

— Oro-----Algodón Pslosdetinis P3I0 brasil Palomoia Tabaco

con cxpurtaciones de tahaco de la región de Ambalema, en el Alto Magdalena. F.n esos años, y sobre lodocn los cuarcnta,sc fundaron algunas esperanzas cn cl futuro dcl tabaco neogranadino. Sin em­ bargo, hasta 1845 cl tabaco siguió siendo un factor relativamente menor cn tas exportaciones dc la Nueva üranada, en parte porque la producción estaba controlada por un monopolio gubernamen­ tal y cl gobierno, con frecuencia escaso de dinero, no invertía lo suficiente para expandir susiancialirlentc la producción (véase el cuadro 9,7), Con ta esperanza dc desarrollar fuentes dc divisas extranjeras distintas del oro, los sucesivos gobiernos de Colombia y la Nueva üranada ofrecieron exenciones tributarias para cultivos tropicales que, según se esperaba, tuvieran posibilidades de exportarse, l'ln 1821 se otorgó durante diez, años una exención de impuestos a la exportación de café, algodón y deri\ados del azúcar; cn 1824 Co­ tombia volvió a gravar algunos productos de exportación, pero eximió de papar el diezmo a las nuevas plantaciones dc café, cacao y añil. F.n 1833 la Nueva üranada eliminó los impuestos de expor­ tación para todas las frutas tropicales, y cn 1835 ofreció incentivos para la exportación de algodón, azúcar y arroz. Sin embargo, estas medidas no resultaron muy fructíferas. D u­ rante tos años treinta las exportaciones neogranadinas siguieron registrando niveles bajos, un poco por debajo de los obtenidos du­ rante cl breve período de éxito relativo en ia exportación de pro­ ductos tropicales en et último decenio de la Colonia. F.n esta época.

Colombia: país fragmenlado, sociedad ilividida y durante bastante tiempo después, la Nueva Granada sipuin siendo uno de los exportadores menos exitosos dc América 1-atina. A fi­ nes de la década de 1820 y en la de 1830, ias exponaciones neogranadinas fueinn insuficientes para proveer las divisas requeridas para sostener el flujo incrementado de importaciones. Esio sc refle­ ja en el liccho de que, según tesiimonios de la época, las mujeres bogotanas de clase alta vendían sus joyas para comprar productos importados. Pero más que de joyería, las importaciones estaban drenando al pais de moneda y, en ausencia de bancos que expan­ dieran ios medios de pago mediante la emisión de billetes, la escase?, de moneda, según sc crcía, causaba deflación de precios, estanca­ miento económico y depresión. Depresión y líbre cam bism o vs. proteccionismo Bogotá y la cordillera Oriental se vieron particularmente afec­ tadas por esta depresión, A medida que se reducían los medios de pago, también di.sminuían los precios dc los bienes dc producción local, tanto agrícolas como manufacturados. En Ikigotá, los pre­ cios de los productos básicos se redujeron entre un tercio y la mi­ tad entre 1830 y 1834, Al mismo tiempo, la escasez dc moneda, junto con la pérdida dc confianza cn las perspectivas económicas del país, dificultaron la contratación de créditos. Quienes lograban obtener empréstitos pagaban por ellos entre el 12 y el 36 por cien­ to anual, y se decía que habia quienes pagaban hasta un 60 por ciento. I ^s altas tasas dc interés y la crisis de confianza paralela des­ alentaron las nuevas empresas. 1^ gente d éla época solía atribuir la depresión al desequilibrio en la balanza comercial y muchos, a su vez, imputaban este des­ equilibrio al hecho de que los neogranadinos hubieran desarrolla­ do cl gusto por rcfinainientos importados, en cspccial la población urbana de las clases alta y media. ix)s peones dcl interior, tanto en los pueblos como cn cl campo, seguían usando burdas telas dc al­ godón fabricadas cn telares manuales en la cordillera Oriental. En la década de 1830 la mayor parte de los bienes importados fueron textiles o prendas dc vestir; por lo menos cn Uogotá aún no se per­ cibían señales del consumo dc productos suntuarios importados de transporte difícil y costoso (por ejemplo los pianos). 1 a única excepción parecen liabcr sido los c-spejos, que en los hogares de

a

Nuoa Granada, 1831-1845

dase aica conscítuian cl principal aüorno, en la mayur profusión posible. Aunque los articulos lujosos importados fueron escasos en com­ paración con decenios posteriores, la prensa de la época condenaba cl incremento en el consumo de bienes foráneos. Algunos editorialisia.s lan/.aban invectivas contra el nuevo lujo en el vestir, sobre todo entre las mujeres jóvenes. Sin emlwrgo, José Manuel Restrepo tenía una visión un poco más optimista sobre el paso dc ia Nueva Granada de la inocencia colonial a la angustia del subdesarnillo re­ publicano. Kn diciembre de 1834 Restrepo anotó cn su diario que “la pobreza dc los ciudadanos se hace sentir aún más a causa de que los pueblos van conociendo necesidades que antes les eran des­ conocidas” . “ Poco a poco” , continuó, “se va introduciendo un gusto mejoren vestidos, muebles y adornos de casas. Esto anuncia progresos en la civilización de los pueblos...” Pero, tocando la amargura de la situación, añadió, “ si no hay la correspondiente mejora en la industria y en la riqueza de los ciudadanos, estos se­ rán más desgraciados porque no pueden proporcionarse los nue­ vos goces que han conocido” . I.a crisis económica de 1830-1834 provocó una reacción protec­ cionista cn gran parte de la Nueva Granada. F.n 183^ cl secretario de Hacienda, José Ignacio de Márquez, declaró qucla depresión no se debía tínicamente a la contracción de la mone«la inducida por las importaciones, sino también al efecto destructivo del aumento de las importaciones en la base dc la economía intemai Márquez sostenía que la competencia planteada por los pnnluctos importa­ dos estaba causanilo estragos entre los artcsano.s de la cordillera Oriental.n una pompa cercana a la europea, resultó verdaderamente inesperado” . Le lla­ maron la atención “ un sinnúmero dc espejos, lámparas de colgar, mesa.s, sillas y [hasta] un piano dc cola” , todo lo cual debía haber sido cargado desde cl Magdalena por peones. Además, concluyó üosselman, como nadie en la casa sabía tocar ei piano, el insrrumento representaba io que hoy en día se denominaría el consumo conspicuo. Por otra parte, a Gosselman también le impresionó cl hccho dc que Sáenz fuera verdaderamente culto cn otros aspec­ tos: su biblioteca contenía numerosos libros en inglés y francés, idiomas que el comcrciantc dc Rionegro conocía bastante bien. I .as crónicas sobre la austeridad de los comerciantes capitalis­ tas dc .Antioquia probablemente se fundan en algo dc realidad. Pero también es posible que este cuadro dc la burguesía regional fuera un mito útil. Describir a los magnates antioqueños como hombres que habían triunfado por sí mismos y que conservaban y propaga­ ban los valores dc la disciplina y el trabajo servia tanto |>ara justi-

Colombia: país fragmentaiio, snciedad dividida

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ficar su riqueza como para convertirlos en ejemplos convenientes de la ideología regional, según la cual Antiixjuia era una tierra pobre que prosperó gracias a esfuerzos vigonKSOs y proyectos empresa­ riales. La masa antioquefla era pobre, por lo menos cn comparación con los comerciantes capitalistas de Medellín o Rionegro. Además, su número iba en aumento (véase cl cuadro 9,8). La explicación usual del crecimiento demográfico cn Antioquia es que los paisas solían casarse jóvenes y tenían muchos hijos. Parece haber bastan­ te dc cierto en esta afirmación. En la década de 1850 una investi­ gación geográfica nacional, la Comisión Corogràfica, inlñrmóquc en la zona rural dc Antioquia ios hombres sc casaban entre los 15 y los 18 años, y las mujeres, entre los n y los 14, (Esta afirmación se básó más en impresiones que cn estadísticas,) D e acuerdo con el censo de 1835,0167 por ciento de los hombres libres adultos de Antioquia estaban casados, mientras que cl promedio nacional era

La Nucs'a Granada,

1831-1845

dc5,s por ciento. l.os niños (menores dc 16 años) constituían el 51 por ciento de la población libre de Antioquia, mientras que el pro­ medio nacional era de 44 por ciento. No obstante, debe tenerse cn cuenta que las rasas de matrimonio y el crecimiento demográfico no necesariamente se relacionan en­ tre si- F,l censo de 1843 revela numerosas variaciones interesantes cn la relación entre tasas dc matrimonio y reprodueeión. Partes de la región cancana, sobre todo las provincias de Cauca y Buenaven­ tura, pese a tener tasas de matrimonio mucho menores que en Antioquia, registraban tasas de reproducción igualmente altas, como indica el hecho de que los menores (menos de 16 años) re­ presentaran un porcentaje igual de grande de la población libre (véase el cuadro q-S). Por el contrario, Pa.sto y Tunja tenían tasas de matrimonio que rivalizaban con la.s de Antioquia, pero menore.s tasas de reproducción, como revelan sus poblaciones más re­ ducidas dc menores de 16 años. Otras provincias ponen de relieve otras variaciones, con tasas de reproducción por lo general mayores que las tasas dc matrimonio en la costa altántica y ei -Alto Magda­ lena. cn tanto que cn la cordillera Oriental las tasas de matrimonio tendían a .ser altas con relación a las de reproducción. Se concluye que, si bien las altas tasas de matrimonio proba­ blemente sí fomentaron el crecimiento demográfico en Antioquia, este ultimo podría haber ocurrido sin esa tendencia de su gente a casarse. 1.a importancia de e,scas altas tasas puede deberse más a que ayudaron a consolidar un orden social que a.signaba un gran valor al trabajo arduo como parte de un sentimiento marcado de responsabilidad con )a familia. Para no alabar «tageradamente al antioqueño, es preciso añadir que si bien en su mayor parte los paisas eran considerados como personas diligentes y honestas, tam­ bién podían ser, por fuera dc los controles sociales de Antioquia, grandes bebedores y camorristas temibles. l'^l crecimiento demográfico .sirvió de motor para la vigorosa ex­ pansión territorial de lospaisa.s. Durante ei .siglo XIX, los antioque­ ños se expandieron cn todas las direcciones desde las ciudades centrales de Santa l'c dc Antioquia, Medellín, Rionegro y Marinilla. Aunque hubo una colonización apreciable hacia cl este, el norte, cl oeste y el suroeste, al comienzo los antioqueños ocupa­ ron un territorio mucho más extenso hacia cl sur, colonizando lo que hoy son U« departamentos dc Caldas, Risaralda y Quindío, y

Colombia: paísfragmentado, sociedad dividida penetrando cn cl valle del Cauca y en partes dc lo que sc convirtió en el LLstado dcl Tolima. F.l aumento de la población antioqueña cjcrció una presión cada vez maj'or sobre la tierra en los sectores que habían sido coloniza­ dos en los si^os xvii y xviii. Hacia fines del siglo xviii, ia tierra agrí­ cola en las proximidades de Medellín y Rionegro estaba dividida en parcelas cada vez más pequeñas y su fertilidad habia mengua­ do. F.s factible que la escasez y cl agotamiento dc tierras hubieran empujado a individuos antioqueños a la colonización espontánea. Sin embargo, hasta cierto punto el proceso de colonización tam­ bién fue organizado por !s ejércitos enfrentados también .se lleva­ ron ganado, caballos y todo tipo de alimentos de las haciendas. Durante la guerra de independencia, los alimentos escasearon hasta tal punto en el valle del Cauca que éste ya no pudo abastecer las minas en cl Chocó y las cuadrillas mineras de esclavos comenza­ ron a desintegrarse. Los conflicK« regionales recurrentes de co­ mienzos de los años treinta ocasionaron nuevas perturbaciones, y durante la rebelión de 1840-1841 el general José María Obando reclutó a muchos esclavos, agravando los problemas ocasionados por la guerra civil. El reclutamiento de esclavos y negros libres por Obando y otros produjo no sólo un debilitamiento adicional de la esclavitud, sino también algunos ca.sos de rel>elión durante los años cuarenta. La reducción progresiva de la esclavitud hasta su abolición for­ mal en 1S52 debilitó aún más la minería aurífera cn partes de la región caucana, mientras que .Antioquia, más dependiente dc la mano de obra libre, sc rccupcró rápidamente después de la crisis de la independencia. I .as estimaciones de la Comisión Corogràfica a mediados del siglo indican que el valor per capita del comercio regional de Antioquia pudo haber sido más dc cinco vcccs supe­ rior al dc Popayán y el valle del Cauca. Sin embargo, la aristocrática Popayán. durante gran parte del siglo XIX, conservó una importancia política muy superior a su fuer­ za económica. Los Mosquera, los Arboleda y otros integrantes de la elite payanesa can quienes se casaron siguieron siendo persona­ jes destacados dc la dirigencia política dc una socicdad a la vez republicana y aristocrática. Durante el siglo xix, cuatro hermanos Mosquera ocuparon cargos eminentes cn la Nueva Granada. Dtra fueron prcsidentes:Joaquin (1830-1831) y Tomás Cipriano (1845184^, 1861-1863,1863-1864.1866-1867). Manuel Maria Mosquera

Colombia: pais fragmenlada, saciedad dividida fue durante muchos anos embajador cn Europa (1838-1849) y su hermano mellizo, Manuel Ji«é, fue ungido arzobispo de Bogotá (1834-1853). Pese a l(w estragos ocasionados durante el periodo de indepen­ dencia, cn la década de 1820 Popayán todavía conscn-aba parte dd brillo dc su gloria colonial. Un emisario británico, el corond J. P Hamilton, quedó deslumbrado por Popayán y su aristocracia. Las edificaciones de la ciudad le parecieron “ muy superiores a las de Bogotá” , en especial las mansiones de las “ pocas familias muy ri­ cas” . Ln particular le impresionaron las casas y haciendas dc los Mosquera y los Arboleda. Joaquín Mosquera hobia estado en In­ glaterra y “ trataba de imitar los hábitos y las costumbres |ingle­ sas] lo más posible” . Kn Japio, la hacienda dc José Rafael Arboleda cerca dc Quilichao, todo estaba bellamente ordenado. I^s alcobas estaban decoradas “ completamente en el estilo francés” y tenian artículos de tocador franceses y británicos que sólo se veían “en las familias ricas en Europa” . Según Hamilton, incluso las escla­ vas que lavaban el oro estaban “ pulcramente vestidas con enaguas blancas y adornos azules” . Sin embargo, los Mosquera y los Arbole­ da tenían un lado más sombrío. Un indicio de que no todo era tan idílico: el muy respetado Joaquín Mosquera, considerado dentro dc la dase política el emblema mismo del buen juicio y la modera­ ción, se cortó un tendón de un dedo en 1824, con la subsiguiente gangrena y amputación, por “ un golpe que se dio sobre cl diente de un negro” . Y aunque en Popa) án estas familias vivían esplén­ didamente, otros payanescs habitaban chozas burdas en el primi­ tivo Chocó, velando por las empresas mineras familiares. En todo caso, si bien los Mosquera, los Arboleda y los demás de su especie constituían la fachada elegante d d Cauca, no eran representativos ni siquiera dcl estrato alto cn cl resto de la región. Particularmente en el valle dcl Cauca, numerosos terratenientes con extensas superficies dc tierra vivían entre sus esclavos y aparce­ ros de modo relativamente simple, y hasta en condiciones difíciles, ya fuere en los pueblos o en el campo, y su riqueza relativa sólo era visible en sus grandes cantidades dc tierra y ganado. Ocupaban un hermoso valle, fértil y bien irrigado, pero cuyas posibilidades eco­ nómicas estaban constreñidas por las montañas circundantes que los aislaban de mercados potenciales.

1.a Nueva Ciranada, i8.^i-tí(45 El valle del Cauca todavía suministraba algunos alimentos a sus regiones mineras dcl Pacífico, pnr ejemplo el cerdo y la carne seca que se dcspachahan desde Cartago hasta el Chocó. Más al sur, Túqocrres, en las montarlas al occidcnic dt Pasto, enviaba a dia­ rio setenta cargueros humanos en un viaje de ida y regreso que duraba quince días, para abastcccr a los mineros auríferos de Barbacoa-s con carne, papa y otros alimentos a lo que debió ser un costo extraordinario. Pero en la primera mitad del siglo xix los únicos productos de la región que llegaban a mercados más lejanos eran el oro y algo dc quina, y en la segunda mitad del siglo algo de ta­ baco. l.as posibilidades de exportación dc la región seguirían siendo extremadamente limitadas hasta que el tránsito mejorado a través del istmo de Panamá, gracias a la construcción dc un ferrocarril estadounidense en la década de 1850, suministró un incentivo para comenzar a comunicar más efectivamente a Cali con Buenaventu­ ra y el Pacifico. La costa atlántic» Kn las décadas dc 1830 y 1840 la región caribeña de ta Nueva Granada contenía, incluido el istmo de Panamá, ccrca de una quin­ ta parte dc la población nacional. Ubicada a considerable distan­ cia de sus compatriotas del interior montañoso y con circunstancias de vida Vnuy diferentes, la gente de la costa atlántica se sentía bas­ tante lejana dcl resto de la población, no sólo cn términos espacia­ les sino también culturales. Este sentimiento dc distancia trascendía la rivalidad entre Cartagena y Bogotá. Mientras la gente en cl in­ terior vivía aislada en reductos montañosos, los costeños estaban mucho más conectados con el mundo exterior. Formaban parte dcl Caribe, tanto cultural como comercialmente. En su forma de ha­ blar y cn su estilo cultural, la costa era marcadamente aírocaribeña. .Además, no eran ias restricciones que imponía la cordillera lo que configuraba la vida de los costeños, sino el comercio marítimo y fluvial. De las diversas subregiones dc la costa, la más distante del in­ terior y la mis aislada dc sus corrientes políticas era el istmo de Panamá. Como zona dc tránsito entre el Atlántico y cl Pacifico, Panamá sentía más el influjo del paso de extranjeros que otras re­ giones del pais-'^a en las décadas de 1830 y 1840 británicos, fran-

Colombia: paíj./i'ugm^Míado, sociedad dividida ctses y norteamericanos, a veces cn asocio con neogranadinos, plan­ tearon proyectos para construir carreteras, ferrocarriles o canales que aceleraran el crucc del istmo. Cuando se descubrió el oro en California, horda.s dc norteamericanos atravesaron el istmo en su camino hacia los yacimientos auríl'eros, y no pocos extranjeros se quedaron allí. A mediados del siglo, Panamá contaba con más re­ sidentes extranjeros que cualquier otra región dcl pais. F.l papel dcl istmo como zona de tránsito cada vez más activa fortaleció su sen­ timiento de diferencia con respvcto al resto del pais y abrió a sus elites la posibilidad de un futuro independiente como emporio comcrcial, Panamá difería incluso del resto de la región atlántica debido a su conexión con cl Pacifico-con Guajaquil y T.ima— mucho antes de que estallara la fiebre del oro cn California, Fuera dcl puerto de Cartagena, la región de ia Nueva üranada con la que estaba más vinculado cl istmo era cl Cauca, a través del puerto pacifico dc Bue­ naventura, Algunos miembros de las familias más aristocráticas dcl Cauca se dedicaron al comcrcio en el istmo, y Panamá tendió a estar política y económicamente vinculado con dicha región, tanto como con Cartagena. Ln las demás zonas dc la región caribe dc la Nueva üranada las inquietudes dc la elite se concentraban en intereses diferentes. Mientras la vida de Panamá giraba en tomo a ia travesía entre el Atlántico y cl i’acifico, en el cinturón costero desde Cjirtagena hasrj Santa Marta la preocupación crucial consistía cn tratar d t conver­ tirse en el punto de tránsito principal para ei comercio entre el interior neogranadino y el mundo atlántica Durante la Colonia, al amplio y protegido puerto de Cartagena se le habian otorgado privilegios oficiales, y el resto dc la costa había dependido más que iodo del contrabando. Sin embargo, la obstrucción del Canal del Dique, que conectaba a Cartagena con cl río Magdalena, hizo per­ der a los cartageneros su dominio, y en las décadas de 1830 y 1840 Santa Marta reemplazó a Cartagena como puerto principal de la Nueva Granada para cl ingreso de bienes importados. Durante estos años, el puerto oceánico de Sabanilla y cl cercano puerto flu­ vial de Barranquilla fueron insignificantes. De hecho, Cartagena y Santa Marta, rivales cn todo lo demás, aunaron su influencia política para mantener el tráfico internacional alejado dcl puerto de Sabanilla entre 1H24 y 1842, Sin embargo, cn 1871, cuando fi-

Ij Nueva Granada, 1831-1845 te Barranquilla y .Sabanilla quedaron conectados por ferro­ carril, Barranquilla surgió como el puerto dominante cn la costa atlántica. Esclavos e indígenas En 1821 e! Congreso dc Cúcuta cstabicció como meta nacional la libertad dc los csciavos negros y la incorporación de los indios a la república como ciudadanos, l.as elites neogranadinas tambicn intentaron poner fin a las distinciones formales v legales dc castas que rigieron durante la Colonia. Sin embargo, la verdad ^ que las elites neogranadinas nunca consideraron realmente a los negros o » los indios como sus iguales. La clase dominante de la Nueva Granada sí tenia conceptos bastante diferentes con respecto a es­ tos dos grupos subordinados. La población indígena no parecía representar una amenaza (varacl control de la elite. Má-sbien, desde la perspectiva de la clase dominante, los indios permanecían pasi­ vamente cn las condiciones t k servilismo y degradación que los caracterizaron dtirantc el régimen colonial español, y mostraban poco interesen integrarse a la república y progresar. La población negra era muy clistima. F.n contraste con la pasividad de los indios, los negros tendían a hacer valer su libertad. Justamente era esa asertividad la que atemorizaba a la ciase dominante. FTn lo que respecta a ia población negra, las elites neogranadi­ nas, sobre todo en zonas esclavistas, abrigaron ciertas inquietudes entre las décadas de 1820 y 1850. Una dc las preocupaciones tuvo que ver con la manumisión de tos esclavos. Muchos dueños Ue esclavos consideraban que la ley de libertad de parcos de 182!, que les permitía contar con el trabajo de los hijos de esclavos hasta cuan­ do cumplieran 18 años, no les significaba una indemnización sufi­ ciente. Además, les preocupaba que, una vez emancipados, los negros ya no quisieran trabajar; los ducñ(«i de mina.s y haciendas perderían su fuerza laboral y enfrentarían el espectro de una po­ blación negra libre, seguramente sin trabajo, vaga y sin control posible. Estas inquietudes se expresaron en 1821 cuando sc estaba discutiendo la ley de libertad dc partos en el Congreso de Cúcuta. El Congreso clítica. expansión dcl comercio exterior y la hegemonía del partido liberal coincidie­ ron a tal puiMo que se han percibido como fenómenos entrelaza­ dos. K.n realidad los militantes de ambos partidos compartían esa orientación a la economía externa y ambos contribuían a su desa­ rrollo. En todo caso, el crecimiento del comercio exterior a partir dc 1845 fue moldeado por factores económicos ajenos al país, y no smo nunca ante>, su éxito re­

Colombia; paisfragmentado, sociedad dividida

bcportaciones de tabaco de Colombia y Estados Unidos, 185M 87D

lativo le dcmascró a la dase dominante las verdaderas posibilida­ des de la exportación de productos agrícolas. I'.l capital y la mano de ubra de Antioquia y dd altiplano oriental fluyeron al valle dcl Alto Magdalena, para reunirse con los terratenientes, los comer­ ciantes y los trabajadores de la región a fin de explotar este poten­ cial. Alentadas por el éxito palpable dcl tabaco en las décadas de 1850 y 1860, las elites ncogranadinas se dedicaron por primera vez seriamente a la exportación dc productos tropicales, un empeño que las llevó a experimentar infructuosamente con otros produc­ tos primarios antes de empezar a explotar, cn los años sesenta, las posibilidades dei producto que terminaría siendo el gran triunfa­ dor; el cate, A comienzos de la década dc 1850, las exportaciones de tabaco fueron eompicmentadas por un crecimiento breve en la exporta­ ción de quina, que en esa época se extraía sobre todo de las selvas dc la región d d Cauca y del valle del Alto Magdalena. Las exportaciones de oro, tabaco y quina expandieron conside­ rablemente la capacidad dc importación de la Nueva Granada. Los datos sobre importaciones colombianas son difíciles de establecer, porque las estadísticas extranjeras sobre mercancías despachadas desde Gran Bretaña, Francia, Fstados Unidos y otros países indi­ can un volumen comercial mucho mayor que el que revelan las estadistica-s colombianas, lo que sugiere que el contrabando se prac­ ticaba a gran escala. Por otra parte, las estadísticas extranjeras inclu­ yen mercancía enviada a Panamá, ia mayor parte de la cual pasaba en tránsito eon destino a otros países, en vez de estar destinada al consumo interno (Véase d cuadro 10.2) F.n todo caso, ambas series de estadísticas señalan aumentos sustanciales en las importaciones

La era liberal, 1845-1876

es de Gran Bretaña, franela y Estados Unidos. Promedios anuales, en mies de pesos oro. M d« Colombia, con base «n datos FraKÍ3

([UcoscoKnibl»«»)

tRxtosUnMol 1

133.;«)

(E)awswisnjaos) (Datoscolo>iAi»w)

¡Dsi«MlomtííTOS)

lia monda/, ISJ0-Í9I0, Cuadros próvenientes de los pi ■eros entre las décadasde 1840 y 1870. TA ma>-or capacidad dc importación dc la Nueva Granada a me­ diados det siglo elevó el consumo de artículos suntuarios europeos por parte dc la clase alta en la década de 1850; este tipo de consu­ mo se incrementó aún más con la expansión dc las exportaciones en los años .sesenta y setenta. Pero la clase acomodada no fue la ímica beneficiaria del comercio exterior. En la mayor parte de los años comprendidos entre 1850 y 1875, cerca de una quinta parte dc las imfK)riaciones de la Nueva Granada provino de Francia- l.os bienes franceses consistían en su mayoría en productos suntuarios (prendas de seda y lana, confecciones, artículos do cuero, vino y coñac), cuyo consumo se restringía más que todo a los estratos de mayores ingrcsí)s (Véase cl cuadro 10.3.a), No obstante, Gran Bre­ taña era la principal fuente de importaciones. Representó casi la mitad del v-alur de ias importaciones totales de la década de 1850 y más dc ss por ciento de las de t866-75. Antes de 1875 más dcl 80

Colombia: paísfragmenlado, socirdad dividida

Algodón VestLatio Alrmentosy bebidas Artículos de cuero Productos de papel Manufacturas de tretal y ftieres de capital Viüro y porcelana

I(porcentajes por valor) 1860-69 1870-79

1840-49

1850-59

51,2% «0,3%) (11,6%) (13,5%) (1,8%)

44,7% (17,5%) (14,2%) (5,5%) (6,1%)

43,4% (1Q,2%) (20,0%) (4,8%) (8,3%)

6,0% 2,5%

1,7% 0,9%

41,7% (4,8%) (16,6%) (6,2%) 13,1%)

4,9% 5,4% 8,6% 3,9% 3,2%

Fuerte: OcaiTipo, Colombiay Ideœnomla mundial. Cuadro C.7, p. 434.

por ciento de las importaciones provenientes de Gran liretaña eran textiles, y más dcl 6o por ciento eran telas de algodón. (Véase el cuadro 10.3b) Durante las décadas de 1850 y 1860 sectores cada vez más amplios de la población utilizaban telas de algodón impor­ tadas, en parte porque eran mis baratas (aunque tal vez menos du­ raderas) que el género de fabricación local. I.as mujeres dc las clases populares, prirñéro en las ciudades y luego cn el campo, parecen haber comenzado a vestirse con telas importadas antes que los hombres de losmismos estratos. Pero cn las décadas d e iS so y 1860,

1827-M 93,0% (65,7%)

1850-59 (68,0%) (9,6%) (8,6%) (0,6%) (1,2%)

(64Í2%) (9,2%) (7,5%) (1,9%) (3,0%)

63.0%) (9,7%) (5,9%) (2,3%) (5,9%)

Fuerte: Ocampo, Colombiay la eamorrâa mundial, Cuadro C.6, p. 432.

1870-74 81,2% (61,3%) (6,6%) (4,4%) (1,2%) (7,7%)

1.a era liberal, 1849-1876

Cuadro 1(1.4 Tarifas de carga en el rio Magdalena, 1823-1S68. entre diversos puntos de la Costa y Honda. Fletes por carga (2S0 libras), en pesos. Rioarriba mo abajo Champanes 1823-42 9,00-16,00 1848-50 1855-56 $.00-6,00 1857 5,60 1858 1859 186S 1867

Barcos de vapor 6,25-7,25 7.00-10,00 3,20-6,30 4.00-4,80 4,50-5,80 6,00 3,50 3.00-5,00

Champanes Sarcos de vapor 1,50-6,50 2,25 3,60

1,75-2,75 2,00-3,60 2,80-4,20

fuente: Safford, 'Commerce and Enterprise in Cf■ntral Cotombia, 1820-1870", Cuadro II, pp. 464-467. cl dril utilizad» en la ropa de trabajo de los hombres fue convir­ tiéndose en im componente importante dc los pedidos dc los importadores, lo que indica que las telas importadas estaban en­ trando en el uso de los trabajadores. En la medida cn que las telas importadas eran más baratas que los textiles neogranadinos, la mayor parte dc la población se bene­ fició de la expansión comercial ocurrida en la década de 1850. Por otra pane, el aumento en la importación ansión general del comercio exterior a mediados dcl siglo sobresale la consolidación definitiva dc la navegación cn bar­ cos dc vapor por el rio Magdalena a partir dc 1847. Las exporta­ ciones cada vez más voluminosas dc tabaco fueron un factor de ayuda, al pn)veer más carga rio abajo; en 1H52, má.s del 70 ))or ciento dc los cargamentos de tabaco por el Magdalena viajaba en barcos de vapor. F,1 mayor flujo de mercancías importadas también pro­ veyó cantidades apreciablcs dc carga para la remontada río arriba.

Colombia: país fragmentado, soríitdaii dividida El servicio dc barcos de vapor ofrecía un trans)>orte más rápido y seguro que los champanes y, cn último término, redujo las tarifas dcl transporte rio arriba (Véase el Cuadro 10.4.) Sin embargo, no todo sc solucionó con los barcos de vapor. F.n muchos tramos el río quedaba obstruido por bancos de arena. Partes dcl trajecto no eran navegables cn las estaciones secas y algunos dc los barcos dc vapor traídos dc F.stados Unidos no podían operar en trechos poco profundos. N o obstante, cl comercio fluvial expandido proveyó la carga necesaria para un serv'ieio más o menos continuo. FJ cultivo de tabaco y la extracción de quina sc combinaron para poner a marchar la economía regional dcí Alto Magdalena y una parte de la cordillera Oriental- A comienzos de la década de 1850. la demanda de mano de obra para cultivar tabaco y cortar quina elevó los salarios en el Alto Magdalena. Los escritores de la época decían que los campesinos dc los altiplanos orientales, incluidos los indigenas que habían perdido tierras comunitarias, emigraban al valle del Alto Magdalena. A medida que las tierras del altiplano antes cultivadas se iban convirtiendo cn tierras dc pastaje para ganado, la producción de alimentos no pudo satisfacer la deman­ da creciente. Entre 1852 y 1854 los precios dc los alimentos bási­ cos sc doblaron cn Bogotá. El alza en los precios de los alimentos se debió en parte al aumento dc la demanda, estimulada por las in­ dustrias de tabaco y quina, con sus salarios más altos, y cn parte, a ta escasez de alimentos causada por la transferencia dc mano de obra rural de las tierras altas a la región tabacalera de tierra caliente. También influyó la conversión dc k s tierras comunitarias indígenas del altiplano, cn donde antes se cultivaban vegetales, cn latifundios dedicados a la cría de ganado. Además, nuevos pastos artificiales (guinea y pará) para el engorde del ganado iban reemplazando los cultivos de alimentos en regiones de tierra caliente al suroccidente de Uogotá. ¡.abonanza tabacalera que se inició después de 1845 formó, jun­ to con el breve complemento que constituyó la exportación dc quina a comienzos déla década de 1850, una parte importante dcl contexto de la revolución liberal que estalló después de 1849. La expansión dc las exportaciones y las importaciones, perceptible a ñnes de los cuarenta, pareció cumplir las profecías de Florentino González y c-onfirmó a la élite ncogranadina en su empeño de en­ focar sus esfuerzos en el comercio exterior- 0)ncentrarsc en la

la era liberal, 1845-1876 exportación de productos tropicales sc convirtió en la consigna económica dc la generación politica que surgió en los añ(s cuarenta. Además, ia expansión de las exportaciones y los subsiguientes au­ mentos en los precios infundieron una sensación de optimismo exuberante entre la clase alta de Bogotá y de otras regiones dcl an­ tes estancado interior, optimismo que propició el entusiasmo por la innovación, sobre todo cn los elementos más jóvenes de la élite política ncogranadina. Ai mismo tiempo, el cumplimiento del programa dc González produjo una reacción contraria entre ios artesanos dc Bogotá. Poco después de sancionada la reducción del arancel para bienes termi­ nados en 1847, los artesanos dc Bogotá constituyeron una socie­ dad que inicialmcnte hizo campaña para que se restableciera la protección aduanera, pero en los años cincuenta también protestó contra ci aumento cn los precios de los alimentos- Los artesanos movilizados fueron protagonistas de la revolución liberal de 1849, pero pronto sc opusieron a ciertos aspectos del programa liberal y a los políticos de eliie que lo respaldaban, .Mientras los artesanos de Bogotá pidieron protección aduanen, debe notarse que no hubo movilizacitmes semejantes entre los textileros manuales dc las pro­ vincias norteña.s, ni los artesanos bogotanos manifestaron interés alguno en protegerlos a ellos- La mayor parte de las telas utiliza­ das por los sastres urbanos debieron ser importadas. i.a revolución liberal, 1849-1854 En las elecciones presidenciales de 1848, los moderados de la década dc los treinta, conocidos como ministerialis en los años cua­ renta y como conservadores a partir de 1848, dividieron sus votos entre varios candidatos, lo que permitió que el principal contendor liberal, el general José Hilario i.ópez, ganara con una marcada ventaja: 725 votos electorales por I ^')pez, 384 y 304 por José Joaquín üori y Rufino Cuervo respecti\ámente, los principales candidatos conservadores, y 276 por otros notables. Como ninguno obtuvo la mayoría de los votos, el Congreso, cn el que los conservadores su­ peraban numéricamente a los liberales, tuvo que definir el resul­ tado de las elecciones. No obstante, cl 7 dc marzo de 1849, fecha en que sc reunió el Gmgreso en la iglesia de Santo Domingo para elegir al presidente, l.^pez ganó por un margen pequeño después dc varias votaciones estrechas.

Colombia: paisfmgmfnloda, sociedad dividida I,a manera en que se desarrolló esa elección se convirtió de in­ mediato cn tema de controversia partidista. I )urantc las votaciones iniciales, una multitud compuesta por per.sonas dc diversas c l a ^ sociales se agolpó en la iglesia para presenciar los suframos del G)ngreso. Cuando la presión de la muchedumbre rompió la barrera que separaba al público de los legisladores, se obligó a los observa­ dores a abandonar el recinto para evitar desórdenes. Los conser­ vadores aseguraron que los lopistas de estratos populares los h.ibian amenazado con cuchillos, insistiendo que votaran por I^pez. Con la clara intención de deslcgitimar una presidencia liberal, Mariano Ospina Rodríguez, conservador duro y tenaz, escribió en su pa­ peleta que volaba por López para iinpcdir que asesinaran a los diputados. l>os liberales respondieron que, sí bien la muchedum­ bre se había mostrado un tanto alborotada, quienes la componían no iban armados y que los únicos que empuñaron armas fueron algunos de los legisladores conservadores. Ksta disputa partidista cn tomo a lo que ocurrió esc 7 de marzo, imposible de resolver, pune de relieve un hecho central: la administración i .ópez de 18491853 inició sus labores en medio dc sentimientos partidistas muy agrios. Los liberales estaban conscientes de que seguían .siendo minoría, a pesar de ocupar la presidencia; por su parte, 1(» con­ servadores creian que cl gobierno liberal era ilegítimo. En realidad; la revolución liberal que se inició con la.£leccion de López combinó varias revoluciones sobrepuestas. Ante todo fue un conflicto partidista por el control político, en cl que liberales \ conservadores, deseosos de hegemonía, recurrieron a una notable movilización popular y no poca violencia. Ese conflicto se concen­ tró sobre todo entre 1849 y 1852. En segundo lugar, fue una revo­ lución institucional, en la que varios liberales y conservadores se pusieron de acuerdo en torno a ciertos cambios fundamentales (fo­ mentar ei comercio exterior y ai mismo tiempo debilitar el gobier­ no central y fortalecer la autonomía provincial), pero divergieron acerca dc otros (en espc-cial los relacionados con la iglesia católica romana). También fue una revolución social parcial que iluminó y dio expresión política a las divisiones clasistas en ia sociedad neogranadina. Hubo varios conflictos de clase abiertos. Uno dc ellos se presentó entre la aristocracia terrateniente y la población pobre del valle dcl Cauca. Otro enfrentó una alianza de los artesanos de

U era liberal, 1845-1876 Uogotá y elementos del ejército contra gran parte de la clase polí­ tica dc los partidos liberal y conservador (1853-1854). I)checho, la revolución liberal dc !84Q-i«54Comen7Óantes de la elección del general Ix'ipeza la presidencia. Ixis sucesos del dece­ nio anterior habían preparado el contexto para cada uno de los gru­ pos en conflicto. F,n primer lugar estaban los políticos tradicionales, que habían ingresado a ia política durante las décadas dc 1820 y 1830. Para algunos de estos políticos veteranos, >a fueran liberales 0 ministeriales, cl hccho de obtener y conservar cl poder bien pudo haber sido más importante que los principios mismos. Tanto tos liberales “ progresistas” como las “ministeriales” , más consenado­ res, de fines de los treinta y comienzos de los cuarenta, compartían como experiencia tbrmativa la^ucrra civil dc i83r su capacidad y no por su filiación parti­ dista. La afirmación que más lindaba con la controversia era aquella que estipulaba que la religión no se debía utilizar como instrumento dc gobierno. Si bien los liberales veteranos procuraron no atemorizar al elec­ torado, otros elementos más explosivos se estaban sumando al pro­

Colombia: país fragmenladn, sorieíiad dividida ceso política Uno fuc cl surgimiento dc ta clase popular como una fuerza politica más activa, con cl liderazgo inicial dc lo.s artesanos de Bogotá, Los artesanos ocupaban una posición social que sc si­ tuaba entre la clase alta y la masa de trabajadores pobres y analfa­ betas. En la politica desempeñaban un cierto papel, por lo menos como votantes, pero era un papel subalterno. Aunque Jx>rcnzo María I.leras había intentado movilizar al sector artesanal para que apoyara a los liberales progresistas a fines de la década de 1830, ni los artesanos bogotanos ni los dc otras regiones se identificabfln notablemente con cl liberalismo. Pero en 1847, cuando el gobierno de Mosquera redujo ei arancel impuesto a los bienes terminados, hubo un cambio significativo. En octubre de 1847 un grupo de artesanos dc Bogotá formó la Sociedad de Artesanos para presio­ nar » favor de protecciones arancelarias y buscar cl bienestar dc los miembros del gremio. Al comienzo, la sociedad no tuvo compro­ misos políticos claros; sus actividades iniciales tenían que ver con la alfabetización, en parte para expandir el número de sus votan­ tes. Pero antes de junio de 1848 varios jóvenes liberales letrados persuadieron a la Sociedad de Artesanos de apoj-ar la candidatura presidencial del general López, aunque algunos artesanos prefe­ rían al conservador José Joaquín Gori, quien se declaraba abierta­ mente proteccionista. Después de lä elección dc I.ópez en marzo de í 84(), la Socie­ dad de Artesanos, convertida en la Sociedad Democrática dc Bo­ gotá, sirvió dc modelo para ia movilización política liberal de las clases populares en muchas otras ciudades y poblaciones del pais. Lstas Sociedades Democráticas, que casi siempre eran parcialmen­ te dirigidas por elementos dc ia clase política liberal, activaron al­ gún apo>-o popular para el gobierno dc López y se convirtieron en un medio para intimidar a los conservadores cn áreas cn donde éstos antes habian predominado. Esta utilización de la violencia como arma política se manifestó sobre todo en cl \-allc dc! Cauca, en donde a partir de 1848 la lucha cn torno a tierras comunitarias entre hacendados y agricultores pequeños en la jurisdicción de Cali se convirtió en una movilización de bandas armadas dc las clases populares, que a fines dc 1850 atacaron primero las haciendas dc los conser\'adorcs y luego asaltaron sus personas. Estos ataques pronto se propagaron a Buga, 'I'uluá, Cuartago y otras regis fun­ dadores se habían emancipado de F.spaña, pero la herencia colonial seguía presente en la persistencia de la esclavitud; en el sistema de rentas públicas con sus monopolios fiscales y el diezmo; en la per­ sistencia de las “ preocupaciones” religiosas y cl predominio cul­ tural de una iglesia tradicionalista; en la degradación de las masas dc población. Muchos de estos jóvenes creían que su generación tenia el deber de abolir cualquier vestigio de la era colonial y esta­ blecer una república verdaderamente democrática. Fn buena medida, estos jóvenes liberales estaban influenciados por las corrientes políticas e ideológicas de Francia. F,n los años cuarenta se desarrollaba en dicho país un debate cn tomo al papel de los jesuítas en la educación superior. I.a novela antijesuita de Eugene Sue, El judío errante (1845), coloreó y reforeó la hostilidad que los jóvenes políticos neogranadinos sentían hacia esta coniunidad. Con su propia antipatía legitimada por los ataques franceses, ios liberales neogranadinos, acompañados por el joven conservador Julio Arboleda, condenaron la presencia de la (Compañía de Jesús

Colomtlia: paísfnipne.nlado, sociedad dividida poco después del regreso de la urden al territorio neogranadino en febrero de 1844. En 1845 los jesuitas fueron duramente criticados en la Cámara de Representantes y siguieron siendo objeto de con­ troversia hasta que fueron nuevamente expulsados pnr el gobierno dc López en 1850. La revolución de 1848 en l’arís acentuó la influencia francesa, sobre todo entre aljjunos jóvenes letrados. J^/OSsucesos de 1848 re­ vivieron la primera revolución francesa en la conciencia dc la elite. En 7849 el gobierno liberal ncogranadino decidió que los funcio­ narios gubernamentales, al igual que en la Patria Boba, debían ser llamados ciudadanos^ a la manera igualitaria dc los revolucionarios franceses. 'Jambién ios escritores iguaiitaristas y comunitaristas eu­ ropeos, como I^mennais, Proudhon y Louis Blanc, tuvieron al­ gún influjo retórico en los jóvenes políticos liberales de mediados del siglo, aunque, a fin dc cuentas, cl individualismo anglosajón fue la ideología dominante. Al comienzo, los liberales jóvenes acogieron ios tres principios de la primera revolución francesa: igualdad, fraternidad y libertad. La igualdad y la fraternidad parecían estar representadas en sus alianzas con los artesanos dc Bogotá y con la clase popular cn la Sociedad Democrática. Los jóvenes liberales sc percibían a si mis­ mos como constructores de una democracia real al incorporar a sus compatriotas fiiás pobres que antes estaban marginados dcl pro­ ceso político, aunque también fuc claro desde cl inicio que tenían la meta menos noble dc convertir a sus subordinados sociales en un brazo político que les ayudaría 3 elegir a T.ópez y a sostener el régimen liberal. En esos años iniciales, los esfuerzos combinados de los liberales jóvenes y las Sociedades Democráticas si significa­ ron un mejoramiento social, que se evidenció sobre todo en la cam­ pana a favor déla abolición inmediata de la esclavitud cn 1850-1851. El espíritu de igualdad y fraternidad también sc aprecia en la opo­ sición dc los nuevos liberales al encarcelamiento por deudas y a la coerción de los vagos (una dc las principales panaceas de los con­ servadores). Ixw principios democráticos también sc manifestaron claramente en su apoyo al sufragio universal para lus varones adul­ tos alfabetas. Con el tiempo, sin embargo, quedó claro que, aunque procla­ maban los príncipios democráticos e igualitarios, los jóvenes libe­ rales estaban constreñidos por sus identidades de clase y seguían

era liberal, i845-i876 ;nte elitistas y paternalistas en sus actitudes hacíalos pobres. Los jóvenes liberales habian dado por sentado que los estratos más bajos que estaban redimiendo dc la ignorancia seguirían, agradecidos, cl liderazgo dc la joven díte. Cuando sus prosélitos populares se atrevieron a manifestar su desacuerdo con ellos, no dudaron cn repudiar a sus protegidos menos instruidos, tildándolos dc brutos e incapaces de pensar. A medida que las re­ laciones con io^ artesanos de Bogotá se fueron deteriorando, la igualdad y la fraternidad se hicieron menos evidentes en ias metas dc la nueva generación, aunque la libertad siguió ocupando un lugar destacado en su ideología: libertad dc expresión y dc prensa, liber­ tad de culto, lilwrtad de educación, libre comercio, libre empresa. El deseo de cambio institucional radical dc los liberales jó\enes y el desarrollo vincias conocían sus propias necesidades mejor que el gobier­ no nacional en üogotá, y que requerían más autonomía y mayores recursos fiscales para atender el desarrollo local- Durante cl gobier­ no de Mosquera, en 1848, el Congreso concedió a las legislaturas provinciales mayor autoridad para cobrar impuestos, contratar obras públicas, supervisar la división y la venta de tierras comuni­ tarias indígenas y, en general, promover el desarrollo económico. Además, cn ia subsiguiente campaña presidencial de 1848 todos los candidatos principales se empeñaron en su apoyo a la autono­ mía provincial. F.l movimiento federalista se acentuó durante el gobierno libe­ ral. Una medida clave fue la descentralización de varias rentas y algunos gastos en 1850, propuesta por el nuevo secretario de Ha­ cienda, Manuel Murillo Toro. .Murillo, un hombre de cuna mode.sta, nació en la villa de Chaparral, en la provincia de Mariquita. Fiel

La era liberal, 1845-1876 a sus orígenes, Murillo era, entre !s líderes liberales de la época, ti qiic mostraba el espíritu social democrático más consistente. Ante im déficit fiscal aparentemente inmanejable, ajrra\-adi> por la abolición del estanco del tabaco y por menores recaudos de adua­ na debido a la reducción de aranceles, Murillo propuso obviar el problema trasladando a las provincias algunas de las responsabili­ dades del fTobiernn central, así como parte dc sus recursos tribu­ tarios. Murillo esperaba que, al trasladar algunos de los impuestos coloniales más odiados a las provincias, éstas acabarían con el régi­ men fiscal colonial. Abrigaba la esperanza de que las provincias recmplazai an el diezmo, un gravamen oneroso sobre la producción agrícola bruta, así como otros im]>uestos, con algún tipo dc contri­ bución directa. Esta última sc había intentado imponer sin éxito en los años veinte. Según Mui'illo, el experimento inicial con la triburación directa habia fracasado porque la forma de los impues­ tos no era lo suficientemente sensible a los intereses locales. Decia que si sc trasladaba una buena parte de la responsabilidad fiscal a las provincias, éstas haUarían modalidades de tributación más ade­ cuadas a los deseos l«)cales. Kn la opinión de Murillo, la descentralización de los ingresos no era simplemente una medida fiscal. También era una manera de democratizar el pais. Según esperaba, al debilitarse los poderes del gobierno central, sc atenuaria la causa principal de la lucha partidista: la pasión por controlar los puestos y el clientelismo del gobierno nacional. Al otorgar una mayor responsabilidad a las pro­ vincias ]>ara crear impuestos y proveer servicios gubernamentales, también se contribuiría a instaurar una democracia más vigorosa y efectiva a nivel local, Murillo estaba conscicntc dc que al comien­ zo las provincias podrían cometer errores por su inexperiencia, pero sostenía, a semejanza dc los partidaricw del federalismo cn Cúcuta cn 1821, que aprenderían a gobernarse a sí mismas sobre la mar­ cha. Ksta idea de fomentar la democracia local formó parte del sustrato ideológico que apuntaló el movimiento a favor dc una es­ tructura federalista en la década dc 1850. r'ucra dc la descentralización de rentas y gastos en 1850, las in­ novaciones legislativas más radicales en esos dos años fueron la complementación dcl ejército permanente con una guardia nacio­ nal organizada y la eliminación del reijuerimienio de un titulo uní-

ColoMbia: paisfragmeniado, sociedad dividida versitariu para cjercer las profesiones. Según parccc, estas dus medidas aparentemente democráticas contaban con algún apoyo bipartidista, Pe.se a la moderación dc ia actividad legislativa, los conserva­ dores hallaron un tema de controversia en la decisión del gobier­ no de López de expulsar a los jesuitas en mayo dc 1830. Muchos liberales desconfiaban de los jesuitas porque percibían a los hijos de Loyola como un instrumento político del partido conservador Sin embargo, ni cl presidente I.ópez ni algunos otros liberales ve­ teranos dc su gobierno querían expulsar a los jesuitas, por temor a una posible reacción popular. D e hecho, miles de personas firma­ ron peticiones en contra de la expulsión, y las damas de clase alta de Bogotá !e rogaron al presidente que no cometiera semejante sacrilegia Sin embargo, López cedió a la presión liberal y desterró a los jesuitas mediante una orden ejecutiva, con base en cl dudoso argumento jurídico de que la orden dc expulsión emitida por Car­ los III en 1767 seguía vigente. Si se tiene en cuenta la agitación que precedió a la expulsión de los jesuítas, la reacción cuando se pro­ dujo al acto en si fue sorprendentemente limitada. Ln 1851 los liberales contaron por primera vez con amplías mayorías en ambas cámaras del Congreso. (Los conservadores se quejaban, probablemente con razasai3nenä seaeto, la 'delación ■ y la ctiedienoa pasiva. Y se estipuló que la autoiidad pública no Mayo 1;

Mayo 21 Mayo 24

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gobierno. Se abdiô el fuero eclesiástico La provincia de Antioquia se fragmentó en tees prosrincias. Ajitioauia, Medellin y Córdoba (Rionegro). Se abolió la esclavitud a partir de enerode 1852 zOla gjeira con Ecuador, (Reacción a la ayuda ecuatoriana a I9 consenodora que por esa época sedesarrollaba en ^ Cauca.) Sepiomuigó una leyque sentaba lasbases para la reforma de la Constitu­ ción de 1843. garantías de libertad individual, rncluidas la libertad de cul­ to, lalibertaddee«ptesióny de prensay lalibertaddeeducación, prohibición de (a esclavilud; estructura política federal; extensión del sufragios todos los adultos varones alfabetas para eiegir, en votación secreta, el presiden­ te, kjsiuecesdela Corte Suprema y tos gobernadores provinciales. Los cabildos locales escogeitan a los sacerdotes, de ternas suministradas pw tos obispos; las legislaturas provinciales serian responsables del apoyo financiero a la Iglesa en sus jurisdicciones. Los censos de la iglesia se cancelaitan pagando la mitad de su valoi de ca­ pital, $e estipuló la libertad absoluta de prensa. Se establecieron juioos conjurado para homicidio, robo y hurto de gran­ des cantidades.

e: Codrficxión Hxional, vol. av. yes más importantes fuerun la que abolió el fuero eclesiá-stico en materias civil y penal (mavT) 14), la que a.signó a los concejos mu­ nicipales un papel en la selección dc los párrocos e hizo a la Iglesia depender financieramente dc las cámaras de provincia (mayo 27) y la que permitió a los propietarios gravados con censos liberarse al pagar al gobierno la mitad-de su valor de capital (mayo 30), Cada una dc estas medidas expresaba en algtin grado tin elemento im­ portante de la ideología liberal. Los liberales más radicales creían que la Iglesia católica, con sii estructura jerárquica, era incompa­ tible con la democracia; tos liberales más moderados no estaban de acuerdo con esta posición tan radical, pero sí creían que era preci­ so reducir el poder y los privilegios cclesiá-stieos, por motivos tan­ to políticos como económicos, 1.a abolición del fuero representaba una afirmación del principio de igualdad ante la ley 1 j s leyes que asignaban a los concejos municipales un papel en la selección de

in: poi.iJrogmenlaiJa, sociedad dividida los curas párrocos y que volvían a la Iglesia dependiente de las legislaturas provinciales fueron esfuerzos tendientes a debilitar la estructura jerárquica de la iglesia y a dar mis control local sobre los párrocos. A su vez, la amortización dc los censos fue una me­ dida económica que buscaba facilitar la circulación dc la tierra en un mercado abierto. Los conservadores, sin embargo, no percibie­ ron las acciones liberales como un asunto de principios sino como un ataque contra la Iglesia como institución. L a rebelión conservadora de 1851 Las innovaciones eclesiásticas de 1851 .suplieron uno de varios motivos para la rebelión conservadora de esc año. .Mientras estas medidas se abrían paso en el Congreso, los eonservadores dc Bo­ gotá planearon iniciar una revolución, posiblemente un golpe de estado cn la capital, cuando las leyes antieclesiásticas entraran en vigor y aprovechar asi la reacción airada dc las gente.s piadosas. Entre tanto, una junta de conservadores en Popayán había ideado un plan diferente: insurreccionar a las provincias dcl occidente. En abril de 1851 se iniciaron movimientos revolucionarios conservudores en Pasto y en diversos lugares dcl valle del Cauca. Si hien la insurrección conservadora en el valle dcl Cauca fue reprimida rá­ pidamente, la revolución se propagó a Antioquia en junio, y en julio y agosto llegóal oriente (Bogotá y sas alrededores, Mariquita, Tunja y Pamplona). La rebelión conser>adora de 1851 suele describirse como un acto de resistencia contra la abolición de la esclavitud. En el siglo XIX los liberales so.stuvieron que la rebelión fue motivada por la de­ fensa dc la esclavitud, y esta idea también aparece en escritos más recientes. Existe alguna evidencia circunstancial que puede apa­ recer acorde con esa interpretación. Julio y Ser{rio Arboleda, dos de los lideres dc la rebelión en el Cauca, eran dueños de esclavos y ellos y los demás esclavistas de la región se quejaban dc las conse­ cuencias económicas que les acarrearía la abolición de la esclavi­ tud. Sin embargo, en cl Cauca ya la esclavitud estaba en proceso de disolución y la mayor parte de los terratenientes aceptaba la abolición. (El general Mosquera se habia anticipado a lo inevita­ ble mediante cl envío de sus e.sclavos a Panamá en 1H50.) Además, Julio Arboleda, el líder más visible del levantamiento del Cauca, aunque sin duda furioso por no recibir una compensación adecuada

La era liberal, 1845-1876 por lus esclavos liberados, reaccionó mucho más contra el uso de la violencia por los liberales para ganar lu hegemonía politica en el Cauca. En su periódico revolucionario criticó a Ins liberales por utilizar negros libres como tropas de choque cn su guerra politica contra ias elites conservadoras. “ ¿Quienes son aquellos hombres, casi todos negros, que cruzan y recruzan armados por las calles de Cjíii? Son manuniisosylibertosque ha armado ei gobierno... Son agentes de! gobierno". lin todo caso, la rebelión conservadora de 1851 no se limitó al Cauca. En Antioquia, donde tuvo su mayor éxito relativo, los es­ clavos representaban menos del uno por ciento de la población y uno de ios primeros actos dc los conservadores rebeldes antimiueños fue la abolición inmediata de la esclavitud en su región. I)ebc anotarse que la ley antioqueña estipulaba una compensación mone­ taria inmediata, mientras que, según la ley nacional de abolición, a los dueños de esclavos se les pagaría en bonos, que sin duda se depreciarían bastante. Por otra parte, el general caucano Euscbio Borrero. que presidió la rebelión en Antioquia, votó como senador a favor de b lev- de abolición de la esclavitud antes de marcharse de Bogotá para dirigir la insurrección paisa. I.a rebelión también se propagó hasta los altiplanos orientales y la provincia de Mariqui­ ta, en donde la esclavitud no era importante y existía un sentimientó antiesclavista generalizado. En Antioquia. varios motivos incitaron la rebelión. I .as medidas liberales del Congreso de 1X51, percibidas como anticlericales, fueron iin agravio importante; varios párrocos apoyaron la rebelión, aunque algunos también se opusieran a ella. En la zona de coloni­ zación antioqueña hacia al sur, alguna gente temía que se propagara la anarquía desde el C.auca- Ei general Borrero aprovechó estos temores diciendo que cl gobierno liberal había aprobado los exce­ sos de los Democráticos cn cl Cauca, y que, a menos que triunfara la revolución, los antioqueños estaban bajo la amenaza n>bo de sus propiedades, la violación de sus mujeres y la destrucción de su religión. Kn Medellín y los pueblos vecinos, 1:aña, tanto los conservadores como los liberales percibían ta lucha contra Meto como una fase mis cn la pugna partidista por cl predominio local. F.l general Mosquera sospechaba del gobernador liberal de C^artagena, Juan José Nieto, e hizo que lo destituyeran. Dondequiera que fuera cl general Mosquera, los conservadores reemplazaban a los liberales en los gobiernos regionales. Desde ei punto de vista conservador, todos los liberales eran sospechosos dc colaborar con Meló. Después dc la derrotado .Mclo en Uogotá cn diciembre dc 1854, algunos liberales considerados como demasiado simpatizantes de los artesanos, como 1-orenzo María Lleras, fueron a dar a la cárcel durante algún tiempo. Pero los constitucionalistas se mostraron es­ pecialmente severos con los artesanos. I.OS que se consideraban más peligrosos fueron enviados al exilio cn Panamá, dc donde pocos re­ gresaron. r,n cambio, varios hombres de la clase política que cola­ boraron con Meló pronto se reintegraron a la actividad política. La victoria constitucíonaüsta tuvo su principal impacto en las provincias. Kn varias de ellas los oficíales militares conservadores destituyeron a las autoridades liberales, aduciendo una supuesta simpatía por Meio, y las reemplazaron por conservadores. Los gobiernos locales y regionales conservadores, impuestos por los militares cn 1854, retuvieron su hegemonía de diversas maneras.

La eri liberal, 1845-1876 En 1855 auioridadc.s conservadora.'* dc Cali impidieron cl re­ gistro ckcrorat dc unos 600 liberales, lo quc indujo a los liherates caleños a abstenerse dc votar en las elecciones dc e.se aña En la costa caribe las autoridades conservadoras nombradas por el gieneral Mosquera excluyenin a la mayor parte dc los liberales de la vota­ ción, diciendo que todos eran melistas. Después de que el general Mosquera destituyó el gobierno provincial liberal de fk aña en 1854, lina legislatura provisional consenadora retuvo el poder al votar para extender su periodo de gobierno durante otros tres anos. Los indicios de estas medidas arbitrarias plantean interrogan­ tes sobre si las victorias electorales conservadoras entre 1854 y 1856 representaron un apoyo popular al conservatismo en las únicas elec­ ciones nacionales con sufragio masculino universal realizadas en el siglo XIX, o fueron más bien una consecuencia dc la exitosa con­ trarrevolución conservadora dc i8«|4-i855- En 1855 los conserva­ dores obtuvieron la mayoría cn el ,Senado y una ligera ventaja en la Cimara de Representantes. Kl predominio electoral conservador se hizo más evidente aún en 1856, cuando el candidato conservador a ta presidencia, Mariano Ospina Rodríguez, derrotó decisivamen­ te, con 95,600 votos, al candidato liberal, Manuel Murillo Toro (79.400), pese a la participación de un tercer candidato, el general Tomás Cipriano de Mosquera (32.700). Sea cual fuere el grado en que se vieron afectadas por acciones arbitrarias locales o regionales, las elecciones presidenciales de 1856 pusieron de relieve claras tendencias políticas regionales, l>os con­ servadores dominaban cn Antioquia, en los altiplanos dc Cundi­ namarca y cn Boyacá, 1« s liberales tenían bases de apoyo cn la zona del Caribe, cn las tierras calientes dc las faldas dc la cordillera Oriental de Cundinamarca, y ejercían un control mayoritario cn Santander, aimque dicho estado no carecía de fuerzas conservado­ ras. Ix>s liberales y los conservadores también compitieron por el control del valle dcl Cauca y dcl valle del Alto Magdalena. En es­ tos comicios surgió una nueva fuerza política, los partidarios del general Mosquera, que tenia influjo en el Caribe (cl estado de Pa­ namá y las provincias de Cartagena y Mompox) y en su terruño natal en Popayán. Muchos de los partidarios dc Mosquera cn el Cauca yen la costa caribe durante las décadas de 1850 y 1860 trans­ firieron luego su lealtad al cartagenero Rafael Núñez, cn los años setenta y ochenta.

Colomhio: país fragmentado, sorietiad dividida El au(cc dcl redernlismo Pescai restablecimiento dcl predominio conservador a partir tic 1855, continuó la tendencia que se habia iniciado a fines de los años cuarenta-la redistribución dcl poder, restándolo del gobierno cen­ tral y entregándoselo a los gobiernos provinciales, tjjm o resulta­ do de la descentraliMción y de la eliminación de numerosas fuentes de ingresos nacionales, las rentas del gobicmu nacional se reduje­ ron notoriamente durante la década de 1850. Kn 1848-1849 el in­ greso bruto dcl gobierno nacional ascendía a más de 3,3 millones de pesos; entre 1851 y 1858, cl ingreso anual dcl gobierno central fue, en promedio, inferiora los 1,7 milloncs. Después dc 1854, en parte debido a ia creciente penuria fiscal pero también por la convicción de que un ejército numeroso pre­ sentaba una amenaza potencial para d gobierno constitucional, ios legisladores siguieron recortando d estamento militar. Kn 1857 cl ejército permanente se habia reducido a un tercio de su tamaño en 1853 (dc r.500 a 500 efectivos), y el presupuesto militar era me­ nos de un tercio d d que existia cn ese año. Aunque cn los primeros años de la década de 1850 hubo una tendencia marcada hacia ei federalismo con la descentralización dc ingresos, la reducción del ejército permanente y la disposición sobre la elección de gobernadores en la Constitución de 1853, el ntovimicnto falei'alista cobró aun mayor Ímpetu en 1855-1857. I'.n 1855 la mayoría de las legislaturas provinciales se pronunciaron a favor dc un mayor avance hacia d federalismo. A todas las provin­ cias d d norte, desde Vélez hasta Pamplona, les gustaba la idea, al igual que a las d d Alto Magdalena (Neiva, Mariquita y Tequcndama). Antioquia, Popayán y el Chocó también estuvieron de acuer­ do. principal oposición contra una mayor autonomía regional provino de las legislaturas provinciales dc Bogotá, Cauca, Duena­ ventura y Pasto. A Cartagena tampoco le atraía la idea y se abstuvo. Varíos conservadores destacados, con El Porvenir de Bogotá como su vocero, se opusieron a un gobierno federal por considerarlo demasiado débil para preservar el orden. Sin embargo, algunos conservadores, sobre todo los antioqueños, percibieron la autono­ mía regional como una manera de salvar a su región d d contagio de Us panaceas lilKralcs. En r855-i857 eran tantos los conserva­ dores que apoyaban al federalismo dc alguna manera, que Mariano

Ospina Pérez, el principal dirigente dcl partido, y otros notables conserwdores no tuvieron más remedio que moderir sus críticas. Si bien algunos conservadores apoyaron cl movimiento federa­ lista, sus más fuertes adalides fueron los liberales. El Tiempo de Bogotá, fundado en 1855, fue cl principal defensor de un sistema altamente descentralizado. Entre la con.stelación de escritores liberales de El Tiempo que desempeñaron un papel activo en la formulación de una ideología que sustentara una estructura más descentralizada figurab-.in Manuel Murillo Toro, José María Sam­ per, Justo Arosemcna y Rafael Núñez (éste, tres décadas después, Ikftó a ser el crítico más severo dcl sistema federalista). Kn 1855 los liberales de £7 7»w/i» anunciaron con cierta satis­ facción que muchas do sus metas iniciales se habian cumplido: la reducción dc las barreras arancelarias, la eliminación de casi todos los impuestos coloniales, la separación de la Iglesia y el Esud», la abolición de la esclavitud y del encarcelamiento por deudas, y la implantación dcl sufragio universal. Pero cl programa liberal, de­ cían, sólo culminaria con cl establecimiento de un sistema comple­ tamente federal. I.os liberales radicales identificaban los sistemas centralistas con la autoridad absoluta, respaldada por grandes ejér­ citos permanentes y una Iglesia estatal. El gobierno centralizado había significado opresión y guerras civiles inspiradas por el de­ seo de controlar los recursos dcl Estado nacional. Al reducir cl poder y los recursos del listado central, el sistema federal disminui­ ría los incentivos para ejercer control sobre él y, por consiguiente, pondría fin a las guerras civiles. Elcxmílicto también se eliminaría con la formación de gobiernos provinciales constituidos por regio­ nes que eran homogéneas cultural y económicamente. Si cada en­ tidad regional tenía intereses económicos homogéneos, cada una podría desarrollar esos intereses al máximo, sin temor a generar conflictos. Cjida gobierno regional podría ensayar distintas solu­ ciones institucionales de acuerdo con sus intereses particulares, logrando asi una diversidad armoniosa. En algunos aspectos, cl programa liberal para una federación en 1855-1857 fuc contradictorio. Aunque los hberales defendían la causa dc la autonomía regional y la libertad de desarrollarse según los intereses locales, dudaban de que los gobiernos regitmales bajo el control conservador garantizaran la protección constitucional a

DIVISIÓN POLÍTICA ADMINISTRATIVA 18 S8 -1 906

I.aerü liberal, 1S45-1876 los dcrcchüs inilividuulcs quu los liberales consideraban fundamen­ tales. Asi, contrailiciendolaidea de ia autonomia local, insistieron tn que la constitución nacional hiciera énfasis en que cada gobier­ no regional garantizara varios derechos individuales, como la abo­ lición de la pena de muerte. También surgió otra contradicción en tomo al tamailo de las unidades políticas regionales autónomas. idea dc que las uni­ dades regionales debían tener intereses económicos homogéneos sugería que lasentídailes políticas fueran pequeflas, pues de lo con­ trario era probable que algunos intereses entraratt cn conflicto. Por esta ra7.ón, Manuel Murillo se pronunció a favor de instituir uni­ dades regionales pequeñas. Pero otros creían que la subdix ísíón de las provincias entre 1S47 y 1S53 había creado gobiernos regionales demasiado pequeños para ser viables. Por consiguiente, en 1855 el Ckingreso comenzó a reintegrar las provincias recientemente divi­ didas dc üogotá, Antioquia, Pamplona y Pasto. Por otra parte, en febrero de 1855 cl Cxingreso declaró el istmo dc Panamá un “estado federal .soberano” , l,a creación del ¡'..stado de Panamá estimuló a los representantes de otras regiones a solicitar el establecimiento de otros estados grandes. En 1856 Antioquia se transformó en es­ tado, yen 1857 cl Congreso creó los nuevos estados de Santander, C.auca, Cundinamarca, Boyacá, Bolívar y .Magdalena. I .a creación de éstos estados más extensos puso en entredicho la presunción liberal de que las unidades de gobierno regionales tendrían inte­ reses liomogcncos, si es que eso fuera posible dentro de una enti­ dad política de cualquier (amaño. I^a(^institución vigente de 1853 no contenía disposición alguna sobre “estados federales” , dc modo que su creación entre 1855 y 1857 fue una anomalía jurídica. .\si, fue indispensable redactar una nueva carta que proveyera un armazón constitucional para los nue­ vos estados que ya se habían creado. I.a Constitución de 1858, en la que el Estado nacional fue rebautizado como Confederación Granadina, debía satisfacer esta necesidad. No obstante, la (¿ins­ titución era ambigua con respecto a las relaciones entre e! gobier­ no nacional y los estados. Los políticos ambiciosos y los partidos políticos rivales que buscaban asegurar la hegemonía partidista en lnservador en Antiixjuia, pero Murillo, su sucesor en la presidencia, optó por aceptar cl control cngrcso que revocara la ley de neutralidad. Martin quería una legislación moldeada de acuerdo con la garantía federal dc orden cn los estados estipulada en la Constitución de los Estados Unidos. No obstante, cl Congreso, dominado por lus radicales, insistió cn la neutralidad estricta dei gobierno federal con respecto a ios con­ flictos internos en los estados. Ininicamente, no mucho después de que el Congreso nacional insistiera en la neutralidad dcl gobierno central, el presidente nacional radical, Santos Gutiérrez, depuso al gobierno conservador del Estado de Cundinamarca. Debe ob­ servarse que, en este caso, los radicales dc Bogotá temían que si el gobierno nacional no deponía al régimen estatal conservador, esteúltimo, respaldado por fuer/as irregulares que fluían a la capital desde cl área circundante, podría derrocar el gobierno de la Unión. Entre 1864 y 1876 cl deseo de mantener cl control del gobierno nacional se impuso sobre el principio de la autonomía estatal como regla de gobierno de los radicales, por lo menos tratándose de las elecciones. Según la Constitución de 1863, el presidente nacional era elegido por una mayoria de los nueve estados, teniendo cada estado un solo voto. Para retener cl gobierno central, los radicales tenían que triunfaren por lo menos cinco estados en las elecciones bienales a la presidencia nacional. Por lo general, los radicales pro­ curaban obtener estas victorias electorales por medios má.s o menos

La era liberal, 1845-1876 pacíficos: rn()\ ilizando lus votos de las guarniciones militares, me­ diante intimidación local o por otras modalidades corrientes de manipulación electoral. Sin embargo, de cuando cn cuando fue necesario que el ejército nacional, entontes denominado la Guardia GolomWana, interviniera por la fuerza en ciertos estados, por lo general en los menos poblados, cjue tcnian menos peso en la política nacional, como los estados de Magdalena o Panamá, I.OS abusos más flagrantes ocurrieron en las elecciones presidenciales de 18751876, precisamente porque, en ese momento, la hegemonía radical estaba seriamente amenazada. I-’ I desafio emanó dc las fuerzas com­ binadas de liberales independientes y de muchos conser\adores, que tenían influjo en la co.^ta caribe y en el Canea, regiones éstas que objetaban el control del gobierno nacional por los radicales, muchos de los cuales provenían de la cordillera Oriental, Cultura ceunómiea y politica económica, 1845-1876 I.a expansión de las exportaciones de tabaco iniciada en 1845 tuvo un impacto notoriocn la sociedad y la cultura neugranadinos. 1.a clase alta se vio visiblemente afectada. Acostumbrados durante el pe­ riodo colonial y las primera.*; décadas republicanas a una economía soñolienta, muchos señores de Bogotá y dc gran parte del país habían vivido dc las rentas bajas que les producían sus propieda­ des rurales’ y urbanas, y quizás también de algún empleo ocasio­ nal en el gobierno. Con la bonanza tabacalera en el valle del Alto Magdalena, no pocos se cntusia-smaron al percibir una nueva opor­ tunidad. Empresarios y trabaiadores migraron al Alto Magdalena para desbrozar tierras y sembrar tabaa>, en tanto que otros dc la clase ilominantc se convirtieron en comerciantes. A partir de 1845 la sociedad neogranadina comenzó a orientar­ se cada vez más al comercio exterior y la clase alta adoptó actitu­ des un tanto más burguesas. La prensa reflejó este cambio cultural. Antes de 1845 se ocupaba sohre todo de temas políticos. A partir de 1845, y sobre todo desde 1847, aunque las periódicos seguían tratando los temas políticos, incluían cada vez más estadísticas eomcrciales, informes sobre los mercados internos y extranjeros y artículos sobre métodos dc producción y mercadeo potencial de productos exportables. Durante la década de 1850 gran parte de esta información se refirió a la industria tabacalera y, cn menor grado, a productos dc

•aisfragmentado, sociedad dividida

los seis principales productos de exportación de Colombia, 1834-91.

Í2.A13.0

74,0%

2) Décadas 0« 1850 y 1860. Suige el tabaco: aparecen laquina y los sombreíos, pero luego declinan. 1854-58 1864-70 Tabaco Quina Sombreros • Cueros

$2.113,8 1.769,0 S20,4 605,0 258,5 253,6

33,3% 27,8 9,8 9,5 4,1 4,0

Tabaco Oro Café AlgodíSn Quina Sombreros

Í2.757.3 2.227,8 595,6 426,5 350.8 232,2

3?!? 30,1 8.1 5,8 4,7 3,1

:o declina: surge el café: la quina vu

14 763,4 í 2.607,4 ros 1 200,8 » 766,2 Animales »i«>5 546,3

30,9%

$4170.4 3.275,0 993,2 B55,9 833,4 325.8

exportación secundarios, como la quina y ios sombreros de pal­ ma, Sin emliargo, antes de 1876 las elites neogranadinas no sc con­ tentaron con un solo cultivo de exportación, o siquiera con unos

La era liberal, 1845-1876 pocos. El volumen de las exportaciones del pais, incluso de tabaco, era relativamente pequeño, sii posición en los mercados atlántifcós era algo marginal y se veian mu>- afectadas por las nu9Eíiaeiones en la demanda externa. Por consiguiente, los empresarios experi­ mentaron constantemente con diversas alternativas, la mavor parte dc las cuales resultaron siendo de escala modesta y poca confiabilidad (véase el cuadro 10.7). En los años cincuenta se intentó ex­ portar añil y, cn los años sesenta y comienzos de los setenta, éste formó parte de la variada gama dc productos de exportación dcl pais. 1.a guerra civil estadounidense generó esperanzas para las exporiaciont» de algodón en los años sesenta, pero esta ilusión pronto se desvaneció ante la rápida recuperación de la producción algodonera en el sur de I'.stados Unidos cn la posguerra. I/js pro­ ductos selváticos también llamaron la atención dc los empresarios. El más importante fue ln quina, entre las décadas dc 1850 y 1880. Los palos de tinte habían sido un producto de exportación desde la era colonial; a mediados del siglo xix su exportación continuaba, aunque con menor importancia relativ'a. Los comerciantes que buscaban constantemente nuevas fuentes de divisas extranjeras también experimentaron con otros productos selváticos menos conocidos, como la tagua y plantas medicinales como la zarzaparilla y la ipecacuana. I'l café, que se cultivaba a pequeña escala en San­ tander y otras regiones, comenzó a atraer mayor atención en los años sesenta. Ya en los setenta, figuraba como uno de los tres pro­ ductos tropicales de exportación más importantes, junto con el ta­ baco y la quina, entre una variedad bastante amplia de productos. Sin embargo, el café no se convirtió en el producto de exportación dominante sino a Unes de los años ochenta. Kn vista del nuevo entusiasmo que suscitaba la posibilidad de exportar productos tropicales, quienes cultivaban y comercializa­ ban este tipo de productos fueron vistos, por lo menos cn algunos sectores de la sociedad, como pioneros heroicos. Francisco Montoya, quien encabezó el desarrollo de la exportación tabacalera a fmes de los años cuarenta, era considerado monopolista por sus competidores más pequeños durante su período de prosperidad, pero cuando quebró en 1857, sc le vio como un héroe trágico. Ha­ cia fines del siglo, Medardo Rivas escribió Los trahajadores de tie­ rra caliente, im himno dc alabanzas a numerosos señores dc la clase alia que, desde mediados dcl siglo, renunciaron (según Rivas) a las

Cohmbia: paisfragmentado, sociedad dividida comodidades de Bogotá para bajar al valle dcl Alto Magdalena, co­ rriendo el riesgo de enfermar y morir cn cl dim a cálido, a tin dc buscar fortuna como sembradores dc diversos cultivos tropicales. Si bien los pioneros d d desarrollo de producRra de exportación fueron los héroes económicos más visibles del período, quienes más se beneficiaron con la expansión dc las exportaciones fueron loscx>inerciantes menos heroicos que se concentraron en el negocio dc importación. En los primeros decenios dcl siglo XIX, cl comercio de importación si implicaba algo dc heroísmo. F.n esa época era co­ rriente que los comerciantes del interior viajaran hasta Jamaica para comprar cargamentos y luego acompañarlos de vuelta cn el largo viaje rio arriba por el Magdalena, un viaje incómodo y con frecuen­ cia frustrante, que en los champanes con carga pesada tomaba en­ tre dos y tres meses. Los costos y las dificultades dcl comercio dc importación bajo estas condiciones limitaban cl ingre.so a este rama A mediados dcl siglo estas características dcl comercio de im­ portación comenzaron a cambiar. En 1840, aunque una gran proporcion de las importaciones de la Nueva Granada todavía provenía dc centros de distribución en el ('aribe, muchos cargamentos lle­ gaban directamente dc Inglaterra y l'rancia, loque indica que por lo menos algunos de los comerciantes neogranadinos más impor­ tantes mantenían ahora relaciones directas con los países provee­ dores en Europa. Pero entre 1845 y 1855 se produjo un cambio radical, cuando las exportadones crecientes de tabaco y en segundo lugar dc quina y sombreros promovieron una mayor cantidad dc imp(jrtacíones, y las exportaciones e importaciones cadi vez más voluminosas suministraron un flujo de carga que permitió cl es­ tablecimiento definitivo dc la navegación en barcos de vapor por d río Magdalena. I ^ ahí en adelante, un número cada vez mayor de importadores del interior pudo establecer relaciones de crédito con casas comer­ ciales británicas y francesas. Kn 1H48 encl puerto de Santa Marta, el valor de los bienes directamente procedentes de Inglaterra fue cinco veces superior al de los que venían de las Antillas británicas. El es-tablecimiento de relaciones directas con las casas comisionistas dc Inglaterra y Francia significó que los importadores neogranadi­ nos podían operar a escala mayor y con costos menores. instau­ ración definitiva d d transporte en barco de vapor por el Magdalena no resolvió todos lus problemas del iráñco fluvial; los barcos enea-



i-ra liberal, 1845-1S76

liaban y en ocasiones explotaban y sc quemaban; además, los frus­ trados importadores a veces tenían problemas para obtener cupo en los vapores. No obstante, los barcos de vapor permitieron el transporte de mercancía con mayor seguridad y velocidad y a un menor costo que en los champanes. Con este mejoramiento en la eficiencia, cl umbral para cl ingreso al neg«n¿ Santander Tolima Total

365.900 241.704 498 541 435.078 413658 88.928 224.032 433.178 230.891

2'931.9'

33.000 40.000 30.500 63.000 23 100 25.000 36.100 18.500 36300

11,1 6,0 16,3 6,9 17,9 3,9 6,2 23.4 6,4

26.0C 30 OC 55.8( 603.8( 183.3C 44.8£ 46.5( 23 7( 114(

9,6

1’025.300

la población, poseían más fuentes de riqueza para el comercio in­ ternacional, lo que ftcncraimentc iba acompañado dc recursos ins­ titucionales como los bancosF.n las “ áreas baldías” se localizaban los Territorios Nacionales o Federales, antecedentes dc las intendencias y comisarias del siplo XX. Cxin excepción del Cauca, que mantuvo bajo su iurisdicción el extenso territorio de Caquetá, para el que se conjeturó una población de 30.OOO indígenas, los demás Filados cedieron sus te­ rritorios federales a la Unión. Habia en éstos, según cl censo de 1870, 45,076 habitantes distribuidos en 57 poblaciones. Los territo­ rios cedidos fueron: Bolívar (F.l Opón), en Santander; Casanare, en Boyacá; Chiajira, Nevada y Motilones, cn el Magdalena; San An­ drés y San Luis de Providencia, cn Bolívar, y, por último, los Llanos de San Marrin, en Cundinamarca. Por esta cadena de cesiones, la Unión se obligó a acometer las obras públicas necesarias para c(tnectarlos al centro del pais y buscar su poblamicnta Uno de los métodés

Santander: Santander

visiones, restableciniicrjras y nuevas divisiones, los ocho Departa­ mentos que quedaron después dc la separación dc Panamá, sc con­ virtieron en catorce (ver cuadro 11.3). centralización agudizó el déficit liscal e intensificó el con­ flicto en torno a la distribución del gasto público. Kl gobierno nacio­ nal asumió la garantía del orden púMico y, con ello, ei sostenimiento del ejército nacional, que se recquipó y aumentó ei pie de fuerza “en tiempo de paz” a 6.500 hombres en promedio. También que­ daron a cargo del gobierno central ei funcionamiento del poder judicial, cl fomento de la navegación y de los ferrocarriles, ei pago de ias compensaciones contempladas cn el Cxmcordaro, y dc la deuda externa, cuyo serv icio se trató de cumplir después dc la ne­ gociación dc i8g6, ai igual que el sostenimiento dcl servido diplo­ mático y consular. Para garantizar la “ descentralización administrativa” se recono­ ció en 1887 a los Departamentos un conjunto dc rentas similares » las que recibían los listados federales: degüello, minas, aguardientes y otras de gran valor para los del Caribe, como las salinas maritimas. I .as dc aguardientes de caria podían administrarse bien por el sis­ tema dc monopolio, o por patentes rematadas entre particulares. Fl segundo fue el método practicado al occidente de río Magdale­ na, y auspició un extendido sistema dc clientclismo. Las cargas fiscales sc redistribuyeron territorialmente. Así, cn IR92 lus costos básicos dc la educación primaria fueron transferi-

Ni libertad ni orden dos a los departamentos; la Nación quedó obligada a atender imicamcnte la educación secundaria y universitaria. Para compensar a los Departamentos por la prohibición dc estabiecer impuestos al tránsito de mercancias, tal y como se practicaba bajo el federalismo, se acordó distribuirles el 25 por ciento de los incrementos a los derecitos dc importación. Iji penuria liscal dei gobierno central obiigó a siispender la medida en i8q6. Conserv-atizada la Regeneración cn 1888, el conflicto político se alimentó de las disensiones a/ules. La muerte de Núficz en 1894, seguida unos meses después por la del hábil Carlos Holguín, raiiitalizó aún más ias ala.s ultraclericales aliadas del régimen y cl \kepresldente Caro quedó en el centro de ia escena. Kntonces, una coniunción dc factores contribuyeron a los descalabros del régi­ men y a su desplome en medio de ia guerra civii dc 1899-1903: el doctrinarismo oficial, la inestabilidad de la economía exportadora y las presiones fiscales. Pese a todo, durante LnRegeneración las elecciones continuarcm marcando cl ritmo dc la vida |>úi>lica. Pero no eran competitivas. A fines de la última década del siglo y con excepción de Antioquia, los liberales quedaron sin representación en el Clongreso. Kl siste­ ma electoral rituallzaba las disputas en cl partido de gobierno, que continuaron siendo personalistas, reglonalistas, generacionales; muy tácticas y |xko sustantivas- 1.a consigna “ Menos politica y más administración” , ideal dcl régimen dc Porfirio Díaz en México, afín a la mentalidad de los gobernantes colombianos de la época, no tenia cabida cn cl ajetreo de las maquinarias locales, igual que hajo el federalismo, cl país vivía en campaña electoral: cada dos años había elecciones para concejales mtinicipalcs y diputados a las a-sambiea-s; cada cuatro años para representantes a la Cámara, y cada seis para los electores que designarían al presidente y vicepresiden­ te. LI Senado era rotativo y sus miembros eran elegidos cada dos años por las asambleas departamentales para periodos dc seis anos. Kn ia elección presidencial dc i8t>aia disidencia antioqueña ob­ tuvo el 20 por ciento de los votos. Kn la de 1897, a lo que podemos llamar una primera vuelta, concurrieron tres listas. 1.a ofldal dc ios nacionalistas sólo obtuvo el 53 por ciento de los votos; la disi­ dencia de los históricos, el 29 por ciento y los liberales unidos, ei 18 por ciento. Los liberales ganaron cn Cundinamarca, y los hi.stóricos, en Antioquia \ Cauca. Kn una especie de segunda vuelta

PT' Colombia: país fragmentado, sociedad dividida en i8g8, lus facciones conservadoras unidas aplastaron a los libera­ les. En i-acenses, estas últimas consideradas “ indias” . Por tanto, no debe ser causa de asombro que los miembros de la elite manizalita. cn la región paisa dcl Viejo Caldas, el centro de la caficultura del siglo XX, se consideren como una segunda edición corregida y mejorada de los antioqueños. Aluden, entre otras cosas, a que en Caldas la proporción de “ negros” es muy baja, comparada con la de Antio­ quia. (Ver cuadro 1 1.9) Ahora bien, los datos de los censos de 1851 y 1912, presenta­ dos en los cuadros 11.8 y 11.9, que son aproximados y subjetivos en cuanto dependen del criterio del encucstador y del cncuestado, muestran unos paisas más mestizos dc lo que ha supuesto la leyenda y más a tono con su desarrollo histórico. Esta información también indica que cn la segunda mitad dcl siglo XIX fue manifiesta el ansia de blanqueamiento cn todo cl país y quizás en todos los grupos sociales. En estos sesenta años los

Distribución porcentual de la población por razas, 18S1 Estados Soberanos Blancos Indios Negros Mestizos Mulatos Zambos Mezclados (!) (2) (3) (4) (5) (6) (4*-5-f6) Antioguá Bolívar Boyacé Cauca Con/marca Magdalena Paramé Santander Tolima COLOMBIA

2o l 13,7 3,0 19,4 24,5 6,7 10,! 23,1 17,4 17,0

2I 5,5 38,4 7,9 29,4 10,7 5,8 0,0 15,8 13,8

37 5,5 0,7 13,0 0,3 6,7 3,6 1,1 1,6 3,8

«1 25,3 48,1 37,3 45,0 26,7 65,2 69,8 48,9 47,6

iil 22.0 4,7 2!,8 0,6 29.3 7.2 5,6 15,8 13,1

il 28,0 5,1 0,6 0,3 20.0 8,0 0,5 0,5 4,7

^ I ! ! ( (

“ blancos” subieron cid 17 por ciento de la población nacional al 34,4 por cicnto. Pero los “ negros” aumentaron proporcionalmen­ te más que los “ blancos” ; en cambio, los “ indios” disminuyeron a la mitad, y las “ mezclados” , en una cuarta parte. La distribución racial dc la población mantuvo el patrón geo­ gráfico dc la época colonial. En algunas comarcas d d occidente y dcl Caribe era más alta la proporción de “ negros” y “ mulatos” . En la región cundiboyaccnsc, que había pasado por un acelerado proCu.dr.1,.9 Blancos

Negros

1912 Indios

Mezclados

Deptos,

VsKe Nariíto N.d« Sanunder Santander ■fblims CO!X)MBIA•El censo del9!;

el departamento del Magdalena.

I» ÁREAS DE COLONIZACIÓN: SIGLOS XIX-XX

Puente: Atlas digital, Instiiutcp Agustín Codazzi

Ni libertad ni orden ceso dc mestizaje durante la Colonia y cl siglo xix, era mucho más bajo cl porcentaje dc “ indios" cn comparación con el dato ccnsal de Nariño y Cauca. Ln todo caso, sobre la negritud y lo indígena ha pesado cl estijrma. Pitra los empresarios cl pueblo colombiano era apenas un factor de producción. Rl aumento dc la población en el siftlo xix, estimado cn una tasa anual promedio dcl 1,5 porciento y la movi­ lidad geográfica les permitió abrigar esperanzas sobre el adveni­ miento dcl progreso basado en exportaciones diferentes del oro. Con base en cl censo de 1870 es posible calcular la fuerza labo­ ral dedicada a las explotaciones de tab-aco, quinas, café y a la mi­ nería (que cn este período representaban por lo menos el 80 por ciento del valor dc las e\portaci«mes y alrededor de un 10 por ciento-15 por ciento dcl i>iu)en unas 82 mil personas, un 5 por ciento de la población económicamente activa dcl país. ]m cual sugiere que los niveles de productividad del sector no exportador eran muy bajos. A este respecto baste señalar la escala de la artesanía rural (.ISO.000 trabajadores), actividad derivada dc la ctonomia familiar campesina, predominantemente femenina y concentrada en regio­ nes de .Santander, los altiplanos cundibov'acenses y el Gran CaucaLa frontera dc '‘recursos abiertos” Las cuatro migraciones principales de la segunda mitad del si­ glo XIX fueron las de santandercanos que se desplazaron desde las provincias del sur hacia las regiones de Cúcuta y ücaña y alTáchira y el Zulia en Venezuela, ijis que partieron desde las provincias den­ samente pc)blada-s y de ' iejo asentamiento del centro y el oriente de líoyacá y del oriente de Cundinamarca, hacia el occidente de Cundinamarca, cl centro y sur dcriblima Grande, marginalmente, al Magdalena Medio, el piedemonte llanero y a los territorios del Casanare y San Martin. I.a tercera, la mejor conocida y quizás la más mitificada, fuc la antioqueña que tomó varias direcciones. Sc consolidó en los polos mineros del norte y nordeste antioqueños; también llegó hasta Urabá y el Chocó. La creciente escasez de baldíos en las comarcas dcl suroeste de Antioquia y C;aldas empujó las migraciones por la cordillera Central hacia el Valle dcl Cauca. Desde alli marchaba hacia cl norte la cuarta corriente migratoria: la caucana. Antioqueííos y caucanos confluyeron hacia las fértiles laderas del Quindío

TRABAJO DURO Y VIOLENCIA EN LA FRONTERA "Tumbar monte para convertir el terreno en dehesas o siembras de ta­ baco era la grande empresa. El terreno inculto se c>od¡a estimar a ti6 la hectárea y en cada hectárea cultivada se cebaba una res que dejaba de utilidad S20 por año. "Jamás, ni en ninguna parte se habla presentado especulación seme­ jante. Para convertir a Guataquicito lun terreno en la banda derecha del río Magdalena, situado frente a la población de Guataquí, WP] en una sola pradera envié a Manizales por trabajadores; y el día menos pensado se me presentaron doscientos antioqueños con sus mujeres, niños y perros. Todos de guarniel atravesado, especie de almofrej, donde llevaban todo lo pue puede necesitar un hombre, inclusive la navaja barbera para las peleas; sombrero alón, arriscado de un lado, capisayo rayado, camisa aseada y pantalón arremangado. Traían un negro maromero, dos o tres jugadores de manos que hacían prodigios con el naipe, tres micos, diez loros y una yegua. "Todos ellos llegaron a medio palo, y con la seguridad de que llega­ ban como judíos a la tierra de promisión [...| "Llevaron su campamento al sitio más fresco de la pnspiedad; estableciéronse por cuadrillas, bajo la dirección de capitanes, con quie­ nes hice contrato para la rocería por cuadras de $ 25 cada una; y ar­ mados de calabozos o cuchillos de monte, empezaron la tala; y devoraron la montaña como por encanto [...] Alos tres meses el bos­ que íntegro habla desaparecido; a los seis meses se recogían mil car­ gas de maíz; al año estaba formado el potrero de Lurá para cebar quinientas reses. "Los antioqueños trabajaban en su retiro infatigables y contentos. Sólo dos o tres muertos hubo entre ellos por celos y rivalidades; pero los jueves bajaban los capitanes o destajeros al pueblito al mercado y ha­ bía las de San Quintín con sus habitantes, y por allí cada mes salían todos a descansar, y entonces era la desolación de la desolación. "Se bebían cuanto aguardiente habla en la colonia, formaban quere­ lla con todos los habitantes, les quitaban sus mujeres, los estropea­ ban sin consideración, y cuando ya nadie quedaba y todos huían, se ponían a ver maroma, muertos de risa de las gracias del payaso. '■¿Qué fue de los antioqueños? preguntará el lector "Losantioqueños, habiendo cumplido conmigo sus compromisos y sin deber un cuartillo a nadie, pues sí eran honrados, se fueron de Guataquicito para Lérida, contratados por otros hacendados; y tal guerra dieron, que en los archivos de aquella población se registra un decreto que prohíbe el trato con los antioqueños y el que éstos pisa­ sen su territorio". Fuente: Medardo Rivas, ios trabajadores de tierra ca/(ente, capítulo XII.

Ni libertad ni orden y ilel actual departamento dc Risaralda. Otros jcrupos antioqucnos remontaron la cordillera Central y .sc establecieron en el norte del lulima, prusigiiicndo más tarde hacia el sur. I.os colonos i)ue avanzaron a las vegas y valles de los ríos perdieron ante los empre­ sarios de Medellin, que los habían reservado para sus explotacio­ nes ganaderas. 1.a apropiación dc baldíos fue alli, y cn las selvas periféricas dcl Urabá, mucho más conflictiva que cn el sur y su­ roeste antioqueilos. El desplazamiento de la.s poblaciones campesinas de los altipla­ nos y tierras frías hacia las zonas cálidas y templadas de las laderas y valles interandinos fue, quizás, el fenómeno social más relevante en el siglo que vade 1850 a 1950. Aunque las condiciones ambien­ tales en las zonas subtropicales se expresaron en la difusión de malaria, anemia tropical y liebre amarilla, que afectaban principal­ mente a la población infantil, nada pudo contra el hambre dc tierra. vida en ia frontera era un azar. F.n 1912 el médico norteameri­ cano Hamilton Rice recorrió los Llanos y la selva oriental colom­ biana y quedó impresionado por la invasión de la malaria. En San Martin encontró que, de una muestra de 300 casos, todos estaban infectados: niños y adultos; hombres y mujeres. Según Rice, en su experiencia como residente encargado de hospitales en Rusia, Tur­ quía, Egipto o en las zonas apartadas de la HahiadcHudson, “nun­ ca había presenciado tanto sufi imiento". l^nVillavicencio,el único lugar donde podía conseguirse, la quinina alcanzaba precios exor­ bitantes. Sus descripciones pueden hacerse extensivas a los climas cálidos y templados de todo el país y están dcKiimentadas para las zonas cafeteras de la colonización antioqueña. 1 .os campesinos emigraron porque las tierras planas y fértiles estaban acaparadas por las familias dc terratenientes y comercian­ tcs \ las condiciones de explotación dc la (ierra no permitían au­ mentar la productividad cn las unidades familiares que enfrentaban el aumento dc población. F.n el período 1870-1905 se otorgaron más concesiones de baldíos que cn cualquier otra época, anterior o posterior, produciéndose una extraordinaria concentración de la propiedad territorial. Al establecer cafetales, o abrir potreros para la ganadería, los empresarios ofrccici on empleo, convi rtiéndosccn un factor de atracción de los campesinos migratorios. Las estadís­ ticas dicen mucho de lo que pasó, pero no todo. .Miles de familias dc colonos pobres no fueron registrados en esas estadísticas y pu­

Colombia: país fragmentado, sociedad dividida dieron subsistir p«ir varias generaciones en iin pedazo dc tierra, si títulos dc propiedad y sin protección de la ley. L a expansión del café, c. 1870-1896: las haciendas precursoras Después de 18S0 el café se convirtió en uno dc los principales productos de exporuciún y dc él dependían en prado creciente las economías de Santander y Cundinamarca. Aunque hay noticias de cultivos de café cn diversas repiones durante la época colonial, desde el punto de vista de la moderna historia cafetera podemos decir que arrancó cn Santander como nna prolongación de la caficultura venezolana. I^ s cafés santandcrcanos ocuparon un lugar promiente en los trabajos déla Comisión Corogràfica 1859), Por la Cordillera Oriental el café llegó a Boyacá y Cundina­ marca y cruzó el río Magdalena hacia cl sur dcl 'iblima. Más tarde se estableció cn Antioquia, y después dc rgrose propapó masiva y velozmente por Caldas y cl norte delTolima y dclValle del Cauca.

Tipología de las haciendas de café a fines del siglo XIX CundMoliniajador y su familia atienden una cantidad convenida de cafetos y luego se dividen la co.secha cn proporcio­ nes igualmente pactadas de antemano. F.n el arrendamiento cl mecanismo es diferente. A cambio del disfrute de una parcela para que eí trabajador cultive alimentos, éste sc obliga a trabajar para la hacienda un número determinado de jornales. Debe incluir el tra­ bajo de su familia y contratar peones si la parcela que ha tomado es muy grande. F.l agregado antioqueño ocupa una posición inter­ media entre el aparcero y el arrendatario. Su parcela para cultivar alimentos es más reducida y está alejada del lugar de su habitación, pero el agregado percibe una proporción mayor de ingreso en for­ ma de salario monetario. Pin los tres casos se acepta implícitamen­ te que los alimentos cultivados por los trabajadores hacen parte dcl ingreso familiar total. I-as relaciones de clase y “ raza" estaban definidas cn un con­ texto cultural. Seguramente los hacendados de Cundinamarca y

Ni libertad ni orden Tolima consideraron “ indios” a sus trabajadores, por mestizos que fuesen- En cambio, los santandcreanos y antioqueños prefirieron clasificarlos de “blancos". Parccc entonces que la aparcería fue más viable cn poblaciones que se consideraban pertenecientes a la mis­ ma “ raza” que entre desiguales. Kstos criterios cambiarían con el tiempo, de modo que los repímenes de aparecería dc los años treinta y cuarenta del siglo xx poco tienen que ver con este mundo “ tra­ dicional". I .as pocas informaciones disponibles sobre cuentas dc haciendas sugieren que los salarios monetarios (que representaban un fracción del salario total) disminuyeron cn cl periodo del des­ pegue cafetero cn (Cundinamarca, Tolima y Antioquial AS haciendas fueron precursoras .vdifusoras del cultivo y pron­ to debieron competir con pequeños ) medianos propietarios fami­ liares que, aprovechando la ventaja de la virtual imposibilidad de mecanizar la producción y el carácter intensivo y permanente del trabajo requerido, se acoplaban bien a la caficultura- La mayor fer­ tilidad natural del suelo, y mejores condiciones climáticas en las regiones adonizadas por antioqueños y caucanos principalmente, pusieron en desventaja la hacienda del centro y oriente del paisDespués de la guerra de los Mil Oías sobrevivieron muchas ha­ ciendas y algunas prosperaron- El espíritu capitalista del siglo xx se orientó de nuevo a las operaciones dcl comercio exterior- La ur­ banización y cl crecimiento económico impulsaron la e.speculación de finca raíz cn las ciudades, cl establecimiento dc empresas fabriles protegidas por el arancel y de compañías de transportes y de ser­ vicios públicos, principalmente la producción y distribución do­ miciliaria de electricidad. Oportunidades acrecentadas por el fin de las guerras civiles.

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La Colombia cafetera, ig o 3 - iç 4 6

l.os TEXTOS l)K HISTORK, “ nuevj” o “ tradicional” ,suelen lla­ mar “ la época de la hegemonía consen adora” el periodo compren­ dido entre 1H85V 1930. Periodizjción que privilegia la continuidad basada en la alianza de la Iglesia y los conservadores, pero que re­ lega aspectos fimdamentales del cambio histórico. Si bien es cier­ to que la jerarquía católica se consideró parte del gobierno entre 1R86 y 1930 y que fue confinada a la oposición desde 1930 hasta 1946, cuando un conservador volvió a ocupar la presidencia, tam­ bién hay que considerar que después dc la guerra de los Mil Días, yen particular después de 1910, el país entró en una nueva época. Pese al trasfondo de la alc\ e secesión de Panamá. Colombia pudo integrarse plenamente al mercado mundial cn cuanto se consoli­ dó la economía cafetera. La guerra civil perdió el áurea decimo­ nónica de forma válida de lucha política, aparecieron sindicatos de trabajadores y fue inevitable plantearse el tema de la ampliación de los derechos políticos y sociales- Sindicalismo y derechos so­ ciales habrían de ser cuestiones nacionales de primer orden durante la llamada república liberal, 1930-1946. A su turno, todos estos cambios implicaron una transformación amplia del Estada Nuevos problemas estatales surgieron con ia ccnCralidad ganada por los Estados Unidos a raíz de la cuestión pa­ nameña. 'iambién fueron problemáticas la delimitación de las fron­ teras internacionales con Venezuela, Brasil, Perú y Ecuador, y el status legal de los territorios limítrofes. Este período, que llama­ mos la “ Colombia cafetera” terminó después de la Segunda Gue­ rra Mundial. Aunque el café anudó la economía colombiana a la norteameri­ cana, la influencia cultural de lúiropa se mantuva I'n este terre­ no, la Iglesia, pese a ser una organización internacional, puede contarse en cl campo europeo. Deslegitimada la guerra civil, cl constitucionalismo volvió por sus fueros. El país se rigió por la (Constitución de 1886, reformada principalmente en 1910,1936, 1945,1957-59, 1968 y 1986. A pe­ sar del consenso civilista de las elites gobernantes después de la guerra dc los Mil Días, la lucha faccionai continuó determinando las alianzas y los conflictos políticos. El cuadro 12-I muestra simul­ táneamente la persistencia del enfrentamiento bipartidista y dc las divisiones internas en los partidos. Éstas fortalecieron cl bipartidismo. I.iberales y conservadores tuvieron atas moderadas que.

LAS ELECCIONES DEL 4 DE MAYO DE 1913 EN BOGOTA El fraude en las urnas y la violencia asociada recorren la historia políti­ ca del país cuando menos hasta la elección presidencial de 1970. La jornada electoral del 4 de mayo de 1913 en Bogotá, dedicada a la elec­ ción de representantes a la Cámara y realizada al inicio de uno de los períodos más prolongados de paz política, revela la fuerza de una cul­ tura sectaria, de un lado, y del otro, la inadecuación de las leyes electoralesa lo que ahora llamaríamos equidad y transparencia del sufragio, bases de la confianza pCiblica en el sistema. Para explicar la corrupción y violencia electorales imperantes en el medio colombiano y la necesidad de crear un sistema confiable, el diario bogotano El Tiempo amplió el arsenal argumentativo haciendo un préstamo de Oligarquía y caciquismo (Madrid, 1902), obra del in­ fluyente polígrafo aragonés Joaquín Costa. En la edición del 15 de mayo de 1913 el editorialista concluyó que las jornadas dei pasado 4 estuvieron "manchadas por la violencia, en algunos lugares brutal, y por el fraude cínico y escandaloso en casi todos". Los reportajes y notas editoriales sugieren aspectos del cuadro social de la confrontación en una ciudad como Bogotá, entre los republica­ nos y sus aliados, y otros sectores liberales y consen/adores opositores y por tanto excluidos del nuevo régimen debido su apoyo ostensible al Quinquenio 11904-1909) que había dominado Rafael Reyes. Tal fue la situación que enfrentó el caudillo Rafael Uribe Uribe y su bloque electoral, en una ciudad mayoritariamente liberal que, sin embargo, nunca pudo dominar. En la edición del 6 de mayo El Tiempo destacó las "pedreas a varias imprentas, atentados salvajes, absurdos cuando los comenten indivi­ duos que se llaman liberales: hubo violentos ataques a ciudadanos que pudieran haber cometido una falta, como la de quienes querían vo­ tar dos veces y merecían un castigo legal, pero en manera alguna el ser apaleados con indiscutible cobardía por grupos de treinta o cua­ renta energúmenos [...] Injusticia notoria sería la de hacer responsa­ ble a la conjunción de los desórdenes del domingo. Podemos asegurar que no pasaban de trescientos los que esgrimían el garrote y apedrea­ ban casas editoriales en medio de inconscientes vociferaciones; gran cantidad de chiquillos que veían en aquello una diversión y daban rien­ da suelta a un perverso deseo de hacer daño que lo mismo que ape­ drearon La Sociedad, hubieran apedreado El Tiempo. El Liberal o La Gaceta |...| Aún no se han extinguido los fermentos de violencia que nos dejaron pasadas contiendas, aún hay muchos para quienes la pie­ dra y el garrote, cuando no la bala y el puñal, son la última ratio. Son

ellos nuestros peores enemigos; pugnan más con nuestros sentimien­ tos e ideas que los más retrógrados escritores de la peor Runta". El viernes 9 de mayo de 1913 el diario liberal bogotano comentó uno de los incidentes más graves de ia tarde del domingo anterior Cuan­ do los manifestantes se tornaron más agresivos y trataron de tomar por la fuerza la casa de los Hermanos Cristianos, quienes se defendie­ ron y dispararon a la multitud. Llamada la Caballería, una pequeña fuerza de 50 hombres llegó al mando del ministro de Guerra, quien fue agredido por "un sujeto desconocido que sujetó por las riendas al animal y trató de desmontarlo. Lo previno éste, lo intimó que le deja­ ra libre el paso o que si no lo matara. El agresor, lejos de ceder, conti­ nuó en su loco intento. El Ministro disparó su pistola y el sujeto cayó al suelo. Suceso tarrwntable pero del cual no se puede responsabilizar ál Ministro. En este caso, otro cualquiera hubiera procedido de la mis­ ma manera", concluyó el periódico.

evcntualmcntc, sc entendían y formaban un partido ad hoc, que suplía un verdadero partido dc centro c impidió la formación dc “ terceros partidos” . Hasta 1950 todos los cambios de gobierno se realizaron dentro de los procedimientos constitucionales. I^s elecciones de 1004 y ic)io fueron indirectas y restringidas. I.a reforma consfitucional de 1910 estableció la ciccción directa de presidente dc la Repú­ blica. F.n 1936 sc dispuso que todos los hombres mayores de 21 años eran aptos para votar. Kn las elecciones dc 1926,1934,193S y 1949 ct partido de oposición no concurrió a las urnas, alegando falta dc garantías. En las de 1914,1918 y 1942, la opción quedó cir­ cunscrita a candidatos del mismo partido, apoyados por disiden­ tes dcl partido adversario. i)c las tres elecciones más disputadas, la de 1922 colocó al pais al borde la guerra civil, yen las de I930y 1946 perdió el partido dc gobierno al presentarse dividido ante un candidato moderado de la opo.sición. El cuadro 12.1 ilustra estas alternancias y el aumento más o menos constante de la participa­ ción electoral. 1.a historiografía económica y la política coinciden en señalar el aflo dc 1930 como uno de los hitos dcl siglo xx colombiano, Fn realidad Colombia pasó en 1930 por dos momentos críticos: la Gran Depresión y el arribo de los liberales a la presidencia, por primera vez en medio siglo. Sin embargo, los efectos de la Gran Depresión

Colombia: paísfragmentado, sociedad dividida

Elecciones directas de presidente, 1914-1950 PiMlihnte elccto Partidodel Candidatos Total Porcemaj» participación* yp«rlot presidente deopoiklAn votación del ganador A% B%

■ U columna A es el porcentajede lavoudán sotxe ia pc*laciOn total; la coljmna el B es el porcemaje de la votación sobie la poUación masculina mayor de 21 años. Fuente: eisboiado con base en Registradurla Nacional del Estado Civil, Historiae/ectoraicolombiani, J8I0-I98S. Bogotá, 1991, pp. 151-159. Lascifrasde la columna Ade participacióny las de iaelección de Abadía en 1926 se tomaron del StatísticalAbstract of Latin AmerKa, James W. Wilkie ant) David Lorey, eds., Los Argeles, 1987, Voi.25, 0.874. fueron más breves y leves en Colombia que en la mayoría dc paí­ ses Latinoamericanos y la alternancia dc gobierno en 1930 se facili­ tó mediante un régimen de partido ad hoc dc centra El café Desde el último tercio dcl siglo xviii hasta el presente el café ha sido uno de los principales producios de exportación dc Amé­ rica Latina. Haití fue el primer productor mundial hasta la gran

IjOilombhicafclcra, i(jo.vi94íi sublevación dc 1791, que acabó con k dase a la que pertenecían los plantadores coloniales. F,! centro cafctcro sc desplazó ensegui­ da a Jamaica, CÁiba y Puerto Rico, aunque la producción haitiana habría dc recuperarse lentamente a comienzos del siglo xix, sobre una base social compleja cn la que predominó un campesinado in­ dependiente. I.os franceses también establecieron la caficultura en la Guayana y de allí pasó aVenc/uck y Brasil que, desde media­ dos dcl siglo pasado hasta cl presente, domina la oferta mundial. I’^l primer gran ciclo cafetera más caribeño que suramericano, llegó a su fin hacia 1830. El cultivo comercial del café avanzó imperceptiblemente por los Andes venezolanos hacia k cordillera Oriental dc Colombia. Por esa época también habia empezado a cultivarse en México y Centroamérica, despegando antes que en Colombia. Al finalizar cl siglo XIX k estructura social dc la producción se habia diversificado tanto como ln geográfica. La abolición de la esclavitud cn Brasil en 1888 puso fin a la producción esclavista. En ia época ptist-esclavista cn k mayoria de lugares prevalecieron distintos tipos de hacien­ das, con claros rasgos coloniales. Este fue el caso del Brasil, El Salvador. Guatemala y Chiapas en México. En el Estado mexica­ no deVeracruz, en Costa Rica, Venezuela y C>>lombia, al lado dc las haciendas, surgieron medianos y pequeños cultivadores que so­ brevivieron y en muchos casos prosperaron debido a k disponibi­ lidad dc tierras y aguas para los campesinos y a que cl cultivo del caíc no tiene economías de escala. I.os mercados también cambiaron. De artículo de lujo el café se volvió una bebida popular en Europa, con excepción de k s Is­ las Británicas, donde no pudo desplazar al té, y cn Estados Uni­ dos que, durante y después dc k Guerra Civil, surgió como uno de los consumidores más dinámicos. Una vez popularizado el con­ sumo, el café sc comportó como un producto básico, con baja elas­ ticidad de la demanda. Es decir que sc requieren enormes alzas del precio para que los consumidores abandonen el hábito de tomar­ lo. A su vez, la ineksticidad de la oferta requiere grandes caídas de precios para que los cultivadores descuiden y abandonen sus ca­ fetales. Desde mediados del siglo pasado el ciclo de precios depen­ dió dc ia trayectoria de la oferta brasileña, sometida a su vez al clima. Las heladas del Brasil reducen súbita e imprevistamente la

Colombia: paisfragmenUido, sociedad dividida producción y abren un ciclo de precios al alza. Estimulados, los caficultorcs se dedican a sembrar y al cabo de cuatro o cinco años, que es el lapso entre la siembra y la primera cosecha comercial, el produao invade los mercados y los precios caen. Volverán a subir con la siguiente helada en el Hrasil. Hay otras caracteristica-s que, aparte del clima, hacen del café un producto ideal para las especulaciones de bolsa. A diferencia dcl azúcar, cl tabaco o el algodón, el café sólo se produce en los trópi­ cos; no es un bien necesario como el trigo oel petróleo y, finalmente, puede almacenarse por largos periodos. Genera asi una cadena especulativa que contribuye a mantener altos Índices dc inestabi­ lidad de precios, de año en año, mes cn mes, dia a día. Estas carac­ terísticas crearon en las ciases dirigentes colombianas un síndrome fatalista ilustrado en dichos populares como que no hay más mi­ nistro de Hacienda que el precio del café, o que la estabilidad co­ lombiana dependía de las heladas dei Brasil. Este fatalismo encubre un par de problemas centrales cn el de­ sarrollo económico colombiano que probablemente comparten también en distintos grados, otros países centroamericanos. F.n el siglo XIX cuando no habia un sector industrial, las caídas de las ex­ portaciones tenían graves impactos en un fisco exangüe y en el pa­ trón de consumo de las élites. Pero a medida que fue avanzando cl siglo XX y el país se fue industrializando, cl flujo dc materias pri­ mas y maquinaria para la industria dependieron crecientemente de la magnitud del ingreso de las exportaciones que, hasta lus años setenU, fueron fundamentalmente café. De este modo las crisis del sector cafetero originadas en las caídas de precios se transmitían rápidamente a la industria y al resto de las actividades urbanas, fi­ nancieras y de servicios. El segundo problema es de enmascaramiento ideológico. Las elites colombianas del siglo XX han evitado reconocer explícitamen­ te que Colombia pudo competir internacionalmente debido a que entre 1906 y 1989 el mercado mundial del café fue un mercado po­ lítico. En otras ¡lalabras, que no fue guiado por la mano invisible del mercado sino por la mano visible del Estado brasileño {19061937) del gobierno norteamericano (1940-1948), y dc los acuerdos cafeteros entre productores y consumidores (1962, 1968, 1976 y 1983). En su momento los gobiernos del Brasil y Estados Unidos, y los pactos cafeteros, tuvieron como objetivo explícito elevar y es-

La Colombia cafetera, tahilizar los precios por encima de loque hubieran resultado en un mercado libre. ICn el siglo XX el café sc difundió rápidamente por las laderas colombianas porque cl cultivador tuvo la seguridad de que siem­ pre habria un comprador. T'.n los cruces de caminos de Antioquia y Caldas surgió la figura del fondero, el primer intermediario en la cadcna dc comercialización. A través dcl sistema de anticipos sohre la cosecha formó una clientela de cultivadores. Figura cen­ tral para éstos y para las casas comerciales, nacionales o extranje­ ras, el fondero sc convertiría cn discreto o abierto intermediario cn cl mercado electoral. Pero pronto aparecieron los negocios norteamericanos en los distritos cafeteros y fueron evidentes los rediscños dcl poder re­ gional, Por ejemplo, cuando a raiz de la crisis comercial de 1920 quebraron en Nueva York las grandes casas comisionistas de café dc Medellín, el vacio fue llenado inmediatamente por las tostado­ ras norteamericanas. Dominarían en las plazas colombianas hasta los años treinra, t n 1927 un destacado empresario antioqueño sc refirió a ellas como "las garras del imperialismo yanqui” . Garras que probablemente sirvieron a los fonderos y demás intermedia­ rios de pueblos y caminos del café para sentirse un poco más au­ tónomos ante la influencia de los notables de las ciudades capitales, e ir armando sus propias redes clientclares, F.l manejo político del mercado internacional en el siglo xx se tradujo en protección política en el pais. Surgió y se dcKarn>lló un poderoso gremio, la Federación de Cafeteros, fundada en 1927, que siendo una entidad privada, pasó a ser cogobierno cn materias dc política económica. Colocándose por encima dc las luchas parti­ distas, la Federación ba sido una de las principales plataformas del partido ad hiic de centro dcl que se habió arriba. No 893-97 1903-07 1915-19 1925-29

Ti historia económica, so-

mer afectado fue cl Fondu Nacional del Café, que fue acumulan­ do un déficit cada vez más insostenible. El impacto político no tardó cn sentirse. Desde lySgla Federación viene debilitándose, aunque continúa desarrollando sus servicius de investigación y difusión tec­ nológica y estadística; de compra y almacenamiento de café per­ gamino, y de defensa eficaz dc los caficultorcs morosos con la banca. No cabe duda del papel positivo que la l'ederación ha desempe­ ñado en ntuchos municipios cafeteros, principalmente cn el cintu­ rón de Occidente, mediante la construcción de acueductos, escuela-s y caminos, dc donde obtiene legitimidad local y nacional. Pen> re­ cientemente, en condiciones dc mcrcaUo lihre y de pérdida de peso de las «¡portaciones cafeteras, recibe criticas de burocratismo e ineficiencia. Si el café dio energía a la moderna economía colombiana, Es­ tados Unidos fue cl cordón umbilical. F.l cuadro 12.2 señala cómo el proceso dc desplazamiento de la influencia europea por la nor­ teamericana coincidió con el comienzo del siglo xx y se acentuó durante las dos guerras mundiales. Sin embargo, a mediados de la década de i960, cuando cl café perdía gravitación en la economia nacional, la balanza cafetera se inclinó nuevamente hacia Europa. Puesto que cl patrón geográfico de importaciones colombianas no cambió al mismo ritmo que el de las exportaciones dc café, tal y como se ve en el cuadro 12.2, de 1918 a 1940 fueron frecuentes

Colombia: paísfragmenlado, seriedad dividida ias quejas de ios dipiomáticos norteamericanos porque las impor­ taciones dc mercancías británicas se pagaban con dolares dc las ventas dcl grano a los Estados UnidosEl crecimiento continuo de la producción de café es cl fenómeno más decisivo dc la historia económica colombiana dcl siglo xx. (Ver cuadro 12.3.) Puesto que cumplió cl papel de ampliar y diversifi­ car ia base productiva del país, su parricipación cn cl pir descen­ dió del 16 por ciento en 1925-19353110,3 por ciento en 1950-1952, y al 1,8 por ciento en i9on« decafé- «9% ^En miles, ' Pofcentaie de la población mayor d« je d« ias exportaciones totales' PIB p PPA (Parity Purchase Prices) (te 1970 Fuente: RosemaryThorp, ftagress. Povenyandexclusion. An Emnomk Histor/' AmencaintlK20tl>Cenrury.Ba\t>moie. Maryland, 1998, Statistical Apendix.

C'x)!ümhia cafetera, 1903-1946 En HJ31, por primera vez desde la éj>oca de los liberales radica­ les dcl sißlo XIX, la prioridad oficial pasó dcl ferrocarril a las carrete­ ras. I )iirante cada uno de los veinte aflos siguientes se construj’cron 850 kilómetros de carretera conforme a un diseño nacional dc troncales. A mediados dcl siglo XX, una red vial dc 21.000 kilómctras integraba un poco mejor las economías regionales del país. F.n 1950 cl plan avanzaba, pese a que resurgneron las presiones regio­ nalistas. l.os pequeños camiones de menos dc dos toneladas y, después de la Segunda Guerra Mundial, losy«/is y má.s camiones de mayor tonelaje fueron decisivos en movilizar el producto de las fincas a las trilladoras y, en rutas paralelas a los ferrocarriles, hacia los puertos. I’cse a estos desarrollos, la infrae.structura dc transpor­ tes terrestres estaba desbalanceada. I.a densidad dc tráfico era re­ lativamente alta en la región dominada por Bogotá y cn mucho menor grado en lasdcMcdellínyCCali,frcntcaks demás. Aunque las carreteras habían ganado cl predominio, ei parque automotor era muy reducido, los fletes caros, y los itinerarios, inseguros debi­ do en parte a ia precariedad dc U red .sometida a las inclemencias del clima, la inestabilidad geológica y la corrupción de los contratis­ tas de obras públicas. Algo que ios colombianos comenzaron a en­ tender mejor escuchando las transmisiones radiales de la Vuelta a Oilombia en bicicleta, muy popular desde la primera que se corrió cn 1951. - Hasta mediados de la década de 1930 el río Magdalena fue el principal medio de transporte dc café, y Barranquilla, el primer puerto de exportación, hasta que fue desplazada definitivamente por Huenaventiira. Fn la década dc IÇ140 las carreteras habían des­ bordado al ferrocarril, cuyo equij«) rodante era obsoleto y los costos laborales demasiado altos. Ln consecuencia, a mediados de! siglo XX cl complejo térrocarriles-r¡í»í (1924), violencia y vida de frontera eran consustanciales. Y cn más de media geografía colom­ biana la gente bregaba por salir adelante en una sociedad de fron­ tera sfibre la cual cl Estado tenía poco conocimiento y aún menos controlTal es cl caso dc las extensas regiones de la Orinoquia y la Amazonia. En la primera estaban la mayoría de los 2.220 kilóme­ tros de frontera colombo-venezolana, acordada cn 1891. En la Amazonia quedaban pendientes lo.s límites internacionales con Brasil, Perú y lictiador. Por aquellos años empujaba la ola coloni­ zadora hacia los Llanos Orientales, siendo cada vez más frecuente la violencia dc los “ blanais” sobre los indígenas y el establecimiento de sistemas anacrónicos de explotación de los empresarios sobre los campesinos inmigrantes y llaneros pobres.

Colombia: pais fragmentado, sociedad dividida En la frontera con Venezuela se suscitaban perman fliccos. Pasado el laudo arbitral üe iKyi, quedaron poblaciones de ma)-orii venezolana cn territorios asignados a Colombia; incluso, se denunciaba la existencia dc un tráfico de indígenas dc la Guaji­ ra colombiana esclavizados, se^ún se Jecia, por »r^nizaciones dc contrabandistas venezolanos. Sucesivos gobiernos del país vecino prohibieron transportar el café santandcrcano hacia el Lago de Maracaibo por el rio Zulia, o bloquearon el río Orinoco al comer­ cio de los llaneros dc Colombia. A todo lo cual se sumaba la ines­ tabilidad creada por los opositores políticos de uno u otro gobierno que, no más pasando la línea fronteriza, encontraban refugio y apoyos. El dictador venezolanoJuanVicentc Gómez (1908-1935) calcu­ ló bien sus opciones con un doble fin; mantener buenas relaciones con los gobiernos de Colombia y extender la potestad dc facto del Estado venezolano sobre los amplios territorios que habían que­ dado del lado colombiano. Por ejemplo, manipuló hábilmente a Tomás Funes, sanguinario caudillo que, entre 1913 y 1921, estable­ ció en el alto Orinoco un imperio basado en el caucho y el terror. Desde San Fernando de Atapabo, Funes aseguraba el dominio territorial de extensas zonas dcl llano colombiano, forzando al go­ bierno dc Bogotá a crear la Comisaria dcl Vichada. Su aparente carácter de jefe rebelde debilito la posición colombiana, que no podía responsabilizar al gobierno de Caracas por las acciones de éste. El caucho colocó a la Amazonia, principalmente la brasileña, en el centro de interés de gobiernos y grandes empresas internacio­ nales. importancia de los territorias colombianos del Putuma­ yo y el Caquetá era secundaria y radicaba cn la población indígena, potencial mano de obra barata, puesto que la calidad del producto y el relativo aislamiento dc los siringales no permitía competir eon los brasileños. Con la perspectiva del caucho el frente colonizador se desplazó hasta los caseríos ribereños de ríos tributarios del Caquetá y del Putumayo. La situación dio un vuelco a principios del siglo con la entrada en escena del peruano Julio César .-\rana, quien en 1910 y sobre la base de sus estaciones caucheras en Co­ lombia ya era uno de los principales productores suramericanos. En Iquitos, la capital de la provincia peruana dc Loreto, Arana eri­

La Colombia cafetera, 1903-1946 gió una base dc poder desde la que retó las pretensiones dc sobe­ ranía colombiana cn el Putumayo. Este personaje desempeñó un papel central tn las relaciones colomlw peruanas entre 1906 y 1935. 1.0S sistemas de trabajo y coerción del Putumayo asemejaban los deiVichada de Funes, de.«n-itos por Rivera en su novela. laob ra relata el abandono gubernamental de estas regiones; la corrupción dc los políticos; las vicisitudes dcl cauchero machista e individua­ lista, que trata cn \-ano dc compctir con el monopolio; la espiral de una violencia que acecha cn cada resquicio de las precarias re­ laciones sociales y la hostilidad mápca, omnipresente y antropo­ mórfica de la selva. Una óptica romántica deja cn los lectores la idea dc una selva encantada y sobrenatural. K.n 1906 Colombia y Perú establecieron un mndus vivendittt el Putumayo, hasta cl arreglo definitivo de límites internacionales. Los peruanos retiraron sus tropas de la zona, los colombianos aceptaron las operaciones de Arana y ambos sc a)mpromctieron a garantizar «na abierta competencia dc los caucheros de las dos nacionalida­ des. F.l tema se enredó unos años porque Ecuador también recla­ maba derechos sobre cl Putumayo, aunque en 1916 se firmó el tratado colombo-ecu.itoriano dc límites. F.n 1907 Clolombia y Brasil convinieron límites y («lombia ase­ guró otro moiius vivindi para la navegación por el bajo Putumayo hasta su des-embocadura cn San Antonio dc Iça. Kse año la prensa peruana responsabilizó a la Casa Arana del genocidio de indíge­ nas wuitoto dcl Putumayo. Éstas y otras denuncias obligaron al gobierno británico a investigar las operaciones dc esta empresa registrada cn Londres, y en la que participaban capitalistas dcl Rei­ no. La investigación fue encomendada al cónsul en Río de Janeiro, Roger Cascment, mundialmente famosa por sus informes sobre ias cmpresascauchcrasdclCongoBclga. En junio de 1912 Pío X con­ denó a la Casa Arana. Simultáneamente fue publicado el informe dc C.ascment. IJescribía el proceso de conquista dcl territorio y de sometimiento de la población indígena; los sistemas dc trabajo y las formas de reclutamiento dc capataces peruanos, colombianos y negros dc la posesión colonial británica dc Barbados. Denuncia­ ba una combinación de esclavitud, peoraje por deudas y explota­ ción sexual dc las mujeres. Kl desarrollo del caucho habia diezmado a la población wuitoto, a cargo dc los misioneros capuchinos quic-

Columbio: país fraímenlado, sociedad dividida nes se desentendieron de! Putumayo y se quedaran en el fértil y apacible V'alle de Sibundoy, cerca de Pasto, donde impusieron a los indígenas un F.stado teocrático. La Casa Arana aguantó la encíclica, las investigaciones británi­ cas y los procesos penales que le adelantaron los tribunales dc Iquitos. Se convirtió en ei estandarte de los empresarios y aventu­ reros de la provincia peruana dc Loreto, que habían consolidado en elPutuma\i> sus intereses eamómicos, desplazando a tos colom­ bianos mediante empresas de navegación, control dc los frentes de colonización y el dominio dcl comercio fronterizo. Para el gobier­ no dc Lima la empresa era una prueba de la posesión peruann del Putumavo. Durante aquellos años patrullas militares de ese país solían incursionar por el Caquetá hasta el caserío dc Florencia. Ijí incomunicación del centro de Colombia con estas regiones era casi total, a diferencia del fácil acceso desde Iquitos. I.as relaciones colombo-pcruanas fuen)n malas en todo este perioda En 1911 et gobierno colombiano se vio obligado a recono­ cer que un contingente colombiano dc 70 soldados, acantonado sobre el río Caquetá, en la Chorrera, cerca de ta frontera con Perú, había sufrido una derrota a manos de una fuerza mayor de tropas de aquel país. Detrás de la operación peruana estaba Arana, cada vez más inlluyente en la política de Iquitos y quien ya contaba con poderosos amigos eñel Senado peruano yen cl gabinete de Lima. Después de 1915 se abatieron los precios internacionales del caucho, precisamente cuando empezaba a sentirse la presencia de colonizadores colombianos cn el Putumayo, que sería más visible pasada !a Primera Guerra Mundial. Terminó entonces para Arana y los caucheros del Amazonas la época de las vacas gordas. La alta productividad de las plantaciones de Malasia y Ceilán los sacó dcl mercado. Simultáneamente, la pujante industria automotriz norteamericana necesitaba desarrollar fuentes alternativas de pro­ ducción de caucho para liberarse del monopolio de las empresas británicas. I-as Filipinas y la Amazonia adquirieron valor estratégi­ co para Estados Unidos. En 1922 se firmó el tratado colomho-peruano, qucdcjóala Ca.sa Arana cn territorio colombiano. Colombia aseguró, además, un frente navegable de i t s kilómetros en el río Amazonas, la base de su trapecio y el símbolo dc su estatus de pais amazónico. Kl tratado dc 1922 fue ratificado cn cl Congreso penia-

i.a Cj>lombiacarctcri, 1903-1946 no sólo en njzS, debido a ia oposición dc Arana y los ioretanos. Ratificado, Arana trató de vaciar deindistenasel Putumayo, for­ zando iin éxodo masivo hacia el Perú. En 1924, después de sondear el ambiente de los inversionistas en F.stados Unidos, Arana sc fortaleció cn cl Putumayo llevando un buen contingente de caucheros peruanos. La “ invasión” pro­ vocó airadas protestas calicjcras en Jíogotá y Medellin. F.n 1925 cl Departamento de Comercio de los instados Unidos conceptuó lN).sitivamente acerca del potencial cauchero dcl Putumajo, siem­ pre y cuando se constru>esc un ferrocarril hacia cl Pacífico. Arana y las elites dc Loreto no se dieron por vencidos y quisie­ ron recuperar cl l’ utumayo. En ia madrugada deí 1 de .septiembre de 1932 patoK-inaron un grupo armado de policías y civiles perua­ nos que, sin disparar un solo tiro, coparon la guarnición colombiana de I.cticia. El desconcertado gobierno de Sánchez Cerro, quien en 1930 había dado golpe de Fstado al presidente Leguía (cl “ vende­ patrias del Putumayo” ), reconoció la“ junta patriótica” establecida en i.eticia. Comenzaba el conflicto colombo-peruano, que termi­ nó militarmente en 1933 y diplomáticamente en 1935, cuando, en lo fundamental, se ratiñcó el tratada de 1922. La estrella polar Aceptado cl Jail accnmpli dc la separación de Panamá, las elites políticas tuvieron que examinar sus consecuencias internaciona­ les y nacionales y la creciente importancia del nexo comercial que mantenía el país con el “ Coloso del Norte” , como empezó a lla­ marse a la potencia norteamericana. El colombiano José María Vargas Vila, a la sazón quizás el escritor latinoamericano más leído en Hispanoamérica, España y Brasil, resumió el senlimicnto antiimperialista diciendo que lo.s F.stados Unidos eran “cl norte re­ vuelto y brutal que nos desprecia” . Traslucía un estado dc ánimo generalizado pero difuso. Ixks intereses comerciales en Colombia y Estados Unidos demandaban un arreglo diplomático a la cues­ tión de P¡mamá. Sin embargo, desde la separación del istmo hasta el tratado final en 1922 tuvieron que pasar veinte años cargados de intrigas y conspiraciones. Políticos y empresarios, desde ÍJogotá o desde ias provincias, medraban en torno a las negociaciones del tratada 1 )os presiden­ tes, Rafael Reyes en 1909, y Marco Fidel Suárez en 1921, cayeron

LAS INTRIGAS DE PANAMA Y EL PETRÓLEO "La actitud de Colombia hacia ios Estados Unidos de América sigue dominada por la cuestión del tratado de! 6 de abril de 1914, pendiente de ratificación. En los últimos años, de tiempo en tiempo, llegan noti­ cias según las cuales el Senado noneanwricano está a punto de con­ siderar el asunto, y de los argumentos a favor que eventualmente defenderían en sus discursos ciertos senadores que apoyan la posición colombiana. Todo lo cual aumenta las esperanzas de los más optimistas. "Sin embargo, algo ocurre invariablemente para suspender la discu­ sión. El factor más serio ha sido últimamente la aprobación de una ley de petróleos en la legislatura de 1919, que los intereses norteameri­ canos consideraron confiscatoria y dañina. Esta legislación fue apro­ bada en el momento menos oportuno. Precisamente cuando las probabilidades de alcanzar un resultado satisfactorio en la cuestión de Panamá parecían más promisorias que nunca antes. Las negociaciones fueron suspendidas de inmediato y aunque la ley fue modificada des­ pués, en ei Senado norteamericano se propusieron salvaguardias y mo­ dificaciones adicionales, inaceptables para Colombia. El asunto del tratado fue discutido recientemente en Washington, pero está claro que no hay ninguna posibilidad de avanzar hasta que el nuevo presi­ dente asuma. "Se supone que entre las nuevas condiciones, Colombia deberá garan­ tizar una opción para la construcción de un canal interoceánico por el Atrato V el arriendo indefinido de las Islas de San Andrés y Providencia. "El ministro norteamericano salió ’en licencia' para Estados Unidos pero, al parecer, no regresará a Colombia. Su posición ha sido difícil e ingrata, máxime en cuanto creyó que durante su período se arregla­ rían los asuntos pendientes; lo que ha tenido lugar es una prórroga tras otra y él ha sufrido la mortificación de leer casi a diario ataques de prensa al gobierno norteamericano. "Sobra decir que ei idealismo de los discursos del presidente Wilson sobre la protección de los derechos de las naciones débiles contrasta con la situación de Colombia, que ha buscado en vano compensación por ia separación de Panamá. Las palabras del presidente Rooselveit, 'M e tomé a Panamá', son muy citadas aqui, asi como se exageran los alcances de los discursos del senador Thomas y de otros que hablan abiertamente del daño infligido a Colombia y de la necesidad de repa­ rarlo. "Parece apenas obvio afirmar que el fracaso de la negociación del tratado es una de las primeras causas del atraso de Colombia. El país

necesita con urgencia capital extranjero para desarrollar sus comuni­ caciones y recursos naturales, pero las negociaciones con tos capitalis­ tas norteamericanos fracasan irremediablemente a causa de la violenta oposición del pueblo. La industria petrolera, de la cual pueden esperar­ se cuantiosos ingresos, permanece subdesarrollada y, a pesar de una legislación idónea, el gobierno no ha autorizado hasta el momento una sola adjudicación de campos para explotación. No cabe duda alguna que Estados Unidos inspira tal miedo al gobierno colombiano, que las propuestas británicas para operar en gran escala han sido postergadas indefinidamente pendiéndose la oportunidad de percibir ingresos adi­ cionales de alguna magnitud y de obtener un empréstito sustancial". Fuente: Public Record Office, Londres, Foreign Office, Documento A 2369/2369/11, originado en Bogotá el 6 de febrero de 1921, p. 5.

cn medio dc escándalos con esc trasfondo. El asunto se reducía al tamaño y al reparto regional dc la indemnización norteamericana. Kl resultado fue i|uc se repartió más dc lo que sc iba a recibir. 'también abundaron las intrigas entre empresas mulcinaciunalcs y diplomáticos de Gran Bretaña y Estados Unidos sobre las concesiones y leyes petroleras, A diferencia del banano, el gobier­ no dc los liistados Unidos consideró cl petróleo como un asunto estratégico. En este sentido hubo una evidente presión diplomáti­ ca que, manipulando el arreglo dc Panamá, neutralizó los apetitos británicos. El petróleo colombiano quedó en manos de multinacionales norteamericanas que, bajo los esquemas dc libre empresa, debili­ taron las tendencias estatistas y nacionalistas. Sus objetivos se fa­ cilitaron porque a medida que avanzaba la década de 1920 fue haciéndose más evidente lo modesto de la riquez.a ))etrolera de Co­ lombia comparada con Venezuela. En la década de 1930 se descu­ brieron enormes yacimientos en el Medio Oriente, lo cual debilitó aún más la capacidad de regateo de los gobiernos colombianos. 1.a creación dc la Empresa Colombiana dc Petróleos, ecopetrol, una vez que en ig s t revirtiera al Estado una de las grandes concesio­ nes, no amenazó los intereses norleanicricanos. Más bien alimen­ tó conflictos en el seno de las elites colombianas, dado el interés de los capitalistas antioqueños por explotar la concesión. I.as tensiones entre la representación colectiva de una agresiva

Colombia: patsfragmentado, sociedad dividida

EL PRESIDENTE SUÁREZ Y LA INDEMNIZACIÓN POR PANAMÁ Buga, 28 de febrero de 1920. Lecolombia. Washington. Este cablegrama debe descifrarlo D. Liruela. Temiendo que cada día se disminuyan probabilidades aprobación Trata­ do, pienso que a Colombia le convendría tal vez negociar directamente con Panamá límites, deuda y relaciones. Así satisfarlanse grandes nece­ sidades, aunque se olvidaran los 25 millones, equivalente hoy a mucho menos en otro tiempo. Creo difícil lo de límites dado el protectorado de Estados Unidos en Panamá, y las tendencias de los panameños a venir al Atrato. También creo difícil que los Estados Unidos permitieran a los panameños obrar independientemente. Pero si se lograra que los panameños reconocieran límites y estipulaciones referentes deuda y lo demás, nada importaría dejar de pensar en dinero y hasta quedarla mejor el honor nacional. Colombia entonces podría decir: Fui despo­ jada, insultada y burlada indefinidamente y no quiero seguir en seme­ jante expectativa. Esta conducta de absoluta prescindencia sería un acto decoroso y la sanción tácita contra una de las más grandes injusticias inferidas a una nación débil por una nación prepotente e inicua. Pien­ se en esto, que confío a usted solo, solo, solo. MARCO FIDEL SUÁREZ Fuente: Archivo General de la Nación de Colombia, Documeritos que hicieron un pais. Bogotá. 1997, pp. 267-268

potencia imperialista y la doctrina dc la “estrella polar” dei presi­ dente Marco Fidel Suárez (1918-1921), que reconocía la hegemo­ nía norteamericana en el hemisferio, reaparecieron con frecuencia. Aunque los temas de Panamá, el petróleo, cl café y los banan6 000 22.000 24.000

y la distribución del clero cn las diferentes diócesis permite inferir que la Iglesia siguió atendiendo de preferencia tas poblaciones dc los altiplanos de las regiones oriental, caucana y antioqueña, mien­ tras que ias misiones se encararon dc las intendencias y comisa­ rias. Ksto quiere decir que quedaron descuidadas la región costeña y las hoyas tórridas de los rios Magdalena y Cauca. Sobre un mapa étnico podría decirse entonces que la Iglesia atendió las poblaciones mestizas e indígenas y descuidó b s negras y muiatas. Sobre un mapa electoral, esto último quiere decir la marginación de las bases históricas de los electorados liberales. Un mapa socioeconómico permite ver con más claridad que las regio­ nes negras y mulatas formaban cl eje dc la nueva economí» colom biana. Allí estaban emplazados los campos petroleros, las plantaciones bananeras, la navegación fluvial y los ferrocarriles que animaban la vida de ciudades y pueblos ribereños, desde Neiva, üirardot y Honda hasta Magangué y Barranquilla. Cximo contra­ partida, los baluartes consenadiires de la rc^ón antioqueña ayudan a explicar porqué de 34 obispos que tenía la Iglesia colombiana en i960,14 eran oriundos de los departamentos de Antioquia y C^aldas. l-'inalmente, un mapa dc ciudades (clero sobre población) mues­ tra una especie de sobrerepresentación en Pasto, Tunja, Bogotá, Medellín. Manizales y Popayán. Aun asi, más de la mitad de los nacidos cn Bogotá eran “ hijos iiegiiimos” , fuera de! matrimonio. E! número de párrocos se estaban rezagando respecto del cre­ cimiento dc la población, particularmente entre (912 y 1938, pe­ ríodo más conservador que liberal, como se muestra claramente cn el cuadro 12.5. El Primer Concilio PIcnario de la América í-atina convocado cn Roma por León Xili en 1898 abrió una nueva época en la historia

I.a Colombia cafetera, 1903-1946

Iot»l

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Regeneraciân mo(!929-I950). A ellos dos correspon­ dió interpretar las orientaciones vaticanas para adaptarse al mun­ do moderno. Las dc León xiii (1878-1903), que hizo énfasis en la cuestión social, y ias de Fio xii (I93g-i9s8) que, bajo d anticomunismo dc la guerra fría, se preocupó por reevangclizar la América ratina. Los dos inomentos cardinales de la reorganización de la iglesia fueron a principios y mediados dcl siglo xx. Entre los siglos xvi y XIX se erigieron diez dit>cesis cn la actual O)lombia. Entre 1900 y 1917, seis, y doce en ei año dc 1950. El proyecto dc Fio xir, que

Sacerdotes del Clero Secular y del Clero Regular, 1891-1960 Años Clero Secular aero Regular

1912 1938

Número

%

Número

H

815 1.397

84,0 70,6 61,9

116 339 860-

16,0 29,4 38.2*

• Corresportfea 1944 El 36% son exlranietos. El 22% son espaWes Fuente Elaborado con base en 1891 S HOeg Wamiing, "La Santa Iglesia Católica", Boletín Tnmestralde li Cstadl^a NacionaldeCi^ombia, Bogotá: 1892.1912-60, Pérez y Wiist, U(g/es/a, Bogotá, 196!,

Colombia: pals_fragmentadn, sociedad dividida más o menos coincide con la época del Fstado de sitio, registra los mayores promedios anuales de arribo dc sacerdotes y monjas ex­ tranjeros al pais entre 1880 y 1960 (ver cuadro 12,6). Fl rezago dcl clero colombiano se solucionó en parte gracias al espíritu misional de otros pueblos católicos, particularmente eu­ ropeos. Sin los contingentes aportados por las 86 comunidades femeninas y 28 masculinas que llegaron al país entre 1887 y 1960, no podría explicarse la influencia déla Iglesia cn la educación y los hospitales, en obras sociales, cn los Territorios Nacionales y, cn algunas áreas dc colonización (Ver cuadros 12.6 V12.7) Debe subrayarse cl ascendiente dcl clero regular masculino sobre cldi(KX-sano, encargado de las parroquias. Fn 1960 el primero estaba conformado en un 36 por ciento por extranjeros, en su mayoria españoles. El segundo ha sido fundamentalmente colom­ biano (ver cuadro 12.7). Fstos cuadros muestran un clero surtido. Kn las principales ciudades las comunidades se dedicaron principalmente a la edu­ cación y la caridad. Tambicn evangelizaron cn los Manos Orienta­ les, las selvas del Putumayo, Vichada y Chocó; en la región de la Sierra Nevada dc Santa \4arta y la península de la Guajira. Alli las misiones suplieron parcialmente al hitado. La politización par­ tidista fue más visible en las actividades del clero secular y en cl trabajo misional. Parii los curas párrocos era imperioso tomar par­ tido en los procesos electorales y en cl trámite de peticiones de los feligreses que requerían una conexión con el poder. Al respecto, un opúsculo de 1925 publicado cn memoria de uno de los más des­ tacados obispos del pais mencionaba “ préstamos, recomendacio­ nes, colocaciones, auxilios en diversas formas [que] llovían de su mano bienhechora” . 1-a jerarquía no dudó en permitir que eventos públicos eminen­ temente religiosos, como los Congresos Kucarísticos, fueran utili­ zados para fines de proselitismo electoral. El de Bogotá dc 1913 sirvió de plataforma política a tos dos contendientes conservado­ res por la presidencia, el histórico José V. CLoncha y el nacionalista Marco P'Suárez. El dc Medellín de 1935 fue u naao dc oposición beligerante al gobierno liberal de Alfonso Lpez Pumarejo y es­ tuvo a punto de desencadenar una guerra religiosa. Algunas comunidades masculinas y femeninas establecieron en las ciudades los principales centros educativos del país. Controla­

La Colombia cafetera, 1903-1946 ron el acceso dc los estudiantes, y no debe dudarse dc que esta fuese una forma de control político. Mmpero, fueron frecuentes los en­ frentamientos entre las comunidades en tomo al mn el clero, los industriales de Medellín resistieron la reforma tributaria de 1935 y emplearon las radiodi­ fusoras de su propiedad para organizar en 1937 una de las mayores manifestaciones cn la historia de la dudad. lista clase dc incidentes han puesto la primera presidencia de López como !a antesala de una su])ucsfa revolución burguesa, ol­ vidando que cl mandatario cedió y “ la pausa” llegó a los pocos me-sesI .os dieciséis años dc la república liberal comenzaron como un gt)bierno de coalición centrista que duró tres años, de 1930 a 1933. Terminó con otra coalición centrista, ciiando Ivópez renunció cn 1945 persuadido de que el país necesitaba un gobierno bipartidista. Su sucewir, Alberto I.leras Camargo, gobernó bajo la bandera de la U nirá Nacional, que convalidó cl presidente conservador Ospina en 1946. Este centrismo fue cuestionado por los caudillos I.aureano Gómez y Jorge F.liécer Gaitán. F.l asesinato de este último cerra­ ría por mucho tiempo el paso a las tendencias movilizadoras. El sindicalism o \ji gran controversia ideológica de la república liberal giró al­ rededor de la cuestión sindical y ésta ayudó a definir quién estaba cn cl centro y quién en los extremos. Puede decirse que, en térmi­ nos de identidades y alianzas políticas, los sindicatos fueron a los

Colombia: paísfragmenlado, sociedad dividida liberales lo que la Iglesia había sido a los conservadores desde la Regeneration hasta 1930. La legislación laboral había empezado a desarrollarse timida­ mente en los aflos veinte, inspirada cn la doctrina social católica y cn el modelo dc legislación pro])uesto a partir de por la Or­ ganización Internacional dcl 'IVabajo, OIT. paralela a la l .iga dc las Naciones. Los liberales ampliaron esta legislación y siguieron más de cerca cl sistema laboral mexicano dc 1931 que, a su vez, recogía las tendencias de la legislación continental europea. Entre las nor­ mas má.s importantes expedidas cn los aflos veinte, y en las que parece más determinante su enunciación que su cumplimiento, hay que mencionar el derecho de huelga con excepción de los serv icios públicos y previa conciliación (1921); el establecimiento de regla­ mentos de trabajo y de higiene en los talleres, fábricas y empresas y dc un sistema de inspectores para asegurar su cumplimiento (1925); cl descanso dominical (1926); normas dc higiene y asistencia social en los lugares de trabajo (1924 y 1925); protección al tral»jo infantil (1929); higiene en las haciendas (1929), También se die­ ron los primeros pasos para establecer instituciones encargadas dc atender los conllíctos laborales y desde su fundación ia Oficina Nacional deiTrabajo (1923) intervino esporádicamente en las prin­ cipales ciudades y en algunos conflictos de las haciendas cafeteras. Pero estuvo ausente en los grandes focos de conflicto dc los aflos veinte. El viraje en las relaciones del Estado y los írabajadores que sc operó cn los dieciséis años de gobiernos liberales no obedeció a transformaciones significativas de la estructura productiva. Depen­ dió más Je la moviliyjción política en un pai.s que se urbanizaba. El ala radica] dei liberalismo monopolizó cl campo de ia izquierda y cerró el paso a ia formación de un fuerte partido de izquierda, socialista o comunista, como en Chile. í^n este proceso fueron de­ finitivas la debilidad demográfica y la dispersión geográfica dcl proletariado moderno, y el influjo de la tradición política de los artesanos de las ciudades. Aunque mayoritariamente liberales, és­ tos vivieron sometidos al juego bipartidista y a los sueños indivi­ dualistas de ascenso social. I,as bases sindicales de las décadas de 1930 y 1940 reflejaban la debilidad dc la industria moderna y cl bajo peso dc un proletaria­ do estable dentro dei a>njunto dc las clases trabajadoras. Kl pue-

La Colombia caFctera, 1903-194(1 blo urbano era un híbrido de familias dc propietarios de pequeños almaccncs y tiendas de comestibles, o dc modestas casas cn las que alquilaban habitaciones; de artesanos entre los que sobresalían sastres )• mcnlistas; panaderos, carpinteros y zapaicros. Dentro de éstos y otros oficios había dueños de almacenes o dc talleres con varios obreros o con trabajadores a domicilio, que elaboraban el producto para diferentes patronos. Muchos trabajadores urbanos, hombres y mujeres, eran campesinos inmigrantes de primera ge­ neración, cuya baja calificación no era impedimiento para engancharse en la industria de la construcción, o cn talleres y fábricas no mecanizadas, y en los serv icios, incluidos el serv icio doméstico y la prostitución. Segi'mel censo de 1938 sólo un 12 por ciento dc! medio millón de trabajadores urbanos laboraba en lo que podemos llamar fábricas modernas de más de 100 trabajadores. l .os sindicatos fueron creados, controlados o cs de López", quitarle la personería jurídica y declarar la ilegalidad dcl movimienta En dos días las empresas navieras re­ anudaron operaciones con esquiroles. I^huclgadeKUJK'^ALseha-

Colombia: paísfragmentado, sociedad dividida bia originado en ias divisiones internas de los comunistas. Pues bien, su colapso mustró la extrema vulnerabilidad del sindicalismo a los cambios dc temperamento dc los gobiernos liberales. PLn 1946 los aparatos sindicales dominados por los comunistas decidieron apoyar activamente al candidato liberal oficialista, GabrielTurbay, contra Gaitán, quien era popular en las bases pero había intentado romper la unidad dc la CTC cuando acarició la idea de crear un nuevo frente sindical que, irónicamente, se converti­ ría en la proclerical LTC. Aunque la sindicalización siguió aumentando, a fines de la dé­ cada de 1940 no llegaba al 5 por ciento de la población asalariada; tres cuartas partes de los trabajadores de la industria manufactu­ rera fabril no cstai>an afiliadas a ningún sindicato. Debe subrayarse que en Uarranquilla estos índices eran muy superiores y el sindi­ calismo de la ciudad fue uno de los pilares dcl ala radical de la CTC. 1.a legislación impulsada por los liberales favorecía un sindicalis­ mo con poder negociador dentro dc la “ empresa” pero no cn la “ rama industrial” u oficia F1 único sindicato eon poder dc repre­ sentar una “ rama industrial” habia sido ki;dena!. que, como aca­ bamos de ver, en 1945 dio pie a su desintegración. I j politización de las capas populares y la intensidad dc los mc>vimiencos migratorios se tradujeron en im aumento del prestigio de los liberales, aliados de los sindicatos urbanos y de las reivindi­ caciones agrarias dc colonos y arrendatarios. Fn estos contextos deben enfocarse la legislación agraria que venia gestándose cn los años veinte y que los liberales presentaron como una reforma social aunque, en realidad, tuvo efectos muy limitados. Todavía más que los obreros, los campesinos enfrentaban la dispersión geográfica, ta pluralidad dc regímenes agrarios, las tradiciones localistas. Pese aúna especie de sincronización dc sus protestas entre icj2oy 1937, no tiene sentido hablar de “ un movimiento campesino” . Las pug­ nas de la izquierda liberal, scó a i>rcparar un proycct» tic reforma agraria quc debía in­ corporar las más rccicntcs teorías del derecho francés sobre el ca­ rácter social dc la propiedad inmueble v príncipios tlcl agrarismo dc Id Rcx olución Mexicana y dc la reforma agraria de la Repiíblica Española. El primer proyecto gubernamental, bipartidista, establecía la presunción legal dc la propiedad a favor dcl Estado de “ todas tas tierras no cultivadas” . Estas conformarían el fondo de bienes bal­ díos ai cual sólo acccdcrian los particulares si trabajaban ta tierra. No sc ha descrito cómo, cuando y por qué el proveció perdió este filo y qucitó reducido en 1936, después dc sufrir un embrollado proceso legislativo en las tramaras, a ta famosa “ I.ey de tierras” . Privilegió ésta la seguridad del título de propiedad sobre el re­ parto agrario. De este nis por habitantes en los ba­ rrios populares de ias metrópolis y grandes ciudades; la deserción de las prácticas religiosas; la ausencia de párrocoí! en zonas dei pais donde habia sido tradicionalmente débil, como la región caribeña

Colombia: país fragmentado, sociedad dividida Cu,d.«13.4 )«rarqula urbana y regional hacia 1970 terwqula Regltn Regí«« Caribe AiitloqiieKa

Re«lá« Caucsna 0

Metrópoli nsoonal

RagiAn Oriental Bogotá

Caprtales regionales

Barrar»qu,llaSoledad

Medellín-ltagulBello-Envigacto

Centros regionales [Kincipales

Cartagena Sama Mana

Manizales-Viila María Pereira-Ssolé

Centros regionales securyjarios

Montería Ciénaga SirKeléjO Valledupar

Annenia

Cali-Yumbo

Bogotá-Soacha

BucsramangaGirOtíflondablanca

Pasto Buena«nlura Buga Tuluá Cartago

Ibagué GIrardot earrancäbeinieia VinaviKiKio

o la franja dcl Pacífico, y su papel marginal en las colonizacianes de la se^funda mitad del siglo xx, en contraste cor» la influencia que habia tenido cn la colonización antioqueña. Urbanización Aunque tardía, ia urbanización colombiana terminó ajustándose a pautas latinoamericanas. Según los censos, en 1938 un 29 por ciento de la población colombiana vivía en las ciudades y al finali­ zar el siglo un 70 por ciento. Partiendo de niveles muy bajos, los ritmos de urbanización se aceleraron después de 1930 y alcanza­ ron máxima velocidad entre 1950 y 1960. F.n 1940 ninguna ciu­ dad colombiana llegaba al medio millón de habitantes; en 1985 dos ciudades tenian más dc dos millones, otra.'i dos sobrepasaban el mi­ llón de habitantes y ocho ciudades tenian más habitantes que Bo­ gotá en 1940. F.n menos de medio siglo el país abrumadoramente rural y campesino se había transformado cn “ un país de ciudades” .

País de ciudades Un país de ciudades, asi en plural, en d que se dcsraca cierta aríTíonia, Cada una de las cuatro grandes repones mantiene su ca­ pital, otras subcapitaks y un ainjimto de centros regionales. Bn 1970, treinta ciudades expresaban cierto equilibrio geográfico de la malla urbana (Ver cuadro 13.4). Las corrientes colonizadoras han erigido otros centros regio­ nales secundarias, como Tlorencia en C;aquetá, 1.a Dorada en cl Magdalena Medio o Apartidó en Urabá. Este conjunto de ciudades continúa articulando un sistema urbano más equilibrado que el de otros países latinoamericanos. Por debajo de los centros regionales secundarios hay otros dos niveles: los centros semiurbanos y las poblaciones rurales. No hay la hipertrofia de un centro nacional en relación con el resto de las ciudades dcl país, como cl caso de Montev ideo, Buenos ,\ires y Santiago de Chile, y más tarde, Ca­ racas, Ciudad de México o San José de Costa Rica. Por otra parte, si en 1938 el 10 por ciento de la población co­ lombiana residía en la jurisdicción municipal de las cuatro capita­ les regionales, al finalizar el siglo esa proporción llega al 25,7 por ciento. De las cuatro, Barranquilla creció más despacio y Bogotá más rápidamente; de tener el 4'^í>de los habitantes del país en 1938, la capital de la República pasó ai 14.7% en 1998 y ha crecido más aceleradamente que la mayoría de las capitales latinoamericanas, como sé aprecia en el cuadro 13.5. La desaceleración del crecimiento de las ciudades latinoameri­ canas en la década de 1980 se atribuye a la crisis económica, a Li apertura comercial que obligó a cxirrar muchas industrias y al achi-

Tasat de crecimiento de las prindpates ciudades la

México RIodsJaneito Santiago SaoPajlo

5,0 4,0 4,0 5,3

5,6 4,3 3.2 6,7

4,2 2,5 2,6 4,4

0,9 1,0 1.7 2,0

Fuerte Villa y Rodrigue: (inédito), citado por: Alan Gilbeit, 'El O'oceso de urbanización”, capitulo » de umíkoí«!.). Historia General deAména Lstina, vol. v«(pfftiima publicaciún)

Colombia; país/ragmenladu, sociedad dividida camiento dcl Estado, que dejó cesantes a miles de empicados pú­ blicos. Pero Uogotá continuó creciendo quizás porque en Colom­ bia estos cambios fueron más tardíos y menos fuertes. Finalmente, la viokncia e inseguridad en las zonas rurales ha forzado a miles dc familias a desplazarse a los centros urbanos generando graves traumatismos sociales, de los cuales cl puerto petrolero dc Barrancabermeja ofrece un ejemplo contundente en la última década dcl siglo XX . J..a demografía de ias grandes ciudades varia según las zonas. Por ejemplo, entre 1973 y 1985 la población dcl centro histórico de Bogotá se estancó y aun decreció, mientras que los pobladores afluyeron a las periferias de) sur que registraron incrementos su­ periores al 10 por ciento anual. Medellín ofrece uno dc los ejemplos más claros del impacto de ios ritmos económicos en ia vida urbana. Después dcl apogeo in­ dustrial, que alcanzó su cima entre 1940 y 1956, sobrevino una paulatina desaceleración dc la actividad económica que, desde me­ diados de los años 70, condujo a situaciones peligrosas de desem­ pleo, inseguridad, marginalidad y criminalidad. Al comenzar la década dc 1970 sectores de las elites políticas y dcl clero estaban alarmado.s por el incontrolado éxodo rural que daba un papel protagónico a las ciudades en la configuración del nuevo pais. Alarma que aumentó a raíz de las elecciones presiden­ ciales de aquel año. E) vocablo éxodo esconde la selectividad dc las migraciones. Las investigaciones han demostrado el móvil econó­ mico y el conocimiento de los migrantes de que tienen algo que ofrecer en los mercados urbanos. Por eso emigran más mujeres que hombres, una constante desde el siglo pasado; en todo caso, emi­ gran jóvenes con mejor educación y alguna habilidad u oficio. T^s ancianos y quienes no posean calificaciones se quedan en sus lu­ gares dc origen. Tres generaciones dc migrantes habrían de marcar uno dc los cambios más significativos dc las estructuras sociales urbanas: cl impresionante aumento de la participación femenina en la fuerza labora] dc Uogotá. En 1976 trabajaban el 36 por ciento dc las mu­ jeres y el 50 por ciento veinte años después. A l tiempo que las po­ blaciones migratorias tienen algo que ofrecer, esperan ganar en educación, vivienda y salud; mejorar los ingresos y tener mis li­ bertad personal.

JERARQUÍA URBANA Y REGIONAL

pIzmMnfbmciaikSovilá iIZmNWlMraegeCal ■ 2«a AiOljEnce« Baraixidk

>s digital. Instituto Agustín Codazzi.

Colombia: país fragmfniado, soriedad dividida

Porctnuje dt la poblatién analfabeta en mayores de 15 años, 1951•199^

Fuentes: Censos de población Mientras la brecha educativa entre el campo y la ciudad ha ido ensanchándose, la de géneros se redujo por lo menos hasta 19S5 (Ver cuadro 13.6). No obstante, son evidentes fuertes divergencias regionales. Lis notorio, por ejemplo, el rezago del Caribe en edu­ cación y servicios de salud. La brecha entre la matricula primaria y la secundaria ha disminuido en el pais. La cobertura y la calidad siguieron correlacionada.s con el grado de desarrollo económico de los municipios y con el ingreso dc las unidades familiares. Pero los retrasas son formidables. En 1985-1989 terminaron la primaria apenas el 57 por ciento de los niños que iniciaron el ciclo y en 1989 solamente cl 7 1 % de la población en edad escolar recibía educa­ ción primaria. Aunque la expansión de la primaria se atribuye ex­ clusivamente al papel del Estado y a la gestión dc los políticos, investigaciones recientes apuntan a que buena parte del impulso proviene dc la paciencia y tenacidad de las madres para que sus hijos estudien con el fin dc abrirse un mejor camino en la vida. La adaptación dc los migrantes a la vida de las grandes ciuda­ des ha sido menos traumática de lo esperado, en parte porque una proporción ha pasado por ciudades pequeñas. Aunque sus condi­ ciones dc vida mejoran, la existencia sigue siendo dura. Cada vez deben emplear jomadas más largas en cl transporte y trabajar cn empleos por lo general mal remunerados. Pocos se afilian a sindi­ catos, asociaciones de vecinos o de cualquier otro ri]>a. I.as ciuda­ des no están equipadas para ofrecer a los habitantes, en particular a los pobres, opciones para el tiempo libre. Probablemente muchos hombres dedican los fines de semana a beber y a jugar en cl entor­ no de sus barriadas; acaso a presenciar un torneo de fútbol, una competencia ciclistica o van a otros barrios populares dc la ciudad a divertirse en sus ferias y fiestas; oca.sionalmcntc hombres y mu­ jeres viajan a sus pueblos de origen.

Topietaflas de su vivienda en algunas ciudades 1947-195UA) 1985-19M(B) México Guaúalaiaü) y puede ser más alta en otras ciudades. Aunque los inquilinatos no han desaparecido dcl todo, los po­ bres viven ahora en inmensroducir arroz, algodón, azúair y soya. Por el contrario, t»a agudizado los problemas derivados de la polarización social. Casi 40 años después de expedida la primera ley de reforma agraria, a la que siguieron otras, la concentración dc la propiedad de la tierra en C-olombia sigue siendo una de las mayores dcl mun­ do, según un recicntc iníórme del Banco Mundial (Ver cuadro 13.11). Kn 1988 un millón de predios campesinos, ct 62,4 por ciento del total de las unidades agropecuarias, poseía apenas 1,15 millo­ nes dc hectáreas, o sea cl 5,2 por ciento de ia superficie explotada. El tamaño promedio de sus parcelas era de t.ahcCTárcas, cn tierras poco fértiles, de pendiente o erosionadas que no permitía obtcncT

Estructura de la tenencia de la tierra, 1960-1988

28,3 34,0

0,5 4,0

0,6 4,6

0,44 2,41

Ì de 200 has_________ 1,7 1,7 54,9 40,0 730,59 214,90 Fuentes 1960 A. E. Havers, WilliamL. Flinn, Susana LastairtaCornWi, 'Agrsnar Reforr •«JIhe National Front. A Class Aralysis",er Pohticso/Compromhe. CoatitkmSovernlentinColombia. R. Albert Beriy, Ronald G Heilman. Majnoo Solaur (eds ),New ?y, 1980, p. 358:1988: F^jyara y Tbofp, Colombia: economia polltka, op crt. p. '

Colombia: país fragmentado, sociedad dividida un mínimo nivel de ingresos, viéndnale.s, en su mayoría antioqueños, la participación extranjera fue decisiva en la comercialización que en sus inicios estuvo totalmente en sus manos. Pero ya en 1978 dos multinacionales manejaron cl 54 por ciento de las exportacio­ nes totales de banano, y la Unión de Bananeros de Urabá, el 46 por ciento restante. F.stas proporciones cambiaron y ahora la exporta­ ción también es prácticamcntc colombiana. Fl negocio está muy concentrado y las empresas tienden a cartelizai^ en la contrata­ ción de la mano de obra, calculada en 1987 en 20 mil trabajadores, en su mayoría afrocolombíanos del Chocó, distribuidos en 260 plantaciones. Al igual que en los otros polos colonizadores, empezaron a afluir ti>rrcntes de campesinos en busca de empleo o de tierras baldías, ubicadas hacia cl norte del nuevo eje bananero. Pero también tenderos, comerciantes de todo tipo y prostitutas. Fn medio de la avalancha colonizadora y la desorganización, se manifestaron los problemas de carencia de escuelas, centros de salud y, lo que lue­ go seria muy grave, de ausencia de policía y justicia. Kl desorden sucia! conduciría al desorden político y éste ni trauma de nuevas formas de violencia. Durante largos períotlos estas zonas de colonizjción se carac­ terizaron por la fragilidad de las relaciones sociales, la inseguridad de los derechos de propiedad, el precario acxx-so de los campesi­ nos a los centros de mercado. Situaciones más o menopulares que amedrentaron a lo.s

(.-onservadores y a las clases alcas. I.as fórmulas populistas de Gai­ tán, en el repRtro de la opcwición radical pucbhwiligarquía, diluían cl securismo dc sucrteque podían debilitar los partidos y con ellos la fuente de una imdidón de dominación política. F.l hijo mayor de una modesta familia bogotana. Gaitán había comenzado su carrera política cuando aún estudiaba secundaria, en la campaña electoral dc 1917 bajo la dirección de Benjamín Herrera. Después dc graduarse dc abogado viajó a Roma con sus ahorros y allá se consagró como uno de los discípulos más aventa­ jados dc F.nrico i'erri, cl padre dc la escuela positivista dcl dere­ cho penal, y adquirió una disciplina intelectual y profesional que tuvieron muy p(x;os de su generación. En 1928 regresó al país y consiguió un escaño cn la Cámara de Representantes, que convir­ tió en tribuna para lanzar uno de los ataques más memorables y devastadores contra cl régimen conservador a raíz dc la masacre "áe las bananeras. Fn los años treinta ocupó alta.s posiciones dcl Ivstado, de modo que cn la década de 1940 podía aspirar legítima­ mente a la presidencia. En 1945 aprovechó el vacío que dejó la re­ nuncia de I .ópcz Pumarejo y habló de las esperanzas traicionadas por la República liberal. Su cxmsigna fue l.i restauración moral. Ex­ plotó los efectos dc la inflación y del acaparamiento y atacó la os­ tentación de los ricos, que había vuelto a cimdír en las capitales después de 1945. El movimiento de Gaitán presenta muchas características dc los populismos que agitaron por esos años a Argentina, Chile y Bra­ sil. En esos países comcnzarim a sentirse los efectos políticos de las migraciones a las ciudades y ios impactos económicos del co­ lapso del patrón oro y del librecambísmo cn la economía mundial, a raiz de la crisis de la economía norteamericana en 1929, que se^ trasmitió velozmente al resto dcl mundo. I.os movimientos popu­ listas consistieron cn coalicionen de industriales, sindicatos, ma­ sas populares, urbanas (y rurales en México) que, pnr medio de un liderazgo carismático, desplazaron dc! poder a la vieja coalición dc terratenientes, mineros, exportadores, importadores y banqueros, característicos dc la economía exportadora. Coaliciones inestables por su misma naturaleza, se mantenían unidas gracias al hombre tutelar quien oficiaba simultáneamente de jefe del ICstado y jefe dei movimiento populista. En estos modelos el industrialismo era ima expresión nacionalista y cl nacionalismo aglutinaba intereses diver­

CoUmthio: país fragmentado, sociedad dividida gentes. En el populismo latinoamericano los sectores populares .se integraban mejor a la nación, no sólo simbólica sino materialmen­ te, por medio de la lepislactón laboral que protegía a los asalaria­ dos, salarios reales generalmente en aumento y ia ampliación de las instituciones de seguridad S))cial. En este .sentido el populismo manifestó una tendencia hacía la ampliación de los derechos de ciu­ dadanía. Pero éstos se ejercían dentro de marcos autoritarios o semiautoritarios, no sólo en la relación del líder con las ma.sas sino en cl conjunto de las nuevas organizaciones sindicales y populares. Hay, sin embargo, diferencias entre ei metimiento populista de üaítán en 1948 y elementos del modelo descrito.'Por ejemplo,íl gaitanismo, aparte de no tener el apoju de la mayoría de los indus­ triales, no hubiera podido jugar la carta sindical puesto que, como I habría de comprobar el jefe del movimiento, era dificil desmontar ■cl patrón creado desde los años 1920 y 1930, que daba al .sindicalis­ mo un sentido liberal, conservador, católico o comunista. Tampoco hubiera podido jugar una carta nacionalista dada la marginahdad de las inversiones extranjeras, muy concentradas en petróleo y minería. Más aún, a fines de la década de 11)40 comenzó el proceso que culminaría en 1951 con la creación oficial de la empresa na­ cional de petróleos, kcowtrol , y empezaron a municipalizarse al­ gunas empresas norteamericanas de electricidad. La restauración moral gaitanista armonizaba con una perspec­ tiva conservadora. El vocablo “ restauración” era familiar en el len­ guaje conservador y “ moral” era la palabra favorita de Laureano Gómez. El caudillo conservador hacia fruncir cl ceño a los empre­ sarios cuando, en el tono del populismo falangista de la España de los años treinta, hablaba de “ la insufrible dominación de los más débiles por los más fuertes” . derecha doctrinaria advertía que la dicotomía favorita de Gaitán, “ pais nacional/país político” , po­ día leerse en la clave de la crítica aplicada por cl filósofo monár­ quico tradicionalista Charles Maurras al republicanismo francés; pays légat/pays réel. La consigna de Gaitán tuvo eco durante al­ gunos meses incluso en El Sigla, el principal diario conservador bo­ gotano, dirigido por Gómez. Por todo esto no fue inconcebible que el conservatismo más doctrinario cortejara a Gaitán. Una conse­ cuencia de este suprapartidísmo popular fue que la violencia secta­ ria no golpeara tan de lleno a las poblaciones de mayorías gaitanistas

Del orden ncoconser^ador

a\

interregno

cn las elecciones ele 1946 y 1947. como habría lie hacerlo con laü poblaciones liberales tic mayoría oficialista. Aun asf, la fórmula dc üaitán también poilía leerse en clave de la tradición popular dcl partido liberal. I.a almendra dcl país na­ cional era cl pueblo trabajador, quintaesencia de “ la raza indígena que nos enorgullece" y al que las oligarqiuas hablan despojado de las bases materiales (incluido el elemento biológico, por la desnu­ trición y la falta de higiene pública) y de las Iwses morales y polí­ ticas dc su dignidad. ILI país político era el maridaje del privilegio dc la sangre o la riqueza con el poder del F.stado. Conformaban el pais nacional todos los excluidos por la oligarquía dcl país política Por tanto, también hacían parte de él los industriales, agricultores, comerciantes y la pequeña dase media que incluía a los artesanos independientes. Í.3 violencia pueblerina se desbordó en las jomadas electorales • dc 1946 y 1947 y en este último año produjo unos 14.000 muertos. I.os asesinatos y matanzas aumentaron en casi todos los municipios que, en razón de su violencia electoral, habían sido reseñados cn los informes presidenciales dc Rc.strepo(i9i i) y ()laja(i93i). Di.sminu\eron los márgenes de mayoria liberal en el Congreso. Fn Boyacá, por ejemplo, los liberales que tenían cinco senadores contra un conservador, empataron a tres. F.n Nariño y Norte de Santan­ der la proporción dc dos senadores a uno, favorable a los liberales, se invirtió a favor dc los conservadores. Kl cambio fue más pronun­ ciado cn las elecciones de concejales. I.0S liberales perdieron 157 concejos municipales de los 607 en que eran mayoría. Con el silencio y orden que üaitán impuso a una multitud de cicn mil personas vestidas de negro, congregad.is en la Plaza de Bo­ lívar de Bogotá el 7 de febrero de 1948, quiso dramatizar su poder sobre las masas y la rapidez, con que la violencia política se exten­ día por el país. Kn aquella ocasión dijo que la paz pendía dc la con­ ducta presidencial. Pero cl presidente no podía actuar sin tomar en cuenta las fuerzas locales. Políticos y notables, obispos, gamo­ nales y párrocos orientaban el conflicto bipartidista, para enconarlo o atenuarlo según las circunstancias. F.l localismo se intensificaba cuando el Fstado disponía de mayores recursos presupuéstales y aumenraban los canales de comunicación entre los jefes naciona­ les y departamentales con los directorios municipales, como resul-

Colombia: paísfragmenlado, sociedad dividida lado dc la telefonía, la radiodifusión, el aumento del alfabetismo y el ma)or tiraje dc los periódicos. F.n abril de 1948 Gaitán fue muerto a bala por un desconocido en el centro de Bogotá. Los graves motines que precipitó el ase­ sinato unificaron inicialmcnte a Us elites políticas. Pero una vez transformado en mártir el lider populista, había i(ue menoscabar el carácter popular suprapartidario de su legado y para ello no había mejor alternativa que revivir el sectarismo. Kl proceso sc facilitó por el ostensible fracaso de Gaitán en construir un partido moder­ no, ajeno a los caudillismos. Asi quedaron sepultados el constitu­ cionalismo y la convivencia. Kn 1949 el presidente Mariano Ospina Pérez no dudó cn plantarse ante los liberales cerrando el Congreso y cambiando la composición de los altos tribunales que éstos dominaban. Kn la acometida obtuvo respaldo del ejército y el aval de los Kstados Uni­ dos, empeñados en la guerra fría. El ala más doctrinaria dcl parti­ do conservador habló dc la restauración de! principia bolivariano de autoridad. El caudillo conservador Laureano Gómez ganó la presidencia para cl periodo 1950-1954, en unas elecciones marca­ das porlaab.stención liberal. En 1953 seria depuesto por la facción ospinista y cl ejército en un golpe de opinión, como lo bautizó un prestigioso jefe nacional del liberalismo. Después de 1948 empezó a ganar terreno entre los dirigentes políticos y empresariales la idea según la cual las movilizaciones políticas representaban una amenaza para el sistema social y ]>onían en peligro el crecimiento económico. Autoritai'ismo político y un limitado nacionalismo económico expresaron la alternativa de k s clases dirigentes para transitar un campo abierto y minado de incógnitas. Surgieron formas de gobierno dictatoriales, inspiradas en el etéreo binomio Cristo y Botí\'ar. Desde 1949 hasta 1958 ei país vivió bajo estado de sitio, período que más o menos coincide eon la bonanza económica de la posguerra. Aunque los liberales habla­ ron de la dictadura del estado de sitio, a])oyaron al general G usus'o Rojas Pinilla en ios dos primeros años de su gobierno. En cl contexto autorítario del estado de sitio se ensamblaron las instituciones dcl nuevo modelo económico, más allá dc la crítica ciudadana, dc la fiscalización del Congreso y dc la rendición de cuentas de los funcionarios. Los amflictos provendrían más y más

Dt! orden ncoconscrvailor al inierrejtno de las rivalidatles de los grupos regionales. A mediados del siglo los grandes intereses buscaban un ámbito nacional. Peni la impron­ ta regional era muy acentuada. Por ejemplo, en Cali la mayoría de industriales provenían de la ciase terrateniente tradicional, perte­ necían al partido conservador y participaban activamente en polí­ tica. Kn Barranquilla, por cl contrario, los industriales cuyo origen era comercial, como el de los antioquefios, estaban más involucra­ dos con el partido liberal y la política costeña seguía siendo la me­ nos sectaria de todo el pais. Si los industriales de Hogotá, .Medellín y Barranquilla, podían decir que sus empresas habían sido funda­ das entre 1890 y ig io , los azúcenos de Manizalcs, salidos de las familias caficiiltoras y comerciantes de café, habían hecho sus for­ tunas acapai ando bienes escasos durante la.s crisis de desabastecimicntosdc 1942 y 1943. 'IíkIos ellos envidiaban a los empresarios bogotanos, que gozaban no sólo de la cercanía a los altos funcio­ narios del Kstado, sino de una conexión mucho más estrecha eon la banca comercial, altamente concentrada en la capital de la re­ pública desde mediados de b década de 1920. La rivalidad regionalista venia dando sentidoa los conflictos en­ tre industriales y comerciantes. Un caso notorio fue la lucha por el control de 1(k mercados de textiles librada entre tos comerciantes caleños y niedcilinenses, todos tieneficiarios de ta prosperidad ca­ fetera y del corredor de transportes del occidente. Kl conflicto se agravó en los años cuarenta, cuando uno de los principales impor­ tadores y exportadores de café dcl pais, Adolfo Aristizábal, afincado en C!alt, se enfrento abiertamente al clan tcxtüero de los Echeverría de Medellín, que insistían en mantener su propio sistema de ven­ ta de telas al por maj-or, "i>or fuera del comercio organizado", como denunciaba la I'cdcración Nacional de Comerciantes, fenai.co, creada pocos meses después de la Asociación Nacional de Indus­ triales, ANtu. La AMi>i, fundada a fines de 1944, representó inicialmente un reducido grupo de firmas controladas por las familias de la gran industria antioqueña. Para crear opinión favorable al proteccionis­ mo, la ANDI aprendió a emplear los medios de comunicación y a cabildear con los políticos \ funcionarios. Asi, por ejemplo, fue de­ terminante en la posición oficial en la C'onferencia del tiATT (Acuer­ do General sobre Aranceles y Comercio) de 1949, al que Colombia

Colombia: paísfragmentado, sociitdad dividida no ingresó, y en la denuncia del Tratado Comercial con los Esta­ dos Unidos. Entre 1945 y 1953 andi y FENAI-CO libraron una lucha frontal por la pohtica económica que, por momentos, tuvo matices parti­ distas. FENALCO y el partido liberai optaron por et librccambisnio. La expedición del arancet proteccionista de tgso definió a la am>i abiertamente a favor del régimen conservador. Ea oposición libe­ ral sostuvo hasta 1953 que los gobiernos conservadores subordi­ naban su política “a las fluctuaciones de la Bolsa y a las aspiraciones del capital industrial” . Iln la Convención I.iberal de 1951 el aran­ cel fue calificado de ignominioso y se atacó el montaje de una nue­ va oligarquía industrial, “ la oligarquía dcl 175” , refiriéndose a la tasa de cambio privilegiada entonces cn S i ,75 por dólar, cuando en el mercado negro estaba a S 3,00. El recio liderazgo de Laureano Gómez fue otro elemento que apuntaló la visión industrialista. Admirador de la España de Franco, Gómez estaba convencido de la necesidad dc la industria en gran escata. Pero ésta no podría expandirse sirt el abrazo del Estado. t\)r esta razón vemos que en las disposiciones económicas del proyec­ to de reforma constitucional que debía presentarse a la Asamblea Nacional (^)nstitu\'entc, anac , en 1953, se estipulaba que “ El Es­ tado colombiano condena la lucha de clases y promueve la armo­ nía social al amparo de la justicia” . Replicando al artículo sobre la función social de la propiedad, consagrado en la reforma consti­ tucional de 1936, Gómez propuso que “el régimen de producción económica está fundado cn la lilw tad dc empresa y en ta iniciativa privada, ejercidas dentro de los limites del bien común. Sin embar­ go, ct Estado podrá intervenir por mandato de la ley en la industria pública y privada, para coordinar ios diversos intereses económi­ cos y para garantizar la .seguridad nacional” . Y añadía: “et Ustado estimulará a las corporaciones y tmpresasa distribuir sus utilidades con los obreros” . Gómez sc empeñó en que las empresas industríala del Esta­ do, algunos institutos sociales como cl de vivienda y el recién es­ tablecido Instituto Colombiano dc Seguros Sociales, icw, formaran el pivote dc una nueva economía. I!>esesiímó los ataques que fenalCO y ANDl lanzaron al unisono contra cl nuevo organismo dc segu­ ridad social- Las políticas dc éste, puntualizó, eran afines con las

Dcl orden ncotonscrvador al interregno tradiciones cristianas del empresariaiio. Ia moral económica debía reconocer en el trabajador y su íamília el corazón de la relación laboral; las empresas y cl Estado debían atenderlos como unidad, yendo más allá del mero salario que tiende a convertirse en el pre­ cio dei trabajo deshumanizado- Kn consecuencia, la familia católi­ ca y prolifica debía recibir atención preferente dcl icss, mediante im sistema de préstamos y condiciones favorables para la educa­ ción de ios hijos. Asi quedaría garantizada la paz social. Este tipo de principios fue incluido en el proyecto de reforma constitucio­ nal de 1953, que definía a la familia como “el núcleo primigenio y fundamental de la sociedad” . . - El matrimonio ligado con vinculo indisoluble, gozará de ia especial protección del Estado” . Corola­ rio: “Ei salario tiene una función familiar” . Aunque ci proyecto de reforma constitucional quedó archiva­ do a raíz dcl golpe de 1953. todos los gobiernos neoconservadorcs subrayaron el papel benéfico del Estado en la economía y en la convivencia social, del que la legislación laboral y de seguridad social daban muestra. Estos gobiernos también se cuidaron de con­ trolar la inflación, f'ntrctanto, aumentó la represión politica al sin­ dicalismo y la manipulación de las burocracias sindícales en un molde similar al cstablecidcj por los liberales en los años treinta. Ahora bastaba tachar de comunista a un sindicato para que fuera marginado y jiroscritos sus dirigentes. Se aconsejaba a los obreros organizados forjar con los patronos una red de solidaridades en torno al objeto mismo de la producción, formando ia base corpo­ rati;^. Pese a que los costos laborales aumentaron, los empresarios no podían quejarse del esquema y ripidamente pulieron las aris­ tas corporativas. Completamente ajena a las preocupaciones gubernamentales fue la condición laboral de los trabajadores agrícolas, aparceros o jornaleros, quienes, cero cl nuevo orden habia ce­ rrado la salida populista, asociada a la transición del desarrollo hacia adentro. En 1953 las facciones conservadoras se dividieron irre­ vocablemente. El 13 de junio, dos días antes dc la instalación déla ANAC arreglada para asegurar la continuidad de su facción, I-aureano Gómez reasumió las funciones presidenciales que habia de­ jado por enfermedad en 1951. Desatendió el consejo de Alberto Urdancta, el presidente encargado, y de varios miembros de! ga­ binete, y destituyó al comandante de las I'uerzas Armadas, gene­ ral Gustavo Rojas Pinilla, y nombró como ministro dc Guerra a uno de sus protegidos. Rojas no tuvo dificultad cn unir a su alre­ dedor a los cuerpos castrenses. Instigado y apoyado por la plana mayor de la oposición conservadora, esa misma noche anunció al país la consumación del golpe de estado. La Iglesia, andi, sac (Sociedad de Agricultores de Colombia) y FENAi.co, y todos los grupos políticos, eon excepción del laurcanismo y dcl partido Comunista, aplaudieron el cuartelazo. Rojas prosiguió en lo esencial las lineas de política económica, pero cn cl segundo afto de gobierno algunos observadores cmpezarcm a notar que se estaba distanciando de “ la oligarquia” . Kl ex presidente Ixípez, por ejemplo, manifestó su inquietud por todos los “ nue­ vos apellidos” ligados al régimen. Circulaban ésíos por la sección de contratos dcl Diario Oficia! y por las páginas sociales de los pe­ riódicos capitalinos. La euforia liberal y ia tutela que el grupo ospinista aún mantenía sobre el presidente velaron estos indicios. I^ pacificación del l.lano, ia bonanza cafetera, el control de la inflación, cl flujo de empréstitos íntemacin el tiempo tal desorden fue una rutina que pudo controlar la l-'uerza Pública, a veces con saldo de muertos y heridos graves. De los alborotos se beneficiaron las universidades privadas, no slo porque las clases medias las buscaron con más premura, sino porque alegaron que, cn educación superior, lo público era un desastre.

Dcl orden neoconservador al interregno T.is guerrillas eran tan débiles que, asc¡riiran testigos autoriza­ dos, ei presidente I.ópez .Michelsen impidió el aniquilamiento del ELN, cn desbandada después del cerco militar cn la región antio­ queña de Anorí ( 1973) en el cual cayeron abatidos casi todos los miembros de la flor y nata dc c.sa guerrilla. I,a sorpresa llegó en septiembre de 1977, cuando un paro cívico nacional, en aquel mo­ mento expresión de nuevas modalidades de protesta urbana, deri­ vó en una violencia represiva, más improvisada que calculada, que apenas pudieron ocultar los medios de comunicación. En esas pro­ testas, más que en las operaciones militares del .M-19 tic la época, deben verse síntomas del descontento social, de la alienación dc amplios sectores dcl régimen politico y de la incapacidad de éste para ofrecer respuestas institucionales y soluciones participativas. La serie de escándalos de corrupción financiera y politica que si­ guieron en los años siguientes, desprestigiaron a las elites ante los ojos dc las clases medias. I .«pez Michelsen planteó una reforma constitucional, pero la iniciativa fue bloqueada en el Congreso. I .os presidentes liberales Turbay y Barco, quienes, como López, partían de mayorías en el poder legislativo, recorrieron infructuosamente esa vía. El tínico que logró conducir exitosamente una reforma constitucional fue el conservador Betancur Esta consagro la elección popular de al­ caldes, que empezó a realizarse en 1988. La reforma aireó ia polí­ tica en algunas localidades, mientras que en otras fortaleció los El cambio constitucional vino un poco inesperadamente, en una diRci! coyuntura dc orden público en 1988- 1991. Como cn muchos quiebres políticos dc esta naturale7.a, fue decisiva la audacia de los dirigentes. Al respecto pueden citarse a Núñez y Cjiro en 18851H86, o a los padres del fn en 1956 y 1957. El objetivo, como cn los casos citados, fue pacificar En esta ocasión cl enemigo era el narcotráfico, que desde 1988 había desatado una fulminante gue­ rra terrorista, sin cuartel y en ascenso. Uno de los episodios más alarmantes de esta campaña fue el asesinato en 1989 del jefe del partido liberal Luis Carlos üalán, quien, como Gaitán en 1948, iba camino a la presidencia. El asesinato fue ordenado por Pablo Es­ cobar, ¡efe dc una de las organizaciones más poderosas y agresivas del narcotráfico. Con la bandera de U moralización política y cl talante reformista dc Carlos Lleras, Galán había consolidado ima

Colombia: país fragmentado, sociedad dix'idida basecn las clases medias liberales de las ciudades. En iq Kz no dudó en lan/Ar su candidatura presidencial, dividiendo a su partido y ce­ rrando el paso a una segunda presidencia de Alfonso López Michelsen. De ahi en adelante su ascenso fue meteórico. Habia que refundar el Estado; a esta conclusión llegaron sec­ tores dc las elites a fines de los años ochenta. De tal entendimiento surgió un nuevo orden constitucional más participativo y descen­ tralizado; más social y justo; más transparente y menos corrupto. Pero llama la atención lo frágil de la legitimidad y legalidad del proceso constituyente- No existían hases legales para convocar la Asamblea Qmstituyentc. Más significativo, a diferencia del plebis­ cito de IQ57, en el cual votó más del 90 por ciento de la población apta, en 1990 la abstención para elegir Cx>nstituyente fue una de las más altas en la historia electoral dcl país, el 74 por ciento, muy por encima de la tendencia estadística desde 195H. l.os constitu­ yentes fueron elegidos con menos de la miud de los votos deposi­ tados por los congresistas unos meses atrás y a quienes revocaron el mandato. El constitucionalismo del yo adhirió a la ola democratizadora mundial, cuya cresta era, en esc momento, la caída dcl Muro de Berlín y el fin del sistema soviético. En este sentido, es notable c! contraste con los orígenes del KN moldeado por la guerra fría con su reformismo preventivo de los años sesenta, expresado en la Alianza para cl Progreso. En 1990 cl espíritu de reforma nacía del espíritu dc la posguerra fría; protección de los derechos humanos y del medio ambiente, sociedad civil participativa, descentralízaHay otros aspectos en que también se diferenciaron los proce­ sos de 1957 y 1991. En 1957 no se cuestionó la política económica central de industrialización sustitutiva. En 1990, con un retardo de una década con respecto al resto de América Latina, Us elites políticas y empresariales colombianas se animaron a emprender la apertura comercial y financiera y la privatización. Principios que venían predicándose desde la crisis industrial dc los años setenta y para la que estaba abonado cl terrena Si este cambio no compli­ có el prt>ceso constituyente, si creó fuertes tensiones con los sin­ dicatos del sector público, inmediatamente después dc que fuera aprobada la Constitución.

Del orden neoconservador al interregno Otra diferencia con cl proceso de 1957 es que el plebiscito, pac­ tado a puerta cerrada, instaur«) un sistema bipartidista excluyente. I-^n la Clünstituycntc, entre los 70 miembros electos, .sobresalieron jefes y voceros de las guerrillas desmovilizadas. Asi, la Alianza l)emocrática-M-19 obtuvo tezó un menguado Partido Social Conservador, con sólo 5 escaños, quedó inarginado en la Asamblea. Cíimo cn H)57, el proceso de 1990 fue organizado desde arri­ ba. Los jefes liberales de un lado, particularmente Alfonso López Michcl.scn, y del otro, Alvaro Gómez Hurtado, mostraron que cn Colombia la.s familias politicas aún siguen mandando. Quizás ha­ bían previsto que en los años siguientes los movimientos legales de los guerrilleros desmovilizados perderían fuerza hasta desapa­ recer del mapa electoral. Visto en una perspectiva dc largo plazo, puede decirse que la (jr ta d e it^ t enterró el pasado. No se la concibió ni presente) con referencia a tal o cual C-onstitución anterior. Sus puntos de com­ paración fueron, más bien, las nueva.s constituciones de l^spaña y Brasil, aunque su inspiración filosófica se remonta a los constitu­ cionalismos clásicos de fines del siglo XVII!. El documento dc 1991 desarrolla la última generación de de­ rechos humanos y el derecho ecológico; reconoce la pluralidad étnica dcl pueblo colombiano; afirma principios actuales de desccntralizacitin fiscal y fortalece el poder judicial. Plantea, aunque sigue en el aire, el tema de la reordenación territorial del país, ex- ' cepto por la jurisdicción especial que creó para las comunidades indígenas, y más tarde, para las negritudes. Pero no tocó cl papel dc las Fuerzas Armadas en un orden democrático. Restringió las funciones del gobierno en relación con ln moneda y, para subrayar la apertura política, condicionó, todavía más que la reforma cons­ titucional dc 1959, cl régimen de estado de sitio que ahora se lla­ ma “ estado de conmoción interior” . En las circunstancias adversas de 1990, miles de colombianos depositaron su esperanza en la fórmula ofrecida por el gobierno,

Colombia: pnstituciónde 1991 aumentó las expectativas, pero sus logros, como bien podía esperarse dadas la improvisación y debilidad del proceso consiituyente, han sido mínimos al no estar acompañados de cam­ bios cn la cultura política y reformas económica.s y sociales sus­ tanciales. Así, se desvanece otra quimera. Pocos años después dc expedida la Constitución, es evidente que no hay más competencia política, que la corrupción prosigue, que no surgen partidos moder­ nos y, sobre todo, que cl país no se ha paciñcado. Desde Detancur en 1982, todos los presidentes han propuesto y desarrollado pro­ cesos de paz con las guerrillas- Aunque algunas se desmovilizaron entre 1989 y 1994, y participaron en la Ckinstituyente, el proble­ ma es cada vez más embrollado F.l vacío que fueron dejando los dirigientes políticos del kn, mu­ chos de los cuales habían comenzado su carrera política en las dé­ cadas de 1920 y 1930, fuellenado por una nueva clase política más dispersa desde una perspectiva nacional por estar más atada a los poderes fácticos locales. Ksto se aprecia, por ejemplo, cn la constan­ te fragmentación electoral medida a través del número de candi­ datos. El surgimiento de corrientes cívicas y el potencial explotado por ANAPO fueron lecciones para la generación dc políticos que al­ canzó la madurez en los años ochenta. 1.a elección popular dc alcaldes fue un paso decisivo en formaIÍ7.ar esta fragmentación. 1.a Constitución de 1991 la amsolidó. Se­ paró los calendarios y por tanto las campañas, l ijó cada tres años para las de alcaldes y gobernadores, concejos municipales y asam­ bleas departamentales; c-uatro años para las de Congreso, divididas en una circunscripción nacional dc senadores y circunscripciones departamentales para la (támara de Representantes. Igualmente, separó estas elecciones de las presidenciales, a las que se abrió la posibilidad de segunda vuelta si en la primera ninguno de los can­ didatos obtiene ia mitad más uno dc tos votos emitidos. Parcelada la actividad electoral, aumentó la competencia indi­ vidualista de candidatos y se debilitaron las maquinarias centrales dc los partidos. Surgió el microempresario electoral y se encare­ cieron las campañas. La televisión se convirtió en cl medio esen­ cial dc propaganda. Pero lus dos partidos tradicionales, con una

Del orden neoconservador al interregno notable ventaja del liberal, continúan dominando las instituciones políticas, A la luz de los altos ideales de los constituientes, plasmados en nuevos derechos constitucionales, la última década del siglo XX ofrece mayores frustraciones. Por cjcmp1^^ el desempleo urbano que en los últimos aiHos ha alcanzado las colas más altas desde que hay estadísticas, contradice el principio constitucional que coloca el derecho al trabajo como uno de los fundamentales. norma según la cual los derechos de los niñas prevalecerán sobre todos los demás no se concilia con el aumento de denuncias .sobre abusos d t t(Klo tipo contra los niños, la mayoría de los cuales se realizan en el hogar y en el entorno del trabajo familiar; ni con el aumento del deficit de cupos escolares en muchas municipalidades, parti­ cularmente del Caríbe, K1agudo y creciente problema social de los desplazados, en muchas ocasiones acosados por las Fuerzas Arma­ das. contrasta con la protección a>nstitucional a los derechos hu­ manos. Por otra parte, por ta vía de las tutelas y del control constitu­ cional ha avanzado la protección de muchos derechcLs laborales c individuales, I as adolescentes embarazadas no pueden ser expul­ sadas de los planteles educativos; los homosexuales no pueden ser discriminados en la Fuerzas Armadas y los moribundos tienen derecho a una muerte digna o asistida por sus médicos, .Algunos de estos derechos, particularmente el último, suscitan fuertes con­ troversias políticas, morales y filosóficas en países que son paradig­ ma de la democracia moderna y allí no han sido reconocidos en el grado colombiano. Esto sugiere la levedad del nuevo constitucionahsmo en la espesura de una sociedad que tiene pocas oportuni­ dades para pi estarie la atención que, quizás, merece. Otro avance significativo tiene que ver c-on los equilibrios establecidos en mu­ chas sentencias de los altos tribunales sobre decisiones de las ins­ tituciones económicas del Kstado; por ejemplo, sobre la equidad social de las tasas de interés o de las políticas antíinflacionarias. Lus desarrollos legales de la Clonstitución quedaron en manos de 1a clase política preconstituyente. F.l problema de fondo sigue siendo el mismo desde la fundación de la República; la distancia entre ios sueños del constitucionalismo y las prácticas scKÍales.

CONSTITUCIÓN p o lìt ic a DE COLOMBIA "Art. 44, Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integri­ dad física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el dudado, el amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su opinión. Serán protegidos contra toda forma de aban­ dono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explo­ tación laboral o económica y trabajos riesgosos. Gozarán también de los demás derechos consagrados en la Constitución, en las leyes y en los tratados internacionales ratificados por Colombia. "la familia, la sociedad y el Estado tienen ia obligación de asistir y prote­ ger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejer­ cicio pleno de sus derechos. Cualquier persona puede exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de los infractores. "Los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los de­ más". Males que agobian la niñez ci (cifras aproximadas) Que viven en las calles Que trabajan Que están fuera del sistema educativo En la prostitución En el conílicto armado Que viven en condiciones de miseria Que raspan coca Sin resgistro civil Vlcitmas de maltrato

Entre 25 mil y 30 mil 2,5 millones 2,8 millones 30 mil 6.000 menores de 18años 2 millones 200 mil 18,4% de menores de 5 años 2 millones

Fuente: Unicef, El Espectador 5 de abril de 2001, p. 6A

Los nuevos poderes: narcotráfito y petróleo lin la glübalización de los mercados de drogas, arma-s y dineros ilícitos, es manifiesto el papel de Estados Unidos, el principal país consumidor dc drogas prohibidas, centro mundial de tas opera­ ciones de dineros ilegales e importante proveedor dc armas a los mercados negros colombianos. El gobierno norteamericano fija unilateralmente los parámetros dentro de los cuales paises-fuente, como Colombia, deben colaborar en la guerra a las drogas.

I3cl orden neoconservador al interregno Fn la cdición de! 6 de julio dc la revista Time citaba un estudio segiin el cual "Como las motociclctas, las metralletas y la política de la Casa Blanca, la cocaína es, entre otras muchas cosas, substituto dc virilidad. Su mera posesión da status: la cocaína equi­ vale a dinero y el dinero a poder.» Eran tiempos de permisividad y altos precios cn tas calles de las ciudades estadounidenses. Poco después, informes de diversas instituciones públicas y pri­ vadas de los Estados Unidos describieron la plaga de la cocaína y, lo que era peor, desubprixluctos aún más dañinos y adiclivas como cl crack que en C^)lombia se llama bazuca. Epidemias que afectaban la salud pública y generaban epidemias de criminalidad y la corrup­ ción de algunas policías. En poco tiempo se consolidó un consen­ so político de “ cero tolerancia” . Se pusieron en marcha diversos programas de guerra a las drogas qiic cn Colombia habrían dc te­ ner amplios efectos diplomáticos, políticos, militares y sociales. estrategia dc guerra de la Casa Blanca detinió. primero, que el núcleo del problema estaba del lado de la oferta, es decir de países como Bolívia, Perú, Colombia y México. Segundo, que los Ejércitos de estos países debían encargarse de la represión. .Ante el fracaso del Ejército colomliiano, evidente en la guerra a la organización de Pablo Escobar, cl principal narcotraficante de la historia del país, se cambió dc estrategia. 1.a Policia Nacional fue reformada y reem­ plazó al ejército en estas funciones represivas. 1^ guerra a las droga.s vino acompañada de sanciones unilate­ rales como la dcsccrtíficación. También se pusieron en marcha tra­ tados de extradición de nacionalc-s a los Estados Unidos. Políticas que provocaron resentimientos nacionalistas. 1.a extradición llevó a la escalada terrorista de los narcotraficantes. Centenares de tes­ tigos, jueces y periodistas cayeron asesinados. El apaciguamienti) llegó con la prohibición constitucional dc extraditar culombianos, consagrada cn la Constitución dc 1991 y revocada por el Congre­ so a iniciativa del gobierno en t^gy, bajo presiones del gobierno norteamericano. El CÁiadro 13.12 muestra que la dinámica econó­ mica del narcotráfico desbordó esta lógica de represión. Narcotráfico y petróleo implican una transferencia masiva de recursos a las clientelas locales y a las gucrrilla.s. Fenómenos que, por supuesto, no excluyen la corrupción de los políticos cn el pla­ no nacional. El más claro ejemplo dc ésta es el llamado, "Proceso 8.000” , que deja presumir un extendido sistema dc relaciones dc

CokiniOia:paísfragmentado, sociedúd dividida protección, complicidad y soborno entre la clase política de ambos partidos y los narcotrafícantes. Relaciones tejidas desde la dé­ cada de i()70. El cambio de opinión pública y las presiones de Estados Uni­ dos transformaron lo que era una práctica más o menos aceptada, pero discreta, en el mayor escándalo político del siglo xx. Que los empresarios financiaran políticos no era nada nuevo. I-a ANDI, por ejemplo, estableció el método desde su fundación y desde el kn prácticamente todas las grandes empresas financian campañas. novedoso era que los narcotraficantes, además de ser empresarios, estaban por fuera de la ley y algunos manejaban directamente orgianizaciones criminales y, en todo casa, muchísimo dinero. Éstos eran los usos y costumbres que explican cómo la camjMfta presidencial de Ernesto Samper recibió del Cartel de Cali, una de las grandes organizaciones de narcotráfico, cinco mil millones de pesos (unos dos y medio millones de dólares) para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Por este delito purgan con­ denas de cárcel una docena de políticos liberales de primera línea. Aunque eran muy fuertes los indicios que apuntaban a la respon­ sabilidad directa del presidente Samper, al fiscal le faltó destre7.a y experiencia para cimentar un caso convincente. Para rematar el episodio, la Comisión de Acusaciones de la Cámara de Represen­ tantes, en manos de la facción oficialista, precluyó el proceso. Por otra parte, la politización de la renta petrolera vigoriza el sistema clientelar Bajo los presupuestos teóricos generales de la descentralización, se acordó que el gobierno central debe transferir 49 por ciento de las regalías petroleras a los municipios y departa­ mentos donde hay explotaciones y a aquéllos por donde pasan los oleoductos; una fracción va al rcstodelpais.Ijs nuevas explotacio­ nes petroleras están ubicadas en regiones de frontera. Allí son noto­ rios el vacío del poder institucional, el juego clientelar y la violencia guerrillera extorsiva. Y allí todo dinero públicoquc ingresa se gasta. Las regalías se invierten en obras innecesarias, a vcccs extrava­ gantes, peroque permiten ejecutar gigantescos contratos adosados por comisiones ilegales. La guerrilla tiene un poder tal que es un intermediario conocido de estos contratos. Se trata por cierto de zonas con muy ptica población, factor que no se tuvo en cuenta cuando se expidió I« ley Por ejemplo, las regalías per cápita de

L>vl urden ncoconser\idor al inierrejmu Arauca son 362 veces superinre.s a las de Antioquia, i ,300 veces las de Cundinaniarca y 8.Q00 las dc Risaralda. La elección popular de alcaldes, las transferencias obligatorias de recursos tiscalcs a los municipios y cl énfasis neofederalista dc la Cxinstiiución de 1991 están creando nuevos balances dentro de las unidades territoriales del listado colombiano, para las cuates no existen las instituciones estatales adecuadas. Esto se aprecia en ia atropellada expansión det pasto estatal. l)e un Lado, entre iqga y 1998 el Lstado vendió a los particulares un conjunto dc empresas prestadoras de bienes y serv icios, liberándose dc una pesada carga financiera. Simultáneamente se emprendieron estudios para racio­ nalizar la actividad de las instituciones estatales con miras a reducir la burocracia, simplificar procedimientos y acercarse a la ciudada­ nía, Se buscaba achicar el Kstado, es decir, contraer y mejorar la eficiencia del gasta Pero ocurrió todo lo contrario. ;Por que? Una razón fundamental es que. quizás por primera vez cn la his­ toria nacional y gracias al petróleo, cl Estado tiene recursos patri­ moniales y rentas derivadas de una magnitud tal que da autonomía a los políticos en relación con las elites empresariales y económi­ cas. 1.os gobiernos pueden gastar más sin incurrir en cl costo polí­ tico de aumentar impuestos. Simultáneamente el sector privada puja por captar parte de la renta petrolera, exigiendo exenciones fiscales y subvenciones por la vía de las tasas de cambio e interés bancario. F.n sólo cuatro anos, de 1995 a 1998. el ga.sto público total pasó del 32,2 por ciento al 36,^ por ciento del pib . Ln un país con infraestrut-turas físicas deficientes (carreteras, autopistas, puentes, puer­ tos, túneles) y con graves rezagos del gasto social, particularmente en educación y salud, este aumento seria bienvenido. Pen> el 70 por ciento, se destina al gasto corriente en cl cual una proporción signi­ ficativa .se va en pagar las nóminas y gabelas de la burocracia, inclui­ da la militar, l'.ste dcsbalance entre el gasto corriente y la inversión pública .se origina en la racionalidad del juego político. I^ s hori­ zontes temporales del político profesional dependen de un ciclo de corto plazo, cn general cl cuatrienio del presidente y de los con­ gresistas (tres años de alcaldes y gobernadores), mientras que los efectos positivos de una política de educación o dc dotación de vías sólo se ven en el mediano plazo.

Colombia: paísfragntfnlado, sociedad dividida I )acla la naturaleza clientelista cié la politica, se incrementaron desmesuradamente los rubros de remuneraciones no sólo del go­ bierno central sino de los depanamcntos y municipios, por medio de las transferencias ordenadas en la Constitución de 199!. Ade­ más, el conflicto armado y la represión al narcotráfico han coloca­ do a Colombia en contravia de su propia tradición prcsupuestal y de lo que está ocurriendo en América I Jtina. Por ejttnplo, el gas­ to militar pasó del 1,6 por ciento del PiBen 198531 2,6 por ciento en 1995, y mantiene la tendencia a crecer, Pero aquí también se ve que una parte sustancial del incremento va a pactar la nómina y las prebendas pensiónales y prestacionalcs del personal militar. expansión del gasto público genera una permanente presión inflacionaria y una propensión al déficit fiscal. Aun cuando muchos sectores ciudadanos y empresariales quieren ver un Estado más ac­ tivo en el frente de las obras públicas, la ideología en boga seiíala que el Estado inversionista y centralizado es ineficiente y corrupto. El cam bio cultural: cultura popular y cultura de elite La pieza maestra del cambio cultural de la segunda miud del si­ glo xx ha sido la secularización. I a s pautas son mundiales, pero hay algunos matices específicos. En este periodo se debilitó conside­ rablemente la autoridad del clero católico en a.suntos de moralidad pública y privada, de políticas cducativa.s o de política partidista. La urbanización y la expansión del alfabetismo y déla escolaridad; del cine y la televisión, y de nuevas formas de cultura popular, in­ cluidos los deportes, crearon nuevos modelos y paradigmas. 1j)s intelectuales, particularmente los columnistas de lu prensa escrita, fueron quedando al margen en su papel tradicional de formadorcs y orientadores de opinión. I..OS traumas del Rogotazo y de la vio­ lencia del 9 de abril en provincia acentuaron )a despolitización y, en ese contexto, el intelectual ideólogo ccdió el lugar al intelectual experto. l>entro de los expertos, el jurista perdió terreno ante el economista. Recientemente retorna un jurista más técnico, menos ideológico, y hay más equilibrio con el economista, aunque ambos están siendo desplazados por los especialistas en mercadotecnia comercial y electoral, 1^ paz frentenacionalista requería enterrar, al menos tempo­ ralmente, las ideologías de los partidos. Quienes buscaron explo­ tarlas fueron tachados de anacrónicos y sectario.s. Dos aindiciones

enmarcan este proceso scculari/'Jtlor. Primera, en todo este perío­ do cl número de lectores de libros, perickiicos y revistas ha sido uno de los más bajos dc América Latina. Segunda, la televisión llegó al país a mediados de la década de 1950, bajo el predominio de la cen­ sura política y moral, combinada con la autocensura. Empezó, como cn casi todo el mundo, la hora de los locutores y presenta­ dores de noticias y programas culturales anodinos. Sus voce.s ter­ sas y sus hablas sin dejos regionales se adecuaron a los nuevos públicos. I x>s programas de mayor densidad intelectual consistían en concursos dc preguntas y respuestas de tipo enciclopédico, a cargo dc unos .sabelotodos que hacían creer al radioescucha o al televidente que allí se suministraban cápsulas milagrosas de sabi­ duría. Radio y televisión montados sobre los modelos nortcamericjnos de pautas comerciales fueron los sustitutos de la educación pública y nunca, ni siquiera cuando se habló en la década de 1980 de “ universidad abierta” , se consideró el modelo estatal de la tele­ visión británica o francesa, que asume ia posibilidad de elevar el nivel educativo de lii población entreteniéndola. I .a concentración del poder económico y la difusión de la tele­ visión llevaron al rctroccso de las elites eclesiásticas y laicas en su papel de moldeadoras dc la visión del mundo de los sectores po­ pulares y dc árbitros de la cultura popular. Esto fue más evidente cn los años noventa. Entonces volvieron con fuerza inusitada los locutores chabacanos, de fuerte acento regional, aunque no despla­ zaron dcltinloa los más ecuánimes. F.l presidente Andrés Pa-strana afianzó sus ambición« políticas en los años ochenta como atildado presentador de un telenoticiero. En representación de los prime­ ros puede citarse a Edgar Perca, uno dc los senadores más desta­ cados dc la legislatura 1998-2002, quien hizo nombre y prestigio como exaltado comentarista deportivo de la radio, sancionado cn ocasiones por incitar a la violencia entre las barras dc tos equipos de fútbol. En los dos dcpeso pasaron por cl fútbol colombiano gran­ des astros argentinos, y a comienzos de los años cincuenta los bo­ gotanos pudieron presenciar “ encuentros clisicos” entre cl Real Madrid y el Millonarios de la capital. La concentración dc la propiedad y cl control de los medios de comunicación han sido notables desde la década de 1930, cn los inicios de la radiodifusión. Hoy en día es notorio el nexo entre los grandes empresarios, los medios y la política. Dos de los mayores conglomcradoK empresariales del país, el Grupo Snntodomingo y el Grupo Ardila l.üllc, se hicieron a la propiedad de las principales cadenas de radio y televisión privada, de revistas para las clase.s me­ dias y el primero adquirió recientemente el prestigioso diario liberal El Espectador. Ambos grupos, que rehuyen asumir la responsabili­ dad política directa, se han convertido cn patrocinadores abiertos de este o aquel candidato presidencial y de los políticos cn general. I^a urbanización, la radio, la discografia, el cinc y la televisión crearon nuevos gustos y nuevos públicos. I.as músicas folclóricas regionales, andinas, caribeñas, llaneras, se adaptaron a éstos. Tam­ bién fue manifiesta la predilección popular por el tango argentino, las rancheras mexicanas, el bolero cubano-mexicano y la música bailable afro-antillana. En sus comienzos, la radionovela y los pro­ gramas radiales dc humor se importaban dc la Cul« prerrevolucionaria. Pero con el tiempo fue evidente que el arquetipo dc la cultura de masas era norteamericano. En cuanto en Estados Uni­ dos la cultura popular compendia valores igualitarios, tal como Tocqueville observó perspicaz y tempranamente, aparece cn Co­ lombia un contrapeso a la cultura de las clases altas tradicionales, ahora más secular aunque elitista como antes.

Del Drdcn ncoconservador al interregno Consideremos, por eiempli), cl influjo de las fórmulas de la cul­ tura popular norteamericana en las telenovelas de los últimos io ó 15 años y en el incipiente cine colombiano. A comienzos de la dé­ cada de igyo los actos oficiale.s del Congreso y del presidente de la Repiiblica evitaban caer en cl horario de una telenovela que al­ canzaba los más altos ratings: Café con aroma dt mujer. La historia se desarrolla durante la bonanza de los años de 1970, en tomo a una poderosa familia de cafeteros originaria de Alanizales. Ofrece una miscelánea convencional de estafas en las exportaciones de café, picardías en la trepada social, virginidades recicladas y ma­ ternidades fraudulentas. I .a narrativa, ajena al estilo acartonado del genero, estaba dominada jx>r un punto de vista cínico y retorcida Pese al aparente realismo, el libreto suprimió los quebrantos de la extorsión, la criminalidad común y ci secuestro, a los que han es­ tado expuestas las familias colombianas. No todo es cinismo. La eslralegia del caracol, una de las películas nacionales más taquilleras, cuenta las peripecias de los ingeniosos inquilinas de un gran caserón republicano del centro de Bogotá para eludir una orden judicial de evicción. Con cl canon del Holly­ wood de los años treinta y cuarenta, la película pone en ridiculo a los poderosos (el i>ropietario, un vistago que quiere recuperar cl inmueble) y sus mañosos intermediarios (el abogado, cl juez y los policías); enaltece al pueblo sencillo y laborioso y tiene final feliz. La alta cultura es al mismo tiempo más cosmopolita y más na­ cional. Ls decir, ha encontrado los lenguajes universales para des­ cifrar y describir idiosincrasias colombianas. En este medio siglo han conocido su edad de oro las artes plásticas y csccnicas; la ar­ quitectura y la literatura. Kn los últimos lustros Bogotá se convir­ tió en sede de un reputado f«tival mundial de teatro. F.n todo el planeta se ha consagrado el poderío del arte y cl talento de un Fer­ nando Botero o de un Gabriel García Márquez, que extraen su colorido y fantasía de la savia pueblerina y provinciana del país.

GABRIEL g a r c ía MÁRQUEZ Y EL 'GRUPO DE BARRANQUILLA" “El Manifiesto: Voiviendo a lo de tus influencias. Dentro de tu forma­ ción literaria, ¿qué significó el "Grupo de Barranquilla? "Gabriel García Márquez.- Fue lo más importante. Lo más importante, porque cuando estaba acá en Bogotá, estaba estudiando la literatura de manera, digamos, abstracta a través de los libros, no había ninguna correspondencia entre lo que estaba leyendo y lo que había en la ca­ lle. En el momento en que bajaba a la esquina a tomarme un café, encontraba un mundo totalmente distinto. Cuando me fui para la Costa forzado por las circunstancias del 9 de abril, fue un descubri­ miento total: que podía haber una correspondencia entre lo que esta­ ba leyendo y lo que estaba viviendo y lo que había vivido siempre. "Para m(, lo más importante del "Grupo de Barranquilla" es que yo tenia todos los libros. Porque allí estaban Alfonso Fuenmayor, Alvaro Cepeda, Germán Vargas, que eran unos lectores desaforados. Ellos tenían todos los libros. Nosotros nos emborrachábamos, nos embo­ rrachábamos hasta el amanecer hablando de literatura, y esa noche citaban diez libros que yo no conocía, pero al día siguiente los tenía. Germán me llevaba dos, Alfonso tres... El viejo Ramón Vinyes... Lo más importante que hacía el viejo Ramón Vinyes era dejarnos meter en toda clase de aventuras en materia de lectura; pero no nos dejaba soltar el ancla clásica, esa que tenía el viejo. Nos decía: "M uy bien, ustedes podrán leer a Faulkner, los ingleses, los novelistas rusos, los franceses, pero siempre, siempre en relación con esto”. Y no te dejaba soltarte de Homero, no te dejaba soltarte de los latinos. El viejo no nos dejaba desbocar. Lo que era formidable es que esas borracheras que nos estábamos metiendo correspondían exactamente a lo que yo estaba leyendo, ahí no había ninguna grieta; entonces empecé a vivir y me daba cuenta exactamente de lo que estaba viviendo qué tenía valor literario y qué no lo tenía, de todo lo que recordaba, de la infancia, de lo que me contaban, qué tenía valor literario y cómo habia que expresarlo. Por eso es que tú encuentras en La hojarasca que me daba la impresión que no it>a a tener tiempo, que había que meterlo todo, y es una no­ vela barroca y toda complicada y toda jodida... Tratando de hacer una cosa que luego hago con mucha más tranquilidad en El otoño del patriarca. Si pones atención, la estructura de El otoño es exactamente la misma de La hojaraxa: son puntos de vista alrededor de un muer­ to. En La hojarasca está más sistematizada, porque tengo 22 ó 23 años y no me atrevo a volar solo. Entonces adopto un poco el método de Mientras agonáo de faulkner. Faulkner es más... por supuesto... él le

pone un nombre al monólogo; entonces yo, por no hacer lo mismo, lo hago desde tres puntos de vista que son fàcilmente identificables. porque son un viejo, un niño, una mujer. En £í otoño del patriarca, ya cagado de risa, entonces puedo hacer lo que me da la gana; ya no me importa quién habla y quién no habla, me importa que se exprese la realidad ésa que está ahi. Pero no es gratuito, digo. No es casual que en el fondo sigo tratando de escribir el mismo primer libro: se ve muy claro, en £1otoño, cómo se regresa a la escritura, y no sólo a la estruc­ tura sino al mismo drama. "Vera eso. Fue formidable porque estaba viviendo la misma literatura que estaba tratando de hacer. Fueron unos años formidables, porque, fíjate.,, hay una cosa que sobre todo los europeos me reprochan; que no logro teorizar nada de lo que he escrito, porque cada vez que hacen una pregunta tengo que contestarles con una anécdota o con un hecho que corresponde a la realidad. Es lo único que me permite sustentar lo que está escrito y sobre lo que me están preguntando,,. Recuerdo que trabajaba en El Heraldo. Escribía un nota por la cual me pagaban tres pesos, y probablemente, un editorial por el cual me pagaban otros tres. El hecho es que no vivía en ninguna parte, pero habia muy cerca del periódico unos hoteles de paso. Habla putas alrededor Ellas iban a unos hotelitos que estaban arriba de las notarlas. Abajo estaban las notarías, arriba estaban los hoteles. Por $ 1,50 la puta lo llevaba a uno y eso daba el derecho de entrada hasta por 24 horas. Entonces co­ mencé a hacer los más grandes descubrimientos: i Hoteles de $ 1.50, que no se encontraban!,,. Eso era imposible. Lo que tenia que hacer era cuidar los originales en desarrollo de La hojarasca. Los llevaba en una funda de cuero, los llevaba siempre, siempre debajo del brazo... Llegaba todas las noches, pagaba $ 1,50, el tipo me daba la llave-te advierto que era uo portero que sé dónde esté ahora-, era un viejito. Llegaba todas las tardes, todas las noches, le pagaba los $ 1,50... jClaro! Al cabo de quince días ya se habia vuelto una cosa mecánica: el tipo agarraba la llave, siempre del mismo cuarto, yo le daba los $ i,50. .. Una noche no tuve los $ 1.50.,. Llegué y le dije: ’¡Mire! Ud. ve esto que está aqui. son unos papeles, eso para mí es lo más importante y vale mucho más de $ 1,50, se los dejo y mañana le pago'. Se estable­ ció casi como una norma, cuando tenía to sí 1,50 pagaba, cuando no tenía, entraba... '¡Hola! ¡Buenas nochesl'... y ... ¡pahi... le ponía el fólder encima y él me daba la llave. Más de un año estuve en ésas. Lo que sorprendía a ese tipo era que de pronto me iba a buscar el chofer del gobernador, porque como era periodista me mandaba el carro. ¡Y ese tipo no entendía nada de lo que estaba pasandol

"Yo vivía ahi, y, por supuesto, al levantarme al óia siguiente la única gente que permanecía ahí eran las putas. Eramos amiguísimos, y ha­ cíamos unos desayunos que nunca en mi vida, que nunca en mi vida olvidaré. Me prestaban et jabón. Recuerdo que siempre me quedaba sin jabón y ellas me prestaban... Y ahí terminé La hojarasca. "El problema con todo eso del "Grupo de Barranquilla" es... Lo he contado mucho... ¡Ysiempre me sale malí Porque no alcanzo... Para mi es como una época de deslumbramiento total, es realmente un descubrimiento... ¡No de la Irteratura! Sino de la literatura aplicada a la vida reai, que, al fin y al cabo, es el gran problema de la literatura. De una literatura que realmente valga, aplicada a la vida real, a una realidad”. Fuente; Entrevista a Gabriel Garda Márquez en El Manifiesto, 8 y 29 de septiembre y 13 de octubre de 1977, en: Repertorio crítico sobre Gabriel García Márquez, compilación y prólogo de Juan Gustavo Cobo Borda, 2 V .. Bogotá, 1995, v. 1,pp. 119-122.

C A P I T U L O XV

L a violencia política en la segunda mitad d el siglo

XX

I.A AFIRM.ACIÓN SEGÚN LA Cl'AL Coiüinbia lleva medio siglo de violencia continua es precaria. Para comenzar, la intensidad fluctiia:de 1950 hasta 1965 (>)iombia mantuvo tasas de homicidios bas­ tante elevadas, por encima de la media latinoamericana. 1 ^ 1965 a 1975 se abatieron, quedando dentro de rangos comparables a los dc Brasil, México, Nicaragua o Panamá. Pero en la .segunda mitad de la década de 1970 comenzaron un a.scenso vertiginoso, dc suer­ te que cn la última década dcl siglo xx Colombia era renombrada como uno de los países más homicidas dcl mundo. I.a Casa nacional de homicidios por 100.000 habitantes (queprc' senta fuertes variaciones entre municipios, comarcas y departa­ mentos) evolucionó aproximadamente de la siguiente nianerd: 32 de 1960 a 1965; bajó a 23 entre 1970 y 1975 y empezó a subir hasta situarse en 33 cn 1980, 32 cn 1985, y registró un fuerte incremen­ to ha-íta llegar a 63 cn 1990 y alcanzar la cima, en I99i-i9()3, de 78, para ir descendiendo hasta 56 cn 1998, aunque volvió a aumen­ tar a 63 en el bienio 1999-2000. Si desde 1992 ha.sta 1997 los homicidios urbanos declinaron, cn 1998-2000 volvieron a crecer, de suerte que parece prematuro hablar dc una tendencia a la baja, Pero Colombia no sólo ocupa los primeros lugares en las tablas de índices de delitos contra la vida y la integridad personal (lesiones). También es prominente en la.s cstadistieas mundiales de secuestros y desplazamiento forzoso de familias y vecindarios. Rn estas circunstancias, y quizás como pocas veces cn el pasa­ do, en la última década del siglo XX los colombianos se han sentido desprotegidos cn su vida y bienes. K1 poder fáctico de los agentes de esta violencia y la profusión de sus formas choca de frente con los postulados dc la Constitución de 1991. expedida para remediar éstas y otras injusticias que padece la sociedad colombiana. ¿Por qué los colombianos viven y sobreviven en medio de tanta violen­ cia? ¿Oim o ha llegado cl F.stado colombiano a semejante grado de impotencia? ¿Cuál es la relación entre la impunidad y el aumento del delito violento? Ffi la traveetoria de la segunda mitad del siglo XX sr pueden encontrar algunas respuestas. La Violencia F.'ita historia empieza con La Vivienda, con mayúscula y bas­ tardillas, que dan cuenta de su especificidad, pues asi escrito el

Colombia: paisfranmenlado, sociedad dividida vocablo se refiere a una serie de procesos provinciales y locales sucedidos en un período que abarca de 1946 a 1964, aunque des­ cargó su mayw fuerza destructiva entre 1948 y 1953. En estos años se partió en dos el siglo xx colombiano. I.as variaciones de los cál­ culos estadísticos ofrecidos, que van de 80.000 a 400.000 muertos, revelan el cariz partidista. Visto como proceso político nacional, La Violencia, resulta, de un lado, de la confrontación pugnaz de las élites por imponer des­ de el Estado nacional un modelo de modemi/ación, conforme a pautas liberales o conservadoras, y del otro, del sectarismo localista que ahogaba a todos los grupos, clases y grandes regiones dcl país, aunque fue más débil en cl Caribe. En todo caso, la guerra fría exa­ cerbó la división liberal-conservadora de arriba a abajo en la esca­ la social y La Violencia adquirió significados ambiguos por razón del cambio de valores y costumbres en los habitantes del país urba­ no y por la desorientación que produjo en las elites gobernantes. Uno de los supuestos del libro seminal de monseñor Germán üuzmán. Orlando Fals Borda y Eduardo Umana Lima, La Vio­ lencia en Colombia (Bogotá, 1962), fue que lo pcoi-ya habia pasado y podía localizarse entre 1948 y 1953, Rste fue también el su|)uesto de la defensa de Rojas Pinilla en el proceso ante el Senado en 1959. Lo que seguía eran coletazos, muy destructivos como en Caldas, que las fuerzas del orden podían reducir y contener, en efecto ocurrió hacia 1964. Pero a la luz de la útitima década dcl siglo XX, lo peor estaba por venir. Conxliferencias de interpretación s«)brc los subpcríotlos o sobre la jerarquizaeión de los epicentros del fenómeno, estas jKriodizaciones han servido de base a todas las investigaciones posteriores. Para referirse a lo que sucede después de 1964 se habla, por ejem­ plo, de la violencia revolucionaria o guerrillera que aparece ine­ quívocamente a mediados de la década de i960 y de la violencia del narcotráfico que. con las guerras de la marihuana, preludio de las de la cocaína, irrumpe en el panorama nacional a mediados de los setenta. A! dar cuenta de una extraordinaria multiplicidad y entretejido de formas, organizaciones y escenarios que acompañaron la esca­ lada de homicidios en la década de 1980, un grupo de investiga­ dores universitarios propuso considerar “ las violencias” , en plural.

siendo la violencia política una de tantas. 1 .a propuesta, inteligen­ temente recogida en Violeni ia y deinocracia (Bogotá, iijSy), tuvo extraordinaria influencia social y ha servido dc guía, al igual que cl libro dc ii)(}2. D c este modo es frecuente oír que Colombia lle­ va medio siglo de lucha armada, o medí» siglo dc guerra, o medio siglo de violencia, o medio siglo de violencias. En este capítulo se ofrece una breve descripción histórica de la violencia jwlítioa, vista como un proceso nacional. Este enfoque no niega la validez del análisis local y regional. Por cl contrario, la violencia política se entiende mejor como una galaxia dc conflic­ tos sociales, donde cada caso adquiere pleno significado en una historia de entornos locales o provinciales, quizis únicos e irreduc­ tibles. Pero toda esa variedad de situaciones transcurre dentro de un tiempo colombiano y mundial, pues la guerra fría > la posgue­ rra fría influyen, y todos los escenarios hacen parte del tejido te­ rritorial colombiano, por débil o disparejo que éste sea. Siempre ha sido difícil establecer qué nexos median entre la violencia política y otras formas de violencia. Aún así, en este ca­ pítulo tratamos dc ofrecer un esbozo narrativo dc la violencia po­ lítica ilescribicndo cuatro fases sucesivas, sin menoscabo de que algunos elementos cai acterísticos de una fase puedan estar presen-

Í

Primtra. 1,i violencia del sectarismo bipartidista, que ct cn las campañas electorales de 1(145-1946 y terminó en 1953, con la amnistía y los programas de pacificación ofrecidos por el gobier­ no militar del general Rojas Pinilla. Fase germinal y de amplia geo­ grafía, dejó sembrado cl campo de mitos, identidades, repertorios fases siguientes. Segunda. D c 1954 a 1964 la violcncta se condujoa través de redes partidistas y facciosas, aunque su objetivo era interferir los merca­ dos de café, de mano dc obra cn las fincas cafeteras y en cl merca­ do de tierras. Puesto que fue un medio dc redistribución y ascenso .social podemos llamarla “ mafiosa” , siguiendo conocidas sugeren­ cias interpretativas de Eric Hobsbawm. C^uedó circunscrita a las vertientes cafeteras de la cordillera Occidental, principalmente al norte dcl Valle dcl Cauca y al Viejo Caldas. Sin cmbarpi, cn esta fase también se presentaron luchas armadas de tono agrarista y

Colombia: país frogmenlado, sociedad dividida comunista en el sur dcriblima y en el macizo del Sumapaz, algunxs de las cualeK pueden ccinsiderarse como un antecedente direct» del periodo guerrillero. Tercera. Guenillera por antonomasia, va dc principios dc los añüs sesenta, a raiz del impacto dc la Revolución Cubana, hasta fi­ nes de los de los años ochenta cuando se prudujo cl colapso dcl sis­ tema soviético. Pese a que el período estuvo enmarcado en estas fechas de la guerra fría y a que las guerrillas se identificaron con postulados insurreccionales leninistas, guevaristas o maoístas, los factores explicativos son de tipo interno y uno de los más significacivos (iene que ver con el dinamismo de las colonizaciones cn nueve grandes frentes. K1 impacto estadístico de esta violencia política en la tasa nacional de homicidios fue marginal. Cuarta, ivmpícza hacía fines de los años ix:henta y no termina aún- Oí'rece una combinación fluida de situaciones y teatros de guerra insurreceiunal de baja intensidad y de guerras matiosas. 'Icatros emplazados, dc una manera más evidente que cn la fase anterior, en los nueve frentes colonizadores de la segunda mitad del siglo XX, aunque en muchos la colonización haya comenzado antes. Q>mo apuntamos atrás, el fracaso de las políticas dc reforma agraria condujo a los campesinos selva adentro, cn un proceso en el que terminaron formándose nueve regiones o frentes de coloni­ zación: Urabá-Darién; Caribe-Sincé-San Jorge; Serranía del Perijá; Magdalena Medio; Zonas del Pacífico (Nariño y Chocó); SaravenaArauca; Piedemonte andino de la Orinoquia; Ariari-Meta y Caquetá-Putumayo (ver mapa de las principales zonas dc colonización, p- 666). Estas tierras dc colonización se han convertido, cada vez más, en zonas traumáticas, altamente conflictivas y violentas. Zo­ nas del poder láctico por antonomasia, cn las cuales convergen, se­ gún circunstancias de tiempo y lugar, narcotraficantcs, guerrilleros y paramilitares; unos y otros entreverados en alianza o en conflic­ to con políticos clientelistas, ganaderos, militares y policías. I. Ln violencia dcl sectarism o hipnrtidiííta, 1945*1953 En cl mensaje a la nación cn vísperas dc las elecciones de 1946. el presidente Alberto 1.leras señaló; La violencia desencadenada se ordena, se estimula, fuera de todo riesgo, por control remoto. T,a violencia más típica de

L'd violencia política en la .segunda mitad dcl siglo XX nuestras luchas políticas es la que hace atrozmente víctimas humildes en las aldeas y en los campos, en las barriadas de ¡as ciudades, aimo prnducto de choques que ilumina el alcohol con sus lívidas llamas de locura. Pero el combustible ha sido expe­ dido desde los escritorios urbanos, trabajado con frialdad, ela­ borado con astucia, para que produzca sus frutos de sangre... ;Por qué se pide a las gentes sencillas que vavan a las votacio­ nes resucitas a sacrificarsc? Porque todavía se desconfía de las elecciones. Un comentario de la revista .Simún.!, en su edición del 13 ene­ ro 1^47, quizás de la pluma del mismo Lleras, mostraba cómo el sectarismo de ios pueblos estaba encubriendo guerras privadas: Los partidos que coléricamcntc se dispuían la palma del mar­ tirio, contribuyen decisivamentea que los hechos (de violencia) vuelvan a provocarse, a que haya impunidad, a que la crimina­ lidad ocasional se tape con sus banderas y levante testigos para amparar a ios ofensores o derivar la responsabilidad hacia las personas inocentes. Kn lo.s municipios de alto riesgo se emprendían operaciones de limpieza sectaria en las veredas dominadas por cl partido minorita­ rio vn el municipio, a las que seguia la venganza casi inmediata, en particular si el municipio colindante era un rival político tradicio­ nal. r^te patrón geográfico de propagación de la violencia adquirió velocidad e intensidad a raíz del asesinato de Gaitán en la cordi­ llera Oriental y en el Valle del Cauca, Cauca y Nariño. Sólo en el año 1948 se triplicó el número de muertos por la violencia de los tres años anteriores. A la una de la tarde del viernes nueve de abril de 1948, al salir de su oficina, en pleno centro de Bogotá y cuando transcurría la IX G>nfcrencia Panamericana, Jorge Elieccr Gaitán cayó asesinado. Nunca se ha probado la hipótesis de un complot. Pero así lo cre­ yeron la.s multitudes que se apoderaron de las calles al instante de regarse la noticia. ¡Mataron a Gaitán! Kilos, los oligarcas; ellos, los del gobierno conservador. Así se produjo una de las asonadas más destructivas, masivas y sangrientas de la historia iatinoamcrícana. C-entenares de edificios gubernamentales y religiosos y de residen­

Colombia: pais fragmentado, sociedad dividida cias de particulares fueron arrasados por turbas enardecidas; cente­ nares de ferreterías y almacenes fueron saqueados; los amotinados incendiaron los tranvías y automotores que hallaron a su paso, l’ero no pudieron tomarse el palacio presidencial. A la mañana siguien­ te, mientras el presidente iMariano Ospina Pérez anunciaba al país que había llegadoa un acuerdo con los liberales para formar un go­ bierno bipartidista, centenares de cadá veras ya estaban apilados cn el Cementerio Central dc la capital. La mayoría fueron a dar a lü fosa común. Días después, algunos serían desenterrados, identifi­ cados por sus deudos, y enterrados dc nuevo. Kn muchas ciuda­ des y pueblos se replicaron los motines. Estos episodios del nueve de abril marcan un hito definitivo en la política y cn cl transcurso de la violencia. El acuerdo de imidad bipartidista se despedazó en menos dc un año, lj)s pedazos eran del sectarismo exacerbado y con ellos la violencia ascendió en espiral. 1a confrontación entre las elites alcan7x>el climax en cl segundo semestre de 1949, y no cabe duda de que el ascenso del caudillo conservador Laureano Gómez fue uno de los factores determinan­ tes para impedir el acuerdo que buscaban el presidente Ospina y los liberales. Si queremos fechar el choque podemos proponer el 12 dc octubre de 1949, cuando el partido conservador lanzó la can­ didatura presidencial de Gómez para cl período 1950-1954, Los liberales optaron por la abstención, como un arma para deslegiti­ mar al nuevo presidente y al régimen conservador en general. La abstención liberal cn esas elecciones presidenciales dc noviembre de 1949 marcó el punto de no retorno; dio razones a Ospina para cerrar el Congreso y declarar et estado de sirio. En 1950 cambiaron la geografìa, los actores principales y las for­ mas de organización dc la resistencia liberal. Mientras se apacigua­ ron un poco las provincias de Nariño, los Santandercs, Hoyacá y el Valle del Cauca, la violencia se desplazó al piedemonte llanero, a los llanos del Casanare y al Meta; al macizo del Sumapaz; a ias comarcas antioqueñas de ürrao, cl Hajo Cauca y el Magdalena Me­ dio, y al Tolima, donde se ensañaría por im largo período articu­ lándose con la mis siniestra que se apoderó de Caldas y el norte del Valle, en la oleada posteriora 1954, y con las guerrillas comu­ nistas del Sumapaz y del sur del Tolima. Ahora la resistencia liberal trató de organizarse en guerrillas. Por momentos, en esos años de 1950 a 1953, la violencia pareció

1.a violencia politice en la segunda mitad del siglo XX perder .su carácter de guerra municipal, semianárquica y de ven­ ganzas familiares y ganar el estarus de guerra civil. Peni este ca­ rácter de una violencia má.s pública que privada, más nacinnai que localista, no fue avalado ni por cl gobierno ni por los jefes libera­ les. Ninguno de ellos quiso formalizar una guerra civil. l.os liberales eligicn>n ser dirigentes civilistas antes que jefes del pueblo subíe\-ado. Pensaron que si apoyaban Icalmente a las gue­ rrillas darian pretextos al gobierno para mantener el estado de si­ tio y postergar el retorno a la in.stitucionalidad republicana. Por lo demás, algunos jefes liberales debieron desconfiar profundamen­ te de esas guerrillas, toda vez que en muchas militaban dirigentes de tas juntas revolucionarias locales que surgieron a raíz dcl asesi­ nato de Gaitán. K1ala lopista, con su jefca la cabeza, optó más tarde, y con poco éxito, por servir de mediadora oficiosa entre el gobierno ) las gucTriltas. Rotas las líneas de comunicación dentro del partido liberal, su liderazgo enfrentó una división aún más profunda, aun­ que del lado conservador también arreció el faccionalismo entre laureanistas, ospinistas y alzatistas. Las facciones de los dos parti­ dos jugaban a la guerra y a la paz. Así, por ejemplo, mientras duró im frágil pacto entre el direc­ torio liberal y el conservador, dominado en ese momento por los alzatistas (octubre de 1951 a febrero de 1952), descendió la inten­ sidad de la confrontación armada. Pero volv ió a recrudecer en el segundo semestre de 1952, cuando cl gobierno anunció que la Co­ misión de Rstudios Constitucionales no sería paritaria. Alcanzó uno de sus picos después del incendio y saqueo por turbas conserva­ doras, auxiliada-s por la policía y detectives, de los diarios bogota­ nos El Tiempo y E l Espectador y las residencias de Alfonso ÍÁipez y Qirltis I.leras Restrepo. Entre tanto aparecieron las “ guerrillas de la paz” , grupos ar­ mados de campesinos conservadores, algunos espontáneos y otros organizados por jefes políticos departamentales o directamente por la policía y el ejercito. T.ntre las guerrillas liberales más famosas se cuentan las de Juan de Jesús Franco, en la región de Urrao; los fren­ tes de Fduardo l'Vanco y Guadalupe Salcedo en Cusiana-Arauca y Cusiana-Humcá-San Martín, en los Llanos Orientales; las lim­ pias o liberales de Gerardo Loaiza y las comunes o comunistas de Jacobo Prias Alape, en el sur del Iblim a. Limpios y amunes termi­ naron combatiendo entre sí y estos últimos establecieron contac-

LA HISTORIA DE FLORINDA Cuando tenia 20 años nos fuimos para el Meta con mis padres y mis hermanos, porque un hermano mío compró allá una finca. Eso fue el 48. Yo me junté con un señor llamado Campo Elias. Él era, como llaman ahora, '‘revolucionario". Él estaba en las filas. Él era liberal y pues como todo el que era liberal, por allá, formaba parte de la chusma. En ese tiempo las familias de los guerreantes vivíamos reunidas en ranchitos aparte y los hombres, pues, estaban^uerreando y ellos venían a cada nada a visitarnos, a traernos cualquier cosa. Cuando velamos que el ejército iba a como a querernos coger, entonces nosotros salíamos y nos Ibamos p'a más lejos y por allá hacíamos otro campamentico y allá nos dejaban ellos y se iban a lo que estaban haciendo. Es que ésa era una lucha absurda, porque era peleando consen/adores con los liberales. Entonces no habia a qué atenerse, sino que los libe­ rales. Entonces no había a qué atenerse, sino que los liberales topaban un consen/ador y lo mataban y un conservador topaba un liberal y lo mataba. Yo conocí a Juan de la Cruz Varela en el Duda, más arriba de La Uribe, pasando la cordillera, en una reunión. Él trataba de lo que dice ahora comunismo, ¿no?. Que había que trabajar en comunidad y que era para trabajar iguales, que ninguno era más rico que otro, y la gente lo seguía mucho en ese tiempo. Pero a mi me tocó un tiempo muy duro. Un 27 de diciembre que no me acuerdo de qué año, dentraron los liberales que eran comandados en ese tiempo por Guadalupe Salcedo, que era la máxima autoridad de la chusma. A él lo mataron después en Bogotá. Llegaron como cien hombres a Granada y cogie­ ron un poco de conservadores y los mataron y siguieron p'arriba, ma­ tando conservadores, y endespués, más atrás, llegó el ejército. Entonces el ejército llegó y fue sacando familias y matando también, haciendo lo mismo, en junta con los consen/adores, o sea que los conservado­ res se unieron con el ejército para matar a los liberales. Jué cuando nos tocó dejar el ranchito que teníamos; cinco marranos engordan­ do, un caballito, las gallinitas nos tocó dejarlas, echarles un bulto de maíz a los marranos en el patio y coger la ropita más buena que te­ níamos y arrancar a irnos. Eso caminamos hasta San Juan de Arana y luego seguir de noche por allá, p’a eso que llaman Lejanía y Mesetas, y meternos a la montaña p'a seguir p’a La Uribe. A nosotros nos tocaron unos tiroteos tremendos, por que las familias íbamos en junta con los guerreantes. Un día estábamos haciendo un sancocho grande p’a darle a todos esos chusmeros cuando oímos el tinsteo y le estaban quemando la casa a mi suegro y eso nos zumba­ ban las balas y nosotros a coger p'al monte. Y nos decían; corran

mujeres, háganse al pie de los palos grandes. Y había mujeres que lle­ vaban niños pequeñilos. Esos aparatos bombardeaban hasta las seis de Id tarde. No podíamos prender candela de día ni extender la ropita para que se secara porque los aviones, donde veian humo o ropa, ¡bombardeaban! Nosotros duramos como tres años huyendo. Siem­ pre voltiando, sólo con un líchigo, un morralito, con lo poquito que podíamos cargar. El 13 de junio, el general Pinilla mandó una avione­ ta a regar boletas, pidjendo a los guerreantes que se entregaran para que se siguiera la paz. Como decir ahora, ¿no? Que él se comprome­ tía a darnos comida y ropa p'a que saliéramos. Y en verdad que era muy crítica la vida, porque habíamos mujeres que nos tocaba poner­ nos remendado, hacer vestidos de los toldillos y a los hombres, hacer­ les calzones de las hamacas. Nos tocaba comer sin sal o esclarar la sal negra que era para el ganado. Entonces la gente se fue recogiendo y nosotros cogimos y nos regresamos p'a la «inca, pero cuando llegamos al ranchito no había nada y el rastrojo estaba grandísimo. El General Pinilla nos mandaba unas cajas que venían con aceitico, frijo^ito, harinita. Eso nos daban por familia cada quince dias. También nos man­ daban una cajita de ropa, unas enaguas, una falta y una blusa, eso no venia ropa interior. Y aunque era muy severo, pues eso tenemos que agradecerle. Con el llamado del General, tos que estaban en armas bajaron a la Hacienda El Turpial y allí entregaron las armas. Dumar AIjure no se entregó, y entonces siguió una persecución muy brava. El que daba fe de ese hombre, o sea el que se metía a sapo como dicen, eso lo pelaban, en la forma que lo toparan. Eso murió mucha gente, ese tx>mbre era muy severo. Ivli mamé y mis hermanos, como eran conserva­ dores, tuvieron que huir, así fue como ella llegó al Caquetá, después de mucho andar. Fuente: Graciela Uribe Ramón, Veníamos con una manotada de am­ biciones. Un aponíala historia de la colonización del Caquetá, 2®. ed., Bogotá, 1998, pp. 47-49. tos con los focus agraristas del Sumapaz, cncabvzaduü par Juan de la C',rU7\'arela. Ta llanera fue parangón de la guerrilla liberal. Bn marzo de 1950 la revista ¿'ímuHa dio gran despliegue a una excursión realizada por un jesuíta cn un “Chevrolet 48” en la ruta Bogatá-VillavicencioPiicrtt) In guerras civiles prolongadas y dc baja intensidad. Fso lo prueba la historia del Africa; pero también la de Colombia en los Mil Dias. (Quizás esto se deba al carácter dc culti­ vo permanente y a la e\traordínai ia cstacionalidad del tipo arábiga tradicional, que por aquel entonces era el predominante. La csta­ cionalidad obliga a las cuadrillas armadas a concentrar sus recur­ sos en la temporada de cosecha para controlar a los cosecheros y la cosecha. I.a pérdida dc productividad por envejecimiento y des­ cuido de los cafetales se notará muchos años después. Kl desorden y ambigüedad que anotaba Alberto Lleras en el ci­ tado mensaje de 1946 se acentuó en el cinturón cafetero cuando aparecieron bandas armadas que, aunque ligadas a las luchas parti­ distas y a los gamonales, crearon sus ]>ropios espacios y sus propias reglas. En sus comienzos el negocio dc los fonderos que compra­ ban café robado y el de los mayordomos o agregados de las tincas dc propietarios fugitivos que lo vendían, transcurrió sin que fuese menester la esistencia de cuadrillas. F.l negocio prosperaba en razón directa a la expulsión de propietarios y a la consiguiente conservatización de veredas y pueblos. 1./3S bandas surgieron de la confron­ tación entre liberales y conservadores; pero más adelante, muchos propietarios, ante el temor dc ser barridos por sus enemigos, acu­ dieron aellas. Im|>crccptiblemente engranaron con el negocio y el negocio se cobijó en cl conflicto político. Ortiz describe una espe­ cie de división dcl trabajo; mientras las cuadrillas conservadoras trasegaban café robado, las liberales se dedicaban al abigeato. Pero dcl café y cl ganado .se pasó a la compraventa de las fincas, extor­ sionando y haciendo huir a los propietarios dc los municipios cn

Colombia: país fragmentado, sociedad dividida proceso de conscn’atización o, posteriormente, de rclibcralización, bajo el gobierno de Rojas Pinilla. Característica del cinturón cafetero colombiatio fue la tempra­ na consolidación de un tapiz de pequeñas ciudades y pueblos, bien comunicados e integrados al circuito del comerci« del café y con alta capacidad de compra. Allí prosiguió el negocio dc la violen­ cia, Una modalidad, la dcl pájaro, ei asesino a sueldo que se origi­ nó en el norte del Valle del Cauca cn el período anterior, reapareció en e! Viejo Caldas, dando credibilidad a sistemas mañosos de con­ trol del comercio de las ciudades y expulsando o eliminando a los competidores. F.n algunas ciudades operó un sistema que ahora conocen muchos habitantes de Cúcuta o dc Medellín. Lincas in­ visibles que se trazan en ima calle y que alguien considerado ene­ migo no puede cruzar a riesgo de caer asesinado. Cuadrillas de bandoleros, gamonales y mafiosos en ascenso con­ vergieron, muchas veces acentuando el poder municipal de una fac­ ción conservadora contra el poder departamental de la facción rival. Pero en 1958 el hrente Nacional amenazó cainbiar este cuadro. Así se interprete inicialmente como un movimiento de paz de las elites, lo cierto es que se fue sintiendo una intención de extender cl poder del Estado nacional a las localidades traumatizadas por la violencia. Bandas y gamonales quedaron ante la alternativa de desmovilizarse o enfrentarse a la autoridad. \a. mayoría hizo lo primero y la.s lu­ chas de facciones continuaron por los medios legales y constitucio­ nales que terminaron en que, para reconocer el ascenso de las élites sociales y políticas de Armenia y Pereira, el Departamento de Cal­ das terminó dividiéndose en tres: Caldas, Risaralda y el Quindío. Los liberales reticentes, incluidas algunas bandas, se pasaron al recién fundado MRL, y rápidamente quedaron aislados ha.sta des­ aparecer en una larga serie de confrontaciones esporádicas. Las complejas y entrecruzadas relaciones entre partidos, fac­ ciones, gamonales y bandoleros han sido finamente descritas y analizadas por Gonzalo Sánchez y Donny Meertens para la mis­ ma región cafetera a partir dc 1958 y hasta 1965.1^ pregunta que aborda su análisis, y repimde afirmativamente, es por qué se pre­ sentaron tendencias autonómicas de las cuadrillas con relación a los partidos y gamonales que, aparentemente, los representaban. Fs decir, ¿fue la lejanía e ineticacia dc las instituciones del Kstado central lo que hizo converger los intereses de unos y otros? ¿l'ue

I.a violencia política en la segunda mitad del siglo xx la amenaza centralista de 1958 It) que las dispersó, las contrapuso y, finalmente, las llevó al antagonismo? En esta clave de amenaza centralista puede verse otro tipo de violencia mafiosa entrelazada con la lucha sectaria; la de las zonas esmeraldiferas de Boyacá que, a través de la figura un poco mítica de Kfrain González, cl jefe de bandas conservadoras más destacado del pais, vincula esta fase dcl conflicto con las guerras posteriores entre esmeralderos, de las que saldrán también fuerzas paramilitares en la década de 1980. Pero hubo otras lecturas sobre la marcha. ¿Podrían transformar­ se estas bandas en guerrillas revolucionarias con un provecto más social que político, más popular que oligárquico, más socialista que liberal? ¿Podrían generar una moralidad menos depredadora y má.s altruista? Contestando positivamente las d(xs preguntas nuevos lí­ deres universitarios, conmovidos por la Revolución Cubana y las lecciones de la Sierra Maestra, se fueron al monte dando paso al tercer período de violencia política, 3, Las guerrillas revolucionarías, i()6i-iQ4tq Justamente cuando el ejército liquidaba las últimas bandas de la cordillera Central, como las de"Sangrcnegra” y "Desquite” en el norte delTolima, cmpew) a tejerse la trama de un nuevo ti pode \ íoleneia. El periodo que abre a comienzos de la déc-ada de 1960 suele llamarse "del conflicto armado” . Con este término se alude a la lucha insurreccional de organizaciones guerrilleras cuyo fin es transformar revolucionariamente el orden social y cl Estado que lo protege, y la respuesta de los institutos castrenses y de organi­ zaciones paramilitares, F,ntre 1962 y 1966 se fundaron el Ejército de Liberación Nacional, ki.n, y la.s las Fuerzas .Armadas Revolucio­ narias de Colombia, farc, las dos organizaciones guerrilleras que siguen combatiendo a principios dcl siglo xxi. Atendiendo a sus orígenes representan dos grandes modalidades guerrilleras; la agrarisla-cumunisla y \afaquhta. La primera corresponde a las FARC y la segunda al Ei.N y otras organizaciiines, tomo el Movimiento 19 de Abril, M-19, El EjércitoPopulardel.iberación, f.pi., 1a otra for­ mación creada en la década de 1960, compartió, de alguna mane­ ra, rasgos foquistas y comunistas, al menos en la fase inícial. Los orígenes de las karc se encuentran en las agitaciones cam­ pesinas dirigidas por el partido comunista que se libraron, desde

Colombia: paísfragmentado, sociedad dividida los años veinte y hasta la época de La Violencia, cn laíi provincias cundinamarqucsas deTcijuendama y Sumapaz y en cl oriente y sur del Tolima. En esas luchas prevaleció una forma dc organÍ7-ación conocida como las Autodefensas Campesinas. Residtado de una tradición dc lucha por la tierra y la colonización autónoma, las Autodefensas vivieron arropadas por viejas lealtades de una pobla­ ción campesina. ,\1 comenzar el Frente Nacional (1958-IQ74) se lo­ calizaban en remotos parajes dcMarquetalia, Riochiquito, El Pato y Gua>-abero, vasto c intrincado tei ritorio que incluye porciones dcl sureste del Tolima, Huila, Meta, Caquetá y Cauca. Si las PARC provienen del agraristno comunistay La Violencia, el foquismo nace de la Revolución Cubana. La lección cubana, sistematizada en los escritos dcl Che Guevara, tuvo la mejor res­ puesta en Venezuela, Guatemala y Colombia. En nuestro país su paradiffma ha sido el ELN, Según cl Che, en el mundo tricontinencal de Asia, Africa y América Latina, una vanguardia armada como el Movimiento 26 de Julio de Cuba realizaría ia misión de acelerar las condiciones objetivas para el cambio revolucionario. F.l primer paso consistía cn crcar un frente clandestino urbano, luego habia que montar un campamento rural, el foco revolucionario, ubicado en una zona donde simultáneamente pudiera preservar la fuerza militar, precaria en los comienzos, y ganarse la simpatiH y el apoyo del campesinado. Una organización sólo puede ser autén­ ticamente revolucionaria si se sumerge en el mundo campesino. Las dos organizaciones guerrilleras colombianas que entraron al siglo XXI han tenido como base el mundo rural y las regiones de froniera interna. Esto quiere decir que la insurgencia urbana, en la forma dc terrorismo, ha sido más bien excepcional. Pueden ci­ tarse a este respecto los casos dcl eln en sus orígenes (1962-1964) y dcl M-i9cn la década de 1970, aunque sus acciones más espec­ taculares fueron perpetradas en Bogotá en 1980 y 19H5, o las vola­ duras dinamiteras de las farc cn algunas ciudades de Urabá en la última década. Las KARperatión era una aplicación de ma­ nual de ta doctrina dc la contrainsurgencia que Estados Unidos empezaba a experimentar en Vietnam. Después dc sobrevivir el cerco y la embestida, las autodefensa.s formaron del Bloque Sur y en ilivar, Sucre y Córdoba, mientras que duran­

Colombia: país fragmentado, sociedad dividida te la llamada bonanza de la marihuana ( iq 7 7- i ()82) éstos fueron elevados en la Guajira, Cesar y Atlántico, Llaman la atención las bajas tasas de homicidios en Córdoba, epicentro d« las guerras más encarnizadas entre paramilitares y guerrillas, Antioquia, uno de los dcpartanienti>s más pacíficos en el siglo XIX, parece comprobar mejor que cualquier otra región cómo el narcotráfico desata diversas fuerzas criminales. Aunque ya hemos dicho que la colonización del pais antioqucño no fue ajena a la vio­ lencia implicita en todas las colonizaciones, en cl siglo XX iNfedellín venía siendo el vivero del clero caióüco, masculino y femenino, centro de las más pujantes y mejor organizadas empresas fabriles y, en general, de la inciativa privada, ¿(^ué ocurrió para que desde fines de la década de 1970 esta ciudad modelo empezara a ser el criadero de las organizaciones de contrabandistas en gran e.scala, de los robos de automóviles y del narcotráfico más violento? Q>n índices de homicidios por debajo de ka media nacional, Antioquia y su capital muestran desde lySo una pronunciada pendiente de la curva de muertes violentas que se abate un poco a medida que avanza la segunda mitad del decenio. Ningún otro departamento alcanza lascólas deAnrioquia en 245 homicidios por 100.000 habitantes. Pero es probable que la mortalidad violenta no provenga directamente del narcotráfico sino del entorno social, cultural y psicológico que éste crea para reproducirse, en particular cuando hizo agua en Medellín el modelo de industrialización sustitutiva del que había dependido la prosperidad durante unos 70 años. En un enromo de desempleo, inseguridad y marginalidad puede explicarse mejor el ascenso de l i empresa de Pablo l^scohar, carac­ terizada por Ciro Krauthausen como la combinación de dos orga­ nizaciones: una de tipo militar, encargada de imponer cl orden mafioso a otros narcotraficantes y a los agentes del Estado, mediante extorsiimes, asesinatos y secuestros; y otra comercial, dedicada al tráfico de drogas prohibidas en todas sus facetas, incluidas las fa­ chadas legales del lavado de dinero de un lado y, del otro, de pro­ tección política, en un ámbito clientelar y populista. En medio de las trasformaciones urbanas y de lis paradigmas culturales y empresariales de Mcdellin, los jóvenes pobres encon­ traron nuevas oportunidades empleándose como sicarios en un contexto de banalización de la muerte. Esta nueva subcultura ha sido magistralmente novelada por Femando Vallejo en La Urgen

I.a violencia política cn la scjninda iniiad del siglo XX de los sicarios, y tlt ella se encuentran cniilos testimonios cn textos como el de Alonso Sala/ar J., No nacimos pa'semilla, yen las pelí­ culas deVictor Gaviria, como Rodrigo D. nofuluro. Nuevas ^lerrilln.s l'^ntre 1(175 y *995 conflicto armado habría producido unos 1 1.000 muertos en combate y otros 23.000 en episodios dc asesi­ natos y ejecuciones extrajudiciales; estos 34.000 muertos represen­ tan un 10 por ciento de todos los homicidios cometidos cn esos dos decenios. Sin embarpo, la incidencia de esta violencia política, en­ tendida como las muertes en combate y los homicidios políticos de poblati()n civil inerme (ase.sinaros, ejecuciones extrajudiciales, ma­ sacres, desaparición dc ]>ersünas) perpetrados por guerrillas, pa­ ramilitares y en mucho menor grado por la fuerza pública, aumentó considerablemente después de 1997. F.n el trienio de 1998-2000 se registraron en el país 73.978 homicidos totales (excluyendo para el año 2000 las muertes por accidentes dc tráfico), de los cuales 12.984 .son directamente imputables al ainflictoarmada IJe suerte que esta guerra es la única cn expansíím de América I ^tina, habida cuenta de la paz negociada en Ontroamérica y de la postracitin de Sendero Luminoso y cl Movimiento Rcvolueionario'I'upac Amaru en cl Perú. Desde 1993 el conflicto armado ha forzado cl desplazamiento -í de un mill(')n y medio de colombianos dc sus hogares y vecinda­ rios. El 65 por ciento cn forma familiar o individual y el 35 por ciento restante como éxodo wlectivo. El 66 por ciento de losrefu-^ giados son campesinos, pobres en su mayoría; 57 por ciento son l mujeres y 70 por ciento menores de i8 años. Ln cuanto a los cau- ; santes de esta tragedia, en el 43 por ciento dc los casos son parami- ; litares de derecha, seguidos por las guerrillas, a las que se atribu)-e • ei35 por ciento, cl6por ciento a la Fuerza Pública y el 16 por ciento ' a otros agentes. Cifras inquietantes si se considera que en el pico de los aflos se­ senta las organÍMciones insurgentes no llegaban al medio millar dc combatientes. Década de inicio promisorio al que pronto siguió el estancamiento. Sin embargo, según algunos especialistas, entre 1986 y 1996 la guerrilla habría crecido más que en las 32 años an­ teriores. Las JARC habrían pasado de 3.600 hombres y 32 frentes en 1986, a unos 7000 hombres distribuidos en 60 frentes en 1995.

LOSTRAQUETOS Lo que hoy dia se ha generalizado conio mafia es una organización muy compleja que maneja mucho billete, y para urw entrar en ella se nece­ sita que lo enganchen a través de alguien de mucha confianza, ojalá mediante un "traqueteo" que apenas esté empezando, pata que uno logre ganarse la amistad, para que le suelten trabajitos, misiones, en fin, siempre empezar desde abajo. Algunos de los trabajos pueden ser directamente sobre asuntos de narco u oficios bien, como pintar una casa, cuidar una finca, hacer de mandadero.,. Entre otras cosas, la se­ mana pasada estuve cuidando una quinta del patrón en el lago Calima. A mí me toca estar llamando a un teléfono cada dos o tres días, y pre­ gunto si hay algún trabajo que realizar, mediante una comunicación indirecta, medio en clave, como por ejemplo: "Aló, qué hubo, ¿siem­ pre vamos a ira pescar?". En realidad esto quiere decir que si siempre vamos a ir a "cocinar", pues yo trabajo para un "mágico" como coci­ nero; somos un grupo de cuatro amigos. El domingo entrante, si Dios quiere, por la madrugada nos recogen en un campero; allí va todo: secadores, pesas, planta eléctrica y pasta; nos metemosquince o veinte días en una finca hasta que sacamos diez o veinte kilos de "maicena". La finca está arreglada; es decir, la alquilan por el periodo de refinada, luego se desmonta todo y los que se van para otro lado. Después se dejan unos días de descanso y así nos la pasamos, según como pinte, o bien porque el mercado está duro, o por los operativos del cuerpo elite; hay veces que esta vaina se pone pesada y a uno le toca quedar­ se uno o dos meses parado, marcando, Siempre, entre cada tanda, hay una parada, mínimo de una semana, pues si se trabaja de seguido los químicos lo joden a uno, y también por la conseguida de la finca, que toma tiempo, y para prevenir cual­ quier seguimiento o aventada. A uno no le pagan de una; siempre le mantienen mucho billete repre­ sado, siempre le deben, le van dando poquito a poco. Esto es por se­ guridad, por cuidarse ellos; en una cocinada yo me puedo sacar de 500.000 a 1.500.000 de pesos, depende de la cantidad de merca y del riesgo. A mi me deben harto, y si se cae o quiebran al de arriba la plata se puede perder; cuando a uno se le ha acumulado mucha plata y no le pagan, lo mejor es perderse, porque esto puede indicar que lo tienen a uno en lista para "muñequiarlo", por no pagarle o porque le han perdido la confianza. Mucho man que aparece en un zanjón o en un cañaduzal o en el río Cauca "levantáo", puede ser un caso de esos. Cuando nos desplazamos con la "carga" el que va manejando el ca­ rro, lleva billete en efectivo, y va pilas, por si hay que arreglar a la poli

o hay algún problema; muchas veces va un carro adelante con dos o ires manes "enfierraos", para cuidar la merca, sobre todo cuando está lista, cuando ha pasado por lodos los procesos y sólo hace falta man­ darla para arriba para cambiarles el rostro a los gringos, pues allí es donde hay más peligro que a alguien se le dañe el corazón y se pierda con la carga, o que caiga otro grupo de malosos y nos haga el favor de meternos en líos, o la ley para negociar o vendérsela a otra gente. Siempre hay mucho riesgo, pero uno cocinando se dedica es a eso, siempre se va es a lo que se va, y si le caen, sólo se da cuenta uno ya sobre ei momento, y entonces hay que dar o recibir del bulto. Gracias a Dios, estoy contento, hasta ahora no me ha pasado nada. Trabajo con mi primo; desde hace rato él está metido allf, fue él quien me re­ comendó. Fuente: Darío Betancourt Ecfieverry, Mediado tores, traquetosynarcos. Valle del Cauca. 1890-1997. Bogotá, 1998, pp. 159-160.

ese lapso cl Ei.s habría pasado de 8oo hombres y 11 frentes a 3000 hombres y 32 frentes. Crecimiento que, ante el deterioro de los valores políticos e ideológicos y la sobreoferta de rtcursos eco­ nómicos, termina en militarización. Entre las actuales interpretaciones del fenómeno jcuerrillero una dc las más conocidas se basa en este aceicrado desdoblamiento dc frentes y cn la difusión iteojrráfica desde zonas marginales hacia oirás más ricas, pobladas y estratégicas para la economia y la se­ guridad nacionales, incluidas comarcas limítrofes con Venezuela, Panamá y Ecuador. La guerrilla avanza desde sus campamentos originarios y busca consolidar el apoyo campesino en regiones de colonización, caracterizadas por baja densidad humana y alto cre­ cimiento demográfico a causa de los flujos migratorios. Pero tam­ bién asx-dían iH>blaci(ines más integrada.s a la malla urbana. Otra ft)rma de ilustrar la expansión guerrillera consiste en registrar al­ gún tipo dc presencia guerrillera, ocasional o permanente, cn los municipios. Según fuentes oficiales, cn cerca del 60 por ciento dc los municipios colombianos experimentaron alguna forma de presencia guerrillera. I)el trípode que caracteriza la economía exportadora colombia­ na desde 1980, drogas ilícitas, petróleo y café, las dos primeras habrían contribuido a incrementar la renta dc los insurgentes. Allí

Colombio: paísfragmentiido, sociedad dividida estaría una clave tanto de su poderío como de la distribución ¡teogrática de sus fuerzas. I a expansión de los cultivos de amapola cn regiones de frontera del sur dcl Tolima, Huila, Cauca y Narirto, y de coca en el Caquetá, Meta, l’ uturaayo y Guaviare, queda en ma­ nos de un campesinado dc colonos sobre el cual las farc han ga­ nado fuerte ascendiente. Al respecto se afirma que cl movimiento dc campesinos cocaleros de 1996 no hubiera alcanzado las dimen­ siones, inten.sidad y proyección que tuvo sin un decidido respaldo dc las FARC- El descubrimiento y explotación de nuevos yacimien­ tos petroleros en el Arauca y la construcción y funcionamiento de oleoductos como el Caño I.imón-Covcñas han permitido al ei.n desarrollarse sobre una economia de extorsión (el impuesto a las empresas) y ejercer operaciones de salwtaie mediante voladuras dinamiteras a los oleoductos que ya pasan el medio millar. La insurgencia también ha explotado las oportunidades que le brindan la elección popular de alcaldes (1988) y de gobernadores (1991) y ha sabido manipular clicntclarmente el incremento sus­ tancial del situado fiscal a los municipios. Ue este modo ha conse­ guido consolidar el papel de clase politica alternativa cn muchas comarcas dc Arauca, Meta, Caquetá, o Guaviare. Según los análisis policicosmás recientes, entre los que se des­ tacan los de investigadores del Instituto de l^studios Políticos dc la Universidad Nacional, itPRi, las guerrillas ya no son portadoras de un proyecto político nacional. Por el contrario, sedistingucn por su localismo y bandolerizatión. Ya no buscan el poder para hacer la revolución socialista, sino que se dedican al control clientelar de muchos gobiernos locales para ampliar cl control territorial y nego­ ciar mejor la desmovilización cuando llegue el momento oportuno La mentalidad en las filas guerrilleras también habría cambiadoDe ser agrupaciones compuestas por campesinos y universitarios altruistas, deseosos de acelerar el cambio social, las actuales guerri­ llas serían una próspera empresa militar dc combatientes a sueldo. Independientemente de la validez dc estas aseveraciones, no hay señas objetivas para asegurar que las farc y el tLN estén prepara­ dos para librar una guerra regular, pero tampoco para pactar la biecida; combinar “ trabajo político” en sus bases rurales y popu­ lares y desgastar al ejército en una versión de la guerra de muerde y corre, a la que se presta la geografia física y humana del pais. No

Iâ vinleni'ia poliiica en la scenda mitad del siplo XX dcbe confundirse el ataque a la infraestructura fisica que la gue­ rrilla emprende con solvencia, con la guerra de posiciones. Las KARC no han cambiados« directriz de 1982, cuando añadieron las siglas KP, Ljcrcito del Pueblo, de cubrir el país con 60 frentes. Por experiencia saben que el crecimiento encierra los peligros de in­ filtración y dificultad de centralizar el manda Según las farc, la Séptima Conferencia de las karc (octubre de 1983) “ nos dio un nuevo modo de operar, que tiene que convertir a las FARC-F.p en un movimiento guerrillero auténticamente ofen­ sivo. Nuevo modo de operar significa que las karc ya no esperan a su enemigo para emboscarlo, sino que van en pos de él para ubi­ carlo, asediarlo y coparlo, y si aquel cambiara otra vez su modo de operar volviendo a su antigua concepción, atacarlo en ofensiva de comandos móviles". Los parantilitares A pesar ilc tener en la guerrilla un enemigo de medio siglo, el ejército no ha cambiado sus doctrinas ni sus formas ele organiza­ ción, orientadas hacia una guerra regular. F.stá por verse si cl “Plan Colombia” , un programa norteamericano en la estrategia antidro­ ga, que en lo fundamental es de ayuda militar, producirá un cambio fundamental. Por eso, quizás, ios paramilitares aparecen ante el pú­ blico como ia fuerza contrainsurgcnte verdaderamente efectiva. De los actores del actual conflicto armado el paramiiitar es el más elusivo. l,a literatura tiende a comprenderlo a partir de im carácter reactivo y supletorio del listado ante la acción insurgente; cl paramilitar empieza siendo autodefcnsivo, enraizado en una sociedad rural tradicional y de frontera. Con el tiempo algunas autodefensas reciben patrocinio de viejos y nuevos señores de la tierra como ios narcotraficantes. Adquieren movilidad y p«Kler ofensivo que bus­ can proyectar, como los hermanos ílastano, en una escala nacio­ nal, Pero la imagen que, al menos desde 1990, quieren ofrecer estas organizaciones es la de la legitima defensa. Para entender mejor la trayectoria y las forma.s de acción del paramilitarismo hay que distinguir fases, zonas y conte;ttos. Si en la fase de autodefensas cl denominador común es el carácter reac­ tivo, en su desarrollo de paramilitares adquieren un carácter pre­ ventivo, Así, los paramilitares son núcleos de guerra irregular cuyo primer objetivo es impedir que aumente el nivel del agua dcl pez

Colombia: paísfraímenlado, soriedad dividida revolucíonarío, sicndu la población cl agua, en la conocida metá­ fora de Mao Zedong. í^n estas condiciones, lo que solemos llamar paramilitar puede ser un actor local, un grupo dc jóvenes de la comunidad que, de­ fendiéndose de las guerrillas, mantiene relaciemes ambiguas con el ejército, los políticos locales y los terratenientes. Pero cn más zo­ nas del país cl paramilitar se nos presenta comu un combatiente externo al vecindario, que llega cn plan de matón, encuadrado en una organización vertical remota; a veces visible para todo el mundo excepto para tos cuerpos de seguridad dcl Estado. I .os paramilita­ res salen de unos campamentos a buscar áreas cn donde se presu­ me una influencia real o aun potencial de las guerrillas, lü múdelo operativo paramilitar copia el modelo guerrillera F.n muchos casos el paramilitares un ex comunista o un ex guerrillero (generalmente del EPi. en Urabá-Córdoba) impulsado por la pasión de los con}s paramilitares se estableciero en un orden cronológico, cn parajes del Magdalena Medio, Cór­ doba, ürabá. Meta y Puiumayo. Puerto Boyacá y el Magdalena Medio ofrecen cl paradigma tal como lo describe Cirios Medina üailego. Puerto Uo\-acáes una zona dc colonización. Durante La Violencia fue refugio dc ta guerrilla liberal; cn los arios s' cl epl. M uy pronto este caso se convirtió en el ejemplo negatÍTO para las KARC, que habían pasado por la dura ex|)eriencia de la 1 p, y para el ELN, que empezaba a recorrer los caminos de la negociación. En cf'ccto, la trayectoria electoral de los grupos desmovilizados fue decejjcionante. No es fácil competir por votos en el mundo clientelar y mediático. Mantener la organización legal, crecer, difundir el díscursoy sacar votos resultó muy difícil, una vez que fueron ago­ tadas ias cláusulas de los acuerdo.s que permitieron a los grupos amnistiados tener representación y vocería en la Asamblea Cons­ tituyente. Al principio todo pareció marchar bien: el M-ighordeti el millón de votos en la elección d t Constituyente, obteniendo el 27 por ciento de la votación total. Convertido en .Alianza Demo­ crática M-19, »1 juntarse el fpi. (como Esperanza, Paz y I -ibertad) y el p r i , soñó en construir y mantener una base electo­ ral de votantes independientes, lo que se llama un electorado de opinión. Pero cl sueño se redujo a una breve parábola hasta prác­ ticamente tocar suelo en las elecciones locales de 1997, cuando ape­ nas obtuvo 60.000 votos, el 0.6 por ciento de la votación. 2. La segunda caractcristica de los procesos es que aparecen como si fueran eminentemente presidenciales. A fin de cuentas el presidente es el jel'e del Estado, de la administración y el coman­ dante de ia í'uerza Piiblica. Aunque nuestros presidentes actúan en cl entorno de un E.slado débil, tienen más recursos a su dispo­ sición y en cierto sentido un mayor grado de legitimación que cual­ quier otro actor alternativo. i .os procesos de paz quedan amarrados ai ciclo y a las prácticas personalistas de la política colombiana; dependen del estilo per-

ZoiuiHcaaiuician

fuente:

Athsdigital.

Instituto Agustín Codazzi

La violenciii política en la segunda mitad de! siglo XX sonal de ^>bcrnar dcl primer mandatario de tumo; dcl tornadizo estado de ánimo dc la opinión pública; de los cálculos electorales dc los contendientes; del cambiante cuadro partidista y faccionai cn el Cxingreso; dc las presiones de la Iglesia, los grupos empresa­ riales y las ONGS que hablan a nombre de la sociedad civil. De esta manera, la “ paz” ha devenido cn ima rutina más de las prácticas politico-elcciumles y hace parte del arsenal retórico corriente del gobierno, de la llamada sociedad civil y de las guerrillas. Este carácter pi csidencialista ha expuesto la fragmentación es­ tatal y política. Dentro de la rama ejecutiva los presidentes están limitados por los comandantes dc la Fuerza Pública y más concre­ tamente det ejército. F.n ocasiones ha sido manifiesta la hostilidad, que suele expresarse en rcnuncia.s más o menos intempestivas de los ministros dc Defensa, originadas en desacuerdos sobre el ma­ nejo dc la paz. Las relaciones civil-militares son entonces un sustrato que no puede dejarse de lado en cualquier análisis, pese a que la informa­ ción sea sumamente limitada. F.mpcro, la profesionalización de la Fuerza Pública, que empczíi hacc unos pocos años, Ja señales más promisorias porque permite desarrollar la relación civil-militar apegada cada vez más a las reglas del estado de derecho. Pero un presidente debe lidiar en otros frentes. En su propio gabinete puede haber políticos que, por estar arraigados a bandos partidistas e intereses regionales, manejan agenda propia. Este asunto de las relaciones del presidente cun la clase política se de­ sarrolla en regateos imprevisibles con las fuerzas maleables pero necesarias dcl CLongresntra sus enemigos internos; trató de neutralizar al gobierno secuestrando miembros de las ftmilias políticas y pro­ siguió la guerra contra sus competidores de Cali, quienes pudie­ ron continuar tranquilamente en su negocio mafloso a cambio de dar información y a_\uda para eliminar al demonizado Ivscobar.

Colombia: paisfragmentado, sociedad dividida En vista de la capacidad dc infiltración de los narcotraficantes y dc su poder de extorsión respaldado en un formidable aparato militar, la ley estableció justicias especiales o “ la justicia sin rostro” , cn que los jueces y los testigos eran secretos- -\unque cn muchos aspectos este tipo dc justicia fue eficaz, impidiendo la efectividad de las amenazas dc los narcotraficantcs a tos jueces, terminó, cn más dc un 90 por ciento de los casos, dedicada a acusar y detener por conductas engranadas a luchas cívicas y populares o al control militar dcl urden público, a veces en abierta complicidad con las violaciones a los derechos humanos. Esta justicia, cuyo balance es ambivalente, desapareció recientemente, aunque hay presiones para que contiriúe. Si desde 1987 se declaró inconstitucional que los civiles fueron juzgados cn consejos de guerra, instituciones como los jueces sin rostro continuaron sirviendo para violar las garan­ tías procesales de ios enemigos dcl Estado, fueran narcotrafican­ tes o guerrilleros. Otro caso de bloqueo a la justicia es cl de los militare-s que go­ zan de un fuero limítrofe cxjn la impunidad. Puede citarse, entre otros, el caso de los oficiales y suboficiales del ejército sindicados por lo-s jueces, junto cx>n otros civiles, de participar cn distintas ma­ sacres de campesinos sospechosas de apo\-ar guerrillas, ocurridos desde 1988. liln estos casos, mientras algunos cómplices civiles han sido juzgados y han recibido penas acordes (no es para nada el caso de Carlos Castaño, cl principal jefe paramilitar del país), los mili­ tares han conseguido ser juzgados por militares. En algunos casos los jueces son antiguos subalternos. Protegidos por esta muralla dcl fuero, cl juicio ha quedado en el limbo, los acusados prosiguen su carrera y ganan ascensos, pese a estar suhjudice. Otra de las instancias judiciales creadas por la Constitución fue la poderosa Fiscalía General dc la Nación. 1.a oficina, con plena autonomía administrativa y presupuestal, quedó expuesta en sus debilidades cn 1995, cuando el fiscal, al mando de sus unidades investigativas, acusó al presidente Ernesto Sam]>er de complicidad en el ingreso y manejo dc dineros provenientes dcl Cartel de Cali cn la campaña electoral de 1994. l'>i manos dc un político profe­ sional y no de un jurista, se vio cómo la l-'iscalia fija y desarrolla sus estrategias de investigación sin rendir cuentas anadie. El fiscal fue incapaz de construir un caso sólido contra el presidente, dedicó obsesivamente casi todos los recursos a su disposición a “ lumbar”

I,Ü violencia política en la secunda mirad del siglo XK a Samper, se alineó ostensiblemente con los enemigos políticos de éste y, ]>ara rematar la faena, renimció a la Fiscalía postulándose de precandidato liberal a la presidencia. I a judicatura trampolín y la facilidad dc judícializar la política al precio dc desalar una cri­ sis nacional terminaron desprestigiando, aún más, la justicia dcl Fstado. A las puertas del cielo l'^n cuanto a la impunidad, na lodo es asunto del Estado. Tam­ bién hay que examinar la llamada sociedad civil. A fines de 1999 unos 12 millones dc colombianos marcharon por las calles y ave­ nidas dc las principales ciudades pidiendo paz. consigna fue “ No más” , queriendo decir, genéricamente, no más violencia. Se gritó con más fuerza “ No más secuestros" y “ No más terrorismo". I.a guerrilla propuso gritar “ No más desapariciones” , “No más tor­ turas” , “ N o más desempleo” . “ No más ncoliberalismo"... Las marchas se realimron una mañana dominguera, en grupos fami­ liares y aire de carnaval. Los padres se esforzaron por dar una lec­ ción de civismo a sus hijos, aun a los más pequeños. La mayoría de manifestantes portaban globos dc colores vivos y ve.stían cami­ setas blancas con dibujos alegóricos a la paz, príncipalmcnte palo­ mas. Los grandes periódicos nacionales y de provincia, así como las cadenas de radio y televisión, dien>n gran despliegue y cober­ tura a las marcha-s. Politicamente las giierrilla.s resintieron la ope­ ración y sus jefes concluyeron que se trataba de una manipulación más de sus enemigos. (¿uizás estas caminatas matinales hablen más dc los cambios en la cultura urbana y en la cultura política de la segunda mitad del siglo XX. No puede ser más palmario cl contraste con la gran manifestación del silencio por ia paz convocada por Gaitán en febrero de 1948, cuando el dirigente liberal pidió a la gente vestir de negro cn señal de luto y arengó a las multitudc-s en la penumbra del atardecer en la plaza de Bolívar, el corazón simbólico y ritual del país. ¡F.stamos frente a dos formas diferentes dc la “ democracia di­ recta” dc las calles? Qiiizis no. Lstas dos expresiones colectivas no parecen equiparables ni por sus formatos ni por su origen, ni por las interpretaciones posteriores que de ellas se hicieron, ni tam­ poco por los significados para los participantes.

Colombia: país fragmenlado, socirilad dividida F.l vcx:ablu “ sociedad civil” también sirve para justificar la inep­ cia de sectores de las élites frente a otro iransgrcsor iwderoso-. la guerrilla. Llamándose a si mismo “ la sociedad civil” , un grupo de diriguntL-s de las organizaciones gremiales dcl país, algunos perio­ distas notables y funcionarios públicos, como rectores de univer­ sidades oficiales, un magistrado de la Corte Constitucional y el procurador General, se reunieron en Puerti del Ciclo, un convento carmelita de M ^ n e ia , Alemania, con representantes del ei.n y fir­ maron con ellos un documento que serviría de punto de partida para nuevas negociaciones de paz con esa organización. L1 párrafo décimo de este acuerdo de mediados de julio de IQ98. llamado de Puerta del Ciclo, acredita al secuestro como arma legí­ tima de la lucha del eln : 10. El F.l.N se compromete a su.spender la retención o privación de la libertad de personas cnn propósitos financieros en la medida en que se resuelva por otros medios la suficiente dis­ ponibilidad de recursos para el EI,N, siempre que mientras cul­ mina el proceso de pa/ con esta organización no se incurra en el debilitamiento estratégico. También, a partir de hoy, cesa la retención de menores de edad y mayores de 65 años, y en nin­ gún caso se privará de la libertad a mujeres embarazadas. El giro de Maguncia quitó a las farc cualquier reserva para re­ conocer que también secuestran y en racionalizar esta conducta. I o mismo pasaría con los paramilitares. Secuestrando se habían abierto espacios políticos el M-19 en 1988 y Pablo Escobar unos años después. En suma, el ELN ganó carta blanca para secuestrar en las condiciones dcl citado punto del acuerdo. Y eso es lo que han hecho los lideres de la organización para reclamar del gobierno de Andrés Pastrana “ igualdad de trato” con las farc en las nego­ ciaciones de paz. Para mejorar su posición negociadora secuestra­ ron un avión de pasajeros en abril de 1909 y, unas semanas después, irrumpieron en una misa dominical en un barrio de clase alta de Cah, tomando como rehenes a más de 150 feligreses, incluido cl párroco. Cuando al último relevo de siglo los índices de desempleo ur­ bano y de \ iolencia política alcanzan las cotas más altas de los últi­

la segunda mitad ücl siglo x mos cuarenta años, es difícil pensar que los colombianos pucdar sentirse más cerca de las puertas del cielo.

G uia bibliográfica selectiva

Obras generales de historia de Colombia En primer lucrar hay que citar el excelente esfuerzo coletivo de los más destacados historiadores colombianos: Al\-aro Tirado Me­ jia, ed., Nueva Hisinria de Colombia (8 vols., IJogotá, 1989), El ma­ terial de los primeros volúmenes habia sido publicado en Jaime Jaramillo Uribe, tá.. Manual Je Historia de Cvlomhia(}, \ols., Bo­ gotá, 1976). Más desigual es la mamotrética Historia Extensa de Colombia, publicada por la Academia Colombiana de Historia en 27 tomos, 49 volúmenes (IJogotá, 1965-1986) The Cambridge HLuory o f Latín America abarca la era republica­ na en cuatro capítulos; dos a cargo de Malcolm Deas, que además incluyen Ecuador y Venezuela desde la Independencia hasta 1930, en los volúmenes 111 y v; y dos capiiulos de CJiristopher Abel y Marco Palacios, que cubren el período posterior a 1930, en el vol. VI. Recientemente apareció en español el trabajo de David Bushnell (Colombia una nación a pesar de si misma: de los tiempos precohmhinos a nuestros días Bogotá, 1996), que hace hincapié en los siglos XIX y XXDiversos ensayos de historia de Colombia Varios de los autorizados estudios de Jaime Jaramillo Uribe fueron recopilados en Ensayos sobre historia social colombiana (Bo­ gotá, 1968); La personalidad histórica de Colombia y otros ensayos (Bo­ gotá, 1977) y Travesíaspor la historia (Bogotá, 7997). Ver también, Jorge Orlando Melo.^wíre historiay política (McácWin. 1979); Pre­ decir eí pasado: ensayos de historia de Colombia (Bogotá, 1992) c Historiografin colombiana: realidadesyperspeclivits{MedcWm. 1996). Malcolm Deas, Del podery la gramática y otras ensayos sobre histo­ ria, política y literatura colombianas (tíapití, 1993). Mario Arrubla et al.. Colombia hoy (Bogotá, 1978) y Jorge Orlando Meló, ed., Co­ lombia hoy: perspectivas hacia el siglo XM (Bogotá, 1996). Marco Palacios, Estado y clases sociales en Colombia (Bogotá, 1986); Entre la legitimidaily la violencia, t8^s~'904 (Bogotá, 1995); Parábola del liberalismo {ho^oú, 1999) y ¿ a clase más ruidosa y otros ensayos so­ bre política e historia, (Bogotá, 2002). Culturas precolombinas Colombia (I.ondres, 1965) de Gerardo Reichel-DolmatofTcon­ tinúa siendo una excelente introducción, así como su pieza más

Colombia: palsfra^menUido, sociedad dividida breve en e\ Manual de Historia ílf Colombia, vol. l(in, Crónicas históricas de la región vallecaucana (C^li, 1996) ofrece una visión personal de las cultu­ ras del occidente colombiano. José Pérez de Barradas, LosMuiscas antes de la conquhta (2 vols., Madrid, 1950-1951) aún es útil, al igual que Hermann Trimborn, Señorío y barbarie en el I alie del Cauca: Estudio sobre la antigua civilización quimhaya ,v grupos ajines del oeste de Colombia (Madrid, iq6-i900 I .as fuentes más importantes para esta época incluyen: Salvador C.amacho Roldán, Escritos varios (3 vols., Bogotá, 1892-1895), y No­ tas de viaje (Bogotá, i8i)0); Miguel Samper, Escritospolilico-ecoHora/foí (4 vols., Bogotá, 1925-1927) y ¿ a miseria en Bogotá y oíros escritos (Bogotá, 1969); Anibal Gaiindo, Estudios económicos y fis­ cales (Bogotá, 1978); Medardo Rivas, Los trabajadores de tierra ca­ liente (Bogotá, 1946). Para un estudio pormenorizado del comercio exterior, véase Ocampo, en la sección dc Hisioria económica ge­ neral. Luis F Sierra, E l tabaco en la economia colombiana del siglo (Bogotá, 1971), trata sobre el primer producto tropical de expor­ tación importante de Colombia. Sectores económicos Historia empresarial; Carlos Dávila ladrón de Guevara, His­ toria empresarial de Colombia: Estudios, problemasy perspectivas (Bo­ gotá, li)()l)y Elempresariado colombiano: Una perspectiva histórica

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