Terror a la caricatura (Charlie Hebdo)

July 15, 2017 | Autor: Andrés Claro | Categoria: Caricature (Visual Studies), Terrorism, Charlie Hebdo
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Terror a la

caricatura Por Andrés Claro* Desde París

¿Q

ué es lo que se ha temido en la caricatura al punto de responder con un terror que supera toda pulsión iconoclasta? Ça ne se fait pas, tuer pour des dessins: ‘eso no se hace, matar por unos dibujos’, explica un niño de cinco años a un notero de la televisión francesa. El arte de la caricatura, contra lo que suele pensarse, está en las antípodas de las generalizaciones y las deformaciones. En medio de su convicción de que lo que define a las personas y sus comportamientos está muchas veces oculto tras una fachada de integridad de utilería u homogeneidad voluntarista, el caricaturista identifica detalles significativos –rasgos que no son siempre los más notorios, sino los más singulares, los más individualizantes– y los amplifica hasta hacerlos visibles, delatando así el temple de una personalidad, pero también complicando la pretendida unidad y coherencia de su autoimagen, de sus tomas de posición y acciones. Puesta al servicio de la sátira, la caricatura revela así las tensiones y disonancias, las contradicciones y paradojas en las posturas y creencias que configuran los mundos ideológicos en los que todos inevitablemente habitamos. Su efecto es más incómodo y tenso que el del simple humor: hace reír, por cierto, pero no permite relajarse completamente tras la carcajada; deja un gusto más amargo, a menudo una incomodidad a cuestas. Es un rol satírico-caricaturesco tal –sin concesiones a lo políticamente correcto, llevado hasta el límite de lo que aceptan los biempensantes y sus patrones de buen gusto– el que se había autoimpuesto el semanario francés a lo largo de una historia de más de medio siglo, en la que, a más de repetidos ataques en los tribunales de justicia por los tontos graves de siempre, sufrió varios cierres de parte de las autoridades de turno y los consiguientes cambios de nombre para poder volver a la palestra: desde el Hara-kiri original de los años sesenta, subtitulado “Revista tonta y malvada”, hasta el Charlie Hebdo actual, que bajo el lema de “Revista irresponsable” reapareció en 1992 apadrinada por una sociedad ad hoc de nombre ominoso, Les Éditions Kalachnikof. No hay duda de que los terroristas que perpetuaron los ataques –una vez más ex delincuentes comunes graduados de islamistas radicales en las cárceles francesas– habrían actuado y han actuado contra cualquiera de los blancos que ha grabado en sus mentes jibarizadas el yihadismo internacional. Lo atestiguan los tres policías acribillados a mansalva y los cuatro rehenes asesinados en un supermercado kosher en un acto antisemita repugnante. Pero que el objetivo concertado e inicial fuese la redacción de Charlie Hebdo, que se haya puesto fin al más irreverente y políticamente incorrecto de los medios satíricos franceses asesinando a su director, Charb, a sus dibujantes históricos de genio –Cabu, Tignu, Honoré, Wolinski– y demás colaboradores presentes, marcará un antes y un después no sólo en el arte de la caricatura y el periodismo sin concesiones, sino también en la capacidad de tolerancia de los individuos y las sociedades ante la imagen de sus rasgos y contradicciones amplificados hasta el ridículo. “Nuestra fuerza es denunciar la idiotez haciendo reír”, resumía Cabu. Y ciertamente, entre los múltiples

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blancos de la sátira de Charlie Hebdo estuvieron no solo las idioteces de la vida política francesa e internacional, sino también las de los fanatismos e integrismos religiosos de toda índole, desenmascaradas a partir de algo más que un ideal de universalismo laico o de libertad de expresión. Pues el temple del semanario resultaba de la riqueza y tensión interna entre las distintas sensibilidades de sus colaboradores, una mezcla única entre esa indignación anticlerical tan francesa, de cuna volteriana, y el impulso rabelesiano a reírse de todo, sin excepciones, partiendo por lo más inmediato, sobre todo por lo peor de sí. De allí que su blanco predilecto a lo largo de los años fuese la ultraderecha francesa y el conservadurismo católico, que hace tan sólo un año volvieron a sorprender al mundo marchando

La expresión ‘no me caricaturices’muchas veces dice más sobre los temores y argucias de quien la profiere que sobre los supuestos excesos a los que se pretende poner límite.

contra el derecho al matrimonio homosexual. Sus encuentros humorísticos y desencuentros terroríficos con el islamismo radical son mucho más recientes y, como se sabe, se asentaron el año 2006 tras la reproducción de las caricaturas de Mahoma publicadas antes por el

Jyllands-Posten danés. Así fue la cosa: mientras gran parte de la prensa ‘seria’ europea optó entonces (como ha optado también hoy, tras los atentados) por la autocensura en medio de las amenazas, Charlie Hebdo se permitió no sólo reproducir las caricaturas en nombre de la libertad de expresión, sino añadir algunas de su propia cosecha. En una de estas últimas, hecha por el mismo Cabu, Mahoma se agarra la cabeza a dos manos ante la desesperación que le provocan los integristas que reivindican su figura y secuestran el islam para justificar sus delirios y perpetrar sus atrocidades: “Es difícil ser amado por huevones”, profiere el profeta acongojado ante las trampas que le ha tendido la historia. Y a fin de cuentas, ha sido también la ironía del destino la que ha forjado la caricatura última de este final trágico en la historia de Charlie Hebdo. Pues qué otra cosa se puede decir ante el foro completo de líderes nacionales e internacionales –incluida una cincuentena de mandatarios, pensantes y no muy pensantes, democráticos y monárquicos, moderados y expansionistas– coreando al unísono “Je suis Charlie”, proclamando como mártires indiscutidos de la libertad de expresión a las víctimas de un periódico que de haber existido en sus países hubiesen hecho lo posible por proscribir, que en el mejor de los casos hubiesen rechazado como la provocación irresponsable e innecesaria de adolescentes tardíos en crisis de rebeldía permanente. Es con esta imagen última de humor involuntario con la que se quedarán sin duda los lectores históricos de Charlie Hebdo: con esta reunión de todos los poderes fácticos en comunión, de todos los personajes e instituciones que habían sido desenmascarados y ridiculizados de maneras más o menos feroces en las páginas del semanario, súbitamente tomados de la mano para darle un último y acongojado adiós mientras tañen las campanas de Notre Dame de París. Si los muertos pudiesen reír; sobre todo, si pudieran volver a hacernos reír. Pues que nadie se engañe: tal como cuando se vocifera ‘Dios vive’ todos saben que se insiste porque está muerto o agoniza, esta proclama ubicua de ‘Yo soy Charlie’ viene tan sólo a recordarnos que nadie más que los que ideaban semana a semana la revista eran Charlie, un medio periodístico que vivió, luchó y fue decimado en soledad, entregado a sí mismo, por mucho que su entierro culpable a modo de arrepentimiento tardío pretenda hacer creer lo contrario. Pero ya habrá tiempo, cuando decanten los fragmentos de este horror, para las moralejas. Por ahora, sólo cabe esperar que sean desde hoy más los que piensen dos veces antes de decir ‘no me caricaturices’, expresión que muchas veces dice más sobre los temores y argucias de quien la profiere que sobre los supuestos excesos a los que se pretende poner límite en nombre de la prudencia, el buen gusto o la realidad misma. Se debe insistir: el arte de la caricatura no generaliza, no homogeniza ni deforma, sino que hace ver toda la complejidad de los individuos, las ideologías y las sociedades al amplificar los rasgos, tensiones y contradicciones ocultos que nos constituyen. *Filósofo y ensayista.

sabía usted que: … Los garabateros son juzgados por la justicia ordinaria.

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