Todos dependemos de todos

August 14, 2017 | Autor: F. Álvarez Simán | Categoria: Organizaciones de la Sociedad Civil - ONG
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Todos dependemos de todos


A partir del siglo XIX se nos ha transmitido una determinada forma de
pensar respecto a la naturaleza de la vida. Según esa herencia, la vida se
concibe como la lucha y supervivencia del más apto; una lucha en donde los
más fuertes sobreviven y los más débiles son arrinconados contra la pared.
Thomas H. Huxley, biólogo, dos años antes de su muerte, en la lección
magistral que impartió en Oxford en 1893, hace ya cien años, decía: ..."la
influencia del proceso cósmico sobre la evolución de la sociedad es mayor
cuanto más rudimentaria es su civilización". Según esto, el desarrollo
social representa el freno del proceso cósmico, y a la larga se va
sustituyendo dicho proceso natural por un proceso ético, cuyo fin no es la
supervivencia de los más fuertes o aptos respecto al conjunto y sus
condiciones, sino los éticamente mejores. Practicar lo que éticamente es lo
mejor, lo que, en otras palabras, demanda bondad o virtud, exige una forma
de comportamiento opuesta a la que genera la lucha por la existencia.
Siguiendo el argumento de Huxley, la búsqueda de lo ético, en vez de la
implacable afirmación sobre los demás –más débiles o menos aptos– impone la
autocomplacencia, que exige que el individuo en vez de apartar y pisotear a
sus competidores (semejantes), no sólo los respete, sino que además
colabore con ellos hasta lograr que el mayor número de ellos resulte apto
para sobrevivir.
No cabe duda que en nuestra sociedad actual, aún en proceso de desarrollo,
la lucha por la existencia y la competencia que ella genera es cada vez más
dura y por ello no resulta fácil pasar de la autoafirmación a la
autocomplacencia, aunque, si tomamos como referencia el reino animal, donde
la lucha por sobrevivir es su única razón de existir, podemos afirmar que
estudios recientes sobre su comportamiento han demostrado que los animales,
cuya actuación es bien clara y se rige por pautas conflictivas, en
determinadas condiciones naturales actúan entre sí con pautas de
comportamiento cooperativo.

Ambos modos, el competitivo y el cooperativo, pueden complementarse en vez
de oponerse. En realidad la competencia es una forma de cooperación y
viceversa.

La persistencia en las ideas que conducen al espíritu de separación,
división, antagonismo y agresión no puede prevalecer en una sociedad
civilizada como la nuestra y podemos decir como Darwin: "...a medida que el
hombre avanza en civilización y las comunidades pequeñas se unen formando
núcleos urbanos mayores, la razón más simple dirá a cada individuo que debe
extender su instinto social y sus simpatías a todos los miembros de la
misma nación, aunque personalmente no les conozca"; continúa: "una vez que
se ha llegado a este punto, sólo las barreras artificiales impiden que sus
simpatías se extiendan a los hombres de todas las naciones y razas". Darwin
insiste con fuerza en el principio de la cooperación como base del
auténtico proceso del desarrollo humano.
Se preguntaba Pascal: "¿Qué quiere, pues, el hombre?" Y a continuación
decía respecto a él: "¡Qué novedad, qué monstruo, qué caos, qué motivo de
contradicción, qué prodigio!" Eso es el hombre, un prodigio que vive
consigo mismo pasando del amor al odio, del valor a la cobardía, de la
diversión al aburrimiento, de la acción a la inacción, en un intento
supremo, cada día, de superarse, en constante rebelión contra su entorno,
creando, destruyendo, sumergido en el caos y el orden de su propia y vital
necesidad de organizarlo todo.
Cuanto más se pierde uno en la situación del otro, más cerca está uno de sí
mismo. El profesor Laín Entralgo define al hombre maravillosamente cuando
dice: "Somos como un universo que emergiendo del caos nos buscamos a
nosotros mismos de una manera plena, hacia una meta concreta, hacia nuestra
realización como personas". No cabe duda que el camino para nuestra
auténtica realización cruza el camino de los demás, por la convergencia con
el otro, por la unión y la síntesis. Sólo así realizaremos nuestra
originalidad, nuestro ser holístico o integral.
El hombre, animal curioso y social por excelencia, responde como un
organismo vivo a su "apetito social" y busca al otro para complementarse,
significando el "otro", aquella parte de nosotros mismos que nos falta, que
necesitamos. Sustituir la autocomplacencia, o convergencia con los demás
por la autoafirmación, sobrevivir por encima de los demás nos llevará al
aislamiento, a la soledad. Está demostrado lo inútil y estéril que es un
hombre solitario. La cooperación, la interacción holística entre los
individuos, con vistas al apoyo mutuo y el propósito de concederse unos a
otros beneficios de supervivencia, o enunciándolo desde un plano más
elevado de integración: el amor, es la energía que nos permite ser cada día
seres más desarrollados, y nos concede la posibilidad de vivir una vida más
satisfecha y vibrante. Sin cooperación, sin convergencia, sin amor, no es
posible vivir, a lo sumo poder existir. ¿Es posible buscar ese vivir en la
interdependencia organizacional? ¿Podemos hacer coherente la misión de la
organización en la misión individual de cada uno en la búsqueda de su ser?

Cuándo nos quejamos diciendo que "falta comunicación" en la organización,
¿no será que no nos atrevemos a profundizar en las causas y que rehuimos de
encontrarnos con nuestro propio ser?
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