«Una nuevísima poesía portuguesa sociológicamente considerada» [2000], Kafka. Revista de Humanidades, nº3, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2004, pp. 13-26.

July 25, 2017 | Autor: Pedro Serra | Categoria: Contemporary Poetry, Poesía, Literatura Portuguesa, Poesia, Poesia portuguesa contemporânea
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UNA NUEVÍSIMA POESÍA PORTUGUESA SOCIOLÓGICAMENTE CONSIDERADA Pedro Serra Universidad de Salamanca Queremos subsidio. Odiamos el TRABAJO. Poeta anónimo1

Hay un interesante caso en que un ‘caso lírico personal’ se hace eco del hallazgo antropológico de un Portugal como ‘pueblo suicida’, y por ende nación especialmente ‘poética’.2 ¿Qué pasaría si un homo lusitanicus poeta pidiera un subsidio para poder suicidarse? ¿Una putativa cultura de suicidas podría tener una política cultural que gestionara esa economía? He aquí los términos que podrían ser utilizados en semejante solicitud: Así, y no osando abusar mucho más de la infinitamente piadosa y tolerante curiosidad de V. E., paso de inmediato a exponer el detallado rosario de inconfesables y viles materias primas o siniestros objetos a los cuales me he propuesto atribuir un (eventual) presupuesto: un revólver (50 mil escudos); municiones adecuadas (20 mil escudos); un socrático litro de cicuta, un cáliz de cobre y una rodaja de mango, para el caso de que el primer intento se frustre; algún cianuro y bastante nitroglicerina, para la hipótesis de que el segundo intento no pase de un romántico aperitivo o de un inconsecuente chantaje moral (la cantidad se puede regatear); cremación del cuerpo y lanzamiento de las cenizas al Tajo (500 mil escudos); cachet de 20 payasos de la Compañía de Circo de Lisboa, para la mencionada ceremonia fúnebre (250 mil escudos); cachet de la Banda de Bomberos Voluntarios que lleguen primero, ejecutando la Canción de los Niños Muertos de Mahler (500 mil escudos, con descuento para poetas y afines); redondeando todo, rondará el millón de escudos, ¿qué es tal cantidad para los tiempos que corren?, convengamos que toda Muerte que se estime no mira a medios para dignificar sus fines...3

La importantísima institución a la que se dirige el suicida pasional deniega el apoyo. Se queda nuestro poeta sin subsidio y, consecuentemente,

sin la posibilidad de una Muerte estimable, una muerte bien muerta, una Muerte a bombo y platillo. Es de suponer que acabará muriéndose, pero habiéndole faltado el providencial subsidio para el suicidio, esa fatal muerte será una muerte menor, poco o nada estética, una muerte banal. Una muerte aburrida, en suma. No sería difícil buscar y encontrar poetologías que conciben la Muerte como lo propio poético; baste con recordar la metafísica romántica del artista, que se poseería a sí mismo, Uno y Único, justamente en cosas como el vértigo suicida.4 Añádase, además, en sede Dada, todo un proyecto como la “Agence générale du suicide”, sociedad anónima de responsabilidad limitada de Jacques Rigaut, aventureman suicidé. La poesía, palabra de la tribu más pura, atañe a purezas radicales como la Muerte, y ésta, diríamos con Rigaut, se nutre en la fuente originaria del ennui, la ‘verdad’ en estado puro. Quizás podamos ver en la denegación del subsidio cómo ninguna vida institucional puede legitimar tal grado de ‘verdad’. El ‘caso lírico personal’, claro está, no pasa de una boutade. Sin embargo, sí permite ponderar la verdad de una posible estética y ética del subsidio. Este primer ‘caso lírico personal’, por consiguiente, me remite a un otro, él sí objeto de este pequeño ensayo. Me refiero al poeta anónimo autor de Subsidio, suicidio, ostras heladas, libro publicado en una fecha no muy lejana, 1998, un libro de claro recorte finisecular (y, por ello, aún ‘nuestro’). El epígrafe es suyo: “Queremos subsidio. | Odiamos el TRABAJO”. Argumentaré ser esta exigencia el gesto antisocial sobre el cual se articula la poética del poeta anónimo. Libro desamparado por el nombre de un autor –o por un autor con nombre, modo casi exclusivo de amparar libros–, Subsidio, suicidio, ostras heladas se presenta como desconcertante plan de “asalto al orden establecido”5, según leemos en la escueta nota del editor que antecede el poemario. El amparo editorial es también movedizo, se trata de un editor ‘sous influence’, tan ilocalizable como un tal Gabor Damski: En 1984, Gabor Demszki, entonces con treinta y dos años, editor independiente en un país olfateado, cajón a cajón, por la censura, se escapaba a diario de la policía de Budapest. Nada extraño, si no hubiera que añadir tratarse del caso único de un individuo que desarrollaba su actividad editorial mientras se traslada incesantemente por la ciudad. Explicando mejor: sin punto fijo de referencia, ni sede

social, almacén de libros o buzón de correo. Solamente la palabra, de oído selectivo en oído selectivo, y la complicidad de tipografías que imprimían, de forma oculta, sus selecciones. Las ventas de los libros se procesaban literalmente bajo el mismo secretismo de un vulgar intercambio de rehenes. Ese hombre de la edición, Gabor Demszki, era como una diana en movimiento.6

Ficción aparte, Subsidio, suicidio, ostras heladas tuvo un editor y una edición como ‘dianas en movimiento’ en un Mundo que es todo ‘ciudad’. A la modulación autóctona (léase: Portugal, fin de siglo) de este absoluto urbano se resiste mediante una especie de espacio subterráneo, secreto y oculto. En la superficie, en la ciudad, tenemos lo social definido como ‘católico’ y ‘anti-aburrido’, atributos que seguimos recogiendo de la nota editorial: “el país está cada vez más católico y anti-aburrido”7. Es a esta sociedad óptima que el autor anónimo dirige su execración: ‘odiar’ el trabajo es el modo de enunciar una crítica a la sociedad in totto, ya que el ‘trabajo’ es su becerro de oro. Asimismo, un dato más: en la nota editorial se nos dice que el autor anónimo es “profesor y técnico del frío”. Es este el valor facial con el cual se presenta este ‘estreno poético’: el anónimo es también ‘trabajador’, o no fuera lo social justamente la mobilización total del trabajo. Como veremos, es la suya, en este sentido, una existencia ‘no culpada’, porque gestiona bien la escisión esquizóide entre esa condición laboral –aunque podríamos considerarla ‘no rentable’– y la labor escribiente. El ejercicio creativo sólo por tropo es ‘trabajo’: el anónimo nos lo presentará, justamente, como capricho, lujo, don o figuraciones afines. En este fin de siglo no hay, pues, pasión en el ‘suicidio’ de un título como Subsidio, suicidio, ostras heladas. Todo el libro expone modos autoparódicos en permanente deriva hacia el bathos y emociones falsificadas: la ciudad sólo admite ‘corazones de plástico’ (cf. 61). En conjunto una poética(s) anticlimática sin reducir lo ‘ofensivo’ de la exigencia de subsidio. La ponderación de estos y otros extremos, me permiten, por último, el siguiente ejercicio: plantear algo como la nueva poesía portuguesa sociológicamente considerada. Para llevar a cabo dicha consideración sociológica, insistiré sobre el anonimato de un representante suyo posible, el anónimo ‘desautorado’ de Subsidio, suicido, ostras heladas.

Como punto de anclaje, he aquí un poema representativo, ya que se titula precisamente “Sum”, o ser tal vez grupal:

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Estaba, ahora mismo, pensando que me vendría bien un subsidio. Para escribir. Escribiría mejor, ciertamente. Pensaría más. ¡Sería más osado en las imágenes y estaría mucho más cercano a la realidad, ciertamente! Además, soy un poeta de lujo: nadie me lee (Me ha dicho el viento que mi poesía es universal. Me lo creo.), no admito la existencia sin una casa grande, llena de secretos, impecable. Y después, necesito absolutamente una empleada que trate de mi ropa, me haga pequeños mimospagados, me trate con respeto y estima. No prescindo de un móvil, sino ¿cómo hablaré con el infinito, con Dios, con otros poetas sobre la gracia que tiene la fina desgracia del mundo? Y las cuentas, ¿cómo pagarlas? (No admito deber nada a nadie y, mucho menos, a los que cobran precios exorbitantes, pensando ¡qué tonto soy pagándoles!) Tampoco me gustan los vinos mediocres: me hacen mal al estómago, y soy escorpio. Vinos sólo muy buenos y libaciones sólo elegantes: detesto a los políticos con voz embargada y de conceptos de andar por casa. Me gusta conducir, eso sí, una flaqueza que olvido por el simple placer de dar pequeños toques en la muerte. (Sea como fuere, en mi representante ya cobran cinco mil escudos la hora.) Confieso que sólo puedo escribir si gasto dinero, paciencia y genio en símbolos. Pero eso es de nacimiento e nada puedo contra caprichos enteros que me entran por el alma.

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Tengo, por cierto, una alma compleja: detesta trabajar en las cosas inútiles con que se hacen las naciones. Detesto las naciones. Escritores, ni verlos. Por ejemplo: se conmueven con los trazos de Llansol pero desconfían de las velocidades contemporáneas. Etc. Una gran lista de cosas que mi alma execra. Y corro al hospital a la mínima emoción, a la más pequeña señal de falta de aire ¡y falta tanto el aire en Portugal! ¡Bueno, hay que pagarlo! La salud no es gratis. Ni es para bromas si bien me gusten las enfermeras, el éter y pequeños folletos supercaros, con escenas de campo y tratamientos ambulatorios. Si tuviera tiempo para hablar de ello con B. seguro que habría de salir una obra. Y, así, cuando viaje hacia la nada, tendré muchos más poemas para escribir. Pero tengo ya título para otro poema: Subsidio, suicidio, ostras heladas. Mañana faltaré con atestado médico para no descontar en las vacaciones.8

EL ‘ALMA’ Y LA ‘OSTRA’ El anónimo ‘desautorado’, como propongo que se le llame, es una especie de ‘alma’ –destáquese la recurrencia del vocablo a lo largo del libro– bajo el ‘capitalismo’ hecho globo. Este ‘Mundo’, en el que todo es tardío, es una figura reincidente en el poemario. Tal vez la que mejor lo diga sea la siguiente: “La tierra | tanto puede abrirse al sol halo-seducción como moverse | en constantes dudas, su condición de ostra”. Convengamos, por otra parte, que el astro-rey esté por la “Casa de la Razón” a que se hace referencia en otro poema: “Aprendiz de un cierto arte | melancólico, lleno de ventura, | del mismo arquero que lanza | llamas a la inacabada Casa de la Razón: | ¡De esta y de esa cabeza del mundo!” (33). Vemos, pues, cómo el

anónimo ‘desautorado’ sitúa su ‘arte’ y, simultáneamente, se sitúa, en un contexto ‘planetario’. En este escenario, por otra parte, “escribir sobre la patria” no suspende la ‘globalización’: “Pero, si vive en Portugal, dónde | no vivirá usted?” (69). La “condición de ostra” se deja leer, además, por su configuración bivalva. La insuficiencia de la Modernidad –no acaba de completarse, paradójico acabamiento– es una manera de decir el presente reificado como ‘mercado’. Por él la realidad se desdobla en un tiempo ‘doble’ del anónimo: el de la indigencia poética, ‘melancólica’ e inconsecuente; y el de una stasis del ‘futuro’, siempre diferido. Esta condición del ‘mundo’ y de la psique se repite en el topos de la ciudad: “La ciudad es el semblante doble del tiempo, embriaga | de sepia el innecesario spleen, el futuro | que no viene” (60). DESOBEDIENCIA CIVIL Sobre la poesía de Subsidio, suicidio, ostras heladas no recae la jurisdicción de un Nombre que hiciera de ella ‘propiedad’ imputable a alguien. Por la ausencia del nombre se garantiza la ‘intimidad’ autoral, al mismo tiempo que se niega a la poesía la condición de ‘mercancía’ astuta. Podrá objetarse que es el propio mercado el que le niega ese valor, por ser poesía y no novela, por ejemplo. Ciertamente. Sin embargo, sostengamos que el mercado que hay para ella, hoy, asienta en un Nombre, forma que asume la astucia del movimiento autónomo de la economía. El anónimo ‘desautorado’ pone minas a la Modernidad ‘inacabada’ –el ‘mercado’– al negarnos una ‘subjectividad’ –producto de aquélla– identificable. Niega al nombre el que mueva dividendos. La ocultación de la “identidad de un Autor de un estreno poético” (56) suspende, además, el efecto de la novedad. No me interesa tanto, en este momento, que esta ficción de autor anónimo signifique la ocultación de autor o autores ‘con nombre’ (o ‘renombrados’). Me interesa, sí, que esa ficción mine una lógica de fetichización. Recuerdo, aquí, un comentario de Terry Eagleton al “culto de la nouveauté” del que habla Walter Benjamin: “La novedad es independiente del valor útil de la mercancía, y hace, así, con

que aparezca con su faceta más fetichista; señala la dialéctica petrificada de la historia, proyectando su ilusión de renovación infinita en el espejo da una infinita monotonía”.9 Ahora bien, diciéndose nuevo, no es posible celebrarlo como tal, pues lo que en cada nuevo se celebra sigue siendo el todo celebrado. Negarle un Nombre, entonces, bajo mi punto de vista, es la concreción –parte de ella– del “plan de asalto al orden establecido” (6) que el ‘editor’ confiesa. Es una forma de desobediencia civil como ataque a la polis: “Tratamos, aquí, un tema político | ¡y es exactamente eso lo que queremos!” (63), leemos en el poema “Subsidio”. A una “ciudad estado | de gracia!” (69), la del ‘catolicismo’ y del ‘anti-aburrimiento’ (cf. 6), enfrenta el anónimo ‘desautorado’ su arte de la versificación: “El verso desobedece mientras el personaje | obedece” (69). La novela –por lo menos alguna, la de la obediencia– no sale, ya se ve, muy bien parada. Radicalmente –a pesar de la “fotografía curricular” de poeta, es ‘radical’ (cf. 118)–, el anónimo se autoreivindica con un categórico (?) “Me fundo contra las reglas” (60). EL BATHOS DEL “SUICIDIO” El ‘suicidio’ sería el lance melodramático que culminaría la vivencia agónica de la Modernidad ‘inacabada’. Tal vez por eso, a ese pathos se nos opone un bathos, el que tenemos en el poema titulado “Suicidio”, constituido por el siguiente dístico: “¿No queréis nada | más?” (74). Hay como una actitud supersticiosa delante de la “muerte” y, en cuanto tal, es mejor si se la ve a distancia. Leíamos esto, por ejemplo, en el poema “Sum”: “Me gusta conducir, es verdad, | una debilidad que olvido por el simple placer | de dar pequeños toques en la muerte.” (vv. 30-32). Los “pequeños toques” suspenden lo que pudiera haber de vértigo nihilista legitimando una poética del ‘suicidio’. ‘Suicidio’ sólo por ‘simulacro’ (cf. 85). Lo que más llama la atención en esta depreciación de una (neorromántica) retórica del ‘desastre’ es que ella es en sí misma crítica con el ‘anti-aburrimiento’ de la nación. Un ‘anti-aburrimiento’ que se dice como ‘cultura de festival’, por ejemplo, la cultura imaginada para una Feria del

Libro de Frankfurt de 1998. Recuerdo que el pabellón de Portugal tenía la forma de una ‘caja negra’, concepto que nos devuelve la literatura portuguesa esencial como aquella literatura que sobrevive a un ‘accidente’ universal y que, en cuanto resto letrado es conservación de las últimas palabras de dicho accidente. Retórica de un claro recorte apocalíptico fin– de–siècle, asistiendo a un presente ufano. En esta misma línea tenemos el poema que clausura el libro. Poema que, según creo, cita con ‘gracia’ a Mário de Sá-Carneiro: “Deberéis reír sólo | cuando yo muera” (126). ¿La risa que aquí se solicita será como aquella otra risa, en ese mismo poema, “banal, habitual, obituaria”? No me parece. La risa descrita en estos términos es otra forma de significar o ‘antiaburrimiento’. La banalidad hace de ella un gesto más imputable a la ‘ciudad’ que, reino de la banalidad y de los sucedáneos, es “una telaraña presa por celo” (60): “Qué banales los gestos, | qué detestables los intercambios, qué imprudentes | los dedos: marionetas que fingen no indicar | las direcciones con su ligero maquillaje | de superpegatodo, breves segundos de gloria | para el metal de los ojos, para el corazón de plástico” (61). Presupongo, pues, dos risas, tal como dos muertes nos plantea el poema: la diferida (es decir, la del ‘cuándo’) y la que es ‘una broma’. GUERRA DE ‘GUERRILLA’ Ahora bien, el punto a que quiero llegar es que la poética que asiste al poema, aunque convoque óbitos, no satisface la expectativa de sus destinatarios (¿su ‘gusto’?): “Para reír sólo al final | (de siglo). | ¿Os gustaría, pues, una llave | romántica!?” (127). Esta desconsideración –mientras tanto perpetrada, también, en los poemas “Ostras Heladas” (104), “Suicidio” (74) y, con ellos, derogando las promesas del título del libro10– es apenas uno de los “malos modos” que el anónimo ‘desautorado’ revela. La obra es experta en negar expectativas. Véase: en el poema de apertura del conjunto, se concluye de la siguiente forma: “Y, al final: | ser muy retórico en el verso” (9). Tomado ad litteram, es justamente lo que el final del verso del fin del libro desclasifica.

Sabemos que el anónimo ‘desautorado’ confiesa situarse “al norte de todas las licenciosidades” (6). Ahora, licenciosidad, que puede ser “la vigilancia extravagante de Lausberg” (23), no es licencia. Y digo esto porque pienso que negar un final ‘romántico’ –aquel que casi siempre se supone concretarse en los finales– es la licencia posible permitida a quien se preocupa por un ‘saber’. Interpelando al lector, dice: “entenderéis cuantas resmas de versos | apretaba en los lacios músculos | por estar tendido en el suelo: mármol irónico con que se fabrican, hoy, las cocinas de la clase media” (126). No creo que la duda sea agónica. La actividad escribiente apenas obvia el ennui (“Voy escribiendo para no desanimar”, 62) de un otro ‘saber’ menos interrogado: el del “gustillo | insalubre del khmer en el lector, todo...: | ¡Un tedio!” (10). Los “malos modos”, por consiguiente, son tácticas de ‘guerrilla’, modos de hacer el “asalto al orden establecido...” (6). ABORRECIBLE “CASA DE LA POESÍA” La poesía vive, como se sabe, de una paradójica indigencia. Es el lugar que mejor puede ser refugio de un Arte-potencia-negativa. Le incumbe –como no se espera de otros modos de expresión artística– una inmensa facultad crítica precisamente porque no tiene un mercado al que ceder. No refiriéndose a la poesía pero sí al periodismo, que considera jugarse entre la masificación depauperante y la calidad informativa autista, el brasileño Fernando Haddad formula esto muy explícitamente: “La única forma de ganar calidad crítica es la de perder mercado y marchitar”.11 El espacio público que es posible a la poesía adelgazó al tamaño de una “casa de la poesía” para recurrir a una alegoría de Alfonso Berardinelli.12 Ahora bien: ¿de qué le puede servir, entonces, la disponibilidad para ser crítica? Si es que con-mueve, ¿a quién con-movería? Sea como fuere, lo doméstico ya sólo colige despojos: “Demasiado pronto o demasiado tarde | hay nombres o restos despedazados | contra las paredes de la casa” (21). Entre tanto, nuestro anónimo, además de ‘desautorarse’ como estrategia que busca esquivar este status in statu, exhibe (anti-)virtudes: por ejemplo, ‘aborrecer’ o execrar. Recuerda, en este punto, a algún Cesário

Verde, una vez más en el poema “Sum”: “Escritores, ni verlos. Por ejemplo: | se conmueve con los trazos de Llansol | pero desconfía de las velocidades contemporáneas | Etc. Una gran lista de cosas | que mi alma execra.” (vv. 4347). No creo que “execrar” sea muy social en el planeta de los “anti– aburridos”. “Execrar”, por consiguiente, será pecado con virtu. SIBARITISMO COMO “OSTRAS HELADAS” El anónimo ‘desautorado’ desvincula la poesía del ‘trabajo’. El gesto, según creo, supone un sabotaje de la ‘economía’. El poema “Te he arrastrado al eje de esta página cruda” tiene como destinatario la propia poesía. Considérese, entonces, el ‘universal’ atributo que se le supone: “Prestigio tuyo, volver propicias tales delicias, tal trabajo | de sabotaje de la economía... Quién diría, | la confusión que va en el seísmo de las clases” (109). La denegación de un poema a las “ostras heladas” es de distinto orden que el rechazo de poema al “suicidio”, aunque los una un común bathos. Recuerdo la delgadez extrema de dicho poema: “¿Como?” (104). Las “ostras heladas”, al contrario del “suicidio”, no son negadas: son interrogadas. El poema, en este sentido, no hace más que miniaturizar otro verso: “¿Puedes entender mi hedonismo?” (78). De hecho, el anónimo ‘desautorado’ no deja de ajustarse al ‘juego’ social del “anti-aburrimiento”, reclamando como suyo un sibaritismo digno del mejor burgués: “no admito mi existencia sin una casa | grande, llena de secretos, impecable | Y además, necesito absolutamente una empleada | que trate de la ropa, haga pequeños mimospagados, | me trate con respeto y estima| No puedo prescindir del móvil si no | ¿cómo hablaré con el infinito, con Dios, | con los otros poetas sobre la gracia | que tiene la fina desgracia del mundo? | ¿Y las cuentas, como pagarlas? | (No admito deber nada a nadie | y, mucho menos, a los que cobran precios | exorbitantes, pensando ¡qué tonto soy | pagando tal cantidad!) | Tampoco me gustan | los vinos mediocres: me hacen daño | al estómago y soy escorpio. Vinos | sólo muy buenos y libaciones sólo elegantes” (vv. 11-27). La afinación ‘burguesa’ es notable, modulada por un catálogo que incluye ‘casa’, ‘criada’, ‘Dios’,

‘clase’, etc. Y, según estimo, la opción hedonista –no sin ironía– es preferida en detrimento de aquel otro miglior fabbro altomodernista: “¡Los versos no son buena compañía | para nosotros!” (81). Ya no hay ‘entusiasmo’ creativo que sea como el ‘vino’, como querría un Voltaire: hay literalmente ‘vinos’, cuestión de buen o mal gusto. ¿Y QUÉ ES UNA CATÁSTROFE, MAESTRO? La ‘depresión’ de sentirse ‘sin arte’ (60), la conciencia de la ‘inutilidad de las palabras’ (88) son topoi auto-poéticos de un “innecesario spleen, el futuro | que no viene” y de una predestinación que constituye toda una “¡histriónica tradición portuguesa!” (65). Ahora bien, la indigencia, producto de las ‘reglas’ de la ‘ciudad’, se pretende que sea superada por la reclamación en beneficio propio de una condición de ‘lujo’: “Ya se sabe que escribir | no merece subsidio. O sea: | ¡que se pague a quien escribe! | es ésta la palabra de orden y contra el orden, | marchar, marchar” (63). A la lucidez de que uno sepa no ser “principiante en el naufragio” (33 y 87), o de saber que se ha “(nacido) suicidado” (92), no se responde con catastrofismo: “¿Sabes lo que es una catástrofe? Los días es lo que asusta, recuerdan | siempre la sospecha, sobre nosotros, virtual sospecha | para el inicio de la emisión: | Érase una vez...” (99). La TV, aquí implicada, convoca el ‘presente’ como una same old story, recordando un lugar benjaminiano bien conocido, y que tiene en el ‘seísmo de las clases’, anteriormente formulada, otra modulación, imagen, por cierto, que nos devuelve el espacio social ‘unificado’, sin tensiones entre capital y trabajo. El catastrofismo auto-indulgente sería, entonces, un modo de sucumbir. La opción política es, entonces, la de la exigencia de ‘subsidio’: es decir, comulgar con el planeta de los “anti-aburridos” proclamando la inutilidad y la improductividad de la actividad subsidiada. ¿Una estrategia de supervivencia? En cierto modo sí, pues “[no] | es aún momento para abrir las puertas | de la ciudad. Tienen alma para cantar | los que se alejan” (80). Esta ontología poética opta, entonces, por la “elegancia de ser medio | aquí – medio allí” (126): ‘trabajar’ como “profesor y técnico del frío” y “no

trabajar” en cuanto artifex de un “arte melancólico” “Desaparecido en combate” (109). De forma aún más resumida, el poeta bivalvo opta por ‘gastar’ y ‘escribir’. Reside aquí el tener un “alma compleja” con la simplicidad de un ‘capricho’: “y nada puedo contra caprichos enteros | que me entran por el alma adentro” (13). ‘Gastar’ y ‘escribir’ son dones ‘innatos’ de élite; Kant aceptaría esta dotación natural, si bien el anónimo ‘desautorado’ prefiera subrayar ser un genial ‘niño mimado’ (cf. supra v. 13), obviamente en un escenario que no es ni remotamente ‘familiar’: los mimos son los de la ‘criada’, como leíamos más arriba. GRUPO DE RIESGO He recurrido al anónimo interesadamente: la anonimia me exime de los modos y los designios del cool hunting, permitiéndome centrarme exclusivamente en la idea misma de representatividad. El anónimo ‘desautorado’ del libro expresa, en su exigencia de ‘subsidio’, intereses de ‘grupo’,13 quedando de él sólo el resto de perfil sociológico de un autor desconocido, especie de posteridad de la tensión moderna de aspiración a una imposible obra prima desconocida: desconocido es, ahora, el agente de ese trabajo negativo. En este sentido, el libro, según creo, se delata en la siguiente ‘escena’ del poema “Sum”: “Si tuviera tiempo para hablar | de ello con B. seguro | que habría de salir una obra. | Y, así, cuando viaje hacia la nada, | tendré muchos más poemas para escribir. | Pero tengo ya título para otro poema: | Subsidio, suicidio, ostras heladas.” (vv. 54-60). Hay que creer en la plausibilidad –con o sin concreción en la res extensa, da lo mismo– de semejante conversación pues, si empezó como nombre de ‘poema’, acabó siendo título de ‘libro’. Tal vez, incluso, Subsidio, suicidio, ostras heladas sea esa conversación. ¿Qué especie de Fradique Mendes dice “Yo, solo, constituyo un grupo de riesgo” (58, yo subrayo)? Corroborando la ‘desautoración’ de “dos o más”, según pienso, tenemos los rebotes y reincidencias con los que el libro nos va confrontando. Así, “Sum” (12-14) es a “Subsidio” (63-64), lo que “Si, al menos, hubiese lugar” (69) a “Si, al menos, hubiese lugar” (97), o lo que el baudelairiano “Ideal and Spleen”

(62) es al baudelairiano “Spleen and Ideal” (110-111). Y motos o estribillos también los hay, como aquel “¡No somos principiantes en el naufragio!” (33) que, con ligera variación, regresa como “¡Ni somos principiantes en el naufragio!” (87). El ‘subsidio’, el ‘suicidio’ y las ‘ostras heladas’ son intereses de esta reciente alma poética, que diríamos poder encajar en la categoría sociológica BoBo, es decir, del bohemian & bourgeois. A partir de los años 80 “parece que la burguesía ha rejuvenecido absorbiendo (y siendo absorbida) por la energía de la bohemia”14, una bohemia traída de la cultura de los 60 en cuanto cultura que aún no había suturado la polaridad antagónica entre bohemia y burguesía. Ahora bien, en el caso del anónimo ‘desautorado’ – poeta y profesor de “técnicas del frío”– la consagración poética se hace amalgamando bohemia y burguesía. Como BoBo, en este sentido, es un BoBo posible, es decir, hace de su condición de posibilidad –los ‘subsidios’– la medida de su realidad. La realidad es el mercado: Tal como las fuerzas culturales de la era de la información crearon hombres de negocios que se consideran a si mismos semi-artistas y semi-intelectuales, los intelectuales de hoy son más parecidos a los hombres de negocios. Ahora utilizamos expresiones como “el mercado de las ideas”, “la propiedad intelectual” y “la economía de la atención” con el propósito de fundir el dominio de la mente con el dominio del mercado. El perfil profesional de los intelectuales ha cambiado. En otro tiempo tan altivos, hoy se mezclan con el resto de la elite culta y crean así un nuevo tipo de intelectual para la nueva era BoBo.15

Acerquémonos, por último, al fulcro de la crítica ‘artística’ contenida en la figura de una poesía ‘subsidiada’: expone un País cuyo ‘antiaburrimiento’ es producto de una política cultural sostenida por umbilicales ‘subsidios’. El espacio poético se ha realizado, superando su devenir histórico: es un locus en que se van depositando todos los pasados: “los poetas no son volcanes | y su poca lava es de restos | de letras” (110). En la agenda de la gestión de una cultura ‘anti-aburrida’, poesía y demás literatura no transportan gérmenes de futuro: “Después de todo, ¡todo había sido dicho en los cuadernos antiguos! | No hay versos impunes –es la vida la que tarda en llegar hasta ellos” (80). Los poetas, hoy, no piden apertura temporal.

Diría que si la poesía no termina es porque ya está muerta.16 La plástica es un plástico (¡no biodegradable!), con el cual se moldea un ‘corazón’ o lo que sea.

Inicialmente publicado, em português, em formato digital, integrado no texto “Notícias de Calamocarro. A propósito de Em Defesa do Socialismo de Fernando Haddad, concluindo com comentário a Subsídio, Suicído, Ostras Geladas”, Ciberkiosk, nº8, Março de 2000. Em papel, já em língua espanhola, revisto e ampliado, “Una nuevísima poesía portuguesa sociológicamente considerada”, Kafka. Revista de Humanidades, nº3, Salamanca, Universidade de Salamanca, 2004, pp. 13-26.

NOTAS Subsídio, Suicídio, Ostras Geladas, Lisboa, Frenesi, 1998, p. 65. Véase Miguel de Unamuno, “Un pueblo suicida” et alii, in Por tierras de Portugal y España. Andanzas y visiones españolas, México, Porrúa, 1983. 3 Joaquim Castro Caldas|Pedro Tamen, “Correspondência”, in Apeadeiro. Revista de Atitudes Literárias, nº1, Primavera de 2001, pp. 116-117. 4 Cf. Rafael Argullol, El héroe y el único. El espíritu trágico del Romanticismo, Madrid, Taurus, 1999. 5 Subsidio, Suicídio, Ostras Geladas, ed. cit., p. 6. 6 Subsídio, Suicídio, Ostras Geladas, ed. cit., p. 5. 7 Íbid., p. 6. 8 Íbid., p. 12. 9 Terry Eagleton, Walter Benjamin: o hacia una crítica revolucionaria, Madrid, Cátedra, 1998, p. 56. 10 Cf. Américo António Lindeza Diogo, “Técnicas de Frio”, Ciberkiosk, nº4, 1998. 11 Em defesa do socialismo, Petrópolis, Vozes, 1998, pp. 50-51. 12 “La casa de la poesía estaba llena de huéspedes”, Archipiélago, nº 37, Barcelona, Editorial Archipiélago, 1999, pp. 13-14. 13 Debo esta sugestión a Osvaldo Manuel Silvestre quién, en un balance titulado “Anos Magros”, se ha referido a la obra como “objeto no identificado, y tal vez de producción colectiva” (in Expresso|Cartaz, 30 de diciembre de 1999). 14 David Brooks, BoBos en el paraíso. Ni hippies ni yuppies: un retrato de la nueva clase triunfadora, Barcelona, Grijalbo, 2001, p. 151. 15 Íbid., p. 154. 16 Cf. Jean Baudrillard, La ilusión y la desilusión estéticas, Caracas, Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1998, p. 39. 1 2

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