Vida material, espejo de costumbres e identidades.

May 29, 2017 | Autor: I. Brichetti | Categoria: Historia Regional
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Capítulo

6

Vida material

espejo de costumbres e identidades

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Irene Elena Brichetti

1. Introducción



En la última década, algunos historiadores se han dedicado a investigar y retratar la vida de los hombres que habitaron las tierras del actual territorio bonaerense y parte del pampeano durante el siglo XIX. Estos estudios, derivan de enfoques diversos que resultaron del análisis conjunto entre disciplinas afines. El caso paradigmático puede ser el de la Historia y la Arqueología. Una a través de las fuentes escritas, la otra mediante el registro material, lograron que el diálogo entre ambas diera lugar a una nueva lectura de las crónicas de viajeros, y los relatos de exploraciones en la zona. El resultado fue la inclusión histórica de los pobladores originarios como actores sociales, que interactuaron y contribuyeron con su aporte a la construcción de identidades locales. Pronto surgieron nuevas inquietudes y el investigador comenzó a analizar primero tímidamente, y luego con menor temor, otras fuentes tales como inventarios en sucesiones, mensuras, partes de milicia y actas de defun-

ción. Emergieron nuevos espacios y la frontera de línea divisoria entre dos universos en fricción se convirtió en un espacio de interacción social. Se buscó conocer como era la vida material de aquellos protagonistas. Un gran abanico de posibilidades se desplegó, y se descubrieron numerosas perspectivas. Los estudios muestran una imagen descriptiva y general del conjunto de la campaña bonaerense, invitando con ello a trabajar en el análisis particular de cada caso. Nuestro propósito es conocer sobre los hombres y mujeres que habitaron las tierras que actualmente componen el Partido de Balcarce, cuáles eran sus elecciones a la hora de vestirse, disfrutar de la comida, la bebida y el ocio, aspectos que confiamos, resultarán de interés para el lector. Para ello, profundizaremos en las singularidades y coincidencias a fin de develar algo de la peculiaridad que reside en la idiosincrasia de Balcarce y su gente.

(1) Parte de la información presentada en este capítulo es producto del proyecto de investigación subsidiado por la ANCPC-T y UNMDP. Picto 2004, N° 552.

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El punto de partida elegido es el análisis de la población realizado por Patricia Barneche y Pablo Zubiaurre para el período que se extiende desde 1820 hasta 18702. Dichos autores admiten dos grandes causas para el crecimiento demográfico que se da hacia 1850. Una está relacionada con la necesidad histórica de mano de obra rural, y el espectacular aumento de la cría de ganado ovino a partir del incremento de la demanda internacional. En la década del 50, los precios de un producto tan tradicional para la economía pampeana como el cuero se disparan hacia arriba en el mercado de Londres, gracias a la retracción de la oferta de uno de sus principales proveedores, Rusia, inmerso en la guerra de Crimea. Y de manera menos coyuntural, la lana conoce una demanda en aumento por una industria textil europea que crece a borbotones y requiere cantidades ingentes de materia prima.3 Aquellos vellones de lana que parten hacia Europa vuelven en forma de finos textiles. Al mismo tiempo, llegan hasta estas tierras productos de las colonias inglesas. Esto último será clave a la hora de entender y analizar las formas de vestir femenina y masculina hacia mediados del siglo XIX, cuando la influencia europea era símbolo de prestigio y progreso. Pero los inmigrantes europeos venían además a cumplir con otra función que fue la de poblar el territorio argentino en el marco de la construcción del estado nacional. El avance y consolidación de la frontera militar, la mejora considerable en las comunicaciones, y la decisión gubernamental de crear una serie de partidos al

sur del Río Salado, que implica una inevitable fundación de pueblos cabecera para su administración, son también razones para el crecimiento.4 El arribo de un importante número de inmigrantes a la sociedad criolla se vio reflejado en el incremento de las necesidades a cubrir. La actividad comercial fue una de las más favorecidas. La explotación ganadera siguió siendo predominante, aunque los hacendados no perdieron la oportunidad de dedicarse a los más diversos rubros comerciales. Para 1870, ya se contaba con ochenta casas de comercio entre tiendas, almacenes, pulperías, panaderías, boticas y cafés. El movimiento comercial tenía dos objetivos muy claros: uno era el abastecimiento de las necesidades mínimas de la población; el otro, la venta de productos ganaderos. Esos productos consistían, además del ganado en pie, en cueros lanares, vacunos, pieles de nutria, grasa, sebo, cerda y lana, alcanzando esta última grandes valores en esta época.5 Entre los comercios de la época se halla la Tienda, Almacén y Estancia Baurin. Los Baurin eran de origen francés. José Baurin murió el 8 de Marzo de 1868 de pulmonía, una causa de muerte bastante común por aquel tiempo. Dejó dos hijos pequeños y esposa. Tenían tienda en Buenos Aires, y al adquirir campo en lo que hoy es territorio de Balcarce decidieron hacer uso de su experiencia abasteciendo a la población en diversos rubros. Los datos obte-

(2) BARNECHE, Patricia y ZUBIAURRE, Pablo. “La población”. En: ZUBIAURRE, Pablo (coord.) Historia de Balcarce.1. Los orígenes. Balcarce. 2006. (3) BARSKY, Osvaldo y GELMAN, Jorge. Historia del agro argentino. Desde la conquista hasta finales del siglo XX. Buenos Aires. Grijalbo Mondadori. 2001. Pág. 117. (4) BARNECHE, Patricia y ZUBIAURRE, Pablo. “La población”. En: ZUBIAURRE, Pablo (coord.) Historia de Balcarce.1. Los orígenes. Ob. Cit. Pág. 163. (5) ARENA de TEJEDOR, Francesca. “Intentos industriales y movimiento comercial en Balcarce”. En: ARENA de TEJEDOR, F. et. al. Balcarce. Visión histórica de un partido. Balcarce. 1987. Pág. 118 -119.

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nidos sobre la vida material en Balcarce proceden de los inventarios que se realizaron tras su muerte, en instancias de una inminente sucesión.6 Gracias a la información obtenida, podemos decir que gran variedad de elementos hacían a la vida material de la zona; no sólo artículos indispensables, sino de los que se pueden considerar de lujo. Dicho aspecto da cuenta de una vida más rica, amena y agradable de la que podríamos formarnos al pensar el ambiente rural en ausencia aún del pueblo. Algunos de los objetos inventariados tienen más que ver con la

mundana Buenos Aires que con la simpleza de la vida de campo. Sin ánimos de brindar una imagen homogénea que no compartimos también se hace difícil diferenciar entre bienes consumidos por criollos, indios o inmigrantes pues hay muchas intersecciones junto a las diferencias. Para la fecha de la cual estamos hablando, sólo existían como pueblos Tandil y Ayacucho, aunque como veremos esto no obstaba para que la vida discurriera, aunque con tranquilidad, en el disfrute social e individual de sabores, gustos y momentos de esparcimiento.

2. La indumentaria La Tienda de los Baurin resulta interesante por la variedad de artículos que disponía para la venta. Que la Casa Matriz estuviese en Buenos Aires explica que la mercadería que se ofrecía se orientaba no sólo a satisfacer las necesidades regionales, sino que además existía la intencionalidad de introducir al mercado local productos de consumo porteño. Esto sucedía en diversos rubros, entre ellos, la indumentaria, pues así como Buenos Aires incidía en el interior de la

actual provincia, también primaban en ella los dictámenes de la moda parisina. Susana Saulquin toma algunas definiciones para explicar la imitación en la moda. Una afirma que ésta es uno de sus núcleos esenciales y que se concreta en un doble movimiento entre los grupos de menores recursos y los que más tienen: mientras que los primeros intentan imitar a los segundos, estos cambian sus elecciones de modo

(6) Inventario general correspondiente a la tasación de bienes de José Baurin. Año 1868. Rubros inventariados: Tienda, Almacén, Útiles, Madera, Prendas empeñadas, Frutos de País, Poblaciones, Hacienda, Puesto, Deudores, Acreedores, Lista de fiados considerados perdidos y dudosos. En el mismo documento se detallan los bienes correspondientes a la estancia en las siguientes secciones: Hacienda, Poblaciones, Corrales y Alambrados, Frutos del País. En Archivo General de la Nación. AGN. En adelante, toda referencia a los Baurin se fundamentará en el análisis de la fuente citada. (7) SAULQUIN, Susana. Historia de la moda en Argentina. Buenos Aires. Emecé. 2006. Pág. 13.

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EL LUTO:  UN LEGADO  HISPANO

constante, a fin de no ser alcanzados. La otra es que en la imitación existe un doble juego entre la asimilación del otro a uno mismo y de uno mismo al otro.7 La primera definición es visible más claramente en la realidad porteña, donde se ponía especial cuidado en seguir las tendencias europeas, considerándose éstas de mayor refinamiento y calidad. La segunda, en cambio, se ciñe más a la imagen que aquí abrigamos sobre como pudo ser la vida a fines de la década de 1860 por estos rumbos, donde un mestizaje especial en las costumbres aportó personalidad. Aunque probablemente en menor escala, la influencia extranjera también quedó plasmada a través del consumo de productos. Entre los artículos de uso femenino hallados en los inventarios encontramos: un miriñaque y arcos; peinetas imitación carey; batas para señora; rebozos de raso, tartán y lana; guantes blancos y negros de casimir; peines blancos finos; cosméticos como aceite de olor para dama, agua colonia y un frasco de “Esencias Maravillosas; también varios espejos redondos de bolsillo y carteras. Ya en los últimos años del gobierno de Rosas, el estilo de la moda comenzó a sufrir algunas modificaciones, las faldas se ensancharon y alargaron. Hacia 1857 apareció en Francia el miriñaque llegando a Buenos Aires apenas tres años después. La falda adopta la forma de un cono que termina con una gran circunferencia sobre el suelo, armada con aros desde la rodilla hacia abajo8. El uso de peinetas es de raigambre española, según cuenta Susana Saulquin, muy difundido a través de la moda de los grandes peinetones. En el extenso inventario que trabajamos no aparecen estos grandes accesorios,

“El luto prolongado era una costumbre que el Río de la Plata había recibido como herencia española. Ya en 1752 llegaron a nuestra ciudad las primeras normas que debían adoptar los vasallos en sus lutos al fallecimiento de una persona real; años más tarde se limita y reglamenta su uso. Aunque el luto se recibió como una costumbre de herencia española, se refuerza su uso como moda llegada de Inglaterra a partir del año 1861, año en que muere el príncipe Alberto, marido de la reina Victoria, que desde entonces se viste de luto. (…) Mujer con Peinetón. En GUTIERREZ, G. Nuestra Historia Argentina. Tomo 3. Op. Cit. Pág. 224.

ni tampoco el carey auténtico pero sí peinetas de imitación. Sabemos que para 1868 los peinados eran más naturales y mucho menos extravagantes; sin embargo la peineta aunque más pequeña, sigue presente como resabio de tradición española. Otras costumbres españolas van a mantener vigencia como las relacionadas con el uso del luto durante grandes períodos de tiempo. Muestra del seguimiento de dicho hábito lo constituyen las piezas de Merino Negro Inglés halladas en el Almacén de los Baurín, así como otras piezas textiles, generalmente inglesas, también en negro. Los rebozos eran especies de capas o mantos que las mujeres empleaban para cubrirse, su antecedente más próximo pudo haber sido la capota que se utilizaba en la época de Rosas. Los hallados eran de raso, lana e imitación tartán. Éste último era un textil de lana con cuadros

(8) Un trabajo pormenorizado sobre la moda en argentina puede encontrarse en las diversas publicaciones de Susana Saulquin. Aquí recurrimos a citas textuales y a datos obtenidos en dos de sus libros: Historia de la moda en Argentina. y La moda en La Argentina. Op. Cit.

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El tiempo del uso obligatorio del luto era tan extenso que incluía necesariamente a los trajes de novia, que se hacían de negro opaco y riguroso si un familiar había muerto recientemente. A medida que la ceremonia del casamiento se alejaba de la fecha, el luto en el traje de novia era atenuado con adornos de azahares, tanto en el vestido como en el

tocado, al que se le agregaba un largo tul blanco. Esta moda del luto en los trajes de novia va a continuar hasta después de la Primera Guerra Mundial, aunque unos pocos años antes sólo se llevaba en el traje de casamiento civil.” *

(*) SAULQUIN, Susana. La moda en Argentina. Buenos Aires. Emecé. 1990. Pág. 49.

o listas cruzadas en diversos colores. Seguramente el material empleado para su confección era seleccionado según las ocasiones en las cuales la prenda sería lucida ya que era un abrigo que completaba el atuendo. Algo así como el poncho masculino del que nos ocuparemos en breve. El polizón, la falda abultada hacia atrás, no aparece, así como tampoco accesorios suntuarios como aretes; sólo en las lista de bienes empeñados figura una sortija con diamantes. Tanto en la vestimenta femenina como masculina se verifica que no todos los productos venían ya confeccionados. Y seguramente la disposición de los ya elaborados obedecía a una demanda importante, continua y por tan-

to, de venta segura. Entre las prendas ya hechas que aún no mencionamos, se encuentran las siguientes: camisas, ponchos, chaquetón, pantalones corderoy, camisetas, calzoncillos, fajas inglesas y de seda, medias algodón blancas. La lejanía de los centros productores de moda y en este caso, también de Buenos Aires, hacía que las mujeres se dedicaran a la costura. Ésta también constituía un legado hispano. Toda la gente común y la mayor parte de las señoras principales no dan utilidad alguna a los sastres, porque ellas cortan, cosen y aderezan sus batas…porque son ingeniosas y delicadas costureras.9 A medida que finaliza el siglo la hechura casera empieza a ser reemplazada en Buenos Aires en los estratos más altos por la de modistas y sastres. En Balcarce

(9) SAULQUIN, Susana. Historia de la moda en Argentina. Buenos Aires. Op. Cit. Pág. 29.

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“Los Emigrantes” Cuadro de Ford Madox Brown En ZEBALLOS, E. et al El Tesoro de la Juventud. Pág. 1918.

la confección particular es una costumbre que aún perdura, herencia femenina de generación en generación, muchas mujeres prefieren el cuidado especial que brinda la elaboración a medida de su indumentaria cotidiana y eventual. Se han hallado en cantidades considerables algunos elementos de mercería, tales como paquetes de hilo, agujas, alfileres, dedales e hilo carretel. Entre las telas halladas, piezas de lienzo fino, cotín de algodón, algodón, bramante fino, pana negra, merino negro inglés, fibra seda negra, zaraza para colcha y tafetán inglés. Figuran también adornos como cinta algodón negra, cintas para ribetes y fleco para calzoncillos. No sólo las prendas de vestir se confeccionaban manualmente sino también otros objetos, lo cual se hace claro al observar la zaraza para colcha entre los géneros que se venden en la tienda. La zaraza era una tela antigua de algodón, fina, con listas de colores y flores estampadas sobre fondo blanco procedente de Asia. Lo observado en los listados hace suponer que existía una predilección bastante marcada por los productos importados. Los pañuelos pueden ser el ejemplo más nítido de ésta afirmación. Es posible que los pañuelos procedentes del extranjero fuesen bastante codiciados y considerados de mejor calidad, pues los había de seda de la India y de Pekin, tanto originales como de imitación. También los Cambray de origen francés. Luego figuran los de punto red para el cuello y los blancos de mano, entre los que se diferencian los que son para damas. Asimismo aparecen los pañuelos yerba, los de algodón y los definidos como ordinarios.

El pañuelo, para el hombre de campo era y sigue siendo en muchos casos, un elemento de uso diario, que le asigna singularidad y con el cual se siente identificado. Había varias formas de arreglarlo en el conjunto que se llevaba. Se lo podía colocar alrededor del cuello, extendido en forma de triángulo, las dos puntas tocando parte de la espalda. Otra forma era la llamada a la “aragonesa”, sobre la cabeza, puesto en forma tal que quedaba cubriéndola toda hasta la nuca, flojo como si fuera una boina, generalmente de seda roja o negra, luego encima del sombrero, negro y de forma redonda, con muy poca copa.10 Forman parte del acervo de artículos inventariados sombreros de felpa finos, de paño y de castor de color. Pero sin duda la prenda más característica y afamada ha sido el poncho. El poncho fue y será la prenda más útil para el hombre de campo, por todos conocido, llevado de las más variadas formas, ya sea de abrigo o para resguardarse de la lluvia.11 En el haber del inventario analizado descubrimos solo dos ponchos regulares, uno ordinario y otro también ordinario para chicos. Ninguna referencia más hacia dicha prenda. Una descripción del hombre de campo para ésta época nos dice que: En el siglo XIX se observa un cambio sustancial en la indumentaria del hombre de campo. El calzón es reemplazado por el chiripá indio, descrito como un lienzo flojo –similar a un pañal- que iba entre las piernas sujeto a la cintura, ideal para andar a caballo. Debajo usaba el calzoncillo blanco. Chiripá y calzoncillo serán reemplazados por la bombacha, prenda introducida por los inmigrantes a mediados del siglo XIX.12 La impronta de los inmigrantes se corresponde con el uso extendido de alpargatas y boinas, también halladas en esta zona.

(10) BARBIERI, Juan. Maipú, en tus primeros cien años. Mar del Plata. Escuelas de Artes Gráficas. 1978. Pág. 89-90. (11) BARBIERI, Juan. Maipú, en tus primeros cien años. Mar del Plata. Escuelas de Artes Gráficas. 1978. Pág. 90. (12) CABREJAS, Leonor. “Vida material en la frontera bonaerense (1736- 1870)”. En: MAYO, Carlos (editor) Vivir en la frontera. La casa, la dieta, la pulpería, la escuela. (1770-1870). Biblos. Buenos Aires. 2000. Pág. 65.

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Las alpargatas, reclamadas insistentemente por los habitantes del campo desde 1865, se habían convertido en uno de los más importantes aportes de los inmigrantes a la vestimenta rural. Así como la boina, las alpargatas habían sido traídas por los vascos franceses y españoles alrededor de 1830. A medida que iban sufriendo el desgaste natural de su uso, comenzaron a hacerse las primeras importaciones formales, hacia 1860. Se importaban desde Inglaterra, donde sólo se fabricaban para en el exterior, como los ponchos o los géneros para chiripas13. Al caer Rosas las diferencias entre Buenos Aires y el interior se agudizaron, el vestir con poncho, prenda de origen indígena, se opone al

refinamiento y al lujo hacia el cual se está orientando la opulenta Buenos Aires. Las porteñas asisten vestidas de celeste al desfile triunfal de Urquiza al entrar a Buenos Aires, quien comenta con ironía: “las porteñas son las que me han echado abajo, porque entré con poncho a Buenos Aires” 14. A fines de la década del sesenta, cuando queda poco para la consolidación definitiva de la nación, se vislumbran algunas costumbres europeas también en la campaña. Como es sabido, algunos entre los nuevos hábitos, importados desde Buenos Aires van a convivir con el ambiente de trabajo rural y con los indígenas de la región. Por eso es que entre las prendas y accesorios que hacen a la indumentaria masculina descubrimos grandes variaciones. Por ejemplo, con las mantas imitación pampa y vicuña, la bayeta, tiradores imitación chancho, pañuelos yerba y ordinarios se halla una coleta negra, tiradores de gamuza, varias ligas para hombre finas y fajas de seda. Por lo visto Buenos Aires y el interior no estaban tan distantes, algunas costumbres de la gran aldea se colaban en las poblaciones del sudeste del actual territorio bonaerense y viceversa.

3. La comida y la bebida El estudio de los hábitos alimenticios resulta importante de diversos modos. El grado de variación de lo que se consume, permite inferir sobre la calidad y nivel de vida de la población. Y además, desde siempre las reuniones sociales han estado ligadas al acto de comer y beber, lo cual nos habla de otros espacios, los que hacen a la sociabilidad de los antiguos habitantes del actual partido.

La noción predominante sobre el consumo en la zona es la que ha sido largamente asociada a la idea de una dieta compuesta únicamente por carne vacuna asada y mate, más que nada por la abundancia de aquel recurso en la época del ganado cimarrón. Aunque para esta etapa el ganado bovino no es tan abundante como otrora, en la época de Rosas, sigue constituyendo un elemento básico de la alimentación. Aunque claro, matiza-

(13) SAULQUIN, Susana. Historia de la moda en Argentina. Buenos Aires. Op. Cit. Pág. 61. (14) SAULQUIN, Susana. Historia de la moda en Argentina. Buenos Aires. Op. Cit. Pág. 49.

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EL CALZADO

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El análisis realizado da cuenta de un espectro bastante variado con relación al calzado y a las necesidades a cubrir. Se hallaron desde alpargatas hasta zapatos de charol y botines de cabritilla para señoras. También zapatos abotinados de “Tafilete”, de dos suelas y de gamuza así como botines clavados para hombres y para niños.

do con otros productos como tubérculos, lácteos, algunos cereales y sus productos derivados, especialmente los del trigo.

El hallazgo más sorprendente corresponde a ocho pares de botines de cuero de perro de los cuáles dos pares son para niños. El cuero de perro es un cuero fino, similar al del neonato, cualidad que lo hace maleable y cómodo para el andar. Su antecedente podríamos hallarlo en la bota de potro, más popular en tiempos de rosas. La misma se realizaba con las patas traseras de un potrillo que se sacrificaba a tal efecto para arrancarle la piel. El resto lo hacía la facilidad de adaptación del cuero húmedo a la forma humana, además, al dejar los pies al aire libre era ideal para la actividad ecuestre. No sólo las botas de potro, los zapatos de cuero de perro o las alpargatas eran el calzado ideal para las tareas que ofrecía el medio rural. También se encontraron inventariadas dos pergas inglesas. Las mismas son recortes de piel que se emplean para confeccionar las túrdigas, especie de cordones que se atan a la pantorrilla para sostener un calzado liviano, similar a una sandalia sin taco. Con respecto al calzado tradicional, Roberto Cunninghame Graham lo describe de esta manera: “Calzaba botas de potro, es decir, el cuero sacado entero de las patas traseras de un caballo, en forma de que el garrón formara el talón, ablandado a golpes, y atadas con una liga de raro dibujo tejido por los indios, dejando libres los dedos para asir el estribo, que, como de domador que era, consistía en un simple botón de tiento.”

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Un relevamiento general del consumo de alimentos en la frontera muestra el lugar privilegiado de la carne que se encuentra presente en la mayoría de las comidas. En primer lugar, se destaca la carne vacuna como el producto más consumido por los pobladores, seguida por la ovina y, en menor medida, por aves de corral y productos de caza (...). Esta preeminencia cárnica, explicada por su bajo costo y abundancia, hace que los demás componentes de la dieta –aunque la enriquezcan en gran medidaocupen un lugar complementario.15 La descripción anterior corresponde a la zona de frontera específicamente para fines de 1860 el área que analizamos está un poco más alejada y proporcionalmente con mayor cantidad de criollos e inmigrantes ya establecidos. La proximidad de la frontera implicaba también una reducción en la variedad de alimentos. A medida que nos adentramos en el desierto, y nos alejamos de las últimas poblaciones, la dieta se simplifica brutalmente, centrándose esencialmente en la carne asada.16 Soldado de la Confederación Rosista. Obsérvese las botas de potro como calzado. En: Gutierrez, G. Nuestra Historia Argentina. Buenos Aires. Oriente. 1981. Pág. 11.

Junto a la casa de negocio, donde funcionaba la tienda y el almacén, había hacienda y puesto. Bajo los dos últimos rubros indicados se suma el de frutos del país. Entre los bienes señalados figuran: 3 cueros de potro, 23 de lanares, 35 de vacunos, 9 de lanares pelados y de media lana, 877 ovejas, 422 ovejas mestizas, un caballo y una yegua con dos crías. También se tasó un corral, un rancho y 2 Boletos para marcas. Pero, el grueso de la producción primaria no se hallaba

en este reducto sino en la estancia que constituía un área de campo en la costa del arroyo, a cargo de Próspero Baurin, hermano de José Baurin. Se hallaron: 8160 ovejas, 200 vacas, 150 yeguas, 15 caballos, 180 cueros vacunos, 22 docenas de cueros lanares. La estancia constaba de una casa con dos piezas más un rancho y dos puestos. En corrales y alambrados: 298 varas alambrado de quinta con 60 palos de ñandubay y 90 varas alambrado para Corral con 33 postes. Es evidente que los Baurin no sólo incursionaron en la actividad comercial sino también en la primaria; quizás las instalaciones comerciales obedecen a un emprendimiento menor en relación a la apuesta mayor que probablemente fue la inversión en tierras para la ganadería. Más allá de la visión que hayan tenido los hacendados y estancieros de la zona, la existencia de carne en la dieta, según los ejemplares inventariados, estaba garantizada. La cría de ganado bovino también evidencia el consumo lácteo. Es sabido que uno de los postres más comunes eran las natillas o leche cuajada, y también el arroz con leche. Incluso en Buenos Aires, hasta se hacía helado. Es que allí se tomaban desde la época de la colonia. Los porteños comían dicho postre cuando granizaba, al hielo que juntaban le agregaban leche, huevo y canela o vainilla17. En el almacén se encontró en cantidad considerable azúcar blanca, arroz y galletitas. El azúcar se utilizaba para endulzar infusiones pues también figuran el té negro y la yerba. Además se tasaron: 1 tetera de loza, 3 azucareras, 14 tazas para calor, además de 30 platitos y tazas de postre.

(15) CORREA, Carolina y WIBAUX, Matías. “Vida material en la frontera bonaerense (1736 – 1870). Vivienda, muebles e indumentaria”. En: MAYO, Carlos. Op. Cit. Pág. 73. (16) CORREA, Carolina y WIBAUX, Matías. “Vida material... En: MAYO, Carlos. Op. Cit. Pág. 78. (17) GUTIERREZ, Guillermo (editor). Nuestra Historia Argentina. Buenos Aires. Oriente.1981. Tomo 2. Pág. 35.

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Entre otros productos que hacen al consumo, se encontraron: harina, almidón de higo y de mandioca. También sal, vinagre, clavos de olor, harina de mostaza y aceite para aderezar y condimentar las comidas. La existencia de fideos “Génova” así como la de fariña, nos hace pensar que el puchero y los guisos eran un plato que se cocinaba a menudo y como sabemos, éstos llevan verduras, legumbres y hortalizas. “Cuando faltaba la galleta o mejor dicho, el pan de horno criollo, se la sustituía por un amasijo frito en la sartén” 18. En cuanto a los utensilios empleados a la hora de comer o de preparar las comidas, se encontraron en el almacén: 1/2 docena de cubiertos, doce platos de loza, 4 jarros de loza, 5 fuentes loza hondas y 4 playas. Y en el rubro útiles: balanza y pesas, aceiteras, 2 saleros de loza, 7 tazas de loza, 9 platos loza, 6 cucharas, 6 fuentones, 2 jarros lata, 9 tarros lata, 2 ollas, 1 cacerola, sartén, espumadera, cucharón y batea de amasar. Es de estimar que los artículos correspondientes al almacén estaban dispuestos para la venta, los segundos eran de uso cotidiano. El otro gran segmento es el de las bebidas. Sabemos que éstas suelen ser además de un aperitivo una excusa para las reuniones formales e informales. Aquí también se encontró una gama de productos diversos, los cuáles hacen inferir una actividad compartida entre la pulpería tradicional, el almacén y la tienda. La pulpería, era el lugar de aprovisionamiento por excelencia en la frontera hasta bien entrado el siglo

XIX; de hecho con la tienda y almacén Baurin conviven las pulperías de la zona.19 La pulpería era además un espacio de encuentro donde era habitual el consumo de bebidas, la música de guitarra, la yerba y el tabaco. Desde la primera fundación de Buenos Aires se atesta la importante presencia de estos almacenes –comercios de venta al menudeo–, en donde uno podía aprovisionarse de yerba, velas, vino, aguardiente y otros artículos. La pulpería se ubica generalmente en las esquinas, topográficamente lugar de intersección y de encuentro (…) Estos negocios de frecuentación diaria se convierten poco a poco en ámbito de sociabilidad masculina. A ello contribuyó ampliamente el hábito, cada vez más extendido, de consumir bebidas en el propio local de ventas. Los locales fueron acomodándose a esta nueva función, que rápidamente se asoció a otra: la de juego de naipes y dados, que luego fueron prohibidos por ser considerados como causa de pendencias, pleitos y puñaladas, aunque algunos fueron tolerados, como el trueque –nuestro actual truco–.20 En efecto, en Buenos Aires, había pulperías y éstas eran frecuentadas por una clientela bastante heterogénea, por encontrarse en distintos puntos de la ciudad. Sin embargo, las Tiendas constituían un espacio bastante menos popular y mucho más específico. La tienda en Buenos Aires era una especie de escaparate, parte del paseo de las clases más altas, donde se mostraban las mujeres casaderas de la sociedad porteña y donde se gestaban futuras uniones

(18) BARBIERI, Juan. Op. Cit. Pág. 91. (19) Ver Plano con la ubicación de pobladores, estancias y comercios. En: ZUBIAURRE, Pablo (Coord.). Op. Cit. Pág. 166. (20) GONZALEZ BERNARDO, Pilar. “Vida privada y vínculos comunitarios: formas de sociabilidad popular en Buenos Aires, primera mitad del siglo XIX”. En: DEVOTO, Fernando y MACERO, Marta (directores). Historia de la vida privada en la Argentina. País antiguo. De la colonia a 1870. Buenos Aires. Taurus. 1999. Pág. 153.

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matrimoniales. En el Buenos Aires de entonces resultaba muy atractivo “ir a las tiendas”, dado que la costumbre era revolver todo sin comprar nada, y porque los vendedores pertenecían a las mejores familias y esa era la forma en que comenzaban muchos noviazgos.21 El ambiente masculino que se percibía en la clásica pulpería no se advertía en la tienda porteña donde las jóvenes se aprestaban a coquetear con un acaso futuro pretendiente. Aquí los límites tampoco resultan del todo claros. La tienda de los Baurin, ciertamente no era la tienda porteña de la que hablamos, pero hemos descubierto elementos de uso cotidiano que indudablemente evidencian refinamiento y sofisticación, a la vez que una demanda local. Al menos es lo que se infiere al analizar los artículos inventariados en la misma. Al referirnos al almacén, la cuestión cambia, pues el panorama es más cercano al paisaje de la pulpería. En él se encontraron refrescos y bebidas alcohólicas tales como: vermut de las marcas “Torino” y “Noally y Prat”, ginebra “Áncora” e inferior, caña doble, coñac francés y licor sólo del ordinario. También aparecen en los listados un total de 11 copitas de cristal, seguramente elegidas para el consumo de las mencionadas bebidas. El parecido con la pulpería no se agota aquí pues también había en existencia tabaco y papel de fumar, más de 2000 cigarrillos y 9 cajas de fósforos. Los ratos de ocio estaban asegurados pues se encontró 1 lote de cuerdas para guitarra, 1 mesa de billar, 1 juego de bolas y naipes españoles. La mesa de billar sugiere el entretenimiento en el mismo local de venta, ubicando el juego

de cartas tanto como la música de guitarra y el consumo de bebidas, especialmente alcohólicas, en el mismo escenario. Probablemente existían ratos de esparcimiento al aire libre. En particular en Buenos Aires para las ocasiones especiales se solían hacer carreras cuadreras, de sortija o riñas de gallo entre otras actividades. El crédito, negocio que también se hacía en la pulpería, era ejercido por los Baurin. En el inventario de los bienes de Don Próspero Baurin figuran tres listados: el de “deudores”, “lista de fiados considerados perdidos y dudosos” y “prendas empeñadas”. En el primero figura un total de 38 personas, en el segundo 30 son los indicados y en el tercero los bienes personales dejados en garantía son 4, tres puñales y la ya mencionada sortija con diamantes. La actividad del empeño ha sido analizada para la zona fronteriza hasta 1865 advirtiéndose la dificultad de detectar dicha práctica en la frontera por no constituir la misma una actividad central. Por el contrario, esto si ocurría con las pulperías urbanas de Buenos Aires, en las que era frecuente dicho ejercicio.22 La relación entre el número de deudores y las pertenencias empeñadas permite inferir la existencia de préstamos monetarios a cambio del empeño de elementos considerados de valor. Esta documentación no nos dice si se otorgaban sumas en dinero o si el capital adeudado correspondía a bienes fiados de los que se podían adquirir en la tienda o el almacén. Lo cierto es que los montos que se señalan son bastante distintos y varían de los 301 a los 21.094 pesos ascendiendo el total adeudado a 115.721 pesos en moneda corriente.

(21) SAULQUIN, Susana. Historia de la moda en la Argentina. Op. Cit. Pág. 23. (22) VIRGILI, Daniel. “Las esquinas de la pampa. Pulperos y pulperías en la frontera bonaerense (1788- 1865)”. En: MAYO, Carlos. Op. Cit. Pág. 115.

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Imagen del interior de una pulpería, lugar de encuentro social. Obsérvese a uno de los concurrentes jugando a las cartas. En: Gutierrez, G. Nuestra Historia Argentina. Buenos Aires. Oriente. 1981. Pág. 53.



Los aspectos señalados describen muchas zonas comunes entre la tienda urbana y la pulpería tradicional. A partir de la década del 70 el mundo rural iba a experimentar un gran cambio y la pulpería- como uno de sus protagonistastambién. Podríamos afirmar que nos encontramos ante la gestación del almacén de ramos generales.23 O de la tienda y el almacén de los Baurin donde

“PRONTO ALIVIO” PARA EL DOLOR

En la actualidad es bastante común el consumo de medicamentos para aliviar una jaqueca eventual o un malestar estomacal aunque como rezan los prospectos, de persistir las molestias, se debe consultar al médico. Sin embargo, una distancia de casi siglo y medio de historia hace lucir las cosas un tanto diferentes. Más allá de la farmacología científica actual y lejos de los debates derivados del rechazo a la medicina homeopática por la alopática, la necesidad y búsqueda por mitigar el dolor físico es tan antigua como el hombre mismo. Hacia 1870 la población que habitaba estas tierras estaba familiarizada con mezclas variadas que prometían curar ciertas dolencias. La ausencia de médico en la zona pudo haber influido en la utilización de aquellas prometedoras mezclas aunque es sabido que las recetas medicinales proporcionadas y más confiables eran los remedios elaborados o indicados por el profesional idóneo.

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“Con respecto a los médicos, es seguro que no hubo ninguno de ellos en el partido antes de la fundación de la ciudad. La profesión era requerida en todas partes y los profesionales no abundaban, al punto que según el censo de 1869 había sólo 43 médicos en la zona sud, que incluía una vasta región desde Barracas al sud y Quilmes hasta Bahía Blanca y Carmen de Patagones.” * En el inventario del almacén de propiedad de los Baurin se hallaron 9 frascos “Pronto alivio”, 8 Píldoras “Brandteh” y otras bajo el nombre “Dehant”, “Opodeldoc”, 1 botella anti-colérico “Raspail”, Borraja y Manzanilla. El uso de la borraja pudo haber estado asociado con sus propiedades diuréticas. El alivio estomacal podía llegar en algunos casos con la manzanilla en infusiones o el anti- colérico de “Raspail”. El “Opodeldoc”, en cambio, era utilizado como analgésico. (*) BARNECHE, Patricia y ZUBIAURRE, Pablo. “La población”. En: ZUBIAURRE, Pablo (coord.) Historia de Balcarce.1. Los orígenes. Op.Cit. Pág. 173.

además de ser un comercio minorista se efectuaban operaciones que posiblemente incluyeran no sólo el crédito para otorgar la mercadería sino también el acopio y venta al por mayor de los frutos del país que se producían en la

hacienda. Tal era un negocio sumamente mimetizado con el medio rural y las necesidades locales, pero también conectado con la cosmopolita Buenos Aires en vísperas de la fundación del pueblo de Balcarce.

4. Conclusiones El análisis hasta aquí realizado permite inferir algunas cuestiones. La vida material hacia 1870 en lo que sería el futuro territorio del partido de Balcarce, no estaba libre de los avatares del devenir histórico internacional. El crecimiento de la demanda extranjera de productos pecuarios incrementó la necesidad histórica de mano de obra rural, y ésta fue cubierta por inmigrantes europeos principalmente. Los recién llegados encontraron un mundo ya configurado, en el que debían relacionarse e interactuar. El país criollo que los recibió contaba con un doble legado. Uno era el español cuyos orígenes se remontaban a la época de la colonia, que se hallaban mayormente arraigados en los incipientes centros urbanos; el ejemplo recurrente es Buenos Aires. El otro, es aún más lejano, y lo hallamos en los tiempos en que se pobló el continente: los pueblos originarios. En el campo, el vestir indígena quedó mimetizado con el del peón rural, haciéndose más evidente a medida que nos acercamos a la frontera entre el universo indio y el criollo. En la ciudad, en cambio, las costumbres europeas eran las que se imponían generalmente. Las mujeres seguían con cuidado los dictámenes de la moda parisina, y apreciaban de buen grado

los productos ingleses o de sus colonias que llegaban a estas latitudes. En la zona que nos ocupa, el cruce de costumbres es claro. Entre los bienes inventariados se hallaron objetos que representan tanto la vida rural como la sofisticación que podría darse en un escenario más urbano. Seguramente ello explica la coexistencia de diversos hábitos, costumbres e identidades que coincidían y convivían en un mismo espacio. Hemos visto como la tienda en Buenos Aires era un lugar de paseo elegido por las jóvenes porteñas donde podían revisar y curiosear entre sedas y telas procedentes de muy distintos lugares. Y aunque aquí la tienda y el almacén nos recuerden más a la pulpería tradicional también es claro que en la primera no faltaban artículos que evidenciaban el conocimiento de las tendencias que imperaban, en Buenos Aires y en el mundo más conocido, el europeo. En suma, el análisis de los bienes inventariados, demuestra la existencia de una vida bastante heterogénea donde diversos aportes se conjugan conforme a las necesidades y los gustos particulares de la región



(23) VIRGILI, Daniel. “Las esquinas de la pampa. Pulperos y pulperías en la frontera bonaerense (1788- 1865)”. En: MAYO, Carlos. Op. Cit. Pág 121.

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