Creo que he muerto más de mil veces

Presentación libro: creo que he muerto más de mil veces

Francisco Marín Naritelli
La presentación del libro creo que he muerto más de mil veces, que haré a continuación, la separé en dos movimientos distintos, pero complementarios. Uno, que llamaremos lo social; y dos, que denominé, lo personal.


I MOVIMIENTO: LO SOCIAL.


Con un lenguaje barroco, el autor indaga en el plexo de lo social, denunciando sus perversidades y contradicciones vitales. En este sentido, Roberto nos habla de seguros bancarios, de la circulación del capital, de la vida anodina, de los sexos esporádicos, de la infamia impúdica, de la virtualidad campante, de la economía como vorágine y guardián, enclaustrada en aritméticas y cifras.

Cito al autor en el poema invitación:

"Yo te invito a entender la atmósfera con respiración económica, pragmática y prostituida, que llena los pulmones del hombre, pero no llena lo más importante.

Te invito a conocer la atmosfera del país trasformado en paisajes de connotada opulencia y abismante pobreza de políticas piojentas" (pág. 18).

Y en el poema Las bendiciones de lo social (Una plegaria para mis colegas):

"En los contextos cuantitativos nadamos entre esta-dísticas y nos sumergimos en los códigos de intervención.

En el apuro de las palabras, llenamos fichas y trabajamos informes en la exigencia de los tribunales de familia, garantía" (pág. 31).

Del mismo modo, en el poema para digerir los recuerdos del barrio, el autor nos ofrece una pincelada de aquello que se oculta tras el espejo pérfido de la modernidad. Por ejemplo, en la experiencia del barrio, inserto en la ciudad moderna bajo los escombros de la promesa democrática. Cito:

"Latente realidad de los sin espacio, de los departamentos de 8 por 12, donde la cama y el baño están unidos por el chacotero susurro de la intimidad violada, sin asco y sin preocupación, donde el árbol de la esquina se seca en improperios y mala vida" (pág. 20).
En el poema Homo consumens, Allende devela al propio sujeto contradictorio, hijo de esta sociedad aparentemente "nueva", el que parece estar obnubilado por el mercado, los mall y la tecnología último modelo. Así lo caracteriza:

"Apéndice del consumo desatado, simio en la demencia del crédito.

Caminante en las veredas del paisaje mágico de los bienes, Atrapado en una situación peligrosa. Apéndice de la máquina" (pág 23).

Así, también, en Episodios catatónicos:

"Hipnotizado en el encanto de la pantalla touch y la banda ancha.

Reacio a entregarme en cuerpo y alma, atrapado en el sueño estéril de las mil esperanzas sensoriales de la tecnología móvil" (pág 25).

Allende parece hablarnos, en todo momento, de la fugacidad de la vida moderna, tal como denunciara Karl Marx: todo lo sólido se desvanece en el aire, y tal como confirmara Marchall Berman en Fausto y la tragedia del desarrollo: la promesa trunca de la modernidad es la marcha irrevocable hacia un futuro impracticable, un futuro que ya no será, porque nunca fue.

Recordando, a veces, a la vida es sueño planteada por Pedro Calderón de la Barca, en el siglo XVII, el hacer poético de Allende devela el discurso de lo moderno enfrentado a su mentira:

En el mismo poema invitación, el autor indica:

"Te invito a despertar del letargo monstruoso, paté-tica verdad de las vidas desaprovechadas en burguesía regalada, te invito a viajar con otra cara y disfrutar de este viaje que no se repetirá, te invito con mi último aliento a pensar en esto, ya que se necesitaron millones de años para que pudieras tener opción de decidirlo" (pág. 20).


II SEGUNDO MOVIMIENTO: LO PERSONAL

Pero no solo la voz poética de Roberto Allende encuentra en lo social un ámbito de comparecencia y crítica, también lo hace desde su propia "subjetividad". Alertados de su lírica atronadora y sus recursos expresivos, el autor nos propone una mirada siempre atravesada por el desenfado, la noche, los dolores persistentes, los amores desvelados, incluso la propia muerte, suspendiéndose, de este modo, en el discurso, la afrenta logocéntrica de la razón.

En el poema que le da el título al libro, creo que he muerto más de mil veces, el autor dice:
"Creo que he muerto cuando los insultos arrepentidos de la madre insolente salpican el alma infantil de dulces y sonrisas.

Y nuevamente muero con el desprecio del padre ausente que se hizo latente en el frío amanecer púber de pelusas en la cara y eyaculaciones nocturnas" (pág. 61).

Por ejemplo, en el texto Psicoanálisis (Un relato terrible, de final más terrible), Allende despliega todo un eros (y también, por qué no, un thanatos) en el encuentro del hablante lírico con su padre, y allí afloran sus miedos y perfidias infantiles.

Del mismo modo, en el poema dolor, el autor señala:

"El dolor no duele, te acaricia desde el interior con disimulada ternura, dejando tu alma desnuda y expuesta a las miradas indulgentes.

El dolor no duele, encoje la voluntad y te deforma el pensamiento" (pág. 83).

Finalmente, en una de las partes finales del libro, indica:

"Escribir con pasión es la medicina necesaria, te enfoca y libera, no existe una mejor analgesia" (pág. 101).

En otras palabras: la indisociabilidad del phatos respecto al ejercicio literario en todas sus formas; solo así persiste una posibilidad contrahegemónica ante, lo que el autor llama, la Gran Máquina, o sea, el neoliberalismo como pináculo de la sociedad moderna (o posmoderna, según sea el caso) y de todas las acciones humanas.

III

En definitiva: este libro se desgarra por su profunda humanidad, nos reitera que la poesía -en tanto despliegue estético- tiene un mandato superior. Esto es: hablarnos de la sociedad de la cual somos parte. Esto, sin duda, sin olvidar las fuentes teutónicas de lo que para el autor es importante.

Termino mi presentación con una frase reveladora:

"Sentir con mis cinco sentidos, vivir cada minuto como si no quedaran más por vivir" (pág. 27).

Muchas gracias,
Francisco Marín Naritelli