114. ANIMARSE A CRECER: LA VIDA QUE NOS ESPERA 1

May 25, 2017 | Autor: Jorge Eduardo Noro | Categoria: Escuela, Historias De Vida, Orientacion Vocacional y Laboral
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ANIMARSE A CRECER PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO

ANIMARSE A CRECER: LA VIDA QUE NOS ESPERA1 Prof. Dr. JORGE EDUARDO NORO [email protected]

Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empuja como un aullido interminable GOYTISOLO (1992), Palabras para Julia

El tiempo parece ser siempre el mismo para todos, pero hay diversos momentos de nuestra existencia en el que el tiempo se acelera, no nos espera, sino que nos apura y nos obliga a seguirle el ritmo. El tiempo de la niñez y de la adolescencia, el tiempo de la escuela obligatoria e impuesta, el tiempo de la libertad limitada y la responsabilidad delegada en los adultos, es un tiempo generoso, de sueños, de ocio y de largas esperas. Pero de pronto, uno tiene que despertar “porque la vida ya te empuja”, asume otro ritmo, como si se tratara de la línea de largada de una carrera cuyo recorrido y final no están predefinidos. Y no se puede faltar, presentar un certificado, quedarse dormido, excusarse. Pareciera que de improviso hay que llegar a algo, a alguien, a una meta, a un lugar y entonces, todo tiene el ritmo de una carrera con y sin obstáculos, con un trazado delineado o azaroso, con caminos preparados y con las incomodidades de los senderos improvisados. Es la carrera de la vida. Y de eso se trata, de comenzar a vivir, de animarse a vivir, porque la vida recién empieza y está allí llamándonos, tentándonos, provocándonos. Ha llegado la hora, ya dispararon la señal: hay que partir. Observamos un tránsito progresivo que conduce paulatinamente de la vida de adolescente, bajo la protección de la escuela y la familia, a la riesgosa libertad de la juventud y la vida adulta. Hablamos de protección porque hay quienes se ocupan de nosotros, se hacen cargo, son nuestros tutores (sirven de guía para que las plantas crezcan sin desviaciones, sin defectos, firmes, seguras). Están allí para cuidarnos, para protegernos, para guiarnos en nuestros pasos. Son los padres, es la familia y son los educadores de esta etapa que también cumplen con esa misión: enseñar, acompañarnos, aguardarnos, motivarnos, salir a buscarnos. Es un estado ideal que está reservado para la primera etapa de la vida. Luego nos espera el mundo, la sociedad, las demandas, las diversas batallas: nadie nos regala nada y todo debe ser conseguido con el esfuerzo, la competencia, la lucha cotidiana, la voluntad, la entrega. Resuenan los preceptos familiares que anticipan, con frases y afirmaciones, el escenario que nos aguarda: “El año próximo no tendrás quien te haga todas estas cosas”, “¿A quién le vas a echar la culpa de lo que vos mismo elegiste?”. “Nadie te va a controlar, porque vos sos el que se tiene que controlar a sí mismo”. “Vas a

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Este artículo fue preparado para la REVISTA INSTITUCIONAL DEL INSTITUTO DANTE ALIHIERI de ROSARIO, y publicado en diciembre de 2017.

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poder hacer lo que quieras porque serás libre, pero tenés que pagar el precio de la responsabilidad y hacerte cargo de lo que decidas y hagas”. Sabemos que ese salto no es inmediato, único, final, sino que es progresivo, que se va construyendo con el paso de los días y que exige un doble proceso de adaptación a las nuevas realidades: por un lado hay un acostumbramiento EXTERIOR porque UNO se va encontrando con otros lugares y otros actores, frente a decisiones y trámites que debe realizar por su cuenta y que no puede delegar en otros; pero además hay una transformación INTERIOR, subjetiva: morir (o matar) a ese adolescente padre-dependiente, para poder hacer nacer la necesaria autonomía que se hace cargo del nuevo presente y, sobre todo, del futuro. Así como afirmamos que la vida recién empieza, la educación también recién empieza, porque la de los primeros veinte años es la educación inicial, la educación básica, la que nos permite volvernos humanos, civilizarnos, socializarnos, adquirir los mecanismos de funcionamientos e ingresar en el vasto territorio de la cultura, de la civilización, de la sociedad, del tiempo. Pero para poder definir lo que queremos ser y hacer, necesitamos más educación. La educación superior es el pasaporte para la dignidad de la profesión o del trabajo, para hacer con pasión y conocimientos lo que decidimos hacer. No está de más recordar que la educación nos acompaña durante toda la vida, pero es especialmente en esta etapa en que juega un rol más instrumental, mediador, porque nos arma de recursos y competencias para poder hacernos de una ocupación digna, cualquiera sea. La educación proseguirá y nos ayudará a enfrentar las diversas crisis y problemáticas que la existencia humana nos vaya presentando. Siempre necesitamos de una guía, de un tutor, del cuidado de quienes nos ayudan mantenernos en el camino, en la carrera. Hablamos de educación, de nuestra educación, no sólo de la educación escolar, sino de la que atraviesa los muros de las escuelas e inunda los salones de clase. No sólo de la educación que recibimos, sino también de la educación que protagonizamos. Porque – en suma – somos los arquitectos de nuestro propio destino, debemos transformarnos en los educadores de nosotros mismos. Pasamos de un largo período de heteronomía a la ansiada autonomía. Dejamos de ser lo que los demás quieren que seamos para volvernos nosotros mismos, para construirnos, esculpirnos, darnos formas, descubrirnos. Todo el esfuerzo de los demás (heteronomía), tiene valor y trascendencia si logramos aprender de ellos para crear las condiciones que nos permiten manejarnos a nosotros mismos (autonomía). Volvernos adultos es precisamente eso: saber que somos responsables de nuestras determinaciones, que nuestra vida está bajo nuestra tutela y que dispondremos de ella hasta el momento de la muerte, el último examen que nos toca rendir y en donde no hay nadie que nos pueda sustituir. Educarse es crecer, por cuenta propia y acompañados solidariamente por otros, para poder descubrir el mundo y el tiempo en que vivimos: sabernos ciudadanos de las dos dimensiones, ciudadanos del mundo y ciudadanos del siglo XXI. Cuanto más educados estemos más vamos a poder conocer y aprovechar más el mundo. El mundo siempre tiene la medida de lo que conocemos y designamos, y eso se aprehende con una buena educación. El conocimiento depende de la educación que recibimos o buscamos, educación que está en todos lados (ubicua), que tiene muchos actores y agentes, soportes y medios, contenidos y materias y que, en la escuela, logra sistematizarse en sus aspectos fundamentales. Quien logra educarse es alguien que se vuelve hábil para poder seguir buscando, aprendiendo, acceder a la vastedad del patrimonio cultural y a todo lo que aun no sabe y que día a día va apareciendo. Solamente los educados, los bien educados, pueden entender que la educación sigue toda la vida, que no se detiene, que hay siempre más, y que hay mil forma de educarse, para construir el capital cultural, el capital humano, el capital subjetivo que siempre nos vuelve mejores, en todas las dimensiones de la persona.

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Para los que concluyen el secundario, se cierra una hermosa etapa, rodeada legítima o artificialmente de muchas celebraciones y festejos. Pero lo cierto es que no han concluido nada, porque la vida recién empieza. Han hecho la pretemporada y han jugado algunos amistosos, ahora vienen los partidos por los puntos, por el campeonato, por los varios campeonatos que nos regala o nos prepara la vida. Las buenas pre-temporadas ayudan, pero en la cancha se ven los buenos jugadores. En el desarrollo de los partidos y en los resultados. La universidad es una liga superior, pero aun no representa la definitiva: el campeonato está en el mundo del trabajo y de las profesiones, de las empresas y de los emprendimientos, de los empleos y de los trabajos, de la familia y de la incorporación activa a la sociedad. Para todo eso se debemos prepararnos porque no es un solo campeonato el que cómodamente jugamos, sino varios y al mismo tiempo. Es natural que al concluir el secundario los estudiantes estén cerrando los procesos de elección profesional y vocacional: mientras la PROFESIÓN tiende a definir el quehacer, la actividad, la especialidad laboral, el lugar que se ocupa en la sociedad, la VOCACIÓN delimita el ser, el compromiso interior, la fuerza o el fuego que anima nuestras vidas. Ser y hacer. Y ambas deben articularse con el propio PROYECTO DE VIDA, la decisión autónoma de encontrar y definir la vida que queremos vivir, poniéndole nombre propio al SENTIDO DE LA VIDA. Ese proyecto se alimenta del SER y del HACER: lo ideal es ir construyendo el ser a través del hacer, y el hacer a través del ser. Constituirnos en buenas personas en todas las dimensiones, en ciudadanos responsables, asumir los compromisos de una familia y, desde allí, dedicarnos a la arquitectura, la medicina, los negocios, la economía, el derecho, la educación o la informática. En estos tiempos complejos, líquidos y acelerados no siempre se pueden hacer elecciones únicas, definitivas, seguras, terminantes. Esas que dejan conformes, especialmente a los adultos. Es el tiempo de las pluri-elecciones, elecciones múltiples y sucesivas, que saben negociar con la contingencia. En el pasado los modelos educativos, universitarios y laborales eran más fijos y estereotipados, y por tanto las elecciones eran únicas y para toda la vida. Hoy sabemos que la vida laboral es y será muy cambiante, proteica, y que las especialidades, empresas y lugares de trabajo irán mutando, provocando la metamorfosis de sus actores. No somos lo que éramos en el pasado, y no seremos lo que hoy somos y hacemos. Por tanto es natural que haya dudas, sospechas, indecisiones, regresos y múltiples elecciones. Como quien se detiene en el camino, observa su GPS y trata de orientarse nuevamente: avanza, regresa, toma un camino alternativo. Es una buena señal de búsqueda, de definiciones progresivas: lo importante es no quedarse, no inmovilizarse, no renunciar a elegir y a luchar, redefinir con las nuevas coordenadas el propio PROYECTO DE VIDA y lanzarse. ¿Y qué deben llevarse los estudiantes de la etapa que concluyen? No sólo el recuerdo de un viaje inolvidable o el calor humano de los compañeros y de algunos amigos, sino su caja de herramienta, es decir, el resultando de los verdaderos aprendizajes, de los saberes incorporados, sólidos. Si lo han sido en todas las materias y asignaturas, mejor: por lo menos, en las mejores, en las más importantes. Estos aprendizajes no siempre coinciden con boletines, informes y calificaciones. Estas son exigencias formales que puede ocultar ignorancia detrás del simulacro de buenas notas. Aquí se trata de aptitudes, competencias, actitudes, versatilidad y apertura al cambio. Y siempre recordando que la “la vida está en otra parte”, que solamente en el diálogo con esa vida los aprendizajes escolares se vuelven significativos. Y hay algo más o mucho más, en esa caja: llevarse los PRINCIPIOS ÉTICOS que alimentan una moral que pueda ordenar el obrar en torno a lo permitido y lo prohibido, de lo aconsejado y lo censurado. No una moral de la apariencia y de las circunstancias, sino una moral de convicciones, de coherencia entre lo que se dice y se hace, que no elige una vida perfecta pero que sabe reconocer los errores y retomar la senda. Junto a los principios éticos, VALORES claramente definidos y un adhesión a los mismos, a pesar de todas las dificultades que pudieran comportar. Porque se trata de no corromper los valores y no corromper la moral: es decir no tergiversarlos, convertirlos en proclamas que nadie cumple y en mandatos que nadie obedece.

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Con el final de esta etapa, los estudiantes se despiden de un grupo de ADULTOS EDUCADORES que los han acompañado en este proceso. Cada uno de ellos ha podido EDUCAR si ha podido ejercer ese rol de adulto que siempre sabe poner la palabra justa, las exigencias, las indicaciones, los NO, los límites, las prescripciones, el diálogo, el oído y la empatía para poder formar. Y para eso necesitan establecer una necesaria asimetría entre unos y otros, porque los adultos no son compañeros, sino guía, tutores, mentores del camino que se transita. Sin miedo, con prudencia. Sin temores ni ansiedades, con respeto y confianza. Pensando mucho, reflexionando, hablando con quienes pueden acompañarnos en este momento de transición. Escuchando, juzgando, y uniendo a la capacidad de elegir una gran fuerza de voluntad. La vida y el futuro están allí, disponibles, porque recién comienzan pero también porque hace varios años que los están construyendo, trabajando en las raíces, en los cimientos, en esos lugares en donde aun no se ven ni los árboles, ni los edificios. Es necesario apostar al verdadero éxito, a la realización plena, a la calidad de una vida buena, y no a los fuegos artificiales, a los falsos brillos, a los triunfos fugaces, a los reconocimientos falsos. Ese sabor de la felicidad que se respira cuando se ha edificado sobre la roca el proyecto de vida, el sentido de la vida, el destino personal, y no hay viento, ni tormenta que puedan sacarnos del lugar elegido. El poeta nos invita desde su conocido poema hecho canción: Tu destino está en los demás tu futuro es tu propia vida tu dignidad es la de todos. Nunca te entregues ni te apartes junto al camino, nunca digas no puedo más y aquí me quedo.

"¿SIRVEN DE ALGO LA EDUCACION Y LA ESCUELA PARA PREPARAR EL FUTURO? VERDADERO (V), FALSO (F), TAL VEZ (TV). PREPARAR LA DEFENSA DE LAS RESPUESTAS

V

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“En la vida las cosas ya están decididas: hay gente a la que le salen todas y otros que multiplican los esfuerzos y nunca consiguen nada. Algunos nacen con estrellas y otros nacen estrellados. ¿Para qué preocuparme por decidir?”

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“Tengo un fuerte respaldo profesional en mi familia. No tengo que pensar mucho: el prestigio profesional de mis padres asegura mi propio futuro.”

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“En la Argentina la educación superior es libre y gratuita. Todos tienen derecho a seguir estudiando en la universidad y todos tienen derecho a recibirse”.

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“Si elijo lo que me gusta, me muero de hambre. Si me decido por un futuro seguro, me muero de aburrimiento… al final en la vida uno no puede tenerlo todo”

F

TV

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“Si en lugar de estudiar, trabajo, tendré ya una ubicación en el mercado laboral… y mejor perspectiva para elegir mi carrera universitaria. Cuando uno termina la escuela no está maduro para decidirse”.

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“Para el nivel superior estoy debidamente preparado: tengo buenas notas en el secundario y nunca me he llevado materias a rendir. Si fui bueno antes, tengo el éxito asegurado”.

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“Yo quiero una cosa, mis padres me proponen otras, mis amigos están eligiendo otras carreras y me critican. Para defender mis convicciones tengo que pelearme con los que me rodean”.

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“Muchos de los que triunfan en la escuela, fracasan en la vida… y en la sociedad hay muchos ejemplos de triunfadores que fueron malos en la escuela y nunca pisaron la universidad”.

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“Elegir una carrera, comenzar la universidad y recibirse es sólo una parte del propio proyecto de vida… Hay otras cosas que no se aprenden ni en la escuela ni en la universidad”.

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“No puedo decirme por nada porque veo demasiados profesionales y no es fácil saber qué profesión puede tener futuro… Además, ¿quién me puede decir qué sucederá con la Argentina y el mundo dentro de 10 o 20 años?

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“Mi hermana - que está terminado la carrera universitaria - me dice: lo importante es comenzar bien primer año, porque es necesario tener hábitos de estudios y mucha dedicación. Si uno le toma la mano en los primeros dos años… el resto viene solo”.

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“Para decidir bien ésta es la fórmula: (1) reconocer las propias capacidades +(2) buen nivel de inteligencia +(3) opinión de los padres +(4) qué hacen los amigos +(5) la situación social y económica que vive el país +(6) conocer cómo es la universidad que se elige +(7) disponer de recursos para poder estudiar”.

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“Si uno quiere hacer una carrera en serio no puede estudiar y trabajar, o estudiar y tener una práctica intensiva en deportes, o estudiar y tener compromisos sociales o políticos o religiosos, o estudiar y querer divertirse siempre. O estudiás o fuiste”.

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“Soy de una familia humilde: la universidad es gratuita, pero concurrir a ella no lo es. No podré trabajar y además hay carreras que tienen muchos gastos para cursarla. Por eso, aunque la universidad es democrática en los discursos, los que llegan son siempre los de la clase acomodada”.

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“Éxito = buena universidad + estudios responsables + buenas notas + concluir

rápidamente la carrera + elegir una especialidad innovadora + ser el mejor”. ¡BUENA SUERTE PARA EL FUTURO QUE LES ESPERA!

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Educar es lo mismo que poner un motor a una barca, hay que medir, pensar, equilibrar, y poner todo en marcha. Pero para eso, uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta, y un kilo y medio de paciencia concentrada. Pero es consolador soñar, mientras uno trabaja, que esa barca, ese niño irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hacia islas lejanas. Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestro propio barco, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada.

GABRIEL CELAYA

BONUS TRACK PARA LOS PADRES Y EDUCADORES Uno sabe que el cielo está cerca, pero no quiere volar,

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porque teme alcanzar las estrellas y sentirse un poco mal, sin los pies arañando esta tierra que nos da seguridad, y me pasa lo mismo que a todos pero busco un poco más. Uno sabe que el tiempo no espera, pero cuesta caminar, porque nadie conoce el mañana que podemos inventar, y aunque el miedo es amigo del hombre, no lo hagamos traicionar, a las almas de pájaro y luna que tenemos por igual. Uno sabe que puede si quiere, intentar la aventura por una y mil veces, hasta dar en la tecla segura o incierta, convencido del todo que vale la pena; uno sabe que el cielo está mucho más cerca cuando puede animarse y mirar una estrella, elegir un camino que lleve hasta ella y LARGARSE A VOLAR. Cuando crecen, cuando se vuelven adultos, cuando parten, nuestros hijos tienen vuelo propio. Y uno que construyó diversas jaulas para poder protegerlos, sabe que ya no sirven, que para volar se necesitan alas, alas fuertes para resistir todos los vuelos, para enfrentar las tormentas, los fuertes vientos, la soledad del cielo. Y uno se asoma para verlos volar, sufre con sus maniobras atrevidas y goza con la belleza de sus movimientos, pero comprende que lentamente esos hijos nos necesitan cada día menos y nos aman de una manera diferente. A menudo, esos mismos hijos, con alas propias y con sus vuelos, vuelven al nido, al nido de las antiguas jaulas, que ahora son nidos de puertas abiertas. No nos engañemos: no vienen a quedarse con nosotros. Sólo regresan a tomar fuerza, a reparar las alas, a recuperar recuerdos y prepararse para partir. Nos recuerdan – porque es ley de la vida – que tienen alas propias, vuelo propio y un nuevo nido donde armar la propia existencia. ¿Y nosotros? Nosotros debemos abandonar los miedos e imaginar otro vuelo, porque hemos cumplida una misión y el nido del pasado debe volverse otro proyecto. FABRICANTES DE NIDOS: ENTRECHOCAR DE OLAS, CRUCE DE GENERACIONES Nuestra generación de adultos creció bajo los preceptos y las imposiciones de nuestros padres, a quienes respetamos toda la vida y con quienes nunca discutimos demasiado. Tal vez haya sido el último modelo de familia tradicional en donde los roles estaba claramente asignados y diferenciados: los padres en un rol social y familiarmente construido y reconocido por los hijos. Esa generación no cuestionaba el funcionamiento de la asimetría entre padres e hijos, el sentido de la autoridad (a veces, arbitraria) y la obediencia, del castigo y la recompensa. Estaba claro lo que significaba ser padre y ser hijo. Para ciertas decisiones y para el ejercicio de la libertad no había mucho secreto: se trataba de esperar el crecimiento y el paso del tiempo, porque ya llegaría el momento para todo: volverse adultos, dejar el nido y volar. Pero nuestra generación no pudo o no quiso reproducir la misma experiencia familiar, la tradición del pasado, porque aparecieron nuevas generaciones de hijos y ya no fue posible repetir la experiencia. Las

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razones no fueron sólo familiares, sino sociales y propias de un cambio de época que se llevó tradiciones y costumbres. Un cambio de época implica una revolución. Nuestra generación tuvo que re-inventar la relación con los hijos, que venían programados con otros paradigmas y funcionando en otro contexto. Códigos, relaciones, asimetría, presencia, autoridad, obediencia, experiencia, razones se convirtieron en objeto de negociación permanente. El mismo crecimiento o la edad que permite hacer o decidir muchas cosas es objeto de disputa familiar y social. Y la responsabilidad sigue quedando en manos de los padres. Y entonces, de la misma manera que sufrimos la PRESION de la generación anterior (padres), tuvimos que sufrir la PRESION de la generación siguiente (hijos). Vivimos tironeados por dos modelos, sin poder elegir ni el uno, ni el otro, como si se tratara de un entrechocar de olas (de generaciones) que provoca un movimiento imposible de manejar. El explicable que muchos padres y adultos hayan huido de estos compromisos y hayan abandonado las obligaciones familiares como padres ausentes, compañeros o cómplices de sus hijos. NOS HEMOS CONSTITUIDO EN UNA GENERACIÓN CONSTRUCTORA DE DE NIDOS: (1) primero fuimos los constructores de NUESTRO PROPIO NIDO, porque uno de lo postulado generacional era que volverse adulto implicaba hacerse cargo de la propia vida y los proyectos; (2) después nos fuimos volviendo CONSTRUCTORES de los diversos (y a veces sucesivos) NIDOS de nuestros hijos, y (3) finalmente – si se da y si se puede - constructores y responsables del NIDO definitivos de nuestros PADRES. Pero no se trata de una CONSTRUCCION CERRADA, es como un presente continuo que nos tiene siempre como constructores, como fuente de referencia, como lugar de retorno y de encuentro, como bahía a la que pueden regresar las barcas cansadas o desarmadas para reponerse. Por eso en NUESTRO NIDO funcionan también nidos de reserva, ruedas de auxilio, ayudas económicas, afectivas, nuevas alas, nuevos cielos, nuevos horizontes. Y es curioso, porque en medio de tanto NIDOS puede suceder que nos quedemos nosotros mismos sin refugio, que no sepamos quien puede velar por nosotros, que no haya un NIDO DE AUXILIO adonde regresar y vivamos una marcada orfandad de adultos, deambulando de aquí para allá sin destino cierto.

PROF. DR. JORGE EDUARDO NORO2 ROSARIO, SETIEMBRE 2016 – VILLA LA ANGOSTURA, ENERO 2017

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Doctor en Educación. Profesor en Filosofía y Pedagogía. Profesor en Letras. Especialización en Filosofía. Docente y Directivo en el nivel Medio y en el nivel Superior, en instituciones Públicas y Privadas. Docente en la Universidad y en la formación de docentes. Actualmente Profesor universitario en formación de grado y, especialmente, de postgrados. Numerosos libros, investigaciones y artículos publicados, sobre los temas de su especialidad. www.jorgeeduardonoro.com.ar

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