(2007) «Irán, imperio de arios o de shi’íes», Diálogo Mediterráneo, año XII, n.º 44 (junio 2007), págs. 50-57.

June 1, 2017 | Autor: R. Gil-Benumeya G... | Categoria: Iranian Studies, History of Iran
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RODOLFO GIL BENUMEYA GRIMAU

Irán, imperio de arios o de shi’íes Irán une en sí mismo el concepto de gran Estado, heredero de imperios, que ya tenían el siglo pasado los Pahlevi, junto con su unidad cultural y étnica, y una forma poderosa, estructurada y jerárquica de la religión musulmana, petróleo en abundancia, desarrollo –científico, militar, económico– y un previsible potencial nuclear por el que está luchando. a primera estructura de Estado, dentro de lo que después iba a ser Irán o Persia, fue Elam, en el sudoeste del territorio, imperio inmediato a Mesopotamia sobre el Golfo Arábigo o Pérsico, y cuya ciudad más célebre sigue siendo Susa. Era una civilización parecida a la sumeria, administrativa y comercial, con una población probablemente dravídica de piel oscura, como la de la India primitiva, que llegó a competir con los imperios babilónico y asirio. Su lengua no estaba emparentada con las lenguas próximas. A partir del segundo milenio antes de Cristo, se adentraron en todos los territorios persas (al igual que en Europa y en la India) varias oleadas de pueblos arios –precisamente el nombre de Irán procede de Ayr.an, tierra de arios, siendo ario arya o sea ‘noble’– de lenguas indoeuropeas, que no dejaron de penetrar y establecerse aquí desde entonces fundando grandes civilizaciones imperiales. Uno de estos pueblos, los medos, asentados en el actual Hamadan al noroeste de la gran meseta, junto con los babilonios, acabaron con el expansivo poder asirio; pero los persas, primos de los medos, bajo su rey Ciro II, sometieron a su vez a los medos, a los elamitas y a los babilonios. El hijo de Ciro, Cambises, redujo a Palestina y a Egipto. Tras él un usurpador, Darío I, de la familia Aqueménida, se hizo con el trono del imperio y reorganizó el

L

Persépolis en dibujo de Charles Chipiez, 1884.

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sistema administrativo y político de las satrapías. A partir de entonces vinieron los choques fronterizos por el control de las materias primas y de las comunicaciones, con los griegos, que desembocaron en las Guerras Médicas y en el debilitamiento de la dinastía Aqueménida y del propio imperio persa (1).

aquel, sus compañeros lo dividieron, pasando Irán a formar parte del imperio formado por uno de ellos, Seleuco: el Estado seléucida. Sin embargo, transcurrido el tiempo, una nueva dinastía irania, la de Parni, fundó el imperio parto, que mantuvo largas guerras contra los romanos. Y más tarde, ya en el siglo III d.C., otra oleada irania, la

A partir del segundo milenio antes de Cristo, se adentraron en todos los territorios persas (al igual que en Europa y en la India) varias oleadas de pueblos arios –precisamente el nombre de Irán procede de Ayr.an, tierra de arios, siendo ario arya o sea ‘noble’– de lenguas indoeuropeas, que no dejaron de penetrar y establecerse aquí desde entonces fundando grandes civilizaciones imperiales. Como consecuencia de todo esto, otros arios, en principio, compuestos por macedonios, balcánicos variados y griegos, bajo el impulso del macedonio Alejandro Magno, invadieron y conquistaron el imperio persa (precisamente los griegos fueron los que habían dado el nombre de Persia a Irán). Muerto

de los sasánidas, creó un imperio renovado, el sasánida, que trató de volver a la gloria y a la cultura del viejo imperio Aqueménida. En el siglo VII, los árabes, con la entonces reciente y pujante religión del Islam, conquistaron Persia y el imperio sasánida, cuyos restos de cultura y dominio pasaron a la

dinastía árabe ’abbasí y terminaron siendo desestabilizados por los turcos selyuqíes, los mongoles y Tamerlán. Y, a continuación, fueron absorbidos por el también turco imperio otomano de Estambul. En el siglo XVI, los persas se independizaron de los otomanos bajo el impulso de la dinastía safavi, cuyos soberanos tomaron el título de shah. Fueron sucedidos por la dinastía kayar. Durante el siglo XIX y primeros del XX, las potencias europeas, particularmente Gran Bretaña y en este caso Rusia, potenciaron la modernización de la nueva Persia para minar el orbe político del decadente imperio otomano, igual que alentaban la modernización de Egipto. Y, a partir de 1908, cuando se descubrieron los yacimientos petrolíferos –particularmente en la antigua Elam– Persia se convirtió en un semi-protectorado de Gran Bretaña y Rusia. Dinastía Pahlavi

Después de la I Guerra Mundial, una nueva dinastía de origen militar, la Pahlavi, se levantó en la primera mitad del siglo XX y emprendió una serie de reformas –entre

ellas el cambio del nombre de Persia por el de Irán– inspiradas y ayudadas por el esquema del “hombre nuevo” de la Italia fascista, en clara contraposición a la influencia británica y a la presión soviética, heredera de la rusa imperial. Se inclinó asimismo por la vertiente de la laicización al estilo de Turquía, manteniendo una cierta connivencia y equilibrio con el poder religioso y económico shi’í. Habiendo emprendido este camino, peligroso para el colonialismo e intervencionismo europeos, el Shah Reza Pahlavi fue perseguido por el ejército británico a partir de la II Guerra Mundial y tuvo que abdicar en su hijo Mohammad Reza Pahlavi. Irán fue ocupado por Gran Bretaña y la Unión Soviética. Terminada esta II Guerra, el primer ministro iraní Mohammad Mossadeq intentó nacionalizar los recursos petrolíferos en contra de la injerencia extranjera, pero fue finalmente expulsado del poder por británicos y norteamericanos, siendo estos últimos los que iban a ir sustituyendo a los primeros en su política colonial de Oriente Medio. A cambio, Norteamérica apoyó y fortaleció al Shah Mohammad Reza Pahlavi, ayudándolo a vigorizar el país y su economía, sus fuerzas armadas y su orgullo nacional de potencia emergente heredera de las anteriores en esta misma tierra, el Imperio Persa, el Imperio de Irán, de los arios. Revolución blanca

No dejó de chocar esta postura en buena parte del mundo. En el orgullo nacional del Shah vibraban ecos todavía muy vigentes, en

AFSHIN BAKHTIAR

cuanto a lo ario, de la II Guerra Mundial, y el Islam shi’í, propio de Irán y de su entorno, quedaba casi de lado; aunque él, como Shah, conservó un lazo representativo personal con la religión como símbolo de la estabilidad de Irán. En 1963, siguiendo las precedentes intenciones de su padre, puso en acción la llamada ‘revolución blanca’, que redistribuía las tierras, nacionalizaba los bosques, daba participación a los asalariados en los beneficios de las empresas y liberaba a la mujer dándole, entre otras cosas, el derecho al voto. Chocó con el clero shi’í, que era el propietario de un tercio de las tierras, y con su fundamentalismo. Un año después tuvo que expulsar a un alto clérigo, Jumeini, que luego sería

la cabeza visible de su caída del trono y de su expulsión. La redistribución de las tierras, sin embargo, desembocó en una voluntad de montar grandes explotaciones agroindustriales, lanzando a Irán por el camino de la macro-transformación rápida, que muchísima gente no supo apreciar, y que, unida a la elevación mundial del precio del petróleo, provocó un proceso más que acelerado de modernización con todas sus consecuencias, muchas de ellas de rechazo por incomprensión y exceso de velocidad. Irán, la quinta potencia

El Shah quería convertir a Irán en la quinta potencia internacional en un cuarto de siglo y enlazar su poder con los de los antiguos

Durante el siglo XIX y primeros del XX, las potencias europeas, particularmente Gran Bretaña y en este caso Rusia, potenciaron la modernización de la nueva Persia para minar el orbe político del decadente imperio otomano, igual que alentaban la modernización de Egipto. Y, a partir de 1908, cuando se descubrieron los yacimientos petrolíferos –particularmente en la antigua Elam– Persia se convirtió en un semi-protectorado de Gran Bretaña y Rusia.

imperios iraníes. Incluso celebró a nivel mundial, con un lujo y una presentación desmedidos, los 2.500 años del Imperio ario persa. Lo cierto era que, pese a cualquier exageración circunstancial, Irán se estaba transformando en la gran nación del Golfo, con un peso específico futuro sobre Irak y su petróleo, Kuwait, los otros Estados del Golfo y Arabia Saudí. Por su lado, Irak también se estaba transformando en la gran potencia árabe modernizada gracias a su petróleo. Estructurado por el partido semi-laico Ba’az, de carácter centralista, Irak empezó a modernizarse rápidamente y a tener igualmente un peso específico importante sobre la región del Golfo y sus naciones petrolíferas pro-norteamericanas. Sobre todo cuando Saddam Husayn llegó al poder. El Shah encargó a Occidente centrales nucleares e hizo aumentar considerablemente la cadencia de  las importaciones, incluidas

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las tecnológicas y las de carácter militar. Se introdujeron un ritmo occidental de vida, unas modas y unos cambios que provocaron la inflación sin que la sociedad en general –en buena parte deseosa

República islámica

Menos de un año más tarde el Shah abandonó Irán. Lo sucedieron varias fórmulas de gobierno que fracasaron y que desembocaron en la proclamación de una

expansionismos locales. En este tiempo ocurrieron varias cosas de importancia o significativas. La caída del Shah y la ascensión del shi’ismo más radical, con Jumeini a la cabeza, hizo que los

El Shah quería convertir a Irán en la quinta potencia internacional en un cuarto de siglo y enlazar su poder con los de los antiguos imperios iraníes. Incluso celebró a nivel mundial, con un lujo y una presentación desmedidos, los 2.500 años del Imperio ario persa. Lo cierto era que, pese a cualquier exageración circunstancial, Irán se estaba transformando en la gran nación del Golfo, con un peso específico futuro sobre Irak y su petróleo, Kuwait, los otros Estados del Golfo y Arabia Saudí. de mudanza y modernización pausadas– lograra asimilar el impulso. El Shah perdió apoyos y popularidad. Su tardanza en democratizar la monarquía, lo que le hubiera dado el margen que buscaba, su apego a Occidente y su confianza en el ejército como principal sostén de sus propósitos, le hicieron descuidar a los pequeños burgueses shi’íes –lo que por aquella época se llamó el Bazar– y al clero conservador enfebrecido contra la pérdida de su influencia y privilegios. A principios de 1979 la revolución estaba en la calle. Fue una ola subversiva popular que se acentuó con el regreso de Jumeini desde el exilio. Lo cierto era que la campaña a favor de Jumeini y sus tesis había empezado meses antes, con la distribución masiva de casetes grabados con sus proclamas y fotografías suyas de calidad casi cinematográfica y de formato apto para ser alzadas entre las dos manos de una persona (2) durante las manifestaciones.

Guardia de los Inmortales, Palacio de las Cien Columnas, Persépolis.

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República Islámica con Ruhul.lah Jumeini a la cabeza. Tiempo después el Shah murió en el exilio en Egipto. En 1980 Irak atacó a Irán. A la vista de lo ocurrido en Irán, el Gobierno iraquí pensó que era el momento de anular el acuerdo de Argel con el Shah, de 1975, por el que Irak cedía la soberanía en el Shatt el ‘Arab de algunos de sus territorios petrolíferos cerca de la vieja Elam. La guerra entre ambas potencias en desarrollo, ricas por el petróleo, duró ochos años y causó mucha destrucción, dejando a la zona del Golfo aparentemente libre de cualquiera de los dos

Estados Unidos de Norteamérica se convirtieran en el gran enemigo de Irán desde el punto de vista iraní. La Embajada norteamericana fue asaltada y fueron retenidos 66 rehenes norteamericanos. Las fuerzas armadas norteamericanas intentaron una operación de comandos y helicópteros, cuyo rotundo fracaso todavía no ha sido explicado (3). Los países de Occidente respondieron con sanciones económicas y diplomáticas, además de con una ayuda militar importante a Irak y a Saddam Husayn personalmente (4), de la que se ha intentado no hablar en años sucesivos.

Guerras

Al mismo tiempo que ocurrían estas cosas, la Unión Soviética, dando un nuevo impulso a la Guerra Fría, invadió Afganistán en ayuda del Gobierno comunista del país. La contienda civil afgana duró algún año más que la iraquí-iraní; combatiendo por un lado los comunistas afganos, que estaban en el Gobierno, junto con los soviéticos, y por otro los rebeldes musulmanes no comunistas, sunníes y shi’íes, fuertemente apoyados y armados por Norteamérica, China y Pakistán. Norteamérica fomentó y organizó las guerrillas de combatientes musulmanes de cualquier parte –luego llamados los “afganos” en cualquier otra acción terrorista posterior– entre ellos a personajes de relieve como Usama bin Ladin. Pakistán impulsó la creación de los talibanes, estudiantes de religión transformados en guerreros por la fe con un puritanismo ciego e ignaro. El régimen shi’í exacerbado de Irán y sobre todo su capacidad de propagación, demostraron a las potencias occidentales que eran

muy útiles para fragmentar mediante la ideología religiosa a las repúblicas soviéticas del sur; musulmanas, no rusas, parte de cuyos soldados había combatido en Afganistán con poca fortuna y en contra de gentes de su religión y más o menos de sus etnias. La descomposición del imperio soviético empezó por aquí. La guerra sirvió además para dejar heridas muy profundas en la sociedad soviética y en la rusa posterior. Jumeini murió en 1989 sin haber conseguido, probablemente, el status que pretendía al hacerse calificar de Imam como veremos luego. Lo sucedió ‘Aly Jamenei como presidente del Estado, permaneciendo la jefatura del Gobierno sujeta a elecciones cuatrianuales donde se manifestó desde entonces la pugna entre el sector reformista y sector conservador, todo dentro de la más estricta ortodoxia shi’í. Irán es de todas formas una teocracia. Sin embargo, el deseo popular de apertura llevó a la presidencia a Mohammad Jatami –en tanto que ‘Aly Jamenei permanecía como Guía Supremo– que hizo tibias y lentas reformas, algunas de ellas a favor de la mujer que, con la revolución islámica, había perdido casi todos su derechos conseguidos con el Shah. En las últimas elecciones legislativas volvió a ganar el sector conservador con Ahmadineyad, un político joven, muy shi’í y muy iraní, antiguo combatiente voluntario contra Irak y contra las acciones norteamericanas en la zona.

Antiguo mapa esquemático del Golfo Pérsico.

Estructura de poder

Irán tiene una Constitución –Qanun o Asasi– siendo por consiguiente una República Islámica Constitucional, con algunas entidades gubernamentales interpenetradas complejamente, puesto que unas son elegidas por voto democrático y otras por su carácter religioso. Por encima de todo está el Guía Supremo, que tiene las máximas potestades del Estado, incluyendo la de declarar la guerra. Él y el consejo son elegidos por la Asamblea de Expertos según sus cualidades, y es ese consejo el que sustituye al Guía Supremo en caso de falta. Él es el líder máximo del Cuerpo de Guardias de la República Islámica y nombra a seis de los doce miembros del Consejo de Guardianes que, a su vez, aprueba o no a los candidatos a Jefe del Gobierno en las elecciones legislativas. Todo ello dentro de la más pura ortodoxia, sin duda. El Jefe del Gobierno nombra a ocho vicepresidentes y a 21 ministros, que tienen que ser aprobados

por el Parlamento. Este Parlamento es unicameral, llamado Asamblea Consultiva Islámica y compuesto por 290 miembros elegidos por voto directo y secreto, cuya candidatura necesita de la aprobación del Consejo de Guardianes. A su vez, la Asamblea de Expertos está formada por 86 clérigos elegidos por el público para ocho años. También aquí el Consejo de Guardianes dictamina la elegibilidad de las candidaturas. Y el Consejo de Guardianes, compuesto por 12 juristas, seis de ellos nombrados por el Guía Supremo y seis recomendados por el jefe de la judicatura, que a su vez ha sido designado por el Guía Supremo y es el que designa al Presidente del Tribunal Supremo y al Fiscal General. El Consejo de Guardianes puede interpretar la Constitución y decidir si las leyes del ejecutivo están o no de acuerdo con la sharí’a o ley musulmana. También comprueba si los candidatos a la Presidencia, a la

El régimen shi’í exacerbado de Irán y sobre todo su capacidad de propagación, demostraron a las potencias occidentales que eran muy útiles para fragmentar mediante la ideología religiosa a las repúblicas soviéticas del sur; musulmanas, no rusas, parte de cuyos soldados había combatido en Afganistán con poca fortuna y en contra de gentes de su religión y más o menos de sus etnias. La descomposición del imperio soviético empezó por aquí. La guerra sirvió además para dejar heridas muy profundas en la sociedad soviética y en la rusa posterior.

Asamblea de Expertos y al Parlamento son aptos o no. El Consejo de Guardianes parece ser la llave de todo y está en manos del Guía Supremo, que nombra directamente a seis de sus componentes mientras que otros seis son nombrados por el jefe de la judicatura, a su vez designado por el Guía Supremo. El Consejo le da también el control al acceso de la Presidencia, la Asamblea de Expertos y el Parlamento. Como puede verse es una estructura piramidal, donde la interpretación de la ley divina se produce y se vigila a sí misma a varios niveles. El Guía Supremo ha heredado el papel del Shah pero además lo ha justificado teocráticamente como muchos de los antiguos soberanos orientales de la zona, a los que la divinidad nombraba y elegía. Salvo en el caso de Jumeini, quizá, el Guía Supremo no pretende arrogarse la función de vicario de Dios o del Profeta y sus sucesores familiares, pero sí se le aproxima. Hay asimismo Cortes revolucionarias contra crímenes, drogas, actos que dañan a la seguridad nacional, etc. Y una Corte Administrativa Especial, de sentencias inapelables, que depende directamente del Guía Supremo y que trata de los delitos de los clérigos y otros casos especiales. La shí’a

Históricamente, la shí’a procede de los primeros tiempos de la sucesión del Profeta. A éste lo continuaron en la dirección del Islam y  en su propagación y defensa

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cuatro consecutivos compañeros suyos considerados como los califas perfectos –uno de ellos ‘Uzmán, de la familia omeya. El cuarto fue el primo y yerno del Profeta, ‘Aly, con el que se establecía una línea familiar en realidad hereditaria. Muchos musulmanes disintieron de esta fórmula y se salieron de la obediencia buscando una jefatura “más democrática”. Fueron los jariyíes o salientes. Uno de ellos mató a ‘Aly, no sin que antes éste fuera vencido en un arbitraje ganado por otro miembro de la familia omeya, Mu’awiyya, gobernador de Damasco, que quería vengar la muerte de ‘Uzmán, su primo. Con Mu’awiyya empieza la dinastía omeya, tanto la de oriente como la de occidente. La shí’a, sin embargo, es el amplio grupo que se mantiene fiel a la memoria de ‘Aly y a sus derechos sucesorios, místicos y dinásticos, que pasan a sus hijos Hasan y Husayn, nietos del Profeta; sobre todo a Husayn. Con el tiempo fueron ‘Aly y sus descendientes a través de Husayn únicamente los considerados Imám, aunque una parte de la Shí’a reconoce a 12 Imám y es la de los duodecimanos, y otra parte sólo a siete (5), séptimanos o ismailíes por el nombre de su séptimo Imám, Isma’íl. Los duodecimanos esperan el regreso del último Imám, que será el Mahdi, alguien conceptualmente equivalente al Masíj –Mesías– del judaísmo, o al Mesías del cristianismo. El Mahdi sería descendiente por lo tanto del Profeta.

Históricamente, la shí’a procede de los primeros tiempos de la sucesión del Profeta. A éste lo continuaron en la dirección del Islam y en su propagación y defensa cuatro consecutivos compañeros suyos considerados como los califas perfectos –uno de ellos ‘Uzmán, de la familia omeya. El cuarto fue el primo y yerno del Profeta, ‘Aly, con el que se establecía una línea familiar en realidad hereditaria. Muchos musulmanes disintieron de esta fórmula y se salieron de la obediencia buscando una jefatura “más democrática”. Fueron los jariyíes o salientes. Trazados de pensamiento ario

Toda esta filosofía y estructura hereditaria, unida a los misterios, no existe en absoluto en el Islam sunní sea cual sea su escuela de comportamiento o su reactualización interna. Tampoco hay en los países musulmanes de origen árabe, o de cualquier otro origen –y son muchos– la estructura de gobierno religioso y secular que hay en la República Islámica de Irán. La organización de los estamentos e instrumentos de gobierno, inicial y finalmente centrados en el Guía Supremo, todos ellos de clérigos o de absoluta y vigilada puridad religiosa, es más próxima a la ordenación del imperio ario aqueménida; o a la idea de castas del hinduismo, creación o aplicación de los arios que dominaron la India, en la que los brahmanes, como nivel más puro, tratan de mantener su superioridad y su dominio sobre los demás puesto que se atribuyen la interpretación y enseñanza del textos sagrados y por ende de la vida.

Panorámica de Teherán.

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Y por recordar trazados de pensamiento ario recuerda también al fenómeno nacionalsocialista alemán, con su gobierno centrado alrededor de la figura del Führerprinzip –que lo fue Hitler– armónico con el pueblo ‘puesto que era el pueblo’ y, en consecuencia, no necesitaba de consultas ni de delegación de poderes. Él, como pueblo, valía más que el Gobierno y el Parlamento y su voluntad era ley.

Me estoy refiriendo todo el tiempo a la shí’a de Irán evidentemente. La shí’a está extendida por muchos de los países árabes próximos al Golfo, por las repúblicas sureñas de la antigua URSS y sus vecinos, por Irak, Siria, Líbano y Palestina y, últimamente, empieza a aparecer en el Magreb. También hay shi’íes en Europa y en América, independientemente de formas especiales de la shí’a en algunos de los países mencionados. Todos estos shi’íes no están infeudados a la shí’a de Irán ni a Irán en sí mismo, aunque tengan los lazos de las mismas creencias, mutuos intereses y muchos puntos de coincidencia operativa. Es quizás en Irak y en Líbano donde esos intereses y coincidencia se manifiestan más, pero con muchos matices y con diferencias. Parece cierta la propagación del influjo iraní en el sur de Irak, fundamentalmente shi’í, donde los iraníes están financiando infraestructuras –clínicas y escuelas, por

te los años del régimen [baazista] –CSRII, Badr, al-Dawa, Hizballah– trabajan en la actualidad mano a mano con los servicios de inteligencia iraníes, Etelaat. Tienen oficinas en el sur y gastan millones de dólares” (7). Otros grupos shi’íes

Hay otros partidos y grupos shi’íes iraquíes más alejados incluso de la tutela iraní, como el propio al-Dawa al-Islamiyya –la Llamada Islámica– Muqtada al-Sader, el hijo del Muhamad Sadeq al-Sader (asesinado en Irak en 1999) que tiene un gran predicamento entre las clases bajas urbanas shiíes y prácticamente un ejército; y el propio Ayatul.lah ‘Aly al-Sistani, el dirigente del chiísmo iraquí más antiguo y venerado, que es iraní de nacimiento pero que ha vivido en Irak casi toda su vida. Partidarios y religiosos suyos contestan la legitimidad del régimen de Irán. Hizbu-Al.lah, por su parte, el movimiento shi’í libanés, fue fundado a

raíz del éxito de la Revolución Islámica iraní y ha recibido ayuda de Irán en estructuración y militarización para su lucha contra Israel. Sin embargo, no parece obedecer instrucciones o consignas de Teherán; su guerra contra Israel y su actual esfuerzo de reconstrucción y de intervención en el Estado libanés parecen haber sido fundamentalmente suyos, siendo su máximo dirigente, Hasan Nasr Al.lah, un personaje con un peso y una voluntad suficientes como para no aceptar el mando de una figura iraní. Hizbu-Al.lah

Hizbu-Al.lah tiene una política propia en la región sur libanesa, en Líbano en general, y en el sudeste de Siria; que es, en lo shi’í, sin duda coincidente con la shí’a iraní, pero aparte. Por otro lado, Siria, cuyo Gobierno es también de cuna shi’í –la ‘alawi– aunque separada, atiende, como potencia política que ha sido y es en Oriente Medio, a AFSHIN BAKHTIAR

ejemplo– igual que lo hicieron en Líbano después de su guerra civil e invasión israelí de los años ochenta-noventa, lo cual inició la estructuración y futura operatividad de la organización shi’í armada de Hizbu-Al.lah. En el sur de Irak las líneas de ese influjo son los partidos políticos iraquíes que estuvieron exiliados en Irán, y que han regresado tras la caída de Saddam Husayn; especialmente el Consejo Supremo de la Revolución Islámica –CSRII– que aún siendo iraquíes lucharon al lado de los iraníes. Pese a esto, algunos políticos y dirigentes del CSRII manifiestan últimamente que “Irak debe tener un sistema de gobierno constitucional, parlamentario y democrático”, “somos distintos de Irán, estamos en Irak”, (un sistema ) no shi’í ni religioso, compartiendo el poder entre todas las facciones para todos los iraquíes (6). Si bien haya iraquíes del sur que piensen y sientan que “todos los partidos que estuvieron alojados por Irán duran-

sus intereses de conservación y de expansión que no son los iraníes y que son árabes. Los intereses actuales de Siria están en conservar de alguna forma su pasado “protectorado” sobre Líbano: la poderosa y en ocasiones decisiva influencia de siempre que trata de mantener. Lo que va unido a renovar los lazos con el antiguo Ba’az de Irak, homólogo del Ba’az sirio, para una nueva y posible vuelta de aquel –‘awda– al poder en Irak junto con el nuevo ejército iraquí, encuadrado por los militares de Saddam Husayn, y una alianza con los grupos shi’íes más importantes obtenida a través de HizbuAl.lah y del propio Irán. Evidentemente, la ‘pinza’ interior en Líbano, entre Hizbu-Al.lah magnificado por su victoria contra Israel y los intereses políticos sirios, existe y está en acción. Es una ‘pinza’ que, unida a la iraní, intenta contribuir al futuro casi inmediato de Líbano e Irak; lo que deberá ir aceptando –e incluso fomentando– Norteamérica, dentro del complejo sistema de alianzas, creencias e intereses de Oriente Medio, si quiere salir de la guerra con cierto honor, conservando hasta cierto punto las bases que pretende conservar y tener holgura con la repatriación de su ejército “colonial” derrotado. Una holgura que es paralela a la solución o al fracaso en su crisis económica. Hamas

Por su parte, el Movimiento y partido palestino Hamas, que tiene un componente humano básicamente  shi’í, ganó limpiamente las

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Irán, imperio de arios o de shi’íes 

elecciones legislativas en enero de 2006, pero desde entonces no ha querido o no ha conseguido llegar a un entendimiento con el Fatah, la organización histórica de resistencia que ocupa la presidencia del virtual Estado de Palestina. La situación constante entre ambos es de ruptura. El Fatah, ya desde los últimos años de Yasir ‘Arafat, oscilaba entre varias soluciones con Israel para llegar a unos acuerdos que dieran vía libre a la llamada Hoja de Ruta. En ella está evidentemente el reconocimiento del Estado de Israel. Y es justamente este punto fundamental lo que Hamas niega (8). La UE, así como Norteamérica y Rusia, mantienen por su parte la negativa a seguir financiando al ejecutivo palestino mientras no salga del marasmo y no dé Hamas algún paso significativo en ese reconocimiento. Esta división interna palestina, además de establecer una situación económica y social insostenible, coarta el proceso de creación de un Estado independiente palestino por su propia e ineficaz política interior, no solamente causada por la conocida corrupción y luchas intestinas de buena parte del Fatah, sino por el empecinamiento de Hamas en no llegar a entender ni a imaginar una política realista y posible. El esquema shi’í de fe y comportamiento es más duro que el sunní, no encara alternativas y quiere todo sin apearse de sus supuestos, lo que es precisamente todo lo contrario a un posibilismo político de diálogos y concesiones mutuas. Por lo menos así se presenta al

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pacidad de hacerse cargo, de una forma u otra, de Palestina, y de su escasa combatividad global de grupo armado en contra de Israel, en nada comparable por ejemplo a la combatividad de Hizbu-Al.lah. Los orígenes de Hamas, como movimiento esencialmente volcado a contrarrestar al Fatah y no solamente a luchar contra Israel, lo hacen siempre susceptible de desazón por cuanto muchas de sus acciones favorecen realmente más a los intereses israelíes que a Palestina. Incluso a pesar de sus combatientes suicidas y de los ‘asesinatos selectivos’ que ha sufrido. Expansión de la shí’a

Plaza Azadi, Teherán.

exterior. Evidentemente, cuando se cree interpretar a Dios a través de una línea humana auto-elegida e impositiva en una y otra dirección, se es una teocracia y frente a la teocracia, sea de la religión que sea, no hay otras razones o argumentos válidos. Al fondo ultraconservador y fundamentalista israelí

AFSHIN BAKHTIAR

le ocurre lo mismo, aunque es sobradamente dúctil y operativo en casi todos sus pasos para el bien de la antigua Alianza que como comunidad hebrea mantiene con la Divinidad. Sin duda que Irán apuntala a Hamas y no sólo económicamente, pero tal vez no apoya su inca-

El esquema shi’í de fe y comportamiento es más duro que el sunní, no encara alternativas y quiere todo sin apearse de sus supuestos, lo que es precisamente todo lo contrario a un posibilismo político de diálogos y concesiones mutuas. Por lo menos así se presenta al exterior. Evidentemente, cuando se cree interpretar a Dios a través de una línea humana auto-elegida e impositiva en una y otra dirección, se es una teocracia y frente a la teocracia, sea de la religión que sea, no hay otras razones o argumentos válidos. Al fondo ultraconservador y fundamentalista israelí le ocurre lo mismo, aunque es sobradamente dúctil y operativo en casi todos sus pasos para el bien de la antigua Alianza que como comunidad hebrea mantiene con la Divinidad.

La shí’a se está extendiendo por otros países musulmanes de creencia sunní. La casi manifiesta victoria de Hizbu-Al.lah contra Israel ha provocado una oleada de contento y de atracción entre la juventud árabe, que puede ser circunstancial pero que puede calar hondo. Hasta en Marruecos –país que tradicionalmente desde el periodo otomano, se ha mantenido al margen de los grandes remolinos orientales, políticos e ideológicos, atento a sus propios problemas de pre-colonialismo, colonialismo y postcolonialismo– se manifiesta influido de un lado por el wahhabismo sunní árabe-saudí, que parece haber dado lugar a los atentados de Casablanca y Madrid, y ser extremadamente puritano, y de otro por la shí’a, cuyas ropas negras y otras características son ya suficientemente visibles en la vida cotidiana de varias de sus ciudades.

Creo que asistimos a la propagación de dos ideas autoritarias a partir del Islam. Una, la abogada por el llamado ‘islamismo integrista’ en los medios occidentales, sostenida al parecer por instancias de poder y financiación saudíes, y otra la shi’í. Ésta sobre todo a partir de Irán. Son, por decirlo de alguna forma inteligible, dos contingencias de imperio en expansión apenas expresadas claramente como tales, y mal percibidas por los musulmanes en general, que no piensan en viejas estructuras califales de este tipo.

shí’a, que es –repito– una parte del Islam más antiguo, base a su vez de califatos e importantes reinos medievales y, al mismo tiempo, una fuerte ideología religiosa muy actual, extendida a todas las zonas

Irán, bastión

próximas y a algunas lejanas, camino del imamato y ‘contagiosa’; está ocupando una buena porción de las sociedades ex comunistas que formaban la URSS, o de las sociedades ex socialistas árabes. El ‘contagio’, o la popularidad, proceden a mi juicio de tres factores esenciales: uno, su compromiso con la Divinidad y su entrega a la fe en un mundo musulmán en donde la sunna experimenta movimientos desatados, dudas y actitudes internas varias. Dos, el que pese a ser tradicional y fundamentalista, la shí’a ahora aparece como revolucionaria, innovadora y desafiante por causa de sus actitu-

Irán une en sí mismo el concepto de gran Estado, heredero de imperios, que ya tenían no hace mucho los Pahlevi, junto con su unidad cultural y étnica, y una forma poderosa, estructurada y jerárquica de la religión musulmana, petróleo en cantidad, desarrollo –científico, militar, económico– y un previsible potencial nuclear por el que está luchando. Parece decidido a realizar y a obtener lo que quiera, convencido de su razón y su fe –ambas en expansión entre sus vecinos– y a no quedar detrás en la carrera nuclear rodeado como está por Rusia, Israel, Pakistán e India, y algo más lejos China y Corea del Norte, todas ellas potencias nucleares. El Irán del Shah, que se esforzaba por convertirlo en la quinta potencia internacional en un cuarto de siglo, enlazando su poder con el histórico de los viejos imperios iraníes, como dije antes, está logrando su objetivo, o lo está intentando, encuadrado por la shí’a. La

des frente a Occidente. Y tres, el ser o parecer ser el bastión que pueda llegar a defender al Islam en general de este Occidente –incluido Rusia– y sobre todo de Norteamérica.

gobiernos a Occidente y, en particular, a Norteamérica. En los casos de Líbano y Siria tal vez no, y la animosidad vaya contra los representantes políticos internos; muy enrevesados por cierto. Pero no

Existe un divorcio cada vez mayor, ya conocido pero no suficientemente analizado, entre los pueblos llamados árabes, musulmanes y cristianos, y sus respectivos gobernantes. Hay una crítica fuerte contraria entre la juventud y muy buena parte de la clase media, aunque en algún país la clase media tienda a valorar positivamente las iniciativas de la Jefatura del Estado, como en Marruecos. Independientemente de las diferencias económicas y sociales internas, siempre presentes, y del crecimiento demográfico, la mayor animosidad va contra la alianza o la sumisión de esos gobiernos a Occidente y, en particular, a Norteamérica. Contra la sumisión

Existe un divorcio cada vez mayor, ya conocido pero no suficientemente analizado, entre los pueblos llamados árabes, musulmanes y cristianos, y sus respectivos gobernantes. Hay una crítica fuerte contraria entre la juventud y muy buena parte de la clase media, aunque en algún país la clase media tienda a valorar positivamente las iniciativas de la Jefatura del Estado, como en Marruecos. Independientemente de las diferencias económicas y sociales internas, siempre presentes, y del crecimiento demográfico, la mayor animosidad va contra la alianza o la sumisión de esos

Notas 1 Para el continuo peso y las incidencias de Irán sobre Mesopotamia, hoy Irak, ver: GIL BENUMEYA GRIMAU, Rodolfo, “¿Qué puede pasar en Mesopotamia, Irak?”, Hesperia Culturas del Mediterráneo, Madrid, 2006, año II, vol. II, pp. 347 ss. 2 Grabados los cassettes e impresas las fotos en Europa. Meses más tarde se pretendió hacer lo mismo, o parecido, en Marruecos, con iguales sistemas de casete y foto de la misma calidad, en contra de Hasan II y teniendo como protagonista religioso a Al-Basri, un alfaquí, veterano combatiente y progresista exiliado en Francia. Sé esto a través de uno de los antiguos consejeros o “fontaneros”de Hasan II, quien me dijo que ambas campañas habían sido grabadas e impresas en la misma ciudad e imprenta. 3 Recuerdo que tanto algunos militares marroquíes, como algunos militares europeos agregados a las embajadas en Rabat, manifestaron su incredulidad y sorpresa por ese “incomprensible fracaso”, que

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deja de haber una contra hacia Occidente y hacia la política norteamericana, en particular la de la Administración Bush. Es por eso, por todo eso, que la propagación de las ideas shi’íes es previsible; más aún: está en ejecución y en auge. Y, dentro de las ideas shi’íes, Irán, su imperio virtual contemplado como posible hace un tiempo, y ahora como regionalmente posible y probable organizado como está por la fe, su orden, su mística y su riqueza, y respaldado por la pujanza positiva y negativa que caracterizó a los imperios arios.  RODOLFO GIL BENUMEYA GRIMAU

presuponía infiltraciones o una total ineficacia. Ya entonces se pensó en los enfrentamientos políticos internos norteamericanos tanto como en la rivalidad de sus servicios. Incluido el uso de gases contra las tropas iraníes, contra los shi’íes propios del sur del país y contra los kurdos. La Shí’a está impregnada de esoterismo gnóstico y de especulaciones astrológicas anteriores al Islam. Entrevista del International Crisis Group, Bagdad, 6 de octubre de 2004. United Press International, "Shiites urge Sunnis to vote", 2 de enero de 2005 Entrevista del International Crisis Group, Bagdad, 18 de octubre de 2004 Ver “La democracia musulmana según Occidente y sus deseos”, Hesperia, Madrid, en prensa.

Diálogo Mediterráneo 44 57

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