A ESCONDIDAS: IDENTIDADES Y TRÁNSITOS

June 1, 2017 | Autor: Eduardo Nabal | Categoria: Spanish Cinema, Teorías del cine, Cine Queer
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A ESCONDIDAS: IDENTIDADES Y TRÁNSITOS

ARMARIOS, BESOS E IDENTIDADES RACIALIZADAS







Cine gay del norte del Estado Español



Mi punto de partida y de llegada es que el cine español, al menos en
su vertiente dramática o todavía llamada "seria", sigue mostrando unos
ciertos puntos de bloqueo hacia el homoerotismo y hacia las sexualidades no
normativas como representaciones visuales a pesar de empezar a abordar
temas nuevos y variados como en el caso de "A escondidas" del realizador
Bilbaíno Mikel Rueda que, en su primer largo para el cine, nos acerca al
amor adolescente entre dos chicos de diferentes etnias en un entorno hostil
por muchas razones. La pudibundez del cine español dirigido a un público
"¿serio?"- dentro de las coordenadas del drama realista o "de calidad"-
pone de relieve cierto retraso con respecto a otras cinematografías
cercanas ya aunque, como en este caso, se apunten muchos temas que no
llegan a cristalizar por la propia timidez del director y su equipo hacia
ese tema que pretende abordar con "valentía".

La frontera, el infierno, la otra parte del otro lado […] nos dice Sayak
Valencia en su poema This is Tijuana.[i]

La frontera del estrecho que separa Marruecos y otros lugares del Sur de
España y países de Europa entera se ha vuelto otra frontera de gran poder
simbólico. Casi en la geografía de un "otro" corporal o al menos
socialmente marcado. En la película de Rueda Ibrahim tiene los días
contados en un Bilbao que parece recoger la extraña tristeza de su
situación y la pasajera felicidad de su primer amor, un primer amor que
podría marcar sus vidas y no precisamente de forma alegre. Un cine vasco
gay y autóctono que nace con una mezcla del lastre del cine con sabor al
pasado (Ander) y cierta valentía encubierta con extraña audacia y
sensibilidad algo púdica (80 egunean), donde se aborda el amor pasajero
entre dos mujeres en la tercera edad.



Un debut controvertido



Tras una breve carrera en el cortometraje, Rueda, que pose una intensa
juventud, se pone detrás de un proyecto que lleva e mucho tiempo en su
cabeza de donde tal vez proviene su excesivo clasicismo en algunos pasajes,
sus anacronismos en cuanto a la evolución de las relaciones de género
dentro de las pandillas -que parecen no haber conocido el feminismo ni la
legitimación del amor gay en otras esferas sociales- y su falta de
atrevimiento en las escenas amorosas o las muestras de afecto visibles
entre los dos protagonistas . Y de ahí también la perfección de algunos
momento, meditados al detalle, y algunos tópicos, como el papel pasivo-
agresivo de las "asistentes sociales", primero bondadosas y luego
resignadas al poder y los dictados legales, las observaciones sobre el
liderazgo y algunos lugares comunes sobre "la ausencia del padre", en el
caso de ambos muchachos, particularmente en el caso de la orfandad total de
Ibrahim en un país nuevo. El filme está dedicado con cariño al veterano
Alex Angulo-que murió poco después del rodaje- y que oficia las labores de
director de ese centro de acogida de extranjeros, con un lado bondadoso, no
del todo convincente pero efectivo sobre todo cuando Ibrahim, en una
violenta secuencia nocturna, se enfrenta a la policía, acortando sus días
en España y junto a Rafa. Rueda aprovecha su propia aficción al Waterpolo
para situar varias secuencias en el interior de las piscinas. Una
circunstancia que también propicia secuencias de miradas dentro y fuera del
agua de la piscina y un campeonato donde ambos protagonistas, plenamente
enganchados, no juegan como se espera de ellos. Se palpa que ambos están
fuera de esos grupos que compiten, aun cuando sigan representando su
papel de rivalidad dentro del agua y en sus bandos respectivos.

Ninguna de sus dos pandillas plantea un horizonte vital claro por lo que
los dos adolescentes deben enfrentarse a diversas formas de racismo y
machismo, y, sobre todo, a la toma de conciencia de que su historia de amor
(salvo en la mirada de Ugalde, el mejor amigo de Rafa) no va a obtener
ningún reconocimiento social, no tanto por la naturaleza de sus culturas
como por la presión de la pandilla varonil, juvenil, en riesgo, de la que
ambos se apartan juntos.

A escondidas es la historia de un joven marroquí que se enamora localmente
de un chaval bilbaíno, justo cuando su tiempo de permanencia en territorio
español está a punto de finalizar. Obviamente se trata de un esquema de
melodrama romántico bastante clásico, pero lo que resulta novedoso es que
se trate de dos chicos, dos adolescentes, uno de ellos un inmigrante
marroquí y, en consecuencia, se abordan, más o menos de refilón,
diferentes temas sociales cada vez más candentes. En Bilbao sigue
existiendo, aunque a ciertos lugares haya llegado información y formas de
vida renovadas, la figura del grupo de varones jóvenes que se protege de
"lo femenino" y, por otro lado hay también ciertas zonas donde existe el
tipo de delincuencia que muestra el filme, aunque -y cada vez más- no sea
exclusivamente achacable a inmigrantes sin recursos.

La película acabó convertida en un pequeño fenómeno sociológico porque los
dos jóvenes actores hicieron una declaración pública "a la antigua usanza"
– de las pocas que hicieron - diciendo que lo que más les había costado era
la "escena del beso". Ni siquiera los protagonistas de "Brokeback Mountain"
llegaron tan lejos, teniendo mucho más que perder y siendo los besos más
profundos, atormentados, variados, "reales", sus aproximaciones más
físicas y sus separaciones más prolongadas. Y aquí entra la polémica ¿Los
protagonistas se besan?



Los tópicos sobre "las culturas" a las que pertenecen ambos protagonistas
siguen circulando, aunque no siempre del mismo modo, aumentadas hoy por los
fantasmas de la islamofobia y el llamado unilateralmente "terrorismo".
Aunque en el caso de la cultura vasca las excepciones y la cercanía de la
falacia implícita hayan hecho saltar por los aires el topicazo de la
supuesta asexualidad del pueblo vasco, mostrando una diversidad equivalente
a cualquier otra zona del Estado Español, a pesar del indiscutible peso de
instituciones como La Iglesia . El caso marroquí, con sus avances y
retrocesos en materia de derechos sexuales, con su doble moral y sus
excepciones, tampoco es extrapolable al personaje de un filme, pero en
ambos se reproducen algunos elementos que se repiten: la pandilla, la
cuadrilla, el grupo de chicos "solo varones" y la vivencia de la
masculinidad de cara al exterior o en la intimidad, incluso si la
delincuencia proveniente de los países del Sur de Europa pueda venir de
muchos de ellos, y estar ya instalada a causa de la propia y más o menos
reciente desestructuración socioeconómica del continente o ser un elemento
esporádico. Es cierto que en algunas zonas de Marruecos todavía los jóvenes
varones no suelen mezclarse demasiado con las jóvenes hasta la edad de
contraer matrimonio pero suponer que siempre es así también es caer en el
lugar común, la brocha gorda, ya que se trata de una herencia cultural que
se erosiona con los cambios temporales y los nuevos modelos a pesar del
peso de la religión y las leyes represivas respecto a la "homosexualidad en
público" que se aplican de forma arbitraria. [ii]

La idea del "matriarcado vasco" aparece en las figuras de mujeres mayores
(incluyendo a las asistentes sociales, que pasan de benefactoras a
delatoras con mal sabor de boca) que aparecen en la película a lo que se
une que ambas están marcadas por la ausencia del padre. La pandilla ejerce
ese papel , pero ambas son pandillas de pequeña delincuencia para
sobrevivir en el primer caso y de un machismo y una masculinidad ostentosa
y homófoba en el segundo donde no tiene cabida la amistad íntima y el
amor-deseo incipiente entre Rafa (Germán Alcarazu) e Ibrahim (Adil
Koukouh), dos chavales bilbaíno y marroquí respectivamente con quince y
diceseis años, que se enamoran en un Bilbao triste, marginal, neblinoso,
contaminado, suburbial, despojado de todo atisbo de glamour.

Las pandillas a las que pertenecen originariamente ambos, la cuadrilla del
colegio donde acude el sensible e inseguro Rafa y el hogar de acogida algo
carcelario donde reside Isra, son microcosmos asfixiante para un amor, así
de entrada, nada sencillo. Tampoco es sencillo para el director que se
mueve con la escurridiza barrera de la mayoría de edad a punto de llegar
para el joven marroquí pero no para el otro protagonista, Rafa. Sin
embargo desde aquellos "quince años tiene mi amor" del Dúo Dinámico
hemos aprendido que en el caso del colectivo LGTB el arma de la llamada
"edad de consentimiento" (empleada por Tatcher para la confección de
leyes abiertamente discriminatorias, incluyendo las de censura en las
escuelas) bien puede ser un instrumento homófobo como la frase tópica de
"la fase pasajera" que tanto sufrimiento e incomprensión ha provocado y
sigue causando.



Un elemento que sin salirse del tópico contiene ciertos elementos de verdad
es que tanto en la adolescencia en el país vasco como, sobre todo, en la
adolescencia en Marruecos o en los varones marroquíes se da una separación
simbólica entre hombres (chicos) y mujeres (chicas) que ha disminuido
bastante sobre todo en el caso de las costumbres cambiantes en los últimos
años en las grandes poblaciones de Euskadi, pero que no deja de pesar, de
forma algo desfasada o no, sobre los protagonistas de A escondidas. Sus
clanes ni siquiera se mezclan con las chicas, favoreciendo la consabida
"homosocialidad" aunque Rueda deja bastante claro que la relación entre
Rafa e Ibrha va más allá de la amistad casi desde los primeros diez
minutos del filme en el que los presenta intercambiando miradas en el
interior de un lavabo público, en breves imágenes mentales, o saltos
espacio-temporales que pueden coger por sorpresa al espectador. Por otro
lado, en sucesivas entrevistas, el realizador habla del encanto y la fuerza
de "un primer amor".





Adolescencias queer, tránsitos migratorios y la historia de un beso



Según sus propias declaraciones para televisión, Mikel Rueda quería rodar
una historia de amor entre dos chicos en la adolescencia, un tema semitabú
(en el caso del amor homosexual) y novedoso ("el público todavía se
revuelve en la butaca si tienen quince años"). No obstante esto conlleva a
una pudibundez algo exagerada en sus expresiones de afecto, a una enorme
tensión sexual no resuelta y olvida el director ejemplos anteriores como
"Krampack" de Cesc Gay o la británica, de trasfondo a la vez teatral y
realista, "Beautiful Thing" de Hettie McDonald por no hablar de los
cortometrajes de Antonio Hens ("En malas compañías") o François Ozon. O
la herencia desnuda de ese pionero del cine vasco y del cine español LGTB y
políticamente comprometido que fue Eloy de la Iglesia, que aquí parece
haberse esfumado aunque también trató temas como la marginalidad, el
racismo, la exclusión social y la homofobia en contextos urbanos degradados
aunque desde soluciones narrativas muy lejanas al primor con el que Rueda
ha concebido su melodrama romántico y social. No estamos ante un relato
demasiado original, si bien la desestructuración social producida por la
llamada "crisis" y el aumento de la inmigración del Norte de África haya
revitalizado la actualidad de sus temas así como el hecho de que se
empiece a hablar del bullyng homofóbico como consecuencia de la mayor
visibilidad gay conseguida a finales del siglo XX. Tal vez lo más valioso
de su filme sea la firmeza (entre bella y sórdida) de su transfondo social
incluyendo temas como la inmigración, el heterosexismo, el racismo y la
invisibilidad de otras sexualidades en ambientes marcados por
circunstancias sociales adversas o moldes sociales poco dúctiles donde solo
existen (como dicen las asistentes sociales) palabras como "amigo",
"novia", "tu colega", "tu barrio", "tu chamizo" que se acentúan en
localidades o pueblos pequeños…

El realizador se siente especialmente satisfecho de la espontaneidad de
Joseba Ugalde en el papel de Guille, el mejor amigo y confidente de Rafa
(secretamente enamorado de él, lo que complica un poco el filme y abre, a
la vez que colapsa, algunas interpretaciones) particularmente en la escena
de la despedida en la que le entrega sus ahorros y le dedica unas sentidas
palabras. Una escena, no obstante, demasiado cercana al melodrama donde se
mezclan la intensidad y el exceso. Guille, que ha intentado llevar a Rafa
al lado hetero de la pandilla, vence sus celos hacía Ibrahim y le desea
suerte en su loca aventura, una secuencia que, sin duda, reside en la
interpretación de Ugalde y su capacidad de emocionarse ante la cámara. No
obstante en general A escondidas no acaba de transmitir sensaciones
fuertes, su tristeza tiene algo de lánguida y resignada como inevitable
parece que Rafa e Ibrahim no van a llegar a tener un encuentro sexual y
que finalmente las leyes de inmigración los separarán definitivamente. En
un momento en el que Rafa, instado y casi empujado por la pandilla, va a
besar a una chica a la que suponen "su novia", Guille le incita a que
practique el morreo ante el espejo y con sus propios labios frente al
cristal. Pero en su ensayo, una de las mejores secuencias del filme, no
sabemos si Rafa está cediendo a esa presión que va contra sus cediendo,
ejerciendo un contra-narcisismo instado por un consejo que suena a falso o
besando en su mente a Ibrahim que ya ha entrado en su mente y su corazón.
En cualquier caso la escena produce sentimientos encontrados cuando Rafa se
besa "a sí mismo para complacer a otros/as"

La película comienza con un patético y frustrado intento de hurto por parte
de Ibrha en una tienda de alimentación. Lo salva de la policía y de las
señoras mal encaradas que regentan el local un compañero marroquí en un
gesto de solidaridad racial. Pero este compañero desconocido quiere
introducirlo en una red de tráfico ilegal de medicamentos de la que Ibrha
se aparta para estar junto a su nuevo amigo con el que inicia un romance, a
pesar de la timidez de ambos. Si Rafa aparenta quince años, Ibrha, más
fuerte- en apariencia y presencia- pero también de aspecto algo más torpe,
bien puede aparentar dieciocho. Es evidente que el chico marroquí, es, en
cierto sentido, el objeto sexual del filme, como podemos apreciar cuando se
quita los pantalones para que su amigo le cure en la pierna una herida
sufrida durante una de las muchas persecuciones que contiene la segunda
parte de la película. Es también un chico al que la experiencia ha hecho
desconfiado, no solo de profesores/as de español o asistentes sociales sino
sobre todo de "la policía española" y sus actuaciones arbitrarias,
violentas, racistas y desconsideradas, contra la que arremete en un acto de
solidaridad con el director del centro (Alex Angulo, en el final de su
carrera) donde se encuentra recluido y en el que pasa las noches. Ese
momento crucial que ellos han llamado escena del beso y que sin duda ha
decepcionado a un amplio sector del público ante la presencia física de
Ibrahim y el evidente deseo de Rafa. Un beso que tarda en llegar y que es
ridículamente casto. Rueda presume de la valentía de hablar de la
homosexualidad entre menores de edad pero si "no hay contacto físico"
muchos espectadores con prejuicios pueden, todavía hoy, tomarlo por una
amistad íntima aunque el director incluya apuntes verbales para bloquear
varias veces esta interpretación.

Todas sus aproximaciones se verán frustradas y al final se impondrá el
melodrama romántico y social separándolos para siempre. Rueda ha conseguido
un filme que se queda a medio camino. En esa carretera que vemos al
principio y al final reconocemos ecos de su admiración por Gus Van Sant
(Mala noche, My own private Idaho); temas como la xenofobia y las leyes de
inmigración surgen al igual que la homofobia juvenil, el desarraigo, y la
ruptura de la soledad o su reencuentro con la soledad pero nada es
desarrollado como no se desarrolla esa relación que comienzan los dos
protagonistas siempre a punto de demostrarse afecto pero atrapados en la
autorepresión o sujetos a los dictados de un entorno filmado con ritmo
lánguido, bellas imágenes, buena música pero escaso entusiasmo por
desarrollar la pasión que enciende y levemente lastrado algún exceso
efectista y melodramático en el resultado final.

El plano final de Rafa sentado solo y pensativo, triste y nostálgico en su
pupitre, acariciando ese amuleto de poderes ocultos nos dice que A
escondidas es un inteligente pero algo desabrido, asexuado y previsible
alegato contra la intolerancia; que toca muchos puntos de desarraigo social
(en el que los/as asistentes sociales juegan un papel poco o nada efectivo
en la práctica y la policía una función meramente represora y con tintes
racistas), pero no se permite nunca llegar demasiado lejos.



Estamos pues ante un buen filme, pero altamente frustrante, sobre todo
después de oír las declaraciones de sus dos protagonistas, dos jóvenes casi
debutantes. Ambos coinciden en lo arduo que fue "la escena del beso". Una
escena que apenas llega a materializarse.



Rueda opta por mostrar breves sueños de Rafa e imágenes desorganizadas
temporalmente para contarnos la atracción creciente entre los dos
muchachos. También se vale de juegos competitivos donde deben, de una u
otra forma, demostrar su fortaleza, destreza o virilidad de cara a su
propio grupo y contra "el otro" como en esos torneos de waterpolo en la
piscina cubierta donde la rivalidad se convierte en miradas cómplices y
reacciones inesperadas que hacen sospechar a unos y otros que "algo raro
está pasando". Aún hoy en día entre los estudiosos del género y la
sexualidad -en su vertiente más oficialista, conservadora y/o científica-
hay cierta resistencia a utilizar términos como masculinidad o
heterosexismo en tanto que en los grupos sobre masculinidades, allí donde
empiezan a existir, siempre se cuestiona la masculinidad en relación con la
opresión de la mujer y rara vez en relación con la homofobia, el
heterosexismo o la transfobia u otras vivencias diferentes de la
masculinidad, diferentes e incluso opuestas a las hegemónicas. En este
sentido A escondidas teje una serie de subtemas interesantes como la
relación de la masculinidad con la raza, de la homosexualidad con la
vivencia de una masculinidad adolescente no necesariamente distinta pero
si camino de la marginalidad o marginación y el abandono de la pandilla
como uno de los elementos todavía persistentes de agrupación en los
lugares donde la masculinidad y la homofobia se construyen como primas
hermanas, unidas a concepciones vagas en torno al honor, la raza, la lucha
y la pertenencia o la exclusión.























-----------------------
[i] Valencia, Sayak. Capitalismo Gore. Editorial Melusina. 2005.

[ii] Whitaker, Brian Amor sin nombre. La vida de los gays y lesbianas en el
islam. Editorial Egales,
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