A Symbolism Perspective

June 8, 2017 | Autor: M. Vizcaíno Pina | Categoria: Symbolic Anthropology (Anthropology)
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GEOGRAFÍA URBANA DEL PODER EN LIMA. UNA PERSPECTIVA SIMBÓLICA Urban Geography of Power in Lima. A Symbolism Perspective María José VIZCAÍNO PINA Instituto de Iberoamérica, Universidad de Salamanca. [email protected]

RESUMEN: Las relaciones de poder se han estudiado de múltiples modos; aquí se aporta una perspectiva antropológica que busca en el simbolismo de las ciudades una explicación a las relaciones de poder. Lima ha sido una ciudad caracterizada por un centralismo simbólico y real a lo largo de los siglos a nivel nacional e internacional, así como una urbe cuyo rasgo prioritario ha sido ser foco receptor de las migraciones rurales del Perú, de ahí la importancia que supone descender del nivel nacional al de ciudad para entender si existe en ésta una organización espacial de las personas según poder político-económico, organización que posibilite comprobar si la ciudad de Lima sigue el patrón clásico que liga centro urbano al hábitat de los poderosos, o si más bien se da una ambigüedad, complementariedad de usos donde también los tugurios tienen un espacio relevante en el espacio no sólo arquitectónico, sino también social; asimismo, se aborda el espacio social que suponen los barrios de la periferia. Palabras clave: urbanización, centro, periferia, simbolismo, migraciones, poder, Lima. RESUMEN: Power relationships have been studied from different points of view; here it is used an anthropology perspective that looks for from the Symbolism perspective of the cities an explanation about power relationship. Lima has been a city characterized by a symbolic centralism and real during centuries as national like international level; also it has been a city characterized by receiving numerous rural migrations from different parts of Peru, because of that it is important to go down from national level to city level to understand if there is an spatial organization related to political and economic power. Thus, we will see if Lima has the classic pattern where the city center is the space of the powerful people, or however, if it exists complementary and ambiguous uses where the slums have relevance on the social space; finally, it is analyzed the peripheral places. Key words: urbanization, inner city, periphery, symbolism, migration, power, Lima.

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ÍNDICE I. INTRODUCIÉNDONOS EN LA CIUDAD II. MARCO TEÓRICO. URBES, SU COMPLEJIDAD Y SIMBOLISMO II.1 La ruralidad urbana II.2 ¿Centro urbano- Centro de poder? El Simbolismo urbano II.3 Centro y Periferia. Qué, Dónde, Cómo III. HABITANTES. MIGRANTES “INVASORES” Y LOCALES IV.CIUDAD COMO ESPACIO HEREDADO. CIUDAD COMO EXTERIORIZACIÓN. CIUDAD COMO COSTUMBRES SOCIALES IV.1 Los grupos y la ciudad V. INVESTIGACIÓN. ENTRANDO EN MATERIA URBANÍSTICA LIMEÑA. LOS GRUPOS SOCIALES. V.1 ¿Segregación socio-espacial? V.2 Posición socio-urbana en suelo latinoamericano. La comunidad V.3 Migraciones latinoamericanas VI. LA HISTORIA VI.1 Ciudades abandonadas. Ciudades construidas urbanísticamente VI.2 Espacios micro y macro. Su intercambiabilidad, repetición o al menos, complementariedad. VI.2.1. Proceso de metropolización. Tugurios, pueblos jóvenes, urbanizaciones populares. VII. MAPAS Y USOS DE LOS CENTROS DE PODER GEOGRÁFICO PRECOLOMBINOS... E INDEPENDIENTES DE LA CORONA ESPAÑOLA. VII.1 La fundación de la Ciudad de los Reyes. Su simbolismo VII.2 Dualidades VII. 2. 1. La Plaza de Armas VII. 2.1.1 Dibujo urbanístico de poder VII. 2.1.2 Actividades religiosas y mercantiles VII. 2.1.3 La huída del centro VII. 2.2. La Muralla VII. 2.3. Santiago del Cercado VII. 2.4. Ubicación del Matadero VII. 2.5. Alameda de los Descalzos VIII. CONCLUSIONES XIX. BIBLIOGRAFÍA

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I. INTRODUCIÉNDONOS EN LA CIUDAD “La ciudad como espacio de comunicación, la ciudad expresaba el nacimiento de la modernidad como realidad política antes que como realidad económica, hecho que siempre conviene recordar”, así comienza Eduardo Ballón (2006) a posicionarse para destacar que la heterogeneidad, multiplicidad de enlaces, cauces e intersecciones de las ciudades eviten mirarse desde la simplicidad de un estructuralismo que vea sus calles vacías de gente, o de movimientistas que se mueven desnudos por la invisibilidad de la estructura ciudadana. El pasado construye el presente, y el momento actual se rompe y reconstruye consecutivamente, así como Teotihuacán, “one of the largest pre-industrial cities in the world” (Millon, 1969: 107) se hacía a través de habitaciones alrededor de patios, con “exterior walls were faceless, with no windows and infrequent doors” permitiendo así “be alone in the middle of the crowded, noisy city”, así los barrios limeños de Miraflores o San Isidro se configuran hacia dentro de sí mismos, huyen los ricos del centro urbano: en busca del barrio exclusivo (...) Ahora se han rodeado de murallas, policías privados, perros, alambradas. Evitar la imagen incómoda del pobre. Esas minorías pueden edificar sus vidas en el interior de un circuito que uniendo al hogar con el trabajo, el colegio y la universidad, no implique transitar por los barrios populares (Flores Galindo, 2001: 189).

Es decir, antiguas ciudades y grandes metrópolis todavía encuentran puntos de encuentro, aunque las funciones del cerramiento espacial en las ciudades sea distinto -unas para encontrar la calma absoluta, el aislamiento dentro del bullicio urbanita, otras para aislarse poderosamente del “populacho ruidoso”-. Perú, centro del Virreinato español del que Lima fue la capital, sufrió una repentina urbanización desde los años 40; igual, aunque en menor medida, ocurría en otras áreas urbanas. Un crecimiento de población urbana en todo el Perú que pasó de 35,4 % en 1941 a 47,4 % en 1961, según datos ofrecidos por Jacqueline Weisslitz (1973: 111). El concepto de urbanización, así como el de ruralización requieren de una definición aclaratoria. Castells, basándose en el censo peruano de 1961, define población urbana como “población de la capital de un distrito, así como todo centro de población que tiene características urbanas, tales como calles, plazas, servicios de conducción de agua, electricidad, etc, y cuya población es igual o superior a la de la capital” (Weisslitz, 1973: 112). Así, por tanto, la urbanización supondría la creación de población urbana que no siempre fue tal, y que ahora, se dirigiría hacia la integración o simple implantación de minorías rurales en la ciudad. Lima y las minorías han estado ligadas. La psicología norteamericana del período de entreguerras ideó el concepto de “personalidad marginal”, término que Weisslitz usa para analizar “la integración de las minorías étnicas en la sociedad nacional” (1973: 114). En Perú se habrían producido intensos movimientos migratorios hacia la ciudad como consecuencia, considera Weisslitz, “de la crisis económica y social del mundo agrario posterior a la Segunda Guerra

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Mundial” (1975: 118), no olvidando asimismo los desequilibrios estructurales que existían en la época ¿y ahora?- entre Sierra y Costa. Y es aquí donde el concepto de personalidad marginal toma asiento, por cuanto en los análisis que sobre migraciones se hacían en los 70, “el migrante” que se establecía en las barriadas limeñas era generalmente “un serrano”, es decir, partía de unas condiciones sociales caracterizadas por la necesidad de integración en el marco nacional. Urbanización, migración y marginalidad establecen relación, sea cual sea ésta; pero qué ocurre con la ruralización. Eduardo Ballón es uno de los autores que ha escrito sobre la ruralización de áreas significativas de la ciudad de Lima, consecuencia de la migración. Por tanto, no es el clásico concepto de éxodo rural que refiere a la vuelta a áreas rurales de amplios sectores de la población urbana; el concepto de ruralización que aquí se sigue hace hincapié en los rasgos característicos de la urbanización a la ciudad de Lima, aquélla que lejos de asimilarse al entorno de acogida, lo que hace es que transporta, mediante elementos culturales, simbólicos, laborales, su espacio rural. Con esta breve introducción se pretende situar al lector, a muy grandes rasgos, en el territorio espacial y teórico sobre el que se basa el presente estudio. Lima, urbanización, migraciones, espacio urbano, son algunos de los términos que ofrecen un marco general del tema a tratar. Para ser más precisos, la presente investigación trata de responder si el simbolismo urbanístico permite o no explicar las relaciones de poder. Es decir, si el espacio urbano como territorio físico constituido por barrios, calles, plazas es espejo de una situación de dominio o equilibrio social que existiera entre personas de distintas procedencias, clase social, nivel socioeconómico. Obviamente, antes de llegar a tales conclusiones y para completar este tema de investigación, es fundamental delimitar aquellos conceptos que, como “poder” por ejemplo, tienen significados polisémicos y su uso indebido podría crear confusión teórica para, al menos, indicar desde qué ejes conceptuales pivotan las propuestas teóricas que se proponen. Estos conceptos son, entre otros que irán surgiendo: campesinado, ciudad, dominación, migración, ruralización, simbolismo, slums, tejido urbano, urbanismo, urbanización. En tercer lugar, el objetivo general es determinar si en la ciudad de Lima ha existido, en los períodos que se consideran, una organización espacial de las personas según poder político-económico, que permita entender si esta urbe sigue el patrón donde el centro se reservaba al hábitat de los poderosos, a lugar de poder de decisión político-económico, o si más bien se podría dar una ambigüedad, complementariedad de usos donde también los tugurios1 tienen una relevancia en el espacio no sólo arquitectónico, sino social; del mismo modo, se analizará simbólicamente quiénes ocupan la periferia

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Los tugurios son pequeños habitáculos en el centro de la ciudad; son hogares donde viven muchas personas en un espacio reducido y de modo hacinado. En el apartado sobre migraciones y metropolización se amplía el contenido de este concepto.

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geográfica. Se trabajan teóricamente los procesos migratorios en la ciudad de Lima, pues se parte del supuesto de que la migración ha tenido una relevancia íntima en la configuración urbana de la ciudad. El objetivo no es determinar, mediante encuestas de población o censos poblacionales, el nivel socioeconómico, cultural de los miembros de cada una de las casas que habitan en los barrios seleccionados como muestra para estudiar. No se pretende una descripción detallada de los miembros individuales y sus características personales, sino que se proponen los objetivos desde una perspectiva simbólica y urbanística, conociendo a través de la arquitectura de los edificios2 y de sus funciones sociales, qué lugar ocupan en la estructura del poder, siendo así anunciadores del poder que ahí impera. Los objetivos específicos son, en primer lugar, hacer un recorrido histórico por las teorías del Urbanismo que permitan conocer cuáles han sido las consideraciones más exponenciales al escribir sobre geografía urbana del poder, es decir, cuáles han sido las teorías y cómo han visto organizado el territorio urbano en general; en segundo lugar, analizar de modo sucinto la clasificación de los tugurios, no centrado en un análisis histórico detallado, sino en cuanto al papel que han tenido en la organización geográfica del poder urbano; en tercer lugar, examinar el rol de los grupos de migrantes en la configuración geográfica de la ciudad de Lima, especialmente en el momento de la fundación de la ciudad y con la migración de finales del siglo XIX a la periferia; por último, analizar los espacios significativamente simbólicos de Lima en tiempos de su fundación. El planteamiento de los anteriores objetivos se fundamenta en la siguiente hipótesis. Se parte de la idea de que en Lima, grandiosa urbe con numerosos slums3, se ha producido una ruptura entre Estado y sociedad4 que se vislumbra en la distribución del espacio, de manera que existe una organización del espacio según quién lo habita. La hipótesis que, desde esta introducción se plantea, es que en Lima se ha producido una fragmentación de la tradicional concepción de la ciudad dividida en la oposición centroperiferia y se daría, sin embargo, una ambigüedad de cada una de estas partes de la ciudad, es decir, no se reduciría cada espacio a un significado unidimensional, sino que cada una de estas zonas urbanas estaría habitada por entornos tan diversos como tugurios o espacios turísticos, de representación y decisión política. En este sentido la Plaza de Armas de Lima puede ser un caso paradigmático. La presente investigación se fundamenta en dos justificaciones. En cuanto a la primera, se intenta dar un aporte comparado sobre la situación de los migrantes rurales peruanos a Lima y su inserción en determinados barrios de esta gran urbe, así como de la localización del poder socio-político. La 2

M. CRESPO RODRÍGUEZ, en su obra “Arquitectura doméstica de la Ciudad de los Reyes (1535-1750)” (2006) trabaja en detalle los edificios limeños y sus características arquitectónicas. 3 Se ha preferido utilizar esta palabra inglesa, en ocasiones, dado el elevado número de palabras que en español se usan para referir a tal concepto, pero que, sin embargo, tienen cada una de ellas unos rasgos específicos y delimitados a un área geográfica determinada. 4 Esta idea surge de la lectura de “Los rostros de la plebe”, de A. FLORES GALINDO (2001); a partir de ella, se amplía la consideración de la ruptura a tiempos anteriores a la presencia de un Estado-nacional, como fuera en los tiempos de la fundación de la ciudad.

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posibilidad de partir de un caso concreto, como es Lima, para analizar el modo en que el poder también se configura geográficamente, y hacerlo además no desde una perspectiva de la Demografía general, sino más bien desde la Geografía Humana, visto desde la Antropología Política-Simbólica5 y Urbana6, puede ofrecer detalles del poder cultural. Por tanto, la justificación es comprender los fenómenos de migración a las ciudades desde una perspectiva antropológica, explicar cómo los migrantes influyen en la organización territorial de las ciudades. Como se indica, la mirada del problema teórico que se plantea se hace desde la Antropología fundamentalmente, buscando cauces entre la Política-Simbólica y la Urbana. Por el momento, cabe señalar la relevancia de la Simbólica para analizar los temas urbanísticos. Velasco (2007), señala la importancia que los símbolos tienen en la percepción del Cuerpo y el Espacio. La alusión a Victor Turner al trabajar el Simbolismo es obligada, así Velasco reproduce una de sus frases clave y completa con su propia visión del tema, unas palabras que reúnen el Simbolismo con el Poder: Dominamos al mundo mediante signos y a nosotros mismos mediantes símbolos (Turner, 1975). Y efectivamente muchos los han imaginado como una fuente de poder, pero mientras que unos se tienen como dominadores, otros se han considerado “servidores” de ellos (Velasco, 2007: 13).

La justificación práctica anterior es complementaria a la personal. Oscar Lewis7 en los ochenta ya analizaba desde la Antropología la ciudad como lugar donde se insertan los migrantes; una década después comienzan replanteamientos del tema que ya no consideran la ciudad como un entorno espacial sin más. Safa (1995) observa ahora la urbe como “un territorio históricamente construido”, un lugar que no se concibe en exclusividad arquitectónica sino también en cuanto a los conflictos que ocurren “en torno a sus usos”, al espacio que los lugares ocupan y son ocupados en la ciudad. Éste es el interés-objetivo general del presente trabajo, ofrecer un análisis novedoso de cómo el poder se organiza urbanísticamente. Siendo los estudios sobre procesos de construcción de ciudadanía en Lima muy escasos (Ballón, 2006), se considera necesario un análisis que se centre en observar cuál es el contenido simbólico del centro, la periferia, y si existe o no una dualidad de usos en los distintos espacios de la ciudad; en palabras de Flores Galindo (2001), un ruptura Estado-sociedad que se observaba en la distribución de la capital peruana. Asimismo, la justificación principal para realizar este trabajo es la necesidad de poner de relieve cómo el lugar donde viven las personas tiene una explicación causal, que 5 Se utiliza una visión antropológica en el análisis de Lima, y tan sólo se indica que es una perspectiva simbólica y política –dentro de la amplia disciplina antropológica- para delimitar en el papel su campo de mira, pues, se es consciente de que cualquier espacio humano visto desde la Antropología incluye numerosos aspectos, como sea el Parentesco o la Economía. 6 La teorización en Antropología Urbana se introduce siempre con la polémica entre Antropología “en” la ciudad vs Antropología “de” la ciudad. La primera alude a temas de la Antropología clásica estudiados en la ciudad, es decir, microrrealidades sociales; la segunda analiza, sin embargo, el urbanismo y no realidades micro en la ciudad. F. CRUCES, en su trabajo “Símbolos en la ciudad. Lecturas de antropología urbana” (2006) introduce perfectamente esta discusión. En esta investigación se adopta una mirada desde la Antropología de la ciudad. 7 Antropólogo americano que destacó por sus análisis de Antropología Urbana de los años 60 del siglo XX. Relevante fundamentalmente es su trabajo sobre los migrantes tepoztecos a la ciudad de México, con la hipótesis de que es posible la migración sin desestructuración social, estableciendo una posición crítica respecto a las conclusiones expuestas por Robert Redfield en la década de los 40 en su estudio acerca de Yucatán (R. REDFIELD, 1941).

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sólo puede ser entendida mediante un análisis interno, profundo, teórico, en este caso de la simbología de la organización geográfica urbana. Por último, es preciso indicar el porqué de la elección de la ciudad de Lima, entre tantas otras grandes metrópolis latinoamericanas existentes. Los motivos son diversos, variados pero complementarios unos con otros. Lima es una capital que se ha caracterizado desde hace más de cinco siglos por ser un gran eje político, comercial, de preponderancia simbólica. Es una urbe sobre la que han girado las provincias peruanas. En tiempos del Imperio español, Lima lideró el intercambio comercial y de dominio con la Corona española en la Península. En tiempos contemporáneos, es la urbe de acogida de los migrantes rurales o de otras ciudades menores que desde la década de los 40 comienzan a llegar a ésta. Es decir, ha liderado las relaciones sociopolíticas y económicas exteriores, en palabras de Matos Mar8, el autor peruano que ha analizado los problemas del Perú, asuntos relacionados con la urbanización en América Latina, sobre las barriadas en Lima: La dominación interna se apoya en la dominación externa y responde a la organización de la sociedad nacional. Reposa principalmente en la concentración del poder en una sola ciudad, Lima, que domina todo el país. Social y culturalmente se basa en el sistema de clases sociales relativamente rígidas y en la manera como éstas participan y reciben los recursos sociales, económicos y políticos (Matos Mar, 1969: 21).

Matos Mar considera dos tipos de dominación que se retroalimentan: interna y externa. El texto es de finales de los 60, pero nos es útil, principalmente, por dos cuestiones. Una, su concepto de dominación se sigue para este estudio, por cuanto aborda distintos tipos de dominación -política, económica, social-, considera el concepto de clases sociales, así como segrega el de dominación en externa e interna, haciendo su contenido intensamente más complejo, y así, completo. La segunda razón se debe a que las circunstancias de dualidades diversas en el campo de la dominación continúan en vigor en distintos aspectos, como pueden ser “Costa vs Sierra”, “mundo urbano vs mundo rural”, “centro vs periferia”-, dualidades clave en el análisis de las posibles oposiciones barriales en la ciudad de Lima: Los grupos de poder nacional en realidad se aglutinan y sólo tienen sentido y explicación en este engranaje. Ambas dominaciones, la externa y la interna, se conectan en grado mayor o menor con el poder militar y la iglesia, los que cada vez más toman conciencia de esta situación y expresan rebeldía a través de variadas manifestaciones (Matos Mar, 1969: 24).

El trabajo de fin de máster que aquí se plantea parte de un análisis cualitativo de bibliografía histórica, antropológica, urbanística, monografías; asimismo, se basa en otras fuentes de datos como son los mapas geográficos de las ciudades, archivos documentales. Se pretende realizar una investigación descriptiva, siendo las unidades de análisis los barrios o lugares del centro de Lima y de la periferia que sean representativos de lo que se entiende por centro y periferia, conceptualizando ambos 8

Sobre J. MATOS MAR es preciso revisar no sólo sus diversas colaboraciones con el Instituto de Estudios Peruanos como “Perú Problema” (1969), -publicación que él dirigió y en la que colaboraron autores como Salazar Bondy, escritor del brillante ensayo “La cultura de la dominación” (1968)-, sino también sus libros completos como puedan ser “Las barriadas de Lima” (1957) o “Urbanización y barriadas en América del Sur” (1968).

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términos tanto geográfica como socialmente. Para la descripción de estos barrios nos servimos de mapas de la ciudad que indican dónde se ubican o se han ubicado edificios históricos, entornos turísticos, tugurios, viviendas oficiales subvencionadas que se han considerado históricamente relevantes en la urbanización de la ciudad. Para la descripción del centro se analiza el área que ha ocupado y ocupa la Plaza de Armas y sus alrededores, como Santiago del Cercado, el Matadero o la Alameda de los Descalzos en los primeros siglos de existencia de la ciudad, así como la Muralla que delimitaba lo que quedaba dentro de la ciudad. En cuanto a las áreas periféricas, son destacadas las urbanizaciones de Miraflores, San Isidro, Magdalena, haciendo hincapié en el Paseo de la República que une el centro histórico con la zona de San Isidro y Miraflores, o la Avenida Arequipa y Avenida Brasil que enlazan el centro con Miraflores y Magdalena, respectivamente. La “imagen 2” refleja este espacio. El período que se analiza, aunque tiene como base un largo recorrido histórico desde la fundación de la ciudad de Lima, se centra fundamentalmente en el siglo XVII, y desde mediados del siglo XIX a mediados del siglo XX. Por último, la organización en el papel de este TFM se estructura en tres partes. La introducción aborda un recorrido sucinto por las grandes teorizaciones sobre la Ciudad. En segundo lugar, en el marco teórico se comienzan a ligar las teorías generales y los conceptos fundamentales sobre urbanismo con el proceso específico de migraciones y/o urbanización en Lima. Por último, todo el proceso teórico anterior toca tierra en la ejecución de la investigación con la historia urbana y “macrocefálica” de Lima. II. MARCO TEÓRICO. URBES. SU COMPLEJIDAD Y SIMBOLISMO La organización urbana de la ciudad de Lima requiere retrotraernos a todo el pasado migratorio para entender, en primer lugar, por qué la gente emigra ahí y no a otras grandes urbes. Según los estudios del Departamento Nacional de Educación y Cultura de Perú (DNEC) es a partir de la década de los 50 que la migración rural a Lima se habría acentuado, buscando entre las causas de tal movimiento la crisis económico-social del mundo agrario después de la Segunda Guerra Mundial (Weisslitz, 1973). La ciudad de Lima acogía en 1961 un 39,9 % de los migrantes del Perú, siendo a su vez el lugar donde vivía un 50% de la población urbana del país. Es decir, la mitad de las personas que vivían en ciudades en todo el Perú lo hacía en Lima capital. Este dato no es baladí, ya que se consideran dos puntos destacables para el estudio que presentamos: población urbana y las migraciones que van formando parte de ésta. Esta relación que se establece entre urbanismo y migraciones es considerada, entre otros, por Weisslitz (1973). La autora resalta la existencia de una relación directa entre los recursos económicos, culturales y sociales del migrante y el lugar de la ciudad donde se asienta.

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Las migraciones no son ajenas a la marginalidad en las ciudades. En la introducción se aludió al concepto de personalidad marginal, aquél que refería a grupos étnicos que se implantaban en determinadas áreas. Es precisamente este tema el que Weisslitz trataba al establecer una relación directa entre el área donde se establece un migrante y todo su acervo de recursos socio-económicos y culturales. El término de marginal presenta enormes connotaciones, señalando solamente algunas de éstas, puede referirse a la antes denominada identidad de grupos étnicos que se implantan en entornos nacionales determinados, a los márgenes de los folios de papel, y centrándonos en términos urbanísticos, pudiera ser el ejemplo de las avenidas marginales portuguesas -avenidas marginais-, aquéllas áreas urbanas que quedan junto a la zona de playa, o los barrios marginales de las ciudades españolas donde se hacina la pobreza y el olvido social; dos son los “hábitats marginales” que generalmente se encuentran dentro de la estructura urbana limeña, tugurios y barriadas, los cuales, aún con diferencias destacadas, “son grados distintos de un mismo proceso de desarrollo urbano” (Weisslitz, 1973: 126). El tugurio se localizaría en el interior de la ciudad tradicional, en las áreas más empobrecidas, mientras que la barriada -o pueblos jóvenes, “denominación púdica” según la autora- sería una creación latinoamericana de los procesos masivos de urbanización, mediante invasiones de terrenos públicos o privados por grupos de familias que, con el tiempo, pretenderán validar sus derechos sobre el terreno. Se presentan así dos términos relevantes para entender la geografía urbana del poder en Lima, tugurio y barriadas. Lugares ambos cuyas características se desarrollarán más adelante. II. 1 La ruralidad urbana Henri Lefebvre y Eduardo Ballón han sido dos de los autores que, uno por tratar filosóficamente cuestiones de urbanismo, otro por estudiar su país, el Perú, han abordado la existencia de poblaciones rurales en la ciudad. Lefebvre, en su trabajo de finales de los 60 -“El derecho a la ciudad”-, todo un tratado filosófico sobre suburbios, industrialización, urbanización, hace una consideración esencial: entre las mallas del tejido urbano9, persisten islotes e islas de ruralidad “pura”, territorios a menudo pobres (no siempre), poblados de campesinos de edad, “mal adaptados”, despojados de todo lo que constituyó la nobleza de la vida campesina en las épocas de la más grande miseria y opresión. La relación “urbanidad-ruralidad” no desaparece por tanto; por el contrario: se intensifica. Ello ocurre incluso en los países más industrializados. Esta relación interfiere con otras representaciones y otras relaciones reales: ciudad y campo, naturaleza y ficticidad, etc. Aquí y allá las tensiones se convierten en conflicto, los conflictos latentes se agudizan; aparece entonces a plena luz lo que se ocultaba bajo el “tejido urbano” (Lefebvre, 1969: 27).

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Explica Lefebvre lo que quiere decir con tejido urbano: esta metáfora no es lo bastante clara. Más que un tejido desplegado sobre el territorio, estas palabras designan una cierta proliferación biológica y una especie de red de mallas desiguales que deja escapar a sectores más o menos extensos; aldeas o pueblos, regiones enteras. (...) El tejido urbano puede distinguirse utilizando el concepto de ecosistema, unidad coherente constituida alerdedor de una o varias ciudades, antiguas o recienes. Pero esta descripción corre el riesgo de dejar al margen lo esencial. En efecto, el interés del “tejido urbano” no se limita a su morfología. Es el armazón de una “manera de vivir” más o menos intensa o desagredada: la sociedad urbana. Sobre la base económica del “tejido urbano” aparecen fenómenos de otro orden, de otro nivel, el de la vida social y “cultural” (H. LEFEBVRE, 1969: 26).

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Es decir, Lefebvre rompe la percepción que pudiera existir de espacio urbano como un ente homogéneo habitado en exclusivo por “urbanitas”10, y lo observa más bien como un espacio –“tejido urbano”- bajo el que se vislumbra la existencia de otras procedencias, de miembros de otros ambientes culturales, de una ruralidad que excavó su lugar en la gran urbe, acabando así con la teórica oposición campo vs ciudad y surgiendo más bien, no la destrucción de esta dualidad, sino su presencia visible al encontrarse en una misma tierra espacial, aunque separada consciente o inconscientemente, como es el caso de los barrios pobres vs barrios ricos en Lima, o lo que Flores Galindo llamaba la “ruptura EstadoSociedad” que se encontraría en la distribución del espacio en Lima (2001). Ballón, con la pretensión de dar ciertas claves para analizar mentalmente la ciudad del siglo XXI, define la desurbanización, la ruralización y el descentramiento de la ciudad, concibiendo -y este punto es el relevante para nuestro objetivo de investigación-, estos diversos procesos por los que atraviesa la ciudad como aspectos determinantes del modo en que se vive la ciudadanía, es decir, “las maneras en que el ciudadano experimenta las transformaciones de la ciudad” (Ballón, 2006: 32). Siendo los anteriores procesos hechos que han tenido lugar en Lima, cabe considerar brevemente lo que entiende Ballón por cada uno de ellos11. La desurbanización, por cuanto interés nos suscita el concepto de urbanización, es: la reducción progresiva de la ciudad que realmente es usada por los ciudadanos; el crecimiento y la fragmentación en el caso de Lima llevan, por un lado, al desuso de distintos espacios que antes fueron públicos (Ballón, 2006: 31).

Complemento de la desurbanización es el proceso de ruralización de “áreas significativas” en la ciudad de Lima, consecuencia de la migración, como veremos más adelante a través de la imagen de los muladares12 en el centro de Lima. Por último, “la pérdida de centro” es el contenido de lo que Ballón denomina descentramiento de la ciudad, aunque para el caso que estudiamos el centro siempre fue significativo. La intención de esta investigación es conocer si en la ciudad de Lima existe una organización espacial de las personas, según poder político-económico, que nos dé las claves para saber si el centro se reserva al hábitat de los poderosos, a ser lugar de poder de decisión político-económico, o se da, sin embargo, una ambigüedad, complementariedad de usos donde también los tugurios o barriadas tienen una relevancia en el espacio no sólo arquitectónico, sino social. Pero antes de la búsqueda de esta ausencia o existencia de centro político y económico -centro que para Ballón habría dejado de darse como consecuencia de la desvalorización de lugares que tenían tal papel, facilitando ello “la segmentación de los habitantes”-, es imprescindible conocer si la percepción teórica que se tiene, el patrón clásico 10 Dícese de la persona que vive acomodada a los usos y costumbres de la ciudad (consultado en julio de 2012 en la web de la Real Academia Española). 11 La aportación de E. BALLÓN (2006) sirve para conectar con las definiciones de urbanización y ruralidades de Castells antes referidas. 12 Lugar o sitio donde se echa el estiércol o la basura de las casas (Real Academia de la Lengua Española, consultado en julio de 2012).

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postulaba centro espacial de la ciudad como centro ideológico de poder, ha sido realmente así en la literatura urbanística y simbólica al respecto, o si se ha visto modificada, porque como Le Corbusier escribía “la muerte no sólo les llega a los seres vivos, sino también a sus obras” (Le Corbusier, 1971: 57). II. 2 ¿Centro urbano- Centro de poder? El Simbolismo urbano Obviamente no es el mismo posicionamiento teórico el centro urbano que postulara la Carta de Atenas allá por 1942, que el centro que dibujan los mapas australianos, donde la parte nuclear es el área del Pacífico, y no Europa. Elementos de gran altura para indicar lugares donde residen poblaciones o zonas sagradas es un ejemplo para investigar si a lo largo de la historia se han ido configurando patrones socio-urbanísticos que se convierten en “universalismos”13 humanos; en Lima se dieron, como se verá más adelante, desde sus orígenes. Kevin Lynch, aunque con otra intención teórica, muestra algunos: Al referirse a la agricultura en las islas Trobriand, cerca de la costa de Nueva Guinea, Malinowski describe las altas arboledas que se yerguen por arriba de los matorrales y claros de la selva y que indican la existencia de aldeas o de grupos de árboles que son tabúes. En forma análoga, altos campanarios señalan la ubicación de pueblos a lo largo de la chata llanura veneciana, y los elevadores de grano, las poblaciones del Medio Oeste Norteamericano (Lynch, 1984: 152).

Otro ejemplo de estos elementos es el de los cipreses. En el Parque de El Retiro en Madrid se da muestra de ello. Allí, en una muestra de cipreses elegamente cortados para embellecer el área de esparcimiento, se explica cómo estos árboles han tenido un amplio simbolismo descriptivo, orientador en los diversos entornos humanos. Una de sus funciones era avisar, en el desierto, al viajero de los lugares donde había agua. Otra función era indicar dónde se encontraban los cementerios. El cementerio de Campo de Ourique, un barrio en la parte alta de Lisboa, es una muestra de ello; entrando a la ciudad se observan las copas de los cipreses ocupando toda el área funeraria. Ejemplo éste que muestra la importancia de abordar el análisis urbanístico desde una perspectiva simbólica compleja. Para tampoco situar la investigación como aliada incondicional de los posibles universalismos existentes citados, es necesario realizar una búsqueda teórica para saber si el patrón clásico de las ciudades ha sido centro vs periferia, áreas favorecidas vs áreas marginales. Es decir, lo que se postula aquí es la existencia de simbología urbanística que unas veces se repite en áreas muy distantes de la tierra, mientras que en otras varía considerablemente, de ahí los riesgos de partir de la creencia que estableciera centro y periferia en oposición, porque variaría según el lugar, precisando así de ubicar culturalmente la ciudad de Lima. Valgan algunos ejemplos para representar esta explicación.

13 El debate universalismo vs relativismo cultural ha sido reiterado en la Antropología Social. Aquí, sin embargo, simplemente se alude a los universalismos como aquellos procesos y/o conductas socio-culturales que han sido recurrentes en diferentes momentos y lugares, pensándolos caracterizados por ciertos rasgos comunes. El ejemplo sería el simbolismo que el ciprés tiene, la altura de las construcciones que más adelante se comentará, o el embellecimiento exterior de los edificios.

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En China septentrional, si alguien pregunta para que le orienten dónde está determinada calle, la respuesta se dará siguiendo la brújula, es decir, Norte, Sur, Este, Oeste; no hay referencia, como en América Latina o Europa, a izquierda o derecha. Otro apunte también relevante desde la perspectiva simbólica, que se deriva del anterior, es cómo este sistema de orientación en el espacio se hace desde una mirada general, exterior al individuo (Lynch, 1984: 155) y se opone, de este modo, a la premisa de Le Corbusier de que las dimensiones en la dirección de directrices urbanas debe hacerse decididamente a escala del ser humano. La necesidad de ubicar culturalmente la ciudad de Lima se hace más obvia si se señalan, además de lo dicho, cuestiones como por ejemplo la existencia, en la mencionada área china, de una fundamentación religiosa de Norte como elemento negro, de mal; frente a Sur, elemento rojo, de alegría, de vida, de sol (Lynch, 1984). Sería interesante analizar en detalle la influencia pre-incaica, inca, española para observar si su cosmogonía, como en el caso de China, ha tenido reflejo en la organización urbana de la ciudad de Lima; si bien aquí no hay espacio para este análisis complejo, la influencia inca se ha encontrado por ejemplo en la modificación de materiales desde los primeros tiempos de la ciudad de Lima. El devenir del tiempo y con él, sus ideas. El crecimiento espontáneo de las ciudades. Los planeamientos urbanos para la mejora de estos entornos. Todos son aspectos que dejan su huella, más o menos pesada, en la geografía urbana. Para completar el párrafo anterior, resulta conveniente explicar brevemente en qué consistió el contenido del manifiesto urbanístico redactado para el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna por su trascendental interés posterior en la teoría urbanística, en la obra por ejemplo de Le Corbusier, así como la influencia de éste en el Plan Piloto de Lima de 1949. Los elementos más destacables de la Carta de Atenas, por nuestro interés de estudio, son los siguientes: los barrios de vivienda se localizarían en los territorios de la ciudad más favorables para la población, favorables en cuanto a clima, topografía; densidades de población que sean consecuentes con el área, es decir, no excesivas; construcciones altas y separadas para tener el mayor espacio de suelo posible a ocupar con áreas verdes; organización de la ciudad según usos, es decir, en cuanto a habitación, trabajo, ocio, circulación. Pero una de las máximas de esta carta que aborda Le Corbusier, es la que nos da la introducción a la perspectiva de organización social según recursos o procedencia socio-económico, y es aquella que postula el sol, la vegetación y el espacio como “las tres materias primas del urbanismo” (Le Corbusier, 1971: 42). Si se parte de la idea de que en Lima hay una disposición estructurada dinámicamente de las personas en los determinados barrios de la ciudad, es también porque se concibe que ciertas circunstancias influyen o determinan que cada persona viva en un lugar y no en otro. La topografía, la economía y la política son algunas de estas circunstancias que Le Corbusier localiza como elementos que determinarán qué es la ciudad. En Jauja se establecieron Pizarro y sus acompañantes antes de la fundación de Lima,

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pero sólo de modo provisional, pues se alegaron variados motivos para dejar este lugar: “el clima de Jauja era frío, sus tierras estériles, carecía de leña y estaba mal comunicada, a cuarenta leguas del mar” (Pérez Cantó, 1985), es decir, no cualquier lugar servía para crear una ciudad. Respecto a la influencia del medio, topografía como el autor denomina a este elemento: No hay que olvidar jamás que el sol domina, imponiendo su ley, todo empeño que tenga por objeto la salvaguarda del ser humano. Llanuras, colinas y montañas contribuyen también a modelar una sensibilidad y a determinar una mentalidad. Si el montañés desciende gustoso hacia la llanura, el hombre del llano rara vez remonta los valles y difícilmente cruza los collados (Le Corbusier, 1971: 25).

El autor francés nos ilumina con el ejemplo de la movilidad geográfica entre sierra y costa, un hecho que es y ha sido una constante en la historia reciente del Perú. En los primeros años de la fundación de Lima hubo migrantes que llegaban a la ciudad para servir en casas de familias pudientes y después, supuestamente, regresaban a sus ayllus14; sin embargo, Santiago del Cercado, como se analizará después, es ejemplo de la permanencia indígena en la ciudad. Un poco de historia permite completar la división entre el Perú de la costa, de la sierra y de la amazonia, y es aquella referencia al espacio donde se asentó el Imperio Inca frente a donde se instalaron los colonizadores españoles, ingleses y norteamericanos: los incas en el área de los Andes, los extranjeros en el área baja; los motivos son diversos, según Weisslitz (1973), estos últimos lo hicieron por cuestiones de accesibilidad. Este apunte resulta relevante para enlazar con el postulado de la Carta de Atenas ya señalado, aquel que enumeraba las materias primas del urbanismo, por cuanto no sólo la topografía -como habría podido ser la causa para el asentamiento inca en los Andes-, influye para definir el lugar donde viven las poblaciones, sino que más bien tiene lugar un sistema interrelacionado entre rasgos topográficos, decisiones políticas, circunstancias económicas respecto a las variables de sol, vegetación o espacio. Le Corbusier da unos ejemplos que escenifican esta cuestión: Los barrios más densos se hallan en las zonas menos favorecidas (...) Un geómetra municipal no vacilará en trazar una calle que privará de sol a millares de viviendas (...) Se estimará que una vertiente norte, que jamás ha atraído a nadie a causa de su orientación, o que un terreno envenenado por el hollín, la carbonilla o los gases nocivos de una industria, ruidosa a veces, siempre será bueno para instalar en él a esas poblaciones desarraigadas y sin vínculos sólidos a las que se da el nombre de peonaje (Le Corbusier, 1957: 45).

Esta situación anterior en oposición a la siguiente: Las construcciones aireadas (viviendas acomodadas) ocupan las zonas favorecidas, al abrigo de vientos hostiles, con vistas seguras y graciosos desahogos sobre perspectivas paisajísticas: lago, mar, montes, etc., y con abundante exposición al sol (Le Corbusier, 1971: 46).

Lima y sus barrios de Miraflores, San Isidro o La Magdalena son ejemplos de estas zonas que huyen del centro caótico al espacio sur de la ciudad. Materias primas de urbanismo que se subestiman alojan “al peonaje”, condiciones favorables a la comodidad espacial son buscadas por grupos socioeconómicamente favorecidos. 14

Aunque este término ha sido definido de numerosas formas, buscando su origen, unos en la lengua quechua, otros en la aymara, aquí reducimos su conceptualización a “comunidades indígenas”.

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La estratificación social en Perú se ha establecido, como explicó Weisslitz ya en la década de los 70, sobre el terreno nacional siguiendo una estratificación que pudiera llamarse “racial”15. Analizar cualquier aspecto socio-político de la realidad peruana precisa obligatoriamente de realizar este salto al pasado para entender el lugar socio-cultural del “blanco”, del “mestizo”, del “criollo”, del “cholo”. La autora incluso afirma que el análisis de las anteriores consideraciones “raciales” tiene una relevancia clave al estudiar “la integración de las poblaciones rurales en la ciudades” (1973). Es decir, el lugar que se ocupa en la clasificación socio-racial es índice de qué lugar se tendrá en el espacio de las ciudades. Este punto de vista analítico se usaría convenientemente -como Lefebvre descubriera o también Le Corbusier citase al escribir sobre el nuevo planeamiento de las ciudades- al hacer una cirugía en detalle de los islotes pobres, insalubres de las ciudades, por cuanto se entendería si la idea de Weisslitz es teoría solamente o se encarna en el devenir cotidiano de las urbes latinoamericanas. Luego, el qué hacer con esos islotes, una vez descrita su constitución, varía según autores, el urbanista francés consideró su demolición y en su lugar la construcción de espacios verdes; por nuestro interés de estudio, el foco de atención no se centra tanto en qué hacer con los barrios pobres, sino si existieron realmente sobre áreas determinadas de la ciudad y si esa organización concuerda con alguna explicación simbólica de por qué se asientan donde lo hacen, o si más bien la motivación sólo se fundamenta en elementos de preferencia, comodidad, recursos suficientes. Un ejemplo de simbolismo urbanístico es el que propone Lynch acerca de la orientación de las personas en las casas, en las calles. Aquel individuo que se mueve por la ciudad conociendo las calles por el número de los tranvías, o aquel otro que encuentra un determinado cuarto en una casa por un signo; elementos simbólicos por cuanto se usan signos sin un contenido fijo, innato para guiarse en la ciudad o en la calle, es decir, se les da un significado por su utilidad, en este caso, de orientación. Simbolismo es un concepto complejo a definir; las posturas para ello han sido diversas. Una de ellas, amplia y abierta a conseguir un consenso general, diría que un símbolo es todo “aquello que re-presenta algo o aquello que lo re-presenta” (Velasco, 2007: 15). Los símbolos son dinámicos, inacabados, están continuamente construyéndose, así lo es la ciudad de Lima a lo largo de su constante construcción urbana. Los símbolos son renovaciones o “incluso reinvenciones que además aprovechan el halo de tiempo antiguo que parece que tienen algunos símbolos” dice Velasco (2007), renovaciones de la ciudad 15

Se mantiene el concepto de racial siendo conscientes de la conflictividad que ha suscitado en la Antropología Social.; primero porque Weisslitz lo utilizó y así queda intacta su propuesta teórica, y segundo, porque la sustitución por cultural tampoco soluciona los problemas de aquél. Además, cabe decir que es útil por su pasado histórico peruano; A. FLORES GALINDO (2001) trabajó la cuestión del racismo en el Perú colonial. El racismo habría alcanzado el ámbito doméstico, así como a las haciendas donde la República no llegaba sino sólo el poder del terrateniente. El racismo era una práctica cotidiana, de ahí que fuese eficaz como discurso, como bien señala A. FLORES GALINDO (2001). La segregación por etnias se encontraba en las bandas de asaltantes, en la configuración de los cuerpos de la Guardia Civil y la Policía de Investigaciones hasta confluir en la Policía Nacional, estando la primera integrada por mestizos, y la Policía de Investigaciones por mulatos y sambos. Existía, por tanto, desde tiempos de la colonia una instalación en la sociedad según procedencia “étnica-racialcultural”.

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que Wiley Ludeña ha narrado en su fabuloso trabajo sobre Lima16 y que nos dan idea de las cambios urbanísticos que se han producido, si es que la ruptura de la dualidad centro vs periferia se explica mediante un recorrido histórico del desarrollo urbano de Lima. La utilización de teorías de autores europeos es sólo la muestra más extendida para explicar los desenvolvimientos urbanísticos de las grandes ciudades, pero han sido, de igual modo, los autores americanos destacados investigadores de las imágenes visuales que crean las ciudades en sus pobladores, de cómo un territorio de la ciudad adopta un significado diferente según quien lo observe, ésta es la idea que sostiene Kevin Lynch (1984). Su teoría, aunque amplia, es sugerente para obtener aquellos detalles que refieren a cómo “miran” la ciudad, el barrio, las calles, sus moradores, dependiendo de en qué área de la urbe vivan. Entender la ciudad de Lima como un lugar donde sus espacios se difuminan a medida que nos alejamos del centro, es una pregunta obligada a hacerse para comprender cuán importante es un área u otra. Ésta es una de las conclusiones que se desprenden del estudio de Lynch sobre las ciudades de Boston, Jersey City y Los Ángeles. En cuanto a la primera, a los entrevistados se les pregunta sobre la imagen visual que tienen de la ciudad, y muestran una menor percepción estructurada conforme se alejan de la parte del río Charles que bordea parte de la ciudad, mientras que describen como elemento fundamental, “particularme vivido”, el Common Boston, un área central de la ciudad, con numerosas asociaciones, accesible y ligado a tres importantes barrios. II.3 Centro y Periferia. Qué, Dónde, Cómo “El tejido urbano ha sido inarmónicamente distribuido por el territorio” escribía Weisslitz en referencia al Perú que la autora analizaba en los 70. La armonía nos dibuja mapas de coherencia, igualitarismo, orden, estructuración hacia la perfección; sin embargo, la población peruana ha sido inarmónica territorialmente, lo que en otras palabras quiere decir que se fue desarrollando en un proceso de colocación espacial que no respondía al equilibrio de una balanza, sino a desajustes de densidades entre unos lugares y otros, a territorios densamente poblados como es el caso de Lima, mientras otros territorios se iban vaciando. Con esta breve exposición sobre armonía e inarmonía urbana se parte hacia la conceptualización de centro y periferia. Una cita de Eric Gill17 referida por Lynch es introductoria de una de las perspectivas que se presentan en esta investigación:

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Es crucial leer completo el trabajo de W. LUDEÑA, doctor en Urbanismo y profesor en la Universidad Nacional de Ingeniería de la capital peruana, "Lima: poder, centro y centralidad. Del centro nativo al centro neoliberal” (2002). 17 Arthur Eric Rowton Gill, conocido como Eric Gill, fue un tipógrafo y escultor británico. Su aportación a la tipografía fue, entre otras, Gill Sants (1928). Además, destaca por su libro “The Four Gospels” (1931). A pesar de ser conocido fundamentalmente por su incursión en la tipografía, su visión extremadamente simbólica lleva a que Lynch utilice párrafos de su obra. Las letras son cosas, no dibujos de cosas, es una de las máximas de Eric Gill.

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Chichester era una población, una ciudad, una cosa planeada y ordenada; no se trataba de meras acumulaciones de calles más o menos sórdidas que crecían como hongos en todas partes (...) Yo sólo sabía que Chichester era lo que Brighton no era: un fin, una cosa, un lugar... El trazado de Chichester es claro y limpio (...) Cuatro amplias calles principales rectas dividían la ciudad en barrios casi iguales (...) Pero en cuanto a Brighton tal como lo conocimos... bueno, simplemente nada hay que decir al respecto. Cuando pensábamos en Brighton, lo hacíamos como en un lugar cuyo centro era nuestro hogar... sin otro centro. Pero cuando vivíamos en Chichester... el centro no era el número 2 de North Walls, sino el Market Cross. Adquirimos así no sólo un sentido cívico, sino también un sentido de relaciones ordenadas en general (Lynch, 1984: 167).

Es decir, Brighton, ciudad de nacimiento de Gill no tenía, según él, ningún tipo de organización territorial, sino que el centro que él pensaba era su propia casa; sin embargo, Chichester, ciudad donde se trasladó de joven, tenía un orden espacial definido, estructurado, con un centro físico generalizable, visible. Ambas ciudades inglesas, una con el único centro de la propia existencia personal, su hogar familiar; la otra, con Market Cross como el centro de toda la ciudad, centro en un sentido simbólico, es decir, enclave que aún no pudiendo ser el verdadero punto central del territorio, es el lugar simbólicamente entendido como líder espacial de los movimientos de la ciudadanía, punto de encuentro, área decisoria de la ciudad, punto de salida de los buses urbanos. La dificultad de elaborar una definición de centro, sino nos referimos sólo al espacio central propiamente físico, material, que ocupa la posición equidistante a cada extremo de la ciudad, se hace compleja según se intenta completar su contenido. El mapa visual de Boston estudiado por Lynch es otra vez un ejemplo de ello. Dos autopistas circulan en el área central de la ciudad, una de ellas paralela a Charles River -el río puesto como límite al elaborar una imagen visual del centro de la ciudad-; a partir de éste se difumina la imagen central en la mente del habitante, se imagina las autopistas fuera de la ciudad, a pesar de ir concurriendo en vehículo por una de ellas. Jersey City, la segunda ciudad analizada visualmente por Lynch, presenta no sólo un centro, sino cuatro o cinco; la construcción de un artificial Journal Square habría roto la posibilidad de la creación de un centro natural de tiendas (Lynch, 1984: 37). Qué se entiende por centro si una misma ciudad tiene varios puntos concebidos como tal, es la pregunta que nos surge aquí; como se verá después, ciertos autores consideraron la existencia de varios centros en la ciudad de Lima. La imagen visual que ofrecen los entrevistados sobre Jersey City es escasa muestra de que en esta gran urbe de paso entre New York y Newark -zona limítrofe, espacio sin personalidad específica, sin actividad propia-, haya elementos fácilmente reconocibles, que exista “imaginabilidad18 del paisaje urbano”, como señalaba Lynch (1984), pudiendo ser la excepción New Jersey Medical Center, por ser un edificio blanco bastante alto, o la línea de rascacielos de New York que se observa desde New Jersey.

18 Definición de imaginabilidad hecha por Kevin Lynch: esa cualidad de un objeto físico que le da una gran probabilidad de suscitar una imagen vigorosa en cualquier observador de que se trate. Se trata de esa forma, de ese color o de esa distribución que facilita la elaboración de imágenes mentales del medio ambiente que son vívidamente identificadas, poderosamente estructuradas y de suma utilidad. A esto se le podría dar, asimismo, el nombre de legibilidad, o quizás el de visibilidad en un sentido realizado, cuando no sólo es posible ver los objetos sino que se los presenta aguda e intensamente a los sentidos (K. LYNCH, 1984: 19).

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Ciudades norteamericanas ambas, Boston con el Common Boston como elemento simbólico del área central de la ciudad; New Jersey, despersonalizada, sin una imagen visual concreta que permita unificar la visión que los habitantes tienen al menos del centro de la ciudad. Dónde está un centro físico verdaderamente y dónde lo enmarcan los habitantes y los viajeros de la ciudad. Ocurre que, a veces, un centro existió físicamente en una ciudad durante ciertos años, pero después fue diluyéndose a medida que la ciudad crecía, que se ensanchaba desigualmente hacia las áreas exteriores; las personas podrían todavía pensarlo como “centro de la ciudad” a pesar de que ya no lo es realmente, de que las tiendas más caras ya no figuran ahí, de que muchas personas no transitan por él más de una vez al año. En Lima el viejo centro simbolizado por la Plaza de Armas se extiende hacia la Plaza San Martín durante el primer período de metropolización de Lima –este período abarca desde 1850 a los años 30 del siglo XX según la propuesta de Torres y Schteingart (1973)- por ser un espacio donde se localizaron los nuevos hoteles, restaurantes, áreas turísticas. Complementando lo anterior, en la ciudad de Los Ángeles, según relata Lynch, “está la descentralización de la región metropolitana, en virtud de lo cual la zona central sigue por reverencia siendo el ´centro`, pero hay varios otros núcleos básicos hacia los que la gente se orienta (Lynch, 1984: 45); además, adjetivos como “desparramada, espaciosa, informe, sin centros” completaban la imagen visual de Los Angeles que los entrevistados relataban al definir la ciudad en general. Leer una ciudad, la ciudad de Lima, es hacerlo mirando su materialidad en el plano, en las construcciones, en las calles, considerándola “una estructura significante”, como narran de modo sencillo pero aportando una relevante complejidad Rubio Benito y Zárate Martín: A través de los elementos que configuran la morfología urbana19 se reflejan estilos de vida, modelos y condiciones de organización socioeconómica que se han sucedido a través del tiempo y que han contribuido a definir la forma de la ciudad actual. Por eso, el paisaje urbano es considerado como una “estructura significante”, que encierra una elevada carga de simbolismo en relación con las intenciones de los “productores” de la ciudad y con el contexto social de la construcción (Rubio y Zárate, 2007: 26).

El centro sería uno de estos elementos que forman parte vital de la estructura significante que es el paisaje urbano. Para estos autores, el núcleo histórico de cada ciudad es un espacio rodeado por una aureola de especificidad elevada que lo diferencia del resto de la urbe, tanto desde el punto de vista físico, funcional, morfológico como social. Sería el centro un suelo lleno de simbolismo histórico. Historia que resume su personalidad actual. La historia del centro es también la que explica, en parte, su centralidad simbólica, es decir, aquélla que refiere a poder político y económico. Este es el segundo elemento teórico que conviene destacar del texto de Rubio y Zárate: Los núcleos históricos encierran valores de centralidad vinculados al poder político y económico acordes con su tamaño y el lugar que cada localidad ocupa dentro de la jerarquía urbana regional (sedes de la 19

La morfología urbana está constituida por el plano, la construcción y los usos del suelo (M. RUBIO y M. ZÁRATE,

2007).

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administración central, autonómica y municipal cuando se trata de la capital, bolsa, centrales de entidades financieras, multinacionales, etc) (2007: 37).

Por tanto, la ciudad sería una estructura significante en la que el centro es muestra explicativa, física y simbólica del pasado histórico de la ciudad, con unos rasgos que permiten diferenciar este espacio del resto de la ciudad. Núcleos históricos como cajas de pandora repletas de valores de centralidad simbólica, centralidad ligada al poder político, económico, social. III. HABITANTES. MIGRANTES “INVASORES” Y LOCALES El mitológico caballo de Troya volvió a hacer su entrada, esta vez en Lima, por parte de los “invasores” migrantes rurales a la ciudad, documentado por Jürgen Golte y Norma Adams en los años 80. La ladrillera20 fue el nexo de unión entre los migrantes de Huahuapuquio y la ciudad de Lima, un lugar de trabajo, una empresa de construcción de viviendas, viviendas a las que se accedería a través de la invasión socialmente organizada de terrenos en Lima. Ésta es sólo una de las comunidades de migrantes que se establecieron en la urbe peruana desde los años 30 del siglo XX, sumando antes de ésta las originarias migraciones durante la fundación de la ciudad. Otro grupo de migrantes que llegaron a Lima procedían de la comunidad de Sanka, en la sierra sur. Los migrantes seguían en un principio la segregación de la comunidad de origen de mistis21 vs indios. Por último, un apunte respecto a los mistis refiere a su barrio de asentamiento; primero lo hicieron en Barranco, uno de los barrios configurados al final del Paseo de la República, vecino de Miraflores y cercano a la costa, para después comprar casas mediante inmobiliaria en Zárate, área a unos cinco kilómetros al norte del centro encabezado por la Catedral de Lima; un traslado éste que es interesante ejemplo de cómo la periferia social se difumina desde la periferia geográfica al centro geográfico. Los migrantes rurales no se asientan en cualquier barrio a su llegada a la ciudad de Lima, sino en determinados espacios. Este hecho lo determina, en cierta medida, la presencia de otros migrantes de su comunidad de origen que le precedieron en el proceso migratorio, pero la cuestión no es tanto por qué en ese momento concreto los migrantes de Sanka se establecen en un barrio específico, sino por qué en las primeras oleadas migratorias, allá por los años 30 y 40, aquéllas que los criollos nativos limeños definían como “enfrentamiento étnico, social, cultural y económico” (Golte y Adams, 1987: 19) con los “invasores” de las provincias, comenzaron a morar en definidas áreas de la ciudad, ya sea en el centro o en la periferia.

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Industria que se dedica a la fabricación de ladrillos para la construcción. Arguedas es uno de los autores que literariamente presenta el contraste del mundo de los mistis (gente blanca) vs al de los indígenas; su obra “Yawar Fiesta” (1941) es ejemplo de esta oposición, al tiempo que complementación, entre culturas en la sierra peruana, uno de sus fragmentos puede leerse en la edición crítica de Sales (J.M. ARGUEDAS, 2009) que en la bibliografía se cita. 21

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La migración no se entiende sin la urbanización, ni viceversa. Las causas del proceso de urbanización mundial son diversas, pero cabe destacar fundamentalmente el aumento de la productividad general (Golte y Adams, 1987). Poblaciones que se desligan del proceso de producción, industria que precisa de masas humanas aglomeradas en los núcleos urbanos, productos locales que comienzan a ser sustituidos por otros externos que se ofrecen a un precio inferior, “excedentes de población” que migran expulsados de áreas afectadas por la maquinación o, sin embargo, de zonas atrasadas tecnológicamente. El fenómeno de la urbanización ha sido, con temporalidades diferentes, un proceso a escala mundial. Algunos han definido las llegadas de migrantes a las ciudades como “invasiones”, como bien documentan los autores de “Los Caballos de Troya de los Invasores” (Golte y Adams, 1987). Se ha ido produciendo una clasificación social basada en la procedencia geográfica, los motivos de llegada a la ciudad de Lima, recursos económicos. A los migrantes en Lima, como ocurre en numerosas ciudades, no se les ha pensado como peruanos, y así, libres en el derecho de modificar su lugar de residencia dentro del territorio del país. La segregación pareciera se produce de antemano, antes de conocer la individualidad de la persona que llega, clasificación que en la organización de las ciudades parece repetirse; pongamos el ejemplo que nos ofrece Lynch (1984) sobre los barrios en la ciudad de Los Ángeles. Broadway es observada de modo general como una senda22 clara, que no se confunde con ninguna otra, definida por su gran acumulación de tiendas, cines, tranvías. Sin embargo, algunos de los entrevistados la relacionaban con sectores de clase baja, “muchedumbres de Broadway”, aceras donde se localizan representantes de minorías étnicas. Es decir, Brodway, una calle principal, original, vista como parte central de la ciudad, se relaciona con la clase social baja; se produce una ubicación social del territorio, o un territorio entendido socialmente. La pregunta que cabe hacerse es consecuente con nuestro objetivo de estudio: si el centro simbólico es un área de clase baja, o si sólo se entiende esta relación con Broadway, pues 7th Street por ejemplo se considera al menos, no élite, pero sí área comercial para la clase media. En este contexto, nos preguntamos en qué se basan las preconcepciones para tener una imagen visual negativa o positiva sobre un determinado lugar en un barrio. Lynch se preocupaba por concebir el significado de “lugar”, naciendo éste cuando se organiza en forma visible el medio ambiente y se identifica nítidamente, el ciudadano puede impartirle sus propios significados y conexiones. Entonces se convertirá en un verdadero lugar, notable e inconfundible (Lynch, 1984: 113).

22 Lynch trabaja la visualización de las ciudades a través de un grupo de conceptos -que refieren a las formas físicassobre los que él teoriza: “senda” es uno de ellos; el resto son los “bordes”, “barrios”, “nodos”, “mojones”. “Las sendas son los conductos que sigue el observador normalmente, ocasionalmente o potencialmente. Pueden estar representados por calles, senderos, líneas de tránsito, canales o vías férreas. Para muchas personas son los elementos preponderantes en su imagen. La gente observa la ciudad mientras va a través de ella y conforme a estas sendas se organizan y conectan los demás elementos ambientales” (K LYNCH, 1984: 62).

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Pershing Square, en Los Ángeles, es un ejemplo de un lugar observado nítidamente en la imagen visual que los entrevistados estructuran en su mente, pero que sea obvio como lugar no lo hace siempre agradable. Preconceptos o juicios elaborados por experiencia comienzan a surgir cuando lo describen como un lugar con un elegante parque de césped, que sin embargo no se puede cruzar, así como por las hileras de ancianos que se sientan a lo largo de las paredes y que sugieren miedo a algunos de los entrevistados. Nuevamente, el centro tiene un significado simbólico, en este caso un significado de prohibición. Una enorme plaza usada como escenario político al aire libre y descanso de ancianos, se limita a ser observada: A veces los entrevistados expresaban miedo de los ancianos y de los excéntricos que concurren a él; con más frecuencia la reacción era de “phatos”, acentuado por la forma en que se mantiene a esas personas limitadas a los muros de los bordes, prohibiéndoseles pasear por el césped que hay en el centro (Lynch, 1984: 49).

Por qué centro y periferia, por qué no margen izquierdo y derecho de la ciudad, cada uno con connotaciones presupuestas, por qué no márgenes concéntricos definidos también por rasgos preconceptuales; de esta reflexión me sirvo para comenzar el siguiente apartado, también parte del marco teórico. IV. CIUDAD COMO ESPACIO HEREDADO. CIUDAD COMO EXTERIORIZACIÓN. CIUDAD COMO COSTUMBRES SOCIALES En un concierto de música, el escenario suele estar situado en el fondo del área que ocupará el evento. También hay conciertos donde el palco se sitúa en el centro y las masas de oyentes lo rodean. Igual ocurre con espectáculos de teatro, de circo; en este último caso, la localización del escenario en un lugar central de la carpa tiene un significado social específico, cual es, entre otros motivos utilitarios que pudiera tener, posibilitar la participación de los espectadores, crear una relación dinámica entre quien presenta la escena y quien la recibe, retroalimentarse, enlazar centro y márgenes (periferia). En las ciudades se daría una situación similar, aunque antes de analizar este punto debiera considerarse la premisa que Avner De-Shalit y Daniel A. Bell (2012) exponen en su libro “The spirit of cities”: cada ciudad tendrá un “characteristic spirit, the prevalent tone of sentiment, of a people or community”, lo que ellos llaman el “ethos”, un rasgo propio de la ciudad que permite independencia respecto a la “national affilition”. Es decir, debiera entenderse cada ciudad en su especificidad, aunque su estudio sirva como ejemplo de ruptura de esquemas pre-entendidos ligados a las ciudades. De-Shalit y Bell estudian nueve ciudades con la presunción de que cada una de ellas presenta un ethos dominante: Oxford su ethos de aprendizaje, New York el ethos de la ambición, Montreal su lengua, Beijing su poder político. Esta propuesta teórica lleva a preguntarnos por el ethos de la ciudad de Lima, si es que puede considerarse que tiene un rasgo propio que la diferencia del resto del Perú, que sea

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“descriptible” diría Von Ogden Vogt, aquélla que es “un lugar de unidad y encanto” (Ezra Park, 1999: 113)23. La particularidad de Lima, ya sea desde la perspectiva del ethos o como ciudad “descriptible”, se enmarca en una historia de centralidad política regional, además de internacional: El tránsito de la tres veces coronada Ciudad de los Reyes a la Lima actual resulta incomprensible si no se toma en cuenta la gran afluencia de migrantes provenientes de pequeñas ciudades y poblados rurales de todas las regiones del país. Si bien la Ciudad de los Reyes nació a consecuencia del asentamiento de migrantes europeos invasores, la “invasión” que se produjo a partir de la década de 1930 en adelante, fue conceptuada por los criollos nativos limeños como un enfrentamiento étnico, social, cultural y económico (Golte y Adams, 1987: 19).

La Ciudad de Lima fue invadida primero por extranjeros, luego por “extranjeros provincianos”. Centro a lo largo de los siglos del enorme imperio español en América, centro hasta la actualidad desde la perspectiva política, de mercado central, Lima ha sido durante siglos objetivo de numerosos migrantes peruanos. La percepción de esta centralidad de Lima como un “todo” es, a grandes rasgos, muestra de la centralidad que pudiera repetirse dentro de ella, entre los barrios, representado por sendas, nodos, bordes, mojones24. El concepto de centro es la circunstancia, el motivo que permite enlazar la teorización del Urbanismo con el análisis desde la Antropología cognitiva y política. Esta ligadura encuentra su explicación precisa en la propuesta de Lynch (1984), el cual posibilita observar los espacios sociogeográficos desde un lateral dinámico, que abarca la mirada del observador múltiple: Pero la imagen no sólo es válida en este sentido inmediato en que sirve como mapa para la dirección del movimiento; en un sentido más amplio puede cumplir la función de contexto general dentro del cual el individuo puede actuar o al que puede asociar su conocimiento. En este sentido, se parece a un conjunto de creencias o de costumbres sociales, pues constituye un organizador de hechos y posibilidades (Lynch, 1984: 152).

Urbanismo y Antropología, dos disciplinas independientes, aunque en múltiples ocasiones teóricas unidas a través de la Geografía Humana o mediante el cauce de la Antropología Urbana25, permiten la observación del centro como un enclave humano, construido progresivamente, hecho dinámicamente. Desde esta perspectiva puede leerse el capítulo de Rubio y Zárate titulado “la ciudad es un espacio heredado” (2007)26. Este enunciado contiene múltiples de las ideas que permiten entender el modo en que se configura y persiste una ciudad.

23 R. EZRA PARK, destacable por su trabajo “La ciudad y otros ensayos de ecología urbana” (1999). Aunque toda su obra corresponde a finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, sus textos no comienzan a traducirse hasta época reciente, finales del siglo XX, llegando hasta entonces sus ideas a través de citaciones indirectas. El trabajo que manejo corresponde a una traducción de 1999, con estudio preliminar y traducción de Emilio Martínez, profesor de Sociología Urbana en la Universidad de Alicante. 24 Nuevamente se alude a la clasificación visual de ciudades hecha por K. LYNCH (1984). 25 La Antropología Urbana ha sido una parte importante de la Antropología reciente, y no tan reciente. Representada por el clásico y criticado trabajo de Oscar Lewis sobre los migrantes tepoztecos a la Ciudad de México (1960) o, en tiempos más recientes, por A. SIGNORELLI (1999). 26 M. RUBIO y M. ZÁRATE. Geografía Humana. Sociedad, Economía y Territorio (2007).

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En primer lugar, la ciudad como espacio debe evitar verse desde una estrecha unilateralidad geográfica, para mirarla además de como espacio físico como espacio social. Ésta es la propuesta básica de Albert Levy, citado por Zárate y Rubio (2007). El espacio físico es la morfología de la ciudad, el paisaje urbano “el continente”, mientras que “el contenido” lo llena lo social; es decir, la ciudad como espacio aglutinaría continente y contenido, pues resulta inconcebible, en la realidad, entender la ciudad sólo como edificios, usos del suelo, planos de las calles, sin la referencia a las personas que viven o viajan ahí -por la importancia por ejemplo que el turismo tiene en la reconstrucción, modificación, encubrimiento de las ciudades-, al pasado histórico de la ciudad, al momento político presente. En segundo lugar, la ciudad como herencia revive el pasado. La localización topográfica de la ciudad lo recuerda. También las muestras que intentan cubrirse, pero no se consigue tapar todo un pasado de guerra y destrucción; ejemplo obligado sería Bosnia y sus edificios veinte años después de la guerra. Peter Andrews y Dado Rubic (Reuters, 2012), ofrecen un reportaje fotográfico con el escenario de la biblioteca de Sarajevo (Bosnia); una fotografía del año 1994 en que se observa la destrucción de la guerra representada en el edificio que albergara la biblioteca, y otra más reciente de cómo continúa su reconstrucción años después. El concepto de espacio heredado se visualiza en la imagen. IMAGEN 1. La herencia social en la geografía urbana

Fuente: Reportaje fotográfico de Peter Andrews y Dado Ruvic (Reuters, abril 2012)

El concepto de ciudad como herencia que revive el pasado se localiza en Lima en el ejemplo paradigmático de la Casona Republicana conocida como “El Buque”, símbolo del ambiente intelectual del siglo XIX ligado a los Barrios Altos de Lima. Recuerdos de un barrio donde en otro tiempo había casas de la aristocracia y ahora sólo suelos destrozados y llenos de basura27.

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Se discutía su reconstrucción o demolición para construir edificios acordes con el suelo sísmico en el que se localiza. La discusión se producía entre el Instituto Nacional de Cultura (INC) -partidario de conservar el pasado histórico limeño- y

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La concepción de ciudad como espacio heredado tiene un cariz elevado de simbolismo. Da detalles sobre quién ocupó las áreas de la ciudad, cómo se construyó en tales lugares, cómo eran los edificios, cómo las calles. Respecto a esto último, es útil un ejemplo dado por Lynch (1984) referente a las ciudades con numerosas calles estrechas, como puede ser la Granada española. Las ciudades que vivían en peligro de ser atacadas, construidas dentro de murallas, tenían calles estrechas; era el modo de aprovechar al máximo el espacio interior a la fortificación. La importancia de una “radiografía geográfica” de la ciudad de Lima desde una perspectiva simbólica es el modo de percibir, desde las construcciones actuales y los vestigios materiales del pasado, cuál es la organización sociopolítica de la ciudad a nivel de espacio barrial: El trazado de las vías, la alternancia de espacios libres y construidos, las características de estilo de los edificios y la sucesión de funciones relacionadas con las distintas fases de crecimiento de las ciudades exteriorizan las condiciones sociales, culturales, económicas y tecnológicas, e incluso los valores simbólicos que han determinado su desarrollo y han intervenido en su expansión (Rubio y Zárate, 2007: 25).

Ciudades como exteriorización de circunstancias sociales. Valores simbólicos para la construcción de ciudades. Es decir, un paso más a la teorización de Albert Levy, pues la ciudad material no es simplemente donde se contiene “la sustancia social”, sino que es la consecuencia de los rasgos sociales que caracterizan a los ciudadanos de la época, a los poderosos que lideran el devenir urbano, a los pobladores de suburbios que rellenan o conquistan espacios libres; la ciudad material es la representación física del simbolismo que dirige el actuar humano. Mauss decía que los ritos son “actos tradicionales eficaces”, y como remarca Velasco, lo que Mauss pretendía era “tratar de hacer justicia a la relevancia que tienen en muchas sociedades humanas y que constata la etnografía (...) Muchas sociedades encontrarían incomprensible tomar a sus símbolos como meros adornos” (Velasco, 2007: 20). Es decir, sería ingenuo observar la imagen visual de la ciudad de Lima como construida inconscientemente, olvidando que la reflexión simbólica permite unir “cuerpo” y “espacio”. La ciudad como exteriorización, sumada a la ciudad como espacio heredado, son dos de las premisas teóricas en que se fundamenta este estudio para entender la colocación del “poder”28 en la ciudad de Lima. el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) junto con la municipalidad de Lima (información aparecida en CPN Radio, en abril de 2010). Mientras escribía esta trabajo, aparecen noticias en prensa digital informando de un incendio que ha tenido lugar en noviembre de 2012 y ha destruido la Casona “El Buque” (en el periódico digital peruano RPP, noviembre de 2012). 28 Poder desde la perspectiva de la Antropología Política. R. COHEN (1979) definía el poder como “an ability to influence the behavior of others and/or gain influence over the control of valued actions”. Ésta es una definición que da pistas de la multiplicidad de enfoques que el concepto de poder tiene. El concepto de poder en que se sustenta, en parte, esta investigación, parte de la teoría sobre relaciones de dependencia de M. CASTELLS (1973). Trasladando su conceptualización hecha a nivel de sociedades dependientes estructuralmente entre sí, al interior de una misma sociedad, “diremos que una sociedad es dependiente cuando la articulación de la estructura social, a nivel económico, político e ideológico, expresa relaciones asimétricas con otra formación social que ocupa frente a la primera una situación de poder” (1973: 16). Es decir, la dependencia se sujeta en el poder de uno sobre otro, pero mediante una estructura socialmente creada. Como se ha indicado, el concepto de poder ha sido definido de formas muy variadas dependiendo de la disciplina científica. En este caso, partimos de una perspectiva antropológica, y como gran expositor de la Antropología Política seguimos a T. LEWELLEN (2009) para

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La calle 135, en el Bronx, en Estados Unidos, una grandiosa comunidad negra, “sin duda la mayor concentración de población negra del mundo entero” (Erza Park, 1999: 54) puede representar estos conceptos de exteriorización y herencia espacial. Conocida como el “Harlem”, ha alcanzado la posición de aquellos lugares que por un rasgo particular que los define, en este caso por estar ocupada mayoritariamente por personas negras, se convierten en caminos, áreas obligadas a visitar: En verdad, Harlem es La Meca de toda la gente de color: del turista, del que acude en busca de sensaciones, del curioso, del aventurero, de todos los individuos emprendedores, ambiciosos y de talento del mundo negro; su atracción ha logrado alcanzar cada isla del Caribe e incluso ha penetrado en África (Ezra Park, 1999: 54).

Esta cita es sólo una muestra de cómo las condiciones sociales, las características personales, crean lugares de encuentro, espacios donde miembros que comparten rasgos en común -ya sean raciales, económicos, de procedencia- se aglutinan, se hacen a vivir en determinados espacios de la ciudad. Harlem es un caso de barrio, o utilizando la terminología de Ezra Park (1999) una “ciudad interior”, aquel concepto que tanto se asemeja a las “regiones morfológicas” estudiadas por Emry Jones y Arthus Smailes (Ezra Park, 1999) , si bien con ciertas especificidades. Ciudad interior es aquella área de la ciudad donde se reunen o viven miembros de una comunidad creada en torno a cierto elemento en común, clase social obrera, guetos raciales29, barrios lujosos, favelas marginales, entre otros; en cuanto al concepto de regiones morfológicas, este término alude a encontrar áreas delimitadas en la ciudad no respecto a quien las habita, sino a cómo están trazadas sus calles, cómo son sus edificios, los restos materiales que existen del pasado. Santiago del Cercado es el paradigma de ambos conceptos, como más adelante se analizará. En definitiva, nuestras premisas nos hacen mirar la ciudad de Lima como un espacio urbano que tiene unas tradiciones urbanísticas y sociales que se funden con los procesos actuales, una ciudad que refleja materialmente lo que sus habitantes, sus políticos, sus urbanistas pensaban o las circunstancias sociales que les sustentaban e influían, una ciudad que se asemeja urbanísticamente a un conjunto de costumbres sociales que se van haciendo sobre el terreno. IV. 1 Los grupos y la ciudad Golte y Adams (1987) hablaron de la imposibilidad de entender en profundidad la ciudad de Lima sin considerar las diversas olas de migrantes a ella, así como sin tener en cuenta el lugar que ocupó en la historia y cómo fue “invadida”. Del mismo modo, Ezra Park (1999) introduce la importancia que el

explicar qué quiere decir poder en su más amplio sentido. Interpretamos su propuesta como aquel espacio que alarga sus brazos hacia todas las direcciones y se introduce en cada parte de lo social, no sólo posa sus dedos en los partidos políticos, los gobiernos o las entidades financieras que dirigen el devenir social, sino como aquel espacio que se localiza entre las relaciones de amigos, en los clubes deportivos, en el ámbito laboral a nivel horizontal y vertical, en cómo se construyen las ciudades y quién decide cómo se vive. El poder como un ente que se instala en todo escenario. 29 Nuevamente se alude al concepto de raza desde una cautelosa utilización.

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“hábitat”30 tiene para la creación de grupos sociales, en este caso de las bandas; éstas, que surgen de modo espontáneo, sólo adoptarán ciertos rasgos dependiendo del entorno en que se dan; el entorno crea rasgos sociales, de igual modo que los rasgos sociales de las personas que lo habitan, modifican y recrean al primero. De modo constante se produce una retroalimentación entre los espacios sociales y los grupos; es así que Lima, en su centro histórico, en sus partes periféricas, en las áreas de costa, debe analizarse urbanísticamente teniendo en cuenta quién la habita, desde cuándo, qué función alberga para la persona. La anterior nota sencillamente se escribe para, al investigar si en Lima existe un simbolismo urbanístico que explique las relaciones de poder, tomar en consideración que los grupos sociales tienen un papel activo, a veces consciente, otras más pasivo, en la construcción social del territorio urbano; además, esta referencia sirve como introducción para el primer apartado de la investigación propiamente dicha. V. INVESTIGACIÓN. ENTRANDO EN MATERIA URBANÍSTICA LIMEÑA. LOS GRUPOS SOCIALES Louis Wirth, autor del conocido trabajo The Guetto (1928), escribía allá por el año 193831 cuáles deberían ser las características que definen una ciudad: A efectos sociológicos puede definirse una ciudad como un asentamiento relativamente grande, denso y permanente, de individuos socialmente heterogéneos (Wirth, 1988: 35).

El relativismo, la inconcreción de la anterior definición es una circunstancia buscada por Wirth, pues pretendía una conceptualización lo suficientemente amplia para que reuniese los rasgos elementales de toda ciudad -al menos de “nuestra cultura” señala, refiriendo a la cultura occidental-, al tiempo que diese espacio para las diferencias entre ellas. Lima es una ciudad relativamente grande -en el año 2007, la provincia de Lima tenía 7.605.742 habitantes, según recoge el censo nacional del Instituto Nacional de Estadística del Perú-, densa, permanente –acorde a los datos del Instituto Nacional de Estadística de Perú, el grado de urbanización nacional crece progresivamente, pasando de ser el 70,1% en 1993 a ser el 75,9% en 2007-, y obviamente heterogénea, si señalamos la procedencia rural de numerosos de los habitantes de la ciudad. El tamaño de la población que Wirth considera no refiere tanto a números como a los efectos que surgen de ir reuniendo en un mismo espacio a identidades cada vez más heterogéneas, ya que en un lugar donde la población crece, las distancias personales comienzan a incrementarse. Además, Wirth piensa una consecuencia directa del agrupamiento mayor de personas en las ciudades, “estas variaciones 30 Originándose este concepto con las investigaciones en ecología vegetal y animal, su utilidad se ha trasladado a numerosas disciplinas, como la citada sociología. 31 El artículo original del que parte la información en esta apartado sobre L. WIRTH se titula “El urbanismo como forma de vida”, publicado en The American Journal of Sociology en 1938. Puede encontrarse en el libro “Leer la ciudad”, dirigida la edición por la antropóloga española M. FERNÁNDEZ-MARTORELL, una espléndida obra que reúne brillantes ensayosinvestigaciones sobre Antropología Urbana.

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han de originar, lógicamente, una segregación espacial de los individuos por el color, la herencia étnica, el estatus social y económico, gustos y preferencias” (Wirth, 1988: 39). Es decir, trasladando este esquema teórico a la ciudad de Lima, encontraríamos la respuesta a por qué existe -si es que es así- una organización social en el espacio urbano, ya que la llegada de intensas oleadas de inmigrantes a la ciudad explicaría la cada vez mayor diferenciación, heterogeneidad de personas. V. 1 ¿Segregación socio-espacial? Partimos de la hipótesis de que en la ciudad de Lima no existe una dicotomía urbana entre el centro y la periferia; tal dualidad sólo se consideraría segregación espacial, basada en ciertos criterios, si se diesen condiciones para que unas personas vivan en un área y no lo hagan en otra, ya sea porque no lo desean, no pueden, o no se les permite: El lugar de trabajo y la naturaleza de éste, los ingresos, las características étnicas y raciales, el estatus social, la costumbre, el hábito, los gustos, preferencias y prejuicios son algunos de los factores significativos en función de los cuales la población urbana se selecciona y distribuye en asentamientos más o menos diferenciados (Wirth, 1988: 43).

Esta circunstancia responde al segundo elemento que contiene la definición de Louis Wirth (1938) de ciudad, la densidad. La situación en Lima es reflejo de procesos de migración que desembocan en áreas aglutinadamente pobladas, acogiendo a personas que provienen de comunidades rurales levemente habitadas -como es el caso por ejemplo de Pausa, un pequeño pueblo de Ayacucho, organizado simplemente en torno a una larga calle que acaba en una enorme plaza de toros, entre otros,- y ocasionando a veces lo que Durkheim llamaba anomia social32. Los rasgos del urbanita, aquellos que lo definen como un ser que vive en un espacio urbano donde contacta con numerosas personas en términos de relaciones secundarias -grupos sociales fluctuantes a los que accede, inestables- hacen que more en un entorno caracterizado por la movilidad social continua, movilidad en términos físicos también de desplazamientos urbanos, en la entrada y salida a grupos diversos, es decir, movilidad física y social, y ello crea un círculo de dinamismo que repercute, desde la perspectiva de Wirth, en la posición espacial de los individuos: El lugar de residencia, el lugar de trabajo y el carácter de éste, los ingresos y los intereses son fluctuantes, y es difícil mantener integradas las organizaciones y sostener y fomentar una relación íntima y perdurable entre los miembros. Esto se aplica particularmente a las áreas locales del interior de la ciudad en las que las personas llegan a segregarse

32 M. LÓPEZ FERNÁNDEZ ( 2009), en un trabajo sobre el concepto de anomia de Durkheim, resume claramente qué quiere decir este concepto del autor: Desde esta perspectiva, la anomia se refiere a la ausencia de un cuerpo de normas que gobiernen las relaciones entre las diversas funciones sociales que cada vez se tornan más variadas debido a la divisón del trabajo y la especialización, características de la modernidad. Dado que la transformación ha sido rápida y profunda, la sociedad se encuentra atravesando por una crisis transicional debida a que los patrones tradicionales de organización y reglamentación han quedado atrás y no ha habido tiempo suficiente para que surjan otros acordes con las nuevas necesidades. Como consecuencia de ello, se ha producido una situación de competencia sin regulación, lucha de clases, trabajo rutinario y degradante, entre otros, en el que los participantes no tienen clara cuál es su función social y en la que no hay un límite claro, un conjunto de reglas que definan qué es legítimo y lo justo (...) (M. LÓPEZ FERNÁNDEZ, 2009: 134).

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más por diferencias de raza, idioma, ingresos y estatus social, que por elección o atracción positiva hacia otras personas similares (Wirth, 1988: 45).

Aparece aquí el concepto de segregación socio-espacial. Durante el siglo XVII los colonos y los indios vivían en el área central, cerca pero separados. La organización de la personas en el hábitat urbano no es provocado sólo por un aumento de la población que diversifica la homogeneidad antes existente y crea heterogeneidad constante y dinámica, sino que además, la creación de relaciones inestables, cambiantes conlleva que la instalación en el terreno no se fundamente sólo en la ligación con personas de identidad parecida, sino en cuanto a criterios de lengua, recursos económicos o “raza”. La anterior percepción, como en el postulado que Wirth relataba de un enlace causa-efecto entre aumento de la población y así heterogeneidad, con una lógica segregación espacial, vuelve a ser relevante, pero no tan drásticamente constante. Si bien es cierto, en el caso de la ciudad de Lima, que las personas pudieron establecer sus hogares en áreas urbanas acorde con sus rasgos idiomáticos o de estatus social por ejemplo, también este criterio incluye que se establezcan por “atracción positiva hacia otras personas similares”, pues “raza”, estatus social, idioma, ingresos afectan y son afectados por la identidad de la persona. Se presentan diversas aportaciones urbanísticas en suelo latinoamericano para completar el concepto de segregación socio-espacial. V. 2 Posición socio-urbana en suelo latinoamericano. La comunidad Patricia Safa (1995) ha sido una de las autoras que ha trabajado la temática urbana en México desde una perspectiva antropológica, haciendo una revisión de los autores más destacados en el tema. Iniciando la referencia a Robert Redfield con su trabajo en Yucatán (1941)33, y prosiguiendo con Oscar Lewis por las críticas que éste hace a Redfield al indicar que “hay muchas formas de vida, las cuales pueden existir dentro de una misma ciudad” (Safa, 1995: 122), el aspecto más destacable de la propuesta de Safa es su modo de abordar el concepto de comunidad. La ciudad de Lima, y en concreto, las zonas que escogemos para desarrollar esta investigación, presentan en su “contenido”, utilizando los conceptos de Albert Levy (Rubio y Zárate, 2007), comunidades de distinta índole. Un ejemplo es el barrio de Miraflores, constituido fundamentalmente por personas de alto nivel económico; otro ejemplo, el área del cerro de San Cristóbal por personas con recursos económicos bajos; pero lo relevante es que son comunidades, grupos humanos, y no simples agrupaciones. Safa considera que el término “comunidad” no se vale sólo de enmarcaciones económicas o políticas, sino también de delimitaciones simbólicas:

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Autor que merece comentarse por su posterior influencia en la teoría antropológica urbanística, por cuanto comparó la vida en comunidades según su grado de cercanía a los centros urbanos, proponiendo el continuum folk-urbano.

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es decir, un asunto de significados, de representaciones y prácticas donde se construye “el adentro” y el “afuera”. Por lo mismo, es un tema que no se lleva con la “nitidez” de las delimitaciones, sino con la polifonía que resulta cuando se busca entender la construcción social y cultural de los espacios (Safa, 1995: 126).

Es una creación circunstancial, pero profunda. La comunidad se construye en torno a iguales, concibiendo ese criterio de igualdad de numerosas formas, pero siempre encaminado porque existe vinculación entre ellos. Safa contrasta las “comunidades urbanas”, que no son realidades estables “como en los primeros estudios de comunidad” (1995), sino la consecuencia de un proceso dinámicamente socio-simbólico mediante el cual los individuos adoptan un sentido de pertenencia al grupo. Esta alusión al término de comunidad urbana es relevante por lo que sigue: En este sentido se podría decir que no existe un modelo ideal que nos permita definir o distinguir una comunidad de otra. Las distinciones y oposiciones que permiten distinguir una comunidad de otra no son las mismas; algunas pueden elaborarse por las cualidades topográficas o por el tiempo de construcción, otras por las diferenciaciones económicas y sociales o por las demarcaciones políticas (Safa, 1995: 126).

En el presente estudio se adapta el término de “comunidad” para referir a los grupos que habitan determinadas áreas del centro, barrios de la periferia, o en los jóvenes poblados limeños. Paul Singer escribía en los años 70 un trabajo acerca de las migraciones internas en América Latina, diseccionando los factores de expulsión que llevan a la migración (factores de cambio/factores de estancamiento34). Su propuesta enlaza con la “comunidad” de Safa (1995). Singer, al analizar “los ejércitos de reserva” que constituyen los migrantes que quedan fuera del mercado de trabajo, alude a sus bajos niveles de consumo como causa para la construcción de “comunidades económicamente cerradas en el medio urbano”, comunidades que serían favelas, villasmiseria, callampas, tugurios peruanos. Esta conceptualización de Singer soporta varios elementos, “cualidades” decía Safa (1995), que permiten distinguir una comunidad de otra. En primer lugar, son comunidades desde una perspectiva económica, dado un determinado nivel de consumo, pero también topográficas, establecidas por diferenciación económica, por demarcación política. La Avenida Arequipa en Lima reunió en casonas de finales de siglo XIX a familias pudientes peruanas que se marchaban del centro; su posición espacial posibilitaba el surgimiento de comunidades. La ciudad de Lima, y en concreto algunas de las áreas que analizamos, están ocupadas en parte por tugurios, comunidades podría decirse utilizando la propuesta de Singer (1973). Presentan una ubicación topográfica precisa, tienen una explicación geográfica-política (política entendida como poder de decisión) que así lo determina; presentan asimismo unas características económicas que las constituyen interna y externamente frente a otras áreas urbanas como sea el centro simbólico-geográfico de Lima.

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Los factores “de cambio” y “de estancamiento” como causas explicativas de expulsión de poblaciones que migran han sido analizados en oposición con los spread effects y bakwash effects de G. MYRDAL, aunque ambos sirven para ofrecer detalles respecto a los motivos económico-capitalistas que provocan los procesos migratorios. Para profundizar en la teoría de Myrdal, se recomienda buscar su trabajo “Teoría Económica y Regiones Subdesarrolladas”, capítulo III, (1968).

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Son las comunidades delimitaciones simbólicas, decía Patricia Safa (1995), que se van construyendo hacia el interior y respecto a lo que hay fuera, los hogares de El Callao o los de las faldas del Cerro San Cristóbal son, más que delimitaciones, márgenes dinámicos y transparentes, son comunidades a construir mentalmente desde la observación del lugar que ocupan, los espacios sociales y culturales donde sustentan, y qué circunstancias les dieron lugar o afectaron para que así surgieran. V. 3 Migraciones latinoamericanas La inmigración, como ya se ha dicho, es clave para entender la realidad urbana de Lima, así como de muchas de las capitales latinoamericanas. Manuel Castells (1973) llamaba “macrocefalitis” a aquella situación, durante los años 50 del siglo XX, en que la población urbana crece enormemente respecto a la población total, al tiempo que se produce una concentración predominante de la población urbana en una sola metrópoli. En los datos que Castells presenta (1973), Lima tenía en el año 1955 un 12,4% de población metropolitana sobre el total de la población, siendo a su vez la aglomeración más grande del país, 7,3 veces mayor que la segunda aglomeración urbana del país. Sería ésta una muestra de “macrocefalia”. Considera Castells que la urbanización en América Latina es un proceso según el cual, cuanto más es el tamaño de una urbe, mayor es su tasa de crecimiento (1973: 12). A pesar de que sus datos son antiguos, y su propuesta teórica es de los 70, revela algunos puntos teóricos que hoy día siguen en pie, o que han tenido un peso esencial en el devenir urbano latinoamericano. Se ha producido una intensa diferenciación intraurbana entre quienes vivían en un lugar y las nuevas poblaciones residentes, una “marginalidad urbana”. Esta diferenciación marginal sería, en palabras de Castells, “ecológica”; es así porque produce a un tiempo una segregación residencial del espacio urbano y la incapacidad del sistema de producción de viviendas para tomar en cuenta las necesidades sociales cuando esta demanda no es rentable. Otro problema, mucho más complejo, es establecer las relaciones entre esta situación sobre el plano de la vivienda y el lugar ocupado por esta población dentro del sistema productivo, en la estratificación social, en los procesos ideológicos y en el juego político (Castells, 1973: 14).

Como Ezra Park, también se observa aquí una perspectiva ecológica, aunque en un sentido más leve que el teórico de la Escuela de Chicago. Castells remarca en la situación de segregación social el olvido de la administración para poner en funcionamiento una planificación urbana que impida tal situación. Es decir, se da una retroalimentación entre las poblaciones que llegan a residir en los “límites sociales” de las ciudades y los líderes que no hacen frente a la nueva situación, reforzando así la marginalidad urbana, una ecología de competencia social, si usamos la terminología de origen darwiniano, no resuelta, estancada. La perspectiva ecológica de Ezra Park, a diferencia de la de Castells, no busca el origen de la segregación residencial en la retroalimentación desigual que se da entre urbanización acelerada e

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inexistencia de planificación urbana, sino que concibe la segregación como una característica inherente a la vida urbana: Las conveniencias, los gustos personales, los intereses profesionales y económicos tienden infaliblemente a segregar y, así pues, a clasificar la población de las grandes ciudades. De este modo, la población urbana se organiza y se distribuye siguiendo un proceso no previsto ni dominado (Ezra Park, 1999: 52).

Castells cuestiona si será o no cierto que la urbanización y sus características tienen como sedimento creador las relaciones de dependencia35 de América Latina; ésta se ha visto inmersa en un espacio de dominación desde la colonización española y portuguesa, siendo este hecho la primera situación de dependencia que Castells remarca (1973: 25). El segundo período de dependencia se adjetiva como capitalista-comercial y se dedicó fundamentalmente a la producción para el mercado mundial, aquel período posterior a las independencias de los países. Al anterior sigue un período de sustitución hacia la potenciación de la industria nacional, ocasionado por la crisis mundial de 1929. Por último, será desde la década de los 70 del siglo XX que el suelo latinoamericano se liga a otra situación de dependencia exterior, en este caso imperialista-financiera y visiblemente enmarañada con el fantasma estadounidense. Destacable en términos de urbanización es un dato que se enmarca en la articulación de dependencia en tiempos posteriores a la colonia. En 1950, la elevada cifra de 86,5% de la población de América Latina habitaba en el área costera del continente -una superficie que sólo comprende alrededor del 50% del total del suelo latinoamericano (Castells, 1973: 18)-. Es decir, la temprana dependencia colonial ya ponía su sello al simbolismo urbano. El trabajo de Castells es muestra de la importancia que tiene la ubicación de los asentamientos urbanos para entender su origen y sus efectos posteriores. Obviamente, el hecho de que la población comenzara en este período a asentarse en la parte costera ha tenido influjo en que posteriormente, en el caso de Lima por ejemplo, esta área tenga una primacía directora a nivel comercial, económico y político. La centralidad, por tanto, ya sea centralidad física o centralidad simbólica, tiene una trascendencia fundamental en el análisis de las ciudades latinoamericanas. Así lo consideran también Schteingart y Torres al analizar la caracterización de los centros, “cuyo papel y contenido social constituyen elementos para la definición de la estructura urbana” (Torres y Schteingart, 1973: 253).

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Castells explica qué entiende por dependencia para evitar perspectivas reduccionistas. Así, dice: que no se entienda la dependencia como un simple estado de “sumisión” del más débil con relación al más fuerte, sino como una relación estructural definida sobre todo por la articulación de las relaciones de clase en dos sociedades o conjuntos de sociedades. Diremos que una sociedad es dependiente cuando la articulación de su estructura social, a nivel económico, político e ideológico, expresa relaciones asimétricas con otra formación social que ocupa frente a la primera una situación de poder (M. CASTELLS, 1973: 16).

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VI. LA HISTORIA Weisslitz (1973) escribía sobre el desequilibrio estructural del tejido urbano limeño. Escribía acerca del reflejo en la ciudad de Lima de las desigualdades que existían entre las diversas zonas del país. Del mismo modo, Schteingart y Torres (1973) llegan a la conclusión de que el dualismo entre sierra y costa peruana se plasma en la ciudad de Lima con la existencia de “dos ciudades”, constituidas simbólicamente en función de los ingresos, además de establecidas geográficamente. Éste es el concepto que se desenvuelve en el presente apartado. El centro sería un punto de salida, antes que un objetivo de llegada. Además, los centros urbanos, sus memorias, no son monolíticos, sino caóticamente poligámicos. Éstas son algunas de las premisas que se desprenden del trabajo de Wiley Ludeña36 sobre el centro de Lima. La centralidad de los lugares tiene una relevancia simbólica no sólo a nivel de ciudad, sino también nacional. En el ámbito urbano, hay autores que hablan de la presencia en Lima no sólo de un centro principal, sino también de otros cuatro subcentros de jerarquía inferior situados en la zona central (Schteingart y Torres, 1973). En el ámbito nacional, merece destacar a John Rennie Short37 en un brillante trabajo sobre the urban order en Australia. Este espacio geográfico presenta un caso inusual de jerarquía nacional -Schteingart y Torres hablan de jerarquía urbana al referir los numerosos centros en la ciudad de Lima-, una jerarquía que “it is dominated by five big cities”. Las circunstancias históricas de ser una colonia británica, su inmensidad territorial, su condición de isla, su expoliación económica, entre otras, son las circunstancias que conllevaron a la situación de este cuasi-continente definido por una no-preponderancia de una sola ciudad. Este ejemplo para percibir las jerarquías en sus distintos niveles, además de para hacer ver cómo el simbolismo del concepto de centralidad no desaparece al dispersarse el centro único en varios centros, sino que adopta otro valor. En Perú, la jerarquía nacional se visualizaría en una imagen con dos extremos. En uno la ciudad de Lima aglutina poder económico, político, destino mayoritario de migración; en el otro extremo, el resto del país. La centralidad es conducente a Lima. Jerarquía nacional encabezada por Lima; representación de la centralidad en las calles de la ciudad de Lima es su traslado al ámbito de la jerarquía urbana.

36 Doctor en Urbanismo por Technische Universität Hamburg-Harburg, director de la Maestría en Renovación Urbana en la Universidad Nacional de Ingeniería en Lima. El trabajo que analizamos se titula “Lima: poder, centro y centralidad. Del centro nativo al centro neoliberal “ (W. LUDEÑA, 2002). 37 Su obra The Urban Order ( J. RENNIE SHORT, 1994) es un imponente trabajo que abarca temas ligados a lo urbano tan variados como la organización de los barrios, la importancia de los nombres de los lugares, la inmigración a las ciudades, el feminisno, la homosexualidad observada geográficamente, las construcciones de arquitectos conocidos.

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VI. 1 Ciudades abandonadas. Ciudades construidas urbanísticamente Andar por los escalones de la jerarquía conlleva, en múltiples ocasiones, hacerlo por el espacio de la subordinación, la dependencia. La ciudad latinoamericana existía desde tiempos anteriores a la colonia. Hardoy y Moreno (1969) describen los motivos de desaparición de antiguas urbes latinoamericanas como pueda ser Huari, Tiahuanaco o Teotihuacán. Si bien esta última se considera que desapareció a causa de invasiones de otros pueblos, el motivo de abandono de ciudades como Tiahuanaco se busca en una hipótesis más enrevesada. La ciudad era gobernada por una élite política que mantenía bajo su liderazgo a sociedades indígenas, el gobierno se establecía porque la subordinación del pueblo lo permitía. Ocurre, sin embargo, que cuando el conflicto entre la población y la élite gobernante es tan fuerte que conlleva la eliminación de esta última clase, la primera queda sin protección, sin un cuerpo que lidere la producción de productos, la comercialización, la tecnología, y ello provoca un proceso de ruralización, pues no tiene modo de subsistir en la ciudad sin el respaldo subyugante de la élite gobernante. La ciudad de Lima más que un abandono, sufrió una reformulación en la época colonial. Cuando los españoles llegan a la ciudad de Lima, se sirven de la estructura simbólica, tanto política como religiosa, para implantar su poder sobre el espacio. Cabe asimismo señalar cómo la ciudad de Lima fue en la época colonial no sólo el centro del país, sino también el eje director del Imperio Español en las Américas, y es que “la ciudad no sólo tiene centro, sino que ella misma puede ser el centro de la vida nacional” (Ludeña 2002: 5). Los colonos afirman su autoridad sobre el espacio que ocupaba el palacio de Taulichusco -cacique de la cultura limeña-, el área donde se dictaminaba el uso de aguas para regadío, así como una Huaca religiosa; “el centro de Taulichusco sería el centro de Pizarro” remarca Ludeña (2002), situándose el área central que albergaría el espacio político, religioso –representado por la catedral de Lima- y de control productivo de los nativos. El re-surgimiento del centro de la ciudad de Lima se produjo en 1870, año de demolición de las murallas que rodeaban la ciudad; se dice resurgimiento pues a la llegada de los colonos, los nativos ya tenían un centro simbólico y de poder en la organización del espacio. La demolición supuso el nacimiento de la conciencia de centro vs periferia, de poder pensar la centralidad ya que existe una periferia. Las murallas se sustituyeron por bulevares con largas avenidas arboladas. Asimismo, la demolición implicó la necesidad de crear un centro de legitimación social del poder, de legitimación simbólica “del quién manda”. Por último, existe una dualidad, un forcejeo entre la visión de quienes huyen del centro para alquilar sus antiguas casas y vivir en la periferia, en las casas de la oligarquía limeña, y al mismo tiempo se busca una reinvención simbólica del poder representativo de la centralidad; será esta última deformación de ideología urbana la que más de un siglo después, en

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los años 90 de Fujimori, se repite a través de la recuperación urbanística-simbólica del centro de Lima, una recuperación que respondía a las opiniones opuestas pero complementarias del presidente del Perú y del alcalde de Lima del momento, Alberto Andrade (1996-2002). “Paisaje es un modo de mirar al entorno natural”; así define Velasco (2007) cómo el paisaje, pensado como ámbito innato a la capacidad del ser humano de mirar, es más bien un producto cultural, una creación que no existiría como tal, de no haberse interiorizado primero la existencia de la naturaleza debido a cambios demográficos en la Europa del siglo XVIII y XIX. Modo de mirar. Producto cultural. Así es el centro de las ciudades, o los centros, o los subcentros. Productos culturales que se viven dependiendo de cómo se miran, cómo se construyen, así como según quién los crea. En Australia, para los Ngarinyin de la Meseta Kimberley, el cuerpo y la tierra están “interpenetrados”, existe un intercambio fluido entre ellos, se constituyen en interrelación, “son sendimentos de experiencia polimórficos, cambiantes, que establecen una identidad fundacional” (Velasco, 2007). En Lima, los líderes que deciden el rumbo urbano del diseño del plano de las calles, de la construcción de edificios, así como los inmigrantes y los vendedores ambulantes son quienes se entremezclan con la morfología de la ciudad. Es así que ocurrió con la transposición del significado que el palacio de Taulichusco tenía para la población, con el significado que tiene al implantar el centro de poder religioso colonial sobre la misma área. El paisaje cultural seguía existiendo, pero el modo de mirar se había modificado. Se percibe aquí cómo el concepto de centralidad se impone en distintas culturas; la idea de centralidad del pueblo Achilpa, estudiado por Ernesto de Martino (Signorelli, 1999), es ejemplo de la amplia universalidad del concepto de centro. Los Achilpa, en una búsqueda pareciera innata de la humanidad por estar orientado en el espacio, viajan en sus desplazamientos nómadas con un palo totémico38 que introducen en la tierra y ritualizan una “función de rescatar de la angustia territorial a una humanidad peregrinante” (Signorelli, 1999: 26). Lima se fundó sobre un espacio fuertemente simbólico para la cultura precolombina. Se instaló la nueva ciudad imperial sobre un área poderosa, y desde ahí se creó el centro de la naciente gran urbe, y el centro del país. Más tarde, la re-fundación de este espacio central no se produciría hasta mediados del siglo XIX, consecuencia del derribo de la muralla que circundaba la ciudad. En ambos momentos, condiciones materiales - durante la fundación, la elección de Lima y el rechazo de Jauja como centro de la nueva ciudad se basó en diversas circunstancias topográficas, de clima; el derribo de la muralla basado en fines expansionistas- y simbólicas –instalación colonial en el que fuera el centro de poder de Taulichusco; re-significación del centro en aras de legimitación social de poder tras la demolición de las 38

El totetismo, sin aludir ahora a la procedencia de la palabra tótem, integra el conjunto de creencias espirituales que encuentran algún tipo de ligación mística entre el ser humano o un grupo de éstos y ciertos animales o plantas. El tótem será este vegetal o animal al que se considera, generalmente, relacionado con el origen genealógico del grupo humano al que se adhiere.

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murallas- se entrelazan, se retroalimentan, creando un centro y una periferia que se desdibujarán con el paso del tiempo. VI.2 Espacios micro y macro. Su intercambiabilidad, repetición o al menos, complementariedad. El Gran Teatre del Liceu de Barcelona es un espacio en que los objetivos prácticos se han visto superados en importancia por la función simbólica. W. McDonogh39 parte del análisis del salón de óperas de Barcelona, un espacio donde se produjo una hibridación de funciones, “el club amplía la presencia de la élite fuera de las horas y de la temporada de óperas, domesticando el teatro en los ciclos de vida cotidiana” (McDonogh, 1988: 99), para entender la estructura social y de valores de una época. El anterior trabajo es citado por varios motivos. Como ya se ha indicado, ejemplifica aquellos espacios en que la acción simbólica se ha superpuesto al valor práctico. En segundo lugar, su espacio físico, es decir, la “organización geográfica” interior del Liceu, se establece siguiendo unos valores sociales determinados que reproducen internamente la diferenciación socio-económico entre personas, es decir, “los valores sociales se funden con los planos arquitectónicos en la interpretación de esta disposición” (McDonogh, 1988: 103). En tercer lugar, sirve de base para el análisis de aquellos espacios donde las funciones simbólicas y prácticas se ven reforzadas, como es el caso de la organización del espacio en Lima. “Los objetivos prácticos que se puedan lograr rediseñando la ciudad estaban absolutamente subordinados a la función simbólica de representación” dice Carl Schorske40(Martorell, 1988); esta cita es utilizada ya que un rediseño similar habría ocurrido en la primera reconstrucción del centro de Lima, a la llegada de los colonos, es decir, tuvo lugar una violencia simbólica, además de física, de ocupación de un espacio altamente significativo para la población nativa. En la ocupación del centro de Lima, los objetivos prácticos y simbólicos pareciera se fundieron y reforzaron, y como en el caso del Liceu, fueron adoptando en el espacio físico una organización según quien la habitaba. De ahí surge la segunda idea de esta investigación histórica: Al mismo tiempo, también, muchos núcleos urbanos antiguos se deterioran, estallan. Los habitantes se desplazan hacia lejanas periferias, residenciales o productivas. En los centros urbanos, las oficinas reemplazan a las viviendas. A veces (en los Estados Unidos) estos centros son abandonados a “los pobres”, y pasan a convertirse en ghettos para los desafortunados. A veces, por el contrario, las personas de mejor situación conservan fuertes posiciones en el corazón de la ciudad (alrededor de Central Park, en Nueva York; en Marais, en París) (Lefebvre, 1969: 25).

Para algunos autores la oposición centro-periferia en Lima surge con la demolición de la muralla, lo que Wiley Ludeña (2002) contiene en la idea de “centro-centro”, es decir, centro y ciudad eran un mismo espacio. La extensión a partir de la demolición se sustenta en un período de expansión 39 Este trabajo, de muy recomendable lectura, está contenido en una compilacion de estudios sobre la ciudad coordinada por M. FERNÁNDEZ-MARTORELL (1988). La obra original de W. MCDONOGH se titula “Las buenas familias de Barcelona: Historia social de poder en la época industrial”. Barcelona: Editorial Omega, 1988. 40 La cita, recogida del trabajo de M. FERNÁNDEZ-MARTORELL (1988), está contenida en la obra de Carl SCHORSKE titulada “Fin-de-Siecle Vienna” (1980).

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económica basada en la explotación del guano, que abarcará desde mediados del siglo XIX hasta los años 30 del siglo XX; es, asimismo, complementaria de la anterior idea el papel capital de Lima a nivel simbólico. Ricardo Palma lo introduce con sus “Tradiciones Peruanas”41: “¿Recuerdan ustedes el tiberio femenil que en nuestros republicanos tiempo se armó por la cuestión campanillas, y las escenas del Congreso siempre que se ha tratado de incrustar, como artículo constitucional, la tolerancia de cultos? Pues esas zalargadas son hojarascas y buñuelo al lado del barullo que se armó en 1591. Lo que nos prueba que, desde que Lima es Lima42, mis lindas paisanas han sido aficionadillas al bochinche” (Palma, 1969: 38).

Este fragmento refiere a un tópico sobre el Perú, la centralidad de Lima, “desde que Lima es Lima”. Pensando la retórica de Palma desde una perspectiva urbanística-simbólica, sus palabras desvelan también que Lima, desde siempre43 fue un punto destacado, en relieve en la geografía espacial. La expresión “desde que Lima es Lima” contiene en el papel el énfasis que Lima tiene en la realidad, tanto a nivel político, económico como geográfico; sería algo así como “the luxury of a metropolitan provincialism” (Rennie Short, 1994), esa visión en que el mundo es la ciudad donde se vive, aunque en el caso limeño sea más bien una visión centrista de liderazgo simbólico y real, “the world´s most important business deals, cultural commentators, and social movement will pass through” (Rennie Short, 1994: 429). Esta divagación hacia Palma ofrece un símil complementario a la concepción de “centro-centro” de Ludeña. Mientras que Lima siempre habría sido Lima, su centralidad, su relevancia, sus mujeres saboteando lo que el conde de Nieva allá en el siglo XVI estipulara sobre la capa de los varones y el manto de las mujeres, la concepción de centro vs periferia se vio modifiada con el tiempo, o más bien nació en determinado momento, con la caída de las murallas. Es decir, existen unos motivos que, basados en asuntos prácticos y/o también simbólicos, como analizaba McDonogh, llevan a la modificación del plano de la ciudad. Primero fue el ciclo del guano y la expansión que posibilitó; después, desde la década de los 20, la migración -tanto interna como externa-, fue la nota que más resonó. La migración ha sido uno de los elementos predominantes en el diseño dinámico de las ciudades. En Lima ha sido una de las causas primordiales en la nueva organización diferenciadora de la ciudad. Jacques Barou (1986) asienta las bases sobre la influencia urbanística de los procesos migratorios. En la ciudad de Lima, ciertos sectores de la población, desde la demolición de las murallas, consideran la posibilidad de morar fuera del centro simbólico de ésta. Comienza una dualidad entre el

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Esta cita corresponde al relato de Palma “La conspiración de la saya y el manto” (1969). La cursiva no es del autor. 43 El origen del nombre de la ciudad de Lima es debatido por diversos autores, con propuestas muy distintas. Aquí ofrecemos la explicación hecha por el Inca Garcilaso (L. SÁNCHEZ, 1993). El nombre “Lima” es la recepción en el español del término “Rímac”, haciendo referencia al valle del río Rímac que se encuentra al norte de la ciudad; fue un término quechua que declinó en el español en la voz “Lima”, por ello, aunque la palabra se vió modificada, el origen es indígena quechua. 42

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norte espacial de la ciudad -el centro simbólico- vs al sur -periferia para sectores pudientes-. Una situación similar se da en el barrio costero de L-Estanque en Marsella. Condiciones geográficas, topográficas e históricas determinan una oposición Norte-Sur, siendo en la zona noroeste donde tradicionalmente han llegado los migrantes. El motivo de asentarse ahí es la posibilidad de encontrar trabajos ligados al comercio marítimo, en palabras de Jacques Barou44: La historia económica de Marsella permite pues comprender ciertas características de la urbanización, como esa división entre el norte y el sur debida a la elección de una industrialización estrechamente vinculada a la función portuaria que ha hecho del norte de la ciudad el lugar por excelencia de localización de fábricas y de la mano de obra que trabaja allí, mientras que en el sur hay sobre todo implantanciones de huertos, que constituyen desde hace mucho tiempo una verdadera reserva inmobiliaria que ha permitido la expansión residencial de las capas sociales ligadas a las actividades terciarias (Barou, 1988: 59).

Es decir, existe una dualidad de espacios basada en elementos topográficos y económicos dependientes de los anteriores. Como en Lima desde los años en que se demolieron las murallas, ciertas capas sociales comienzan, desde las construcciones ferroviarias de mediados del siglo XIX, a migrar para vivir al sur; esta migración hacia el sur y oeste se acentuará desde los años 30 del siguiente siglo. Es asimismo el momento de llegada masiva de inmigración desde el resto del país a la capital, produciéndose así una doble migración: interior hacia el sur de la ciudad; exterior hacia distintos lugares de la capital, ¿distintos o sólo hacia el espacio dejado libre por las capas pudientes que migran al sur? De ser sólo a los espacios vacíos, es decir, al área que ocupa y rodea el centro simbólico, no se cumpliría la hipótesis que se planteaba en esta investigación, aquélla que indicaba que se habría dado en Lima una fragmentación de la concepción de ciudad divida en centro vs periferia. El trabajo de Barou es destacable tanto por su valor macro al comparar con la realidad limeña, como micro; la organización de las casas construidas u ocupadas a través de la organización patronal en este barrio es muestra, otra vez, de la importancia que el simbolismo tiene para crear o reforzar circunstancias sociales. Barou se centra en el estudio de cinco manzanas de L´Estanque. Es un área con una vista panorámica grandiosa que no ha sido el fundamento de las construcciones allí realizadas. Se establece una organización de las calles con una función de comunicación, de “distribución étnica de la población”, así como de estructuración social del espacio, esto último en cuanto a sexos y edades: Las familias de origen español están instaladas en los sectores externos de la manzana. Los tunecinos de Talaht se agrupan en la parte exterior de la manzana nordeste, y las kabilas se hallan reagrupadas alrededor de callejas transversales o en las callejas que dan acceso a la vía principal. Estas callejas kabilas reagrupan en realidad sólo a familias emparentadas o aliadas que suelen tener el mismo apellido. Constituyen ya una primera forma de privatización del espacio en beneficio únciamente de la familia ampliada. Al observar la distribución de las áreas de la vida según los sexos y las edades resalta su función de estructuración social del espacio. Se puede apreciar que son en realidad áreas de vida privilegiadas de las mujeres adultas que permanecen allí gustosas y van de una casa a otra sin ningún problema (...) (Barou, 1988: 73).

44 Este artículo, obtenido del trabajo de M. FERNÁNDEZ-MARTORELL (1988), forma parte de la obra de J. BAROU “Ethnologie française”, titulado “Genèse et évolution d'un village urbain: Un groupe d'émigrés algériens dans un ensemble d'îlots du XVI e arrondissement de Marseille”. París: Presses Universitaires de France, 1986.

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Se establece así una organización del espacio basándose en origen y en sexo, además de prestigio social. En este caso, las familias que quieren aproximarme a los valores europeos, tienden a ocupar las partes exteriores. Así, como decía Manuel Castells y recuerda Signorelli: no existe sociedad que no tenga una relación con el espacio (...) En otros términos: entre relaciones sociales en el espacio y relaciones sociales con el espacio, existe una interdependencia que es determinante (Signorelli, 1999: 41).

La fusión social-espacial es constante en cada micro o macro espacio. La organización del distrito marsellense se apoya en los criterios de estructuración social del espacio, pero también de comunicación. Comunicación es también uno de los reflejos de los limeños que, desde la destrucción de las murallas y fundamentalmente durante la década de los 20 y 40, muestran al “huir” del centro limeño. Otro de los elementos básicos para sustentar nuestra hipótesis de investigación es el papel director que tienen las calles en la unión de lugares. La calle Pasteur tiene una función directriz para los habitantes del distrito marsellés. Es un lugar estructurante, separa las manzanas norte y sur, es donde se juntan a charlar los hombres y a jugar las niñas y niños, “poco frecuentada por automóviles, desempeña más la función de plaza de pueblo que de vía de circulación”, “se trata, pues, del lugar más vivo, el más auténticamente kabila y el que posee más color local: y se mantiene oculto respecto al entorno europeo por su posición central” (Barou, 1988: 74 y 76). Es pues un punto orientador, de cohesión y de segregación, como Sharon Zukin45 concluye en su análisis cultural urbano sobre Disney World, “cities impose visual coherence in many ways” (Zukin, 1995: 77). El Paseo de la República, Arequipa y Avenida Brasil son los tres cauces directrices en el desarrollo rupturista de la idea de centro-centro de Ludeña (2002). Partiendo del centro y diversificándose hacia el sur unen, respectivamente, con San Isidro, Miraflores y Magdalena. La “imagen 2” representa esta idea de centro vs periferia.

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El trabajo de S. ZUKIN que se usa en esta investigación es “The Cultures of Cities” (1995), un obra en la que aborda temas tan variados, aunque todos comparten el rasgo urbano y de lo cultural, como la cultura real de Disney World, el Wild Commerce in New York o el mundo de los museos.

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IMAGEN 2. Mapa de espacios simbólicos

Fuente: Nuno Rosa, 2012.

Así, en la ciudad de Lima, basándonos en los anteriores estudios y en el trabajo de Ludeña, el dinamismo urbano es imperante, se producen acoplamientos entre situaciones topográficas y estructuras urbanas, en palabras de Guerreiro, “cõrdoes umbilicales que ligan a estrutura urbana ao território” (Teixeira, 200146)-, intersecciones entre las partes de la ciudad –relaçao de dependência con praças, largos, ruas (...) entre si asseguram a coesão da estrutura urbana-. La cohesión urbana se basa en la separación (¿segregación?) de capas sociales. Las diferentes áreas de la ciudad crean cohesión, enlace urbano, propuesta opuesta a aquella perspectiva que piensa las ciudades como organizaciones irregulares e informales. Los migrantes peruanos en Lima tendieron a instalarse en los tugurios centrales de la ciudad y en las urbanizaciones populares. El modelo de Burgess (1920)47, basado en una serie de círculos concéntricos que se extienden del centro a la periferia de la ciudad, busca enlazar las diferentes partes de habitación de la ciudad con los distintos sectores de la población (Short, 1994: 179): Most of the migrants to the city had little money and limited resources. Their first move was to the inner city, where the cheapest housing could be found. As they gained a firmer foothold in the urban economy they moved further out to the more expensive housing. In his

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Es uno de los capítulos contenidos en el trabajo de M. TEIXEIRA, “A praça na cidade portuguesa” (2001). Burguess trabajó en Chicago a principios del siglo XX, formando parte de la renombrada Escuela de Chicago.

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famous paper Burgess conceptualised the process as invasion and succession, as different groups moved out from the central city to invade the next neighbourhood out. The result was a series of zones (Short, 1996:180).

La propuesta de Burguess no es universal, aunque sí se puede transportar a la realidad peruana del período de migraciones, al menos en la primera parte de su formulación, aquélla que refiere a la llegada de migrantes pobres a los centros de las ciudades. Se aplicaría a ciudades con migrantes pobres y donde el mercado de la vivienda se reparte acorde con los criterios de calidad del alojamiento y capacidad de ingresos. Este modelo ha recibido numerosas críticas, fundamentalmente por sólo ceñirse a ciertas ciudades norteamericanas en un período anterior a los años 50 del siglo XX. Sin embargo, su idea es útil para aplicar al caso de Lima, con la cautela necesaria que el tiempo y el espacio necesitan. En el modelo, el centro de la ciudad que hubiera sido el foco organizador del poder y de representación de éste, se convierte en la “zona” de recepción de migrantes. VI.2.1 Proceso de metropolización. Tugurios, pueblos jóvenes, urbanizaciones populares. Torres y Schteingart (1973) analizan la estructura y centralidad latinoamericana48 basándose en el desarrollo urbano de determinadas áreas de la ciudad. Los procesos sociales, las decisiones humanas, las organizaciones urbanas, el simbolismo de la ciudad, son hechos pluridimensionales, “hechos sociales totales” (Mauss, 1925). Es decir, son situaciones dinámicas que aglutinan multidisciplinares causas, siendo así la construcción del plano urbano limeño. La imposición del centro colonial sobre el antiguo centro de Taulichusco no se debió exclusivamente a una motivación topográfica; de igual modo, la demolición de las murallas de Lima durante el mandato de Balta (1868-1872) se fundamenta en distintos pensamientos de poder, así como ocasiona diversas consecuencias. La ciudad no sólo se escribe, sino que también se lee, “writing the city, reading the city” (Rennie, 1994). Es decir, existe en la construcción del plano urbano un elemento de fusión entre distintos elementos que originan el resultado final, intervienen las circunstancias topográficas, simbólicas, pero también políticas. El paisaje urbano estaría inscrito con el poder de las élites (Rennie, 1996), siendo durante el gobierno de Balta cuando se inicia la posibilidad de la idea de “una ciudad sin límites”. Para el análisis de Lima, Buenos Aires y Santiago de Chile, Torres y Schteingart (1973) dividen el proceso de metropolización en dos períodos. En el caso de Lima, el primer período abarca desde 1850 momento en que comienza la expansión basada en la explotación del guano, azúcar y algodón por parte de una nueva oligarquía en el poder- hasta los años 30 del siglo XX. Los elementos que caracterizan este primer período son, entre otros: la independencia del Perú en 1821; la expansión del guano que posibilitó la inversión en obras públicas tales como caminos, redes 48

El trabajo se titula “Estructura interna y centralidad en metrópolis latinoamericanas. Estudio de casos”, (H. TORRES y M. SCHTEINGART, 1973).

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ferroviarias hacia el Callao (1851), hacia Miraflores, Barranco y Chorrillos (1857), hacia Magdalena (1875), y puertos, durante algún tiempo; la apertura del Canal de Panamá que facilitó las exportaciones de materias primas desde el Perú. Además, la apertura de nuevas calles hace más real esa “ciudad sin límites” de Balta. Palma relata la importancia simbólica de las calles limeñas: Pero como si una saya decente no fuera de suyo bastante para dar quebradero de cabeza al mismísimo Satanás, de repente salió la moda de la saya de tiritas, disfraz usado por las bellas y aristocráticas limeñas para concurrir al paseo de la Alameda el jueves de la Asunción, el día de San Jerónimo y otros dos que no consignan mis apuntes (Palma, 1969: 37).

La Alameda de los Descalzos se sitúa al norte de la Plaza de Armas de Lima, cruzando el río Rímac. Fue un espacio de reunión de poder. Un lugar simbólico como el Liceu de Barcelona. Un espacio social y geográfico relevante en el desarrollo de la ciudad. El texto de Palma es una historia que se remonta a mediados del siglo XVI. ¿Será entonces que la disgregación del supuesto compacto centro simbólico de Lima había sido anterior a la demolición de las murallas? ¿O será simplemente que aquel espacio, el paseo de la Alameda, era simbólicamente ya el indicio futuro del nuevo poder espacial que tanto ahí –en fechas y fiestas señaladas-, como en el sur de la ciudad se asentaría? En 1920 se abren las Avenidas de Brasil y Arequipa. Ambas casi colisionan en uno de sus extremos en el área que se aproxima al centro histórico, mientras que los otros extremos direccionan hacia Magdalena -avenida Brasil- y San Isidro -avenida Arequipa-. Ambas permiten la unión espacial del centro histórico con la periferia clásica. La Avenida Arequipa se transformó en una calle elegante de la ciudad, y es que, como relata Rennie (1994) los edificios son cuerpos más complejos que espacios habitables: From Babylon to Nazy Germany and from state capitals to national capitals, cities express the pretensions of political power. We can tell much about a political regime by the buildings it constructs (Rennie, 1994: 391).

Los edificios reflejan cómo y por qué fueron hechos de una determinada forma, el tamaño de los edificios, su forma, su proporción manifiestan valiosa información. Desde “el Vitruvio” de Leonardo Da Vinci, inspirado en una de las obras del arquitecto romano Marco Vitruvio, donde se sugería la construcción de edificios proporcionales al ser humano, las muestras de esta ligadura cuerpo-espacio son sobremanera recurrentes en la arquitectura urbana. En Lima, la avenida Arequipa es sólo una de las calles donde se construyen, según la información recogida por Torres y Schteingart (1973), grandiosas mansiones para la clase pudiente migrante desde el centro urbano, casonas que reflejan el afán de demostración de poder económico, su significado, como señala Rennie (1994) respecto a otro tema, “the meaning of the built environment” es amplio49. La avenida Arequipa no es la única en traducir rasgos simbólicos del espacio, como tampoco es su construcción desnuda la que habla de simbolismo, “the quality of a location is dependent on what is happening 49

Rapoport (J. RENNIE, 1994) identifica incluso tres niveles de significado; por ello, la vanidad en mostrar el lugar que se ocupa en la pirámide social construyendo mansiones es sólo uno de los posibles significados.

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around it” (Rennie, 1994: 265)50. En contraposición al poderío en el siglo XIX de la avenida Arequipa, el cerro San Cristóbal que respalda el centro histórico limeño es la muestra simbólica de como la habitación humana en lugares centrales y además altos, no siempre significa tenencia de poder, sino que puede tener, dependiendo del tiempo y el lugar, diversos significados51. El cerro, visto desde la parte trasera del centro histórico de Lima, en dirección al río Rímac, es un pintoresco escenario geográfico, colorido de minúsculas casas que escalan sus faldas hasta la cima, dibujando un escenario que simbólica y realmente se enfrenta a aquel antiguo valor alto que tenían las cimas de los cerros, los lugares elevados, los castillos, de representación de poder. Las minúsculas casas responden al modelo de pueblos jóvenes que se han creado obedeciendo no a una normativa urbanística organizada, sino más bien a un orden simplemente topográfico y de necesidad social, y es que el poder es dinámico, variado y sutil, “the power is relationship between people. Power does not have to be visibly exercised to be influential” (Rennie, 1994: 408). La alusión al cerro muestra cómo las modificaciones que en el período 1850-1930 se producen, así como posteriormente, revelan tanto al que tiene poder como al que no lo tiene, es decir, se cumple la multiplicidad de significados que Rapoport indicaba. IMAGEN 3. Cerro San Cristóbal

Fuente: imágen descargada de internet el 13 de diciembre de 2012. Autor desconocido

Al hablar de las avenidas Brasil y Arequipa se enfatiza su papel de unión centro-periferia. La concepción de periferia, como la de centro, no es sólo el “espacio que rodea un núcleo cualquiera” (RAE, 2012). Es todo esto, pero algo más, o nada de eso.

50 J. RENNIE (1994) ejemplifica esta idea. El Empire State Building de Nueva York tiene diversos significados: es símbolo de la depresión de los años 30 en Estados Unidos, es un icono de la ciudad, es un lugar querido, símbolo de los mayores rascacielos a nivel mundial. 51 R. PALMA (1969) escribe sobre el posible origen del nombre del cerro:

La sublevación de indios era general en el Perú. Españoles y peruanos estaban, como se dice, en mátame la yegua, que matarte he el potro. El marqués Pizarro, en Lima, se hallaba sitiado por un ejército de ochenta mil hombres al mando de Titu-Yupanqui, que ocupaba el cerro llamado después de San Cristóbal, en conmemoración acaso del milagro que hizo el santo obligando a los indios a emprender la fuga. Titu-Yupanqui murió en el combate (1969:7).

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Los conceptos, como los procesos sociales, son dinámicos y se entremezclan con su contenido social. Amalia Signorelli (1999) analiza algunas frases hechas: “aquel señor es una persona urbanizada”, “se ve inmeditamante que es un villano”, “ha dado pruebas de gran urbanidad”52, términos que aluden a lo que Rennie llama “urban myths, to refer to ideas which are part fact, part fancy, and totally a product of social construction. Myths resonate through time, and can be heard over space and through time” (1994: 414). El segundo concepto que ejemplifica la relevancia que tiene el lenguaje al tratar temas urbanísticos es la explicación que Signorelli da de la expresión “tener espacio”: Es frecuentemente usada en sentido metafórico, pero metáfora y sentido literal son muy cercanos, ya que el espacio del que dispone concretamente cada individuo, grupo, clase social, en una sociedad dada, mide su poder y riqueza, refleja su prestigio, su colocación en la jerarquía social. En sentido real, no sólo metafórico, tener espacio significa tener libertad, libertad de dirigir, de ser, de relacionarse y viceversa; precisamente en toda sociedad la privación de espacio es la correlación de una posición subalterna o marginal en el sistema social (Signorelli, 1999: 52).

Este divagar en el mundo del lenguaje urbano buscaba remarcar la importancia de pensar las palabras, el concepto de “periferia”, desde la complejidad, preguntarnos si refiere sólo a un lugar exterior; si supone restricción o es sólo un simbolismo sin fondo; si implica que el lugar esté “físicamente” rodeando al núcleo, o puede sin embargo, encontrarse su “contenido periférico” dentro del propio centro, rompiéndose así la oposición centro vs periferia lingüísticamente, resultando demostrable la hipótesis de esta investigación. Es decir, se daría en la ciudad de Lima una ambigüedad de funciones en cada una de estas partes consideradas. Rennie (1994) representa esta ambigüedad con el ejemplo del apartheid sudafricano: Under the Group Areas Acts of 1950 and 1966 whites, coloureds (mixed race), and Indians were restricted to specific neighbourhoods. Blacks were assigned to “homelands” and thus were seen not as citizens of South Africa but as temporary visitors restricted to the peripheral shantytowns; their movement was controlled and restricted by pass laws. There were differences between the cities (Rennie, 1996: 223).

Se cumple una segmentación de la población según cuestiones étnicas. Un hacinamiento de personas en específicos lugares de la ciudad, en “peripheral shantytowns”. Es decir, se cumple el concepto de periferia en su sentido simbólico de alejamiento, área que bordea el núcleo urbano, distanciamiento, así como su simbolismo de segregación, de periferia que marca los límites de donde unos sectores de la población pueden estar, es decir, “the divisions of society are embodied in space and place” (Short, 1994: 223). Retomando el inicio de este apartado, no sólo se ha producido un desarrollo de avenidas que enlazan centro-periferia. Otro de los procesos de modificación que se producen en el primer período de metropolización estudiados por Torres y Schteingart (1973) es la diversificación de usos de la Plaza de Armas, dedicada antes primordialmente a una función institucional y comercial, así como el surgimiento

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Son términos que implican determinados preconceptos basándose en la procedencia del individuo. Los prejuicios o caracterizaciones dadas por hechas sobre lo urbano vs lo campesino viajan en el lenguaje a lo largo del tiempo y se instalan en la vida cotidiana a veces sin la conciencia de lo que implican, con sutileza, pero no por ello menos efectivos.

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de un nuevo núcleo en torno a la Plaza San Martín, un área al sur pero cercana a la Plaza de Armas. Las palabras de Lefebvre caracterizan este proceso: Por otra parte, los núcleos urbanos no desaparecen, roídos por el tejido invasor o integrados a su trama (...) El núcleo urbano pasa a ser así producto de consumo de alta calidad para los extranjeros, turistas, gentes venidas de la periferia, suburbanos. Sobrevive gracias a esta doble función: lugar de consumo y consumo de lugar53 (Lefebvre, 1969: 27).

Se produjo en Lima una transferencia de la ubicación del centro, una extensión simbólica de su significado. Teixeira, en un trabajo sobre el surgimiento de las plazas urbanas portuguesas desde el siglo XV, trabaja este tema donde “o centro desloca-se”. Como en el caso portugués, donde Teixera (2001) indica que las plazas en su país no han tenido una existencia primigenia en las ciudades, es decir, no ha existido la plaza como norma en las fundaciones de las urbes o no ha tenido un simbolismo de centralidad, en Lima, el traslado del centro a otros puntos de la ciudad se da en un momento preciso, en un escenario económico-político determinado54. En la década 1949-1959 del período de metropolización de Lima, es fundamental su papel prioritario en el desarrollo interno de la periferia urbana. Será en este momento cuando tiene lugar un crecimiento intenso en tres partes de la ciudad: en las orillas del río Rímac, en el norte del río y en el norte de la ciudad hacia Canta (Torres y Schteingart, 1973). En la ciudad de Lima se obtiene una imagen de imanes opuestos: por un lado, en el sur de la ciudad, desde finales del siglo XIX, se comienza a establecer, a través fundamentalmente de la avenida Arequipa y Brasil, una clase limeña pudiente, con recursos para dejar sus casas del centro, alquilarlas, e irse a vivir a la periferia. Periferia sólo en el sentido geográfico, se entiende; por otro lado, en el norte del centro histórico, en torno al río Rímac, con la perspectiva del Mirador San Cristóbal, se asientan poblaciones con unos recursos económicos más limitados. El mapa que presenta Riofrio (2003) –“imagen 4”- es un ejemplo visual de dónde se asientan los nuevos pobladores de Lima, de cómo el significado de centro y 53 H. LEFEBVRE, al comienzo de las páginas de “El derecho a la ciudad” (1978) establece una estricta y crítica diferenciación entre “obra como valor de uso”, y “producto como valor de cambio” Su obra, nos dice Mario Gaviria en el prólogo, es un intento crítico al halago teórico surgido en torno a la Carta de Atenas, intentando Lefebvre desvirtuar la artificiosidad urbanística que impondría un plan en el que se organizase la ciudad funcionalmente, dividiéndola según áreas de trabajo, de vivienda, de ocio, y olvidando la conjuntura de todas las funciones, “la separación de funciones allí donde se ha llevado a rajatabla ha llevado a la destrucción de la vida urbana. Lo más urbano, la calle, el cuarto de estar de la ciudad, es odiado por la Carta. La calle es peligrosa, nociva, multifuncional, tierra de todos y de nadie, debe desaparecer, dice la Carta” indica Gaviria. Las obras, los edificios artísticos en sí mismo tendrían un valor de uso, de disfrute y recreación, Lefebvre lo indica así: este tipo de ciudad -refiriendo a ciudades no sólo como construcción y aglomeración de personas, sino sumando conocimientos, técnicas, obras- es en sí misma “obra” y esta característica contrasta con la orientación irreversible al dinero, al comercio, al cambio, a los productos. En efecto, la obra es valor de uso y el producto, valor de cambio. El uso de la ciudad, es decir, de las calleas y plazas, los edificios y monumentos, es la Fiesta (que consume de modo improductivo riquezas enormes, en objetos y dinero, sin otra ventaja que la del placer y el prestigio) (H. LEFEBVRE, 1969:18). 54 M. TEIXERA (2001) considera que las plazas urbanas en Portugal comienzan a crearse, como norma, desde el siglo XV y XVI, es decir, corresponde a un período de modernización civil, transformaciones urbanísticas que tienen tanto intenciones funcionales, como estéticas. En cuanto a los motivos temporales, refiere al Renacimiento, a un período de crecimiento poblacional, a un momento concreto que, como en “La Metamorfosis” de Kafka donde la transformación se produce en un espacio temporal concreto y no antes, existían las condiciones intelectuales y materiales que permitían las reconstrucciones urbanísticas referidas.

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periferia se desdibujan, y cada un de ellos alberga variadas “ciudades interiores”(Ezra Park, 1999). Los barrios pobres se instauran en forma de tugurios tanto en el centro –en torno a la plaza de Armas, al cerro San Cristóbal,- como en el puerto de El Callao; asimismo, también poblaciones sin recursos se instalan en la periferia de la ciudad y en el área central, esta vez en forma de poblaciones jóvenes, y lo hacen a lo largo del río Rímac, del cerro San Cristóbal, y ya en la periferia geográfica, atravesando los opulentos barrios de Miraflores y San Isidrio, en Villa María por ejemplo, conocida esta área por su pobreza y su carentes infraestructuras. IMAGEN 4. Shantytowns and slums, metropolitan Lima

Fuente: INIE, Atlas Metropolitan Lima, Gustavo Riofrio (2003)

El Plan de Desarrollo Metropolitano Lima-Callao 1967-1980 (PLAN-MET) da datos que completan la localización de los sectores sociales en la ciudad. En el censo de 1961, el número de migrantes a Lima ascendía a más de 800.000 personas. En las barriadas habitaban más de 318.000 personas; de ellos, el 60% eran migrantes. ¿Dónde se alojaron entonces el resto de migrantes? Es decir, la mayoría. Se habrían asentado, según los datos del Plan de Desarrollo, en el centro urbano. Si esta afirmación basada en los datos del Plan de Desarrollo de 1967 se contrasta con el modelo de Burgess, y con la propuesta

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de Torres y Steingart (1973), existe concordancia. La pregunta a la que se responde sería, ¿dónde, mayoritariamente se asentaron los migrantes hasta la década de 1960? ¿Y después? En Lima, a finales de siglo XIX, ya hemos señalado que se produce una expansión económica del Perú por diversos motivos, de ahí la posibilidad de tener los recursos económicos y las condiciones intelectuales para comenzar una expansión de la ciudad hacia el sur, hacia el oeste; asimismo, una diversificación del centro histórico y de creación de hoteles, restaurantes y bares alrededor del área de la Plaza de San Martín. Otras causas llevaron al posterior proceso de desarrollo urbano; por ello, Torres y Schteingart (1973) distinguen el segundo período de metropolización desde los años 60 del siglo XX. Desde los años 60, el número de migrantes en Lima fue extremadamente notable, con su papel activo en las formación de barriadas, “cuyo efecto durante este período será dominante sobre la estructura urbana, y a la continuación de la tendencia al tugurio central que caracteriza a Lima” (Torres y Schteingart, 1973: 272). Dos elementos destacan en esta afirmación. El tugurio central vino después de la barriada, no sabemos si en el tiempo o en los protagonistas que transfieren su lugar de vivienda; de ser esto último, el modelo de Burgess sobre el “inner city” se cumpliría. El segundo elemento, la importancia estructural que la migración tuvo en el plano de la ciudad. El Plan de Desarrollo Metropolitano de Lima-Callao 1990-2010 ofrece datos destacables para el segundo período de metropolización en Lima. En 1981 el 50% de la población nacional se ubicaba en la costa, de la cual un 27,1% la albergaba el área metropolitana Lima-Callao. Es decir, como en décadas y siglos anteriores, Lima metropolitana seguía imperando como llave de centralidad peruana. El siguiente cuadro de datos sobre el crecimiento poblacional en Peru, desde 1940 a 1981, elaborado por el Plan de Desarrollo 1990-2010 según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) peruano, es útil para entender la importancia que Lima va adoptando, así como el crecimiento social de todo el Perú. CUADRO 1. Crecimiento Poblacional en Perú por regiones y áreas (1941-1981)

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos del Plan Metropolitano 1989

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En 1961 la cifra de migrantes estimada ascendía a 822.602 personas (PLAN-MET 1967-1980). El área metropolitana Lima-Callao había pasado de tener 645.172 habitantes en 1940, a tener 1.845.910 habitantes en 1961. Así, para la última década del primer período de metropolización que Torres y Schteingart (1973) consideraron, el crecimiento poblacional se ha triplicado55. Siendo cautos en que las cifras no reflejan la absoluta realidad –ténganse en cuenta los migrantes sin registrar en los censos-, según los datos, un 44,5% de los habitantes de la ciudad de Lima eran migrantes. Clave cifra para analizar la relevancia social, urbanística, cultural que la migración ha tenido en la estructura urbana de Lima. Además, es sumamente destacada la primacía que Lima metropolitana ha ido adquiriendo en el crecimiento poblacional, tanto sobre el resto del área costera, como de la región de sierra y de selva. Mientras en la costa y en la selva el crecimiento poblacional ha ido incrementándose progresivamente a lo largo de las décadas, en la sierra se ha ido produciendo un decrecimiento poblacional; las migraciones son la explicación de este desajuste. Lima Metropolitana-Callao desde la década de los 60 resalta dentro del área de costa –en 1972, más de la mitad de la población costera residía en ella, es decir, un 24,4% de la población total del país-; a comienzos de los 80 esta tendencia continúa, residiendo 4.608.010 personas en el área metropolitana limeña, es decir, un 27.1% de los 17.005.210 habitantes que tenía el país en 1981. Se va configurando un enlace de datos que coinciden. La población peruana se incrementó considerablemente desde mediados del siglo XX. Los sectores de la población se fueron segregando desde finales del siglo XIX. La clase alta limeña partió hacia al sur. Los sectores de recursos bajos, los migrantes se instalaron en áreas “periféricas” en un sentido simbólico; es decir, en la periferia física de la ciudad -en barriadas y en urbanizaciones populares, las primeras fundamentalmente periféricas y de baja intensidad, las segundas son edificaciones “bien construidas” (Schteingart y Torres, 1973)-, y en la periferia interior -paradoja urbanística bien sustentable en Lima: El tugurio central de alta densidad tiene un papel importante en el proceso de migración, cuyo destino final ha de ser probablemente la marginalidad periférica: constituye un lugar típico para la primera instalación del migrante rural que sólo después de un tiempo participa en las operaciones colectivas que concluyen en la formación de una “barriada”. Estos tugurios se localizan en el sector más antiguo de la ciudad (callejones) (Torres y Schteingart, 1973: 274).

El tugurio es el concepto que aglutina cómo y en qué circunstancias la periferia se abre paso en el núcleo urbano. Y su relevancia, así como la de la continuación de creación de barriadas, se deberá, en parte, a causas económicas. A partir de 1960 se produjo una explosión en el desarrollo industrial, una diversificación a través de industrias de neumáticos, embalaje de automóviles, producción de harina de pescado (Torres y Schteingart, 1973). 55

El cuadro alude al crecimiento poblacional, por ello, no sólo a migraciones, sino que se consideran también las cifras de natalidad, mortalidad.

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En contraste con el período anterior de centralismo financiero de Lima, ahora la industria se adhiere y cobra importancia en el escenario peruano, “se agudiza de esta manera el centralismo que había comenzado a manifestarse a partir de 1929” (Torres y Schteingart, 1973: 272). Las conclusiones de los autores sobre la metropolización son escuetas, aunque complejas. El conjunto, refiriendo al espacio urbano desde los cambios acaecidos en los años 60 del siglo XX, muestra una caótica mixtura de tugurios, áreas financieras, turismo, y sectores históricos, “restos del antiguo esplendor virreinal”. En segundo lugar, la ciudad de Lima se estructura en una dualidad: recursos bajos al norte, recursos altos al sur de la ciudad, “constituyendo realmente dos ciudades” (1973: 276). Definen asimismo cómo son las viviendas de uno y otro grupo; unas hacinadas, precarias y sin centro de equipamiento; las otras, lujosas, con los tan buscados espacios verdes de Le Corbusier y pautas de consumo estadounidense. La síntesis final de Schteingart y Torres sirve de conclusión para este apartado: El “dualismo” que ha enfrentado a la sierra con la costa, y a Lima con el interior, está expresado a nivel de la metrópoli en el agudo contraste entre las “dos ciudades”. El centro principal, lugar de encuentros e intercambios también expresa, a otro nivel, en un pequeño territorio, el mencionado “dualismo” (Torres y Schteingart, 1973: 276).

VII. MAPAS Y USOS DE LOS CENTROS DE PODER GEOGRÁFICO PRECOLOMBINOS... E INDEPENDIENTES DE LA CORONA ESPAÑOLA Sennet (1997) parte de la guerra del Peloponeso para hacer notar la interna relación que se establece entre el cuerpo de la persona y el espacio donde habita, ya sea indicando cómo los hombres libres se mostraban en la ciudad semi-desnudos, muestra del control del calor corporal que les hacía no precisar de ropa -el cuerpo desnudo era expresión de civismo, de fuerza-, o mediante la creencia ateniense en la demokratia (el poder lo tiene el pueblo) se encauzaba viendo el ágora -la plaza central de la ciudad- con escasos espacios prohibidos al pueblo. Esta introducción viaja al pasado para hallar uno de los lugares donde la segregación de los cuerpos en el espacio, la interrelación del cuerpo y la ciudad, “la carne y la piedra” diría Sennet, ya es visible, al igual que ocurriera en el más cercano siglo de la fundación de la Ciudad de los Reyes, aunque en ésta la segregación social no se base en la teoría del calor. Lima se fundó en 1535. Se planificó un plano en damero formado por un cuadrado perfecto de nueve manzanas de ancho por trece manzanas de largo, un total de 117 manzanas. Cada manzana se dividiría, en teoría, en cuatro solares; un total de 464 solares albergarían a los habitantes limeños, pues la Plaza Mayor eliminó una de las manzanas. El trazado hipodámico del plano se habría fundamentado en distintas causas, ya fueran defensivas, reminiscencias puestas en funcionamiento en el Renacimiento, modos de segregar a los indígenas vs los españoles, o una mixtura de las anteriores. Son varios los autores que, como Chueca Goytia y Torres Balbás (Bernales, 1972), buscan el origen de la planta

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cuadrícula en los campamentos romanos, en su función defensiva, un plano que se adoptaría en ciudades peninsulares como Santa Fe de Granada o Puerto Real, al tiempo que era un diseño urbanístico sencillo de organizar y útil en la protección de la ciudad, pues la población se hallaba en torno a un único núcleo, la Plaza Mayor. Además, este trazado en cuadrícula habría posiblitado la segregación de los indígenas para una evangelización más eficaz. Rennie (1994), sin embargo, se traslada a las culturas orientales de milenios atrás, aunque se centre en la argumentación sobre la explosión de este tipo de plano durante el período de poder romano. La Plaza Mayor, desde donde se organizó el reparto, no se estableció exactamente en el centro, sino que eliminando una de las manzanas, lo hizo emplazada hacia el río (Durán Montero, 1994)56. Un mapa de 1685, “imagen 5”muestra la organización de las manzanas y el lugar donde se localizó la Plaza Mayor; se puede ver en él la situación57 de la ciudad en cuanto al río, así como el contorno de la muralla.

IMAGEN 5. El plano de Lima en 1685

Fuente: Durán Montero, 1994. Elaborado por Fray Pedro Nolasco

56 En este trabajo sobre Lima durante el siglo XVII, M. A. DURÁN (1994) se basa en múltiples archivos, como El Archivo General de Indias de Sevilla, el Archivo General de la Nación de Lima o el Archivo Arzobispal de Lima. 57 Zárate define la situación como “el entorno geográfico más amplio en que la ciudad se enmarca y con relación al cual se organiza. La situación hace referencia a las condiciones generales que rodean a la ciudad: ríos, montañas, naturaleza del suelo y, sobre todo, vías de circulación, de intercambio y elementos de producción” (M. ZÁRATE, 1989:11).

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VII.1 La fundación de la Ciudad de los Reyes. Su simbolismo La investigación que se presenta, a pesar de utilizar datos de distintos momentos históricos, hace hincapié en el siglo XVII, finales del siglo XIX y mediados del siglo XX. La relevancia del siglo XVII para la ciudad de Lima se debe a que, son los inicios de una ciudad fundada el siglo anterior que comenzará a expandirse urbanísticamente, creciendo de unos sesenta y nueve habitantes según Bromley, o cien habitantes en palabras de Cobo en el momento de la fundación (Durán, 1994) a unos 14.000 ciudadanos a principios del siglo XVII. La ciudad comenzó en este siglo a extenderse hacia la costa58, así como fue este tiempo en que se produjeron los intentos primigenios por crear un espacio que represente a la ciudad imperial, a la Ciudad de los Reyes, es decir, una procura de poder también simbólico. La ciudad de Lima es un área geográfica caracterizada por los continuos movimientos sísmicos. Sus efectos serán especialmente notables a partir del siglo XVII, y no porque antes no ocurrieran estas turbulencias terrestres, sino porque es en este momento cuando se pretende una ciudad que, mediante sus edificios, sea la cara de su poderosa vitalidad imperial. Durán (1994) relata el recorrido sísmico peruano desde el año 1606. Los seísmos son constantes. Los edificios se caen a trozos, la ciudad se va desvaneciendo arquitectónicamente y reconstruyendo al tiempo. La catedral también fue protagonista de múltiples reformas. Es una época en que se pensaba que los terremotos ocurrían porque el interior de la tierra precisaba de expulsar aire (Durán 1994), hubo propuestas para la excavación de pozos que dieran salida a tales aires sobrantes y evitaran las rupturas urbanísticas. No obstante, los movimientos de la tierra continúan; por ello, se van adoptando medidas que consisten en reducir la altura de edificios, así como la modificación de materiales: Por ejemplo, propone suprimir las acequias que van por las casas, que humedecen y “enflaquecen” los muros y cimientos, haciéndolos más vulnerables. Igualmente aconseja no hacer edificos altos y, con respecto a la Catedral, que se estaba construyendo en esta época, pide se cubra de madera y se disminuya la altura prevista, algo que en aquellos momentos debió parecer a sus contemporáneos una locura, pero que se terminará por adoptar. Se fundamenta en la experiencia: edificios de menor altura y cubierta de madera resisten mejor. Es precisamente la experiencia lo que le lleva a aconsejar ver las construcciones de los incas, conocedores de la tierra, y a estudiar sus características para aplicarlas, en la medida de lo posible, a las obras que se fueran a hacer en el futuro59 (Durán, 1994: 46).

Edificios bajos. Materiales similares a los que los incas usaran. Dificultad de la propuesta dado el momento histórico en el que se pretendía una demostración exterior del poder de la ciudad, de ahí que se percibieran con asombro las medidas que se proponían. En los edificios se usaron materiales de una calidad humilde, pero con una capa de prestigio social que permitiese posicionar a los edificios en el lugar que, simbólicamente, les correspondía como capital del virreinatio del Perú, “a mediados del siglo XVIII mencionan (Juan y Ulloa, 1748) como se utilizaba en la construcción de templos la quincha y la

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No se extendió hacia el interior donde los condicionamientos geográficos montañosos lo impiden –en cierta medida, pues más cercano a nuestro tiempo, como se mostró en la fotografía del Cerro de San Cristóbal, las construcciones de casas ahí son numerosas-. 59 Son unas recomendaciones hechas en 1631 por el licenciado Cacho de Santillana al Rey.

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madera para las cúpulas que luego se pintaban imitando piedra” (Durán, 1994: 113). Se observa así que se pretende un ensalzamiento simbólico de la ciudad, al tiempo que una adaptación a las limitaciones geográficas del lugar. La complementariedad opuesta de áreas con prestigio social y aquellas otras descuidadas es un clásico en la historia urbanística. En la Atenas del siglo V a.C, a pesar de la creada idea de democracia espacial representada en el Ágora, existía una disposición del espacio acorde con recursos económicos60: Si el turista se hubiera desviado de la vía panatenaica, habría encontrado una ciudad muy distinta (...)En la época de Pericles, la mayor densidad de viviendas se daba en el distrito Koilé, en la zona suroeste. Las casas atenienses, usualmente de un solo piso, estaban hechas de piedras y de ladrillos cocidos. Si la familia era lo suficientemente acaudalada, las habitaciones daban a un patio interior con paredes o se construía un segundo piso. La mayoría de las casas combinaban la vida familiar y la laboral ya fuera como tiendas o como talleres. Existían distintos distritos en la ciudad para hacer o vender alfarería, grano, aceite, plata y estatuas de mármol, además de un mercado principal alrededor del ágora. La “grandeza que fue Grecia” no se apreciaba en estos distritos, que olían a orines y a aceite de guisar, de fachadas sucias y deslustradas (Rennie, 1994: 40).

Desde la fundación de Lima, la demostración de poder económico se hacía elevando la altura de la casa, así como embelleciendo los exteriores de las fachadas con colores vivos, llamativos. Durán (1994), basándose en trabajos de varios autores, busca similitudes de estas prácticas de pintar los exteriores en Sevilla61, donde con colores se quería tapar la pobreza de los materiales con los que se construía. En la construcción de las casas coloniales se usó madera, cal y yeso, y luego fue apareciendo el adobe, los ladrillos62 (Bernales, 1972). Es un objeto común que la representación del poder se haga elevando la altura de los edificios o recargando los exteriores. Pareciera la altura y la exterioridad tienen un valor simbólico común en muy distintas culturas. En Lima muchas fueron las ordenanzas y exigencias políticas para que las construcciones, tras conocer que era un área sísmica, redujeran su tamaño. Fueron, sin embargo, numerosas las dificultades para conseguir que los constructores o quien mandaba levantar casas lo hiciera reduciendo su tamaño. La altura era poder. El color exterior era muestra de belleza. La presente investigación encuentra significado en esta exterioridad, un reflejo de las intenciones de las personas, de cuan poderosa es la imagen visual para demostrar superioridad, en este caso, a través de la altura, aquélla que también representa a los Dioses del Olimpo, aquélla hacia donde se miraba desde el oculus del Panteón construido por Adriano en Roma, o aquel significado de altura del Partenón ateniense, el cual se situó en un área elevada que se observaba desde numerosas perspectivas de la ciudad. El simbolismo de la fundación de la ciudad no para en los materiales y en la altura de las construcciones. El reparto de solares se hizo dando uno a cada conquistador, y dos a los beneméritos. 60

RENNIE (1994) presenta su análisis de Atenas planteando un recorrido imaginario por sus calles más representativas de valores religiosos, políticos; pero además, visualiza las áreas olvidadas de la democracia al apartarse de este paseo inventado. 61 Como más tarde se analizará, Sevilla ha sido el ejemplo de ciudad que sirvió de modelo para la construcción de la ciudad de Lima, no sólo en la práctica de pintar los exteriores de las casas, sino también en la creación de la Alameda de los Descalzos. 62 “La industria de materiales de construcción en Lima, poco estudiada, debió beneficiar largamente a sus organizadores; personajes como Nicolás de Ribera el Viejo, no dudaron en instalar ladrilleras” (J. BERNALES, 1972: 33).

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Al cabo de dos años de la fundación de la ciudad, los propietarios deberían haber construido y cercado tales solares, y en caso de no hacerlo, devolverlos (Ballesteros, 1972). Los relatos de cronistas de la época recogen la imagen de las primeras construcciones desde distintos ángulos, obras que tenían que cumplir las normas estipuladas en las leyes para fundación de ciudades en Indias (similitud de estilo, uso de materiales recomendados, además de crear en los indígenas un aprecio de superioridad que les hiciese respetar el papel de los españoles)63. Para algunos la visión era de horizontalidad, casas bajas y pobreza, incluso una visión fea decía el Inca Garcilaso (Bernales, 1972); otros, en cambio, prestaban atención a los aspectos positivos que encontraban superiores a la metrópoli, como las calles anchas64, largas, rectas. Este punto de vista opuesto refleja la dualidad que caracterizó la construcción de Lima desde sus orígenes. Las Nuevas Ordenanzas de Descubrimiento y Población son una recopilación hecha a iniciativa de Juan de Ovando (1573) para reunir las disposiciones que habían ido sido dictadas para Indias. Reunen pautas políticas, normas urbanísticas y directrices sobre nuevas poblaciones, haciendo hincapié en un modelo que trace planos regulares en las nuevas fundaciones de ciudades, “de puro sabor vitruviano” dice De Solano (1987). El ámbito novedoso de estas ordenanzas es la reglamentación sobre fundación de ciudades, definiendo la elección del terreno, formación, trazo, reparto de solares, construcción de calles, plazas, edificios públicos; estas ordenanzas ponen las bases para que este estilo urbanístico “se perennice” como indica De Solano (1987). Estas nuevas directrices de fundación parecieran, indica De Solano (Hardoy, 1987), estar basadas en las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino contenidas en su obra De Regimene Principum. Lima se fundó antes de la promulga de estas Ordenanzas, que no fueron publicadas hasta 1596 por Diego de Encinas; sin embargo, muchas de sus reglamentaciones fueron puestas en práctica65. Sumado a la altura de los edificios y a los materiales de uso, el suelo de las calles y su limpieza, así como al tráfico, fueron otros de los elementos tenidos en cuenta en el siglo XVII para embellecer la ciudad (Durán Montero, 1994). La imagen de las calles y su higiene es uno de aquellos lugares comunes que la urbanística ha recogido para Occidente. Fue en el siglo XVIII, basándose en la teoría de la circulación sanguínea de William Harvey (1628)66, que se produce un entrelazamiento simbólico entre el cuerpo y la ciudad. El médico Ernst Platner teorizó sobre la importancia que para la salud tiene que el aire circule por la piel del cuerpo. Su teoría se trasladó al espacio social con el énfasis en la higiene no sólo de los individuos, sino del cuidado de las basuras urbanas, la limpieza de las calles (Rennie, 1994); 63

Este tema ha sido abordado en detalle por F. DE SOLANO (1987). Con una ancho de cuarenta pies, lo que serían unos doce metros. Es decir, escribían los autores de la época que podían pasar por estas calles, a un tiempo, tres carruajes, sin inconvenientes de espacio. 65 Debe tenerse en cuenta que estas Ordenanzas fueron una recopilación de leyes anteriores, de ahí que Lima cumpliese ciertos criterios de éstas. 66 William Harvey rompió el paradigma griego sobre la temperatura de la sangre, mostrando en su lugar, cómo la sangre era caliente a consecuencia de su circulación dentro del cuerpo. 64

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se produjo, desde el estudio médico del individuo, una traslación al urbanismo circulatorio que remarcaba la importancia clave que el control de la limpieza tenía para el bienestar social. El cuidado de las calles y de la continuidad del plano establecido en la fundación de la ciudad irían de la mano, pero juntos también se verían rotos, continuamente, por el dinamismo urbano. Se propusieron medidas de empedrados de las calles, prohibiciones a la entrada de carretas al centro de la ciudad para evitar los destrozos que en los canales ocasionaban, medidas de orden y limpieza que evitasen el afeamiento que los muladares producían, “pues había muladares incluso ante las puertas de las iglesias” (Durán, 1994), de intentos por mantener la rigidez de las calles, “en 1633 se pretendió ´enderezar` una calle que iba a dicho monasterio desde la huerta de Andrés Ruiz de Moya” (Durán, 1994: 67), pero los forcejeos entre la burocracia y los ocasionadores de la inestabilidad ordenada eran continuos. En Lima se propuso una organización espacial en damero, como se ha dicho. Esta visión de la ciudad contrasta con la que se producía en la Atenas clásica: Los Atenienses establecían una analogía directa entre cuerpo y edificio. No es que construyeran edificios con forma de cabeza o de dedos, sino que se basaron en su concepción fisiológica del cuerpo para crear la forma urbana (Sennet, 1994: 54).

Las sociedades, así como sus líderes que diseñan, en teoría, el plano que hará de cosmogonía urbana, se fundamentan en ciertas ideas sobre el espacio para elegir un tipo u otro de organización del suelo. En Atenas, era la fisiología del cuerpo, sus deseos democráticos de participar en la vida política, en las decisiones, lo que fomentaba la construcción de obras destinadas a tener espacio para el diálogo como el Ágora, para el rezo visible como el Partenón, el cementerio alejado del centro para dejar a las almas “frías” fuera de los vivos. Del mismo modo, en Lima, era el deseo urbanístico de organizar un plano en damero que permitiera dirigir quién ocupaba cada espacio, lo que fomentó la construcción de calles rectas, anchas. No obstante, la teoría no siempre es la práctica, y así, en la ciudad de Lima el dinamismo de los vendedores ambulantes, el afán religioso por ampliar sus dominios conventuales o el miedo a los ataques de piratas extranjeros modificaron el plan de orden estipulado en la fundación de la Ciudad de los Reyes. La ciudad se fue extendiendo hacia el sur y el este, en la zona conocida ahora como Barrios Altos; asimismo, con el pasar del tiempo, el tamaño de los espacios habitacionales iba disminuyendo progresivamente, debido a la venta constante de parte de los solares adquiridos (Durán, 1994). Se adhieren además a este proceso cambiante, las estructuras prehispánicas anteriores a la llegada española, como eran huacas prehispánicas, o construcciones periféricas de españoles: Es decir, edificaciones que ya estaban allí, a veces con un marcado carácter rural y que sus dueños se resisten a destruir. Son huertas y propiedades que han estado en la periferia de la ciudad y que al crecer ésta van a ser absorbidas (Durán, 1994:65).

Estas huacas prehispánicas fueron una de las razones que se esgrimieron en contra de la construcción de la muralla que más adelante se analiza, pues su levantamiento implicaba acabar con estas huertas que daban sustento a muchas personas, así como eran fuente de recursos alimenticios para la urbe. 52

VII.2 Dualidades Las dualidades propuestas en la investigación que presentamos se basan en la creencia de que, en la ciudad de Lima, se había producido una ruptura de la clásica oposición centro vs periferia, dándose sin embargo una ambigüedad de funciones en cada uno de estos espacios sociales. Estos espacios bifocales son numerosos en el desarrollo urbanístico del siglo que venimos tratando. La dualidad es un elemento internamente unido al desarrollo de la ciudad de Lima. De cada uno de los espacios significativos simbólicamente67 escogidos para este estudio se derivan dualidades que rompen con la unilinealidad de lo puro urbanístico, y sirven para buscar desde la fundación de Lima la ruptura centro vs periferia. La diversidad ambigua de estos espacios sería la hipótesis que se propone para reflejar cómo la separación entre un centro y una periferia ordenadamente definidos no ha sido tal en Lima, así como tampoco lo ha sido, en comparación y por extensión, en muchas de las otras ciudades comentadas. En este apartado se completa, asimismo, esta hipótesis con la alusión al desarrollo urbanístico durante finales del siglo XIX y hasta mediados del siglo XX. Los espacios ambiguos que se analizan durante los primeros siglos de existencia de la ciudad de Lima son la Plaza Mayor, la Muralla, Santiago del Cercado, la ubicación del Matadero y la Alameda de los Descalzos. La elección de estos espacios –pudiéndose haber escogido otros- se hace por ser representativos de la dualidad que queremos demostrar al sustentar la ruptura del esquema de oposición centro vs periferia. El período de tiempo que se analiza, aunque tiene como base un largo recorrido histórico desde la fundación de la ciudad de Lima hasta los períodos migratorios a la ciudad a mediados del siglo XX, se centra fundamentalmente en el siglo XVII y XIX, por ser estos siglos en los que los espacios ambiguos considerados se recrean simbólicamente. VII. 2.1. La Plaza de Armas Desde la fundación de Lima hasta la actualidad, la Plaza de Armas de Lima ha tenido un fuerte valor simbólico multiforme, que se va rompiendo y reconstruyendo a lo largo del tiempo. Marc Augé (2000) decía que no existe una ciudad francesa que no tienda a crear un espacio que sea el centro, ya sea de una región o un pequeño pueblo; en estos centros de ciudades se crearía el área monumental, “donde están agrupados, uno al lado del otro, los monumentos que simbolizan uno la autoridad religiosa (la iglesia), el

67 Los espacios significativos simbólicamente son aquellos lugares que tienen una importancia relevante –ya sea por su carácter político, social, religioso- para sus habitantes y/o turistas al darles un valor de guía para moverse por la ciudad –sería lo que Lynch llama “sendas” (1984)-, mirarlos desde un ángulo que observa más rasgos que los que un simple edificio tiene – pusimos el ejemplo del Empire State Building, un símbolo de un período, y de una ciudad- o por convertirse en un espacio que supera la escueta “situación” que Zárate (1989) señalaba y se traslada más bien a un ligadura cuerpo-espacio –ejemplos los ofrecidos por H. VELASCO (2007) o por R. SENNET (1997).

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otro la autoridad civil (el ayuntamiento, la subprefectura o la prefectura en las ciudades importantes)” (Augé, 2000: 70). En Lima, y en su Plaza de Armas, se ha impreso la organización espacial que es propia, desde tiempos de la Colonia, en el territorio peruano. Arguedas (2009) reflejó sobre el papel esta dualidad territorial68, la división social que existiera en el Perú a lo largo del tiempo y que se haya reflejado incluso en la organización de su capital: En casi todo el período republicano se mantuvo al mestizo en la misma condición de inferioridad y de silencio que tuvo durante la Colonia. Es por esta causa que ni en la literatura de la Colonia ni en la de los primeros tiempos de la República se encuentra ninguna obra de verdadero valor como expresión del pueblo andino y del paisaje en que vive (Arguedas, 2009: 143).

La Plaza Mayor de la ciudad de Lima es el símbolo paradigmático de la ambigüedad del territorio peruano. La literatura de Arguedas es el ejemplo escrito. La separación no sólo física, sino política entre la sierra y la costa peruana, es la muestra de la ruptura del espacio peruano a un nivel macro. En Lima, la Plaza ha sido el origen de la fundación de la ciudad. Fue desde el inicio un lugar de mercado, de diversión, de demostración simbólica del poder al instaurar ahí los edificios religiosos y políticos más representativos de la Colonia –aglomeración simbólica que ya señaló Augé (2000)-, como fueron las Casas Reales en el norte de la plaza; la Catedral, el Sagrario y el Palacio Orzobispal en el este; en la mitad oeste, las Casas del Cabildo; y por último, los portales en la parte meriodional y occidental donde se encontraban los Escribanos y los Sombrereros (Durán, 1994: 181). A su vez, en la Plaza se han establecido los mercados ambulantes o albergados en tiendas temporales, y se han celebrado las fiestas religiosas de la ciudad. Por último, las referencias a la huida del centro de las clases pudientes son recurrentes en los estudiosos del tema, ya sea en el siglo XVII o a finales del cercano siglo XIX; es decir, se huye de un lugar que se adora por su poder, por su actividad, por la belleza encubridora de la pobreza subyacente. Vayamos por partes, comenzando por el simbolismo de los edificios que se construyeron en la Plaza. VII. 2.1.1 Dibujo urbanístico de poder. El poder no se concibe en la tenencia de recursos económicos, sociales o políticos aislados, sino como una aglutinación de ellos. La imagen de las haciendas que comienzan a extenderse por la Colonia en el siglo XVII y más tarde en Perú es el icono que nos sirve contextualmente para exponer, una vez más, qué entendemos por poder. El hacendado sería “un hombre ansioso de poder más que de 68

Arguedas es el nombre obligado del autor que pone en tela de juicio el hecho de escribir literatura en español desde una visión del mundo kechwa. El nombre del primer artículo en el que aborda las dificultades del indígena –o como él, criado entre indígenas aunque no lo sea, pero sí lo sienta- que escribe en español porque de no ser así no llegará a la mayoría, es muestra simbólica de la fragmentación de la población peruana. El título del artículo es “Entre el kechwa y el castellano, la angustia del mestizo” del año 1939 ( J.M. ARGUEDAS, 2009). Arguedas considera en este artículo a Vallejo como el autor que inicia literariamente esta ambigüedad; él, Arguedas, en uno de sus fragmentos representa en letras la división social del Perú, y por extensión, de su capital.

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beneficios económicos, con mentalidad señorial” (Pérez Cantó, 1985: 86). Ésta pudo ser la intención de colorear las fachadas de las construcciones limeñas, de elevar su altura, de dibujar urbanísticamente quién tiene el liderazgo en el devenir de la ciudad, ya sea el cuerpo religioso, político o comercial. El hacendado tendría como objetivo una adquisición acumulativa de tierras para apoderarse del dominio social, del mando sobre los otros: Rodeado de un séquito de subordinados del cual se considera señor, cuando se traslada de la hacienda a la ciudad, lo hace con el mismo boato que lo hubiera hecho un señor feudal. Su prestigio dependerá de la extensión de su propiedad y del número de servidores (Pérez Cantó, 1985: 87).

Los desplazamientos del hacendado representan la dualidad de los espacios en la Plaza Mayor. Representa asimismo la intención de mostrar exteriormente el poder que se tiene. La Plaza, con la construcción de los monumentos emblemáticos de la ciudad, se configuraba en el nudo organizador de la ciudad. Su centralismo funcional se extendía en diversos elementos simbólicos, como sea la celebración de la misa en un altar portátil antes que existiera la catedral para tal fin. Allá por mediados del siglo XVII, la liturgia se hacía en un lugar movible, un altar portátil, pero en la plaza Mayor, y ésa era su importancia; la dualidad de un dinamismo religioso simbolizado en el altar, en un lugar específico, el relevante espacio central de la ciudad. VII. 2.1.2 Actividades religiosas y mercantiles. Además del poderío social de la Plaza de Armas, también fue ésta el escenario de actividades religiosas y mercantiles. Los motivos para la celebración eran diversos: entradas de virreyes, hechos sociales relevantes relacionados con los reyes, celebrar el fin de una guerra (Durán, 1994). Las actividades variaban desde el lanzamiento de fuegos artificiales, tauromaquia o juegos de cañas y alcancías. Ludeña (2002) escribía que existen dos tipos de centros, el centro de los que más tienen, y el centro de los que menos tienen. En Lima, durante el siglo XVII, la Plaza Mayor, el centro de la naciente urbe, reunía en sus fiestas a los que más tenían, y a los que menos, si bien, en diferentes escenas. Eran problemáticos los asuntos referentes a la colocación en el espacio. Debido a los siempre frecuentes problemas de financiación, en 1608 el Cabildo acordó no construir tablados para las esposas de oidores y regidores (Durán, 1994), es decir, un recorte en sus simbólicos privilegios de representación. Se alquilaban, asimismo, andamiajes para ver las fiestas que se celebraban con el fin de obtener recursos económicos, ayudándose para ello de la prohibición, por supuesta seguridad, de no presenciar los espectáculos desde azoteas, tejados o la torre de la iglesia. En tercer lugar, relevante es el contraste que existía entre el protocolo que seguían los funcionarios y el hecho de que en la promoción de la fiesta intervenían muy distintos grupos de la sociedad. Dos citas de Durán (1994) aclaran esta oposición complementaria: “Había una serie de personas que por el cargo

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que desempeñaban debían presenciar los espectáculos desde los corredores del Cabildo o de Palacio” (1994: 192). Es decir, por un lado, el protocolo de los poderosos es considerado, además del lugar específico que debían ocupar, no cualquier sitio en la plaza, sino los corredores. En contraste con este papel: Los acontecimientos tuvieron lugar en noviembre de 1630 (...) El cuarto día de fiesta corrió a cargo de los mercachifles de los cajones, que quizás para agradar a la ciudad y evitar ser echados de sus tiendas se volcaron en el evento. (...) El gremio de los herreros costeo una representación teatral, pero parece que fue menos llamativa que la anterior. Tres meses después, febrero de 1631 , el festejo fue organizado por los mulatos (Durán, 1994: 193).

Es decir, intervenían personas de diversos oficios y con distintos propósitos, si bien algo tenían en común, participaban de la centralidad espacial de las festividades. Es decir, en el “emplazamiento” (Zárate, 1989) físico de la plaza se mueven los poderosos del centro y los no-poderosos del centro. Unos observan, otros organizan. Cabe precisar, no obstante, que en esta época Lima era el centro y el centro era Lima, “la ciudad colonial convierte al centro en sinónimo de la ciudad” (Ludeña, 2002: 6). Merece la pena hacer hincapié en las festividades, pues como bien la Antropología Urbana ha analizado intensamente, son en estas actividades lúdicas donde se reafirman muchas de las estructuras de poder social. Cruces (2006) trabaja la festividad de San Antón en Madrid, ejemplo de la dualidad interna de las festividades. En su etnografía, busca el origen de esta festividad en que actualmente se bendice a los animales el día 17 de enero en el barrio madrileño de Hortaleza. Se retrotrae al siglo XVIII para encontrar el nacimiento de la fiesta, aquélla en que se elegía al “rey de los cerdos” y al “rey de los porqueros”. Lo destacable de este estudio para nuestros intereses de investigación se debe a lo entendible que es visualmente la importancia del aspecto simbólico. El cargo de rey de los porqueros es recibido mediante sorteo por uno de los jóvenes de esta profesión, al que se le engalana de San Antón y se le adorna con ajos, frutas extravagantes, una ornamentación también frecuente en Lima, donde en el año 1659 “la Plaza se adornó como si fuese un jardín de flores” (Durán, 1994: 193). Es decir, se exterioriza el poder festivo que el nuevo San Antón “en la tierra” tendrá y así se establece una estructura social simulada entre los porqueros. Ése es sólo uno de los numerosos elementos simbólicos de la fiesta69. La conclusión clave de este análisis alude al desorden. Cruces70 refiere a lo paradójico del ritual de San Antón en el que nos percibimos del orden –social- debido al desorden. En la fiesta se desvela la estructura social, además de otros aspectos históricos o religiosos; sin embargo, la ligadura fundamental para el significado de festividad en la Plaza Mayor de Lima se establece en tres puntos básicos. Primero, es mediante la fiesta que se crean y/o exteriorizan los puestos que se ocupan en la sociedad; en las fiestas limeñas, los funcionarios se posicionan en los corredores de los portales, desde donde “deben” 69

También existe un análisis de los personajes de poder que tienen cabida en la fiesta, como es el cura que organiza, el alcalde al que se le agasaja con una fotografía de la Plaza Mayor. 70 Se recomienda la lectura completa de esta etnografía de F. CRUCES, “La caravana de los animales”(2006).

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observar los festejos. Un segundo elemento a indicar es que, mediante la fiesta se organizan las clases profesionales/sociales71 imperantes de la época, al tiempo que el desorden permite transponer el orden habitual establecido. Es decir, en San Antón se celebra una festividad en que son los animales el eje sobre el que gira la espiritualidad del día; las personas quedan en un segundo plano, el antropocentrismo se rompe por un día y a su centralidad se impone la bendición del animal de compañía o de granja, ambos adquieren equivalente importancia social en este exclusivo tiempo. Del mismo modo, es en las celebraciones de la Plaza Mayor de Lima donde mercachifles, herreros, carpinteros, plateros, mulatos muestran un orden gremial o racial72, sea que a través del desorden se percibe el orden social limeño; asimismo, en cuanto a la tranposición de papel, destacar que son estos grupos no-poderosos, por ejemplo los mulatos, los responsables de organización de la fiesta. Por último, la periferia en un sentido social (Cruces, 2006) se ha introducido en el centro. Los no-poderosos se adueñan del control organizador del “espacio Mayor” por una temporalidad festiva; se abren paso desde la periferia temprana en la urbe limeña hacia el centro -porque todo era centro, como señalaba Ludeña- (2002), pero sólo durante un período limitado. VII. 2.1.3 La huida del centro En el siglo XVII comenzó a regularse el tráfico en Lima. Se basaba fundamentalmente en carretas que llegaban de El Callao, los molinos, las chacras transportando materiales de construcción, así como también venían algunas carrozas. La Plaza Mayor tuvo en este siglo, y en los siguientes, tanto un significado pragmático como simbólico: “Se menciona como, en ocasiones, una vez que se había efectuado la entrega de la carga, el vehículo se llevaba a la Plaza Mayor para intentar ser alquilado de nuevo” (Durán, 1994: 83). De igual manera que el tráfico, la huida y atracción por el centro a un mismo tiempo, tuvo un significado simbólico y pragmático desde mediados del siglo XIX; es más, el origen de esta huida del centro se encontraba en los tempranos primeros tiempos de fundación de Lima (Durán, 1994). La ciudad de Lima es, desde mediados del siglo XIX, una ciudad con centro; la historia peruana nos demuestra que la configuración de un centro requiere de algo más que un espacio geográfico. Ludeña (2002) hace un recorrido histórico por las aportaciones que los distintos presidentes del Perú han hecho a la urbanización de la capital. El presidente Balta (1868-1872) inicia la ideología práctica de una “ciudad sin límites”, la posiblidad de extender la ciudad fuera del área de la Plaza de Armas. Su puesta en escena tiene diversas causas entrelazadas. Es un momento de expansión económica que permitió crecer como 71 Con el término clases sociales/profesionales no se alude a ninguna clasificación estricta y cerrada de clase social en sentido marxista, sino simplemente se quiere unir el concepto de división social en distintos grupos con características comunes, en este caso, en general, según gremios profesionales, aunque también grupos “raciales”. 72 Siempre se usa el término “racial” siendo conscientes de la problemática de su conceptualización, y de su desmembramiento al analizarse, desde la Antropología, como un término vacío de contenido y sin existencia científica.

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ciudad. Con Piérola (1895-1899), la ciudad inició la expansión real hacia la costa. Se rompió así la pervivencia de una ciudad que era “sólo” el antiguo centro de Taulichusco. La ciudad comenzó a experimentar un proceso dual. Por un lado, se necesitaba legitimar el espacio de la ciudad que ahora realizaba un papel de intercambio en materia de explotacion minera y agroindustrial, se procuraba legitimar un espacio de autoridad y control por parte de la oligarquía republicana. Por otro lado, esta oligarquía huía del centro -actitud ésta que ya comentamos que tuvo lugar desde el siglo XVI, (Durán, 1994)-, hacia el sur de la ciudad. Piérola definió el centro como un área económica y financiera, puso en funcionamiento una red ferroviaria que unía el centro con la nueva periferia. Finalmente, será con Leguía (presidente durante cuatro períodos, el primero de ellos fue durante 1908-1912) que las ideas de Piérola logran asentarse, siendo el momento de las grandes urbanizaciones. El período de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX ha sido seleccionado para esta investigación por dos motivos fundamentales. Primero, porque es el momento en que la idea de centro surge realmente, lo que Ludeña llama “centro-centro”, un lugar que física y simbólicamente se opone a la periferia, una “periferia social doble”73, aquélla que se encuentra lejos, geográficamente, del centro, al mismo tiempo que donde se segregan personas según sus recursos socio-económicos. Definamos más específicamente este último aspecto. Partíamos de la clásica idea de una oposición en la ciudad entre centro y periferia, cada uno de estos espacios con unos valores definidos y cerrados que lo oponían al otro. Sin embargo, en Lima no se habría dado, en los períodos que consideramos, esta estricta separación, sino todo lo contrario, una ambigüedad de funciones en cada uno de ellos. La periferia, dependiendo del momento histórico que busquemos para definirla o el lugar en que la fijemos, se ha visto ocupada por personas de un alto nivel económico, o sin embargo, de un bajo nivel socioecónomico. A finales del siglo XIX ciertas áreas del centro de París fueron demolidas para crear un nuevo espacio habitacional que ocuparía la burguesía. El proletariado fue desplazado al exterior, hacia la periferia, basándose en “models of the housing stock”(Rennie, 1994). Frente a esta situación ejemplificada en París, en Lima, desde finales del siglo XIX lo que ocurre es lo contrario. La oligarquía comienza a migrar a la costa de la ciudad, dejando libres sus casonas del centro y alquilándolas a los migrantes pobres que llegan de otras partes del país. Aquí se encuentra el segundo motivo en que se fundamenta la elección de este período.

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Este concepto parte de la idea de Goicoechea de “periferia residencial doble”: La periferia residencial es doble: física y simbólicamente, apoyándose mutuamente. Beraum es marginal demográficamente –cadiqueños, cacereños, inmigrantes-, económicamente –clase social baja-, moral y socialmente –gitanos, punkies, macarras, drogadictos, delincuentes y anómicos-, ideológica y políticamente y, por ende, étnicamente –españoles-. La definición de Beraun coincide con la percepción social máxima de la foraneidad (E. GOICOECHEA, 2000: 120).

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Se produce una retroalimentación entre quienes se van del centro y quienes llegan a éste, posibilitando este movimiento la ruptura de un posible esquema de unidimensionalidad simbólica del centro. Además, como ya se ha analizado al estudiar los espacios simbólicos durante el siglo XVI y XVII, Lima no tuvo antes una centralidad caracterizada por ser un espacio sólo de “los ricos” o de “los pobres”. En las fiestas de la Plaza de Mayor tenían un papel relevante –si bien es cierto, diferente, posiblemente segregador-, tanto los funcionarios de la Colonia, como los organizadores de las fiestas que eran mulatos, mercachifles, herreros o carpinteros. La periferia de finales del siglo XIX y principios del siglo XX se miraba como un espacio de oligarquía pudiente que pretendía la legitimación socioeconómica del centro, pero que residía fuera de ella; así, se aprovechaba del espacio central en un doble sentido, simbólicamente en cuanto a su legimitación social como clase poderosa, y económicamente, pues alquilaba sus casonas a los migrantes necesitados de una habitación donde vivir. En la Lima de principios del siglo XX se cumplía –en parte- el modelo de Burguess, como ya se ha indicado, según el cual los migrantes sin dinero llegaban al centro, el área donde podían conseguir un lugar donde vivir a un precio más económico. Es necesario observar este proceso en toda su amplitud, pues es un período en que se vislumbra el desarrollo de tugurios que más tarde será considerado rasgo definitorio del desarrollo limeño desde la década de los 50 del siglo XX (Ludeña, 2002), así como de creación de barriadas, “These settlements have concentrated the bulk of the low-income immigrant population who began to arrive in the 1950s” (Riofrio, 2003). En la “imagen 4" pueden verse los asentamientos populares medio siglo después de que comenzasen a establecerse. Estos pueblos jóvenes se asentaron tanto en la periferia geográfica como en el centro. Al sureste de los pudientes barrios fruto de las migraciones de finales del siglo XIX, se crearon las poblaciones de Villa María Triunfo y Villa El Salvador; en la parte este del Río Rímac, se formó Horacio Zevallos y Huaycán. Estos serían algunos de los grandes asentamientos humanos de la periferia. Sin embargo, también lo hicieron cerca del centro, el Río Rímac y San Juan de Lurigancho son ejemplo de ello. En cuanto a los tugurios, si se observa nuevamente “la imagen 4”, se localizan fundamentalmente en torno al centro de la ciudad, pero también en El Callao y hacia el sur de la costa. En resumen, la pobreza de los nuevos asentamientos se extiende por áreas muy diversas de la ciudad, tanto cerca del centro como cerca de la poderosa periferia del sur; es decir, visualmente no hay unilinealidad de usos de los lugares, sino que más bien se difumina el espacio del centro y la periferia, creándose en su lugar una periferia social74 ampliada –en cuanto a tugurios y pueblos jóvenes-.

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Con el concepto de periferia social se alude, en este trabajo, al trasvase de significado que se ha producido desde la periferia geográfica –aquélla área que rodea un centro, un núcleo- al ámbito social, al albergarse los rasgos propiamente periféricos geográficos –como fuera pobreza, riqueza- a otro ámbito que pudiera encontrarse incluso en el centro geográfico.

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En Lima, la compleja amplitud del concepto de periferia se ve representaba por dos polos opuestos. Por un lado, los barrios nacidos con la extensión de la “ciudad sin límites” que Balta promulgase, los espacios de la oligarquía poderosa; frente a ellos, las barriadas. Conviene detenerse en este último tipo de espacio residencial para entender qué ha supuesto la migración en la ruptura simbólica del poder en Lima. Barriadas, pueblos jóvenes o asentamientos humanos han sido los términos que se han utilizado, desde la década de los 50, para denominar a la población de bajos recursos económicos que, o bien nacida en alguno de ellos, o como migrante, llegaba a vivir, luego construía y finalmente, se instalaba en ellos (Riofrío, 2003). Las barriadas, a diferencia de los tugurios, no se refieren específicamente a áreas deterioradas del centro histórico –aunque también respecto a los tugurios el concepto se haya ampliado en la cotidianidad, pudiendo definir tanto entornos deteriorados fuera del centro histórico, o incluso edificios modernos pero con excesiva aglomeración de personas (Riofrío, 2003)75-. La clasificación de barriadas que Riofrío (2003) propone es útil para entender el proceso de ocupación urbana en Lima: •

Las barriadas asistidas se caracterizaron fundamentalmente por surgir en espacios donde existía

un trazado urbano con las condiciones necesarias para habitar. Están a gran distancia del centro urbano. •

Las barriadas convencionales se establecieron en espacios que carecían de cualquier tipo de

trazado urbano destinado a residencias, sin los equipamientos necesarios. Puede referir tanto a áreas cercanas al centro urbano, como alejadas. Aluden a los asentamientos anteriores a los años 60 del siglo XX, así como a otras corrientes migratorias posteriores a los años 90. Un ejemplo relacionado con lo tratado lo representa el área del cerro de San Cristóbal. Sin equipamientos necesarios, y cerca del centro de la ciudad. •

Por último, también señala Riofrío co-operatives or housing associations, donde los habitantes

comienzan a residir antes de que el proceso de urbanización finalice, eso sí, en espacios que habían sido adquiridos antes, a diferencia de las barriadas asistidas donde se ocupaba antes de obtenerse. Tugurios y barriadas, a pesar que desde la posición oficial se consideran como asentamientos opuestos, en la realidad su contenido se entremezcla, al igual que cada uno de los espacios simbólicos que en la ciudad de Lima se vienen analizando. La “imagen 4” indica el lugar donde se encontraban los diferentes asentamientos humanos; es una herramienta que ayuda a comprender visualmente la manera en que la periferia simbólica –entendido en el sentido que señalábamos de espacio segregado, de bajos recursos económicos- se abre paso en el centro –supuesto espacio privilegiado por ser el entorno del

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El área más alejada de la vía panatenaica (J. RENNIE, 1994) - por la que el turista pasará si quiere rememorar el clásico pasado griego-, aquélla que no simboliza a la Grecia conocida desde los libros de Historia, era una zona podrida de olores y de fachadas descuidadas. En Lima, las zonas de tugurios, si bien no alejadas del centro físico, sí del centro simbólico de poder, han sido definidas intensamente también como lugares foco de suciedad, enfermedades, vicio.

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poder económico, político o simbólico-. El mapa es reflejo de la ruptura de espacios unilineales y cerrados de centro vs periferia. Para concluir este apartado, una cita de Zukin (1995) sobre la multiplicidad simbólica que conlleva la creación de Disney World, muestra de la compleja fusión que se establece entre espacios simbólicos y espacios “evidentes”. The production of space at Disneyland and Disney World creates a fictive narrative of social identity. The asymmetries of power so evident in real landscapes are hidden behind a facade that reproduces a unidimensional nature and history (Zukin, 1995: 59).

VII. 2.2. La Muralla Decía Le Corbusier (1971) que la arquitectura es el sentido –visible- de una época. Sennet (1997) estudiaba la Atenas del siglo V antes de Cristo, y postulaba que la arquitectura se hacía en consonancia con la percepción que se tenía del cuerpo humano. Pérez Cantó (1985: 17) recoge la clasificación que Cole (1957)76 hace sobre los períodos de desarrollo de la ciudad de Lima. El primer período se inicia en 1535 con la fundación de la ciudad. El segundo período se inicia en 1683-1685, años en que se construye la muralla de la ciudad, hasta su demolición, en 1870. El tercer período abarca desde la demolición de la muralla hasta la actualidad. Es decir, establece una organización en el desarrollo urbanístico de la ciudad marcando como elementos clave la fundación de la ciudad, así como la construcción y desaparición de la muralla que rodeara el centro de la ciudad – pues el barrio de San Lázaro y Santiago del Cércado quedaban fuera-. La edificación de la muralla de Lima se adapta a la propuesta teórica tanto de Le Corbusier como de Sennet. Es decir, es reflejo de lo que ocurre a comienzos del siglo XVI, pues la propuesta de amurallar la ciudad surge sólo un par de años después de la fundación de ésta, aunque no se lleve a cabo hasta el siglo siguiente (Durán, 1994: 85). Es muestra de las precauciones que las órdenes religiosas tomaban a principios del siglo XVII pidiendo al Cabildo la fortificación por el riesgo de entrada de piratas (“la ciudad como costumbres sociales”). Había, sin embargo, también personajes de la época que rechazaban la construcción de la muralla pues ésta conllevaría hacerse con los terrenos que eran ocupados por huertas y tambos, perjudicando así a sus dueños. Finalmente, la muralla comienza a construirse, con la implicación de todos los limeños e instituciones del momento el 30 de junio de 1684, y fue casi acabada en 1685 (Durán, 1994); el grandioso número de personas que participaron explicaría la rapidez con que se terminó. No obstante, debe considerarse que no todos los documentos coinciden en el año de finalización de la obra77. La demolición no tuvo lugar hasta 1870, momento clave para las migraciones internas hacia el sur de la ciudad. La “imagen 6”, de comienzos del siglo XVIII, refleja el contorno de la muralla. Se aprecia el 76

J.P. COLE, “Estudio geográfico de la Gran Lima”. Lima: obra multicopiada por la Universidad Mayor de San Marcos de Lima., 1957. 77 Uno de los planos elaborados por Nolasco tiene en su leyenda el año 1687 como fecha de su finalización.

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tamaño de la ciudad de Lima, ceñida al área del río. Para entender su significado, se analizan ciertos elementos en la construcción de la “cerca” que dan cuenta de su función y de los motivos para su creación. IMAGEN 6. El plano de Lima en 1713

Fuente: Durán Montero (1994), elaborado por Freizer en 1713.

La teorización sobre la muralla limeña tiene algunos puntos en común en los análisis de los distintos autores estudiados. Durán (1994) utiliza datos de Jorge de Ulloa, Jorge Juan y Lohman, que coinciden con el análisis de Pérez Cantó (1985). Consideran una función disuasoria de la muralla, “más que una función militar efectiva” (Pérez Cantó, 1985: 28), de ahí que “cerca” sea la denominación que Durán (1994) da a la muralla, y no un nombre más defensivo como fuera “fortificación”. Asimismo se ha señalado el prestigio que la fortificación daba a la ciudad, a su capacidad de embellecer el conjunto urbano; finalmente, también se ha aludido a una posible utilidad para controlar a la población “de color”. Surge una cuestión al hablar del origen en la construcción de la muralla, y es ¿qué relación guarda con el propósito de esta investigación? La muralla es demolida en 1870. El principal motivo que los estudiosos sobre el tema urbanístico señalan para tal destrucción es el deseo expansionista de los directores del desarrollo urbanístico de la época. Es el momento en que las capas altas de la sociedad limeña comienzan a migrar a la periferia de la ciudad. Es el tiempo en que se produce una ruptura

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centro-periferia, al menos en el sentido que Zárate (1989) usaba al hablar de “periferia física”. Se construye con intenciones disuasorias frente a los piratas, a los no españoles, para mostrar el prestigio de la ciudad, embellecerla; se destruye con intenciones de expansión de los poderosos de la ciudad. Es la muralla uno de los elementos significativamente simbólicos en el desarrollo urbanístico de la ciudad. Tres elementos destacan fundamentalmente. Primero, y siguiendo la línea de Safa (1995) de mirar la ciudad como un espacio construido a través de la historia, “la ciudad como espacio heredado”: la muralla es uno de los espacios escogidos para simbolizar la ruptura centro vs periferia. Permite ver en sus casi dos siglos de existencia como ha marcado un antes y un después en el proceso de construcción de la ciudad de Lima. Se construye para, entre otros motivos, demostrar el prestigio de la naciente ciudad; se destruye para permitir el crecimiento de la ciudad. Ludeña (2002) escribía que la ciudad de Lima era el centro y el centro era Lima, pues no existía nada fuera del área de la Plaza y sus alrededores que se considerase importante -a nivel simbólico- para la urbe. Sin embargo, a mitad del siglo XIX tiene lugar el gran ciclo del guano, “el primer ciclo de expansión económica del Perú republicano” (Ludeña, 2002: 7), y ello fue fundamental para la demolición de la muralla, rompiendo la idea de “centro-centro”. Es decir, provoca una jerarquización espacial a partir del centro naciente en oposición a la periferia. Nelson Manrique (2002) decía al estudiar la violencia política del Perú en los años 80, cómo en su país no existía una, sino muchas crisis. Ya sea al hablar de violencia o urbanismo, los procesos sociales siempre son dinámicos, complejos, de ahí que la demolición de la muralla no tuviera sólo un significado urbanístico de expansión, sino que otros aspectos se relacionan con éste. Clave es el proceso dual al que Ludeña (2002) hace referencia en cuanto a los efectos de la demolición de la muralla, pues al tiempo que sectores de la población migraban hacia Chorrillos, o más tarde, a comienzos del siglo XX a Miraflores o Barranco, tenía lugar un proceso de legitimización social de la centralidad de la ciudad. En definitiva, la destrucción de la “cerca” en el siglo XIX es un elemento simbólico que refleja la ruptura centro-periferia. El segundo elemento a resaltar está relacionado con el apartado “la huida del centro”; es así porque hay autores (Durán, 1994), que hablan de un deseo de abandonar el centro desde comienzos de la ciudad, es decir, ya en el siglo XVI se habrían producido intentos de habitar fuera del área central. Resultó un proceso repetido a lo largo de los siglos, además de ser complementado con la llegada de migrantes de otras partes del país a los tugurios centrales, es decir, el abandono del centro por parte de la oligarquía limeña a mediados del siglo XIX y la llegada de migrantes peruanos a lo que se denominaron tugurios centrales, fue un proceso de retroalimentación; esto es así porque las familias que dejaban las casas para vivir en la periferia costera, alquilaban mediante muchas subdivisiones sus casonas coloniales (Ludeña, 2002), originando así, en parte, un largo de proceso de tugurización que todavía hoy día caracteriza a la ciudad limeña.

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VII.2.3. Santiago del Cercado “El Cercado”, como pasó a conocerse este poblado cercano al centro de la ciudad, adquirió ese nombre por ser una reducción donde se agruparían, y excluirían a su vez, los indígenas. Fue una reducción que no se consideró, jurídicamente, como parte de la ciudad de Lima. En los mapas de la época consultados no aparece representado. La intención de esta creación urbanística fue reunir a los “indios” en un lugar concreto, a fin de poder controlarlos, evitando posibles levantamientos contra los españoles. Fueron, asimismo, estas reducciones lugares creados a petición de la Corona española, para que sus súbditos no vivieran perdidos en los bosques, sino que hicieran vida en sociedad, como indica Solórzano (Durán, 1994). Este tipo de reducciones, con otros nombres, han sido un factor común en distintas ciudades y épocas a fin de reunir a personas que se consideraban inferiores, peligrosas, incontrolables. Éste es el caso por ejemplo de los judíos en Venecia en el siglo XVI analizado por Sennet (1997), o el caso estudiado por Goicoechea (2000) en el barrio Beraun de Rentería, Guipúzcoa, ambos estudios y lugares sirven para entender el significado simbólico –y práctico- de Santiago del Cercado. Dos ideas surgen en el trabajo de Goicoechea (2000) que dan base a la investigación que presentamos. La primera propone la siguiente pregunta: ¿la organización en el espacio crea separación social o viceversa? La segunda idea, “como era de esperar, la estratificación urbana reproduce tanto la distribución del poder económico como la diversidad socioprofesional y los diversos niveles de renta que implica” indica Goicoechea (2000: 118). Beraun es un barrio que en 1970 todavía estaba sin habitantes; treinta años después el barrio es uno de los que mayor número de inmigrantes agrupa, en su mayoría extremeños, “los últimos llegados a la población”; estos hechos estigmatizan el barrio, dice Goicoechea (2000). Se produce un enfrentamiento simbólico –y no sólo simbólico-, entre el centro de Rentería y el barrio de Beraun. Este barrio es, en palabras de Goicoechea, periferia residencial doble, “física y simbólicamente, apoyándose mutuamente” (2000: 120). El trabajo de Goicoechea es útil para analizar el espacio de Santiago del Cercado por su concepto de “periferia residencial doble”, así como por el enfrentamiento configurado entre inmigrantes e indígenas frente a los otros -ya sean éstos los habitantes originarios en el caso de Rentería, o los colonos españoles-. Santiago del Cercado, uno de los llamados “poblados de indios”, se constituyó por indios de una misma “raza”, no permitiéndose que ahí se quedaran ni españoles, ni indígenas de otros poblados78. Debe señalarse, asimismo, la escasez de población indígena en esta época (Durán, 1994), lo que haría 78

No obstante, hay documentos que indican cómo Santiago del Cercado se convirtió también en refugio de indios de otros poblados, como de San Lázaro, por estar su lugar de origen caracterizado por unas condiciones socio-sanitarias deplorables.

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que la Corona estipulase ofrecer unos poblados bien acondicionados para que los indígenas no escapasen, o incluso viniesen voluntariamente a vivir ahí. Tanto en Beraun como en Santiago del Cercado –sin tener en cuenta las causas- tienden a vivir unos ciudadanos determinados, ya sean “indios” para un caso, o extremeños para el otro; es decir, se responde a la idea antes señalada acerca de la organización social y la organización en el espacio. La idea que se sostiene es que existe una retroalimentación entre la organización social de los espacios y la organización urbana, es difícil saber si el hecho de ser inmigrantes extremeños en Rentería crea separación social del centro de la ciudad dada su condición, o es más bien a la inversa, la habitación en la periferia urbana conllevaba, a la larga, una creación de distancia social de los otros barrios. Santiago del Cercado se enmarcaba, asimismo, en el concepto de “periferia social doble” que ya antes referimos al tratar el tema de la huida del centro; esto es así porque es un área que se encontraba, en el momento que se analiza, siglo XVII, alejada conscientemente del centro de la ciudad. Es decir, se encontraba en la periferia residencial física. Pero también, en la periferia social simbólica, pues ahí, en el “Cercado”, residían los que no eran considerados ciudadanos con iguales derechos a los españoles, a los que se querían tener aglutinados y separados del resto, “desde los primeros tiempos de la conquista se vio la conveniencia de agrupar a la población indígena a fin de tenerla controlada” (Durán, 1994: 209), es decir, una especificidad urbana que se creaba para segregar, aunque existieran elementos en común con el resto de la ciudad, como por ejemplo el trazado del espacio, también en damero, o cómo “la casa del cacique destacaría de las restantes por tener un gran patio delantero donde se celebrarían las reuniones” (Durán, 1994: 212), una primacía simbólica espacialmente, al igual que se cumplía en la ciudad. La reducción de Santiago del Cercado se configuró para acoger a aquellos inmigrantes temporales de la sierra y del llano que venían a la ciudad a prestar sus servicios (Pérez Cantó, 1985). Los del llano venían en verano, los de la sierra en invierno. Sin embargo, algunos no fueron temporales, sino que al acabar el trabajo no regresaban a su comunidad, sino que se quedaban indefinidamente en la ciudad, “para éstos se construyó el pueblo de Santiago del Cercado” (Pérez Cantó, 1985: 66). Esta reducción de Santiago del Cercado se ha considerado en el presente trabajo por su profundo simbolismo urbanístico. Representa un espacio que, si bien no demasiado apartado del centro, está lejos socialmente de éste. Además, refleja ciertas dualidades; una de estas dualidades refiere a la persistencia del esquema urbanístico en damero incluso en áreas que son como la oposición al resto; Santiago del Cercado se enfrentaría simbólicamente a la Plaza Mayor, pues es la primera el espacio segregado, el cerramiento, que se observa como escondiéndose, separándose79. Y para completar este fragmento 79

Otro elemento más bien anecdótico es la visualización de la casa del cacique en “el Cercado”, que como se ha dicho, destacaría sobre el resto; este ejemplo permite ver las oposiciones centro vs periferia hasta en el más ínfimo detalle urbanístico.

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sobre dualidades -viendo este espacio no tanto en su especificidad, sino más bien como un ejemplo de lo que significa simbólicamente una “periferia social” (Zárate, 1989), se considera brevemente el gueto judío de Venecia durante el siglo XVI. La idea que fluye del análisis de Sennet (1994) alude al hecho de encerrar para evitar la contaminación social. La formación de discursos segregacionistas basados en marcar la diferencia ha sido recurrente en la configuración de las ciudades; la creación del gueto de Venecia es uno de sus exponentes clásicos: Cuando encerraron a los judíos en el gueto, los venecianos pretendían y creían que estaban aislando una enfermedad que había infectado a la comunidad cristiana, porque identificaban a los judíos en particular con los vicios que corrompían el cuerpo. Los cristianos temían tocar a los judíos. Se pensaba que los cuerpos judíos eran portadores de enfermedades venéreas y que contenían más poderes misteriosamente contaminantes. El cuerpo judío era impuro (Sennet, 1994: 232).

Inmigrantes alejados del centro físico-simbólico en Beraun. Indígenas en Santiago del Cercado. Judíos amurallados por su impureza dual. “Tocar al judío contamina pero seduce” (Sennet, 1997), máxima que resume la dualidad que acompaña y recrea las segregaciones urbanísticas. A los judíos se les teme y por eso se les encierra, pero se les necesita económicamente; de igual modo, a los “indios” de Santiago del Cercado, se les teme porque pueden sublevarse, pero se les necesita para servir a los españoles. Las premisas que enlazan la segregación espacial de los judíos en Venecia y Santiago del Cercado aluden al tiempo en que se crean, así como al emplazamiento en que lo hacen. Antes de la construcción de Santiago del Cercado, los indios vivían en los fuertes o ranchos que en Lima seguían sin edificar (Pérez Cantó, 1985). La construcción del gueto de Venecia se dio “en un momento crucial para Venecia” (Sennet, 1997)80. El período de tiempo es vital para entender el porqué de los desarrollos urbanísticos, como se vió por ejemplo en el transcurso posterior a la destrucción de la muralla de Lima representado por el presidente Balta o Leguía. En cuanto al emplazamiento, se da en los tres casos considerados –Santiago del Cercado, barrio de Beraun y gueto de Venecia-, una posición física que crea o reafirma la separación social que ya existe o que se pretende fortificar. En Venecia, el agua sirve como reforzamiento para la segregación judía: Al construir el gueto judío, los padres de la ciudad se sirvieron del agua para reforzar la segregación: el gueto era un grupo de islas en torno al cual los canales se convirtieron en una especie de foso (Sennet, 1997: 233).

“Preservativos urbanos”, como Sennet (1997) llama a los espacios profilácticos donde un grupo -con mayor poder, se sobreentiende, sea cual sea éste-, encierra a otro grupo marginal por considerarlo inferior, peligroso, son los anteriores espacios considerados. Tanto el Cercado de Lima, como el barrio de Beraun o el gueto de Venecia, cada uno con sus especificidades, son áreas espaciales donde su emplazamiento físico refuerza y recrea el emplazamiento que las personas ocupan en la cúspide social.

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Se construye tras la pérdida de poder comercial marítimo de la grandiosa ciudad de los canales, pensando que esta decadencia comercial tendrían causas morales. R. SENNET (1997) trabaja en detalle este asunto.

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Santiago del Cercado reunía a los migrantes indígenas que llegaban a Lima y ya no regresaban a sus pueblos de origen, también a indígenas de otros poblados, como el de San Lázaro, dadas ciertas quejas de salubridad en este último (Durán Montero, 1994); era un espacio que, aún con características de trazado similar al resto de la ciudad, presentaba características que lo delimitaban como “región morfológica”, concepto que proponían Jones y Smailes (Ezra Park, 1999). La ciudad como espacio heredado, como exteriorización de circunstancias sociales, así es también esta reducción de Lima, refleja los rasgos sociales de la época, tales como la clasificación racial de la población, la clasificación en cuanto a origen, ambas son una herencia espacial; asimismo, muestra geográficamente cómo la segregación social toma forma en el espacio de la ciudad, se demuestra por ejemplo en la falta de representación de esta reducción en los mapas de los primeros siglos de la ciudad. VII. 2.4. Ubicación del Matadero. San Lázaro. En la ciudad de Lima se da, desde sus orígenes, una organización del espacio según quien la habita. A lo largo del análisis, se observa la ruptura nacional en suelo limeño. La Plaza de Armas ha reunido a lo largo de los siglos la ambigüedad que proponemos, así como la muralla fue el reflejo físico de lo que quedaba fuera y dentro de la ciudad –aunque se construyese para evitar, entre otras cosas, los ataques piratas-, o Santiago del Cercado, que ha sido la personificación espacial de qué es una “periferia social doble”. El siguiente espacio que consideramos, por su simbolismo dual, es la ubicación del Matadero en Lima allá por el siglo XVI. Se construyó el Matadero y la Carnicería en la zona que hoy ocupa la estación de ferrocarril de Desamparados (Durán, 1994: 90). Queda al otro lado del río. Éste, como en el caso del gueto de Venecia, ha tenido su utilidad como segregador natural. El río ha supuesto una separación que puede observarse en los planos de Lima del siglo XVII y XVIII. Santiago del Cercado quedaba fuera del área que contenía el río. También San Lázaro, donde se mandó construir el Matadero. La elección del Matadero como espacio significativo simbólicamente se debe, fundamentalmente, a dos razones. Es un espacio que, como a los judíos, se necesita pero se aparta. Su ubicación “se impuso por razones higiénicas: lejos del centro, junto al río y una vez que éste había atravesado la ciudad” (Durán, 1994: 90). Junto al Matadero también se creó el Quemadero, otro espacio que se quería alejar del área de poder la ciudad. Pareciera el Matadero, a pesar de sus condiciones lamentables, de reunir en su entorno a personas tildadas de marginales, ser “un foco de atracción, pues se fueron construyendo junto a ellos viviendas y tiendas para ser alquiladas” (Durán, 1994: 91). Matadero y Quemadero se trasladarían en el siglo XVII junto al Cerro San Cristóbal. La segunda razón complementa a la anterior. Es un espacio que cumple con la condición de ser una periferia en doble sentido, es decir, espacial –fuera del área central de la ciudad, si reducimos al extremo 67

la definición de periferia-, y simbólica -pues es un entorno de rechazo social, donde se aglutinan “negros y personas que trabajan en el matadero, como gentes que debían tener un carácter marginal, relegados a estas tareas los rechazados por otros ciudadanos” (Durán, 1994: 90). El barrio de San Lázaro, donde se construyó el Matadero, fue denominado Nueva Triana (Bernales, 1972). Sevilla fue un gran ejemplo a seguir en la colonia peruana. San Lázaro llegó a albergar todo tipo de escenarios, desde hospitales, ermitas, alamedas, mesones. A pesar de ser un lugar “periférico” en un doble sentido, se observaba en la calle desde un aura de prestigio, así lo recogen algunas palabras de la época recopiladas por Bernales (1972), refiriendo a que acogía tantos elementos de calidad que había adoptado el nombre de “Nueva Triana”. VII. 2.4. La Alameda de los Descalzos. Espacio de recreo para la aristocracia del siglo XIX, la Alameda de los Descalzos, como puede verse en la “imagen 2”, se sitúa al norte del río; como el Matadero, también en el barrio de San Lázaro. La Alameda “se ubicó en el camino que unía el barrio de San Lázaro con la recolección franciscana de los Descalzos” (Durán, 1994: 202), y esta orden religiosa fue decisiva para su construcción, pues cumplía, al ser un espacio religioso, con unas características de tranquilidad y alejamiento del bullicio de la ciudad, además de estar en su entorno el Cerro San Cristóbal. La construcción de la Alameda que, a propuesta de los alcaldes del momento81, permitiría la limpieza del área que unía la ciudad con el convento, evitando así impedimentos para cumplir su devoción a los creyentes, se finalizó en 1611 (Durán, 1611). La alusión a la Alameda como espacio dual de Lima se debe a dos motivos fundamentalmente: es uno de los espacios que la literatura limeña82 señala como lugar de reunión de la aristocracia de la época; en segundo lugar, el hecho de que se haya considerado hecha a imitación de la Alameda de Hércules de Sevilla83, buscando con ello el prestigio que la ciudad española tenía en el momento.

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Don Juan Dávalos de Rivera y Don Fernando de Córdoba Figueroa (M. A. DURÁN, 1994). R. PALMA (1969) es uno de los autores que recurren a ella para caracterizar la Lima del siglo XIX. 83 M.A. DURÁN (1994) busca similitudes de la Alameda limeña con la Alameda de Hércules de Sevilla, así como prados y alamedas que durante el siglo XVII llevarían en Valladolid hasta el monasterio Jerónimo de la Virgen del Prado. Las similitudes con la sevillana es que guardarían la misma estructura en cuanto al número de hileras de árboles y de fuentes; respecto a Valladolid, y a pesar de que la estructura de la alameda es distinta, en ambas se construyen en el margen izquierdo de un río, en un lugar de esparcimiento, diferencia ésta con la Alameda de Hércules, donde está construida en el centro mismo de la ciudad, “En cualquier caso nos parece que se tuvo como modelo para la limeña a la sevillana, pues aún hoy a pesar de las transformaciones sufridas por ambas hay una similutud. Entonces ¿por qué se menciona a la de Valladolid? Creemos que se debe a un intento de halagar al Rey (...) (Durán, 1994: 209). 82

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VIII. CONCLUSIONES La ciudad de Lima representa un caso urbanístico en el que la oposición centro vs periferia, entendiendo éstas como áreas con rasgos unilineales específicos, se rompe. La urbanización en Perú se produce, fundamentalmente, a partir de los años 40 del siglo pasado, acentuándose una década después, momento en que Lima comienza a afrontar urbanísticamente la llegada de migrantes; reafirma así Lima su centralidad simbólica y político-social que tenía desde tiempos del Imperio español. Las masivas migraciones a Lima desde los años 40, fundamentadas en la crisis económico-social del ámbito agrario tras la Segunda Guerra Mundial, así como en los desequilibrios estructurales que existían en la época entre Sierra y Costa, explican parte de la ruptura de un esquema de oposición urbanística entre centro vs periferia ; no obstante, Lima, desde su fundación, muestra un esquema ambigüo de ocupación del espacio. El centro de Lima con Pizarro se impuso sobre el centro de Taulichusco, valiéndose de su simbolismo central para instaurar un nuevo poder sobre la firmeza de uno antiguo. Desde su fundación, la ciudad de Lima ha acogido en su centro –supuesto espacio ligado al poder, simbólico y material- tanto los edificios que representaban el poder eclesiástico y político, como a las personas sin poder simbolizadas en los vendedores ambulantes. El re-surgimiento del centro de la ciudad de Lima tuvo lugar con la demolición de las murallas en 1870; supuso este momento la conciencia de centro vs periferia, pues se extendía la posibilidad de una “ciudad sin límites”, iniciándose la migración interna de oligarcas hacia el sur de la ciudad –destacables son las urbanizaciones de Miraflores, San Isidro y Magdalena- mediante la senda de la avenida Arequipa, unión del “centro-centro” anterior a la demolición, con la reciente periferia. Así, junto a la demolición de las murallas y la migración interna, es durante este período de metropolización (1850-1930) que también la Plaza de Armas diversifica sus funciones, además de crearse un nuevo núcleo central en torno a la Plaza de San Martín. La ciudad se ha observado en esta investigación como un espacio heredado, como una exteriorización de las circunstancias sociales, la ciudad como costumbres sociales ; así, centro y periferia se han mirado también como espacios no sólo geográficamente entendidos, sino también como espacios sociales, una ciudad cuya “estructura significante ” revela la ruptura centro vs periferia, cómo se difumina uno dentro de la otra y viceversa. Las migraciones, tanto hacia Lima como dentro de la propia ciudad, son la clave que resuelve la ambigüedad de cada uno de los espacios considerados en el centro y la periferia; las migraciones han creado una heterogeneidad urbana que ha marcado su efecto, su diferenciación en las distintas partes de la ciudad. La migración de las clases pudientes hacia el sur a finales del siglo XIX permite visualizar urbanísticamente la segregación de espacios en la ciudad; esto, que pudiera explicar una posición firme y

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opuesta de un espacio frente a otro, es, al contrario, uno de los inicios que revela la base de nuestra hipótesis, pues mientras migran al sur, las clases pudientes procuran un ensalzamiento simbólico del centro, al tiempo que pretenden un rendimiento económico por el alquiler de sus casonas a las clases migrantes que llegan. Es decir, dualidad de un centro del que se escapa, al tiempo que se agarra simbólicamente. En segundo lugar, las migraciones hacia Lima completan la imagen de un espacio ambigüamente constituido, pues se asientan tanto en áreas geográficas centrales como periféricas. Los sectores de la población de recursos bajos se fueron instalando en áreas periféricas en un sentido simbólico, es decir, en la periferia física de la ciudad –barriadas, urbanizaciones populares-, y en la periferia social interior – paradoja urbanística bien sustentable en Lima en forma de tugurios-. El centro de Lima, representado en su Plaza de Armas, es una aglomeración de simbolismo de poder político y económico, al tiempo que aglutina el hacinamiento de la pobreza en tugurios o en su cercano cerro de San Cristóbal. Por tanto, en el centro físico de la ciudad se da simbólicamente tanto el poder socio-económico –antes de las migraciones de la oligarquía de finales del siglo XIX y después de ésta- como el posicionamiento de personas sin poder –Río Rímac, cerro San Cristóbal-. Al mismo tiempo, la periferia física está habitada tanto por personas de la clases poderosas como por personas sin poder, si bien en áreas diferentes; las primeras en las urbanizaciones de Miraflores, San Isidro, las segundas en Villa María Triunfo o Villa El Salvador. La dualidad es un elemento internamente unido al desarrollo de la ciudad de Lima. En la parte final de esta investigación, se ha analizado la dualidad de espacios considerados simbólicamente significativos. La diversidad ambigua de estos espacios refleja cómo la separación entre un centro y una periferia ordenadamente definidos no ha sido tal en Lima; la Plaza de Armas, la Muralla, Santiago del Cercado, el Matadero y la Alameda de los Descalzos son muestra de ello, pues en cada uno de ellos se observa que no existe una pauta unilineal que permita estipular un determinado tipo de clase social como ligada a un área específica. La conclusión general es que, como se presentaba en nuestra hipótesis inicial, en Lima se da una fragmentación del patrón de oposición centro vs periferia, produciéndose en su lugar una ambigüedad de funciones en cada una de estas partes, es decir, definiendo el centro y la periferia sólo desde una perspectiva múltiple, ambos visto tanto geográfica como socialmente.

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