Acercamiento a Cicatriz, de Sara Mesa

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Sara Mesa: Cicatriz 18/10/2015@19:01:16 GMT+1

Anagrama. Barcelona, 2015. 200 páginas. 16,90 €. Libro electrónico: 10,99 € Por Francisco Estévez A la presente novela le precede cierto consenso crítico, alguno con incensario gratuito y sin lectura en profundidad, y el respaldo lector. Algún cicatero mojigato afeará cierta inverosimilitud en el argumento del texto. No habrá ahondado del todo en el alma humana ese ingenuo lector. Tampoco habrá flotado entre las muchas miserias que nos corroen. Muy al contrario del pensamiento puritano, todo en Cicatriz es plausible, y sea como fuere, tiene un punto de realidad tan palpable que su cercanía estremece. El argumento es sencillo y su tratamiento complejo. Sonia coquetea en chats para distraer su adormecida vida y se ve envuelta entre la adulación y el misterio por Knutt. El apodo de Knut Hamsun, remite a aquel escritor noruego colaboracionista con el fascismo alemán. De forma sintomática, nunca conoceremos a quién se esconde tras esa máscara porque es “uno más de los cientos de miles de habitantes de la gran ciudad”. Lo que resultaba un flirteo deviene en compleja relación de desencuentros epistolar. El recuerdo a novelas como Tristana, de Galdós, resulta inevitable. Ambos personajes idealizan, proyectan y fantasean por igual. Él, compulsivo, chantajista, obsesivo, fetichista; ella, perezosa, moralista a ratos y profundamente veleidosa en sus inseguridades. Sin saberlo del todo o quizá sí, se refugian uno en el otro con la pretensión falaz de consuelo, provocándose con el rodar del tiempo un lacerante y progresivo daño al alimentar sus sombras. A la postre, la novela no habla solo de esas dos entelequias que funcionan como protagonistas, Knut y Sonia, sino del alma humana actual. La exploración narrativa tiene aquí un proceso de objetivación sin pausa. La novela, a caballo entre la relación epistolar, la novela de formación lectora con evidentes ecos del mito de Pigmalión en su versión moderna teatral de Bernard Shaw y el análisis psicológico, ahonda en la constatación de la radical soledad del homo contemporaneus. De todas estas fuentes se sirve Sara Mesa para transmitir el vertiginoso desasosiego posmoderno. Para ello destierra al narrador y plantea la narración desde el plano mental de ambos protagonistas. Pocas serán las concesiones a un patrón de escritura escueta, directa, pero llena de matices que podría recordar lejanamente a Javier Tomeo. Los saltos temporales pretenden dotar de nuevas perspectivas a la estrechez de miras de sus personajes, embutidos en su dichoso ego. Un ambiente calculado, un tono narrativo sin cortapisas, la psicología cortante y una insistente reducción del narrador, otorga a la novela una muy peculiar fisonomía que la caracteriza con originalidad. Al mismo tiempo, la forma y técnicas elegidas son exactas para imprimir al argumento significado y relieve. Esta sintonía entre forma y fondo, es de largo el gran acierto de Sara Mesa. No solo por los evidentes riegos que corría, sino por el dominio que en la mayoría del texto, al que le sobra un poco de metraje, predomina con depurada técnica. Las citas literarias juegan buen papel. El aviso de que “cada palabra tiene su envés” no resultará gratuito y en esa exploración sombría se adentra con profundidad y cierta morosidad la novela. Por encima del argumento, entre líneas del suceso, hay una genuina pesquisa psicológica. Entre las muchas citas literarias, sobre las que conviene frenarse a considerar, resalto aquí aquella famosa de Proust: “El verdadero viaje parte de la memoria”, que tanto encandila a Knut. Un doble fetichismo compartido entreverado de vanidad y perversidad a cuotas iguales, un desconcierto de lo rutinario, esa apatía social y “violencia de la rapidez” de nuestros tiempos cibernéticos, alienta el texto. No se agotan ahí los temas tratados. En segundo plano revolotean con buen temple narrativo el alcoholismo, las tensiones familiares… que tienen su correspondencia en

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algunas de las lecturas encomendadas a Sonia. No es casual, entre otras, la mención del sombrío escritor John Cheever. A la postre, la idealización y la cosificación del ser amado resultan espina dorsal del argumento, muestra del feroz individualismo de esta sociedad nuestra. Uno de sus primeros párrafos basta para desperezar al lector de la somnolencia aneja a la mesa de novedades literarias, tan complaciente o tan ansiosa de epatar. Advertirá el lector atento que se encuentra ante una escritora con voluntad de conocer los misterios de la narración, la capacidad de evocar con sutileza y una elogiosa insistencia en entender las contradicciones de uno mismo a través de los ojos del otro. Una novela a la que prestar atención y una voz, la de Sara Mesa, que templa por fin su timbre. Aunque no sea dolor físico, toda cicatriz esconde siempre una antigua herida, como todo rescoldo esconde una llama. . ¿Te ha parecido interesante esta noticia?

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NOVELA

Sara Mesa: Cicatriz Anagrama. Barcelona, 2015. 200 páginas. 16,90 €. Libro electrónico: 10,99 € Por Francisco Estévez A la presente novela le precede cierto consenso crítico, alguno con incensario gratuito y sin lectura en profundidad, y el respaldo lector. Algún cicatero mojigato afeará cierta inverosimilitud en el argumento del texto. No habrá ahondado del todo en el alma humana ese ingenuo lector. Tampoco habrá flotado entre las muchas miserias que nos corroen. Muy al contrario del pensamiento puritano, todo en Cicatriz es plausible, y sea como fuere, tiene un punto de realidad tan palpable que su cercanía estremece. El argumento es sencillo y su tratamiento complejo. Sonia coquetea en chats para distraer su adormecida vida y se ve envuelta entre la adulación y el misterio por Knutt. El apodo de Knut Hamsun, remite a aquel escritor noruego colaboracionista con el fascismo alemán. De forma sintomática, nunca conoceremos a quién se esconde tras esa máscara porque es “uno más de los cientos de miles de habitantes de la gran ciudad”. Lo que resultaba un flirteo deviene en compleja relación de desencuentros epistolar. El recuerdo a novelas como Tristana, de Galdós, resulta inevitable. Ambos personajes idealizan, proyectan y fantasean por igual. Él, compulsivo, chantajista, obsesivo, fetichista; ella, perezosa, moralista a ratos y profundamente veleidosa en sus inseguridades. Sin saberlo del todo o quizá sí, se refugian uno en el otro con la pretensión falaz de consuelo, provocándose con el rodar del tiempo un lacerante y progresivo daño al alimentar sus sombras. A la postre, la novela no habla solo de esas dos entelequias que funcionan como protagonistas, Knut y Sonia, sino del alma humana actual. La exploración narrativa tiene aquí un proceso de objetivación sin pausa. La novela, a caballo entre la relación epistolar, la novela de formación lectora con evidentes ecos del mito de Pigmalión en su versión moderna teatral de Bernard Shaw y el análisis psicológico, ahonda en la constatación de la radical soledad del homo contemporaneus. De todas estas fuentes se sirve Sara Mesa para transmitir el vertiginoso desasosiego posmoderno. Para ello

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destierra al narrador y plantea la narración desde el plano mental de ambos protagonistas. Pocas serán las concesiones a un patrón de escritura escueta, directa, pero llena de matices que podría recordar lejanamente a Javier Tomeo. Los saltos temporales pretenden dotar de nuevas perspectivas a la estrechez de miras de sus personajes, embutidos en su dichoso ego. Un ambiente calculado, un tono narrativo sin cortapisas, la psicología cortante y una insistente reducción del narrador, otorga a la novela una muy peculiar fisonomía que la caracteriza con originalidad. Al mismo tiempo, la forma y técnicas elegidas son exactas para imprimir al argumento significado y relieve. Esta sintonía entre forma y fondo, es de largo el gran acierto de Sara Mesa. No solo por los evidentes riegos que corría, sino por el dominio que en la mayoría del texto, al que le sobra un poco de metraje, predomina con depurada técnica. Las citas literarias juegan buen papel. El aviso de que “cada palabra tiene su envés” no resultará gratuito y en esa exploración sombría se adentra con profundidad y cierta morosidad la novela. Por encima del argumento, entre líneas del suceso, hay una genuina pesquisa psicológica. Entre las muchas citas literarias, sobre las que conviene frenarse a considerar, resalto aquí aquella famosa de Proust: “El verdadero viaje parte de la memoria”, que tanto encandila a Knut. Un doble fetichismo compartido entreverado de vanidad y perversidad a cuotas iguales, un desconcierto de lo rutinario, esa apatía social y “violencia de la rapidez” de nuestros tiempos cibernéticos, alienta el texto. No se agotan ahí los temas tratados. En segundo plano revolotean con buen temple narrativo el alcoholismo, las tensiones familiares… que tienen su correspondencia en algunas de las lecturas encomendadas a Sonia. No es casual, entre otras, la mención del sombrío escritor John Cheever. A la postre, la idealización y la cosificación del ser amado resultan espina dorsal del argumento, muestra del feroz individualismo de esta sociedad nuestra. Uno de sus primeros párrafos basta para desperezar al lector de la somnolencia aneja a la mesa de novedades literarias, tan complaciente o tan ansiosa de epatar. Advertirá el lector atento que se encuentra ante una escritora con voluntad de conocer los misterios de la narración, la capacidad de evocar con sutileza y una elogiosa insistencia en entender las contradicciones de uno mismo a través de los ojos del otro. Una novela a la que prestar atención y una voz, la de Sara Mesa, que templa por fin su timbre. Aunque no sea dolor físico, toda cicatriz esconde siempre una antigua herida, como todo rescoldo esconde una llama. .

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