ALFRED ROSENBERG Y TEMAS ESPAÑOLES (I)

Share Embed


Descrição do Produto

ALFRED ROSENBERG Y TEMAS ESPAÑOLES (I)



La editorial Crítica tuvo la amabilidad de enviarme hace algunos meses un
ejemplar de los diarios de Alfred Rosenberg que publicó el año pasado.
Reconozco que me ha costado trabajo echarle un vistazo. Rosenberg fue,
junto con von Ribbentrop, uno de los personajes más repelentes del
nacionalsocialismo. No es que este sistema se caracterizase por una élite
amable. Asesinos monstruosos, sicópatas, borrachos, gánsteres de todo tipo
abundaron en sus filas. Sin embargo, Rosenberg nunca se quedó atrás. Los
vencedores lo ahorcaron tras el juicio a los grandes criminales de guerra
en Nuremberg.



Quizá por deformación profesional lo primero que he ojeado en los diarios
es si hay referencias a temas españoles. Como es notorio, la dictadura
franquista tuvo una especial relación con la Alemania nazi. De esta
relación no todo se ha contado por falta de documentación relevante. Esta
carencia es particularmente importante en ciertos aspectos sobre los cuales
franquistas y neofranquistas han tendido a echar un velo pudoroso. ¿Dónde
están, por ejemplo, las evidencias que demuestren las manifestaciones de la
cooperación operativa entre las fuerzas represivas de la dictadura nazi y
sus equivalentes de la española? Es obvio que debieron existir pero nadie
las ha encontrado. Una casualidad.

Cuando en Alemania preparaba mi ya lejana tesis doctoral, aparte de
consultar Mein Kampf y el segundo libro de Hitler, eché un vistazo a la
obra cumbre de Rosenberg, El mito del siglo XX. Si se me permite la
expresión coloquial, un pestiño de mucho cuidado, difícil de leer,
incoherente y a veces incomprensible, una entremezcla amarañada de
estupideces, antisemitismo primario y "reflexiones" que pretendían
continuar en el sendero de la obra de un pensador racista inglés H. S.
Chamberlain, "El mito del siglo XIX". Desde entonces reconozco que tengo
una aversión particular a Rosenberg.

Hay de él una biografía muy voluminosa escrita por Ernst Piper, hijo del
famoso editor del mismo apellido, que a lo que parece agotó, más o menos,
el tema. Confieso no haberla leído pero dado que Rosenberg fue uno de los
pilares de la creencia nazi en una especie de religión de la sangre, que
fue uno de los impulsores "intelectuales" de la Shoah y que además se
empapó las manos en el horror como ministro a cargo de los territorios
ocupados en el Este (amén de depredador consumado de cuantiosas riquezas
artísticas), me parece muy adecuado que los diarios aparezcan ahora en
versión castellana. Al fin y al cabo, en estos lares hay todavía
excolaboradores del extinto CEDADE que campan por sus respetos como
"historiadores" y que ya se han olvidado del pasado y/o de su pasado
neonazi.

Rosenberg, aparte de antisemita furibundo, era profundamente anticatólico.
No deja de tener su morbo que en los albores de la dictadura española
hubiese falangistas (siempre tan modernos) que se confiaran a él mostrando
su disconformidad con el tradicional dominio clerical en nuestro país.

En este sentido recomiendo la lectura de la entrada en los diarios
correspondiente al 7 de octubre de 1938. Fue un momento interesante porque
los franquistas estaban a punto de ganar la batalla del Ebro, Franco se
había bajado literalmente los pantalones ante los nazis en demanda de más
aviones, más armas, más municiones, !hasta pólvora!, y los alemanes se
hacían los locos e insistían en que tenía que aceptar las solapadas
inversiones en minas que ya habían efectuado mediante testaferros pero en
contravención de las disposiciones "legales" vigentes. Un capitulito de las
relaciones hispano-alemanas que, desde siempre, los historiadores pro-
franquistas han distorsionado cuidadosamente.

Pues bien, en aquellos momentos visitó a Rosenberg un líder falangista no
identificado. No sería difícil hacerlo acudiendo a la prensa de la época.
Seguro que mencionaron su nombre. Naturalmente este probo falangista hizo
la pelota al líder nazi. También dijo que el futuro de Falange descansaba
en los obreros muchas de cuyas reivindicaciones podía aceptar. Ya se sabe:
"la revolución pendiente". Rosenberg se puso muy contento: la mezcla de
nacionalismo y socialismo era el futuro. Con todo, no se recató de
responder que las tradiciones alemanas tenían implicaciones muy diferentes
a las españolas y que los nazis no querían ejercer influencia en estas
últimas. Pero como en España siempre ha habido más papistas que el Papa o,
en este caso, más nazis que los nazis mismos, el prohombre falangista soltó
la idea de que el Papa (a la sazón Pio XI) era un viejo rojo-liberal y que
lideraba una Internacional como la de los masones y los marxistas. La
Falange, continuó, era católica pero no tenía la intención de someterse al
papa de Roma. ¡Faltaría más!

Las estupideces de Rosenberg no merecen reproducirse en este blog (los
lectores pueden consultar el libro en cualquier momento) pero el engolado
dirigente nazi no olvidó el tema. En la entrada del 16 de septiembre de
1940 recogió algunos rasgos de una conversación que había tenido con
Hitler. Era un momento en el que se esperaba la visita de Serrano Suñer en
Alemania. Se trataba de la primera ocasión en la que el todavía ministro de
la Gobernación (que obviamente tenía a sus órdenes a los policías que con
entusiasmo suponemos delirante se dedicaban a cooperar con la Gestapo y las
SS) visitaría el Tercer Reich, algo por lo que había suspirado un par de
meses antes aun cuando fuese en secreto (en mi próximo libro abordaré el
contexto que no fue como muchos historiadores pro-franquistas y pro-
serranistas han descrito).

Rosenberg preguntó a Wilhelm Frick, la contraparte nazi de Serrano, cómo
era el ministro español. Frick (compañero de horca Rosenberg en 1946)
respondió que había tenido una educación jesuita. No lo sé. Serrano pasó su
niñez en Castellón pero en ninguna de las biografías que de él tengo
aparece a qué colegio fue). Entonces Rosenberg adujo que un falangista le
había escrito durante la guerra civil diciéndole que por orden de Serrano
le habían detenido por tener sus obras en casa. Hitler se echó a reir.
"!Ah!, sus escritos!", exclamó.

Rosenberg debió de sentirse picado y replicó que él siempre se había
entendido muy bien con José Antonio Primo de Rivera. Habían mantenido una
conversación en la que había dicho a este último que el Tercer Reich no
quería entrometerse en asuntos religiosos españoles. A Primo la idea le
pareció excelente pero subrayó que el Papa era semejante a un líder masón y
que España elegiría el suyo propio. ¡Caramba! Reconozco que es una veta del
fundador de Falange que, en mi ignorancia, no conocía. Al menos no la
encontré cuando ojeaba sus a veces incomprensibles escritos. Ello dio pie a
Hitler a afirmar que sería muy deseable que todos los Estados católicos lo
hicieran también. Sin duda, aparte de su anticatolicismo profundo, tenía
muy en cuenta sus querellas con la Iglesia católica e incluso con la
evangélica (la "Bekennende Kirche", BK) que habían llevado a que los nazis
favorecieran en todo lo posible un previo "movimiento" denominado de
"cristianos alemanes" ("deutsche Christen").

Hay que recordar que la BK se había fundado en 1934 y que se consideraba
como la auténtica Iglesia evangélica. En ella militaron figuras de gran
relevancia histórica y teológica como los pastores Martin Niemöller y
Dietrich Bonhoeffer (asesinado en un campo de concentración poco antes de
que terminara la guerra en Europa). Los "cristianos alemanes", más nazis
que cristianos, trataron de hacer la "machada" de conciliar una especie de
"cristianismo" a su medida con los preceptos racistas oficiales. No
lograron demasiado éxito, a pesar de todas las ayudas que recibieron.
Alguno de los personajes nazis con más influencia en la España de Franco
participó de esta mezcolanza contra natura, lo cual no impidió que su
esquela lo silenciase cuidadosamente. Ya se habría, supongo, reconciliado
con la Iglesia católica. Cosas que pasan.
Lihat lebih banyak...

Comentários

Copyright © 2017 DADOSPDF Inc.