Alfred Rosenberg y temas españoles (y II)

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ALFRED ROSENBERG Y TEMAS ESPAÑOLES (y II)



Los diarios de Rosenberg también permiten especular sobre un tema delicado.
No sé si algún historiador se habrá dado cuenta de la posible significación
de una de sus no muy numerosas anotaciones en las que menciona a España y a
los españoles.



En el post precedente cité a Rosenberg en 1940 afirmando que había tenido
un encuentro con José Antonio Primo de Rivera. El único que menciona en sus
diarios se halla en la entrada correspondiente al 23 de agosto de 1936. En
ella alude a que el general Franco no quería saber nada de antisemitismo
(otros generales, por ejemplo, Queipo de Llano) y numerosos publicistas
(como ha recordado Paul Preston en El holocausto español) sí. Es más lo
defendieron explícitamente (un aspecto que, naturalmente, hoy ciertos
autores pro-franquistas quieren olvidar en todo lo posible). La explicación
de Rosenberg sobre la conducta de Franco fue de las de nota: tendría
respeto a "sus" judíos marroquíes y no había comprendido que la abominable
raza se estaba vengando de Isabel y Fernando (aquéllos de la canción
falangista del "espíritu impera".

En aquel contexto Rosenberg escribió: "Hace un año el joven Primo de
Rivera vino a visitarme. Un tipo inteligente y claro: católico (pero no
clerical); nacionalista (pero no dinástico). Tampoco él se pronunció sobre
la cuestión judía".

En esta, al parecer, inocua e incluso elogiosa referencia hay un dato que
me ha sorprendido. Si el engolado ideólogo nazi y el joven jefe de Falange
se vieron en 1935, ¿dónde habría sido?. Como de Rosenberg no consta que
viniera a España en este año, se verían o bien en Alemania o en otro país.
Sin embargo, cuando preparé mi tesis doctoral ya recalqué que de la única
visita de Primo de Rivera al Tercer Reich de la que hay (o encontré)
constancia en los archivos alemanas tuvo lugar en marzo de 1934.

Dos posibilidades: o bien Rosenberg se equivocó de año (lo cual es muy
posible) o bien la visita del líder falangista fue secreta. Y esto me
escama. No hay que olvidar que solía ir a París a recoger a la embajada
italiana la subvención mensual que le pasaban los fascistas italianos y
que, naturalmente, ningún historiador falangista o profalangista había
tenido a bien documentar. ¿Habría mantenido Primo de Rivera contactos
ocultos de tal tenor, o similares, con los dirigentes nazis? No especulo.
Pregunto. A una gran parte de la derecha española el Tercer Reich le
encandilaba. Todavía no se han documentado muchas de las visitas que, por
ejemplo, líderes monárquicos, aunque de segunda fila, hicieron a la nueva
Meca del antibolchevismo militante.

Otras referencias de Rosenberg a temas españoles no tienen tanto morbo.
Quizá la que más destaque, en mi opinión, es la entrada del 26 de
septiembre de 1936. En ella señaló que la víspera había regresado a Berlín
el corresponsal del Völkischer Beobachter (cabecera del partido nazi)
Ronald von Strunck. Llevaba un informe urgente. Robert H. Whealey ya llamó
la atención sobre este periodista cuyas misiones en España, aparte de las
periodísticas, están envueltas en un cierto misterio. No llegaré a decir
que era el equivalente nazi del periodista soviético Koltsov (corresponsal
de Pravda) pero, en realidad, no lo sabemos. Tal informe, por ejemplo, no
lo encontré pero a lo mejor ya ha aflorado en algún libro del que no tengo
noticia.

El hecho es que el asesino consumado que fue Rosenberg se espantó (tan
delicado que era) de los relatos que le hizo von Strunck. "Ha sido testigo
de terribles mutilaciones a los nacionales, a veces en formas que revelan
patologías sexuales imposibles de describir". Se le cayó el alma a los
piés, sin duda, al escribir que "el estado en el que se ha encontrado a las
monjas asesinadas es terrible. Y resulta difícil hacerse una idea del modo
en que se han profanado los altares..."

¿Moraleja? Los nazis no harían eso. Por supuesto, tampoco los "nacionales".
Si Rosenberg llegó a leer los informes del representante en España del
Ejército de Tierra alemán, teniente coronel barón Hans von Funck, se habría
llevado alguna sorpresa. También lo hacían los últimos, precisamente tras
la toma de Toledo, operación que el corresponsal alemán había seguido antes
de regresar rápidamente a Berlín por unos cortos días. Von Funck pensó,
ingenuo él que había vivido la guerra en el frente francés, que los
soldados alemanes se desmoralizarían viendo semejantes salvajadas,
cometidas por Dios y por la Patria. No anticipaba los horrores en los
territorios del Este en los que Rosenberg tuvo tanto que decir pocos años
más tarde.

De la forma en que von Strunck veía la guerra da cuenta su creencia de que
los generales obtendrían la victoria y que el conflicto se resolvería en
unos dos meses más. Curiosamente, esa misma impresión es la que dominaba en
Moscú y la que tenía el presidente Azaña. La República estaba con el agua
al cuello.

Rosenberg procuró adelantarse a los acontecimientos. El corresponsal del
Völkischer Beobachter debía explicar a Franco y a los líderes falangistas
que en cuanto alcanzaran la victoria la Iglesia católica se apresuraría a
lanzar "una salvaje campaña de difamación contra nosotros, la "Alemania
pagana" ". Ya entonces anunció que los nazis reconocían el catolicismo
como religión del pueblo español y nadie deseaba inmiscuirse en ese
terreno.

Es una de las pocas cosas en que Rosenberg demostró cierta intuición.
También en el cuadro estratégico que hoy todavía no penetra en cierta
literatura pro-franquista. Lo reproduzco con sus propias palabras: "Una
España aliada de Alemania significaría, a ojos de París, el desgarro de un
flanco que siempre ha considerado seguro. Para Inglaterra supondría la
posibilidad de que a las espaldas de Gibraltar gobernase en estas
circunstancias un amigo de Italia". Las consecuencias que de ello extrajo
fueron muy erróneas: "Los franceses y los ingleses harán todo cuanto esté
en sus manos para, al menos, convertir a Cataluña en un estado de
contención". Rien de rien.

Rosenberg era entonces el director de la Oficina de Política Exterior del
partido nazi (APA) y se encontraba en una relación de fuerte competencia,
típica de la organización del Estado hitleriano, con el Ministerio de
Relaciones Exteriores, la Auslandsorganisation (AO) u Organización para el
Exterior del partido -que fue el canal por el cual los emisarios de Franco
llegaron a Hitler en julio de 1936- y los agentes de von Ribbentrop,
convertido en asesor aúlico de Hitler en materia de política internacional.

A juzgar por lo que en sus diarios escribió sobre la escena exterior
Rosenberg no era un genio. Su destino apuntaba a otras latitudes. Por lo
demás, mucho antes de ser ministro ya tenía una categoría igual a las
eminencias que formaron el Gobierno nazi pero que Hitler no reunía en
Consejo de Ministros.

Rosenberg conoció al pelota Johannes Bernhardt. Era el hombre de Göring en
España y director de la HISMA. Se convirtió en la cabeza visible de los
esfuerzos nazis por penetrar en las fuentes de la riqueza mineral española.
Ya había asentado un sistema "moderno", explotador, de trueque comercial
que implicaba la parca utilización de divisas escasas. Con la bendición,
lógicamente, de Franco, que nunca pudo superar su dependencia estructural
de los suministros bélicos del Tercer Reich. Pues bien, según la entrada
del 27 de noviembre de 1936, Bernhardt sugirió que convendría traducir al
español la segunda biblia nazi, El mito del siglo XX. Rosenberg dijo que
no, que todavía era pronto para distribuir su opus magnum en el extranjero,
aunque podría pensarse en traducirlo por si había que hacer uso de él
rápidamente. Como es natural se tradujo y hoy está incluso disponible en
internet, con descarga gratis y todo. Para interesados por las catacumbas
intelectuales del Imperio de los mil años.
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