Amor desmesurado por uno mismo \" – Autorretratos de la Historia

June 3, 2017 | Autor: M. Cacciuttolo Ar... | Categoria: Historia del Arte, Renacimiento, Narcicisim, Curaduría, Autorretrato
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Amor desmesurado por uno mismo” – Autorretratos de la Historia En la complejidad y amplitud de lo que conocemos y admiramos como obra de arte, existe una simbiosis entre lo que se considera estético, bello y digno de ser contemplado con la necesidad y habilidad de transmitir emociones, cosmovisiones e ideas. Toda obra de arte tiene un autor que la impregna de sí mismo, exista o no intención de hacerlo, el proceso creativo en el que se sumerge implica una toma de decisiones, ya sea la elección cromática, la técnica, los trazos, motivos y expresiones del mismo. Es un conjunto de elecciones que entregan originalidad y unicidad a una obra, y que, como consecuencia de esta fusión, una obra de arte por medio de la belleza que nos muestra, algo nos comunica, y en la mayoría de las veces ese algo puede ser infinito. La perpetuidad que enriquece al arte se opone a la futilidad que angustia al ser humano, y en un acto de necesidad nos valemos de este -del arte- para trascender en la posteridad, para luchar contra lo insignificante de la vida del hombre, para dejar una huella en el camino recorrido, para que no nos lleve el olvido, en otras palabras, buscamos la inmortalidad, pero pareciera que la trascendencia no es una característica que pueda ser de todos, es un destino que todos añoran pero que pocos alcanzan. Detrás de la idea de trascendencia, existe también admiración y reconocimiento, no todos podrán ser recordados y los que lo sean quizás lo sean de distintas maneras, no todos lograrán la inmortalidad, y en concordancia con la relación que se ha hecho, no todos podrán valerse del arte para inmortalizar su existencia. La primera interrogante que surge es respecto a qué consideramos trascendente y en ese sentido, al igual que el arte, existe un universo de expresiones de lo que consideramos trascendental, para ser recordado y comunicado. Es por esta razón que la historia del arte es también la historia de la humanidad, por tanto detrás de una obra hay una historia que acontece, ideas sociales dominantes, creencias y tendencias, que nos hablan más allá de lo que simplemente observamos. El arte muestra lo que fuimos, lo que creímos y a lo que aspiramos, es un espejo constante que nos muestra de manera simbólica lo que esencialmente somos, no es casual que en épocas donde la Iglesia Católica ostentaba mucho poder e influencia, grandes obras de arte cuyo motivo principal fueran dogmas de la creencia judeo-cristiana, tuvieran su apogeo en ese momento. Continuó el camino dirigido hacia las autoridades, los cuales eran los elegidos por el o los dioses para dirigir a los súbditos y en representación de 1

aquello surgieron los retratos de importantes monarcas con sus familias, linaje que además debía perpetuarse. No obstante la valoración social de estas obras de arte, en todo este panorama el artista como tal era considerado un súbdito más, así fue como la grandiosidad y trascendencia de sus obras, lo elevaron a otra categoría, donde el vió posible alcanzar para sí mismo, el reconocimiento que buscaba para los otros. Con el surgimiento de este nuevo estatus, que generó una valoración a los artistas en la creación de sus pinturas, surge también con ello, el deseo de perpetrarse a sí mismo como motivo principal de su legado artístico. Surgen los primeros autorretratos como una manifestación de la importancia del artista, de reconocimiento, demostrando que el artista es también persona digna de ser retratada. Uno de los casos que ejemplifica este punto es la obra pictórica “Las meninas”, donde el autor, Diego Velázquez se retrata a sí mismo a un costado de la obra, ubicado de pie delante de un gran lienzo, con la paleta y el pincel en sus manos, dejando inmortalizada su imagen en una de las pinturas más importantes de su carrera, con la que será recordado por su legado y por su imagen, sin embargo no deja de sorprender la intención que sutilmente se esconde detrás, el pintor –Velázqueznos dice que él está ahí, junto a las hijas del Rey Felipe IV, compartiendo el lugar físico no solo en la habitación sino también en la obra, finalmente él se siente merecedor de autoretratarse en la pintura, él es parte de la cotidianidad e intimidad de la vida monárquica. Varias fueron las obras en las cuales los artistas se retrataron acompañados, en muchos casos por sus seres queridos, pero a su vez, encontramos otra variedad que se puede denominar “autorretrato intruso”1. En esta modalidad, el artista se incluye en escenas con las que no tiene una relación personal, donde probablemente nunca estuvo presente y por lo general, él es el único que mira fijamente al espectador. Claro ejemplo es la obra de Sandro Boticelli, “La adoración de los Magos”, en donde lo encontramos en la esquina inferior derecha, inmortalizando su imagen para el futuro en una obra, que en esa época, se consideraba más interesante, cuidada y contemplada que su retrato aislado. Son vastos los autores que no solo pintan un autorretrato, sino múltiples, en distintas épocas de su vida, algunos con mayor simbolismo que otros, algunos quieren imitar imágenes religiosas, sustituyendo a una imagen venerada por él. Es el caso del

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Carlos Cid Priego, Liño: Revista anual de historia del arte, Nº 5, 1985, págs. 177-204 2

renacentista, Alberto Durero en su autorretrato del año 1500 que ha sido descrito como “Hierático, algo rígido, de frente, de bilateralidad acusada, los largos bucles extendidos, una mano sobre el pecho, mirada firme e iluminada, es una referencia a la divinidad”2, creando referencias codificadas a Cristo y paralelismos bíblicos que recuerdan al espectador que estos artistas son criaturas especiales.3 Siguiendo esta idea de autoveneración, inmediatamente nos transportamos a la mitología griega, junto al joven Narciso, quien haciendo caso omiso a la obligación de no verse y conocerse a sí mismo, descubre su imagen y su sombra en el reflejo del agua. Ciertamente no tiene consciencia de que se está viendo a sí mismo, sin embargo, en el hipnotismo y embelesamiento que le produce aquella imagen, él queda admirado y sin poder dejar de apreciarla muere junto a ella. Vinculamos estos dos conceptos, Autorretrato y Narcisismo, que tienen como sustrato común, la admiración al sí mismo, el mostrar una imagen auto creada, el considerarse digna de ser obra de arte. Idea que siempre debemos enlazar con el hecho de que no todos podían ser acreedores de una pintura inspirada en sí mismo, implica que hay un auto reconocimiento personal. El artista proyecta su propia imagen, se retrata para para verse y compararse. Para re-tratarse, para tratarse nuevamente y verse en el espejo de sí mismo, logrando la testificación de que es él y está vivo. También puede ocurrir que su propia imagen sea su doble Yo, lo que el psicoanalista Jacques Lacan describe como la fase del espejo. En la descripción de esta fase se postula que desde los 6 hasta los 18 meses aproximadamente, es cuando, por primera vez el bebé logra percibir y reconocer su imagen completa, reflejada en el espejo, lo cual es clave para el desarrollo y constancia del Yo.4 De una u otra forma los artistas requieren dejar sus proyecciones en diferentes imágenes. Todos los humanos sentimos un razonable grado de amor a nosotros mismos, y son pocas las ocasiones aptas para expresarlo, una de ellas es el autorretrato, que inmortaliza para siempre, la contemplación de la propia imagen reflejada; aquí se conectan estas ideas con el deseo de la inmortalidad expuestas en el mito de Narciso.

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Carlos Cid Priego, Liño: Revista anual de historia del arte, Nº 5, 1985, págs. 16 James Hall (2014) The Self-PortraitA Cultural History. Thames & Hudson. Lacan, J. (1946) “El Estadio del espejo” 3

Indudablemente encontramos dentro del deseo de trascendencia un aspecto narcisista que el autorretrato muestra con mayor claridad, es un concepto central para la teoría freudiana y el desarrollo del psicoanálisis lo que se genera a partir de la imagen que tenemos de nosotros, sin embargo y tal como fue expuesto al comienzo de este texto, el arte no solo busca la contemplación de la belleza sino también la transmisión de ideas y sentimientos, como lógica consecuencia. Entonces, una obra autorretratada es producto de un exhaustivo y profundo análisis de lo que vemos de nosotros mismos, en donde el artista se retrata a sí mismo, mostrándonos que la manera en que se ve a él es la manera en que este concibe el mundo. Todo narciso tiene la cualidad de poder llegar a convertirse en un ser atractivo, por lo tanto, la representación que se hace de él, en este caso, plasmada en los autorretratos, se convierte en un objeto de atractivo visual por lo bello, lo armónico y por el grado de simbolismo que tiene en la historia del arte, transformándose así, en un objeto que ha llamado la atención durante años, convirtiendo, tanto a hombres como mujeres, en lo largo de la historia, en voyeuristas, esto quiere decir que, si existe una atracción, por consecuencia, existe un atraído; de tal forma, como existe un narciso debe de existir un voyerista que lo admire. En “Amor desmesurado por uno mismo” – Autorretratos de la Historia te invitamos a convertirte en uno de estos voyeristas, a que admires y disfrutes de esta muestra que ha reunido los autorretratos de los más grandes artistas, atravesando los estilos pictóricos que se originaron desde el Renacimiento hasta el Realismo, donde plasman en sus obras la manera en la cual querían ser recordados e inmortalizados, pero a su vez, vemos la forma en la cual se concebían a ellos mismos.

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