Análisis crítico innominado

June 3, 2017 | Autor: G. Vera Morales | Categoria: Filosofía, Psiquiatria, TV Series
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ANÁLISIS CRÍTICO1 Penny Dreadful (2014) presenta rasgos característicos que hacen de la serie un fin en sí mismo. Esto es muy poco usual: que una serie de televisión reluzca con mérito propio. La temática literato-gótica que la serie aborda en lo concreto no deja a ninguno indiferente. Empero, la serie aborda cosas más sutiles que aparecen a lo largo de su decurso argumentativo solapadas, si se quiere, implícitas: como el tema de la estigma social sobre la figura del anormal, el fenómeno que nos atreveremos a llamar el de la “doble vida”, en función del cual ante el cuerpo social se presenta un tipo de identidad antropológica distando esa figura de la propia convicción “desí-mismo”. Más recientemente, el tema del loco a fines de los años 1800 y la relación psiquiatrapaciente. O bien otros tópicos: como la existencia del cuerpo como móvil hedonista de satisfacción de estímulos, entre muchos otros. En lo que compete a este análisis, quisiéramos detenernos en dos ideas principales en lo que atañe a la figura del anormal: uno, la necesidad de la sociedad por forjar un discurso de verdad “racional” y, en segundo lugar, la extensión del poder del psiquiatra hacia la propia subjetividad del sujeto a sanar, en circunstancias en que las órdenes del médico se convierten en mandatos de operatividad más efectivos que motivan al paciente a “hacer algo” en vez de “no hacer nada”. En la tercera temporada de la serie en comento se presenta la precisión enunciada en el párrafo anterior. Vanessa Ives (Eva Green) se presenta en un estado de inactividad poderoso, propio de una persona depresiva. La misma se cierra “puertas adentro”, obstaculizando el desarrollo fáctico de su realidad antropológica, si entendemos a la misma como una realidad que “debe realizarse”. En este sentido, la realidad del ente antropológico está en estado de abierto, en el sentido de que el hombre es un proyecto eyectado hacia sus posibles2.

Lo anterior no es nuevo para esta notable actriz gala: ya había innovado con su interpretación en “Los Soñadores”, esa vez analizando la dialéctica del grupo y las exigencias de sus esferas3 y cómo el grupo “accesorio” al principal (que vendría siendo la sociedad) intenciona en la realidad, y cómo el grupo accesorio se repliega muchas veces a la evolución dinámica de las denominadas “vanguardias”. Es Ferdinand Lyle, camarada de Vanessa en la temporada dos, quien le plantea una profunda inquietud sobre su estado de salud. De esta manera, por propia volición; Vanessa dirige sus pasos hacia una consulta privada de una doctora alienista, Seward. Esto es preponderante, pues el alienismo, como es sabido; es un antecedente previo de las prácticas médico-psiquiátricas contemporáneas. Y como prístina disciplina médica, se constituye como una rama específica para el estudio de problemas específicos (de ahí el empleo de la palabra “alienación” y no “locura”). Es así que la relación entre psiquiatrapaciente se va presentando a lo largo de la serie como una relación preferentemente asimétrica, en donde el sujeto pasivo de esa relación confiesa estar enfermo ante el sujeto activo. Esa cláusula de confesión, en nuestro parecer, es axial para poner en movimiento la actividad médico-psiquiátrica, pues en el caso de no existir, vendrían a operar algunos mecanismos de tratamiento forzoso de aquel que desconoce o no quiere admitir su condición; los cuales operarán en virtud de un acto emanado de un poder previamente instituido. Es posible ver a lo largo de la serie que la psiquiatra Seward (Patti LuPone) le formula preguntas a Vanessa tales como “¿Ha pecado?”. Esta pregunta nos sugiere que dos grandes discursos se van mezclando: el discurso médico, por un lado, y el relato católico, por el otro. La mixtura entre un discurso tecnificado como lo es el médico versus el discurso dogmático del catolicismo presenta en esta relación médica en los hechos una distorsión del actual carácter

1 Hecho por Gabriel Vera Morales. 2 Postura que puede resumirse siguiendo esta postura: ‘asegurado’, sino que debe ‘resolver’; (…) Así, como “… el hombre no puede dejar de ser una realidad todo hombre es persona, todo acto realizado por un personal, todo hombre es persona incluso cuando hombre es personal: tanto aquellos conscientes y realiza el más impersonal de sus actos. La esencia del voluntarios como los involuntarios o inconscientes”, en hombre consiste en una realidad personal. El hombre ZÁRRAGA OLAVARRÍA, Carlos, “Ética: una ética de está instalado en una dimensión de la realidad en la opciones”, Charleston, CreateSpace, 2011, pp. 9-10. que no sólo puede, sino que ‘debe’ hacerse cargo de su 3 Si seguimos lo que dice SARTRE, Jean Paul, Crítica existencia; su existencia es algo que no tiene de la razón dialéctica, Buenos Aires, Losada, p. 431.

científico de todas las relaciones médicas. Es decir, si la técnica médica entiende actualmente que el problema tiene un origen y solución en sede científica, a partir de ese diálogo antes transcrito, se sugiere que esa técnica ve en el nacimiento de la enfermedad un germen cuyo origen aparece ubicado en un hecho inmoral o sobrenatural. Además, vemos aquí la mezcla entre dos tipos de verdades inmutables que podemos llamar por de pronto “sistemas absolutos de pensamiento” que, en el caso de la psiquiatría adquiere el carácter de tal mediando una práctica médica experimental a partir de la cual se construye conocimiento objetivo validado por un “poder” (el poder médico) y, en el caso del catolicismo, adquiere el carácter de tal a partir de una convicción que opera ipso facto y que aparece fundada en un “dogma” que no admite ni crítica ni refutación alguna (todo esto que es llevado a la práctica por medio de una “actitud religiosa4”). Hablando de la psiquiatría propiamente tal, es indefectible concluir que le caracteriza el ejercicio de un “poder”, ejercido sobre la “subjetividad y el cuerpo”, por tanto, a partir de esta precisión, el poder psiquiátrico logra posicionarse como uno de los poderes más complejos y completos que la medicina haya conocido. Así, el poder es “ejercido” y solamente existe en acto y, además, es una relación de fuerza en sí mismo5. Esto es muy importante, pues si se entiende que el poder es una relación de fuerza en sí mismo, se entiende que el ejercicio de dicho poder no dependerá de ningún otro agente externo a aquel que lo ejerce. De esta manera, es la propia práctica psiquiátrica la que en un momento identificó un problema en el 4 Sobre la actitud religiosa, no vendría mal el recordar las palabras del pensador DWORKIN al efecto: “La actitud religiosa acepta la realidad absoluta e independiente del valor; acepta la verdad objetiva de dos juicios centrales sobre el valor. El primero afirma que la vida humana tiene un significado o importancia objetivos. Cada persona tiene la responsabilidad innata e inalienable de intentar que su vida sea exitosa; es decir, de vivir bien y aceptar responsabilidades éticas con uno mismo y responsabilidades morales con los otros, no sólo porque lo consideremos importante, sino porque en sí mismo es importante, lo creamos o no”, DWORKIN, Ronald, Religión sin Dios, Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2015, p. 18. 5 FOUCAULT, Michel, Defender la sociedad. Curso en el Collège de France (1975-1976), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000, p. 27.

loco, el que esgrimía un determinado discurso que ameritaba ser escuchado y analizado, y cuyo objeto de análisis ya no es la “persona normal” para la sociedad, sino el “monstruo humano6” que reniega a la sociedad el título de “racional” que tanto ha buscado en tiempo antaño. Sin embargo, el personaje de Vanessa (para la sociedad de su tiempo, siglo XVIII aproximadamente), es un personaje tanto a corregir como con rasgos de ese “monstruo humano” que nos reseña FOUCAULT. En sus palabras, el individuo a corregir es un individuo muy específico de los siglos XVII y XVIII, siendo su marco de referencia la naturaleza y la sociedad, a la vez siendo este sujeto limitado. Sin embargo, reseña FOUCAULT, que el individuo a corregir es mucho más frecuente que el monstruo humano7. Vanessa Ives, en este sentido; es un personaje extremadamente excepcional, el cual presenta rasgos sobrenaturales (médium) y que a la vez le suceden cosas extraordinarias. En virtud de esto, podría considerársele como una persona a corregir, pero más que eso; una persona a internar y estudiar, para luego dominar. No por nada se la interna dos veces: una, en la primera temporada; la segunda en la tercera. Esta práctica alienista viene a ser, en nuestro parecer, una modernización de la medicalización de la sociedad de su siglo. Y un avance hacia una medicalización pública que se seguirá en los siglos después8. No obstante, lo anterior no es para nosotros tema de análisis. Sí lo es, en cambio, cómo la dialéctica psiquiátrica va construyendo un determinado “discurso de 6 En palabras de FOUCAULT: “(...) el monstruo aparece en el espacio como un fenómeno a la vez extremo y extremadamente raro. (…) el monstruo es lo que combina lo imposible y lo prohibido”, FOUCAULT, Michel, Los anormales. Curso en el Collège de France (1974-1975), Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2007, p. 61. 7 FOUCAULT, Michel, Los anormales..., p. 63. 8 En palabras del profesor FUSTER: “Entre los siglos XVIII y XIX, la salud de los individuos se transformó en uno de los objetivos esenciales de las administraciones públicas de países como Francia, Alemania e Inglaterra. Las nuevas dinámicas demográficas que tendieron a disolver los límites de la antigua ciudad medieval y el avance ineluctable de un sistema de producción capitalista obligaron al diseño de dispositivos de regulación y social más extensivos y eficaces”, FUSTER SÁNCHEZ, Nicolás, “La ciudad medicalizada. Michel Foucault y la administración de la población en Europa durante los siglos XVIII y XIX”, Contextos, N° 28, 2012, p. 70.

verdad”. Tratándose de las ciencias exactas, el problema de generación de conocimiento objetivo (nota propia del discurso de verdad, la objetividad) no es un problema propiamente dicho. Al poseer estas ciencias un método científico sumamente reglado y ordenado en orden taxativo que contribuye a la formación de un conocimiento médico validado por dos aristas en la ciencia y en la sociedad; no es propiamente una problemática la de alcanzar un conocimiento noéticamente posible, y por lo tanto, objetivo. El problema radica en la órbita de las Ciencias sociales, pues al ser abiertas, allí en palabras de Nietzche no hay hechos, sino interpretaciones de aquellos hechos fácticos. Pero, el problema con el conocimiento médicopsiquiátrico es que este no es neutral. Es ejercido con una base teórica afianzada, pero cuyo poder es blandido y ejecutado persiguiendo ciertos fines. En este sentido, es posible entender el ejercicio del poder médico-psiquiátrico bajo una perspectiva sociológica: el psiquiatra interviene para mantener una determinada dialéctica de orden y razón en virtud de un mandato de operatividad expedido por la sociedad misma. Es decir: detrás del control del loco o demente, hay una necesidad social de orden y estabilidad, más que una necesidad propiamente humanizada de querer que el enfermo sea corregido para luego enfatizar en su reinserción social. Este deseo de control que prima por sobre la necesidad médica de curar o de mitigar la acción de la enfermedad psicológica no es nada más que un mecanismo de exclusión9 en donde el colectivo no se atiene a apoyar al anormal (o como se le llame), sino que ese sujeto debe ser inmediatamente confinado en lo que FOUCAULT llamará “sistemas disciplinarios”, que en el caso de la psiquiatría, será el manicomio. Es en esa dimensión teleológica de búsqueda del orden y la razón por parte de la sociedad y de sus instituciones que el discurso del demente o loco se torna ya no solamente interesante, sino se convierte en imperativo de controlar. Si la sociedad es gobernada por la locura, ello significaría una distorsión de lo prístinamente perseguido por las sociedades antiguas de siglo pasado e inclusive 9 FOUCAULT dirá que este principio de exclusión no se trata ya de una prohibición, sino de una separación y de un rechazo, pensando el autor en la oposición detrás del binomio “razón-locura”, FOUCAULT, Michel, El orden del discurso, Buenos Aires, Tusquets, 1992, p. 6.

del siglo presente: el orden y la conducta cívica o civilizada. Vanessa Ives es, en el contexto de la serie, la negación de ese orden. Y es en función de su anormalidad (reconocida por ella en copiosas ocasiones) que la función psiquiátrica empieza a operar. En este sentido, el control psiquiátrico está validado, no en vías de serlo. Cuando decimos “validado”, decimos que la sociedad asigna a la figura del médico psiquiátrica un estrato de razón y cordura. Es esa delegación de funciones que la sociedad entrega en favor del profesional psiquiatra en virtud de la cual se va construyendo un determinado “discurso de verdad”, discurso el cual también se ve validado por un ejercicio de un poder: que en este caso, no es cuestionado, ni criticado, ni refutado. No así con el caso de los discursos de verdad en las Ciencias sociales o jurídicas. Lo anterior es extremadamente raro, pues la práctica psiquiátrica no necesita mayor esfuerzo para arrojarse para sí la potestad de determinar si su discurso de verdad es válido y objetivo. Siendo esta una disciplina validada por la sociedad en virtud de la cual es la sociedad misma la que deposita en ese saber una auctoritas específica en las afirmaciones que emite, la objetividad y la validez se tornan del todo asequibles y posibles para ese saber. Cosa contraria ocurre con las disciplinas atingentes a las Ciencias sociales y jurídicas: allí existen instituciones previamente instituidas por un determinado poder (jurídico, por ejemplo) que le dan a esas disciplinas un espacio amplio de discrecionalidad en virtud del cual son esas instituciones las cuales “de oficio” (salvo excepciones) determinan, mediando previamente el uso de una fuerza institucionalida que depende de ese poder; la objetividad y la validez de ese discurso compuesto por afirmaciones10. Aquí podemos notar un verdadero giro copernicano cuando perpetramos un modesto paralelo entre Ciencia psiquiátrica y Ciencias sociales y jurídicas. A continuación, podríamos preguntarnos cómo 10 En este sentido, no vendría mal recordar las palabras del pensador HABERMAS: “Una afirmación, que es una acción comunicativa, implica una pretensión de validez, es decir, supone la verdad del enunciado afirmado, al tiempo que tematiza la experiencia con «un objeto en el mundo». Esta, si es una experiencia, tiene que pretender para sí objetividad”, HABERMAS, Jürgen, Conocimiento e interés, Buenos Aires, Taurus, 1990, p. 314.

se produce la desubjetivación del conocimiento psiquiátrico (es decir, cómo el conocimiento psiquiátrico se arroja para sí el título de “ciencia neutral”). Hay una precisión interesante hecha por la Dra. Seward en el capítulo primero de la tercera temporada. Cuando Vanessa buscaba entablar cercanía con una psiquiatra, en un momento le dice a Seward “Por favor, llámeme Vanessa”, en circunstancias en que la sociedad insiste en llamarle “señorita”. En un momento, Seward le dice: “No soy su amiga, su cura o su marido: soy su doctora”. De aquí podemos suponer que la neutralidad depende del propio título de “Doctor o Doctora”: por el solo hecho de ser médico, ya la aplicación del saber psiquiátrico es de suyo neutral. La serial, con todo y brillantez de la misma y de todos sus actores y actrices, presenta estos problemas que nosotros intentamos (con más fracaso que éxito) develar en este comentario. Una serie que logra con tremenda efectividad un estudio profundo de estos temas, tornando aquello que muchas veces no puede ser normalizado en la televisión en normal y cotidiano. Cosa que muchas veces no puede ser logrado, como precisábamos anteriormente.

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