Arquitectura doméstica fenicio-púnica en Sicilia y Cerdeña (ss. VIII-III a.C.)

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Amb la col·laboració de:

ARQUITECTURA URBANA Y ESPACIO DOMÉSTICO EN LAS SOCIEDADES FENICIO-PÚNICAS XXVIII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2013)

Editadas por benjamí costa y jordi h. fernández

EIVISSA, 2014

«TREBALLS DEL MUSEU ARQUEOLÒGIC D’EIVISSA I FORMENTERA» s’intercanvia amb tota classe de publicacions afins d’Arqueologia i d’Història, a fi d’incrementar els fons de la Biblioteca del Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera. «TREBALLS DEL MUSEU ARQUEOLÒGIC D’EIVISSA I FORMENTERA» se intercambia con toda clase de publicaciones afines de Arqueología e História, con el fin de incrementar los fondos de la Biblioteca del Museo Arqueológico de Ibiza y Formentera. DIRECTOR: Jordi H. Fernández COORDINADOR: Benjamí Costa

Intercanvis i subcripcions/ Intercambios y subscripciones: Museu Arqueològic d’Eivissa i Formentera Via Romana, 31 - 07800 Eivissa (Balears) Foto portada: Restes de construccions fenícies del Castell d’Eivissa. Restos de construcciones fenicias del Castillo de Ibiza. (Foto: J.H. Fernández)

ISBN: 978-84-87143-51-9 Dipósit legal: I-140-2014 Impressió, maquetació i disseny: Grup fent

ÍNDICE

EL ESPACIO DOMÉSTICO EN EL ÁREA DE CARTAGO. ARQUITECTURA Y SOCIEDAD ANTE LA CONQUISTA ROMANA Fernando Prados Martínez................................................................................... 9

ARQUITECTURA DOMÉSTICA FENICIO-PÚNICA EN SICILIA Y CERDEÑA (SS. VIII-III A.C.) David Montanero Vico........................................................................................ 41

EL ESPACIO DOMÉSTICO EN LA ARQUITECTURA FENICIA OCCIDENTAL DEL SURESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA José Luis López Castro......................................................................................111

ARQUEOLOGÍA URBANA. ESPACIOS DOMÉSTICOS DEL MUNDO FENICIO Y PÚNICO EN EL SUROESTE DE LA PENÍNSULA IBÉRICA Juan Blánquez Pérez......................................................................................... 145

ARQUITECTURA URBANA Y ESPACIO DOMÉSTICO EN LA CIUDAD PÚNICA DE IBIZA Joan Ramon Torres........................................................................................... 191 –7–

ARQUITECTURA DOMÉSTICA FENICIOPÚNICA EN SICILIA Y CERDEÑA (SS. VIII-III A.C.)

David Montanero Vico

G.R.A.C.P.E.-Universidad de Barcelona

Ai miei cari amici di Sardegna e Sicilia.

1. INTRODUCCIÓN En el siguiente trabajo se presenta un estado de la cuestión sobre las evidencias arqueológicas correspondientes a la arquitectura doméstica fenicio-púnica de los asentamientos coloniales de Sicilia y Cerdeña. La cronológica que abarca dicho estudio va desde inicios del siglo VIII a.C. hasta mediados del siglo III a.C. No obstante, hemos decidido dividir este amplio arco de tiempo en distintos períodos para poder observar la evolución arquitectónica y estructural de las casas de época fenicio-púnica. El primero de ellos es el período arcaico que tiene inicio a principios del siglo VIII a.C. hasta mediados del siglo VI a.C., momento en que se fechan los primeros testimonios materiales fenicios y comienzan a tomar forma las primeras aglomeraciones urbanas coloniales. El período púnico abarca a su vez desde la segunda mitad del siglo VI a.C. hasta finales del siglo V a.C., caracterizado por la hegemonía política y comercial cartaginesa en el Mediterráneo central. Por último tenemos el período tardo-púnico o helenístico que se inicia en el siglo IV a.C. con la fundación de las nuevas colonias cartaginesas que consolidan el dominio cartaginés en ambas regiones y que finaliza a mediados del siglo III a.C. cuando las dos islas son conquistadas por los ejércitos de la Roma republicana. Las viviendas presentes en los enclaves coloniales de Sicilia han sido analizadas en un reciente trabajo de síntesis que se ha ocupado de su estudio, principalmente arquitectónico, durante el período púnico (De Vincenzo, 2012: 301-360). –41–

A este estudio general hay que añadir las últimas publicaciones sobre algunos yacimientos arqueológicos como Nora (Bonetto, 2009: 41-243), Mozia (Famà 2002; Nigro et alii, 2004: 141-354; Nigro, 2007) o Selinunte (Helas, 2009, 2012) que han aportado nuevos datos para el conocimiento de la edilicia privada fenicio-púnica en estas regiones. Sin embargo, la base documental sigue siendo muy reducida a causa de diversos factores que analizaremos más adelante, lo que impide en muchos casos una reconstrucción integral de las plantas de este tipo de estructuras arquitectónicas, sin mencionar las dificultades más que evidentes para poder definir las distintas agrupaciones de casas, un dato, que podría ayudarnos a entender las directrices urbanísticas establecidas en algunos de estos enclaves. Estas limitaciones hacen muy difícil una posterior reconstrucción, basada en la tipología de las casas, de la estructura social establecida en estos enclaves coloniales a imagen y semejanza de otros estudios que se han interesado por otras civilizaciones del Mediterráneo como el antiguo Israel (Yasur-Landau et alii, 2011), la Grecia clásica (Nevett, 1999), la Iberia protohistórica (Belarte et alii, 2009) o algunas ciudades y regiones bajo el dominio romano (Nevett, 2010: 89-141). En consonancia con esta línea de investigación ha sido publicado recientemente un artículo de síntesis sobre algunos asentamientos púnicos del Mediterráneo central (Jiménez y Prados, 2013), que pone de manifiesto la importancia de la arquitectura doméstica a la hora de definir comportamientos domésticos, espacios de género, desigualdades sociales o relaciones de poder, elementos todos ellos que se encuentran en la base de cualquier tipo de estructura social. Por este motivo, en el presente trabajo aparte de definir los materiales y técnicas constructivas, la distribución interior de las casas o la identificación y funcionalidad de los diferentes espacios domésticos, intentaremos, en la medida de lo posible, aproximarnos a todos aquellos aspectos sociales que pueden derivar del estudio de la arquitectura doméstica. No obstante, antes de entrar en el análisis detallado de cada asentamiento creemos que son necesarias una serie de aclaraciones a nivel histórico, arqueológico y teórico que harán posible una definición más clara de nuestro objeto de estudio.

2. CONSIDERACIONES PREVIAS AL ESTUDIO DE LA ARQUITECTURA DOMÉSTICA EN SICILIA Y CERDEÑA En referencia a algunos aspectos de tipo histórico hemos de resaltar la escasa información que nos aportan las fuentes clásicas respecto a la edilicia privada fenicio-púnica en general que casi en su totalidad se centran exclusivamente en la –42–

ciudad de Cartago y su territorio (Mezzolani, 1997). A este hecho hay que añadir que la única noticia relacionada con la arquitectura doméstica de las colonias fenicio-púnicas de Sicilia y Cerdeña nos viene dada por la inverosímil y contradictoria descripción de Diodoro Sículo sobre las casas de Mozia (XIV 51, 1). Como demostró en su momento G. Garbini (1993: 67-72) Diodoro decidió engrandecer el episodio de la toma de Mozia por parte de Dionisio I a partir de la información proporcionada por otro autor clásico que sí fue testigo de un acto bélico similar, como fue Polibio de Megalópolis, que narró las vicisitudes del asedio de Cartago por parte de Escipión Emiliano (146 a.C.). Diodoro tomó de éste los datos necesarios para hacer de su narración un relato creíble, como si él mismo hubiera presenciado la toma de Mozia, utilizando de forma totalmente errónea, pues el historiador de Agira, que no era especialista en poliorcética, relacionó la altura de las casas de seis pisos de Cartago (Api. Lib. 128) con la altura que debían tener las torres de asedio empleadas por Dionisio I, que a su vez se correspondería con la altura de las casas de la colonia siciliana. Como veremos más adelante la arqueología no ha podido constatar ningún tipo de vivienda que se pueda relacionar con la descripción de Diodoro, desmintiendo, por el momento, la existencia de viviendas de tal altura en Mozia. Respecto a la evolución histórica de las colonias fenicias en Sicilia y Cerdeña hemos de hacer hincapié en el hecho de que comparten trayectorias más o menos similares, especialmente a partir del período púnico (Bondì, 2009), pero por otro lado éstas tuvieron que adaptarse a situaciones coloniales diversas a causa del contacto con distintas poblaciones indígenas, sardos en Cerdeña y élimos/sicanos en la parte occidental y central de Sicilia. Esta situación determinó de forma decisiva la inserción, creación y evolución de todas y cada una de las futuras colonias dentro de los sistemas políticos y económicos indígenas de finales de la Edad del Bronce e inicios de la Edad del Hierro (Bernardini, 2013: 263-279; Blasetti y De Vincenzo, 2012). De todos modos existió un factor desequilibrante en el devenir histórico de estas fundaciones coloniales, que en este caso afecto principalmente a los enclaves sicilianos, donde éstos además de convivir con el elemento indígena tuvieron que hacer frente a la política expansionista de las apoikiai griegas. Estas últimas a lo largo de su historia se fueron convirtiendo en verdaderos centros de irradiación cultural, que especialmente a partir del período tardo-arcaico y sobre todo helenístico ejercieron una gran influencia a nivel urbanístico, arquitectónico y artístico, sobre todos los asentamientos de la isla, incluidas las colonias fenicias (Congiu et alii, 2008), con las que ya habían iniciado estrechos contactos comerciales desde época arcaica (Spatafora, 2010). Un claro ejemplo de esta influencia lo encontramos en el urbanismo de tipo hipodámico y las casas aristocráticas de –43–

tipo griego con peristilo y columnata a dos niveles de la ciudad helenística de Solunto1. Este hecho hace que nos preguntemos ¿Qué importancia llego a tener el influjo griego en el desarrollo de la arquitectura doméstica fenicio-púnica? ¿Cómo se nos presenta esta influencia en sus estructuras arquitectónicas? ¿Cómo se manifestó esta influencia griega fuera del ámbito de las colonias sicilianas? A estas y otras cuestiones intentaremos dar respuesta a lo largo del presente estudio. Arqueológicamente, la arquitectura doméstica fenicio-púnica en Sicilia y Cerdeña cuenta con una base documental muy fragmentaria y que en términos generales suele ser bastante escasa. Este hecho nos viene dado principalmente por cuatro factores: (1) Los emplazamientos de las antiguas colonias fenicias y de las posteriores fundaciones cartaginesas han continuado siendo ocupados hasta la actualidad. Esta circunstancia provoca dificultades a la hora de tener acceso a los restos arqueológicos pertenecientes al período fenicio-púnico como demuestran los casos de Sulky (Sant’Antioco), Karalis (Cagliari) y Olbia en Cerdeña o de Lilibeo (Marsala) y Panormos (Palermo) en Sicilia. (2) Los proyectos urbanísticos llevados a cabo en época tardo-republicana e imperial romana han destruido o alterado, en algunos casos, los niveles de vida anteriores, lo que hace imposible una reconstrucción planimétrica de muchos edificios destinados a un uso doméstico como que queda patente en asentamientos como Sulky, Tharros, Lilibeo o Panormos. (3) Algunas estructuras de tipo doméstico fueron excavadas a inicios o mediados del siglo XX empleando una metodología arqueológica poco rigurosa, lo que se tradujo en publicaciones muy someras y descriptivas, sin un análisis detallado de la estratigrafía arqueológica y de los materiales cerámicos que permitan una asignación cronológica fiable. Tampoco hay que olvidar la casi total inexistencia de planimetrías detalladas que nos ayuden a reconstruir la distribución del espacio interior de las casas. Una buena muestra de todo ello son las excavaciones realizadas por A. Taramelli en la pendiente nororiental de la colina de Torre Chia

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El estudio de las casas de Solunto no ha sido incluido en este trabajo al quedar fuera de los márgenes cronológicos establecidos para el mismo. Ésta fundación cartaginesa del siglo IV a.C., realizada tras la destrucción de la Solunto arcaica a manos de Dionisio I de Siracusa en el año 397/396 a.C., presenta una importante problemática a nivel cronológico. Ante la ausencia de estratigrafías arqueológicas que puedan proporcionar una datación absoluta de los vestigios hoy en día visibles se han propuesto distintas dataciones a partir de criterios arquitectónicos, decorativos y estilísticos. Actualmente la opinión más generalizada es que la ciudad helenística que hoy podemos contemplar es posterior a la conquista romana de la isla, concretamente de finales del siglo II a.C. En torno a la problemática que envuelve a la Solunto helenística véase: (Albanesi, 2006: 177-180; La Torre, 2006: 95; Portale, 2006; La Torre, 2011: 147-149, 234-247). A favor de una datación más alta, en torno al 300 a.C., para las casas más lujosas situadas en el centro de la ciudad (Wolf, 2003). Sobre la utilización de una unidad de medida púnica relacionada con la trama urbanística de la ciudad (Spatafora, 2009: 233), con dudas al respecto (De Vincenzo, 2012: 113). Una síntesis general (Cuntroni Tusa, 1994).

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en Bithia (Taramelli, 1933: 289; Pesce, 1968: 314, 340-342; Bartoloni, 1996: 38; Bassoli et alii, 2013: 290), las de G. Pesce en el barrio occidental situado en la ladera de la altura de S. Giovanni en Tharros (Pesce, 1966: 88-89, 96-126; Falchi, 1991: 30-32; Mezzolani, 1994: 117-119; Acquaro y Mezzolani, 1996: 29-30; Mezzolani, 2009: 412) y en la zona del arenal de Nora (Pesce, 2000: 171-179; Bonetto, 2009: 41 n. 6) o las de J.I. Whitaker en la “Casa dei Mosaici” de Mozia (Whitaker, 1991: 149-153; Ciasca et alii, 1989: 51-54; Morigi, 2004a; 2004b; Savio, 2007; De Vincenzo, 2012: 303-305)2. (4) La falta de excavaciones en extensión que hayan intervenido el espacio reservado a las estructuras domésticas dificulta su interpretación a nivel urbanístico (organización de las casas en ínsulas, orientación de las mismas, división interior en parcelas, metrología aplicada etc.), así como el conocimiento de las diferentes tipologías de casas que pudieron coexistir en un mismo asentamiento en un período determinado, limitando de esta forma el conocimiento de una más que probable diferenciación social. Estas problemáticas contribuyen a que nuestro estudio presente importantes limitaciones y lagunas científicas que hacen imposible, en algunos casos, el desarrollo de ciertos temas o hipótesis de trabajo. Aún así, creemos que éstos se han de plantear con vistas a futuros estudios sobre la arquitectura doméstica feniciopúnica y la posterior interpretación de tipo social que se puede extraer de su análisis. También es importante tener en cuenta que nos encontramos ante asentamientos de categorías y funciones diferentes que pueden forman parte de un sistema político y territorial jerarquizado como queda patente en la región del Sulcis (Perra, 2009). Esta organización político-territorial, por el momento casi irreconocible para la gran mayoría de sistemas coloniales del Mediterráneo central, nos ha llevado a distinguir dentro de cada período histórico distintos tipos de asentamiento según su categoría. Así pues, disponemos de núcleos de primer orden

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A causa de las distintas problemáticas que presentan estas estructuras domésticas hemos decidido no incluirlas en este trabajo. Ciertamente hasta que no se lleve a cabo una rigurosa revisión de los materiales arqueológicos documentados en su interior no se podrá conceder una datación más o menos aproximada a estos restos. Se hace a su vez imprescindible la realización de plantas y secciones que ayuden a comprender la relación entre los diversos elementos arquitectónicos que pueden pertenecer a actividades constructivas y fases cronológicas diferentes. Una situación diversa se presenta en el caso de la conocida como “Casa dei Mosaici” cuya cronología oscila entre los siglos VI-IV a.C. y de la que si existe una planimetría arqueológica detallada. Durante varias décadas se pensó en un uso doméstico para este complejo arquitectónico pero las últimas intervenciones arqueológicas han puesto al descubierto lo que parecen ser los restos de un gran edificio público situado en las inmediaciones de una de las puertas de acceso a la ciudad. Sobre los resultados de las últimas campañas de excavación véase: www.fenici.unibo.it/mozia/CampagnadiScavoIV.html www.fenici.unibo.it/mozia/VCampagnadiScavo.html www.fenici.unibo.it/mozia/VI CampagnadiScavo.html

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como pueden ser ciudades, normalmente representadas por las colonias fenicias, asentamientos de segundo orden como centros urbanos de menores dimensiones o núcleos fortificados de cierta importancia, para finalizar con los enclaves de menor envergadura como aldeas, fortines, almacenes fluviales, barrios comerciales o granjas siguiendo un planteamiento que ya ha sido propuesto para otras situaciones coloniales o entidades políticas (Aubet, 2006; Belarte, 2009: 99). Claramente este es un hecho muy a tener en cuenta, pues el significado de los diversos tipos de casas y las actividades que se realicen en su interior dependerá en cierta manera de la categoría y función del asentamiento donde se documenten. En este sentido también habrá que tener en cuenta la topografía del lugar donde se establecerá cada enclave pues ésta puede condicionar de forma decisiva su morfología urbana y determinar la situación de las viviendas en su interior. Otra problemática inherente a las casas es el hecho de que estas estructuras arquitectónicas son sometidas a continuas modificaciones durante el transcurso de su vida útil (restructuración del espacio interior, reformas arquitectónicas, ampliaciones etc.). Normalmente la arqueología suele detectar la última fase de uso de cada vivienda, que suele ser el resultado de diversas restructuraciones y reformas, un hecho que dificulta el conocimiento de la composición originaria de cada casa o de las funciones que se realizaron en sus habitaciones a lo largo de los distintos períodos en que fue ocupada. También se ha de tener en cuenta que una habitación puede cambiar su función a lo largo del día ya que durante las horas de luz se pueden realizar en su interior actividades productivas o de consumo y por la noche ser un lugar de reposo, algo que también puede ocurrir dependiendo de la época del año en la que nos encontremos, ya sea invierno o verano, dando lugar a actividades totalmente distintas (Singer-Avitz, 2011: 289). Por otra parte, la arquitectura doméstica se ha convertido actualmente en uno de los referentes arqueológicos más importantes a la hora de detectar, definir y establecer los comportamientos y relaciones sociales que forman la base de cualquier estructura social. Tal y como se ha apuntado recientemente, la vivienda o casa, no es más que el espacio delimitado arquitectónicamente (contendor) de las actividades cuotidianas llevadas a cabo en su interior (contenido) por parte del grupo o unidad doméstica que reside en él (Belarte, 2013: 78). Esta definición nos pone en directa y estrecha relación con el concepto de household que entiende la casa no solamente como un espacio de convivencia sino también como un lugar de producción, consumo y reproducción (Wilk y Rathje, 1982; Vives-Ferrándiz, 2013: 95-97). Debajo de un mismo techo suelen habitar, por norma general, los integrantes de una misma familia, ya sea nuclear o extensa (Flannery, 2002), pero esta norma no excluye otro tipo de relaciones que no han de ser propiamente de parentesco como la dependencia. A su vez las relaciones que se desarrollan y estipulan en el interior de un espacio doméstico no quedan limitadas por las –46–

estructuras materiales que las definen sino que se extienden fuera de las mismas interactuando con otro tipo de esferas, como la pública, que engloba al conjunto de la sociedad de la que se forma parte. Hay que tener presente que existen factores de índole económica y política que provocarán una gran variabilidad en la estructura y formación de las unidades domésticas que tienen como objetivo principal adaptarse a dichas situaciones para poder garantizar su supervivencia, teniendo en cuenta que las relaciones establecidas por las unidades domésticas forman la base de la estructura social dando lugar a un binomio indivisible que hace imposible que se pueda entender una sin la otra. En este sentido ha sido muy importante el nuevo enfoque aportado por la antropología, la etnografía y la etnoarqueología (Kramer, 1979; Kamp, 2000; Foster y Bradley, 2012: 2; Singer-Avitz, 2011: 277) en la interpretación y estudio del espacio doméstico y del registro material asociado al mismo que nos permiten adentrarnos en el ámbito de la microhistoria (Ortega, 1999). Dentro de este nuevo marco de análisis tomara fuerza la identificación de actividades de género en el ámbito doméstico, donde la figura de la mujer ocupa una posición preeminente tanto en el ámbito familiar como productivo, erigiéndose a su vez como un verdadero garante de la identidad colectiva que da cohesión a la unidad familiar y por ende al conjunto de la sociedad (Delgado y Ferrer, 2007). Mayores problemas encuentra la arqueología a la hora de detectar aquellos miembros de la sociedad que menos evidencias han dejado en el registro arqueológico como son niños, ancianos, sirvientes o esclavos (Delgado, 2010: 296), dificultades que por otro lado no han de ser una excusa para ignorar su existencia o tener que abandonar la ardua tarea de su identificación. Respecto a la estructuración del espacio doméstico queda claro que cada casa es un mundo y que cada unidad doméstica organizará su espacio según sus propias necesidades o intereses político-económicos, sin olvidar otros factores de tipo cultural e ideológico que pueden determinar de forma decisiva su distribución interior (Blanton, 1994). La composición de las casas nos permite definir los comportamientos de sus residentes y observar si existe un control sobre los mismos o de éstos en relación con el espacio público y las personas que provienen del exterior, ya sean visitantes o huéspedes, como se ha demostrado a partir de algunos estudios etnográficos (Nevett, 1999: 30-33). El estatus social o la riqueza de un grupo doméstico pueden establecerse a partir del tamaño, la situación y el registro material de la casa donde reside. Normalmente, una vivienda de grandes dimensiones y con una distribución compleja de su interior suele relacionarse con un mayor número de habitantes que en ocasiones pueden ser miembros de la élite social y que podrían convivir junto a personal dependiente (Belarte, 2013: 89). Sin embargo esto no siempre es así. En este –47–

sentido es básica la diferenciación de los distintos estadios del ciclo vital de un grupo doméstico. Una casa de mayores dimensiones puede ser también el reflejo de un grupo familiar que ha aumentado de tamaño a causa de nuevos nacimientos o matrimonios en el seno de su unidad familiar lo que puede provocar la ampliación del espacio doméstico, sin que por ello necesariamente sus ocupantes hayan de ostentar un estatus social o un nivel de riqueza más elevado (Kramer, 1979: 155-156; Flannery, 2002; Singer-Avitz, 2011: 295). La posición que ocupa una casa dentro de un asentamiento también puede ser un indicativo de diferenciación social al estar en una posición topográfica preeminente en su interior o situándose en las proximidades de espacios o edificios públicos de especial relevancia dentro de la comunidad. Por último, algunos tipos de artefactos y elementos arquitectónicos específicos pueden ser un indicativo del estatus social y la riqueza de sus residentes (Singer-Avitz, 2011: 297; Belarte, 2013: 89). Es importante también apuntar que una casa es considerada normalmente como un lugar destinado a la preparación y consumo de alimentos o al reposo del grupo doméstico. A parte de estas actividades cotidianas también se pueden realizar trabajos artesanales que tienen un valor muy importante en el conjunto de la unidad doméstica y de su economía. Estas actividades domésticas que por sí solas no parecen tener un peso determinante, pero son, cuando se analizan en conjunto, un pilar fundamental de las economías coloniales de los asentamientos fenicio-púnicos del Mediterráneo central.

3. LA ARQUITECUTRA DOMÉSTICA DE ÉPOCA ARCAICA (SIGLOS VIII-VI A.C.): LOS INCIOS DEL MODELO COLONIAL FENICIO EN EL MEDITERRÁNEO CENTRAL El período arcaico es la fase histórica de la colonización fenicia que menos restos arqueológicos ha proporcionado sobre estructuras de tipo doméstico, un hecho que tiene mucho que ver con los objetivos, la función y la precariedad de los primeros asentamientos coloniales fundados en el Mediterráneo central. A partir del segundo cuarto del siglo VIII a.C. (775-770 a.C.) se comienzan a detectar las primeras evidencia de la presencia fenicia en las islas de Sicilia y Cerdeña. Se trata habitualmente, exceptuando el caso de Mozia, de materiales cerámicos datados en el siglo VIII a.C.3 principalmente fuera de contexto estrati-

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Las colonias fenicias de Palermo y Solunto fueron fundadas a finales del siglo VII a.C. en una segunda fase del proceso de colonización en Occidente. De momento las excavaciones arqueológicas no han podido poner al descubierto restos de

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Figura 1. Planta general de la isla de la Mozia con la situación de las principales zonas citadas en el texto (Modificado a partir de Famà, 2009)

gráfico que no se pueden relacionar con ningún tipo de estructura arquitectónica. Un ejemplo de ello son los centros coloniales de Sulky (Bartoloni, 2008: 15961597; Bartoloni, 2010; Pompianu, 2010: 4-6, 13), Cagliari (Stigliz, 2007: 50),

estructuras domésticas de época fenicio-púnica. En Palermo tenemos solamente testimonios cerámicos de una ocupación referible al período arcaico (Spatafora, 2009: 223) mientras que en Solunto las únicas evidencias referibles a este período tienen una clara función artesanal (Spatafora, 2009: 225).

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Nora (Botto, 2007: 112, 120-122; Bonetto, 2009: 63), Olbia (D’Oriano, 2009: 370), Tharros, Neapolis y Othoca (Bernardini, 2011: 128, n. 8)4. Las estructuras de tipo doméstico más antiguas que han aparecido hasta el momento se han documentado en la isla de Mozia (Fig. 1). Los navegantes orientales se establecieron en un territorio, que según las últimas investigaciones, no presenta signos evidentes de una ocupación indígena. Los testimonios más antiguos se remontan a la etapa final del Bronce Antiguo y al Bronce Medio (XV-XIV a.C.) (Falsone, 1989; Spatafora, 2002; Nigro, 2007: 103-109), aunque algunos materiales podrían mostrar una frecuentación esporádica de la isla durante los siglos X-IX a.C. (Spatafora, 2002: 936). Los hallazgos fenicios más antiguos detectados hasta el momento se sitúan en la costa meridional de la isla, concretamente en el Sector C suroeste, donde han aparecido los restos de las viviendas erigidas por los primeros colonos (Fase 9: 775-750 a.C.). Se trata de espacios delimitados por delgados zócalos construidos con guijarros, cuyo alzado sería presumiblemente en adobes, asociados a pavimentos en tierra batida5 junto a los cuales aparecieron algunos agujeros para postes de madera (Nigro, 2010: 8-10; 2013: 42). Es importante remarcar la existencia de varios pozos excavados en la roca que garantizaban el suministro de agua potable imprescindible para la supervivencia de cualquier grupo humano. Según L. Nigro nos encontramos ante viviendas muy humildes compuestas por 1-3 habitaciones que disponen de patio y refugios anexos construidos con postes de madera (Nigro, 2013: 53). La vida de este grupo de viviendas parece que finaliza a mediados del siglo VI a.C. con la construcción del área sacra del Kothon (Nigro, 2013: 42). En una fase posterior (IV B: 750-675 a.C.), y a causa de la llegada de nuevos colonos (Nigro, 2013: 55), el sector habitado se va ampliando hacia el norte ocupando también la parte central de la isla. Estructuras de tipo doméstico se han podido detectar en la Zona A (sector central), Zona B (sector meridional) y Zona E (sector sureste), que se pueden fechar con toda seguridad en la primera mitad del siglo VII a.C. (Famà y Toti, 2000: 452; Famà, 2002: 41-43; Famà, 2008; 140143; Famà, 2009: 278-279). Entre aquellos restos que pueden ofrecernos una imagen más o menos clara de la composición de estas viviendas tenemos los de la Zona A.

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Una síntesis general sobre esta problemática que afecta especialmente a las primeras colonias fenicias de Cerdeña en: (Blasetti y De Vincenzo, 2012: 7-14).

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Restos de algunos pavimentos de época arcaica han sido también documentados en la Zona L de la “acrópolis”, a unos 100 m. al noroeste de la Zona E (Nigro, 2012: 212).

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Figura 2. Zona A de Mozia con la situación de las fosas de finales del siglo VIII a.C. y las primeras estructuras domésticas de inicios del siglo VII a.C. (Famà, 2002)

Este área fue objeto de acciones antrópicas desde finales del siglo VIII a.C. (Período I A) cuando se excavaron en la roca diversos silos, un pozo y la presencia de una estructura cuadrangular de función incierta (Famà, 2002: 41). Durante la primera mitad del siglo VII a.C. (Período I B) estos elementos vienen incorporados en el espacio que ocuparan las primeras viviendas estables en esta zona (Fig. 2). Se pueden distinguir en la parte norte dos patios divididos por una habitación (6) y en el lado suroeste los restos de dos posibles estancias (Famà 2002: 41-43). Los zócalos se construyeron sin fosa de cimentación sobre la roca natural o en el caso de imperfecciones del terreno sobre capas de nivelación. Estas estructuras están realizadas normalmente en mampostería en seco, de un metro de altura, con un ancho de 70/60 cm., aunque en ocasiones también se construyeron muros de mampostería que a intervalos no regulares presentan bloques de piedra escuadra–51–

Figura 3. Vista aérea de la zona arqueológica del Cronicario (Sant’Antioco) con la situación de los principales sectores enumerados en el texto (Modificado a partir de Pompianu, 2010a)

dos para dar mayor estabilidad a los mismos. Los alzados de las paredes estarían realizados en adobes y como aglutinante se utilizó solamente tierra (Famà, 2002: 51). Los pavimentos de esta fase, compuestos por un estrato compacto de calcárea blanca con inclusiones de guijarros que se extiende sobre la roca natural, están presentes en la habitación 6 y el patio 13 (Famà: 2002: 56-57, 85). Esta fase de vida finaliza con la obliteración de dichas estructuras (Período I C) durante la segunda mitad del siglo VI a.C. (Famà, 2002: 43). Evidencias pertenecientes a estructuras domesticas del período arcaico han aparecido también en la colonia fenicia de Sulky, concretamente en el área arqueológica del Cronicario (Fig. 3), en el centro de la actual ciudad de Sant’Antioco. La zona intervenida, situada en las pendientes de una colina cercana a la costa, ha demostrado que se encontraba deshabitada en el momento de la llegada de los –52–

Figura 4. Estructuras domésticas del siglo VIII a.C. documentadas en el Sector III del área arqueológica del Cronicario (Bernardini, 2009)

fenicios pues los únicos restos anteriores a la ocupación fenicia son del período neolítico, concretamente de la cultura de Ozieri (Pompianu, 2010a: 4-5; Unali, 2013a: 1-3). Los trabajos arqueológicos iniciados entre 1983-1986 (Bernardini, 1988) pusieron al descubierto dos calles (A y B) que según sus investigadores se cruzarían entre sí formando un ángulo recto, recalcando posiblemente la orientación del trazado viario romano que se le superpone, lo que ha hecho pensar en una trama urbanística de tipo ortogonal implantada ya en época arcaica (Bernardini, 2009: 392). Las últimas excavaciones por el contrario han mostrado que la calle B en época romana no se sobrepone a otro eje viario anterior sino que se construyó sobre un espacio porticado a cielo abierto (Unali, 2013b: 10-12, 30-33) que pone en duda, por el momento, la existencia de una trama ortogonal perteneciente a la fase arcaica del asentamiento. Los únicos restos que ofrecen una planta más o menos clara de un espacio doméstico articulado se documentan en el Sector III6, frente a la calle B (Fig. 4). Las estructuras que se sacaron a la luz corresponden a dos períodos cronológicos superpuestos. El primero de ellos se inicia en el 750/740 a.C. y se nos muestra

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Durante las primeras intervenciones arqueológicas también se documentaron en otros sectores (I y II) restos pertenecientes a muros en mampostería y pavimentos en tierra batida (Bernardini, 1988: 75).

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como un patio central al aire libre (vano a), en el cual se excavaron un silo y una cisterna, alrededor del cual se organizaron una serie de habitaciones de planta rectangular. Los muros se construyeron en mampostería ligada con fango y arcilla sobre los cuales se alzaron las paredes de adobes que utilizan como desgrasante paja y algas, estando compuestos los pavimentos por tierra batida o capas de tierra y arcilla prensadas que contienen restos de toba triturada (Bernardini, 1988: 76; 2006: 112; Unali, 2013b: 12-13). En una fase posterior que podemos fechar entre el 730-700 a.C., el nivel de circulación del patio se eleva a partir de una nueva capa de tierra batida que cubre el silo pero que deja operativa la cisterna, manteniendo esta misma configuración hasta el 650 a.C.7 (Bernardini, 1988: 76; 2006: 116). Las recientes intervenciones realizadas principalmente en el Sector II8 han puesto al descubierto diferentes niveles de uso de la fase fenicia que nos pueden ofrecer una idea de las actividades que se realizaron en el interior de algunos espacios. Se han podido detectar tareas relacionadas con la elaboración de productos a base de pescado (vano IIF) (Unali, 2013b: 17), la producción metalúrgica (vano IIE y IIG) (Pompianu, 2010b: 1270-1273; Unali, 2013: 17-18) o un espacio interpretado como cocina (vano II E) (Pompianu, 2010a: 7). Estas evidencias ponen de manifiesto que junto a actividades de uso doméstico y cotidiano se llevaron a cabo otras de tipo artesanal. La colonia de Cagliari se estableció en la parte baja de una península delimitada por dos golfos marinos. En ésta se han podido documentar diversas evidencias cerámicas pertenecientes a la cultura nurágica (Stigliz, 2009: 50), aunque por el momento no se conocen estructuras arquitectónicas que se puedan relacionar con un nuraghe o un poblado asociado al mismo, lo que nos hace sugerir, como sucede en los casos de Sulky y Mozia, que la zona donde se estableció el enclave fenicio no estuvo ocupada por el elemento indígena. Las escasas evidencias correspondientes a estructuras de tipo doméstico provienen de las excavaciones arqueológicas realizadas en la década de los ochenta del siglo pasado en el centro urbano de la ciudad. En vía Brenta fue descubierta una estructura muraría de 53 cm. de anchura, con un longitud conservada de 2,00 m., construida a partir de dos paramentos de mampostería cuyo espacio intermedio fue rellenado con pequeñas piedras ligadas con arcilla. Junto a este zócalo, construido directamente sobre

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Sobre los materiales documentados en el llamado vano a véase: (Bernardini, 2000. 37-56). En referencia a los materiales de las habitaciones que rodean el patio (Bernardini, 2010: 21-22).

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En este sector también han aparecido segmentos de muros realizados en mampostería, presentado uno de ellos agujeros para la colocación de postes de madera (Pompianu, 2010: 5-6; Unali, 2013a: 3). Restos de un pilar hecho de adobes recubierto de un enlucido de tipo hidráulico y de un pozo salieron a la luz durante una intervención de urgencia en un área contigua al mismo Cronicario (Bartoloni, 2008: 1599-1600).

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Figura 5. Topografía general del enclave fenicio-púnico de Nora con la situación de las principales áreas arqueológicas (Bonetto, 2009)

la roca natural, apareció un breve tramo de pavimento en tierra batida colocado también directamente sobre la misma (Chessa, 1986: 19; Tronchetti, 1990: 33; Tonchetti, 1992: 23). Los materiales asociados a esta estructura hacen pensar en una función doméstica del espacio en uso desde finales del siglo VII a.C. hasta mediados del siglo VI a.C.9 (Chessa, 1986). El emporio fenicio de Nora se desarrolló en una reducida extensión de terreno situada en la parte central de una península (Fig. 5). De nuevo parece que los fenicios se asentaron en un lugar deshabitado, aunque en la zona existen algunas evidencias de una posible frecuentación nurágica (Tronchetti, 2011: 127). En la zona que ocuparía posteriormente el foro romano, a partir de finales del siglo VII a.C. o inicios del siglo VI a.C., se practicaron diversos recortes en la roca natural recubiertos por diversas capas de arcilla y arena para su nivelación y algunos

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En la misma zona también apareció otro muro realizado en adobes, además de algunos orificios para postes de madera, asociado a un pavimento en calcárea que podría resalir a época arcaica (Tronchetti, 1990: 29; 1992, 23).

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Figura 6. Agujeros para la colocación de postes de madera de la primera fase de ocupación fenicia en Nora (Bonetto, 2009)

agujeros para albergar postes de madera (Fig. 6), quedando patente la labilidad de estas evidencias constructivas interpretadas como posibles tiendas o cabañas de uso estacional (Bonetto, 2009: 44-48, 63). Esta situación de precariedad a nivel constructivo se mantuvo en Nora hasta finales del siglo VI a.C. momento en que se detectan las primeras evidencias de un implante de carácter urbano. Pasando a los asentamientos que podemos considerar de segundo orden nos encontramos con algunas estructuras arquitectónicas de la fase arcaica en el yacimiento arqueológico de Monte Sirai, ubicado sobre una meseta a 190 m. s.n.m. de evidente posición estrategica, que se nos presenta como el centro colector de los recursos naturales de la región del Sulcis-Iglesiente (Guirguis, 2013: 7). En las pendientes y en la parte superior de la meseta se han podido documentar varios nuraghes que no estarían en funcionamiento en el momento de la llegada de los primeros colonos fenicios (Bartoloni et alii, 1992: 19-20, 41). Las evidencias arqueológicas más antiguas se remontan a fragmentos cerámicos, que suelen documentarse en posición secundaria, y que se fechan entrono al 725-700 a.C. (Guirguis, 2012: 96-97; Guirguis y Pla Orquín, 2012: 2866-2868; Guirguis, 2013; 31, 35). Por el momento los testimonios referibles a estructuras arquitectónicas de época arcaica, todos ellos detectados en el sector de la llamada “acrópolis”, son –56–

Figura 7. Planimetría de la “Casa del lucernario di talco” en color oscuro las estructuras de época fenicia de finales del siglo VII a.C. (Perra, 2009)

muy escasos y fragmentarios sin que se pueda otorgar una clara funcionalidad doméstica a los mismos. Algunos de estos restos aparecieron en los niveles inferiores de la “Casa del lucernario di talco”, situada en el centro de la ínsula C, que analizaremos posteriormente, y que muestran una serie de muros, tres en total, fechados a finales del siglo VII a.C., siguiendo una orientación sensiblemente diferentes a los de épocas posteriores (Fig. 7). Los zócalos están construidos en mampostería que emplea también grande piedras, que ocupan todo el ancho del muro, a intervalos no regulares. Asociados a estos elementos tenemos dos pavimentos superpuestos compuestos de arcilla, toba triturada, arena y carbones que se corresponden con dos momentos cronológicos distintos. La disposición de estas estructuras da lugar a dos espacios, uno de ellos de 6,50 x 7,50 m., que podría tratarse de un patio, aunque su función no parece clara. La vida útil de esta construcción finaliza con un estrato de destrucción datado en el último cuarto del siglo VI a.C. (Perra, 2001a: 122-126)10. Nos parece interesante apuntar que la superficie total de la “acrópolis” no fue completamente edificada durante la fase arcaica del asentamiento como demostró

10 Otros tres muros pertenecientes al período arcaico, asociados también a un pavimento, aparecieron en el frente noreste de la ínsula B. Dos de ellos presentan una orientación diversa respecto a las estructuras posteriores. Al igual que en la “Casa del lucernario di talco” estas estructuras se construyeron a finales del siglo VII a.C. y estuvieron en uso hasta el último cuarto del siglo VI a.C. cuando se documenta de nuevo un nivel de destrucción (Campanella y Finocchi, 2002: 49-50).

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el sondeo estratigráfico del vano 5, en el extremo noreste de la ínsula B, donde las evidencias constructivas más antiguas no son anteriores al siglo III a.C. (Marras, 1981: 199-200). En términos generales el período arcaico de la colonización fenicia nos ofrece escasas evidencias sobre las estructuras domésticas de los primeros pobladores de origen oriental que se establecieron en Sicilia y Cerdeña. En algunos casos como en Monte Sirai es difícil saber si nos encontramos ante espacios de carácter domésticos o si éstos pudieron ser destinados a otro tipo de actividades. A favor de su interpretación como espacios de uso doméstico, de forma totalmente hipotética, se podría argumentar que sobre los restos de época arcaica se construyeron posteriormente viviendas, un hecho que nos podría hacer suponer una continuidad en el uso del espacio que podría estar reservado desde un inicio a fines residenciales. La única estructura que más o menos permite recrear la composición interna de una vivienda la tenemos en Sulky donde nos encontramos con un patio central abierto al aire libre rodeado de habitaciones, según un modelo que tendría sus orígenes en la zona del levante sirio-palestino (Braemer, 1982; Markoe, 2000: 71; Jiménez y Prados, 2013: 113-115). En estas casas parece clara la importancia del patio como eje principal de la casa que además de ser un foco importante de iluminación y ventilación, pues hay que recordar que habitualmente este tipo de casas carecen de ventanas hacia el exterior, es también un lugar donde se realizaban todo tipo de actividades domésticas, convirtiéndose en un importante espacio de sociabilización para sus habitantes. En ellos se suelen ubicar normalmente pozos o cisternas que garanticen las reservas hídricas necesarias para los residentes y que en algunos casos suelen estar acompañados de silos para el almacenamiento de grano. A su vez el patio otorga una gran privacidad a las estancias que lo rodean funcionando como un espacio divisor entre la vida privada y pública, es decir, entre los propios habitantes de la casa y los visitantes provenientes del exterior que pueden ser recibidos directamente en el patio sin que tengan acceso a las otras partes de la vivienda. En referencia a las técnicas constructivas nos encontramos con estructuras más bien precarias construidas a base de mampuesto que emplean para su unión algún tipo de aglutinante como arcilla o tierra, cuando no se utilizan agujeros excavados en la roca para la colocación de postes de madera para sostener cubiertas o porches exteriores. Mención aparte merecen algunas estructuras murarías que en su composición, junto a la mampostería, alternan grandes bloques de piedra que ocupan todo el ancho del muro presentes en las construcciones de Mozia y Monte Sirai. Este tipo de técnica constructiva, salvando las distancias más que evidentes, podría ser una versión rudimentaria del “mur à piliers” o “pier and rubble” (Elayi, 1980; Markoe, 2000: 72), que en un momento posterior alcanzará –58–

una gran difusión en los asentamientos fenicio-púnicos del Mediterráneo central y que será más conocido en época romana como opus africanum (Mezzolani, 1996). Los pavimentos, o mejor dicho, los niveles de circulación, suelen ser simples estratos de tierra batida o capas de arcilla y tierra prensada que incluyen restos de otros componentes (piedras, carbones, arena) para conseguir una mayor consistencia, dureza e impermeabilidad. Los alzados de las paredes, como se ha podido documentar arqueológicamente, se realizaron con adobes que se colocaron directamente sobre los zócalos de piedra, impidiendo que éstos fueran afectados por la humedad y el agua, para lo que se emplearían también enlucidos o revoques de arcilla o cal que ayudarían a la conservación de las estructuras. Respecto a las cubiertas de las casas, de las cuales no suelen quedar apenas evidencias, parece que los investigadores suelen estar de acuerdo en que estas fueron planas, con una ligera inclinación para favorecer la recogida del agua de lluvia en las cisternas, utilizando para su construcción vigas de madera con cubiertas vegetales que se cubrirían a su vez con barro o arcilla para impermeabilizarlas. La cubierta plana también favorece la creación de un espacio en la parte superior de la vivienda que puede ser utilizado para la realización de distintas actividades, accediendo a ella mediante escalas de madera. Respecto a su morfología urbana nos encontramos ante enclaves que no son urbanos, o mejor dicho, que presentan un urbanismo orgánico. Por ahora no parece que éstos muestren elementos que nos puedan hacer pensar en una división racional del espacio a partir de islas de casas regulares o un entramado urbano de tipo ortogonal, como ya ha sido expuesto recientemente (Bernardini, 2013). Este fenómeno no suele ser un caso anómalo como demuestran otras fundaciones coloniales del Mediterráneo central tanto fenicias (Cartago) como griegas (Naxos, Siracusa, Megara Hyblaea o Selinunte) en sus primeros momentos de existencia11 (Haug, 2007; Fumadó, 2013: 167, 251-252, 265-267). La ausencia de una trama urbanística ortogonal puede tener su razón de ser en la propia naturaleza de estos asentamientos que no son concebidos como verdaderos centros urbanos y que albergarán en sus inicios un número reducido de habitantes que tienen como primer objetivo garantizar su propia supervivencia por encima de cualquier principio urbanístico (Haug, 2007: 63). Sin embargo, este factor no excluye una organización o distribución general del espacio desde un inicio, como se pone de manifiesto en Mozia, donde la parte norte de la isla se reservó para la colocación del tofet, la

11 No obstante, parece que durante el período arcaico, en el transcurso de una segunda fase de ocupación, en estas colonias se implantará una trama urbanística regular per strigas. En Cartago, según un reciente estudio sobre su morfología urbana, este proceso pudo desarrollarse durante la segunda mitad del siglo VIII a.C., mostrándose por el momento como un caso único a nivel urbanístico dentro del marco de las colonias fenicias de Occidente (Fumadó, 2013: 169-170, 253-255, 265, 270-277).

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necrópolis, el santuario del Cappiddazzu y la zona artesanal (Famà, 2009: 271) y la sur para el primer núcleo de viviendas, el Edificio C8 y el santuario del Kothon (Nigro, 2013: 53-55). También resulta evidente que nos encontramos ante asentamientos con objetivos y funciones distintas, que podrían explicar el tipo de estructuras domésticas que encontramos en cada uno ellos. Algunos fueron ocupados a veces de forma estacional y pudieron funcionar como centros de intercambio o emporia, como en el caso de Nora (Bonetto, 2009: 77; Tronchetti, 2011: 128; Finocchi, 2013: 157-158), que tal vez pueda extrapolarse, aunque siempre con la debida cautela, a algunos de los enclaves que ofrecen materiales del siglo VIII a.C. Una imagen distinta se plantea para Sulky que nos hace pensar en una situación más estable, donde queda patente el interés de los fenicios por permanecer en este lugar y que a su vez es un claro reflejo de la consolidación y estabilización de las relaciones comerciales y políticas con las comunidades indígenas12 que dio lugar posteriormente a la creación de un asentamiento en el interior del territorio como es Monte Sirai (Guirguis, 2013:12-16). Un caso totalmente diferente es el que se nos plantea para Mozia que desde sus inicios muestra evidencias de una ocupación permanente pero que no se puede relacionar con una intensa interacción con el mundo élimo cuyos testimonios son todavía casi inexistentes en la isla (Ampolo, 2012: 29-30). Este hecho podría explicarse a partir de los objetivos que llevaron a su primera ocupación que tal vez no persiguieran intereses puramente comerciales sino geoestratégicos, relacionados con las rutas de navegación, donde la pequeña isla jugó un papel fundamentan en las comunicaciones entre Oriente y Occidente y entre el sur y el norte del Mediterráneo, que la acabarían por convertir en un centro neurálgico dentro de la red de tráficos comerciales. A nivel económico se ha de destacar, como se aprecia en Sulky, la coexistencia de actividades domésticas junto a otras de tipo artesanal, un modelo ya conocido en otros asentamientos fenicios (Delgado, 2010: 301-302). Este hecho pone de manifiesto la importancia que tuvieron estas últimas en la economía familiar y en el desarrollo y consolidación del sistema colonial fenicio, produciendo utensilios destinados tanto a cubrir las necesidades de la propia comunidad como a satisfacer algunas de las demandas de las élites indígenas que no siempre tuvieron que ver cubiertas sus peticiones de bienes de prestigios a partir de objetos de procedencia oriental.

12 En este sentido es muy ilustrativa la presencia de cerámicas de tradición nurágica o de producciones híbridas en el área del Cronicario (Pompianu, 2010a: 6-10; Unali, 2012: 9-11; 2013: 19-21).

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Figura 8. Ínsula I de la Zona A de Mozia y los límites de las islas de casas II, III y IV (Famà, 2002)

Por último, la escasez de datos referentes a las casas del período arcaico presentes en estos asentamientos hace imposible una reconstrucción de las relaciones sociales y de su estructura social, al contrario de lo que sucede en los enclaves coloniales de la costa meridional andaluza donde se han documentado un mayor número de evidencias arqueológicas en este sentido (Aubet, 2006: 38-39). Por ahora, y a la espera de nuevos datos arqueológicos sobre la arquitectura doméstica de estos enclaves, la única forma de definir la estructura social de las comunidades coloniales de Cerdeña y Sicilia en el período arcaico es a través del registro material presente en sus necrópolis (Guirguis, 2010; Delgado y Ferrer, 2007: 47-51).

4. LA ARQUITECTURA DOMÉSTICA DE ÉPOCA PÚNICA (SIGLOS VI-V A.C.): LA CONSOLIDACIÓN DEL FENÓMENO URBANO El período púnico se caracteriza por la transición a nivel urbanístico experimentada por los enclaves de época arcaica que a partir de mediados y finales del siglo VI a.C. se convierten en verdaderas ciudades. En Mozia durante el período púnico asistimos a una fase de grandes transformaciones urbanísticas (Famà, 2009: 271; Nigro, 2012: 208-210). Entre finales del siglo VI a.C. e inicios del siglo V a.C. se documentan en Mozia por primera vez la existencia de autenticas ínsulas de casas, aunque su aspecto final es el resulta–61–

do de diversas restructuraciones que se fueron sucediendo hasta finales del siglo IV a.C. (Famà, 2002: 26-30). En la Zona B se han podido detectar con claridad dos islas de casas separadas por una calle, donde la más occidental presenta una anchura de 20 m. (Famà, 2009: 278). En la Zona E a su vez se detectaron, aunque muy parcialmente a causa de las reducidas dimensiones de la intervención, tres ínsulas delimitadas por el cruce de dos calles de las cuales no se conocen sus medidas exactas (Famà, 2009: 278). La Zona A es la única que nos ha proporcionado evidencias de una ínsula completa (I) que presenta una ligera curvatura en su extremo oriental (Fig. 8). El muro perimetral norte de la ínsula mide 84,00 m. mientras que el sur tiene una longitud de 85,10 m. Su ancho en el sector occidental es de 19,00 m. y de 17,01 m. en el oriental (Famà, 2002: 37). Esta isla de casas está separada al norte y al sur por dos calles que están delimitadas por los ángulos de otras tres ínsulas (Famà, 2002: 27). En el llamado Sector Central, que fue excavado por V. Tusa a finales de los años sesenta del siglo pasado, se pusieron al descubierto también los restos de una ínsula y de una calle (Tusa, 1969: 19-32; 1970). Por último, se ha podido identificar un área residencial en la Zona D de la llamada “acrópolis”, compuesta por casas de gran tamaño, que por el momento no parecen organizarse a partir de ínsulas como en los casos anteriores, aunque si se ha podido constatar la existencia de una calle (L.261) y una plaza (L.1031) (Nigro et alii, 2004; Nigro, 2007; 2012: 210-211). Respecto al plan urbanístico que engloba a estas islas de casas se ha de apuntar la inexistencia de una trama urbanística de tipo ortogonal y regular, pues los ejes viarios detectados hasta el momento presentan orientaciones ligeramente divergentes (Famà, 2002: 30), sin olvidar que los edificios que se sitúan en el perímetro de la isla están orientados según la línea de costa que hace suponer la existencia de un sistema viario periférico de tipo anular (Nigro et alii, 2004: 24; Fama, 2009: 274). Los datos ofrecidos por la Zona A también nos muestran la existencia de ínsulas que presentan modulaciones diferentes, por lo menos en el siglo IV a.C. (Famà, 2002: 27), sin que se pueda descartar su existencia durante los siglos VI-V a.C., como sucede en la propia Cartago donde en el siglo V a.C. coexistían dos módulos de ínsulas distintos (Fumadó, 2013: 369-370). En la parte oriental de la ínsula I de la Zona A se han podido documentar dos casas que se comienzan a definir claramente a inicios del siglo V a.C. (Período III A). Los edificios A y B estarán en uso hasta finales del siglo V a.C., momento en que se abandonan tras el asedio de Dionisio I, para posteriormente ser de nuevo ocupados durante el siglo IV a.C. (Fig. 9). El Edificio A se caracteriza por tener durante el siglo VI a.C. un gran patio (13) que a inicios del siglo V a.C. se reduce a causa de la construcción de diversos muros que acaban dividiendo el mismo en dos (13 y 42), con pavimento en tierra batida, y creando –62–

Figura 9. Distribución interior de los edificios A y B pertenecientes a la Ínsula I de la Zona A de Mozia durante el siglo V a.C. (Famà, 2002)

diferentes habitaciones en su lado noroeste y suroeste. En estos momentos se documenta también la existencia de tres agujeros para postes de madera que sostendrían un posible techo y la construcción de una cisterna en el interior de un segundo patio (24) de forma en “L”, conectada a una canaleta que desagua en la calle (Famà, 2002:75-79), aunque se mantendría en uso el pozo de época arcaica (Famà, 2002: 43-44). El acceso a este edificio se podía realizar a través del patio (24) o del ambiente (35) en uso desde el siglo VI a.C. El Edificio B comienza a definirse interiormente a partir de la segunda mitad del siglo V a.C. (Período IV A) cuya peculiaridad más evidente es que los zócalos de las paredes, de 50 cm. de anchura, están construidos mediante la técnica del opus afri–63–

Figura 10. Muro en opus africanum del ambiente 1 del edificio B (Famà, 2002)

canum o “a telaio”13 (Fig. 10) (Famà, 2002: 53). La distribución de la casa se realiza a partir de un gran patio (10), dotado de pozo, que da acceso mediante unas escaleras a una sala central (1), con un pilar en su parte central, que se comunica a su vez con otro patio, en forma de “L” (7), al cual se asocia una pileta (Famà, 2002: 115). El Edificio B se caracteriza por la presencia de habitaciones con formas y medidas diversas situadas alrededor del gran patio (Famà, 2002:46-47). En la Zona D, situada en el margen superior occidental de la “acrópolis”, las excavaciones arqueológicas han puesto al descubierto una vivienda de grandes dimensiones conocida con el nombre de “Casa del sacello doméstico”14, construida en la segunda mitad del siglo V a.C. (Fig. 11), estuvo en uso hasta el momento de la destrucción dionisíaca del 397/396 a.C. El nombre de la casa se debe a la identificación de una pequeña capilla religiosa de tipo doméstico en el interior del complejo (L.300), donde aparecieron los restos de un árula en terracota, un astrágalo, monedas de bronce, un incensario, restos de combustión etc. (Nigro et alii, 2004: 200-202). De connotación religiosa resulta también el depósito fundacional de la casa documentado debajo del umbral que da acceso a la misma (D.277) (Nigro et alii, 2004: 167-168).

13 Algunos muros de finales del siglo VI a.C. ya estaban erigidos a partir de esta técnica constructiva (Famà, 2002: 52). 14 Frente a esta casa, al sur de la calle L.261, han aparecido los restos de otra importante vivienda del siglo V a.C. “Casa del corno di conchiglia” que por el momento presenta tres habitaciones en su parte norte, en una de las cuales se encontró una gran caracola colocada en un nicho y un pequeño deposito votivo (Nigro, 2012: 210-211). En la Zona L, durante una excavación de urgencia, se pudo poner al descubierto parte de una casa de los siglos V-IV a.C. que disponía de un patio y varias habitaciones entre las que destaca una sala de baño (Nigro, 2012: 212). También en la Zona B, localizada en la pendiente sureste de la “acrópolis”, se ha podido documentar la existencia de otra gran casa conocida como “Casa del pozzo quadrato” que disponía de diversas habitaciones y cuyo rasgo más particular es la presencia de un pozo y de una pileta. La existencia de un louterion, un árula y una cabeza femenina en terracota junto otros elementos arquitectónicos de cierto prestigio parecen indicar que su propietario ostentaría una posición social elevada (Nigro, 2012: 210).

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Figura 11. Planta general de la “Casa del sacello domestico” con la situación de los principales espacios citados en el texto (Modificado a partir de Nigro, 2007)

Dicha vivienda se articulaba alrededor de un patio central de forma rectangular (L.220) cuyo pavimento estaba formado por losas de calcárea de forma irregular (Nigro et alii, 2004: 211-212). En su parte oriental se documentaron los restos de dos pequeños pilares que formarían parte de un ala porticada (Nigro, 2007: 34-36) y la existencia en su parte suroeste de un pozo (L.200). Las diversas habitaciones se dispusieron alrededor del patio, que en algunos casos disponían de un segundo piso documentado a partir de los restos de madera calcinada, clavos de bronce y fragmentos de pavimento, enlucido y adobes que aparecieron en el estrato de destrucción, en el cual se ubicarían los dormitorios junto a otras habitaciones dedicadas a actividades como el tejido, el hilado o la preparación y consumo de alimentos (Nigro et alii, 2004: 189). Entre los elementos más destacables de la casa se encuentra la existencia de una sala de baño con pavimento y revestimiento parietal de tipo hidráulico donde se alojó una bañera (L.264) (Nigro et alii, 2004: 205), de diversas habitaciones identificadas como zona almacén –65–

(L.238, L.266+L.1092) (Nigro et alii, 2004: 183-184; Nigro, 2007: 53-54), un gran comedor o sala de recibimiento que presenta un fino pavimento similar al de la sala de baño (L.1000) junto a la cual se encontraban una cocina al aire libre con pavimento de losas calcáreas y dotada de un horno (L.1028) (Nigro, 2007: 38-43) y otra gran sala que disponía de una banqueta adosada a la pared donde se realizarían actividades relacionadas con la preparación de los alimentos (L.1070) (Nigro, 2007: 50-51). También existían otros espacios identificados como zonas de circulación como la sala de ingreso a la casa (L.240), un vestíbulo (L.228) y algunos ambientes de distribución (L.226, L.1060 y L.1152) o de paso (L.1075 y L.1083). Durante su corto período de vida la “Casa del sacello domestico” sufrió pocas remodelaciones internas (Nigro et alii, 2004: 158; Nigro, 2007: 26-27) aunque se ha de destacar la construcción y anexión de algunas habitaciones que forman el conocido como “Edificio D1”, construido sobre los cimientos de un gran edificio anterior “Basamento meridionale”, situado en la parte noroeste del complejo original (Nigro, 2007: 25). La comunicación entre las dos zonas de la casa, separadas por un ambitus (L.265), se realizaba a través de una zona de paso (L.1075+L.1083) dando acceso al “Edificio D1” compuesto por diferentes habitaciones donde algunas de ellas fueron destinadas a la preparación de alimentos (L.1098 y L.1074) y otras a actividades que no se han podido llegar a determinar (L.1118) (Nigro, 2007: 60-64). En general los muros, que en ocasiones presentan una anchura de 52 cm, son de mampostería bien careada por sus dos caras sobre los cuales se erigió la pared de adobes recubierta por un enlucido que en algunas ocasiones suele estar decorado con colores como el rojo, presente en la sala de baño15 (Nigro et alii, 2004: 205). Los pavimentos suelen estar compuestos por marga calcárea y arcilla prensada o simple tierra batida. Los umbrales y las jambas de las distintas puertas están realizados con bloques de piedra muy bien trabajados. También se ha podido documentar la existencia de dos posibles huecos de escalera que pondrían en relación el piso inferior con el superior (L.292 y L.1116) (Nigro et alii, 2004: 193; Nigro, 2007: 64). Un hecho a tener en cuenta es la existencia de una red de canalizaciones y desagües para la evacuación de las aguas residuales o la captación del agua de lluvia (C.263, C.271, C.272, C.273, C.1014) (Nigro et alii, 2004: 158-159, 163, 183, 192, 205, 211; Nigro, 2007: 40).

15 En la sala de ingreso a la casa (L.240) algunos muros de adobes, que revestían interiormente los zócalos de piedra, fueron recubiertos con un enlucido de color blanco (Nigro et alii, 2004: 170).

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La Sulky púnica es mucho mejor conocida por su extensa necrópolis hipogea que por las evidencias arqueológicas proporcionadas por su área urbana. Esta fase de la ciudad se conoce básicamente a través de los materiales cerámicos documentados durante las excavaciones realizadas en el Cronicario que por el momento solamente nos ofrecen restos de un pavimento de época púnica (vano IIE) realizado con toba triturada y que podría estar cronológicamente relacionado con un pozo (Pompianu, 2008: 278; 2010b: 1273). Cagliari a su vez tampoco presenta importantes testimonios de época púnica. En vía Brenta se pudo documentar una gran restructuración urbanística que afectó a los niveles arcaicos, que en parte destruye y en parte reutiliza las estructuras anteriores, y que se puede fechar entre finales del siglo V e inicios del siglo IV a.C. (Tronchetti, 1992: 29). En este sector se pudo sacar a la luz un muro realizado en opus africanum o “a telaio” datado en el siglo V a.C. y que estaba en relación con algunos pozos (Tronchetti, 1992: 26). Cerca de la excavación de vía Brenta, concretamente en vía Po, aparecieron los restos de un gran edificio interpretado como vivienda que se caracteriza por disponer de un amplio espacio considerado como “atrio” (Tonchetti, 1990, 22; Stiglitz, 2009: 51-52). El posible “atrio” estaba pavimentado en signinum y albergaba dos pilares y una canaleta realizada en piedra calcárea, estando estos elementos en relación con un muro de mampostería que emplea barro en su unión y que estaba revestido con mortero. La identificación de dos posibles pilares en una parte del patio nos presenta la posibilidad, como en la “Casa del sacello domestico”, de encontrarnos ante un ala porticada. De marcado interés también resulta el hallazgo de varios fragmentos de enlucido, probablemente parietal, de color rojo y blanco (Usai y Zucca, 1986: 160). La construcción de este espacio se fecha a finales del siglo V a.C. aunque bajo el pavimento en signinum apareció otro anterior realizado con guijarros que con dificultades podría fecharse en la primera mitad del siglo V a.C. (Tronchetti, 1990: 22). En Nora las estructuras correspondientes a la ciudad púnica se ubicaron encima de las antiguas cabañas o tiendas de la fase arcaica en un período comprendido entre finales del siglo VI a.C. e inicios del siglo V a.C. Antes de iniciar cualquier tipo de actividad constructiva se procedió a una nivelación general del terreno, a partir de diferentes capas de arcilla y carbones, que procurase una superficie estable e impermeable16 a las distintas estructuras arquitectónicas (Bonetto, 2009: 79-83). Sobre ésta, concretamente en el Sector I, se edificaron dos ínsulas (A y B)

16 La composición higroscópica del carbón lo convierte en un perfecto aislante contra la humedad al permitir la absorción de moléculas de agua ayudando a la deshumidificación de los pavimentos y a evitar la salida del agua bajo las estructuras murarías favoreciendo su conservación (Bonetto, 2009: 117-118).

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Figura 12. Zócalos en opus africanum de las estructuras domésticas del período púnico de Nora (Bonetto, 2009)

separadas por una calle que en su extremo oeste parece que se cruzaría en ángulo recto con otro eje viario (Bonetto, 2009: 93). La ínsula A, que no se conoce en su totalidad, presenta por el momento unas dimensiones de 13,5 m. en sentido este-oeste y una longitud al menos de 12,5 m. en dirección norte-sur (Bonetto, 2009: 83). La ínsula B también explorada parcialmente ofrece unas medidas de 17,00 m. en sentido este-oeste y de sólo 6,00 m. hacia el sur pues la erosión marina ha destruido parte de la misma (Bonetto, 2009: 94). Los zócalos, de menos de un metro de altura, están construidos a partir de guijarros y mampuestos ligados con arcilla y limos, que incorporan a intervalos no regulares bloques de piedra arenisca colocados de forma vertical y que ocupan todo el ancho del muro que suele tener una anchura media de 54 cm., dando lugar a la técnica constructiva del opus africanum (Fig. 12) (Bonetto, 2009: 120-122). Es frecuente que estos bloques de arenisca estén colocados en las esquinas, siendo el elemento de unión entre dos muros, lo que otorga una mayor estabilidad a las estructuras que estaban revestidas por una capa de arcilla y limo que aseguraba su conservación (Bonetto, 2009: 88-89, 94-95). El alzado de las paredes parece que sería en tapial pues no se han documentado restos de adobes. Los pavimentos se realizaron con capas de arcilla que presentan fragmentos de calcárea en su composición (Bonetto, 2009: 90). –68–

Figura 13. Planta general de las estructuras domésticas del período púnico documentadas en el área del foro romano de Nora (Bonetto, 2009)

Solamente en la ínsula A se ha podido reconstruir la forma de las distintas habitaciones (Fig. 13). En su fase originaria (A) tenemos dos habitaciones de planta rectangular que se adosan paralelamente una a la otra siguiendo una misma orientación (PD4 y PD5)17, y que a su vez están colocadas al lado de un edificio que presenta un ambiente de forma cuadrangular (PD2/3) a partir del cual se tiene acceso a diversas habitaciones. En el interior de algunos de estos espacios han aparecido distintos pozos (dos en la ínsula A y uno en la ínsula B) excavados en la roca natural y junto a los cuales también se pudieron recuperar los restos de un tannur (ínsula B) (Bonetto, 2009: 95-100). Sobre la interpretación de este complejo de habitaciones no existe un criterio unánime entre los diferentes investigadores. Según M. Botto nos encontraríamos ante almacenes privados relacionados con actividades comerciales (Botto, 2007:

17 Las medidas de estas dos habitaciones se pueden relacionar con la utilización de una unidad de medida, en este caso el codo fenicio de 52-55 cm., que indicaría una planificación arquitectónica previa al momento de la construcción (Bonetto, 2009: 128).

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Figura 14. Topografía general de Pani Loriga con la situación de las principales áreas de excavación (Botto, 2012)

117), mientras que para I. Oggiano se trataría de espacios domésticos que encuentran sus paralelos más cercanos en viviendas de la Edad del Hierro del Levante sirio-palestino o en la misma Cartago (Oggiano, 2009: 419). Para finalizar, su principal investigador J. Bonetto, nos plantea la posibilidad de que nos encontremos ante un área mixta, donde las dos grandes habitaciones rectangulares (PD4 y PD5) serían consideradas como almacenes de productos alimentarios (Bonetto, 2009: 130) mientras que el edificio formado por el ambiente PD2/3 y las habitaciones a él asociadas tendría un uso doméstico (Bonetto, 2009, 135). Tal vez esta última propuesta sea la más lógica. Los dos pozos existentes en el edificio que alberga el ambiente PD2/3 se tendrían que poner en relación con un uso doméstico del espacio, ante la ausencia de datos referibles a una actividad artesanal, al ser el agua potable un elemento básico para la supervivencia de cualquier grupo doméstico, lo que no descarta ni mucho menos que sus residentes pudieran tener justo al lado una serie de espacios dedicados al almacenamiento de todo tipo de productos alimentarios que podrían formar parte integrante de la mismas vivienda. En una fase posterior (B), de finales del siglo V a.C. e inicios del siglo IV a.C., se producen una serie de remodelaciones que afectan a las diferentes habi–70–

taciones, habitualmente se suele tratar de la elevación del nivel de circulación a partir de la creación de nuevos pavimentos, y cuya transformación más evidente es la división del espacio PD2/3 en dos ambientes a partir de la construcción de un tabique (Bonetto, 2009: 139) sin que se produzcan mayores alteraciones hasta época republicana (II a.C.). Respecto a los asentamientos de segundo orden hemos de destacar la ausencia de estructuras domésticas de época púnica en Monte Sirai, aunque como en el caso de Sulky si que disponemos de materiales cerámicos pertenecientes a este período que demuestran que el asentamiento estuvo habitado durante el mismo (Guirguis, 2013: 18-19). Testimonios de algunos espacios de aparente uso doméstico si se han podido documentar en el yacimiento arqueológico de Pani Loriga (Santadi) que ocupa una posición estratégica en la parte superior de una colina de forma elíptica que controlaba las vías de comunicación de la región además de explotar las fértiles llanuras y bosques de sus inmediaciones (Fig. 14). Las evidencias arqueológicas más antiguas de la presencia fenicia en el lugar se corresponden con la documentación procedente de la necrópolis de incineración y los materiales cerámicos detectados en el asentamiento que ponen la fecha de su fundación a finales del siglo VII a.C. (Botto et alii, 2010: 2). Aunque dicho yacimiento se conoce desde la década de los sesenta del siglo XX son muy escasas las intervenciones arqueológicas que se han llevado a cabo en el mismo (Tore, 2000: 334-335), siendo objeto de campañas sistemáticas sólo a partir del año 2007. Las recientes tareas de excavación han intervenido dos sectores del yacimiento. El Área A situada en la llanura meridional y el Área B en la parte norte del asentamiento donde se situaría el acceso al mismo. En el Área A nos encontramos con un número muy elevado de estructuras rectangulares reconocibles sobre el terreno que forman una especie de retícula donde unas se adosan a otras y que están divididas por calles que aparentemente parecen cruzarse en ángulo recto (Botto et alii, 2010: 3). Por el momento se han podido excavar dos habitaciones rectangulares contiguas (vano I y II), que se comunican entre sí a partir de una puerta situada en su parte sureste. Antes de proceder a la construcción del vano I, excavado íntegramente, se nivelo el relieve irregular de la roca natural a partir de un estrato de relleno que funcionó a su vez como nivel de circulación, erigiéndose los muros en simple mampostería que emplea bloques de piedra algo mayores en su base, calzados con ripios, sobre los que se erigió el alzado de adobes. Al vano I se accedía por una entrada en su lado suroriental que daba acceso a un espacio dividido en dos, donde su parte meridional era abierta y la septentrional dispondría de dos pisos. En el centro del vano I aparecieron evidencias de un punto de fuego junto a cerámica de cocina y restos de otros elementos cerámicos –71–

Figura 15. Estancias alargadas en paralelo de la Zona B de Pani Loriga (Botto, 2012)

que por su dispersión sobre el pavimento parece que estaban colocados sobre una ménsula. Esta habitación estuvo en uso durante los siglos VI-IV a.C., cuando dicha estancia viene destruida y rápidamente reutilizada sin que se haya podido determinar el uso a que estaba destinada la misma en esta última fase (Botto et alii, 2010: 4-9). En el Área B han aparecido los restos de un importante edificio, fechado a inicios del siglo V a.C., que en un primer momento se pensaba que estaba formado por tres habitaciones (1, 2 y 4) pero que con las sucesivas campañas de excavación se ha podido observar que dicha construcción está constituida por más estancias (Fig. 15) (Botto, 2012: 34, 37). Al vano 1 se accedía por su lado suroeste y en su interior nos encontramos con una banqueta adosa al muro noreste. Los materiales documentados en su interior (cuentas en pasta vítrea, pendientes de cerámica, ánforas en miniaturas, cerámicas áticas y etruscas) hacen pensar a su investigador en la posibilidad de que nos encontremos ante una capilla votiva. El vano 2, que también dispone de un banco adosado a la pared, ha sido interpretado como un lugar destinado a la preparación de alimentos y al almacenaje de productos alimenticios (Botto, 2012: 36-38). El vano 2 conectaba a su vez con el vano 4, cuyo acceso fue tapiado en un momento posterior, donde aparecieron dos tannur para la cocción del pan que indicarían la existencia de un espacio parcialmente descubierto (Botto, 2012: 35). –72–

La colocación de este edificio en el lugar de acceso al asentamiento permite plantear la posibilidad de que nos encontremos ante una tienda dedicada a la venta de productos alimenticios o ante una construcción de carácter religioso (Botto, 2012: 39), aunque desde nuestro punto de vista no se debería excluir la posibilidad de que nos encontremos ante una vivienda que como en el caso de la “Casa del sacello domestico” pudiera albergar en su interior un espacio destinado al culto doméstico. En general el período púnico nos ofrece una visión más clara sobre la arquitectura doméstica presente en los enclaves fenicios del Mediterráneo central. Como hemos podido observar la mayoría de casas se articulan entorno a uno o varios patios, como sucede en el caso de la Zona A de Mozia, donde nos encontramos con la existencia de varios de ellos, alguno en forma de “L”, a causa de la creación de nuevas habitaciones que acabaron por modificar la composición original de estas viviendas (De Vincenzo, 2012: 303). De nuevo en su interior nos encontramos con cisternas o pozos, cercanos a las paredes, para favorecer la recogida del agua de lluvia mediante canaletas que bajarían desde el tejado, a las que hay que añadir la existencia de otras, normalmente realizadas en piedra, que favorecerían la evacuación de aguas tanto residuales como aquellas que sobrepasaban la capacidad de los depósitos de almacenamiento. Una configuración diversa se nos presenta para las estructuras de Nora y Pani Loriga donde podemos observar una composición a partir de módulos rectangulares yuxtapuestos que podrían disponer de un espacio abierto, como en Pani Loriga el vano 4, o carecer del mismo como en Nora, sin que por el momento se puedan relacionar con paralelos similares ni en Oriente o el norte de África (Bonetto, 2009: 130-135). En algunos casos se ha podido determinar la función de cada una de las habitaciones que formaban parte de una vivienda, destacando especialmente la “Casa del sacello doméstico”, que se tendría que identificar con una residencia de tipo aristocrático ya que la existen de algunos elementos arquitectónicos (enlucidos pintados, patio enlosado y porticado, capilla votiva, sala de baño, existencia de una planta superior), además de ocupar una posición topográfica preeminente dentro de la ciudad, concretamente en la llamada “acrópolis”, donde nos podríamos encontrar ante un barrio residencial de tipo aristocrático. Todo ello nos permite observar una clara diferenciación social respecto a los habitantes de las viviendas documentadas en la Zona A donde tal vez tendríamos que identificar a personas de una clase social más humilde (artesanos, pequeños productores y comerciantes), en contraste con las casas de la Zona D que podrían corresponderse con la elite aristocrática de la ciudad. A este hecho hay que apuntar que la “Casa del sacello domestico” en su origen tiene una planta bastante similar a la de las casas griegas del tipo pastas (Fig. 16), con un patio delimitado en uno de sus –73–

Figura 16. Reconstrucción axonométrica de una casa tipo pastas. Casa A VII 6 de Olinto (Nevett, 1999)

lados por una columnata, en este caso representada por los pilares, que acaba formando un corredor que da acceso a diversas habitaciones (Hellmann, 2010: 23). En esta misma vivienda se procede a la construcción de un nuevo cuerpo de habitaciones (“Edificio D1”) que podría relacionarse con el crecimiento del núcleo familiar o con la creación de un espacio aislado habitado tal vez por el personal dependiente destinado al servicio de una importante familia aristocrática. En la “Casa del sacello domestico” es interesante observar también como la parte privada de la casa está separada de la pública a partir del patio y del piso superior, donde estarían los dormitorios o espacios destinados a otras actividades domésticas como el tejido tal y como evidencia la existencia de pesos de telar (Nigro et alii, 2004: 177, 189, 218). Desde nuestro punto de vista la diferenciación de los espacios privados, algunos de los cuales estaban destinados a tareas relacionadas directamente con las mujeres, podría evidenciar un control sobre estos miembros de familia con el propósito de regular el contacto entre las mujeres de la casa y los hombres procedentes del exterior (Nevett, 1999: 154-155). Este control también se podía ejercer sobre las personas procedentes de la calle al limitar su circulación dentro de la casa, a voluntad del propietario, al ser recibidas –74–

en la sala de ingreso o el vestíbulo sin que pudieran tener acceso a los ambientes privados. Urbanísticamente el período púnico nos muestra la aparición de ínsulas de casas más o menos regulares junto a redes viarias que pueden ser o no ortogonal. En Mozia a causa de su conformación topográfica, la existencia de construcciones anteriores, la más que probable definición de sus ejes viarios en época arcaica y la presencia de fuertes vientos activos en la zona (Famà, 2009: 281) pueden explicar la inexistencia de una trama urbanística ortogonal en la isla. En Nora a su vez nos encontramos con ínsulas que no han podido ser definidas en su totalidad aunque parece que se insertarían dentro de una red viaria ortogonal que formaría parte de un proyecto urbanístico unitario (Bonetto, 2009: 136-139; Finocchi, 2013: 162-165). A nivel constructivo nos encontramos con pocas innovaciones respecto al período anterior aunque hay que destacar la aparición, esta vez en su forma más reconocible, del opus africanum presente en algunas construcciones de Mozia, Cagliari o Nora. Esta técnica constructiva se empleó con anterioridad en algunas viviendas de Cartago desde la segunda mitad del siglo VII a.C. (Niemeyer et alii, 2007: 188-190), cuya aparición en algunos enclaves del Mediterráneo central pudo tener relación, a nivel puramente hipotético, con la llegada de contingentes norteafricanos a partir de la segunda mitad del siglo VI a.C., aunque simplemente puede tratarse de una difusión de carácter técnico a causa de la gran influencia que pudo ejercer la propia Cartago sobre estos centros a partir de este momento (Bonetto, 2009: 121). Tampoco se puede descartar que su uso se deba a motivos estrictamente económicos (escasez de materiales constructivos o reutilización de los mismos tras una fase destructiva) o arquitectónicos (otorgando mayor estabilidad a los zócalos de las paredes que de esta forma pudieron crecer en altura). En este sentido también es importante advertir que diversos investigadores han remarcado la utilización de una unidad de medida, concretamente el codo fenicio o púnico de aproximadamente 46-52 cm., en el momento de la realización de estas estructuras (Nigro et alii, 2004: 183, 211; Nigro, 2007: 38; Bonetto, 2009: 89). A nuestro entender, el empleo de una unidad de medida no se debería determinar únicamente a partir de la anchura de los muros, normalmente bastante irregulares a causa de su técnica constructiva, presentando unas medidas muy diferentes en toda su composición (Bonetto, 2009: 89). Como hemos propuesto recientemente la identificación de una unidad de medida se ha de poner en directa relación con el esquema constructivo ideado con anterioridad a la realización de cualquier obra arquitectónica (Montanero y Olmos, e.p.). Esta es la forma más fiable de determinar la unidad métrica empleada en una construcción pues no hay que olvidar que la plasmación física de un proyecto arquitectónico puede presentar variaciones –75–

métricas respecto al proyecto original a causa de la técnica constructiva empleada, deformidades causadas por presiones estructurales o deficiencias causadas durante el proceso de ejecución de la obra.

5. LA ARQUITECTURA DOMÉSTICA DE ÉPOCA TARDO-PÚNICA O HELENÍSTICA (SIGLOS IV-III A.C.): ENTRE INFLUENCIA GRIEGA Y CONSERVADURIMOS PÚNICO El presente período viene marcado principalmente por la fundación de diversas colonias cartaginesas de marcado carácter estratégico-militar (Lilibeo, Selinunte u Olbia) y la aparición de importantes centros de explotación agropecuaria identificados principalmente en la isla de Cerdeña. Tras la destrucción dionisíaca del 397/396 a.C. Mozia vuelve a ser ocupada en el transcurso del siglo IV a.C., tal vez por algunos habitantes de la ciudad que sobrevivieron al asedio y que se distribuyeron de forma desigual por toda la superficie de la isla. Varios ejes viarios pierden su función original y sobre los estratos de obliteración que los cubren se dispusieron varios hornos destinados a una función artesanal (Famà, 2002: 50; 2009: 278-279). En el marco de este nuevo contexto ocupacional los dos edificios de la Zona A (Fig. 17) se vuelven a poner en uso (Período IV B y IV C). El antiguo patio (13) parece convertirse en un lugar donde estabular animales, a su vez en el ambiente (24) se crea un nuevo espacio que parece ser una sala de baño (25) reconocible por su pavimentación impermeable y una canaleta para la evacuación del agua hacia el exterior. Las habitaciones (2 y 4) y el espacio abierto (24) parece que en este período se convierten en cocinas al hallarse en su interior los restos de diferentes hogares. En el ambiente (4) también se hallaron restos de un segundo hogar alrededor del cual aparecieron diversos fragmentos de escoria de hierro, un hecho que sugiere que en este mismo espacio también se desarrollaron actividades metalúrgicas (Famà, 2002: 112). Entre las habitaciones más destacados tenemos la gran sala (1) a la que se accede a través de las escaleras situadas en el patio (10). En el centro de la habitación se localizó un monolito de piedra situado sobre un sillar que podría formar la base de un soporte para el techo. Sin embargo, el hallazgo en su interior de un depósito de 28 ánforas y de un banco ha planteado la posibilidad de que nos encontremos ante los restos de una desparecida estructura en madera que formaría pate de una prensa (Tusa, 1969: 10-18; Ciasca et alii, 1989: 50, Famà, 2002: 101-105). En esta fase también se producen algunas reformas en el interior del edificio consistentes principalmente en la creación de nuevas habitaciones a partir de la –76–

Figura 17. Edificios A y B de la Zona A de Mozia durante el siglo IV a.C. (Famà, 2002)

construcción de diversos tabiques que acaban por dividir espacios anteriores. Se creó un hueco de escalera (19) dentro del patio (10), un posible trastero (47) en la parte meridional del patio (7) y se procedió a separar los ambientes (3 y 4) y (22 y 23)18 a partir de sendos muros (Famà, 2002: 48). Estos tabiques de forma muy irregular, así como los muros recrecidos de la fase anterior, se realizaron con materiales muy diversos normalmente colocados en seco. Restos de adobes y de enlucido de color blanco y rojo se pudieron documentar en los estratos de derrumbe que cubrían los pavimentos de simple tierra batida (Famà, 2002: 56,

18 La entrada a estos dos últimos ambientes se realizaba desde la calle a través de una puerta independiente mientras que otra, dispuesta a lo largo de un corredor (9), daba acceso al resto de la casa.

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102, 111). Los umbrales y las jambas de las puertas estaban formados a partir de grandes bloques de piedra que en su mayoría conservan los agujeros donde iban colocados los elementos de madera que procuraban la apertura y cierre de las mismas (Famà, 2002: 59-61). Tras la destrucción de Mozia (397/396 a.C.) Cartago fundó en sus cercanias el enclave de Lilibeo, situado en un promontorio rocoso y bien defendio cercano a la costa, cuyo objetivo principal era consolidar el poderío militar cartaginés en la parte occidental de Sicilia. Respecto al implante urbano de la ciudad fue G. Schmiedt el primero en proponer una trama ortogonal a partir de la fotografía aérea (Schmiedt, 1963: 69-71). Según este investigador tendríamos ínsulas de 1 x 3 actus (35,52 x 106,56 m.) o 1 x 4 actus (35,52 x 138 m.) que se organizarían a partir de dos grandes arterias, el decumanus maximus (Via XI Maggio) en dirección NO-SE y el cardus maxiumus (Viale Isonzo y Cesare Battisti) en sentido NE-SO, atravesados por 5 decumani y 21 cardines que acabarían por configurar una retícula que tendría como unidad metrológica básica el pie romano de 29,65 cm. Este planteamiento urbanístico sugiere una profunda remodelación de la ciudad púnica tras la conquista romana. Sin embargo, las últimas evidencias arqueológicas ponen en duda la existencia de ínsulas de 35,52 m. de anchura (Giglio et alii, 2012: 227, n. 30-31). Por otro lado, E. Caruso ha propuesto la posibilidad de que nos encontremos ante un proyecto urbanístico de tipo griego que se realizaría en el momento de la fundación de la ciudad (Caruso, 2003: 176-177; 2008: 77). Se trataría de una trama urbanística per strigas cuyas ínsulas de forma rectangular disponían su lado más corto de frente a las grandes arterias de la ciudad (plateiai).19 La ciudad dispondría de 6 grandes ejes viarios, de entre 6,00-6,50 m. (12 codos) de ancho, cortados en ángulo recto por 23 stenopoi que ostentarían una anchura de 5,00-5,50 m. (10 codos), dando lugar a islas de casas que tendrían unas proporciones de 1 x 3,3 (60 x 200 codos) o 1 x 4 (60 x 240 codos) basadas en un sistema sexagesimal que tiene como unidad de medida básica el codo púnico de 52,18 cm. (Fig. 18). La existencia de una trama urbanística regular en época

19 Para la ciudad de Palermo también se ha propuesto un implante urbanístico per strigas reconocible arqueológicamente a partir de mediados del siglo IV a.C., aunque se ha propuesto que su origen se podría remontar a época tardo-arcaica (Spatafora, 2009, 224). Una única vía principal (Corso Vittorio Emanuele) o plateia atravesaría el núcleo urbano en dirección E-O reproduciendo un esquema urbanístico presente en los asentamientos griegos de época arcaica y clásica. Esta artería estaría interceptada a su vez por diversos stenopoi, orientados NO-SE, dando lugar a hipotéticas ínsulas de 5253 m. (100 codos) de anchura (Belvedere, 1987: 296). Su amplitud se deduce a partir de la distancia existente entre los dos stenopoi documentados hasta el momento, uno en el Palacio Arzobispal y otro en la Plaza Sett’Angeli, ambos de 3 m. de ancho (6 codos) (Spatafora, 2006: 134). La forma alargada y el perímetro irregular de la península donde se ubicó la ciudad provocaría la creación de dos vías periféricas que reseguían interiormente el trazado de la muralla (Belvedere, 1987: 300; Spatafora, 2009: 229-230). Más problemática resulta la identificación de la unidad metrológica empleada en la realización del proyecto urbanístico que según O. Belvedere se correspondería con un codo púnico de 52,18 cm., para F. Spatafora este codo púnico sería de 51,6 cm. (Spatafora, 2009: 233), mientras que S. De Vincenzo no descarta la posibilidad de que la unidad de medida utilizada sea el pie romano de 29,65 cm (De Vincenzo, 2012: 58).

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Figura 18. Reconstrucción del implante urbanístico de Lilibeo en época fundacional (Caruso, 2008)

púnica parece confirmarse a partir de las últimas excavaciones arqueológicas realizadas a lo largo del decumanus maximus (Palazzo y Vecchio, 2013: 138-142), aunque por el momento no se puede asegurar que ésta se corresponda con un implante urbanístico de tipo hipodámico (De Vincenzo, 2012: 101-102). Por toda la ciudad se documentan restos de muros y pavimentos atribuidos al período tardo-púnico sin que por el momento se haya podido sacar a la luz la planimetría completa de ninguna de sus viviendas. Los muros de esta fase están realizados en mampostería irregular o en opus africanum siendo los pavimentos normalmente en tierra batida o en opus signinum, presentando en este último caso teselas de calcárea blanca dispersas por toda la superficie sin una clara disposición (Di Stefano, 1993: 27; Giglio y Vecchio, 2006: 124, n. 7-11; Palazzo y Vecchio, 2013: 141-142) 20.

20 Las últimas excavaciones llevadas a cabo en el área de la antigua iglesia de San Girolamo han logrado datar por primera vez, a partir de un contexto estratigráfico claro, los muros realizados en opus africanum. En este sector se ha podido comprobar que estas estructuras no fueron erigidas durante el período tardo-púnico sino que se construyeron en el transcurso del siglo II a.C. (Cusenza et alii, 2012: 50), tras la conquista romana de la ciudad. Este dato no impide que otros muros erigidos con la misma técnica puedan corresponder a época fundacional, aunque tampoco excluye la posibilidad de que éstos, y los pavimentos en opus signinum a ellos asociados, se puedan fechar en época romano republicana, lo que plantea una importante problemática a nivel cronológico.

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Figura 19. Vía delle Ninfe (Lilibeo). En gris oscuro las estructuras de época tardo-púnica (Di Stefano, 1993)

Parte de una vivienda se puede reconocer en vía delle Ninfe donde aparecieron tres habitaciones yuxtapuestas de forma rectangular (Fig. 19). Aquella situada en el centro muestra una canaleta y una cisterna además de restos de un pavimento en signinum y de un denso revestimiento parietal que tal vez puedan relacionarse con la existencia de una sala de baño (Di Stefano, 1993: 27; Giglio y Vecchio, 2006: 125). También aparecieron algunos segmentos de muros en opus africanum en otro sector de la misma excavación sin que se pudiera llegar a definir la planta de ninguna habitación. De gran interés resultan las estructuras de tipo doméstico detectadas en el sector de la antigua iglesia de San Girolamo donde se han hallado dos habitaciones contiguas (11 y 12) de la primera mitad del siglo IV a.C. (Cusenza et alii, 2012: 47-50) que representan el primer testimonio arqueológico de época fundacional relacionado con el núcleo habitado. El ambiente (12) presenta zócalos realizados en mampostería con alzado en arcilla aunque no se ha podido identificar la técnica empleada. En relación con estos muros tenemos diversos pavimentos superpuestos que se extendieron sobre un estrato de preparación colocados sobre el nivel geológico. Otro enclave de marcado carácter estratégico-militar fue fundado por Cartago sobre las ruinas de la acrópolis de la ciudad griega de Selinunte destruida por sus –80–

Figura 20. Ocupación del cuadrante sureste de la acrópolis de Selinunte durante los siglos IV-III a.C. (Helas, 2009). En color verde las zonas identificadas como lugares de culto. En color rojo las habitaciones identificadas como tiendas

propios ejércitos en el año 409 a.C. El asentamiento se desarrolló principalmente en el interior de la acrópolis selinuntina21 (Fig. 20) que en su origen albergaba una de las zonas religiosas más importantes de la ciudad griega, como demuestra la

21 Fuera de la acrópolis, concretamente encima de la necrópolis griega arcaica que se extendía por las pendientes meridionales de la meseta de la Manuzza, se pudo documentar la existencia de un barrio púnico de mediados o el tercer cuarto del siglo IV a.C. (Rallo, 1982-1983: 171-173). Importante también resulta la creación de otro barrio, esta vez en la parte septentrional de la Manuzza, edificado a inicios del siglo IV a.C. y que muestra estructuras murarías en opus africanum. Éstas últimas, al contrario de lo que sucede en la acrópolis, no se pueden relacionar con ningún material cerámico de tipología púnica motivo por el cual su principal investigadora atribuye la construcción de este barrio a los selinuntinos supervivientes al asedio cartaginés (Rallo, 1982-1983: 169-171).

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Figura 21. Casa nº 1 de Selinunte correspondiente al tipo 1 (Helas, 2011)

presencia de los templos C, D, O, A, y P, cuyos témenoi fueron profanados por las casas de los nuevos habitantes de origen púnico dando lugar a un acto sacrílego impensable para cualquier griego. Aparentemente no se aplicó ningún proyecto urbanístico regular pues parece que los recién llegados se establecieron en la zona respetando en parte los principales ejes viarios de la antigua polis, a los que se unieron una red de pequeños e irregulares callejones que daban acceso a las diferentes viviendas, adosadas unas a otras, que ocupaban más o menos los espacios delimitados por la ínsulas de época griega (Helas, 2011). Las casas analizadas, un total de 59, han sido clasificadas teniendo en cuenta la colocación y forma del patio situado en el interior de las mismas. Siguiendo este criterio S. Helas ha definido cuatro grandes tipos que pueden presentar diversas variantes debido a su organización interna (Helas, 2009). Con la intención de ofrecer una visión general sobre estas estructuras hemos decidido escoger un ejemplo de cada tipo. El tipo 1 (casa con patio central alargado o casa de cuatro zonas) representado por la vivienda nº 1 (Fig. 21) nos muestra una vivienda de 120 m² cuyas habitaciones, un total de siete, se articulan alrededor de tres de los lados de un patio alargado que ocupa una posición central a través del cual se accede a la casa. La habitación (h) podría pertenecer a una posible despensa, la (b) a un hipotético establo y la (d) tal vez a una sala de recibimiento colocada al final del patio (Helas, 2009: 294-296; 2011: 224). El tipo 2 (casa con patio central y pasillo) se puede identificar con la casa nº 27 (Fig. 22), de 177 m², que presenta un estrecho pasillo, descentrado en relación al eje central de la vivienda, que va a comunicar con un patio central. A –82–

Figura 22. Casa nº 27 de Selinunte correspondiente al tipo 2 (Helas, 2011)

Figura 23. Segunda fase de la casa nº 34 de Selinunte correspondiente al tipo 3 (Helas, 2011)

su alrededor se distribuyeron 12 habitaciones algunas de ellas accesibles solamente a partir de otra estancia. Entre los elementos más destacables tenemos el patio que dispone de cisterna y de un ala porticada con columnas que precede a una posible sala de representación (c), además de dos probables tiendas con acceso directo des–83–

de la calle (n y k), junto a la existencia de una sala de baño (i) y una zona destinada a la elaboración del pan (h) (Helas, 2009: 298-300; 2011: 236). El tipo 3 (casa con patio en un ángulo o casa de tres zonas) encuentra un buen ejemplo en la casa nº 34 (Fig. 23), con 90 m², donde un patio situado en una esquina está delimitado por cuatro habitaciones en dos de sus lados, al cual solamente tienen acceso directo dos de ellas. En una fase posterior la casa se amplía a partir de una escalera situada en el patio que daría acceso a un piso superior y la construcción de una nueva habitación (c). En el patio también se pudo documentar un gran pithos que pudo hacer a su vez las funciones de una cisterna (Helas, 2009: 300; 2011: 239). El tipo 4 (casa con patio central cuadrado) reconocible en la casa nº 50 (Fig. 24), con un área de 93 m², en su primera fase tenía la entrada directamente sobre el patio que estaba rodeado por cuatro habitaciones en tres de sus lados, sin que una de ellas dispusiera de acceso directo al mismo. El espacio (e) quizás pueda corresponder a una sala de recibimiento. En una segunda fase se construyó un pasillo de entrada a la casa (g) que albergó una escalera para acceder al piso superior además de añadirse dos nuevas estancias, una de ellas posiblemente una tienda (f) (Helas, 2009: 301; 2011: 246). Cinco de las casas analizadas (7, 48 -segunda fase-, 54, 58, 59) presentan unas dimensiones mayores en comparación con las demás, superando los 200 m², donde destaca principalmente la nº 54 (Fig. 25) con 292 m² de superficie en su piso inferior. Se han podido definir tres fases constructivas para esta vivienda (Helas, 2011: 248-249). Durante la primera ésta sólo dispondría de una planta baja a la que se accedía por la estancia (e), disponiendo de un ala porticada con columnata en la parte norte del patio, que a su vez estaba rodeado por 10 habitaciones distribuidas a lo largo de sus cuatro lados. En un momento posterior la entrada a la casa se situó al norte (a), mientras una escalera en piedra situada en la estancia (e) daba acceso a un segundo piso. También se dotó a la casa de una cisterna situada en el patio, de una sala de baño (j), de un sistema de canalizaciones que recogían el agua de lluvia y de un desagüe que evacuaba las aguas procedentes de la sala de baño. Antes de la tercera fase el ala porticada parece que se derrumbó sin que se procediera a su restauración. Durante esta última fase la sala de representación (d) viene dividida mediante un tabique. Entre los hallazgos más relevante tenemos algunos estucos de tipo griego, dos piletas que aparecieron en el ambiente (a) y uno de los peculiares “cuartos de círculos”22 situado en uno de los ángulos del espacio (e) que ha sido interpretado como posible cocina.

22 La función de estos “cuartos de círculo” o Viertelkreise, situados en las esquinas de algunas pequeñas habitaciones o en el mismo patio, son difíciles de definir pues no presentan evidencias relacionadas con su utilización. En algunos de ellos se pudo documentar una significativa cantidad de contenedores (ánforas y pithoi) que hace factible su interpretación como lugar de almacenamiento aunque no se descartan otros posibles usos. Sobre la problemática que envuelve a dicho elemento véase: (Helas, 2011: 98-99).

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Figura 24. Primera fase de la casa nº 50 de Selinunte correspondiente al tipo 4 (Helas, 2011)

Para la construcción de los muros de las casas púnicas se procedió a la reutilizaron de los escombros pertenecientes a los edificios de época griega destruidos tras el asedio del 409 a.C. Habitualmente se emplearon sillares o bloques de piedra caliza o arenisca de diversos tamaños que se retocaron levemente para su puesta en obra además de tejas o fragmentos de cerámica para nivelar la superficie de los muros o rellenar sus intersticios, utilizando simple mortero de tierra para su unión (Helas, 2011: 37-38). La técnica constructiva empleada normalmente es el opus africanum aunque existe una gran diversidad morfológica derivada de los materiales que se emplearon en su construcción encontrándonos con muros erigidos solamente con sillares o con mampuestos colocados cuidadosamente (Helas, 2011: 37-42; 221-224). Sobre estos muros se elevaría el alzado en arcilla, cuya técnica no ha podido ser determinada, estando toda la obra recubierta a partir de enlucídos y estucos de yeso (Helas, 2011: 72-74). En este sentido se ha de destacar la recuperación de algunos elementos arquitectónicos realizados en estuco que estilísticamente se insertan dentro del repertorio formal griego (Fig. 26) (Helas, 2011: 74-77). Respecto a los pavimentos podemos observar que aquellas zonas al aire libre, como patios o pasillos de acceso a los mismos, fueron cubiertas con losas de piedra irregulares o fragmentos de tejas, mientras que los espacios interiores dispusieron de pavimentos en tierra batida, arcilla o marga de cal, estando destinados los pavimentos en opus signinum, en algunas ocasiones –85–

Figura 25. Segunda fase de la casa nº 54 de Selinunte correspondiente al tipo griego pastas (Helas, 2011)

decorados con teselas de calcárea blanca, para los espacios relacionados con el uso del agua, habitaciones de cierto prestigio o tiendas (Helas, 2011: 64-67). Entre las funciones que se desarrollaron en el interior de estas habitaciones se ha de destacar la existencia de cuadras para la estabulación de animales como demuestran las piletas de piedra in situ y las canaletas para el agua presentes en 19 de las 59 casas analizadas, así como de 14 salas de recibimiento identificables a partir de sus mayores dimensiones y elaborada decoración (pavimentación en signinum y paredes con finos estucados), junto a otros ambientes identificados con tiendas o negocios que disponían de un acceso independiente dispuesto sobre la calle (Helas, 2011: 105-109). Una situación análoga a la de Selinunte la encontramos en otras ciudades griegas de Sicilia que también fueron destruidas por las tropas cartaginesas durante la expedición militar del 406/405 a.C. como son Agrigento y Gela. En la primera de ellas, concretamente en el Sector E en las proximidades de la Porta II, han aparecido las evidencias de un posible barrio púnico de carácter artesanal en funcionamiento durante el siglo IV a.C. y la primera mitad del siglo III a.C. (De Orsola, 1994; De Vincenzo, 2012: 87-89). La vida en éste cesa a causa de un episodio violento en relación con los acontecimientos de la primera guerra romano-cartaginesa –86–

Figura 26. Fragmentos de estuco con decoración de tipo griego procedentes de la casa nº 54 de Selinunte (Helas, 2011)

(De Orsola, 1990: 28; 1994: 103). Las casas púnicas se construyeron siguiendo la misma orientación de las viviendas griegas del siglo V a.C. Como en el caso de Selinunte el material empleado para la construcción de los muros de las casas fueron los escombros de los edificios griegos, mayoritariamente tejas y pequeños bloques de toba, utilizando de nuevo la técnica del opus africanum (Fig. 27)

Figura 27. Estructuras domésticas en opus africanum del barrio púnico de Porta II en Agrigento (De Vincenzo, 2012)

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Figura 28. Planta de la Casa A del barrio púnico de Porta II en Agrigento (De Orsola, 1990)

(De Orsola, 1990: 38-39; De Orsola, 1994: 81, n. 26). Destacan especialmente las casas A y C que disponen de un patio en forma de “L”, donde se encuentran habitualmente pozos y cisternas (Fig. 28), con sus habitaciones dispuestas en dos de sus lados (De Orsola, 1990: 28-30; 1994: 74-76, 79). El origen púnico de este barrio viene también atestiguado por la presencia de algunos materiales cerámicos tales como ánforas, ollas o monedas (De Orsola, 1990: 24-25; 1994: 97, 101). En la acrópolis de Molino a Vento en Gela también se erigieron algunos edificios tras la destrucción de la ciudad por parte de los ejércitos cartagineses. Entre los stenopós 1, 2 y 3 vienen construidos varios edificios de carácter artesanal que no siguen la orientación urbanística precedente e incluso llegan a ocupar sus calles (Congiu, 2011: 195-197; De Vincenzo, 2012: 92-93). De nuevo la técnica constructiva empleada es el opus africanum (Fig. 29) utilizada también en el edificio III situado en la antigua estación ferroviaria de Gela (Congiu, 2011: 195, n. 6), aunque en este último caso su construcción no se fecha en el siglo IV a.C. sino a finales del siglo V a.C. Las últimas actividades arqueológicas también han puesto al descubierto algunas viviendas en la parte más oriental de la colina de la acrópolis que formarían parte de un barrio más amplio situado al este del templo –88–

Figura 29. Estructuras en opus africanum de la acrópolis de Gela (De Vincenzo, 2012)

C (Congiu, 2011: 199). La primera ocupación de Gela tras su destrucción parece que podría fecharse durante los primeros decenios del siglo IV a.C. Olbia, ubicada en el cuadrante noreste de la isla de Cerdeña, se situó al final de un profundo golfo donde se hallaba una especie de península. Actualmente, parece claro que la ciudad, de marcado carácter estrategio-militar, se fundó después de la firma del segundo tratado romano-cartaginés (348 a.C.), en una fecha en torno al 330 a.C. (Pisanu, 2010: 1739). Las últimas excavaciones arqueológicas han podido demostrar que las estructuras de época tardo-púnica siguen una misma orientación N-S paralela a la muralla de compartimentos del sector occidental, que confirmaría la existencia de un esquema urbanístico de tipo ortogonal (D’Oriano, 2009: 377), aunque algunos investigadores han apuntado una cierta irregularidad en la disposición de algunos ejes viarios (Gaudina, 1997: 14). En vía Regina Elena se pudo determinar una de las medidas de una ínsula de 30,5 m., que tal vez se corresponda con su anchura, delimitada a norte y sur por dos probables calles orientadas en sentido E-O con unas dimensiones de 5,90/6,00 m. (D’Oriano, 2009: 380) que hace factible la utilización de una unidad de medida básica cercana al codo púnico de 0,50 cm. que ya ha sido identificada en el esquema constructivo de la muralla de compartimentos (Montanero y Olmos, e. p.). En la zona del antiguo mercado aparecieron los restos de algunas habitaciones compuestas por zócalos de doble paramento realizados en mampostería datados –89–

Figura 30. Planta general del asentamiento de Monte Sirai durante el período tardo-púnico con la indicación de las ínsulas y las estructuras domésticas citadas en el texto (Modificado a partir de Bartoloni, 2000)

entre finales del siglo IV a.C. e inicios del siglo III a.C. También se pudo documentar la presencia de dos pozos, una cisterna “a bagnarola” y algunos objetos relacionados con el culto doméstico (Pisanu, 2007: 260). En vía Romana, en el centro de la ciudad, se pudo documentar a su vez un pavimento en signinum que presentaba un hogar en el centro del ambiente datado en el siglo III a.C. (Sanciu, 2000: 442). Al siglo III a.C. también corresponden algunas habitaciones que aparecieron en vía delle Terme donde destaca un muro (3) recubierto por un enlucido blanco y la presencia de algunas lesenas en mortero (Sanciu, 2000: 443). Entre los asentamientos de segundo orden Monte Sirai nos ofrece algunos de los ejemplos más representativos referentes a la arquitectura doméstica de este período. Durante la fase tardo-púnica o helenística se llevó a cabo una importante restructuración urbanística que afectó a todo el sector de la “acrópolis” (Fig. 30) arrasando por completo los niveles de época púnica que solamente se identifican a partir del material cerámico23. Esta gran transformación se produjo durante la primera mitad del siglo III a.C., en una fecha en torno al 260 a.C. (Perra, 2001a: 126), ocupando la entera superficie del afloramiento rocoso en el cual se situó la “acrópolis” donde las paredes traseras de las viviendas, que rodea-

23 Fuera del complejo de la “acrópolis”, concretamente al norte de ésta, nos encontramos con una gran esplanda conocida con anterioridad con el nombre de “opera avanzata” pues se creía que las estructuras arquitectónicas allí presentes tenían una función defensiva. Posteriormente se ha podido comprobar que éstas se corresponden con viviendas (Bartoloni, 2000: 55). El conocimiento de las mismas es muy superficial aunque parecen reconocerse agrupaciones de habitaciones rectangulares, cuya datación se fija en el siglo III a.C., y que en un caso concreto se relacionan con un espacio abierto delimitado por un muro (Amadasi, 1966) que podría corresponder a una explotación de tipo rural (Van Dommelen y Finocchi, 2008: 181-183). Este hecho nos muestra como Monte Sirai durante el período tardo-púnico vio incrementada notablemente su población que se estableció en las inmediaciones del recinto de la “acrópolis” cuyo espacio interior era muy limitado, tal vez coincidiendo con la fase de mayor prosperidad del asentamiento.

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Figura 31. Planta y vista general de la “Casa Fantar” en Monte Sirai (Guirguis, 2013)

ban todo su perímetro, formaron el sistema defensivo del enclave. En esta fase vemos como el asentamiento se articula mediante diversas ínsulas de casas de forma irregular que se adaptan perfectamente a la topografía del lugar. Las ínsulas D, G, E y F, estas dos últimas de forma alargada, delimitan todo el asentamiento. La ínsula C, también de forma alargada, se extiende entre las plazas 1 y 3 situadas en la zona norte y sur respectivamente. La ínsula B, que ocupa una posición central, es más corta por razones de espacio y se relaciona con la plaza 2 en su extremidad sur. Delante de la plaza 1 tenemos la ínsula A donde está situado el templo de Astarté (Guirguis, 2013: 19). Tres grandes ejes viarios, denominados 3, 4 y 5, atraviesan la “acrópolis” en dirección N-S comunicando las tres plazas existentes, a los que hay que añadir otros tres callejones 2, 6 y 7, situados en la zona norte, que delimitan el mencionado santuario (Guirguis, 2013: 22). A este período se puede atribuir la construcción de tres casas situadas en el interior de la “acrópolis” conocidas con los nombres de “Casa Fantar”, “Casa Amadasi” y “Casa del lucernario de talco” que estuvieron en uso hasta finales del siglo II a.C. e inicios del siglo I a.C. La “Casa Fantar”, situada en el cuadrante noroeste de la ínsula B, tenía su acceso a través de la calle 5 (Fig. 31). A la casa, con patio en un ángulo, se accedía a través de un estrecho pasillo situado en la parte sur, con canaleta para la evacuación de las aguas residuales, que nada más entrar daba acceso a su derecha a una habitación (A) interpretada como posible vestíbulo, tienda o almacén. Al fondo del pasillo nos encontramos con una pequeña estancia (C), que disponía de una banqueta, donde se ubicaría la cocina de la casa y a su lado derecho la habitación (B), que no recibía la luz del patio, lo cual hace viable su interpretación como –91–

dormitorio aunque algunos materiales hacen pensar en la existencia de un espacio dedicado al culto doméstico. Frente al patio24, de forma cuadrada, tenemos dos habitaciones (D y E) que durante su proceso de excavación no presentaron las evidencias arqueológicas necesarias para poder definir su función aunque se piensa que pudieron destinarse a actividades domésticas (Fantar y Fantar, 1967; Bartoloni, 2000: 60-61; Perra, 2001b: 15; Guriguis, 2013: 27-29). La casa tiene una forma cuadrangular (14/13 x 11/10,50 m.) cuyas medidas parecen corresponderse con un codo púnico de 0,50 cm. Los muros están realizados mayoritariamente a partir de dos paramentos en mampostería irregular que emplea traquitas en su construcción aunque algunos zócalos o tabiques y las jambas de las puertas se erigieron mediante bloques de toba. A su vez la calcárea, de consistencia más dura, se utilizó para la construcción de la banqueta de la cocina y de la canaleta de desagüe (Perra, 2001b: 15). Sus pavimentos eran de simple tierra batida y su alzado, presumiblemente en adobes, no ha podido ser documentado arqueológicamente, como tampoco la hipotética existencia de un piso superior. La “Casa del lucernario de talco” localizada en la parte central de la ínsula C tenía su acceso desde la calle 3 (Fig. 7). El nombre de la casa viene dado a causa del hallazgo de una lámina de talco translucido documentada en el ingreso de la puerta y que estaría situada en el techo del mismo, a modo de claraboya, siendo el único foco de luz natural de la vivienda ya que esta carecía de patio. Interiormente ésta se articula a partir de cinco habitaciones alargadas paralelas entre sí que disponian de una planta superior, donde se encontrarían los dormitorios, documentada gracias al hallazgo de una escalera perteneciente a la última fase (150-110/100 a.C.) situada frente al pasillo de ingreso. A la derecha del pasillo de ingreso (38C), con canaleta de desagüe que también se incorporó en su última fase, estaba la cocina (35 y 38N) de la primera fase (250-200 a.C.) donde se pudieron hallar los retos de un hogar y de un tannur. Con posterioridad (200-150 a.C.) la cocina se ubicó a la izquierda del ingreso (38S). A la derecha de la cocina (35 y 38N) nos encontramos con una gran sala (33), dotada de una pileta, donde aparecieron escorias de hierro, piedras de afilar y cuernos de ciervos (para la realización de mangos) que hacen suponer la existencia de un taller artesanal destinado a la fabricación de cuchillos (Bartoloni, 1994; 2000: 61-63; Perra, 2001a; 2001b: 12-13: Guirguis, 2013: 29-30).

24 En el interior del patio de la casa, en un nivel inferior, aparecieron tres muros (I, II y III) y un pavimento en tierra batida que son anteriores a la construcción de la misma. Éstos delimitan espacios alargos paralelos que presentan una orientación diferente a los de la “Casa Fantar” sin que se haya podido determinar su cronología (Fantar, 1967: 29-30).

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Figura 32. Planta de la “Casa Amadasi” en Monte Sirai (Amadasi, 1967)

Los zócalos de doble paramento se realizaron en mampostería aunque en algunos casos nos encontramos con bloques de piedra que ocupan todo el ancho del muro a modo de opus africanum, estando las paredes enlucidas con un revestimiento en arcilla (Perra, 2001: 129). Por otra parte, los pavimentos presentan un estrato de preparación compuesto por guijarros sobre el cual se extendió una capa de color amarillenta formada por arcilla, carbones, arena y cal (Perra, 2001a: 123). La “Casa Amadasi” ocupa todo el frente norte de la ínsula C delimitada por las calles 3 y 4, justamente delante de la plaza 1 al sur del templo de Astarté (Fig. 32). Desde la calle 4 se accedía a la casa mediante un pasillo de entrada (19)25 que a su derecha disponía de una estancia (18), que al parecer se configuró en un momento posterior (II-I a.C.) (Amadasi, 1967: 57-58), y dos habitaciones a su izquierda (16 y 14). A estos tres ambientes se accedía mediante un espacio, que por su posición parece que haría la función de distribuidor (17), situado al final del pasillo. En la habitación (15), que se comunica con la (16), aparecieron numerosos restos de escorias de hierro que se interpretan como la evidencia de la existencia de un área artesanal de evidente vocación metalúrgica en el interior de la casa (Amadasi, 1967: 76-77). El ambiente (12) con acceso independiente desde la plaza 1 y la calle 3 no parece tener ningún tipo de relación con las otras habitaciones siendo

25 En éste apareció un segmento de muro anterior a la construcción de la casa que sigue una orientación distinta sin que por el momento se haya podido establecer con exactitud su cronología, aunque se ha propuesto su atribución al período púnico (Amadasi, 1967: 58-61).

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viable su interpretación como posible tienda. La estancia contigua (13) también presenta un acceso desde la misma plaza pero ésta si se comunica con el resto de estancias de la casa mediante el ambiente (14). Sin embargo, parece que el muro que dividía los ambientes (12 y 13) fue restaurado con posterioridad (II-I a.C.), así como la apertura de las tres puertas, sin que se pueda descartar que originariamente estas dos habitaciones estuvieran comunicadas y no dispusiesen de acceso directo a la calle (Amadasi, 1967: 58). Una quinta entrada, situada en la calle 3, daba acceso a la estancia (21), que se comunicaba con las contiguas (23, 22 y 20) aunque la puerta situada entre las habitaciones (22 y 20) fue tapiada en una fase posterior que daría lugar a un sector totalmente independiente formado por las habitaciones (21, 23 y 22). Sobre la técnica constructiva nos encontramos de nuevo con zócalos en traquita que presentan un doble paramento y ripios en sus intersticios, aunque las jambas de las puertas se realizaron con grandes bloques de traquita y en algún caso de toba (Amadasi, 1967: 57). Los pavimentos son de color amarillento como en el caso de la “Casa del lucernario de talco” por lo que no se descarta una composición similar además de presentar un nivel inferior de guijarros identificable con su estrato de preparación (Amadasi, 1967: 63, 73, 76-77, 83, 89). Dentro de la tercera categoría de asentamientos nos encontramos con algunas explotaciones agraropecuarias que aunque se documentan desde época arcaica, normalmente a partir de materiales cerámicos en superficie recogidos mediante prospección, no han sido objeto de excavación. Entre los escasos ejemplos que han sido intervenidos arqueológicamente contamos con el de la granja de época tardo-púnica de Pauli Stincus (Fig. 33) situada en la zona del golfo de Oristano26, concretamente en el territorio dependiente del asentamiento de Neapolis, en las cercanías del río Mogoro. El edificio, construido durante la primera mitad del siglo IV a.C., se artícula alrededor de un patio central. Los trabajos de excavación han puesto al descubierto la parte sur de la granja compuesta por tres ambientes (1, 2, y 3). La habitación 1A, de forma rectangular, es la mayor de las tres y se cree que pudo ser la zona de hábitat de la granja. Junto a ella tenemos el ambiente 2 donde se ha documentado un pequeño espacio interpretado como posible hueco de escalera (2B). Más al

26 En esta misma región de Cerdeña también se hallaron evidencias de una importante explotación agrícola conocida con el nombre de Truncu ’e Molas que estuvo en uso desde finales del siglo V a.C. hasta mediados del siglo II a.C. Desafortunadamente los trabajos agrícolas practicados en el lugar han acabado por destruir gran parte de sus estructuras. Solamente se ha podido reconocer una habitación de forma rectangular y diversos segmentos de muros lo que imposibilita la reconstrucción de su planimetría (Gómez Bellard et alii, 2010; Van Dommelen et alii, 2012). No obstante, parece que la misma estaría destinada a la producción de vino con vistas a la exportación, un hecho al que hay que sumar la presencia de algunas cerámicas áticas que evidenciarían un estatus bienestante de sus propietarios (Gómez Bellard et alii, 2010: 104).

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Figura 33. Segunda fase de la granja tardo-púnica de Pauli Stincus (Díes Cusí, 2012)

sur encontraríamos la entrada a la granja, cuya amplitud facilitaría el acceso de carros, y justo en el extremo SO se ubicó una habitación dividad por un tabique (3A-3B) reconocida como establo (Díes Cusí et alii, 2010: 125-126; Díes Cusí, 2012: 1711-1712). En un segundo momento, a mediados del siglo III a.C., se lleva a cabo una reforma que afecta solamente a la habitación 1A que ve ampliada su superficie (1B) y a la que se conecta un espacio más reducido (1C). El ancho de sus muros hace pensar en la existencia de un segundo piso donde encontraríamos los dormitorios mientras que la parte inferior sería concebida como área de trabajo o almacén. También se construyó una tapia fuera de la granja que delimitaba un espacio interpretado como huerto (Díes Cusí et alii, 2010: 127; Díes Cusí, 2012: 1713-1715). Dicha granja estará en funcionamiento hasta finales del siglo II a.C. o inicios del siglo I a.C. Los zócalos de las paredes, con doble paramento y relleno interior, se erigieron en mampostería. Algunos negativos hacen pensar en la presencia de grandes bloques de piedra situados en las esquinas junto a otros que ocuparían todo el ancho del muro. La presencia de cal muestra que algunas habitaciones tuvieron sus paredes enlucidas con este material. El único pavimento detectado fue realizado en simple tierra batida (Díes Cusí et alii, 2010: 124-126; Díes Cusí, 2012: 1708-1710). El período tardo-púnico nos ofrece una visión muy completa sobre la arquitectura doméstica que nos permite exponer algunas de las principales problemáticas que envuelven a este tipo de estructuras. Respecto a la disposición interna –95–

de las diversas viviendas resulta de gran interés la clasificación elaborada por S. Helas basada en la ubicación y forma del patio, del que diponían todas las casa analizadas en Selinunte, que sin duda supone un importante punto de partida para nuestro estudio. S. Helas toma como referente de sus cuatro principales tipológicas algunos modelos orientales de la Edad del Hierro originarios de la zona sur del Levante, principalmente israelita, como son la four-room house o la three-room house (Braemer, 1982), que también serían el referente de algunos tipos de casas presentes en los asentamientos púnicos norteafricanos (Helas, 2011: 163-167). Sin embargo, recientemente S. De Vincenzo ha propuesto la posibilidad de que los prototipos de las casas de Selinunte no se correspondan con una matriz propiamente oriental al encontrarnos durante los siglos IV-III a.C. ante una koiné cultural mediterránea que evidencia en diferentes áreas geográficas (Grecia, Magna Grecia, Sicilia, Norte de África) la existencia de tipos de casas muy similares a las selinuntinas (De Vincenzo, 2012: 309-312). No obstante, parece claro el origen norteafricano de la mayoría de habitantes que fundaron el nuevo asentamiento donde parte de los antiguos templos griegos pasaron a ser consagrados a divinidades propias del panteón fenicio-púnico (Helas, 2011: 130-147; Jiménez y Prados, 2013: 120-121). La presencia de contingentes norteafricanos punicizados culturalmente justificaría la presencia de casas que tienen como referente modelos orientales que perduran en el mundo fenicio-púnico de Occidente durante toda su historia, aunque existen innovaciones, como sucede en otro tipo de arquitecturas, como la militar, que incluso en época helenística mantuvo algunos elementos característicos de los sistemas defensivos orientales de la Edad del Hierro (Montanero, 2008). Por otro lado, se muestra de gran interés la distribución interior ofrecida por la casa nº 54 que no se corresponde con ninguno de los modelos presentados anteriormente y que tiene buenos paralelos con las casas griegas del tipo pastas, como sucedía en el caso de la “Casa del sacello domestico”, encontrándonos nuevamente ante lo que parece mostrarse como una residencia de tipo aristocrático. La casa nº 27, correspondiente al tipo 2 de Helas, también se dotó, en una segunda fase, de un ala porticada situada delante de la estancia de recibimiento (Helas, 2011:167-168). En este caso, al igual que las grandes viviendas documentadas en Selinunte (7, 48 -segunda fase-, 54, 58, 59) la casa nº 27 disponía de su propia cisterna e incluso de una sala de baño, que junto a la amplia superficie de esta vivienda podría indicar que su propietario también ostentó un estatus social elevado. Dentro de la tipología de S. Helas podríamos añadir algunos ejemplos documentados en otros yacimientos como es el caso de la “Casa Fantar” de Monte Sirai, que tal vez se podría corresponder con el tipo 2, al disponer de un corredor –96–

que daba acceso al patio interior. Además su posición dentro del asentamiento, en las cercanías del templo de Astarté, su planimetría, distinta al resto de las casas del asentamiento que se basan en la yuxtaposición de habitaciones alargadas, y el empleo de auténticos sillares en algunos de sus muros podría mostrar una diferenciación a nivel social (Perra, 2001: 129; 2009: 361). Resulta a su vez interesante observar como las casas organizadas a partir de estancias alargadas paralelas suelen documentarse en asentamientos secundarios, como Monte Sirai y probablemente Pani Loriga, cuya ubicación en la parte superior de una elevación montañosa condicionó de forma decisiva la disposición de sus casas con el objetivo de adaptarse a las irregularidades del terreno, aprovechar al máximo el espacio edificable disponible y dotándose de un simple sistema defensivo (Perra, 2009). Respecto a este tipo de casas la conocida como “Casa Amadasi” plantea varias controversias al haber sido objeto de escasos y reducidos sondeos. Este hecho dificulta la interpretación de los diferentes espacios de la casa así como la composición originaria de la misma a causa de las distintas restructuraciones llevadas a cabo a lo largo de su última fase de uso. No obstante, resulta llamativo que ésta, a diferencia de la “Casa Fantar” y la “Casa del lucernario de talco”, ocupe todo el ancho de una ínsula (C). A nivel totalmente hipotético, parece que la puerta colocada entre los ambientes (13 y 14) originalmente podría no haber existido, siendo abierta en un segundo momento, dando lugar a un muro corrido que dividió lo que a simple vista parecen dos unidades domésticas distintas (14-19) y (12-13 + 20-23). La creación de una puerta que comunicase ambas viviendas podría significar la unión entre dos grupos familiares o la adquisición por parte de uno de ellos de una propiedad colindante ampliando de esta forma su espacio doméstico, que al parece no disponía de un piso superior (Amadasi, 1967: 57), como consecuencia de la ampliación del grupo familiar. Respecto a las técnicas constructivas cabe destacar el empleo del opus africanum, un tipo de fábrica normalmente asociada al mundo púnico (Prados, 2003: 155-156), que en este período está presente en las nuevas construcciones erigidas en las antiguas ciudades griegas (Selinunte, Agrigento, Gela) destruidas por el ejército cartaginés y que se han relacionado directamente con la presencia de habitantes norteafricanos en estos lugares (De Vincenzo, 2012: 87, 93, 305). Para los edificios de la acrópolis de Selinunte y Agrigento no parecen existir dudas sobre su ocupación por parte de contingentes punicizados pues aparte del empleo del opus africanum existen otros elementos que corroboran esta identificación étnica (cerámicas de cocina, ánforas, lugares de culto, cisternas “a bagnarola”, pavimentos en opus signinum etc.). Una situación totalmente distinta se nos presenta para los casos del barrio septentrional de la Manuzza en Selinunte o de la acrópolis de Gela donde no existen otras evidencias arqueológicas, aparte de los –97–

muros “a telaio”, que justifiquen por el momento una presencia cartaginesa en estos lugares. Este hecho hace que nos planteemos la posibilidad de que pudiera existir una influencia púnica, a nivel técnico, sobre los habitantes griegos de estas ciudades que dispondrían de una importante cantidad de material constructivo, resultante de los escombros de las antiguas edificaciones, y que decidieron que la mejor forma de utilizarlo, dadas sus características, sería poniendo en práctica una técnica constructiva empleada por sus vecinos púnicos. Con este apunte solamente queremos llamar la atención sobre un dogma presente aún en día en gran parte de la literatura fenicio-púnica donde se ve al mundo griego como el único capaz de ejerce una influencia sobre las etnias que les rodeaban, ya sean púnicos o indígenas, sin que se tenga en cuenta que dichas influencias pueden viajar en ambos sentidos dado el intenso contacto que mantuvieron ambas civilizaciones. En este período también asistimos a un aumento del número de pavimentos realizados en opus signinum, decorados o no con teselas, que poco a poco irán tomando una mayor presencia en los espacios domésticos sobre todo entre los siglos III-I a.C. (Giglio y Vecchio, 2006: 124-125, n. 1). En referencia a los revestimientos, enlucidos y estucos se ha de remarcar que estos últimos aparecen en el caso de Selinunte con decoraciones típicas del repertorio formal griego que evidencian, junto a las casas de tipo pastas, una clara influencia helenística en la arquitectura doméstica empleados principalmente en aquellos sitios de la casa que pueden ser entendidos como lugares de representación u ostentación de sus propietarios como puede ser el patio interior o la sala de recibimiento (Helas, 2011: 167-170). A nivel urbanístico existen diversas y contradictorias propuestas que intentan dar solución a la difícil cuestión de saber qué tipo de esquemas urbanísticos se aplicaron en asentamientos como Palermo, Lilibeo u Olbia. La escasez de datos arqueológicos al respecto, la ocupación continuada en estos centros hasta la actualidad y la superposición de otros implantes urbanos, especialmente de época romana, dificultan en demasía su identificación. Además, se han de tener en cuenta condicionantes topográficos como la orografía del terreno, depresiones o irregularidades del mismo, el trazado de línea de costa o incluso la existencia de estructuras arquitectónicas anteriores que pudieron hacer variar sensiblemente el proyecto urbanístico original, no por ello menos funcional, pero tal vez se nos presente algo menos regular de lo que cabría esperar (De Vincenzo, 2012: 125129). Aún así, parece lógico esperar que en asentamientos ex novo como Olbia y Lilibeo, cuyos sistemas defensivos muestran una gran regularidad y una perfecta planificación (Montanero y Olmos, e. p.), se implantasen esquemas urbanísticos regulares. –98–

Económicamente, hemos podido comprobar nuevamente como en lugares como Monte Sirai o Mozia se detectan actividades artesanales en el interior de algunas casas reflejando la importancia de éstas en el ámbito de las economías familiares y del propio asentamiento. La presencia de establos en la mayoría de casas de Selinunte también nos informa de la existencia de personas que podrían dedicarse a labores agrícolas y que guardaban en el interior de sus viviendas algunos animales dedicados a estas tareas. En este sentido es importante advertir el gran número de explotaciones agropecuarias que comienzan a proliferar en Cerdeña y Sicilia a partir de finales del siglo V a.C. y especialmente durante el transcurso del siglo IV a.C. (Van Dommelen y Finocchi, 2008; Spanò y Spatafora, 2012) como queda patente en los ejemplos de Truncu ‘e Molas y Pauli Stincus. Incluso se ha podido comprobar cómo en el ámbito rural de la Cerdeña tardopúnica también existen diferencias sociales entre los propietarios de las diversas explotaciones agropecuarias (Roppa y Van Dommelen, 2012: 63-64). Respecto al control de los componentes del grupo familiar y de los visitantes la distribución de la casa nº 54 de Selinunte, de marcado carácter aristocrático, evidencia de nuevo, como en la “Casa del sacello domestico”, una separación entre la esfera pública y la vida privada. En este caso nos encontramos que las personas que provienen del exterior de la casa acceden a la misma mediante una especie de vestíbulo (a) que da acceso al patio con la columnata, un elemento arquitectónico destinado a impresionar al visitante y remarcar simbólicamente el estatus social del propietario, para hacerles pasar directamente a la sala de recibimiento apartándolos del resto de las habitaciones privadas de la casa que quedan separadas por el patio. De esta forma también se limita el contacto, principalmente con las mujeres del grupo familiar, que ocuparían las otras habitaciones entorno al patio y las del piso superior.

6. CONCLUSIONES La arquitectura doméstica fenicio-púnica se nos muestra como una arquitectura sobria y sencilla que emplea para su construcción simples zócalos en mampostería u opus africanum, alzados de adobes y pavimentos por regla general en tierra batida o arcilla. A su vez, revestimientos, enlucidos y estucos jugaron un papel fundamental a la hora de otorgar a estas humildes construcciones un aspecto más refinado y estéticamente más cuidado. Las casas, con cubierta plana, no tendrían más de uno o dos pisos sin que por el momento se haya podido constatar la existencia de edificios de una altura mayor tal y como atestiguan las fuentes clásicas. El acceso a los pisos superiores o las terrazas se pudo realizar –99–

mediante escaleras construidas en piedra, identificadas arqueológicamente, o a través de escalas de madera que no han dejado tales evidencias a causa de su composición. La existencia en el interior de algunas de estas casas de elementos de prestigio como patios con alas porticadas, salas de recibimiento con finos pavimentos en signinum y elaborados estucos, capillas votivas, salas de baño o cisternas de uso privado muestran un estatus social elevado por parte de sus propietarios. En el caso de la “Casa del sacello domestico” y la casa nº 54 de Selinunte queda patente esta diferenciación especialmente a partir de la adopción de un modelo de vivienda típico del mundo griego como es la casa a pastas que solamente se nos muestra en residencias de tipo aristocrático. La distribución de este modelo de casa, además de representar un símbolo de prestigio, tal vez se pueda relacionar con la intención de las familias aristocráticas de garantizar la integridad de las mujeres dentro del ámbito doméstico en vistas a futuros compromisos, probablemente matrimoniales, con otros miembros de la élite social. Como hemos podido observa en algunas casas de Selinunte, principalmente en aquellas relacionadas con la aristocracia, el influjo griego se hace evidente tanto en la planimetría de algunas de sus viviendas como en la decoración interior de ciertas habitaciones, un hecho que contrasta con la presencia mayoritaria de casas de planta típicamente oriental erigidas mediante técnicas constructivas propias del mundo púnico como el opus africanum y el empleo de pavimentos en opus signinum que muestran un claro conservadurismo a nivel cultural y arquitectónico. Un influjo griego que por el momento sólo se nos muestra en algunas viviendas del ámbito siciliano y que no se manifiesta con claridad en la arquitectura doméstica de Cerdeña, aunque tal vez esta situación se deba a la fragmentariedad de los datos arqueológicos presentes en ciudades tan importantes como Sulky o Cagliari. Más complicada resulta la identificación dentro de estas lujosas viviendas de la existencia de personal dependiente. Las grandes dimensiones de éstas pueden indicarnos que nos encontramos ante unidades familiares extensas aunque claramente no se puede descartar la posibilidad de que en el seno de estas importantes familias aristocráticas residieran personas de condición servil, esclavos o libres, al servicio de las mismas. No obstante, este tipo de viviendas suelen representar una minoría en el conjunto de los asentamientos como pone de manifiesto el estudio sobre las casas púnicas de Selinunte, donde normalmente nos encontramos con viviendas que no superan los 100 m² donde habitarían familias nucleares dedicadas al artesanado, el pequeño comercio o las labores agrícolas que son los que conforman al fin y al cabo el grueso de la esturctura social de la sociedad fenicia occidental. –100–

En definitiva, el estudio de la arquitectura doméstica se nos presenta como un importante laboratorio de pruebas en vistas a la futura reconstrucción de la estructura social de cualquier sociedad. En el caso de la sociedad fenicia centromediterránea existen claras evidencias de una estratificación social que se refleja a través de una jerarquización del espacio doméstico dentro de los diversos núcleos de hábitat que a su vez también se ve reproducida a nivel territorial mediante una clara jerarquía de los asentamientos que lo controlan, explotan y articulan.

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Lámina I. 1 estructuras fenicias en el Castillo (Arpa Patrimonio); 2 muros fenicios en el B. de S. Juan (A. Martín); 3 gran muro púnico en el sector 8 del Castillo (J. Ramon)

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Lámina II. 1 el pasadizo de la c. de S. María (J. Ramon); 2 fondo de habitación en el Hospital Civil (J. Ramon); 3 posible letrina en el B. de S. Juan (Á. Martín); 4 cisterna púnica en la c. Alta (J. Roig)

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TREBALLS DEL MUSEU ARQUEOLÒGIC D’EIVISSA I FORMENTERA Nº 1

LUCERNAS ROMANAS DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE IBIZA. Por Jorge H. Fernández y Esperanza Manera. Ibiza, 1979. 22 pp. y IX láms. (Agotado)

Nº 2

CERÁMICAS DE IMITACIÓN ÁTICAS DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE IBIZA. Por Jorge H. Fernández y José O. Granados. Ibiza, 1979. 49 pp. y I lám. (Agotado)

Nº 3 BIBLIOGRAFÍA ARQUEOLÓGICA DE LAS ISLAS PITIUSAS. Por Jorge H. Fernández. Ibiza, 1980. 72 pp. Nº 4

EL HIPOGEO DE CAN PERE CATALÀ DES PORT (SANT VICENT DE SA CALA). Por Jorge H. Fernández. Ibiza, 1980. 34 pp. y VIII láms.

Nº 5

IBIZA Y LA CIRCULACIÓN DE ÁNFORAS FENICIAS Y PÚNICAS EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL. Por Juan Ramón. Ibiza, 1981. 49 pp., 6 figs. y III láms. (Agotado)

Nº 6

UN HIPOGEO INTACTO EN LA NECRÓPOLIS DEL PUIG DES MOLINS. EIVISSA. Por Jorge H. Fernández. Ibiza, 1981. 34 pp., X láms. y un plano de la necrópolis. (Agotado)

Nº 7

ESCARABEOS DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE IBIZA. Por Jorge H. Fernández y Josep Padró. Madrid, 1982. 249 pp. con figs. y láms.

Nº 8

EL SANTUARIO DE ES CUIERAM. Por Mª. Eugenia Aubet Semmler. Ibiza, 1982. 55 pp. y XXX láms. (Agotado)

Nº 9

URNA DE OREJETAS CON INCINERACIÓN INFANTIL DEL PUIG DES MOLINS. Por Carlos Gómez Bellard. Ibiza, 1983. 26 pp. y I lám.

Nº 10 GUÍA DEL PUIG DES MOLINS. Por Jorge H. Fernández. Madrid, 1983. 242 pp. (Agotado) Nº 11 LA COLONIZACIÓN PÚNICO-EBUSITANA DE MALLORCA. ESTADO DE LA CUESTIÓN. Por Víctor M. Guerrero Ayuso. Ibiza, 1984. 39 pp., 24 figs. y VIII láms. Nº 12 SOBRE ARQUEOLOGÍA EBUSITANA. Por José Mª. Mañá de Angulo. Ibiza, 1984. 174 pp. (Agotado) Nº 13 ESCULTURA ROMANA DE IBIZA. Por Alberto Balil. Ibiza, 1985. 19 pp. y VIII láms. Nº 14 NOTAS PARA UN ESTUDIO DE LA IBIZA MUSULMANA. Por Guillermo Rosselló Bordoy. Ibiza, 1985. 69 pp. (Agotado) –223–

Nº 15 BIBLIOGRAFÍA ARQUEOLÓGICA DE LAS ISLAS PITIUSAS (II). Por Jorge H. Fernández. Ibiza, 1986. 42 pp. (Agotado) Nº 16 AMULETOS DE TIPO EGIPCIO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE IBIZA. Por Jordi H. Fernández y Josep Padró. Ibiza, 1986. 109 pp., 7 figs. y XVII láms. (Agotado) Nº 17 LAS PINTURAS RUPESTRES DE SA COVA DES VI SES FONTANELLES. SANT ANTONI DE PORTMAY. (IBIZA). Por Antonio Beltrán, Benjamí Costa y Jordi H. Fernández. Ibiza, 1987. 26 pp., 12 figs. y IX láms. (Agotado) Nº 18 EL SANTUARIO DE LA ILLA PLANA (IBIZA): UNA PROPUESTA DE ANÁLISIS. Por Esther Hachuel y Vicente Marí. Ibiza, 1988. 92 pp., 12 figs. y XXII láms. Nº 19 EL SEPULCRO MEGALÍTICO DE CA NA COSTA (FORMENTERA). Parte I. Por Jordi H. Fernández, Luis Plantalamor y Celia Topp. Parte II. Por Francisco Gómez y José M. Reverte. Ibiza, 1988. 76 pp., 18 figs. y X láms. (Agotado) Nº 20 EPIGRAFÍA ROMANA DE EBUSUS. Por Jaime Juan Castelló. Ibiza, 1988. 118 pp., 2 figs. y XVII láms. Nº 21 EL VIDRIO ROMANO EN EL MUSEO DEL PUIG DES MOLINS. Por Cristina Miguélez Ramos. Ibiza, 1989. 78 pp., 41 figs. y VIII láms. Nº 22 EL VERTEDERO DE LA AVDA. ESPAÑA Nº 3 Y EL SIGLO III D.C. EN EBUSUS. Por Ricardo González Villaescusa. Ibiza, 1990. 112 pp., 38 figs. y III láms. (Agotado) Nº 23 LAS ÁNFORAS PÚNICAS DE IBIZA. Por J. Ramon. Ibiza, 1991. 199 pp., 56 figs. y XXXI láms. (Agotado) Nº 24 I-IV JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA. (IBIZA, 1986-89). Por AA.VV. Ibiza, 1991. 259 pp. con figs. y láms. Nº 25 LA CAÍDA DE TIRO Y EL AUGE DE CARTAGO. V JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA. (IBIZA, 1990).Por AA.VV. Ibiza, 1991. 86 pp. con figs. y láms. Nº 26 MARCAS DE TERRA SIGILLATA DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE IBIZA. Por Jordi H. Fernández, José O. Granados y Ricardo González Villaescusa. Ibiza, 1992. 95 pp., XXII láms. y figs. (Agotado) Nº 27 PRODUCCIONES ARTESANALES FENICIO-PÚNICAS. VI JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA. (IBIZA, 1991). Por AA.VV. Ibiza, 1992. 87 pp. con figs. y láms. (Agotado)

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Nº 28- 29 EXCAVACIONES EN LA NECRÓPOLIS DEL PUIG DES MOLINS (EIVISSA). LAS CAMPAÑAS DE D. CARLOS ROMÁN FERRER: 1921-1929. Por Jordi H. Fernández. Ibiza, 1992. 3 Tomos Nº 30 BIBLIOGRAFÍA ARQUEOLÓGICA DE LAS ISLAS PITIUSAS (III). Por Benjamí Costa y Jordi H. Fernández. Ibiza, 1993. 114 pp. (Agotado) Nº 31 NUMISMÁTICA HISPANO-PÚNICA. ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN. VII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (IBIZA, 1992). Por AA.VV. Ibiza, 1993. 168 pp. con figs. y láms. Nº 32 EL POZO PÚNICO DEL «HORT D’EN XIM» (EIVISSA). Por J. Ramon. Ibiza, 1994. 83 pp. con figs. láms. (Agotado) Nº 33 CARTAGO, GADIR, EBUSUS Y LA INFLUENCIA PÚNICA EN LOS TERRITORIOS HISPANOS. VIII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (IBIZA, 1993). Por AA.VV. Ibiza, 1994. 163 pp. con figs. y láms. (Agotado) Nº 34 MONEDA I MONEDES ÀRABS A L’ILLA D’EIVISSA. Por Fèlix Retamero. Ibiza, 1995. 70 pp. con figs. y láms. (Agotado) Nº 35 LA PROBLEMÁTICA DEL INFANTICIDIO EN LAS SOCIEDADES FENICIO-PÚNICAS. IX JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIOPÚNICA. (EIVISSA, 1994). Por AA.VV. Ibiza, 1995. 90 pp. con figs. y láms. (Agotado) Nº 36 LAS CUENTAS DE VIDRIO PRERROMANAS DEL MUSEO ARQUEOLOGICO DE IBIZA Y FORMENTERA. Por Encarnación Ruano Ruiz. Ibiza, 1996. 101 pp. con figs. y láms. a color. Nº 37 VIDRIOS DEL PUIG DES MOLINS (EIVISSA). LA COLECCIÓN DE D. JOSÉ COSTA “PICAROL”. Por AA.VV. Ibiza, 1997. 130 pp. con figs. y láms. a color. Nº 38 PROSPECCIONES GEO-ARQUEOLÓGICAS EN LAS COSTAS DE IBIZA. Por Horst D. Schulz y Gerta Maass-Lindemann. Ibiza, 1997. 62 pp., con figs. y láms. Nº 39 FE-13. UN TALLER ALFARERO DE ÉPOCA PÚNICA EN SES FIGUERETES (EIVISSA). Por Joan Ramon Torres. Ibiza, 1997. 206 pp. con figs. y láms. Nº 40 EIVISSA FENICIO-PÚNICA. X JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 1995). Por AA.VV. (En prensa) Nº 41 RUTAS, NAVÍOS Y PUERTOS FENICIO- PÚNICOS. XI JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 1996) Por AA.VV. Ibiza, 138 pp. con figs. y láms.1998. (Agotado) –225–

Nº 42 MISCELÁNEAS DE ARQUEOLOGÍA EBUSITANA. Por Benjamí Costa y Jordi H. Fernández (Eds.). Ibiza, 1998. 216 pp. con figs. y láms. Nº 43 DE ORIENTE A OCCIDENTE: LOS DIOSES FENICIOS EN LAS COLONIAS OCCIDENTALES. XII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 1997). Por AA.VV. Ibiza, 1999. 135 pp. con figs. y láms. Nº 44 LA SEGUNDA GUERRA PÚNICA EN IBERIA. XIII JORNADAS DE ARQUEOLOGIA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 1998). Por AA.VV. Ibiza, 2000. 127 pp. con figs. y láms. Nº 45 NECRÓPOLIS RURALES PÚNICAS EN IBIZA. Por Miquel Tarradell (†) y Matilde Font (†), con la colaboración de Mercedes Roca, Jorge H. Fernández, Núria Tarradell-Font y Catalina Enseñat. Ibiza, 2000. 258 pp. con figs y láms. Nº 46 SANTUARIOS FENICIO-PÚNICOS EN IBERIA Y SU INFLUENCIA EN LOS CULTOS INDÍGENAS. XIV JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA,1999). Por AA.VV. Ibiza, 2000. 200 pp. con figs y láms. Nº 47 DE LA MAR Y DE LA TIERRA. PRODUCCIONES Y PRODUCTOS FENICIO-PÚNICOS. XV JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIOPÚNICA (EIVISSA 2000). Por AA.VV. Ibiza 2001. 160 pp. con figs. y láms. Nº 48 LA FORMA EB. 64/65 DE LA CERÁMICA PÚNICO EBUSITANA. Por Ana Mezquida Orti. Ibiza 2001. 250 pp. con figs. y láms. Nº 49 LA CERÀMICA DE YABISA. CATÀLEG I ESTUDI DEL FONS DEL MUSEU ARQUEOLÒGIC D’EIVISSA I FORMENTERA. Por Helena Kirchner. Ibiza, 2002. 484 pp. con figs. y láms. Nº 50 LA COLONIZACIÓN FENICIA EN OCCIDENTE. ESTADO DE LA INVESTIGACIÓN EN LOS INICIOS DEL SIGLO XXI. XVI JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2001). Por AA.VV. Ibiza 2002. 148 pp. con figs. y láms. Nº 51 CONTACTOS EN EL EXTREMO DE LA OIKOUMÉNE. LOS GRIEGOS EN OCCIDENTE Y SUS RELACIONES CON LOS FENICIOS. XVII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2002). Por AA.VV. Ibiza 2003. 148 pp. con figs. y láms. Nº 52 MISCELÁNEAS DE ARQUEOLOGÍA EBUSITANA (II). EL PUIG DES MOLINS (EIVISSA): UN SIGLO DE INVESTIGACIONES. Por Benjamí Costa y Jordi H. Fernández (Eds.). Ibiza, 2003. 332 pp. con figs. y láms. –226–

Nº 53 CAN CORDA. UN ASENTAMIENTO RURAL PÚNICO-ROMA NO EN EL SUROESTE DE IBIZA. Por Rosa Mª Puig Moragón, Enrique Díes Cusí y Carlos Gómez Bellard, Ibiza, 2004. 175 pp. con dibujos y fotografías en blanco y negro y una lámina en color. Nº 54 COLONIALISMO E INTERACCIÓN CULTURAL: EL IMPACTO FENICIO PÚNICO EN LAS SOCIEDADES AUTÓCTONAS DE OCCIDENTE. XVIII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2003). Por AA.VV. Ibiza 2004. 208 pp. con figs. y láms. Nº 55 UNA APROXIMACIÓN A LA CIRCULACIÓN MONETARIA DE EBUSUS EN ÉPOCA ROMANA. Por Santiago Padrino Fernández. Ibiza 2005. 188 pp. con láms. Nº 56 GUERRA Y EJÉRCITO EN EL MUNDO FENICIO-PUNICO.XIX JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2004). Por AA.VV. Ibiza 2005. 194 pp. con figs. y láms. Nº 57 LAS NAVAJAS DE AFEITAR PÚNICAS DE IBIZA. Por Beatriz Miguel Azcárraga. Ibiza, 2006. 311 pp. con láms. Nº 58 ECONOMÍA Y FINANZAS EN EL MUNDO FENICIO-PÚNICO DE OCCIDENTE. XX JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2005). Por AA.VV. Ibiza 2006. 130 pp. con figs. y láms. Nº 59 MAGIA Y SUPERSTICIÓN EN EL MUNDO FENICIO-PÚNICO XXI JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2006). Por AA.VV. Ibiza 2007. 200 pp. con figs. y láms. Nº 60 EL DIOS BES: DE EGIPTO A IBIZA. Por Francisca Velázquez Brieva. Ibiza, 2007. 258 pp. con figs y láms. Nº 61 ARQUITECTURA DEFENSIVA FENICIO-PÚNICA XXII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2007). Por AA.VV. València, 2008. 190 pp. con figs. y láms. Nº 62 AMULETOS PÚNICOS DE HUESO HALLADOS EN IBIZA. Por AA.VV. València, 2009. 296 pp. con figs. y láms. Nº 63 EL DEPÓSITO RURAL PÚNICO DE CAN VICENT D’EN JAUME (SANTA EULÀLIA DES RIU, IBIZA). Por José Pérez Ballester y Carlos Gómez Bellard. València, 2009. 176 pp. con figs. Nº 64 INSTITUCIONES DEMOS Y EJERCITO EN CARTAGO. XXIII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2008). Por AA.VV. València, 2009. 180 pp.

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Nº 65 ASPECTOS SUNTUARIOS DEL MUNDO FENICIO-PÚNICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA. XXIV JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2009). Por AA.VV. València, 2010. 136 pp. con figs. Nº 66 YÕSERIM: LA PRODUCCIÓN ALFARERA FENICIO-PÚNICA EN OCCIDENTE. XXV JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2010). Por AA.VV. València, 2011. 264 pp. con figs. y láms. Nº 67 SAL, PESCA Y SALAZONES FENICIOS EN OCCIDENTE. XXVI JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2011). Por AA.VV. València, 2012. 216 pp. con figs. Nº 68 LA MONEDA Y SU PAPEL EN LAS SOCIEDADES FENICIO-PÚNICAS. XXVII JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA FENICIO-PÚNICA (EIVISSA, 2012). Por AA.VV. València 2013. 224 pp. con figs. y láms. Nº 69 AMULETOS DE ICONOGRAFÍA EGIPCIA PROCEDENTES DE IBIZA. Por AA.VV. València, 2014. 728 pp. con figs y láms.

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