Arte-Estética / Estética-Política. Una perspectiva ranceriana.

June 15, 2017 | Autor: Sandra Monterroso | Categoria: Art, Contemporary Art, Visual Culture, Political Art, Visual Arts
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Arte-Estética / Estética-Política. Una perspectiva ranceriana. Sandra Monterroso. 2015. Artes Visuales Candidata PHD in practice en la Academia de Arte de Vienna, departamento de estudios culturales. [email protected]

Las artistas visuales a menudo nos encontramos con la disyuntiva de que a pesar que podemos, no debemos hablar o escribir sobre arte, ya que es una tarea delegada al crítico o al curador. Y es cierto que no todos los artistas les interesa, pueden, tienen la capacidad o conocimiento teórico para hablar de la obra de arte o del arte como un fenómeno filosófico o político. Me motivaron a escribir sobre esto dos textos de la sección El Acordeón, del diario ElPeriódico de Guatemala. El primero es una entrevista realizada al artista Darío Escobar el domingo 05 de Julio de 2015 y el segundo, en respuesta a esta entrevista, el otro fue realizado por la curadora Rosina Cazali el domingo 19 del mismo mes… Las artistas que trabajamos “arte político” conocemos muy bien el contexto del cual estamos hablando. Algunas estamos informadas, leemos, otras a demás nos especializamos, estudiamos y, de alguna u otra forma, somos participantes activas y comprometidas en la vida social y política. Esto nos permite tener una perspectiva muy cercana a la relación entre arte y política. Esta relación es compleja. Por ejemplo, hay arte que es modesto, en relación a su capacidad de transformar el mundo, y también hay arte que re-dispone la distribución de los objetos y las imágenes. A diferencia del trabajo realizado en años anteriores, las obras recientes de Darío Escobar quizá han sido modestas en el sentido político, pero no en su manera de redistribuir los objetos. Vamos a situarnos lejos de los preceptos elitistas y clasificatorios del arte tales como: pintura, escultura, dibujo, danza, teatro, música, etc. Para acercarnos a una definición ranceriana la cual como bien dice Di Filippo (2013) “coloca al arte como un visibilizador, dispositivo de exhibición de diversas y múltiples prácticas de creación, de invención sobre las que a priori no se establecen parámetros restrictivos” (p. 269). Dicho dispositivo visibilizador es lo que posibilita a su vez la experiencia estética, que sobre pasa ya la definición de lo bello; o las dicotomías bellas artes /artes populares; como preceptos cuasi únicos para comprender el arte. Es mas menciona Di Filippo (2015) , “el arte es un objeto de conocimiento necesario para la praxis política ya que es un medio o

canal cognitivo para aprehender la trama socio-política que goza de características específicas de cada caso”(p.283)

Esto en cuanto a las posibilidades que ofrece el arte al espectador a invitarle a acercarse al conocimiento de lo político que en términos rancerianos se constituye también como estético. Es importante hacer énfasis en esta particularidad y diversidad de modos cognitivos que, como puentes, facilitan la comunicación del arte con el mundo. El arte da la posibilidad de sentido. Rancière en Di Filippo (2013) también expresa que La actividad política es la que desplaza a un cuerpo del lugar que le estaba asignado o cambia el destino de un lugar; hace ver lo que no tenía razón para ser visto, hace escuchar un discurso allí donde sólo el ruido tenía lugar, hace escuchar como discurso lo que no era escuchado mas que como ruido. (pag. 269) El encuentro del arte con la política tiene su sentido común en lo estético, que es siguiendo con esta misma línea, intrínseco a lo político y también intrínseco a lo artístico. Es la posibilidad cognitiva del arte para canalizar la experiencia estética y entrar en comunión en un espacio público, en donde se encuentra con la actividad política como algo que está desplazándose constantemente, cambiando de lugar, cambiando de destino, en un escenario común, en donde “la estética del arte” se fusiona con la “estética de la política”, desplazándose a un territorio-cuerpo de lo sensible, allí en este espacio de conflicto: arte-político, estética-política es en donde hay también dos maneras distintas de ser indisolubles sobre sí mismos. Es decir que la práctica artística puede entrar en comunión con la actividad política. Entonces podríamos decir que la estética en el arte así como la política en la estética son dos causes que desembocan en un mismo río. Como artistas estamos invitados a operar políticamente desde el arte. A mi, por otro lado, me interesa el “giro ético” que propone Rancière en sus estudios sobre estética, ya que lo comprendo como un grito ético necesario en la contemporaneidad. La relación intrínseca entre estética y política planteada por Rancière no es igual a la politización del arte de la que habla Benjamin. Para Benjamin, la politización del arte ocurre principalmente en el diseño arquitectónico y propagandístico que se da en sociedades totalitarias. Es decir, Benjamin ve la politización del arte como una pancarta política. Por lo que actualmente no hay tal estetización de la política. Es mas, en otro orden de la estética Rancière nos recuerda que estuvo ahí en su principio. Es necesario además aclarar entonces que para Rancière en Di Filippo (2013) la estética es un tipo de pensamiento que se refiere a un sensorium; “la estética no es el

pensamiento de la sensibilidad, ella es el pensamiento del sensorium paradójico, que permite sin embargo definir las cosas del arte”. (pag. 269). La estética es la habilidad de recibir e interpretar los estímulos es ese pensamiento paradójico. Con lo cual Rancière nos permite entrar en un horizonte de sentido como centro, todo lo que se dirige a lo sensorial: lo sensible a través de lo sensorial. Pensamos con los sentidos, de ahí la posibilidad del arte de ofrecer modos congnitivos particulares específicos y diversos que tienden puentes entre lo sensible y la cotidianidad, encontrando su mayor expresión en la realidad social y la política. Por otra parte Rancière (2006) propone el disenso como “una nueva visibilidad a las prácticas del arte como prácticas políticas; es decir, como prácticas de distribución de espacios y tiempos, de formas de visibilidad de lo común, formas de conexiones entre cosas, imágenes y significados”. De hecho establece cuatro formas de disenso en la obra de arte: la broma (juego y radicalización en tensión), la colección (de huellas y testimonios de una humanidad compartida), la invitación (al espectador a ser partícipe de la obra o a relacionarse) y el misterio (reunión de elementos heterogéneos, retórica y simbolismo). A diferencia del consenso en donde lo presentado difícilmente se puede refutar, el disenso en el arte ofrece formas de visibilidad de lo común, conexiones entre cosas y significados además de la no predisposición del espaciotiempo. El arte es pues una experiencia estética que difícilmente puede ser alejada de la política. Por lo que generalizar de una manera poco rigurosa, sosteniendo que el arte que tiene que ver con eventos históricos específicos políticos es una manera de dar lastima o una pancarta resulta ser una apreciación articulada a una estética anclada en el del S.VIII, en la cual se petrifica la distinción entre lo racional y lo sensible. Mas aún esa postura es también una postura política, ya que al crear esas distancias entre arte y política se anuda la relación en sí misma de las distancias históricas por el tiempo y espacio en que se han establecido. El arte es necesario para la sociedad. Es necesario ir de un desplazamiento pasivo a un encuentro activo con lo heterogéneo, lo que nos puede llevar a el reconocimiento de las diferentes sensibilidades. La relación arte y política también, hay que comprenderla como algo que no sucede como una consecuencia, es en sí su realidad. Cuando los artistas Luis Días y Margarita Azurdia dejaron de hacer arte abstracto, -que también se podría decir que era político-, no fue una consecuencia que los llevó a ilustrar el conflicto armado interno, fue parte de la realidad que ellos vivían en ese momento. Era algo inevitable en tanto ellos eran testigos de su época. Cuando los artistas de posguerra para el festival de arte urbano tomamos el espacio público y salimos a las calles a hacer performance político no lo hicimos por realizar una pancarta política, lo hicimos para ser consecuentes con nuestra realidad histórica. En la actualidad seguimos sumergidos como sociedad en un estado colonial, racista, corrupto, injusto, homogenizador, herido.

¿Cómo no seguir siendo testigos de nuestra época? El artista que no es testigo desde su obra de arte entonces es solamente un espectador aislado de la realidad sociopolítica. Tampoco digo que todo artista deba serlo, pero estaría bien recordar que ser nada más que un espectador es también una posición política. Hay artistas que insisten en ser apolíticos en el arte, olvidando que lo político es constitutivo de lo estético. Por eso no le encuentro sentido a la dicotomía moderna político/ apolítico, mas allá de dicotomía que no es mas que un análisis moderno-posmoderno, Rancière nos ofrece otra opción mas abierta para comprender la estética y su relación con la política. Negar lo político en el arte también puede correr el riesgo de negar la historia misma. Rancière (1994) habla de los “revisionistas” refiriéndose no solo a aquellos que buscan negar que el Holocausto que sucedió en Europa, sino también de aquellos que al negar la historia lo hacen para mantener un “status quo” (Pag. xix). La demanda ranceriana es a una politización del arte en contraposición a la mera estetización del arte político. El arte nos invita a acercarnos a nuevas formas de vida común, pero también a situaciones de tensión en donde él se ve inmerso en la vida misma. El arte más allá de cumplir con un papel pedagógico, molesta e incomoda. Advierte sobre los sistemas violentos en los que vive la sociedad actual. En otras palabras en lo político según Ranciarè en Di Filoppo (2013) está impregnado lo sensorial así que si de la misma manera las sensaciones—constitutivas de lo político—en el ámbito estético son parte de la obra de arte, ¿Cómo entonces podríamos desvincular el arte de lo social y político en la vida diaria? Como artistas para crear nuestras obras de arte partimos de estas condiciones históricas, esto es lo que nos impulsa a crear un arte crítico que contribuya también en un nivel espiritual, metafísico y filosófico colocando la duda entre lo que es y lo que podría ser; entre la frontera, el desencanto, la fisura, la imperfección; enriqueciendo así el tejido social. Como artistas hacemos arte crítico para abandonar una posición política en la que observamos pasivamente nuestra época a ser artistas activos de la misma. El arte político no es para cambiar el estado actual de las sociedades, es para transformar estas nociones de sentido, los espectadores masivos no lo perciben, pero esta ahí en un proceso. Nosotras nos atrevemos a cuestionar, somos libres de cuestionarlo todo. Como diría el critico y curador Rodrigo Alonso (2009) El arte no es político en primer lugar por los mensajes y los sentimientos que transmite sobre el oren del mundo. No es político tampoco por la forma en que representa las estructuras de la sociedad, los conflictos o las identidades de los grupos sociales. Es político por la distancia misma que guarda con relación a estas funciones, por el tipo de tiempo y de espacio que establece, por la manera en que divide ese tiempo y puebla ese espacio. (Pags. 4,5 )

Es una paradoja pero es, el arte es libre, es autónomo pero también es político. Enmarcar un que hacer del arte solo en el arte por el arte, sería una manera muy hedonista de hacer arte además de ahí si, consecuente solamente al contexto de las leyes del mercado y los poderes económicoculturales que determinan el destino del arte. Cómo artistas podríamos tener claro el saber ¿Qué hacer con lo que hemos hecho? (obra de arte). El papel de la ética relacionada a la obra de arte nos permite discernir que la obra de arte no sea una mera falsedad, ilusión, ilustración, imitación, representación, irrepresentación o imagen mediática.

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