Black Metal Theory: ¿canibalismo crítico o erotismo exegético?

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Black Metal Theory: ¿canibalismo crítico o erotismo exegético? Introducción. Este trabajo tiene como objeto hacer una aproximación modesta –limitada en su fragmentariedad, en la selectividad arbitraria de su corpus–, de lo que se auto-bautiza en 2009 con el nombre de Black Metal Theory (BMT). Luego de merodear los propios conceptos (las propias operaciones) de black metal y de BMT, este estudio se concentrará en lo que considera dos modos específicos de hacer Black Metal Theory, atendiendo a que: a) la definición de BMT, si bien admite ciertos criterios de circunscripción propios, no precede con exactitud sus modalidades específicas de materialización y b) estos dos modos de hacer resultan, a los ojos de este análisis, representativos de dos maneras o de dos paradigmas distinguibles en el marco de cuyo seno puede la BMT aprehenderse y desarrollarse. El análisis entonces comprometerá: por un lado, el estudio de lo que llamará “la polémica Noys vs. Williams” y, por el otro, un acercamiento por los márgenes (de los márgenes) a la escritura de Nicola Masciandaro. En este marco, los textos de Nicola se incorporarán menos en cuanto que éste es a menudo evocado en tanto fundador de la BMT, que por presentar un modo singular y singularmente distinto de hacer Black Metal Theory que el desplegado por Williams y/o Noys. Pero, ¿qué es el black metal?. O bien, ¿es preciso comprender qué es el black metal para comprender qué es la Black Metal Theory?. O todavía: ¿es posible ya comprender el black metal con prescindencia de la BMT?1. En lo que respecta a la primera pregunta, pueden ensayarse, por lo menos, una definición restringida “de manual” –que sería inaceptable desde el punto de vista de la BMT u obsoleta en cuanto que aceptable sólo en la instancia cronológica previa a su aparición– y una definición amplia: de acuerdo con la primera, el black metal es una práctica o un género de “heavy metal extremo” caracterizado desde el punto de vista sonoro por ...high pitched screechy vocals mixed with low death growls, really fast riffs and tempos, blast beats, tremolo picking, long and strange song structures with long instrumental sections, and single notes played quickly and repeatedly, making the note sound long and drawn out2.

En lo que compromete un consenso lo bastante generalizado, aún en el marco de esta 1 De cara a estudios ulteriores, puede aventurarse que la solidez de la interpretación de la BMT en tanto que tal depende, de modo singular, de que las preguntas que se hagan en torno a la práctica sean pertinentes o, incluso, de que se pueda habitar silenciosamente el espacio de una experiencia que se abre a al tiempo que es abierta por una pregunta fundamental. 2 Esta caracterización extraída de Metal Descent (ver http://metaldescent.com/black-metal/) es sin duda grosera y pasa por alto la especificidad y la sutileza de la evolución del género tal como se reconvierte, se bifurca y se sofistica en sus tres eras; así como el modo en que se singularizan sus manifestaciones en cada re-iteración. Para un estudio pormenorizado de la historia del género como tal, ver Lords of Chaos: The Bloody Rise of the Satanic Metal Underground (1998); Murder Music: A History of Black Metal (2007); Extreme Metal: Music and Culture on the Edge (2007); “and so on and so on”.

definición escueta y de franco trazo grueso, es posible periodizar la evolución y la diversificación del género en dos “olas” o, para ser solidarios con un léxico épico-metálico, dos “eras”: 1) una first wave que, nacida en los años 80s e integrada por bandas como Venom, Bathroy, Hellhammer/Celtic Frost y Mercyful Fate, contribuyó a la fundación y delimitación del género como tal y 2) una second wave que, entre fines de los años 80s y mediados de los 90s, consolidó la práctica extremándola con la emergencia de bandas como Burzum, Darkthrone, Beherit, Graveland, Mayhem, Immortal y Emperor. En cuanto a la delimitación de una tercera era, cuya necesidad de postulación es correlativa a una diversificación estética coextensiva a su vez a una proliferación geográfica del género –de Europa continental a Estados Unidos, América Latina y, marginal pero incontestablemente, Asia–; la elaboración de una definición consensuada es todavía problemática 3. No obstante, en virtud de que las bandas “objeto” de la polémica Noys/Williams –a saber, Peste Noir y Wolves in the Throne Room– emergen con posterioridad de la primera y la segunda ola, y en la medida en que los teóricos continúan colocándolas bajo el paraguas del black metal –cuyo espacio es cualitativamente más complejo por la expansión diversificada del género–; dichas bandas serán consideradas representantes (si bien no necesariamente “representativas” en tanto que paradigmáticas) de esta third wave. Por último, si –como postula Nicola en su conversación con Dominik Irtenkauf–, hay una coherencia intrínseca al black metal, “un principio de acuerdo con el cual podemos correctamente insistir y argumentar que hay cosas que son y cosas que no son black metal” (Masciandro, 2012b) 4, ese principio no se verifica exclusivamente en la dimensión sonora sino que supone siempre una cohabitación (y una cohabitación compleja) entre la dimensión sónica y lírica, musical a la vez que léxico-temática. En este sentido, el black metal retorna con particular insistencia, a veces desde perspectivas políticamente irreconciliables a: 1) la elevación de la figura de Satán (Shakespeare, Scott, 2015) en el marco de una lógica satánica (Masciandaro, 2011b) y 2) la postulación de una historiografía mística o una mitología histórica vía la animación de un pasado irrealizado que nunca existió de todos modos (Hartnoll, 2015) y que –fundado en la herencia (artificial) que articula en nostalgia idílica “tierra ancestral y sangre fría” (Williams, 2010)–; se opone al paisaje disfórico, abstractivo y alientante del “eterno presente del capitalismo liberal” (ídem). En la forma variable de su negatividad constitutiva, el black metal contrarresta este borroso paisaje del presente con los tópicos de “la tundra ártica, la noche del invierno nórdico, los bosques vírgenes, los páramos y las 3 Cabe recalcar aquí que la delimitación y la especificidad entre la first y la second wave es también problemática; sólo para ilustrar un modo en que esa problemática se actualiza: si buena parte de los estudios historiográficos o enciclopédicos acerca del black metal ubican su fundación en el disco Black metal (1982), Williams elige –y esa elección es expresamente estratégica– como punto de partida fundacional el disco de Pure Fucking Armageddon (1986) que es a su vez ejemplar en la medida en que establece un distanciamiento específico para con Black Sabbath (1970). Contra la idea de que el black metal se funda en la medida de su distanciamiento con Black Sabbath, Masciandro encuentra en la escucha de Black Sabbath una apertura a la pregunta fundamental que el black metal no hace sino reabrir en cada iteración que constituye su originalidad (“for in black metal repetition IS the original”). 4 “There is a principle according to which we rightly insist and argue that things are and are not black metal”.

piedras” (Butler, 2010)5. ¿En qué sentido entonces es posible decir que la caracterización anterior del black metal es restringida e inaceptable desde el punto de vista de la BMT?. En el sentido de que la propia definición con que la BMT se funda presupone una contaminación recíproca e irreversible entre BMT y black metal: de acuerdo con su formulación primigenia, BMT es un “movimiento amorfo metalectual [sí, metal + intelectual: touché] iniciado en 2009 con el simposio Hideous Gnosis; [una práctica] que busca destruir creativamente los límites entre metal y teoría para hacer algo nuevo en el espacio de su negatividad compartida” (Connole, Masciandaro, 2015) 6. Esto significa, dicho en los términos de la BMT, un theoretical blackening of metal al tiempo que un metallic blackening of theory: un ennegrecimiento mutuo en el seno de una intoxico-lógica que es permeada al tiempo que se confiere el espacio (la atribución) de permear la práctica del black metal misma. En este marco, la fundación de la BMT implica un gesto doble: por un lado, el movimiento aparece signado por la modestia constitutiva de su ser-permeable o de su haber-sido-permeado por el black metal; por otro lado, la BMT es posible en cuanto que se confiere a si misma el poder de intervenir en el black metal como tal. Dicho en otras palabras, en la medida en que la BMT se presenta en tanto que un pensamiento “con”/“en” y no “sobre”/“acerca de” el black metal (“meta” en 'metalectual' stands for 'metal' y not for 'metadiscourse'), irrumpe en el black metal a través de un portal transdisciplinario que el black metal puede atravesar a su vez; pero, en el mismo movimiento de apertura, la BMT pone retroactiva y actualmente en peligro la “coherencia” que preservara la identidad del black metal tradicional. Ahora bien, si la intromisión de la BMT en el black metal no puede dejar invicta la concepción tradicional o restringida del black metal mismo, ¿cómo garantizar que es posible seguir hablando de black metal luego de la intromisión en el black metal de la BMT?; ¿qué asegura la estabilidad de la “coherencia” del black metal en cuanto que identidad (notoriamente fantasmática) y qué garantiza la separación –aunque porosa– entre black metal y BMT?. Masciandaro ofrece dos respuestas complementarias a esta pregunta: una esencialista sin punch –según la cual la BMT territorializa la potencialidad de una coherencia no-sistematizable, de una sustancia sin ley [el black metal] que permanece ella misma en cuanto que su coherencia reside en la preservación de su sustancia– y una esencialista abierta a una interpretación no idealista de la “esencia”; a saber: que el black metal no es un objeto universalmente fijado, sino un aquello que es virtualmente móvil e inalcanzable, “como un mineral inminable que re-locaciona extrañamente su 5 “The lexicon of black metal is comprised, to an extent unmet by other forms of music, of references to the enduring, the abiding, and the transcendent: the arctic tundra, the unyielding night of the northern winter, virgin woods and wastelands, stone, mountains, the moon, and the stars”. 6 “BMT seeks to creatively destroy the boundary between metal and theory, to make something new in the space of their shared negativity”.

inaccesibilidad de acuerdo con el equipamiento de la superficie” (Masciandaro, 2011) 7. ¿Pero cómo saber qué es lo propio de ese mineral inminable –en cuanto que estamos más dispuestos a aceptar que “el mineral inminable” no es lo propio del black metal sino, en todo caso o como mucho, lo propiamente irreductible y elusivo de cualquier objeto como tal?. Parece que aquí es necesario volver al principio: es por principio que, para Nicola, es posible decidir entre lo que es y lo que no es black metal. Mientras que, como se verá a continuación, Williams y Noys fundamentan la coherencia problemática del black metal en los denominadores musicales y temáticos comunes a sus expresiones efectivas; Masciandaro funda la blackmetalness en un principio que en tanto tal no requiere fundamentación a su vez y que sin embargo se verifica en la experiencia mística de una apertura (o en la apertura de la experiencia de/a una pregunta fundamental). Como se perfilará germinalmente, esta diferencia es sustancial para concebir dos paradigmas, dos modos de hacer, Black Metal Theory. Noys vs. Williams: disputa por la dimensión política del black metal. Lo que aquí se denomina “polémica Noys vs. Williams” compromete un debate teórico entre Benjamin Noys y Evan Calder Williams; debate que, iniciado en el marco del simposio inaugural Hideous Gnosis, culmina con la publicación de dos artículos: “The Headless Horsemen of the Apocalypse” (Williams, 2010) y “'Remain True To The Earth!': Remarks On The Politics Of Black Metal” (Noys, 2010). Tal como adelanta de manera sucinta el título de este apartado, aquello que concierne a la controversia entre ambos es la dimensión política –o la consistencia de la imbricación político-esética– del black metal. En contra del criterio editorial de Hideous Gnosis (2010), este trabajo considera que la polémica aparece con mayor claridad –aunque claridad no sea quizás el atributo apropiado a esta polémica específica (touché')–, si se analiza en primer lugar el artículo de Williams. El estudio comienza con la ubicación del gesto fundacional del black metal en el tardío primer demo de Mayhem, Pure Fucking Armageddon (1986); en tanto el nombre mismo se le aparece a Williams como la fantasía que constituye al black metal o a través de la cual el black metal se constituye. Con mayor precisión aun, el black metal se configura en la medida y en los modos específicos en que continúa reproduciendo una distancia para con tal fantasía constitutiva: en una palabra, el pure fucking Armagedón (pfA) es lo que el black metal promete que será –el sitio de contestación al que se promete llegar– al tiempo que desmantela toda posibilidad de cumplir satisfactoriamente esa promesa. En virtud de este desmantelamiento sistemático, en la medida de su distancia con el pfA, el black metal es en cambio impure fucking apocalypse (ifa). En este marco, 7 “[Black metal is] something universally fixed, but a virtually mobile unreachable thing, like an unmineable mineral that weirdly relocates its inaccessibility according to the equipment on the surface”.

escribe Williams, si el black metal es por encima de todo guerra, esa guerra es peleada bajo el signo de una deseada batalla final por venir: la afanosa marcha desde el impuro apocalipsis del presente hacia el puro Armagedón del fin. Pero, ¿qué es lo que separa el Armagedón del apocalipsis?. Según Williams, la diferencia entre ambos comprende que: si el primero es aprehensible en tanto locación purificada del terminal end, no como el fin en sí mismo sino como el campo de batalla en el que se desenvuelve la confrontación final entre dos enemigos claramente opuestos o definidos prístinamente en su oposición; el apocalipsis implica una revelación “of the cursed impure” que no puede ser aprehendido en el orden de la razón: es una apertura a/de lo incierto y lo indiferenciado que se revela en tanto que “aquello que siempre ha estado allí” en mitad del paisaje difuso del presente. Por medio o en virtud de esta revelación, el apocalipsis motoriza un proceso de reorientación y de lucha en medio del desorden que ha des-velado sin disipar; lucha que en principio conduce no al final terminal del tiempo, sino al post-apocalipsis. Esta distinción conceptual permite a Williams pensar al black metal en tanto que campo de batalla específico, tensado por su compleja relación entre la deseada zona de contestación que promete ser –la de una batalla en que el presente contemporáneo y sus viejos antagonismos se enfrentan como Dos claramente diferenciados– y la zona difusa que el black metal es; a saber, ese campo de batalla en el que la propia posibilidad del antagonismo debe ser redescubierta y extraída del paisaje brumoso del presente. Tensado por la confusión de ese paisaje brumoso, el black metal permanece atrapado en la antinomia de no poder pensar(se) más allá de los límites del mundo que rechaza 8: aun cuando “es” el zumbido, la explosión eléctrica, el forjamiento estridente del enemigo total de la muchedumbre, no puede sino “hacerse aparecer” como el trabajo individualista de un manojo de devotos particulares de Satán que comparten su afición por las ballestas y su peculiar amor a los árboles. Todavía cuando el black metal “es” el sonido eléctrico capaz de desgarrar la infraestructura global del mundo contemporáneo, no puede sino “pensarse a sí mismo” en una articulación cruel y nostálgica con un pasado idílico. En este sentido, la tensión entre ser y aparecer –que se presenta, cuestionablemente, como correlativa a la tensión entre sonido y pensamiento– no se resuelve en síntesis dialéctica: el black metal constituye siempre una totalidad antinómica en cuyo seno es imposible terminar de separar “el trigo musical” de “la paja cripto-fascista” (Williams, 2010). Y es esta totalidad antinómica, totalizable aunque fracturada e irresuelta, la que pretende enfrentarse a la totalidad enemiga del “eterno presente del capitalismo liberal” (ídem) 9. 8 Y por eso mismo el black metal es, según Williams, una instantánea del mundo en que ha fracasado la razón dialéctica. 9 Aun cuando la totalización de ese enemigo, la circunscripción de su rostro en mitad del presente, la separación del enemigo de sí mismo, aparezca en sí misma en la forma de una contradicción; “for all that cohabits impossibly cannot be separated … that which is negated sticks around in its own negation, and it starts to reek. Restless decay that does

Pero si es seguro que esta batalla comienza en el lugar del apocalipsis, en el páramo de un suelo ruinoso o incluso debajo de él, cabe preguntarse con Williams tres preguntas correlativas; a saber: 1) cuándo esa batalla tiene lugar; 2) quién pelea y quién lidera y 3) qué tipo de guerra es. La triple respuesta de Williams puede resumirse de la manera siguiente: en cuanto al cuando, el black metal es la re-puesta en escena de una guerra pasada que debería haber ocurrido pero perdió su oportunidad de ser tal; en la medida en que constituye el abortado principio del final, el final que no pudo empezar a ocurrir. En cuanto el tiempo de la guerra es un tiempo siempre por acaecer, el black metal se encuentra siempre entre el “eschaton” inminente e inmanente: predice y describe esta batalla final, al tiempo que se le descubre la batalla como aquella que ha estado allí desde siempre. Ahora bien, todavía cuando, en el abismo de ese tiempo por suceder, el black metal se encuentra ante la disyuntiva de: o bien girar hacia el pasado que nunca estuvo allí –hacia el tiempo de la tradición telúrica aproximable vía tradiciones folclóricas–, o bien mirar a una instancia por fuera del tiempo por vía de la adversidad atemporal de Satán, la entrega a lo sublime de la naturaleza o el antipensamiento de la nada misma; estas trayectorias antinómicas se encuentran, cohabitan como posibles en la zona del black metal, en cuanto que comparten una concepción del mundo contemporáneo que lo presenta como lo doblemente intolerable e inescapable 10. En cuanto a la pregunta por quién lucha, Williams sostiene que la batalla no es llevada a cabo por líderes ni, de modo más general, por individuos; en la medida en que la negatividad corrosiva del black metal toma como primer target la misma individualidad que el black metal dice reificar. El sonido desgarrador del black metal, en contra de su propia aserción singularista, corroe cualquier posibilidad de un individuo de sostenerse en cuanto que positividad discreta; de modo que la guerra por el hombre en el nombre de lo inhumano devora al hombre como tal. Lo que queda es el paisaje de los jinetes sin cabeza del apocalipsis, los líderes acéfalos de una multitud sin líder marchando hacia la guerra permanente. Ahora bien, según Williams, el estado de acefalía, en cuanto que el estadio correlativo al presente impuro apocalíptico, debe entenderse como un primer momento que abre las puertas a un segundo gesto: el de la masa cefalófora, la multitud de los que, luego de visibilizar la decapitación como signo de la irracionalidad del mundo contemporáneo, se hacen cargo de la cabeza dislocada con la que cargan. En la visibilización de esa dislocación, escribe Williams, reside la posibilidad del black metal de hacer “algo mejor” de la atrocidad heredada. Pero al mismo tiempo, esta potencialidad que Williams exalta difiere de la actualidad del black metal, en tanto éste persiste en not fade away, but only gets louder” (Williams, 2010). 10 Esta precomprensión compartida del presente aparece reformulada en una hermosa torsión de la postulaciónn leibniziana; torsión según la cual este es, al mismo tiempo, “el peor de los mundos posibles y el único mundo posible” (Williams, 2010).

la idiotez de la edificación del pasado idílico, en el capricho insistente de la proclamación racional de la singularidad irracional (del “acephale who knows better”) y en el deseo de perder la cabeza de la que nunca puede deshacerse por completo. Si hay posibilidad para el black metal de acercarse al pure fucking Armagedón, es entonces avanzando hacia el segundo gesto en que se constituye un grupo cefalóforo. En una palabra, la oportunidad que tiene el black metal de golpear la totalidad enemiga de la inercia contemporánea reside en hacerse conjuntamente “cargo de la cabeza” como singular totalidad negativa que, en la forma de una colectividad o de una militancia colectiva, puede batear el presente con la estridencia y la impureza de su “pack de negatividad inhumana”. Sabiendo que “arrebatar el trono” es imposible y haciéndolo de todos modos. En este marco, Williams define el black metal como el sonido y la política –en cuanto que uno no puede divorciarse del otro– de un eterno presente infernal visibilizado y vuelto sobre (o en contra de) sí mismo. Y ese es exactamente es el tipo de batalla que se libra: la de la totalidad contra sí misma; la de la fuerza negativa que el black metal arroja a la inercia positiva del presente desde el interior apocalíptico del presente mismo. Ahora bien, por razones doblemente pedagógicas y dramáticas, el estudio de Noys debe aparecer en este segundo lugar. Para introducirlo, resulta fértil situar el análisis en una zona de intersección con el análisis previo: la del empleo y la interpretación disímil que ambos trabajos hacen de la Theory of the Partisan (1963) de Carl Schmitt. El trabajo de Schmitt define el “buen partisano” como aquel que retiene su carácter telúrico: es el que defiende una parcela de tierra con la que tiene una relación autóctona y que, aun cuando perturba el orden del amigo-enemigo a través del cual Schmitt define el espacio de lo político, permanece en su marco al tener un “verdadero enemigo” que es definible territorialmente. Por su parte, el “mal partisano”, que en lo que no constituye sorpresa alguna Schmitt identifica con el militante comunista, carece de fundamento telúrico e insiste en generalizar su lucha para crear y sostener un enemigo que, en su carácter absoluto y absolutamente abstracto, sirve para justificar un estado de guerra perpetua y violencia total desconectada de su fundamento concreto. Como debe resultar obvio en este punto, Williams identifica la potencialidad de una militancia colectiva blackmetálica con el “bad partisan” que por supuesto, y a los ojos de su apropiación marxista, recubre un signo opuesto al que le confiere Schmitt. En su interpretación reversa, Noys defiende que el black metal intenta con frecuencia habitar (aunque metafóricamente) la posición del “buen partisano” en su afán de permanecer fiel a la tierra y de defenderla autárquicamente. La defensa de esta posición está fundada en una crítica fundamental a la apropiación marxista de Williams, en su formulación inicial y en su formulación refinada; a saber: la objeción de Noys se dirige tanto a la afirmación de Williams según la cual “la lección que debe ser extraída del black metal es el modo en el cual su concreta expresión sonora desmantela aquello que dice su

ideología” (Noys, 2010), como a la idea de una cohabitación antinómica de ambas en que una no cancela a la otra. De acuerdo con Noys, si puede decirse que el black metal es un campo fracturado o antinómico, esto ocurre sobre todo en la medida en que se debaten en su seno múltiples posturas que son, cada cual en su individualidad, consistentes consigo mismas (o “exitosas” en el balance de sus propias antinomias). Es decir, la inconsistencia no reside mayormente en una contradicción entre sonido e ideología al interior de una misma manifestación del género, sino que cada manifestación (cada “banda”) es coherente en su modo interno de imbricar lo político y lo estético; y esa visión consistente como micro-totalidad se enfrenta a otras visiones político-estéticas representadas por otros nodos en el campo heterogéneo del black metal. Para probar este punto, Noys invoca el caso de Sale Famine, líder de la banda francesa Peste Noir; en tanto ejemplo especialmente iluminador del modo en que, lejos de exhibir una fractura naive entre expresión sonora y discurso ideológico, las particulares manifestaciones de black metal pueden fundarse en una organicidad intelectual. En el marco de la organicidad intelectual de Famine, el vínculo entre la expresión musical del black metal y la ideología de extrema derecha no es contingente sino sustancialmente necesario: el black metal aparece como la refracción sonora de una esencia nacional y territorial, la esencia de un arraigo a la tierra que debe ser recuperada o reimbricada. Al mismo tiempo, esa esencia se figura siempre articulada con una teopolítica satánica que se enfrenta a lo que oscurece a la esencia misma (a aquello que permanece forcluyéndola). En este marco, la aparición de bandas como Wolves in the Throne Room, que Williams celebra en en su apología a la mixtura cultural, a la propiedad comunitaria y a la equidad de y entre los hombres; no tienen aquí derecho a hacerse incluir en el espectro del black metal como tal. Lo que Famine exhibe en este punto es la distinción entre lo que considera un “verdadero programa estético-político del black metal” y cualquier “imitación”: entre una política neo-nietzscheana 11 selectiva y jerárquica, arraigada en un específico contexto nacional, regional, étnico o racional; y un left-wing black metal que se funda sobre una serie de abstracciones que se originan en el nivel también abstracto de una “equidad constitutiva”. En oposición al espectáculo de esta guerra en y entre abstracciones, Famine justifica su identidad estética en una pertenencia a la tierra coextensiva a una política territorial específica de defensa del propio territorio. A su vez, esta política territorial, esta defensa del territorio de uno, depende de la definición del enemigo contra el cual la tierra se defiende; en este sentido y en su propósito de pertenecer “truth to the earth”, es que Famine intenta habitar metafóricamente la posición del “buen partisano” de Schmitt para dar forma al enemigo contra el cual resiste. No obstante, el hecho de que el enemigo de Famine comprenda la pluralidad de los efectos del capitalismo y de las fuerzas de real abstraction, la disipación por la que ese enemigo se 11 La apropiación que (Noys postula que) Famine hace de las categorías políticas y filosóficas nietzcheanas es particularmente voraz y en absoluto compartida por este análisis.

disuelve en una pluralidad de oponentes en conjunto con la naturaleza elusiva de dichos oponentes –con su dinámica de constante descorporización, reticente a una localización que habilite dar a esos enemigos “forma y figura”–, vacía una y otra vez la empresa de Famine de contenido. Este constante drenaje de contenido permite a Noys localizar la política estética de Peste Noir en el marco de una categoría de “parodia posmoderna” o blank irony, es decir, no susceptible de ser tomada (tan) seriamente: si bien la correlación cohesiva entre la estética de Peste Noir y la extrema derecha se mantiene, su re-interpretación en clave humorística permite comprender la insistencia – incluso, el motor– de la lucha de Famine en el marco realista de su propia futilidad 12. El caso anterior sirve a Noys para atacar la posición de Williams desde varios flancos. En primer lugar, y como se adelantó en los párrafos anteriores, si bien Noys concede que en efecto el black metal está compuesto de antinomias, esto no significa: ni que el black metal sea un ingenuo “desorden estridente” que sin saberlo “es más inteligente de lo que cree”, ni que la dimensión sonora aparezca siempre contrapuesta a la dimensión política del black metal (aquí es importante reponer que, aun cuando Williams postula que la dimensión ideológico-política no puede “divorciarse” de la dimensión sónico-estética, existe una convivencia contradictoria entre lo que sonido “expresa” y lo que el discurso “dice”). Por el contrario, sostiene Noys, cierta coherencia se mantiene en la “dialéctica diferida” del black metal que se forma en la necesaria vinculación y balance de sus antinomias mismas. En este marco, si bien Noys comparte con Williams que el black metal rechaza las formas tradicionales de dialéctica y un modelo de historia lineal o progresiva, sostiene que el black metal posee una forma particular de operar la “negación de la negación” como afirmación; y esto en cuanto que la permanencia del conflicto entre el black metal y el presente que no puede abolir, la constancia del presente como enemigo compartido, afirman la integración e identidad al black metal como tal. Así, esta identidad previene al black metal de su auto-disolución. En este sentido, el carácter fútil de la empresa del black metal que se mencionara en el caso de Famine es sustancial para su preservación misma: si el black metal tirunfase en su recuperación del pasado idílico que dice convocar, entonces se disgregaría cierto punto de convergencia que reúne al black metal; a saber, el presente como enemigo común (aunque difuso) y como dimensión constitutiva de una identidad propiamente antinómica. En esta never ending quest, el hecho de que el pasado imposible sea también irrecuperable mantiene al black metal como la estetización de una política al servicio de una dialéctica que se preserva vía la producción continua de “abstracciones concretas” (Noys, 2010). 12 Este es un modo de balancear la propia antinomia en la que el black metal se funda, que puede pensarse lado a lado con la inclusión estética de la voz femenina y la voz masculina en Peste Noir como correlativas a la cohabitación del pasado virginal y del presente corroído; a lo que se suma el principio de arbitrariedad con el que Famine se garantiza su permanencia dentro de un género que es cada vez menos prescriptible y más contradictorio en su propia delimitación.

En lo que respecta a la utopía de Williams de una articulación de militancia colectiva en el seno del black metal, en cuanto a sus afirmaciones según la cuales el black metal conlleva al desmantelamiento del ego al tiempo que “aloja la huella de la negatividad de una militancia grupal” (ídem); Noys previene de identificar este desmantelamiento del ego con la consolidación de una “masa” y de una masa específicamente militante. Como bien nota Noys, una disolución politizada del ego puede también servir a la edificación y recomposición de una abstracción purificada en torno de un grupo elitista (o, en términos de Striner, una “unión de egoistas”). En esta sintonía, la postura de Famine es también ilustrativa; su celebración de la desmantelación del ego contemporáneo le habilita a la edificación de un nuevo ego ideal en cuanto que estetizado, en cuanto que constructo que se exalta en consonancia con una concepción presuntamente neonietzscheana del “ego como obra de arte”. En cuanto a la particular forma del grupo (militante o no) que articula el black metal, y en cuanto a la mencionada des- y re-territorialización de la individualidad desmantelada, Noys postula que la pluralidad que exalta Williams contribuye a delinear al “grupo” en tanto “pack”, pero en ese mismo momento esa pluralidad es re-singularizada por la integridad del grupo como grupo; el black metal, por razones de “integridad grupal”, se circunscribe como o en su singularidad y deslinda por medio de ella los “verdaderos” de los “falsos” miembros del movimiento. En muchos casos, observa Noys, esta función policíaca es sobreimpresa o sobredeterminada por un código político-estético de extrema derecha: el de una unión de egoístas electiva y jerarquizada que se sustrae de lo que llama “las falsas abstracciones de la 'mera humanidad' o de la 'subjetividad democrática'”; para habitar en cambio una aislada “comunidad concreta”. En este sentido, la identificación de Williams de la tendencia o el estado acéfalo del black metal no resuelve el problema político y estético y no se sigue necesariamente de su potencialidad una organización de militancia colectiva; o bien, esa potencialidad abierta por la desintegración del ego puede re-territorializarse (y con frecuencia lo hace) en la reificación de una estetización de la política o política-estética de derecha. No obstante, y a pesar de que este análisis considera pertinente la crítica de Noys y, sobre todo, su rechazo de la apropiación marxista voraz del black metal por parte de Williams; es posible añadir, en favor de este último, que su artículo no observa la instancia de una militancia colectiva como una “necesidad” que se desprende del poder de negatividad corrosivo del black metal. Por el contrario, la condición de posibilidad de la realización siquiera parcial de un tipo de militancia afin implica, para Williams, el abandono voluntario y voluntarioso de buena parte de los presupuestos ideológicos tradicionales asociados al black metal como tal. En este sentido, el vislumbramiento de una potencialidad en el black metal no implica ni su carácter necesario, ni su probabilidad, ni su inminencia; sino, razonablemente, la modesta deseabilidad de su realización contra todo pronóstico.

Nicola Masciandaro: headbanging exegesis o “la escritura del amante”. Este apartado exige un cambio de tono, un voltearse al reclamo del afecto, una pérdida relativa de la ilusión de control que no va a concederse con la excusa de la modestia. Tímido ante la demanda de ejercer el comentario, temeroso de acabar haciendo crítica de la exégesis –en su doble sentido de criticar el ejercicio exegético y/o de reducirlo interpretativamente al ejercicio crítico–, este análisis hará el esfuerzo contra-intuitivo, anti-erotizante, de permanecer ante (y no en) los márgenes de la escritura marginalmente intoxicante de Masciandaro. Esto supone un primer gesto de cobardía y un segundo gesto de respeto (que no es, por respetuoso, reverencial): por medio del primero, “yo” me encadeno al mástil de esta nave precaria – o el alien absoluto que “uno” es cubre mis tímpanos con cera– y cuanto más intensa es la tentación disolutiva, cuando más me llama la escritura de Nicola a perderme en la compenetración, más fuerte “ha de tensarse” la cuerda. Me resisto en este gesto al amor. Me niego dolorosamente al “being [as] dying by loving” (Connole, Masciandaro, 2015b) mientras me conservo en el confort alucinatorio del “[¿being? as being] killed by death” (Motorhead, 1984); me preservo de la perdición o preservo el artificio doméstico de suponer que tengo sobre ella alguna soberanía, que puedo hacer contra el amor una acrobacia de abstinencia. Nuevamente pero en una palabra, el gesto de cobardía es la timidez ante el comentario. Es el temor disfrazado de humildad por medio del cual no voy a asumir la práctica del comentario para intoxicar el comentarismo de Nicola. El segundo gesto, que llamo “gesto no reverencial de respeto”, compromete que mi resistencia al “dying to oneself through love” –es decir, el insistir fútilmente en un confort de distanciamiento impermeable; el perdurar en la tibieza de la inercia academicista– no implicará correlativamente el proyecto pedagógico de parafrasear explicativamente “aquello que dice” Masciandaro en el marco de sus BMT commentaries. Sobre todo en la medida en que esto violaría la naturaleza del comentario en tanto tal, la imposibilidad de que en su seno sea escindido “the act from the content of transmission” (Masciandaro, 2012). Si lo que este/“mi” análisis NO hará es comentar los comentarios de Nicola o reducirlos propositivamente a un contenido que desgarraría impropiamente su naturaleza, ¿qué es lo que se atreve a decir?: 1) que la Black Metal Theory, de acuerdo al perfilamiento de Nicola Masciandaro, es aquella que ejercita el comentario como modalidad específica de práctica exegética en su distanciamiento particular con la práctica de la crítica; 2) que esta apología del comentario es explícita o implícitamente intrínseca a las definiciones de la práctica de BMT que aparecen y reaparecen en sus diversas formas de camuflado manifiesto 13 y 3) que la escritura como comentario 13 Ver: definición de BMT en Black Metal Theory Blog; definición en “Interview on BMT” (2011); portada de Glossator vol. 6 (2012); definición de BMT en “Interrogation I: Nicola Masciandaro” (2012); caracterización de la BMT en “Interview on Black Metal Theory: Dominik Inrtenkauf Interviews Edia Connole” (2014); definición de BMT en “Interview with Fabio Selvafiorita at L'Intellettuale Dissidente” (2015); caracterización de BMT en portada

constituye, en el caso de Masciandaro, una contagiosa materialización erótico-herética del “practice what you preach”14. Pero, ¿qué compromete la mencionada práctica del comentario?, ¿cuál es su relación o identificación con un modo particular de exégesis y cómo esa modalidad de exégesis es aprehensible en su distanciamiento con la crítica?. De acuerdo con la apropiación de Masciandaro, el comentario es un modo de pensar y de escribir que no sólo interpreta o analiza su objeto, sino que le pertenece a ese objeto en un sentido doblemente creativo y problemático. En tanto que práctica realizada histórica y topográficamente en los márgenes, en la medida en que contagia al objeto al que se le aproxima y es contagiado por él, el comentario testifica una potencialidad plástica; una particular habilidad de dar forma al material que lo configura a su vez 15. Esto significa que el comentario compromete un ejercicio de escritura que pone en marcha el poder de pensar “con” y no “sobre”/“acerca de” aquello que merodea. Esta modalidad de comentario está a su vez íntimamente relacionada con una práctica exegética que se opone en su especificidad al ejercicio de la crítica. De acuerdo con la definición de Richard Cohen que Masciandaro convoca, la exégesis es un tipo particular de interpretación textual que no opera a través de una explicación que se deriva meramente de un contexto “objetivo”; sino a través de una comprensión que se extrae tanto del texto estudiado como del contexto propio del sujeto que se le aproxima: de este modo, la exégesis nunca pierde de vista la auto-comprensión que es fundamental en la constitución de sus producciones de significado. Esta definición, que es problemática por cuanto conserva categorías que no parecen las más afines ni las más afortunadas para una postura como la de Masciandaro, le sirve sin embargo para defender una concepción específica de exégesis en tanto modo de estudio que, al tiempo en que es fiel a su objeto y permanece cerca de él, no pierde de vista que se realiza para sí misma; para su propio regodeo. En este sentido, escribe Masciandaro, una “exégesis pervertida” de este tipo es análoga a la interpretación herética que voluntariamente hace una “mala lectura” de la Escritura para sus propios medios; pero se parece también a la afección del amante cortesano cuya obsesión egoísta/trascendental para con el ser amado tiene a menudo poco que ver con el ser amado mismo. Lo propio de esta exégesis, de acuerdo con la apropiación fragmentaria que Masciandaro hace de de Floating Tomb: Black Metal Theory (2015). 14 En la formulación bíblica “but do not do what they do, for they do not practice what they preach” (Matthew 23:3); tanto como en sus reformulaciones kitsch –de las que la pregunta retórica “can you pratice what you preach?” (Black Eyed Peas, 2013) es una de mis predilectas–; lo que se afirma es el imperativo y la (in)capacidad de practicar lo que se predica (no la expresión materializada ni la verificación efectiva de la práctica que reclama la prédica). En el marco específico de los estudios discursivos, se han predicado prácticas impracticables “sobre” la disolución de los límites entre teoría/objeto-de-estudio o discurso/metadiscurso desde la vereda de la crítica (ver, por ejemplo, el fracaso de Crítica y verdad); lo que refuerza el atractivo del comentario como posibilidad de efectuar material y efectivamente una intoxicación celebratoria. 15 Aquí, literalmente “[its ability to] shape by being shaped by its material” (Masciandaro, 2011).

Agamben, es el hecho de que en ella el contenido y el acto de transmission, aquello que es iterable y aquello que es irrepetible, se identifican. Por el contrario, la crítica nace en el momento mismo en que la escisión de la palabra alcanza su punto extremo, en el momento preciso de una separación fatal entre poesía y la filosofía: entre una palabra que es unaware pero que disfruta de su objeto de conocimiento al representarlo hermosamente y una palabra que, en toda su seriedad y consciencia sobradamente cerebral, no disfruta del objeto al que se acerca porque no sabe como representarlo. Al volver a “recomponer” ingenuamente la palabra luego de haberla escindido de este modo, la crítica no puede representar ni conocer propiamente, sino sólo conocer la representación: la crítica solo sabe de su objeto lo que puede explicar en términos de “contextos objetivos más o menos remotos”. Ahora bien, ¿cómo cabe el desplazamiento de la crítica por el comentario como exégesis pervertida en el marco de la BMT?. La respuesta a esta pregunta implica su reformulación: el comentario no cabe en la BMT sino que es su propia modalidad práctica: la Black Metal Theory es comentario “en” y “con” el black metal; en vez de ser crítica “de” o “sobre” black metal. Es una invitación a ocupar agresiva e irresponsablemente el espacio del black metal y a ser contaminada irrevocablemente por él en esa ocupación. En este sentido, la BMT compromete una intoxicación en virtud de la cual la disciplina misma deja de ser una disciplina “de”, en cuanto que posee ella misma el atributo del metal o se encuentra inherentemente poseída por él. Y esta compenetración inefable, esta identificación fantasmática, relampaguea en la tensión entre la realidad de lo que es amado (el black metal) y “la imagen del pensamiento” (Masciandaro, 2010); señala la superioridad de un dolor placentero, un tercer vértice fundido, en que aquel que ama se encuentra disfrutando de pensar largamente en el ser amado. “[Love] is the ground of our seeking”, dice Julian of Norwich citado por Nicola; y el sitio de esa búsqueda fundada (situada a la vez) en el amor es el “aquí” del comentario: el elsewhere del margen que incluye todo lo que está en contacto con él. Así, por amor el amante ocupa voraz, apasionadamente, con su comentario al black metal, a la vez que no cesa de estar poseído por él; y el amor es amor al black metal y a la palabra a la que el black metal comienza a resonar también en cuanto que el comentario lo ha contactado desde el margen. “Taste [the affectus of love] and see [the intellect cogitation and meditation]”, profesa Masciandaro: el exégeta headbanger es el que se auto-inmola en la lava del amor al metal y vive para contarlo16. Reflexiones provisorias. 16 En la impronta más medieval y más metálica (o más metálica en su neo-medioevo) de las palabras de Nicola: “the headbanging exegete immolates himself in he infernal lava of metal love, and lives to tell the tale” (Masciandaro, 2011).

Amén de la perplejidad del apartado anterior, de su temperatura corporal, el desarrollo previo demanda una serie de interrogantes. El primero tiene que ver con la compenetrabilidad entre comentario y metal; con la postulada posibilidad de que el comentario posea los atributos del metal (o sea poseído por ellos) y viceversa, en el sentido de que ya no pueda hablarse sino de “theoretical blackening of metal” y de “metallic blackening of theory”. En el marco del desarrollo previo, este asunto se ha tratado, precríticamente, como si la proclamación fundacional de la BMT –su declamación en tanto que movimiento que configura al tiempo que es configurado por su objeto en ennegrecimiento mutuo– fuera idéntica al hecho de ese ennegrecimiento. Pero de ningún modo es lo mismo la aseveración según la cual la BMT y el black metal son susceptibles de ser compenetrados recíprocamente, o la afirmación de que en el instante mismo de la irrupción de la BMT esa compenetración ya ha ocurrido, que la ocurrencia de esa intoxicación. En este sentido, hay una serie de postulaciones que sirven para fundamentar la condición de posibilidad de esta ocurrencia; en principio o por lo menos: una axiomática, una analógica y una mística. Según la fundamentación axiomática, la Black Metal Theory “expone y explora la nodiferencia entre pensamiento y metal”17; de modo que su función es sólo poner de relieve y desarrollar una condición de no-diferencia de hecho, condición cuya evidencia se da por sentada en el momento mismo en que es instaurada por principio. En este marco, no hay nada que justificar porque es sólo en la postulación de una diferencia que es exigible un fundamento por la intoxicabilidad. De acuerdo con la fundamentación analógica, desarrollada en el artículo “Black Metal Commentary” del primer número de Hideous Gnosis, el metal y el comentario comparten una serie de intereses, capacidades y rasgos –por caso, una preocupación por “las formas explícitamente espaciales de vacío y ausencia”18– que funcionan como puntos de intersección de lo que puede figurarse como un diagrama de Venn o como una entrada/salida de apertura a un portal que comunica bidireccionalmente comentario y black metal. Esta equiparación, cuyas paralelas tienen capacidad de interconectarse y/o converger, es a la vez la justificación de la posibilidad y la postulación de la deseabilidad de una intoxico-lógica. Por último, conforme a la fundamentación mística, aun en caso de que 'fundamentación mística' sea una postulación oximorónica, se trata de poner de relieve el “espacio encantado” –esa ruidosa e impredecible olla noética19– a través del cual los metal studies “ciclónicamente” se 17 “... hence black metal theory’s essential function, as Masciandaro would have it, ‘of exposing and exploring the nondifference between thought and metal'” (Connole, 2014). 18 “Black Metal and commentary share concern with explicitly spatial forms of emptiness and absence” (Masciandaro, Negarestani, 2010). Nicola insiste asimismo en “some kind of connaturality between the two, a shared capacity for nigredo” (Masciandaro, 2009) que, en tanto facultad de transmutación de la materia, habilita la compenetración; no obstante, esta capacidad de nigredo puede ser comprendida mejor en el marco de la fundamentación mística que en el de la fundamentación analógica. 19 'Olla' debe leerse aquí en su acepción headbanger; es aquella la que confluye el pogo y de cuyo suelo se levanta el

convierten en metal al tiempo que abren toda disciplina a complicidad con el heavy metal. En algún sentido, esta última coartada es la que resulta más seductora a este análisis y la que a menudo le permite a Masciandaro salir –marginal, atractivamente– de la constricción de ciertas disyuntivas filosóficas contemporáneas20. Si la mística, como el amor, son entonces intrínsecos a la elaboración de la BMT, esto ocurre en la medida en que ésta se despliega en la modalidad del comentario; pero, en lo que constituye la problemática planteada en la introducción de este trabajo, el comentario no es el único modo de hacer BMT (o bien, no es el único modo de desarrollarse de los artículos editados en publicaciones como Hideous Gnosis o Helvete). En este sentido, es posible ubicar por lo menos dos paradigmas en virtud de los cuales se producen artículos bajo la rúbrica de la BMT: 1) el del comentario como exégesis pervertida, como la escritura devoradora y poseída del que ama y 2) el de lo que Castelein y Ieven llaman “canibalismo teorético”; aquel en cuyo seno se lleva a cabo “una amalgama más o menos gratuita entre black metal y filosofía continental” (Castelein, Ieven, 2010). El presente análisis sostiene que, amén de la sofisticación filosófica y la erudición de los análisis de Noys y Williams, su propia polémica es con mayor derecho situable en este segundo paradigma. No por abogar por un paisaje neutralizado en que la BMT se desarrolle unívocamente de un modo, no por exaltar una poética de la BMT sino, más bien, por permanecer fiel a un deseo punzante, erótico, al reclamo de una llamada afectiva que abre verdad en cuanto permanece abierta a ella, es que celebro la escritura de Nicola Masciandaro. Y brindo, con el black metal, por todas las escrituras de los amantes.

mosh. 20 El misticismo en solidaridad con un humanismo apofásico se abre a –o es abierto por– la pregunta por la sustancia del ser-humano (Connole, 2014) de un modo que queda vedado tanto para la retórica de un correlacionismo fenomenológico prosaico como para el realismo especulativo (si bien, con toda probabilidad, el misticismo de Masciandaro sería comprendido por Meillassoux como una forma de fideísmo, desde el punto de vista de la postura del humanismo apofásico, el realismo especulativo podría ser comprendido como una versión de correlacionismo en función de su propia Decisión filosófica).

Referencias bibliográficas Butler, E. “The Counter-Reformation in Stone and Metal: Spiritual Substances” en Hideous Gnosis Black. Metal Theory Symposium 1, pp.23-32, 2010. Disponible en: . Castelein, T., Ieven, B. Reseña de Hideous Gnosis Black. Metal Theory Symposium 1 en Culture Machine, 2010. Disponible en: . Connole, E. “Interview on Black Metal Theory. Dominik Irtenkauf Interviews Edia Connole” en Queen Mob's Teahouse, 25 de Noviembre de 2013. Disponible en . Connole, E. Masciandaro, N. Floating Thomb: Black Metal Theory, Mimesis International, 2015. –“On 'Heroes/Helden'” en Mors Mystica: Black Metal Theory Symposium, 2015b. Disponible en: . Hartnoll, L. “Contempt, Atavism, Eschatology: Black Metal and Bergson’s Porous Inversion” en Helvete: A Journal of Black Metal Theory, Número 2, pp.93-110, 2015. Disponible en . Masciandaro, N., Negarestani, R. “Black Metal Commentary” en Hideous Gnosis Black Metal Theory Symposium 1, pp.257-266, 2010. Disponible en . Masciandaro, N. “Metal Studies and the Scission of the Word: A Personal Archaeology of Headbanging Exegesis” en Jorunal for Cultural Research, 15:3, pp.247-250, 2011. Disponible en: . –“Nicola Masciandaro: Black Metal Interview” en Dark Chemistry, 2011b. Disponible en: . –“The Severed Heand: Commentary and Ecstasy” en English Language Notes 50.2 Fall / Winter, pp.89-98, 2012. Disponible en: . –“Interrogation I: Nicola Masciandaro, Publisher Of Hideous Gnosis Book” en Avant-garde Metal, 2 de Febrero de 2012. Disponible en . Noys, B. “‘Remain True to the Earth!’: Remarks on the Politics of Black Metal” en Hideous Gnosis Black Metal Theory Symposium 1, pp.105-128, 2010. Disponible en . Scott, N. Shakespeare, S., “The Swarming Logic of Inversion and The Elevation of Satan” en Helvete: A Journal of Black Metal Theory, Número 2, pp.1-12, 2015. Disponible en: Williams, E. C., “The Headless Horsemen of the Apocalypse” en Hideous Gnosis Black Metal Theory Symposium 1, pp.129-142, 2010. Disponible en .

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