Borrar y robar nuestra Memoria

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Opinión

13/4/2015

TRIBUNA COMPLUTENSE

Por Alicia Torija

Borrar y robar nuestra memoria

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o hace mucho se concedió el premio Nobel de Física por descubrir que el universo se expande de forma acelerada. Pero esa expansión no incluye nuestro planeta. La Tierra no se expande. Tenemos recursos que se agotan y un patrimonio cultural que no se regenera. Su pérdida resulta irrecuperable, y su naturaleza no puede ser replicada. Por desgracia no es el tiempo, sino el hombre, la principal de sus amenazas. Los fundamentalistas de Daesh han mostrado al mundo la ignominia de sus actos de destrucción de yacimientos y museos. Lugares milenarios como Hatra o Nimrud, y museos como el de Mosul han desaparecido ante nuestros ojos en un cuidado ejercicio de propaganda en el que niegan ante el mundo el valor cultural de su patrimonio -no así el económico-. El 12 de febrero la ONU adoptó la resolución 2199 en la que condena la destrucción del patrimonio cultural en Irak y Siria, sea esta accidental o deliberada, y señala también que el saqueo, las excavaciones ilegales, y el contrabando de artículos del patrimonio cultural generan ingresos que apoyan y fortalecen la capacidad operativa de estos grupos extremistas religiosos . El Patrimonio es más que una colección de monumentos de especial gloria histórica y factura artística; se construye en un marco espacial en que es posible reconocer lo temporal. Lo que ambos tienen de específico, de racional, simbólico y memorial es lo que hay que proteger y conservar para la posteridad. Este tipo de borrado (o robado) de memoria, que podemos calificar de auténtica tragedia cultural, no es algo nuevo: Kosovo, Angkor, Bamiyán o Tombuctú son ejemplos bien conocidos. Para los extremistas de ISIS terminar del modo más violento con elementos que pertenecen a la memoria colectiva de la humanidad no es sino un modo más de manipulación ideológica, otro capítulo dentro de la depuración étnica y religiosa que están llevando a cabo. Desde Irak se lamenta y critica “la lentitud del respaldo de la comunidad internacional”. Cierto es que se ha creado una “coalición” de la que forman parte Alemania, EE.UU., o Reino Unido; que Noruega y Japón han proporcionado

fondos específicos a UNESCO para trabajar en este tema, y que el presidente francés declaraba que nosotros (todos) estamos juntos para proteger el patrimonio cultural iraquí. ¿Por qué entonces se sigue destruyendo? ¿No reconocemos suficientemente esos valores? ¿Existe una opinión oficial española en el asunto? La manipulación religiosa o mediática no es la única que termina con el patrimonio. Existen otros modos mucho más cercanos de ejercer ese borrado de memoria. Sin ir más lejos, el informe Auken aprobado por el Parlamento Europeo considera que el modelo urbanístico español es “un modelo expoliador de los bienes culturales que destruye valores y señas de identidad fundamentales de la diversidad cultural

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española, destruyendo yacimientos arqueológicos, edificios y lugares de interés cultural, así como su entorno natural y paisajístico”. La guerra no termina el día en que se acaban las batallas, el dolor persiste mucho tiempo. Entonces, ¿por qué preocuparse de los monumentos? Preservar el patrimonio cultural ayuda a reconstruir las comunidades destruidas, a restablecer su identidad, a conectar su pasado con su futuro. Borrar el patrimonio cultural es un crimen de guerra, sí; pero de indolencia también.

Alicia Torija

Vicepresidenta de Madrid Ciudadanía y Patrimonio. Profesora en TUFTS University Spain

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