Búsqueda epistemológica: Masculinidades y cine

June 2, 2017 | Autor: Yolanda Mercader | Categoria: Masculinities
Share Embed


Descrição do Produto






Búsqueda epistemológica: Masculinidades y cine

Yolanda Mercader Martínez
[email protected]

Área Comunicación Transdisciplinaria en la Convergencia de Medios
Los medios audiovisuales en México. El cine: como espacio de producción e investigación. Investigación vigente y aprobada por el Consejo Divisional CSH en la Sesión ordinaria 1.12 del 7 de febrero del 2012.
Resumen
Las nuevas teorías cine están dando lugar a interpretaciones sobre las representaciones de género, buscando desnaturalizar la diferencia sexual dando cabida a espacios de comprensión donde la noción de mujer u hombre, se presentan como sujetos múltiples, no unificados, sino generados por la experiencia en las relaciones de clase, raza y sexo entre muchos otros factores. Los enfoques de género van en contra de las pretensiones homogeneizadoras de nuestra sociedad, se han encontrado tantas masculinidades como personas que las representan y lo mismo pasa con las feminidades. El cine nos permite estudiar el comportamiento masculino en diversos lugares y épocas, entendiendo así las relaciones entre los géneros y comprendiendo los modelos genéricos que se nos han impuesto.
Palabras clave: Cine y género. Masculinidades. Identidad masculina.
Los sistemas de representación se construyen tanto social como culturalmente siendo posible rastréalos mediante productos culturales. En este sentido, las investigaciones sobre producción cinematográfica elaboradas durante los últimos cuarenta años, han tenido como objetivo realizar una crítica radical de los modelos hegemónicos de representación, poniendo entredicho el carácter supuestamente "natural", necesario y transhistórico del sistema sexo-género, pero priorizando a la imagen femenina.
El artículo tiene dos objetivos: El primero reflexionar sobre el concepto de masculinidades como categoría de análisis y la segunda entender la relación del cine y las teorías de género, las cuales consideran al discurso cinematográfico como el punto de partida para considerar la antropología de la mujer y del hombre, explicando su construcción bajo la perspectiva de genero. Su exploración permite diversas reflexiones que incorporan propuestas al concepto de masculinidades.
El cine como espectáculo masivo exhibe una creciente integración estratégica que destaca el monopolio de la producción cultural, transformando todas las reglas que expresan los intercambios comunicativos entre los diversos segmentos sociales. Los relatos cinematográficos condujeron a una relativa homogeneización de los bienes simbólicos, pero a la vez impulsó la expansión de públicos y de sus necesidades, imponiendo nuevos criterios en regímenes de comunicación y de reordenamiento sustancial en los mecanismos del lenguaje visual.
El cine crea un universo habitado por infinitas expectativas, despejando y poniendo en escena una pluralidad de mensajes a partir del eclecticismo, la variedad temática, la multiplicidad de ofertas e interpelaciones, que tuvieron como objetivo ampliar la visión y reclutar sistemáticamente los públicos dispersos. Sin embargo, esta supuesta posibilidad de mostrar todo, actuó como coartada y simulacro de pluralidad, pero ha permitido construir dentro de su discurso a los sujetos sociales (hombres y mujeres) así como a las estructuras sociales que los rigen por medio de representaciones dotadas de características generales en cuanto a sus formas y preceptos, tanto de narrativa como de imagen, pero con particularidades generadas en la realización de cada industria cinematográfica, como ejemplo podemos señalar el caso del cine mexicano que desarrolla la comedia ranchera con personajes estereotipados que interpretan historias redundantes donde el mundo rural se presenta como un ideal del México posrevolucionario.
IMAGEN
Jorge Negrete. Allá en el rancho grande,1948.
Las diversas teorías y críticas cinematográficas provenientes del feminismo han buscado desenmascarar los procesos de construcción de los sujetos y su representación en las narraciones fílmicas para dar una nueva lectura al género y enfatizando el modelo de representación cinematográfica y su relación con el sistema sexo-género y como estas representaciones sociales dominantes se encarnan a través de los personajes de los filmes que influyen en la traducción de la diferencia sexual. En los discursos cinematográficos mexicanos se hace una distinción entre los comportamientos masculinos y femeninos, asignándoles roles muy definidos sobre todo en el período del cine de los años cuarenta, donde la mujer era exhibida como madre o prostituta, mientras que al varón se le situaba como charro o ranchero en contraposición con el catrín, padrote o peladito.
IMAGEN
Mario Moreno "Cantinflas."
Las proposiciones de género y cine, están buscando desnaturalizar la diferencia sexual dando cabida a espacios de comprensión donde la noción de mujer y hombre se presentan como sujetos múltiples, no unificados, constituidos no sólo por el género, sino también como sujetos generados en la experiencia en las relaciones de clase, raza, etnia y sexo entre muchos otros factores.
Los estudios sobre cine y género enfocaron en sus primeras instancias al análisis de la mujer representada en la pantalla cinematográfica, pero la imagen del hombre no era objeto investigación, misma que fue hasta finales de los años noventa cuando se inicia el interés por su estudio.
Los recientes encauces de género van en contra de las pretensiones homogeneizadoras de nuestra sociedad, de tal forma que podemos encontrar tantas masculinidades como personas que las representan y lo mismo pasa con las feminidades; expresarlas con libertad, sin presiones sociales o castigos de cualquier índole, sin reglas o protocolos; reclamo de nuestra sociedad actual, la que se manifiesta a través del cine que exponiendo diversas posturas de feminidad y masculinidad.
Los filmes señalan por medio de sus personajes actitudes correspondientes a las características de género (masculino o femenino), por ello su análisis funciona como un dispositivo para explicar la construcción de la identidad sexual confrontando posiciones históricas y sociales que permitan acceder al entendimiento a las fuerzas socioculturales dando sentido a las características genéricas, donde se impone un rol y se estereotipa a través de ciertos tipos modeladores. Es por ello que muchas de las investigaciones sobre género se documentan o hacen referencia al cine como fuente para estudiar el comportamiento masculino y/o femenino desde diversos lugares y épocas, entendiendo así las relaciones entre los géneros y comprendiendo las representaciones genéricas que se han impuesto.
La investigación de la masculinidad se ha centrado en dos aspectos básicos: la construcción de la identidad masculina y su expresión en campos específicos, como la sexualidad, la violencia y la reproducción. Existen discusiones vigentes que van desde la delimitación del campo hasta la definición del objeto de estudio y sus problemas. (Careaga, 2006:123)
El término de masculinidad puede interpretarse de diversas maneras, el primero de los conceptos se encuentra asociado a una condición natural y biológica del hombre del cual emanan expresiones sociales. El segundo, se refiere a la descripción de sus acciones es decir "lo que hace" y, el tercero, apela al deber ser del hombre y a las expectativas en cuanto a sus acciones y comportamientos dentro de una sociedad.(Gutierrez, 2008:98).
El sistema sexo-género impulsó a pensar no en términos biológicos sino culturales y subjetivos. Se supuso que las regulaciones para mujeres también indicaban regulaciones para los hombres y con esto se introdujo el termino de masculinidades. El cual fue introducido por la antropóloga Margaret Mead (1971:180) al definir como principal objetivo el intentar borrar el patrón viril universal patriarcal y machista e intenta reafirmar que no existe un modelo único masculino universal.
El hablar de masculinidades da una mayor visibilidad sobre las diversas formas en que se configura el ser y el hacer masculino, sin embargo, el cambio de singular a plural no resuelve el problema por si solo. Además estos estudios dan cuenta de los significados asociados al hecho de ser hombre, sino también a la forma en que ejerce el poder y como se incorporan en las estructuras e instituciones sociales. De igual manera se observa cómo las mujeres llegan a reproducir dicho poder o construir un contrapoder de estas prácticas de dominación.
El concepto de masculinidades surge como reacción y respuesta a los planteamientos feministas, que trazaron su cosmovisión como contraparte de la figura masculina, que se presentaba como un todo homogéneo, ordenando las cosas en relación a sí mismas, de ahí la necesidad de conocer a las mujeres propiciando su autoconocimiento, pero que no incluían la imagen masculina en sus análisis. También podemos señalar que los estudios de género abrieron una nueva relación entre mujeres y hombres, aunque inicialmente era sólo el punto de vista femenino, pero su estudio auxilió a entender la construcción del hombre, pero imaginados desde una visión femenina.
La masculinidad parece ser producto del logro de todo varón que se presenta como una necesidad de afirmación de pertenecer a un determinado género y con ello se establece una diferencia y que radica en la exclusión. El deslinde se da en todos los campos de la práctica social que se impone sin cuestionarse, se asume como un principio, como ley natural pero que se fundamentan en las relaciones de género que abarcan las acciones a través de las cuales los hombres y mujeres ocupan ese espacio en la experiencia corporal, en la personalidad y en la cultura. De esta manera, encontramos que la masculinidad no tiene una posición inamovible, al contrario es una posición cambiante y condicionada por otras categorías de distinción social que trascienden de los cuerpos biológicos y las individualidades pero que es referida a un colectivo: el de los hombres.
Sin duda alguna la identidad biológica, es la que nos otorga la primera diferencia y forma de masculinidad, mostrando las distintas relaciones de poder que existen entre los hombres por ello, la observación de la masculinidad ha abierto un campo para entender las relaciones y estructuras de poder fundadas en los privilegios masculinos, que le otorga el sistema patriarcal concluyendo que la masculinidad es un efecto cultural, una construcción, sujeta a procesos de complicidad, dominación y de resistencia.
La sociología ha adoptado el concepto de masculinidad hegemónica, que implica la conformación de un modelo que tiende a universalizar y que ha permitido apoyarse como referente al sistema patriarcal donde se establecen relaciones de poder entre los géneros, y se garantiza la posición dominante de los hombres y la subordinación de las mujeres. Es a partir del examen de diversos contextos culturales y sociales e históricos específicos que se accede a la visibilización de otras masculinidades donde conviven diversas formas de expresión, por lo que no es estática ni atemporal, es histórica, construida socialmente, creada en la cultura, aunque en determinados momentos históricos puede prevalecer un modelo dominante de masculinidad que sea altamente valorado. (Careaga, 2006:8)
Es importante señalar que los estudios sobre el hombre y la masculinidad se iniciaron bajo la óptica teórica del feminismo donde se resaltaba el poder hegemónico del hombre y la subordinación de la mujer, pero en esta última década se han desarrollado como una rama independiente, esto ha significado una revaloración ofreciendo el concepto de masculinidades, que contempla el reconocimiento de las diferencias entre hombres y mujeres, pero sobre todo la diversificación entre los propias representaciones masculinas. La aportación de las investigación cinematográfica, tiene en su origen las críticas a las instituciones patriarcales dentro de las cuales se ha producido la imagen de la mujer, pero ello ha puesto al descubierto los privilegios de la masculinidad heterosexual.
IMAGEN
North by northwest,1959.
Es necesario señalar que los analistas de cine sobre ésta temática han desarrollado mayoritariamente investigaciones sobre la imagen de la homosexualidad, fundamentado en la similitud que estos grupos tienen con los planteamientos de los estudios feministas, enfoques dirigidos hacia la militancia de lucha de género, tratando de establecer los mecanismos de sumisión y dominación que les ha adjudicado el cine, al representarlos con un estereotipo que marca la sensibilidad gay. Por ello Richard Dyer afirma "lo que debemos atacar de los estereotipos es el intento, por parte de la sociedad heterosexual, de definirnos sobre la base de que inevitablemente quedamos por debajo del ideal heterosexual (en la medida en que éste es tomado como norma de todo ser humano), asumiendo tal definición como necesaria y natural" (1986:11).
Las masculinidades son un campo de estudio proveniente de un terreno variable con posiciones de cambio, dependientes de la historicidad que tiene como eje las relaciones de poder, entendidas no como una fuerza coherente, unificadora y central, sino con desigualdad, construidas discursivamente como campos de fuerzas sociales. El desarrollo de estos enfoques es distinta ya que hacen pensar en formas de representar la masculinidad, por lo que deja de ser vista como universal y rígida y pasa a integrarse como múltiple y cambiante.
Las masculinidades son un campo de estudio prácticamente nuevo en el cual el sujeto de estudio son los hombres como referentes próximos; que proponen adentrarse en la estructura social, creencias, atributos, etcétera, para crear una apertura a las diferentes masculinidades que hasta el momento habían sido invisibilizadas por el patrón viril machista, contribuyendo a desmantelar la perspectiva del hombre como universal, acotándolo y contextualizándolo. Hacer visibles a los hombres significa también, hablar de los privilegios que han sido construidos socialmente, pero que se consideran "naturales", esenciales en la condición biológica al ser hombre.
Esta posición sobre masculinidades va contra los conceptos normativos que son un intento de limitar y contener sus posibilidades pero que pretenden afirmar categórica y unívocamente el significado de varón y mujer, es decir, definir lo masculino y lo femenino estableciendo mecanismos que vigilan y sancionan aquellas practicas sociales que vayan contra esa reglamentación.
Incluir nociones políticas y referencias a las instituciones y organizaciones sociales es parte de las premisas que se incorporan al estudio de las masculinidades, donde se toma en cuenta al sistema de parentesco, a la política, la educación, ya que hombres y mujeres se mueven en espacios tanto privados como públicos y en ambos se establecen relaciones.
La masculinidad es un proceso de búsqueda permanente y reafirmación constante de asimetrías por lo cual encontramos que se define en primera instancia su relación con las mujeres, lo cual supone subordinación de una parte o de otra. La diferencia, en este caso, es la exclusión, la definición de lo masculino es lo que no es femenino. La identidad masculina se construye bajo el criterio de lo que no es exclusivo de las mujeres. Así mismo se define en la diferenciación entre varones. Es decir, no existe una imagen homogénea de la masculinidad, se podría decir que existe cierta graduación; el grado de masculinidad depende del concepto y en un contexto sociocultural específico.
 
Cine y masculinidad
La teoría feminista y el cine independiente (Casetti, 1993:251), han situado al discurso cinematográfico como un elemento decisivo en la transmisión de ideologías específicas y lo ubican como una institución clave para la concientización de las masas. El feminismo influyó para cambiar la percepción del cine como instrumento de entretenimiento únicamente, agregando su función política como transmisor de ideologías específicas, apoyando y legitimando a los roles genéricos.
IMAGEN
Ninón Sevilla. Sensualidad, 1951.
El acceso de la mujer al cine industrial, tuvo como consecuencia la producción de filmes cuyo contenido y representación de la mujer se convierten en discursos políticos, donde posicionan al espectador como sujeto cuyo soporte es el proceso de la visión: mirar y verse mirado (De la Mora, 1993:54), pero la masculinidad se concibe como concepto monolítico que critica al patriarcado, pero que no explica la organización y funcionamiento de la misma ni al ejercicio de la hombría. Es decir, un primer enfoque desde el punto de vista femenino donde sus observaciones son limitadas, pero sin embargo estas aportaciones fueron el inicio para desarrollar las investigaciones sobre la masculinidad.
La teoría feminista aportó al cine un análisis de representación que permitió ver al discurso cinematográfico como aquel que impone su concepción del mundo y asigna un puesto al que lo produce o al que lo recibe, permitiendo a los hombres y mujeres contemplarse en la imagen que se les ha asignado y conocer donde están situadas en el circuito de la comunicación social. Está posición acoge experiencias política, prácticas fílmicas y de investigación académica.
Laura Mulvey (1975:6) ofrece uno de los primeros ensayos sobre la diferencia entre la mirada masculina y femenina, donde dedica su atención al papel que se le impone a la espectadora pero con ello visibiliza el papel y el reconocimiento del hombre, ambos se reconocen en la pantalla por medio de la visión. Observa como en el cine clásico, el hombre es quien recorre continuamente la pantalla, en tanto la mujer es una presencia pasiva, un elemento decorativo, un simple ícono, él mueve la diégesis, ella permanece fuera. Esta doble situación hace que el espectador elija siempre al héroe como objeto de goce, el hombre mira y actúa, es el alter ego, la mujer se exhibe y permanece quieta, hace de estímulo y reclamo. Esto significa que el espectador necesariamente a través del personaje masculino toma posesión de lo que desea, y no es otra cosa que el personaje femenino.
El sistema sexo-género que se exhibe en la pantalla, pone en evidencia algunos de los mecanismos que sustentan las relaciones entre ellos y que funcionan a través de un efecto de causalidad circular por medio de estructuras objetivas del espacio social y las tendencias que generan, ya sea para la representación de los hombres como en el de las mujeres. Es decir hablamos de un mundo jerarquizado sexualmente. Los personajes de los relatos cinematográficos, permiten acceder y entender la construcción particular que se hace de cada género, pues se recrea a hombres y mujeres con ciertas cualidades y características que se ajustan a ciertos prototipos culturales, ya sean de carácter universal o adaptados a las diferentes idiosincrasias.
El cine mexicano, entre los años treinta y los cincuenta, representa a la mujer y al hombre por medio de características fijas que definían lo que era ser mexicano y ser mexicana. El mexicano se presenta como bravío, generoso, cruel, mujeriego, romántico, obsceno, muy de familia y amigos, sometido y, a la vez, rebelde, unido a la idea de que el hombre debe saber de todo y especialmente de sexo, haciéndolo responsable del goce femenino, dando por sentado su poderío sexual con todas las mujeres; por lo tanto, ellos controlan actúan y penetran. En contraposición, se presenta a la mujer victimizada, prejuiciosa, lloricona, defensora de la honra y la moral, encargada de la protección familiar y su subordinación al patriarca, por lo tanto, obediente, seductora, servicial, devota de los suyos, esclava de su marido, de su amante y de sus hijos.
Los análisis realizados por el cine se han enfocado a la descripción de los estereotipos, observándose diferentes representaciones del hombre y/o tipos de "hombrías" algunas de ellas ha merecido un tratamiento privilegiado durante etapas concretas de la cinematografía, por ello estas investigaciones deben ser vistas bajo su propia metodología ya que, las perspectivas femeninas y su relación con el cine, tiene preocupaciones diferentes a las masculinas (Smith, 1996:2). De tal forma que los estudios sobre cine y género apuntan a reconocer esas diferencias, pero también a explorarlas críticamente en vez de descartarlas.
Cada historia cinematográfica está cargada de innumerables e imperceptibles llamadas al orden y estructura de los géneros. Las manifestaciones visibles de las diferencias entre sexos, actitud, vestuario, peinado, pero también a detalles aparentemente insignificantes de comportamientos que establecen una asimetría radical en la evaluación de las actividades masculinas y femeninas. Sin duda alguna, el cine nacional ha desarrollado como tópico obligado, la categoría del honor masculino que se identifica con el comportamiento hacia la madre, la que está por encima de todo, mientras que la actitud masculina frente a la esposa e hijos es de trato condescendiente, puesto que los considera débiles, también se observa como el hombre ofrece cortesía a la mujer ajena, pero no a su propia mujer.
El cine ha manifestado representaciones genéricas en formas dicotómicas, en el que cada género se identifica con el suyo, es decir, hombre con hombre y mujer con mujer. Las construcciones de identidad dentro de la narración cinematográfica, se hacen por medio de los personajes donde se ha caracterizado a la mujer como objeto pasivo, exhibicionista, narcisista y masoquista, equivalente al espectáculo, lo que se mira y se controla por medio de la fragmentación visual y el fetichismo corporal. Para repetir el famoso lema: la feminidad se investiga mientras que la masculinidad se mide. (De la Mora, 1993:54). La virilidad es entendida como la capacidad reproductora, sexual y social pero también como la aptitud para el combate y para el ejercicio de la violencia.
IMAGEN
Mauricio Garcés.
El cine como práctica social está incorporado a nuestra cotidianidad, que representa maneras de vivir la masculinidad y la hombría. La imagen del hombre que se ve en la pantalla está construida por los procesos sociales que articulan conceptos culturales y políticos más generales que manifiesta, por una parte, cómo ser hombre y por la otra se perfila el ideal masculino. Las narraciones fílmicas mexicanas desarrollan la necesidad masculina por alcanzar y ejercer control social a partir de poseer fortaleza física como atributo inherente a la masculinidad, fortalecido por una economía holgada y la posesión de bienes materiales que permite conquistar otras esferas, como la política o la amorosa.
IMAGEN
El americano, 2010.
Los filmes han recreado este mundo diferenciado, por ello, los niños varones se presentan en clara oposición a las niñas. Los primeros son el objeto de expectativas colectivas muy diferentes, otorgándoseles un trato privilegiado, mientras que a las niñas y a las mujeres se les muestra en espacios domésticos o delicados que evocan la fragilidad y la frivolidad femenina. Se observa en contraste a los hombres a quienes raramente se les asocia a las actividades hogareñas, pero si se les ubica en lugares exóticos, en bares o cantinas, donde desarrollan imágenes de rudeza viril. Así, en el Filme Maclovia (1948) de Emilio Fernández presenta en una escena escolar un salón de clases integrado únicamente por niños varones, el maestro se dirige a ellos señalándolos como el futuro de México, en la paredes se encuentran fotografías de héroes masculinos. Mientras que el "Santo" personaje icónico del cine de luchadores es un héroe que desarrolla sus acciones en lugares excitantes y las mujeres sólo son objetos de deseo o de comparsa. El parranderísmo, es otra cualidad que exalta la masculinidad cinematográfica, se muestra como un deseo irreprimible de salir con amigos e ingerir bebidas alcohólicas buscando el contacto con prostitutas o amigas de ocasión. La cantina y el cabaret se convierten en los espacios ideológicos privilegiados donde se celebra la virilidad a través de un exhibicionismo homosocial, que permea a todas las clases sociales. Actúa como articulación de la masculinidad. Es el lugar donde se manifiestan las mejores relaciones homoeróticas, entendidas como la amistad masculina que conlleva a un acercamiento físico y a la demostración de relaciones afectivas entre ellos, las cantinas son el espacio donde están presentes las relaciones homosexuales y homofóbicas, todo se sublima visualmente ante la proeza de la bebida acompañada por las canciones que los hombres entonan alegremente. El mejor ejemplo de ello es la película de Arturo Ripstein, "El lugar sin límites" de 1977.
IMAGEN
El lugar sin limites,1977.
El cine ha contribuido a hacer el ideal imposible de la virilidad, ya que los hombres representados en las pantallas manifiestan un principio de alta vulnerabilidad, la cual conduce paradójicamente, a la inversión, a veces forzada en los juegos de violencia masculinos, principalmente en los deportes (box, lucha libre, juegos de pelota, etcétera.) y especialmente los que producen signos visibles de la masculinidad para manifestar y experimentar las cualidades viriles en donde se destaca la competencia con personas del mismo sexo. La virilidad tiene que ser revalidada por los otros hombres, en su verdad como violencia actual o potencial y certificada por el reconocimiento de la pertenencia al grupo de los "hombres auténticos" lo cual debe comprobarse en forma cotidiana. Alguna de las formas de exponer el valor para los hombres se presentan en el cine por medio de personajes como policías o delincuentes, que deben desafiar el peligro negándolo, de tal manera que su comportamiento es de fanfarronería porque deben sostener esa actitud, de lo contrario, los otros varones los catalogaría como falta de hombría, de débiles, de mariquitas o de mujercitas, es decir, caerían en la categoría femenina. Los hombres en la pantalla se presentan como personajes que matan, violan, torturan, dominan, se catalogan como los "duros" y se someten a pruebas de valor corporal así, la hombría se expone y se revalida en los discursos del cine orientados hacia el reforzamiento de las solidaridades viriles (Bourdieu, 2000:8).
La masculinidad en el celuloide debe ser analizada más allá de caracterizar los estereotipos que se han manejado por el cine de acuerdo a los contextos socio históricos donde se inscriben los filmes, revalorándose dentro de las relaciones de poder en la actividad implícitamente masculina de ver la condición implícitamente de ser el objeto de la vista. En el 2011 Gustavo Loza dirige el filme "La otra familia", donde presenta a dos personajes protagónicos homosexuales que adoptan a un niño y rompen el comportamiento homosexual dando, a la vez, una nueva posición al concepto de familia, imagen totalmente diferente a la presentada en la película "La casa del Ogro" de Fernando de Fuentes (1938) donde el personaje homosexual es un individuo exageradamente amanerado que apoya al melodrama como soporte cómico que equilibra el drama de la historia como personaje secundario al que se le ridiculiza.
El cine es y ha sido una institución en donde ha prevalecido la dominación masculina, difundiendo los estereotipos que legitima a la sociedad heterosexual, es decir, se instituye como principio del ser humano, asumiendo tal definición como necesaria y natural, expresando las expectativas colectivas, positivas y negativas, tendiendo a inscribirse en los cuerpos genéricos bajo formas de disposiciones permanentes. Sin embargo, el cine ha proyectado a hombres y a mujeres que registran un cambio de sexo, experiencia que obliga a desarrollar formas o comportamientos para definirse como mujer o varón, por ser la única vía para obtener su reconocimiento social a un determinado género. La virilidad se ha construido en oposición a lo femenino, es decir, la virilidad es una no feminidad. La película "Quebranto" bajo la dirección de Roberto Fiesco (2014), muestra con precisión la problemática que enfrenta un hombre para lograr asumir su identidad como mujer.
IMAGEN
Quebranto, 2014
El hecho de que la producción cinematográfica tenga una mirada predominantemente masculina significa que conlleva a que la imagen viril presentada en las pantallas es el objeto de la mirada de otro hombre, lo que provoca conflictos, puesto que estamos hablando de una en relación homoerótica que implica, a la vez, una homofobia y una misoginia. La industria cinematográfica mexicana a partir del cine sonoro no admitió la posibilidad de que las mujeres ejercieran el oficio de dirección cinematográfica, por ello, el cine mexicano desde los años treinta a los setenta fue una visión fundamentalmente masculina que reforzaba la diferencia genérica.
El hombre se exhibe en las pantallas en diferentes formas: su cuerpo se presenta como objeto erótico, predomina el exhibicionismo y el narcisismo; la masculinidad se presenta como espectáculo que llena la pantalla. No importa que se justifique en la narración, como podría ser, la resistencia física o como parte de atributos a cierta actividad que debe la imagen masculina mostrada como un objeto del deseo e ideal de hombría. El discurso cinematográfico nos hace contemplar la corporeidad física del hombre con elementos visuales y narrativos que tienden al sadomasoquismo como en los filmes de detectives, gladiadores, gánsteres y westerns que se le representa como objeto erótico en un estado de dolor y con ello, se indican las características viriles que se esperan de los hombres.

IMAGEN
Hércules, 2015.
Las narraciones cinematográficas ofrecen en sus relatos una serie de oposiciones homólogas para representar a lo masculino o lo femenino, que se reproducen en formas dispersas y a menudo difícilmente reconocibles. Estas distinciones específicas se repiten en cada discurso cinematográfico constriñendo la mente del espectador de manera más o menos insidiosa y, con ello, se reafirman las relaciones de dominación sexual. Es frecuente ver en la pantalla una forma lógica de los universos sociales en el cual el inconsciente se arraiga y se reproduce bajo los principios de las divisiones objetivas que se establecen entre las posiciones sociales masculinos y femeninos, tenemos así a: médicos/enfermeras, patrón/sirvienta, intelectual/rupestre, todas estas representaciones apoyan la permanencia de la división masculino/femenino.
Los sistemas de valores que se presentan en la pantalla cinematográfica funcionan como patrones de conducta para los sujetos y le otorgan pertenencia a la estructura social por medio de la reproducción de roles fundamentados en el género, los cuales asumen aspectos de conducta que le proporcionan una proyección como individuo en su ideal de comportamiento por las expectativas que se espera de ellos, sometiéndose a una serie de obligaciones y privilegios inherentes a una determinada posición genérica que les concede derechos, deberes y status social.
El cine favorece la reproducción de lo masculino y lo femenino exaltando ciertos modelos genéricos que corresponden a características que definen a los individuos de una cierta sociedad, es decir, existen diversas feminidades y masculinidades.

Aspectos concluyentes
Hablar de los debates en los estudios de género implica abordar una constelación de planteamientos, de posiciones ideológicas y de referentes epistemológicos elaborados desde múltiples coordenadas de observación.
Los estudios de género al incorporar categorías de conceptualización como son las masculinidades y su relación con el cine, abren un nuevo campo de acción en la investigación social que nos permite entender algunos procesos que representan una dimensión cultural, simbólica e ideológica con proposiciones de interpretación del sistema sexo-género con amplios modelos de análisis.
Queda por desarrollar la labor de identificar y articular las diversas formas de representación cinematográfica de la masculinidad para establecer análisis teóricos sobre la imagen y su codificación permeadas por las trasformaciones sociales y políticas, que desplegará la tipología masculina presentada en los relatos cinematográficos, así como a los estereotipos varoniles y, con ello, desconstruir los mitos, situando al hombre y su masculinidad en la posición del otro.
Los estudios de masculinidad están en pleno desarrollo pero, sin duda alguna, los desarrollados en el campo cinematográfico están aportando categorías de análisis a los estudios de género a partir del reconocimiento de las masculinidades, desechando la idea de la existencia de un modelo masculino único universal.
Bibliografía
Abelove, H. (1993). The lesbian and gay studies, reader. Nueva York y Londres: Routledge.
Ayala Blanco, J. (1967) La aventura del cine mexicano,1931-1967. México, Ed. Posada.
Bersani, Leo (1998). Homos. Argentina: Manantial.
Bourdieu, Pierre.(2000) La dominación masculina. Barcelona, Editorial Anagrama. (Colección argumentos).
Bou, Nuria. (2000) El tiempo del héroe: épica y masculinidad en el cine de Hollywood. Madrid, Paidós ibérica.
Butler, Judith. (2001) El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad. México: Paidós/PUEG.
Careaga, Gloria. (2006) Debates sobre Masculinidades. Poder, desarrollo, políticas públicas y desarrollo. México, UNAM.
Connell, Robert. (2003). Masculinidades. México,UNAM, Programa Universitario de Estudios de Género.
Casetti, Francesco. (1993) Teorías cinematográficas. Madrid, Ed. Cátedra.
Dyer, Richard. (1987). Cine y homosexualidad. Madrid, Laertes, 1987.
De la Mora, Sergio. (1998) Masculinidad y mexicanidad: panorama teórico-bibliográfico. Horizontes del segundo siglo. Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1998.
Eribon, Didier (2001). Reflexiones sobre la cuestión gay. España: Anagrama.
Foucault, Michel (1993). Historia de la sexualidad: la voluntad de saber. México: Siglo XXI.
García Riera, Emilio. (1998) Breve historia el cine mexicano. México, Conaculta.
Guiza, Gerardo (2010). Masculinidades: las facetas del hombre. México, Editorial Fontamara.
Gutierrez Lozano, Saúl. (2008) Tejer el mundo masculino. México, UNAM.
Halperin, David. (2000). "¿Hay una historia de la sexualidad?". En Grafías de Eros. Historia, género e identidades sexuales. Argentina: EDLP.
Hammam Mohamad Al Rifai. (2006). La construcción de la figura masculina en el cine: una mirada comparativa. Culturales, julio-diciembre, año/Vol. II, número 004. Universidad Autónoma de Baja California Mexicali, México, 2006, pp. 80-116.
Izquierdo, María Jesús. (1998). El malestar en la desigualdad. Madrid: Cátedra.
Mulvey, Laura (1975). Visual Pleasure and Narrative Cinema. Screen 16 (3): 6–18
Mosse, George L. (2001). La imagen del hombre: La creación de la moderna masculinidad. Madrid, Talasa ediciones.
Muñíz, Elsa. (2002). Cuerpo, Representación y Poder, México en los albores de la Reconstrucción Nacional, 1920-1934. México, UAM-A.
Mead, Margaret. (1971). La antropología y el mundo contemporáneo. Buenos Aires, Siglo veinte.
Núñez, Guillermo. (2003). Nuevas perspectivas y retos en los estudios de masculinidad, Conferencia presentada en la Reunión Nacional 9, 10 y 11 de julio. Pueg/Unam.
Palomar Verea, Cristina (2000). La charrería en el imaginario nacional. En Artes de México, número 50, junio.
Pisano, Margarita. (2012). El triunfo de la Masculinidad. Santiago, Surada Ediciones.
Ramírez Hernández, Felipe Antonio. (2000) Violencia masculina en el hogar. México, Editorial Pax.
Sánchez Palencia, C. (2001) Masculino plural: Las construcciones de la masculinidad. Lleida, Universidad de Lleida.
Seidler, Victor. (2000) La sinrazón masculina. Masculinidad y teoría social. Barcelona, Piados, 2000.
Seidler, Victor. (1995). "Los hombres heterosexuales y su vida emocional". En Sexualidad: teoría y práctica, Debate feminista, año 6, 11. México.
Seidler, Victor. (2003). Masculinidades, hegemonía y vida emocional. Pueg/Unam, en prensa.
Smith, Paul. (1996). Boys and masculinities in contemporary culture. Boulder, Westview press.
Torres San Martín Patricia. (2008) La recepción del cine mexicano y las construcciones de género, ¿formación de una audiencia nacional?, México, La ventana nº 27/2008.
Weeks, Jeffrey (1993). El malestar de la sexualidad: significados, mitos y sexualidades modernas. Madrid: Editorial Talasa.
Vázquez-Rial, Horacio. (2004) Hombres solos. Ser varón en el siglo XXI. Ediciones B.




1


Lihat lebih banyak...

Comentários

Copyright © 2017 DADOSPDF Inc.