Carta dirigida a David Díaz Arias

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San Ramón, 8 de febrero de 2015

Estimado David Díaz Arias: Leyendo hoy en La Nación (suplemento “Áncora”, pág. 3), su artículo titulado “Perdidos en el espacio en Costa Rica”, no puedo dejar de observar u objetar algunos de sus planteamientos. Primero, desde una perspectiva semiótica, no es azaroso que sea La Nación, del Grupo Nación que es uno de los impulsores de la pseudo-ciencia ficción en Costa Rica, el periódico donde se ha publicado este artículo suyo y donde este aparece como el escenario neutral y desinteresado en publicar una noción de ciencia ficción como la que se pretende legitimar con sus palabras. En segundo lugar, es interesante cómo usted define la ciencia ficción alrededor de dos elementos, o sea, la imaginación y la introducción de elementos propios de la literatura fantástica. Dice usted: “Gracias a la imaginación de muchos escritores, durante todo el siglo XX, la ciencia ficción se ocupó de temas como los viajes en naves interplanetarias e interestelares, la exploración y la colonización de otros mundos, las guerras y las armas fantásticas, la anticipación de futuros y la creación de pasados alternativos”. Evidentemente, usted liga la ciencia ficción al proceso de imaginar, lo cual por cierto es común a todo proceso literario, en lo particular, y a todo proceso de pensamiento, en lo general. Es decir, este punto no nos ofrece ningún rasgo propiamente distintivo de la ciencia ficción como tal. Sin embargo, es más problemática la idea que liga su noción de ciencia ficción a lo fantástico y que reproduce sobre todo un esquema mercantil, basado en un historicismo, que si bien aplica la categoría de lo histórico (lo cual es totalmente válido), olvida analizar la cuestión en lo lógico (lo estructural). En otras palabras, la noción de ciencia ficción que subyace a su posición se ancla en un puro nominalismo. Usted se casa con la nomenclatura “ciencia ficción” y luego “mete” ahí todo lo que se venda con ese nombre, lo cual no solo

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es poco profundo, sino que también (y esto ya se lo he expresado en otro lugar) solo sirve para legitimar patrones de consumo. Claramente, nociones como la de space opera, son solo estrategias mercadotécnicas para vender un producto a un sector del mercado que si bien es aficionado a la ciencia ficción, comparte asimismo los problemas de su propuesta, o sea, su nominalismo y su historicismo. Como decía alguien, las space operas son películas de vaqueros con rifles láser y naves en lugar de caballos, donde la ciencia y la tecnología no son asumidas en su plausibilidad y su desarrollo, y donde no se explica nada y lo importante es el efecto que se crea (pura inmediatez). En Perdidos en el espacio, recuerdo un episodio (creo de la primera temporada) donde se encuentran los Robinson una especie de “sombrero” que permite materializar los deseos, lo cual está muy lejos de la ciencia ficción. Elementos como este evidentemente buscaban (como parece ser la constante con este tipo de elementos fantásticos) introducir dentro de la criticidad del género de ciencia ficción, un elemento fantástico que no tuviera asidero en lo real, en lo concreto, y que en lugar de presentarse como un desarrollo de lo abstracto (ligado a lo concreto), sumergiera al espectador/lector en lo abstraído, allá donde políticamente no fuera posible ningún cambio, o sea, dentro de un efecto distópico. Su posición con respecto a la ciencia ficción, al igual que la de Molina, cae en un simple historicismo, que al pasar por alto lo lógico, lo estructural, reproduce el prejuicio de los grupos dominantes contra la crítica que el concepto de novum (el extrañamiento cognitivo) introduce en la ciencia ficción. Asimismo, le recuerdo que la definición de la ciencia ficción como imaginación (o como dice el manipulado “documental” The Real History of Science Fiction, la historia de la ciencia ficción es la historia de la imaginación) es una de las estrategias con las cuales el Banco Mundial e incluso la UNESCO han tratado de impulsar este género en nuestros contextos, que adolecen, contrariamente a lo defendido por Rachel Haywood Ferreira, de una tradición de ciencia ficción, como un medio de control social y de tecnocratización de la educación en su forma, su contenido y sus alcances. Saludos Roy Alfaro Vargas 2

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