Casco Viejo de Vitoria (País Vasco, España)

June 16, 2017 | Autor: Antonio Rivera | Categoria: Urban Geography, Urbanism, Urban Sociology, Basque country, PAIS VASCO
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Geografía e historia como oportunidad / amenaza en un corazón urbano: el Casco Medieval de Vitoria Antonio Rivera [TEXTO PUBLICADO EN Koldo Aginagalde y José I. Aranes (dirs.), Casco Antiguo de Cultura Contemporánea de la Ciudad de Vitoria-Gasteiz, Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz, Vitoria 2003, pp. 166-175] «En su interior hay dos ciudades. La vieja tiene calles feas, estrechas y tortuosas, con edificaciones irregulares y toscas, a la que se ligan recuerdos como musgos a troncos secos, y donde otrora moraron reyes y papas. La nueva tiene las calles largas y perfectamente alineadas, las plazas espaciosas y bien arboladas, y las casas grandes y con aspectos nobles, lujosos y modernos». Anselmo de Andrade 1

«El Casco Medieval no parece ser el objeto de deseo para un grupo amplio de la población pese a las muchas intervenciones urbanísticas y económicas, pero evidentemente es un espacio donde vivir para algunas personas que lo han elegido o se han resignado a permanecer en él». Informe sociológico para la Revisión del Plan Especial de Rehabilitación Integrada del Casco Medieval (febrero 2001)

Los vitorianos siempre acudimos a la halagadora comparación que Víctor Hugo hizo de Vitoria en Notre Dame de Paris, poniendo su casco medieval a la altura de los de Nuremberg y Vitré, y resolviendo rotundo con un «gótica, entera, completa, homogénea». La singularidad y belleza histórica y artística de ese espacio central y primigenio de la ciudad han convivido desde hace siglo y medio –quizá hasta dos– con el pulso que sostienen la vieja y la nueva ciudad. El visitante luso de 1880 reparó en esa evidencia palmaria y, dejándose llevar por la percepción burguesa y poco romántica de ese instante, enfrentó los epítetos asignados a una y otra. Una centuria larga después, un Informe sociológico viene a dar nueva forma a esa constante de confrontación al señalar cómo son ahora los vitorianos quienes no se interesan por la zona, mientras que sí que lo hacen los turistas, sus pobladores tradicionales y los vecinos económicos o forzosos.

1 ANDRADE, Anselmo de: Viagem na Espanha. Lisboa, 1885. Citado por MARTÍNEZ SALAZAR, A.: Historias de una ciudad. Vitoria en los libros de viajes. Txertoa, San Sebastián, 1994, pág. 118.

Durante más de seis siglos, la Vitoria realmente existente fue la del Casco Medieval. Conformado a partir de una trama perfecta, «de libro», con una línea central que une dos torres-fortaleza (función original defensivo-religiosa) y a partir de la cual van cayendo las calles hacia ambos lados de la colina, cruzadas a su vez por cantones de comunicación, y limitadas finalmente por las murallas y por sendos cursos –hilillos, más bien– de agua, hablamos del paradigma del plano medieval. Durante más de seis siglos, en lo alto de una colina que dominaba la gran extensión de la Llanada, Vitoria fue, como eran esas ciudades medievales, una unidad de vida, donde sus diferentes «ciudades interiores»2 se integraban de manera dinámica.

A partir de los años finales del setecientos, y ante la imposibilidad de contener a su población y de dar cumplida respuesta a las demandas de la pujante clase mercantil, la tradicional almendra se abrió en su muesca meridional y el arquitecto Olaguíbel, genial, abrió la ciudad al futuro con una rotunda y cartesiana plaza, y conectó en lo posible, con sus Arquillos, la vieja urbe de la colina con la que ya imaginaban los más anticipados. Después, en 1864, llegó el ferrocarril y con él, definitivamente, la ciudad burguesa, abierta al mundo pero opuesta, de espaldas, a su núcleo original.

En ese punto comienza la historia del Casco Viejo como problema. Los geógrafos urbanos denominan invasión-sucesión al fenómeno consistente en la salida de la población rica del centro de la ciudad, hacia su nuevo contorno, y el encerramiento de la pobre en el núcleo urbano original. Este hecho se acompaña de una reformulación de las funcionalidades espaciales, de manera que las principales de ese momento –del momento de la Vitoria burguesa de la segunda mitad del XIX: político-administrativas, económico-financieras, culturales, proyección social, recreo...– se concentran en la zona del nuevo ensanche, mientras que las actividades secundarias o incluso marginales –religiosas y militares de un lado; residencia depauperada, garitos, tabernas, prostíbulos..., de otro– quedan relegadas a la vieja colina. Un fenómeno éste común a otras ciudades contemporáneas 3, pero que, en el caso de Vitoria, se refuerza la subor-

2 PORRES, R. (dir.): Vitoria, una ciudad de “ciudades”. (Una visión del mundo urbano en el País Vasco durante el Antiguo Régimen). UPV-EHU, Bilbao, 1999. 3 RIVERA, A.: «La formación del Ensanche vitoriano: ¿un ejemplo paradigmático?», en J. L. García Delgado (ed.): Las ciudades en la modernización de España. Los decenios interseculares. Siglo XXI, Madrid, 1992; CASTELLS, L.; RIVERA, A.: «Una inmensa fábrica, una inmensa fonda, una inmensa sacristía. (El espacio urbano vasco en el paso de

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dinación y hasta el ocultamiento de su casco original por dos razones: una geográfica, su ubicación en un alto, desplazado del nuevo llano burgués; otra social e histórica, la afirmación de la burguesía local frente a lo que representaba la vieja ciudad. Hablamos desde entonces de «la historia de dos ciudades» 4, que, a diferencia de la galaxia de «ciudades interiores» del medioevo o del tiempo moderno, que vivían dentro de un mismo espacio intercambiando tiempos, ahora quedaban profunda y socialmente fracturadas, separadas una de otra. El nuevo mercado de 1900 o la nueva catedral comenzada a construir en 1907 son dos ejemplos de la negativa de la ciudad burguesa a subir a la vieja colina para cumplir con dos preceptos tan básicos como comer o rezar 5. 1. Población y funciones, hoy

El viejo Casco Medieval quedó reservado desde el último cuarto del siglo XIX a una población empobrecida (digamos popular, en un sentido amplio, pero también con la semántica de clase subordinada). Baste un dato: en sus seis calles principales se concentraban más del sesenta por ciento de los pobres vitorianos con derecho a asistencia social 6.

Al cabo de un siglo no han cambiado las cosas en ese lugar, aunque la geografía y la historia de Vitoria casi no tengan que ver con él de tanto que han mutado. La población actual del Casco Medieval se caracteriza por unas cifras relativas – comparativas con el resto de la ciudad– que señalan vejez, menores recursos económicos, pobreza y asistencia, déficit de servicios, concentración de extranjeros y de alguna de sus funciones más emblemáticas (vg. una mezquita), baja cualificación profelos siglos XIX al XX)», en CASTELLS, L. (ed.): El rumor de lo cotidiano. Estudios sobre el País Vasco contemporáneo, UPV-EHU, Bilbao, 1999. 4 RIVERA, A.: «Las transformaciones de la vida cotidiana en Vitoria desde el siglo XIX hasta nuestros días», en IMÍZCOZ, J. M.ª (dir.): La vida cotidiana en Vitoria en la Edad Moderna y Contemporánea. Txertoa, San Sebastián, 1995. Una interesante visión literaria la proporciona FUENTE, J. de la: La ciudad imaginada. Vitoria a través de las crónicas y de los cronistas contemporáneos, ejemplar mecanografiado-inédito, Vitoria, 2001. La visión de dos contemporáneos en BECERRO DE BENGOA, R.: Descripciones de Alava, Vitoria, 1919 (reed.: Papeles de Zabalanda, Bilbao, 1996), pág. 20; y ALFARO, T.: Vida de la Ciudad de Vitoria. Magisterio Español, Madrid, 1951 (reed.: Diputación Foral de Álava, Vitoria, 1996), pág. 461. 5

FUENTE, J. de la: Op. cit., (s. p.) recoge sendos testimonios de Colá y Goiti, y de Carreras Candi.

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RIVERA, A.: Situación y comportamiento de la clase obrera en Vitoria (1900-1915). UPV-EHU, Bilbao, 1985, pág.

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sional y nivel de formación, mucha familia de un solo miembro (normalmente mujeres) o polinuclear (de inmigrantes), porcentaje reducido de propiedad de la vivienda... 7. Un cuadro característico de un Casco Antiguo ocupado por población tradicional –a menudo mayor–, al que se le han incorporado dos o hasta tres aportes singulares: los estudiantes que viven en pisos, los inmigrantes extracomunitarios y los profesionales con recursos, estimulados aquéllos por los precios bajos de la vivienda y estos últimos por la rehabilitación de la zona y de las residencias, y por una cierta moda de vivir allí. Esta circunstancia ha generado una situación de dualidad social, toda vez que conviven juntos colectivos con una fuerte fragilidad económica (poblaciones marginadas tradicionalmente –vg. gitanos– a las que se suma la reciente inmigración) y otros bien situados en cuanto a recursos y proyección social. El hecho no genera tanto dificultades de convivencia –los segundos eligen la zona para vivir– como la atenuación estadística de los rasgos más problemáticos de esta área.

La geografía ha jugado en contra del lugar. O por lo menos lo ha hecho contradictoriamente. La colina sirvió de defensa en su origen, definió un mundo cerrado y completo más adelante, lo aisló por inaccesible y por secundario o marginal cuando la ciudad burguesa, y constituyó un emblema de la ciudad en los tiempos recientes. La tercera fase, la negativa, es interesante.

Los otros cascos viejos de las capitales vasconavarras, en llano todos, conectados físicamente con la urbe moderna, han acabado convertidos en un mix que en parte retiene aspectos indeseados del vitoriano –algunas actividades marginales, población envejecida, territorio acotado por tribus urbanas, identidad no integradora por prácticas de ruptura social...–, pero que a la vez presenta la ventaja de seguir siendo espacios de centralidad urbana. Los tres cascos viejos son espacios distintos a sus respectivos ensanches, pero en todos los casos se conectan e integran sin solución de continuidad, reteniendo a la vez funciones privilegiadas que tienen que ver con una

7 Las cifras que proporciona el Informe sociológico para la Revisión del Plan Especial de Rehabilitación Integrada del Casco Medieval (febrero 2001) se resumen así: 41,8 años de media de edad (38,9 para Vitoria; en adelante se acompaña esta cifra entre paréntesis); 20,6 índice de vejez (mayores de 65) (14,1); 9,7 tasa de juventud (menores de 15) (12,9); 30,6 tasa de fecundidad (por mujeres extranjeras) (28,8); 6% de residentes de origen extranjero (2%); 2,1% analfabetos (0,3); 5,6% titulados superiores (9,4%); 15,1% sin estudios (fuerte fracaso escolar de la población juvenil) (4,6%); 39% de hogares con una sola persona (mayores de 65 o mujeres) (20%); en el 7% de los hogares se cobra el Ingreso Mínimo de Inserción (menos del 1%); 21% de viviendas sin ocupar (por ser vivienda rehabilitada, de construcción reciente o por su mal estado de ocupación) (12%); 22% de residencia de alquiler (10% en la Comunidad Autónoma del País Vasco; 15% en España); 74,15 metros cuadrados de media de vivienda (95); 91% de las viviendas no tiene ascensor...

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sociabilidad más abierta y general que en el caso que nos ocupa o con el establecimiento de negocios de calidad (comercio, restauración...).

Podríamos decir que no es sólo la geografía la que ha jugado contradictoriamente, sino que al mismo tiempo lo ha hecho la historia. Tomemos tres expresiones. La historia (y la geografía, como veíamos) ha singularizado ese espacio, a la vez que lo ha aislado en su problema de accesibilidad. La historia lo ha convertido en un espacio vital intenso y articulado, dotado de una buena red social y caracterizado por ser un lugar donde la mayoría de los ciudadanos ha tenido alguna experiencia vital, pero al precio de su deterioro físico y de su significación promiscua. Este aspecto nos devuelve a la reflexión de cómo los espacios modernos, pulcros, espaciosos, racionales, fríos, son un problema para la sociabilidad, mientras que los abigarrados, caóticos, promiscuos, la propician, así como las experiencias y la vitalidad. En tercer lugar, anticipando un tanto las propuestas finales, parte del futuro que puede tener la zona –el de constituir y explotar su condición histórico-cultural– puede convertirse en final si ello se traduce en un lugar de exposición, sin vida o al margen de la vida de sus moradores.

No sólo la población sigue respondiendo a rasgos certificados hace un siglo; pasa otro tanto con la funcionalidad. Aquí se repite el esquema de finales del novecientos. Las funciones que ha retenido el Casco Viejo son, aparte de la residencia para parte de las clases bajas, las de proyección histórica y las lúdicas de menor status. En el primer caso, el atractivo presente del patrimonio cultural suscita amplias posibilidades de futuro. En el segundo, se contradice la vitalidad de determinados momentos con el deterioro que sufre el barrio.

La zona ha sido tradicionalmente el escenario de sociabilidad de dos tipos de personas: las cuadrillas de poteadores y los adolescentes (y primera juventud). La abundancia de estos últimos (sobre todo en los fines de semana) ha eclipsado a los primeros, una clientela más estable y respetuosa con el entorno. La consecuencia de la presencia masiva de esa primera juventud se deja notar en los puntos débiles del barrio que señalan sus vecinos: ruido, limpieza y marginalidad 8.

8 El 40% señala el ruido, el 16% la limpieza y el 11% la marginalidad. Cuando se trata de los que regentan negocios, los porcentajes son respectivamente del 7, 19 y 32. Uno de cada cuatro establecimientos en la zona es un bar. Los especializados en un público joven generan más ruido y problemas de limpieza, así como de horarios, toda vez que los

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Además, la problemática realidad socio-política de nuestro país ha reforzado la tendencia a hacer de la zona un escenario de conflicto y transgresión social 9, que en la medida en que se ha monopolizado por un determinado movimiento político ha acabado por convertir esas calles, en momentos y fechas precisas, en territorio liberado, que expulsa o disuade de acceder a las mismas a la mayoría de la población de la ciudad. A su vez, en una pauta de reforzamiento endogámico, los miembros de ese movimiento ocupan todo el escenario visual, lo que transforma la zona en hostil y excluyente, sustrayendo así sus posibilidades de atracción de los vitorianos y de los visitantes. 2. Oportunidades para el cambio

Objetivamente, con los índices que se han utilizado para el análisis, la realidad del Casco Viejo vitoriano no es buena y su perspectiva de futuro tampoco. En general, sus vecinos están a gusto en el barrio, y aunque aceptan que presenta notables déficits, ya sea por los años de vivencia en la zona, por haber generado un espacio vital insustituible e inintercambiable, por las mejoras y rehabilitación llevadas a cabo en los últimos tiempos o por ser la única residencia que su economía se puede permitir, no se plantean su traslado a otra parte de la ciudad y se muestran satisfechos de vivir allí 10. Pero no parece que ésa sea la opinión del resto de los vitorianos. Y tratándose de una zona emblemática de la ciudad, es lícita y oportuna la preocupación de éstos.

La configuración de una ciudad es el resultado de la interacción de tres factores: el estructural (físico), el funcional (ocupaciones) y el simbólico (caracterización) 11. En los tres, el Casco Medieval se ve distinto desde dentro y desde fuera. A la vez, cualquier intervención debe ser respetuosa con los intereses de los vecinos del barrio y

poteadores acostumbran a manejarse en los tiempos de los vecinos. El mayor problema, en todo caso, y para todos, es el aparcamiento (Informe sociológico para la Revisión del PERI). 9 Que también se da en cuanto a índice de delitos «comunes»; lo que no quiere decir que sean cometidos por los del barrio sino en el barrio. 10 En el Informe sociológico que venimos utilizando se señala cómo sólo el 9% de los vecinos estaría interesado en cambiar de barrio. Este porcentaje se recluta exclusivamente entre los vecinos «económicos» (estudiantes u ocupantes recientes), no entre los tradicionales. A su vez, sólo el 14% de los negocios se mueve en esa tesitura de traslado. 11 «Ciudad de piedra, ciudad de relaciones, ciudad del hombre», dicho de otro modo (BEGUINOT, C.: «Los tres tipos de ciudad y su dimensión urbanística», en FERRER REGALES, M. (coord.): Cambios urbanos y políticas territoriales. Barcelona y Sevilla 92. Bilbao. Pamplona. Universidad de Navarra, Pamplona, 1992, pág. 16.

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de los ciudadanos de Vitoria, conscientes de que los primeros tienen un nivel de implicación superior.

En ese sentido, la primera pregunta sería para qué cambiar, para qué intervenir (o seguir interviniendo). De entrada, el no hacerlo desde fuera reforzaría los aspectos más negativos que presenta el barrio (del envejecimiento a la degradación física, pasando por la marginalización). Tampoco se puede aceptar que una zona se convierta en espacio acotado, ni para sus vecinos (que no es su deseo) ni para quienes en determinados momentos lo ocupan para su disfrute. El espacio urbano es de toda la ciudad. Por último, se apuntaba antes, el carácter emblemático de la zona y su valor patrimonial obligan a su recuperación para todos los ciudadanos de Vitoria y para los que visitan la ciudad.

En general, no parece haber una contradicción entre las soluciones que aportan los vecinos para su barrio y las que se podrían formular «desde fuera». Los vecinos inciden en propuestas que mejoren los servicios culturales de la zona (los de su propio uso), a la vez que exploten esa riqueza histórica y patrimonial 12. Reclaman la solución al problema de la accesibilidad, ya que ello incide sobremanera en una población envejecida y, además, refuerza su aislamiento. El del aparcamiento es el primer problema de la zona. Un tercer ámbito de mejora es el que intervendría positivamente en el ambiente del barrio. El entorno y la trama social, la calidad de ese trozo urbano y la red de relaciones que históricamente se han trenzado se sostienen como uno de los valores principales, con consecuencias positivas como la implicación en los problemas del lugar. Se trataría ahí de propiciar actuaciones difíciles, porque de una parte deberían seguir mejorando el aspecto físico, pero de otra no deberían convertir la zona en un escaparate o un plástico. Mejorar la condición de vida sin vaciar la vitalidad que pulula por sus calles. Esto tiene multitud de variantes. Por ejemplo, la peatonalización incorpora calidad de vida, pero dificulta el acceso y deja el barrio artificialmente al margen, protegido de situaciones que se dan en cuanto se sale de él. Por último, un cuarto aspecto es el de la capacidad del Casco Viejo para serlo de toda la ciudadanía vitoriana. Es cierto que, como señalan los vecinos, la zona se ve perjudicada por estereotipos negativos y que sería precisa una campaña de promoción y de ofrecimiento a toda la

12 En el Informe que venimos consultando los vecinos hablan de una Oficina de información turística, de otra de interpretación del Casco Medieval y de la generación de espacios escénicos.

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ciudad. Pero no lo es menos que el lugar aparece en determinados tiempos como gueto de un corte de edad (y de sus prácticas sociales) o de una facción política (y de sus prácticas sociales) que repele la presencia del ciudadano común. Y dentro de esa figura ha de incorporarse al visitante, también incómodo en una zona que agobia simplemente ante el monopolio visual que se practica.

El problema de relación del Casco Viejo con toda la ciudad tiene que ver con los movimientos por él mismo. En definitiva, la pregunta sería: ¿qué lleva a una vitoriana o a un vitoriano, a un ciudadano en general, lugareño o forastero, a pasar o no pasar por el Casco Medieval? La cuestión nos lleva a los atractivos / factores de rechazo y a las facilidades / dificultades de acceso.

La zona puede atraer por su riqueza patrimonial y por su ambiente diferente al resto de la ciudad. Sobre lo primero se puede actuar (o seguir actuando) a través de la dignificación y conocimiento y difusión de los valores de la zona. Es inevitable volver a señalar el efecto tractor que ha tenido la intervención en la Catedral vieja. A otro nivel, puede servir la experiencia Gótico pero exótico, donde el espacio Artium buscaba escenarios sorprendentes en diferentes edificios del Casco. El estímulo de actividades profesionales relacionadas con la cultura, la creación, el arte, el conocimiento y el turismo también revitalizarían la zona y generarían sinergias adecuadas.

La incidencia sobre el ambiente va en la misma dirección: explotar un espacio sosegado y tranquilo en mitad de la ciudad. El comercio y los servicios de calidad son la fórmula. Así se ha hecho exitosamente en otros Cascos Históricos de los alrededores. Las experiencias de asociación comercial, la especialización y la promoción mancomunada entre esas agrupaciones gremiales y el municipio tienen que proporcionar buenos resultados.

Pero esos atractivos sobre los que se puede incidir, los argumentos que animan a la ciudadanía a desplazarse al Casco Medieval, tropiezan con las dificultades de acceso y presencia. Las dificultades de acceso, cuando hablamos de una colina 13, no sólo afectan gravemente a sus envejecidos pobladores, sino que, a la vez, limitan el

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En su extremo meridional hay hasta veinte metros de desnivel (entre Villa Suso y la Plaza de España).

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acceso. Algunos centros culturales de importancia (Montehermoso, Villa Suso) pagan ese peaje de la accesibilidad. Se han propuesto diferentes fórmulas –algunas realmente sorprendentes: vg. socavar la roca de la colina con una vía de circulación e instalar un parking subterráneo–. Dentro de las posibilidades, no sería un disparate el ubicar escaleras mecánicas en alguno de los cantones transversales. Ciudades más santas que la nuestra –vg. Asís– ya las tienen y no perjudican por ello su virtud.

La accesibilidad en términos sicológicos es si cabe un problema mayor. El barrio debe recuperar su condición de espacio común y emblemático de la ciudadanía vitoriana. En la actualidad sólo se reivindica su sky line, el de las cuatro torres, y si acaso la referencia cultural de su riqueza histórico-artística. Pero, ¿cuántos ciudadanos no pasan en todo el año por la zona, tanto por no sentirse suficientemente atraídos como por sentirse suficientemente rechazados por sus ocupantes (no por sus vecinos)? La ciudad burguesa se mostró de espaldas al Casco Viejo desde que nació en la segunda mitad del XIX. Todavía queda mucho de ese modo de ser burgués que rechaza los espacios irregulares, mestizos, con dificultades. Pero de ahí a la condición de gueto que atesoran algunas calles de lo viejo discurre un abismo; el que repele a la mayoría de la población vitoriana.

La solución en este punto no es sencilla, puesto que supone la intervención contra colectivos humanos tratando de producir una suerte de disolución como tal grupo. Además, ha de tenerse en cuenta la heterogeneidad de los mismos, así como de las causas y razones que en esa zona les coloca. No es lo mismo, ni tiene el mismo origen y dificultades, la concentración de quinceañeros festivos que la de inmigrantes en la esquina o de borrokas en una vecindad. Y también, en cualquiera de esos o de otros casos, el efecto negativo se produce en el extremo de su manifestación vital (el ruido o la suciedad, la emergencia de otros hábitos de vida, la bronca de orden público o el monopolio visual), pero no hasta entonces, ya que su expresión controlada proporciona vida y ambiente precisos y valiosos al barrio.

En definitiva, en este punto, se trataría de aunar el interés del poblador, del ocupante, del ciudadano y del visitante. Ni sería bueno un Casco Viejo de plástico, como una recreación urbana propia de un parque temático, ni tampoco un gueto de ocupantes ocasionales, tribales o generacionales que ahuyentaran al resto de ciudadanos.

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3. Recapitulación

Recuperando la idea de las tres líneas constructoras de la ciudad que interactúan entre sí (estructural, funcional y simbólica), la recuperación del Casco Viejo para la ciudad (y para sí mismo; no puede haber contradicción) pasaría por: 

Superar los problemas de accesibilidad física mediante propuestas como puedan ser escaleras mecánicas o similar.



Superar los problemas de accesibilidad y estancia, en el terreno social y sicológico, haciendo de éste un barrio amable, no ya por parte de sus vecinos, sino también de sus ocupantes.



Estimular la instalación de actividades de prestigio capaces de convivir con la población de asiento.



Estimular la vinculación a la zona de artistas y creadores.



Rentabilizar a todos los efectos las propiedades, valores y atractivos del barrio: ambiente, distinción, historia, arte...



Apoyar la agrupación de comerciantes, así como la especialización de actividades.



Dignificar las referencias de la zona, haciendo llegar a todos los vitorianos los atractivos físicos, artísticos e históricos de ésta.



Propiciar el reencuentro de la vieja y las nuevas ciudades, y de sus ciudadanos, convirtiendo el Casco Medieval en una seña de identidad vivida y transitable –no sólo icónica– de toda la moderna ciudad de Vitoria-Gasteiz.

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