CINCUENTA AÑOS DE HOMO HABILIS (1964-2014)

June 1, 2017 | Autor: Irene Dosztal | Categoria: Paleoanthropology, Prehistoric Archaeology
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ALBERTO MAKINISTIAN Compilador



CINCUENTA AÑOS DE HOMO HABILIS (1964-2014)

ALBERTO MAKINISTIAN Compilador



CINCUENTA AÑOS DE HOMO HABILIS (1964-2014)

II Jornadas Intercátedras coorganizadas por Paleoantropología y Evolución y Prehistoria General

Universidad Nacional de Rosario Facultad de Humanidades y Artes | Escuela de Antropología Rosario – Argentina

Primera edición, 2016 Makinistian, Alberto A. Cincuenta años de Homo habilis: 1964-2014 / Alberto A. Makinistian; compilado por Alberto A. Makinistian. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Aspha; Rosario: Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, 2016. 124 p.; 24 x 17 cm. ISBN 978-987-3851-10-0 1. Antropología. 2. Evolución Humana. I. Makinistian, Alberto A., comp. II. Título. CDD 599.9092

Diseño y diagramación: Odlanyer Hernández de Lara

© Los autores Aspha Ediciones Virrey Liniers 340, 3ro L. (1174) Ciudad Autónoma de Buenos Aires Argentina Telf. (54911) 4864-0439 [email protected] www.asphaediciones.com.ar IMPRESO EN ARGENTINA / PRINTED IN ARGENTINA Hecho el depósito que establece la ley 11.723

AUTORIDADES FACULTAD HUMANIDADES Y ARTES UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO Decano: Prof. José Goity Vicedecana: Prof. Marta Varela Secretaria Académica: Dra. Liliana Perez Directora Escuela de Antropología: Elida Moreira COMISIÓN ORGANIZADORA SEGUNDAS JORNADAS INTERCÁTEDRA Presidente: Lic. Alberto Makinistian Dra. Ana María Rocchietti Prof. Nélida De Grandis Dra. Ma. Carolina Barboza Prof. y Lic. Mónica Valentini Dra. Carolina Piccoli Dra. Irene Dosztal Srta. Marina De Biassi

ÍNDICE Presentación...............................................................................................................9 Alberto Makinistian CAPÍTULO I: 50 años de Homo habilis (1964 – 2014) Homo habilis: un hito relevante en la historia de la Paleoantropología......................13 Alberto A. Makinistian Evolución biológica, egoísmo y cooperación................................................................25 Estela Lopretto Conciencia y cosmología: la idea inicial.....................................................................37 Sergio A. Acero Homo duplex: Buffon y el intelecto humano..............................................................55 Gustavo Caponi CAPÍTULO II: ¿Qué identifica al género Homo? De un extremo al otro: habilis en la odisea de la vida...............................................69 Ana María Rocchietti El mono flexible......................................................................................................77 Gustavo Caponi CAPÍTULO 3: Estudios de casos La importancia de la historia formacional del registro paleoantropológico...................91 María Carolina Barboza y Carolina Píccoli Aportes actuales de la antropología dental a la comprensión del género Homo.........103 Gabriel A. Bollini, M. Graciela Méndez, Juan Pablo Atencio Un museo para la evolución humana.....................................................................115 Mónica P. Valentini y Mariano Darigo

PRESENTACIÓN Alberto Makinistian

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urante la última parte del siglo XIX y primera parte del siglo XX la comunidad paleoantropológica internacional estaba convencida de que nuestros orígenes debían ser buscados en territorio asiático, no en territorio africano como lo había proclamado el mismísimo Darwin. Esto explica, por lo tanto, que se prestara tan poca atención al hallazgo del Australopithecus africanus en el sur de África, en 1924. Pero poco a poco esta realidad se iría revirtiendo gracias al esfuerzo y tesón de tres grandes investigadores: Raymond Dart, Robert Broom y Louis L. S. B. Leakey, sin duda tres extraordinarios pioneros en la búsqueda de nuestros orígenes en territorio africano. A mediados de la década del cincuenta, Louis y su esposa Mary estaban abocados a dicha búsqueda en la Garganta de Olduvai, en Tanzania. Y un día de julio de 1959 vieron compensados sus esfuerzos con el hallazgo del primer australopitécido en el este africano. Considerándolo el fabricante de instrumentos líticos allí encontrados y sin prestar demasiada atención al hecho de que sus características craneanas no armonizaban con lo que era dable esperar de un Homo es decir un representante de nuestro propio género, Leakey lo bautizó con el nombre de Zinjanthropus (“anthropus”, hombre y “Zinj” por un término árabe que designa la región). Durante los años siguientes, desde 1960 hasta 1963, se continuó trabajando en la zona y se encontraron nuevos restos fósiles con rasgos físicos más afines con representantes del género Homo y de esta manera se concluyó que eran ellos los que verdaderamente reunían las condiciones para ser considerados autores de la referida industria lítica. Así fue como Louis Leakey, Philip Tobías y John Napier habrían de anunciar a la comunidad científica internacional una nueva forma fósil, el Homo habilis. Con esa noticia, la edición del 4 de abril de 1964 de la famosa revista inglesa Nature tuvo un enorme impacto. Y este ha sido, sin ninguna duda, un hito 9

Presentación

formidable. Ni más ni menos que el punto de partida de cincuenta años de hallazgos apasionantes en la historia reciente de la paleoantropología. Quienes organizamos esta actividad también hacemos votos para que la misma despierte interés en nuestros colegas y se continúe promoviendo la discusión académica en eventos similares, de manera de romper con la estructura de las cátedras como compartimentos cerrados. Ojalá haya en el futuro muchas Jornadas Intercátedras. Permítanme finalizar con una clara expresión del filósofo y pensador francés Edgar Morin, que hemos sostenido fervientemente durante muchos años en nuestra Escuela de Antropología. Dice Morin, “la cuestión del origen del hombre y de la cultura no es simplemente una ignorancia que debemos subsanar, una curiosidad que necesitamos satisfacer… es el sitio justo donde debemos buscar los cimientos de la antropología”.

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CAPÍTULO I 50 AÑOS DE HOMO HABILIS (1964 – 2014)

HOMO HABILIS: UN HITO RELEVANTE EN LA HISTORIA DE LA PALEOANTROPOLOGÍA Alberto A. Makinistian1 Abstract Early in the 20th century, the international scientific community was convinced that the origin of man on Earth should be traced back in Asia. Also, that only a 750 cm3 skull capacity qualified a fossil as belonging to the Homo genus. However, in 1964 Louis Leakey and his colleagues disregarded these assumptions. In fact, the verification of the tool-making ability for the production of lithic tools in fossils found in east Africa constituted proof of the existence of a Homo genus and, consequently, it was called Homo habilis. This fact marked the starting point of the fascinating fifty years to come in the history of Paleoanthropology. Key words: Homo habilis, Homo rudolfensis, Olduvai, oldowan. Resumen Durante la primera parte del siglo XX la comunidad científica internacional estaba convencida de que nuestros orígenes debían ser buscados en territorio asiático y también que solo una capacidad cerebral de 750 cm3 habilitaba para calificar a un fósil como perteneciente al género Homo. Pero en 1964 esas ideas fueron dejadas de lado por Louis Leakey y colaboradores. Efectivamente, la constatación de habilidad manual para fabricar instrumentos líticos en fósiles hallados en el este africano fue para ellos prueba de que se estaba en presencia de un Homo, al que denominaron Homo habilis. Y este hecho marcó el punto de partida de cincuenta años apasionantes en la historia de la Paleoantropología. Palabras clave: Homo habilis, Homo rudolfensis, Olduvai, olduvayense.

Profesor Titular. Cátedra de Paleoantropología y Evolución. Departamento de Bioantropología y Evolución. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario, [email protected] 1

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Homo habilis: un hito relevante en la historia de la Paleoantropología

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urante la última parte del siglo XIX y primera parte del siglo XX la comunidad científica internacional estaba convencida de que nuestros orígenes debían ser buscados en territorio asiático, no en territorio africano como lo había proclamado el mismísimo Darwin. Es que, por entonces, el zoólogo alemán Emil Selenka había documentado que ciertos rasgos embriológicos humanos tenían mayor semejanza con los del orangután y el gibón asiáticos que con los del gorila y chimpancé africanos. De igual modo pensaba el naturalista inglés Alfred Russel Wallace, quien había pasado varios años de estudio en el archipiélago malayo. Esto explica, por lo tanto, por qué el médico holandés Eugêne Dubois decidió buscar a partir de 1887 los restos del Pithecanthropus (una forma hipotética propuesta por el biólogo alemán Ernst Haeckel) en el sudeste asiático y no en territorio africano. Otra idea que tuvo consenso en la comunidad científica en las primeras décadas del siglo XX fue la de considerar el desarrollo cerebral como el primer rasgo relevante en el proceso de hominización. Efectivamente, se suponía la existencia de un “rubicón cerebral” o “paso decisivo” entre los 700 y los 800 c.c. de capacidad cerebral. Esto significaba que si un cráneo fósil tenía menos de 700 c. c. no podía ser considerado “humano” pero si tenía 800 c.c. o más no debía haber duda alguna de que se trataba de una forma humana. En este contexto, no sorprende que la comunidad científica, sobre todo la inglesa, prestara tan poca atención al hallazgo, efectuado en 1924 en el sur de África, del Australopithecus africanus, un fósil con baja capacidad cerebral. Tiempo después, en torno a la década de 1940, continuaba vigente la misma idea, solo que el antropólogo británico Sir Arthur Keith había precisado que la capacidad cerebral mínima que debía tener un cerebro humano no debía ser menor a 750 c.c. Más adelante se verá la importancia de este punto. Pero poco a poco esta realidad se iría revirtiendo gracias al esfuerzo y tesón de tres grandes investigadores: Raymond Dart (1893-1988), Robert Broom (1866-1951) y Louis Leakey (1903-1972), sin duda tres extraordinarios pioneros en la búsqueda de nuestros orígenes en territorio africano. Por otra parte, importa consignar que a mediados de la década de 1950 la comunidad científica internacional sostenía que la fabricación de instrumentos era una práctica exclusiva y por lo tanto distintiva del género Homo y que, por lo tanto, la sola presencia de instrumentos líticos junto a fósiles de homínidos condicionaba de tal manera su apreciación que se los terminaba considerando, por ese motivo, inequívocamente humanos.

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Por entonces, Louis Leakey y su esposa Mary estaban abocados a la búsqueda de nuestros orígenes en África oriental, más precisamente en la Garganta de Olduvai, en Tanzania2, a unos 70 km al sudoeste de Nairobi, Kenia. Las capas sedimentarias de Olduvai se encuentran depositadas a partir de una capa basáltica datada en unos 2 Ma. Sobre ella, el lecho I posee una antigüedad que se extiende hasta 1,7 Ma y el lecho II desde 1,7 hasta 1,2 Ma. Sin embargo, la parte inferior del lecho II no está claramente diferenciada de la parte superior del lecho I. Un día de julio de 1959 el matrimonio Leakey vio compensados sus esfuerzos al encontrar Mary, en el sitio FLK 3 un cráneo de lo que parecía ser un Australopithecus, a unos siete metros por debajo del límite superior del lecho I, en Olduvai, asociado a instrumentos líticos de una industria primitiva a la que decidieron denominar “olduvayense”. Ciertamente, el hallazgo causó desilusión en Louis, quien no veía al género Australopithecus como ancestro de Homo sino como una rama más bien aberrante. Sin duda, Louis esperaba encontrar, en su lugar, a un Homo con cerebro de gran tamaño En ese momento se planteó la relación entre ese cráneo y los instrumentos líticos que previamente habían sido encontrados en el sitio. La situación sugería fuertemente que ese individuo, al parecer un australopiteco, había fabricado utensilios, en contra de lo sostenido por Louis. Entonces, intentando aferrarse, en la medida de lo posible, a su idea de que Homo era el único capaz de fabricar herramientas, Louis no identificó al cráneo como perteneciente a un Australopithecus (porque hacerlo significaba reconocer su capacidad de fabricar herramientas y Louis desechaba esta idea) sino que interpretó el hallazgo como el de un antepasado del hombre y por eso, creando un nuevo género, diferente del género Australopithecus, lo denominó con el nombre de Zinjanthropus boisei (“Zinj” es un nombre árabe que refiere el este africano, “anthropos” significa hombre, en virtud del hallazgo de herramientas, y “boisei” por Charles Boise, quien había aportado ayuda financiera a las investigaciones)4. Durante los años siguientes, entre 1960 y 1963, se continuó trabajando en los lechos I y II de Olduvai y se encontraron nuevos fósiles, que pasamos a mencionar: “Ol-duvai” – el lugar de la pita silvestre, como lo bautizaron los Masái, debido a la abundancia de ese arbusto, es el lecho seco de un lago que está situado cerca de un volcán extinguido, el famoso cráter de Ngorongoro (de allí la presencia de algunos sedimentos volcánicos). La Garganta, que es el barranco principal de Olduvai, tiene aproximadamente 40 km de largo y 90 m de profundidad en algunos sitios. 3 FL por Frida Leakey (primera esposa de Louis) y K por “korongo” (término que corresponde al idioma swahili, que significa “hondonada”. 4 En tanto, su denominación técnica fue OH 5 (Olduvai Hominid number 5). 2

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Homo habilis: un hito relevante en la historia de la Paleoantropología

 OH 6 (Olduvai Hominid nº 6). Fragmentos de cráneo y dientes  OH 7 (Olduvai Hominid nº 7). Se compone de un hueso parietal izquierdo casi completo, parietal derecho parcial, maxilar inferior provisto de catorce dientes (incisivos, caninos, premolares y el primer molar derecho, el segundo molar izquierdo y un molar superior) y trece huesos de la mano de un individuo joven muerto aproximadamente a los doce años. Fue apodado “Johnny´s child” – “el niño de Johnny” por haber sido encontrado en noviembre de 1960 por Jonathan, el mayor de los hijos del matrimonio Leakey, en terrenos del lecho I un poco más antiguos que el sitio donde se había encontrado al Zinjanthropus boisei.  OH 8. (Olduvai Hominid nº 8). El fósil comprende dos falanges, un fragmento de molar y un conjunto de huesos de un pie izquierdo excepto la parte posterior del talón. No hay bóveda plantar como en los humanos recientes y el punto de apoyo no está situado en el dedo gordo sino en el del medio.  OH 13 (Olduvai Hominid nº 13). Hallazgo de 1963 consistente en una mandíbula y gran parte del cráneo de una hembra adulta joven. Fue apodada Cindy o Cinderella – “Cenicienta” en inglés).  OH 16 (Olduvai Hominid nº 16). Huesos de los dedos y partes muy fragmentadas de un cráneo junto con buena parte de los dientes de un adulto joven encontrado en 1963. En el caso de OH 7, la observación de los detalles anatómicos y la presunción de una capacidad cerebral mayor hicieron pensar a los Leakey que podía tratarse de un niño perteneciente a un tipo de homínido diferente del Zinjanthropus. Considerando que el contexto geológico en el que se lo encontró era anterior al del Zinjanthropus, los Leakey lo llamaron, provisoriamente, “niño pre-Zinj”. Por entonces, Louis había pedido la colaboración del anatomista sudafricano Phillip V. Tobias (1925-2012) para la descripción de los fósiles “pre-Zinj”. Tobias era discípulo de Raymond Dart y titular de la cátedra que anteriormente había ocupado Dart. Poco tiempo después también el anatomista John Napier (1917-1987), un especialista en anatomía de manos y pies de la Universidad de Londres, se sumaría al equipo de trabajo. El conjunto de fósiles hallados en Olduvai entre 1960 y fines de 1963 llevó a dichos autores a observar, con interés, que poseían, entre otros rasgos sugestivos, maxilares más pequeños y cerebros más grandes que los de los australopitecos. Por lo tanto, cuando Tobias finalmente decide aceptar la conclusión adelantada por Louis de que el conjunto de 16

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restos “pre-Zinj” representaba nada menos que al género Homo, se estaba dejando de lado la idea vigente de que la capacidad cerebral mínima para que un fósil fuera considerado como humano debía ser de 750 c.c. Pero la actitud asumida por Leakey, Tobias y Napier tenía su fundamento: el análisis de la estructura de la mano efectuada por Napier era compatible con habilidad manual y la capacidad cerebral promedio del conjunto “preZinj” era de unos 680 c.c., un valor que si bien era inferior al mínimo de 750 c.c. establecido por entonces, era suficientemente significativo porque representaba casi un 50 % más que la capacidad cerebral promedio de un Australopithecus africanus5. De esta manera, se concluyó que eran ellos los que debían ser considerados como verdaderos autores de la industria lítica olduvayense (u olduvaiense). Ahora sí estaban en presencia de los verdaderos fabricantes. Con tal motivo, el 4 de abril de 1964 y a través de la famosa revista inglesa Nature, Louis Leakey, Phillip Tobías y John Napier anunciaban a la comunidad científica internacional una nueva forma fósil: el Homo habilis6 (siendo OH 7 el ejemplar tipo -u holotipo- y OH 4, OH 6, OH 8, OH 13 y OH 16 los paratipos), con una antigüedad de 1.8 Ma. Si bien las anteriores diagnosis del género Homo se habían enfocado en la capacidad cerebral, considerando que este rasgo era lo que nos había convertido en humanos, la diagnosis presentada por Leakey, Tobias y Napier era más amplia e incluía no solo la capacidad cerebral (aunque en un rango inferior al que se estimaba en la época) sino además la bipedestación y la habilidad manual. Dichos atributos, pensaron, habían hecho de Homo habilis el primer fabricante de una industria lítica: la industria olduvayense7 que se caracteriza por golpear con una piedra (percutor) cantos rodados o rocas para obtener choppers (instrumentos tallados en una sola cara) y chopping tools (instrumentos trabajados en ambas caras) la cual posibilitó la adaptación de los primeros Homo a espacios más abiertos. Aunque formalmente no podía ser incluida en la diagnosis del género Homo, la existencia de instrumentos líticos pesó indudablemente en la consideración de dichos autores para arribar a esa conclusión. Leakey jamás habría atribuido los instrumentos líticos a un Australopithecus. Se trataba de un Homo. En opinión de Philip Tobias, Homo habilis ejemplificaba claramente el caso de un hallazgo “prematuro”8. Por entonces, los conocimientos en la Lewin (1989), 133. El término “habilis” había sido sugerido por Raymond Dart, designando así a un “hombre habilidoso” por su capacidad para fabricar instrumentos líticos. 7 También denominada en la actualidad Modo 1. 8 Cela Conde y Ayala (2001): 231. 5 6

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disciplina eran muy limitados y no fueron pocos los autores que rechazaron la propuesta. Efectivamente, los especialistas de la época le cuestionaron a Leakey haber creado un nuevo género en lugar de adscribir los restos al género Australopithecus ya que, en realidad, aducían, las diferencias existentes no justificaban tal actitud. Por otra parte, consideraban que entre Australopithecus y Homo erectus no había suficiente “espacio morfológico” para incluir a Homo habilis. En definitiva, algunos autores como David Pilbeam9, prefirieron hablar de Australopithecus habilis y otros, como C. Loring Brace, directamente propusieron que el nuevo taxón fuera formalmente suprimido10. Lo cierto es que con el hallazgo de Homo habilis Louis Leakey volvería a afirmarse en sus ideas originales. Zinjanthropus era una forma aberrante, incapaz de fabricar herramientas y los australopitecos no habían sido los ancestros de Homo, sino un linaje de homínidos paralelo. Para Louis, hablar de un “Australopithecus habilis” resultaba contradictorio ya que solo un Homo podía ser habilis 11. Apenas un año después del anuncio de Homo habilis y aprovechando la visita del emperador de Etiopía, Haile Selassie, a Kenia, Louis Leakey consiguió entrevistarse con él para hablarle de las riquezas fosilíferas existentes en Kenia y Tanzania y de las que probablemente existían en Etiopía. El gobernante, entusiasmado por estos comentarios, se mostró interesado en esa posibilidad y otorgó autorización expresa para la realización de excavaciones en Etiopía. De este modo, Louis Leakey decide organizar una expedición internacional al Valle del Omo, área de unos 100 km2 al norte de la frontera entre Kenia y Etiopía. El Valle del Omo es recorrido por el río del mismo nombre, que nace al suroeste de Addis Abeba, capital de Etiopía, y tiene una extensión de 760 km hasta desembocar en el Lago Rodolfo (que más tarde, en 1974, pasaría a llamarse Lago Turkana), en terreno keniano. La mencionada expedición internacional estaba integrada por un grupo francés, uno norteamericano y otro anglo-keniano. El grupo francés estaba dirigido por Camille Arambourg, quien fallece en 1970 siendo reemplazado por el paleontólogo Yves Coppens, el grupo norteamericano a cargo de Clark F. Howell y el grupo anglo-keniano que, sin bien debía estar a cargo de Louis Leakey, éste, por problemas de salud, delegó la responsabilidad en su hijo Richard, de tan solo 22 años. Pilbeam, (1981), 159-169. Cela Conde y Ayala (2001), 232. 11 En la actualidad, no son pocos los autores que conceden a los australopitecos la capacidad de haber fabricado instrumentos líticos (ver, por ejemplo, el caso del Australopithecus garhi). 9

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Pero esta expedición fue internacional solo en los aspectos formales, ya que en la práctica, en el terreno, los grupos trabajaron en forma totalmente independiente entre sí. En ocho años de trabajo, desde 1967 hasta 1975, se encontró una gran cantidad de fragmentos óseos de homínidos aunque de escasa calidad porque mostraban un fuerte grado de erosión producto de las numerosas corrientes de agua rápida existentes en el Valle del Omo, como consecuencia de un desnivel de unos 2.000 m desde el nacimiento del río Omo hasta el nivel del lago Rodolfo. Lo curioso es que el joven Richard Leakey permaneció poco tiempo en el lugar en que le tocó trabajar, debido fundamentalmente a la escasez de fósiles de homínidos y al hecho de que, habiendo sobrevolado la región este del Lago Rodolfo y advirtiendo que se trataba de una zona interesante para la búsqueda de fósiles, no dudó en renunciar a la expedición internacional. Más tarde, con mayor información disponible, obtendría una subvención de parte de la National Geographic Society, que le permitiría organizar formalmente, junto a Glynn Isaac, el Proyecto de Investigación de Koobi Fora, que abarcaba una superficie de unos 800 km2. Allí, en agosto de 1972, Bernard Ngeneo, ayudante de campo de Richard Leakey, encontrará un cráneo cuya apariencia era del tipo de Homo habilis aunque denominado técnicamente KNM-ER 147012. Más tarde, en 1986, el antropólogo ruso Valerii Alexeev, considerando que el 1470 poseía un cerebro más grande (775 cm3) y un aparato masticador más desarrollado, propondría diferenciarlo de la especie habilis designándolo con el nombre Homo rudolfensis (“Hombre del Lago Rodolfo”). Desde entonces se han tejido diversas posibilidades, que pasaremos a puntualizar: a) que habilis y rudolfensis constituyan una única y misma especie del género Homo13; b) que solamente rudolfensis sea considerada especie del género Homo, quedando habilis relegada a especie del género Australopithecus; c) que ni habilis ni rudolfensis constituyan verdaderamente las primeras especies representativas del género Homo. Esta es la postura que sostienen, entre otros autores, Bernard Wood, del Departamento de Antropología de la George Washington University y Mark Collard, del University College de Londres, quienes no aceptan la inclusión de dichas especies en el género Homo porque consideLa sigla KNM significa Kenia National Museum, ER “este del Lago Rodolfo” y el número 1470 corresponde al número de registro del cráneo en el Museo Nacional de Kenia. 13 En este caso el nombre Homo habilis, por haber sido registrado formalmente con anterioridad, debiera ser el único vigente. 12

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ran, por una parte, que para ser incluidas dentro del género Homo debieran mostrar más rasgos en común con el Homo sapiens que con el género Australopithecus y, por otra parte, porque están convencidos de que para que un género pueda ser considerado como tal debe constituir un grupo monofilético, es decir que todas sus especies compartan un único ancestro común y también un mismo régimen adaptativo. Y ello no se da, según Wood y Collard (1999), ni con habilis ni con rudolfensis. Con tal motivo, optan por considerar a habilis como una especie del género Australopithecus y a rudolfensis vincularlo con un fósil más antiguo, el Kenyanthropus platyops14, cuya similar morfología facial, advertida por Meave Leakey, llevó a Aiello y Collard (2001) a considerar la posibilidad de que rudolfensis fuese su descendiente y por lo tanto pasara a ser denominado Kenyanthropus rudolfensis. Al respecto, Cela Conde y Ayala señalan: “La propuesta de Kenyanthropus ha abierto una nueva vía para la interpretación de los rasgos en mosaico del 1470 y sobre todo de su falta de prognatismo. Los especímenes clasificados como H. rudolfensis pueden ser transferidos al nuevo género convirtiéndose en K. rudolfensis. Ésa es la solución taxonómica que apoyamos aquí.”15 Si todo esto fuera así, las primeras especies representativas del género Homo dejarían de ser habilis y rudolfensis y pasarían a ser ergaster y erectus, las cuales presentan una clara capacidad cerebral por encima de los 800 c.c. y una adaptación similar en los recursos alimenticios. Su pertenencia al género Homo es indiscutible y goza del más absoluto consenso dentro de la comunidad científica internacional. Conclusiones La cuestión de quiénes fueron los primeros representantes de nuestro género, el género Homo, continúa debatiéndose. Al respecto, Eu-

Kenyanthropus platyops (“de cara plana”) fue encontrado entre 1998-1999 en la región del río Lomekwi, en la orilla oeste del Lago Turkana (ex Lago Rodolfo), en Kenia. En 2001 fue dado a conocer por Meave Leakey, esposa de Richard. El fósil está datado entre 3.5 y 3.2 Ma. 15 Cela Conde y Ayala (2001): 241. 14

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dald Carbonell, uno de los Codirectores del yacimiento de Atapuerca, en España, reflexiona: “El debate sobre la emergencia de nuestra especie es profundo y viene de antiguo. El motivo, sin duda, es la carga de subjetividad que conlleva el analizar el surgimiento de nuestro propio género, y desprenderse de ella no es tarea fácil. La discusión no está cerrada y es muy posible que tardemos en cerrarla. Establecer el Rubicón entre quién es Homo y quién no lo es no es sencillo, puesto que la evolución es un continuum y los caracteres emergen y se consolidan o desaparecen con el tiempo. Se generan así distintos puntos de vista entre los investigadores que, al intentar captar la complejidad del cambio y la transformación, establecen criterios morfológicos para hacer una adscripción de género o especie.” 16 Si bien la pertenencia de habilis al género Homo podrá seguir siendo tema de arduo debate entre los especialistas, una cuestión resulta absolutamente indiscutible: el anuncio de su hallazgo en 1964 tuvo un enorme impacto. Y ese ha sido, sin ninguna duda, un hito formidable. “Homo habilis cambió la forma de entender la evolución de nuestra familia” dicen Cela Conde y Ayala17. Ni más ni menos que el punto de partida de cincuenta años de hallazgos apasionantes en la historia reciente de la paleoantropología, junto con la valoración creciente del este africano como un área inmejorable para la búsqueda de nuestros orígenes. Agradecimientos A los colegas y amigos Dr. Eustoquio Molina, catedrático de Paleontología de la Universidad de Zaragoza y a Alberto Gómez Castanedo, Doctorando en Evolución Humana del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Cantabria (Santander). Sus sugerencias permitieron mejorar el texto del presente trabajo. Bibliografía AIELLO, L.C. y COLLARD, M 2001. “Our newest oldest ancestor?” Nature 410: 526-527.

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Carbonell (2005): 118 Ib. 231. 21

Homo habilis: un hito relevante en la historia de la Paleoantropología

CARBONELL E. (Coordinador) 2005. Homínidos: las primeras ocupaciones de los continentes. Ed. Ariel. Barcelona CELA CONDE C. J. y AYALA F. J. 2001. Senderos de la evolución humana. Alianza Editorial. Alianza Ensayo N º 188. COPPENS Y. 2009. La historia del hombre. Tusquets Editores. Colección Metatemas Nº 108. COPPENS Y. y PICQ P. 2004. Los orígenes de la humanidad. De la aparición de la vida al hombre moderno. Tomo 1. Editorial Espasa-Forum. GÓMEZ CASTANEDO A. 2005. “Dos propuestas contrapuestas a propósito del origen del género Homo”. Ponencia en Mesa de Comunicaciones Problemas de la Bioantropología Latinoamericana y Avances en Paleoantropología y Evolución – I Congreso Latinoamericano de Antropología (Rosario, Argentina, 11-15 de julio). GÓMEZ CASTANEDO A. 2012. “Los orígenes del género Homo”. Una exploración de la innovación como motor evolutivo. Revista Nivel Cero. Número Monográfico 13. Santander. https://revistanivelcero.files.wordpress.com/2013/05/nivel_cero_13_201 2_.pdf LEAKEY L.S.B., TOBIAS P.V. y NAPIER J.R. 1964. “A new species of the genus Homo from the Olduvai Gorge”. Nature 202 (7): 7- 9. LEAKEY R. 1981. La formación de la humanidad. Ediciones del Serbal. Barcelona. LEWIN R. 1989. La interpretación de los fósiles. Editorial Planeta. Buenos Aires. MAKINISTIAN A.A. 2013. “Influencia de los juicios de valor, las creencias y la subjetividad en la interpretación de algunos homínidos fósiles”. En Revista eVOLUCIÓN, de la Sociedad Española de Biología Evolutiva. Volumen 8 (2) 59-69. Madrid. PILBEAM D. 1981. El ascenso del hombre. Introducción a la evolución humana. Editorial Diana. México

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READER J. 1982. Eslabones perdidos. En busca del hombre primigenio. Fondo Educativo Interamericano. WILLIS D. 1992. La banda de homínidos. Ed. Gedisa. Barcelona. WONG K. 2012. “El origen del género Homo”. Investigación y Ciencia 429: 16-25. WOOD B. 2014. “Cincuenta años de Homo habilis”. Investigación y Ciencia 457: 8–10. WOOD B. y COLLARD M. 1999. “The Human genus”. Science 284: 6571.

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EVOLUCIÓN BIOLÓGICA, EGOÍSMO Y COOPERACIÓN Estela Celia Lopretto1 Abstract This contribution aims reviews of approaches related to levels of natural selection and key events that took place during the 1960s, including the rejection of group selection and development of alternative theoretical framework to explain the evolution of behaviors intended cooperative and altruistic. It shows how such concepts have revived based on a more careful formulation and how the theory of multilevel selection (including group selection) provides a theoretical basis for sociobiology in the future, once its past has been understood properly. Key words. Group selection, altruism, selfishness, cooperation, sociobiology, eusociality, kin selection, multilevel selection. Resumen En esta contribución se pretende una revisión de enfoques referidos a niveles de selección natural y de acontecimientos fundamentales que tuvieron lugar durante la década de 1960, incluyendo el rechazo de la selección de grupo y el desarrollo de marcos teóricos alternativos para explicar la evolución de los comportamientos cooperativos y altruistas. Se indica cómo han revivido tales conceptos en base a una formulación más cuidadosa y cómo la teoría de la selección multinivel (incluyendo la selección de grupo) proporciona una base teórica para la sociobiología en el futuro, una vez que su pasado se entienda adecuadamente. Palabras clave. Selección de grupo, altruismo, egoísmo, cooperación, sociobiología, eusocialidad, selección de parentesco, selección multinivel. Introducción

U

no de los más acuciantes problemas en biología evolutiva es el de las unidades de selección y de adaptación. Un rasgo que ha evolucionado porque beneficia a los organismos que lo poseen es una

Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata. CONICET. Email: [email protected] 1

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Evolución biológica, egoísmo y cooperación

adaptación organísmica; si ha evolucionado porque beneficia a los grupos en que se encuentra, entonces es una adaptación de grupo. El problema de las unidades de selección es determinar qué clase de adaptaciones se encuentran en la naturaleza (Sober 1996). El biólogo evolutivo Eric Pianka se refiere a “unidades organísmicas” como unidades de análisis ecológico definidas a diferentes niveles, que pueden ser consideradas como individuos en relación con un determinado ambiente. Y es así que distingue: organismo, unidad familiar (ambiente familiar), unidad social (ambiente social), unidad poblacional (ambiente intraespecífico), unidad comunitaria (ambiente interespecífico) y unidad biosférica (ambiente intercomunitario). Sin dejar de considerar que hay otras unidades y ambientes de menor nivel -de interés evolutivo pero no ecológico- como son la célula (ambiente intraorgánico) y el propio gen como un ambiente intragenómico (Pianka, 1978). Dado que el empleo de la selección natural en explicaciones evolucionistas de la cultura, el lenguaje y el conocimiento está muy difundido en la actualidad, es necesario transitar por los niveles de selección a la vez que tener en cuenta las unidades propuestas (Santilli, 2007). Unidades de selección, altruismo y la evolución de la cooperación El problema de las unidades de selección nos viene acompañando desde Darwin (1859). Prácticamente todos los argumentos darwinianos se basan en el concepto de selección individual, no de grupo. Sin embargo, cuando en “El origen del hombre…” de 1871 discute la moralidad humana, se aparta de aquella señalando que a los individuos altruistas les va peor que a los egoístas, pero a los grupos de individuos altruistas les va mejor que a los grupos de individuos egoístas. Vale decir que el altruismo puede evolucionar por selección de grupo. A medida que el estudio del comportamiento animal comenzó a florecer a mediados de 1900, provocó un profundo debate evolutivo. Algunos investigadores argumentaron que la selección actúa casi enteramente en el comportamiento de los individuos, mientras que otros mantenían que una significativa cantidad de comportamiento era el resultado de la selección actuante sobre grupos enteros. La selección individual se produce cuando los alelos que producen individuos particulares dentro de una población se desempeñan bien en relación con otros individuos, son favorecidos y se propagan. Cuando los machos compiten por el acceso a las hembras, por ejemplo, los machos exitosos pueden transmitir más copias de sus alelos a las generaciones posteriores. Pero los individuos a menudo pertenecen a grupos, desde colonias de hormigas a rebaños de bisontes hasta sociedades humanas. 26

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Los grupos que se desempeñan bien pueden persistir y crecer en tamaño, mientras que otros grupos disminuyen. La selección de grupo favorece aquellos alelos que contribuyen a la eficacia del grupo, por lo que los grupos que contienen tales alelos son más eficaces que los grupos que carecen de ellos. El biólogo V. C. Wynne-Edwards argumentó que la selección de grupo fue un factor importante en la evolución del comportamiento (Wynne-Edwards 1962). La selección de grupo, entendida como la eficacia biológica (fitness) diferencial de grupos de individuos causante de que algunos grupos superen y sustituyan a otros grupos, es producto de varias formulaciones, a saber:  El tamaño poblacional tiende a mantenerse estable a través de las generaciones debido a que los animales regulan en forma activa su densidad, modulando su reproducción en relación con los recursos disponibles.  Si la selección natural actuara únicamente a nivel del organismo individual, favorecería a aquellos organismos que maximizaran su éxito reproductivo (i.e. su fitness) sin tener en cuenta el bienestar del grupo.  Una reproducción irrestricta podría, eventualmente, conducir a una sobreexplotación del hábitat y a la extinción de la población.  Como estos eventos son relativamente raros, necesariamente debe operar alguna fuerza evolutiva a nivel de los grupos.  En este sentido, la “selección de grupo” sería un mecanismo frecuente en la naturaleza y se encontraría, de hecho, en la base misma de todo comportamiento social.  El comportamiento altruista evoluciona debido a que los grupos o demes que contienen individuos altruistas sobreviven y se reproducen mejor que los grupos que sólo contienen individuos egoístas. La cuestión de la selección de grupo, si bien impulsó el inicio del debate como respuesta a los casos presentados por Wynne-Edwards, con el tiempo daría lugar a una expansión del darwinismo fuera del contexto estrictamente biológico abarcando explicaciones del altruismo y de otras formas de comportamiento social humano, paradigma del que forma parte incluso la sociobiología (Santilli, 2007). Altruismo, del francés altruisme, de o para otros, refiere al interés no egoísta por el bienestar de otros. En biología evolutiva es un término referido al comportamiento exhibido por un organismo, que beneficia a otro u otros de la misma especie. Las teorías 27

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acerca del altruismo están generalmente basadas en análisis de relaciones costo-beneficio y en la lógica de la selección natural. El biólogo británico John Maynard-Smith y el americano George Williams señalaron un problema en el argumento de la selección de grupo de Wynne-Edwards: que las poblaciones de individuos que se autosacrifican no son evolutivamente estables (Maynard-Smith 1964, Williams 1966). En el marco de esta argumentación, la cuestión crucial es el destino de los alelos, que son perjudiciales para un individuo pero benéficos para el grupo en el que ese individuo vive. Si la selección individual predomina, entonces esos alelos desaparecerán; si la selección de grupo predomina, tales alelos se propagan. Para apreciar este argumento, ayuda imaginarse un par de islas rocosas, cada con su propia colonia de una especie particular de aves granívoras. Digamos que en la isla del sur, las aves ponen seis huevos en cada nidada. En la isla norte, las aves ponen sólo tres huevos. En la isla del sur, la población de aves se vuelve tan densa que devoran todas las semillas de la isla, acabando con su suministro de alimentos, y muriendo de hambre. Las aves de la isla norte tienen una tasa reproductiva lo suficientemente baja para mantener la población estable, y las plantas son capaces de regenerarse. En este escenario, una tasa reproductiva baja favorece a un grupo sobre otro. Pero ahora considérese qué pasaría si surgiera una mutación en un ave en la isla norte que le permita depositar seis huevos en cada postura en lugar de tres (en favor de este experimento mental, se asume que las aves pueden criar seis pichones tan fácilmente como tres). Tres crías extra, por sí, no son suficientes para acabar con el recurso alimentario de la isla. Pero hay que considerar que esas tres crías extra pueden madurar y luego tener seis descendientes cada una. Tomará sólo unas pocas generaciones que las aves ponedoras de seis huevos por nidada predominen en la población. De este modo la población evolucionará no hacia un comportamiento que beneficie al grupo sino hacia un comportamiento de beneficio individual, egoísta, a pesar de la devastación que estos individuos puedan causar al grupo en su conjunto. En palabras de Zimmer y Emlen (2013) la selección es “miope”, ya que las consecuencias inmediatas de la eficacia determinan el éxito o el fracaso de un alelo, independientemente del resultado final de este proceso. Los ecólogos del comportamiento generalmente acuerdan en que, salvo por algunas circunstancias inusuales, la selección opera en el nivel de individuos y no en el nivel de grupo versus grupo (pero véase Wilson y Sober, 1994, para un debate sobre este tema). La selección que surge de las diferencias en la aptitud relativa de los individuos dentro de un grupo 28

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es típicamente mucho más fuerte que la selección que actúa sobre esos mismos individuos derivados del éxito del grupo en relación con otros grupos. En la práctica, esto significa que los organismos son reproductivamente egoístas, es decir, se comportan de forma tal que propicien la difusión de su propio material genético, aun cuando tal comportamiento sea perjudicial para la población (o especie) de la que forman parte. Los comportamientos que se observan hoy en las poblaciones naturales se deben a que los individuos que practican tales acciones “lo hacen mejor” que individuos que exhiben otros fenotipos comportamentales. Es importante señalar que Maynard-Smith introdujo en biología evolutiva la denominada “teoría del juego” (1982), conjunto de modelos matemáticos empleados en economía para estudiar los resultados de las interacciones entre “colaboradores” y “enemigos” en situaciones en las cuales ninguno de los actores puede anticipar por completo las acciones del otro, pero puede adaptar su conducta de acuerdo con las acciones de su contrincante (v.g. dilema del prisionero, juego del halcón y la paloma). Desarrolló, además, el concepto de “estrategia evolutiva estable”, un comportamiento que, cuando es adoptado por una población de “jugadores”, permite resistir la invasión de cualquier estrategia alternativa. En el contexto evolutivo se dice que no-cooperar es una estrategia evolutivamente estable ya que en una población en la que ningún individuo coopera, si surgiera un individuo mutante que practicara la cooperación, su eficacia biológica sería menor y, por tanto, sería eliminado por la acción de la selección natural. En cambio cooperar no es una estrategia evolutivamente estable, ya que si todos los individuos de la población lo hicieran y surgiera un mutante nocooperador, éste tendría una eficacia mayor y se vería favorecido por la selección natural hasta que, con el paso de las generaciones, toda la población fuera no-cooperadora. El libro de Williams (1966), por su parte, es en gran medida una crítica a la lógica de la selección de grupo y una defensa de la visión estrictamente darwinista basada en la selección a nivel del organismo individual y entendida como la eficacia biológica (fitness) diferencial de individuos responsables de que algunos genotipos superen y reemplacen a otros genotipos. En la medida en que Williams defiende la adaptación a nivel organísmico -pero sólo como consecuencia de la selección a nivel génicopuede considerarse su libro como el primero y tal vez el más claro manifiesto a favor de una perspectiva centrada en el gen. El principio evolutivo de “la supervivencia del más apto” parece predisponer a los individuos al egoísmo. Y sin embargo, todos los sistemas éticos enfatizan el valor esencial de ayudar a los otros. Se estará de acuerdo en que la cooperación es en general ventajosa para el grupo de cooperantes como un todo, incluso aunque pueda recortar la libertad de 29

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algún individuo. En todas las sociedades humanas pueden ser encontrados sistemas altamente evolucionados de cooperación y apoyo mutuo, si bien todavía no se cuenta con una explicación satisfactoria de cómo han emergido tales sistemas sociales (Heylighen 1992). Por lo tanto no es posible determinar cómo podrían o deberían evolucionar en el futuro. Quizás la aproximación más factible a este problema es la sociobiología de Edward Osborne Wilson (1975), que se ocupa de investigar las bases biológicas de la conducta social, desde una perspectiva teórica fundamentada en (a) la premisa de que ciertos comportamientos sociales tienen una base genética y que (b) los procesos evolutivos favorecen aquellas conductas y organizaciones que mejoran el éxito reproductivo y la supervivencia; sirva como ejemplo que mucho del comportamiento sexual puede ser entendido a través de mecanismos de selección génética reforzando ciertos roles y patrones. Se trata, pues, de una traslación de los principios evolucionistas a las características de comportamiento de las distintas especies animales, incluido el ser humano. El llamado altruismo “débil” puede ser definido como una conducta que beneficia más a otro individuo que al individuo que desarrolla la conducta. El altruismo “fuerte” denota una conducta que beneficia a otros, pero a costa de uno mismo (Campbell 1983). Ambos son comunes y necesarios en aquellos sistemas altamente cooperativos que Campbell llama “ultrasociales”. La ultrasociabilidad (eusocialidad de Wilson y Hölldobler 2005, Nowak et al. 2010) se refiere a una organización colectiva con plena división del trabajo, incluyendo individuos que no recogen comida pero son alimentados por otros, o que están preparados para sacrificarse a sí mismos por la defensa de otros. Tres características definen a los grupos eusociales: cooperación colectiva para el cuidado de los jóvenes, división en castas reproductoras y no-reproductoras (o con poca capacidad reproductora) y cuidado por parte de los hijos de sus progenitores durante alguna fase de su vida. En el mundo animal, los sistemas ultrasociales o eusociales se encuentran sólo en ciertas especies de insectos tales como termites (orden Isoptera), todas las hormigas, muchas especies de abejas y de avispas (orden Hymenoptera). Finalmente, entre los mamíferos, la eusocialidad se encuentra en la rata topo lampiña, el roedor batiérgido Heterocephalus glaber y, según Campbell (1983) en la sociedad humana. Apoyando su afirmación, en fecha reciente Wilson y Hölldobler (2005) sostienen que una serie de preadaptaciones inusuales caracterizaron las especies tempranas de Homo y fueron seguidas -de una manera similar al del avance de las hormigas y termitaspor el espectacular éxito ecológico y la exclusión preventiva de formas competitivas por Homo sapiens. 30

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Decíamos que Williams (1966) despliega argumentos para invocar al gen como unidad de selección desplazando del centro incluso la selección de organismos individuales heredada de la concepción darwiniana. A él se suman el biólogo evolutivo británico William D. Hamilton y el notable divulgador científico Richard Dawkins. Hamilton (1964) argumenta en contra de la selección de grupo por medio de la selección de parentesco, selección familiar o kin selection, según la cual un rasgo altruista puede evolucionar cuando el donante está genéticamente vinculado al receptor de la eficacia (eficacia o aptitud inclusiva). Estableció así la relación entre el costo atribuido al autor del comportamiento altruista (c) y el beneficio obtenido por sus receptores (b). Esta correspondencia se conoce como la “regla de Hamilton” y se enuncia de la siguiente forma: un rasgo será favorecido por la selección natural si el producto r x b es mayor que c, siendo r la proporción de genes que comparten el autor y el receptor. Este coeficiente r es igual a 0,5 si éstos son hermanos, 0,25 si son medio hermanos y 0,125 si son primos. La inestabilidad evolutiva de la estrategia puramente altruista entre individuos no emparentados puede ser evitada mediante una estrategia de altruismo “condicional”. Un altruista de este tipo sólo ayudaría a otro individuo si espera que el otro devuelva el favor (Trivers 1971). Si el otro no coopera, el altruista condicional dejará de cooperar, y de este modo no incurrirá en los costos de gastar recursos de los que su compañero egoísta ganará más de los que él gana. En este sentido, tal estrategia altruista recíproca puede ser estable contra la invasión de los aprovechados, y aún conservar las ventajas de la sinergia entre aquellos individuos que desean cooperar. Dawkins (1976), por su parte, introduce en este contexto los términos “replicador” y “vehículo”. Replicador es una entidad que realiza copias de sí misma o de la que pueden realizarse múltiples copias. La selección tenderá a favorecer a aquellos replicadores que presenten la tasa de replicación más alta. Vehículo, en tanto, es una entidad de supervivencia y los organismos son los “vehículos” que transportan a los replicadores. La selección natural tenderá a favorecer aquéllos que mejor contribuyan a propagar a los replicadores que residen en ellos. Para ser exitoso, un replicador debe estar caracterizado por: fidelidad de copia, la que asegura que cambie a una tasa muy baja; fecundidad, ya que debe ser capaz de generar múltiples copias de sí mismo y longevidad, es decir, permanecer lo suficiente como para afectar a su propia tasa de replicación. La selección natural no actúa directamente sobre los replicadores, sino sobre los fenotipos (vehículos) producidos por éstos. Por lo expuesto, no habría unidades de selección debido a que la selección está compuesta de replicación e interacción. 31

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Los genes son las unidades primarias (y posiblemente las únicas) de replicación, mientras la interacción puede ocurrir en una gran variedad de niveles, desde genes y células, a organismos, colonias, demes y, posiblemente, especies enteras. Se puede considerar que existe una jerarquía de niveles tanto en la escala de replicadores como de interactores. David Sloan Wilson (1997a, 1997b) hace una vehemente defensa de que la selección actúa a múltiples niveles considerando, junto al filósofo Elliott Sober, que un concepto esencial para comprender la vida social es la selección de grupo, ya que el problema fundamental es que el egoísmo triunfa sobre el altruismo dentro de un grupo. Sin embargo, en las relaciones entre grupos, aquellos altruistas poseen ventajas sobre los egoístas. En una de sus muchas publicaciones (Sober y Wilson 1998) sostienen que la idea de que la “teoría del gen egoísta” constituye un argumento en contra de la selección a nivel de grupo es un error frecuente. Los genes que evolucionan mediante la selección de grupo son tan compatibles con la teoría del gen egoísta como aquellos que evolucionan en cualquier otro nivel de selección. Según los mencionados autores, la selección individual y la selección de grupo podrían considerarse como los dos extremos de un continuo. La “teoría de la selección en múltiples niveles” o selección multinivel implica la posibilidad de que un rasgo sea favorecido a un nivel pero seleccionado en contra en otro, o que diferentes genes que afectan a una característica concreta reciban presiones selectivas contradictorias como consecuencia de que se están transmitiendo en distintos niveles, lo cual se conoce como “conflicto genómico” (Sober y Wilson 1998). Este estado de cosas nos lleva a dedicar unas líneas referidas a la evolución de comportamientos altruistas en humanos. En la actualidad existen dos teorías en competencia respecto de la clave de la evolución social avanzada. La primera es la selección de parentesco: individuos favorecen parientes colaterales (familiares distintos de los hijos) por lo que es más fácil para el altruismo evolucionar entre los miembros del mismo grupo. El altruismo, a su vez, engendra la organización social compleja y, en un caso que involucre grandes mamíferos, la inteligencia de nivel humano (Wilson, 2013). La segunda es la selección multinivel. Esta formulación reconoce dos niveles en los que opera la selección natural: la selección individual (Williams) basada en la competencia y la cooperación entre los miembros del mismo grupo y la selección de grupo (Wynne-Edwards), que surge de la competencia y la cooperación entre los grupos. Al presente, la selección multinivel está ganando adeptos entre los biólogos evolutivos debido a una prueba matemática reciente de que la 32

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selección del grupo de parentesco puede surgir sólo bajo condiciones especiales y el mejor ajuste de la selección multinivel para todas las dos docenas de casos conocidos de animales de evolución eusocial. De modo que la selección individual se opone al altruismo, mientras que la selección a nivel del grupo de parentesco lo favorece. Entre los actuales modelos de cooperación humana, la interpretación más extrema del altruismo como mecanismo generador de “reputación” ha sido propuesta por el etólogo Amotz Zahavi, que considera esa cualidad como una señal honesta de la fortaleza y aptitudes del que la práctica. Esta es la estrategia que parecen utilizar los turdoides árabes, aves que poseen un complejo sistema de jerarquías sociales en el que, de acuerdo con Zahavi (1975), los individuos muestran comportamientos altruistas con el fin de ganar prestigio social y obtener así beneficios reproductivos. A partir de allí postula que es la búsqueda de estatus social lo que selecciona la conducta altruista y que el costo de ese acto es una inversión (handicap). La argumentación de Zahavi destaca el papel preponderante que los comportamientos no-verbales (tonos de voz, expresiones faciales, posturas corporales, entre otros) juegan en la comunicación humana. En palabras de E. O. Wilson (2013) “El auto-entendimiento es lo que cuenta para la supervivencia a largo plazo, tanto en nuestra condición de individuos como de integrantes de la misma especie”. Que no es otra cosa que los sinónimos que han dado título a esta contribución: “Evolución biológica, egoísmo y cooperación”. Agradecimientos Agradezco profundamente al Lic. Alberto A. Makinistian, Presidente de las II Jornadas Intercátedras “Cincuenta años de Homo habilis (1964-2014)”, su invitación a participar del evento y la oportunidad de presentar este trabajo. Le quedo aún más reconocida por facilitar el reencuentro con un muy apreciado colega y siempre recordado amigo. Bibliografía Campbell D. T. 1983: The two distinct routes beyond kin selection to ultrasociality: implications for the humanities and social sciences, p. 11–41. En Bridgeman D. (ed.), The nature of prosocial development. Academic Press, New York. Darwin C. R. 1859. [El origen de las especies por medio de la selección natural o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida]. Ediciones varias. Dawkins R. 1976. The Selfish Gene. Oxford University Press, New York. 33

Evolución biológica, egoísmo y cooperación

Hamilton W. D. 1964. The genetical evolution of social behaviour. I-II. Journal of Theoretical Biology 7: 1–52. Heylighen F. 1992. Evolution, selfishness and cooperation. Journal of Ideas 2 (4): 70–76. Maynard-Smith J. 1964. Group select ion and kin selection. Nature 201 (4924): 1145–1147. Maynard-Smith J. 1982. Evolution and the Theory of Games. Cambridge University Press, Cambridge. Nowak M. A., C. E. Tarnita & E. O. Wilson. 2010. The evolution of eusociality. Nature 466 (7310): 1057–1062. Pianka E. 1978. Evolutionary Ecology, 2nd edition. Harper and Row, New York. Santilli E. 2007. Los niveles de selección: anatomía de un problema y sus consecuencias extradisciplinarias. Filosofia e História da Biologia 2: 121–140. Sober E. 1996. Filosofía de la biología. Alianza Editorial, Madrid. 355 pp. (Versión original en inglés: 1993). Sober E. & D. S. Wilson. 1998. Unto Others: The Evolution and Psichology of Unselfish Behavior. Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts. Trivers R. L. 1971. The evolution of reciprocal altruism. Quarterly Review of Biology 46 (4): 35–57. Williams G. C. 1966. Adaptation and natural selection. A critique of some current evolutionary thought. Oxford University Press, Oxford. Wilson D. S. 1997a. Introduction: multilevel selection theory comes of age. The American Naturalist 150 (Supplement): S1-S4. Wilson D. S. 1997b. Altruism and organism: Disentangling the themes of multilevel selection theory. The American Naturalist 150 (Supplement): S122–S134. Wilson D. S. & E. Sober. 1994. Reintroducing group selection to the human behavioral sciences. Behavioral and Brain Sciences 17 (04): 585– 608. Wilson D. S. & E. O. Wilson. 2007. Rethinking the theoretical foundation of sociobiology. The Quarterly Review of Biology 82 (4): 327–348. Wilson D. S. & E. O. Wilson. 2008. Evolution “for the good of the group”. American Scientist 96: 380–389. Wilson E. O. 1975. Sociobiology: the New Synthesis. Harvard University Press, Cambridge. Wilson E. O. 2013. The riddle of the human species. The New York Times (The Opinion Pages) February 24, 2013.

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CONCIENCIA Y COSMOLOGÍA: LA IDEA INICIAL Sergio Acero1 Abstract Richard Leakey said that human awareness arose when the mind was able to develop such a comprehensive model of reality, which includes a representation of itself. One might think that it would reside in the origins of reflection and imagination. So powerful capacity should necessarily include all elements of external reality, at least as far as it can impress our senses. And that includes the stars. Key words: conscience, cosmology, evolution. Resumen Richard Leakey ha dicho que la conciencia humana surgió cuando la mente fue capaz de elaborar un modelo tan completo de la realidad, que incluye una representación de sí misma. Podría pensarse que en ello residirían los orígenes de la reflexión y la imaginación. Una capacidad tan poderosa debería incluir necesariamente a todos los elementos de la realidad exterior, al menos hasta donde ésta pueda impresionar nuestros sentidos. Y ello incluye a las estrellas. Palabras clave: conciencia, cosmogonía evolución.

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arafraseando a Richard Dowkins, Richard Leakey (el notable antropólogo estadounidense, hijo de sus célebres padres Louis y Marie Leakey, descubridores del Homo Habilis) ha dicho que es muy probable que la consciencia reflexiva, característica del ser humano, apareciera cuando la mente de nuestros antepasados en la evolución, desarrolló la capacidad de elaborar una representación tan completa de la realidad, que incluye en ella una representación de sí misma. Desde que este fenómeno está en el mundo, el ser humano ha reflexionado sobre sí mismo y su entorno y ha extendido esa reflexión Coordinador de Ciencia y Tecnología del Complejo Astronómico Municipal de Rosario. Jefe del Departamento de Extensión Científica y Tecnológica del Instituto Politécnico Superior “Gral. San Martín” de la UNR. 1

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hacia horizontes cada vez más distantes. Primero el espacio geográfico donde inició su existencia, después hacia los grandes fenómenos naturales que condicionaban esa existencia, como ser el comportamiento del clima, los cambios del nivel del mar con las mareas, la inesperada erupción de montes volcánicos, entre muchos otros. En este contexto seguramente comenzó a establecer relaciones entre ciertas manifestaciones de la naturaleza y sus consecuencias en el tiempo. Es decir, aparece la consciencia del tiempo que descubre en su propia existencia y en la de su entorno. Esto debe haber llevado al reconocimiento empírico de correlaciones entre los hechos naturales. Por ejemplo llegar a asociar la formación de una cierta cubierta de nubes y la manifestación del trueno con un anticipo cierto de la ocurrencia de las lluvias. Estas correlaciones y su capacidad de tornar previsibles los acontecimientos de la vida cotidiana no encuentran sin embargo un equilibrio intelectual en el ser humano, sino que este necesita conjurar ese misterio por medio de un sistema de ideas, o de un imaginario, que le aporte una explicación del por qué las cosas ocurren de la manera que lo hacen. Alcanzar esta explicación significa restablecer el equilibrio intelectual y emocional. Y ello significa alcanzar cierto control sobre el mundo y sus fenómenos. La búsqueda de este control constituye un objetivo de máxima de nuestra especie que funciona a su vez como un poderoso motor que moviliza la mayor parte de nuestras búsquedas. En otros casos el mundo se presenta al ser humano como caótico y caprichoso, no pudiendo establecerse aquellas correlaciones mencionadas antes y llegar a construir un imaginario explicativo. La incertidumbre predomina, el misterio permanece y el desequilibrio intelectual y emocional que ello trae aparejado nos angustia. La única forma de conjurar o al menos atenuar estas angustias, es atribuirlas a un plano decisorio, oculto a la comprensión humana y totalmente ajeno a nuestra capacidad de control. Es probable que estas situaciones llevaran a la consideración que el mundo está dominado en gran parte por fuerzas y entidades que no podemos conocer ni comprender. No podemos elaborar un imaginario que nos lo explique. Es obvio que desde su infancia la humanidad debe haber sentido la necesidad de conjurar los misterios que le presentaba el cielo y ello debe haber ocurrido tempranamente en la historia de nuestro linaje, ya que los fenómenos que en él se presentan se relacionan fuertemente con la vida cotidiana y con nuestra necesidad de adecuarnos a los ciclos celestes para nuestra supervivencia. Entre estos fenómenos seguramente dominaron (como lo hacen hoy en día) la sucesión de los días y las noches, las luna38

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ciones y la evidente correspondencia entre los cambios de la inclinación del sol con los grandes cambios del clima. Al igual que en el entorno terrestre el comportamiento de los fenómenos que se veían suceder con los objetos que pueblan el cielo, presentaban en algunos casos regularidades muy marcadas y en otros un comportamiento errático. Y seguramente también para estos acontecimientos se desarrollaron imaginarios y conjuras. No tienen mucha importancia la naturaleza y características de tales imaginarios, sino que estos en sí mismos son lo realmente importante. Los son porque constituyen el punto de partida del interés humano por explicarse el universo de alguna manera y poder entonces ubicarse en todo lo posible en una condición de cierto control sobre el mismo. Aunque más no sea en términos de poder anticiparse a sus consecuencias para poder afrontarlas, para acomodarse frente a las mismas y aprovechar sus beneficios o disminuir en lo posible los efectos perjudiciales. ¿Cuándo comenzaron en la historia de la humanidad las preocupaciones por comprender el cielo? ¿Cuándo se concibió por primera vez construir un imaginario que permitiera explicar algunos de sus comportamientos más influyentes? ¿Cuándo consiguieron nuestros antepasados conjurar algunos de los misterios del cielo y con ello responder a su magníficas manifestaciones? Las respuestas a estas preguntas nos llevarán a recorrer las formas del pensamiento mágico y mitológico acerca de los fenómenos del cielo, para descubrir luego el momento de la transición hacia el pensamiento racional acerca de los mismos. Allí veremos que esta segunda etapa no hubiera sido posible sin la existencia previa de la primera, sobre cuya contestación pudieron darse los primeros pasos en la elaboración de un nuevo imaginario sostenido por una nueva lógica. Con el tiempo esta nueva estrategia intelectual derivaría en la formulación de los primeros imaginarios científicos sobre el ámbito celeste. Hoy a estos imaginarios los llamamos modelos. Aproximaciones intelectuales dentro de la lógica científica que pretenden comprender y explicar los fenómenos típicos del mundo de los astros. Pero no debemos olvidar que aquellas construcciones del imaginario mágico y mitológico también constituyeron modelos que perseguían fines similares. Actualmente tenemos claras evidencias legadas por la civilizaciones de los tiempos historicos de sus cosmologías míticas, religiosas, filosóficas y científicas, ya que casi todas ellas han escrito en mayor o menor medida al respecto de este tema. Y conociendo la complejidad de la trama social y cultural de algunas civilizaciones prehistóricas que las precedieron de manera cercana, se puede inferir que ideas similares, o al menos de la misma complejidad fueron elaboradas por estas últimas. 39

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Sea como fuere estas elaboraciones parecen haber estado ligadas siempre a la actividad intelectual del Homo Sapiens y es una incognita que otras especies humanas hayan realizado ejercicios mentales semejantes. En todo caso esto puede quedar pendiente como objeto de futuras investigaciones. Por ahora lo que podemos afirmar es que los intentos por explicarse el universo cercano y lejano, incluyendo a los astros, parece haber sido una precupación fuertemente ligada al tipo particular de consciencia que caracteriza a nuestra especie. Ahora bien, cuando decimos consciencia característica del Homo Sapiens nos referimos a una propiedad genérica. Pero esta propiedad aparece modulada en las distintas culturas por factores de creación colectiva dentro de las mismas como puede ser, por ejemplo, las características y potencialidades del lenguaje que cada cultura desarrolla. Por medio del lenguaje elaboramos representaciones de nosotros mismos y de lo que nos rodea y depende de la potencia del lenguaje que poseemos la calidad de tales representaciones. Sin duda el lenguaje deriva de la particular consciencia de nuestra especie y es un producto cultural. Así atravezada por su lengua común y otros sistemas de representación simbólica que pueda desarrollar, cada cultura tendrá posibilidades propias para elaborar ideas cosmológicas. El lenguaje es un puente entre nuestra consciencia y nuestra capacidad de representar al universo. Pensemos, por ejemplo, en la historia de nuestra cultura occidental. Notaremos que en la Grecia clásica contabamos ya con un lenguaje tan complejo como los actuales, pero careciamos de otros sistemas de representación tremendamente potentes como lo son las matemáticas avanzadas de que hoy disponemos. Cabe llamar la atención aquí sobre el hecho que pese a la enorme distancia explicativa que media entre la cosmología actual y las que elaboraron los pensadores de aquel momento, algunas contribuciones que ellos hicieron permean aun hoy a los modelos cosmológicos más avanzados. Por ejemplo el principio de conservación en las ciencias físicas. Hoy sabemos que en el neolítico tardio, incluso en el periodo prehistórico del mismo hubo civilizaciones que llegaron a elaborar conocimientos astronómicos de cierta complejidad. Por ejemplo, el reconocimiento de los puntos de salida y puesta del sol para ciertos lugares correspondientes a los solsticios y equinoccios, como así también los máximos apartamientos de la salida y puesta de la luna sobre el horizonte. Incluso el descubrimiento posterior de los conocimientos astronómicos de las culturas precolombinas algunas de las cuales tenían un grado de desarrollo técnico similar o incluso superior a los que caracterizan al neolítico, introdu40

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jeron la observación y determinación de las principales posiciones celestes de otros astros, como es el caso del planeta Venus, cuya utilización con fines astronómicos se extendió entre las culturas precolombinas de América Central hasta el Alto Peru. Utilizamos aquí el término neolítico para estas culturas en un sentido amplio ya que en términos generales este estadio ocurre en los pueblos originarios americanos con posterioridad a los momentos característicos de las antiguas culturas del ámbito indoeuropeo. Más allá de estas particularidades características del viejo y el nuevo mundo existen ciertos elementos centrales en cuanto a la utilidad que dicha civilizaciones encontraron para estos conocimientos y se trató de su utilización para la elaboración de sistemas de medición y seguimiento del transcurso del tiempo, es decir la confección de calendarios, con todo lo que ello significa para el ordenamiento de la vida de estas sociedades en cuanto a poder predecir y por lo tanto anticiparse y controlar, acomodarse a los ciclos naturales y también a la intervención humana en relación con los mismos como ocurre por ejemplo con las necesidades cronométricas de la agricultura y la ganadería. La revolución agrícola y los primeros desarrollos de la astronomía parecen haber seguido una evolución complementaria. Tanto se lo vea desde el hemisferio norte como desde el hemisferio sur existe un momento del año en que el sol luego de inclinarse en horas del mediodía cada vez más hacia el cardinal opuesto deja de hacerlo, parece detenerse, para días después comenzar lentamente a retornar. El sol, fuente de luz y calor y aparente portador de los beneficios de la primavera y el verano deja de apartarse amenazando con sumir al mundo en un invierno cada vez más duro y sombrio y parecen ser factores tan misteriosos como poderosos los que lo impulsan a retornar. Y si bien los días de las nieves y las lluvias perduran todavía algun tiempo se percibe claramente como paulatinamente la presencia del sol en el cielo se hace más extensa día tras día preanunciando épocas más benignas. Estos hechos movilizaban a un sentimiento de júbilo y agradecimiento por el retorno del sol y en ello radicaría la explicación de situaciones hoy bien conocidas como lo son los aportes antropológicos y arqueológicos que muestran de manera indudable la asociación de estas fechas con rituales y festejos muy importantes por parte de las antiguas sociedades que expresaban sin duda su agradecimiento ante acontecimientos ingobernables por el ser humano pero impresindibles para su subsistencia. Muchos antropólogos piensan que estos ritos se correspondían con los mitos que brindaban una justificación de los mismos y reconocen en estas construcciones culturales el origen de cuerpos ideológicos más elaborados que llevaron a la fundación de las primeras religiones. 41

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Ya en tiempos históricos la relación de la astronomía con la elaboración de calendarios por una parte y con los rituales y liturgias de carácter religioso por otro aparecen con toda claridad y nutrido de una complejidad importante. Además, estas asociaciones continúan hasta nuestros días, como lo es por ejemplo la determinación de la fecha de la pascua cristiana, que se realiza utilizando uns base de tiempo relativa a las lunaciones. Los escritos astronómicos más antiguos de civilizaciones tan distantes entre sí como la China, la Egipcia, la Caldea o la Maya nos presentan un conocimiento astrónomico complejo, detallado y exacto, dicho esto en términos de su utilidad para realizar cálculos cronológicos con márgenes de error poco significativos para las necesidades de la época. Es como si la astronomía compleja ya hubiese estado en posesión de aquellos antiguos pueblos cuando desarrollaron la escritura y pudieron elaborar crónicas acerca de la misma. Siendo entonces sorprendente que tal vez durante cientos de años y en algunos casos probablemente milenios, estos conocimientos y su utilización como auxilio de la vida cotidiana puedan haberse conservado como una tradición oral legada de generación en generación. Máxime teniendo en cuenta que este proceso estaba atravezado por un progreso. Podemos imaginarnos entonces la existencia de expertos conocedores de los fenómenos del cielo que enseñaban a los jóvenes que manifestaban un interés particular sobre estos aspectos del mundo los conocimientos que poseían. Si observamos en términos generales como era esta transferencia de saberes en las primeras civilizaciones históricas, notamos que la posesión de los mismos está en castas sacerdotales y se trasmitía a los jóvenes aprendices e iniciados, y esto ocurría tanto en las civilizaciones del viejo mundo como en nuestra América precolombina. De aquí se puede inferir con cierta seguridad que tal vez la situación fue similar en los últimos tiempos de la prehistoria y probablemente antes. En las ciencias exactas y en la astrofísica en particular se acostrumbra mucho a utilizar escalas logarítmicas, muchas veces en base diez para representar el andar de una variable física en relación a otra o a un elemento variable del contexto como puede ser el tiempo. Nos valdremos de este orden para recorrer de manera sintética los grandes acontecimientos en el universo desde sus orígenes hasta la actualidad y veremos entonces, tomando el caso humano como el único conocido hasta hoy que ha desarrollado consciencia de sí y de la realidad que lo rodea, en el marco de esta escala para poder comparar la escala de tiempo de la humanidad con la del universo y poner en evidencia la relación entre la historia del universo es decir el cosmos y la historia de la consciencia 42

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que ha pretendido comprenderlo desarrollando para ello distintas cosmologías. Recorreremos una escala que avanza en el tiempo sobre una base diez donde la siguiente representa una décima parte de la precedente. El punto de partida es muy extraño lo situamos 20.000 millones de años atrás. Y la curiosidad radica en que sólo tiene sentido físico o real si se piensa al cosmos en el marco de las teorias que sostienen el llamado principio cosmológico perfecto como paradigma para la construcción de sus modelos de universo. Este principio sostiene que el universo presenta el mismo aspecto para cualquier observador que se encuentre en cualquier punto del espacio y en cualquier momento del tiempo. Ello implica que el universo es uniforme en el espacio y en el tiempo y como consecuencia de ello debe ser necesariamente eterno. Es decir que no existe un momento para el origen del mismo y jamas existirá un momento final. Hoyle y Narlicar elaboraron cosmologías de este tipo entre los años 50 y 60 del Siglo XX, y aunque aún existen unos pocos defensores de este enfoque, aunque su vigencia se extingue paulatinamente. En la actualidad los modelos más exitosos para explicar el comportamiento del universo en su conjunto sostienen que existe un momento inicial en la historia del mismo. Un instante a partir del cual el universo se constituye fisicamente no sólo en cuanto a su contenido de materia y energía sino que la propia trama espacio temporal en la que se da su existencia nace en ese instante. De todos modos los modelos actuales sitúan ese momento en unos 13.700 millones de años en el pasado y este es un orden de magnitud similar al que hemos elegido para iniciar esta escala. El segundo momento de esta historia lo situaremos 2000 millones de años en el pasado. Ahora sí el universo es ya muy similar a lo que actualmente observamos. Ya se han formado las estrellas y todos los tipos de galaxias. Dentro de nuestra galaxia ya existen el Sol y su cortejo planetario. Nuestro planeta tiene ya 2500 millones de años de existencia y hace al menos 1600 millones de años que alberga formas de vida microscópicas en las aguas. La vida está atravezada por el fenómeno evolutivo y estos organismos primitivos y simples serán la base para el desarrollo de la complejidad orgánica. El tercer momento lo situaremos 200 millones de años atrás. Hace ya cientos de millones de años que la Tierra está poblada por una gran diversidad de organismos complejos, que coexisten con los simples y sin dejar de poblar abundantemente los mares, ha avanzado sobre las tierras emergidas con una enorme diversidad de formas vegetales y animales, que conjuntamente con las poblaciones de organismos acuáticos han estableci43

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do una interacción con la atmósfera a través de los intercambios gaseosos que controlan la composición de esta última, estableciendo características que serían imposibles de sostener sin la intervención de la vida. Por ejemplo el hecho que un 21% de la composición del aire consiste en oxígeno molecular y unas 300 partes por millón de moléculas de aire consisten en dióxido de carbono que junto al vapor de agua y otros gases menos abundantes, producen un efecto de invernadero que equilibra la temperatura global en valores compatibles con la existencia de grandes masas de agua en estado líquido. El cuarto momento lo ubicamos 20 millones antes de nuestros días. Nuestro planeta es muy similar a lo que actualmente podriamos observar. Además de la variedad de organismos unicelulares existen ya todos los “reinos”, filums, familias y géneros que hoy podemos reconocer. Entre los animales complejos se han agregado a los peces, anfibios, reptiles y aves, los mamíferos y entre estos existen ya especies que hoy pueden considerarse con seguridad ancestros de los antropoides y los homínidos. El quinto momento lo establecemos 2 millones de años atrás. Los homínidos llevan ya unos 2 millones de años de existencia representados por distintas especies que se han sucedido y algunas que todavía perduran. Casualmente alrededor de esta época, probablemente hace unos 2.300.000 años ha aparecido el Homo habilis cuyo cincuentenario de su descubrimiento por los esposos Leakey estamos conmemorando. Con el habilis apareció en el mundo la mente de tipo humano y con ella la consciencia caracteristica, dotada de propiedades entre las que se encuentra la capacidad de reflexionar acerca de sí misma y de la realidad externa que la rodea. No sería muy aventurado decir que habilis se haya preguntado de alguna manera acerca del trueno, el Sol, la Luna y por qué no las estrellas. Si seguramente los percibia. Nos detenemos ahora en un sexto momento. Nos situamos 200.000 años en el pasado. El habilis ha desaparecido y le han sucedido otras especies humanas que en algunos casos coexistieron con él. Pero lo importante aquí para nuestro derrotero es que esta fecha coincide muy aproximadamente con la edad de los fósiles más antiguos de Homo sapiens, tal como parecen mostrarlo claramente los fósiles del yacimiento sobre el Río Omo, en África. Nuestro octavo panorama se refiere a una época situada 20.000 años antes de nuestros días. Descubrimos que ya solo una especie humana habita nuestro planeta, se trata del Homo Sapiens, o sea nuestra especie, y se ha dispersado por casi todos los continentes. Algunas formaciones restantes de la última glaciación tienden todavía un puente de hielo entre el extremo nororiental del Asia y el noroccidental de América. Algunas poblaciones humanas se encuentran cercanas a este puente por el extremo 44

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asiático y es probable que algunos grupos se hallan aventurado ya a cruzarlo camino del continente americano. Hoy sabemos que cerca del extremo sur del continente africano, en un sitio próximo al encuentro entre los océanos Atlántico e Índico se encuentra la caverna de Blombos, que muestra claros indicios de haber estado habitada por el Homo Sapiens hace tanto como 80.000 años y en ella se han hallado unas barras de mineral ocre que presentan grabados bajo relieve con forma de rombos que se suceden formando una red entre dos lineas de cota. Su antigüedad se ha datado en unos 70.000 años, y tal vez se trate de una expresión a la vez estética y geométrica. El estrato donde se halló esta pieza presenta también pequeñas caracolas perforadas que tal vez formaron parte un ornarmento personal, y también se encuentran conchas marinas con restos de pigmentos que dificilmente tengan otra exlicación que la de haber sido utilizadas como recipientes de formas rudimentarias de pinturas. Esta riqueza de objetos contemporaneos entre sí, permitiría pensar que los grupos que los produjeron llevaban una vida social compleja, caracterizada por interacciones e intereses muy diversos. Se tiene la sensación de estar frente a una cultura y ello invita a pensar que estos grupos habrían desarrollado ya un lenguaje complejo. Aquí se puede suponer también que tal lenguaje debió poder nombrar al cielo y los astros. Es dificil que la mente humana pueda haber nombrado a estos entes y no haber elaborado alguna idea al respecto. En Francia. En la región de Blanchard se ha encontrado un hueso chato donde está representada, mediante una secuencia de pequeñas figuras talladas que se suceden formando una eplipse, una lunación completa, que muestra las fases de la Luna día trás día desde una Luna nueva hasta otra. Esto se considera actualmente el registro astronómico más antiguo que se conoce. Está datado en unos 30.000 años y combina aparentemente ideas referidas al tiempo, ya que es dificil pensar que tal ejercicio de representación no haya estado motivado por el periodo de tiempo característico de la lunación. Tal vez se trate inclusive de un rudimentario calendario lunar. Pero además la secuencia elíptica de las representaciones sugiere una percepción intuítiva relacionada con un movimiento circular. También al sur de ese país, en las cavernas calcareas de Lascaux se encuentran pinturas rupestres que datan de casi 40.000 años. Las cavernas forman un complejo entramado con varias galerias, en cuyas paredes y bóvedas decenas de pinturas se refieren especialmente a escenas de caza, donde predominan los toros y ciervos entre los animales representados. Uno de esos toros presenta una marca puntual cerca de uno de sus ojos y se encuentran otras marcas similares cerca de su cabeza conformando un esquema muy similar al que muestran la estrella Aldebarán y el cúmulo 45

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estelar de las Peyades en la actual constelación del toro. Una coincidencia tal es altamente improvable y algunos arquoastrónomos piensan que esta pintura rupestre, tal vez sea la representación más antigua conocida de la constelación de Tauro. El noveno momento de nuestra excursión temporal lo situamos 2000 años en el pasado. Y nos encontramos ya en tiempos históricos. Para esta época distintas civilizaciones que han habitado y lo hacen aún en casi toda la geografía del mundo han desarrollado diversas formas de escritura, entre las que podemos tomar como ejemplos la ideogramática china, la geroglífica egipcia, la cuneiforme de las civilización caldea que contiene elementos de gran potencia codificatoria donde se reconocen a los rudimentos de letras y palabras o frases. Y especialmente la escrituras griega y romana caracterizadas por una complejidad gramatical y semántica practicamente similar a las distintas formas actuales. Con estas poderosas herramientas las civilizaciones históricas documentaron de manera abundante sus observaciones del cielo y la utilidad práctica que dieron a las mismas. Especialmente para la elaboración de calendarios y la utilización del conocimiento astronómico como sustento de prácticas navieras. Aunque también utilizaron estos saberes para orientar diversas edificaciones, en particular las vinculadas a rituales y liturgias de carácter religioso. Un ejemplo paradigmático de esto último lo constituye en Egipto, en la región de Asuan, el templo de Abu Simbel en el cual el faraón Ramses II está representado por cuatro esculturas que lo muestran ocupando el trono real en cuatro actitudes de mando diferentes naturales a su condición. Las esculturas, cuya altura supera los diez metros, se encuentran dos a cada lado de un portal central orientado de tal manera que en los días circundantes al solsticio de verano al nacer el sol ingresa a la galeria interior del templo iluminando especificamente murales geroglificos que narran día tras día la magnífica historia y la condición divina del faraón. Esto constituye una muestra de la asociación del conocimiento astronómico con la fe religiosa y se da en un contexto en que tanto la civilización egipcia como otras contemporaneas desarrollaron interpretaciones mitológicas sobre la naturaleza del cielo y los astros que lo pueblan, que apelaban a la intervención de fuerzas y voluntades sobrenaturales para explicar su naturaleza y su comportamiento. Pero en esta época ya se ha desarrollado también el pensamiento de base racional, especialmente por parte de los filósofos griegos del llamado periodo presocrático. Este pensamiento se caracteriza por intentar explicar tanto el mundo terrestre como el celeste en base a factores y materias del ámbito natural. Por ejemplo Tales de Mileto defendía la tesis que todas las sustan46

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cias conocidas derivaban de transformaciones que había sufrido la sustancia original del universo que para él era el agua. Y fundaba esta idea con la evidencia de la gran abundancia de las aguas a las que consideraba restos de la gran materia original y también por el hecho de su evidente necesidad para sostener la vida. O bien las ideas de Demócrito respecto de la discontinuidad esencial de la materia, que lo llevaron a proponer que las distintas sustancias surgen de particulares combinaciones de una diversidad finita de corpúsculos muy pequeños e indivisibles a los que denominó átomos. Cada clase de estos átomos, que serían indestructibles y de duración perenne, tendría características estructurales propias que les permitirían “engancharse” de manera específica con los de otra clase, constituyendo la base para la naturaleza de las distintas sustancias conocidas. Es dentro de este marco intelectual donde se desarrollan las primeras ideas que podriamos llamar protocientíficas para explicar la naturaleza y el comportamiento del cielo y los objetos celestes. Tal es el caso de la escuela aristotélica que termina construyendo un sistema de esferas concéntricas que posicionadas según distintos ejes permitía explicar al menos en forma conceptual como los movimientos relativos entre las mismas presentaban al observador situado en la Tierra, que se encontraba en el centro del universo conocido, los mvimientos relativos entre el Sol, la Luna, los planetas y las estrellas fijas. El mismo Aristóteles llegó a plantear que para cada clase de estos cuerpos existía una esfera material que lo sustentaba y que estaba constituída por una materia cuyas propiedades pertenecían al orden natural pero eran típicas del ámbito celeste al que denominaba mundo supralunar y que por lo tanto no se encontraba presente en el mundo sublunar que corresponde al ambiente terrestre. Este modelo tenía que explicar toda una serie de propiedades observables en los fenómenos celestes que llevaban ya casi dos milenios de registros acumulativos. Fue Aristarco de Rodas quien realizó una extraordinaria labor de composición y síntesis de los conocimientos astronómicos de la antigüedad, provenientes de culturas tan variadas como la indú, la sumeria, la caldea, la egipcia y la griega propia. Aristarco descubrió el fenómeno conocido como precesión de los equinoccios y también ideó métodos geométricos con los que pudo estimar con cierta precisión la distancia entre la Tierra y la Luna. Por todo ello se lo considera universalmente el padre 0de la astronomía científica. Aquí cabe mencionar en particular la adquisición y utilización de conocimientos astronómicos por parte de las civilizaciones y pueblos originarios del continente americano, consistentes en evidencias que han quedado plasmadas en construcciones y sitios demarcados, cuya utiliza47

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ción ha sido con seguridad para la observación astronómica, especialmente para la astronomía del horizonte. Tal es el caso de pueblos como los Anazasi, en el sur de los Estados Unidos, los Pueblo que habitaron el sur de California y el norte de Mejico y los Incas y Araucanos en Sudamérica. Sin embargo el mayor desarrollo astronómico lo alcanzó la civilización Maya cuya existencia autónoma se extendió a lo largo de al menos 2600 años desde sus inicios alrededor del 1100 a.C. hasta la conquista a partir del Siglo XVI. Los mayas desarrollaron una astronomía compleja, que utilizaron para elaborar un calendario muy preciso, para lo cual utilizaron mucho un ciclo que combina los movimientos aparentes por la esfera celeste del sol y el planeta Venus, y que dura unos 584 días, permitiendo reajustar el calendario solar en base a este breve ciclo. La construcción Maya denominada el caracol es a todas luces un observatorio astronómico utilizado para estos fines. Y a diferencia de las otras culturas mencionadas los Mayas dejaron testimonio escrito de su astronomía, como se puede apreciar en el llamado Codice de Dresde que contiene tablas astronómicas que describen entre otras cosas posiciones en el cielo del Sol, la Luna y Venus, incluyendo de manera destacada el registro de varios eclipses de Sol y de Luna. Luego la civilización Azteca utilizó también calendarios precisos, pero todo indica que los tomaron de los Mayas y la astronomía que conocían era una simplificación de la astronomía Maya. Esta revista temporal nos lleva ahora a 200 años atrás. El mundo ha pasado por varias transformaciones que han dejado atrás los tiempos antiguos y el medioevo, habiendo terminado también la época de los grandes descubrimientos geográficos. Hechos políticos como la Revolución Francesa y la Independencia de los Estados Unidos impulsan en el mundo cambios que conllevan una participación mucho más amplia de las poblaciones de hemisferio occidental en los distintos órdenes de su vida. Entre ellos el ámbito de las ciencias. La alfabetización si bien es reducida no es una rareza como en la antigüedad o en la edad media y ello propicia el acceso al conocimiento de sectores sociales que eran ajenos al mismo. La mecánica de Newton, que sin duda fue la primer teoría científica autoconsistente y exitosa de la historia de la humanidad se encuentra ya totalmente consolidada, y Laplace y Lagrange le han dado sustentos matemáticos muy poderosos. Y por otro lado se desarrollan con gran dinamismo otras ramas de las ciencias físicas como las teorías sobre el calor y la electricidad. Hace ya 200 años que Galileo Galilei comenzó a utilizar el telescopio de manera sistemática para la observación astronómica y en este momento varios observatorios en Europa, como es el caso de la dinastía de los Herschell en Inglaterra, disponen de poderosos telescopios cuyos 48

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espejos superan en algunos casos los 50 cm de diámetro, permitiendo observar sistemas estelares muy alejados del Sol. La integración de estos saberes y capacidades ha sepultado definitivamente al geocentrismo y el modelo heliocéntrico que Copernico comenzó a plantear en el Siglo XV se ha perfeccionado al grado que, auxiliado por las nuevas formulaciones de la mecánica newtoniana es capaz de predecir la existencia de nuevos objetos integrantes del sistema solar e indicar a los observadores en qué lugar del cielo realizar su búsqueda. Esta capacidad quedará plasmada de manera patente en 1841, cuando Galle en el observatorio de Berlín descubre mediante un potente telescopio el planeta Neptuno, a una distancia angular en el cielo de menos de un grado (aproximadamente el tamaño aparente de la luna en el cielo) del punto sugerido por el calculista matemático Le Verrie en Francia unos años antes. Los nuevos telescopios que se construyen durante la segunda mitad del Siglo XIX permiten discernir que incluso el Sol no parece ocupar un lugar central entre las estrellas, y comienza a tomar cuerpo la idea que en realidad el Sistema Solar ocupa un espacio insignificantemente pequeño del universo conocido. A fines del Siglo XVIII Emmanuel Kant y el ya mencionado Laplace contribuyen de manera separada a la formulación de una teoría para explicar el origen del Sistema Solar. En términos generales sostienen que el Sol y nuestro sistema planetario se formaron de la condensación, causada por la gravedad, de una nube de vapores y polvo de grandes dimensiones que prexistió en el espacio. Al contraerse la nube habría ido elevando su temperatura y concentrando su materia en una estructura con forma de disco chato, dando lugar a la formación del Sol en su centro y de los planetas a las distancias que hoy conocemos. Algunos aspectos de esta teoría siguen vigentes en la actualidad. Ya entrado el Siglo XX se comprendió que efectivamente el Sol era sólo una estrella más entre los miles de millones que conformaban un enorme enjambre, dentro del cual ocupaba una posición periférica, y además comenzó a sospecharse que tal vez existieran en el universo un gran número de enjambres parecidos. Ante este panorama pretender explicar la estabilidad del universo observable con la mecánica de Newton conducía a curiosos resultados. La gravitación newtoniana podía explicar que el universo se mantuviera estable, incluso si en su interior algunos cuerpos se encontraban en movimiento debido a la atracción mutua con los demás, pero se necesitaba un universo infinitamente extenso en el espacio, dotado de una masa también infinita y perenne en el tiempo. Ya que de otro modo lo más probable es 49

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que el universo colapsaría sobre sí mismo por acción de la fuerza de gravedad. Finalmente, para completar nuestra exploración de la cosmología a través del tiempo nos situamos hace tan solo 20 años atrás, y podemos decir que nos encontramos practicamente en la actualidad. Pero veremos que la dinámica del progreso del conocimiento en nuestros días es tal que en estos pocos años han surgido novedades en nuestro conocimiento del universo que han introducido grandes incognitas. Las sospechas de fines del Siglo XIX y principios del XX sobre la probable existencia de otros sistemas estelares semejantes al que integra el Sol, fueron confirmadas entre las décadas del 20 y el 30 del siglo pasado, cuando al entrar en operación los primeros “telescopios gigantes”, como el reflector de Monte Wilson, en California, con su espejo de 2,5m de diámetro, se pudo establecer con claridad que algunas nebulosas notables del cielo, como es el caso de la gran nebulosa de Andrómeda, no estaban constituidas por vapores como pensaban algunos, sino que se trataba de un enjambre estelar enormemente poblado. Pronto se concluyó lo mismo para muchas otras y nuestro sistema solar incluyendo al Sol y la Tierra fueron desplazados definitavamente de cualquier sitial de importancia particular. En los años 30 la labor observacional pionera de Edwin Hubble y Milton Homanson llevó a la conclusión que el universo no sólo estaba constituido por una enorme cantidad de tales enjambres de estrellas, a los que se denominó galaxias, sino que estas estaban animadas de movimientos relativos entre sí, siguiendo un comportamiento bastante regular. Vistas por un observador situado en la Tierra (y seguramente por cualquier otro ubicado en cualquiera de ellas) las galaxias parecen alejarse hacia el fondo del espacio, y lo hacen con velocidades, llamadas de recesión, que crecen en proporción lineal con la distancia a las mismas. La forma más natural de explicar este fenómeno es considerar que todo el universo en su conjunto se encuentra sometido a un proceso de expansión. Para ese entonces Albert Einstein ha formulado ya su teoría de la relatividad, en particular la llamada Teoría General de la Relatividad (TGR), donde consigue establecer como se perciben entre sí dos observadores que se encuentran ligados a sistemas de coordenadas que están en movimiento acelerado uno respecto a otro. Con esto consigue abarcar también a la aceleración producida por la gravedad y con ello la TGR se convierte en una nueva teoría del campo gravitatorio. En este marco la gravedad deja de ser una fuerza en el sentido clásico como la habia considerado la mecánica newtoniana y pasa a ser una propiedad morfológica del espacio, entendido ahora este como una trama de espacio y tiempo, lo que actualmente se denomina el “continuo espaciotemporal”. Donde existen 50

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cuerpos de gran masa y alta densidad tal continuo se curva de manera pronunciada y donde las masas son pequeñas dicho continuo se asemeja a un plano. La curvatura mencionada causa que, por ejemplo, un observador alejado de un cuerpo de gran masa que pudiera comparar el andar de dos relojes, uno ubicado en dicho cuerpo y otro junto al observador, notaría que para el primero la marcación del transcurso del tiempo es más lenta que para su reloj. Para la TGR el espacio puede variar su forma y además expandirse o contraerse por la acción de la masa que contiene y de otros factores. Sin embargo esta teoría conserva una característica común con la mecánica de Newton y se trata de que sigue siendo esencialmente determinista. La expansión del universo descubierta por Hubble y Homanson fue ratificada en las décadas siguientes por muchos otros investigadores, y las contribuciones observacionales que completaron este panorama se produjeron en distintas partes del mundo, inclusive en nuestro país mediante el gran telescopio de 1,5m de diámetro ubicado en el Cerro de Bosque Alegre, perteneciente al Observatorio Nacional de Cordoba. En la cosmología se utiliza el llamado principio cosmológico, que basicamente establece que el universo presenta el mismo aspecto para todos los observadores que contiene independientemente del lugar particular que ocupe cada uno. Cosmologos como Fred Hoyle y J. Narlikar trataron de utilizar entre los años 50 y 60 del Siglo XX el llamado principio cosmológico perfecto que extiende la mencionada uniformidad del universo al tiempo. Esto conlleva la suposición que el universo es eterno en el tiempo y la expansión que presenta es una propiedad intrínseca, que está siempre presente, y que por lo tanto nunca tuvo un origen y nunca tendrá un final. El hecho que se observen objetos más allá de nuestra galaxia se debería a que permanentemente se están formando átomos de materia en el espacio, de manera espontanea, que se van reuniendo y dando lugar con el tiempo a la formación de nuevos objetos como las estrellas y las galaxias. Sin embargo estos modelos no pudieron explicar varias características observadas del universo, como ser que cuanto más lejos se observa (osea más atrás en el tiempo) predominan las poblaciones de galaxias con aspectos y comportamientos “juveniles”, mientras que en ámbitos más cercanos a nuestra galaxia y contemporaneos con la misma, son más abundantes las poblaciones de galaxias con características evolucionadas, como es el caso de la Via Lactea. Este panorama se relaciona mejor con la suposición que la expansión que muestra el universo tuvo un comienzo en un momento concreto del tiempo en el pasado, y esto requiere suponer que en ese entonces el universo fue muy pequeño y caracterizado por una densidad de energía 51

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extremadamente grande. Esta energía fue la fuente material de la que se formó todo el contendido de masa y energía que el universo contiene en la actualidad. Además dicha densidad de energía significa también que se encuentra a una temperatura enormemente elevada. Si en estas condiciones comienza un proceso expansivo la temperatura comienza a descender a medida que la expansión progresa y en cierto momento se alcanzan condiciones que la física actual puede explicar. Sorprendentemente estas condiciones son tales que el tamaño del universo es inferior al de un átomo de hidrógeno y el tiempo trasncurrido desde el instante “cero” inicial es tan pequeño como 1/1043 segundos. Estas teorías se conocen vulgarmente (aunque el término es ampliamente utilizado en el ámbito científico) como de Big Bang. Las teorías de Big Bang sostienen entonces que el universo pasó poco después de su orgien por dimensiones y características típicas de un objeto cuántico, es decir, de la índole de entidades físicas que estudia la mecánica cuántica. Y como sabemos esta nueva mecánica se construyó impulsada por los descubrimientos atómicos en los primeros 30 años del siglo pasado. Pero a diferencia de la mecánica newtoniana o clásica está fundada sobre el llamado principio de incertidumbre que la hace indeterminada en comparación con el determinismo fuerte de la mecánica clásica. Por lo tanto, el panorama actual de la cosmología consiste en que se tienen dos grandes cuerpos teóricos para describir el origen y el comportamiento del universo. Tales son la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica. La primera tiene gran éxito en la descripción del universo a gran escala, abarcando los fenómenos que relacionan a la gravedad con el espacio. Y la segunda es sumamente útil para describir y explicar los primeros instantes de la existencia del universo. Pero el determinismo de la primera y la indeterminación de la segunda las hacen paradigmaticamente incompatibles, y casualmente la búsqueda que empeña a la física en la actualidad es tratar de encontrar una construcción teórica que incluya a ambas, y a esta hipotética teoría de enorme capacidad de síntesis se la ha dado en llamar “Teoría del Todo”. Tal vez la consecusión de la teoría del todo permita explicar algunos misterios que subsisten en la cosmología actual, como ser las naturalezas de las llamadas materia oscura y energía oscura del universo. En términos generales los cosmólogos coinciden actualmente en que la primera representa un 37% del contenido material del universo, y la segunda (considerando la equivalencia entre masa y energía) un 60%, ocupando sólo un 3% la materia ordinaria que compone todo nuestro entorno y a nosotros mismos y todos los objetos que podemos observar de manera directa en el universo. 52

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Los estudios recientes de la influencia de la energía oscura en el universo indican que esta se manifiesta acelerando la expansión del universo, contra la acción de la gravedad que tendería a frenarlo, y dicha manifestación habría comenzado hace unos 3500 millones de años (una época curiosamente coincidente con el probable origen de la vida en nuestro planeta). La teoría del todo podría también delucidar qué sucedió antes de 1/1043 segundos, tan cerca ya del instante “cero” que tal vez permitiría conocer la esencia fundamental del principio organizador del universo.

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HOMO DUPLEX: BUFFON Y EL INTELECTO HUMANO Gustavo Caponi1 Abstract The hiatus that Buffon postulated between human intellectual faculties and the mental life of animals, demanded that the human intellect was intended as responding to an entirely different principle from that which could explain the mental life of animals; and bring into play a soul divinely breathed, looked up to fulfill that explanatory requirement. In addition, the recourse to a divine soul also allowed that, like the Cartesian subject and the Kantian subject, the subject of Buffonian science could be considered as bieng something alien to the world that he should represent. Although the human body itself was an object to be studied by Natural History, the intellect who built that science was not. Key words: Buffon; Animality; God; Humanity; Knowing subjet. Resumen El hiato que Buffon postuló entre las facultades intelectivas del hombre y la vida anímica de todos los animales, exigía que el intelecto humano fuese pensado como respondiendo a un principio totalmente diferente de aquel que podía explicar la vida anímica propia de los animales; y el recurso a un alma insuflada por la divinidad, parecía estar a la altura de esa exigencia explicativa. Además, ese recurso a un alma de origen divino también permitía que, a la manera del sujeto cartesiano y del sujeto kantiano, el sujeto de la ciencia buffoniana pudiese ser considerado como algo ajeno al mundo que él debía representar. Aunque el cuerpo humano sí fuese un objeto a ser estudiado por la Historia Natural, el intelecto que construía esa ciencia no lo era. Palabras clave: Buffon; Animalidad; Dios; Humanidad; Sujeto cognoscente.

Departamento de Filosofia, Universidade Federal de Santa Catarina, [email protected] 1

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Homo duplex: Buffon y el intelecto humano

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lo largo de diferentes momentos y pasajes de su Histoire naturelle générale et particulière, Buffon fue delineando una explicación sobre el origen de la vida y las especies de cuño materialista (Caponi, 2010). En ella, el transformismo limitado de De la dégénération des animaux (Buffon, 1766) se complementaba con la teoría sobre el origen de las especies primigenias formulada en Les époques de la nature (Buffon, 1988[1778]). Pero en ese cuadro relativamente coherente, aunque totalmente implausible para nosotros, el hombre se encajaba únicamente en su dimensión corporal: Buffon consideraba que las facultades intelectuales humanas debían ser ejecutadas por un alma incorpórea, cuyo origen había que atribuirlo a un fiat divino ajeno al orden natural. El hombre, según Buffon (1766, p.30), no era un simio degenerado (Roger, 1989, p.244), como tampoco los simios eran hombres degenerados (Buffon, 1766, p.335); pero su corporeidad se habría generado por procesos naturales de aglomeración de las moléculas orgánicas ocurridos en situaciones semejantes a aquellas en las que se habían generado los primeros monos (Buffon, 1988[1778], p.150). Y eso explicaba la semejanza física entre el hombre y esos animales (Buffon, 1766, p.32). Pero las capacidades intelectuales humanas eran ajenas a esos procesos materiales; y obedecían a una intervención directa de la divinidad. En estas páginas voy a intentar explicar las dos razones de esa limitación que Buffon le impuso a su propio materialismo. La más obvia, que es la que voy a desarrollar más extensamente, tiene que ver con el hiato que Buffon (2007b[1749], p.188) postuló entre las facultades intelectivas del hombre y la (según él) pobrísima vida anímica de todos los animales (Roger, 1989, p.326; Martínez, 1999, p.252). Por ser muy amplio, ese hiato exigía que el intelecto humano respondiese a un principio totalmente diferente de aquel que podía explicar la vida anímica propia de los animales; y el recurso a un alma insuflada por la divinidad, parecía estar a la altura de esa exigencia explicativa. Pero también se puede pensar en una razón más fundamental para esa autolimitación del materialismo buffoniano: poniendo al alma humana por fuera de la naturaleza, el sujeto que escribía la Historia Natural ya no sería tema de esa ciencia; aunque su cuerpo sí lo fuese (Buffon, 2007b[1749], p.186-7). Como ocurre con el sujeto cartesiano y con el sujeto kantiano, el sujeto de la ciencia buffoniana se contrapone al mundo por él representado; y salvaguardar esa escisión radical entre el orden del sujeto representante y el orden del mundo representado, pudo ser crucial para Buffon. Pero, aunque ésta quizá sea la razón más fundamental de esa claudicación del materialismo buffoniano que aquí nos ocupará, yo sólo aludiré a ella en los últimos parágrafos.

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Sentir y representar En el primer patio había un aljibe con un sapo en el fondo; nunca se le ocurrió pensar que el tiempo del sapo, que linda la eternidad, era lo que buscaba. Jorge Luis Borges2 Buffon jamás sostuvo, bajo ningún punto de vista, que los animales fuesen autómatas insensibles; o que pudiesen ser considerados como tales (Roger, 1989, p.325; Martínez, 1999, p.251). Lejos de eso, él les atribuía la capacidad de sentir placer y dolor (Buffon, 2003[1753], p. 56); cierta conciencia de su existencia actual (Buffon, 2003[1753], p.64); sueños (Buffon, 2003[1753], p.73); y hasta algunas pasiones simples como el miedo y el afecto (Buffon, 2003[1753], p.91). Pero es interesante apuntar que, ya en lo atinente a los propios sentidos, Buffon (2003[1753], p.46) haya planteado algunas diferencias significativas entre los hombres y los animales (Roger, 1989, p.323; Martínez, 1999, p.248). Buffon (2003[1753], p.63) suponía que, mientras la vista y el tacto estaban más desarrollados en el hombre, el olfato y el sabor estaban mejor desarrollados en los animales; y no era simplemente una mala observación del comportamiento animal lo que lo llevaba a semejante error: ahí había involucrada toda una Teoría del Conocimiento. Ésa no era una simple diferencia entre capacidades alternativas diferentemente desarrolladas. Ahí no había nada análogo a las diferencias entre murciélagos que no ven nada, pero escuchan mucho, y lechuzas que quizá no escuchan tanto, pero ven muy bien. Lejos de eso, esa distinción de Buffon (2003[1753], p.46) ya propone una jerarquía: según él, el olfato y el gusto son sentidos más vinculados con los apetitos corporales; y es por eso que los animales los tienen más aguzados (Buffon, 2003[1753], p.64). La vista y el tacto, en cambio, están más vinculados con el conocimiento (Buffon, 2003[1753], p.46); y por eso no sorprendente que en el hombre ellos estén más desarrollados. Como también lo está el oído en virtud de su importancia para el habla (Buffon, 2003[1753], p.47). Pero vale detenerse un poco en los sentidos del tacto y de la vista: no es casual que Buffon (2003[1753], p.46) considerase que el primero era el sentido más importante para el hombre; afirmando, incluso, que era sólo por su intermediación que se podían “adquirir conocimientos completos y reales” (Buffon, 2007c[1749], p.302). Digo esto pensando en esa distinción entre cualidades primarias y cualidades secundarias, que los profesores de Filosofía remiten siempre a Locke (O’Connor, 1968); pero que, 2

De: ‘Avelino Arredondo’ (Borges, 1980[1975], p.526). 57

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como Edwin Burtt (1925) mostró en los sucesivos capítulos de The metaphysical foundations of modern physical science, fue percibida y apuntada de diferentes modos por todos los arquitectos de la física clásica. En todos ellos, esa dualidad está presente, y las cualidades primarias, en cuya delimitación y percepción la vista y el tacto tienen un papel privilegiado, son consideradas como las únicas que pueden ser objeto de verdadero conocimiento, o como aquellas cuyo conocimiento es más fundamental y seguro. En efecto, las cualidades secundarias, como el sabor, el olor, el sonido y el color tienen la peculiaridad de ser percibidas por un único sentido: que podrá ser el gusto, el olfato, el oído, o la vista. El sabor sólo es percibido por el gusto; el olor por el olfato; el sonido por el oído; y el color por la vista (Locke, 1690[1939] II, VII, §10). Ya las cualidades primarias – como la extensión, la figura, la textura, el movimiento, el reposo, el número, y la solides (Locke, 1690[1939] II, VII, §9), que son claves para el conocimiento físico – pueden ser percibidas, o por más de un sentido, que en el caso del hombre son siempre la vista y el tacto3; o por un único sentido que es el propio tacto: precisamente aquel que para Buffon era el más importante de esos dos sentidos cuyo desarrollo, según él, sería mayor en el hombre que en los animales. Para Buffon, lo podemos ver con claridad, el hombre estaba sensorialmente mejor dotado y predispuesto para el desarrollo de la ciencia; mientras que los animales estaban sensorialmente mejor dotados y predispuestos para satisfacer sus apetitos. Nada muy original. No era ésa, de todos modos, la brecha realmente decisiva en la separación entre las capacidades cognitivas del hombre y las capacidades cognitivas de los animales. Para Buffon lo fundamental estaba en el hecho de que en el animal no existiese nada semejante a lo que él llamaba reflexión; es decir: la capacidad de distinguir, comparar y combinar sensaciones de todo tipo, formando nuevas representaciones. Buffon reducía las capacidades cognitivas de todos los animales a un sentido interno más a menos desarrollado, en donde todas las sensaciones, se combinaban mecánicamente: asociándose, reforzándose, o contrabalanceándose (Roger, 1989, p.327; Martínez, 1999, p.253): los hombres, en cambio, podían reflexionar; y la diferencia que él establecía entre reflexión y sensación no es muy difícil de explicar. Lo primero que tenemos que decir a ese respecto es que, según su modo de entender dicha distinción, la reflexión supone la capacidad de No sería así en el de los murciélagos. Pero Buffon (2007d[1760]), Locke y todos los filósofos modernos, desconocían su sistema de ecolocalización. Buffon murió en 1789; y los experimentos de Spallanzani sobre la orientación de los murciélagos, de hecho muy poco conocidos en su momento, fueron realizados sólo en 1793 (Dijkgraaf, 1960, p.9). 3

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representarnos lo antes percibido o sentido (Buffon, 2003[1753], p.69-70). Alguien ve el rostro de una mujer que lo seduce para robarle la billetera; y después, con dolor, lo recuerda: se lo representa, pudiendo ayudar a reconstruirlo en un identikit. La mujer usaba, además, un perfume intenso, inquietante, inconfundible, y en algún sentido inolvidable (cf. Buffon, 2003[1753], p.73); pero, en otro sentido, el infeliz no puedo recordarlo: no puede representárselo como sí puede representarse el rostro que lo sedujo y lo humilló. Aunque, si volviese a percibir ese perfume, se daría cuenta inmediatamente de que ése fue, sin ninguna duda, el aroma de su perdición. Para el animal buffoniano, podemos decir nosotros, todo es como ese perfume; y nada es como el rostro de la mujer. Pero del mismo modo en que al volver a sentir ese perfume, el hombre volvería a sentir toda la inquietud y hasta la vergüenza resultante de aquel episodio lamentable, percibiendo la voz, el rostro y el olor de Rusty, Rin-tin-tin puede recuperar todas las sensaciones agradables a eso asociadas (cf. Buffon, 2003[1753], p.68). Rin-tin-tin moverá la cola feliz; y el hombre se dispondrá a volver a perder su billetera. Pero ahí ya habrá una diferencia importante entre el hombre y la bestia. El hombre se entregará asociando ese perfume inconfundible, pero irrepresentable, con una situación pasada que él sí puede representarse, recordar y narrar, perfectamente; y también hará eso previendo algunas de las consecuencias de su comportamiento irresponsable: algo de lo que le pasó antes puede volver a ocurrirle. Rin-tin-tin, en cambio, no podrá hacer esas asociaciones; porque para él todas las percepciones son igualmente irrepresentables: escuchar la voz de Rusty no le traerá representaciones de encuentros pasados; él sólo sentirá que se le llena de nuevo el corazón, como a nosotros nos lo puede volver a llenar un perfume de yuyos y de alfalfa, aun sin evocar ninguna representación definida. Es decir: estas consideraciones sobre la imposibilidad de representarnos perfumes – que ratifican lo que Willian Hudson (1893, p.247-51) ya dijo al respecto de aromas y sabores en las cinco páginas finales de Idle days in Patagonia – no van en desmedro de la capacidad evocadora de esas sensaciones: el sabor de la célebre madeleine de À la recherche du temps perdu (Proust,1988[1919], p.46) rescata representaciones nítidas de un pasado durante mucho tiempo olvidado, perdido; aunque el propio sabor sea en sí mismo irrepresentable. Pero además de eso, un sabor o un aroma pueden permitirnos recuperar sentimientos de placer, de dolor, de calma, de miedo – asociados a ellos –, que también son irrepresentables; y, según Buffon, eso es lo que ocurre con los animales: las impresiones pueden evocarles sensaciones agradables, o desagradables, que son ajenas a cualquier representación. Como nos ocurre con ese aroma del humo de un cigarrillo fumado por otro que, muy fugazmente, nos hiere al pasar, haciéndonos 59

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recuperar una tentadora e indefinida sensación de placer que no llegamos a identificar, que no llegamos a asociar con ninguna representación; algo que quizá, muy vagamente, asociamos con cierto tiempo perdido, de alegría despreocupada. Así, sin negar que los animales puedan asociar las impresiones presentes con sensaciones pasadas, Buffon (2003[1753], p.39) también puede decir que ellos no tienen recuerdos (Roger, 1989, p.324; Martínez, 1999, p.249); y con los mismos argumentos también podría haber dicho que ellos tampoco sienten saudades. Los animales, arguye Buffon (2003[1753], p.65-8), sólo están dotados de ese sentido interno que permite que una sensación presente evoque una sensación previa, pero trayéndola a un presente sin fisuras en el que no hay representaciones que remitan al pasado. La voz de Rusty produce agrado en Rin-tin-tin; pero él no tiene representación de Rusty con la cual asociarla: para él, recordemos, todo es sensación irrepresentable, como lo son los aromas y los sabores. Así, sin poder asociar ese agrado con ninguna representación, Rin-tin-tin sólo puede disfrutarlo como si fuese la primera y la última vez que lo siente. Algo quizá también pueda ser comparado a con una paramnesia en la cual una sensación ahora percibida parece hacernos revivir una alegría vivida en el pasado sin que podamos acertar a decir cuál. Sólo que, en ese caso – que podría ser el del humo del cigarrillo – nosotros nos quedamos buscando ese supuesto recuerdo, esa representación, que no llegamos a identificar. El animal buffoniano, en cambio, no mancha ese rescate del placer pretérito que le está permitiendo la percepción del presente: simplemente lo vive, lo disfruta, sin empañar su sentimiento con el esfuerzo vano por recuperar un dudoso recuerdo extraviado. Para Buffon un animal es algo así como un autómata sentimental que sólo goza y sufre su presente, que nada sabe de su existencia pasada, y que ignora todo porvenir. Siendo también esos los límites de su estrechísima conciencia de sí: el animal sólo siente su existir presente (Buffon, 2003[1753], p.67). Como ocurre con el sapo que Borges imagina flotando en el aljibe de la casa de Abelino Arredondo, el animal buffoniano no puede tener noción del tiempo (Buffon, 2003[1753], p.64-6): vive en un presente perpetuo que hasta puede parecerse a la eternidad y que abarca, indistintamente, tanto al sueño cuanto a la vigilia (cf. Martínez, 1999, p.250-2). Buffon (2003[1753], p.67), ya lo dije, consideraba que los animales soñaban; pero también afirmaba que al despertar ellos no percibían la diferencia entre las sensaciones que antes habían sufrido o disfrutado, con aquellas que comenzaban a registrar en el momento de despertarse (Buffon, 2003[1753], p.79). Así, sus imágenes oníricas se integraban al registro de su sentido interno con los mismos derechos, y con el mismo peso, que aquellas percibidas en la vigilia (Martínez, 1999, p.251). 60

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Es también importante notar que, mientras la sensación es algo puramente pasivo, la representación supone una actividad: las sensaciones son pasiones de la sensibilidad; y las representaciones son producciones del alma, generadas a partir de esas sensaciones. Por eso, decir que el animal no forma representaciones es también decir que no imagina (Buffon, 2003[1753], p.80); y que tampoco puede figurarse, conforme ya lo dije, el futuro más inmediato (Buffon, 2003[1753], p.80). Y es por lo mismo que el animal no puede formarse ideas de las cosas que percibe. Comparando lugares en los que nos sentimos protegidos del sol abrasador, los seres humanos nos vamos formando la idea de sombra; y, así, conforme crecemos y aprendemos, vamos dejando de ser como animalitos y nos humanizamos (cf. Buffon, 2003[1753], p.82-3). En cambio un perro, según lo que Buffon (2003[1753], p.79) nos dice, no puede formarse una idea como la de sombra, aun cuando perciba y sienta atracción por la penumbra en la que sintió fresco durante la tarde anterior (cf. Martínez, 1999, p.250); y menos puede comparar la idea de sombra con la de sequedad, la de ignorancia, y la de pobreza para así formarse la idea de privación.

Homo duplex Pero esa última limitación, esa incapacidad de formarse ideas abstractas también afecta a la mayoría de los seres humanos: conforme Buffon (2003[1753], p.80) lo reconoce, la capacidad reflexiva de la mayor parte de toda la humanidad, sólo llega a las ideas concretas; y la prueba que de ello nos da puede no ser conclusiva, pero es dolorosamente atendible. Buffon (2003[1753], p.80) dice que: Si todos los hombres fuesen igualmente capaces de comparar ideas, de generalizarlas y de formar con ellas nuevas combinaciones, todos manifestarían su genio por producciones nuevas, siempre diferentes a las de los otros, y a menudo más perfectas; todos tendrían el don de inventar, o por lo menos el talento de perfeccionar. Pero no: reducidos a una imitación servil, la mayoría de los hombres únicamente hacen lo que ven hacer, sólo piensan de memoria y en el mismo orden que los otros han pensado; las fórmulas, los métodos, los oficios agotan toda la capacidad de su entendimiento, y los dispensan de reflexionar lo suficiente como para crear. Como sea, aun para desarrollar esas rutinas, y aun para limitarse a la formación esas simples representaciones concretas, debemos suponer que el hombre está dotado de capacidades que Buffon reputa totalmente 61

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ausentes en todos los animales; y esa capacidad, que es la capacidad de reflexionar, o de pensar, supone que los hombres están dotados de un alma inmaterial (cf. Flourens, 1850, p.269; Roger, 1989, p.336): un alma que es explícitamente caracterizada como un souffle divin (Buffon, 1766, p.32)4. Buffon (2003[1753], p.81) apela así a la idea del Homo duplex (Roger, 1989, p.330); que no está muy lejos del dualismo cartesiano. La misma ya había sido introducida en De la nature de l’homme (Buffon, 2007b[1749], p.182-3); pero fue mejor enunciada en el Discours sur la nature des animaux. Buffon (2003[1753], p.81) dice ahí: El hombre interior es doble: está compuesto de dos principios diferentes por su naturaleza, y contrarios por su accionar. El alma, ese principio espiritual, ese principio de todo conocimiento, está siempre en oposición con ese otro principio animal y puramente material: el primero es una luz pura que acompaña la calma y la serenidad, una fuente saludable de la que emanan la ciencia, la razón, la sabiduría; la otra es un falso resplandor que sólo brilla por la tempestad y en la obscuridad, un torrente impetuoso que corre entrañando pasiones y errores. Pero, si nos queda alguna duda de la naturaleza de esa duplicidad, podemos remitirnos al cierre de ese mismo discurso. Ahí leeremos: “quítese al hombre esa luz divina, y su ser será apagado y obscurecido, sólo quedará el animal; él ignorará el pasado, no sospechará el futuro, y ni sabrá qué es el presente” (Buffon, 2003[1753], p.118). Y esa excepcionalidad del hombre, ese hurtarse de lo humano al resto de la naturaleza, se hará también presente en la Nomenclature des singes (Buffon, 1766, p.33), perdurando hasta Les époques de la nature, donde Buffon (1988[1778], p.160) dirá que “en el hombre la conducta es regida por el espíritu”. En la primera y en la segunda visión de la naturaleza se nos había dicho que todo en la naturaleza debía explicarse por cuatro factores o elementos: las fuerzas de atracción y de impulsión que actuaban sobre los cuerpos brutos; y el calor y las moléculas orgánicas vivientes que explicaban los fenómenos propios de los seres organizados (Buffon: 1764, p.iv; 1765, p.xx). Y casi toda la Histoire naturelle générale et particulière le fue fiel a esa idea. Pero, a la hora de explicar la diferencia entre el hombre y el animal Buffon rompió sus propias reglas: rompió su compromiso naturalista, devolviéndonos al pensamiento teológico. 4

Al respecto, véase: Flourens (1850, p268); Roger (1989, p.340); y Tinland (1992, p.547). 62

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Ahí él apeló a un elemento ajeno a las fuerzas naturales y a la legalidad que supuestamente las regía, atribuyendo la peculiaridad humana a la intervención directa de un dios que ya no actuaba como mero legislador5. El espíritu, el alma, no es mera materia bruta sometida a las fuerzas de atracción y de impulsión, ni tampoco es materia orgánica amalgamada por el calor: es soplo divino; y puede decirse que Buffon estaba forzado a pensarlo así: no tenía alternativa. Si la corporeidad humana, que fue producida por la misma materia y la misma legalidad que produjo la corporeidad de los otros animales, está imbuida y sometida a un principio totalmente ausente en cualquier otro ser vivo, esa excepcionalidad debe obedecer a algo ajeno a toda materia. En caso contrario, sería muy difícil de explicar que ese sentido interno, común a todos los animales, fuese tan incapaz de cualquier cosa mínimamente semejante a la capacidad de pensar. Quiero decir: la unidad de tipo corporal, que por lo que nos dice Buffon (2003[1753], p.81) incluye a la propia capacidad sensitiva, se explica por el sometimiento de todos los cuerpos organizados a una misma legalidad conformadora que no excluye a las fuerzas de atracción y repulsión que también rigen a los cuerpos brutos (Roger, 1989, p.546; Caponi, 2010, p.152); y si el pensamiento humano no guarda ninguna analogía con la pobre sensibilidad animal, su origen debe buscarse fuera de toda esa legalidad, que es como decir que tenemos que buscarlo fuera de la naturaleza. Tenemos que buscarlo en la propia divinidad que creó la materia del mundo e instituyó la legalidad que rige sus movimientos y sus transformaciones. Buffon, en suma, postuló una brecha insalvable entre el hombre y el animal; y eso lo obligó a traicionar su propio compromiso materialista. En cierto sentido, hay que decirlo, el tratamiento que Buffon le da a la subjetividad animal es intachable. Él asume un punto de vista deflacionista, fiel a la navaja de Occam: procura explicar el comportamiento animal en base una vida anímica lo más pobre y lo más simple posible. Puede ser, y de hecho tiendo a creerlo, que los desarrollos de la Primatología y de la Etología Cognitiva no corroboren esos análisis, mostrándonos que las exiguas capacidades cognitivas que Buffon atribuye a las demás especies de animales, son totalmente insuficientes para explicar, no ya los comportamientos de un chimpancé o de un perro, sino hasta los de un pulpo o una iguana. Pero creo que eso no sirve para entender la claudicación del naturalismo que está implicada en la idea del Homo dúplex. El problema de Buffon fue otro: al postular una brecha muy grande entre el hombre y los demás animales, tuvo que recurrir a un guinche celestial (cf. Dennett, 1996, pp.74-5) para explicar el salto o la diferencia ahí implicada. Lo que natura non da, el cielo siempre lo presta. 5

Al respecto, ver: Tinland (1992, p.552); Martínez (1992, p.567); y Roger (1993, p.538). 63

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Lo que sí todavía podemos hacer es preguntarnos por las razones que Buffon tenía para insistir en postular una brecha entre el hombre y el animal que lo obligaba a traicionar su propio materialismo. Se puede pensar, en este sentido, que Buffon procuró deliberadamente esa traición; y que la distinción hombre-animal fue el pretexto que él encontró para tender un puente entre sus ideas y la religión. Pero creo que cabe concebir otra respuesta: el alma humana no puede estar integrada en la naturaleza porque ella es el teatro, o el espejo, en el que esa naturaleza es representada (Rorty, 1983, p.13-4). En De la manière d’étudier et de traiter l’Historie Naturelle, que es el discurso de obertura de la Histoire Naturelle générale et particulière, Buffon (2007a[1749], p.35) había afirmado que: “la primera verdad que surge de este examen serio de la naturaleza, es una verdad quizá humillante para el hombre: él debe incluirse a sí mismo en la clase de los animales, a los cuales se asemeja por todo lo que es material”. Pero si el intelecto humano, no forma parte de lo representado, esa humillación no puede afectar al propio sujeto representante. En “Magias parciales del Quijote”, Borges (1980[1952], p.175) alude a la inquietud que puede suscitarnos el hecho de que un mapa está incluido en sí mismo, o que en el Quijote se hable del libro sobre el Quijote y en Las mil y una noches se hable del libro Las mil y una noches. Es inquietante cuando la representación se integra a lo representado; y eso es lo que puede ocurrir si el hombre del que habla la Historia Natural resulta ser el mismo hombre que la escribe. Pero, si se concluye que el sujeto que enuncia la Historia Natural es un alma ajena a la naturaleza, aun cuando ella esté encarnada en un cuerpo que sí sea natural; entonces, la distinción entre lo representante y lo representado se restablece, y la inquietud se disipa. En el sistema buffoniano, podemos entonces decir, la distinción entre el hombre y animal juega un lugar análogo a la distinción entre la res cogitans y la res extensa en el cartesianismo. Del mismo modo en que, para Descartes (1637[1927], p.35), lo corporal del hombre forma parte de esa res extensa que la res cogitans está llamada a representar sin nunca confundirse con ella; en Buffon la dimensión corporal del hombre puede ser asunto de Historia Natural, sin que eso valga para el alma en la que esa representación de la naturaleza habrá de tramarse. En este sentido, el pensamiento de Buffon es tributario de un modo de un modo de entender al conocimiento que es típico de la Filosofía moderna y cuya consagración, como Richard Rorty (1983, p.128) mostró, fue la obra de Kant. En ese sentido, el naturalista Buffon quedó en una posición más próxima de la de Descartes, que de aquella asumida por su contemporáneo escocés, David Hume.

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CAPÍTULO II ¿QUÉ IDENTIFICA AL GÉNERO HOMO?

DE UN EXTREMO AL OTRO: HABILIS EN LA ODISEA DE LA VIDA Ana María Rocchietti1 Astract This essay presents the theme about existence of two ends: one is habilis population as the beginning of humanity and the other is the synthetic life creation in laboratory: It reflects on two possible "extreme experiences" in the history of life. They are part of a palaeontological-biochemical sequence and presents the ethical science dilemmas at border practices. Key words: synthetic bacteria, Homo habilis, Upset culture. Resumen Este ensayo se propone una reflexión sobre dos posibles “extremos” en la historia de la vida: el extremo de la existencia de una población habilis como comienzo de Humanidad y el extremo de la creación sintética de vida en laboratorio. Uno y otro lo son a partir tanto de una secuencia paleontológico-bioquímica como los dilemas éticos que plantea una ciencia sin fronteras prácticas. Palabras clave: bacterias sintéticas, Homo habilis, Malestar en la cultura. Introducción

E

n mayo del 2010, la revista Science publicó un artículo firmado por el biólogo Craig Venter en el que se comunicaba que se había creado la primera célula viviente dotada de un genoma sintético. Según su autor esto permitiría comprender los mecanismos de la vida y abriría la posibilidad de fabricar organismos artificiales. El trabajo técnico consistió en reconstituir el genoma completo de la bacteria Mycoplasmagenitalium; el genoma que fabricó es la copia de un genoma existente pero con secuencias de ADN complementarias. Esta noticia ha de producir un impacto científico y filosófico, señala en su reseña.

Departamento de Arqueología. Escuela de Antropología. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario, [email protected] 1

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De un extremo al otro: habilis en la odisea de la vida

No es lo mismo pero se parece al acontecimiento que constituyera Homo habilis para reconstruir la hominización o la humanización según se prefiera. No se trató de un hallazgo de aventura sino que con él comenzó una aventura científica: brindar pruebas en un ámbito evanescente. Mi ensayo intenta poner estos dos extremos en una sola reflexión: la que compete a los entornos de incertidumbre en los que la materia se genera y se desarrolla. Tomo este concepto de la obra de Jorge Wagensberg (2013)2 quien postula que las formas se rebelan a lo largo de tres selecciones fundamentales: la de la materia, la de la vida y la del conocimiento. Mi aporte se centra en la cuestión de la incertidumbre de la biología sintética a la luz de la incertidumbre de aquel primer Homo. Carbonell Eduald Carbonell es uno de los descubridores e investigadores del extraordinario conjunto de registros paleontológicos de Atapuerca. De todos aquellos que lo estudiaron, es quien ha tenido vocación filosóficoreflexiva con la finalidad de entender la trascendencia y significado de la evolución. A través de dos libros (La conciencia que quema y El nacimiento de una nueva conciencia,) ha sostenido que la singularidad humana es su capacidad técnica y social y que la ley fundamental de la diferenciación específica de Homo radica en su capacidad para socializarse. El fuego socializado tuvo, de acuerdo con su perspectiva un papel fundamental. Somos el resultado de un proceso largo y complejo, la vida, pero todavía no podemos solucionar su enigma. Sí sabemos que se apoya en la diversidad y en la variabilidad y que los Homínidos han sido sociales en la Hominización y en la Humanización y, asimismo, que nuestra conciencia es fragmentaria. Éste es uno de los “extremos”. Para colocar a Homo habilis en un extremo me planteo: el contenido y la “forma” de la contingencia de la materia que llamamos vida. En el otro colocaré la incertidumbre del futuro de la vida en manos de los humanos pero no por su destrucción como habitualmente se alerta sino por su producción. Los objetos y los fenómenos Sostiene Wagensberg (2013: 19) que la realidad es un gran catálogo de objetos y fenómenos:

2Wagensberg,

J. 2013 La rebelión de las formas. Cómo perseverar cuando la incertidumbre aprieta. 70

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“La realidad se compone de dos cosas: objetos y fenómenos. Los objetos ocupan el espacio, los fenómenos ocupan el tiempo. Los objetos son distribuciones espaciales de materia, energía e información. Los fenómenos son cambios temporales de los objetos. La creación de la realidad coincide con la creación del tiempo. En el instante siguiente se inicia la transformación de la realidad, la expansión del espacio y el despliegue del tiempo.” Creo que Homo habilis debiera ser conceptualizado en los términos que acabo de transcribir. La materia no ha dejado de pasar de un objeto a otro y lo mismo ocurre con la energía y la información. Añade que los objetos cambian, pasan de materia en materia y de energía en energía, de información en información: cambian su identidad y todo lo que comienza, acaba o se transforma. Homo habilis se encuentra en esa sucesión de transformaciones, solamente que nosotros no acabamos de entender el carácter y naturaleza de las mismas. Esto es tanto un problema paleontológico y arqueológico como filosófico. Ian Tattersall (2012: 17 – 18)) dice que es posible integrar a cada uno de los millones de seres de la Tierra en un solo Árbol de la Vida gigantesco. La única explicación científica comprobable es la de una ascendencia compartida. Las similitudes son herencia de una forma común ancestral y las formas más diferentes comparten un antepasado alejado mucho más en el tiempo, lo cual ha permitido la acumulación de las desemejanzas. Darwin y Wallace sostuvieron que el mecanismo para explicar la divergencia entre las poblaciones era la selección natural. Sin embargo, las mutaciones acumuladas en una población pequeña y aislada o en una gran población impulsan variaciones no producidas por la selección natural. El azar tiende a actuar en ausencia de fuerzas selectivas. Los efectos de un cambio ínfimo pueden tener resultados de envergadura. La biología sintética es un método para construir sistemas biológicos; implica por lo tanto poder sintetizar artificialmente el ADN. Permite sintetizar genomas de especies que han desaparecido o introducir un genoma modificado en una célula. Este tipo de práctica ha sido posible por la convergencia de la biología molecular, la nanobiotecnología y de la informática. El material genético se puede recombinar y reestructurar así como desarrollar organismos “constructores” de ambientes e introducir nuevos sistemas biológicos.

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De un extremo al otro: habilis en la odisea de la vida

Habilis La famosa aserción de E. Kant “El cielo estrellado sobre mí, la ley moral dentro de mí” puede expresar el hecho de que la cultura –la ley moral o la moralidad de la ley- resume en ella la oscilación humana entre el mundo natural y la subjetividad socializada. Se trata, así, de la relación con nuestra dimensión animal (Agamben 2007) y el extremo malestar de la cultura fundada sobre ella (Freud, 1979). El descubrimiento de los escasos y fragmentarios huesos que los paleontólogos denominan Homo habilis fueron encontrados en la Garganta de Olduvai, África, en el año 1964 por Louis y Mary Leakey; según ellos correspondían a cuatro individuos a los que bautizaron como Cindy (una mandíbula inferior, parte de la superior, dientes y trozos de cráneo), Johnny (una mandíbula), George (dientes y un fragmento craneal) y Twiggy (siete dientes y un cráneo aplastado). Su edad era aproximadamente de un millón setecientos cincuenta mil años. Habrían sido los primeros hombres. Todavía hoy se especula con que son muy afines a los australopitecos, sus predecesores, pero habría una prueba incontrastable de su humanidad: un puñado de piedras trabajadas. En este “extremo” la humanidad y las piedras están indisolublemente unidos por la evidencia material aduciendo que existió una conciencia o un punto unificador de la experiencia que se podría considerar auténticamente humana por esta capacidad de fabricar utensilios (Domínguez Rodrigo, 1996; Carbonell, 2005; Coppens, 2009; Tattersall, 2012). Este nexo –sutil y efímero en la medida de su descarte- torna humano al hallazgo. A esto se suma la intuición de que consumían cadáveres animales rompiendo con dos tradiciones, también intuitivas: la de trepar a los árboles y la de comer vegetales. Se trata de una ruptura animal con antepasados animales. La vida El mundo biológico está estructurado –no se tienen dudas sobre esto- en niveles cada vez más complejos los cuales van desde las moléculas hasta las especies de los ecosistemas. El resultado de la historia de la vida es el cambio de los atributos de los seres vivos a través del espacio y del tiempo. La vida es diversa y compleja y la clasificación biológica solamente un instrumento para comprenderla. Animalia fue la forma en que Linneo (1758) denominó a los organismos estructuralmente multicelulares, con membrana plasmática, células eucariontes y metabolismo aeróbico (Bianco et al 2012). La Humanidad pertenece a ese reino. ¿Qué sucede cuando la Humanidad se dispone a fabricar vida? Éste es el otro “extremo” que postula mi ensayo. Implica un pasaje a la di72

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mensión moral que habita dentro de mí. Esta posibilidad está dentro o fuera de la definición instrumental de Homo. ¿Qué desafía Homo cuando abandona las toscas piedras tallada para desarrollar una biología sintética que quizá algún día impere sobre un planeta en el cual él es el punto de llegada de la evolución? En el aniversario del habilis, de sus cincuenta años de extraído de los estratos que lo albergaban, vale preguntarlo. ¿Qué es un hombre? Para quienes estudian el tema de la evolución humana, existe un límite material y temporal llamado “origen” cuya sustentabilidad consiste en llevarlo lo más atrás posible, tanto en lo específico (la especie más remota) cuanto en lo cronológico (el fósil más antiguo). Se invocan –con la finalidad de diagnosticar un registro como “humano”- dimensiones como el encéfalo, la posición erecta, el lenguaje, los utensilios, el lenguaje. De acuerdo con Coppens (2009: 63) el criterio solamente puede ser biológico dado que el hombre nunca deja de aparecer y que la conciencia, el lenguaje y las herramientas no pudieron aparecer todas simultáneamente; o mejor, no son comprobables por sí mismas. Ese criterio reúne características de conducta debidas a la estructura neuronal compleja posibilitada por el volumen craneal más amplio que el de los homínidos australopitecos pero es sabido que la vida social y el lenguaje constituyen “algo más” que la organización biológica y que no pueden ser reducidos a ésta. Por otra parte el lenguaje es mucho más que una articulación de sonidos ya que, en rigor consiste en la operación de un sistema de signos que no solamente posee estructura o espesor distribuido en dos dimensiones –según de Saussure, significado y significante- en tres -según Peirce, significado, significante, interpretante- o directamente inverso –según Lacan con primacía del significante capaz de introducir significado y producir los deslizamientos necesarios como para que retorne alguna vez lo reprimido- haciendo de la humanización, de la consciencia, del pensamiento y de la inteligencia un efecto del lenguaje. En el extremo habilis, la singularidad se reduce a su posibilidad de hablar; en el extremo de la vida sintética, ésta se replica muda pero –si continúa exitosa- se torna casi como excesiva, impúdica, amenazante. Habilis, un humilde frugívoro o carroñero en el descampado africano, no obstante, también tiene un costado amenazante: la realidad de un origen tan animal, tan anclado en las pulsiones negadas y en las tensiones de matar o morir en la charca que sirvió de abrevadero común a los superprimates y a su contemporánea fauna.

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Biología sintética La noticia se dio en 2010: se trataba de una célula sintética –vivaque poseía su propio ADN, que estaba dotada de su propio genoma bacteriano sintético que habría de denominarse Mycoplasmagenitalium. El genoma fabricado ya existía porque copiaba uno existente pero con una secuencia de ADN suplementaria para distinguirla. Luego lo trasplantaron a otra bacteria –microplasmacapricolum- para activar sus células. Esto abriría la posibilidad de generalizar la concepción, el trasplante y la síntesis de cromosomas sintéticos. Se podría concebir el caso de que se produjeran algas capaces de capturar dióxido de carbono y producir carburantes propios (Venter dixit, Science, 20 de mayo de 2010). Esta biología es, por supuesto de alto riesgo no solamente porque con ella se podrían fabricar armas sino porque ella amenaza la biodiversidad. La paradoja que plantea este tipo de experiencias es que tratando con objetos y fenómenos biológicos escapan a la taxonomía o Árbol de la Vida porque ¿si se habilitan biologías experimentales será posible subordinarlas al gobierno de la comprensión que aquél abarca o será imposible detener el impulso por originar seres desconocidos por la evolución en este planeta? Visto de otra manera: habilis simplemente es un posible origen inofensivo y casual. Aún cuando alguna vez pierda su asignación como Homo en la escala de los seres vivientes su existencia no alentaría sino la posición clasificatoria –y por lo tanto lógica- en otro lugar, quizá ignoto, quizá sin valor estratégico, en el que estos fragmentarios y escasos huesos se hundan en un lugar mucho más animal que el que expresa la inauguración de la prehistoria, sin más consecuencias que la derrota póstuma de los Leakey en el panteón de la celebridad paleontológica. En cambio, un ser vivo sintético plantea la duda sobre el tenor de su ser, de su temporalidad y, eventualmente, de su capacidad para colonizar los continentes y los océanos. Sobre todo, se abre la cuestión de cómo lidiar con una biología conducida, ahora, por los hombres y sus sociedades. No hablo ni de un peligro, ni de una amenaza de destrucción (porque concibo que no necesariamente tenga que producirse) sino de una nueva forma de objetos y de una inédita posibilidad de transformaciones de ellos en la realidad, hasta el punto de inaugurar una nueva temporalidad, una nueva historicidad de los seres. Morin (2006: 32 – 33) sostiene que el hombre lleva en sí la unidad bioquímica y la unidad genética de la vida (como todos los vivientes). No obstante es singular: se trata de un hiperviviente, un metaviviente, de un hipermamífero, de un animal hipersexuado, de un superprimate. Esto es un animal excedente. 74

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Conclusiones En primer término quiero destacar que los extremos que he descripto comparten una cualidad: ambos son evanescentes y hasta podría dudarse de su existencia. Que Homo habilis haya existido es también parte de un consenso de expertos que de no haberse verificado lo habría condenado al olvido o a subsumirlo en una masa de datos sobre los australopitecos que serían reseñados como un estadio formado por hallazgos definitivamente anónimos para el gran público. Que la bacteria sintética ocurra viene condicionado por el prestigio de la publicación que albergó el hallazgo. Éste parece producir una reacción ética en la comunidad científica, más que epistemológica. En segundo lugar, señalaría que la biología y la historia siempre van en paralelo en las disciplinas académicas pero en el caso del origen del hombre claramente entran en disputa. Su excedencia impide soldarlas a pesar de los esfuerzos de la sociobiología y su apuesta al determinismo biológico de la vida social. Además, los humanos no solamente tienen lenguaje y conciencia: poseen una insoportable psicología profunda y la cultura no los adapta únicamente sino que les provoca un difuso y mortal malestar. El malestar de la cultura Referencias bibliográficas Agamben, G. 2007 Lo abierto. A. H. Editora. Buenos Aires. Bianco, C. A., S. Basconsuelo y R. Malpassi (compiladores) 2012 El misterio de la vida. Biología para ingresantes a la Universidad. UNIRÏO. Río Cuarto). Carbonell, E. 2005 (coordinador) Las primeras ocupaciones de los continentes. Ariel. Barcelona. Carbonell, E. 2008 La conciencia que quema. Ara LLibres. Barcelona. Carbonell, E. 2007 El nacimiento de una nueva conciencia. Ara LLibres. Barcelona. Coppens, J. 2009 La historia del hombre. Tusquets. Barcelona. Freud, S. 1979 El malestar en la cultura. Alianza. Madrid. Dominguez Rodrigo, M. 1996 En el principio de la Humanidad. Editorial Síntesis. Madrid. Morin, E. 2006 El método. 5. La humanidad de la humanidad. La identidad humana. Cátedra. Madrid. Science 2010 Genome brings new life to Bacterium. Vol. 328, 21 de mayo. www./content/328/5981/958.full.pdf. Tattersall, I. 2013 Los señores de la tierra. La búsqueda de nuestros orígenes humanos. Pasado-Presente. Barcelona. 75

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Wagensberg, J. 2013 La rebelión de las formas o cómo perseverar cuando la incertidumbre aprieta. Tusquets. Buenos Aires.

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EL MONO FLEXIBLE Gustavo Caponi1 Resumen Puede pensarse que la evolución cognitiva, anímica y conductual de nuestro linaje fue el resultado de un incremento en la plasticidad ontogenética de un padrón conductual y anímico preexistente. Ciertamente no es nada fácil reconstruir ese padrón preexistente, ni tampoco las presiones selectivas que pueden haber llevado a su flexibilización; pero la Primatología y la Etología Cognitiva puede darnos algunas evidencias importantes sobre las circunstancias ecológicas que pueden premiar la plasticidad cognitiva, emotiva y social. A partir de ahí podrá surgir una imagen de la evolución mental y conductual involucrada en la hominización, que será mucho más compatible con la evidencia etnográfica y sociológica que aquella que ofrece la Psicología Evolucionista. Palabras clave: Hominización; Naturaleza Humana; Plasticidad fenotípica; Psicología Evolucionista. Abstract It can be thought that the cognitive, mental and behavioral evolution of our lineage was the result of an increase in the ontogenetic plasticity of a preexisting behavioral and mental pattern. Certainly it is not easy to reconstruct this preexisting pattern, nor the selective pressures that may have led to that higher degree of flexibility; but Cognitive Ethology and Primatology and can give us some important evidences concerning the environmental circumstances that may incentive that cognitive, emotional and social plasticity. From there, it can emerge a picture of the mental and behavioral evolution involved in humanization that will be much more compatible with the ethnographic and sociological evidence than the picture offered by Evolutionary Psychology. Key words: Hominization; Human Nature; Phenotypic plasticity; Evolutionary Psychology.

Departamento de Filosofia, Universidade Federal de Santa Catarina, [email protected] 1

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El mono flexible

Presentación

L

a Biología Evolucionaria no puede renunciar al cometido de explicar los aspectos etológicos de la hominización. La cognición, la emotividad y la sociabilidad homínida, así como la cognición, la emotividad y la sociabilidad de cada una de las especies del género Homo, no pueden haber caído del cielo: sus cimientos no pueden ser otra cosa que un producto de la evolución; y la Biología Evolucionaria tiene que llegar a comprender la trama de procesos y factores ahí involucrados. No hacerlo sería aceptar que ella padece de una debilidad intrínseca que la inhibe de cumplir con sus propios objetivos explanatorios. Pero conste que aludo a los cimientos de la cognición, de la emotividad y de la sociabilidad homínida: no hablo de toda la cognición, de toda la emotividad y de toda la sociabilidad homínida. Ni siquiera aludo a ‘gran parte de ellas’. La diferencia es importante. La evolución biológica pudo haber producido un repertorio de patrones etológicos altamente plásticos que permitieron que sobre él, la evolución cultural edificase toda la variedad de formas simbólicas y sociales que la Antropología, la Sociología y la Historia nos dan a conocer. Y aceptar eso no implica aceptar ninguna limitación o falencia de la Biología Evolucionaria. Es por eso que se puede ser un evolucionista estricto, y aun así rechazar las pretensiones de la Sociobiología y de la Psicología Evolucionista. Se puede pensar en un enfoque biológico de los aspectos etológicos de la hominización que, aun siendo estrictamente darwinista, vaya al encuentro de las ciencias humanas sin exigirnos el desconocimiento de todas las evidencias y teorizaciones por ellas producidas. Eso es lo que intentaré mostrar en las páginas que siguen. Esencia humana y autapomorfias homínidas Pese a que sociobiólogos y psicólogos evolucionistas insisten en aludir a una supuesta naturaleza humana2, lo cierto es que esa idea no parece tener un lugar muy claro dentro de una perspectiva evolucionista (Buller, 2005, p.419). Los linajes, en tanto son entidades individuales y no clases naturales, no tienen esencias (Hennig, 1968; Ghiselin, 1974)3. Esto vale 2Podemos

encontrar esas referencias en: Wilson (1980, p.13; 1998, p.164); Barkow et al (1992, p.5); Tooby & Cosmides (1992, p.79); y Stamos (2008, p.19). Y podemos encontrar un tratamiento crítico de esa supuesta noción biológica de la naturaleza humana en: Bock (1982, p.65); Harris (1982, p.147); Buller (2007, p.261); Diéguez (2012, p.289); y Reyner (2014, p.11). 3 En “Los linajes biológicos como individuos” (Caponi, 2011a), analicé esta tesis ya clásica, y hegemónica, en la Filosofia de la Biología. 78

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para el género Homo, para todas las especies que alguna vez lo integraron, y también para la única que sobró de ellas: el Homo sapiens (Caponi, 2012). Pero, insistir mucho en eso puede ser una simple chicana. Al final de cuentas, se dirá, nadie se está refiriendo a una esencia; sino a un conjunto de características que puedan considerarse como privativas del género Homo en general, o de alguna de sus especies en particular (Caponi, 2012, p.183). Y eso es algo que en nada repugna al pensamiento darwinista. De hecho, en el lenguaje de la Sistemática Filogenética hasta existe un término técnico para referirse a eso: autapomorfia. Una autapomorfia es un estado derivado de un carácter, una apomorfia, que es privativa de un determinado linaje o taxón4. Podemos hablar entonces de las autapomorfias del género Homo o de una especie dentro de él; la nuestra quizá. Y si se quiere, se puede llamar a esas autapomorfias de naturaleza humana. Claro: eso va incluir características anatómicas y fisiológicas de todo tipo que nadie querría vincular con una definición de lo propiamente humano. Una particularidad de nuestro sistema inmunológico, o en la conformación del pabellón de nuestras orejas, podría una de esas autapomorfias; y hablar de esos estados de carácter como siendo notas de la naturaleza humana puede parecernos un chiste malo y trasnochado: como decir que el hombre es un bípedo implume. Pero, que eso sea así, es muy significativo: pone en evidencia que la pregunta por la naturaleza humana, aunque quiera enmarcarse en una perspectiva evolucionista, siempre está lastrada por algún contubernio con el pensamiento tipológico (Caponi, 2012, p.176). De un modo u otro, cuando planteamos esa pregunta es porque queremos discutir sobre lo que hace que los humanos seamos humanos; y de eso, desde una perspectiva evolucionista, no se puede hablar (Caponi, 2012, p.188). Con todo, y para seguir evitando la posibilidad de demorarnos en puras chicanas, podemos evitar todo ese tópico, planteándonos una cuestión que sí sea legítima desde una perspectiva evolucionista y que nos lleve a discutir algo próximo de lo que nos inquieta cuando nos preguntamos por la especificidad o la particularidad biológica del género Homo o del Homo sapiens. Una traducción legitima en términos evolucionistas de esa inquietud, ciertamente aludiría a lo que podríamos definir como las autapomorfias etológicas del género Homo y de sus diferentes especies. Incluyendo bajo a ese rótulo de autapomorfias etológicas a capacidades y particularidades cognitivas, emotivas, y conductuales. Siendo que las pautas de comportamiento, y las formas de cognición y emotividad vinculadas con la sociabilidad y la 4Entre

muchísimas otras, ver, por ejemplo, las definiciones de ese concepto que han sido dadas por Hennig (1968, p.123); Eldredge & Cracraft (1980, p.33); Amorin (1997, p.266); y Llorente (1998, p.151). 79

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capacidad de simbolización, ciertamente van a tener un lugar destacado dentro de ese conjunto autapomorfias; y lo mismo vale para esas capacidades cognitivas que tienen que ver con el desarrollo de herramientas. Pero lo que nunca se puede olvidar, sin embargo, es que todos esas autapomorfias tendrán que ser siempre pensadas como siendo justamente eso. Es decir: como siendo estados derivados de caracteres cuyos estados primitivos remiten a un ancestro compartido con los linajes hermanos (Caponi, 2012, p.183). Las autapomorfias de Homo sapiens tienen que ser estados derivados de un estado de carácter primitivo que era propio de un ancestro Homo erectus compartido el hombre de neandertal; y algo semejante vale en relación al género Homo. Sus autapomorfias tienen que ser formas derivadas de caracteres de australopitecos. Reglas del modo evolucionista de pensar Esto quiere decir que no vale, que está excluida por exigencia de nuestro marco conceptual evolucionista, cualquier referencia a una pretendida característica sui generis de la que no se pueda apuntar su forma primitiva en un ancestro y, en la medida de lo posible, también una forma derivada alternativa en un grupo hermano: como puede serlo Homo neandertalensis para Homo sapiens o algún genero australopiteco para Homo (Caponi, 2012, p.186). Lo que no puede ser así señalado y descripto es imperceptible o, por lo menos, inexplicable desde una perspectiva evolucionista (Caponi, 2012, p.183). Y cuando digo ‘inexplicable’ no me refiero a nada semejante con un misterio inefable e insondable; sino simplemente a un problema mal planteado. Porque, en realidad, si acepta que algo no sea el estado derivado de un carácter primitivo se está suponiendo que eso vino de ninguna parte, o del cielo: dos suposiciones que no caben en el juego de la Biología Evolucionaria. Así, si pensamos en autapomorfias cognitivas, emotivas, o relativas a patrones de conducta que estén vinculados a la sociabilidad, siempre tendremos que considerarlas como formas derivadas de esquemas cognitivos, emotivos o conductuales derivados de alguna forma primitiva. Para después, sí, ensayar una explicación evolutiva de esa derivación; e importa decir que ese modo de proceder casi nunca es respetado por los sedicentes psicólogos evolucionistas. Éstos explican muchos supuestos rasgos conductuales, cognitivos o emotivos pretendidamente característicos de Homo sapiens, remitiendo a una hipotética utilidad en condiciones ecológicas del pasado evolutivo de nuestra especie (cf. Tooby & Cosmides: 1997, p.76; 2008,

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p.181)5; sin siquiera cuidarse en mostrar de qué rasgo conductual, cognitivo, o emotivo primitivo, ese supuesto rasgo característico de nuestra especie, sería una forma derivada. Aunque se autoproclaman darwinistas, los psicólogos evolucionistas tienden a olvidarse que la unidad de tipo, que es testimonio de filiación común y se explica por ella (Darwin, 1859, p.206), es siempre el horizonte sobre el que debe perfilarse cualquier particularidad o diferencia (Caponi, 2011b, p.68). Por eso Darwin se esforzó en mostrar que no existía ningún rasgo mental de nuestra especie que no pudiese considerarse como una variante de un elemento que también podía encontrarse en otras especies: todo lo que pudiésemos pensar como propio del hombre, en términos psicológicos, tenía que ser considerado como una variación, una modificación, una atenuación o una acentuación, de algo que también fuese posible atribuir a los animales. Ese es el tópico al que se consagraron los capítulos tercero, cuarto y quinto de The descent of man (Darwin, 2004[1871]); y ese el tópico que subyace a todas las evidencias presentadas en The expression of emotions in man and animals (Darwin, 1872). Sólo que en éste último caso el estudio de Darwin se restringe a las emociones más generales y básicas. Pero, que toda particularidad deba representarse siempre en el horizonte de la unidad de tipo y de la filiación común, no implica que esas particularidades no existan. O dicho técnicamente: que toda autapomorfia deba representarse siempre como forma derivada de una plesiomorfia debidamente individualizada, no significa que esa autapomorfia no exista y que ella no sea privativa del linaje al que la estamos atribuyendo. Por eso, aun sabiendo que toda particularidad emotiva, cognitiva, o conductual del género Homo, o de la especie Homo sapiens, tenga que ser pensada como forma derivada de un carácter primitivo que debe estar debidamente individualizado, no por eso habremos de dejar de preguntarnos por ellas. Hacerlo, por otra parte, es asunto de Biología Evolucionaria; y no de Filosofía. Con todo, aun sin salirnos del espacio legítimo de la reflexión filosófica, podemos decir algo sobre las direcciones posibles de esa indagación. La Psicología Evolucionista Una de esas direcciones es la más popular; y, a mi entender, la menos promisoria. Aludo a la dirección tomada por la ya mencionada Psicología Evolucionista. Su programa se basa en la postulación de una mente modular (Griffiths & Sterelny, 1999, p.327), cuyos módulos serían como Sobre ese modo de proceder de los psicólogos evolucionistas, ver Bock (1982, p. 77); Buller (2005, p.107; 2007, p.262); Dupré (2006, p.131); Diéguez (2012, p.289); y Garcia (2007, p.269). 5

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esquemas de reacción relativamente rígidos cuyo origen responde a presiones selectivas específicas (Tooby & Cosmides: 1997, p.76; 2006, p.181)6. Así vistas, y haciendo abstracción del descuido de los psicólogos evolucionistas para con la polaridad estado derivado – estado primitivo en la que deben situarse los caracteres a ser explicados, las autapomorfias etológicas de Homo sapiens obedecerían a las configuraciones particulares que esos módulos han tomado, en virtud de esas presiones selectivas, en la evolución de nuestro linaje. Y a priori uno no tendría porque impugnar ese modo de pensar. Sin embargo, cuando se presta atención a los desarrollos efectivos de la Psicología Evolucionista, uno empieza a pensar que la cosa arrancó mal en algún lugar. Lo peor no está en la ya bastante ridícula postulación de modulitos para cualquier cosa, cuyo origen se explica por una descontrolada multiplicación de lo que Stephen Gould y Richard Lewontin (1979, p.153) podrían llamar cuentos adaptacionistas7. La más problemático está en el conflicto ruidoso entre que existe entre ese esquema explicativo y todo el conocimiento etnográfico, sociológico y psicológico acumulado desde el Siglo XIX; e incluso desde antes. Uno de los compromisos teóricos fundamentales de la Psicología Evolucionista parece ser la suposición de que todo ese conocimiento no existe, o que él es altamente cuestionable y endeble8. Pero aunque eso se diga bajo el pretendido amparo de una ciencia natural siempre tenida como más confiable que las ciencias humanas, la verdad es que se trata de una verdadera confesión de debilidad teórica. Es como si Darwin hubiese tenido que invalidar toda la evidencia acumulada por la historia natural anterior a 1859 para así poder proponer su teoría; y todos sabemos que él hizo exactamente lo contrario (Caponi, 2011b, p.102). Darwin (1859, p.450) mostró la compatibilidad de su teoría con todo lo que se sabía de Anatomía y Embriología Comparadas, Paleontología, Biogeografía y comportamiento animal (Russell, 1916, p.247; Bowler, 1996, p.14). Mostrando, incluso, que su teoría podía darle una clave común a todos esos campos que aun se desarrollaban desarticuladamente (Ruse, 1983, p.229; Caponi, 2011b, p.103). Y esa es una estrategia de confluencia que también puede darse en el asunto que nos ocupa. El estudio de la evolución etológica involucrada en la hominización no tiene por qué afirmarse en contra del saber acumulado por las ciencias humanas; sino Análisis críticos de ese modo pensar pueden encontrarse en: Smith et al (2001, p.130); Scher & Rauscher (2002, p.13); Murphy (2002, p.163); Bechtel (2002, p.221); Buller (2005, p.144; 2006, p.199; 2007, p.260); Griffiths (2008, p.405); y Diéguez (2012, p.275). 7 Ese adaptacionismo ya ha sido examinado críticamente por innúmeros autores; entre ellos: Scher & Rauscher (2002, p.11); Murphy (2002, p.164); y Buller (2005, p.92). 8 Véase: Tooby & Cosmides (1992, p.23; 1997, p.74); Pinker (1998, p.45); Wilson (1998, p.181); y Stamos (2008, p.21). 6

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todo lo contrario: debería procurar articularse con ese saber, mostrando cómo la hominización pudo generar una especie capaz de exhibir la abrumadora plasticidad comportamental, cognitiva y emotiva del Homo sapiens. Una dirección alternativa En lugar de confiar en esos módulos rígidos que la Psicología Evolucionista multiplica como dioses ex-machina, el estudio de los aspectos etológicos de la hominización debe mirar en la dirección de esa temática de frontera de la Biología Evolutiva actual que es la plasticidad ontogenética (West-Eberhard, 2003). La capacidad de aprender, y de modificar el propio repertorio conductual en función de las diferentes circunstancias ambientales, es, al final de cuentas, una forma extrema, pero también obvia, de esa plasticidad ontogenética9; y por eso, el estudio de esta última temática habrá de ser crucial para la compresión de la evolución de nuestro género y de nuestra especie: desde un punto de vista etológico la hominización pudo ser una flexibilización. La selección natural es capaz de programar ontogenias plásticas: ontogenias capaces de desarrollarse diferentemente en virtud de diferentes condiciones ambientales, más o menos convenientes para unas u otras alternativas de desarrollo; y también es capaz de incrementar esa plasticidad fenotípica (West-Eberhard, 2003, p.179), incluso en lo que atañe a los esquemas conductuales (Sober, 1994). Es verdad: el modo de operar de las presiones selectivas que promueven las múltiples formas de esa plasticidad que pueden darse en los más diversos linajes de seres vivos no es fácil de reconstruir y de modelar. Además de factores ecológicos, las presiones selectivas suponen alternativas de variantes hereditarias a ser seleccionadas; y eso es más fácil de entender cuando pensamos términos de opciones hereditarias bien definidas. Pero esa dificultad dista mucho de ser insuperable; y la Teoría de la Selección Natural nos da los instrumentos para hacerlo (Sober, 1994): se trata de saber usarlos. No es extraño, de todos modos, que la Biología Evolucionaria haya soslayado esos problemas durante mucho tiempo. La ciencia, como decía Peter Medawar (1969, p.116), es el arte de lo soluble; y ella encara sólo los problemas que se siente en condiciones de resolver. De grandes preguntas no respondidas no salen papers; y, durante mucho tiempo, la evolución de la plasticidad ontogenética fue una de esas temáticas áridas en las que era difícil meterse, sin tener que salir con las manos vacías: sin nada para publicar. Pero las cosas han cambiado: la existencia de un libro como Developmental plasticity and evolution de Mary Jane West-Eberhard (2003) in9

Véase: Quartz (2002, p.185); Laland & Brown (2002, p.185); y Bourgeois (2003, p.114). 83

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dica que esa temática ya ingresó en la agenda efectiva de la Biología Evolucionaria, y que allí se perfila un programa de investigación al cual los estudios sobre hominización, en cierta forma, ya se están sumando. Es por ahí que se está desarrollando la Ecologia Comportamental Humana10. Allí se abre un camino que es distinto del seguido por la Psicología Evolucionista (Buller, 2007, p.267): un camino que no sólo se integra con otros campos de la Biología en un modo en la que la propia Psicología Evolucionista no lo hace; sino que también permite una mejor integración entre la Biología Evolutiva y el conocimiento producido por la Antropología y la Sociología. Diferentemente de la Psicología Evolucionista, la Ecologia Comportamental Humana se desarrolla en un intercambio permanente y efectivo con la Etología Cognitiva y con la Primatología (Vera, 2007); pero no por eso debe ignorar lo que las ciencias humanas nos dicen sobre las múltiples formas que la sociabilidad, la sexualidad, la emotividad y la cognición toman en las diferentes culturas. Y creo que esa doble apertura de la Ecologia Comportamental Humana es un buen índice de su mayor solidez teórica. En realidad, el estudio de la evolución etológica de cualquier animal con un repertorio conductual variable y complejo como tienen – sobre todo – aves y mamíferos, debería estar atento al tema general de la evolución de la plasticidad ontogenética. Pero, cuando se considera la variedad de los teatros ecológicos en los que se desarrolló el proceso de hominización, cuando se piensa en la variedad de formas de organización social de los grupos de Homo sapiens que hoy conocemos, en la diversidad de roles sociales que esas organizaciones suponen y que los diferentes individuos deben y pueden desempeñar, uno no puede menos que sospechar que ahí el tema de la plasticidad se vuelve crucial y central. Hasta se puede llegar a decir que el gran tema de la hominización es el surgimiento de esa maleabilidad ontogenética relativa a disposiciones emotivas, a capacidades cognitivas y a esquemas de conductuales de todo tipo, que es tan característica de nuestra especie11. Por eso, si me obligasen a dar una definición de hombre, como aquellas de Aristóteles, de Cassirer, o de Benjamin Franklin (cf. Caponi, 2012, p.180), yo – sin buscar el bronce – arriesgaría esta: el hombre es un mono flexible. No quiero sugerir, sin embargo, que la naturaleza humana esté definida por esa maleabilidad o flexibilidad. Esa ‘psicoplasticidad’ existe en muchas especies biológicas; incluso no muy directamente emparentadas con los homínidos. Las especies domesticas que podemos adiestrar para desempeñar diferentes tareas o funciones son un buen ejemplo de eso. 10 11

Véase: Smith et al (2001, p.128); y Scher & Rauscher (2002, p.19). Véase: Harris (1982, p.141); Griffiths (2011, p.327); y Reyner (2014, p.15). 84

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Sería triste, además, caer en el lugar común de decir que la naturaleza humana consiste en no tener naturaleza. De hecho, hay cimientos biológicos de la sociabilidad y de la cultura que tenemos que no pueden ser negados y que sólo pueden ser el producto de la evolución. Pero también creo que el estudio evolutivo la evolución de la cognición, de la emotividad, y de la sociabilidad del género Homo, en general, y del Homo sapiens en particular, debería pensar esa evolución como un incremento de plasticidad ontogenética: ese debería ser el foco de los estudios etológicos sobre la hominización. En lugar de acusar a los antropólogos de embrollones, la Biología Evolucionaria debería poder explicar cómo pudo surgir una especie con un repertorio etológico tan variado y lábil como Homo sapiens. Conclusión Para eso, en vez de pensar en la pululación de módulos para cada pauta comportamental que consideremos lo suficientemente incrustada en nuestros esquemas conductuales y anímicos heredados como para merecer una explicación evolutiva ad-hoc, se puede pensar que la evolución cognitiva, emotiva y social de nuestro linaje fue el resultado de un incremento en la plasticidad ontogenética de un repertorio etológico ya presente en nuestros ancestros evolutivos. Ciertamente no es nada fácil reconstruir ese repertorio conductual preexistente, ni tampoco es fácil identificar cuáles habrían sido las presiones selectivas que pudieron haber llevado a esa flexibilización. Pero esas dificultades también aquejan a la jocosa Psicología Evolucionista; que poco se preocupa con ellas, desaprovechando los recursos que la Primatología y la Etología Cognitiva pueden ofrecerle para superarlas. Son estas disciplinas las que nos darán los instrumentos para construir el explanans que nos llevará hacía el irrecusable explanandum que las ciencias humanas ya le han impuesto a la Biología de la hominización. Referencias AMORIN, Dalton 1997: Elementos de Sistemática Filogenética. Holos: Ribeirão Preto. BARKOW, Jerome; TOOBY, John & COSMIDES, Leda 1992: Evolutionary Psychology and conceptual integration. BARKOW, Jerome; TOOBY, John & COSMIDES, Leda (Ed.): The adapted mind: Evolutionary Psychology and the generation of culture. Oxford University Press: Oxford, pp.318. BECHTEL, William 2002: Modules, brain parts and Evolutionary Psychology. SCHER, Steven & RAUSCHER, Frederick (Ed.): Evolutionary Psychology: alternative approaches. Kluwer: Boston, pp.211-228. 85

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CAPÍTULO III ESTUDIOS DE CASOS

LA IMPORTANCIA DE LA HISTORIA FORMACIONAL DEL REGISTRO PALEOANTROPOLÓGICO María Carolina Barboza1 y Carolina Valeria Píccoli2 Abstract Since 1935, discovery of the remains related to early hominids at Olduvai Gorge has been of great interest to paleoanthropologists. One of the most important significant discoveries was the remains of Homo habilis. The discoveries in Rift Valley and the subsequent studies, have demonstrated the importance of multidisciplinary analysis and a taphonomic perspective in the study of Plio-Pleistocene record. This paper look at key taphonomic issues and site formation processes of Zhoukoudian Locality 1, by doing so, the importance of this approach is shown. The fossil record gives very good information about the anatomy and adaptive strategies of different extinct species, but not assessing depositional history could result in results that are misleading in substance. Key words: taphonomy; site formation processes; Zhoukoudian Locality 1. Resumen Los hallazgos que se suceden a partir de 1935 en la garganta de Olduvai marcaron la historia de la Paleoantropología; siendo uno de sus puntos cúlmines el descubrimiento de Homo habilis. La proliferación de hallazgos en el valle del Rift y los estudios subsecuentes, demostraron la importancia de un análisis multidisciplinario desde una perspectiva tafonómica para abordar el registro pliopleistocénico africano. A partir de la discusión de aspectos formacionales y tafonómicos vinculados al registro paleoantropológico de la Localidad 1 de Zhoukoudian, se señala la importancia que este tipo de discusiones posee. Los fósiles continúan siendo las piezas de mayor información posible respecto de la anatomía y estrategias adaptativas CONICET. CEIA. Cátedra de Paleoantropología y Evolución. Departamento de Bioantropología y Evolución. Escuela de Antropología. Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario. E-mail: [email protected] 2 CEIA. Cátedra de Paleoantropología y Evolución. Departamento de Bioantropología y Evolución. Escuela de Antropología. Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario. E-mail: [email protected] 1

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de distintas especies extintas. Si no reconociéramos la historia formacional de dicho registro material podríamos arribar a consideraciones bastante alejadas de dicho comportamiento. Palabras clave: tafonomía; procesos de formación de sitio; Localidad 1 de Zhoukoudian. Introducción

L

os sucesivos descubrimientos y la información que el estudio multidisciplinario de los fósiles aporta, consagran la importancia de éstos para reconstruir la evolución. Dentro de la Paleontología dos acontecimientos distintos, separados por tres años, abren camino a la Paleontología humana: el descubrimiento de los restos óseos en el valle de Neander en 1856, y la publicación de On the origin of species by means of natural selection, or the preservation of favoured races in the struggle for life en 1859 (Picq 2004). Así, a partir de la segunda mitad del siglo XIX C. Darwin y T. Huxley reflexionaron acerca del origen del hombre, con solo unos pocos fósiles de Neanderthal disponibles para complementar su conocimiento limitado de los simios actuales (White et al. 2009). Casi 80 años después, los hallazgos que se suceden a partir de 1935 en la garganta de Olduvai marcarán para siempre la historia de la Paleoantropología; siendo uno de sus puntos cúlmines cuando en 1964 L. Leakey, P. Tobias y J. Napier hicieron público el descubrimiento de Homo habilis (Picq 2004). Pero además de la reformulación de la definición del género Homo, la proliferación de hallazgos en la garganta de Olduvai, en particular, y en el valle del Rift, en general, constituye un caso paradigmático dentro del estudio del registro fósil homínido. En el valle del Rift los hábitats ricamente productivos que rodean las cuencas sedimentarias altamente alcalinas fueron inundadas periódicamente con lavas, generando condiciones muy favorables para la acumulación y preservación del registro fósil. Este conjunto bastante inusual de circunstancias ha tenido un impacto desproporcionado en las interpretaciones de la distribución de los homínidos a escala mundial. En el resto de África y Eurasia, las condiciones geológicas y paleoambientales son mucho más limitadas. Desde este punto de vista, la abundancia y la diversidad de los homínidos fósiles en el registro paleontológico de África del Este es, obviamente, un reflejo de factores tafonómicos locales más que de factores paleobiológicos regionales (Delson et al. 2000). Otro aspecto ampliamente debatido a partir del estudio de los contextos de hallazgo de Homo habilis es el análisis del orden de acceso de los homínidos a los conjuntos óseos que componen el registro pliopleistocénico africano. En torno a este se propusieron los primeros modelos tafonómicos, empleando el uso de esquemas unimodales que promovían in92

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terpretaciones donde los homínidos eran los protagonistas (Bunn 1981; Bunn y Kroll 1986; entre otros) o bien los carroñeros más marginales (Binford 1981), pero, en todo caso, las asociaciones esqueletares eran un resultado de su accionar. Solo cuando se experimentó y se crearon marcos polimodales (reproduciendo procesos en los que intervinieron varios agentes de distinto orden), se pudieron obtener argumentos concluyentes sobre el orden de acceso de diversas especies -homínidos y hiénidos preferentemente- para la conformación de las asociaciones encontradas (Blumenschine 1988; Blumenschine y Marean 1993; entre otros). Atendiendo a estos dos aspectos señalados, en este trabajo se presenta una discusión que atañe tanto a aspectos formacionales como tafonómicos, donde se exponen factores que controlan y modifican los conjuntos óseos recuperados en la localidad 1 de Zhoukoudian (China). Este constituye un interesante caso para abordar desde esta perspectiva, por la particular historia de intervención de la localidad. Historia formacional de Zhoukoudian Cerca de la población de Zhoukoudian (Chou Kou Tien), situada a unos 40 km al sudoeste de Pekín, se alza la colina de Longgu-shan -la colina de los huesos del dragón-, constituida por karsts rellenos de sedimentos fosilíferos. A partir de 1921 cuando J. Andersson, O. Zdansky y W. Granger descubren el potencial paleoantropológico de la misma (gracias a un poblador local), se inicia por primera vez en la historia de la Paleoantropología una excavación de gran magnitud (subvencionada por la Fundación Rockefeller). Los trabajos se suceden de forma ininterrumpida hasta 1937, momento en el que deben ser suspendidos en virtud del avance de las tropas japonesas. A partir de fines de la década del ´50 y hasta la actualidad, se han llevado adelante distintas intervenciones en diferentes momentos y con fines particulares. La importancia de Zhoukoudian radica en que en la Localidad 1 se han recuperado la mayor diversidad de restos óseos adscribibles a Homo erectus, en términos de dimorfismo sexual y distribución etaria. Además de los más de 40 individuos que han sido documentados a partir del registro recuperado, en esta localidad se encontraron una gran cantidad de restos óseos faunísticos (la mayoría con claros signos de haber sido consumidos por grandes carnívoros), junto con artefactos líticos y concentraciones discretas de “cenizas” -ash levels- y huesos quemados (Wang y Sun 2000; Goldberg et al. 2001; Boaz y Ciochon 2004; Boaz et al. 2004). Respecto del análisis de la primer colección recuperada -la que se perdiera durante la Segunda Guerra Mundial-, una de las interpretaciones que tuvo amplia aceptación desde que fue propuesta en la década del ´40 93

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(Weidenreich 1940, 1941, entre otros), sostiene que el patrón diferencial de porciones esqueletares homínidos presentes en la localidad son claros indicios de la ocupación de este sistema de cavernas por parte de grupos de homínidos. El conjunto óseo recuperado exhibe una preponderancia de porciones craneales, mandíbulas y dientes, una baja proporción de elementos proximales de las extremidades y ausencia de los distales (manos y pies). Este patrón evidenciaría, para la mencionada propuesta, una ocupación intermitente a lo largo de un lapso prolongado de tiempo por parte de bandas de homínidos, que en principio se alimentaban, entre otros, de miembros de la propia especie. Posteriormente, ante la evidencia de marcas de grandes cánidos en los restos óseos faunísticos asociados, se modificó la propuesta sosteniendo una ocupación intermitente por parte tanto de homínidos como de grandes cánidos. Por otra parte, la constitución de la muestra y, principalmente, su estado fragmentario son entendidos, en dicha propuesta, a la luz de diversos colapsos que habrían sufrido las distintas capas kársticas (Boaz y Ciochon 2004). Ahora bien, principalmente a partir de la década del ´80 del siglo pasado se comienzan a realizar una serie de análisis que ponen en duda algunas de estas afirmaciones. Estos tienen que ver tanto con análisis geoarqueológicos (principalmente sedimentológicos), distribucionales y tafonómicos. En principio, tomando en cuenta que en las sucesivas intervenciones la localidad no fue excavada siguiendo un mismo criterio metodológico, y que ninguno de los criterios metodológicos implementados en la primera etapa (1921-1937) priorizó las relaciones contextuales de hallazgo, es difícil sostener la relación que guardan los distintos materiales recuperados. En virtud de esto, a partir de los registros de campo de las excavaciones Boaz y colaboradores (2004) realizaron una reconstrucción exhaustiva del contexto de hallazgo, a fin de establecer las relaciones horizontales y verticales de los materiales recuperados. A partir de esto se elaboraron mapas tridimensionales de la Localidad 1 donde se correlacionó la estratigrafía de la cueva y la distribución de los hallazgos. En primer lugar, la contextualización resultante permitió identificar que no existe un patrón de dispersión y fragmentación de los restos óseos homínidos que pudiese ser vinculado a procesos de remoción de masas (antiguamente vinculado a colapsos en el techo de la caverna). Las evidencias que permiten argumentar al respecto son dos: por un lado, no existe una contigüidad espacial de los fragmentos óseos pertenecientes a un mismo elemento, esperables ante la presión y sucesivo entierro en virtud del desprendimiento de sedimento; y, por otro, la mayoría de los especímenes óseos no presentan ninguna evidencia propia de este tipo de impacto (i.e. aplastamiento). Asimismo, análisis sedimentológicos permitieron identificar solo un episodio importante de colapso que afectó una de las capas más superficiales en un sector 94

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de la caverna, sin comprometer capas más antiguas de las que provienen algunas de las más importantes concentraciones óseas. También estudios geológicos, especialmente los desarrollados por Goldberg y colaboradores (2001)1, permitieron determinar cambios de facies, vinculados a distintos procesos sedimentarios con una cronología definible, que afectaron la estratigrafía de la cueva en virtud de las distintas aperturas que se produjeron a lo largo del tiempo. A partir de esto se puede observar que la distribución de los distintos loci que conforman el registro pleistocénico de la cueva se asocian a una sucesión sedimentaria particular (i.e. cada locus se asocia a una facie determinada), vinculados a procesos de acumulación directamente relacionados con los distintos momentos de apertura de la cueva. En este sentido, se concuerda con la propuesta original en cuanto a una ocupación intermitente a lo largo de un lapso prolongado de tiempo, por parte de distintas especies. No obstante, se difiere en cuanto al carácter de la ocupación, así como también en cuanto a las especies que intervinieron principalmente en la conformación de cada locus. Por otra parte, a partir del análisis comparativo de la colección procedente de esta localidad (basado en las partes esqueletares representadas y la micromorfología de las marcas y fracturas que presentan los especímenes recuperados), se puede sostener que el conjunto óseo homínido corresponde a la verdadera composición del conjunto fósil preservado, y representa un patrón de acumulación propio de la conducta predatoria de grandes carnívoros (puntualmente, hiénidos). Respecto de las partes esqueletares representadas, los especímenes correspondientes a homínidos y ungulados (estos últimos, escasamente representados), corresponden en mayor frecuencia a porciones craneales. Asimismo, entre estos hay casi una total ausencia de huesos faciales. Como ha sido observado en distintos trabajos etológicos (eg. Cruz-Uribe 1991, entre otros), existe una actividad de los hiénidos actuales sobre los elementos craneales de cadáveres. La secuencia correspondiente al comportamiento de los hiénidos actuales podría ilustrarse de la siguiente manera: 1) Desgarran los músculos temporales y maseteros, dañando los arcos zigomáticos y el proceso de la rama mandibular, para lo que utilizan la mandíbula a fin de agarrar el cráneo y triturar el esplecnocráneo. A la base del cráneo se accede usando el torus supraorbital como punto de apoyo de la dentición superior anterior (Boaz et al. 2000). En el registro pleistocénico de la Localidad 1 esto se observa en las marcas que presentan en la región supraorbital los Cráneos II y V; así como también la ausencia de huesos faciales (excepto fragmentos de nasales); y la destrucción del basicráneo (Boaz et al. 2004). 95

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2) Fracturan la mandíbula cerca de la sínfisis para obtener la lengua; para lo que se sirven del basicráneo -previamente fracturado-, empleándolo como punto de apoyo de la dentición anterior inferior para que la dentición superior avance hacia la parte frontal y lateral de la bóveda craneal (Boaz et al. 2000). 3) Comprimen el cuerpo mandibular y el esqueleto facial debajo del seno maxilar para obtener la médula, el tejido blando y/o la parte esponjosa de los huesos craneales (Boaz et al. 2000). 4) Finalmente, abren la bóveda craneana para obtener el cerebro (Boaz et al. 2000). En el registro homínido pleistocénico procedente de la Localidad 1, estos tres últimos momentos de la secuencia están documentados a través de: marcas de mordeduras longitudinales situadas parasagitalmente en los huesos frontal y parietal de varios cráneos; marcas de mordeduras en los huesos temporales del Cráneo II; y, marcas propias de la presión de caninos (puncture marks) en las porciones cóncavas de la calota relevadas in situ en el Cráneo III por Black (1930) y en lo registrado por Pei (1934) para otros especímenes pertenecientes a la primer colección. En general, de las 42 porciones esqueletares correspondientes a homínidos (sin incluir los dientes sueltos), 28 -es decir el 67%- muestran evidencia directa y/o indirecta de mordeduras, roído, masticación, perforaciones, regurgitación o un patrón de fractura producido por un gran carnívoro (siendo más próximas a las observables en concentraciones óseas resultantes del comportamiento de los hiénidos actuales). El 33% restante (n= 14) se encuentra muy fragmentado como para ser vinculado con algún agente tafonómico específico, pero son consistentes con las esquirlas resultantes del daño producido por grandes carnívoros como las hienas (Boaz et al. 2000; 2004). En síntesis, el conjunto compuesto por distintas porciones craneales exhibe un patrón de destrucción facial propio de la actuación específica de los hiénidos actuales, sobre regiones anatómicas concretas en función de sus contenidos en nutrientes (Arribas y Palmqvist 1999). A esto se suma que, de los huesos largos recuperados (en menor proporción que las porciones craneales) se conserva el sector de la diáfisis donde se observan marcas propias de la presión de caninos (puncture marks), patrón similar a lo observado, también, en los conjuntos óseos resultante de la actividad de hiénidos (Boaz et al. 2004). Estos realizan un mordisqueo, roído y destrucción generalizada, fundamentalmente en regiones de los elementos poscraneales conformadas principalmente por tejido esponjoso (húmero, radio-ulna, fémur, tibia, calcáneo, astrágalo, falanges). Esta alteración, que provoca la destrucción del elemento o porción afectada, es la única observable en los elementos más densos del esqueleto (i.e. astrágalo, calcáneo y falanges). En los huesos largos la activi96

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dad se limita a las apófisis de las epífisis o a la totalidad de la misma, según el tipo de elemento óseo del que se trate y la intensidad de la actuación. Esta actividad -que brinda a los hiénidos fases minerales fosfáticas y altas cantidades de grasa-, en tanto que se concentra en las regiones articulares, implica el desmembramiento de los cadáveres de las presas. Luego de esta tarea inicial se liberan los miembros de las cinturas escapular y pélvica, permitiendo una mayor accesibilidad a cada elemento anatómico y facilitando su transporte con vistas a su procesamiento posterior -en función de los requisitos alimenticios y la propia capacidad destructiva del predador (los que resultan altamente variables en función de la edad de los individuos implicados)-. Una vez desmembrado el cadáver finaliza el roído, a partir de lo que comienza la fracturación por presión del aparato yugal sobre los elementos para acceder al tuétano. Como consecuencia de esta rotura aparecen fragmentos de huesos largos con roturas de contorno espiral (con más frecuencia que las longitudinales), junto con esquirlas óseas de morfología variada. Esta actividad va de muy moderada, afectando entre ⅓ y ½ de la longitud de los huesos, a muy intensa, restando de actividad alimenticia solo de la longitud total del elemento (Arribas y Palmqvist 1999). Ahora bien, de forma contemporánea a los homínidos estudiados, Pachycrocuta brevirostris era uno de los hiénidos que habitaba el sector de interés. Si se toma en cuenta el registro fósil correspondiente al Pleistoceno Medio y Superior en general, se constata una mayor integridad de los elementos óseos registrados en los yacimientos con actividad concentradora y modificadora de hiénidos (Pachycrotuta brevirostris; Crocuta crocuta intermedia; Crocuta crocuta spelaea; entre otros) respecto de los yacimientos generados por homínidos. Estos últimos están conformados por porcentajes elevados de esquirlas no identificables resultantes de actividades de percusión para el acceso al tuétano; de forma tal que, en los conjuntos generados por homínidos, se minimiza la información obtenible sobre la representación de clases de edad y dimorfismo sexual (Arribas y Palmqvist 1999). Asimismo, los conjuntos generados por hiénidos generalmente se encuentran únicamente en depósitos kársticos y algunas cuevas y abrigos rocosos. En virtud de esta información, la proporción de restos óseos recuperados en la Localidad 1 de Zhoukoudian y su integridad en términos de la información etaria y sexual que brindan, no sustenta la hipótesis de haber sido generada por actividades de canibalismo. Asimismo, el patrón de fragmentación y dispersión de los especímenes concuerda más con la resultante del desmembramiento que producen los hiénidos durante el consumo de sus presas/carroñas, que con el que produce la remoción de masas (i.e. aplastamiento por presión de sedimentos desprendidos). 97

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Por otra parte, más allá de los conjuntos óseos, en la Localidad 1 existen otras líneas de evidencias vinculadas a la hipótesis de una ocupación de la misma por parte de homínidos. Los artefactos líticos constituyen la evidencia más clara de la presencia de homínidos en o cerca de la cueva. Pei y Zhang (1985) contabilizaron un total de 17.091 artefactos recuperados in situ en la Localidad 1 (de capas superiores a la 11), los que muestran un patrón más bien aleatorio de distribución que ha sido atribuido a distintos procesos bioturbadores. En relación a esto, Goldberg y colaboradores (2001) han comprobado que los sedimentos de la cueva han sufrido una importante bioturbación, probablemente vinculada a la acción cavadora de distintos carnívoros y roedores. No obstante, algunas asociaciones de artefactos, como la recuperada en el “ash level” localizado entre las capa 8 y 9, son considerados como un punto de actividad de homínidos en la entrada este de la cueva (Pei y Zhang 1985). No obstante la asociación artefactos líticos-manipulación de fuego ha sido cuestionada, la evidencia no es tan contundente como en un principio se sostenía. Análisis geoquímicos y sedimentológicos han demostrado que los “ash levels” son limos loéssicos, y los sedimentos negruzcos enriquecidos en carbón constituyen micro-capas detríticas depositadas por la acción de agua estancada. No obstante, la presencia de restos óseos quemados en estado fresco (principalmente, équidos) permite sostener la manipulación de fuego por parte de los homínidos (Goldberg et al. 2001). Tafonomía y homínidos fósiles: algunas reflexiones Los estudios sobre procesos de formación, en general, y tafonómicos, en particular, constituyen una herramienta imprescindible para el conocimiento de los procesos que conforman los palimpsestos que configuran gran parte del registro paleoantropológico y arqueológico, en general. En efecto, del análisis formacional y tafonómico de los yacimientos depende la interpretación y reconstrucción conductual de los homínidos. Dentro de la Paleoantropología este tipo de acercamiento tiene, sin lugar a dudas, una trayectoria indiscutida a partir de Olduvai: desde que Leakey (1971) interpretara el sitio FLK N6 como un sitio homínido temprano de procesamiento de fauna, bastante se ha discutido a partir de la línea de análisis incorporada por Behrensmeyer (Behrensmeyer y Boaz 1980; Behrensmeyer 1983; etc.) y la propuesta de Binford (1981), así como los análisis microscópicos realizados por Potts (Potts 1986; Potts y Shipman 1981; etc.) y Bunn (Bunn 1981; Bunn y Kroll 1986; etc.). El caso de estudio aquí presentado muestra la importancia de la consecución de distintas líneas de análisis desde una perspectiva tafonómica para el estudio del registro paleoantropológico. La Localidad 1 de 98

María Carolina Barboza y Carolina Píccoli

Zhoukoudian presenta una historia formacional que necesita ser entendida si se pretende a partir de la misma reconstruir el comportamiento homínido. A lo largo del Pleistoceno, la cueva fue ocupada principalmente por grandes carnívoros, entre los que, por todas las características paleoecológicas mencionadas, probablemente se trataría de Pachycrocuta brevirostris. Gracias a las actividades de ingesta características de esta especie u otros hiénidos contemporáneos a la misma, se habría conformado uno de los registros óseos adscribibles a Homo erectus más importantes en virtud de la frecuencia de especímenes recuperados así como también de la diversidad etaria y sexual que representan. A medida que se fueron abriendo de forma natural distintos sectores de la cueva, estos habrían sido ocupados por los homínidos. Sin embargo, los grupos de homínidos no se habrían adentrado en la cueva ni habrían ocupado los sectores más antiguos de apertura, los que durante gran parte del Pleistoceno Superior continuaron siendo cubiles o comederos de hiénidos (propio del patrón de ocupación de los mismos puntos del espacio por parte de las distintas especies de esta familia). El caso aquí discutido así como los estudios de distintos yacimientos homínidos, enseñan cómo una multiplicidad de factores condujeron a la formación del registro paleoantropológico. La importancia que las discusiones en torno a la historia formacional de restos esqueletares recuperados posee, radica en que los fósiles continúan siendo las piezas de mayor información posible respecto no solo de los rasgos anatómicos comunes y distintivos de diferentes especies extintas, sino también de las distintas estrategias adaptativas empleadas por estos organismos extintos (Cameron y Groves 2004). Ahora bien, si no reconociéramos la historia formacional de dicho registro material podríamos arribar a consideraciones bastante alejadas de dicho comportamiento. Notas 1. Los estudios geológicos desarrollados por Goldberg y colaboradores (2001) se basan en el importante precedente que constituyen los trabajos de Binford (Binford y Ho 1985; Binford y Stone 1986); Shen y colaboradores (Shen y Jin 1991; Shen et al. 2001); entre otros. Bibliografía Arribas, A. y P. Palmqvist. 1999. El modelo de actividad de Pachycrocuta en Venta Micena: implicación de los hiénidos en el registro paleomastológico Plio-Pleistoceno español. Libro de Actas de las XV Jornadas de Paleontolo99

La importancia de la historia formacional del registro paleoantropológico

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María Carolina Barboza y Carolina Píccoli

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APORTES ACTUALES DE LA ANTROPOLOGÍA DENTAL A LA COMPRENSIÓN DEL GÉNERO HOMO Gabriel A. Bollini1, M. Graciela Méndez1,2, Juan Pablo Atencio2,3 Abstract Human evolutionary studies have received substantial contributions from dental anthropology throughout their history. Dental anthropology has established taxonomic criteria, deduced phylogenetic relationships, determined paleo-dietary implications, studied food processing technologies, and helped to elucidate human behavioral patterns. Various dental analysis approaches, currently used for addressing different issues related to genus Homo, are discussed in this paper. The analysis on the remains recovered from the sites of Dmanisi (Georgia), Sima del Elefante (Spain) and Yiyuan (China) are used as an example. These approaches show that, far from representing just a descriptive perspective, dental analysis provides a biocultural approach for the understanding of the genus Homo. Key words: dental anthropology, new approaches, genus Homo. Resumen Los estudios sobre evolución humana se han nutrido ampliamente de los aportes de la antropología dental a lo largo de la historia de las investigaciones, permitiendo establecer criterios de identificación taxonómica, inferir relaciones filogenéticas, derivar implicancias paleodietarias, estudiar las tecnologías empleadas en el procesamiento de alimentos, y dilucidar pautas de comportamiento. En este trabajo se presentan distintas vías de análisis dental que actualmente se emplean en el abordaje de diversas problemáticas referidas al género Homo, utilizando a manera de ejemplo los análisis realizados sobre los restos recuperados en los yacimientos de Dmanisi (Georgia), Sima del Elefante (España), y Yiyuan (China). Estos enfoques muestran que, lejos de caer en una perspectiva puramente descriptiva, los Cátedra de Antropología Biológica 2, Facultad de Ciencias Naturales y Museo, UNLP. CONICET, La Plata. 3 División de Antropología, Museo de Ciencias Naturales de La Plata; correo electrónico: [email protected] 1 2

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Aportes actuales de la antropología dental a la comprensión del género Homo

análisis paleo-dentales permiten una aproximación bio-cultural y poblacional a la comprensión del género Homo. Palabras clave: antropología dental, nuevas aproximaciones, género Homo. Introducción

L

a antropología dental es la sub-disciplina de la antropología biológica que se centra en el empleo de datos dentarios para el abordaje y resolución de problemáticas antropológicas (Rodríguez Cuenca 2003; Scott 2012). Es importante diferenciar entre la odontología y la antropología dental; si bien ambas comparten un mismo referente empírico y el uso de algunas técnicas en común, difieren en la naturaleza de sus enfoques teóricos y sus objetivos. Según Ramey Burns (2008: 231), “la odontología es el estudio de los dientes, de su desarrollo, estructura, función y degeneración, así como del tratamiento de sus dolencias”. Este último aspecto da cuenta de la más crucial diferencia respecto de la antropología dental, ya que la odontología al igual que la medicina se ha constituido en función de un enfoque terapéutico, siendo el objetivo último de las mismas la generación de conocimientos y técnicas que permitan resguardar y mejorar la salud de los individuos. Por su parte, la antropología dental analiza la variabilidad de la dentición desde una perspectiva poblacional, considerando la información dental como un indicador proxy que permite abordar problemáticas que trascienden la salud bucal del individuo y abarcan la realidad biológica y cultural del grupo humano del cual la muestra analizada forma parte. El valor de la dentición en la realización de análisis evolutivos y micro-evolutivos se basa en el fuerte control génico que presentan los rasgos dentales (Scott 2008). Los estudios llevados a cabo por Scott (1973, 1974), Harris (1977) y Townsend y colaboradores (1994) para testear el comportamiento de los rasgos dentales en función de modelos de herencia genética demostraron una expresión continua de los rasgos, siguiendo modelos complejos de herencia propios de un control poligénico. La herencia de este tipo se caracteriza por la acción conjunta, y acotada, de un gran número de genes que determinan la expresión del rasgo; lo cual vuelve muy estable su expresión a nivel poblacional (Hanihara e Ishida 2005). Si bien se ha constatado la influencia de factores ambientales sobre los caracteres dentales, la misma suele ser de carácter limitado en función de lo temprano y acotado del proceso de génesis dental durante el desarrollo ontogenético del individuo (Townsend y Brown 1978; Potter et al. 1983). Específicamente respecto de los caracteres no métricos destaca la baja asociación observada entre rasgos, primando la independencia en el comportamiento de los mismos, lo cual maximiza la cantidad de información 104

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obtenida, y la posibilidad que brindan de generar clasificaciones claras, precisas y bien definidas. Esto último es un elemento importante a la hora de analizar la información a fin de establecer la magnitud de las afinidades biológicas inter-poblacionales, o inter-específicas (Bailey 2004; MartinónTorres et al. 2008; Kupczik y Hublin 2010). Como expresamos anteriormente, tanto el análisis morfológico como métrico de las piezas dentales permite establecer relaciones biológicas a escala intra e inter-poblacional y a escala taxonómica (Bailey 2004; Matsumura y Hudson 2005; Bollini et al. 2009; Prado-Simón et al. 2012). De esta manera, el estudio de la dentición humana ha permitido caracterizar paleopoblaciones, evidenciar procesos evolutivos, proponer y evaluar relaciones taxonómicas, reconstruir fenómenos migratorios, y proponer vías de poblamiento para extensos territorios; entre otras posibilidades. Desarrollo Entre las características dentales que caracterizan al género Homo podemos destacar las citadas por Lewin y Foley (2003), Kimbel (2009) y Rightmire y Lordkipanidze (2009), a saber: la presencia de arcadas dentales desprovistas de diastemas, en las cuales se presenta un perfil regularmente redondeado; la reducción progresiva del tamaño de las piezas dentales posteriores; la disminución del apiñamiento de las piezas dentales anteriores relacionado con la disminución de tamaño de las piezas posteriores (principalmente premolares); los caninos son pequeños, de corona simétrica, y no superar el nivel de los dientes vecinos; los premolares no están molarizados, sus coronas tienden a ser bicúspides, siendo la cúspide interna de menores dimensiones; los molares inferiores, especialmente el primero, están alargados en dirección mesiodistal; el primer molar superior presenta un perfil oclusal cuadrado, diferenciándose del de Australopithecus donde es más amplio en sentido buco-lingual; el segundo molar superior presenta una morfología romboidal producto de que las cúspides mesiales predominan respecto de las distales y el paracono sobresale vestibularmente con respecto al metacono; y los terceros molares, superiores e inferiores, tiende a hacerse más pequeño que los segundos. Sin embargo hay que destacar que la evolución del género Homo no es lineal, ya que existieron distintos procesos de cladogénesis, y existen autores tales como Wood y Collard (1999) que incluso optan por dejar de considerar algunas especies al interior del género (v.g. Homo habilis y Homo rudolfensis). Ambos autores sostienen que si se mantienen todos los taxa usualmente considerados dentro del género Homo, el grupo resulta parafilético, por lo que sugieren limitar el número de especies incluidas en el género a aquellas que están más próximas a los humanos actuales que a los 105

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australopitecinos. Si bien esta propuesta no tuvo aceptación en lo que refiere a la categorización taxonómica, mostró claramente las dificultades que se presentan a la hora de caracterizar y definir al género. A su vez, el debate sobre las posibles relaciones taxonómicas entre las distintas especies propuestas al interior del clado no es menos significativo. Por ejemplo, uno de los interrogantes sobre los cuales más se ha trabajado en los últimos 15 años es la determinación de las relaciones taxónomicas entre humanos modernos y neandertales, y la identificación de las líneas evolutivas que dieron lugar a los mismos. En este contexto los estudios de antropología dental juegan un rol fundamental, debido a la alta conservación y abundancia de las piezas dentales en el registro paleo-antropológico. Una muestra de esto, vinculada al ejemplo concreto citado anteriormente, es el significativo aporte realizado por el trabajo de Aida Gómez-Robles y colaboradores (2013). Estos autores elaboran una reconstrucción cuantitativa de la morfología dental esperada para el último ancestro común entre neandertales y humanos modernos, evaluando si las morfologías observadas en las especies fósiles conocidas son compatibles con la modelización propuesta. Las conclusiones a las que arriban estos investigadores son muy interesantes, ya que establecen que ninguna de las especies conocidas actualmente podría ser considerada como tal antepasado y que todos los taxones del Pleistoceno Temprano, Medio, y Tardío de Europa tienen afinidades dentales con Neanderthal, lo cual apuntaría a la existencia de un clado europeo originado alrededor de 1 Ma AP. Sin embargo, los trabajos de paleo-antropología dental no solo sirven para elucidar cuestiones taxonómicas y brindar información fundamental para el diseño de modelos evolutivos; también dan cuenta de cuestiones tales como el estado de salud de las poblaciones, sus métodos de procesamiento de alimentos, e incluso aportan evidencias sobre pautas de comportamiento social tales como el cuidado de individuos ancianos o enfermos. A continuación procedemos a describir los análisis dentales realizados sobre los individuos recuperados en los yacimientos de Dmanisi (Georgia), Sima del Elefante (España), y Yiyuan (China); los cuales han aportado información substancial para la comprensión de los hallazgos y la elaboración de inferencias a partir de los mismos. Dmanisi Los trabajos en los cuales se da cuenta de las características dentales de los restos recuperados en este yacimiento, sea en conjunto con otras variables o de forma específica, han sido numerosos en los últimos años 106

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(Martinón-Torres et al. 2008; Margvelashvili et al. 2013; Martín-Francés et al. 2014). Martinón-Torres y colaboradores (2008) analizaron en detalle la dentición de los homininos de Dmanisi, destacando en su trabajo el aspecto marcadamente primitivo de algunos de los dientes georgianos, en especial el caso de los caninos, semejantes a los observados en especímenes de H. habilis o incluso de australopitecinos. Los dientes de la famosa mandíbula D2600 presentan un alto grado de desgaste, lo cual imposibilita el análisis de su morfología oclusal. Sin embargo, a partir del análisis de las raíces se establece que las mismas presentan una longitud, un número y un grado de bifurcación y molarización marcadamente robusto y primitivo, que en su conjunto solo se encuentran presentes en algunos especímenes de Homo rudolfensis, Australopithecus sp., y Paranthropus sp. Por su parte, el análisis de las mandíbulas D211 y D2375 evidencia características derivadas. Los dientes de D211 y D2375 presentan una serie molar decreciente (M1>M2>M3) y un tamaño dental reducido, rasgos inusuales para una población de esa antigüedad (alrededor de 1,8 m.a. AP). Estas particularidades compartidas por D211 y D2375, y ausentes en D2600, apoyan una vinculación biológica más bien cercana entre los dos primeros individuos, a la vez que los aleja de D2600. Sin embargo Margvelashvili y colaboradores (2013), plantean que las diferencias existentes entre las citadas mandíbulas se deben a las patologías dento-mandibulares que se observan en D2600. Estos investigadores argumentan que el aumento del desgaste oclusal e interproximal de los dientes de D2600 llevó a que estos continuaran erupcionando, a la vez que la dentición posterior tendió a migrar en dirección mesial, y los dientes frontales a disponerse en forma más vertical. La pérdida de altura de las coronas de los dientes, resultado del intenso desgaste oclusal, habría provocado la remodelación de la altura del hueso mandibular como mecanismo compensatorio, posibilitando así la oclusión con el maxilar superior. Las grandes diferencias observadas entre las alturas del cuerpo mandibular de D2600, por un lado, y de D2375 y D211, por otro, serían resultado de dicho crecimiento compensatorio. Margvelashvili y su equipo consideran que en los restos de Dmanisi las remodelaciones relacionadas con el desgaste dental afectan la morfología de la arcada dental, haciendo que la forma procumbente y parabólica de la misma se vuelva corta en sentido anteroposterior y se cuadre. Esto da como resultado una región de la barbilla relativamente más sobresaliente. En función de lo hasta aquí planteado por dichos autores, los mismos consideran que los cambios resultantes en tamaño y morfología dentogna107

Aportes actuales de la antropología dental a la comprensión del género Homo

tica son de gran importancia, y deben tenerse en cuenta, a la hora de realizar análisis taxonómicos comparativos. Casi en simultáneo Laura Martín-Francés y colaboradores (2014) realizaron un estudio específico sobre las patologías presentes en la mandíbula D2600, en el cual dieron cuenta de las mismas apreciaciones realizadas por Margvelashvili y colaboradores (2013). Sin embargo, las consideraciones a las cuales arribaron respecto de las implicancias que las patologías observadas en D2600 tienen al momento de realizar análisis taxonómicos comparativos resultan por completo opuestas a las de los anteriores autores. Martín-Francés y colaboradores (2014) plantean que el severo desgaste oclusal observado en D2600 desencadenó una serie de mecanismos de compensación; estos en ningún caso producirían un aumento de la dimensión mandibular sino una recesión del borde superior de la mandíbula, el cual se acortaría y engrosaría como respuesta al desgaste. Otro de los mecanismos de compensación descriptos es la hiper-erupción de los dientes, los cuales para compensar el desgaste continúan erupcionando para posibilitar la oclusión con el maxilar superior; este mecanismo afecta al diente y al fondo del alveolo pero nunca a la altura mandibular. A manera de conclusión este segundo grupo de investigadores establecen que las patologías observadas en D2600 no son responsables de las diferencias en forma y tamaño que existen entre las mandíbulas de Dmanisi, y por lo tanto no impiden una evaluación taxonómica apropiada. Martín-Francés y colaboradores (2014) también proponen que el patrón de desgaste observado en el individuo D2600 se relaciona con una dieta con un alto consumo de alimentos fibrosos y abrasivos, tales como frutas y vegetales, lo cual sería la causa de la morfología oclusal en forma de copa de la dentición. Cabe destacar que ambos grupos de investigadores interpretan las superficies oclusales redondeadas y las superficies labio-linguales muy pulidas de los dientes anteriores de D2600 como una evidencia confiable del uso de estas piezas en actividades pre o para-masticatorias, tales como la sujeción y el pelado de productos vegetales. Sima del Elefante En el caso del yacimiento Sima del Elefante (Sierra de Atapuerca, España), en 2007 se halló una sínfisis mandibular, que conserva in situ algunos dientes con alto grado de desgaste, y un segundo premolar inferior suelto, el cual fue asociado al mismo individuo. Este fósil representa los restos de un hominino más tempranos de Europa occidental hallados hasta el momento, con una edad aproximada. 1,3 Ma. 108

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Si bien, en función de la descripción y análisis inicial estos restos se asociaron a Homo antecessor (Carbonell et al. 2008), subsiguientes evaluaciones llevaron a ser más cautos en su asignación, estableciéndolos como Homo sp. (Bermúdez de Castro et al. 2011; Martinón-Torres et al. 2011). El severo daño y grado de desgaste de las coronas no ha permitido la realización de análisis detallados de la morfología oclusal de las piezas dentales, por lo que los análisis subsiguientes focalizaron sobre la morfología de las raíces (Bermúdez de Castro et al. 2011; Prado-Simón et al. 2012). Tanto los caninos inferiores, y primeros y segundos premolares inferiores presentan raíces de Tomes, evidenciado por la presencia de un surco en la superficie mesio-lingual de las raíces (Bermúdez de Castro et al. 2011), y un análisis de microtomografía del segundo premolar izquierdo (Prado-Simón et al. 2012) mostró un canal radicular bifurcado a la altura del tercer tercio apical (una rama mesio-bucal y otra disto-lingual), que desaparecen en ramificaciones al alcanzar el ápice radicular. Este rasgo es interpretado por los autores como un posible carácter transicional entre las raíces dobles, propias de Paranthropus robustus y fósiles africanos tempranos de Homo sp., y los premolares uniradiculares presentes en H. heidelbergensis, H. neanderthalensis, y H. sapiens. Esta morfología del canal radicular es compartida con ATD6-4 y ATD6-125, fósiles del yacimiento Gran Dolina definidos como Homo antecessor, y es una de las características que permiten la asociación tentativa de ATE9-1 a dicha especie (Prado-Simón et al. 2012). Martinón-Torres y colaboradores (2011) llevaron a cabo un análisis específico sobre las patologías presentes en ATE9-1, equivalente al realizado sobre los D2600 de Dmanisi, el cual dio cuenta de un severo desgaste dental combinado con una hipercementosis generalizada, exposición alveolar de la raíz, enfermedad periodontal leve, luxación dental, y un plano de oclusión anómalo. También han establecido la presencia de depositaciones de tártaro dental, dos lesiones quísticas, y una faceta de desgaste anómalo, compatible con el desgaste que realiza un elemento punzante al ser empleado en prácticas de higiene oral. Los autores consideran que estas lesiones se asocian como causas, consecuencias y amplificaciones unas de otras, producto de una oclusión traumática, hábitos masticatorios anormales producto de un plano de oclusión patológico, o una conjunción de ambos. Finalmente, estos investigadores plantean que a pesar de su gravedad, las lesiones descriptas no han alterado significativamente las características taxonómicamente relevantes de la mandíbula, por lo que es posible la evaluación taxonómica de la misma.

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Yiyuan El conjunto de fósiles procedentes de Yiyuan, un yacimiento ubicado al este de China en la provincia de Shandong, retrata la utilidad de los estudios antropo-dentales a fin de indagar en prácticas comportamentales de los homininos. En dicho yacimiento se encontraron a mediados de los 80’ una calota parcial, dos fragmentos de torus supra-orbital, y siete piezas dentales aisladas (caracterizadas todas como piezas permanentes); siendo todos los restos asignados a Homo erectus (Lu et al. 1989). En función del reducido tamaño de la muestra dental y el carácter aislado de las piezas Sun y colaboradores (2014) procedieron al análisis escópico y microscópico de los dientes, agrupándolos en función de la caracterización morfológica, el grado de desgaste y las similitudes de coloración presentes en los mismos. Dichos autores establecieron que las piezas dentales analizadas corresponden a tres individuos diferentes. Posteriormente los investigadores llevaron a cabo un estudio microscópico de las superficies interproximales de los siete dientes mediante el empleo de lupa binocular y microscopía electrónica de barrido. El análisis permitió establecer la presencia surcos de desgaste en las superficies interproximales de cinco de las siete piezas analizadas, los cuales se disponen en sentido buco-lingual. A su vez, el empleo del microscopio de barrido electrónico permitió dar cuenta de un gran número de finas estrías alrededor de los surcos. La mayor concentración de surcos y estrías se disponen sobre el esmalte, sin embargo también se observaron sobre la raíz. Sun y colaboradores (2014) proponen en base al análisis de la ubicación, morfología, y dimensiones de los surcos y estrías que los mismos presentan un patrón coincidente con el resultante del desgaste artificial provocado por el uso habitual de palillos. Ungar y colaboradores (2001) han planteado que el uso de palillos es distintivo del género Homo y que puede haber estado relacionado con el cambio dietario hacia un mayor consumo y dependencia de los recursos animales. Los autores consideran que los dientes de Yiyuan proporcionan las primeras evidencias del uso de palillos entre los homíninos del Pleistoceno de Asia oriental, y debido a que no se observan evidencias de la presencia de patologías dentales entre las piezas analizadas se puede descartar la utilización de palillos con fines terapéuticos, siendo la hipótesis más parsimoniosa la que plantea que el empleo de los mismos habría estado en relación con la remoción de partículas alimenticias, posiblemente de origen animal, a la manera de una práctica higiénica habitual.

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Consideraciones finales En este trabajo hemos tratado de realizar una rápida caracterización de la antropología dental y sus aportes en lo referente a las problemáticas propias de la paleo-antropología, y mostrar como los estudios dentales constituyen una vía de análisis fundamental en el tratamiento y evaluación de los conjuntos fósiles que se atribuyen al género Homo en la actualidad. A la vez, también hemos buscado mostrar que si bien los análisis descriptivos y las caracterizaciones morfológicas constituyen una parte importante de los desarrollos de esta sub-disciplina, no constituyen la totalidad de los mismos, siendo sumamente enriquecedora la complementación de los análisis morfológicos de las piezas dentales con análisis paleopatológicos y de desgaste. Para concluir nos resta decir que estimamos que en la actualidad los estudios paleo-dentales presentan un florecimiento fruto de la aplicación de nuevas técnicas descriptivas y analíticas, y que consideramos que en gran medida dicho florecimiento está sustentado en la búsqueda de una comprensión integral de los individuos a los que pertenecieron los restos y una sostenida laborar interdisciplinaria con especialistas de otras áreas de conocimiento. Bibliografía Bailey S. 2004. A morphometric analysis of maxillary molar crowns of Middle-Late Pleistocene hominins. Journal of Human Evolution, 47: 183-198. Bermúdez de Castro JM, Martinón-Torres M, Gómez-Robles A, PradoSimón L, Martín-Francés L, Lapresa M, Olejniczak A, Carbonell E. 2011. Early Pleistocene human mandible from Sima del Elefante (TE) cave site in Sierra de Atapuerca (Spain): A comparative morphological study. Journal of Human Evolution 61(1):12-25. Bollini GA, Rodríguez-Flórez CD, Colantonio SE. 2009. Dental nonmetric traits in a pre-conquest sample “Calchaqui” from Argentina, South America. Int J Morphol 28(1):1063-1067. Carbonell E, Bermúdez de Castro JM, Parés JM, Pérez-González A, Cuenca-Bescós G, Ollé A, Mosquera M, Huguet R, Van der Made J, Rosas A, Sala R, Vallverdú J, García N, Granger DE, Martinón-Torres M, Rodríguez XP, Stock GM, Vergès JM, Allué E, Burjachs F, Cáceres I, Canals A, Benito A, Díez C, Lozano M, Mateos A, Navazo M, Rodríguez J, Rosell J, Arsuaga JL. 2008. The first hominin of Europe. Nature 452: 465-470. 111

Aportes actuales de la antropología dental a la comprensión del género Homo

Gómez-Robles A, Bermúdez de Castro JM, Arsuaga JL, Carbonell E, Polly PD. 2013. No known hominin species matches the expected dental morphology of the last common ancestor of Neanderthals and modern humans PNAS 110(45):18196-18201 Hanihara T, Ishida H. 2005. Metric dental variation of major human populations. Am J Phys Anthropol 128:287-298. Harris EF. 1977. Anthropologic and Genetic Aspects of the Dental Morphology of Solomon Islanders, Melanesia. Ph.D. Dissertation. Tempe: Arizona State University. Kimbel WH. 2009. The Origin of Homo. En Grine FE, Fleagle JG, Leakey RE(eds.), The First Humans: Origin and Early Evolution of the Genus Homo, Vertebrate Paleobiology and Paleoanthropology pp 31-37. New York: Springer Science and Business Media B.V. Kupczik K, Hublin JJ. 2010. Mandibular molar root morphology in Neanderthals and Late Pleistocene and recent Homo sapiens. Journal of human evolution 59(5):525-541. Lewin R, Foley RA. 2003. Principles of Human Evolution (2nd ed). New York: Wiley-Blackwell. Lu ZE, Huang YP, Li PS, Meng ZY. 1989. Yiyuan fossil man. Acta Anthropologica Sinica 8 (4):301-313. Margvelashvili A, Zollikofer CPE, Lordkipanidze D, Peltomäki T, Ponce de León MS. 2013. Tooth wear and dento-alveolar remodeling are key factors of morphological variation in the Dmanisi mandibles. Proc Natl Acad Sci U S A 110: 17278–17283. Martín-Francés L, Martinón-Torres M, Lacasa-Marquina E, ColónFernádez P, Gracia-Téllez A, et al. 2014. Palaeopathology of the PlioPleistocene specimen D2600 from Dmanisi (Republic of Georgia). CR Palevol DOI: 10.1016/j.crpv.2013.10.007. Martinón-Torres M, Bermúdez de Castro JM, Gómez-Robles A, Margvelashvili A, Prado L, Lordkipanidze D, Vekua A. 2008. Dental remains from Dmanisi (Republic of Georgia): Morphological analysis and comparative study. J Hum Evol 55: 249-273. Martinón-Torres M, Martín-Francés L, Gracia A, Olejniczak A, PradoSimón L, Gómez-Robles A, Lapresa M, Carbonell E, Arsuaga JL, and Bermúdez de Castro JM. 2011. Early Pleistocene human mandible from Sima del Elefante (TE) cave site in Sierra de Atapuerca (Spain): A palaeopathological study. J Hum Evol 61(1):1-11. Matsumura H, Hudson M. 2005. Dental perspectives on the population history of Southeast Asia. Am J Phys Aanthropol 127:192-209. Potter R, Rice J, Dahlberg A, Dahlberg T. 1983. Dental size traits within families: path analysis for first molar and lateral incisor. Am J Phys Anthropol 61:283-289. 112

Gabriel A. Bollini, M. Graciela Méndez, Juan Pablo Atencio

Prado-Simón, L., Martinón-Torres, M., Baca, P., Olejniczak, A.J., GómezRobles, A., Lapresa, M., Arsuaga, J.L., Bermúdez De Castro, J.M., 2012. Three-dimensional evaluation of root canal morphology in lower second premolars of early and middle pleistocene human populations from Atapuerca (Burgos, Spain). Am J Phys Aanthropol 147, 452-461. Ramey Burns K. 2008. Manual de Antropología Forense. Barcelona: Editorial Bellaterra. Rightmire GP, Lordkipanidze D. 2009. Comparisons of Early Pleistocene Skulls from East Africa and the Georgian Caucasus: Evidence Bearing on the Origin and Systematics of Genus Homo. En Grine FE, Fleagle JG, Leakey RE (eds.), The First Humans: Origin and Early Evolution of the Genus Homo, Vertebrate Paleobiology and Paleoanthropology pp 39-48. New York: Springer Science and Business Media B.V. Rodríguez Cuenca JV. 2003. Dientes y diversidad humana. Avances de la antropología dental. Bogotá: Editora Guadalupe Ltda. Scott GR. 1973. Dental Morphology: A Genetic Study of American White Families and Variation in Living Southwest Indians. Ph.D. Dissertation. Tempe: Arizona State University. Scott GR. 1974. A general model of inheritance for nonmetrical tooth crown characteristics. Am J Phys Anthropol 41:503. Scott GR. 2008. Dental morphology. En: Katzenberg MA, Saunders SR, editores. Biological anthropology of the human skeleton. p 265-298. Nueva York: Wiley-Liss. Scott GR. 2012. Dental Anthropology. En: Encyclopedia of Global Archaeology. Springer-Verlag Berlin Heidelberg. Sun C, Xing S, Martín-Francés L, Bae C, Liu L, Wei G, Liu W. 2014. Interproximal grooves on the Middle Pleistocene hominin teeth from Yiyuan, Shandong Province: New evidence for tooth-picking behavior from eastern China. Quaternary International, http://dx.doi.org/10.1016/ j.quaint.2014.03.008 Townsend G, Brown T. 1978. Heritabilities of permanent tooth sizes. Am J Phys Anthropol 49:497-502. Townsend G, Dempsey P, Brown T. 1994. Teeth, genes and the environment. Perspectives in Human Biology 4:35-46. Ungar PS, Grine FE, Teaford MF, Perez-Perez A. 2001. A review of interproximal wear grooves on fossil hominin teeth with new evidence from Olduvai Gorge. Archives of Oral Biology 46:285-292. Wood B, Collard M. 1999. The human genus. Science 284(5411):65-71.

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UN MUSEO PARA LA EVOLUCION HUMANA Mónica P. Valentini Mariano Darigo1 Resumen En el año 2010 se inaugura en la ciudad de Burgos, España, el Museo de la Evolución Humana. El mismo fue pensado para albergar una infraestructura patrimonial que diera cabida, principalmente, a las investigaciones y hallazgos realizados en la Sierra de Atapuerca. El complejo museológico propone sin embargo una visión holística de la presencia humana en la tierra y de su proceso evolutivo. En la actualidad alberga una serie de dioramas y museografías que exponen varios períodos de esa evolución. En esta presentación nos interesa desarrollar el complejo momento que significa exponer un patrimonio cultural arqueológico, como es el caso del patrimonio prehistórico, tan difícil de hacer llegar al público en general. Mostrar, a través del museo, la Hominización como una humanización cuyo proceso es necesario transportar a imágenes o a los sentidos para públicos heterogéneos que lo visitan. Palabras clave: museo, prehistoria, representación, público. Abstract In 2010 it was inaugurated in the city of Burgos, Spain, the Museum of Human Evolution. It was intended to house a heritage infrastructure that would accommodate mainly to research and findings in the Sierra de Atapuerca. The museum complex however proposes a holistic view of human presence on Earth and its evolution. It now houses a number of dioramas and museology exhibiting various periods of that evolution. In this presentation we want to develop the complex moment that means exposing an archaeological cultural heritage, such as the prehistoric heritage, so hard to bring to the public in general. Show, through the museum, the Hominization as a humanization process which is necessary to carry images or senses for heterogeneous public who visit it. Key words: museum, prehistory, representation, public.

Cátedra de Prehistoria General. Escuela de Antropología. Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario, [email protected] 1

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Un museo para la evolución humana

¿Para qué?

E

sta ponencia está relacionada con una serie de trabajos que se les solicita a los alumnos de Prehistoria General, donde, recorriendo los museos locales, presentan un análisis de los mismos a través de la elaboración de un informe en un foro de discusión que se desarrolla en las clases. “…La prehistoria, más que cualquier otro periodo de la historia de la humanidad, se perfila como una etapa situada entre el mito y la historia, entre la ficción y la ciencia; en definitiva, un arma poderosa para la construcción y deconstrucción de las ideologías. Es en la prehistoria más profunda cuando surge nuestra especie y se definen sus pautas de comportamiento biológico y cultural; pero también es en la prehistoria cuando aparecen todos aquellos componentes, materiales y sociales, que conforman las bases de la vida social tal como la conocemos ahora: el poder, la explotación económica, el estado, la transformación del medio natural, pero también la vida en sociedad, el arte, las tecnologías…” (González Marcén 2008: 93). Los avances en las investigaciones arqueológicas en todo el mundo en las últimas décadas (tanto por el volumen de estudios y publicaciones, como por los debates acerca del desarrollo de la humanidad) estimuló la necesidad de divulgar los conocimientos producidos para el público en general, en especial las sociedades que tienen yacimientos arqueológicos sin conocer la realidad de su potencial cultural. Hay que destacar que estos conocimientos producidos, con claras diferencias entre los países, aún es limitado. De forma especial, los sistemas educacionales todavía reproducen conceptos superados en el ámbito científico y de esta forma, el conocimiento científico cumple solo parcialmente su función social. También hay que destacar que presentar la Prehistoria al público en un contexto museográfico didáctico y dinámico no es fácil cuando hay que explicar millones de años… El Museo de la Evolución Humana de Burgos, pensado para albergar una infraestructura patrimonial que diera cabida, principalmente, a las investigaciones y hallazgos realizados en la Sierra de Atapuerca, significa un lugar donde este largo proceso de la prehistoria humana se explica al público. En los últimos tiempos, numerosos museos en todo el mundo han llevado a cabo renovaciones o ampliaciones de sus edificios. Muchas instituciones intentan integrar la arquitectura contemporánea en su planificación, ya existente o de nueva creación, se plantean de nuevo la pregunta 116

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sobre el continente y la función de un museo, y al mismo tiempo abordan la cuestión de la relación entre el espacio y la exposición. Pensando la arquitectura como un factor de relaciones públicas o como la señal de identidad de una ciudad y hasta la revalorización de un lugar, dejando de lado la idea de la neutralidad, siendo ahora coprotagonista como soporte de la colección y exhibición. El Museo de Burgos El Museo de la Evolución, inaugurado en el año 2010, es uno de tantos museos en el mundo que se inscriben en esta idea, solo para nombrar algunos ejemplos podemos mencionar: - El Museo Guggenheim de Bilbao - El Museo de las Confluencias en Lyon - El de Arqueología Subacuática en Cartagena (ARQUA) - El Centro de Interpretación en Stonehenge Y hasta la misma ampliación del Louvre y el Prado o el rediseño de la isla de los museos en la ciudad de Berlín.

Figura 1: Museo de la Evolución Humana en Burgos, España. El complejo edilicio formado por 3 edificios alberga el Centro de Investigaciones, el Forum y el Palacio de Congresos, ocupando el área 117

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central del solar el museo, construido por el arquitecto Juan Navarro Baldeweg, el mismo autor del museo de las Cuevas de Altamira. El edificio fue concebido como una burbuja prismática gigante, libre de soportes intermedios, que alberga un enorme espacio gobernado por la masa de aire, llena de luz, que contiene en su interior. La estructura fue pensada como un gran invernadero que sirva de contenedor a la naturaleza del ecosistema de Atapuerca. La evocación del paisaje de la Sierra queda expuesto en el exterior y en el interior del edificio, de manera que su arquitectura se vincula estrechamente al territorio y a la naturaleza, marco referencial de toda la vida y depositaria del conocimiento sobre nuestra evolución. Hoy, en distintas ciudades del mundo, se piensa a “los museos como piezas clave de planes de urbanismo tendentes a la creación de segmentos urbanos, a la regeneración de los centros históricos u otras áreas y a la renovación de la imagen urbana. No se trataría sólo de solucionar problemas arquitectónicos y urbanísticos, sino también de tener en cuenta los planteamientos sociales, económicos y funcionales. Por ello, en el planeamiento urbanístico tendrán un gran protagonismo nuevas metodologías de proyección, como son los planes especiales y la introducción de conceptos como el de rehabilitación integral.” (Layuno 2007:143) El reto principal del museo ha residido en traducir el conocimiento científico sobre la evolución humana en un discurso riguroso pero asequible y también reflexivo acerca del futuro del hombre y de su entorno. Presentando la Hominización como una humanización cuyo proceso es necesario transportar a imágenes o a los mismos sentidos del público heterogéneo que lo visita y hacerlo más comprensivo. Todo el Museo está enmarcado dentro de un ambiente que recuerda nuestra presencia en la Tierra, recreando los cambios de clima y de vegetación para transmitirnos la necesidad de mantener el medio físico que nos circunda. Para poner en contexto a los visitantes, la planta baja se remonta a los orígenes de las especies de la Tierra explicados según las teorías de la evolución de Charles Darwin. Una recreación del barco 'Beagle', en el que el biólogo británico dio la vuelta al mundo, sirve de excusa para conocer su obra y la de otros científicos que hicieron grandes aportaciones, como Mendel o Morgan. El camino continúa en el Salón de la Evolución, donde se recrean las 10 especies que nos fueron acercando a lo que somos: desde los Australopithecus hasta el Homo sapiens moderno. Estas esculturas hiperrealistas fueron realizadas por la escultora francesa Elizabeth Daynés, especialista en reconstrucciones antropológicas, dando una idea del individuo real detrás de los huesos. Paneles donde se explica cómo y dónde se encontraron sus restos, y también cómo vivie118

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ron en la sabana africana, completan un recorrido que acaba en un gigantesco cerebro, el órgano que, al crecer, nos hizo como somos. En la exposición sobre la hominización hallamos precisamente que a principios del 2014 y en conmemoración por los 50 años del hallazgo del Homo habilis se incorporó una imagen del mismo, inaugurándose con la presencia de Jane Goodall, primatóloga y naturalista reconocida internacionalmente, quien comenzara su carrera excavando en la garganta de Olduvai con los doctores Louis y Mary Leakey.

Figura 2: Jane Goodall y el diorama del Homo habilis realizado por E. Daynés La planta primera se centra en la evolución tecnológica y cultural, desde las primeras hachas de piedra al arte Paleolítico, así como también pequeños dioramas que facilitan la comprensión de la vida durante la prehistoria, algunos de ellos realizados con juguetes (de una famosa marca) especialmente pensados para los niños. Es en la planta sótano donde Atapuerca es el centro de atención. En dos módulos, con condiciones especiales de luz y temperatura, se distribuyen los fósiles más interesantes de la sierra burgalesa, como el Homo heidelbergensis y el Homo antecessor. Pero no son sólo fósiles. En este espacio 119

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se explica, con diversos dispositivos audiovisuales y sensoriales, cómo se formaron los yacimientos y también cómo se desarrolla el trabajo de los expertos. Comentarios finales Pero en definitiva, ¿cómo logramos o llegamos a la representación de la Prehistoria en imágenes que signifiquen una explicación de ese largo proceso al público? Tanto los datos que recogemos como la información que obtenemos, están regidos por criterios y técnicas del presente, y es a partir de esa información, tamizada y filtrada desde el inicio del proceso de investigación, como representamos, en la última fase del proceso, cómo eran y cómo vivían las sociedades del pasado (Binford 1993, González Marcén 2008). El carácter permanente de la institución museo le permite establecer un vínculo con su entorno y su comunidad. Este papel le exige al museo tres finalidades, tres usos distintos, pero compatibles. Son el estudio, la educación y también el deleite. El museo no puede contentarse con preservar cuidadosamente determinadas piezas para las generaciones futuras ni exponerlas estéticamente. Aceptando el planteo de María Angeles Layuno, pensamos que el “museo” debe transmitir a su comunidad todo aquello que la pueda enriquecer, no solo a nivel intelectual sino también emocional, convirtiéndolo en una fuente de estímulos que desarrollen el conocimiento y el pensamiento crítico y participativo, especialmente recuperando el patrimonio cultural del territorio que forma parte geográfica y culturalmente. El Museo de la Evolución propone dar a conocer especialmente la importancia de un yacimiento como el de Atapuerca, ubicado a 15 km de la ciudad de Burgos, pero inmerso en este largo proceso de evolución humana, profundizando sobre los principales aspectos y adquisiciones biológicas y culturales que ha sucedido en nuestro proceso evolutivo, donde, el Homo habilis representa un peldaño más. La inauguración en Burgos del Museo de la Evolución Humana es la culminación científica y divulgativa de un proyecto nacido en íntima relación con los trabajos desarrollados en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca. A través de los restos fósiles que allí se exponen, así como de otros recursos y materiales presentes, se acerca al ciudadano el resultado de las investigaciones llevadas a cabo por equipos interdisciplinares de distintas ramas científicas (Alcalde y Nájera 2013).

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Bibliografía Alonso Alcalde, R., & Martín Nájera, A. 2013. Atapuerca y el Museo de la Evolución Humana. Historia de un modelo de difusión del patrimonio. En Treballs d'arqueologia, pp. 0027-40. Binford, L. 1993. En busca del pasado. Barcelona. Crítica. González Marcén, P. 2008. La otra prehistoria: creación de imágenes en la literatura científica y divulgativa. En Arenal: Revista de historia de mujeres, 15(1), 91-109. Lasheras, J. A., et all. 2002. Un museo para el Paleolítico. Redescubrir Altamira, 189-201. Layuno, M. A. 2007. El museo más allá de sus límites. Procesos de musealización en el marco urbano y territorial. En Oppidum, 3, 133-164. Miguel, F. M. 2011. Patrimonio cultural y transformación urbana: ordenación espacial y proyección turística de los yacimientos arqueopaleontológicos de Atapuerca (Burgos). En Cuadernos de turismo, (27), 617-640. Páginas web consultadas http://www.museoevolucionhumana.com/~museoevo/es http://www.atapuerca.org/ http://www.cenieh.es/

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