Comentario Crítico a la Revista Memoria y Cultura No. 27

July 22, 2017 | Autor: S. Aldana Rivera | Categoria: Historia del Perú, Comunidades indígenas, Esclavitud En El Perú
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HISTORIA Y CULTURA 27(2014)
REVISTA DEL MUSEO
Susana Aldana Rivera
Una de las cosas más difíciles para los jóvenes contemporáneamente es aprender a leer y no solo pasar los ojos por las letras. La televisión, pensada y creada para instruir y educar, se ha convertido en una verdadera caja de Pandora que ha soltado mil demonios… todos con dibujos, diseños, escenas que los jóvenes normalmente subsumen y ni siquiera consumen, es decir, no llegan a procesar. Es un maravilloso mundo de colores y formas que les dice mucho pero de manera rápida, efímera, momentánea sin que nada permanezca; sociedad de consumo le llaman.
Hasta hay categorías acuñadas para tratar de entender la problemática de la incomprensión de la lectura y de la falla comunicativa en nuestro entorno y entre los jóvenes que, por cierto, no nos es exclusiva. Como cuando hablamos de los analfabetos funcionales refiriéndonos a aquellos que, sabiendo leer, simplemente se dejan llevar por la corriente de la incultura o los analfabetos académicos, como se denomina a aquellos que llegan a la Universidad pero que no tienen la capacidad de entender –y mucho menos comprender- lo que están leyendo. La desesperación de mis alumnos en Historia del Perú es que no hay videos suficientes como para que se enteren de qué va nuestra historia. Interesantemente el mundo construido por la razón y su ejercicio nos ha llevado a uno sinrazón donde no hay espacio para el silencio, la concentración y el encuentro consigo mismo y su sensibilidad. Justo lo que nos es tan caro y necesario a los que leemos; quizás de allí la dificultad para leer.
Por tanto solo aquí ya encontramos un primer mérito de la Revista: existe!! Un esfuerzo indudable de sus ejecutores que a contracorriente de las tendencias sociales, siguen apostando por la necesidad de leer y comunicar el conocimiento y las investigaciones de terceros. Apuesto que es una lucha tenaz porque por más que ya se ha dicho y se sabe que el siglo XXI es el siglo de la cultura –como elevadora del espíritu humano- justamente el sistema en apogeo y crisis desvirtúa este hecho por completo; finalmente el mercado es el determinante socio-económico de nuestras vidas. Doble mérito aún porque estamos ante en una revista para especialistas; para historiadores. Todavía existimos y hay incluso estudiantes de historia. Aún entre nosotros, los historiadores, la lectura es cada vez menor y el uso del internet cada vez mayor. Y cuando leemos en internet, leemos diferente a cuando leemos en papel; en uno, se busca lo que se necesita; en el otro, simplemente, se lee y por supuesto, se disfruta el texto; se asume el contexto y se comprende el metatexto. Que es lo que me interesa de la revista.
Un segundo mérito de la revista es que es de historia del Perú y que se centra en la etapa virreinal, más aún, en la temprana etapa virreinal (siglos XVI y XVII). ¿Por qué es un mérito? Porque hoy la historia está fuera de moda y crecientemente en desuso. En esos tan sinsentidos de la razón, en un país como el nuestro con culturas milenarias, no hay antigüedades sino vejeces y por tanto, todo el pasado debe ser eliminado en pro de lo nuevo y lo moderno. Y el corazón de todo historiador muere un poquito cada día cuando camina por Lima y no sólo el centro de la ciudad; las casas antiguas se caen –o las caen- a pedazos pero también y sobre todo se despedazan archivos y bibliotecas, vacíos de estudiantes y con muy pocos investigadores. Un país con culturas milenarias donde tan solo algunas universidades enseñan historia. Y no pienso como carrera de historia sino como simple fundamento de un sentir nacional, ni siquiera identidad. Si ya para la segunda mitad del siglo XX, mi generación supo que no "servíamos", hoy ni siquiera existimos. Aunque todos reconozcan que es una carrera "bonita".
Y como es de historia, el recuerdo y la memoria marcan el inicio de la revista. Porque hay un conjunto de historiadores, que el tiempo ha establecido como "clásicos" y que han marcado nuestro espíritu como investigadores; como el tiempo pasa, esos clásicos tienen siempre nuevos miembros. Como Miguel Maticorena Estrada. El Inmemorian de Miguel es emocionante; al menos para aquellos que lo conocimos. Bien vale su exegesis y la construcción de una memoria en base al recuerdo: excelente historiador y mejor persona cuyo destino se entremezcló con el de tantos estudiantes e historiadores que hoy están vigentes y quién sabe, gracias a él y en el tiempo, quizás puedan llegar a ser "clásicos" como él. Es verdad que no escribió tanto como hubiéramos querido y que muchos no tuvieron la suerte de poder conversar con él pero Miguel fue un homenaje a nuestra cultura andina: nacido en Piura y con una gigantesca experiencia de archivos lograda en su estadía por España, su oralidad y su conversación explayaba un pensamiento y una cultura histórica y humana que causaba un verdadero placer intelectual. Como nos lo recuerdan Víctor Arrámbide y Maribel Arrelucea; las notas de estos autores nos reflejan al hombre que hacía historia y al hombre que fue maestro de generaciones de historiadores. Ciertamente es fácil imaginárselo revisando la revista. Sonrisa pícara, Miguel hubiera estado feliz porque siempre le atrajo el período virreinal como momento fundante, formador y conformador de la sociedad; allí buscaba el inicio de la nación peruana que tanto quiso y tanto estudió; en ese momento donde se encontraron los indios, los blancos y los negros; en ese momento en que se dio esa maravillosa fusión que somos nosotros. Y en esta línea, la revista nos da una somera pero muy interesante visión.
Basta con ver el índice. Cuando trato de enseñarles a leer a mis alumnos, le señalo cuán importante es este elemento. Porque desde el índice podemos tener un vistazo general de la temática de un libro o revista y ver la coherencia de la misma y, por tanto, estar segura de sus bondades. Como en este caso, de una simple ojeada encontramos el interés-eje de la revista, el metadiscurso nos levanta la justicia como fundamento de la sociedad virreinal; desde sus valores éticos y el ejercicio del poder a partir del "equilibrio" social de indios y blancos, analizados por Fernández en Guamán Poma, pasando por la justicia y legitimidad de los matrimonios de esclavos que analiza Wisnoski y el interés de Cutchen sobre la legitimidad de la actuación de negros e indios en el nuevo orden español que giraba en torno a ciudades más que de espacios rurales. Hasta el estudio de Guzman en torno a un documento en que se ve el reordenamiento, catalizador del justo derecho, del poder nobiliario inca en Yucay en relación con la sociedad en su entorno. El marco la temprana colonia, el momento en que las culturas se encuentran y que consolidan una suerte de gobernabilidad colonial en el siglo XVII con la construcción del "criollismo"(Sato). Una realidad que se construye, se pone a prueba y se explaya en el tiempo como lo demuestra Montoya al perfilar el impacto de los conflictos sociales indígenas de la sierra central durante la independencia y finalmente, como augurando el futuro, Pereyra con la búsqueda de la justicia social en Ayacucho decimonónico.

Quizás hubiera sido genial que el grueso de los articulistas de la revista fuera peruano más que extranjero. Porque si bien las investigaciones de los extranjeros son sumamente interesantes, como basta ver la revista, por lo general el grueso de ellos se fundamenta en los estudios construidos desde sus propios universos culturales; es decir, tiene un tratamiento certero y pulcro de los estudios producidos por ellos sobre nosotros. Rara vez recuperan lo que nosotros decimos de nosotros mismos y ciertamente, si de entender al Perú se trata, culturalmente está mejor preparado un peruano para analizar a otro peruano que un extranjero a un peruano. Quizás las temáticas que nos interesan no sean tan novedosas como las que ellos presentan y quizás está muy centradas en la política y la economía. Ello es comprensible pues respondemos justamente a necesidades vivas, reales y concretas, entender un país para darle a su sociedad un sustento identitario y explicativo de su realidad. No es para alimentar una academia que, además, en el Perú prácticamente no existe. Así quizás no trabajamos la justicia en abstracto –como vemos que es el eje de esta revista- sino que nos interesa como se da el ejercicio real de las leyes. Y es claro en los tres peruanos que, al menos, tenemos en la revista: Guzmán interesado en el reacomodo del poder socio-político de los linajes imperiales incas no en cuanto abstracción filosófica sino como linaje de reyes reconvertido en simples curacas y que reclama derechos; Montoya que discurren en torno a las reivindicaciones socio-políticas campesinas durante la independencia y Pereyra con la justicia no teórica sino concreta y encarnada en sufridos rostros de ayacuchanos del siglo XIX. Y por lo menos, Nelson Pereyra, le hace la lucha de producir desde dentro del país; enorme mérito que hay que rescatar.
Porque desde afuera, los extranjeros se dejan seducir por Lima, capital del virreinato. Pisan el palito de pensar el Perú desde Lima y establecen como generales, realidades que pueden ser pensadas para el hoy, Lima en cuanto actual capital y centro del poder. Durante el virreinato, ciertamente Lima era la capital pero tuvo y desarrolló un concepto y ejercicio de poder muy diferente: primer inter pares –primera entre iguales- entre varias ciudades del reino, hay que entenderla enmarcada en el sistema escalar del ejercicio de gobierno de los reinos del Perú donde la cohesión burocrática iba dada por el virrey a semejanza del rey en el imperio. Una cohesión que era viabilizada por una estructura que funcionaba lo suficientemente autónoma en torno a los poderes locales -y el ejercicio del mismo- y lo adecuadamente dependiente en el vicereino, parte del reino y del imperio. Por ejemplo, poco o nada podía en realidad Lima imponer como capital a un territorio tan rico y poderoso como el norte del Perú, liderado por Trujillo, que si pagaba impuestos era como reconocimiento de una condición, súbdito, más que de sumisión por cuanto la posibilidad de represión era prácticamente nula.
O Cusco. Señora y Cabeza de los Reinos del Perú, poco o nada podía imponer Lima como ciudad. Muy interesante, Sato transita entre ambas ciudades, Lima y Cusco para presentar su análisis sobre el criollismo y resulta muy interesante, que sea Cusco el escenario del dramático discurso de Fray Buenaventura de Salinas. Que Cusco región no aparece en el artículo de Guzmán, es verdad, pero su voluntad es recuperar la pureza del tratamiento de la información legal: la justicia de la posesión de la encomienda para la descendiente de los linajes imperiales incas en competencias con yanaconas, legitimados por el nuevo orden, nada más ni nada menos que en el valle de Yucay. Ayacucho, sin embargo, si emerge como región. Menos en el caso de Montoya para quien el indio Ninavilca y el pueblo de Cangallo son puntos que sirven para preguntarse sobre la guerra de independencia y el impacto de los ejércitos de San Martín (Ejercito Unido de Los Andes), el realista y de las montoneras. Estas, para el autor, brazos armados de pueblos y localidades gestados casi espontáneamente; para mí, formas indígenas de guerrear que se hunde en la noche de los tiempos y que responde a patrones distintos de los criollos y realistas. Pero la región de Ayacucho si emerge plenamente en el caso de Pereyra.
Si bien la revista es sumamente sugerente, no deja de ser una lástima que académicamente el Perú haya perdido tanto; mientras que en los años de 1980 toda América Latina se volteaba a ver que se producía en las ciencias sociales y la historia en el Perú, hoy es muy poco lo que los peruanos podemos estudiar de nosotros mismos. Pero, afortunadamente, al menos, todavía causamos interés como para concitar las aventuras intelectuales de historiadores extranjeros, norteamericanos, europeos y asiáticos, como es claramente visible en la revista.
La temática de la revista es redonda y es un verdadero placer revisar un texto que, reuniendo artículos distintos, forman, sin embargo, un conjunto coherente y armonioso que permite aprender de una diversidad de aspectos de las sociedades virreinales; de sus negros, de sus blancos, de sus indios mientras se incide en la justicia y su ejercicio; en los derechos establecidos por los locales con el criollismo y que fundamenta en el tiempo, la explicación del conflicto y la memoria.
Pero quizás para matizar alguna crítica. Hubiera sido genial un poco más de profundidad y densidad en los artículos. Se narra una gran cantidad de ejemplos pero hay poco uso de teoría que habría ayudado más que un poco para poder discutir y trascender un poco a la relación inteligente de hechos y experiencias.
No es que no haya intentos de utilizar teoría. Pereyra es muy interesante. Historiador utiliza el concepto "justicia marginal" desde sus intereses antropológicos y con él, se nos adelanta más que un poco para explicar la temprana república. Para mí ese concepto remite más a un estado nacional consolidado que a un temprano estado, en formación y construcción de un ordenamiento diferente: la falla del control socio-político del estado contemporáneo posibilita y hasta catapulta, el ejercicio de prácticas extralegales y de derechos consuetudinarios y tradicionales en paralelo al poder legal. Y más aún, para que sea justo y reconocido socialmente ese ejercicio, tiene que ser legítimo y por tanto, es más que posible que se recupere socialmente una tradición que se hunde en la noche de los tiempos; lo cual, dicho sea de paso, debe resultar muy sugerente a la antropología.
Pero es poco probable que estas figuras se explayaran hacia 1840 como "marginales" a un estado republicano en proceso de consolidación sino que, por el contrario, deben haber sido prácticas "extralegales" absolutamente comunes y naturalizadas por el conjunto social. De allí, que fuesen (y hasta sean) por cuanto la ética y los principios morales del reino todavía debían estar vigentes en el marco republicano temprano del ejercicio de poder. Prácticas que deben haber sido formas de expresión de poder local que recupera no solo la realidad del virreino y su particularidad política sino, mucho más denso, realidades políticas -y de ejercicio de la misma- que se hunden en percepciones de reinos de Antiguo mundo, reformuladas, reemergidas y readecuadas en una república en formación.
Pienso que por el contrario, las prácticas comunales, fundadas en la legitimidad de la tradición y del parentesco, deben haber sido el quebradero de cabeza central y para nada marginal de un estado intentando establecer una burocracia republicana, con una realidad de democracia social, de mercado capitalista, de poderes locales vinculados a un estado y no a redes clientelares, etc.
Otro ejemplo: Wisnoski, por ser el primero. Su posición es interesante: un ejemplo de caso, un negro "mexicano", le sirve para revisar la situación legal cotidiana de los esclavos en el Perú en cuanto a la posibilidad de evitar la separación de su esposa con el principio reunificación familiar y el principio religioso de la "vida maridable". Tema muy interesante que trabaja con varios modos y para lo que en algún momento, nos señala "agency" como una suerte de teoría. Pero en el fondo, su narrativa nos encadena muy interesantemente los casos que estudia y no llega a analizar al esclavo como "agente" de su propio accionar legal. El caso es muy interesante porque no me puedo imaginar que un esclavo por ladino que sea, venga de México, golpee la puerta del Tribunal Eclesiástico en Lima y que éste se la abra y es más, sea bien acogido. Incluso el autor se sorprende la cantidad de gente que puede dar fe de que Juan Villegas estaba casado.
De inmediato me monto un cuento: Villegas es un esclavo que secunda cuidadosamente a su amo, comerciante en la carrera de Lima- México y que más que posiblemente haya venido múltiples veces a Lima. Agente de sí mismo, tejió toda una red de conocidos en la ciudad, con los que posiblemente se había vinculado económicamente. Amo comerciante, esclavo comerciante; el amo tejiendo vínculos entre criollos y el agente de sí mismo, tejiendo vínculos en su propio nivel social. Lo suficiente como para tener conocidos que lo dirijan hacia alguien que lo represente o presente ante el Tribunal eclesiástico y lo respalde. No sabemos por qué lo vende su amo; puede ser desde deudas hasta competencia. Pero justamente la "agencia" social de Villegas estaría primero en la construcción de su propia red de contactos (amigos, cofradía de negros, parientes); probablemente con algo de dinero. Y en segundo lugar, ser capaz de entender y aplicar teología católica o lograr, más bien, que alguien lo represente: los "miserables"-quizás más un termino del siglo XVIII- de la sociedad eran un atractivo para los sacerdotes licenciados deseosos de ayudar o simplemente escalar posiciones de poder a través del éxito legal.
Y ciertamente los sacerdotes eran un verdadero poder. Fray Buenaventura de Salinas fue un limeño que, vemos con Sato, se va volviendo un "teórico" y propiciador del criollismo porque defiende la justicia de la causa local frente a una España que daña a sus vasallos y que no los gobierna adecuadamente. Interesantemente es franciscano y lo para Sato es casi una casualidad, resulta fundamental. Pienso que para conocer el siglo XVII, nos remite a considerar el siglo de la construcción de la segunda Cristiandad y por tanto, a todo lo que hoy conocemos como América Latina, fundamentalmente católica. Un modelo ideológico-religioso sumamente exitoso que recién se rompe en la vuelta del siglo XIX al XX. Por tanto, en las líneas de pensamiento, es muy importante la ideología religiosa; lo que desde las órdenes se conoce como carisma y prédica.
Casualmente para los franciscanos ningún hermano debe tener más poder o dominio que otro porque "Los jefes de las naciones las dominan y los grandes las oprimen. No ha de ser así entre los hermanos. El que quiera ser mayor entre ellos se haga como el menor" (1Reg 5)" Por tanto, es lógico que Fray Buenaventura defienda a los menores, a los indios y que señale que España no los gobierna adecuadamente, dando eco además a discursos y debates muy conocidos como los de Bartolomé de las Casas o Antonio de Montesinos. La controversia de Valladolid entre de las Casas y Ginés de Sepulveda (1550-1551) debe haber remecido la conciencia de todos los sacerdotes llegados a América después y sobre todo, a los nacidos aquí. Además, hay un punto importante que no hay que dejar escapar Obispo Vera era agustino de carisma y la competencia franciscanos-agustinos por la evangelización de indios era simplemente feroz.
En el manejo teórico sería interesante cruzar religión, como fundamento y sustento de la Monarquía católica con el criollismo. Ni Lavallé, el clásico vivo en este tema, ha percibido que este entrecruzamiento es importante. Porque el criollismo no se expresa en Lima sino fundamentalmente desde el Cusco. Primero se está una ideología religiosa católica con "carismas", es decir, matices de percepción social porque la evangelización jesuita es muy diferente a la dominica o a la mercedaria. Luego que, además, se responde a una realidad muy americana en que hay abuso de los nativos indios y se cuenta con esclavos negros lo cual se entrecruza, en tercer y final lugar, con el posicionamiento de los blancos como total y absolutamente secundarios en el poder burocrático virreinal-imperial.
Qué casualidad que el discurso criollo se exprese menos en Lima y particularmente en el Cusco, justamente el corazón del imperio inca. Como hemos dicho, la otrora Señora y Cabeza de los Reinos del Perú. De seguro traduce los intereses de una elite, validada como elite en cuanto remanente o reemplazante de una poderosa nobleza imperial como la cusqueña. Incluso, relacionemos el tema con el artículo de Guzmán: un García de Loyola que casado ni más ni menos con Beatriz Coya, hija del último inca, reclama la justicia de su derecho a recibir yanaconas de la Corona española. Y de inmediato me salta a la memoria el Anónimo de Yucay desde donde se oponen a la política lascasiana de la Corona; es decir, al recorte de poderes de conquista y nobiliarios. ¿Casualidad? Las quejas desde un poder político local en reconformación donde los nobles indios son convertidos en simples curacas pero cuyas mujeres importantes –recordemos que en el mundo andino lo importante es el linaje femenino no el masculino- están casadas con españoles de nota. En este caso ni más ni menos que un Loyola –pariente lejano del famoso jesuita (cosa que señala Isacio Pérez)-. Desde la competencia local, un franciscano Fray Buenaventura de Salinas contra un agustino Obispo Vera; una queja general por el reconocimiento de derechos nobiliarios desde la Corona recortándolo para el justo gobierno de los indios que a los curacas y nobles indígenas les debe haber sentado muy mal y el reconocimiento de una estructura burocrática virreinal en que los beneméritos no tienen lugar. Es poco probable como dice Sato que el accionar de Fray Buenaventura deslegitima la difusión del Evangelio; este es el fundamento ideológico del Perú.
Podría seguir con cada uno de los artículos; todos son tan sugerentes. La deliciosa confusión de Guzmán cuando los indios señalan una edad que no es posible de acuerdo a los registros y confundida con él, me pregunto si no serán indios nobles de baja alcurnia que se entienden como representantes de linaje y ellos conservan la memoria del grupo… como hasta hoy hacen algunos "Apus" selváticos. O el artículo de Fernández una verdadera delicia en el que nos va llevando de la mano por las preocupaciones de Guamán Poma sobre el ejercicio de la justicia en tiempos del inca y en tiempos del español y nos permite entrever de un lado, que efectivamente, hay una suerte de "modernización" que llega con los españoles porque la justicia no elimina a los posibles culpables sino a los culpables; es decir, mientras unos eliminan a todo el linaje para evitar futuros desmanes –dando por sentado que como son los padres, son los hijos; los otros, solo castigan al culpable aunque toda la familia quede en el descrédito. Y del otro, nos permite también entrever los fundamentos del conservadurismo de la elite indígena en la zona andina y de las prácticas, a veces brutales, que le pueden ser comunes. Situación que luego se entremezcla con los llegados españoles, que las copian o readecúan y que expresa en un conservadurismo que se construye y reconstruye a lo largo de la historia del Perú.
Así, podemos entender que un hacendado desarrolle plenamente esas prácticas "marginales" de Pereyra; que sea por completo abusivo y hasta asesino o que en Talandracas se recuerde y se justifique el uso del cepo entre la población negra por los mismos pobladores negros cuyos abuelos y bisabuelos lo sufrieron.
Ideas y más ideas. Una lectura aplicada y concentrada buscando encontrarnos como historiadores y ejercitándonos como tal, también abre una caja de Pandora. Una caja que suelta ideas eminentemente positivas, que completan ese maravilloso mundo de colores y formas que el hoy nos ofrece. Que lo que obtenemos no sólo sea rápido, efímero y momentáneo sino también constante, sólido y perdurable. Desde ayer hasta hoy con la lectura de una revista que congrega muy interesantes –y motivantes- artículos de historia.
GRACIAS

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