Comunicação e os limites do participare. O naufrágio das esperanzas de conquista ilimitada e dominação da naturaza

June 3, 2017 | Autor: A. Machado Silveira | Categoria: Communication, Development Studies
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Usos y abusos del participare Usos e abusos do participar

Editores Ricardo D. Thornton Gustavo Cimadevilla

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Roberto TORRADO PORTO Usos y abusos del participare / edición literaria a cargo de Ricardo D. Thornton. - 1a ed. Buenos Aires : Ediciones INTA, 2010. 340 p. ; 23x16 cm. ISBN 978-987-1623-86-0 1. Problemáticas Comunicacionales. I. Thornton, Ricardo D., ed. lit. CDD 302

Fecha de catalogación: 20/09/2010

Licenciado en Administración Agraria egresado de la Universidad Argentina de la Empresa (Facultad de Ciencias Agrarias) en 1991. Master Internacional en Desarrollo Rural/Local por la Universidad Politécnica de Madrid (España), en 2007. Profesional extensionista del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), EEA “Ing. Guillermo Covas”, Anguil, La Pampa, Argentina. Actual Jefe Interino de la UE y DT INTA Victorica y Coordinador del Proyecto Regional “Gestión de la innovación en procesos de desarrollo local y agricultura familiar”. Ex docente y secretario académico de nivel superior no universitario (ITES Victorica). Docente invitado de grado y posgrado (UNLPam, Facultad de Ciencias Humanas, Instituto de Geografía). Autor, co-autor y compilador de trabajos de investigación, extensión y divulgación. Amplia participación con trabajos en congresos y jornadas nacionales e internacionales. E-mail: [email protected]; [email protected]

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Indice Prólogos………………………...………………………….……….…..9 Juan Díaz Bordenave Rosa Cristina Monteiro Silvio Waisbord Presentación Institucional……….……………………...…..………………………23 Presidente de INTA Carlos Casamiquela Decano Facultad de Ciencias Humanas, UNRC Enrique Grote Presentación de los Autores…….…………………………………………...…..…………31 Ricardo Thornton y Gustavo Cimadevilla

Capítulo I: Teorías y Enfoques Participación ¿la nueva tiranía en procesos de Extensión Rural? ……………………………….…..…35 Ricardo Thornton Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria

Dialéctica de la participación.,……………………..………….…55 Gustavo Cimadevilla Universidad Nacional de Río Cuarto

Comunicación participativa ¿el nuevo paradigma?..... ….....…67 Jan Servaes y Patchance Malikhao University of Massachusetts

¿La participación en desuso? Los límites de la intervención para el desarrollo……………...……………………………….…91 Edgardo Carniglia Universidad Nacional de Río Cuarto

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Capítulo II: Comunicación, Participación y Desarrollo La participación como parte de las estrategias de intervención……………………………………………..107 Carlos Mauricio Arroyo Gonçalves Universidad Católica Boliviana San Pablo

Facilitadores de la participación. Aportes desde el enfoque sistémico para profesionalizar la tarea….……………..123 Adrián Gargicevich Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria

Los procesos de participación en los proyectos de Comunicación para el Desarrollo Productivo Territorial …….143 Roxana Cabello Universidad Nacional de General Sarmiento

Hipervínculo a la participación….…………………………..…..161 Luz Lardone Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria

Comunicação e os limites do participare. O naufrágio das esperanzas de conquista ilimitada e dominação da naturaza .......................................................189 Ada Cristina Machado da Silveira y Lilian Cervo Cabrera Universidade Federal de Santa María-RS

Capítulo III: Políticas de Gestión, Prácticas y Procesos La participación ya no es lo que será. Discursos y prácticas de participación y comunicación entre el siglo XX y el XXI ……………………….…209 Gabriel Kaplún Universidad de la República

O processo de participação na comunicação popular e comunitária ..........................................................229 Cicilia M. Krohling Peruzzo Universidade Metodista de São Paulo

Participação: visualizando potenciais além dos limites .........249 Vivien Diesel y Pedro Silvino Neumann Universidade Federal de Santa María-RS 6

La participación en el territorio: del conocimiento a la acción. El caso Loventue, La Pampa, Argentina.............................…269 Roberto Torrado Porto Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria

Las demandas de reconocimiento y participación: Entre la reproducción y la igualdad de/en la diferencia …..………....295 Mario Mendoza Universidad Nacional de La Pampa

Emergentes en la gestión del proceso participativo de transformación de un Sistema de Extensión y Transferencia ……………………………….…311 Ricardo Thornton, Luz Lardone y Belén Albarracín Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria

C. Vitae de los Autores.………………………………..…………..329

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Prólogo Juan Díaz Bordenave En su libro “Los Desafíos de la Gestión Democrática de la Sociedad” (Recife, Editora UFPE, 2005), el sociólogo brasileño Ivandro da Costa Sales describe su evaluación del Programa de Administración Participativa adoptado por el Municipio de Camaragibe, en 1997, originado en la experiencia de Presupuesto Participativo que la ciudad de Porto Alegre, entonces gobernada por el Partido de los Trabajadores, había realizado exitosamente unos años antes. El Programa es un ensayo de Democracia Participativa y consiste en el co-gobierno del municipio por representantes gubernamentales y de la sociedad civil, mediante foros, congresos, y conferencias. Los resultados de la evaluación parecen justificar las preocupaciones de los autores de este libro de cuyo prefacio soy culpable. En efecto, ni el gobierno de Camaragibe ni la sociedad civil del municipio han conseguido aún desarrollar una gestión realmente participativa. Miembros del gobierno municipal resienten compartir su poder decisorio con “civiles” y las organizaciones de la sociedad civil no han superado su timidez y siguen esperando el liderazgo de las autoridades. Esta situación no constituye sorpresa para mi, ya que tanto el concepto como la práctica de la participación son tan recientes en nuestra historia que, cuando resolví escribir para la editora Brasiliense mi libro “Qué es la Participación” (Colección Primeros Pasos), no hallaba bibliografía sobre el tema y tuve que recurrir a un autor italiano (Tomasetti) y a un francés (Meister) para orientarme. Tampoco causa sorpresa que en la Extensión Rural los autores de este libro hablen de “desuso” y “tiranía” de la participación. Un episodio que viví en el Brasil ilustra los límites de esta práctica social. El director del Servicio de Extensión Rural de un estado me declaró con orgullo: “Bordenave, estamos aplicando aquí tus ideas sobre participación”. “¿Cómo lo hacen?” le pregunté. “Nuestros técnicos van a una comunidad y diagnostican los problemas de la agricultura local. Reúnen después a los agricultores y les presentan los problemas identificados. Ahí los productores, divididos en equipos, elaboran proyectos para resolverlos”. 9

“Y por qué los agricultores no participan en el diagnóstico?” quise saber. “La verdad es que no conviene” dijo el director, con honesta candidez. “Si lo hacen van a encontrar que hay concentración de la tierra en pocas manos, los acopiadores y las empresas multinacionales manipulan los mercados y compiten con nosotros en la transferencia de tecnología. Entonces nosotros nos concentramos en la organización y la capacitación de los productores. No nos metemos en problemas que no podemos resolver”. “Y a eso ¿le llaman participación?” Comenté. “Claro, me contestó el director. Nosotros no les imponemos soluciones, como antes. Ahora son ellos los que deciden qué hacer y nosotros les apoyamos”. “Ah, bueno” le dije. “Buena suerte”, y me despedí. La participación de la sociedad civil en las decisiones públicas es un fenómeno tan reciente, tan desconocido y temido que, aquí en Paraguay, con motivo de mi intervención en el I Foro Nacional de Comunicación, fui llamado “defensor del autoritarismo”. En el diario ABC de Asunción apareció la siguiente noticia: Democracia “participativa” sería intento de autoritarismo El asesor de comunicación del Gobierno, Juan Díaz Bordenave, comentó la idea de pasar de la democracia representativa a la participativa. Respecto a esto, el senador del Partido Patria Querida Miguel Carrizosa afirmó que tales expresiones serían un adelanto de autoritarismo. Nada menos que el Presidente del Congreso olvidó que la Constitución Nacional del Paraguay expresa en su primer artículo que “la República del Paraguay adopta para su gobierno la democracia representativa, participativa y pluralista”. Afortunadamente para mí, el columnista más influyente de la prensa paraguaya, Alcibíades González del Valle, afirmó en su columna, en la misma edición de ABC, que “La democracia es participativa o no es democracia…La ciudadanía nada puede hacer porque se le niega la democracia participativa, que es constitucional. Peor aun, se la hace aparecer como delictiva”. Este y otros episodios demuestran que el libro editado por Ricardo Thornton y Gustavo Cimadevilla y puesto al alcance de lectores interesados por Ediciones INTA es oportuno y verdadero, pues revela que tenemos todavía mucho que andar para llegar a la 10

deseada sociedad participativa. Mientras no lleguemos a ella, la participación en la Extensión Rural corre el riesgo de entrar en desuso o ser considerada una nueva tiranía.

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Rosa Cristina Monteiro O plural das culturas deve ser visado não mais sob o ângulo inventariante da diferença, mas sob aquele exploratório da defasagem que põe em tensão, descobre até onde vão os possíveis e revela a diversidade das culturas como uma profusão de recursos a explorar. (Jullien) O termo participação desliza entre textos acadêmicos das ciências sociais, documentos oficiais de órgão governamentais e não governamentais, acordos de cooperação internacional, projetos institucionais e ativismos sociais, com notável desenvoltura. Uma breve exegese revela que a idéia de participação e as práticas que lhe são correlatas apresentam-se, inicialmente, como efeito da sobreposição de três planos de determinação: imperativo político dos desenhos democráticos em sociedades contemporâneas; exigência metodológica em projetos de pesquisa e intervenção sociais; escolha existencial de indivíduos e grupos. Na dimensão política, a valorização da democracia participativa corresponde à desconfiança com respeito à democracia representativa, na medida em que o Estado-nação perde importância como principal instância de legitimação das decisões, e a redução da política aos mecanismos eleitorais é colocada em xeque. Neste caso, a possibilidade de praticar negociações envolvendo diretamente o maior número possível de atores sociais, através de suas presenças em fóruns, assembléias, organizações e movimentos sociais soa como garantia de maiores gradientes de justiça social. Espera-se que a co-presença incremente a formação de laços sociais, facilitando a definição de objetivos e estratégias comuns que, em última instância, asseguram a ética da responsabilidade social e aumentam as direções contra-hegemônicas no exercício do poder. No aspecto metodológico, a abordagem participativa aparece como alternativa que alimenta expectativas de maior legitimidade nas intervenções e de variação no locus do controle social, reforçando a associação entre cidadania e soberania popular. Tais propriedades atribuem valor educativo à participação. A recomendação metodológica acompanha 13

objetivos quase sempre relacionados à inclusão dos atores sociais, ao empoderamento de comunidades e grupos e à transparência nos processos sociais. No plano existencial, considera-se que tomar parte ativa nos processos decisórios em assuntos que afetam a própria vida é conseqüência de uma condição de desalienação, individual e coletiva, que se apresenta em certas condições históricas e sob certos modos de produção da sociedade. A questão da participação aparece aqui condensada na dicotomia servidão/liberdade, como modos de vida opostos. Em princípio, examinando estes três níveis de articulação, tem-se a forte impressão que através da chamada à participação encontra-se decididamente o caminho da emancipação social. Participar parece ser a palavra-chave capaz de desatar os nós das tramas sociais autoritárias. Mas a questão não é tão simples. O autoritarismo não se dissolve magicamente pela simples aplicação de fórmulas. As políticas autoritárias se ancoram em dominações culturais históricas, extensas e intensas, em que o poder se exerce com muita astúcia e efetividade. É preciso lembrar que ao mesmo tempo em que as dinâmicas sociais movidas pelo princípio da participação ocupavam uma posição importante na cena política ocidental dos últimos 50 ou 60 anos, uma outra dinâmica, trabalhando em sentido oposto, acontecia também em larga escala: amplos dispositivos técnicotecnológicos instalaram e difundiram uma máquina produtora de signos fortemente centralizadora que provocou a padronização e a uniformização da vida social. Como prática de ação-intervenção, assistimos a uma pletora de experiências, onde a participação se define muitas vezes no marco de projetos capitalistas avançados, com financiamentos que provocam suspeitas, na medida em que préestabelecem os tipos de resultados que podem ser encontrados. Existem, nestes casos, grandes possibilidades de que os entes participativos se vejam envolvidos em processos de tomada de decisões que já foram antes esterilizadas, limitadas e blindadas contra qualquer possibilidade de transformação real. Alguns analistas sociais dedicados à questão indicam as armadilhas que podem se esconder sob as rubricas participativas em projetos sociais, sobretudo quando já não se tem qualquer perspectiva de surgimento de alternativas viáveis para os interesses contrahegemônicos, e a emergência dos atores sociais já não significa nada mais do que um levantamento inócuo das intenções, dos projetos e dos valores de quem participa: mero inventário das 14

diferenças socioculturais. Outros analistas, ainda mais contundentes, percebem em muitas experiências conduzidas sob o signo da participação verdadeiras estratégias de expropriação de saberes dos segmentos que têm menos acesso às instâncias de enunciação e decodificação de políticas públicas. É preciso então considerar que quando o quadro se apresenta neste nível de institucionalização, a alternativa de nãoparticipação, por parte de indivíduos e grupos, pode expressar um importante grau de politização na recusa em aceitar imposições. Um radicalismo que não pode ser confundido com conformismo, subalternidade ou alienação. Contudo, se a questão é portadora de ambigüidades, isto não implica que a intuição original e as práticas primevas que nos indicavam o caminho da participação sejam falsas ou facilmente descartáveis. Talvez seja o momento de encontrarmos a camada arqueológica mais profunda desde onde possamos separar o que é virtuoso do que é vicioso no sentido dos nossos anseios por uma sociedade na qual possa valer a pena viver. Em sentido filosófico, a participação é o ato vibrante de busca do que é comum. Trata-se de um movimento para localizar, entre todas as singularidades, a possibilidade de formar comunidades de propósitos, de interesses, de projetos, de destinos. Desejo e partilha. Aqui estamos comprometidos com o reconhecimento do diverso e do múltiplo, e também estamos confrontados com embates, contradições e paradoxos. Há, neste caso, a exigência incontornável de operar uma descentralização em relação aos valores, e radicalmente, em relação à racionalidade dominante, movidos por um intenso querer e por uma definição ética rigorosa. Em experiências legítimas de participação social, o que se percebe mais claramente é a dissonância dos atores, posto que constituídos de culturas várias. O conflito pode e deve surgir, garantindo o pluralismo de visões de mundo que se estruturam a partir de estratégias cognitivas muitas vezes incomensuráveis. Tal pluralismo conforma o próprio cerne da democracia. Em algumas circunstâncias, as propostas participativas alcançam a riqueza dos confrontos e conflitos substantivos, fazendo interagir sujeitos, grupos e instituições em diálogos reais, com a formação de campos tensos de negociações, num jogo onde o poder range, esperneia mas, finalmente, se flexibiliza. Por outro lado, nas sociedades onde o princípio da uniformidade já se disseminou amplamente, a convocação à 15

participação pode servir apenas para legitimar as instâncias do poder constituído, não deixando margem a nenhuma força instituinte. A participação não conduz espontaneamente ao consenso passivo, frio, desinteressado, rotinizado e burocrático. Quando as expectativas e os processos em curso são de tal natureza, é sinal de que a noção já perdeu seu valor.

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Silvio Waisbord Without a doubt, participation has gained a sure footing in recent thinking and practice about international development, social change, and communication. In the 1960s and 1970s, the participation paradigm emerged as an innovative critique of the “developmentalist” mindset that dominated academic production and international approaches to social change. The participation paradigm cannot be understood apart from its relationship with modernization. It questioned the intellectual and epistemological premises of modernization, the conceptual framework that shaped the terms of debate in international development for decades. It criticized modernization’s patronizing vision that sidelined citizens as the subjects of social change. Instead, it suggested that social change should be understood as the process by which citizens become the protagonists of local processes of transformations aimed at redressing inequalities and improving lives. In contrast to modernization’s championing of a single path towards change which largely mirrored Western experiences, the participation paradigm envisioned multiple ways towards change. Against modernization’s espousal of technical, expert-driven model of social transformation, it defended local knowledge as the critical basis for change. The participation paradigm pushed for rethinking of communication along the lines of classic theories about community and grassroots democracy. Against the wide-eyed techno-optimism of modernization, it offered a view of communication as a process by which citizens exchange ideas and values, and develop a critical consciousness about their circumstances. Communication was not equated neither with information nor technologies. Rather, it is about how citizens come together to discuss matters of common concern, become aware of challenges, identify options, and mobilize to pursue change. By proposing a different conceptualization of development/social change and communication, the participation paradigm encouraged a radical shift in the analytical focus. The focus should not be on the bells and whistles of new technologies or information-processing processes. Instead, it needs to be out on the process of exchange of ideas and empowerment. The rise of the participation paradigm in the social sciences, as well as its visible influence in debates and programs in international aid and development, didn’t do away with 17

modernization. There has not been a radical shift in the conceptualization of social change in academic circles (particularly in the field of communication) as well as in the vast community of practitioners in the “aid industry”, development agencies, and civic organizations. Although some analysts have suggested a new “participatory” tyranny, characterized by a newfound passion and dedication for grassroots participation, the reality is more complex. Neither participatory nor modernist approaches have prevailed. Old ideas, institutionalized in academic and policymaking institutions, are not simply retired because new ideas gain respect and increasingly influence debates and programs. For every call to recognize the importance of local participation, plenty of examples demonstrate the persistent attraction of modernization. Modernization premises remain visible in current thinking that believes that solutions primarily designed by external agencies and experts can satisfactorily address the most difficult challenges of the contemporary world, such as education inequalities, poor health, water shortage, environmental destruction, or food crisis. They underlie the conviction that better access to information and knowledge would inevitably bring about positive change. They inform the endless pursuit of technical fixes and magic bullets, whether new vaccines or technological innovations, to solve rather complex problems rooted in political structures and social inequalities. They articulate the notion that social change is possible without transformations in power relations in households, communities, and societies. These examples suggest that modernization has not been sent to the dustbin of ideas as an intellectual fad that captured the imagination of academics and decision-makers in the post-war era. The ascent of participation thinking has not caused the fading out of modernization. Viewing the evolution of intellectual debates as a zero-sum game or radical paradigm shifts is unwarranted. Modernization, despite its shortcomings, still has a towering presence in the fields of “development communication” and in aid/development in general. Recent enthusiasm about participatory ideas may be intellectually incompatible with old modernist assumptions, yet both set of approaches coexist almost in parallel. Participation had made visible inroads in the vocabulary of aid and development, and gained acceptance as a desirable goal. Ideas such as community-based development, participatory decision-making, local power, and decentralization have definitely entered the conversation about development and change. For the past years, participatory experiences, whether local involvement in 18

budget decisions in Brazil, the success of micro-credit enterprises in Bangladesh, HIV/AIDS mobilization in South Africa, and the experience of women’s cooperatives in India, have been frequently mentioned as exemplars of positive social change. A substantial literature gives us a good sense of what participatory approaches, if effectively adopted and supported, can deliver in terms of sustainable results. A summary of key findings should include the following conclusions. Local communities better comprehend the nature of challenges and solutions. Long-term change requires active and local involvement. Participation can’t be magically created from the outside through short-term, money-driven interventions. Participation doesn’t happen in a vacuum but within preexisting structures and networks that articulate social and political life. Participatory projects have better chances of succeeding in communities with a strong tradition of citizens’ mobilization. Participation can’t be reduced to citizens’ voice, as if the expression of opinions and demands would automatically result in positive transformation; rather, it needs to be fully integrated throughout the process by which decisions are made, and policies implemented and enforced. Participation is essentially political and contextual –debates and dynamics about any specific “development” issue typically dovetail with previous conflicts over power and access to resources. External actors need to be sensitive to local traditions of participation and politics, and support ongoing initiatives. So, if we seemingly have a strong body of evidence about why participation matters, why does it seem that participatory principles are often shun aside in favor of top-down, narrowly technical approaches? To argue that the interest in participation is mere window-dressing or serves as discursive justification for other goals is erroneous. There have been numerous cases of governments, funding international technical agencies, and nongovernment organizations strongly committed to embedding programs in participatory principles. Moreover, such argument provides a superficial answer to complex questions: How institutions make decisions? How do institutions incorporate new ideas? How is change possible in bureaucracies? Why have certain organizations been able to support participatory initiatives? The problem is that, although academic and policy-making circles make constant references to the inherent goodness of participation, such ideas have not been followed by concomitant changes in the way institutions approach social change and development. The incorporation of participation as both intellectual inspiration and much-desirable goal hasn’t led to major 19

transformations towards the prioritization of participatory approaches. It’s not simply a matter of the strength of ideas; it is mainly about the weight of institutional dynamics and powers that ultimately determines whether and how ideas inform practice. Put it differently, the fortunes of the participation paradigm in actual practice are not mainly contingent on its intellectual merits, but rather, they are closely linked to the functioning of “development” and aid institutions. A true commitment to participation requires rethinking the way public and private organizations approach social change and determine their impact. Measuring the process of participation and its impact on social and economic indicators is complex. Participation exists in the messy world of local politics, uncertainty and conflict, not exactly the sort of dynamics that most aid organizations feel comfortable. Institutions, particularly if they are large bureaucracies, try to minimize levels of uncertainty, potential controversy, and conflicts with external actors. Participation, instead, demands innovation and openness. It is bound to result, and be driven by, tensions and power struggles. In all likelihood, technical solutions are likely to run against the ugly realities of power that explain the persistence of poor health services, unfair prices for small farms, low agricultural productivity, lack of access to renewable energy and safe water, or inequalities in educational opportunities for children from socially excluded populations. What we need is not only to continue to document experiences informed by participatory ideals in order to better comprehend their potential and limitations to inform practice. We also urgently need to understand better how communities and institutions effectively adopt principles of the participation paradigm to support social change. Why do risk-averse institutions and political structures decide to embrace participation? What has persuaded decision-makers, or might convince others in the future, about the strengths of participatory approaches? By analyzing a rich set of experiences in participatory communication and offering thoughtful reflections on relevant theoretical questions, this collection helps to move the debate forward. Thornton and Cimadevilla have assembled a notable set of articles written by prominent scholars and seasoned practitioners. The contributions offer unique insights from various experiences, and raise new and important questions. As a whole, the book encourages us to avoid accepting the new orthodoxy that “participation matters”, and instead, offer a persuasive argument for why we need a critical, multidimensional perspective of the problem. We should not assume that participation is the 20

panacea to the vast numbers of problems afflicting the world or insist that it overcomes all the intellectual limitations of modernization. We need to further investigate how participation makes a difference in ways that it helps us understand better processes of social change aimed at bridging social gaps and promoting justice. This book is a valuable addition to anyone interested in studying the links between participation, communication and social change.

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Presentación Institucional Ing. Agr. Carlos Casamiquela Presidente del INTA

El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) de la República Argentina transita, en este año del Bicentenario, su año cincuenta y cuatro. En este medio siglo y algo más, el INTA ha transitado por diversas etapas y coyunturas, manteniendo siempre a las actividades de investigación, experimentación y de extensión rural articuladas por una continua búsqueda de mayor eficiencia y eficacia. Su actuación ha estado siempre en consonancia con sus objetivos y finalidades fundacionales, pero también atenta a los cambios y demandas de la ruralidad y rurbanidad del país todo. En ese marco, la Extensión Rural ha ocupado un lugar cada vez más protagónico. Para ello, una de sus principales banderas fue promover la participación como plataforma comunicacional democrática. Pero sostener ese principio implica compromiso. El protagonismo que invita y moviliza también demanda de las organizaciones públicas como ésta iniciativas de calidad en la gestión del pensar y del hacer en los procesos de cambio. El INTA ha podido responder con altura a esas diversas instancias. En estos últimos años, por ejemplo, ha fortalecido su sistema de Extensión Rural y con ello ha movilizado espacios de acción-reflexión-acción plasmados en jornadas, documentos y publicaciones; además del trabajo cotidiano de acompañar a los actores público-privados territoriales. Este libro es, en esa línea de actuación, parte de esos esfuerzos que a su vez dan continuidad a otros recientemente emprendidos. Nos referimos a las obras que desde los inicios del nuevo siglo se vienen publicando para compartir diversas experiencias y enfoques sobre las problemáticas de la extensión, la comunicación y el desarrollo con otros trabajadores y académicos de la región. Con estos textos el INTA pretendió y pretende avivar las lecturas y debates orientadas a pensar y repensar el modo en que desde la esfera pública se interviene para mejorar las condiciones productivas y sociales de nuestras comunidades. A las obras Extensión Rural en Debate (2003); Comunicación, Ruralidad y Desarrollo (2004); Los ´90 y el nuevo siglo en los sistemas de Extensión Rural y Transferencia de Tecnología públicos en el MERCOSUR (2006) y Grises de la 23

Extensión, la Comunicación y el Desarrollo (2008), se suma ahora Usos y abusos del participare. En esa búsqueda los textos siguen una línea identitaria de esfuerzo por amalgamar en terreno de lo concreto el trabajo intelectual interdisciplinario, la vinculación interinstitucional y la articulación regional del MERCOSUR, fundamentalmente a través de sus prologuistas, autores e instituciones. En este caso los autores y actores que comparten las experiencias del participare en cada uno de los capítulos son arte y parte. Son los que motivaron de alguna manera la iniciativa de este libro. El libro, como su lectura lo revelará, no es un compendio de textos. Es antes que nada un tejido que sigue una línea argumental precisa, cual es la de problematizar y actualizar algunas de las principales discusiones que se sostienen en torno al protagonismo de la participación en procesos de desarrollo. En todos los casos, los escritos evitan las simplificaciones y posiciones lineales. Las miradas se yerguen desde distintas perspectivas ideológicas y desde diversas experiencias prácticas. Con esa impronta el texto no se propone responder a todas las dimensiones de la participación ni agotar los interrogantes posibles. Pero sí busca abrir y compartir algunos surcos sobre los que resulta necesario pensar y repensar nuestra realidad siempre inacabada. Para el INTA es una verdadera satisfacción poner a disposición de los lectores esta obra y comparte, tal como lo manifiestan los editores, su interés porque esta instancia de reflexión y discusión continúe impulsando caminos a otros escritos que realimenten y reaviven la sinergia de la extensión, la comunicación y el desarrollo en nuestra región del MERCOSUR. Al presentar esta obra, vamos finalizando otra etapa más de la vida nacional: el bicentenario de la revolución de mayo. Pero ese final augura un nuevo principio. Y es que desde ahora deberá movilizarnos el camino del tricentenario. Si lo pasado fue, ahora el presente de cara al futuro nos invita a seguir trabajando por la mejora de la calidad democrática en la que la participación siempre será una herramienta privilegiada. Valga también este texto para anticiparlo. Finalmente deseamos agradecer la valiosa participación de la Universidad Nacional de Río Cuarto, a través de su Facultad de Ciencias Humanas, que viene colaborando de manera comprometida en esta serie de libros editados. Usos y abusos del participare es, desde ahora, de sus activos lectores. 24

Dr Enrique Grote Decano Facultad de Ciencias Humanas, UNRC

El conjunto de trabajos de este libro y el título elegido convoca a la reflexión sobre las actuales y heterogéneas modalidades de participación y el esfuerzo por comprenderlas desde diferentes teorías y enfoques de las ciencias sociales. El participare sus usos y abusos; seguramente “sus usos” en cualquier circunstancia contribuyen a la “construcción de ciudadanía” a construir igualdad frente a los derechos sociales. Es acaso posible separar participación de democracia? Acaso un abuso o “mal uso” del participare, desnuda formas de una democracia que no termina de realizarse? A modo de ejemplo, hoy vemos marchas, cortes de calles, acampes de vecinos pertenecientes a organizaciones sociales y políticas reclamando ser escuchados o ser “incluidos” por ejemplo en planes sociales. No siempre “son escuchados”, tampoco son molestados por el “orden establecido”. Acampan… se manifiestan… ¿acaso participan? Asistimos también cotidianamente, y con `naturalidad´, a nuevas propuestas de participación que nos invitan a `discutir´ temas importantes, como por ejemplo, leyes -de medios audiovisuales, de educación federal y provincial- a través de nuestro aporte o comentario en una página web. Por cierto, estas propuestas contienen o prevén unos encuentros presenciales por ciudad o institución según el caso, para que la `comunidad´ se exprese `con el fin de garantizar la más amplia participación de los ciudadanos. A ello se suma las ya instituidas prácticas de participación comunitaria en programas y proyectos estatales de orden nacional, provincial y municipal, donde los beneficiarios de las políticas deben organizarse para dar respuestas a sus necesidades en el marco de unos proyectos pre diseñados en los gabinetes político-técnicos de las áreas respectivas. Como contrapartida, se habla de la `apatía, del desinterés, de la falta de participación en los ámbitos políticos. Las palabras, las categorías teóricas, los conceptos que circulan, vinculados a las nociones de participación, comunidad, ciudadanía, desarrollo, políticas -en espacios urbanos y rurales-, se constituyen en ejes organizadores de las discusiones y acciones que observamos y en las que por razones diversas -en algunos casos- nos involucramos en nuestras instituciones políticas, sociales, educativas, ya sea porque sostienen la participación de diferentes colectivos, ya sea porque intentan capacitar para la participación

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comunitaria o ciudadana reflexiva, o bien porque plantean el uso de metodologías que estimulan la participación. La participación social en América Latina se ha consolidado como una piedra fundamental, al menos en términos discursivos, para garantizar el bienestar de los grupos afectados en el marco de la modernización de la gestión pública. En tal sentido, la participación es concebida como una estrategia básica para la consolidación del sistema democrático, el logro del bienestar y la inclusión e integración social. (M. Anigstein, 2008). El proceso de descentralización de las políticas sociales en nuestros países, cuenta con muchas y variadas experiencias en participación social y comunitaria, que podrían pensarse como instancias democratizadoras. Sin embargo, ¿son estos espacios adecuados para generar procesos de participación efectiva y de distribución igualitaria del poder entre los ciudadanos y organizaciones sociales y comunitarias? Al observar lo acontecido durante los años ´90s en Argentina, así como en otros países latinoamericanos, en la medida en que las políticas de ajuste estructural implicaron una redistribución importante del poder social (generando un contingente amplio y heterogéneo de desocupados, los `nuevos perdedores´), el Estado se vio obligado a reforzar las estrategias de contención de la pobreza, por la vía de la distribución -cada vez más masiva- de planes sociales y de asistencia alimentaria a las poblaciones afectadas y movilizadas. Esto se vio reflejado en la consolidación de una determinada manera de hacer política `hacia abajo´, que puede ser sintetizada como un nuevo modelo de gestión estatal, vinculado al mandato de los organismos multilaterales, en el cual se unen perversamente gestión y eficiencia, con participación y auto-organización comunitaria. Así, el pasaje de la fábrica al barrio, fue consolidándose a partir de la articulación entre políticas sociales focalizadas y organizaciones comunitarias. (M. Svampa, 2006) En línea con lo anterior, al hablar de participación comunitaria o ciudadana, S. Brusilovsky (2003:237) nos advierte que son conceptos que no refieren a cuestiones técnicas o metodológicas sino a objetivos político-ideológicos. No son categorías que tengan una definición única sino que adquieren diferentes significados y dan lugar -según sus “usos”- a actividades y a efectos sociales diferentes según la posición que se adopte. Contextualizar y analizar las formas de descentralización y participación que se vienen dando en los espacios locales -tanto urbanos como rurales-, en las dos últimas décadas en nuestros países, pone en evidencia riesgos y mitos asociados con la idea de 26

participación social y comunitaria; pone en evidencia que tras la supuesta descentralización y participación local pueden ocultarse posturas que no tienden al desarrollo de una sociedad realmente participativa e igualitaria. Para alcanzar la meta de una sociedad igualitaria, la distribución de poder aparece como una dimensión clave por cuanto responde a una concepción de democracia que se basa en la idea de participación real. M.T. Sirvent plantea la diferencia conceptual entre participación real y participación simbólica, para comprender sus verdaderos alcances. La “participación real ocurre cuando los miembros de un grupo o de una institución, a través de sus acciones ejercen poder en todos los procesos de la vida institucional. Esto significa que participan en la toma de decisiones en diferentes niveles, tanto de la política general de la institución como en la determinación de métodos y estrategias de acción; en la implementación de las decisiones; en la evaluación permanente del funcionamiento institucional. Se aspira, asimismo, que el grupo de trabajo tenga independencia respecto de controles y poderes externos” (1999:130). A modo de ejemplo, vale mencionar la experiencia realizada en el Ministerio de Desarrollo Social de la Prov. de Córdoba en 1992-95, denominada Mesa de Concertación de las Políticas sociales1. Tuve la posibilidad de participar en esta experiencia de concertación en la cual los propios vecinos propusieron al entonces Ministro, una inédita forma de participación, pidiendo se los integrara en calidad de interlocutores plenos con el gobierno en lo referido a la toma de decisiones conducentes a mejorar sus condiciones de vida, sometidos a los procesos excluyentes de las políticas neoliberales de los años 90. Esta singular experiencia podría ser conceptualizada como una modalidad de gestión de la política pública con participación real `desde abajo´ que desde un proceso de organización de los vecinos logró interactuar con el gobierno 1

La “Mesa de Concertación de las Políticas Sociales” fue creada en Córdoba en 1992, estuvo integrada por organizaciones sociales (“Unión de Organizaciones de base por los Derechos Sociales”) integrada por vecinos de 100 “villas miseria” (aproximadamente 100.000 vecinos) y barrios carenciados, vinculados horizontalmente en la organización de base, cuatro ONGs y el Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la Provincia de Córdoba. Las decisiones acerca de prioridades y financiamiento de proyectos barriales, -por ejemplo referidos a la propiedad de la tierra, infraestructura, agua potable, energía eléctrica, mejoramiento de las viviendas, programas de salud y alimentación, seguridad, centros comunitarios-, se tomaban mancomunadamente, desde asambleas barriales hasta la “mesa” en la que participaban representantes de la “Unión”, cuatro ONGs, técnicos del Ministerio y el Ministro de Desarrollo Social, en donde cada decisión se acordaba por consenso y se realizaba con el financiamiento comprometido.

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dando un paso importante en la construcción de ciudadanía de decenas de miles de ellos, mostrando la contracara del asistencialismo, en tanto constituidos en actores directamente comprometidos en la toma de decisiones relacionadas con su ser en el mundo. Contribuyó también a una mayor igualdad social en tanto `representación social` de los vecinos y a su `ser ciudadanos`, comprometidos con su aquí y ahora. La participación simbólica, por el contrario, alude a dos aspectos: “se refiere a acciones a través de las cuales los individuos ejercen una influencia mínima o no la ejercen, donde se genera en los sujetos la ilusión de ejercer un poder muchas veces inexistente” .(M.T. Sirvent, 1999:131) El proceso de toma de decisiones, en términos de la modificación de la estructura de concentración del poder, parece ser una aspiración de muchos grupos que tratan de lograr cambios por medio de la autogestión de proyectos. En este sentido, si bien la meta de la democracia interna en aquellos grupos que emprenden proyectos es necesaria, puede no resultar suficiente. No es lo mismo hablar de democracia interna dentro de los límites del proyecto, que considerar además el efecto democratizador en la sociedad, más allá del espacio inmediato. Si se restringe la participación al espacio local, sin comprender ni atacar las causas y las condiciones económicas, sociales, políticas que dan lugar a los problemas que se quiere resolver puede resultar que, paradójicamente, en lugar de favorecer la democracia se estén levantando obstáculos para resolver problemas locales. Boaventura de Sousa Santos (2009), al reivindicar las modalidades participativas que surgen `desde abajo´ y refiriendo a la Democracia Participativa expresa: junto con el modelo hegemónico de democracia -aquella representativa y liberal-, siempre han coexistido otros modelos subalternos, no importa qué tan marginados o desacreditados estén. Vivimos en tiempos paradójicos: en el mismo momento en que la democracia liberal obtiene sus triunfos más convincentes por todo el planeta, se torna menos creíble y convincente, no sólo en los países de `nueva frontera´ sino en aquellos donde tiene sus más profundas raíces. Las crisis gemelas de la representación y la participación son los síntomas más visibles de dicho déficit de credibilidad y, en última instancia, de legitimidad. Por otra parte, las comunidades locales, regionales y nacionales en diferentes partes del mundo emprenden experimentos e iniciativas democráticas basados en modelos alternativos de democracia, en los que las tensiones entre democracia y capitalismo, entre redistribución y reconocimiento, se avivan y se convierten en la energía positiva que respalda pactos 28

sociales más justos y abarcadores, no importa qué tan circunscritos sean por el momento. En algunos países de África, América Latina y Asia se están revisando las formas tradicionales de autoridad y autogobierno, y se explora la posibilidad de que se transformen internamente y se articulen con otras formas de gobierno democrático. En cuanto a nuestra tarea desde el campo universitario, nos inclinamos por promover y acompañar los procesos participativos y de organización de los grupos más desfavorecidos de nuestra sociedad, entendiendo que la tarea universitaria entre docentes y estudiantes requiere responder al imperativo ético de trabajar por alcanzar una ciudadanía plena, requiere acompañar los procesos de organización de diferentes colectivos y torna inexcusable sostener desde el trabajo universitario, los procesos de formación de conciencia crítica; a participar se aprende, y al participar se educa. Ello puede contribuir a que los grupos que trabajan en experiencias participativas de autogestión puedan establecer conexiones regulares con grupos con iguales problemas, para ejercer demandas sobre el Estado, para evitar que haya ciudadanos de primera y de segunda clase, algunos con capacidad de comprar servicios en el mercado y otros teniendo que autogestionar la supervivencia, en condiciones de desigualdad y ausencia de justicia. Una ciudadanía plena requiere también del análisis de los problemas estructurales y procesos históricos como ejes centrales para definir las acciones que se emprenden colectivamente. Y en esa búsqueda es probable y deseable que nos encontremos con pluralismos teóricos y metodológicos, con objetivos político-ideológicos que pugnen por la igualdad entre los sujetos, con lo cual es posible imaginar participaciones en plural. O como lo expresa Boaventura de Sousa Santos: “en busca de una vida mejor en camino hacia otros parajes donde el optimismo esté más fundado y la racionalidad sea más plural, y donde, finalmente, el conocimiento vuelva a ser una aventura encantada” (2009:15). Referencias Anigstein, M. (2008) Participación comunitaria y democratización de las políticas públicas. En: Revista Mad Nº 19 pp.77-88 htpp://www.revistamad.uchile.cl/19/Anisgstein_05.pdf Brusilovsky, S. (2003) Intervención en Panel de apertura. En: Seminario de Formación Profesional. Comunidad, Ambiente y Ciudadanía. Proyectos educativos en acción. pp. 237 -242- ED/UNESCO Montevideo- UNRC- Río Cuarto, Argentina

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Santos, Boaventura de Sousa (2009) Una epistemología del sur. La reinvención del conocimiento y la emancipación social. CLACSO Coediciones. CLACSO- Siglo XXI. Distrito Federal. México. Sirvent, M. T. (1999) Cultura popular y participación social. Una investigación en el barrio de Mataderos, Buenos Aires. Miño y Dávila. Buenos Aires Svampa, M. (2006) Entre la consolidación de lo viejo y las aspiraciones de lo nuevo. En: Pañuelos en rebeldía. Equipo de Educación Popular. Nº 3. Buenos Aires

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Presentación de los Editores Ricardo Dominic Thornton y Gustavo Cimadevilla La idea de este libro es fruto de conversaciones entre colegas de diversas disciplinas, como así también de compartir experiencias de campo con actores involucrados en procesos participativos de diversa magnitud y propósitos. En todos los casos fueron la imaginación, el deseo y la búsqueda del bien común para nuestras ruralidades latinoamericanas lo que disparó los diálogos. De esas conversaciones emergieron múltiples preguntas y diversas respuestas, no siempre coincidentes. A las acostumbradas lecturas lineales, muchas veces fruto de formaciones o (des)formaciones intelectuales de nuestra profesión, se opusieron otras que colaboraron en poner en crisis los modos de valorizar y desvalorizar el pensar y el hacer participativo. El enfoque participativo como acto social democrático no es nuevo, aunque sí parece serlo el énfasis con que se ha promovido y promueve desde diversos organismos multilaterales, gobiernos, propuestas educativas, ONGs y otros muchos espacios intelectuales y comunicacionales públicos y privados. Poner la mirada sobre ese camino transitado, analizar y reflexionar sobre esa esfera de elucubración y experiencias para vislumbrar sus riquezas y opacidades, incluso más allá de juzgarlas por sus objetivos y metas finalmente alcanzadas, se constituye entonces en el desafío principal de este texto. El participare como provocación permitió reunir un conjunto de escritos que dan cuenta de una amplitud de enfoques, tratamientos y referencias que sin agotar la temática sin duda consiguen semblantearla. Los usos y abusos, por otra parte, permitieron poner en discusión cuestiones teóricas, ideológicas y éticas; pero también técnicas y profesionales que se configuran como parte de un mismo todo. Mostrar y entender sus conexiones e interrelaciones es un objetivo explícito de la obra, siempre –por supuesto- más fácil de proponer que de conquistar. Así, en la medida que cada uno de los textos señala emergentes para que las teorías y enfoques, conceptos y tesis se asienten, se va formando una matriz multidisciplinaria abierta que soporta diversas lecturas sobre la realidad en lo que tiene de necesaria, de posible y de contingente, toda vez que la 31

participación social asoma como fenómeno. En ese marco si bien buena parte de los análisis tienen a la Extensión Rural como escenario, otras instancias vinculadas a procesos de intervención para el desarrollo quedan contempladas. Si a prima voce el participare está exento de cualquier tipo de cuestionamiento, las concepciones y prácticas que lo materializan rara vez se constituyen en chaleco a medida para todas las iniciativas. Identificar, analizar y discutir en qué condiciones el participare merece constituirse en modelo o eje referenciador sigue siendo uno de los tópicos que más preocupan a quienes saben que los procesos de orientación o cambio social no se consiguen por la mera aplicación de recetas. Así como nadie niega que el fermento participativo resulta fundamental para consolidar y para hacer crecer nuestras jóvenes democracias, nadie tampoco pretende cargar sobre él –sus concepciones y prácticas- los augurios de un éxito seguro. Ser capaces de reconocer los límites y condicionamientos a los que se vincula cada una de las propuestas y experiencias resulta clave para no magnificar ni minimizar lo que el principio implica. Si con el fin del siglo XX ciertos enfoques alineados y alienados por lo moderno fueron perdiendo su áurea, no necesariamente sus reemplazos de-constructivistas consiguieron superarlos. En el plano del hacer para crear, ordenar y reordenar nuestras disímiles y diferenciadas realidades, todo aporte intelectual y profesional puede ser bienvenido si lo que importa es cultivar con transparencia y seriedad propuestas que avancen en resolver los problemas que atañen a sus concretos protagonistas. Siempre, con múltiples usos, sin abusos. Y con apuestas participativas quizás imperfectas, pero explícitas y honestamente humanas. Deseamos agradecer a todos los invitados que sin condicionamientos se sumaron a la propuesta de construir este texto participativamente. Una nota final vale para cerrar este preludio, los textos que se presentan, al igual que los editados anteriores, conservan la lengua de sus propios autores.

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Capítulo I Teorías y Enfoques

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Participación ¿la nueva tiranía en procesos de Extensión Rural? Ricardo D. Thornton El título de este capítulo no surge de la creatividad del autor. Por el contrario, es resultado del encuentro con un libro2 que coincidió, en gran parte, con las preocupaciones de quien escribe este texto. En torno a la idea-acción del participare cabe decir, en principio, que en los discursos producidos en las últimas décadas abunda casi su presencia como un sinónimo de comunicación idealizada. ¿Término de moda? ¿Políticamente correcto? ¿Necesidad democrática? Desde hace ya varias décadas no existen políticas de gobierno o de Estado, proyectos, programas o planes de cambio social, productivo, de desarrollo sustentable o de cultura y democracia que no gire alrededor de la aplicación conceptual del término. Está también muy presente en el discurso de los organismos públicos tanto nacionales, como multilaterales3, ONGs, agencias donantes, fundaciones y otros actores públicos y privados. Es más, su ausencia en el discurso de proyectos o programas u otros, “vaticinaría” per se el fracaso de la iniciativa planteada y, en consecuencia, sería motivo de descalificación ante evaluadores. Entonces cabe preguntarse ¿es posible que la participación se esté transformado en una tiranía? Entendida esta como imposición autocrática -políticamente correcta-, maquillada como democrática. En diversos capítulos del presente libro, los autores desmenuzan el alcance de teorías y enfoques del término, con lo cual, nos limitaremos a compartir algunas inquietudes sobre su aplicabilidad en estrategias de Extensión Rural y Transferencia de Tecnología en procesos de cambio social4 de la ruralidad.

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B, Cooke; U, Kothari. Participation: The new tyranny?. En 1999, se organiza en la Universidad de Manchester, Inglaterra, una conferencia que se dio en llamar: “Participación: la nueva tiranía” y cuyos resultados se publicaron en el texto mencionado. 3 Participation is today a sacred cow of the international agencies that control and direct intellectual and material resources in the name of “development”. Cfr. J. Blackburn y otro, (1998: 2) 4 Entendida como cambio positivo en las vidas de las personas, tal como ellas definirìan dicho cambio.

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El agrónomo y comunicador Díaz Bordenave (1996: 36) sostiene que “la participación es una necesidad humana y por ende es un derecho de las personas”. Otra aproximación conceptual es la que propone que “el énfasis debe estar en la participación y en el enfoque de abajo hacia arriba que aproveche la creatividad y la solidaridad de las comunidades rurales”5 García Checa (1991: 48) afirma que: Participar significa tomar parte (…) en las decisiones, en las responsabilidades, en el trabajo; desde el sitio en el que se está, desde la función que se ocupa a través del diálogo y la organización; implicándose personalmente en las tareas que se estimen necesarias. Participar es insistir en aquellos aspectos que se quieren modificar o mejorar, pero siempre desde el acuerdo y el respeto. No desde la fuerza o la coacción. Es, también, proponer, dar ideas y, a la par, colaborar, ayudar, desarrollar actividades que se juzguen importantes (...) Es, para otros el desarrollo de relaciones sociales tendientes a movilizar la solidaridad y la iniciativa. En definitiva participar es conocer, es aceptar y compartir, es trabajar y dar soluciones, y, siempre al mismo tiempo, participar es exigir. Quizás en más ocasiones prime el exigir sobre el dar. A través de las últimas décadas, en todo el mundo, el esfuerzo de emplear esta práctica social en los sistemas de Extensión y Desarrollo de la ruralidad6 ha sido una constante para alcanzar acuerdos de bien común. Estamos finalizando la primera década del siglo XXI y nos preguntamos: ¿los esfuerzos empleados en Extensión Rural7 para alcanzar procesos participativos han logrado los frutos deseados? Seguramente no habrá una única ni unánime respuesta. Si hablamos de proceso, entendemos que es una co-construcción con momentos -quizás- de des-construcción incluido en las etapas procesuales. Si retomamos por un momento la crítica del pedagogo Paulo Freire (1987: 20)8 hacia la palabra extensión en su clásico ¿Extensión o Comunicación?, quizá encontremos algunos puentes de conflictividad con la idea y práctica de la participación en actividades de Extensión Rural. Para Freire, en ese texto y en el 5 6 7

Programa LEADER de la Comisión Europea. Ver. A. Schejtman y otro (2003). Para este trabajo entendemos la ruralidad desde el paradigma de la complejidad. En la actualidad lo rural se amplía conceptualmente a ruralidad. Pero vale incluir también la idea de rurbanidad. La rurbanidad como concepto lo tendremos presente en el texto. G. Cimadevilla y E. Carniglia (2008: 227) aportan teoría a este enfoque. 8 Obra publicada en castellano por primera vez en 1969.

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marco del paradigma de Difusión de innovaciones9, Extensión Rural tenía múltiples significados. A saber: entrega, sujeto activo, transmisión, mesianismo, superioridad, inferioridad, invasión cultural. Es decir, sin necesariamente ser consciente de ello, y validando la opinión de Freire, la aplicabilidad concreta del participare parece estar sesgado por las propias (des)formaciones de las teorías y prácticas existentes de la disciplina de extensión rural. Se suma a ello las estructuras mentales -encorsetadas intelectualmente- de quienes son extensionistas, especialmente de aquellos profesionales que vienen tanto de las ciencias biológicas como exactas, muy acostumbrados a lecturas lineales, lógicas de afinidad temática, coherencia cartesiana y relaciones de causaefecto, entre otras. Otra posibilidad, no menor puede ser atribuida a aquellos que aplican estos esquemas conceptuales condicionados por formaciones basadas en modelos poco comprometidos con el pensar y hacer democrático. Ahora bien, si no compartimos la idea de Freire, si hubiera que ubicar responsabilidades no es necesariamente en los marcos teóricos y en consecuencia práctica de la Extensión, como manifiesta el autor. Los marcos teóricos y prácticas evolucionan o se adecuan con los cambios de paradigmas. El pedagogo Eduardo Castro (2003: 52) nos invita a otra mirada sobre el tema que nos ocupa, el menciona tres modelos de Extensión rural: 1) la extensión como participación, 2) la extensión como servicio y 3) la extensión como intervención. Según el autor, estos tres modelos conciben de manera diferente la acción extensionista y, en consecuencia, la participación. También, tienen concepciones diferentes acerca de los actores, tanto de la fuente cuanto del destino –población que recibe el efecto de las acciones-. En cada modelo, la idea-acción de la participación tiene connotaciones con distintos énfasis, tanto para la fuente (sistema de extensión) como para los destinatarios-receptores involucrados. Para este autor, la extensión como participación “…es la concepción que más se aproxima a su representación etimológica” y la extensión como intervención “…es la modalidad que se observa con mayor frecuencia en los organismos públicos que trabajan con la extensión rural”. Para los sistemas de Extensión Rural la intencionalidad -mandatode la organización pública o privada al cual pertenece, está siempre muy presente en cualquier proceso de intervención, de participación o de servicio. 9

Paradigma que el autor considera todavìa vigente pero aggiornado en los SER y TT latinoamericanos. Cfr P, De Hegedus y otros (2008: 111). Hacen una lectura actualizada del paradigma y sus puentes con el desarrollo sustentable.

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Negar esta realidad es desconocer que las instituciones de extensión tienen visiones, misiones, objetivos, metas como planes estratégicos a cumplir10 y, lógicamente, esto los condiciona en cuanto a sus posibilidades temporales, como del empleo de sus recursos en todo proceso de transformación democrática de la realidad donde actúan. Participare hecho realidad en Extensión Rural tiene -quiérase o no– en los inicios del siglo XXI, sesgos e improntas del pensamiento lineal y se manifiesta en diversos efectos e impactos buscados. A saber: contribuir al cambio de realidades personales, familiares, de empresas, comunitarias, o modificar estructuras productivas y organizacionales o arquitecturas mentales y actitudinales, entre otras intenciones. Es decir, se le asigna al término un poder casi ilimitado. Esto, quizás, es el gran error y, en consecuencia, la amenaza a su correcta comprensión y apropiación. Convengamos que el concepto que analizamos va de la mano de la práctica de la democracia, como valor individual y social. Es así que las conductas democráticas, tanto individuales como sociales, favorecen notablemente cualquier proceso participativo. Sin realizar un juicio de valor, bien sabemos que las historias de los países de América Latina, desde su conquista y colonización hasta la fecha, no tuvieron la participación ciudadana como un objetivo de máxima. Más bien, los enfoques autoritarios -con sus matices de grises-, ha sido el común denominador. Con lo cual, pretender un salto cualitativo -en nuestras jóvenes democracias-, respecto a las relaciones de empoderamiento, que de esto se trata cuando se consolida la cultura participativa, es aceptar nuevos contratos sociales de convivencia ciudadana inter e intrageneracional. Es imperativo recordar que siempre hay una dimensión política en la participación dado que habitualmente su práctica está atada a mutaciones y movilizaciones de arquitecturas de poder. Entendamos que poder -en su acepción de las ciencias políticas-, no es “mala” palabra. Su uso con fines mezquinos sí lo es. El poder tiene muchas máscaras, se afirma. En múltiples casos, los procesos de comunicación participativa son propuestas administradas de “consultas superficiales” con pasos metodológicos a cumplimentar, y con ello, se da por aprobado el aprendizaje democrático y validación de los acuerdos señalados en los objetivos de la iniciativa fuere el que fuere.

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A modo de ejemplo el Plan Estratégico del INTA 2005-2015. El INTA que queremos. También cfr. R. Thornton (2006). Los `90 y el nuevo siglo en los SER y TT públicos del MERCOSUR.

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Bajo el marco de las interpretaciones posibles, no es lo mismo entender el significado del concepto motivo del texto en proyectos, planes o programas con un claro enfoque asistencialista para resolver síntomas o efectos en sintonía con lo expresado por Cleaver que lo dicho por Freire. Es decir, Cleaver (2008:1079) propone que “... los planteamientos participativos se refieren a las técnicas apropiadas para descubrir las “realidades” de los pobres y asegurar su participación en la toma de decisiones”. Por su parte Freire (1970) destaca el esfuerzo orientado a la concientización para identificar las causas generadoras de los problemas y síntomas y actuar en consecuencia. Existe una amplia literatura sobre tipologías y metodología participativas empleables en Extensión Rural. Así, por ejemplo, se mencionan Participatory Rapid Appraisal (PRA)11, Diagnóstico rural rápido y participativo como instrumento de análisis para el desarrollo local (1999)12, un ejemplo de Varela (1991) en Experimentación Adaptativa y Participatory extension13, entre muchos otros. También, se mencionan propuestas que actúan como paraguas a todas las metodologías existentes, aglutinando esta iniciativa con el nombre de aprendizaje y acción participativa14. Según Chambers (1981/83), a inicios de la década de los ochenta del siglo pasado, ya existían 700 metodologías participativas desarrolladas en el mundo15. La idea de rápido en procesos participativos hace “ruido” comunicacional con los tiempos o ritmos diría Castro (2003:61). Este autor entiende como ritmos las aproximaciones o distanciamientos entre personas, grupos o instituciones de personas o comunidades de apropiarse del hacer participativo para alcanzar acuerdos sostenibles. Ritmos de trabajo, de ejecución de tareas, con los propios procesos y productos de la acción. También, vale preguntamos si, conceptualmente, es válido identificar tipologías comparativas de participación aplicados a la Extensión Rural. Así, Killough (2005) menciona el enfoque orientado al extensionista, enfoques protagonizados por el agricultor y enfoque de acompañamiento16, entre otros modelos 11

Sus inicios data de los `80 del siglo pasado, tuvo un crecimiento exponencial y fue fermento intelectual para otras propuestas metodológicas. 12 Cfr. S. Sayadi y Otro. CIFA, Granada. 13 Cfr. P. Schmidt y otros (1998), Suiza. 14 Participatory learning and action (PLA). 15 Cfr. S. Sayadi y Otro. CIFA, Granada. 16 Cfr.P. Siveira y V. Diesel. Mencionan a Killough, S. ( 2005: 36-39). Participatory approaches to agricultural research and Extension. En J. Gonsalves, et al. Participatory

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de clasificación. Además, el concepto se manifiesta - a veces-, como tipología y herramienta metodológica de intervención. Es decir, con énfasis en lo instrumental y -no como debería ser-, en la cultura democrática de toma de decisiones multipropósitos. Como dato de actualidad, desde el año 2004 el Ministério de Desenvolvimento Agrario de Brasil (MDA, 2004), promueve la Extensión Rural agroecológica17 para viabilizar la agricultura familiar. Una iniciativa interesante, pero que tiene sus complicaciones. Este enfoque pone énfasis en la investigaciónacción participativa y es, quizás, tanto su gran fortaleza como así también su debilidad, dado que podría pensarse que, todavía -y con respeto-, en ese país la cultura democrática está en construcción. Es decir, ¿se propone o impone?, tanto un mandato de cambio de enfoque ideológico como de intervención a los Sistemas Estaduales de Asistencia Técnica y Extensión Rural (SATER)18. Sobre todo porque ellos requieren de procesos internos de apropiación intelectual y cambios conductuales para viabilizar la propuesta agroecológica. De manera resumida veamos, a modo de ejemplo, algunas ideas fuerza de la propuesta que los extensionistas necesitan adoptar como competencias para su nueva labor en los SATERs19: a) Entender que Extensão Rural, no enfoque da Pnater20, é um processo educativo destinado a apoiar estratégias de desenvolvimento rural sustentável, que levem à melhoria da qualidade de vida das pessoas envolvidas, à redução da pobreza rural, ao fortalecimento da cidadania, o que pode exigir incidência ora sobre processos produtivos, ora sobre research and development for sustainable agriculture and natural resource management: a sourcebook. Otawa; IDRC. 17 Es un proceso de intervención de caracter educativo transformador; basado en metodologías de investigación-acción participativa, que permiten el desarrollo de una práctica social mediante el cual los sujetos del proceso buscan la construcción y sistematización de conocimientos que los lleve a incidir conscientemente sobre la realidad, con el objeto de alcanzar un modelo de desarrollo socialmente equitativa y ambientalmente sustentable, adoptando los principios teóricos de la agroecología como criterio para el desarrollo y selección de soluciones adecuadas y compatibles con las condiciones específicas de cada agroecosistema y de los sistemas culturales de las personas implicadas en su manejo. (Caporal, 1998). Citado en J. Tavares y otro (Org), 2006. 18 Cfr. R. Thornton (2006: 105) quien aborda - en un espacio temporal- los SATERs del MERCOSUR, sus misiones y funciones. 19 Cfr. Bases para uma política nacional de formação de extensionistas rurais. F. Caporal, Brasília 2009 20 Programa Nacional de Asistencia técnica y extensión rural.

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formas de inclusão social, etc, ou ambas, ao mesmo tempo, como complementares. b) Que a Formação implica uma ação participativa-com interação entre educador e educando, ambos construindo conhecimentos e valorizando saberes. Deste modo, o facilitador/instrutor deve integrar-se ao grupo. O exercício que se realiza na formação dos técnicos deve ser exemplar para as ações que esses realizarão com o seu público. c) O enfoque pedagógico deve ser construtivista e crítico-reflexivo. Os conteúdos programáticos devem ser integrados - de forma complementar - e, para isto, o facilitador/instrutor precisa, além do domínio da sua área específica, estar aberto a compartilhar com os demais pares e com os educandos. d) Mais que professor (sem deixar de lado os conteúdos de sua especialidade) o facilitador/instrutor tem que ser um mestre e partícipe no processo de aprendizagem, visando atender as expectativas, dúvidas e curiosidades dos participantes. e) Conhecer, profundamente, seu tema/disciplina e estar aberto a aprender mais com os demais participantes. Podemos apreciar el ènfasis puesto en el hacer participativo. Como podemos deducir de lo dicho, las competencias requeridas en Extensión agroecológica ponen énfasis en la participación y otros conocimientos, como habilidades que exceden las formaciones tradicionales de las carreras de grado universitarias. Entonces, cabe recordar la preocupación de Presno Amoedo (2007) –con los argumentos respectivos-, de que la tiranía participativa se infiltre como posibilidad dentro del enfoque agroecológico y debilite la propuesta. Cabe recordar que Thornton, Cimadevilla y Carricart (2003: 217) también construyeron un mapa de capacidades y competencias requeridas por los extensionistas rurales del siglo XXI, donde está muy presente el énfasis en adquirir teoría y práctica participativa. También, Elz y Erbetta (2008: 63) como docentes de un postgrado en Extensión Rural en la Universidad Nacional del Litoral en Argentina comparten el enfoque. Estos autores afirman que “...la Extensión debe asumir como paradigma el modelo participativo, que se complejiza en una antropología, en un

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quehacer que hace eje en lo educativo, en la comprensión de los actores sociales y en la participación comunicativa”. Con antecedentes como los expuestos hasta aquí, entre otros, la Extensión Rural del nuevo siglo ya no discute su rol como mediadora de procesos participativos de empoderamiento y de (des)empoderamiento21 de nuestra ruralidad, y esto es una de sus nuevas fortalezas ideológicas. Además, la propia definición de ruralidad es tanto participativa como inclusiva per se. El meollo de los momentos-espacios participativos parece girar alrededor del uso y/o abuso del poder de quién/es son los mediadores y actores en los procesos respectivos. Cuando se elaboran políticas, proyectos, planes o programas de intervención orientados a propuestas de cambios sociales, tecnológico-productivos, organizacionales u de otra naturaleza, los actores -sean estas personas y/o organizaciones involucradas-, tienen desde sus génesis expectativas de gratificaciones por ser arte y parte de la propuesta. Desde lo comunicacional podemos retomar –con matices-, el paradigma de usos y gratificaciones (Rosengren, 1974) y relacionarlo con los comportamientos individuales como grupales. Entendiendo por usos no los medios masivos únicamente, sino los espacios dialógicas interpersonales con la búsqueda de los satisfactores –incentivos-, tanto individuales como colectivos. Esa “mochila” de expectativas expresadas en demandas variopintas, se entremezclan entre pares. A ello se suman también los espacios temporales, ritmo/s que cada involucrado se imagina se requerirá para alcanzar la/s demandas. Aquí vemos, entonces, que tener la iniciativa de sumarse a un proceso participativo parte de las preguntas clásicas ¿por qué y para qué? En cuanto a los ¿comos?, se agrega con más énfasis el espacio de la red de redes. En consecuencia, proponer la iniciativa, entendida ésta de como “ser capaz o capaces de actuar de otra manera” en procesos del ser parte es despertar múltiples y provocativos sueños, imaginarios, propuestas y lógicamente acciones. En consecuencia ¿cómo se pueden establecer diálogos y acuerdos entre actores con mochilas de lógicas de tiempo, motivaciones, expectativas, ritmos e historias de vida disímiles? Casi siempre, las propuestas en Extensión Rural han estado y continúan orientadas a alcanzar situaciones de mejora, o para estabilizar situaciones deseadas alcanzadas. Basta con leer los objetivos y los indicadores de cambio en los proyectos, por ejemplo, aquellos que integran el Programa Federal de Desarrollo 21

Entendido como forma de democratizar el poder existente, en lugar de centralizar la misma.

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Rural (PROFEDER) del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA)22. Ahora bien, ¿quién/es deciden estos objetivos deseados? La respuesta inmediata suele ser la gente ¿Realmente siempre es así? En los procesos de elaboración de proyectos, planes o programas de Extensión Rural normalmente están presentes ciertos facilitadores, generalmente extensionistas rurales. Ellos, por mandato institucional, convocan, proponen, asisten, opinan y -a veces-, se involucran más allá de las directivas de la organización. Ese involucramiento tiene entonces tanto diversas lecturas como intencionalidades que pueden ir desde los personales e ideológicos del extensionista hasta los que responden a mandatos de la organización. Por ello, es bueno recordar que cuando una organización, en este caso de Extensión Rural mira “la realidad”, la información recolectada no es aséptica, aún en procesos participativos. En el mismo acto de mirar, tanto de la organización como de los extensionistas, se seleccionan, relacionan y (re)construyen significados. Si esto lo proponemos a la inversa, es decir desde los destinatarios–actores, podría afirmarse sin temor a equivocarnos que ellos se comportan de la misma manera. Generalmente, la organización de Extensión es un actor externo –al inicio-, del proyecto, plan o programa. Un “benefactor”23 con cierto predicamento legitimado y esto lo hace muy vulnerables a comportase como emisor privilegiado -empleando estrategias discursivas según la intencionalidad-, con su respectivo ordenamiento. Es decir, autovalidados por un discurso científicotecnológico y el retórico de la palabra calculada en función de un efecto24. En ocasiones, y desde un punto de vista ideológico, los propios extensionistas tienen sus contradicciones entre el mandato de la organización a la que pertenecen y su propia mirada del “deber hacer” laboral, su vocación por la participación y su compromiso de ciudadano politizado25. A esto se suman las contradicciones entre el propio comportamiento social de la/s organizaciones de Extensión, en cuanto a su cultura participativa, y la que ella pregona en sus actividades con terceros de “intercambio y debate de ideas de manera franca y abierta, en 22 23

República Argentina. 1956. Es fuerte este concepto –alguien confiere un beneficio- . La democratización de la toma de decisiones busca eliminar esta intencionalidad lineal y transformarlo en un proceso interactivo donde todos aportan y todos reciben para un bien común. 24 Cfr. Prieto Castillo (1988: 34). 25 El extensionista como ciudadano posee posición ideológica y a veces militancia partidaria.

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busca de entendimientos mutuos o armonía”. Podemos entonces recuperar la idea de Cimadevilla y Carniglia (1992) de “efecto paradoja”. Aplicado a esta situación, al decir de los autores, sería: las organizaciones-instituciones de Extensión Rural no son adoptantes necesariamente de lo que ellos proponen a los actores externos de ser arte y parte del participare. Las ocupaciones del extensionista ¿Cuáles son y serán las ocupaciones de los extensionistas de la modernidad tardía y posmodernidad26 temprana con respecto a esta práctica democrática? Insistimos en ocupaciones, porque de nada vale quedarnos con el discurso de la preocupación en los compromisos de cambio social democrático. Podemos compartir algunas pocas, pero relevantes, empezando por ocuparnos de la convocatoria. Cuando se proponen proyectos, programas o planes para fines determinados, muchos de ellos expresan instancias o momentos cronológicos donde actores (pre)determinados de la ruralidad –habitualmente agricultores y sus familias y/o otros actores-, están presentes en estado activo, y otros, más bien como observadores asistentes (“… vamos a ver de que se trata…”). Mencionamos (pre)determinado porque la convocatoria suele ser una construcción imaginada de actores –que deberían estar- y, no necesariamente, los que deberían estar son los que deben estar al momento de la génesis. Existe una sutil diferencia entre ambos conceptos. El primero, es un imaginario, el segundo, una realidad contextualizada. En Extensión Rural es muy frecuente –como rutina metodológica-, predeterminar o seleccionar los actores a sumarse a un proyecto o programa. Así, aparecen listas –cortas o extensas-, ya sea de personas u organizaciones públicas y privadas imaginadas, como interesadas en la propuesta. Casi son imaginadas como insumos, no como personas o actores de la sociedad. Es usual convocar actores con diverso status social, credibilidad, empoderamiento y relevancia para los fines del proyecto o programa. Definir a priori actores, puede crear puntos muertos antes de haber empezado, dado que a veces ciertos 26

Implica que los grandes valores que marcaron los tiempos modernos están finalizando y siendo -en consecuencia- reemplazados. Los jóvenes extensionistas de hoy son arte y parte de esta transición entre la modernidad tardía y la posmodernidad.

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actores convocados no son los apropiados o no están sensibilizados para exponerse a procesos de negociaciones y acuerdos democráticos, y menos aún en tiempos acotados. Podemos así recordar la expresión “cuando se desconoce el destinatario se lo termina imaginando”. Por ello, gracias al aprendizaje de campo en extensión, se recomienda que antes de realizar las convocatorias se lleven a cabo lecturas sociales previas para conocer y comprender la “naturaleza” de vida de las personas -teniendo muy presente las edades y género como así también las tipologías de organizaciones fuera del imaginado proyecto-. Esta/s lectura/s se puede incluir en los diagnósticos comunicacionales recomendados para las Unidades, Agencias u Oficinas de Extensión Rural. La segunda ocupación es la “presión” de los tiempos cronológicos. Se prima la eficiencia en el proceso. Podemos concordar en que existe un combo de tiempos que están presentes en todo proceso participativo. A saber: políticos, burocráticos, técnico productivos, socio-organizacionales, de los actores individuales y comunitarios, del mercado y presupuestarios27, entre otros. Los tiempos son tiranos -se escucha decir-, así son también los empleados para diagnosticar y construir las propuestas. Es así que se expresa: “... hacemos Talleres con los productores de tiempo limitado previamente dónde ellos detectan los problemas más relevantes en grupos y se propone un plan de trabajo para atender los mismos”, “... hicimos reuniones de trabajo de dos-tres horas — por los compromisos de la genteformamos grupos en distintas localidades y mapeamos problemáticas; luego se propusieron iniciativas para trabajar conjuntamente en el marco del proyecto...”; “… realizamos una evaluación participativa con la gente del proyecto que duró aproximadamente dos horas y arribamos a interesantes conclusiones”28. Como vemos en estas expresiones, el espacio temporal asignado es limitado, sustentado con argumentos entendibles, pero no necesariamente justificable. Es así que los tiempos se traducen en costos para todos, incluido los convocados. Costos no solamente monetarios por “dejar de hacer alguna tarea rentada o no”, sino por modificar conductas o rutinas de socialización arraigadas. Estamos entonces hablando de economía a la exposición, a la atención y a la acción participativa.

27 28

Cfr. La Comunicación en los procesos de desarrollo territorial (2008: 23). Comentarios recopilados por el autor en diversas circunstancias.

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Como mediadores, los extensionistas requieren de tiempos para observar los emergentes y entenderlos, para luego facilitar los debates, las negociaciones, y movilizar así acuerdos mínimos de confianza entre los actores. Este proceso se traduce en espacios temporales variables, según cada situación y no necesariamente se logran en uno o dos encuentros “contra reloj”. El mismo requerimiento de tiempos lo necesitan los actores convocados. La tercera ocupación observada en terreno29 de los procesos participativos, es que suelen emerger distorsiones entre los procedimientos empleados con los objetivos planteados. Es bastante común observar el empleo repetitivo de metodología/s cualitativa/s30 para cualquier abordaje de construcción de consensos, y esto perjudica -a veces-, desde la génesis, el proyecto o programa. Es decir, entendemos que no existe un único “manual de procedimientos” que, per se, garantice acuerdos deseados. Lo que puede ser exitoso en un proceso o momento comunicacional dado, no necesariamente es repetible en otra propuesta de construcción de acuerdos. Esto es otro aprendizaje a tener en cuenta. La cuarta -quizás la más relevante-, es resaltar que el participare incluye, además de opinar y pertenecer, fundamentalmente involucramiento, (co)responsabilidad como arte que moviliza sinergia social. Como ejemplo metafórico: es bajarse de la tribuna donde prima la opinión -casi acalorada- y el pertenecer, e involucrase en el partido como jugador, técnico o árbitro y, lógicamente, con los resultados del juego. Cada etapa mencionada incluye construir y (re)construir entre los participantes vínculos de confianza y credibilidad en el decir y en el hacer. Esta secuencia de opinión, de pertenecer y finalmente involucrarse es la lógica procesual de una participación plena. Hacer cosas juntas no necesariamente implica pensar del mismo modo, y este pluralismo de ideas es necesario gestionarlo en todo el proceso de construcción de acuerdos y acciones. Es decir, no se puede alegremente sentenciar que se alcanzaron acuerdos participativos, cuando el o los procesos transcurren en etapas no acabadas a cumplimentar. De las ocupaciones mencionadas se desprenden, como de un árbol de problemas, otras muchas de diversa magnitud según cada situación dada. Es necesario reiterar que la sutileza del ejercicio y tensiones del poder está muy presente en las etapas de todo proceso del tomar parte. Si la intención es fomentar 29 30

Cfr. Casos en este mismo libro. Siendo la más común los denominados Talleres y Seminarios Participativos.

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diálogos pro-activos y/o reflexivos para fines determinados de interés común, a veces se contradice esta intención con la manipulación dialéctica del poder que limita sutilmente el libre pensamiento. Esto se expresa de múltiples maneras y con cierta repitencia en la práctica del hacer participativo de nuestra vida cotidiana. Más allá de la génesis de los proyectos, planes o programas y su declamado ambiente participativo, lo que consolida todo proceso es la co-gestión y autogestión del continum del participare. Entendiéndolo como -sistema complejo31- de base ético, sociocultural, política, técnicoeconómica y ambiental, con sus encuentros y desencuentros, marchas y contramarchas, la complementariedad del orden/desorden, la relación observado/observador, como así también, con sus logros, efectos e impactos predecibles o no directos e indirectos. Es decir, la dinámica del continum es indivisible y multidimensional y, por ende, los logros -tangibles e intangibles- e impactos no son necesariamente lineales como muchos proyectos, programas y planes sugieren en su texto como evaluaciones finales. Preocupa y - ocupa en este libro- que, en ocasiones, bajo el paraguas de su sana intencionalidad democrática, se manifiestan en la práctica situaciones injustas e ilegítimas de imposición de poder, de las organizaciones de extensión, de los extensionistas y aún de los recién empoderados que (re)alimentan circuitos de ejercicio de poder. Instancias donde se refuerza, al decir de McKee (1992)32, una “élite participativa” en la comunidad y, por lo tanto, contribuye a la desigualdad. Es decir, se repiten modelos no deseados33. Enseñanzas e implicancias Cabe re-preguntarnos ¿qué se desea de la participación? Seguramente habrá respuestas similares en lo general, pero buceando en lo particular, quizá no necesariamente exista coincidencia. Esto no es novedad, pero lo es en cuanto no se valorice adecuadamente la dispersión de opiniones al momento de sumar voluntades. 31

Porque operan múltiples lógicas y diversidad de poderes que no siempre se conjugan en un todo armónico o estable. Complejo además, porque cada sistema-proceso tiene un diseño y acuerdos constitutivos, pero a veces presenta la capacidad de redefinir y adaptar esos esquemas a través del dialogo y los procesos de autoaprendizaje. 32 Citado en A, Gumucio-Dagron y T, Tufte (Comp). (2008: 611). 33 Cfr. S. White (1996:21).

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El participare es un conjunto de principios democráticos que complementan la premisa del diálogo -escucha eficaz-, con la de compartir. Pero ese ideal en la práctica de la Extensión Rural, involucrado en procesos de desarrollo sustentable, sufre diversos contratiempos e intencionalidades. En consecuencia, se desea resaltar que los sistemas de Extensión Rural viven tanto distorsiones, tensiones y conflictos internos como externos, al igual que cualquier actor convocado o como actor-mediador participante. Los sistemas de Extensión Rural, y los extensionistas en particular, tienen desafíos importantes de cambios conductuales a realizar, ya sea organizativos o individuales, y esto es saludable reconocerlo -cuando corresponde-, y actuar en consecuencia. Por ello, deseamos poner en común algunas enseñanzas e implicancias que emergen de la práctica del hacer participativo en procesos de Extensión Rural, a saber:  

 



34

Sin o con escasa cultura democrática individual y colectiva, la participación es más una preocupación que una ocupación. La participación trata sobre como las personas, grupos y equipos operativos, comunidades y sociedades interactúan a través de la (re)construcción de puentes de confianza, credibilidad, liderazgo y poder para alcanzar objetivos de interés común. Los procesos participativos no son un fin en si mismo, sino una plataforma comunicacional para el cambio social (CCS)34. Existe todavía en las personas y comunidades de América Latina un fuerte sesgo cultural a la no participación que se acentúa con la cultura de la inmediatez. Las experiencia de campo señalan que la/s historias de vida, la edad, el género, la cultura, la iniciativa individual y/o colectiva, entre otros pueden todos moldear la voluntad y hábito de participar.

Entendida la CCS como un proceso de diálogo público y privado mediante el cual las personas y organizaciones definen ellas mismas quiénes son, qué necesitan y cómo obtener lo que necesitan para mejorar sus propias vidas y comunidades en un territorio dado.

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     









La participación no resuelve todos los problemas individuales ni colectivos de la rurbanidad35 o ruralidad. Continúan vigentes las distorsiones en el participare, a saber: la manipulada, el exceso, es decir la participacionitis y la trivializada o relativista36. Todos los procesos participativos son espacios y ejemplos valiosos de aprendizaje, primordialmente para los involucrados. La participación puede transformarse en una rutina de consultas y propuestas superficiales. Todo proceso participativo tiene costo/s de oportunidad para la organización de extensión, los mediadores y los convocados a sumarse a los mismos. El participare es más que simplemente un proceso comunicacional pautado de buenas intenciones, es alcanzar un estado socio-cultural de autogestión y cogestión de derechos y obligaciones. No hay participación sin una buena comunicación y esto significa para los involucrados acceder libre e igualitariamente a expresar sus puntos de vista y escuchar la de sus pares, compartiendo así sentimientos, experiencias, sueños como demandas. Los tiempos -acotados- y eficientistas de los planes, proyectos y programas son contraproducentes – barrera- para alcanzar objetivos sustentables y fortalecer la cultura participativa. Hay proyectos, programas, planes que desde su génesis se plantean objetivos y metas demasiado ambiciosas y/o genéricas en plazos muy restringidos. Cabe entonces la reflexión “el que mucho abarca poco

aprieta”. Los procesos participativos no se agotan necesariamente con la finalización del plan, proyecto o programa, tienen su propia inercia temporal de continuidad, y en consecuencia de logros e impactos directos e indirectos éticos, socioculturales, políticos, económicos como ambientales.

35

Ver. G. Cimadevilla; E. Carniglia. (2008:227). Los mismos autores recientemente han compilado un libro titulado: Relatos sobre la rurbanidad, UNRC, 2009. 36 Se confirma lo señalado por Díaz Bordenave en 1994.

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   37

Los procesos participativos son en esencia sistemas complejos, donde prima los espacios-momentos de negociación multidimensional y en consecuencia las incertidumbres, tensiones y conflictos son una constante a gerenciar. Preocupa la amplia bibliografía propositivas de metodologías participativas cuasi validadas de empleo universal para abordar problemáticas muy diversas y dispersas de la ruralidad mundial. Las nuevas generaciones rurbanas o de la ruralidad (re)construyen sus propias plataformas comunicacionales participativas para el bien o interés común. Es un desafío de la Extensión Rural del nuevo siglo rever el mapa de estrategias de vinculación con las nuevas generaciones nativo digitales y de impronta posmodernas37, como insumo de cualquier proceso participativo donde ellos están involucrados. Además ellos son el presente- su futuro es el presente- y en consecuencia gestores de su propio destino. Se reafirma la necesidad de rever metodologías -como hacer los procesos mejor- como de emplear la investigación para aprender de las experiencias de campo. Cuando los ideales participativos son constreñidos por metas burocráticas formales o informales impuestas por los contextos institucionales ello puede acabar ‘influenciando’ los resultados del proceso en marcha. Las organizaciones de Extensión Rural se comportan muchas veces con el efecto paradoja cuando de participare se trata. La participación puede generar movilizaciones y expectativas no susceptibles de ser satisfechas por los sistemas de Extensión Rural. Los sistemas de Extensión Rural tendrán permanentemente que revisar sus intenciones y

Es imposible para la extensión rural del siglo XXI desconocer las ciberculturas juveniles de la rurbanidad y, en consecuencia entender sus consumos y accesos. El posmodernismo reconstruye el sujeto del conocimiento y sus “revelaciones” ya no pueden ser ni verdaderas ni falsas. Se establece un cúmulo de dudas sobre cualquier afirmación “autorizada” (como sobre cualquier pretensión de autoridad). Son puestos en tela de juicio todos aquellos que anteriormente se les otorgó el atributo de “saber algo”.

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actitudes de lo que podemos denominar institucentrismo, es decir, considerase centros de las actividades y, como emisor privilegiado, empleando para ello instancias de seguimiento como evaluaciones pertinentes. A modo de cierre El texto aquí compartido busca aportar emergentes que ayuden a reforzar la magnitud conceptual del tema que nos ocupa, y en consecuencia, rever -si fuera necesario-, ciertas estrategias, mensajes y acciones que tienden a complejizar, simplificar o relativizar las implicancias como los alcances de la propuesta. Coincidimos con lo expresado por Blackburn (1998: 171) que la participación perfecta no existe, es un ideal a buscar, cuya teoría y técnicas requieren ser continuamente (re)construidas. A modo de cierre del capítulo, entendemos que los esfuerzos de los Sistemas de Extensión Rural para involucrase del sentir, saber y hacer participativo han sido y continúa siendo parte de su evolución paradigmática. Sin embargo, no es oportuno idealizar ni comunicar un mandato tiránico de imposición de su empleo para cualquier momento o situación procesual porque entre otras cosas- culturalmente la sociedad actual está movilizando conductas y disposiciones contradictorias entre el bien común y el bien individual. Los contratos sociales intergeneracionales e intrageneracionales de bien común se pulverizan ante la cultura y cibercultura de la inmediatez, hedonismo, la juventud eterna, la indiferencia o el desinterés. El no te metas- es un mensaje demoledor para iniciativas participativas, y en consecuencia, para el pensar y el hacer de la Extensión Rural participativa. Pero, en simultáneo -es la buena noticia-, se (re)construyen procesos de inclusión, empoderamiento, democratización y logros de bien común. Este marco contextual de complejidad dinámica políticosociocultural-económico-ambiental-ético -que son las dimensiones del paradigma del desarrollo sustentable-, invita y moviliza energía social, aprendizajes, oportunidades y amenazas, como también, desafíos de nuevos contratos sociales que los sistemas de Extensión Rural de América Latina ágilmente deben leer para coinstitucionalizar el tema que nos ocupa en este libro.

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Dialéctica de la participación Gustavo Cimadevilla Introducción Cuando se habla de “participación” en general se supone -a nivel coloquial- que los interlocutores le asignan al término un significado semejante y una carga de valor positiva. Lo mismo suele suceder con muchos otros vocablos que presentan connotaciones plausibles para nuestra sociedad y cultura por lo que representan para el “bien común” o para la construcción de un “destino promisorio”. Así, hablar de “democracia”, “libertad” o “compromiso” parece implicar a un conjunto de atribuciones de sentido que se comparten y que no precisan de mayores aclaraciones. Más bien, como la vida social plantea una dinámica cuya velocidad reniega de esas precisiones, se las prefiere tomar como obviedad que se impone. ¿Para qué realizar operaciones de orden semántico o incluso ideológico si esos campos remiten a instancias innecesarias o rémoras del pasado? Pero el riesgo, por supuesto, es que ese uso desaprensivo colabore con la esclerosis de las palabras o a lo que Marx solía designar como engaño, como pura enajenación; toda vez que el propio movimiento de lo real no siempre las confirma. O para decirlo de otro modo, que lo que las palabras aparentemente designan no se corresponda con la realidad a la que pretenden referenciar. En el ámbito académico, en tanto, las prácticas del cuestionamiento y la problematización han puesto mayores reparos a los usos desalineados, aunque no por eso las simpatías a este término en particular han dejado de operar para favorecer cierto culto de lo que de manera recurrente se postula como solución para varios males. Fundamentalmente si son políticos. Y la “participación”, en ese sentido, suele contener esa carga. Cierto sentido común lo avala: si la democracia es un sistema concebido para iguales, la participación es uno de los dispositivos que la motoriza. ¿Por qué dudar? Este texto busca explorar ese continente de sentido y lo hace tomando a la participación como fenómeno y objeto de interrogación. Para ello, lejos de pensarse desde su pureza, se analiza desde sus rugosidades y contradicciones; suponiendo, 55

básicamente, que de esa madera se constituye y genera el movimiento de lo real y sus múltiples derivaciones. Intentaremos, entonces, realizar una lectura dialéctica de la participación, entendiendo por dialéctica –y siguiendo a Gurtvich (1982)- el enfoque que permite iniciar un camino para problematizar sin dogmas el modo en que la realidad se presenta como totalidad social e histórica. Y el modo como –a decir de Kopnin (1978)- permite analizar la “unidad de los contrarios”. En ese marco el escrito se ocupa de explicitar: a) las bases de la lectura dialéctica; b) su aplicación al análisis de la participación; y c) finalmente algunas de las tesis que pueden sostenerse y considerarse sobre ella en las prácticas sociales e institucionales in situ. Las bases de la lectura dialéctica En un texto con ribetes de clásico, George Gurtvich (1982) desentraña lo que a su entender es la dialéctica y su relación con las ciencias sociales. Su tarea por cierto no es poca, presentada la dialéctica como “movimiento de lo real” y como “método”, su preocupación radica en llegar a una posición gnoseológica que tome distancia de cualquier dogmatismo y/o fundamentalismo teórico. La actitud crítica, a su entender, es la que se desapega de los conceptos “cristalizados” y “momificados” y por el contrario está atenta al realce de las “complejidades, sinuosidades, flexibilidades y tensiones siempre renovadas; así como a los virajes inesperados de las aprensiones y comprensiones del conocimiento de los conjuntos reales que deben ser percibidos…” (Gurtvich, 1982:256). En esos términos el autor denomina “hiperempirismo diálectico” o “dialéctica empírico-realista” a su enfoque y basa su tesitura en la necesaria vinculación que existe entre el movimiento de lo real y la experiencia que lo capta –de allí el empirismo- y la dinámica perpetua en la que la realidad se manifiesta dialécticamente. Es decir, en cuanto modo de constituirse y desconstituirse lo real por la intervención humana, sea en la producción recíproca de sus conjuntos y de sus partes, sea en sus actos y obras. Y en tanto como método la dialéctica es “la manera de conocer adecuadamente el movimiento de las totalidades sociales reales e históricas” (op. cit., pág. 42). Pero hablar de “dialéctica” sin reconocer la basta discusión que en torno a ella se ha generado –desde el pensamiento griego 56

a nuestros días- sería paradójico. Y con el afán de distinguir posiciones y concepciones al respecto el autor repasa la trayectoria conocida del término y las diferentes maneras en las que se ha planteado y aplicado. Así, expresa: “Si para Platón la dialéctica es un método para elevarse a la intuición de las ideas eternas; si para representantes de la teología negativa ella es un ordálio (juicio) preparatorio a la intuición mística; si para Fichte y para Proudhon ella es un esfuerzo real de la humanidad (idéntica a la acción moral de Prometeo) en dirección a la reconciliación universal por la contradicción universal; en Marx, a despecho de su carácter innegablemente realista y dramático, la dialéctica continua a ser la ascensión de la humanidad dilacerada (desgarrada) y amargada en dirección a la salvación definitiva” (Gurtvich, 1982:222). Una especie, en síntesis, de camino a través de las revoluciones que permitirá la des-alienación y liberación de todas las sujeciones. Pero no es ni la concepción positiva ascendente ni la negativa descendente la que importa a Gurtvich, sino aquella que permite “des-dogmatizar” la ciencia para liberar a las investigaciones empíricas de su chateza. Es decir, de sus obviedades, linealidades y simplificaciones que las mantiene en la pura superficie. Y salir de la superficie no es otra cosa que, a decir de Louis Althusser, analizar las “contradicciones en la esencia de las cosas” (Althusser. L. y Otros, 1967:44). O dicho de otro modo, analizar en el movimiento de lo real el modo por el cual las acciones humanas generan continuamente tensiones diversas entre lo que pretenden y generan; entre lo que afirman y niegan.38 Claro está que pensar dialécticamente no es un ejercicio retórico de suscripción. Pensar y trabajar dialécticamente es reconocer y aplicar algunos principios que Gurtvich, en particular, denomina “procesos de dialectización”. Es decir, principios que están presentes en el movimiento de lo real y que el pensamiento pretende captar como conocimiento; y que se constituyen como: i) complementariedad dialéctica; ii) implicación dialéctica mutua; iii) ambigüedad dialéctica; iv) polarización dialéctica y v) reciprocidad de perspectiva. 38

Una discusión particular acerca del movimiento dialéctico de afirmación-negación fue desarrollada en el cap. II de nuestro libro Dominios. Crítica a la razón intervencionista, la comunicación y el desarrollo sustentable (2004).

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Por ellos –y siguiendo al autor- ha de entenderse lo siguiente: i) La complementariedad dialéctica se da como negación de lo que en apariencias es una exclusión recíproca; la complementariedad se da toda vez que un elemento se revela como partícipe de un mismo conjunto al que pertenece otro aparentemente contrario. ii) La implicación dialéctica mutua revela el modo en que componentes aparentemente heterogéneos se recortan, contienen, se interpenetran y hasta cierto punto son parcialmente inmanentes unos a otros. iii) La ambigüedad dialéctica expresa cómo ciertos componentes pueden presentarse de modo simultáneo como ambivalentes; es decir, asumiendo valores distintos e incluso contrarios a su aparente condición. iv) La polarización dialéctica esclarece las apariencias de las antinomias propias de aquellos procesos que artificialmente las contienen inflacionadas o maximizadas. v) La reciprocidad de perspectivas pone su atención en aquellos elementos que no admiten identificación o separación; sino más bien lecturas de paralelismos y simetrías. Así, en conjunto, estos principios permiten operar en la búsqueda de la comprensión del movimiento de lo real. Ellos ofrecen un abanico de posibilidades conceptuales que se constituyen en herramientas para penetrar en los fenómenos y analizarlos en lo que tienen de contradictorios y aparentes. Su identificación no resulta de sospechar que a fuerza de insistir todos se revelan al mismo tiempo y para agotar con su simple enunciación las explicaciones. Más bien son instrumentos a los cuales se puede acudir para comprender cómo la realidad se constituye por encima de sus visibilidades más manifiestas y en tanto consecuencia de la propia “naturaleza” de lo social. Es decir, del propio modo contradictorio y en tensión en el que se configura la vida humana misma, independientemente de las sociedades y las culturas, pero también en y con ellas. O a decir de Gurtvich, de ”las totalidades humanas en vías de constituirse y de desintegrarse, en la gestación recíproca de sus conjuntos y de sus partes, de sus actos y de sus obras, así como de las luchas que esas totalidades emprenden contra los obstáculos

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internos y externos que encuentran en su camino” (Gurtvich, 1982:254). La aplicación de los principios dialécticos en el análisis de la participación A continuación se propone aplicar esos principios, a modo de ejemplo, para el análisis de experiencias sociales en donde se involucra la “participación”. El sentido que cobra la aplicación de los principios se observa toda vez que ante casos concretos y reales el instrumento de referencia colabora en la comprensión del fenómeno. Para ello, y en primer lugar, vamos a ofrecer una definición operativa de “participación”, ya que se constituye en el sustantivo central de la problematización y resulta conveniente que su acepción no quede librada a sobreentendidos. Desde esa perspectiva, la definición con la que vamos a plantear nuestro razonamiento entiende al vocablo como “instancia social, evocada como necesaria, en la que los actores presentes accionan para construir destino”. Es decir, intervienen en el mundo real para producirle determinada condición.39 En ese marco se entiende por “instancia social” una coyuntura socio histórica determinada –de tiempo, lugar y circunstancias- en la que los “actores sociales presentes” son sujetos de derecho que desarrollan su vida en ese ambiente (al que pertenecen o se deben por circunstancia); y en el que “accionan para construir destino”. Es en ese sentido que producen hechos que afectan el orden social constituido, sus rutinas y condiciones supra o infra estructurales, con el objeto de alcanzar nuevos estados de realidad (semejantes –si pretenden preservarlos- o manifiestamente distintos con todas sus variantes intermedias). De ese modo el concepto de destino es sinónimo de escenario, proyecto social e histórico u otra variante que ponga en el centro de su significado la idea de que hay una pretensión social dada interesada en modelar ciertos aspectos de la realidad para que ésta se constituya en una posibilidad histórica concreta. Posibilidad que entre otras se forja para establecerse. Que se considere “evocada como necesaria” implica, en otro plano, que resulta de una lectura y proceso socio histórico determinado. Es en 39

Un análisis y problemazación respecto a lo que implica “inter-venir” se encuentra en el cap. I de nuestro libro Dominios. Crítica a la razón intervencionista, la comunicación y el desarrollo sustentable (2004).

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algún momento de la historia de la humanidad que la participación se constituyó en problema de derecho. Reconocer y situar ese momento no es otra cosa que otorgar significado histórico a esa instancia social concreta. Así, la definición puede resultar útil para hablar de construcción de destino en términos ambiciosos como lo puede ser el plantear un gran proyecto de configuración regional de cierto perfil productivo o sociocultural, o puede ser a nivel mucho más micro la pretensión de una agrupación barrial de peticionar para tener una guardería pública o la visita de cierto profesional que cuide de su salud. Entre otros miles de ejemplos de ese tenor, o incluso menores, en el que pueda pensarse que los actores pretenden intervenir en sus realidades. Planteado el abordaje, entonces, vamos a considerar los distintos procesos de dialectización a los que se refiere Gurtvich y cómo se aplican en ejemplos de experiencias sobre las que buscamos mayor comprensión. Veamos en primer lugar la i) complementariedad dialéctica que se revela como negación de lo que en apariencias es una exclusión recíproca; la complementariedad –pensada por Gurtvich- se da toda vez que dado un elemento éste se revela como partícipe de un mismo conjunto al que pertenece otro aparentemente contrario. Así, un modo de entender al principio es aplicarlo para comprender cómo la “participación / no participación” se vuelven complementarias en la relación toda vez que ante el reconocimiento de una de ellas la otra se constituye en par necesaria que la justifica. Esto es, toda vez que la participación se invoca, es porque de alguna manera se advierte su ausencia o carencia relativa. Es la ausencia/carencia relativa de ésta la que permite evocar la relación en la que se vuelve parámetro. Y en la que se afirma que resultan posibles y, según los casos, deseables o no ciertas condiciones de realidad. De ese modo suponer que determinados actores participan es también comprender que otros no lo hacen. Cuando en el otro extremo la presencia o ausencia de participación se tornan como instancia universal “naturalizada”, es porque ésta deja de constituirse en necesaria para ser inherente. Y es un su inherencia que la evocación relega su papel y por tanto también deja de ser instancia. La exclusión de la “no participación”, entonces, es mera apariencia de la que en realidad depende la participación para poder evocarse y finalmente constituirse como tal. Otro ejemplo lo da el par “libertad-orden”, en tanto en apariencia no se llevan bien en su convivencia. Pero la libertad para poder ejercerse requiere de ciertas reglas que la

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garanticen. Paradójicamente son esas mismas reglas, entonces, que la condicionan y limitan. En el segundo principio la ii) implicación dialéctica mutua revela, por su parte, el modo en que componentes aparentemente heterogéneos se recortan, contienen, se interpenetran y hasta cierto punto son parcialmente inmanentes unos a otros. El caso en el que resultaría aplicable es aquel en el que los actores decididos a compartir la construcción de destino operan con incidencias en ambos: el de partida y el de llegada. Condición que se forja mediante acciones que tienen consecuencias para los dos, independientemente de la voluntad con la que se gestan. Cuando cierta migración de pobladores se constituye como necesaria para dar lugar a determinado proyecto –por ejemplo industrial o productivo-, el proceso esperado puede en su contra-cara generar vacíos y debilitamientos regionales no deseables. En las discusiones clásicas, la condición de desarrollo en sus múltiples lecturas de carencia de/sub/infra/ o en vías de.-entre otras- puso en escena la consideración de contrarios necesariamente implicados, como en los casos en que la búsqueda de ciertas condiciones de “desarrollo” afectó otras. Pero bien vale considerar que en esas lecturas tampoco los puntos de partida y de llegada son puros. La complejidad de elementos en las que se debaten los supone entremezclados. Muchas veces lo que se juzga “desarrollado” aparece interpenetrado por su contrario. Lo que aparenta una condición de riqueza implica pobrezas y en ciertos sentidos algunas pobrezas se constituyen en riquezas (como puede ser un manejo limitado de habilidades para interactuar con la naturaleza que en realidad son garantía de su preservación). Otro ejemplo lo da la relación capital-trabajo, que en el marco de un régimen capitalista supone a sus componentes como inseparables y configurados solo en virtud de su contrario. La iii) ambigüedad dialéctica, por su parte, expresa cómo ciertos componentes pueden presentarse de modo simultáneo como ambivalentes; es decir, asumiendo valores distintos e incluso contrarios a su aparente condición. Un ejemplo claro de ambigüedad se manifiesta toda vez que ciertos actores dicen representar a los intereses de su comunidad y en realidad responden a otros o viceversa. En los cuerpos institucionales o de representación (política), por ejemplo, el límite entre pertenecer a una comunidad o agremiación o responder a otras convicciones o mandatos superiores –de dependencia económica, laboral, política o religiosa, entre otras- no siempre se muestra claro. A quién se es leal o responde no se explicita necesariamente a través de declaraciones o posiciones relatadas; sino que más bien se vincula 61

a las acciones que lo materializan y afirman y que muchas veces suelen contradecirlo. En ese caso, la ambigüedad dialéctica no es otra cosa que la resultante de las tensiones que enfrentan a los actores con intereses divergentes y los diversos niveles de integridad con los que aceptan o no conservarlos, rechazarlos o convivir. Pero la ambigüedad también puede expresarse en los valores. Se puede promover la participación y desear que ella no se constituya toda vez que se piensa que el destino a construir no precisa de propuestas que resulten alternativas. Se puede promover la sostenibilidad e imaginar que puede compartir cartel con la competitividad, siendo que ésta es funcional a la búsqueda de mejores posiciones que a su vez afectan a otras que facilitaban a la primera; y también puede suceder que no se perciba que las consecuencias de ese pregonar anulan o excluyen a alguna de ellas. En cuarto lugar la iv) polarización dialéctica esclarece, se dice, las apariencias de las antinomias de aquellos procesos que artificialmente las inflacionan o radicalizan. Un caso de polarización dialéctica surge toda vez que en la discusión de horizontes y construcción de destinos se plantean falsos polares. Por ejemplo, que una estructura y dinámica deba ser “A” y nunca “B” o su viceversa (agraria o industrial, por ejemplo; digital o analógica; asistencial o subsidiaria); cuando existen experiencias que muestran que las polaridades guardan en sus trayectos infinidad de posibilidades de constituirse desde la complementariedad o como híbridos intermedios. Así, un proceso puede definirse como participativo o no participativo como si la definición en sí mismo anulase las múltiples posibilidades que tiene la acción humana de manifestarse entre ambas alternativas. En ese marco la denominación de “participativo” no augura que las prácticas les sean consecuentes; ni tampoco la versión contraria puede garantizar que las propias reivindicaciones de los actores constituyan en participativa una iniciativa que en principio no lo contemplaba. Si por defecto las instituciones abiertas y de representación pública advierten que sus promociones son participativas, una lectura atenta de sus prácticas podría observar que detrás de cualquier apariencia discursiva puede practicarse exactamente lo contrario. O que lo que se ofrece como evidencia no alcanza para demostrar su afirmación. La radicalización de las polaridades, entonces, pueden resultar engañosas aunque paradójicamente se planteen para esclarecer. Por último, la v) reciprocidad de perspectivas pone su atención en aquellos elementos que no admiten identificación o separación; sino más bien lecturas de paralelismos y simetrías. 62

Poner a consideración que determinados actores deberían involucrarse con sus opiniones u acciones frente a determinada temática supone en su versión recíproca observar que para cada temática también las especificidades de los problemas indica las vinculaciones y pertinencias necesarias en el plano de las acciones. Así, ante un problema de salud resulta conveniente la opinión de los médicos; y toda vez que una comunidad tiene en su seno a médicos debería considerar conveniente que ellos se vinculen e inmiscuyan en la salud de sus ambientes. El paralelismo entre tipos de problemas y tipos de soluciones no solo se reconoce condición típica de la modernidad que entre sus bases promueve la especialización y segmentación del conocimiento sobre la base de clasificación de problemas; sino que es una condición real sobre la que opera la organización social contemporánea. La omisión, por tanto, no puede ser ingenua ni irresponsable, aún cuando muchas veces así se exprese. Un ejemplo del conflicto denominado “Campo Vs. Gobierno”40 vale para graficarlo; ya que ante un problema que requería o resultaba deseable que incorporase en su tensión al conocimiento especializado válido para formar criterio, careció –por omisión voluntaria- totalmente de él. Otro ejemplo de reciprocidad necesaria lo constituye el par “pobreza-riqueza”, toda vez que como condición expresa existencias y carencias que nunca podrán ser consideradas como absolutas o ajenas de sus propias paralelas. Algunas tesis que pueden sostenerse para pensar dialécticamente la participación Planteados los procesos de dialectización, vayamos finalmente a proponer algunas de las tesis que pueden sostenerse y considerarse para discutir la participación en las prácticas sociales e institucionales in situ. Para esa tarea y buceando en el materialismo histórico Louis Althusser (1967) trabaja dos distinciones y un concepto que resultan fundamentales para el pensamiento dialéctico ocupado en esclarecer las contradicciones. Estas son las distinciones entre contradicción principal y contradicción secundaria; aspecto principal y aspecto secundario y el concepto de desarrollo desigual de la contradicción. 40

Nos referimos al conflicto suscitado en el 2008 por la política de retenciones – principalmente a la soja- que promovió el Gobierno Nacional de Argentina y que tuvo reacciones en la llamada Mesa de Enlace (articulación de cuatro entidades corporativas representantes de distintos sectores vinculados a la producción agropecuaria).

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Veamos cómo pueden constituirse en un aporte para nuestro análisis y cómo se ligan a los procesos de dialectización antes descriptos. En ese marco algunas tesis propuestas pueden ser las siguientes: Acerca de la contradicción principal Si la participación se supone una “instancia social evocada como necesaria en la que los actores presentes accionan para construir destino”, su principal paradoja radica en que al invocarse por su inexistencia o carencia condiciona la construcción del destino que se plantea como finalidad aparentemente no condicionada. Así, la acción de los sujetos para diseñar destino se vuelve acción de los sujetos para responder a una condición de algún tipo de destino preestablecido que supuestamente no debería establecerlo. Acerca de la contradicción secundaria Pero si construir destino es innovar, la participación deja de hacerlo cuando constituida en proceso requiere institucionalizarse para ofrecer garantías de autenticidad y universalidad –derecho de todos. O para decirlo en otros términos, precisa construir desde ciertas reglas que posibiliten que esa participación se constituya como una instancia cierta para un conjunto vincular; por tanto, a partir de normas que precisa conservar antes que renovar. Acerca de la distinción entre el aspecto principal y el secundario Si toda evocación participativa se efectúa en nombre de la construcción de un destino promisorio –finalidad en tanto beneficio para su gente-, aquello que parece principal se vuelve secundario toda vez que de la gente depende su configuración. Pero toda vez que lo secundario eclipsa lo principal pone en duda el propio carácter de su finalidad primera. Así, lo principal y lo secundario operan, entonces, como componentes complementarios y relativos para la valoración. Acerca del desarrollo desigual de la contradicción Si fines y medios, “construcción de destino” y “acción participativa necesaria”, se vuelven complementarios y relativos para la valoración, la condición desigual de los 64

que valoran, accionan y construyen se constituye en condición inherente de la tensión en la que se configura el propio proceso. La discusión de la participación, entonces, lejos de suponerse resuelta en su propio sentido activo –la participación por sí misma es una superación-, conlleva en su propia “naturaleza” social una serie de contradicciones que en los principios de complementariedad, implicación, ambigüedad. polarización y reciprocidad encuentra la posibilidad de problematizarse para que lo aparente u oculto se vuelva explícito. Esa condición des-dogmatizadora no dice que esa “instancia social, evocada como necesaria, en la que los actores presentes accionan para construir destino” carece de sentido o razonabilidad histórica; simplemente alerta que esa evocación, como cualquier otra, enfrenta las tensiones que toda acción humana porta toda vez que admite que sus actores no son idénticos ni idénticos son sus destinos. Bibliografía ALTHUSSER, L. y Otros. 1967. Dialética e Ciências Sociais. Rio de Janeiro, Zahar Edit. CIMADEVILLA, G. 2004. Dominios. Crítica a la razón intervencionista, la comunicación y el desarrollo sustentable. Buenos Aires, Prometeo. GURTVICH, G. 1982. [1962]. Dialéctica e sociologia. Lisboa, Dom Quixote. KOPNIN, P. 1978. A dialética como lógica e teoría do conhecimento. Rio de Janeiro, Civilização Brasileira.

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Comunicación participativa ¿el nuevo paradigma? Jan Servaes; Patchanee Malikhao41 La comunicación participativa requiere, antes que nada, cambios en la manera de pensar de los “comunicadores”. Los estímulos, los objetivos y las audiencias de los modelos de comunicación y desarrollo, combinados con la auto-valorización, los títulos y las inseguridades, quizás polvoreados de un asomo de benevolencia mal dirigida, a menudo rinden los “expertos” demasiado prolijos e intrometidos. Quizás esto se deba a que se necesita mucha más imaginación, preparación y ardua labor para alcanzar un aprendizaje dialogal. Es mucho más fácil preparar e impartir una cátedra. Sin embargo, posiblemente exista una razón válida por la cual poseemos dos orejas y una sola boca. La comunicación entre personas no prospera con base en la habilidad de hablar rápido, sino en la de escuchar bien. La gente no es “afónica” porque no tiene nada que decir, sino porque a nadie le interesa escucharla. La escucha auténtica alimenta mucho más la confianza que la charla incesante. La participación, que necesita escucha y, además, confianza, ayudará a reducir la distancia social entre comunicadores y receptores, entre maestros y alumnos, entre dirigentes y seguidores y facilitará un intercambio más equitativo de ideas, conocimientos y experiencias. Sin embargo, la necesidad de escuchar no se limita únicamente a los que están del lado de los receptores. Debe involucrar tanto a los gobiernos como a los ciudadanos, a los pobres y a los ricos, a los planificadores y administradores y a su población meta. De la Modernización, pasando por la Dependencia, hacia la Multiplicidad En los años 1950 y 1960 la comunicación para el desarrollo ha sido generalmente recibida con entusiasmo y optimismo. A partir de las obras influyentes de los científicos estadunidenses 41

SBS Center “Communication for Sustainable Social Change”, University of Massachusetts, Amherst.

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Daniel Lerner (1958: comunicación y desarrollo en el Medio Oriente) y Wilbur Schramm (1964: el papel de los medios en el desarrollo nacional), los investigadores en comunicación han asumido que la introducción de los medios y de ciertos tipos de información educacional, política y económica al interior de un sistema social pudiese transportar a individuos y sociedades desde la tradición hasta la modernidad. Este optimismo estaba conforme al “Zeitgeist” vigente después de la Segunda Guerra Mundial y del derrumbe del Nazismo y del fascismo. La fundación de las Naciones Unidas estimuló las relaciones entre estados soberanos, especialmente entre Estados del Atlántico del Norte y las naciones en vías de desarrollo, incluyendo a los nuevos estados emergiendo de su pasado colonial. Aunque la “guerra fría” nubló esta etapa de entusiasmo, las superpotencias –los Estados Unidos y la anterior Unión Soviética- trataron de expandir sus propios intereses hacia los países en desarrollo. Ambos empezaron a promover versiones encontradas de “porvenires modernos” en el así llamado Tercer Mundo. De hecho, los Estados Unidos definían al desarrollo y al cambio social como la réplica de su propio sistema políticoeconómico y como la apertura hacia sus corporaciones transnacionales. Al mismo tiempo, los países en desarrollo consideraban al “estado de bienestar” de las naciones del Atlántico del Norte como su objetivo máximo de desarrollo. Esas naciones estaban atraídas por la transferencia de la nueva tecnología y por el modelo de un estado centralizado con una planificación económica cuidadosa, y consideraban a las burocracias centrales enfocadas hacia la agricultura, la educación y la salud, como las estrategias más eficaces para alcanzar el nivel de los países industrializados. Esta visión, principalmente económica del desarrollo, caracterizada por el endogenismo y el evolucionismo, finalmente resultó en la teoría de la modernización y del crecimiento. Esta teoría considera al desarrollo como un proceso unilineal y evolucionario, y define a la situación de subdesarrollo en términos de diferencias cuantitativas observables entre los así llamados países ricos y pobres por un lado, y entre sociedades modernas y tradicionales por otro lado. Como resultado de la “revolución” intelectual general que tuvo lugar a mediados de los años 60, esta perspectiva euro- o etnocéntrica del desarrollo fue cuestionada por científicos sociales latino-americanos y así nació una teoría en torno a la dependencia y el subdesarrollo. Este enfoque de la dependencia formaba parte de una reorientación estructuralista general de las 68

ciencias sociales. Los “dependentistas” estaban primordialmente preocupados por los efectos de la dependencia sobre los países periféricos, pero estaba implícita en su análisis la idea de que desarrollo y subdesarrollo debían de ser interpretados en el contexto del sistema mundial. Este paradigma de la dependencia jugó un papel importante en el movimiento en favor de un Nuevo Orden Mundial de la Información y la Comunicación entre fines de los años 60 y principios de los años 80. En aquel tiempo, los nuevos estados de África, Asia y el éxito de los movimientos socialistas y populares en Cuba, China, Chile y otros países realizaban los objetivos de la auto-determinación política, económica y cultural al interior de la comunidad internacional de naciones. Estas nuevas naciones compartían el deseo de independencia de las superpotencias y procedieron a formar las Naciones No Alineadas. El Movimiento de Países No Alineados definió al desarrollo como una lucha política. Desde que la demarcación entre Primero, Segundo y Tercer Mundo ha sido abandonada y que la línea transversal centroperiferia se encuentra actualmente al interior de cada región, se necesita un nuevo concepto de desarrollo que enfatice la identidad y multidimensionalidad cultural. El mundo “global” actual, tanto en general como en sus diferentes entidades regionales y nacionales, se enfrenta a crisis multifacéticas. Aparte de la obvia crisis económica y financiera, también nos podríamos referir a las crisis sociales, ideológicas, morales, políticas, étnicas, ecológicas y securitarias. En otras palabras, la perspectiva anterior de la dependencia es actualmente más difícil de sostener debido a la interdependencia creciente de las regiones, naciones y comunidades en nuestro mundo globalizado. A partir de la crítica de los dos paradigmas arriba citados, particularmente la del enfoque de la dependencia, ha surgido una nueva visión sobre desarrollo y cambio social. El punto de partida común consiste en el examen de los cambios “bottom-up”, es decir a partir del auto-desarrollo y la comunidad local. La asunción fundamental es que no existen países o comunidades que funcionen de manera completamente autónoma y que sean completamente auto-suficientes y que tampoco existen naciones cuyo desarrollo esté exclusivamente determinado por factores externos. Cada sociedad es dependiente de alguna manera, ya sea en su forma o en su grado. Por esta razón se buscó un marco dentro del cual se pudiera estudiar tanto el Centro como la Periferia de manera separada y en su relación mutua, tanto a nivel global, nacional y local. 69

También se presta ahora mayor atención al contenido del desarrollo, lo cual implica un enfoque más normativo. Un desarrollo diferente cuestiona el hecho de si los países “desarrollados” son realmente desarrollados y si este tipo de progreso es sostenible o deseable. La nueva visión favorece una multiplicidad de enfoques basados en el contexto y en las necesidades básicas, sentidas, y en el empoderamiento de los sectores más oprimidos de varias sociedades a niveles divergentes. La tesis general es que el cambio debe ser estructural y que debe ocurrir a niveles múltiples para poder alcanzar sus objetivos. Difusión versus Comunicación Participativa La tipología arriba mencionada de los así llamados paradigmas de desarrollo (para más detalles, ver Servaes 1999, 2003), también están presentes a nivel de las comunicaciones y de la cultura. Los medios de comunicación son, en el contexto del desarrollo, generalmente utilizados para sostener iniciativas de desarrollo por medio de la diseminación de mensajes que instan al público a apoyar proyectos dirigidos hacia el desarrollo. Aún si las estrategias de desarrollo en los países en vías de desarrollo divergen mucho, el modelo usual utilizado en radio, televisión y prensa ha sido predominantemente el mismo: informar a la población sobre proyectos, ilustrar las ventajas de estos proyectos y recomendar que se les apoye. Un ejemplo típico de tal estrategia se encuentra en el área de la planificación familiar, en donde medios de comunicación tales como pósters, panfletos, radio y televisión tratan de convencer al público de aceptar métodos de control natal. Estrategias similares se utilizan para campañas sobre salud y nutrición, proyectos agrícolas, educación, etc. Este modelo concibe al proceso de comunicación principalmente como un mensaje que va del emisor hacia el receptor. Esta visión jerárquica de la comunicación se puede resumir en la fórmula clásica de Laswell -- “Who says What through Which channel to Whom with What effect?” – “Quién dice Qué a través de Cuál canal a Quién y con Cuál efecto”, y que data de las investigaciones (sobre todo en Estados Unidos) sobre campañas y difusión a finales de los años 40 y en los años 50. Se dice que fue el científico estadounidense Everett Rogers (1983) quien introdujo la teoría de la difusión en el contexto del desarrollo. Aquí la modernización es concebida como un proceso de difusión en el cual individuos avanzan desde un modo de vida tradicional hacia un modo de vida diferente, más técnicamente desarrollado y más rápidamente cambiante. 70

Basándose primordialmente en investigaciones sociológicas en sociedades agrarias, Rogers recalca los procesos de adopción y difusión de la innovación cultural. Es por ello que este enfoque se encarga de manera más sistemática y planificada de los procesos de difusión y adopción de innovaciones. Los medios de comunicación masiva son importantes para promover la concientización sobre nuevas posibilidades y prácticas; sin embargo, al llegar a la fase en donde se deben tomar decisiones en cuanto a adoptarlas o no, la comunicación personal será mucho más influyente. De allí nuestra conclusión general de estas líneas de pensamiento: es menos probable que la comunicación masiva tenga efectos directos sobre el comportamiento social que la influencia personal. Perspectivas más recientes sobre comunicación y desarrollo plantean que ésta es una visión limitada sobre comunicación y desarrollo. Argumentan que este modelo de difusión es vertical o que es una perspectiva uni-direccional sobre comunicación y que el desarrollo será principalmente acelerado a través del involucramiento activo en el proceso mismo de comunicación. La investigación ha demostrado que, mientras es cierto que grupos del público pueden conseguir información de fuentes impersonales tales como radio y televisión, esta información, sin embargo, tiene efectos relativamente reducidos sobre sus cambios de comportamiento. Ahora bien, el desarrollo precisamente quiere tales cambios. Investigaciones similares han llevado a la conclusión de que se aprende más de contactos interpersonales y de técnicas de comunicación masiva basadas sobre ésos. En el nivel más bajo, antes de poder discutir y resolver sus problemas, la gente debe ser informada de los hechos y esta información puede ser difundida por los medios a nivel nacional, regional y local. Al mismo tiempo, el público, siempre y cuando los medios sean suficientemente accesibles, puede dar a conocer sus necesidades de información. Teorías de la comunicación, tales como “difusión de innovaciones”, el “two-step-flow” (“flujo de dos pasos”), o los enfoques “extensionistas” son bastante congruentes con la teoría de la modernización arriba mencionada. La orientación verticalista o top-down elitista del modelo de difusión es obvia. El modelo participativo, por otro lado, incorpora los conceptos en el marco de la multiplicidad. Acentúa la importancia de la identidad cultural de comunidades locales y de la democratización y participación a todos los niveles internacional, nacional, local e individual. Este modelo lleva a una 71

estrategia, no meramente inclusiva de, sino ampliamente irradiando desde, las “receptores” tradicionales. Paulo Freire (1983:76) se refiere a esto como al derecho de cada uno de decir de manera individual y colectiva su palabra: “Este no es el privilegio de unos cuantos hombres, sino que es el derecho de cada hombre y mujer. Como consecuencia, nadie puede decir solo una palabra verdadera —y tampoco la puede decir en nombre de otro, por medio de un acto prescriptivo que le robe a los demás sus palabras”. Para compartir información, conocimientos, confianza, compromiso, y una actitud correcta en los proyectos de comunicación, la participación es muy importante en cualquier proceso de toma de decisión relacionado con el desarrollo. Por esta razón, la Comisión Internacional para el Estudio de Problemas de Comunicación, dirigida por el ya fallecido Sean MacBride, argumentaba que “era necesaria una nueva actitud para superar el pensamiento estereotipado y para promover un mayor entendimiento de la diversidad y la pluralidad, respetando plenamente la dignidad y la igualdad de los pueblos viviendo en diferentes condiciones y actuando de diversas maneras” (MacBride, 1980:254). Este modelo acentúa la colaboración recíproca a todos los niveles de la participación. Estos enfoques más recientes también argumentan que el punto de partida debe ser la comunidad. Los problemas de las condiciones de vida se discuten a nivel de la comunidad y es a este nivel que se decide sobre las interacciones con otras comunidades. La forma más desarrollada de participación es la auto-gestión. Este principio implica el derecho de participación en la planificación y la producción de los contenidos de los medios de comunicación. Sin embargo, no todos desean o deben ser involucrados en su implementación práctica. Es más importante que la participación sea posible a nivel de la toma de decisiones en cuanto a los temas que serán tratados en los mensajes y en cuanto a la selección de procedimientos. Uno de los obstáculos fundamentales contra la decisión de adoptar la estrategia participativa consiste en que ésta significa una amenaza para las jerarquías existentes. Sin embargo, la participación no implica que especialistas del desarrollo, planificadores y dirigentes institucionales ya no tengan ningún papel. Sólo significa que los puntos de vista de los grupos locales del público son tomados en cuenta antes de que los recursos de los proyectos de desarrollo sean designados y distribuidos, y que las sugerencias de cambios políticos sean tomadas en cuenta.

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Los dos enfoques principales de la Comunicación Participativa Existen dos grandes enfoques en la comunicación participativa que hoy todo el mundo acepta como lógicos. El primero es la pedagogía dialogal de Paulo Freire (1970, 1973, 1983, 1994), y el segundo abarca las ideas de acceso, participación y auto-gestión articuladas en los debates de la UNESCO de los años 1970 (Berrigan, 1977, 1979). Cada proyecto de comunicación que se autonombra participativo acepta estos principios de comunicación democrática. Sin embargo, existe hoy en día una gran variedad de experiencias prácticas y de intenciones. Antes de ponernos a explorar estas diferencias es útil revisar brevemente los acuerdos comunes. El argumento freiriano funciona por medio de una estrategia teórica dual. Insiste en que los pueblos subyugados deben ser tratados como sujetos plenamente humanos en cualquier proceso político. Esto implica comunicación dialogal. Aún si se inspira parcialmente en el existencialismo sartriano –respeto hacia la personalidad autónoma de cada ser humano-, su fuente más importante es una teología que exige respeto para la otredad –en este caso la de otro ser humano. La segunda estrategia es un momento de esperanza utópica derivada del joven Marx que plantea que la especie humana tiene un destino más allá de la satisfacción de las necesidades materiales. También retoma de Marx la insistencia en soluciones colectivas. Las oportunidades individuales, enfatiza Freire, no son la solución a situaciones generalizadas de pobreza y subyugación cultural. Estas ideas son profundamente impopulares en los círculos de las élites, incluso de las del Tercer Mundo; sin embargo, la noción freiriana de comunicación dialogal es ampliamente aceptada como una teoría normativa de comunicación participativa. Un problema con Freire es que esta teoría de comunicación dialogal está basada en un diálogo grupal, más que en medios tan amplios como la radio, la televisión y la prensa. Freire también le presta poca atención al lenguaje o a la forma de comunicación, dedicando la mayor parte de su discusión a las intenciones de los actos de comunicación. El segundo discurso sobre comunicación participativa es el lenguaje de la UNESCO sobre auto-gestión, acceso y participación en la reunión de 1977 en Belgrado, anteriormente Yugoslavia. El informe final de esta reunión define estos términos de la siguiente manera:

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 “Acceso” refiere al uso de los medios a favor del servicio público. Se puede definir en términos de oportunidades disponibles para el público para escoger programas variados y relevantes y para tener medios de retroalimentación para transmitir sus reacciones y demandas a los organismos de producción.  “Participación” implica un nivel más elevado de involucramiento público en los sistemas de comunicación. Incluye el involucramiento del público en el proceso de producción y también en la gestión y la planificación de los sistemas de comunicación. “Participación” puede ser solamente la representación y la consulta del público en la toma de decisiones.  Por el otro lado, “auto-gestión” es la forma más avanzada de participación. En este caso, el público ejerce el poder de la toma de decisiones al interior de las empresas de comunicación y está también plenamente involucrado en la formulación de las políticas y de los planes de comunicación. Acceso por parte de la comunidad y participación de la comunidad deben ser definidos como factores claves, tal como lo resume de manera elocuente Berrigan: “[Los medios comunitarios] son medios a los cuales los miembros de la comunidad tienen acceso, para su información, educación, entretenimiento, cada vez que desean este acceso. Son medios en los que la comunidad participa, como planificadores, productores, y actores. Son los medios de expresión de la comunidad y no para la comunidad.” (Berrigan, 1979: 8). Refiriéndose a la reunión de 1977 en Belgrado, Berrigan (1979:18) relaciona (parcialmente) acceso con recepción de información, educación y entretenimiento considerados relevantes por la comunidad: “[Acceso] puede ser definido en términos de oportunidades disponibles al público para escoger programas variados y relevantes y para tener medios de retroalimentación para transmitir sus reacciones y demandas a los organismos de producción.” Otros limitan acceso a los medios de comunicación masiva y lo consideran como “los procesos que permiten a los usuarios entregar insumos relativamente abiertos e ineditados a los medios de comunicación masiva” (Lewis, 1993: 12) o como “la relación con el público y con las instituciones radio-televisivas establecidas” (Prehn, 1991: 259). Tanto los enfoques dirigidos a la 74

producción como a la recepción del “acceso” se pueden considerar como relevantes para entender los “medios comunitarios” y se incorporarán en la Tabla 1. Tabla 1: Acceso y participación de la comunidad Producción de significado

Recepción de significado

Acceso a la organización Acceso a los contenidos productora de contenidos considerados relevantes • Posibilidad de producir • Posibilidad de recibir e contenido y que sea difundido interpretar contenidos Participación en los contenidos producidos • Co-decisión sobre contenidos generales Participación en la organización productora de contenidos • Co-decisión sobre la política

• Evaluación de los contenidos

Estas ideas son importantes y son ampliamente aceptadas como teoría normativa de comunicación participativa: forzosamente debe haber acceso y participación (Pateman, 1972). Sin embargo, se notan diferencias con Freire. El discurso de la UNESCO incluya la idea de una progresión gradual. Se puede conceder alguna dosis de acceso, pero la auto-gestión se puede posponer hasta algún momento en el futuro. La teoría de Freire no admite tal compromiso. O bien se respeta la cultura del otro o bien se cae otra vez en la dominación y en el “dique” de la educación impuesta. El discurso de la UNESCO habla en términos neutros de “el público”. Freire habla de los “oprimidos”. Finalmente, el discurso de la UNESCO pone énfasis en la institución. Radio participativa y comunitaria significa una estación de radio que es auto-gestionada por los que participan en ella. Comunicación Participativa para el Cambio Social Participación significa una repartición más equitativa de tanto el poder político como económico, lo cual a menudo lleva a reducir los privilegios de ciertos grupos. Un cambio estructural significa redistribución del poder. En las áreas de la comunicación masiva, muchos expertos de la comunicación están de acuerdo que el cambio estructural debe ocurrir primero para poder 75

establecer luego políticas de comunicación participativa. Mowlana y Wilson (1987: 143), por ejemplo, plantean: "Las políticas de comunicación son básicamente derivadas de las condiciones e instituciones políticas, culturales y económicas dentro de las cuales operan. Tienden a legitimar las relaciones de poder existentes en la sociedad y, por esta razón, no se les puede cambiar de manera sustancial sin que haya cambios estructurales fundamentales en la sociedad que permitan alterar estas relaciones de poder mismas”. Por esta razón, el desarrollo del modelo de comunicación participativa debe implementarse conjuntamente con toda una serie de otros procesos de emancipación social a nivel local, nacional e internacional. Varios autores han tratado de resumir los criterios de tal modelo de comunicación. El científico latinoamericano Juan Somavia (1977, 1981) enumera los siguientes componentes (ligeramente adaptados) como esenciales:  Comunicación es una necesidad humana: La satisfacción de la necesidad de comunicación es tan importante para una sociedad como la preocupación por la salud, nutrición, vivienda, educación y trabajo. Junto con todas las otras necesidades, la comunicación debe habilitar a los ciudadanos a emanciparse completamente. El derecho a informar y a estar informado y el derecho de comunicar son derechos humanos esenciales tanto individuales como colectivos.  Comunicación es un derecho humano delegado: Al interior de su propio contexto cultural, político, económico e histórico, cada sociedad debe ser capaz de definir de manera independiente las formas concretas de organización de su proceso de comunicación social. Puesto que existe una variedad de culturas, también puede haber una variedad de estructuras organizacionales. Pero, cualesquiera que sean las formas de la función de comunicación, siempre se deben priorizar los principios de comunicación y accesibilidad.  Comunicación es una faceta del proceso de concientización, emancipación y liberación de la sociedad. La responsabilidad social de los medios en el proceso de cambio social es muy amplia. Efectivamente, después del período de educación formal, los medios son los agentes más importantes de educación y 76

socialización. Son capaces de informar o desinformar, exponer o esconder hechos importantes, interpretar eventos de manera positiva o negativa, etc.  El papel de la comunicación implica derechos y responsabilidades/obligaciones. Puesto que los medios ofrecen en realidad un servicio público, deben funcionar en el marco de una responsabilidad social y jurídica que refleje el consenso social de la sociedad. En otras palabras, no hay derechos sin obligaciones. Por esta razón, el derecho y la libertad de comunicar, deben ser enfocados desde una perspectiva triple: en primer lugar, es necesario que el público participe efectivamente en el campo de la comunicación; en segundo lugar, se necesita diseñar un marco dentro del cual esto se pueda hacer; y, en tercer lugar, los medios deben gozar de autonomía profesional y no estar sujetos a presiones económicas, políticas o cualesquiera otras. En resumen, la comunicación participativa para el cambio social ve a la gente como el núcleo del desarrollo. Desarrollo significa elevar los espíritus de una comunidad local para que esté orgullosa de su propia cultura, intelecto y medio ambiente. El desarrollo busca educar y estimular a la gente para que sea activa en los mejoramientos individuales y comunitarios manteniendo siempre una ecología balanceada. La participación auténtica, aunque muy presente y aprobada en la literatura, no es del interés de todos. Debido a su concentración local, los programas participativos de hecho no son fáciles de implementar ni altamente predecibles ni fácilmente controlables. Diferentes “tipos” de Proyectos de Comunicación Participativa A pesar de la aceptación amplia de las ideas de Freire y de la UNESCO por parte de organizaciones de desarrollo e investigadores de la comunicación, sigue habiendo un abanico muy amplio de proyectos que se autonombran “proyectos de comunicación participativa”. Es evidente que los medios participativos necesitan ser esclarecidos por medio de teorías descriptivas y normativas. ¿Qué quiere decir ser participativo? Es necesario hacer mayores distinciones y argumentar más para poder analizar una variedad amplia de experiencias actualmente existentes y de intenciones políticas.

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Una revisión de la literatura nos ofrece los siguientes tipos (Berrigan, 1979; Berque, Foy & Girard, 1993; Fraser & Restrepo, 2000; Girard, 1992; Lewis, 1993; O'Connor, 1988; O'Sullivan, 1979):  Los medios participativos son organizados internamente según líneas democráticas (como cooperativas o colectivos de trabajadores);  Los medios participativos son reconocidos por su oposición a las industrias culturales dominadas por las corporaciones multinacionales;  Los medios participativos se relacionan con la liberación de grupos lingüísticos y étnicos después de una transformación social importante;  La fuerte existencia de medios participativos se explica en términos de lucha de clases al interior de la sociedad;  Los medios participativos pueden ser identificados como "moleculares" más que como "molares" (una colectividad o unidades individuales autónomas en lugar de una unidad homogeneizada y uni-dimensional);  Los medios participativos (como el montaje de Eisenstein y el teatro de Brecht) por su diseño requieren la recepción creativa y variada de parte de su audiencia. Reyes Matta (1986) plantea que la comunicación participativa es antes que nada una alternativa frente a los medios dominados por las corporaciones transnacionales. Este es el contexto en el cual cualquier alternativa debe operar. Tener éxito significa ganar contra las industrias de la cultura dominadas por las corporaciones transnacionales. La línea de pensamiento desarrollada por CINCO (1987) se desarrolla a partir de este planteamiento porque incluye un análisis estructural de las instituciones de la comunicación. Para los investigadores de CINCO, un medio es una alternativa si tiene una estructura institucional democrática. Aquí se oponen la propiedad y control externos a la comunidad al acceso y la participación en la organización de los medios por parte de la comunidad. Legitimidad y credibilidad políticas pueden ser promovidas estableciendo la así llamada democracia participativa, es decir la construcción de una participación real del público. Esto sólo es posible si el sistema de comunicación es descentralizado. El control sobre la comunicación y la información no pueden ser el monopolio de uno o pocos segmentos de la sociedad. Desgraciadamente, los aspectos estructurales impiden 78

generalmente realizar el ideal democrático. En la mayoría de los países en desarrollo, aún no se pone la primera piedra que deberá tender un puente sobre el abismo entre la élite en el poder y las masas. Por esta razón, para establecer la democracia participativa, es necesario hacer posible el diálogo entre las autoridades y el público, a nivel nacional, regional y local. En el sector político, esto se puede lograr por medio de partidos políticos, grupos de presión, grupos de acción cívica, movimientos ambientales, etc. Es decir que se necesitan tanto la credibilidad política y la identidad social y cultural de parte de la población como la conciencia de apoyo a sus objetivos de desarrollo. Lewis (1993: 12) nos ofrece una descripción más elaborada (ligeramente adaptada por nosotros) de las diferentes áreas de los medios alternativos/participativos en la Tabla 2: Tabla 2: Definición de medios alternativos/participativos Área Motivo o meta

Fuentes de financiamiento

Exención regulatoria

Estructura organizacional

Crítica hacia prácticas profesionales

Contenido del mensaje

Relación con la audiencia y/o consumidores

Ejemplos del área • Rechazo de los motivos comerciales • Aserción de objetivos humanos, culturales, educacionales • Rechazo de subsidios del estado o del municipio • Rechazo de entradas por anuncios publicitarios • Supervisado por distintas instituciones • Independiente / “libre” • Organización horizontal • Permite participación “plena” • Democratización de la comunicación • Promover el compromiso voluntario • Acceso y participación para no profesionales • Diferentes criterios para selección de las noticias • Sustituir o contradecir discursos o representaciones dominantes • Grado de control del usuario/consumidor • Permite que la audiencia/consumidores mismos articulen sus necesidades y objetivos • Democratización de la comunicación

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Composición de la audiencia

• Gente joven, mujeres, poblaciones rurales • Diversidad y multiplicidad

Rango de difusión

• Local más que regional o nacional

Naturaleza de la metodología de investigación

• Investigación cualitativa, etnográfica y a largo plazo

El concepto de “medios comunitarios” (MC) demostró ser, en su larga tradición teórica y empírica, altamente elusivo. La multiplicidad de organizaciones de medios que llevan este nombre ha llevado a que la mayoría de los enfoques mono-teóricos se han centrado en ciertas características, ignorando otros aspectos de la identidad de los medios comunitarios. Este problema teórico lleva a la necesidad de utilizar diferentes enfoques para llegar a definir los medios comunitarios (Tablas 3 & 4), lo cual permitirá poner un énfasis complementario en diferentes aspectos de la identidad de los “medios comunitarios” (para más detalles, ver Carpentier, Lie & Servaes, 1991).

Tabla 3: Posicionamiento de los cuatro enfoques teóricos Centrados en los medios Identidad autónoma de MC (Esencialista)

Enfoque I: Servicio a la comunidad

Identidad de MC en relación con otras identidades (Relacionista)

Enfoque II: Una alternativa a la corriente dominante

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Centrados en la sociedad Enfoque III: Parte de la sociedad civil Enfoque IV: Rizoma

Tabla 4: Resumen de los cuatro enfoques teóricos de los medios comunitarios Enfoques hacia los medios comunitarios Importancia de los medios comunitarios

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Servicio a una comunidad

Medios comunitarios como una alternativa a los medios de la corriente dominante

• Validar y fortalecer la comunidad • Tratar la audiencia como ubicada en una comunidad • Haciendo posible y facilitando el acceso y la participación de miembros de esta comunidad • Tópicos que son considerados relevantes para la comunidad pueden ser discutidos por los miembros de esta comunidad • Abrir un canal de comunicación para los grupos mal representados, estigmatizados o reprimidos de la sociedad

• Medios comunitarios muestran que la ‘tercera vía’ sigue abierta para las organizaciones de medios • Maneras alternativas de organización, y estructuras más balanceadas y/o horizontales siguen siendo una posibilidad real • Medios comunitarios pueden ofrecer representaciones y discursos que varían de los que surgen de los medios de la corriente dominante • Énfasis en autorepresentación, resultando en una multiplicidad de voces de la sociedad • Diversidad de formatos y géneros – lugar para experimentar

3 Relacionar los medios comunitarios con la sociedad civil • Importancia de la sociedad civil (como tal) para la democracia, con los medios comunitarios como parte de la sociedad civil • Democratización de los medios en relación con la micro- & macroparticipación • Democratización a través de los medios: participación extensiva en debates públicos y oportunidades de autorepresentación en la (o una) esfera pública

4 Medios comunitarios como rizoma • Medios comunitarios como cruces en donde gente de diferentes tipos de movimientos y luchas se encuentran y colaboran • Profundizar la democracia al poner en contacto diversas luchas democráticas • Focalizar la fluidez y la contingencia de las organizaciones de medios • Cuestionar y desestabilizar las rigidices y certidumbres de las organizaciones de medios públicas y comerciales • La elusividad hace difícil controlar a los medios comunitarios (como un todo) y encapsulargarantizar su independencia

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(Continuación Tabla 4) Retos a los medios comunitarios

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• Dependencia hacia la comunidad • Despertar el interés de la comunidad en una comunicación en dos sentidos mientras que el discurso de la corriente dominante se hace en un solo sentido • Falta de habilidades e interés en la comunicación en dos sentidos • Falta de tecnología que facilita la comunicación en dos sentidos • Reducción de la comunidad a su sentido geográfico, encierra los medios comunitarios en la posición de medios locales de pequeña escala, quitando gradualmente el énfasis en el papel de servicio hacia la comunidad

• Falta de estabilidad financiera y organizacional, al ser organizaciones de pequeña escala, independientes y estructuradas horizontalmente • Articulados como no profesionales, ineficientes, limitadas en su capacidad de alcanzar amplias audiencias e igual de marginales que algunos grupos de la sociedad a los que se trata de dar una voz • Prioridad política baja debido a su ‘marginalidad’

• Medios comunitarios como competidores entre medios comercialmente orientados • Rechazo a la publicidad como fuente principal de ingresos lleva a situaciones financieras inseguras • Peligros causados por un estado represivo • Luchando con cierto grado de ineficiencia • Hacer que funcione la democracia exige una atención constante

• No ser consciente de su papel como ‘cruce’ • Objetivos divergentes o conflictivos con organizaciones cívicas, amenazas contra la independencia de los medios por parte de estas organizaciones • Incorporación por parte de organizaciones del estado y del mercado, pérdida de independencia hacia estas organizaciones • Falta de un claro ‘interés común’ llevando a una falta de esfuerzos políticos, complicando el funcionamiento de las organizaciones representativas e impidiendo la emergencia de un movimiento de medios comunitarios bien definido

Para resumir Los cambios en el campo de la comunicación para el desarrollo descritos se pueden resumir de la siguiente manera: 1. El Crecimiento de un Entendimiento más Profundo de la Naturaleza de la Comunicación La perspectiva hacia la comunicación ha cambiado. Los primeros modelos de los años 50 y 60 consideraban al proceso de comunicación sencillamente como un mensaje dirigido por un emisor hacia un receptor (es decir el modelo clásico de Laswell EM-R). Se ponía énfasis en el emisor y en el medio; se acentuaba la libertad de prensa, la ausencia de censura, etc. Desde los años 70, la comunicación se ha centrado más en el receptor y el mensaje. Se pone ahora mayor énfasis en el proceso de comunicación (es decir, el intercambio de significados) y sobre la significación de este proceso (es decir, las relaciones sociales creadas por la comunicación y las instituciones y el contexto que resultan de estas relaciones). Como resultado, el enfoque ha cambiado desde el “comunicador” hacia una orientación más centrada en el “receptor”, lo cual trae como consecuencia un énfasis sobre el significado buscado y adscrito más que sobre la información transmitida. 2. Un Nuevo Entendimiento de la Comunicación como un Proceso en Dos Sentidos Con este cambio de enfoque, ya no se trata de crear una necesidad para la información que se disemina, sino que más bien se disemina información para la cual existe una necesidad. Se pone el énfasis en el intercambio de información más que en la persuasión del modelo de difusión. La visión “oligárquica” de la comunicación implicaba que la libertad de información era un derecho de sentido único desde el nivel superior hacia el nivel inferior, desde el Centro hacia la Periferia, desde una institución hacia un individuo, desde una nación rica en comunicación hacia una nación pobre en comunicación, etc. Hoy en día, se reconoce cada vez más la naturaleza interactiva de la comunicación. Hoy se considera fundamentalmente como de dos sentidos más que de sentido único, interactiva y participativa más que lineal.

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3. Un Nuevo Entendimiento de la Cultura La perspectiva cultural se ha vuelto central en el debate sobre comunicación para el desarrollo. La cultura no sólo es el medio ambiente visible, no-natural de una persona, sino primordialmente su contexto normativo. Por consiguiente, nos hemos movido desde un enfoque mecánico más tradicional que privilegiaba criterios económicos y materialistas hacia apreciaciones más múltiples de perspectivas holísticas y complejas. 4. La Tendencia hacia la Democracia Participativa El final de la era colonial trajo consigo el surgimiento de muchos estados independientes y la difusión de los principios democráticos, aunque sólo fuera a nivel ideal. Aunque a menudo ignorada a nivel práctico, la teoría honra a la democracia. Gobiernos y/o intereses privados poderosos siguen controlando ampliamente los medios mundiales de comunicación, pero se entonan más con y están más conscientes de los ideales democráticos que antes. Al mismo tiempo, los niveles de alfabetización se han elevado, y ha habido un mejoramiento notable de la habilidad de la gente en manejar y utilizar la tecnología de la comunicación. Por consiguiente, cada vez más gente puede utilizar los medios de comunicación y ya no se le puede negar el acceso a y la participación en los procesos de comunicación por falta de habilidades comunicativas y técnicas. 5. Reconocimiento del Desequilibrio en Recursos de Comunicación o en el Ámbito Digital La disparidad en recursos de comunicación entre diferentes partes del mundo se reconoce cada vez más como algo preocupante. Mientras las naciones del Centro desarrollan sus recursos, el abismo entre el Centro y la Periferia va creciendo. Los argumentos a favor de una distribución más balanceada e igualitaria de los recursos de comunicación sólo se pueden discutir en términos de poder a nivel local, nacional e internacional. El intento por parte de élites de poder a nivel local de controlar totalmente los canales modernos de comunicación – prensa, radio y televisión, educación y burocracia- ya no garantiza el control de todas las redes de comunicación en una sociedad dada. Así como el control de los medios masivos de comunicación ya tampoco asegura apoyo a las fuerzas de control, ni a la movilización en torno a sus objetivos, ni a la represión eficaz de la 84

oposición. Algunos argumentan que, gracias a los nuevos ICTs, especialmente Internet y www, se debería reorganizar el debate en el ámbito digital; sin embargo, otros son más escépticos y menos optimistas. 6. La Tendencia Creciente de la Globalización y del Carácter Híbrido de la Cultura Parece que los mayores ímpetus hacia una nueva formulación de las libertades de comunicación y la necesidad de políticas y planificaciones de comunicación realistas procedieron de la toma de conciencia de que el flujo internacional de comunicación se ha convertido en el transmisor principal de la globalización cultural. Este carácter híbrido de la cultura puede ocurrir sin relaciones perceptibles de dependencia. 7. Un Nuevo Entendimiento de Lo que está Pasando Dentro de los Límites del Estado-Nación Debemos aceptar que los factores “internos” e “externos” que inhiben el desarrollo no existen independientemente unos de otros. Entonces, para entender y desarrollar una buena estrategia, se deben entender las relaciones de clase presentes en cada sociedad periférica en particular, así como, por un lado, la manera en que estas estructuras se articulan con el Centro y, por otro lado, con las clases productoras en el Tercer Mundo. Por ejemplo, al discreditar a las clases dirigentes del Tercer Mundo como meras marionetas cuyos intereses siempre son mecánicamente sinónimas a los del Centro, se ignoran las realidades de una relación mucho más compleja. La misma inequidad y naturaleza contradictoria del proceso capitalista de desarrollo produce necesariamente una relación en constante evolución. 8. Reconocimiento del “Impacto” de la Tecnología de Comunicación Algunos sistemas de comunicación (por Ej., grabaciones en audio y video, copias, radio y especialmente Internet) se han vuelto baratos y tan sencillos que los argumentos para regularlos y controlarlos a nivel central, así como la posibilidad de hacerlo, se han vuelto irrelevantes. Sin embargo, otros sistemas (por Ej., satélites, registros a distancia, flujos de datos ultrafronteras) siguen siendo muy caros. Están fuera del alcance financiero de los pequeños países y de los “pobres”. Además, quizás no sean convenientes para medio-ambientes locales.

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9. Desde la Sociedad de Información hasta las Sociedades del Conocimiento La información ha sido considerada como el principal sector de crecimiento en la sociedad, especialmente en las economías industriales avanzadas. Sus tres líneas –computación, telecomunicaciones y radio-televisión -han ido evolucionando históricamente como tres sectores separados pero, gracias a la digitalización, actualmente estos sectores han ido convergiendo. A lo largo de la década pasada se ha podido observar una desviación gradual desde una definición tecnológica de la Sociedad de Información hacia definiciones más socio-económica. El término de Sociedades de Conocimiento (en plural, porque hay muchas vías) expresa mejor este cambio de énfasis desde ICTs como “motores” de cambio, hacia una perspectiva en donde estas tecnologías son consideradas como instrumentos que pueden proveer nuevas potencialidades de combinación entre la información inherente en los sistemas de ICTs por un lado y las potencialidades creativas y los conocimientos inherentes a la gente por otro lado. “Estas tecnologías no crean por sí solas las transformaciones en las sociedades; son diseñadas e implementadas por gente en sus contextos sociales, económicos y tecnológicos” (Mansell & When, 1998: 12). El conocimiento tecnológico es más que información. Conocimiento es el sentido o el significado que la gente le da a la información. Significado no es algo que se entrega a la gente, la gente misma crea/interpreta significados. Si el conocimiento se quiere utilizar de manera eficiente para ayudar a la gente, debe ser interpretado y evaluado por aquéllos a quienes se quiere ayudar. Para esto es necesario que la gente tenga acceso a la información sobre temas que afectan sus vidas y también es necesario que la gente sea capaz de hacer sus propias contribuciones a los procesos de decisión política. El entendimiento del contexto en el cual el conocimiento se mueve –factores de control, selección, propósitos, poder y capacidad- es esencial para entender cómo las sociedades pueden volverse más hábiles en el aprendizaje, la generación de y la actuación sobre el conocimiento. 10. Un Nuevo Entendimiento hacia la Integración de Diferentes Significados/Medios de la Comunicación Los medios masivos de comunicación modernos y las redes alternativas o paralelas de medios populares o los canales interpersonales de comunicación no son mutuamente exclusivos 86

por definición. Contrariamente a las creencias de los teóricos de la difusión, son más eficientes si son utilizados apropiadamente de modo integrado, de acuerdo a las necesidades y las restricciones del contexto local. Los medios masivos de comunicación modernos, al haber sido trasplantados mecánicamente desde afuera en las sociedades del Tercer Mundo, conocen grados variados y limitados de penetración. Rara vez se encuentran verdaderamente integrados en las estructuras institucionales como lo son en las sociedades occidentales. Sin embargo, pudieran ser combinados de manera eficiente, siempre y cuando se establezca entre ellos una división funcional del trabajo y siempre y cuando se reconozcan los límites de los medios de comunicación. 11. El Reconocimiento de las Estructuras Duales o Paralelas de Comunicación Los gobiernos o los gobernantes ya no son capaces de operar eficazmente, controlar, censurar, o jugar un papel de portero frente a todas las redes de comunicación a cada momento y en todas las sociedades. Tanto las redes alternativas como las paralelas, que no siempre son activas, a menudo funcionan por medio de estructuras políticas, socio-culturales, religiosas o de clase o se pueden basar en canales seculares, culturales, artísticos o folclóricos. Estas redes se caracterizan por ser altamente participativas, creíbles y fuertemente integrados de manera orgánica en otras instituciones profundamente arraigadas en una sociedad dada. Bibliografía BERQUÉ, P., FOY, E., GIRARD B. (1993) La passion radio. 23 expériences de radio participative et communautaire à travers le monde. Paris: Syros. BERRIGAN, F. J. (1977) Access: some Western models of community media. Paris: Unesco. BERRIGAN, F. J. (1979) Community communications. The role of community media in development. Paris: Unesco. CARPENTIER, N., LIE, R. & SERVAES, J. (2001) Making Community Media Work report prepared for UNESCO, Paris, 50 pp + CD-Rom. DE CUELLAR J.P. (1995), Our Creative Diversity. Report of the World Commission on Culture and Development, Paris: UNESCO. FRASER, C. & RESTREPO-ESTRADA, S. (1998). Communicating for Development. Human Change for Survival, London-New York: I.B. Tauris Publishers.

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¿La participación en desuso? Los límites de la intervención para el desarrollo Edgardo Carniglia Introducción Si el desarrollo no se esconde en lugares inexistentes, cabe reafirmar de manera crítica la vigencia de la participación dentro de las intervenciones para el cambio social, esas que ahora acontecen a través de proyectos y programas antes que por políticas. Para reafirmar sistemáticamente la idea de la participación en la problemática del desarrollo es imprescindible enfrentar cierta desilusión y algún desasosiego, en parte reflejados en el título de la compilación que incluye nuestro artículo, que atraviesan la teoría y la práctica al respecto. Es decir: no caben los atajos conceptuales e históricos al abordar el problema de lo participativo en relación con el cambio social pues este sendero reproduciría errores harto conocidos. Una condición política La participación de los sujetos, en modo diverso, dentro de los procesos sociales, económicos, políticos y culturales resulta constitutiva de toda intervención para el cambio social, el desarrollo rural y la comunicación para el desarrollo. En estos tres ámbitos de pensamiento y acción lo participativo es invocado como ideal, al postular quizás con redundancia la “democracia participativa”, como concepto, por caso en los modelos de la “comunicación participativa”, y como estrategia, por ejemplo en los métodos y técnicas de la “investigación-acción-participativa”. En este sentido, resulta al menos paradójico en el plano de la teoría sobre el cambio social e improcedente en la dimensión práctica del desarrollo soslayar la condición política según la cual los actores deciden y actúan en consecuencia sobre, entre otros aspectos, el qué, el cómo y el por qué de sus modos de vida. Por un lado, la paradoja de negar la participación conlleva la 91

alternativa extrema de silenciar nuestras propias voces que la enuncian. A su vez, si los procesos de cambio social afectan a las condiciones de vida de la población, resulta insostenible políticamente reprimir las demandas de los ciudadanos respecto del derecho a decidir sobre aquellas, o sea sus reclamos de un participar más genuino. Finalmente, si se afirma la participación por la participación misma, o sea como una meta excluyente, se incurriría en la apertura indefinida de los proyectos de desarrollo que se alejan por caso de sus referentes materiales. Ya desde los orígenes mismos en América Latina de la teoría del desarrollo, las políticas de desarrollo rural y la comunicación para el desarrollo se reconoce esa condición al menos necesaria (y en ocasiones suficiente) de la participación que más tarde se redefine en sus premisas, conceptos y métodos. En este sentido, Kay destaca (1990) que en los debates constitutivos del pensamiento subcontinental acerca del desarrollo las opciones entre la reforma y la revolución diferían sobre los alcances y modos del proyecto político pero acordaban en la necesidad de impulsar la participación popular como medio y acaso fin del cambio social. A su vez, Barsky (1988) reconoce en las políticas agrarias de desarrollo de comunidad una temprana alternativa valiosa y recuperable como estrategia de transformación del medio rural. Asimismo, Beltrán (2005) recuerda que el participar comunitario, por ejemplo de campesinos y mineros, representa ya una meta crucial de las primeras experiencias del campo latinoamericano de la comunicación para el desarrollo. Por otra parte, Pérez Rubio y Foio (2008) destacan que lo participativo es analizado en América Latina entre los años de 1960 y 1970 desde los aportes pioneros de Orlando Fals Borda, Vio Grossi y Paulo Freire. Para éstos la participación constituye una metodología para el cambio social que propone, apoya y facilita los procesos de transformación. Sin embargo, las manifestaciones concretas de la intervención institucionalizada para el desarrollo sectorial o global interpelan permanentemente a la vocación y las prácticas participativas todas vez que hacen de ambas una ilusión, un engaño y un fracaso, entre otras consecuencias no deseadas. Así, el “desuso” de la participación acontece dada la naturaleza situacional de ésta, o sea su condición siempre contextualizada sociocultural e históricamente. Las manifestaciones puras e impuras del desuso de lo participativo en los proyectos y programas de desarrollo se establecen, por ejemplo, cuando dicha condición política no es contemplada en la elaboración de las iniciativas, cuando se la asume en esta instancia 92

pero se reniega de ella de distintas maneras en la ejecución de las propuestas y cuando los obstáculos de la casi omnipresente intervención institucionalizada para el desarrollo condicionan la participación. Este último aspecto, sobre el cual se puede y debe intervenir tanto para corregir desvíos cuanto para recuperar emergentes imprevistos, interesa y preocupa más como fuente del citado desuso en la presente ponencia que propone una mirada relacional y situacional de lo participativo antes que una perspectiva técnica. Alcances y limites de la participación La participación significa primariamente “tomar parte” en una actividad o proceso, por ejemplo los proyectos de desarrollo rural o comunicación para el cambio social, que ha sido organizada e implementada tradicionalmente de modos jerárquicos o excluyentes. Históricamente los diversos enfoques participativos emergieron como reacción contra la modernización y, en general, los desequilibrios estructurales y globales (Huesca, 2003). El concepto “participación” constituye uno de esos términos al menos incómodos para la teoría social, en particular para la teoría del desarrollo o cambio social, pues su uso entraña, entre otros riesgos, la posibilidad de definiciones que restrinjan o nieguen la posibilidad de la participación. Esta última situación hipotética preocupa sobremanera cuando se discute el desarrollo en sociedades como las latinoamericanas atravesadas por diversos procesos de exclusión política, de los cuales las dictaduras constituyen un revulsivo para la experiencia democrática, pero también económicos, sociales y culturales. Otro peligro derivado de la condición incómoda de este concepto consiste en que, atrapados en los dilemas de la relación entre los deseos y las realidades, se incurra en una mera concepción normativa de lo participativo, o sea aquella no analítica que se antepone como “deber ser” a todo estudio situado de dicha condición política, como se dijo, siempre insoslayable. Una de las fuentes de la incomodidad del concepto de participación radica en que su enunciación en una u otra posición entraña vínculos con las distintas ideologías políticas asociadas al cambio social. En este sentido, Theranian (1996) sostiene que los modelos alternativos del desarrollo y la comunicación participativos se corresponden con una ideología política 93

comunitaria o comunitarista que privilegia una estrategia de cambio social con plena integración antes que la acumulación de capital y/o la movilización política. En tanto iniciativa que enfatiza una dimensión sociocultural, la estrategia comunitaria se basa en un conjunto de principios que incluyen la primacía de la comunidad, la no violencia, la ecología, la democracia participativa, la autoconfianza económica, la responsabilidad social, el pluralismo cultural y la libertad espiritual. Para este autor dicha estrategia viable, aunque sin precedente histórico en cualquier sociedad, intenta lograr un equilibrio entre los requisitos de la acumulación de capital y la movilización sociopolítica enfocándose en los valores que unen antes que dividen, empoderan antes que reprimen y crean condiciones de paz social antes que de conflicto social. Así, la cuestión de la participación es uno de los categorías que adopta el problema del poder y, como tal, implica concepciones del mismo. Al respecto White (2006) dice que la idea del “poder para la gente”, al menos implícita en el “tomar parte” que propicia la participación, instala una amenaza para toda estructura de poder jerárquico establecida en los procesos del desarrollo. En este sentido, históricamente las reacciones ante la idea de participar se vincularon a una noción distributiva del poder como un juego de suma-cero. Con el tiempo la idea del poder generativo ha emergido como un enfoque menos amenazante, más humano y realista de las cuestiones de la participación. Ambas concepciones del poder remitirían a distintos modos de lo participativo en los términos propuestos por Sagastizábal y otros (2008). El primero la concibe como ligada a una demanda de participación institucional, orientada principalmente al quehacer político y que posibilita un desarrollo en la comunidad. El restante entiende al participar como un derecho propio e identitario que posibilita un desarrollo personal. La noción de participación corresponde siempre a una trama conceptual más amplia. Entre otros conceptos asociados se destacan algunos pertinentes a la teoría del cambio social cuanto otros del campo de los estudios comunicacionales. Entre los primeros se incluye la noción de “concientización”, en el sentido indicado por Paulo Freire, como así las de “comunidad”, “autoconfianza” y “conocimiento compartido” (Thomas, 2006; White, 2006). Entre los segundos Thomas (2006) recupera la noción de “diálogo”, propuesta por Martín Buber, como base de un espacio compartido que no se expresa únicamente en el lenguaje y el pensamiento sino que debería trascender a la propia acción en común. 94

La participación no reconoce una modalidad o formato único. Saik Yoon (2006) observa cuatro formas diferentes de la participación en la mayoría de los proyectos de desarrollo que dicen ser participativos en su naturaleza, a saber:    

en la implementación, en la evaluación, en los beneficios, y en la toma de decisiones42

Algunas experiencias, a las que se puede denominar como más genuinamente participativas, proporcionan a la gente oportunidades para todas estas cuatro formas de participación y otros proyectos restringen lo participativo a uno o dos modos. Cierto consenso -al menos en el discurso- indica que el participar en la toma de decisiones es la forma más auténtica a promover. En cambio, las otras tres formas pueden favorecer la manipulación de los individuos dentro de estructuras de pseudo participación para que acepten planes, proyectos y programas hechos por otros sujetos, en general más poderosos y con intereses al menos en parte distintos. Como se dijo, los propios especialistas en la participación para el desarrollo asumen, como un insumo imprescindible para la continuidad de los esfuerzos, un conjunto de críticas a las experiencias participativas de las últimas décadas. Entre dichos supuestos críticos de la idea de participación se destacan los asociados a las ideas sistematizadas por Cleaver (2006). Este especialista dice que lo participativo en el campo del desarrollo social se ha convertido en un acto de fe, algo en lo que creemos y raramente cuestionamos. Como acto de fe se funda en tres principios claves; a saber: i) la participación es intrínsecamente una “buena cosa” especialmente para los participantes en los proyectos; ii) el enfoque de “conseguir la técnica correcta” es la principal manera de asegurar el éxito de tales iniciativas; y iii) las consideraciones de poder y política en su totalidad deben ser evitadas por su carácter de divisivas y obstrusivas. La crítica de Cleaver (2006) agrega que la participación en las actividades del desarrollo se ha traducido en un ejercicio administrativo basado en una “caja de herramientas” con distintos 42

Una clasificación similar proponen Sagastizábal y otros (2008) en su revisión de varias metodologías y técnicas de proyectos de desarrollo local. Distinguen entre estrategias participativas: 1) para el diagnóstico de la situación local y el diseño y la planificación del proyecto, 2) tanto para el diagnóstico cuanto para la planificación, gestión y evaluación, y 3) en técnicas facilitadoras concretas y operativas.

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procedimientos y técnicas. Así, mientras un enfoque predominante reconoce la importancia de las instituciones, se focaliza la atención sólo en aquellas locales, formales y muy visibles, soslayando otras numerosas actividades comunales que ocurren a través de las interacciones cotidianas. También un énfasis fuerte en la participación y el empoderamiento generado no se basa en análisis convincentes de las posiciones individuales, la variedad de costos y beneficios de la participación, las oportunidades y los contrastes experimentados por los potenciales participantes. Se carece además, luego de más de dos décadas de implementación de experiencias participativas, de una evidencia empírica detallada sobre sus efectos, en especial respecto de sí y cómo la estructura de los proyectos participativos incluye, protege y asegura los intereses de la población empobrecida. En este sentido, Cardarelli y Rosenfeld (1998) discuten la centralidad y diversidad relativas del participar en el discurso vigente en los proyectos sociales operados por el estado y las organizaciones de la sociedad civil en los años de 1990, un escenario argentino que combina democracia con altos grados de exclusión. La participación de los pobres puede alcanzar las modalidades de autogestión, localista, neobeneficiencia, privatizada y en red que muchas veces se complementan y refuerzan mutuamente. Las autoras constatan que, sin embargo, gran parte de las diversas participaciones propuestas en los territorios de la pobreza se ubican en la periferia del sistema de decisiones políticas y económicas. Consideran, en cambio, que los proyectos participativos deberían situarse centralmente en el campo de la ciudadanía social con proyección a la ciudadanía política. Por otra parte, desde el campo de la comunicación para el desarrollo Saik Yoon (2006) sostiene que los especialistas en comunicación participativa reconocen tres limitaciones de su enfoque: a) los procesos de la comunicación participativa no son una panacea para el desarrollo; b) los conceptos aparentemente opuestos de “participación” y “manipulación” pueden ser vistos desde distintas perspectivas no necesariamente excluyentes; c) a menudo se omiten los costos a pagar por los sujetos que integran los procesos participativos. En consecuencia, se considera que críticas endógenas como éstas contribuyen a reafirmar de modo crítico la vigencia y el alcance de la participación en los procesos de desarrollo durante el siglo XXI. Cleaver, desde un enfoque que articula la estructura social y la agencia individual, indica que “necesitamos de una afirmación radical de la deseabilidad, practicidad y eficacia de los 96

esfuerzos del desarrollo basados en la participación comunitaria. Esto implica repensar no sólo la relación entre los diferentes individuos y las estructuras sociales específicas espacial e históricamente sino también el rol de los individuos, los hogares, las comunidades, las agencias del desarrollo y el estado” (2006:797). Las condiciones de la intervención Se asume generalmente que la vinculación entre el desarrollo y la participación acontece habitualmente a través de las intervenciones de distinto signo implicadas en los proyectos de cambio social. En este sentido, una evaluación crítica de los supuestos teóricos de distintas metodologías participativas aplicadas en proyectos de desarrollo latinoamericanos concluye que en la mayoría de ellas se concibe a lo participativo como algo externo ceñida a un determinado ámbito, que debe ser impulsada por un agente como una intervención. Y esta supone siempre la presencia de alguien que sabe más y puede indicar dónde, cuándo y cómo participar (Sagastizábal y otros, 2008). En consecuencia, ¿qué se entiende por intervención para el desarrollo? ¿Supone toda intervención institucionalizada, esa que ahora acontece a través de proyectos y programas antes que por políticas, límites para los procesos e instancias participativos? Carballeda (2002) responde a la primera pregunta desde una perspectiva socio-histórica de la intervención en lo social. Esta se vincula a la emergencia de la “cuestión social” en el pensamiento moderno. Así, los orígenes de la intervención se relacionan con la Ilustración, en especial su orientación pedagógica, lo que impulsa una transformación de los discursos, las prácticas y las instituciones en términos de transición hacia algo que es definido como nuevo y mejor que lo anterior que connota atraso y barbarie. De este modo, desde fines del siglo XIX el estado se presenta ante la sociedad como un significativo instrumento de reparación y cohesión social. Los dispositivos estatales de intervención apuntan a que el sujeto, individuo o ciudadano contribuya al funcionamiento del todo social. Sin embargo, en la actualidad la retirada o caída del estado como constructor y reparador de lo social, también en crisis, implica una serie de consecuencias para la relación estado-sociedad y la propia intervención en lo social.

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Según Carballeda (2002) estos nuevos escenarios plantean dos horizontes distintivos para la intervención en lo social en el siglo XXI. Uno se vincula al sostenimiento de la construcción contractual de la sociedad y otro se relaciona con la construcción de la sociedad desde las relaciones, los vínculos y los lazos sociales. Para la primera opción la intervención atañe al disciplinamiento a partir de una agenda, en general elaborada por los sectores sociales dominantes, con una serie de problemas que potencialmente atentan contra la integración social desde una perspectiva normativa. En la segunda perspectiva se concibe a la cuestión social como construida en forma discursiva y extradiscursiva, lo cual produce como resultado imaginarios sociales. En consecuencia, la intervención necesita acceder a los espacios microsociales donde se construye la cotidianidad de los sujetos sobre los cuales interviene. El autor recupera la etimología del término “intervención” para proponer el carácter artificial de la acción o proceso intervencionista: intervenir puede ser sinónimo de mediación, intersección, ayuda o cooperación y, al mismo tiempo, de intromisión, injerencia, intrusión, coerción o represión. Concluye que “en todo proceso de intervención en lo social podemos, en la mayoría de los casos, encontrarnos con ambas caras de una “misma moneda” (pág. 93). Entre las condiciones de la intervención Carballeda (2002) identifica a la demanda que la instala, la autoridad que la legitima y la comprensión de una situación o acontecimiento. La demanda es el acto fundador de la intervención y proviene de los sujetos que acuden a las instituciones y organismos pero también es generada desde las instituciones, las políticas públicas y los medios de comunicación, entre otros. La autoridad que interviene lo hace porque está legitimada a partir de un status legal constituido. Finalmente, la intervención también implica el conocimiento de una situación fundante de la demanda desde un determinado campo de saber. Por otra parte, Cimadevilla (2004) identifica, desde una perspectiva de la comunicación para el desarrollo sustentable, las siguientes condiciones necesarias de una intervención especializada, o sea aquellos parámetros básicos sin los cuales la acción mediadora no puede concretarse: i. la existencia de un conjunto social dispuesto en un ambiente-hábitat genéricamente reconocido, ii. la complejización del entendimiento para el reconocimiento y correspondencia de sus miembros, 98

iii. la creación de instrumentos o dispositivos para facilitar las condiciones de vida, iv. un esquema de valores y su correlato en una concepción teleológica determinada, y v. una concepción acerca de las capacidades y sentidos del protagonismo. Para el caso de la extensión rural, concebida como una herramienta estatal para favorecer procesos de desarrollo agrícola, el autor establece el siguiente marco de razonamiento sobre lo que podemos llamar la intervención institucionalizada: 1. se reconoce un estado de realidad social y/o productiva no deseable, 2. opera una decisión política que opta por la intervención (externa) mediante una institución o agencia específica, 3. se supone la existencia de un conocimiento superador de aquel que rige la práctica productiva o social en un determinado momento y lugar; 4. se dispone de una infraestructura generadora de ese conocimiento, 5. se cuenta o crea una infraestructura transferidora, 6. se supone que la transferencia es posible y deseable; y 7. se considera que la población en la que opera la intervención modificara su comportamiento de acuerdo al planteo de la acción transferencista. Así concebida la intervención institucionalizada, algunas de sus características establecen límites intrínsecos para los procesos participativos dentro de los proyectos de desarrollo. Estos límites corresponden a dimensiones e instancias constituidas históricamente, o sea de ningún modo naturales, que al ser cristalizadas como condiciones necesarias marcan diferencias en cuanto a los roles, las iniciativas y los recursos de los participantes en la intervención. Dichas diferencias, por ejemplo en el conocimiento disponible, instalan la posibilidad de la desigualdad que acota o niega la participación de los actores bajo la forma de la subordinación, la manipulación y la dominación, entre otras alternativas que obstruyen el genuino “tomar parte”. En otras ocasiones, las condiciones contextuales de la intervención suman nuevas limitaciones extrínsecas a las iniciativas de participación dentro del desarrollo. Ello ocurre toda vez que uno o más hechos sociales, económicos, políticos y culturales interfieren en los proyectos de desarrollo alterando sus metas, 99

procedimientos, resultados y contextos de un modo más o menos drástico. En este sentido, Benencia y Flood (2002) discuten algunos aspectos institucionales de modalidades de la intervención social reciente en el medio rural argentino asociada a condiciones de pobreza. Una de sus conclusiones destacadas alude a los alcances y límites de la participación en proyectos de desarrollo rural construidos al menos en parte desde lógicas participativas, o sea “desde abajo”: la amplia diversidad de experiencias de organización de pequeños productores rurales ubicados en distintos lugares de Argentina. Al respecto los autores afirman que -entre los factores que operan en estos procesos- se destacan “la formación de consensos, la resolución de conflictos y, básicamente, la conformación de identidades que se establecen de manera vacilante sobre el trasfondo de una inestable condición social campesina” (pág. 3). Los autores concluyen que en las distintas experiencias analizadas, a nuestro entender significativas pues remiten a intervenciones institucionalizadas emergentes, se aprecia que:  En el espacio de los proyectos de desarrollo concurren diversos actores, iniciativas e intereses: por un lado, el proyecto propiciado por el estado o una entidad no gubernamental de desarrollo (ONGD); por otro, los proyectos propios de los supuestos usuarios de aquellas propuestas (con sus estilos productivos, tecnologías y estrategias de vida) con numerosos aspectos que, en el terreno concreto, compiten en las decisiones de los actores y pueden hacer fracasar la propuesta inicial, o transformarla en otra completamente diferente a la iniciada, e inclusive más exitosa.  En la relación entre las ONDG y el estado en el área social existen campos de responsabilidad compartida y/o competitiva, lo cual establece tensiones y/o modelos de corresponsabilidad factible, donde la no resolución favorable de estas tensiones puede hacer fracasar la experiencia.  Dentro del contexto relacional construido, cada uno de los actores organiza sus capacidades, ejerce sus habilidades para influenciar a otros, regula las influencias de otros consigo mismo; en suma, desarrolla una estrategia y moviliza recursos con el objeto de

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administrar una determinada cuota de poder, aunque sea mínima, para alcanzar su proyecto.  La concepción del desarrollo como un construido social condiciona el éxito o el fracaso de las experiencias de organización pues en todos aquellos casos donde se ha logrado establecer un espacio para la negociación, las experiencias han sido exitosas; cuando esto no ha sido posible, se ha fracasado; es decir, ha sido imposible avanzar o sólo se han beneficiado unos pocos con los recursos del proyecto. Una intervención alerta En consecuencia, corresponde a toda experiencia de cambio social, y en especial a aquellas interesadas en promover la participación de los actores sociales, una operación activa, es decir consciente y sistemática, tanto en el proyecto de desarrollo cuanto en sus instancias de ejecución para remover los obstáculos de toda intervención institucionalizada que sistémica o eventualmente abortan lo participativo tornándolo una práctica y una idea, como aquí se dice, en desuso. De las difíciles operaciones que enfrentan los obstáculos de la intervención para un participar auténtico, una especie de metaintervenciones, depende el sentido genuino en que, más allá de los límites de cualquier proyecto o programa de desarrollo, los actores sociales decidan y actúen sobre el qué, el cómo y el por qué de sus modos de vida. La dificultad de la tarea no justifica cualquier omisión del compromiso por parte de especialistas y protagonistas del cambio social y, por otra parte, obliga tanto a interventores cuanto a intervenidos a asumir y superar sus propias contradicciones internas respecto de la participación para ese esquivo desarrollo que siempre buscamos en algún lugar. Bibliografía BARSKY, O.; Políticas agrarias en América Latina, Buenos Aires, Imago Mundi, 1990 BELTRAN, L.; “La comunicación para el desarrollo en América Latina: Un recuento de medio siglo”, Buenos Aires, Congreso Panamericano de la Comunicación, UBA-FCS, Julio 2005 BENENCIA, R. y C. FLOOD; “Modalidades de intervención social: una reflexión sobre sus aspectos institucionales”; en BENENCIA, R. y C. FLOOD

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(Comps.); ONGs y Estado. Experiencias de organización rural en Argentina, Buenos Aires, La Colmena, 2002:7-40 BIAGINI, H. y A. ROIG (Dirs.); Diccionario del pensamiento alternativo, Buenos Aires, Biblos/UNLanus, 2008 CARBALLEDA, A.; La intervención en lo social. Exclusión e integración en los nuevos escenarios sociales, Buenos Aires, Paidós, 2002 CARDARELLI, G. y M. ROSENFELD; Las participaciones de la pobreza. Programas y proyectos sociales, Paidós, Buenos Aires, 1998 CARNIGLIA, E.; “La teoría del desarrollo en el siglo XXI. Algunas tesis sobre cambio sociocultural y comunicación”, Proyecto PIIMEG Manual de área sobre comunicación y desarrollo social. Un texto estratégico para una formación de convergencia disciplinaria, Río Cuarto, UNRC-SA, 2009 (Res. Rect. 499/06) CIMADEVILLA, G.; Dominios. Crítica a la razón intervencionista, la comunicación y el desarrollo sustentable, Buenos Aires, Prometeo, 2004 CIMADEVILLA, G. y E. CARNIGLIA; Comunicación, ruralidad y desarrollo. Mitos, paradigmas y dispositivos del cambio, Buenos Aires, INTA, 2004 CLEAVER, F.; “Institutions, agency and the limitations of participatory approaches to development”, GUMUCIO D., A. y T. TUFTE (Eds.); Communication for social change. Anthology: historical and contemporary readings, New Jersey, CFSC, 2006:786-798 GUMUCIO D., A.; Haciendo olas. Historias de comunicación participativa para el cambio social, New York, Rockefeller Foundation, 2001 HUESCA, R; “Participatory approaches to communication for development”, en MODY, B. (Ed.); International and development communication, London, Sage, 2003:209-226 KAY, C.; “The latin american contribution to development theory”, Working Papers Institute of Social Studies, La Haya/Holanda, Nº 82, 1990 PEREZ RUBIO, A. y M: FOIO; “El discurso de la participación y los procesos de desarrollo local”, en HERAS, A. y D. BURIN; Trabajo, desarrollo, diversidad. Políticas y metodologías de desarrollo local con acento en la generación de empleo, trabajo e ingresos, Buenos Aires, CICCUS, 2008:81-94 SAGASTIZABAL, M. y otros; “Conceptos de participación implícitos en las prácticas sociales”, en HERAS, A. y D. BURIN; Trabajo, desarrollo, diversidad. Políticas y metodologías de desarrollo local con acento en la generación de empleo, trabajo e ingresos, Buenos Aires, CICCUS, 2008:49-80 SAIK YOON, C.; “Ascendancy of participatory approaches”, en GUMUCIO D., A. y T. TUFTE (Eds.); Communication for social change. Anthology: historical and contemporary readings, New Jersey, CFSC, 2006:799800 SERVAES, J.; “Comunicación para el desarrollo: Tres paradigmas, dos modelos”, Río Cuarto, Temas y Problemas de Comunicación, Año 8, Vol. 10, 2000:5-27 TEHRANIAN; M.; Communication, participation and development: comparative political ideologies, en SERVAES, J. y otros (Eds.); Participatory communication for social change, London, Sage, 1996:44-63 102

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Capítulo II Comunicación, Participación y Desarrollo

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La participación como parte de las estrategias de intervención Carlos Mauricio Arroyo Gonçalves El término participación y sus derivaciones comenzaron a figurar en la jerga del desarrollo a partir de la década de 195043. Y desde aquel momento la palabra no dejó de figurar en uno u otro sentido adhiriéndose hasta la actualidad a este campo, algunas veces como simple etiqueta y otras como verdadero deseo de involucrar a los diferentes actores de los procesos de desarrollo. A continuación haremos una revisión del concepto mirándolo específicamente desde la comunicación para el desarrollo. Con esta finalidad, y antes de trabajar sobre la noción de participación como parte de las estrategias de intervención, partiremos por reflexionar sobre la noción de desarrollo, para luego ver la relación entre comunicación y desarrollo. La idea del desarrollo Si existiera algo en lo que muy pocos se animarían a disentir es que, en la actualidad, la idea del desarrollo está en el centro de la visión del mundo porque es un tema que tiene que ver con los individuos y sus actividades cotidianas de manera fundamental. Pero, ¿Cómo se entiende esta idea? ¿Cómo se ha estudiado, planificado e implementado? Desde una visión integral, podría decirse que la esencia del desarrollo es el proceso de invención cultural y que como tal es dinámico, cambiante y continuo, donde el ser humano se constituye en un factor de transformación del mundo, quien al no encontrarse en equilibrio (entrar en conflicto) con el contexto se ve en la necesidad de transformarlo para realizarse individual y colectivamente. Sin embargo, el problema del discurso del desarrollo es que ha sido siempre un discurso engañoso, porque nos ha llevado 43

Para los interesados en seguir la genealogía del término se recomienda consultar “How Participation Works” de Burt Alpert & P.A. Smith y “Planning for Participation” de S.M. Miller, ambos publicados en The Journal of Social Issues Vol.5 (1) 1954.

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a concebir la historia de los diferentes países como una serie de acciones homogéneas y rígidas. Es decir, como si todos los países para alcanzar cierto grado de desarrollo tuvieran que recorrer un único y similar camino; ruta por la cual algunos países habrían recorrido más rápidamente y otros aún lo estarían recorriendo, siendo esta la lógica que lleva a diferenciar entre países desarrollados y países “en vías de desarrollo o menos adelantados”, en el entendido de que éstos últimos vienen recorriendo este único camino un poco más rezagados. Esta noción, que corresponde al paradigma tradicional del desarrollo, fundado en la filosofía económica de un ilimitado crecimiento de bienes y servicios, entró en crisis porque perdió la noción de que el desarrollo es ante todo un proceso complejo y no sólo una secuencia de pasos que amerita un determinado conjunto de acciones; pero sobre todo, se ha olvidado que en el centro de toda acción –debiera decirse proceso- de desarrollo está el ser humano. ¿Por qué ha ocurrido esto? Con seguridad son muchas las respuestas que podrían darse ante esta pregunta, sin embargo, siendo coherentes con el planteamiento inicial que propone entender al desarrollo como un proceso de invención cultural, podría decirse que como tal este proceso tiende a ordenarse en base a dos ejes: las acciones del individuo; y los fines a los que el individuo vincula estas acciones. La invención vinculada a la acción del individuo da lo que se conoce como la técnica; mientras que la invención vinculada a los fines genera los valores. Ambos debieran siempre mantenerse en equilibrio. Pareciera, sin embargo, que en el recorrido del desarrollo se ha dado mayor énfasis a la técnica y menos a los valores. Es decir, que la capacidad inventiva del ser humano ha sido empleada para la creación de tecnología, lo que ha incidido en que la visión del desarrollo predominante hasta nuestros días esté normalmente circunscrita a la lógica instrumental, existiendo una gran preocupación por los medios para alcanzar el fin, pero – paradójicamente- olvidándose de cuál es ese fin (la realización del ser humano de manera integral). Lo anterior se puede observar cuando se reflexiona sobre la relación entre comunicación y desarrollo.

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La relación comunicación y desarrollo Como afirman Pereira, Bonilla y Benavides, al relacionar comunicación y desarrollo se obtiene una expresión que opera como mapa. Así: “… su uso sirve, ya sea para designar aquella utopía modernizadora que, en nuestros países, le han encomendado a la comunicación la tarea integradora de la sociedad y la difusión de actitudes modernas para salir del atraso, como también para señalar las acciones -u las luchas- de diversos sectores de la sociedad por democratizar el acceso a los medios de comunicación y por ampliar el derecho a la libertad de expresión pública y la participación ciudadana” (1998: 120). Además, porque comunicación para el desarrollo es, a su vez, un concepto que está estrechamente vinculado a una vieja pero renovada discusión sobre modernidad en la región latinoamericana: ¿cómo conjugar el crecimiento económico con la democracia política y la equidad social? (Cf. Pereira, Bonilla y Benavides1998). De este modo, lo que se suele denominar como comunicación para el desarrollo es el mapa de un doble recorrido. En primer lugar, está la comunicación que se erige como una variable dependiente del cambio social producido por el desarrollo industrial y tecnológico. En segundo lugar, la comunicación para el desarrollo señala una serie de luchas sociales, políticas y culturales que han demarcado el itinerario de lo que somos y deseamos ser. Es así que este concepto-mapa, denominado comunicación para el desarrollo, nos guía por una evolución de la concepción del desarrollo que va de la mano con las diferentes experiencias comunicacionales del continente y donde se puede distinguir cuatro momentos:44 44

La propuesta completa puede ser vista en Pereira, J., Bonilla, J. y Benavides, J. (1998) La comunicación en contextos de desarrollo: balances y perspectivas. Signo y Pensamiento, Colombia. XVII (32): 119-138. Disponible en: http://www.javeriana.edu.co/signoyp/pdf/3210.pdf Sobre la misma idea, Rosa María Alfaro (Cf. 2006: 21-45) al referirse a las concepciones de desarrollo y demandas a la comunicación, distingue los diferentes “modelos” o “patrones del desarrollo” que desde sus propios paradigmas del cambio establecen demandas y límites a la comunicación. Entre ellos Alfaro menciona: a) Desarrollo como crecimiento económico; b) El subdesarrollo como etapa; c) Un proceso de cambio estructural global; d) El desarrollo humano en busca del cambio social global; e) Neoestructuralismo y neoliberalismo; f) El mundo práctico del desarrollo y g) Entre tecnologías e ideas del desarrollo.

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el desarrollismo modernizador; euforia de la comunicación como difusión; 2. del desarrollismo a la dependencia; la democratización de la comunicación; 3. los años ochenta: la década perdida; el alternativismo comunicacional; y 4. el desarrollo como ciudadanía política y cultural; la comunicación como interacción y red. Pero, ¿cómo entender la comunicación para el desarrollo? Varios autores (Beltrán 1993; Pereira 1998; Contreras 2000; Alfaro 2006; Waisbord 2007; entre muchos otros) han proporcionado definiciones de comunicación para el desarrollo. Todas ellas contienen las diferentes premisas políticas, sociales, culturales e históricas desde las cuales se han enunciado. En ellas, sobre todo las proporcionadas por instituciones, también se pueden reconocer las disputas (el conflicto45) de poder e intereses de estados, organismos internacionales, fundaciones, organismos no gubernamentales y comunidades. Las diferentes definiciones, por lo menos las más actuales, plantean como principal objetivo de la comunicación para el desarrollo la mejora en la calidad de vida en general, lo que supone mejorar el ingreso de las personas, pero sobre todo procurando una mayor justicia social, fomentando el pleno ejercicio al derecho a la información para asegurar la participación ciudadana. En síntesis, a decir de Waisbord (2007:2), “el objetivo actual de la comunicación para el desarrollo sería un conjunto de acciones para eliminar todo tipo de restricciones (problemas) para lograr una sociedad más equitativa y participativa”. Todas estas propuestas hablan de las diversas teorías y conceptos que durante más de medio siglo han abordado el tema del desarrollo y la comunicación. Sin embargo, coincidiendo con Waisbord (Cf. 2007), se podría decir que los estudios e intervenciones en este campo han ofrecido esencialmente dos diagnósticos y respuestas diferentes al problema del subdesarrollo. 45 Alfaro dice que “…el desarrollo supone […] un reconocimiento de la existencia del conflicto en la vida de los seres humanos, en nuestras sociedades específicas y en el mundo. Las relaciones entre los sujetos o los actores están marcadas por su permanente y constante reproducción. Las instituciones encargadas de los cambios ya sean públicas o privadas adolecen de severos problemas y capacidades de gestión. No hay correspondencia entre esas voluntades y las que hoy determinan las rutas económicas globales. Se trata entonces de organizarnos para mantener vivo el descontento y muy activa una convivencia de acción entre esos conflictos que originan tantas desigualdades…” (2006: 16).

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Una de las primeras lecturas explicó el problema mediante la falta de información entre las poblaciones, el otro diagnóstico sugirió que el problema de base era la desigualdad de poder. Debido a que los diagnósticos eran diferentes, las miradas, así como las intervenciones también lo fueron. Tabla 1: Diferencias entre los diagnósticos Falta de información

Desigualdad de poder

Explicaciones culturales del subdesarrollo

Explicaciones ambientales del subdesarrollo

Teorías e intervenciones psicológicas Modelos de actitud y comportamiento

Teorías e intervenciones sociopolíticas

Desarrollo de intervenciones centradas en el individuo

Desarrollo de intervenciones centradas en la comunidad

Modelos de comunicación jerárquica y orientados por el emisor

Modelos de comunicación horizontal y participativa

Concepciones de audiencias y poblaciones pasivas

Concepciones de audiencias y poblaciones activas

Enfoque de la participación como medio

Enfoque de la participación como fin

Modelos estructurales y sociales

Fuente: Elaborado a partir de Waisbord 2007

Lo concreto es que los diagnósticos de los problemas del desarrollo se expresaron en estrategias concretas de intervención en la realidad, es decir, en planes de acción específicos que utilizaban distintas técnicas. Es interesante, sin embargo, descubrir que en las diferentes teorías, enfoques y sus respectivas estrategias de intervención se toma en cuenta la participación aunque con propósitos distintos. La participación en proyectos para el desarrollo Sea que se vea a la participación como medio o como fin en los proyectos de desarrollo, cuando este concepto es propuesto como un elemento clave en los mismos se busca que cumpla por lo

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menos cuatro funciones: una cognitiva, otra política, una instrumental y una social (Cf. Rahnema 1995):  La función cognitiva se refiere a la necesidad de generar un modo diferente de comprensión de las realidades a ser enfrentadas. Mediante esta función se hace la crítica a las bases cognitivas del modelo tradicional de desarrollo que se sustentó en la mirada foránea de los países industrializados y en modelos difusionistas46. Supone valorar el conocimiento propio de cada uno de los actores que viven en condición de subdesarrollo, permitiendo formas distintas de interacción.  La función política de la participación plantea la necesidad de recuperar la legitimidad del desarrollo, otorgando poder a los actores que fueron históricamente marginados.  La función instrumental del enfoque participativo, ante el fracaso de las estrategias convencionales para generar desarrollo, consistía en dar nuevas respuestas involucrando para ello a los actores “empoderados”.  La función social de la participación fue desde la cual se revitalizó el discurso del desarrollo traído a menos por el fracaso del modelo tradicional. Todos los organismos, agrupaciones, comunidades e incluso individuos involucrados en la acciones de desarrollo se vieron revitalizadas a partir del nuevo concepto y depositaron sus esperanzas en que el enfoque participativo finalmente lograría satisfacer las necesidades básicas de todos, desterrando así la pobreza en todas sus manifestaciones. 46

Estas críticas fueron asumidas incluso por los principales exponentes del paradigma dominante o modelo difusionista. “A mediados de la década de 1970, algunos de los principales representantes de las teorías de la modernización/difusión consideraron necesario revisar algunas premisas básicas (Rogers 1976, 1983). En un artículo ampliamente citado, Rogers admitió “el paso del paradigma dominante”. Schramm y Rogers reconocieron que las primeras visiones tenían inclinaciones individualistas y psicológicas. Era necesario tener conciencia del entorno sociocultural específico en donde se llevaba a cabo la “comunicación”, un asunto que fue dejado de lado en los primeros análisis […] Muchas de estas observaciones fueron integradas en el enfoque de la difusión. A mediados de la década de 1970, la definición de comunicación de Rogers mostraba importantes cambios que en parte respondían a las críticas. En la teoría, el desarrollo era considerado como un proceso participativo de cambio social que buscaba producir avances sociales y materiales. La comunicación ya no estaba centrada en la persuasión (transmisión de información entre individuos y grupos), sin o que era entendida como un “proceso por el cual los participantes crean y comparten información los unos con los otros para llegar a un mutuo acuerdo” (Rogers 1976)” (Waisbord 2007: 5-6).

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Estrategias de intervención desde el enfoque participativo Las teorías y enfoques participativos alimentaron la línea crítica que cuestionaba los resultados de las intervenciones del modelo tradicional de desarrollo sustentadas en el paradigma de la modernización y la difusión de innovaciones. Una de sus principales observaciones que hizo en aquel momento fue que el modelo de la difusión establecía una relación directa entre la noción de desarrollo con la visión occidental de progreso. Razón por la cual, la comunicación para el desarrollo simplemente invertía su tiempo y recursos en la producción de materiales para la emisión de mensajes o información, haciéndose incapaz de lograr algún tipo de cambio social o mejorar las condiciones de vida de las personas. Otra crítica que hicieron los enfoques participativos fue que las propuestas del modelo tradicional se habían ejecutado prioritariamente por actores que ostentaban el poder en coordinación con expertos extranjeros; marginando a los actores locales de cualquiera de las intervenciones para el desarrollo.47 En síntesis, la causa de los fracasos de las diferentes intervenciones para generar desarrollo era la ausencia de participación local. Por ello, la comunicación para el desarrollo debía recuperar la dimensión humana del proceso y dejar de lado la visión instrumental. Desde el ámbito comunicacional, esto suponía desistir del énfasis persuasivo con el cual se hacía la comunicación y reconocer que ésta implicaba un proceso de interacción libre que permitiera la comprensión de los problemas. No se trataba de que la gente adopte nuevas prácticas sino que se involucre en el proceso, es decir, participe y tome conciencia de su realidad para poder modificarla. La participación ahora era el fin de las intervenciones y no sólo el medio.48 47

La principal crítica era que (Waisbord 2007: 18): “Las intervenciones básicamente concebían a los residentes locales como receptores pasivos de las decisiones tomadas fuera de sus comunidades, y en muchos casos, instrumentaban planes mal concebidos para alcanzar el desarrollo. Los gobiernos decidían qué era lo mejor para las poblaciones […] sin darles un sentido de propiedad en los sistemas que se introducían…”.

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Estas ideas fueron alimentadas fundamentalmente por las propuestas de Paulo Freire: “Acción cultural para la libertad” (1970);”Pedagogía del oprimido” (1970) y “Educación para la conciencia crítica” (1973). “Freire ofreció el concepto de liberar la educación que concebía la comunicación como diálogo y participación. El objetivo de la comunicación debía ser la concienciación, que Freire definió como el diálogo libre que daba prioridad a la identidad cultural, la confianza y el compromiso” (Waisbord 2007: 19). “La comunicación […] estaría del lado del actor social del cambio y de las relaciones a desarrollar entre los sujetos. La toma de conciencia sobre la realidad y sus

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La consecuencia directa de este cambio demandaba que la participación esté presente en todos los momentos de los proyectos de desarrollo. Las comunidades debían participar en la implementación y evaluación de los proyectos, así como de los beneficios y de la toma de decisiones. Maneras de participación en los proyectos de desarrollo En los proyectos de desarrollo con enfoques participativos se pueden distinguir cuatro maneras distintas de participación (Saik Yoon 1996b:1038):  Participación en la implementación: Se alienta y moviliza activamente a la gente para que participe en la realización de los proyectos. Se les asigna determinadas responsabilidades y tareas o se le solicita contribuir con ciertos recursos específicos.  Participación en la evaluación: Al terminar un proyecto, se le invita a hacer una crítica sobre el éxito o el fracaso del proyecto.  Participación en los beneficios: La gente participa de los beneficios de un proyecto; podría tratarse de algo concreto como agua potable, atención médica, caminos para sacar los productos a los mercados.  Participación en la toma de decisiones: La gente inicia debate, conceptualiza y planifica las actividades que va a emprender conjuntamente como comunidad. Las formas más livianas de esta manera de participación están relacionadas con las iniciativas más comunes de desarrollo que tienen un carácter administrativo, como construir escuelas o solicitar la titulación de tierras. Otras pueden ser de carácter cultural o religioso, como organizar una fiesta tradicional, oraciones para que termine la sequía o una gran fiesta simplemente para desigualdades era un aspecto clave a descubrir y promover, porque desde allí surgiría el compromiso. Idea que calzó con algunas experiencias innovadoras de comunicación alternativa en el campo más directo de relación con la población: teatro, títeres, dibujos, talleres usando materiales comunicativos; muchos de los cuales se tomaron de los avances más bien pedagógicos practicados en Brasil en la perspectiva de Paulo Freire. Es decir, la relación entre comunicación y educación era evidente desde una pedagogía de la conciencia crítica sobre la realidad, basada en la expresión de un pueblo participante en su propio proceso de autoeducación. Esta perspectiva fue impulsada desde el propio Estado, tanto en el mundo urbano como en el rural” (Alfaro 2006: 29).

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pasarla bien. Sin embargo, la participación con carácter político: destituir a funcionarios corruptos, apoyar a candidatos al parlamento o resistir la presión de las elites, normalmente excede los objetivos simples del desarrollo y se sitúa en los aspectos estructurales e históricos de una sociedad, es decir, en las relaciones del poder. Definitivamente, una de las principales contribuciones de las teorías participativa a la comunicación para el desarrollo ha sido la idea de delegar el poder a la población. Sin embargo, a la vez, ésta es la propuesta más difícil de materializar mediante las estrategias de intervención. Riesgos y retos en los procesos de participación Ciertamente, no faltaran riesgos y, a partir de ellos, retos en los procesos participativos. Algunas de las principales críticas sostienen que los enfoques participativos no han logrado superar el nivel teórico y por lo tanto no proporcionan pautas concretas para las intervenciones. Veamos a continuación los riesgos y retos de la participación en los proyectos de desarrollo. Se pueden identificar tres momentos en los cuales se presentan riesgos de diversa índole en la intervención en los proyectos de desarrollo con enfoque participativo:  Riesgos desde el proceso mismo de participación: Los riesgos podrían darse a partir de las limitaciones inherentes al proceso de participación. Una de ellas es que la participación de toda la comunidad es prácticamente imposible por lo que se debería hablar de participación indirecta ya que son los dirigentes los que asumen la responsabilidad de representar los intereses comunes de las bases. Otro es que la toma de decisiones en procesos participativos se hace lenta, así como existe una dispersión excesiva del poder que puede dar como resultado la atomización de las políticas.  Riesgos desde los que propician la participación: Podrían presentarse si es que los agentes de cambio que propician la participación solo manejan ésta a nivel de discurso, mientras que en la práctica mantienen una óptica paternalista y unilateral donde el sujeto del 115

desarrollo es incapaz de lograr avances importantes. En este sentido lo participativo es solo una cuantificación de participantes. La falta de conocimiento de cómo se aplica en la realidad la metodología y formación participativas puede llegar a ocasionar una serie de tergiversaciones e improvisación en la aplicación de dinámicas de participación.  Riesgos desde los participantes activos de la participación: Existe el riesgo de que un pueblo no acepte entrar en ese tipo de formato (metodología participativa) o que la noción de participación sea distinta entre los actores involucrados. Entonces para el proyecto de desarrollo este sector será excluido porque posee las condiciones de no-organizado. Esta situación se puede mejorar, primero, evitando asumir que todos pensamos en lo mismo cuando se habla de participación; segundo, comprometiendo a los sujetos con su realidad y haciéndolos sentir parte de la solución y que su intervención es vital para la mejora del problema que los afecta, y de esta manera hacer que se involucren y logren una completa participación. En relación a estos riesgos, los profesionales del desarrollo se han encontrado con resultados y problemas imprevistos del proceso; se presentan a continuación, según Saik Yoon (Cf. 1996a), algunos de los retos que han tenido lugar en las intervenciones para el desarrollo con enfoque participativo:  La noción de participación: Qué es lo que se entiende por una verdadera participación es el principal motivo de discusión. Las diferencias tienen que ver con posiciones ideológicas y con los entornos o contextos culturales y ambientales donde se implementa el enfoque participativo, que exigen respuestas y adaptaciones distintas. El debate principal tenía que ver con la noción de que la verdadera participación supone delegar el poder a la comunidad para que tome todas las decisiones frente aquellos que sostienen que algún nivel u otra manera de participación es igualmente válido. Esta diversidad de respuestas y adaptaciones, suficientemente distintas, son causa de desacuerdos permanentes entre los profesionales del desarrollo.

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 Resolución de conflictos: Otro reto es el conflicto que la participación generalmente causa en la población. Normalmente el conflicto es resultado de las consecuencias que tare consigo el proceso de modificar las relaciones de poder entre los actores. Al incrementarse la participación, los pequeños grupos que detentan el poder ver disminuir su capacidad de influencia. Sin embargo, el conflicto también se presenta frecuentemente a nivel de las relaciones individuales. La comunidad se divide en grupos que apoyan diferentes tipos de metas y procedimientos. Normalmente los procesos de desarrollo que se proponen atacar causas estructurales de los problemas generan mucho conflicto, lo que demanda incluir, en el proceso, técnicas de resolución o manejo de conflictos como la negociación o mediación.  Replica de las experiencias: Los buenos resultados alcanzados por los procesos participativos normalmente son difíciles de replicar o repetir. Esta es una verdadera dificultad para los organismos que desean extender los beneficios los enfoques participativos. Los factores que generan este reto son diversos: la naturaleza y capacidades participativas de la población que se expresan como cualidades que no se pueden identificar ni repetir mediante la capacitación; condiciones previas y propias del contexto o del tema a ser tratado; compromiso y apoyo recibido que no siempre están igualmente disponibles en la misma medida para todos los proyectos.  Contexto político: Expresado como el tipo de gobernabilidad que afecta a los actores es una condición previa para el éxito. En regímenes autoritarios o Estados con altos niveles de control de su población pueden constituirse en factores que obstaculicen la participación o a la vez haga que la población anhele intensamente participar. Esto no representa sólo un reto sino también un riesgo para quienes alienten procesos participativos.  La tentación del sector privado: Si no es el estado, el reto puede presentarse con la empresa privada que a veces afecta los proceso participativos mediante la prebenda a los líderes comunitarios para que cooperen con proyectos contrarios a los intereses de la 117

comunidad. Quienes se opongan a estas empresas deberán también asumir los conflictos con sus propios líderes. Las amenazas del sector privado son difíciles de enfrentar por la sutileza de sus métodos o el componente altamente atractivo de sus ofertas.  Especialización de las ONG: Los diferentes organismos de desarrollo han pasado de un abordaje general del desarrollo a un trabajo especializado (género, salud, medio ambiente, etc.), situación que dificulta la implementación de proceso participativos que comúnmente generan resultados no esperados que están fuera de las áreas de especialización.  Procesos de largo plazo: La participación toma tiempo. Difícilmente los proyectos de desarrollo con enfoques participativos logran cumplir con cronogramas rígidos de ejecución. Los plazos de implementación exigidos por los financiadores suelen ser muy cortos para este tipo de procesos. Se requiere un compromiso a largo plazo de entidades de cooperación así como de la población. La participación toma valioso tiempo y energía (que muchas veces son los únicos recursos) de los miembros de una comunidad. Por ello, los proyectos de desarrollo con enfoque participativo tienen el reto de producir suficientes resultados a corto plazo para mantener la motivación de la gente y asegurar su compromiso a largo plazo.  Flexibilidad: Las entidades que se involucran en estos procesos participativos deben adoptar procedimientos de administración flexibles. Las estructuras de sus planes de trabajo y presupuestos deben tener la capacidad de adaptarse a los cambios que resultaran inevitablemente de los procesos participativos. Tales cambios deben ser entendidos como indicadores de éxito, antes que como una señal de diseños de proyectos deficientes. Ante estos riesgos y retos las intervenciones con enfoques participativos necesitan llevar las ideas al nivel de lo concreto; reconocer que las comunidades no son homogéneas ni armoniosas y que la participación puede fomentar los conflictos al profundizar las diferencias preexistentes; ser concientes de que las comunidades pueden no estar interesadas en invertir su tiempo y recursos en proceso democráticos de toma de decisiones; finalmente, reconocer que si no hay un buen manejo de la 118

participación en las estrategias de intervención las comunidades también podían considerar ajenas y manipulantes las recomendaciones para la participación (al igual que las teorías clásicas del desarrollo). La participación en las estrategias de intervención En el contexto actual nadie discutiría que el término “participación” ha adquirido un significado positivo y a diferencia de décadas pasadas se ha popularizado en el léxico de los diferentes organismos de desarrollo, es decir, no es más palabra exclusiva de sectores contestatarios o subversivos. En general, hay un acuerdo en promover la participación, pero esa convicción no es suficiente. Se debe preguntar ¿cuándo? ¿dónde? ¿por qué? ¿para qué? Pero fundamentalmente ¿cómo? La participación con fines desarrollistas (utilitaristas) puede vaciar de sentido esta noción y lamentablemente muchas experiencias de intervención así lo han hecho al vincular la participación con lo estrictamente económico (“reducción de costos”; “contraparte”; “productividad”; “eficiencia”; etc.), es decir, se ha planteado la participación como una forma de asegurar mano de obra, para ejecutar a un menor costo las actividades o simplemente para evaluar lo que ya está hecho. Sin embargo, el término participación difícilmente puede ser visto de forma aséptica o esterilizada, porque al entrar en relación con el contexto, la historia, la coyuntura, las intervenciones con enfoque participativo recuperan el significado de la participación que es fundamentalmente político. La participación debe contribuir a fortalecer (aunque no necesariamente mantener) el sistema político y el sistema democrático en general (con menos interlocutores y más actores). Lo cierto es que el término es entendido y utilizado con diferentes propósitos, pero sea con fines desarrollistas o políticos, la participación supone un llamado a adherirse a alguna propuesta. Se legitima el derecho de las diferentes instancias de convocar y proponer, así como de los sujetos llamados de aceptar o no. Lo que llegue a suceder luego es responsabilidad de ambas partes. En ese entendido, sea con un fin u otro, la participación debe concebirse como una acción libre dentro de un proceso mayor.

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Facilitadores de la participación. Aportes desde el enfoque sistémico para profesionalizar la tarea Adrián L. Gargicevich La aventura de empezar A poco de recibir el convite para colaborar en la edición de un libro y de definir, luego, el espacio posible a ocupar en los grande bloques temáticos, o figurativamente “en la construcción de este barco aventura” que proponen los editores, aparecieron los fantasmas de la tarea: ¿por donde empezar, con qué intencionalidad?, como lograrlo?… El primer salvavidas fue obvio: la Internet. Introducir el “término mágico” participación en el buscador disparó el motor de búsqueda hacia millones de enlaces y como consecuencia el primer salvavidas parecía transformarse en uno de plomo. Lo más atractivo de la prolífica oferta parecía ser la diversidad de opciones sociales, políticas, económicas y culturales de uso y aplicabilidad del término “mágico”. Desde la salud al juego, desde la ciencia a al arte, desde la molécula al universo, la red de redes ofrece textos y contextos donde la participación toma parte…valga la redundancia. Este intento inicial aparecía como un primer indicio para el abordaje permitiéndome reducir las dudas: ¿En todos estos ámbitos operaría en igual sentido su magia? ¿Qué es lo que hace que la participación sea tan apetecible? El segundo espacio de búsqueda también resultó lógico mi biblioteca y, por que no, mi propia experiencia con la “palabra mágica”. Es así como apareció otra vez el mismo dejavú: esto ya lo viví. ¿Será que la invitación a esta aventura es una cuestión del destino o será que uno construye el camino para llegar a la invitación? Había también en mis libros y mi experiencia mucho que tenía que ver con la participación; ahora el círculo de dudas comenzaba a acercarme a terrenos más firmes para mi capacidad. Siempre tuve dudas acerca de cómo, los que nos valemos y operacionalizamos la “palabra mágica”, hacemos que la misma logre su cometido de manera genuina y exitosa y más aún, qué era esto de “lo genuino” o “no genuino” en términos de participación. 123

Bueno, ahora tenía más acotadas las posibilidades, sabía que el objetivo estaría orientado a ensayar algunas posturas respecto de la manera en que los profesionales afectamos el proceso de la participación cuando ejercemos el rol de facilitador. A lo largo de este capitulo, o porción del barco que gustosamente y muy agradecido me toca construir, intentaré dar cuentas, a mi modo y sin pretensiones de ser exhaustivo, sobre algunos aspectos de desempeño profesional con que los sujetos ampulosamente denominados “facilitadores” perturbamos los procesos participativos. Considerando la multiplicidad de ámbitos donde la participación es usada como herramienta según lo que nos muestra la Internet, y atendiendo el espacio de aportes a la extensión con el que contribuirá este libro, me circunscribiré en el uso de la participación como estrategia o herramienta en las acciones de desarrollo territorial, desde la óptica del propio proceso. Centraré, además, el análisis en las limitaciones profesionales que normalmente existen (salvando las numerosas excepciones), cuando operamos como facilitadores en procesos participativos para el cambio. La finalidad no será ganarme enemigos, sino ofrecer un texto que movilice algún debate o inquietud que ponga a operar resoluciones para las incertidumbres, en adelante planteadas mediante preguntas sin respuestas en el texto. Adhiero a la idea de que las preguntas mueven al mundo y motorizan el crecimiento. Si luego este trabajo sirve para identificar espacios de cambio en el desempeño o la formación profesional, me daré por más que satisfecho. Instalar un debate no solo es cuestión de cómo se lo presente sino también de la pertinencia del tema y aquí es donde juego mi hipótesis positiva: apuesto a que el tema del desempeño profesional de los facilitadores en los procesos participativos es más que pertinente a la propuesta de este libro. Permítanme remarcar algo antes de sacar las herramientas de constructor de barcos. Dejo exprofesamente fuera del análisis el efecto del participante (no facilitador) en el propio proceso participativo. Esta otra mitad de la historia requiere un análisis muy particular dado que también ejerce y juega sus propias reglas y estrategias frente a los procesos participativos. La unión de los comportamientos de ambos sujetos (facilitador y participante), será la que condicione la calidad final del mismo.

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Hagan juego señores! “La necesidad de participación o de ser protagonista de su propia historia es una de las necesidades no materiales que debemos asumir como condición y resultante de un proceso de transformación dirigido a elevar la calidad de vida de una población” (Werthein y Argumedo, 1986). El principio básico que se propone cuando uno hace uso de “la participación” con los sujetos destinatarios de una acción, es la consulta con ellos para incluirlos en los procesos de decisión. Valerse de procesos participativos para la acción casi siempre lleva implícita (aunque no siempre se logra, o se logra solo para el promotor del proceso) la necesidad de generar empoderamiento49 en los individuos participantes y la necesidad de la creación de proyectos o servicios basados en demandas reales o explícitas más que en supuestas. El proceso desarrollado deberá dar cuenta de que los beneficiarios de la acción fueron participantes activos en la misma, más que receptores pasivos. Un proyecto o un servicio participativo debería expresar claramente las razones por las cuales y para las cuales se utilizan aproximaciones participativas en los procesos. Solo así se podrá asegurar que todos los participantes entiendan claramente los propósitos o principios que los sustentan. Normalmente la participación es presentada como la llave de oro para abrir la puerta a un mundo sostenible y democrático. “La tarea de asegurar que la llave de oro sea usada y la puerta sea abierta, por lo general, es puesta en las manos de un facilitador/ra responsable de los procesos de cambio en intervenciones participativas” (Scoones, I and J.Thompson -1994). La práctica de esta tarea es compleja, más bien es un operativo de inteligencia difícil de hacer visible, es altamente personalizada, y difícil de formalizar. Esto la convierte en un “objeto” raro a la hora de comunicar y trasladar a otra persona en término de capacidades, e incluso difícil de evaluar. Atento a esto se han realizado numerosos esfuerzos para asistir a los facilitadores/ras en su tarea durante los procesos participativos, principalmente mediante la publicación de herramientas procedimentales que normalmente no explicitan claramente sus intenciones ni sus asunciones teóricas y epistemológicas. Por ello no es extraño observar a facilitadores/ras operando la práctica lejos de las competencias necesarias para 49

Entendido como la capacidad que obtiene el individuo de tomar control de su propia vida más que de poseer los elementos que se le suministran.

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facilitar y asumiendo el rol de meros trasmisores dentro del paradigma de transferencia de tecnología. Bajo este paradigma, el “juego” de las estrategias participativas parece ocurrir como una ecuación simple: la aceptación de la propuesta sin mayores discusiones ni análisis de intencionalidades y epistemologías dado su barniz democrático, más la capacidad innata del/la facilitador/ra para la tarea, y como en el juego de ruleta, algunos conocimientos rudimentarios de las reglas, algo de intuición y mucho de suerte. No es extraño que así ocurra frecuentemente. Desarrollar un proceso participativo es una tarea ardua, pero ante todo es un “proceso” dentro de una acción para un objetivo determinado. Para los que nos recibimos de agrónomos, la palabra “proceso” es de difícil digestión. Es que fuimos preparados para los “productos”, la última parte del ciclo de producción. Insumos + Procesos + Producto, orden en que se constituyen los hitos de la rueda de la producción. Los que estudiamos agronomía en Argentina razonamos y actuamos mayoritariamente con la mente puesta en el producto; el proceso es el paso intermedio y por lo tanto no parece que sea el mejor hito para mostrar nuestra capacidad de desempeño profesional; el producto es más interesante; vale más la llegada que el camino. Todo lo contrario a lo que es imprescindible en un proceso participativo: prestar atención sobre lo que pasa durante la acción, dado que lo que se logrará, si realmente es un proceso participativo genuino, no necesariamente será lo que se planeó en el inicio… no es el producto o metas lo que requiera las mayores energía para acercarse al objetivo, sino el camino para lograrlo. ¿Un momento o muchos momentos? ¿Un poder o muchos poderes? En numerosos manuales de ayuda para facilitadores se hace uso de la figura de “la escalera” como metáfora para diferenciar grados o escalones en los procesos participativos. En ella se describen los procesos participativos más elementales en la base y los más complejos en la cima. La escalera del empoderamiento y la participación nos provee una estructura para definir y reconocer actividades de participación. Cada escalón actúa como un grado incremental en el proceso de participación. En el primer escalón de la participación, la acción dominante consiste en el intercambio de información, intercambio entre los participantes asegurándoles el poder necesario para tomar las 126

mejores decisiones en el tema que los conecta o vincula. En el segundo escalón la acción dominante para la participación es la consulta normalmente direccionada a detectar y considerar opciones o caminos de continuidad en el proceso en marcha. En el tercer escalón la acción dominante para la participación es la influencia que el participante ejerce sobre el proceso, aportando ideas que cambien o mejoren el impacto en el tema. En el cuarto escalón la acción dominante es la colaboración que permite que los participantes tengan la misma posición que la del facilitador/ra del proceso, pudiendo trabajar activamente en el mismo e influyendo con igual importancia para el tema, proyecto, servicio o actividad donde se hace uso de la estrategia participativa. En el quinto escalón la acción dominante es el control, los participantes están consustanciados del proceso y lo controlan tomando las decisiones, dirigiendo las tareas u organizándolas (The OSW Participation Principle). Los escalones propuestos no necesariamente deben existir en su totalidad durante un proceso participativo, ni en el orden expuesto. Tampoco se proponen como acciones individuales y puras, por el contrario, pueden variar en presencia, orden o incluso superponerse. La metáfora de la escalera, además de permitir la evaluación por presencia o ausencia de “escalones” nos posibilita tomar conciencia de la complejidad de un proceso participativo genuino. Es mediante este tipo de análisis donde aparecen otros factores de consideración en los procesos participativos: el tiempo requerido y el avance hacia el empoderamiento de los actores en el proceso. ¿Cuánto tiempo lleva subir cada escalón? Si el/la facilitador/ra se encuentra preocupado/a y atento/a a las planificaciones de los proyectos o planes que normalmente sustentan o enmarcan su tarea, es posible que se encuentre con el tiempo como espada que lo/la presione contra la pared: ¿Que hacer? ¿Priorizar un proceso participativo genuino o responder a los cánones de los tiempos proyectuales? El otro factor que nos plantea la escalera es la delegación o el empoderamiento. Cada escalón propone un gradiente mayor de poder a distribuir entre todos los participantes. El primero y el segundo escalón son los más comunes de ver y desarrollar en procesos participativos. Coinciden con la lógica profesional, compartir información y consultar para corroborar; es casi lo que hacemos a menudo en nuestro desempeño profesional. ¿Pero el resto de los escalones? ¿Estamos en condiciones de subirlos como

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facilitadores? ¿O con subir el primero y el segundo ya nos basta para tildar a un proceso de participativo? Incluso para aquellos facilitadores que prefieren o reconocen los dos primero escalones en su tarea, podrían mejorar su desempeño si giraran mínimamente sus energías hacia los sujetos participantes. Para ayudar al grupo a subir los primeros peldaños, al inicio del proceso, la tarea del facilitador debe considerar el escaso conocimiento que los actores tienen unos de otros y entender que probablemente operen en la participación relacionándose en base a prejuicios o estereotipos, o más aun, que el motor que lo impulsa a participar sea la expectativa por “el beneficio personal”. ¿Cómo me doy cuenta de que ocurre esto? ¿Cuáles son los indicadores? Para este nivel inicial de la participación, la tarea del facilitador bien puede centrarse en alentar a compartir las percepciones y experiencias de los participantes, demostrar las ventajas del trabajo colaborativo y posibilitar que se descubran niveles de dependencia mutua. Para los escalones medios, cuando el grupo ya tuvo interacciones y los patrones de relacionamiento entre ellos son visibles, ya comparten y conocen sus respectivas visiones, objetivos, estrategias, la tarea de facilitación podrá centrarse en la mediación, observando los intereses, incentivos, características de los actores. ¿En que consiste la tarea de mediación? ¿Qué capacidades requiere? Y finalmente, cuando el proceso está en los escalones superiores, cuando los participantes toman el control de la participación, la facilitación podrá ayudar a reflexionar y a aprender de los aprendizajes vividos en el proceso, mejorando las competencias para la innovación entre los actores. ¿Estoy dispuesto como facilitador a no pensar en los aplausos? ¿Cómo se inicia un proceso de innovación entre los participantes, que debo hacer para mejorarlo? ¿Cómo sigue mi “proyecto” si ya soy prescindible en el proceso? Ahora bien, ejercer estas capacidades de identificación y reacción implica disponer de una formación profesional adecuada. En el caso de los agrónomos, y yo soy uno de esos, formados y acostumbrados a pensar en el producto más que en el proceso y a operar desde la lógica difusionista, las limitantes de tiempo y de poderes propios e inherentes de los procesos participativos, se transforman en una cuesta considerable de remontar cuando emprendemos la tarea de facilitador. La cultura del “concreto, rápido y sencillo”, valores puestos en la médula de nuestra formación, muchas veces el mejor argumento de venta de nuestras capacidades, nos jugará en contra. Los procesos participativos exigen poner y mantener la mirada en “la gente”, los sujetos, 128

respetando los tiempos que determine el encuentro de las diferentes capacidades de los participantes, para el salto a un nuevo escalón. Recordando que el centro de atención debe estar en el proceso y no en el resultado. Y si bien somos especialistas en diagnosticar (útil para el primer escalón de la escalera), para el resto de los escalones requeriremos una preparación particular, normalmente no recibida en la formación de grado en nuestro país. ¿La parte o el todo? El desafío del pensamiento sistémico y procesal dentro de los procesos participativos La visión sistémica aplicada a las estrategias participativas no es un hecho muy frecuentemente citado en los textos que contribuyen al planeamiento de procesos participativos. Trataremos aquí de dar algunas pistas para conectar un desarrollo conceptual tan potente, como lo es la teoría de sistemas, con los procesos participativos. De manera simple podemos definir a un sistema como un arreglo de componentes físicos, un conjunto o colección de cosas, unidas o relacionadas de tal manera que forman y actúan como una unidad, una entidad o un todo. Los sistemas tienen una estructura que depende del arreglo particular de los componentes que lo forman y tienen una función particular que se asocia a la manera en cómo actúa el sistema. En el mundo real los sistemas son abiertos, es decir, tienen interacción con el ambiente o entorno. Estas interacciones se visualizan mediante el intercambio de elementos con el entorno mediados por las entradas y salidas del sistema. Al observar o definir un conjuntos de componentes como sistema podemos establecer una frontera que lo define y que constituye el límite de cada sistema. Todo sistema contiene entonces: componentes y sus interacciones, un límite, entradas, salidas, un entorno o ambiente: si lo deseamos, podemos ver con más detalle dentro de un sistema e identificar subsistemas, unidades menores con estructura sistémica dentro de un componente del propio sistema. Todo dependerá del nivel de análisis u observación. En la Figura 1 se intenta esquematizar la definición de sistema y sus elementos principales.

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Figura 1: Esquema de sistema y sus elementos componentes

Entorno

Subsistema Límites Entradas Salidas

Componentes Interrelaciones/Interacciones

Wilson y Morren (1990) y otros autores (por ejemplo: Rolling y Jiggins en 1998, Daniels y Walker en 1996, Engel y Solomon en 1997) proponen el uso de “sistemas suaves” 50 de pensamiento como una forma de facilitar las dinámicas y los procesos complejos. En los procesos participativos se encuentran diferentes actores con diferentes visiones y formas de entender el mundo. Esto obliga a pensar y encontrar formas que ayuden al desarrollo de acuerdos en la diversidad, que potencien las resoluciones conjuntas para el tema que los nuclea. Como los procesos participativos son “dinámicos” y “complejos”, la propuesta es simple: ¿que tal si nos valemos de las oportunidades que nos brinda el pensamiento sistémico para potenciar la participación? 50 La concepción de sistemas suaves surge de considerar a los mismos como construcciones mentales no rígidas, son construcciones sistémicas producto de nuestra imaginación que nos permiten entender el mundo y las formas de actuar en él. El enfoque suave de sistemas no se centra en la perfecta definición del sistema sino en conseguir una apreciación útil, que valiéndose de las ventajas de la teoría sistémica, mejoren nuestra capacidad para operar cambios. Se desarrolló para intervenir en situaciones donde las percepciones humanas son sobresalientes, y donde es problemática la definición de los objetivos del sistema. El enfoque de sistemas blandos es de aprendizaje y negociación.

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La teoría de sistemas aplicada a los procesos participativos permite mejorar el análisis y potenciar el resultado de la participación. Bajo esta lógica construimos entonces las comparaciones. Los componentes del sistema pueden ser los actores. El límite puede circunscribirse al propio proceso participativo con sus propias variables dominables dentro del propio proceso. El entorno será todo lo que rodea al proceso y donde se ubicarán los supuestos críticos o restricciones que el proceso participativo no puede manejar (ejemplo: precios, políticas, clima, etc.) pero que lo afectan y condicionan. El resto de los elementos de un sistema existen sin necesidad de realizar asimilación alguna: las interrelaciones / interacciones son las que ocurren entre los componentes-actores; y los ingresos y egresos del sistema son los insumos y productos que el propio proceso necesita (ejemplo: información, capacidades, metodologías, conclusiones, entre otros). Para seguir el razonamiento tenga en cuenta que, en adelante, usaré en el texto la palabra “sistema” como sinónimo de proceso participativo. Comencemos pues a valernos de algunos elementos de la teoría de sistemas para aplicar y potenciar los procesos participativos solo a manera de ejemplo y sin profundizar en describir los métodos para lograr cada análisis, dado que abundan en la bibliografía. El análisis de los componentes del sistema otorga elementos potentes para mejorar la participación. Podemos caracterizar a los componentes (participantes) por su tamaño relativo respecto de los otros, considerando dimensiones tales como su importancia para el proceso, la influencia que ejercen, sus capacidades en relación al tema que los nuclea, etc. Incluso si se vale para el análisis de un grafico sistémico del proceso, indicar con tamaños mayores a los más importantes, e incluso, con la mirada “suave” de sistemas, entender que el tamaño (importancia, influencia, capacidad) puede variar para cada componente en el devenir del proceso. ¿Sería esto un buen indicador del progreso del proceso? ¿Cambió el tamaño de algunos de los componentes durante el proceso? ¿Cómo afecta esto al conjunto? Veremos que la mirada “suave” de sistemas nos permite direccionar mucho más cómodamente la atención en el proceso más que en el producto. El análisis de las interrelaciones / interacciones permiten entender y caracterizar los flujos entre los componentes del sistema: quién se conecta con quién, para qué, con que intensidad, que intercambian, son algunas de las posibles vías de análisis. ¿Cual es la relación entre cada componente? Así, para mejorar el desempeño del proceso, la mirada y las acciones deberán 131

transcurrir de manera de mejorar los enlaces entre componentes (actores) claves, pero desconectados en el sistema. Esta mirada particular de las relaciones entre los componentes- actores permitirá al facilitador diseñar o adaptar procesos de aprendizajes particulares a las necesidades de cada uno y en función de los flujos que se intercambian. Si nos valemos de la mirada de los límites, en un proceso participativo podríamos caracterizar de qué manera afecta el entorno que lo rodea, o mejor aún, de qué manera lo que pasa por fuera, afecta retardando o acelerando el objetivo por el cual se utiliza un proceso participativo. Poner la mirada en el entorno que rodea a un proceso participativo otorga al facilitador potentes elementos para entender por qué algunas de las cosas que se proponen fluyen fácilmente y otras no. Esto le permitirá introducir cambios proactivos en las herramientas o estrategias usadas en el proceso. Dominando el concepto de límite, se podrá caracterizar como variable bajo dominio lo que ocurra dentro del proceso y como parámetro fijo o supuesto critico, lo que queda por fuera. De esta manera será factible entender qué cosas son las que se pueden manejar en el proceso participativo y cuales no serán dominables. ¿Cambiará algo en la participación si todos entienden cuáles cosas son manejables por el conjunto y cuáles no? La idea de jerarquía dentro de un sistema es sumamente útil para los procesos participativos. Cuando analizamos en un proceso participativo uno o varios subsistemas más pequeños dentro de uno mayor, podemos entender cómo los subgrupos de actores, asociados por intereses comunes, tejen relaciones potentes entre sí y se separan de los otros subgrupos. Podemos entender también la manera en que se diferencian unos de otros, no solo por las características de los integrantes, sino también por sus peculiares necesidades de aprendizajes debido a sus diferentes roles, posiciones y experiencias. Y si este análisis lo hacemos luego para la totalidad, será más factible entender por qué el resultado del proceso participativo se aleja a veces del objetivo original planificado. Si ocurre tal desviación no habrá que alarmarse; desde la óptica de la teoría de sistemas, esto solo será un reflejo de las propiedades emergentes de todo sistema: es el conjunto el que da las propiedades al sistema; es el conjunto de actores el que caracteriza un proceso participativo. Adicionalmente, esta última propiedad sistémica podría servir para entender por qué el producto del proceso participativo es más útil para algunos subgrupos y no tanto para otros. El análisis de la jerarquía de sistemas, cuando nos animamos a ver el proceso participativo como un sistema, nos ayuda a entender de que manera un 132

subsistema de actores en un proceso participativo puede ser afectado positiva o negativamente por el conjunto de actores o sistema superior. ¿Qué elementos necesito para entender y operar con los intereses de los participantes? Debemos recordar que en la teoría de sistemas, cada unidad de análisis (componente, subsistema o sistema) puede influir en el entorno que lo rodea por sus acciones, pero no puede controlarlo por si solo. Por otra parte el entorno siempre influirá sobre cada unidad y sobre el sistema en su conjunto. ¿Si el resultado del proceso participativo es condicionado por variables que no se dominan en el propio proceso, qué estrategia necesitaré para acercar al conjunto hacia el objetivo o resultado esperado en el tema-problema que nos convoca? Encarar los análisis disciplinares pensando antagónicamente en las “partes” o en el “conjunto” es una forma de separar escuelas de pensamientos cartesianos o sistémicos. Capra nos plantea que “en el marco mecanicista de las ciencias cartesianas hay estructuras fundamentales y luego hay fuerzas y mecanismos a través de los cuales éstas interactúan, dando lugar a los procesos.” (Capra F. 1996: 62). Probablemente “procesos” sea la palabra buffer entre estas escuelas. Aplicar el pensamiento sistémico o pensamiento contextual o pensamiento procesal51 en los procesos participativos implicará pensar que no hay partes en absoluto, sino patrones dentro de una red de relaciones, e implicará aceptar que las relaciones son prioritarias para el pensador sistémico. Nos permitirá ampliar la interpretación y potenciación de los procesos participativos, reduciendo el riesgo de tratar el síntoma y no la fuente del problema que nuclea a las personas en la participación. Como en los procesos participativos, en las aproximaciones sistémicas el centro de atención es el proceso, allí ocurre todo lo que nos debe interesar. Racionalidades y aprendizajes puestas en juego en la facilitación Si nos preocupa mejorar el desempeño de un proceso participativo también será indispensable introducirnos a sopesar las racionalidades y los aprendizajes puestos en juego dentro del 51

Rama del pensamiento sistémico también útil para la participación, surgida a mediados del siglo XX e iniciado por el biólogo austríaco Ludwing von Bertalanffy a través del estudio de las células vivas como “sistemas abiertos” que interaccionan con su entorno.

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enfoque sistémico, contextual o procesal propuesto hasta el momento. Para abordar el tema de las posibles racionalidades puestas en juego por los facilitadores cuando desarrollan procesos participativos y saber cómo éstas afectan las formas de legitimación de dichos procesos seguiremos a Habermas J. (1984) que propone la existencia de tres grandes tipos de racionalidades y que se resumen y describen en la Tabla 1. Tabla 1: Tipos de racionalidades (s/Habermas J.) Tipo

Características diferenciales

Racionalidad instrumental

Valora las acciones según las habilidades para lograr objetivos predefinidos, manipulando cosas o personas como objetos.

Racionalidad estratégica

Comparte con la racionalidad instrumental la valoración de las acciones según su habilidad para lograr objetivos predefinidos pero considera a las personas como actores estratégicos y con diversas capacidades para lograr el objetivo.

Racionalidad comunicativa

Las acciones se orientan al logro de los objetivos determinados a través de acuerdos mutuos y negociaciones. El lenguaje y las expresiones no verbales están orientados a enriquecer entendimientos y a compartir acuerdos.

Como los procesos participativos pueden ser efectivos sólo mediante la interacción entre personas, asumimos que únicamente deberían existir en los mismos las racionalidades estratégicas y comunicativas. Para entender los tipos o niveles de aprendizajes que juegan en los procesos participativos nos valdremos de las categorías desarrolladas por van der Veen, R. (2000) que se describen en la Tabla 2.

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Tabla 2: Tipos de aprendizaje caracterizados según procesos cognoscitivos y motivacionales.

Procesos cognoscitivos

Procesos motivacionales

Aprendizaje a través de la imitación. Aprendizaje a través del reforzamiento. Aprendizaje a través del estructuramiento.

Mínimamente requerido. Aprendizaje a causa de una recompensa extrínseca y/o aprendizaje a causa de condiciones atractivas.

Comunicativo

Aprendizaje a través de la asimilación de nuevos hechos y argumentos.

Aprendizaje causado por presencia estimulante de otros.

Transformativo

Aprendizaje a través de la adecuación, creando enfoques más incluyentes.

Aprendizaje causado por el interés intrínseco en realizar potenciales cognoscitivos.

Tipo de Aprendizaje

Reproductivo

Fuente: Van der Veen, R. 2000

Este autor propone que es necesario identificar y operar con los tres tipos de aprendizajes posibles que se presentan en la Ttabla 2 para entender los procesos de aprendizajes puestos en juego en dinámicas complejas como son los procesos participativos. Para unir racionalidades, aprendizajes y sistemas seguiremos a Groot y Maarleveld “asociar aspectos de la estructura sistémica del proceso participativo con las diferentes racionalidades posibles de poner en juego en el proceso, nos permite discriminar y operar con diferentes los tipos de aprendizajes puestos en juego con los actores involucrados para potenciar el proceso” (Groot, A. 1998). Un facilitador de procesos participativos que aplica estas premisas podrá catalizar los aprendizajes que necesitan los actores participantes para lograr el objetivo. Entonces, si el proceso participativo o la tarea de facilitación están dominados o focalizados en una racionalidad estratégica, la persona que ejerce este papel se convierte en actor clave dado que debe constantemente estar atento a los límites entre subsistemas y al orden jerárquico que se establece entre ellos. Deberá focalizar cómo los actores de niveles jerárquicos superiores en el sistema, definen y condicionan los marcos y los objetivos para los niveles inferiores, y deberá además orientar los 135

aprendizajes de estos últimos para que se adapten a los indicados. En tal caso el tipo de aprendizaje que se activa es “simple” o de “primer nivel” o “reproductivo”. Por ejemplo, cuando un grupo de agricultores decide una inversión conjunta pero requiere de un crédito cuyas características son definidas por el subsistema financiero, parte del aprendizaje conjunto de los participantes incluirá la adaptación de sus estrategias conjuntas a las reglas definidas por el prestamista (montos, plazos, garantías). Si por el contrario, el proceso participativo o el facilitador están dominados o focalizados en una racionalidad comunicativa, la tarea de facilitación se concentrará en animar a los actores a reconocer las fronteras del subsistema que ellos constituyen, y reconocer sus objetivos, sus normas y valores para proyectarlos como demandas a otros niveles del sistema de actores. Deberá alentarlos a trasformar el subsistema que ellos constituyen mediante debates o negociaciones y definir sus demandas más que aceptar las normas impuestas en escala jerárquicas superiores del sistema. Incluso debería organizar acciones de enredamiento con estos otros niveles. Para esta tarea es necesario impulsar aprendizajes simples o reproductivos combinados con aprendizajes comunicativos y transformativos. Siguiendo el ejemplo anterior del crédito para la compra conjunta, el ejercicio de la racionalidad comunicativa llevará al proceso participativo hacia una tarea de convencimiento e inclusión del subsistema financiero en el debate, y a ejercitar negociaciones donde las partes obtengan cada una la mejor posición, entendiendo las razones esgrimidas y los compromiso posibles de asumir por la otra. Recordemos que los procesos participativos son complejos y que para potenciar el éxito de los mismos debemos prestar atención a los aprendizajes que allí ocurren, dado que los actores más influyentes en la construcción de subgrupos (subsistemas) determinan qué, cómo y quienes deben aprender en el proceso. Esto afecta tanto la construcción del sistema como el tipo de legitimación del proceso participativo. La tarea del facilitador se vuelve estratégica para el proceso si ésta es capaz de distinguir los límites del sistema y de los subsistemas que constituyen los propios actores. Esto le permitirá entender de qué manera las fuerzas externas condicionan el funcionamiento del proceso participativo y entender las demandas particulares de aprendizaje de los actores dentro del propio proceso participativo. Cuando los sistemas -procesos participativos- son fuertemente condicionados por el entorno, el tipo de racionalidad de procesos que imprima el facilitador definirá el tipo de 136

legitimación del mismo. Puede mantener al grupo en procesos de aprendizajes simples donde la lógica es aprender bajo los condicionantes impuestos por el entorno, por ejemplo aprender a adaptarse a un precio de mercado que el grupo no puede cambiar por si mismo, o animarse a elevar al grupo a un tipo más complejo de aprendizajes (comunicativo o transformativo) que les permita operar considerando estos límites entre grupos. La profesionalización de la tarea de facilitación: un desafío personal e institucional Durante el desarrollo del trabajo intenté dar cuenta de algunos tópicos centrales para mostrar la complejidad implícita en los procesos participativos. Pasos a seguir, tiempos requeridos, distribución del poder, racionalidades puestas en juego, aprendizajes requeridos, son solo algunos de los tópicos a considerar en el ejercicio de la facilitación. Valerse de la teoría de sistema como potenciador de la participación es una opción adicional para mejorar la tarea. Para pensar en términos de sistemas un proceso participativo se requiere ejercer el pensamiento sistémico o procesal o contextual. Aceptarlo es para el facilitador como valerse de una “telaraña”, depende de cómo se sienta: si es “la araña” (domina este tipo de pensamiento) le servirá para alimentar el proceso participativo; si es “la mosca” (no domina este tipo de pensamiento) se podrá transformar en una trampa y quedará enredado. No obstante la telaraña existirá, la jerarquía de sistemas en los procesos participativos tomará partido aunque nosotros no lo consideremos. La profesionalización de la tarea de facilitación es indispensable a la hora de valerse de los procesos participativos como instrumento, su falta puede hacernos caer en un falso análisis de la participación como estrategia, y asignarle valoraciones que surjan de un mal ejercicio, en muchos casos por “mala praxis” de facilitación. A nadie en su sano juicio se le ocurriría operar del corazón a un individuo no siendo cirujano ¿no? La profesionalización de una tarea es una excelente forma de asegurar responsablemente el resultado, más aun de poder reconocer los grados de libertad con que se opera. ¿Por qué entonces los procesos participativos muchas veces no entran bajo este análisis como tarea riesgosa y de cuidado profesional? ¿Será como se comentó al principio que la decisión de iniciar un proceso participativo con los beneficiarios de una acción, solo se asienta en la necesidad de la consultarlos para incluirlos en lo procesos de 137

decisión? ¿Será que el mito de “bondad y democracia” que arrastra detrás de si la participación hace posible que cualquiera y en cualquier situación la use? ¿Será que nuestro estilo de formación tiende a la imitación y entonces es posible que copiemos métodos o procedimientos que no sabemos si son correctas? Habrá que revisar si las estrategias de formación institucional de actores para el cambio, ya sean formales e informales, de grado o de posgrado, profundizan en sus programas las bases operativas y procedimentales necesarias para una apropiación adecuada de las estrategias de participación como área sensible para el cambio. Habrá que revisar en lo más profundo de cada uno para saber si se está en plena capacidad para implementar y potenciar un proceso participativo. En definitiva habrá que sincerar la relación que las instituciones de formación y que los profesionales tenemos frente a la práctica de la participación si no queremos que se siga cayendo en falsas expectativa frente al mal uso, o en inadecuadas catalogaciones de las capacidades de la participación para el cambio. A manera de contribución para revisar la necesidades de cambios frente a procesos participativos, tanto en ámbito personales como institucionales, en la Tabla 3 se presenta una matriz de aspectos mediante la cual es posible caracterizar estilos (paradigmas) profesionales de facilitación, según sea su actitud más bien clásica o mejor orientada a la participación.

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Tabla 3: Matriz de aspectos que identifican estilos profesionales clásicos y participativos. Aspecto Foco de la atención Instrumentos y metodologías a usar. Tipo de aprendizajes propuesto.

Estilo profesional clásico En el producto o resultado final. Predefinidos de antemano.

Estilo profesional participativo En el proceso. Definidos durante el proceso.

Reproductivo.

Reproductivo, comunicativo y transformativo.

Percepción sobre el participante.

Actor pasivo receptor de la oferta. Opina e interactúa. Interesado en el tema. Dispuesto a aceptar la propuesta.

Actor activo Crítico, cuestionador. Con intereses propios y autor de su propia vida.

Responsabilidad principal frente a la decisión y la conducción del proceso.

Centrada en el facilitador/ra.

Centrada en todos los participantes del proceso sin distinción.

Conocimientos necesarios.

Técnicos sobre el tema con que se convoca a la participación. Comunicación. Pedagogía.

Relaciones humanas. Gestión de oportunidades. Comunicación efectiva. Andragogía. Manejo de conflictos. Escucha activa.

Tiempo requerido.

Definido y pautado de antemano.

Se define en el transcurso.

Evaluación del proceso.

Cuantitativa centrada en las habilidades conseguidas por el participante.

Cuantitativa y cualitativa centrada en los efectos.

Modelo referencial subyacente.

Racionalidad instrumental. Sujeto como objeto. Populismo. Análisis cartesiano.

Racionalidad estratégica y comunicativa. Calidad de vida. Empoderamiento. Análisis sistémico.

Hacer más efectivo un proceso participativo depende mucho del profesional que actúa como facilitador. “En primera instancia, el cambio de paradigma depende de los profesionales. 139

Ellos son la llave. Ellos son los que deben luchar con las estructuras en las que se encuentran posicionados. Los cambios más importantes no devienen de grandes decisiones sino de múltiples y pequeñas acciones que en conjunto hacen el movimiento de uno a otro paradigma” (Chambers 1993. pag 13). Es cuestión de identificarlos y poner manos a la obra. Reflexiones para el cierre Cuenta la historia que una vez crecieron juntos un junco y un roble. Al cabo del tiempo el roble se hizo un enorme y engreído árbol que menospreciaba al junco burlándose de esta manera: Roble - Qué pequeño y esmirriado eres. No vales ni el palmo de tierra en el que estás plantado. Ni siquiera tienes ramas y tu tronco no aguantaría ni un cuarto de kilo. Yo, sin embargo, soy grande, tengo poderosas ramas y mi tronco es mil veces más robusto que el tuyo. No sé ni siquiera por qué te hablo. Deberías enorgullecerte por esto. El junco ni se inmutaba ante tales palabras, mas se entristecía porque su compañero, el roble, estuviese tan engreído de sí mismo. Un día un tornado arrasó la comarca y mientras que el roble se oponía a la virulencia del aire con todo su vigor, el junco se plegaba. Tan fuerte era el tornado, que terminó arrancando el roble. Cuando llegó la calma, el junco se mantenía en pie porqué no se opuso frontalmente a la enorme fuerza que les atacaba, sino que la supo eludir, mientras que el roble cayó por creerse invulnerable, terminando por convertirse en leña para los leñadores. Al verlo el junco se decía: Junco - Tanta vanidad y soberbia ¿de qué te han servido? Tu inflexibilidad ante el tornado te ha llevado a tu propia caída. Hacer uso de procesos participativos es más parecido a cultivar juncos que robles. Es necesario estar dispuesto a la flexibilidad, en especial cuando los objetivos de la acción o proyecto son puestos en un principio por encima de los cambios que un proceso participativo define en su marcha. Es necesario mantener la mirada sobre lo sujetos más que sobre los objetivos y sobre los procesos más que sobres las metas. Es necesario ver el conjunto y no la parte, que el cartesianismo no nos transforme en miopes para el proceso. Es necesario explicitar 140

los fundamentos epistemológicos con leguaje y terminología accesibles, de manera de incluir a los participantes más que de excluirlos. Será necesario considerar el nivel de profesionalismo a ser aplicado en el proceso participativo e izar las velas a los mejores vientos que ofrezcan las coaliciones de intereses de los participantes, para que la nave se dirija hacia el destino donde la mayoría está dispuesta a arribar. Hasta aquí los acompaño, espero puedan escribir las mejores bitácoras de viaje. Si en algún momento desean participarme de las aventuras de su viaje, me escriben: [email protected] Bibliografía CAPRA, F (1996). La trama de la vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos. Anagrama. Colección Argumentos. CHAMBERS, R (1993) Challenging the professions. Frontiers for rural development. Intermediate Technology Publications. London UK. DANIELS, S ; WALKER, G. (1996). Rethinking Public Participation in Natural Resource management: concepts from pluralism and Five Emenging Approaches. In: Proceedings of an international workshop “Pluralism and Sustainable Forestry and Rural Development. 9-121997 Roma. ENGEL, P ; SALOMON, M. (1997). Facilitating Innovation for Development. A RAAKS Resources Box- Amsterdam: KIT HABERMAS, J. (1984). The theory of communicative action. Boston: Beacon Press. GROOT, A ; MAARLEVELD, M. (1998) Demystifying facilitation in participatory interventions. Departmen of Communication and Innovation Studies. Wageningen Agricultural University. Mimeo. RÖLLING, N; JIGGINS, J. (1998) The Ecological Knowledged System, in Röling, N. and M. Wagemakers (Eds.) Facilitating Sustainable Agriculture: Participatory Learning and Adaptative Management in Times of Environmental Uncertainty. Cambridge University Press. SCOONES, I ; THOMPSO, J (1994). Knowledge, Power and Agricultural: towards a theroetical understanding. En Scoones and Thompson Edit – Beyond Farmers Firts: Rural people´s knowledge, Agricultural Research and Extensión Practices. Pag 15-32. London: Intermediate Technology Publications. TORRES, G(2010). Comunicación personal, INTA. The OSW Participation Principle. Off the streets and into Work OSW www.osw.org.uk VAN DER VEEN, R (2000). Learning Natural Resource Management. Deepening Rural Resource Management ISNAR, The Hage, Netherland.

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Los procesos de participación en la Comunicación para el Desarrollo Productivo Territorial Roxana Cabello Desde principios de la década del ’60 comenzó a entramarse una relación sostenida entre prácticas de comunicación y procesos de desarrollo. El modo como fue consolidándose desde los años 50 el pensamiento sobre el Desarrollo, impuso la necesidad de reflexionar sobre la dimensión comunicacional del problema con vistas a orientar de manera racional las intervenciones en esa materia. De alguna manera, los artículos que se publican en este libro dan cuenta de los variados modos como esa reflexión ha ido consolidándose a lo largo del tiempo y de las múltiples derivaciones que produce esta relación. En ese marco podemos afirmar que si bien la tradición de estudios sobre Comunicación para el Desarrollo reconoce una importante trayectoria de producción de conocimiento, las modalidades de comprensión de los procesos de desarrollo mudan en esta nueva etapa del capitalismo global y entonces se requiere re pensar las estrategias de comunicación para que resulten acordes y capaces de potenciar dichos procesos. A medida que los contextos políticos, sociales y económicos se modificaban, también se articulaban nuevas concepciones sobre el Desarrollo. Sobre todo a partir de los años de 1980 fue perdiendo centralidad la variable económica y fueron cobrando protagonismo variables cualitativas que hacen a la calidad de vida de las personas, a las posibilidades de sustentabilidad de los proyectos y a los ámbitos de involucramiento de los actores. Hoy en día, las diferencias sobre las cuales se apoyaron los distintos discursos sobre Desarrollo, se desdibujan paulatinamente y esos rasgos comienzan a conjugarse en los modos actuales de comprensión del desarrollo como Desarrollo productivo, humano y sostenible. Este tipo de caracterización intenta contemplar y dar cuenta de la complejidad de los procesos de Desarrollo y resulta de la producción de una mirada plural con recurso de múltiples disciplinas y campos del saber y la intervención. Es cierto que un aporte sustantivo se origina en el campo de la economía en donde se interpreta que uno de los pilares sobre los cuales se construye el 143

Desarrollo Productivo es el de la competitividad. Se busca promover el crecimiento y consolidación de los sistemas productivos de los países periféricos, impulsando su inserción en los mercados internacionales, superando el esquema tradicional del posicionamiento apoyado en el sector primario. La competitividad se entiende en sentido amplio como la capacidad que tienen los países para producir bienes y servicios superando los desafíos de la competencia internacional52. Desde este punto de vista, tanto el proceso de construcción de la competitividad como su repercusión en el Desarrollo Productivo generan condiciones que permiten mejorar la calidad de vida de manera creciente y sostenible (aunque no se trata de una vuelta al “efecto derrame”, sino de una implicación efectiva de los agentes y recursos territoriales) Proponemos aquí una breve reflexión respecto de algunos de los nuevos requerimientos del Desarrollo Productivo territorial: la construcción de un lenguaje común y de expectativas compartidas; el fortalecimiento del capital relacional y el camino de la madurez digital. Interesa en particular problematizar cómo se entiende a los procesos participativos en este tipo de proyectos en los cuales se hace necesario aportar a las empresas y otros actores intervinientes ciertos elementos que permitan interpretar la incertidumbre como factor de Desarrollo. Comunicación y Desarrollo Competitivo Territorial Una de las perspectivas que está consolidándose en la actualidad, luego de una década de reflexiones y experiencias, es la que se conoce como sistémica ya que se construye en torno del concepto de sistema institucional territorial o sistema institucional de empresas. El Estado Nacional impulsa el fortalecimiento de la competitividad en los territorios promoviendo la asociatividad, las iniciativas cluster y la conformación de redes de pequeñas y medianas empresas enmarcadas en orientaciones estratégicas con la mira en el mercado internacional. En ese contexto observamos que la mayoría de los procesos de Desarrollo productivo involucran un 52 La competitividad se comprende como un proceso complejo que resulta de la interacción entre una multiplicidad de factores: las prácticas productivas, organizativas y de gestión realizadas por la organización; la vinculación de la organización con el entorno institucional (público-privado); el funcionamiento del sector en el que actúa la organización; la dimensión tecnológica internacional y el contexto macro regulatorio ( Albornoz et al, 2002)

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tipo particular de problemas, requerimientos y desafíos que podemos denominar “de comunicación”. Veamos entonces algunas de las dimensiones involucradas en los procesos que tienden al Desarrollo Productivo territorial, con miras a dar visibilidad a un entramado de relaciones que pueden enfocarse como puntos de partida para el tipo de reflexión que proponemos iniciar: a. Comunicación y Competitividad territorial El desarrollo productivo enfocado desde la perspectiva sistémica entiende al territorio como el eje del tejido productivo. Lo considera como un conjunto que interactúa y, a la vez, compite con otros territorios. De modo que el interés se centra en la observación de la transmisión de la dinámica de la competencia territorial a la empresa individual ya que los factores que usualmente se comprenden como “externalidades territoriales” (las cámaras empresariales, las cámaras sectoriales, las cámaras de comercio, los gremios, los bancos locales, las entidades locales, las universidades, los centros de investigación, los polos tecnológicos y parques industriales y las agencias para el desarrollo territorial) se conciben como “agentes” directos de la producción, de la competencia y su acción tiene que coordinarse con la acción de la empresa. Los proyectos que se desarrollan desde esta corriente se apoyan en la convicción de que son los agentes territoriales los encargados de la producción de conocimiento y asumen la caracterización según la cual esta producción de conocimiento se afirma por la presencia de dos cambios relevantes: la economía global (que define su necesidad) y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), que constituyen sus fundamentos operativos. El territorio se entiende como un resultado colectivo que deviene de la interacción entre lenguajes, conocimientos y visiones cognitivas diferentes. Un proceso en permanente construcción, un espacio-tiempo en expansión. La praxis de los actores está constantemente construyendo los datos del territorio y la resultante es una gran diversidad de relaciones cuya simplificación hacia una mono-actividad puede tornarlo más frágil (Villasante, 1999) La economía global requiere en sus territorios tanto la promoción de procesos de innovación53 como la presencia de una 53

Entendemos aquí al proceso de innovación como una serie de acciones que transforman el estado en que se encuentra la fase productiva y comercial de la empresa

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mayor capacidad de diseño y procesos de toma de decisiones conjuntos. Producir un proyecto implica que todos los agentes territoriales tienen que redefinir sus competencias y sus acciones y relaciones territoriales. “Por un lado resulta necesario activar procesos de territorial institucional building a nivel local, es decir, estimular y generar las condiciones ‘para’ el desarrollo; por el otro, resulta clave estimular un cambio cultural fuerte en los agentes, en especial respecto de su capacidad empresarial y su actitud hacia las acciones colectivas de carácter cooperativo.” (Boscherini, F. y Poma, L., 2000: 25) En ambos aspectos cobra especial relevancia la dimensión comunicacional de los procesos. b. Comunicación y Capital intangible El conocimiento ha devenido la principal fuente de creación de ventajas competitivas de una empresa tanto en las economías del siglo pasado como del presente (Jardón et al., 2001; Garcia-Parra et al., 2004; Trillo & Sánchez, 2005). El concepto de capital intelectual se ha desarrollado en relación con el proceso de la gestión del conocimiento en una organización, su identificación y evaluación (Garcia-Parra et al., 2006). Los elementos intangibles se conciben como una de las bases del desarrollo sostenible, de gran importancia en la mejora de recursos y capacidades de la empresa, con vistas a construir los basamentos de su competitividad futura. Es posible identificar tres dimensiones de capital intelectual: capital humano, capital estructural y capital relacional. En cada uno de los niveles es dable identificar aspectos en los cuales la intervención en comunicación potencia las posibilidades de desarrollo de las empresas y la consolidación de los territorios productivos. Se entiende por capital humano al conjunto de valores, actitudes, aptitudes y capacidades, de los empleados que permite generar valor a la empresa (Trillo & Sanchez, 2005), y se lo considera motor del desarrollo económico (Villacorta, 2005). En este caso hay al menos dos dimensiones que se trabajan a nivel comunicacional: en comunicación externa la atención al cliente y en comunicación interna la motivación del personal.

o del colectivo y que consisten en actividades científicas, tecnológicas, organizacionales, financieras y comerciales, orientadas hacia la generación de mayores ganancias y de ventajas de tipo competitivo (Albornoz, F. et al, 2002). Por razones de espacio no nos dedicamos en este artículo a reflexionar sobre el alcance que puede asumir el proceso participativo en relación con la innovación en general.

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Con la expresión capital estructural se nomina a todo tipo de conocimiento que la empresa internaliza y que le aporta valor (Roos et al., 1997). Aquí prevalece la dimensión de comunicación interna: alineación del personal con la estrategia: conexión de los trabajadores con la dirección; sistemas de la información -diseño y adecuación- y sistemas de la comunicación; organización: trabajo en equipo y capitalización de la experiencia -capacidad, actitud. Finalmente, se entiende por capital relacional el valor que para una empresa tiene el conjunto de relaciones que mantiene con el exterior (Bueno, 1998). En este caso prevalece la comunicación externa: la imagen que la empresa da al exterior y la cooperación. c. Comunicación en empresas, redes de empresas, iniciativas cluster y territorios productivos Los distintos niveles en que pueden plantearse estrategias tendientes al Desarrollo Productivo involucran aspectos comunicacionales. c1. La empresa: La propia empresa como sistema individual realiza un proceso evolutivo que implica transformaciones en sus capacidades comunicativas. Una vez que la empresa comienza a desarrollar una estrategia de crecimiento se produce un proceso de cambios en distintas dimensiones:  Inicia una transición organizacional  Cambia su estilo de conducción  Cambia su estilo de relacionamiento  Se complejiza la gestión de la cartera comercial y el posicionamiento en el mercado. Estas transformaciones afectan la dinámica comunicacional interna y externa de las organizaciones y resulta conveniente no dejar esos procesos librados enteramente a las tendencias espontáneas.

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c2. Las redes de empresas:54 Del Networking a la construcción de la trama. Una vez que las empresas comienzan a relacionarse para trabajar de manera articulada también se producen transformaciones. Por un lado, las redes de contactos para generar clientes, centradas en general en el conocimiento próximo y los contactos personales de los directivos, se complejiza una vez que se desarrolla un planteo estratégico de relacionamiento:  Se requiere un diagnóstico sobre el posicionamiento actual en el mercado  Se requiere una orientación sobre dónde direccionar la relación (con quién conviene relacionarse?)  Se requiere delegar la tarea de contactos y relacionamiento (núcleos comunicacionales)  Se requiere comunicar el proyecto cada vez a mayor número de públicos y más diversificados (adentro y afuera) c3. El territorio: Cuando se propone una estrategia de generación de asociatividad en el territorio, en donde los diversos agentes no se consideran externalidades y se busca, al mismo tiempo, tomar beneficios de la política pública, se generan nuevos desafíos:  Es necesario fortalecer elementos de identidad a partir de los cuales participar en el entramado.  Es necesario comunicar adecuadamente el proyecto y la identidad en el diálogo con otras instituciones y agentes diferentes del territorio y con consultores que pueden manejar códigos diversos.  Es necesario delegar la operación del relacionamiento en diferentes actores.  Es necesario consolidar vínculos de confianza.

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Cuando hablamos de “redes de empresas” nos referimos a distintas modalidades de cooperación entre empresas que pueden por ejemplo, organizarse para producir algo único, especializándose cada una en sus partes o empresas independientes y afines que producen algo similar y se agrupan para comercializarlo, comprar en conjunto, convertirse o compartir servicios comunes. Según Bidault las variantes que admite el concepto son muchas, comprendiendo desde una red con relaciones muy intensas que determinan una fuerte integración de las empresas hasta una situación en la cual las relaciones son más débiles. (Bidault, 1993) En general las redes buscan economías de escala y mayor poder de negociación.

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Participación y Comunicación para el Desarrollo Productivo Territorial: el Sistema de Comunicación Podemos afirmar entonces que han quedado identificadas, de manera introductoria y general, algunas de las dimensiones en las cuales se imbrican procesos y prácticas comunicativas en los Proyectos que tienden al Desarrollo Productivo territorial: aquellas relativas a la construcción del tejido productivo y su relaciones con el exterior; las dimensiones comunicativas involucradas en los distintos componentes del capital intangible propio de estos territorios productivos; las especificidades comunicacionales que asumen las pequeñas y medianas empresas, los procesos de constitución y funcionamiento de redes de empresas; la articulación y consolidación de clusters. Tomando esa identificación como punto de partida estamos en condiciones de proponer una reflexión inicial referida a la importancia que asume la promoción de la participación de diferentes clases de actores cuando se diseñan y se implementan diversos tipos de intervenciones en comunicación para el desarrollo. Consideraremos aquí, brevemente dos de los componentes en los cuales la intervención en comunicación y el trabajo de los profesionales de la comunicación pueden resultar sustantivos, e introduciremos algunos elementos que orientan la atención sobre el rol que asume en el mismo la participación. El primero de los factores que atenderemos es el sistema de comunicación. Entre los distintos aspectos que integran este sistema, nos referiremos únicamente a uno que nos parece fundamental y que atraviesa la totalidad de las dimensiones que hemos estado señalando hasta el momento: LA CONSTRUCCIÓN DE VÍNCULOS DE CONFIANZA. Efectivamente, este tipo de vínculos constituye la argamasa con la cual se construye la trama que se espera que desarrolle la práctica de la intersectorialidad e integralidad, que permita trabajar con otros formando parte de un proceso donde se intercambia información, se generan nuevos conocimientos, se potencian las experiencias, se intercambian recursos y se construyen modelos replicables para otros proyectos. Desde nuestra perspectiva, el común denominador que orienta la acción comunicativa debe ser el PROYECTO DE DESARROLLO PRODUCTIVO. Cada una de las unidades que conforman la organización (cada empresa de la red o del cluster, cada institución del territorio) desarrolla sus estrategias para relacionarse con el resto, para expresar sus requerimientos y sus aportes al funcionamiento de este proyecto. 149

Entre los distintos componentes del capital intangible es el capital relacional el que incluye las relaciones con el entorno, y más específicamente con los agentes económicos que participan en las diferentes fases de la cadena de valor del producto: los proveedores, los competidores y los clientes. Sin dudas este concepto se ha desarrollado en vinculación con la actividad de la empresa individual: cuando el capital relacional se refiere a los competidores incluye su conocimiento y el benchmarking que se realiza de ellos. Paralelamente, se consideran dos aspectos específicos del capital relacional: la imagen que la empresa da al exterior y la cooperación. Finalmente, se analiza la zona (en la cual se incluyen las tres fases de la cadena de valor, es decir, compra, producción y venta) como posible fuente de capital intelectual. Sin embargo cuando se trasciende el ámbito de la empresa individual y se proyecta, por ejemplo, desarrollar una Iniciativa Cluster55, la expectativa relacional se amplía. Se intenta tanto promover y facilitar la relación entre una diversidad de actores de los cuales se espera que puedan pensar y actuar juntos, como conectar a esa diversidad de actores con una actividad determinada que, como cadena de valor, busca mejorar su competitividad con vistas a integrarse de manera sostenible en un mercado internacional. No se trata de un desafío menor. Se requiere acercar a actores económicos privados con otros del ámbito público, entre los cuales suele identificarse un alto grado de heterofilia: las diferencias que se reconocen entre los actores del ámbito privado y los del ámbito público en cuanto a las características de la actividad, las tradiciones culturales, las relaciones con la producción y otros aspectos, dan lugar a maneras radicalmente diferentes de significación y de expresión. Se requiere también poner en contacto a empresarios, muchos de los cuales ocupan posiciones de competencia entre sí: a aquellos que han buscado tradicionalmente la mejor manera de posicionarse en forma individual se los invita a la cooperación mutua con vistas a un objetivo común. Además, se convoca a diferentes agencias y organizaciones públicas a dialogar entre sí, buscando a conjugar los esfuerzos del Estado en una propuesta articulada que muchas veces implica compartir presupuestos, aceptar subordinaciones en la toma de decisiones, coordinar prioridades de agendas, consensuar puntos de vista sobre la materia objeto de promoción. Aquí también se impone la necesidad de construir un lenguaje 55

Una iniciativa cluster es una estructura de trabajo basado en la cooperación entre los diferentes agentes (públicos y privados) implicados en la mejora de la competitividad de las empresas que conforman el cluster como realidad económica.

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común tendiente a estimular el asociativismo empresario, brindar apoyo económico y ofrecer asesoramiento técnico. De modo que el Proyecto de Desarrollo Productivo involucra una compleja multiplicidad de interconexiones. Además, cada una de las organizaciones participantes define una variedad de públicos con la cual debe relacionarse activamente. Sin embargo, tomando en cuenta nuestro principio inicial que considera al Proyecto de Desarrollo Productivo como orientador de la acción comunicativa, en lugar de plantear el problema específicamente en términos de comunicación externa, proponemos pensarlo como dinámica interna de comunicación. Veamos en qué consiste la propuesta. Podemos afirmar que la atención a los procesos de comunicación interna busca promover el tránsito desde un modelo de gestión de las instituciones y proyectos articulado en torno a un estilo tradicional de liderazgo, basado en actitudes conservadoras y verticalistas, hacia una actitud de liderazgo nuevo, moderno, emprendedor y motivador. En general se entiende que la dinámica de la comunicación interna se constituye como la propia interacción humana y el conjunto de mensajes compartidos entre los miembros de la organización. Consideramos que este tipo de orientación cobra vigencia en cualquiera de los niveles en los que se desarrolle el Proyecto de Desarrollo Productivo territorial: la empresa, la red de empresas, el cluster. Desde esta perspectiva se comprende al territorio productivo como una construcción colectiva, una trama de significados sobre la cual se configura una organización compleja que define su realidad ya que produce su historia, consolida ciertos mitos, vislumbra sus posibilidades y planifica sus acciones. Se entiende además que en este proceso se involucran múltiples protagonistas. De modo que tanto en el interior de la empresa como de la red, el cluster o el territorio en su complejidad se conforma un flujo comunicativo que puede ser objeto de identificación e intervención para que resulte fluido, implicante, motivante, estimulante y eficaz en sí mismo. La intervención racional en la comunicación interna puede contribuir a la configuración de una cultura y de una identidad repercutiendo en la consolidación de vínculos de confianza y puede promover la orientación a la calidad (Costa, 1999). Por su alto poder funcional es fundamental que los objetivos y las funciones de la comunicación interna se incluyan dentro del Plan Estratégico de la Compañía, de la Red o del Cluster y que se gestione al mismo nivel que el resto de políticas estratégicas de una organización. 151

En este caso, ¿en qué sentido hablamos de participación? La implicación de los participantes en los aspectos esenciales del Proyecto de Desarrollo Productivo se cuenta entre las principales prioridades. Pensar en este proyecto como una construcción permite considerar una realidad con múltiples protagonistas. La comunicación interna puede contribuir con la creación de relaciones eficientes entre los diversos protagonistas: los públicos internos o los distintos componentes dependiendo del conjunto que se considere. Los grupos o equipos en las empresas; las distintas empresas en la red; las empresas en el cluster; los agentes productivos en general en el territorio. Lo que estamos proponiendo es una concepción elástica de comunicación interna, que define el interior más allá de los muros de la empresa y se configura en vector de construcción y distribución de la cultura, la misión, la visión, los valores, los mensajes, los objetivos generales y las principales noticias del Proyecto de Desarrollo Productivo que se esté implementando y en el cual participan los distintos ámbitos mencionados, cada uno de los cuales debería construirse y entenderse a sí mismo como organización que participa a su vez de una organización mayor y más compleja aún (el Proyecto de Desarrollo Productivo). En la empresa, la red, el cluster, el territorio, el fin último de todos y cada uno de los miembros de la organización debe ser compartir, entender y defender el Proyecto de Desarrollo Productivo. De acuerdo con esos propósitos, serán objetivos fundamentales de la comunicación interna desarrollar el sentido de pertenencia de todos los miembros que conforman la organización y consolidar los vínculos de confianza para contribuir a alcanzar una autoimagen que se corresponda con la imagen global que el conjunto define como objetivo estratégico del Proyecto de Desarrollo Productivo. Sin embargo habrá que construir relaciones sólidas, fluidas y sostenibles, que trasciendan la concepción utilitarista de los públicos y permitan generar espacios de intercambio. Está probado que no es posible alcanzar estos objetivos a partir de una propuesta dirigista, que defina y comunique de manera unilateral un proyecto constitutivamente colectivo. Participación y Comunicación para el Desarrollo Productivo Territorial: el Sistema de Información Hemos repasado algunas cuestiones relativas al sistema de comunicación. El otro componente en el cual la intervención en comunicación y el trabajo de los profesionales de la comunicación 152

pueden resultar sustantivos es el sistema de información. Entre los diferentes elementos que integran ese sistema atenderemos aquí, muy brevemente, sólo el que se relaciona con el denominado camino de la madurez digital. Planteamos con anterioridad que será motivo de otro artículo la reflexión sobre la relación que existe entre el aumento de la capacidad innovativa y la generación de ventajas competitivas con vistas a la disminución de las incertidumbres estratégicas que afectan a los mercados en los que se busca participar. En particular nos interesa la naturaleza específicamente comunicacional de esa relación en el entendido de que el proceso innovativo tiene un carácter interactivo ya que se apoya en la continua interrelación entre distintos componentes (competidores, proveedores, clientes, universidades, institutos de investigación) como factor que potencia el alcance de los procesos de desarrollo. (Albornoz et al, 2002) Entre los distintos aspectos que forman parte del proceso de innovación atendemos aquí únicamente a la incorporación de tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Uno de los supuestos sobre los cuales suelen apoyarse los Proyectos de Desarrollo Productivo territorial es el que asume que las economías locales han de integrarse en una economía de mercado mundial. En buena medida, ese proceso se apoya en la mejora y generalización del uso administrativo, mercantil y particular de tecnologías digitales que facilitan la producción y el acceso a la información y el establecimiento de conexiones, entre otros aspectos. Estas tecnologías pueden, potencialmente, transformar el modo de producción ya que su incorporación involucra tanto un cambio tecnológico como organizacional que actúa sobre el empleo, la productividad y las competencias. Especialmente las tecnologías de la información y de la comunicación se constituyen en uno de los principales fundamentos operativos de la denominada transferencia de conocimiento y de los procesos de aprendizaje colectivos que se espera que se produzcan en relación con el proyecto. De manera que la red, el cluster o cualquier otra modalidad asociativa que se constituya territorialmente, deberá plantearse un recorrido que involucre avanzar hacia cada vez mayores grados de digitalización de los procesos que desarrolla. El equipo de comunicación puede orientar el proceso de integración progresiva de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y de la potenciación de sus usos. Uno de los parámetros que puede considerarse es el Modelo de la Madurez Digital, que evalúa la integración de soluciones TIC en 4 áreas claves de la 153

organización (sistemas y tecnología, procesos, productos y servicios y seguridad de la información) y 3 sub-áreas (infraestructura o equipamiento, procedimiento o buenas prácticas y conocimiento o formación de los empleados y demás actores). Además, este modelo reconoce 5 niveles progresivos de complejidad: básico, conectividad, visibilidad, integración, interoperabilidad. En un primer momento se requiere la realización de un diagnóstico sobre la situación en la que se encuentra el colectivo que desarrolla el Proyecto de Desarrollo Productivo en el área de nuevas tecnologías, de manera tal de caracterizar la situación tecnológica interna: en primer lugar, realizar un inventario de tecnologías existentes, una evaluación de la aplicación de las TIC al negocio o actividad, y la detección de las necesidades en materia de formación de competencias. En segundo lugar, el diagnóstico deberá producir un análisis sobre las metas del Proyecto de Desarrollo Productivo (incluyendo el negocio, cuando correspondiese), situando tanto al colectivo como a sus componentes en el nivel correspondiente del Modelo de Madurez Digital; identificar luego las oportunidades de integración de las TIC para la mejora del mismo y describir las distintas soluciones de mejora identificadas, proporcionando alternativas y anticipando los beneficios derivados de las mismas. Se trata de planificar el proceso de digitalización de cada una de las organizaciones participantes de forma individual y con vistas a la sinergia del colectivo. La mejora en la situación en materia de TIC aporta un valor añadido al proyecto y a sus integrantes, tanto en la relación con sus clientes o proveedores, como con su competencia y el resto de los actores con los cuales se relaciona. Se puede considerar sin dudas como un factor de competitividad. Sin embargo, a pesar de que el Modelo de la Madurez Digital puede considerarse como expectativa de orientación del camino de mejora en materia de digitalización, resulta sustantivo el conjunto de decisiones que se toman respecto del diseño y desarrollo de este tipo de procesos. Una primera observación a realizar en este sentido es que cuanto más participativa resulte la relación y la implicación de los actores intervinientes en el proceso de integración tecnológica, mejores posibilidades de apropiación se generarán por parte de estos mismos actores y en provecho del Proyecto de Desarrollo Productivo territorial.

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Apuntes para retomar A lo largo de este recorrido hemos identificado algunos de los requerimientos e implicancias de los Proyectos de Desarrollo Productivo territorial. Entre ellos se cuentan dos aspectos que involucran constitutivamente procesos de participación: la necesidad de construir un lenguaje común y la producción de un horizonte de expectativas compartidas. Sin embargo, lejos de producirse “naturalmente”, estos procesos imponen desafíos importantes ya que en la mayor parte de los casos el proyecto se propone desde alguna agencia estatal o en acuerdo con organizaciones y hace falta comprender las modalidades de adhesión y disposición de los agentes territoriales respecto de esas propuestas, con vistas a promover mayores niveles de involucramiento y compromiso. Se hace necesario construir colectivamente las condiciones para el aprendizaje también colectivo y en ese marco, el rol de orientación de quien tiene a cargo la intervención es crucial. Por un lado, como señala Diego Tarallo (2009), el Estado y el poder político cargan con un papel simbólico sobre sus acciones ya que se enfrentan a las necesidades de mecanismos de gobernanza en relación con la denominada glocalización de nuevos actores de cadenas globales, afrontando problemas de sostenibilidad desde instituciones débiles, sometidas a los embates de las crisis periódicas en nuestros países emergentes (que pueden producir retracción a la esfera privada). Por otro lado, los profesionales en comunicación deben asumir un reto no menor, desenvolviéndose en el rol de facilitadores de las conversaciones. Una primera pregunta que surge en este tipo de procesos es ¿cuál debe ser el alcance de la participación? ¿quiénes deben participar? La experiencia demuestra que es importante garantizar que los referentes territoriales y de cada una de las organizaciones que actúan en las etapas de la cadena de valor participen en el planteo, la gestión y la evolución del proyecto. Pero es fundamental contribuir con el ordenamiento de las conversaciones: no todos necesitan conversar con todos al mismo tiempo, pero todos deben asegurarse de poder expresar y escuchar aportes y requerimientos. El equipo de comunicación puede ocuparse de poner a disposición un espacio físico que funcione como lugar común de encuentro y de organizar la agenda y coordinar las estrategias de sostenibilidad de las conversaciones que vayan generando los propios interlocutores, además de cumplir con la función fundamental de orientar sobre las modalidades de registro de los 155

acuerdos alcanzados en cada etapa. Por otra parte, tendrá que asegurar que la conversación funcione en todos los casos como mecanismo de coordinación de la acción: el protagonismo en la construcción del proyecto a través de la producción y circulación de una manera compartida de significar y la transformación de los conceptos en acción permite consolidar los vínculos de confianza. La incertidumbre del presente se puede gestionar transformando la mirada en acción y, al mismo tiempo, definiendo al futuro con la visión de un espacio de desarrollo (Manucci, 2006). Otro componente que hemos identificado como requerimiento de los Proyectos de Desarrollo Productivo territorial es el de la digitalización de los procesos y las prácticas que comprende. En lo que respecta a este factor, existen distintas dimensiones que deberían abordarse y desarrollarse involucrando distintos grados y modalidades de participación. Por un lado, se puede promover la implementación de un tipo de diagnóstico participativo sobre la situación en materia de tecnologías de la información y la comunicación. Por otro lado, se puede proponer el diseño participativo tanto de la estrategia de formación de competencias como del proceso de integración de TIC en general. Ningún proceso de integración de tecnologías de la información y la comunicación puede realizarse y comprenderse sin el correspondiente diseño de una estrategia de formación de las competencias pertinentes en relación con sus usos. Sin embargo estas competencias no deben considerarse de manera aislada sino que forman parte del conjunto de competencias endógenas que ha de ir construyendo la organización/proyecto. El desarrollo de competencias endógenas se concibe desde la perspectiva que asumimos como constitutivamente participativa ya que, además de la capacitación formal, incluye los procesos de aprendizaje y el desarrollo de habilidades generadas en actividades de learning by doing, learning by interacting, learning by producing y learning by using.56 Es probable que el diseño y la gestión de la propuesta de capacitación formal corra por cuenta de un equipo de especialistas entre los cuales se cuenten profesionales del campo de la Informática y de la Comunicación. Sin embargo entendemos aquí que el carácter participativo de la estrategia reside en buena medida en el tipo de concepción respecto de la relación con la tecnología que se busca promover. A ese respecto consideramos que los Proyectos de Desarrollo Productivo territorial deberían 56

Expresiones de uso extendido en este enfoque: aprender haciendo, aprender interactuando, aprender produciendo y aprender usando.

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tender a promover una relación de apropiación57 de la tecnología por parte de los diversos actores que han de incorporarlas en las prácticas y procesos que constituyen el proyecto. Esta perspectiva implica trascender el tipo de posturas que dejan a los sujetos en lo que podemos denominar una posición de exterioridad con respecto a las tecnologías: la postura instrumental, que entiende de hecho al sujeto como mero “operario” de la tecnología, como consumidor pasivo de la misma. Que no la comprende ni visualiza sus implicancias y las consecuencias de sus usos. Formar competencias para la apropiación, en cambio, se relaciona con la búsqueda de un pasaje desde la esfera del consumo a la esfera de la práctica creadora (Morales, 2009); con la concepción de sujetos que participan efectivamente en los procesos de producción de bienes, servicios y transformaciones diversas que implican los usos de este tipo de tecnologías ya que pueden evaluar sus limitaciones y posibilidades para cada contexto de uso y pueden idear su uso en relación con la consecución de los objetivos del proyecto, adaptándolas crítica y participativamente al conjunto de prácticas comunicativas que hacen a la interacción y el intercambio de información, y utilizándolas como recursos para la creación y la producción. (Cabello, 2006; Géliga Vargas, 2006) Finalmente cabe agregar que la experiencia demuestra que el aprovechamiento de las potencialidades de las TIC no se maximiza si el diseño de los sistemas corre por cuenta únicamente de los técnicos. Son los usuarios quienes deben participar activamente en el diseño de estos sistemas para poner de manifiesto requerimientos y expectativas: cómo incrementar la fluidez de la comunicación entre las organizaciones; qué mecanismos y canales prever para mejorar la comunicación con los proveedores (las empresas se involucran en el diseño y el desarrollo de insumos y los proveedores trabajan just in time) de manera tal que se pueda mejorar la capacidad de respuesta frente a las fluctuaciones del mercado; qué condiciones tecnológicas se requieren para el funcionamiento de los emprendimientos conjuntos (joint ventures) y de estrategias cooperativas para la reducción de costos y riesgos, son algunos de los aspectos en los 57

Susana Morales define a la “apropiación” como « (…) las prácticas a través de las cuales los sujetos, habiendo realizado una elucidación acerca de las determinaciones económicas, sociales e ideológicas que imponen los objetos tecnológicos que los rodean, expresan en el uso competente de esos objetos, su libertad de adaptarlos creativamente a sus propias necesidades, en el marco de la construcción de proyectos de autonomía individual y colectiva» Morales, S. (2009): “La apropiación de TIC: una perspectiva”, en Morales, S. y Loyola, M. I. (Comp.) Los jóvenes y las TIC. Apropiación y uso en educación, Córdoba, UNC, pp. 118.

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que se pone de manifiesto la necesidad del diseño participativo del camino de mejora. Los usos que propone Internet 2.0 están orientados en esa dirección por la propia ideología que comporta el medio: el trabajo colaborativo, la red, el beta permanente. Otros usos, más directamente relacionados con la actividad de mercadeo de las empresas, son los que están desarrollándose con fuerza en las redes sociales. Por otra parte es preciso considerar que muchas veces las asociaciones se producen con miras a la producción de saltos tecnológicos: incorporación de bienes de capital, adquisición de licencias o capacitaciones, desarrollo de procesos; obtención de certificaciones de calidad. Desde la perspectiva que asumimos entendemos entonces que si de interacciones se trata, con o sin recurso de la mediación tecnológica, la participación resulta ineludible y se constituye en pilar de la construcción del proyecto. Bibliografía ALBORNOZ, F.; ESPAÑOL, P.; MILESI, D. Y YOGUEL, G. (2002), Economía de la innovación y teoría de la firma. Bisang, R.; Lugones, G. y Yoguel, G. (comps) Apertura e innovación en Argentina, Buenos Aires, Miño y Dávila. BIDAULT, F. (1993). “Apprentissage et réseaux”. Economies et Societés. Serie Dynamique tecnologique, W., nº 1.1993 (pp 79-101) BOSCHERINI, F. Y POMA, L, (2000) Territorio, conocimiento y competitiviad de las empresas, el rol de las instituciones en el espacio global, Madrid, Miño y Dávila editores BUENO, E. (1998). El Capital Intangible como clave estratégica en la competencia actual. Boletín de Estudios Económicos Nº 164. A. d. Deusto, Ed. CABELLO, R. (coord.) (2006): Yo con la computadora no tengo nada que ver, Buenos Aires, Prometeo-UNGS. CABELLO, R. (2009): Argentina Digital, Buenos Aires, UNGS y Biblioteca Nacional. COSTA, J. (1999) La comunicación en acción. Paidós Ibérica, Barcelona. GARCIA-PARRA, M.; SIMO, P.; MUNDENT, J.; GUZMAN, J. (2004). Intangilbles: Activos y Pasivos. Intangible Capital, 0(1). GARCIA-PARRA, M.; SIMO, P.; SALLAN, J. M. (2006). La evolución del capital intelectual y las nuevas corrientes. Intangible Capital, 2(13): 277-307. GÉLIGA VARGAS, J. (2006): Acceder, cruzar, nivelar. Disyuntivas escolares ante la brecha digital, en Cabello, R (coord.) Yo con la computadora no tengo nada que ver, Buenos Aires, PrometeoUNGS, capítulo 2. JARDON, C.; FIGUEROA, P.; GONZALEZ GURRIARAN, J.; ARIAS, J.; MONTENEGRO, S.: MUÑOZ, J. (2001). Análisis estratégico del conocimiento en automoción. Galicia: CEAGA, Cluster de Empresas de Automoción de Galicia. 158

MANUCCI M. (2006) Comunicación, incertidumbre y liderazgo Una herramienta para diseñar el futuro en la incertidumbre del presente, en Contratexto digital. Año 4, N°5. MORALES S. (2009): La apropiación de TIC: una perspectiva, en Morales, S. y Loyola, M. I. (Comp.) Los jóvenes y las TIC. Apropiación y uso en educación, Córdoba, UNC. ROOS, J.; ROOS, G.; DRAGONETTI, N.; EDVINSSON, L. (1997). Intellectual Capital: Navigating in the new business landscape. New York: New York University Press. TARALLO, D, (2009) Desafíos en comunicación para el desarrollo e innovación. PACPyMES, Alcanzando competitividad: aprender, innovar, asociar, Montevideo, PACPyMES TRILLO, M. A.; SANCHEZ, S. M. (2005). Influencia de la cultura organizativa en el concepto de capital intelectual. Intangible Capital, 2(2): 164-180. VILLACORTA, M. A. (2005). Revelación de la información voluntaria sobre el capital humano en los informes anuales. Intangible Capital, 2(1): 3770. VILLASANTE, T. (1999): Cuatro redes para hacer transformaciones sustentables. Madrid. Política y Sociedad, 31, Universidad Complutense de Madrid, 37-54.

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Hipervínculo a la participación Luz Lardone Consideraciones preliminares Participación, Tecnologías de la Información y la Comunicación -TICs-, procesos, dinámicas, mediaciones tecnológicas, virtualización, Extensión rural… Contribuir al tópico en el que se inscribe este artículo implica un desafío. Sobre todo, porque en él se amalgaman conceptos y componentes temáticos que, ya de manera individual, plantean un entramado complejo no sólo de orden conceptual. Bajo esta perspectiva, el presente artículo propone, desde una mirada crítica y multidisciplinar, una aproximación teórica reflexiva y no exhaustiva, que genere interrogantes y algunas respuestas sobre las posibilidades de los dispositivos tecnológicos en dinámicas y procesos participativos en la Extensión rural. La pregunta implícita que guiarán el desarrollo del artículo es: ¿cómo sostener y fortalecer estructuras sistémicas dinámicas, acordes a los movimientos rápidos de los contextos que determinan las tecnologías de la información y la comunicación? Bajo un marco de incertidumbre más que de certezas y de manera complementaria -como bonus track-, se realiza una invitación: desde un enfoque lúdico, se propone un ejercicio imaginario sobre la virtualidad en la Extensión rural. Para ordenar la exposición, se irán presentando “módulos conceptuales”, en apariencia estancos, pero que guiados por subtítulos y preguntas, al final se interrelacionan dialógicamente. Aproximación temporal cronológica en primera persona De manera muy general, valdría mencionar que hoy son pocos los países del mundo que quedan exentos del impacto del las TICs. Podría decirse que éstas se han convertido en herramientas de la vida cotidiana, especialmente en algunos territorios. Cabe aclarar que, desde la perspectiva del enfoque del desarrollo territorial sostenida desde el Programa Nacional de Apoyo al Desarrollo de los Territorios del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (2007), un territorio es mucho más que 161

un soporte geográfico de recursos y actividades económicas. Es ante todo una construcción social. Pero también y sobre todo, las TICs se han situado como una herramienta habitual de la cotidianeidad en los jóvenes menores de 20 años que han nacido y/o crecido utilizándolas. Precisamente, para comenzar a establecer hipervínculos, enlaces conceptuales -extrapolando cierto lenguaje técnico asociado a las TICs-, consulté a mi hija de nueve años. Le pregunté a esta niña nacida en el “corazón” del paradigma tecnológico informacional (Castell, 1999), de estos nuevos viejos tiempos modernos58 (Lardone, 2009: 2), qué cosas encontraba en el uso de tecnologías como Internet o los celulares, entre otras. La respuesta fue: “me divierto, me comunico, aprendo, comparto… También me imagino y vivo cosas que se parecen y son como en la vida real”. Inmediatamente me interesé en analizar las “distancias” que unían a una “representante” de la generación X con otra que, desde algunos pronunciamientos, puede caer dentro del estatus de nativa digital59 o con el rango de futura generación, aquella con capacidades, intereses, manejo de la tecnología y valoración de la formación y de la información diferentes respecto de las preexistentes. Sujetos generacionales que nacen y crecen en contacto directo con las nuevas tecnologías y las “viejas” resignificadas. Rápidamente concluí que esas diferencias implicaban mucho más que el paso del tiempo.

58 Nombrar etapas, presentes o futuras, ha sido y es habitual a lo largo de diferentes épocas de la historia de la humanidad. Desde distintas perspectivas, aunque no las únicas, se han referido a la actual época histórica y a su denominación y caracterización con argumentos teórico-conceptuales que contemplan desde la desapropiación, donde el capital borra espacios y tiempos en realidades planetarias (Harvey, 1998), o un enfoque económico sobre los condicionantes infraestructurales (Lyotard, 1998). También, la propuesta de Modernidad inacabada (Habermas, 1994); o aquello que queda cuando el proceso de modernización ha concluido en el capitalismo tardío (Jameson, 2001). Además, aquello que Lash (2005) ha denominado como capitalismo tecnológico, entre muchas otras. De esta manera, se propone el concepto de nuevos viejos tiempos modernos a partir de considerar que la modernidad no es, necesaria y exclusivamente tardía o inacabada, sino que con una gran base tecnológica se ha resignificado en tiempos del capitalismo tardío. Esta construcción conceptual no se formula como un simple juego de palabras. Se sustenta en una construcción teórica que está detrás de cada conceptualización referenciada. Permite amalgamar distintas posiciones teóricas con el objeto de significar sintéticamente que el proyecto moderno se ha cumplido, pero sólo en partes, y en consecuencia, permitiría dar cuenta de la actualidad como una modernidad resignificada. 59 Prensky habla de digital natives. Pisani de Los nativos del mundo digital y el futuro de las TIC. Por su parte Piscitelli se refiere a los Inmigrantes digitales vs. Nativos digitales, entre otros autores.

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Dos generaciones; dos formas de habitar el mundo y relacionarse con él; dos miradas sobre los usos de los dispositivos tecnológicos y las experiencias posibles a través de su mediación… Dos maneras complementarias de vivir el presente del futuro de las TICs y algunas de sus posibilidades. Tecnologías de información y comunicación que, en parte, han dejado de representar una novedad ya que en otras coyunturas conseguían provocar tanto temor como exaltación determinista. Así, desde distintas disciplinas y perspectivas existen “ríos de letras” que han invitado a adelantarse al futuro en los más diversos escenarios y en momentos signados por rápidos y profundos cambios. Transformaciones que han obligado y exigen una necesaria y rápida adaptación, donde los que se vinculan con las TICs han sido privilegiados al momento de asociarlos a algún tiempo cronológico que, pareciera, está siempre por llegar. Ciertamente sobre el tiempo se debe decir que existen variantes, donde la de tipo cronológica lineal es sólo una de ellas. Wallerstein (2005: 11) sostiene que “el presente es la realidad más evanescente de todas: se termina en el preciso momento en que acontece (…) Vivimos en el presente y nuestras acciones individuales y colectivas tienen efectos en el presente”. Wallerstein (2005: 11) agrega además que, para tomar esas decisiones, “recurrimos al pasado”. ¿Dónde se ubica el futuro en este interjuego de tiempos? Para este autor, el futuro es el refugio de muchos “frente a la naturaleza efímera del presente y el carácter mutante del pasado” (2005: 12). Bajo este marco ¿dónde situar hoy algunas de las disquisiciones sobre las TICs? Específicamente sobre las TICs En este presente efímero, de cambios paradigmáticos -que dan lugar a crisis constantes y de toda índole y que se manifiestan, al decir metafórico de Gramsci (1996) cuando lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo se resiste a morir, hay afirmaciones innegables. Una de ella es, como ya se ha mencionado y sin temor al equívoco, que hoy las TICs atraviesan numerosos ámbitos de la cotidianeidad. Sólo siguen siendo futuro en el potencial de sus posibilidades. Es imperioso aclarar aquí que no se desconocen ni se eluden las problemáticas de las brechas –en plural- y el analfabetismo digital, pero a los fines de este trabajo, no serán tratados en particular ni en profundidad. No obstante, ese “estar 163

presente” de las TICs en lo cotidiano ocurre de manera diferenciada, dado que intervienen numerosas variables que diversifican su ya indiscutible transversalidad. Por lo tanto, cuando se las analiza desde un abordaje teórico se debe ser cuidadoso tanto de los “límites” como de los énfasis. Ahora bien, no sólo se debe considerar a las TICs como aquellas tecnologías vinculadas al estudio, desarrollo, implementación, almacenamiento y distribución de la información, aunque habitualmente se las refiera a ello. Generalmente asociadas a medios y sistemas informáticos, se las integra, necesariamente, como parte ineluctable de ciertas prácticas y, por ende, con relaciones de poder60. De tal forma que, para su abordaje y dado su solapamiento en múltiples dimensiones sociopolíticas y económicas, requieren algunas delimitaciones. Puesto que, una cosa sería discurrir sobre sus impactos, y otra sobre sus usos o sus apropiaciones, así como también es diferente si se las considera como medio o como fin, entre otros. Cuando se analizan las TICs, y a diferencia de otros objetos de estudio, pareciera más delimitante decir de qué se va a hablar, que enumerar aquello que no se va a plantear. La lista de esto último puede ser interminable y se problematiza, aún más, cuando estos dispositivos tecnológicos se fusionan con procesos y dinámicas participativas que implican, además de tiempos, espacios. ¿Es posible una proposición indiferenciada en las posibilidades de las TICs en instancias participativas o necesitan, de alguna manera, geolocalizarse físicamente? Las densidades espaciales de las TICs Hasta aquí y a partir de la respuesta obtenida de una niña de 9 años –de un cierto criterio etario-, se ha ido incorporando a este escrito una cierta dimensión del tiempo cronológico y la aclaración sobre la multiplicidad de enfoques posibles sobre las TICs. Se suma ahora un criterio demográfico para trazar algún tipo de relación entre las tecnologías, en general, y las incidencias del espacio geográfico donde las personas nacen y crecen. Sin dejar entonces de sostener el concepto de territorio ya planteado –de manera resumida como una construcción social producto de las interrelaciones y decisiones de los actores-, una primera 60

Sobre el poder y sus relaciones no bastaría otro artículo, sino varios libros. Por lo tanto, no se abordará este tema ni se profundizará, aunque se reconoce como más que relevante a la hora de hablar de tecnologías de información y comunicación.

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aproximación al espacio de la cual se parte -básica, pero que resulta funcional a este trabajo-, la proporciona Castro (2003). Este autor propone un planteamiento asociado a la “densidad” y distingue entre un medio urbano y un medio rural. Castro (2003: 44) contrasta entonces el campo de la ciudad y viceversa, pero “sin intenciones de realizar un inventario de las diferencias entre ambas realidades”, y considerándolo bajo todo punto de vista insuficiente. Este autor parte de caracterizar ambos espacios físicos desde los factores predominantes en cada uno de ellos, de la densidad demográfica, de la proximidad física, del horizonte perceptivo y de la acción cotidiana. Explora también -casi desde los extremos para resaltar particularidades y podría decirse que hasta a partir de estereotipos-, algunas pistas sobre lo que significa y conlleva nacer/crecer en uno u otro medio.

Constitución del ambiente

Campo Nace en un ambiente relativamente silencioso, donde los “ruidos” predominantes tienen origen biológico

Primeros contactos

Contactos, ruidos y olores “naturales”

Crecer

Ir adquiriendo las prácticas, hábitos, costumbres de los mayores

Crecer

Insertarse, identificarse

Vivir

Hombres y mujeres

Hombres y mujeres

Denotará capacidad para producir los propios alimentos Están en contacto directo con elementos vitales – aunque hayan sido “cosificados”, como plantas y animales a los que se despojó de sentimientosDeben desarrollar más actividades físicas que mentales

Ciudad Rodeado por ruidos originados en tecnologías variadas Contactos naturales matizados por un número creciente de agentes artificiales Ir adquiriendo conocimientos nuevos, dominando nuevas situaciones, desconocidas aún para los mayores Diferenciarse, distinguirse Tiene que ver menos con alimentos que con dinero Están en contacto directo con elementos simbólicos: palabras, imágenes, representaciones “virtuales” a las que se dotó de sentimientos –han sido vitalizadasDeben desarrollar más actividades mentales que físicas.

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Hombres y mujeres

“Realidades” que significan el desarrollo de capacidades naturales

Valores de hombres y mujeres

Se sitúan en el ámbito de los comportamientos concretos (valores éticos de honestidad y prácticos de trabajo)

Sustentados en “realidades” mediatizadas principalmente por tecnologías y convenciones Más interesados en valores complejos y abstractos como pueden ser los relacionados al éxito y al status socioeconómico

Fuente: Castro, E. (2003: 44-45) El punto de inserción

Las proposiciones anteriores de Castro se relativizan y complejizan si, además del enfoque territorial, se adhiere a las conceptualizaciones de urbano ruralidad o la nueva ruralidad. Sobre este aspecto Cimadevilla y Carniglia (2008), entre otros autores, han propuesto el concepto de rurbanidad. Plantean que lo rural no se hubiese concebido como tal sin la existencia de su contrario. Si la especulación lo permite, se supone que en un tiempo remoto el ambiente era genéricamente uno e indiferenciado. La distinción posibilitó cierta clase de categorización, sólo cuando parte del territorio se delimitó y reconoció por cumplir una función específica61. Independientemente de ello, si hay algo sobre lo que no caben dudas es que, como aseveran Thornton, Cimadevilla y Carricart (2003: 199) “existe coincidencia [entre numerosos autores] que la ruralidad de nuestros países [ha sufrido y] sufre mutaciones y transformaciones que parecen cada vez más evidentes”. Se podría afirmar entonces que, más allá del lugar donde se nace, hoy el relacionamiento con las tecnologías se ha, en cierta medida, transformado y resignificado. Ha dejado de ser distinto y comenzado a ser semejante en ambos medios. Los ambientes con ruidos originados en tecnologías variadas; la mediación de agentes artificiales; la necesidad de conocimientos nuevos, desconocidos aún para los mayores; el diferenciarse a partir del acceso y uso de 61 Por ejemplo, el de lugar de convivencia, ritual, intercambio y/o resguardo. (Cimadevilla: 1997) Y es lo que en latín se designó como urbe (urbs, lugar acotado). Con la consolidación de la modernidad se distinguió una dicotomía que tendió a rezagarlo, toda vez que lo urbano se hizo valer al argumentarse como modelo, instancia evolutiva y destino civilizatorio. En pleno siglo XX, en tanto, variados conocimientos sobre lo social se involucraron en la problemática. Entre ellos, por ejemplo, la teoría de la modernización se asentó en una serie de tesis que configuraron ‘lo urbano’ desde una primacía incuestionable en relación con ‘lo rural’. En los años ´90 del siglo pasado, en tanto, las lecturas de reconocimiento de las ruralidades en plural y los procesos de urbanización de lo rural dieron lugar a la popularización de otras categorías como rurbanidad, rururbanidad y nuevas ruralidades, hoy en pleno proceso de estudio y discusión Cimadevilla y Carniglia (2008).

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las tecnologías; la presencia de las representaciones virtuales y el manejo simbólico; el requerimiento de actividades mentales por sobre las físicas y, las realidades mediatizadas por tecnologías, entre otros, dejan de ser exclusividades de las ciudades. De esta manera, se puede manifestar que la colaboración de la tecnología en las transformaciones socioculturales no se reduce, necesariamente, a los espacios y los tiempos, aunque pueden ser condicionados por estos. También, se puede aseverar que, en muchos casos, las tecnologías promueven y aceleran cambios sociales y trastocan antiguas y “estables” ideas de cómo han funcionado y funciona distintas cosas. Dice Manucci (2005: 122) que “la relación entre la velocidad de los cambios del contexto y los cambios en los sistemas sociales es uno de los ejes de reflexión más importantes en la literatura de las organizaciones desde la década del 90 hasta la actualidad”. La relación tiempo-espacio entre la velocidad de los cambios en distintos niveles se explicita en la Ley de la Fractura (Downes y Mui, 1998: 53): “los sistemas sociales, políticos y económicos cambian en forma incremental; la tecnología lo hace de modo exponencial (por Ley de Moore y de Metcalfe)”.

Fuente: Downes, L. y Mui, Ch. (1998) Estrategias digitales para dominar el mercado.

Bajo este marco de cambios tecnológicos, de rurbanidad, de TICs, de prácticas sociales etarias, de tiempos y espacios con fronteras móviles y límites en disputa se va armando una 167

configuración, una trama compleja que desafía distintos sistemas y prácticas y que requiere, como sostiene Galindo Cáceres (2002) “un balance que permita comprender en lo nuevo la permanencia del pasado y el mensaje en movimiento hacia el futuro”. La participación, como práctica sociocultural y las organizaciones son sólo dos de ellas. Pero ¿qué se entiende hoy por participación en las organizaciones que deben disminuir la brecha de aceleración de los cambios y adaptarse a ellos? Entre participación, información y comunicación La idea conceptual de lo que significa participar varía de una sociedad a otra, de una cultura a otra y de un enfoque a otro. Muestra de ello es la riqueza de cada uno de los trabajos que componen esta publicación al realizar aportes desde tópicos diversos que enriquecen los abordajes posibles. Y, sobre todo porque, en principio y de manera general, Baraldi, Maggioni y Mittica (2003: 9) afirman que “il concetto de partecipazione in se estesso è stato invece scarsamente tematizzato”62. Desde una aproximación más que elemental se puede decir que el verbo participar procede etimológicamente del latín participare, que significa tomar parte. El Diccionario de la Real Academia Española –RAE-, lo define como “tomar una parte en una cosa”. La primera definición etimológica y la propuesta por la RAE, pueden resultar un tanto reduccionista cuando se las vincula con las TICs. Ambas consideran la participación, casi exclusivamente, como un simple problema de distribución de algún tipo de recurso en el más amplio sentido. Dagnino, Olvera Rivas y Panfichim (2006: 368) afirman que existen dificultades intrínsecas para definir la participación63. Desde otra perspectiva se puede comprender la participación, por un lado, como acción de tomar parte sobre (tomar partido), y por otro, ser parte de (en un sentido más gregario). Esta última acepción involucra una visión más completa al inducir a asumir derechos y responsabilidades de lo que implica ser parte de (Castro et al, 2001: 12). Además, necesita un reconocimiento de los intereses propios y de los “otros”, conocerse, entenderse, 62 63

Traducción: “El concepto de participación ha sido poco tematizado”. Es interesante ver que el verbo participar es intransitivo, es decir que no necesita otro argumento (no requiere explicar nada más) a diferencia de verbos transitivos (donde es necesario definir cada parte/sujeto involucrado). Esta propiedad intransitiva dice mucho sobre las dificultades para su definición y pareciera más fácil una definición ontológica: como si participar fuese un estado y no una acción.

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acordar objetivos comunes a alcanzar, así como la mejor manera de hacerlo. Aquí es oportuno plantear entonces una distinción entre: 1- la participación presencial y 2- la virtual, más asociada a los dispositivos tecnológicos. Precisamente es la participación social en contextos virtuales y el rol mediador de la tecnología entre una y otra forma la que nos ocupa. Sobre todo cuando algunos autores enfatizan que debe atenderse, especialmente, la dimensión social de la participación. Por otra parte la capacidad de las TICs para transformar las relaciones sociales ha sido un aspecto central de las investigaciones que han analizado sus impactos a partir de preguntarse ¿qué efectos provoca la utilización de las TICs en la creación, mantenimiento y potenciación de las relaciones sociales tanto virtuales (online) como presenciales (offline)? Específicamente sobre la participación social Baraldi, Maggioni y Mittica (2003: 9) argumentan que “la necesita di definire la partecipazione sociale deriva dell fato che, in senso lato, non esiste la posibilita per gli individui di non partecipare alla vita siciale: poiché la vita sociale si esprime nella comunicazione con altri, la partecipazione a la comunicazione è un fatto cuotidiano che assorbe molta parte del tempo di bambini e adulti...”64. Desde la misma perspectiva, Fortin (citado por Saint-Pierre, 1986 : 70) expresa que “… la participation selon Fortin comme étant une mobilisation collective, une participation d´engagement. C´est un idéal mais un idéal possible et ceci, Fortin la justifie par une définition de l´homme, [de la femme] et de son rôle actif dans l´organisation sociale ”65. Por su parte Musito (2004: 185) sostiene que “participar significa ante todo saber participar, es decir, contar con los conocimientos y habilidades suficientes para implicarse en procesos de toma de decisiones (…) Asumir las responsabilidades que representa la participación [conlleva] aprender las habilidades básicas para trabajar en equipo, para tomar decisiones, para planificar conjuntamente o para 64 Traducción: “La necesidad de definir la participación social deriva del hecho que, en un sentido amplio, no existe la posibilidad que las personas no participen en la vida social, pues la vida social se expresa en la comunicación con los demás, la participación en la comunicación es un hecho cotidiano que absorbe gran parte del tiempo de los niños y los adultos... ". 65 Traducción: “… la participación, según Fortin, es una movilización colectiva, un compromiso de la participación. Es un ideal, pero un ideal posible, Fortin justifica una definición del hombre y de su papel activo en la organización social”.

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realizar correctamente las tareas correspondientes al rol que se asume en la estructura participativa. ¿Cómo se aprende a participar? Indudablemente, lo más efectivo es mediante la experiencia directa, con el aprendizaje experiencial”. Independientemente de las tecnologías de información y comunicación, por un lado, puede afirmarse que la participación como proceso social- es dinámica y multidimensional. Para Kliksberg (citado por Presno Amodeo y de Carvalho Fiuza, 2008: 2) “la participación alcanzó, sobre todo en América Latina, legitimidad moral, vinculándola a los derechos de los ciudadanos, legitimidad política, por ser parte constitutiva del modelo democrático, y legitimidad económica y gerencial, por ser percibida como una de las formas más eficientes de alcanzar los resultados esperados”. Por otra parte, y en cuanto al uso social de las TICs y a sus capacidades para promover la creación de nuevos vínculos sociales, así como mantener los ya existentes, la que ha alcanzado mayor popularidad en los últimos tiempos es la participación de los usuarios en comunidades virtuales. Entre las “ventajas” que ofrece este tipo de participación se resaltan: permitir crear nuevos foros de expresión en los cuales desarrollar vínculos con personas similares (Castells, 2001), y facilitar el contacto de usuarios que, quizás, puedan no sentirse implicados en actividades sociales de su comunidad geográfica, entre mucho otros. Con el gran corolario de facilitar la construcción de redes sociales. Al mencionar explícitamente los espacios de expresión, de significados compartidos y de desarrollo de vínculos, cabe aquí una aclaración conceptual asociada a la participación y las TICs en su estrecha relación con la comunicación. La sigla TICs lleva implícita cierta idea, reducida, de comunicación. Ello ha dado lugar a que, en ocasiones, se utilicen los conceptos de información y comunicación casi como sinónimos. No obstante, la noción de comunicación contenida en la sigla TICs es acotada en sus posibilidades y atiende, básicamente, su dimensión tecnológica. Sin embargo, una cosa son las tecnologías de información, podría decirse los soportes por donde circulan datos, y otra muy diferente, es la comunicación como práctica y proceso sociocultural. La información no es, necesariamente, comunicación aunque suelen ser usadas sin distinción aparente. Galindo Cáceres (2002) sostiene que “las nociones de información y comunicación están en el juego lingüístico de nuestra época, su construcción conceptual depende del punto de vista desde donde se ordene el campo semántico”. 170

Se hace necesario entonces resaltar que el uso sinónimo que suele darse en la cotidianeidad parte de la definición más básica y usual de comunicación –casi la fundante-, aquella que la caracteriza y la reduce a la transmisión de información. La de Shannon y Weaver, un ingeniero y un sociólogo de la compañía de teléfonos Bell formularan en 1948-1949. La Teoría Matemática de la Información referida a la transmisión de mensajes bajo condiciones técnicas que se instaló en el imaginario y explicó la comunicación humana como si se tratara de “máquinas sociales” y que, aún hoy se continúa reproduciendo aunque se han demostrado sus limitaciones. Una de las claves de ese modelo es que la comunicación se entiende como un proceso de transferencia de información. Desde entonces es esta teoría, adjetivada como matemática, se convirtió en referencia obligada de cualquier estudio sobre información y comunicación. Con un vocabulario propio de la ingeniería, incorporó a la comunicación humana características físicas de las emergentes radiofonía y telefonía. Algunos teóricos han llegado a afirmar que “el modelo de comunicación de Shannon-Weaver, [es la] base de todas las teorías occidentales contemporáneas de los medios informativos y de comunicación…” (McLuhan y McLuhan 1990: 99). Otros, relativizan su trascendencia, pero no su legado. López Pérez (1998: 9) sostiene que “en el plano de las ideas, el modelo de Shannon y Weaver está superado para las ciencias sociales, pero no podemos dejar de reconocer el hecho de que este modelo, excesivamente analítico, lineal, causal, verbal y descontextualizado, ha sido por décadas una poderosa influencia para quienes se ocupan de la comunicación”. La asociación información-comunicación es tan habitual y acostumbrada como la correlación directa que circunscribe la comunicación a los medios masivos, pero ello excede las pretensiones de este trabajo. Lo que sí coloca a la comunicación y a la información en grado de igualdad es que, también ésta última, necesita y es una manifestación de, y en, prácticas socioculturales concretas. La investigación sobre el concepto de información se remite a la Edad Media, donde se decía que la información y, más específicamente la palabra, daba forma e impregnaba de carácter a la materia y a la mente (Campbell, 1989). De alguna manera, se manejó siempre, la idea de que la información es un "agente activo", un principio universal que específica el significado de las cosas e indica, mediante códigos, los modelos del pensamiento 171

humano. Este hecho condujo a pensar que la información estaba relacionada únicamente con los seres humanos. Aunque es así en cierta forma, algunos especialistas consideran que todos los seres vivos emplean información del medio para su supervivencia. La superioridad de los seres humanos radica, sin embargo, en su capacidad de generar y perfeccionar, tanto códigos como símbolos con significados que conformaron lenguajes comunes útiles para la convivencia en sociedad, a partir del establecimiento de sistemas de señales y lenguajes para la comunicación (Goñi Camejo, 2000). (Comillas y referencias en el original). Así, la comunicación no se reduce a un plan de medios, ni exclusivamente a la tarea de un emisor que envía mensajes a un receptor. Más bien puede ser vista como una herramienta distinguida que diseña y gestiona significados, que facilita y permite su construcción y circulación, así como la definición de objetivos y la gestión de intervenciones más allá de lo predecible y predictivo. También, implica procesos que permiten diseñar significados para la acción acorde a objetivos definidos. Ahora bien, más allá de las TICS66 y, si como sostiene Goñi Camejo (2000), el fin último es la comunicación y para ello se requiere generar y perfeccionar tanto códigos como símbolos con significados que conformen lenguajes comunes útiles para la convivencia en sociedad, ¿qué ocurre cuando ello se realiza dentro de un espacio no presencial? Pareciera ser que emerge entonces con fuerza el interés por la mediación a partir de las tecnologías. Sobre la mediación tecnológica de la participación Se considera –en principio-, el concepto de mediaciones según el significado que le ha atribuido Raymond Williams, crítico de la Escuela de Birmingham. Williams (1983; 1980) explica que 66

Durante el desarrollo histórico y epistemológico de las teorías de la información y la comunicación, son muchos los autores y perspectivas que, de una u otra manera, han contribuido a los más variados aspectos que abarcan las denominadas TICs. Aunque existe abundante producción teórica, aún queda mucho por decir y hacer. Mattelart (2001) enumeró muchos de los aportes teóricos de referentes de la Sociedad de la Información que ayudaron a conceptualizarla: Rostow (1960) y las etapas del crecimiento; Etzioni (1968) y el tecnocomunitarismo; Touraine (1971) y las sociedades postindustriales; Bell (1960; 1973) con el fin de las ideologías y la sociedad postindustrial; Brzezinski (1970) y la tecnotrónica; Machlup (1962, 1980); Toffler (1971) y las olas; Masuda (1981) y su proyecto; también Nora y Minc (1978); Lyotard (1979) y el saber como fuerza de producción; McLuhan (1962), Innis (1950), Negroponte (1995), Levy (1995), Fukuyama (1993). Además de los citados por Matellart podrían sumarse, entre muchos otros, Beniger (1996) y la sociedad del control, Lafontaine (2004) con el imperio de la cibernética y Lash (2005) para quien la comunicación es la conexión entre la información y la globalización en las sociedades actuales.

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mediación no significa, como algunos autores sostienen, exclusivamente un acto de intercesión; como algo que está o se coloca en el medio, entre dos elementos extraños u opuestos, reconciliándolos. Ésta es una noción idealista de mediación. Antes bien, para Williams, mediación es algo intrínseco a un proceso o a determinadas propiedades, no separable, y que se halla en el propio objeto. Sumado a ello, y desde un enfoque no exclusivamente comunicacional, se halla la posición de Barbero (1987: 207), para quien mediación es la zona de articulación entre la producción de sentidos de los sectores dominantes, y la producción de sentidos de los sectores dominados. Al enfatizar en las relaciones de poder entre dominados y dominantes, para Barbero el campo de las mediaciones se halla constituido por los dispositivos a través de los cuales la hegemonía transforma desde dentro el sentido del mundo y de la vida cotidiana. A partir de esta perspectiva, y así como existen teóricos que van más allá de la simple recepción y envío de información que los usuarios puedan realizar y hablan de sociedades del conocimiento (knowledge society), por la línea de pensamiento de Barbero y que aplica para la mediación tecnológica, se ha llegado a designar las sociedades actuales como del control (Beniger, 1986; Deleuze, 1999). En estas últimas la información puesta a circular en el ciberspace sería el instrumento para conocer y controlar donde los dispositivos son quienes lo facilitan. Según Deleuze (1991, citado por Vizer, 2003: 67), las sociedades de control operan sobre máquinas informáticas. Para Beniger (1986: 21) el concepto de Sociedad de la Información “... date from the late 1950s and the pioneering work of an economist, Fritz Machlup, who first measured that sector of the U.S. economy associated whit what he called the production and distribution of knowledge”. La Sociedad del Conocimiento se amalgamaría entonces con la Sociedad de la Información. If social change has seemed to accelerate in recent years ... this has been due in large part to a spate of new informationprocessing, communication, and control technologies like the computer … such technologies are more properly seen, however, not as causes but as consequences of social change. (Beniger, 1986: 6-7)67. 67

Traducción: “Si ha parecido que el cambio social se ha acelerado en estos últimos años… esto ha sido debido en gran parte a un nuevo surgimiento en el procesamiento de la información, comunicación, y las tecnologías del control

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Este autor es otro de los muchos que colocan, a la par de las actividades de procesamiento de información y comunicación recíproca, la palabra “control”, donde el proceso de información es esencial en toda actividad intencional. Incluso plantea una revolución del control, iniciada como respuesta a la crisis generada por la revolución Industrial, que provocó la centralización de la información. Argumenta que “…a society’s ability to maintain control-at all levels from interpersonal to international relations-will be directly proportional to the development of its information technologies…"68 (Beniger, 1986: 8-9). Ahora bien ¿cómo entender las posibilidades de las TICs en contextos participativos virtuales? Una respuesta posible es que éstas se encuadran perfectamente dentro de la ampliación del concepto de mediación, como un proceso comunicacional que facilita su aplicación en otros ámbitos, más ambicioso y menos restrictivo, claro que, no exentas de cierto control. Es decir, entendida la participación como un proceso de comunicación y como método válido para múltiples actores sociales no necesariamente geolocalizados y no sólo como posibilidad de ser parte. Agiliza la viabilidad de ser miembros de un sistema, donde la diversidad y la heterogeneidad de registros pueden ser también contradicción y, por lo mismo, tensionalidad. Por otra parte, la participación en contextos virtuales o mediada por tecnologías69 ha propiciado -y lo sigue haciendo-, el compromiso social y el protagonismo ciudadano, entendido el diálogo como factor instituyente de una democracia legítima, tanto en las relaciones intersubjetivas como en las políticas y, también, como instancia racional y afectiva de comunicación en la que se crea y re-crea la dimensión humana. Además, la mediación tecnológica posibilita mecanismo lingüístico para el entendimiento sobre contenidos y entre sujetos, como el proceso de socialización de las más variadas formas de registro simbólico, de zonas de experiencias, de regulaciones de territorio y construcciones de discurso que obedecen a lógicas muy disímiles, y a veces, opuestas. Por ello, pareciera ser que de lo que se trata es de comprender la como la computadora… sin embargo, tales tecnologías se pueden dimensionar mejor, no como causas, sino como consecuencias del cambio social”). 68 Traducción: “… la capacidad de una sociedad de mantener el control en todos los niveles de las relaciones, de interpersonal a internacionales, será directamente proporcional al desarrollo de sus tecnologías de información…”. 69 Dentro de los estudios de la comunicación y la información existe una corriente denominada Comunicación Mediada por Computadora -CMC-, una de las líneas de investigación más importantes, específicamente en relación a Internet.

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relación entre varias fuerzas, no sólo entre dos, como un proceso activo en el que, siguiendo a Raymond Williams (1983; 1980), los protagonistas de la mediación, son parte de aquello que es mediado. Extensión rural como campo de posibilidades y mediación Si de mediación hablamos puede afirmarse que, a lo largo de la historia, no ha existido mejor ejemplo de procesos y prácticas mediadas que las desarrolladas en la Extensión rural. Hasta aquí, sólo se ha mencionado la Extensión rural al inicio del artículo y no se la abordará en profundidad, sino para proponer un ejercicio lúdico. Tiempos y transformaciones mediante, se dirá entonces que si hay algo que ha caracterizado la práctica contemporánea de la Extensión rural, aunque no exclusivamente, es la presunción de la utilización de metodologías participativas. Se las ha promovido desde diferentes niveles simbólicos/discursivos y se las ha hecho manifiestas en la acción, con el objetivo explícito y básico de contribuir a la consolidación de redes socio-organizacionales y que favorezcan los procesos de desarrollo. Al respecto Presno Amodeo y de Carvalho Fiúza (2008: 3), afirman que “el siglo XX finalizó así con la promesa de transformar la participación en motor del desarrollo rural. Sin embargo, actualmente, “participación” es una palabra que puede tener significados diferentes según sea quien la pronuncia. Sobre todo, son distintas las consecuencias de estos diferentes significados, ya que la participación interfiere en las relaciones de poder y, según sea ese significado, afectarán de forma diferente esas relaciones de poder”. Siguiendo a las autoras, y en el amplio abanico de las posibilidades de la participación, podría decirse entonces que caben, al menos, dos “visiones”: una “romántica” y otra, que la posiciona como necesidad política. La Extensión rural, que desde mediados del siglo pasado era entendida como responsable por la difusión de innovaciones para “el productor” –en singular y que vivía en un medio rural delimitado-, comienza a ser resignificada a partir de fines de los años 70. Lenta y sostenidamente se fue transformando de ‘herramienta’ de difusión de tecnologías, en ‘herramienta’ de desarrollo rural para la diversidad de actores sociales presentes en un determinado territorio. La Extensión rural “difusionista” se fundamentaba en enfoques que centraban su análisis en la “transmisión” –lineal y mecanisista-, desde los centros de 175

producción de tecnología con cierta experticia, con el objetivo de hacer que el productor –indiferenciado- adoptara paquetes tecnológicos. Presno Amodeo y de Carvalho Fiúza (2006: 3) se refieren a ello como “un modelo de intervención vertical, de índole persuasivo, con bies claramente conductista, [que] va perdiendo fuerza a medida que va demostrando sus limitaciones y consecuencias indeseadas y va siendo paulatinamente substituido por otros tipos de marcos teóricos…”. Desde este modelo difusionista a la actualidad “ha corrido mucha agua bajo el puente”. Retomando la mediación, puede decirse con Fiuza y otros (2006) que de esta forma, los extensionistas se transforman de técnicos productivistas en verdaderos mediadores rurales. Para actuar e intervenir en los actuales entramados complejos hoy se requiere que “los extensionistas” posean habilidades y competencias como promotores, dinamizadores, facilitadores y articuladores de procesos, que gestionen conocimientos técnicos-productivos y socio-ambientales, para un desarrollo sostenible y a la vez competitivo. Así, en los últimos tiempos y desde determinado niveles simbólicos y, en ocasiones, con algunas prácticas concretas y puntuales con TICs, se habla de la e-Extensión, de la Extensión en la era del 2.0, de los nuevos desafíos frente a la Sociedad del Conocimiento, de repensar la Extensión a partir de las TICs, y un largo etcétera. Es decir, se propician una serie de prácticas tecno-sociales que algunos relacionan con el paso de Internet y el concepto de Web 2.0, donde aparece una concepción de las TICs -como plataformas- y en donde lo importante, más que la infraestructura o la arquitectura, es la disponibilidad de la información, la colaboración y la generación de contenidos en tiempo real, entre otros. No siempre aparece contenida la participación, aunque pueda, a veces, resultar una buena “excusa”. Diversas herramientas asociadas a las TICs como la mensajería instantánea, los espacios colaborativos en línea, las redes sociales o los blogs, entre muchos otros, posibilitan un cambio entre la participación en discusiones y temáticas colectivas a la “personalización” de las redes tecnosociales. Un cambio que resulta interesante porque, tal vez, centra la atención no sólo en el colectivo y la construcción común, sino en la lucha por resaltar, pertenecer y finalmente ser. Cabe aquí entonces recordar una distinción ya planteada en el comienzo: una cosa son las TICs como medio y, otra muy diferente, como fin. Puesto que pareciera 176

ser que hasta hoy, en la Extensión rural, generalmente se las circunscribe a la primera opción. Las TICs como medio. Provocación a la imaginación como insumo para las consideraciones finales Ahora bien, a partir del marco teórico-conceptual y críticoanalítico planteado, y siguiendo Thornton (2003: 323) quien se refiere a Internet “como innovación comunicativa que despierta las más variadas fantasías y predicciones en relación con los cambios individuales y sociales que su utilización puede generar”, se invita a realizar un breve ejercicio lúdico, aunque sólo sea a manera de experimento discursivo. El objetivo es acercarnos, imaginariamente, a algunas respuestas sobre las posibilidades de los dispositivos tecnológicos en dinámicas y procesos participativos. Para comenzar el juego se parte de algunas preguntas iniciales: ¿a qué generaciones pertenecen muchos de los actores sociales con los que se interactúa hoy desde las unidades de Extensión rural?; ¿se está asistiendo a un recambio generacional en los usuarios de la Extensión?; ¿cómo se relacionan esas posibles nuevas generaciones “usuarias” con el uso y la apropiación de las TICs y la participación virtual?; ¿cómo sostener estructuras sistémicas dinámicas acordes a los movimientos rápidos de los contextos que determinan las tecnologías de la información y la comunicación?, entre otras. Se va a suponer que la respuesta general a los interrogantes anteriores es: hoy, en la Extensión rural, SÍ se asiste a un recambio generacional donde los nuevos usuarios pertenecen a generaciones que, mayoritariamente o crecieron con las TICs en su cotidianeidad, o se las apropiaron tempranamente. Surge entonces la consigna, casi extrema: ¿Somos capaces de imaginar unidades de Extensión EXCLUSIVAMENTE virtuales? Seguramente a estas alturas muchos de los lectores estarán más que sorprendidos, casi espantados, pero ¿es muy descabellado pensar al menos la posibilidad de la Extensión virtual como medio y como fin? ¿Qué diferencias, similitudes y posibilidades ofrecería el “ciberespacio” y la “realidad virtual” a la Extensión rural frente la tradicional comunicación cara a cara? ¿Qué comunicación, interacción y socialización se daría sin los referentes técnicos físicos?, etc. El juego de posibilidades sobre la existencia de unidades virtuales de Extensión rural puede provocar y cuestionar 177

más allá de las posibilidades de los dispositivos tecnológicos y la participación, donde el “mundo rural diversificado” no queda exento. La virtualidad como “opción tecnológica innovadora” pareciera no sólo modificar las formas de relacionamiento sociocultural; de la noción de lugar y la reubicación del tiempo y el espacio; de redefiniciones y adaptaciones cognitivas y un generoso etcétera sobre el que se han expresado autores de las más variadas perspectivas y enfoques. El juego de posibilidades sobre la existencia de unidades puramente virtuales de Extensión rural interpela el corazón mismo del sistema de Extensión rural. Un hecho que no hace más que resaltar su vigencia, que lo muestra vivo y en transformación sostenida al ritmo que imponen las velocidades del cambio actual. Pensar la virtualidad de la extensión como un único e innovador espacio de interacción exige, en principio, tanto repensar roles, habilidades y competencias de los extensionistas, como redefinir y recategorizar las audiencias actuales y potenciales de Extensión, resignificar las demandas y los objetivos del sistema, entre muchos otros. Como sostienen Gutiérrez Vargas y Orozco Cruz (2007) “la virtualización no es la transformación de una realidad en un conjunto de posibles, sino la redistribución o el cambio de las coordenadas espacio-temporales de un ente que se encuentra en la realidad. Gutiérrez Vargas y Orozco Cruz (2007) agregan que “así, por ejemplo, virtualizar una organización implica cambiar las formas de trabajo, la integración de redes de comunicaciones e informáticas, a partir de lo cual las personas enfrentan un problema de adopción de nuevas posturas frente al trabajo en un escenario y en un tiempo que no son los mismos de una organización no-virtual que cuenta con establecimientos, puestos de trabajo, etc. Es decir, que la virtualización no es la solución a un problema, sino una solución dada problémica que, según el ejemplo, se da en el momento de asumir nuevos roles y estrategias de interacción en un espacio y tiempo diferentes”. En definitiva, y aunque sólo sea un juego, el hecho mínimo de suponer la eliminación del cara a cara, de innovar en lo tradicional, puede amenazar las certezas consabidas y hacer emerge, desafiantes, las inseguridades e incertidumbres. Gestionar estas últimas “implica atender la cotidianeidad desde una mirada de futuro” (Manucci, 2005:15).

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Una unidad de extensión virtual, como innovación tecnológica y técnica en sí misma, obliga a repensar la Extensión rural en el marco de la Sociedad de la Información/Conocimiento. Stacey (1992, citado por Manucci, 2005: 90) afirma que “es necesario innovar para encontrar nuevas estrategias de dirección”, pero en estas estrategias las TICs parecen generar, antes que nada, resistencias en “los extensionistas”. Considerados éstos como un actor más, pero uno destacado del desarrollo; como promotores del cambio y, por lo tanto, como los necesarios primeros adoptantes/innovadores del proceso para los momentos de innovación y la gestión del conocimiento. Al hablar de adoptantes/innovadores se hace referencia a las características de una innovación que incide en el índice de adopciones descriptas primeramente por autores como Rogers (1995: 262), quien consideró las siguientes categorías: innovadores, adaptadores tempranos, mayoría temprana, mayoría tardía y rezagados. Puede decirse entonces que, en los procesos de innovación con TICs como los que implicarían imaginar unidades de extensión exclusivamente virtuales, existen marcos de referencias de paradigmas anteriores que son necesarios repensar y superar. Manucci (2005: 99) afirma que “desde una concepción mecánica es difícil entender cómo personas en tiempos y espacios diferentes mediante un teclado, una pantalla y el lenguaje puedan experimentar desde segregaciones glandulares hasta el intercambio de bienes y servicios”. Bajo este marco, el “extensionista”, agente de cambio, promotor, facilitador, etc. debería ser innovador/adoptante ex ante de la acción concreta de intervención/innovación con TICs, y donde los innovadores/adoptantes no pueden seguir siendo vistos como externalidades, como “otros” del sistema.

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Fuente: elaboración propia

Para Manucci (2005: 108) “innovar significa generar nuevas respuestas a los problemas que, del entorno, emergen en cada momento. Para ello es necesario desafiar la realidad y cuestionar el territorio de la credibilidad de nuestros modelos mentales”. Las resistencias al cambio, a las innovaciones con TICs, por parte de quienes gestionan el sistema pueden ser vistas como resistencias por lo que el cambio en sí mismo implica (estructuras tradicionales, difusionista, etc.), y no necesariamente por el contenido del cambio (potenciales beneficios de las funcionalidades de las TICs como herramientas para la participación, la innovación y la gestión del conocimiento). Existen valores culturales donde lo “tradicional” es preferible a lo “nuevo” porque supone, en un sentido amplio, una modificación en el status quo establecido donde se imbrican, entre otros aspectos definiciones organizacionales, brechas generacionales y cognitivas, roles, habilidades, capacidades y competencias de los extensionistas, lo conceptual, lo procedimental y lo actitudinal, entre muchos otros. Consideraciones finales Es posible afirmar entonces que, como lo postula el tópico donde se inscribe este artículo, las posibilidades de los dispositivos 180

tecnológicos en procesos y dinámicas participativas son TODAS, hasta las más difíciles de imaginar o, inclusive, inimaginadas. Las limitantes a esas posibilidades son dificultades externas a las TICs que, siguiendo la Ley de la Fractura ya mencionada, caen dentro de los campos del cambio social, político, cultural y organizacional. A menudo, el propio miedo que el cambio nos inspira nos induce a rechazar o a negar la información que indica la proximidad de una transformación. Por lo tanto, tenemos que encontrar caminos que nos ayuden a abandonar los estereotipos y el pensamiento conformista a los que muchas personas se aferran porque requieren poco esfuerzo (…) Para sobrevivir en la trepidante carrera del siglo XXI, debemos despojarnos selectivamente de todo aquello aprendido con anterioridad y que nos hace resistentes al cambio. No es tarea fácil. Incluso los más brillantes pensadores de todos los tiempos, en algún momento de sus vidas quedaron paralizados en el interior de sus trincheras. (Leader Summaries, 2005, un resumen del libro Future Think de Edie Weiner y Arnold Brown, p. 2). Cuando las posibilidades de las TICs dejan de reparar exclusivamente en el medio para centrarse en las personas y en sus prácticas, aparecen, por un lado herramientas tecnológicas que pueden fortalecer la comunicación-interacción humana, etc., y por otro, un desafío que puede ser visto como amenaza u oportunidad. La participación a partir de TICs queda diluida en el discurso de poder/saber que atraviesa las prácticas que los usuarios hacen de ellas, al mismo tiempo que se cuestionan una serie de mecanismos de gestión. Bajo este enfoque, Castell (1999) asegura que “lo que está cambiando no es el tipo de actividades en las que participa la humanidad sino su capacidad tecnológica de utilizar como fuerza productiva lo que distingue a nuestra especie como rareza biológica, su capacidad de procesar símbolos”. Todos estos conocimientos se graban de tal forma en nuestra mente que llegan a limitar nuestra libertad y nuestro entendimiento y, lo queramos o no, nos recluyen en un mundo amurallado donde nos creemos inmunes a las nuevas realidades emergentes. Cuando los muros se derrumban (como es inevitable que ocurra), a causa de los cambios y de los nuevos eventos que surgen, nos enfrentamos a un dilema: combatir contra la nueva realidad o aprender lo necesario para crecer y conquistarla. (Leader Summaries, 2005, un resumen del libro Future Think de Edie Weiner y Arnold Brown, p. 2). 181

Barbero (2009) afirma que “el lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la mediación tecnológica de la comunicación deja de ser meramente instrumental para espesarse, densificarse y convertirse en estructural: la tecnología remite hoy no a unos aparatos sino a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras”. Con Manucci (2005: 12) podría decirse entonces que las TICS “dejan de ser instrumentos de transmisión para transformarse en una herramienta de gestión de significados”. Herramientas que permiten la sincronía de realidades compartidas. Nuevos modos de percepción y de lenguaje, sensibilidades, escrituras y significados propiciados, en principio, por los jóvenes menores de 20 años que nacieron y crecieron con las TICs y que valen ser considerados, donde las organizaciones de la Extensión rural no quedan exentas. Puesto que, como asevera Barbero (2009) “lo que la trama comunicativa de la revolución tecnológica introduce en nuestras sociedades no es tanto una cantidad inusitada de nuevas máquinas sino un nuevo modo de relación entre los procesos simbólicos —que constituyen lo cultural— y las formas de producción y distribución de los bienes y servicios”. El mismo autor agrega que “el nuevo modo de producir, inextricablemente asociado a un nuevo modo de comunicar, convierte al conocimiento en una fuerza productiva directa. La 'sociedad de la información' no es entonces sólo aquella en la que la materia prima más costosa es el conocimiento, sino también aquella en la que el desarrollo económico, social y político, se hallan estrechamente ligados a la innovación, que es el nuevo nombre de la creatividad y la creación humanas”. Siguiendo entonces a Barbero (2009), los retos para todos los sistemas y organizaciones son afrontar las nuevas tecinicidades. Nuevas figuras de razón que interpelan a la tecnología inteligente. Con el computador estamos no ante una máquina con el que se producen objetos sino ante un nuevo tipo de tecnicidad que posibilita el procesamiento de informaciones y cuya materia prima son abstracciones y símbolos (…) Las redes informáticas al transformar nuestra relación con el espacio y el lugar movilizan figuras de un saber que escapa a la razón dualista con la que estamos habituados a pensar la técnica, pues se trata de movimientos que son a la vez de integración y de exclusión, de desterritorialización y relocalización, nicho en el que interactúan y se entremezclan lógicas y temporalidades tan diversas como las que entrelazan en el hipertexto a las sonoridades del relato oral 182

con las intertextualidades de la escritura y las intermedialidades del audiovisual. También, cuando se enfatiza en que el cambio debe ser afrontado de manera conjunta por distintos sistemas y actores sociales, el educativo es uno de los principales. Las universidades son un eje y punto de apoyo fundamental para afrontar las profundas transformaciones que exigen nuevas habilidades y competencias para los extensionistas de la rurbanidad. Una preparación que reconfigura la el rol del “especialista” y obliga a la posesión de “destrezas” varias que le permitan adaptarse a las funciones requeridas por los cambiantes modelos de producción, de gestión y, también de comunicación y participación. “La sociedad-red no es un puro fenómeno de conexiones tecnológicas (…) Estamos ante una de las mutaciones que nos coloca no tanto en una época de cambios sino en un verdadero cambio de época…” (Barbero, 2009). Una respuesta general y posible a varias de las preguntas sobre las posibilidades de los dispositivos tecnológicos en procesos y dinámicas participativas que guiaron este artículo es: en el interjuego de tiempos, donde el futuro es hoy, las tecnologías de la información y la comunicación ofrecen posibilidades hasta inimaginadas para la participación. No obstante, la brecha de aceleración de cambios socioculturales que impulsan, también pueden hacer visible la continuación de patrones constructivos provenientes del paradigma anterior, del pasado, en nuevas y desafiantes situaciones y contextos que exigen nuevas situaciones y, sobre todo acciones de resignificación para la adaptación. No por casualidad Castell (2004: 25) ha dicho que “en el último cuarto del siglo XX, una revolución tecnológica, centrada en torno a la información, transformó nuestro modo de pensar, de producir, de consumir, de comerciar, de gestionar, de comunicar, de vivir, de morir, de hacer la guerra y de hacer el amor”. El proceso y la gestión del cambio están en marcha, pero como manifiesta Manucci (2005: 12) para las organizaciones y los sistemas “su futuro se encuentra donde se definen los límites de su horizontes”. Y agrega que todo sistema u organización “transita el desafío cotidiano de mirar más allá de sus creencias para diseñar un espacio de desarrollo que trascienda la rutina de sus hábitos. Este espacio es el futuro” (Manucci, 2005: 39). Las TICs y por ende la “virtualidad” en la Extensión rural son espacios de posibilidades. Explorar esos espacios, aunque sólo sea imaginariamente, permite trabajar en el diseño de un futuro inmediato para la acción. 183

Cuando le pregunté a mi hija de nueve años si se imaginaba la vida sin Internet, sin celulares, sin satélites… la respuesta fue “sí, según nos cuentan antes no existían e igual se vivía. Sí, yo puedo imaginarme la vida sin eso, pero no la mía. Eso si que no…”. Al menos como madre de la generación X voy a tener que asumir, de una vez por todas, que como dice Piscitelli “ya no podemos oponer el mundo real al virtual como lo hacíamos antaño. Lo virtual es parte de nuestra vida real. Emociones y acciones reales afectan nuestro quehacer virtual. Pasamos tanto tiempo en uno como en otro y resulta cada vez más difícil separarlos. No son mundos opuestos Son capas más bien de una misma realidad -la nuestra-, vivida en múltiples niveles tanto simultánea como alternativamente”70. Si no entendemos esto, el futuro en todas sus dimensiones queda inmovilizado y encorsetado en el presente. Bibliografía BARALDI, C., MAGGIONI, G. y MITTICA, M. P. (2003) Pratiche di partecipazione: Teoríe e metodi di intervento con bambini e adolescenti. Lboratorio infanzia e adolescenza. Donzelli Editore: Roma. BARBERO, J. M. (2009) Diversidad cultural y convergencia digital. Revista Alambre. Comunicación, información, cultura. Nº 2, marzo de 2009, [en línea]. Recuperado el ---------------- (1987) De los medios a las mediaciones. Comunicación, Cultura y Hegemonía. México-Barcelona: Editorial Gustavo Gili. BENIGER, J. (1986). The Control of Revolution. Technological and Economic origins of the Information Society. Cambridge: Harvard University Press. CASTELL, M. (2004) La era de la información: Economía, sociedad y cultura. Vol. III. México: Siglo XXI. ---------------- (2001). ¿Comunidades virtuales o sociedad red? En M. Castells, La Galaxia Internet: Reflexiones sobre Internet, empresa y sociedad. Madrid: Areté. ---------------- (1999) La era de la información. La sociedad red. Vol. I. México: Siglo XXI. CASTRO, E. (2003) El punto de inserción. En Thornton, R. y Cimadevilla, G. (Ed) La Extensión Rural en Debate, pp. 41-65. Buenos Aires: Ediciones INTA.

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Comunicação e os limites do participare. O naufrágio das esperanças de conquista ilimitada e dominação da natureza Ada Cristina Machado da Silveira; Lílian Cervo Cabrera Introdução Há 40 anos veio a público a tradução do livro Pedagogia do Oprimido ao Inglês, justos dois anos depois de seu lançamento em Português. O texto de Paulo Freire se tornou um libelo e suscitou debates sobre opressão e liberdade tanto no então autodenominado mundo livre ocidental, quanto nos partidários do regime comunista, naquele momento liderado pelos soviéticos. Para além do âmbito da Educação, o texto se erigiu como referência seminal para um público heterogêneo de ativistas sociais, extensionistas rurais, planejadores de políticas públicas e produtores culturais. Como sua reflexão permanece animando-nos frente ao ambiente de privatizações, globalização e neoliberalismo? Como entender as chances de mudança social propostas num cenário perturbadoramente distinto ao de seu surgimento? Se as questões se mostram difíceis, temos a consciência de que nosso mundo seria mais difícil sem a reflexão que Paulo Freire nos proporcionou, pois sua influência é inegável. Os limites do participare, seus usos e abusos se fazem mais perceptíveis a partir das posições simbióticas e mutuamente alimentadas de opressor e de oprimido de sua original proposição hegeliano-marxista. Este artigo explora a articulação entre a emergência dos suportes tecnológicos que a disseminação da comunicação de massas conhece atualmente e os usos e promessas que o novo horizonte descortina, especialmente suas conseqüências para o âmbito comunicacional e político. Uma trajetória que aponta o aparecimento necessário da proposta dialógica contida em sua oposição às origens da comunicação para o desenvolvimento até sua plena assunção na comunicação participativa Apresentamos inicialmente alguns comentários sobre a epistemologia das metodologias participativas, passando pela proposta comunicacional brasileira de mobilização social e alguns exemplos de projetos em andamento para chegar à orientação das políticas do estado brasileiro. O esgotamento ideológico da 189

proposta difusionista, a proposição da comunicação participativa e a emergência da teoria da rede de atores permitem conhecer um novo momento no cenário das metodologias ocupadas do desenvolvimento. Epistemologia das metodologias participativas A alusão latina do verbo participar –participare–, proposta nesta coletânea, evoca sua imediata articulação com os sentidos de comunicação e de informação. Atualmente, a sigla TICs (Tecnologias de Informação e Comunicação) apresenta-se como um invólucro da expectativa de abolição de distâncias espácio-temporais, tanto quanto da incorporação de grandes levas de população excluída e detratada pela comunicação massiva marcada pelo totalitarismo político do século XX. A competência mobilizadora de amplos setores populares de conjurar seu poder de classe e estabelecer suas defesas e gerar uma perspectiva de empoderamento. Um propósito que foi capaz de gerar uma nova perspectiva ainda que ao menos no nível retórico de propor novas ações, de resto reconhecidas nas sucessivas edições do Fórum Social Mundial nascido em Porto Alegre. A perspectiva do empoderamento ganharia corpo justamente na região de origem de Paulo Freire. No Nordeste brasileiro são reconhecidas antigas as atividades de trabalho em prol da conscientização popular frente a temas como as relações de gênero, conflito pela terra e emancipação social. A questão do saber/poder encontra-se imbricada no pensamento de Paulo Freire de uma maneira peculiar. Segundo seu amigo e colaborador João Bosco Pinto, as influências de Paulo Freire, provinham do marxismo, das leituras do personalismo de Emmanoel Mounier e da fenomenologia de Husserl.71 A base de Paulo Freire abalou os alicerces teóricos da comunicação de orientação difusionista (veja-se SILVEIRA, 1993) e animaria posteriormente o surgimento da denominada comunicação participativa. Duas obras compilam a produção que historicamente teve lugar na América Latina partir das políticas desenvolvimentistas. Mais recentemente, o Consórcio comunicação para a mudança social solicitou a Alfonso Gumucio Dagron e a Thomas Tufte a coordenação de uma edição que, em mais de mil páginas, apresenta textos produzidos pelo boliviano Luiz Ramiro Beltrán, pelo paraguaio Juan Díaz Bordenave, pelo uruguaio Mario Kaplún, 71

Curso João Bosco Pinto em Santa Maria-RS, 1990.

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pelo colombiano Orlando Fals Broda, pelos brasileiros Paulo Freire e João Bosco Pinto, para citar alguns latino-americanos. Antes disso a brasileira Cicilia Peruzzo (1998) faria um importante trabalho de recolher uma produção dissipada em informes, manuais, brochuras e todo tipo de publicações, muitas das quais de circulação dificultada pela censura de distintos regimes políticos. Um acervo de rara localização e destinado à capacitação popular que, com o passar dos anos constituiu-se em grande referência para os direitos da cidadania. As duas obras testemunham a profunda imbricação entre metodologias aplicadas ao desenvolvimento e a atividade comunicacional. A construção idealista da realidade do campo tomada como um processo de comunicação no qual estejam contemplados interação e diálogo, constituindo-se numa troca de saberes, onde se entrelaçam os vínculos e a interação social tem um debate teórico de posições firmadas. O estranhamento que a proposta de comunicação para o desenvolvimento imbuída de propósitos difusionistas e encabeçada por Daniel Lerner (1958), Ewerett Rogers (1962) ou Wilbur Schramm (1964) veio a conhecer envolve especialmente uma crítica quanto às atitudes e avaliaçóes dos atores implicados e a linearidade de processos considerados inevitavelmente em etapas. A denominação comunicação participativa ganhou adesões no final dos anos 80 através da necessidade de um novo paradigma para a comunicação para o desenvolvimento. Servaes (1991) e White et al. (1994), bem como Melkote (1991) têm em comum o destaque a fluxos horizontais de comunicação e ao empoderamento das populações envolvidas.72 A comunicação para o desenvolvimento passa a ser relacionada a redes interpessoais/grupais, relativização do poder da mídia de massa, ação integrada de mídias modernas/tradicionais para mobilização, uso de canais de comunicação horizontais e redução dos verticais. O foco nas características endógenas dos processos de desenvolvimento teria na obra de Joaquim Anécio de Jesus Almeida sua plena proposição. O indiano-brasileiro que, em 1980, após sua formação em Louvain (Bélgica) dedicou-se por seis anos como missionário na África, é um testamento de sua vivência de antrpólogo. Depois de uma década dedicado ao Programa de Pósgraduação em Extensão Rural da Universidade Federal de Santa Maria, ele produziu um texto autoral intitulado A extensão rural 72

Tufte e Mefalopulos (2009) sistematizariam a proposição da comunicação participativa em uma publicação do Banco Mundial disponível em Internet.

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na perspectiva antropológica (1992) no qual estão patentes os propósitos evidenciados em muitos projetos atuais, conforme apresentaremos mais adiante, quando família, gênero e cultura local se fazem as bases das metodologias de extensão rural. Antes disso, comentaremos a perspectiva brasileira que se solidificou nestas décadas de debate através das posições de dois autores, Henriques e Sodré. A proposta comunicacional para a mobilização social A novidade interposta por uma perspectiva comunicacional para a mobilização vem a ser a de coordenação de ações e não apenas um instrumento de controle das ações (HENRIQUES, 2002). Ela deve permitir a tomada de posições a respeito de questões críticas e estratégicas e de motivar, associar e integrar diversos setores através da criação, manutenção e fortalecimento dos vínculos de cada agente com o trabalho. É nesta perspectiva que se fazem valiosas as proposições de Muniz Sodré (2002, p.23) para a noção comunicacional de vinculação, veiculação e cognição. A vinculação é tomada como “muito mais do que um simples processo interativo, porque pressupõe a inserção social do sujeito desde a dimensão imaginária (imagens latentes e manifestas) até a deliberação frente às orientações práticas de conduta, isto é, os valores”. Sodré (2002) pondera que vinculação não trata de um mero compartilhar algo em comum, no qual a comunicação atua como abrigo de coisas a serem divididas entre os membros de um grupo social. Segundo o autor, a vinculação pauta-se por formas diversas de reciprocidade comunicacional (afetiva e dialógica) entre os indivíduos. Assim, em vários autores a comunicação faz-se reconhecível nos novos tipos de ações participativas que incluem agricultores, entidades civis, sindicatos, associações e movimentos de mobilização social. Neste sentido, os movimentos contemporâneos de mobilização social têm trazido algumas questões relevantes para o campo da comunicação, entre elas a significação do verbo mobilizar, inicialmente tomado pelos de “por em movimento”, “movimentar-se em favor de uma campanha”. Assim, a mobilização pode ser entendida como um processo de convocação de vontades para a mudança da realidade, dirigindose em favor de transformações que busquem o desenvolvimento local das comunidades e a orientação dos agricultores e agentes envolvidos com o meio.

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É principalmente pelos tipos de relacionamentos que configuram os vínculos de uma atividade participativa que se torna necessário rastrear os caminhos e circuitos pelos quais as ações comunicativas proporcionarão uma produção de sentido comum. Para isso, Marcio Simeone Henriques (2002, p.36) sugere “sete critérios para análise, que podem caracterizar a natureza e força de tais vínculos: localização espacial, informação, julgamento, ação, continuidade, coesão e co-responsabilidade”. O diálogo e as ações coletivas dos diversos setores, entendidas também como agrupamentos em forma de rede, essencialmente flexíveis, precisam ser compreendidas como complexos sistemas de relacionamento interessados na participação ampla e democrática de seus públicos. Assim, a comunicação se define como processo deflagrador de um fórum local, capaz de definir e gerar localmente políticas de desenvolvimento. Ela se coloca como na dinâmica de construção de mudanças com vistas à melhoria das condições de vida das populações locais por meio de sua própria mobilização e formulação de estratégias de ação. Além disso, é preciso ter claro que o sucesso do trabalho depende, em primeiro lugar, da participação ativa da população envolvida e da sensibilização e mobilização para que as coisas aconteçam. A metodologia participativa é entendida como um processo contínuo. É uma base para o trabalho com enfoque participativo que precisa ser adaptada, a cada instante, de acordo com cada grupo alvo e sua realidade. Sendo assim, a função da comunicação, especialmente em projetos que objetivam mobilizar, é gerar e manter o vínculo entre o trabalho participativo e seus públicos, e estes precisam estar vinculados no nível da co-responsabilidade, para que todos se sintam responsáveis pelo sucesso do projeto, entendendo sua participação como essencial ao todo. Henriques (2002) salienta que ações concretas de cooperação e colaboração colocam-se como necessárias para que os agricultores se sintam efetivamente envolvidos no problema que se quer resolver e compartilhem a responsabilidade pela sua solução. Ainda segundo o autor, as estratégias de mobilização devem buscar transcender as ações pontuais ou circunstanciais. E a condição para isso é o estabelecimento da coesão e da continuidade no projeto, que servem como ponte entre a ação isolada e a ação co-responsável de todos os envolvidos. Conforme a proposição de Henriques (2002), a localização espacial é o espaço real (geográfico) ou virtual onde estão localizados os agentes dentro do universo de atuação e influência 193

do projeto. A informação se refere ao maior ou menor nível de detalhamento de informações que os agentes podem ter sobre o projeto. O julgamento é posição dos agentes em relação ao projeto. Segundo o autor (2002: p.38), “a comunicação é capaz de fornecer aos públicos do projeto informações consistentes, que reproduza um sentido determinado destes públicos sobre o projeto, sentido este que os levem a apoiá-lo, legitimá-lo e defendê-lo”. Quanto à ação, é a geração pontual, eventual ou permanente de idéias, serviços e contribuições diversas dos agentes para o projeto e que contribuam direta ou indiretamente para seus objetivos. A coesão entre os públicos de um projeto é quando as ações deste público são interdependentes, possuem ligações e contribuem com os objetivos gerais ou específicos do projeto. Além disso, essas ações devem transcender ações isoladas e fragmentadas, dentro de uma certa unidade. A continuidade são as ações permanentes e contínuas dos agentes, superando a pontualidade e a instantaneidade, determinando ações mais amplas e de permanência. A co-responsabilidade é quando os agentes se sentem também beneficiários de sua ação e responsáveis pelo projeto, percebendo sua participação como parte fundamental do todo. É válido ressaltar que estes critérios não se excluem, pelo contrário, se somam à medida que o vínculo com o projeto vai se fortalecendo.

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Figura 1. Escala de critérios de vinculação. Fonte: Henriques (2002, p. 37)

Em suma, o ideal dos trabalhos participativos deve ser situado na busca da ação co-responsável de seus públicos, construída a partir da interdependência e da permanência. E sendo os critérios de coesão e continuidade o elo entre a ação isolada e instantânea e a ação co-responsável, a comunicação deve atuar principalmente sobre estes dois pontos (HENRIQUES, 2002). Assim, ações co-responsáveis equivalem ao estabelecimento de vínculos fortes. A comunicação em trabalhos participativos deve servir como instrumento para estabelecer caminhos que tendam à participação efetiva e à criação da co-

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responsabilidade. Somente assim, poderá existir a mobilização verdadeira e o efetivo êxito das iniciativas. Além disso, a utilização de metodologias participativas, onde os agricultores constroem o futuro por meio de projetos e programas geridos pelas próprias comunidades, faz com que a Extensão Rural e os agentes envolvidos com o meio rural busquem resultados que atinjam diretamente a sociedade. A orientação das políticas financiadas pelo estado brasileiro Depois de mais de uma década de vazio institucional, O Ministério do Desenvolvimento Agrário apresentou uma nova Política Nacional de Assistência Técnica e Extensão Rural (PNATER), aprovada em maio de 2004. Ela define, entre outros aspectos, o propósito de contribuir para a implantação e consolidação de estratégias de desenvolvimento rural sustentável; tentar romper com o modelo extensionista baseado na Teoria da Difusão de Inovações e usar das metodologias participativas nos serviços públicos de Ater e seus agentes. Considera-se que o desafio dos órgãos de pesquisa, universidades e movimentos sociais venha a ser o de criar estratégias para colocar em prática metodologias participativas, unindo os três segmentos participantes do processo de geração/difusão/adoção de tecnologia em atividades compartilhadas. O sistema nacional de assistência e extensão para o desenvolvimento rural desarticulado oficialmente no governo Collor ganha, quase duas décadas depois, uma proposição doutrinária. Antes de chegar a ela, comentamos aspectos vinculados à articulação entre os sistemas de pesquisa e a sociedade. Nos últimos anos, a Embrapa (Empresa Brasileira de Pesquisa Agropecuária), tëm ampliado seus contatos com agricultores, técnicos, cooperativas, agroindústrias, políticos, consumidores e outros envolvidos nas cadeias produtivas agrícolas, o que exige a formalização de novos ambientes e estratégias de comunicação baseadas em acordos com os diferentes atores que interferem nas cadeias produtivas (DUARTE e CASTRO, 2004). Diferentemente dos grupos de pesquisa localizados em universidades públicas, nas quais a presença de pesquisadores em diferentes níveis de formação (da iniciaçáo científica ao doutorando) é permanente, a Embrapa necessita montar todo um conjunto de estratégias para articular sua relação com a sociedade. Reconhecendo os argumentos de Engel, Duarte e 196

Castro (2004) frisam que o novo ambiente econômico e social formado a partir dos anos 80, os novos meios de comunicação, particularmente a internet, e a preocupação com a sustentabilidade dos sistemas agropecuários faz com que haja uma redefinição de prioridades na transferência de tecnologias para o meio rural. A pesquisa agrícola fica cada vez mais ligada à industrialização e à necessidade de estabelecer parcerias, cooperação e acordos comerciais com os diversos segmentos de cada cadeia produtiva. Os autores ressaltam que a oferta e orientação de tecnologia dos agricultores está relacionada à sua capacidade organizativa ou de integração como os institutos de pesquisa ou mesmo prestação de serviços por parte de empresas de assistência técnica. Isso porque a agricultura tornou-se um setor complexo, influenciando e sendo influenciada por diversos atores sociais, mantendo um dinamismo muito específico com outros setores que interferem antes e depois da porteira. Antes da porteira, fazem parte do setor fornecedores de insumos como sementes, fertilizantes, defensivos químicos e biológicos, transporte e informações como assistência técnica pública ou privada. Já dentro da porteira, fazem parte tecnologias do tipo agronômico, como adubação, manejo de culturas e desenvolvimento de sistemas de produção agrícola. Sendo assim, informações sobre o melhor momento de plantio ou colheita, de compra ou de venda, de uso de determinado defensivo, de variedades disponíveis, suas vantagens e desvantagens são fundamentais no processo de tomada de decisão de qualquer agricultor, sobre qualquer situação econômica. Nesse contexto, frente à necessidade de informações decisivas no momento de fazer escolhas, agricultores de cadeias mais organizadas estabelecem grupos de intercâmbio e aprendizagem, criando alianças com atores do campo e da cidade para sobreviver e evoluir. Entende-se que o entrelaçamento de diferentes segmentos no ambiente da agricultura e na própria sociedade propicia que os atores sociais envolvidos com a comunicação e a transferência de tecnologias no campo conheceu transformações em seu papel, atuação e relacionamento. Há um compromisso com os resultados, o que se distingue da simples difusão de informação, uma vez que se espera que os agentes envolvidos atuem com o mesmo sentido e propósito, que incorporem a informação, utilizem-na, compartilhem-na e tornemse eles próprios fontes de novas informações. A circulação dessas informações serve como legitimador das ações dos envolvidos, conferindo-lhes reconhecimento e conectando-os uns aos outros 197

pelo sentimento de pertinência a um grupo com interesses comuns. Esta realimentação não é uma linha de retorno de informações, mas um processo circular, de mútua influência, que se dá pela geração do fluxo comunicativo e pela atuação dos diversos setores, de forma a orientar os atores e promover a continuidade das ações e dos resultados. Sendo assim, a vinculação dos públicos com a perspectiva participativa para a mobilização social faz-se crucial. A Embrapa finalmente assumiu que a comunicação para o desenvolvimento havia evoluído para a comunicação participativa. De outra forma, uma empresa pública de pesquisa agropecuária manter-se-ia restrita a ações de assistência técnica e distanciada do circuito de extensão rural. Como trabalha, então, a Ater pública que se vincula à universidade pública? Comentamos alguns exemplos que argumentam propor-se embasados naquilo que no Brasil é denominado paradigma do desenvolvimento sustentável. Ações em Ater com os Mbyá-Guarani buscam incorporar valores dialógicos (SOARES, 2008). O Núcleo de Estudos em Desenvolvimento Rural Sustentável e Mata Atlântica, vinculado ao Programa de Pós-Graduação em Desenvolvimento Rural da Universidade Federal do Rio Grande do Sul, juntamente com jovens lideranças guarani do litoral norte daquele estado estabeleceram uma parceria para desenvolver um projeto de reconstrução de roças tradicionais nas terras indígenas. O resultado dessas visitas (intercâmbio de sementes e conhecimentos) é aplicado no desenvolvimento das áreas de plantio cujo processo é registrado em vídeo e permeado por ações educativas. O registro audiovisual busca gerar instrumentos de sistematização e replicação da experiência. A edição do vídeo é feita de forma participativa, em conjunto com a equipe não indígena, uma vez que a aprendizagem Guarani ocorre fundamentalmente através do “fazer junto com quem sabe”, os mais jovens acompanham suas famílias em seus afazeres para aprender coisas que os “tornam índios” (BERGAMASCHI e DIAS, 2009). Uma recuperação daquilo que Mario Kaplún analisou como a experiência dos cassete-forum no Uruguai pré-ditadura militar. O projeto desenvolvido Universidade Federal de Goiás e a Universidade Tecnológica Federal do Paraná foca seu estudo nas ações agroecológicas construídas pelos agricultores familiares/camponeses busca pesquisar, conhecer e reunir as metodologias fundamentada na reflexão crítica e participativa. As ações do projeto também pretendem fomentar e subsidiar as políticas públicas para as populações tradicionais do campo a 198

partir das diferentes realidades, pois as áreas selecionadas evidenciam diversas formas de uso da terra, bem como, perspectivas socioeconômicas e político-culturais distintas. Em um trabalho que guarda alguma relação com a anterior, uma equipe multidisciplinar composta por uma rede de pesquisadores da Universidade Federal Rural do Semi-Árido, Núcleo de Unitrabalho da Universidade Federal do Rio Grande do Norte e Núcleo de Economia Solidária da Universidade Federal de Pernambuco busca sistematizar, analisar e traçar comparativos das metodologias de extensão rural agroecológica, bem como avaliar os resultados de algumas experiências gerados ao público beneficiado pelas metodologias. A proposta de uma agricultura agroecológica tem como premissas a utilização de métodos e técnicas (policultura e rotatividade no cultivo) que respeitam os limites da natureza, pouca ou nenhuma dependência de agroquímicos (substituição de adubo e repelente natural) e troca de saberes científicos com saberes locais desenvolvido pelos agricultores. O projeto se alimenta do ideal difundido pela proposta dialógica nos anos 80 em reação ao avanço da produção agrícola em larga escala impulsionada pela “agricultura convencional”. A pesquisa tem por objetivo obter um panorama e comparativo das metodologias de extensão rural agroecológica desenvolvidas em vários estados brasileiros. Na Universidade de Brasília o propósito de pesquisar e executar experiências e práticas de desenvolvimento local, com base em demandas comunitárias - atividades socioculturais e educativas, agropecuárias, florestais, não agrícolas, etc. -, vê se realizando a partir do envolvimento de alunos egressos da disciplina Extensão Rural. Trata-se de exercitar as diretrizes da PNATER no Núcleo Rural Monjolo em parceria com a Emater/DF, de maneira regular, e potencializar a formação de novos alunos, como sujeitos construtores de conhecimento e capacidade de transformação, considerando-se que os mesmos possam vir a ser portadores de exemplaridade e indicadores do potencial profissional e de compromisso social com agricultores familiares que buscam alternativas para ao autoconsumo e geração de renda. No Nordeste brasileiro, docentes e discentes dos cursos de ciências sociais, psicologia, ciência da computação, agronomia e direito das instituições públicas de ensino superior da Universidade Federal do Vale do São Francisco, Instituto Federal de Educação Ciência e Tecnologia do Sertão Pernambucano e Universidade do Estado da Bahia vem formando agentes de desenvolvimento em comunidades rurais. As carências da região, o baixo rendimento 199

escolar e a debilidade da sociedade civil na cristalização de mecanismos de apreensão dos avanços tecnológicos dispostos pelo mercado exigem a institucionalização de papéis sociais nos moldes do desenvolvimentismo. Entende-se que, através da promoção da extensão rural entendida como processo educativo, é possível contribuir para os interesses, a cultura, a política e a convivência com o ambiente do semiárido. A proposta fundamenta-se na construção de um espaço de troca de conhecimentos e tecnologias na direção do desenvolvimento sustentável. A metodologia de ação tem caráter educativo, baseado nas competências da alfabetização científica e com ênfase na pedagogia da prática, promovendo a geração e a apropriação coletiva de conhecimentos, a construção de processos de desenvolvimento sustentável e a adaptação e adoção de tecnologias voltadas para a formação de agricultores familiares sustentáveis, onde o ponto de partida será sempre a realidade e os saberes locais. Para tanto, é oferecida uma formação básica em humanidades aliada a práticas de campo como estratégias para a construção de uma visão clara da realidade e um instrumental tecnológico que possibilite às comunidades envolvidas responder ativamente às suas próprias demandas e melhorar sua qualidade de vida. Nessa perspectiva, após a fundamentação teórica sobre a extensão rural como processo educativo, embasada nos conteúdos de política, estado, gestão participativa, associativismo/cooperativismo, empreendedorismo, comunidade, organização, ética, cultura popular e outros, são exercitadas com os agentes, as seguintes práticas: técnicas de inclusão digital como ferramenta de sustentabilidade quanto às metodologias do trabalho de campo e as tecnologias de convivência com as terras secas, especialmente as relacionadas com o aproveitamento da água de chuva para os consumos humano e animal; técnicas de captação de água de chuva in situ, para cultivos agrícolas, técnicas de captação de chuva para consumo humano e animal; cisternas rurais – tem por objetivo fornecer água potável de chuva para as famílias; práticas de preparação, conservação e armazenamento de forragens; produção e utilização de plantas forrageiras para alimentação animal; criação de pequenos animais; industrialização de frutos da região e processamento de carnes de caprinos e ovinos. Um trabalho desenvolvido pela Universidade do Estado do Pará tem por finalidade fazer um levantamento técnico pedagógica sobre as atividades de Casas Familiares Rurais como incremento do desenvolvimento local sustentável. Segundo os idealizadores do projeto, entre as modalidades de ensino 200

alternativos em desenvolvimento a pedagogia da alternância tem se mostrado a mais viável ao tipo de vida das populações rurais por dois motivos essenciais: por ter sido pensada a partir das mesmas, da sua forma de organização e por quebrar a burocratização de ensino em uma dinâmica mais concreta de educação popular. Pela pedagogia da alternância o processo de aprendizagem dos jovens parte de situações vividas, encontradas e observadas em seu meio. Os alunos das Escolas Família Agrícola (EFAs) são concebidos como atores socioprofissionais em formação permanente. Uma proposta que se apóia na educação centrada na formação integral do ser humano, na qualificação profissional dos jovens e na organização comunitária, valorizando os laços familiares, a herança cultural e o resgate da cidadania a partir de quatro grandes eixos: gestão desempenhada por uma associação de agricultores; metodologia pedagógica específica; formação integral dos jovens e compromisso com o desenvolvimento rural sustentável. Ademais, as EFAS têm-se colocado como verdadeiros pólos de convergência de ex-alunos, pais e lideranças de agricultores na busca de orientações técnicas e informações de mercado, como importantes parceiros dos serviços oficiais de pesquisa, assistência técnica e extensão rural, em sua missão de difundir tecnologias geradas e/ou adaptadas. Propugnando o modelo de desenvolvimento rural sustentável, de base familiar, avalia-se que têm servido para melhorar a articulação das cadeias produtivas, ajudando a construir relações comerciais mais justas e solidárias, além de estimular as dinâmicas sociais dos agricultores que valorizem, por exemplo, a cidadania, o planejamento participativo e a gestão social dos recursos públicos. Entre outras, podem-se destacar enquanto resultados positivos a formação de lideranças, diversificação da propriedade, geração de trabalho e renda no campo, inclusão social, resgate da cidadania, qualidade de vida, vida digna e felicidade, continuidade dos jovens no campo e um projeto de vida profissional. Nesse sentido, os pesquisadores procuram pensar uma possibilidade real de política pública no incremento da extensão rural que alia orientação do processo produtivo e a formação socioeconômica profissional do jovem do campo no campo. O conjunto de trabalhos referidos, em maior ou menor escala, sustenta que através da publicação dos resultados pretende-se contribuir para divulgação das metodologias de extensão rural agroecológica, ajudando na promoção desta forma de cultivo que respeita o meio ambiente e busca a inclusão social. Apesar dos avanços ocorridos no ensino, as práticas de extensão rural na perspectiva agroecológica ainda são restritas; 201

ressente-se da precariedade de material didático para o processo ensino-aprendizagem, bem como a crítica às políticas de estado recém tomaram vigor depois do interstício dos anos 90. Em 2009, um edital público do CNPQ buscou distribuir recursos da ordem de seis milhões de Reais provenientes do Ministério do Desenvolvimento Agrário. Em sua primeira linha de financiamento, um milhão de Reais estavam previstos para análises de sistematização de novas metodologias de Extensão Rural em acordo com a política de Ater do Estado brasileiro. Comunicação: humanos, não humanos e crise da ciência No âmbito internacional, a atualização da relação entre ciência e tecnologia conhece o impacto da reflexão de Bruno Latour (2005) através de sua obra que pode ser traduzida como Remontagem do social. Uma introdução à teoria do ator-rede. Nela, o autor apresenta os antídotos necessários de antideterminismo e diversidade e dá continuidade à análise da crise de distinção entre natureza e sociedade, tanto quanto entre o poder e a tecnologia. Latour prossegue em sua crítica ao modo como ainda pensamos a ciência através de princípios epistemológicos tais como ter em consideração a inovação enquanto processo situado e tomando a tecnologia enquanto construção social. A teoria proposta considera a inovação como resultado de uma rede de relações, tomando como atores tanto os humanos, quanto as instituições ou tecnologias, os quais aportam diferentes definições, aspirações, poder, negociação, conflito e resistência. Esgota-se um horizonte no qual a ciência excluiu a natureza da história e a consciência ambiental cobra a reconversão do não-humano em agente da história humana. O autor que, em Jamais fomos modernos, denunciava a importância da renovação da ecologia política, agora chama a atenção para processos abertos nos quais qualquer resultado se faz possível a depender da estrutura e da dinâmica de cada rede de atores. A investigação sobre os processos inovadores passa, assim, a estar centrada nas percepções e relações, especialmente de uma etnografia de perspectiva emic, através do que é possível traçar as traduções que a inovação ganha em cada contexto. A referência a Latour têm o propósito de qualificar a trajetória de mútua interpelação entre comunicação e desenvolvimento. Em tempos de pós-ambientalismo, a importância de pensar a comunicação de maneira ampla requer tomá-la na dimensão de ser a linguagem do biológico e do social, tanto quanto 202

dela ser a linguagem da sustentabilidade e da democracia, tornando-se fundamento estratégico e decisivo da gestão (cf. OURIQUES, 2009). No momento em que a comunicação deixou de ser midiacêntrica para ser local, popular e alternativa (ver DOWNING, 2002), os diversos agentes que pretendem a promoção social reconhecem a necessidade de uma ação comunicativa pensada em seus múltiplos desdobramentos. Ao pensar nos limites do participare vale recordar que, dentre os incrédulos, o testemunho de Robert White que se perfila como um daqueles que não reconhece nas competências interativas das TICs uma franquia de participação. Uma posição extremamente coerente quando pensamos que o continente africano perfila-se como alheio a sua disseminação. No entanto, uma realidade diferente daquela que Rafael Obregón frisaria em Málaga (2010) quando recordou que a América Latina é administrada atualmente pelo maior número de operadoras de telefonia móvel do planeta. Neste sentido, as questóes levantadas por Hegedüs, Cimadevilla e Thornton (2008) a cerca da incidência dos meios de comunicação no processo de adoção tecnológica abrem diferentes caminhos: ¿Cómo funcionan los medios masivos en el proceso de adopción? ¿Afectan básicamente la primera etapa -como se sostenía en el enfoque clásico- o todo el proceso? ¿Cómo cambia la posible incidencia de los medios cuando las innovaciones se vinculan a lógicas más o menos integradas a los procesos de acumulación a escala? ¿Qué papel tienen los comunicadores-mediadores involucrados en la difusión según se identifique su grupo de pertenencia? ¿Cómo han modificado las tecnologías de información y comunicación (TICs) las relaciones intergeneracionales en los procesos de decisión para innovar? (HEGEDÜS, CIMADEVILLA eTHORNTON, 2008, p.192). Trata-se de um horizonte no qual a inovação difundida e adotada em escala massiva será coisa do passado. Mas as resistências teóricas vêm de longe. Recordamos que, em abril de 2002, quando Gaëtan Tremblay da Universidade do Quebec em Montreal organizou um debate que reuniu pesquisadores de posições historicamente conflitantes como Armand Mattelart, Ewerett Rogers e Jesús Martín-Barbero no I Colóquio Pan-americano, as posições de dissenso se mostraram cristalizadas. O evento que havia sido originalmente marcado para 11 de setembro de 2001, teve que ser postergado pelo 203

acontecimento das torres gêmeas. O adiamento não tirou emoção e nem diminuiu a expectativa frente ao inusitado da proposta articulada. Naquela tarde, depois dos breves vinte minutos em que Ewerett Rogers (o último a falar) comentou seu otimismo com relação à apropriação da Internet e ofereceuo exemplo de uma menina mexicana que ali buscou ajuda para sua enfermidade, Mattelart e Martín-Barbero debateram-se longamente depois de intervenções pessoais de cerca de uma hora cada um. Contrariamente à renitência do belga quanto à assimetria dos receptores e o controle da mídia, firmou-se a conhecida posição do espanhol-colombiano quanto à capacidade das classes populares de traduzir e apropriar os conteúdos para seu mundo. E é assim que sintetizamos a relação entre as propostas de desenvolvimento e as metodologias de comunicação. Uma relação que conheceu os limites do participare e que pode narrar o naufrágio das esperanças de conquista ilimitada e dominação da natureza. Uma proposta que Evandro Ouriques (2009) sintetiza ao recordar a etimologia do termo des-envolvimento em língua portuguesa. Ele recupera a importância do desglose no qual o prefixo des junto ao termo envolvimento (involucrar em Castelhano) permite recuperar a plenitude da vinculação com os homens, a sociedade e a natureza. Bibliografia ALMEIDA, J. A. de J. A extensão rural na perspectiva antropológica. Ciência Florestal, v.2, n.1, 1992. p. 133-9. BERGAMASCHI, M. A.; DIAS, F. P.. Kãki Karan fã: reflexões acerca da educação escolar indígena”. In: RS Índio: cartografias sobre a produção do conhecimento. Porto Alegre: EDIPUCRS, 2009. p.91103. BRASIL. Ministério do Desenvolvimento Agrário. Política Nacional de Assistência Técnica e Extensão Rural. Brasília, 2008. DOWNING, J. Mídia radical. Rebeldia nas comunicações e movimentos sociais. São Paulo: SENAC, 2002. DUARTE, J.; CASTRO, A. M. G. de. Comunicação e tecnologia na cadeia produtiva da soja em Mato Grosso. Brasília: Embrapa Informação Tecnológica, 2004. FREIRE, P. Pedagogy of the opressed. Nova Iorque: Continuum, 2000. GUMUCIO-DAGRON, A.; TUFTE, T. (Coord.). Antología de comunicación para el cambio social: lecturas históricas y contemporáneas. Nova Jersei (EUA): Communication for Social Change Consortium, 2008. HEGEDÜS, P.; CIMADEVILLA, G.; THORNTON, R. Difusión de innovaciones. Vigencia y obsolescencia de un modelo pragmático. In:THORNTON,

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Capítulo III Políticas de Gestión, Prácticas y Procesos

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La participación ya no es lo que será. Discursos y prácticas de participación y comunicación entre el siglo XX y el XXI Gabriel Kaplún El siglo XX fue, entre otras muchas cosas, un siglo de luchas por la participación. Es posible leer mucho de lo sucedido desde esa clave. Sindicatos, partidos, movimientos feministas, étnicos, intelectuales o artísticos, buscaron ensanchar caminos por los que pudieran entrar más gente, ejerciendo su derecho a incidir y decidir en sus propias vidas y en los asuntos que los afectan. La participación fue la palabra de toque en los más diversos ámbitos: de la casa al barrio, de la escuela al trabajo, del partido al gobierno, de los medios a la comunicación. Y en el siglo XXI, la participación, ¿pasó de moda? ¿O se ha convertido en una moda más que, como tal, ya no incomoda a nadie? ¿Qué vigencia tiene la participación como clave de interpretación y de acción hoy? Seguro que no hay una respuesta única a esas preguntas. Y menos todavía, única para cualquier sociedad y para todos los ámbitos sociales. Pero creo que es una cuestión que nos sigue desvelando y apasionando a muchos que venimos del siglo XX y, parece, a muchos que son casi nativos del XXI. Propongo entonces recorrer, del siglo XX al XXI, algunos caminos seguidos por ese luminoso y oscuro objeto del deseo llamado participación, en algunos ámbitos por los que he transitado, debatido, actuado. Me referiré especialmente a la dimensión comunicacional en juego en cada caso. En el barrio: a la búsqueda del vecino perdido A fines de los años 80 y comienzos de los 90 empezaron a desarrollarse varias experiencias novedosas de gobiernos locales, donde la participación aparecía como elemento central. Dos instrumentos principales se destacaban: la descentralización (participativa) y el presupuesto (participativo). Ambos referían a la forma en que se toman las decisiones y se establecen las prioridades, ambos buscaban que los ciudadanos se involucraran 209

en ello. En varias experiencias estas dos herramientas se articularon. En Montevideo, capital de mi país, la descentralización comenzó a implementarse en 1990 y lleva ya veinte años. Siempre tuvo un cierto componente de presupuesto participativo, aunque modesto y no con ese nombre, que recién fue adoptado en los últimos cinco años, junto a un mayor impulso a este aspecto. En los primeros años se construyó la institucionalidad básica de este proceso. Se dividió la ciudad en 18 zonas de entre 50 y 100 mil habitantes y en cada zona se creó un Centro Comunal, una Junta Local y un Consejo Vecinal. El Centro Comunal es un organismo administrativo, operativo y de gestión de servicios municipales; la Junta Local un organismo de representación política y el Consejo Vecinal un organismo de representación social. Este “trípode” (operativo / político / social) constituyó la columna vertebral del proceso descentralizador de Montevideo. El Consejo Vecinal era, para muchos, la clave de la participación. Por diversas razones -límites constitucionales, negociación política- se trata de organismos consultivos, sin capacidad de resolución final, pero se esperaba que tuvieran un “poder moral” importante de todos modos. Tienen entre 25 y 40 integrantes electos por los vecinos de cada zona en elección abierta voluntaria. Las candidaturas pueden ser propuestas por organizaciones sociales de la zona o con la firma de diez vecinos. En las elecciones de los Consejos Vecinales, convocadas cada dos o tres años (seis veces desde 1993), ha participado entre el 5 y el 25 % de la población de cada zona, 10 % promedialmente. A partir de 2006 esta elección se sumó la del Presupuesto Participativo, en que los vecinos pueden elegir, entre un conjunto de proyectos propuestos por grupos o personas de la zona, cuáles serán realizados: desde un gimnasio a una plaza, la colocación de un semáforo o un centro cultural (IMM 2010). Con altos y bajos, el promedio de 10 % de votantes sobre el total de habilitados para hacerlo no ha variado demasiado en estos veinte años. También las diferencias por zonas, con niveles generalmente más altos en la periferia pobre que en los barrios de clase media y alta. Esa proporción es parecida a la de otros países con experiencias similares, como Porto Alegre o Sevilla (véase www.presupuestospartici-pativos.com). Para quienes hemos hecho de la participación el eje de tantos proyectos y desvelos, esos números nos dejan siempre pensando. ¿Son pocos o muchos? Pocos si los comparamos con nuestras expectativas iniciales, que querían ver como existente, o 210

al menos rápidamente articulable, un tejido social activo y organizado que se vería atraído masivamente por la posibilidad de decidir e incidir en la gestión municipal. La descentralización abriría canales para la participación de ese tejido social, deseoso de hacerlo. Ambos supuestos, el de la organización y el del deseo de participar eran, en parte, problemáticos. Los grupos y organizaciones vecinales y sociales de Montevideo tenían una gran riqueza, sin duda, pero también muchas debilidades. O, quizás, simplemente no eran lo que nos hubiera gustado que fueran: organizaciones estables, con objetivos más o menos claros, con capacidad de organizar y convocar a los vecinos de su zona. Esa imagen se correspondía, tal vez y en parte, con otras organizaciones como los sindicatos, pero bastante menos con las organizaciones vecinales y sociales de base territorial. Estas suelen constituirse para resolver un problema concreto y decaer o desparecer si no lo logran… y también cuando lo logran (Ever 1984). Es difícil que miren más allá y más acá de ese problema concreto, y su capacidad de convocatoria y articulación del resto de los vecinos suele ser limitada. La descentralización surgió entonces más como un movimiento “desde arriba”, desde el Estado, que a partir de una demanda “desde abajo”, desde la sociedad y sus organizaciones (Kaplún 1998). (En algunas versiones de cuño neoliberal la descentralización fue incluso un movimiento orientado a la privatización de servicios públicos. Esto significó en muchos casos que los ricos se aseguran mejores servicios y los pobres tuvieran que hacer mucho trabajo voluntario, mucha “participación” para sostener los suyos.) Un segundo supuesto implícito de la descentralización era el deseo de participar de las organizaciones y de las personas que, encontrando el cauce adecuado, se volcaría a la experiencia. Pero fuimos aprendiendo que la participación no era tan deseada y que las formas deliberativas ofrecidas por los Consejos Vecinales no resultaban tan atractivas para muchos. Más cuando el resultado de esa participación no tenía un correlato rápido y concreto en soluciones a los problemas planteados, dependientes muchas veces de un aparato municipal lento e ineficiente. Si por participación entendemos decidir y actuar colectivamente debíamos confesarnos que, en la vida cotidiana, a muchos participar no nos entusiasma tanto como pregonamos. ¿Cuánto nos gusta juntarnos con los vecinos del edificio para resolver cuestiones como la limpieza o la pintura, en discusiones que a veces se extienden y empantanan? 211

Frente a esto la cultura clientelista tradicional ofrecía respuestas que podían parecer más eficientes. Esa cultura se expresa ahora bajo nuevas formas. Por ejemplo cuando una señora pide y obtiene el voto de sus vecinos para el Consejo Vecinal porque ella tiene amigos entre los jerarcas municipales que la ayudarán a resolver los problemas del barrio. En el Consejo Vecinal buscará ampliar esa red de influencias y asegurar que, entre las prioridades de la descentralización, su barrio no pierda terreno (Martínez 2002). Tal vez en las deliberaciones del Consejo la señora empiece a valorar la nueva propuesta de participación, o tal vez contribuya a su desvalorización. En el camino se fue dando una gran riqueza de experiencias, donde miles de personas invirtieron mucho de sus vidas en discutir y hacer juntos, pensando el barrio, negociando prioridades. Más recientemente, con el nuevo mecanismo del presupuesto participativo otros muchos salieron a pedir firmas para presentar una propuesta, la llevaron a una asamblea, la discutieron con técnicos municipales, hicieron campaña por ella en el barrio o fueron a votar la propuesta que otros realizaron. Esos vecinos no sólo han “participado”: han aprendido y crecido, han hecho ciudad y ciudadanía (Kaplún 2010). Un problema adicional es de la institucionalización o municipalización de los procesos de organización social. La descentralización podía ser un estímulo para organizarse, al (intentar) obligar a canalizar las demandas vecinales en este formato. Pero esa canalización podía limitar la autonomía de las organizaciones: su agenda temática y sus tiempos de acción podían empezar a quedar atadas a los ciclos de planificación estatal, algo que en muchos casos ocurrió. En la misma dirección empujó otro proceso desde los años 90: la oenegización de muchas organizaciones, que para conveniar con el estado o acceder a financiamiento externo adoptaron una nueva forma jurídica que terminó modificando mucho su estructura y su acción. Su disyuntiva ya no está tanto entre reivindicar derechos o pedir favores al estado, sino más bien en gestionar recursos y sobrevivir en el mercado de los convenios y proyectos (Kaplún 2004). Pero debajo de estas nuevas formas institucionales sobreviven también las tradiciones organizativas anteriores. Una ex obrera con experiencia sindical es la principal organizadora de una comisión vecinal; un viejo anarquista es el gran impulsor de un movimiento que denuncia un problema ambiental en un barrio y termina incidiendo en cambios mayores en normativas industriales y urbanas (Kaplún et. al. No se trata de procesos masivos sino de 212

una multiplicidad de microprocesos. No se dibuja una estrategia sino muchas tácticas. No hay elecciones masivas, sino muchas decisiones cotidianas. Desde nuestro oficio de comunicadores, procesos como la descentralización y el presupuesto participativo han recibido demandas casi siempre orientadas a buscar esa esquiva masividad. Suele pensarse que, si se le “agrega” suficiente comunicación serán procesos más masivos y exitosos, aunque la profesionalización de las campañas no logró aumentar mayormente el número de votantes. Sin desconocer la utilidad de las campañas y de los muchos medios que pueden desplegarse en ellas, creo que la cuestión principal no está allí. De lo que se trata, más bien, es de entender que la descentralización o el presupuesto participativo son, en sí mismos, dispositivos de comunicación. Esto se comprender mejor si aclaro que entiendo por comunicación no sólo transmisión de información, sino producción de vínculos y sentidos. Lo que buscan estos procesos es, por un lado, el establecimiento de nuevos vínculos: entre el gobierno y los ciudadanos, entre la ciudad y sus habitantes, entre vecinos “organizados” o “no organizados”. Y a partir de esos nuevos vínculos se busca producir, colectivamente, sentidos compartidos de bario, de municipio, de ciudad. Se trata, en fin, de intentos de construcción colectiva del deseo. Porque cuando un vecino dice que esto es más necesario que aquello, en el fondo está diciendo que esto es más deseable que aquello. En este intento de construir sentido, la descentralización de Montevideo tuvo también una dificultad comunicacional inicial y que se mantuvo en el tiempo: lo difícil que resultaba y resulta descifrar su institucionalidad. Centro Comunal, Junta Local y Consejo Vecinal han sido, para muchos ciudadanos, un conjunto indiferenciado, difícil de distinguir. Ya en los 90 se discutió la posibilidad de agregar a todo ello una figura más, la de los Alcaldes, que serían la cabeza visible de cada zona. La idea, abandonada inicialmente, retornó recientemente y acaba de tener un fracaso electoral similar al de los Consejos Vecinales. Las explicaciones son este caso más complejas y no puedo reseñarlas todas aquí, pero tienen un elemento en común con los procesos anteriores: lo difícil que resulta construir identidades y vínculos en la ciudad. El proceso de descentralización implicó la constitución de nuevas entidades políticas y sociales a partir de espacios geográficos delimitados de un modo relativamente artificial. Pero nuevas entidades no implica automáticamente nuevas identidades. 213

Igual que en otras ciudades, muchos barrios han perdido o nunca tuvieron una fuerte “identidad”, en el sentido de ser un referente con el que identificarse. Como en otras ciudades los procesos migratorios, los desplazamientos interurbarnos y los cambios en la vida cotidiana han hecho que el vecindario deje de ser en muchos casos una referencia clara en la vida de la gente. El vecino es un desconocido y el propio barrio puede llegar a no tener un nombre o ser nombrado de diversas maneras. Muchos, y especialmente los más jóvenes, simplemente no se sienten “vecinos”, no es esa una categoría que los interpele (Fraiman y Rossal 2009). En más de un caso la identificación con el barrio es incluso negativa: se está de paso o se cree estarlo, esperando que lleguen tiempos mejores para poder irse a otro sitio. En estas condiciones el tejido organizativo suele ser débil, porque ¿para qué organizarse en torno a algo inexistente o rechazado? La construcción o reconstrucción de símbolos, nombres, historias, personajes o espacios vecinales es entonces un área de trabajo importante para la comunicación local. Desde exposiciones de viejas fotografías a la revitalización de espacios recreativos y eventos festivos o la recuperación de historias locales, pueden jugar un papel tanto o más importante que la campaña masiva electoral, si de apropiarse de la ciudad se trata. A lo largo de estos veinte años Montevideo y los montevideanos hemos ido construyendo y perdiendo vínculos. En las organizaciones sociales y los Consejos Vecinales. En el naufragio de la crisis económica que golpeó al país en los primeros 2000 y en el “rescatarse” posterior. En el voto progresista y en los hábitos conservadores. Levantando rejas o banderas, miedos o esperanzas. En las calles y en las plazas, en la televisión o en Internet. En medio de todos esos vínculos y desvínculos, sentidos y sinsentidos, han jugado experiencias tan ricas y complejas, tan con el viento a favor y tan a contramano como la descentralización y el presupuesto participativo. En el trabajo: discursos gerenciales y paradojas organizacionales La configuración dominante para construir y pensar las organizaciones de trabajo en el siglo XX fue el modelo burocrático-mecanicista (Mintzberg 1990), que tuviera su expresión máxima en el taylor-fordismo. Entre sus principios se cuentan la estructura jerárquica, la centralización de las decisiones, 214

la división de funciones, la estandarización de procedimientos, la planificación y el control continuo, la priorización de la eficiencia económica. Estos principios tuvieron y tienen tal fuerza que para mucha gente eran y son todavía sinónimos de organización. Bastante antes de que terminara el siglo pasado este modelo comenzó a ser cuestionado no sólo por los críticos de fuera sino también desde dentro, por los costos y pérdidas ocasionadas por su rigidez, su dificultad para adaptarse a contextos y demandas cambiantes o la baja motivación que generan en quienes trabajan en ellas. Comenzó entonces la búsqueda de soluciones y alternativas, que se convirtieron en un buen negocio, desde las consultorías a los manuales de autoayuda empresarial. Calidad, excelencia, reingeniería.... Entre el fárrago de términos y modas que recorren la literatura del management, parecen destacarse dos tendencias -generalmente convergentesque apuntarían a un cambio de fondo respecto al modelo con el que fueron construidas la mayor parte de las organizaciones desde la revolución industrial. Pueden sintetizarse en palabras “simples”: participación y compromiso, a las que suele sumarse comunicación. “Compartir el poder” puede ser una de las recetas. Compartir el poder... pero no mucho. “Alinear la capacidad pensante de los trabajadores tras los objetivos de la empresa”, pero no de definir conjuntamente esos objetivos. Este tipo de discurso parece estar más interesado en el compromiso que en la participación. Para eso en las última décadas del siglo XX comenzaron a realizarse esfuerzos para identificar la “misión” de cada organización y unir en torno a ella al conjunto de las personas que la integran. Las empresas demandan entonces mucho más que trabajo a cambio de un salario: reclaman el alma del trabajador (Mintzberg 1990). Se buscó “cambiar el significado de los negocios, de ser un instrumento de los dueños para ganar dinero y que emplea a otras personas como instrumentos de la organización para lograr tal fin, a ser algo más parecido a una comunidad con una razón” (Handy 1997). Así, los planes centrales y la estandarización de procedimientos serían sustituidos por creencias y valores compartidos, por la adhesión a una ideología, la comprensión de la “filosofía de la empresa”. La ideología aparece recubriendo al modelo tradicional, aunque no cambie su esencia. Alimentar una cierta “mística” empresarial puede ser útil para vender hamburguesas. 215

Y aquí la comunicación aparece siempre como un componente clave, apuntando generalmenente en dos direcciones: Romper el aislamiento de los dirigentes respecto a la base de su organización y respecto al contexto en que esta se mueve, aspectos que suelen converger dado que es esa base la que está en contacto cotidiano con el exterior. Los dirigentes, parapetados tras sus escritorios, reciben informes escritos que le dicen mal y tarde lo que sucede en su organización y en su entorno, pero rara vez entran en contacto directo con ese medio y “no pueden ver lo que está pasando en la planta baja de su organización, allí donde los producto son (se supone) fabricados y los clientes atendidos” (Mintzberg 1996). Se trata entonces de romper barreras, salir afuera y crear o activar canales de comunicación ascendentes y de entrada, que complementen los más habituales descendentes y de salida. Favorecer la comunicación horizontal, especialmente para la búsqueda de la innovación. Facilitar al máximo el intercambio parece condición indispensable para activar la creatividad. “Hacemos todo para que las personas se encuentren y se hablen” decía un gerente de una empresa del Silicon Valley. Para ello procuran que cada unidad sea suficientemente pequeña como para que todos puedan conocerse, priorizan los espacios comunes más que las oficinas individuales y el encuentro cara a cara en vez del teletrabajo (Vézina 1999). La decadencia del modelo taylor-fordista, la “era posindustrial” y la “sociedad de la información” parecieron abrir perspectivas nuevas en el terreno organizacional. Y sin duda hubo y hay cambios, pero parece que más ambiguos, modestos y/o distintos de lo que se esperaba. El tema de la participación se ha convertido en una moda que ya no parece pasajera en la literatura organizacional. Pero basta mirar a nuestro alrededor y preguntarnos cuántos de nosotros trabajamos en -o al menos conocemos- organizaciones que apliquen efectivamente estos criterios, para darnos cuenta que, por el momento y al menos por estas tierras, parece que se trata fundamentalmente de “progreso manuscrito”. La realidad parece seguir mostrando la persistencia de los modelos jerárquicos y de la organización mecanicista: los intentos participativos son demasiado pequeños y poco consistentes, fracasan con demasiada facilidad, las jerarquías se asustan y prefieren retroceder. Ya a fines de los 70, tras los primeros ensayos participativos, un directivo de una gran empresa norteamericana 216

planteaba el problema en estos términos: “Los temas de la participación no se restringen necesariamente a esos pocos asuntos que la dirección considera de interés directo y personal para los empleados. Un plan (participativo) no puede mantenerse por largo tiempo sin que sea reconocido por los empleados como manipulador o conduzca a expectativas de una participación más amplia y significativa. ¿Por qué sólo nos preguntan sobre planes para pintar la fábrica y no sobre la sustitución de ese viejo equipamiento o la reorganización del instrumental? Y una vez que se ha demostrado (o que se cree haber demostrado) que se es competente en, por ejemplo, reordenar el local de trabajo, y cuando la participación se ha convertido en una actividad consciente y con apoyo oficial, los participantes pueden muy bien querer pasar a los temas de asignación de tareas, distribución de recompensas e, incluso, selección de los responsables. En otras palabras, el actual monopolio del control de la dirección puede llegar a ser, él mismo, objeto de discusión. (citado por Edwards, 1979).” Un objeto de discusión que se ha mostrado poco dispuesto a serlo... Más allá de los discursos, los dispositivos y prácticas concretos muestran su ambivalencia. Las nuevas tecnologías facilitan la flexibilidad... para hacer más prescindible y remplazable la mano de obra. Las redes facilitan la “interactividad”... y potencian la vigilancia. La descentralización puede ser un nuevo modo de centralizar y el empowerment un nuevo modo de hacer perder poder (Mintzberg 1996). Parecería que, tal como algunos temían, los cambios van mayoritariamente y en el “mejor” de los casos, en dirección a una retaylorización informatizada, que acentúa el control en vez de la participación. No era -no es- la única opción. En el modelo dominante cada elección tecnológica, o cada uso específico de una nueva tecnología, se justifica tanto o más en función de la preservación de poder que del aumento de la productividad. (Fernández Enguita 1988) Y luego todo consiste en que la gente se adapte a la nueva tecnología, en que aprenda a apretar correctamente los botones sin moverse de su sitio, en lugar de generar, adoptar y desarrollar tecnologías “que promuevan la movilización de las competencias de los trabajadores” (Massera 1998). La organización posmoderna, se dice, implica cambios profundos frente a la organización jerárquica, burocrática y mecanicista tradicional. Las fronteras entre el adentro y el afuera tienden a difuminarse: tercerizaciones, alianzas y redes informáticas vuelven borroso el límite con el contexto. A la 217

estructura piramidal-funcional se le presentan como alternativa estructuras matriciales y en red. A la rigidez y centralización, la flexibilidad y la descentralización. El trabajo es ahora una actividad y no tanto un lugar específico con horarios rígidos. Ya no se ofrece seguridad en el empleo, sino “empleabilidad”. La unidad de mando es sustituido por dependencias múltiples. El control se internaliza y se vuelve autocontrol. La integración y la polivalencia reemplazan la especialización y la división del trabajo. Ya no se piensa la organización como una máquina sino como un organismo vivo: frente al valor de la disciplina y la conservación se levantan los de la creatividad y el cambio (Schvarstein 1998). Pero aunque los mecanismos de control se han vuelto más sutiles, el principio de subordinación a la autoridad en el fondo no ha cambiado. Sólo que ahora se le ha agregado el “compromiso”, la energía psíquica volcada como nunca antes a la organización y que puede terminar “quemando” a los individuos que se comprometen con ella. (Aubert y Gaulejac, 1991). Autonomía, “empowerment” y trabajo en equipo pueden no ser más que “técnicas confirmatorias del orden instituido antes que valores determinantes de un nuevo orden instituyente”. “En la medida en que no se modifique la apropiación del producto del trabajo humano, en la medida en que persistan y se acentúen las diferencias generadas por los actuales modos de distribución de la riqueza, toda diferencia ente discurso moderno y posmoderno será de naturaleza meramente retórica.” Al final resulta que “ha pasado la época de la represión física y manifiesta, pero estamos frente a una sociedad dual, que divide a los que están adentro del sistema y quienes quedan afuera. En ella, el desempleo estructural, la concentración de la riqueza y la exclusión de un número cada vez mayor de personas inclinan tanto la balanza del poder del lado de la organización y del capital, como lo estuvo en los comienzos de la Revolución Industrial” (Schvarstein 1998). Para los excluidos ni se habla de autonomía y participación: sólo de autoempleo y precarización. Y entre los incluidos cunde el terror al desempleo y se está dispuesto a aceptar reducciones salariales y condiciones de trabajo “flexibles”. En este contexto, sin embargo, la moda del compromiso y la comunicación, la moda “participacipacionista” en el discurso empresarial, abren una brecha ambigua pero útil para empujar en una dirección de cambio profundo, de empoderamiento real. Mostrar las contradicciones entre ese discurso y su práctica habilita

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para proponer coherencia. Ello no garantiza su cumplimiento, pero facilita una discusión y legitima una posibilidad. Se abre entonces un camino interesante para quienes seguimos pensando que la participación implica el derecho a decidir lo que realmente importa. Para trabajar en lo organizacional desde esta perspectiva crítico-transformadora una práctica útil es salir a cazar paradojas organizacionales, descubrir las ineficiencias del eficientismo, mostrar las contradicciones entre discursos y prácticas. Para ello alcanza a veces con tomarse en serio los documentos oficiales de las empresas, y empezar a ver qué pasa realmente con el trabajo en equipo, la calidad, la atención centrada en el cliente, la gestión participativa, o la comunicación de doble vía, que figuran en tantos de esos documentos. Se puede, entonces, ofrecer herramientas para acortar la distancia entre esos documento y las prácticas organizacionales: herramientas metodológicas, de comunicación, etc. Algunos rechazan el ofrecimiento, claro, aunque generalmente de modos sutiles y con buenas coartadas, porque no queda bien negar de plano lo que el discurso organizacional de moda y el suyo propio dicen. Otros abren la puerta a ensayos más o menos profundos. Algunos sólo se interesan cuando perciben el costo económico de las paradojas organizacionales posmodernas. Por ejemplo los de las organizaciones cada vez más expertas en sonreír hacia afuera mientras chirrían las broncas internas, que al final pierden clientes hartos de buena publicidad pero mal servicio. Organizaciones como las cooperativas o las ONG suelen encontrar otros alicientes. Recuperar o abrir participación y comunicación dialógica puede ser para ellas reencontrarse con parte de su identidad fundacional, muchas veces perdida u olvidada en la batalla por la sobrevivencia, lo que suele conducirlas más o menos lentamente a la muerte.* En la escuela: pedagogía del aburrido, civilización y barbarie La educación ha sido definida como un dispositivo de transmisión cultural de las generaciones mayores a las más jóvenes (Durkheim 1999), como aparato de estado funcional a la dominación de clases (Althuser 1974), como dispositivo de reproducción de las desigualdades (Bourdieu y Passeron 1979). Pero también como espacio de práctica de la libertad (Freire 1969) o como foro de debate de la cultura (Bruner 1997). O, también,

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como campo de conflictos y contradicciones, de tensiones y resistencias (Giroux y Mc. Laren 1994). Algunos prefieren distinguir escolarización de educación. La primera sería la repetición de relaciones preestablecidas, la segunda la creación de relaciones posibles (Calvo 1997), comprendiendo tanto las relaciones entre conceptos como entre personas. Así, unos harán del espacio educativo un lugar donde se enseña verdades eternas y se establecen roles fijos (el que sabe y el que no sabe) y otros usarán el espacio educativo como lugar para pensar y dudar, para compartir saberes. Estos distintos modos de entender la educación -y de practicarla- implican un debate sobre la participación en el saber y la cultura. Desde los años 60, especialmente en América Latina, diversos movimientos han confluido en la búsqueda de ampliar la participación. Así como la cuestión de la descentralización intenta repensar la díada gobernante-gobernado, las pedagogías críticas son un intento de repensar la díada educador-educando, buscando reconocer o promover la emergencia de una ciudadanía educativa compartida por ambos, lo que no niega roles diferenciados ni diferencias de poder y de saber. Las pedagogías críticas han significado, además, un esfuerzo sostenido por construir alternativas educativas desde los dominados. La pedagogía del oprimido, como la llamó Freire, articula lo pedagógico con lo político. Cuarenta años después, caídos tantos muros y levantados tantos otros, la pedagogía crítica se encuentra con desafíos que no había imaginado. Por ejemplo: El desafío generacional. Se ha dicho más de una vez que ya no son los adultos que enseñan los jóvenes sino los jóvenes que enseñan a los adultos, porque ellos conocen más del mundo en que vivimos que nosotros, que nacimos en otro que ya no existe (Mead 1971). El paradigma durkheimiano quedaría así derrotado. Hay que intentar educar para la incertidumbre, para lo desconocido. En algunas “asignaturas”, como la audiovisual y la tecnológica parece especialmente cierto que ellos saben más, o saben cosas que nosotros no. En otras no tanto.... pero son tal vez las que menos les interesan. La distancia entre el mundo adulto y el juvenil se agranda en los sistemas educativos. Algunos educadores reaccionan burocráticamente desde la tradición transmisiva, “bancaria”, como diría Freire. En general sus alumnos bostezan, como ante leones de circo pobre (Torres 2008). Otros buscan mimetizarse con el mundo adolescente-juvenil, pero el disfraz se les nota y despierta la sonrisa burlona de sus alumnos.

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Más que una pedagogía del oprimido, aquí el problema es encontrar una pedagogía del aburrido (Corea y Lewkowikz, 2004). El autoritarismo perdido. En este contexto, la pedagogía crítica a veces se encuentra dando palos de ciego frente a un autoritarismo que ya no está, una violencia simbólica (Bourdieu y Passeron 1979) que ya no se ejerce. La rebelión contra la imposición pedagógica pierde sentido cuando “al profe nadie la da pelota”, nadie le presta mucha atención ni le tiene miedo. Su poder radica todavía, hasta cierto punto, en la evaluación, por lo que muchos estudiantes sólo quieren que el docente les de, lo más masticado posible, lo necesario para cumplir con los requisitos formales, “lo que va para el examen”. Muchos docentes se desesperan. Sienten que, así, la escuela se convierte en un simulacro educativo: “nosotros hacemos como que enseñamos y ellos hacen como que aprenden” (Kaplún 2008). Otros comparan: “Los estudiantes de hoy no se responsabilizan por su aprendizaje. Nosotros, en cambio....” ¿En cambio qué?, les pregunto. “Nosotros éramos más obedientes”73. El autoritarismo docente tenía su correlato en esa obediencia. Si la obediencia desaparece el autoritarismo se resquebraja. Pero lo que queda en su lugar no parece ser la autonomía de los estudiantes en el espacio educativo. Tampoco puede verse una resistencia allí. Nadie funda ya la sociedad de los poetas muertos. Como propone Villasante (2006:167): no dicen sí (conductas conversas) ni dicen ¿por qué? (subversivos). Se limitan a decir no (conductas perversas) o “sí pero no” (reversivos). Sobre todo esto último: sí pero no. Sí vamos a la escuela, pero no nos interesa mucho. Sí estamos en clase, pero no estamos. El desafío tecnológico. Internet llegó a la escuela primero por la ventana. Ventana por la que se iban los alumnos que estaban con su cabeza en otra cosa, lejos del aula. Un distractor más, como la televisión y otros consumos. Cuando finalmente entró por la puerta muchos docentes no supieron qué hacer. El caso del Plan Ceibal en Uruguay -una computadora por niño- ha sido un gran banco de prueba para verlo (Rivoir 2009). Algunos docentes -muchos- decidieron no hacer nada. La computadora casi no se usa en el aula. Tal vez sí en la casa, como cada uno quiera. Otros vieron allí principalmente una gran biblioteca y fuente de manualidades: busco, recorto y pego. Otros vieron también una potente herramienta creativa: escribo, dibujo, fotografío, filmo, invento. Y algunos, finalmente, una gran

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En una reunión con docentes de la Universidad Católica de Valparaíso en mayo 2010.

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herramienta de comunicación: publico, comparto, comento, edito, dialogo, construyo con otros, lejanos o cercanos. Cuando la educación es a distancia o semipresencial e internet es el medio de comunicación, sucede algo similar. Suele haber más materiales que foros y más foros que verdaderos debates. El desafío tecnológico no está sólo ni tanto en el uso de la herramienta, en su dominio técnico. El desafío para la educación es el sentido de su uso. Las TIC son tecnología de información, pero también de comunicación, su aspecto más vinculado a la participación y tal vez el menos usado todavía en la educación. Pero también la participación puede vaciarse. En estos días acaba de tener el más exitoso fracaso una convocatoria vía Facebook para faltar a clases en la enseñanza secundaria en Montevideo. Más de 25 mil adhesiones en la red, una larga y confusa discusión sobre para qué era que íbamos a hacerlo y, finalmente, menos de 50 personas en el punto de encuentro (La Diaria 2010). Toda la fuerza y toda la debilidad de la eparticipación condensada en 15 días. Una burbuja en internet, que se pinchó en el parque. ¿Tecnología del aburrido? (En cambio, otras convocatorias similares fueron tan exitosas en la realidad real como en la virtual, desde el atentando de marzo 2003 en España a la campaña electoral de 2009 en Uruguay. ¿Tal vez tenían más contenido, tal vez otra marca generacional?) El desafío intercultural. Los sistemas educativos latinoamericanos se expandieron en las últimas décadas y llegaron a ellos muchos alumnos no previstos, sobre todo en el nivel medio y superior. Demasiado pobres y, sobre todo, con un capital cultural que no era el estipulado. En algunos países, además, se incorporaron, en todos los niveles, los pueblos originarios que habían sido excluidos de hecho. Entraron primero por un sistema paralelo bilingüe. En el caso boliviano terminaron impulsando la obligación de incorporar los idiomas originarios al resto del sistema educativo. Frente a la llegada de los pobres y los indígenas los sistemas educativos han intentado, con mayor o menor éxito, “civilizar a los bárbaros”, como preconizaba Sarmiento, uno de los fundadores de la educación latinoamericana. En los últimos años, los bárbaros los desbordaron. Los más pobres en general engrosando la legión de los aburridos, pero de modos bastante violentos. Entre otras cosas porque saben que la educación no cumplirá su promesa de darles ciudadanía y trabajo. Los pueblos originarios, según los casos, sumándose simplemente a los pobres 222

de trayectos educativos cortos, o bien, como en Bolivia, desafiando la lógica colonial y recordando que las “minorías” son los blanco-mestizos y no los indios. En ambos casos el desafío es el de la interculturalidad. Que no es la tolerancia multicultural, la aceptación de que los otros tengan su espacio sino la posibilidad de entender lo que el otro tiene para decirnos. Y lo que podemos aprender de ellos. En la tradición latinoamericana de la pedagogía crítica, en la educación popular que reconoce en Paulo Freire a su referente principal, esto no es del todo fácil. La distinción entre el pensamiento mágico de los sectores populares y el pensamiento científico que la educación debía generar, contenía una negación de la posibilidad del otro como un sujeto epistemológico. Pensamiento científico, aunque sea crítico, es también pensamiento occidental. Tal vez por eso, hace ya unos años, un viejo profesor universitario aymara me decía: “Paulo Freire es nuestro amigo, pero hay cosas que él no entiende...”74 Frente a los pobres/violentos que invaden las aulas, muchos docentes progresistas oscilan entre el desconcierto, el desaliento y el intento civilizatorio. Tanta desigualdad sumada a tanta diferencia (estéticas, lenguaje, música, vidas) resulta demasiado. Pero no hay modo de civilizar a estos bárbaros si primero no escuchamos su sorda grito desesperado y somos capaces de entender lo que dice de ellos y de nosotros. Y entender que su potencia expresiva puede ser el punto de partida de una creatividad desconocida (véase Kaplún 2008). Igual que en otros ámbitos, pero tal vez más, la participación en la educación no es sólo una aspiración ética, sino también una condición de eficacia. El aprendizaje es un proceso personal y social de construcción de conocimientos, y no un acto pasivo de recepción. Se aprende en la interacción con otros, se aprende al comunicarse, porque el lenguaje estructura el pensamiento (Vigotsky 1979). En el siglo XXI la participación en la educación puede -y si quiere persistir debe- encontrar caminos nuevos. Caminos para reencantar el mundo de los aburridos, sin palos de ciego para un autoritarimo fantasmal. Que aprovechen toda la potencia expresiva y comunicativa de las tecnologías. Donde el otro no sea alguien a civilizar sino alguien con quien aprender. Y, por supuesto, alguien a quien enseñar. Porque si la educación renuncia a enseñar -como parece hacerlo en muchos casos- cierra definitivamente posibilidades de aprender. 74

En un curso en la Universidad Pública de El Alto.

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En los medios: entre el estado y el mercado, inventar otra comunicación Ya casi sin espacio no quiero dejar de hacer al menos una mención a la participación en los medios, tema ineludible para nuestro oficio de comunicadores. En América Latina muchos son los “apellidos” de la comunicación que han rondado esta cuestión de un modo u otro: comunicación alternativa, popular, para el desarrollo, comunitaria… y por supuesto comunicación participativa. Ya escribí antes sobre estos apellidos, sus orígenes, diferencias y convergencias (Kaplún 2007). Quiero rescatar aquí sólo algunos aspectos. Los discursos y prácticas que usan ese apellido – comunicación participativa- aluden por un lado al modelo de comunicación en juego. Buscan romper con el modelo de pocos emisores y muchos receptores, apuntando a una comunicación dialógica, donde cada vez más puedan ser también emisores o emirecs75, emisores y receptores a la vez, inter-locutores. Una comunicación “horizontal”, que rompa con el verticalismo de la transmisión unidireccional. Se proponen también modelos intermedios, como los centrados en la prealimentación, el partir de la escucha atenta al otro para incorporar su mundo, sus intereses y deseos en mensajes en los que, crecientemente, ese otro pueda incorporarse también como productor. Suele ser aquí importante también la recuperación de lo grupal como espacio básico de comunicación humana y la comunicación entre grupos. Y se distinguen también niveles muy diversos de participación: en los mensajes, en la producción, en la planificación y gestión de los medios. Se rescata también la importancia de la comunicación interpersonal y grupal, más allá de los medios. Y se incorpora crecientemente las potencialidades que ofrece Internet, el medio que más abre la posibilidad de comunicar a muchos con muchos y romper el modelo de broadcaster –un emisor muchos receptoresdominante en los sistemas de medios tradicionales. Pero los medios tradicionales –prensa, radio, televisión-, siguen siendo muy importantes. En este terreno el final del siglo XX pareció casi enterrar el intento democratizador de un “nuevo orden mundial de la información y la comunicación” (Mc. Bride, 1980). Pero a comienzos del siglo XXI el tema ha vuelto a cobrar fuerza, desde los organismos internacionales (UNESCO 2008) y 75

Expresión acuñada por el candadiense Jean Cloutier y que retoma Mario Kaplún (1998).

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desde las políticas nacionales de comunicación, que convergen en una idea central: los sistemas de medios deben tender a un equilibrio entre el sector privado-comercial, el sector públicoestatal y el sector social-comunitario (Gómez y 2009). Este “tercer sector” rescataría la idea de que entre estado y mercado hay otros modos de construir sociedad, que entre la representación política y el consumo hay otros modos de construir ciudadanía. El sector comunitario tiene, en estas propuestas, un papel clave para una democratización de la comunicación democratizadora de la sociedad. Sería, justamente, la principal vía de entrada a la participación de la sociedad en los medios. Aunque el sector comunitario tiene una larga tradición en América Latina (Kaplún 2007), su presencia sigue siendo minoritaria en los sistemas de medios. Ampliar esa presencia, como propone el nuevo intento reformista, requiere, entre otras, una clarificación mayor del sentido mismo del sector, algo que no es obvio ni sencillo. A mi modo de ver hay al menos dos modos de definir lo comunitario en los medios. El primero refiere al término comunidad como una entidad preexistente, que sería la que gestiona los medios comunitarios. Cada medio tendría una comunidad de referencia, fácil y claramente identificable. Se trata en general de comunidades locales, con una delimitación geográfica y poblacional acotada y precisa. Hay otro enfoque posible que, sin dejar de priorizar lo local, planta lo comunitario más bien como un modo de pensar los procesos de cambio social profundo y, a la vez, democráticos, de “abajo hacia arriba”. En esta perspectiva lo comunitario sería una búsqueda por fortalecer el -con frecuencia debilitado- espacio social, reconociendo la importancia de la dimensión subjetiva y las identidades en los procesos empancipatorios (Santos, 1998). Un intento también por construir esfera pública, espacios de diálogo y debate ciudadano, donde los medios pueden ser nuevas “plazas para el encuentro” (Rey 1997), en el nivel local pero también en el nacional y global. Y por recuperar el origen mismo del término comunicación, no por casualidad compartido con el de comunidad: poner en común. La convergencia entre estos dos enfoques es posible y frecuente, pero también problemática. En el primero los medios son canales para la participación, en el segundo promotores de ella. Ambas cosas son necesarias y complementarias, pero el primer enfoque presupone la existencia de algo llamado “comunidad” difícil de encontrar en los espacios sociales concretos

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en muchas de nuestras sociedades, sobre todo cuando se trata de los grandes espacios urbanos. Aquí volvemos al principio de este texto. Igual que en las experiencias de descentralización participativa, se corre el riesgo de basar en un tejido social imaginario una política pública que busca canalizar/promover participación. Eso no significa que los esfuerzos democratizadores de la gestión de gobierno y de la comunicación no se justifiquen. Al contrario. Pero sí que debemos hacer un esfuerzo mayor pro comprender la sociedad de la que parten, su complejidad y diversidad. Sin eso no será posible construir la sociedad deseada, también múltiple y compleja. La participación será, seguramente, en el siglo XXI, un componente central de muchas utopías sociales. Sus formas y caminos heredarán las luchas del siglo XX, pero serán otras formas y otros caminos, o no serán. Bibliografía Althusser, Louis (1974) “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”. En Escritos. Laia, Barcelona, Laia. Aubert, Nicole y Gaulejac, Vincent de (1991) Le coût de l’excellence. Seuil, Paris Bourdieu, Pierre y Passeron, Jean Claude (1979) La reproducción. Elementos para una teoría de la enseñanza. Laia, Barcelona, Laia. Bruner, Jerome (1997) La educación, puerta de la cultura. Visor, Madrid, Visor. Calvo, Carlos (1997) “Sinergia educativa o escolarización”. Ponencia en IV Congreso Mundial de Investigación Acción Participativa, Cartagena de Indias. Corea, Cristina y Lewkowicz, Ignacio (2004) Pedagogía del aburrido. Escuelas destituidas, familias perplejas. Paidós, Buenos Aires. Durkheim, Emile (1999) “La educación, su naturaleza y su papel”. En Fernández Enguita, Mariano (ed.) Sociología de la educación. Ariel, Barcelona. Edwards, Richard (1979) Contested terrain. Basic Books, New York Evers, Tilman (1984) “Identidade a face oculta dos novos movimentos sociais”. En Novos Estudos, Nº4. Sao Paulo. Fernández Enguita, Mariano (1988) “Tecnologia e sociedade: a ideología da racionalidade técnica, a organização do trabalho e a educação”. En Rev. Educação e realidade, vol. 13 Nº 1, Porto Alegre Fraiman, Ricardo y Rossal, Marcelo (2009) Si tocás pito te dan cumbia. (Esbozo antropológico de la violencia en Montevideo). Ministerio del Interior-AECID-PNUD, Montevideo. Freire, Paulo (1969) La educación como práctica de la libertad. Tierra Nueva, Montevideo. Giroux, Henry y McLaren, Peter (eds.) (1994) Between Borders. Pedagogy and the politics of cultural studies. Routledge, New York. 226

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O processo de participação na comunicação popular e comunitária Cicilia M. Krohling Peruzzo Introdução Há diferentes vertentes no estudo da chamada comunicação popular, tais como a que enfoca as manifestações comunicacionais do campo do folclore e culturas populares, os programas popularescos e melodramáticos da mídia convencional e aquela gestada nos contexto dos movimentos sociais do âmbito das classes subalternas. Nós estudamos essa última perspectiva tendo como foco central a questão participativa. Em outras palavras, interessa-nos compreender as formas pelas quais a população participa do “que fazer” comunicativo no contexto dos movimentos sociais populares, comunidades e organizações congêneres. Apresentamos vários níveis possíveis de participação na comunicação. Os mais avançados encontraram mais dificuldades de serem efetivados dadas as nossas raízes culturais marcadamente inibidoras da participação ativa da população. Trata-se de um estudo bibliográfico, mas que se espelha também em experiências práticas apreendidas por pesquisas empíricas realizadas para a nossa tese de doutorado76 e posteriores a ela. Neste texto fazemos uma tentativa de síntese a partir de matrizes teóricas77 e, ao mesmo tempo, da observação de tendências recentes no tocante à participação popular na comunicação comunitária no Brasil. Comunicação popular e comunitária As expressões comunicação popular e comunicação comunitária têm sido usadas como sinônimo, às vezes, acrescidas 76 77

Publicada em livro: Comunicação anos movimentos populares (Peruzzo, 1998). As quais o espaço deste texto não permite detalhar, mas que se encontram em Peruzzo (1998).

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ou substituídas por outros adjetivos como alternativa, horizontal, participativa, radical etc. Embora na última década haja alguma especificidade em uma ou outra dessas manifestações, neste texto não pretendemos entrar nessa discussão78. Comunicação popular e comunitária refere-se a uma comunicação que vem do povo, que diz respeito ao povo. Mas, popular e povo são categorias de difícil utilização, dada a diversidade de interpretações existentes e a complexidade presente nas configurações das culturas populares79. Aqui a palavra povo é tomada como sinônimo de população, mas a partir de seus segmentos subalternos organizados e levando em conta todo o caráter plural, heterogêneo e histórico que lhe é condizente. Já o termo popular é usado para caracterizar uma comunicação vinculada “às lutas do povo” por melhores condições de existência, pela emancipação dos setores oprimidos da sociedade e contribuir no desenvolvimento social. Ocorre inserida na dinâmica dos referidos movimentos sociais e “comunidades” e se adapta e se transforma em conformidade com as suas necessidades de expressão e capacidade de organização. Portanto, vai assimilando as mudanças constituídas no meio ambiente onde se insere. Passa de uma postura de aversão aos meios massivos para outra que procura cada vez mais ocupar maiores espaços nos grandes meios de comunicação de massa e, nos anos recentes, apropriar-se deles e também das tecnologias digitais para uso próprio. Por nascer inserida nos movimentos sociais, um dos seus marcos está em se realizar ligada aos processos de educação popular, dentro de um momento da história do Brasil e da América Latina, em que diversos setores da população se mobilizam, se articulam e se organizam em grupos e associações para a defesa de seus próprios interesses, incluindo os meios de comunicação como parte dos processos de ação, tanto para efeito de melhorar a comunicação com seus públicos diretos, como para angariar simpatia para suas causas e ampliar as condições de nova hegemonia na sociedade80. Significa uma certa transparência da disputa pela hegemonia. É a presença de outra concepção de mundo e de outros componentes das culturas populares no cenário social, embora não seja um modo de comunicação predominante. Surge, em grande parte, em decorrência do controle dos meios de comunicação de massa pelas forças do poder econômico 78 79 80

Ver Peruzzo (2008; 2009). Ver González (1990). Sobre as Relações Públicas nos movimentos populares, ver texto específico da autora, (2009a).

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e político, num contexto em que predomina a manipulação das mensagens em favor dos setores dominantes. Representa um questionamento à estrutura convencional dos mass media. A população começou a “inventar” outros meios para se comunicar, chamados na época (anos 1970 e 80) de alternativos ou populares. A palavra alternativa foi perdendo sentido devido às novas conjunturas comunicacionais que foram se pondo com o fim das ditaduras militares na América Latina: não concretização da proposta de tornar-se realmente uma alternativa frente aos mass media e, simultaneamente, a incorporação progressiva pelos próprios mass media de muitas das bandeiras e temáticas, antes de domínio restrito aos movimentos sociais populares, bem como a ampliação das possibilidades de acesso desses movimentos aos canais massivos e online para a transmissão de suas mensagens. Porém, a então denominada comunicação alternativa volta à cena com todo vigor neste início de século, embora com características diferentes, principalmente, aquela perpassada pela internet, entre outros fatores. A comunicação mediada por computador (CMC), especialmente, na época de Web 2.0, contribui para ampliar os canais de participação ativa do/a cidadão/ã. Há experiências crescentes que envolvem dinâmicas colaborativas81 em rede com efetiva participação autônoma de seus componentes, desde comunidades virtuais até sítios colaborativos, tais como o Centro de Mídia Independente (CMI)82 e o Overmundo83. No obstante, se por um lado, as possibilidades participativas através de mecanismos interativos favorecem a comunicação alternativa, por outro, há uma tendência a individualização na criação e operacionalização de sítios autônomos (blogs, fotologs, websites, e-zines, webradios, videologs, podcasts, twitters etc.). 81

O que não significa que a colaboração na comunicação alternativa seja algo recente. Pelo contrário, ela sempre existiu e foi o que viabilizou muitas experiências. “Organizado internacionalmente, o CMI tem redes em vários países. É constituído de voluntários que militam tanto por meio da rede mundial de computadores – cada um pode postar suas matérias no site, participar de discussões etc. –, como em projetos concretos ligados a movimentos sociais. O CMI Brasil se autodenomina “rede de produtores e produtoras independentes de mídia que busca oferecer ao público informação alternativa e crítica de qualidade que contribua para a construção de uma sociedade livre, igualitária e que respeite o meio ambiente. [...] Quer dar voz à quem não têm voz, constituindo uma alternativa consistente à mídia empresarial [...] “. Ver www.midiaindependente.org 83 “O Overmundo é um site colaborativo. Um coletivo virtual. Seu objetivo é servir de canal de expressão para a produção cultural do Brasil e de comunidades de brasileiros espalhadas pelo mundo”83, sobretudo a que não tem acesso aos grandes meios de difusão. Adota como política de publicação uma licença Creative Commons, de modo a que toda a sociedade possa livremente compartilhar o que está no site, desde que seja para fins não-comerciais. O Overmundo contribui para difundir o acúmulo de informação cultural de forma descentralizada”: www.overmundo.org.br 82

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O surgimento da comunicação popular e comunitária ajuda a quebrar a dicotomia emissor-receptor, assunto abordado com esmero por Mário Kaplún, ao democratizar o processo produtivo da comunicação. Vale dizer, ao instituir mecanismos de participação popular avançados na comunicação. Ela utiliza vários tipos de instrumentos: os meios interpessoais, grupais, dirigidos, massivos e digitais. Dos meios mais simples e artesanais aos mais sofisticados, tais como: boletim informativo, panfleto, alto-falante, faixa, cartaz, contato pessoal, cartilha, teatro, jornal mural, carro de som, cassete-fórum, música, fotografia, vídeo, rádio, televisão, fax, computador, satélite, internet etc. O conteúdo reflete a visão de mundo de segmentos organizados das classes subalternas. É crítico, inconformado com a discriminação, a desigualdade social, a corrupção e todos outros aspectos do poder político e econômico que contrariam os interesses coletivos. Engloba, preferencialmente, mensagens de denúncias, reivindicações e propostas de mudanças na sociedade. Combate a violência, discute questões de saúde pública, valoriza as culturas locais e enfatiza as problemáticas que dizem respeito à melhoria da vida pessoas em seus locais de moradia ou nas comunidades de interesse nas quais se realiza esse tipo de comunicação. No entanto, é necessário esclarecer que nem todos os meios de comunicação que se autodenominam populares ou comunitários portam a perspectiva editorial apontada acima e se comportam como comunitários. Sempre há quem se apropria de canais populares e comunitários com outros interesses (sejam eles privados, político-partidários ou proselitista-religiosos), bem como aqueles que, embora façam algo em benefício das localidades onde se inserem ou aos movimentos a que se vinculam, não realizam plenamente o potencial mobilizador e comunitarista desse tipo de comunicação. Participação da população na comunicação Nos anos 1980 e 90 muito se falava em democracia, em participação popular. Mas, se a participação popular era evidente no nível geral das atividades do movimento popular, não era tão visível quando se tratava da comunicação desses mesmos movimentos. No entanto, a comunicação ali desenvolvida é portadora de nuanças democráticas por que ajuda a constituir mecanismos de elaboração da informação e sua difusão na sociedade, quais sejam: 232

1°. Os receptores se tornam emissores de conteúdos, além de gestores de unidades de comunicação, mesmo que não estejam protagonizando todo o processo de produção e difusão de mensagens. 2°. Implica na abertura de novos canais de expressão para segmentos sociais sem acesso efetivo e regular aos grandes meios de comunicação para transmissão de suas idéias. 3°. Transmite informações a partir das bases sociais, na visão de mundo dos setores organizados subalternos. 4°. Constituí-se pelo ambiente de vida das classes subalternas onde está situada e por ajudar a constituílo. Ou seja, são as condições locais que fazem com que as formas de organização social e de expressão popular se efetivem numa dinâmica em que as formas de comunicação que emergem desse processo também contribuem para modificar o ambiente: ajudam na conscientização, mobilização, conquista das reivindicações etc. 5. Participa da manifestação dos conflitos entre as classes sociais. Explicita os conflitos de interesses e a disputa pela hegemonia social. 6. Institui mecanismos de participação direta. São pessoas da própria população que discutem planejam, decidem, produzem conteúdos e os transmitem. 7. Significa a apropriação de canais e de técnicas de comunicação: a posse de um sistema de alto-falantes, o domínio da técnica de redação da notícia, o controle de um espaço na internet, por exemplo. 8. Participação aparece como principio e aspiração em grande parte do material de apoio (cartilha, manuais, folhetos etc) utilizados pelos grupos populares nos anos 1970 e 1980. São enfocadas metodologias de trabalho participativo, as quais acabam orientando as práticas desenvolvidas junto ou pelos grupos comunitários. Também na produção acadêmica sobre o assunto, participação é algo presente. Tanto nos estudos de casos, como na perspectiva conceitual. No obstante, é freqüente a comunicação popular ser tomada, a priori, enquanto participativa e democrática sem levar em consideração o autoritarismo, às vezes, implícito de lideranças.

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Os aspectos evidenciados acima decorrem da tentativa de compreender o porquê da nuança participativa/democrática estar tão presente quando se tratava da comunicação no âmbito dos movimentos populares. Para uma análise mais abrangente, vários outros componentes devem ser levados em consideração como, por exemplo, os níveis de participação e as condições em que ela ocorre. As inspirações participativas passaram por reordenamentos no decorrer do processo histórico. Na última década do século passado pode ser observado um certo recuo quanto à circulação de material de apoio às práticas de comunicação popular. A Igreja Católica, um ator que atuou como celeiro de movimentos sociais populares, acolhe de braços abertos a tendência carismática o que, de certo modo, repercute em declínio do apoio às lutas populares e, principalmente, na formação política de lideranças. Os movimentos sindicais entram em crise em decorrência da crise estrutural do emprego. O retorno a ordem política democrática contribui para acomodar forças políticas que viam na ditadura um inimigo em comum a ser combatido. O Estado acena com o atendimento das reivindicações populares e passa a reconhecer os movimentos sociais como interlocutores legítimos. As organizações não governamentais (ONGs), de entidades assessoras das lutas populares passam a assumir o papel ativo como ator social. A participação popular na esfera pública em nível de Conselhos Populares, antes uma bandeira de luta, torna-se real84. Há mais liberdade de expressão através da mídia convencional, privada e pública. Enfim, estes são exemplos de mecanismos mais amplos que ajudam a construir um ambiente de mudanças nas lutas sociais e, ao mesmo tempo, a instituir novas possibilidades de participação na comunicação. Mas, cabe perguntar o que significa participar na comunicação? Juan Diaz Bordenave (1983) já tentou responder esta questão, o mesmo se passou conosco em trabalho já mencionado (1998). Aqui trazemos apenas alguns dos aspectos centrais da questão85. Do ponto de vista teórico, ao tratarmos da participação da população na comunicação é recomendável percorrermos um caminho que nos possibilite captar o processo com profundidade e contextualizando-o. Esse caminho pode ser a compreensão da

84

Para estudo das mudanças no contexto dos movimentos sociais no Brasil recomendase GOHN(2004). 85 Uma espécie de síntese da tese pode ser vista no artigo (Peruzzo, 1996).

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participação popular no processo de produção, planejamento e gestão da comunicação. Para este tipo de estudo podemos utilizar86 como referencial os níveis de participação apresentados por Jorge Merino Utreras, elaborados a partir de princípios aprovados pelo “Primer Seminário Latinoamericano de Comunicación Participatória” (CIESPAL, 1988) e pela “Reunión sobre Autogestión, Alcances y Participación en la Comunicación”, realizada em Belgrado, em 1977. De acordo com a síntese trazida por Merino Utreras (1988, p. 28), a participação popular que só se consegue por meio “de uma progressiva mobilização social que trate de remover as estruturas sociais, econômicas, políticas e culturais que a tem obstaculizado na busca de um verdadeiro desenvolvimento social e transformação social”, opera em níveis distintos: 1. “No nível da produção, a participação implica produzir programas, mensagens, ter acesso à ajuda profissional, colocar a disposição do povo as facilidades técnicas e recursos de produção”. 2. “Nível da tomada de decisão: a participação significa que o povo ou a comunidade se envolva: a) na programação (conteúdo e duração dos programas, seleção de horários etc.); b) no controle, manejo, administração e financiamento das organizações de comunicação”. 3. “Nível de planejamento: a participação compreende o direito do povo a: a) participar da formulação de planos e políticas: definição dos objetivos, princípios de gestão, programação, de atividades, metas e de financiamento. b) Participar na formulação de planos de comunicação nacionais, regionais e locais” (MERINO UTRERAS, 1988, p.28-29, grifo nosso, tradução nossa). Para o autor (1988), estes níveis de participação implicam em grande envolvimento e maturidade política por parte das pessoas e vão depender sempre das condições conjunturais e dos condicionamentos histórico-culturais em cada país.

86

Ver Peruzzo (1998).

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Níveis de participação popular na comunicação comunitária A partir do que nos ensinam Merino Utreras e as experiências participativas de comunicação popular na América Latina, tentamos apresentar abaixo, de forma mais didática, os níveis possíveis de participação da população na comunicação. Esclarecemos que, enquanto referencial para pesquisa, acrescentamos dois níveis que são anteriores aos apontados por Utreras, para tornar possível a captação da participação popular também na forma mais elementar, além de desmembrarmos as modalidades de modo a tornar-las mais compreensíveis. 1. Participação passiva: quando o ouvinte, leitor ou telespectador apenas consome a mensagem sem nenhum tipo de retorno ao emissor. 2. Participação na mensagem: consiste na participação, em geral ocasional, em que as pessoas dão entrevistas, depoimentos, avisos, pedem músicas, enviam sugestões, concorrem em concursos, batem papo com locutores etc., mas sem poderem interferir nos mecanismos de controle ou edição do conteúdo que emitem. Por exemplo, alguém dá entrevista, mas não sabe se ela irá ao ar ou não, ou se o repórter irá cortá-la, reproduzi-la ou acrescentar suas próprias interpretações. 3. Participação na produção de mensagens: compreende a elaboração sistemática - periódica ou ocasional - de conteúdos (notícias, canções, desenhos, poesias etc.) a serem transmitidos pelos meios populares de comunicação, implica no domínio da informação e acesso a conhecimentos técnicos. 4. Participação na produção de programas, boletins informativos etc.: compreende a participação no processo de: a) planejamento do programa (ou outro canal), definindo a linha política, os objetivos, a estrutura do programa, o conteúdo, duração, horário etc. b) de produção propriamente dita (redação, montagem, locução). c) edição (seleção, cortes, complementos etc. Implica em acesso à informação e domínio de conhecimentos e recursos técnicos e na partilha na tomada de decisão. 5. Participação no planejamento global do meio de comunicação: compreende a participação da população na definição da política editorial, da estrutura global da 236

programação, dos objetivos, das estratégias, das formas de sustentação financeira, dos princípios de gestão etc. Implica na partilha na tomada de decisão. 6. Participação na gestão do veículo de comunicação: compreende a participação popular no processo de administração e controle da instituição de comunicação. Requer partilha na tomada de decisão, no exercício partilhado do poder. 7. Participação na definição da política de comunicação local, regional e nacional: compreende o acesso a elaboração de políticas e planos globais de comunicação (PERUZZO, 1998, p.144-14587). Em todos estes níveis a participação popular requer a existência de canais de participação abertos e desobstruídos. Porém não basta a abertura de canais, há que se incentivar e facilitar a participação ampliada da população por meio de uma metodologia que a favoreça enquanto um processo que vai crescendo em qualidade participativa. A qualidade participativa diz respeito ao nível (do mais elementar ou avançado) em que se concretiza a participação, mas, também à maneira como ela é conduzida; se é autônoma e com partilha do poder decisório ou se é controlada e manipulada por lideranças ou pelo poder público, se for o caso. Por outro lado, participação nos níveis mais avançados implica na adoção dos critérios de representatividade e de coresponsabilidade, pois seria inviável uma participação horizontal de todos em todos os momentos do processo comunicacional. Em suma, a participação das pessoas pode se concretizar apenas como ouvinte, telespectador ou leitor, ou significar o tomar parte dos processos de produção conteúdos, planejamento e/ou gestão da comunicação. Em outros termos, pode representar um simples telefonema para cumprimentar e elogiar um locutor ou para pedir uma música, no caso do rádio, ou a produção e difusão de mensagens (entrevista, depoimento) e até a elaboração do conteúdo de um programa completo veiculado em meios sonoros e audiovisuais – massivos ou digitais – dos quais a associação comunitária seja a protagonista principal. O que apresentamos acima não é um esquema classificatório que se encerra em si mesmo. A participação popular na comunicação está enraizada no contexto, na realidade mais ampla onde se situa. Portanto, implica compreender a participação 87

Reelaborado para este texto.

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nos processos de ação social e de concepções de participação, tais como co-gestão e autogestão88, bem como os mecanismos de manipulação, comumente encontrados em qualquer instância ou instituição, pois trata-se do exercício de um poder. Um dos caminhos89 é entendê-la no contexto em que se exerce esse poder, pois, toda participação pressupõe alguma forma de exercício do poder, que pode ser totalmente compartilhado, parcialmente compartilhado ou não compartilhado. Nessa perspectiva ela pode ocorrer: a. Como participação passiva: quando a pessoa se resigna a participar ativamente e assim delega o poder a outrem. b. Participação controlada: ocorre por meio do controle dos participantes, ou seja, se impõem algumas restrições. Ela pode controlada por meio de dois processos, os quais não necessariamente aparecem separados entre si: b1. Pelos limites que se impingem à participação. Ela se concretiza em fragmentos secundários e parciais como, por exemplo, nas escolhas possibilitadas quando da votação de um orçamento público de uma prefeitura, ou na escolha do nome de uma televisão comunitária, mas não nas definições de sua política de programação. b2. Pela manipulação da participação. Significa a adequação das demandas aos interesses de que quem domina a estrutura do poder, por imposição disfarçada ou clientelismo político. c. Participação – poder: nesta modalidade a participação se realiza com base em processos que favorecem a atuação de forma democrática, ativa e autônoma. Aqui de fato, há partilha de poder de decisão, embora em níveis diferenciados: c1. Na co-gestão: delega-se parcelas do poder de decisão, ou seja, nos aspectos que não interferem na estrutura central do mesmo, que permanece intacto. Exemplo: possibilita-se a participação na definição da política de programação de um canal comunitário, mas não se permite redefinir sua estratégia de sustentabilidade. 88 89

Mais detalhes em Peruzzo (1998, 2007). Outra possibilidade é tomá-la em graus e níveis de relações entre uma organização e seus membros, como faz Bordenave (1983, p. 30-36): o menor grau é o da informação, em seguida a consulta facultativa, consulta obrigatória, elaboração/recomendação, delegação e autogestão.

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c2. Na autogestão: participação direta da população na tomada de decisão em todas as instâncias de poder. As deliberações competem às próprias pessoas, nas instancias que lhes couberem, e não a pessoas “competentes” ou designadas para tanto. Porém, autogestão não pode ser confundida com outras formas de autogoverno, tais como as cooperativas ou controle operário popular de mecanismos de gestão (PERUZZO, 1998, p.77-89). Participação mais avançada na comunicação, em se tratando de Brasil, terá que ser conquistada (DEMO, 1988). Nossas tradições sócio-culturais não lhe são favoráveis. As representações sociais90 construídas ao longo do tempo nos remetem a uma visão de que somos menos capazes de falar publicamente, de produzir nossos próprios sistemas de informação e de comunicação e assim por diante. Somos um povo que herdou a opressão sofrida pelos índios, negros e brancos subjugados pelas aristocracias desde a colonização estrangeira e depois pelo capital transnacional. O processo de conquista da cidadania ativa, do participar como sujeito na sociedade e, particularmente, dos meios de comunicação, tende a ser conflituoso e demorado. As mediações são muitas, entre elas está também o dirigismo autoritário de lideranças - ditas populares - e de instituições mediadoras, os interesses privados e político-partidários e até a apatia, o conformismo e a acomodação por parte da população. Estes últimos aspectos decorrem do tipo de representação social produzida e reproduzida historicamente, como apontamos acima, e que ajuda a conformar a Doxa. A Doxa é um sistema de informação operativo e se “concretiza em instituições especializadas na metabolização e elaboração permanente do discurso social (igrejas, cortes, escolas, academias, galerias, televisões, universidades etc.) e em outras não especializadas como as famílias e redes de convivência cotidiana” e formata a subjetividade dos indivíduos (GONZÁLEZ, 2007, p. 41). Devido às configurações dessa magnitude, Mário Kaplún (1987, p.70), tem razão ao afirmar, com base na sua experiência com o sistema de comunicação grupal denominado Cassete-fórum, que participação popular é um processo longo e lento que não se dá de um dia para o outro, nem ao longo de um ano de trabalho. Pode levar muito tempo até que um grupo chegue ao degrau de maturidade e consciência crítica que lhe permita superar seus 90

Sobre representações sociais recomenda-se a leitura de Moscovici (1979).

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conhecimentos culturais e diálogos tornando possível uma efetiva participação autônoma na comunicação. Essa mesma noção é apresentada por Bordenave (1983, p.46), ao dizer: “participação é uma habilidade que se aprende e se aperfeiçoa”. Sim, é o que ocorre, na prática, desde que haja uma situação favorável a esse aprendizado. As condições propícias ou não para se avançar em qualidade participativa são constituídas pelas próprias pessoas enquanto sujeitos do processo histórico. Por vezes, apesar de bem intencionadas, algumas lideranças populares se espelham nos meios comerciais para gerirem as emissoras comunitárias o que as distanciam de uma proposta comunitarista e participativa em graus desejáveis como parte de um processo de ampliação da cidadania. O desafio está em superar as contradições que impingem configurações desfavoráveis ao desenvolvimento da cidadania plena a todas as pessoas. Propostas, programas, políticas, iniciativas as mais diversas estão ao redor do mundo, desde as pequenas comunidades até governos e organismos internacionais como a UNESCO (Organização das Nações Unidas para a Educação, Ciência e Cultura). Se por um lado, os movimentos sociais populares representam formas de lutas das classes subalternas para se avançar na democratização da cidadania, por outro, sempre há necessidade de mobilizar pessoas ou mesmo se iniciar processos novos de articulação visando à consecução de metas com vistas ao desenvolvimento humano. Uma dessas possibilidades é a formação de Comunidades Emergente de Conhecimento Local (CECL) na perspectiva da cibercultur@91. Nessa linha de raciocínio, o desenvolvimento de uma CECL pressupõe “cultivar três habilidades cognitivas, essencialmente humanas, mas cuja destreza, domínio e maestria dependem sempre de variáveis sócio-históricas e nessa medida também do efeito de distribuições geopolíticas desiguais. Estas habilidades são, a saber, a informação, a comunicação e o conhecimento”(GONZÁLEZ, s.d, p.3). Uma comunidade emergente de conhecimento incorpora a seu processo de desenvolvimento social a capacidade instalada dos CCD´s (computadores, conexão a internet, dispositivos de digitalização mecânica e ótica etc.), mas, ultrapassa o vetor meramente tecnológico92. Significa a possibilidade da construção de comunidades autogovernadas e 91

Cibercultur@ é entendida a partir do prefixo grego kyber(ciber), da palavra latina cultura e do símbolo @. Kyber (ciber) (GONZÁLEZ, 2008, p.127). 92 Ver: http://www.labcomplex.net/.

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competentemente constituídas a partir das habilidades acima mencionadas. O desenvolvimento de comunidades emergentes se concentra em facilitar uma dinâmica horizontal, próxima à educação popular de Freire e outros, que lhes permitem apropriarse coletivamente da tecnologia para gerar uma capacidade de narrar-se e de construir-se em ‘nosotros’ [referindo-se a Lenkersdorf] autodeterminante e não derivado de imposições externas” (GONZÁLEZ, 2009, p.65, tradução nossa). Trata-se de uma perspectiva que pode ajudar as comunidades a se organizarem (e não apenas algumas de suas lideranças) para a criação e o uso partilhado de um canal de comunicação, a partir das necessidades de expressão e dos interesses coletivos percebidos e priorizados por elas próprias. Porém, não é demais lembrar que a criação de canais de comunicação se insere num contexto mais amplo de mobilização social, ou seja, da constituição de articulações coletivas com vistas à transformação social. As formas emancipatórias de articulação popular têm na informação e na comunicação seus pilares para a geração de conhecimento, e também a maneira de comunicá-lo. Tendências da participação popular na prática Teoricamente há uma diversidade de interpretações acerca da participação popular. Na prática existem várias formas de participação popular na comunicação, das mais elementares às mais aperfeiçoadas. Tomamos como referência os parâmetros citados e outros fundamentos teóricos e históricos relativos à participação, os quais não cabem nos limites deste texto,para tentar compreender como ocorre a participação da população na comunicação no âmbito dos movimentos populares e comunidades, mais especificamente no rádio, em experiências realizadas no Brasil e em outros países da América Latina93. Todavia, não realizamos estudo comparativo. O núcleo da investigação esteve centrado na questão participativa, e buscou captar as especificidades de cada experiência. Para o trabalho de doutoramento utilizamos dados coletados por meio de pesquisa bibliográfica, estudo documental, entrevistas e uma observação participante realizada numa comunidade. Neste texto agregamos interpretações a partir de novas pesquisas que procuram acompanhar os desdobramentos da comunicação

93

Ver Peruzzo, 1998.

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popular e comunitária, no Brasil, desde o final dos anos 1990 até a primeira década deste início de século. Em última instância, podemos continuar afirmando que cada experiência constrói um tipo de participação. Umas são mais e outras menos democráticas. Umas desenvolvem práticas participativas em níveis elementares (participação ocasional no nível das mensagens), outras favorecem a participação autônoma das pessoas e grupos organizados até nos processos decisórios e na produção de programas, planejamento das ações estratégicas e na gestão de unidades de comunicação. No conjunto, foi possível detectar que a participação da população na produção de mensagens e de programas, e o conseqüente acesso à capacitação técnica estão bastante democratizados, porém somente no âmbito das equipes de comunicação e não junto à população em geral. A tendência geral, predominante, por assim dizer, é que a participação ampliada da comunidade seja mais desenvolvida apenas em nível da transmissão de mensagens, através de depoimentos, cartas, entrevistas, depoimentos, sugestões etc. Neste sentido, se põem recursos técnicos a serviço da população, mas acaba não democratizando todo o processo de produção, planejamento e gestão da comunicação. Em outras palavras, a participação ampliada da população nos meios comunitários de comunicação – rádios, jornais, televisão e internet etc. - ainda se dá nos níveis mais elementares como mostrados anteriormente, ou seja, como receptor e até interferindo nos conteúdos, mas, sem poder de controle sobre o que é difundido. Estamos falando numa visão de conjunto, porque é comum encontramos também experiências bastante avançadas em termos de participação da população. Por exemplo, há rádios comunitárias que desenvolvem suas práticas centradas no interesse coletivo, no uso compartilhado da grade de programação e democracia na tomada de decisões. São experiências em que as equipes são renovadas periodicamente e que a participação da população, em emissoras de rádio, por exemplo, é incentivada e facilitada. Cedem-se espaços para programas feitos pelos próprios moradores ou entidades comunitárias, oferecem-se treinamentos a possíveis radialistas populares, são feitas avaliações coletivas e promovidos fóruns ampliados de discussão sobre o meio de comunicação comunitário etc. É o caso de emissoras radiofônicas como a Rádio Heliópolis e Rádio Cantareira (São Paulo) que realizam atividades como as mencionadas acima e compartilham, de fato, toda a grade de programação com moradores das localidades onde se localizam.

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A participação no planejamento e na tomada de decisões sobre linhas de conteúdo, formatos de programas e sobre o conjunto da programação, também, grosso modo, é efetivada apenas dentro das equipes de comunicação, ou na pior das hipóteses e o que é comum, apenas pela direção. Salvo algumas exceções, tais como nas Rádios Mineras da Bolívia (anos 1950), Rádio Enriquillo - República Dominicana (anos 1980), Rádio Heliópolis (Heliópolis) e Rádio Cantareira (Serra da Cantareira) , ambas em São Paulo, Brasil, e a também brasileira Rádio Esperança de Guaribas (Piauí), nos anos 1990 e 2010. Esta última foi criada num processo coletivo em que tudo foi discutido, planejado e decidido com ampla participação popular, contando inclusive com trabalho voluntário na edificação das instalações e na doação de recursos para sua viabilização. No final, uma rádio totalmente enraizada na realidade local contava com pessoas da própria comunidade na irradiação de conteúdos que lhes dizia respeito, pelo menos até que as disputas políticas partidárias impedissem que ela continuasse avançando em qualidade participativa. No nível da gestão, ou seja, da administração e na tomada de decisões sobre mecanismos de sustentabilidade etc., mais uma vez excetuando casos como os das emissoras citadas acima, as decisões costumam ficar circunscritas às equipes ou à direção, no que se refere à gestão. Mas, na maioria dos casos de rádios comunitárias que funcionam legalmente, nem existem, canais abertos que viabilizem a partilha do poder de decisão no que se refere á gestão. Porém, não se trata de uma regra geral aplicável de forma indiscriminada. Os canais comunitários na televisão a cabo, por exemplo, possuem instâncias de gestão que se submetem as decisões emanadas da Assembléia Geral constituída por membros da Associação de Usuários. Em outros casos os mecanismos de gestão acabam um tanto difusos porque estão diluídos no contexto do funcionamento das organizações populares, mas que são geridas coletivamente. Por outro lado, se há a propriedade coletiva do meio de comunicação94 e se existe um coletivo dirigindo-o, há aí um tipo de gestão coletiva. Constatamos ainda que onde foram abertos canais de participação, estes foram correspondidos pelas comunidades. 94

No Brasil, trata-se de uma obrigatoriedade. A autorização para funcionamento de rádios e canais comunitários na televisão só é emitida em nome de associações constituídas coletivamente. Claro que sempre há casos em que se burlam esses conceitos, após obtidas as autorizações.

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Todavia, nem sempre correspondeu totalmente às expectativas das equipes. Ou seja, às vezes os espaços propiciados nos canais de comunicação não eram aproveitados em sua totalidade pela população. Exemplo: a participação de entidades e movimentos sociais nos programas de livre acesso abertos pelos canais comunitários da televisão a cabo (POA TV – Porto Alegre/RS, TV Aberta- São Paulo-SP, no Brasil, foi mais baixa do que se esperava95. Às vezes também as pessoas delegam a quem está à frente de uma emissora comunitária de rádio a atribuição de “tomar conta” da mesma. As causas que levam a esse tipo de postura da população são uma boa pergunta para novas pesquisas. Parte da explicação pode estar na forma pouco democrática com que o próprio meio de comunicação às vezes é criado e administrado. Por outro lado, há que se observar que não há regra que determine a necessidade de que todos os meios comunitários prevêem a participação ampliada de toda população local em todas as instâncias de seu funcionamento. Primeiro, pela inviabilidade de um envolvimento ilimitado de pessoas nas instâncias produtivas e decisórias. Para tanto, há sistemas de representatividade que funcionam muito bem. Uma possibilidade é trabalhar e com representantes de organizações e movimentos populares (na criação e difusão de programas), além de se possuir espaços para a participação ampliada (reuniões de pauta e de avaliação por exemplo). Segundo, porque nem sempre essa participação ampliada é requerida. No caso dos canais comunitários no sistema cabo de televisão brasileiro, por exemplo, a gestão e uso da grade de programação são de responsabilidade da Associação de Usuários do Canal Comunitário criada e constituída por organizações civis sem fins lucrativos. Ela é que, por meio de mecanismos decisórios democráticos, tendo como a principal instância a Assembléia das associadas, dirige e processa a tomada de decisões. A grade de programação, neste caso, é partilhada entre as associadas, as quais podem decidir por abrir espaço para a participação direta dos cidadãos e de entidades que não tem condições de produzir seus próprios programas, segundo as diretrizes e condições concretas de cada Canal.

95

Ver TV comunitária ( Peruzzo, 2007).

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Conclusão Entendemos que as várias formas de participação popular na comunicação são válidas. Ainda é melhor participar modestamente do que não participar. Porém parece-nos que não é mais suficiente se contentar com um tipo de participação que permaneça na intenção de dar apenas “voz voz a quem não tem voz” ou, ainda, “abrir os microfones ao povo”, idéias tão propalados nas últimas décadas do século XX do mundo da comunicação e educação popular. Neste nível a participação popular é importante e desejável e, apesar de simples, continua de difícil realização em diversas partes do continente latino americano. O desenvolvimento de formas mais ousadas de participação popular na comunicação, ou seja, quando a população pode gradativamente criar, planejar, produzir, transmitir conteúdos e gerir seus canais de comunicação comunitários, representa a ampliação no exercício da cidadania. Há de serem superadas, ainda, práticas ditas democráticas, mas que no fundo a democracia se restringe a pequenos grupos de lideranças. Alguns líderes populares, por fazerem parte das bases ou conviverem com elas, às vezes se julgam com o direito de ter autonomia para fazerem a comunicação por sua própria vontade, seu gosto e interesses. E ainda, se auto-consideram como fazendo aquilo que as bases desejam e precisam. O jeito de muitas lideranças com suas posturas autoritárias e centralizadoras, às vezes, reproduzindo o que assimilaram da própria experiência pessoal, outras vezes, condicionadas por convicções políticas de esquerda vanguardistas, contribuem para a inibição da participação ativa da população. A comunicação popular participativa passa pela questão da cultura, da redefinição da cultura, pelas necessidades e pelas oportunidades vividas. Assim, como cultura é algo dinâmico, mesmo sem tradições participativas, segmentos da população, aqui e acolá, vão alterando certos padrões anti-participativos do fazer comunicacional. Todo processo de mudança é lento, mas se inspirado da democracia ensinada por Paulo Freire e Mário Kaplún, entre muitos outros, ele segue seu curso histórico. Afinal, participação popular é algo que se constrói, algo que se conquista. No contexto da formação de comunidades emergentes de conhecimento local esse processo pode ser mais efetivo porque se insere numa proposta mais ampla de transformação das estruturas opressoras das pessoas e dos povos.

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Participação: visualizando potenciais além de limites Vivien Diesel; Pedro Selvino Neumann Embora alguns extensionistas brasileiros estejam, somente agora, descobrindo a “participação” e suas possibilidades, para muitos estudiosos a agenda da “participação” já teve sua “fase áurea” e são inúmeros os textos críticos que revelam desencontros entre as ambições e a realidade da participação na extensão rural. Observa-se, inclusive, que algumas organizações de apoio ao desenvolvimento rural brasileiras vêm divulgando o uso de enfoques que recuperam princípios da tradição difusionista, como é o caso do “Treino e Visita”96. Não estaríamos vivendo, então, o momento de abandonar as “utopias participativas” e optar por enfoques mais simples e capazes de produzir resultados “visíveis” no curto prazo? No presente ensaio vamos argumentar que a reivindicação pela valorização da “participação” não é somente uma “moda”, pois entra na agenda extensionista associada a mudanças paradigmáticas na concepção de desenvolvimento e à afirmação de um projeto alternativo de sociedade, que a “participação” na extensão rural remete a um processo multifacetado e que, embora se enfrentem limites na sua operacionalização e institucionalização, a “participação” têm algumas potencialidades pouco reconhecidas e que serão objeto de exploração no presente trabalho. Para sustentar esta visão iniciaremos com uma abordagem sobre a introdução da participação na agenda das organizações públicas de extensão rural brasileiras, exploraremos algumas de suas múltiplas facetas e, então, partindo da noção de “interface”, o que, em nosso entendimento, revela potenciais da participação que vão além dos seus limites.

96 O Treino e Visita (T&V) pode ser conhecido pela consulta ao texto de Anderson et al. (2006) que apresenta um histórico e a caracterização deste método, que foi recomendado pelo Banco Mundial de 1975 a 1998. No Brasil, a partir de 1996 o IAPAR e a Embrapa Soja (organizações públicas de pesquisa do Paraná) vem promovendo seu uso. Destaca-se a recente publicação de um manual de implantação do T&V (DOMIT et al, 2007), e sua aplicação em parceria com empresas privadas (VIEIRA, 2004) e organizações públicas de extensão rural em diversos estados (ACOSTA et al., 2005; INSITUTO EMATER, 2009)

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A inserção da “participação” na agenda extensionista A “participação” faz parte da agenda das organizações públicas de extensão rural brasileiras há muito tempo, mas ela ganha novo sentido e importância a partir da década de 1980. Para entender tal afirmativa torna-se necessário considerar que desde sua criação, na década de 1940, as organizações públicas de extensão rural realizaram diversos tipos de intervenções além da difusão de tecnologias, algumas das quais pressupunham “participação”. A “participação” esteve presente, por exemplo, no discurso sobre o trabalho com jovens, grupos de mulheres, desenvolvimento de comunidades, programas de desenvolvimento rural integrado, entre outros. Nestes casos a participação remetia à intenção de inclusão das pessoas num projeto de mudança definido por um agente externo (pelo governo, por exemplo) amparando-se no ‘ideário da modernidade”97, o qual lhes fornecia uma legitimidade social a priori e orientação quanto a natureza da mudança a ser perseguida. As críticas que, nas últimas décadas do século XX, foram direcionadas ao “ideário da modernidade” acabaram por criar um ambiente propício ao questionamento da legitimidade das intervenções que se faziam em seu nome. As crises ecológica, social e de ordem econômica associadas a recessão mundial da década de 1980 reforçaram o desejo por renovação dos discursos sobre a sociedade, a ciência e o desenvolvimento.98 Na discussão sobre o desenvolvimento, por exemplo, abordagens relativistas lentamente foram ocupando os espaços deixados por um evolucionismo em crise, sustentando discursos em defesa da democratização - da “participação”, agora percebida como estratégia para assegurar poder aos indivíduos e coletividades na definição da natureza das mudanças sociais a serem perseguidas. Assim, entende-se que a fragilização do “ideário da modernidade” e as crises de ordem ambiental, social, econômica e política criaram necessidade e possibilidade de novos projetos de sociedade e novas leituras sobre o desenvolvimento que, via de regra, valorizaram a “participação” enquanto processo que chama 97 Ao referir-se ao “ideário da modernidade” remetemos tanto ao “projeto da modernidade” enquanto projeto civilizatório, quanto a leitura específica sobre o desenvolvimento como transição de uma sociedade tradicional para sociedade moderna, que teve grande importância na orientação das políticas públicas de desenvolvimento rural do período pós-guerra. 98 Uma das derivações destas revisões críticas, por exemplo, é o questionamento sobre a legitimidade da intervenção no desenvolvimento rural, como aborda Quintana (2007).

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os indivíduos a tomarem posição no traçado e na construção dos rumos da sociedade. A partir destas mudanças paradigmáticas amplas, valorizadoras da “participação”, práticas sociais são problematizadas e renovadas, sobretudo quando já eram percebidas como limitadas, não atendiam mais as expectativas criadas em torno delas. Assim, a participação passa a se constituir fator de renovação das práticas sociais, assumindo caráter multifacetado, como será explorado a seguir. a. Valorização da participação na gestão pública Na América Latina a luta pela participação –democratizaçãoassumiu um sentido especial, isto porque os Estados Nacionais latinoamericanos foram, historicamente, fortemente centralizados e autoritários. Conforme Finot (2001), num contexto de recrudescimento da Guerra Fria, na década de 1960, atingiu-se o nível mais extremo de centralização e autoritarismo com a formação, quase generalizada, de ditaduras militares na região. A sustentação ideológica destes governos recorrentemente remetia aos esforços necessários à superação do subdesenvolvimento. Estas configurações políticas foram questionadas a partir da crise econômico-fiscal da década de 1980, ao evidenciarem-se os limites do modelo de sociedade e de desenvolvimento econômico que defendiam.99 A crise que fragilizou o Estado autoritário, desenvolvimentista, e criou um espaço político favorável à emergência de novos projetos de sociedade, dentre os quais se destaca o projeto de inspiração neoliberal. Embora o projeto neoliberal tenha conquistado certa hegemonia e imprimido o traço mais característico da conjuntura das ações governamentais brasileiras do final da década de 1980 e início da década de 1990 (com o desencadear de processos de privatização), ocorreram, concomitantemente, avanços políticos de grupos que asseguraram a permanência, na agenda pública de um projeto alternativo: de ampliação e universalização de direitos sociais, democratização e descentralização político-administrativa. Balanços feitos por Finot (2001) revelaram uma democratização incompleta na América Latina. Os avanços em 99

Vários fatores contribuíram para a crise de legitimidade dos governos autoritários, incluindo-se o endividamento externo crescente, o clientelismo e corrupção nas administrações estatais e crescente déficit público associado ao tamanho da administração pública e restrições de arrecadação devidas a crise econômica . Para maiores informações ver Finot (2001).

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cada país em termos de universalização de direitos sociais, democratização e descentralização político-administrativa foram distintos em magnitude, assíncronos e, muitas vezes, caracterizados por variações e descontinuidades, mas não deixaram de ser uma utopia perseguida por aqueles que buscam a constituição de sociedades mais justas. O confronto de ideários políticos diferenciados, que vem se alternando no poder desde a década de 1980, vem resultando num complexo e hesitante processo de revisão no modelo de interação do Estado e sociedade civil. No Brasil as iniciativas de democratização vêm implicando na valorização da participação na gestão pública, bem como na revisão das atribuições das entidades públicas e privadas. No âmbito da gestão pública destaca-se a introdução de um conjunto de mudanças com relação aos processos de formulação e implementação de políticas para desenvolvimento rural, mencionando-se:  





o reforço das unidades administrativas municipais enquanto espaço de planejamento e execução de políticas públicas de desenvolvimento rural; os avanços na democratização da gestão pública municipal, especialmente no que se refere ao desenvolvimento rural (com destaque a constituição de Conselhos Municipais de Desenvolvimento Rural); a articulação de unidades municipais em unidades territoriais para constituição de novos espaços de planejamento e gestão democrática do desenvolvimento (especialmente em áreas deprimidas: “Os Territórios da Cidadania”); e a democratização das políticas públicas federais para desenvolvimento rural pela formação de conselhos consultivos e instituição de mecanismos de gestão e controle social local de programas do governo federal.100

Torna-se importante reconhecer que a maioria destas medidas requer organização da população rural para se fazer 100

Este conjunto de mudanças institucionais vem sendo incentivado, especialmente, pelo Ministério do Desenvolvimento Agrário através das secretarias da Agricultura Familiar e do Desenvolvimento Territorial. Neste sentido cabe chamar atenção para as mudanças recentes no financiamento e execução dos serviços de ATES (Assessoria Técnica Social e Ambiental) e ATER (Assistência Técnica e Extensão Rural).

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representar nos espaços de discussão, deliberação e gestão pública. Assim, implicam no reconhecimento de identidades políticas, na formação de líderes e representantes, em assessoria na criação e no fortalecimento de organizações, na capacitação para operação em espaços e com instrumentos específicos. Muitos destes processos implicam novas atribuições ao extensionista, e se justificam em nome do ideal da “participação”101. b. Valorização da participação nas intervenções via projetos Reconhecidamente a outra vertente que leva à introdução da participação na agenda extensionista está relacionada mais diretamente às reflexões sobre a concepção e os modos de intervenção na promoção do desenvolvimento rural. Em sintonia com as abordagens relativistas, que vem substituir o evolucionismo nas concepções sobre o desenvolvimento, ao longo da década de 1980 formula-se o ideário do “outro desenvolvimento”, que aponta numa perspectiva de desenvolvimento endógeno, traduzindo e valorizando os ideais de desenvolvimento próprios da sociedade com quem se trabalha.102 A radicalidade democrática implicada nesta proposição, por sua vez, passa a requerer níveis de planejamento que possibilitem participação direta, com valorização das esferas da comunidade, local e territorial no planejamento do desenvolvimento. Tais reflexões e proposições criam um ambiente propício à aceitação das críticas já formuladas aos projetos de desenvolvimento rural financiados pela cooperação internacional, assumindo-se como pertinente as propostas alternativas que reivindicavam a maior participação dos beneficiários na gestão dos projetos (CERNEA, 1985) e indicavam a limitação das intervenções que adotam uma perspectiva “top down” frente a potencialidade daquelas em perspectiva “bottom up” ( OAKLEY, 1994). Assim, partindo de uma renovação na noção teórica e dos ideais normativos no planejamento do desenvolvimento, avançouse no sentido de constituir um referencial teórico-metodológico

101Outras

vezes o extensionista é chamado a participar como representante de um ator social em espaços consultivos e deliberativos ou, ainda, requer-se sua contribuição como promotor da democratização dos processos decisórios da organização na qual trabalha. 102 O “outro desenvolvimento” (CARDOSO, 1980) remete ao ideário formulado na Declaração de Cocoyoc, e dialoga com as propostas de Ignacy Sachs sobre o ecodesenvolvimento.

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alternativo para a intervenção extensionista.103 As intervenções são redefinidas visando revelar/ construir/ implementar/avaliar projetos que sejam significativos para as pessoas envolvidas. Recorrem-se a estratégias diversas, lúdicas e criativas em diagnósticos rápido-participativos para revelação dos “sonhos”/projetos/ necessidades das pessoas envolvidas. O planejamento participativo busca, então, mobilizar, definir os caminhos e gerar comprometimento dos participantes com o projeto acordado coletivamente. O monitoramento e avaliação participativos, além de possibilitarem a correção de rumos, são percebidos como possibilitadores de aprendizagem coletiva. Assim, garantiria-se que os ideais das pessoas viessem a ser conhecidos e formalizados na forma de projetos. Com o tempo criaram-se diversas adaptações em torno desta proposta básica de intervenção (CHAMBERS, 2007). Este modelo referencial básico passa a ser propagado, paulatinamente, por instituições de cooperação internacional, financiadoras da intervenção via projetos. Assim, a participação virou um requisito para o financiamento e implantação de projetos de desenvolvimento rural. Entende-se que parte significativa das obras publicadas atualmente sobre “metodologias participativas” visa apresentar ao público os “aprendizados” sobre a intervenção realizada neste contexto. 104 c. Valorização da participação nos processos de geração de tecnologias e na assistência técnica Por muito tempo a intervenção extensionista foi percebida como comprometida essencialmente com o aperfeiçoamento técnico-produtivo no âmbito da agricultura e, no modelo clássico de extensão há uma clara separação entre os processos/agentes de geração, difusão e utilização de tecnologias agropecuárias e, consequentemente, de atribuições entre as organizações de pesquisa (responsáveis pela geração), extensão (responsáveis pela difusão) e agricultores (responsáveis pela utilização das tecnologias). Nos países em desenvolvimento, este tipo de

103

Entende-se que os trabalhos de Robert Chambers, publicados nas últimas três décadas, permitem uma boa aproximação à reflexão em torno as metodologias de intervenção para o desenvolvimento rural. 104 Nos referimos aqui especialmente a publicações de organizações de cooperação internacional como FAO (Organização das Nações Unidas para a Agricultura e Alimentação) e Banco Mundial, ou institutos como IIED (UK) ou IDS (UK).

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configuração orientou a política pública de “modernização da agricultura”, promovendo a “Revolução Verde”. Os limites deste modelo logo se tornaram evidentes de modo que autores preocupados com as perspectivas de agricultores com poucos recursos e críticos aos procedimentos extensionistas adotados durante a Revolução Verde passaram a reivindicar estruturas, métodos e posturas diferenciadas. Tende-se a interpretar que, frente o reconhecimento da limitada disponibilidade de inovações apropriadas às condições dos agricultores com poucos recursos, as organizações de pesquisa foram levadas a rever sua forma de trabalhar a partir de meados da década de 1970 (CLAYTON, 1983; TORCHELLI, 1984). Neste contexto, centros internacionais de pesquisa como CIMMYT, CIP, IRRI, entre outros, geraram um conjunto de estratégias alternativas de pesquisa para geração de “tecnologias apropriadas” que previam, em maior ou menor medida, consultar ou incluir os agricultores e as organizações de extensão rural no processo de geração de tecnologias (CHAMBERS et al., 1989; KAMP; SCHUTHOF, 1991; PROBST; HAGMANN, 2003). Deste modo a participação entra também na agenda das organizações de pesquisa agropecuária, ao mesmo tempo em que a geração e adaptação de tecnologias entra na agenda extensionista. Atualmente, os autores que refletem sobre os processos de transição agroecológica também advogam a participação do agricultor na pesquisa. Mas, neste caso, propõem um redesenho radical nas relações entre os atores, onde o cientista perde seu protagonismo na geração de tecnologias. Tais redesenhos partem do reconhecimento da necessidade de “empoderar” o agricultor na gestão do agroecossistema que maneja e das limitações inerentes aos processos de difusão de inovações agroecológicas, pois que almeja-se geração de inovações desenhadas para atender à condições singulares (ambientais e socioeconômicas) das unidades produtivas105. No que se refere à assistência técnica, requer-se a adoção de posturas mais dialógicas na relação extensionista-produtor.106

105 106

Para uma aproximação à esta discussão no Brasil ver Petersen e Dias (2007). Neste sentido incluem-se um conjunto de trabalhos que, durante a década de 1980, são utilizados para questionar a noção de comunicação e educação no trabalho da extensão rural, destacando-se as contribuições de Paulo Freire, Juan Diaz Bordenave, João Bosco Pinto, Michael Thiolent, Horácio Martins de Carvalho, entre outros. Para uma avaliação mais ampla das contribuições da produção acadêmica na área de comunicação à extensão rural ver Cimadevilla (2004).

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Os potenciais difusos da participação: as “interfaces” da ação extensionista Nas seções anteriores apresentamos uma breve contextualização do processo de valorização e incorporação da “participação” nas intervenções para o desenvolvimento e exploramos suas implicações no âmbito da gestão pública, dos projetos de desenvolvimento rural, na geração de tecnologias e assistência técnica. Sustentamos que a incorporação da participação foi resultante tanto do ambiente intelectual propíciocriado pela mudança paradigmática ampla nas concepções de desenvolvimento- como foi facilitada nos casos em que já se percebiam limites nas práticas que vinham sendo adotadas. Assim, observações empíricas sobre os benefícios da participação em termos de adequação das políticas, dos projetos e das tecnologias, ganhos em termos de co-responsabilização e co-financiamento, sustentabilidade dos projetos, entre outros contribuem para a sua afirmação enquanto referência para as intervenções extensionistas. Para além do âmbito do discurso, as intervenções participativas enfrentam diversos limites, mas também parecem possibilitar mudanças mais profundas na ação extensionista, que haveriam de ser melhor compreendidas. Para o presente trabalho importa explorar estes aspectos positivos, destacar que relatos de agentes envolvidos em intervenções participativas referem a níveis de entusiasmo e comprometimento pouco usuais em outras perspectivas. A reflexão em torno deste fato curioso aponta para a hipótese de que as intervenções participativas implicam em modos de interação social singulares. Para entender os modos de interação, direcionamos o foco às interfaces na ação extensionista. a. Interfaces na ação extensionista Para a presente reflexão, partiremos da explicitação de uma particular noção de extensão rural. O mais comum é visualizála como um encontro/interação entre duas partes (entre técnico e agricultor ou entre técnico e comunidade, por exemplo). Embora este seja um imaginário de grande influência na formação da opinião pública, estabelece um “foco” em que o olhar está direcionado à interação entre “técnico-agricultor/comunidade”, ocultando outros elementos importantes desta relação. Nossa opinião é de que este foco não permite ver o que fica encoberto na maior parte destes encontros (e desencontros): a 256

intencionalidade do processo de mudança da realidade, que é geralmente pré-definida por uma terceira parte envolvida na relação (pelas instituições que criam as condições necessárias à materialização do trabalho de extensão). A implementação de cada uma das mudanças almejadas, por sua vez, cria situações nas quais se requer a cooperação de agentes com histórias, visões e interesses, muitas vezes bastante distintos. Long (2007) chama atenção para a complexidade das interações que ocorrem no âmbito das “interfaces” nas intervenções de desenvolvimento, criticando leituras simplistas. Conforme Long (2007, p.136) [...] la noción de interfaz social resulta relevante como uma manera de examinar y entender problemas de heterogeneidad social, diversidad cultural y los conflictos inherentes a procesos que involucran intervenciones externas. Las interfaces tipicamente ocurren en los puntos donde se cruzan diferentes, y a menudo conflictivos, mundos de vida o campos sociales, o más concretamente, en situaciones sociales o arenas en las cuales las interacciones giran en torno a los problemas de pontear, acomodar, segregar o disputar puntos de vista sociales, evaluativos y cognoscitivos. El análisis de interfaz social pretende dilucidar los tipos y fuentes de discontinuidad y vinculacion social presentes en tales situaciones e identificar los médios organizacionales y culturales para reproducirlos ou transformalos. Na seqüência, argumentaremos que os processos que ocorrem no âmbito da interface no trabalho extensionista podem se diferenciar conforme a orientação teórico-metodológica balizadora da intervenção. Segue, então, uma exploração preliminar da natureza das interações estabelecidas no âmbito das interfaces em algumas situações típicas do trabalho extensionista: no modelo tradicional de difusão de tecnologia e em projetos de desenvolvimento rural de diferentes estilos. b. As interfaces na difusão de inovações tecnológicas Um dos encargos historicamente atribuídos ao extensionista é a promoção do desenvolvimento agrícola com financiamento público por meio da difusão de inovações, seja como meio para suportar processos de industrialização, como forma de garantir segurança alimentar ou como estratégia de desenvolvimento agrícola. 257

O desenvolvimento agrícola, nestes casos, é percebido como uma resultante difusão e adoção de inovações tecnológicas geradas pelas instituições de pesquisa agropecuária. Neste caso, o extensionista dispõe do referencial teórico metodológico da teoria da difusão de inovações para orientar sua prática. A normatividade para a atuação extensionista, neste caso, encontrase sintetizada no quadro abaixo. O papel dos agentes de mudança107. Criar uma necessidade pela mudança . Um agente de extensão muitas vezes ajuda o cliente a tornar-se consciente da necessidade de alterar o seu comportamento. Com vistas a dar início a um processo de inovação, o agente coloca novas alternativas para os problemas existentes, enfatiza a importância desses problemas e pode assegurar aos clientes que eles são capazes de enfrentar estes problemas. Nesta fase o agente de mudança tanto levanta as necessidades dos clientes quanto pode ajudar a criar necessidades. Estabelecer uma relação de troca de informações. Uma vez que a necessidade por mudança é criada, um agente de mudança deve desenvolver comunicação com seus clientes. Diagnosticar os problemas. O agente de mudanças é responsável por analisar os problemas dos clientes de forma a determinar porque as alternativas existentes não atendem às suas necessidades. Criar uma intenção de mudança no cliente. Depois que um agente de mudança investiga as várias opções do cliente para atingir seus objetivos, o agente de mudança procura direcionar seu interesse para a inovação. Traduzir uma intenção em ação. Um agente de mudança procura influenciar a mudança de comportamento do cliente em acordo com as recomendações baseadas nas necessidades do cliente. Redes interpessoais de influência são as mais importantes nas fases de convencimento e decisão no processo de inovação. O agente de mudança pode operar somente indiretamente aqui, trabalhando com líderes de opinião para ativar as redes de influência interpessoal locais. Ou talvez o próprio agente de mudança constitua um líder de opinião e assim pode encorajar a comunicação entre pares. Para consolidar a adoção e prevenir descontinuidades. Os agentes de mudança podem consolidar novos comportamentos reforçando mensagens aos clientes que já adotaram. Esta assistência é dada quando um cliente está na fase de implementação ou confirmação no processo de inovação-decisão. Alcançar a autosuficiência. O objetivo final para um agente de mudança é desenvolver um comportamento de auto-suficiência por parte dos clientes eliminando a dependência para com ele.

107

Adaptação nossa de Rogers (2003, p.269-270)

258

Entende-se que na abordagem teórica desta perspectiva a centralidade da ação inicial é do extensionista (enquanto diagnosticador de uma situação passível de mudança e propositor de alternativas). Estabelece-se, assim, um tipo de relação em que se cria uma grande expectativa em torno das suas contribuições. Este modelo, ao ser aplicado, mostrou-se relativamente bem sucedido em sua disposição de promover mudanças junto a determinado público de agricultores nas circunstâncias históricas da modernização da agricultura brasileira, quando o extensionista dispunha de um apoio das instituições de pesquisa para definir os “pacotes tecnológicos” que ele, apenas, haveria de difundir, contando para isso com incentivos diversos de políticas públicas (de crédito, seguro, preços mínimos e comercialização). A extensão fazia, então, “parte de uma engrenagem maior” movida pelos interesses constituídos no âmbito do governo federal, e seu papel era de “fazer esta engrenagem funcionar”. Cabe examinar que, dadas as características do arranjo institucional estabelecido e as orientações teórico-metodológicas adotadas, no âmbito da interface predominavam interações verticais e autoritárias, caracterizadas por fluxos unilaterais de comunicação. A expectativa de participação do “outro” se restringia ao feedback, como solicitação de “esclarecimentos”. A visão, perspectiva e interesses dos agricultores nem sempre são abordados diretamente na interação.108 Os depoimentos colhidos por Figueiredo e Araujo (1984) ilustram estas considerações. Os autores procuraram conhecer o que pensavam os agricultores da região produtora de soja no RS sobre a modernização da agricultura no início da década de 1980. Em uma parte do artigo resultante da pesquisa, o depoimento de agricultores revelava a situação de “desconformidade” com as práticas vigentes: “Porque tudo que é demais é errado”. “Porque me obrigaram a botar três sacos de adubo em um hectare de terra, que minha terra não precisa... É o órgão do Ministério da 108Não

se pode, entretanto, argumentar que estas preocupações não estejam presentes na literatura normativa que orienta a intervenção extensionista na difusão de inovações, pois esta revela um reconhecimento sobre a importância das relações interpessoais no condicionamento dos resultados ao alertar que o agente de mudanças pode reforçar estas relações de troca de informações se for percebido como verdadeiro, competente e confiável e por mostrar empatia com as necessidades e problemas dos clientes. Complementa-se alertando que os clientes muitas vezes precisam primeiro aceitar o agente de mudanças para depois aceitar as inovações que ele ou ela estão promovendo. As inovações são julgadas, em parte, com base na forma como o agente de mudanças é percebido. Recomenda que para chegar a uma conclusão sobre os problemas, o agente de mudança deve colocar-se no lugar do cliente (empatia) para ver a situação sob a sua perspectiva. (ROGERS, 2003)

259

Agricultura que obriga os órgãos financeiros a exigirem isso. Porque as multinacionais de adubo brigaram, ou subornaram, ou fizeram qualquer coisa; comprometeram os órgãos do governo sobre aquele setor a agir assim... o agrônomo é o mandalete deles para executar aquilo; ele também recebe ordens, senão perde o emprego. “É implantado de fora para dentro. Vieram aqui dizer que isso aí não era mais agricultura e que o Brasil estava importando alimentos e que isso não podia acontecer. Somente com a mecanização, com a tecnologia moderna... é que o Brasil poderia ser auto-suficiente. E que a agricultura tradicional era superada... então, começou a influir os órgãos do governo; porque não foi aqui no agricultor, porque tudo que nós estamos vivendo hoje foi imposto de cima para baixo; nada brotou de baixo para cima.” (FIGUEIREDO; ARAUJO,1984, p.174, grifo nosso). Nestas circunstâncias o alcance das mudanças de comportamento intencionadas pela intervenção extensionista constituem mais um produto da ação de fortes condicionantes externos (da política pública) do que frutos da adesão ou cooperação voluntária do agricultor. Outros exemplos elucidam as dificuldades que se criam nas interações entre técnicos e agricultores nestas conjunturas. Relações de antagonismo são descritas por Neves (1987, p.351), envolvendo disputas em torno do valor do conhecimento detido pelos extensionistas: De modo geral, o saber de que os técnicos agrícolas são depositários sustenta-se numa visão da prática agrícola como atrasada, porque atualizada segundo princípios de conhecimentos arcaicos, primários, retrógrados ou por agricultores que não sabem o que fazem e que são tradicionais porque resistentes às mudanças. Enfim, supões a expropriação e a ilegitimidade do saber dos agricultores. A construção desse discurso se exacerba ainda porque, de modo geral, os agricultores reagem a esse projeto de expropriação do seu saber, pela desqualificação do conhecimento dos técnicos agrícolas. Reivindicam para si a experiência, o “pé no chão”, e atribuem àqueles certa inocência, um conhecimento de escritório ou desconhecimento dos problemas reais da agricultura. Essas relações tensas são expressas nas piadas que os agricultores contam dos técnicos agrícolas, ridicularizando-os por confundirem “um pé de alface com uma moita de capim”, “um pé de café com uma laranjeira”, etc. Classificam os técnicos como teóricos e reivindicam para si o saber prático Cabe assinalar que as “facilidades” (como o crédito, por exemplo) para implementar as mudanças propostas asseguram a 260

realização das metas dos programas, mas não eliminam eventuais resistências ao exercício de uma prática autoritária que, via de regra, não reconhece os conflitos de interesses, as restrições da alternativa tecnológica apresentada, os limites do conhecimento científico e o valor do conhecimento popular e das experiências “do outro” com quem se relaciona. Os problemas de dessintonia entre extensionistas e agricultores parecem se acentuar quando se torna necessário promover a adoção de práticas que não são percebidas como oportunas nem pelos técnicos e nem pelos agricultores. Tal seria o caso da difusão de práticas conservacionistas, como aponta Cimadevilla (2004). Neste contexto a consecução da ação extensionista ao propor alternativas sem encontrar eco nos agricultores, e apesar da resistência deles, representa, claramente, uma situação de opressão no trabalho deste profissional e dos agricultores. c. As interfaces nas intervenções de promoção desenvolvimento rural via projetos participativos

do

Como já foi destacado anteriormente, a introdução da participação na agenda extensionista está fortemente relacionada às intervenções que procuram promover o desenvolvimento rural via projetos. Nesta perspectiva preconiza-se a perspectiva “bottom up” (projetos que partem da base) frente aos projetos com características “top down” (propostos pelo agente externo).109 O contexto discursivo que orienta a intervenção extensionista atualmente, remete para o reconhecimento da heterogeneidade das condições e visões dos grupos (e indivíduos) e dos contextos sócio-econômicos em que estes grupos (e indivíduos) se inserem, além disto, sua vulnerabilidade frente as conjunturas históricas dinâmicas e imprevisíveis às quais devem se adaptar e/ ou transformar. Partindo destes supostos propõe a formação de comunidades de aprendizagem que, trabalhando numa perspectiva de investigação-ação-participativa, busquem avançar no desenho e implementação de estratégias coletivas de adaptação ao contexto/ desenvolvimento (COLFER et al. , 2005). Assim, cabe reconhecer que os desafios colocados à prática extensionista participativa não se limitam, hoje, ao compartilhamento do poder de decisão, estendendo-se à 109 Para reflexão sobre a evolução do aprendizado sobre a importância da participação nos projetos de desenvolvimento rural ver Uphoff (1985).

261

facilitação de processos de aprendizagem coletiva que favoreçam a aprendizagem/empoderamento dos grupos sociais com quem trabalha. A reflexão metodológica sobre este desafio num ambiente intelectual de crítica ao positivismo e de validação das teorias da complexidade (SELLAMNA, 1999; WARNER, 2001) leva ao diálogo, idealmente, com as perspectivas construtivistas na educação. A realização de tais intentos implica, no âmbito da interface, a explicitação pública -nos espaços coletivos- das diferenças de visões, perspectivas e interesses. Neste contexto o extensionista necessitará utilizar as técnicas e ferramentas participativas tanto para moderar quanto para facilitar os processos de aprendizagem. Entende-se que estas situações quando realizadas em suas formas mais puras configuram situações extremas tanto de desilusão quanto de entusiasmo com as metodologias participativas. As desilusões podem ocorrer nos casos onde se estabelecem as condições de diálogo “realista” sobre a adversidade das condições locais, onde os atores envolvidos podem sucumbir à desesperança ao ter a sua frente uma maior clareza dos conflitos de poder e das dificuldades a serem enfrentadas. Em outros casos o extensionista pode ter que se retirar pela incontrolabilidade ou derivação negativa do processo gerado, pela dificuldade de gestar os conflitos de percepções e interesses surgidos no processo. As desilusões derivam, também, dos conflitos institucionais110. Embora a teoria que subsidia a reflexão atual sobre as metodologias participativas apresente um elevado potencial renovador das práticas extensionistas, são inúmeros os estudos que indicam os limites à introdução da participação no dia a dia das organizações públicas- burocráticas - de extensão rural. Além disto cabe referir-se a um conjunto de limitantes à participação relacionados ao contexto social (às expectativas dos

110

Como fruto deste conjunto de restrições, predominam situações de interação muito distantes das ideais. Frente a diversidade de circunstâncias particulares, analistas da participação em projetos de desenvolvimento rural têm recorrido tradicionalmente ao uso de uma tipologia de formas de participação, incluindo: passiva (pelo fornecimento de informações), consultiva (por incentivos materiais), funcional, interativa e de automobilização. Estas formas implicam diferentes padrões de interação possíveis entre as partes envolvidas (financiador – extensionista – agricultores) conforme o poder de decisão que é atribuído a cada parte no processo. Para diferenciação dos tipos de participação mencionados ver Pretty et al. (1997, p.61)

262

atores sociais envolvidos sobre o serviço a ser prestado pelo extensionista)111. Embora reconhecendo as possibilidades da desilusão, queremos chamar atenção para o fato de que dentro do conjunto dos registros de uso de metodologias participativas parece haver um grupo de experiências especiais, como ressaltado anteriormente. Reforçamos que a atenção para o âmbito das “interfaces” no trabalho extensionista surge, em nosso trabalho, destes relatos de casos reveladores de “grande entusiasmo e satisfação pessoal” ao referirem-se a utilização de metodologias participativas112. Na investigação sobre os motivos que tornariam as experiências “especiais”,observa-se que, via de regra, a referência dos entusiastas ao “diálogo”. Nestes casos o “diálogo”, que é valorizado, aparece como uma experiência na qual113:    

o extensionista aparece despido de uma intencionalidade prévia e, num primeiro momento, vai apenas ao encontro do outro; o “outro” não se constitui mais como “objeto da ação extensionista” mas como pessoa com riqueza de experiências e percepções a serem conhecidas ; o extensionista não se apresenta como “profissional” mas como “pessoa”, curiosa na sua descoberta do mundo das percepções e vivências; o desenrolar da relação é decidido no diálogo –não há obrigatoriedade de continuidade ou de sentido na ação a ser encaminhada.

Em geral o resultado deste processo implica no reconhecimento do valor do conhecimento do outro (que era pressuposto, mas negado na prática extensionista). Há, então, uma possibilidade de maior coerência entre as convicções e práticas de parte significativa de extensionistas, o que responderia pela sensação de satisfação pessoal e profissional vivenciada. Entende-se que estas experiências são percebidas também como positivas por propiciarem a diluição-compartilhamento de 111

A questão das restrições enfrentadas para realização de trabalhos participativos no meio rural brasileiro no âmbito de instituições governamentais e não governamentais foi abordada por nós em outros trabalhos Diesel et al. (2006 ) e Diesel et al. ( 2009 ). 112 Não se trata de desmerecer as abordagens sobre os limites dos enfoques participativos, mas de evidenciar alguns aspectos relacionados a aplicação de metodologias participativas pouco explorados na literatura. 113 Cabe assinalar a proximidade com a abordagem de Freire (1983) sobre o diálogo na prática extensionista.

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responsabilidades, minimizando a centralidade do técnico nas iniciativas de desenvolvimento. Em situações menos freqüentes, a origem do entusiasmo parece estar relacionada com a descoberta das possibilidades dos processos coletivos de construção da leitura da realidade e alternativas de desenvolvimento114. A complexidade e riqueza das percepções individuais e do processo de construção de conhecimento pela pesquisa-ação-participativa estariam, assim, na base deste entusiasmo. Entende-se que a intervenção radicalmente participativa propicia interações não restringidas por codificações comportamentais rígidas, de modo que a comunicação assume um caráter dialético, levando a um profundo questionamento das partes em interação que se estende ao âmbito do sentido das ações. Reconstrói-se, então, um novo acordo sobre o sentido das ações e os papéis sociais, possivelmente mais de acordo às aspirações e capacidades de cada um. Tais processos estariam na base de um desenvolvimento verdadeiramente autônomo (e não heterônomo como observado nos projetos top-down de desenvolvimento). É justificável defender a permanência da participação na agenda extensionista? Para posicionar-se a este respeito da conveniência da permanência da participação na agenda cabe realizar uma retomada dos argumentos desenvolvidos ao longo do texto. A introdução da participação na agenda da gestão pública, dos financiadores de projetos de desenvolvimento rural, de pesquisa e de extensão, tem derivado em iniciativas com este teor, mas também num conjunto significativo de publicações normativas, de relatos de experiências e de críticas. 114As

referências positivas ao uso das metodologias participativas nos projetos, via de regra, se referem à fase de diagnóstico, de reconhecimento mútuo, de “conhecimento do conhecimento”. Mesmo nos diagnósticos, onde se concentram a maior parte das experiências participativas na extensão rural brasileira, é necessário passar de uma fase de conhecimento do conhecimento para organização e ampliação do conhecimento. Requer-se, neste caso, de um trabalho de grande complexidade no planejamento dos processos de aprendizagem coletiva e de sistematização que, muitas vezes, vão além das capacidades individuais do extensionista que trabalha sozinho e sem apoio técnico externo significativo. O reflexo de tais deficiências pode ser a desarticulação do diagnóstico com as ações propostas ou a ocorrência de processos de construção de conhecimento muito distantes do potencial possibilitado pela proposta construtivista e crítica.

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Cabe reconhecer, inicialmente, a relevância dos processos de construção de novas institucionalidades democráticas na América Latina e o caráter inacabado deste processo, razão pela qual a questão da participação possivelmente permanecerá na agenda por um bom tempo. 115 Da mesma forma as avaliações críticas sobre as deficiências dos projetos tecnocráticos de desenvolvimento rural, implementados numa perspectiva “top down”, e a ampla aceitação de uma ética democrática tendem a sustentar a motivação para a participação dos envolvidos nas iniciativas de desenvolvimento rural. A conveniência da participação do agricultor nos processos de geração de inovação e assistência técnica quando orientados a inclusão social e transição agroecológica também parece inquestionável. Por outro lado, observam-se dificuldades de avançar nas práticas participativas que preconizam compartilhamento do poder de decisão. Parte significativa das críticas remete aos “abusos” da participação (casos em que ela é preconizada em dessintonia com as possibilidades locais) e às dificuldades em se institucionalizar a participação. Tais dificuldades estariam relacionadas principalmente aos conflitos na distribuição de poder com lideranças políticas e burocracia de organizações públicas hierarquizadas (que procuram imprimir sentido, natureza e ritmo a ação extensionista, independente dos atores locais) e mesmo devido às avaliações “racionalistas” dos agricultores que se mostrariam críticos a iniciativas cujos resultados não compensam na mesma medida dos esforços despreendidos. Estaríamos então, presenciando o momento de considerar que atingiu-se o nível máximo de democratização e participação possível nas iniciativas de desenvolvimento rural, estando esta agenda completa, da mesma forma como o foi com a “modernização da agricultura” e que, em alguns casos, seria possível recomendar uso de “métodos menos participativos”? Adicionalmente, dada a renovada importância do agronegócio para a sustentação das estratégias de desenvolvimento econômico dos países do sul da América do Sul, não caberia adotar uma postura realista de considerar esta nova configuração econômica um dado e trabalhar sobre ela, incentivando, ao invés de processos de organização comunitária, os processos de inovação tecnológica de alta densidade científica junto a produtores com 115Não

se sabe, entretanto, qual o ator social que haverá de protagonizar este processo de organização, tendo em vista a conveniência de consolidar sistemas pluralistas de extensão rural.

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capacidade de resposta com vistas a melhoria de produtividade e qualidade com vistas a assegurar a competitividade das economias regionais? Embora se reconheça a pertinência das análises que revelam as restrições do avanço da participação no âmbito da gestão pública e das iniciativas de promoção do desenvolvimento rural, defendemos o ponto de vista de que tais restrições não deveriam ser utilizadas como justificativa para a retirada da participação da agenda. Esta posição se embasa no entendimento (e na crença) de que as intervenções participativas contemplam maior possibilidade de tratar as singularidades e criar comprometimento, o que é tão caro às utopias do desenvolvimento endógeno sustentável e às estratégias de inclusão social. Mas, sobretudo, teria um potencial de possibilitar interações diferenciadas, entre “sujeitos” que pensam seu mundo e agem sobre ele116. Coloca-se, assim, o desafio de ir mais além da concepção de participação que se restringe ao compartilhamento do poder de decisão. Haveríamos de avançar no mútuo entendimento e aprendizagem. Estes propósitos parecem mais difíceis mas, quando realizados, possivelmente serão potencializadores de avanços mais realistas e significativos. Em geral nas críticas argumenta-se que as práticas denigrem as utopias pelas falhas e limitações humanas, que lhe são inerentes. Neste caso ousaríamos argumentar que há um elemento das práticas participativas que vai além da utopia: a recuperação do sentido e sentimento na relação entre aqueles que estão envolvidos.

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116

Adicionalmente, entende-se que a probabilidade de se criarem situações de resistência, dissimulação de interesses e falta de comprometimento e envolvimento (e por conseqüência condicionar-se a sustentabilidade dos projetos) são bem maiores quando recorre-se a mediação com base em racionalidades instrumentais ou estratégicas (GROOT; MAARLEVELD, 2000).

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La participación en el territorio: del conocimiento a la acción. El caso Loventue, La Pampa, Argentina Roberto Torrado Porto Introducción En una aproximación inicial podría definirse el concepto de participación como “toda acción colectiva de individuos orientada y organizada para la satisfacción de determinados objetivos” OIT- CINTERFOR117 (2007:2). La consecución de tales objetivos “supone la existencia de una identidad colectiva anclada en la presencia de una historia común, valores, intereses y motivaciones compartidas que dan sustento a la existencia de un “nosotros””. Desde la definición surgen los primeros interrogantes: ¿Cuáles son los valores, intereses y motivaciones que impulsan a los actores a participar?; ¿Se puede planificar la participación en un proceso de desarrollo territorial?; ¿Cuál es la dinámica de la participación en dichos procesos? y ¿Por qué se producen cambios en las formas, modalidades y niveles de la participación? La teoría permite aproximar una serie de respuestas generales a estos interrogantes. Rígidas y estructuradas, las respuestas a alcanzar muchas veces se contraponen con las realidades y dinámicas territoriales. Es en el análisis de los hechos, en el estudio “in situ”, donde se manifiestan las respuestas reales. Pero también es en la realidad donde, desde la conceptualización de la participación y el estudio de su dinámica, se manifiestan interrogantes más complejos para los cuales las respuestas no son únicas y mucho menos teóricas. En sí, es la “complejidad territorial” la que se interroga al intentar descubrir el ciclo de gestión del conocimiento y su transformación en acción participativa/colectiva. Por ello, es necesario descubrir: ¿Cómo es el proceso y la dinámica del ciclo de construcción del conocimiento — acción en los territorios?; 117

Organización Internacional del Trabajo (OIT) – Centro Interamericano para el Desarrollo del Conocimiento en la Formación Profesional (CINTERFOR sede Uruguay)

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¿Cómo se gestiona el conocimiento y como se transforma en acción colectiva? y ¿Qué rol cumple la participación en el proceso de vinculación del conocimiento y la acción? En este capítulo, se intentará aproximar algunas respuestas a estos interrogantes a partir del análisis de la participación en el Proceso de Desarrollo Territorial del Departamento Loventué, La Pampa. La Participación: formas, modalidades, características y niveles Definida la participación como una “acción colectiva orientada y organizada”, Montaño118 (2005:6) identifica cuatro formas básicas de participación: 

 



Social: implica la agrupación de los individuos en organizaciones de la sociedad civil para la defensa y representación de sus respectivos intereses, con el fin de “mejorar sus condiciones de vida”. Ciudadana: se entiende como la intervención de los ciudadanos en la esfera pública, en función de “intereses sociales de carácter particular”. Política: es la intervención de los ciudadanos a través de los instrumentos establecidos por el orden democrático con el fin de lograr la materialización de los intereses de una comunidad política. En contraste con la participación ciudadana, la acción individual o colectiva “se inspira en intereses compartidos”. Comunitaria: es el conjunto de acciones que despliegan diversos sectores comunitarios, en la “búsqueda de soluciones a sus problemas o necesidades específicas”

A su vez, el mismo autor identifica distintas modalidades de participación dentro de las formas básicas, ellas son: 

118

Reivindicativa: orientada a movilizar individuos y grupos con el fin de reivindicar ante el Estado cualquier

MONTAÑO, L. E.; Investigador de la Asociación de Proyectos Comunitarios de Popayán (Colombia). Autor del Módulo Liderazgo, Participación Comunitaria y Ciudadana del Proyecto “Fortalecimiento de las organizaciones pertenecientes a la Asociación de proyectos Comunitarios. A.P.C.

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acción que “garantice una mejor prestación de servicios”. Instrumental: propicia la movilización de organizaciones o comunidades locales en función de intereses pragmáticos y utilitarios. Participar significa ante todo beneficiarse, intervenir para “obtener la satisfacción de una necesidad”. Formal: es la representación que tienen los ciudadanos en canales reglamentados por la ley. Ella “no denota necesariamente un papel activo de la ciudadanía en la toma de decisiones”. Sustantiva: es el conjunto de procedimientos utilizados, tanto por la ciudadanía como por el Estado, para enfrentar las carencias y necesidades de la población y emprender las acciones necesarias, compartidas o no para satisfacerlas de manera efectiva.

Por su parte Montaño (2005:7) coincide con lo expuesto por De los Ríos Carmenado119 (2002:75-138). Ambos observan que a las distintas formas y modalidades de participación las vincula una serie de características comunes. Para los autores, cualquier forma o modalidad de participación se caracteriza por ser un proceso, organizado, consciente y continuo que implica “el desarrollo y fortalecimiento de capacidades” para “impulsar la transformación de los actores en protagonistas de su propio desarrollo”. Estas características “hacen la participación”, pero son los actores, de acuerdo a sus motivaciones y capacidades, los que establecen su posición. Es en este punto donde el actor establece el nivel y define el alcance de su participación según las formas y modalidades imperantes en el territorio en un momento dado. Desde esta posición, Montaño (2005:8) hace referencia a que es el actor el que establece “hasta donde quiere llegar”, definiendo desde su acción participativa en que nivel su motivación toma peso y se hace referente, o la pierde y se autoexcluye. Es aquí donde se perfila como actor expectante, comprometido, indiferente o “boicoteador”, de acuerdo a como visualice la capacidad de respuesta a sus propias motivaciones o a las del grupo social o de interés al que pertenece.

119

DE LOS RIOS CARMENADO, I; Profesor Titular; Departamento de Proyectos y Planificación Rural; Universidad Politécnica de Madrid (España).

271

El autor referido identifica en un proceso participativo los niveles: informativo, consultivo, de iniciativa, de fiscalización, de concertación, de decisión y de gestión. Es claro que en la práctica, ya sea en un proceso, proyecto o emprendimiento, las formas, modalidades y niveles de participación se conjugan y/o combinan por lo cual, en distintos momentos y de acuerdo a la posición que tomen, los actores pueden asumir desde las formas y modalidades uno o más niveles de participación. El avance sobre los distintos niveles o posiciones dependerá de la capacidad que tenga la iniciativa en dar respuesta a sus motivaciones individuales y/o del grupo de pertenencia. Planificación y prácticas participativas Pensar en planificar la participación implica ligar íntimamente la premisa al concepto de territorio, entendido como “el espacio físico donde tienen lugar las diferentes relaciones sociales”. Desde esta concepción, la trilogía planificación – participación– territorio deberían considerarse conceptos indisociables. Cazorla Montero120 (2004:37) refiere que a lo largo de la historia de la humanidad, “cualquier forma de organización social ha tenido asociadas una serie de prácticas planificadoras responsables del desarrollo de dicha organización”. Se puede considerar que la planificación está ligada a un sistema de relaciones sociales basado en el territorio, en el que la racionalidad del mercado y la racionalidad social pueden entrar en conflicto, de no mediar una actividad que las armonice. Surge así la función del Estado, como la forma más frecuente de organización de la sociedad. Cualquier Estado moderno tiene, o representa, un sistema de orden político en donde desarrolla su actividad. Entonces, según el autor, en un territorio coexisten el sistema de relaciones sociales y el sistema de orden político. Desde esta posición, ¿de qué manera y como se planifica la participación de los actores en los sistemas que componen un territorio? Es Cazorla Montero (2004:38), en coincidencia con otros autores revisados, quien observa que se pueden establecer tres grandes tipos de prácticas a la hora de clasificar la actividad participativa de los actores dentro de un sistema de orden político. Los tipos de prácticas participativas establecidas para dicho sistema son: 120

CAZORLA MONTERO, A; Secretario General UPM; Profesor Titular; Departamento de Proyectos y Planificación Rural; Universidad Politécnica de Madrid (España)

272







Mantenimiento del sistema: contiene a grupos de actores que se encuentran “plenamente de acuerdo con el sistema establecido”. Su intención no es el de modificar el sistema de orden político, sino que la participación es activa en el mantenimiento del mismo. Cambio del sistema: los grupos de pertenencia, “se encuentran de acuerdo con los principios generales del sistema”, pero pretenden objetivos más amplios o diferentes a los ya existentes. “Buscan la modificación paulatina” pero de una manera no traumática. Transformación del sistema: se corresponde con la participación de grupos de actores que, organizados, persiguen con su acción participativa la destrucción del sistema y su sustitución por uno nuevo y diferente. Propugnan un cambio traumático.

A su vez, Cazorla Montero (2004:39), De los Ríos Carmenado (2002:363) y Martínez de Anguita121 (2006:237) coinciden en observar que, además de los anteriores tipos de actuaciones participativas según el orden político, la participación se puede planificar según el sistema de relaciones sociales, “puesto que la participación en sí es una práctica social”. Sobre esta premisa, distinguen cuatro tipos de prácticas participativas en función del efecto que se pretende conseguir sobre el sistema de relaciones sociales: 



Asignativa: se ocupa de la “distribución de los recursos” entre los ciudadanos de acuerdo con un programa preestablecido de carácter rígido. Conlleva un elevado grado de conformismo. En este tipo de práctica, se elude la participación de los actores beneficiarios, que juegan un rol totalmente pasivo y asumen la estructura rígida impuesta. Innovadora: refiere a los “cambios institucionales en el sistema”. Es una práctica dinámica y pretende la “consecución de un sistema mejor que produzca mayor bienestar”. La distribución de recursos es en

121

MARTINEZ DE ANGUITA, P.; Profesor de Ordenación del Territorio y Desarrollo Local Sostenible. Escuela Superior de Ciencias Experimentales y Tecnología; Universidad Rey Juan Carlos, Madrid (España)

273





función de las necesidades reales que se extraen de la práctica participativa. Considera la participación activa de los actores en el proceso de toma de decisiones. Así, ante las iniciativas actorales surgen prácticas participativas movilizadoras de recursos, propios y ajenos, públicos y privados, para conseguir nuevas metas, creándose nuevas instituciones u organizaciones sociales, modificando la composición, visión y misión de las existentes, reasignando funciones, etc. Radical: surge desde abajo, desde la iniciativa ciudadana. Es una práctica participativa “destinada a cambiar el orden político y el sistema de relaciones sociales”. Los actores se agrupan, organizan y actúan colectivamente en torno a procesos y/o proyectos que impulsen la transformación desde la base a la sociedad. De ahí el calificativo de radical. Revolucionaria: pretende “la transformación del sistema político situándose en la base del sistema de relaciones sociales de un territorio”. Al igual que la práctica participativa radical, persigue la modificación del sistema político, siendo su objetivo último la “destrucción” del mismo y la sustitución por uno nuevo. La participación actoral tiene una base ideológica única, definida con objetivos determinados y activa para la consecución de los mismos, generalmente impuestos por un “grupo líder reaccionario”.

Como se puede observar en la Figura 1, desde la teoría planificadora de la participación el sistema de relaciones sociales es inherente y ocupa todo el espectro territorial, mientras que el sistema de orden político se sitúa en una banda de actuación algo inferior. La diferencia entre ambos sistemas la establece la práctica revolucionaria, que se sitúa dentro del sistema de relaciones sociales territoriales, pero fuera del sistema de orden político.

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Figura 1. Integración de las prácticas participativas en el territorio T E R R IT O R IO P R A C T IC A S P A R T IC IP A T IV A S E N E L S IS T E M A D E O R D E N P O L IT IC O

M a n t e n im i e n t o d e l S i s t e m a C a m b io d e l S is te m a T r a n s f o r m a c i ó n d e l S is t e m a P R A C T IC A S P A R T IC IP A T IV A S E N E L S IS T E M A D E R E L A C IO N E S S O C IA L E S A s ig n a tiv a In n o v a d o ra R a d ic a l R e v o lu c io n a ria

P A R T I C IP A C I O N

P r o m o v id o s “ D e s d e a r r ib a ”

D E LO S A C TO R E S

P r o m o v id o s “ D e s d e a b a jo ”

Fuente: Elaboración propia. Adaptado de Cazorla Montero (2004)

De hecho hay una correspondencia entre las prácticas participativas propias de cada uno de los sistemas, y se establece una relación entre si y entre sistemas. Para el caso, y según se observa en la figura, cuando se planifica la participación hay elementos congruentes entre el sistema de orden político y el de relaciones sociales de un territorio. Esta congruencia establece una relación directa que está dada, en forma general, por las prácticas participativas implementadas por el sistema de orden político establecido. A su vez, se observa una superposición de las prácticas participativas en cada uno de los sistemas y entre sistemas. Dicha superposición permite inferir que no existen “prácticas puras”, sino que por el contrario, las prácticas participativas son dinámicas, “móviles”, muchas veces “pendulares”, y dependen de las situaciones contextuales y/o coyunturales de los territorios. Por último, y a pesar de la rigidez esquemática de la figura de referencia, se establece una tendencia del grado de participación de los actores en correspondencia con ambos sistemas. En este sentido, en los modelos promovidos “desde arriba” se evidencia la pasividad de la participación actoral, instancia que se transforma al asumir un orden político territorial 275

diferente que impulsa y en muchos casos privilegia la participación activa de los actores. Planificación y modelos de participación Para poder realizar una modelización es necesario integrar las formas, modalidades, niveles, características, estilos y prácticas de la participación. Esta labor de integración implica un proceso de síntesis y de búsqueda de elementos comunes presentes en los sistemas de orden político y de relaciones sociales de los territorios. Este estado se logra identificando a nivel territorial: ¿Cómo es el proceso de construcción del conocimiento?; ¿Cómo se transforma en acción? y ¿Qué rol cumple la participación de los actores en el proceso de vinculación del conocimiento y la acción? Sobre la base bibliográfica revisada y a los fines de responder desde la teoría a los interrogantes planteados inicialmente, se pueden identificar cuatro modelos (Figura 2). Figura 2. Modelos de planificación de la participación

APRENDIZAJE SOCIAL

ANALISIS DE POLITICAS

MODELOS

REFORMA SOCIAL

MOVILIZACION SOCIAL

Fuente: Elaboración propia. Adaptado de Cazorla Montero (2004)

Los modelos Análisis de Políticas; Aprendizaje Social; Reforma Social y Movilización Social aparecen como “teóricos y enlatados”, pero en la realidad de la “complejidad territorial” se manifiestan “impuros”, “combinados” o conjugando componentes y condiciones que caracterizan a cada uno de ellos, a saber: 276







Análisis de Políticas: privilegia el accionar de los técnicos (conocimiento experto) para identificar las mejores soluciones a las problemáticas territoriales. Se centra en un tipo de planificación promovido “desde arriba”, aunque considera y analiza los recursos presentes en el territorio. Su principal debilidad radica en que los técnicos asumen un papel protagonista tanto de la construcción del conocimiento como de la acción, sin que medie un proceso de comunicación adecuado entre estos y la población receptora de la propuesta de cambio. De hecho, la participación actoral es relativizada y ensombrecida por el uso de la razón técnica y la toma de decisiones anticipada para explicar los posibles cursos de la acción. Aprendizaje Social: empieza y acaba con acción, la cual implica estrategia y táctica a partir del contraste permanente con la realidad territorial. Para este modelo, el conocimiento y la acción están concebidos como un proceso secuencial, de construcción permanente que implica la lectura estratégica de la dinámica territorial. Por ello, el conocimiento se deriva de la experiencia, se valida en la práctica y es íntegramente parte de la acción. En este modelo, se privilegia y prioriza la participación activa de los actores territoriales quienes se organizan, explicita o implícitamente, en redes de construcción del conocimiento que validan por medio de la acción colectiva en situaciones reales. Reforma Social: es un modelo dirigido donde, en forma general, es el Estado el que propugna el cambio. El componente de orden político es quien construye el conocimiento a partir de una lectura particular de la realidad y no considera ni la opinión, ni la participación de los actores territoriales. Al igual que el modelo de análisis de políticas considera un proceso “desde arriba” en la toma de decisiones. Es el Estado el que posee el conocimento y realiza la acción en la búsqueda de institucionalizar y hacer eficaz su accionar. Este modelo, que se articula y/o complementa con el de análisis de políticas ha sido ampliamente aplicado por el Estado en el medio rural

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por medio de los distintos programas, proyectos e inversiones para el desarrollo rural. Movilización Social: prima la acción colectiva y directa “desde abajo” prevaleciendo la voluntad colectiva sobre la del individuo. Se propone como un modelo basado en la solidaridad social como alternativa para desarrollar un nuevo sistema de relaciones sociales comunitario y participativo. Desde el orden político propone una trasformación equitativa en las relaciones de poder dentro de los territorios a través de la participación activa de la comunidad en el proceso de toma de decisiones. El conocimiento y la acción son propiedad de los actores y son ellos quienes definen el futuro de su territorio a través de la creación de distintos espacios e instancias participativas.

En los hechos los cuatro modelos giran en torno a la misma preocupación básica, al interrogante complejo que se manifiesta en la realidad de la dinámica territorial: ¿cómo vincular adecuadamente el conocimiento y la acción? La respuesta a esta pregunta la esboza Friedmann122 (1995:59) y se puede sintetizar, en forma adaptada para el presente análisis, en un gráfico de doble entrada (Figura 3), en el que los modelos propuestos se clasifican de dos maneras simultáneas. Figura 3. Clasificación de los modelos.

122

CONSERVADOR

RADICAL

En ORIENTACION SOCIAL

ANALISIS DE POLITICAS

REFORMA SOCIAL

En TRANSFORMACION SOCIAL

APRENDIZAJE SOCIAL

MOVILIZACION SOCIAL

FRIEDMANN, J; Economista; Profesor del Departamento de Planificación Local y Regional del Instituto Tecnológico de Massachussets (EE.UU.); Asesor técnico y especialista en desarrollo de la Agencia Americana para el Desarrollo Internacional (sede Brasil).

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Fuente: Elaboración propia. Adaptado de Friedmann (1995)

Por un lado, se establece que la vinculación del conocimiento y la acción puede presentar una tendencia radical o conservadora, y por otro se plantea la intencionalidad del proceso de participación de los actores, según sea “socialmente orientado” (participar respetando la estructura social existente) o que promueva la “transformación social” (participar en forma organizada y activa, planteando nuevas formas que promuevan la transformación de la estructura social). El caso Loventué: origen y evolución El proceso económico y social implementado en la República Argentina durante la década del 90 produjo, en el ámbito nacional, regional y local, la ruptura del sistema comercial y productivo y una crisis importante de las instituciones intermedias. La sistemática ruptura de contratos sociales provocó la fractura social, la desarticulación y la pérdida de representatividad de la mayoría de las organizaciones de la sociedad civil. El Departamento Loventué no estuvo ajeno a este proceso y sufrió las consecuencias del mismo. La sociedad, con su gobierno local y las instituciones, enfrentaban en ese momento un escenario sumamente complejo. Creciente fragmentación y segmentación social, crisis económico – productiva, aumento de la pauperización, pérdida de identidad y desarticulación institucional, fueron las causas que generaron una mayor responsabilidad del gobierno en la prestación y provisión de servicios a la comunidad y una creciente demanda social de los mismos. La situación fiscal del gobierno local se tornaba compleja provocando una gran incertidumbre sobre el futuro de la región. Ante las problemáticas planteadas, tomó cuerpo el análisis y estudio de nuevos mecanismos para enfrentar la crisis terminal hacia la que se encaminaba la región. Así, Técnicos de la Unidad de Extensión y Desarrollo Territorial INTA–Victorica (UE y DT INTA–Victorica) y autoridades del Instituto Tecnológico de Educación Superior (ITES), evaluaron la situación y plantearon la necesidad de generar estrategias para propiciar espacios participativos y de fortalecimiento interinstitucional que permitieran desencadenar acciones para revalorizar los recursos endógenos. El objetivo buscado era el de facilitar la participación y

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las articulaciones necesarias para promover un desarrollo integral de la región, con un fuerte carácter innovador. Como producto de la intervención123, en forma participativa y consensuada se logró un esquema organizacional innovador para la región. Un verdadero “proyecto de la gente y para la gente”, que permitió (re) construir el capital social comunitario. Sobre esta base, se produjo un proceso de retroalimentación continuo con la siguiente estructura de funcionamiento según niveles de actuación y participación (Figura 4): Figura 4. Esquema organizacional del proceso. El proceso de participación genera un mandato (Socialización de la información – acción)

ASAMBLEA Con participación abierta a la comunidad

Informa sobre los avances

FUNDACIÓN LOVENTUE PARA EL DESARROLLO REGIONAL (FLDR) Nivel de ejecución que implica la búsqueda de recursos y articulaciones

Nivel de análisis, diagnóstico, consenso y decisión

EQUIPO TECNICO Coordinación Seguimiento Asesoramiento Evaluación del proceso

PROYECTOS INSTANCIAS DE CAPACITACIÓN CONFORMACIÓN DE GRUPOS OPERATIVOS O ASOCIATIVOS

Esta secuencia “no lineal” de funcionamiento fue una respuesta endógena que generó un aval de la comunidad a las acciones proyectadas, promoviendo la participación de los actores en el control y seguimiento de su propio accionar, instancia que fortaleció el proceso. En la estructura organizativa propuesta por la población se pueden distinguir tres componentes: 

123

La asamblea: es el espacio de participación de los actores. Es un lugar abierto a la comunidad para el consenso, la reflexión, el diagnóstico y el abordaje de las problemáticas comunes. Es el órgano decisor.

FRANK, E. O.; TORRADO PORTO, R Y OTROS (2003). Proyecto “Fortalecimiento y Articulación de Actores en el Proceso de Desarrollo Local del Departamento Loventué” – INTA PROFEDER 2002 – 2006. Reformulado 2007 – 2009

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La Fundación Loventué para el Desarrollo Regional (FLDR): es la nueva institucionalidad producto del proceso. Integrada por representantes de 19 organizaciones y 4 municipios. Responde al mandato de la asamblea por medio de la ejecución de acciones bajo la forma de proyectos, instancias de capacitación, conformación de grupos operativos o asociativos de acuerdo a la problemática planteada y a resolver. El equipo técnico: su rol, establecido por la asamblea, es el de animación, cumpliendo tareas inherentes a la convocatoria, coordinación, seguimiento y evaluación del proceso. También, al ser un equipo multidisciplinar, realiza tareas más específicas relacionadas con la asistencia técnica en la formulación, seguimiento y evaluación de proyectos surgidos del proceso participativo.

Desde su organización, los actores se articularon y “se hicieron parte”124 del problema y de la solución, respondiendo a sus propias demandas y capitalizando sus logros. Construían el conocimiento y lo vinculaban con la acción, instancia que le otorgaba al proceso un carácter innovador en lo organizacional territorial. El caso Loventué: una mirada desde la participación Al mirar el proceso desde la teoría y entendida la participación como una “acción colectiva y organizada”, se pueden identificar cinco etapas, visualizadas a partir de tener en cuenta las formas, modalidades y niveles de participación de los actores. Aquí, se hace referencia a dichas etapas sin considerar el momento de ocurrencia, aunque el orden que se detalla considera una cronología de estados. Las etapas identificadas en el proceso y las condiciones respecto a la participación de los actores se pueden observar a nivel de detalle en la tabla 1. Esta manifiesta claramente que la participación es un estado dinámico y

124

LARDONE, L. M. (2010) en esta misma obra cita a CASTRO (2001) y se refiere a las dificultades intrínsecas para definir la participación. Así establecen un contrapunto entre “tomar parte sobre” y “ser parte de”. Aquí se conjugan las posiciones al asumir como componente de la acción participativa el “se hace parte”.

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socialmente complejo que conjuga distintas formas, modalidades y niveles de acuerdo a la etapa del proceso que se analice. Tabla 1. Identificación de las etapas del proceso a partir del análisis de la participación. Etapas del proceso De debate y concertación

Organizacional

Institucional

De cierre del circuito operativo De re–organización del sistema

Formas

Modalidades

Niveles

Social Ciudadana Comunitaria

Reivindicativa Instrumental Sustantiva

Informativo, consultivo y de concertación

Social Comunitaria

Reivindicativa Instrumental Sustantiva

Social

Instrumental

Ciudadana Política

Instrumental Formal

Informativo

Ciudadana

Instrumental Sustantiva

Informativo y consultivo

Informativo, consultivo, de iniciativa, concertación y decisión Informativo, consultivo, de iniciativa, fiscalización, concertación, decisión y gestión

Fuente: Elaboración propia

En este sentido, en la primer etapa denominada “de debate y concertación”, la participación comunitaria como forma y entendida como “el conjunto de acciones que despliega la comunidad en la búsqueda de soluciones a sus problemas y necesidades específicas con el fin de mejorar las condiciones de vida” fue la respuesta al estado de crisis socioeconómica e institucional del año 2001. Esta forma fue perseguida por los sectores sociales sin representación institucional, por los “vecinos” de la región. Es también en esta etapa donde aparece la participación social que, será luego, la forma conductora y prevaleciente de todo el proceso. Esta se entiende como “la agrupación de los actores en organizaciones de la sociedad civil para la defensa y representación de sus respectivos intereses con el fin de 282

mejorar sus condiciones de vida”. Aquí es donde se manifiestan claramente la diversidad de motivaciones de los actores del proceso y comienza a gestarse el primer quiebre en la forma de participación. Mientras los sectores más vulnerables y no representados institucionalmente buscaban soluciones “reivindicativas” a sus problemas más urgentes (empleo, salud y educación), los actores con representatividad institucional se centraban en la defensa de sus propios intereses “instrumentales”. Estos intereses se vinculaban, generalmente, a la obtención de financiamiento “sustantivo” para el funcionamiento y la mejora de la infraestructura de sus organizaciones. En este momento, el Estado Municipal manifestaba explícitamente su motivación promoviendo la participación ciudadana en la esfera pública como forma y cuerpo del proceso. Para ello involucraba a la asamblea en “su” proceso de toma de decisiones, algunas veces con el fin de consensuar el uso de los recursos públicos y otras veces con el fin de legitimar su accionar. Los niveles de participación de los actores eran cambiantes y generalmente estaban sujetos a su rol social. Algunos solamente se informaban, otros actuaban como consultores, pero todos se movilizaban sobre el espacio de concertación: la asamblea. En la segunda etapa, “la organizacional”, se define la estructura del sistema de relaciones sociales del territorio. En este momento los actores, mediante su participación en la asamblea, construyen y definen su esquema de funcionamiento. Se conforman los primeros grupos operativos encargados de dar respuesta a las problemáticas planteadas y a los consensos alcanzados en el espacio decisorio. La conformación de dichos grupos es el primer antecedente hacia la institucionalización del proceso. Las formas de participación continúan siendo conjugadas, pero la participación social comienza a prevalecer por sobre la comunitaria. Se manifiesta una continuidad en las modalidades de participación de los actores en la búsqueda de dar respuesta a sus motivaciones. Se fortalece el nivel de concertación y se asume la participación en niveles de iniciativa y decisión. El gobierno local se posiciona como un actor más, cambia su motivación, e intenta capitalizar las decisiones de la asamblea y los productos del proceso para legitimar y fortalecer su gestión.

283

Es en esta etapa donde se comienza a gestar el proyecto “Ruta de la cría”125 e ingresa dinero público destinado al financiamiento para el fortalecimiento institucional y de pequeños emprendimientos productivos. En la tercera etapa se produce la “institucionalización” del proceso, gestándose un nuevo quiebre en la dinámica de la forma de participación de los actores. La participación social se hace eje del proceso e impulsa la creación de una “nueva institucionalidad”: la Fundación Loventué para el Desarrollo Regional. Es en este momento donde el “vecino” de la región y los sectores no representados a través de instituciones y organizaciones cambian su posición y dejan de participar. Sienten que sus motivaciones no son correspondidas y que el proceso del que fueron parte ahora “tiene dueño” y es “instrumental”, por lo tanto se autoexcluyen. Por otro lado, desde su rol con representatividad institucional y a partir del financiamiento logrado, algunos actores se posicionan en niveles de participación vinculados a la fiscalización y gestión, pero no del proceso, sino de la gestión municipal. El gobierno local se ve desbordado en su gestión, tanto por las demandas e iniciativas surgidas en las asambleas como por el ingreso de dinero público para fortalecer el proceso de desarrollo. Responde intentando descentralizar la toma de decisiones sobre la asamblea y sobre la Fundación, pero sin desconcentrar los recursos. El cambio motivacional del sistema de orden político produce conflictos en el sistema de relaciones sociales, a partir de que capitaliza para su gestión los logros del proceso participativo. Tal es el caso de la aprobación por el gobierno provincial del proyecto “Ruta de la cría”. Esta situación produce nuevamente la autoexclusión de algunos actores, pero incita a otros no participantes a involucrarse en el proceso. Es aquí donde comienza a observarse en forma incipiente la motivación política de algunos actores, situación que influye y altera el perfil participativo del proceso. Este estado situacional se conjuga con la reaparición de la forma de

125

TORRADO PORTO, R. Y OTROS (2003). Proyecto “Ruta de la Cría”: proyecto de integración regional, formulado en la “asamblea” que prevé la pavimentación de la ruta 105 conectando las localidades de Victorica y Gral. Acha, polos productivos y comerciales del sistema de producción primaria de la región: la cría bovina. El proyecto fue elevado para su consideración al gobierno provincial, quien aprueba la obra en al año 2004. Actualmente se encuentra en proceso de pavimentación.

284

participación ciudadana, en función de “intereses sociales de carácter particular”, promovida desde el Estado Municipal. Es en la cuarta etapa donde, por la confrontación de formas y modalidades de participación, se produce un conflicto de poder126, una situación de “crisis” que impulsa la desestructuración del proceso. Se produce el “cierre del circuito operativo” y la fractura del esquema organizacional del sistema de relaciones sociales, gestado desde el sistema de orden político. Hay un quiebre entre el órgano decisorio (asamblea) y el órgano operativo (la Fundación), situación que afecta directamente la participación como proceso continuo y organizado. La comunidad y las organizaciones sociales se autoexcluyen y la Fundación logra empoderarse políticamente en los ámbitos de decisión local, regional y provincial. La modalidad instrumental es relegada por una modalidad de participación formal, y un porcentaje importante de los actores con representatividad en la Fundación canalizan y activan su participación partidaria en el sistema de orden político. Esta etapa coincide con un año pre-electoral a nivel nacional y el cese de ingresos de dinero público a la región. También es en esta etapa donde la Fundación prescinde del equipo técnico y lo relega a un nivel de participación consultivo pero no vinculante. Esta etapa se prolonga en el tiempo y se evidencian recurrentemente conflictos de poder entre los representantes institucionales que conforman la Fundación, situación que permanece en latencia hasta la actualidad. Durante toda esta etapa, los conflictos de poder dentro de la Fundación y la fractura del circuito operativo toma estado público. Los actores participantes y los autoexcluidos solo se posicionan en un nivel de participación informativo. Su motivación era solo “saber que pasa”. Esta ruptura y los efectos del empoderamiento en el seno de la Fundación, afectaron directamente la continuidad de la asamblea como espacio participativo. Su función dejó de ser decisoria, provocando la desmotivación de la sociedad a participar. Es un momento en donde el proceso produce un giro. De un modelo de planificación de la participación promovido “desde abajo” pasa a un modelo promovido o cuasi-dirigido “desde arriba” provocado por el cierre de posiciones participativas de la Fundación. 126 FOUCAULT (1996) definió las relaciones de poder como “cualquier tipo de relación en la que uno intenta dirigir la conducta de otro”

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Sin la asamblea, con luchas internas por espacios de poder dentro de la Fundación y el Estado Municipal intentando retomar el camino desandado, se arriba a la quinta etapa. Esta se caracteriza por intentar “re—organizar el sistema” de relaciones sociales profundizando la forma de participación ciudadana bajo la modalidad “instrumental” pero en interacción permanente con el Estado Municipal, que por sus propias motivaciones y urgencias impulsa la modalidad “sustantiva”. Es el sistema de orden político el que se hace cargo del proceso, promoviendo la normalización jurídica y organizativa de la Fundación. Genera espacios limitados de carácter sectorial, en cuanto a la participación de actores. El objetivo es validar y/o legitimar el accionar del gobierno local en dar respuesta a las inquietudes, demandas o motivaciones estrictamente de interés sectorial. Prescindiendo de la asamblea como estructura de base participativa y “motor del proceso”, se promueve “desde arriba” un nuevo sistema de relaciones sociales edificando y fortaleciendo nuevas y/o ya existentes estructuras sectoriales “en función de intereses sociales de carácter particular”. Así, desde el sistema de orden político se promueve la “atomización” del sistema de relaciones sociales, emergiendo en esta instancia numerosas comisiones u organizaciones para la atención de problemáticas puntuales o de carácter sectorial, generalmente establecidas o detectadas por el gobierno local o provincial. Desde esta posición, y con la intervención del Estado Municipal, la Fundación inicia el camino de su re-organización aún sin superar totalmente los conflictos de poder que provocaron la autoexclusión de algunos actores. Para atenuar este estado se promueve la participación de nuevos actores, cuya representación es sectorial y producto de la atomización “inducida” sobre el sistema de relaciones sociales del territorio. Los niveles actorales de participación son únicamente de carácter informativo y consultivo, evidenciándose claramente la falta de referencia social y la crisis dirigencial que está transitando la Fundación. El caso Loventué: las prácticas participativas y los modelos de participación Relacionando las prácticas participativas de los sistemas de orden político y de relaciones sociales con las etapas identificadas en el proceso de desarrollo territorial (Figura 5) se evidencia, en un 286

primer momento, la respuesta inicial de los actores ante la situación de crisis socio – económica y de ruptura institucional que transitaba el país y la región. Figura 5. Relación de las prácticas participativas con las etapas del proceso. T E R R IT O R IO P R A C T IC A S P A R T IC IP A T IV A S E N E L S IS T E M A D E O R D E N P O L IT IC O C a m b io d e l S is tem a

M a n te n im ie n to d e l S is tem a

T r a n s fo rm a c ió n d e l S is tem a

P R A C T IC A S P A R T IC IP A T IV A S E N E L S IS T E M A D E R E L A C IO N E S S O C IA L E S A s ig n a tiv a In n o v a d o r a

C R I S I S

R a d ic a l R e v o lu c io n a ria E TA P A S D E L P RO C E SO D E D E S A R R O LLO D EL D E PTO . LO V E N TU E D e d e b a te y c o n c e r ta c ió n

D e c ie r r e d e l c irc u ito o p e r a tiv o

O r g a n iz a c io n a l

D e re – o r g a n iz a c ió n d e l s is tem a

In s titu c io n a l

P A R T IC IP A C IO N

C R I S I S

Fuente: Elaboración propia.

Este momento se caracterizó por la construcción de capacidades a través de la participación en un proceso “de abajo hacia arriba”, propugnando un cambio del sistema de orden político desde el sistema de relaciones sociales pero con una alta intervención127 del “conocimiento experto”. El fin era crear y fortalecer espacios de debate y concertación y la organización socio – institucional del territorio. 127 En este momento la intervención del componente técnico se caracterizó por asumir responsabilidades en la convocatoria a las asambleas, la coordinación y dinámica de las mismas y en la oferta de capacitaciones para el fortalecimiento institucional. Al respecto THORNTON, CIMADEVILLA Y CARRICART (2003:214) en “Extensión Rural en Debate” hacen referencia a que el rol técnico desde el extensionismo rural público se caracteriza cada vez más por ser “mediador entre el saber científico y el saber empírico… traductor de inquietudes, necesidades, pareceres, protestas o satisfacciones… facilitador de interacciones entre los actores”. Es desde esta posición que se concibe la intervención del rol técnico en el caso Loventué.

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Es aquí donde la capacidad de reacción social, la construcción del conocimiento y la acción, en los hechos la participación y sus formas, se manifestaron como una “práctica innovadora de carácter radical y orientada, con alta incidencia en la asignación de los recursos para la organización del territorio”. Por ende, el sistema de relaciones sociales “fue parte” del proceso de toma de decisiones del sistema de orden político. Ante esta situación, el orden político representado en el Estado Municipal aborda un proceso de descentralización de las decisiones y propone la construcción de un presupuesto participativo con énfasis en la desconcentración de los recursos públicos disponibles para fortalecer el proceso. Se manifiesta como un actor más y partícipe de los espacios de debate, concertación y decisión, pero su propuesta participativa desconcentradora no tiene eco en dichos espacios. Este estado se mantiene hasta que se institucionaliza el proceso. La Fundación se empodera asumiendo un rol político de alta ingerencia territorial, se produce la ruptura del esquema de funcionamiento organizacional del sistema de relaciones sociales territorial y el gobierno local se ve desbordado en su nuevo esquema de gestión descentralizador con “intenciones” desconcentradoras de recursos. Es en este momento en que se produce una crisis de poder entre el sistema de orden político y el de relaciones sociales, afectando directamente el proceso, los espacios, el orden, la organización socio – política del territorio y las formas y modalidades de participación de los actores. En los hechos, el sistema de orden político vuelve a un estado anterior. Sin la presión de un sistema organizado de relaciones sociales y ante el cierre del financiamiento público y la falta de inversión privada, el gobierno local canaliza su gestión en mantener el orden del sistema político, donde la participación de los actores es esporádica y sectorial, sólo de carácter consultivo y no vinculante en la asignación de los recursos. Se vuelve a apropiar de la construcción del conocimiento y la acción desde una mirada muy particular de la realidad territorial. Entonces cabe una pregunta. ¿Hasta dónde el sistema de orden político está dispuesto a implementar prácticas participativas inclusivas del sistema de relaciones sociales en el proceso de toma de decisiones? Desde este análisis y para el caso bajo estudio es claro que la participación, como “acción colectiva y organizada”, depende directamente de la intervención y de la direccionalidad que le 288

imprimen las prácticas participativas implementadas por el sistema de orden político por sobre las correspondientes al sistema de relaciones sociales. La base está en identificar cómo es y que sistema lidera la dinámica territorial. Esto es, identificar cómo, que sistema y en que momento se apropia y/o cede el ciclo conocimiento – participación – acción. El proceso del Departamento Loventué se inicia cediendo la construcción del conocimiento al sistema de relaciones sociales, que se organiza para el accionar colectivo. Netamente un proceso promovido “desde abajo” que interactúa con el orden político, el cual actúa en consecuencia e implementa un modelo de gestión participativo e inclusivo. Este modelo de gestión, evoluciona y se hace eje del proceso hasta que comienzan las luchas por espacios de poder, el sistema de orden político se cierra, vuelve a un estado anterior y se apropia del ciclo de construcción del conocimiento – acción sin participación de los beneficiarios directos. No da lugar a contrapartes, ni a la cogestión a la que aspiran los sectores empoderados por el proceso participativo “desde abajo”. Claramente involuciona, cambia de dirección, se hace “desde arriba” interactuando esporádicamente con algunos sectores del sistema de relaciones sociales. Desde esta posición, conociendo las dinámicas de los sistemas, el ciclo de construcción del conocimiento – acción y su vínculo con la participación de los actores del territorio, es claro que el proceso del Departamento Loventué abordó, en forma explícita o implícita, los distintos modelos de planificación de la participación. En sus inicios prevaleció un modelo mixto: movilización social + análisis de políticas, el cual pone énfasis en la solidaridad social, donde prima la acción y voluntad colectiva sobre la del individuo. Promueve un nuevo sistema de relaciones sociales comunitario, participativo, organizado e intervenido para lo cual recurre al conocimiento experto (componente técnico) otorgándole responsabilidad, compromiso y protagonismo como dinamizadores del proceso y constructores de los espacios de participación. En su evolución, este modelo mixto se conjuga y/o complementa con otros modelos de planificación, toma elementos de ellos y el proceso participativo intenta construir “su propio modelo”.

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Por ello, al modelo mixto inicial y a partir de la segunda etapa del proceso (“organizacional”), se le suman componentes propios del aprendizaje social. Es en este momento, donde se prioriza desde la intervención la participación activa y protagonista de los actores territoriales por sobre el componente técnico. La organización social, su esquema de funcionamiento, la construcción del conocimiento y la acción colectiva son los ejes del proceso. Es aquí donde se manifiesta el índice más alto de participación comunitaria y donde se obtienen los mayores logros del proceso de desarrollo territorial. El sistema de relaciones sociales prevalece por sobre el de orden político. Este, estratégicamente, se hace parte del proceso y capitaliza sus logros. Sobre la tercera etapa y a partir de la institucionalización del proceso, se observa la incidencia de los componentes propios del modelo de reforma social. Es el gobierno local quien lidera el ciclo de construcción del conocimiento – acción, direccionando y sectorizando la participación del sistema de relaciones sociales del territorio. A modo de síntesis, el proceso transitó dos modelos participativos diferentes: 



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Un modelo promovido “desde abajo” explícitamente planificado, que se inicia promoviendo la movilización social desde una acción transformadora de carácter radical pero orientada por el componente técnico, primando la participación activa de los actores en la construcción y vinculación del conocimiento con la acción. Un modelo promovido - dirigido “desde arriba” que se alcanza sin planificación, como producto de un conflicto de poderes, a partir de la institucionalización del proceso y la atomización del sistema de relaciones sociales. Se caracteriza por la centralización en el gobierno local del ciclo conocimiento – acción y del proceso de toma de decisiones, considerando únicamente la participación actoral de carácter sectorial no vinculante. El sistema de orden político vuelve a un estado anterior “mejorado” en lo contextual y/o coyuntural del territorio.

A modo de conclusión Al inicio de este capítulo se planteaban una serie de interrogantes a dilucidar desde “la participación”. En busca de las ansiadas respuestas, se confrontó la teoría con la práctica, tomando la participación como caso de estudio en el Proceso de Desarrollo Territorial del Departamento Loventué, La Pampa. Al respecto, más allá que se transiten caminos diferentes en la construcción conceptual, al poco de andar, se logran acuerdos básicos entre la teoría y la práctica para definir la participación como una “acción colectiva, organizada y orientada”. Es aquí donde “la participación” manifiesta su complejidad de abordaje. Al ser definida como una “acción”, y como las acciones son pertinentes a las personas, es necesario considerar el contexto territorial en que se desarrolla, las condiciones en que se produce, las motivaciones, las limitantes y los factores predisponentes, como variables que se transforman en estados dinámicos inherentes a la acción de participar. Desde esta posición, Maggio (2005:14) señala que “la auténtica fuerza y legitimación de cualquier forma de acción colectiva de base territorial radica en su capacidad de generar adscripción, de establecer un único centro simbólico de orientación de la acción que sea social y/o políticamente compartido. El desafío está en encontrar el denominador común que favorezca la participación de los actores reconociendo sus diferencias, pero concertando en forma permanente”. El ejercicio de promover proyectos colectivos de desarrollo con alto impacto en los habitantes del lugar, la acción de formularlos, gestionar su financiamiento e implementarlos, le confirió al territorio una dinámica distinta a la que tenía, impulsando a la población local y sus instituciones a unirse, superando conflictos, dicotomías o competencias. Es en este momento, donde las instituciones locales existentes reconocen que pierden vigencia, si no encuentran mecanismos o prácticas participativas que las dinamicen en cuanto a su accionar en un tiempo anterior. Tácitamente cedieron la construcción del conocimiento y la acción a la comunidad que, motivada por enfrentar la crisis, buscó dar respuesta a sus problemas sociales más urgentes desde la participación organizada y activa de los actores.

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Es aquí, donde la participación deja de ser un discurso y se pragmatiza desde las distintas formas, modalidades, niveles y prácticas definidas por las motivaciones de cada individuo o grupo colectivo, pero con una conciencia contenedora de componentes afectivos, de cohesión, de solidaridad y de identidad territorial. Por otra parte, también se observaron como causas de la no participación, la falta de confianza en la eficacia de las acciones proyectadas, el rechazo a que un grupo monopolice el proceso de desarrollo, la ausencia de voluntad o interés, o bien una actitud pesimista con respecto al futuro del territorio. Sin embargo, se infiere que la no participación formal en el proceso no implica ausencia, sino más bien su ejercicio en otro espacio y tiempo como sociabilidad informal, que muchas veces genera adscripción sobre una posición homogénea diferente. Esta se manifestó como una actitud de neutralidad e indiferencia, y sólo en contadas ocasiones, se observaron como conflicto dentro del sistema de relaciones sociales del territorio. Son los individuos los que eligen los elementos que conforman su propia identidad, como también es una cuestión de elección la identidad y la acción colectiva. Esta elección es la que determina diferentes intensidades de adscripción a un grupo, la forma, modalidad y nivel de participación, la inclusiónautoexclusión, en función de los distintos contextos interaccionales entre los sistemas territoriales. Esta construcción, arbitraria aunque lógica, es común y se manifestó en la población de menores recursos, quienes piensan que deben ser las personas de mayores recursos, las instituciones y el Estado, quienes encuentren las soluciones a los problemas vinculados al desarrollo territorial. Es desde estas posiciones participativas donde comienza a des-estructurarse el sistema de relaciones sociales, evidenciando los primeros conflictos hacia el interior colectivo conformado. Es el momento de la institucionalización del proceso, donde la participación, como forma, de base comunitaria se transforma en social. Ante este estado de empoderamiento socio–institucional, el sistema de orden político responde al conflicto desde una práctica asignativa de los recursos públicos, se apropia del ciclo de construcción del conocimiento–acción, prescinde de la participación comunitaria, sectoriza la social-formal, impulsa una reorganización social “desde arriba” sin interacciones entre los sistemas territoriales, para volver a un estado “anterior” mejorado en lo contextual territorial. La participación deja de ser pragmática en el seno de la comunidad, retoma el camino “instituido” y se 292

agota en un discurso “voluntarista” sectorial, en el cual priman los intereses particulares sobre los de la comunidad. En definitiva, la experiencia indica que la “praxis” participativa en un proceso de desarrollo territorial debe involucrar a los individuos, desde sus motivaciones, en el ciclo de construcción del conocimiento–acción colectiva, en la gestión compartida del territorio a partir de un propio reconocimiento social interactuante, de su sentimiento de pertenencia territorial que lo transforme, desde su participación, de actor en agente de desarrollo comprometido con el futuro de su territorio.

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Las demandas de reconocimiento y participación: Entre la reproducción y la igualdad de/en la diferencia Mario Mendoza Introducción El presente trabajo deja en evidencia que la forma en cómo se demanda y práctica la participación está muy articulada a las políticas de reconocimiento que se ensayan. El estudio con comunidades indígenas en La Pampa muestra, por un lado, que el Estado provincial sólo promueve para los individuos o grupos minorizados reconocimientos culturales, con ello avanza en la folclorización de sus autoidentificaciones, la naturalización de la diferencia y la incomunicación socio cultural; por otra lado, que los grupos minoritarios y minorizados explican “su” cultura esencializándola a partir de significantes utilizados como diferenciadores de cultura; y que esta práctica refuerza la percepción instalada en la sociedad de que “su” cultura es radicalmente diferente -intraducible-. Así, estos grupos se preocupan más por saber qué no debe faltar dentro de los límites que los hace ser, que saber y denunciar cómo experiencian hoy su identidad. La pesquisa permite ver que articuladas a estas políticas de reconocimiento, el Estado promueve episodios de participación indígena sólo para la exposición de “su” cultura ancestral, y que las comunidades indígenas utilizan estos espacios para diferenciarse más, no para disputar un lugar diferente en el presente pampeano. Participar para ser reconocido Los cambios en el modo de producción y en las tecnologías de la información, entre otras cosas, han intensificado los intercambios y las interdependencias entre los grupos sociales. Hoy la cultural local ya no tiene la misma relevancia en la “herencia 295

social” que recibe un niño. La producción simbólica con la que se construyen las fronteras identitarias tiene una relativa autonomía respecto de las condiciones de vida de los individuos y los grupos humanos. En este nuevo escenario, las fronteras no están tan claramente delimitadas y su abordaje exige, también, una interpretación cultural de las relaciones y la vida social. La globalización de la economía y la tecnología, más la mundialización de la cultura (Ortiz, R 1996:22) forman parte de este nuevo contexto socio cultural que busca dominar los intercambios humanos. Específicamente la mundialización de la cultura instala la discusión en torno a la diversidad cultural. Los reclamos de diferentes grupos sociales por su reconocimiento cultural plantean las tensiones entre “universalidad y particularidad” e “igualdad y reconocimiento”. Este contexto socio-cultural, y sus interpretaciones, atraviesan las realidades particulares de los diversos países y regiones. Ofrecen nuevos referentes que desestabilizan las fronteras construidas por los grupos y los individuos en la elaboración de sus identidades. Así, los Estados–nación ven amenazados su monopolio en la construcción de las identidades nacionales, y para (re) fortalecerse desarrollan estrategias que (re) producen jerarquías culturales afines. Revisan su diversidad interna, siempre con su maquinaria de formación simbólica, de acuerdo a su particular forma de entender la relación entre (sub) culturas y poder. Sin embargo, a pesar de ello, el campo interlocucional que organizan para tratar la diversidad es interpelado por sus “otros” internos; es decir, el espacio que construyen para delimitar con argumentos políticos devenidos en culturales el “nosotros” y los “otros internos” de una nación o una provincia, es resistido a la vez que se resiente, por obra y gracia de los reclamos de los grupos alterizados que se fortalecen en el contexto de reemergencia de la diversidad cultural. Hoy, la inestabilidad de las viejas fronteras culturales promotoras de identidades homogéneas- permite que los “otros internos” invisibilidados o racializados y/o etnicizados disputen con nuevos bríos las posiciones en el “todo” nacional y/o provincial y/o municipal. Las organizaciones que los representan, por ejemplo, el Movimiento Campesino de Santiago del Estero, Red Puna, Asociación de Campesinos del Valle de Conlara, Comunidad Rankel–Mapuche Toay, y tantas otras, plantean la reemergencia de la diversidad cultural y exigen al Estado políticas específicas

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para su reconocimiento, donde la participación es considerada central. Quizás la más dura de las condenas a la que puede ser sometido un ser humano sea no ser reconocido, más aún si es el propio Estado, con sus dispositivos políticos, quién niega su autoidentificación y con ello su sí mismo. Frente a las desconsideraciones sucedidas, numerosos individuos y/o grupos históricamente invisibilizados o alterizados desarrollan diferentes estrategias para ser reconocidos. En principio demandan participación. No quieren que “otros” hablen por ellos, no se sienten representados por quienes los consideran y tratan como diferentes intraducibles. En sus luchas por el reconocimiento, las proclamas de los grupos minoritarios y minorizados se estructuran en un discurso que exige su participación en todas las propuestas de reivindicación, tanto en aquellas que ensaya el Estado como las que idean ellos mismos. Por esto, hoy las demandas y propuestas de participación atraviesan las políticas de reconocimiento de la diversidad social y cultural. Debido a estas exigencias de participación, las políticas públicas prescriben la obligatoriedad de la consulta a sus “destinatarios”. Más allá de que muchas veces esto en la práctica sólo implique consultas formales, queda claro que la participación es considerada cada vez más un derecho que nadie pretende renunciar. Para muchos grupos o individuos participar es un recurso político para ser reconocido como sujeto de derecho. A continuación, se muestra la entrelazada relación entre reconocimiento y participación. Se utiliza como campo de análisis las demandas y prácticas de participación para el reconocimiento ensayadas por el Estado y las comunidades indígenas en la provincia de La Pampa. Se busca responder, de manera relacionada ¿Cómo y para qué el Estado provincial recupera y promueve las demandas de reconocimiento? y ¿Cómo y para qué demandan reconocimiento y participación las comunidades indígenas de la provincia? El Estado y las demandas de las comunidades indígenas En general, en los últimos 10 años las políticas del Estado provincial respecto a las demandas de las comunidades indígenas se proponen, tal como se lee en la promoción de la Ruta del Indio

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(Subsecretaría de Turismo de la provincia y Cámara de Turismo de La Pampa, 2008),…128 (…) promover la cultura de la Nación Ranquel y su entorno turístico. Para ello siempre destaca a la provincia como un espacio que fue habitado por diferentes tribus (mencionadas a partir de sus caciques) y donde se desarrolló la última batalla de la Campaña del Desierto. Para este fin, la política indigenista pampeana propone continuar con el histórico tratamiento esencializante de la cultura indígena, la cristaliza naturalizada, remota y exótica. Ya desde un inicio, cuando el Territorio de la Pampa Central accedió al reconocimiento político como provincia (1951), el Estado representó la cuestión indígena de esa manera. Esto quedó reflejado en la ley Provincial Nº 291, Creación del Escudo de la provincia de La Pampa (1964). (…) Las lanzas pampas, cruzadas por detrás del campo del escudo, recuerdan el espíritu guerrero del indígena y las armas con las que defendió sus dominios. Las espigas de trigo que circundan los campos del escudo hablan de la fertilidad de la tierra pampeana (…). La figura del indio es un homenaje a la raza indígena que poblara estas tierras y cuyo desplazamiento permitió la ocupación, poblamiento e incorporación de estas regiones a la comunidad geográfica, política y económica de la República Argentina (...). Hoy, para fijar esos sentidos sobre la cultura indígena en la sociedad, el Estado plantea varias estrategias. a. Socializa la idea de que existen aspectos identitarios que permiten conocer la “verdadera” provincia de La Pampa. Una vez instalado este argumento esencializante de la identidad y la cultura pampeana, presenta los elementos identitarios considerados “fundantes”. Los anuncia sin ningún tipo de explicación histórica y con la sola legitimidad que le da su lugar de 128

En adelante las palabras en cursiva son citas textuales de los informantes o de los escritos recogidos en los trabajos de campo. En negrita es nuestro.

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autoridad política. Cuando se refiere a los aportes indígenas en la construcción de la pampeanidad, selecciona una serie de elementos identiarios que pueden clasificarse en dos grupos, que a continuación se muestran analizando los folletos del circuito turístico la Ruta del Indio. 



Por un lado, aquel grupo que reúne los elementos que podrían denominarse testimoniales de la vida (cultura) de los indígenas (muertos). Éstos, gracias a los circuitos turísticos que propone, no sólo se pueden admirar sino también experimentar. Serían las artesanías, telares, pinturas rupestres, ceremonias, cabalgatas en cuero. Por otro lado, el grupo que contiene aquellos elementos cuya existencia supone “acuerdos” entre el Estado y las comunidades indígenas, como los monumentos y los espacios históricos. Seleccionados para testimoniar que La Pampa tiene una política para reivindicar a los indígenas, que los pampeanos son capaces de transmitir (y reconocer) la verdadera historia de su pasado ranquel, al punto de monumentalizarla

b. Refuerza el desarrollo de un revisionismo histórico acrítico. Apoya el deseo manifiesto en algunas comunidades indígenas de tener una historia (de La Pampa) sin errores, pero favorece un revisionismo sin diálogos. Primero y principal creo que nosotros estamos, y ustedes mismos (…) estamos ante una realidad de revisionismo histórico que se está dando en todos lados. Sería un poco ciego negar que la educación que la mayoría de nosotros recibimos en las escuelas no nos dijo la verdad sobre la historia argentina. No sólo no se conto la verdad, en muchos casos se tergiversó. La idea o el movimiento que está surgiendo ahora a nivel nacional y está surgiendo un poco por los propios actores. La misma gente quiere saber la verdad de lo que pasó. No quiere que le sigan vendiendo cuentos que se inventan para inventar una nacionalidad. Ocultando la verdad no creo que lleguemos a tener nunca la identidad nacional que se quiere tener, una identidad nacional basada en lo europeo, negando nuestras raíces y negando que nuestros pueblos indígenas tuvieron un derecho sobre estas tierras, tuvieron una cultura propia. Que no estuvo 299

bien lo que se hizo; acá ocurrió un genocidio muy grande, las cosas se saben. Por qué la escuela se va a quedar atrás de ese movimiento y va a seguir enseñando la verdad oculta, yo creo que hay que hacer un revisionismo histórico sin decir aquello fueron malos, aquellos fueron buenos; sino que sean objetivos, que cuente las cosas como fueron. No seguir inventado la historia o seguir creando una historia falsa (Lonko). El tipo de revisionismo que demandan algunas comunidades se apoya en la seguridad de que la historia argentina fue relatada con tergiversaciones, que la gente quiere saber “la verdadera” historia y que la escuela de hoy debería llevarlo adelante. La certeza de que hay otra historia les sirve también para dar existencia a determinados hechos o acontecimientos que constituyen dialécticamente cómo se conciben, así como incorporar citas de especialistas y fuentes que reconocen y los reconocen. Las comunidades asumen a los sucesos del pasado como hechos “objetivos”, “reales”, “sólidos” y “probados”, pasibles de ser “recogidos” libres de interpretaciones y ubicados en “sitios estratégicos”. Hay muchas cosas de la historia argentina que yo me enteré cuando fui grande, cuando estuve en la Facultad o cuando me puse a investigar en archivos históricos o en cartas de partes militares de ese tipo de cosas (Lonko). Muchos de los indígenas se afirman/abroquelan en la información de las fuentes que contribuyen a constituirlos. Para ellos, allí están las cosas como fueron, la historia verdadera. Es su experiencia subjetiva la que provoca la creación de una “realidad objetiva” externa. La fetichización de esto último provoca la esencialización de “su” cultura y “su” identidad; proceso funcional y necesario para la estrategia de exotización, y posterior folclorización, que propone el Estado provincial. Así, el revisionismo histórico que demandan las comunidades es apoyado e impulsado por el estado provincial, y se parece más a un recurso de afirmación que una invitación a revisar a través de un camino científico una hipótesis de trabajo. c. Presenta sus propuestas de reivindicación como iniciativas acordadas con y entre los pampeanos indígenas y no indígenas. En la práctica, estos acuerdos son formales; su 300

enunciación apunta a construir sentidos sobre La Pampa como un espacio socio cultural con herencia indígena sin conflictos culturales. Esta maniobra puede reconocerse en los discursos pronunciados por las autoridades con motivo del traslado de los restos de cacique Gregorio Yankamil (2006). “(…) la versión del Ejército Argentino, que era la que primaba para los 19 de agosto, fue contestada por la visión de nuestros hermanos aborígenes; un gran desafío” “(…) basta ya, trabajemos en paz (…) siempre tenemos que tener un objetivo antes que nada, ir atrás del pabellón nacional con nuestra conciencia y nuestra identidad de verdaderos pampeanos” (Intendente de Victorica). (…) Tarea que recupera y reelabora la historia para reivindicar la presencia de la cultura ranquel, para rescatar las tradiciones de esta etnia y para proponer la convivencia en paz (Gobernador de La Pampa). Las propuestas oficiales indigenistas no sólo no son consensuadas por y con los diferentes sectores sociales y culturales de la provincia, sino que se organizan para evitar que las posiciones (ideas y valores) sobre los indígenas se conozcan (incomunicación cultural). En la cita que se transcribe a continuación, el Director de Cultura de Victorica (2006) devela la existencia de desacuerdos entre indígenas y no indígenas, y las consecuencias de evitarlos. Sanamos las heridas con el monumento de Yankamil. Esto nos benefició, y por otro lado nooo, porque la gente [los no indígenas] no estaba de acuerdo. Son proclamas de instituciones o del Concejo Deliberante que la gente [los no indígenas] no siente.129

129 El funcionario municipal muestra que no hay una necesaria correspondencia entre las políticas estatales sobre la cultura indígena y los sentidos que los actores indígenas y no indígenas construyen sobre la misma. Si bien los monumentos y los espacios históricos son didácticos en sí mismos porque representan algo “destacable”, el trabajo muestra que éstos lejos de tener “un mensaje unívoco, consensuado y gestor de nuevos consensos, lo que despliega es un escenario de luchas de sentido, de definición de distintos «nosotros» y de competencia entre distintas memorias” (Jelin, E. y Langland, V. 2003:11).

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Si bien se estimula que las versiones “indias” sobre el pasado se expresen, éstas se exponen en actos donde son los únicos protagonistas. De esta manera, las conmemoraciones se convierten en episodios para exaltar [esencializar] la diferencia. Con estas tres estrategias, hoy el Estado pampeano busca incidir en los procesos selectivos de producción de la memoria social operados en la provincia. Procesos que operan para “trasmitir determinados sentido históricos, culturales e identitarios que la noción de patrimonio tradicionalmente apela” (Kramer, A. 2007: 231). Entre los sentidos que busca acuñar se encuentra el de autenticidad, “un ideal que le atribuye un valor moral a la singularidad individual: enfatiza la capacidad de cada individuo de vivir una vida y de formar una identidad que sea única con respecto a cualquier otra, y que sea, en virtud de su propia singularidad, merecedora de reconocimiento” (Cooke, M. cit. Benhabib, S., 2006:100). Las comunidades indígenas y sus demandas La participación tiene que ser india, porque sinó vienen los que usan nuestra identidad para defender lo suyo. Hay gente que es criollo, viene de otra provincia y se dice rankel para defender su campo (Lonko) En general, los líderes rankeles explican “su” cultura esencializándola a partir de significantes utilizados como diferenciadores de cultura. Esta práctica refuerza la percepción instalada en la sociedad de que “la” cultura rankel es radicalmente diferente a la de los no rankeles. Ahora ya vemos que nuestros hijos se sienten orgullosos de decir que son rankeles, que tienen sangre rankel. Pertenecemos a una nación independiente, a una nación distinta. Tenemos raíces diferentes (Lonko). Los significantes que utilizan para diferenciarse: la sangre, la nación y las raíces, son presentados desmarcados, como si fueran indicadores aculturales (biológicos) -fuera de toda disputade la diversidad cultural.130

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La sangre, la nación y las raíces no se comportan como límites o contornos; más bien son presentados como “naturales” constructores de esos límites o contornos.

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Si sos descendiente tenés sangre india (…) está probado que fueron una nación donde había una cultura definida, nuestras raíces (Lonko). Los indígenas, en general, confirman para sí y para los demás la preexistencia de la cultura rankel. Entre sus fuentes están los relatos y experiencias de y con sus padres y abuelos. Desde chico mi papá siempre nos dijo que éramos indios, en una época en que no era muy agradable ser indio, era como, medio como, a la pucha qué me estás diciendo (Lonko). Conciben a su cultura como una unidad monolítica y estable. Unidad que consideran fue violentada a partir de las campañas militares de 1880, razón por la cual sostienen que no conocen “toda” su cultura. El “desconocimiento” es explicado con denuncias al Estado argentino por haberla “aniquilado”. Lo que duele y me parece injusto es que se nos haya borrado, borrado todo una cultura sin darle posibilidad a subsistir. Aún hoy perdura el sentimiento de injusticia que cometió el Estado. Acá se aniquiló la cultura y se prohibió toda manifestación cultural india, se prohibió la religión, se prohibió la lengua, estaba prohibido; entonces es mucho más difícil esa recuperación (Lonko). En algún sentido, si bien se consideran rankeles, plantean no saber cómo serlo; sólo tienen indicios. Por su mirada escencializadora de la cultura, se preocupan más por saber qué no debe faltar dentro de los límites que los hace ser rankeles que saber cómo sus “hermanos” experimentan hoy su rankelinidad. Ante la destrucción y el aniquilamiento cultural, proponen un camino creativo de la cultura: a. Recuperar las tradiciones y festejos Nosotros queremos seguir celebrando nuestra tradición (…) Lo que pasa es que nosotros hemos arrancado de nuevo, ¿me entendés? Ahora lo que nosotros queremos es intentar recuperar esas tradiciones y festejos.

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b. Concientizarse Es una concientización que queremos hacer para adentro de nosotros mismos también, porque no es fácil, porque a nadie le meten la cultura india: te tiene que llamar, tenés que estar convencido para serlo; entonces, es una lucha desde adentro también. c. Formar una organización autogestiva Lo que nosotros queremos es la autogestión de nuestro pueblo, o sea que nos dejen de decir qué tenemos que hacer nosotros como indios, sino hacerlo nosotros mismos. Con este estado de situación, cuando las comunidades indígenas exigen participación genuina en los actos de gobierno, se suceden dos procesos bien claros y entrelazados: 



El Estado promueve episodios de participación indígena enmarcados con rígidas exigencias de exponer sólo “su” cultura ancestral, no sus culturas experienciales, por ejemplo, cómo explican y viven los despojos de sus territorios. Las comunidades indígenas utilizan los intersticios que toda enmarcación tiene, más para diferenciarse que para reinscribirse como parte en el todo pampeano.

En este sentido cabe la pregunta, participar para qué: ¿Para diferenciarse con los mismos criterios con que los diferenciaron? ¿Para reafirmar la idea de que su reivindicación se apega a una cultura primordial? ¿Se puede hablar de participación si el énfasis en la diferencia llega hasta la incomunicación cultural? Lo cierto es que las demandas por participación para diferenciarse más, son recuperadas por los diferentes gobiernos locales para reforzar su forma de organizar la diferencia. Así, por ejemplo, implementan políticas de acción afirmativa que se reducen sólo a estetizar ambientes urbano “vacíos” de sentidos identitarios locales. Debe ser la primera vez que se designa una plaza con estas características. Tenemos que avanzar en que las futuras plazas, ustedes saben que muchísimos barrios se van a inaugurar, se están construyendo barrios a mansalva. Pues 304

bien, debemos lograr que los espacios verdes lleven algún tipo de denominación [rankel] que fortalezca nuestra historia, nuestro origen, nuestra cultura (Concejal de la Municipalidad de Santa Rosa, 2009). Estas inscripciones no sólo esencializan las diferencias en pautas culturales cristalizadas, sino que las incorporan desprovistas de historia y utopías. La forma en cómo incorporan la diversidad cultural en la esfera pública “no busca poner en tensión visiones alternativas del mundo vía debate en el espacio público. Más bien, (…) se apuesta a la exposición/tematización pública de los patrimonios culturales de los diferentes” (Briones, C. 2007:101). Tampoco se preocupan por la forma en cómo potenciar didácticamente esas inscripciones. Todo queda liberado a las interpretaciones particulares que cada persona haga sobre los monumentos y/o espacios públicos, con ello los sentidos sedimentados sobre lo indígena no son interpelados. Entonces, ¿participar para qué? “El carácter nacional es variable; no es un factor esencial de unificación de una comunidad a menos que el Estado conserve tendencialmente el monopolio de su producción. La nación pierde así toda dimensión permanente. No puede resistir al tiempo sino al precio de un esfuerzo constante de unificación identitaria (…) Para el Estado se trata -a menudo- de descalificar la pretensión de las minorías a existir de manera autónoma” (Yves Déloye, 2004:60). Por lo dicho anteriormente, en el actual contexto político las demandas de los indígenas son culturalizadas; es decir, acotadas a un problema cultural. Por ello, el reconocimiento que se practica es reducido a favorecer la expresión cultural y/o la preservación de aspectos culturales materiales, dejando de lado aquellos referidos a las reivindicaciones en los aspectos económicos. En alguno sentido, tanto el Estado provincial como las comunidades indígenas suponen que la cultura es capaz de resolver problemas. George Yúdice (2002) llama a esto, la transformación de la cultura en recurso. El autor sostiene que “en la actualidad es casi imposible encontrar declaraciones que no echen mano del arte y la cultura como recurso, sea para mejorar las condiciones sociales, como sucede en la creación de la tolerancia multicultural y en la participación cívica a través de la defensa de la ciudadanía cultural y de los derechos culturales por 305

organizaciones similares a la UNESCO, sea para estimular el crecimiento económico mediante proyectos de desarrollo cultural urbano y la concomitante proliferación de museos cuyo fin es el turismo cultural” (Yúdice, G., 2002: 24-25). Idealmente, se piensa que los grupos minorizados demandan reconocimiento para ser incluidos política y socialmente, y/o para eliminar las desigualdades estructurales que los minorizan. En el caso que se analiza, se puede observar que las políticas de reconocimiento indígena son reducidas interesadamente a crear y resolver necesidades referidas sólo a aspectos culturales. Este desplazamiento, abandonar las reivindicaciones económicas (redistribución) para favorecer sólo las culturales, delimita y oblitera cualquier proceso de emancipación o desarrollo que se pretenda practicar. Para Nancy Fraser (1997), el dilema entre “redistribución y reconocimiento” es real, afirma que “si bien las políticas de reconocimiento tienden a promover la diferenciación de los grupos y las políticas de redistribución a la desdiferenciación de los mismos; esto no hace más que ubicar a las mismas en una mutua tensión, no que tengan objetivos contradictorios” (Fraser, N., 1997:26). La autora sostiene que para satisfacer los requisitos de justicia para todos se precisa de las dos dimensiones: el reconocimiento acompañado por la redistribución. Se podría decir entonces que donde hay injusticia cultural hay una injusticia económica, porque en la práctica política ambas se entrecruzan. Resumiendo. Para iniciar un proceso de emancipación o desarrollo es muy importante el reconocimiento cultural del grupo con quien se trabaja, también el compromiso de éste con la causa; pero el proceso será una cuestión de papeles (precario, simbólico y formal) si no va acompañado de prácticas de redistribución económica. Esto es, “aspectos de equidad social y de vitalidad económica de la comunidad, sin lo cual es improbable que el proceso sea sostenible” (Flora, C.; Gasteyer, S. y Semproní, G, 2004:136). Las demandas de participación están estrechamente vinculadas con las luchas por el reconocimiento de los individuos y grupos que perciben que su “otredad” implica falta de respeto, dominación y desigualdad. En la práctica, el reconocimiento a los individuos o grupos con quiénes se trabaja implica atender y entender dialógicamente las autoidentificaciones (los relatos lingüísticos, étnicos, religiosos, territoriales y regionales constitutivos del sí mismo) y las formas de construir y practicar el conocimiento. 306

En este sentido, en cualquier relación, la participación es real si hay tanto respeto cómo diálogo entre las autoidentificaciones y los conocimientos que cada sujeto o grupo pone en juego. La participación, formar parte en igualdad de condiciones, es antes que nada diálogo, y “los diálogos morales y políticos comienzan con la presunción de respeto, igualdad y reciprocidad entre los participantes” (Benhabib, S., 2006:35). El diálogo intercultural debilita las fronteras indentitarias con las cuales construimos a los “otros”; con ello, también debilita las barreras que impiden incorporar a nuestro conocimiento particular nuevas formas de explicar y ver el mundo que nos rodea. Si se acuerda con la filosofía de que todos los seres humanos somos una singularidad traducible, todos somos socios morales de conversación en potencia. Desde esa lógica, la participación es genuina si permite “aprender quien es (son) el (los) otro (s), encontrarnos uno al otro, y a nosotros mismos en tantos otros, a través de los procesos de hacer y decir” (Benhabib, S., 2006:35). En el caso de las políticas de reconocimiento y participación indígena en La Pampa, se observa lo siguiente: Más que respeto por las autoidentificaciones de las comunidades indígenas hay una folclorización de las mismas. Debido al poder otorgado a la cultura están fuertemente intervenidas con la aparición de administradores y gestores culturales que median entre los “consumidores” de cultura indígena y los indígenas; que no sólo la convierten en mercancía, sino que también participan en la fijación de sentidos que les sean funcionales a su actividad de comercializarla. En el caso de la Ruta del Indio, son esos gestores los que la muestran exótica, localizada, folclórica, estática, experimentable y reivindicada. Así invitan a conocer a los pueblos originarios, y lo hacen aprovechando la búsqueda de los descendientes de revitalizarla de manera esencializada. Los conocimientos de las comunidades son respetados por su diferencia, no por su potencialidad. Si bien se observa que las comunidades indígenas no tienen prohibiciones para expresar su cultura, más aún, muchas veces las expresiones se fomentan desde el Estado mismo; sí hay una clara política por ordenarla. No sólo cómo deben expresarla, sino también cómo ponderarla y ponderase -los indígenas- en relación a los conocimientos oficiales. Al estimular las expresiones estetizadas, las cosmovisiones indígenas son vaciadas de sentidos, reducidas a colaborar en

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espacios también estéticos y sin conflictos. Un ejemplo de ésto es la propuesta indigenista de la municipalidad de Santa Rosa. (…) recuerdo que usted hablaba de los valores que trasmite la comunidad rankel, el respeto por el medio ambiente, el respeto por el equilibrio que tiene que haber en la naturaleza. Esto tenemos que trasladarlo también, justamente con esta visión. Tiene que estar una visión ranquel a la hora de crear una Reserva. Un nuevo paso para la lograr la inserción que estamos buscando (Concejal de la Municipalidad de Santa Rosa, 2009). En nombre de los supuestos intereses colectivos y debido a la reconocida “mutilación” cultural pos campañas militares de 1880, el Estado provincial trata a los pueblos originarios como una minoría étnica que necesita ser asistida. De esta manera, construye - imagina- el “otro cultural indígena” de la provincia, y desde ese lugar subalterno y regresivo los invita a gestionarse e “integrarse”. No se promueve el diálogo intercultural. Esto sucede por dos cuestiones muy entrelazadas: a) Las comunidades se “encierran” con quienes comulgan sus pensamientos y reducen, así, su capacidad de problematizar los distintos modos de habitar las posiciones sociales, quedando más expuestas a las prácticas de significación hegemónicas. De ésto alerta Carlos Zambrano cuando plantea que “aunque los movimientos sociales son reflexivos, también ellos pueden reproducir las falencias interpretativas cuando nos las someten a la crítica” (Zambrano, C. 2004: 103). b) Prima en las posiciones del Estado el argumento instalado de que la ciencia y el método científico son universales por lo tanto desprovistos de institucionalidad estructurante. Daniel Mato (2008) ensaya un crítica a esta posición cuando sostiene que “la pretensión de objetividad supone ante todo cerrar los ojos a, cuando menos, algunas formas de subjetividad que de otro modo resultarían visibles, por ejemplo la que necesariamente afecta el planteamiento de un problema, la formulación de las preguntas de investigación, el establecimiento de una perspectiva de análisis y de relaciones con las personas cuyas prácticas estudiamos. Todo esto de ningún modo puede ser ‘objetivo’ (…) Así, los resultados están marcados por una especie de ilusión objetivista según la cual -para asegurar tal objetividad- se hace recomendable mantener cierta distancia respecto de los procesos sociales estudiados. Este factor de distancia es origen de una significativa diferencia entre el saber ‘científico’ y el que producen -que de uno u otro modo-, por ejemplo, los indígenas en sus comunidades (…)” (Mato, D. 2008:105-106). 308

Esta política de reconocimiento y participación se asienta en el desconocimiento de la diversidad como un requisito para construir autonomía. Se sabe que cuanto más se reflexiona sobre la práctica, mayor conciencia sobre los actos se tiene. Se sabe también, que la reflexión para la transformación exige de una mochila experiencial diversa e intercultural, porque ella ofrece las diferentes posibilidades de significar y practicar los elementos de la vida. Sin ella, estamos limitados para ejercer nuestros derechos a la autodeterminación. Conclusión. La participación en foco En general, el Estado pampeano representa a la cultura indígena con una serie de rasgos culturales heredables y estables, con ello socializa la idea de que poseen una única identidad: exótica y remota. Esto le permite sostener fronteras fijas para afirmar la distinción cultural de los rankeles en la provincia. En suma, trata los aspectos culturales rankeles como “insignias de su identidad, con ello los fetichiza en forma tal que quedan fuera del alcance crítico” (Benhabib, S., 2006:27). Desde el lugar de diferente -otro cultural indígena- el Estado acota el derecho de los rankeles a reclamar. Apoyado en una economía cultural, controla sus demandas con propuestas de autogestión y patrimonialización. El proceso no es sencillo, ni lineal. Todo se desarrolla en un campo de disputa porque para quienes detentan el poder político se trata ni más ni menos de cómo administrar las diversidades locales: construir el “nosotros” y los “otros” internos. Proceso que luego es utilizado para legitimar por qué entre los grupos sociales o culturales la distribución de los capitales, sobre todo el económico, es desigual. Sin dudas en la provincia se está lejos de generar una política integral propia que “movilice todos los aspectos de la vida humana y social (identitarios, comunicacionales, productivos, creativos, religiosos, educativos) al interior de los grupos humanos minoritarios (…) porque mientras perdure el desequilibrio socio político y económico de los grupos étnicos frente a sectores sociales dominantes y mientras éstos sean quienes diseñen y ejecuten los programas educativos y se adjudiquen el derecho a responder a las necesidades de aprendizaje y desarrollo de los grupos minorizados desde su visión e sus intereses, los programas de desarrollo serán, en el mejor de los casos, un diálogo de sordos,

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en el peor de los casos, un nuevo y sutil mecanismo de dominación” (Sichra, I. 2006: 15-16). Mientras las demandas y prácticas de reconocimiento no se enmarquen en el respeto, la igualdad y la reciprocidad, la participación se articulará a las estrategias de reproducir las diferencias/desigualdades sociales y culturales; será una formalidad peligrosa.

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Emergentes en la gestión del proceso de transformación de un Sistema de Extensión y Transferencia Ricardo Thornton; Luz Lardone y María Belén Albarracín En la actualidad, como nunca antes, las instituciones y organizaciones se enfrentan a procesos de transformación. Independientemente de su tamaño, naturaleza o misión, estos procesos deben permitir fortalecer sus estructuras y sistemas para poder responder de manera más eficiente a un entorno altamente cambiante y exigente. La transformación institucional/organizacional y su fortalecimiento es un proceso que se va consolidando en el tiempo, que requiere recursos, liderazgos y capacitación, entre otros. Al iniciar, se tienen modelos, patrones, marcos de referencia representacionales paradigmáticos que establecen diferentes formas de actuar, y que incluye tanto lo productivo como lo organizativo, administrativo, financiero, de relacionamiento y de comportamiento con el entorno y con los diversos actores sociales. Vivimos así un tiempo complejo caracterizado por constantes cambios en todos los órdenes. El rol del Estado, de las instituciones públicas y privadas, de las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, adquiere nuevas dimensionalidades. Diferentes paradigmas coexisten en el vertiginoso e incierto quehacer cotidiano, y permite enfrentar procesos de cambio a partir de generar y adoptar estrategias sostenibles. No obstante, cualquier proceso de transformación organizacional131 conlleva, implícitamente, una (re)construcción de la institucionalidad que, en la práctica, es un camino con múltiples desafíos. La transformación es, esencialmente, un proceso de (des)aprendizaje, (re)alfabetización y (re)aprendizaje, tanto individual como colectivo. El caso que nos preocupa y ocupa en este texto, desde la perspectiva de la gestión del participare como macro concepto, es la propuesta transformadora del Sistema de Extensión Rural y Transferencia de Tecnología de la Regional La Pampa-San Luis, del 131

Compartimos la idea que las organizaciones son realidades socialmente creadas, que pueden ser socialmente transformadas, por los actores que la integran directamente y por los actores del contexto donde actúan. Este enfoque condice perfectamente con la propuesta que abordamos en el capítulo.

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Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA)132. Esta proposición es implementada en el marco del Plan Estratégico Institucional 2005-2015 “El INTA que queremos”, donde se expresa que “... El sistema de Extensión trabajará abordando el desarrollo territorial a través de estrategias adaptadas para cada condición particular, promoviendo y apoyando los procesos de transformación productiva e institucional”. Además, el SER y TT133 fue complementado con diversos documentos Regionales (PTR134 2005-2008), textos institucionales sobre Extensión, Comunicación y Desarrollo publicados135, y otros de la Coordinación Nacional de Transferencia y Extensión Rural. Es decir, responde tanto a la política institucional y sus prioridades, como a sus líneas de acción concretas. Hoy, cualquier SER y TT tiene que entender y atender con rapidez los valores, las expectativas y las demandas de públicos mucho más activos y de unos medios de comunicación cada vez más intrusivos. Bajo este marco, se hace eco de lo dicho por Drucker (1992): “todas las organizaciones necesitan saber que ningún programa o actividad puede hacerse eficazmente durante largo tiempo sin modificación y rediseño. Eventualmente toda actividad se hace obsoleta”. Lo que se propone es un Sistema de Extensión Rural y Transferencia de Tecnología con “vocación de servicio” y socialmente coresponsable. El proceso en marcha El proceso cronológico en marcha que deseamos compartir y analizar señala que, en agosto del 2006, asume una nueva gestión en la Dirección Regional La Pampa-San Luis del INTA. Esta nueva gestión, en total acuerdo y continuidad con los lineamientos institucionales, elabora un documento marco político institucional de transformación del Sistema de Extensión y Transferencia Tecnológico Regional. Allí, bajo el título Sistema de Extensión 132

El INTA -creado en 1956, es un organismo descentralizado dependiente del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la República Argentina. 133 Sistema de Extensión Rural y Transferencia de Tecnología, 134 Plan Tecnológico Regional. Documento organizadora del accionar institucional en cada región y elemento orientador y articulador de diferentes estructuras programáticas. 135 Ediciones INTA desde el 2003 editó una serie de libros que aportaron ideas y propuestas al documento. Se puede acceder a los mismos en [email protected] o www.inta.gov.ar

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Rural y Transferencia de Tecnología Regional con énfasis en el Desarrollo de los Territorios se propone, en principio, una visión y diversas estrategias acordadas. Lawler (1996: 370) señala que es responsabilidad de los directivos fijar rumbos en las organizaciones. Y agrega que es “una responsabilidad que tiene poco que ver con el modo de funcionar de una organización y mucho con lo que la organización procura lograr y la dirección que decide seguir”. Así, esta propuesta aprobada por el Consejo Regional La Pampa-San Luis, busca fortalecer, ordenar, y facilitar un SER y TT que incluye tanto un proceso de incorporación, motivación, capacitación y formación de recursos humanos, como de (re)ordenamiento de la cobertura territorial136 con criterio de competitividad, salud ambiental, equidad y fortalecimiento del control y validación social territorial. El SER y TT formulado se propone también compatibilizar los objetivos de competitividad, salud ambiental y equidad social, para contribuir con una estrategia de desarrollo equilibrada y sustentable en el largo plazo que permita superar desigualdades territoriales, en armonía con las políticas de desarrollo de los municipios, las provincias y la nación toda. Entonces, los sujetos activos de aprendizaje son los integrantes del SER y TT Regional. El Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria tiene integrada la extensión con la investigación/experimentación, a lo cual se suman los integrantes de los Consejos Locales Asesores (CLAs), como actores destacados de la vinculación. En consecuencia se vislumbra una construcción colectiva de innovaciones de aplicabilidad territorial. No obstante, para que la transformación tenga posibilidades de “éxito”, el propio SER y TT requiere una disposición para aprender. Es decir, manifestar actitud y hasta vocación para el aprendizaje, entendida ésta como aquella que facilita el aprendizaje de todos sus integrantes, que se transforman continuamente para satisfacer las exigencias del medio. Según Delgado Negrini (2001: 21), en la actualidad, “las organizaciones (…) están experimentando procesos de fortalecimiento organizacional. Dentro de éstos, el aprendizaje tiene vital importancia pues permite a la organización obtener y utilizar nuevos conocimientos, instrumentos, comportamientos y valores”. De esta manera, el camino elegido es la unidad en la diversidad a través del 136

Se proponen nuevas Unidades de Extensión y Desarrollo Territorial (UE y DT), y se relocaliza una de las ya existentes.

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aprendizaje participativo y, podemos agregar, adaptativo a los entornos cambiantes. Desde este punto y en el caso del SER y TT, el aprendizaje es concebido no sólo como una manera de incrementar competencias o capacidades de acción, es una acción en sí misma. “Aprender a aprender”, que significa e implica también la actitud de desaprender, la habilidad para desprendernos de modelos mentales usados y arraigados a través del tiempo, aunque estas no son tareas sencillas. Necesariamente esta iniciativa requiere una gestión con énfasis en la participación. Una gestión del cambio. Pero, teniendo muy presente lo expresado por Blackburn (1998:171) para quien la participación perfecta no existe, es un ideal a buscar. Esta transformación deseada del SER y TT requiere entonces de competencias y habilidades específicas para su gestión. Es un proceso de gestión de cooperación y competencia –democrática-, de entramados de poder con derechos y obligaciones, tanto implícitas al quehacer de la identidad como explícitas a la identidad comunicada. Podemos –por ahora- simplificar el significado de gestión137 como: proceso que emplea innovaciones de insumo-proceso apropiado y necesario para alcanzar los objetivos y metas propuestos en un ambiente adecuado de armonía social institucionalizado. Decimos adecuado porque somos conscientes que habrá estados de conflictividad y tensiones siempre presentes, el desafío es gestionarlos adecuadamente de tal forma que no obstaculicen la consecución de los objetivos. Modelo contexto-céntrico de gestión Partimos de sostener junto con Manucci (2005:13) que la gestión es el territorio de las posibilidades no de las certezas. Tomamos como referencia teórica de gestión el modelo contextocéntrico (Gómez de Castro y otros, 2001:11)138, el cual combina elementos para pensar la complejidad, de forma sistémica, bajo las reglas metodológicas de la dialéctica y a través de ventanas del constructivismo crítico. Las premisas orientadoras de este modelo son: 1) la realidad es compleja , 2) la realidad es una construcción social, 3) la realidad es lo que el método de 137

Implica también la capacidad de operar sobre dimensiones clave de distintos sistemas y procesos, modificando sus estados y sus rumbos (Albornaz y otro, 1997:1180). 138 Cfr. A. M Gomes de Castro y otros. Documento. Proyecto “Nuevo paradigma”, ISNAR-CGIAR. Serie innovaciones para la sostenibilidad institucional.

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observación permite percibir, 4) la innovación emerge de la interacción social, 5) el contexto influye en la interpretación, 6) la mayor fortaleza de una organización son sus talentos humanos, 7) los sistemas sociotécnicos son complejos, contradictorios y asociados a otros sistemas, 8) las organizaciones sostenibles son organizaciones cambiantes, 9) el contexto -la realidad- no existe de forma objetiva e independiente y, 10) la coherencia institucional implica la existencia de un modelo institucional de gestión139. En esencia el modelo privilegia el esfuerzo inter y transdisciplinario; considera la participación de la diversidad de actores y organizaciones del contexto; practica la reflexividad social; busca el control social ampliado de sus formulaciones e intervenciones, y asume la organización y el contexto como realidades simbólicas construidas socialmente por los actores que lo integran. Es un modelo que pretende compartir el poder, que descentraliza la gestión, donde las intervenciones son negociadas y la participación es comprendida como el poder de influenciar –no de imponer-. Finalmente, es un modelo donde las contradicciones son reconocidas para ser superadas. También, privilegia la actuación en red -por ello se enfatiza el valor de la red del SER y TT-, sobre la actuación jerárquica, y además, se resalta el trabajo en equipo sobre el individual140. El camino se hace andando El documento es mucho más que un escrito cronológico de pasos de intervención. Se apoya en la idea que: la conceptualización precede al esfuerzo instrumental. Es una plataforma teórica innovadora, transformadora, planificada y tanto propositiva estratégica como operativa movilizadora de cambios y actualizaciones en el SER y TT regional. También se sustenta como arte y parte de redes del sistema integral de construcción de conocimiento público-privado regional, nacional e internacional.

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Cfr. R. Bocchetto (2008). INTA-PROCISUR. INTA en su PEI-2005-2015 reformula su modelo de gestión. 140 El sistema de evaluación del INTA aún propende hacia un enfoque individual y no de equipos operativos. Ello repercute en la propuesta en marcha.

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Los supuestos que enmarcan lo institucional y lo organizacional141 son: 1. El SER y TT es el brazo ejecutor de políticas de estado nacional, provinciales como municipales de desarrollo142. 2. INTA tiene definido su orientación en extensión y transferencia dentro del PEI 2005-2015. 3. El desafío es darle contenido estratégico-operativo a la propuesta para la regional con proyección al 2015. 4. La propuesta es regional, por lo tanto se busca trascender el imaginario de fronteras provinciales143. 5. El sistema de extensión aumenta su potencialidad de desarrollo cuando asume un protagonismo en la participación de mirar, posicionarse, compartir y actuar144. 6. Las líneas de intervención responden a la multidimensionalidad de la problemática de los territorios buscando la sincronía entre las dimensiones: competitividad, equidad y sostenibilidad. El peso relativo de cada dimensión definirá el perfil de las unidades de extensión según cada territorio geográfico ocupado y a ocupar. 7. Se cubre territorio geográfico (equidad) pero con visión de múltiples territorios de intervención que actúan y/o actuarán articuladamente. 8. Se propone el desarrollo local-territorial basado en estrategias de equilibrio, competitividad, cambio institucional y gestión (modernización y coordinación del estado). 9. Se reconoce que existen heterogeneidad-asimetrías de desarrollo territorial y cada uno con características propias (productivas, sociales, ambientales) que 141 142

INTA engloba ambas dimensiones. Cfr. R. Bocchetto (2008: 38), INTA- PROCISUR. Para los gobiernos de La Pampa y San Luis la extensión y transferencia es responsabilidad del INTA, pero su implementación debe estar en armonía con los lineamientos de las políticas provinciales de desarrollo y con la nacional. 143 Es un cambio cultural muy fuerte en esta etapa de (re)construcción de la Regional La Pampa-San Luis. 144 Siguiendo a Marcelo Manucci (2006:87) Mirar, es el principio a través del cual una sistema-organización define su realidad y diseña un espacio de intervención. Posicionarse, es el principio a través del cual se definen rumbos y se proyectan acciones sobre el espacio definido, Compartir, es el principio de integración que permite enriquecer la mirada, siempre finita, y ampliar las alternativas de elección, Actuar, es el principio a través del cual el mapa corporativo (SER y TT Regional) se concreta en intervenciones y, de esta manera, se puede participar activamente en la trama compleja del contexto.

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orientan de por sí los perfiles de las Unidades de Extensión a construir o (re) construir. 10. Las localidades no deben ser consideradas simplemente como un stock de recursos, sino como construcción de recursos en el cual se generan emprendimientos; un ambiente facilitador que impulsa o limita la competitividad de las actividades que en él se desarrollan. 11. Se reconocen espacios territoriales que requieren ser “ocupados” con nuevas Unidades de Extensión para mejorar la calidad y efectividad de las intervenciones. 12. Se atienden -con las limitaciones del caso- todos los públicos, poniendo énfasis en aquellos menos atendidos por el sector privado y el tercer sector. En la propuesta se expresa una coexistencia paradigmática complementaria. Es demandante tanto de método/s como de constancia, y así, se busca ampliar “modelos” mentales y actitudinales: el “aprender a aprender”, entre otros mencionados. Etkin (2009: 72) sostiene que “el aprendizaje organizacional hace viable el aprendizaje cuando permite renovar los modos de pensar, superar los prejuicios, los bloqueos o esquemas mentales que limitan la creatividad de individuos o grupos en la organización”. Tan importante y asociado a lo anterior, se considera que los actores institucionales/organizacionales no son un recurso más, adicionales u homologables a los físicos o financieros, sino unos que emergen con talento, capacidades, actitudes, conocimientos y destrezas. Además, la propuesta tiene puerto de destino -visión-145 , pero a su vez, es flexible para leer los cambios de contexto, de escenarios, y actuar en consecuencia. Se sustenta sobre un marco conceptual que adhiere a la teoría de los sistemas complejos -pero no complejiza-146, y el mejoramiento continuo de los procesos de innovación público-privado. En consecuencia, el proceso de transformación requiere -de todos los participantes-, voluntad y predisposición a ser parte de las lecturas contextuales e iniciativa para alcanzar el deseado “bien común”, aunque sea una frase hecha y pueda ser interpretada desde algunas perspectivas teóricas como el menos común de todos los bienes. En todo caso, 145

Visión del PEI 2005-2015, del SER y TT Regional y de cada UE y DT como un todo armónico. 146 Es bastante comùn observar que se agrega complejidad teòrica y/o metodologica o dialógica a los sistemas complejos; acentuando por ejemplo, las amenazas y/o debilidades, la hiperactividad esteril, la función enloquecedora entre otros.

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siempre se la mantiene y entiende como un espacio de lo posible para todos y cada uno de los actores sociales del sistema. La propuesta -entonces- transcurre su cuarto año de implementación. Tiene una fuerte base de gestión participativa de la complejidad e incertidumbre, pero con énfasis en facilitar la creatividad superadora. Complejo porque en el SER y TT públicoprivado operan múltiples lógicas, imaginarios, representaciones, discursos y diversidad de fuerzas que no se conjugan en un todo armónico o estable, sino que interactúan dando dinamismo al sistema. Complejo también, siguiendo el pensar de Etkin (2009:29), porque tiene un diseño y acuerdos constitutivos generales y particulares, pero además posee la capacidad de redefinir y adaptar los esquemas específicos a nivel de cada territorio operativo, según los emergentes del contexto a través de la reflexión y los procesos de aprendizaje del SER y TT como un todo orgánico. Momentos y espacios participativos Esta gestión deseada se operativiza en diversos niveles de toma de decisión, que responde -básicamente y desde lo formal- a la propia estructura organizacional de la Dirección Regional, sus Estaciones Experimentales Agropecuarias y Unidades de Extensión Rural y Desarrollo Territorial -UEyDT-. Estas unidades son diez y se localizan en ambas provincias: La Pampa y San Luis. Existen dos UE y DT “mayores”, con roles bien diferenciados, denominadas -no por azar- como estratégicas, que se encuentran emplazadas en cada una de las dos Estaciones Experimentales Agropecuarias (EEA)147. Sin embargo, lo que aparenta un mapa piramidal, encorsetado y asimétrico de toma de decisiones, abre múltiples puertas y ventanas para los espacios de dialogo horizontal y, en consecuencia, para la (re)construcción de decisiones y acciones acordadas en la práctica de la gestión del día a día. Es decir, las estructuras existentes no deben ni pueden condicionar las estrategias y, por consiguiente, la participación plena aparece implícita y explicita148. La propuesta de transformación, desde el texto a la práctica, permite a los niveles de decisión horizontalizar la 147

EEA Anguil “Ing. Agr. Guillermo Covas”, La Pampa y EEA San Luis, Villa Mercedes, San Luis. 148 La propuesta moviliza los enfoques matriciales como ámbitos de interacción estratégica de los estamentos de conducción, programáticos y administrativos en los diversos niveles institucionales. Cfr. R. Bocchetto, 2008.

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comunicación. Ello se viabiliza a través del diálogo y apoyado en el empleo de herramientas metodológicas de planificación y reflexión-acción específicas (como ser: los planes operativos anuales, diagnósticos comunicacionales y planes de comunicación, la investigación en extensión y comunicación, los ensayos tecnológico-productivos en red y el entramado de RRHH con competencias. El esfuerzo de movilizar espacios participativos, con énfasis en la cogestión a nivel de cada UE y DT, fue promovido insistentemente desde los niveles superiores del SER y TT. Los Planes Operativos Anuales (POAs) son productos que demandan espacios participativos, ricos en debates, y posteriores compromisos de los integrantes de cada UE y DT. Esta construcción colectiva va generando aprendizajes democráticos, que tiene estados evolutivos distintos en cada UE y DT. Anualmente se realiza un encuentro para poner en común los POAs y, realizar los ajustes para que los mismos se articulen en red. Los diagnósticos comunicacionales y los planes que emergen de ellos son otro espacio de escucha efectiva y posteriores acuerdos. En el caso de los diagnósticos, aún no se han llevado a cabo en la totalidad de las UEyDT de la regional La Pampa-San Luis, dados los tiempos requeridos para realizarlos. Para este trabajo se ha formado un equipo de trabajo multidisciplinario con RRHH del SER y TT regional, que representa un agregado de valor, como ejemplo del potencial de la propuesta de gestión en marcha. Otros espacios para acordar voluntades y asumir compromisos son la Experimentación Adaptativa y los ensayos a campo. Estos permiten organizar y acordar con los actores respectivos la recopilación de información productiva local, inclusive, desde el diseño metodológico. Los trabajos de investigación en extensión, que luego se socializan en seminarios internos y publicaciones también son excelentes espacios de construcción intelectual participativa pues, en general, en estos trabajos se suman voluntades y co-autorías. Así mismo, los encuentros periódicos en seminarios internos denominados Mejora Continua de la Gestión en Extensión, dirigidos a los actuales jefes de las UE y DT y aquellos que se preparan para posibles recambios generacionales de las gerencias, representan otros espacios de escucha y construcción de compromisos de corto y mediano plazo. A estas y otras actividades se suman las que cada UE y DT, por su propia iniciativa, realiza para movilizar la participación democrática al interior de cada unidad y, fuera con los diversos actores público-privado de cada territorio. Ellos, los actores, son centrales en la transformación en 319

marcha. En la práctica significa provocar y propender hacia “una mirada diferente” de los actores -no adaptarse-, para involucrarse más en las decisiones acordadas y, en consecuencia, asumir colectivamente tanto las responsabilidades como los resultados. Traducido en hechos, es la esencia misma del cambio del SER y TT propuesto, ya que está integrado por “personas” que, a su vez, están espacialmente ubicadas en las Unidades de Extensión y Desarrollo Territorial. Cada UE y DT está constituida por tres o más RRHH de edades y género diversos, e integradas, mayoritariamente por profesionales con formaciones tanto de grado como de postgrado149. De esta manera, poseen competencias150 tanto específicas como transversales e interdisciplinarias. Este capital humano151 con competencias organizadas y sinergizadas -gestionado-, es un novedoso aporte del proceso de transformación en marcha. Entonces el desafío es complementar, a través del decir y del hacer, las competencias individuales con las deseadas competencias sistémicas del SER y TT como un todo. Es decir, como un conjunto de capacidades integradas y de recursos disponibles para que sus miembros puedan llevar a cabo los propósitos de la organización -INTA- en el marco de las relaciones prescriptas por sus respectivos roles152. Las competencias de las UE y DT tienen sentido superador si éstas se articulan como equipos proactivos de trabajo en red. No obstante, y si bien la sinergia atiende la integración de elementos que dan como resultado algo más grande que la simple suma de éstos, no deja de ser un ideal a alcanzar. Se entiende por sinergia cuando dos o más elementos se unen sinérgicamente crean un resultado que aprovecha y maximiza las cualidades de cada uno de los elementos. La propuesta del SER y TT se presenta entonces como un proceso de cambios y adopciones. Como sostiene Delgado Negrini (2001: 26) “en la mayoría de las organizaciones, sin importar su tamaño o naturaleza, las nuevas ideas provocan cambios, crean incertidumbres y rompen el status quo. Si bien en el mundo actual el cambio es una constante, permanentemente 149

Los perfiles y las competencias están orientadas de manera de fortalecer la interdisciplinariedad entre las ciencias exactas, biológicas-productivas y sociales. 150 Es un saber actuar en un contexto particular, combinando y movilizando un conjunto de recursos pertinentes, para realizar actividades de acuerdo con ciertas exigencias, a fin de producir resultados para un destinatario que satisfagan ciertos estándares de desempeño. Le Boterf, (2000) Citado por L. Schvarstein (2003:70). 151 Nuestra capacidad potencial para procesar complejidad individual y colectiva. Conjunto de activos intangibles. 152 Cfr. L. Schvarstein (2003: 72).

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se da una resistencia al mismo”. Bajo este marco, los efectos deseados son, entre otros, fortalecer un clima de armonía y seguridad laboral y construir espacios de libertad que faciliten dinámicas de crecimiento que en el propio decir y hacer de la Extensión Rural vivimos proponiendo a terceros actores de la ruralidad. El camino transitado nos señala que no alcanza con participar o asistir. No alcanza con opinar, si bien son estas instancias muy cómodas de todo proceso participativo. Por tanto, es bueno recordar lo dicho por Montaigne153 “… en las relaciones que mantienen las personas entre sí, he advertido con frecuencia que, en vez de adquirir conocimiento de los demás, no hacemos sino darle letra de nosotros mismos, preferimos soltar nuestra mercancía, que adquirir la nueva, la modestia y el silencio son cualidades útiles en la conversación”. Por ello, alcanzar la participación plena es, por una parte, lograr los “cambios mentales” y actitudinales154 que, en los hechos, significa involucrarse en la transformación propuesta155. Por otra parte, implica poner en consideración ciertas explicaciones, propias y necesarias, de una gestión participativa que la gestión tradicional no requiere. Ahora bien, se habla que los procesos participativos tienen como objetivo el “bien común”, en este caso del funcionamiento organizacional de un Sistema de Extensión Rural al servicio de la ruralidad. En nuestro caso, cabe lo sostenido por Fauvet y Stefani (1983)156 en base a quienes podríamos expresar que el SER y TT [constituye] un campo de hábitos, sistema de comportamientos y de costumbres inspiradas por las inclinaciones egocéntricas de los individuos, y regulado por la idea que cada uno se forma del bien común. Esas ideas de “bien común”, de espacio de posibilidades, son los cimientos donde la transformación propuesta debe operar para alcanzar acuerdos colectivos que revitalicen la identidad del SERy TT. Lógicamente, todo espacio formal y no formal de dialogo157 requiere voluntad y 153 154

Cfr. Ensayos de Montaigne. Cap. XXV en Cervantes virtual. Las actitudes son las predisposiciones a responder de una determinada manera con reacciones favorables o desfavorables hacia algo. Las actitudes orientan los actos si las influencias externas sobre lo que se dice o hace tienen una mínima incidencia. También los orientan si la actitud tiene una relación específica con la conducta, a pesar de lo cual la evidencia confirma que, a veces, el proceso acostumbra a ser inverso y los actos no se corresponden, se experimenta una tensión en la que se denomina disonancia cognitiva. 155 Ver Capítulo de R. Thornton, en este mismo libro. 156 Citado por L. Schvarstein (2003: 108). 157 Dialogar implica, entre otros aspectos, los derechos de decir, pero sabemos que todo derecho implica un deber complementario, deber es el de escuchar y poner en

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vocación de los involucrados para la exposición, la atención, la apropiación de información organizacional comunicada y (re)comunicada en los diversos espacios intra y extra comunicacional del SER y TT. En los hechos alcanzar el “bien común” deseado significa, en diversos momentos del proceso, ceder, acordar, modificar, aceptar cambios de los status quo vigentes tanto sociales como laborales en la organización. Entonces, para que sea efectiva la participación, esta debería avanzar como un proceso gradual, donde los participantes vayan aumentando su grado de compromiso, pudiendo llegar hasta el ideal donde exista un equilibrio entre la autogestión y la co-gestión de la totalidad del proceso. Ya no del cambio organizacional en sí, sino de las intervenciones del cambio que se (re)crean. Ascender por los diferentes escalones de la participación deseada requiere entonces- de enfoques y metodologías comunicacionales diferentes y complementarias, conocidas en la gestión organizacional de Extensión Rural158. Este desafío de gestión en marcha, o si se quiere de cogestión que incluye terceros actores de los sistemas de información y conocimiento territorial, es una experiencia que podemos caracterizar de doble vía: la interna del SER y TT que se complementa con la externa. Esta última se identifica como la de aquellos actores que, por densidad relacional, toman conocimiento de la propuesta de cambio, observan y participan en su implementación. De la línea de base al deseado destino El avance del proceso de transformación y en consecuencia la etapa de involucramiento con el SER y TT muestra que el camino transitado es muy corto como para identificar cambios sustanciales, tanto individuales como colectivos, expresados en una apropiación de pertenencia sostenible. La (figura 1)159 muestra el punto de partida del proceso en marcha, donde sobresalen compartimentos en formato de programas, proyectos, planes, acción con una actitud de escucha, la escucha es la clave del dialogo. Nos permite aprender lo que el otro sabe, ver lo que la otra persona ve, conocer desde la experiencia que no hemos podido tener. 158 Cfr. R.Thornton (2006). Su libro menciona los diversos enfoques comunicacionales en los SER y TT públicos del MERCOSUR. 159 Cambio Rural (CR); Programa Federal de Desarrollo Rural (PROFEDER); Proyectos Nacionales y Regionales (PN, PR), Programa Federal de Agricultura Familiar (PROFAM), Programa Prohuerta.

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actividades, entre otros, escasamente articulados dentro las UE y DT. Entonces las UE y DT son un conjunto de actividades y personas agrupadas más que equipo/s de trabajo. Esta situación interna genera efectos diversos y dispersos en los territorios, dado la limitada co-gestión empleada. En consecuencia existe escaso agregado de valor por carencia de sinergias. Es decir, priman las rutinas que justifican las acciones con impronta individualista. De tal modo la visión se manifiesta distorsionada con respecto a la deseada en la propuesta institucional.

Figura 1. El camino elegido de transformación organizacional (figura 2), busca alcanzar una situación de armonía y sinergia de vinculación en red de las UE y DT con sus entornos -territorios-. Una visión acordada160 y, co-gestionada de articulación pro-activa de los programas, proyectos, planes y otros. Procesualmente se ha transitado desde un conjunto de personas agrupadas a un equipo de trabajo.

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Visión en el documento dice: En el 2011 ser visto como un SER y TT regional competitivo articulado, integrado y participante de procesos de desarrollo territoriales sustentables. Cada UE y DT tiene su visión local que se vincula con éste y con el PEI 2005-2015.

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Los Consejos Locales Asesores -casi ausentes- al inicio del proceso, son ahora un componente importante de la estructura estratégica-operativa, como mediadores entre la UE y DT y la sociedad. Así, la ecuación buscada es: equipos co-gestionados que agregan valor al proceso de funcionamiento del SER y TT Regional en los territorios, con sus actores vinculados como parte de los procesos de transformación y co-partícipes tanto de logros como de impactos.

Figura 2. A modo de conclusión Hasta aquí, el texto señala los fundamentos del camino elegido para fortalecer con premura el SER y TT regional como facilitador de la competitividad, equidad y sostenibilidad de los territorios atendidos. No obstante el proceso en marcha se manifiesta con ritmos dispares entre la disposición institucional y los tiempos de cambio voluntario de quiénes son los actores involucrados. Siguiendo a Marchesan (2006: 90) podemos adherir en que “hemos escuchado que hay [al menos] tres tipos de personas. Quienes observan que algo está pasando, quienes hacen que las cosas pasen y quienes se preguntan qué está pasando”. En consecuencia, la voluntad de involucrarse en la 324

propuesta requiere, además y entre otras cosas, firme decisión política institucional con el apropiado liderazgo gerencial. En otras palabras, demanda gestión y fundamentalmente co-gestión. El viaje temporal transitado en el SER y TT regional nos permite compartir algunos aprendizajes como emergentes preliminares desde la perspectiva de la conducción -gestión- , la participación y la construcción de la institucionalidad, a saber: 





  

 



La participación democrática, activa y autónoma como concepto y práctica todavía prima en el discurso como preocupación, más que en la ocupación real por su praxis. Podemos vislumbrar en esta etapa del proceso un mix entre participación pasiva, controlada y limitadas situaciones de participación-poder161. El modelo contexto-céntrico de gestión es pertinente para la propuesta, pero su adopción por el SER y TT está condicionada a múltiples factores tanto individuales como colectivos. Todavía no está totalmente resuelto ¿cómo hacemos para que el SER y TT se manifieste receptiva a la innovación organizacional en marcha, que la desee, que se apropie de la misma y, que, trabaje por ella? Las personas no se comprometen solamente con la estrategia- sino fundamentalmente con la visión. El SER y TT percibe, diseña, planifica y actúa desde su realidad corporativa, desde su territorio de credibilidad. La propuesta no busca cambiar “las cosas” -lo tangiblesino fortalecer valores, expectativas, creatividades, saberes, formas de aprender, habilidades, estrategias, clima de trabajo, y esto lleva sus tiempos. No es lo mismo cambiar que acomodarse a la transformación en marcha. La incertidumbre, entendida como “estados inestables” de convivencia social y organizacional está muy presente, y su gestión implica atender el devenir del día a día desde la mirada de futuro. La armonía humana del SER y TT se manifiesta enmarañada en la co-gestión de un contexto de incertidumbre y, contradicciones sociales.

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Esta clasificación es de Cecilia María Peruzo, 2001. Mencionado por R, Benítez (2010). Tesis de Maestría, UFR-PE. La tesis hace una lectura interesante sobre la participación de los extensionistas del SER y TT regional en el PEI 2005-2015, los CLAs y los POAs, temas mencionados en este texto.

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 



El liderazgo requerido para el proceso en marcha debería ser un mix para co-gestionar la inmediatez, complementado con una visión de gestión de un futuro incierto. La legitimidad de enfoques y visiones para la toma de decisiones de este proceso de transformación todavía tiene mucho camino a recorrer. Los logros -que los hay- por momentos no están suficientemente visibles y, por tanto rompe con el proceso de (re)construcción movilizadora de identidad del SER y TT regional. Los efectos de la transformación son directos e indirectos y, están por el poco tiempo transcurrido en estado incipiente.

Los tres últimos emergentes mencionados expresan la tensión, propia de estos procesos, entre el corto plazo requerido institucionalmente para alcanzar la transformación deseada y, los procesos socio-organizacionales que implican iniciativas de cambios o mutación, donde los “tiempos” o “ritmos” cronológicos son de más largo plazo. A modo de reflexión final, la conducción, participación y construcción de institucionalidad son los ejes fundantes de esta propuesta transformadora. Ahora bien, ¿cuándo existe sinergia? Cuando 2 + 2 no es 4, sino 5 u otra cifra. El desafío es entonces atreverse primero y actuar luego, superando lo estricto de una lógica matemática, aplicable para muchas instancias de la vida, pero que se queda corta para participar en transformaciones organizacionales innovadoras y coherentes con los complejos y cambiantes entornos con los que nos desafía el mundo actual. Entonces coincidimos con lo dicho por Ortega y Gasset: Sólo es posible avanzar cuando se mira lejos. Sólo cabe progresar cuando se piensa en grande. Pero eso sí, considerando siempre que, como lo ha expresado Marchesan (2006:28) “todos los seres humanos vivimos bajo el mismo cielo, pero no todos tenemos el mismo horizonte” y el mismo autor (2006:50) agrega “los cambios en los tiempos actuales no suelen alcanzarse si no se enmarcan en un contexto de transformación más profundo”.

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Bibliografía ALBOMAZ, M y otro. (2006). Indicadores en ciencia y tecnología: reencuentro de la política con la gestión. En SOLLEIRO, J y otros. Innovación competitividad y desarrollo sustentante. Ed. CIT-UNAM-ALTEC, Memorias del VII Seminario Internacional de Gestión Tecnológica. 3V, T2, La Habana, 26-30 octubre. BENITEZ, R, A. (2010). Desenvolvimento rural sob uma perspectiva territorial. Tesis de Mestrado, POSMEX, UFR-PE, Recife. Policopiado. BLACKBURN, J. (1998). Conclusion. En J. Blackburn; J. Holland. (Editores). Who changes? Institutionalizing participation in development, ITP Ltd, London, UK. BOCCHETTO, R. (2008). Innovación, institucionalidad y desarrollo: experiencia y caminos para su integración, Ed. PROCISUR (IICA) -INTA, Montevideo, R. O del Uruguay. CARNIGLIA, E. (2010). Comunicación personal. UNRCuarto. DELGADO NEGRINI, S. (2001) Pautas para el desarrollo de procesos de fortalecimiento organizacional. San José, Costa Rica, Instituto de Cooperación para la Agricultura –IICA-. Área Estratégica de Educación y Capacitación. DRUCKER, P. (1992). The age of discontinuity, Ed. Transaction Publishers, Londres. ETKIN, J. (2009). Gestión de la complejidad en las organizaciones, Ed. Granica, Buenos Aires. GOMES de CASTRO y otros. (2001). Documento. Proyecto “Nuevo Paradigma”, ISNAR-CGIAR. Serie Innovaciones para la sostenibilidad institucional. Policopiado. INTA (2006). Sistema de extensión rural y transferencia de tecnología regional con énfasis en el desarrollo de los territorios, Documento interno. CR. La Pampa- San Luis. INTA. (2004). El INTA que queremos. PEI 2005-2015. Documento Institucional 120, Ediciones INTA. Buenos Aires. LAWLER, E. (1996) La ventaja definitiva. Creando organizaciones participativas e innovadoras. Grainca, Barcelona. MANUCCI, M. (2005). Atrapados en el presente. La comunicación, una herramienta para construir el futuro corporativo. Manual didáctico Nª 25, CIESPAL, Quito. MANUCCI, M. (2006). La estrategia de los cuatro círculos. Diseñar el futuro en la incertidumbre del presente, Ed Norma, Colombia. MARCHESAN, A. (2006) Comunicación productiva en la era de las relaciones. Bs. As.:Gran Aldea Editores. SCHVARSTEIN, L. (2003). La inteligencia social de las organizaciones, Ed. Paidós, Buenos Aires. THORNTON, R. (2006). Los `90 y el nuevo siglo en los sistemas de extensión rural y transferencia de tecnología públicos del MERCOSUR, Ed. INTA, EEA Anguil “Ing. Agr. G. Covas”, La Pampa. TORRES, G. (2010). Comunicación personal. Coordinación Nacional de Transferencia y Extensión Rural del INTA, Buenos Aires. VARELA, H, G. (2010). Comunicación personal. EEA INTA Pergamino.

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VALLE LIMA, S. M. y otros (2001). Proyecto “Nuevo Paradigma”. La dimensión de “Entorno” en la construcción de la sostenibilidad institucional, ISNAR-CGIAR. Serie Innovaciones para la sostenibilidad institucional,. Policopiado.

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Curriculum Vitae de los Autores María Belén ALBARRACIN GUTIERREZ Licenciada en Psicopedagogía (2003), Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Católica de Cuyo. Técnica de Prohuerta en la E.E.A Pocito, San Juan, durante cuatro años donde, entre otros, desarrolló proyectos de apoyo y capacitación a huertas escolares, huertas terapéuticas y microemprendedores. 2007 hasta la actualidad becaria de práctica profesional del INTA en “Investigación en Extensión con énfasis en Educación no formal de Adultos en procesos de Innovación”, en el Centro Regional La Pampa- San Luis -Unidad de Extensión y Desarrollo Territorial Anguil-. Actualmente realizando estudios de Maestría en Educación y Desarrollo Rural, en la Universidad Nacional de Entre Ríos. Participante en actividades de extensión, comunicación y desarrollo con énfasis en educación no formal de adultos. E-mail: [email protected]; [email protected] Carlos Mauricio ARROYO GONÇALVES Boliviano, candidato a doctor en Ciencias de la Información (Universidad Complutense de Madrid); Magíster en Comunicación y Desarrollo (Universidad Andina Simón Bolívar); Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social (Universidad Católica Boliviana “San Pablo” –UCB- de La Paz). Actualmente es Director del Departamento de Ciencias de la Comunicación Social de la UCB La Paz; Director de Comunicación de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC) y Presidente de la Asociación Boliviana de Investigadores de la Comunicación (ABOIC). Ha sido consultor para: el Programa de Titulación de Tierras en Bolivia (BLTP) financiado por USAID, la OPS/OMS, la Corte Nacional Electoral, el Ministerio de Salud y el Viceministerio de Ciencia y Tecnología de Bolivia, entre otros. Participó en el diseño de las estrategias nacionales de comunicación para: el Programa Ampliado de Inmunización (PAI II), el Programa Nacional de Lucha Contra el Chagas y para el Sistema Boliviano de Tecnología Agropecuaria (SIBTA). E-mail: [email protected]

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Roxana CABELLO Licenciada en Sociología. Doctora en Ciencias de la Comunicación Social. Investigadora-Docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento y de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Sus investigaciones enfocan la relación entre los procesos de difusión tecnológica y los proyectos de Desarrollo. Diseña y coordina experiencias de capacitación para la integración de tecnologías digitales en los procesos educativos y en los proyectos de Desarrollo. Dicta cursos y seminarios de grado y de posgrado en diferentes universidades y conferencias en diferentes países de América Latina. Ha publicado los libros Las Redes del Juego (2008) y Argentina Digital (2009), como autora; “Yo con la computadora no tengo nada que ver” (2006) y Ciberjuegos (2010) como coordinadora y Medios informáticos en la educación (2007), como co-editora. Ha publicado también numerosos artículos en libros y revistas especializadas. E-mail: [email protected] Lilian CERVO CABRERA Jornalista formada pela UFSM, mestranda no Programa de Pósgraduação em Extensão Rural da Universidade Federal de Santa Maria–Brasil. Edgardo Luis CARNIGLIA Doctor en Ciencias Sociales, Master en Extensión Rural y Desarrollo y Licenciado en Ciencias de la Comunicación. Docente-Investigador del Departamento de Ciencias de la Comunicación, FCH-UNRC (Argentina). Responsable de cursos de posgrado y grado sobre: a) investigación en ciencias sociales; y b) comunicación y teoría del desarrollo. A cargo de investigaciones sobre comunicación y cambio sociocultural financiadas por organismos locales, provinciales y nacionales. Co-autor de los libros Relatos sobre la rurbanidad, Directorio de organizaciones sociales y comunitarias de Río Cuarto, 2004/5, Comunicación, ruralidad y desarrollo. Mitos, paradigmas y dispositivos del cambio, La bocina que parla. Antecedentes y perspectivas de los estudios de comunicación rural y Diagnóstico Comunicacional Conjunto INTA-PAMPAS. Miembro de la International Association for Media 330

and Communication Research y de la Red Argentina de Investigadores de la Comunicación. Email: [email protected] Gustavo CIMADEVILLA Licenciado y Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional de Río Cuarto (Argentina) y Master en Extensión Rural por la Universidade Federal de Santa Maria (Brasil). Profesor de grado y posgrado en la UNRC y otras universidades nacionales (UNL; UNR, UNGS) y del extranjero (UFRRJ; UdeSevilla). Ex-Miembro del Consejo Consultivo Internacional de la Association for Mass Communication Research (IAMCR) y actual Coordinador del GT Comunicación, Tecnología y Desarrollo y Director Científico de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación (ALAIC). Autor de Dominios. Crítica de la razón intervensionista, la comunicación y el desarrollo sustentable (Buenos Aires, Prometeo) y co-editor de La Extensión Rural en Debate (INTA, 2003) y Grises de la extensión, la comunicación y el desarrollo (INTA, 2008); entre otros. E-mail: [email protected] Vivien DIESEL Possui mestrado em Extensão Rural pela Universidade Federal de Santa Maria (1988) e doutorado em Ciências: Desenvolvimento sócio-ambiental pela Universidade Federal do Pará (1999). È professor associado da Universidade Federal de Santa Maria, atuando no ensino de graduação presencial e à distância nos Cursos das Ciências Agrárias, e em nível de especialização, mestrado e doutorado junto ao Programa de Pós-Graduação em Extensão Rural. Pesquisa e orienta em temas relacionados à extensão e desenvolvimento rural. Atualmente confere ênfase ao estudo das metodologias de extensão rural. Entre obras publicadas destacam-se a organização, com Jose Marcos Froehlich, dos livros “Espaço Rural e Desenvolvimento regional: Estudos a partir da região central do RS” (2004) e “Desenvolvimento Rural: Tendências e Debates Contempo-râneos” (2006 e 2009). E-mail: [email protected]

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Adrián Luis GARGICEVICH Ingeniero Agrónomo U.N.R.. Magister en Sociología Especialidad Estudios Agropecuarios en FLACSO. Docente Universitario Fac. Cs. Agrarias UNR. Coordinador Nacional Interino del Programa Federal de Apoyo al Desarrollo Rural Sustentable PROFEDER INTA. Extensionista en A.E.R. INTA Casilda. Fue Coordinador Nacional Interino del Proyecto PAC II Hacia una Agricultura Sostenible INTA. Responsable de investigaciones en convenios INTA / Fac Cs. Agrarias U.N.R. y del Proyecto de la C. E. E Estudio de la Sostenibilidad de los Sistemas de Producción Agropecuarios en Latinoamérica. Coordinador Nacional del Proyecto Innovación Organizacional Programa Nacional de Apoyo al Desarrollo de los Territorios INTA. Áreas temáticas que abordada en sus publicaciones en libros, congresos y revistas especializadas: Sociología y Extensión Rural, Desarrollo Sostenible, Maquinaria Agrícola, Conservación de Suelos; Tecnologías de cultivos. E-mail: [email protected] Gabriel KAPLUN Comunicador, Magíster en Educación, Doctor en Estudios Culturales, docente e investigador de la Universidad de la República de Uruguay, donde actualmente es Director de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Es también docente invitado de otras universidades latinoamericanas y europeas y consultor de empresas y organizaciones social y no gubernamente, organismos nacionales e internacionales, en temas de comunicación educativa, comunitaria y organizacional, políticas de comunicación, educación a distancia, educación de adultos y formación de educadores. Integró la Comisión Nacional de Televisión Digital, integra el Consejo Honorario de Radiodifusión y preside el Consejo Técnico Consultivo para Ley de Radio y Televisión. Ha escrito numerosos artículos y libros referidos a su especialidad. Entre otros Educación, comunicación y cambio (2001), Aprender y enseñar en tiempos de Internet (2005), ¿Educar ya fue? Culturas juveniles y educación (2008). E-mail: [email protected]

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Luz Marina LARDONE CURBELO Lic. en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata. Magister Scientiae en Comunicación y egresada del Doctorado en Estudios de la Sociedad y la Cultura de la Universidad de Costa Rica. Se ha desempeñado como comunicadora del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria – INTA- desde 1998 hasta el presente. Primeramente lo hizo en el Centro Nacional de Investigaciones Agropecuarias de INTA Castelar y, en la actualidad, en la EEA Anguil “Ing. Agr. Guillermo Covas” del Centro Regional La Pampa-San Luis. Ha sido capacitadora, expositora y ponente en distintas instituciones, tanto nacionales como internacionales. Como investigadora social es autora de diversos artículos y publicaciones. La más reciente es El paradigma tecnológico informacional y la biotecnología mediatizada (2009). Ha realizado experiencias colaborativas internacionales en el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura –IICA Costa Rica-, la Red BIO de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación –FAO-, y la Red Global de Aprendizaje para el Desarrollo -GDLN- del Banco Mundial, entre otros. En el año 2005 fue distinguida por el Consejo Universitario de la UCR por ser mejor Promedio General de Doctorados y mejor Promedio del Programa de Posgrado Interdisciplinario de la Universidad de Costa Rica. E-mail: [email protected] Ada Cristina MACHADO da SILVEIRA Pesquisadora do CNPq, é professora do quadro permanente dos programas de pós-graduação de Comunicação e de Extensão Rural da Universidade Federal de Santa Maria, Brasil. Jornalista graduada pela Unisinos. Magister e Doutora em jornalismo pela Universitat Autònoma de Barcelona com pós-doutorado pela Sorbonne III. Coordena o GT de Políticas de Comunicação e Cultura da Intercom. E-mail: [email protected] Mario Eduardo MENDOZA Profesor en Ciencias de la Educación (UNSa). Master en Ciencias Sociales con orientación en Educación (FLACSO). Doctorando en 333

Ciencias Sociales UNGS- IDES. Becario UNGS - IDES (2005-2009). Becario MECyT - FLACSO (1997- 1999). Prof. Adjunto Cátedra Práctica Profesional. Facultad de Ciencias Humanas (UNLPam). Director del Proyecto de Investigación "Obstinaciones y estrategias de los productores del oeste pampeano frente a las (nuevas) políticas de uso y tenencia de su territorio". Res. 090/10 C.D. FAUNLPam. Director del Proyecto de Extensión "Mari Ci Weu". MECyT. (2007-2009). Miembro de la Comisión Directiva de la Asociación Argentina de Extensión Rural. E-mail: [email protected]

Pedro Selvino NEUMANN Professor do Departamento de Extensão Rural e do Programa de Pós-Graduação em Extensão Rural da Universidade Federal de Santa Maria-Rio Grande do Sul-Brasil. É graduado em Agronomia, com mestrado em Extensão Rural e Doutorado em Engenharia de Produção. Atua principalmente nas seguintes áreas: extensão e desenvolvimento rural, sistemas agrários, sistemas de produção, gestão agrícola, assistência técnica e extensão rural, reforma agrária e reordenamento fundiário. ossui graduação em Agronomia pela Universidade Federal de Santa Maria (1986) , mestrado em Extensão Rural pela Universidade Federal de Santa Maria (1992) e doutorado em Engenharia de Produção pela Universidade Federal de Santa Catarina (2003) . Atualmente é Professor Adjunto da Universidade Federal de Santa Maria, Membro de corpo editorial da Scientia Agraria (UFPR), Membro de corpo editorial do Extensão Rural (Santa Maria), Revisor de periódico do Extensão Rural (Santa Maria) e Revisor de periódico da Ciência Rural (UFSM. Impresso). Tem experiência na área de Agronomia , com ênfase em Extensão Rural. Atuando principalmente nos seguintes temas: Fragmentação e Parcelismo das Terras, Formato geométrico das terras, Reordenamento Fundiário, Sistemas de Produção Agrícolas, Unidade de produção agrícola e Gestão territorial. E-mail: [email protected]

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Jan SERVAES Nacido en Bélgica, cursó todos sus estudios en Lovaina, en cuya Universidad católica se licenció y doctoró (1987). Profesor de Comunicación internacional y políticas públicas en la Universidad Católica de Nimega, Países Bajos (1988-94); profesor de Comunicación y Tercer Mundo en la Universidad de Amberes (1992-1997). Profesor de comunicación de la Universidad Libre de Bruselas (1998-2000); decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Católica de Bruselas (1997-2001), de la que fue catedrático de comunicación (1995-2003); profesor y director de la School of Journalism and Communication de la University of Queensland, Australia (2003-2007). Actualmente es catedrático de Comunicación de la Universidad de Massachusetts en Amherst. Está considerado como uno de los máximos especialistas en comunicación para el desarrollo sostenible. Fue presidente del comité científico del Congreso Mundial de Comunicación para el Desarrollo (Roma, 2006). Ha sido presidente del European Consortium For Communications Research y vicepresidente International Association of Media and Communication Research (2000-04). Editor de Telematics and Informatics: An Interdisciplinary Journal on the Social Impacts of New Technologies y Communication for Development and Social Change: A Global Journal, así como de las colecciones editoriales ‘Communication for Development and Social Change’ y ‘Communication, Globalization and Cultural Identity’. E-mail: [email protected] Patchanee MALIKHAO Doctorado en Sociología por la Universidad de Queensland en Australia, una Maestría en Artes en Comunicación Social de la Universidad de Thammasat en Tailandia, una Maestría en Ciencias en Tecnología de impresión de Rochester Institute of Technology (RIT), Rochester, Nueva York, y una Licenciatura en Ciencias (con honores) en Ciencias y Tecnología fotográfica de impresión de la Universidad de Chulalongkorn en Tailandia. Ha trabajado y ha recibido amplia capacitación en los ámbitos de la Comunicación para el Cambio Social, la tecnología de imagen, de Ciencias Sociales Métodos de Investigación y Análisis de Datos en Bélgica, Australia y los EE.UU. Ella era un recipiente de muchas becas y premios, entre ellos la Beca Fulbright, el australiano Premio de 335

Postgrado, y el Premio al Mejor Maestro. En la actualidad trabaja como investigador y profesor en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Massachusetts Amherst en los EE.UU. E-mail: [email protected] Cicilia M. KROHLING PERUZZO Docente do Programa de Pós-Graduação em Comunicação Social da Universidade Metodista de São Paulo. Doutora em Ciências da Comunicação pela Escola de Comunicações e Artes da Universidade de São Paulo. Autora dos livros Relações públicas no modo de produção capitalista; Comunicação nos movimentos populares: a participação na construção da cidadania; e Televisão Comunitária: dimensão pública e participação cidadã na mídia local. Coordenadora do GT Comunicación Popular, Comunitária y Ciudadanía da ALAIC-Asociación Latinoamericana de Investigadores de la Comunicación e do Núcleo de Pesquisa de Comunicação Comunitária e Local (COMUNI). E-mail: [email protected] Ricardo Dominic THORNTON Ingeniero Agrónomo, UNLPlata (1973), Doctor en Ciencia de la Información, Universidad de Navarra, España (1995), estudios postdoctorales en Extensión Rural, UFSMaría, Río Grande do Sul (2005). Profesional del INTA desde 1989, Ex asesor privado, Ex Director de Extensión Rural y Fomento Agropecuario del Gobierno de La Pampa, Ex Gerente de Comunicaciones del INTA. Consultor internacional del FO-AR, OMS, IICA-PROCISUR, CEAD-BID, otros. Profesor adjunto de Extensión Rural, UNLPam, Profesor de postgrados en Argentina y el extranjero, Director de tesis de Maestrías y Doctorados. Autor de libros, Co-editor de libros, de capítulos en libros y trabajos con referato y de divulgación. Actualmente Director Regional La Pampa- San Luis del INTA. E-mail: [email protected]; [email protected]

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Roberto TORRADO PORTO Licenciado en Administración Agraria egresado de la Universidad Argentina de la Empresa (Facultad de Ciencias Agrarias) en 1991. Master Internacional en Desarrollo Rural/Local por la Universidad Politécnica de Madrid (España), en 2007. Profesional extensionista del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), EEA “Ing. Guillermo Covas”, Anguil, La Pampa, Argentina. Actual Jefe Interino de la UE y DT INTA Victorica y Coordinador del Proyecto Regional “Gestión de la innovación en procesos de desarrollo local y agricultura familiar”. Ex docente y secretario académico de nivel superior no universitario (ITES Victorica). Docente invitado de grado y posgrado (UNLPam, Facultad de Ciencias Humanas, Instituto de Geografía). Autor, co-autor y compilador de trabajos de investigación, extensión y divulgación. Amplia participación con trabajos en congresos y jornadas nacionales e internacionales. E-mail: [email protected]; [email protected]

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