Comunidades de ritmo y movimientos transfronterizos

June 2, 2017 | Autor: Inge Baxmann | Categoria: Cultural Studies, Rhythm, Mexico
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Comunidades de ritmo y movimientos transfronterizos En la frontera entre México y Estados Unidos, la cultura fronteriza se convirtió en un paradigma de las transiciones transculturales. En la música y en los estilos de movimiento se puede descubrir cómo las tradiciones regionales se van transformando al superponerse. La “border-culture”, que desde la década de 1980 se venía celebrando como modelo para una identidad posnacional, tiene sus precursores en los fenómenos transnacionales de las décadas de 1930 y 1940. En la frontera entre México y Estados Unidos, la “cultura fronteriza” se convirtió en un paradigma de transiciones transculturales que anulan los enlaces tradicionales entre cultura y espacio, al igual que entre identidad y procedencia regional. También aquí desarrollaron su actividad artistas e intelectuales internacionales, que recogieron los discursos deconstructivistas procedentes de Europa a través de Estados Unidos. La “border-culture”, que se introdujo hace ya tiempo en la cultura del consumo, sólo adquirió sus contornos como contraproyecto del concepto de “mexicanidad”. Tales modelos de identidad nacional y étnica parecen ser hoy en día, de nuevo, muy atractivos para las Américas. El moderno nacionalismo, tanto en México como en Estados Unidos, ha resultado gozar –al parecer– de mayor capacidad de adaptación e integración de lo que se pensaba. El final de la “border-culture” como modelo posnacional no se puso de manifiesto con el debate iniciado por Samuel P. Huntington sobre el papel de los mexicanos en Estados Unidos o con el aumento de rigor en la frontera por parte de Estados Unidos frente a México. Mientras que Huntington considera a los inmigrantes mexicanos dentro de Estados Unidos como reblandecimiento “interior” de la frontera entre ambos Estados nacionales y como amenaza a la identidad cultural estadounidense, al final de la euforia posnacional se plantea de un nuevo modo la cuestión del “trans” en la nación. La migración mundial y las redes transnacionales de comunicación han puesto a las culturas en contacto y en comunicación, en una dimensión hasta ahora desconocida. Estamos asistiendo al desarrollo de una nueva cartografía cultural: Turquía está en Berlín, Puerto Rico se encuentra en Nueva York, México en Los Ángeles, y los suburbios de las grandes ciudades francesas se han convertido en espacios de los inmigrantes árabes y africanos. Ya no sólo se traspasan las fronteras de los Estados nacionales, sino también entre las calles y los edificios de una misma metrópoli. Sobre todo con las culturas de la música y de movimiento se puede oír y experimentar con el ritmo cómo se mezclan y se superponen lo global y lo local, las tradiciones regionales y la cultura posmoderna de los medios. Así, los portorriqueños de Nueva York (los “nuyoricanos”) o los estadounidenses de ascendencia mexicana (los chicanos) definen sus formas de vida fundamentalmente a través de los gestos, de los estilos de comportamiento, rituales de la vida diaria y modos de vestir, hasta de la danza. Las culturas de movimiento son parte de una historia política del cuerpo. A través del estilo de movimiento (desde la gesticulación y los movimientos cotidianos hasta la danza, pasando por las más diversas técnicas corporales) se articula la identidad social, pero también las diferencias entre las comunidades. Movimiento y ritmo son, por tanto, formas de comunicación en las que encuentran expresión, entre otras, la pertenencia étnica y nacional, y asimismo proyectos de identidad transnacional. Salsa, plena y chicano-rock se mezclan con rap y hip-hop. Surgen así nuevos proyectos de identidad, que no pertenecen ni a una cultura ni a la otra, sino que mezclan diversos elementos latinoamericanos, africanos, europeos y norteamericanos. Visiones eufóricas de la globalización confiaban en la superación de las separaciones políticas e ideológicas rígidas, en la apertura de las fronteras y el intercambio mundial de las culturas. Sin embargo, en la práctica la globalización significa sobre todo la libre circulación de bienes, capital e información digital. La circulación de personas es deseable únicamente en forma de turismo: contra su migración de las regiones más pobres a las metrópolis ricas de Estados Unidos o de Europa, se han reforzado y ampliado las fronteras ya existentes.

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