CONSTRUYENDO PUEBLO: PODEMOS COMO ACTOR CONTRAHEGEMÓNICO1

May 27, 2017 | Autor: Pablo Beas Marín | Categoria: Slavoj Žižek, Ernesto Laclau, Hegemonia, Populismo, Podemos
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Una versión de este texto fue expuesta en una ponencia durante el XIII Congreso de Historia Contemporánea "La Historia, Lost in Translation", UCLM, 2016.
Esta expresión hace referencia a las declaraciones del ex presidente Rodríguez Zapatero que señalaban que "La economía española había entrado a la Champions League de la economía mundial". Disponible online: https://www.youtube.com/watch?v=xG1d21kOG7A [Consulta: 12 de octubre de 2016].
Para una consulta de los manifiestos de los colectivos mencionados, véase: VV.AA. (2015). Las voces del 15M. Barcelona: Los libros del Lince.
Analizaré el discurso de PODEMOS hasta las Elecciones Generales de 2015, dejando fuera acontecimientos más recientes como el pacto con Izquierda Unida y la puesta en cuestión de la hipótesis populista. Para estudio de las corrientes que atraviesan el partido, véase SCHAVELZON, S. (24 de diciembre de 2015). "La formación de Podemos: Sudamérica, Populismo Postcolonial y Hegemonía flexible" en Rebelión.
Para cita original véase IGLESIAS, P. (2015a). "Understanding PODEMOS" en New Left Review, 93, pp. 7-22.


CONSTRUYENDO PUEBLO: PODEMOS COMO ACTOR CONTRAHEGEMÓNICO


Pablo Beas Marín
Investigador en el Instituto Universitario de Estudios Latinoamericanos.




Resumen
En el presente ensayo voy a utilizar una perspectiva de la política basada en las premisas de la Teoría del Discurso y la Hegemonía para abordar el fenómeno populista que supone el partido político PODEMOS. Para ello parto de un marco teórico basado en la concepción de populismo que definió Ernesto Laclau. Explicaré porqué se trata de un partido populista atendiendo a una definición de populismo según la cual entiendo por populismo una lógica de articulación con pretensiones hegemónicas. Por último, señalaré cuáles han sido las condiciones que han favorecido la emergencia de este partido político y qué particularidades presenta el significante Pueblo en el caso de PODEMOS.
Palabras clave: Laclau, populismo, hegemonía, 15M, transición, discurso, PODEMOS.

Abstract
In this essay is going to be used a politics perspective based on the premises of the Discourse and Hegemony Theory to approach the populist phenomenon that the political party PODEMOS has ment. For it, I will start from a theoretical framework based on the conception of populism defined by Ernesto Laclau. It will be explained why PODEMOS is a populist political party attending to a definition of populism is understood as an articulation logic with hegemonic pretensions. Finally, I will remark the conditions that have favoured the emergency of this political party and which particularities have the 'Pueblo' signifier in the case of PODEMOS.
Keywords: Laclau, populism, hegemony, 15M, transition, discourse, PODEMOS.




El populismo como una lógica hegemónica para construir lo político
Casi todos los intentos por definir el populismo resaltan la vaguedad o imprecisión como rasgos que cargan de contenido negativo la definición del término, a menudo, percibido como una enfermedad del individuo, un recurso demagógico, o un estado anómalo dentro de una supuesta cadena de desarrollo teleológico en los países subdesarrollados. Los autores que aparecen en el estado de la cuestión de La razón populista, bajo el ilustrativo epígrafe "La denigración de las masas" (LACLAU, 2005: 15-91), dividen las experiencias populistas en excepciones (agrario, reaccionario, de izquierdas) de una hipotética esencia de populismo, lo que les imposibilita para alcanzar una definición.
Lo que podría objetarse a este grupo que abarca desde los estudiosos de la psicología de masas como Gustave Le Bon a politólogos como Gino Germani o Margaret Canovan es la cuestión esgrimida por Yannis Stavrakakis: "¿Y si pudiéramos comenzar por la premisa de que a las esencias no se las encuentra en ningún lado como tales?" (STAVRAKAKIS, 2009: 322), a la que podríamos añadir la siguiente: ¿Y si la "indefinición" o la "vaguedad" del término fuera fruto de la propia indeterminación del pueblo como condición de su función articulativa?
Para Laclau (2015): "La referencia al Pueblo ocupa un lugar central en el populismo" (p. 192), sin embargo, Pueblo es un concepto que carece de una definición y que encontramos en multitud de discursos políticos. Ahora bien, esto no escapa a Laclau, que continúa: "(…) sabemos que el populismo está directamente ligado a la presencia del Pueblo en ese discurso (...) nuestra tesis es que el populismo consiste en la presentación de las interpelaciones popular-democráticas como conjunto sintético-antagónico respecto a la ideología dominante" (p. 201).
Lo que está haciendo Laclau es plantear el populismo como un discurso anti statu quo proporcionando dos elementos para caracterizarlo: Primero, el discurso debe simplificar el espacio político mediante la dicotomización simbólica de la sociedad entre el Pueblo y "su Otro"; por lo que, el antagonismo juega un papel constitutivo y es imposible de erradicar en el terreno político. En segundo lugar, tal y como interpreta Óscar Reyes (2009): "[Laclau] está señalando que el populismo no se limita a apelar al pueblo como una identidad preexistente sino que trata de crear un sujeto político nuevo que se identifique con una concepción de Pueblo" (p. 141).
Señalada esta definición, conviene ir paso a paso para examinar de dónde viene. Para ello hay que tener en cuenta tres categorías. En primer lugar, la de discurso que desarrollan Laclau y Mouffe (2015):
Afirmar que todos los objetos se constituyen como objetos de discurso no tiene nada que ver con la cuestión de determinar si hay un mundo exterior al pensamiento. No cabe duda que hay acontecimientos, tales como terremotos o la caída de un ladrillo, que existen con independencia de nuestra voluntad. Sin embargo, el hecho de que su especificidad se construya en términos de "fenómenos naturales" o "expresiones de la ira de Dios" dependerá de su articulación discursiva. Lo que se niega aquí "no es la existencia, externa al pensamiento, de dichos objetos, sino la afirmación de que ellos pueden constituirse como objetos al margen de toda condición discursiva de emergencia (pp. 146-147).
Por lo tanto, los hechos políticos no pueden considerarse datos objetivos sin más, sino que requieren una interpretación que les otorgue un sentido u otro dependiendo del puesto que ocupen en un sistema de diferencias.
En segundo lugar, la categoría de significantes vacíos y de hegemonía. Según Ferdinand de Saussure, el lenguaje es forma y no sustancia y, además, no hay términos positivos sino que es un sistema de diferencias (LACLAU, 1996: 70-71), es decir, para explicar qué significa "padre" necesito ponerlo en una relación diferencial con lo que significa "hijo" o "madre". Ahora bien, Laclau introduce algunas modificaciones: corrige el isomorfismo de Saussure, es decir, cada significante tiene un significado y, resitúa al hablante en una estructura discursiva en la que lo puede decir no es resultado de la voluntad del sujeto sino de lo que las estructuras marcan como decible (TORFING, 1999: 87-88). Para plantear este sistema en términos de totalidad tiene que haber ciertos límites a esa totalidad, tiene que existir, en palabras de Ernesto Laclau, "(…) una exclusión; es decir, un elemento más, que no sea otra diferencia sino aquello que niega a todo el sistema de diferencias" (LACLAU, 2013: 81-85). Se establece una equivalencia entre los elementos diferenciales en tanto que son distintos a esa exterioridad que los constituye. Este objeto que impide una coherencia última del sistema simbólico y a la vez es aquello que totaliza lo simbólico como tal es denominado en la teoría lacaniana como lo real. Lo real aparece como un objeto imposible y necesario; es necesario representarlo, pero su imposibilidad hace que esta representación sea una representación distorsionada y temporal. La representación sólo es posible como indica Laclau: "(…) si un cierto objeto, si una cierta particularidad, asume la representación de una totalidad inconmensurable respecto a sí misma; este tipo de relación es lo que denominamos una relación hegemónica" (LACLAU, 2013: 83).
Puesto que la totalidad o universalidad encarnada es un objeto imposible, la identidad hegemónica pasa a ser algo del orden del significante vacío, con esto, Laclau (2013) busca dejar claro que la totalidad como totalidad fallida constituye un horizonte y no un fundamento: "Si la sociedad estuviera unificada por un contenido óntico determinado-la economía, el espíritu del pueblo, la coherencia sistémica, etc.-, la totalidad podría ser directamente representada (…) como éste no es el caso, una totalidad hegemónica requiere un investidura radical-es decir, no determinable a priori" (p. 91).
Esto enlaza con la siguiente categoría, la retórica. La representación incompleta de la totalidad está asociada a un bloqueo constitutivo del lenguaje, al requerimiento de nombrar algo que es innombrable como condición de su propio funcionamiento. Luego, hay dos figuras literarias que sirven a Laclau (2005) para explicar la constitución del Pueblo: la catacresis, "En la retórica clásica, un término figurativo que no puede ser sustituido por otro literal se denominó catacresis (…) si el significante vacío surge de la necesidad de nombra un objeto que es imposible y necesario, es una operación catacrética" (p. 96) y la sinécdoque, si en una operación hegemónica siempre la totalidad excede al particular, esto significa que una parte está representando el todo.
Lo que acabo de explicar tiene implicaciones como un modelo que preside la articulación de las relaciones sociales como tales. Para Stavrakakis (2010), esta problemática sería abordada por las distinciones entre "lo real" y "la realidad", donde "(…) la realidad equivale a la identidad construida de los objetos, en tanto que lo real nombra lo que no forma parte de la construcción social, sería imposible de inscribir en su totalidad en articulaciones de la realidad" (p. 65). El campo de lo social aparece como un marco simbólico donde cobran sentido las prácticas de los sujetos y donde determinados actores sociales fijan en términos contingentes significantes que subordinan al resto en una articulación temporal. La cita de Bruce Fink (1995) es clarificadora:
Canceling out the real, the symbolic creates "reality", reality as that which is named by language and can thus be thought and talked about. The social construction of reality implies a world that can be designated and discussed with the words provided by a social gruop´s (or subgroup´s) language (p. 25).
No resulta difícil adivinar que la hegemonía guarda relación con quién es capaz de explicar, dotar de sentido y construir la realidad en sus términos. La realidad política, en cuanto a que constituye una simbolización, no escapa de esta lógica de lo real: "(…) si la realidad no puede agotar lo real, la política no puede agotar lo político" (STAVRAKAKIS, 2007: 112), por lo que lo político aparece como el encuentro con lo real. Lo político se revela como el nivel ontológico de la política; es decir como su exterior constitutivo, pues toda dislocación del orden simbólico producida por la emergencia de lo político lleva a la articulación antagónica de diferentes discursos que intentan construir una narrativa que explique la realidad y que fragüe un "sentido común". En palabras de Slavoj Žižek citadas por Stavrakakis (2010):
La política correspondería a la lucha antagónica que se libra en la realidad social (a la lucha entre proyectos políticos ya construidos, entre diferentes simbolizaciones de la realidad), mientras que lo político correspondería al momento de puro antagonismo anterior a esta externalización (p. 116).
La política aparecería así como domesticación de lo político. El concepto de antagonismo es central en esta argumentación pues supone afirmar que la negatividad constitutiva nunca será superada, es decir, toda sociedad es producto de una serie de prácticas que intentan establecer un orden en un momento de contingencia, y si este orden es considerado como natural en un momento dado se debe a que es presentado como "un olvido de los orígenes" por el resultado de la sedimentación unas prácticas hegemónicas determinadas (ERREJÓN y MOUFFE, 2015: 13-14). Esta sedimentación es muy importante, Íñigo Errejón se refiere a ella como "irreversibilidad relativa", esto es, los vestigios que quedan del sentido común de época contaminan al grupo que desafía la hegemonía y lo obligan a asumir los términos predispuestos por el grupo dominante (ERREJÓN y MOUFFE, 2015: 100-101).
Sin embargo, si bien la dislocación amenaza las identidades, también posibilita nuevas identidades. Para Chantal Mouffe (1999): "La condición de existencia de toda identidad es la afirmación de una diferencia, la determinación de un Otro que le servirá de exterior" (pp. 15-16). El antagonismo para Laclau y Mouffe no es ni contradicción ni oposición sino la relación imposible entre dos términos: cada uno de ellos impide y a la vez posibilita al otro. Por ejemplo, en la medida en que me reconozco como un proletario, el capitalista me impide realizar mi pleno potencial humano. La ilusión consiste en suponer que después de la aniquilación final del enemigo antagónico, el capitalista, habré alcanzado la plenitud conmigo mismo. Sin embargo, para capturar la noción de antagonismo en su dimensión más radical, Žižek (2000) insiste en invertir la relación entre sus dos términos:
No es el enemigo externo el que me impide alcanzar la identidad conmigo mismo, sino que cada identidad, está ya bloqueada, marcada por una imposibilidad, y el enemigo externo es (…) el resto de realidad sobre el que proyectamos o externalizamos esta intrínseca, inmanente imposibilidad (p.170).
El sujeto del lacaniano, marcado por la falta, es el que brinda la primera articulación entre psicoanálisis, sociedad y política, pues señala su dependencia del orden socio-simbólico (STAVRAKAKIS, 2010: 67). Al localizar en el lugar previamente asignado a una esencia una falta constitutiva, rechazan el sujeto cartesiano y el reduccionismo esencialista abriendo el camino al análisis sociopolítico porque esa falta sólo puede llenarse con objetos sociopolíticos de identificación. Sin embargo, si bien el sujeto lacaniano está escindido, el gran secreto del psicoanálisis es que "(…) el gran Otro, el orden simbólico, también está tachado por la imposibilidad fundamental en torno a una falta central" (ŽIŽEK, 2010: 168), sin esta falta, el Otro sería una estructura cerrada y, ninguna particularidad puede constituirse sino en referencia a una universalidad que no está presente. Luego, la identidad del "opresor" está igualmente escindida: "Por un lado, él representará un sistema particular de opresión; por otro, simbolizará la forma de la opresión como tal" (LACLAU, 1995: 49).
La premisa es que no hay un acuerdo sobre qué significa "justicia", precisamente por esto, se define en contraposición al "Otro" gracias a unos pasos atributivo performativos: Si me refiero a un conjunto de agravios sociales, a la injusticia general, y atribuyo su causa a la "oligarquía", estoy efectuando dos operaciones interrelacionadas, por un lado, estoy construyendo al Pueblo al encontrar la identidad común de un conjunto de reclamos sociales en su oposición a la oligarquía; por el otro, el enemigo deja de ser circunstancial y adquiere dimensiones más globales (LACLAU, 1995: 108-109). Es un paso indispensable para la formación del populismo; la creación de una frontera antagónica que dicotomiza el campo social; los causantes de los agravios no pueden ser parte del Pueblo, son el exterior que posibilita el campo popular al negarles las demandas y construirse como lo opuesto.
En definitiva, no hay populismo sin una construcción discursiva del enemigo. La condición de la frontera que divida al "Ellos" del "Nosotros", es decir, sin la afirmación de la diferencia. Para Francisco Panizza (2009), habría que entender el populismo como: "Un modo de identificación en el cual la relación entre su forma (el Pueblo como significante) y su contenido (el Pueblo como significado) está dada por el establecimiento de quiénes son los enemigos del Pueblo (y por lo tanto, de quién es el propio Pueblo)" (p. 13).
Dicho esto, lo que interesa para estudiar el populismo, no es el grupo que compone el movimiento populista, porque esto presupondría un contenido de partida, sino cómo obra la articulación entendida como la práctica política que constituye a los agentes sociales. En otras palabras, entender al Pueblo como algo que no existe previamente y que hay que constituirlo en lugar de un reflejo de una base existente. Para Laclau (2009), la unidad más pequeña de la articulación que debe analizarse es la demanda: "La palabra demanda significa petición y al mismo tiempo adopta el significado de exigir algo a otra persona (...) la demanda no se autosatisface, sino que debe ser dirigida a una instancia" (pp. 54-55). La demanda, por tanto, siempre está dirigida a alguien por lo que hay una potencial división dicotómica desde el comienzo entre demandas insatisfechas y unas instituciones que no las satisfacen. Laclau se vale de dos lógicas para explicar este proceso: La lógica de la diferencia que expresaría el carácter diferencial de estas demandas (por ejemplo, agua, sanidad, luz, transporte, etc.) y una lógica de equivalencia en tanto que estas particularidades se afirmarían en virtud de unas autoridades que les negarían esos reclamos particulares; una exterioridad constituyente:
Aquí tenemos una demanda que, inicialmente, tal vez sea sólo una petición. Si la demanda es satisfecha, allí termina el problema; pero si no lo es, la gente puede empezar a percibir que sus vecinos tienen otras demandas igualmente insatisfechas. Si la situación permanece igual por un determinado tiempo, habrá una acumulación de demandas insatisfechas y una creciente incapacidad del sistema institucional para absorberlas de un modo diferencial y esto establece entre ellas una relación equivalencial (...) Las peticiones se van convirtiendo en reclamos. A una demanda que, satisfecha o no, permanece aislada, la denominaremos demanda democrática. A la pluralidad de demandas que, a través de su articulación equivalencial constituyen una subjetividad social más amplia, las denominaremos demandas populares: comienzan así, en un estadio muy incipiente, a constituir al Pueblo como actor histórico potencial (LACLAU, 2009: 98-99).
La presencia de una cadena de equivalencias, por tanto, es una de las condiciones previas para poder hablar de un incipiente populismo. El siguiente escollo en la teorización es cómo se muestra a sí misma la cadena de equivalencias, es decir, cómo se establece un sistema estable de significación si todas las demandas son diferentes entre sí. He hablado de significantes vacíos y flotantes pero no he entrado en su teorización respecto al populismo. A medida que se va expandiendo la cadena de equivalencias entre los elementos particulares que flotan en el espacio ideológico, se hace más necesaria la función simbólica de una de las demandas, el significante vacío. El significante vacío no es simplemente la palabra más rica en significado, sino la palabra que unifica un campo determinado precisamente por su ambigüedad, constituye su identidad, es decir, es la palabra a la que las cosas se refieren para reconocerse en su unidad. La fijación detiene el flotamiento de los elementos que pasan a convertirse en momentos de una red estructurada de significado, esto es, la cadena adquiere sentido en función de qué punto nodal sea el que la totalice. Veamos este ejemplo de Žižek (2009): "Si acolchamos los significantes flotantes mediante comunismo, por ejemplo, lucha de clases confiere significación precisa y fija a todos los demás elementos: a democracia, a feminismo, a ecologismo" (pp. 125-126).
En el caso del populismo, la función del significante vacío es la de ejecutar un cierre imposible del orden social. En el populismo, Laclau (2005), lo expresa así: "No hay hegemonía sin la construcción de una identidad popular (...) cualquier identidad popular necesita ser condensada en significantes que se refieran a la cadena como totalidad" (pp. 124-126). La sutura del orden social es llevada a cabo por un contenido particular, luego es una representación distorsionada de algo que está ausente, porque si estuviese presente se trataría de revelación en lugar de proyección. Por lo tanto, la construcción popular depende de la existencia de estos significantes vacíos cuya vaguedad, entendida como polisemia, es su condición de eficacia pues tienen que englobar una gran cantidad de demandas particulares heterogéneas que flotan en el campo discursivo. Para ello necesitan vaciar al máximo su contenido particular. En su expresión más acabada, la función homogeneizante es llevada a cabo por un nombre propio: el nombre del líder (LACLAU, 2005: 130). El objeto imposible en el populismo es la plenitud de la comunidad; hay que buscar un nombre (el líder) equivalente a esa plenitud fallida. Elevar un objeto a la dignidad de la Cosa, por decirlo en términos lacanianos. Hay un discurso en boca de Hugo Chávez que ilustra esto bastante bien:
¡Chávez ya no soy yo, Chávez es un Pueblo, Chávez somos millones (…) tú también eres Chávez, niño venezolano, tú también eres Chávez, soldado venezolano, tú también eres Chávez pescador, agricultor, comerciante, porque Chávez ya no soy yo, Chávez es un Pueblo! (CHÁVEZ, 2012).
Sin embargo, la plenitud no puede eliminar el particular del cuerpo encarnante que expresará al mismo tiempo "algo distinto" de sí mismo y a la vez su particularidad residual. Como diría Freud: "El líder es a la vez padre, pero también uno de los hermanos" (LACLAU, 2005: 84). El nombre se torna el fundamento de la Cosa. Y aquí es donde se aprecia más clara la influencia del psicoanálisis en Ernesto Laclau:
Lo que les da cohesión a las demandas es que todas ellas reflejan el fracaso parcial del sistema institucional, ahora bien, la totalización de este conjunto equivalencial, depende de la productividad social del nombre. El nombre va a atraer cualquier demanda vivida como insatisfecha (o, en términos lacanianos, excesiva al marco simbólico existente). Hasta ahora he explicado cómo las operaciones de significación pueden explicar la "forma" que adopta el pasaje de las demandas aisladas a la cadena de demandas totalizada. Falta por explicar la "fuerza" que permite esta investidura y su duración en el tiempo.
Para Laclau (2005): "Cualquier totalidad social es resultado de una articulación entre significación y afecto" (p. 143). El vínculo social es un vínculo libinidal. La articulación populista remite inevitablemente a una idea de plenitud a la que se dirigen las demandas insatisfechas y su intento por llegar a ella remite, en términos freudianos, a un deseo y a una pulsión. Laclau utiliza el análisis de Joan Copjec (2003) acerca de los textos de Freud y Lacan para equiparar la lógica del objeto a con la lógica de la hegemonía. Partimos de la noción de la Madre Primordial en Freud, un estado de satisfacción de las necesidades, y la separación inicial entre la Cosa, la plenitud inalcanzable, y aquello que es representable.
Para reflejar ese tránsito, Stavrakakis (2007) señala que "(…) la entrada a lo simbólico supone el sacrificio de todo acceso no mediado al nivel de las necesidades "naturales" y de su satisfacción casi automática. Las necesidades tienen que articularse en el lenguaje, en la demanda al Otro" (p. 266). Sin embargo, hay algo en la necesidad que no puede articularse en la simbólicamente en la demanda, el lenguaje es incapaz de subsumir el residuo afectivo de la simbolización contaminando su funcionamiento.
Hay algo de la Madre Primordial que no puede traducirse en la representación y así se abre una brecha en el orden del significante. La totalidad mítica, la díada madre e hijo representa la plenitud no alcanzada y evocada por las dislocaciones producidas por las demandas insatisfechas. Lacan radicaliza el pensamiento freudiano: la Cosa perdida no es una imposibilidad del pensamiento sino un vacío del ser; "(…) no es que la Madre escape a la representación, sino que el goce que me unía a ella se ha perdido, y esta pérdida agota la totalidad de mi ser" (LACLAU, 2005: 145). Sin embargo, este goce, no se pierde totalmente sino que quedan rastros de él en objetos parciales. El objeto parcial va a actuar como representante de la Cosa inaccesible: los grupos subalternos simbolizados por el líder representan la comunidad entera. El objeto parcial no es una parte de un todo sino una parte que es el todo, luego el populismo adopta la forma de la sinécdoque. Al no haber una pulsión plena sino parcial, el objeto de la pulsión parcial frena en cierta manera la pulsión, impidiéndole alcanzar su objetivo. De alguna forma, nunca dejamos de desear porque nunca llegamos a satisfacer el deseo. El universal nunca se representa plenamente, siempre se representa distorsionado porque excede al objeto parcial. A esta representación universal hay que darle un nombre, luego el populismo es una operación catacrética, hay que darle nombre a algo que no lo tiene, aunque el Pueblo siempre se llame Pueblo, es nuevo (diferente) cada vez dependiendo de que actor político lo construya.
Las conclusiones que extrae Laclau (2005) llegan solas: "(…) no existe una plenitud social alcanzable salvo a través de la hegemonía, y la hegemonía, no es otra cosa que la investidura en un objeto parcial de una plenitud que siempre nos va a evadir porque es puramente mítica" (p. 147). Se produce en el razonamiento de Laclau la cuadratura del círculo en su esfuerzo intelectual por unir a Gramsci con Lacan: la lógica del objeto a y la lógica de la hegemonía son lo mismo. La única totalización de la sociedad pasa por investir a un objeto a la dignidad de la Cosa o, en el lenguaje gramsciano, por asumir la universalidad, por pasar de una fase corporativa a la ético-política.
Así pues, la fuerza de las identificaciones populares no reside únicamente en la significación sino en cómo se organizan y canalizan las pulsiones y los afectos. Por lo tanto, las pasiones no son algo irracional o enfermedad de sociedades atrasadas, sino algo constitutivo del lazo político sin el cual no se pueden entender las identidades colectivas; son el músculo que mueve el esqueleto creado por la significación.
A estas alturas, podría ofrecer una definición de populismo, según la cual, populismo es una construcción discursiva con vocación hegemónica en la que una parte reclama el todo (una particularidad asume la universalidad), "Una plebs-los menos privilegiados- que reclama ser el único populus legítimo-la comunidad entera" (LACLAU, 2005: 108), para ello sería necesaria una preponderancia de la lógica equivalencial (conjunto de demandas heterogéneas totalizadas por significantes y reforzadas afectivamente) y la construcción antagónica de una frontera interna mediante la fijación de un nosotros interpelado por el significante "Pueblo" y un "Ellos" situado fuera de la construcción popular.

El 15M como acontecimiento
La "hipótesis PODEMOS" no habría sido posible sin el ciclo de movilización social conocido como 15M iniciado el 15 de mayo de 2011. Apuesto por entender el 15M como la rotura de un consenso denominado Cultura de la Transición (en adelante CT). Es un término acuñado por Guillem Martínez (2012) para referirse a la cultura-en sentido de maneras de ver, de hacer y de pensar-que ha sido hegemónica en España durante los últimos treinta años y que nace con la derrota de los movimientos radicales de los setenta (pp. 13-25).
La CT guarda semejanzas con el concepto "postpolítica" de Žižek (2012), designa las prácticas políticas que afirman la necesidad de dejar atrás las luchas ideológicas, luego despolitiza la toma de decisiones porque ésta ya no correspondería a patrones ideológicos sino a decisiones técnicas que no responden a intereses concretos (pp. 33-36). Es una ideología que se afirma como no ideológica y se naturaliza hasta constituirse sentido común. Al plantear la gestión de los asuntos sociales como algo técnico, la puntual reivindicación de un determinado grupo se queda en eso: en una reivindicación puntual y aislada. Este mecanismo individualiza los problemas impidiendo que se establezca una solidaridad entre las demandas; "los dolores compartidos necesarios para la creación de un sentido común contrahegemónico" (ERREJÓN, 2011: 3).
La expresión del antagonismo acaba ahogada en la postpolítica que niega el conflicto y, en tanto que el antagonismo es inherente a lo político, supone una forma de negación de lo político. En cierto sentido, la narrativa hegemónica sobre la Transición en este período es una suerte de cancelación fukuyamista de la Historia. La Transición es un horizonte insuperable en el que se ha alcanzado la normalidad después de una expulsión del paraíso con la Guerra Civil y travesía por el desierto representada por la dictadura franquista (IZQUIERDO, 2014: 49-54).
En la CT, el consenso sobre las cuestiones políticas y económicas es absoluto y así lo demostró la firma conjunta de PP y PSOE del artículo 135. Sin embargo, como señala Amador Fernández Savater (2012), se escenifica una toma de decisiones "PSOE o PP (…) esa polarización organiza nuestro mapa de lo posible. Se puede hablar sobre nacionalismo, la lengua o el laicismo, pero no sobre la precariedad, los desahucios y las hipotecas" (p. 38). Luego, recuerda en cierta manera al concepto de orden policial que trabaja Jacques Rancière (1996) entendido como "(…) la configuración del espacio donde se definen y reparten las partes, con las reglas de su aparecer, con lo que éstos pueden ser, hacer y decir" (GONZÁLEZ CANOSA, 2011: 165). Mientras que la CT representa un encaje con el término de "policía" de Rancière, el 15M es la entrada en el juego político de los que no tienen parte y piden otro reparto.

El 15M es la interrupción de la sociedad en cuanto a orden simbólico, un "acontecimiento", entendido como el surgimiento de un nuevo horizonte de significado que disloca el existente y posibilita la reordenación de lo simbólico: "Es un cambio del planteamiento a través del cual percibimos el mundo y nos relacionamos con él" (ŽIŽEK, 2014: 23-24). Subvierte el orden simbólico establecido al señalar que la toma de decisiones económicas es política y puede hacerse de otra manera. Hay en este acontecimiento, una intromisión de lo político (como dimensión de lo real) que vuelve a introducir el antagonismo en escena rompiendo la "fantasía" despolitizadora de la Cultura de la Transición. La fantasía designa el intento por ocultar el antagonismo: "(…) construir una imagen de una sociedad que no está escindida por una división antagónica, una sociedad en la que la relación entre sus partes sea orgánica, complementaria" (ŽIŽEK, 2010: 173). Concretamente, "La crisis económica [y la lectura que hace de ella el 15M, los hechos no cobran sentido por sí solos] desencaja el marco que contenía la articulación de España como unidad, normalidad, en la que los problemas eran los otros que no participaban en el goce nacional de una españolidad triunfante" (DELGADO, 2014: 19-20). Además, la explosión de la crisis económica coincidió con los años dorados de la Selección de fútbol, lo que articuló un relato de una España casi metafísica, regida por el consenso, orgánica, en la que la nación como conjunto sufría un severo castigo desde el exterior y alcanzaba su goce fuera de lo terrenal: Las victorias de la Selección de fútbol conducían a un goce fetichista que negaba los problemas sociales y que la nación estuviera fuera de "la Champions League de la economía".
El 15M impugnó el relato oficial del bloque hegemónico representado por el acuerdo PP-PSOE y el pacto firmado por la Patronal, Gobierno y centrales sindicales, que restringía hasta entonces el relato de la crisis. Los "indignados" resignificaban la interpretación otrora hegemónica que construía una relato moralizante de los recortes como "una crisis de valores colectiva", en la que la deuda era de todos y había que pagarla entre todos, además era un castigo por el dictum "haber vivido por encima de nuestras posibilidades"-como recoge Germán Labrador (2012)- "Según este refrán (…) todos culpables, en mayor o menor medida quizá, pero eso da igual, porque lo que nos iguala moralmente es la compartida concepción de pecadores. La salida de la crisis pasa por arrepentirnos, aceptar la penitencia que unilateralmente nos impongan, y así alcanzar el perdón" (p. 86). El 15M politizaba la crisis, suponía un diagnóstico meridiano y unos culpables identificados: "no es una crisis es una estafa" o "vuestra crisis no la pagamos". Era el retorno de lo político que desenmascaraba la fantasía quijotesca de la España normalizada, de clase media y homologable a cualquier país europeo.
El 15M metaforizó las quejas individuales que ya no podían ser individualizadas por el sistema, estableciéndose solidaridad entre las demandas. Bajo la consigna "Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo" se condensaba una cadena de equivalencias que reclamaba demandas diferentes entre sí (Derecho al trabajo, a la vivienda digna, a la educación, a mayor participación política, libertad, etc.) como unidas en tanto que había un "ellos" que impedía su tramitación.

6. I. Eslogan de Juventud sin Futuro: "Sin casa, sin curro, sin pensión, sin miedo". Fuente: Madriolonia.org

Por su repetición en cánticos, manifiestos y pancartas, no es descabellado afirmar que "Democracia" encarnaba el papel de significante vacío en el discurso del 15M. Era la demanda que se erguía por encima del resto de demandas como "derecho a la cultura", "derecho al trabajo", "derecho a la sanidad pública", "derecho a la educación pública", etc. Este significante vacío aparece rodeado de una serie de significantes flotantes: "progreso", "igualdad", "sostenibilidad", "vivienda", "solidaridad", "educación", "justicia" o "ciudadanía" que hasta entonces estaban monopolizados por el discurso dominante:



Fig. 2. Significantes flotantes en torno al significante vacío Democracia. Elaboración propia con base a proclamas, pancartas y manifiestos de colectivos como "Democracia Real Ya", "Jóvenes Sin Futuro" o "Plataforma de Afectados por la Hipoteca".
Algunas demandas ya estaban siendo reivindicadas por la izquierda minoritaria, pero la reformulación del 15M era más efectiva, ya que no se definían políticamente dentro del tradicional eje izquierdas-derechas sino que apostaban por una articulación distinta que no partía de ninguna identidad prefijada sino que se basaba en la no identificación y en situar el eje del conflicto en la relación entre el abajo y el arriba, no a la izquierda y derecha (ZAPATA, 2012: 147-148).

Fig. 3. Ni somos de izquierda ni somos de derecha. Somos los de abajo y vamos por los de arriba. Madrilonia.org
Finalmente, el 15M construyó al enemigo: "No somos mercancía en manos de políticos y banqueros" definía la identidad en relación a lo que no se era. La máxima dicotomización llegó cuando unos activistas colgaron la pancarta "Abajo el régimen. Viva la lucha del Pueblo sin miedo":

Fig. 4. Abajo el régimen. Viva la lucha del Pueblo sin miedo. IU Valladolid.
Aquí se estaba dando una situación populista pero de muy corta duración. La pluralidad de voces del 15M aglutinaba una enorme cantidad de demandas; "(…) en la agregación de demandas hay una tensión entre su amplitud y su vaciamiento, de la que no escapó el 15M" (ERREJÓN, 2011: 135-136). A esto hay que sumar que el 15M era intraducible en ningún partido político que lo representara tal cual.
El 15M fue la apertura de la ventana cultural que cambiaba las coordenadas políticas y posibilitaba la "hipótesis PODEMOS". Una hipótesis que partía de varias columnas: "Una lectura particular del movimiento 15M según el cual esta irrupción plebeya no habría tenido efecto en los equilibrios electorales pero sí habría modificado aspectos centrales del sentido común de época" (ERREJÓN, 2014a). Una segunda, basada en un estudio sobre la formación de lo nacional popular en Latinoamérica y, una tercera, llevada a cabo durante la etapa del "no-acontecimiento" cuando habían ido fraguando un estilo discursivo marcadamente, en el programa La Tuerka hasta la aparición de Pablo Iglesias en las pantallas de televisión.
PODEMOS, de cara a las elecciones presentaba una estrategia a corto plazo, populista, de guerra de movimientos: Un primer carril, acelerado y vertiginoso (…) a menudo lo hemos representado como una –pacífica-- carga de caballería, a todo o nada, sobre el poder político (…) es un carril de lógica plebiscitaria, que nos llevó a armar la ya famosa "máquina de guerra electoral" (ERREJÓN, 2016a).
Frente a esta postura, aparece otra a largo plazo, de construcción de sentido común, de extensión de la infraestructura de partido, identificable con la guerra de posiciones:
El segundo carril, de lógica más cultural, refiere a la tarea más lenta de construcción de una red asociativa (…) una mística compartida, a una comunidad política y un acervo cultural e intelectual que, más allá de los avatares electorales, funde una forma nueva de ser en común, un proyecto de patria (ERREJÓN, 2016a).
Voy a primar el estudio del "carril electoral" durante las elecciones europeas y las generales de junio de 2016, buscando sobre todo los significantes vacíos que acolchaban el discurso de Podemos.
La patria es la gente. Hacia una "Nueva Transición"
Una reflexión común en las intervenciones y escritos del líder de PODEMOS, Pablo Iglesias, es que existe una crisis en la izquierda española desde la Transición hasta nuestros días. De forma reveladora, comienza Una nueva Transición (2015) con una cita de Perry Anderson: "El único punto de partida concebible es tomar conciencia de la derrota de la izquierda" (p. 21) -seguida de otra de Laclau- "Todo cambio político en un sentido progresista pasa por constituir al Pueblo como actor colectivo" (p. 21). Este marco teórico lo compaginan con una interpretación, según la cual, los cambios de sentido común de época producidos por el 15M suponen que el campo político es susceptible de ser dividido en un eje arriba-abajo en lugar de izquierdas-derechas, donde el imaginario de la izquierda no tiene posibilidades de ganar:
Me acuerdo cuando empezó el 15M la molestia que tenían algunos militantes de izquierdas (…) voy con una bandera de la República y me miran mal. Pues claro, porque es el pueblo de este país. Porque nos han derrotado, nuestros símbolos fueron derrotados, un grupo de gente cantando la internacional no va a transformar el país (…) Perdimos, tenemos el país que tenemos y el país que tenemos es resultado de la victoria del adversario (…) el poder no teme a la izquierda, teme a la gente (IGLESIAS, 2015c).
Esta interpretación se complementaría con la de Errejón: "El 15M nace como una reacción conservadora de ciudadanos que salen a protestar para no perder derechos que ya tenían o que les habían dicho que tendrían" (ERREJÓN y MOUFFE, 2015: 64). Esto sumado a la confianza de los ciudadanos en las instituciones hacen que inevitablemente, PODEMOS tenga más que ver "con insatisfacción ciudadana que con un asalto a los cielos" (ERREJÓN y MOUFFE, 2015: 119-120).
Hablamos del 15M como dislocación que fragmenta las identidades sociales del orden social anterior al ver insatisfechas tanto sus demandas como sus horizontes de futuro. Pero, la dislocación de identidades significa el cemento para nuevas identidades. PODEMOS sería el núcleo que rearticula las demandas ofreciendo una solución a la crisis y una promesa de plenitud, de realización de las expectativas toda la comunidad en un nuevo sujeto, el Pueblo.
El discurso que plantea PODEMOS en las elecciones europeas parte de esta base, de una "traición" por parte de los sectores dominantes del país: "Europa era democracia y Europa era bienestar (…) toda la reorganización del sistema productivo español que se llevó a cabo en los años ochenta se asumió porque era Europa, y porque Europa generaba democracia y generaba bienestar" (BESCANSA, 2014: 119-120).
En esta línea se inscribe el manifiesto "Mover Ficha" de cara a las elecciones europeas, que postulaba "(…) una candidatura que, frente a unos gobiernos al servicio de la minoría del 1% reivindique una "democracia real" basada en la soberanía de los pueblos"(VV.AA., 2014). La crisis económica interpretada como una estafa de una élite, culpable no sólo de la deuda sino también de anteponerla a las necesidades de la población, privatizando el sector público en connivencia con poderes fácticos extranjeros que menoscaban la democracia y la soberanía del país: "Los partidos de la casta han tenido uno de los peores resultados de la Historia pero mañana se seguirán privatizando hospitales (…) mañana, Merkel y los poderes financieros seguirán tomando decisiones contra la gente" (IGLESIAS, 2014a: 177).
Se identifica la transferencia de poderes desde Madrid a Bruselas como una pérdida de legitimidad de las decisiones políticas, pues se plantea la existencia de un gobierno tecnocrático y egoísta que vacía de contenido las instituciones españolas y las de la UE:
"La expropiación de la soberanía y el sometimiento al gobierno de las élites financieras, amenazan el presente y el futuro de Europa, amenazan nuestra dignidad, amenazan la igualdad, la libertad y la fraternidad (…) hurta la soberanía de los pueblos, atenta contra la democracia y convierte a los representantes políticos en casta" (IGLESIAS, 2014b: 181-184).
Una particularidad es que aparece "ciudadanía" o "gente" indistintamente a "Pueblo" como significante vacío que designa el "nosotros", es decir, no hay un nosotros puro que sea siempre el mismo. Esto parece deberse al contexto español, "(…) qué significante va a adquirir un rol articulador y va a condensar el resto del campo antagónico, depende de una historia contextual" (LACLAU, 2005: 114). Como indica el propio Errejón, "La gente se siente más ciudadanía que pueblo, porque aquí sigue existiendo el Estado, lo que significa disponer de derechos y de administración, de garantías y certezas. Pueblo tiene una connotación que en España fue cauterizada por la narrativa del franquismo" (ERREJÓN, 2014b: 95).
Sin embargo, lo importante no es el contenido del "nosotros" en positivo, sino su construcción frente a un ellos. La dimensión que falta para concebir a PODEMOS como populista es la construcción del adversario; "la casta" por el que engloban a los partidos tradicionales y a las élites del país. El éxito del concepto de casta es que suprime las diferencias que permitían el pluralismo de los partidos tradicionales, PP y PSOE. Se establece una frontera entre una gran mayoría y la minoría que la casta representa: "Si ellos son la casta (asociada a la corrupción, la venta del país al extranjero, la injusticia), la oposición está en el pueblo y la ciudadanía, y de su lado quedan la democracia, la soberanía popular, la decencia y la justicia" (BESCANSA, 2014: 105).
No hace falta definir qué significa democracia basta con definir quiénes no son democráticos. La casta es tal porque no representa los intereses de la ciudadanía sino unos intereses de poderes económicos que no han sido elegidos democráticamente, además está asociada a la corrupción. La corrupción aparece así como consustancial al sistema político y no como un mal natural: "No podemos hablar de manzanas podridas, de la corrupción del sistema sino del sistema de la corrupción (…) un entramado que pudre nuestras instituciones públicas" (IGLESIAS, 2015d: 201).
Para Emmy Eklundh (2016), en el campo discursivo de PODEMOS hay un significante vacío que fija al resto: soberanía, identificada como condición indispensable para la democracia y el resto de demandas (pp. 111-136). Si bien en las elecciones europeas, soberanía aparece como un punto nodal evidente: "Muchas de las últimas décadas en Europa se pueden ver como intentos de defensas contra el continuo desgaste de la soberanía nacional" (EKLUNDG, 2016: 129), no es algo que permanezca inamovible en la trayectoria de PODEMOS. Podría existir la posibilidad de que un discurso no se caracterice por un significante vacío, al afirmar que "(…) existen varios significantes que compiten y se refuerzan entre ellos, y como resultado se debería hablar del desequilibrio de la cadena de equivalencia" en el caso de PODEMOS (ERREJÓN, THOMASSEN Y STAVRAKAKIS, 2016: 198-199). Por ejemplo: "Y a esa gente les digo que sin ellos no hay democracia. Saldremos a ganar (…) para construir un futuro mejor, un futuro de dignidad, justicia social y soberanía" (IGLESIAS, 2015d: 206-207).
Aquí entra en escena durante las europeas el liderazgo mediático de Pablo Iglesias, fraguado como tertuliano en los platós de televisión, no sólo porque su cara va a aparecer como el logo de la papeleta electoral sino porque va a ser el objeto que homogeniza la cadena de significantes como democracia, derecho a decidir, soberanía, justicia, país, patria o decencia:
No me quiero olvidar esta noche, de los que suben al andamio, de las madres con jornadas de veinte horas, de los que friegan suelos, de los que sirven copas, de los parados (…) de los estudiantes que no pueden pagar la matrícula, de los trabajadores migrantes (lejos de sus familias y maltratados; no sobran ellos, ¡sobra la casta!) (…) de los profesionales sanitarios que defienden la Sanidad Pública, de los autónomos (…) de la marea verde, de los que se juegan la libertad para evitar que desahucien a sus vecinos, (…) somos un Pueblo (IGLESIAS, 2014a: 179).
Todos estos sectores de la sociedad componen el Pueblo de PODEMOS en una relación sinecdótica, los autónomos, las mareas o las instituciones públicas conforman el Pueblo. Sin embargo, no hay que entender esto como que el discurso populista refleja las posiciones de estos grupos. El discurso populista articula, modifica las identidades y no representa sujetos apriorísticamente constituidos sino que los construye al nombrarlos. Cuando reivindica lo plebeyo no es sinónimo de clase obrera, reivindica lo subalterno o las condiciones políticas que hacen estar a "los sin parte" fuera de un orden simbólico. El rol de los agentes sociales no viene determinado por ninguna función histórica según el puesto que ocupen en una tabla socioeconómica. Además, la frontera puede moverse integrando nuevos actores o dejando a otros fuera:
No hay que descubrir al Pueblo y representarlo (…) el populismo es siempre fundacional; aunque el Pueblo se nombre siempre igual, es nuevo cada vez que entra en escena porque está hecho con materiales nuevos, a partir de la construcción de un interés general nuevo por oposición al orden de las élites. Es un orden que está construido de retazos, de demandas insatisfechas o deseos no alcanzados pero que es más que la suma de las partes, es la construcción a partir de esos reclamos de un horizonte nuevo, donde Pueblo y patria devienen casi la misma cosa (ERREJÓN, 2016c).
La campaña de las elecciones generales es la que descubre a PODEMOS como un actor contrahegemónico porque no rechaza la totalidad del otrora discurso hegemónico, sino que "se mancha" de él y lo reformula integrándolo en su discurso. Se sitúa en una encrucijada, entre los sedimentos de la irreversibilidad relativa de la CT y un recorrido alternativo. Este fragmento de Bescansa (2014) refleja cómo reconstruyen el relato de la Transición como un pacto social en el que los grupos dominantes se comprometieron a unas demandas que no están cumpliendo:
Los grandes ejes narrativos sobre los que se construyó este nuevo espacio ideológico español partían de unos consensos básicos que todo el mundo daba por buenos (…) El pacto por la democracia habría sido un pacto por la creación de servicios sociales, de la sanidad, de la educación, de las grandes infraestructuras del transporte, un pacto que, en definitiva, hacía transitar (…) hacia un modelo de economía del bienestar (pp. 119-120).
PODEMOS no impugna la Transición como una mentira, sino que plantea que "(…) las élites han roto los pactos de la Transición (…) la disyuntiva está en abrir ya un tiempo de nueva Transición que reconstruya, con amplios acuerdos, el pacto social, económico, político y territorial de convivencia roto en la última década por los poderes dominantes" (ERREJÓN, 2016a). No resulta descabellado concebir "nueva Transición" como uno de los puntos nodales de mayor importancia en el discurso de PODEMOS en las generales. La encarnación de la voluntad nueva en símbolos comunes, liderazgos, condensaciones, sobre las que se da la disputa cultural, tiene que tener ciertas reminiscencias del imaginario existente para ser exitosa pero a la vez tiene que evocar algo nuevo. Aquí entra la lectura que no rechaza totalmente la Transición e incorpora las demandas del 15M y de los movimientos sociales.
Para rearticular en su discurso significantes en disputa con un sabor conservador como "patria", PODEMOS construye su discurso incorporando al sistema de significación antagonismos pertenecientes a tiempos pasados, estableciendo un juego de memorias a largo plazo, medio y corto plazo en el que el significante pueblo español (identificado con los menos privilegiados y con las instituciones públicas) se acerca a patria:
La Puerta del Sol, otra vez símbolo de futuro, de cambio, de dignidad y de valor. Aquel 2 de mayo de 1808, no fueron los reyes, ni los generales, ni los brillantes regimientos del Palacio Real los que se opusieron a la invasión: fue el pueblo de Madrid (…) más de cien años después, mirando al balcón que está debajo de ese reloj, hubo gentes que soñaron una España moderna y democrática (...) En la que la oscuridad y la ignorancia fueran sustituidas para siempre por la justicia social y el progreso. Esa gente valiosa está en nuestro ADN y estamos orgullosos (…) aquel 15 de mayo vio a millares de jóvenes gritar «no nos representan, queremos democracia». Esa gente valiente está aquí ahora (IGLESIAS, 2015b: 179-180).
Conclusiones
PODEMOS en esta evolución desde las europeas asume que no puede ubicarse contra los consensos de época, sino hacerse cargo de la cultura de su tiempo, rechazar parte de ella y rearticular una nueva voluntad nacional popular en base a los elementos flotantes que se han desgajado del relato que los precedía. Las particularidades de la construcción populista están dadas por el contexto. Hay un componente republicano debido a la confianza de la ciudadanía en el Estado y en las instituciones que también determina el uso de significantes como Gente o Ciudadanía en lugar del Pueblo de Laclau. Esto no invalida algunos elementos de la teoría de Laclau, sino que señala su plasticidad para aplicarla a distintos contextos.

Las dificultades que se plantean en la articulación de PODEMOS no son pocas. En su intento por hablar en nombre de España tiene que incorporar significantes y símbolos prisioneros en el campo discursivo de la casta. Hasta dónde estirar la resignificación de estos símbolos es una incógnita y no es una cuestión menor. La frontera entre el "ellos" y el "nosotros" nunca permanece fija y, a menudo, está sometida a intentos por rearticular algunas demandas menos radicales de PODEMOS en otros discursos que contribuyan a llevar a cabo una operación transformista.
Huelga decir que PODEMOS es un partido populista en tanto que cumple los rasgos que señalaba Laclau: una construcción de una cadena equivalencial que cristaliza en una división dicotómica entre dos identidades: un nosotros-el Pueblo formado por una operación hegemónica en la que una parte intenta ocupar lo universal y un ellos-la casta, como exterior constitutivo. Sin embargo, dado que cualquier partido intenta cerrar simbólicamente la imposibilidad de la sociedad, habría que preguntarse no tanto si un partido es populista o no, sino en qué grado es populista.




















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