Contaminados y escritura contaminada: Distancia de rescate de Samanta Schweblin

June 1, 2017 | Autor: Marie Audran | Categoria: Abjection, Literatura argentina, Monstruos, Nueva Narrativa Argentina, Agrotóxicos
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Contaminados y escritura contaminada: Distancia de rescate de Samanta Schweblin

Marie Audran, Universidad Rennes 2 (Francia) [email protected]

Introducción La década de los 90 experimenta el auge de las políticas neoliberales en Argentina que configuran un modelo agropecuario basado en la agricultura transgénica, en la producción a gran escala de monocultivos como la soja, “una agricultura sin agricultores, concentradora a la vez que excluyente”1 (2005 : 18), orientada hacia lo exterior y dependiente del capital extranjero que interviene en la producción mediante la venta de paquetes biotecnológicos como la soja RR tolerante al herbicida glifosato (Monsanto). Estos biocidas son fumigados, esparcidos, en territorios rurales y son responsables de la contaminación de animales y de personas (malestares, intoxicaciones, enfermedades crónicas, abortos involuntarios y algunos casos de muerte inmediata). “Hay una relación entre la contaminación y el modelo de agricultura que se impone [siendo] producto de una elaboración política”, “las elites globalizadas [que] quieren prescindir/eliminar a las poblaciones locales […] logran desresponsabilizarse de las consecuencias de su accionar” (Domínguez, Sabatino, 2005: 5). De forma engañosa, mediante la contaminación, estas políticas colonizan los territorios excluyendo a las poblaciones rurales: “Como consecuencias de estos procesos estamos presenciando un desplazamiento territorial de familias rurales: por un lado, de aquellos que van quedando fuera de los complejos agroindustriales, imposibilitados de seguir produciendo para un mercado en el cual ya no pueden competir; por otro, la exclusión de muchos agricultores que deben abandonar los campos debido a la violencia ejercida contra ellos por los poderes económicos y políticos (desalojos, persecuciones, amenazas, atentados, asesinatos, etc.) ; y otros tantos desplazamientos

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DOMINGUEZ Pablo y SABATINO Pablo, “La muerte que viene del viento. La problemática de la contaminación por efecto de la agricultura transgenética en Argentina y en Paraguay”, Red de Bibliotecas virtuales de Ciencias Sociales de la red CLASCO, 2005.

impulsados por la contaminación que se produce en las zonas donde conviven con lo que podríamos llamar agricultura transgénica.” (Domínguez, Sabatino, 2005: 4)2

Los cuerpos abyectos de este trabajo, son cuerpos contaminados y expulsados (y por extensión, colonizados) como consecuencia de estas políticas y de manera indirecta y casi invisible por los agrotóxicos. Son cuerpos desposeídos, “abyectados” de sí mismo, “entre-dos, ni sujeto ni objeto, ni afuera ni adentro, ocupa[n] el umbral de lo decible, de lo identificable, ocupa[n] el espacio de una crisis identitaria” (Kristeva, 1983: 12)3. Esta actualidad contamina de manera insidiosa la novela de Samanta Schweblin que narra los efectos de “la agresión química”, “la violencia rural” “la muerte que viene del viento” sobre las poblaciones negadas – “no sujetos” – que “no importan”4 que configuran “zonas invivibles” “inhabitables” de la sociedad en que el peligro de la contaminación acecha. Son cuerpos subalternos, que “no hablan”5 (Spivak, 2003) y sufren esta violencia material – química- y simbólica –neocolonialismo- que los expulsa física y simbólicamente de la sociedad. En Distancia de rescate (2014), escrito por Samanta Schweblin (autora argentina nacida en 1978), no hay ninguna mención explícita a los agrotóxicos, tampoco se nombra el pueblo ni se define el contexto. Esta actualidad solo se entreve mediante detalles y palabras: bidones, guantes, tierra seca, riachuelo, soja y sus consecuencias corporales. Más allá de un realismo social que describa esta realidad de manera objetiva, la autora “deja” dialogar a dos personas contaminadas que, amenazadas por la muerte que apunta, buscan el origen de su contaminación. Es un diálogo desesperado por entender y asir la raíz de la abyección: lo inentendible, lo inasible que contamina un cuerpo, que viene de afuera pero que actúa desde adentro, que se siente pero no se identifica.

1. Contaminación: polisemia y cruce teórico Antes de entrar en la novela abrimos un paréntesis de definición en torno al término de “contaminación” que tiene varias acepciones6:

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DOMINGUEZ, SABATINO (2005) KRISTEVA Julia, Pouvoirs de l’horreur. Essai sur l’abjection, Points : Paris, 1983. 4 Convocatoria del coloquio “Cuerpos abyectos”, por Ángeles Mateo del Pino, 2015. 5 SPIVAK Gayatri Chakravorti, ¿Puede hablar el subalterno? in Revista colombiana de antropología, Volumen 39, enero-diciembre 2003 6 TLF, http://atilf.atilf.fr/dendien/scripts/tlfiv5/advanced.exe?8;s=3726715860 3

Su etimología procede del latín cristiano “contacto impuro, mancha” y ya está sellado en su exclusión. Se relaciona íntimamente con el concepto de abyección y con la novela de Samanta Schweblin. 1. Sentido patológico: “infección debida a la propagación de un principio nocivo. Se caracteriza por la invasión por microorganismos que penetran o no al interior del cuerpo”. Tiene que ver con la contaminación que sufren los protagonistas de la novela. 2. Sentido literario: “proceso que consiste en hacer fusionar en una sola dos obras literarias”. Tiene que ver con la intertextualidad y transgenericidad efectivas en la obra. 3. Sentido lingüístico: “acción ejercida por un elemento lingüístico en otro elemento (influencia y mezcla de términos)”. Tiene que ver con la contaminación dialógica de un personaje sobre el otro. 4. Sentido figurado: “corrupción: ceder a la contaminación, manipulado por la contaminación”. Tiene que ver con las políticas neoliberales que corrompen Argentina. En el caso de nuestra novela, la contaminación tiene una dimensión colectiva que podemos relacionar con una de las definiciones de “epidemia”: “multiplicación considerable de casos de enfermedades (trasmisible, carencial o intoxicación) o de fenómenos biológicos o sociales”. Estas definiciones permiten dar pistas para analizar la potencia de la contaminación como proceso de escritura que transgrede su negatividad intrínseca hacia una potencia de creación y de significación. La contaminación supone el paso de lo biológico a lo social en lo real, y el paso de lo real a lo simbólico en la literatura. Podemos referirnos a los relatos de epidemias como género alegórico que permite estudiar una sociedad en crisis. Desde los 80’ y la literatura del sida, se abre “un conocimiento antropológico por la literatura y la novela” (Levi, Nouss, 1994: p.9)7 que proponemos continuar con el fenómeno de la contaminación agrotóxica. 2. La contaminación en la historia argentina: una construcción excluidora y violenta ¿Cómo el discurso político/económico engendra el cuerpo contaminado?

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LEVI Joseph, NOUSS Alexis, Sida-fiction. Essai d’anthropologie romanesque, Presses Universitaires de Lyon, 1994, p. 9.

Luis García Fanlo, profesor de sociología de la argentinidad e investigador en el proyecto “la argentinidad inscripta en el cuerpo”, propone una “genealogía del cuerpo argentino” (Fanlo, 2009)8. Desde la perspectiva posestructuralista de Michel Foucault, Fanlo retoma la idea de cuerpo como efecto de un discurso o de dispositivos– en este caso, lo político – que en el caso de la Argentina, sufre varios procesos de “organización” o “reorganización” para formar un cuerpo homogéneo que excluye al otro. En el caso de la agresión química, podemos declinar esta terminología y continuar esta genealogía proponiendo procesos de “colonización” o “neo colonización” para formar un cuerpo productivo y próspero que excluye al improductivo y al pobre. En efecto, en la era neoliberal (desde los 90’), campo y cuerpo son contaminados por “territorialidades excluyentes” (2005: 6)9, desalojados y despojados de sí mismo. Desde la conquista hasta hoy, América del sur sufre una colonización –contaminación– territorial, cultural, lingüística (lengua española), espiritual (evangelización y misiones), patológica (epidemias) cuyo objetivo es contaminar el territorio y los cuerpos para excluirlos. Si bien Julia Kristeva parte del rechazo de lo abyecto necesario en la construcción individual, su razonamiento llega a vincularlo con la construcción societal explicando que “un conjunto social [Nación] se forma excluyendo lo que no forma parte de él” (Kristeva, 1983: 24)10. Según dice, la historia de la humanidad está atravesada por esta lógica de la exclusión. El estatuto de entre-dos de lo abyecto (que podemos asimilar al colonizado-contaminado: ni uno ni otro) lleva a su necesaria exclusión para formar una sociedad con contornos fijos. “Para ser idéntico, necesito descartar este entre-dos que me diferencia del otro” (Kristeva, 1983: 24)11. Para constituirse como Nación, el colono o neocolono excluye lo abyecto (el resto del antiguo mundo). Los discursos positivistas, capitalistas, religiosos instituyen límites y prohibiciones para excluirlo. Para Kristeva el arte es la mediación que permite pasar del síntoma a la sublimación de lo excluido, de lo invisibilizado, de lo abyecto, y desde entonces la subversión del orden social que lo excluye. En efecto, si “en el síntoma, lo abyecto me invade, me vuelvo abyecto. Por la sublimación, lo sujeto” (Kristeva, 1983: 19).

Karina Bidaseca, que inaugura la vertiente teórica del “post-feminismo del sur”, tiene varios trabajos sobre los procesos de “invasión foránea” por los capitales extranjeros en la

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FANLO Luis García, “La genealogía del cuerpo argentino”, en A Parte Rei, n°64, julio 2009, http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/fanlo64.pdf. Consultado el 06/02/2015. 9 DOMINGUEZ Pablo y SABATINO Pablo, 2005. 10 KRISTEVA Julia, 1983 11 KRISTEVA Julia, 1983

explotación de la tierra en Argentina12. La investigadora estudia las estrategias de las políticas y economías neoliberales que contaminan para excluir13. Propone deconstruir las ficciones de construcción del Estado-Nación y repensar la construcción de la identidad a partir de los cuerpos colonizados (cuerpos contaminados), silenciados y excluidos (mujeres agropecuarias, comunidades indígenas, afrodescendientes…). Desde los estudios de lo subalterno de Spivak, quiere contestar afirmativamente a la pregunta “¿puede hablar lo subalterno?”14 para contrarrestar el constato de “silenciamiento estructural del subalterno dentro de la narrativa histórica capitalista” (Bidaseca, 2007)

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, dejar hablar el subalterno y no “hablar por” el

subalterno como lo hace la producción intelectual occidental. En este sentido, Distancia de rescate, siendo un diálogo entre dos contaminados, es la toma de palabra del subalterno que trasgrede la narración histórica capitalista proponiendo un relato alternativo integrador.

Proponemos leer Distancia de rescate como reconquista de sentido y del origen mediante una genealogía del cuerpo argentino abyecto desde la cual se pueda re-pensar y re-construir una identidad propia y comunitaria. La novela muestra y transgrede a la vez los mecanismos de exclusión de lo abyecto de los discursos y políticas neoliberales que construyen (colonizan) la nación argentina. Propone una reescritura y una reconstitución sublimada (post-colonial) de la comunidad –de la nación- desde lo abyecto.

3) Distancia de rescate de Samanta Schweblin (2014): una poética de la contaminación “Distancia de rescate” es la distancia que separa una madre de su hijo: el hilo que no se debe cortar, la distancia que no se debe alargar. Detrás de esta expresión hay una noción de 12

Véase BIDASECA Karina, “Desficcionalizando el fin del Estado-Nación. El movimiento de mujeres agropecuarias en lucha”, Buenos Aires, 2007; “Interrogando la posibilidad de un mundo sin sujetos. Colonias y colonos de cereales, cana y algodón: cultura y política en una arqueología de los mundos rurales”, Buenos Aires, 2007; “Comunidad y derecha a la tierra: ordenes jurídicos y procesos culturales silenciados”, Buenos Aires, 2007; “Cartografías contemporáneas de 3 pueblos sojeros en el Pampa gringa. Sobre territorios y procesos de reconstrucción identitaria de las chacareras”, Buenos Aires 2005. 13 “Primero viene el desmonte, segundo fumigación, después hongo a los chicos, granos, después vienen los pastos naturales que se secan, después las aves que se mueren. Es un daño terrible, porque, ¿a quién le reclamamos? ¿De dónde viene esta política? ¿Nos quieren echar a todos? Lo que se propusieron ellos lo van a lograr de a poquito, porque nos van a echar o nos van a matar, si no se para esto. Si esto sigue, en 10 años no vamos a tener salud, empieza por los chicos, pero yo ya siento el olor cuando pasa el avión. Si no queda el pobre en el campo, como es el propósito de estos poderosos, ni verdura van a tener en los pueblos. El pobrerío es el que siembra la verdura que van a comer en la ciudad. Acá va quedando el que tiene plata. El monte no queda, y el pobre va sacando de ahí. Y ahora no podemos ni hacer producto, ni sacar del monte.” (Entrevista a Campesino de Tres Isletas, Chaco) in DOMINGUEZ Pablo y SABATINO Pablo, 2005. 14 Véase SPIVAK Gayatri Chakravorti, ¿Puede hablar el subalterno? in Revista colombiana de antropología, Volumen 39, enero-diciembre 2003, pp. 297-354. 15 BIDASECA Karina, 2007.

responsabilidad hacia el otro que puede ser entendida de manera individual (primer sentido explícito en la novela entre Amanda la madre y la hija Nina, entre la madre Carla y el hijo David) pero también de manera colectiva (en un sentido implícito de los argentinos entre sí, de los miembros de una sociedad, de las instancias de poder con la sociedad) frente a la amenaza insidiosa y permanente de la separación o de la ruptura que puede llevar a varias consecuencias. La distancia de rescate siempre es relativa y polisémica: puede ser una distancia espacial, cultural, física, social de acuerdo al contexto. Puede asemejarse a la ignorancia, a la ceguera, a la alteridad, al alejamiento como orígenes de la ruptura del hilo de rescate. Interpretaremos esta noción como una suerte de metáfora hilada desde la relación madre/hijo a la relación societal/nacional argentina. La ruptura de esta distancia de rescate dispara la novela. La novela interroga y pone en crisis la relación con el otro intrínseco que definimos como “lo abyecto”, “el contaminado” (un entre-dos). Este otro intrínseco aparece desde la primera línea de la obra: “Son como gusanos” (p.11). La novela es un diálogo. Es el diálogo entre una madre, Amanda, que relata, y un niño, David, que la exhorta a contar y la guía –como si fuera una reconquista de sentido - para encontrar en el relato “el punto exacto” en que llegaron “los gusanos”, es decir en que se contaminaron con su hija. Es una carrera trágica y urgente que busca reconstituir el vínculo roto entre la madre y su hija, entre un relato personal y una realidad socio-económica fatal que lo supera. Mediante el diálogo entre estas voces, reconstituimos paulatinamente la historia de Amanda, de Carla, de David, del pueblo. Aunque no se presente de forma lineal en la novela-diálogo, proponemos un resumen de estas historias cruzadas para entender la situación y el papel de cada personaje. Amanda vive en Buenos Aires. Viaja al campo –en un pueblo a 4 horas y media de Capital - con su hija Nina de cuatro años, para unos días de vacaciones. Conoce a Carla, una habitante que trabaja en Sotomayor (una empresa sojera). Es la madre de David que fue contaminado al tomar agua del río16 en un momento de inatención mientras ella estaba buscando el caballo extraviado de su marido en el campo. Como muchos habitantes, 16

Podemos vincular este ejemplo de la contaminación de David por el rio, análoga a la contaminación del caballo por el rio, con un caso de intoxicación relatado en el estudio sociológico DOMINGUEZ Pablo y SABATINO Pablo, 2005: “En Costa las Masitas y Gilbert, Gualeguaychu, Entre Ríos, entre mayo de 2003 y enero de 2007 fallecen tres niños (2, 7 y 8 años) y una beba de 18 meses fue internada. Las familias viven en una casa rodeada de grandes campos de soja. Según las apreciaciones médicas se trataría de contaminación debida a la exposición directa a agrotóxicos (glifosato), o bien indirecta por ingerir agua afectada (tanto del pozo como del arroyo Las Masitas que tiene su curso cerca de la casa”. Esta situación real se asemeja mucho a la situación de Carla y su familia en la novela. Viven a 4 horas de Buenos Aires, en una casa rodeada de campos de soja y el hijo se contamina con agua del arroyo. Lo real, la actualidad contaminan la ficción.

desesperada, lo llevó a ver a la bruja “de la casa verde” para proceder a una transmigración de su espíritu hacia otro cuerpo y de esta manera, salvarlo. También, David entierra a muchos animales contaminados en el jardín de su casa y enlaza las fotos de su familia entre sí atadas con un hilo sisal en el mismo clavo. Al conocer la historia de Carla y David, Amanda se siente insegura en el pueblo: echa de su casa a Carla y prepara las maletas para huir. Sin embargo, antes de irse, siente la necesidad de visitar a Carla para pedirle disculpas. Cuando Amanda y Nina la esperan sentadas a proximidad de su trabajo en las oficinas de Sotomayor, David avisa que “este es el momento” en que se contaminan pero al parecer, Amanda no entiende qué, cómo, ni por qué estuvo contaminada en este momento. Desposeídos de sí mismo, los personajes de la novela, mediante una poética de la contaminación, intentan encontrar el origen de la abyección/contaminación, y contestar a las tres preguntas siguientes: mediante la contaminación, ¿cómo se excluye el cuerpo abyecto? ¿Cómo reconstituir la genealogía del cuerpo abyecto? ¿Cómo sublimar el cuerpo abyecto? Contaminación originaria invisible: el cuerpo abyecto excluido, desde sus síntomas.

La exclusión de lo abyecto es fruto de rupturas a varios niveles que impiden ver la contaminación: la ruptura al nivel individual del lazo maternal entre la madre y la hija, la ruptura colectiva del lazo social entre las poblaciones locales y las políticas agropecuarias neoliberales (implícita). Estas rupturas crean un cuerpo abyecto “fuera de sí”17, fuera del cuerpo argentino. La que está encargada de reconstruir la genealogía del cuerpo argentino abyecto, contaminado por los agrotóxicos, con el fin de entender el momento en que se rompe el lazo que origina la contaminación, es Amanda, una mujer de Buenos Aires que tiene una visión idealizada del campo donde va de vacaciones. La primera ruptura se da en la perspectiva desde la cual se narra: es la de una voz ignorante, auto-centrada, que piensa controlar la distancia de rescate con su hija. La abyección, ahí, “no es otra cosa que el fallo de la soberanía imposible de [Amanda], un fallo en su saber” (p.104). La lógica de la abyección/contaminación se lleva por “desconocimiento de la Ley” (Kristeva, 1983: 104)18 o sea, de las políticas agropecuarias neoliberales. La ignorancia y la invisibilidad de la contaminación insidiosa del campo argentino por los agrotóxicos crea una disyunción esencial entre la causa y el efecto (Amanda solo siente y ve los síntomas) entre el significado y el

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KRISTEVA Julia: “lo abyecto pone al que habita literalmente “fuera de sí”. (Traducción Marie Audran) KRISTEVA Julia, 1983.

significante (Amanda cita y ve las causas sin relacionarlas con el significado). En todas las relaciones, hay una parte que queda invisible, un hueco en la percepción que las encripta y las vuelve borrosas. El relato de Amanda es un relato a ciegas: la causa de la contaminación queda invisible. David la exhorta a una reconquista de lo invisible es decir del sentido y del origen. En efecto, la contaminación está en estos microorganismos invisibles que se meten en la tierra, en las aguas, en las plantas y contagian los cuerpos. Está en estas políticas económicas neoliberales que solo se concentran en los beneficios financieros dejando calladas las consecuencias humanas. Está en este proceso de neocolonización insidiosa que excluye de manera indirecta, contaminando (eugenismo). Está en la ruptura del hilo comunitario humano. Esta disyunción representa la crisis societal argentina: la ruptura entre políticas y territorios, entre políticas y habitantes, entre centro y periferia, entre los argentinos y la “tierra madre”. Una madre que, desde entonces, puede contaminar, puede matar, por “no ver” o “no querer ver”. La “distancia de rescate” que Amanda piensa controlar con su hija, en este contexto ajeno se transforma. Ya no es una distancia espacial sino una distancia perceptiva, ya no solo tiene que ver con su vínculo individual con su hija sino con un vínculo social con la comunidad: al desconocer la realidad contaminada, por más que su hija esté cerca, se contaminarán con la tierra en que están sentadas. La realidad abyecta de este despojo identitario, un campo que ya no es campo, de una Argentina que ya no es argentina, de una semilla que ya no es semilla19, de unos cuerpos que no son cuerpos propios sino contaminados y ocupados, sólo aparece mediante los efectos/síntomas corporales y sensitivos de la contaminación que siente Amanda. Asimismo, podemos ver en este proceso de escritura de la contaminación de lo invisible, una contaminación intertextual (voluntaria o involuntaria) del cuento de Cortázar “Casa tomada” invasión que se puede leer como alegoría política y que podríamos vincular con el campo tomado o los cuerpos tomados de Distancia de rescate. Desde su percepción auto-centrada e individual, Amanda narra la evolución de las sensaciones desde su propio cuerpo. El cuerpo abyecto habla desconociendo su genealogía, desde los síntomas: “Siento algo extraño en las manos, David” (p.73); “Nina se mira las manos. – Me pican mucho, mami – dice – me arden” (p.79); “tengo el cuerpo quieto y adormecido” (p.83); “Me duele mucho el cuerpo, adentro. – Es la fiebre” (p.89); “una nausea me obliga a inclinarme “(p.92); “tengo una jaqueca feroz” (p.93); “Me pica mucho el cuerpo” (p.106). Es interesante subrayar que las sensaciones nacen en Amanda y Nina mientras Amanda va hablando con Carla de los comportamientos de David

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Véase « semilla Monsanto : soja RR »

que enterró a animales contaminados (patos, perros, caballos) en el jardín; mientras las tres caminan entre los cultivos de soja “cerca, la brisa mueve la soja con un sonido suave y efervescente, como si la acariciara” (p.83), “la soja se inclina ahora hacia nosotras” (p.84). La disyunción entre su representación y lo real es tal que en la voz de Amanda, la soja acompaña, envuelve, acaricia, a las tres mujeres sin que se diera cuenta de que es una caricia mortal. Hasta usa la palabra “intoxicación” pero no lo vincula con el relato de Carla sobre la intoxicación de David, tampoco lo vincula con la nena con la que se cruzó al principio de su estancia en el campo “que tiene una de las piernas muy corta (…) y una frente enorme que ocupa más de la mitad de la cabeza” (p.42), ni con el miedo confesado que sintió Carla cuando nació David “me angustié muchísimo. Estaba convencida de que le faltaba un dedo” (p.16), ni con los síntomas que cura la mujer de la “casa verde”, una bruja con quien cuentan los habitantes cuando ya no hay más soluciones “cura el dolor de cabeza, las náuseas, las ulceras en la piel y los vómitos con sangre. Si llegan a tiempo, detiene los abortos espontáneos” (p.23), y más cerca del presente de narración, no lo vincula con los chicos que comparten la salita del hospital donde se encuentran ella y Nina “son chicos extraños. Son, no sé, arde mucho. Chicos con deformaciones. No tienen pestañas, ni cejas, la piel es colorada, muy colorada, y escamosa también.”(p.108). Atribuye su desmayo a una insolación hasta que empieza a tener dudas y llama a su marido. Al no vincular “la sensación de que tengo algo metido adentro” con los demás, con Carla, con David -“¿Con qué fue que se intoxicó?” (p.70)- con lo exterior que la rodea, Amanda mantiene a distancia lo abyecto, lo excluye. Esta ruptura es fundamental: poner a distancia lo abyecto, le impide medir el peligro y precipita su destino hacia lo trágico.

El cuerpo abyecto se da solo en sus síntomas que lo contaminan. El relato parcial y ciego de la contaminación, la percepción disyuntiva, son síntomas de los discursos y las políticas neoliberales: se enfocan en los resultados y rompen la relación causal entre sus procesos y las consecuencias humanas excluyendo, de esta manera, el contaminado “abyectado” de su tierra y de su identidad mediante una colonización interior, corporal. El desafío de la literatura es reconstituir esta relación causal desde los síntomas, para recrear la genealogía del cuerpo argentino abyecto desde lo excluido es decir el contaminado, y para que pueda reubicarse y reapropiarse de su cuerpo y de su origen. Para alcanzar este propósito, se necesita una mediación. Se necesita una alteridad. En este caso, se necesita el cuerpo-abyecto del subalterno-contaminado.

Contaminación dialógica: mayéutica de la genealogía del cuerpo abyecto.

La literatura contemporánea narra desde los restos, los huecos, las ruinas, los síntomas, para reconstituir lo real de manera activa. En oposición a los discursos positivistas-capitalistas, el proceso prima sobre el resultado, el margen prima sobre el centro, la circularidad prima sobre lo linear, la oralidad prima sobre lo escrito. Para contrarrestar los fallos perceptivos originados por estos discursos hegemónicos excluyentes y unilaterales, y para contrarrestar el constato de “silenciamiento estructural del subalterno dentro de la narrativa histórica capitalista”20, Samanta Schweblin, siguiendo a Bajtín, elige la forma dialógica que permite reconstruir de manera activa y colectiva las relaciones en juego. En la introducción nos preguntábamos con Spivak si “¿Puede hablar el subalterno?” (2003) 21 Schweblin contesta dando la palabra a los contaminados. Sin embargo no se trata de un diálogo binario que habría que leer en clave de dominante (centro)/ dominado (periferia), sino más bien un diálogo que integra las voces de ambos lados que se contaminan entre sí: la voz de Amanda, de Buenos Aires, racional, controladora, prejuiciosa, contamina y se deja contaminar por la voz de Carla, la mujer del campo, supersticiosa, anclada en su realidad. Este diálogo entre ambas madres está enmarcado en el diálogo entre los dos contaminados Amanda y David, el hijo de Carla. La novela como espacio dialógico integra las voces contaminadas para crear un discurso abyecto; como lo es el cuerpo de los protagonistas; como lo es el campo. Schweblin crea una tensión paradójica entre la contaminación mortífera de los cuerpos y la fecundidad del discurso impuro y contaminado que inaugura una dialéctica performativa entre la contaminación y lo fecundo, entre el síntoma y su sublimación, lo físico y lo estético, lo estético y lo ético.

Además de ser una estética transgresiva que celebra lo abyecto y la contaminación como procesos creativos e integradores, el dialogismo de Distancia de rescate puede leerse como una mayéutica en busca de los orígenes del cuerpo abyecto, que apunta a su genealogía. Desde el principio de la novela, el propósito es encontrar “el punto exacto”, es decir encontrar cierta verdad originaria. Se supone que la verdad está en Amanda, en estos gusanos. La protagonista empujada y guiada por David, emprende una vuelta narrativa al principio de su estancia en el campo con el propósito de encontrar dónde se originan los gusanos, vinculando las causas con los síntomas. Esta suerte de introspección, de búsqueda interior, se hace mediante una mayéutica. Es interesante volver a definir este término. La mayéutica, para 20 21

BIDASECA Karina, 2007. SPIVAK, 2003.

Sócrates, era el arte de hacer “parir a los espíritus”. Sócrates hacía preguntas, escuchaba las respuestas y se las arreglaba para que su interlocutor se diera cuenta de sus imprecisiones, de sus contradicciones y que concluyera que lo que creía saber, no lo sabía; y lo que creía ignorar, lo sabía. Es un proceso que tiene que ver con despojarse de sus prejuicios, descentrarse y saber percatarse de los detalles en sus razonamientos. Si podemos leer Distancia de rescate como una mayéutica, también la modalidad dialógica de la novela puede aparentarse al proceso psicoanalítico que se basa sobre los detalles, las disyunciones lingüísticas, el lenguaje y los significantes, los fallos, en busca de un origen. Samanta Schweblin subvierte este mecanismo al otorgarle a David el lugar de Sócrates o del analista, el lugar del que sabe, del que escucha y guía, del que jerarquiza “lo importante”, lo que tiene valor para entender lo real abyecto/contaminado. David, el niño contaminado, hijo de Carla mujer de campo, personaje subalterno, sabe “lo que importa”. En la novela de Samanta Schweblin es un “cuerpo que importa”22 ya que permite descentrar a Amanda de su visión auto-centrada insertando alteridad en su mirada y en su interpretación mediante preguntas y comentarios que la llevan a prestar atención al margen, a los intersticios, a las fronteras, al otro. Le pide prestar atención a todo lo que está a la periferia de su mirada. “Seguí, no te olvides de los detalles” (p.14), “El punto exacto está en un detalle” (p.14), “es una opinión tuya. Eso no es importante” (p.28). El “punto exacto” se acerca a medida que Amanda se aleja del centro del pueblo hacia los cultivos inmensos de la periferia. El punto exacto está en el descentramiento, entre las líneas (en las intervenciones de David, el subalterno que habla “entre los blancos de las palabras”), en las fronteras espaciales (la periferia/ el centro), lingüísticas (los significados de las palabras: soja, bidones, guantes arrastrados en esta realidad), sociales (campo/ciudad), psicológica (narcisismo/empatía). Enfrentarse con lo abyecto, dialogar con lo abyecto, es darse cuenta de su propia abyección. David interviene entre las líneas para reconstituir las relaciones rotas o invisibles en el relato de Amanda y para remontar a los orígenes de la genealogía del cuerpo abyecto desde las sensaciones y percepciones. Proponemos, para darnos cuenta de este proceso mayeútico, leer el fragmento, que encontramos en el medio de la novela, en que Amanda llega “al punto exacto” en su relato: “Ahora lo importante está muy cerca ¿Qué más pasa? Alrededor, ¿Qué pasa? / Es cierto, algo más pasa; afuera, mientras tu madre trata de convencernos. Escucho que un camión se detiene. 22

Referencia a la convocatoria y los « cuerpos que no importan », referencia a la obra de BUTLER Judith, Cuerpos que importan. Sobre los limites materiales y discursivos del sexo, Barcelona: Paídos, 2002.

Los dos hombres que tomaban mate se ponen guantes largos, de plástico, y salen. (…) Carla dice que va a dejar unos papeles y que enseguida nos lleva a las caballerizas, que la esperemos afuera. Y entonces hay un ruido. Algo se cae, algo de plástico y pesado, que sin embargo no se rompe. Dejamos a Carla y salimos. Afuera los hombres bajan bidones, son grandes y apenas pueden con uno en cada mano. Hay muchos, todo el camión está lleno de bidones. / Es esto/ Uno de los bidones quedó solo en la entrada del galpón. / Esto es lo importante/ ¿Esto es lo importante?/ Sí/ ¿Cómo puede ser lo importante?/ ¿Qué más?/ Nina se siente en el pasto, cerca de los camiones. Mira a los hombres trabajar, parece encantada con la actividad/ (…) ¿Qué más mientras tanto? / No recuerdo mucho más, eso es todo lo que pasa. / No, hay más. Alrededor, cerca. Hay más. / Nada más/ La distancia de rescate/ Estoy sentada a diez centímetros de mi hija, David, no hay distancia de rescate/ Tiene que haber, Carla estaba a un metro de mí la tarde que se escapó el padrillo y casi me muero/ (…) Carla tarda en salir (…) Nina se mira la ropa, gira para verse la cola, las piernas. / ¿Por qué? ¿Qué pasa?/ Qué pasa – le pregunto; Estoy empapada –dice con algo de indignación. – A ver… (…) Es el rocío – le digo- ahora con la caminata se seca. / Es esto. Este es el momento/ No puede ser David, de verdad, no hay más que esto.” (p. 63-64).

Novela de la contaminación: la sublimación de una comunidad abyecta

Si la contaminación dialógica permite enfrentarse con su propia abyección, la novela de la contaminación crea una comunidad de abyectos desde todas sus instancias. En efecto, a nivel metaliterario, las instancias de la novela subliman lo abyecto al adaptar su forma a la contaminación para transgredirla hacia su sublimación. La contaminación es el principio genético de la novela: es su temática: los agrotóxicos; su forma: la contaminación dialógica; habita los personajes: son contaminados; origina intertextualidad: lo fantástico, la novela del sur de Estados-Unidos que deja hablar la voz poética del subalterno de Faulkner, a Cheever pasando por Steinbeck; y se da en cierta contaminación transgenérica: no es ni una novela, ni un cuento, ni teatro, ni fantástico, ni realista pero lo es todo a la vez. La contaminación es el punto nodal entre la forma y el contenido, y, a nivel diegético y de la recepción, entre lo estético y lo ético. A nivel intradiegético, David es el depositario de lo abyecto. Lo sublima. Mediante el personaje de David, Samanta Schweblin crea una voz mediadora omnisciente que parece ubicarse en un más allá de la ficción, más allá del cuerpo. Carla, su madre, explica a Amanda

que ha experimentado una “transmigración”23 de su alma hacia otro cuerpo en la casa verde de la bruja. Esta transmigración lo pone en un espacio dual, entre-dos. David es la instancia que trasmigra desde la vida a la muerte; de un cuerpo a otro; de la subalternidad

al

protagonismo; de lo real a lo sobrenatural; de la experiencia al conocimiento; del contaminado al terapeuta. Esa transmigración que encarna David le permite sublimar lo abyecto y tomar distancia para asir la causa del mal, asir la vulnerabilidad del hombre que supera las fronteras de clases sociales, geográficas, humanas. La muerte y la contaminación acechan tanto al habitante de capital como al de la periferia, tanto al caballo, al pájaro como al humano, sin privilegio alguno. “Lo abyecto nos enfrenta (…) a estos estados frágiles en que el hombre vaga por los territorios de lo animal” (Kristeva, 1983: 20). El animal y el ser humano comparten esta territorialidad excluyente y van hacia el mismo destino sufriendo de manera similar los efectos de la contaminación. Carla, la madre de David, cuenta el momento de su contaminación mutua con el caballo: “El padrillo tenía los párpados tan hinchados que no se le veían los ojos. Tenía los labios, los agujeros de la nariz, toda la boca tan hinchada que parecía otro animal, una monstruosidad (…) lo que sea que hubiera tomado el caballo lo había tomado también mi David, y si el caballo se estaba muriendo no había chances para él” (p.21). Un poco más allá describe a su hijo, comparándolo con el caballo: “Tenía los ojos hinchados, los párpados rojos y tirantes, inflados como del caballo, no lloraba, las lágrimas se le caían sin gritar ni parpadear. Estaba débil y aterrado” (p.29). David tiene una función de mediador: “Apareció un pato. Caminaba de forma extraña (…) como si estuviera agotado. Se miraron, te lo juro, David y el pato se miraron por unos segundos. Y el pato dio dos pasos más, cruzando una pata por delante de la otra, como si estuviera borracho, o no pudiera controlar su cuerpo, y cuando intentó el siguiente paso se desplomó sobre la tierra, completamente muerto” (p.71), “Tu madre dice que (…) solo cuando el perro terminó desplomándose como vio desplomarse a los patos, solo entonces saliste de la casa, arrastraste al perro hasta el jardín trasero, y lo enterraste” (p.76). Samanta Schweblin crea una comunidad de contaminados unificada por David que les hace pasar –“transmigrar”– de un estado a otro: de la vida a la muerte, empujándolos, para los personajes animales y humanos; del síntoma a la sublimación; de la ceguera al conocimiento, para los lectores. Empuja a los patos, a los perros, a los caballos hacia su tumba y al final de la novela empuja a Amanda “Ahora voy a empujarte. Yo empujo a los patos, empujo al perro del señor Geser, a los caballos” (p.115)/ “Te estoy empujando 23

“Si mudábamos a tiempo el espíritu de David a otro cuerpo, entonces parte de la intoxicación se iba también con él. Dividida en dos cuerpos había chances para superarla” (SCHWEBLIN, 2014: p.26)

hacia adelante, ¿ves?” (p.117). David es la voz mediante la cual se vuelve al origen que permite reconstituir la genealogía del cuerpo argentino abyecto. A pesar de que las disyunciones esenciales bloquean la efectividad de la mayéutica-analítica impidiendo a Amanda vincular su contaminación con la realidad de este campo y con la comunidad, esta contaminación dialógica se inmiscuye entre las líneas hasta abrir el espacio dialógico al lector que está incluido en la investigación. El lector es la tercera instancia que desde el inicio de la novela está precipitada en el medio del problema, en el medio del diálogo, en el medio de esta comunidad abyecta, es decir, de la humanidad. Ocupa este lugar “entre las líneas” en el que puede dejarse contaminar por las voces y de esta manera, intentar descifrar el relato, probar, interrogar o construir su propia percepción de la realidad. Aurélie Palud propone una tipología de lectores desde las ficciones de epidemias que deriva del lector detective de las ficciones policiacas y del lector crítico de los cuentos filosóficos. Propone un lector “pestífero” y un lector “médico”. En sus tesis24, explica cómo se pasa de un lector a otro gracias a la experiencia de la alteridad inaugurada por la ficción de epidemias que abre una ética de la responsabilidad. En Distancia de rescate, el lector hace la experiencia de la alteridad de dos formas: identificándose con el cuerpo vulnerable larvado de Amanda, tomando el lugar del contaminado, o acompañando la voz responsable y terapeuta de David que, al haber transmigrado, tiene bastante distancia para entender el mal. El lector, a su manera, es una instancia necesaria en la novela que permite hacer transmigrar la ficción hacia su realidad mediante la toma de consciencia de la vulnerabilidad y la experiencia de la alteridad. La novela de contaminación permite interrogar y repensar la comunidad y desplegar una ética del care que se desarrolla con la toma de conciencia de la vulnerabilidad intrínseca a la sociedad individualista del siglo XXI (Brugère, 2011)

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ilustrada en la novela por la

agricultura neoliberal y por la percepción auto-centrada de Amanda y puesta en tela de juicio a través de David. Mediante este relato dialógico dirigido por el subalterno, Samanta Schweblin inaugura una estética de la alteridad despojada de dominación auctorial, de narrador dirigente. Narra la contaminación no desde una perspectiva mórbida e individualista sino desde una escritura activa y colectiva. Mantiene la distancia de rescate entre ella y su texto, quedándose siempre “al borde de” la explicación, dejando así el espacio suficiente, entre líneas, para que el lector pueda reconfigurar su propia percepción y ubicar su responsabilidad frente a esta realidad abyecta latente. En efecto, la urgencia por entender y reconstituir el relato de Amanda 24 25

Véase PALUD Aurélie, « La contagion des imaginaires », 2014. BRUGERE Fabienne, L’éthique du care, Paris : PUF, 2011.

trasmigra a lo real para interpelar la responsabilidad del lector sobre la urgencia que hay en reconstituir el lazo social, reconociendo su propia abyección cegada por “las ficciones del estado-nación capitalistas” contaminadoras y excluyentes.

Mediante una poética de la contaminación que integra todas las instancias de la novela (forma, contenido, personajes, autor, lector, géneros), Distancia de rescate reconstruye la genealogía del cuerpo abyecto a partir de los síntomas, desde la voz del contaminado por medio de una mayéutica que podríamos calificar de post-colonial. David es la voz que origina el relato de Amanda, y entonces, la novela. Es el encargado de cuidar los vínculos: ata las fotos de familia con hilos sisales, teje el relato de Amanda, teje las relaciones causales; teje los hilos comunitarios. Si, como lo dice Julia Kristeva, el que está habitado por la abyección “está literalmente fuera de sí”, entonces la neo colonización es una colonización interior que abyecta a la persona: la hace salir de sí mismo y de su territorio. Mediante la contaminación, procede a un despojo identitario y un desalojo territorial. El rol de David es llevar a una reconquista del sentido al impulsar la genealogía del cuerpo abyecto. Porque solo entendiendo los procesos que originan la abyección y reapropiándose de su origen se podrá subvertirlos y reconstruir su propia identidad y territorialidad. Después de leer esta novela, nunca fue más claro el uso de la palabra “recuperación” en la denominada “Ley de recuperación histórica de la agricultura familiar”, aprobada en 2014.

Después de haber leído esta novela, fuimos buscando y creando lazos y nos dimos cuenta de la gran comunidad que ya está pensando y luchando para la reconstrucción territorial y social a la que alentamos. Encontramos a numerosos Davids, Amandas y Carlas que hoy están luchando contra la “nueva ley Monsanto” en Argentina26, con fotógrafos27 que, como en la novela, captaron las causas encubiertas de los cuerpos abyectos desde sus síntomas…Desde el arte y los movimientos sociales, de a poco, se va reconstruyendo el lazo social y las exigencias de los cuerpos abyectos o “abyectados” que ya están pidiendo “reparación histórica”28. 26

Véase el artículo « Semillas en debate », por Darío Aranda in Página 12, http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-206295-2012-10-25.html 27 Véase la página « Potencial effects of agrochemicals in Argentina », una serie de fotos de Natasha Pisarenko, http://www.boston.com/bigpicture/2013/10/agrochemical_spraying_in_argen.html 28 Véase el artículo « Por ley, la tierra es bien social », sobre la « Ley de reparacion historica de la agricultura familiar”, por Sebastian Premici, in Página 12, http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-262211-201412-18.html

Bibliografía BIDASECA Karina (2007a), “Desficcionalizando el fin del Estado-Nación. El movimiento de mujeres agropecuarias en lucha”, Buenos Aires. _________________ (2007b), “Interrogando la posibilidad de un mundo sin sujetos. Colonias y colonos de cereales, cana y algodón: cultura y política en una arqueología de los mundos rurales”, Buenos Aires. _________________ (2007c) “Comunidad y derecha a la tierra: ordenes jurídicos y procesos culturales silenciados”, Buenos Aires. _________________ (2011d) “Cartografías contemporáneas de 3 pueblos sojeros en el Pampa gringa. Sobre territorios y procesos de reconstrucción identitaria de las chacareras”, Buenos Aires 2005. BRUGERE Fabienne (2011), L’éthique du care, Paris : PUF. BUTLER Judith (2002), Cuerpos que importan. Sobre los limites materiales y discursivos del sexo, Barcelona: Paídos. DOMINGUEZ Pablo y SABATINO Pablo (2005), “La muerte que viene del viento. La problemática de la contaminación por efecto de la agricultura transgenética en Argentina y en Paraguay”, Red de Bibliotecas virtuales de Ciencias Sociales de la red CLASCO. FANLO Luis García (2009), “La genealogía del cuerpo argentino”, en A Parte Rei, n°64, julio 2009, http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/fanlo64.pdf. Consultado el 06/02/2015. KRISTEVA Julia (1983), Pouvoirs de l’horreur. Essai sur l’abjection, Points : Paris. LEVI Joseph, NOUSS Alexis (1994), Sida-fiction. Essai d’anthropologie romanesque, Presses Universitaires de Lyon. PALUD Aurélie (2014), « La contagion des imaginaires » (thèse soutenue en 2014). SCHWEBLIN Samanta (2014), Distancia de rescate, Buenos Aires : Literatura Random House. SPIVAK Gayatri Chakravorti (2003), ¿Puede hablar el subalterno? in Revista colombiana de antropología, Volumen 39, enero-diciembre 2003, pp. 297-354.

http://www.afmendoza.com.ar/noticias/argentina-tiene-ley-de-agricultura-familiar.html

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