¿Crisis de Futuro?: Presentismo e Historicidad como categorías historiográficas

May 28, 2017 | Autor: Daniel Ovalle Pastén | Categoria: Historiography, Filosofía De La Historia, Teoria e metodologia da história, Historiografía
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VII Jornadas de estudiantes de Historia UDP 2015

¿Crisis de Fututo?: Presentismo e Historicidad como categorías historiográficas. Daniel Ovalle Pastén Candidato a Doctor en Historia Universidad de Chile [email protected]

Si nosotros los historiadores (o en vías de serlo) nos abocamos a la comprensión del ser humano en el tiempo, es válido que nos preguntemos si estamos preocupamos en pensar la temporalidad. Preguntas como ¿qué es el tiempo?, o ¿qué es el tiempo histórico?, y otras más, no pueden ser parte solamente de los seminarios de teoría de la historia. Quiero invitarlos a pensar el tiempo como parte estructurante de nuestro trabajo, pues el tiempo, al ser una categoría construida socialmente, cambia y se transforma. Visto así, entenderemos la idea de historicidad como las relaciones sociales que hacemos de las categorías temporales presente/pasado/futuro; en especial, entenderemos esta ponencia desde la tesis de la existencia de distintos regímenes de historicidad, propuesta que encontramos en los trabajos del historiador francés François Hartog desde la publicación en el 2003 Régimes d´historcité. Présentisme et experience du témps. De una manera sintética, un régimen de historicidad representa una herramienta heurística (al estilo “tipos ideales” weberianos) para comprender las dos ideas meta-históricas propuestas por el historiador alemán R. Koselleck, que son a la vez la condición de toda historia: espacio de experiencia y horizonte de expectativas. El espacio de experiencia nos remite a una suma de significaciones transmitidas por generaciones en la interacción con el presente (espacio comunicacional en términos de intersubjetividad nos diría Habermas), mientras que el horizonte de expectativas apela a la “espera, la esperanza el temor, el deseo y el querer, la preocupación, el cálculo racional, la curiosidad (…) todas

las manifestaciones privadas o comunes que miran al futuro”1. Fenómeno, este último, entendido como el futuro hecho presente. En definitiva, y como tributario de Koselleck que es Hartog (también lo es Paul Ricoeur, otro gran pensador del tiempo), un régimen de historicidad es la herramienta que intenta comprender los distintos tipos de articulaciones entre estas dos ideas que Koselleck propusiera en su semántica de los tiempos históricos. Como el mismo Koselleck advirtió: “no hay expectativa sin experiencia, no hay experiencia sin expectativas”2. Uno de los grandes aportes hechos por el historiador alemán fue iluminarnos acerca de la historicidad moderna del silgo XVIII, en donde a diferencia de la antigüedad, el hombre moderno va experimentando cada vez más una separación entre expectativa y experiencia. Lo que irremediablemente hizo del fututo una categoría fuerza: soplan los nuevos aires del progreso y de un futuro promisorio. Es acá, hacia fines del siglo XVIII, en donde la misma concepción de la historia cambió. Se alejó cada vez más esa idea de una historia magistra vitae, dadora de ejemplos, para pasar a la Historia (con mayúscula y singular colectivo) como proceso que mira hacia el futuro: horizonte de espera y espacio de experiencia se separan para engendrar el nuevo tiempo histórico. Al Schopenhauer decía en 1819: “es sólo por la historia que un pueblo se vuelve completamente consciente de su ser”; y en 1845, Marx y Engels exponían en La ideología alemana: “Sólo conocemos una ciencia, la ciencia de la Historia”3. Si es que esta nueva manera de comprender la historia podía dar lecciones, éstas vendrían del futuro. Esto es lo que Hartog llama el régimen moderno de historicidad, fenómeno que el autor ordena entre la Revolución Francesa y el término de la guerra fría con la caída del muro de Berlín ¿Y después? Hartog expone que vivimos bajo otro orden del tiempo, Paul Ricœur Temps et récit III, 376 R. Koselleck Futuro Pasado. Para una semántica de los tiempos históricos, p. 336. 3 F. Hartog Croire en l`histoire, p. 34. 1 2

en donde la categoría fuerza es el presente, él lo llama presentismo. El horizonte de expectativas muta, cambia, se transforma. Queda preso e invadido por una presente que no deja de ofrecer posibilidades: en el consumo y en el acontecimiento; pero que a la vez está inquieto por su pasado y en dónde la memoria, el patrimonio, la voz del testigo y la victima (aquí la impronta de la historia oral) son sus interlocutores. Sí, más que la Historia. A diferencia del régimen moderno de historicidad –plasmado en las filosofías de la historia confiadas de un futuro promisorio o en la confianza en el progreso humano, pensemos en Comte, Marx (las revoluciones como motores de la historia) y otros – el régimen presentista permite pensar una nueva relación social de la temporalidad (y por tanto de la apreciación social de la historia), en donde el futuro parece no presentar garantías, en donde los proyectos son de corto plazo (súmense fin de las ideologías y de los metarrelatos), en donde las Naciones no general certidumbres y donde el presente parece extender fenomenológicamente su presencia: un presente omnipresente, como lo expresa Hartog.

La crisis del futuro desde las ciencias sociales.

Varios son los intelectuales que sustentan la tesis del presentismo, no todos los textos trabajados por Hartog, pero que sirven de sustento a la tesis, ahora desde una interdisciplinariedad de las ciencias humanas. Veamos algunos de estos supuestos:

1. Manuel Cruz, filósofo catalán de la Universidad de Barcelona en su libro Adiós, historia, adiós. El abandono del pasado en mundo actual (FCE, 2014) expone comenzando el texto: “La historia no ha terminado, nosotros la hemos

abandonado”, es una frase que recorre la totalidad del texto del filósofo catalán. Se ha producido una ruptura tan radical con el pasado como consecuencia del gran poder transformador del complejo científico-técnico, explica Cruz, que muchos han dejado de aceptar la creencia de que el pasado pueda servirnos para entender nuestro presente

2. Filósofo e historiador, Marcel Gauchet (director de la afamada revista francesa Le Débat) clarificaba el 2005 en su libro La condition politique un “cambio de relación con la historia” al exponer una crisis de la idea del “porvenir” relacionada con la casi inexistencia de las ideas revolucionarias. Para el autor, la historia ya no se presenta como la posibilidad de dar sentido a la naturaleza de las sociedades perdiendo a la vez la capacidad de guía transformadora. Para el autor francés existe desde hace décadas un cambio de relación con la historia en relación a la mutación de la idea de futuro: “Es lo desconocido a lo cual nos dirigimos con una velocidad acelerada y con medios cada vez mayores, sin que, por lo demás, se nos haya pedido pensar en ello. El futuro no sólo no tiene un rostro asignable, sino que ya no representa un polo de identificación colectiva que remita a una responsabilidad en común”4.

3. Andreas Huyssen, teórico alemán, ha escrito asuntos colindantes al exponer su tesis de la cultura modernista (ver del autor En busca del tiempo fututo. Cultura y memoria en tiempos de globalización FCE, 2002), aquella caracterizada por lo que denominó futuros presentes (concepto que el autor valida eminentemente “koselleckiano”), aquella confianza en el progreso y en el futuro; en oposición al

4

Marcel Gauchet, La condition politique, p. 39.

progresivo cambio de las sociedades occidentales hacia otro tipo de preocupación que el autor denomina los pretéritos presentes, en donde la memoria ocupa el lugar de honor y no la historia. Según Huyssen, luego de los años ochenta, con de la masificación de los discursos sobre el Holocausto, la memoria social se posiciona como autoridad de análisis no solo desde la intelectualidad, también desde el plano político.

4. Desde la nueva teoría social de la Escuela de Fráncfort, el sociólogo Hartmut Rosa también apunta hacia preceptos que sustenta nuestra proposición. En su estudio Accélération. Une critique sociale du temps (primera edición en alemán del 2005), Rosa apunta a que la modernidad debe ser comprendida desde el concepto de “aceleración” de la vida, de la cultura y de la historia; en donde las variables preponderantes son la aceleración tecnológica, la aceleración del cambio social y la aceleración de los ritmos de vida. La propuesta del intelectual alemán ha tenido muy buena acogida en Francia y el Reino Unido (traduciéndose su libro a ambas lenguas, y se prepara una al español), tanto así que viene de publicar un artículo que continúa su argumentación en la prestigiosa revista francesa Vingtieme Siecle Revue de Histoire Nº 117, 2013 (número especial dedicado al concepto de historicidad en siglo XX).

5. Desde la teoría literaria, Hans Ulrich Gumbrecht nos remite a la idea del “presente dilatado”: al fin de la representación moderna de ese presente que se abría siempre entre el campo de experiencia y los horizontes de expectativas, transformado desde los años setenta para el autor, en un presente de la inmediatez (ver del autor Lento presente, Madrid, 2010).

6. El antropólogo Mar Augé, siguiendo con sus tesis de la hipermodernidad, nos habla de la “ideología del futuro advenido que paraliza el pensamiento del futuro” en su libro Futuro (Adriana Hidalgo Editora, 2012, también en ¿Qué pasó con la confianza en el futuro?).

7. Por último, el filósofo Vincent Descombes analiza la noción contemporánea de identidad nacional relacionándola con la pérdida de confianza social de la representación del futuro (Identités à la dérive, 2011). Con todo, los autores citados concuerdan en una sociedad occidental cada vez más sobre preocupada de la memoria y de un presente que se diferencia del de hace un par de decenios, por lo que creemos que nuestra propuesta – que no ha sido llevada a cabo en nuestro país – se presenta como necesaria y plausible: escrutar las escrituras de la memoria desde el mismo campo disciplinar como propuesta de autorreflexión disciplinar al estilo de Jörn Rüsen y Fernando Betancourt.

Conclusión

Válido entonces será plantearse la siguiente pregunta: ¿Y qué tal si los cambios producidos en la manera en que los historiadores escrutan el pasado responden a la relación que tienen estos con el tiempo?, ¿es escrita la historia en orden al régimen de historicidad específico en que los historiadores miran el pasado? Quizás sea el problema de la memoria –uno de los grandes problemas de la historia hoy –con respecto al lugar de la historia, el que mejor ejemplifique el fenómeno que desde hace unos veinte a treinta años viene remeciendo y complejizando – para bien o para mal – los presupuestos de la disciplina histórica. La historia y su pérdida de evidencia en la concreción de verdades que cimenten un futuro que se avizore plausible y esperado, ha

traído como coletazo (y como parte del mismo fenómeno) el boom de la memoria en los esfuerzos historiográficos5. La presencia constante de los espacios de memoria nos recuerda (y citan los historiadores de hoy) al nombre de Pierre Nora, quien hizo girar la óptica de hacer historia de una forma genealógica desde el presente hacia el pasado. Tal propuesta prescinde de grandes narrativas, transformando la problemática de historia/memoria como un síntoma de un régimen moribundo de historicidad, en el cual es el presente y ya no el futuro nuestra referencia6. La crisis en la noción de progreso tiene directa relación a una vuelta en la confianza de la memoria en detrimento de la historia. La voz del testigo – recordando esa notable frase de Annette Wieviorka “la era del testigo”7– ha tomado un lugar inédito con respecto a formas antiguas de la escritura de la historia. Las vivencias de los campos de concentración y de los autoritarismos genocidas tan conocidos para nosotros los chilenos, nos impulsan en la búsqueda de una memoria social que haga justicia de esos “pasados que no pasan” precisamente por la ineficiencia en la búsqueda de la misma. (¿no hay allí una vuelta a la historia como magistra vitae?). Dos ejemplos actuales (de los muchos que hay), uno europeo y otro chileno: la Fundación Spielberg se ha propuesto documentar de forma digital el testimonio de todos los sobrevivientes de los campos de concentración nazi para que puedan ser accesibles de manera online por cualquier ciudadano del mundo; en Chile, el trabajo realizado por la Corporación Parque por la Paz Villa Grimaldi que está dejando para las generaciones futuras los testimonios grabados de cientos de víctimas de la dictadura de Pinochet que pasaron lamentablemente por el ex Cuartel Terranova.

François Hartog Évidence de l’histoire. Ce que voient les historiens, Paris, Éditions EHESS, 2005. Jurandir Malerba “Ejercicio de memoria: interfaces con la historia y la memoria”, en Juan Andrés Bresciano (comp.) El tiempo presente como campo historiográfico. Ensayos teóricos y estudios de casos, Montevideo, Ediciones Cruz del Sur, p. 165. 7 Annette Wieviorka L’ère du témoin, Paris, Plon, 1998. 5 6

La inmediatez de los relatos en primera persona, los mismos que han generado una revolución historiográfica en la historia del tiempo presente, ha traído consigo un cuestionamiento a esa historia total o estructural tan asociada al nombre de Braudel desde ese estructuralismo que se alejaba de los rostros de los hombres comunes y corrientes. En la era del testigo la historia como disciplina ha tenido el acceso de la memoria en el taller del historiador, provocando que sólidos paradigmas se hayan ido desmoronando8. Este mundo presentista –siguiendo la huella de Hartog –, en el cual el presente se ha transformado en la categoría fuerza, o en sus palabras “la dominación de un presente omnipresente y que a la vez es él mismo su único horizonte”9; y en donde la memoria da sentido a la explicación social (y cada vez menos la historia), presenta una posibilidad al historiador, como ya hemos dicho, de autorreflexión. Vivir en un mundo presentista es vivir modos de vida que guarda relación con la aceleración de la vida (Hartmut Rosa) o como explica el mismo Hartog: vivir en un mundo presentista es “que vivimos inmersos en acontecimientos que vienen unos tras otros pero que no tienen relación entre ellos, y lo único que se puede hacer es actuar rápido, reaccionar. Detrás de ello está la certeza de que hemos entrado en una era de catástrofes (…) Y lo único que esperamos de los políticos es la rapidez de su reacción, no sus propuestas ni capacidad de hacer. De modo que cuando acaba la catástrofe, esperamos de inmediato la catástrofe que vendrá. Así se vive el tiempo en un régimen de historicidad presentista”10. ¿No es acaso lo que se nos vino a la mente – agravado en la conciencia social desde septiembre del 2001 – después de observar atónitos en las cadenas de Fina Birulés “Entre el descrédito y la rehabilitación del yo”, en Manuel Cruz (editor) Las personas del verbo (filosófico), Barcelona, Herder, 2011, p. 18. Cabe mencionar acá, la gran cantidad de material colindante con la teoría de la historia que se ha publicado a partir del trabajo de Manuel Cruz y su equipo en torno a la cátedra de filosofía contemporánea de la Universidad de Barcelona. 9 François Hartog “Crise du temps, crise dans le temps”, en Spyros Théodorou (director) Crises?, París, Éditions Parenthèses, p. 12. 10 Pablo Aravena Núñez “François Hartog: la historia en un tiempo catastrófico” (entrevista), en Cuadernos de Historia, Nº 41, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile, 2014, p. 230. 8

televisión el horrible atentado a los periodistas del semanal satírico francés Charlie Hebdo el pasado 7 de enero? ¿Acaso no hay un acostumbramiento al horror de observar hombres decapitados por televisión, y después seguir con la cena del viernes por la noche esperando que el horror vuelva a aparecer por la pantalla cualquier día? Como hemos querido argumentar en las primeras líneas, son muchos los intelectuales (Rosa, Gauchet, Cruz, Ricoeur, Dosse, Huyssen, Hartog y otros) observadores de las sociedades actuales los que concuerdan en que vivimos en tiempos en que el presente – por el efecto social de la relación que tienen las sociedades entre el pasado y futuro: la historicidad –parece expandirse mirando hacia el pasado de la memoria y temiendo al futuro.

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